Rouco Arenas, Fernando - Atrevete

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Fernando Rouco Arenas

Atrvete

Fernando Rouco Arenas


[email protected]

Reservados todos los derechos

ISBN: 84-609-2120-4
Depsito Legal: SE-4788-2004

El objeto de la vida es ver cunto hay que


ver con los sentidos agudizados hasta el
mximo, arder siempre, sin tasa, con esta
llama pura y preciosa, mantener este
xtasis; esto es lo que yo llamo triunfar en
la vida.
Walter Pater

Internet es lo que tiene, siempre te sorprende. A


menudo visitaba pginas en la red, casi todas de
contenido sexual, para qu nos vamos a engaar, con
lo cual estaba al cabo de la calle de casi todo lo que se
ofreca, o eso al menos pensaba yo. Pero aquello era
fuerte.
Estaba all, en el Foro Cupido de www.sexosolo.com.
Se presentaba como la paja de la mosca. Convena no
perderse un detalle. Todo giraba alrededor de una
mosca, eso s, de una especie muy determinada, la
terciopelo mouse, caracterizada por la suavidad de
sus patas, obtenidas, segn contaban, por modificacin
gentica. Imaginacin no le faltaba al asunto. Despus
de adquirir los ejemplares, por correo electrnico,
claro, de los que haba que comprar varias parejas,
esto es, machos y hembras que, segn mencionaban,
venan en tarros azules y rosas; muy propio. Bueno, el
caso es que una vez adquiridas, se coga una de cada
tarro, se les arrancaban meticulosamente las alas y se
depositaban en un tercer envase, que tambin
proporcionaban al objeto. A
continuacin te
introducas en la baera, llenndola hasta dejar fuera
[3]

del agua nicamente la punta del glande, de uno


mismo, no de la mosca, claro, que previamente deba
haber sido untado concienzudamente de miel por toda
su superficie, para a continuacin depositar con sumo
cuidado a la pareja de moscas en el dulce lecho.
Evidentemente, ambos insectos, recuperados de la
amputacin de sus alas, comenzaban sus ritos de
apareamiento a la vez que libaban el nctar en un
comedero tan al efecto. En teora la cosa prometa, y
por dos mil pelas el tarro y un mal rato al recogerlo en
Correos, la etiqueta rezaba love fly, yo lo estaba
llevando a cabo
Pero media hora despus de empezar, el agua estaba
helada y slo me quedaban dos moscas, un macho y
una hembra, el resto flotaba alrededor del islote que
supona mi plataforma chorreante de miel.
Con resignacin cog
la pareja restante y la
deposit, como dios deposita a los nufragos en el mar
de la incomprensible vida; cerr los ojos e intent
sentir sus leves bocas y patitas recorriendo mi parte
flotante; no lo pude evitar y decid ayudarlos, as mis
manos empezaron a magrear mis partes sumergidas
en busca de mi abertura abisal, donde llev mi dedo
corazn que se introdujo cual anzuelo, empujado por
la miel que chorreaba por mi mano. Con golpecitos
rtmicos fui acariciando mi prstata notando como todo
mi cuerpo empezaba a temblar, primero lentamente,
luego frenticamente, hasta conseguir que anular y
corazn se asociaran en la bsqueda. El orgasmo me
llevo a abrir los ojos acertando a ver volar en una
parbola perfecta
a los dos amantes dpteros
[4]

envueltos en el fluido que brotaba de m, hasta caer


en el agua formando parte de los cados en aras de
Eros.
Asqueroso, no?, pero claro, es que yo me encontraba
solo y eso es bastante disculpa. No repar en ello, me
refiero a mi soledad, hasta que ella se fue,
mostrndome que naces solo, vives solo y morirs solo,
esto ltimo afortunadamente? no fue as. De ah debe
de venir mi afn por rodearme de gente, tener amigos,
amantes Y moscas.
Entre bao y bao trabajaba en una soleada y
cntrica oficina, rodeado de gente pequea y gris, muy
gris, pobres, casi sombras, y lo peor es que ni ellos lo
saban. No obstante tampoco me voy a extender con
ellos, no merece la pena, bastante tenan con lo suyo,
la historia va por otro lado.
Yo no me poda quejar, tambin tena lo mo, para
no aburrir, sucinto resumen: chico joven, dieciocho
aos; conoce chica, se enamora de ella y ella de l; ella
est enrollada con otra chica, chico tiene que pelear
por ella y al final gana? A partir de ah, casi quince
aos de convivencia, lo que nos pone en los treinta y
tantos; en este intervalo algn escarceo aislado para
aliviar la monotona, no obstante todo muy clsico y
por fin llega el hasto, los diferentes objetivos, o quiz
la ausencia de los mos, en fin, chica conoce nuevo
chico y abandona chico antiguo.
En esta situacin te plantas en los treinta y muchos,
un poco hastiado, con falta de prctica absoluta en las
relaciones interpersonales, y solo, muy solo, casi sin
[5]

amigos. No nos engaemos, en stas y en otras muchas


situaciones no tienes ninguno, el dolor y la necesidad
de apoyo se desarrollan como un virus que todo el
mundo tiende a evitar, as que, solo y encima apestado.
Si a esto unimos una tarde de domingo, deprimente
por la cercana del lunes, se forma un panorama
sugerente, explicativo del sndrome fly. No soy un
bicho raro, no ms que la mosca. Pero en ocasiones la
vida te da un vuelco: afortunadamente? se reparten
papeles y comienza un nuevo espectculo. Recuerdo
que despus de deshacerme de la masacre, tirando del
tapn de la baera, seco y peinado, (tampoco nos
engaemos, mucho pelo no tengo), encamin los pasos
hacia pera, es una zona que siempre me ha gustado,
con ese Real que nunca pisar, ya que aunque amo la
msica y lo he edificado como todos los curris, su fin
ltimo es que los polticos de turno se dejen ver.
Segn iba en el metro pens, un domingo, a las once
de la noche, va a estar todo cerrado, pero por otro lado,
Madrid es Madrid, as que algo habr. Di una vuelta
por los garitos de la plaza, todo muy muerto,
camareros barriendo, taburetes apilados, medias
luces. Me
tom una cerveza apresurada, que
contribuy a helarme de cuerpo entero, estbamos en
noviembre.
De vuelta a casa, un luminoso me enganch,
Atrvete-Bar, a qu, a vivir, a soar, a atreverme a
no estar solo? Quiz slo era a entrar y entr, mi
carcter, aunque pusilnime en muchas ocasiones, es
a la vez osado, en suma, un tmido-agresivo, que por
[6]

cierto tiene una paciencia de la hostia con el gnero?


humano.
Pero bueno, no nos perdamos, vi el local, y no tir de
m ninguna fuerza sobrenatural ni nada parecido, slo
el aburrimiento y que era el nico local abierto. Baj
unas escaleras y abr la puerta, sorpresa!, no tena la
pinta que imaginaba, ni cutre, ni puticlub, ni camarera
tetuda, ni nada de lo que era de esperar. Una camarera
morenita, escueta, dura, de encantos patentes que sin
embargo podan pasar perfectamente desapercibidos,
aunque no lo pasaron para m, pero, claro, estaba solo,
es apreciacin personal o me estoy poniendo muy
pesado con esto de la soledad?
Esto plantea otro problema, tambin en m latente y
patente. Me gustan casi todas, muchas veces me
presentan a alguien y sin ton ni son me la imagino
follando conmigo. En realidad - tampoco voy a mentir,
esto no lo lee nadie - lo que me imagino
sistemticamente es como me la come (bonito juego
de palabras verdad?), y esto en cierta manera me
preocupa un poco, ser un stiro? Alguna vez he
escuchado a alguna feminista militante, de pegatina y
manifestacin, decir que no es un problema que pueda
hacer mo exclusivamente, sino resultado de la
gentica masculina, al parecer los hombres slo
pensamos de cintura para abajo, ellas, por lo que se ve,
no.
En esta tesitura y con todas mis neuronas, al
parecer localizadas en el escroto, ped un caf. La
morenita me mir como a un bicho raro:
[7]

- Va a tener que ser de melita, no tenemos cafetera,


me estaba preparando uno para m, te invito.
Odio el caf de filtros, pero asent con la cabeza,
dibujando una sonrisa idiota, de tmida cortesa. No
dejaba de pensar en su voz, femenina, de timbre
varonil y con un ligero acento extranjero. Me empez a
gustar ms y, claro, me imagin, como siempre, cmo
me la comera. Un ligero carmn cubri mi rostro.
- Te da corte que te inviten? Me ha parecido que te
sonrojabas.
- No, eh...ha sido el cambio de temperatura, en la
calle refresca pero aqu tenis buena temperatura.
- Tenis? Aqu arriba estoy yo sola.
- Arriba? - pregunt por hablar.
- Es la primera vez que vienes, no?, te enva
alguien?, sabes a qu vienes?
- Bueno, s, a tomar un caf. Y por no estar solo en
casa.
- Efectivamente, para no estar solo, este local es para
atreverse a no estar solo - me dijo con una sonrisa
picarona, para m inexplicable. Intent cambiar de
tema, me molestaba, no me gustaba hablar con
extraos de mi soledad, aunque me gustaran como
ella, pero no pude del todo, continu:
- Seguro que alguien te ha hablado de este local.
Nadie viene al azar. Pero siento decirte que si quieres
bajar tienes que decirme quin te enva y, claro,
consumir algo ms.
[8]

Aquello empez a inquietarme.


- Yo slo quiero un caf y, si es posible, hablar un
poco contigo - le dije. Ahora la que se sonroj fue ella y
yo, por reflejo, tambin.
- Eres la primera persona que entra en el local y me
dirige la palabra ms all de pedirme una
consumicin; casi todos son habituales, bajan esas
escaleras y no vuelvo a verles hasta que salen,
momento en el que pagan y se van, esquivando mi
mirada, como si yo les pidiera cuentas!
Dado mi carcter empec a coquetear, pero, como
siempre, con poco estilo, le encaj un previsible:
- Pues no entiendo cmo no se tiran horas hablando
contigo.
Para mi sorpresa el golpe caus efecto, se sonroj y
baj los ojos, coo!, touch! Pens, est tan sola como
yo.
- De verdad que no has venido por el stano? - El
tono acompa su mirada incrdula.
- Hombre, mi piso es pequeo, un quinto sin
ascensor, pero tiene mucha luz: para qu voy a querer
ver un stano? - le dije, medio en gracia, medio curioso,
quera saber ms.
- Vers, el nombre del local no es gratuito, est
relacionado con lo que pasa en el stano.
Coo, aquello pareca una pelcula de Hitchcock!,
qu pasaba en el stano? y a m que ms me daba?
Aquella morenita cada vez me pona ms, y entr a
[9]

saco con otro topicazo: sales muy tarde?. Su


respuesta fue dura y seca, para qu?. Mi dureza
super la suya, no s de dnde sali mi seguridad pero
le espet, mirando al suelo, eso s:
- Para no dormir solo.
- Dormir? Yo no duermo con nadie, me paro en las
camas slo lo justo.
- Te pararas en la ma, aunque slo fuera lo justo?
- Hoy no va a ser posible, estoy aqu hasta las cinco
de la maana y luego tengo que limpiar ese asqueroso
stano, llevo ya seis meses aqu y no me acostumbro,
no me acostumbro - susurr en tono de queja.
Haca calor, mucho calor, qu coo calor!, nos
estbamos poniendo cardacos, yo por lo menos,
aunque no dej pasar por alto las gotitas de sudor que
le corran por el cuello hacia sus escuetos y
supuestamente duros pechos. Sus ojos me sonrieron,
adivinando
el
destino
de
mi
mirada.
Desafortunadamente, o ms bien afortunadamente,
dej caer mi mano sobre la taza de caf ardiendo!
Aquello fue mano de santo, se me olvid la
morenita, sus ojos, sus perlas de sudor, el stano y la
madre que lo pari, qu dolor! A partir de ah todo
sucedi en un suspiro. Cogi mi mano, me pas dentro
del mostrador y el alivio vino cuando el agua del
fregadero corri por mis manos.
-

Estate quieto - me dijo - voy a por una crema.

Me result curioso ver como el chorro del agua,


potente, al caer sobre mi dedo corazn, se abra en dos
[10]

caminos bien definidos aunque exentos de regularidad.


Me dio por pensar que con mi dedo ocurra como en la
vida, que de manera imprevista irrumpen
circunstancias que varan
el rumbo de los
acontecimientos, creando el caos alrededor y marcando
caminos divergentes.
La vi de perfil rebuscando en su bolso en un cuartito
al fondo del mostrador, su cuerpo de jovencita termin
de hacerme olvidar el dolor del dedo. Cerr el grifo y
me dirig al cuarto. Se volvi sorprendida con la crema
en la mano, slo haba sitio en el cuarto para uno,
aquello no era una habitacin, era un pequeo aseo;
desenrosc el tubo cogiendo una pequea porcin de
crema que empez a extender por mi dedo, con dos de
los suyos de arriba a abajo; sin control mi mano
izquierda se introdujo por debajo de su pequea falda
y estrech con suavidad una de sus nalgas, el escalofro
de su cuerpo se transmiti ntida y fuertemente al mo.
Cogi con cuidado mi mano derecha y la introdujo por
debajo de su blusa, saltaron dos botones, la deslic
hasta el ombligo, hacia su pubis, pero ella la condujo
con suavidad hacia su espalda, hasta tenerla cogida
por su duro trasero, cara a cara. En principio no
comprend por qu segua empujando mi mano, ni qu
quera hacer con ella. Coloc mi dedo herido y lleno
de crema entre sus nalgas, y sin darme tiempo a
reaccionar lo introdujo entre ellas. El fro de la crema
desapareci, un calor violento inund las quemaduras
que en l tena. Dur poco, el tirn hizo que se
introdujera hasta los nudillos. Se lanz sobre mi boca
[11]

y la comi toda. Yo perd el control y empec a sacar y


meter mi dedo con frenes, al ritmo con el que ella se
convulsionaba, m otra mano recorra sus pechos, tan
suaves y duros como imagin.
No comprenda muy bien lo que estaba pasando.
Haba odo hablar de mujeres que nicamente con
excitacin anal conseguan llegar al orgasmo, pero
nunca lo haba credo. Mi dedo corazn, en carne viva,
recibi la ayuda del dedo anular, ambos no paraban de
entrar y salir entre sus nalgas; mientras sus dientes se
clavaban en mis labios y lengua, sus manos empezaron
a abrir mis pantalones, sin sitio ya para ms
excitacin. Me senta como un mueco en sus manos,
sabiamente manej mi sexo en el lmite que la piel le
permita, la crema entr de nuevo en accin facilitando
la tarea de sus manos, cre alcanzar la comprensin
absoluta del trmino placer. Mis manos bajaron hacia
su sexo, pero en un movimiento rpido se volvi,
echando su cuerpo sobre el lavabo, enfrentando su
rostro al espejo, opaco por la violencia de su
respiracin, introdujo sin miramientos mi sexo entre
sus nalgas y se dej caer sobre l. Algo se rompi en su
interior y la hizo quedarse muy quieta, para a
continuacin, cabalgar desaforadamente sobre m. No
poda ms! Sentir su carne rodendome totalmente no
tena nada que ver con las, escasas, vaginas que hasta
entonces haba conocido, no existan espacios, la carne
se deslizaba, con trabajo, sobre la carne y todo a ritmo
frentico. Grit y su frente se desplom contra el
espejo. Yo, imposibilitado para hacer ms fuertes mis
[12]

empellones, apoyaba mis manos en el lavabo sobre el


que su pubis se comprima. Con sus gritos, como si
fueran el anuncio de mi orgasmo, nos fuimos los dos.
No por ello paramos, estando toda llena, el galope se
convirti en un suave trote, deslizndose con inusitada
suavidad, piel sobre piel.
Sal de ella manchando el suelo, al besar su cuello
hizo amago de respingo, la volv y me dej caer en su
boca, la telilla nacida sobre sus ojos me sonri. Cogi
mi sexo, lo acerc al lavabo y lo introdujo debajo del
chorro de agua templada; volvi a m la imagen del
dedo, minutos antes, debajo del chorro del agua.
El agua que antes caa sobre mi dedo me haba
indicado dos caminos, poda haberme quedado o poda
haberme ido, me haba quedado, y ahora el mismo
lquido lubricaba con sus manos todo mi instinto.
Son la puerta de entrada al local. Salt hacia la
barra empujndome dentro del aseo, encerrndome en
l. Empec a escuchar voces:
- Qu tal va la noche?, cuntos enfermos tenemos
abajo?
- No ms de cinco, he estado un momento en el bao
y no creo que haya salido ninguno.
- Te he repetido ms de cien veces, que mientras
haya un pringao abajo, t no te mueves de la barra.
- Tendr que mear, no?
- Meas de pie y con la puerta abierta, tienes prctica
no?... je, je, je
[13]

- Qu gracioso! Fue a hablar uno que siempre se


termina meando los zapatos.
- Te voy a dar una hostia!
Me met la camisa por dentro del pantaln,
dispuesto a salir si era necesario. Pero ella se bastaba
a s misma.
- Bueno, qu caja tenemos?
- Cerca de las doscientas mil.
- Humm, no est mal.
Doscientas mil! De qu estaban hablando? Cinco
enfermos? a cuarenta mil pelas eran doscientas mil.
Cara consumicin! Abr una rendija y observ al tipo
que hablaba, coo, qu miedo! Pareca sacado de una
pelcula de gngsters de los aos cincuenta. Apur el
gisqui que le haba servido y se perdi con un que
paguen todos!.
Segn sali el tipo, qued apoyada en el mostrador
con la cabeza baja, me acerqu despacio y le abrac por
detrs descansando mis manos en su pubis, se
revolvi, no me toques!. Qued sorprendido.
- Perdona mascull - estoy nerviosa, pero quiero
que tengas muy claro que una cosa es sexo y otra
cario, vete, por favor!
Con voz queda pregunt:
- Puedo volver a verte?

[14]

- T vers, no me queda ms remedio. Hasta que tire


de la manta tengo que estar todas las noches aqu!
Pero no creas que vas a tenerme siempre que quieras.
Y volv. Y siempre la tuve, pero como la primera
vez, nunca de frente. Yo volva con las mismas ganas
que el primer da, era amor? Era soledad, autntica y
absoluta soledad, pero qu es el amor? Nunca nos
dijimos una palabra de cario, para qu?
En estas prcticas nos presentamos a principios de
marzo. Terminbamos empapados en sudor, el calor
era impresionante, pero nos desebamos como
siempre.
Muchas veces me pic la curiosidad, qu pasaba en
el stano? Kat, que as se llamaba, nunca solt prenda,
no tienes de sobra con darme siempre que quieres?,
para qu ms?. En alguna ocasin haba tenido que
esconderme en el pequeo aseo, ocultndome del
macarra, daba miedo el to! Era como esconderse del
marido, y me inquietaba, estaba convencido de que
acabara pillndome.
Y me pill.
Todo fue muy rpido, sac la pipa al escuchar un
ruido en el bao, gilipollas de m! Haba tirado la
escobilla del retrete con un pie. Sent como Kat se
apoy en la puerta, cerrndole el paso, la apart
bruscamente y yo sal resuelto a darle una hostia, o al
menos a intentarlo, pero me encontr con una pistola
a la altura del pecho.
[15]

- Hombre, tu novio! Ya sospechaba yo que haba


alguien, ltimamente te vea muy contentita, cmo
te pone el culo?, en carne viva, no?, pero cmo te va
la marcha, por tu puta culpa todo el negocio se va a ir
al carajo! Cago en dios!, qu coo hacemos ahora con
este pringao?
- l no sabe nada - dijo Kat, dirigiendo su mirada
hacia m. Djale que se vaya, est al margen de todo,
he tenido cuidado de ello.
- He tenido cuidado, he tenido cuidado, tonta del
culo!!!, y crees que voy a fiarme de vosotros? Este
gilipollas se viene conmigo y t qudate aqu! Luego
hablaremos.
Aquel luego hablaremos me congel la sangre, que
ya antes se haba helado al or este gilipollas se viene
conmigo. Qu me iba a hacer ese matn de los
cojones? No lo pens, me arroj sobre l con mi puo
dirigido en gancho a su estmago, lo vi en una de
Bogart, err por una cuarta hacia abajo, lo que hizo el
golpe mucho ms efectivo, su masculinidad le dobl
sobre s mismo. Kat atrap una botella y se la estamp
en la nuca, la fotocopia de Cagney rod sobre s
mismo y cay como un saco de mierda, que es lo que
era.
Excitado por el miedo pregunt:
- Y ahora qu hacemos?
Me mir con furia y espet:
- Segn como yo lo veo, no nos queda ms que
pegarnos un tiro, sabes quin era se?
[16]

El movimiento pendular de mi cabeza hizo un


conjunto idneo con la cara de imbcil que ostentaba.
- Se llama... - le puso un dedo en el cuello y corrigi se llamaba Nikolaos, y nos lo hemos cargado. Era la
mano derecha de Konstantinos.
A m todo esto me pareca una pelcula de serie B.
Mi nico delito era haberme enchochado, o mejor dicho
enculado, con una monada, a la que tambin es verdad,
estaba tomando mucho cario. Pero de ah a pasar los
prximos quince aos en Alcal Meco, haba un trecho.
Cobardemente musit:
- Pero, yo slo le he cascado los huevos.
- Eso qu quiere decir?, que el muerto es mo no?
Pues vete a tomar por el culo, a ti nadie te conoce,
vuelve a tu puesto de funcionario con las gordas esas
de las que despotricas siempre. Eres como ellas, un ser
insustancial. Y cobarde.
Joder, tena razn! La cog en mis brazos, mientras
se resista dbilmente. Rompi a llorar.
- Es hora de hablar, cuntame todo lo que me has
ocultado hasta ahora, qu est pasando aqu? seal al fiambre. - Qu esconde este local?, quin
es el tal Konstantinos? En suma, quin eres t?
- Es muy largo de contar.
- Tengo tiempo. Y era verdad, no haba pen-sado
en ello, pero era viernes noche, y haba pillado cinco
moscosos, con lo que no tena que volver a lo oficina
hasta dentro de nueve das.
[17]

- Aydame, vamos a meterlo en el retrete, no sea que


venga alguien.
Su dureza y decisin me hacan pequeo. Ayud,
cogindole por los sobacos, mientras ella levantaba
sus pies. No era muy grande. Y, aunque gordo, no
pesaba mucho, estaba ms inflado por el alcohol que
por los kilos, entramos en el tigre, tropec de nuevo
con la escobilla que haba decidido mi destino, pens
hay que joderse!, ser posible que por una escobilla,
veinte duros en una tienda de chinos, me vea metido
en este folln?. Yo entonces lo llamaba slo folln,
pero iba a cambiar mi vida.
Me sac de mi ensimismamiento el golpe que se dio
el mafias contra la taza del vter, lo que faltaba! Se
termin de abrir la cabeza; junto con el reguero de
sangre que bamos dejando por el suelo, ahora encima
se form un charco proveniente de su gorda cabeza.
Cmo sangran los cerdos, pens en voz alta.
- Parece que reaccionas, cre que realmente te habas
acojonado - me dijo sonriendo.
- Que va, sigo acojonado, pero es lo que hay. Qu
ms hacemos?
- T nada ms, te vas y ya nos veremos.
- De eso nada, yo contigo a solucionar esta movida,
me tienes que contar muchas cosas.
Se introdujo la mano en el vaquero y me dio una
llave.

