Las Falacias en La Perspectiva de La Teoría de La Argumentación

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Las falacias en la perspectiva de la teora de la argumentacin [1]

LUIS VEGA REN


Dpto. de Lgica, UNED, Madrid.
[email protected]

Resumen.
El estudio de las falacias ha respondido tradicionalmente a propsitos naturalistas -de
registro y clasificacin-, o a intereses didcticos o crticos. Pero hoy la argumentacin
falaz puede adquirir no solo ms relieve analtico sino cierta proyeccin terica a la luz
de las perspectivas clsicas en este terreno (lgica, dialctica, retrica) y de las
nuevas luces sobre las esferas pblicas del discurso. Como colofn de esta revisin
de la significacin de la argumentacin falaz se mencionan algunos problemas
capitales y desafos pendientes en esta rea especfica de anlisis y de investigacin
metadiscursiva.
Palabras

clave:

sofisma,

paralogismo,

argumentacin

falaz,

teora

de

la

argumentacin.
1. Preliminares.
Puesto que buscamos este saber
ARISTTELES, Metaphys. 9824
1.1 Nuestro trmino falacia proviene etimolgicamente del latino fallor, que presenta
dos acepciones principales: 1/ engaar o inducir a error; 2/ fallar, incumplir, defraudar.
Siguiendo ambas lneas de significado, entender por falaz el discurso que pasa, o se
quiere hacer pasar, por una buena argumentacin al menos por mejor de lo que es,
y en esa medida se presta o induce a error pues en realidad se trata de un seudo
argumento o de una argumentacin fallida o fraudulenta. El fraude no solo consiste en
frustrar las expectativas generadas en el marco argumentativo, sino que adems
puede responder a una intencin o una estrategia deliberadamente engaosa. En todo
caso, representa una quiebra o un abuso de la confianza discursiva, comunicativa y
cognitiva sobre la que descansan nuestras prcticas argumentativas. A estos rasgos
bsicos o primordiales, las falacias conocidas suelen aadir otros caractersticos: en

particular, su empleo extendido o frecuente, su poder tentador y su uso tctico como


recursos capciosos de persuasin o induccin de creencias y actitudes en el
destinatario del discurso. De todo ello se desprende la ejemplaridad que se atribuye a
la deteccin, catalogacin, anlisis y resolucin crtica de las falacias. Pero la
consideracin de las falacias tambin puede hoy suministrarnos, ms all de estos
servicios crticos, noticias y sugerencias de inters en la perspectiva de una teora
general de la argumentacin el saber que buscamos.
1.2 Tambin se ha hablado desde antiguo de sofismas y de paralogismos. Segn esta
tradicin,

un sofisma es

un

ardid

una

argucia

dolosa,

mientras

que

un paralogismo es un error involuntario, un fallo o un descuido. Pues bien, en aras de


la tradicin, propongo que nos imaginemos el campo de la argumentacin como un
terreno donde medran tanto las buenas como las malas hierbas. Entre stas figuran
las mltiples variedades de la argumentacin falaz que cubren desde el yerro ms
ingenuo debido a incompetencia o a inadvertencia, en el extremo del paralogismo,
hasta el engao urdido subrepticia y deliberadamente en el extremo opuesto del
sofisma. Aunque haya variantes que se solapen o se muestren a veces graduales e
indecisas, hasta el punto de que el espectro de la argumentacin falaz parezca
extenderse como una especie de continuo, no se borra la distincin y distancia entre
ambos extremos, al igual que una gama de colores grises no difumina la diferencia
entre el blanco y el negro.
En este marco, segn otra presuncin habitual de la tradicin lgica, las
falacias ms relevantes son las que tienden al polo de los sofismas efectivos y con
xito, es decir las argucias que logran confundir o engaar al receptor del discurso,
sea un interlocutor, un jurado o un auditorio. El secreto de su importancia radica, en
principio, en su inters y su penetracin crtica: gracias a esta idea de sofisma
podemos detectar no solo el recurso a argumentos espurios, sino la manipulacin falaz
de formas correctas de razonamiento un proceder anlogo al intento de engaar
incluso con la verdad; y dando un paso ms, podemos advertir no solo sus efectos
perversos sobre la induccin de creencias o disposiciones, sino su contribucin a
minar la confianza bsica en los usos del discurso. Pero su importancia tambin
estriba en lo que unos sofismas cumplidos nos revelan acerca de la argumentacin en
general. Por ejemplo, en tales casos la argumentacin falaz se perpetra y desenvuelve

