Cerletti y Kohan. Los Orígenes de La Filosofía

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Los orgenes de la filosofa

Es oportuno creer que nuestro tiempo, tambin l,


rechaza al filsofo en s mismo y que una vez ms
la filosofa no es ms que nubes. Pues filosofar
es buscar e implica que hay cosas para ver y
para decir. Ahora bien, hoy en da casi no se busca.
Merleau-Ponty, M., Elogio de la filosofa
a. La interpretacin tradicional
En este mundo de imgenes y pensamientos livianos, mundo alejado hasta el
lmite de pretensiones crticas o fundacionales, es conveniente preguntarnos y
rastrear posibles orgenes para una forma de pensar diferente como la que
ofrece la filosofa entendida como crtica radical. En otras palabras y cajo la
forma de un interrogante: qu nos lleva a la filosofa en este mundo
posmodernamente hostil a ella?
i. Sobre el asombro
Si recurrimos a los libros o a los claustros, se nos dir, por ejemplo, que el
asombro es el sentimiento que da origen a la filosofa, aquello que nos mueve
a filosofar. Se insistir en que la filosofa viene de una cierta sensacin de
maravilla que produce el espectculo del mundo. La idea no es nueva. Cuando
se buscan antecedentes histricos para ella se puede llegar tan lejos como
el Teeteto de Platn o la Metafsica de Aristteles.
Que [la filosofa] no es productiva resulta evidente a partir de los que
primero filosofaron. Pues los hombres, tanto ahora como al comienzo,
empezaron a filosofar por el asombrarse. Al comienzo los asombraron las
cosas ms simples entre las extraas y poco a poco se problematizaron
acerca de las ms complejas, como los estados de la Luna, el Sol, las
estrellas y la generacin del universo. Y si alguien se problematiza y
asombra es porque cree que ignora algo (por eso el filmito es en cierto
modo filsofo. Pues el mito se compone de cosas asombrosas.) De modo
que si filosofaron para escapar de la ignorancia, es evidente que
buscaban el saber por el saber y no por una utilidad fuera de l. Y esto
mismo lo atestigua lo sucedido. Pues cuando estaban satisfechas casi
todas las necesidades y haba recreacin y confort fue cuando comenz a
buscarse un conocimiento semejante. As pues, es evidente que no
buscamos la filosofa por ninguna otra ventaja, sino que as como,
afirmamos, el hombre es libre en tanto existe para s mismo y no para
otra cosa, as tambin la filosofa es la nica libre entre los saberes.
Porque es la nica que existe para s misma.
(Aristteles, Metafsica A2, 982bll-18, s. IV a.C., trad. cast. propia)

Aristteles afirma que la filosofa surge cuando algunas personas tenan sus
necesidades satisfechas y el tiempo libre suficiente para dedicarlo a la
contemplacin. En estos hombres (varones, casi seniles) el asombro se suma a
la ausencia de necesidades materiales. Por asombro y por ocio comenzaron a
filosofar los hombres, dice Aristteles -tambin Platn y los griegos en
general-. Desde el asombro surgi la pregunta problematizadora y de sta la
investigacin que lleva al conocimiento. Ese camino era recorrido por los
filsofos, sabios u hombres de ciencia, indistinguibles por el momento.
Por otra parte, los griegos no crean que las ideas o las verdades tuvieran
historia. Conceban la verdad como algo absoluto, como algo que no depende
de factores como el tiempo, el espacio o la historia. De ah que trasladaron
rpidamente esta hiptesis sobre el origen de la filosofa en Jonia a toda otra
filosofa. Creyeron no slo que el origen (histrico) de la filosofa jonia haba
sido el asombro, sino que el asombro es el verdadero y nico motor de la
filosofa, en todo tiempo y lugar. Y ese es el origen legado de la filosofa griega.
Los filsofos griegos han encantado a toda la filosofa posterior. Supieron
aprovechar los beneficios de toda fundacin: nombraron la actividad,
bautizaron sus conceptos, delimitaron un campo de problemas, fijaron un
origen. Concebidos como fuente o reservorio privilegiado del saber filosfico,
se reiteran sus verdades en todo tiempo y lugar, como si esas verdades no
tuvieran relacin con el momento histrico que las vio nacer. Es el caso del
asombro. Como si slo importara cmo los griegos pensaron el impulso de un
Tales a filosofar, la filosofa posterior anquilos ese origen noble, pattico,
idealizado, aristocrtico de la filosofa. Bajo ese paraguas del asombro
quedaron ocultos todos los otros intereses y motivos que pudiera abrigar el
nacimiento de la prctica filosfica en Grecia.
An hoy, muchos manuales e introducciones a la filosofa repiten esta misma
idea sobre el origen de la filosofa, sin someter a discusin la autoridad de los
griegos. A pesar de que unas cuantas cosas han cambiado desde el tiempo de
la filosofa griega, es comn que se siga sosteniendo que la filosofa nace del
asombro. Pero el mundo econmico, social y poltico ha cambiado. Hemos
pasado de una Atenas imperialista y esclavista, en la que esclavos y
colonizados sostenan materialmente el surgimiento de una democracia que se
conceba a s misma como la totalidad del mundo, hasta este presente de
mercado global, donde las democracias se sostienen negociando con el capital
multinacional. Tambin el carcter excluyentemente sexista de la filosofa ha
empezado a cambiar. Las mujeres han conseguido formar parte,
progresivamente, del universo filosfico. Y no slo las mujeres sino tambin los
chicos estn empezando a entrar a l. Se ha comenzado a diversificar el sexo,
la edad y la posicin social de quienes participan de la filosofa, si bien todava
quedan importantes sectores socialmente excluidos de la cultura, y por lo
tanto, del quehacer filosfico. Del mismo modo, filsofos y filsofas -menos
an profesores de filosofa- ya no somos, en general, aristcratas varones con
necesidades cubiertas y tiempo libre. La filosofa es nuestro modus vivendi. El
mundo nos ha cambiado y nuestras condiciones de vida han cambiado.

