Manifiesto de David

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Casa que en 1841 habit con su familia en David, Colombia, el general Francisco Morazn.

MANIFIESTO DE DAVID1
Afirmaciones del mismo Morazn, al declararse antiimperialista en sus
"Memorias de David".
AL PUEBLO DE CENTRO AMRICA: (*)
Cuando los traidores a la patria ejercen los primeros
Destinos, el Gobierno es opresor--MONTESQUIEU

Hombres que habis abusado de los derechos ms sagrados del pueblo por un srdido
y mezquino inters! Con vosotros hablo, enemigos de la independencia y de la libertad.
Si vuestros hechos, para procuraros una patria, pueden sufrir un paralelo con los de
aquellos centroamericanos que persegus o habis expatriado, yo, a su nombre, os
provoco a presentaros.
Ese mismo pueblo que habis humillado, envilecido y traicionado tantas veces, que os
hace hoy los rbitros de sus destinos y nos proscribe por vuestros consejos, ese pueblo
ser nuestro Juez.
Si la lucha que os propongo es desigual, todas las ventajas de ella estn de vuestra
parte.
Tenis en vuestro apoyo:
Que os hallis colocados en el poder, y que nosotros nos encontramos en la
desgracia.
1

David, hoy Panam, antes nueva Granda, Colombia.

Que podis hacer uso de vuestra autoridad para procuraros acusadores, y que
nosotros no encontramos tal vez ni un testigo.
Que os habis constituido en nuestros jueces, y declarado que somos vuestros reos.
Que nuestra voluntaria retirada de los negocios pblicos, con un objeto ms noble
que el que ha podido caber en vuestros corazones, la habis interpretado como fuga.
Que vosotros, que no os atrevisteis nunca a vernos cara a cara, no insultis
atrozmente en vuestra imprenta; y aadiendo el escarnio a la venganza, habis tomado
la mano misma que os ha envilecido para trazar los caracteres de un nombre funesto
que no podemos pronunciar sin oprobio, y nuestra expatriacin se ha decretado. (**)
Y en fin, para complemento de vuestro triunfo, todas las apariencias acreditan
que el pueblo que nos va a juzgar os pertenece. Pero no importa. Nosotros tenemos la
justicia. Vamos a los hechos.
Cuando vosotros disfrutabais de una patria, no podamos nosotros pronunciar
ese dulce nombre. Recordadlo. Vosotros habis gozado muchos aos de los bienes de
esa patria que buscis hoy en vano. Encontraris en la Repblica de Centro Amrica
algunas seales de ella? Aunque le dais hoy este nombre, ms extranjeros sois por
vuestros propios hechos en el pueblo que os vio nacer, que nosotros en Mjico, en el
Per y en la Nueva Granada.
Por la identidad de nuestros principios con los que sirven de base a los Gobiernos de
estas Repblicas, nosotros hemos hallado en ellas simpatas que vosotros no
encontraris en el propio suelo de vuestros padres (que ya no os pertenece) desde el
momento mismo que se descubre vuestros engaos.
Pero si an queris buscar vuestra patria,
a daros. Od y juzgad.

la hallaris sin duda por las seales que voy

En vuestra patria, los nombres del Marqus d Aycinena y su familia se hallaban


colocados en los primeros empleos del Gobierno absoluto, y los nuestros se ocultaban
en la multitud.
En vuestra patria cometas culpas que se olvidaban por unas tantas monedas, y a
nosotros se nos expona a la vergenza pblica.
En vuestra patria perpetrabais los ms atroces delitos, a los que se les daba
el nombre de debilidades para dejarlos sin castigo, y nosotros suframos la nota de
infames hasta nuestra quinta generacin.