[18]

- Es la llave de mi cuarto. Te vas a la calle Leganitos,


nmero 10, enfrente de la comisara, en el 4 interior
izquierda, dices que vas de parte de Safo. Te indicarn
mi cuarto. Es una especie de pensin. Ahora son las
cuatro de la maana, salgo dentro de una hora, limpio
todo esto y voy para all.
- De eso nada, nos vamos a mi casa, dejas esto como
est y no vuelves - afirm enrgicamente.
- No tengo que levantar sospechas, y ms segura
estar enfrente de una comisara no? S me vendra
bien que me ayudaras a sacar por la ventana este
muerto y te deshicieras de su coche.
Se refera a una estrecha ventana justo al lado del
espejo del vter, dud que saliera por ah, pero era
ideal, daba al callejn posterior del local. Abrimos la
ventana, Kat mir por ella, asinti, levantamos el
cuerpo y fuimos pasndolo poco a poco por el hueco,
apenas cost esfuerzo, me estremec al or el golpe del
fardo al otro lado.
- Ven conmigo.
Me cogi de la mano, salimos y dimos la vuelta al
local. Como era de esperar el fardo segua all, en una
postura ridcula, con la cara estrellada contra el suelo
y el culo en pompa, la comicidad va unida siempre a
la tragedia, pens.
- Voy por mi coche - dijo y desapareci.
Era curioso, no saba nada de ella, slo follbamos.
Pero tena coche, quiero decir, tena una vida, yo hasta
ahora no la haba dotado de personalidad, slo era un
[19]

cuerpo para m. Y si no volva y me dejaba con este


embolao?
Apareci con un R-4 destartalado. Era un coche muy
querido para m, y en ese momento me di cuenta de
que quiz la quera un poco a ella tambin. Un olor,
una cancin, un sonido y, por qu no?, un coche
podan acercarnos un poco ms a una persona. Yo
ahora me senta muy cerca de ella. El callejn era muy
justo para el coche, slo poda abrir ligeramente la
puerta, pero su cuerpo era como un ltigo capaz de
escurrirse por cualquier grieta: yo notaba como se
introduca en mi agrietado corazn. Mientras sala del
coche no dej de mirarla, la esper en el maletero, se
agach para girar la manilla y la atraje hacia m, cmo
la deseaba! Me hubiera gustado hacerle el amor de
frente, aunque hubiera sido por una vez, cara a cara,
sobre un coche destartalado, con un muerto a nuestras
espaldas y el murmullo de las callejas de una
madrugada primaveral. Sinti ella lo mismo? Quiz
s, se peg a m, abri su boca para que yo la explorara,
y luego, bajando la cabeza, repos en mi pecho, dando
pequeos golpes, estaba llorando.
- Eh! Qu hace mi chica llorando?
Yo mismo me qued sorprendido, la haba llamado
mi chica.
- De verdad soy tu chica? - susurro mientras
levantaba la cabeza, mirndome con incredulidad.
- Claro que lo eres.
[20]

Y era verdad, en ese momento lo senta, el maana


ya llegara. Me estrech con cario, con mucho cario.
- Debemos actuar rpido, vamos a meterlo en el
maletero; pero, espera, voy a sacar la bombona de
agua.
Con un chirrido familiar para m se abri el
maletero, sac un bidoncito de agua y dejndolo en el
suelo nos dirigimos al fiambre, lo levantamos e
introdujimos en el maletero, que pareca de su talla, no
sobraba nada. Abri la bombona de agua y la derram
sobre el charco de sangre que haba quedado en el
suelo, no se poda decir que no pensaba en todo.
- Ven - me llam -, lvate las manos.
Despus de hacerlo sujet yo la bombona y derram
el agua en las suyas, de nuevo el agua se dividi en
dos, dos caminos? Ajenos no nos dejbamos de mirar
a los ojos.
Nos dirigimos al coche del mafias, en el maletero un
portafolios, que Kat pas a su coche sin dar ninguna
explicacin.
- Bueno, t ahora te vas, y abandonas el coche lejos
de aqu, yo cuando salga, me deshago del cuerpo y me
reno contigo en mi habitacin. De acuerdo?
A m aquello no me pareca bien, me resist, dando
argumentos a favor de esperarla, de deshacernos los
dos del cuerpo e irnos a mi casa. Pero su criterio se
impuso. Con buena lgica y con una sincera
preocupacin hacia m, razon que nadie deba saber
quin era yo y menos dnde viva, seguramente ya me
[21]

habran visto alguna vez, pero no saban nada de m,


pensaran que era un cliente. Los pensamientos se
volvieron a agolpar, las preguntas tambin: Quines
eran ellos? Qu quera decir con cliente?
- Y recuerda, cuando llegues, no importa la hora, no
me esperes en el portal, la polica sospechara, los
tengo enfrente. Llamas al timbre y preguntas por el
cuarto de Safo. No me mires as, me llamo Kat, pero
me conocen por Safo.
Aquello era ya demasiado para m, pero decid no
preguntar ms y la bes de nuevo. Intent insistir en
ayudarla a limpiar la sangre del garito, pero se neg
de nuevo, sonrindome con un hasta pronto mi amor,
que me volvi a dejar complacido y sorprendido a la
vez.
Conduje hacia el Real, recordando aquellos versos de
otra Safo, tambin griega, de la Jonia, en la mtica isla
de Lesbos, que rondaban mi cabeza desde que sal de
la facultad:
Como sauces al ritmo del viento
as nuestros cuerpos se acercan y retiran
sin sexo, sin especie, solo deseo........
Despus de deshacerme del coche en el Parque del
Oeste, calleje por el ddalo de calles que va a dar a
Plaza de Espaa, hasta terminar en la entrada de
Leganitos. Comenc el ascenso a la izquierda se
abra la Flor Baja, pens en Safo. Un nacional haca
guardia en la puerta de la comisara, me mir con
desgana de acera a acera. Observ el teclado del
[22]

portero automtico y puls el timbre. Transcurrieron


unos segundos, volv a pulsar. El guardia comenz a
observarme, tem que cruzara la acera y me
preguntara algo. Mi mirada de medio lado le empuj
hacia m. El corazn comenz a martillearme. Son
una voz gangosa, con ese leve acento que se haba
hecho comn en mi vida.
- No os podis llevar las llaves?, coo, parezco un
sereno! Quin es?
- Vengo de parte de Safo - dije apresurada-mente
mientras el nacional comenzaba a cruzar la calle hacia
m. Siguieron unos segundos interminables, como si la
voz femenina no comprendiera en un primer momento
quin era esa Safo. La he cagado, pens, tena al
guardia encima. Son el chasquido tpico de apertura,
me deslic al interior y cerr a escasos metros del
centinela. Observ por un resquicio de la puerta y vi
como se alejaba hacia su puesto de vigilancia, haba
sido slo una distraccin en su tedio nocturno.
Mi corazn no conoca el descanso en las ltimas
horas, y para no dejar de sacarle partido me dirig al
piso indicado.
Atraves un patio interior lleno de plantas de las
denominadas odiosas. Parece que los pobres lo son
hasta en la naturaleza de la que disfrutan: haba
mares de geranios, cintas, coleos, hortensias y esas
otras de hojas anchas y verdes que caen de manera
lacia sobre el suelo. En suma, especie popular,
subespecie odiosa, con fragancia de miseria. Como era
[23]

de esperar no haba ascensor. Comenc pues la


ascensin, al principio sin manos; mi ritmo cardaco se
ajustaba al crujido de los escalones para, a partir del
segundo piso, pasar de un crujido a tres latidos, me
agarr al pasamanos y segu subiendo. Una luz por el
quicio de una puerta me indic que alguien me
observaba, la puerta se abri un poco ms y una
mirada hosca nacida de un cuerpo escueto de mujer de
cincuenta aos mal conservados, coronada por un
peinado en consonancia con la selva de plantas odiosas
que acababa de atravesar, me dej el paso libre:
- Segunda puerta a la izquierda.
Tante mi bolsillo, saqu la llave, la introduje y cerr
a mis espaldas. Comenc a sudar copiosamente, mi
miedo se haca lquido. Me dej caer en la cama sin
encender la luz y me qued dormido.
Unos golpes en la puerta me sacaron de mi lmbica
paz:
- Abre, soy Safo, despierta.
Salt al suelo, consciente de todo mi cuerpo
sudoroso, hay das que uno no est para emociones.
- Voy, voy - susurr - . Qu hora es?
Aspir su aroma, ola como siempre, fresca y joven
pero sin perfumes penetrantes, ms un aroma de vida
que de artificiales fragancias.
- Son las seis y media, estoy molida. Los nervios me
estn empezando a cobrar factura.
[24]

- No es para menos. Te has deshecho del fiambre, te


ha visto alguien?
- No, digo s, djame descansar un poco, diez
minutos, s que tienes muchas preguntas, pero djame
descansar un poco.
Se recost en la cama, le ayud a quitarse los
zapatos y me fue contando que haba limpiado todo y
cerrado el local aprovechando que ya no quedaba
nadie; condujo el coche hasta el estanque de la Casa de
Campo, aparc en el borde del lago que da al Cerro de
Garabitas y despus de haber atado el gato del coche
al pie del mafias, aprovechando la soledad de la zona,
le tir al lago. Luego haba conducido hasta aqu sin
novedad.
Tuvo que ver la admiracin en mis ojos, sonri y me
atrajo hacia s. Cada vez que me acercaba a ella me
pona cardiaco. Rodamos por la cama y despus de
juguetear con nuestras lenguas, su cabeza discurri
lentamente sobre mi pecho, mi ombligo, hasta mi sexo,
que cabeceaba levemente como intentando llamar la
atencin de la serpiente rosada de su lengua que, como
un camalen hambriento, se lanz sobre ella
enroscndola, hacindome estirar con una altura
nunca alcanzada, para continuar mordindome
levemente la parte posterior del glande mientras su
lengua culebreaba sobre la piel a un ritmo frentico. A
punto de correrme y llenarle la boca, y como en un rito
que duraba ya cinco meses, se volvi, presentndome
su espalda como nica va de acceso a su interior. Me
resign. Qu coo me resign!, disfrutaba ms
[25]

enculndola de lo que haba disfrutado en mi vida con


el sexo convencional de otras mujeres, en ella se unan
la posesin y la dominacin en un slo acto; machista
no? Lentamente mi hmeda verga encontr su diana
rosada y sin esfuerzo, como un agujero negro que la
absorba se introdujo hasta golpear mis testculos
como pequeas aldabas sobre su culo, quin me haba
dado ms?
Rodamos de costado y dormimos aproximadamente
una hora, hasta que ruidos en el pasillo me
sobresaltaron. Safo se removi a mi lado y en una
mueca graciosa, apretando ojos y boca me susurr:
- Hola cario, tendrs muchas preguntas no?
Y comenz un relato detallado para despejar mis
dudas.
Era natural de Atenas, del barrio de Plaka a los pies
de la Acrpolis, un sitio que yo adoraba y conoca
bastante bien, no en vano haba estado un par de
meses para realizar mi trabajo de fin de carrera. Se
llamaba realmente Kathiana, por su padre de origen
ruso. Pero en el music-hall era conocida por Safo. Yo,
claro, con cada nuevo dato le asaeteaba a preguntas,
jams hubiera pensado que entrase en sus
dedicaciones la de estrella del music-hall, le faltaban
carnes, ella ri con ganas y me hizo entender que todo
lo que se ve en Cabaret no es real, existen muchos
aderezos que aumentan o sustituyen lo no existente.
All conoci al tal Konstantinos Kostourakis, segn
me explic, el jefe de la droga y la prostitucin del
[26]

hlade. Aquello pareca una pelcula, y la trama


continu. Todo fue bien, la introdujo en todos sus
clubes como estrella indiscutible. Los problemas
empezaron, como siempre, cuando comenz el sexo.
Konstantinos la termin considerando como una
propiedad ms y ella, aunque no loca por l, y en parte
por agradecimiento, se convirti en su chica.
A partir de aqu empez a ser menos explcita. Hubo
ciertos problemas en la relacin, yo deduje que algn
tipo de infidelidad, algo que ella no aclar, y el griego,
como mediterrneo y mafias, la deport a Espaa,
donde tambin se extendan sus tentculos
comerciales. Y la cosa cambi: de primera estrella pas
a camarera y limpiadora del local en el que la conoc.
Konstantinos posea una red de locales de los cuales yo
haba odo hablar pero de los que nunca pens que
realmente existieran. Se trataba, como el Atrvete, de
unos locales, digamos, de esparcimiento sexual, que
ms bien recordaban a las fiestas dionisiacas de su
tierra. En suma, en el stano y por una cantidad
elevada, organizaban encuentros de grupos de
personas conocidas o desconocidas entre s, nunca lo
sabran, donde en una oscuridad absoluta sometan y
se dejaban someter a todo tipo de prcticas sexuales,
sin importar sexo, ni edad; en ocasiones introducan en
esos stanos a nios y hasta a ancianos que, por una
elevada cantidad, servan de esclavos a todas las
aberraciones imaginables.
Segn lo escuchaba y a pesar de lo que supona la
situacin, no pude evitar un cierto grado de excitacin,
[27]

pensndome como protagonista de todo tipo de escenas


lujuriosas. Kat, acostumbrada a este tipo de miradas,
lo ley en mi rostro y me reproch con dureza, ella
haba sido obligada a estar en el stano de locales como
el Atrvete meses y meses, noche tras noche, hasta
que se aburrieron de ella los clientes, quienes por tener
que ser de absoluta confianza no variaban mucho. Ya
como mercanca de segunda mano, la dedicaron a
servir la barra, sin contar con la limpieza de los restos
del stano, que yo imaginaba repulsiva despus de un
festn bquico de las mencionadas caractersticas.
La bes al sentir el dolor que ella senta. Resulta
curioso comprobar cmo el dolor de una persona
cercana puede llegar tambin a excitarte en ocasiones.
Continu refirindome los personajes que all se
reunan. Evidentemente no eran trabajadores de la
construccin ni del metal. Representaban
lo ms
granado de la clase poltica y judicial, periodismo,
letras. Seres grotescos en la mayora de las ocasiones
que, amparados en la oscuridad, daban rienda suelta a
sus traumas e inhibiciones. Ellos no lo saban pero
todas sus evoluciones eran rodadas en video por medio
de cmaras infrarrojas. As, resultaba grotesco ver a
una jueza comrsela a un fiscal mientras ste era
enculado por un empresario que a su vez se la coma a
un periodista. En realidad era una metfora de la vida,
pero pasados de rosca. El local pasaba por un bar
normal y nadie bajaba a realizar inspecciones, no es
necesario decir por qu. A m todo aquello me haca
cierta gracia, con la salvedad de pensar en Kat
[28]

sometida a todo lo inimaginable, y como ella futuros


adolescentes. En una ocasin reclutaron ancianos
indigentes por variar en sus aberraciones.
- Vente a mi casa por un tiempo - le espet de
improviso.
No lo esperaba: para ella aquello era lo ms
parecido a una declaracin que haba tenido en su
vida. No conoca mucho la suerte, y como si no me
hubiera odo continu relatndome que su padre,
inmigrante ruso blanco, huy del terror rojo y se
asent en el tica, montando con el tiempo en el Pireo,
en la bonita playa de Turko Limanon, un restaurante
tpico ruso. All conoci a su madre que comenz a
trabajar como camarera, las cosas no iban mal pero
naci una nia, ella, y a los pocos aos su hermana
Nathasa. As, la economa familiar se vio resentida y
terminaron endeudndose, hasta que el local pas a
manos de Konstantinos, que se fij ya en ella cuando
slo tena diez aos. No obstante, no controlara su
vida hasta los diecisiete, en que la promocion como
starlette. El resto ya lo conoca. En cuanto a la
hermana, sus derroteros fueron en otra direccin.
Dotada de una inteligencia considerable, era una
reputada filloga griega y trabajaba en el Museo
Nacional de Atenas. Sus padres la cedieron casi beb,
dada la situacin econmica que atravesaban, a un
matrimonio de arquelogos de origen ingls afincados
en Atenas, quienes le procuraron una carrera y un
futuro prometedor. Kat no saba nada de ella haca
aos.
[29]

- Y t? Cuntame algo de ti. Slo s que eres, como


t dices, chupatintas. Nuestros encuentros se han
desarrollado nicamente con fines muy concretos. sonri picaronamente.
- Mi historia al lado de la tuya no tiene argumento.
Yo siempre me haba jactado de haber tenido una
infancia dura: chico pobre en barrio marginal, con unos
padres que no le entendan y a los que nunca entendi.
Muy joven entr a trabajar para la Administracin y
hoy lo segua haciendo, chupando tinta todo el da por
un sueldo exiguo, rodeado de insustanciales y con una
vida sexual, hasta ahora, tan exigua como mi sueldo.
Una nica satisfaccin en mi vida, que me serva para
bien poco: haba conseguido la licenciatura en Historia
Antigua por la mediocre Universidad Complutense de
Madrid; haba pedido dos meses de permiso sin sueldo
y me fui a Atenas para intentar realizar el trabajo de
fin de carrera, nada ms y nada menos que la Tirana
arcaica en el istmo de Corinto, casi nada. Pero, claro,
dada mi exquisita formacin en los campus de San
Blas, no saba griego, ni ingls, un poco de francs y
mucho entusiasmo, algo que no me sirvi de nada; no
poda consultar un jodo archivo, ni entrevistarme con
nadie, con lo cual me dediqu a escribir poco y a
zascandilear en exceso. Se acabaron los dos meses y
volv a Madrid, a mi cntrica y soleada oficina. Punto
final. Mi nico contacto con el mundo griego lo haba
tenido al introducirme en ella. Kat sonri y me bes.

[30]

- Bueno, ya estamos presentados. Qu hacemos


ahora con el folln que tenemos entre manos? pregunt.
- Creo que nadie va a asociarnos con Nikolaos, qu
motivos bamos a tener nosotros para acabar con l?
Adems, lo primero que deben hacer es encontrar el
cuerpo. Lo mejor sera seguir con nuestra vida por un
tiempo y... por separado, luego ya veremos.
- Yo sigo pensando que sera mejor que vinieras a mi
casa. Te quitabas de la circulacin una temporada y...
- No estoy de acuerdo contigo, lo nuestro ha estado
bien, pero no soy... mujer para ti, de verdad. Vete a tu
casa y ya nos veremos...
Empec a protestar, tap mi boca, me arregl el pelo,
escaso como creo haber mencionado ya, en un pequeo
espejo que oscilaba sobre un lavabo. La bes, con toda
la ternura que puede ser posible depositar en un beso.
No s si la quera, pero en ese momento me despertaba
la misma ternura que el comn de los mortales siente
por sus cras, qu horror! En suma, la bes con mucha
ternura y punto.
Sal a la calle. El nacional de la acera de enfrente
haba cambiado, no era de extraar, eran cerca de las
once de la maana, el subfusil que llevaba seguro que
era el mismo, pens. Hay cosas que nunca cambian,
me pasaba muchas veces, llegaba a razonamientos
absurdos partiendo de observaciones absurdas, le
pasa a todo el mundo lo mismo?
[31]

Baj hasta Plaza de Espaa, de reojo vi como se


cerraba la Flor Baja. Llegando a casa decid hacer un
poco de compra, invitara a cenar a Kat. Era sbado y
curiosamente el local cerraba. Algo lgico para un
garito de sus caractersticas, no era inteligente
permanecer abierto el da en que haba ms marcha en
Madrid, se evitaba as la afluencia de gente no deseada
al local.
Sub los cinco pisos sin ascensor, con una cantidad
de sudor cayndome por la espalda directamente
proporcional al peso de las bolsas de la compra. Abr la
puerta, me dej caer en el sof, recuper el aliento y
llam a Kat, segn sala haba memorizado el nmero
del telfono que se encontraba en el pasillo de la
pensin.
- Buenos das, Kathia...?, Perdn, Safo? Por favor.
Un seco espere!, me contest al otro lado.
- S, dgame - contest.
Ya empezaba a ser capaz de identificar ese tenue
acento, que no era otro que el de la pronunciacin
griega.
- Soy yo, qu tal?
- Pero si te acabas de ir! - Son una ligera risa al
otro lado.
- Vers, lo siento, quera invitarte a cenar en mi
casa esta noche, he comprado unas cosas, y pens,
bueno...
[32]

- No creo que sea buena idea que nos asocien en


exceso, pero, una cena, y ms en tu casa, bastante
alejada de la ma. La verdad es que me apetece
mucho... verte.
Le di la direccin y quedamos para las nueve. Colgu
y me met en la cama, estaba agotado, pero olvid
echar las persianas por lo que poco despus comenc a
notar la luz entrando por las ventanas. Sin ms
dilacin me lanc a la ducha y ms fresco ya a la
cocina, prepar una de mis especialidades, solomillos
de cerdo a la mermelada de albaricoque. Esto,
acompaado con una ensalada y un vino rosado de
Navarra, convirti la cena en un absoluto xito
gastronmico. Kat no paraba de hacerme elogios y,
segn me refera, era una entendida; no en vano se
haba criado en un restaurante.
El ambiente era clido, pero yo perciba que la
tristeza en ella iba aumentando a medida que
culminaba la cena. Cre adivinar una serie de
sentimientos que la machacaban. Ella anhelaba una
vida as, sencilla, con un hombre sencillo que la
cocinara y la quisiera, aunque fuera slo un poco, pero
todo eso le haba sido negado, y se le seguira negando.
En un arranque inesperado y con una seguridad que
me dej helado, me increp:
- Vaymonos a Atenas.
El pedazo de solomillo que tena en la boca se me fue
hacia la glotis y comenc a toser como un poseso;
balbuce despus de un copioso trago de navarro.
[33]

- De vacaciones?
- Perdona - ro forzadamente -, no tengo derecho a
plantearte algo as, prcticamente no me conoces de
nada, tienes tu vida, tus amigos.
Pens, mis amigos, realmente tengo amigos?.
Pero no dediqu un segundo ms a plantearme
aquello. Me invadi el miedo, Qu iba a hacer yo en
Atenas? De qu iba a vivir? Qu pasaba con mi vida?
Tena realmente una vida?. Era demasiado, todo eso
tan de golpe: haba matado, haba conocido a alguien
muy especial, saba lo que era la vida en directo, me
vea a m mismo como un personaje de Estrenos TV,
en un telefilme de calidad dudosa. No terminaba de
confiar en ella, la conoca haca cinco meses escasos y
haba hecho el amor, entre comillas, con ella en
muchas ocasiones, pero haba estado semanas sin
verla. Si bien algo haba entre nosotros, no saba qu
era.
- Pdete unos das de vacaciones y vaymonos fuera
de Madrid - le plante.
- No hablaba de vacaciones, pensaba en algo ms
definitivo y lejano.
Me mir como implorando un milagro, poda ser la
mujer ms dura del mundo y de buenas a primeras se
converta en la ms tierna y dbil.
Decid ser claro y plantearle lo que realmente
pensaba.
- Vers - empec convencionalmente -, no te voy a
negar que me atraes mucho, pero de ah a cambiar
[34]

totalmente mi vida... No tengo oficio ni beneficio, no


conozco ms idioma que el castellano, un poco de
gallego y el cheli. Cmo me voy a ir contigo a Atenas?
Encima, no me conoces, soy en muchas ocasiones un
pusilnime, depresivo, me gusta ver la televisin y de
vez en cuando decido estar dos o tres das sin
ducharme. - Esto le hizo gracia, era lo que pretenda -.
T has sido un spray de vitalidad en mi vida, pero me
parece que no puedo pasar de ah.
Digna, pero con un cierto tono de splica, respondi:
- Creo que te menosprecias, estoy segura de que
seras un buen historiador. All, en Atenas, yo podra
encontrar trabajo, t podras trabajar en lo tuyo,
incluso soy buena traductora, sabes que s ingls y
francs.
Esta alusin al francs siempre nos haca gracia, ya
que era bien cierto que dominaba el francs; y qu
decir del griego. Continu:
- Tengo amigos tambin fuera de Atenas, podemos
instalarnos en el campo, cuento con cierto dinero. El
nico que podra turbar nuestra vida sera
Konstantinos, y, sinceramente, nos iba a buscar en
Grecia?
Planteado as, empec a pensar en ello como algo
cercano y como un trampoln para salir de la
mediocridad cotidiana. Por qu no podan dos buenas
personas disfrutar de un cario sosegado, cambiando
radicalmente sus vidas?
[35]