En este marco, la traslacin acrtica a nuestro presente de categoras como el


asombro resulta, cuando menos, problemtica. El asombro griego es un
producto social complejo, un concepto ligado a un sistema poltico y econmico
esclavista e imperialista, una representacin de la inutilidad prctica de
algunos hombres -nunca mujeres o chicos- en un sistema simblica y
materialmente excluyente. En otros trminos, es una categora deudora de la
funcin social que la filosofa y los filsofos desempearon en Grecia clsica.
No se trata aqu de juzgar ese lugar sino de reconocer el marco histrico de un
concepto o una categora que nos interesa pensar.
No se hace nada positivo, pero nada tampoco en el terreno de la crtica
ni de la historia, cuando nos limitamos a esgrimir viejos conceptos
estereotipados como esqueletos destinados a coartar toda creacin, sin
ver que los viejos filsofos de quienes los hemos tomado prestados ya
hacan lo que se trata de impedir que hagan los modernos: creaban sus
conceptos, y no se contentaban con limpiar, roer huesos, como el crtico
o el historiador de nuestra poca. Hasta la historia de la filosofa carece
del todo de inters si no se propone despertar un concepto adormecido,
representarlo otra vez sobre un escenario nuevo, aun a costa de volverlo
contra s mismo.
(Deleuze, G.- Guattari, F, Qu es la filosofa? (1991), trad. cast., Madrid:
Anagrama, 1993, p. 85)
En la actualidad, el asombro estimulado y valorado socialmente ha adquirido
una fisonoma bastante menos pretenciosa. Los medios de comunicacin son
un escenario paradigmtico. Exponen el asombro improductivo del espectador
sentado frente al televisor, que se maravilla frente a un rcord deportivo o un
novedoso producto tecnolgico. Se trata de un asombro que mueve a la
pasividad maravillada. Esta actitud pasiva dista enormemente de provocar
aquella inquietud indagadora que movi a los griegos al pensamiento. Se
trata, ms bien, de una curiosidad dbil que reclama ser rpidamente
satisfecha en forma sencilla, pero sobre todo terminante. Incluso en el camino
del asombro contemporneo suele darse un paso ms. El bombardeo y la
sobresaturacin de eventos maravillosos, de espectculos cada da ms
impresionantes, combinado con el vertiginoso avance tecnolgico y la
posibilidad de tener a diario en nuestros hogares los sucesos del planeta, van
transformando el asombro en rutina. Cada vez es ms difcil asombrarse y la
sorpresa termina volvindose indiferencia y aburrimiento.
De modo tal que el asombro griego es doblemente inadecuado como concepto
fundamental para explicar los orgenes actuales del filosofar. Por los cambios
de la filosofa y los filsofos y por los cambios en el propio asombro. La filosofa
se ha extendido del lugar donde la contemplacin y el ocio son un valor social.
Ha pasado a habitar un mundo donde el asombro predominante se ha vuelto
tambin esclavo del mercado y el consumo. De l depende. El tipo de asombro
que movi a algunos griegos a la filosofa slo puede alcanzar a lites que
difcilmente se interesen por desarrollar sus posibilidades crticas y
transformadoras.
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ii. Sobre la duda y las situaciones lmites


Tradicionalmente se seala un segundo origen de la filosofa: la duda,
arraigada en el recurso metodolgico de Descartes. La falibilidad de todo
conocimiento y la consecuente desconfianza ante todo saber dara lugar a la
duda productiva del filsofo.
Es preciso contextualizar tambin este segundo origen del filosofar. La duda
cartesiana es una duda moderna. Una duda que alcanzaba a toda forma de
conocer y que slo encontr su lmite en la certeza del propio pensar, en
el cogito; a partir de l proclam la existencia indudable de la subjetividad y se
lanz al conocimiento y dominio de lo otro que es el mundo. Una duda que se
enriqueci con la vieja lgica aristotlica, la vieja geometra euclidiana y la
nueva fsica newtoniana. Eran tiempos en que la duda era el comienzo de un
camino que pretenda apropiarse del mundo.
Actualmente, la duda, incluso como herramienta metdica, no goza de un gran
prestigio. La duda se ha homologado a la vacilacin, a la indecisin o a la
ineficiencia. Dudar puede hacer perder un buen negocio, se afirma desde los
estudios de formacin empresarial o la duda es la jactancia de los
intelectuales, repiten algunos reaccionarios. Cuando se manifiesta un
problema (o se engendra la duda) debe responderse de manera rpida y
eficiente. Los problemas son encarados bajo la ptica del conflicto -sobre todo,
laboral o social-, con la consecuente prdida de tiempo, de produccin, de
ganancias. En virtud de esto, los problemas deben ser rpidamente dejados de
lado o disueltos o resueltos pragmticamente en virtud de fines inmediatos,
pero rara vez sern radicalizados o reelaborados con mayor profundidad.
En suma, queda muy poco espacio en nuestras sociedades para la duda
creativa y disparadora del filosofar. En un mundo donde todas las respuestas
estn dadas y todos los problemas pre-resueltos (se trata slo de saber
situarse para enfrentarlos), la duda ha perdido su lugar. Dudar puede ser un
lujo o una petulancia, un gesto excntrico o irreverente, o una debilidad
improductiva.
Un tercer origen del filosofar se identifica, desde corrientes existencialistas,
con las llamadas situaciones lmites. El ser humano puesto frente a
aconteceres tales como la enfermedad o la muerte, esto es, enfrentado a
momentos extremos de la existencia, se volcara al filosofar. Seran, acotndolo
histricamente, las situaciones limites del existencialismo de entre guerras, de
la bsqueda individual de la certeza perdida, de la modernidad agrietada por
los crmenes de la humanidad consigo misma. Estas situaciones que limitan la
expansin del hombre y que lo constrien despiadadamente a su finitud, lo
exponen ante el fracaso absoluto. Esta conciencia de estar perdido abre la
posibilidad del reencuentro del hombre consigo mismo y con el mundo, a
travs del filosofar.
Parecera que el ltimo medio siglo ha ido disolviendo esta fuente originaria del
pensamiento, traducindola en un romntico recuerdo desesperanzado. Por el
contrario, hoy da, bajo la presin de la eficiencia, las ofertas del sentirse
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bien, los consejos de autoayuda o el cuidado del individuo, las situaciones