En vuestra patria ejecutabais crmenes que siempre se quedaban impunes, porque


vosotros mismos erais los jueces; y nosotros perdamos la salud en los calabozos y la
vida en los cadalsos.
En vuestra patria ostentabais los honrosos ttulos de tiranos, y nosotros
representbamos el humillante papel de esclavos.
En vuestra patria tenais la gloria de apellidaros los opresores del pueblo, y
gemamos nosotros bajo la opresin.
Y cuando en vuestra patria, ensanchando la escala de los opresores, descenda
hasta los infames oficios de carceleros y de verdugos, a nosotros se nos exigan los reos
y las vctimas.
Y para que nada faltase a vuestra dicha y a nuestra desgracia, as en la tierra como
en el cielo, hasta los santos sacabais de vuestras propias familias! Y los malvados, a
vuestro juicio, slo se encontraban en las nuestras.
Vosotros oais continuamente en sus revelaciones la felicidad que os aguardaban,
en tanto que a nosotros slo se nos anunciaban desgracias.
Vosotros dirigais con confianza vuestras splicas al pie de los altares, porque
hacais propicios a sus sacerdotes con las riquezas que exigais al pueblo, en tanto que
ste tema elevar sus plegarias, por no poder acompaarlas con ofrendas.
Y por ltimo, para llenar la medida de vuestro poder y nuestro infortunio, an ms
all de la tumba, en tanto que las almas de nuestros padres vagaban sin consuelo en
derredor nuestro, para demandarnos los medios de lograr su eterno descanso
--vosotros comprabais el cielo que no habais merecido, con los tesoros que os
proporcionaban las leyes de un infame monopolio.
He aqu vuestra patria. Recordadla. Pero si an insistiereis en disputarnos la que
por tantos ttulos nos pertenece, exhibid vuestras pruebas, que nosotros daremos las
nuestras; y si resultase un solo hecho en vuestro favor contra mil que presentemos
nosotros, consentiremos gustosos en ser a los ojos del mundo lo que hoy somos a los
vuestros.
No es vuestra patria: --Porque en 1812, que por la primera vez se ventilaron los
derechos de los americanos, vosotros hacais de injustos jueces, de viles denunciantes y
de falsos testigos contra los amigos de la independencia del Gobierno absoluto.
Es nuestra patria: --Porque en la misma poca nos la procurbamos, difundiendo
ideas de libertad y de independencia en el pueblo, sin que vuestras amenazas nos
arredrasen ni nos intimidase la muerte, ya sea que se nos presentase en la copa de

Scrates, que la encontrsemos al cabo del dogal que quit la vida al Empecinado o que
se pronunciase en vuestros inicuos tribunales.
No es vuestra patria: --Porque cuando triunfaron las ideas de libertad en la
metrpoli, cuando los patriotas espaoles quitaron algunos eslabones a la pesada
cadena de nuestra esclavitud, revelndonos de este modo lo que ramos y lo que
podamos ser, vosotros conspirasteis contra el Gobierno constitucional que se
estableciera en toda la monarqua. Como enemigos de las luces, cooperasteis con
aquellos que pretendieron entonces independerse del Gobierno de las cortes y trasladar
a la Amrica el Gobierno absoluto de los Borbones.
Es nuestra patria: -- Porque en el mismo tiempo hacamos resonar el grito de
independencia en todo el Reino de Guatemala. Todo aquel que tena un corazn
americano se sinti entonces electrizado con el sagrado fuego de la libertad. Por una
disposicin de la Providencia, los amigos del Gobierno absoluto de los Borbones,
enemigos de la independencia de Espaa constitucional, se unieron con los
independientes de ambos Gobiernos, y proclamaron la separacin de la antigua
metrpoli el 15 de septiembre de 1821. Y de este modo vuestros nombres figurarn en
la historia al lado de los Reyes Luis IX, Luis XI y otros muchos que trabajaron sin
pensarlo, a favor de la democracia, sistema que hoy gobierna en la Repblica de Centro
Amrica.
No es vuestra patria: -- Porque en 1821 acreditasteis con un hecho, que ms a
los ojos del mundo un grave crimen, vuestro tardo arrepentimiento por haber cometido
otro crimen que no es menos grave a los vuestros. Los remordimientos de vuestra
conciencia por haber cooperado a la independencia de un pueblo indcil, que convirti
en su provecho lo que era destinado al vuestro, quisisteis aquietarlos sacrificando a un
gran conspirador los derechos de este mismo pueblo; y en lugar de un viejo monarca,
nos disteis el escndalo de un emperador de farsa, ms opresor porque era un inepto,
y su opresin mil veces ms sensible, porque la ejerca sin ttulos, sin tino, con sus
iguales y por la vez primera.
Es nuestra patria: -- Porque cuando vosotros, al lado del General mejicano don
Vicente Filsola, hicisteis los mayores esfuerzos por conservar la dominacin del
Emperador Iturbide en los pueblos que habas subyugado por la intriga, aunque sin
xito, nosotros procuramos evitarla. Cuando muchos de vosotros, a la retaguardia de
aquel General, erais testigos de los ltimos esfuerzos del heroico pueblo salvadoreo,
que mal defendido y cobardemente abandonado por su jefe en el momento mismo del
peligro (***), sucumbi noblemente, y con ms gloria que la que pudo caber a sus
vencedores; nosotros por este mismo tiempo, en el propio teatro de la guerra, en
Guatemala, Honduras y Nicaragua, corramos la suerte de los vencidos, por la identidad
de nuestras opiniones.