No respond, la cog de la mano y la llev al


dormitorio, camos en la cama, esta vez no pude llegar
a su espalda, da a da su lengua me mostraba sus
capacidades como en una coleccin de fascculos
semanales, escritos por ella mucho tiempo atrs, pero
que entrega a entrega iba utilizando para drenarme
sutilmente. Me gustaba ver el semen caer en su boca
y verla relamerse golosamente con una sonrisa infantil
y lujuriosa. Ca sobre su boca, y mi semen agitado por
nuestras lenguas, hizo que estuviramos ms unidos
que muchas parejas que conozco, bonito slogan, no?,
del semen al amor.
Despertamos una soleada maana de domingo,
acoplados en la postura del 44, respir su nuca, un
aroma de sexo y frescura me insufl nimos nuevos.
Mientras preparaba el desayuno la o entrar en la
ducha; prepar un desayuno fabuloso, me encanta
llenar la mesa de comida, tostadas, galletas, cereales,
zumo, caf, leche, mermelada, miel. Me plant ante la
mesa, satisfecho, listo para ver su reaccin al salir del
cuarto. Sali, para mi sorpresa, completamente
vestida, con su bolso-mochilita al hombro. Sin mirarme
casi, me dijo:
- Me tengo que ir, no lo recordaba pero debo hacer
cuentas, maana tengo que entregar la recaudacin
del mes, piensa en lo que te he dicho, este mes hemos
hecho veinte millones de caja, eso sin contar la maleta
de Konstantinos, hay dos millones de dlares - me mir
con una media sonrisa en alusin al importe -, tienes
hasta esta noche para decidir qu hacemos. Por favor,
[36]

no es un ultimtum, eres mi nica oportunidad. Ah, y


yo... estoy segura... quiero estar contigo.
Recre la vista en el caos alimenticio que reinaba en
la mesa, equiparable nicamente al que reinaba en mi
cabeza. Se me haba cerrado el estmago, as que tom
un caf sin azcar, pensando en el ofrecimiento de Kat,
desde ayer por la noche no haba vuelto a
plantermelo, de nuevo dos caminos se abran ante m.
Hasta ahora haba elegido con la pasin y
evidentemente mi vida se haba complicado en exceso.
As que necesitaba pensar. Puse orden en el caos,
gastronmico, y sal a la calle, dispuesto a algo, pero
no saba a qu. Par en la panadera:
- Qu pasa Antonio? dije dirigindome al
panadero. Me caa bien, tendra mi edad, quiz un poco
ms. Su cuerpo pareca un olivo, el brazo derecho era
una rama retorcida, y la pierna que lo acompaaba era
como una raz condenada a permanecer a diez
centmetros del suelo, como en un castigo olimpaco,
quiz por algn error u ofensa cometida en una
anterior vida de titn o semidis. Zeus nunca perdona
si no es para satisfacer su libido con los mortales. Yo,
siempre que lo vea, pensaba en Hefesto, pero en el que
se haba trasmutado el negro de la forja infinita, por el
blanco de la harina terrena, como si Ceres hubiera
querido distinguirlo dndole un toque de dios nutricio,
en contraposicin al otro Hefesto, el de las
profundidades.
Convers con l breves minutos, conviniendo la
reserva de un candeal, que recogera a mi vuelta. No
[37]

pude evitar pensar quiz sea una de las ltimas veces


que te vea Antonio. Siempre que me alejo de un lugar
para no volver, o hacerlo despus de mucho tiempo, no
puedo evitar plantearme si seguir la vida igual
cuando yo no est. Es curioso pero a menudo sentimos
que las cosas pasan slo cuando nosotros estamos
presentes, aunque seamos conscientes de que la vida
contina siempre.
Compr el peridico: guerra, desastres, muertes,
corrupciones, mentiras, o sea, ms de lo mismo.
Mis pasos se dirigieron a un pequeo local donde iba
regularmente, era un pequeo chiscn cercano a la
comisara de Ventas, donde un anciano apilaba
cartones como un arquitecto al que han privado de la
piedra y ha sido predestinado a elevar sus
construcciones con papel. No entenda nunca cmo
poda alcanzar aquellas alturas con las pilas de
peridicos, papeles y cartn, formando columnas de
una rigidez y sobriedad que recordaban un Partenn
de celulosa. El buen hombre adquira todo tipo de
papel, peridicos, revistas y libros; por estos ltimos yo
acuda regularmente. Despus de percatarme del
cierre dominical, toqu con los nudillos en la puerta
metlica, esper un poco y el anciano, que deba vivir
all, me abri. Despus de las disculpas por la
intromisin festiva y los saludos de rigor, me introdujo
en la trastienda donde, cuidadosamente colocados,
tena unas docenas de volmenes, en su mayor parte
destrozados. Uno llam mi atencin, se trataba de un
libro de Poemas de Safo, la poetisa griega. No puede
[38]

evitar recordar a mi Safo. Se trataba de una


traduccin, con introduccin, a los escasos versos
conservados de esta poetisa del siglo VII a. c., en
edicin del profesor Manuel Fernndez Galiano, con
vietas de Alberto Doce, una edicin muy bella. Sent
una atraccin sbita hacia el volumen.
- Cunto? - pregunt al tektn de la papiroflexia.
Sonri al ver la eleccin y me pregunt:
- Qu buscas en Safo?
- No lo s todava - respond.
- Llvatelo y si lo encuentras no olvides contrmelo.
Sorprendido por el regalo, me alej sumido en mis
pensamientos, tanto que al atravesar la Avenida
Donostiarra, casi me pasa un coche por encima. Dentro
de mi lnea absurda de reflexin pens, qu frgil es
la vida, todo poda haber acabado en un momento sin
razn aparente y sin nadie para sentirlo. Quiz mi
Safo s lo hubiera sentido. Era agradable pensar que
alguien sentira tu ausencia, tu muerte, aunque slo
fuera por un corto espacio de tiempo. Aquello me hizo
quererla un poco ms, a medida que pensaba en ella
me senta ms unido a su destino.
Hoje el peridico en un banco del parque Calero. El
hambre empez a hacer mella en mi estmago, ni
siquiera haba desayunado. Decid irme a casa. Una
cierta euforia naca en m, sin motivo aparente me
senta bien, asustado por el porvenir, pero bien. No
tena en absoluto decidido aceptar la oferta de Kat,
pero me gustaba pensar en ella como en una
[39]

posibilidad, me senta importante el tener ante m un


camino lleno de incertidumbre, aunque en lo ms
profundo de mi ser pensaba que no iba a tomar ese
camino.
Salud de nuevo a Antonio:
- Dame el pan, machote!
Con su peculiar forma de andar a saltitos, mi
Hefesto Farinus, se dirigi al estante del pan y con una
habilidad que siempre me haba asombrado lo envolvi
en el papel sepia, ayudado solo por una mano. Como
en tono de confidencia, me dijo:
- Han preguntado por ti. Eran dos tipos raros. En
realidad, en la panadera slo ha entrado uno, el otro
esperaba en la gasolinera de enfrente, tena un
mostacho impresionante, me dijo que te conoca de
cuando habas estado en Grecia. Has estado en
Grecia? Deba ser, creo yo, griego, tena un acento
particular, pero tambin cabe la posibilidad de que con
lo de las autonomas sea de un pueblo de la Alcarria,
vete a saber.
- Qu te han preguntado? - inquir con desasosiego.
- Nada, que cmo se te poda localizar. Yo no les he
dicho nada, porque no saba si t los conocas o no, me
ha dado la sensacin de que no te conocan tanto como
aparentaban, slo les he indicado tu portal, les he
dicho que no recordaba el piso.
Pagu y sal al escape, sub las escaleras de cuatro
en cuatro, tena que llamar a Kat, iba a introducir la
llave en la puerta, pero no estaba cerrada, empuj con
[40]

aprensin. Silencio y... caos, todo estaba revuelto y


tirado, los libros, la msica y las cintas de vdeo
esparcidas por el suelo, todas ellas destrozadas,
curiosamente el vdeo estaba encendido, deduje que las
haban probado todas y roto al no encontrar lo que
buscaban. Me abalanc sobre el telfono. El nmero de
la pensin, dnde coo estaba ese nmero?
Marqu, dos, tres, cuatro seales...
- S? - descolgaron al otro lado.
- Est Safo? - pregunt.
- S, soy yo. Qu pasa?
- Tenemos que ir a la polica. - A continuacin le
cont todo. Ahog un grito.
- Lo siento, lo siento... Dios!, tenemos que irnos ya.
- No! Tenemos que ir a la polica.
- Y qu les contamos, que hemos matado a un
mafias y que nos persiguen sus amigos?
- Pues no decimos lo del mafias que nos hemos
cepillado, y contamos el resto, les hablamos del local,
quin lo frecuenta, qu se hace all, joder, todo menos
lo del muerto!
- No seas iluso, las implicaciones son muy altas, y lo
nico que haramos sera descubrir nuestro paradero.
No tenemos una maldita prueba, duraramos lo que
tardramos en llamar.
Tena razn, su mente, a diferencia de la ma, se
mantena fra. Continu:
[41]

- El ofrecimiento que anoche te hice, temo que se ha


convertido en la nica opcin posible, tenemos que
salir por pies.
Era totalmente cierto, la escuch atentamente, el
plan era el siguiente:
- Voy a reservar ahora mismo dos billetes de avin,
hay un vuelo que sale para Atenas a las diecinueve
horas, la reserva estar hecha a nombre de los Seores
Martnez, sal para Barajas, te vas al mostrador de
Olimpia Airlines y recoges el tuyo, el mo djalo, yo
llegar un poco ms tarde, no me esperes en Salidas
Internacionales, vete a la zona de embarque, yo llegar
justo, tengo que ir a recoger unas cosas al local. Se me
olvidaba, en cuanto llegues, despus de recoger el
billete, vete al mostrador de Seur y solicita un paquete
a tu nombre, no lo metas en la maleta, llvalo contigo,
es un regalo para mi madre; lo siento pero se lo tena
comprado y como es pesado lo pensaba mandar por
delante, pero, por favor, no lo factures, es delicado y no
quiero que se machaque el envoltorio.
Iba a protestar, no estaba de acuerdo con que fuera
de nuevo al local, pero me interrumpi:
- Hasta ahora mi amor, y si vieras que no llego
embarca, llegar justo para coger el avin, te quiero.
Luego slo silencio, volv a marcar el nmero, pero
estaba descolgado, ya no haba vuelta atrs, los dos
caminos ya eran uno, oscuro, pero slo uno. Sin querer
mirar a m alrededor, recog un poco de ropa, las
tarjetas... En otro de mis pensamientos estpidos que
[42]

me abordan regularmente, pens, qu cmodo es


hacer la maleta con todo tirado por el suelo, est ms
a mano.
Segn sala por la puerta, volv hacia atrs, mir de
nuevo mi casa, la acarici con la mirada, un nudo se
situ en mi cuello, y con la maleta en la mano y las
lgrimas asomndome a los ojos baj las escaleras que,
seguramente, ya no iba a volver a subir. Quin se
quedara con mi casa, quin terminara viviendo en
ella? Me dirig a la parada de taxi. Antonio me salud
con la mano sana. Sub al vehculo:
- A Barajas, Salidas Internacionales - orden
enrgicamente al conductor.
Quince minutos despus estaba observando el plano
de distribucin de los mostradores de las compaas
areas, me dirig nervioso al de Olimpia, solicit los
billetes, y al recogerlos record que deba dejar el de
Kat, le expliqu a la seorita que el otro lo recogera
mi mujer ms tarde, con una sonrisa comodn me
despidi. Factur el equipaje y me dirig al embarque.
El Polica Nacional cogi mi pasaporte, precisamente
era el mismo que noches atrs estaba de guardia en
Leganitos. Me quiso reconocer, pero no pudo, debi
pensar que era un chorizo, por lo familiar que le
pareca mi rostro. Estando en stas, record el paquete
de Seur.
- Mierda! - balbuceando una disculpa prcticamente
le arrebat el pasaporte - Esto..., lo siento, antes tengo
que facturar un envo, ahora vengo.
[43]

Aquello le mosque ms si cabe, pero bueno, al fin y


al cabo no entraba, me iba, a l, qu ms le daba.
Solicit el paquete, pidieron mi pasaporte, no era
muy grande pero s pesado para su tamao, el lazo era
precioso y el color conjuntaba perfectamente, si el
regalo era la mitad de bonito que el envoltorio, la
madre de Kat se iba a poner muy contenta.
Esper unos minutos a que se llenaran las tres
garitas de control de pasaportes para pasar por la ms
alejada de mi amigo. Esta vez pas sin problemas.
Faltaba una hora para coger el avin. Deambul por
las tiendas, compr unos puros. Introduje la caja junto
con los puros en la bolsa de la duty y me dispuse a
esperar.
Los minutos se fueron desgranando, Kat no llegaba.
Bueno pens -, seguro que tenemos un retraso
importante, con lo que le dar tiempo a llegar. Pero
Murphy es implacable y una vez ms su ley se cumpli
a rajatabla: faltando diez minutos para la salida
fuimos llamados a embarcar, dej pasar a todo el
mundo y ella no llegaba, me reclam la azafata, no
haba ms tiempo, le expliqu que esperaba a mi
mujer, que estaba a punto de llegar Con una sonrisa
fotocopia de la del mostrador, me indic que no me
preocupara, que ella estara cinco minutos ms y que
seguro que en el avin se reuna conmigo.
Entr en el tnel y otro pensamiento estpido de los
mos me asalt, empec a sentirme como el alimento
de un gusano que recorre el tracto estomacal para caer
[44]

en una balsa de cidos en los que se sintetizara en


protenas. Al fondo una pequea puerta, y de nuevo la
sonrisa que me vena persiguiendo desde que entr en
Barajas me indic mi asiento, afortunadamente era de
ventanilla, el avin iba medio vaco, sub la persianilla
y mir al exterior. Ira Kat por el gusano para estar
pronto junto a m? Me senta asustado como un nio
al que su madre ha dejado solo. A pesar del aire
acondicionado sudaba copiosamente, la azafata con su
sonrisa tipo pas por el pasillo observando el
abrochado del cinturn de seguridad de cada pasajero,
al llegar a mi altura se le cay la sonrisa de la boca y
fue sustituida por un mohn de asco. Estaba sudando
como un cerdo!
- Se encuentra bien?, le sucede algo? - su acento
me volvi a recordar la voz de Kat, aunque sta era
ms femenina que la de mi Safo. Balbuce de nuevo:
- No, estoy bien... ver, seorita..., mi mujer no llega,
y no puedo viajar sin ella, es griega sabe? Vamos a
ver a sus padres, lo siento..., me tengo que bajar.
Hice ademn de levantarme pero un tirn repentino
me mand contra el asiento. La sonrisa de la azafata
me atac de nuevo.
- Lo siento seor, pero estamos rodando por la pista,
sintese y pngase el cinturn.
Me qued de piedra mientras notaba como ella me lo
abrochaba. Mir por la ventanilla, vi como arrastraban
el gusano inerte con la boca abierta de par en par, ya
de ella no poda salir nadie, nuestro avin
[45]

incrementaba su velocidad por la pista, me qued


paralizado hasta sentir la opresin seguida del vaco
en el estmago indicativo ltimo de que estbamos en
el aire.
Mir hacia abajo y en mi cerebro reson, dnde
ests Safo, por qu me has dejado solo? A
continuacin perd el conocimiento o quiz me dorm,
no s.
***

[46]

Llevo ms de cinco aos trabajando en este Museo y


todas las maanas repito el mismo pequeo periplo;
cojo el metro hasta Plaza Omonia y, subiendo por la
calle Tres de Septiembre, llego hasta l, es como una
cita, con mi nico amor, la arqueologa.
Majestuoso se muestra ante m. Por un cuidado
jardn asciendo las escaleras y, continuando el rito,
penetro en su interior. Comienzo echando un vistazo a
los maravillosos Vasos de Sesklo y Dimini, con esa
preciosa decoracin impensable para un objeto con
ms de seis mil aos; me siento saludada por su
decoracin geomtrica pero, rpidamente escucho el
murmullo, al otro lado del pasillo de mi sala favorita,
la seis, en ella mi coleccin cicldica, modernismo
puro, que hace descubrir a Dal, Picasso o Gaud como
meros copistas, de sus formas suaves, imaginativas,
delicadas, mostrando que el arte reside en el ser
humano desde que puso el pie en la tierra. En
ocasiones, al cerrar, me acerco a las urnas, las abro
como una ladrona y, con miedo, con mucho miedo,
recorro con mis dedos las formas suaves de estas
esculturas; nunca las cojo, sera sacrlego; miento, en
una ocasin s lo hice. Despus de intercambiar los
[47]

buenos das con el arpista, el flautista, la mujer


desnuda, con todas ellas, dirijo mis pasos hacia las
cuencas vacas de Agamenn que me espera en la
sala cuatro; paso de un mundo de magia, el cicldico,
a un mundo de guerra, el micnico. All, Agamenn me
sonre, desde su mscara sin ojos, colocada sobre su
cara para la llegada al otro mundo, aunque
nicamente se ha preservado para el nuestro. En
cierta ocasin no lo pude resistir y la coloqu sobre mi
rostro, la fra lmina de oro se adhiri a mi piel con
suavidad, me contempl en la vitrina y por primera y
nica vez, l, Agamenn me mir, con cierta tristeza,
como si recordara la traicin de su esposa
Clitemnestra en brazos de Egisto.
Un sobresalto me llev a la realidad:
- Seorita Evans, seorita Evans, la llaman al
telfono!
- No grites, Basilio, ya voy.
Basilio era una ricura, un bigotazo turco tachonaba
su cara, a l le molestaba que se lo dijera, odiaba a los
turcos, pero qu es un griego sino un turco, y ste sino
un griego?, seres ambos deliciosos pero llamados a no
entenderse.
Atraves, sin pararme a saludar, la sala veintiuno,
luego la treinta y cuatro, ascend las escaleras y a
travs de la cuarenta y cinco y la cuarenta y seis llegu
a mi cubculo, alojado en un pequeo entramado al que
pomposamente se llamaba oficinas. Era Petrakos,
familiarmente mi sombra, pero oficialmente el
[48]

foro - inspector de las Antigedades en el tica.


Como siempre, quera un trabajo rpido, una
traduccin de tablillas micnicas en Lineal B, para m
esto se haba convertido en algo ya mecnico, aunque
dudaba mucho ltimamente de las traducciones que
hasta el momento se llevaban a cabo. En fin, colgu y
me puse a ello.
Embebida como estaba en la traduccin de la tablilla
de Pilos - nada interesante, segn la grafa dominante
se trataba de un recuento de productos de los
almacenes de este importante enclave micnico -, no
percib que Basilio se acercaba por detrs.
- Seorita Evans, no come hoy?, le subo algo?
- No, gracias Basilio, estoy harta de esto, prefiero
salir y que le den a la sombra.
- Seorita, no hable as del Seor Petrakos, si le
oyera! Dnde le dejo el correo?
- Ponlo en la bandeja, luego lo miro. Muchas visitas
hoy? Se ve poco movimiento.
Basilio siempre se pona muy digno al contestar esta
ritual pregunta y enumeraba:
- Cuatro colegios, dos investigadores y una docena
de turistas, cuatro de ellos compatriotas suyos.
Siempre me causaba sobresalto cuando mencionaba
a compatriotas mos, se refera a ingleses, le haba
repetido hasta la saciedad que yo era de origen griego,
pero era imposible hacrselo comprender, para l yo
era hija del matrimonio Evans, segn l eminentes
[49]

arquelogos que vinieron de visita y prendados por los


tesoros griegos, remarcaba lo de tesoros griegos,
decidieron quedarse para su estudio. No s si en el
fondo de ese nfasis en los tesoros griegos se refera
tambin a m, no obstante, para l era absolutamente
britnica.
En una ocasin le pregunt si l haba conocido o
saba algo de mis autnticos padres, su moreno rostro
adquiri el color del mrmol pentlico, y cambiando de
tema, sin ms, me ignor totalmente.
Basilio entr al servicio de los Evans nada ms
llegar ellos a Atenas, los gui por toda Grecia, y ahora
cuando ya eran ancianos le haban gestionado este
puesto en el museo, atribuyndose l mismo las tareas
de mi secretario y tutor personal. Y verdaderamente lo
haca con primor, en ocasiones pensaba que era mi
autntico padre, esto me enterneca, pero tambin me
produca
un
contradictorio
sentimiento
de
insatisfaccin. Y medit sobre ello en algunas
ocasiones. Tristemente llegu a la conclusin de que en
el fondo me avergonzara de que fuera mi padre.
Resulta contradictorio comprobar como el nivel
cultural te lleva a rechazar o, ms bien, a mirar con
cierto desprecio lo que no consideras de tu nivel. Estos
pensamientos me depriman y por eso pretenda
alejarlos lo ms rpidamente posible. La cultura te
hace mejor y ms comprensivo con lo que te rodea, pero
a la par te coloca en un plano de superioridad que en
ningn caso encaja con la comprensin alcanzada, lo
[50]

que indica que se alcanza un cierto grado de cultura,


pero seguramente no un mnimo de sabidura.
- Bueno, seorita Evans, le traigo algo para comer?
Devolvindome a la realidad, no pude evitar pensar
de nuevo por qu nunca me llamaba por mi
nombre?. Nat no es una maravilla pero tiene
personalidad, supongo que en el fondo era una
cuestin de respeto.
- No, Basilio, gracias, saldr a comer algo.
Mir el correo distradamente, todas oficiales, salvo
una de ellas, a nombre de Nat Evans. Era para m?
Volv el sobre, remita Safo.
El telfono me sobresalt, guard mecnicamente la
carta en el bolsillo de la chaqueta. Era la sombra de
nuevo, qued en mandarle con Basilio la traduccin.
Cog el bolso y desand mi laberinto privado hasta el
jardn del Museo. Antes tuve que escuchar las veladas
protestas de mi fiel Basilio, que me recrimin no
haberle avisado del envo; tena su uniforme azul de
librea en el tinte y, claro, cmo iba a ir al despacho del
seor foro con su uniforme gris de diario. Le dej
protestando y sal con una sonrisa en los labios. Me
rea poco ltimamente, pero la ternura infantil de este
hombre me llegaba.
Cuando sala me volvi a llamar Basilio.
- Seorita Evans, otra llamada, es particular.
De nuevo Basilio volvi a utilizar ese tono
inquisitivo, que me evocaba el padre que l hubiera
[51]

querido ser para m. Entr en su cuartito en la


conserjera, era Klauss, uno de mis hombres, por
llamarlo de alguna manera. Me invitaba a comer, le
dije que no y colgu.
Yo creo que la sombra llevaba una vida ms activa
sexualmente que la ma. En mi juventud conoc a
Stefanos, un morenazo imponente, pero con el cerebro
de una lubina; se qued mi virgo y me dej una
infeccin. Sigui Dino, un italiano que conoc cuando
haca la tesis en Messina. Y, desde entonces, slo
Klauss, investigador y fillogo como yo, pero prefera
la infeccin de Stefanos, con su lujuria natural, al
hacer germnico de Klauss: matemtico, geomtrico,
sin fantasa.
Mi experiencia era poca, pero suficiente para saber
que el sexo para el hombre es totalmente diferente que
para nosotras. Tenamos un profesor de Antropologa
que planteaba una curiosa teora segn la cual el
hombre, genticamente y con el fin de salvaguardar al
grupo, estaba preparado para cubrir a la mayor
cantidad de hembras, mientras que la mujer - ocupada
en el cuidado de las cras y, por tanto, dependiente del
varn para su manutencin y la de la prole - desarrolla
conceptos como la pareja o la fidelidad, con lo cual
evoluciona, trascendiendo la gentica con la cultura
para la conservacin de la especie. Por su parte, el
hombre no es capaz de superar su gentica. Esto le
llevaba a plantearse a la mujer como un ser ms
evolucionado, en ningn caso sumisa. Un poco ladino
el profe, no?
[52]

En suma, estaba sola y quera seguir estndolo, pero


en m se produca un conflicto, soy demasiado pasional
y obsesiva, una mirada me basta para engancharme
con algn desconocido, que seguidamente rechazo. La
gentica se supedita tambin en m a la cultura, pero
la insatisfaccin es insoslayable, y yo la alimentaba da
a da.
Haca el amor todos los das a ltima hora de la
tarde, cuando salan los ltimos turistas. Slo estaba
Basilio, pero l no se enteraba. Me enganchaba a
Internet y entraba en un chat de sexo, all siempre
haba alguien dispuesto a seguirme el rollo. Me daba
igual que me follara o que quisiera que se la comiera,
yo lo haca y punto, nunca mandaba, era todo lo
sumisa que no era en la vida real. Basilio me miraba
desde la puerta y me deca No trabaje tanto seorita
Evans, mientras yo le haca una cibermamada a un
nio, a un casado insatisfecho o a un solitario como yo.
En ocasiones me senta tentada de quedar con ellos y
hacrselo en directo, pero en el fondo me daba tanto
asco y me provocaba tanta insatisfaccin como no
hacerlo.
En suma era una ciberadicta al sexo, por lo menos
era sexo seguro, fsicamente hablando, no
psquicamente, por las noches me dolan los ojos y la
cabeza, me masturbaba frentica-mente y me dorma
tarde y mal. Para todo el mundo era la eficiente
seorita Evans, para m era una mujer de treinta y
tantos aos, con el mal del siglo XX y del XXI, la
soledad, pero con letras maysculas. Estoy segura de
[53]

que con pareja hubiera sido igual, me imagino a


Klauss mirndome si le dijera que le quera comer la
polla o que me diera por el culo, me llevara al Hospital
Alemn de Atenas, para que un psicoterapeuta me
atendiera.
Sentada en el jardn del museo, en su concurrida
cafetera cubierta, me propuse no quedarme esa tarde
en el trabajo, tena que desengancharme de los
malditos chats sexuales. Ped un souvlakis de pescado
fresco, y una copa de ressina, me gustaba aquel vino,
blanco amarillento, afrutado pero intenso. Amaba todo
lo intenso pero nunca sala de m, slo era por dentro.
Iba a reventar.
Volv al museo, clasifiqu una serie de textos, y lleg
la hora de irme o conectarme al chat. En realidad
estaba conectada, pero tena minimizadas las
ventanas para poder trabajar.
Decid irme. Iba a desconectarme cuando un cuadro
de aviso ocup la parte superior de la pantalla, era lo
que en el argot se llama un privado, le Privado de
Safo a usuario Aspasia. Siempre utilizaba ese nick,
Aspasia, la cortesana amante del gran Pericles, una
puta ilustrada, pero puta al fin y al cabo. Una sonrisa
cruz mi rostro, la seorita Evans tena, adems de su
filologa, donde gozaba de un cierto prestigio, un oculto
ideal de puta. Pues, s!
El nick Safo llam mi atencin. La pantalla
parpade y fue desgranando poco a poco una trmula
frase de saludo.
[54]

- Hola, Aspasia, buenas tardes.