limites son completamente reinterpretadas e inscriptas en otro contexto. La
publicidad ofrece un sujeto seguro, exitoso, gil, rpidamente adaptable a los
cambios y, por sobre todas las cosas, fuertemente opuesto a la desesperanza y
al fracaso. Sin embargo, esta imagen casi caricaturesca del hombre triunfador
de estos das se ha instalado como una suerte de idea reguladora de los
deseos y las ambiciones personales de la mayora. La realidad cotidiana suele
contraponer brutalmente la otra cara del espectculo. Pero el conflicto, lejos de
disparar una inquietud crtica y reflexiva, termina conduciendo a la
desesperanza improductiva o a la pasividad escptica.
En una realidad tan compleja -y en muchos aspectos novedosa como la
nuestra, habr que repensar, entonces, aquel asombro griego que surge de la
contemplacin ociosa, como originario del impulso a filosofar. En la misma
direccin habr tambin que replantear el sentido de la vieja duda cartesiana y
las existenciales situaciones lmites. En un texto que reproducimos entre las
lecturas de este captulo (texto 11), K. Jaspers ha sentado las bases sobre las
que se erigen la gran mayora de las versiones escolares que sealan estos
tres orgenes de la filosofa. En nuestro caso, nos repreguntaremos qu nos
empuja aqu y ahora a la filosofa.
Lecturas
Texto 11
Jaspers, K., La filosofa (1949), trad. cast., Buenos Aires: FCE. 1978, p. 15-7.
La historia de la filosofa como pensar metdico tiene sus comienzos hace dos
mil quinientos aos, pero como pensar mtico mucho antes.
Sin embargo, comienzo no es lo mismo que origen. El comienzo es histrico y
acarrea para los que vienen despus un conjunto creciente de supuestos
sentados por el trabajo mental ya efectuado. Origen es, en cambio, la fuente
de la que mana en todo tiempo el impulso que mueve a filosofar. nicamente
gracias a l resulta esencial la filosofa actual en cada momento y comprendida
la filosofa anterior.
Este origen es mltiple. Del asombro sale la pregunta y el conocimiento, de
la duda acerca de lo conocido el examen crtico y la clara certeza, de
la conmocin del hombre y de la conciencia de estar perdido la cuestin de si
propio. Representmonos ante todo estos tres motivos.
Primero. Platn deca que el asombro es el origen de la filosofa. Nuestros ojos
nos hacen ser partcipes del espectculo de las estrellas, del sol y de la
bveda celeste. Este espectculo nos ha dado el impulso de investigar el
universo. De aqu brot para nosotros la filosofa, el mayor de los bienes
deparados por los dioses a la raza de los mortales. Y Aristteles: Pues la
admiracin es lo que impulsa a los hombres a filosofar: empezando por
admirarse de lo que les sorprenda por extrao, avanzaron poco a poco y se
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preguntaron por las vicisitudes de la luna y del sol, de los astros y por el origen
del universo.
El admirarse impele a conocer. En la admiracin cobro conciencia de no saber.
Busco el saber, pero el saber mismo, no para satisfacer ninguna necesidad
comn.
El filosofar es como un despertar de la vinculacin a las necesidades de la vida.
Este despertar tiene lugar mirando desinteresadamente a las cosas, al cielo y
al mundo, preguntando qu sea todo ello y de dnde todo ello venga,
preguntas cuya respuesta no servira para nada til, sino que resulta
satisfactoria por s sola.
Segundo. Una vez que he satisfecho mi asombro y admiracin con el
conocimiento de lo que existe, pronto se anuncia la duda. A buen seguro que
se acumulan los conocimientos, pero ante el examen crtico no hay nada
cierto. Las percepciones sensibles estn condicionadas por nuestros rganos
sensoriales y son engaosas o en todo caso no concordantes con lo que existe
fuera de m independientemente de que sea percibido o en s. Nuestras formas
mentales son las de nuestro humano intelecto. Se enredan en contradicciones
insolubles. Por todas partes se alzan unas afirmaciones frente a otras.
Filosofando me apodero de la duda, intento hacerla radical, mas, o bien
gozndome en la negacin mediante ella, que ya no respeta nada, pero que
por su parte tampoco logra dar un paso ms, o bien preguntndome dnde
estar la certeza que escape a toda duda y resista ante toda crtica honrada.
La famosa frase de Descartes pienso, luego existo era para l,
indudablemente cierta cuando dudaba de todo lo dems, pues ni siquiera el
perfecto engao en materia de conocimiento, aquel que quiz ni percibo,
puede engaarme acerca de mi existencia mientras me engao al pensar.
La duda se vuelve como duda metdica la fuente del examen crtico de todo
conocimiento. De aqu que sin una duda radical, ningn verdadero filosofar.
Pero lo decisivo es cmo y dnde se conquista a travs de la duda misma el
terreno de la certeza.
Y tercero. Entregado el conocimiento de los objetos del mundo, practicando la
duda como la va de la certeza, vivo entre y para las cosas, sin pensar en m,
en mis fines, mi dicha, mi salvacin. Ms bien estoy olvidado de m y
satisfecho de alcanzar semejantes conocimientos.
La cosa se vuelve otra cuando me doy cuenta de m mismo en mi situacin. El
estoico Epicteto deca: El origen de la filosofa es el percatarse de la propia
debilidad e impotencia. Cmo salir de la impotencia? La respuesta de Epicuro
deca: considerando todo lo que no est en mi poder como indiferente para m
en su necesidad, y, por el contrario, poniendo en claro y en libertad por medio
del pensamiento lo que reside en mi, a saber, la forma y el contenido de mis
representaciones.