en un marco no solo discursivo sino interactivo, de modo que la dualidad de sofismas y


paralogismos presenta una curiosa correlacin donde el xito de un sofisma cometido
por un emisor trae aparejada la comisin de un paralogismo por parte de un receptor,
as que la complicidad del receptor no deja de ser codeterminante de la suerte del
argumento. Ms an, como es difcil que una misma persona se encuentre al mismo
tiempo en ambos extremos del arco de la argumentacin falaz, el sofstico y
el paralogstico pues

nadie

en

sus

cabales

logra

engaarse

ingenua

subrepticiamente a la vez a s mismo [2], entonces la eficacia del sofisma tpico


comporta la efectividad de la interaccin correspondiente entre los diversos agentes
involucrados. De ah que el estudio de los sofismas envuelva no solo su anlisis
crtico, lgico o epistmico, sino la consideracin de otros aspectos dialcticos y
retricos constitutivos. Resumiendo, los sofismas resultan ms relevantes en una
perspectiva integral del campo de la argumentacin, mientras que los paralogismos
tienen mayor inters desde el punto de vista cognitivo. En todo caso, lo que me mueve
a replantear aqu la cuestin de la argumentacin falaz es su significacin terica y, en
especial, su valor de sntoma o reflejo: como ya he dicho, a travs de su anlisis, como
a travs de un espejo, podemos contemplar perspectivas y problemas caractersticos
del estado actual de la teora de la argumentacin. En otras palabras: si alguien nos
dice qu piensa acerca de las falacias, le podremos decir cmo ve el campo de la
argumentacin.
Pero, cuidado, de ah no se sigue que las falacias sean la otra cara de la
moneda, el reverso o la sombra de la buena argumentacin. Pues ni toda mala
argumentacin es una falacia, ni el ser falaz se reduce a violar una norma o incumplir
algn requisito. Por lo regular, la condicin de falaz, mxime si se trata de un sofisma,
no consiste en una mera falta de virtud, sino ms bien en la comisin de un vicio.
Con el fin de que un mejor conocimiento de la argumentacin falaz contribuya
al desarrollo de nuestro conocimiento de la argumentacin en general, empezaremos
viendo cmo las que parecen ser las perspectivas ms relevantes en la teora actual
de la argumentacin se reflejan en la conceptualizacin de las falacias. Luego nos
plantearemos algunos puntos relativos a la significacin que pueden tener ciertos
problemas y desafos caractersticos en este dominio para la suerte del discurso
argumentativo en general.

2. Perspectivas actuales.
Las dos ltimas dcadas del s. XX nos han legado la reanimacin de tres perspectivas
clsicas sobre la argumentacin: la lgica, la dialctica y la retrica

[3]

. Pueden

servirnos de referencia no solo por su raigambre histrica, sino por el arraigo popular
de ciertas metforas. As: el punto de vista lgico estara representado por la metfora
de la construccin de argumentos y nociones asociadas (solidez, fundamentacin,
etc.); el dialctico, por la visin de la argumentacin como un combate, con sus
armas, vicisitudes y leyes de la guerra; el retrico, por la imagen de la presentacin o
representacin de un caso en un escenario ante un auditorio. Aqu voy a tomarlos
como enfoques no excluyentes o incompatibles entre s y, desde luego, no
autosuficientes ni exhaustivos, ni siquiera en su conjunto. Pues a ellos se ha venido a
sumar la nueva perspectiva abierta, tambin en los 80, por la consideracin de la
argumentacin en laesfera pblica y en calidad de discurso pblico. Por lo dems,
no entrar a discutir la cuestin de su proyeccin ulterior como dimensiones
constitutivas, ontolgicas, del argumentar mismo: quede esto como una posible
cuestin abierta.
2.1 La perspectiva lgica.
En realidad se trata de un enfoque lgico-epistemolgico que considera los
argumentos como productos textuales, como tramas semnticas de premisas (P) y
conclusin (c) con una urdimbre ilativa o, si se quiere, como variaciones en torno a un
eje esquemtico [c, dado que P] del tenor de: P, luego c; P, as que
probablemente c; en los supuestosP, lo obligado [debido, conveniente, oportuno]
es c, etc. Adopta como paradigma la demostracin o, cuando menos la prueba en el
sentido de argumento en el que unas proposiciones aserciones o presunciones de
conocimiento P sientan, avalan o justifican una proposicin asercin o pretensin de
conocimiento c. Es natural, en fin, que a la hora de evaluar los argumentos, apele a
unos criterios lgicos o metodolgicos de correccin, de solidez o de acreditacin
epistmica.
En este contexto, una falacia viene a ser sustancialmente un intento de prueba
o de justificacin epistmica fallido por seguir un procedimiento viciado, de modo que
se trata de un error o un fallo relativamente sistemtico y, por lo regular, encubierto o

