Cooper-Posey, Tracy - Corazón Vengador

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Tracy Cooper-Posey

Corazn
Vengador

A Julia, todo esto es culpa tuya

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NDICE
Agradecimientos.............................................................................4
PARTE I - Oxford............................................................................5
Captulo 1...................................................................................6
Captulo 2.................................................................................16
Captulo 3.................................................................................24
Captulo 4.................................................................................34
Captulo 5.................................................................................42
Captulo 6.................................................................................54
Captulo 7.................................................................................65
Captulo 8.................................................................................78
Captulo 9.................................................................................87
Captulo 10...............................................................................97
PARTE II - York...........................................................................104
Captulo 11.............................................................................105
Captulo 12.............................................................................113
Captulo 13.............................................................................121
Captulo 14.............................................................................129
Captulo 15.............................................................................137
Captulo 16.............................................................................147
Captulo 17.............................................................................158
PARTE III - El gran bosque........................................................165
Captulo 18.............................................................................166
Captulo 19.............................................................................181
Captulo 20.............................................................................189
Captulo 21.............................................................................199
Captulo 22.............................................................................212
Captulo 23.............................................................................220
Captulo 24.............................................................................230
Captulo 25.............................................................................238
Captulo 26.............................................................................247
RESEA BIBLIOGRFICA.......................................................257

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TRACY COOPER-POSEY

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Agradecimientos
Debo dar las gracias a mi familia: Matthew, Kate y Terry por tener que soportar
a una madre que no tiene nada que ver que ver con las dems mams, y tambin a
Mark, por estar siempre a mi lado y darme nimos cuando los mos flojeaban. No lo
hubiese conseguido sin vosotros! Gracias, adems, a mi agente, Cherry Weiner, por
tener fe en m. A Tracey McGrath, otra de mis devotas, por estar siempre al otro lado
del telfono.

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PARTE I
Oxford

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Captulo 1
Oxford, Inglaterra, 6 de diciembre de 1197
Helena saba que corra un riesgo enorme. Aquel ltimo ao lo haba vivido
tomando cada aliento con extrema cautela, pero aun as se mova por las calles con
sumo cuidado para evitar ser descubierta a una hora tan avanzada del da, cuando se
supona que deba estar en el lugar que le corresponda a una dama como ella, al lado
de Lady Catherine.
Cada voz, cada saludo gritado a distancia, el trote de un caballo
aproximndose, la alertaba y el pulso se le desbocaba. Cada paso que sonaba a sus
espaldas la asustaba. Tan slo se haba alejado tres calles de la finca, pero en la boca
tena el regusto amargo y fro del miedo. Su propio pulso le retumbaba dentro de la
cabeza.
La ciudad de Oxford estaba en pleno alboroto. Hubert Walter, jefe de justicia del
rey, acababa de regresar de Normanda y, de improviso, haba ordenado al Gran
Consejo reunirse. Como abejas que se apresuraban a regresar al enjambre, los
barones que el rey Ricardo haba dejado atrs, en Inglaterra, se dieron cita en la
ciudad.
La oscuridad haba cubierto el cielo y seguan llegando sin cesar ruidosos
squitos que avanzaban por las estrechas calles. Su estrepitoso traqueteo resonaba en
las paredes de casas y tiendas, advirtiendo a Helena de su proximidad mucho antes
de llegar a divisarlos.
Se estaba tomando grandes molestias para no ser vista. Si la descubrieran fuera
del recinto de la finca seorial, dara pie a un sinfn de preguntas y levantara
sospechas indeseadas.
No poda permitirse que indagaran en sus actividades.
La posible recompensa pagara con creces el riesgo que iba a correr. El atisbo de
aquella compensacin era la energa que mantena su caminar sin pausa por las
callejuelas, deteniendo su paso a un lado del camino a esperar que hubieran pasado
los caballos en tropel.
A lo lejos divis un edificio de dos plantas, pulcramente construido en piedra,
que encajaba con la descripcin que le haban dado. La casa de Aarn, el judo. El
resplandor de una luz parpadeaba a travs de las ventanas en el piso superior, pero
las de abajo estaban a oscuras.
Helena se ci la capa al cuerpo y cruz la calle. Rpida, con una ltima mirada
por encima del hombro, dio unos golpes en la puerta con los nudillos. Al instante se
abri. Apareci una mano, aferrada al canto de la puerta, que la alent a entrar con

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un gesto. El propietario de la mano era demasiado tmido, o demasiado cauteloso,


para dejar su rostro al descubierto. Se escurri por la abertura, agradecida de poder
alejarse de las miradas pblicas. El aire del atardecer empezaba a refrescar y, en el
interior, el calor avivaba sus mejillas. Un fuego de troncos amontonados emita un
resplandor rojizo y sin brillo.
Un momento, milady la alcanz un susurro.
Advirti que cerraban la puerta y bajaban la barra. Durante unos segundos, se
pregunt si no sera una locura quedarse encerrada dentro de una habitacin con un
completo extrao.
El pulso volvi a desbocrsele. Aquella imprudencia poda tener un resultado
terrible, despus de la caminata que la haba obligado a cruzar las calles de Oxford.
Su sentido comn la increpaba con una alarma silenciosa.
Tan slo haba una certeza que mantena a Helena all plantada. La misiva que
le haba mandado un hombre de la ms absoluta confianza y que la haba conducido
hasta all. Era el hombre en quien Helena confiaba ms que en nadie. Estaba segura
que no la habra llevado a una encerrona.
Las llamas se alzaron por unos instantes y volvieron a apaciguarse. Acababan
de encender una candela de sebo. Una cara enjuta, de expresin pesarosa, la miraba
fijamente por encima de la llama. Unos ojos oscuros y una larga barba. Esboz una
sonrisa, mostrando una hilera de dientes blancos y sanos, un gesto que borr la
expresin de pesar.
Milady, sois puntual.
Una oleada de alivio dispers sus temores. La estaba esperando, tal como estaba
acordado.
Vos sois Aarn, el judo?
Y vos, Lady?
No! Levant la mano en un gesto rpido acallando al hombre. No es
necesario que pronunciis mi nombre. Ya sabis que soy la persona a quien
esperabais, pues me he presentado aqu a la hora indicada.
l asinti con la cabeza y la expresin de seriedad invadi su rostro otra vez.
S, tenis razn. Las vuestras son precauciones indispensables.
Me conocen con el nombre de Isobel.
Isobel.
El hombre inclin la cabeza.
Es cierto que tenis informacin relacionada con el conde de Wessex?
Yo no, alguien sabe algo referente a este asunto.
Y se encuentra aqu?
S, por el momento, yo lo estoy cobijando. Es en pago de un favor que debo,
comprendis? El tono de la voz de Aarn tena una extraa inflexin cuando
pronunci las siguientes palabras. A l, y al hombre a quien sirve.
Os refers al rey. El hombre a quien sirve es el rey?
Asinti.

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Compartirnos esta lealtad a la Corona, tanto l como yo se explic.


Y el hombre a quien estis escondiendo, dnde se encuentra?
Aqu mismo, milady se pudo escuchar una voz cascada detrs de ella.
De repente, Helena se dio la vuelta mientras senta que la atravesaba una
punzada de pnico. Se haba olvidado de guardarse las espaldas y se maldijo a si
misma por semejante error. Asi la empuadura del cuchillo que llevaba en el cinto,
lo desenfund en un gil movimiento y lo levant. La hoja metlica refulgi bajo la
escasa luz de la candela.
Aquel hombre no era de la regin. Por su manera de vestir y el olor que
desprenda, deba de ser un siervo. Alz las manos al ver el cuchillo.
No voy a haceros dao!
Cuando hablaba, mostraba unos dientes negros en medio de la tenue oscuridad.
Helena baj el cuchillo mientras segua respirando pesadamente.
Entonces, no deberas haberte acercado por detrs le respondi con una
dureza que intentaba ocultar el temblor de su voz.
El hombre baj la mirada.
Lo siento, milady. Mis costumbres no son las mismas que las de los
normandos.
Helena le observ con mayor detenimiento y repar en los jirones de ropa,
salpicados de barro, percibi los olores a humo de lea y a animales que desprenda
el hombre. Le revelaban las arduas jornadas de viaje y las noches pasadas en dudosos
refugios.
Has huido de tu aldea?
Un breve parpadeo de miedo atraves la cara del viajero.
No tengo intencin de acusarte, ni de que te lleven de vuelta al lugar le
asegur. Cul es tu nombre?
Dud unos segundos y luego musit:.
Ralf.
Cuntame todo cuanto sepas, Ralf Por qu te ha mandado aqu Lord Robert?
Robin dijo que vos hablarais con cualquiera que pudiera contaros acerca de
la muerte del conde de Wessex.
Y t sabes algo referente a la muerte de ese hombre?
Ralf neg con la cabeza.
Yo no. Pero un hombre de la aldea s. l me lo cont.
Te lo cont?
El desaliento la asalt. En su carta, Robert insista en la importancia de los datos
que le comunicara aquel siervo. No la habra encaminado a un encuentro con el
judo y con un siervo fugitivo basndose nicamente en un rumor que haba pasado
ya por dos bocas, verdad que no?
Ralf asinti.
Me cont la historia, las cosas que sucedieron aquella noche, l lo vio.
Lo vio? repiti Helena con brusquedad y observ cmo Aarn levantaba

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la cabeza, atento. Qu fue lo que ese hombre vio?


Vio a su seora el conde, quiero decir, y a los dems en aquel campo. Estaban
de pie, formando un crculo.
Helena sinti con fuerza el latido de su corazn. Esta vez no era miedo, sino una
emocin creciente. Era lo ms cerca que haba estado jams de poder demostrar que
el conde de Wessex no haba muerto de fro, expuesto a los elementos, en medio de
un campo solitario. Era una prueba de que hubo otras personas en el sitio, como ella
siempre haba defendido.
l vio como mora el conde?
Dijo que vio cmo se cometa un asesinato.
Helena ahog una exclamacin.
Esas fueron sus palabras? Asesinato?
S.
Y quin estaba ah? Quienes eran los que formaban el crculo?
Ralf se encogi de hombros.
Eso no lo dijo, milady.
Qu fue lo que dijo, exactamente?
La agitacin le daba un tono abrupto a la pregunta.
Ralf volvi a encogerse de hombros y se movi inquieto.
Slo he venido porque su seora me lo mand, vine aqu por eso. No dijo
que tendra que acordarme de nada.
Por favor, intenta recordar algo le rog Helena. No te lo pido slo por m.
Una aldea entera est sufriendo por culpa de la muerte del conde.
Hablis de la sancin?
S, la multa que se paga por el asesinato de un normando a manos de un
sajn, cuyo nombre quedar sin ser revelado.
Ralf solt una risotada.
El conde no era normando!
Justamente. Pero a pesar de ello, la aldea donde lo encontraron fue castigada.
S, y estoy ms que seguro que los asesinos tampoco eran sajones. La mayora
de los barones son normandos.
Entonces, se trataba de barones?
Es lo que me dijo l.
Helena tom una bocanada profunda de aire para intentar reprimir otra
punzada de inquietud. Deba mantener la cabeza despejada. Barones. Era la
confirmacin que andaba buscando, la sospecha que tuvo desde el primer da y que
slo haba confesado ante la ms discreta de las compaas.
Quin es el hombre del que hablas? intent sonsacarle con una voz ms
amable.
Pero la expresin de Ralf se endureci. Con un semblante hurao, mudo, pos
su taciturna mirada sobre Helena. Ella saba por propia experiencia que ya no
conseguira sacar le nada ms.

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Por favor aadi con an mayor dulzura.


Aaron habl por primera vez durante el encuentro.
El aldeano del que hablas, es un fugitivo, verdad?
Una fugaz mueca de sorpresa, seguida por una rfaga de temor, cruz el rostro
de Ralf. No le haban enseado cmo deba ocultar sus reacciones. Su hurao silencio
haba sido una respuesta estudiada, una especie de defensa, aprendida ante las
exigencias de algn seor demasiado intolerante.
Lo han acusado de caza furtiva adivin ella.
La mirada de Ralf cay a los pies de Helena.
Todo cuanto me interesa es hablar con l y descubrir algo ms acerca de la
muerte del conde lo tranquiliz Helena. Aunque no conociera a ninguno de los
barones, seguro que pudo reconocer algn escudo, algn objeto que yo podra
recordar, si tan slo tuviera la oportunidad de hablar con l.
Ralf agit la cabeza negando con fuerza.
Seora, los normandos como vos hablan del deber, pero actan siempre
segn sus propios intereses.
Los normandos como vos. Helena se desesperaba por decirle la verdad a viva
voz, pero aquello slo servira para debilitar la nica defensa que tena su secreto.
Aunque creyera que Ralf no iba a traicionarla, igualmente significaba que habra una
persona ms que conocera la verdad. Cada nueva persona a quien contaba su secreto
representaba un riesgo aadido a que se descubriera su verdadera identidad. Saba a
ciencia cierta, mejor que algunos, la premura con la que un hombre traicionara hasta
a su propio rey si le brindaban un aliciente sustancioso.
Aarn se movi inquieto.
Puedes confiarle todo a Lady Isobel No fue el propio Sir Robert quien te
dirigi a ella? l no te habra mandado en una direccin equivocada, verdad que no?
Yo confo en Robin aadi Ralf a regaadientes.
Y acaso no te pidi que colaboraras con la seora?
S, pero el nombre que ella quiere saber pertenece a otra persona distinta. No
me corresponde a m decrselo.
Podras, al menos, revelarme el nombre de tu aldea, eso si lo puedes
compartir.
Y lo hara de buena gana, pero de poco os servir, mi seora. Seguro que l ya
se habr marchado.
Entonces si que nos encontramos en un punto muerto dijo Helena con un
suspiro.
As, ya habis acabado conmigo? le pregunt Ralf, esperanzado.
Helena asinti en silencio.
Te estoy muy agradecida por todo lo que has podido contarme, Ralf. Gracias.
He hecho lo que Robin me pidi Rebusc algo en el interior del justillo que
le cubra el cuerpo y sac un trozo de pergamino. Me pidi que os diera esto. Dijo
que vos me darais dos marcos.

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Helena tom la misiva, doblada sin demasiado cuidado, y la abri. Estaba sucia
y manoseada, el pergamino se resquebrajaba por los pliegues, pero se distingua con
claridad la letra de Robert.
Podis alzar un poco la luz? musit Helena.
Aarn levant la candela de manera que la luz se reflejara en la pgina escrita:.
Mi Lady Helena, empezaba la carta Helena hizo una leve mueca de
contrariedad. Aunque Ralf no supiera leer, la carta podra caer en manos de otra
persona ms culta Pgale a Ralf los dos marcos que le promet.. Los necesitar para llegar a
Normanda, donde le he encontrado un lugar en el que cobijarse. No te tomes la molestia de
sonsacarle a Ralf el nombre de su compaero, pues ya he iniciado su bsqueda. Te he mandado
a Ralf para incitarlo a ir tras de ti. Tienes que dirigirte a la ciudad de York. No conseguirs
avanzar ni un paso ms hasta que no llegues all La firma con la que haba concluido la
carta era una filigrana con un aire aristocrtico: Loxley.
Tienes que dirigirte a la ciudad de York. Llevar a cabo aquella tarea iba a ser ms
difcil de lo que le haba costado escribirlo en la carta. Primero, debera encontrar la
excusa perfecta, convencer a Lady Catherine de la importancia de llegar a York, sin
mencionar que adems debera encontrar la manera de ejercer su influencia sobre el
marido de Lady Catherine.
Ralf carraspe y Helena se dio cuenta que tanto l como Aarn aguardaban a
que terminara de leer la nota. Se haba quedado con la mirada perdida mientras su
mente discurra a toda velocidad.
Acerc la mano a la bolsa de las monedas y sac dos marcos.. Los mugrientos
dedos de Ralf se cieron sobre las monedas en el momento en que Helena las
deposit sobre la palma abierta.
ndate con cuidado, Ralf le aconsej. En tus manos tienes un tesoro
demasiado valioso para alguien que no podr defenderse como lo podra hacer un
conde o un barn.
Vigilar.
Ahora, vete arriba le orden Aarn. Primero saldr Lady Isobel. Tu turno
llegar cuando haya oscurecido por completo.
Las puertas de la muralla estarn cerradas por la noche le seal Helena.
Lo mismo que cuando Ralf lleg aqu le respondi Aarn con tacto.
Helena sonri tristemente.
Debis perdonar mi excesiva curiosidad.
Aarn hizo un gesto con la mano para restar importancia a la disculpa de ella.
Vuelve arriba, Ralf repiti. Deseo hablar con la seora antes de que se
vaya.
Ralf asinti, cruzo la habitacin hasta el pie de la escalera y se dirigi al
segundo piso, engullido por las densas sombras que ni la candela poda alejar.
Aarn se movi hacia la puerta.
Os creis capaz de localizar al compaero de Ralf? le pregunt a Helena.
Ella dedic unos segundos a la carta de Robert.

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Si hay algn modo de encontrarlo, se le encontrar.


Se cubri la cabeza con la capucha y se envolvi el cuerpo con la capa,
preparada para adentrarse en la noche.
Aarn abri la puerta, pero antes de poder dar un paso hacia la calle, le bloqueo
la salida con el brazo y la inmoviliz.
Esperad le advirti de inmediato, pero sus palabras se perdieron en medio
del estrpito de los caballos y del rtmico repicar de las espadas y armaduras.
Por la calle se acercaba una cuadrilla, Helena dio rpidamente un paso atrs,
pues el tropel ocupaba toda la anchura de la va.
Examin los escudos y los colores, pues todos y cada uno de los jinetes llevaban
las viseras bajadas, cubrindoles todo el rostro. Dirigi la mirada hacia el que
encabezaba el grupo. Montaba un caballo de guerra, alto, de color negro, y en su
escudo se vea un hipogrifo galopante y coronas invertidas dibujadas sobre un fondo
negro. Fue todo cuanto pudo ver antes de que pasaran de largo.
Reconocis ese escudo? le pregunt a Aarn.
Pues claro. El hipogrifo es un emblema muy distintivo. Se trata de Stephen,
conde de Dinan, seor de Northumbra.
El Barn Negro?
De ese mismo hablamos Aarn observ cmo se alejaban los caballos por la
calle y sacudi la cabeza. Ese hombre est marcado por un funesto porvenir.
Algo hizo mal segn el parecer del rey reprob Helena.
Aaron clavo su mirada en los ojos de ella y Helena reconoci una cierta
expresin, algo parecido a la lastima.
Quiz hizo algo mal, pero Ricardo no esta en posicin de recriminrselo a
Stephen durante el tiempo que le plazca.
Helena sinti las mejillas enrojecer, mortificada cuando fue corregida por el
judo. l no tena el mismo acceso a la nobleza y a los barones que ella poda tener,
pero pareca comprender mucho mejor el funcionamiento interno de la corte real.
Una mezcla de irritacin e indignacin la impuls a hablar.
Quin sois vos para criticar las faltas del rey de este modo?
Yo? Yo no soy nadie. Pero ya hace muchos aos que mi gente recibe la
proteccin del rey. Su amparo nos fall en una ocasin. Podra suceder otra vez. Me
parece ms prudente comprender al hombre que nos defiende.
Helena le dio la razn. S, intentar comprender a Ricardo era una actitud muy
sensata. La desproteccin a la que se refera Aarn tuvo como resultado el asesinato
de centenares de judos a manos de las hordas que saquearon sus propiedades por
todo lo ancho de Inglaterra.
Deseis ahondar ms acerca de la muerte de vuestro padre, no es cierto?
indag Aarn.
Cmo sabis vos que el conde de Wessex era mi padre?
Aarn le mostr ambas palmas de sus manos.
Os mostris apasionada en vuestra misin. Semejante devocin no se

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encuentra en una sirvienta, y sois demasiado joven para ser la esposa que desea
llegar al fondo de la cuestin.
Vos conocisteis a mi padre?
S, lo conoc. Vena a verme a veces para resolver ciertos asuntos de dinero.
Un hombre amable. Un buen hombre. Espero que tengis suerte en vuestra
bsqueda, seora.
Gracias.
Aarn ech un vistazo a la calle.
Ahora podis salir.
Helena se sumergi en el aire fresco de la noche y se apresur a seguir en la
misma direccin que los hombres del conde de Dinan.
La oscuridad ms absoluta lo envolva todo. La nica iluminacin provena de
las estrechas ventanas a ambos lados de la calle. Helena, aprovechando cada recoveco
de entre las sombras, segua avanzando hacia la casa solariega donde se hospedaba.
Su anfitrin, Peter de Lancey, caballero, barn y un seguidor del conde Juan,
intentaba, durante aquella velada, entretener a un grupo de oponentes polticos del
rey Ricardo en el banquete que haba organizado en el da de San Nicolas. Entre los
invitados se hallaba Lady Catherine Fitzwarren, seora y mecenas de Lady Isobel.
Regresaba a la guarida del enemigo.

Stephen mantena la mirada fija al frente, pero saba de sobra que tras su paso,
la gente sentada a ambos lados de la mesa se inclinaban hacia su compaero ms
cercano y susurraban tras las manos alzadas.
Si hubiese llegado a la hora exacta, no se encontrara como ahora, atravesando la
estancia hasta el lugar que le haban asignado en el festn, sin que causara semejante
espectculo. Era solamente por la convocatoria del Gran Consejo, por parte de
Hubert Walter, que se haba molestado en presentarse ah. Mientras ergua la espalda
y se pona derecho, mentalmente se senta encoger. Qu le importaba a l si hacan
comentarios a sus espaldas? Ya casi se haba acostumbrado.
Stephen se desliz hasta el asiento que le haban dejado, claramente apartado de
los dems, y salud con la cabeza a sus compaeros de mesa. Todos, sin excepcin
alguna, se quedaron mirndolo, como si se tratara de un gato que se hubiese colado
en medio de una bandada de palomas para compartir con ellas unas migas de pan.
Sin prestar atencin, se sirvi varios trozos de carne que un sudoroso paje le ofreci y
a otro le indic, con un chasquido de dedos, que le llenara la copa. El muchacho se
apresur a verter un poco del lquido tinto en la copa que Stephen tena al lado de su
platel.
Entonces empez a comer.
A su alrededor, los dems retomaron sus comidas y conversaciones, mientras
lanzaban ojeadas fugaces en direccin a l.
Aquella irritacin lo molestaba Ya deberas estar ms que acostumbrado a esto, se

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dijo. Y era cierto. Desde su ltima conversacin con Ricardo, haca ya unos aos, no
haba sido bien recibido en ninguna reunin a excepcin de las casas de los fieles al
conde Juan, especialmente entre quienes deseaban reclutar al Barn Negro entre sus
filas Por qu motivo me enfado con cada minuto que pasa?
Quiz estaba simplemente cansado con toda la situacin. Cansado de los
interminables das, de las justas, de los torneos sin propsito, de las estpidas
intrigas polticas. De que nada tuviera sentido. No lo poda cambiar. Ese da haba
quedado demostrado otra vez. Haba osado pedirle alojamiento al barn de Guerre,
uno de los hombres de Ricardo que permaneci en Inglaterra. La negativa del barn
le haba sorprendido por su franqueza.
Incluso despus de todo este tiempo, an pareca que se le consideraba persona
non grata. Le dola reconocerlo.
Pero Stephen segua siendo uno de los hombres del rey. Aquello no se lo podan
arrebatar. A pesar de que el rey lo hubiera rechazado, su lealtad no estaba en venta.
Deba soportar la compaa de los fieles al conde Juan, con sus aires de
civilizada superioridad y sus conversaciones susurradas.
Con un movimiento apenas controlado, Stephen alej el platel que tena delante
Su apetito haba desaparecido junto a su paciencia Se reclin en la silla y tom un
sorbo de vino, dejando que su mirada recorriera la animada sala. Quera disfrutar
con la incomodidad que su presencia causaba a aquellos que lo miraban furtivamente
para topar con su penetrante mirada. Eso mismo como un gato entre palomas.
En el extremo diametralmente opuesto de donde lo haban sentado vio a dos
mujeres. A una de ellas la reconoci. Era Lady Catherine Fitzwarren, una ambiciosa
mujer con la que haba hablado en varias ocasiones. Su marido, Percival, Lord de
Worcester, cay bajo el dominio de Juan cuando, al principio de su reinado, Ricardo
le hizo entrega de unas tierras. Percival era un infeliz vasallo que obedeca a Juan.
La otra mujer estaba sentada al lado de Lady Catherine, Stephen se sorprendi
cuando se dio cuenta de que sta lo miraba fijamente. Clavaba los ojos en l con una
franqueza curiosa y abierta, sin rastro de miedo ni tampoco furtivamente, como a
escondidas.
Las miradas de ambos se cruzaron y se quedaron as. Unos instantes. Los ojos
de ella eran fascinantes, atraan su atencin de un modo que Stephen nunca haba
experimentado en el pasado. Incluso Ricardo, con su mirada autoritaria, no haba
conseguido absorberlo del mismo modo que los ojos de esa mujer lo hacan ahora.
Ese poder, formaba parte de su personalidad, como en el caso de Ricardo, o era
solamente la forma de sus ojos?
Stephen sinti la imperiosa necesidad de ver esos ojos a una distancia ms
cercana.
Al instante, como si recordara dnde se encontraba, la mujer apart su mirada y
dej que el delicado velo ocultara los finos rasgos; la lnea clara de la mandbula se
dibujaba cuando volvi a dirigir su atencin a la comida.
Stephen continu estudindola, sin que importaran las normas de cortesa.

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Desconoca su identidad. La sensacin de sentirse estudiado con aquella simple


curiosidad le haba resultado muy refrescante, en vez del temor y de la curiosidad
morbosa a la que se haba tenido que acostumbrar.
Se dirigi al hombre sentado a su derecha.
Buen hombre, me parecis una persona muy instruida. Podis decirme el
nombre de la dama que est sentada al extremo de la mesa? Al lado de Lady
Catherine.
El hombre dio un bote como un conejo despavorido. Cuando comprendi que
Stephen no lo amenazaba, se relaj lo suficiente para mirar al otro extremo de la
mesa. Entrecerr los ojos.
Es Lady Isobel. La protegida de Lady Catherine.
Isobel? repiti Stephen, atnito. De dnde es? Seguro que no os habis
equivocado de nombre?
El hombre se dirigi al otro compaero de mesa, le musit algo y luego volvi a
dirigirse a Stephen.
S, se trata de Lady Isobel. De la Bretaa. Lady Catherine la ha tomado bajo
su proteccin a su regreso a la corte. Ha vivido en la abada de Fontrevault desde que
era una nia.
Es la hija del barn de Buerres, de la Bretaa?
El hombre hizo sus comprobaciones con el otro compaero de mesa.
En efecto le confirm. Se trata de Isobel de Buerres, de la Bretaa.
Stephen le dio las gracias con un leve movimiento de cabeza. Volvi a fijar su
mirada en la mujer llamada Isobel de Buerres. As pues, la mujer que lo contemplaba
sin temor era una paisana.
O quiz no lo era?
Pues, a decir verdad, Stephen haba jugado con Isobel de Buerres cuando era
pequeo. Se acordara de un par de ojos como aqullos, aunque hubiera olvidado
todo lo dems.
Pero, si no era Isobel de Bretaa, entonces quin era?

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CORAZN VENGADOR

Captulo 2
Fue slo porque Stephen la estaba mirando con atencin que se dio cuenta de
que ella se marchaba. La mujer que se haca llamar Isobel haba permanecido sentada
en su silla durante toda la comida.. Los invitados haban comido copiosamente y se
haban dedicado a beber con ganas. Luego, ya ms relajados, centraron su atencin
en la farsa teatral que tena lugar en medio de la sala. Al final de la actuacin de los
cmicos, ella se levant y se escabull por la puerta que daba al largo y fro pasillo
que terminaba en la cocina.
Stephen se pregunt por qu habra escogido aquella direccin. Ech un vistazo
a su alrededor.. Los dems lo desdeaban a conciencia. Al fin y al cabo, no era el
mejor compaero de mesa, pero tal vez ahora haba llegado el momento de sacarle
provecho a esta condicin. Se levant y recorri la estancia, siguiendo el permetro
para no cruzarse en la lnea de visin de nadie y no atraer las miradas.
Se adentr en el pasillo. Al final, donde el corredor se desviaba hacia la cocina,
vislumbr el velo de la mujer y la cola de su vestido azul desapareci tras la esquina.
Camin ms despacio para darle tiempo a iniciar el misterioso asunto que se traa
entre manos. Al llegar a la esquina, se detuvo para ver si poda escuchar algo a
escondidas.
Hablaba en ingls con fluidez, y, a juzgar por la pronunciacin que Stephen
poda escuchar, sin ningn acento. Le dio la impresin que comprenda parte de las
palabras de ella. Durante los interminables das que Stephen haba pasado de sala en
sala, esperando, haba aprendido palabras sueltas y alguna expresin. Pero l no
hablaba ingls. Su lengua no era capaz de pronunciar aquellas extraas vocales.
Escuch con mayor atencin. Se hablaba de comida, de una aldea y de sigilo.
Tambin daba instrucciones acerca de unos paquetes que se deban repartir.
Stephen avanz un poco y la situ en su campo de visin. Estaba de pie al lado
de una inmensa mesa de trabajo, rodeada por dos o tres miembros del personal de la
cocina, una cocinera y, a juzgar por sus vestiduras, un par de campesinos que
acababan de llegar de la calle. Eran gente de la regin. En medio de la escena, ella
pareca una extica mariposa entre plantas silvestres. Ella era ms alta que los dems,
una figura delgada y esbelta vestida con aquellas telas azules que, segn el estilo de
la poca, se posaban suavemente sobre sus formas y acentuaban cada una de las
curvas de una mujer. Tena unos pechos generosos y, bajo la escueta cintura, las
caderas se ensanchaban primorosamente. Encajado sobre ellas, luca un cinturn de
eslabones plateados que se entrecruzaban hasta la parte frontal, donde los extremos
colgaban sueltos. Su grin y el velo, que cubran la cabeza y el cuello, eran de una

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tela blanca, finsima, que haca juego con la delicada perfeccin de su tez.
Con suma rapidez, Isobel envolvi la comida en trozos de tela tosca y at las
puntas como un pauelo de fardo. Haban ya preparado algunos paquetes de
comida, unos diez o ms, y al lado de stos haba una buena seleccin de variados
alimentos carne guisada, frutos secos, verduras frescas y en conserva, adems de pan.
La cocinera le hizo una pregunta en un tono atemorizado, Stephen pudo
comprender la respuesta de Isobel casi por completo.
No lo echarn en falta. Tienen ya la barriga ms que llena y aadi unas
palabras ms que slo los otros pudieron entender, pero a juzgar por las carcajadas,
no deban de ser precisamente un cumplido.
Ms tranquila, la cocinera les dio los paquetes de comida a los campesinos
Stephen comprendi de qu se trataba.
Isobel robaba para drselo a los aldeanos.
La sorpresa le hizo acabar de bajar los escalones y, antes de darse cuenta, sin
pensarlo, haba decidido encararse a ella.
Estaban tan absortos en la tarea que apenas repararon en su presencia.
sta s es una bonita estampa exclam al aproximarse por detrs.
Los aldeanos y el personal de la cocina se pusieron a chillar y huyeron
despavoridos como gallinas asustadas. Se Imaginaba que Isobel hara lo mismo al ser
sorprendida en un acto que tena serias consecuencias.
Pero en vez de eso, se dio la vuelta con sorprendente rapidez y, atnito, vio que
sostena un cuchillo en alto con la pose de un experto luchador de arma pequea.
El instinto de Stephen reconoci el peligro mucho antes de que su conciencia lo
notara. Reaccion y, antes de que la idea de un probable ataque se registrara en su
mente, adopt instintivamente una postura ms flexible, el cuerpo relajado, sin
tensin en las articulaciones, listo para moverse en cualquier direccin.
Ella volvi a sorprenderlo otra vez al soltar el cuchillo. De dnde lo haba
sacado? No lo tena en la mano, ni estaba encima de la mesa cuando entro en la
cocina y se acerc a ella.
Mi seor, me habis asustado.
Es evidente. Vuestras actividades anuncian que se trata de algo secreto, a
juzgar por la reaccin que habis tenido al asustaros.
Ella ech un vistazo a los campesinos por encima del hombro y les dirigi unas
palabras.
Qu les habis dicho? exigi. Maldita sea, lo haca sentir cmo un
ignorante.
Les he dicho que sigan con sus asuntos. Esto no les incumbe.
Salieron en fila por la puerta de la despensa hacia el exterior. Haba conseguido
sacarlos de una situacin arriesgada sin peligro. Los quit de en medio y con la
comida a cuestas.
Helena lo observaba calmadamente. El color de sus ojos realmente inusual. Eran
de color azul, del azul del cielo en un atardecer de verano s y ambos iris estaban

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dibujados con un crculo ms oscuro. Los ojos ms inslitos que jams hubiera visto.
Qu pensis hacer conmigo, seor? le pregunt.
Con slo levantar un poco la barbilla ella podra mirarlo directamente a los ojos.
Stephen sinti una tirantez en el estmago, una sensacin placentera y
conocida. Menuda mujer. Era como una fresca brisa marina que reavivaba su alma,
despertaba sus sentidos.
Hablis francs con el acento de un bretn.
Soy de la Bretaa.
Eso me han dicho.
Su tono debi de intrigarla, pues entrecerr los ojos.
Seor?
Era una mujer cautelosa, y valiente. Saba de sobra que la haba atrapado en una
situacin comprometida, pero no se echaba atrs ni un pice, ni le rogaba que tuviera
piedad de ella.
Quin sois vos? le pidi Stephen y de inmediato se arrepinti. Todava no
quera saber la verdad. As era ms interesante, deseaba adivinarlo y plantearse las
infinitas posibilidades que le sugera.
Soy Isobel, hija de William, barn de Buerres.
De la Bretaa termin Stephen.
Ella asinti.
Por qu no tenis miedo de mi?
Debera tenerlo?
Os he sorprendido robando comida.
Una sombra cruzo el rostro de ella, demasiado rpido para poder determinar de
qu se trataba, pero a l le dej una sensacin de irritacin.
Mi seor, esta comida ir a parar a otras bocas mucho ms hambrientas, con
un hambre mayor que el que haya podido sufrir cualquiera de los barones de la sala.
He cogido muy poco. En verdad, creo que no lo echarn en falta.
Por qu lo hacis?
Se mueren de hambre, seor.
Siempre hay hambre. Es una de las protestas que no cesan cuando se dialoga
con ellos.
Es una protesta que no cesa porque es una peticin a la que nunca se pone
remedio.
La emocin que se reflejaba en aquellos espectaculares ojos estaba clara: rabia.
Haca temblar todo su ser.
Por qu os preocupis tanto por esa gente? le cuestion sin comprender.
Sin avisar, la rabia de ella desapareci. No se haba desvanecido ni tampoco su
fuerza haba cedido. Simplemente, retrajo la emocin. En una bocanada de aire ella
consigui someterla a la fuerza.
En su mente, la pregunta segua dando vueltas Quin era aquella mujer que
hablaba ingls sin dificultad? La que se preocupaba por los aldeanos y robaba

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comida para drsela? Alguien que lo observaba como si fuera un hombre normal y
no un indeseable, dejado de la mano de Dios? Quin era esa mujer que lo retaba con
su ira cuando era ella la que debera sentirse culpable?
Ella inspir otra bocanada profunda.
Todava no me habis dicho qu pensis hacer conmigo.
Y vos aun debis decirme cmo puede ser que no me temis.
No alcanzo a comprender por qu debera temeros. Su indiferencia lo irrit.
Dio un paso adelante. Apenas haba una mnima distancia de separacin entre
ambos, Stephen quera ver algo en aquellos ojos que le confirmara que haba
conseguido intimidarla. Sin embargo, al estar tan cerca, sinti el aroma de su
fragancia. Era dulce y femenina, el recuerdo de una sensacin que traa a su mente la
suavidad de la piel de una mujer, el sabor de los besos, de unos labios contra los
suyos.
El corazn de Stephen retumbaba con latidos sordos y aquel ritmo rasgaba todo
su cuerpo como una cuerda tensa. Disperso se perdi en sus pensamientos. Deba
apartarse de su lado, pero tan slo sera una seal de su debilidad.
Todo el mundo me teme dijo pronunciando cada palabra con esfuerzo.
Brotaron de su boca duras y bruscas. Por qu no habrais de temerme vos?
Pensis acaso hacerme dao?
Ella no se acobard, pero tampoco poda dar un paso atrs, con la mesa
trabndola a sus espaldas. En vez de eso, levant la barbilla para poder mirarlo
directamente a los ojos.
Podra arrancaros el corazn.
La expresin de ella no cambi, pero se habra l imaginado el rpido aleteo de
su nariz, el fuelle de su respiracin? El aire que llenaba y vaciaba su pecho debajo de
la blusa?
Un alarde que cualquier caballero de las Cruzadas podra realizar admiti
Isobel con la voz calmada, controlada. Y vos llevis la marca de las Cruzadas. Pero
olvidis que yo voy armada Podis apoderaros de mi corazn estando yo lista para
defenderme?
Stephen sinti la punta del cuchillo apoyndose en su costado, en el lugar
exacto donde ella slo tendra que empujar la hoja y el arma se deslizara entre sus
costillas para alcanzar el punto mortal.
La furia emergi, mezclada con una conocida pero renovada excitacin. Unos
sentimientos que haban permanecido adormecidos largo tiempo se revolvan en el
fondo del pozo de su alma, se despertaban despus de un largo sueo. Era un
movimiento que le transmita una nueva oleada de energa.
Stephen aferr la mueca de ella y la retuvo atrapada entre sus dedos.
Harais bien en temerme, seora. Aunque decidiera no arrancaros el corazn,
podra hacer que vuestra vida ya no tuviera sentido. Todo cuanto hace falta es llamar
a la guardia. Os arrestarn. Luego, os juzgarn y llevarn a cabo su castigo.
Entonces, llamadlos. S, su respiracin era un poco entrecortada.

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Los labios, sonrosados y apetecibles, se entreabrieron ligeramente.


En este pas no os cortarn la mano por robar, os colgarn. Antes de agonizar,
os bajarn de la soga y os atarn a cuatro caballos galopantes. Cuando estn seguros
que moriris de dolor, os abrirn en canal y esparcirn vuestras entraas ante los ojos
de todo el mundo.
La cara de ella era como un escudo impenetrable, sin expresin, pero la vio
tomar otra larga bocanada de aire Para darse coraje, tal vez?
No me asustis, seor. Me han amenazado con palabras ms sangrientas y he
sobrevivido para poder contarlo.
De todo cuanto haba dicho o hecho hasta el momento, aquello era lo que le
sorprendi ms. Era una mujer joven, sin duda una doncella Sera posible que
tuviera alguna idea de la dureza de un juicio como el que sugeran sus palabras?
Era una experta con el cuchillo Stephen estaba convencido que al menos una vez
habra derramado sangre.
La piel de la mujer era alabastro, fra y dura. Todo cuanto le deca rebotaba
contra esa mscara impasible, caa al suelo sin dejar ninguna impresin.
Stephen ansiaba echar abajo esa dura fachada, para verla reaccionar como una
persona de carne y hueso. La acerc a l con fuerza, le pas el brazo por la cintura y
con su cuerpo bloque cualquier movimiento. La mano izquierda mantena el
cuchillo alejado. Quera que ella se quedara muy quieta para poder examinar su
rostro, sin perder el ms mnimo detalle de los cambios en su expresin.
El impacto de aquel cuerpo delgado y ligero contra la dureza del suyo fue como
el azote de un ltigo. El cuerpo de Stephen reaccion tensndose por completo, hasta
su corazn pareci de tenerse un instante para retomar fuerzas y pensar. Sacudi la
cabeza para aclarar por un momento sus pensamientos y poder concentrarse. Por
nada del mundo iba a mostrar ante aquella mujer el efecto que tena sobre l. Al
menos mientras ella pareciera estar reaccionando con tanta indiferencia.
S que no sois la verdadera Isobel mascull con la voz ronca.
Por fin! Percibi cmo su respiracin se entrecortaba casi imperceptiblemente,
el ms leve aleteo de su nariz, como reteniendo un quejido. Y sus labios, no se
haban separado un poco ms, con una expresin de alarma?
Bromeis, mi seor. Su voz no se alter. Por su puesto que soy Isobel
Quin creis que soy, si no? Lady Catherine auspici mi regreso a la corte despus
de mi propia peticin, cuando le escrib para pedrselo desde la abada de
Fontrevault.
l sacudi la cabeza, negando.
No s quin sois en realidad. Todava no lo s. Pero no sois Isobel. Vuestra
pronunciacin es impecable, pero no perfecta. Yo tambin nac en la Bretaa, Lady
Isobel. De nios, jugamos juntos No os acordis de m?
Entonces vio la reaccin. No se trataba de miedo. No, an no era miedo.
De eso debe de hacer muchsimo tiempo contraatac ella.
No ha pasado el tiempo suficiente para olvidar unos ojos como los vuestros.

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Vos no sois Isobel. Todo cuanto me queda por saber es quin sois en realidad y por
qu os ocultis bajo el nombre de una mujer de la nobleza normanda.
Traicionada por una leve agitacin en la mandbula, el reborde del velo, que
temblaba, la delataba.
Vos no tenis pruebas Yo tengo cartas de recomendacin, otros que pueden
testimoniar que
No dudo que sean documentos genuinos. No s quin sois, pero seguro que
os habis ocupado de mostrar autenticidad en cualquiera de estos aspectos.
Soy Isobel de Bretaa.
Sois una mentirosa y una ladrona.
Una ladrona que hace tan slo unos instantes tena vuestra vida en el extremo
de su cuchillo y os ha dejado vivir.
Ah, s, es verdad.
Le sujet la mueca con ms fuerza. El cuchillo se desliz de entre sus dedos
inertes. Stephen, con la misma mano que la estuvo sujetando, cogi el arma al vuelo.
Con la otra mano, busc debajo del velo, que colgaba cubriendo la espalda de ella, y
se aferr con brusquedad a las dos gruesas trenzas para sujetarle la cabeza hacia atrs
y dejar la barbilla al descubierto. En un instante, apoy la punta del cuchillo contra la
blanca piel, apartando la fina tela del grin. Debajo senta la calidez de su cuello
esbelto.
Queris que os ahorre la soga del verdugo? le susurr. Un pequeo
empujn, es todo lo que se necesita.
El latido del corazn de ella retumbaba intensamente, Stephen senta la
reverberacin contra su propio cuerpo. Sin embargo, cuando ella le habl, lo hizo sin
alterar la voz.
Llamad a la guardia. Prefiero arriesgarme con el verdugo.
Quin diablos era aquella mujer? Volvi a preguntrselo. La imperiosa necesidad
de descubrir su verdadera identidad casi le dola.
Me pregunto si realmente os habis enfrentado a un destino tan terrible que
no os espantis ante una ejecucin tan cruel.
Ella baj la mirada y Stephen imagin que estaba pensando.
O quiz creis que tenis mayores oportunidades de escapar a vuestro
destino, en el espacio de tiempo que empieza ahora y terminar en la horca?
Los ojos de ella se cruzaron con los de l un breve instante y luego los apart.
Sois muy valiente, seora le dijo en voz baja.
Acto seguido, luchando contra su instinto masculino, Stephen se oblig a
soltarla y a dar un paso atrs.
La mujer que se haca llamar Isobel se enderez lentamente, frotndose la
mueca y mirndolo con expresin sombra. l solt el cuchillo sobre la mesa, donde
aterriz clavndose primero la punta, balancendose.
Os sugiero que borris cualquier rastro que delate vuestras actividades le
propuso y seal los restos de comida que estaban an sobre la mesa.

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No vais a hacer que me arresten?


Me tiene sin cuidado si los hombres del prncipe Juan se mueren de hambre
l tiene de sobra. Suficiente, hasta para dar de comer a un invitado indeseable.
La ltima parte fue pronunciada con una amargura inesperada, que no
sospechaba poseer.
Isobel frunci el ceo.
No nos hemos presentado del modo ms adecuado. Cul es vuestro nombre,
mi seor?
Puesto que vos os negis a decirme el vuestro, un intercambio de nombres en
regla est fuera de toda cuestin, no es cierto?
Yo os he dicho cul es mi nombre.
S, Isobel, la de los ojos enigmticos Le dedic una leve inclinacin de
cabeza. Stephen de Dinan, a vuestro servicio, mi seora.
Stephen? El conde de Dinan? La reaccin que haba esperado durante
tanto rato por fin se produjo. El horror y la alarma invadieron sus facciones. La mano
de Isobel se movi, no para cubrirse la boca, sino para posarse sobre el corazn.
Sois el Barn Negro! Era una confirmacin susurrada.
Y otra vez, Stephen sinti hasta la medula la tediosa sensacin que tanto
aborreca. l era el nico causante de su reaccin, de la infeliz oleada de temor que se
reflejaba en los rasgos de ella. Haba disfrutado mucho durante los breves instantes
en que ella lo haba tratado como a un igual no, incluso menos que a un igual.
Durante unos minutos, l haba sido para ella una molestia muy inconveniente.
Como al principio el haba querido impresionarla, haba intentado subyugarla con
sus acciones hasta ver el miedo en su cara, el mismo miedo al que estaba
acostumbrado a ver en las otras caras, a su alrededor. Y ahora, aquella reaccin final
era la nefasta consecuencia de intentar conseguir sus propios deseos.
En efecto, soy el odiado Barn Negro admiti secamente.
Isobel desclav el cuchillo de la mesa y lo pas por un pequeo lazo de su
cinturn, mientras se enderezaba con toda su altura frente a l.
Debis disculparme, mi seor. Os confund con uno de los hombres del
conde. Quiz sea mejor que me retire.
Quiz sea lo mejor admiti l.
Ella pas por su lado en direccin a la puerta.
Me diris vuestro nombre? le pregunt sin moverse de su sitio. Cmo
debo llamaros?
No vais a necesitar nunca ms un nombre por el que llamarme Isobel se dio
la vuelta para mirarlo. Seor, vos me habis tratado con benevolencia, y yo, si
pudiera, os dira mi verdadero nombre Pero no puedo.
Por qu no?
Podra ser muy peligroso para vos saber quin soy en verdad.
Peligroso para mi? Casi se echa a rer. Me parece que vos le dais un
significado distinto que yo a la palabra peligro.

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Tal vez. Ser yo quien mejor lo juzgue, puesto que vos me habis salvado la
vida, yo har lo mismo por vos y no os dir quien soy. Hizo una inclinacin de
cabeza a modo de despedida a un igual. Buenas noches, Lord Dinan.
Y con un grcil giro de la cola de su vestido, se march.

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Captulo 3
Helena entr en la sala. El fulgor de la luz, la msica y las conversaciones
sacudieron sus pensamientos, que daban vueltas en crculo, frenticos y asustados
Cmo haba llegado hasta all? No recordaba haber andado el camino hasta la sala
principal.
Se fue acercando hasta colocarse al lado de Lady Catherine, se sent y se aferr
al cliz de vino. Aun estaba lleno de vino, caliente y con especias Tan poco rato
haba tardado? El cliz le quemaba las manos pero, a pesar del calor que transmita,
se dio cuenta que estaba temblando.
Te encuentras bien, Isobel se interes Catherine. Ests muy plida.
Tengo fro.
Bebe le respondi. Catherine. Es un vino excelente, que contrasta
admirablemente con la poca calidad del guiso.
Estas ltimas palabras las dijo en un tono ms bajo a fin de que ninguno de los
presentes las pudiera or. Era un rasgo tpico de Catherine, quien se esforzaba en
mostrar nicamente su cara ms amable en especial ante los barones.
Mientras. Catherine volva a la conversacin con su marido, Helena tom
obediente un sorbo de vino. Tena un sabor espeso y caliente, nada apetecible para su
paladar. Lo trag con dificultad.
Un movimiento en la parte final de la mesa atrajo la mirada de Helena. Enfoc
la vista hacia el conde de Dinan cuando ste regresaba para ocupar su sitio en la
mesa. Era realmente un Barn Negro, pues adems de llevar una indumentaria
completamente negra, su cabello y sus ojos tambin eran de color oscuro. Cuando
estuvo tan cerca de l en la cocina y se inclin hacia ella, se haba fijado en sus
espesas y negras pestaas, ms propias de una mujer, aunque de ningn modo le
daban un aire afeminado. Su mandbula firme y angulosa, su corpulencia y las
anchas espaldas, todo en su manera de moverse, tena el aire de un soldado inquieto,
eran rasgos que superaban con creces las caractersticas ms suaves de su fsico.
Helena volvi a sentir un temblor. Durante los minutos que la haba sujetado
contra su cuerpo, estaba segura de que para l fue solamente un movimiento de
seguridad para retenerla, cautiva, con un solo brazo mientras que el otro quedaba
libre para someter a la mano que empuaba el cuchillo. Era una maniobra tpica de la
lucha, pero con aquel cuerpo contra el suyo haba sentido bajo el terciopelo y la lana
de la ropa de l, la carne firme, cuya dureza y tamao la sobrecogieron. La oblig a
doblarse hacia atrs, a exponer su cuello. En aquel instante, en vez de preocuparse
por la punta del cuchillo, tan cerca de su pulso vital, Helena se pregunt si l iba a

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posar los labios en su cuello. Haba sentido cmo las rodillas empezaban a fallarle.
De modo que aqul era el conde de Dinan! Oficialmente era uno de los
hombres de confianza del rey, pero no era amigo de nadie. El Barn Negro La peor
persona que se poda es coger para sospechar de ella. Y l saba que ella no era Isobel.
Stephen se reclin en el banco y apoy la espalda contra el respaldo Sus
hombros chocaron con los de sus compaeros de mesa hasta que, al ver de quien se
trataba, los dems se apartaron de su lado de inmediato. Le pasaba al menos un
palmo a cualquiera de los hombres sentados cerca de l.
Helena solt un suspiro Por qu no haba ido directamente a Lancey y le haba
comunicado que entre ellos haba una impostora? Por qu no se haba acercado a
Lady Catherine y le haba informado, apartada de los presentes, que Isobel no era
quien deca ser?
Por qu esperaba?
Aflor una pequea esperanza. Quiz no tena ninguna intencin de contarles a
los dems que ella no era Isobel. No solamente la haba dejado escapar con el delito
de un robo, sino que adems le permita continuar con su mascarada. Cules haban
sido exactamente sus palabras?
Me tiene sin cuidado si los hombres del prncipe Juan se mueren de hambre.
Stephen de Dinan era un hombre leal al rey Ricardo. Tanto si era un paria como
si no, sus tierras era propiedad de Ricardo. Quiz su lealtad segua aun plenamente
puesta en el rey. Era posible? Caba la posibilidad de que siguiera fiel al rey a pesar
del trato que haba recibido por parte de este?
Helena observ cmo se acercaba la copa a los labios y tomaba un largo sorbo.
No hablaba con ninguno de los asistentes. Tena la mirada fija en la mesa, repleta de
exquisitos manjares. Entretanto, la gente a su alrededor se rea y bromeaba, y
algunos, de un salto, se levantaban para incorporarse al baile que se celebraba en la
parte central de la amplia estancia.
Quiz lo que a l le molestaba era la duplicidad de Helena? Estaba claro que se
senta rabioso.
Yo me mantendra lejos de l, querida le dijo Catherine interrumpiendo sus
cavilaciones.
De quin?
De ese, del conde. Tenas los ojos puestos en l.
Helena se encogi de hombros, con indiferencia.
Antes me acercara a un oso enfurecido. Desde luego, el pobre oso sera una
compaa mucho ms agradable que el conde.
Catherine se ech a rer.
Y mucho ms segura, te lo garantizo.
Ms segura? Qu queris decir?
Acaso no has odo los rumores? Ese hombre es un guerrero temible, feroz.
Es lo que dicen de cualquier cruzado.
El marido de Catherine, Percival, se inclin un poco hacia delante a fin de que

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Helena lo viera al dirigirse a ella.


De ste no hablan del mismo modo. La mayora de sus ganancias son premios
conseguidos en justas y torneos.
Pero si tiene propiedades! Las ganancias que obtiene de los arrendamientos,
los impuestos.
Incluso as, aparte de los beneficios que recibe de sus tierras, an gana ms
con los torneos.
Helena no comprenda, muda de asombro.
Y cmo es posible que no haya odo comentar su caso hasta hoy? Por qu no
lo conozco? Desde que llegu de la Bretaa, he asistido a cuatro torneos. Si realmente
se gana su dinero en las justas, al menos debera de haber participado en una de ellas.
Percival se acerc un poco ms, mientras Catherine quedaba aprisionada entre
los dos, y le explic en voz baja.
Se rumorea que este hombre gana la mayor parte de su fortuna gracias a
caballeros y barones, quienes le pagan por no luchar.
Helena, imperturbable, dej vagar la mirada hacia sus compaeros de mesa,
sentados en el extremo opuesto del largo banco, esforzndose por escucharlo mejor.
Por no luchar? dijo en un tono bajsimo. Por qu razn le pagaran por
no luchar, si as pierden ellos el premio que intentaban ganar?
Percival se encogi de hombros.
Quin sabe la razn pero la destreza de Dinan con la espada es legendaria.
Ganaba todos los torneos en los que participaba, pero hace ya algn tiempo que no
est presente en la tela.
Pero cmo puede ser? repiti Helena sin alcanzar a comprender.
Le pagan por no luchar intervino Catherine porque para ellos el dinero
no es lo ms importante que se gana en un torneo. Tambin se juegan el respeto, su
reputacin o la influencia de gente muy poderosa Catherine poso su mirada sobre
el conde, quien beba, sentado en la silla en el ms absoluto silencio. l ya ha
perdido el favor del rey. Si gana, es como una victoria vaca, que se compensa slo
con un buen premio una bolsa cargada de monedas. Y si puede ganarlo sin necesidad
de competir Catherine se encogi de hombros y se acerc la copa a los labios con
sus largas y delgadas manos, Helena observ que parecan casi translcidas, se
podan recorrer las lneas azules de las venas, destacadas contra el blanco lcteo de la
piel.
Es posible que un hombre est tan harto de la vida que acepte semejante
pago? pregunt Helena sin dudar en recurrir al conocimiento que Catherine tena
de tantos aspectos de la vida.
Su protectora comprenda a la perfeccin la naturaleza humana, tanto de
hombres como de mujeres. Era, adems, una astuta recolectora de habladuras, a
pesar de que nunca sala de casa, siempre atenda las visitas de cualquier dama o
caballero y, a partir de las noticias que le traan, tena la habilidad de filtrar los
ltimos escndalos.

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Slo hay que mirar su indumentaria para darse cuenta de que quiere verse
relacionado con los barones en la menor medida posible.
Su indumentaria? Qu le pasa a su ropa?
Viste siempre de negro. Por eso le llaman el Barn Negro.
Pensaba que era por su mal humor confes Helena.
En el francs de Normanda, Le Baron Noir sonaba como a un caprichoso
nombre de fantasa literaria, mas apropiado para los poemas del amor corts a los
que tan aficionada era la reina Leonor. Pero para Helena, acostumbrada a hablar y
pensar en ingles, el Barn Negro le pareca un ttulo ms imponente, que adems
encajaba perfectamente con aquel brbaro insociable con cara de pocos amigos que
estaba sentado al otro extremo de la sala.
Por qu lleva siempre ropa negra?
Empez a usar este color despus de que el rey lo repudi. Dejaba claro, en
silencio, su parecer y acentuaba as la vanidad exteriorizada por el rey. Supongo que
habrs odo hablar de la exagerada cantidad que el rey gast en la preparacin de su
segunda coronacin, despus de ser liberado por el emperador.
Por qu querra el conde poner de relieve las malversaciones del rey?
Nadie sabe con certeza qu ocurri.
Catherine pareca molesta ante su propia ignorancia, con las comisuras de la
boca torcida hacia abajo, donde se marcaban unas finas lneas que enmarcaban sus
labios.
Nadie sabe por qu dej de recibir el favor del rey? Me cuesta creerlo. Si un
hombre osa contradecir a Ricardo, ste lo denuncia desde el estrado ms alto.
Tiempo atrs estaban muy unidos, ms que dos hermanos le explic
Percival.
Catherine asinti.
Quiz sta sea la razn por la que Ricardo haya guardado silencio durante
tanto tiempo respecto al asunto y tambin lo haya hecho Stephen.
Nunca nadie se ha atrevido a preguntarle aadi Percival.
Abrid paso! Abrid paso, que llega el prncipe!
La msica qued truncada en una nota alta. La estancia enmudeci con un
silencio inamovible.
Abrid paso, llega el prncipe Juan! exclam el paje.
Irrumpi un murmullo desde la puerta principal. La atravesaron varias
personas. Luego, apareci, bajito y con el pelo oscuro, Juan, seguido por su comitiva.
Helena ya haba sido presentada ante el prncipe Juan. Los torneos haban sido
la causa de sus dos anteriores encuentros. En cada ocasin, ella haba quedado
gratamente sorprendida por la juventud y la inteligencia de l. Ninguna de aquellas
cualidades encajaba con su mala reputacin. Incluso el propio rey Ricardo trataba a
su hermano pequeo con una condescendencia apenas disimulada, hasta con cierta
burla.
Sin embargo, fue Juan, y no Ricardo, quien acudi al rescate de su madre,

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Leonor, cuando la capturaron los franceses. Y fue Juan a quien los barones,
descontentos, recurrieron cuando no recibieron una respuesta satisfactoria por parte
de Ricardo. Dada la aparente incapacidad por parte de Ricardo para concebir o
nombrar a un heredero, el candidato ms propicio para la sucesin de su hermano en
el trono era Juan. Por todas aquellas razones, Helena evitaba menospreciar a Juan y a
la autoridad que ste podra llegar a tener.
Pero esta vez fue el hombre que entr tras de Juan quien capt su atencin. Era
tan rubio y claro de piel como Juan lo era moreno, y le pasaba al menos un palmo de
altura. Pero era delgado en extremo, tanto como Catherine. Caminaba
exageradamente cerca del prncipe y se inclinaba a susurrarle al odo a medida que
Juan avanzaba hasta la mesa principal, donde se hallaba el trono que haba
permanecido vaco durante la mayor parte de la noche. Aquel hombre tena una piel
sorprendente, blanca, blanqusima, y las comisuras de sus ojos estaban perfiladas de
un rosa ensangrentado. La comitiva pas al vuelo hacia la mesa principal al lado de
Helena. Al pasar por delante, el hombre alto puso su mano sobre el hombro de Juan,
con una actitud tranquilizadora. Las uas de aquellos dedos eran largas, curvadas
como garras blancas.
Una excrescencia, el fruto de un alma corrupta. Eran las palabras que su abuela
hubiera recitado al ver aquello, aunque siempre fue una sentencia expresada en
contra de las mujeres. No se poda hacer ningn tipo de trabajo honrado con unas
uas tan largas, unos dedos intiles como aqullos. Qu hubiese dicho su abuela al
ver semejantes uas en un hombre? En las manos de ese hombre tan extrao, sin
color?
Juan tom asiento y los dems invitados se sentaron a su vez. Hizo un gesto a
los msicos, quienes siguieron con las tonadas. Los pajes se apresuraban a servir la
comida en la mesa de Juan. Helena sinti una punzada de preocupacin. Nunca
hubiese imaginado que el invitado de honor aparecera tan tarde. Repararan ahora
en la falta de comida?
Se volvi hacia Stephen y, alarmada, vio cmo ste se levantaba para atravesar
la estancia y acercarse a la mesa, por el lado de Juan Por Dios todopoderoso! Iba a
delatarla ante el prncipe y desenmascarar su doble identidad?
Se aferr a su cliz. Senta las ornamentaciones metlicas de la copa clavndose
en sus dedos. Stephen se inclin y le habl a Juan al odo. Se qued parado mientras
el prncipe consideraba sus palabras. Luego, salud con la cabeza y atraves, para
salir, la misma distancia que Juan acababa de recorrer al entrar.
Helena solt un suspiro forzado. Qu le habra dicho Stephen a Juan? Pas por
su lado sin darle ni una seal de reconocimiento. Ni tan slo la mir.
Helena se enderez y se sent frente a la mesa, dispuesta a olvidar todo lo
referente a Le Baron Noir. Se haba marchado, probablemente para siempre, ya que
a la maana siguiente se daba inicio al Gran Consejo. Era muy poco probable que la
reunin durara ms de un da. Si, tal como decan, Stephen no apareca nunca en los
torneos y slo haca acto de presencia cuando el Consejo se congregaba, pasaran

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muchos meses antes de que sus caminos volvieran a cruzarse. Adems, Percival era
un margrave del rey, a cargo de la frontera, y deba dedicarse por completo a la
represin de las revueltas galesas. l tampoco saldra de su castillo, quiz con an
menor frecuencia que Stephen.
Lo cual haca que las indicaciones que Robert le haba dado, de dirigirse a York,
fueran an ms difciles de llevar a cabo. Cmo convencera al hogareo Percival,
siempre al lado del calor del fuego, de que deban viajar a la fra y vieja ciudad de
York? Catherine no significaba ningn problema, le encantaba visitar lugares nuevos,
llenos de gente diversa para poder analizarla y hablar durante horas, aunque no
poda tampoco alejarse mucho del hogar, ni del castillo, a causa de Percival. Pero si
Catherine tuviera un motivo para viajar hasta York, seguro que ella se encargara de
que fueran all. Helena se dedic de pleno a concebir y descartar distintas excusas a
fin de que aquel pequeo milagro sucediera, ya que, en medio de los temores por los
planes que Dinan tendra para ella, casi haba olvidado continuar con su
investigacin.
Un rato despus, un paje se par delante de Helena para ofrecerle ms vino.
Dirigi la vista hacia Juan para ver si haba terminado de comer, pues nadie tena
permiso para abandonar el banquete hasta que l no se hubiese marchado. Repar en
el hombre plido que segua sentado al lado del prncipe. Peor an! l la estaba
mirando a ella, muy fijamente.
Stephen tambin haba clavado sus ojos en ella, pero la mirada de este hombre
no tena nada que ver. Sinti unos dedos fros que le agarrotaban la espalda. Luego,
le recorri un violento escalofro.
De verdad, espero que al final no habrs enfermado murmur. Catherine.
Helena tom un sorbo de vino a modo de respuesta ante la amable
preocupacin de su protectora, aunque apenas escuchaba su voz.

Savaric se inclin hacia Juan otra vez.


Aquella joven, la que est sentada al final de la mesa La conocis?
A quin? Ah, s, Isobel! Fitzwarren la ha acogido como protegida. Acaba de
regresar a la corte.
Ah, ya entiendo Savaric volvi a observar a la joven Isobel, le haba dicho?
Pero claro, quiz no utilizara su verdadero nombre. No aqu.
Juan le tir de la manga.
Por qu te interesa esa mujer, Savaric? Quieres que indague ms cosas acerca
de ella?
Y luego atemorizarla y que huya corriendo gracias a tus cuestionables mtodos de
indagacin, tan sutiles?
No, mi seor. Era un inters momentneo. Me ha parecido bastante
agradable, eso es todo.
Una vez estuvieron resueltas sus dudas, Juan volvi a la comida. Qu sencillo

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haba resultado distraer su atencin! Slo confirmarle que no significaba ninguna


amenaza para sus ambiciones y ya perdi inters.
Savaric consider la manera de pensar de Juan y volvi a admirarse ante la
firmeza que diriga aquella mente tan inteligente. Bueno, a l le serva para sus
propsitos por el momento.
Inspeccion a la muchacha, que estaba cabizbaja y pensativa, esforzndose por
evitar su examen. No le ofenda aquella actitud por parte de ella. No le afectaba.
Nada le afectaba, nunca.
Los primeros recuerdos que Savaric tena de su vida eran de hambre y trabajo
incesante. La familia de la casa vecina haba dado a luz a doce criaturas, de las que
slo tres haban sobrevivido. Sin embargo, su madre pari una prole de catorce
vstagos. Era una mujer resistente, de origen campesino, cuya fortaleza, combinada
con el afilado ingenio de su padre, consigui mantener a once de sus hijos con vida.
Era algo casi milagroso y, a menudo, en el pueblo donde vivan, seguan
maravillndose, pero jams por mritos individuales. Se los consideraba a todos en
masa, como un nico cuerpo de personas unidas por los lazos de sangre y la
capacidad de improvisacin.
Ah va, la familia de Peter, el pastor.
Qu curioso, que an les queden tantos hijos!
S. Es un poco raro, verdad?
Me pregunto por qu razn sern tan distintos.
Han sido escogidos por Dios, sa es la razn.
Por Dios? Qu dices, eso no tiene nada de natural! Al menos, a mi no me lo
parece!
Y as segua la conversacin. Los miraban de reojo, aquella masa humana con
veintisis piernas y trece barrigas famlicas. Incluso l, con los cabellos de aquel color
y sus extraos ojos, quedaba camuflado entre la multitud de hermanos.
Con tantas bocas por alimentar y tan poco para darles, Savaric aprendi muy
pronto a valerse por s mismo. Las tretas para conseguir ms vveres y apropiarse de
la mayor cantidad formaban parte de las tareas diarias. Era una leccin que Savaric
ya saba de memoria a los seis aos, cuando una vez se despert en medio de la
noche y descubri a su madre robndole las migas de pan que l haba guardado
trabajosamente, da tras da, bajo el lecho que comparta con dos de sus hermanos.
En aquella familia no caba la cordialidad. Savaric se fue endureciendo poco a
poco gracias a los golpes y los insultos a grito pelado que reciban unos y otros
cuando apareca el guiso, agravios destinados a desanimar a los dems competidores,
amontonados alrededor del puchero. Pronto aprendi a desapegarse de todo, sin
preocuparse ms que por luchar para saciar sus propias necesidades. Hasta que
cumpli los doce y se march de casa, su nica ambicin fue poder comer.
Al llegar al valle lindante, vio un riachuelo y se ba en l, para desprenderse
del hedor del nico hogar que haba conocido. Un hombre un barn, se encontr
las ropas de Savaric en la orilla y se las llev Savaric se ech a correr tras l, pues esos

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harapos era todo cuanto posea. El hombre solt las prendas en las manos del
chiquillo y le habl mientras ste se vesta Acaso tena hambre? Bueno, pues claro
que tena hambre Estaba cansado? Uno dorma cuando le haca falta. Cuando no
dorma, trabajaba.
Le hizo ms preguntas Savaric se dio cuenta de que el hombre quera averiguar
si l era un siervo fugitivo que se debiera al dominio de otro seor. Savaric minti. No
para protegerse, sino porque, por primera vez en toda su existencia, sinti curiosidad
Qu quera aquel hombre de l? Algo quera, estaba claro como el agua. Pero no se
lo deca de la manera ms directa, sino que esperaba Por qu esperar? Aquella era la
cuestin que intrigaba a Savaric.
El hombre se ofreci a acercarlo a la posada ms cercana, para poder comer y
hospedarse aquella noche. Llegaron a un acuerdo el hombre se puso a caminar al
lado de su caballo y Savaric sigui, trotando, a su lado.
Cuando el sol lleg al punto ms alto, el hombre quiso descansar bajo una
sombra y convid a Savaric a degustar los alimentos que llevaba. Savaric comi con
una concentracin absoluta. Se comi todo cuanto le ofreci y bebi del vino de la
bota, a pesar de que aquel sabor le daba arcadas. Al terminar, el estmago le dola,
atiborrado como estaba. De repente, vomit todo lo ingerido. El hombre se ech a rer
dndole palmaditas en la espalda y dicindole que era un necio. Pero aquellas
palabras no le afectaban, le dola haber echado a perder aquel manjar.
Donde yo vivo, hay mucho ms le asegur el hombre a Savaric mientras lo
ayudaba a levantarse.
Y eso, dnde es? Savaric quera ir a ese lugar del que le hablaba.
Ah fuera hay todo un mundo, un lugar del que t nada conoces, del que lo
ignoras todo, mi querido y dulce muchacho le explic apartando el blanco y lacio
cabello del rostro de Savaric. Yo puedo mostrrtelo.
Savaric, con la tira de piel de la bota de vino, estrangul al hombre,
contemplando cmo su cara se tornaba azul y de la boca le colgaba la lengua morada.
Luego, le quit la vestimenta y se la puso. Estaba hecha con telas suaves, clidas y
limpias. Lo mejor de todo era la bolsa llena de monedas. Con aquello podra comprar
comida.
El hombre le haba mostrado, en efecto, la puerta a un nuevo mundo. Le haba
enseado a Savaric que muchas veces era preferible esperar para conseguir lo que
uno quera.
Las dems cosas que aquel hombre deseaba de Savaric no le causaron ninguna
impresin. Ni siquiera aquel primer crimen lo afect, slo la comida derrochada. Pero
s aprendi a esperar. Esper hasta alcanzar el prximo pueblo y ah busc la posada,
donde le dieron la comida que Savaric tanto ansiaba, mientras las monedas duraron.
Esa segunda vez, Savaric comi despacio, dej que su estmago se fuera
acostumbrando a la cantidad que ingera. Soslayaba a conciencia las burlas y los
abucheos de los presentes, no tena intencin de permitirles que lo distrajeran de su
comida y que se la quitaran de las manos. Al menos, aqulla era la razn que tenan

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para molestarlo, lo nico que se le ocurra a Savaric. Adems, ahora, pegado a su


muslo, llevaba un cuchillo afilado.
Tiempo despus, las necesidades de Savaric cambiaron, pero no su habilidad
para hacer caso omiso de las dems cosas que lo rodeaban, slo prestaba atencin a
sus deseos. Los insultos, las burlas, incluso la crueldad, resbalaban contra aquella piel
sin color y no conseguan penetrar dentro de l. Ms adelante, cuando consigui
adentrarse en el crculo de la corte, los sucesos que tenan lugar a su alrededor
hubieran conseguido distraer a otro hombre con menos paciencia. Pero no a Savaric.
l sigui movindose silenciosamente detrs de la escena principal, corrigiendo el
curso de sus preocupaciones ms primordiales. La espera. Desde que haba
conseguido convertirse en uno de los hombres de confianza, favorito del prncipe
Juan, en l recay la atencin de algunos de los hombres ms poderosos de
Inglaterra, y se haban esforzado para sacarlo de en medio. Sin con seguirlo. Aquellas
desapariciones apenas alteraron la concentracin de Savaric.
Por eso, que aquella muchacha estuviera evitando mirarlo a los ojos, apenas
distraa su curiosidad.
En vez de eso, Savaric se concentr en la presencia de aquella mujer en el
banquete. Aquellos ojos eran inconfundibles. Quera desentraar si ella poda
significar una amenaza para l. Saba la muchacha quin era l?
En el pasado, ya se haba ocupado de ella. Entonces consider aquel asunto
zanjado por completo. Ahora, ella haba vuelto a aparecer. Ninguna de las personas
con quienes Savaric haba resuelto sus asuntos reapareca jams en su vida. A esas
personas no las haba matado, pues haba comprendido que existan mejores
mtodos para despejar el camino de su ambicin. Con medios ms discretos, ms
silenciosos, no se generaban complicaciones posteriores y tenan los mismos efectos.
Aun as, ella haba vuelto a aparecer en escena. Se burlaba de l? Lo alter una
leve sensacin de incomodidad. No poda adivinarlo, pues haca ya tiempo que
entenda que la mente de los dems funcionaba de un modo muy distinto de la suya.
Aquella incomodidad despert otra sensacin que no consegua identificar.
Entonces, al compararla con las reacciones que haba observado en otros hombres, la
reconoci: era admiracin. Ella haba regresado al mundo del que l la haba
expulsado laboriosamente y lo desafiaba, corra un riesgo al que muchos otros
dudaran exponerse. Y lo haca con aquella evidente desfachatez.
Ella era distinta, concluy Savaric. Aquella mujer resistira su escrutinio. l, por
el momento, no hara nada. Todava no. Se mantendra alerta, pues intua que de esa
mujer, lo mismo que del hombre del ro, podra aprender algo, alguna cualidad que
le resultara beneficiosa a fin de que el camino que lo llevara a alcanzar sus objetivos
fuera mucho ms fluido, sin complicaciones.
Juan volvi a tirar de la manga.
Savaric, no tienes hambre?
Enseguida le respondi Savaric pacientemente mientras apartaba con
esfuerzos la atencin de aquella muchacha. Enseguida. Esperara.

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Siempre se le haba dado muy bien esperar.

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Captulo 4
A pesar de las protestas de Ranulf, Stephen se qued cerca de la ventana
abierta.
Soplaba una brisa nocturna desde del ro, cargada de humedad. Se poda oler la
creciente vegetacin, verde y frondosa, en la fragancia que llegaba hasta all y
Stephen aspir complacido.
Seor, estis ya listo para retiraros? La voz del viejo Ranulf vacilaba.
No!gruo Stephen, pero al instante se arrepinti de su brusquedad, y mir
a Ranulf por encima del hombro. Tal vez un poco ms tarde. Pero t vete a dormir.
Maana promete ser un da largo.
Si, he odo decir que el arzobispo trae ciertas noticias que van a provocar ms
de una protesta.
Es lo que dicen siempre que mandan reunir al Consejo por sorpresa. Se trata,
sencillamente, de especulaciones de algunos hombres que no tienen con qu ocupar
el tiempo.
Stephen se volvi hacia la ventana y suspir de nuevo. La descripcin que
acababa de dar encajaba perfectamente con l, poco que hacer y demasiado tiempo
para hacerlo. Incluso los torneos, que en un momento dado sirvieron como un
sustituto insuficiente de las Cruzadas y las dems cosas que sucedieron despus,
haban perdido la emocin y dejaron de ser un reto para l.
Durante un breve espacio de tiempo, aquella noche le haba parecido que la
enigmtica y joven no Isobel le ofreca un misterio, pero su reaccin al descubrir la
identidad de l borr aquella tenue esperanza. Ella lo vea, indudablemente, con los
mismos ojos que los dems, como un descastado a quien se deba evitar a toda costa.
A pesar de su decepcin, aquellos ojos increbles y su firme barbilla seguan
flotando en su mente, distrayndolo de su mal humor y no le permitan olvidarla por
completo.
Las nuevas que yo traigo no son rumores, mi seor prosigui Ranulf.
Stephen se dio la vuelta. Aquella insistencia por parte de Ranulf era
verdaderamente inusual.
Cules son las nuevas que has odo?
El chambeln del arzobispo, seor, es un hombre de buena reputacin.
Seguro que s admiti Stephen. Reconoci la jugada de Ranulf y su inters
se aviv. En primer lugar, Ranulf haba emitido su valoracin acerca de la fuente de
informacin, de modo que no poda menospreciar las noticias que le traa como
simples habladuras. El chambeln y yo cenamos juntos ayer, seor.

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Lo conoces de hace tiempo?


De nios vivamos en la misma aldea, seor. Nuestros caminos vuelven a
cruzarse de vez en cuando, pero ltimamente no tan a menudo como antes.
Menos desde que volvimos a Inglaterra, despus de que vos casteis en desgracia.
Aquellas palabras no pronunciadas en voz alta flotaban entre los dos.
Contina le pidi Stephen.
Mencion, seor, que el arzobispo llegara directamente despus de haberse
reunido con el rey en aquel castillo tan ostentoso que ha construido a las afueras de
Run. Desde Francia hasta Inglaterra slo para convocar al Consejo.
Para qu?
Para la guerra, seor.
Hace aos que estamos en guerra contra los franceses salt Stephen.
Todos aquellos aos malgastados en Inglaterra, jugando a los caballeros,
mientras Ricardo corra de arriba abajo cruzando Europa, pactando sus alianzas.
Mientras Stephen no poda hacer nada, el monarca ingls haba restablecido las
fronteras que el rey Felipe de Francia haba tenido la osada de cruzar durante el
cautiverio de Ricardo bajo el yugo del Sacro Imperio de Roma.
S, seor admiti Ranulf con resignacin. ste es, precisamente, el
principal problema del rey. Parece ser que necesita ms hombres.
Stephen sinti que lo invada un entusiasmo creciente.
Ms hombres? Cuntos necesita?
Ha reclamado a cualquier seor que tenga propiedades en Normanda o en
los territorios aliados en el continente.
Eso lo inclua a l!
Stephen no le pidi si la informacin era muy precisa Ranulf no se lo habra
contado con tanta insistencia si no estuviera totalmente seguro. As pues, resultaba
que Hubert Walter estaba reclutando hombres otra vez para una de las campaas de
Ricardo. No crea que fuera a ser algo menos que la guerra, una guerra absoluta.
Stephen intent reprimir una sonrisa.
Puede que quiera ir a la guerra, Ranulf. T y tu amigo el chambeln volveris
a cruzar vuestros caminos mi seor Ranulf se alej del camastro que haba
preparado y coloc varias candelas sobre el arcn que haba al lado. Confo en que
ahora podris dormir plcidamente.
Stephen solt una risotada amarga.
Siempre que las posibilidades que se planteen maana no me mantengan en
vela toda la noche, s, entonces s dormira bien.
Buenas noches, seor.
Ranulf sali de la habitacin arrastrando los pies, Stephen regres a su lugar
frente a la ventana abierta y aspir profundamente.
Volvera a la lucha! Que Ricardo lo reclamara otra vez a su lado, significaba
que lo haba perdonado? No le importaba, pues lo mismo luchara en las filas de la
retaguardia como encabezara la batalla Por fin se haban acabado los das vacos.

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En su cabeza apareci la imagen de unos ojos azules, que se entrecerraron al


apoyar la punta del cuchillo en el cuello de ella. Stephen frunci el ceo, molesto ante
la persistencia de aquella imagen. Ella le dijo que no volveran a verse nunca ms.
Seguramente tena razn. Sinti una leve punzada de pesar, hubiera sido muy
interesante descubrir sus secretos.
De verdad ella habra intentado matarlo?

Catherine se senta muy cansada despus de pasar la velada con la celebracin


y le pidi a Helena que la asistiera con los preparativos para ir a la cama. Helena,
todava aturdida por la sensacin de alivio y la tranquilidad de saber que podra
seguir adelante con sus planes, se levant de un salto para ayudar a la mujer que, sin
saberlo, la haba librado de la fiesta.
Destrenz el cabello de Catherine y se lo pein hasta sacarle un lustre dorado a
su melena. Entre los mechones, se podan ver algunos cabellos blancos que le
recordaban que Catherine no era tan joven como aparentaba. ltimamente, Helena
haba notado cmo la edad avanzaba, Catherine estaba cada vez ms envejecida.
Aquella misma noche, por ejemplo, cuando repar en la delgada fragilidad de las
manos de Catherine.
Catherine, sentada con la espalda erguida y muy quieta mientras la peinaba, no
deca casi nada, sino que iba tomando sorbos de la infusin de hierbas medicinales
que le preparaba por las noches.
Querida Helena, quisiera darte un consejo. Querrs escuchar las palabras de
una anciana mujer, como yo? le pregunt al terminar de peinarla.
Vos no sois anciana.
S lo soy. Lo suficiente vieja para haber visto mucho ms que t, todo tipo de
cosas, todas las intrigas de los hombres le asegur Catherine. Soy tan vieja que s
que sus actos se repiten al cabo de un tiempo, siguiendo una pauta, como un
pndulo, una y otra vez.
Y vos deseis advertirme acerca de una cierta pauta?
La de un personaje en concreto, cuyas races he visto asentarse durante los
ltimos aos. No me gustara verte atrapada entre esas races.
Helena dej el peine sobre la mesa.
Y de quin se trata?
Stephen de Dinan Catherine se volvi para quedar completamente de cara
a ella. No tiene el favor del rey, mi nia.
Ni tampoco el mo.
Catherine sonri. No era la expresin que acostumbraba ofrecer, amplia y
esplndida, sino una sonrisa suave, curvada, llena de astucia.
Quiz no. T me pediste que introdujera tu regreso a la corte, y no cumplira
con mis obligaciones si no te pusiera sobre aviso. No es nada sensato conquistar la
atraccin del hombre equivocado, Isobel.