El pueblo salvadoreo, sin armas y abandonado a su propia suerte, hizo impotente la


negra intriga que se formara en su seno con innobles miras (****) Defendi por largo
tiempo la ms hermosa de todas las causas, adquiriendo por digna recompensa de sus
grandes hechos, la inmarcesible gloria de dar al mundo el grandioso espectculo de un
pueblo libre que se regenera, obteniendo en su propia derrota la reivindicacin de
los mismos derechos que se la ocasionaran; en tanto que sus injustos agresores pierden
todas las ventajas que les diera su malhadado triunfo.
Por un distinguido favor de la Providencia, los ltimos caonazos que quitaron
la vida a los mejores hijos de El Salvador y completaran en el Reino de Guatemala la
dominacin de Iturbide, eran contestados por los que se disparaban en Mjico, para
celebrar la completa destruccin de un imperio que slo apareci al mundo para
oprobio de sus autores. Y por justo resultado de estos hechos, del Reino de Guatemala,
libre del dominio del Emperador Iturbide, en donde habais creado vuestra nueva patria,
se form la nuestra, bajo un sistema democrtico, con el nombre de Repblica Federal
de Centro Amrica.
Si ya que no podis negar estos hechos, que todo el pueblo ha presenciado,
pretendiereis, en vuestro despecho, arrojar de nuevo vuestra acusacin favorita, a
saber: Que muchos de nosotros nos hemos enriquecido defendiendo la independencia
y la libertad, -- no pretendiendo dejaros ni este miserable recurso.
Tal como es para m de falsa e insultante la proposicin, yo la levanto del suelo,
en donde la ha colocado el desprecio pblico, con la fundada esperanza de tirrosla a la
cara con doble fuerza. Si se puede llamar riqueza la que obtuvieron algunos de vuestros
jefes militares en el sitio de Mejicanos, por medio de un mezquino monopolio estamos
todos de acuerdo. Pero si los bienes de los regulares componen la nica riqueza que se
ha podido encontrar en Centro Amrica, levante la mano el ms atrevido de vosotros, y
clave en nuestra frete la nota de infame a los que la hubiramos merecido, por este
hecho u otro semejante.
Volvamos al asunto. Despus de la cada de Iturbide Cul ha sido la conducta
que habis observado? Yo os la recordar.
Vuestra debilidad os hizo firmar la Constitucin Federal de 1824, y
combatirla vuestra perfidia en 1826,27 y28.
Con este inters disteis vuestros sufragios de Presidente al seor Arce; y
este mismo inters os hizo despojarlo, cuando ya haba llenado, en parte, vuestras
miras, porque le fuera adversa la suerte, en el momento mismo de exterminar a
vuestros enemigos.
Vuestra razn de Estado llev por segunda vez la guerra a muerte a los
pueblos de El Salvador, que perpetuaron vuestros jefes por inters.