disimulado al ampararse en recursos retricos o emotivos para compensar la carencia


o la insuficiencia de medios de persuasin racional. Un modelo arquetpico de falacia
en este sentido epistmico es la peticin de principio, el tipo de argumento que
pretende probar, o aparentar la prueba de, la conclusin en cuestin c* sobre la base
de una premisa P* no menos controvertida, o en todo caso inadecuada bien
porque P* es una asercin equivalente a c*, bien porque P* presupone a su vez c* o
descansa en ella -vid. e.g. Ikuenobe (2004). Las virtudes de este planteamiento lgicoepistmico residen en proponer unos criterios precisos para determinar la calidad del
argumento analizado, y en disponer de mtodos contrastados para juzgar sus
pretensiones de prueba. Las limitaciones tienen que ver con el problema de hallar
formas generales de falacias y con la escasa eficacia de los criterios y modelos a la
hora de vrselas con los usos falaces en determinados contextos. As, por ejemplo, no
todo argumento de la misma forma que una prueba es una prueba ni siquiera en el
caso de las pruebas deductivas; luego, a fortiori, no todo argumento de la misma
forma que una prueba fallida es una prueba fallida y, en consecuencia, no todo
argumento de la misma forma que un argumento falaz es una falacia. En particular,
hay argumentos de la misma forma que una peticin de principio pero cuyo empleo no
es falaz en determinados contextos [4]. Por lo dems, si se aceptan estas
consideraciones, tambin habr que irse despidiendo de unas falacias tan antiguas y
venerables en la perspectiva lgica clsica como las llamadas falacias formales.
Otra limitacin caracterstica de esta perspectiva es centrar su atencin en los
argumentos como productos textuales, autnomos y monolgicos. Pero en el mundo
de la argumentacin hay bastantes ms cosas: hay, e.g., interacciones dialgicas
entre agentes discursivos, discusiones y procedimientos de dar y pedir razones de lo
que alguien sostiene ante algn otro. Es lo que nos hace ver la perspectiva dialctica.
2.2 La perspectiva dialctica.
En la perspectiva dialctica, el foco de atencin es la interaccin discursiva, ms bien
normalizada,

entre

unos

agentes

que

desempean

papeles

opuestos

complementarios en el curso de un debate, el de proponente o defensor de una


posicin y el de oponente o adversario. De ah que su paradigma o modelo
argumentativo sea la discusin crtica, y que el aspecto de la argumentacin situado
en primer plano sea el curso seguido en la confrontacin en orden a la consecucin

del buen fin de la discusin y conforme a unas determinadas reglas de procedimiento.