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TRACY COOPER-POSEY

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Y Dinan es el hombre equivocado?


Tiene un futuro marcado por la infelicidad. Ningn hombre puede
sobrellevar la desaprobacin del rey sin pagar un precio por ello.
Ese precio, no lo ha pagado ya?
Tal vez lo haya pagado, en parte. Yo he visto ir y venir a varios reyes, pero esta
prole de diablos que Leonor engendr llevan hasta sus ltimas consecuencias, ms
all de lo razonable, su malevolencia hacia cualquiera que ose contradecirlo. Y son
tan volubles! Sus plidos ojos azules quedaron desenfocados. Enrique, sin ms,
l ya fue bastante despiadado. Slo el cielo lo sabe! Pero sus hijos Le recorri un
escalofro y levant la mirada hacia Helena. No soy demasiado locuaz, me temo
que no tengo el don de expresarme con claridad.
Al contrario. Os expresis con muchsima claridad le dijo sinceramente,
pues la frente fruncida de Catherine, aquella mirada introspectiva y el
estremecimiento haban valido ms que mil palabras.
Yo te he cogido aprecio, Isobel. Me gustara verte bien casada, con un marido
que te convenga. Es posible que hayamos sido negligentes en lo referente a asentar tu
posicin. Debera convencer a Percival y entre los dos intentaremos encontrarte un
buen partido.
No! No lo hagis! Helena quera oponerse a gritos, pero reprimi su protesta en
silencio. Catherine simplemente se preocupaba por ella, cumplidora, como su tutora.
En su proteccin y padrinazgo haba un pacto no expresado que inclua buscarle
marido a Isobel, puesto que la verdadera Isobel no tena el amparo de sus padres ni la
custodia de un miembro de la corte. Con todo, lo ltimo que Helena quera ahora era
encontrar marido. Si la casaban, no se podra mover con la libertad presente. Un
marido no le permitira hacer planes por cuenta propia, sino que tendra que
adaptarse a los planes de l. Y con un marido, enseguida se descubrira que ella no
era Isobel, pues no poda olvidar la dote, deba tener en cuenta que l esperara tomar
posesin de un patrimonio que perteneca a la verdadera Isobel.
No, ahora no poda permitirse el lujo de buscar marido! Pero a Catherine
tampoco poda mostrarle su renuencia, sin correr el riesgo de desenmaraar la trama
que haba urdido como Isobel de Bretaa.
Helena abri la boca un par de veces para dar su rplica, pero la cerr otra vez,
incapaz de poner sus pensamientos en orden y formar una frase con sentido. Aquel
era un giro totalmente inesperado!
Catherine inclin la cabeza a un lado, era evidente que esperaba alguna muestra
de contento o de gratitud. Helena puso sus pensamientos en orden, su mente alerta.
Vuestra preocupacin y afecto por m han sido una grata sorpresa le dijo
con total franqueza. Gracias, Lady Catherine.
Catherine asinti elegantemente con la cabeza, slo una vez.
Me disculpas ahora, Isobel? Pensaba retirarme de inmediato.
He demorado vuestro descanso Helena recogi el peine y las cintas para el
pelo y las guard en el arcn de viaje de Catherine. Me marcho ahora mismo. Ya es

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CORAZN VENGADOR

muy tarde.
Tan tarde que me atrevera a decir que somos las dos nicas personas que
todava no estn en la cama, soando admiti Catherine.

Savaric mostr las palmas de sus manos a modo de protesta.


Se hace tarde, mi seor Podramos continuar esta conversacin maana?
Eso es todo lo que has averiguado? repiti Juan. Te di ms de cincuenta
marcos. Me dijiste que era la cantidad que necesitabas para forzar a abrirse ciertas
bocas cerradas y todo cuanto consigues decirme es que a lo mejor Hubert Walter
llegue con un anuncio de guerra?
Savaric parpade Recordaba haber atravesado el castillo hasta el patio de la
entrada, pasar monedas de unas manos a otras y hacer algunas preguntas acerca de
ciertos cortesanos sin quienes Hubert Walter nunca viajaba. Eso haba sucedido poco
despus de que Juan hubiera terminado de cenar, cuando la mayora de los asistentes
ya haban abandonado la sala principal. A pesar de los recientes que eran los hechos,
Savaric recordaba vagamente las respuestas que le haban dado, igual que las caras
borrosas de las personas a quienes haba interrogado. Fueran cuales fuesen las
noticias que Walter traa de parte del rey, no le importaban lo mas mnimo. l slo
representaba el papel que Juan le haba asignado; en su mente haba otros asuntos
que bullan: los suyos propios.
Advirti que Juan segua con la mirada clavada en l, impaciente. Escogi de
entre varias de las respuestas que saba, a ciencia cierta, que conseguiran
tranquilizarlo.
Os garantizo, seor, que nadie ms que vos, ni el propio Hubert Walter, tiene
mayor conocimiento al respecto de los acontecimientos de maana. nicamente
corren rumores y yo os he trado aquellos que son ms fiables.
Nadie ms que vos tiene mayor conocimiento. Savaric haba escogido las palabras
con cuidado y vio cmo obraban el efecto de un blsamo sobre Juan. El futuro rey de
Inglaterra se relaj, sentado en su silla, y tom en su mano la copa de gran tamao
que siempre viajaba con l. A esa hora de la noche, sola llenarla con aguamiel el
vino de los pobres, la bebida habitual de Juan antes de irse a la cama.
Una vez resuelta la paranoia de Juan, Savaric se restableci y volvi a centrar
toda su atencin en sus propios asuntos. Juan poda responderle algunas preguntas,
pero primero l deba formularlas correctamente. Despus de tantos aos de prestar
odos y observar a los hombres cuando hablaban y actuaban, Savaric haba aprendido
a enlazar las palabras de manera que encubrieran aquello que realmente deseaba
saber.
Orden las palabras que habran de ocultar sus intenciones en aquella ocasin.
Aquella preciosidad, la joven que estaba sentada al final de la mesa, seor.
Aquella apetitosa muchacha de los ojos bonitos.
Usaba las expresiones de un caballero del campo, el tpico joven jactancioso, de

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broma fcil, cuya compaa comportaba muchas risas y gran cantidad de


comentarios pcaros, sin mala intencin.
Juan se mostr sorprendido, como si lo hubiesen sacado a la fuerza de sus
profundas cavilaciones.
Isobel? Qu le pasa?
Savaric baj la cabeza, fingiendo que intentaba ocultar cierta timidez. Sinti que
la actitud de aquella persona el papel de aquel hombre sencillo y superficial que
haba escogido representar se asentaba sobre l, cubrindolo como una manta,
clida y reconfortante, que lo protega.
Juan se echo a rer.
Savaric, hombre Qu me dices? Te interesa esa joven?
Solamente quisiera conocer sus circunstancias, seor Mantuvo la mirada
baja.
Bueno, sus referencias estn fuera de toda duda. Proviene de una de las
mejores familias de la Bretaa. Han sido leales a Normanda durante siglos.
Arrug la frente. Cul es el motivo de esta repentina curiosidad por una mujer?
Nunca, a lo largo de los aos, has mostrado el menor inters Intentas esconderme
algo? Algo que has descubierto de su familia que afecta a nuestros planes?
Savaric sinti una punzada de irritacin. Qu montona era aquella obstinacin.
Qu falta de miras por parte de Juan! Siempre consegua llevar cualquier asunto a su
terreno, a sus intereses. Sospechaba alianzas secretas donde no las haba, llegaba a
funestas conclusiones con un grano de arena, cuya cada auguraba el fin del mundo!
Te exijo que me lo expliques! Juan golpe la mesa con la copa y derram
parte del vino de aguamiel sobre su mano. Cuntamelo ahora mismo!
Yo no puedo deciros nada que vos no sepis ya! se defendi Savaric. No
todas las personas de este mundo estn conspirando contra vos.
Vio cmo a Juan le aleteaban los orificios de la nariz. Haba un fulgor de ira en
sus ojos que Savaric reconoci enseguida, acababa de traspasar la lnea divisoria que
Juan le permita con su abierta familiaridad.
He ejecutado a muchos hombres por menos, te lo advierto, Savaric.
Savaric refren su propia rabia.
Os pido mil disculpas por mis airadas palabras, mi seor. Nos encontramos
en una situacin muy crtica.
Juan consider su disculpa unos instantes, con la cara enrojecida y las venas de
la sien contrayndose por la rabia latente. En momentos como aqul, Savaric
vislumbraba claramente la sangre de los Plantagenet en Juan. Le haba demostrado a
Savaric algo que los dems no conseguan comprender que los dems barones de la
corte subestimaban a Juan, en especial el propio Ricardo. La mandbula apretada, la
regia mirada a la que no se le escapaba ni un detalle, era un hombre que rebosaba de
avidez para servir a sus propias ambiciones. A diferencia del resto de la corte inglesa,
que haba puesto sus esperanzas en el yermo matrimonio entre Ricardo y Berenguela
de Espaa para darles un heredero, Savaric no albergaba dudas que un da Juan sera

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CORAZN VENGADOR

el rey de Inglaterra. Cuando llegara ese da, quien se hubiera mantenido leal a su
lado, se vera bien recompensado.
Con la misma prontitud, la explosin furibunda del futuro rey se desvaneci.
En su lugar estaba sentado un hombre cansado y maltratado por todos, que haba
recorrido una larga distancia. Deposit la copa sobre la mesa.
Ya es tarde dijo como un eco de las palabras que Savaric haba dicho
minutos antes. Hora de dormir.
Savaric asinti. Sera mejor dejar a un lado el tema de Isobel por el momento. Al
menos, hasta que se hubiese desconvocado al Consejo y Juan estuviera
suficientemente relajado para poder sonsacarle informacin.
Si es que se puede dormir con un ambiente tan hmedo.
Te has malcriado con el clima del norte del pas, viviendo en aquella
fortificacin que posees tan alejada de la capital Ha resultado tan provechosa como
te pareci al principio?
Savaric record un retrato que, durante un tiempo, colg encima de la chimenea
en la sala principal. Era el retrato de una joven con unos impresionantes ojos azules.
Mucho ms de lo que esperaba le respondi francamente.
Bueno, muy bien! dijo Juan con efusin, y tom un trago de la copa.
Su irritacin pareca haber desaparecido por completo. Era precisamente esta
segunda cualidad de Juan que lo converta en un posible rey a tener en cuenta. Al ser
el hermano menor de la belicosa prole de Leonor y Enrique II, Juan haba aprendido
a dominar su temperamento cuando era necesario.
Satisfecho, Savaric le dese las buenas noches a Juan y se fue a su alcoba a
reorganizar sus estrategias en privado.

Helena estaba de pie, subida sobre la estructura de madera de la cama, y se


sostena de puntillas apoyndose con cuidado en el extremo. As, alargando el cuello,
alcanzaba la parte baja de la estrecha ventana que se abra por encima de su cama.
Vea poco ms que una franja de cielo estrellado, pero s perciba los ruidos de la
noche y senta el frescor del viento nocturno. El aire y los sonidos le recordaron que
exista otro mundo ms all de las paredes y, secretamente, ms all de sus sueos y
esperanzas, de sus planes. Un mundo que segua esperando ah fuera a que ella
saliera. Aquella noche se haba olvidado de su propsito. El Barn Negro, por un
rato, apart cualquier otra idea de su mente.
Haca ya casi un ao que Helena andaba tras un hombre el responsable de la
muerte de su padre. Aquella bsqueda haba ocupado cada segundo de su vida, del
amanecer al anochecer hasta el da presente. Se tumb en la cama y dej que sus
pensamientos vagaran entorno a los acontecimientos de la jornada. Fue entonces
cuando se dio cuenta hasta qu punto Dinan haba atrado su atencin. Aquella
certidumbre la inquietaba. Le pareca que haberse olvidado de su padre con tanta
facilidad era casi una traicin. Sigui dando vueltas en la cama, mortificada, hasta

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que los sonidos de la ciudad, que entraban por la angosta ventana, la convencieron
que deba dormir.
Inspir el aire y renov la promesa de continuar con la bsqueda para poder
ayudar a la gente de ah fuera, a quien tanto bien hara. Al da siguiente pondra en
accin su promesa llevara vveres a las pequeas localidades que rodeaban Oxford.
Al otro da, hara lo mismo. Y al otro, tambin, hasta que se suspendiera el Consejo y
les permitieran abandonar Oxford. Y cada uno de los das que no cumpliera su
promesa, se concentrara en la mejor manera de convencer a Catherine y a Percival de
que deban visitar York.
S, maana tena mucho que hacer. No volvera a distraerse otra vez.

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CORAZN VENGADOR

Captulo 5
El castillo en el que se reunira el Gran Consejo albergaba una sala cavernosa en
la que caban todos los barones. Los rayos del primer sol de la maana se colaban por
los altos alfizares a lo largo de la pared. Las motas de polvo flotaban en la luz,
agitadas por los movimientos de docenas de nobles malhumorados.
Se haba concedido un receso porque la asamblea no poda mantenerse en
silencio durante el tiempo suficiente para que Hubert Walter prosiguiera con su
parlamento. Esta situacin ya era de por s extraordinaria, pero, adems, estaba
aquella otra noticia todava ms escandalosa: el rey haba pedido el apoyo de un
nmero mayor de hombres.
Los barones se movan de un lado a otro, formando corros, cambiando de un
grupo a otro para comprobar la opinin de los dems asistentes all reunidos.
En medio de ese mar embravecido, haba un par de islas en calma total. Sentado
en la nica silla de la sala, alzada en una tarima, Sir Hubert Walter. Su cara estaba
surcada por las lneas de la edad y las preocupaciones, pero sus ojos seguan vivaces.
Estaba sentado con la actitud de un hombre joven, alerta, listo para entrar en accin
despus de haber entregado el primer mensaje del rey.
El segundo remanso de tranquilidad de aquella estancia se centraba en un
banco prximo al pie de la tarima. A pesar de la calma aparente, ah tampoco haba
ninguna afabilidad.
Stephen senta la tensin, enroscada dentro de l como una serpiente a punto de
atacar, pero vea demasiadas vctimas potenciales a su alrededor, pues, aparte del
propio Hubert Walter, estaba reido con cada uno de los concurrentes. Estaba
ansioso por entrar en accin, a pesar de que lidi consigo mismo por aplacar aquella
necesidad. Haba demasiados nobles all que dormiran mucho ms tranquilos si se
derramaba la sangre de Stephen y, por otra parte, aprovecharan la brecha abierta que
l les brindaba, aprovechando as la oportunidad para oponerse a un acuerdo.
Dirigi la vista hacia Hubert Walter para comprobar qu pensaba aquel gran
hombre de la reaccin unnime de descontento ante las rdenes de Ricardo. Las
miradas de ambos se entrecruzaron. Walter hizo un gesto hacia la puerta que
indiscutiblemente quera decir que lo siguiera fuera de la sala.
Tenso por la rabia acumulada, Stephen sigui a Walter hacia la salida, situada al
lado de la tarima, y se adentr en el pasillo de fuera. El mayor de los dos hombres
apoy amablemente la mano sobre el hombro de Stephen.
Parece que te vendra bien un trago. Ven, quiero hablar contigo.

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Walter le acerc una copa llena de vino a Stephen y se sirvi otra para l.
No estn muy contentos, verdad? le pregunt. No pareca muy molesto.
No, la verdad es que no.
La furia de Stephen se calm un poco ante la franqueza de las palabras del
hombre.
Walter atraves la habitacin y se sent en una silla acolchada, cubierta de tela,
un asiento mucho ms cmodo que la grande y austera pieza de madera de la sala
del Consejo. Le seal a Stephen una banqueta al lado de la suya y se sent, con una
lentitud causada por la edad avanzada o por un extremo agotamiento. Seguramente
por ambas cosas, juzg Stephen. ste, a su vez, se sent, obediente.
Walter tom un trago de vino y luego dej la copa encima de la mesa. Junt las
puntas de los dedos de cada mano, un gesto que denotaba reflexin.
No te uniste al Consejo en medio de las protestas que han provocado las
demandas de Ricardo.
No.
Pero t no le debes nada al rey. Ni tan slo lealtad, es lo que dicen muchos.
Consideris mi lealtad al rey como un gesto fuera de lo comn?
Ciertamente. Pero tal vez sea interpretado como tus ganas de guerra.
Mostrando tu lealtad podras conseguir luchar.
Hablis con una franqueza excepcional, mi seor.
Soy el jefe de justicia del rey. Tengo el dominio del reino cuando l no est.
Puesto que el rey apenas ha estado en Inglaterra un par de aos de los diez que ha
reinado, es difcil creer que pondra a un necio en su lugar.
La ira de Stephen se haba dispersado gracias a la refrescante sinceridad de
Walter.
Jams he credo que fuerais un necio.
T tampoco lo eres. Walter se inclin hacia delante. Te voy a hablar ms
claro incluso, Dinan. Ricardo me confi la entrega de ciertos encargos personales.
Os ha mandado llamarme?
Stephen odiaba escuchar tanta avidez en su propia voz. Le pareca que actuaba
como el perro que han echado fuera, que vigila toda la noche, y que regresa a la
puerta al primer rayo de luz, meneando la cola.
Pero, incluso con aquella odiosa sensacin hacia s mismo, no se desvaneca la
esperanza.
Eso es lo que quieres? Ir a una guerra, luchar por una causa en la que no
crees? le pregunt Walter.
Yo nunca he dicho eso! Ricardo ha mostrado una imagen falsa de m si ste es
el cargo que me imputa. Es la historia que l cree?
Walter alz la mano.
Tranquilo, Dinan. Ha dicho muchas cosas sobre ti, pero nunca te acus de ser
un mercenario.

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Entonces, sois vos quien me acusa?


No.
Me estis poniendo a prueba?
Tal vez.
Pero por qu? Por qu razn?! Stephen se puso de pie sin pensarlo.
Cundo dejar de perseguirme esta sombra maldita? No puedo moverme sin que
siga mis pasos, va conmigo a todas partes, viaja a mi lado, adelantndose como un
pregonero y anunciando mi llegada, como un pjaro de mal agero. All donde voy,
me tratan como a un leproso.
Desafiaste al rey. stas son las consecuencias de un acto tan
Insensato?
Exacto admiti Walter.
Tanta sinceridad hizo desaparecer por completo la amargura en Stephen.
Expuls la tensin de su cuerpo con un suspiro exhausto. Se sent, cogi la copa y le
habl al vino.
Aquella noche, yo le dije lo que pensaba tal como se lo hubiera dicho a un
amigo. Antes era as. ramos como amigos.
El rey no puede olvidar jams quin es ni cul es su posicin. La voz de
Walter era amable Ni tampoco puede dejar a un lado las obligaciones de la Corona.
Ni tan slo por amistad. Es algo que Ricardo saba muy bien y que t no recordaste.
No lo he olvidado desde entonces.
No, ya me lo supongo.
Stephen alz la vista cuando le pareci escuchar el tono irnico en la voz de
Hubert, pero el augusto rostro mantena su hiertica expresin.
El mensaje de Ricardo no es el que vena esperando, verdad?
Si venas esperando que te llamara a las armas, entonces te dir que no, no lo
es. Ricardo me pidi expresamente que te comunicara que no quiere que te unas a l
en Run.
Stephen apoy los antebrazos sobre las rodillas, desfallecido. La confirmacin
de lo que acababa de adivinar an le quemaba, a pesar de que lo hubiera previsto.
Convoca a todos los nobles de Inglaterra y me obliga a quedarme al margen.
Bueno, tampoco espera que los dems se unan a l.
Ah, no?
Aquellos que no vayan a Normanda van a pagar un precio muy alto por su
desobediencia.
De qu se trata ahora? De dinero? Otra vez?
Se trata de la guerra respondi Walter con una calma que Stephen
admiraba por encima de todo. La guerra ms absoluta. Ricardo tiene la victoria al
alcance de la mano. Ha creado una red de alianzas alrededor de Francia y ahora est
a punto de tirar fuerte de las cuerdas que componen el entramado.
Felipe estar desesperado.
De ah la llamada a las armas. Ricardo necesita hombres o dinero para

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comprar a otros hombres. Cualquiera de las dos opciones, le tiene sin cuidado.
Y con cunto tengo yo que contribuir en esta campaa?
No quiere tu dinero, Dinan.
Stephen se resign con otro suspiro extenuado, como el ltimo aliento de un
moribundo.
No me ha perdonado.
Walter dej caer la mano sobre la mueca de Stephen, se aferr a ella y luego
retir la mano.
Bebe le orden Walter. Te aseguro que no est envenenado.
Y luego, con un murmullo de voz, aadi:
Por Hugh, que en paz descanse.
Stephen levant la cabeza de repente.
Hugh le Puissant fue envenenado? Estis seguro?
Walter pareca desconcertado.
Ha sido un comentario fuera de lugar. No se sabe nada con seguridad. Pero
corren rumores y el momento de su muerte, tan conveniente para algunos, cuando
iba de camino a reunirse con Ricardo, le traa informacin vital acerca de ciertos
barones que quiz no fueran tan leales a la Corona como el rey supona. Walter se
encogi de hombros.
Y vos habis reemplazado a Hugh en su papel de jefe de justicia del rey. Sois
muy valiente.
Me ando con mucho cuidado y no hago como l, que se creaba enemigos sin
ningn tipo de cautela, imprudentemente.
Walter le dedic una sonrisa fugaz. Tras la sonrisa, Stephen intua el cansancio.
La tarea de tener que repartir mensajes como el que me acabis de dar debe
de alegraros la vida a ms no poder.
La sonrisa de Walter se ensanch.
T te lo has tomado con mucha ms ecuanimidad que otros admiti
mientras se levantaba. Vamos, bebe un poco ms. Te gusta el vino? ste es de
Burdeos. Ah s que son expertos en el arte del vino. Te puedes llevar el frasco entero.
Stephen se encontr fuera de la habitacin de pie con un frasco de vino casi
lleno bajo el brazo y la orden de Walter de bebrselo resonando an en sus odos.
Se qued mirando el recipiente Por qu no? Por qu no se beba todo el vino?
No tena otra cosa que hacer en ese maldito lugar. Con el Consejo en pleno caos,
tardaran das antes de que los dejaran marcharse de la villa.
Ricardo no lo quera. Lo haba separado de los dems, a l en concreto, y se
haba deshecho de l.
El vino le ayudara a mitigar el dolor que la punzada que aquella cruda verdad
le haba provocado.

La actitud contenida de Helena disimulaba el hervor de su sangre.

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A medida que avanzaba por el largo pasillo que conduca a la pequea y oscura
alcoba que le haban indicado los sirvientes, iba pensando que, quien fuera que
dispona el orden de las tareas de cada da, escuch sus plegarias la noche anterior y
decidi ignorarlas por completo, a propsito, y que la suya fuera as una jornada de
lo ms frustrante.
Se haba levantado al salir el sol, con la intencin de cumplir su promesa antes
que el resto de los residentes de aquella casa empezaran sus quehaceres, la vieran
rondar y le hicieran preguntas.
Pero Catherine vino a buscarla a la alcoba donde dorma, con las manos en las
sienes y con los ojos como dos estrechas rendijas, doloridos.
Isobel me temo que tengo que molestarte.
Tenis dolor de cabeza? le pregunt Helena e inmediatamente se puso de
pie.
Ay, s! exhal. Catherine. Es la condena por haber mezclado aquel vino
con especias de la cena de ayer con las preocupaciones que me desvelan por la noche.
Helena la ayud a volver a la cama y se ocup de satisfacer sus necesidades ms
inmediatas: las ventanas completamente cerradas, la calma y el frescor de la
oscuridad, y vino bien aguado para suavizar la garganta seca. El marido de
Catherine, Percival, haba partido temprano, impaciente por intercambiar novedades
con los miembros de la nobleza que se haban reunido en el castillo para asistir al
Consejo.
El malestar de Catherine puso a Helena en un dilema. Catherine a menudo
padeca fuertes dolores de cabeza, cuya intensidad la dejaban muy debilitada, pero lo
ocultaba ante todos los dems, a excepcin de Percival y de Helena, a quienes no
poda esconder ninguno de sus achaques. Al principio, Catherine le haba pedido a
Helena que la encubriera, con la tpica excusa de las numerosas tareas femeninas a
las que deban atender, y se encerraban en la alcoba de Catherine durante el resto del
da para sobrellevar como poda el dolor.
Helena contempl a la mujer, que yaca oculta bajo las pieles de la cama y
suspir. Quiz podra adaptar la trada excusa a fin de que incluyera solamente a
Catherine y as ella podra continuar con sus tareas. Pero alguien tendra que atender
a las personas que llamaran a la puerta y Catherine, sola, no poda encargarse de ello.
Querida, las tnicas. Debemos terminarlas hoy mismo. Las esperan.
Helena observ el gran bal, que contena los instrumentos para coser y las
vestiduras a medio terminar. El mandato implcito de Catherine estaba claro: ella
tendra que retocar las tnicas de Percival.
Siento mucho ser una molestia El rostro de Catherine estaba tenso por el
dolor.
Tanto su expresin de sufrimiento como sus palabras aguijonearon la sensacin
de culpabilidad que se despert en ella.
Tonteras! le dijo y, acto seguido, tir del pesado bal para acercarlo a la
banqueta ms cmoda de la habitacin.

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Helena emprendi la tarea sin ms dilacin, con la esperanza de terminar tan


pronto como fuera posible y poder salir a hacer la suya. De entrada, pens que la
terminara bastante rpido. A medida que iba hilvanando las costuras, meda el
progreso de su trabajo con el lento avance de un rayo de sol que se arrastraba por el
suelo de la alcoba. A media tarde, comprendi que sus esperanzas eran en vano.
Todava le quedaban un par de bajos para doblar, cuando se qued sin hilo.
Busc dentro del bal, mientras senta que su paciencia rozaba el lmite. Madejas de
hilos de otros colores, ms oscuros, que no servan, alfileres, unas tijeras, los
implementos de una experta costurera, todo estaba all, pero no haba hilo blanco.
Helena rebusc a tientas en el fondo del bal y lanz un grito de dolor al sentir
las puntas de varias agujas y alfileres clavndosele en los dedos. Con una maldicin
de impaciencia en los labios, arremeti contra la caja medio vaca y volc las piezas
del fondo sobre la paja del suelo. Las bobinas de madera repicaron sonoramente
contra los tablones. Removi la pila con la punta del pie, pero tampoco dio resultado;
no haba hilo blanco.
De repente, se pudo escuchar un golpecito en la puerta. Helena se apresur a
responder a la llamada antes de que abrieran la puerta y vieran a Catherine echada
en la cama.
S? Qu sucede? susurr Helena por la rendija.
No habis tomado parte en la comida del medioda, mi seora. Nos
preguntbamos
Era la voz de la cocinera, la mujer sajona que la haba ayudado la noche anterior,
bien dispuesta a saquear la comida sobrante del banquete. Helena aspir una
profunda bocanada para calmar su frustracin.
No te preocupes, Maud. Ahora estamos ocupadas. El marido de mi seora le
ha pedido que complete unas tareas y yo tengo que ayudarla.
No queris que os haga traer un refrigerio?
No se le haba pasado por la cabeza la idea de comer. Haba estado demasiado
ocupada para darse cuenta que no segua el ritmo habitual de un da normal. Ahora
que Maud le mencionaba la comida, sinti que su estmago se quejaba
ruidosamente.
Ya ir yo a la cocina. Pronto. Sers tan amable de prepararme algo, un
bocado?
Ser un placer le asegur Maud.
Helena escuch el vuelo de una falda, que le indicaba que Maud se alejaba ya
por el pasillo. Entonces, se acord de otra cosa.
Espera! Un momento, por favor!
Maud se detuvo, volviendo pacientemente su bondadoso y rubicundo rostro
hacia ella.
Hilo. Yo necesitamos hilo blanco. Sabes dnde puedo encontrar una
bobina? pregunt Helena con escasas esperanzas, pues se alojaban en la casa de un
hombre soltero. Bueno, tal vez alguna de las sirvientas tuviera una canilla guardada

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en algn rincn.
Maud frunci el ceo.
Hilo? No sabra decirle! La verdad, mis manos estn ms acostumbradas al
puchero y las ollas que a la aguja.
Tampoco tena muchas esperanzas admiti Helena; dio un paso atrs para
regresar al interior de la alcoba.
S, esperad! S, seora, en la habitacin del huso! Lo haba olvidado.
La habitacin del huso?
En la parte de arriba, en el mismo pasillo, pero arriba. Est al final de todo.
Nadie entra all, seora. Seguramente no se ha abierto la puerta desde que le
entregaron la finca al seor.
Habr hilo all? pregunt Helena, confundida.
Si en esta casa hay una madeja de hilo, tendr que ser en esa habitacin. Si no
lo encuentra all, no hay.
Helena se encontr recorriendo el pasillo de la planta superior en busca del hilo
blanco, cavilando en cmo se haba perdido un da entero, todo su trabajo al servicio
del vestuario de su protector, precisamente ahora que se haba hecho la promesa
secreta de completar su bsqueda.
Los pasillos estaban silenciosos, vacos, sin gente. Los invitado que se haban
recogido en sus alcobas, le recordaron a Helena la reunin del Gran Consejo en el
castillo. Era un mudo recordatorio que el mundo segua girando sin cesar aunque ella
se quedara parada. Abri la puerta con un golpe brusco, que manifestaba su
contrariedad, y entr en la estancia.
Dos detalles la sorprendieron, tanto, que se qued paralizada.
El primero era un telar que colgaba de la pared ms alejada, sujeto con una
labor a medio terminar. Las partes que estaban completas vibraban con color y vida.
El telar invada casi todo el espacio de aquella pequea habitacin. Aquello explicaba
por qu, en una finca donde hacan falta unas estancias tan amplias, un espacio tan
pequeo no se utilizaba.
El segundo detalle fue el que menos le agrad. Sobre un endeble taburete se
encontraba sentado Stephen de Dinan, con el brazo apoyado sobre una mesa
diminuta y la mano aferrada a una copa de metal. A la altura del codo, un frasco de
vino.
En una estancia que transpiraba feminidad de un modo tan abrumador aquella
enorme presencia masculina era el doble de sorprendente.
Se qued mirndola fijamente, como si su aparicin no hubiese sido una visita
que le sorprendiera.
Vos dijo con la voz ronca.
Helena asi la aldaba de la puerta para infundirse fuerzas. Dinan saba ciertas
cosas acerca de ella! La certeza de que sus secretos estaban en las impredecibles
manos de aquel hombre no haca que se sintiera precisamente serena. Sera ms fcil,
mucho ms fcil, salir de la habitacin en silencio y alejarse para siempre. Si se

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mantena a distancia y no lo provocaba, l se sentira menos inclinado a compartir sus


secretos con otras personas.
Pero era un falso consuelo y Helena saba por qu le resultaba tan tentador huir:
estaba aterrorizada. Su padre le haba enseado a lidiar con aquel tipo de terror
durante el ao que vivieron en el bosque. Dio un paso adelante, entr y cerr la
puerta, dispuesta a enfrentarse a su miedo endemoniado.
Se supone que deberais estar reunido en el Consejo, cierto? le pregunt.
Stephen hizo una mueca de desdn y alz la copa.
Mi presencia all no es bienvenida.
Helena lo examin. No pareca borracho, pero a menudo la borrachera era un
estado engaoso. La precisin en su manera de hablar ratificaba que se esforzaba en
extremo por mantener el control.
Los hombres en aquel estado solan hablar ms de la cuenta. Tal vez podra, si
se andaba con cuidado, sacarle algo ms de informacin.
Vine a buscar hilo.
Se acerc al arcn al lado del magnfico telar, ya que era el lugar ms lgico
donde encontrarlo. Haba una capa de polvo encima del bal. Al acercarse al tapiz,
Helena vio que los hilos y las hebras tambin estaban cubiertos de polvo y que la
capa de polvo era an ms gruesa sobre el telar.
Hilo! Stephen lanz un resoplido y Helena pudo escuchar el rasgar de la
copa sobre la mesa. Una tarea tan sumamente importante no encaja con vos, seora
no Isobel.
Helena se qued de espaldas a l. Levant la tapa del arcn y rebusc entre los
retales, los ovillos de lana y dems objetos.
Se trata de una tarea, simplemente.
Y esta vez tampoco me diris vuestra verdad, a que no? Ni tan slo vuestro
nombre.
El extrao tono de su voz la oblig a darse la vuelta y examinar el rostro de l.
Era una tensa mscara de cinismo.
Se volvi de nuevo hacia el arcn, ms bien para esconderse que para encontrar
hilo blanco, pues estaba claro que ah dentro no haba ni una brizna.
Oculto mi nombre por un motivo importante, seor.
Un motivo. Repiti las palabras con un suspiro. Envidio vuestro motivo,
no Isobel, aunque no sepa de qu se trate. Para m, tener un motivo obvio significa
gozar de un gran privilegio.
Ah, s? Helena se qued de cara a l, sorprendida Acaso vuestra vida es
tan vaca, sin un buen motivo, que envidiis a quienes lo tienen?
Stephen se ech a rer. Empez con una carcajada ronca y rpidamente fue
aumentando hasta terminar en un rugido que le naca de las entraas. Su cuerpo
entero se sacuda mientras echaba la cabeza atrs para dejar que su voz rasgada
saliera libremente. Los tendones de su cuerpo estaban tensos, agarrotados y las
manos cerradas con los puos apretados. No haba ni una nota de alegra en aquella

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risa, sino una profunda amargura.


Confundida y un poco asustada, Helena se preguntaba cul sera la causa de
aquella efusin, tan diablica. Finalmente cuando ces, Stephen se qued mirndola.
Sus ojos brillaban, con rabia o con regocijo, o quiz con ambas cosas a la vez.
No es extrao que me miris con recelo, no Isobel. Soy, en efecto, un hombre
que carece de motivos. As lo ha decretado el propio Ricardo. Ni siquiera necesita mi
oro. Al pronunciar la ltima palabra, lanz la copa con un manotazo, arrastrndola
por la mesa.
Helena se estremeci violentamente y acall un chillido.
La copa sali disparada rebotando con un ruido lquido contra la pared.
Stephen se puso de pie y se acerc a la estrecha rendija de la ventana.
Helena hubiese echado a correr en aquel instante, pero se qued donde estaba;
reconoca la agona de Dinan.
l se apoy en la ventana, aspirando aire con fuerza. Pareca que estuviera
intentando saltar al vaco. Escapar le susurr su mente. Est buscando una
salida.
He visto paisajes y me han contado historias que ni un trovador podra
imaginar le dijo calmadamente. He sido reconocido como el mejor luchador,
despus del propio Ricardo. Me he pasado la vida, toda mi vida, sirviendo al rey.
Nunca pens que esto cambiara.
Vos le habis ofendido musit Helena.
No hice ms que decirle la verdad! La verdad! Se dio la vuelta para quedar
de cara a ella. Eso es lo que os contaron, no Isobel, aquellos quienes llenaron
vuestro corazn de temor hacia m?
No.
No, os creo, pues Ricardo nunca ha explicado de qu manera le ofend.
Eso es cierto. No s cul fue vuestro delito, pero otros hombres, cuando lo
han provocado, han tenido que soportar la historia contada de la propia boca del rey,
proclamando hasta el ms mnimo detalle.
La verdad me ha perjudicado. Tal vez, vuestra actitud sea la mejor, evitis
decir la verdad.
Es sa la razn por la que no me habis delatado?
La pregunta haba surgido antes de que Helena la pudiera refrenar. Bien
jugado, ahora provocaba al oso! Se sinti encogerse mentalmente. Ya lo haba dicho.
A Stephen, la pregunta no le pareci provocadora. Nuevamente dej vagar la
mirada por la ventana.
Has paseado alguna vez por las playas de la Bretaa, no Isobel?
S, hace ya tiempo, cuando era una nia.
La arena, all donde rompen las olas, la recuerdas?
Ella asinti.
S. Es gris, sucia. Te lame los pies y se pega como el barro.
Y cuando se seca?

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CORAZN VENGADOR

Se rompe en pedacitos y se convierte en polvo. En granos diminutos que se


los lleva el viento.
Imagina que los granos son blancos, no Isobel. Limpios, blancos,
interminables granos de arena. Puedes imaginarlo?
S, me lo imagino.
Imagina miles, miles y miles de granos de arena una montaa.
He visto montaas como sas, montaas de arena.
Has visto montaas de arena? Altas, ms altas que la aguja de una catedral?
No. Aquella era una imagen fascinante.
Entonces no s si podrs imaginar cientos y cientos de enormes montaas
una tras otra, una tras otra, ocupando todo el horizonte.
Helena sacudi la cabeza.
Si estuvieras en lo alto de esa montaa no importara la direccin que
tomaras. Todo cuanto se vera, hasta donde alcanza la vista, seran montaas, ms
montaas de arena. Y si tuvieras que andar, cruzar las montaas hasta el punto ms
lejano que tu vista alcanzara slo encontraras ms montaas.
Es imposible musit Helena. En ningn lugar hay tanta tierra rida,
siempre igual.
Yo la he visto. La he cruzado Tard cinco das, Llevaba mi propia comida y el
agua, porque all no hay nada con vida. Es un territorio seco, el ms rido que jams
se pueda imaginar. Y hace calor. Quieres quitarte la ropa, pero no puedes, por que el
sol te quemara, te quemara hasta los huesos. Los habitantes de esas tierras se cubren
todo el cuerpo con telas, todo tapado, slo se les ven los ojos.
T Lo has visto?
La mera idea dejaba a Helena sin aliento, Stephen pareca un barn corriente,
que haba viajado a Tierra Santa. No mostraba las seales de una travesa tan extica.
Cuando has caminado durante cinco das y dormido durante el calor del da,
al final se llega al lmite de las montaas de arena.
Y entonces, qu hay?
Entonces llegas a una tierra desolada, ms yerma de lo que Dios hubiera
deseado. Dijiste que no podas imaginarte las montaas, no Isobel. Yo tampoco
hubiese podido imaginar aquello, ni aun despus de haber atravesado las montaas.
Es un territorio llano, con rocas esparcidas por todas partes. A veces hay un
despeadero, con las piedras ms afiladas que jams haya visto. Nada se mueve, slo
el viento. Incluso las montaas de arena estaban ms vivas, pues el viento las
empujaba y se movan. Pero en ese lugar no. Ha estado all desde que el hombre
apareci y all seguir, mucho despus que el hombre desaparezca. Su mirada
volvi a perderse por la rendija de la ventana, transportado por los recuerdos.
Tambin atravesaste esa zona?
S. Y aquel viaje casi acaba conmigo. Estuvo ms cerca de matarme que
ninguno de los sarracenos con quienes me top por todo lo ancho de Tierra Santa.
Parece un lugar sin Dios. Es horrible!

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TRACY COOPER-POSEY

CORAZN VENGADOR

Es un lugar majestuoso.
Pero es imposible!
Lo es suspir. Cada da que pasa, es el da ms caluroso de tu vida. Y las
noches son glidas, ms que en los Peninos. La muerte camina a tu lado. Pero all, la
muerte no es una criatura malvada. Simplemente est ah.
Lo encuentras majestuoso por que la muerte te segua los pasos?
No. Porque la muerte es impersonal. Antes de perderme all, yo era el
compaero favorito de Ricardo. Tena tierras y ttulos, y la bendicin de la Iglesia.
Haba recibido grandes recompensas por ganar batallas. Bajo mi mando, tena una
legin de caballeros que se lanzaban a morir en la batalla si yo lo ordenaba. He
luchado contra los sarracenos y he vivido para contarlo. Me crea un hombre de
mundo. Regres al frgil taburete y se sent, con las manos enlazadas. Aquellas
manos le hablaban de pasin, tal vez de la necesidad que ella lo comprendiera.
Cuando llegu a aquel lugar, yo no era nadie. De nada vala que hubiera mandado
una poderosa guarnicin de combatientes, capaces de defender a un pas. Mi
autoridad no podra alejar a la muerte, si ella decidiera tomarme. Ni mis posesiones
ni mis ttulos importaban No me provean de la comida y del agua que necesitaba
entonces. Ni el temor a la muerte, ni los lamentos, ni creer que era una injusticia me
serviran para vencerla. Nada de lo que yo era poda impedir el curso de las leyes
naturales en aquel lugar. Seguan sus ciclos eternos. Yo no despertaba ni tan slo un
inters pasajero. Era menos que una hormiga.
Helena arrug la frente. Stephen hablaba de la muerte y la desolacin con cierto
orgullo.
Sientes admiracin
Siento un profundo respeto. El tiempo pasa y aquel lugar permanece. Es
mucho ms poderoso que cualquier cosa que nosotros, insignificantes humanos,
consideremos importante. Porque, de verdad, las cosas que creemos que son
importantes son tan efmeras!
Le pareci que comprenda a Stephen.
sta es, pues, la razn por la que no has revelado mi secreto a nadie? Por
que es efmero, una nimiedad?
No he revelado tu secreto, no Isobel, porque tu misterioso motivo es muy
valioso para ti. Qu derecho tengo a quitrtelo? Disfrtalo.
Y t, regresaste de ese lugar y ahora tu vida te parece vaca?
Regres y la vida me pareca valiossima, preciosa. Pero los hombres lo
complican todo. Pierden de vista lo que es esencial. La verdad esencial. La verdad, no
Isobel, es todo cuanto tenemos para hacer nuestra vida distinta. Yo aprend a ver la
verdad fundamental ah fuera, en el mundo, y ahora estoy pagando el precio de mi
aprendizaje.
Dijiste aquello que tu corazn senta.
Una insensatez, luego lo descubr. Solt otro suspiro. La verdad tena un
precio que yo no esperaba.

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TRACY COOPER-POSEY

CORAZN VENGADOR

En la mente de Helena, los pensamientos se arremolinaban como un torbellino.


La agona de la que l hablaba, la reconoca sin duda. Haba sobrevivido a
experiencias que haban alterado por completo su modo de pensar, la manera de
juzgar al mundo y a la gente que viva en l. Lo mismo que ella. Ahora tena una
identidad secreta y un propsito, que tema declarar en voz alta. En ese aspecto,
diferan. l se haba enfrentado a un reto mucho mayor y despus se atrevi a decir la
verdad. No esconda los cambios que lo haban transformado por dentro.
T eres mucho ms valeroso que yo.
La voz de Helena sonaba vaca despus de las intensas evocaciones de Stephen,
pero las palabras de ella eran igualmente sinceras.
Incluso horas despus, no alcanzaba a comprender qu la haba impulsado a
hablar, pero Helena cay de rodillas ante Stephen y apoy sus manos sobre las de l.
Tu espritu es mucho ms grande de lo que el mo ser jams. Baj la cabeza
. Mi nombre es Helena, seor.
Cuando levant la mirada, l tena los ojos clavados en ella con evidente
asombro. Sus labios estaban entreabiertos, como si fuera a decir algo, pero se hubiera
quedado sin palabras. Movi las manos y sinti las de ella encima de las suyas. Los
dedos de ella quedaron entrelazados con los de l. Stephen se desliz del taburete y
se dej caer, de rodillas, a la altura de ella, sujetando su mano en alto como si fuera a
pedirle un baile. Era mucho ms corpulento que ella y Helena tuvo que levantar el
rostro para poder mirarlo a los ojos.
Este regalo que me has ofrecido, Helena, me honra.
Entonces sonri y se transform. La impresin previa, de animal furioso, de oso
hurao, desapareci. En l se vea una especie de deleite malicioso, pero no estaba
dirigido a ella. Helena percibi con absoluta certeza que acababa de incluirla en un
crculo invisible que rodeaba a Stephen. Era la coraza que lo separaba del resto del
mundo. Estaba segura que no haba dejado entrar a nadie ms que a ella.
Stephen se puso la otra mano en el pecho.
Tu secreto est a salvo conmigo.
Helena sinti inmediatamente que poda confiar totalmente en su discrecin.
Se quedaron unos instantes en la misma posicin, de rodillas, mirndose en
medio de aquella habitacin, olvidada y polvorienta. Dos personas tan alejadas de las
complejas maquinaciones de los hombres como aquella misma habitacin.
Luego, Stephen se puso de pie y ayud a Helena a levantarse.
Debes regresar, o empezarn a preguntarse dnde ests. Y con aquel
comentario, se convirti en parte de la pequea conspiracin de Helena.
Un aliado.
Slo cuando hubo vuelto a la alcoba de Catherine, se acord del consejo con el
que su protectora la haba advertido la noche anterior. Entonces, se dio cuenta de que
su aliado era uno de los hombres ms peligrosos de la poltica europea.

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Captulo 6
De lo nico que se habl aquella noche durante la cena fue del mandato de
Ricardo acerca de la provisin de hombres o de dinero. A pesar de que Helena no
asisti a la comida, Maud la puso al corriente cuando les trajo un refrigerio, a ella y a
Catherine, a ltima hora de la vspera.
Ricardo necesitaba ms caballeros? Mientras coma, se preguntaba si Stephen
de Dinan estara entre los convocados. Entonces record el estado en el que haba
encontrado a Stephen.
Ni siquiera necesita mi oro, haba dicho.
En principio, Ricardo exclua a Stephen, y la irona era que, si la descripcin que
Maud le haba dado de la sala fuera precisa, Stephen era el nico que pareca
dispuesto a atender la llamada. No era de extraar que hubiera buscado consuelo en
la bebida. Para un hombre como l, un cruzado, un hombre de accin, el rechazo de
Ricardo deba de haber sido un duro golpe.
Helena se retir temprano. Ya no tena sentido mantener la ficcin de Catherine
ms tiempo y Percival pronto regresara al lado de su esposa.
El sueo no la acompa. Helena se consol reafirmando su promesa privada.
Se olvidara del da perdido y maana lo volvera a intentar.
Catherine se levant a la maana siguiente asegurando que ya no senta ningn
malestar. Como Catherine deseaba estar a solas y terminar las tnicas que Helena no
haba terminado, sta se encontr libre para realizar sus tareas.
Por eso, inmediatamente despus de que Maud se hubiese ocupado del
desayuno, ella y Helena partieron de Oxford con varios paquetes de comida Iban a
ser repartidos en la aldea de Maud, un paraje a media hora de Oxford ro arriba.
Helena se alej de Oxford con el corazn rebosante de alegra. La Posibilidad de
que la descubrieran estaba descartada por el momento. Ya no se preguntaba
temerosa, qu hara Dinan con su secreto. En vez de miedo, senta seguridad al saber
que l se haba convertido en su silencioso aliado.
Cuando llegaron a la aldea, Maud gui a Helena y la ayud a distribuir la
comida por las casas de los ms necesitados.
Cada vez que Helena se encontraba entre los aldeanos los campesinos y siervos
del pas, se debata por calmar la rabia y la frustracin que aquella situacin le
produca. Era la gente de su pas! El hambre y las dificultades que pasaban avivaban
su empeo le infundan nimos para llevar a cabo sus planes.
Estaban a punto de entrar en la quinta vivienda, cuando oyeron el trote de los
cascos de unos caballos que provena del camino de Oxford. Los caballos slo podan

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significar una cosa: barones o caballeros. La invadi una oleada de inquietud. No


poda dejar que la vieran all; su presencia dara pie a sospechas y a preguntas que no
poda responder.
Ech un vistazo detrs de ella. Todava no haba seal de los hombres, pero se
estaban acercando cada vez ms.
Son caballeros seora? pregunt Maud sin aliento.
Helena se dio cuenta de que la corpulenta mujer se esforzaba por seguirle el
paso mientras cruzaban la pequea plaza de la poblacin, cubierta de cantos
rodados, enfangados e irregulares.
Si, son los caballeros. No conviene que me vean aqu.
Por la comida?
S, por la comida. La comida era slo una parte del problema, al fin y al
cabo. Hay algn lugar donde pueda esconderme hasta que se hayan marchado?
Maud se recogi las amplias faldas y el largo delantal lleno de manchas, que
llevaba incluso fuera de la cocina, y aceler el paso.
Por aqu!
Se dirigi a la casa que se vea ms abandonada, un edificio que se inclinaba a
un lado y pareca a punto de derrumbarse. Si alguien se apoyara con demasiada
fuerza, quedara amontonado en un maltrecho montn de piedra y paja.
Maud se col por el torcido quicio apartando las pieles que cubran la entrada.
Helena la sigui y se adentr en una estancia mal iluminada. En el rincn tena lugar
una conversacin amortiguada. A medida que sus ojos se acostumbraban a la
oscuridad, Helena repar en Maud, inclinada hablndole al odo a una mujer con un
beb en el pecho. Haba otro nio, apoyado en las rodillas de la mujer y quejndose
lastimosamente. Helena sinti la apremiante necesidad de reconfortar al nio, pero el
peligro de fuera era demasiado grande.
Helena se acerc como un torbellino a la puerta y ech un vistazo por una
rendija que se abra entre las pieles.
Un grupo de seis u ocho hombres se adentraron en la plaza y se detuvieron.
Enseguida se agruparon en el centro, con los animales haciendo cabriolas y agitando
las cabezas.
Los caballos no estn cansados, no vienen de muy lejos musit Helena.
Maud se acerc a su lado. El pequeo, a quien ahora sostena sobre su cadera,
sigui sollozando las ltimas lgrimas y se puso el pulgar en la boca. Maud avist a
los hombres.
Que el Seor nos ampare, es el alguacil!
El alguacil? Qu hace aqu?
Cmo que qu hace? Cobrar impuestos! Los tres ltimos das se ha
dedicado a ir por todo el condado.
Durante el Consejo? Hay alguna relacin?
Desde luego. Quiere impresionar a su seora, el arzobispo.
A Hubert Walter?

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A ese mismo, el jefe de justicia del rey.


Quiere impresionar a Lord Hubert con dinero?
Han corrido rumores de que el rey pide ms dinero. Y de todo lo que el
alguacil recaude por la comarca ojo! l se que dar una parte!
Ya entiendo se exasper Helena, pues aquellas recaudaciones haban sido
la ruina de muchas familias.
Los hombres desmontaron y se agruparon formando un crculo cerrado.
Parecan notar que no eran bien recibidos all. En el momento que hicieron su
aparicin en la plaza, todos los transentes se escurrieron como fantasmas.
Uno de los hombres se apart del grupo y tom una bocanada de aire para
pregonar un anuncio:
Escuchad habitantes del pueblo de Ripponwold! Preparaos, porque venimos
a cobrar vuestros tributos!
Un escalofro recorri la aldea. Helena saba que se trataba de su imaginacin,
pero le pareci que incluso aquel grupo plantado en medio de la fangosa plaza
murmuraba inquieto.
Salid ahora mismo! rugi el anunciante.
La nica respuesta fue el vuelo rasgado de una colada de ropa recin tendida
sobre unas matas de bujo, que se agitaban con la brisa cambiante.
Esa misma brisa le trajo unas palabras, musitadas por uno de ellos, a los odos
entrenados de Helena.
Sacadlos de las casas! Por los clavos de Cristo, nos llevaremos la comida de
sus mesas, si hace falta! El que haba hablado, un hombre bajito y regordete, sin
pelo en la cabeza, qued entonces de espaldas a las viviendas. No hay ni un buen
trabajador honrado entre todos ellos! Lanz aquella acusacin por encima del
hombro, y rebusc el frasco que colgaba de su cinto.
Helena pens que se deba de ser el alguacil, porque despus de aquellas
rudas palabra los hombres se dispersaron por las cuatro esquinas de la plaza. Con las
espadas desenvainadas se metieron en algunas de las casas sin anunciarse un par de
ellos cruzando cada puerta.
Por el momento, ninguno se acerc a su escondrijo temporal, pero aquella
bendicin no durara mucho. Ya se empezaban a escuchar los primeros gritos de
miedo y de indignacin que provenan de las casas. El pillaje haba dado comienzo y,
si del alguacil se trataba, nadie se salvara.
Helena se apart de la puerta de repente, buscando una salida. Pos la mirada
sobre la madre con el beb.
Pronto vendrn hacia aqu le dijo.
No tengo nada para darles.
Madre de Dios! No podis quedaros aqu! exhal Maud y tir a Helena de
la manga.
Aquel tirn de su manga larga y acampanada, con preciosos bordados, le
record a Helena su aspecto presente, vestida con el atuendo de una dama de la

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corte, al completo: el grin, el velo y la capa. El vestido era largo hasta los pies, con
un poco de cola, tal como se esperaba que vistiera incluso durante el da, pues
Inglaterra haba alcanzado una importancia sin lmites en los asuntos de la poltica de
Europa. Por lo general, luca aquel atuendo, pues le pareca ms adecuado que los
dems la vieran as, como a Isobel de Bretaa, una dama normanda.
Pero, ahora, probablemente la perjudicara si la vieran engalanada as y su
imagen quedara grabada en la memoria del alguacil si la descubrieran en un lugar
tan inusual. Si no lograba salir de la vivienda, era evidente que la encontraran.
Se movi con rapidez, despojndose del velo y del grin, y se los entreg a
Maud.
Tienes bolsillos?
Pero son vuestros, seora! Maud evit tocar la fina tela.
Helena abri su larga falda, desplegndola en toda su anchura. Siguiendo la
ltima moda, el vestido se ajustaba al pecho y a la cintura hasta las caderas y desde
all caa en pliegues hasta los pies. Debajo del vestido llevaba un gonete, sin bolsillos,
pues deformaran la lnea elegante del vestido.
No puedo moverme con esto encima. Explcales que es parte de la ropa que
utilizas para trabajar. Toma. Helena lo embuti en el espacioso bolsillo delantero
del delantal de Maud. Me lo devuelves cuando nos reencontremos en Oxford, de
acuerdo?
Est bien, mi seora.
Luego, Helena tir de una de las cintas que sujetaban sus gruesas trenzas.
Vamos, aydame!
Maud desat el otro lazo y separ los mechones del cabello de Helena.
Enseguida, con el cabello desatado, agit su melena. As, pareca una doncella sajona,
con el pelo suelto igual que ellas solan llevarlo, acaricindole los hombros y
colgando por la espalda, Nada poda hacer para ocultar el costoso aspecto de la
tnica, pero de entrada no sera tan fcil creer que no era una de entre las gentes de la
regin.
Helena se acerc a toda prisa hacia la diminuta ventana que se abra en el
rincn ms alejado de la estancia.
Vigila y avsame si se acercan le pidi a Maud.
No podr pasar por el hueco, es demasiado pequeo.
Ya me las apaar le dijo en un tono sombro.
Localiz el otro taburete que haba en la estancia y lo arrim bajo la ventana.
Luego, se subi de pie sobre el asiento. Era cierto, pareca imposible de salir por el
hueco de aquella ventana.
Seora, vienen hacia aqu! dijo Maud en un bufido.
El miedo la atenaz. En vez de pasar primero las piernas, con cuidado, tal como
haba pensado, Helena se lanz fuera sacando la cabeza por delante. Sus hombros
chocaron con el merco.
Ay, vamos, deprisa! la espole Maud. Helena desplaz los hombros, se

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encogi y volvi a intentar saltar por la ceida ventana. Un dolor agudo y punzante
le atraves el brazo derecho, pero al menos tena ya la cabeza y el cuerpo fuera. Slo
faltaban las caderas.
En aquel momento, sinti que unas manos se aferraban a sus piernas. De
entrada, Helena se resisti, al creer que eran los soldados que ya haban entrado en la
casita y tiraban de ella para arrastrarla otra vez hacia dentro. Entonces, las manos se
apoyaron con fuerza sobre su trasero y la empujaron enrgicamente.
Se golpe las caderas un breve instante de agona y termin deslizndose
para caer finalmente sobre la tierra, en el espacio vaco debajo de la ventana.
Se levant. El dolor le quemaba por todo el brazo hasta obligarla a aguantar la
respiracin. Se apart la pesada manga del vestido, que la entorpeca, y vio la
rasgadura abierta que atravesaba la tela del vestido y tambin la del gonete. La
sangre, que brotaba de un profundo corte, lo estaba empapando todo. A sus espaldas
pudo escuchar el tono brusco y grave de las voces de los hombres y los chillidos
asustados de Maud. Ante sus ojos, se expanda el bosque que circundaba la aldea por
ambos lados. Helena se agach y avanz arrastrndose por el suelo, con la cabeza
baja. Se escabull hasta las sombras que se dibujaban entre los rboles y se escondi
tras un enorme tronco para comprobar lo que iba sucediendo a su alrededor.
A travs del hueco de la ventana, por donde acababa de escapar, apareci una
cara cubierta con el puente del yelmo protegindole la nariz.
Por ah se escapa una! bram mientras sealaba a Helena.
No esper ni un segundo ms. Se remang las faldas y ech a correr.
El bosque ste o cualquier otro bosque era su hogar. En aquel terreno,
Helena abarcaba conocimientos acerca de todas las maneras posibles de
supervivencia. Haca ya casi un ao que haba dormido cada noche bajo las ramas, a
cubierto bajo el dosel de los rboles. Ahora, mientras la seguan al acecho como a una
presa, todo cuanto saba volva a su cabeza instintivamente. Se vio a s misma
esquivando rboles otra vez, saltando con relativa facilidad por encima de los
arbustos y los troncos cados. Cuando poda, escoga el camino cubierto de hojarasca
a fin de que no leyeran su rastro. Consciente de que la seguan de cerca, variaba de
direccin a cada pocos pasos, vigilando que los rboles que quedaban atrs
escondieran sus cambiantes movimientos.
A pesar de las faldas, Helena segua avanzando a travs del bosque casi en
silencio, al contrario que sus perseguidores. Pisaban las ramas cadas y las malezas
como jabales salvajes, sedientos de sangre, gritndose los unos a los otros y jadeando
entrecortadamente. Slo con aquel ruidoso respirar, Helena saba que poda tomarles
la delantera, pues su propia respiracin segua todava acompasada pero tena que
alejarse ms si quera que la perdieran de vista. Entonces tratara de encontrar un
escondrijo donde cobijarse mientras ellos seguan dando tumbos por el bosque.
Poco a poco, Helena se fue deshaciendo de todos sus perseguidores menos de
uno, un hbil cazador que se acercaba por la izquierda, cuyos pies eran mucho ms
giles que los del resto del grupo. Ech una ojeada atrs. Ninguno poda ya avistarla,

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pero aquel ltimo, el de la izquierda estaba demasiado cerca y no tendra tiempo


suficiente para esconderse.
Helena sospechaba que pronto se vera obligada a detenerse, al menos para
atender la herida del brazo. La hemorragia no paraba y senta el brazo adormecido y
la mano resbaladiza La palpitacin haba cesado. Haba dejado de sentir cualquier
sensacin en el brazo y aquello era una mala seal. Su energa estaba empezando a
decaer.
Helena tom una decisin a regaadientes. Escogi un tronco, lo
suficientemente ancho como para esconderla por completo, y cambi la direccin de
su progreso, dirigindose hacia el escondite. Se apoy contra el rbol una vez lo hubo
sobrepasado. Desenfund el cuchillo de su cinto y esper.
Muy pronto, aquel rastreador insistente se aproxim, con sus pesados pies
golpeando el suelo. Entonces Helena pudo escuchar el bufido agotado del hombre y
se puso alerta, anticipndose.
Cuando l hubo pasado el escondrijo, Helena se lanz a sus espaldas incapaz de
reprimir un bramido de impulso de sus propios pulmones Fue todo cuanto hizo falta
para advertir al cazador. Antes de descargar contra el cuerpo de l, ste ya se haba
quedado parado y se estaba volviendo. Su repentina parada hizo que Helena
golpeara con fuerza contra la espalda de l. Se le escap una exhalacin de dolor
punzante. Furiosa, quiso concentrarse en las maniobras que deba seguir. Se aferr a
l con las rodillas y con un brazo mientras que con el otro palpaba, aferrada al
cuchillo, buscando el cuello de l.
Atnita, repar que l empezaba a dar pasos atrs. Le atenaz la mueca y
Helena comprendi cul era la intencin de aquel tambaleo a la inversa. La espalda
de ella choc contra el rbol que hasta haca pocos segundos la refugiaba. La lanz
hacia atrs, con tanto mpetu que la cabeza de Helena rebot contra el tronco y sinti
una oleada de nusea que recorra todo su cuerpo, exteriorizada con un quejido de
desvanecimiento.
l la sostena con la fuerza de su cuerpo apoyado contra el tronco, aadida a la
resistencia que ejercan sus pies presionando contra el suelo mientras se propulsaba
hacia arriba.
Helena para de una vez si deseas seguir con vida! sise l.
Helena exhal un gemido dolorido.
Stephen! Son como un graznido ronco.
Estate quieta estall Stephen y, con un tono ms suave, le dijo: Son cinco.
Los dejaremos pasar de largo. Escucha!
Los hombres del alguacil volvan a acercarse. Su avance era tan estrepitoso que
seran capaces de asustar a todos los ciervos del reino y dejar al soberano sin caza
durante un ao. No era extrao que ella hubiera esquivado a semejante manada,
desordenada y atronadora. Era poco probable que pudieran or nada ms aparte de
sus bufidos lastimeros y sus pasos atropellados.
Observ cmo Stephen examinaba el camino a su derecha. l asinti, con un

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leve movimiento de cabeza. Ella mir en la misma direccin. A unos doce pasos, el
soldado que encabezaba la desastrosa cuadrilla esquivaba las hileras de rboles que
tena delante, sin mirar a la izquierda ni a la derecha. Incapaz de escuchar el silencio
el indicativo de que su presa se haba detenido, segua irrumpiendo en lo ms
profundo del bosque.
Stephen lanz su mirada a la izquierda. Otros dos lanzaban palos contra las
ramas, decididos a seguir la direccin de su jefe. En escasos segundos, apareci otro
hombre.
Cuando dejaron de mirar a ambos lados, Helena aspir una profunda bocanada
de aire y lo solt lentamente. Stephen se encontraba sin duda dentro del campo de
visin de aquellos hombres, si tan slo se hubiesen parado a mirar.
Espera! le susurr Stephen por encima del hombro. De repente, Helena se
senta ms que satisfecha por tener que esperar. El ltimo resquicio de energa
acababa de abandonar su cuerpo, al mismo ritmo que la sangre segua manando de
su brazo. Si Stephen no la estuviera sujetando contra el tronco con su ancha espalda,
Helena se dejara caer en el suelo, exhausta.
Pero an les quedaba un quinto hombre, que no apareca. Entonces se
escucharon sus pasos, lentos y pesados. Estaba muy cerca. Pasara directamente por
su lado. Helena aguant la respiracin. Si los descubra, no podran evitar las
consecuencias que sucederan a continuacin. No tena ni fuerzas para levantar una
mano.
Helena poda escuchar perfectamente el aliento entrecortado del hombre. De
repente apareci ante sus ojos a unos escasos metros. Seguro que los haba visto!
Pero el hombre estaba demasiado ocupado con el ritmo descompasado de su propia
respiracin. Era un tipo fornido, con la cara roja como un tomate. Helena vio,
mientras se alejaba, de ellos, que incluso el pescuezo del hombre estaba encarnado,
de un tono de rojo violento.
Cuando desapareci de su vista, Stephen avanz un paso y se volvi hacia
Helena. Ella tante la corteza en busca de apoyo, pero antes de poder darle la orden a
sus rodillas y que la sostuvieran, l la sujet entre sus brazos sin esfuerzo.
Shhh! musit y la traslad hasta el otro lado del tronco, camuflados por su
anchura otra vez.
La reclin sobre la rugosa corteza e inspeccion la herida del brazo.
Este corte necesita ser atendido.
Cogi el cuchillo que Helena sujetaba en su ensangrentada mano y lo apart de
los dedos inertes que rodeaban la empuadura. Con cuidado, se lo at otra vez en el
cinto.
Helena senta los movimientos el suave tirn de su cinto, como si se tratara de
un sueo. La voz de Stephen se desvaneca poco a poco.
Me duele la cabeza! exclam y pudo escuchar cmo su voz pareca un
dbil susurro.
Te llevar a un lugar seguro, a casa. Hubo una pausa. Si al menos

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supiera exactamente lo lejos que est de aqu el bendito ro! Me he desorientado por
completo en esta fra y hmeda arboleda.
Helena intent levantar el brazo derecho, sin conseguirlo. Con el otro, seal en
una direccin.
Por ah. Est a media milla, no ms.
l la examin detalladamente. Los ojos oscuros de Stephen brillaban con la luz
que Helena haba visto en la habitacin del huso, cuando levant los ojos despus de
haberle confesado su nombre.
Ests segura? le pregunt, atento.
Helena no poda explicarle en aquel preciso momento cmo la experiencia y
una afinada intuicin la orientaban con tanta seguridad. Slo asinti con la cabeza.
La mano que sealaba se dej caer. Pugn por mantener los ojos abiertos, contra los
prpados que le pesaban, pero se cerraron sin querer.
Sinti unos brazos bajo sus piernas y detrs de los hombros; la estaba
levantando.
Venga, valiente. Al ro.

Helena se despert con el suave chapoteo del agua y las luces que danzaban
como duendecillos sobre sus prpados cerrados.
A su lado, not un movimiento, el crujir hmedo de la hojarasca y de la hierba
revuelta. Un extrao olor invadi su olfato. Era inslito y refrescante, pero tambin
un poco almizclado. Frunci la nariz.
Ests despertando. No era una pregunta, era una afirmacin.
Helena abri los ojos.
He dormido mucho?
No le pareca que hubiese pasado demasiado rato, que haca unos instantes que
estaban bajo el rbol.
Durante aquel lapso de tiempo muerto, Stephen haba encontrado el camino
que llevaba al ro y la dej reposando en la orilla. Estaba tumbada sobre un cmodo
montn de broza y juncos verdes. Con slo alargar la mano tocara el agua, que flua
ro abajo, lenta e insondable. Los rboles crecan casi hasta la orilla y se inclinaban
hacia el ro. Helena descansaba bajo un enorme roble, macizo a pesar de que apenas
le quedaban unas pocas hojas, secas y descoloridas tantos das despus del verano.
Las tenues manchas de escasa sombra que brindaban las hojas se balanceaban sobre
ella.
Has dormido el tiempo necesario para que yo te haya podido coser la herida,
de lo que me alegro le explic Stephen. He cosido muchos cortes, pero ninguno
en una piel tan delicada.
Helena se mir el brazo. Senta su latido regular, un plpito continuado.
Mientras estuvo durmiendo s es que de sueo se trataba, l le haba cortado la
manga del vestido y del gonete que llevaba debajo a fin de que el hombro quedara al

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descubierto. Le haba limpiado la sangre del brazo. Ahora, la hendidura estaba


cerrada con puntos diminutos.
Te quedar una cicatriz para el resto de tus das le dijo con un tono que
sonaba a disculpa.
No ser la primera.
Era la verdad, pero, cuando levant los ojos, Stephen la miraba con una
expresin de extraeza.
Ya me lo supongo le respondi al final.
Desvi la atencin hacia un recipiente de metal apoyado en el suelo a sus pies.
Esparcida sobre la parte ms aplanada haba una mezcla grumosa de color marrn
con motas verdes. Hierbas, conjetur Helena. l mezcl la pasta pardusca con un
palo corto y ancho que, junto a la pared del recipiente, hacan las funciones de mazo
y mortero. Ella le observaba mientras l comprobaba la textura con los dedos,
frotando entre el ndice y el pulgar. Hundi la mano en el agua y ech unas gotas en
la mezcla.
Sabes hacer pociones y ungentos?
La mir por debajo de las cejas, con los negros ojos entre sombras.
Esta tarea de mujeres, quieres decir? S, acepto la acusacin. Es para tu
brazo, para ayudar a que se cure. Sigui machacando la pasta sin parar,
concentrado. En el lugar donde lo aprend, este arte lo practican los hombres,
aquellos a quienes se consideran los ms sabios de su pueblo. Es un arte antiguo y
muy respetado, como debera ser aqu. La mezcla tiene unos poderes milagrosos, si
se sabe aplicar.
Dnde lo aprendiste? En aquella tierra rida?
All no vive nadie. Incluso quienes no conocen otro lugar en el mundo, slo
pueden atravesar el desierto. Pero cerca de all existen pueblos muy hospitalarios.
Es de donde viene esa gente que me cuentas?
De ah y de muchos otros lugares. No se quedan mucho tiempo en ninguna
parte. Van de aqu para all, a su aire.
Y tienen muchos castillos?
Stephen cogi un trozo cortado de la manga, de la tela desechada del gonete, y
lo embadurn con la pasta.
No viven en castillos, ni tienen huertos.
Dnde viven, entonces?
Llevan su hogar a cuestas, cargado sobre sus animales, unos caballos con
unos bultos en la espalda. Habitan unos Detuvo su discurso, con la frente
arrugada, pensando. Podramos llamarlo cobertizos, o tendales. Son grandes,
anchos y bajos. La acerc a su lado. Levanta el brazo.
Helena lo alz, lentamente, y confirm que la fuerza haba regresado a su
cuerpo. l le aplic el vendaje improvisado colocando la mezcla justamente sobre el
corte y le envolvi el brazo, atando los extremos de la tela a su alrededor.
Helena intent enderezarse.

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An no, qudate tumbada le orden Stephen. Has perdido mucha


sangre. Necesitas un rato ms para descansar y recuperarte.
Helena se tumb de nuevo, agradecida. El mero intento de sentarse le demostr
lo dbil que an se senta.
Dios mo! exclam en un hijo de voz.
l sonri tristemente.
Con un poco de comida, bebida y descanso, ya vers cmo pronto te
repondrs. Elimin los restos de la pasta rascando el mortero y lo enjuag en el
agua del ro. La bebida te la puedo ofrecer ahora mismo.
Le acerc un frasco. Era vino, aguado y fresco, un blsamo para su garganta
reseca. Despus de tomar varios sorbos pequeos, se tom una pausa. Stephen la
observaba, con una leve sonrisa, divertido.
Por qu me miras as?
Acabas de echar por los suelos una teora que tena. Crea que era el nico
hombre que, despus de la batalla, se apuraba por beber vino y se lo tragaba todo de
un tirn, sin parpadear.
Este vino lleva mucha agua le aclar. Y yo tengo mucha sed.
Y eres, verdaderamente, una guerrera. Recogi el frasco y lo tap.
Helena mostr el brazo.
Una guerrera poco delicada.
Pero muy rpida. Nunca he visto a nadie correr de esta manera, entre los
rboles, excepto las gacelas. En su voz resonaba la admiracin y Helena sinti una
fugaz oleada de orgullo.
Hace falta ser rpido si no eres tan fuerte afirm en un intento de mostrarse
humilde.
Pero l volvi a clavarle sus oscuros ojos, que intentaban evaluarla.
Eso mismo dira yo tambin le replic, con la misma fingida naturalidad.
Cmo fue que te encontrabas en el bosque, precisamente hoy, cuando yo
necesitaba ayuda?
Te vena siguiendo desde Oxford.
Ah! Helena se qued mirndolo, sin palabras. Y por qu?
consigui formular al fin.
l desvi la mirada hacia el otro lado del ro y tard un rato en contestarle, igual
que ella haba tardado en preguntarle.
Porque de entre todos los deberes que tengo que cumplir, los que en realidad
quiero cumplir, y con los que de verdad disfrutara si pudiera escoger, t eres con
creces el ms fascinante de todos.
Volvi la cabeza lentamente, como si slo pudiera soportar ver su reaccin
durante un segundo, por si no era la que l esperaba.
Helena se qued sin aliento. Al final, su reaccin no fue para nada desagradable
para Stephen. Al contrario, Helena sinti un profundo placer y un ramalazo de
emocin que le cosquilleaban en el estmago. Aquel extrao y honorable hombre,

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CORAZN VENGADOR

que tantas maravillas haba contemplado y que tanta sabidura haba adquirido en
sus viajes, pensaba que su compaa era preferible a los consejos de guerra y los
asuntos de los hombres y del Estado?
Por primera vez en la vida, le hizo sentir un feroz e inmenso orgullo por ser
quien era y lo que era, a pesar de que Stephen solamente supiera un pice de la
verdad.

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TRACY COOPER-POSEY

CORAZN VENGADOR

Captulo 7
Cuando el sol lleg a lo ms alto y en la superficie del ro resbalaba su
resplandor sin una sombra, Helena se despert, despus de un descanso de puro
agotamiento acurrucada bajo las ramas protectoras. Al abrir los ojos, vio que Stephen
haba cumplido la ltima promesa que le hizo: le consigui un poco de comida.
Helena se enderez y contempl el desayuno.
Esto es lo que ha quedado esta maana despus de que Maud trajera la
comida. Stephen parti la barra de pan, se par un trozo y se lo ofreci a Helena.
Los hombres del alguacil no lo han saqueado todo.
Pero t s.
Helena no poda creer que hubiera dejado sin comida a los aldeanos.
Stephen not la desaprobacin en el comentario de Helena y frunci el ceo.
No les he quitado nada.
Helena juguete con el pan.
Entonces que
Tu querida cocinera estaba an all. Nos encontramos y le expuse la situacin.
Ella apremi a los campesinos a juntar algunas sobras, de entre todos aquellos que se
haban beneficiado de tu visita por la maana temprano.
Le han hecho dao a Maud?
No. Se olvidaron de la recaudacin de impuestos al verte a ti. Stephen le
puso la mano en la mueca Vas a comer un poco, ahora?
Helena se acerc el trozo de pan a la boca y le dio un bocado. Stephen cort una
rodaja de manzana y se recost, estudindola mientras coma bajo su estricto
escrutinio de halcn.
Te has convertido en mi guardin? le pregunt Helena despus de
masticar.
Quin? Yo?
Me ests inspeccionando como si quisieras contar cada miga que pasa por mi
boca.
Lo que quiero es ver cmo te recuperas de este pequeo percance.
Es solamente gracias a tu intervencin que ahora estoy aqu y que puedo
pensar en recuperarme. Me hubiesen atrapado no pudo resistirse a puntualizarle
. Tarde o temprano.
Y hubiese sido un desastre capital si te hubieran capturado, Helena?
La manera de pronunciar su nombre trajo a Helena fugaces recuerdos de la
Bretaa y de los das pasados all cuando era pequea. Delante de ella, Stephen

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relajaba su manera de hablar y la complaca que l se permitiera bajar un poco la


guardia.
Si hubiese sido un desastre capital que me hubieran capturado? le repiti
Helena. Probablemente s. Eran cinco hombres y no pensaban topar precisamente
con el tipo de mujer refinada que hace honor a la buena reputacin femenina.
Stephen sonri.
No, ah tienes razn. Pero slo temas la captura?
Helena agit la cabeza.
Las preguntas tambin.
Ah, ya exclam. Imagino que queras evitar ciertas preguntas le dijo
con la frente arrugada. Supongo que t tienes ms experiencia en asuntos
clandestinos. Yo estoy mucho ms acostumbrado a poner las cartas sobre la mesa, con
la espada y el escudo, si es necesario.
No me lo imaginaba de otro modo replic enseguida, pero al darse cuenta
de la posible interpretacin de sus palabras, se ruboriz. No quera dar a entender
otra cosa, seor le dijo, tensa.
Stephen se ech a rer y sus dientes brillaron, blancos, en la luz ensombrecida
bajo las hojas del gran roble.
Por favor, no intentes reparar tus palabras, mi dulce elena. Me complacen,
sea cual sea su intencin.
Pos la palma de su mano en la mejilla sonrojada de Helena. Su tacto era fresco
en comparacin con el calor que ella experimentaba.
El gesto de Stephen la sorprendi, pero no se resisti, porque calmaba su
conciencia.
Helena absorbi su olor. Era una fragancia saludablemente masculina, muy
agradable. Haba tenido la oportunidad de registrar todo tipo de aromas masculinos
durante el tiempo que pas junto a ellos, codo con codo, en el campamento de
Robert. Se acostumbr al hedor cido, a veces repugnante, que desprendan y si el
olor en concreto no la echaba de espaldas, ya no le molestaba ni un segundo ms. Sin
embargo, el buen olor de Stephen tena un efecto inesperado en ella.
Le gustaba. Le gustaba su contacto. Era muy placentero y no le hubiera
importado nada quedarse tal como estaba, sentada, inmvil, mientras por su mente
pasaban imgenes y sentimientos confusos. La piel de todo el cuerpo le cosquilleaba
casi dolorosamente, alertndola y se le entrecort la respiracin.
Adivin cul era la explicacin de aquello que estaba experimentando. Haba
visto y odo a las mujeres en el campamento de Robert, durante sus largas charlas
alrededor del fuego mientras los hombres estaban lejos, atendiendo sus propias
ocupaciones masculinas. Nunca se le ocurri que podra sucederle a ella.
Volvi los ojos hacia Stephen para ver si l haba notado algn cambio con su
extraa reaccin una reaccin completamente inadecuada para una dulce y joven
dama de la corte y repar en la evidencia. l lo haba notado y saba a ciencia cierta
de qu se trataba. Se qued mirndola como si estuviera ahondando en su alma.