Cerciormonos de nuestra humana situacin. Estamos siempre en situaciones.


Las situaciones cambian, las ocasiones se suceden. Si stas no se aprovechan,
no vuelven ms. Puedo trabajar por hacer que cambie la situacin. Pero hay
situaciones por su esencia permanentes, aun cuando se altere su apariencia
momentnea y se cubra de un velo su poder sobrecogedor: no puedo menos
de morir, ni de padecer, ni de luchar, estoy sometido al acaso, me hundo
inevitablemente en la culpa. Estas situaciones fundamentales de nuestra
existencia las llamamos situaciones lmites. Quiere decirse que son situaciones
de las que no podemos salir y que no podemos alterar. La conciencia de estas
situaciones lmites es despus del asombro y de la duda el origen, ms
profundo an, de la filosofa. En la vida corriente huimos frecuentemente ante
ellas cerrando los ojos y haciendo como si no existieran. Olvidamos que
tenemos que morir, olvidamos nuestro ser culpables y nuestro estar
entregados al acaso. Entonces slo tenemos que habrnoslas con las
situaciones concretas, que manejamos a nuestro gusto y a las que
reaccionamos actuando segn planes en el mundo, impulsados por nuestros
intereses vitales. A las situaciones lmites reaccionamos, en cambio, ya
velndolas, ya, cuando nos damos cuenta realmente de ellas, con la
desesperacin y con la reconstitucin: llegamos a ser nosotros mismos en una
transformacin de la conciencia de nuestro ser.
Texto 12
Heidegger, M., Qu es eso de filosofa? (1955), trad. cast., Buenos Aires:
Menphis, 1992, p. 50-4.
[] Ya los pensadores griegos, Platn y Aristteles, llamaron la atencin sobre
el hecho de que la filosofa y el filosofar pertenecen a la dimensin del hombre
que llamamos temple de nimo (en el sentido de la dis-posicin y determinacin).
Platn dice (Teeteto 155d): Verdaderamente es por completo de un filsofo
este- pthos -el asombro; pues no hay ningn otro desde-dnde que domine la
filosofa, fuera de ste.
El asombro es en tanto pthos la arch de la filosofa. La palabra
griega arch debemos comprenderla en su sentido pleno. Nombra aquello
desde dnde algo proviene. Pero este desde dnde no queda atrs en el
porvenir, sino que ms bien la arch se convierte en aquello que dice el
verbo rchein (ser el primero, comenzar, conducir, gobernar), en
aquello que domina. El pthos del asombro no est simplemente al comienzo
de la filosofa al modo cmo, por ejemplo, el lavado de las manos precede la
operacin del cirujano. El asombro sostiene y domina por completo la filosofa.
Aristteles dice lo mismo (Met. A 2. 982b12 ss): Pues merced y a travs del
asombro alcanzaron los hombres, ahora s como en un principio, la dominante
provinencia del filosofar (aquello de donde proviene el filosofar y lo que en
todos los casos determina la marcha del filosofar).