El propsito principal de conducir la discusin a buen puerto y la normativa del debate
deparan las condiciones y normas que ha de cumplir la buena argumentacin: se
supone que, por contraste, el bloqueo de la resolucin racional del conflicto o la
violacin de las reglas de juego definen la mala argumentacin en general o, al menos,
son la marca de un proceder perverso o ilcito.
En consecuencia, ser falaz la intervencin argumentativa que, en el contexto
de la discusin, atente contra las condiciones o las reglas que gobiernan el buen curso
y el buen fin cooperativo de la discusin, de modo que por ejemplo no respete las
mximas conversatorias que presiden el entendimiento mutuo y la fluidez de la
comunicacin, o viole alguna de las reglas del cdigo de la discusin crtica.
Entre los mritos de esta perspectiva o, al menos, de alguna de sus variantes
ms representativas como la pragma-dialctica se cuentan no solo poner el juego de
dar y pedir razn en primer plano y ofrecer una propuesta sistemtica y normativa a
este respecto, sino reconocer el relieve de procedimientos ilegtimos un tanto
descuidados por la tradicin, como la evasin de la carga de la prueba o el bloqueo de
la capacidad de intervencin de la otra parte en la discusin. Otra virtud, y no menor,
es introducir un planteamiento de sumo inters en orden a una teora general de la
argumentacin al considerar dos niveles de estudio correlacionados: la infraestructura
pragmtica del discurso y la estructura regulativa de la interaccin dialctica. Pero
luego da en tratar esta interaccin en trminos ms convencionales e institucionales
entre intrpretes de papeles: proponente/oponente, que comunes y efectivos entre
interlocutores que arguyen o argumentan en vivo, entre personas y no ya personajes
dialcticos. Amn de ignorar otros aspectos interactivos como la induccin de
creencias o actitudes en el interlocutor o la generacin de corrientes de comunicacin,
confianza y complicidad o de signo contrario, entre los participantes en la discusin.
Ser al tercero de los enfoques mencionados, el de la retrica, a quien corresponda su
vindicacin.
2.3 La perspectiva retrica.
La perspectiva retrica centra la mirada en los procesos de argumentacin que
discurren sobre la base de relaciones interpersonales de comunicacin (comunicarse
con) y de induccin (inducir a), y en sus eventuales efectos persuasivos, suasorios o
disuasorios. Paradigmtica en este sentido podra ser la defensa de un caso ante un

interlocutor, un jurado o un auditorio sobre cuyas creencias, disposiciones o decisiones


acerca del caso en cuestin se procura influir. De modo que son consideraciones de
eficacia y de efectividad las que priman a la hora de juzgar sobre la argumentacin:
eficacia y efectividad que, por una parte, no se siguen necesariamente de las virtudes
internas lgicas o dialcticas de los argumentos y los procedimientos empleados

[5]

,y

que por otra parte pueden darse sin ellas.


En esta perspectiva cobran relieve ciertos aspectos pragmticos y contextuales
descuidados por las perspectivas lgica y dialctica complementarias. Por ejemplo,
elethos, el talante y la personalidad del argumentador o del orador amn de su
imagen, su encanto y su actuacin; el pathos, la disposicin receptiva de los
interlocutores o del auditorio; la oportunidad, kairs, de una intervencin con arreglo al
marco, la situacin y el momento del discurso. En el presente contexto cabe referir
genricamente el primero (ethos) al agente inductor y el segundo (pathos) al receptor,
mientras que las referencias en el ltimo caso pueden concretarse en la dependencia
que la argumentacin tiene con sus marcos determinados de desenvolvimiento. Por lo
que concierne a las falacias en particular, estos tres parmetros determinan nociones
como las siguientes. Del inductor lo que cuenta es ante todo su intencin persuasiva y
su condicin sea paralogstica, de error o confusin, sea sofstica, dolosa y
fraudulenta. Del receptor lo que cuenta es ante todo su asuncin, su complicidad
objetiva con el error, la confusin o el engao inducidos, al margen de si es ms o
menos inconsciente de participar en un enredo o de ser engaado. Segn esto, cabra
distinguir entre un intento falaz, la mentira propuesta o el engao pretendido por el
inductor, y una falacia efectiva, la cumplida con la anuencia del receptor engaado, la
mostrada en la lnea de pensamiento o de conducta que ste adopta bajo la presin o
la influencia inducida. Solo son falacias propiamente dichas las falacias efectivas: lo
que podramos decir de un intento falaz que no logra su propsito de persuadir,
engaar o confundir, es que se trata de una falacia fallida. Con ello tambin se marca
y acenta la cooperacin del receptor en el xito de una falacia cabal: un discurso no
ser cabalmente falaz si no llega a producir sus deletreos efectos sobre el
entendimiento, la voluntad o los sentimientos del receptor. Pero, al mismo tiempo, esta
consideracin hace relativa la idea de falacia a la competencia discursiva del receptor
y a unos contextos de uso concretos: habr falacias frustradas o fallidas, o
simplemente inanes, para determinada gente en determinados contextos que, sin