Vuestra venganza ilumin por mucho tiempo las oscuras noches de esto
con el incendio de poblaciones indefensas, para que la rapaz y mezquina codicia de
vuestros militares, que se ejercitaba a media noche, encontrase alumbrado el camino
por donde se condujeran a vuestro campo los miserables despojos que haban librado
de las llamas..
Esta devastacin, esta mina, que slo habra terminado con la
dominacin a que aspirabais, y que se os escapara de las manos por la invisibilidad y
cobarda de vuestros guerreros, desapareci con los triunfos de Gualcho, Mejicanos y
Guatemala, y los liberales vencedores acreditaron con la completa reorganizacin de
la Repblica, que eran dignos de regir los destinos de un pueblo libre.
Vuestra venganza, jams satisfecha, y vuestros deseos de dominar, nunca
extinguidos, trajeron otra vez la guerra a la Repblica para dar un nuevo testimonio al
mundo de vuestras miras, y a los centroamericanos una prueba de todo lo que debiera
esperar y temer de sus enemigos.
El Coronel Domnguez, que defendiera vuestra causa con tanto empeo
en 1828, invadi los puertos del Norte en 1831, se introdujo con fuerzas en el Estado
de Honduras, para presenciar sus derrotas, y encontr por ltimo la muerte en la
ciudad de Comayagua.
El ex -presidentes Arce, que apareci en el mismo tiempo por Escuintla de
Soconuzco con tropas mejicanas que haban destruido la Independencia nacional, fue
completamente batido por el valiente General N. Raoul.
No pudiendo aquel desgraciado jefe imitar a Moreau, que muri combatiendo contra su
pas natal con un valor que atenuara su crimen; ni a Coriolona, que obligado a retirarse
de las puertas de Roma por las splicas de la que lo llevara en el vientre, acredit que no
le faltaban virtudes, sigui el ejemplo de tantos griegos que se unieran con los enemigos
de su patria para combatirla, y sufri, con ellos, el digno castigo en su propia derrota y
en las dobles maldiciones de los mercenarios extranjeros vencidos y de sus
conciudadanos vencedores.
Esta injusta guerra se termin con la ocupacin del castillo de San
Fernando de Omoa, en donde el malvado Guzmn, que sirviera en vuestras filas como
soldado en 1828, enarbol la bandera espaola.
Despus de una lucha obstinada de cinco meses, que diezmara nuestro ejrcito, y de la
epidemia que lo quitara, fue abatida esa seal oprobiosa de nuestra antigua esclavitud
por el valiente y sufrido General Guzmn, que hizo rendir la fortaleza.
Y para dar al mundo un testimonio de los extremos opuestos a que pueden conducir

vuestras opiniones y las nuestras, en el mismo campo en donde est colocada la cabeza
de un traidor, hijo de la Repblica, y de vuestro partido, que elevara sobre las murallas
del castillo el smbolo de nuestra opresin, existen los sepulcros de mil
centroamericanos, del nuestro, que lo despedazaran.
No pretendo asegurar que todos vosotros hayis aplaudido aquel crimen; si
puede afirmarse que hubiesen algunos de vosotros que lo vieran con indignacin,
permtaseme preguntar a los dems: si tiene alguna analoga con la rendicin de la
plaza de San Salvador en 1823? Si Fernando VI y la bandera espaola tienen algo
de comn con las del Imperio mejicano y Agustn I? Si las garras de la joven guila que
se ven pintadas en sta, oprimen o hieren con ms fuerza que las del viejo Len hispano
que se mira en las armas de aquella que dominara la Amrica por tres siglos?
Esta guerra, tan fecunda de hechos que ilustraron las armas del
Gobierno Nacional, que no fue menos abundante en sucesos que justificaron ms y ms
la causa de los liberales vencedores, arroj sin embargo, elementos funestos de
discordia.
A stos se uni el descontento, que naturalmente, debi producir una Administracin
de diez aos, continuamente contrariada por los hbitos que dejara el Gobierno
absoluto, cuyos resortes tocasteis con oportunidad para preparar la revolucin de 1840.
Vosotros, apoyados en el fanatismo religioso, destruisteis en el Estado de
Guatemala, las obras que los demcratas consagraron a la libertad, en tanto que los
brbaros las hollaron con su inmunda plata.
La profesin de los derechos del pueblo- la ley de la libertad de
imprenta- la que suprimi las comunidades religiosas, la que creara la Academia de
Ciencias, en que se enseaban los principales ramos del saber humano, repuesta por
vosotros con la antigua Universidad de San Carlos- la del hbeas corpus -los cdigos
de pruebas, de procedimientos y de juicios, obra del inmortal Livinsgton, adoptados
con el mejor xito, y tantas otras, fueron al momento derogadas por vosotros, y el vaco
que dejaran estos monumentos del patriotismo, lo llenasteis con nombres odiosos, que
recordarn al pueblo su antigua esclavitud y sus tiranos.
En los
Estados de Nicaragua y Honduras, los justos deseos de reformas, no
satisfechos con las que hiciera el Congreso en 1831 y 1835, fueron de nuevo excitados
por dos folletos que escribi el ex marqus de Aycinena. En ellos pretenda ste probar
que no estbamos bien constituidos, porque los Estados, como en Norte Amrica, no
fueron antes que la nacin, y porque la Constitucin Federal es ms central que la de
aquella Repblica.
Proposiciones en su origen insidiosas, risibles en su aplicacin y que
han merecido el desprecio de los hombres sensatos.

