Análisis Narratológico de La Noche Boca Arriba
Análisis Narratológico de La Noche Boca Arriba
Análisis Narratológico de La Noche Boca Arriba
narratolgico
La noche boca arriba, de Julio Cortzar
del
relato
pancrnica (Genette 1972: 207; Pozuelo 1994b: 246), selectivo y ldico, que pretende
y consigue que el lector crea, al igual que lo cree el personaje, que el sueo es la
realidad y viceversa. Para ello el narrador nomina y automatiza lo que en el autntico
sueo es algo raro y extrao para el indgena; as, lo que para el lector aparece
inicialmente como una motocicleta, para el moteca (y finalmente para el lector) es un
enorme insecto de metal que zumbaba bajo sus piernas (p. 234). Sin embargo,
forman parte del juego del narrador los indicios diseminados por el texto, que
permiten advertir la inversin de los rdenes, unos indicios que en unas ocasiones
aparecen formalizados a travs del discurso indirecto libre y, en otras, a travs de la
focalizacin; v. gr., cuando el narrador dice: Un mdico joven vino con un aparato
de metal y cuero que le ajust al brazo sano para verificar alguna cosa (p. 229), es
claro que el aparato es un tensimetro, pero con el sintagma aparato de metal y
cuero nos situamos en la focalizacin del personaje, que aparece como una
perspectiva extraada [4], ya que el protagonista no puede conocer, lgicamente, el
nombre del instrumento, al igual que ocurre con el lquido opalino (p. 229) y el
ojo protector (p. 231), que son respectivamente una bolsa de suero y una lmpara.
Una de las caractersticas de este narrador omnisciente -y nos movemos ahora en el
plano psicolgico [5] - es su nfasis en la descripcin de sensaciones y percepciones.
As, en la larga huida del moteca a travs de la jungla, salvo algn pensamiento
aislado (v. gr., me sal de la calzada [p. 230], en estilo directo; quiz los guerreros
no le siguieran el rastro [p. 230], en estilo indirecto libre) predomina la descripcin
fisiolgica de las sensaciones de miedo, desorientacin, olor y sed del protagonista.
Vemos de esta manera cmo el narrador no slo abarca el mundo exterior del
personaje, espacial o temporal, sino que, en estas ocasiones, se limita a mostrar lo que
siente el moteca, se centra en el soma, pues el indgena no es ms que un animal
asustado perseguido por los cazadores. En estos casos sigue el VIII mandamiento de
Horacio Quiroga: Toma a tus personajes de la mano y llvalos firmemente hasta el
final. No te distraigas viendo t lo que ellos no pueden o no les importa ver (2004:
420).
En este mismo sentido, pero desde otra tesitura, podemos decir con Uspensky que
el narrador se sita on an individual consciousness (or perception), lo que l
denomina the psychological point of view (Uspensky 1983: 81-82), que en este
caso, como es interno, da lugar a una descripcin subjetiva de los hechos o procesos
que no permite que sepamos ms de lo que el personaje percibe. Este punto de vista
psicolgico interno se muestra a travs de los llamados verba sentiendi, verbos
which express an internal condition fuction in the text as formal signs of description
from an internal point of view (Uspensky 1983: 85), por ejemplo: lo que ms lo
torturaba era el olor (p. 228), Tener miedo no era extrao (p. 228), comprenda
que estaba corriendo en plena oscuridad (p.230), senta al mismo tiempo que los
tobillos se le estaban hundiendo (p.230), oy los gritos (p. 230), y de golpe vio la
piedra roja (p. 234), pero ola la muerte (p. 234), etc.
Asimismo, esta actitud del personaje-presa y las distintas circunstancias que acerca
de l nos muestra el narrador (v. gr., el amuleto y la supersticin, las plegarias
elementales a los dioses, lo sagrado, su creencia en un destino inevitable, etc.), as
como el episodio histrico de la guerra florida, nos remiten a una concepcin de
mundo manifestada tanto a travs del personaje como a travs de la referencia de este
hecho histrico: una sociedad religiosa estratificada en la que los sacerdotes inmolan
a seres humanos para aplacar el hambre de los dioses, pero ante este sistema social la
actitud del personaje es la resignacin, pues se trata de una suerte defatum.
La focalizacin del narrador es inseparable de la voz narrativa, tanto ms cuanto su
interrelacin define la situacin narrativa: estamos ante un relato heterodiegtico
(Genette 1972: 252) en el que, mediante una peculiar estructura armnica, musical
(4/4), se van conformando los dos niveles narrativos del texto: el diegtico o
Siguiendo con el tratamiento del tiempo, hay que decir, en cuanto a la frecuencia,
que estamos ante un relato singulativo (Genette 1972: 145-146), en el que se cuenta
una vez lo que ha pasado una vez (Pozuelo 1994b: 264), con la excepcin de un
fragmento en el que asistimos a un relato repetitivo (Genette 1972: 147), en el que se
cuenta dos veces lo que ha pasado una vez, con la particularidad de que la segunda
vez que se cuenta el accidente asistimos a un cambio de modalidad, y pasamos del
estilo indirecto al estilo indirecto libre: cuando el motero trata de recordar el tiempo
que transcurri entre el choque y el momento en que lo levantaron del suelo cuatro o
cinco hombres. Este momento onrico tiene su correlato en el plano real cuando
el moteca se sinti alzado siempre boca arriba tironeado por los cuatro aclitos que
lo llevaban por el pasadizo (p. 233), poniendo as de manifiesto, una vez ms, el
paralelismo entre ambos planos.
