Jorge Valdés Díaz-Vélez Poemas

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Jorge Valdés Díaz-Vélez

CUANDO AMANECE

Las primeras palabras del poema


las escribe la muerte, y enseguida
se adueñan de la página. Nos besan
las mejillas, los ojos, desplegando
su invisible poder sobre las cosas.
Una imagen oculta en la memoria
el párrafo inicial: «Cuando amanece
oigo a un niño que llora sin remedio
en una habitación desconocida».
Se apaga el cielo falso, nos encienden
en silencio una lámpara. En el pecho
hay un sudor de fiebre. Alguien murmura
las últimas palabras: «Ya nos vamos».

1
MATERIA DEL RELÁMPAGO

Calculaste al detalle cada paso,


sutil, desde hace siglos. Finalmente
tu esposo está de viaje y tus pequeñas
se fueron a dormir con sus abuelos.
Así que ahora estás sola y con euforia
te has vuelto a maquillar y te has vestido
de negro riguroso y perfumado
tu mínima porción de lencería.
Estás temblando, te dices, pero nada
te hará volver atrás. Miras tu imagen
alzada en los tacones, desafiante.
Tú y la noche son jóvenes y hermosas
como una tempestad que se aproxima.

2
EL CUBISTA

Para Luis Alberto de Cuenca

Aquel cuadro de Klimt que te gustaba


tocar en las facciones de Sofía,
o la Venus con brazos que era Helena;
Beatriz, con su blancura Modigliani
reclinada en un manto que ni Goya;
o Ángela, morena de Rivera;
la Romero de Torres, la gitana
Esperanza que hablaba con el fuego.
O Pilar, melancólica y fragante
con sus gasas de baile a lo Toulouse
Lautrec. Adónde se habrán ido aquellas
muchachas que son ya tan sólo un cuadro
abstracto de neón, algún dibujo
trazado con sanguina sobre lienzos
de un espectro que tiñe su agonía.
Con quién habrán partido, en qué momento
se hicieron humareda, por qué diablos
vinieron hasta aquí sin ser llamadas.

3
RÍO ARRIBA

Fuera de foco
se aproxima la luz,
parte una sombra.

Sólo segundos
sobre el vitral ahumado
la lluvia dura.

Guarda en los ojos


la noche navegable
sin puerto fijo.

Haces memoria
del odio, del amor
embarcadero.

Tú, con un vaso


medio lleno, te ahogas
en tierra firme.

4
TE QUEDASTE

Reluciente, con la mirada


puesta en los altos ideales
de una primera juventud,
en el anuario, al fondo, atrás
de la Enciclopedia Británica
y los cuadernos con poemas
de amor oscuro que enmohecen
junto a medallas y trofeos,
al final de la estantería
tocando el cielo raso, allá
entre las páginas dobladas
por las esquinas de tu nombre,
encima de los soldaditos
de plomo, sobre un álbum donde
tímidas manos recortaron
los perfiles de tu nobleza,
debajo del polvo, debajo
del agua inmóvil de los atlas
donde jamás habrás de hallarme.

5
LOS SONÁMBULOS

Y, cuando duermen,
sueñan no con los
ángeles sino con los mortales.
Xavier Villaurrutia

Se despertó al oír un ruido


a sus espaldas, un murmullo
de frondas embozado. Abrió
los ojos y rozó en silencio
sus brazos recogidos entre
la nervadura de la sábana.
Qué sucede, por qué no duermes
le preguntó mientras el alba
ya era otra forma en los espejos.
Me soñaba contigo dijo
sin mirarle. Y se dio la vuelta,
cerró los párpados del sueño
para buscar la piel que huía
desde sus yemas, luz adentro.