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Cules seran sus averiguaciones? Helena busc una respuesta en el rostro de


Stephen, pero l se la dio sin palabras.
Stephen le acarici el pmulo, un leve gesto con el pulgar. Era un contacto muy
delicado. Ella no lo habra notado igual si su cuerpo no estuviera tan vigilante.
Contuvo un suspiro ahogado. Ante aquella imperceptible respuesta, l apart la
mano como si el fuego le hubiese quemado.
Helena dej caer la mirada sobre su regazo. Su disgusto e incomodidad le
impedan levantar la vista hacia Stephen. Se puso a comer la manzana, esforzndose
por cortar cuidadosamente cada rodaja, como si su vida dependiera de ello, y
procurando buscar palabras para comenzar una conversacin simple con la que
llenar el silencio.
No pudo resistirse a descubrir la expresin de Stephen, el deseo era ms fuerte
que ella. Helena levant la cabeza para contemplarlo.
En el mismo instante, l desvi la mirada.
A Helena se le encogi el corazn. Por Dios! Stephen era tan insondable como
ella!
Pos los ojos sobre los hombros de l, sobre las anchas espaldas que llenaban
hasta las costuras del jubn de suave piel. Era de color negro, el tono con el que ya se
haba acostumbrado a verlo vestir, pero ese da, los puos de una camisa blanca se
entrevean al final de las mangas y de la abertura del cuello. Bajo la tela blanca
apareca la piel morena de su cuello erguido. Helena no haba reparado hasta
entonces en lo anchas que eran sus espaldas, o en su cuerpo, que se revelaba
vigoroso, incluso ahora, en reposo. Alcanzaba a comprender la destreza en la lucha,
un trabajo fsico que garantizaba un cuerpo como el de Stephen. Si no fuera porque l
segua con la cabeza vuelta a propsito para no mirarla, Helena hubiera jurado
que era la mismsima estampa de una plcida contemplacin, reclinado sobre un
brazo y con el otro apoyado sobre la rodilla.
Helena volvi a posar la mirada sobre su regazo. Hasta ese preciso momento,
crea haber ganado un amigo inesperado. Haba arruinado aquella naciente amistad
ahora?
elena. Ella le escuch mientras l se aclaraba la garganta. Helena dijo
con mayor firmeza, corrigindose.
Ella alz los ojos. La expresin de l era neutral, y los ojos, impasibles.
Maana me gustara limpiarte la herida otra vez. Se tiene que cambiar el
emplaste cada da, Vendrs?
Adnde?
Supongo que no querrs que nos encontremos en Oxford. No dejars que
nadie te vea la herida, ya que dara pie a las preguntas que tanto has hecho hoy por
evitar.
No! admiti ella.
Pues entonces, aqu mismo le aclar. Es un paraje tranquilo y alejado de la
aldea, no creo que nadie vaya a pasear se por aqu. Qu opinas, podrs conseguirlo

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maana?
Cundo?
Debera ser a esta misma hora, cuando el sol est en lo ms alto y la mayora
estn reunidos en el Gran Consejo. Ni t ni yo podemos escapar de su vigilancia a
otra hora del da.
Al medioda, pues acord ella.
Stephen puso la otra mano en el suelo, como si fuera a levantarse.
Por qu haces todo esto? le pregunt Helena, de improvisto. Por qu te
molestas en salvaguardar mi clandestinidad, sin pedirme explicaciones?
Stephen permaneci sentado.
Me las daras, si yo te pidiera explicaciones?
No puedo.
elena me pediste que confiara en ti, que t sabas mejor que yo lo que me
convena conocer. Y t has juzgado mejor no hablar, puesto que, al contrmelo, me
ponas en algn tipo de peligro, Muy bien, pues; confo en ti.
Pero por qu razn? Por qu confas en m si ni siquiera me conoces?
S te conozco le dijo francamente sin pestaear. No te pondras a jugar a
este tipo de juegos tan peligrosos si no tuvieras una buena razn.
Helena se qued sin aliento. Haca mucho tiempo de la ltima vez que alguien
le mostr tanto respeto y reconocimiento en su vida. Que ahora se lo concediera l,
era un regalo muy valioso para ella.
Gracias musit Helena.
l le sonri.
Cuando vengas hacia aqu maana intenta que nadie te vea.
Ella asinti.
No te lo pido slo para guardar tu secreto le aclar Stephen.
ltimamente, yo soy uno de los hombres ms desfavorecidos en la corte. Lady Isobel
tampoco quisiera ser vista junto a m. No puedes arriesgarte tanto.
Hoy no me parece que hables de tu situacin desfavorable con tanta
amargura como ayer.
He descubierto que tambin tiene sus compensaciones. Su sonrisa era cada
vez ms segura.
Compensaciones? Cmo exponerte a que te rajen el cuello con un cuchillo?
La sonrisa de Stephen se tom an ms amplia.
No me he expuesto a eso en ningn momento le asegur. Olvidas con
quin ests hablando.
S, se le haba olvidado.
La verdad es que, aqu sentado delante de m, no pareces tan terrible ni tan
formidable como cuentan los dems caballeros.
La verdad, tampoco me he expuesto a un peligro tan grande como para tener
que demostrarte lo terrible y formidable que puedo ser.
Helena, cuando vio que l se pona en pie, apret los labios, reprimiendo la

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tentacin de confesarle lo verdaderamente peligrosa que poda llegar a ser la


compaa de ella.
l le ofreci la mano.
Ha llegado la hora de volver a casa, sana y salva.
Ella le ocult el efecto de aquel contacto. Desliz la mano entre los dedos de l y
se deleit con la clida piel de la palma de su mano, de los dedos de Stephen al
refugiarse en el interior de la palma de Helena.
Poquito a poco le advirti l mientras se levantaba.
Not que, al ponerse de pie, se tambaleaba un poco. l dio un paso adelante por
si caa, pero Helena neg con la cabeza.
No voy a caer le asegur, a pesar de que hubiera deseado fingir un poco de
debilidad femenina y que la tomara entre sus brazos y as poder sentir su cuerpo
contra el de ella.
Ya lo s respondi l con la voz ronca.
Helena lo mir a los ojos, sorprendida ante el repentino tono enronquecido en
la voz de Stephen. Y por primera vez desde que se conocieron, Helena pudo leerle el
pensamiento como en un libro abierto. El deseo que perciba, all latente, la tentacin
de tomarla entre sus brazos y dejar a un lado todas las consecuencias. Y bajo aquellas
sensaciones, el torbellino de necesidades y apetitos de un hombre.
Las distintas intensidades de aquellas emociones la espantaban, pero tambin,
en cierto modo, la excitaban. Junto a l, en ese momento, estaba dispuesta a saltarse
todas las reglas y normas de comportamiento que le haban inculcado desde que era
una nia. Lo hara por aquel hombre.
Durante unos segundos se quedaron all parados. Ninguno de los dos se movi.
Durante un segundo o dos, los ojos de ambos se cruzaron. Slo haca falta la seal de
una mirada fugaz. Stephen recogi la capa de Helena. Ella sujet el extremo de su
capa a la manga del vestido para que el dao sufrido y el vestido roto no fueran tan
evidentes. Ambos siguieron con los actos rutinarios, las consideraciones pragmticas.
Pero a medida que se alejaban del ro y se adentraban en la densa vegetacin
bajo los rboles, Helena reconoci que, desde aquel instante, ella regresaba como una
mujer cambiada. Y tambin Stephen volva con una profunda impresin.
Ya era demasiado tarde para volver atrs. La maana, con sus honrados y casi
inocentes motivos, haba volado. Ahora se adentraban en un territorio mucho ms
peligroso.

Stephen y Helena regresaron a Oxford a toda prisa, en silencio. Cuando el sol


toc las copas de los rboles, estaban a punto de cruzar el camino a las afueras de la
ciudad. Pero antes de dar un ltimo paso hacia la polvorienta carretera, Stephen la
cogi del brazo.
Ahora debes continuar sola le advirti. Los guardias de la muralla suelen
tener una memoria prodigiosa.

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Helena asinti.
Era prudente separarse, aunque la mera idea de abandonar su compaa echaba
por los suelos sus sentimientos recin descubiertos.
La entrada de la muralla est a tiro de piedra. Entrars en la ciudad sin
ningn problema. Hay tantos barones y caballeros que, una vez dentro, nadie osar
pararte.
Me las apaar le dijo Helena apticamente con la mirada clavada en la
carretera vaca.
No me cabe la menor duda. Inspiras confianza con slo una sonrisa. elen
Ella se volvi para escucharlo.
Hasta maana.
S, ahora haba un maana hacia el que mirar.
Hasta maana le respondi ella; las nuevas expectativas le provocaban un
nudo en la garganta.
Adelante, ve la despidi Stephen mientras le sealaba hacia la entrada con
la cabeza.

Helena, prudente, entr por la puerta de la despensa. Se col en el castillo sin


que la vieran, pero al intentar levantar la barra, Maud se apresur a abrir la puerta
para dejarla pasar.
Ay, gracias al Seor! Gracias a Dios! repeta Maud, retorcindose las
manos y echando vistazos hacia la cocina, donde se encontraban sus ayudantes
preparando la cena de la noche.
Cuando su seora me dijo que estabais herida
No era una herida grave, ya lo ves.
Helena se apart la capa para que Maud pudiera ver el vendaje. Se quit la capa
y Maud sac el velo y el grin del bolsillo de su delantal. Estaban arrugados, pero,
incluso as, se los poda poner. Helena se los coloc en la cabeza sin dilacin; le
ocultaran la melena suelta y despeinada.
Alguien ha preguntado por m? le dijo mientras se amoldaba los pliegues
del grin bajo la barbilla.
A m no, pero quin me preguntara a m? Lo nico que se oye hablar es que
si el Consejo esto, que si el Consejo lo otro. Harta estoy ya del Consejo, y todava nos
quedan tres das.
Satisfecha de saber que nadie la haba echado en falta durante aquella ausencia
tan larga, se apresur a refugiarse en su alcoba y cambiarse la ropa antes de que
vinieran a buscarla para comer.

Aquella noche, en la sala principal, sentada al lado de Catherine y de Percival,


Helena se aferraba en su interior a la clida certeza de la camaradera con aquel

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normando, un oso furioso sentado en el extremo opuesto de la mesa, separados por


ms que el simple espacio de la gente sentada entre los dos.
Con l senta una afinidad que no haba sentido con nadie ms en aquella
estancia. Casi no poda esperar a que llegara maana. Saba que no podra resistirse a
la urgencia de llegar antes de lo acordado, para no perderse ni un segundo de la
compaa de Stephen.

Stephen vio que haba llegado a la orilla del ro con antelacin, pues estaba solo.
Se maldijo por su estupidez. Qu diablos le ocurra ahora para pasar la noche en
vela, dndole vueltas a la comedida sonrisa de una mujer? Qu especie de demonio
lo posea, que no paraba de recordar una y otra vez el tacto de la mano de ella entre
sus dedos?
Estaba, adems, la sorpresa al venirle a la memoria cmo ella se haba lanzado a
sus espaldas. Fue un movimiento que no haba previsto, pero que debi haberlo
anticipado. Por qu insista en repetir aquella secuencia de actos dentro de su
cabeza?
El gruido de Stephen surgi de lo ms profundo de su garganta y con el puo
golpe el nudoso tronco del roble. Saba de sobra cul era el problema. Lo supo el da
anterior, en aquel mismo lugar donde se encontraba ahora. Y en los ojos de ella
tambin haba ledo un pensamiento idntico.
Entonces, por qu se haba presentado all? Para vendarle el brazo, claro, pero
si fuera sincero consigo mismo Y no era precisamente su sinceridad de lo que se
haba enorgullecido ante ella haca slo un par de das? Si fuera sincero consigo
mismo, admitira que el vendaje del corte no era la nica razn que lo haba llevado a
orillas del ro, esperando a que ella llegara antes de la hora acordada.
Stephen dej caer a sus pies el pequeo paquete con los utensilios necesarios, se
sent en el suelo y con un junco se dedic a juguetear con el agua.
Por su mente cruz el recuerdo de la inesperada aparicin de Helena por el
hueco de la ventana el da anterior. l se haba cernido a los lmites del bosque,
preguntndose si interferira en el trabajo de los soldados, o si tendra que ayudarla a
huir del edificio donde haba quedado atrapada, cuando, sin previo aviso, ella misma
se ocup de salir del embrollo con una agilidad asombrosa. Helena se desliz por la
ventana como una nutria escurridiza.
Despojada del habitual velo y con el cabello suelto de un rico color castao
oscuro que brillaba iluminado por el sol, a primera vista Stephen crey que no era
Helena, sino alguna doncella dispuesta a eludir a los hombres del alguacil. Dios saba
que haba razones de sobra por las que una doncella virtuosa no quisiera toparse con
ellos.
Helena haba comprobado el corte de su brazo, se haba enderezado y,
recogindose la capa y las faldas, ech a correr hacia los rboles, mostrando una
parte bastante decente de sus tobillos y de sus delgadas pantorrillas. Se detuvo a la

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entrada del bosque y ech un vistazo por encima del hombro. Reson un grito y, de
repente, haba desaparecido de aquel lugar como una gacela espantada, con un ritmo
tan veloz y gil que Stephen se qued embobado, contemplndola durante unos
segundos, antes de que se le ocurriera que tal vez l tambin deba echarse a correr si
pensaba mantener una distancia prudencial para ayudarla cuando fuera necesario.
Fue la primera de las sorpresas que le reservaba Helena. Ninguna de sus
reacciones encajaba para nada con lo que se esperaba de una joven doncella. Sus actos
hablaban de unas costumbres y de una soltura que l haba credo ver slo en un
hombre experto. Y, sin embargo, aquellas costumbres y la soltura del hombre
experto, residan ahora en un cuerpo mucho ms joven y atractivo. Lo que ms le
desconcert fue su cabellera, libre al viento. Aparte del deseo de enredar sus dedos
entre aquella densa oscuridad, y de sentir en sus propias manos su aparente
suavidad, los largos y lacios mechones que le cubran el rostro le daban un aspecto
descuidado, salvaje, pareca ms abierta a nuevas experiencias, Haba visto
realmente el deseo en los ojos de ella o l habra imaginado aquello que prefera ver?
Stephen! El sonido lleg claro pero bajo.
Se puso de pie y la vio acercarse siguiendo la orilla, con los brazos en jarras al
sujetarse los bajos de la falda fuera del agua para no mojrselos.
Llegaba mucho antes de lo acordado, lo cual le complaci secretamente.
Ella mostraba otra vez la apariencia de una dama de la nobleza normanda,
ataviada con un vestido de terciopelo verde oscuro, con el pelo recogido y cubierto
con un velo tan fino que a travs se podan ver los rboles. Sin embargo, esta vez
haba prescindido del grin. Se lo habra quitado para l?
Se acerc hasta donde l estaba y le dedic una sonrisa. El impresionante color
de sus ojos lo dej boquiabierto de nuevo. Haca tan slo un da, se haba sumergido
en ellos, pero ahora le pareca que haban pasado muchos aos. Se refresc en sus
azules profundidades, Se dio cuenta que no haba imaginado el deseo que se lea en
ellos. Helena mostraba en todo su porte un aire de expectacin. Pero, por supuesto,
ella jams se lo mostrara abiertamente
Stephen se apart a duras penas del hechizo de aquellos ojos y busc el
pequeo fardo con los utensilios, para aferrarse a lo conocido. Aqulla era una
sensacin pasada, la de buscar lo conocido. Cuando anduvo a tientas, bajo el cielo
negro, sin luna, buscando su camino a travs del desierto, se aferr a las costumbres
mundanas, la cotidianidad de su hogar, para no perder la cabeza. Se afeitaba cada da
con el canto afilado del cuchillo. Marcaba el paso del tiempo contando las horas, la
medida que haba aprendido a usar desde pequeo. Por la maana repeta sus
ejercicios con la espada, usando un palo doblado a modo de arma. Por la tarde,
estudiaba, recitando los rememorados versculos en latn mientras segua su ruta
sobre la arena.
En el presente, Stephen volva a aferrarse a lo cotidiano. Deposit en el mortero
las hierbas que haba trado, machacndolas con el mazo y obligando a sus sentidos a
estabilizarse con lo conocido, como la quilla de una barca.

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Helena estaba sentada frente a l, observndolo.


Te ha costado mucho salir sin ser visto? le pregunt ella.
A nadie le preocupa donde yo vaya. Los dos ltimos das debera haber
asistido al Consejo, pero ni tan slo Hubert Walter se ha molestado en notar mi
ausencia. Stephen levant la mirada hacia ella. As de importante soy.
Ella le sonri.
Para ellos no.
La sonrisa picarona de Helena provoc la misma reaccin en l. Su exilio de la
sociedad no pareca tan duro visto desde el punto de vista de Helena, porque ella
hablaba de ellos como si ambos estuvieran fuera de las estrictas filas que
ordenaban la jerarqua de barones, caballeros, oficiales y clrigos que componan el
mundo de aquel siglo.
Era una sensacin muy extraa. Estaban fuera, y a l jams se le habra
ocurrido que poda apartarse de ellos. La mera posibilidad le abra horizontes
increbles.
Stephen se dio cuenta de que se haba quedado mirando en direccin a Helena,
con los ojos desenfocados, como un bobo, absorbido en la nueva dimensin de esta
idea. De pronto, sigui triturando las hierbas.
Agua, por favor murmur.
Helena se acerc a la orilla, poco profunda, introdujo la mano en el agua y se
dio la vuelta con el agua goteando hacia el mortero.
Toda?
De gota en gota.
Las fue derramando, de una en una como le haba indicado, y cuando se
terminaban volva a coger agua que se iba escurriendo entre sus dedos. Aprenda
rpido, pues apenas tena que explicarle cules eran los pasos que deba seguir. Al
final, la pasta ya estaba lista.
l se fij en la manga del vestido. Las mangas de la ropa de mujer solan
ajustarse por la parte de arriba, pero ese da las llevaba algo ms holgadas.
Has escogido la ropa adecuada a fin de que debajo no se revele el bulto del
vendaje adivin.
Y para quedar ms camuflada entre los rboles aadi. Antes, siempre
iba de verde.
Era un comentario un poco raro, y Stephen se lo reserv para dedicarle tiempo
luego. Por el momento, l se limit a observar el atuendo con detalle.
No puedo cortar esta tela. No me atrevera a estropearte un segundo vestido.
Helena se quit la pieza que sujetaba el velo y tambin el velo. Le dio la espalda
a Stephen.
Si aflojas las tiras, me bajar un poco la manga.
Era una peticin simple y razonable. Stephen se qued parado mirando la
espalda de Helena, observando cmo acababa curvndose en una estrecha cintura.
Ella esperaba pacientemente que l siguiera sus instrucciones.

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l alarg sus manos temblorosas y fue tirando de las puntas de las cintas hasta
que las desat todas. Comprendi que tendra que tocar el vestido, fsicamente, para
aflojar las cintas. Con mucho cuidado, tir y afloj el talle del vestido, sin tocar nada
ms, y evit que sus dedos entraran en contacto con la delicada piel de debajo el
terciopelo. Pero, aun as, senta el vibrante calor de su cuerpo que la tela le transmita
hasta los dedos.
Ya est dijo al fin Stephen con la frente perlada de sudor.
Gracias.
Helena agarr el cuello del vestido y solt la ropa, ajustada. Luego, se sujet la
punta de la manga y sac el brazo del gonete que llevaba bajo el vestido.
Stephen observ cmo emergan el hombro y el brazo de Helena. El vestido le
quedaba holgado alrededor del cuerpo. Aguant la respiracin mientras apareca por
el cuello del vestido la blanca y pura piel de la parte alta del escote, cubriendo en
diagonal la redondez de sus pechos.
Helena se pas la otra mano por delante del cuerpo para sostener la tela sin
moverse de su lugar.
En medio del bulto de terciopelo, su hombro se mostraba desnudo a excepcin
del trozo de vendaje manchado que le haba colocado el da anterior. Tan poco
tiempo haca?
Se oblig a mirarla a la cara. No pareca ni molesta ni incmoda. Era casi como
una actitud de serena realeza. Por primera vez se pregunt acerca de los verdaderos
orgenes de Helena, los que le ocultaba a l. Desde el primer momento, gracias a la
familiaridad con los barones y los cortesanos dio por su puesto que su clase social era
parecida a la de ellos. Pero tal vez sus ancestros fueran ms antiguos de lo que l
sospechaba.
Estoy lista dijo Helena.
Sus ojos eran dos pozos del color azul de la medianoche, como los cielos del
atardecer en el desierto, cuyo recuerdo guardaba en su corazn.
Stephen busc la atadura del vendaje y Helena levant el brazo para facilitarle el
trabajo, creando una sugerente curva de msculo desde el brazo hasta el punto
donde sus dedos sostenan la barrera de terciopelo verde. La graciosa forma de
aquella curva le evocaba las sinuosas dunas que haba atravesado. Incluso el tono de
su piel, era del mismo color blanco y cremoso.
Stephen trag saliva. Enfoc la vista nicamente en la tarea que se traa entre
manos, concentrado en cada paso. Primero, retirar el vendaje antiguo, procurando
apartarlo de los puntos, que estaran todava tiernos y en carne viva. Luego, limpiar
la herida, quitar la suciedad, la sangre seca o cualquier cosa que pudiera irritar o
infectar el corte. Despus, revis la sutura.
Helena pareca tener el poder de recuperacin de un gato. La mayor parte de la
inflamacin haba desaparecido y se haba formado una costra.
El siguiente paso era preparar el nuevo vendaje. Renovara la mezcla. La
esparcira sobre la venda limpia y la cubrira con un forro con la finalidad que se

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absorbiera el lquido que se ira filtrando. Luego, envolvera y atara el vendaje.


Ya he terminado dijo Stephen y se apoy sobre los talones.
Gracias. Su voz era asombrosamente baja. Stephen se atrevi a levantar la
vista hacia el rostro de Helena y qued decepcionado al ver que ella desviaba la
mirada.
Ella intentaba poner el brazo destapado dentro de la manga. Stephen le sujet la
abertura del cuello para evitar que Helena soltara la tela que le cubra el pecho.
Le sonri agradecida y enseguida volvi a bajar la mirada.
Puedes atarme los lazos? le pidi mostrndole la espalda.
Cerrarle la abertura del vestido fue mucho ms fcil, pues sus manos no estaban
en contacto con la piel de ella. Termin y se ocup de las tareas inmediatas.
Djate el vendaje un par de das y, una vez pasados, te lo quitas todo. La
herida se secar y las hierbas habrn perdido sus virtudes medicinales.
Helena lo mir y volvi a apartar los ojos de l.
No me cambiars el vendaje luego?
No har falta. Ya est cicatrizando bien.
Aunque su expresin no se alter, ni sus hombros se movieron, Stephen not
cmo el nimo de ella decaa al igual que una hoja marchita.
Guard el mortero y las hierbas en la bolsita.
No podemos arriesgarnos a reunirnos aqu otra vez. T me aseguras que tu
compaa es peligrosa. Y ambos sabemos que la ma es menos que deseable,
especialmente para una dama de tu rango y situacin.
No te lo negar. La voz de Helena volva a ser un susurro.
No hace falta, elen. Helen. Helena.
El mazo no caba en la bolsa y Stephen lo meti a la fuerza, sin tener cuidado
con las frgiles hierbas del interior, las plantas que haba trado de aquella regin al
este de Tierra Santa.
Por qu ests enfadado? le pregunt ella con mucho tino.
Al final, cuando meti el mortero en la bolsa, Stephen la arroj a lo lejos y se
pas la mano por el cabello, buscando una respuesta que la pudiera satisfacer, pero
no se le ocurra nada, porque en su mente slo haba la verdad, invadiendo cualquier
otro pensamiento. Alguna respuesta deba darle a Helena. Ella esperaba entre
paciente y curiosa. Stephen abri la boca y la verdad brot, sin restricciones.
Estoy enfadado porque hasta hoy no haba calculado el verdadero precio de
perder el favor del rey.
Ricardo te ha dejado fuera de la guerra. Y para ti, es una pesada losa sobre tus
espaldas.
Ya han pasado dos das. Dos das y una vida entera. Apart la vista,
incapaz de leer el aburrimiento en el hermoso rostro de ella, o algo an peor. No
podemos entretenernos por ms tiempo, o notarn tu ausencia.
Cogi la bolsa y se puso en pie. Despus de un instante, oy el frufr del
vestido, que indicaba que Helena tambin se haba levantado.

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Ven. Intentaba mantener el tono de voz tranquilo, pero son con una nota
montona.
Se dio la vuelta y empez a andar hacia los rboles, con la vista clavada
adelante. Su sentido del odo le confirmaba que ella vena siguindolo, aunque no le
dijo nada.
Luego cruzaron una zona cubierta de hojarasca y sus pasos sonaron
amortiguados. Aun as, ella no hablaba.
Mejor, que se enfade conmigo. Stephen quera evitar a toda costa especular
cmo terminara aquello si seguan encontrndose a menudo. Si se lo planteara, se
volvera loco. Cerrara su mente ante la posibilidad y as dejara que el rastrillo de la
muralla les impidiera el acceso. No permitira que la sombra de la desaprobacin del
rey la incluyera a ella. Ni tampoco quera que se viera envuelta en la malicia que
dominaba la corte real.
De camino a Oxford, iba repitindose aquellas palabras para sus adentros, como
una declaracin.
Alcanzaron la carretera que llevaba a Oxford mucho antes de lo que Stephen
esperaba, de modo que dio un giro y camin paralelo a sta, oculto entre los rboles
hasta que la vegetacin escase, a una distancia breve de la muralla. La acercara al
mximo a las puertas de la ciudad, antes de dejarla sola.
Helena segua sin hablar y Stephen no se atreva a mirarla a la cara. Ella estaba a
un paso de distancia, a su lado, sin comentar siquiera el repentino cambio de
direccin.
Lleg a odos de Stephen el crujir de las ruedas de una carreta, acercndose a
ellos por detrs, y el sonido de voces agudas y dulces. Mujeres. Al nico lugar donde
podan dirigirse era a la ciudad de Oxford. Se le ocurri una idea y se aproxim al
lmite arbolado. Justo dentro del lmite, se detuvo. Ahora la carreta era perfectamente
visible, avanzando por la abrupta carretera a un paso que no sera ms rpido que
andar, tirada por un viejo caballo de carga. Iban rebosantes con productos para el
mercado. Las campesinas andaban a los lados y tambin por detrs.
Stephen se dio la vuelta hacia Helena. Ella segua de pie, en silencio, con la
punta de su vestido en la mano, mirndolo.
Ve tras la carreta le dijo. T conoces su lengua. Pdeles que te dejen entrar
con ellos en la ciudad; estars segura. As, entre ellos, pasars desapercibida.
Muy bien. Helena se acerc a Stephen y clav los ojos en los de l. En esta
vida que ha empezado para ti hace tan slo dos das, tienes una amiga con quien
antes no contabas. Lo sabes?
elen
No te estoy concediendo ningn favor, Stephen, sino que te ofrezco lo que
ms deseas. Me comprendes?
l levant la mirada y ella vio que s la comprenda, y que, adems, a l no le
pareca ni absurdo ni extrao que una mujer, de entre todas las criaturas, tuviera el
poder de satisfacer aquel deseo. Lo que ella le brindaba era mucho ms que amistad.

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CORAZN VENGADOR

Era una alianza entre dos personas que se haban encontrado fuera de los lmites de
la sociedad.
Stephen inclin la cabeza a modo de reconocimiento y pos su mano sobre el
pecho. Era el gesto de la promesa de un caballero.
Si alguna vez me necesitas, vendr. No tienes ms que buscarme. Luego
seal la carreta. Vete. Vamos, vete ya, o pasarn de largo.
Helena emergi de entre la arboleda, levant una mano y les grit unas
palabras en ingls. Las campesinas volvieron la cabeza y Helena volvi a gritar. Se
echaron a rer y algunas le hicieron gestos para que se uniera al grupo.
Helena se volvi hacia Stephen. Los ojos de ella volvan a ser el desierto, el azul
de medianoche que l recordaba. Eran del color de la noche, bajo cuyo abrigo haba
andado y a la que aprendi a recibir como un refugio, lo opuesto al cielo sin nubes,
bajo el sol castigador.
Vete le repiti Stephen. La carreta los haba alcanzado. Pero en vez de eso,
Helena ech a correr hasta su lado, levant la mano y la apoy en la mejilla de l. Era
un gesto firme, cuya tierna mano transmita calidez.
El tacto conocido de una amante, le susurr traidoramente su pensamiento.
El pulgar de Helena acarici la piel del pmulo de Stephen, una caricia fugaz
que le dej un rastro candente sobre el rostro. Luego, de repente, ella ya no estaba,
tan de improvisto como haba aparecido el da anterior en el bosque. Se haba
remangado las faldas y echado a correr con la misma gracia y agilidad de una gacela.
Pero nada le restaba a su noble porte de dama. Corra con toda la fuerza de sus
piernas, como un hombre, o como alguien que haba sido instruido para sacar el
mximo provecho de su rapidez a fuerza de la necesidad.
Alcanz la carreta y la gente que la acompaaba la ayud a subirse sobre el
tosco tabln. Ella se puso a charlar y a rerse. Stephen dobl hasta el ltimo rbol
para verla marcharse sobre la carreta que se alejaba.
En el ltimo instante, Helena mir hacia atrs, pero haba demasiada distancia
para poder ver su expresin.
Mucho rato despus que la carreta se hubiera perdido en la lejana, Stephen
segua plantado en el mismo sitio.
Aquel ltimo contacto, no haba sido un acto de camaradera. La caricia sobre
su mejilla
De repente, Stephen sinti miedo, porque comprendi que no tendra la
voluntad necesaria para alejarla de l.
Que Dios nos ampare! les anunci a los rboles.
Ellos, a su vez, le respondieron con un rumor de hojas que la fresca brisa trajo a
sus odos, anunciando la llegada del atardecer.

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CORAZN VENGADOR

Captulo 8
Catherine apart de delante la bandeja grasienta con la carne mal guisada. La
comida no tena ningn atractivo para ella. En vez de eso, ech un vistazo hacia la
entrada de la sala.
Dnde estaba Isobel? Qu la mantena ocupada tanto rato? Solamente la haba
mandado a buscar la bolsita de hierbas que tomaba por la noche. La infusin
mantena a distancia los dolores de cabeza y ya empezaba a sentir la aguda pulsacin
detrs de los ojos, cuya seal era el anuncio de un nuevo achaque. Maana, se
levantara con el dolor en plena expansin, incapaz de mover la cabeza sin que la
invadiera por todo el cuerpo una sensacin de nusea. Con slo pensarlo, se le
pasaba el apetito.
Pero ah deba permanecer, sentada hasta que el prncipe Juan diera por
terminada la cena. No era nada prudente hacerlo enfadar. Haba heredado el mal
genio de su familia y la mala costumbre de castigar a sus ofensores. Adems, ahora.
Catherine estaba tan, tan cerca de conseguir su objetivo Una alianza ms,
estratgicamente maquinada, y su hijo estara a salvo. Guillermo tendra su posicin,
la herencia asegurada y los aliados ms poderosos para apoyarle.
Catherine saba de sobra que ella era una rareza entre las dems mujeres. No le
encontraba ningn gusto a los chismorreos ni a las largas conversaciones acerca de la
crianza de los hijos y el mantenimiento de la casa. Los asuntos de los hombres le
parecan ms interesantes y comprenda con mayor facilidad las fluctuaciones del
poder, mucho mejor que muchos nobles, incluido su amable y confuso marido.
Abarcaba por completo las aguas traicioneras por las que todos ellos navegaban.
Haba demasiados bancos de arena, demasiados escollos y mareas cambiantes para
no haber planeado el curso de la travesa con mucho cuidado. Catherine haba
empezado su proyecto cinco aos atrs.
Empez en el castillo de Worcester, una tarde de lluvia incesante, sentada en el
glido torren mientras velaba el cuerpo de su hijo mayor. Era el da antes de
enterrarlo en la cripta familiar y, en aquel momento, Catherine haca recuento de su
vida. La haban casado a los doce aos con un hombre veinte aos mayor, quien pidi
su mano solamente para obtener la jugosa dote que acompaaba a la novia: el castillo
que ahora ocupaba. Catherine como esposa y madre. Enseguida haba dado a luz a
sus hijos, cinco muchachos y una nia prematura. Dos de los chicos haban muerto
durante los meses posteriores al parto. De los tres que sobrevivieron a la edad de la
infancia, los dos mayores haban vivido el tiempo suficiente para unirse a su padre en
la guerra, luchando al lado del rey Ricardo incluso antes de que empezara su

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CORAZN VENGADOR

obsesin con las Cruzadas y partiera con su costosa expedicin hacia Tierra Santa.
Juan, el ms joven de los dos, muri a causa de una extraa enfermedad a bordo del
barco y nunca alcanz las playas de aquella extraa tierra. Enrique, el mayor, haba
vivido para luchar contra los sarracenos y regresar a Inglaterra junto a su padre, para
luego tener que enfrentarse al asalto de los hombres del rey Ricardo, amotinados,
pues Juan, el hermano del rey, haba intentado apoderarse del trono mientras Ricardo
languideca en su prisin austraca.
All su hijo. Enrique encontr la muerte, combatiendo contra los amigos de la
infancia y contra los compaeros de las Cruzadas, demasiado jvenes an para
comprender los cambios constantes del poder en los que se haban visto atrapados.
Mientras rezaba sobre el cuerpo inerte de Enrique, Catherine recordaba que
ahora le quedaba solamente un hijo, Guillermo. Qu le sucedera a l? Tambin
deba perderlo en una guerra? Cmo podra encontrar un lugar para l, donde
estuviera a salvo?
No se haca ilusiones que su marido le garantizara un lugar as. Percival era un
estoico, un sirviente sin imaginacin a las rdenes de Juan, convencido de que una
lealtad inquebrantable le aseguraba toda la proteccin y comodidad que
ambicionaba.
Catherine saba de sobra que ofrecer toda su lealtad a la diablica prole de los
Plantagenet era, como mnimo, un arma que poda volverse en su contra. Los barones
seguan recibiendo y perdiendo su favor a intervalos regulares, a menudo sin una
causa razonable ni aparente. De nada servira depender de los deseos de los
Plantagenet, a menos que dispusieran de unas buenas defensas. Necesitaba aliados
fuertes, que fueran hombres de confianza del rey y que pudieran actuar en concierto
para alejar al soberano de un camino errneo, si fuera necesario.
Velando el cuerpo de su hijo. Enrique, Catherine elabor su ambicioso plan.
Una serie de alianzas. Nada formal, sin pactos ni acuerdos por escrito, sino el slido
progreso de las amistades precisas, con hombres influyentes y cercanos a la Corona.
Y nada con este rey presente, enfrascado en la guerra tras un ejrcito incontrolable de
capitanes y aliados propios. No, Catherine apostaba por el hombre que ella crea iba
a ser el nuevo rey: Juan. No el pequeo Arturo, el hijo de Geoffrey, el recientemente
fallecido hermano del rey, que pareca ser el preferido de entre los legtimos
herederos al trono. Catherine tampoco crea posible que Ricardo tuviera su propia
descendencia con la infortunada Berenguela, a causa de su predileccin por otro tipo
de compaas en la cama que hacan improbable un hijo. Juan era el pretendiente ms
firme y ella puso todo su empeo en aquel candidato.
El hecho de que Percival fuera uno de los hombres de Juan ya era una ventaja, lo
que se consigui cuando Ricardo le concedi las tierras que su hermano tanto ansiaba
poseer. Worcestershire fue una de las comarcas que Ricardo ech desdeosamente a
los pies de Juan.
A lo largo de los aos que vinieron, Catherine haba ido poco a poco erigiendo
su crculo de aliados, todo para que Guillermo lo heredara cuando fuera mayor de

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edad. Haba empezado con los seores margraves, los vecinos de Worcester. Luego,
se acerc a los barones que mayor influencia tenan sobre Juan. Haba sido un
proceso largo y sutil, pues en realidad era una mujer sin una posicin en la corte.
Toda su influencia tuvo que canalizarla a travs de su marido, quien como mucho era
un cortesano reacio a los actos sociales.
Mediante alabanzas, sugerencias y mucha persuasin, haba situado a Percival,
y a ella misma en consecuencia, en posiciones donde poda actuar ms directamente.
Un da era el invitado a un banquete, la entrada a un torneo, un barn solitario
hospedado durante un mes en su castillo, una gran cacera y una celebracin a mitad
de verano. Todo revestido con los eventos y las celebraciones ms refinadas a fin de
que Catherine pudiera entablar contacto con los hombres adecuados. Una vez que
consegua hablar con ellos, calculaba rpidamente cul era su magnitud. De
inmediato llegaban a un acuerdo.
A pesar de sus xitos, Catherine an no haba terminado. No tena ninguna hija
que casar con un noble bien situado, pues las alianzas matrimoniales eran con creces
las ms slidas que se podan establecer, ms dignas de confianza que las basadas en
la amistad y la cordialidad.
No comes nada, querida ma. Por qu razn?
Catherine levant la mirada hacia Percival y le sonri.
Espero a Isobel, mi seor. Me traer la cajita de las hierbas.
l frunci el ceo.
Otra vez, Catherine?
No pasar nada si me tomo la infusin que me prescribi la curandera. Los
mantiene alejados, si puedo descansar tranquila por la noche.
Pues hazlo le dijo con firmeza, aliviado.
Los dolores de cabeza de Catherine siempre lo ponan un poco nervioso, pues
no conoca ningn remedio y no la poda ayudar a sobrellevar el dolor. Era un
hombre amable y siempre se diriga a ella con el mayor respeto. Por esa razn,
Catherine le estaba agradecida. El destino la haba tratado bien.
Percival seal hacia la puerta con la cabeza.
Ah llega tu salvadora errante.
Catherine se qued mirndola. Isobel se acercaba a la mesa con las manos
vacas. Dnde estaban las hierbas que le haba pedido?
Isobel se desliz hasta la banqueta situada al lado de Catherine.
Dnde has estado? le exigi Catherine. Has tardado una eternidad.
Calmaos le susurr. En vez de traer la caja en mano y poner de
manifiesto vuestra dolencia ante los ojos de los dems, he seleccionado las hierbas y
las he trado sin la caja. Aqu tenis. Sac un pauelo envuelto de dentro de la
manga. Las he preparado para vos. Debis mezclarlas con el vino.
En medio de la tela arrugada haba un pequeo montoncito de hierbas molidas.
Catherine cogi el pauelo con una mano temblorosa.
Te estoy muy agradecida le dijo en voz baja. Siempre me olvido que t

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cuidas mejor que nadie de mis urgentes molestias.


Esperad, dejad que lo haga yo dijo Isobel y apart el pauelo de debajo de
los indolentes dedos de Catherine.
Perdonad, mi seor.
Una vocecilla lleg al odo de Catherine, quien se dio la vuelta para ver que se
trataba de uno de los pajes con la librea de Juan, de pie al lado de Percival, que le
hablaba inclinado sobre l.
Bueno, muchacho, qu sucede? le pregunt Percival vociferando
nerviosamente.
Su alteza, el prncipe Juan, requiere la presencia de Lady Isobel al lado de su
majestad y de Lord Savaric en la mesa.
El paje levant los ojos para posarlos sobre Isobel.
Isobel se qued ah sentada, petrificada, con los ojos abiertos y las manos
inmviles sobre el cliz de Catherine. En aquel preciso instante, las piezas finales de
los planes de Catherine encajaron. Helena era la clave! Las sencillas palabras del paje
contenan un mensaje que todos los asistentes comprenderan inmediatamente sa
era la manera en que venan convinindose los matrimonios, desde hacia siglos.
Savaric estaba declarando su inters por Isobel! Aquella unin potencial haba
recibido el visto bueno de Juan, pues mandaba la invitacin en nombre de Savaric.
Una boda entre su protegida y el hombre de confianza de Juan, su consejero y
compaero constante? El corazn de Catherine empez a latir con ms fuerza y sinti
que la recorra una emocin casi embriagadora. Era la ltima pieza de su plan, que
inesperadamente se haba puesto, casi por cuenta propia, en su lugar. Oh, qu
jugada tan perfecta!
Percival se ech a rer.
Savaric eh? Claro, claro. Isobel se sentir muy honrada de unirse a la mesa
del conde.
El paje rode la mesa para quedar al lado de Isobel, pero ella segua inmvil, a
excepcin de sus ojos, que se haban abierto an ms cuando Percival acept la
invitacin del prncipe en nombre de ella. Su rostro pareca esculpido en alabastro,
tan blanca e inerte se haba quedado.
Catherine se removi, incmoda Seguro que ahora Isobel no iba a rechazar la
invitacin? Por la misericordia del cielo! No poda atreverse a semejante insulto, no
cuando era el mismsimo prncipe Juan quien la invitaba!
Bajo el mantel, que la protega de las miradas de los dems, Catherine pellizc
la pierna de Isobel.
Levntate! sise. Es que quieres acaso que la furia de Juan caiga sobre
ti?
Isobel fij la mirada en los ojos de Catherine. En ellos, Catherine vio miedo y
consternacin.
Levntate! volvi a musitar Catherine.
Tena que levantarse y acercarse a la mesa del prncipe. Era su obligacin.

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CORAZN VENGADOR

Lentamente Isobel se puso en pie. Volvi la vista hacia el otro extremo de la


mesa, alta y erguida, y muy despacio, se dirigi all dignamente.
Por todos los diablos del infierno! le susurr Percival a Catherine.
Parece que la hayan mandado a la horca!
Por lo menos se ha levantado dijo Catherine plcidamente, ahora ya ms
relajada. No ser precisamente la primera mujer que tenga que enfrentarse a esta
condena.

Su alteza, el prncipe Juan, requiere la presencia de Lady Isobel al lado de su majestad y


de Lord Savaric en la mesa. No poda borrar aquellas palabras. Eran tan sencillas y tan
irrevocables! No, no, no! Ahora no poda sucederle esto! Ahora no, no mientras
Stephen estuviera all!
Helena dej vagar la mirada para enfocarla sobre Stephen, sentado al otro
extremo de la larga mesa. l mantena su atencin y su mirada en la copa y en la
bandeja que tena delante.
Por favor, mrame!, le rog Helena en silencio.
l no levant los ojos.
Ah, pero si aqu est nuestra dama! dijo Juan cuando Helena se detuvo a
su lado. Luego sonri y la cogi por el brazo. Savaric, mira a quin te he buscado
como compaera de mesa!
Compaera de mesa, seor?
Helena no poda ver bien al hombre que haba respondido con tan poco inters.
Juan la condujo por detrs de su enorme silla de roble para quedar de cara a Savaric.
ste se haba sentado en una banqueta, sin brazos ni respaldo, pero con unas
patas ricamente talladas, y vesta una indumentaria holgada, sin forma, muy
empleada entre los religiosos. Pero aqulla no era la tnica blanca y limpia de un
clrigo, sino que era de un tono amarillento y apagado.
Mientras Juan reclamaba otra silla para ella y los pajes se ocupaban de Helena,
ponindole un plato, una copa y comida, Savaric se qued observndola con
curiosidad. Las negras pupilas de sus ojos absorban todo el color, y adems,
alrededor del iris haba poco blanco; pareca que el negro lo ocupaba todo. Aquellos
ojos no reflejaban nada. Ninguna emocin, ni un asomo de sus pensamientos.
Seor, me pareci haber desestimado ya mi escaso inters por esta mujer
dijo Savaric.
Un escalofro le recorri la espalda al escuchar aquella voz! Pareca el sonido de
miles de caracoles arrastrndose dentro de una caldera de hojalata. Qu tipo de
experiencias habra pasado aquel hombre que dejaron semejante marca en su voz?
Ah, pero yo s estaba atento a tu inters! respondi Juan detrs de ella. A
m no puedes ocultarme tus atenciones, Savaric. La nica mujer por quien jams has
mostrado un poco de curiosidad? Ella debe de ser la elegida. Juan pareca ms que
satisfecho consigo mismo. Sentaos, Isobel.

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Su mano, apoyada en el hombro de Helena, la obligaba a sentarse en la


banqueta que haba aparecido al lado de Savaric.
Helena se postr en la banqueta, tapizada con una tira de cuero oscuro y tenso.
Os recomiendo que tratis bien a este hombre, Isobel de Bretaa le dijo
Juan. Ya s que su aspecto es un poco extrao, pero es un compaero leal y sabio.
Lo dudo mucho. Helena se qued con la mirada fija en el plato. Cualquiera podra
darse cuenta de que a aquel hombre solamente le preocupaban sus propios asuntos.
Cualquiera, menos Juan, por lo que pareca.
Qu Savaric? Todava se merece tu inters, as vista de cerca?
Debo pensarlo, seor.
Es hermosa, lo admito prosigui Juan. Acaso no haba notado la
contrariedad en la voz de Savaric?. Y su dote es considerable. Un buen pedazo de
tierra bretona y algunas tierras en Cornualles.
En Bretaa? Una mano apareci bajo la barbilla de Helena, cuya fuerza la
oblig a levantar la cabeza hacia un lado mientras la inspeccionaban. Bien, muy
bien.
Los ojos de Helena se quedaron fijos en aquellas negras pupilas, mientras una
oleada de repulsin la invada al notar las afiladas uas rozndole la piel de la mejilla
y de la mandbula. Sus dedos eran calientes y secos. Si no la soltaba pronto, sera
incapaz de contener una arcada.
l la miraba directamente a los ojos.
Es bastante bonita, seor. Los labios de Savaric formaron las palabras
adecuadas.
Ah, debera haber apostado algo a que tu frialdad durara muy poco!
La atencin de Savaric no se distrajo ni un milmetro de Helena. Pareca como si
no hubiera odo ni una de las palabras de Juan.
Cul habis dicho que era su nombre?
Isobel.
l sonri.
Habis estado alguna vez en York, Isobel?
La invadi un miedo espantoso. Quin era aquel hombre? Qu saba de ella?
Pero su rostro no mostraba ni una emocin, nada. Nada de nada.
Helena dej vagar la mirada a lo lejos, hacia Stephen. l la estaba observando,
con la espalda apoyada en la pared y la copa en la mano como si estuviera
disfrutando del espectculo.
No era el nico. La mayora de los barones sentados a la cabecera de la mesa
tambin la contemplaban, disfrutando con el nacimiento de una nueva y provechosa
unin.
La mirada de Helena regres a Stephen. Dime que oyes mi llamada! Te estoy
llamando! Scame de aqu! Era un ruego en silencio.
Savaric sacudi suavemente la cabeza de Helena.
No prestis atencin, mujer.

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La mirada de Helena volvi otra vez al inexpresivo rostro y respir lentamente


por la boca para contener la desagradable convulsin que le suba por la garganta.
Mi seor?
Mucho mejor.
Le solt la barbilla y atendi de nuevo al plato que tena delante. La comida de
Savaric estaba dispuesta de un modo muy curioso. Se vea que haba empezado con
la bandeja rebosante de comida y que fue avanzando sistemticamente y sin pausa.
En vez de picar un poco de aqu y de all de entre los guisos escogidos, Savaric haba
trazado una lnea definida en medio del plato y haba terminado por completo una
de las dos partes. No quedaba ni una miga en la parte vaca, incluso pareca que en
aquel trozo nunca hubo comida.
Ponedme vino le exigi y empuj una jarra enorme hacia ella.
Ella no poda negarle nada delante de toda esa gente, en medio de la sala, pero
l tambin tendra que acatar todas las formalidades y dejarla en paz sin molestarla.
Por ahora Helena estaba a salvo y se relaj un poco.
Helena levant la mano para que el paje con el vino se acercara. Le pondra vino
y obedecera a todo cuanto le pidiera, por ahora. Slo hasta que pudiera abandonar la
estancia y aquella presencia nauseabunda.

En el preciso instante que Juan termin de comer y llam a los ministriles para
que tocaran un poco de msica, Stephen se levant y abandon la sala
repentinamente. Su copa qued desatendida unos minutos, hasta que el compaero
de mesa, un caballero receloso, sentado a la derecha de Stephen, se apoder del cliz.
An retena el calor de las manos de Dinan. El caballero pas el pulgar sobre la
superficie de metal pulido. Haba cuatro marcas que desfiguraban la copa y una
quinta al lado opuesto.
El otro compaero de mesa le seal la copa con la barbilla, preguntndole en
silencio qu era lo que haba captado su atencin. El primero le dio la vuelta al cliz
para mostrarle la hilera de marcas. El segundo hombre agit la cabeza.
No me extraa que paguen a ese cabrn por no luchar. Qu te parecera si
esas manos te cogieran el pescuezo?
***
Helena vio a Stephen marcharse y sinti un pnico desorbitado. La
abandonaba!
Pero l no fue el nico que se march. La comida haba terminado. Solamente
aquellos que queran un poco ms de diversin, de vino o de baile, se quedaron.
Tambin. Catherine y Percival se haban marchado.
Pero era la ausencia de Stephen la que ms le afectaba. Era como un doloroso
vaco en su corazn. De pronto sinti la repentina necesidad de hablar con l, de
revelarle sus temores, su desaliento, el horror que se haba avecinado en su vida. l
era el nico que saba algo acerca de su identidad secreta. l comprendera la

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necesidad de evitar situaciones como aqulla.


Tal vez Stephen tuviera alguna idea y la ayudara a evitar lo imposible. Cmo
podra rechazar un matrimonio con Savaric sin atraer la ira de los Plantagenet sobre
su cabeza?
De repente, Helena se puso de pie, impaciente, mientras Juan segua
conversando con el barn a su derecha. Ella se dirigi directamente a l.
Me disculpis, majestad?
Ya os habis cansado de nuestra compaa? Tan pronto, mi seora?
S, majestad, estoy muy cansada, pero adems, vuestra compaa ha sido una
inesperada bendicin y yo debo considerarlo bien. Al fin y al cabo, era la verdad.
Juan asinti, cediendo.
S, s, ya imagino que tendris mucho que pensar. Pero consideradlo muy
bien, Isobel. Hablaremos muy pronto.
Gracias, majestad.
Helena hizo una reverencia y se alej a toda prisa hacia la puerta, dejando fuera
de combate a su banqueta, que haba cado al suelo con un golpe de su rodilla. A
Savaric no le dese las buenas noches y supuso que aquella falta de modales le
molestara.
Que se enfadara, pues! Ya se encargara de l ms tarde. Quiz su mala
educacin le desagradara tanto que reconsiderara la conveniencia de aquella unin,
pero era una esperanza bastante vana.
Lo nico en que pensaba ahora era en encontrar a Stephen. Pero dnde estara?
No tena la menor idea de dnde estaba su alcoba. Aqul era un castillo enorme,
que se ramificaba en infinitos pasillos, con una estructura incomprensible.
La habitacin del huso.
Helena se march a toda prisa hacia all sin llamar la atencin. No tena
ninguna excusa para andar rondando por aquella zona y haba mucha gente todava
despierta y fuera de sus aposentos. Faltaban bastantes horas antes de que el castillo
quedara sumido en el silencio absoluto de la noche.
La habitacin del huso estaba vaca. Haba trazas en el polvo del suelo y
tambin pisadas, pero los tablones de madera que rodeaban la silla, al lado de la
ventana, estaban limpios. Sus faldas los habran limpiado ayer.
Se qued pensando de pie en miedo de la habitacin. Dnde lo encontrara?
No era posible que ya se hubiera retirado a dormir.
El ro!
La idea atraves su mente, clara y fugaz. Estaba en el ro. Helena regres a su
alcoba y rebusc entre sus ropas el vestido ms oscuro que hubiera, uno de color gris
marengo, con un cuello alto para pleno invierno, y dej de lado el velo y el grin. La
capa tena una capucha que ocultara la ausencia de atuendos en la cabeza.
Se escabull hasta la cocina. Estaba an caliente por los preparativos de la cena,
pero no haba nadie y la iluminacin era muy pobre. Las tareas agotadoras del
personal se haban terminado al lavar los platos de la cena. Luego, los pobres, se

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habran arrastrado a sus camastros a descansar.


Helena entr en la despensa y levant la barra de la puerta para salir afuera. Se
sumergi en el fresco aire de la noche y respir profundamente. El primer obstculo
ya estaba superado.
Si la pillaran ahora, de noche y fuera del castillo, sin acompaante, se expondra
a todo tipo de preguntas y de alarmas. Gracias al Gran Consejo y al alboroto que se
haba creado en su propia casa al viajar a Oxford, sus patrones no seguan sus pasos
tan de cerca como lo habran hecho en Worcester. Casi todos los hombres estaban
ocupados con el Consejo y las mujeres iban y venan de visita a otras casas de la
ciudad de Oxford. Aqu, le haba proporcionado su propia alcoba, mientras que en
Worcester tena a dos sirvientas durmiendo al lado de su cama.
Pero si la encontraban fuera del castillo, o incluso peor, fuera de la ciudad, su
libertad se vera recortada rpida y despiadadamente, y cada uno de sus
movimientos, vigilados por una escolta no deseada.
As pues, deba andarse con cuidado. Se puso a andar, avanzaba franqueando
las luces, oculta en las sombras.
Alcanz la muralla de la ciudad. Se ergua alta e intimidatoria, pero no
inaccesible. Helena escuchaba las habladuras del pueblo y conoca el contorno de la
muralla hasta encontrar la seal que buscaba.
La trampilla era casi invisible; el trabajo de un verdadero artesano. Haban
cortado parte de la empalizada de madera original formando un agujero del tamao
de un hombre. Luego, lo haban cubierto usando un grueso trozo de piel y haban
colgado la madera otra vez con ganchos y pasadores. La nica seal de la existencia
de la poterna era una balda de madera. La gente de dentro poda abrir la puerta
gracias a la balda, pero impeda la entrada a la ciudad a los extraos. Slo haba
acceso por las puertas de la muralla y bajo la vigilancia de los centinelas que las
guardaban. As, los ciudadanos de Oxford podan salir sin tener que dar cuentas a
nadie.
Helena levant la pequea balda, abri la portezuela y sali. Dej que la puerta
se cerrara y escuch el sonido de la balda al caer en su gancho con un crujido de
madera. No haba manera posible de regresar por aquel mismo camino, pero Helena
apenas pensaba en su regreso. Por ahora, todo cuanto ansiaba era hallar a Stephen.

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Captulo 9
E1 murmullo del ro lleg a sus odos antes de ver el curso del agua. El suave
gorgoteo la alertaba y, poco a poco, sus ojos se acostumbraron a la oscuridad de entre
los rboles y percibieron el resplandor de las estrellas sobre la superficie del ro.
Haca ya rato que se haba desprendido del ltimo vestigio de su estatus de
dama normanda. Se haba despojado de las cintas y las trenzas y su pelo ondeaba
tras la brisa que ella misma provocaba al avanzar.
El primer susto ya haba pasado. La calma de la noche, la oscuridad, el aire
fresco y el silencio del bosque la sosegaron. Pero con cada minuto que pasaba, un
temor creca en su interior, pues ahora que se haba tranquilizado, comprenda las
terribles y complicadas consecuencias de las pericias casamenteras del prncipe Juan.
Helena segua dndole vueltas a aquella sospecha, sin detenerse, con la
esperanza de hallar a Stephen en el ro. Sabra qu deba hacer una vez hubiese
hablado con l, se le ocurrira una solucin.
Al final, una letana silenciosa marcaba el ritmo de sus pasos en el ro, en el ro,
en el ro.
Helena se acerc al borde del agua y recuper el aliento. Ech un vistazo arriba
y abajo a lo largo de la orilla, buscando la negra sombra con la forma de un hombre
recortada contra las escarpadas siluetas de los rboles. Repar en el nudoso roble
bajo cuyas ramas haba dormido haca tan slo un par de das. Aquel lugar tan
reconfortante al abrigo del tronco estaba vaco.
No haba luna en el cielo, ni se oan ms sonidos que los susurros del bosque. El
viento entonaba una solitaria y afinada cancin, colndose por las ramas desnudas de
la arboleda.
La recorri un escalofro. l no estaba all. Qu tonta haba sido al creer que lo
encontrara!
Not el ruido sordo de un paso, a lo lejos, y se le aceler el corazn Stephen!
Pero una repentina cautela la invadi. Quiz Stephen no fuera el nico hombre
que rondaba fuera aquella noche. Haba muchos que bendecan la discrecin de un
cielo oscuro. Era gente a la que no le gustaba que la observaran. Se qued cerca de la
orilla, a pesar de que su silueta apareca claramente visible contra el cielo estrellado.
Helena sujet su cuchillo y se escurri bajo la seguridad de su roble a esperar.
Los pasos se acercaban. Se trataba de un hombre, porque slo un hombre pisaba tan
pesadamente. Se diriga al ro. Entonces, de repente, el ruido de pasos ces.
Helena alz el cuchillo.
El silencio dur una eternidad.

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Baja el cuchillo, elen.


Helena se apart del abrigo del roble y baj un poco el arma.
Mustrate.
Stephen apareci de entre las sombras. l tambin se haba puesto una capa
para esconderse de los ojos inquisidores y del fro. En su rostro se reflejaba la tenue
luz de las estrellas y tambin en sus manos al apartarse la capa.
No me apetece acabar con el cuello rajado por no haberme anunciado le
dijo. Y ya van dos veces que me tropiezo con esa inclinacin tuya a empuar el
cuchillo.
Stephen!
Helena solt el cuchillo y se abalanz sobre l, sin pensarlo, tan aliviada estaba
al verlo frente a ella. Sus brazos la envolvieron sin ponerle ningn tipo de oposicin.
Stephen era fuerte, clido, y los brazos de l alrededor de su cuerpo la hacan
sentir protegida y reconfortada Helena le pas los brazos por el cuello y se aferr a l,
imitndolo sin reservas.
Has venido! Has venido!
Apoy la mejilla sobre su hombro y escuch el latido del corazn de Stephen,
resonando con fuerza en sus odos.
Los dedos de l se enroscaron en sus mechones al pasarle la mano por el
cabello. Ech la cabeza de Helena dulcemente hacia atrs hasta que ella se qued
mirndolo.
elen susurr Stephen con una voz tan tensa, tan cargada de sentimientos
en silencio, que Helena supo que se estaba controlando.
S le dijo ella simplemente.
Era la respuesta que esperaba Stephen baj la cabeza hasta que sus labios
rozaron los de ella. Era un beso simple, incluso casto, pero Helena sinti sus labios
abrirse al contacto y se le escap una exhalacin.
Era un suspiro de mutuo entendimiento. As era como deba ser, la manera en
que su destino quera que su vida se desenvolviera. El latido atronador de su corazn
y la dulzura del beso de Stephen le repetan que as era como deban ser las cosas.
Senta que todo era tan perfecto mientras estaba entre sus brazos!
S volvi a susurrar ella.
Los labios de l la besaron con mayor intensidad. Las manos de Stephen le
soltaron el cabello y con una de ellas le recorri la espalda para sujetarla con fuerza
contra l. La lengua de Stephen tante los labios de Helena, sorprendida unos
instantes, pero la sensacin de certeza reapareci y empez a disfrutarlo. Ms que a
disfrutarlo era una sensacin casi dolorosa, lenta y placentera, en el centro de su
cuerpo, ms abajo del ombligo.
Se recost contra Stephen expresando algo ms que simple comodidad. Su
cuerpo entero palpitaba y se expresaba con una tensin que nunca haba sentido
antes, pero que reconoca. De aquello hablaban las mujeres del campamento,
sentadas alrededor del fuego durante las noches en que los hombres haban salido.

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Aquella sensacin deliciosa y excitante que provocaba sus sonrisas y sus tmidas
risas, en medio de bromas y alegra.
Helena estaba segura de que aquello era lo que siempre haba estado esperando
que el destino le entregara a Stephen.
l se apart un poco, pero Helena sujet el cuello de su capa, asustada por si se
marchaba.
Las manos de Stephen cubrieron las de ella y les dio un suave apretn.
No tengas miedo. Slo quiero que nos alejemos un poco de aqu. El claro est
demasiado al descubierto. Mucha gente usa el curso del ro como camino porque es
fcil seguirlo de noche.
Stephen le devolvi a Helena su cuchillo y ella lo coloc en la vaina que colgaba
de su cinto Stephen la tom de la mano.
Vamos.
La llev de vuelta al bosque. Andaban sobre una gruesa capa de hojarasca que
amortiguaba sus pasos, avanzando casi en absoluto silencio cerca de los troncos se
perciba un calor y una quietud inexplicables.
Stephen encontr un crculo de rboles que rodeaban un claro boscoso, con
algunos rboles en pie y otros, cados y huecos. A otros tambin les haba parecido
un buen cobijo, pues al llegar a la parte ms honda, al fondo, vieron los restos de una
hoguera, con piedras ennegrecidas alrededor, calcinadas, pero fras. Era una
advertencia acerca de gente, de las dems personas que andaban por el bosque.
Stephen apart las piedras con el pie.
Creo que podramos arriesgarnos a encender un fuego, si encontrramos
madera.
Helena se agach y pas la mano por encima de una forma negra que haba a
sus pies Levant el objeto.
Aqu hay un poco de madera Quienquiera que estuvo aqu la ltima vez, nos
dej bien provistos.
A ver si se dejaron tambin un trozo de pedernal. Hace ya algunos das desde
la ltima vez que encend un fuego con medios ms escasos elen, coge mi mano. All
hay una piedra bastante grande.
Su mano encontr la de ella en la oscuridad y la dirigi hasta el asiento de
piedra. l recorri el claro, buscando madera, que luego coloc para encender el
fuego. Minutos despus se podan escuchar sus movimientos al encender la hoguera.
Helena permaneca sentada, escuchndolo y disfrutando de aquellos breves
momentos de paz. Durante un rato, las preocupaciones desaparecieron de su cabeza.
En el leve resplandor se regocijaba pensando que Stephen haba acudido a su
llamada, sin tener que hablar, cuando ms lo necesitaba.
Al final se alz una llama diminuta Stephen la aviv enseguida y se encendi
un fuego, pequeo y alentador. Era un calor que se agradeca, pero an mejor era su
luz.
Helena abandon su fro asiento de piedra y se acerc al lado de Stephen. Se

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sent sobre la tierra pisoteada.


Saba que vendras al ro se aventur a decirle.
l asinti de cara al fuego.
Savaric empez Helena.
De repente, Stephen tom una bocanada de aire, inflando el pecho y levantando
los hombros.
Qu pasa? le pregunt Helena.
No es el mejor partido para ti, elen. Aquellas palabras amables no
encajaban con su reaccin.
Me da asco! confes Helena. Sus ojos son vacos, no se ve nada ah
cuando lo miras y sus manos Se puso las manos sobre el vientre. Por lo ms
sagrado, no podra casarme con l! No lo soportara.
No serias la nica. La voz de Stephen era ronca, tirante.
Pero Juan ya est empezando las negociaciones! Y Savaric no se opondr! No
puedo casarme con l Juan cree que va a casar a Savaric con Isobel de Bretaa, con
todas las tierras que posee. Pero si se casara conmigo entonces, qu? Intentar
reclamar las propiedades que cree que le pertenecen por derecho.
La recorri un estremecimiento y dio voz a su ms temido secreto.
Descubriran que no soy quien digo ser y todo se echara a perder.
Stephen acerc a Helena a su lado en un gesto de silencio reconfortante y con
los labios le acarici la sien.
Y vienes a m en busca de una respuesta, cuando yo no la tengo le dijo.
Soy un mal compaero.
Helena se apart, lo justo para mirarlo.
Podras casarte conmigo.
l cerr los ojos, como si sintiera un dolor insoportable.
Stephen?
No puedo casarme contigo le dijo suavemente. Juan quiere esta unin
entre t y Savaric. El nico hombre del reino que puede oponerse a sus deseos es el
propio Ricardo y ya sabes lo que el rey piensa de m.
Ella se qued mirndolo fijamente.
Pero si se lo pidieras seguro que dira que s, slo para llevarle la contraria
a su hermano!
Stephen neg con la cabeza.
Tendra que cabalgar hasta Run para hablar con el rey. Aunque l nos diera
su bendicin, realmente crees que Juan esperara mi regreso a Inglaterra con
rdenes de su hermano? Te casara con Savaric el mismo da que descubriera mis
motivos para ir a Normanda, aunque fuera a la ltima hora del da. La tom de la
mano. Y no me cabe ninguna duda que descubrira la razn de mi marcha. Tiene
un sinfn de espas plantados alrededor de su hermano, lo mismo que Ricardo tiene a
los suyos vigilando a Juan Helena lanz un suspiro. Tampoco te puedo llevar
conmigo prosigui Stephen. No llegaramos ms que a Dover antes de que los

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hombres de Juan nos alcanzasen. Ricardo no levantara ni un dedo para ayudarme.


Helena no poda hacer ms que mirarlo calladamente.
Stephen tom la otra mano de Helena en la suya, grande y clida.
Piensa en otra cosa, elen. Qu pasara si, por un milagro del cielo, Ricardo
nos diera su bendicin y Juan no se interpusiera a nuestro deseo y nos casramos?
Entonces, qu, no Isobel? Todos esperaran que yo reclamara tu dote, la que t
realmente no posees ni eres libre para entregarme.
No se dio cuenta de que resbalaban por sus mejillas, pero se haban formado
dos gruesas lgrimas que cayeron de sus ojos sobre sus manos cerradas. Stephen se
solt y acerc sus dedos a la mejilla de Helena para secar aquel rastro hmedo.
T me has mostrado un nuevo mundo le dijo l. Se extiende ms all de
los lmites de la corte y de la Iglesia. Es el mundo de donde t vienes. El que
escondes, incluso ante m. Podras regresar all, verdad?
Aquella sugerencia desencaden una sacudida en Helena, que se enderez,
negando con la cabeza, la negacin se mezclaba con la indignacin.
Ahora no puedo dejarlo! Ahora no! Estoy tan cerca.
No abandonaras tu causa, ni siquiera para alejarte de Savaric?
Helena pens en su padre, agonizando solo en un campo, a manos de los
barones que se escudaban tras las leyes y los favores del hombre cuya identidad ella
quera desenmascarar. La innoble muerte de su padre sera desagraviada o, de lo
contrario, ella nunca conseguira vivir en paz.
No puedo abandonar dijo Helena. Ni tan slo por culpa de Savaric.
Adems, este Consejo no durar eternamente. Dentro de pocos das nos veremos
libres de nuestras obligaciones hacia el rey y regresaremos a Worcester.
Savaric no se detendr por eso le advirti Stephen.
Helena se acord de la nota de Robert, las claras instrucciones que le daba tena
que regresar a York. l haba seguido la huella del hombre con el que ella quera
hablar. Todo cuanto Helena deba hacer era plantarse en York, de la manera que
fuera.
Un poco ms de tiempo le dijo a Stephen. Quiz pueda ganarle tiempo a
Savaric hasta conseguir lo que ando buscando.
Stephen se qued pensativo durante un rato, en silencio, con sus pensamientos
escondidos tras los oscuros ojos.
No puedo obligarte a seguir otro curso dijo al final, pero tampoco hace
falta que te recuerde lo peligroso que puede llegar a ser este camino que has
escogido, verdad que no?
Soportar las atenciones de Savaric y a la vez no darle razones para seguir
adelante sin revelar su plan? Helena se estremeci.
No, no hace falta que me lo recuerdes.
Stephen apoy la mano en la mejilla de ella.
Eres valiente, valiente de verdad, mi dulce Elen.
Aquel contacto le trajo a la mente el lnguido e intenso latido que le haba

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provocado el beso de Stephen. Ahora ya se haba disipado y quera volver a capturar


el instante. Quera borrar el dolor de su corazn y olvidarse de las reglas del mundo
en los brazos de l. Helena se acerc para que sus labios tocaran la boca de Stephen y
sinti las manos de l en su cintura. Ms cerca an, y sus labios cedieron bajo los de
ella. A tientas, ella explor con su lengua Stephen gru de placer y la apret contra
el. Con una mano le sujetaba la cabeza mientras se sumerga en el beso y luego la
cubra con una lluvia de besos por el rostro como caricias ligeras.
Helena estrechaba su pecho contra el de l, y sinti que sus pezones se
endurecan, sensibles ante cada nueva conmocin. El latido intenso que le recorra el
cuerpo volva a estar all. Cerr los ojos y dej que los instintos naturales, que no
saba que posea, guiaran sus manos y su boca. Tena la certeza de que aquello estaba
bien y eso la impulsaba a seguir adelante sin miedo.
Cuando Stephen volvi a gruir, con un sonido que emerga del fondo de sus
entraas, apart a Helena de su abrazo. La sujet por las muecas y alej las manos
de ella de su cuerpo.
Qu he hecho? exhal Helena.
Nada, nada. No has sido t.
Con un profundo suspiro apoy la frente sobre el hombro de ella.
Helena se solt y acarici el cabello de Stephen, negro y espeso, con las puntas
de los mechones que le cosquilleaban las palmas de las manos.
No nos podemos dejar llevar as. Podra ser tu ruina le dijo en un tono muy
serio.
A Helena le pareci entender la preocupacin de l.
No me casar jams con otro que no seas t.
Las palabras brotaron de la boca de Helena sin reservas, pero le result ms
fcil pronunciarlas porque l no la estaba mirando a los ojos. Eran la verdad, pero era
una verdad difcil de revelar.
l levant la cabeza.
No sabes lo que ests diciendo.
S, lo s.
Eres una mujer valerosa, ms de lo que podra creer, Elen, pero eres slo una
mujer No lo entiendes? Las mujeres deben obedecer los designios de su seor y de
su rey. T no puedes decir la tuya en este asunto.
Yo s lo que me dice el corazn.
Yo he experimentado en mi propia piel lo poco que le importan a la corte los
deseos y opiniones de un hombre. Sus labios se curvaron en una cnica sonrisa.
Pueden ser muy despiadados.
El corazn de Helena segua con su latido insensato.
Me mantengo firme en mi promesa No me casar jams con otro que no seas
t.
Stephen levant la mano de Helena lentamente y deposit un beso en la palma.
Sus labios y su lengua ardiente dejaron marcado un rastro en la sensible piel de ella.

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Luego pos la mano sobre su corazn. Ella sinti el latido, potente y profundo.
Si llega el da en que t y yo nos podamos casar, Elen, lo har con muchsimo
gusto. Intentar que llegue ese da y pasar el resto de mi vida tras este objetivo, si es
necesario.
Era un juramento, inquebrantable, el juramento de lealtad de un caballero.

Al alba, se escabulleron hacia Oxford. Al contrario de lo que Helena pensaba,


Stephen le asegur que podran acceder otra vez por la poterna de la muralla.
A medida que avanzaban a travs del bosque, Stephen se detuvo una o dos
veces a los pies de los rboles para escarbar. Al final, con un gruido de satisfaccin,
tir y sac unas races largas y finas Helena saba qu estaba haciendo, pues haba
visto cmo los hombres de Robert hacan lo mismo cuando les era menester un poco
de cuerda y no tenan nada ms a mano Pero Stephen, dnde haba aprendido
aquello? El bosque no era su medio natural. Con todo, recogi la improvisada cuerda
y la enrosc alrededor de la empuadura del cuchillo, bajo la capa.
Ensame la trampilla le pidi a Helena.
Ella lo condujo hasta donde se ocultaba el acceso secreto, deslizndose bajo la
sombra de la empalizada. Stephen le pas su capa a Helena y examin la pared. Sac
la cuerda y el cuchillo y los sospes. Era el cuchillo de un guerrero, recio y con una
hoja ancha y fuerte Puso el cuchillo de lado y at el fino extremo de la raz en medio
de la hoja, un poco por encima de la empuadura. Luego, comprob el nudo tirando
con fuerza.
Se alej unos pasos de la muralla y dej colgar el cuchillo sujetando la punta de
la cuerda y sostenindolo a una distancia del suelo. Balance el cuchillo sin dejar de
observar la muralla.
Impuls el arma con ms fuerza y solt la cuerda. El pesado cuchillo vol
formando un arco por encima de la pared y cay por el otro lado. Antes de caer,
Stephen tir de la cuerda hacia l, acortando la cada.
El cuchillo rebot sobre la parte superior de la empalizada. Amarr la cuerda,
que se desliz hasta encajar entre dos piedras, y le dio un tirn. El cuchillo, colgado
del otro lado, salt un par de piezas de madera y qued fijo, actuando a modo de
palanca. Trep por la pared mientras mantena la cuerda tirante, hasta alcanzar el
lugar entre los dos tablones donde emerga la cuerda. Le dio otro tirn a la cuerda
para comprobar si acabara de resistir su peso. Satisfecho, se volvi hacia Helena.
Esprame junto a la poterna, arrimada a la muralla.
Ella asinti y volvi a esconderse entre las sombras.
Stephen termin de escalar la parte final de la muralla, tirando de su peso con la
presin de las manos sobre la cuerda y de los pies contra la pared. Las puntiagudas
crestas de los tablones no parecan preocuparle, pues se desliz rpidamente y
desapareci. Helena pudo escuchar el impacto de su cada al otro lado y vio cmo la
cuerda se escurra a toda prisa. Stephen haba recuperado el cuchillo.

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TRACY COOPER-POSEY

CORAZN VENGADOR

Helena se acerc a la poterna, que se abri antes de que ella la alcanzara, y trep
adentro.
Por qu no vienen a inspeccionar? Deben de haberte odo caer le susurr
mientras le devolva la capa.
Porque esta entrada es un punto de acceso muy concurrido Si hace falta, ya
les pagar para que finjan no haber visto ni odo nada. Forz la barra a su posicin
inicial y tom a Elena de la mano. No puedo ir contigo ahora.
Ella asinti. Si los vean juntos, la nica consecuencia sera que Juan apremiara
su boda con Savaric.
Stephen ech un vistazo a su alrededor. El estrecho pasaje estaba desierto. Tom
el rostro de ella entre sus manos y, bajo la luz creciente del amanecer, Helena vio el
resplandor de vida y entusiasmo que ella haba encendido en los ojos de l.
Esta tarde, cuando las damas se renan despus de la comida, vendrs a
verme? pregunt Stephen.
Una parte de la tristeza que le provocaba su inminente separacin desapareci,
l quera volver a verla!
Dnde?
En la habitacin del huso.
S.
Tambin ir yo.
La bes, lenta y prolongadamente.
Se oyeron unos pasos cerca de all. Stephen le dio otro beso, fugaz. Le puso un
dedo sobre los labios para indicarle que se mantuviera en silencio y luego se alej por
el pasaje, dio la vuelta en la esquina y desapareci.
Helena se apresur a recorrer la callejuela hasta la calle ancha por donde haba
venido al principio de aquella salida nocturna. La ciudad se despertaba a su
alrededor. Se oa el murmullo de la gente tras las puertas y ventanas. El humo iba
alzndose poco a poco de todas las chimeneas. Deba ir ms deprisa si no quera que
notaran su ausencia.
Se col por la puerta de la despensa en el mismo instante en que apareca la
primera sirvienta del da Maud, la cocinera, entr en la despensa cuando Helena
abra la puerta y se tap el rostro con su amplio delantal, angustiada.
Qu Dios tenga piedad de m, seora! Gracias al cielo que sois vos. Esta
maana, a primera hora, he visto que la barra no estaba puesta y no saba qu
pensar! No la he cerrado, por si acaso.
Gracias por haber pensado en m.
Maud se acerc un poco ms y baj la voz.
Me he enterado de lo que pas anoche, en la cena, seora. Y pens bueno,
imagin que habrais salido para hablar con l.
Claro, las noticias volaban. No fueron slo quienes estaban sentados en la mesa
los que comprendieron el significado de la peticin de Juan. Y Stephen haba
ayudado a Maud a repartir los paquetes de comida cuando ella estuvo herida.

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CORAZN VENGADOR

Se aferr al brazo de Maud y se puso un dedo sobre los labios.


No nos delatars, verdad que no?
Yo? Interponerme yo en el camino del amor verdadero? Nunca jams! y
suspir. Y es un hombre tan guapo!
Helena sonri. Las historias favoritas de la reina Leonor sobre el amor corts y
los romances tenan un buen propsito, ahora le estaban siendo muy tiles, aunque
Helena siempre haba credo que eran cuentos triviales.
Regresar a mi alcoba le explic a la cocinera, debe parecer que he
pasado la noche all.
Mejor no os entretengis, seora.
Maud se apart y Helena le dio otro apretn a modo de agradecimiento antes
de salir.

Entr en la habitacin sin ser vista, pues a aquella hora slo estaban en pie los
sirvientes. Se lav el cansancio con el agua fra, en la que se haba formado una fina
capa de hielo durante la noche. Era un fro realmente desconcertante, pero le serva
para despertarse, lo suficiente al menos para que pareciera una doncella que acababa
de levantarse de la cama despus de dormir profunda e inocentemente en su cama.
Helena dej a un lado el vestido arrugado y polvoriento que haba llevado toda
la noche y se puso ropa limpia antes de presentarse en la sala principal a coger su
racin de pan. Casi haba terminado su escaso desayuno, cuando Catherine se sent a
su lado en el banco. El rostro de su protectora estaba blanco como la leche.
Las hierbas no surtieron efecto adivin Helena.
El dolor an no ha llegado al mximo le asegur Catherine. Dorm muy
mal, estaba muy inquieta. Esta maana me he levantado cansada sin fuerzas, Isobel,
pero es mucho mejor que tener dolor de cabeza, de modo que no me quejo.
En principio, las preocupaciones de Catherine acerca de su dolor de cabeza
parecan alejar los dems temas iniciados la noche anterior. A pesar de ser invitados
en el castillo, haba numerosas obligaciones que se haban trado consigo de
Worcester. La ms importante era la infinita cantidad de piezas que deban ser
cosidas y repuntadas camisas, tnicas, gonetes, ropa de la casa y de cama, adems de
los bordados.
Era muy poco habitual que Catherine saliera de su seoro. Esta vez haban
viajado porque Isobel le manifest la necesidad de establecerse, de conseguir un
puesto en la corte, y Catherine haba hecho el gran esfuerzo de acompaar a su
marido a Oxford. La reunin del Gran Consejo proporcionaba a Isobel la
oportunidad ideal para ser presentada a gente de su mismo rango.
Se quedaron en la sala principal, sentadas ante una mesa cerca del fuego, pues
haba amanecido un da nublado y triste, con un cielo de un color gris sucio. Un
vientecillo helado agitaba los paos que colgaban de las paredes. Haba otras damas
invitadas, esposas de los barones, que tambin haban decidido quedarse en la sala.

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CORAZN VENGADOR

Era un agradable lugar de reunin.


Cuando el sol alcanz su cenit, oculto tras las nubes, llegaron ciertas noticias
que se propagaron por la sala como una errante brisa de verano: haban
desconvocado el Consejo.
Ha terminado? pregunt Catherine con cierta brusquedad a la mujer que,
adems de aquellas novedades, les trajo a la mesa una jarra de vino caliente con
especias para quitarse el fro del cuerpo.
Sir Hubert Walter acaba de anunciar su clausura har tan slo una hora.
Podemos regresar a nuestras casas.
La mujer se inclin para llenarle la copa a Catherine, pero ella la despidi.
Estupendo! Si el Consejo ha concluido de verdad, tenemos todava muchas
tareas que terminar. Isobel!
Helena levant la vista del dobladillo, mientras finga seguir cosiendo con la
mirada perdida, sumida en sus cavilaciones acerca de las recientes noticias.
Catherine ya estaba doblando las telas para guardarlas en el arcn.
Vamos, Isobel, debemos confirmar este rumor y, si es verdad, empezar a
empaquetar. Vamos! y se levant.
Parecis muy contenta de poder marcharos le dijo Helena con calma.
Cmo podan irse ahora? Ya tena planes para los prximos dos das. Qu
inventara ahora para ir a York? No tena la menor idea de cmo sacar a Catherine de
Worcester una vez llegados al castillo y se hubieran vuelto a aposentar.
Contenta? Estoy encantada! exclam Catherine en rollando el hilo en la
bobina con movimientos rpidos y precisos. A casa! Ver a mi hijo Guillermo de
nuevo! Cada vez que lo veo, te aseguro que ha crecido un palmo ms. Sonri, y las
molestias matinales desaparecieron por completo. Estar encantada de marcharme de
este lugar dijo echando un vistazo a su alrededor. Obviamente, le falta un toque
femenino.
Se marchaban! Se alejara de Stephen! Cmo poda alejarse de l ahora?
Helena se aferr a la camisa que cosa, arrugndola, sin tener en cuenta la aguja que
tena clavada. No poda ser verdad! El destino no sera tan cruel, no poda ponerle
delante lo ms precioso de su vida y luego arrebatrselo as!

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Captulo 10
A la hora de la comida, la mayora de los miembros del Consejo haban
regresado y se haba confirmado el rumor: haba llegado el momento de dejar
Oxford. Catherine no era la nica que estaba ansiosa por regresar a casa. La Navidad
estaba al caer y tambin la fiesta del solsticio, a mediados de invierno. Aquella poca
anunciaba la clausura de ciertas carreteras y de ros que dejaban de ser navegables.
Todos queran marcharse de inmediato para aposentarse en sus casas antes de que
aquel clima inclemente se lo impidiera.
Despus de la comida, Helena sali de la alcoba de Catherine en medio del
ajetreo mientras ponan los enseres en orden para partir. El castillo estaba en pleno
caos y los invitados se preparaban para emprender el viaje de regreso. Helena
dudaba de que nadie se fijara en ella, ni aunque les diera un buen codazo al pasar.
Los sirvientes iban de un lado a otro con paquetes, arcones, comida para el viaje
y otras necesidades bsicas. En medio del fro de aquella luz gris de la tarde, los
pasadizos estaban oscuros como boca de lobo, por eso haban encendido las
antorchas. La puerta de la habitacin del huso estaba cerrada. Helena ech una
ojeada por encima del hombro antes de empujar la puerta y se col adentro,
cerrndola enseguida.
Stephen ya haba llegado. La tom en sus brazos en el momento en que la
puerta se cerr, recibindola con un beso largo y apasionado. Ella se dej caer atrs y
apoy la espalda en la fra pared, mientras la boca de Stephen la devoraba.
No puedo quedarme mucho rato susurr en los labios de l, antes de volver
a sumirse en el mar de sensaciones deliciosas que la boca y las manos de Stephen le
provocaban.
Cualquier cosa dejaba de importar cuando estaba entre sus brazos. Hasta el
tiempo pareca detenerse, mientras Helena quedaba suspendida, como si se
convirtiera en un ser compuesto slo de intensas sensaciones, sin pensamientos ni
razn.
Hasta que, al final, tuvo que volver a la realidad, colgada an de su cuello, con
la cabeza apoyada sobre su pecho y con una desolacin que la invada hasta
desesperarla.
Han anulado el Consejo musit ella.
Ya lo s.
Su voz resonaba contra la mejilla de Helena.
Nos vamos de aqu hoy mismo. Dentro de una hora, si Catherine consigue
salirse con la suya.

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TRACY COOPER-POSEY

CORAZN VENGADOR

elen, ya sabamos que llegara este momento!