Pretender que las Constituciones de nuestros Estados debieran


existir antes que la general, es pedir un imposible, porque los espaoles, que nunca
fueron tan ilustrados, ni tan generosos como los ingleses con sus colonos, no
permitieron otra ley que la voluntad del Soberano.

desgraciados,
afortunado.

Asegurar que por esta falta no estamos bien constituidos y somos


es ignorar las causas que han contribuido a la felicidad de aquel pueblo

Afirmar que la Constitucin Federal de Centro Amrica es ms


central que la de los Estados Unidos del Norte, es un insulto que no podr sufrir con
paciencia el que haya hecho una comparacin de estas leyes.
En fin, atreverse a asegurar ante el pblico tantas falsedades juntas,
se abusa demasiado de su sencillez y buena fe, y del silencio que han observado los
centroamericanos ilustrados, que conocen que ni los norteamericanos pudieron hacer
su felicidad copiando las Constituciones democrticas que haban servido a otros
pueblos, ni el de Centro Amrica, en su actual estado, har la suya adoptando la Ley
Fundamental de aquella Repblica si no puede trasplantar al mismo tiempo el espritu
que le da vida.
Pero Aycinena slo ha tenido por mira, al propalar estas doctrinas,
producir una revolucin. Ojala sea ms afortunado esta vez que lo fuera con su familia
en la del Imperio mejicano, que defendieron con tanto ardor!
Si el Duque de Orleans encontr en la guillotina el castigo de haber
anarquizado al pueblo francs, aparentando para subir al trono ideas liberales que no
profesara, descendiendo de lo grande a lo pequeo, debe tener igual suerte Aycinena,
que usa los mismos medios para recobrar sus honores.
Ni el oro del Guayape, ni las perlas del Golfo de Nicoya volvern a
adornar la corona del Marqus de Aycinena; ni el pueblo centroamericano ver ms la
seal oprobiosa de su antigua esclavitud; pero si alguna vez brillase en su frente este
smbolo de la aristocracia, ser el blanco de los tiros del soldado republicano.
Y para que nada faltase de ignominioso y funesto a la revolucin que
habis ltimamente promovido, apareci en la escena el salvaje Carrera, llevando en su
pecho las insignias del fanatismo, en sus labios, la destruccin de los principales
liberales, y en sus manos, el pual que asesinara a todos aquellos que no haban sido
abortados, como l, de las cavernas de Mataquescuintla.
Este monstruo debi desaparecer con el clera morbos asitico que lo produjo. Al lado
de un fraile y de un clrigo (*****) se present por la primera vez revolucionando los