Me levant, me dirig a la chaqueta, saqu la carta
que antes de comer me haba hecho llegar Basilio, volv
el sobre, en su remite Safo. Conoca de la lsbica Safo,
fundadora de la mejor academia para seoritas de la
Jonia del siglo VII a. c., en la cual las prcticas
sexuales caracterizaron el bonito nombre de la isla
como sentimiento de homosexualidad femenina.
- Buenas tardes Safo, te conozco? - tecle en el
ordenador.
- No, no creo que me conozcas, ste es el principio del
chat - contest la pantalla.
- Qu buscas?- pregunt con cierto reparo.
- Ser directa, quiero hacer el amor contigo. Te
atraen las mujeres, mi amor?
Cuntas veces me haba hecho esa pregunta, en el
chat me limitaba a ser follada, dejarme encular y
chupar una polla de vez en cuando, pero siempre haba
evitado este tipo de contactos, aunque no poda decir
que me disgustaran. En el colegio para seoritas tuve
un pequeo escarceo con rica, una enorme teutona,
daba miedo, pero me vio tan verde que me dej en paz.
Desde entonces siempre me lo he planteado y pens
que, aunque virtualmente, haba llegado la ocasin.
- Sigues ah? - pregunt la pantalla.
- S, sigo aqu - me apresur a contestar.
- Lo hacemos? - inquiri.
- Empieza t..., yo... no tengo mucha experiencia.
[55]

Ansiosa, esper la respuesta.


- Seorita Evans - era la voz de Basilio -, todava
trabajando? Es hora de cerrar.
El sobresalto casi me hizo saltar en la silla. Tecle
de manera apresurada en la pantalla: Espera, no te
retires. Me levant de la silla y prcticamente me
lanc sobre Basilio, que retrocedi sorprendido.
- Debe dejar de trabajar ya, lleva todo el da, y a
estas horas esto se pone un poco ttrico. Cierre y le
acompao al metro.
- No, gracias, Basilio. Klauss ha quedado en venir a
buscarme.
A Basilio Klauss le gustaba, as, satisfecho, me
dejara en paz. La artimaa surti efecto, una sonrisa
en su cara me mostr su satisfaccin.
- Buen chico ese Klauss, le va muy bien seorita, y a
sus padres les encanta, su madre me lo deca el otro
da. Pero es muy tarde, si se retrasara el seor Klauss,
llame al guardia de la entrada para que la venga a
buscar. No recorra todo el museo a oscuras, que la
conozco! Hasta maana seorita Evans. Y no trabaje
mucho.
Respir aliviada, el cuerpo me peda nicotina, estaba
dejando de fumar, as que lo desech. Volv a la
pantalla pensando que mi amante Safo se habra
desvanecido en busca de otros pubis, tecle:
- Sigues ah?
- Esperndote mi amor, ests sola?
[56]

- S - contest.
- Bien, yo te guiar. Apaga la luz, con la de la
pantalla es suficiente.
Hice caso omiso a esta indicacin y esper. Continu:
- Cierra los ojos, separa ligeramente las piernas y
brete un poco la blusa.
Esta vez s hice exactamente lo que me peda mi Safo
ciberntica. Las frases fueron creciendo en la pantalla:
- Sientes mis manos en tu cuello, cmo las yemas
de mis dedos bajan por tu espalda, suavemente, sin
rozarte apenas, hasta la cintura, cmo entran en tu
blusa y se enredan en tu sujetador? Siente cmo mis
dedos violan su cierre y, en su caer, blandamente, deja
que todos mis dedos abarquen tus pequeos pechos.
Mientras lea, un calor me iba inundando, decid
levantarme y apagu la luz. Volv a leer con avidez.
- Cogindote por detrs, amaso tus pechos, cada vez
con ms intensidad, te dejas caer sobre la mesa,
restriego mi sexo contra tu culo, t colaboras
frotndolo frenticamente, mi cltoris siente
plenamente tu roce, as, sigue..., humm..., cmo me
gusta No pares... Sigo, mi amor? - inquiri la
pantalla.
Mis manos, con un ligero temblor, acertaron a
marcar un escueto s en la pantalla, seguido de un
trmulo, por favor.
- S, mi amor, seguir. Mientras nos rozamos hasta
el dolor, mis manos te cogen por detrs y se dirigen
[57]

lentamente a tu sexo, mi mano izquierda aparta tus


labios y la derecha se enreda en tu cltoris, lentamente,
como si fuera atravesado por una corriente de aire,
para luego irlo hundiendo poco a poco, con suavidad,
espaciando el recorrido por un leve araazo de mi ua,
que te provoca un delicioso escalofro, as mi amor,
as... Sigo, cario? Te violo?
Yo sin plantermelo pasaba las manos de mis senos
al sexo, donde ya mis dedos patinaban sobre el cltoris,
estaba completamente hmeda y me masturbaba al
ritmo que marcaba Safo al otro lado. Me sorprend al
escucharme en la pantalla:
- S, por favor, vilame, no puedo ms, por favor.
- Bien, tranquila, no hay prisa, con calma Estaba
nadando en tu sexo, lo tienes tan hmedo realmente?
- S, estoy empapada - tecle en la pantalla.
- Mi mano izquierda pasa con su sequedad, a
sustituir a la derecha hmeda y perfecta para
introducirse dentro de ti.
Me iba a volver loca, hice exactamente lo que Safo
me haca al otro lado del teclado, sent como mi mano
izquierda, hasta ahora inactiva, sustitua a mi
empapada mano derecha
- Te voy a llenar mi amor, siente como mi pulgar se
introduce en tu culo, de golpe, hasta el final, mientras
mi dedo corazn se introduce en tu sexo, es como si se
tocaran en el roce yema con yema dentro de ti,
mientras mi mano izquierda no conoce descanso, todo
tu sexo palpita, sigo?
[58]

- S, no pares ahora - respond sintiendo como me


traicionaba todo el cuerpo, me sorprend a m misma
escribiendo con la mano izquierda empapada,
mientras la derecha se afanaba entrando en mi sexo y
mi culo. Y me gustaba. Cmo me gustaba...
- Deja que, sin salir de ti, tenindote toda llena, me
arrodille y prenda con mis labios tu fresa palpitante,
deja que beba tu esencia, que me la trague
No pude ms, el grito se tuvo que or en la entrada
del museo, me romp sobre la mesa mientras me
estrangulaba por dentro en un grito ms sonoro del
que nunca jams haba sentido. Como por efecto de
una curiosa empata con el resto de mi cuerpo, la
cabeza se me desplom en la letra a del teclado,
declarando de ese modo cmo me rompa en pedazos,
aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa....
Al otro lado, como en un susurro, las letras se
desgranaban, con ansiedad:
- As, crrete mi amor, siente como eres totalmente
ma, as, as...
Al leerlo sal del orgasmo pero, como si aquello no
tuviera fin, sent como todo comenzaba de nuevo,
volva a crecer en m, esto era increble, me iba a correr
otra vez, aceler mis manos, not cmo el placer se
solapaba al dolor de mis castigados orificios, y me volv
a romper de nuevo El escalofro casi me deja sin
conocimiento. Ca de lado mientras vea titilar el
cursor en la pantalla. Se puso de nuevo en movimiento
preguntndome:
[59]

- Sigues ah, mi amor?


- Rota, pero sigo.
- Cmo de rota?, qu tal el polvo? - pregunt.
- Polvos, querrs decir, por primera vez en mi vida
me he corrido dos veces seguidas, ha sido fantstico.
- En directo sera mejor, mi lengua es muy
juguetona.
Eso no me gust, no quera cercanas.
- No, gracias, podrs comrmelo on-line, pero no en
directo - contest tajante.
- Te iba a gustar, te lo aseguro - insisti.
- Lo siento, me tengo que ir - le dije secamente.
- No, por favor, no me dejes as, yo necesito tambin
que me des... cario.
- Lo siento, otro da - contest apresura-damente.
- Eres como los tos, despus de correrte pasas de
todo, no? T gozas, y al resto del mundo que le den.
- Lo siento, en serio, otro da.
Me apresur a cortar el chat, pero pude leer
mientras las letras se volvan traslcidas: Eres una
puta...!.
Temblndome las piernas me dirig al bao, la
oscuridad del pasillo me sobrecogi, tentando las
paredes llegu a l, puls el interruptor, la luz de los
fluorescentes
choc
contra
los
baldosines,
estrellndose en progresin sobre los espejos que, a su
[60]

vez, como en respuesta al ataque, devolvieron raudales


de luz parpadeante a los baldosines, que, en su ocre
bisel, absorbieron el exceso hasta reposar en una
pequea intermitencia perenne que enmarcaba mi
enmaraado rostro, como si de una recin violada
Alicia, que se mira en el espejo, se tratara. Las piernas
me temblaban todava, las sensaciones, a la par que
reales, haban sido intensas; quit una guedeja de pelo
de mi cara, y me envolvi el aroma de mi sexo, fuerte,
profundo, agradable. Era normal?, todo el mundo
senta lo que yo? Toda una vida consagrada a la razn
y al estudio, ademanes, educacin, todo esmerado, pero
haba tenido que esperar a los treinta y a manos de
una mujer, por llamarlo de alguna manera, para
haber sentido aquello. Crea que deba sentir
vergenza, pero no poda. Apoyada en el lavabo, con el
pelo sobre la cara y una sonrisa velada, pensaba
cuntas mujeres en realidad no haban sentido
aquello. En fin, era afortunada pero no querida. No se
poda tener todo, verdad, bonita?
Esponj mi cabello y volv a la oficina dispuesta a
irme. En ese momento repar en la carta, de nuevo
Safo. La cog con mi cartera y sal. A oscuras por los
pasillos, todas mis piezas me sonrean: Agamenn
brillaba, los Vasos de Vafio chocaban entre s, oa los
relinchos del caballo de Poseidn, la msica de mi
arpista y el grupo de danzantes que, como en una
sinfona, se alegraban, porque me encontraba viva,
tan viva!

[61]

Llegando a la puerta, vi una figura familiar


hablando con el guardia - era mi Klauss - y le espet:
- Y t, qu haces aqu?
- Me llam Basilio al estudio, para recordarme que
te tena que recoger, te tena que recoger?
ltimamente no quieres ni verme, me extra, pero
sabes que te tengo debilidad, como dice el bolero ese
que tanto te gusta y que yo no acabo de entender, Si
t me dices ven, lo dejo todo; no acabo de encontrarle
el sentido, pero aqu estoy -. Mi Klauss siempre tena
que entenderlo todo.
Le mir de arriba abajo, con la media sonrisa
orgsmica prendida an en la boca, y con cierta pena,
me sorprend susurrndole en perfecto alemn, vete
a tomar por el culo!.
La piedra sera un material muy blando y el mrmol
un color muy oscuro para caracterizar la cara de mi
docto Klauss; vi como el mundo, su mundo, se
quebraba en sus ojos. Si me hubiera cruzado la cara le
hubiera deseado, pero era un imbcil, adis imbcil!,
le dije sonriendo.
De lejos vi cmo el guardia, que no haba
comprendido nada, le ayudaba a bajar las escaleras,
un atltico cuerpo de la Europa civilizada movido por
un tripudo representante de la Europa del
subdesarrollo.
Cest la vie, pens y aceler el paso, mientras mi
mente sonrea pensando cmo se iba a poner mi madre
cuando se enterara.
[62]

Retom el camino maanero, llegando a la siempre


abarrotada plaza Omonia, me dirig a mi amado barrio
de Plaka, tena un pequeo tico en el mismsimo
centro. Agusanada por el hambre, decid hacer una
parada en el Edn. Comer algo en esa bonita mansin
neoclsica era como comer en casa, tena cario a sus
ventiladores de techo, sus cristales de colores y, lo
mejor de todo, aunque estuviera lleno, algo que pasaba
a menudo, siempre encontraban un lugar para m, ya
fuera en la terraza en verano o al lado de una de sus
tres chimeneas en invierno.
- Hola Milos, hay sitio para uno?
-Para usted siempre Nathasa.
Me gustaba que me llamaran as, a partir de ahora
lo exigira.
Aunque primavera ya, el tiempo refrescaba por la
noche, mi Atenas era as. Repas el men aunque me
lo saba de memoria, todo absolutamente vegetariano
pero cocinado con mimo. Slo me permita una licencia
all, mi copa de ressina que, aunque no figuraba en la
carta, Milos siempre me obsequiaba de las vias de su
primo en Macedonia. Sabore el vino, o mi nueva
vida?, qu nueva vida?, slo me haba corrido dos
veces ante un Pentium a punto de ser jubilado..., pero
presenta que muchas cosas iban a cambiar.
Despus de una lasaa de soja y queso, acompaada
de una ensalada, y ya ante el caf griego, oscuro,
amargo, como la vida, record la misteriosa carta
enviada por una nueva Safo, no era posible que fuera
[63]

mi ciberamante. El matasellos me indic que vena de


Espaa, qu maravilloso sera un viaje por Espaa!,
pens instantneamente. Ol el sobre, nada;
curiosamente la letra tena un gran parecido con la
ma pero ms inexperta, es decir, como si yo misma me
hubiera enviado la carta diez aos antes.
Dej el importe de la cena en la mesa, junto con una
generosa propina: me lo poda permitir, los precios del
Edn eran irrisorios comparados con la comida y el
servicio. Salud a Milos y sal, dos calles a la izquierda
y ya estara en casa. Eso s, me quedaba el calvario, as
llamaba yo a mi ascensin a pie de cinco pisos hasta
mi refugio.
Me refresqu y me cambi de ropa, dilu un ouzo en
agua y sentada en la terraza observ toda la Acrpolis
iluminada, me acord de Aspasia y de su amante,
Pericles
Rasgu el sobre. Era prcticamente mi letra!:
Madrid, 30 de Marzo de 2002
Mi querida Nata, quin me poda llamar
as? Con ese nombre tan familiar, pero que no me
era extrao. Sent la tentacin de saltar de
prrafo en prrafo, pero algo me deca que deba
leerla con lentitud y atencin, as que segu
leyendo: te quiero y te echo de menos. Sera
un buen principio, pero es un final, y es que
mucho me temo que esta carta va a ser el
principio y el final de nuestra relacin. En
[64]

este punto te supongo absolutamente


desorientada. Acertaba, estaba absolutamente perdida, quin se diriga a m con esta
melancola y ese cario? Ir al grano. Soy tu
hermana, Safo. Es intil, no sabes nada de
m, y seguramente tampoco de nuestros
padres; sera muy largo contarte toda la
historia de tus primeros aos, de nuestros
pocos aos juntas. Y no tenemos tiempo,
bueno, yo no tengo tiempo, seguramente
cuando estas letras te lleguen estar
muerta, joder, qu duro es vivir! Pero te
prometo que morir, o saber que lo vas a
hacer pronto, no le va a la zaga. Mi vida ha
sido ir de lo en lo, y aqu me tienes, en mi
ltimo lo, pero an me queda una
oportunidad.
Lee atentamente. Supongo que estas
letras te llegarn en los primeros das de
abril. Un escalofro recorre mi espalda,
qu bonita es Atenas en primavera! Sent
lo mismo que mi recin nacida o... muerta
hermana. Si no me he puesto en contacto
contigo, ya no tendr preocupaciones, pero,
en este momento en el que escribo, tengo
una: un hombre que he conocido, a quien he
embarcado en una historia que tambin le
puede costar la vida, y le quiero, no he
querido a ningn hombre en mi vida, pero
l me ha tratado como la mujer que nunca
[65]

he sido, y que siempre me he sentido. l


lleva tu direccin, aunque no lo sabe. Es
ms, prcticamente no sabe nada de m,
seguramente ni siquiera me quiere, est
solo, tremendamente solo, haz por l lo que
espero que haras por m si pudieras. Te
quiere, Safo.
Ni Klauss con su estpida expresin hara sombra a
la ma en este momento, todo se agolpaba en mi
cabeza, una hermana desconocida, posiblemente
muerta, en Espaa, y un hombre que me enviaba sin
l saberlo. Dos orgasmos seguidos y esto eran
demasiado para un da. Apur mi copa, cog mi bolso
con la carta en su interior y prcticamente me lanc
los cinco pisos abajo
Mis padres tenan mucho que contar. Vivan al pie
del Licabeo en Kolonaki. Arroj prcticamente el
dinero al taxista y sin saludar al portero, un Basilio
con ms empaque, corr escaleras arriba hasta el
segundo piso. Puls el timbre, abri mi madre, su gesto
se torn en reproche:
- Te parece bonito lo que le has dicho a Klauss? De
eso sirven tantos aos de estudio y educacin que te
hemos dado?, una seorita como t...
- Calla, madre! - le espet. Se qued lvida, nunca le
haba llamado madre, y menos en ese tono, tan poco
ingls.
A los gritos acudi mi padre, con una media sonrisa.
[66]

- Pero, qu os pasa? La nia tiene razn, el Klauss


se es un imbcil, tiene que buscarse un buen novio
ingls.
- Hombre, el que faltaba! - grit.
Se miraron, sin comprender, o quiz intuyendo lo
que se les avecinaba. Cmo podan ser tan fros, para
todo en su vida, de dnde haba salido yo?, pens.
Mi padre pidi calma, rogndome que entrara en la
casa y all explicarnos todos mejor. Mi madre, nada
ms entrar en el saln, intent contraatacar, pero no
le fue posible, como con una honda le estrell:
- Hblame de mi hermana!
Con ese rehacerse tan britnico, propio en ellos, mi
madre tom rpidamente las riendas de la situacin, o
eso, al menos, crea ella.
- Vers, t ya sabas que eras adoptada, no te
extrae tanto que tengas una familia fuera de
nosotros.
- No te va a ser tan fcil, mam - rebaj el tono del
trato, quera que me contara todo -. Tener una
hermana y no saber nada es un poco fuerte, no crees?
Necesito saber la historia completa.
Mi madre iba a hablar de nuevo justificando la falta
de noticias, pero mi padre la cort:
- Basta! Tiene que conocer toda la verdad, es su
vida, su familia, sus orgenes!
A continuacin me relat quin era mi padre, mi
madre, su situacin econmica, mi hermana y por qu
[67]

me dieron en adopcin, por dinero, pero se apresur a


puntualizar que no fue por falta de cario, sino por
necesidad, mi verdadero padre prefiri, en una lgica
de subsistencia, sacar adelante a mi madre y a mi
hermana mayor a cambio de renunciar a un beb que,
dicho sea de paso, iba a tener una educacin esmerada
y un futuro prometedor con una pareja inglesa incapaz
de tener hijos, y cuyas metas en la vida, salvo la
reproduccin, estaban colmadas.
- As que no le juzgues, hizo lo que crey mejor para
todos, y nosotros le estaremos eternamente
agradecidos. Fue un hombre con mala suerte en la
vida, como tu madre y tu hermana. Terminaron
perdiendo el negocio, un pequeo restaurante en el
Pireo que intent mantener con el producto de nuestra
recompensa. - Le agradec que suavizara mi venta -.
La mafia se hizo con su negocio, con su vida y con tu
hermana.
- Bueno..., eso de hermana! - interrumpi mi
madre ladinamente, con una sonrisa cruel en los
labios.
- Qu quieres decir? - le grit descompuesta.
- Basta ya! - estall mi padre de nuevo, nunca le
haba visto as -. Era lo que era, y punto! Ella lo viva
as
- Hablad de una vez!, por favor - pas del grito al
susurro. Tom la palabra de nuevo mi padre, todo era
tan confuso
[68]

- Tu hermana, o como quieras llamarle, fue hace


aos uno de los travests ms afamados de Grecia, lo
tienes que recordar, fue asiduo de gran cantidad de
programas de televisin, y su espectculo de cabaret
alcanz fama en toda Grecia. Se estableci cierta
polmica cuando plante realizarse el cambio de sexo:
date cuenta que hablamos de hace casi veinte aos. l
era un joven de poco ms de dieciocho aos y Grecia no
era lo que es hoy. De buenas a primeras se vio
involucrado en un escndalo con un mafioso y
desapareci de escena, se pens que haba sido
eliminado por ese amante despechado. Como puedes
comprender, no te podamos contar a ti, ni a nadie de
nuestras amistades, quin era y la relacin que tena
contigo, t tenas poco ms de trece aos, qu
queras?, que cuando saliera en la tele te dijramos
esa de las plumas, es tu hermano? Lo hubieras
entendido? Queramos y queremos lo mejor para ti.
Deberamos haberlo hecho despus? Es posible, pero
a nadie de nuestro crculo le interesa tu procedencia,
t eres nuestra hija y punto.
Sin mediar palabra abandon la casa, o los gritos de
ambos, suplicaban mi vuelta, aquello no poda quedar
as, mi madre rompi en lgrimas, pero no tena
fuerzas para seguir hablando con ellos, en otro
momento Me escap escaleras abajo, est vez casi
tiro a Basilio bis.
La noche puso relieves a todo lo que me rodeaba, era
como si mi entorno adquiriera una profundidad nunca
antes intuida.
[69]

Humedad y fro, esa fue la sensacin que me hizo


volver, adnde?, a la pesadilla!
De nuevo la mueca de cierta repugnancia en un bello
rostro me record donde estaba.
- Seor, seor, acabamos de aterrizar, si se sigue
encontrando mal puedo llamar a los servicios mdicos
del aeropuerto, he observado que estaba inquieto todo
el viaje, pero no he querido molestarle, no obstante si
no se encuentra bien, avisamos...
- No, no resulta necesario balbuce - me encuentro
bien. Y mi... mujer, lleg? No, claro, ya recuerdo,
gracias, gracias, ya salgo.
Me qued pensativo mirando por la ventanilla y
observando como los pasajeros se introducan en el
anlido que habra de llevarlos a la terminal. Qu iba
a hacer ahora? Dnde estaba Safo? Me sent mucho
ms solo de lo que nunca me haba sentido, en una
palabra acojonado, me desabroch el cinturn y sal al
pasillo, cabizbajo, abstrado en mis pensamientos, de
nuevo un .....
- Seor, seor, perdone, se deja una bolsa.
[71]

Reconoc la voz y el paquete para la madre de Safo,


pero cmo y dnde se lo iba a entregar? Dios del
pnico y de la desesperacin!
Me introduje en el tracto intestinal de mi familiar
gusano, observ a los rezagados acompaantes, casi
todos turistas y algn que otro hombre de negocios.
Cmo me veran ellos a m? Evidentemente no era un
turista, y con la pinta que llevaba, con mis cuatro pelos
revueltos y la camisa marcada por el surtidor del
miedo, soy como un nio, pens. Pero al nio le
quedaban ms tragos que pasar
Llegamos al control de entrada, donde una ceja
nica una dos arcos a modo de visera, eso s, sobre
unos ojos chistosos que contrastaban con una
expresin inquisitorial.
Balbuce: Calimera... Im tourist... Hollidays. Los
ojos sonrieron abiertamente y el bigotazo se expandi
con ellos, cre reconocer un bienvenido, me ofreci
una botella de agua seguida de algo parecido a una
pregunta Metalika nero?. El agua estaba helada,
confunda mi aspecto desaliado con los efectos de un
da de calor, murmur Efjarist, y esto abri an
ms, si cabe, la sonrisa. Sell rotundamente el
pasaporte que le ofrec con mano temblorosa y me alej
ms sosegado, pero me iba a durar poco.
-Hostias, mi equipaje!, lo que faltaba! Pattico.
Aturdido, me sent en la cafetera de la terminal.
Qu hago ahora?. Me senta como el nio que
realmente era, tan seguro me senta en mi
[72]

cotidianidad. Y, ahora qu? Imbcil!. Iba de


desgracia en desgracia, acabara dndome un ataque.
Intent controlar la taquicardia. Cuando estaba a
punto de conseguirlo sent una mano en la espalda que
me roz con suavidad y prcticamente salt de la silla.
Pero pude suspirar con alivio de nuevo, el camarero!
Repet maquinalmente las palabras que me haba
regalado el aduanero, Metalika nero?.
- Muy fra? - me respondi.
Sent un sosiego interno, al menos alguien iba a
entenderme.
- S, por favor, muy fra.
- Se encuentra bien?, puedo hacer algo por usted?
- No lo s, yo no tendra que estar aqu, pero... es
muy largo; a propsito, admiten tarjetas de crdito?
No he tenido tiempo de cambiar y claro....
- S, seor, admitimos todas, no hay problema, quiere
que le traiga algo ms?
- No, gracias...
Observ como se alejaba hacia la barra.
Bueno, pens, hay que planificarse, no puedo
dejar que el miedo me atenace. En primer lugar hay
que olvidar recoger el equipaje, ya veremos si con ms
calma lo puedo intentar otro da, hoy no podra pasar
dos veces los controles, qu explicacin iba a dar para
justificar el olvido? En segundo lugar, dnde voy?.