Pero no tan pronto! Todava no! Levant la mirada. Ahora no!
l apoy su enorme mano sobre la mejilla de Helena.
Preferiras soportar la presencia de Savaric antes que tener la suerte de
marcharte?
No podr escapar de l, ya sea aqu o en Worcester, por eso es que prefiero
enfrentarme a l cuando t ests cerca.
Stephen la solt, se acerc a la ventana y su mirada se perdi en la lejana.
Yo tambin debo partir, Elen.
Qu dices, debes marcharte? Adnde? A la Bretaa?
An no lo s. He recibido algunas cartas de mis alguaciles. Hay problemas
Agit la cabeza. Los detalles no son importantes.
Pero dnde estars? Dnde te encontrar si te necesito?
Cuando est decidido, te lo har saber.
Y si hay problemas, antes de que t me puedas comunicar dnde ests?
Stephen la mir y sonri.
Sospecho que sabes perfectamente cmo resolver ciertos problemas, no
Isobel. Con tu cuchillo, tu coraje y tu astucia, no me cabe la menor duda de que
sobrevivirs hasta que yo vuelva.
Yo no estoy tan segura de mis habilidades como t.
Estars a buen recaudo en el castillo de Worcester. Hace aos que nadie ha
derribado sus murallas, a pesar de las revueltas de los galeses durante estos ltimos
veinte aos.
Eso es cierto, pero tampoco Percival se ofreci a bajarles el puente seal
Helena. Adems, si quiero seguir con mi bsqueda, debera ir a York tan pronto
como sea posible.
A York? Pareca sorprendido. Por qu a York?
All hay un hombre con quien quiero hablar. Se mordi el labio, indecisa
por contarle ms.
Ese hombre, representa un papel importante en tu propsito?
Mucho Tal vez tenga la informacin que llevo buscando hace un ao.
Qu tipo de informacin?
Helena volvi a titubear y Stephen frunci el ceo.
An no confas en m, Elen?
Yo pondra mi vida en tus manos salt ella de inmediato con sus francas
palabras.
Y entonces?
No me crees, pero te juro que no quiero ponerte en peligro!
Ya hace algunos aos que convivo con el peligro. Un grado ms no pienso
que vaya a significar una gran diferencia.
Helena neg con la cabeza No se lo poda contar, no a Stephen, a un hombre leal
al rey.

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CORAZN VENGADOR

Stephen se sent en el endeble taburete y la examin.


Elen, si supiera la verdad, te habra hecho el juramento que pronunci
anoche?
Helena baj la mirada, sometida al penetrante escrutinio de los ojos de l, pues
de repente se senta muy poco segura de s misma.
Elen? la instig l con una voz engaosamente calmada. Crees t que,
de saber yo lo que escondes, te lo habra prometido igual, con todas mis fuerzas?
No lo s respondi ella sinceramente.
Levant los ojos y vio que l segua observndola, con silenciosa concentracin,
tan inmvil que la asustaba.
Dmelo le pidi para simplificar. Djame juzgarlo a m.
Asustada por la mirada que vea en Stephen, le confes lo que l peda.
Estoy buscando un nombre. Ese otro personaje, el de York, tal vez me d el
nombre de cierta persona, al menos, eso espero.
Y cuando sepas el nombre qu?
Helena era incapaz de formar las frases, haca demasiado tiempo que cargaba
con ellas, atesoradas y escondidas en lo ms recndito de su corazn.
Es venganza tras lo que andas, Elen?
Helena baj los ojos, avergonzada.
S balbuci.
Elen, mrame La voz de Stephen tena un tono muy grave.
Ella forz su mirada a posarse sobre el rostro de l, sobre los oscuros y
amenazadores ojos.
Cul es la venganza? Qu quieres hacerle, Elen? Qu quieres, arruinarlo?
No lo se le respondi sinceramente.
O tal vez tienes la intencin de matarlo?
Helena parpade y dej caer la mirada, pues muchsimas veces, en medio de la
oscuridad de la noche, cuando planeaba y se imaginaba los pasos que seguira,
pensaba en aquel hombre sin rostro y en su cuello cortado, rajado y chorreando
sangre, agonizando del mismo modo que su padre haba muerto. Aquella imagen
mantena con vida la rabia con la que conviva Da tras da, as alimentaba la
determinacin de encontrar al asesino de su padre.
Oh, Elen! exclam Stephen.
Ella levant la barbilla al notar la decepcin en la voz de Stephen y sinti bullir
su propia furia.
No puedes juzgarme, t no sabes qu ha hecho ese hombre, ni a m, ni a mi
familia!
No me hace falta saberlo, Elen, la venganza no te traer la satisfaccin que t
piensas. No se arreglarn las injusticias que t quieres reparar.
Helena neg con la cabeza.
Eso, t no lo sabes! le dijo ella.
Stephen se puso de pie.

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CORAZN VENGADOR

Te hablo de lo que hay aqu dijo apoyando la mano sobre su corazn. No


borrar el dolor que sientes.
T no me entiendes, no entiendes nada!
Por qu no me cuentas la verdad y as podr intentar entenderte?
Helena vacil Sera una tentacin poder compartirlo todo con l! Si pudiera
compartir aquella pesada carga y, quiz, beber de la fuerza de Stephen y de sus
conocimientos para ayudarla, pero no poda hacerlo.
Porque me importas, sa es la razn por la que no te lo puedo contar. Se
esforz por que su voz sonara calmada.
Stephen se dio la vuelta y volvi a acercarse a la ventana. Su silencio era peor
que una condena explcita.
Stephen?
l exhal profundamente.
Venganza Ya deba haber imaginado que slo un corazn tan fuerte como
el tuyo sera capaz de resistir una obsesin tan peligrosa. Apoy la cabeza contra el
marco de la ventana como si, de repente, estuviera agotado. Tendr que pagar este
precio para siempre?
Helena sinti su propio cuerpo temblar. Stephen la estaba asustando con
aquellas palabras tan terribles.
Se oy un roce en la puerta.
Lady Isobel! Desde fuera lleg una voz en un susurro agudo. Estis ah.
Helena reconoci la voz de Maud. Qu interrupcin tan desafortunada!
Stephen? murmur otra vez esperando encontrar una seal que le
demostrara que no se haba alejado por completo de ella.
Mi seora?
La voz insisti y la puerta se entreabri con un crujido. Helena se volvi,
deseando secretamente que la puerta tuviera una barra, como en otras habitaciones
del castillo. Mir con desesperacin a Stephen, quien no se haba movido ni un
milmetro ni daba seales de haber odo a Maud. Unos segundos ms y sera
demasiado tarde.
La cara sonrojada de Maud apareci por el hueco de la puerta.
Ay, estis aqu! exclam agradecida y abri la puerta de par en par.
Seora, menudo alboroto hay abajo Lady Catherine y Sir Percival estn registrando la
casa, a ver si os encuentran.
Dios mo! murmur Helena. He tardado demasiado.
Debis venir conmigo ahora mismo insisti Maud.
Helena se resista a marchar.
Stephen? lo llam por ltima vez.
Vete con ella le dijo con sequedad. No puedes permitirte que te hagan
demasiadas preguntas acerca de tus movimientos. Sus palabras sonaban
indescriptiblemente amargas.
Helena saba que deba marcharse, pero pareca clavada en su sitio. Cmo

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poda dejarlo sin poder deshacer el dao que le haba causado?


Seora! Maud casi chillaba, frentica.
Helena se march. Cuando la puerta se cerr a sus espaldas, apret las
mandbulas con fuerza para reprimir un sollozo de frustracin.

En el preciso momento en que crey que Helena habra atravesado el largo


pasillo hasta la escalera, Stephen sali de la habitacin y se dirigi a la sala principal.
All, como siempre, en contrara un poco de vino y la dudosa compaa de los
presentes, pero siempre seran mejor que sus propios pensamientos, amargos y
revueltos.
Venganza! Cmo no lo haba imaginado? Qu otra cosa podra dominar a
alguien como Helena hasta el punto al que ella haba alcanzado, arriesgndose a
ocultar su identidad y asumir la de otra persona? Estaba incluso dispuesta a soportar
las pruebas con las que Savaric la abordara simplemente por venganza.
En la sala haba gente. La primera persona a quien Stephen identific fue a
Savaric, con su tnica mugrienta, aquel pelo lacio y la piel sin color Juan estaba a su
lado. Al lado de Juan, haba tres de sus barones de mayor confianza Delante de l,
retorcindose las manos y cambiando el peso de un pie al otro, igual que un
mensajero impaciente, estaba Percival, solo.
Ya no puede tardar mucho ms, alteza deca Percival mientras Stephen
tomaba nota de los ocupantes de la sala.
Juan mostraba un semblante molesto.
Confo en que esta falta de respeto no sea uno de los rasgos ms
caractersticos de Isobel, Fitzwarren. Es del todo inaceptable!
Nos ha sorprendido completamente vuestra peticin, majestad. No os
esperbamos. La mitad de la poblacin de Oxford esta ya lista para partir.
Lo cual no hace ms que enfatizar el enorme esfuerzo que le estoy dedicando
a este asunto respondi Juan.
Savaric cuchiche algo al odo de Juan. Stephen escuch el rumor de las
palabras, pues en la sala silenciosa resonaba cualquier ruido.
Seor, los llamamos sin avisar.
Juan se enfurru otra vez y se golpe la palma con los guanteletes.
Muy bien dijo, crispado. T! Mujer! llam a una jovenzuela que se
escurra hacia la puerta de la cocina. Trae ms vino. Que sea caliente! Y copas
para todos!
Mir alrededor, inspeccionando la sala, cuyas mesas se colocaban sobre
caballetes y se retiraban durante el da, a diferencia de la mesa principal, que se
mantena fija y que estaba colocada cerca del fuego. Juan se acerc a la silla que haba
hecho las funciones de trono las ltimas tres noches, y se acomod.
No tiene ningn sentido darle prisas a una mujer, verdad, Savaric?
Sabias palabras, mi seor Savaric se sent a su lado.

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Percival se apresur a sentarse delante de ellos.


Stephen, actuando como si tuviera todo el derecho a estar all, se sent con
indiferencia entre los barones de Juan. Ninguno hizo comentarios acerca de su
presencia. Nadie pareci notarlo. Todos observaban a Juan. Mejor as, fuera de mira,
pues el mal carcter de Juan era legendario como el de cualquiera de los hombres de
la familia Plantagenet y el de las mujeres tambin. Era obvio que Savaric saba cmo
llevar al prncipe si con un solo comentario consegua aplacarlo.
Los sirvientes se apresuraron a traer jarras humeantes de vino especiado y
bandejas con copas haba vino suficiente para dar de beber a todos los presentes y a
tres veces ms. Aquella exageracin era una muestra clara del nerviosismo que se
respiraba en la cocina. El vino se habra enfriado antes de terminar de servirlo.
Qu estara pasando por la cabeza de Juan? Y cual era el papel de Helena en
todo aquello? Stephen ansiaba obtener una respuesta rpida a todas aquellas
preguntas.
Un murmullo procedente de la puerta anunciaba la llegada de las mujeres.
Penetraron en la sala como un grupo compacto, indivisible. En el centro del zumbido
de aquellas abejas estaba Helena, mayesttica como la reina, que avanzaba con la
barbilla levantada, la espalda derecha, con un vestido de tela tan lujosa y delicada
que brillaba con el fulgor del fuego. El atuendo estaba diseado para mostrar los
mejores rasgos de la figura de una mujer, ajustado en torno al pecho y a la cintura,
mientras que el ancho cinturn, colgando ms abajo del ombligo, moldeaba la tela
alrededor de las caderas.
Estaba claro que Helena saba que era el foco de atencin. Haba un rubor
pintado en sus mejillas. Pero aquellos ojos de azul medianoche no se alteraban.
Juan apoy la copa sobre la mesa.
Lady Isobel! Me he encargado personalmente de ciertos asuntos para vuestra
conveniencia. Savaric ha ofrecido su hospitalidad a vuestro protector, Sir Percival
Fitzwarren, que ha aceptado gustoso. La invitacin tambin se os hace extensiva a
vos.
Helena volvi la vista hacia Catherine.
Pero vos deseabais regresar a Worcester, mi seora. Lamentara ser
responsable de manteneros alejada de vuestra casa por ms tiempo y yo no podra
viajar sin una acompaante femenina.
Bobadas! No lo pensis ms Juan golpe la mesa, impaciente, con la base
de su copa. Precisamente, la preocupacin por una escolta adecuada en ruta es lo
que me ha obligado a hacer algunos cambios. Yo en persona os acompaar a vos y a
vuestros protectores hasta York, para que no se levante ningn tipo de sospechas
acerca de vuestra pureza y castidad.
A York? repiti Helena, muy sorprendida.
York. La destinacin final, el lugar al que deba llegar para completar su
bsqueda. Stephen se inclino hacia delante para observar la reaccin de Helena. El
destino poda ser un arma de doble filo.

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TRACY COOPER-POSEY

CORAZN VENGADOR

Si, a York respondi Juan, impaciente.


En esa localidad poseo un imponente castillo, Lady Isobel dijo Savaric. Se
encuentra en la cima de una montaa, con vistas sobre la poblacin Tal vez hayis
odo hablar de York? O tal vez lo hayis visitado?
El rostro de Helena se qued plido, sin sangre, hasta los trazos de rubor
desaparecieron. Stephen reprimi un respingo y contuvo su deseo de acudir en su
ayuda, convencido de que ella se iba a desmayar.
Pero Helena se mantuvo firme sobre sus pies y respondi con voz segura.
Os agradezco la amable invitacin de vuestra majestad al ofreceros
personalmente como mi acompaante, seor. Con nadie me podra sentir ms a
salvo.
Y por una fraccin de segundo, su mirada se desvi hacia Stephen. l se aferr
con fuerza a la copa. Ella haba localizado su presencia entre los barones Qu estara
pensando? En aquel momento pensaba en l? O estara sopesando los riesgos de un
viaje inmediato a York, con la posibilidad de completar la venganza contra el pobre
diablo al que persegua? Cul sera su decisin?
Me encantar unirme a vos de camino a York. He odo decir que es una
regin muy hermosa. La voz de Helena era lenta, controlada.
Ah, Elen!, pens Stephen, pesaroso La sed de venganza es lo que te mueve
Adnde te llevar ahora?

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CORAZN VENGADOR

PARTE II
York

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CORAZN VENGADOR

Captulo 11
Las murallas de la ciudad de York se asentaban sobre los cimientos construidos
por los romanos. Se levantaban imponentes ante el grupo de gente que avanzaba,
montados a caballo, cada vez ms visibles desde la distancia a medida que se
acercaban a la unin de los dos ros. Era una antigua fortaleza y un punto neurlgico
del comercio en el norte de la isla. El corazn de Helena se llen de gozo al primer
vistazo de aquel conocido paisaje.
Dios mo, cuanto odio York! exclam Juan, hundido sobre la montura,
como un nio quejoso.
Y a qu se debe este odio alteza? pregunto Helena, a pesar de que saba la
respuesta a la perfeccin.
Los Plantagenet han sufrido varios reveses intentando mantener este lugar
bajo su dominio dijo Savaric con absoluta franqueza. Solamente podan contar
con el territorio mientras el seor del castillo les ofreciera su lealtad le explic
mientras iba trotando al ritmo de ambos, cabalgando sobre un caballo ruano al otro
lado de Juan.
Helena ech una ojeada a Juan. Se sorprendi que el monarca no se opusiera
ante esta osada divulgacin de la historia de su familia.
Os refers al hermano de su majestad, el arzobispo de York? lo incit
Helena.
Geoffrey fue un necio concluy Juan. Se mereca todo lo que le ha
sucedido dijo enderezndose sobre la silla de montar. Bueno, al menos espero
que la bodega tenga, como siempre, su magnfica reserva de vino, Savaric. Es la nica
cosa que nunca me ha fallado aqu.
La tiene, seor.
Helena se pregunt otra vez por qu Juan no reprenda a Savaric ni le obligaba a
pedir disculpas por los obvios insultos de la mayor parte de sus comentarios. Pero la
arrogancia y la condescendencia rebotaban como una flecha sobre el resistente
escudo de Juan. Helena haba descubierto que Savaric poda hablarle a Juan con una
franqueza impensable en otros, incluso con cierta impertinencia, en unos trminos
que no le hubiera tolerado a ningn otro hombre con modales mucho ms
diplomticos.
Aqul era el quinto da de viaje Helena haba aprendido muchas cosas aparte de
la familiaridad que exista entre Juan y Savaric. Haba podido comprobar, desde el
preciso instante en que partieron de Oxford, que Catherine y Percival haran
cualquier cosa por verla casada con Savaric. Lejos de cabalgar cerca de ellos, como

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CORAZN VENGADOR

Helena haba imaginado, se haba visto forzada a montar junto a Juan y a Savaric,
mientras Catherine y Percival los iban siguiendo a una distancia prudente, lo
suficiente cerca para cumplir con su deber de mentores, pero un poco lejos, para dejar
espacio a la relacin que ellos esperaban acabara por surgir.
Aquella manipulacin tan obvia la desesperaba. Era como una traicin. Desde
que haban dejado Oxford atrs, Helena se maldeca en silencio por haber confiado
en recibir un poco de lealtad por parte de unas personas que haban aceptado hacerse
cargo de su entrada en la corte a cambio de una generosa suma de dinero.
Ella haba aceptado sin muchas ganas aquella posicin al lado de Juan, pero
haba escogido cuidadosamente mantenerse al otro lado, del lado donde no estaba
Savaric, y as Juan quedaba en medio de ambos. Despus de cinco das, aquel orden
ya se haba convertido en una costumbre y a Juan no pareca importarle asumir el
papel de intermediario.
Juan era un compaero de viaje sorprendentemente placentero. Helena no haba
tenido la ocasin de conocer de cerca a los dems miembros de la familia real, pero
sospechaba que los agradables modales de Juan eran un reflejo de los encantos por
los que Ricardo y Leonor eran famosos. Pero esa llana sinceridad, le vena por parte
de su padre Enrique.
Juan posea aquellas cualidades en una medida ms mesurada que los dems.
Eran rasgos que se haban atenuado al ser Juan el menor de los hermanos y el hijo
menos favorecido de la legendaria familia.
Savaric continu siendo tan oscuro y misterioso como el primer da del viaje. La
mayor parte del tiempo permaneca en silencio, con algn comentario conciso
cuando a l le pareca o cuando era evidente que Juan esperaba que dijera algo. El
resto del viaje cabalgaba con los ojos fijos en el camino que tenan delante, Helena
sospechaba que, en realidad, no se fijaba en nada en concreto, con aquellos ojos sin
color. En vez de eso, pareca que su mirada se diriga hacia dentro de s mismo,
ocupado en unas cavilaciones que le ocupaban por completo. No aparentaba ningn
inters en hablar con ella, mucho menos en admirarla, ni tan slo con los pasos
lgicos y perentorios de un cortejo formal, que se consideraban los mnimos durante
aquellos das.
Y Stephen, dnde estaba? Le dijo que sabra de l. Estaba al corriente que se la
llevaban a York Incluso as, le mandara un mensaje? Las ltimas palabras haban
sido tan tan poco concluyentes. No tuvo ninguna oportunidad de hablar con l
despus de que aceptara marchar a York, porque l se escabull de la sala y no lo
haba vuelto a ver desde entonces.
Sin embargo, nunca estaba lejos de su pensamiento. Aunque ahora no supiera
que pensaba l de su juramento, presenta que ya no estaba sola en su bsqueda. No
importaba que Stephen no estuviera a su lado. La soledad no la invadi como otras
veces cuando l haba desaparecido, sino que era una fuente secreta de fortaleza para
Helena. Era lo que la haba ayudado a decidir entrar en la boca del lobo al aceptar la
visita en calidad de invitada de Savaric, un nuevo progreso que la situaba en una

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posicin mucho ms peligrosa. Al acceder, lograba estar en el lugar deseado para


encontrar al asesino de su padre.

Haban llegado al puente de York, una hermosa construccin de piedra que


alcanzaba la otra orilla, muy cerca de las murallas de la ciudad. Las puertas de la
villa conocidas popularmente con el nombre de The Bars estaban abiertas,
como siempre durante el da. Haba hombres haciendo la guardia, pero lo ms
frecuente era un mero saludo con la mano en la frente, una especie de
reconocimiento informal hacia quienes cruzaban las murallas.
El caballo de Helena, un animal dcil y en buena forma que el propio Juan le
haba cedido, se revolvi nervioso al notar la dureza de la piedra bajo los cascos. Los
hombres que dirigan el grupo gritaron a los guardias Haced paso, llega el conde
de Mortaine! De repente, los guardias se pusieron firmes y permanecieron en sus
posiciones mientras Helena, Juan y Savaric cruzaban las puertas. Se sinti aliviada
por aquel breve honor, pues as, atentos por cumplir con su deber, no podan mirarla
directamente a la cara.
La ciudad no haba cambiado nada, segua llena de vida y de colorido. Las
casas se mostraban todas en buen estado. Los nios corran por las calles, los
mercados, llenos de gente y de bullicio, ofrecan gran variedad de productos, y por
todas partes se vean expuestas las hermosas piezas de tela, la lana tejida que daba a
York su renombre.
A pesar de que Helena tema que en cualquier momento alguien fuera a
reconocerla y a llamarla por su nombre verdadero, se mostraba sonriente. Sin
embargo, se le encoga el corazn cada vez que vea rincones y caras conocidas. Hacia
ya ms de tres aos que ella haba paseado por las calles de York sin esconderse.
Pero aquello no era un regreso al hogar. An no.
Helena se sec las lgrimas en secreto tras el escudo de su amplio velo. Se
enderezo, ahora era una noble normanda, de camino a visitar otro castillo, sin ms.
Aquella poblacin y aquellas gentes eran completos extraos para ella. No poda
permitirse el lujo de olvidarlo.
El castillo se alzaba sobre la cima de un monte. Helena siempre se haba sentido
orgullosa de las lneas limpias, simples y utilitarias del edificio y de sus murallas, y
an hoy le produca una satisfaccin interna a pesar de haber visitado y contemplado
toda suerte de castillos.
Juan hizo un gesto en direccin a la construccin.
Ah est. Un lugar amenazador, verdad? Cmo se puede construir un
castillo tan poco elegante? No hay ni la menor decoracin. Deberais ver Pontefract, es
mucho ms de mi gusto.
Precisamente, este castillo es hermoso por su sencillez se aventur a opinar
Helena. Da la impresin de ser robusto.
Por el rabillo del ojo vio cmo reaccionaba Savaric, volviendo bruscamente la

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cabeza en direccin a ella. Era la primera vez que sus palabras provocaban una
reaccin en l.
Robusto! se burl Juan. Ya lo creo que es robusto? A Savaric tambin le
parece bonito, el cielo sabr el porqu! Se pasara la vida aqu, recorriendo su nueva
posesin de arriba abajo.
As que hace poco que sois el seor del castillo, Lord Savaric? le pregunt
Helena con mucha educacin.
Era la primera ocasin que se diriga a l directamente durante el viaje, pero no
pudo resistirse a indagar en el asunto.
Juan respondi, con unos golpecitos en la espalda de Savaric.
Lo consigui gracias a la falta de herederos. El anterior propietario tuvo la
poca delicadeza de hacer enfadar a mi hermano. Habra aprendido muy bien la
leccin de haber vivido para verlo. Se ech a rer. Es algo que se le da muy bien a
Ricardo, eso de guardar rencor.
Slo gracias a un inmenso esfuerzo por controlar su respiracin pudo Helena
contener su indignacin y su rabia. Se aferr a las riendas, retorciendo el cuero bajo
las manos cubiertas por guanteletes. Gir la cabeza ligeramente para que el velo
ocultara sus ojos de las miradas de los dems, pues estaba segura que cualquiera
poda ver cmo ardan furiosamente.
Con la cabeza baja, Helena cruz el puente levadizo, bajo la reja del rastrillo y,
luego, por el oscuro tnel de la barbacana defensiva. Los cascos de los animales
resonaban con fuerza. Se adentraron otra vez en el dbil sol que baaba el patio del
castillo. Lanzaron un grito de aviso a los pajes y a los sirvientes de los establos.
En un abrir y cerrar de ojos, antes de darse cuenta, haba gente a su alrededor,
sujetando la brida de su caballo y ofrecindole una mano para ayudarla a desmontar.
Las voces se alzaron y el patio pronto se llen de alboroto y de movimiento. Alguien
la ayud a sostenerse en pie sobre el suelo del patio de armas y Helena se encontr
con la mirada clavada en un rostro tan surcado de arrugas como los robles de
Barsdale, e igual de curtido. Unos ojos de azul descolorido recorrieron su rostro y se
abrieron de par en par.
Merriman.
No haba tiempo para una seal que se perdera en medio del ajetreo. Detrs de
ella, el caballo la ocultaba de los ojos de Juan o de Savaric. El velo le bastara para
cubrirla por los lados. Se llev de inmediato un dedo a los labios y le susurr un
suave shh.
Los ojos de Merriman se abrieron an ms, reconocindola, y asinti levemente.
Por aqu, seora le indic.
Helena estuvo a punto de darle un beso, pues se dirigi a ella en el francs de
los normandos en vez de hacerlo en ingls, tal como habra hecho en circunstancias
normales. Estaba agradecida que el primero en verla hubiese sido Merriman. l
sabra qu deba hacer sin necesidad que ella le diera instrucciones. Hara correr la
voz por el castillo incluso en la ciudad, y quiz ms all de las murallas, que la

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invitada de Lord Savaric era Lady Isobel de Bretaa, una dama cuyo aspecto era
asombrosamente parecido al de otra mujer, Helena, que antes viva all.
Helena se remang la pesada falda de su vestido de montar junto con la gruesa
tela de la capa y se dispuso a seguir a Merriman hacia dentro, pero se detuvo en seco.
Catherine estaba apenas a unos doce pasos, con una mueca de irritacin en su
cansado rostro.
La habra visto? No, Helena estaba segura de que ninguno de sus compaeros
de viaje estaba en su campo de mira.
Intent pasar por alto aquel repentino ataque de temor, se dio la vuelta y
prosigui, con la cabeza baja para evitar cualquier otro desafortunado escrutinio.
Pero al reunirse todo el tropel de gente a las puertas de la sala principal, con sus altas
y redondeadas bvedas, las preciosas ventanas y el suelo de piedra tallada, Helena
no pudo resistir la urgencia de levantar la mirada. Dirigi la vista hacia la galera al
final de la sala, donde los juglares solan tocar su msica y sobre cuya chimenea,
cerca de la mesa, hubo un retrato colgado. Una obra de arte que siempre consegua
ser tema de conversacin entre los invitados.
Ahora, la pared estaba desnuda y no haba ni rastro del cuadro que en su da se
expuso all.

Catherine entr en la habitacin, seguida por una anciana mujer con la espalda
encorvada que se la mostr, le hizo una reverencia y se march.
Juan miraba por la estrecha ventana. Ella lo salud con una genuflexin y se
acerc para admirar la vista por encima del hombro de l. Juan era apenas un poco
ms alto que ella.
La ventana daba a las estrechas calles y a las casas de la ciudad. La pared del
castillo caa en picado desde la ventana hasta la calle, mucho ms abajo.
Para alguien a quien le gusta tan poco esta ciudad, mostris un inters
inesperado, alteza se aventur a comentar. Catherine.
Juan se dio la vuelta de cara a ella.
Como vos sois quien solicit este encuentro, Lady Fitzwarren, por
consiguiente creo que deseis obtener algo de m. Os aconsejo que os mordis la
lengua.
Catherine parpade Se habra enfadado con ella?
Mi madre siempre dice que se atrapan ms moscas con miel que con vinagre.
Juan alcanz la copa de bronce que siempre tena cerca.
Catherine se lami los labios Por dnde empezar? Aquello no haba
comenzado nada bien.
Juan sonri.
Venid aqu, Lady Catherine, contadme qu es lo que queris. Que adelante
los preparativos de la boda entre Savaric e Isobel, no es cierto?
Catherine retrocedi, aturdida.

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TRACY COOPER-POSEY

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Yo majestad, no pretenda hablar con tanta audacia. Hay ciertas propiedades


y ella es tan slo mi protegida.
l neg con la cabeza, impaciente.
Todo palabreras! Queris verla casada.
Cmo habis imaginado que deseaba adelantar las disposiciones nupciales?
Aquella pregunta, casi ingenua, emergi de los labios de Catherine casi sin
poder reprimirla, producto de su sorpresa.
Juan volvi a sonrer, esta vez con una mueca torcida e irnica.
Puede que sea el ms joven, y el menos agraciado y exitoso de los
Plantagenet, seora, pero soy un Plantagenet. La lnea familiar no se ha ganado su
renombre por traer al mundo necios incompetentes.
Catherine respiraba con el aliento entrecortado.
No era mi intencin ofenderos, majestad.
Naturalmente que no respondi sin sonrer. Nadie tiene nunca esa
intencin. Dej la copa sobre la mesa. Tampoco sucede muy a menudo que las
personas hagan las cosas sin un propsito y vos habis cabalgado todo el trayecto
hasta York para escoltar a Lady Isobel. Como nada se gana con un viaje tan arduo,
por eso est claro que el potencial de este matrimonio con Savaric es de vital
importancia para vos. Puesto que yo tengo cierta influencia sobre esta unin, me
habis venido a ver. Y estoy ms que seguro que no vens para convencerme de que lo
retrase.
No, en eso tenis razn. Catherine respondi sinceramente mientras lo
estudiaba con detalle. Os he subestimado, alteza. Un da seris un rey excelente.
La boca de Juan, enmarcada por una barba negra bien recortada, mostr un
rictus de pesar.
La calidad de un rey depende ms bien del estado en que se encuentre el
reino que ste recibe. Si mi hermano contina con sus gastos desorbitados, me
quedar muy poco sobre lo que reinar, sumado a una sarta de barones y caballeros
pendencieros, acostumbrados a hacer las cosas a su manera durante demasiado
tiempo.
Juan se acerc hasta quedar de pie delante de Catherine.
Ya hace tiempo que vengo observando el delicado entramado de hombres que
habis tejido a mi alrededor, tambin s cules son sus lealtades.
Catherine no poda pronunciar ni una palabra en su defensa. Tan transparentes
haban sido sus planes?
Pero Juan todava no haba terminado su desaire. Se qued de pie con los brazos
cruzados.
Yo no gano nada con adelantar el casamiento entre Savaric e Isobel. Podis
darme una razn por la que debiera hacerlo?
Una ofertar. Quera negociar! Catherine frunci la frente con la cabeza
bullndole a toda prisa Qu querra? Si lo saba todo acerca de sus planes, de las
alianzas y amistades que haba forjado, por qu no la haba detenido? Pues

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porque porque a l le serva para sus propios propsitos! l incluso haba


manifestado abiertamente su ambicin de llevar la corona.
Las piezas del puzzle se fueron colocando solas en su lugar.
Lo que deseis no es que cesen mis planes, de lo contrario me lo habrais
impedido mucho antes le dijo Catherine ms calmada.
No os puedo contradecir.
Entonces, aquello que ambicionis es mi lealtad.
Como seor feudal, me debis lealtad por juramento.
Slo tenis la lealtad de mi marido. Pero es mi lealtad de lo que hablamos
ahora, junto con todas las amistades que he conseguido establecer entre vuestros
barones y hombres de fe.
Juan sonri.
Muy bien, Lady Catherine. Yo no os he subestimado lo ms mnimo. As,
puedo contar con vuestra lealtad?
Seor, os la ofrezco con gusto.
l la examin durante unos minutos y luego se volvi hacia la ventana.
Hablar con Savaric le dijo.
Catherine se dio cuenta de que acababa de despedirla. Hizo otra reverencia,
aunque esta vez se pregunt si no sera una muestra de sumisin malgastada en un
hombre que le daba la espalda, sin dejar de sospechar que, incluso de espaldas, Juan
adverta y vigilaba cada uno de sus movimientos, tanto si la miraba como si no.
Seor?
l se volvi.
Por qu comprometis vuestra dignidad negociando de este modo con una
mujer?
Olvidis quin es mi madre, Lady Catherine. Juan, de nuevo, dirigi la
mirada hacia la ventana. Mandad a Savaric aqu. Decidle que deseo verlo.

Savaric atraves el castillo a grandes zancadas en direccin a la alcoba de Juan,


esta vez con una furia nueva y desconocida. Una boda! Y con una enemiga de quien
ya se haba tenido que librar en el pasado! Nunca crey que Juan insistira en aquel
tema despus de haberle dejado muy claro que no profesaba ningn tipo de
predileccin por aquel compromiso, pero esta vez se haba equivocado al juzgar a
Juan. Haba algo ms que lo impulsaba a dar apoyo al casamiento.
Casarse! Aquella palabra tena un sabor amargo en su boca, ms que la
inmunda sopa que su madre les daba a comer.
Pero no poda desobedecer a Juan, si es que en algo valoraba su propia vida.
Cmo iba a salirse de esta? Cmo utilizara aquello para su propia ventaja? Isobel
tena tierras, eso lo saba a ciencia cierta. Le daba la razn a Juan en ese aspecto. Era
un buen partido, sin duda alguna.
Savaric rasc la desgastada pared de piedra con las uas mientras avanzaba por

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el pasadizo. La piedra estaba pulida y suave por el paso de los aos. Aqul haba sido
el primer castillo que posea y era un smbolo muy significativo para l, un bien muy
estimado. Representaba el fin de las dificultades, del hambre y del ridculo. Aun as,
no lo posea de verdad. Su derecho sobre aquel sitio era algo, como mucho, temporal.
Una idea se abri camino en su mente con el brillo del sol que amaneca tras el
horizonte: qu sucedera si su derecho sobre el castillo fuera por herencia? Mejor
an, un derecho adquirido por la dote!
Savaric detuvo sus pasos mientras la cabeza segua dndole vueltas a esta nueva
perspectiva, primero vista as, despus al revs, buscando los pros y los contras, los
posibles fallos, barruntando los escollos. S, iba a dar buen resultado.
Primero se casara con ella y, luego, una vez el matrimonio fuera consumado sin
disputa, poda desenmascarar el secreto de aquella mujer ante el mundo.
Savaric sonri sin poder evitarlo.

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CORAZN VENGADOR

Captulo 12
La llamada para atender a la sala principal haba sido terminante y annima.
Les avis Anna, la vieja mujer que se haba pasado la vida a cargo de la limpieza de
la sala y que siempre lo dejaba todo inmaculado. Golpe con los nudillos en la puerta
de la alcoba de Helena y abri la puerta, lo justo para sacar la cabeza.
Os reclaman en la sala principal, seora.
Helena se apart de la ventana, que tena unas amplias vistas sobre la ciudad de
York hasta los confines del bosque, a una milla al sur de las murallas de la ciudad. No
podran haberle ofrecido un paisaje mejor que contemplar.
Ahora? le pregunt, extraada, porque era media tarde Quin querra
verla a esa hora del da?
Inmediatamente, me han dicho.
Diles que voy enseguida.
S, seora.
Anna se alej y lentamente cerr la pesada puerta de madera, ennegrecida por
los aos.
Helena comprob que su vestido no estuviera muy arrugado Quines eran
ellos? Slo haba un modo de descubrirlo. Se alis la tela de la falda y se dirigi a la
sala principal.
Juan, Catherine y Percival estaban de pie, formando un grupo delante de la
chimenea Savaric estaba sentado en una de las altas sillas, elevada del suelo gracias a
la tarima, en la cabecera de la mesa. ste estaba sentado con la espalda recta, inmvil,
con las manos colocadas con precisin sobre ambos brazos de la silla, y con sus
largos dedos encogidos bajo el extremo de los apoyos, escondiendo las uas.
Helena dedic una breve reverencia a Juan.
Me habis mandado llamar, excelencia? Incluso si no fuera as, era esencial
dar conocimiento de su presencia.
Mi querida Isobel!
Juan se apart un poco de la lnea de gente ordenada delante del fuego y la
tom de la mano para dirigirla frente a la chimenea Helena sinti el calor de las
llamas a travs de la tela, calentndole slo la parte de delante del cuerpo.
Juan le hizo una seal a Catherine, que se acerc con una copa en la mano. Era
uno de los preciosos recipientes tallados en cristal, que se haban usado en el pasado
slo para las ocasiones ms celebradas. Catherine se la ofreci a Juan, quien la tom y
se la ofreci a su vez a Helena.
Bebed la anim y mir a los dems. Bebamos todos.

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Helena vio cmo todos alzaban las copas y beban, incluso Savaric se la acerc a
los labios. Tena los ojos clavados en ella. Rpidamente, Helena desvi la mirada y
tom un sorbo, slo para mojarse los labios. No le apeteca nada el vino. Tena todo el
cuerpo tenso como la piel de un tambor y reconoci aquella reaccin en ella era un
temor an poco intenso, despertando su tensin, preparndola. Haba vivido con
aquella sensacin permanente durante un tiempo, pero haca ya bastante que no la
senta.
Por qu ahora sus instintos la alertaban?
Incomoda, volvi a posar la mirada sobre Savaric Le sonri. Era una media
sonrisa, de satisfaccin, una sonrisa que a Helena le produjo un miedo inexplicable
que le atenaz la garganta Quiz?
Se gir hacia Juan.
Hay algn motivo de celebracin, majestad? El vino es excelente y estos
vasos tan finos seguro que anuncian alguna ocasin especial.
Sois muy observadora, Isobel. He estado hablando con vuestro protector, Sir
Percival, en nombre de Lord Savaric. Acabamos de llegar a un acuerdo muy
satisfactorio.
Las llamas del fuego irradiaban un extrao calor contra la piel de Helena,
calentando una parte de su cuerpo con un ardor insoportable, y por el contrario, por
la otra parte, en la espalda y las piernas, estaba fra como un tmpano. Pero ella no
poda ni moverse. Su mente era un torbellino, demasiado ocupada asimilando las
terribles implicaciones de las palabras de Juan.
Mi se mi seor?
No debis preocuparos por los detalles, Isobel. Os aseguro que Percival se ha
tomado muchas molestias para defender vuestros intereses. Estaris muy bien
situada. Es un acuerdo muy provechoso visto desde cualquier ngulo Juan hizo un
gesto con la mano que abarcaba la sala, como sin duda habris podido comprobar.
Seris la seora de una magnfica propiedad, desde luego. La voz de
Percival sonaba indiferente, un mero silbido despus del teatral discurso de Juan.
Helena mir a Savaric, con el corazn encogido por la agona. No! No poda
ser! No podan hacerle aquello!
Juan se ech a rer.
Ya veo, os lo estis imaginando antes de que suceda. Cogi la mano de
Helena y la dirigi hacia Savaric, quien se puso en pie. Savaric os ha pedido en
matrimonio y Sir Percival ha aceptado en vuestro nombre. Pos la mano de ella
sobre la de Savaric. Felicidades, Isobel, os vais a convertir en la esposa de uno de
los mejores hombres del pas.
Los dedos calientes y secos de Savaric abrazaron los de Helena. Las largas uas
chocaban unas con otras y hacan un ruidito extrao, como un repicar. Le recordaban
el enloquecedor rasgar de los grillos en verano. Se estremeci y apart su mano con
violencia.
No!

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Juan volvi a soltar una carcajada.


Vamos, vamos. Tenis tiempo, ms que suficiente, para acostumbraros a la
idea.
Helena neg con la cabeza.
Ya he reflexionado sobre esta posibilidad y he decidido que no voy a casarme
con Lord Savaric Nunca! dijo intentando parecer calmada para ocultar una voz
vacilante.
Pero Isobel! balbuci Percival.
Juan hizo un gesto a Percival, una seal de irritacin para que guardara silencio.
No es momento de nieras, Isobel. Es una oferta de matrimonio muy seria.
Es un acuerdo excelente No nos insultis con una negativa a lo que nos hemos
esforzado para el beneficio de todos.
Para vos s, pero no para m. No perder un segundo ms en considerarlo.
Helena anhelaba gritar a viva voz que ya le haba entregado su alma a otro,
pero saba que aquello no los conmovera. Y si supieran a quin se la haba
entregado, su furia sera mayor que los fuegos del infierno.
Percival se puso a mascullar disculpas, indignado, y Catherine se puso las
manos en la cabeza con un grito de frustracin. El rostro de Savaric se tom rojo
como el carmn, resaltando la falta de color de su piel.
Silencio! rugi Juan.
La sala se sumi en un repentino silencio.
Juan oblig a Helena a quedar de cara a l.
Mejor que recapacitis, mujer le dijo en voz muy baja. No pienso tolerar
que desprecies mis esfuerzos sin tan slo reconsiderarlo.
El temblor de la mano de Helena le hizo derramar el vino de la copa. Estaba
aterrada! Saba que estaba bajo la influencia de ciertas fuerzas que podran aplastarla
con su poderoso mpetu.
Lo nico que le quedaba, la esperanza en la que se aferraba, era una promesa
susurrada. Record el contacto de los labios de Stephen en su mano, el latido de su
corazn bajo su palma. Le haba hecho el juramento de un guerrero. Saba que, si
fuera necesario, l arriesgara su vida por cumplir su promesa. Ella no poda hacer
menos que l.
Trag saliva para aclararse la garganta.
Vuestra seora sabe que yo nunca sera tan osada para rechazar una
oportunidad como la que se me presenta sin una buena razn. Su voz tembl, sin
poderlo evitar esta vez. Mir a Savaric, despus otra vez a Juan. No me casar con
l.
Oh, Dios! exclam Catherine dando rienda suelta a su frustracin.
Juan se dio la vuelta hacia Catherine.
Quiero que Isobel acepte. Encargaos de ello.
Pero empez Percival.
Catherine asinti y se acerc a toda prisa al lado de Helena. La agarr del brazo

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con una fuerza que la joven nunca sospech que poseyera.


Ven aqu dijo Catherine bruscamente, sacudindola para que la siguiera.
El cliz de cristal se escap de entre los dedos de Helena y cay al suelo para
acabar roto en mil pedazos.
Catherine cogi a Helena y la arrastr hasta un pequeo y oscuro cuartucho de
la parte ms antigua del castillo. Las paredes eran de piedra tosca, tallada a mano, y
el suelo sin los juncos ni los tejidos que habitualmente cubran el suelo y las paredes
de las habitaciones. Catherine la empuj dentro. Era un lugar polvoriento y muy,
muy fro.
Catherine, qu estis haciendo? le exigi Helena con la mirada fija en el
alfizar descubierto, sin postigos ni cristales. Ms all slo se vea el cielo azul.
Mala pcora desagradecida! sise Catherine y luego se volvi hacia la
puerta y llam a la sirvienta. Anna! Anna! Ven ahora mismo! Se dirigi a
Helena de nuevo: Un matrimonio de lo ms conveniente y lo desprecias como si
fuera pescado maloliente!
Un matrimonio conveniente? Catherine, vos os casarais con l?
A m me casaron a los doce aos con el hombre que mis padres escogieron
para m. T haras bien en aceptar lo mismo sin protestar.
Catherine se desat el cinturn con la mano posada en el broche que sujetaba
firmemente la pesada tira de piel y se lo desabroch. Era una pieza de joyera, de oro
decorado con piedras pulidas de amatista.
Una sensacin de terror invadi a Helena.
Catherine, qu estis haciendo? repiti.
Qu crees t que estoy haciendo? replic ella calmadamente.
Anna empuj la pesada puerta y entr en la habitacin.
S, mi seora? le pregunt con su francs mal pronunciado.
Qutale el vestido. Qutaselo! orden Catherine.
Cmo seora? le pregunt Anna esforzndose por entender sus palabras.
Que le quites el vestido. O te azotar a ti tambin!
Anna mir a Helena, alarmada.
No lo puedo hacer! chill quejosamente.
Catherine la fustig con el cinturn y le dio a Anna en el antebrazo. La anciana
solt un grito y dio un paso atrs. Se le llenaron los ojos de lgrimas y mova los ojos,
desesperada, sin saber qu decir, incrdula, con la mirada clavada en direccin a
Catherine.
El vestido! rugi Catherine.
Helena empez a desatarse el vestido ella misma, incapaz de permitir que la
vieja Anna recibiera golpes por su culpa.
No le peguis!
Eres una muchacha estpida, muy, muy estpida! la insult Catherine.
Cuando salga de esta habitacin, estars deseando casarte con Savaric. Me lo pedirs
de rodillas.

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Helena dio un paso para desprenderse del vestido, lo pas bajo los pies y se lo
dio a. Anna, empujando suavemente a la vieja sirvienta para que saliera de la
habitacin.
Ve le susurr en ingls; luego mir a Catherine. Nunca acceder a
casarme con Savaric. Golpeadme cuanto deseis. No conseguiris nada.
Eso ya lo veremos. He educado a tres muchachos para convertirlos en
hombres hechos y derechos. Puedo ser muy persuasiva.
El cinturn sali disparado, silbando con un latigazo cortante.

Lleva un da encerrada en aquella habitacin sin nada que comer ni beber


declar Percival. Cada vez que le preguntan si ya est dispuesta a casarse con vos,
responde que no, y cada vez Catherine recompensa su negativa con ms golpes. Pero
Isobel no ha cambiado de opinin Tiene algn sentido seguir con este maltrato?
Savaric estudi a Percival durante unos segundos. El hombre segua
retorcindose las manos, doblando la gorra de fieltro entre sus dedos como si fuera
una lavandera. Haba conseguido destrozar la pluma que lo decoraba.
Juan no se molest ni en levantar la vista del tablero de ajedrez en el que
jugaban una partida.
Dadle tiempo. Al final dir que s.
Percival neg con la cabeza.
Perdonadme, majestad, pero me temo que os equivocis. No crea conocer a
Isobel tan bien, pero he tenido ocasin de tratarla este ltimo ao. Ella tiene su propia
opinin y no la vamos a cambiar a la fuerza. Esto slo la empecina ms, menos da su
brazo a torcer, por as decirlo.
Entonces, Juan alzo la mirada.
Cul es el motivo que la impulsa a actuar as?
No lo se, seor exhal Percival.
Vamos, si tan bien la conocierais, tendrais una idea de qu podra
funcionarnos para pactar con ella.
Ha dicho que l la entenda mejor que vos, alteza Savaric seal a Percival
. Esto no significa que yo tenga un conocimiento profundo, sino que ms bien
sospecho que nadie comprende a Lady Isobel ni la mitad de lo que creen
comprenderla.
Juan movi la reina negra.
A excepcin de ti, verdad, Savaric?
Estoy seguro de que podra despertar su sentido comn si me dierais la
oportunidad de tener un poco de privacidad con ella.
Juan asinti.
Hazlo. A ver si acabamos con este tedioso asunto. No quiero tener que
soportar las negociaciones con una mujer recalcitrante durante el torneo de maana.
Asegrate de que est presente, Savaric, en su lugar y vestida para la ocasin.

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Percival levant un dedo.


Entonces, tal vez sera mejor que los golpes cesaran por hoy, si es que maana
la queris sostenindose en pie por propia voluntad.
S, decidle a Catherine que la deje en paz por ahora.
Savaric vio, divertido, cmo Percival suspiraba aliviado Aquel hombrecillo no
pareca haber pasado demasiados apuros atravesando a los sarracenos con su espada!
Por qu le afectaban tanto unos cuantos azotes?
Savaric se puso de pie.
Hablar con Isobel ahora mismo.

Cuando levant la cabeza, Helena vio las motas de polvo danzando frente a sus
ojos, justo por encima de las toscas tablas de madera del suelo, bajando en espiral en
la luz del ltimo sol de la tarde. Al estar tan cerca del suelo, vio que lo que mova las
motas eran las rfagas de aire que corran muy por debajo del suelo, y que se
filtraban por las rendijas y las aberturas en la madera.
Lentamente, Helena intent levantarse, apoyando el peso del cuerpo sobre las
manos, pero al doblar la espalda sinti que la recorran escalofros de dolor
agonizante. Se dej caer otra vez al suelo y con las manos se cubri la cabeza. Unas
lagrimas dbiles le inundaron los ojos y se deslizaron por las comisuras de sus
prpados hasta mojar la manga de su gonete Helena no les prest atencin. Las
peores lgrimas ya las haba derramado durante un da entero expuesta a los golpes.
Le suplic, gimote, le chill a Catherine que parase. Se encogi en un rincn de la
habitacin, dando alaridos en medio de su agona, dolorida. Slo en una ocasin
haba intentado responder al ataque de Catherine. Pens que si poda apoderarse del
cinturn
Pero al final, el cinturn acab atravesando el rostro de Helena en el mismo
instante en que se lanz contra Catherine. Una de las amatistas la alcanz en la
mejilla y le hizo un corte largo en el pmulo. El golpe la hizo trastabillar y no volvi a
intentarlo.
Pero tampoco se haba rendido.
No poda hacerlo, era as de simple. Deseaba hacerles entender que no podan
obligarla a cambiar su manera de pensar, menos an para que esto terminara.
Se oyeron unos pasos fuera, al otro lado de la puerta, y la manecilla de la puerta
se movi. Escuch los pasos entrar y la puerta cerrarse. Se acercaron hasta donde
estaba ella, a los pies de la pared ms alejada de la puerta. Hubo un largo silencio.
Lady Catherine sabe usar su cinto de una manera perversa. Os quedarn
cicatrices para recordar esta insensatez vuestra toda la vida.
Era Savaric. Helena no se molest en ocultar el espasmo de asco que la recorri.
Al agacharse al lado de ella, vio la sucia tnica que cubra las botas de Savaric.
Le habl en voz baja.
Creen que si os azotan conseguirn haceros cambiar de pensamiento, pero se

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equivocan tanto.
Helena se qued callada.
Yo s por qu razn vos no queris acceder a sus peticiones.
No! Cmo iba a saberlo el! Helena aguant la respiracin Savaric slo estaba
jactndose de s mismo.
Conozco el secreto que escondis, Lady Isobel.
Helena volvi la cabeza para mirarlo. Se mova muy despacio, pues Catherine
haba empleado el cinturn con prodigalidad tena verdugones y contusiones por
todas partes, hasta la altura del cuello.
Yo no tengo secretos.
Todos tenemos secretos. Algunos son ms importantes que otros, pero todo el
mundo tiene alguno. El vuestro, por ejemplo Cul ser su grado de importancia?,
me pregunto yo.
Sospechaba, nada ms Helena respir aliviada. Con la sospecha podra
aparselas, pero la verdad en las manos equivocadas era un asunto completamente
distinto.
Haba en esta casa, cuando me plant aqu por primera vez, un retrato en la
sala principal, lo sabais vos? pregunt Savaric con un tono indiferente y Helena
se tens, desconfiada de nuevo, volvi el rostro para que Savaric no viera su
incomodidad. S, un retrato precioso de una mujer preciosa. Lo descolgu el mismo
da en que llegu. No quera recuerdos del anterior propietario de este castillo. En
realidad, lo quem, un acto que con el tiempo ha demostrado ser bastante poco
prudente por mi parte. Aquella mujer tena unos ojos asombrosos, lo recuerdo
perfectamente. Unos ojos como los vuestros, Lady Isobel. Pero, claro, la mujer del
cuadro no podis ser vos, porque vos sois de la Bretaa.
Savaric lo saba. Lo nico que le faltaba eran pruebas, por que l mismo las
haba destruido. Pero y mientras ella se lo refutara, l no podra descubrir su
sospecha ante los dems.
Helena sinti las largas uas de Savaric apartndole el cabello de la cara.
Dejemos las cosas claras ahora y no hablemos nunca ms de ello. No me
importa quin seis o quin digis ser. Tampoco me importa particularmente tener
que casarme con vos, pero Juan lo quiere y as ser. Para m es muy importante
satisfacer sus deseos. Os podis quedar con vuestro secreto, querida. Os lo podrais
llevar a la tumba por lo que a m respecta.
Si me casara con vos le dijo ella con amargura.
S. Si os casis conmigo. De lo contrario, me ocupar de que vuestro secreto
deje de ser slo vuestro.
Helena cerr los ojos Podra arriesgarse a devolverle aquella provocacin? l
no tena pruebas, pero estaba segura de que encontrara la manera de forjar los
testimonios necesarios, llegado el caso.
Por qu es tan importante que me case con vos? le pregunt Helena.
se, mujer, es mi secreto Cerramos el trato?

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Un trato a aquellas alturas era completamente imposible. El precio no le


importaba, lo rechazara y lo hara de un modo que le impidiera a Savaric revelar su
falsa identidad. Helena se moj los labios.
No puedo pensar! Helena habl deliberadamente con voz temblorosa.
Debo pensarlo con cuidado, pero no puedo. Tosi un poco. Debis darme tiempo
para acostumbrarme a este chantaje.
Bueno, puedo permitirme ser generoso respondi Savaric tranquilamente
. Maana es el torneo. Os quiero en la sala principal el da despus, proclamndole
a Juan, con total sinceridad, vuestro deseo de casaros conmigo. Si no, habris de
responder ante Juan de las acusaciones de falsedad, y tambin de traicin,
dependiendo de los actos que salgan a la luz. Ha quedado claro?
S musit Helena.
Bueno, entonces os dejo reflexionar sobre vuestro futuro.
Helena escuch. La puerta se cerr, pero no lo vio salir de la habitacin. En vez
de eso, se permiti unas lgrimas ms, de desconsuelo y de lstima hacia s misma.
Una investigacin acerca de su identidad? No lo consentira. Cualquier
investigacin sacara la verdad a relucir y la acusaran de mucho ms, no slo de
falsedad. Y con Juan tan cerca de su crculo, su juicio sera rpido y sin compasin.
Helena tena que encontrar, en menos de un da, una salida para esa situacin
tan apurada y no tena ni fuerzas para levantarse del suelo.

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Captulo 13
Levntate! sise Catherine a la vez que sacuda a Helena clavndole la
punta del codo en el costado. Te estn llamando!
Helena se incorpor en la silla y reprimi un grito al enderezar la espalda.
A lo ancho del campo de torneo se vean campesinos, aldeanos, hombres libres
y siervos, reunidos en torno a la tela, alzada al lado del ro, para pasar un da
entretenidos con la diversin de aquel espectculo. Como doncella de honor del da
sealado, en cuyo nombre se celebraba el torneo, Helena deba oficiar el acto.
La aclamaban en un francs ms bien torpe y sin dejar de nombrar a Isobel.
Saluda le orden Catherine desde atrs.
Helena hizo un gesto fugaz. Necesitaba una gran dosis de concentracin para
tenerse en pie. Por unos instantes, el mundo pareci retroceder y un zumbido invadi
sus odos. Luego, todo volvi a enfocarse y trag saliva con la garganta seca. Una
oleada de nuseas agarrotaba su estomago.
Sintate la azuz Catherine.
Helena dej caer la mano con la que saludaba y se sent, agradecida. La suya
era una de las altas sillas de la sala principal, que haban transportado desde el
castillo hasta las afueras de la ciudad, en la explanada donde se celebrara el torneo.
Se alegraba de tener una silla en la que sentarse. Saba de sobra que no iba a ser capaz
de permanecer en una banqueta o un taburete demasiado rato y haba asistido a
suficientes torneos en su vida para contar las horas interminables que podan durar.
Al amanecer, la haban sacado a rastras del fro torren y la pusieron en un
bebedero grande, lleno de agua caliente. El contacto del agua en su espalda
ensangrentada la hizo chillar de dolor, pero Catherine se qued all al lado, vigilando
cada movimiento de las mujeres que se encargaron de lavarla. Por las expresiones de
sus rostros era evidente que tenan miedo de Catherine y no iban a incumplir sus
tareas, incluso la de frotar la espalda de Helena.
Para poder lavarla de la cabeza a los pies, le retiraron el mugriento gonete
cortndoselo con unas tijeras y lo echaron al fuego. Luego, la ayudaron a salir del
bao y la secaron Las mujeres le pusieron un brial limpio, del material ms fino y
bien holgado para que no rozara su piel. Cualquier otro material hubiera sido
demasiado basto para que su piel lo tolerara. Le dieron un vaso de agua y un pedazo
de pan para reponer un poco de fuerzas. Mordisque el pan, pues el esfuerzo
sobrehumano de salir del torren y caminar hasta la alcoba, meterse en el bao y salir
de l, la haban dejado literalmente sin fuerzas. Mientras coma algo ms, las mujeres
le cepillaron el pelo, secndoselo frente al fuego.

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Mientras se llevaban a cabo los preparativos, Catherine empez un sermn en el


que le explicaba sus deberes hacia ellos, sus mentores, hacia el rey, a su familia.
Cuando vistieron a Helena con un bonito vestido de lino de color crema, Catherine
termin su discurso con una diatriba.
Cooperars en todo cuanto se te pida en el da de hoy. Sonreirs, responders
con amabilidad a las personas que se dirijan a ti, y dars la impresin ante todo el
mundo de que lo ests pasando de maravilla. De lo contrario, te enfrentas al castigo
de mi cinturn, as de sencillo. El mismo prncipe Juan me lo ha pedido
explcitamente. No creo que quieras despertar las iras del prximo rey de Inglaterra.
Con un enorme esfuerzo, Helena asinti. No tena ni voluntad para
desobedecerla. Ya tena suficiente con pensar en poner un pie delante del otro.
Entre Catherine y las dems mujeres, acabaron de vestirla y prepararla para el
papel que deba representar durante el torneo. Como era la doncella de honor, no
usara grin y llevara el pelo suelto. Le colocaron una diadema de bronce en la
cabeza, que le atravesaba la frente de izquierda a derecha. El cabello de la parte de
delante fue trenzado en torno al metal, y por la parte de atrs, donde se juntaban los
mechones, le pusieron unas flores, brotes del principio de la estacin invernal.
En otras circunstancias, Helena se habra deleitado con las ropas y los
accesorios, pero aquel da sencillamente se contentaba con no tener que usar el
grin, que siempre le haba parecido muy incmodo, ni tampoco un velo, que le
hara pasar un calor insoportable en los hombros y la espada.
No la obligaron a montar a caballo. Se alegraba de que hubiesen previsto su
incapacidad presente para controlar al animal. En vez de eso, decoraron una carreta
con flores y ramas de acebo, Helena lleg al campo del torneo seguida de una
comitiva de aldeanos que la saludaban.
Ahora, ya estaba sentada bajo un lnguido sol que la calentaba delicadamente,
descansando y recuperando fuerzas mientras los barones y caballeros esperaban a
que les dieran su turno de entrada en la competicin, colocados en fila delante de ella
y de Juan, que estaba sentado a su lado.
Haba un nmero impresionante de participantes. Demasiados para que Helena
pudiera distinguir su escudo o sus artefactos de combate. De donde haban venido?
Juan lleg nicamente con su camarilla habitual y Percival tena bajo su dominio a
varios caballeros y barones menores que respondan por l. Haba hombres que
rendan vasallaje a Savaric, y otros que tenan tierras dentro de Yorkshire.
Juan estall en palmadas al ver a los hombres y los caballos tan primorosamente
dispuestos frente a l. Se levant y tom a Helena de la mano. Ella se ayud con la
mano que tema libre.
Esta gran asistencia de pblico y torneadores es un gran honor para m y os
doy las gracias les dijo Juan a los guerreros presentes. Con tanta concurrencia,
habr mucha moneda en premios, de modo que aquellos que ganis en el da de hoy
conseguiris mucho ms que mi gratitud.
Se pudo escuchar un estallido de risas.

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Luchad bien, con honor, y que Dios os observe y os recompense por vuestro
valor!
Juan volvi a sentarse y dej a Helena en la valla de la tela.
Los competidores se dividieron en dos grupos aproximadamente de nmero
equivalente. Un grupo se desplaz hasta el otro extremo del campo y el otro, a la
galera ms cercana.
Se dieron la vuelta para quedar encarados entre ellos, con los caballos
relinchando y bufando, pateando el suelo, inquietos.
Le entregaron a Helena un pauelo blanco. Alz el brazo y sostuvo el pauelo
en alto. Bajo la suave brisa que vena del ro, el pauelo flot. Tras las mscaras
protectoras y los yelmos, los ojos de todos aquellos guerreros estaban fijos en ella.
Helena solt el pauelo.
Con rugidos y gritos de guerra extraordinariamente feroces, los combatientes
espolearon a sus caballos al ataque. La tierra tembl bajo el estruendo de cientos de
cascos y una rfaga de entusiasmo atraves la audiencia, vislumbrndose el primer
embate entre los oponentes, era uno de los momentos decisivos a lo largo del torneo,
siempre esperado entre el pblico.
Pero Helena no poda quedarse parada mirando el espectculo. Arrastr los
pies hasta la silla y se dej caer al or la primera embestida y el gritero de los
asistentes Juan la mir con la frente fruncida.
Levantaos y fingid que lo estis pasando muy bien! arremeti. No
permitir que os comportis de manera inapropiada como antes, os lo advierto!
Helena se levant, mareada, con un zumbido agudo en los odos que le impeda
concentrarse. Pero una vez en pie, vio que poda fingir un cierto inters con la cabeza
girada hacia el principal centro de inters en medio de la lucha.
Helena habra visto una docena de torneos en su vida. Casi todos estuvieron
organizados como se. Los competidores, despus de la embestida inicial, podan
luchar unos contra otros sin restricciones. El ltimo en quedar sobre su caballo era
declarado ganador del torneo y reciba un premio de manos de la doncella de honor.
Pero haba otras maneras de obtener ganancias que no exigan una combinacin
tan portentosa de suerte, destreza y resistencia. Se poda desensillar a un participante
y tomarlo como rehn, llevndolo a un rea en el campo designada para esta
finalidad, donde deban permanecer un cierto tiempo hasta poder reincorporarse a la
ofensiva. Los rehenes tenan que pagar un precio por su libertad. Los escribas en las
reas de rehenes mantenan un registro de cada entrada a lo largo el da para
posteriores reclamaciones.
Si a uno lo desensillaban demasiadas veces, el guerrero tena que retirarse del
torneo, tambin si lo heran y no poda seguan peleando. En otro caso, poda decidir
si se retiraba de la tela. Despus de varias horas de lucha continuada, muchos
optaban por la retirada antes que enfrentarse a los hombres que quedaban en el
campo, pues eran lgicamente los ms fuertes del combate.
La lucha avanzaba, en ocasiones se alejaban hasta una milla de la galera

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principal. Los mensajeros eran los encargados de comunicar el progreso de los


contrincantes, en especial de los favoritos entre el pblico.
A lo largo del evento, pajes y sirvientes ofrecan vino y comida, o cualquier otra
necesidad que a la nobleza all reunida le fuera menester.
Helena rechazaba todo cuanto le ofrecan, a excepcin de agua. El da no era
especialmente clido, a pesar de que no haba nubes y el sol brillaba, pero no
consegua calmar su sed. Tampoco se atreva a probar bocado, pues slo con ver
comida se le revolva el estmago.
Hay alguien que debe de estar muy en forma para haber eliminado a tantos
en tan poco tiempo coment Juan con la barbilla apoyada sobre el puo. Hoy
ser un torneo rpido.
Sin embargo, su tono pareca complacido.
Tambin le complacieron esas palabras a Helena. Cuanto antes terminaran, y
antes pudieran marcharse de all e irse a la cama, mucho mejor. No olvidaba que
Savaric le haba pedido una respuesta a la maana siguiente, pero le costaba
demasiado pensar en una respuesta, tal como le exigi a Savaric. Era mucho ms
sencillo quedarse sentada y dejar que el mundo siguiera su curso sin prestar
atencin.
Un poco despus, un caballero con una malla y un pesado jubn de cuero
grueso, con el casco bajo el brazo, se acerc a ellos desde el otro lado de la tela.
Cmo os ha ido, Bruce? se interes Juan.
El caballero se apoy contra la valla e hizo una mueca sonriente. La mitad de su
rostro estaba cubierto de sangre. Helena se estremeci.
Bastante duro respondi Bruce y, luego, escupi. John de Carlisle, el
hombre nos est haciendo picadillo, como mnimo.
Carlisle? Si ese hombre es ya mayor debe de estar hecho un cascajo!
Bueno, pues puede que haya encontrado la fuente de la eterna juventud,
alteza. El muy bandido me arroj tres veces de mi caballo antes de poder gritarle
paz Tuve que rogrselo. Iba a cargar contra mi de inmediato. Adems, cada vez me
tomaba como rehn. Le debo cada una de las monedas que habr ganado hoy. A
pesar de sus palabras, el tono de su voz era alegre.
Seguro que os lo habis ganado dijo Juan. Id y descansad, comed algo,
Bruce. Gracias por la informacin.
Majestad se despidi Bruce con la mano en la frente.
Juan se reclin en la silla, pensativo.
Carlisle, eh? Mmm musit recorriendo el campo con la vista.
Helena enseguida record los emblemas del escudo de Carlisle un ciervo, un
lebrero rampante, encima de una muralla, que representaba el muro de Adriano. Lo
recordaba porque el lebrero pareca una bestia malvada y de pequea les tena pavor
a los perros.
El nmero de hombres que se retiraban del campo fue bajando y los mejores
combatientes, que an seguan en la tela, tardaban mucho ms rato en eliminarse o

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capturarse unos a otros. Ahora, el torneo se haba convertido en un verdadero


espectculo, pues el pblico poda discutir las tcnicas y las tcticas. Para los
competidores, empezaba el trabajo ms duro.
Pronto se hizo evidente que John de Carlisle haba recuperado la fuerza y la
resistencia de la juventud pues era quien dominaba el campo. Helena lo distingui de
inmediato llevaba un caballo completamente negro y el escudo redondo que ella
recordaba. Iba vestido de color marrn rojizo, con el emblema del ciervo. La cota de
malla era un lorign que le llegaba a medio muslo, pulida y brillante. El yelmo, como
muchos en el campo, era completo y cubra la cara y el cuello del combatiente.
Juan tambin lo observaba. Cuando Carlisle se lanz contra un oponente con
una maniobra difcil, abalanzndose sobre la montura para alcanzar al otro por
debajo del escudo, Juan solt un silbido casi insonoro entre los labios apretados.
Ese no es Carlisle. Me apostara hasta el cuello.
Helena se volvi hacia l Juan, igual que los dems miembros de su real familia,
luchaba activamente en las batallas Cmo, si no, sera capaz de reconocer el estilo de
lucha de otro hombre?
Helena volvi a centrar la atencin en Carlisle Quien sera el hombre que se
enmascaraba bajo el escudo de otro. No era nada inusual que un caballero tomara los
colores de otro caballero en un torneo. As, sus competidores le subestimaban y, de
ese modo, tenia ventajas contra los confiados contrincantes. Pero siempre se hacia
como una broma, para la diversin de los espectadores.
Estaba cada vez mas claro que Carlisle iba a ganar el torneo sin dar lugar a
dudas. Los ltimos oponentes se retiraron. El vencedor cabalg hasta el final de la
tela, en direccin a la galera.
Juan se levant y alz la mano.
Venid aqu, doncella de honor. Tenis una bolsa de monedas que debis
entregar.
Helena se puso de pie y se qued quieta, una pausa para sobreponerse al mareo
que la invadi. El agua que haba bebido no le sent bien y trag saliva con una
sensacin de nusea en la boca.
Ahora! le orden Juan.
Helena apoy su mano en la de l y Juan la escolt hasta la valla. Cada paso que
daba, le pareca que el suelo se hunda bajo sus pies.
Carlisle lleg a la valla en el mismo momento que ellos, Helena se aferr
desesperada al borde de la valla al notar los bufidos y las patadas del caballo de
guerra, parado delante de ella. Todo aquel alboroto la haca sentir peor. Le sobrevino
un escalofro.
Juan levant la mirada hacia el jinete.
Bien, Carlisle, vais a quitaros el casco y a recibir vuestro premio?
A pesar de los movimientos nerviosos del caballo, Carlisle estaba sentado
encima de ste como en un trono, cmodo y relajado.
Aunque me encantara recibir el premio de manos de una doncella tan

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hermosa como Lady Isobel, me temo que debo rechazarlo.


La voz del hombre sonaba distante y cansada a los odos de Helena. Baj la
mirada hacia la tela para que los movimientos impacientes del corcel no la
trastornaran ms. Tragaba saliva convulsivamente. La necesidad de sentarse era cada
vez ms urgente, no, mejor aun, de tumbarse.
Si a vuestra alteza le parece bien, sugiero que se reparta el premio entre los
dems caballeros.
No es por la bolsa de monedas que habis batallado hoy.
No, lo hice por el honor y para ver con mis propios ojos cmo estos valientes
hablan de m con el aliento en vilo.
No me diris que se os pas la edad de admirar a las jvenes bellezas del pas,
verdad que no? pregunto Juan en tono jovial.
Hubo unos segundos de silencio.
Olvidis, majestad, que en casa tengo a mis hijos, cuyo futuro an debo tener
en cuenta.
Ah, s! Muy bien, pues Juan puso su mano sobre la de Helena, con la que
ella se aferraba a la valla. Isobel, querida, sed tan amable de apartaros un poco para
que Carlisle pueda veros sin dificultad.
A medida que Helena se apartaba, Juan sigui hablando.
Yo la mirara bien y decidira rpido, Carlisle Lady Isobel tiene una dote
generosa y un encanto considerable.
Helena anduvo los doce pasos que la separaban de la valla y se acerc al lado
derecho del guerrero, donde el escudo no se interpona en su direccin.
Levantad el rostro, Isobel. Dejad que contemple vuestro semblante le
orden Juan.
Ella obedeci y no vio ms que el cuero de color marrn rojizo, cortado y
polvoriento despus de horas de lucha.
La necesidad de tumbarse se estaba convirtiendo en un imperativo, pero levant
la mirada tal como le mandaba el prncipe. El hombre llevaba una tela alrededor del
brazo. Era una pora, la prenda que declaraba el favor de una dama. Pero en vez de
atarla, para que volara al viento y declarar ese favor ante los ojos de todos, haba
atado la seda de manera que pareca un vendaje alrededor del brazo Para que no le
molestara? No pareca nada muy llamativo, de color verde, un tono oscuro de verde,
como una gasa.
Mi velo! Pero era Stephen! Estaba aqu, haba venido.
Helena comprendi que acababa de desobedecer a Juan al bajar la mirada,
cuando, de repente, la tierra bajo sus pies se aproxim hacia sus ojos borrosos. Luego,
no vio nada ms.
Cuando vio a Isobel desplomarse sobre la tierra batida bajo los cascos del
caballo de Carlisle, Catherine se apresur en rodear la valla y agacharse a su lado.
Qu le sucede? inquiri Carlisle.
Juan lleg tambin al lado de ella.

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Lady Catherine?
No es nada Cosas de mujeres! Levant la mirada hacia Carlisle y sonri.
Ya sabis lo delicadas que podemos ser a veces.
Juan soli una risotada en direccin a Carlisle.
Ha sido la emocin, hombre Habis visto el poderoso efecto de vuestro
encanto sobre ella? No s si dejar que ninguno de tus chicos se le acerquen!
Necesita auxilio? pregunt Carlisle.
Catherine respondi, veloz.
Yo soy quien mejor la puede auxiliar, mi amable seor. Gracias por vuestro
caballeroso ofrecimiento.
Claro prosigui Juan con el mismo tono. Qu generoso sois por
preocuparos, pero no hay ninguna necesidad de posponer el regreso a vuestros
aposentos para descansar y reponeros de los heroicos esfuerzos del da de hoy. Por
favor, seguid con vuestros asuntos. Yo me ocupo de cumplir la peticin de repartir el
premio entre los participantes.
Catherine mantena la mirada fija en Isobel, pero sinti el titubeo del hombre
sin tener que mirar. Despus de unos segundos, l se despidi, bruscamente.
Muy bien, pues. Que tengis un buen da Alteza, Lady Catherine.
Al llamarla por su nombre, Catherine se extra y levant los ojos.
Cmo sabis quin soy yo? le exigi.
El caballero, con el rostro cubierto por el yelmo, hizo un gesto sealando con la
cabeza hacia Juan.
Su majestad os llam con ese nombre.
Vio la cinta que l llevaba atada al brazo. Qu color tan extrao! Verde. Pareca
muy delicado, ms bien concordaba con la indumentaria de una dama.
Catherine se qued sin aliento.
Era un velo!
Antes de que l la viera y de que su sorpresa fuera demasiado manifiesta,
Catherine pos la mirada sobre Isobel y escuch el galopar del jinete que se alejaba.
Juan toc su hombro.
Salgamos de aqu. Dadle auxilio, comida, o lo que sea para que vuelva a
tenerse en pie. Nos queda toda una velada de banquete y festejos para acabar el da.

Ranulf esperaba entre unos rboles, al lmite del bosque, que rodeaba el campo
del torneo, tal como haban acordado. Haba accedido a actuar como segundo de
Stephen en aquel da extraordinario. Cuando Stephen alcanz una mata de arbustos y
desmont, en un nico y gil movimiento, Ranulf tom las riendas y calm al
caballo.
Stephen se volvi hacia la galera y se quit el yelmo. Dej caer al suelo el
escudo que haba pedido prestado. Haba un montn de gente alrededor de Helena
en aquel momento, la levantaban del suelo.

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CORAZN VENGADOR

Tengo que llegar a ella! farfull. Dios sabe qu le habrn hecho!


No podis, seor. Lo sabis tan bien como yo.
Pero desmayarse de esa manera? Lo viste?
S, seor.
Nunca deb dejarla sola.
Hicisteis lo que debais, seor. Hubieseis preferido seguirles el rastro hasta
York y despertar las iras de Juan?
Las sensatas respuestas de Ranulf calmaron un poco la rabia al rojo vivo que
bulla dentro de l. Stephen observ cmo llevaban el cuerpo inerte de Helena a una
carreta cercana y la tumbaban. Se dio la vuelta y apoy la frente sobre el flanco del
caballo.
Habis hecho todo lo posible, seor le repiti Ranulf sosegadamente.
Ahora ella sabe que estis aqu. Habis cumplido vuestra promesa. Si os necesita,
mandar a buscaros.
Y qu sucedera si ella no pudiera ni tan slo mandar a buscarme? Entonces,
qu?
Ranulf se qued callado.
Stephen levant los ojos hacia l.
Siempre tienes una respuesta para m, Ranulf Ahora vas a fallarme?
Ranulf dej caer la mirada. Stephen suspir.
En estas agrestes tierras del norte, no puedo confiar en que conozcas a algn
sirviente o algn escudero, supongo bien?
Ranulf levant los ojos de repente, llenos de astucia.
En realidad, mi seor

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Captulo 14
Caliente. Oscuro. Un lugar sagrado.
Helena descansaba en aquellas redes que la sostenan, en una crislida donde
nada poda afectarle. Aquel reposo, al respiro de toda preocupacin, lejos del dolor y
del miedo, era un refugio que no estaba dispuesta a abandonar, a pesar de los
sonidos y las sensaciones que pugnaban por traerla de vuelta al mundo real. El calor
que senta se lo transmitan las ropas de cama. La oscuridad, los postigos cerrados de
las ventanas o de los cortinajes que envolvan la cama. La paz que haba conocido ya
no exista, pues se oan varios murmullos el crepitar de un fuego cerca de all, el
sonido del agua o de otro lquido vaciado dentro de un recipiente de metal.
A medida que sus sentidos la forzaban a regresar a la realidad, Helena record
otras sensaciones, otras emociones que volvan a su mente. Le molestaba no saber
cunto tiempo haba pasado. Haca slo un momento que se haba cado al suelo, a
plena luz del da. Ahora estaba tumbada en la cama, seguramente en la alcoba del
castillo de York.
Stephen!
El recuerdo emergi en su cabeza con la urgencia de un grito de guerra e
intent levantarse. Un dolor feroz le recorri la espalda. Grit con voz ahogada y
cay de nuevo sobre el lecho con una bocanada contenida.
Por todos los cielos, se ha despertado! Rpido, ve a llamar a Lord Savaric.
Las palabras eran en ingls y la voz le resultaba muy familiar Helena qued
tumbada boca abajo, con la cara hundida en el colchn, por eso no poda ver el rostro
que hablaba. No era Anna, pero era una voz reconfortante.
La mujer volvi a hablarle.
Vamos, vamos, nia, ni sois con volver a levantaros. Al menos, hasta que os
hayis curado.
Cicely? susurr Helena.
Callaos! Cmo vais a explicar que Lady Isobel conoce mi nombre? Sinti
la mano de aquella mujer acaricindole el cabello, apartndole los mechones de la
cara con la dulzura de una madre. Ay, mi nia, no deberais haber regresado
nunca.
Tena que hacerlo.
S, vos sois tan tozuda como lo fue vuestro padre, que en paz descanse
Cicely le dio unas palmaditas en el hombro. Mejor que acabe las tareas que me
traa entre manos, antes de que nos pillen.
Helena se sinti sonrer contra el colchn Cicely siempre se haba preocupado

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por ella, pero enfrentarse a Juan o a Savaric sera como si una pobre liebre corriera a
la desesperada ante la mirada experta de un halcn de caza. Sin embrago, Cicely ya
haba conseguido escapar a la vigilancia de oponentes ms hbiles antes que stos.
Eso la consolaba.
Aqu estoy, de vuelta al castillo y fjate en el caos que me recibe! Se ha
celebrado un torneo a toda prisa y me extraa hasta que hayan encontrado suficientes
caballeros para participar. Lord Savaric regres al castillo sin avisar, con nada ms ni
nada menos que el conde de Mortaine, con toda su camarilla en peso. Y con vos.
Se pudo escuchar un correteo de pasos fuera en la puerta de la habitacin y el
murmullo de unas voces. Se abri la puerta y las voces se tornaron ms claras. El
tono rasposo de Savaric se oa por encima de todo.
Se ha despertado, mujer?
S, seora respondi Cicely con una calma notoria.
Ya ha dicho algo?
Nada que tenga sentido, seora.
Helena se qued sin aliento Savaric hablaba ingls! Lo hablaba como si fuera su
lengua materna. No cambiaba el orden de las palabras, ni los sonidos del mismo
modo en que lo hacan los normandos.
Lo escuch acercarse a la cama.
Me os, Isobel? haba cambiado al francs.
Helena se qued quieta, inmvil, sin alterar la respiracin.
Os recuerdo que tenemos un trato. Maana os quiero en la sala principal,
delante de Juan. No pensis ni por un segundo que una debilidad como la vuestra
me har ceder.
Seor, estaris de suerte si la dama se sostiene en pie por la maana le
asegur Cicely en ingls, ni hablar de andar hasta la sala, os lo juro.
Me dijisteis que las heridas se haban curado.
S, los cortes de la espalda estn cicatrizando, pero no ha comido nada
durante dos das, segn me han dicho, y la han dejado helarse en el torren toda una
noche. Y nada quiero decir de los esfuerzos que se le han exigido en el da de hoy.
Todas estas cosas juntas han acabado afectndola y dejndola as, en este estado.
Se hizo un largo silencio.
Sois una curandera de renombre, Cicely Curadla! Se oa un silbido de pura
frustracin tras cada palabra.
Tratar de hacer lo mejor que se, como siempre dijo Cicely plcidamente.
Helena escuch el ruido de la puerta al cerrarse Savaric se haba marchado Su
alivio era inconmensurable y aquella sensacin la acompa otra vez en su sueo
reparador.

Al levantarse, Cicely segua presente en la alcoba, pero tena compaa en quien


no confiaba, pues hablaba en francs.

