A Nuestro Padre Creador Túpac Amaru Jma
A Nuestro Padre Creador Túpac Amaru Jma
A Nuestro Padre Creador Túpac Amaru Jma
Escucha, padre mo: desde las quebradas lejanas, desde las pampas fras o
quemantes que los falsos wiraqochas nos quitaron, hemos huido y nos
hemos extendido por las cuatro regiones del mundo. Hay quienes se aferran
a sus tierras amenazadas y pequeas. Ellos se han quedado arriba, en sus
querencias y, como nosotros, tiemblan de ira, piensan, contemplan. Ya no
tememos a la muerte. Nuestras vidas son ms fras, duelen ms que la
muerte. Escucha, Serpiente Dios: el azote, la crcel, el sufrimiento inacabable,
la muerte, nos han fortalecido, como a ti, hermano mayor, como a tu cuerpo y
tu espritu. Hasta donde nos ha de empujar esta nueva vida? La fuerza que
la muerte fermenta y cra en el hombre no puede hacer que el hombre
revuelva el mundo, que lo sacuda?
Estoy en Lima, en el inmenso pueblo, cabeza de los falsos wiraqochas. En la
Pampa de Comas, sobre la arena, con mis lgrimas, con mi fuerza, con mi
sangre, cantando, edifiqu una casa. El ro de mi pueblo, su sombra, su gran
cruz de madera, las yerbas y arbustos que florecen, rodendolo, estn, estn
palpitando dentro de esa casa; un picaflor dorado juega en el aire, sobre el
techo.
Al inmenso pueblo de los seores hemos llegado y lo estamos removiendo.
Con nuestro corazn lo alcanzamos, lo penetramos; con nuestro regocijo no
extinguido, con la relampagueante alegra del hombre sufriente que tiene el
poder de todos los cielos, con nuestros himnos antiguos y nuevos, lo estamos
envolviendo. Hemos de lavar algo las culpas por siglos sedimentadas en esta
cabeza corrompida de los falsos wiraqochas, con lgrimas, amor o fuego.
Con lo que sea! Somos miles de millares, aqu, ahora. Estamos juntos; nos
hemos congregado pueblo por pueblo, nombre por nombre, y estamos
apretando a esta inmensa ciudad que nos odiaba, que nos despreciaba como
a excremento de caballos. Hemos de convertirla en pueblo de hombres que
entonen los himnos de las cuatro regiones de nuestro mundo, en ciudad feliz,
donde cada hombre trabaje, en inmenso pueblo que no odie y sea limpio,
como la nieve de los dioses montaas donde la pestilencia del mal no llega
jams. As es, as mismo ha de ser, padre mo, as mismo ha de ser, en tu
nombre, que cae sobre la vida como una cascada de agua eterna que salta y
alumbra todo el espritu y el camino.
Tranquilo espera,
tranquilo oye,
tranquilo contempla este mundo.
Estoy bien alzndome!
Canto;
mismo canto entono.
Aprendo ya la lengua de Castilla,
entiendo la rueda y la mquina;
con nosotros crece tu nombre;
hijos de wiraqochas te hablan y te
escuchan
como el guerrero maestro, fuego
puro que enardece, iluminando.
Viene la aurora.
Me cuentan que en otros pueblos
los hombre azotados, los que sufran,
son ahora guilas, cndores de
inmenso y libre vuelo.
Tranquilo espera.
Llegaremos ms lejos que cuanto t quisiste y soaste.
Odiaremos ms que cuanto t odiaste;
amaremos ms de lo que t amaste,
con amor de paloma encantada, de calandria.
Tranquilo espera, con ese odio y con ese amor sin sosiego y sin lmites, lo
que t no pudiste lo haremos nosotros.
Al helado lago que duerme, al negro precipicio, a la mosca azulada que ve y
anuncia la muerte a la luna, las estrellas y la tierra, el suave y poderoso
corazn del hombre; a todo ser viviente y no viviente, que est en el mundo,
en el que alienta o no alienta la sangre, hombre o paloma, piedra o arena,
haremos que se regocijen, que tengan luz infinita, Amaru, padre mo. La
santa muerte vendr sola, ya no lanzada con hondas trenzadas ni estallada
por el rayo de plvora. El mundo ser el hombre, el hombre el mundo, todo a
hojas secas que el viento arrastra, que ni el viento quiere; nuestra nica vaca
lame agonizando la poca sal de la tierra. Serpiente Dios, padre nuestro: en tu
tiempo ramos an dueos, comuneros. Ahora, como perro que huye de la
muerte, corremos hacia los valles calientes. Nos hemos extendido en miles
de pueblos ajenos, aves despavoridas.
tu medida.
Baja a la tierra, Serpiente Dios, infndeme tu aliento; pon tus manos sobre la
tela imperceptible que cubre el corazn. Dame tu fuerza, padre amado.