[73]

Me sent como el ser ms egosta del mundo. Qu


haba sido de Kat..., Safo..., o como se llamara?. No
haba pensado en ella para nada, slo estaba
preocupado por m, como siempre. Cunto me haba
quejado del egosmo que me rodeaba! y ahora yo era su
sumo pontfice. Seguro que la tenan ellos, tena que
volver a Madrid, para buscarla, pero dnde?, y avisar
a la polica, pero y qu les iba a contar?.
Mis ojos se toparon con la bolsa que contena el
paquete, estaba hecha una mierda, todo arrugado,
estaran
arrugados
tambin
los
puros?
Afortunadamente, no. Encend uno, el humo me lleg
a los talones, tranquilidad, tranquilidad!, le gritaba
a mi cerebro, donde la amgdala hiperdesarrollada
haba dado un golpe de estado en toda regla. Me
encontr abriendo el paquete Qu ms daba? A
quin iba a drselo? Los ojos prcticamente se me
cayeron dentro de la caja, qu era aquello? Seis cajas
de cintas de video. Abr la primera, contena una cinta
cuyo aspecto exterior no daba pista alguna sobre su
contenido, las otras cinco carcasas, a medida que las
iba abriendo mostraban un interior repleto de billetes
perfectamente colocados, dlares, dlares y dlares,
todos en billetes de mil, completamente nuevos,
seran falsos?...
Sent unos pasos a mi espalda que me hicieron
recoger apresuradamente todo dentro de la bolsa, en
mi mano nicamente un billete de mil que
rpidamente haba sacado. Buen momento para hacer
una prueba, pens, pero se puede pagar una
[74]

botella de agua, trescientas pesetas a lo sumo, con un


billete de casi doscientas mil?. Pues bamos a
comprobarlo.
- Cbrese, le dije al camarero. Casi se desmaya.
- No creo que pueda - musit en perfecto castellano -.
No tiene algo ms pequeo? Ahora entiendo por qu
me pregunt si poda pagar con tarjeta de crdito. Si
es tan amable, abneme la consumicin con tarjeta, no
tendra cambio para darle.
Not cmo mi amgdala cerebral se empequeeca y
me escuch:
- Ver, vamos a hacer otra cosa. Coja el billete,
cbrese veinte botellas de agua si quiere, y deme las
vueltas en dracmas, le parece as bien?
El hombre me mir con aire de complicidad y, muy
bajito, susurr:
- Le parece bien treinta botellas de agua?
- Me parece - le respond y se alej sonriente.
Comprob las cajas, era cierto! Tena cinco carcasas
de vdeo repletas de dinero, haba miles de dlares.
Rebusqu, no obstante, necesitaba encontrar una
carta, algo, y all estaba una nota perfectamente
doblada debajo de los billetes:
Hola mi amor, qu extrao! Nunca le
he llamado amor a nadie, al menos en el
tono que utilizo contigo. Como puedes
comprobar no lo hemos conseguido, bueno,
t s, y como puedes tambin comprobar,
[75]

eres libre y muy rico. Te imagino perdido,


te conozco tan bien! Desde el primer da
que hicimos el amor, y aunque nunca te lo
he demostrado, me qued colgada contigo,
tan desvalido, tan tierno, tan inexperto, tan
sumiso, tan mo. Pero no quise asustarte, ni
tampoco implicarte en el tipo de vida que
me ha llevado a la muerte.
Morir en estas circunstancias se me hace
duro, hasta ahora tampoco me importaba,
saba que estaba encerrada en un crculo
que terminara as, pero no pens que iba a
morir enamorada. Y es duro, pero es tan
bonito!
Nunca pens que iba a querer a un
hombre como te quiero a ti, ni que me iban
a hacer sentir tanto como t lo has hecho.
Adems, no poda ser de otra manera.
Pensars que podra haber sido mejor
tenerme cerca ahora, es ms, seguro que
piensas que te podas haber enamorado de
m. Lo siento, no me lo creo. Lo
comprenders todo cuando veas la cinta.
Protgela con tu vida, porque lo es. Si te
encuentran, es lo nico que puede evitar
que acaben contigo, como han acabado
conmigo. Algn da pasearemos por el
Eliseo.
Te quiere, Safo.
[76]

Todo se rompi dentro de m, joder, la quera, claro


que la quera! Y la necesitaba. La necesitaba tanto a
mi lado!
Ella no poda saber que los meses que haban pasado
se haban ido almacenando en m, dndome una
seguridad que no so con tener nunca, ahora lo vea
todo, y lo senta todo, me senta orgulloso de que una
mujer como aqulla, para m tan fuerte, tan segura,
me admitiera entre sus carnes regularmente, sin
rechazarme nunca.
Estruj el sobre en mis manos y se hizo duro al tacto,
mir en su interior, una foto, una preciosa nia, era
ella con un bonito traje que pareca regional, rojo y
negro y con un gran lazo de tul en la cabeza, por detrs
de la foto, una nota: Es mi hermana Nathasa, trabaja
en el Museo Arqueolgico Nacional de Atenas,
recuerdas que te habl de ella? Bscala, ya estar al
corriente de tu existencia, te ayudar, pero, por lo que
ms quieras, no la inmiscuyas en nada de esto, no
quiero que ms gente querida est en peligro por mi
culpa.
Las ltimas letras, sobre el satinado envs de la foto
estaban como corridas, lgrimas? Mis lgrimas se
unieron con las suyas, emborronando peligro y culpa.
Al parecer mi amgdala cerebral se encontraba ya
ms acomodada, no sufr ningn sobresalto al llegar
de sbito el camarero con el mayor montn de dracmas
que haba visto en mi vida. Ojal hubiera dispuesto
[77]

de esa cantidad cuando estuve en Atenas en mi etapa


de estudiante!
- Seor, su cambio - y apostill - si necesita algo ms
no dude en pedrmelo.
Arranqu un puado y lo puse en el bolsillo de su
camisa.
- Qu le parece amigo, si, en vez de treinta, me he
bebido cuarenta botellas? Necesito un taxi y un hotel
cntrico, es posible?
- Delo por hecho, necesito treinta minutos para
terminar el turno, le llevar en mi propio coche. No
estara de ms que empleara ese tiempo, si me permite
decrselo, en utilizar parte del dinero en renovar su
vestuario y adquirir lo necesario para el aseo; veo que
no tiene equipaje.
Pens pedirle que me lo recogiera de la terminal de
llegadas, pero no quera dejar pistas y asent
justificndome.
- S, han perdido mi equipaje, ya sabe cmo son las
compaas areas.
- Dentro de media hora le espero aqu, las boutiques
se encuentran al final de la terminal, quiere que le
guarde la bolsa?
- Eh..., no, gracias, llevo el tabaco, ya sabe cmo
somos los fumadores..., gracias.
No quera levantar sospechas, no deba cometer
estupideces.
[78]

Perd la nocin del tiempo entre pantalones,


camisas, cazadoras, ropa interior, todo con un esfuerzo
mprobo por hacerme entender, los vendedores
hablaban todo menos castellano y mi griego estaba
olvidado, resultado: caos absoluto, pasbamos de unas
prendas a otras sin orden ni concierto, hasta que lleg,
como siempre de sbito, mi camarero favorito. Todo se
allan en un pis-pas, y en menos de lo que se tarda en
pensarlo me encontr con una maleta nueva repleta de
ropa y efectos personales. Intent hasta la saciedad
llevarme l mismo hasta Atenas, pero le convenc, o
ms bien tuve la suerte, de que el hotel se encontrara
en el extremo opuesto de su casa, a lo que se una la
certeza del cobro de sus desvelos de igual manera, con
lo cual me hizo la reserva telefnicamente y me
condujo hasta un taxi, dio las indicaciones oportunas y
se encontr con que en su bolsillo entraban otras
treinta botellas de agua. Cunta agua proporcionaban
mil dlares!
Como era de esperar y aunque el precio haba sido
pactado por mi ngel de la guarda, el taxista me
tim, hay cosas que no cambian nunca; ya lo dice mi
amiga Ana, son todos unos hijos de.... Cre entender
que me aplicaba la tarifa nocturna, lo que suba la
carrera al doble. Yo le sealaba el reloj indicndole que
an no eran las doce. Luego pens qu ms da?,
dinero no me falta.
En la recepcin del hotel coloqu mi pasaporte en el
mostrador, despus de un entrecortado kalinjta. El
[79]

espritu santo me ilumin, record un milte


ispanik?
- S, seor, un poquito - me contest el recepcionista.
Esto va biennnn., pens.
- Tengo una reserva.
- Espere un momentito, seor. - Cogi mi pasaporte
y lo cotej con el libro de reservas -. Prefiere
habitacin interior o exterior, seor?
Record mi abultado equipaje hdrico y, muy seor,
le dije:
- Prefiero una doble con terraza, a ser posible con
vistas al jardn, si tienen, claro.
Arque una ceja, no cuadrndole mis peticiones con
mi catadura, todava no haba podido cambiarme.
- S, seor, sin problema. Se quedar mucho
tiempo?
- No lo s todava, digamos una estancia media, le
parece bien?
- Lo siento seor, a m no debe parecerme ni bien, ni
mal, debo hacer todo lo posible para que su comodidad
en nuestro establecimiento le invite a permanecer el
mayor tiempo posible con nosotros. Qu le parece una
habitacin en el tico? No tiene jardn, pero s una
bonita terraza arbolada. - Sin darme tiempo a
contestar, continu -. Necesitara una tarjeta para
dejar una va de crdito abierta, es la costumbre.

[80]

- Preferira pagar en efectivo. Dej caer sobre el


mostrador de recepcin dos billetes de mil dlares.
- Le parece bien as? Cuando necesite ms
comunquemelo.
El trato desconfiado respetuoso se torn exquisito:
- Seor, s seor, desea algo, seor?
- S, sbame algo para cenar, ligero por favor.
Quin me ha visto y quin me ve, en ocasiones me
come la timidez para pedir una cerveza y ahora, como
un seor, haciendo ostentacin y mandando como si lo
hubiera hecho toda la vida, y todo por qu?, por
dinero. La vida es la hostia!. Todo esto pensaba
mientras segua al maletero. Otro pensamiento fue
para Safo, parece que no tardas en olvidarla, con
dinerito en el bolsillo el caballero es otro, me
recrimin, para a continuacin acariciarme: despus
del da que has tenido, bastante bien lo ests haciendo,
pero lo ms pronto posible te ests buscando una
pensin, lo que menos necesitas es que nadie repare en
ti.
Met unas cuantas botellas de agua en el bolsillo
del botones, y ya solo, me dej caer en la cama,
exhausto.
Llamaron a la puerta, me haba quedado dormido?
- S, quin es?
Cre entender como parte de la frase, garsn...,
vradin. Entr, dej la cena. Slo con olerla volv a
[81]

perder el conocimiento, esta vez de manera definitiva,


lstima de cena!
***

[82]

- Buenos das, seorita Evans - me salud mi


cerbero.
- Hola, Basilio.
Ni le mir, pobre! Continu el camino haciendo
odos sordos a todas mis piezas, pas ante ellas como
si no existieran, algo que jams haba hecho, mi mente
estaba perdida, quin era? Dnde estara mi
hermano-hermana? Habra sido todo resultado de un
mal sueo?
- Seorita Evans, seorita Evans, no me haga correr
por favor - escuch a Basilio tras de m. Haba pasado
tan rpido a su altura que el hombre corra a saltitos
detrs de m.
- Perdona, Basilio, tengo un mal da. S?
- Su padre, el seor Evans, ha llamado tres veces,
me ha hecho jurarle que le iba a llamar nada ms
llegar usted. Algo me dice que hay algn problema.
Llmele, parece muy preocupado, nunca le haba
sentido as. l, con lo tranquilo y flemtico que es. Por
favor, no quiero hacer de guardin suyo.

[83]

Baj los ojos como presintiendo lo que yo muchas


veces pensaba de l. Toqu su hombro con afecto,
alguien como l poda haber sido mi padre real.
- No te preocupes Basilio y, por favor, si llama, dile
que no he venido hoy, que estaba indispuesta.
- No me haga eso seorita Evans, no podra mentir a
su padre, se lo debo todo, por favor.
- Bien, haz lo que quieras, no pienso hablar con l.
Me alej dejndole sumido en la pesadumbre. Un
rumor apenas segn llegaba al despacho:
- Por favor, seorita Evans.
Y estall: Basta ya, Basilio!. Y volvindome
hacia l:
- T tambin lo sabas todo y les has ayudado a
mantenerme en la ignorancia ms absoluta.
- No s a qu se refiere - y baj los ojos, con sumisin,
con ternura. Mi padre le haba puesto al corriente de
la discusin. Balbuce:
- Comprndame, yo no soy nadie, no poda contarle
nada. Quin soy yo? Un pobre hombre, que sus padres
sacaron de un pueblo de la Arglida, donde tena que
haber vivido y muerto entre aldeanos. Me dieron un
futuro y un buen trabajo, y a cambio nicamente he
tenido un encargo especial, cuidar de usted, en la
distancia, pero cuidar de usted.
Ca en sus brazos, era como dar un abrazo al
autntico padre que nunca haba conocido. Le vi todo
lo viejo que no haba sido nunca, con todo el bigote
[84]

mojado, sollozando los dos como si realmente en aquel


momento nos hubiramos descubierto por primera vez.
- Seorita Evans - son detrs de nosotros; y esa voz
qued cortada al descubrir la escena -. Perdonen, lo
siento. - era el guardia de seguridad - ...Perdn titube de nuevo.
Basilio se apresur a separarse de m y a alisarse el
traje como si nuestro cuerpo a cuerpo se lo hubiera
arrugado tanto como su corazn.
Conteniendo las lgrimas e intentando serenarme,
me volv:
- S? Dgame.
- En la exposicin le espera un caballero extranjero.
- Gracias, ya bajo.
- Ya voy yo, seguro que es algn pesado, yo puedo
atenderlo. Usted vyase a casa - intervino Basilio -,
descanse.
Esta vez con una sonrisa:
- No, Basilio, ir yo, necesito no pensar. Gracias.
***

[85]

Bip, bip, bip, bip Qu? Rod de la cama al


suelo, propinndome un buen pescozn con la mesilla.
Ahora ya siempre que me despierte va a ser as?,
pens. Par el maldito bip, bip del reloj de pulsera,
programado a la hora de levantarme para ir a la
oficina. Es curioso, en casa cuando tena que ir al curro
slo consegua escucharlo despus de sonar cinco
minutos; aqu me haba hecho saltar de la cama como
un resorte. Ahora las gordas estarn entrando al
trabajo, qu es mejor, estar all o estar aqu?.
Automticamente Safo vino a mi memoria. Dios!,
qu habr sido de ella?. Una nusea me agarr todo
el estmago, una arcada la llev a mi garganta pero,
era intil, haca horas que no coma nada. Me dej caer
en la cama, sobre la mesa estaba an la intocada
bandeja de la cena, y una cerveza abierta. Levant el
sobreplato: un par de sandwiches un tanto resecos. Sin
pensarlo ataqu uno y acto seguido, di un trago a la
botella. Mierda! Aquello pareca pis de gato, pero el
bocado no estaba mal; acab con los dos en cuatro
bocados mientras me aproximaba a la ventana.

[86]

Ante m, un espectculo que, en otro momento, me


hubiera transportado a otro mundo: el templo de Zeus,
mejor dicho, las pocas columnas que de l quedan en
pie, suficientes para que yo realizara una
reconstruccin mental, bien estudiada en el pasado. A
mi alrededor un precioso tico, con bonitas plantas y
rboles. Ya s que soy un poco gilipollas, pero lo nico
que se me ocurri fue una chorrada: Mira t, quin
me lo iba a decir, estoy en un tico en el tica.
Con la gracia de mi gracia, para gracias estaba yo,
no te jode!, me met en la ducha, me haca falta! Ya
limpio, reun todos mis conocimientos de griego y
descolgu el telfono. Al otro lado me dieron los buenos
das, respond, kalimra... pa... parakal kaf gala, la
voz me respondi, segn cre entender, que si lo quera
griego o con leche, elinik caf, gala, krie? No,
gala kaf... y... pste, respond. Despus del consabido
efjarist, la voz colg.
Diez minutos despus, encima de la mesa de la
terraza, un plato enorme con unas pastas duras como
piedras y un caf negro como un abismo. Segn deduje,
mi no al caf griego se tradujo por un s. Tena que
haber recordado que en Grecia ne es s. Intent
morder una pasta, imposible, y no iba a mojarlas en
aquella cinaga infernal que por mi falta de memoria,
engull con todos, absolutamente todos, sus posos;
escup.
Me vest, esta vez como un autntico yuppie
reciclado. Recog la foto de mi cuada y rebusqu en
el sof, todava continuaba all la bolsa con lo que
[87]

haba sido el regalo de la madre de Safo, haba unos


dos millones de dlares junto con la cinta de vdeo.
Saqu unos cuantos billetes, envolv el resto
cuidadosamente en la bolsa de plstico de la duty free,
precintndola con el lazo del regalo.
Despus de cerrar la llave de paso de la cisterna del
vter y vaciarla, introduje all el paquete, atornill la
tapa y me dirig a esconder la cinta de vdeo, dnde?,
eso es, ah, pens. Desatornill con el cuchillo de la
cena la parte posterior de la televisin e introduje la
cinta en su interior, no sin tomar la precaucin de
cortar una seccin del cable de la televisin para
impedir su funcionamiento. A continuacin, despus
de dejar todo como si no hubiera pasado nada, baj a
recepcin.
No haba nadie, mejor!. Mir los cajetines de las
llaves y vi mi pasaporte en una de ellas. No lo pens,
pas dentro del mostrador, lo recog y, dudando, dej
la llave de la habitacin en el bolsillo, no saba cmo
iban a discurrir los acontecimientos. Si alguien quera
entrar en la habitacin, que le costara un poco, y que
pensara antes en la posibilidad de que yo me
encontrara en ella. En el pomo haba dejado el cartel
de no molestar.
Iba a conocer a la hermana de Safo. Era curioso,
estaba tan nervioso como en una primera cita. Era
como quedar con una muerta, no s, todo era muy raro.
Par un hijo de p.... Me lo ha pegado Ana!, pens.
El museo estaba en la otra punta; Atenas estaba
preciosa pero no me apeteca andar dos horas. He de
[88]

decir que tardamos una. Claro, me vio la pinta! Y


recorrimos Atenas entera unas tres veces. Le pagu la
fortuna que marcaba el taxmetro, no sin antes
mandarle a la mierda en castellano, lo que entendi
perfectamente, esta vez los idiomas no eran barreras.
Cuntos das haba visitado aquel museo, lleno de
ilusin, pensando que estara relacionado con mi vida,
con mi trabajo, con mis sueos? Sueos, sueos
Ascend las escaleras y pregunt por Nathasa. El
guardia no saba qu quera decirle, para variar. Me
hice entender con una seorita filloga. Asinti, como
dudando, mientras me introduje en el museo. Y all
estaban todos mis amigos de otro tiempo, naturales de
Creta, la Arglida, el Peloponeso..., piezas que,
reunidas todas juntas, eran como un concurso de
misses contonendose por la pasarela de la historia.
Una voz me arranc del espectculo.
- Were you looking for me?
- Miss Nathasa? - balbuce. Dada mi formacin,
oscil del ingls al francs, sin atreverme a machacar
el griego -. Im spanhis..., parle vous...?, je viens de part
de...
- Hablo un poquito de castellano... - me envolvi con
su voz falta de acento pero de tono pausado por miedo
a una mala pronunciacin -. Estudi unos meses en
Madrid
Desasosegado pero contento, menos mal!, pens.
En ningn momento me haba planteado cmo nos
bamos a entender, pero estaba prendido de sus ojos,
[89]

de su boca, de su pelo, pens qu bien le queda la


melenita rubia a Safo!. Pero..., no era ella, eso era
evidente, sta pareca recin salida de un colegio de
seoritas suizas, pero Dios! Se pareca tanto! Mi
mano temblaba al estrechar la suya, y ella lo sinti.
- Podemos hablar en algn sitio? - pronunci muy
despacio, como si hablara con un nio.
- Podemos - me contest -. Venga conmigo.
Con algo muy parecido a la familiaridad se cogi de
mi brazo y me condujo por un ddalo de pasillos hacia
lo que seguramente era su despacho.
Se sent ante la que deba de ser su mesa de trabajo.
Sac una botella del cajn y verti en dos vasos de
papel ressina.
- Es pronto para usted? - me pregunt, sonrindome
con miedo y curiosidad, con la sonrisa de Safo pasada
por Oxford.
Safo era ms como yo, ms de barrio. Esta Safo era
ms sofisticada. Yo, entre tanto, estaba con una
sonrisa estpida colgada de la boca. Tengo que
ocuparme de esto o se me va a quedar prendida sine
die!, pensaba cuando interrumpi un toc... toc en la
puerta, llenndola toda el tpico Stavros cuado de
Kojak -, eso s, con un impecable uniforme gris con el
anagrama del museo. Me pareci, incluso, que su cara
me sonaba de mis tiempos estudiantiles en ese mismo
entorno.
- Seorita Evans, est todo bien? - cre entender,
dado mi fluido griego, dirigindose a ella y mirndome
[90]

a m con unas grandes dosis de desconfianza, y eso


que iba de Armani!
- Est todo bien Basilio, es un viejo amigo de cuando
estuve en Madrid - dijo con poca conviccin, primero
en griego, y luego en su pausado castellano. Lo que
agradec, ya que mi comprensin haba quedado en
Basilio... amigo... Madrid. El tal Basilio me mir no
sabiendo si irse o quedarse, pero con unas evidentes
ganas de echarme a patadas, esto me qued claro. Se
alej mirando hacia atrs.
- Seorita Evans? - pregunt.
- Na... Nathasa Evans - rectific -. Y usted?
- Vengo de parte de Safo - Al pronunciar su nombre,
el castao de mis ojos dej paso a un gris, tambin
perceptible para ella -. Sabe de quin le hablo?
- S... - dijo, compartiendo el gris de mi mirada. Sin
decir palabra, ech mano a su bolso, sac un sobre
arrugado y me lo alarg. Mientras yo lea la carta de
Safo, ella pareca repasarla mentalmente: ...cuando
estas letras te lleguen estar (...) muerta (...) le quiero,
no he querido a ningn hombre en mi vida (...) l me ha
tratado como la mujer que nunca he sido....
Arrugu el papel y llor, y no llor por m, como
siempre haba hecho hasta entonces, llor por el cario
que haba sido capaz de inspirar y que sin darme
cuenta me haba salpicado. No, empapado, yo nunca
tampoco haba querido a nadie como a Safo, por mi
soledad, por la suya, por la fuerza que me transmita y
me haca fuerte, por su cuerpo, por cmo me sorba y
[91]

se haca con todo mi ser. Con la cara entre las manos


no not que Nat se levantaba y cerraba la puerta del
despacho, no not que se acercaba a m, s not su
mano acaricindome la cabeza y descolocndome el
cabello. Cog sus manos y las llen de besos y lgrimas,
sus labios comenzaron a beberlas y yo dese tener ms
para saciar su sed.
***