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La mujer que la ayudaba a lavar la espalda de Helena era, lo dedujo por la voz,
una extraa. Juntas retiraron las ropas de la cama, las pieles y, suavemente, Cicely
levant la camisola que cubra a Helena.
Dios todopoderoso! exclam la mujer desconocida.
Cllate, Maryanne! chame una mano. Acrcame aquel trozo de tela No, el
que est en remojo dentro del cuenco. Primero escrrelo.
Una ropa caliente y hmeda le toc la espalda. Era una sensacin calmante. Las
punzantes oleadas de dolor que haba sufrido despus de los latigazos que Catherine
le propin se haban aplacado un poco. Helena experimentaba ahora un malestar que
se tornaba una agona fulminante cuando intentaba doblar la espalda. Consigui no
parpadear cuando la ropa le volvi a tocar la espalda y la extendieron sobre las
heridas. Aunque no poda verlos, Helena saba que los cortes haban empezado a
cicatrizar, tal como Cicely le dijo a Savaric.
No grita musit Maryanne.
La pobre ha perdido el sentido con tanto dolor le explic Cicely mientras
segua hablando en francs. Seora, os duele?
Helena frunci la frente con la cara escondida tras la almohada que Cicely le
trajo. Pareca que la fiel mujer intentaba ocultar a los dems que las heridas de
Helena se estaban empezando a curar Acaso planeaba retrasar su aparicin en la
sala principal?
Lo ves? dijo Cicely en ingls. La chiquilla se ha desmayado.
Lo mismo da Qu tonta! Tener que aguantar todo esto por gusto, slo porque
no quiere aceptar el casamiento.
T no sabes nada de esto, Maryanne, slo las cosas que has visto. No ests en
posicin de juzgar.
Lo que he visto ya me ha bastado. Podra ser la seora de este castillo, y aun
as, ella lo rechaza!
Tal vez tenga una buena razn.
Tal vez porque Savaric no es de su gusto. He visto cmo lo mira, la cara que
puso cuando le dijeron que iban a casarse. Se qued blanca. Pero sera la seora de
un castillo como ste.
Psame aquel jarrn con ungento le pidi Cicely tranquilamente.
Helena sinti cmo le extenda el refrescante blsamo por la espalda, un dulce
consuelo.
Puede que sus ambiciones apunten ms arriba sugiri Maryanne.
Puede que s dijo Cicely con un hilo de voz.
Se las quitarn a golpe de cinturn declar Maryanne. Ya lo he visto
antes, s cmo lo hacen. Le darn, una vez y otra, hasta que diga que s. Si Juan
quiere que haya boda, no pararn hasta que acepte. O hasta matarla.

Si York caa en manos enemigas sera por culpa de una traicin desde dentro.

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CORAZN VENGADOR

Aquellas recias paredes podan soportarlo todo, excepto la traicin. O, para ser ms
exactos, tampoco resistira una intrusin por abajo. Segua con sus cavilaciones
mientras la base de las gruesas murallas se acercaba cada vez ms a sus hombros,
pues estaban avanzando, adentrndose bajo tierra. Tan abajo como para llegar a la
altura del ro, les asegur Merriman. El tnel que atravesaban en aquel momento
estaba esculpido directamente en la roca. Ola a humedad y a abandono.
Unos pasos ms all, el hombre que Ranulf le present simplemente con el
nombre de Merriman iba a la avanzadilla, con una antorcha en la mano Haba
hablado muy poco desde que emergi en medio de la oscura noche, aparte de
decirles que guardaran silencio o que vigilaran dnde ponan el pie Le mostr a
Stephen la entrada al tnel, un acceso abierto bajo el tronco de un roble que creca al
final del dique alargado, al otro lado de las murallas de la ciudad Merriman abri el
pequeo portal, oculto entre las races, y se volvi hacia Stephen.
Es por si la ciudad esta sitiada entendis?
Stephen asinti. Era una madriguera segura, cuando la nica opcin era echarse
a correr.
Durante un rato, el tnel ascendi suavemente. Ms adelante, la antorcha de
Ranulf revel unas formas regulares en las paredes. Las mismas paredes estaban
ahora pulidas.
Piedras trabajadas. Haban alcanzado los cimientos del castillo.
Otra puerta, mucho ms grande, ennegrecida por el paso de los aos y la
humedad, les impeda el camino Merriman busc otra llave, la meti en el cerrojo e
intent hacerla girar. Despus de dos intentos, se volvi hacia Stephen.
Seor?
Stephen se apoy con todo su peso. El mecanismo cruji con un ruido metlico
y agudo. Apoy un hombro sobre la puerta y empuj. La puerta se abri, reacia.
Desde arriba del quicio cayeron restos de madera y de polvo. Las bisagras resonaron
con un chirriar quejoso.
Stephen atraves el hueco y ech una ojeada. Aquello formaba parte del castillo,
pero la habitacin pareca estar en desuso.
Merriman se acerc a l y le seal la puerta.
Si fuerais tan amable, seor? Os lo ruego cuchiche.
Stephen cerr la puerta con el hombro y Merriman le dio las gracias mientras
Stephen introduca la llave y cerraba. Se la devolvi a Merriman y ste alz la
antorcha. La habitacin se extenda hasta donde alcanzaba la vista. El suelo era
irregular, de tierra natural, rocoso y peligrosamente resbaladizo, sobre todo en aquel
ambiente hmedo y oscuro. Se oa el correteo de diminutas criaturas.
Adnde? pregunt Stephen secamente.
Merriman dio un paso adelante, confiado, y dirigi a Stephen por aquella cueva
hecha por el hombre. Pronto la antorcha alcanz a iluminar un hueco en la tosca
pared un poco ms all, con unas formas regulares al pie del agujero. Escalones.
Subieron, con la llama de la antorcha titilando por una inesperada brisa, hasta

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llegar a una bodega, con paredes lisas y el suelo cubierto de losa. Aun as, la
humedad segua goteando sin parar. Unas garras ocultas corrieron a esconderse en la
oscuridad al aparecer ellos.
Ms escalones. Merriman apag la antorcha con cuidado y subieron los ltimos
escalones en la ms absoluta oscuridad Stephen vio una rendija de luz cuando
Merriman entreabri una puerta. Era un resplandor deslumbrante despus de andar
a oscuras mucho rato.
Merriman bloque la luz al sacar la cabeza por la abertura y echar un vistazo
para comprobar si haba curiosos, y, luego, abri la puerta y le indic a Stephen que
pasara.
Salieron a un pasillo ancho, iluminado con candelas a cada diez pasos.
Por aqu, seor musito Merriman. Se quit la capa e hizo un fardo con ella.
Stephen pronto perdi la nocin del lugar, atravesando pasillo tras pasillo
detrs de Merriman. De lo nico que estaba seguro era de que subieron dos tramos
de escalera dentro del edificio que albergaba la sala principal. No saba si Merriman
lo conduca en crculos concntricos para confundirlo o para evitar a los ocupantes
del castillo. Lo que s saba era que no podan arriesgarse a topar con Savaric o con
Juan, o con cualquiera de sus acompaantes, que lo reconoceran de inmediato.
Al final, Merriman se par delante de una puerta y se acerc bajo el arco. Dio
unos golpecitos muy suaves.
La puerta se entreabri y pudieron ver un solo ojo que los inspeccionaba. Los
estudi a ambos y desapareci. Luego, la puerta se abri el espacio justo para dejarlos
pasar.
Dentro, una mujer bajita y regordeta, con un rostro ancho y enormes ojos azules
felinos, se encontraba de pie, delante de ellos, con las manos apoyadas en sus anchas
caderas, claramente enfadada. Detrs de ella merodeaba otra sirvienta, con los ojos
muy abiertos y asustados. La primera mujer le lanz una retahla de injurias a
Merriman, en ingls, pero en un tono casi imperceptible. Levant un dedo y seal a
Stephen.
Merriman le respondi con los mismos modales. Ella se qued callada,
examinando a Stephen, pero l no esper a que ella se pronunciara. Se acerc a la
enorme cama. Bajo las pieles se acurrucaba una masa indefinida.
Con el corazn latiendo desbocado, Stephen retir los ropajes para comprobar
quin era el ocupante. La mujer regordeta apareci inmediatamente a su lado.
Susurr una palabra y luego aadi No, esperad, en francs. Volvi a poner los
ropajes por encima y se inclin.
Helena musit. Mirad quin ha venido.
El hecho que usara el nombre de ella, su nombre verdadero, lo dej
boquiabierto. Pos la mirada en la mujer, observndola, pero ella no lo miraba.
Apart las pieles para dejar el cabello de Helena al descubierto. Estaba tumbada boca
abajo, por eso se dio la vuelta para mirarlos. Sus fascinantes ojos azules enfocaron a
Stephen y se abrieron de par en par.

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TRACY COOPER-POSEY

CORAZN VENGADOR

Stephen! La voz de Helena prorrumpi en un graznido ronco, y al intentar


levantarse, se dej caer sobre la almohada con un bufido dolorido.
Alarmado, Stephen sujet los ropajes que la cubran.
Qu te ocurre? exigi Stephen. Ests herida?
Esperad, esperad le dijo la corpulenta mujer, un momento, seor. Se
volvi hacia la otra mujer, que estaba detrs de Merriman como si quisiera eludir su
presencia. Maryanne, ve a ver cmo est ese caldo. La cocinera tendr poco trabajo
ahora que se ha terminado la comida.
Maryanne sali por la puerta, impaciente Merriman se sent en un taburete
frente a la chimenea y se dedic a observar las llamas con profundo inters. La mujer
se dirigi a Stephen.
Le han pegado le explic, pero estaba claro que aqul era un acto que ella
encontraba sumamente ultrajante, ya que en sus ojos flameaba un fulgor de Luna
indignada.
Cicely le dijo Helena sin alzar la voz, por favor.
Que le han pegado? Por qu? exhort Stephen con una creciente
sensacin, parecida a la de Cicely, se agach al lado de la cama y clav la mirada en
Helena. Por qu razn?
Ella le sonri, pero era un gesto ingenuo y tembloroso, y Stephen vio que las
lgrimas inundaban los ojos de Helena.
Quieren que acceda a casarme con Savaric.
Una ira negra, furibunda, se alz dentro del pecho de Stephen, cegndolo por
unos instantes con una urgencia insaciable de devolverles los golpes a ellos, a todos
ellos. Su corazn y su cabeza estaban desbordados con aquella rabia.
No lo hagas le dijo Helena con suavidad, y pos la palma de su mano sobre
la mejilla de Stephen. No te culpes. Era un riesgo y t me advertiste que no lo
corriera. Yo decid no hacerte caso.
Djame verlo le pidi cuando su voz haba recuperado un tono ms
calmado. Ensame eso que te han hecho.
Seor! exclam Cicely, escandalizada, sin alzar la voz.
Stephen neg con la cabeza.
Ya os tiene a los dos para protegerla, le hacis de carabina. Quiero verlo,
quiero comprender.
Cicely, aydame a levantarme dijo Helena rodando sobre el costado.
Stephen la tom de los hombros y la ayud a incorporarse con delicadeza, hasta
que qued en una posicin ms erguida. Cicely cogi el bajo de la camisola y lo fue
levantando para exponer ante sus ojos la espalda de Helena, mientras procuraba no
comprometer la modestia de ella.
Stephen olvid la parte divertida de la situacin cuando vio los cortes y
moratones. Cogi una lenta bocanada de aire, que sise entre sus dientes.
Haba al menos una docena de cortes, que pareca que empezaban a cicatrizar, y
entonces se acord de lo rpido que se haba curado la herida en el brazo de Helena.

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TRACY COOPER-POSEY

CORAZN VENGADOR

Lo ms alarmante eran los moratones y verdugones. Eran de un color morado oscuro,


casi negro en algunas partes hasta tornarse rojo intenso en otras. Los verdugones
mostraban su relieve hinchado. Poda distinguir la forma del objeto que le haba
infligido las heridas era el broche de un cinturn femenino cerca de la tierna carne
del cuello, poda incluso dibujar la huella cuadrada de una piedra preciosa. Aquel
broche, l lo haba visto.
Catherine!
Esa mujer me tendr que rendir cuentas antes de haber terminado este asunto
musit.
Stephen tena ms que sobrada experiencia con aquel tipo de golpes.
Debilitaban mucho ms que los cortes, que se cerraban limpiamente. Los morados y
los golpes ms profundos alcanzaban las capas ms internas del cuerpo y podan
llegar a daar ms all de la piel, con una hemorragia.
Adems, pens, haban obligado a Helena a pasearse como si nada le sucediera.
Dios mo! exclam Stephen.
Cicely despleg la tela de la camisola y tap a Helena, Stephen vio una sola
lgrima deslizarse por la mejilla de Cicely. Aquello fue el gesto que lo hizo decidirse.
Se puso en pie y se inclin sobre Helena, pasando un brazo bajo las rodillas y otro
por la mitad de la espalda.
Vamos dijo en voz baja. Nos vamos a marchar de este lugar.
Cicely ahog un resoplido.
No! exclam Helena repentinamente.
Stephen la levant a peso y, al sujetarla por los hombros, Helena salto un
gruido y dejo caer la cabeza hacia atrs, olvidando sus protestas.
Stephen dio unos pasos alejndose de la cama y se top con Cicely y Merriman,
que le impedan la salida, hombro con hombro delante de la puerta Merriman sac
una navaja con la hoja afilada.
No iris a ninguna parte con nuestra seora le aclar.
***
Y lo ha llamado Stephen? Ests segura?
Catherine atravesaba con la mirada a Maryanne, intentando intimidarla para
que le dijera la verdad. Que hubiera un hombre en la alcoba de Helena era increble.
Que ese hombre fuera Stephen de Dinan no era tan sorprendente despus de haber
visto el velo verde, la prenda atada al brazo de Carlisle.
Si, seora Lo dijo muy flojito, pero lo o.
Y todava esta all? Ahora mismo?
La tmida sirvienta se encogi de hombros.
Cuando me march, si estaba all Llamo a la guardia?
Catherine se mordi el labio, sin saber con certeza cmo sacar el mayor partido
de este hecho tan inesperado. Seguro que haba algn modo de sacarle provecho,
pero si llamara a la guardia nada tendra que ganar.
No, no llames a la guardia.

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TRACY COOPER-POSEY

CORAZN VENGADOR

Se acerc a su arcn personal y de dentro sac una bolsita de monedas. Se la


dej sobre la palma extendida de Maryanne.
Gracias, mi seora Maryanne hizo un torpe intento de reverenda.
Es el doble de la cantidad que acordamos. La volvi a atravesar con la
mirada. Te pago para que no le digas a nadie lo que sabes, Me entiendes?
Maryanne asinti.
S, seora.
Anda pues, vete.
Maryanne sali a toda prisa, con la bolsa de monedas escondida en el bolsillo.
Catherine se desplom sobre la silla, concentrada en sus maquinaciones Cmo
podra sacarle provecho? Seguro que haba algn modo de conseguirlo.
A quin le resultara ms til aquella informacin?
Sobre quin tendra mayor efecto?
Qu planes se arruinaran si descubrieran al amante secreto de Isobel?

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TRACY COOPER-POSEY

CORAZN VENGADOR

Captulo 15
Quin eres, en realidad? susurr Stephen mientras apartaba un mechn
del rostro de Helena.
La tendi sobre la cama otra vez, pues era evidente que sus movimientos le
estaban haciendo dao.
Merriman lanzaba juramentos, Cicely se acerc aprisa a la mesilla cerca del
fuego y empez a preparar su ungento, Helena rod hasta quedar boca abajo, con
los ojos cerrados y la piel de la cara completamente plida.
Stephen se agach al lado de la cama hasta que sus ojos quedaron a la altura de
los de ella.
Quin eres, que hasta estos extraos te protegen? Cul es tu fin, qu buscas
que te lleva a soportar semejantes humillaciones y sufrimiento?
Helena abri los ojos con lentitud. Eran de un color azul de tormenta,
empaados de agona.
Esto significa que no lo he dicho, que no me he delatado?
Tampoco yo he intentado sonsacarte la verdad.
Ella sonri dbilmente.
Fue tu honor y tu sinceridad los que me admiraron de ti aquel da. No me has
decepcionado.
Stephen no pudo evitar posar un beso en la sien de Helena, a pesar del pblico
presente.
Helena se aferr a la mano de l y la acerc a ella. Helena tena las manos
heladas, pero el cuerpo le quemaba.
T me has demostrado tu honradez en tres ocasiones, pero yo no he
conseguido devolverte esa confianza a cambio de la tuya.
Tampoco te la he pedido.
Yo te la dara de todo corazn. Me has preguntado quien soy. Quieres que te
lo diga?
Estas dispuesta a enfrentarte a las consecuencias sobre las que me advertiste
cuando te lo pregunt entonces?
Las circunstancias han cambiado. La utilidad del nombre que he usado
Isobel, est llegando a su fin. Ya es hora de que sepas la verdad.
Stephen sinti que se le aceleraba el pulso. A pesar de que conocer la verdadera
identidad de Helena poda, como ella aseguraba, representar un peligro para l,
Stephen nunca crey que fuera cierto. Entonces, por que le invada aquella
ansiedad?

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CORAZN VENGADOR

Helena se aferr con ms fuerza a las manos de l y Stephen se dio cuenta de


que no era el nico que se senta asustado, pero la voz de ella son ronca y pausada.
Mi nombre es Helena de York.
Ella lo dej que asimilara poco a poco la informacin. Al fin y al cabo, no
pareca que se hubiese alarmado en exceso.
Eres de York? Qu hay de malo en eso?
Has estado cierto tiempo alejado de la corte, verdad? Tu regreso de las
Cruzadas se retras y por eso no sabes qu significa este nombre.
Una imagen del desierto y del silbido del viento entre las dunas invadi la
mente de Stephen.
S, es cierto. Tard ms tiempo en regresar que los dems.
Ella es Lady Helena, la hija del conde de Wessex anunci Cicely. Durante
trescientos aos, nuestro seor feudal ha sido un noble sajn. Hasta hoy.
Merriman escupi en las llamas y se oy un siseo.
Entonces, sin previo aviso, Stephen recibi el impacto de las pequeas pistas y
seales que en los ltimos das haba recogido y que ahora encajaban.
Instintivamente dio un paso atrs con la mirada clavada en Helena.
Eres la hija de Wessex! exclam. El traidor, el sajn que desafi a la
Corona Dios mo!
De alguna manera, y sin ser consciente, Stephen estaba de pie delante de la
cama.
Helena, con sufridos esfuerzos, se enderez.
No omitas ninguno de los hechos, Dinan. Mi padre fue juzgado fuera de las
ordenanzas legales. Hizo un gesto con la mano sealando el fuego de la chimenea
. Durante ms de dos aos, antes de morir, vivi sin un hogar y sin casa.
ste era su hogar! Aquella afirmacin cay tambin como una pieza que se
colocaba en su sitio. sta es la razn porque la gente de aqu te defiende. Por la que
saben tu nombre. Saban quien eras cuando t no.
La verdad le pareca demasiado terrible para decirla en voz alta.
Cuando mi posicin en este castillo estaba dentro de los mrgenes de la
legalidad Helena termin la frase flemticamente.
Mi seora! musit Cicely. Era una advertencia De qu le avisaba?
Dejadla hablar le dijo Stephen. Qu podra ser ms escandaloso o
peligroso que la informacin que acaba de darme?
He prometido decirte toda la verdad y me escuchars.
Helena se desliz hasta el borde de la cama y se puso en pie, para quedar
directamente frente a l.
Stephen se acord de la primera noche, cuando se conocieron, cuando la pill
en medio de un robo. En aquella ocasin admir su coraje. Ahora tambin lo
admiraba, ms que entonces, pues saba mejor que nadie cunto costaba formular las
palabras que anunciaban una verdad incmoda. Ella haba notado su consternacin
no, peor an, su repulsin, pero a pesar de ello, le dira la verdad.

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TRACY COOPER-POSEY

CORAZN VENGADOR

Helena levant la barbilla para mirarlo directamente a los ojos.


Mi padre no fue el nico miembro de la familia que el rey declar fuera de la
ley.
T eras el otro miembro de esa familia.
No era una suposicin. Ella vena preparndolo para aquello desde el primer
momento, como si intentara amortiguar el golpe.
Helena asinti y se qued muy quieta, esperando la respuesta de Stephen. La
alta figura de Helena estaba envuelta con una tela blanca, fina y drapeada en torno a
su talle, y le pareci una reina, ms majestuosa que una soberana con su traje regio.
Stephen era incapaz de apaciguar las garras de una rabia que creca dentro de l
Primero lo atenazaron sin fuerza, pero a medida que comprenda las implicaciones lo
asaltaban con mayor rapidez.
No declaras tu inocencia, ni la de tu padre sealo framente.
No creeras mis justificaciones. No tengo pruebas.
Y el hombre al que andas buscando para vengarte?
Es el responsable del asesinato de mi padre y, de eso estoy segura, de las
acusaciones con las que lo inculparon y de las pruebas que presentaron contra l. Y
que, al final, lo condenaron.
Eres consciente de que si te descubrieran aqu y si se revelara tu identidad, te
ejecutaran sin ms?
Lo consider como un riesgo que vala la pena correr respondi Helena sin
alterarse.
Que vala la pena para qu, Elen? No hay nada que valga la pena arriesgar tu
vida. Ni la vida de nadie.
Yo he considerado que devolver el honor al nombre de mi padre vala al
menos una vida.
La tuya. Por qu? No consigo entenderlo.
La respuesta de Helena le sorprendi.
Por extraos que sean los lugares que has recorrido, Dinan, no pueden
compararse a los que he visitado yo. Una vez los hayas visto, quizs entonces
empieces a entenderlo.
Lo comprender como ellos?
Seal a Cicely y a Merriman, que los observaban sin subterfugios.
Son sajones.
Esto es lo que hay en el fondo de toda esta bsqueda, Elen? Si eres sajn o si
eres normando? Ya hace aos que esas diferencias quedaron atrs, aquella ruptura se
super.
Tal vez as sea para los normandos. Pero precisamente los normandos han
olvidado que la mayor parte de los nobles son normandos. En cambio, los
campesinos y los siervos, y los hombres libres, que habitan en las aldeas y siembran
el trigo para hacer el pan de su seor feudal, son sajones. Lo mismo que yo, soy
sajona.

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TRACY COOPER-POSEY

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Sus palabras calmadas, su respuesta imperturbable, alimentaban la ira de


Stephen.
Acaso no sabes qu has hecho? le pregunto l.
Intent avisarte, intent explicarte todo cuanto pude.
S, aquello era cierto. Las palabras de Helena le quemaban, pues l haba credo
ser ms listo que ella. Ms poderoso que ella. No haba tomado en serio sus
advertencias.
Comet el error de creer que no exista ni una posibilidad de que tu secreto
me perjudicara admiti Stephen amargamente.
Me habra quedado al margen si hubiera podido le confes en un hilo de
voz. Pero t estabas all, y no pude.
Yo tampoco pude apartarme de ti. No poda aceptar aquel pensamiento, pues
implicaba su propia culpa. En vez de calmarse, Stephen dej que su furia se
desbocara, hasta arrollarlo la culpa y la desesperada sensacin de tristeza.
Eres una sajona, despojada de su ttulo nobiliario.
S.
Y eres una forajida que vive fuera de la ley.
Helena trago saliva.
S.
Ahora mismo podra matarte y nadie cuestionara la legitimidad de mi acto
Lo sabes?
Helena asinti.
Mi alianza contigo es una traicin.
No es eso lo que significa para m.
Por lo ms sagrado, Elen, estoy desobedeciendo al rey por el mero hecho de
estar aqu, hablando contigo! No se te ocurri en algn momento que me podra
parecer censurable?
Helena baj la mirada y Stephen vio que haba encontrado el resquicio que
desmoronaba aquella armadura de rectitud.
Seor, slo pens en mi propia satisfaccin, la complacencia de poder confiar
en alguien al descargar mi conciencia y mi alma, de tener una amistad que me
colmara y con la que pudiera contar.
Has puesto en peligro mi lealtad a Ricardo!
Helena alz la cabeza.
Por esa razn, lo lamento profundamente.
La rabia que creca dentro de Stephen pareci desbordarse. Se apart
sbitamente del lado de Helena, con un deseo insaciable por derramar sangre, una
antigua urgencia por agotarse luchando contra el enemigo y abatirlo hasta dejarlo de
rodillas.
Pero su enemigo era ahora una mujer a quien no poda hacer dao, ni aunque le
estuviese apuntando con un afilado cuchillo para clavrselo hasta lo ms hondo.
Era un tormento intolerable, mucho ms de lo que Stephen poda soportar.

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Tena que buscar tiempo y espacio para pensar, del modo que fuera. No ah, donde el
peligro y los riesgos lo abrumaban, ni frente al coraje indestructible de Helena.
Stephen cogi su capa con violencia y rebusc bajo las ropas la bolsita que
siempre colgaba de su cinto. Se lo arroj a Cicely.
Toma. Le servirn para sanar las heridas. Elen sabe cmo mezclarlas. Se
dirigi entonces a Merriman. Necesito que me gues.
Enseguida, seor Merriman pareca aliviado.
Stephen se acerc a grandes zancadas hasta la puerta, pero no pudo evitar echar
una mirada hacia atrs, a Helena. Ella no dijo ni una palabra y sus ojos seguan fijos
en l. Otra vez se le present como una reina entre sus sbditos. Era su sangre sajona,
claro estaba. La realeza sajona, pura e improfanable, nacida y educada para dirigir a
aquella gente de quien ella afirmaba que Stephen no era capaz de entender.
Vamos le pidi a Merriman y se col por el pasaje.
Stephen resurgi de dentro del tnel, bajo el cielo nocturno, antes de que una
terrible posibilidad cruzara su mente. Helena haba gritado, una protesta clara,
cuando l intent llevrsela.
Significaba que no quera marchar.
No sera que, al revelarle su verdadera identidad, ella se aseguraba que
Stephen se alejara, sin poner objeciones?
Stephen estuvo a punto de dar la vuelta a su caballo para acercarse a la entrada
del viejo roble, al lado del ro, pero un residuo de rencor lo detuvo. Si aqulla haba
sido, en efecto, su intencin, Helena consigui su ansiado resultado con una
peligrosa arma la verdad. l no poda negarle el efecto de aquella verdad.
Sajona. Forajida. Sin ttulos, ni tierras, ni posesiones. Con el honor mancillado.
Acusada de traicin. Eso era todo cuanto Helena significaba para l.
Tambin era. Elen, rebosante de valor y de empeo Quin, sino alguien como
Elen, se aventurara a tanto? Incluso se arriesgaba a la horca por defender la verdad?
Pero por qu razn se haba expuesto as al peligro?

Seora, cmo habis podido arriesgaros as? la acus Cicely, espantada,


mientras Helena volva a recostarse en la cama.
Estaba cansada, en cuerpo y alma, las fuerzas la haban abandonado, ms all
de la simple debilidad de sus msculos.
l mereca saber la verdad le respondi.
Pero ahora, vuestra vida est en sus manos. Podra delataros ante el prncipe
Juan.
No lo har le asegur Helena.
Pero como lo sabis con tanta certeza?
Es un hombre de palabra No romper su promesa.
Su lealtad est enteramente dedicada al rey, se fue su mensaje Le importa
mucho ms que su propio honor.

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CORAZN VENGADOR

Helena record el contacto de los labios de Stephen sobre la palma de su mano,


el latido profundo de su corazn.
No me traicionar.
Ni tan slo por obediencia a Ricardo?
Helena se mordi el labio y apart la mirada de Cicely, pues aqulla era una
pregunta que no poda responderle.

Savaric le entreg a la mujer una copa del vino caliente y especiado que la
cocinera haba dejado encima de la mesa y se sent en la silla al lado del fuego.
Me habis interrumpido, Lady Catherine. Ahora que el servicio se ha
retirado, decidme qu es lo que queris y marchaos. Tengo otros asuntos de los que
ocuparme, aparte de los vuestros. Este da ya se est haciendo demasiado largo.
Catherine no se ofendi, ni siquiera se ruboriz ante las bruscas palabras de
Savaric. En vez de eso, lade la cabeza, dej la copa en un extremo de la mesa y se
inclin hacia l.
Quiz os interese saber, Savaric, que Lady Isobel tiene un amante secreto.
Alguien que fue invitado a visitarla en su alcoba anoche, ante vuestras propias
narices.
Savaric parpade Isobel?
Se atrevi a traer a otro hombre aqu, dentro de mi propia casa?
Su indignacin iba en aumento. Todos esos das, mientras Isobel haca caso
omiso a sus atenciones y rechazaba su proposicin de matrimonio, estaba perdiendo
el tiempo con otro?
Savaric se puso en pie sin pensarlo, con los puos a ambos lados de su cuerpo.
Pero esto es inaceptable! Bajo mi propio techo?
La boca de Catherine hizo una mueca de indiferencia.
Sentaos, Savaric, y escuchadme. No os he comunicado esta noticia solo para
contemplar cmo exhibs vuestro orgullo herido. Este tipo de demostraciones me
resultan muy poco interesantes.
Las palabras de Catherine su actitud, le impresionaron. Su orgullo herido? Su
orgullo era inmune, a todos y a todo! Y, aun as, aquella simple e insignificante mujer
osaba darle rdenes.
Catherine suspir y se frot las sienes.
Savaric, si lo deseis, tenis toda la libertad para encolerizaros, arrasar con
todo y malgastar esta valiosa informacin que os he trado. Son unas nuevas que tal
vez sabrais cmo aprovechar en vuestro beneficio si, por favor, os contuvierais y os
sentarais! estall finalmente Catherine.
Se le doblaron las rodillas y volvi a sentarse en la silla.
Savaric se qued mirando a Catherine fijamente Cmo lo haba conseguido? Le
haba dado rdenes, como si fuera un vulgar campesino y l la haba obedecido sin
ms, pues ella haba conseguido alcanzarlo en un punto preciso. Su orgullo, en

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efecto, se senta herido, por muy sorprendente que pudiera parecerle, por un aspecto
de las trivialidades humanas que nunca crey que fueran a afectarlo jams.
Estoy celoso!
Celoso del desconocido que Isobel haba escogido, ponindolo por delante de
l. Ella, una mujer que no significaba nada para l, a excepcin de los ttulos y las
tierras que aportara al lecho nupcial.
Era una revelacin ciertamente desconcertante, pero Savaric consigui
dominarse.
Hablad. Os escucho.
Gracias Catherine tom un sorbo de la copa de vino y se frot las sienes
otra vez. Tengo ms informacin que tal vez os interese, pero creo que, llegados a
este punto, lo ms razonable ser un intercambio.
Un intercambio? De qu, Lady Catherine? De informacin?
Yo tengo toda la informacin que necesito.
Quiz vos no la tengis toda. Dejadme, pues, concluir el asalto inaugural de
este intercambio con un poco de mi propia cosecha. La mujer de quien hablamos no
es en realidad Lady Isobel, slo es un nombre que ha tomado prestado.
Si, s Catherine le respondi con un gesto impaciente de su mano.
Savaric experiment otra sorpresa, por segunda vez Ella ya lo saba?
De dnde sacis la informacin, Lady Catherine?
Harais bien en cultivar la amistad de cuantos conocis en vez de concentrar
vuestros esfuerzos nicamente en aquellos de los que podis sacar mejor provecho
le replic Catherine framente. Pero la fuente de mi informacin es irrelevante.
Descartis este asunto con demasiada facilidad Significa eso que sabis
quin es ella en verdad?
Catherine se aferr otra vez a su copa de vino Savaric no pudo evitar reparar en
la carne y la piel de sus manos, que palideca fina y frgil en extremo, como las
manos de las brujas, ajadas y desdentadas que vivan en cualquier aldea del pas.
Beba con avidez, como si el vino fuera un elixir.
Estoy esperando le record Savaric en voz baja.
Pues esperad! Catherine bebi un poco ms y, luego, prosigui. Primero,
debemos llegar a un acuerdo.
Qu tenis vos que pudiera interesarme a m? insisti Savaric.
Tengo el favor de Juan.
Yo tambin lo tengo, ms incluso que vos.
S, pero si uniramos fuerzas Catherine levant la ceja.
Si ambos estamos luchando en el mismo campo, Lady Catherine, que
diablos podramos obtener juntos que no hayamos conseguido por separado?
Hay una cierta seguridad en procurar satisfacer nuestros deseos mutuos.
Levant una mano. Dejemos eso de lado por el momento. Hablemos del campo
donde los dos estamos luchando.
Adelante hablemos de eso accedi Savaric enseguida.

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CORAZN VENGADOR

Dejara que aquella mujer iniciara la conversacin con eso ella slo conseguira
revelarle su propsito ms temprano que tarde.
El prncipe Juan todava no ha sido nombrado legtimo heredero del trono.
Es slo una cuestin de tiempo.
Tal vez. Pero est Arturo, el sobrino del rey Ricardo, a quien asegura que
declarar su heredero.
Savaric sonri maliciosamente.
Vos creis de verdad que heredar el trono? Ese mozuelo? Mientras
Francia est a la espera, al otro lado de nuestras fronteras?
Inglaterra ya ha sabido defenderse sola, sin su rey, en el pasado. Pero
pasemos al tema de Francia, Ricardo est listo para derrotar a Felipe. Esto es,
tambin, slo una cuestin de tiempo.
La victoria est asegurada si antes no deja en el proceso a Inglaterra sin una
gota de sangre respondi Savaric amargamente.
Si Ricardo vence a Francia y l mismo regresa a Inglaterra para recoger la
corona en persona, se afianzar con mayor firmeza en el panorama poltico, mucho
ms que en el pasado. Se convertir en el rey ms poderoso de Europa.
Savaric sinti despertar su inters.
Vuestras palabras, seora, podran considerarse una traicin.
Catherine se removi en su silla, impaciente.
Decidme que vos no le habis dado vueltas a la misma idea. Tanto vos como
yo deseamos ver a Juan en el trono. Servir mejor a nuestros propsitos que esto
suceda cuanto antes. No podis negarme que sera muy conveniente que Ricardo
muriera en la guerra, luchando en Normanda contra Felipe.
No puedo negarlo admiti Savaric. Lo nico que se necesitara sera una
flecha perdida, sin rumbo, o un paso dado en falso.
Catherine asinti.
Entonces pensamos del mismo modo. Muy bien.
Savaric sigui con la cnica sonrisa pintada en su cara Ambos pensaban del
mismo modo? Aquella mujer no tena nada en comn con l, pero haba conseguido
despertar su curiosidad. Unas ideas tan despiadadas eran inusuales en una mujer y
su perspectiva posea una frescura inesperada que le intrigaba. Para animarla a
continuar, asinti con gravedad.
Ahora, el acuerdo prosigui ella. Os propongo que trabajemos con mayor
concierto para conseguir, en la medida de las posibilidades de cada uno, que Juan
acceda al trono.
Entonces no hay nada que hacer seal Savaric. l ser el prximo rey.
Este acontecimiento no est tan bien definido como vos lo pintis. La flecha
perdida o los pasos en falso no estn reservados nicamente a los reyes.
Le dio unos segundos a Savaric para pensar. Al final, ste respondi.
Cierto.
Y hay quienes preferiran que Juan nunca llegara a sentarse en el trono.

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Siempre hay oposicin, gente en contra de las ambiciones de un gran hombre


Savaric se encogi de hombros.
Entonces estaris de acuerdo conmigo en que siempre hace falta ser precavido
y pensar las cosas muy bien.
Le haba gustado aquella maniobra.
Ya veo por dnde vais.
As pues, hemos llegado aun acuerdo? Insisti Catherine.
Savaric se encontr sonriendo ampliamente, sin darse cuenta, esta vez con una
sorpresa absoluta Qu mujer tan divertida! Era una verdadera rareza. Vala la pena
estar de acuerdo con ella slo para poder disfrutar de su compaa ms adelante.
S, hemos llegado a un acuerdo.
Catherine se acomod en la silla.
Si os dijera quin es Isobel en realidad, vos qu me darais a cambio?
Cul es el precio de esta revelacin?
Que reaccionis de la manera que yo os indique.
Interesante.
Parece ser que tenis varios planes en marcha en distintos frentes.
Pero vos me habis asegurado vuestro apoyo replic Catherine.
Por supuesto le dijo Savaric secamente.
Catherine se reclin en el respaldo de la silla y se frot las sienes antes de vaciar
el contenido de la copa por completo.
Siento curiosidad, seora. Decidme, por qu estis intentando llegar tan lejos
y asegurar el acceso de Juan al trono?
Catherine frunci el ceo al responder.
Eso no tenis por qu saberlo.
Quiero que forme parte de nuestro acuerdo. Preferira saber cules son
vuestros motivos. Si las circunstancias cambiasen, podra encontrarme
inesperadamente falto de apoyo. Y eso, la verdad, me resultara muy poco
conveniente.
Si yo fuera un hombre, jams me acusaras de poder retractarme de mi
palabra le solt Catherine amargamente.
Es cierto. Un hombre me atravesara con la espada slo con sugerirlo. Pero vos
no sois un hombre sonri. Vamos, confesad vuestras razones.
Catherine se lami los labios.
Quiero que Juan suceda a Ricardo en el trono porque nicamente l
defender la posicin en la corte de mi nico hijo, y su herencia, hasta que sea mayor
de edad. Y Juan no lo arrastrar a una muerte casi segura en medio de guerras y
combates, tal como Ricardo ha hecho con mis otros hijos.
Pero vos sois una estratega muy efectiva, Lady Catherine! Vos misma podras
encargaros de este asunto cuando llegue el momento.
Catherine neg con la cabeza.
Me estoy muriendo Ya hace algn tiempo que lo se. No conseguir llegar al

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CORAZN VENGADOR

prximo invierno.
Savaric asinti en silencio.
De modo que lo que buscis es asegurar el futuro de vuestro hijo antes de
vuestro traspaso.
S.
Nada, aquella mujer no tena nada que ver con l! Ella recorra distancias
inalcanzables para proteger a otra persona. Ella no iba ganar nada para s misma con
todas sus negociaciones! La decepcin inund el pecho de Savaric Catherine no era
ni de lejos tan formidable como l haba credo! Su altruismo era su debilidad,
Savaric podra manipularla como a un ttere.
Muy bien, entonces. Decidme seora, quin es Isobel en realidad? Y decidme
tambin quin es su amante.
Eso no formaba parte de nuestro acuerdo.
Yo acabo de decidir que s. Queris que coopere, verdad que s?
Savaric reconoci la rfaga de penosa intuicin que atraves los ojos de
Catherine aquel acuerdo no haba sido un buen trato como ella haba imaginado.
Bueno. Mejor. Si resultaba demasiado crdula, a l le resultara muy montono.
Decdmelo repiti Savaric.

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Captulo 16
La posada hacia la que Merriman los haba dirigido estaba situada al pie de la
cortina del castillo. A travs de la mugrienta ventana, Stephen vea la parte alta del
edificio, por encima de la muralla.
Helena se alojaba all, detrs de una de las estrechas ventanas.
La posada era un lugar sucio, miserable y de mala reputacin. Los clientes que
atraa tambin lo eran mal vestidos, con la boca cerrada y con una cierta tendencia a
la pelea.
Ranulf ech un rpido vistazo al comedor antes de dejar caer la harapienta
cortina que tena la funcin de puerta, al otro extremo de la alcoba en la que el
hospedero los haba colocado.
ste es un negocio de gente poco refinada, seor.
Merriman ha empleado otras veces esta posada como lugar de reunin, pues
fue la primera que nombr ayer por la noche le record Stephen. Me pregunto
con quin se reunir en un lugar como ste.
Ranulf se encogi de hombros.
Gente que quiere pasar desapercibida, sin destacar de los que habitualmente
hay por aqu.
Si, pero quin? Dara lo que fuera por saber la respuesta. Le sirvi a
Ranulf una copa del pobre vino que les haban ofrecido. Merriman llega tarde.
Merriman vendr, seor. No rompe sus promesas con facilidad.
No hizo ninguna promesa.
Me jur que os ayudara.
Te hizo una promesa bajo juramento? Tienes un lazo bastante fuerte con ese
hombre de quien no haba odo hablar hasta ayer, Ranulf.
Ranulf examin el fondo de su copa, con la mirada fija.
No debera indagar ms, verdad?
Seor. Era una manera sutil de decrselo.
Muchas veces tus amistades y viejos conocidos nos han servido bien.
Perdname.
Ranulf sonri.
No hay nada que perdonar, seor.
La verdad, estoy un poco inquieto confes Stephen.
De eso estoy seguro, seor.
Stephen Suspir y se pas la mano por el cabello, impaciente.
Dnde estar?

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CORAZN VENGADOR

Merriman no dio seales de vida hasta que el sol se hubo ocultado y su reflejo
era una tenue luz dorada que se filtraba por la diminuta y roosa ventana. Se desliz
por detrs de la cortina, sin apenas un movimiento de la tela, y salud a Stephen con
una inclinacin de cabeza.
Seor. Se frot las manos. Ya se puede oler la nieve en camino.
Cmo se encuentra Lady Helena? inquiri Stephen, incapaz de seguir con
las formalidades habituales.
Mejor de lo que creen los dems seores. Pero an sufre.
No habrn vuelto a pegarle?
Dame Cicely ha exagerado acerca de la gravedad de sus heridas para
asegurarse de que no la toquen.
Por qu insiste en permanecer en aquel maldito lugar?
Es su hogar, seor le record Merriman con firmeza.
Ya no. No desde que el rey la despoj de sus ttulos y confisc sus
propiedades. Ahora el castillo pertenece a Lord Savaric. Qu gana ella quedndose
en la guarida de semejante personaje?
Espera recibir un mensaje.
Stephen frunci el entrecejo.
Un mensaje? De quin?
Merriman desvi la mirada.
No puedo decroslo, seor respondi secamente.
Stephen lo estudi, con la mente discurrindole a toda prisa. Sus sospechas
estaban justificadas Helena le haba revelado su verdadera identidad para alejarlo de
su lado y que la dejara sola en el castillo.
La han golpeado, le han hecho pasar hambre y quieren obligarla a casarse con
un hombre cuyo contacto le provoca nuseas, pero ella se enfrenta a todo eso
esperando la seal de un hombre misterioso Debo suponer que ese hombre la est
ayudando a encontrar al asesino de su padre?
Merriman mantena la mirada clavada en la desgastada mesa.
Tanta devocin es casi una locura musit Stephen.
Merriman reaccion ante aquel comentario levantando la cabeza.
Mi seora Helena no es ninguna loca! Ella slo quiere proveer a quienes no
pueden hacerlo por s mismos. No tenis ningn derecho a juzgarla!
Stephen levant la palma de la mano.
Tranquilo, hombre. No quera ofenderte.
Merriman se sacudi la tnica y se enderez.
Si no deseis nada ms
Slo una cosa.
S?
Quiero que vuelvas a guiarme hasta dentro del castillo, otra vez, esta noche.
No puedo arriesgarme de nuevo dijo Merriman. Ya he puesto en peligro
a mi seora.

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CORAZN VENGADOR

Su vida ya est en peligro le respondi Stephen calmadamente. Y puedes


estar seguro de que si yo he descubierto que ella no es Isobel de Bretaa, habr otros
que tambin tengan sus sospechas. Especialmente aqu, en York, con tanta gente que
est al corriente de la verdad.
Merriman sacudi la cabeza.
Es demasiado arriesgado, seor.
No te lo estoy pidiendo.
Pero, seor, por qu ibais a querer regresar a un lugar de donde tanto os
complacisteis en marchar anoche? No pareca que nuestra huida fuera lo suficiente
rpida para vos.
Stephen frunci la frente.
Ya te he permitido demasiadas libertades en tu trato conmigo, te lo advierto,
Merriman.
Ranulf intervino con un torrente de palabras en ingls, a lo que Merriman
respondi tranquilamente y acab con un gesto de resignacin. Ambos se volvieron
hacia Stephen para mirarlo, llenos de curiosidad.
Era asombroso, pero Merriman le sonrea.
Os conducir al castillo esta noche, mi seor.
Qu le has dicho? exigi Stephen.
Le dije que nadie puede rendir cuentas por las mentes enajenadas que han
sido tocadas por la locura del trovador.
Stephen neg con la cabeza. A pesar del poco tiempo que haba estado en
Inglaterra era capaz de seguir algunas conversaciones y saba a ciencia cierta que no
se haban mencionado ni trovadores, ni ninguna locura de amor haba pasado por los
labios de su sirviente.
Ranulf miente porque teme vuestro enfado si descubrierais su indiscrecin
confes Merriman.
Cul es la indiscrecin?
Ha dicho que ibais a enloquecer si no la veais. Que vos y mi seora estabais
destinados a acabar juntos, que nada importaba de qu modo intentarais alejaros el
uno del otro.
A pesar de que era una idea nueva para l, sinti hasta los huesos la verdad
evidente que contenan aquellas palabras.
No puedo negarlo.
Y vos tenis que pasar por esto? le cuestion Merriman. Lady Helena ha
escogido el camino ms difcil. Puede que no os gusten los lugares a los que conduce
ese camino.
No pueden ser lugares peores que los visitados en el pasado.
El rostro de Merriman se puso mucho ms serio.
Incluso para enfrentaros a la muerte, seor?
La muerte? La he visto muchas veces Y quin no, en estos das tan violentos
que nos ha tocado vivir?

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TRACY COOPER-POSEY

CORAZN VENGADOR

S, es verdad.
Tengo que hacerlo, Merriman.
Merriman solt una bocanada profunda.
Que sea como vos queris.

Al crepsculo, despus de que se hubieron apagado las candelas del pasillo y


de cercar al ganado en los establos, Helena se permiti unos momentos de descanso.
Haba permanecido en la mayesttica cama todo el da, dejando a Cicely revolotear a
su alrededor y quejarse de todo. Cicely menta sin ruborizarse cuando alguien
inquira sobre el estado de salud de Helena.
La seora est postrada en la cama. Y as seguir a menos que dejes de ir y
venir sin parar! le dijo a Maryanne, que, sorprendentemente, era una de las ms
interesadas.
En efecto, la mayora de las visitas eran inesperadas. En cambio, aquellos a los
que s se esperaba, no aparecieron. Haba aguardado la entrada de Catherine en la
alcoba en cualquier momento del da, pero no se produjo ningn acercamiento por su
parte.
Y la otra visita la que Helena tema ms que a nada, tampoco fue a verla.
Savaric le haba exigido aparecer en la gran sala por la noche, para declarar su deseo
absoluto de casarse con l ante la multitud reunida en el castillo. Se senta ms tensa
con cada hora que pasaba y el atardecer se acercaba, pero no hubo ninguna peticin
inaplazable para que se presentara en la sala, ni protestas ante su ausencia. Nada.
Tal vez les hubieran contado acerca de su debilidad y decidieran dejarla en paz
un da ms. Pareca la nica explicacin razonable. En consecuencia, a medida que el
castillo iba quedndose en silencio, la tensin que implacablemente atenazaba su
estmago se apacigu. Se atrevi a sentarse en la cama, preguntndose si sera
demasiado aventurado cruzar las gruesas cortinas que ocultaban la cama para pedir
algo de comer o de beber.
La medida de su recuperacin fue la intensidad de sus ganas de comer. Despus
de un da entero jugando a hacerse la invlida, Helena estaba muerta de hambre.
Estaba a punto de alcanzar las cortinas, cuando la puerta se abri de par en par,
golpe la recia pared de piedra e hizo retumbar el castillo hasta los cimientos.
Mi seor Savaric! exclam Cicely.
Helena se retir del pie de las cortinas. Al final haba venido!
Dame la candela! vocifer Savaric.
Pero, seor no debis molestarla Est enferma!
Te aseguro que no lo est tanto para no escucharme.
Esperad, entonces. Os encender una candela nueva dijo Cicely. sta ya
hace rato que est humeando demasiado.
Estaba claro que era una treta para darle un poco ms de tiempo a Helena.
Helena se mordi el labio. Savaric iba a obligarla a decrselo, en aquel lugar y

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sin ms demoras. Saba de sobra que no aparentaba estar tan enferma como Cicely
afirmaba.
Helena miro las gruesas cortinas que rodeaban la cama. Qu poda hacer? En
cualquier momento las abrira.
Piensa, se oblig a si misma. Cmo convencer a Savaric de que se encontraba
tan mal que no poda presentarse junto a l en la gran sala? Deba evitar un
enfrentamiento a toda costa, al menos durante un da ms.
Se movi ms por intuicin que por el poder de una decisin considerada a
conciencia, se levant la camisola y con los dedos se palp la espalda, sintiendo las
costras y las tiernas cicatrices de los varios cortes y rasguos. Entonces, clav las uas
con fuerza.

Savaric arranc la vela nueva de las manos de Cicely, sin prestar atencin al
bufido de dolor de la mujer al caerle una gota de grasa ardiente sobre la piel de la
mueca. Dio un par de zancadas hasta la cama y descorri las cortinas.
Seora, vos y yo tenamos un acuerdo.
La fierecilla estaba tumbada en la cama, inmvil bajo las pieles.
Savaric levant la luz un poco ms arriba, para que iluminara el rostro de Isobel.
Tena los ojos cerrados. Su palidez sorprendi a Savaric. Si no le hubieran contado la
romntica escena que haba tenido lugar en aquella alcoba la noche anterior, debera
suponer que estaba tan grave como Cicely afirmaba. Pero haba un modo de
aclararlo.
Savaric empuj a Isobel por los hombros y le dio la vuelta para examinar su
espalda.
Unos rasguos sin importancia no anularn vuestra
La ropa de Isobel estaba manchada de sangre. Sangre fresca, de heridas que no
estaban cicatrizando como caba esperar. En la sbana de abajo haba pequeas
manchas de color escarlata all donde Isobel estaba tumbada.
Por los clavos de Cristo! sise Savaric.
La dej caer otra vez sobre la cama. La cabeza de Helena se inclin sin fuerzas a
un lado y de su boca se escap un gemido de dolor. Sus ojos se entreabrieron para
mostrar una estrecha rendija de color azul y luego quedaron en blanco. Aquello era
una mala seal, Savaric lo saba.
Se qued mirndola fijamente, la frustracin y la incredulidad pugnaban cada
una por vencer. Cmo se explicaba que esa mujer agonizante hubiese entretenido a
un amante la noche pasada? Era imposible, a menos que estuviera fingiendo. Pero
nadie poda negar el bao de sangre en el que estaba sumida.
Savaric sujet la candela con la mano izquierda y se sent en la cama.
Pensabais engaarme con esta farsa?
Baj la voz para que la sirvienta no pudiera orlo y tom a Isobel por la barbilla.
Su cabeza se movi sin ofrecer resistencia y la sombra de una duda cruz su mente,

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pero no le prest atencin.


Me saldr con la ma, mujer le susurr. Puedo ser muy, muy paciente, si
hace falta. He aprendido a tener paciencia. Pero vendrs a m, en la sala principal.
Acabars anunciando tu deseo de casarte conmigo. No lo dudes ni un instante, sa es
la escena que se va a representar.
Isobel segua inmvil a excepcin del lento movimiento de su pecho al respirar.
Era la nica seal de que segua con vida Estara escuchndolo? La falta de reaccin
aviv la ira de Savaric. Se asegurara que lo escuchara!
Busc el cuello de la fina camisola y, con un movimiento veloz y decidido, tir
de la tela desde el cuello hasta el ombligo. El delicado material se rasg, mostrando la
piel, blanca y suave, tan plida que se pareca a la de l. Sus pechos eran grandes,
redondeados, con las cumbres rosceas.
Sois una belleza digna de mi cama dijo Savaric y por un instante casi crey
sus propias palabras. Ciertamente era apetecible. No pudo resistirse a la urgencia de
recorrer aquel torso con la punta de los dedos. La piel tena un tacto clido y
sorprendentemente suave. Aquella suavidad lo tentaba a seguir acaricindola, pero
apart las manos a regaadientes. Muy pronto susurr. Pronto te tendr as,
con los ojos abiertos, mirndome cuando te toco.
Savaric se sorprendi al or el temblor de su propia voz, pues la visin del
cuerpo de una mujer haca ya das que haba dejado de afectarle Pero no poda negar
que el contacto de aquella piel era muy placentero. Apart las manos y, con pesar, se
levant y se alej de los cortinajes de la cama.
Cicely revoloteaba en medio de la habitacin y se retorca las manos.
No lo retrasar ni un da ms le aclar Savaric a Cicely y le arroj la
candela. Haz que se sostenga en pie y que se presente maana al atardecer en la sala
principal o ya sabr a quin echarle las culpas de su ausencia.
S, seor balbuci la mujer.
Savaric cruz la alcoba y sali al pasillo que conduca a la segunda planta.
Aquella sala estaba reservada para los dormitorios de las mujeres. Al volver la
esquina, la otra sirvienta, Maryanne, lo esperaba, apartada de las miradas de los
dems.
Savaric sac unas monedas de su bolsa y se las entreg.
Cuando l venga a socorrerla, quiero que me avises en seguida.
S, seor. Le dedic una breve reverencia.
Savaric pas de largo, adentrndose en la clida luz de la sala, con una oleada
de pesar por las cosas que nunca seran.

Cuando la puerta se cerr por completo, Helena se atrevi a moverse. Rod


hasta el borde de la cama, juntando los jirones rotos de su camisola con una mano y
apartando las pieles que la cubran. Se levant, mirando furiosa por todas partes. En
la boca tena el amargo regusto de una arcada.

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Una palangana! le grit a Cicely con el estmago revuelto.


Cicely le empuj a Helena una tina de agua, cuyo contenido se derram por el
suelo.
Ella la prendi, se inclin y vomit dentro del recipiente.
Seora vuestra espalda! chill Cicely.
Helena la mir por encima del borde, esperando a que la ltima arcada acabase
Sinti las manos de Cicely sobre su cabello, apartndolo para examinar su espalda.
Dios bendito! musit la mujer. Hay sangre por todas partes Qu os ha
hecho?
No es culpa suya Helena se dej caer de rodillas y apart la tina, exhausta
. Pero consegu que me dejara en paz y creyera que estaba demasiado dbil para
levantarme.
Vos hicisteis esto, seora? A vos misma? El horror vibraba en la voz de
Cicely.
Helena se apart los mechones el rostro con una mano temblorosa. El fro le roa
los huesos.
Se trataba simplemente de abrir las heridas otra vez.
Pero tanta sangre!
Senta la ropa hmeda y helada, pegajosa contra la piel, a pesar del intenso y
ardiente latido en su espalda. Helena pugnaba por quitarse la ropa, hasta que Cicely
la ayud, y juntas consiguieron retirar aquella repugnante indumentaria Cicely
chasque la lengua.
Ay, mi nia! Tendr que volver a lavaros.
Helena se qued sentada en el suelo mientras Cicely se apuraba por calentar
agua y limpiarle la espalda. El contacto del agua le dola a ms no poder, Helena
saba que haba ido ms all de lo necesario, o de lo sensato, al abrirse las heridas, y
le indic a Cicely cmo deba mezclar las hierbas exticas que Stephen les haba
dejado. Cicely aplic las compresas sobre los cortes sangrantes y los sujet con un
vendaje.
Cicely sostuvo la camisola, rota y manchada.
No sirve para nada, slo para quemar en las llamas del fuego, seora.
Pues al fuego. Tampoco se me ocurre otro lugar mejor.
Helena se acerc al arcn que haba al lado de la ventana y sac el vestido de
color verde oscuro y su gonete.
Me pondr la ropa de da, por ahora. No volver a guardar cama.
Contempl las cortinas drapeadas que ocultaban la cama y sinti un escalofro.
Todava notaba las manos de Savaric sobre su piel, sus asquerosas uas rozndola
con aquel leve e irritable contacto que le provocaba arcadas de repulsin y le recorra
la columna vertebral.
Helena se visti a toda prisa.
No pensis descansar en la cama? Acaso mi seora tiene intencin de
marcharse?

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No lo s. Se pas el vestido por la cabeza e intent atarse los lazos. Aquel


movimiento brusco le causaba punzadas de dolor por toda la espalda. Debera
haber recibido noticias hace al menos un da. Robert no me tendra aqu esperando
tanto tiempo sin una buena razn.
Y qu haris ahora, seora? le pregunt Cicely.
Vendr conmigo, lejos de este lugar.
Fue la voz de Stephen la que habl.
Helena se dio la vuelta mientras Cicely soltaba un chillido, asustada Stephen
estaba de pie frente a la puerta, en medio de oscuras sombras.
Cunto hace que ests aqu? exigi Helena, con el corazn retumbando
dentro del pecho.
El tiempo suficiente para saber que no has recibido el aviso que esperabas. El
tiempo suficiente para saber que ya no puedes permitirte esperar aqu. Ha llegado la
hora de irse, Helena.
Stephen dio un paso adelante y la luz del fuego lo ilumin mientras avanzaba
con el paso gil de un guerrero hasta donde ella se encontraba.
No esperaba volver a verte susurr Helena.
Stephen se detuvo frente a ella, con el revuelo de su capa arremolinndose en
torno al vestido de Helena. Sus ojos, negros e impenetrables, la miraban fijamente.
Lo s le dijo con suavidad.
Le escocan los ojos con lgrimas que no quera verter y parpade para secarlas.
Vas a obligarme a marchar de aqu?
Quiero que ests en un lugar ms seguro, Elen. Como te promet un da, estoy
aqu porque me necesitabas.
Yo no te mand a buscar.
l apoy la mano sobre el pecho de ella, con la base descansando sobre su
corazn.
S lo hiciste, desde aqu.
Helena era incapaz de responderle, pues saba que aquello que le deca era
cierto. En su corazn, haba deseado que l viniera a buscarla.
En realidad, me alegro de que hayas venido susurr Helena.
Stephen la tom en sus brazos. Los senta fuertes y clidos a su alrededor. l le
brindaba una sensacin de proteccin que no tena medida. Siempre, cuando lo haba
necesitado, Stephen estaba all. Haca mucho tiempo que nadie se preocupaba por su
bienestar de esa manera.
Los labios de l buscaban los suyos, clidos e insistentes La sensacin de refugio
en aquel abrazo desapareci para dejar paso a una renovada corriente de placer. Se
dej sumergir en el deseo, para darse cuenta de inmediato de algo que haba
olvidado por un momento ellos compartan algo, una conexin que nadie poda
negarles. Ni Savaric, ni tan slo Juan, con las exigencias de sus planes. Haba sido una
ingenua al olvidar el poder de aquel lazo Cmo haba olvidado, aquella fuerza que
los una?

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Al final, cuando sus labios se separaron, Helena respiraba entrecortadamente y


la luz de la alcoba le pareca demasiado brillante.
Coge algunas de tus cosas. Ropa, las posesiones que tengas aqu y que
quieras llevar contigo le dijo Stephen. Y date prisa, Merriman est haciendo
guardia al lado de la entrada, pero no quiero hacerlo esperar con la puerta abierta.
Helena supo que esta vez iba a huir con l, sin disputas y sin dudas. Su futuro
estaba al lado de Stephen.
Cicely, treme mi capa de piel y el cinto y las botas de invierno.
Cicely emergi de la esquina, abri la tapa del arcn y rebusc entre los enseres.
Pero dnde estaris? Adnde iris, seor? les pregunt por encima del
hombro. Cmo sabr dnde estis?
Todava no lo s le respondi Stephen. Por ahora, tendremos suficiente si
conseguimos escapar de aqu con vida.
Yo s adnde podemos ir dijo Helena mientras se ataba el cinto a la cintura
con dos vueltas y un nudo.
Se agach para calzarse las botas y atrselas a toda prisa.
Adnde? Dnde estaris? inquiri Cicely.
Helena se enderez y mir a Stephen, preparada para una discusin.
En el gran bosque.
l la observ unos segundos con una mueca de preocupacin, asinti, y luego la
sorprendi con una sonrisa.
S, es el lugar ms apropiado para ti, verdad? Volvi a fruncir las cejas.
Pero debemos irnos ya, si me descubren aqu
Apenas haba terminado de hablar, cuando irrumpi un terrible estruendo
golpeando la puerta de la alcoba.
Abrid! En nombre del rey, abrid esta puerta!
Stephen se dio la vuelta y Helena pudo escuchar el sonido metlico al
desenvainarse una espada.
Demasiado tarde dijo l, su voz apenas era audible por culpa de los golpes
y del gritero al otro lado de la puerta.
Echo un vistazo a Helena por encima del hombro.
Hay otra salida en esta habitacin?
Ella neg con la cabeza.
Estamos en la parte situada al lado del torren. Si hubiera una salida, iramos
a parar al patio de armas.
Lo cual nos deja justo en medio del campamento de los hombres de Juan.
Mejor no.
Lady Helena! se oy un grito.
Savaric susurr Helena.
En nombre del rey, os ordeno que os pongis bajo mi custodia! Los dos, vos y
vuestro compaero.
Stephen se acerc lentamente hacia la puerta y comprob su fuerza apoyando la

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espalda.
Estn ejerciendo un peso considerable. Su tono era bajo. Aunque hayan
llamado a todos sus hombres, slo caben cuatro personas a la vez en el pasillo de
fuera. Sin contar que vayan armados. Se acerc a Helena y la tom de la mano, con
una expresin distante, como si sus pensamientos estuvieran a miles de kilmetros
de distancia. Tendremos que salir a luchar, Elen.
T puedes entregarte le dijo. No has hecho nada malo aparte de
coquetear con una doncella. Puedes pedir el perdn del rey, decirle que no sabas
quin era yo en realidad.
Silencio le dijo Stephen dulcemente descansando su mano sobre la mejilla
de ella. Crees que podra quedarme mirando cmo te arrestan, sin hacer nada?
Neg con la cabeza. No, Elen. Me temo que estamos juntos en esto.
Helena empu su cuchillo.
Entonces, estoy lista.
Stephen se detuvo para posar un nico beso sobre los labios de ella, clido,
profundo y con una promesa implcita. A pesar de que sus palabras eran serias y
an ms lo era su expresin, a Helena le pareci ver un fulgor de felicidad en los
ojos de l. Stephen dio un paso atrs, se desat la capa y se enfund el brazo
izquierdo con sta.
Un escudo eventual, pens.
Stephen clav los ojos en los de ella.
Lista?
Helena cogi la oscura capa que Cicely le entregaba y se la ech encima de la
espalda. Tambin le dio un abultado fardo de piel.
Tomad esto, seora. Os servir cuando ms falta os haga.
Helena le hizo un gesto de agradecimiento y se pas la tira por encima del
pecho. Mir a Stephen.
Estoy preparada minti, pues en realidad la haba invadido un miedo
sbito que amenazaba con robarle todas sus fuerzas.
Los golpes de la puerta se intensificaron. Era un sonido aterrador, sobre todo si
pensaba que unos hombres furiosos y armados intentaban arrestarla.
Stephen debi de leer el verdadero miedo en su rostro porque la cogi por en
brazo y le dijo:
El miedo es mucho mayor al principio, ahora, antes de empezar.
Ya lo s respondi Helena.
l levant una ceja.
S, ya imaginaba que lo sabas. Hizo un gesto hacia la puerta. Yo me
apoyar contra la puerta y la mantendr cerrada. T, levanta la barra y aprtate, para
que ests lejos del acceso cuando se abra Lo comprendes?
Helena asinti, se acerc a la barra, preparada para levantarla en el preciso
momento en que Stephen se lo indicara. l apuntal la espalda contra la madera.
Ahora le dijo secamente.

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Helena levant la pieza de metal y dio un salto hacia atrs, a sabiendas de que
la rapidez era crucial en un momento como aqul. Cuando ella se alej, Stephen dej
de presionar y levant la espada, en el preciso momento en que los hombres armados
irrumpan en la habitacin como un torbellino, con sonoros gritos y rugidos,
dispuestos a iniciar la lucha.

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Captulo 17
Como espectadora en la distancia, la nica perspectiva de Catherine era un
enjambre de espaldas cubiertas por capas. Entre unos caballeros y otros, tambin se
divisaban fugazmente las correas de piel y los marcos de madera que armaban los
escudos Haba una docena de hombres que bloqueaban el pasillo por completo.
A pesar de la limitada visin, Catherine adivin cundo se abri la puerta de la
alcoba, pues los caballeros se abalanzaron en pelotn como un nico cuerpo en
movimiento. De la parte frontal procedan los gritos, que rebosaban intensidad en
medio de la pelea, y el ruido de las espadas chocando entre ellas y contra los
escudos.
Detrs de Catherine, las mujeres se arrinconaron en un extremo de la sala del
dormitorio, sollozantes.
Catherine intent vislumbrar algo por encima de las cabezas de los caballeros.
Vio las puntas de lanzas balancendose como rboles desnudos, pero era todo cuanto
distingua. Aquello la sacaba de quicio, que los planes que tan cuidadosamente haba
ido desarrollando los hubieran conducido a esa situacin. Adems, no podra tomar
parte en la escena final.
Frustrada, Catherine dejo de fijar la mirada y se dedic a aguzar el odo. Se
pudo escuchar un grito alarmante que proceda de dentro de la alcoba, tan
horripilante que le provoc un sobresalto, y, luego, el eco de las dems mujeres en el
dormitorio.
La sirvienta mayor, Cicely, sin duda.
Contra al menos veinte hombres armados, su marido, e incluso Lord Savaric
con su escudo y su espada, la pareja fugitiva no tena una sola oportunidad de
escapar. No la sorprenda, sin embargo, que hubiesen decidido luchar hasta el ltimo
momento, en vez de rendirse sin ms.
Tan segura como estaba, la recorri un glido escalofro al comprobar que los
caballeros volvan atrs los pasos avanzados a lo largo del pasillo. Estaban
retrocediendo!
No, no poda ser! Aquello era increble! Stephen no posea ms energa que
doce hombres juntos, imposible.
Catherine se acord de la fra habitacin en la cima del torren, mientras Isobel,
tendida en el suelo con la espalda despellejada, se senta demasiado dbil para
alzarse. Hubo un momento en que Catherine le dio un breve descanso a su brazo
para recuperar el aliento. Durante unos segundos sinti la mirada de Isobel. Ya no
brillaba desafiante, si es que alguna vez hubo desafo. Quiz por primera vez,

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Catherine reconoci la fuerza que resida en el interior de aquella mujer una


voluntad silenciosa e implacable.
Catherine comprendi que no conseguira nada golpendola de aquel modo.
Por tanto, Isobel tampoco se encogera ante unos hombres armados. Y el hombre que
hubiese escogido como amante deba tener su misma fuerza de espritu.
Los guerreros se dispersaron al final del pasillo y hacia dentro del dormitorio,
cediendo ante el ataque violento de Dinan y, por primera vez, Catherine vislumbr
algo. La imagen que vio iba a quedarle grabada en la mente hasta el resto de sus das,
pues era lo ms espectacular y ms espantoso que jams hubiese visto.
Stephen de Dinan, el Barn Negro, avanzaba ganando espacio a lo largo del
pasillo. Su capa negra estaba destrozada. Se haba enrollado parte de la capa
alrededor del antebrazo izquierdo, cuya tela estaba tambin hecha jirones que se
movan, agitndose en el aire a medida que proyectaba el brazo para defenderse de
las hojas cortantes. Haba un profundo corte en la manga de la tnica y se vea la
sangre debajo. No llevaba cota de malla, pues lo haba pillado desprevenido, la
cabeza estaba desprotegida, sin yelmo, y fue entonces cuando Catherine pudo ver la
cara de aquel hombre en medio de la lucha. Los ojos brillantes estaban entrecerrados
y su rostro no reflejaba ninguna expresin, pues Dinan no poda permitirse ni tan
slo el lujo de expresar algo. Esquivaba la mayora de los golpes con la espada,
protegiendo en la medida de lo posible su brazo izquierdo. Las insistentes estocadas,
que intentaban atacarlo por el costado, las bloqueaba inmediatamente con el brazo
revestido de terciopelo.
A medida que Stephen se acerc hasta donde Catherine se hallaba, de pie contra
la fra piedra, sta comprendi el porqu de la defensa.
Isobel iba siguiendo los pasos detrs de Stephen No se sujetaba a l, pero lo
usaba como escudo. Su espalda se protega pegada contra la de l y se mova al
mismo paso de Stephen, sin detenerse. Blanda su cuchillo aquella larga hoja que
Catherine siempre pens que era un complemento muy extrao para que una mujer
lo usara en la mesa, y lo sostena a lo alto, como un hombre dispuesto a luchar.
Lo ms asombroso era que la joven estaba luchando de verdad! Catherine se
qued con la mirada clavada mientras Isobel coga con la mano izquierda la mueca
de alguien que se acercaba a ella y por unos instantes se descubri la espalda para
lanzar una arremetida contra aquel expuesto antebrazo La parte trasera del vestido
de Isobel estaba manchada con motas oscuras. Catherine comprendi que se trataba
de sangre! A pesar de las heridas infligidas, Isobel sala del castillo a golpe de
cuchillo.
El caballero cay al suelo, tocado, e Isobel regres al escudo de la espalda de
Dinan.
La implacable voluntad, que Catherine haba entrevisto haca un par de das en
la torre, se mostraba ahora de un modo evidente ante todos. En medio de las cejas de
la joven se marcaba una profunda arruga, que indicaba la agona de su dolor, pero
aparte de esa marca, el rostro de Isobel era una mscara en blanco, y sus ojos, tan

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fieros como los de Dinan.


Qu terrible error hemos cometido! Catherine se dio cuenta enseguida.
Dinan!
Un rugido provena de la puerta de la alcoba. Hacindose paso a toda costa en
medio de los resueltos caballeros, Percival avanzaba a toda prisa, sosteniendo la
espada por encima de su cabeza. Su sien y la mitad de su rostro estaban cubiertos de
sangre y aquella imagen le daba un aire demente.
El miedo atenaz a Catherine.
No! chill, pero su voz se perdi en el barullo de armas y gritos de los
hombres en el calor de la lucha.
Catherine contempl, sintindose pesada como si su cuerpo fuera de plomo, la
mirada de Isobel que se fijaba en Percival. La joven se volvi y advirti a su
compaero de armas.
Stephen, detrs!
Los dos giraron sobre s mismos, como si fueran dos danzantes entorno al palo
de mayo, y Stephen qued de cara para defenderse del peligroso ataque de Percival.
No susurr Catherine cuando Percival salt sobre Dinan, pues saba de
sobra que su marido no podra acometer contra aquel hombre desesperado.
Catherine contempl, sin voz, cmo las espadas chocaron y quedaron cruzadas
cerca de las empuaduras, por un momento, los dos quedaron cara a cara.
Entonces, Dinan cambi el peso y mand a Percival contra la pared, hasta que
recuper el equilibrio y volvi a embestirlo. Esta vez su espada no se cruz con la de
Dinan, sino que con su pecho detuvo el ataque de la espada de Stephen. Se qued
rgido al sentir el metal que atravesaba su cuerpo.
Dinan retir la espada y los dos fugitivos se dieron la vuelta, sin dejar de
avanzar por el corredor, mientras iban dejando un rastro de hombre muertos o
heridos. Despus, pasaron al lado de Catherine sin mirarla.
Catherine se arrastr hasta el cuerpo inerte de su marido, se arrodill a su lado
y apoy dulcemente la cabeza de l en su regazo. Derram unas lgrimas amargas,
pero la mayor parte se las guard, quedaron atrapadas dentro de la fra y endurecida
coraza de su pecho.
La pelea alcanz el dormitorio y las mujeres se pusieron a chillar a pleno
pulmn.
No los dejis llegar a la escalera! vocifer alguien.
Demasiado tarde!
Y, sbitamente, el tumulto de la lucha se desvaneci. Haban conseguido llegar
a la escalera.
Catherine se qued junto a su marido mientras recogan a los muertos y
ayudaban a levantarse a los heridos. Saba que deba considerar el futuro de su nico
descendiente, pero no poda, pues la pesada carga de la culpa no la dejaba pensar con
claridad.
El tiempo pasaba sin darse cuenta.

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CORAZN VENGADOR

Un escudo ensangrentado cay a su lado, en el suelo. Entonces. Catherine alz


la mirada Savaric estaba de pie frente a ella. Tena un corte encima del ojo,
sangrando, y le manchaba de rojo escarlata la tnica clara.
Un caballero se acerc corriendo, con las espuelas repicando sobre los tablones
de madera. Hizo un breve saludo y habl.
Seor, se han escapado por las mazmorras Haba un hombre esperndolos
all. Uno de los vuestros, al que llaman Merriman.
Savaric asinti.
Haba odo rumores acerca de una ruta de evasin que conduca hasta el ro.
Buscad la salida al otro lado. Rastreadlos.
El caballero baj la mirada.
Mi seor, es imposible.
Por qu?
Seor, ha empezado a nevar. Pronto, sus rastros quedarn ocultos.
Mientras Savaric consideraba esas malas noticias, uno de los pajes con librea de
Juan se apresuraba por el pasillo.
Mi seor, su alteza, el duque, reclama vuestra presencia y una explicacin de
inmediato.
Ahh Savaric solt el aire lentamente, luego, mir abajo hacia Catherine.
Por qu os aferris a l, seora? Est muerto.
Ha muerto por mi culpa. Yo tengo la culpa susurr Catherine.
Eso que os llena la boca es el sabor de un error, madame. Savaric empuj el
cuerpo de Percival con la punta de su bota. Es el precio que habis pagado por
jugar al ajedrez con piezas de carne y hueso.

Al final del pasaje, Ranulf lo esperaba pacientemente, como una silueta negra en
medio de las dems sombras que rodeaban aquel rbol seco. Stephen se permiti un
suspiro de alivio al verlo all. A lo largo del pasaje, mientras lo atravesaban, se
preguntaba si Savaric se anticipara y si ira en aquella direccin a esperar que
salieran.
Pero slo Ranulf les dio la bienvenida. Stephen observ que su capucha estaba
cubierta por una finsima capa de nieve.
Seor musit Ranulf adelantndose para tomar la mano de Helena y
ayudarla a subir al terrapln de piedra, donde haba atado los caballos.
Ella se recogi las faldas con la otra mano y se levant, ligera, pero enseguida se
detuvo con una mueca de dolor en la cara, deslizando la mano al lado de la cadera.
Despus, continu movindose sin emitir ningn otro sonido.
Elen. Un guerrero con el aspecto de una mujer. Stephen record el absoluto
estupor que sinti al darse cuenta de que Elen estaba realmente luchando, abatiendo
a los caballeros que iban detrs de ellos. Era como un segundo escudo. Habran
logrado alcanzar su codiciado resguardo si ella no hubiera resultado ser una guerrera

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TRACY COOPER-POSEY

CORAZN VENGADOR

tan diestra?
Seor.
Merriman le llam la atencin y Stephen se oblig a considerar los temas ms
urgentes que tenan entre manos Ms tarde, a solas, se permitira el lujo de darle
vueltas a las enigmticas acciones de Elen, pues eran un misterio que lo mantena en
vela.
Ranulf los esperaba mientras sujetaba los caballos ensillados.
Cuatro? inquiri Stephen.
Seor Merriman se dirigi a l, os ruego que me permitis acompaaros.
Ranulf se inclinaba para ayudar a Elen a montar en la silla.
Debe venir con nosotros, seor. Ya no es seguro que se quede.
Elen tom las riendas, con una punzada de dolor, y las solt de inmediato
Stephen se acerc y la cogi por la cintura para que quedara cmodamente sentada
sobre la montura. A pesar del extremo cuidado, ella reprimi otra bocanada y se
dibuj el sufrimiento en su cara. Asinti a modo de agradecimiento y sujet las
riendas.
Stephen se dio la vuelta y examin las dos formas oscuras que tena delante de
l. La nieve sobre la capucha de Ranulf irradiaba una extraa luz, a pesar de que era
negra noche y ni tan slo la luna brillaba. Ranulf mir a Merriman. Aquel aparente
acuerdo entre ambos no dejaba de extraarle.
Qu significa este hombre para ti? le pregunt a Ranulf.
Mi seor? respondi Ranulf sin expresin.
Quin es? Este hombre me ha prestado un servicio impagable sin una razn
aparente.
Merriman neg con la cabeza.
Es algo que no os incumbe, seor.
Detrs de m, vienen los hombres de Savaric y delante, tengo el inmenso
bosque. Quisiera saber con quin voy a cabalgar hacia un futuro tan incierto.
Ranulf se aclar la garganta.
Seor, Merriman es mi hermano.
La ira de Stephen sucumbi.
Tu hermano? repiti, atnito.
Merriman mont sobre uno de los dos caballos que quedaban.
Pero no dejis que esta relacin os afecte, seor aadi. Lo que he hecho,
lo que har, es por lealtad a Lady Helena.
Con un saludo silencioso, Merriman espole al caballo y se puso en marcha.
Elen se cogi con fuerza a las riendas y volvi la vista hacia el cielo nocturno, a
los copos de nieve, suaves y grandes, que caan pesadamente.
Vamos, debemos continuar, o nuestro rastro no habr quedado cubierto
cuando los hombres de Juan lleguen aqu.
Instig a su caballo a ir tras Merriman y dej a Stephen y a Ranulf atrs, para
que los siguieran.

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El viaje se convirti en una carrera para adentrarse en el gran bosque. Stephen


accedi a que Elen los guiara, pues conoca aquella regin mucho mejor que l. Los
dirigi sin dudar a travs de la fra noche. En vez de penetrar inmediatamente en la
arboleda, cabalgaron por una senda hasta unas millas ms hacia arriba. All
localizaron el acceso que Elen conoca, donde haba menos posibilidades que alguien
pudiera ser testigo de su entrada en el gran bosque.
Pasada la medianoche a juzgar por la posicin de las estrellas en el
firmamento, se introdujeron en la espesura, bajo la negrura destilada de sus ramas.
Elen continu avanzando, ms y ms adentro, con un destino muy concreto en su
mente, que slo ella saba.
Tres horas ms tarde, Stephen se sent, caliente y reconfortado, frente a un
vivificante fuego que Elen haba encendido. Ella le inspeccion el brazo y le cosi el
corte con un poco de hilo y una aguja que sac del fardo que Cicely le haba puesto
en las manos antes de escapar del castillo de York. Merriman y Ranulf se convirtieron
en un par de sombras deformadas sobre el suelo cubierto de musgo y hojarasca, al
otro lado de la hoguera, enseguida se durmieron.
Stephen se haba quedado embelesado por la espesa oscuridad del cabello de
Helena, con el resplandor que la luz del fuego le daba al inclinar la cabeza mientras
comprobaba su trabajo y, luego, cortaba el hilo sobrante con los dientes. Volvi a
reconsiderar de qu manera, tan hbil y competente, Elen los haba llevado a buen
recaudo y cmo haba encendido el fuego, sin que le importara lo ms mnimo las
condiciones del entorno, ni la incipiente humedad ni la hora de la noche.
Elen se enderez, cruz su mirada con la de l un segundo y despus la desvi.
Crees que la herida necesitar un emplaste? le pregunt con los ojos fijos
en su regazo.
Stephen la tom de la barbilla y levant su rostro.
Qu te pasa? pregunto. Por que apartas la mirada?
Los divinos ojos de Elen se clavaron en l, mientras tomaba una bocanada de
aire Tal vez para darse valor?
Seor.
Me llamaste Stephen hace nada.
Elen suspir.
Stephen, aparto la mirada porque los remordimientos me obligan a hacerlo
No estaras aqu si no fuera por mi culpa.
Ya te las ingeniaste una vez para alejarme de tu lado. Si he regresado, ha sido
por propia voluntad. Ella abri los ojos y Stephen dijo que s con la cabeza. Si,
Elen, crees que no me di cuenta del momento que escogas para revelarme tu
verdadera identidad?
Baj la mirada otra vez, pero slo un breve instante. Levant la barbilla y
Stephen descubri que los ojos de ella estaban anegados por las lgrimas.
Habras regresado de haber sabido que te traera a este bosque?
Lo habra hecho? Stephen arrug la frente, pues sus palabras eran un eco de las

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CORAZN VENGADOR

que Merriman pronunci en la posada Merriman le previno que Elen recorra un


tortuoso camino y l haba hecho caso omiso a su advertencia. Lo mismo que no
haba escuchado a Elen cuando le aseguraba que si supiera su identidad autntica
podra ponerlo en una situacin verdaderamente problemtica.
Parece ser que estoy condenado a sufrir las consecuencias de mis propios
juicios, Elen, y no de los tuyos.
Las palabras de Stephen no parecieron tranquilizarla. Al contrario, las lgrimas
rodaron por sus mejillas. Una profunda preocupacin embarg a Stephen. Acerc la
mano hacia Elen, pero ella se apart levantando la suya a modo de barrera y agitando
la cabeza. Las lgrimas salieron volando sobre su regazo antes de hablar.
La verdad, prefiero imaginarte en el lugar donde te corresponde estar, en el
sitio que t escogeras si pudieras tener esa opcin. Te enorgulleces de tu tierra, de tu
castillo. Eso dice mucho sobre ti.
Stephen se qued mirndola.
Elen, me desconciertas, te lo prometo Qu significa?
No te das cuenta, verdad? susurr ella. Ahora eres un forajido, Stephen.
Todo cuanto te perteneca ha dejado de ser tuyo. Al cabalgar a mi lado has
renunciado a todo.
Era una verdad que le golpeaba con contundencia, pues Elen tena razn l no
haba previsto a aquellas terribles consecuencias. Stephen dej que la certeza de sus
palabras se extendiera por completo, saborendola, explorando sus profundidades.
Elen se distanci un poco ms, asintiendo.
S, ahora te das cuenta, verdad? le confirm con tristeza.
Un forajido. l, Stephen de Dinan, estaba fuera de la ley. Ni el mismsimo
Ricardo, en lo ms alto del volcn de su furia, lo haba amenazado con semejante
destino, un destino que Elen le haba brindado sin pedrselo.
Elen segua mirndolo, mientras las lgrimas rodaban por su cara.
Deseaba poder tomarla en sus brazos, abrazarla y darle buenas razones para
olvidar su tristeza, pero no poda.
Se puso en pie y se alej de la hoguera. Tambin se alej de Elen, que se qued
quieta en medio de aquella soledad.