6
PUERTA DEL SOL

Lleva una camiseta


que alguna vez fue blanca
y el pelo sobre un rostro
de belleza sombría.
No puede caminar
ni levantarse. Quiere
seguir ahí, oyendo
la calle movediza
debajo de los pasos
fantasmas que la ignoran.
En su brazo desnudo
cuelga la jeringuilla
de un mundo superior
girando en cada gramo
a precio de oro. No
ha llegado a los 20,
tal vez no ha de inyectarse
otro verano. Ciega
de angustia, sólo pide
por un auto sin luces
que doble al fin del cielo,
y que todo ese vértigo
solar, en un segundo
le otorgue consistencia
de pájaro a sus manos.

7
LAS FLORES DEL MALL

Las jóvenes diosas, nocturnas


apariciones (ropa oscura,
plata quemando sus ombligos)
en la cadencia de la pista,
comenzarán a despintarse
con la premura de los años,
los problemas, quizá los hijos
que no tienen aún. Ahora
miran tus ojos con un claro
desprecio (ya tienes cuarenta)
y piensas en ciertas palabras
de Baudelaire que les darías
como si fueran frutas tuyas
(si al menos se acercaran), si
supieran quién es el poeta.
Pero ellas danzan, te rodean
sin importarles lo que callas.
Envejeciendo solas, brincan
sobre tus textos (tan perpetuas
y frágiles), deidades nuevas,
ellas, que bailan retiradas
de tu florero de Lladró.

8
PURPLE RAIN

Para Ana Istarú

entre piadosos,
remotos murmullos de tormenta
Rubén Bonifaz Nuño

Fuera de sí, de todo cuanto


existe, acaso inadvertida
por la lluvia, toma su copa
con brusquedad y habla con alguien
por el móvil sin que le importe
que la vean llorar. Agita
el húmedo cabello, cierra
y abre las manos en su sombra
para escuchar al que no está
con ella. Le tiemblan los labios
y el corazón tal vez le tiemble
al sollozar, cuando la voz
del otro lado la maldice
o le reclama, o quizá llora
también, pidiéndole perdón;
o suspire y caiga en silencio
lejos de aquí, desde el vacío
de algún solar inhabitado
bajo la piel fugaz del trueno.

9
LOS ARGONAUTAS

Para Esther y Leandro Arellano

Han venido a cantar «Las golondrinas».


Llegarán a Nogales en tres días.
A Chicago, tal vez, en dos semanas.
Tienen familia allá, del otro lado.
Son de Minatitlán o Villahermosa.
Otros, de El Salvador y Nicaragua.
Su imagen de Illinois es una estatua.
Un campo de maíz la de Chicago.
Conocen el desierto sólo en fotos.
Van a seguir las huellas del coyote.
No levanta la niebla en la otra orilla.
Gibraltar se distingue a duras penas.
Son del Magreb y el sur de Cabo Verde.
Van a echar al oleaje su fe ciega.
Cruzarán en silencio todos juntos.

10
ENTRE PARÉNTESIS

En la luz que custodia secretas alegrías


del tiempo de los niños. Debajo de los últimos
frontispicios de Baalbek o Menorca. En la brisa
de un balcón entreabierto a la fresca inocencia
de la yedra o el círculo virtuoso de una fuente.
Olvidados de sí, del mundo aparte, acaso
con unas cuantas páginas de sílabas en llamas
que agiten su ebriedad igual que un himno. Al sur
o al norte, en algún mapa jamás desenterrado
de las ruinas cubiertas de azules frisos griegos.
La cerveza bruñida contra el calor, desnudos
como yemas del árbol que crece en las laderas
del júbilo. En abril o en verano, sin más
porvenir que no sea la piel de un día encendido
con pájaros. A orillas de un beso. En otra tierra.
En otra vida. Todos quisiéramos estar
en un lugar distinto, distante, sin vestigios
ni agónicas memorias de la melancolía
o el tedio que destila con odio su ponzoña.

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PRO NOBIS

Para José Emilio Pacheco

De nuevo abrió sus fauces calientes el Averno.