embargo, resultarn cabales y efectivas para otra gente en esos u otros contextos
cabe suponer, por ejemplo, que los autores de manuales sobre falacias, pongamos los
recientes Damer (2006) o Tindale (2007), no asumen ni sostienen los argumentos que
aducen como ejemplos, aunque los hayan seleccionado precisamente por su eco
popular o por su presunto xito. De donde se desprende que, desde un punto de
vista retrico, puede que no haya patrones o tipos genricos de falacias, salvo en los
manuales o en los catlogos escolares, porque distintos usos argumentativos de,
digamos, un mismo patrn o un mismo tipo, en diversos contextos, conforman y
determinan en realidad distintos argumentos. Tambin se desprende la paradoja que
voy a denominar paradoja del buen manual de falacias: toda falacia all aducida es
una falacia fallida [6].
Hay otra contribucin del punto de vista retrico no menos relevante tanto con
respecto a las falacias usuales y comunes, como en relacin con la argumentacin
ms en general. Se trata de una llamada de atencin no ya sobre unos determinados
usos sino sobre las estrategias argumentativas. Atenindonos al presente caso de las
falacias, importa reparar en la existencia de estrategias y estratagemas falaces. Son
falaces, en esta lnea, la estrategia escnica y la estratagema discursiva
deliberadamente capciosas del inductor que logran engaar o enredar al receptor y
consiguen en definitiva hacer efectivo su propsito suasorio o disuasorio. A juzgar por
nuestros Diccionarios, el significado comn en espaol de los trminos falacia y falaz
suele moverse en este sentido, tendente al que he sugerido para el empleo
discriminatorio de sofisma [7]. Las estrategias y estratagemas falaces pueden envolver
viejos lugares comunes o estereotipos de nuevo cuo positivamente motivadores,
como los que suelen adoptar o crear las campaas publicitarias. Pero pueden as
mismo obrar como estrategias preventivas e inhabilitadoras de la capacidad de
respuesta lcida y autnoma del receptor. Por lo regular, en las estrategias eficaces,
suelen no solo buscarse sino concurrir ambos efectos: el impulsor, a efectos suasorios
en favor de los propsitos del estratega inductor, y el inhibitorio a efectos disuasorios
en prevencin o anulacin de la resistencia del otro. Una estrategia falaz viene a ser
entonces un recurso planeado y deliberado de introducir sesgos, condiciones,
obstculos o impedimentos en el proceso de interrelacin discursiva, entre el inductor
y el receptor, a expensas de la simetra que cabra suponer en una interaccin franca
entre los agentes involucrados; pero conlleva adems, cuando tiene xito, una

distorsin de la comunicacin y de la interaccin justa e inteligente entre esos agentes.


La distorsin de la comunicacin radica bsicamente en la no transparencia discursiva
del inductor: en la ocultacin o el disfraz de sus intenciones y en la utilizacin de
recursos argumentativos especiosos. La distorsin de la interaccin estriba en la no
reciprocidad o asimetra: el inductor se erige en autoridad cognitiva y prctica l sabe
lo que conviene o se debe hacer en tal situacin, y condena al receptor a la condicin
de sujeto pasivo, encerrado en un marco de opciones predeterminadas o incapacitado
para asumir sus propias responsabilidades o adoptar sus propias opciones. En
consecuencia, la distorsin, por lo que toca al receptor, consiste en su heteronoma: el
receptor viene a quedar al servicio de los fines del inductor, sea en orden a lo que ste
pretende hacer creer, sea en orden a lo que pretende que se decida o efecte. Pero es
en la perspectiva del discurso pblico, en particular el que tiene lugar en el marco de
una deliberacin o con propsitos deliberativos, donde mejor se aprecian los sesgos y
distorsiones que producen las estrategias falaces.