pueblos contra el Gobierno de Guatemala, como envenenador de los ros que aquellos
conjuraban, para evitar, decan, el contagio de la peste. Y contra este mismo
Gobierno, fue el apoyo de los que en su exasperacin le dieron parte en la ocupacin de
la ciudad de Guatemala. Fue su peor enemigo cuando stos quisieron poner trmino a
sus demasas y vandalismo, y su ms encarnizado perseguidor y asesino cuando el
salvaje se uniera con nosotros.
Es necesario que no se ignore la conducta de este insigne malvado, que
ha excedido con sus crmenes a todos los tiranos sin conocerlos. Su vida forma una
cadena no interrumpida de delitos, acompaada de circunstancias horrendas.
El fusilamiento de varios jueces de circuito, en cuyo nmero se cuenta el
ciudadano F. Zapata, que ejerca sus funciones en Jalpatagua, es de este nmero.
Como en todos los pueblos, lo primero que hizo Carrera fue incendiar en
la plaza la ley que estableca el juicio por jurados, y los clrigos que eran el espanto de
los malvados, porque se haban sentenciado en pocos das, con arreglo a ellos, reos de
muchos aos.
En seguida hizo colocar al Juez Zapata en el lugar destinado al suplicio,
a tiempo que pasaban de camino, para la ciudad de El Salvador, las seoritas Juana y
Guadalupe Delgado. Juzgando sin duda, el malvado asesino, que todos tena un
corazn que se complaciera como el suyo con la muerte de la inocente vctima, las
oblig a presenciar la ejecucin, a pesar de sus splicas y lgrimas para evitarla, y de sus
esfuerzos para separarse de aquella escena de horror.
El rapto entre tantos raptos, de una joven doncella que viva con sus
padres en la hacienda de la Laguna de Atescatempa, fue acompaado de circunstancias
que no deben ignorarse. Carrera, que haba visitado a tan honrada familia, y de ella
recibi diversa insinuaciones de cario, quiso retribuirlas con un crimen, como
acostumbra.
Para ocultar el malvado su perfidia a la que era el objeto de sus torpes
deseos, recurri a otro crimen, que pudo producir peores consecuencias por el gran
compromiso en que puso a su Gobierno. Hizo disfrazar a un oficial para que, a la cabeza
de algunos soldados que debieran suponerse salvadoreos, y por consiguiente
enemigos, ocupasen en la noche la casa de la hacienda. A pretexto que los dueos de
ella hicieron servicios a Carrera, tenan orden de reducirlos a prisin y conducir a la
joven hacia el Estado de El Salvador. El bandido, con un considerable nmero de
soldados deba encontrarse con ellos en el camino, y estos al quin vive? El Salvador,
libre
A esta palabra de guerra se convinieron en hacerse mutuamente fuego las dos
fuerzas, sin usar de las balas, dispersarse los fingidos salvadoreos en seguida y dejar en
sus manos la causa inocente de tanta maldad para exigirle su deshonra en premio de
haberla salvado.

Todo se habra ejecutado a satisfaccin de Carrera, si la Divina


Providencia no hubiera destinado, en justo castigo, una bala que se le introdujera en el
pecho cuando se batan en apariencia las dos partidas. Esta bala, en concepto de
algunos, se puso por casualidad en el fusil; pero otros creen haber sido dirigida por la
venganza del oficial que haba sido en otro tiempo maltratado por Carrera; lo cierto es,
que se le condujo preso a Guatemala, con los soldados que le acompaaban para
cumplir las rdenes de su General.
La gravedad de la herida, que lo obligara a sacramentarse, no le hizo
olvidar el nico trofeo de su infernal campaa, que condujo por la fuerza a su cuartel
general de Jutiapa. La joven tuvo el profundo sentimiento de que su criminal raptor
sanase de la herida, y su desgraciada familia sufri su deshonra sin quejarse.
La noticia de este hecho oblig a separarse del Gobierno al Presidente
del Estado de Guatemala, ciudadano Mariano Rivera Paz, para andar 27 leguas de mal
camino, con el nico fin de expresar al malvado el sentimiento que le causara ver
derramar la sangre preciosa del caudillo adorado de los pueblos
Sangre que con
estas mismas palabras, tuvo el descaro de reclamar al Gobierno del Estado de El
Salvador, llevando adelante, para paliar el crimen cometido por Carrera, la infame trama
que ste urdiera para ocultarlo.
La muerte del Diputado Cayetano Cerda, que lo obligara Carrera a cenar a
su mesa en seal de amistad, y lo mandara asesinar en seguida por el mismo centinela
que lo guardaba.
La muerte que dio con su propia lanza a un elector de Guajiniquilapa, que
se neg a prestarle su voto.
El asesinato de todos los heridos del 19 de marzo en la plaza de
Guatemala, ocupada a la bayoneta, evacuada despus rompiendo la lnea enemiga,
por falta de municiones y por no haber encontrado los auxilios que ofrecieron los
liberales. Asesinato tanto ms criminal, cuanto que se haban tratado con las debidas
consideraciones al oficial Montfar y 35 soldados que se tomaron prisioneros en la
accin, y respetado al padre Obispo y Cannigos que se encontraban en la catedral,
confundidos con los soldados enemigos que se batieron con los nuestros dentro del
mismo edificio.
La muerte que dio a cuarenta de los ms distinguidos ciudadanos de
Quezaltenango, en cuyo nmero se cuenta las autoridades municipales, despus de
haber rescatado a muchos de ellos la vida, esposas y hermanas con grandes sumas de
dinero que Carrera recibi, son los menores delitos que ha cometido este malvado.