[92]

Eran las lgrimas vertidas por mi hermana, era lo


nico que tena de ella y dej que se deslizaran por mis
labios y beb golosamente. Era su hombre y lloraba por
ella. Yo quera formar parte de l y de ella, y le bes, le
bes como no haba besado ni a mi italiano, ni a mi
griego, ni a mi alemn. Pas mi pierna por encima de
las suyas, sentndome a horcajadas de aquel
desconocido que me miraba entendiendo, pero sin
comprender Clav su mirada en la ma. Safo, te
quiero, me dijo y enred su lengua en la ma,
lgrimas, saliva, deseo. Sus manos y las mas
comenzaron un reconocimiento frentico de nuestros
cuerpos, como rompiendo articulaciones, intentando
levantar la piel, saltaron los botones, mi blusa de
seda... todo hirvi alrededor. Me levant en el aire,
girndome a la vez. Me vi de nuevo sobre mi mesa, mi
teclado, mi ordenador, que ahora, mudo, no
comprenda cmo poda hacer aquello sin contar con l,
como un amante ciberntico celoso y testigo de la
infidelidad.
Not
sus
dientes
desconocidos
[93]

hundindose en mis glteos. Eso es, as..., me


escuch decir. Su lengua sorbiendo mi sexo e
inmiscuyndose en mi culo, como preparndolo para
algo desconocido. O
su cremallera deslizndose
apresuradamente, y un ariete de carne que pugnaba
por utilizar su saliva como credencial. Me revolv, pero
slo alcance a desviarle hacia mi hmedo deseo, not
como se clavaba en mi sexo, como confundido, como si
hiciera mucho tiempo que no visitaba aquel reducto.
Comenz a moverse con precaucin, pero con la
sabidura de quien va recordando un lugar hasta
sentirse como en su propia casa. Yo, mientras, senta
el borde de la mesa en mi cltoris, que era
materialmente machacado contra la madera.
***

[94]

En mi mente resonaba un nombre, Safo, Safo, aquel


cuerpo era el suyo, y volva a ser mo. Como tantas
veces, busqu su entrada pero, un movimiento rpido,
me desvi hacia una puerta que nunca antes me haba
ofrecido, pero que yo nunca haba echado de menos
Y me sent como en casa. Era curioso, no emitamos ni
un sonido, todo era para dentro, slo mi voz
susurrndole Safo, y, a medida que el nombre se
haca ms rpido, ms rtmico, su frenes aumentaba.
Mientras me clavaba en ella con la mayor profundidad
que mi carne daba, nos partimos en dos, mi puo cay
sobre la grapadora, como uniendo en vaco nuestra
existencia. Me hubiera quedado sobre ella toda la vida
pero, me pregunt: La vida de quin, la de Safo, la
ma, la de aquella desconocida tan conocida?
De sbito la pantalla del ordenador sobre nuestras
cabezas revent llenando de cristales nuestros
sudorosos cabellos. Era como si todos los objetos de la
mesa cobraran vida. Empezaron a saltar hechos
pedazos unos tras otros, en principio slo el azul
[95]

asustado de los ojos de Nathasa me relacionaba con el


exterior.
Una idea prendi en mi corto entendimiento
postorgsmico: Son balas, nos estn disparando!. El
por qu y el quin no quedaba explcito, pero s claro:
los hijos de puta que haban acabado con Safo! Tir de
las piernas de Nathasa hasta arrastrarla bajo la mesa,
escasa pero nica proteccin al alcance. Los picotazos
sordos
continuaban
sobre
nuestro
parapeto
improvisado. El silenciador haca bien su trabajo, slo
tintineos en un brindis que pretenda convertir en tro
ese pquer de la muerte. Nos arrastramos hacia la
puerta, afortunadamente a salvo de la ventana.
Nathasa, que se recuperaba del shock, tir de mi mano
alcanzando el pomo de la puerta con la otra y abriendo
lo justo, una rendija, suficiente para los dos.
***

[96]

- Sgueme, conozco la forma de salir de aqu - Me


sent como la herona de cine negro que tira del
protagonista. Pens que no me haba fijado mucho en
l, mientras las balas saltaban sobre la mesa, pero era
lo nico que me una a Kat -. Sgueme, vamos hacia el
stano, hay una salida que conecta con una trampilla
en los jardines del museo. Saldremos sin que se den
cuenta.
***

[97]

Fofo como un fardo la segu entre pasillos oscuros


que mostraba conocer como un Teseo huyendo, esta
vez, de un Minotauro con calibre treinta y ocho, hasta
llegar, cargados de mierda, a la salida. Sac la cabeza
por la abertura y observ.
- Hay cuatro tipos en la entrada que jams visitaran
un museo.
- Podemos salir? - tartamude continuando con un
alarido, esta vez, bien timbrado.
Una mano sujetaba mi hombro a la vez que con un
sssss, peda silencio. Era el cuado de Kojak que nos
haba seguido. Se enzarz a continuacin en un
monlogo dirigido a Nathasa, en el que la regaaba
con grandes aspavientos.

***
[98]

Lo que faltaba era Basilio que, presa del pnico, me


peda explicaciones de lo que estaba pasando. Nos
haba visto salir del museo como unos criminales,
dejando atrs los destrozos del despacho. Y para colmo
llevaba en la mano derecha mis bragas arrugadas que,
en la huida, haba abandonado en el suelo, tras haber
sido materialmente arrancadas por... quin es ste
que me mira con el pnico salindole por los ojos?. La
verdad es que la realidad superaba a la ficcin.
- Tranquilo, Basilio, es el novio de mi hermana, es
una historia muy larga. - En la oscuridad del final del
tnel un rayo de luz resaltaba las bragas arrugadas en
la mano de mi guardin -. Tenemos que salir de aqu,
aunque no lo creas, alguien nos quiere matar. Nos
queran matar!
- Por dios, qu locura! - balbuce Basilio -. Esto
con Klauss nunca le hubiera pasado seorita Evans,
[99]

tendra que haberse casado con l, no haber sabido


nada de su hermano, ni de nadie... Dios, Dios, Dios...!
***

[100]

Yo, mientras, asista a la conversacin, sin entender


prcticamente nada, slo la mano de Stavros sobre
mi hombro, que, segn suba el tono de la
conversacin, se iba crispando ms y ms, hasta que,
con un manotazo, la apart, casi tirndole al suelo.
- Basta coo! grit - tenemos que salir de aqu!
Sin darme tiempo para reaccionar, el griego se
abalanz sobre m, slo alcanc a colocar las manos en
aspa sobre mi rostro, pero sus intenciones eran otras.
Se ech mano a la cintura, sac algo parecido a un viejo
pistoln de la Segunda Guerra Mundial, salt hacia el
jardn y, aunque Nathasa intent cogerle por la librea,
se escurri con una agilidad impropia de su edad. A
continuacin le vimos reptar entre los parterres en
direccin contraria a nuestra posicin. Iba hacia el ala
contraria del museo. Cog el cuerpo de Nat por la
cintura, que pugnaba por seguirle, qu olor tan
diferente a Safo!, pens, pero tambin, tan agradable,
posea una femineidad que en ocasiones haba echado
de menos en ella. Se estremeci ante mi contacto, pero
[101]

no por mi sex-appeal, no entenda, igual que yo, qu


iba a hacer nuestro mercenario.
Basilio eligi y alcanz la posicin ms alejada de
nuestra madriguera para levantarse y prorrumpir en
gritos, para m indescifrables, pero que tuvieron el
efecto esperado, los cuatro elementos de la entrada,
como en una coreografa estudiada, introdujeron sus
manos en la parte izquierda de sus chaquetas,
extrayendo el material quirrgico inherente a su oficio
y, sin pensarlo, comenzaron a disparar sobre nuestro
seuelo voluntario, que evidentemente saba manejar
su pieza de museo. Sin dar tiempo para asimilar la
escena, abati al ms bajo y comenz su huida hacia la
izquierda. Sin dejar que terminara la escena, Nat tir
de mi mano, sacndome de la madriguera. Tu vida es
la ma, pens.
***

[102]

No poda creer lo que estaba viendo, mi inofensivo


Basilio jugndose la vida por m. Arrastr a mi
tembloroso acompaante hacia la cafetera cubierta,
para acceder a la avenida, donde la suerte nos plant
ante un taxi, subimos a l, le indiqu que nos llevara a
Plaka, pero mi acompaante, como recobrando la
compostura, me cort y sacando la tarjeta de un hotel
le indic que se dirigiera a l. Asent y parados en el
semforo, todava pudimos ver cmo Basilio acababa
con un segundo trajeado, para a continuacin verlo
saltar por los aires, como afectado por sacudidas
rtmicas producidas por los impactos de los otros dos
matones.
- Mi Basilio, mi pobre Basilio!
Y todo se torn negro.
***

[103]

- Despierta Nathasa, el griego saltando por los aires y


t te desmayas.
La verdad es que si no lo hace ella, lo hago yo.
En la entrada del hotel pagu al taxista que, esta
vez, viendo el cotarro, contradijo su gentica de
timador y nos llev como una flecha, deseando quitarse
de encima el marrn que intua. Incluso hasta me
abri la puerta para que sacara con ms celeridad a mi
acompaante, qu poco pesaba, la cog en brazos y ya
en la recepcin del hotel, donde afortunadamente no
haba nadie, me dirig a los ascensores que me llevaron
al tico sin cruzarme, milagrosamente, con nadie. Me
felicit por no haber entregado las llaves al salir, la
tend en la cama, agotado hice lo mismo a su lado.
Estaba preciosa, con la cara negra, despeinada y el
rmel corrido.
Ya estbamos otra vez! Por una vez, dese no ser
to, ya estaba de nuevo pensando en tirarme a la
desconocida, pero es que no lo era, era como Safo. Bes
sus parpados, sus pmulos, su barbilla y comenc a
bajar hacia su cuello, pecho, vientre, cuando sent un
dolor infinito en la nuca, y cristales saltar por los aires.
***

[104]

- Pero t eres imbcil? Te tengo que romper la cabeza


para que entres en razn?
Y eso haba hecho, recuper el conocimiento justo
cuando llegaba a su pubis, y ni corta ni perezosa haba
cogido una lmpara de la mesilla y me la haba
estampado en la cabeza, que sangraba profusamente,
como indignada por el impacto.
- Joder!, lo siento, lo siento! No sabes cmo me
recuerdas a tu hermana. No entiendes nada. Cmo
sangro! Soy un to normal, pusilnime, no acostumbro
a recibir tiros, lo nico peligroso que me haba pasado
en la vida era archivar expedientes, hasta que conoc a
tu hermana. De ah he pasado a matar a un mafias,
huir a un pas extrao, solo, acojonado, eso sin contar
balas, tiros, muertos. Y encima me encuentro con una
fotocopia de la mujer de la que estoy... enamorado.
Hostias, lo haba dicho yo, y de corrido! Estaba
enamorado de una muerta?
Y sufr como no lo haba hecho en aos, por la
soledad que me atenazaba, sufr por mi pequea
compaera, dada y arrebatada tan slo en unos meses.
[105]

Volv a notar la mano de Nat, lo que me hizo dar un


respingo, no porque me resultara desagradable sino
porque tena la cabeza llena de cristales y su mano era
una tortura ms que una caricia. Sus ojos estaban
hmedos.
- Lo siento - musit.
Movido como por un resorte me levant, aquello era
para verlo, sangre, cristales, y dolor, mucho dolor.
- Nos vamos - orden.
Me encamin al bao, seguido de Nat que, con sumo
cuidado, me fue quitando los cristales de la herida,
limpindola cuidadosamente. Se lo agradec con una
sonrisa.
Mientras nos arreglbamos le refer la peripecia
madrilea a grandes rasgos, incluyendo la cinta y el
dinero, que proced a sacar de los escondites
improvisados, comprobando con alivio que se
encontraban en el lugar en que unas horas antes los
haba dejado.
- Lo primero que necesitamos es una televisin y un
vdeo - pens en voz alta.
- En mi casa tengo - se apresur a apuntar Nat.
- No, tenemos que salir de aqu, no estamos seguros
ni en este hotel, ni en tu casa. Si nos han ido a buscar
al Museo es que conocen perfectamente todos nuestros
movimientos, cabe la posibilidad de que no conozcan el
hotel, pero hay que salir de aqu - afirm
rotundamente.
[106]

No lo estaba haciendo mal para un cambio de vida


tan repentino, pens, mientras notaba que me dola la
vida.
- Mis padres tienen una casita de campo cerca de Cabo
Sunio, est cerca de Atenas, no ms de una hora.
Cmo lo ves? - ofreci Nat.
- Bien, bueno, sal t primero y me esperas en la
esquina. Si puedes, para un taxi y esprame dentro.
No quiero que nos vean juntos.
Un apretn carioso de manos sirvi para sellar
nuestra nueva alianza. Vi a Nat coger el ascensor y
sal dejando la llave de la habitacin en su interior,
que pensaran que segua dentro! Llam al ascensor
que, despus de dejar a Nat, subi presto hacia m.
Afortunadamente, el camarero del aeropuerto no me
haba engaado, era un hotel muy discreto, y tanto!,
pens, esta vez tampoco haba nadie en recepcin. Nat,
fuera, ya me esperaba en el taxi.
- Dile que nos lleve a una estacin - ped a Nat.
- Para qu?
- Alrededor de las estaciones hay oficinas de alquiler
de coches, vamos a ir por nuestra cuenta.
Dicho y hecho, saber griego ayudaba un huevo y Nat
lo hablaba mejor que yo el castellano. As, en treinta
minutos ya estbamos en carretera. No poda decir que
era un camino familiar, pero ya lo haba hecho tres o
cuatro veces durante mi estancia anterior en Atenas,
no hay nada igualable a ver ponerse el sol entre las
ruinas del Templo de Poseidn en Cabo Sunio.
[107]

De camino termin de ponerla al corriente, tanto de


mis andanzas con su hermana como de las mas en
solitario. Introduca bromas de cuando en cuando que
le hacan sonrer, con una sonrisa que no recordaba en
nada a su hermana, era ms nia, ms comedida, no
tena que ver mucho con mi triste y dura Safo, tan
diferentes por dentro, tan parecidas por fuera!
De nuevo el dolor volvi a hacer mella en m, pero
esta vez me temo que responda ms a una cuestin de
estmago.
- Tengo hambre - dije con un poco de vergenza.
- Yo tambin - respondi con el mismo tono.
- Sigue el mismo chiringuito de metal en Cabo Sunio?
Recuerdo que hace aos vendan bocadillos.
Me cort rindose:
- Me parece que lo quitaron despus del golpe de
estado de los generales - contest, partindose de la
risa.
-Mira bonita, hace muchos aos que estuve aqu,
supongo que las cosas han cambiado - contest con
hilaridad.
- Pues s, ahora tienes un local hasta con aire
acondicionado, pero todava, adems del men de
carta, hay bocadillos, es ah enfrente, lo ves?
- Madre ma, hasta con parking, no me lo puedo
creer, las ruinas como hace tres mil aos y el entorno
irreconocible - coment asombrado.
[108]

Eligi unos bocadillos vegetales con queso feta y la


botellita de ressina correspondiente y nos sentamos a
ver caer el atardecer sobre el templo de Poseidn.
- Conoces la leyenda mitolgica?
- No - ment, quera orla hablar.
Buscando las palabras en su pobre castellano, refiri
cmo Teseo, despus de vencer al Minotauro, no
cumpli con la peticin del rey, su padre Egeo, de izar
las velas que desde la lejana mostraran el xito de la
misin. Egeo, al ver llegar el barco de su hijo volver
con velas negras pens que haba muerto a manos del
Minotauro, lo que le llev a suicidarse lanzndose al
mar desde Sunio. Desde entonces se conoce este mar
por su nombre.
No voy a negar que pens hacer lo mismo que aquel
rey que, tenindolo todo, pens haber perdido lo que
ms quera.
Con el fro del anochecer volvimos al coche para
llegar a la casita de campo, destino provisional de
nuestra huida. Quera ver la cinta, pero algo me deca
que no me iba a gustar lo que haba en ella.
Y no me gust.
Sentados en el sencillo, pero acogedor, saln de la
cabaita, y despus de ver los ojos asombrados de Nat
ante la enorme cantidad de dinero que acompaaba a
la cinta de vdeo, comenzamos a verla.
Safo apareca nuevamente viva en la pantalla, como
si tuviera la certeza de que no nos iba a acompaar en
[109]

este momento y con unas grandes ojeras que


enmarcaban sus vivos ojos, ahora rojos, oxidados por
el llanto. Me pidi... perdn... por lo que iba a ver,
volvindome a repetir de nuevo que me quera. Por
mucho que me lo repitiera no terminaba de cansarme,
en una mezcla de vrtigo y orgullo, porque era a m a
quien quera.
Al comenzar la grabacin propiamente dicha, la
calidad de la cinta tuvo un bajonazo de consideracin,
mostraba una gran cama rebosante de cojines en el
centro de una sala, ms teraputicos que decorativos:
se mezclaban cojines lumbares, con cervicales, con
forma de rollo. Surgi de pronto en el fondo de la
escena un joven o una joven de cuerpo grcil, con unos
pequeos senos que contrastaban con un considerable
atributo masculino, ambos mostrados de perfil. Un
movimiento leve nos hizo percatarnos de que en el lado
derecho de la escena se alineaban una serie de sillas,
ocupadas desde nuestra visin por piernas que se
movan intermitentemente, evidenciaba por tanto que
la cama era un escenario que se encontraba rodeado
por una platea de espectadores, al menos en una de
sus mrgenes, quedando ocultos los rostros de los
espectadores.
Nat me aclar como en una splica, que en ese
momento no entend, algo que yo intua, el joven era
un travesti.
Y comenz el espectculo... Empezando por el
extremo de la cama y siempre de perfil a nosotros,
ocultando con su media melena su rostro, comenz a
[110]

reptar, restregando su lucido miembro con las sbanas


hasta llegar al centro de la cama, donde con un descaro
natural a la accin se escupi en la mano para empezar
a recorrer toda su verga que, animada por el contacto,
comenz a cabecear dotndose de vida propia. Primero
lentamente, luego vigorosamente, arqueando su
cuerpo para adquirir ms impulso. Mientras su mano
izquierda abra cuidadosamente las nalgas mostrando
un orificio casi femenino por donde con suavidad y
maa comenzaba a introducir sus dedos, hasta
perderse en su interior mostrando su delicada mueca
que en un movimiento circular pareca intentar huir
de la trampa donde todos sus dedos estaban
encerrados.
Con el calentn consiguiente no observ hasta que
no se unieron al centro de la escena, cmo tres pares
de piernas haban abandonado sus asientos y sobre
ellas se erguan tres cuerpos, grotescos y blandos;
suponiendo que hubieran tenido en su da alguna
vitalidad, la vida se haba cobrado sus intereses. Junto
a nuestro/a joven, parecan de una especie distinta,
contrastando con su elegancia y elasticidad, de la que
segua haciendo gala, rozando con sus labios la punta
de su miembro mientras su mueca pugnaba por
introducirse ms en l.
Yo miraba de soslayo a Nat, ambos sin pronunciar
palabra. Pero mi mente masculina, aparte de dramas
humanos y en consonancia con mi sexo, me peda
marcha. En cierta forma mi excitacin sufri un
bajonazo cuando reconoc a los personajes, nada ms y
[111]

nada menos que el Presidente del Banco Nacional, el


Fiscal del Estado y el dueo de los dos peridicos ms
importantes del pas!... Puse al corriente a Nat que, sin
conocerlos, comprendi el alcance del documento que
poseamos Sus repulsivos cuerpos rodearon al
protagonista y en un espectculo obsceno comenzaron
a sobarlo, mientras l, ajeno a ello, continuaba hecho
un ovillo sobre su sexo mientras se afianzaba en su
culo. Bruscamente desenredaron el ovillo y como
habindolo estudiado tumbaron a la vctima para, sin
demora y en un carrusel nada ertico, comenzar a
profanar uno a uno todos sus orificios Y, aunque
faltos de agilidad, la rueda no perda ritmo. Pasaban
con un orden, al principio prefijado, de encularle a
meter sus sexos, de dos en dos, en la boca del pasivo
efebo, mientras le araaban y azotaban, azuzndole
como si de un pura sangre se tratara para que saltara
todas las vallas... En un momento dado, los dos ms
voluminosos le izaron en el aire y, mientras el tercero
morda con fruicin su verga, enfundaron al unsono
las suyas en su escueto culo. Afortunadamente, la
grabacin no tena sonido, pero el dolor tuvo que ser
insufrible. Aquello me pona muy nervioso, ya no haba
cabida para la excitacin, no era una violacin
propiamente dicha, ya que no ofreca resistencia, pero
no era agradable, bastaba con verlo.
Despus de elevarlo y bajarlo durante un breve
intervalo de tiempo, sin mediar palabra se lanzaron
sobre el sexo del joven que comenzaron a sorber al
unsono, uniendo sus salivas en un rito inicitico, que
[112]

termin con la corrida del torturado sobre sus alegres


rostros.
Le abandonaron en una esquina de la cama, para
continuar entre ellos la macabra escenificacin
Nunca hubiera imaginado que la figura descrita por
Safo, de un ministro que se la chupa a un periodista
mientras encula a un fiscal, fuera cierta, pero ah
estaba y no haba acabado, ms piernas con cuerpos
tan deformes como los anteriores pero con rostros tan
conocidos aparecieron en escena, esta vez no slo
hombres, tambin arrugadas fminas representantes
de lo ms rancio de la sociedad se solazaban sobre
nabos, cabalgando, chupando, arropndolos con sus
coos y sus culos en un espectculo que recordaba la
noche de Walpurgis.
Mis ojos se dirigieron al pobre ovillo, al muchacho
que en el borde la cama, ajeno a los ajetreos en
derredor, asista a la escena, sin pena, sin dolor, sin
asco, sin expresin en su cara. Su cara. Me aproxim
al televisor. Manose los mandos del vdeo. No daba
crdito Mir a Nat que, con una tristeza infinita,
susurr:
- S, es Safo.
Era ella, o l, no s, no comprenda nada, pero en
mi interior lo entenda todo, era ella con diez aos
menos, con un aspecto ms varonil del que yo le
recordaba, pero era ella.
***
[113]

- Quieres un caf, gallego?