Sera muy superficial, y ante todo pensaramos de un modo no griego, si


quisiramos dar a entender que Platn y Aristteles slo comprobaron aqu que
el asombro sea la causa del filosofar. Si fueran de tal opinin, entonces aquello
querra decir: cierta vez los hombres se asombraron, a saber, del ente, de que
es y de qu es. Impulsados por este asombro, comenzaron a filosofar. No bien
la filosofa se puso en marcha, el asombro, en tanto estmulo, se volvi
superfluo, de manera que desapareci. Pudo desaparecer porque era slo un
impulso. Pero: el asombro es arch -domina por completo cada paso de la
filosofa.
El
asombro
es pthos. De
ordinario
traducimos pthos
por passion, pasin,
agitacin
afectiva.
Pero pthos est
en
relacin
con pschein, sufrir, tolerar, soportar, sobrellevar, dejarse llevar por, dejarse
determinar
por. Es
arriesgado,
como
siempre
en
casos
tales,
traducir pthos por temple de nimo, con lo que significamos la dis-posicin y
de-terminacin. Con todo, debemos arriesgar esta traduccin, porque slo ella
nos guarda de representarnos pthos psicolgicamente en sentido moderno.
Slo cuando comprendemos pthos como temple de nimo, podemos
caracterizar mejor tambin el thaumzein, el asombro. En el asombro nos
contenemos. En cierto modo retrocedemos ante el ente -ante eso de que es y
de que es as y no de otra manera. Tampoco se agota el asombro en este
retroceder ante el ser del ente, sino que, en tanto retroceder y detenerse, est
al mismo tiempo arrastrado hacia aquello y por as decir encadenado por
aquello ante lo cual retrocede. De tal modo, el asombro es la dis-posicin en la
que y para la que se abre el ser del ente. El asombro es el temple de nimo
dentro del cual se les concedi a los filsofos griegos el corresponder al ser del
ente.
Texto 13
Wittgenstein. L., Conferencia sobre tica (1930), trad. cast, Barcelona:
Paids/ ICE-UAB, 1990, p. 38-42.
Me siento entonces inclinado a usar frases tales como Qu extraordinario que
las cosas existan o Qu extraordinario que el mundo exista. [] Y he aqu lo
primero que tengo que decir: la expresin verbal que damos a estas
experiencias carece de sentido. Si afirmo: Me asombro ante la existencia del
mundo, estoy usando mal el lenguaje. Me explicar: tiene perfecto y claro
sentido decir que me asombra que algo sea como es. Todos entendemos lo que
significa que me asombre el tamao de un perro que sea mayor a cualquiera
de los vistos antes, o de cualquier cosa que, en el sentido ordinario del
trmino, sea extraordinaria. En todos los casos de este tipo me asombro de
que algo sea como es, cuando podra concebir que no fuera como es. Me
asombro del tamao de este perro puesto que podra concebir un perro de otro
tamao, esto es, de tamao normal, del cual no me asombrara. Decir: Me
asombro de que tal y tal cosa sea como es, slo tiene sentido si puedo
imaginrmelo no siendo como es. As, podemos asombrarnos, por ejemplo de
la existencia de una casa cuando la vemos despus de largo tiempo de no
visitarla y hemos imaginado que entretanto ha sido demolida. Pero carece de
sentido decir que me asombro de la existencia del mundo porque no puedo
representrmelo no siendo. Naturalmente, podra asombrarme de que el
mundo que me rodea sea como es. Si mientras miro el cielo azul yo tuviera
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esta experiencia, podra asombrarme de que el cielo sea azul y que, por el
contrario, no est nublado. Pero no es a esto a lo que ahora me refiero. Me
asombro del cielo sea cual sea su apariencia. Podramos sentirnos inclinados a
decir que me estoy asombrando de una tautologa, es decir de que el cielo sea
o no sea azul. Pero precisamente no tiene sentido afirmar que alguien se est
asombrando de una tautologa. []
Permtaseme reconsiderar, en primer lugar, nuestra primera experiencia de
asombro ante la existencia del mundo describindola de una forma ligeramente
diferente; todos sabemos lo que en la vida cotidiana podra denominarse un
milagro. Evidentemente, es un acontecimiento de tal naturaleza que nunca
hemos visto nada parecido a l. Supongan que este acontecimiento ha tenido
lugar. Piensen en el caso de que a uno de ustedes le crezca una cabeza de len
y empiece a rugir. Ciertamente esto sera una de las cosas ms extraordinarias
que soy capaz de imaginar. Tan pronto como nos hubiramos repuesto de la
sorpresa, lo que yo sugerira sera buscar un mdico e investigar
cientficamente el caso y, si no fuera porque ello le producira sufrimiento, le
hara practicar una viviseccin. Dnde estara entonces el milagro? Est claro
que, en el momento que mirramos las cosas as, todo lo milagroso habra
desaparecido; a menos que entendamos por este trmino simplemente un
hecho que todava no ha sido explicado por la ciencia, cosa que a su vez
significa que no hemos conseguido agrupar este hecho con otros en un sistema
cientfico. Esto muestra que es absurdo decir que la ciencia ha probado que no
hay milagros. La verdad es que el modo cientfico de ver un hecho no es de
verlo como un milagro. Pueden ustedes imaginar el hecho que quieran y ste
no ser en s milagroso en el sentido absoluto del trmino. Ahora nos damos
cuenta de que hemos estado utilizando la palabra milagro tanto en el sentido
absoluto como en el relativo. Voy a describir la experiencia de asombro ante la
existencia del mundo diciendo: es la experiencia de ver el mundo como un
milagro. Me siento inclinado a decir que la expresin lingstica correcta del
milagro de la existencia del mundo -a pesar de no ser una proposicin en el
lenguaje- es la existencia del lenguaje mismo. Pero entonces, qu significa
tener conciencia de este milagro en ciertos momentos y en otros no? Todo lo
que he dicho al trasladar la expresin de lo milagroso de una expresin por
medio del lenguaje a la expresin por la existencia del lenguaje, todo lo que he
dicho con ello es, una vez ms, que no podemos expresar lo que queremos
expresar y que todo lo que decimos sobre lo absolutamente milagroso sigue
careciendo de sentido.
b. Un panorama actual
Toda filosofa reconoce, en su punto de partida, una experiencia y un campo de
situaciones, un estado de cosas, un ser en el mundo. La filosofa se escenifica
en el teatro del mundo. Los tiempos han diversificado la naturaleza de ese
teatro, por lo tanto, han modificado la fuente y las condiciones que dan origen
a la filosofa.
Este teatro ofrece actualmente un espectculo al que asistimos entre atnitos
y desengaados, entre fascinados e incrdulos. Pero esta realidad a la que
asistimos como espectadores no termina de clausurar nuestras inquietudes
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ms profundas, sino que suele instalar, por lo menos, una sospecha. Entre la
sorpresa y el escepticismo se desliza un descontento o una molestia que abre
interrogantes. Se origina una perturbacin que genera curiosidad (por qu
esto?). La filosofa, en tanto pensar crtico radical, aparece en estos das como
fruto del reconocimiento de esta insatisfaccin inquieta.
Este malestar frente al orden de las cosas (o al estado de cosas), el
interrogante molesto sobre aquello que conforma y enmarca a la experiencia
cotidiana, se muestran hoy en el origen del filosofar de manera acentuada. La
percepcin de que el orden y las interpretaciones predominantes del mundo
tienen fisuras profundas que sistemticamente se elude significar es la
sensacin primera de nuestra filosofa. La filosofa como crtica radical es la
superacin de la inmovilidad a que conduce la aceptacin acrtica de esas
percepciones e interpretaciones, la contemplacin pasiva del estado de las
cosas. Es la puesta en cuestin de los supuestos y fundamentos de estos
ordenamientos, removindolos, movilizndolos, mostrando su contingencia y
arbitrariedad.
Esta incomodidad seguramente ha estado en otros tiempos y en otras
filosofas. La percibimos claramente, por ejemplo, en el Scrates de los
dilogos primeros o en el Foucault de las entrevistas; en el Platn de
La Repblica o en los aforismos de Nietzsche; en los fragmentos de Herclito o
en los que tuvieron que hacer escuela exiliados de Francfort. La diferencia de
diagnsticos y respuestas no debe ocultar la similitud del origen: algo anda
mal en la polis. En aqullas y en sta, en toda plis. Algo propio del vivir en
una plis, no importa cul. Algo propio de nuestra condicin de seres sociales y
de la imposibilidad de satisfaccin o completitud que conlleva el
establecimiento de un cierto orden. Hay algo que no puede ser (nunca)
completado y satisfecho, algo que habita todo orden social, algo que despierta
una molestia reconocida y puede originar el cuestionamiento filosfico.
El caso de los griegos es significativo por el origen apropiado. La reaccin de
un Herclito, un Scrates o un Platn frente a las polis de su tiempo muestran
a las claras que, a pesar del origen legado, no slo por asombro han filosofado
algunos griegos. Asommonos fugazmente al caso de Scrates. Leamos
la Apologa. Qu otra cosa sino molestia e insatisfaccin dan origen a esa
tarea divina de interrogar sin cesar a polticos, poetas y artesanos para
mostrar la fragilidad de su saber (21b ss.)? Qu otra cosa da origen al
carcter irrenunciable de su filosofar entendido como la tarea de mostrar a sus
ciudadanos el orden degradante de su escala de valores (29d-30c; 31b-c), aun
bajo el riesgo de morir varias veces (30c)? Qu otra cosa origina
su dictum una vida sin examen no merece ser vivida, como respuesta a la
posibilidad de aceptar con calma y silencio el orden de lo dado (38a)? La
filosofa de Scrates, resulta notorio, surge y se nutre fundamentalmente de la
molesta insatisfaccin que le provoca el estado de las cosas imperante en la
Atenas de su tiempo. Hay, entonces, algn trazo comn en nuestro origen. Y
tambin algo diferente.
Este carcter comn en el origen de la filosofa puede comprenderse mejor
atendiendo al carcter fundamentalmente poltico, en su sentido etimolgico,
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de toda experiencia humana. Poltico es un adjetivo que deriva del