2.4 La perspectiva del discurso pblico.


Es la perspectiva abierta por el uso de la argumentacin como medio de dominio
pblico para el planteamiento y la resolucin de problemas de inters comn, dentro
de una comunidad de referencia. Hoy por diversos motivos (e.g. socio-ticos, sociopolticos, discursivos) suele considerarse paradigmtico el caso de la deliberacin.
En principio, cabe entender por deliberacin una interaccin argumentativa
entre agentes que tratan, gestionan y ponderan informacin, opciones y preferencias
en orden a tomar una decisin o una resolucin prctica sobre un asunto de inters
comn y debatible con los recursos argumentativos del discurso pblico, es decir,
mediante razones comunicables y compartibles ms all de los dominios personales,
profesionales o partidistas de argumentacin. La complejidad de los procesos
deliberativos se refleja en las complicaciones del diagnstico y la evaluacin del curso
y desenlace del debate. Buena muestra son las condiciones que suelen considerarse
en parte exigencias y en parte directrices para apreciar la calidad y el xito de una
deliberacin -o al menos para fundar expectativas razonables en tal sentido. Entre
esas condiciones se cuentan las que facilitan el flujo de la informacin y la

participacin, y buscan neutralizar unos factores de distorsin como los que habamos
visto anteriormente en la perspectiva retrica de las falacias. Son, por ejemplo,
exigencias de: (a*) publicidad no simple transparencia vs. opacidad de la fuente de
informacin, sino tambin accesibilidad e inteligibilidad de las razones en juego;
(b*) igualdad de las oportunidades de todos los participantes para intervenir en el
proceso; (c*)autonoma del proceso no solo negativa, como exclusin de coacciones
o de injerencias externas, sino positiva, en el sentido de mantener abierta la
posibilidad de que cualquier participante se vea reflejado en el curso o en el resultado
. De ah cabe obtener precisamente algn indicador del xito, consistente en la medida
en que los participantes reconocen que han contribuido a, o influido en, el nudo y el
desenlace del proceso, o en la medida en que se sienten reflejados en l de algn
modo, aunque discrepen del curso seguido o de la resolucin final.
En consonancia con estos supuestos, sern falaces las maniobras discursivas
torpes o deliberadas que vengan a bloquear la comunicacin entre los agentes
deliberativos, a reprimir su participacin libre e igualitaria o a sesgar de cualquier otro
modo el curso o el desenlace de la deliberacin en contra del inters comn y en favor
de intereses siniestros al decir de Bentham (1824), i.e. intereses de partes o de
grupos que miran por sus ventajas y privilegios en perjuicio de los derechos
individuales y de los objetivos comunitarios [8]. No es extrao que los debates y
deliberaciones en marcos parlamentarios y polticos hayan sido y sigan siendo un
terreno abonado. Pero hoy cabe aadir a las falacias polticas denunciadas por
Bentham otras varias y diversas estrategias falaces nacidas del trato social, falacias
que han crecido y madurado -a la par que nuestra conciencia crtica- con el desarrollo
del discurso civil, con el planteamiento y la discusin de asuntos comunes de carcter
prctico en espacios pblicos.

Todo esto sugiere algunas preguntas capitales como las dos siguientes:
1/ Hay condiciones determinantes o factores generadores de usos falaces en la
interaccin argumentativa dentro de espacios pblicos: opacidad / asimetra /
heteronoma?

10

2/ Pueden montarse estos presuntos generadores sobre, o relacionarse con, la


frustracin o el fraude de expectativas discursivo-cognitivas de la comunicacin entre
agentes razonables, de modo que apunten hacia una concepcin integradora de la
argumentacin falaz?
Son preguntas que plantean problemas abiertos actualmente en nuestros
tratos tericos y conceptuales con las falacias.