- Eh, s, gracias, pero baja al bar, no lo subas de
mquina, vale?
- Joder con el inspector! Desde que has ascendido te
crees alguien. Bien que le dabas a la mquina antes!
Ahora el seor slo del bar.
- No me jodas, Socullamos, que sigas pelando
guardias sujetando el trabuco no es mi problema,
joder, haber estudiado, como yo!
- Nos ha jodido el listo! Y qu hago con la parienta
y los nios, los facturo al pueblo? - contest
Socullamos.
- No me cuentes tu vida, no haberte casado y
tendras todo el tiempo del mundo para estudiar,
tonto de los cojones!
- Inspector Salgueiro - interrumpi otro nmero de
la nacional - le llama el comisario.
Me gustaba aquello de inspector, para qu negarlo.
Con una sonrisa dirigida a Socullamos me fui al
despacho del jefe.
[115]

- Da su permiso?
- Pase y sintese, Salgueiro. Ser directo. Nunca me
ha gustado usted. Entindame, no me parece
preparado para inspector de homicidios, para trabajos
administrativos no haba pega con usted, pero me temo
que, aunque ha aprobado la oposicin, no ha nacido
para esto.
Como buen gallego puse cara de lamprea, esto es,
mirada fija sin ningn tipo de expresin en el rostro,
con una media sonrisa seria decorando mi cara, o sea,
imperturbable. La procesin iba por dentro, y no haba
mucha razn para ello, tena cincuenta y dos aos,
nunca haba estado casado, careca de modales, de
fsico, de carcter, la seguridad en m mismo era
semejante a mi determinacin: ninguna. En suma,
haba perdido hace tiempo toda la autoestima
necesaria para seguir tirando del carro. Por eso toda la
pseudobronca del gilipollas aqul me la traa
pendulona.
Hablando de pendulona, era de lo nico que me
encontraba orgulloso, mi cimbra, que con sus treinta y
dos centmetros era un poema, pero que, con los aos,
ya costaba ms llenar de sangre. Mientras el gilipollas
segua con su introduccin-destruccin, record que me
haba dado mucho placer y muchos disgustos.
De joven, en el pueblo, pensaba que todos los
cativos la tenan igual, pero el da que se me ocurri
ensersela a Lala, la del almacn, comprend por el
brillo de sus ojos que tena algo de especial. Se
[116]

agarraba a ella como un koala y sus manos trepaban y


trepaban por ella hasta que la bicha le escupa en la
cara y le pringaba el cuello y el vestido. A Lala le
encantaba al terminar de ordermela y despus de
limpiarla cuidadosamente - ella deca que para no
prearse -, introducrsela morcillona que, por otra
parte, era la nica manera de alojarse la mitad sin
hacerse dao, pero, claro, Lala tena doce aos y yo
once. Con el tiempo Lala se fue de la lengua y se lo
coment a Rogelia y a Marina, las dos hermanas de la
casa de la carretera. Y as, pude conocer lo que era un
concierto a seis manos y tres bocas. Entonces era feliz,
qu ms poda pedir un chaval de doce aos que todas
las tardes, despus de dejar la cartera en casa, vaciaba
todo su contenido en tres virginales bocas que, vidas,
tomaban su merienda diaria. El tiempo fue pasando y
las bocas infantiles se volvieron adultas y ms vidas.
Raybamos los diecisis aos cuando un da, en el
pajar de las hermanas, Rogelia, la ms atrevida,
aunque todas lo eran, me pregunt si se la haba
metido alguna vez a alguien. Como quemado por el sol
me sonroj, y asent. Mi to ngel tena una ternera,
la rubia, y ella haba sido la primera en probar mis
incipientes treinta centmetros. Desde entonces, cada
vez que me vea, me segua emitiendo dulces gemidos.
Rogelia no se lo pens, de un tirn arranc sus bragas
y como una ternera an ms rubia que mi rubia se
puso a cuatro patas, y ladeando su cabeza me pidi que
se lo hiciera. Todava con mi verga goteante, no haban
pasado ni cinco minutos del concierto a flauta para seis
manos y tres bocas, intent introducirme en ella, que
[117]

se revolvi enfadada, pon tu carallo en mi culo no en


la figa, yo ir virgen al matrimonio!, protest
cabreada. Sub unos centmetros la punta e intent
introducirme en su culo, pero su virginidad anal me
impeda el acceso. Lala, sin pensarlo, se lanz a su
agujero, ensalivando todo el exterior, mientras sus
manos me agarraron como una tiza que intentaba
poner a punto mi palo de billar, consiguiendo una
rigidez satisfactoria. Marina, para mi estupor, empez
a mordisquear los pechos de su hermana, pellizcando
sus pezones con sus blancos dientes de leche. Rogelia
grua de placer, mientras Lala introduca mi ariete
en sus entraas, ... poco a poco...!, ordenaba a sus
compaeras, de manera tajante, pidindoles que
sujetaran mi empuje con las manos. Con lo que me
encontr con cuatro manos que sujetaban la base de mi
palo mientras Rogelia, muy mandona, ordenaba:
Quita un dedo!. As los veinte dedos dejaban paso a
diecinueve, lo que me llevaba a introducirme un
poquito ms. Rogelia suspiraba y, como poseda, iba
ordenando a intervalos regulares mientras revolva su
culo: ... quita otro, quita otro. Yo, obediente, al
liberar centmetros iba tomando posesin de ella,
introducindome poco a poco. Lala, para ayudar a la
digestin de verga, comenz a pellizcar su figa, lo que
llevaba a Rogelia a pedir ms. Dame ms!. Yo iba
perdiendo el control, era increble todo lo que poda
metabolizar su culo. Toda la coreografa, como
ensayada, iba poco a poco alcanzando su clmax, slo
quedaban los diez dedos de Marina sujetando mi
empuje. Pero mi mano, que hasta ese momento,
[118]

estrujaba frenticamente las tetas de Rogelia, no tuvo


otra ocurrencia que aposentarse en el sexo de Marina,
que hizo los coros a los murmullos de su hermana.
Todo hasta que mi ndice y mi corazn se clavaron en
su cltoris, lo que llev repentinamente a que Marina
dejara de sujetar mi sexo para aplicarse al suyo.
Resultado, los treinta centmetros de golpe y de tirn
se clavaron en el culo de Rogelia que, con un estertor,
quedo encogida en s misma, profiriendo un grito de
dolor que lleg hasta Mondoedo, donde, por cierto,
tuvo que ser atendida de urgencias. Segn dijeron,
desgarramiento anal o, lo que es lo mismo, le haba
roto el culo. Afortunadamente, Galicia es Galicia, nada
trascendi fuera de las familias, eso s, a partir de ese
momento el nico orgulloso de m fue mi padre, pero
mi sexo no volvi a tener oportunidades de ejecutar
msica de cmara en aquel auditorio. Lala lo intent
en alguna ocasin pero su padre, evidentemente Lala
se lo ventilaba regularmente desde que muri su
madre, lo impidi como un amante celoso.
- Me est escuchando, Salgueiro?
- S, seor, le escucho - me sobresalt, cortndoseme
la ereccin en curso: mis erecciones necesitaban un
curso muy largo para conseguir esplendor -. S, seor,
atentamente - ment.
- Bien, pues como le deca, me parece que usted no
est dotado para este trabajo. Pero, es lo que hay,
espero que no me guarde rencor por lo que le he dicho.

[119]

Era imposible guardarle rencor, ya no tena sitio; eso


s, lo poda renovar.
- No, seor, ninguno, intentar hacerlo lo mejor
posible.
- Me alegra su disposicin y espero que contrare mis
expectativas, a las cinco de la tarde tenemos una
reunin para hablar de un caso, le espero.
- A sus rdenes, seor - respond, abandonando la
habitacin.
Mir el reloj, eran las tres y pico, decid meterme
entre pecho y espalda un pincho de tortilla con
pimientos de padrn. Cojonudo para mi lcera!,
pens, mientras entraba en el desconchado ascensor
gris que renqueante nos mova por las plantas de la
comisara. Siempre he pensado que la Administracin
deba tener interioristas que hacan que los ascensores
casaran con los edificios, o quiz era al revs?
La calle Leganitos estaba llena de baretos, pero yo
siempre me inclinaba por OMouio, ubicado
enfrente de dos salas de baile, Quimera y Charada,
en los que rezaba un cartel, slo parejas. Socullamos
me abord desde la barra:
- Qu pasa gallego pata susia?, te veo un poco
despeinao.
Evidentemente era una alusin graciosa del tonto
de los cojones, yo era bastante calvo, cuatro pelos en
guerrilla que trataban de cubrir un territorio tan
amplio que el enemigo no tardara en barrer.
[120]

Ped mi tortilla, los pimientos y el rioja y me sent


en la mesa junto a la ventana, pasando de mi ex. Hay
que aclarar que lo de ex no se refiere a que hubiera
mantenido ningn tipo de relacin sexual con
Socullamos -pobrecito, sonre, le entierro los treinta y
tantos en el culo y le mato-, sino porque habamos sido
compaeros de guardia y oficina durante aos, desde
que entr en el Cuerpo. Pero yo luego pas a
subinspector, y ahora haba aprobado el ascenso a
inspector. Y eso, Socullamos no lo perdonaba.
- Con tu pan te lo comas gilipollas, qu se habr
credo el imbcil? - o que protestaba mi ex, desde el
fondo.
Examin los pimientos, unos, largos y delgados,
otros, gordos y rechonchos; era como una ruleta rusa
gastronmica, cul iba a reventar en mi boca, cul me
iba a sorprender con un dulzor frutal? Eran como la
vida. Cerr los ojos y fui comiendo uno a uno, notando
a intervalos el calor y el dulzor en mi boca, coreados
por cortos tragos del fuerte rioja a granel. En estos
sudores andaba cuando, al abrir los ojos, mi vista choc
de nuevo con el cartel de solo parejas.
Estrictamente hablando, haba tenido muy pocas
parejas, seguramente la longitud de mi sexo y, como
dira Freud, mis primeras relaciones sexuales, haban
condicionado para siempre mis futuras relaciones que,
a partir de la adolescencia, haban sido prcticamente
de pago y en grupo. Algo lgico, ya que cada vez que
tena una cita con una chica y palpaba aquello, con
[121]

estupor lo volva a dejar en su sitio, con el consiguiente


dolor de testculos inherente a los prembulos. Aquello
me convenci de que lo mejor era buscar profesionales
que supieran orquestar el instrumento. Y esto tampoco
era fcil, ya que al no hacerlo por gusto y conocer los
efectos secundarios de mi V-1 solicitaban tarifa
extra, dada la mayor especializacin.
Solo la Susi haba sido mi pareja. Pero Susi me
quera, recuerdo la cara que puso la primera vez que
vio a mi acompaante, se qued... cmo era aquello?
Ella era de vila, muy devota de Santa Teresa de
Jess y al verla, me dijo que se haba quedado
transfigurada. Los comienzos fueron buenos,
siempre que tena oportunidad se abrazaba a l, lo
besaba, lo recorra y lo chupaba con fruicin, pero a m
lo que ms gustaba era que cuando me corra se lo
tragaba todo, no lo dejaba en la boca y al menor
descuido lo escupa, no, lo engulla con avidez, como
ella deca es tu jugo y me gusta bebrmelo, slo eso
ya haca que tuviera ganas de correrme otra vez Los
meses pasaron y yo cada da le peda con ms avidez ya se sabe que el gnero humano, y con mayor
incidencia quizs los gallegos, lo queremos todo- que se
convirtiera en la funda de mi porra. Por aquel entonces
acababa de aprobar la oposicin y era un gris ms, en
un mundo gris.
Un da Susi se decidi y nos fuimos a Sepu para
adquirir unos elementos que, segn ella, eran
necesarios para llevarlo a cabo. Sac una lista y
adquiri una toalla de bao, que por un lado rezaba
[122]

Safari y por el otro Miami beach, sobre un fondo de


colores exuberantes; un bote de aceite para nios y
dos tarros de crema hidratante, estos ltimos, uno
para su madre y otro para ella, sin relacin por tanto
con la experiencia transfiguradora que nos esperaba.
Bueno, para no aburrir, el bote de aceite para nios
fue para embadurnar concienzudamente a nuestro
pequeo, y la toalla para enrollarla en la base y con
un fuerte nudo restarle diez centmetros de longitud
quedando an con cierta prestancia. Con sigilo,
estbamos en mi pensin y la duea no era muy amiga
de los escarceos de los pensionados, comenc a
introducirme lentamente en Susi, al principio todo fue
bien. Susi no paraba de repetirme lo bueno que era
aquello, que se la metiera ms, ms fuerte, ms fuerte,
hasta que echando mano a mis pelotas se enred con
la toalla, que arranc de cuajo en el momento en que
yo comenzaba un nuevo embate. Resultado: Urgencias
del Maran, donde gracias a mi condicin de polica
nacional no me meti una denuncia el mdico. Esta vez
el desgarro fue vaginal. Susi y su maltrecha vagina no
quisieron volver a saber nada de m.
Todo esto sirva de explicacin a la melancola que
me produca aquel cartel de solo parejas, este mundo
estaba hecho para ellas, charada o quimera?. Una
lgrima rod por mi mejilla. No, no se trataba de mis
recuerdos, ni de mi sensibilidad en carne viva, sino de
mi lengua, que arda, estos putos pimientos de
padrn de OMouio!, pens mientras apuraba de
un trago todo el rioja que quedaba en el vaso.
[123]

- Bueno, seores, les he reunido aqu...


Siempre comenzaba con la misma letana. Slo que
en esta ocasin, como en buen agosto madrileo, en la
comisara yo era el nico inspector de servicio, por
novato y, por tonto, que asista a la reunin.
- ...como ya sabrn, hace unos meses encontramos en
el estanque de la Casa de Campo un cadver. Era un
sbdito griego que, como recordarn y segn nuestros
datos, se corresponde con Nikolaos Karamaldis, un
mafioso de mucho cuidado de la red de un tal
Konstantinos Kostourakis. Como sabrn, el tal
Kostourakis lleva tiempo intentando introducirse en la
noche madrilea. Posee una red de clubes,
prostitucin, drogas, etc. Pero, hasta ahora, ha sido
imposible echarle el guante. Debe de tener buenos
contactos, porque cada vez que intentamos una
redada, cualquier indicio desaparece y encima nos
vemos obligados a pedirle disculpas.
Yo, mientras l hablaba, apuntaba en un cuaderno,
como si atendiera. Conoca el caso perfectamente. An
era subinspector cuando me toc sacar del lago al
gordo aqul, hinchado como un globo blanco y morado.
[125]

- ...como les deca


El imbcil no dejaba de utilizar aquel plural
incongruente, que yo remarcaba mirando tras de m
cada vez que lo enunciaba.
- en un primer momento pensamos, creo recordar
que llev la investigacin el inspector Salgueiro, no es
as?
Asent y continu tomando notas ficticias con aire
interesado.
- Pues bien - continu el imbcil - pensamos que era
un ajuste de cuentas con las mafias rusas que operan
en los mismos intereses, y por tanto archivamos el
tema. Pero, ahora parece que la cosa se ha complicado
un poco ms, o no, nunca se sabe. Bueno, el caso es que
han aparecido dos nuevos cadveres, han sido
envenenados, se trata de un hombre y un travelo,
ambos desnudos y con muestras de haber sido
violados, sus cuerpos han aparecido en un R-4 amarillo
aparcado cerca del lugar donde encontramos al mafias.
En un principio, y dada la afluencia de maricones,
travests y putas en esa zona de la Casa de Campo, no
dejamos de pensar que era el lgico resultado del caldo
de cultivo de la zona, pero hay un detalle que llama un
tanto la atencin, por las huellas del travest su origen
era griego, y se le conoca en Atenas como Safo y,
curiosamente, segn los datos aportados por la polica
ateniense estuvo ligada sentimentalmente a nuestro
amigo Kostourakis, que le factur a Madrid al
cansarse de ella. Slo un detalle se nos escapa [126]

continu el comisario, que haba conseguido captar mi


atencin - el tipo que estaba con ella era un pobre
funcionario que dej de acudir a la oficina hace unos
meses, pero al que nadie haba echado de menos. Y
ahora nos aparece muerto, lo que hace que no podamos
dar un eplogo lgico al caso. Por esto, Salgueiro,
quiero que se ponga usted con el asunto y le d
carpetazo lo antes posible, encontrando una
explicacin lgica a los sucesos que nos permita cerrar
al asunto, algo que al parecer es del mximo inters
del Jefe Superior de Polica. Por qu?, vaya usted a
saber!
- Muy bien, seor, me pongo a ello, cuando sepa algo
se lo comunicar - respond solcito.
- No me he explicado bien. Quiero que, si hoy es
jueves, el prximo lunes el caso est archivado, con lo
cual su informe el lunes a las nueve de la maana en
mi mesa.
Recog toda la documentacin que me haba
aportado el imbcil y la desplegu en la mesa. Como
un buitre Socullamos cay sobre m.
- Qu te han encargado, algn perro perdido, el gato
del inspector o que se le ha muerto el canario? - todo
seguido de un hiposo gruido que intentaba ser en su
boca una risa.
- No, gilipollas, un crimen de verdad, cmo lo ves?
- No jodas! - dijo poniendo acento vasco, el otro
imbcil -. Venga, ponme al corriente, dos ojos ven
menos que cuatro.
[127]

No s por qu, pero senta cierta responsabilidad en


haber aprobado las oposiciones y l no, era como si le
debiera algo, siempre en mi vida tengo que pedir
disculpas por todo lo que consigo. Le puse al corriente
y
empez
a
husmear
en
el
expediente.
Inexplicablemente se le iluminaron los ojos.
- Coo, gallego, no te lo vas a creer!
Le mir incrdulo, a ver qu gilipollez me iba a
soltar ahora.
- Vers, sabes cmo soy para las caras, verdad?, veo
una y ya no se me despinta, pues, macho, conozco a los
dos fiambres... - se detuvo con una risita chungona -.
Pero, qu saco yo si te lo cuento?
El cabrn me haba picado la curiosidad:
- Qu quieres? - pregunt acojonado, no saba por
dnde me iba a salir.
- Quiero una noche de putas y copas, y claro est,
una mencin especial en el informe que le pases al
comisario, ascenderme no me va a ascender, pero estoy
hasta los huevos de pelar guardias... cmo lo ves?
- Hecho, Socullamos, cuntame.
Tampoco era para tanto, siempre me tocaba pagar a
m las juerguecitas, como disculpa por seguir
ascendiendo, supongo.
- Vers, al tipo le he visto dos veces, aunque la
segunda vez que le vi no recordaba la primera. Te
cuento, estaba hace unos meses, sera en primavera
[128]

calculo, si te interesa puedo mirar en los partes de


guardia...
- Sigue, coo! - le increp, me sacaba de quicio,
extendindose, como siempre, innecesariamente.
- Vale, vale, pues eso, seran las cinco de la maana
y le vi como llamaba en la pensin de enfrente.
- La de las putas? pregunt.
- S, la de las putas, pero como ya no eran horas, a
las cinco estn ya todas ocupadas o durmiendo,
abandon la entrada de la comisara y me fui hacia l.
Pero, cuando me acercaba, le abrieron y ya no supe
nada ms de l. Hasta unos das despus, que otra vez
estaba pelando guardias, ves lo que te digo, todo el
puto da de aqu para all haciendo de perro guardin.
- Sigue, coo!, Socullamos, joder, contina.
Estaba jodindome vivo con toda esta palabrera.
- Vale gallego, pues eso, estaba en Barajas en
Salidas Internacionales, ya sabes que los jueves hago
control de pasaportes, todo el da en la garita...
- Tu puta madre!, te voy a endiar una patada en el
carallo
- Vale, vale, pues eso, en ese momento no ca, pero el
mismo tipo me entreg el pasaporte, y yo no dejaba de
darle vueltas, de qu le conozco?. Pero no me dio
tiempo a seguir, recogi el pasaporte y balbuceando
una excusa de un paquete que haba olvidado o no s
qu leche, se retir de la cola y corri hacia los
mostradores de las compaas areas. Bueno, pens,
[129]

ya volvers y me acordar de qu te conozco. El caso


es que no le vi ms.
- Explcate, que me pierdo, pero, entr por Salidas
Internacionales o no? - pregunt un tanto quemado.
- Te he dicho que no, que recul con la excusa de que
tena que recoger no s qu. Le vi sospechoso, pero
como no intent pasar el control de pasaportes, le dej
ir, de qu le iba a acusar?, de histrico?
- Ya, pero dnde iba, lo recuerdas?
- S, iba a coger, segn vi en la tarjeta de embarque,
un vuelo hacia Atenas, pero ya no lo volv a ver entrar.
- Y al travelo? De qu le conocas?
- Pues ah voy, curiosamente, viva en el portal del
piso de las putas, en el mismo que vi entrar al pringao
de antes, pero yo no saba que era un travieso, incluso
alguna vez algo le dije, estaba maja la morenita, hoy
en da nunca se sabe.
- Vale, Socullamos, me has ayudado mucho, ahora
djame que tengo que pensar sobre todo esto. Si esto
sirve, te debo una.
- Te debo una, te debo una, claro que me la debes,
gallego pata susia. No te jode!, le cuento todo lo que
s, que es casi medio caso resuelto y ahora me viene
echando con cajas destempladas porque tiene que
pensar. Si es que soy gilipollas, para qu le habr
contado nada - voceaba mientras se alejaba sin dejar
de gruir, remarcndolo con un portazo que casi me
vuela todos los papeles.
[130]