Vienen las pesadillas y el terror a morir
si el sueño al invadirlo se vuelve flama negra,
si al dormir se lo llevan a él, al lujurioso
lagar de los demonios. El niño enmudecido
contempla su silueta y llora. En la oscuridad
de su cama se sabe maligno si no reza
y no implora el perdón del Espíritu Santo
por los remordimientos que atiza el mismo Diablo.
Por todos sus pecados pide misericordia
y dice sus oraciones, otra vez y otra,
rogando por su alma enlodada y por la indigna
vecina de su calle que besa sus pestañas
cada vez que le mira; por su prima Rebeca
con quince años cumplidos a orillas de unos pechos
de miel y de serpiente; por su hermana, que guarda
revistas de pin-ups al fondo de su armario;
por las chicas del aula olorosas a jazmín
y a densa primavera, por todas las actrices
que torturan su espíritu la tarde de los sábados
después del catecismo. Por su culpa grandísima,
tan sólo por su culpa dice perdón mil veces,
hasta que llega el sueño narcótico y se pierde
en esos espejismos que vive en carne propia
y en nombre del Amor que hirió al jurar en vano.

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NOSTRUM VII (Kavafis)

Malherido de muerte por óxido y petróleo,


un pájaro agoniza sin trinos en la arena
que vio partir a Ulises, entre bolsas de aceite
y alambres enroscado. Lo levanto y me mira
desde su orilla lejana por última vez,
sin advertir que contemplo mi miedo en su frío,
sin comprender lo que significan las Ítacas,
sin saber que la brea o la plástica ponzoña
nos hicieron el viaje más largo hasta Fenicia,
sin saber de los Cíclopes ni de los Lestrigones
o del ámbar y el ébano de aquellas tierras altas,
cuando mar y destino fueron la misma cosa,
la frágil travesía del ojo a su deleite,
la emoción de salir al puerto gris del alba
y el viento a la deriva o con rumbo hacia el abrazo
de un sol sin herradura, ni pausas, como el mar.
Sin pausas como el mar, el pájaro en el cuenco
negruzco de mis manos se aleja, poco a poco,
hasta ser una mancha de tóxico el paisaje.

13
AQUEL AHORA

Las posibilidades de volverte a encontrar


eran remotas. Una entre un billón. Y habiendo
infinitos lugares dispersos por los números
de un cálculo improbable, quién imaginaría
que te iba a ver en esa cantina, transformándote
en luz de aquel entonces feliz, o eso quisieron
creer años atrás aquellos dos que fuimos.

Estabas allí, tú de pronto y sin aviso


previo, con una tímida sonrisa, recargada
en el hombro de un tipo de aspecto deleznable
que podría haber sido yo. No reconociste
mi rostro entre la gente del bar. Aunque tal vez,
supongo, pretendías saber adónde y cuándo
miraste mis facciones, en qué sitio más joven
hiciste un alto, bajo qué extrañas circunstancias
coincidiste con alguien que se me parecía
de lejos. Pero no recordaste, si acaso
lo intentabas, a quien le prometiste un sueño
que no ibas a cumplir, cuando nos despedimos
tras una ventanilla. De vuelta en este ahora,
tu cara era la misma donde vi el resplandor
del ángelus y el tacto de un crepúsculo gris
y hermético. Llevabas rubor en las mejillas
y el cabello más negro que alguna vez tocaron
mis manos por el valle lunar de tu cintura.

La bienaventuranza fue nuestra compañera

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de viaje a las estrellas tan próximas al hambre
de nuestros corazones y su dolor difuso.
Era la edad del bronce pulido de tus pechos.
Las noches fueron lentas palabras inaudibles
del mundo que brotaba sin encajes. Bebíamos
la vida entre los versos de una poeta árabe
y bailaba desnuda la luz en la terraza.