3. Problemas y desafos.
Entre los problemas abiertos, bastar mencionar algunas muestras relevantes
que tienen que ver con la cuestin sustancial de la integracin y articulacin tericas
de:
-

planos (e.g. sociotico, sociopoltico y discursivo-cognitivo),

perspectivas (lgica, dialctica, retrica, pblica),

dimensiones (consideraciones de bondad o de calidad argumentativa,


consideraciones de efectividad y de eficacia inductora o suasoria)

Entre los desafos, cabe recordar tanto algunos que parecen ms sustanciales,
de orden filosfico, como otros que parecen ms circunstanciales y de orden prctico.
-

De orden ms bien filosfico: los casos Schopenhauer (1864, edic. pst.) /


Swift (1733) / Castillon vs. Becker (Real Academia de Ciencias de Berln 1778).
Este apartado crtico tambin envuelve el desafo de estrategias no solo

distorsionantes sino disolventes del discurso, en la medida en que minan las


condiciones de posibilidad del discurso mismo o de su ejercicio racional, sea a
efectos suasorios, sea a efectos justificativos, sea a efectos crticos. Hay casos
aparentemente ingenuos, pero venenosos, como el que ha recibido el nombre de
whateverism (Makau y Marty (2002, pp. 75-77) o cualquierismo: cualquier aserto

11

vale desde algn punto de vista y cualquier persona queda justificada para
sostener su punto de vista propio con tal de que se trate de su verdad. Dicho de
otro modo: no hay referentes de justificacin objetivos y comunes, sino puntos de
vista de la gente que, al ser todo el mundo igualmente respetable, tiene perfecto
derecho a sostener cualquier opinin o conviccin frente a cualquier otra as que,
por ejemplo, tan legtimo sera aceptar la demostracin del teorema de Fermat
como la virginidad de la madre de Dios. Pero hay otros retos ms interesantes, al
menos desde un punto de vista terico y analtico, como los de orden filosfico ya
mencionados: el maquiavelismo preventivo de Schopenhauer (1864), que
aconsejaba engaar al interlocutor para no verse uno mismo engaado, o la
defensa irnica de la mentira poltica en el folleto de Swith y Arbuthnot (1733). En
otro orden de cosas, tambin es un reto relevante el tema de concurso propuesto
por la Real Academia de Ciencias de Berln en 1778: Es til y conveniente
engaar al pueblo, sea induciendo a error, sea manteniendo los errores
existentes? (vid. la edicin de Lucas 1991).

De orden ms bien prctico: la aparicin y el creciente desarrollo de un


nuevo gnero de discurso, el discurso electrnico (cf. diversos aspectos
lingsticos y socio- histricos en Yus (2001), Lpez Alonso y Sr (2003),
Mattelart (2007).

------------------------------4. Un sumario final de sugerencias y conclusiones provisionales.

1.

Conviene mantener el trato diferenciado tradicional con paralogismos y


sofismas: con los paralogismos, en razn de su inters cognitivo; con los
sofismas, debido a su significacin en la lnea de una teora integral de la
argumentacin.

12

2. Tres puntos importantes en el estudio de las falacias desde el punto de vista de


su significacin terica, analtica y crtica: su deteccin, su conceptualizacin, su
prevencin.
3.

En punto a la deteccin: desplazamiento desde las clases abstractas o los tipos


genricos de falacias hasta los usos o las prcticas contextualizadas, donde ser
bueno distinguir entre (a) el uso de un argumento falaz en un contexto C y (b)
el uso falaz de un argumento en C pues (b) permite apreciar la posibilidad de
usos falaces de argumentos correctos.

4.

No hay falacias formales: la condicin de falaz no se preserva a travs de la


forma lgica.

5.

En punto a la conceptualizacin: las falacias, vistas en las diversas


perspectivas

que

hoy

concurren

en

la

teora

de

la

argumentacin

(lgica, dialctica, retrica, deldiscurso pblico), presentan aspectos diversos de


la argumentacin falaz que, lejos de excluirse, pueden solaparse en parte y son
en todo caso complementarios.
6.

En punto a la prevencin: cabra sugerir un cuadro etiolgico de condiciones


generadoras o facilitadoras de usos o estrategias falaces? La frustracin o el
fraude en la interaccin argumentativa y en las expectativas discursivocognitivas. Las condiciones de opacidad del agente emisor, asimetra o no
reciprocidad de la interaccin comunicativa y heteronoma del receptor.

7.

Pero todo esto, aunque significativo en orden a una integracin terica de los
estudios sobre la argumentacin, distara de constituir una teora general de las
falacias. Dos problemas: 1/ la articulacin entre las diversas conceptualizaciones,
planos y perspectivas de la argumentacin falaz; 2/ las relaciones entre la
bondad y la eficacia de nuestras prcticas argumentativas.