Bueno, el funcionario estaba identificado y era


notoria su relacin con el travelo, originario de
Atenas, lugar hacia dnde aquel cogi un vuelo.
Descolgu el telfono y despus de un par de
llamadas me pusieron en contacto con un tal
Sakelarios, mi homnimo ateniense, quien me puso al
cabo de la calle de las actividades de Kostourakis y de
su relacin con mi travest. Le cont que haba
aparecido muerto por envenenamiento junto con un
individuo sin relacin alguna, al parecer, con la red
mafiosa. Con ms paciencia, que conocimientos, dado
que su ingls era tan malo como el mo, y mi
conocimiento del griego igualaba a los suyos de
castellano, me refiri, aunque sin conexin clara, un
suceso acaecido en las fechas en que mi funcionario
viaj a Atenas y en el que estuvieron implicados dos
sicarios de Kostourakis y un ordenanza del Museo
Arqueolgico de Atenas. Al parecer, segn el informe
al respecto que me envi por fax, los dos sicarios
haban intentado robar en el Museo, a plena luz del
da; y el ordenanza les hizo frente, muriendo los tres
en el intento. Evidentemente, ni Sakelarios ni yo,
cremos la versin oficial. Haba muchos cabos sueltos,
uno era la filloga del Museo, no haba dado noticias
de vida y su despacho estaba acribillado a balazos. Su
familia, de origen ingls y mucha influencia,
aseguraba que estaba de viaje de estudios en Oxford.
Si a esto unimos la declaracin del guardia de
seguridad, quien afirmaba que todo el tiroteo tuvo
lugar en el jardn del Museo y que al despacho de la
[131]

seorita Evans, as se llamaba la inglesa, no haba


entrado ms que un extranjero que pareca conocerla.
Mi funcionario?.
Mi mente gallega, y por tanto muy ordenada, no
daba mucho de s, pero as se las colocaban a Felipe II,
todo lo que preguntaba me iba siendo respondido, y
todo cuadraba con una facilidad pasmosa, no en vano
haba pasado muchos aos dedicado a expedientes
administrativos, lo que te ensea que estos cumplen
unas reglas inamovibles, si no media prevaricacin
claro, despus de un trmite viene otro, precedido por
una serie de requisitos que se han de cumplir para
seguir su decurso. Como deca un compaero de
academia, un trmite llama a otro y cuando estn
todos se cierran en s mismos.
As las cosas, tenamos fechas y personajes, haba
que seguirles la pista, conociendo ms o menos las
fechas en que tuvo lugar la conexin ateniense.
Supliqu a Socullamos, que estuvo encantado, para
que se enterara con qu nombre y con quin viaj el
funcionario a Atenas. Aquello le pareci que anunciaba
su carrera de investigador y en quince minutos
estaban sobre mi mesa fechas de salida, nombres y, lo
ms curioso, fechas de vuelta. Al parecer, nuestro
hombre, el funcionario, viaj solo hacia Atenas aunque
en la reserva de los billetes estaba hecha a nombre de
los seores Martnez, pero, al parecer, la seora
Martnez no se present a ltima hora. Pero,
curiosamente, pocos das despus, volva a Madrid con
[132]

la seora Martnez, procedentes de Atenas. Quin


era la que, no yendo, volvi con l?.
Era factible suponer que quien le iba a acompaar
era nuestro travieso, quien no fue al parecer, y slo
una pieza sobraba en el puzzle, suponiendo que
nuestro hombre fuera el extranjero que acudi al
museo segn el segurata, podamos deducir que la
mujer que volvi con l fue la misteriosa seorita
Evans que, segn sus padres, estaba en Inglaterra.
Aqu ya las cosas no eran tan Felipe II como antes,
haba avanzado pero como deba pasar siempre, ste
era prcticamente mi primer caso, a la misma
velocidad te ves metido en un callejn sin salida.
Saqu la agenda y en la B estaban las hermanas
Bez, las llam y concert una cita. En casi todas las
situaciones de la vida, cuando me encontraba un tanto
saturado y no vea salida, llamaba a mis hermanas
Bez, que me la chupaban y, por arte de magia, mis
pensamientos, ms sosegados, se ordenaban; adems,
haba tenido un da muy calentn, recordando en poco
ms de quince minutos prcticamente todas mis
experiencias sexuales.
Qu decir de las hermanas Bez, cincuentonas,
rechonchitas, muy tetonas y con una cara que tuvo que
ser muy bella en su juventud, y encima gemelas. Por
seis mil pesetas, ahora con el redondeo, me haban
jodido subindolo a sesenta euros, me la chupaban al
unsono, dando as cancha a mis desvaros
adolescentes que me privaban del placer de una sola
boca. Muy duchas en la materia y sin pnico en sus
[133]

ojos, nos acogan a m y a mi verga con absoluto


regocijo, sin amor, sin besos, pero con mucho cario la
acunaban como al nio que nunca tuvieron,
chupndola concienzudamente hasta exprimirla por
entero, y dado que haba confianza entre nosotros
sorban hasta la ltima gota a traguitos compartidos
con liturgia sexual. La verdad es que se calentaban
bastante. Por lo que, despus de correrme sobre
ambas, se dedicaban a magrearse, segn decan ellas
sin mariconadas, porque les repugnaba la
homosexualidad y adems eran hermanas, pero les
pona a cien mi instrumento y aunque excitadas, no
podan metrsela por los daos colaterales inherentes
a su envergadura. Yo me sola hacer una paja mientras
se sorban los jugos la una a la otra, o pasaban de boca
a boca la esplndida racin de semen en ellas
depositada. Tenamos, amn de una relacin mercantil
claramente determinada, una relacin slida, eran
capaces de dejar cualquier cliente por m, lo que me
halagaba. Incluso nos hacamos hasta regalos de
cumpleaos: yo siempre sala perdiendo, tngase en
cuenta que ambas cumplan aos el mismo da, y ellas
con un regalo me solucionaban. Pero no quiero ser
injusto, el ao pasado coincidiendo con mi ascenso me
regalaron un chaleco antibalas; al principio me qued
perplejo, pero, como luego ellas me explicaron, era una
inversin en el fondo, no podan permitir que, aunque
el Ministerio del Interior inexplicablemente para ellas,
y para todos, no los suministrara como parte del
equipo, yo no pudiera disponer de uno que
salvaguardara a uno de sus mejores y ms queridos
[134]

clientes, aquello me emocion y fue lo ms cercano que


sent a un cierto amor hacia una mujer, bueno, dos en
este caso, aunque yo las senta como una sola.
Estaba en la fase de la paja cuando se hizo la luz.
Pensando en el caso que me ocupaba, decid
decantarme por lo que no me interesaba, para as
intentar dilucidar lo que me interesaba realmente. As,
carecan de inters inmediato las amistades, si las
tena, ni su trabajo de funcionario, pero s echar un
vistazo al domicilio que figuraba en su DNI, que
inexplicablemente haba sido pasado por alto en las
pesquisas preliminares y en ste poda encontrar el
pegamento que comenzara a unir la historia... Dej los
euros en la mesilla mientras las hermanitas se
retorcan comindose sus respectivos coos.
Recordaba la direccin, calle Ricardo Ortiz; esto
estaba entre la Elipa y Ventas, eran slo las siete de la
tarde, pronto para volver a mi cuartucho. Me cost
encontrar el portal, su entrada era posterior a la calle,
lo que me oblig a preguntar en una pescadera, un
quiosco y una panadera a punto de cerrar. En esta
ltima, me llam la atencin un dependiente, primero
por su desgarbo y despus por su simpata, no quedaba
gente as, seguramente sus carencias fsicas se
complementaba con un carcter franco y abierto.
Responda al nombre de Antonio. Le ense la foto del
cadver de mi funcionario y lo reconoci al instante, no
dej de hablarme maravillas de l, me puso al
corriente de su vida y milagros, que en nada
cuadraban con la cierta idea que me haba hecho de l
[135]

y mucho menos con su relacin con un chico-chica. Al


preguntarle cundo le haba visto por ltima vez, una
duda surgi en su rubicunda cara.
- La ltima vez que le vi... fue en primavera, me dijo
que se iba a Grecia. Y desde entonces...
- No le des vueltas, Antonio.
Me choc mi aplomo, hasta el momento le haba
dejado creer que yo era un familiar lejano que no saba
nada de l hace tiempo; deslic mi mano en el bolsillo
y saqu la placa. Su bigotillo se crisp para luego
distenderse, un sincero pesar cruz su rostro.
- Ya saba yo que esto no poda acabar bien, le vi
muy mal la ltima vez.
- Cundo fue esa ltima vez? La verdad, por
favor..., es por tu bien.
Atropelladamente me refiri su ltima vez, que
luego resulto ser la penltima, cuando dos tipos
extraos preguntaron por l, y la ltima, quince das
atrs.
- Vino de improviso a ltima hora de la tarde, me
pregunt por una chica, una tal Nat, que si haba
venido buscndole. Le juro seor comisario...
- Inspector - le cort yo - inspector Jess Salgueiro,
Suso para los amigos.
- Pues eso, le vi nervioso pero en cierta forma feliz,
vena con una chica muy mona, de estas que se llevan
ahora, que no se sabe si es chico o chica, ni tetas, ni
culo, ni na.
[136]

Me caa simptico el to, por lo que no me cost rerle


la gracia.
- Al grano Antonio, qu te contaron? - le ped con
mesura, disimulando mi impaciencia.
- Pues nada, eso, preguntaron por la tal Nat, yo le
dije que no saba nada de ella y... se fueron.
- Me caes bien Antonio, no me gustara tener que
llamar a una lechera y llevarte a la comisara,
seguro que nada ms?
Su bigote se haba convertido para m en un detector
de mentiras y como un polgrafo capilar comenz a
respingarse continuamente.
- Bueno, me dejaron una bolsa - murmur mirando
hacia la bandeja de los phoskitos, teidos del azcar de
los donuts, que intent apartar con una ua.
A trompicones, fruto de la cojera que repercuta en
todo su cuerpo, como si sonara el himno nacional, se
dirigi hacia la trastienda, de la que acto seguido, y
despus de unos cuantos ruidos, trajo una bolsa de
deporte recin comprada, que, por su peso, haca que
el himno no sonara como en la versin anterior.
Cuando intent abrirla, sostuve la cremallera.
- No, es mejor que sea abierta en comisara. Lo
siento, cul es el piso de nuestro amigo? - pregunt a
modo de despedida.
- El 5 A. No me va a decir qu hay en la bolsa?
Le sonre y me encamin al portal. Entr
aprovechando la salida de los cubos de la basura,
[137]

salud al sudamericano encargado al objeto y pens,


No todos vienen a robar como dice Socullamos, y ya
cansado comenc la ascensin al quinto piso, sin
ascensor, claro, un pasamanos en aluminio recin
instalado mostraba el envejecimiento de los vecinos,
econmicamente incapacitados para conseguir un
elevador. No pude dejar de pensar en plataformas
mviles, rampas deslizantes, aviones privados, papas
y jeques rabes... Empapado en sudor llegu al ltimo
piso, el silencio lo llenaba todo, aunque no era de
extraar, agosto en Madrid es as. La cerradura estaba
saltada. Dej la bolsa en el suelo, me enfund unos
guantes de plstico y saqu la pistola, nueva por otra
parte, era lo nico virgen que haba tenido en la mano
en toda mi vida, compaera de veinte aos y nunca
usada. Empuj con la mano izquierda mientras
apuntaba con la derecha, la puerta se abri, ansiosa de
3 en 1, el silencio y la penumbra eran parejos,
evidentemente no haba nadie, las casas suenan
diferentes al estar huecas de vida. Recog la bolsa y
cerr detrs de m. Se colaban las ltimas luces de la
tarde por las rendijas de la persiana enrollable del
saln. Ante mis ojos adivin un sala alargada cuatro
por dos metros, estos ocupados por un ventanal
subrayado por un sof que en barricada cubra su
parte baja, la pared ms larga ocupada por una
estantera de obra, sin duda antes repleta de libros,
que ahora inundaban el saln absolutamente revueltos
por el suelo. El funcionario era tambin un intelectual,
calculo que tena ms libros que todo el barrio junto.
[138]

La pared de la izquierda mostraba una abertura que


daba acceso a tres puertas en hall, dej la bolsa sobre
el sof, sorteando el desorden reinante, y cogiendo la
pistola con las dos manos me encamin hacia ellas,
izquierda, bao exiguo que haba sido registrado
exhaustivamente, derecha, dormitorio convertido en
salita de estudio, ms libros, todo tirado por el suelo,
de frente, el que adivin como dormitorio principal, con
ventana en recodo, cuyo resplandor mostraba an ms
desorden que en las estancias anteriores. Sobre la
cama... un cuerpo cubierto ligeramente por una
sbana. Baj todas las persianas para acallar
cualquier vestigio de mi presencia en la casa y encend
todas las luces. El pelo de la joven, era una mujer,
ligeramente trigueo caa revuelto sobre su cara, lo
apart con cuidado buscando en su cuello algn resto
de vida, algo improbable por la postura del crneo,
tena el cuello roto. Tir de la sbana, mostrndose un
cuerpo joven, treinta y pocos, bonito, muy bonito, lleno
de vida, pero ahora carente de ella, y dada su
temperatura no haca mucho tiempo, cuatro, a lo ms
cinco horas. Mi dedo recorri su costado hasta llegar a
sus caderas, que empuj levemente hasta poner de
frente su sexo, que evidenciaba muestras de haber sido
usado repetidamente sin consentimiento de su
propietaria, semen y sangre an fresca como en trazos
surrealistas se dibujaban en la parte interna de sus
muslos, gir su cuerpo con cuidado y observ los
mismos rastros en su culo, que se presentaba
desgarrado. Siguiendo mi examen ocular y dado su
[139]

cuello roto, no tuve que volver su cuerpo para abrir su


boca, que mostraba a las claras tambin restos de
semen en su lengua y dientes. Reparando en su rostro
mi mano solt con sobresalto su cabeza..., aquella
cara..., extraje la foto de los amantes asesinados,
compar la cara del novio del funcionario con la chica
y si no hubiera sido porque el primero viva desde hace
dos das en el depsito, hubiera pensado que era la
misma persona. Evidentemente la gentica haba
dejado marcado que ambas personas procedan de la
misma espiral de ADN.
Saqu un cigarrillo, volv al saln intentando
encajar la historia, busqu en mi chaqueta las cerillas,
topando con el informe enviado por mi colega
Sakelarios. Mis ojos recorrieron el ingls rancio del
heleno. La descripcin de la tal seorita Evans era la
del cadver. La euforia me posea, mi primer caso serio
y todo iba cuadrando, pero sin argumento. Encend el
cigarrillo mientras jugaba con la cerilla Vamos a ver,
el funcionario estaba enrollado con el travelo, que
tena negocios con Kostourakis. Ambos planearon salir
de Espaa deprisa y corriendo, quiz tuvieron algo que
ver con la muerte del capo de ste, Nikolaos. Pero por
alguna razn slo mi funcionario pudo huir, para
encontrarse en Atenas con la hermana? de su amante.
Ambos vuelven a Espaa acosados por el mafioso. Por
alguna razn se separan, l se reencuentra con la tal
Safo y son violados y asesinados, mientras que mi
vecina de la habitacin de al lado corre la misma
[140]

suerte por separado Slo faltaba saber el por qu de


todo. Quiz en el piso estaba la explicacin, algo que
descart al instante al observar el desorden reinante,
si haba algo, ya no estaba. Rebusqu en el dormitorio
intentando encontrar algn objeto personal del
cadver, nada, ni siquiera su ropa interior.
Me reintegr al sof, afil la punta del cigarrillo
hasta hacer caer la brasa al suelo, que apagu
inmediatamente, colilla y cerilla maquinalmente se
encontraron en el bolsillo de mi pantaln. Nunca me
haba gustado su color marrn ni su corte de pinzas,
pero desde que conoc a Susi y dado mi sueldo, me
vesta en Sepu. Apoyado de costado y con la mirada en
el gotel resquebrajado del techo, intentando hilar
ideas, me interrumpi el crujido del nylon de la bolsa,
que vidamente abr de inmediato..., dinero, dinero,
mucho dinero, ni en los telefilmes de secuestros haba
visto tanto, cunto?, un milln, dos millones de
dlares? Debajo dos cintas de vdeo, una cartula
marcaba Safo, la otra para Nat. En la estantera de
obra, televisor y vdeo me daban la llave para seguir
completando el guin. Eleg, por proximidad de
hbitat, la cinta a nombre de la vecina muerta, que
al fin y al cabo era la destinataria de la bolsa.
Media hora despus consegu conectar televisin y
vdeo, la tcnica no era lo mo. Despus de la nieve
preliminar, la cinta mostraba el rostro de mi
funcionario, lleno de vida esta vez. Su declaracin fue
completando todas las lagunas que corroboraban mi
composicin preliminar. Aunque no lo mencionaba,
[141]

infer que su separacin en su vuelta a Espaa haba


sido inducida por Safo que no quera que su hermana
se viera implicada en la trama. Prefirieron afrontar
solos las consecuencias y no implicar a Nat. Pero,
evidentemente, Kostourakis quera la otra cinta de
vdeo y el dinero de la bolsa, y aunque ellos se
prestaron a ser esclavos de ste, no slo acab con ellos
sino tambin con la hermana, pero no pudo conseguir
la bolsa que obraba en mi poder.
Con buen criterio pensaron que tanto la cinta como
el dinero seran un salvoconducto para Nat, y por ello
intentaron hacrsela llegar pero, a la vista estaba,
haba sido intil.
El final de la cinta describa cmo era su vida a las
rdenes de Kostourakis. Hablaba de una red de locales
clandestinos, pero legales, en los que conocidas figuras
del mundo poltico, econmico, judicial, periodstico...,
la lite, en suma, daban rienda suelta a sus instintos
sexuales utilizando esclavos a tal fin.
Evidentemente, y dados los datos de laboratorio
sobre la autopsia de ambos, tenan que haber sido
envenenados para ser violados mientras moran en
una sesin necroflica que habra sido el smmum de
xtasis para esta lite insatisfecha Se despeda de
Nat perdiendo los papeles, dando paso su serenidad a
un sollozo entrecortado, en el que la peda disculpas
por meterla en esto, y le rogaba que desapareciera con
la cinta y el dinero a emprender una nueva vida, sin
buscar venganza ni publicidad para el asunto. Dada la
talla social de los implicados, no haba nada que hacer,
[142]

slo huir y, si era localizada, intentar utilizar la cinta


como salvoconducto. Los ltimos minutos eran para
Safo que entraba en cuadro colocando en cierto orden
los cabellos del funcionario. Se despeda tambin de
ella, tambin le peda perdn y le rogaba que no
sufriera por ellos, antes estaban solos, ahora se haban
encontrado. Dos personas hasta ahora solas,
tremendamente solas, hubieran sido ms felices si su
vida hubiera transcurrido sin conocerse, sin
atreverse?... Puede que no fuera amor convencional,
era una mezcla de compaerismo, cario, necesidad
vida de aplacar la soledad del otro, curando as la
soledad de uno mismo..., eso s que era un
mandamiento, pens. Hasta a m se me saltaron las
lgrimas, cmo me identificaba con ellos...
Sustitu la cinta por la marcada Safo. Mi asombro
roz la enajenacin. Todas las afirmaciones de la cinta
anterior eran ciertas, todos, uno por uno, los
personajes anunciados estaban all, el periodista
polmico, el juez intachable, el poltico populista, el
piadoso eclesistico... todos y en manos de
Kostourakis.

[143]

Acabada la cinta, salt la imagen conectndose la


televisin, deban ser la nueve, me indic la sintona
del telediario. De forma monocorde se comenzaron a
desgajar las noticias, los israeles han vuelto a invadir
Gaza y Cisjordania, los carros de combate han
enfrentado con fuego real las piedras de la Intifada,
Estados Unidos buscando la Libertad Duradera ha
arrasado Iraq
Venezuela: para recuperar la
democracia, las fuerzas sociales quieren derrocar al
gobierno que democrticamente ha llegado al poder...
Un polica muere en Madrid por carecer de chaleco
antibalas (me acord de mis hermanas Bez)
Nuestro presidente del Gobierno explicando las
bonanzas de su programa econmico, con slo dos
millones de parados que hacan que todos nos
sintiramos ms ricos y prsperos, habiendo crecido
ms que la media europea... Sucesos: .....se han
encontrado los cadveres de dos individuos, un sbdito
espaol y un transexual griego que, al parecer,
despus de haber sido envenenados y sometidos a todo
tipo de vejaciones sexuales, han sido abandonados en
la Casa de Campo en el interior de un automvil. Se
sospecha que se trata de un ajuste de cuentas de las
mafias griegas presentes en esta capital...
Mecnicamente, cambi de canal,
emitan un
programa de cmara oculta, en el que unos infelices
charlatanes eran cazados. Engatusaban a otros
infelices, prometindoles videncias, curaciones
milagrosas, enlaces con el otro mundo. Posteriormente
estos charlatanes eran machacados en directo por
[144]

honestos tertulianos, quienes encarnaban en ellos


todos los males de esta sociedad, acusndoles de
engaar al pueblo, al que robaban su dinero con malas
artes, abusando de la buena fe innata en la gente
Algunos eran los mismos del vdeo, los mismos
periodistas, jueces, polticos, religiosos, quienes
pontificaban contra los pobres infelices timadores.
Mi dedo mecnicamente continuaba recorriendo
canales, ms tertulianos, estos conocidos en los
archivos policiales como acosadores, proxenetas,
drogadictos, asediaban a otros pobres infelices que
buscan la fama a toda costa y que no saben que si no
perteneces a la estirpe de los famosos es imposible
conseguirlo, las castas no permiten el ascenso.
Pens en m, nunca llegara a nada, nunca sera
comisario, nunca sera nada y lo que tena entre manos
dnde me llevaba?
***

[145]

Torrevieja no es Brasil, pero me gusta, el bullir de


gente masa, desconocedores de todo y desconocidos por
todos, buenas y malas personas a las que la ausencia
de dinero y poder hace ms soportables. Pensaba esto
mientras las hermanas Bez una vez ms, pero de
forma siempre diferente, vaciaban mi verga a la vez
que acariciaban primorosamente mis testculos,
ltimamente le he cogido gusto a que me introduzcan
un dedo en el culo y, sin prisa pero sin pausa, acaricien
mi prstata hasta verterme en sus bocas.
Al dejar el piso pens en mi funcionario, un hombre
que se atrevi a vivir, y que me iba a proporcionar una
vida a m. Slo quedaba un cabo suelto. Recal en la
panadera, donde Antonio an trajinaba guardando los
donuts, cornetes y tringulos de chocolate de grasas
polisaturadas en el frigorfico, para venderlos como
frescos al da siguiente. Con su sonrisa me recibi de
nuevo, cmo poda sonrer con su brazo como un
mun recogido sobre su pecho y su pierna que
siempre quedaba a una cuarta del suelo? Le pregunt
por ello y me coment que estaba en lista de espera
para alargamiento de tibia y reconstruccin del brazo,
[146]

pero ya llevaba tres aos, era una operacin muy


compleja y slo se haca por convenio con la Seguridad
Social en Estados Unidos.
- Antonio, nos conocemos poco, bueno, nada, pero voy
a confiar en ti.
Abr la bolsa haciendo visera con la abertura hacia
m, saqu dos fajos de dlares en billetes de mil.
- Aqu van aproximadamente cuarenta millones de
pesetas, quiero que vendas el local, cojas este dinero y
desaparezcas, no me conoces, nunca me has visto,
hazte un cuerpo nuevo y una vida nueva, te lo mereces.
No pregunt nada, cogi el dinero, estrech mi mano
y me sonri con su bigote.
***

[147]

Al da siguiente me present ante mi jefe..., el


imbcil.
- Pase, pase, Salgueiro, cmo van las pesquisas? me pregunt con sonrisita impertinente.
Lo tengo solucionado, imbcil, pens.
- Ver usted, seor comisario, tena razn, no sirvo
para este trabajo, lo mo es el trabajo
administrativo,
el
caso
balbuce
intencionadamente - me viene grande, ni en mil aos
podra solucionar esto, cmo puedo introducirme yo
en los tejemanejes de las mafias griegas? Adems, a
quin le importa una puta y un idiota que se la han
jugado a alguien ms poderoso que ellos? Quin es
capaz de cambiar las cosas? Yo no, he recapacitado y
voy a pedir la baja. Con los aos de servicio me queda
un setenta por ciento de la pensin, y hay que dejar
paso a la gente joven, ya sabe usted...
- Salgueiro, es usted ms listo de lo que pensaba, en
ningn caso pens que de motu propio iba a darse
cuenta de que esto no es lo suyo. Ver usted, hgame
un informe con eso de las mafias, le gustar al
comisario-jefe, hablar con l para ver si le podemos
[148]

conseguir el cien por cien de la pensin, hay que


reconocer que nunca han estado los archivos en la
comisara como cuando los llevaba usted.
Sonre con un halago inexistente.
Con Socullamos fue ms emotivo, el animal hasta
llor, pero, eso s, me hizo pasar una noche de putas
inacabable como pago por los servicios prestados.
Ahora tengo un chalet en Torrevieja, no les dir la
calle, no me gustan las visitas, me he trado a vivir
conmigo a las hermanas Bez que estn encantadas
con tener que chupar slo mi polla, y yo ms tranquilo,
al saber que slo se dedican a ella, se imaginan una
infeccin sobre treinta y tantos centmetros? A
propsito, haba ms de dos millones de dlares en la
bolsa, suficiente para Brasil, pero yo prefiero
Torrevieja, la felicidad no est en el destino sino en el
trayecto, y ste discurre con mucha tranquilidad. Pero,
para empezar el camino hay que atreverse, ellos lo
hicieron por m...
- !Ah! , y que a nadie se le ocurra tocarme los
cojones, an tengo la cinta.

F I N

[149]

AGRADECIMIENTOS:

A Victoria Campo, Eduardo Gaudul y


Sonia Tinkanova, por la depuracin del
texto.
A Safo .............................................

[150]

El autor es natural de la Elipa,


satlite del asteroide Madrid.
Siempre dese vivir una vida que no fuera la
suya y solo lo consigui por medio de la
literatura. Todo lo ha realizado con 10 aos de
retraso, a pesar de sus orgenes ochomesinos,
que presagiaban una precocidad ilusoria.
Est en contra de todo lo que suponga
imposicin y dominio, es un pacifista pelen,
un contrasentido, como l. La verdad es que
est en contra de casi todo lo que no est
presidido por la razn...
Cree en la justicia, la honradez, la
solidaridad, y as le va.

[151]

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