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CORAZN VENGADOR

PARTE III
El gran bosque

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CORAZN VENGADOR

Captulo 18
Savaric estaba en la aspillera contemplando cmo la sombra procesin
encabezada por Lady Catherine Fitzwarren abandonaba York. En medio del squito
iba la carreta que transportaba el cuerpo de Percival en un fretro construido a toda
prisa.
Savaric reprimi una sonrisa de satisfaccin, pues de nada servira revelar que
la muerte de Fitzwarren era una tragedia de lo ms conveniente en todo aquel
srdido asunto. Al menos quedaba libre de la influencia impredecible de Catherine.
No conseguira involucrarlo en ningn otro de sus malvolos planes mientras
estuviera enclaustrada tras las recias paredes del castillo de Worcester, llorando a su
marido.
Juan apareci a su lado y mir detenidamente por encima del hombro de
Savaric.
Buen viaje musit antes de darse la vuelta y acercarse a la mesa donde
Savaric haba desplegado un mapa de la zona.
Savaric se plant al otro lado de la mesa, y Juan, con la frente marcada por las
arrugas, se dirigi a l.
Explcamelo otra vez le pidi.
Savaric seal el bosque.
Estarn por aqu, en alguna parte. Los cuatro. No hemos hallado ningn
rastro, pero es el sitio donde su padre la escondi cuando Ricardo los expuls de
aqu.
Juan lanz a Savaric una mirada cargada de irritacin.
S, y dime, cunto tiempo pensabas esperar para decirme que era la
descastada hija de Wessex, eh?
Savaric gir el mapa con destreza para que Juan tuviera mejor perspectiva y se
centrara otra vez en el dibujo.
He hablado con los campesinos de la regin. Hay una banda de hombres en el
bosque, bsicamente formada por ladrones, asesinos y bandidos de distinta calaa,
encabezados por
S, s, ya he odo hablar de esos fugitivos. Los alguaciles no paran de exigirme
que haga una redada. Bien, si Isobel si Helena se ha dirigido al bosque, ya debe de
haberlos encontrado. Si ha topado con esa gente, habr tenido una muerte rpida.
Las arrugas se hicieron ms profundas. O una muerte lenta que no le deseo.
Una irritacin impaciente invadi a Savaric, pero respir profundamente para
reprimirla.

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Majestad, ha quedado de sobra demostrado que ella es un miembro activo de


ese grupo. Dudo muchsimo que la muerte haya sido su final. Dejad que algunos de
mis hombres salgan a darles caza.
No hars tal cosa le dijo Juan despticamente. Me oyes, Savaric? No
hagas nada. Ni digas nada. Es una orden.
Seor?
Me interesa mucho ms saber por qu Lady Helena ha vivido con el nombre
de Isobel durante ms de un ao.
La irritacin volvi a ahogar a Savaric, que estall.
Por qu deseis descubrir sus motivos, alteza?
Es obvio que buscaba algo. Nadie se arriesga tanto como ella para pasar el
rato. Quiero saber qu buscaba antes de tomar una decisin. Juan se enderez,
tom la copa y el mapa se pleg, enrollndose con un golpe seco. No, Savaric,
quiero que, por el momento, la dejes en paz.
La irritacin de Savaric se transform en glida rabia. Pareca que Juan no iba a
colaborar de ningn modo en su cacera. Lo intent por ltima vez.
Seor, cmo vais a descubrir sus motivos mientras est oculta en el bosque?
Juan sonri.
Eso djalo en mis manos.

Los planes ms inmediatos de Helena requeran todo el valor que ella era capaz
de reunir. No se trataba de eludir al enemigo ni de obtener alguna informacin
reveladora. Su vida no corra ningn riesgo ni haba ningn seor feudal que fuera
tras su pellejo.
Simplemente intentaba ayudar a un hombre.
Helena levant la mirada y se fij en Stephen, al otro lado de la hoguera. Estaba
sentado bajo un rbol, apartado del resto del grupo de los hombres de Robert, que
pasaban la velada entretenidos. Alguien haba sacado un tambor y una flauta, y los
mejores msicos del grupo, tocando las animadas tonadas, consiguieron que todos
marcaran el ritmo con los pies. Todos menos Stephen.
Helena revolvi las brasas cercanas con un palo, con la mente ocupada en sus
cavilaciones. Haca tres das que Robert los haba encontrado, y cuatro desde que
haban huido de York. Desde aquel momento, Stephen se convirti en un ser
silencioso y remoto, como un fantasma, abstrado en los mrgenes del campamento,
sin sentir deseos de charlar con nadie, ni tan slo con ella.
Coma lo suficiente para no pasar hambre y cada bocado que pasaba por su
boca pareca una cucharada de caldo repugnante y pestilente.
Ella haba intentado hablar con l. Solo una vez. Le bast para comprender que
no poda ayudarlo de esa manera, pues las respuestas de Stephen fueron
educadamente fras y superficiales.
Helena suspir y se mir las manos, preguntndose cmo podra ayudarlo

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ahora que lo senta tan lejos de ella, ms que nunca. Pas las palmas abiertas de sus
manos sobre la tosca lana, mal teida, del vestido que le haban prestado. La textura
del material le rascaba las palmas y las puntas de los dedos. Enfoc la vista en el
entramado el tejido y, con la boca entreabierta, se le ocurri una idea Funcionara?
Su corazn lata aprisa, con un latido sonoro provocado por la emocin y tal vez
con una parte importante de temor. Una vez pusiera su plan en accin, ya no habra
vuelta atrs.
Helena volvi a contemplar la negra figura, inmvil bajo las sombras que la
luna pintaba a los pies del rbol. El silencio y la quietud de Stephen la pusieron en
accin. Se levant, con una agilidad renovada, y se encamin, ligera, a la cueva donde
viva la banda de Robert durante lo ms crudo del invierno.

Stephen observaba a Elen. Ahora, se levantaba y se alejaba del fuego. Vio el


imperceptible tirn cuando intentaba apartar la tela de los cortes de su espalda Ni tan
siquiera ella se daba cuenta de aquel movimiento involuntario, ni de la frecuencia con
que lo repeta a lo largo de los das. A menudo se olvidaba de sus heridas y se
incorporaba, o se doblaba con demasiada brusquedad, y tena que parar de repente,
hasta que la punzada de dolor pasara y poder continuar sin hacer ningn
comentario, y as olvidar la agona tan rpidamente como pudiera. Durante el ltimo
da, Stephen haba notado que se quedaba parada con menor frecuencia. Se estaba
curando, por fin.
Juguete con la rama que tena en las manos y fingi no tener fro. Dej que sus
pensamientos viajaran hasta el tema que haba apartado de su mente durante los tres
ltimos das.
Cuando Stephen se haba dado cuenta de que Helena estaba realmente
luchando detrs de l aqul fue el principio de su desorientacin, ya lo haba
decidido. Porque, despus de aquello, cada cosa que vena sucediendo era ms y ms
enigmtica, extraa hasta dejarle la sensacin de que el mundo estaba del revs.
Elen pronto se haba hecho cargo del grupo. Lo haba llevado al bosque y
montado un campamento con extrema soltura, y con una facilidad y una prctica que
lo desconcertaron. Le haba cosido el brazo con el cuidado desinteresado del ms
experimentado de los compaeros de batalla.
A la maana siguiente despellej un conejo sin hacer ascos y haban
desayunado la primera comida caliente de aquellas ltimas y largas horas. Si tenan
en cuenta que ahora eran forajidos en bsqueda y captura, aqullas fueron unas
habilidades cuyo descubrimiento fue bien recibido, a pesar de no haber contado con
ello. Aquel calificativo de forajida no pareca afectar a Elen. Se comportaba como si la
situacin fuera de lo ms normal como si se alojara cmodamente en la sala de su
propio castillo.
Despus de comer, se adentraron ms en la arboleda, hacia el sur Elen insisti
en que anduvieran al lado de los caballos en vez de cabalgarlos. Daba la impresin de

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que tena un buen motivo para insistir en que caminaran, pues se pasaba muchos
ratos con la cabeza baja, escuchando atentamente.
Era casi el medioda cuando levant la cabeza de golpe y oje a su alrededor
con la mirada sorprendida y una expresin de alegra. Levant una mano para que el
grupo se detuviera en seco y grit:
Soy yo, Helena! No traigo enemigos!
El bosque le respondi con silencio. Stephen se qued mirndola, atnito De
verdad esperaba que los rboles contestaran a aquel anuncio gritado a viva voz?
De repente, por todos lados aparecieron docenas de hombres cubiertos con
ropas harapientas y armados hasta los dientes, casi todos apuntaban con sus largos y
curvados arcos largos. Un tipo alto y delgado, con el pelo rizado y negro de un gitano
le sonrea, mostrando sus blancos dientes tras la espesa barba, baj su arco y se echo
a rer.
Bienhallada seis, Helena!
Ella sonri.
Robert!
El cruz rpidamente el espacio que los separaba mientras los hombres a su
alrededor bajaban los arcos y envainaban las espadas.
Sois ciertamente bienvenida, Helena murmur al tomarle la mano e
inclinarse con la grcil reverencia de un perfecto cortesano.
El saludo y el beso que plant en las manos de Helena fueron otra de las
sorpresas de Stephen. Era obvio que se conocan, pero quien era ese Robert?
A lo largo de los tres das siguientes, Stephen descubri con excesivo detalle
quin era Robert. Result ser el cabecilla de aquella banda de ladrones, cuya misin
en la vida era muy sencilla ayudar a los pobres y desamparados.
Lo ms increble era que todos admiraban a Helena con un pasmoso respeto.
Stephen tard un tiempo en comprender aquel tipo de aprecio, pues era un cierto
grado de admiracin informal y sin demostrar inters. Pero enseguida vio las seales
indiscutibles de la fascinacin que ejerca.
El clan de Robert los acogi en su campamento de invierno, en una cueva
enorme y espaciosa enclavada en un valle cubierto de densa vegetacin. Al poco de
su llegada, Elen desapareci y regres al cabo de un rato vestida con un sencillo
atavo de tejido tosco, una tnica corta de color negro y el cabello recogido en un par
de trenzas La rpida transformacin le brind una ronda de aplausos de quienes
estaban cerca, que ella acept con una ligera reverencia.
Por si aquellas revelaciones prodigiosas no fueran suficientes, ms tarde, aquel
mismo da, Robert organiz un pequeo grupo de hombres para ir de cacera e
incluy a Helena La invit de la manera ms natural, entregndole uno de los
grandes arcos y un carcaj para las flechas, como si siempre le hubiesen pertenecido.
Helena se volvi en redondo hacia l.
Vendrs con nosotros, Stephen? le pregunt apaciblemente.
l buscaba una respuesta mientras intentaba dejar a un lado la confusin que le

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provocaba aquella situacin sin sentido.


Qu te pasa? le pregunt ella con el rostro ensombrecido por la
preocupacin.
Tu ropa. Te han brindado honores por dejar de lado tu estamento social.
Elen abri la boca y se le desorbitaron los ojos, pero neg con la cabeza.
No, lo has interpretado mal le dijo enseguida.
El cabecilla, Robert, se acerc a ellos apoyando las manos en lo alto de su arco.
Hay algn problema, Helena?
Ella apret los labios como si estuviera intentando tomar una decisin.
Robert, permite que te presente a Stephen, seor de Northumbria, conde de
Dinan.
Robert se incorpor y le dedic una inclinacin formal, con la punta del arco
tocando un profundo surco en la tierra detrs de el.
Saludos, Dinan. Es todo un placer, os lo aseguro.
Elen se volvi hacia Stephen.
Stephen, deja que te presente a Robert, conde de Loxley.
La sorpresa de Stephen no tena medida.
Conde? solt sin poder contenerse, examinando otra vez a aquel extrao
con pinta de bribn y con el pelo alborotado, que pareca ms un trovador errante
que un opulento conde.
Robert le dedic una amplia sonrisa.
Conde replic en un tono serio.
Se volvi hacia Helena, le gui un ojo y se march, bromeando alegremente
con los rufianes que componan su banda.
Robin! Nos vamos ya? se oy una llamada al otro lado del claro Robert
hizo un gesto de asentimiento para responder a la invocacin.
Robin Hood? exhal Stephen. Loxley es Robin Hood?
Elen parpade.
Ya s que es un nombre un poco pintoresco, pero la reputacin que lo
precede, se la ha ganado a pulso.
Stephen crea haber llegado al lmite de sus asombrosos descubrimientos, pero
aun le faltaba la guinda final.
Incapaz de dejar a Elen sola en medio del grupo de cazadores, los sigui a la
cola y fue testigo de cmo la joven atrapaba a su presa usando un arco grande, que
era casi tan alto como ella.
El conejo haba sido desahuciado de su madriguera por los batidores y se haba
lanzado a correr entre los rboles, huyendo por salvarla vida, mientras los hombres
de Robert y Elen se quedaban ah de pie, discutiendo sobre quin iba a disparar a una
presa insignificante y con tan escaso valor como aqulla.
Adems, ninguno de vosotros sera capaz de alcanzar a la pobre criatura con
una flecha! declar Robert con los brazos cruzados.
Una protesta sonora irrumpi despus de semejante declaracin, pero nadie

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hizo el menor gesto para preparar el arma, a excepcin de Elen, que puso la flecha en
la muesca del arco.
Stephen saba poco acerca del arco largo ingls. Los haba probado en un par de
ocasiones, nicamente por curiosidad, pues era un arma que los hombres a caballo
no podan emplear con comodidad La fuerza que haca falta para tensarlo le haba
sorprendido, pero el poder de su disparo era innegable. Vio cmo Elen se colocaba,
mirando de lado, levantando el arco y tirando de la cuerda al mismo tiempo. Era
obvio que haba practicado aquel movimiento muchas veces. Cuando la punta de la
flecha estuvo apuntando en la direccin precisa, la cuerda estaba tensa, al lmite, lista
para disparar. Ella localiz al conejo, a una distancia considerable, mientras iba
apareciendo y desapareciendo por entre los rboles. Su abrigo blanco de invierno era
como un emblema que atraa cualquier mirada.
A su alrededor, la banda no se mantuvo en silencio, sino que la animaban. Por
un momento, Elen se quedo inmvil, una mujer alta, vestida con su tnica negra y
andrajosa, con las trenzas a medio deshacer y el cuerpo tenso por la fuerza del arco.
De repente, solt la flecha y atraves el aire, veloz y precisa hasta alcanzar su
objetivo. Dando tumbos, el conejo desfalleci.
Se pudo escuchar un murmullo de satisfaccin entre los hombres. El ms joven
de ellos se apresur a recuperar la presa.
Robert se ech a rer.
Olvidaba que volvemos a tener a Helena entre nosotros! declar ante las
risas burlonas de los dems, antes de proseguir la caza, con los batidores
avanzndoles unos pasos por delante.
Aquella misma noche, reunidos alrededor del fuego donde asaban la captura
del da, Helena y Robert estaban sentados con las cabezas muy juntas, hablando muy
concentrados y con una expresin adusta. No se trataba de ningn juego, ni haba
bromas ni coqueteo. Tampoco estuvieron mucho rato, pues los dems interrumpan
constantemente a Robert y al final abandonaron la conversacin. Elen se qued cerca
del fuego.
Levant la mirada buscando a Stephen, pero l se haba retrado entre las
sombras, no estaba preparado para hablar con aquella mujer a quien no conoca.
Necesitaba ms tiempo para pensar en las cosas que haba visto y aprendido en los
ltimos das.
Pero an pasaron un par de das ms mientras l sigui intentando asimilar los
cambios de las circunstancias y el comportamiento de esta nueva Helena. Cada da
traa nuevas revelaciones. Ninguna era tan importante ni tan decisiva, ni
desconcertante como en el primer da, pero, aun as, eran hechos que marcaban la
diferencia.
Hasta que, al final, se sent bajo un rbol, fingiendo no sentir el fro, mientras
los hombres y las mujeres danzaban al rededor de la hoguera con el ritmo de una
msica animada. El estatus de forajidos de aquella gente no pareca afectarlos del
mismo modo que lo afectaba a el. A diferencia de Stephen, no se aferraban a las cosas

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a las que haban renunciado. Tal vez porque poseyeron poco, pero Loxley acaso
no se arrepenta de nada? Y Helena?
Los danzantes en torno al fuego se quedaron parados y las cabezas se volvieron
hacia la entrada del claro, por el camino que llevaba a las cuevas. En medio del
sendero haba una silueta de pie, y cuando la msica se detuvo, la figura se acerc.
Los detalles se hicieron ms ntidos a medida que se aproximaba a la luz del claro.
Era Helena, pero era la Helena que Stephen recordaba. Se qued sin aliento y
con el corazn desbocado. Se haba puesto el mismo vestido que aquella vez en el ro.
Qu le haba dicho entonces? Antes, siempre iba de verde. Pero aquel verde nada tena
que ver con el camuflaje. La tela era de un verde fastuoso que brillaba bajo la luz del
fuego, con bordados brillantes en las mangas y en el cuello. Su melena estaba
recogida con las dos tpicas trenzas de las damas normandas y tambin llevaba el
velo, el delicado velo de color verde que l haba guardado en secreto para lucirlo
como prenda en el torneo.
Ella volva a ser la dama de la corte normanda que conoci por primera vez.
Stephen se aclar la garganta al mismo tiempo que enderezaba la espalda. Le
pareca como si alguien lo agarrara por el cuello, con el corazn retumbando dentro
del pecho.
Helena se detuvo cerca de la luz del fuego y se volvi hacia Robert para
dedicarle una reverencia. l inclin la cabeza a modo de saludo oficial, la misma
salutacin aristocrtica que le haba ofrecido a Stephen cuando fueron presentados,
pero esta vez pareca un gesto ms apropiado al hacerlo ante una dama de aquella
categora.
La gente de su alrededor solt algunas risillas y permanecieron en silencio otra
vez, a la expectativa.
Helena se gir hacia Stephen con el suave vuelo de la falda al apartarla de
delante de sus pies. Ella lo mir a los ojos y el corazn de Stephen dio un vuelco
incontrolado.
Helena se recogi la falda y dio unos pasos, firmes y sin dilacin, hacia el rbol
donde Stephen se hallaba sentado. La gente se alborot, lanzando gritos de sorpresa
mezclada con satisfaccin cuando comprendi hacia donde se diriga ella.
Al llegar a su lado, Helena hizo otra reverencia.
Seor musit incorporndose, seris tan amable de caminar conmigo?
Stephen solt una bocanada entrecortada.
Helena.
Por favor, Stephen le dijo en voz baja, ofrecindole la mano.
l le habra dicho que no de no ser por un pequeo detalle que advirti vio
cmo ella tragaba saliva convulsivamente, y se sorprendi al adivinar que estaba
nerviosa, pasaba miedo con aquella demostracin. Desde el momento en que
escaparon de York, ella nunca haba parecido temer nada.
El miedo era algo que Stephen entenda muy bien. Haba vuelto a descubrir su
sabor durante los ltimos das.

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Stephen tom la mano de Helena y se acerc un poco al levantarse. Se pudo


escuchar un murmullo unnime de aprobacin de quienes estaban en torno a la
hoguera. La msica volvi a empezar y se dedicaron al ritmo y al entretenimiento
dejndolos a solas, en una privacidad que ni una habitacin cerrada con llave les
proporcionara.
Ella tena la mano fra. Stephen la sujeto unos segundos, intentando calentarla.
Adnde quieres que vayamos? le pregunt l.
Un poquito ms all le indic ella.
Helena lo dirigi a travs de los rboles que rodeaban el contorno del claro.
Me parece que en el bosque ests como en casa. Ya me lo dijiste, verdad?
Viv con estas personas ms de un ao. Mi padre me trajo aqu cuando la
nobleza y la corte lo repudiaron.
Y eso cundo fue? Y por qu?
Helena suspir profundamente.
No se muy bien por qu pas Has odo hablar de la muerte de Hugh le
Puissant, el jefe de justicia del rey?
Stephen asinti.
Muri har dos aos, cuando se diriga de Inglaterra a Run, a ver al rey.
Stephen se acord de las implicaciones que le haba contado Hubert Walter en
Oxford que haban asesinado a Le Pulssant.
Tu padre estuvo implicado en la muerte de Hugh?
Helena neg con la cabeza.
Mi padre siempre fue leal a Ricardo, lo mismo que t. Era, adems un gran
amigo de Hugh, estaban de acuerdo en muchos aspectos. Opinaban lo mismo acerca
de la inacabable campaa de Ricardo en el continente. Los dos trabajaban hombro
con hombro para mantener al pas unido durante la ausencia de Ricardo. Mi padre se
alegr mucho cuando nombraron a Hugh le Puissant como jefe de justicia del rey.
Ambos saban que era la posicin ideal para que Hugh pudiera continuar con el
trabajo de ambos.
Y, entonces Stephen la incit a seguir. Cmo se explica que un hombre
de la talla de tu padre, que era tan leal a Ricardo, acabara convertido en un forajido?
Y t eres el que cree que la lealtad a Ricardo significa una proteccin
garantizada? Su tono era de pura indignacin. No eres t el que dice ser amigo
de Ricardo?
S respondi con la rabia a flor de piel. Cmo le haca semejante pregunta?
Y acaso no te has convertido ahora en un forajido?
La rabia de Stephen se disip por arte de magia.
Ya veo dnde quieres ir a parar. Cuando quieres, sabes dejarlo claro contina.
Helena respir profundamente, hinchando el pecho, cuya blanca piel destac
bajo la incierta luz de la luna.
Mi padre me protegi al negarse a transmitirme la informacin que Hugh y l
compartan. Pero yo tena las orejas muy abiertas. Descubr que investigaban los actos

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de ciertos barones del reino. Actos de traicin. Un da fatdico, en el ao 1195, un


mensajero de Hugh llego a York, con la ropa salpicada de barro, montado en un
caballo sudoroso, ambos extenuados por la carrera. Haba cabalgado sin parar para
transmitirle a mi padre una informacin de vital importancia. Por desgracia, lleg a
York en un da de mercado, vestido con los flameantes colores de Durham, y todos
los siervos y campesinos lo vieron entrar en el castillo.
Stephen entrevea hacia dnde se encaminaba el relato de Helena.
La llegada del mensajero involucr a tu padre en las supuestas
maquinaciones de Hugh.
Hugh ya haba partido hacia Run para entregarle al rey una informacin, la
misma que le trajeron a mi padre a travs del emisario. Deba de ser un testimonio
valiossimo, la prueba que necesitaban, puesto que slo una prueba consistente de
verdad habra decidido a Hugh a abandonar su seoro, en medio de una tormenta y
arriesgndose a cruzar el canal en pleno invierno.
Pero una travesa tan aventurada y con tanto peligro debi de servir slo para
alertar a sus enemigos Stephen frunci el ceo. Por qu no mand a otros en vez
de ir l mismo? Un simple mensajero no habra levantado tanta sospecha.
Despus de un tiempo, he llegado a la conclusin de que Hugh crey que la
situacin era demasiado crtica para delegarla en un representante, que se hubiese
podido echar atrs a medio camino, o a quien alguien habra podido detener.
La rapidez se compra con una bolsa bien repleta de monedas declar
Stephen con un gesto de incomprensin.
Pero no garantizaba que cuando llegara, lo recibiran y lo escucharan de
buena gana prosigui Helena. Lo sabes de sobra, Stephen, cmo recibe las malas
noticias y como se las toma Ricardo. Un mero enviado no hubiera garantizado que el
rey tuviera en cuenta aquella informacin con la atencin que mereca Hugh, como
gran amigo de Ricardo, quiso transmitirle l mismo sus descubrimientos.
Stephen reflexion unos instantes.
T has tenido muchos meses para darle vueltas a este asunto accedi.
Has tenido tiempo de sobra para especular por qu cada uno de ellos hizo lo que
hizo. Termina tu relato.
Hugh muri de camino a Ruan. A pesar de que el rey no quera admitirlo,
muchos hablaron de envenenamiento. Mi padre recibi la noticia de su muerte. Por lo
que dicen, fue larga y dolorosa.
No era una cuestin que se pudiera dejar abandonada al azar, no si tu padre
era poseedor de la misma informacin, conoca las mismas pruebas que Hugh iba a
presentar.
Y eso, mi padre, lo saba. Tuvo miedo. Por primera vez en mi vida, vi cmo el
valor de mi padre flaqueaba. Se convirti en un hombre posedo por la desconfianza,
pasaba noche y da buscando al hombre que asesin a Hugh. Quera encontrar a ese
hombre antes de que llegara el momento en que iran a por l Helena dej caer la
mirada. Pero no lo consigui.

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TRACY COOPER-POSEY

CORAZN VENGADOR

Qu sucedi? la instig Stephen.


El rey recibi una carta que un mensajero annimo de claraba haber
interceptado en el viaje a Francia. La carta estaba escrita, en principio, por mi padre, y
dirigida a uno de los cortesanos de confianza del rey Felipe de Francia. Estaba llena
de sugerencias veladas, insinuaba que se podra llegar a un acuerdo de paz si se
eliminaban ciertas figuras clave de la corte inglesa.
Stephen sacudi la cabeza, entre incrdulo y admirado.
A menudo, sta es una maniobra muy sutil y daina. No hay ninguna
acusacin patente de traicin, no se menciona ningn nombre, pero s las palabras
justas para hacerle creer a Ricardo que l es el objetivo Helena, en todo este tiempo
que te has movido con el nombre de Isobel, no has conseguido ver esa carta?
No, pero habl con el paje que estaba de servicio la noche que fue entregada.
Era un muchacho muy joven, ingls, que no hablaba una palabra de francs, pero con
muy buen odo. Pudo repetirme algunos de los sonidos que escuch y yo junt las
piezas. Haba, adems, otros barones ingleses en la sala, que usaron el sajn para que
el rey no pudiera entender sus conversaciones. Era una carta sin mcula, la perfecta
imitacin de la letra de mi padre. Ricardo la quem aquella misma noche, y anunci
que la vida de mi padre estaba bajo captura. Mand a los barones de la sala a una
redada a muerte, con rdenes que le sirvieran la cabeza de mi padre en bandeja.
Ricardo siempre ha temido ms que a nada a los enemigos invisibles. Aquella
amenaza implcita de su propia vida debi de dejar a un lado la amistad que le una a
tu padre. Actu con rapidez y de un modo muy predecible. Era la reaccin con la que
el enemigo contaba concluy Stephen. De modo que tu padre huy al gran
bosque en vez de enfrentarse a la sentencia.
Mi padre y yo, pues nunca me habra dejado a manos de otros que me
guardaran. As yo tambin me convert en una forajida Me un a los criminales.
Pero eres inocente?
Helena se detuvo al lado de un inmenso y viejo roble y se apoy, con la espalda
reclinada sobre la spera corteza.
Entonces, s era inocente. Pero ahora, no voy a mentirte, Stephen, me he
ganado mi reputacin. No tuve otra opcin. No la tuvimos, ninguno de nosotros.
Y has robado?
S.
Y tambin has matado?
La luz de la luna invadi el hueco entre las ramas y Helena qued baada en su
resplandor. Una sombra cruz su rostro.
No, no he matado confes con un hilo de voz. An no ha habido
necesidad de hacerlo.
An no. Las palabras quedaron flotando entre los dos, sin ser pronunciadas.
Stephen se reclin en otro de los recios robles, donde poda examinar a Helena.
Ya musit l.
El silencio se extendi entre los dos, denso, y por un espacio de tiempo que

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pareca inacabable Stephen se acord de la ltima vez que Helena se puso aquel
vestido cerca del ro, en Oxford, aquel da que l le cur el brazo. Recordaba cmo le
haba desatado los lazos.
La tensin se ci con ms fuerza en la base de su espalda Ella se daba cuenta
de lo que le provocaba hoy, al ponerse aquel vestido? S, decidi que Helena s lo
saba. Entonces, se acord de otra cosa de aquel da, que pareca haber ocurrido haca
siglos. Reconoci haber llegado a la conclusin de que Helena esperaba a que l
decidiera el destino de ambos, que fuera l quien acabara tomando la iniciativa No
era acaso lo que estaba esperando ahora?
Ella lo miraba, con el pecho hinchndose, respirando a toda prisa, su blanca piel
iluminada bajo la luz de la luna.
Est esperando. La idea pas por la mente de Stephen, pero por mucho que
deseara cruzar la breve distancia que haba entre ellos, pasar las manos por la
estrecha cintura y posar sus labios sobre la delicada piel, no poda.
Cuntame cosas de cuando estuviste en aquel lugar lejano le pidi Helena
. De la arena.
Del desierto musit l.
S, del desierto Cmo fue que acabaste all?
Poda contrselo? S, decidi que ya haba llegado el momento. Stephen tom
aire lentamente.
Me capturaron los sarracenos y me tomaron como esclavo empez.
l pudo or claramente cmo Helena aguantaba la respiracin aunque en su
cara no se alterara la expresin.
Cmo? Por qu? le pregunt ella.
Durante los das de lucha, poco a poco me volv ms confiado, menos
cuidadoso. Nos derrotaron. Ricardo negoci una tregua, pero apenas alcanzamos las
puertas de la Ciudad Santa. Nos bamos replegando, intentbamos alcanzar los
barcos mientras nos asaltaban constantemente Stephen titube un instante.
Hacia tiempo que haba perdido la costumbre de hablar de aquellos tiempos
procurando no ofender a odos delicados.
Se trata de Elen, se record para sus adentros. Elen, su feroz luchadora. Ella
saba de qu le hablaba.
Los das en que la lucha era ms dura, Ricardo se vea amenazado a todas
horas por unos hombres a quienes los sarracenos llamaban nazares, asesinos Has
odo hablar de ellos?
Helena neg con la cabeza.
Esos asesinos eran hombres que trabajaban solos. Se acercaban a sus presas,
ocultos tras un disfraz de gente de la calle, o quiz de vagabundos. Cuando estaban
lo ms cerca posible, se abalanzaban sobre las vctimas inesperadamente y las
mataban.
Sin dar el alto, ni avisar?
Era lo ms frecuente. Vio la frente fruncida de ella y dese poder borrar

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aquellas marcas con sus manos. En parte, sa debi de ser la razn por la que la
falsa carta de tu padre tanto enfureci a Ricardo. Haca aos que viva bajo la
amenaza constante de los nazares, temiendo una muerte sbita. No es precisamente
una carga que se haga ms llevadera con los aos.
El hombre que escribi la carta deba de conocer el temor de Ricardo a los
asesinos musulmanes concluy Melena.
Seguro que s. Lo ha hecho danzar al son de su flauta.
Esos nazares te capturaron a ti?
Ricardo me pidi que los estudiara, analizara sus movimientos para intentar
protegerlo, pues l se haba convertido en el blanco principal. Yo pas das
aprendiendo ms y ms sobre ellos porque crea que la misin ms valiosa era
proteger la vida del rey.
S, era valiosa le reafirm Helena.
Fue una tarea que me condujo por caminos inesperados y extraos, dentro
mismo de las casas y las poblaciones del enemigo. l cambi incmodamente.
Nunca le haba hablado a nadie de aquel episodio y le costaba revelarlo. Al lder de
los nazares debi de molestarle mi presencia porque orden mi captura cuando yo
bajara la guardia, igual que con todas sus victimas, pero en vez de matarme, se
propusieron ensearme ms de lo que yo quera saber acerca de sus gentes.
Te hicieron su esclavo?
Se aclar la garganta, incapaz de contestar.
S. Me llevaron lejos de la Ciudad Santa, hacia el este, hacia una tierra
desojada, lo ms desolada que jams cre posible.
Los desiertos que me describiste.
As aprend a sobrevivir en aquel lugar, porque me obligaron a vivir como
ellos, a seguir sus costumbres Stephen se detuvo Podra contarle el resto?
Helena detect sus dudas y lo anim a continuar.
Te dejaron marchar?
Al cabo de tres aos, al menos eso es lo que logr calcular, escap.
Cmo?
Mat a un hombre. Cerr los ojos con el recuerdo claro de aquel da, ntido
en su mente, el olor de miedo y de sangre, tan real como aquel mismo instante. No
fue una lucha limpia, honorable, como en el campo de batalla, Elen. Lo ataqu por la
espalda, al estilo de los nazares, con las tcticas usadas contra ellos.
Helena se qued callada unos segundos y luego le habl.
Hiciste lo que tuviste que hacer. Yo tambin he estado en esa situacin.
En contra de todas sus expectativas, Helena lo comprenda! Stephen inspir
profundamente.
Anduve todo el camino de vuelta hasta la Ciudad Santa y atraves el desierto
del que te he hablado. Tard muchos das, y la mayora del tiempo estaba seguro de
que no sobrevivira.
Pero sobreviviste.

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Lo consegu slo porque me haba convertido en una de las criaturas que


habitaban aquel lugar. Me un a sus filas.
No te entiendo.
Los imit. Los animales saben cmo mantenerse hidratados. Descansan
durante el da y se mueven de noche, beben agua de donde sea. Y comen siempre que
pueden. Y, si hiciera falta, se beban la sangre de sus presas para calmar la sed.
Helena se cubri la boca con la mano.
Y t?
S dijo Stephen secamente, incapaz de negarle aquel ltimo retazo de
verdad. Cuando supe que no seguira vivo otro da a menos que lo hiciera.
Haba pasado un da entero antes de que Stephen se decidiera a cometer una
accin tan atroz, el valor pugnando contra la debilidad de su espritu, cuya voz
complaciente le susurraba al odo que lo ms fcil sera dejarse llevar por la muerte.
Incluso ahora, en el presente, poda or la cantinela seductora de la muerte.
Helena se movi, con el cuello rgido.
Muchos hombres hubieran preferido morir antes que cometer un acto tan
desesperado Por qu lo hiciste?
Stephen hizo una mueca extraa.
Por Ricardo dijo adustamente. Saba que me necesitaba. Tantos
caballeros haban sucumbido a manos de los sarracenos!
Stephen.
l se enderezo, con la espalda muy recta.
Encontr un barco que iba con destino a Espaa y zarp como polizn. Una
vez en el puerto, segu hasta la Bretaa, trabajando para ganarme la comida all
donde poda. Finalmente, encontr a gente que me conoca y que me llev a Dinan.
Recib las noticias de que Ricardo haba sido capturado y que pedan un rescate.
Luego supe que lo haban liberado y que se encontraba en Inglaterra, recaudando
dinero para luchar contra los franceses.
Fuiste a buscarlo se aventur Helena.
S, como un estpido corr a su lado, a Inglaterra, pero no para luchar.
Ah, no?
Stephen exhal un gemido de lo ms profundo de su pecho.
El desierto me hizo ver las cosas desde una perspectiva distinta. Ricardo ya
estaba empezando a recibir crticas por llevar al pas a la guerra tan pronto, despus
de las Cruzadas, que haban dejado secas las arcas del reino. Yo fui a verlo cre que
podra decirle lo que pensaba y que l me comprendera.
Y no lo hizo dijo Helena llanamente.
Le vino a la memoria el momento en que Ricardo le dio la espalda. El rey arroj
todo lo que haba sobre la mesa bandejas, copas y mapas, con un rugido de rabia
y los ojos rebosantes de furia.
Te atreves a sugerir que Inglaterra se aparte de Felipe, como un perro
apaleado? Y simplemente abandonar a su suerte todas las tierras que los franceses

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nos han arrebatado?.


No, no entendi nada Stephen le reafirm a Helena su intuicin. Comet
el error de presentarle mis argumentos en trminos normales, los que un hombre
entendera, pero no los que entendera un rey.
Cules eran esos trminos?
Le expliqu lo intil que era la venganza, que sera su ruina.
Helena aguant la respiracin y Stephen asinti.
S, ahora comprendes por qu me enfad tanto al descubrir tus motivos.
Le dijiste la verdad de la que t tanto me hablabas. sa es la razn por la que
has perdido el favor de Ricardo? Por decirle la verdad cuando no quera escucharla?
Ricardo me reclam una suma de dinero que, segn l, yo le deba. Era mi
parte del rescate que haban necesitado para liberarlo de las rejas del emperador. A
pesar de que ya haca muchos meses que lo haban liberado, quera que yo pusiera mi
parte en los cofres de la Corona. Aadido al scutage, que pagaban los nobles por no
haberse unido a sus filas en la guerra contra los franceses.
T no quisiste luchar?
l no me lo pidi.
Y qu hiciste luego que le ha molestado de tal manera desde entonces?
Me negu a darle el dinero que me exiga Stephen se encogi de hombros
. Mi insensatez fue en aumento, Helena. Lo nico que quera era evitar darle mi
apoyo a Ricardo en una empresa que yo consideraba intil, y que todava hoy me
parece una verdadera locura. Pero Ricardo prefiri interpretarlo como un insulto a la
Corona. Yo deb haber visto lo importante que era para l. Durante las Cruzadas,
estaba ms que obsesionado, nada se interpondra en su camino. Su obsesivo deseo
de venganza contra Felipe era una especie de fiebre, la misma que durante las
Cruzadas, pero no lo supe ver, pues en espritu, yo aun vagaba por el desierto, donde
los enredos de los hombres son un mero capricho.
As que es cierto, le dijiste la verdad tal como la veas y te castig por ello.
Ah lo tienes, Helena. Una historia que nadie haba escuchado de mi boca
hasta hoy, ni tan slo Ricardo habla de ello.
Helena sinti un escalofro y l vio el temblor en medio de la escasa luz de la
luna. La siguiente pregunta le sorprendi:
Y tu espritu, todava vaga por el desierto, Stephen?
l le respondi con sinceridad.
Despus de recibir la furia de Ricardo, ya no. No ha sido as durante mucho
tiempo. Pero contigo s, entonces he podido llegar all otra vez.
Helena se irgui para acercarse a Stephen mientras se quitaba el velo. La fina
tela verde ondeaba entre sus dedos cuando se qued de pie delante de l. La luna
iluminaba lo suficiente para que Stephen viera el pulso de ella, palpitando en su
cuello, trmulo. Se fij en sus labios, cmo los humedeca.
Lentamente, Helena se dio la vuelta, de espaldas a l y se apart las trenzas.
Me desatas los lazos?

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Stephen dej de respirar y su corazn, por un instante, tambin se detuvo.


Aquellas simples palabras retumbaron dentro de l con la fuerza de un caballo a
pleno galope. En su mente, viaj hasta el da en que se buscaron en el ro. Ella haba
repetido a propsito las palabras que le dijo en aquella ocasin.
Con el aliento entrecortado, Stephen busc las puntas de los lazos en la parte de
arriba del vestido. l tambin estaba temblando y la tensin que senta en la espalda
se le propag por todo el cuerpo. Con un mpetu feroz.
Esta vez no pudo evitar el contacto con la piel de Helena porque en sus manos
no haba la delicadeza de aquel da. Desat los lazos y los afloj pasando los dedos
entre la tela y la piel, sintiendo el calor de Helena y su fascinante suavidad.
Finalmente, el vestido se afloj lo suficiente para que Helena pudiera sacar los
brazos, pero Stephen no poda soltarla. Poso las manos sobre la espalda de ella y
luego recorri con los dedos los hombros y el escote. La abertura del vestido se afloj
y l desliz la mano bajo la tela, exponiendo los hombros de ella. Bajo la tenue luz, la
piel resplandeca y Stephen no pudo resistirse a la urgencia de tocarla con los labios y
besarla. Su boca recorri el cuello hasta la garganta, saborendola. Oy el gemido de
Helena. Aquel breve sonido reverberaba dentro de l, avivando el torbellino de deseo
que creca en su interior.
Las manos de Stephen se movieron hacia abajo, hasta acunar los pechos de
Helena y sentir los pezones calientes y erguidos contra sus dedos. Helena se arque
contra l, su cuerpo se balanceaba con un gemido de apetito.
Era una provocacin inaguantable. Stephen cerr los ojos, controlando la
urgencia que lo consumira totalmente si le daba rienda suelta.
Aqu no, Elen susurr l con la voz ronca. Sinti que Helena tragaba saliva
y respiraba antes de hablar:
En la caverna. Tengo all mi lugar slo para m.
l no necesitaba que le dijera ms. Apart las manos, la tom en brazos y se
dirigi all.

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Captulo 19
La caverna donde vivan los seguidores de Robin durante el invierno tena una
forma un tanto extraa, con protuberancias y hendiduras que se adentraban al fondo,
ms all de lo que nadie se atreva a explorar. Las reas ms oscuras y fras quedaban
ocultas tras los gruesos tejidos y las pieles que colgaban de las aberturas. La parte
ocupada de la caverna se mantena siempre caliente gracias a los fuegos que ardan a
todas horas.
Helena ya haca tiempo que se haba adueado de un hueco irregular en la
pared, que haba convertido en una alcoba privada con los ricos colores de la tela que
cubra el techo. Era un tejido que Robert le haba trado como regalo, despus de una
incursin fortuita en una de las carretas que pasaron cerca de aquel lugar.
La misma ropa envolva las rugosas paredes dentro de aquel espacio con la
forma de un tendal. Estaba guarnecida con un camastro, un pequeo arcn, que
contena sus posesiones, una candela y un trozo de pedernal.
Uno de los fuegos que caldeaban aquel espacio arda con grandes llamas,
brillaba con intensidad fuera del pequeo espacio y el agradable aire caliente se
colaba por la tela. Aquella misma hoguera separaba a Helena de sus vecinos ms
cercanos.
Helena condujo a Stephen hasta el interior de su cubculo, guindolo con
indicaciones precisas, pues se haba negado a dejarla andar. Los habitantes de la
cueva, aquellos quienes no se hallaban sentados fuera junto a Robert, los vieron pasar
hacia el acceso de la caverna, pero no dijeron nada, y apartaron la vista enseguida.
Eran gente que saba que era mejor ocuparse de los propios asuntos.
Helena sujet a un lado la tela que tena la funcin de cortina y Stephen se
agach para pasar por la baja abertura y entrar en su espacio privado Se qued
parado en medio de la estancia y dej a Helena en el suelo, mirando a su alrededor.
Qu lujo tan inesperado! exclam en voz baja.
Ella se alis el terciopelo del vestido, extraa e insegura de repente
Comprendera Stephen que aquello era totalmente nuevo para ella? Su vestido an
quedaba holgado por la parte de los hombros y las mangas amenazaban escurrirse
por sus brazos. Con la mano apoyada sobre el escote, Helena se sujetaba el vestido
modestamente.
Elen.
Las manos de Stephen descansaron sobre los hombros desnudos de ella y
Helena levant la vista para poder mirarlo de frente. Su capa y su negra vestimenta lo
haban convertido en una sombra oscura, pero en el rostro de l ley las mismas

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emociones que vio aquel da en el ro.


La recorri un escalofro. Tena un miedo inmenso, estaba aterrorizada, pues se
adentraba en un terreno por completo desconocido. Intentaba confiar en sus instintos
y recordar los consejos pasados, cuchicheados a media voz, para que guiaran sus
pasos.
Helena apoy la mano libre sobre el corazn de Stephen para sentir su latido
sobre su palma. l cubri la mano de ella con la suya. Luego, la tom y bes la
sensible piel interior, calentndola con su tibio aliento.
Elen.
Nadie ms que t le susurr ella.
Los ojos de l se cruzaron con los de ella y la mir fijamente, buscando la
confirmacin de aquella promesa susurrada.
Ni tan slo te conozco. Sus palabras se debatan con la expresin de su
mirada.
Claro que me conoces Helena liber un brazo del vestido, estaba desnudo,
no llevaba ningn brial ni gonete debajo Helena le mostr su brazo para que viera la
cicatriz de color rosa plido que atravesaba la carne. Soy la persona cuyo brazo
vendaste a la orilla del ro, en Oxford. La que viniste a buscar a York.
Los dedos de l rozaron la herida cerrada. Ella vio cmo respiraba
agitadamente.
Elen, yo soy el que est perdido ahora. Los dos estamos fuera.
Es una libertad que pronto aprenders a disfrutar le asegur.
Stephen abri los ojos, sorprendido.
Libertad?
S, libertad. Aqu podrs hacer cuanto desees, ser quien quieras ser. No debes
rendir cuentas a nadie.
Libertad. Pronunci la palabra como si la masticara, paladendola. Como
en el desierto.
Helena entendi la comparacin.
S, como en el desierto.
Le acun la mejilla con la mano, acaricindole el pmulo con el pulgar.
T no estars perdido mientras yo est aqu.
Stephen cogi la mano de Helena y volvi a besarla. Luego, se inclin para
besarle la cicatriz del brazo, mientras su negro cabello cosquilleaba los hombros de
Helena y le recorran escalofros de placer por la espalda. La boca de l se entretuvo
en el trozo de piel expuesta en el escote, que se descubra bajo la tela del vestido
Helena sinti su aliento en la parte alta de su pecho y cerr los ojos, presintiendo el
contacto de sus labios en aquella zona. Involuntariamente, dej de sujetar el vestido y
cay un poco ms abajo antes de poder cazarlo al vuelo.
Los labios de Stephen atraparon la boca de ella con un beso candente. Acerc su
cuerpo a las curvas de Helena y sta solt la ropa de terciopelo.
La boca de Stephen trazaba un recorrido abrasador por la mejilla y la

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mandbula, hacia la garganta de Helena, cuya cabeza se inclin atrs, exhalando un


gemido involuntario.
Se pudo escuchar el rumor de una tela y, de repente, algo cay al suelo
tocndole los tobillos La capa y la tnica de Stephen.
Stephen le pas las manos por el brazo que an estaba cubierto y Helena retir
la manga. l se apart y ella sujet el vestido de terciopelo verde antes de que cayera
al suelo y revelara por completo su cuerpo desnudo. Sinti una repentina timidez. El
miedo a lo desconocido haba regresado, enorme y amenazante.
Stephen se dio cuenta de su pavor y se acerc a ella, acaricindole los labios
para confortarla.
No te voy a hacer dao musit. Siente mis movimientos, Elen, vers que
no te dar dolor. No tiene nada que ver con el dolor. La bes. Acaso te duele
esto?
No balbuci ella.
l baj la cabeza hasta el escote de Helena, donde se iniciaba la curva de sus
pechos, besndolos, ella sinti una descarga de chispas cuando la lengua de Stephen
lami su piel.
Y esto? Te duele? le pregunt con la voz tan ronca que era casi un
gruido.
No.
Los labios de l recorrieron aquellas curvas, hasta llegar al lado del brazo donde
el vestido lo cubra. Le acarici la piel con la boca, y, luego, con la lengua dejando un
rastro hmedo y ardiente.
Helena cerr los ojos. La dulce agona del deseo la aguijoneaba por dentro. Solo
la haba tocado una vez y quera repetir. Dej caer el vestido hasta que sus pechos se
mostraron, totalmente desnudos.
Mmm gimi Stephen con la voz alterada, enronquecida.
Agach la cabeza y Helena sinti como sus labios se cerraban entorno a uno de
sus pezones Qu calor senta! Y aquellos tirones, tan suaves y deliciosos.
Se haba abierto un nuevo y ardiente camino, desde los pechos de Helena hasta
el centro de su ser ms intimo. Mientras su cuerpo temblaba con cada oleada de
placer, aquel punto preciso palpitaba con su propio latido.
Cada vez era menos consciente del lugar donde estaba y del espacio a su
alrededor.
Sientes dolor ahora, Helena? La pregunta susurrada de Stephen apenas
alcanz su conciencia.
Nooo exhal.
A pesar de no haberlo experimentado antes, Helena saba dnde quera que la
tocara, desde el cuello hasta los lugares ms ntimos. Quera que le hiciera aquello
por todas partes. Dej que ambos brazos colgaran a sus costados y e1 vestido aterriz
en el suelo con el ruido sordo del terciopelo, para quedar completamente desnuda
ante los ojos de Stephen.

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Pudo escuchar la respiracin entrecortada de l, que emerga de su garganta


como un gruido contenido.
Elen, eres tan hermosa.
No dirs lo mismo cuando me veas la espalda.
l le dio la vuelta lentamente y apart el cabello que cubra la espalda de
Helena. Hubo un largo silencio. Helena intua que l estaba examinando a conciencia
los moratones y los cortes que ya estaban casi cerrados.
Por qu no les dijiste que s te casaras con l? Te hubieses ahorrado que te
golpearan, Elen.
Como Stephen estaba detrs de ella, tuvo el valor de responderle la verdad.
Porque t y yo nos habamos hecho una promesa. Yo saba que t no me
fallaras, por eso decid que, pasara lo que pasara, yo tambin la cumplira. Y tena
razn no me fallaste.
Las manos de Stephen se posaron en su cintura desde atrs. Hubo otro largo
silencio.
Elen. Pronunci su nombre con la voz cargada de pesar, arrepentido. Si
hubiera sabido que sucedera esto.
No le respondi ella enseguida, ahora ya est hecho. Tom las manos de
Stephen y las separ de su cintura hasta llevarlas sobre sus pechos, Stephen los
abraz y ella sinti otra vez su aliento entrecortado. Descans apoyada en el mientras
la deliciosa agona del deseo retornaba y ella alejaba la conciencia de su desnudez.
Las manos de Stephen la acariciaban, primero recorriendo los pechos, despus,
la suave y llana extensin de su vientre, y luego, por sus caderas y la parte alta de sus
muslos, donde el ms leve contacto le provocaba temblores. Senta las rodillas
dbiles, como si fueran a doblarse bajo aquella avalancha de sensaciones, y se apoy
en el pecho de l, mareada.
Not que la levantaba pasando un brazo bajo las rodillas y el otro por la
espalda. Sinti una pequea punzada de dolor que desapareci de inmediato.
Observ a Stephen. Sus ojos estaban muy abiertos, brillantes y enormes. La expresin
de desconsuelo se haba borrado de su cara, y haba reaparecido aquella mirada que
vislumbr, a medias, en el ro cuando crey que l iba a besarla.
Un escalofro recorri la piel de Helena cuando Stephen la reclinaba sobre el
camastro.
Tienes fro?
No le respondi con un hilo de voz y acerc las manos a los cierres que
abotonaban el jubn de Stephen. Qutate esto.
Stephen le dio un beso fugaz y se puso de pie para quitarse la ropa, pieza tras
pieza, todo el rato sin apartar la mirada del rostro de ella. Helena contempl el
cuerpo que poco a poco se iba revelando y, cuando qued completamente desnudo
delante de ella, se asombr al ver que su piel estaba tan maltrecha como la de ella. Al
final, vio la fuerza de l con sus propios ojos. Vio cmo los msculos se extendan
bajo la piel, tensndose y relajndose con cada mnimo movimiento. Era el cuerpo de

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un guerrero, entrenado para luchar, moldeado por aos de experiencia en el campo


de batalla. Stephen se arrodill a su lado en el camastro. La carne inflamada que
abultaba entre sus muslos roz la piel de ella.
Aquel roce le provoc una oleada salvaje de excitacin. Alarg la mano para
tocarlo, aunque no estaba muy segura de cul era el objetivo final de todo aquello.
Simplemente segua sus deseos y se dejaba llevar por el instinto. Aquel contacto la
urgi a querer sentirlo ms cerca de ella.
Stephen le acarici los pechos otra vez, pellizcndole suavemente los pezones,
hasta que sinti que sus caderas se arqueaban como una respuesta involuntaria,
presionando contra el cuerpo de l, y Stephen se aferr a ellas alentndola sin
palabras.
Se coloc entre las piernas de ella y durante unos segundos, Helena se sinti
expuesta y vulnerable. Enseguida, Stephen inclin la cabeza para besarle la piel que
cubra el hueso de su cadera, deslizando la boca hasta la otra cresta, mientras
deslizaba las manos detrs de ella para sujetarla con firmeza. Helena volvi a la
abrumadora sensacin que arrastraba su cuerpo como una cascada. La parte ms
ntima de su ser cedi ante aquel deleite secreto. La boca de l se movi ms abajo,
con la lengua y los dientes orquestaba un torbellino de placer en su interior.
La desnudez de Helena, su vulnerabilidad, pronto quedaron olvidadas.
Aquellas oleadas de deleite la haban convertido en una lnguida mueca, cuyos
desmayados miembros se movan inquietos. Senta los prpados pesados. Se le
escapaban pequeos resuellos y gemidos y volvi a sentir cmo se arqueaba su
espalda, intuyendo la direccin que la lengua de Stephen iba a tomar, anhelante,
hambrienta.
Entonces, l alcanz aquel lugar. Los besos y las caricias en aquella parte tan
recndita la hicieron estallar en un grito diminuto cuando perdi el mundo de vista,
mientras una cascada de chispas le quemaba por todo el cuerpo. Respirada sonora y
entrecortadamente.
Stephen se enderez y Helena lanz un quejido de protesta. No saba si podra
aguantar ms placer, pero no quera parar ahora. l se inclin sobre ella y la bes en
la mejilla.
Ms le pidi ella en un murmullo.
S, habr ms le asegur l con ojos que tambin parecan soolientos.
Stephen coloc sus caderas entre las piernas de ella y Helena lo sinti acariciar
la tierna carne que palpitaba entre los muslos de ella. El hinchado miembro de
Stephen la estimul con su suave punta.
Al mismo tiempo, Stephen tom una mano de Helena entre las suyas.
Ahora, reljate y djame entrar, mi amor. Entonces lo entenders.
Intent seguir sus instrucciones, procurando que su cuerpo se relajase. l
encontr la entrada que buscaba y ella lo sinti empujar en aquel punto. Vagos
recuerdos, conversaciones odas a media voz entre las mujeres, la haban preparado
para ese momento, para lo que Stephen intentaba hacer.

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Un leve espasmo de miedo la recorri, pero antes de poder asimilarlo, Stephen


le aprision el pezn, lamiendo y succionando, jugando con l hasta que volvi a
sentir el candente deseo en su interior. Al arquearse de nuevo, l empuj dentro de
ella mientras la sujetaba firmemente, la voluptuosidad de su interior arrop a
Stephen.
Helena solt otro grito, con los ojos muy abiertos cuando la atraves una
punzada de dolor, pero pronto pas. La boca de Stephen segua entretenida con su
pezn mientras que la otra mano acariciaba a su gemelo. El cuerpo de Helena
reaccion de inmediato y la condujo otra vez a las cimas de la excitacin.
Stephen volvi a besarla y ella vislumbr el deseo profundo e intenso que la
embargaba reflejado en los ojos de l, en los movimientos apenas controlados de las
caderas de Stephen. En su sien lata el pulso, intenso y desbocado.
Desliz una mano bajo el muslo de Helena y le levant la pierna para
descansarla sobre su cadera.
As te ser ms fcil mascull Stephen con la voz cargada de emocin.
Por qu? le pregunt ella.
Por esto.
Sinti cmo se alejaba y, luego, volva a embestirla adentrndose en ella.
Lentamente. Los labios de Helena articularon un leve Oh!, asombrada y excitada,
pues aquel ritmo la haca sentir como las olas del mar, una onda expansiva que
surga del centro mismo de su ser. Era la parte ms interna, ms ntima de su persona
que palpitaba con un latido propio y ahora comprenda qu era lo que la haba
impulsado a atraer a Stephen hacia ella, deseando que le hiciera algo que no conoca,
pero que ahora comprenda.
Helena se aferr a l mientras segua empujando, lentamente, con la respiracin
entrecortada a medida que las olas de placer aumentaban, intensificndose ms y
ms. Todo su cuerpo pareca tensarse alrededor de l y la tensin creca cada
segundo que pasaba. Las embestidas de Stephen se sumaron a la tensin y ahora se
movan al unsono. Se haba convertido en una criatura sensible, receptiva
nicamente al placer que daba y reciba.
Al final, cuando Helena intuy que no podra soportarlo ms, la ola lleg a lo
ms alto. Con un xtasis exaltado, se arque y escuch sus propios gemidos de
placer. Un par de latidos despus, Stephen rugi con un gemido que pareca nacer en
sus entraas, y cay desplomado encima de ella, con el cuerpo inerte.
El clmax pas. Estaban juntos, tendidos con los cuerpos temblorosos, sensibles
al ms pequeo movimiento.
Stephen alz la cabeza y la bes delicadamente.
Gracias, Elen le dijo con la voz ronca.
Ella no saba qu quera decir aquello.
Por qu? T me has dado placer. Soy yo quien debera darte las gracias.
l le sonri, con una sonrisa lnguida y seductora que le dejaba clara su
satisfaccin.

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No has sido la nica, mi dulce nia. Me alegro que hayas sentido placer. No
siempre ocurre, no para las mujeres.
Ah, no? Podr volver a Helena hizo una mueca. Podr volver a
sentirlo o ha sido slo esta vez?
Stephen se acerc a ella y Helena sinti el movimiento en lo ms hondo de su
ser all donde l volva a acariciarla. Abri los ojos ante la respuesta de su cuerpo,
pues su tierna esencia retornaba a la vida.
Ohhh!
S, creo que tendrs oportunidad de volver a sentirlo, Elen. Te aseguro que
intentar que se repita. Su voz, alterada, se enronqueci an ms. Me encantara
sentir otra vez tu cuerpo abrazado a m, temblando de placer como lo he visto.
Mientras le hablaba, la miraba a los ojos y fundi su mirada en ellos, durante un
largo tiempo. Tus ojos son como las noches del desierto, amor mo.

La copa de Juan golpe la mesa con un tremendo estruendo cuando se volc.


Una demanda de paz? repiti con furia creciente.
Savaric le observaba con curiosidad distante mientras los mensajeros no saban
dnde mirar, incmodos ante la escena. Los arrebatos de Juan eran difciles de
esquivar pues siempre los expresaba de inmediato y de la manera que ms le
conviniera. No sera el primer heraldo que llegara con nuevas y saliera de la sala con
alguna herida.
Juan alarg la mano.
Dame eso! orden.
El enviado se adelant un paso, cauteloso, y dej la misiva con el inconfundible
sello real sobre la palma del prncipe. Enseguida se apart de su vista. Savaric lo vio
echar una ojeada a la puerta y sonri para sus adentros, regodendose. No haba va
de escape posible hasta que Juan no diera su permiso.
Juan rompi el sello y despleg la gruesa carta. Se compona de varias hojas y
las ley todas, completamente concentrado, avivada su atencin despus del rotundo
anuncio del mensajero.
Mi seor? musit ste Juan no le prest atencin.
Majestad? Subi el tono de voz.
Juan frunci el ceo mientras levantaba la vista de la carta. Apenas haba ledo
la primera pgina antes de apartarla de sus ojos.
El muy idiota pretende llegar a un acuerdo con Felipe.
Con un movimiento impaciente, se levant de la silla, se acerc a la ventana y
recorri la ciudad de Nottingham con la mirada.
Savaric cedi a su impulso sdico, para divertirse.
El rey, seor? le pregunt con falsa humildad. Parece una solucin muy
razonable. Probablemente no llegar a ningn fin luchando contra los franceses, a
pesar de los aliados que le han brindado su apoyo.

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Juan respondi con un gruido.


Hubert Walter lo ha convencido que Inglaterra est sufriendo mientras l
sigue desvalijando los cofres reales para pagar a su ejrcito. De modo que, ahora,
Ricardo quiere acabar rpidamente. Las comisuras de su boca se fruncieron hacia
abajo.
No le creis?
Se gast miles de marcos para construir aquella maldita fortificacin suya.
Aos de trabajo para defender Normanda de los franceses y ahora que ya tiene su
juguete, se ha cansado de jugar. Walter le ha ofrecido una manera honorable de
acabar con esto. Desde cundo a Ricardo le ha preocupado Inglaterra en lo ms
mnimo, salvo por el dinero que poda sacarle al pas.
Savaric se encogi de hombros.
Por qu os preocupa tanto este asunto? No nos va ni nos viene si Ricardo
combate a los franceses o si propone la paz.
Si Ricardo consigue un acuerdo de paz, regresar a Inglaterra. Tendr que
hacerlo, al menos durante un tiempo Juan se ensa con la pared que tena al lado
. Quieres que el rey venga y meta sus narices en nuestros asuntos?
Savaric record algo que la maldita Lady Catherine le haba pronosticado. Si
Ricardo regresaba a Inglaterra, lo hara como el rey ms poderoso de Europa.
Entonces, ser imposible destronarlo si regresa murmur Savaric.
Juan le lanz una mirada iracunda y penetrante.
Fingir que no lo he odo le dijo secamente.
No, seor.
Pero est claro que piensas lo mismo que yo aadi Juan y luego se dio la
vuelta para recuperar la copa, cuyo contenido bebi con un largo trago. No nos ira
nada bien a ninguno de los dos si Ricardo regresara suspir.
Savaric entrelaz los dedos sobre su regazo, reprimiendo un repentino raudal
de recelo provocado por un pensamiento inoportuno. Qu sucedera si Ricardo
regresaba y aquella bruja de Helena presentaba su caso ante el rey? Savaric quedara
al descubierto. Ella lo haba odo hablar ingls y saba que no era normando.
Con la frente empezando a perlarse de sudor, trag saliva con dificultad. Si
abran una investigacin
Alarg el brazo hacia la copa que Juan haba insistido que se sirviera y se bebi
el vino a toda prisa, intentando sacarse de la boca el sabor cido de aquel miedo.
Mientras Ricardo se quedara en Normanda y Helena se escondiera en su
endemoniado bosque, l estaba seguro. Pero si ambos llegaban a encontrarse, su
suerte estara echada.
Savaric se enderez y dej la copa sobre la mesa. Saba de sobra cul era su
prxima misin: Helena no vivira para contarle a Ricardo su historia.

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Captulo 20
Helena se despert con el familiar olor de las pieles que la cubran inundndole
la nariz. Al otro lado de la cortina se poda escuchar el clido crepitar del fuego y los
sonidos de la gente que se iba levantando desperezndose preparada para empezar
un nuevo da. Eran los murmullos y las rutinas a las que estaba acostumbrada. Lo
raro de la situacin era la presencia de otro cuerpo extrao al lado del suyo y aquel
pesado brazo que reposaba en su cintura.
Helena se dio la vuelta para mirar a Stephen. Pareca dormido, con los prpados
cerrados sobre los que resaltaban sus espesas pestaas contra la piel morena. Pero, al
moverse ella, el brazo que descansaba suavemente sobre su cintura cobr vida, y se
desliz hasta atrapar uno de sus pechos. Con su clida palma.
Helena se qued inmvil mientras aquella mano la acariciaba y las puntas
rosadas de sus senos se endurecan. La invadi una inesperada oleada de alegra. Los
labios de Stephen se posaron sobre la sensible piel bajo la oreja y not su aliento, cuya
calidez le provoc un espasmo de placer a lo largo de la espalda.
Buenos das mascull l.
Acurrucado contra su trasero, Helena senta cmo Stephen se despertaba, lo
mismo que su clido sexo, y sonri para sus adentros. Se estir como una gata,
frotndose contra l, y pudo escuchar su murmullo de aprobacin.
Helena alarg el brazo por encima de su cabeza para alcanzar y coger el vestido
negro y se qued sentada como si fuera a vestirse.
Elen? Stephen pareca sorprendido.
Ella lo mir por encima del hombro Stephen tambin se incorpor, con cara de
ofendido y apenado.
Qu pasa? le pregunt inocentemente. Adnde vas?
Hay algo que quiero hablar con Robert.
Robert! exclam pronunciando el nombre con un tono indignado.
Helena reprimi una sonrisa y alis la ropa negra, dispuesta a ponrsela por la
cabeza.
El vestido sali volando. l la tom y le dio la vuelta y la tumb nuevamente
sobre el camastro. Stephen se apoy a medias sobre el cuerpo de ella, con una arruga
sombra atravesndole la frente. Las manos de Helena quedaron atrapadas bajo las de
l y la dej inmovilizada casi por completo.
Mira, mujer, no puedes irte as de mi cama, marcharte al lado de otro hombre,
sin tan siquiera despedirte gru molesto, pero Helena vio una chispa en sus ojos,
el brillo travieso que lo delat.

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Puedo hacer lo que me plazca protest ella intentando deshacerse de sus


tenazas.
l se qued observando cmo se revolva debajo de l. Helena se apercibi de
su desnudez y abandon aquella pugna para desasirse de l, ya que lo nico que
consegua era precisamente lo contrario que l no la dejara escapar, que la sujetara
con ms firmeza. Como respuesta de confirmacin, sinti a Stephen balancear las
caderas ms cerca de ella, con su miembro excitado, grande y caliente.
Elen Era casi un ronco gruido.
El juego inocente se desvaneci y en su lugar surgi un deseo imperioso. Se
arque, ofrecindole su cuerpo a el y Stephen se desliz, anhelante, dentro de ella
Helena fue adaptndose al movimiento, cuando le sobrevino un goce profundo.
Sinti las manos de l en la espalda, los labios sobre su cabello, dndole nimos
susurrados para que no dejara de moverse al ritmo de l y los dos alcanzaran la
cumbre de su satisfaccin.

La alegra que Catherine experiment al llegar a casa era distante, casi remota,
como si no fuera de ella. La insensibilidad que la dominaba desde que haban partido
de York no se evapor ni tan slo cuando avist las conocidas murallas del castillo de
Worcester a travs de la niebla.
La lluvia que no haba cesado de caer convirti el camino en un lodazal y
provoc que la carreta que transportaba el cuerpo de Percival se atascara hasta tres
veces en el barro durante aquel da. Pero mientras los dems se quejaban y lanzaban
improperios, ella apenas prestaba atencin a las dificultades y los retrasos. La nica
cosa que le produca alegra y que la haba mantenido despierta durante el da fue la
idea de que pronto estara en casa y vera a William.
Ahora William era todo cuanto le quedaba en el mundo. En el patio de armas,
mientras los soldados bajaban el fretro al suelo, preparados para llevar a su seor al
interior de la capilla familiar, Catherine desmont y camin lentamente en direccin
a la sala. Mand que avisaran a William y que se presentara de inmediato y se qued
delante de la hoguera, a la espera de que l apareciera.
William se retrasaba mucho. Catherine empez a preocuparse cuando repar en
que l no vena a toda prisa a darle la bienvenida en la sala. A medida que pasaban
los minutos, se preguntaba dnde deba de estar su hijo cuando le comunicaron la
noticia de su llegada.
Los sirvientes no se atreveran a comunicarle la trgica muerte de su padre! No,
seguro que no.
Finalmente, cuando acababa de decidir que ella misma ira a buscarlo, William,
aquel muchacho de solo catorce aos con los ojos de su padre, apareci bajo el arco
que conduca hacia la escalera. Por un momento, el placer de verlo otra vez fue todo
cuanto su madre sinti. Luego, se fij en la tnica que vesta. La insensibilidad que
haba experimentado durante el da desapareci de pronto, William vesta la misma

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indumentaria que llevaba John, su hermano mayor cuando march junto a Percival a
las Cruzadas, con la distintiva cruz negra al frente.
William! Lo llam y abri los brazos, esperando que viniera corriendo a
refugiarse entre ellos.
Pero en vez de eso, William se qued contemplando el fuego de la chimenea,
con una mirada fija y fra.
Una docena de preguntas se agolparon en la cabeza de Catherine, pero con
mayor intensidad, por encima de sus dudas, haba una furia que creca por segundos,
pues estaba claro que, gracias a alguien, William haba recibido la noticia de la
muerte de su padre.
William, mi querido hijo. Te juro que has crecido un palmo desde que me fui,
justo lo que te dije antes de irme.
Eso ya no es problema vuestro, seora sise William y le dio la espalda.
Cmo?! exclam Catherine, confundida entre la sorpresa y la clera,
cuando le pareci comprender qu le suceda a su hijo. William, lamento tanto que
hayas tenido que descubrirlo de este modo. Quien te lo dijo? Lo voy a mandar azotar
hasta que chille y clame por su perdn.
En las mejillas del muchacho haba unas manchas de rubor febril, pero sus ojos
se mostraban firmes.
Nadie de esta casa me ha informado acerca de la muerte de mi padre. Savaric
de York se encarg de hacerme ese favor, as podr ahorrarme el trabajo de tener que
escucharlo de vuestros pervertidos labios.
Catherine se qued sin palabras, con la boca abierta, desconcertada. Qu le
estaba diciendo? Acababa de pronunciar unas palabras tan extraas Eran tan
increbles como le parecan, o solamente se lo haba imaginado?
William busc en el bolsillo de su tnica y le mostr una carta abierta, que
arroj sobre la silla que tena a sus espaldas.
Vuestra conspiracin contra Isobel. Intrigasteis a favor de Juan, aquel mocoso
desleal de los Plantagenet, y es por vuestra culpa que ahora mi padre yace muerto.
No! T no comprendes lo que sucedi all en realidad, Savaric Aspir
profundamente y apart a un lado la rabia que aquel nombre provocaba dentro de
ella. Savaric te ha mostrado una parte incompleta de las circunstancias. La mujer
que conocas con el nombre de Isobel
Le disteis una paliza! Es verdad que vos la mandasteis azotar hasta que
chillara y clamara por su perdn madre?
Catherine contuvo la respiracin, con los dedos fros del desconcierto
oprimindole la garganta. En la parte posterior de la cabeza sinti las pulsaciones que
la alarmaban, la seal de un dolor conocido que avanzaba a toda prisa No le prest
atencin y respir lentamente para recuperar la compostura. Era la madre de
William, s. El papel de una madre consista en educar a sus hijos cuando fuera
necesario.
Se enderez y habl con tono severo.

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William, comprendo que las noticias acerca de la muerte de tu padre te hayan


hecho perder el sentido de las cosas, ms habindolas recibido a travs de la carta de
un extrao. Por eso me hablas de este modo. Pero soy tu madre.
No sois mi madre le dijo secamente. Ya no lo sois.
Ya basta, William! Es suficiente!
l asinti.
Ms que suficiente admiti con la calma fra de un adulto.
Catherine repar en la espada de su padre, que William llevaba colgada de su
cinto, a cuya empuadura se aferraba con los nudillos blancos. Catherine respir
quejosamente. No se atrevera a desenvainarla en contra de ella, verdad que no?
William sacudi la cabeza.
Savaric ha sido muy amable dijo William, vos sois la extraa aqu. Habis
cometido actos atroces! Debera mandar que os azotaran!
Cundo haba crecido su hijo? De repente, le pareca muy alto y muy mayor.
Haba algo en sus ojos, una especie de madurez. Catherine se humedeci los labios.
No vas a escucharme mientras te explico toda la verdad de este asunto? le
pidi, como un adulto se lo pedira a otro, pues comprenda que el muchacho que
haba dejado atrs ya no exista. En algn rincn en su interior, Catherine empez a
llorar su muerte.
No confo en que podis contarme la verdad le respondi William. No
puedo mandar que os azoten como merecis. Yo no puedo actuar como vos hicisteis.
Pero tampoco puedo soportar veros ms. Con un amplio gesto de su brazo abarc
toda la sala. sta fue vuestra casa mucho antes de que se convirtiera en la ma.
Quedosla y sed bienvenida.
Catherine comprendi que, una vez muerto Percival, William heredaba todo lo
que su padre posey. Le estaba regalando el castillo de Worcester!
Qu quieres decir con todo esto? Me haces entrega del castillo de
Worcester?
Me libro de un lugar que me revuelve el estmago le dijo llanamente. Y
os doy la espalda, sin arrepentirme de nada.
Me das la espalda? El pnico la invadi. William, no puedes marcharte!
S, s puedo le dijo con el mismo tono cortante, fro, sin emocin. Me
marcho dentro de una hora.
No! William, no puedes! Por el amor de Dios, no te vayas, no me dejes sola
Catherine temblaba violentamente, todos sus planes, todos sus esfuerzos se
desvanecan a su alrededor. Todo lo hice por ti grit. Lo hice por ti!
l la mir fijamente a los ojos.
No os defendis diciendo que lo hicisteis en mi nombre. Son actos que yo
repudio. Os repudio a vos.
Inclin la cabeza con el mnimo saludo formal que se dedicaba a un enemigo y
sali de la estancia, hacia la escalera, con la misma actitud, dura e inamovible.
William, por favor! Catherine cay de rodillas.

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l no se gir, ni mir atrs.


Cuando su hijo hubo desaparecido, se dej caer, con la cabeza entre las manos,
y chill.

Helena encontr a Robert supervisando la construccin de flechas. Tena al


menos una docena de voluntariosos ayudantes, pues era una tarea que poda hacerse
cerca del fuego y en aquel da se respiraba un aire helado de medio invierno. Helena
se envolvi, caliente bajo la capa de pieles, y se sent al lado de Robert, sobre el
tronco que haca las funciones de banco.
Robert estaba instruyendo a un jovenzuelo sobre la mejor manera de colocar las
plumas en la flecha y Helena esper pacientemente. Haba estado buscando una
oportunidad como la de ahora desde que llegaron al campamento. se era el da
ideal, pues el fro mantena a la mayor parte de la ruda pandilla de Robert en sus
guaridas.
Helena sinti unas manos sobre sus hombros y unos labios que le rozaban la
mejilla, cerca de la oreja. Sonri al ver a Stephen pasar por encima del tronco y
acomodarse a su lado. La mano de l se qued recostada en su hombro, los dedos
rozndole el cuello con suaves caricias que le provocaban estremecimientos.
As que lo decas de verdad, necesitabas hablar con Robert le coment.
S, pero no pensaba hacerlo en aquel momento preciso, cuando te lo he dicho.
Una chispa de jovialidad brill en los ojos de l.
Ya lo s.
Helena se echo a rer, no muy fuerte para no interrumpir la leccin de Robert. Se
quedaron callados escuchndolo.
Ni siquiera aqu cesa la tarea de difundir conocimiento, verdad? coment
Stephen al cabo de unos minutos.
Aqu es incluso ms importante respondi Helena.
Se qued callada, satisfecha de sentir el calor del cuerpo de l a su lado.
Al cabo de poco, Robert inst al muchacho a que intentara construir las flechas
l mismo y luego se volvi hacia Helena con una sonrisa.
Creo que esta vez he conseguido ensearle a no poner las plumas al revs.
Helena sinti arder sus mejillas, pues aqul haba sido su primer error cuando
le lleg el turno de aprender el oficio Mir a Stephen y vio cmo la observaba con
curiosidad y una pizca de sorpresa. Claro, esas tareas como la de fabricar flechas, y
como otras, no eran propias de una mujer!
Helena no le prest atencin y se volvi hacia Robert.
Me mandaste venir a York y esperar tu llamada. No recib ningn aviso tuyo a
pesar de haber seguido tus instrucciones.
Robert asinti.
Y por esa razn os pido mil disculpas, seora. S que mand avisarte, pero el
mensajero se top con los hombres de Nottingham y ahora se encuentra en las

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mazmorras de aquel maldito castillo. No supe lo sucedido hasta que llegamos aqu, al
campamento del norte.
Helena inclin la cabeza.
Me imagin que algo haba ido mal Tienes algn plan para rescatarlo?
S Robert sonri ampliamente, como siempre.
Necesitas mi ayuda?
Gracias, seora, pero esta vez no. Tengo ayuda desde dentro del castillo. Ser
un asunto fcil de resolver.
Stephen se aclar la garganta.
Hablis de liberar a los prisioneros con relativa facilidad.
La sonrisa de Robert no desapareci.
El nico crimen de ese hombre fue robar pan. Slo un seor feudal normando
lo considerara un acto digno de merecer la prisin.
Los ojos de Stephen se empequeecieron.
Vos sois sajn dedujo, pensativo.
La sonrisa de Robert termin por desaparecer.
No, soy normando, pero no dejis que mi legado os confunda No soy tan
ciego como ciertos barones normandos.
Stephen mir a Helena.
Robert es el hombre de quien esperabas la llamada en York?
S.
De modo que, de haber recibido su aviso a tiempo, tal como te prometi,
habras podido salir de York sin recibir la paliza y todas las dems penurias que te
han infligido?
Robert se alz de inmediato, incluso antes de que Helena tomara aire para
protestar, pero Stephen tambin se levant, de cara a Robert. Stephen era el ms alto
de los dos, por muy poco, pero Robert se mostraba furioso con una rabia contenida.
Podis negarme que vuestra ineficacia ha puesto a Elen en peligro? le
pregunto Stephen calmadamente.
Robert dej caer la mirada.
No, eso no puedo negarlo admiti. Aunque no fue un error intencionado.
No os estoy acusando. Slo quiero dejaros claro hasta qu punto me preocupa
su seguridad.
Lo he comprendido dijo con un leve asentimiento y, luego, mir a Helena
. Yo no hara menos aadi y volvi a sentarse. Esta vez la distancia entre los dos
hombres era mucho ms perceptible.
Helena frunci el ceo. Pareca que acababa de concluir una conversacin
privada, no pronunciada en voz alta, delante mismo de ella, y se lo haba perdido.
Seora? le dijo Robert animndola a hablar.
Ella olvid lo sucedido y se centro en lo que le preocupaba por encima de todo
lo dems.
Cul hubiese sido tu mensaje de haber llegado a m?