8.

A estos problemas se aaden los diversos desafos planteados por las


amenazas no solo de distorsin, sino incluso de disolucin de la comunicacin y
del discurso, as como por la aparicin de un nuevo gnero discursivo, el
electrnico (blogs, foros, chats, etc.), no tanto un gnero hbrido de gneros
anteriores, oral y escrito, como un gnero mestizo con entidad propia.

13

14

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Bibliografa

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Walton, D.N-, Epistemic and dialectical models of begging the question, Synthese,
152 (2006), 237-284.
Wenzel, J. W. (1980), Perspectives on argument, en J. Rhodes y S. E. Newel,
eds.,Dimensions of argument, 112-133, Annandale (VA): Speech Communication
Associations.
Yus, F. (2001), Ciberpragmtica. El uso del lenguaje en Internet. Barcelona, Ariel.

[1]

Trabajo realizado en el marco del proyecto HUM2005-00365, financiado por el MEC


(Espaa).
[2]

Aunque uno pueda transitar ms o menos clara o confusamente entre los extremos del arco.
As como no se excluye la existencia de mltiples casos intermedios entre ambos extremos, el
sofstico y el paralogstico, tampoco cabe excluir la de otros casos no infrecuentes en los que
uno puede -e incluso a veces quiere- engaarse a s mismo. Todo esto supone cierta analoga de
la idea de sofisma con una concepcin clsica de la mentira, de raz agustiniana, y remite a la
discusin abierta en torno al autoengao, puntos en los que ahora no puedo detenerme pese a
su inters discursivo y cognitivo. Sobre el autoengao, hay una revisin del estado actual de la
cuestin en un reciente nmero monogrfico de Teorema, XXVI/3 (2007).
[3]

Nacidas del padre comn, Aristteles, pero separadas y dispersas en la poca moderna, han
cobrado nueva vida en nuestros das a principios de los aos 1980. Recordemos, por ejemplo, el
planteamiento de Wenzel (1980). Puede verse un tratamiento comprensivo y detallado de
diversos aspectos de la teora de la argumentacin vistos desde estas tres perspectivas en VegaRen (2003).
[4]

Una muestra de lo que puede complicarse y refinarse el estudio de la propia peticin de


principio, ms all de estos lmites epistmicos o desde una perspectiva ms comprensiva,
puede verse en.Walton (2006)
[5]

En este aspecto, la relacin entre la justificacin o la calidad interna de un argumento y su


eficacia o su poder de conviccin tiene una contingencia similar a la que los tericos de los
actos de habla advierten en la relacin entre la fuerza ilocutiva de un acto de habla y su
efectividad perlocutiva: no basta pedir a alguien 1000 $ del modo apropiado y que esa persona
entienda las razones de nuestra peticin, para que efectivamente las asuma como razones
determinantes y, acto seguido, nos preste los 1000 $.
[6]

Tambin se trata de una condena: un buen libro de falacias est condenado a desactivarlas.

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Por ejemplo, falacia, segn el Diccionario de la Real Academia Espaola (2001 22 edic.),
significa: 1, el engao, fraude o mentira con que se intenta daar a alguien; o 2, el hbito de
emplear falsedades en dao ajeno. El Diccionario del espaol actual (Seco, Andrs, Ramos,
1999) la identifica con engao o mentira. Falaz, califica a su vez, lo embustero o falso, segn
el DRAE, y lo engaoso, falso o mentiroso, segn el Diccionario de uso del espaol (M
Moliner, 1998 2 edic.).
[7]

[8]

Segn Bentham, es siniestro el inters que hace valer no un derecho o un inters privados,
sino un inters parcial o de grupo frente al principio fundamental de todo buen gobierno, a
saber: la mayor felicidad del mayo nmero. As pues, lo opuesto al inters pblico no son los
intereses de los individuos que componen una sociedad, sino los intereses parciales o
particulares de los grupos que siguen vas tortuosas para obtener ventajas ilegtimas o mantener
privilegios injustificados. Los intereses siniestros deliberados son la primera causa de las
falacias en este marco. Vid. edic. citada 1990, pp. 202 ss.

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