A este monstruo estaba reservada la invencin diablica de acompaar con


su propia guitarra los movimientos del seor Lavangnini, a quien obligaba a danzar, y
los ltimos ayes de las cuarenta vctimas que asesin el 2 de abril en la misma plaza de
Quezaltenango, para acostumbrar as los odos del pueblo y prepararlo a nuevas
matanzas.
A este monstruo estaba reservado el acto de mayor inmortalidad y
perfidia, que ejecut en la propia ciudad de Quezaltenango. Habiendo prevenido al
pueblo que se presentase en la plaza a una hora sealada, bajo la pena de muerte;
cuando se encontraba ya reunido, mand saquear a su tropa toda la ciudad, que
contiene 25.000 habitantes.
A este monstruo estaba tambin reservado enterrar a los vivos, como lo
ejecut con un vecino respetable del pueblo de Salam, porque le faltaban mil pesos
en que haba valorado su vida. A pesar de que su familia le present alhajas en doble
valor, lo introdujo, sin embargo, en la sepultura que le haba obligado a cavar, y lo
cubri de tierra hasta la garganta, dndole despus grandes golpes en la cabeza, que le
produjeron la muerte; lo abandon a su inocente familia, que en su desolacin
derramaba lgrimas sobre el cadver, cargando en seguida el bandido con el vil precio
de
su
infame
asesinato
..
Pero cul es el delito que no ha podido perpetrar ese malvado? Existe uno quin lo
creyera! Que slo estaba reservado a vosotros: dar a Carrera, en premio de tanto
crimen, el poder absoluto que hoy ejerce en el Estado de Guatemala por vuestros
votos!!!
Que nuestros conciudadanos que han presenciado todos estos hechos,
desde las prisiones de Beln en 1812, hasta las matanzas de Carrera en la ciudad de
Quezaltenango en 1840, juzguen y decidan ahora si tenis algn ttulo para llamaros
centroamericanos, y cules son los nuestros.
Y si, como esperamos, la justicia decide en nuestro favor; si los pueblos patriticos de
que se componen los Estados de Nicaragua, Honduras, El Salvador, Los Altos y parte del
de Guatemala, han descubierto vuestras prfidas miras, preparaos no slo a abandonar
la Repblica, sino a andar errantes, como los hijos de Judea, tras la patria de los tiranos
que buscareis en vano.
Si, en vano, porque la libertad que habis combatido tantas veces, derramando la
sangre de sus mejores defensores, ha recobrado el imperio del orbe, que por un don
del cielo ejerca en los primeros tiempos.

Los pueblos de ambos mundos profesaban ya su culto; los Gobiernos del nuevo son obra
suya, y los del antiguo caen y se precipitan a su voz para no reaparecer ms sobre la
tierra.-David: 16 julio de 1841. --F. Morazn

_____________________________________________________________
Notas:
(*) Este Manifiesto lo dictaba Morazn todos los das bajo una arboleda que estaba
situada al frente de la casa que habitaba (porque es muy ardiente el clima de David), a
su hijo Francisco y al Coronel don Cruz Lozano, quienes lo escriban.
(**) En un convenio que celebr ltimamente Carrera con el encargado del Gobierno del
Estado de El Salvador, se consign un artculo expatriando a todos los que habamos
salido de la Repblica, el que aparece firmado por Carrera sin saber leer ni
escribir.--nota de Morazn.
(***) El General Arce que mandaba a los salvadoreos los abandon, por enfermo en los
momentos que Filsola iba a atacar la plaza, su salud le permiti huir hasta la Repblica
de los Estados Unidos.- Nota de Morazn.
(****) El General Arce quera entregar a Filsola la plaza de El Salvador, bajo la condicin
de continuar en el mando como Gobernador de la provincia. El pueblo excitado por los
ciudadanos Juan Manuel Rodrguez, por el General Espinoza y Coronel Cerda, se opuso,
y fueron expatriados por Arce los dos ltimos. Nota de Morazn.
(*****) Lobos, cura de Santa Rosa, y Aqueche de Mataquescuintla. Nota de Morazn.

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