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Stephen regres a su puesto y Helena agradeci el calor de su cuerpo cerca de


su cadera y de sus hombros. Era una forma de tranquilizarla en silencio.
Robert cogi un tronco de madera y lo arroj al fuego.
Hemos tenido la suerte del demonio intentando encontrar a vuestro hombre.
Debe de tener un terror mortal a las consecuencias que su testimonio le puede
conllevar, pues no se queda en ningn lugar por mucho tiempo, es por eso que mis
exploradores no han conseguido dar con l.
Pero, a pesar de todo, siguen buscando?
Robert sonri, pero esta vez era una mueca pintada de amargura.
Os di mi palabra que lo encontrara dijo Robert y observ que ella le echaba
una rpida ojeada a Stephen. Helena, sabis de sobra que yo quiero resolver este
asunto tanto como vos.
Helena asinti.
S, Robert, lo s. No dudo de ti. Pero fue a mi padre a quien asesinaron. Soy
yo quien no puede olvidarlo.
Sigues con la idea de la venganza, Elen? le pregunt Stephen.
Ella se volvi hacia l, percibiendo el gesto de preocupacin en su rostro
moreno.
Todo cuanto he hecho, absolutamente todo, ha sido para llegar al final de este
asunto.
Ya sabes lo intil que me parece la venganza desaprob Stephen.
Robert se dirigi a l.
Hay mucho ms que el mero deseo de sangre de Lady Helena, Dinan. Os
convendra no opinar precipitadamente hasta que sepis todas las razones que tiene.
Qu ms puede haber? le exigi Stephen. El padre de Elen ha muerto y
ella quiere encontrar al culpable y matarlo.
Helena parpade ante aquella cruda descripcin de sus motivaciones.
Es cierto asinti Robert, pero os equivocis cuando nombris las razones
de su venganza.
Qu otra cosa aparte de un corazn envenenado, herido, puede querer
venganza?
Helena contuvo la respiracin Eso era lo que Stephen pensaba de ella? Crea
que su corazn estaba herido? Al comprenderlo, la embarg una gran infelicidad.
Stephen se dio cuenta de su reaccin, pues enseguida se qued con la vista
puesta en ella, de frente.
No vas a negarme que intentas descubrir a la persona que mat a tu padre.
No lo niego dijo ella secamente, consciente de la mirada de Robert mientras
los escuchaba hablar de sus preocupaciones ms personales.
Y sin importar las razones que te impulsan a descubrir quin fue, piensas
tomar su vida a cambio de la de tu padre, no es cierto?
Helena no poda admitir aquella evidencia en voz alta, asinti.
Es una accin enteramente personal, Elen. Si de verdad quisieras servir a un

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propsito ms honesto, haras que lo llevaran ante la justicia. Pero t quieres


derramar su sangre. Y yo no consigo convencerte de que es una alternativa sin
ningn tipo de honor.
Las palabras de Stephen le dolieron, pues eran la verdad que Helena haba
dejado a un lado, apartndola de su mente durante muchos meses. Y ah delante de
ella estaba la opinin de Stephen, con todo el peso de su desaprobacin que le haca
la carga ms insoportable an. Parpade para mitigar las lgrimas punzantes en sus
ojos y se qued callada. No saba qu decirle.
Robert se puso en pie. Se sacudi un trozo de corteza de la tnica y se alis la
capa.
Me parece, seora, que una excursin a Ferndale es completamente necesaria.
Lo que all podra aprender ser de gran utilidad para vuestro compaero.
Helena asinti sin pensar, temerosa de que si hablaba, su tristeza se pondra de
manifiesto.
Espero el regreso de los exploradores hoy o, a ms tardar, maana. Una vez
hayan regresado con las nuevas, podremos ir con Dinan a Ferndale. Eso ser dijo
dirigindose a Stephen siempre que vuestro sentido de la honradez nos lo permita.
Stephen se puso en pie, enfrentndose a Robert, y, por un momento, Helena
temi que llegaran a las manos. Gracias a Dios, ninguno iba armado ms que con
las dagas! Pero Stephen cedi, tomndolos a ambos por sorpresa.
Por propia experiencia, temo que he credo tener la razn en este asunto en
varias ocasiones, pero desde mi llegada aqu, he descubierto que me queda mucho
por aprender. Me alegrar de poderos acompaar a Ferndale.
Se quedaron as, parados los dos con la mirada clavada en los ojos del otro.
Entonces, Robert se ech a rer y le tendi la mano. Stephen la tom y, con la otra, se
aferr a la mueca de Robert, tambin sonriendo. Robert le dio una palmada en la
espalda, de igual a igual, se dio la vuelta y se acerc al fuego junto a los hombres que
estaban ocupados, quienes fingan no haber visto ni odo nada de la escena que
acababan de presenciar.
Helena solt un bufido y se enderez, con la intencin de ir corriendo a
esconderse en la caverna para curarse las heridas.
Elen! la llam Stephen.
Ella se remang la falda y ech a correr. El llanto estaba a punto de brotar,
demasiado al lmite para contenerlo y enfrentarse a l.
Pero Stephen la atrap poco antes de llegar a la entrada, la arrastr hasta los
rboles y le dio la vuelta para que lo mirara.
Elen, yo slo he dicho la verdad tal como la veo.
Helena desvi la mirada antes de que pudiera notar sus lgrimas, parpadeo con
fuerza para borrarlas.
Elen. Los dedos de Stephen tomaron su barbilla, obligndola a enfrentarse
a l. Elen, no te alejes de m.
Me sorprende que te preocupe que alguien con el corazn tan envenenado

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como yo no quiera mirarte a los ojos.


Apoy la mano en la mejilla de ella, pero no la oblig a mirarlo. Su voz era un
susurro.
Elen, ya he admitido no saber todo lo que te concierne en este asunto. He
hablado por lo que he visto hasta el momento. Lo nico que quiero es evitar un acto
que s de sobra que slo te traer pesar.
Ya me ha ocasionado mucho pesar, ms del que imaginaba le respondi
ella amargamente.
Elen. Su voz era un quejido. Elen, por favor, no te apartes de m. Si te vas,
entonces yo Helena sinti la mano que se apoyaba sobre su hombro presionando
con ms fuerza. T eres todo lo que me queda. Las palabras salieron de sus
labios arrancadas una a una.
Helena pos la mirada sobre Stephen, atnita.
l cerr los ojos un instante cuando las miradas de ambos se cruzaron y, luego,
le bes la frente.
Gracias susurr Stephen.
Sus labios recorrieron el rostro de ella hasta llegar a la boca, que Helena
entreabri al sentir su contacto. Ella pas los brazos alrededor del cuello de l y lo
acerc ms, ofrecindose. Escuch su gruido a modo de respuesta mientras los
brazos de l se abrazaban al cuerpo de Helena, con fuerza, mientras su boca le
recorra la cara y el cuello.
Stephen lo haba perdido todo, excepto a Helena! Sin ella, estara
completamente solo. Ahora eran iguales y deban darse apoyo el uno al otro.
Despus, los pensamientos de Helena se desvanecieron bajo la avalancha de
sensaciones que los labios y las manos de Stephen, su cuerpo grande y fuerte contra
el de ella, le provocaron. Not que l se mova acompandola hacia la caverna, a su
refugio, donde podran decirse sin palabras lo mucho que se necesitaban, con locura,
y podran olvidar sus diferencias por el momento.

Juan penetr en la glida alcoba sin avisar Savaric levant la vista del mapa
abierto que tena desplegado delante de l con una mirada de culpa, a pesar de que
poda parecer que estaba haciendo algo completamente inocente.
Pero Juan slo le dedic un segundo de atencin al mapa.
El bosque de Sherwood? Otra vez, Savaric? T s que ests obsesionado con
esto. Pensaba que haba dejado mi opinin al respecto bastante clara.
S, seor, fuisteis muy claro. Slo lo estudiaba para estar ms preparado
cuando recibiera la informacin que mencionasteis entonces.
Juan pareca sorprendido.
Ah, eso! S, me haba olvidado. Se encogi de hombros. Ayer recib
noticias, pero no hace falta que te preocupes. Vine a decirte que nos vamos de
Nottingham.

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Que nos vamos? repiti sin expresin. Pero, por qu? Nottingham es el
lugar perfecto.
Estoy harto de este lugar le respondi Juan secamente. Me he cansado de
Inglaterra. Echo de menos Aquitania.
Quiere volver al lado de Leonor, resolvi Savaric mentalmente.
Majestad empez con la voz ms amable que tena.
Ya basta! lo interrumpi Juan. Regresamos a Aquitania inmediatamente
Crees que tengo intencin de quedarme aqu hasta que Ricardo regrese?
Aj Savaric admiti otra vez para sus adentros. Las razones de la inquietud de
Juan quedaban ahora bien visibles. Tema el regreso de Ricardo, claro Savaric
comprenda de sobra la preocupacin de Juan, pues sus actividades durante los
ltimos aos no resistiran un escrutinio demasiado estricto. En el mismo caso,
tampoco lo resistiran las maniobras de Savaric.
Aquello le recordaba, adems, que el retorno de Ricardo lo privara del poder
enmascarado que el tena sobre Juan. Estudi nuevamente el mapa. Razn de ms
para seguir con su plan hasta llegar al trgico final, y, a ser posible, cuanto ms
rpido mejor.
Cules fueron las noticias que recibisteis, majestad? pregunt Savaric con
un tono indiferente. Juan frunci el ceo.
Qu noticias?
Sobre Helena y aquel bretn que se ha unido a ella.
Dinan? Estn con la banda de la que me hablaste. Me lo han confirmado
Juan dio por zanjado el tema con un gesto de la mano. Empieza a empaquetar,
Savaric. Quiero irme antes del domingo.
Sabis de sobra que no puedo soportar las travesas en invierno, majestad.
Pues tendrs que soportarlas! salt Juan antes de darse la vuelta para salir
de la estancia.
Descubristeis algo ms, seor? Acerca de Helena?
Juan suspir.
Por qu? Piensas ir a buscarlos a Ferndale cuando aparezcan por all?
Savaric ocult la punzada de excitacin que lo atraves y se encogi de
hombros.
No es que tenga mucha importancia, seor. Slo me lo preguntaba.
Juan solt un bufido impaciente y se march. Savaric volc otra vez toda su
atencin en el mapa, satisfecho. Tena tres das y estaba en el lugar ideal para atacar y
librarse para siempre de uno de sus dos problemas. Encontr un punto preciso en el
mapa y lo marc con la ua afilada.
Ferndale.

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TRACY COOPER-POSEY

CORAZN VENGADOR

Captulo 21
Al da siguiente, Stephen y Helena se levantaron antes de que amaneciera.
Recibieron la visita de un nio que insisti en que lo siguieran de inmediato. A toda
prisa, se vistieron con las tnicas y capas respectivas para protegerse del fro del alba.
Pasaron de puntillas, atravesando la caverna. Una vez fuera, pasaron esquivando las
hogueras de rescoldos casi apagados y los cuerpos de quienes yacan dormidos.
Fuera, el fro les atenaz la garganta con sus speros dedos y se acercaron
corriendo a la hoguera que crepitaba, alta en medio de los rboles.
Sobre uno de los gruesos troncos en torno a la fogata haba dos hombres
sentados, encogidos por el fro y con las manos abiertas ante las llamas Robert se
encontraba de pie junto a ellos, con un pie descansando en el tronco y mirando
fijamente el crepitar del fuego. Cuando Helena y Stephen se acercaron, Robert se
enderez.
Estis aqu. Bien. Les habl en francs despus de sealar a los dos
hombres presentes. Acaban de llegar, son los exploradores. Me pareci que por las
novedades que traan, va ha la pena despertaros.
Te escucho le confirm Helena.
El hombre a quien buscabais ha sido localizado.
Helena aguant la respiracin.
Dnde? exhal.
Robert le sonri ampliamente.
Parece ser que echaba de menos su hogar. Ha regresado con su familia para la
Navidad.
Uno de los hombres agachados farfull.
No es Navidad dijo en un francs con mucho acento. Hoy es el da de la
Epifana. Ha regresado para el Lunes de Labranza.
Stephen pregunt:
Por qu se arriesgara a volver si al tipo lo buscan por todas partes?
Los exploradores lanzaron unas risotadas.
Su padre muri el ao pasado dijo uno sin ms explicacin.
Para Helena, era una justificacin suficiente, pero saba que Stephen no
comprendera el significado real, se gir hacia l.
Si el padre ha muerto, no les queda ningn miembro de la familia que pueda
labrar los campos Debe regresar a su casa y arar la tierra porque, si no, su familia se
morir de hambre.
Stephen se qued callado unos instantes.

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Comprendo dijo entrecerrando los ojos, pensativo.


De qu pueblo es? le pregunt Helena a Robert.
Aqulla era la clave del misterio, pues una vez hubiesen descubierto los
orgenes del hombre al que buscaban, lo podran encontrar.
El mismo que en su da ambos imaginamos, seora respondi Robert. El
hombre se llama Peter y su aldea, Ferndale.
Helena asinti en silencio. Tena sentido que fuera de Ferndale. Quin sino un
campesino de la zona podra tener razones para merodear de noche por los campos
abiertos y ser testigo de un asesinato en uno de ellos?
La gente de Ferndale tiene buenos motivos para mantener su nombre y el
lugar donde se esconda en secreto, incluso de m explic Robert, hacindose eco
de los pensamientos de Helena.
Robert se dirigi a Stephen.
Acompaadnos, Dinan, y os mostrar la razn por la que Helena tiene tanta
sed de venganza.
Helena observ el pecho de Stephen hinchndose y soltando el aire lentamente.
Cmo podra negarme?
Robert dio una palmada.
Bien, as, hoy saldremos en direccin a Ferndale. Apart la vista y se fij en
el cielo que clareaba. Seis hombres y vos, seora, Dinan y yo mismo No muchos,
para no atraer demasiada curiosidad entre aquellos que dejamos atrs.
Stephen se abalanz sobre las palabras de Robert.
Temis a vuestra propia gente?
Temo a quienes no son mi gente, pero que se mueven con sigilo entre
nosotros le rebati Robert, preparado. El secretismo es una de mis mayores
defensas contra los hombres del rey, que parecen prever todos mis movimientos, con
ms frecuencia de la que yo quisiera. Se encogi de hombros. Slo intento ser
cauto. Se ha convertido ya en un hbito adquirido, comprendis?

Ferndale estaba bajo el dominio de Nottingham y se encontraba mucho ms al


sur. Cuando resurgi el sol, los hombres es cogidos por Robert se cargaron a las
espaldas los fardos improvisados y se prepararon para partir. Le entregaron tambin
un bulto a Stephen, quien pas los brazos por las tiras sin protestar. Sin caballos ni
ninguna otra bestia de carga, cada uno deba cargar con una parte de las provisiones
que se necesitaran durante una expedicin como aqulla, a mediados de invierno.
Elen tambin llevaba un bulto. Se haba puesto otra vez aquel vestido negro,
hecho con piezas de lana, pero encima se haba cubierto con la capa forrada de pieles
para conservar mejor el calor.
Stephen frunci involuntariamente el ceo cuando vio cmo se colocaba el peso
en la espalda. Desde que Robert les anunci que el hombre al que ella buscaba haba
sido hallado, Elen no haba abierto la boca. Pareca como si una nube, pequea y

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negra, flotara alrededor de su cabeza.


Saba que deba hablar con ella. l poda quitarle de encima el peso de su propia
conciencia, tan fcilmente como si quisiera quitarle la mochila que llevaba a la
espalda, pero no se le acerc, porque se senta como un extrao. Su vestido negro y la
experta manera que tena de llevar las armas, equipndose con el cuchillo, el arco y
las flechas, daban crdito a esa impresin de extraeza por parte de Stephen. Por
encima de todo, era Elen quien desprenda un aire de preocupacin intranquila que
no invitaba a la conversacin ni a las confidencias. En aquel claro lleno de gente,
estaba completamente sola.
Incmodo, Stephen se apart. Otra vez, aquella pregunta que lo atormentaba
mentalmente lo despert, como un susurro que no cesaba en su cabeza. Cul era el
secreto de Ferndale? Qu era aquello tan terrible que obligaba a Elen a llegar hasta
donde haba llegado, para vengar a su padre?
Partieron poco despus de la salida del sol, cuando su resplandor alumbr las
copas de los rboles con un tono dorado. Se deslizaron en medio del fro, como
oscuras sombras bajo el techo de ramas y hojas, sin despedidas ni alboroto,
avanzando en silencio.
El primer da se movieron con sigilo y con tanta rapidez como Robert poda
infundirles. Cada pocas horas se detenan para descansar y los apremiaba a beber
agua, no en grandes cantidades, pero sin parar Stephen reconoci las estrategias de
Robert. Aquello era llanamente una marcha forzada, una tctica militar destinada a
mover una tropa de combate hasta un lugar alejado en el menor tiempo y que
llegaran tan frescos como fuera posible. Era una estrategia inventada por los romanos
y todava se segua practicando en el presente. Incluso Ricardo la haba empleado
durante su conquista en Tierra Santa.
Robert aprovechaba sus conocimientos como caballero y su instruccin en las
Cruzadas para conseguir que sus hombres alcanzaran el objetivo Ferndale con
suma rapidez, listos para enfrentarse a cualquier dificultad que se les presentase all.
Era un acto que tena una advertencia implcita que Stephen reconoci y
asimil. El resultado fue que sus sentidos se agudizaron, estaba siempre alerta.
Aquella noche comieron bien, todos a excepcin de Elen, que los observaba con
una impaciencia distante. Despus de la comida no hubo ni un segundo de charla
amigable alrededor del fuego. Avivaron las llamas, se acurrucaron bajo sus capas y
pieles, y durmieron.
Stephen los imit. Cerr los ojos, pero el sueo no le acompaaba. Era muy
consciente de la presencia de Elen, tumbada un poco ms all, quieta y callada. Le
hubiese gustado tenerla a su lado, pero ella no haba mostrado ninguna inclinacin
por estar cerca de l.
Intranquilo, Stephen echaba cabezadas y acab despertndose por completo
cuando unas manos se posaron en sus hombros l las empuj y agarr su cuchillo.
Una suave palma le cubri la boca.
Shh.

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Era Elen. Stephen levant las pieles y la acogi debajo. Experiment una
satisfaccin inexplicable al sentir el cuerpo de ella acunndose contra el suyo. Cerr
los ojos otra vez y se qued dormido, ms seguro ahora que ella estaba junto a l.
Cuando Stephen se levant por la maana, Elen ya se haba marchado. Los
hombres se despertaban y se desperezaban a su alrededor, solos como l. La
encontr, comiendo un trozo de pastel salado, sentada al lado de la hoguera, pero no
le dijo nada de la noche pasada. Stephen comprendi de repente que tendra que ser
de aquella manera.
Partieron de inmediato despus de desayunar, pero avanzaron lentamente.
Robert mandaba a grupo de dos o tres hombres a la avanzadilla. Stephen asumi que
eran exploradores, pero cuando regresaron con conejos recin cazados y un ciervo
colgando de una rama que transportaban entre dos, comprendi su error. Haban
salido a cazar mientras Robert mantena el ritmo de la tropa sin perturbar la cacera.
La cantidad de carne fresca pareca desorbitada para el nmero de personas que
compona el grupo, pero Stephen no dijo nada. Gracias al silencio distante de Elen y a
las costumbres rutinarias entre los hombres de Robert, Stephen advirti que su
experiencia previa como guerrero, caballero y lder de un ejrcito, no le serva para
nada all. Los hbitos de aquel grupo estaban definidos por unas condiciones a las
que l no estaba acostumbrado.
Despus de cortar la carne de ciervo, Robert alcanz el ritmo del grupo y se
apresuraron a seguir la marcha al mismo paso que el da anterior.
Al final de la tarde, cuando el sol estaba ya por debajo de las copas de los
rboles, Robert les indic que se detuvieran con un solo movimiento alzando la
mano. Haba una densa espesura de rboles y Robert dio las rdenes susurradas en
ingls. Seal a Stephen y a Elen y les indic que se adelantaran, mientras los dems
se tumbaron boca abajo en el suelo con suspiros cansados.
Avanzaron una docena de pasos ms, hasta una hendidura en la tierra que tena
una forma alargada, como si un antiguo dios gigantesco hubiese clavado un hacha
inmensa. Al otro lado de la franja, haba un montn de detrito vegetal y se apoyaron
sobre la inclinada pared interna para mirar por encima del borde.
No haba ms rboles despus de aquel montn de tierra, sino que empezaban
ya los campos cultivados Detrs de stos apareca una pequea aldea, con una
docena de casas amontonadas en torno a una diminuta plaza cuadrada No haba
ninguna casa seorial. Pareca un lugar desierto.
Ferndale, pens Stephen.
A pesar de lo avanzado del da, an haba campesinos arando las tierras. Era
tiempo de labrar, pero esos hombres lo hacan sin caballo ni buey. Removan la tierra
reseca con su propia fuerza, empujando a mano las pobres herramientas que posean.
Stephen apenas poda creerlo Que tipo de seor feudal dejara trabajar a sus
campesinos sin aprovechar la fuerza de un animal? Incluso los ms tiranos
comprendan que la rapidez era un factor vital en la primera labranza del ao, o no
llegaran a sembrar la cosecha para el verano!

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No veo ninguna guarnicin le musit Elen a Robert, sin mostrarse afectada,


en principio, por la situacin de los campesinos.
Igualmente debemos andarnos con cuidado le advirti Robert. Llevad a
Stephen a la casa de Warren. Nosotros nos quedaremos aqu por si surgen problemas.
Elen asinti y le entreg su arco y sus flechas a Robert. Dio unos pasos atrs
hasta que su cabeza no sobresala por encima del montculo de tierra.
Stephen? lo llam sin mirarlo, como si estuviera esperndole.
Desconcertado, Stephen la sigui, apartndose tambin hasta que se pudo
poner de pie sin ser visto.
Elen emprendi la marcha, recorriendo el centro del surco hasta acabar en un
paraje cenagoso, que borde. Los rboles volvan a escasear, pero esta vez
prosiguieron hasta alcanzar el camino estrecho que dibujaba una lnea recta, como el
curso de una flecha, directamente desde el bosque hasta adentrarse en la poblacin.
Elen se dirigi hacia la aldea. Stephen sigui su paso.
Podemos hablar un poco ahora? Parece ms natural si charlamos le pidi.
Elen.
Por qu debemos parecer naturales?
Somos primos. Vamos de visita a casa de Warren, venimos del pueblo de al
lado, para cambiar, si podemos, semillas por herramientas y telas.
Stephen arrug el entrecejo.
A quin le importa quines somos y qu venimos a hacer aqu?
Elen hizo una mueca.
Hay muchas posibilidades que nos hagan preguntas.
Stephen dej vagar la mirada hacia la esculida villa.
Qu es este lugar? musit.
No te dijo Robert que cuando vinieras aqu tus preguntas obtendran
respuestas?
S, pero hasta el momento, slo hay todava ms preguntas, ninguna
respuesta.
Paciencia le sugiri Elen, con una leve sonrisa que se desvaneci enseguida.
Sus ojos se nublaron con una sombra de ansiedad.
Caminaron hasta la plaza y dejaron atrs un par de viviendas, que estaban muy
descuidadas. El tejado de paja haca ya unos cuantos inviernos que no se haba
reparado y estaba podrido, con trozos cubiertos de musgo verdoso. La nieve que
haba cado recientemente an colgaba del lado a sotavento, con largos carmbanos
de hielo que colgaban de los aleros.
Desde esa distancia, bastante ms cerca, la aldea estaba tan desierta como
apareca en la lejana No se oa el ms mnimo sonido, ni un pequeo movimiento. El
lugar estaba congelado, con un silencio mortal hasta que el llanto de un beb rompi
la paz.
Stephen dio un salto. Con el corazn desbocado, mir a su alrededor. Aquel
llanto segua, con una nota de desesperacin y de cansancio que penetraba hasta lo

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ms profundo de su cabeza.
Nadie va a atender a esa criatura? musit mientras pasaban al otro lado
del pueblo despus de atravesar la plaza.
El beb no cesaba de llorar y Stephen empez a incomodarse.
Es que a nadie le importa? pregunt en voz ms alta.
Elen movi la cabeza.
No hables tan alto murmur. No podemos permitirnos atraer demasiada
atencin Apresur el paso.
Stephen sinti una rabia repentina y obstinada dentro del pecho. Aquel lamento
le estaba perforando el cerebro, no le dejaba espacio para pensar con claridad.
Qu clase de gente dejara a un nio llorar as? le exigi saber con un
spero susurro.
Gente que tiene que trabajar le dijo Elen en un hilo de voz mientras se
escurra entre dos callejuelas, por un pasaje estrecho y fangoso entre dos casas.
Stephen sigui tras ella unos pasos ms y luego dej caer su mano sobre el
hombro de Elen bajo los dedos sinti la correa de cuero de la bolsa que cargaba,
pesada, clavndose en la suave carne de su espalda.
Ya basta le dijo con firmeza, no podemos dejar a ese nio llorar tan
desconsoladamente.
Se dio la vuelta para regresar, pero la mano de Elen lo de tuvo, aferrada a su
codo. Tena una fuerza extraordinaria para tratarse de una mujer.
No! buf furiosa. Date la vuelta y sgueme. No debemos apartarnos de
nuestro propsito, nada nos distraer. Le sacudi el brazo. Nos vamos. Ahora
Me entiendes? sise Elen.
Stephen se qued mirndola fijamente, el asombro haba dejado a un lado la
rabia. Pareca que haba mucho ms de lo que se vea en aquella aldea de Ferndale, y
Elen lo comprenda a la perfeccin, absorbiendo cada seal, mientras que l apenas
entenda los smbolos y los susurros.
La sorpresa lo haba vuelto dcil. Se dio la vuelta detrs de Elen y la sigui a lo
largo de la callejuela. El beb continuaba desconsolado y Stephen senta una
quemazn en la frente, el impulso por actuar, la necesidad imperiosa de ayudar. Al
salir del trillado pasaje, los sollozos cesaron y el silencio lo invadi todo otra vez,
denso y perturbador. El final de aquellas lgrimas no le produjo la tranquilidad que
Stephen esperaba.
Elen borde la pared de una pequea vivienda y se encamin hacia la puerta.
Las paredes estaban ennegrecidas y quemadas, los quicios de la puerta y de las
ventanas, retorcidos Por el calor de dentro?
Elen llam suavemente con los nudillos, pero no aguard a que le respondieran.
Abri la puerta y esper a que Stephen pasara, mientras echaba un vistazo a su
alrededor y por la zona delante de la casa.
l encogi la cabeza para no golpearse con el marco y entr.
Dentro estaba muy oscuro, y fro, a pesar de que una hoguera crepitaba en la

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chimenea al fondo de la estancia. Elen cerr la puerta tras ella. Incluso despus de
bloquear la entrada, Stephen notaba un airecillo glido que se colaba, silbando, por
entre sus piernas.
Elen dej el fardo en el sucio suelo con un suspiro de alivio y se acerc al fuego.
En la penumbra del rincn haba un hombre sentado. La silla sobre la que
descansaba estaba hecha con madera, caa y bramante. Tena un respaldo bajo y los
brazos, altos. El hombre sentado pareca haber sido tan toscamente compuesto como
la silla. Tena un pelo muy claro, largo hasta los hombros. En medio de los escasos y
canosos mechones se vela el cuero cabelludo Se haba afeitado apenas un par de das
antes y la barba que creca estaba moteada de gris. Su rostro era un campo de batalla,
surcado de cicatrices y de arrugas. Estaba delgado hasta la extenuacin, con los
huesos apenas en vueltos en fina piel, con aristas visibles por todas partes.
Estaba dormido.
Elen se agach delante de l y apoy la mano delicadamente sobre el antebrazo
del hombre, que descansaba en uno de los altos brazos de la silla. Se despert de
repente con un ronquido sonoro y sus ojos azules les apuntaron, con una mirada
aguda, sin perder un pice de la vivacidad que les dieron al nacer.
Helena, has regresado.
La voz del hombre era ronca, rugosa, sin el temblor de la edad avanzada.
Hablaba en francs con un leve acento ingls.
S, por fin vuelvo a estar aqu admiti con una sonrisa. Warren, te he
trado comida. Hay suficiente para que la repartas entre los dems.
l le dio unos golpecitos en la mano.
Eres una buena muchacha al acordarte de nosotros. Una buena chica.
Levant la mirada hacia Stephen, juzgndolo con una mirada examinadora. Os
conozco le dijo lentamente. S, sois igual a vuestro padre. Dinan, verdad?
Stephen asinti.
S! Conocais a mi padre?
Luchamos juntos, muchacho. S, contra los franceses.
Estabais en su guarnicin?
Maldita sea vuestra imprudencia! escupi Warren. Yo luch a su lado
con mis propios hombres.
Warren fue uno de los caballeros favoritos del rey Enrique le susurr Elen
en un aparte.
Stephen contempl el decrpito hogar, el escaso mobiliario, el desagradable olor
que desprendan hasta las paredes Aquel hombre haba sido un caballero? Era
imposible Qu haba podido suceder para que Warren viviera en aquel estado
infame?
Warren revolvi torpemente la ajada manta que le cubra las piernas. La apart
a un lado para revelar el espacio vaco donde deberan estar sus piernas. La parte
final del asiento era un hueco llano.
Warren volvi a echarse la manta encima.

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Me cay un caballo encima de las piernas. Me las hizo aicos. Se me clav la


cota de malla en la carne. Los hombres que me atendieron lo intentaron todo, pero al
cabo de un par de das
Warren hizo un gesto pasndose la mano por delante de la nariz y Stephen
asinti. Saba de sobra que haba cosas de las que Warren, por delicadeza, no hablara
delante de Elen. La gangrena putrefacta que a menudo supuraba de las heridas de un
hombre poda matarlo en tres das si no se cortaba a tiempo. Estaba claro que a
Warren se la haban detenido, pero lo pag caro, con la prdida de ambas piernas.
Vos estis al servicio de mi seora? le pregunt Warren.
Stephen esboz una media sonrisa.
En cierto modo, lo estoy.
Warren asinti, satisfecho.
He trado a Stephen para que te escuche. Para que aprenda Elen volvi a
apoyar la mano sobre el brazo del hombre mayor. Te importara contrselo?
Warren consider la cuestin unos segundos y suspir.
No tenemos que avergonzarnos. Ya no.
Nunca tuvisteis que avergonzaros le dijo Elen con firmeza y mir luego a
Stephen. Ven, escucha.
Stephen se acerc y sinti la mano de Elen dentro de la suya, tirando de l para
que se pusiera a su nivel. Encontr un tronco cortado para hacer lea, lo empuj y se
sent.
Escucho.
Warren lo escudri.
Un hombre de vuestra talla no le debe lealtad a nadie ms que al rey Sabis
lo que es la multa, hijo?
El tributo que debe pagar una poblacin cuando un normando es asesinado
dentro de los lmites territoriales y no se ha encontrado a los criminales.
S, parece muy simple, verdad?
S, debera serlo admiti Stephen. Creo que la precedencia para establecer
la multa est documentada Pero es un sistema muy antiguo, que se origin durante la
anarqua.
Resulta que an nadie ha considerado lcita la abolicin de la multa
coment Elen.
Stephen volvi a echar un vistazo por la estancia, con una sospecha creciente.
Vais a decirme que esta villa es tan pobre por culpa de la multa?
Tanto Elen como Warren se quedaron callados, con la mirada fija.
Es completamente ridculo! exclam l con una ira desconocida. Una
simple multa no puede reducir a un pueblo a las condiciones que hay aqu. Ni tan
solo la multa ms excesiva.
Hay un grado de aplicacin que el alguacil y sus hombres han ejercido al
mximo le explic Elen. Warren te lo explicar.
Stephen volvi a mirar al anciano con la rabia creciendo en su interior.

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A cuanto ascendi el pago de esta multa? exigi saber.


De las dos cosechas del ao, debemos entregarles diez veces el peso de la
vctima en cosecha, y su peso, en moneda.
La clera de Stephen se hel.
Su peso de la vctima en moneda?
Como seor feudal de sus aldeas, en muchos aos Stephen no haba visto ms
que un puado de monedas en manos de los labradores. Saba de sobra qu tipo de
presin recaera sobre la aldea para entregar semejante cantidad. Un campesino casi
nunca posea dinero, su subsistencia se basaba en el intercambio.
S, en monedas, baadas en sangre! confirm Warren con un bufido.
Entretanto, los tributos habituales se siguen pagando. Si no llegamos al peso, la
cantidad que falta se aade a la siguiente cosecha.
Qu quiere decir la siguiente cosecha?
No se trata de una multa pagada de una vez. Estamos comprometidos a
entregar el dinero, por completo, en cada cosecha, dos veces al ao, hasta que
encontremos pruebas del asesino o al asesino en persona Por supuesto, no hemos
logrado reunir la cantidad para la multa ni una sola vez.
Dos veces al ao! Stephen no lo poda creer. Sera difcil juntar esa
cantidad, ni aun poniendo las diversas fuentes de ingresos de todas sus tierras, de
todas y cada una de las aldeas que l administraba. Ferndale era slo una pequea
poblacin. No me extraa que aren los campos a mano, sin animales para
ayudarse.
S. La mayor parte de los bueyes se vendieron al principio, para la primera
multa. La boca de Warren dibuj una mueca triste. Debis comprender que
aquellos que eran libres para marcharse, abandonaron el pueblo hace ya mucho
tiempo. Los campesinos y siervos, atados a la tierra, tuvieron que quedarse.
Nottingham y sus hombres estn siempre vigilndonos, para asegurarse de que nadie
escapar durante la noche. Llegan sin avisar y hacen un recuento de cabezas. Quienes
vienen de fuera son interrogados sin piedad, y si se los puede relacionar con la aldea,
los obligan a quedarse. Para trabajar. Si alguien se atreve a huir, los dems pagamos
el precio de su ira.
Warren le mostr las cuatro paredes que los rodeaban. Intentaron quemar
esta casa por una infraccin semejante.
Stephen record las paredes carbonizadas de fuera.
Comprendo dijo escuetamente, pues en su interior el horror se mezclaba
con la culpa.
Nottingham tena un normando como seor feudal. Cuntos ms se tomaban
libertades parecidas con las responsabilidades que les asignaban?
Si Nottingham iba a aparecer en cualquier momento, sin avisar, y poner en
prctica los interrogatorios que Warren le acababa de describir no era nada extrao
que Elen se hubiese apresurado a cruzar las calles del pueblo e incluso no escuchara
a un nio desesperado.

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CORAZN VENGADOR

Stephen pens en el nio que lloraba desconsolado. Deba de estar solo y,


probablemente, hambriento. Sus padres estaran trabajando en el campo.
Cuntale lo de Mary le pidi. Elen.
Warren accedi.
Mary, mi sobrina, me acogi cuando nadie poda hacerse cargo de m. Yo era
una carga ms en la familia, lo entendis?
Stephen asinti.
Descubri que estaba encinta. Quera irse al pueblo vecino, para estar con su
hermana, haba mejor comida. Saba que si no coma un poco ms que los dems, el
beb se morira. Se lo implor a Nottingham, pero l le dijo que si tantas ganas tena
de marcharse de Ferndale, que trabajara para l, en su maldito castillo. Se la llev con
l y la hizo bregar como una esclava. All murieron, ella y su beb, que no lleg a
nacer. Ella nunca regres a casa.
Warren volvi la cabeza hacia el lastimoso fuego y Stephen vio su garganta
agarrotada por el dolor.
Mary era el nico pariente vivo de Warren. Sin ella, tuvo que defenderse solo.
Stephen contempl la manta que cubra a Warren.
Y el marido de Mary?
Mary no estaba casada.
Entonces de quin?
Nottingham dijo Elen con la voz apenas audible.
l o uno de sus hombres aadi Warren con la voz spera. La tomaron a
la fuerza.
Lo siento mucho musit Stephen.
Warren se encogi de hombros.
Todas las mujeres de la aldea estn a su merced. Ya ha dejado de ser un
estigma, a base de repetirse.
El horror de Stephen no tena fin. Trag saliva nerviosamente.
Y cmo podis atenderos, sin Mary?
Los dems. Vienen siempre que pueden, me traen lo que les sobra.
Se volvi para mirarlos a la cara y Stephen volvi a percibir su delgadez y su
fragilidad.
S, mrame bien le dijo Warren calmadamente.
Por qu no acudisteis a vuestro seor para que os ayudara? le pregunt
Stephen. Estoy seguro de que quien quiera que os impusiera esta multa no
pretenda que la colecta fuera tan exhaustiva.
Warren escupi otra vez.
El rey nos impuso la multa! escupi entre dientes. En un ramalazo de
locura. Ya sabis en qu estado se pone Ricardo en ocasiones. Orden que se
cumpliera la multa sin importar lo que costara.
Estaba muy enfadado intercal Elen. Y triste.
Por qu? exigi saber Stephen. No lo entiendo involuntariamente, se

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CORAZN VENGADOR

puso de pie, incapaz de seguir sentado. Qu poda haber enfurecido a Ricardo de


ese modo? Quin fue asesinado aqu, cuya muerte os ha trado tanta desgracia?
El conde de Wessex le respondi Warren.
El asombro de Stephen borr toda su clera. Volvi a sentarse, esta vez las
rodillas cedieron con facilidad. Clav los ojos en Elen.
El conde de Wessex! Su padre muri en los campos que acababan de atravesar
Por eso ella buscaba al asesino con tanta dedicacin. No era slo una venganza, pues
mientras el asesino no se descubriera, aquella gente seguira pagando el precio por la
muerte de Wessex.
Intent explicrtelo una vez le record Elen dulcemente.
Stephen se acord.
S, lo hiciste Pero entonces no te comprend. Frunci la frente, con la mente
empezando a funcionar. Cmo sucedi? Y por qu se tom el rey tan mal la
muerte de tu padre? l viva ya fuera de la ley, verdad?
Mi padre siempre fue uno de los hombres de confianza de Enrique y, luego,
de Ricardo. Los dos reyes se esforzaron por que as fuera, pues saban que la nica
manera de tener las tierras de Yorkshire y las tierras del norte bajo control era
asegurndose de contar con su lealtad. Pero con Ricardo, lo una una verdadera
amistad Elen suspir. Ricardo admiraba a mi padre como si fuera el suyo.
Sin embargo, lo dej fuera de la ley, y a ti junto con l.
No tena ms remedio. La carta que le mostraron era demasiado inculpadora
para desentenderse Elen hizo una mueca. Mi padre se habra podido someter al
castigo, pero quera dejar su nombre limpio y encontrar a la persona que haba
falsificado la carta. Por eso escap al bosque y me llev con l.
Directo al otro seor feudal que permaneca exiliado musit Stephen.
No habramos sobrevivido solos. Nada sabamos de la tierra y de vivir con
sus secretos. Al unirnos a Robert, tomamos una decisin prctica Y, adems, l posea
innumerables contactos que nos podran servir para descubrir quin quera sacarse
de en medio a mi padre.
Cmo muri? le pregunt Stephen.
Una sombra cruz el rostro de Elen.
Pasamos ms de un ao junto a Robert. Mi padre, a peticin de Robert, dirigi
a un pequeo grupo por las poblaciones de Nottingham, para distribuir el botn que
se haba acumulado a lo largo del verano.
Ferndale fue una de esas poblaciones adivin Stephen.
Elen lo confirm.
No s qu sucedi en realidad cuando llegaron all. Todo cuanto s, lo que he
podido descubrir es que lo encontraron muerto en los campos, con una herida en el
cuello. El alguacil lo investig, pero no encontraron pruebas. Nadie haba visto nada,
ni odo nada. Ricardo Frunci la frente. Me contaron que le dio un golpe tan
fuerte en la cabeza al hombre que le dio la noticia, que cay al suelo y tard horas en
volver a levantarse. La clera de Ricardo provoc la multa con la que Ferndale sufre

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CORAZN VENGADOR

ahora.
Pero, espera un momento Wessex era sajn. Ingls. La multa se aplica cuando
el muerto es un normando.
Elen asinti.
Creo que Ricardo lo olvid, o no le import. Y nadie se atrevi a sealarle
aquel error. Nottingham no ser quien se lo diga, pues entre tanto, sus bolsillos se
van llenando. Ningn seor feudal interferir en los procedimientos de otro. Se
encogi de hombros. Por eso yo ando tras el asesino de mi padre.
Warren sacudi la cabeza.
Ella se pasa la vida intentando compensarnos por el error de su padre al
morir en Ferndale. Siempre nos trae comida y dinero.
Stephen clav la mirada en el rostro de Elen y se complaci cuando vio que lo
tena cubierto por un rubor febril. Ella se levant y tom el pesado paquete que haba
dejado en la puerta.
Te he trado comida y lea. Y en el fardo de Stephen. Se interrumpi,
escuchando atentamente con la cabeza baja. Stephen se puso a escuchar. Se perciba
un sonido en la distancia, el tremor de los cascos de unos caballos. Eran muchos.
No estn muy lejos dijo Warren secamente.
Elen se apresur a volver a su lado.
Un aldeano llamado Peter, que acaba de regresar. Dnde puedo encontrarlo?
A aquel muchacho le dieron una paliza por haberse largado Warren puso
cara de preocupacin. Debe de estar en los campos.
Cules son los de l?
Vinisteis de Tippany?
De esa misma direccin.
El camino de entrada pasa al lado de sus tierras. Es un tipo grandulln, con el
pelo rojizo y el mal humor caracterstico de los pelirrojos.
Gracias.
Elen le dio unos golpecitos en la mueca y se volvi hacia la puerta. La
estampida de los caballos era cada vez ms fuerte, tardaran slo unos minutos.
Coge los fardos! le advirti Warren. Si Nottingham los encuentra, se los
quedar para l. Ya os buscaremos ms tarde.
Stephen agarr el fardo de Elen, impaciente por salir de all. Lo sujet mientras
ella pasaba los brazos por las tiras y, luego, cogi el suyo.
Deprisa mascull con una sensacin imperiosa de echar a correr hacia el
bosque a la vez que el corazn le martilleaba el pecho.
Salieron afuera y Elen cerr la puerta con cuidado. Stephen la tom del brazo
para dirigirse al campo que haba delante mismo de la casa de Warren. Haba pocos
labradores, pero el bosque estaba a escasos pasos de donde se encontraban. El bosque
le pareca un santuario.
No, por aqu le orden Elen y tir del brazo para intentar regresar por el
mismo camino que haban llegado.

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TRACY COOPER-POSEY

CORAZN VENGADOR

Es ms rpido si cruzamos ese campo.


Se oa la conversacin de los hombres por encima de los relinchos de los
caballos, en la otra direccin, Stephen mir hacia all, se imaginaba a la caballera
abalanzndose sobre ellos, pero slo vio las paredes de las viviendas.
Los labradores tambin haban dejado sus tareas y miraban en aquella
direccin, con los arados inertes en sus manos.
No, Peter est por all, lo dijo Warren Elen tir del brazo de l.
Elen, una banda de hombres armados est a punto de entrar y saquear esta
aldea como una tormenta. No hay tiempo para interrogar a Peter. Luego. Ms tarde,
despus lo buscaremos.
Podemos avisarle, llevrnoslo al bosque, con nosotros.
No, Elen. No poda creer que aquella mujer fuera tan tozuda.
Elen lanz una maldicin a la vez que le daba una patada a Stephen. Ella
llevaba zapatos gruesos de invierno y Stephen no llevaba malla. Aquella punzada
intensa le oblig a aguantar la respiracin. Ella se solt de su mano atenazadora y
huy corriendo hacia la plaza.
Stephen apret los dientes.
Por las barbas de Jess! farfull y luego la sigui.
Al mismo tiempo que iba tras ella segua la sarta de improperios por la
desafortunada visita de Nottingham. Claro, haba tenido que ser durante su visita,
mientras ellos estaban all, en la aldea, cuya presencia era una condena segura.
Entonces se acord de la precaucin de Robert al vigilar que muy pocas
personas del campamento conocieran la verdadera naturaleza de su excursin. Temo
a quienes no son mi gente, pero que se mueven con sigilo entre nosotros. El secretismo es una
de mis defensas contra los hombres del rey, que parecen prever todos mis movimientos, con
ms frecuencia de lo que yo quisiera.
Stephen comprendi que aquellos hombres no lo haban previsto, sino que lo
saban a ciencia cierta, a pesar de las precauciones de Robert, Nottingham haba
recibido noticias de su visita a Ferndale.
Stephen se aproxim a Elen a toda prisa, pues el temor daba alas a sus pies.
Nottingham haba ido a por ellos.

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TRACY COOPER-POSEY

CORAZN VENGADOR

Captulo 22
La bolsa pesaba mucho y la haca ir ms despacio. Helena cruz la plaza
despejada en direccin al camino del norte, hacia el pueblo de Tippany. No poda
verlos, pero se oyeron sus voces y el tintineo metlico de sus armas.
Y muy cerca, detrs de ella, Stephen intentaba atraparla.
A pesar de que trat de correr ms rpido, la mano de l la agarr y la oblig a
detenerse. Pero, sin contentarse con haberla detenido, la lanz por encima de su
hombro, cargndola como un saco de patatas. Su fardo se resbal y golpe el suelo
con un ruido amortiguado Stephen se agach, con la mano a modo de gancho lo
cogi sin dejar de correr.
Helena no vea hacia dnde se diriga. Escuch el empujn que las manos de
Stephen dieron sobre una puerta, el crujir de la madera, y, de repente, una clida
oscuridad los envolvi. La puerta que acababan de cruzar se cerr con un crujido
lento.
Percibi un mugido espantado y un balido delator de las ovejas, cuyo sonido les
permiti reconocer enseguida que se haban metido en un establo, dentro de la aldea,
en la parte de la vivienda familiar donde guardaban a los animales en invierno.
Stephen la dej en el suelo y Helena sinti el mullido piso de la paja debajo de
los pies, que confirmaba su suposicin. Era un establo. Luego, a su lado, el sonido de
los fardos cargados y el silbido metlico al desenvainarse una espada.
Quieta le exigi Stephen. No nos pueden ver, Elen. Nos estn buscando.
Es imposible. T no sabes quines son.
Son los hombres de Nottingham le dijo escuetamente. Me apuesto todo lo
que tengo a que lo son. Su oscura silueta se aproxim a una abertura en el tosco
empalado que sostena las paredes y ech un vistazo afuera. Nos estaban
esperando.
Helena vio otra ranura y se col entre las dos ovejas para mirar por all, justo a
tiempo para ver a los jinetes irrumpir en la plaza, cabalgando a toda prisa, sin
preocuparse por si haba alguien en su camino.
Haba varios aldeanos en la plaza, atrados all por los posibles problemas. Se
acercaron desde los campos y traan las herramientas con ellos, una variopinta
coleccin de arados y palas oxidadas, incluso una vieja pica de guerra.
Helena vio una cabeza que resaltaba entre las dems y contuvo el aliento.
Stephen, ah est! Ese es Peter!
Ya lo veo, Elen. Silencio.
Los jinetes se detuvieron casi derrapando a pocos pasos de la gente apiada en

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TRACY COOPER-POSEY

CORAZN VENGADOR

la plaza. Encabezando a los hombres haba uno con el pelo negro y una barba
puntiaguda. No llevaba casco ni escudo. Se alz en el caballo y seal a uno de los
lugareos.
ste.
Dos de sus hombres desmontaron y se acercaron al campesino que les haba
sealado su jefe. Con una brusquedad que la sorprendi, uno de ellos lo dej
tumbado en el suelo despus de darle un sonoro bofetn con el revs de la mano.
Un escalofro colectivo recorri al grupo de labradores que estaban tras l, pero
ninguno se acerc a los soldados.
Hay una mujer entre vosotros, llamada Helena. Tambin se la conoce con el
nombre de Isobel. La estoy buscando. Tradmela!
Una glida tenaza oprimi el corazn de Helena. La buscaban a ella.
No conocemos a ninguna mujer con ese nombre, seor alguacil.
La mano de Stephen se apoy firme sobre el hombro de Helena, calmndola.
Ella volvi a mirar hacia fuera.
De modo que aqul era el alguacil! No pareca muy complacido con la
respuesta y seal a otro hombre. Los hombres del alguacil se acercaron a l. Uno de
ellos llevaba un mazo.
Se alzaron gritos de protesta entre los aldeanos. Sinti la mano de Stephen
agarrarla con fuerza por el hombro, intentando tirar de ella y apartarla de la mirilla.
Entonces, Helena se dio cuenta de que en realidad, era ella quien estaba empujando
para intentar abalanzarse hacia la puerta, mientras Stephen la sujetaba firmemente.
Apret los dientes con fuerza y se oblig a mirar la escena.
Los centinelas apuntaron al blanco para golpearle con el mazo, pero antes de
poder administrarle su castigo, la cabeza pelirroja de Peter apareci entre ellos. Peter
dio un paso adelante, con el largo asidero de una azada en la mano, la sostena al
lado, como si hubiese olvidado que la sujetaba. Bloque el paso de los soldados y se
qued mirndolos, con la boca cerrada. Era como si los estuviera retando para que lo
sacaran de en medio.
No, Peter!
Se pudo escuchar el ruego de una mujer entre la gente, implorante, con las
manos abiertas.
Helena apret los puos. Su corazn lata a una velocidad frentica y cada
pulsacin enviaba por separado su propia ola expansiva de vrtigo. El hombre a
quien haba buscado durante semanas estaba a escasos pasos de ella! Corra un
peligro mortal y ella no poda hacer nada al respecto!
Que no le hagan dao, por favor!
Los hombres se volvieron hacia el alguacil que asinti le vehemente. Ellos
hicieron una mueca de satisfaccin y se giraron hacia Peter. El que sostena el mazo,
lo propuls y lo dirigi hacia la cabeza de Peter.
Demasiado tarde, Peter intent esquivar el golpe. Demasiado tarde. Se pudo
escuchar un crujido nauseabundo y los gritos aterrorizados de los dems.

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TRACY COOPER-POSEY

CORAZN VENGADOR

Helena intent soltar su propio chillido de angustia y de desesperanza, pero


antes de que pudiera orse su voz, y delatarlos a los de fuera, la mano de Stephen le
cubri la boca.
La sacudieron unos violentos temblores, de desesperacin y de horror, con
oleadas ahora de fro y ahora ardor. Un calor helado le llen la frente y, despus, le
recorri todo el cuerpo, de la cabeza a los pies. Sinti nuseas mientras su mente
repeta sin cesar aquella turbadora negativa No, no, no!
Poco a poco, mientras la violenta sacudida se desvaneca, Helena se percat de
las cosas externas en torno a ella. Stephen la sujetaba con fuerza contra l con la
mano an cubrindole la boca. Notaba su latido aporrendole en la oreja, mientras l
le susurraba dulces palabras. Seguro que le hablaba desde haca rato, pero hasta
entonces ella se negaba a escucharlo.
Calma, Elen, mi amor. Debemos estar callados. Si nos descubren, estaremos
perdidos y ellos son muchos. Yo no puedo contra todos. Calma, tranquila, mi valiente
guerrera. Shhh.
Helena recuper enseguida el aliento y la cordura. Se apoy en Stephen con un
suspiro exhausto. Se senta dbil y temblorosa, pero Stephen la sostena con su
incansable paciencia. La mano se apart de su boca y le alis el pelo despus de
apartrselo por encima del hombro.
Ests bien, Elen?
Aquellas palabras entrecortadas fueron pronunciadas en ingls. Helena casi
rompi a llorar, emocionada por aquella consideracin, por la nota de preocupacin
en la voz de Stephen. Era la primera vez que intentaba hablarle en el idioma de ella.
Usaba su lengua nativa para consolarla.
Helena asinti en silencio, tal como le haba dicho Stephen. Los labios de l
rozaron la mejilla de Helena.
Desde fuera lleg una orden lanzada a grito pelado.
Registradlo todo, cada una de estas malditas chozas. Ella est aqu, en alguna
parte.
Stephen se puso tenso y mir a su alrededor, por cada parte de la estancia en
penumbra. Le dio unos golpecitos suaves en el brazo a Helena, para tranquilizarla, y
mir por la hendidura para examinarlos otra vez. Despus de unos segundos, se
volvi hacia ella.
Van a registrar esta casa, tenlo por seguro. Debemos escondernos.
Dnde?
Debajo de la paja. Le seal el rincn ms apartado, donde haba un
cercado con paja amontonada que le llegaba a la altura del pecho. Mantn la cara
hacia abajo y cbrete as con el brazo sostuvo entonces el brazo doblado sobre los
ojos y la nariz, a una distancia de pocos centmetros, para dejar una mnima
separacin y poder respirar.
De la plaza les llegaban gritos de protesta, las voces atemorizadas. Los hombres
de Nottingham cumplan las rdenes de su cabecilla.

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TRACY COOPER-POSEY

CORAZN VENGADOR

Helena salt la valla y se hizo camino entre la paja. Stephen levant un par de
pacas y las puso encima.
Vete al fondo le dijo sealando la pared.
Luego, l empez a escarbar delante de la pila y enterr las dos pacas de paja.
Helena se arrastr hasta la pared, con el cuerpo oculto hasta la altura de la cabeza.
Hizo un hueco bajo la cara y echo una ltima ojeada a Stephen.
Por el lado norte del edificio los abordaban los hombres dando garrotazos para
acallar los ensordecidos alaridos de desazn. Haba una casa de campo al lado
mismo de aquella cuadra improvisada. Si los hombres estaban buscando tan cerca, el
establo sera el prximo lugar.
Las dos pacas de paja ya no se vean Stephen haba excavado una trinchera para
l. Se detuvo un instante para mirar a Helena y sonrerle, y enseguida se escondi en
el hueco y cubri el agujero con paja desde dentro.
Ella comprob que l estuviera bien escondido y tambin se cubri la cabeza. La
envolvi una clida y densa oscuridad, un poco sofocante. Con el brazo doblado
delante de la cara, la paja no le molestaba ni le haca cosquillas en la nariz y poda
seguir respirando calmadamente y sin parar.
La puerta traquete.
Qu hay aqu? La voz pareca un gruido.
Un poco de cobijo para los animales, seor.
La puerta se abri de golpe y la endeble estructura se tambale, oscilante
Helena contuvo la respiracin con el pecho con trado por el miedo.
Tiene razn No hay ms que una vaca y un par de ovejas.
Espera! El cercado de paja.
Desde fuera se pudo escuchar un bramido distante, pero esta vez no era de
temor, sino de clera.
Virgen Mara Nos estn disparando flechas! Vamos, daos prisa.
Otra vez, desde la plaza, llegaron las exquisitas rdenes del alguacil, ahora con
un timbre de clera feroz.
Estn en el bosque. Ah, en el extremo, al borde de la arboleda! Es que estis
ciegos?
Se pudo escuchar la entonacin de una pregunta, pero las palabras no se
distinguieron.
Id hacia los rboles y buscadlos, imbcil!
Era Robert! Robert y sus compaeros estaban distrayndolos para que se
alejaran de la aldea.
Justo al lado de la pila de paja, se oy otra exclamacin, como un ladrido por
parte de uno de aquellos dos hombres.
Por el amor de Dios! Quieres darte prisa?
Ya casi estoy. Solo quera mirar al fondo.
Oyeron un bufido quejoso y Helena sinti que empujaban algo y que le pasaba
cerca, rozndole la cadera por debajo, muy cerca. El soldado estaba inspeccionando

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CORAZN VENGADOR

la paja atravesndola con la espada!


Como ella estaba lo ms al fondo posible y el individuo se haba visto forzado a
inclinarse para llegar al final, su espada entro casi horizontalmente, pero la punta se
desliz por debajo de ella. Si se hubiera quedado en el lugar donde empez a hurgar,
la embestida de la espada habra sido perpendicular a ella, e ineludiblemente, la
hubiera atravesado.
Fuego, fuego! Un grito los alarm en la plaza.
Qu veo aqu! Una exclamacin de regodeo, all mismo, en los travesaos
de la valla del cercado. Mira! Mira esto!
Podemos marcharnos ya? Esta pocilga nos va a caer encima ardiendo en
llamas.
Pero fjate, aqu dentro! Es comida. Los muy astutos han escondido la
comida, como sucias ardillas.
Me da igual1 fue la respuesta. Yo me largo.
Vale, vale, yo tambin.
Cerraron la puerta con una sonora estampida detrs de ellos.
Luego, slo silencio. Bendito silencio, aunque fuera a oscuras.
Elen! Era un susurro spero.
Ella apart la paja y emergi, aliviada, de su escondrijo. Stephen estaba sentado,
examinando un corte en la ropa de su tnica, bajo el brazo. La espada haba trazado
una lnea ntida.
Te han tocado? le pregunt l.
No. Se fij en el hueco que haba quedado en una de las pacas de paja. Se
han llevado la comida! La invadi una odiosa sensacin de pura indignacin. Eran
alimentos para la gente del pueblo, no para sus torturadores! estall. Elen.
Da gracias que el fardo de comida los ha distrado coment Stephen con
filosfica amabilidad.
Y tambin Robert ha colaborado aadi. Fuego! Algo est ardiendo!
Lo he odo. Recorri la valla hasta quedar fuera de la cerca y se acerc de
nuevo a la abertura de la pared. Ya se van Directos al bosque.
Robert escapar. Tiene mucha prctica.
Seguro que s. El tono de Stephen era seco.
Ella rebusc el segundo fardo de comida entre las hebras de paja y lo sac.
Si se van, an podremos dejar esta bolsa.
Se carg el paquete a la espalda y pas al lado de Stephen. l se la quit,
alzndola sin esfuerzo, y se pas las tiras por los hombros.
La comida es lo ltimo que les preocupa. Volvi a mirar al exterior. Creo
que es seguro. Se han marchado.
Abrieron la puerta muy despacio, comprobando que todos los hombres, hasta el
ltimo de ellos, hubiera desaparecido. Entonces, Helena vio lo que Stephen haba
visto por la rendija. Uno de los edificios, ms cercano al lado norte de la plaza, arda
como el infierno. Era casi de noche y las llamas iluminaban la plaza. Era una casa de

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TRACY COOPER-POSEY

CORAZN VENGADOR

campo, se acordaba perfectamente. Los aldeanos no intentaban apagar el fuego. No


tena ningn sentido. Pero se mantenan vigilantes, por si las llamas se extendan a
los edificios adyacentes.
Fue entonces cuando vio la figura inerte en medio de la plaza. Una mujer
solitaria estaba arrodillada en el fro suelo, a su lado. Helena se acerc hasta la mujer
y le toc el hombro antes de agacharse a su altura.
Peter estaba muerto. La sangre manaba de la enorme herida de la cabeza y
haba formado un pequeo charco oscuro. La mujer sostena la mano de Peter. Estaba
llorando. Desvi la mirada hacia Helena y pudo ver la consternacin y la
incomprensin en los ojos de aquella mujer.
Haba regresado slo para asegurarse de que tendramos suficiente comida.
Lo hizo por nuestro bien. Si no hubiese venido, an seguira vivo. No lo entiendo.
Qu es lo que Dios quiere de nosotros?
Stephen se arrodill al otro lado del cuerpo y lo examin.
Helena daba suaves palmaditas en la espalda de la mujer, con una tristeza que
tambin la invada a ella.
No lo s, no s qu quiere Dios de nosotros le respondi con el corazn en
la mano. Ojal pudiera decroslo, pero no lo s.
Stephen se quit el peso de la espalda y se lo dej al lado de la mujer, por
encima del cuerpo de Peter.
Para vosotros le dijo otra vez en ingls.
Gracias respondi ella, y puso el paquete en su regazo.
Helena apart la vista hacia el cuerpo de Peter. La tristeza embargaba su
corazn hasta dolerle. Sinti la mano de Stephen y levant los ojos.
l le hablaba, pero ella no distingua las palabras. En vez de escucharlo, dijo en
voz alta aquello que le pasaba por la cabeza, para deshacerse de aquel sentimiento
sobrecogedor.
Es por mi culpa.
De repente, los ojos de Stephen le lanzaron una mirada implacable. Stephen la
zarande suavemente.
No! exclam con la voz baja pero con una intensidad que la hizo encogerse
. No quiero ni que lo pienses!
Pero vinieron buscndome a m.
Stephen ech una ojeada hacia la parte norte de la plaza, donde la mayora de
los habitantes de Ferndale seguan vigilando que el fuego no se propagara.
Elen, tenemos que marcharnos. Ahora Nottingham y sus hombres regresarn
enseguida Luego hablaremos, pero, por ahora, no quiero que pienses ms en todo
esto.
Cmo quieres que no lo haga, si es lo nico que tengo en la cabeza?
Luego hablaremos, pero ahora quiero que ests muy alerta, preparada para
enfrentarte a los obstculos. Si piensas en esto, no estars alerta.
Como puedo dejar de pensar en ello?

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TRACY COOPER-POSEY

CORAZN VENGADOR

l le quit una brizna de paja enredada en el pelo.


Sabes algn verso o alguna tonada, Elen? Una cancin, de cuando eras
pequea?
Ella se qued mirndolo fijamente, boquiabierta.
Si, claro.
Pues recita las palabras en silencio, para tus adentros. Una y otra vez,
concntrate en lo que ests haciendo en este momento. Sonri con una mueca triste
. Concntrate, como si tu vida dependiera de ello.
Mi vida depende de ello, pens Helena.
Y eso, funciona? le pregunt llena de dudas.
A m siempre me ha funcionado le dijo simplemente. En el desierto.
Cuando las ideas de la muerte eran todo cuanto ocupaba mi mente, me invadan
pensamientos que intentaban convencerme de que sera ms fcil rendirme,
tumbarme y dejar que todo pasara, descansar para siempre.
La boca de Helena traz en silencio una expresin de sorpresa.
Ests lista? le pregunt l.
En el silln de la reina, que nunca se peina, un da se pein, la absurda cancioncilla
era lo nico que Helena recordaba. Pos la mano en la empuadura del cuchillo y
asinti.
Lista.

Desde siempre, haba sido una norma no escrita entre los hombres de Robert,
que si algo les pasara tenan que regresar al ltimo lugar donde se haban separado.
Helena y Stephen regresaron sin complicaciones a la grieta en la tierra, en
medio de la lnea fronteriza de rboles. All no haba nadie, ni los hombres de
Nottingham ni los de Robert.
Se apoyaron para recuperar el aliento en la ligera inclinacin interior y
esperaron a que los hombres de la banda de Robert regresaran. A lo largo de ese rato
de silencio forzoso, Stephen tena la mano de Helena entre las suyas, quien segua
con la atencin centrada en el escenario y la mente ocupada, tal como le haba
pedido. El peligro estaba demasiado para permitir que su concentracin se
dispersara.
A Helena le result menos difcil de lo que esperaba apartar la tristeza de sus
pensamientos y cada vez recurra con menor frecuencia a la cancioncilla infantil.
Pero saba que, una vez en el campamento, tendra que enfrentarse sin retraso a
su parte de culpa por aquel desastre que acababa de ocurrir en Ferndale.

Con una arramblada, Savaric despej la mesa, vaca de copas y otros enseres
con un vendaval fulminante, y luego golpe con los puos, alterado por la rabia y la
frustracin.

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TRACY COOPER-POSEY

CORAZN VENGADOR

Nottingham le haba fallado! Le haba dado una orden, clara y sencilla, y haba
fracasado. Le vino con ajadas excusas de campesinos poco cooperadores, de un fuego
y dems, pero no cambiaba el hecho de que consigo no traa a Isobel. No, Helena!
, para enfrentarla a la justicia del rey. Una justicia que deba impedirle volver a
interferir en los planes de Savaric.
Los puos dejaron de moverse. Los desliz por encima de la mesa hasta apoyar
toda la parte superior del cuerpo en la superficie lisa. La madera apenas limada
rascaba contra la piel de su mejilla.
Juan se renda y se refugiaba otra vez en el regazo de su madre. Ricardo estaba
organizando un estado de paz que le dejaba el paso libre para regresar a Inglaterra y
ocupar el trono. Su regreso sealaba el fin de la influencia que Savaric hubiera
podido tener en la corte.
El tiempo se le estaba acabando.
Savaric record a otra estratega a quien el tiempo se le terminaba. Catherine
Qu le haba dicho acerca de Ricardo? Savaric frunci la cara, arandose la mejilla
con la madera. Ah, s! No podis negarme que sera muy conveniente que Ricardo muriera
en la guerra, luchando en Normanda contra Felipe.
Lo nico que se necesitara sera una flecha perdida, sin rumbo, o un paso dado
en falso.
Savaric se alz, con la mente funcionando a toda prisa, rebuscando entre los
recuerdos desparejados, la informacin clasificada como no til, durante las pocas
veces que se haba visto obligado a escuchar las largas historias de guerra entre los
cruzados. Le haban descrito aquella tctica inventada por los sarracenos. Le pusieron
un nombre de resonancias musulmanas uno que invocaba la efectividad y el sigilo de
su tcnica asesinos.
Savaric sonri, volva a sentirse feliz. Se acerc a la puerta, la abri de par en par
y seal a uno de los guardias.
T.
Seor?
El hombre salt cuando se vio apuntado.
En las entraas de este castillo hay un par de franceses, a quienes se arrest
por robar grano en el mercado.
S seor. S a quines os refers.
Ve a buscarlos Quiero hablar con ellos.
S, seor.
El guardia se cuadr con un saludo y se march a toda prisa por el pasillo.
Y lavadlos antes de que se presenten ante m! vocifer Savaric detrs de l.
Cerr la puerta con la reafirmante sensacin de satisfaccin de nuevo en su
interior.
No iba a permitir que tuviera lugar una reunin entre Helena y el rey. Si no
consiguiera apresar a Helena, entonces, debera detener al rey.

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TRACY COOPER-POSEY

CORAZN VENGADOR

Captulo 23
Tardaron dos das y medio en llegar al campamento de invierno con los
hombres de Robert. Durante ese tiempo, Stephen se vio separado de los dems por
culpa de su escaso dominio del ingls, lo cual l agradeci en aquella situacin. Elen
no iba a acercarse a l de una manera abierta, a pesar de que l siguiera pendiente de
ella para asegurarse de que su atencin no se apartaba de las tareas ms cotidianas y
primordiales. Aquel estado solitario le permiti cierta calma para poder pensar; una
pausa que necesitaba desesperadamente.
Pues era evidente que Robert y Elen tenan razn: la visita a Ferndale le haba
abierto los ojos de un modo que nunca crey posible.
De repente, entenda las constantes luchas de Elen para ayudar a la gente.
Comprenda por qu segua buscando al hombre que haba matado a su padre, a
pesar de las enormes dificultades que conllevaba, a pesar de Savaric y de Catherine o
de quienquiera que se opusiera a su objetivo; y eso lo inclua a l, Stephen de Dinan.
La primera vez, ella lo haba mirado a los ojos y haba desafiado la horca en aquella
cocina.
Nadie poda haber realizado aquella visita a Ferndale sin luego verlo todo ms
claro. Todos los hombres deberan aprender aquella leccin. Todos los barones. Y los
reyes. Entonces, tal vez las cosas cambiaran. Pues l era slo un hombre, y ahora
viva fuera de la ley. Poda hacer muy poco.
Stephen observ a su alrededor, a la banda de campesinos, los hombres de
Robert, y a Robert mismo. A Elen. Descansaban en aquel claro del bosque, baados
en el resplandor del sol, calentndose como podan. S, aquella gente s haca algo por
ayudar.
Stephen sonri para sus adentros. Haba perdido todas sus posesiones y haba
vagado sin rumbo hasta aquel momento. Pero haba llegado al final del crculo,
donde ste se cerraba. Se daba cuenta, mientras andaba y reflexionaba, que en aquel
da que estaba por acabarse se haba comprometido a seguir aquel extrao camino
que Elen le mostraba. Ahora tena un propsito, su vida tena un sentido.
Se haba convertido en uno de ellos.
El hombre que estaba sentado ms cerca de Stephen le ofreci el frasco de vino
y Stephen lo cogi con ganas. Busc entre sus parcas palabras para comunicar lo que
deseaba decir en ingls.
Gracias, amigo.
Los ojos de aquel hombre se abrieron de par en par. Luego solt una carcajada y
habl, demasiado deprisa para que Stephen le pudiera entender, y sacudi la cabeza.

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TRACY COOPER-POSEY

CORAZN VENGADOR

Muy rpido le dijo en francs, sin las palabras necesarias en aquel otro
idioma.
Los dems se volvieron hacia l cuando percibieron la impresin de su
compaero.
Robert levant la barbilla y sonri.
Ha dicho De nada, hombre callado.
Hombre callado. S, la verdad era que haba hablado muy poco con ellos. Su falta
de vocabulario y la incomodidad de las nuevas circunstancias de su vida eran los
responsables, pero aquello se iba a terminar.
Ellos lo llaman el Oso dijo Elen, hablando por primera vez en aquel da
. Me gusta ms que hombre callado.
Ellos, los que le haban puesto el nombre segn Elen, deban de ser los
barones, pero nunca le haban dedicado semejante epteto. El nico nombre que le
haban impuesto era el Barn Negro, pero no crea que aqul fuera a ser bien
aceptado en el bosque, pues les recordara constantemente su posicin social.
El hombre del vino le sonri y asinti.
El Oso dijo en ingls y le dio una palmada en el brazo a Stephen. Le
queda bien.
Recuper el frasco de vino, le ech un largo trago y lo pas.
A su alrededor los hombres murmuraron El Oso, decan, y levantaron sus
bebidas para brindar por el nuevo nombre.
Stephen mir a Elen. Sentada, envuelta con su capa de pieles y una sonrisa
pintada en la cara. Haba conseguido imponerles un nombre escogido por ella a los
miembros del grupo y a partir de ahora, el placer privado que sentira al orlo sera
algo slo compartido entre ellos dos.

Haca ya rato que caminaban, durante el tercer da, cuando varios de los
hombres de Robert, incluido l, se alertaron y pararon la marcha. Siguieron
avanzando con la cabeza baja, escuchando. Helena se prepar tambin para andar
con mucho cuidado. Desvi la mirada hacia Stephen. l estaba escuchando como los
dems, con una arruga atravesndole la frente.
Cuando Robert levant la mano, todos se detuvieron, obedientes aunque
estaban a escasa distancia del campamento de invierno y los hombres estaban
impacientes por llegar a casa. Se quedaron callados y muy quietos, observando a
Robert. Helena sinti la tensin crujindole en la espalda.
Robert chasqueo los dedos sin hacer ruido, una seal que significaba que deban
dispersarse y buscar un escondite. Elen quiso asegurarse de que Stephen
comprendiera la seal, pero l ya haba desaparecido. Sorprendida, se escondi
detrs de un roble, cuyo tronco ancho y retorcido estaba oculto por sus hermanos
ms altos. Se abraz al tronco y sac la cabeza para ojear el espacio que acababan de
abandonar.

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TRACY COOPER-POSEY

CORAZN VENGADOR

Una mano le toc la cara para advertirla y un cuerpo de hombre, grande y


clido, la estrecho por la espalda para protegerla.
Stephen la haba encontrado.
Siguieron mirando hasta que un grupo de cuatro hombres apareci entre los
rboles. Con la cabeza baja recorran el inapreciable sendero que conduca al
campamento. Cada uno de ellos tiraba de su propio caballo, lo que representaba un
jugoso botn. Las alforjas se mostraban abultadas a los costados de los animales.
Sin aviso, un par de los hombres de Robert se plantaron en medio del sendero,
con los arcos a punto para disparar. El grupo de jinetes se detuvo en seco.
Hace un poco de fro para andarse por los bosques de Sherwood dijo uno
de los dos arqueros en un francs pasable.
Uno de los jinetes, el ms joven, se adelant a los dems.
Buscamos a Robert de Loxley. Me dijeron que lo hallara cerca de aqu Lo
conocis?
Aquella voz juvenil le resultaba conocida a Helena, y su mente se puso a bullir,
rebuscando en la memoria.
Y quin lo busca?
El muchacho se apart la capucha.
William de Worcester.
William! Helena solt el aire, aliviada, y cuando presinti que no corra peligro,
sali de su escondrijo para acercarse por el sendero. Detrs de ella, emergieron los
dems arqueros.
Lady Isobel! El rostro de William se relaj, contento de verla.
Mi nombre es Helena de York lo corrigi ella.
Eso me han dicho. Ech una ojeada por encima del hombro de ella. Vos
sois Lord Loxley?
Yo no dijo la voz de Stephen detrs de su espalda, escudndola.
Qu te trae hasta aqu, William? le pregunt Helena al muchacho. En
medio del invierno? Y solo?
Mi padre ha muerto les comunic. La pena invadi a Helena.
Lo lamento le respondi. Era un buen hombre.
William le hizo un gesto de asentimiento.
S, s lo era. Y mi madre ha escogido otro camino con el que yo no quiero
tener nada que ver.
La tristeza de ella se ahond.
Catherine an sigue ambicionando tener su propio poder?
No lo s. La he dejado en el castillo de Worcester, con sus juegos perversos.
Los actos que ha perpetrado aun me revuelven el estmago. No pienso tolerar ningn
abuso ms cometido en mi nombre. Su rostro, enmarcado por unos pmulos
prominentes, se sonroj. Hablaba con una cierta brusquedad infantil. Ella os ha
tratado mal. Me alegro de veros una vez ms para poderos pedir perdn en persona.
Helena se sinti muy conmovida, su tristeza se disip un poco.

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TRACY COOPER-POSEY

CORAZN VENGADOR

Gracias La sinceridad le hizo aadir algo ms. Deberas saber, sin


embargo, que yo no actu de un modo tan honorable como piensas. Me escond tras
la identidad de Isobel.
S, ya lo s. Espero que un da me expliquis toda la historia, pues la carta que
me informaba me pareci emponzoada. William tirit y ech un vistazo hacia los
rboles. Vine buscando a Loxley. No tena ni idea de que os encontrara a vos aqu.
Helena sonri tristemente.
ste es el lugar donde vienen los hombres y las mujeres sin futuro.
William suspir.
S, me lo supongo.
Worcester, verdad? Habis recorrido un largo camino desde vuestro hogar
Era la voz de Robert acercndose al sendero donde permanecan William y sus
hombres.
De inmediato, los tres hombres escudaron al joven que levant la mano como
seal de que se mantuvieran a la espera. Luego, salud a Robert.
Vos debis de ser Lord Loxley.
Aqu soy slo Robert. Igual que t eres solo William.
Comprendo. William seal a los tres hombres que traa. Ellos me son
leales y han escogido servirme por propia voluntad. Me gustara que tambin les
permitierais un lugar entre vosotros.
Robert les ech un vistazo.
Siempre hay sitio para unas manos con ganas de trabajar.
William le mostr una de las abultadas alforjas.
S cul es vuestra reputacin Robin. Todo lo que traemos, podis disponer
de ello.
La sonrisa de Robert se ensanch.
Entonces sois ms que bienvenido, muchacho. Venid, all hay un fuego y
comida caliente.

Stephen buscaba a Elen. Al llegar al campamento, desapareci sin que la vieran


y no la pudo encontrar en ninguno de sus lugares preferidos. Al final, casi contra su
voluntad, le pregunt a Robert, quien se incorpor en medio de un registro
exhaustivo de las alforjas de William.
La muerte de Peter le ha afectado mucho opin Robert.
S, ms de lo que pueda parecer replic Stephen. Todo en su vida giraba
en torno a la resolucin del enigma del crimen cometido contra su padre. Ahora le
han quitado esa posibilidad.
Robert reflexion unos segundos ms.
En el riachuelo. All estar, sin duda.
Y dnde est el riachuelo?

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CORAZN VENGADOR

Helena tirit y se ci al cuerpo la capa con el interior forrado de pelliza. Estaba


nevando. La lnea del cielo que se divisaba por encima del riachuelo era de un color
gris plomizo y tan baja que pareca tocar los rboles de ambos lados del agua. La luz
suave y fra se dejaba caer con un silencio majestuoso.
Se haba acercado al ro, como siempre, porque era el nico lugar alejado del
ajetreo del campamento, para estar sola y tranquila consigo misma. Pero aquella
calma no la tranquilizaba tanto como crey, pues, ms que sola, se senta
desamparada. Buscaba un lugar reposado para lamentar la muerte de sus esperanzas,
para hacerse a la idea de que no encontrara al verdugo de su padre, pero no lo
consegua. En vez de eso, sus pensamientos se centraban en Stephen.
Helena ansiaba estar con l. Haban pasado seis das desde la ltima vez que
pasaron la noche juntos. Ahora, cuando ya no haca falta mantener una distancia
formal frente a los hombres de Robert, se encontraba divagando mentalmente hacia
los recuerdos en su refugio, dentro de la cueva, donde Stephen la haba iniciado en
los deliciosos misterios de la sensualidad.
Evocaba los labios de l, y tambin sus manos sobre su piel, mientras haca que
su ser ms ntimo vibrara de tensin y de deseo. Incluso ahora, su cuerpo empezaba a
reaccionar estimulado por los recuerdos.
Elen.
Su nombre le lleg desde atrs, como la dulce caricia de los labios de un
amante.
Helena cerr los ojos y suspir con una exhalacin incierta.
Has venido le susurr ella. Cmo sabas que te necesitaba?
El amor sabe estas cosas, Instintivamente le explic l mientras apoyaba las
manos sobre sus hombros.
Amor. Aquella palabra atraves su mente y comprendi que se refera a la
conexin que compartan, que exista entre ambos. Nunca ms iba a estar sola. sa
era la razn por la que su intento de estar sola y alejarse en ese lugar haba fracasado.
Stephen cogi a Helena y se sent en la roca plana que ella haba ocupado.
Luego, la sent sobre su regazo.
Ya se por qu viniste aqu.
Ella se atrevi a mirarlo por primera vez, consciente de que leerla la verdad de
su alma escrita en el rostro de l. Ya no poda ocultarlo.
Los copos de nieve empezaban a posarse sobre su oscuro cabello. La mirada de
Stephen era firme y comprendi que l tambin haba dejado a un lado el escudo que
protega sus sentimientos. Haba ido a ayudarla, a protegerla y ampararla, lo mismo
que vena haciendo desde aquel da en Oxford, cuando clav la mirada en ella al otro
extremo de la mesa.
Hemos recorrido bastante camino desde las complicadas sendas que
cruzamos en Oxford, verdad? le pregunt Stephen como un eco de sus
pensamientos.

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CORAZN VENGADOR

S, hemos llegado muy lejos le respondi con un susurro.


Le acarici la mejilla con su gran mano, clida y reconfortante.
Elen, sabes que la muerte de Peter marca el fin de tu bsqueda?
Las lgrimas le escocan en los ojos. Le estaba diciendo simplemente la verdad,
aunque no por eso era menos dolorosa. En silencio, asinti. Sinti las lgrimas
agolparse tras los prpados, pugnando por salir a la superficie, desde lo ms
profundo del pozo donde las haba mantenido ocultas desde su llegada de Ferndale.
Stephen las haba desatado con slo decir la verdad.
Un sollozo suave la embarg y se cubri la boca, intentando contenerlo.
Stephen le bes la sien y la acerc a l, para que apoyara la cabeza contra su
hombro.
Llora, mi dulce guerrera musit, llora por las esperanzas perdidas.
Entretanto, yo te proteger.
Not que la envolva con su capa, un manto aadido de calidez y de oscuridad
frente a la luz del da. Las dulces palabras de Stephen la animaron a abrir su alma y
rompi a llorar.