Si el tiempo aparece espacializado, el espacio tiene, en consecuencia, un papel
fundamental, de modo que la descripcin de objetos en el plano onrico cumple una
serie de funciones que nos ayudan a comprender la historia [9]: una funcin
demarcativa, que presagia un desarrollo, como ocurre, entre otros ejemplos, con la
placa todava hmeda puesta sobre el pecho como una lpida negra (p. 228), una
radiografa que anticipa el olor a humedad y a piedra rezumante de filtraciones (p.
232) de la mazmorra y el altar, la piedra roja (p. 234), donde ser inmolado el
moteca; una funcin dilatoria, v. gr. la descripcin de la avenida por la que circula el
motero; y una funcin simblica o explicativa, v. gr. el prrafo inicial, donde la
informacin que se proporciona no slo crea un ambiente sino que establece un
contraste en relacin con el otro nivel narrativo en la descripcin de elementos como
el sol y el viento fresco, frente a la oscuridad y el agobio de la jungla.
Adems, y como ya hemos anticipado, el espacio vital del personaje se va
reduciendo progresivamente al comps que aumenta la oscuridad, pasando en ambos
planos de un espacio ms extenso y menos intenso a otro menos extenso y ms
intenso. As, de una situacin inicial, en el plano onrico, de luz radiante y libertad,
se pasa a un hospital una vez que el sol ya est bajo, con un brazo enyesado y la
lmpara apagndose; paralelamente, en el plano real, el moteca se aparta de la
calzada en la noche sin estrellas y, una vez atrapado por los aztecas, es despojado de
su amuleto, queda recluido en una mazmorra y es llevado al altar, donde ser
inmolado.
Es precisamente al ser llevado al altar cuando el moteca comprende su confusin
entre sueo y realidad, y es en este despertar del moteca cuando el lector toma
plenamente conciencia de la actitud del narrador: un narrador objetivo y distanciado
que no se implica ni emite juicios de valor, y cuya actitud permitira incluso otra
lectura del texto, i. e., que no slo sea el motero el sueo del moteca, sino que
tambin sea el moteca el sueo del motero, y ello porque la revelacin final del
cuento, que produce el conocido efecto de knock-out (Cortzar 2002: 14), pertenece a
la perspectiva del moteca, pues se narra en estilo indirecto libre:
Alcanz a cerrar otra vez los prpados, aunque ahora saba que no
iba a despertarse, que estaba despierto, que el sueo maravilloso haba
sido el otro, absurdo como todos los sueos; un sueo en el quehaba
andado por extraas avenidas de una ciudad asombrosa, con luces verdes
y rojas que ardan sin llama ni humo, con un enorme insecto de metal que
zumbaba bajo sus piernas. En la mentira infinita de ese sueo tambin lo
haban alzado del suelo, tambin alguien se le haba acercado con un
cuchillo en la mano, a l tendido boca arriba, a l boca arriba con los ojos
cerrados entre las hogueras (p.234; la cursiva es nuestra).
Esta doble lectura que ahora se plantea estara reforzada, por un lado, por el
paralelismo entre ambos niveles narrativos, un paralelismo que consiste
suea, el que est en el plano real, y ello porque no merece suficiente credibilidad.
Distinto sera que fuera el narrador el que nos dijera al final que era un sueo del
moteca, pero no olvidemos que el narrador nada confirma y nada desmiente, y que
slo tenemos las palabras y la certeza del moteca de que l es el ser real y el otro es el
soado. Pero podemos estar seguros de ello? Creemos que no: ya la propia
indecisin del moteca durante todo el relato, su confusin en lo ms esencial la
percepcin del yo nos hace dudar de la veracidad de sus palabras, y ms si
interpretamos las hogueras como lo que son: los fuegos que arden en lo alto de la
pirmide. Ahora bien, si seguimos el camino que el texto nos ha trazado, podemos
decir que las hogueras son las luces del quirfano del hospital del plano onrico,
pero no se cruzan una vez ms las percepciones de estos dos seres? El sintagma
mentira infinita (p. 234) ya nos est llevando a una ausencia de conclusin: morir
el moteca? Porque, si la mentira es infinita, no existe una verdad y quiz nuestros
personajes estn sondose mutua y circularmente hasta la noche de los tiempos...
En cualquier caso, no debe olvidarse que este relato, como todo texto literario,
tiene un estatuto ficcional (Pozuelo 1993: 11-14), aunque la literatura, a veces, arroje
luz sobre qu es y qu no es la realidad.
Anexo I
Anexo II