Tú entonces te encendías y el viento iba contigo


por algún callejón a sórdidas tabernas,
levantando tu falda minúscula, mostrándome
las rutas que de súbito me alzaban al misterio.
Sin duda eras feliz de forma ingobernable.
También lo fui. Lo fuimos. Te dije, lo recuerdo
como si fuera ayer, que un dios haría suyos
los rasgos de tu nombre y el vino tu sabor
de almendra y paraíso. Sigues igual, incluso
me has parecido más hermosa, quizá menos
alegre que la imagen que de ti conservé
todo este tiempo en vano. Detrás de tu mirada
no encontré el resplandor de aquella chica insomne,
sino una palidez ceniza de rescoldos
que aún parecen guardar el vértigo del fuego.
No puedo asegurarlo. Y ya tan poco importa.

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LA MESA

Para Wislawa Szymborska

Me contemplo en las caras ocultas de la noche


sin rasgos de mi acento del sur, sin evidencias
de ser el extranjero que alarga un punto móvil
sobre una servilleta doblada en dos. Estoy
en medio de personas de las que no sé nada
y que hablan de lugares apócrifos, de valles
desterrados del tiempo, distancia o geografías;
me observo desde mi soledad, desde afuera
del aire, de las formas del sillón que soporta
el peso de las vidas que tuve y me contienen
al pie de nuestra mesa. Me reconozco aquí,
con la ingenua cautela con la que se vislumbran
animales fantásticos en un libro de viajes
cuya última página no depara emociones,
ni algún final feliz que salve la memoria
de un bar donde la dicha se mire al otro lado
de esta sombra entre tantas estólidas fronteras.

Jorge Valdés Díaz-Vélez, un poeta mexicano deslumbrante apegado a las formas

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clásicas

MIÉRCOLES, 02 DE SEPTIEMBRE DE 2009


Gregorio Martínez Moctezuma.
Corresponsal Azteca 21

Durante el “IV Festival Internacional Letras en San Luis”, efectuado en la capital potosina del
18 al 21 de agosto de 2009, tuve un encuentro inusitado, de ésos que trastocan el curso de las
horas: escuché al poeta JorgeValdés Díaz-Vélez dar lectura a varios de sus poemas y me
impresionó la factura formal, la musicalidad, el tema de éstos, así como su voz deliciosamente
alambicada al enunciarlos. En pocas palabras, como le dije después, me reveló a un poeta
mexicano que desconocía, a un excelente poeta, para ser más preciso.

Luego me proporcionó su libro “Tiempo fuera” (1988-2005), aparecido en 2007 en la señera


colección de la UNAM “Poemas y Ensayos”, donde reunió cinco de sus libros publicados (no
todos): “Aguas territoriales” (UAM, 1988), “Cuerpo cierto” (El Tucán de Virginia, 1995), “La
puerta giratoria” (Joaquín Mortiz-Planeta, 1998), “Jardines sumergidos” (Colibrí, 2003) y
“Cámara negra” (Solar Editores, 2005). Los temas explorados por el poeta son el tiempo, el
erotismo, el amor, la luz, la soledad, la muerte, la musicalidad, lugares; y siempre la constante del
ejercicio de la forma, del metro.

Jorge Valdés Díaz-Vélez nació en Torreón, Coahuila, en 1955, y ha obtenido diversos premios
literarios, como el Latinoamericano Plural 1985, el Nacional de Poesía Aguascalientes 1998 y el
Internacional de Poesía Miguel Hernández-Comunidad Valenciana 2007. Es miembro de carrera
del Servicio Exterior Mexicano. En entrevista, nos habla de su quehacer poético.

Jorge, ¿qué representa para usted la publicación de “Tiempo fuera” en la colección “Poemas y Ensayos” de
la UNAM, muy reconocida y de una gran calidad literaria?
Es una colección célebre, que ha publicado una cantidad enorme de autores, lo mismo
mexicanos que extranjeros, y para mí es un honor formar parte de la nómina de autores
seleccionados en una muy puntual elección que año con año se va haciendo para
fortalecer esta colección. Me siento muy complacido, como me siento cada vez que se
hace un trabajo como éste, ya sea de un autor que conozco o desconozco, pero que me
permite acercarme a su obra. En ese sentido, me siento contento porque sí hay una
trayectoria que está ahí reunida y espero que siga fluyendo entre los lectores de poesía.