La nieve escondi el paisaje bajo un manto de blancura y, durante das, el


mundo dej de existir, excepto para la gente de Robert. Slo los ms resistentes
insistieron en seguir fuera mientras nevaba. Para la mayora, el mundo se limitaba al
interior de la caverna, con escapadas fugaces a las hogueras exteriores para cocinar.
Lo mismo que para Stephen y Helena, el mundo se redujo a los estrechos
confines de su cueva. Pasaban horas enlazados bajo las pieles explorando y
aprendiendo del cuerpo del otro. La educacin de Helena avanzaba deprisa, pues era
una alumna ciertamente dispuesta.
Pero al subir las temperaturas, la nieve empez a fundirse y el mundo en torno
a ellos se desperez, bostezando, y abri los ojos.
La maana que apareci el primer rayo de sol, se observ un xodo general. La
gente emerga de la caverna para dar la bienvenida al da y Helena notaba la alegra
en sus voces. Ella parpade somnolienta, incapaz de pensar en una buena razn para
levantarse y unirse a los dems, por muy bonito que hubiera amanecido el da. Haba
muchas ms compensaciones si se quedaba donde estaba.
Stephen dorma envolvindola con su cuerpo, acunndola con toda su largura.
En el momento que se plante abandonar la calidez del lecho, l se movi y su gran
mano se desliz por la piel de Helena para aferrarse a su cadera. Apret su cuerpo
contra el de Helena. Ella sinti su ereccin y sonri, pues aquello tambin le encenda
la sangre.
Stephen se desliz dentro de ella y Helena arque la espalda, aceptndolo con
un profundo gemido de satisfaccin que se intensificaba con cada movimiento que
repetan sus caderas. Los hombros de ella tocaban el pecho de l y Stephen pas el
brazo para que apoyara la cabeza. Con la otra mano sostena las caderas de Helena

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CORAZN VENGADOR

mientras perduraban las pequeas embestidas y los temblores que le indicaban su


placer creciente.
Aquello incit la excitacin de ella y pos la mano sobre la de l, la que le
sujetaba la cadera, para sentir como se mova con los espasmos que le provocaban
tanto placer.
Stephen gru, con una vibracin profunda que reson dentro de Helena, y las
embestidas se aceleraron.
Se movan a la vez, buscando el ritmo que ms les complaca a ambos para
llegar a la cima del placer. Ascendan aquella pendiente inclinada con una intensidad
casi obsesiva para alcanzar la cumbre los dos a la vez. El clmax sacudi a Helena y se
contrajo en torno al cuerpo de Stephen, cuyo placer era ya como un arco tirante, a
punto de disparar. Ella sinti la mano de l deslizarse para que sus dedos se
entrelazaran con los de ella mientras las sacudidas del xtasis le dejaban sin aliento.
Se quedaron tumbados as, muy juntos, mientras sus cuerpos se recuperaban de
aquella marea de sensaciones que los haba dejado frgiles y temblorosos.
La mano de Stephen se movi para apartar el cabello de la cara y el cuello de
Helena. La bes bajo la lnea de la mandbula.
Elen, te acuerdas de lo que te cont del desierto?
Todo Aquellas historias le acecharan para siempre. Las recuerdo mejor
cuando te presentas como Lord Dinan.
Por qu?
Porque entonces eres lo menos parecido al hombre a quien imagino cruzando
el desierto.
Y aqu? En el bosque?
Ests ms cerca de ese hombre. Lo siento, bajo la superficie.
Ese hombre ha encontrado su lugar, al fin.
Saba que comprenderas lo que intentaba mostrarte en Ferndale.
Sinti la tristeza de su fracaso envolvindola otra vez y, por la caricia de Stephen
en su mejilla, vio que l adivinaba sus pensamientos.
No es slo el poder ayudar a esa gente que me da un sentido aqu. Su mano
volvi a tocarle el cabello. Te acuerdas de cuando te habl de las ideas que me
asediaban, al final de mi travesa? De rendirme y tumbarme, y dormir para siempre?
De morir? S.
Ella intent mirarlo, pero la mano de l la retuvo.
No, no te muevas. Me resulta ms fcil hablarte as.
Helena se acurruc en el hueco de su cuerpo.
Te escucho le asegur calmadamente.
Una vez te dije que el desierto estaba dentro de m, y que lo senta ms cerca
cuando t estabas conmigo. Suspir. Elen, eres t quien da sentido a mi vida.
Volvera a cruzar el desierto una docena de veces y los pensamientos de muerte no
me asaltaran, porque tendra un motivo para regresar hasta ti.
Helena sinti su corazn explotar. Se qued callada, pues intua que haba algo

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ms. l le estaba abriendo su alma con unas palabras que le costaban un gran
esfuerzo pronunciar.
T has despertado lo mejor de aquel tiempo, la maravilla de aquel lugar. Lo
encuentro en ti. En tus ojos, en el color de tu piel, en cada curva. Tu ferocidad en la
lucha y tu fortaleza. La belleza y la dureza de la realidad, todo en uno.
Se quedaron en silencio y, luego, con una voz apenas controlada y ronca, le dijo.
Nunca esper encontrar todo esto aqu.
Helena cerr los ojos ante la satisfaccin y la alegra que las palabras de Stephen
le producan. No poda decirle nada ni aunque su vida dependiera de su voz, pues
las nicas palabras que se le ocurran le parecan poco adecuadas, pobres reflejos de
las verdades murmuradas por Stephen.
Elen, te hice una promesa. La mano de Stephen se acerc al corazn de ella
. Te promet hacer cuanto estuviera en mi poder para encontrar la manera de
casarme contigo. Deseara no haberte hecho esa promesa, pues pensars que es slo
el juramento de caballero que me obliga, y no lo es en realidad. Su propio corazn
retumbaba, alterado, contra la espalda de Helena, traicionando aquel tono casi
calmado. No hay nada ahora que nos impida casarnos, Elen, a pesar de que nunca
creyera en la salida que t presagiaste aquella noche, cuando te lo promet. Aquellas
personas, cuyas reprimendas entonces tem, ya no tienen ningn poder sobre m. Ya
han hecho lo peor que podan hacerme y estoy fuera de su alcance. Y t susurr
. Cre que tu destino era funesto, pero ya no me lo parece. Sus labios rozaron la
mejilla de ella y la punta de un oscuro mechn le acarici la sien. Csate conmigo
murmur acercando la cabeza a la de ella.
Helena se volvi para mirar a Stephen a los ojos. La mirada de l se mantena
fija, inalterable sobre ella, y su rostro no mostraba el enorme esfuerzo de hablarle con
tanta franqueza.
Excepto por la mandbula apretada y un temblor bajo la piel.
De verdad tienes miedo de que te rechace? le pregunt ella.
No tengo nada que ofrecerte, slo seguir con esta vida que tanto has luchado
por enmendar.
Contempl las paredes que los envolvan.
Y yo no tengo dote que ofrecerte con mi mano aadi ella.
Stephen reflexion.
Parece, pues, que somos libres, mucho ms que aquellos que poseen tierras y
ttulos, Elen Por qu no aprovechas la libertad que disfrutan los ciudadanos por
nacimiento? Son libres de casarse con quien ellos elijan.
Helena apenas dud. Haba algo inexplicable en aquella libertad de decisin y
se sinti mareada por el vrtigo de la situacin.
Entonces, te elijo a ti pronunci ella, y que el mundo se vaya al diablo si
no les parece bien!

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Robert saba donde viva un anciano ermitao, que velaba por la proteccin de
un antiguo santuario a una distancia de medio da cabalgando. Mand a un jinete
para traerlo a caballo.
Al anuncio de la boda al da siguiente, las mujeres se amontonaron entorno a
Helena. Empezaron las frenticas preparaciones para los interminables rituales. Eran
costumbres que se consideraban completamente indispensables a menos que
quisieran que el casamiento se iniciara bajo una nube de malos augurios.
Quiz aquellas mujeres no estaban familiarizadas con las interminables
formalidades de la boda de un barn, pero la misma fe y supersticin les aseguraban
un tipo de complicaciones parecidas.
A pesar de que era un secreto a voces que Helena haba compartido su cama
con Stephen, las mujeres insistieron que durmieran separados la noche anterior a la
celebracin para conservar una lejana ilusin de castidad. Los preparativos los
mantuvieron separados durante toda la maana. Despus del medioda, una banda
improvisada de cazadores se llev a Stephen a buscar la comida del banquete.
Helena consigui escapar de las mujeres ms insistentes al atardecer y se
escurri por el atareado campamento hasta que encontr a Stephen despellejando a
las presas y supervisando la preparacin de las carcasas.
l la vio, fugazmente, y se acerc con sigilo para tomarla de la mano y dirigirse
a los rboles mientras los hombres silbaban y les lanzaban improperios.
***
Stephen arrastr a Elen detrs de un rbol muy grande y la bes, tomando
egostamente aquello que tanto haba ansiado a lo largo del da. Elen le correspondi
complacida, fundindose en sus brazos y despertando la fiebre que nunca se apagaba
en Stephen. Ella estaba tan hambrienta como l, mova las manos sin cesar
recorriendo su cuerpo, avivando las llamas.
Con voluntad reacia, Stephen se apart de ella, y compens la ausencia
absorbiendo la imagen de Elen, cuyo rostro sostena entre las manos.
Qu te sucede, mi nia? Pareces triste Te arrepientes de tu decisin? No
quieres casarte conmigo?
No! Helena tir de la tela de la tnica de Stephen como si l fuera a
marcharse sin ella. Es que cre que el matrimonio nos servira para estar juntos,
pero slo te ha mantenido alejado de m.
Hay ciertos rituales que debemos seguir, Elen, si queremos que el mundo nos
acepte y crea que estamos casados como es de esperar. Ten paciencia. Pronto habr
terminado.
Las palabras sonaban vacas, pues l se haba redo de aquellas ridculas
imposiciones.
Nunca pens que estas formalidades mantendran a la pareja separada.
Stephen se ech a rer.
En primer lugar, las parejas que se casan no tienen normalmente muchas
ganas de estar juntos. Nosotros desafiamos todas las tradiciones que nos han

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TRACY COOPER-POSEY

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enseado. As son las cosas y las tradiciones nos seguirn importunando durante un
tiempo.
Elen suspir y desvi la mirada al suelo.
Yo quiero estar contigo le confes; aquellas palabras deleitaron a Stephen
. Y esta noche estar sola! Su desconsuelo era absoluto.
Stephen quera abrazarla, pero se contuvo al intuir que ella an no haba
terminado, Helena segua con la mirada clavada en el suelo, con la frente fruncida,
como si se debatiera con sus pensamientos. Haba algo ms en aquella protesta casi
infantil.
He pasado tanto tiempo ayudando a Ferndale, tras el asesino de mi padre
para poder acusarlo ante el rey, y ahora he perdido todas mis esperanzas. Se toc
el pecho. Tengo un espacio vaco aqu.
Stephen frunci el ceo.
Y yo no te ayudo a aliviar ese vaco?
Era una pregunta que, de repente, entreabra un negro abismo entre los dos. En
su mente, en aquel abismo se escondan los motivos de Elen.
Te elijo a ti. Ella se lo haba asegurado, pero no le haba dicho por qu razn.
Elen neg con la cabeza.
No, t no eres quien me alivia la soledad, pero la presencia de ese vaco deja
de importar si t ests conmigo.
Entonces s, Stephen la abraz con fuerza y le repiti que, dentro de un da, ya
nada se interpondra entre ellos. Sin embargo, mientras hablaba, tambin senta un
vaco dentro de l.
Ms tranquila, Helena regres a las tareas impuestas. Stephen la vio escabullirse
entre los rboles.
l no saba a ciencia cierta por qu ella haba escogido casarse con l. Sus
razones estaban ocultas tras un velo de reserva que l le haba concedido el primer
da que se conocieron, cuando decidi conscientemente no indagar en sus secretos. l
no poda, no quera traicionar la confianza que aquel acto de contencin le haba
supuesto, No poda pedirle que le declarara su amor. No le pedira a Elen que le
explicara sus razones para casarse con l.
Al fin y al cabo, tampoco importaba, porque saba que, pasara lo que pasara, l
s se casara con ella. La mente y el corazn de Stephen no lo aceptaran de otra
manera.

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TRACY COOPER-POSEY

CORAZN VENGADOR

Captulo 24
Aquel hombre santo de la colina, el que iba a casarlos, tena un aspecto
descuidado, y su delgadez, como si estuviera mal alimentado, era tpica de quienes
haban sido tocados por la divina locura. La larga cabellera y la interminable barba lo
escondan todo, a excepcin del gancho de su nariz y de unos ojos de azul intenso
que parecan arder con el fuego y la pasin de sus creencias.
Insisti en inspeccionar al novio y a la novia antes de hacerles el honor de
casarlos y plant sus esculidas posaderas sobre los troncos huecos que tenan la
funcin de sillas alrededor de la hoguera central, a esperar. All sentado lo encontr
Helena.
Ella se present, nerviosa, ante el hombre alto y enjuto a quien llamaban Padre
Peter. Los miembros de la banda de Robert le rendan una profunda veneracin y, si
sus poderes resultaban ser tan especiales como ellos afirmaban, lo ms probable era
que cuando mirara en el alma de Helena, vera que no llegaba pura al altar.
El Padre Peter le ech una ojeada a la novia, pero apenas se fijo en su vestido
verde que haba sido limpiado para la ocasin, ni en los brotes de acebo que
decoraban su pelo. Ni en el dobladillo del vestido, sujeto en unos frunces con lazos
verdes y con un broche de oro. Daba la sensacin de que no la vea, desestimaba
todos aquellos adornos, y que la relegara, pero volvi a echar una mirada fugaz a
sus ojos. Esta vez se qued mirndola fijamente, mientras l le devolva la mirada con
sus pupilas azules.
Mmm S musit.
Stephen se acerc a su lado, rozndola con su elegante traje. Llevaba la
indumentaria de color negro, la misma que cuando escaparon de York, la espada y la
daga, acabadas de pulir. Alrededor del cuello, una gruesa cadena, de donde colgaba
Helena lo vea por primera vez el emblema de la familia con una filigrana
detallada. El Padre Peter se qued de cara a Stephen y lo examin, del mismo modo
que haba hecho con Helena.
Asinti levemente.
S stos son los escogidos declar con la mirada clavada en Stephen.
Tmale la mano, hombre Acaso no esperas casarte con esta muchacha? Yo no rindo
honores a nadie, excepto a quienes estn verdaderamente marcados por los lazos del
destino. Al menos podras mostrar alguna seal externa que lo confirme. Bueno, por
donde empezamos?
Helena mir fugazmente a Stephen, sorprendida. Iba a dar inicio a la boda all,
en aquel momento? Vio la sonrisa de Stephen, apenas contenida, cuando la tom de

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TRACY COOPER-POSEY

CORAZN VENGADOR

la mano.
Por qu no? escuch la voz susurrada de Stephen, hablando casi para sus
adentros.
Detrs de ellos, se alz un alboroto de histeria descontrolada, como si la gente
comprendiera que aquel hombre sagrado habra decidido comenzar la boda de
inmediato. Corrieron a situarse en su sitio y, debido a la proximidad del fuego, se
vieron forzados a quedarse casi detrs del sacerdote en vez de envolver a la pareja
nupcial.
Robert, que actuaba a la vez como ayudante del novio y escolta de la novia,
escogi un lugar cercano al Padre Peter, resplandeciente con sus antiguos ropajes de
la corte.
Peter cerr los ojos unos instantes y Helena volvi a mirar a Stephen para
sosegarse. El sacerdote se mostraba ms ligado a su cielo particular que a la tierra,
pero Stephen le mand una sonrisa tranquilizadora.
El Padre Peter inspir profundamente y empez a recitar la plegaria de la
ceremonia nupcial en un latn formal y sonoro. Las entonaciones se expandan por el
claro con una alentadora familiaridad para los odos de todos. Helena se relaj es
cuchando las antiguas oraciones que se haban pronunciado durante siglos para unir
a un hombre con una mujer.
Se atrevi a mirar a Stephen otra vez a medida que el ardor de sus mejillas
desapareca y su nerviosismo se disipaba. Escuchaba al Padre Peter como si cada
palabra que pronunciaba fuera dicha por primera vez.
Con una oleada de alegra, Helena comprendi que, en efecto, las escuchaba por
primera vez, a pesar de que las haba odo docenas de veces. Pues, en aquella
ocasin, estaban dedicadas a Stephen y a ella. Iba a prometer que cumplira los
mandatos que el sacerdote entonaba.
Absoluta obediencia y lealtad ser guiada por su sabidura y buen juicio dejar a
un lado el orgullo y esforzarse por la mejora de su marido.
El corazn de Helena lata con fuerza. Al principio, una mano de hierro le
apretaba la garganta. Mir al venerable hombre con un terror creciente. l clav la
mirada en los ojos de Helena y la orden repic en sus odos con un ingls directo.
Decid, Helena de York.
Sinti una pequea presin en la mano, la que Stephen sujetaba dentro de la
suya, y se oblig a mirarlo a los ojos. l asinti con un movimiento casi imperceptible
de cabeza, tan pequeo que nadie poda detectarlo a excepcin de Robert. l levant
su mano y la apoy sobre el corazn un breve instante.
Era el recuerdo de otro juramento, mucho ms simple, que le haba hecho con
total sinceridad. Si me necesitas, vendr.
Helena sinti la mano de Stephen que empujaba hacia el pecho de ella y
entendi lo que intentaba comunicarle aquella promesa poda ser tambin la suya.
A su mente vinieron las palabras del da anterior que las antiguas tradiciones
los perseguiran un poco ms de tiempo, pues se haban atrevido a actuar a su antojo

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TRACY COOPER-POSEY

CORAZN VENGADOR

ante las circunstancias.


En su mente, Helena repiti el juramento de Stephen, segura y con fuerza. Si me
necesitas, vendr Lo prometo, aadi en voz alta con la mano apoyada sobre el
corazn.
La mirada de Stephen estaba fija en la de ella y Helena supo que Stephen vio y
comprendi su promesa.
El Padre Peter se volvi hacia Stephen y le recit sus obligaciones como marido,
como padre y seor, y se detuvo, a la expectativa. Stephen mir a Helena, apoy la
mano sobre su pecho y pronunci un ronco Lo prometo.
Ella no pudo evitar mirar al sacerdote. l los contemplaba a ambos con un brillo
de satisfaccin en el rostro. Saba lo que acababan de hacer?
Luego, declam las ltimas palabras que sellaban la unin entre un marido y su
mujer. Ella y Stephen estaban casados.
En el momento en que las ltimas cadencias de la vibrante voz del Padre Peter
resonaron por el claro del bosque, las nubes se abrieron y la luz del sol lo invadi
todo, iluminando los rostros alzados con un fulgor dorado. El Padre Peter levant los
brazos y dirigi la punta de la nariz hacia el sol.
Lo veis? Hasta los cielos dan su aprobacin a esta unin. Saben que hay un
propsito tras cada hoja cada, tras el ruidoso fragor del ejrcito ms poderoso, en
cada una de las decisiones de las almas desamparadas, solas y perdidas, a travs de
arenas interminables y mareas humanas.
Helena aguant la respiracin y mir a Stephen, que observaba al Padre Peter
con una dudosa expresin. Pero el sacerdote sigui, imperturbable y sin preocuparse.
Pues con estas pruebas el hombre es capaz de ganar la fortaleza que le har
acatar el bien, lo que es bueno, lo que debera ser.
Baj la barbilla y los mir a los dos, pero ahora sus ojos no irradiaban fervor
religioso, sino que aparecan vidriosos, soadores, como si la mente de Peter vagara a
una gran distancia.
Vais a topar con la oposicin de cierta gente de estas tierras, en las ms altas
posiciones. No os alejis de vuestro curso.
Helena dio un paso atrs, alejndose un poco de la influencia de aquel hombre
extrao y aterrador, y noto cmo Stephen se mova hacia un lado, cerca de ella.
El Padre Peter parpade como una enorme lechuza, como si acabara de
despertar de un sueo profundo. Se masaje las sienes con sus dedos huesudos.
Qu estaba diciendo?

En vez de sentirse atemorizados por la oratoria del Padre Peter, la gente de la


banda de Robert lo tom como una seal de suprema bendicin, pues Stephen y
Helena haban sido tocados por la mano de Dios. Por eso, el banquete de celebracin
tuvo lugar con un mayor motivo de festejo y el vino corri con profusin, manando
libremente de las dos barricas que Robert haba procurado para ellos de parte de

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TRACY COOPER-POSEY

CORAZN VENGADOR

algn donante annimo y, probablemente, poco dispuesto.


Tras la bebida siguieron las danzas, y muy pronto, los tres msicos ya se haban
plantado en medio del grupo, con la flauta, el tambor y el arco.
El sol se estaba poniendo cuando William de Worcester se acerc a Helena.
Stephen observ cmo las mejillas del muchacho estaban enrojecidas, pero esta
vez no eran por timidez. Haba bebido, pero sus maneras eran todava controladas
mientras se inclinaba y le solicitaba el baile a Helena.
Con una sonrisa, Stephen le ofreci la mano de Helena a William y se sent,
satisfecho sobre un tronco cerca del fuego para recuperar el aliento mientras aquel
par desaparecan entre las dems parejas.
No poda quitarle los ojos de encima a Helena! El vestido era precioso Qu
tendra aquel terciopelo verde que tanto le llamaba la atencin? Sera la manera que
marcaba sus caderas y sus pechos, o el glorioso brillo de color verde que le entraba
por los ojos? O tal vez fuera el tierno recuerdo de la piel que haba debajo?
Algn da le comprara media docena de vestidos de terciopelo verde. No, doce,
uno para cada mes del ao. Y tambin joyas y todas las riquezas de una reina. Algn
da.
Pero por ahora, ella era su mujer, y su cuerpo, delgado como la rama de un
sauce, cubierto con aquel precioso vestido, era suficientemente atractivo para captar
toda su atencin y distraerlo por completo. Pronto, muy pronto, llegara la hora de
retirarse a su refugio dentro de la caverna, con aquel colchn, ms ancho y ms
grueso, que haba preparado para la noche. La sangre le bulla con slo pensarlo.
Ahora todo encajaba en su mundo. Se sinti satisfecho como nunca lo haba
estado durante aquellos ltimos y agitados aos.
Cuando William y Helena dejaron de bailar en medio de una tonada, con las
cabezas muy juntas, hablando en medio de los dems, el corazn de Stephen dio un
vuelco y las preguntas se agolparon en su cabeza.
Ellos no prestaban atencin a la gente de su alrededor, ni a la msica. Ni tan
slo pensaron en retirarse de la zona de baile ahora que las danzas estaban en su
punto ms lgido. La frente de Helena estaba fruncida mientras pareca estar
cuestionando al muchacho.
Las respuestas del chico tuvieron un efecto devastador sobre ella, pues se qued
inmvil y se apoy en el hombro de William como si se sintiera mareada. Se volvi
muy lentamente, con un gesto rgido, para mirar a Stephen. Estaba muy plida y
aquellos enormes ojos, vueltos hacia l, le hicieron ponerse de pie inmediatamente y
acercarse a empujones entre los danzantes, a su lado, antes de que su cerebro hubiese
registrado por completo la alarma de la expresin de Helena.
Al llegar a donde ella estaba, le pas el brazo por la cintura y sinti cmo
temblaba.
Qu sucede? pregunt Stephen.
Pero ella se escondi en su pecho y se pudo escuchar un pequeo gemido.
Despus se qued callada.

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William pareca tan alterado como Helena. Stephen clav la mirada en el


muchacho, mientras esperaba una respuesta, pero el joven sacudi la cabeza.
No tena ni idea.
De qu hablabais? exigi saber Stephen.
De la muerte de su padre.
Un fro repentino invadi a Stephen, aprisionndole el estmago. Stephen
reconoci el temor que le provocaba aquella reaccin involuntaria.
Y que ms?
William estaba verdaderamente asustado, y pasaba los ojos de uno a otro.
Acabo de saber que Lady Helena busca al responsable de la muerte de su
padre, del conde de Wessex. Se enderez un poco. Isobel siempre fue amable
conmigo, yo slo quera compensar su bondad de algn modo.
Nadie te acusa de actuar con alevosa Qu le has contado?
Que yo conoca a ese hombre, al que ella buscaba.
El miedo se torn denso como una niebla.
No, t no puedes saberlo neg casi de inmediato.
William trag saliva.
No os miento, seor.
Stephen sinti una mano sobre el hombro y vio a Robert a su lado. El baile y la
msica se haban detenido por completo. El grupo de gente se arremolin en torno a
ellos con muestras claras de preocupacin.
Cuntanos lo anim a seguir Robert amablemente.
Antes de dirigirse a Robert, William, erguido y con la espalda recta, volvi a
mirar a Stephen.
Mi padre tena la costumbre de compartir conmigo cualquier novedad que
hubiera descubierto en sus visitas a la corte y en las negociaciones diarias con los
campesinos acerca de los asuntos de sus tierras. Hace un par de aos me cont que el
jefe de justicia del rey, Hugh le Puissant, haba muerto seguramente envenenado.
En su entorno se oyeron varias exhalaciones de incredulidad y William
continu, con las manos extendidas.
No haba pruebas, pero l estaba seguro. Y hace un ao, cuando encontraron
a Wessex muerto en aquel campo, inici una investigacin por su cuenta William
sostuvo la mirada de Stephen, como si intuyera que aqul era el hombre a quien
deba convencer. Lleg al castillo muy asustado, pues haba descubierto que a
Wessex lo mat alguien, una persona de su misma clase. Alguien que no tena nada
que ver con los campesinos ni los siervos.
Por qu no? Cmo lo supo? pregunt Robert.
Porque lo haban decapitado.
William dijo aquellas palabras tan tremendas con extrema cautela.
Helena volvi a gemir y Stephen la abraz con ms fuerza.
Tu padre vio el cuerpo? salt Stephen.
S. Y tambin el campo donde lo encontraron. Era una zona fangosa, marcada

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con pisadas de caballo. Caballos grandes, con herraduras, como los de batalla.
Lo que significaba implcitamente que hablaban de barones y caballeros.
Robert levant la mano cuando la gente que los rodeaba empez a murmurar.
Esto no nos aporta nada a lo que ya sospechbamos acerca de la muerte de
Wessex Pero hay alguna conexin entra la muerte de Wessex y la de Hugh le
Puissant?
Mi padre crea que s. Deca que haba un individuo que andaba a sus anchas,
movindose silenciosamente entre los barones. Con su sigilo y sus engaos, los iba
apartando a todos, uno tras otro, y dejaba el paso libre para l o para algn otro noble
por encima de l.
Pero nadie sacaba provecho con la muerte de Hugh, excepto Lord Ranulf, y
no puede tratarse de l afirm Robert.
Esperad. Irrumpi Stephen. Si Hugh fue envenenado, entonces la
persona que lo envenen estuvo cerca de l para cometer su crimen. Dicen que Hugh
se sinti indispuesto muy de repente aquel da. Quin viajaba con l? Alguien lo
sabe?
Robert se qued pensativo.
Era un squito muy pequeo. Slo tres barones, y dos de ellos ya han muerto.
Frunci el ceo al escuchar sus propias palabras Stephen sinti crecer la rabia
dentro de l.
Quin era el tercero?
Robert hizo una mueca de extraeza.
Era yo. Se cruz de brazos. Y yo no mat a Wessex. Ni a Hugh.
Pero, de un modo inexplicable, os encontris fuera de la ley, o no fue as?
Yo tom este camino por decisin propia.
A qu camino? A la horca o al bosque? le pregunt secamente. Parece
ser que vos tambin estis en medio de todo esto, Loxley.
Robert se frot la barbilla.
Quin podra ser entonces?
Qu otras personas estaban all en aquel momento? No slo los barones.
Ayudantes, escuderos, cualquiera.
Helena se estremeci y levant la cabeza.
Todava no lo veis? dijo con la voz alterada. No veis la pauta que ha
seguido? Todos os habis visto obligados a apartaros de su camino, uno a uno, lo
mismo que mi padre. Cuando mi padre simplemente refut su expulsin de la corte,
cuando andaba insistentemente tras la prueba que proclamara su inocencia, fue
asesinado. Y los hombres de Nottingham buscaban a Helena en Ferndale. A m, a
Helena de York, no a Isobel.
Nottingham? pregunt Robert, nada convencido.
Alguien que est detrs de l. Alguien que est detrs de los barones,
movindose entre ellos y manipulndolos sin que lo sepan declar Helena.
Cuando encaj cada pieza en su lugar, la mandbula de Stephen qued

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colgando en un gesto de incrdula deduccin.


Savaric!
Robert parpade.
Quin?
Lord Savaric, el actual seor de York, cuyas propiedades recibi por no haber
otros herederos explic Stephen. l es tambin el responsable de mi situacin de
forajido.
No conozco a ese seor dijo Robert.
No es ningn seor! lanzaron desde la multitud y Merriman se acerc
hasta donde ellos estaban. Salud a Robert. Savaric es ingls y de baja cuna, un
plebeyo. Su acento cuando habla nuestra lengua lo delata.
Y cmo diablos consigui hacerse con un castillo? pregunt Robert.
Cmo si no? le dijo Helena suavemente. Como siempre, con sigilo, en
secreto.
Pero l no estaba en el squito que viajaba con Hugh protest Robert.
Estis seguro? le cuestion Stephen. Tiene un aspecto inconfundible. Es
un albino, un ser incoloro. Incluso a sus ojos les falta el color. Y tiene una voz spera,
como si rascara.
Los ojos de Robert se ensancharon.
Y unas uas muy largas, como garras aadi Helena.
Yo conozco a ese hombre! exclam Robert. Estaba all. Era el asistente de
uno de ellos, pero nunca supe de cul.
Ha escalado posiciones desde entonces le aclar Merriman, pues ahora es
el hombre de confianza del conde de Mortaine.
A m me mand una carta irrumpi William, llena de acusaciones
veladas, de insinuaciones muy desagradable. Estaba destinada a emponzoar mi
mente, en contra de mi madre y en contra de Isob de Helena. Ahora lo veo claro.
Le deben de haber entregado el castillo de York en pago de algn trabajo poco
limpio musit Robert.
l mat a mi padre concluy Helena.
Nos puso una trampa la noche que escapamos conjetur Stephen.
Fue l quien mand a los hombres de Nottingham a Ferndale a daros caza
concluy Robert. T representas una amenaza para l, Helena. Debe de saber que
t podras traerle su ruina.
Savaric! estall Helena con la voz tensa por la rabia.
Un hombre se acerc al crculo interior donde hablaban y se aclar la garganta.
Si quieren a Savaric, tendrn que moverse rpido les advirti. Yo estaba
en las mazmorras de Nottingham hasta hace un par de das asinti hacia Robert,
que reprimi una sonrisa cmplice. Pero incluso en las mazmorras se oyen cosas.
Savaric se hosped, en Nottingham, con el prncipe, pero se marchaban a Aquitania
al cabo de una semana.
Aquitania an es accesible seal Stephen. Incluso en invierno, se puede

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cruzar el canal.
El hombre sacudi la cabeza.
Creo que van ms al norte. Vi y o cosas a las que no prest mucha atencin
entonces. Haba dos franceses. Estaban encarcelados, pero los llevaron ante Savaric.
Luego, los soltaron y los mandaron de vuelta a casa. Se supone que iran hacia
Francia, a sus casas.
Y qu te hace pensar que no fue as? pregunt Robert.
Escuch los rumores. Los criados lo oyen todo, saben lo que pasa all. Pero me
pareci ridculo un cuento de trovadores cuyo final se haba torcido, y ya no pens
ms en ello.
Cules eran los rumores? le pidi Stephen tan amablemente como pudo,
pero a pesar de su esfuerzo, el hombre dio un salto atrs, asustado.
Decan que Savaric haba mandado a los franceses a matar al rey de
Inglaterra.
Stephen sinti que le caa el estmago a los pies, como si lo arrojaran de su
caballo y estuviera cayendo al suelo. Sinti una punzada feroz en el brazo y se mir
all. Helena se aferraba con todas sus fuerzas al brazo de Stephen, clavndole las uas
hasta casi hacerle sangrar.
Entonces lo comprendi: su funesta bsqueda an no haba terminado.

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TRACY COOPER-POSEY

CORAZN VENGADOR

Captulo 25
No puedes marchar a Normanda! Te darn caza a la primera de cambio,
cuando te vean.
Helena se gir hacia Stephen para ver su reaccin, pero se haba quedado en
silencio y as continuaba, empaquetando las alforjas con una concentracin absoluta.
Stephen, por el amor de Dios! Pensad un poco, hombre! le implor Robert.
Stephen dej lo que estaba haciendo por un instante y levant la vista de las
alforjas. Clav en Robert una mirada de ojos febriles en su negra serenidad.
Ya lo he pensado. Su voz era ronca, tensa. El rey est en peligro. Debo ir.
Por culpa de un par de franceses? Robert casi se echa a rer. Ricardo esta
protegido por una escolta de hombres preparados Cmo podra un par de hombres
ponerlo en peligro?
Son asesinos. Yo los he visto trabajar. Y vos tambin, Robert. Ricardo no
esperar un ataque de ese tipo con engao y sigilo. Ni tampoco aqu, ni en
Normanda, tan lejos de Tierra Santa. Debo encontrarlo y advertirle.
La tirantez que Helena senta en el corazn desde que haba hablado con
William, se acrecent.
Voy contigo.
Stephen se volvi hacia ella.
No, no lo permitir, Elen. A m hace pocos das que me expulsaron de la
sociedad y me he convertido en un forajido. Las nuevas de mi situacin todava no
habrn alcanzado la corte real, por eso an puedo pasearme con libertad. Pero t te
pondrn los grilletes antes de que puedas saludar al nuevo da.
Me pase a mis anchas por toda Inglaterra durante ms de un ao le
respondi, furiosa. Incluso bail en la corte real en Winchester. Nadie se fij en m.
Stephen mir a Robert.
Podras dejarnos solos un momento?
Claro, claro musit.
Se alej entre las densas sombras que rodeaban los rboles.
La fogata del campamento crepitaba y las sombras se alborotaban con la luz de
las llamas. No quedaba nadie en el claro. El festn de boda haba terminado de un
modo prematuro e incierto, y la oscuridad los haba envuelto.
Stephen se gir hacia Helena.
Te has paseado por Inglaterra bajo la identidad de Isobel, pero esto es
distinto.
Por qu? La gente de York son los nicos que saben que no soy la verdadera

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Lady Isobel.
Savaric y el prncipe Juan saben quin eres.
Juan corre a refugiarse en brazos de Leonor. Yo no le intereso.
Pero a Savaric s, Elen, crees que no veo lo que ests planeando? Quieres
acompaarme porque supones que te cruzars con Savaric en el camino.
El corazn de ella dio un vuelco.
Tan transparentes son mis motivos?
Stephen sonri, pero era una mueca seria.
Para mi, s lo son Algn da estaras satisfecha si no consiguieras mancharte
las manos derramando su sangre? No hay ninguna otra forma de acabar con todo
esto?
Helena tena el corazn en la garganta y la respiracin entrecortada.
Otra forma? Qu otra alternativa hay que impida a Savaric seguir con sus
planes, sin ser descubierto, sin que nadie lo detenga ni lo castigue?
Podras llevar el testimonio de William ante la corte. Deja que sean ellos
quienes se encarguen de Savaric igual que hacen con los dems criminales.
La informacin de William no es ninguna prueba que la corte vaya a aceptar.
No me arriesgar.
El rostro de Stephen no tena expresin.
Entonces, yo no me arriesgar a llevarte conmigo.
Una chispa de clera ilumin los ojos de Helena.
No te he pedido permiso le dijo mientras intentaba mantener un tono tan
calmado como le fue posible.
Pero Stephen vea ms all de aquella calma forzada y arrug la frente.
Elen empez con un resoplido ronco.
Es que las promesas que acabamos de hacernos no significan nada para ti?
le cuestion ella para evitar as tener que escuchar otra excusa.
En la cara de Stephen se reflej una mueca de sorpresa.
He comprendido lo que queras decirme, Stephen, aunque no lo hayas dicho
en voz alta, Si me necesitas, vendr, No es eso lo que me has prometido?
l se sent muy despacio en el tronco que haba al lado de la fogata.
Si, lo promet confeso l. De repente, pareca agotado.
Ella le toc el hombro.
Eres un hombre de gran honor. Has cumplido tu juramento desde el mismo
da en que lo pronunciaste. Yo saba que no romperas tu palabra. Ahora no.
No pens que mis palabras se distorsionaran de esta manera le dijo
secamente. Elen, piensa en lo que ests haciendo. No puedo negarme a que vengas,
pero te ruego que vuelvas a reconsiderarlo. Su boca qued enmarcada por unas
lneas profundas. No entiendes que la venganza planta las negras semillas de la
destruccin, que se enraizarn en tu alma. Crecern hasta resultar una cosecha
amarga y putrefacta.
Helena apart la mirada del rostro tenso de su marido.

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No hay otra forma. T mismo lo has admitido respondi, pero las palabras
tenan un sabor agrio y la invadi la tristeza.
Intent reconfortarse, convencindose de que no haba otra salida posible. La
haba buscado sin parar durante un ao y no la haba encontrado.
Despus de una larga pausa, mientras se oan slo los crujidos de la lea al
crepitar y el silbido del fro viento entre las ramas desnudas de los rboles, Stephen
habl.
Muy bien Su voz era spera. Me marcho dentro de una hora, Helena.
Preprate.
Se apresur a entrar en la cueva para coger sus enseres y no fue hasta que entr
en el interior que se dio cuenta de que Stephen la haba llamado Helena y no Elen.

El Chteau Gaillard era el nuevo castillo de Ricardo, construido en Les Andelys,


cerca de Run, en la regin de Normanda. Se deca que era el mayor y ms lujoso
castillo de toda Europa.
Savaric observaba la blanca cortina de la muralla, situada en la alta llanura de
un montecillo sobre el ro. A pesar de las lgubres nubes que se arremolinaban
alrededor de las torres del castillo, pareca una recia fortificacin, slida y
absolutamente invulnerable.
La invulnerabilidad poda ser una ilusin, Savaric lo saba por propia
experiencia, igual que en su castillo de York. Su precioso castillo haba sido asaltado
no en una ocasin, sino en tres, con impunidad.
Ahora pensaba aplicarse la leccin. As pues, sentado en aquella decrpita
taberna, charl con los plebeyos que haban ayudado a construir la monstruosidad
que se eriga en la montaa de enfrente.
El tipo que estaba sentado delante de l pareca muy borracho y seguro que le
resultara poco til, pero igualmente Savaric se levant para ver el contenido de su
vaso. Estaba casi vaco. Era la tercera vez que se lo llenaba en un intento vano de
poner en marcha la memoria de aquel individuo, pero ahora comprenda su error. La
cerveza afectaba a los siervos muy de prisa, no estaban acostumbrados a la cebada
fermentada.
Con un suspiro aburrido, mir en torno a l para examinar al resto de los
presentes. Tarugos, eso eran toda aquella gente.
Seor?
Savaric levant la vista, molesto por la interrupcin. El hombre se acerc a su
lado mientras se retorca las manos nerviosamente.
Qu quieres? le exigi Savaric.
Me han dicho he odo que buscis a alguien que haya trabajado en Gaillard.
El hombre trag saliva, pero Savaric vio una luz esperanzada en sus ojos.
Eres uno de ellos?
S, seor.

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Savaric se puso de pie.


Busca otra mesa le orden. Una que est limpia.
S, seor. Enseguida.
Y
El hombre se dio la vuelta, con cuidado de no desatender ninguna de las
peticiones de Savaric.
Savaric no iba a ofrecerle cerveza. Cualquier bebida tendra los efectos
embriagadores y le afectara el entendimiento, lo mismo que a los anteriores. Record
algo de su infancia en lo que haca mucho tiempo no pensaba.
Tienes hambre? le pregunt al hombre.
S, seor respondi inseguro.
Pdete un plato mientras preparas la mesa.
S, seor!
El desconocido se acerc al posadero a toda prisa.
Savaric sonri satisfecho. Ahora s que iba a sacar algo de informacin.

Mientras cabalgaban por la larga y pendiente rampa que daba acceso al castillo,
Helena contempl las altas e imponentes murallas que guardaban el Chteau Gaillard.
Sinti de nuevo el asombro por haber llegado ah, al corazn de Normanda, apenas
cinco das despus de dejar el campamento de Robert.
Stephen se haba mostrado incansable en su empeo por presentarse ante el rey
lo ms pronto posible. Insisti en que ella vistiera la ropa adecuada para montar
durante largas horas y su prediccin no haba resultado errnea. Cruzaron Inglaterra
hasta la costa este, apenas con alguna parada para comer, dormir y resolver otras
comodidades y necesidades ms bsicas. No los haban detenido ni interrogado, pues
eran un par de viajeros a los que era mejor dejar tranquilos. Stephen llevaba su
espada y su escudo, adems de la cota de malla. Todo el mundo saba que era
peligroso interponerse en el camino de un caballero con prisas.
Encontraron un capitn dispuesto a ofrecerles pasaje hasta Normanda, una vez
se lo hubo convencido con un pesado saquito de monedas que Robert les haba
reservado para aquello. Una dura tormenta de invierno los amenaz cuando
zarpaban del puerto, pero el capitn olisque el aire y pareci complacido. Su
optimismo estaba ms que justificado, pues la tormenta amain y qued atrs, pero
el intenso viento que los empujaba envi al barco cortando las olas con premura, para
plantarse en Dieppes en un tiempo inimaginable en otras condiciones.
Descargaron los caballos y Stephen pregunt a los habitantes de la ciudad
dnde se encontraba el rey en aquel momento.
Las respuestas variaban, pero la mayora segua una lnea el rey estaba en
Gaillard.
Montaron en sus caballos otra vez y emprendieron la marcha, avanzando a la
carrera hacia el este al tiempo que seguan la ruta del ro que los conducira

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directamente a Les Andelys.


El pueblo era un lugar mucho ms prspero y atareado desde que Ricardo
haba escogido la cima de su montaa principal para plantar sobre el ro su principal
defensa contra los franceses. Alcanzaron la poblacin al atardecer del quinto da,
entumecidos y cansados de estar sentados en la silla de montar. Adems de su
cansancio en cuerpo y alma, iban sucios a ms no poder.
Stephen encontr una posada donde les ofrecieron una habitacin y toda el
agua caliente que necesitaran. De las alforjas, sac las finas telas que haba insistido
en llevarse, los vestidos, las joyas y los ornamentos para el cabello. Cuando Helena lo
vio sacar su vestido de terciopelo verde, sacudirlo e inspeccionarlo, comprendi que
Stephen tena un plan en mente. Una estrategia que no haba compartido con ella. Sin
embargo, ella adivin que aquella preocupacin por las apariencias formaba parte
del plan.
Tienes intencin de presentarte ante el rey, sin ms? le pregunt ella.
S.
Puede que no te crea.
Intentar ser convincente le asegur mientras dejaba con cuidado el vestido
sobre la cama. No s si tiene pensado abandonar el castillo. Es posible que quiera
quedarse hasta la primavera, pero no puedo jugrmela, especialmente con la frontera
francesa tan prxima. Ir al castillo en el preciso instante que este presentable.
Clavo la mirada en Helena. T puedes escoger venir conmigo o no venir. Mi plan
no depende de tu presencia y t tienes un hombre a quien matar, me parece recordar.
Helena sinti un escalofro. La frialdad entre ellos no haba desaparecido, desde
el momento en que haba dejado de llamarla Elen. En aquel aspecto, era tan
implacable como en su empeo de salvar al rey.
Ir contigo le respondi ella. Es posible que me necesites.
Pero no acab de exponerle sus otros motivos.
Stephen estaba cumpliendo su parte del juramento a pesar de que aborreca las
intenciones de su mujer y ella, por su parte, no hara menos por l. Ella estara donde
le pudiera prestar un mejor servicio.
Adems, no s con certeza dnde se encuentra Savaric. Si manda a otros
hombres a completar el trabajo tal vez est muy lejos de aqu.
Stephen sacudi la cabeza.
Est aqu le dijo tajantemente. Savaric estar donde pueda recibir, lo
antes posible, noticias de sus subordinados acerca del resultado de su maniobra. Si
de verdad acertamos al sospechar de Savaric, puedes contar con ello, aqu estar
incapaz de mantenerse alejado.
Aun dudas de ti mismo, de tus propias suposiciones acerca de las
implicaciones de Savaric?
Stephen hizo una mueca.
Durante este ltimo mes ha quedado sobradamente demostrado lo
equivocado que puedo estar a veces. Le mostr las tinajas humeantes de agua

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caliente encima de la mesa. Preprate. No quiero que nadie en el castillo ponga en


duda tu estatus.
Se dio la vuelta y se march de la habitacin despus de cerrar la puerta, no con
un portazo, sino con suavidad, una accin que denotaba su gran autocontrol.
Helena oje los lavaderos con ojos humedecidos por las lgrimas que no haba
derramado. Dudaba Stephen de su propio juicio? Helena saba lo que l no le haba
querido decir dudaba de su juicio por culpa de ella, porque haba credo que ella
actuara con mayor dignidad de lo que planeaba hacer.
Por esa razn, Helena cabalg cumpliendo rigurosamente su papel al lado de
Stephen, vestida como una dama de alto rango. Las joyas y otros ricos adornos que
Stephen le haba trado le pesaban y le resultaban incmodos despus de la libertad
experimentada en el bosque. El grin era de una tela finsima y el velo lo sujetaba
una diadema gruesa de oro, ensartada con piedras verdes. Haba cepillado la capa
forrada de pieles y se la sujet con un broche enorme de filigrana en el que reconoci
el emblema de la familia de Stephen, la medalla que haba llevado el da de la boda.
En los dedos llevaba puestos varios anillos y el cinturn era de piel gruesa con
bordados y pesadas piedras preciosas.
Nadie pondra en duda su estatus. Ni tampoco cuestionaran el de Stephen,
pues vesta con un esplendor parecido al de su mujer y, adems, se haba cortado las
puntas del cabello. Hasta los caballos haban sido almohazados y cepillados,
brillantes por los cuidados recibidos, y con decoraciones ondeando de las bridas.
A pesar de su formalidad, Helena estaba nerviosa. No haba una identidad
distinta de la suya tras la que protegerse y en aquel instante se iba a presentar ante el
rey, si es que conseguan que Stephen se saliera con la suya.
Helena albergaba pocas dudas de que l conseguira lo que quera, pues todo en
Stephen desprenda un aire de implacable voluntad. La fina lnea entre sus cejas
manifestaba una impaciencia susceptible de ser provocada y una falta de tolerancia
por los temas ms absurdos. En su modo de proceder se adverta cierta arrogancia,
un ademn incierto que confirmaba su posicin como alguien que espera cumplir sus
objetivos sin verse cuestionado.
Era slo una fachada? Helena saba al menos una cosa que la irritacin apenas
velada no era falsa. Tal vez la altanera s fuera una estratagema para poder recorrer
el camino que haba de llevarlo ante el monarca, pues no le daran audiencia con slo
anunciar su nombre.
El rastrillo de la muralla estaba cerrado y se detuvieron delante del acceso,
envueltos por el vaho que emanaba de sus bocas y el de los caballos mientras
respiraban en la noche oscura.
Dos caballeros vestidos con cotas de malla y tnicas, en cuyo pecho se vea
bordada la cruz de San Juan, se plantaron ante ellos, con las espadas desenvainadas.
Cul es vuestra proclama, mi seor? exigi saber uno de los caballeros.
Tengo un asunto que tratar urgentemente con el rey dijo Stephen
escuetamente. Dejadme pasar.

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TRACY COOPER-POSEY

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Os espera, mi seor?
Desde cundo eso importa? pregunt Stephen avistndolo desde arriba.
Acaso no sabis quin soy?
Conozco vuestro emblema, seor. Y estoy al corriente que el rey, por lo
comn, no os mandara llamar en vuestra actual situacin le respondi el caballero,
un poco compungido por declarar en voz alta su desafortunada situacin.
Os parece que las circunstancias en las que nos encontramos estos das son
comunes? le rebati Stephen. Dejadme pasar, os digo. El rey estar agradecido
por ello, os lo prometo.
El otro caballero se enderez y baj la espada hasta que la punta toc el suelo.
brele el rastrillo, Piers. S que Dinan es leal al rey. No le har dao. Para m,
eso es suficiente.
Le dedic un saludo a Stephen.
Tal vez sea as, pero si me permits preguntaros, mi seor dijo Piers con una
deferencia que pareca autntica. La dama que os acompaa?
Helena sinti un escalofro que le recorra la espalda cuando todos los ojos se
giraron para examinarla. El caballero sin nombre repar en el broche que sujetaba la
capa.
Mi esposa dijo Stephen en un tono neutral, intransigente. Yo respondo de
ella.
A regaadientes, Piers se apart, y el otro caballero hizo una seal a los
guardias que vigilaban las torres a ambos lados de la entrada. El rastrillo empez a
abrirse con un chirrido lento para acabar escondido dentro de la muralla detrs de la
barbacana.
Atravesaron bajo el arco y el caballero sin nombre les dijo al pasar.
Estarn en la sala principal!
Pero en el gran vestbulo no haba ms que mozos de cocina recogiendo los
restos de la cena y limpiando las mesas, Stephen acerc una de las sillas de la mesa
principal y se la cedi a Helena. Stephen se comportaba segn los parmetros de
formalidad de la corte y Helena, consciente del pblico, le dio las gracias y se sent
con la mayor elegancia que era capaz en aquella situacin tan tensa.
Dnde est? le pregunt ella en voz baja.
Stephen sacudi la cabeza.
No es propio de Ricardo acabar la velada tan pronto, sin los entretenimientos
nocturnos. Debe de haber pasado algo que ha despejado la sala principal tan
temprano.
Recorri la estancia con la mirada, analizando con curiosidad.
Pero qu habr sido?
Stephen torci la cabeza y resigui con la mirada a un hombre bajito, acicalado
con la tnica y las calzas de los eventos formales en la corte, que avanzaba a toda
prisa, desde la entrada de la sala hasta uno de los pasillos al otro extremo.
El cortesano les ech un vistazo al pasar y los salud con la cabeza, y, de

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CORAZN VENGADOR

repente, se detuvo, con una expresin cmica de sorpresa en el momento en que su


atareadamente asoci lo que vean sus ojos.
Dinan!
Stephen levant la mano a modo de saludo y el hombre se acerc a ellos. Era
demasiado educado para no saludar a Helena, pero fue un gesto fugaz, y se volvi
hacia Stephen de inmediato.
Habis escogido una noche providencial para regresar a la corte, Dinan!
Stephen oje la sala.
Al ver esta estancia tan vaca, no lo consideraras ms bien muy poco
providencial, Alphonse?
Seguro que si el rey os ha mandado venir esta noche, sabris que no lo es en
absoluto.
Helena intent no poner los ojos en Stephen ni mostrar ninguna seal de
alarma.
Stephen se encogi de hombros.
Por qu otra razn vendra yo aqu sino por una peticin del rey?
Alphonse sonri y asinti.
Cierto, muy cierto. Debe de querer veros de inmediato, pues en cierta manera,
vos sois el instigador de los acontecimientos, verdad? Tal vez podis entenderlo
como una seal que os lo ha perdonado todo, eh?
Stephen se echo a rer sin un pice de falsedad.
Puedo atreverme a imaginar que as sea?
Ni una nota de la extraeza que le deba de causar aquella conversacin se
trasluca en su expresin.
Mejor que vengis conmigo, pues. Ya deben de haber empezado, por eso me
diriga all a toda prisa. Como siempre, tarde.
Les dedic una simptica mueca y con un gesto amplio con el brazo, les indic
que lo precedieran.
Stephen tom la mano de Helena y cruz la sala hacia el pasillo al que
Alphonse se haba encaminado. El cortesano se situ al lado de ellos.
S, es un gran momento dijo Alphonse. Adems de derrotar a Francia,
Ricardo ha recibido la primera propuesta de paz por parte de Felipe. El rey no
alcanzaba a ver el da en que Francia le ofreciera un intento para acercar posiciones.
Siempre ha dicho que los gabachos no se rendiran ni de rodillas con el hacha al
cuello.
No me haba percatado que Ricardo haba sido el primero en el acercamiento
dijo Stephen como si aquel punto de la situacin fuera la nica cosa que no saba.
Oh, s! Los embajadores llegaron ayer mismo, dos enviados. Desde el
momento en que se presentaron aqu Ricardo no ha descansado, preparando cosas,
decidiendo los pagos de los daos por reparar, las sanciones.
Stephen aprision la mano de Helena que tena entre sus dedos y ella tuvo que
hacer un esfuerzo por no chillar de dolor.

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TRACY COOPER-POSEY

CORAZN VENGADOR

Dos embajadores? pregunt Stephen de repente. Dos enviados


franceses?
Alphonse se ech a rer.
Seguro que espaoles no sern, verdad que no?
Stephen se detuvo en seco en medio del oscuro pasadizo y se volvi en redondo
hacia, Alphonse.
Rpido, Alphonse. Dime dnde estn reunidos. Ahora! Tal vez ya sea
demasiado tarde.
Cmo por qu? Alphonse sacudi la cabeza, sin entender. Crea
que estabais al corriente de esto, que el rey os haba ordenado venir.
Stephen sigui adelante, arrastrando a Alphonse con l para que echara a correr
hacia el final del pasillo.
No son embajadores del rey Felipe estall Stephen mientras se dispona a
enfilar el estrecho pasaje. Han venido aqu a matar a Ricardo!

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TRACY COOPER-POSEY

CORAZN VENGADOR

Captulo 26
La noticia de que Ricardo quera pactar un acuerdo de paz con Francia era, para
Stephen, una majestuosa broma cuya irona no se le escapaba. Sin embargo, el humor
de la situacin se desvaneci bajo el agonizante temor que se agitaba dentro de su
pecho.
Avanzaban a lo largo de un pasadizo interminable.
Dnde estn? Dnde? Stephen instig a Alphonse.
All abajo. En la sala privada Alphonse se quedaba sin aliento, en el ala
nueva del castillo.
Este bendito castillo es demasiado grande1 protesto Elen.
Stephen se fij en ella un instante, con las faldas arremangadas, recogidas sobre
el antebrazo, corra tan ligera como ellos Por supuesto, la voz mental de Stephen le
record que era una buena corredora.
Alphonse fue desfalleciendo y Stephen le agarr el brazo para darle impulso.
Aquel hombre no llevaba una cota de malla de cuerpo entero como l, y al fin y al
cabo, tampoco cargaba con un escudo ni con una espada.
Es aqu! chill Alphonse antes de intentar detenerse y soltarse de la tenaza
de Stephen.
Les seal un pasaje corto y estrecho que emerga del pasadizo. Al final, haba
una puerta con un centinela que vigilaba, el cual se enderez cuando vio que Stephen
se acercaba con su enorme espada en la mano.
El rey esta en peligro! grit Elen. Abrid la puerta!
Para Stephen, la presencia de nimo de Elen era lo ms valioso en aquel
momento. La prioridad del centinela era mantener a salvo al rey y el aviso de aquella
mujer se centraba en el interior de la estancia que l vigilaba. De repente, el joven
sinti un deseo tan imperioso como l de ellos por abrir la puerta.
Stephen calcul con rapidez y, al or que se entreabra el portn, golpe la
madera con el hombro y arroj la barra protectora a un lado sin apenas tener que
alterar su paso. Despus irrumpi en la larga habitacin y se adentr dando vueltas
entre los presentes. Haba barones, caballeros, cortesanos, clrigos, incluso un
arzobispo, con sus ostentosas prendas y la mitra sobre la cabeza, todos ellos a un
extremo de la sala observando los preparativos que tenan lugar en el centro.
Stephen intent analizar todas las caras con rapidez, en un intento de focalizar
el peligro. Divis dnde Ricardo se hallaba de pie, dnde estaban los guardias y
dnde los caballeros destinados a defender a Ricardo, para as poder evitar que
interfirieran en su camino.

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Quines seran los hombres enviados a asaltar a Ricardo y matarlo? Stephen


escudri la estancia y vio al soberano, de pie delante de una mesa de madera
tallada, decorada con un aplique frontal de hierro, cuyos ojos se agrandaron, atnitos
al advertir a su antiguo compaero.
Stephen sinti un codazo en el costado derecho.
All! le advirti Elen y vio que sealaba hacia la izquierda.
Haba una hilera de esplendorosas sillas, una de ellas, vaca. Era la del rey. A
ambos lados del espacio vacante, haba dos hombres, a quienes no conoca, vestidos
con elegantes tnicas, cuyo estilo era extravagante, lo justo para que su aspecto le
resultara forastero.
Los franceses!
Se estaban percatando que la farsa haba llegado a su fin, pues se miraron el uno
al otro y hablaron, con mucha rapidez. El hombre sentado a la izquierda asinti y se
levant de inmediato, directo hacia donde estaba Ricardo. Su mano estaba escondida
dentro de la manga y, en un momento dado, su cara se transform con un rictus feroz
que se acompa de un gruido amenazador.
Larga vida al rey Felipe! grit antes de sacar una daga extremadamente
larga que empu desde arriba.
Ricardo apenas tuvo tiempo de reaccionar, tan inesperado haba sido aquel
cambio en los acontecimientos. A Stephen le pareca que todos se movan con
extrema lentitud, como insectos atrapados en una gota de resina de mbar.
El hombre de la daga era el ms peligroso, de modo que Stephen cambi de
direccin y se abalanz sobre l con la espada en alto. Sin ser consciente de ello, oy
su propio aullido de guerra, sonoro y profundo como haca tiempo no lo escuchaba,
desde los tiempos en que haba combatido en Tierra Santa. El golpe reson por todas
las paredes, hasta en el empedrado bajo sus pies, y el asesino se desplom, muerto
antes de llegar al suelo.
Stephen se gir en redondo para abordar al segundo hombre y vio a Elen a su
lado, acercando la punta de su prodigioso cuchillo contra el cuello del francs. El
desconocido levant su daga, a pesar de que Elen lo desafiaba con la punta del arma
en la garganta, pues intua que la joven no sera capaz de concluir el gesto letal.
Tampoco Elen tena tiempo para alcanzarlo en otra parte, donde pudiera herirlo sin
matarlo y el asesino lo haba adivinado.
Un silencio glacial envolvi a Stephen. Un grito de auxilio, silencioso y
desesperado, penetraba en su mente. Elen estaba en peligro de muerte!
Antes de pensar racionalmente qu iba a hacer, actu. Con el cuchillo en la
mano derecha, dio un golpe de mueca y mostr la otra cara del filo cortante,
apuntando hacia abajo. Era un gesto casi rutinario, que no tena ni que pensar, de una
potencia mxima y una rapidez determinante. Era la simple repeticin de sus
movimientos de lucha, ligeros y precisos. Antes de que alcanzara el blanco, saba que
la hoja dara en el lugar exacto que l quera.
Stephen clav la mirada en un punto y vio cmo el cuchillo se diriga all el

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estrecho espacio que se dibujaba como un ngulo abierto, entre el extremo del velo y
el brazo levantado de Elen. El arma se clav en el cuello del hombre, justo por de bajo
de la hoja inmvil y balda de Elen.
El hombre dio unos pasos hacia atrs, intentando arrancarse el cuchillo. La larga
daga se le cay de las manos y repic contra las piedras del suelo.
Elen ya no estaba en peligro! De pronto, le pareci que la sala daba vueltas
sobre s misma. Stephen se apoy sobre su propia espada ensangrentada y las fuerzas
lo abandonaron, incluso haba dejado de or, mientras se perciban los alaridos de
horror y asombro de los dems hombres al otro extremo de la estancia.
Entonces, not la presencia de Elen a su lado, cuyas manos fuertes y clidas le
ofrecan un consuelo silencioso. Aquel silencio lo reanimaba, aunque estuvieran
rodeados por los gritos plaideros de la asamblea. Ella apoy la mano sobre el
hombro de l y vio el brillo alterado de los ojos de Elen, a pesar de que ella intentaba
sonrer.
El rey est a salvo le dijo en un hilo de voz.
No, aquello era un malentendido! El error de Elen le sacuda contra el pecho,
pues aquel temor que haba experimentado despus de la accin no era por el rey
era por ella! Stephen no estaba preparado para aquella sensacin, pero era innegable
le importaba mas el bienestar de Elen que el de Ricardo.
l se qued callado, sin poder apartar la mirada fija en ella. Las palabras se
negaban a brotar de su boca. Aunque quera decrselo, an estaba intentando resolver
aquella enigmtica verdad que acababa de revelrsele.
Antes de poder preverlo, Ricardo estaba delante de l y su clera arreci contra
ellos dos.
Stephen, por el amor de Dios, sabes lo que has hecho?
Ahora lo se respondi Stephen y se sorprendi cuando escuch su voz
ronca.
Senta unas enormes ganas de rer. Solt una carcajada y not las miradas
atnitas de Elen y de Ricardo sobre l.
Elen se volvi hacia el rey y le ofreci una reverencia.
Excelencia, estos hombres no eran enviados del rey Felipe de Francia, sino
que eran asesinos a sueldo con el funesto encargo de mataros.
S, de eso ya me he dado cuenta dijo Ricardo secamente. Le tom la mano a
Elen. A Stephen lo conozco de antao. Y vos, milady, sois.
Stephen vio cmo Elen tragaba saliva con dificultad y se humedeca los labios.
Ella desvi la vista hacia Stephen y l reconoci la inseguridad de su posicin. Deba
confesarle a Ricardo quin era ella y arriesgarse al castigo que l le impusiera?
Antes de matar al segundo asesino, Stephen hubiera dejado a Helena tomar la
decisin y vivir con las consecuencias, pues haba resuelto que ella viviera con los
negros frutos de su deseo de venganza.
Pero ahora Stephen iba a dejar aquel asunto zanjado de una vez por todas.
Ella es Helena de York, hija del fallecido conde de Wessex, alteza y tambin

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es mi esposa.
Ricardo arqueo las cejas y la mano que sostena la de Helena se apart.
Tu esposa? repiti lentamente antes de echar un vistazo a Helena. Luego,
se dirigi a los hombres congregados detrs de ellos. Dejadnos solos orden.

Cuando la estancia se hubo vaciado y los cadveres fueron retirados, slo


quedaron Ricardo, Stephen y Helena, y dos manchas oscuras sobre las losas fras. No
se haba cubierto el suelo con las habituales alfombras de juncos, pues era una sala
destinada a los actos formales, que solan celebrarse en verano y no en pleno
invierno. Durante aquella estacin, los nobles se mantenan cerca del fuego de sus
hogares.
Helena examin al rey y trat de adivinar cules seran sus intenciones ahora
que Stephen le haba revelado su autntica identidad. La furia de Ricardo pareca
haberse calmado, pero como consecuencia, cada palabra era pronunciada con una
fra cautela. Aquella cautela le provocaba cierto temor a Helena, pues significaba que
Ricardo haba comprendido enseguida las implicaciones legales de la situacin de
ella. Por eso haba vaciado la sala, libre de testigos innecesarios. Stephen se acerc a
una de las sillas con altos respaldos y se sent usando su espalda a modo de apoyo.
Sin embargo, Ricardo segua con la mirada clavada en Helena, tan fiera y
penetrante como Stephen la haba descrito.
Yo acus a vuestro padre de traicin le dijo sin titubear. Y me pareci
entender que vos lo seguisteis, a pesar de su estatus de forajido, en vez de aceptar mi
proteccin con el auspicio de la Corona.
Helena empez a temblar.
Ricardo, ella acaba de salvaros la vida! le record Stephen.
Ricardo le dirigi un vistazo fugaz antes de volver su atencin hacia Helena.
sta es la razn por la que no estoy actuando segn los mandatos de la ley.
Desenfund su propio cuchillo de la vaina ensartada con piedras preciosas que
colgaba de su cinto, lentamente, con el susurro metlico vibrando entre ellos. Por
derecho, tengo la potestad de arrancaros el corazn aqu mismo donde estis, y nadie
en toda la faz de la tierra podra reprochrmelo.
Helena dio un paso atrs con la alarma palpitando dentro de su pecho. Ricardo
la imito, dio otro paso hacia ella. Oy a Stephen lanzar una maldicin y ponerse en
pie. Ella retrocedi otro paso y Ricardo avanz otro ms. Stephen lleg a su lado, con
la espada levantada delante de ella a modo de barrera.
Ricardo le advirti con la voz tensa.
Helena vio que Ricardo apartaba la mirada y la posaba en algo por encima del
hombro de ella. Toda su atencin estaba ahora fijada en algo que estaba detrs de
Helena.
Ella pos la mano delicadamente sobre la empuadura de Stephen, para
advertirle, y simplemente se apart del camino de Ricardo.

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Ricardo se aproxim con grandes zancadas a los pies de unos de los ricos
tapices que colgaban al fondo de la habitacin.
Mostraos ante m! exclam antes de atravesar el entramado de hilos con la
punta de su filo.
Se pudo escuchar un chillido de miedo.
No me hagis dao, seor! El terror distorsionaba aquella voz. Dejad
que salga.
Ricardo se prepar para el ataque.
Ahora mismo!
El tapiz onde y vieron cmo emerga una cara.
Helena exhal el fatdico nombre.
Savaric!
El pelo lacio y la piel blanca eran inconfundibles a pesar de que vistiera de
negro.
Stephen se apart tan repentinamente del lado de Helena que la falda de ella se
agit debido al mpetu de aquel movimiento. Pas al lado de Ricardo, agarr el largo
pelo de Savaric en un puo y tir de su cabeza hacia atrs, a fin de dejar expuesta su
plida garganta. Luego, apoy la punta del cuchillo contra la piel del cuello.
ste es el hombre cuyas acciones podis juzgar, libremente y sin piedad, tanto
como os permita la ley, alteza. Helena nunca le haba odo hablar con tanta furia y
tanto odio. ste es el caballero que ha convenido el trabajo y ha pagado a los dos
hombres, a quienes acabamos de apartar tan violentamente de vuestra persona.
Stephen sacudi la cabeza de Savaric lo mismo que un perro tirara de un sabroso
hueso para roerlo. No ha podido resistirse y ha venido, a contemplar con sus
propios ojos los frutos de su labor.
Ricardo examin a Savaric, pensativo.
Lo conozco.
Majestad soy un sirviente de vuestro hermano Juan! exclam. Soy
Savaric de York. Slo vine para ser testigo de vuestra grandeza y tambin para
contemplar este maravilloso castillo que todos en Inglaterra alaban tanto No s nada
de esos hombres que os han atacado!
Ricardo sonri, pero su expresin era ptrea.
Si fuera cierto que sois un sirviente de mi hermano, deberais saber que no se
debe andar merodeando detrs de las cortinas. Juan sabe de sobra mi manera de
pensar acerca de los espas, especialmente dentro de mi casa, y me gustara poderos
instruir al respecto.
Majestad, no comprendo chill Savaric.
Helena no pudo evitar acercarse al aborrecible albino, atrada por un extrao
poder de fascinacin, como un hechizo Aquel hombrecillo penoso, que chillaba
como un lechn, era el mismo que haba ocasionado tamaas desgracias en la vida de
tanta gente? Le pareca imposible.
Entended, entonces, mis palabras le aclar Ricardo. No podis ser, en

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realidad, un espa de Juan, pues habis admitido vuestra relacin y aceptis el papel
con demasiada premura y, adems, yo no tengo ni una razn para dudar de las
palabras de Stephen.
Helena vio la mirada de soslayo que Savaric diriga a Stephen. Los ojos sin color
de Savaric se entrecerraron levemente.
Cuidado! le advirti antes incluso de comprender el peligro que se
avecinaba.
En la mano izquierda, Savaric sostena un pequeo pual con la hoja plana,
como los que usaban las tribus de las colinas, al norte del muro de Adriano. El filo se
afan hacia Ricardo, quien estaba lo suficientemente cerca para que Savaric lo
alcanzara.
Pero, ms veloz que la vista, la espada de Stephen se alz para proteger al rey.
Lo alcanz a Savaric en la mueca, pero no lo cort, pues Stephen gir la hoja a fin de
que la carne golpeara en la parte plana. La mano de Savaric se despoj del cuchillo
sin derramar sangre.
Ricardo, que se haba apartado enseguida, se enderez desde la postura
defensiva que haba adoptado.
Cristo bendito, Stephen! Mtalo y acabemos con esto! Nunca te gust jugar
al gato y al ratn con tus presas.
Os pido disculpas, Ricardo, pero la muerte de este hombre est reservada
para otra persona.
Stephen oblig a Savaric a andar hasta la mesa de madera que haba en el centro
de la estancia.
No te explicas demasiado bien le dijo Ricardo detrs de l.
Dadme un minuto y lo comprenderis.
Haberme salvado la vida vale al menos esto que me pides accedi Ricardo.
Stephen levant a Savaric por el cuello y lo apoy con un fuerte golpe sobre la
mesa. La madera tembl por el impacto. Las botas de Savaric, que colgaban a un
extremo, lanzaron su propio pual de una patada y aterriz sobre el empedrado con
un sonoro choque.
Stephen arrastr a Savaric por encima de la mesa hasta que la cabeza qued
colgando del borde. Le tir del pelo, sin ceder un pice, hasta que el cuello qued
expuesto otra vez. Stephen mir a Ricardo.
Os importara sujetarlo un momento?
Para nada musit Ricardo.
Se puso al lado de Stephen y tir del pelo de Savaric, como si fuera una cosa que
haca a diario, en su vida cotidiana.
Un torbellino de emociones se arremolinaba en el interior de Helena: miedo,
confusin y el deseo insaciable de la venganza tras la que haba ido durante un ao.
Por fin haba llegado el momento.
Stephen la tom firmemente por el brazo y la arrastr hasta la mesa.
Saca el cuchillo le orden y la coloc frente a la cabeza suspendida de

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Savaric.
Savaric se resista, pero Ricardo lo sujet por los brazos, y luego, Stephen subi
a la mesa y se sent encima atenazndole las manos con las rodillas. A pesar de las
constricciones, Savaric segua oponiendo resistencia, pero Stephen continuaba all
sentado, inamovible como una roca, con la mirada furibunda fija en Helena.
Es todo tuyo, Helena No tienes ms que cortar y logrars aquello que tanto
has ansiado.
Savaric se revolva histrico mientras lanzaba una retahla de maldiciones.
Helena haba sacado el cuchillo de su cinto, pero su mano se negaba a obedecer.
Volvi a mirar a Savaric, al blanco cuello, listo para que ella lo abriera.
As no dijo Helena lentamente.
S, as s insisti Stephen. Qu importa cmo se vierta esta sangre? No
te vale con poderla derramar?
Helena senta el latido de su corazn en la garganta y en las sienes. Con cada
pulsacin le invada una oleada de agonizante calor Aqul era su ansiado objetivo!
Por qu no poda hacerlo ahora?
Mtalo! le espet Stephen. ste es el hombre que asesin a tu padre, sin
concederle el beneficio de un juicio, sin permitirle defender su verdad! Ha
desahuciado a un pueblo entero, condenndolo a la miseria para ocultar sus
crmenes. Te rob tu hogar, tu libertad Acaso lo vas a negar?
Helena sacudi la cabeza.
No musit.
Dej que te dieran una paliza, que te golpearan hasta que tu espalda qued
como una masa de carne ensangrentada, regocijndose con tu dolor. Una vez
desapareciste, se encarg de emponzoar la mente de los tuyos, con acusaciones
contra ti. Es un hombre retorcido, ms all de la redencin. El mundo estara mejor
lamentando su ausencia.
Stephen tomo la mueca de Helena y la acerc a la garganta de Savaric. La
sostena, firme, ejerciendo presin sobre la hoja. Una delgada luna de sangre apareci
bajo el filo.
Savaric enloqueci, pugnando por desasirse de los brazos de dos guerreros
experimentados. Pero ellos slo tuvieron que coger sus extremidades con ms fuerza
y apretar un poco. Los movimientos de Savaric cesaron y, de repente, se qued
inmvil.
Se ha desmayado! exclam Ricardo, divertido.
Mtalo, Helena.
Lo nico que deba hacer era retirar el cuchillo. Haba visto centenares de veces
cmo lo hacan los dems. La presin que Stephen estaba ejerciendo sera suficiente
para abrirle el cuello.
Se humedeci los labios. El intenso latido de su corazn era como la
ensordecedora cancin de las sirenas, arremolinndose en su cabeza e incitndola sin
cesar.

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La venganza es tuya le susurr Stephen. Una venganza sin precio ni pago


legal. Ricardo es tu nico testigo y nada dir.
Ella pos la mirada sobre el rey, de pie al lado de ella. l la observaba, con los
ojos entrecerrados, pensativo. l comprenda mucho ms que ella, pues asinti.
Stephen os dice la verdad. No os perseguir ms.
Helena fij la mirada otra vez en Savaric, indefenso y vulnerable. Haba soado
tanto con ese momento. Haba sido la razn principal de su existencia durante el
ltimo ao excepto por aquel breve perodo, cuando pensaba que su bsqueda ya no
tena sentido despus de la muerte de Peter, el pelirrojo. Durante aquel breve lapso
de serenidad se sinti feliz como nunca. Como nunca en su vida.
Pero feliz? Cmo haba podido ser? Por qu? Porque en vez de venganza,
haba intentado vivir una vida que no tena consecuencias terribles. Haba dejado de
odiar y solo senta amor.
Helena miro a Stephen con los ojos inundados de lgrimas. Sacudi la cabeza,
pues era incapaz de hablar.
Toma su vida, Helena le orden Stephen con un tono de voz calmado y
neutro. Acaba con esto. Ponle punto final a esta bsqueda tuya que no pareca
tener fin.
No!
Solt la mano que Stephen sujetaba y se alej de la mesa, tambaleante. Se le
doblaron las rodillas y cay de bruces al suelo.
No vea casi nada tras la cascada de lgrimas. Se encogi sobre su pecho,
intentando calmar la sacudida de dolor ardiente que le impeda moverse.
No poda hacerlo. Al final, por fin!, haba comprendido qu significaban las
semillas negras que describa Stephen. Tambin los frutos malignos que daban esas
semillas, que haban consumido su vida, alejado toda la bondad, aplastada bajo la
sobrecogedora codicia de sangre, con la obsesin que alimentaban. Si hubiese
conseguido su propsito y completado aquella labor, nunca ms la habran dejado
vivir tranquila.
Helena sinti unas manos sobre la espalda. Las manos de Stephen. Eran tan
acogedoras.
Elen, mi amor. Ven, shh todo ir bien, ya lo vers.
La acun entre sus brazos con decisin, su cuerpo fuerte y clido la protega.
Por segunda vez en la vida, Helena llor hasta vaciar su alma.

Si lo que me contis es cierto dijo Ricardo, y no dudo de tu sinceridad,


Stephen, entonces encontraremos las pruebas necesarias. Ahora tenemos una
direccin concreta en la que indagar.
Helena segua apoyada en el regazo de Stephen, pues l no se haba movido ni
un milmetro por apartarla de all. Ni ella tampoco se deshara voluntariamente de
aquel abrazo reconfortante pues no quera dejar de escuchar el potente latido de su

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corazn contra su piel.


Ricardo se sent en el suelo, a su lado, con el codo apoyado sobre la rodilla
doblada.
Me has dado una leccin de por vida, Stephen sta ha sido tu venganza por
la estupidez de estos ltimos meses?
Stephen se revolvi bajo el cuerpo de Helena.
No, seor La verdad es que lo que vos pensis de m ahora no me importa
nada. Ya no.
El corazn de Helena se inund de calor, saba muy bien que Stephen pensaba
en ella cuando pronunciaba aquellas palabras.
Me lo haba parecido dijo Ricardo secamente. Has cambiado, Stephen.
En ciertas cosas s. En cuanto a tu obsesin por el rey Felipe de Francia, mi
opinin no ha cambiado, en absoluto. An creo que empezar una guerra contra
Felipe slo porque te resulta irritante, est mal. Inglaterra ya ha sufrido suficiente.
Adnde te llevar esto?
Ricardo suspir.
S, empiezo a comprender lo que quieres decir Seal en direccin a la
mesa donde Savaric estaba tumbado, inconsciente. Tu mujer me ha ofrecido un
ejemplo ilustrativo, muy vvido, de cmo se vive con una obsesin. Inclin la
cabeza hacia Helena. Vos tambin habis sufrido las consecuencias de mis iras,
Helena de York.
Ya no soy seora de York lo corrigi ella.
Ricardo sacudi la cabeza.
De York repiti Ricardo con firmeza. Sera una estupidez no restablecer
vuestro ttulo y vuestras posesiones, las tierras de una familia que no ha cesado de
esforzarse por el bienestar de la gente a quien se supone que debe proteger. Una
familia que ha dado una de sus vidas en este servicio.
Apoy una mano en el suelo para incorporarse y frunci el ceo.
Maldita sea, este suelo est helado! Crees que no puedo permitirme el lujo
de ofreceros unas sillas en las que sentaros, Stephen?
Con un leve saludo de cabeza, abandon la sala.
Helena y Stephen se haban quedado solos.
l le quit la diadema circular de oro que sujetaba el velo de Helena y, con la
punta de los dedos, despleg los frunces que sujetaban el grin.
Me ayudas? le pidi Stephen. Me niego a besarte si mis labios no
pueden recorrer ms all de los lmites de tu barbilla.
Sonriente, Helena apart aquella pieza de ropa tan molesta y sinti la gran
mano de Stephen apoyarse en su nuca. La otra mano tom su mandbula suavemente
para volver el rostro de ella hacia l.
Los ojos de Stephen eran negros, solemnes.
Me alegro de que no hayas matado a Savaric.
Me parece que todo este tiempo ya te lo imaginabas, que esto pasara, aunque

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ahora me empujaras a hacer lo contrario le respondi ella. Lo sabas, verdad?


Sabas que al final, no lo matara.
Era lo que esperaba, nada ms dijo Stephen. Sospech que no podas
matar al segundo asesino y dese creer que la venganza que buscabas estaba ms all
de tus manos. Yo slo forc la situacin. Para que algo pasara, lo uno o lo otro.
Hizo una mueca. No quera esperar ms, Elen, slo quera que t te libraras de
esta.
O que t te libraras de m? se habra sido el precio que pagara si lo
hubiese matado? le cuestion.
l tard un poco en contestar.
La verdad, no lo s. En mi cabeza, hubiera regresado a Tierra Santa antes que
vivir con un corazn ennegrecido como el tuyo. Pero en mi interior Solt el aire
lentamente. Pero en mi corazn, no poda dejarte marchar. Me alegro de no haber
tenido que escoger.
Yo tambin admiti Helena, pues hasta que no me he rendido hoy y me
he alejado de mi sed de venganza, no he valorado realmente cunto te necesito cerca
de m. Mis instintos han luchado contra mis intenciones durante todo este momento
de confusin. Me cas contigo para poder revivir el amor y la paz que me habas
dado, antes de entender verdaderamente que lo haba encontrado.
La mano de l acun su mejilla. Los ojos de Stephen brillaban de alegra.
Elen, mi amor, mi dulce guerrera, yo cruzara mil desiertos por ti.
Ella pos la mano sobre el corazn de Stephen.
Si me necesitas, vendr.
La mano de Stephen, enorme y fuerte, se apoy sobre la de Helena.
Estoy a tu servicio, a tus rdenes. Por fin, la bes, y el sabor de su boca le
resultaba embriagador. Para siempre musit sin dejar de acariciarla con sus
labios.
Para siempre.

* **

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RESEA BIBLIOGRFICA
TRACY COOPER-POSEY
Cuando le digo a la gente que he estado escribiendo desde que tena
14 aos, tienden a mirarme de una manera extraa, pero es cierto. Me
enamor de Harrison Ford y Star Wars en el mismo instante, y escrib la
secuela no oficial al ao siguiente. Por supuesto, tuve a Han Solo y a Leia
deshacindose de amor (muriendo de amor?) mucho antes que la secuela
continuara, y de una forma mucho ms satisfactoria que la manera que
George Lucas alguna vez imagin. De lo que no me di cuenta en ese
momento, y no hasta otros veinte aos ms o menos, era que haba estado
escribiendo fanfic, y era posiblemente la primera de ese tipo. Sin embargo,
aunque las cosas claramente han cambiado a lo largo de los aos desde mi primer intento
fallido de reunir a un hroe y una herona sobre el papel, hay dos cosas que no lo han hecho:
Todava estoy escribiendo novelas, y todava lanzo a mi hroe y herona a travs de una buena
imitacin del infierno mientras ellos ordenan sus sentimientos, la esencia de la novela de
suspense.
Soy australiana, aunque vivo en Canad. An tengo acento, a pesar de que llevo aqu
ms de una dcada. Y todava tengo problemas para recordar que es una capucha, no una
gorra, y cosas por el estilo es asombroso lo fuerte que es la cultura. Sin embargo, las
montaas aqu son estupendas, as que creo que voy a quedarme por aqu. Adems, mi marido
es un encanto. No me digan que olvid mencionarlo? Lo conoc por Internet cuando apenas
haba unas pocas pginas HTML y entonces, los nios y yo hicimos las maletas y nos
mudamos aqu (nosotros tres). Los nios ya no son realmente nios. Ambos son ahora ms
altos que yo, pero no digan eso en voz alta, vale? Todava me gusta que sigan creyendo que
yo soy el jefe, por algn tiempo ms, por lo menos.

CORAZN VENGADOR
Para poder encontrar al asesino de su padre, Helena de York iniciar el juego ms
peligroso de toda su vida. La aristcrata sajona, para escapar de la ley, se ocultar bajo una
falsa identidad siguiendo las costumbres de una joven normanda en las antesalas de la corte
real de la Inglaterra de Ricardo I. Si descubrieran su engao, perdera el derecho a vivir. Pero
ella est dispuesta a pagar el precio que sea para llevar a cabo su venganza.

* **

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TRACY COOPER-POSEY

CORAZN VENGADOR

Tracy Cooper-Posey, 2004


Ttulo Original: Heart of vengance
Traducido por: Eullia Gandia
Editor Original: Medallion Press, Abril/2004
Editorial: Swing, 2008
ISBN: 978-84-96746-38-1

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