griego plis. Cuando decimos plis, decimos comunidad o marco social dador
de sentido. Pero tambin decimos posibilidad de comprensin de la realidad,
horizonte de significaciones y lmite del pensar y el hacer. En tanto el ser
humano es inconcebible sin una polis, sin un marco comunitario o social -as
tambin lo crean los antiguos griegos-, o sin un horizonte dador de sentido,
toda filosofa es, en esta acepcin especfica, filosofa poltica. Al menos, toda
la filosofa de la historia occidental ha sido poltica en este sentido. El impulso
primero de nuestra filosofa -y la de un Herclito, un Scrates o un Foucault- es
el intento de superar la fijeza e inmovilidad que presenta cualquier orden
establecido.
Hay algo de malestar o desconfianza ante un estado de cosas dado,
dominante, potencialmente inalterable. Esta inquietud tiene un sentido radical,
porque no se refiere a este o aquel estado de cosas, ni siquiera simplemente a
la situacin de un eventual sistema poltico o un Estado, sino que plantea la
provisoriedad de cualquier estado de cosas, de todos ellos, ya sea en la
poltica, en la ciencia, en el arte o en cualquiera de las construcciones sociales
y culturales. La filosofa como pensamiento crtico radical asume una funcin
destotalizadora del estado de las cosas, cuestiona la fijeza de lo dado y, a la
vez, potencia nuevos sentidos. El disparador o el impulso a filosofar es
consecuente con esta desconfianza o disconformidad natural frente a lo dado.
Ahora bien, esta insatisfaccin que est en el origen de la filosofa -y que surge
de una situacin incmoda frente a los marcos de referencia- puede situarse
ante cualquier estado de cosas, desde la totalidad de la realidad, o el ser -y
ser entonces metafsica-, hasta un mbito parcial (por ejemplo, los medios
masivos de comunicacin o la institucin educativa) -y ser una forma de
filosofa social- promoviendo la reflexin sistemtica y una actitud crtica y
creativa. Pero, en todos los casos, la filosofa, en tanto pensar crtico radical,
reconoce un origen comn en la sospecha y en la disconformidad productiva
que despierta nuestra experiencia en un orden social compartido.
En suma, importa reconocer la diversidad en el origen. Si la filosofa emerge de
un contexto social, el origen cambia cuando se modifica ese contexto. Entre los
griegos predomin la percepcin del origen en el asombro; heredero de la
modernidad, fue posible reconocer otro origen de la filosofa, la duda; la
Europa de entre guerras potenci las situaciones lmites. En la actualidad, es
posible extender y concentrar los orgenes del filosofar en la insatisfaccin y el
descontento frente a lo dado. Sin embargo, no pensamos en estos factores
como un origen indito -ni los transformamos en excluyentes-: Scrates, como
hemos visto, y otros filsofos, tambin originaron su filosofar en la
insatisfaccin frente al estado de cosas de su poca. Cualquier aparente
origen no es, obviamente, una condicin suficiente para la filosofa o el
filosofar, pero marca los detonantes de un tiempo y un lugar.
Desde sus inicios el pensamiento se ha nutrido de interrogantes que expresan
asombro y duda (es posible?, qu es?, cmo?), pero tambin insatisfaccin
y rebelda frente a las explicaciones e interpretaciones imperantes de lo que
hay y de lo que es posible (por qu?). Si bien estos interrogantes son en gran
11