Me parece que su nombre es poco conocido en el ámbito actual de la poesía mexicana, pienso en Vicente
Quirarte o Francisco Hernández, quizás se deba a su trabajo fuera del país...
Vicente Quirarte hizo la segunda de forros de “Tiempo fuera” y es un queridísimo,
entrañable amigo, compañero de armas, amigo de muchos años, pero sí, creo que el estar
alejado del país me ha impedido estar físicamente en reuniones como ésta o en recitales,
a pesar de que anualmente publico en suplementos, lo cual hago de forma esporádica.
Pero estoy muy concentrado tanto en el trabajo que me permite vivir como en la
literatura, y eso de no ser muy conocido es muy relativo, no soy muy conocido
físicamente, pero yo creo que hay trabajos míos que se siguen o que se empiezan a leer;
en esto el público siempre es muy considerado.

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Se lo decía porque yo no lo había leído y la lectura de sus poemas me ha revelado a un poeta auténtico...
Además, al leer “Tiempo fuera”, me parece que es una antología que también muestra el desarrollo y la
madurez de su voz poética.
El volumen reúne varios libros escritos desde 1988 hasta 2005, evidentemente uno va
creciendo conforme van apareciendo los libros, uno va madurando, va envejeciendo, va
adquiriendo una voz propia que es la voz de muchos, se va haciendo más consciente de
este paso del tiempo. Borges lo expresó muy bien en aquel texto suyo en el que decía que
después de muchos años de estar dibujando un mapa, el hombre se ve al espejo y se da
cuenta de que ha estado bosquejando su propio rostro. Creo que la literatura también
nos permite ir viendo la propia trayectoria personal, no nada más la de la región en la
que uno nació y creció o en la que está viviendo, porque finalmente el escritor está en el
lugar donde está la escritura.

En efecto, en su obra se pueden percibir ecos de varios autores de lengua española, como Paz, Gorostiza,
quizás Sabines, y otros de otras literaturas, como se puede inferir de algunos epígrafes de sus poemas.
Sí, uno tiene deudas con muchos autores, sería imposible nombrarlos a todos, pero
Gorostiza, Villaurrutia, Owen, todos los Contemporáneos, a los que yo he estudiado con
mucha atención, pero también con Borges y Shakespeare. Yo tengo una deuda inmensa,
entre otros muchos, con García Lorca, que fue el primer autor al que leí siendo todavía
un niño, es inmensa la cantidad de autores que me han deslumbrado, que me siguen
conmoviendo y a los que sigo recurriendo.

Sin duda, su propio devenir también está reflejado en este libro antológico con poemas que también pueden
ser viñetas o cuadros, con la posibilidad de viajar mediante la imaginación, con la posibilidad de ser una
invitación a completarlos...
Es el viaje como un recurso, como un símbolo, como lo hacía Odiseo Elitis, que es otro
de mis acreedores literarios, es decir, los temas siempre son universales y son los
mismos, el viaje, la vida, la muerte, el viaje como un trayecto hacia la muerte, entre el
amor y el desamor, y son símbolos, son momentos que no siempre se corresponden con la
realidad del poeta, es lo que decía Villaurrutia: “vámonos inmóviles de viaje”.

Me place encontrar en su obra poética el erotismo como tema recurrente y la experimentación de diferentes
formas poéticas...
Experimento mucho, es decir, trabajo con metros, casi todo lo que está en “Tiempo
fuera” está en versos eneasílabos, endecasílabos, en heptasílabos o en alejandrinos, las
formas clásicas, pues. Experimento con ellas, me ajusto a ellas, es una forma también de
trabajar con el lenguaje, finalmente, la poesía es el laboratorio del idioma, y yo lo hago
con mucho cuidado y me esmero en tratar de que así suceda.

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