EL SANTO TEMOR DE DIOS.P. Fr. Alberto García Vieyra O.P PDF
EL SANTO TEMOR DE DIOS.P. Fr. Alberto García Vieyra O.P PDF
EL SANTO TEMOR DE DIOS.P. Fr. Alberto García Vieyra O.P PDF
Temor.
El P. Royo Marn expone as los efectos del don de temor: 1) Un vivo
sentimiento de la grandeza y majestad de Dios que la sumerge en
una adoracin profunda, llena de reverencia y humildad... este
respeto se extiende a la iglesia, a los vasos sagrados, a todo lo que
tiene relacin con el servicio de Dios. 2) Un gran horror al pecado y
una vivsima contricin por haberlo cometido. 3) Una vigilancia
extrema para evitar las menores ocasiones de ofender a Dios; y 4)
desprendimiento perfecto de todo lo creado (Teologa de la
Perfeccin Cristiana, BAC, Madrid, p. 512).
No es menoscabar la vida espiritual cristiana si ponemos en sus
races el temor de Dios. Todo amor verdadero lleva consigo el temor
de perder o separarse del bien que se ama. Por otra parte, es toda
la tradicin de los Padres: San Agustn, San Gregorio, etc. que pone
la actitud reverencial hacia Dios como el primer paso del hombre en
el progreso de la caridad.
Actitud filial, reverencia, humildad, respeto por las cosas de Dios,
veneracin por la palabra de Dios, huda del pecado, todos estos
efectos del don de temor se explican perfectamente por la conexin
de las virtudes. Todas las virtudes van conexas entre s,
dependiendo en su desarrollo unas de otras. Por eso el don de
temor tiene un efecto inmediato y especial sobre la segunda virtud
teologal, pero un efecto general sobre todo el complejo de
principios operativos humanos. Su efecto inmediato, es sobre la
esperanza sobrenatural, a la que perfecciona en su ejercicio. Su
efecto general es sobre el afecto a los bienes temporales. Tal es la
doctrina de Santo Toms en II-II, q.19, o sea en el tratado de la
esperanza; en la I-IIae q. 68 a. 4; en III Sent. d. 34, a.2 y otros
lugares de menor importancia. Vemoslo con relacin a la
Esperanza, y con respecto a la humildad y bienes temporales.
Con relacin a la Esperanza
La esperanza es una virtud teologal que nos lleva a Dios,
ponindonos a las puertas de la sabidura. La fe y la caridad
tambin nos llevan a Dios. La fe cree, la caridad ama; la esperanza
esencial del ser divino contempla las cosas creadas bajo la razn
formal de fatuidad, de cosa pasajera y radicalmente vana. La
esperanza es as modificada y rectificada; vulvese hacia Dios como
nico ser necesario, digno de adoracin y reverencia, de quien
esperar todos los bienes de salvacin.
El temor de Dios combate as la vanagloria, la soberbia y la lujuria.
Los dos primeros vicios por lo que despoja al hombre de la falsa
suficiencia; lo ltimo por que significa una nueva estimacin de lo
que Dios es y de lo que pide en orden a la redencin. Otro efecto
del temor de Dios es romper el cuadro de seguridades mundanas
que rodean la vida del hombre, poniendo en primer plano el
misterio de la muerte, su salvacin, la posibilidad de la
condenacin, el mal de la culpa, el bien de la paternidad
misericordiosa de Dios. El hombre ve en Dios la seguridad; la
inseguridad, en la economa de las cosas mundanas.
Para aclarar los conceptos debemos cuidar de no esquematizar
demasiado. El hombre que vive en la fe y que hace ciertas prcticas
piadosas, se conforma fcilmente con eso, y termina por creerlo
demasiado. La intervencin del Espritu santificador quiebra aquel
cuadro de falsas seguridades. El don de temor despierta el
sentimiento de la culpabilidad, promueve la actitud reverencial
hacia Dios, como salvador y fuente del perdn; excita en el hombre
la contricin y el dolor.
La existencia del hombre transcurre en un cuadro de seguridades
mundanas. El hombre no siente su soledad; las cosas le son amigas;
los dems le sirven de compaa y sostn. El apoyo y seguridades
que el mundo le proporciona, le hacen perder intimidad; es un ser
arrojado en lo histrico social, sin ningn atisbo de vida interior.
Consecuencia de esta exteriorizacin, es que no siente como
debiera la necesidad de Dios, ni la presencia de Dios. Solamente en
el remordimiento, como acto de la conciencia personal, el hombre
pecador vuelve a la presencia de Dios, y penetra en su propia
intimidad.
En el momento de la muerte, cuando el alma se separa del cuerpo,
rompe los lazos con amigos, deudos, y cosas familiares que le