medida compartidos con la inquietud cientfica, el ltimo de manera


preponderante expande las posibilidades del cuestionamiento filosfico.
Preguntar, y en especial re-preguntar, tenazmente por qu? configuran la
expresin de un pensamiento y una actitud radical.
Con todo, el cuestionamiento filosfico est dado no tanto por una frmula
empleada en el preguntar sino por la actitud con la que se erigen las preguntas
y por la actitud con la que se enfrentan las respuestas a esas preguntas. En un
modo de preguntar y repreguntar se muestra ms propiamente la filosofa.
Incluso la pregunta filosfica se puede caracterizar por el tipo de respuesta que
se espera de ella. Risieri Frondizi en relacin con la pregunta qu es la
filosofa?, sostiene:
Por cierto que las palabras que constituyen la pregunta qu es la
filosofa?, esas cuatro palabras, no encierran en s mismas un sentido
filosfico. Quiz sea sta una de las preguntas que est con ms
frecuencia en boca del profano. Cuando el profano pregunta qu es la
filosofa?, esa pregunta no tiene sentido filosfico. Adquiere un sentido
filosfico cuando un nuevo significado enriquece su contenido. Y tal
significado se nos revela en el tipo de respuesta que espera el hombre
que se interroga. Aqu est -a mi juicio- la esencia del significado de una
pregunta: el significado de una pregunta radica en el tipo de respuesta
que espera quien se interroga. Veamos qu tipo de respuesta espera el
hombre comn, el profano, cuando se interroga sobre la esencia de la
filosofa. Fcil es advertir que su pregunta no tiene significacin filosfica
porque l no espera una respuesta filosfica. Qu espera un profano
cuando se pregunta qu es la filosofa? Espera sencillamente que
nosotros exhibamos la filosofa como se puede exhibir un vaso y
digamos: sta es la filosofa.
(Frondizi, R., Qu es la filosofa? (1947), en Ensayos filosficos,
Mxico: FCE, 1986, p. 47.)
Lecturas
Texto 14
Lyotard, J.-F., Por qu desear?, en Por qu filosofar? (primera de las
cuatro conferencias dadas a los estudiantes de Propedutica en la Sorbona,
octubre-noviembre de 1964), trad. cast., Barcelona: Paids/l.C.E.-U.A.B.,
1989, p. 79-99.
Es una costumbre de los filsofos iniciar su enseanza mediante la pregunta
qu es la filosofa? Ao tras ao, en todos los lugares donde se ensea, los
responsables de la filosofa se preguntan: dnde se halla?, qu es? Freud
coloca entre los actos fallidos el hecho de no encontrar un objeto que se haba
colocado en algn lugar. La leccin inaugural de los filsofos, que se repite
una y otra vez, tiene cierta semejanza con un acto fallido. La filosofa se falla a
s misma, no funciona, vamos en su bsqueda a partir de cero, la olvidamos
12

sin cesar, olvidamos dnde est. Aparece y desaparece: se oculta. Un acto


fallido es tambin la ocultacin de un objeto o de una situacin para la
conciencia, una interrupcin en la trama de la vida cotidiana, una
discontinuidad.
Al preguntarnos no qu es filosofa?, sino por qu filosofar?, colocamos el
acento sobre la discontinuidad de la filosofa consigo misma, sobre la
posibilidad para la filosofa de estar ausente. Para la mayora de la gente, para
la mayora de ustedes, la filosofa est ausente de sus preocupaciones, de sus
estudios, de su vida. Incluso para el mismo filsofo, si tiene necesidad de ser
continuamente recordada, restablecida, es porque se hunde, porque se le
escapa entre los dedos, porque se sumerge. Por qu pues filosofar en vez de
no filosofar? El adverbio interrogativo por qu designa, al menos mediante la
palabra por de la que est formado, numerosos matices de complemento o
atributo: pero esos matices se precipitan todos en el mismo agujero, el abierto
por el valor interrogativo del adverbio. ste dota a la cosa cuestionada de una
posicin admirable, a saber, que podra no ser lo que es o, sencillamente, no
ser. Por qu lleva en s mismo la destruccin de lo que cuestiona. En esta
pregunta se admiten a la vez la presencia real de la cosa interrogada
(tomamos la filosofa como un hecho, una realidad) y su ausencia posible, se
dan a la luz la vida y la muerte de la filosofa, se la tiene y no se la tiene.
Pero el secreto de la existencia de la filosofa pudiera estribar precisamente en
esta situacin contradictoria, contrastada. []
La filosofa no tiene deseos particulares, no es una especulacin sobre un tema
o en una materia determinada. La filosofa tiene las mismas pasiones que todo
el mundo, es la hija de su tiempo, como dice Hegel. Pero creo que estaramos
ms de acuerdo con todo esto si dijramos primero: es el deseo el que tiene a
la filosofa como tiene cualquier otra cosa. El filsofo no es un sujeto que se
despierta y se dice: se han olvidado de pensar en Dios, en la historia, en el
espacio o en el ser; tengo que ocuparme de ello! Semejante situacin
significara que el filsofo es el inventor de sus problemas, y si fuera cierto
nadie se reconocera ni encontrara valor en lo que dice. Ahora bien, incluso si
la ilacin entre e! discurso filosfico, y lo que sucede en el mundo desde hace
siglos no se ve inmediatamente, .todos sabemos que la irona socrtica, el
dilogo platnico, la meditacin cartesiana, la crtica kantiana, la dialctica
hegeliana, el movimiento marxista no han cesado de determinar nuestro
destino y ah estn, junto a otras, en gruesas capas, en el subsuelo de nuestra
cultura presente, y sabiendo que cada una de esas modalidades de la palabra
filosfica ha representado un momento en que Occidente buscaba decirse y
comprenderse en su discurso: sabemos que esta palabra sobre s misma, esta
distancia consigo misma no es superflua, sobreaadida, secundaria con
respecto a la civilizacin de Occidente, sino que, por el contrario, constituye e!
ncleo, la diferencia; despus de todo sabemos que estas filosofas pasadas no
estn abolidas, ya que seguimos oyndolas y contestndolas.
Los filsofos no inventan sus problemas, no estn focos, al menos en el sentido
de que hablan. [] No hay pues un deseo propio del filsofo: Alain deca: Para
la filosofa cualquier materia es buena, con tal que sea extraa: pero hay una
13

forma de encontrar el deseo propio del filsofo. Va conocemos esa


particularidad: con la filosofa el deseo se desva, se desdobla, se desea. Y
entonces se plantea la cuestin de por qu desear, por qu lo que es dos
tiende a hacerse uno, y por qu lo que es uno tiene necesidad de! otro? Por
qu la unidad se expande en la multiplicidad y por qu la multiplicidad depende
de la unidad? Por qu la unidad se da siempre en la separacin? Por qu no
existe la unidad a secas, la unidad inmediata, sino siempre la mediacin del
uno a travs del otro? Por qu la oposicin que une y separa a la vez es
duea y seora de todo?
Por eso la respuesta a por qu filosofar? se halla en la pregunta insoslayable
por qu desear? El deseo que conforma la filosofa no es menos irreprimible
que cualquier otro deseo, pero se ampla y se interroga en su mismo
movimiento. Adems la filosofa no se atiene sino a la realidad en su
integracin por las cosas; y me parece que esta inmanencia del filosofar en el
deseo se manifiesta desde el origen de la palabra si nos atenemos a la raz del
trmino sophia: la raz soph -idntica a la del latn sap-, sapere, y del
castellano saber y saborear. Sophon es el que sabe saborear: pero saborear
supone tanto la degustacin de la cosa como su distanciamiento; uno se deja
penetrar por la cosa, se mezcla con ella, y a la vez se la mantiene separada,
para poder hablar de ella, juzgarla. Se la mantiene en ese fuera del interior
que es la boca (que tambin es el lugar de la palabra). Filosofar es obedecer
plenamente al movimiento del deseo, estar comprendido en l e intentar
comprenderlo a la vez sin salir de su cauce.
As pues, no es casual que la primera filosofa griega, aquella a quienes
curiosamente llamamos los presocrticos -del mismo modo que a los toltecas,
a los aztecas y a los incas los llamamos precolombinos-, como si Scrates
hubiera descubierto el continente filosfico y como si hubiramos reparado en
que ese continente ya estaba ocupado por ideas llenas de vigor y de
grandiosidad (como deca Montaigne de las capitales indias de Cuzco y
Mxico), no es una casualidad el que esta primersima filosofa est
obsesionada por la cuestin del uno y de lo mltiple y a la vez por el problema
del Logos, de la palabra, que es el de la reflexin del deseo sobre s mismo: y
es que filosofar es dejarse llevar por el deseo, pero recogindolo, y esta
recogida corre pareja con la palabra.
Hoy por hoy si se nos pregunta por qu filosofar, siempre podremos responder
haciendo una nueva pregunta: por qu desear? Por qu existe por doquier el
movimiento de lo uno que busca lo otro? Y siempre podremos decir, a falta de
respuesta mejor: filosofamos porque queremos, porque nos apetece.
Texto 15
Lyotard, J.-F.: Filosofa y origen, en Por qu filosofar? (segunda de las
cuatro conferencias dadas a los estudiantes de Propedutica en la Sorbona,
octubre-noviembre de 1964), trad. cast., Barcelona: Paids/I.C.E.-U.A.B. 1989,
p. 101-120.

14

En una obra de juventud, Diferencia entre el sistema de filosofa de Fichte y el


de Schelling (1801), Hegel escribe: Cuando la fuerza de la unificacin
desaparece de la vida de los hombres, cuando las oposiciones han perdido su
relacin y su interaccin activas y han adquirido la autonoma, aparece
entonces la necesidad de la filosofa (Lasson, I, 14)
He aqu una respuesta clara a nuestra pregunta: por qu filosofar? Hay que
filosofar porque se ha perdido la unidad. El origen de la filosofa es la prdida
del uno, la muerte del sentido.
Pero, por qu se ha perdido la unidad? Por qu los contrarios se han hecho
autnomos? Cmo es que la humanidad, que viva en la unidad, para quien
en el mundo y ella misma tenan un sentido, eran significantes, como dice
Hegel en el mismo pasaje, ha podido perder este sentido? Qu ha pasado?
Dnde, cmo, cundo, por qu? `[]
Esta unidad no se ha perdido, pues, definitivamente: el hecho de que haya una
historia de la filosofa, es decir, una dispersin, una discontinuidad esencial a la
palabra que quiere pronunciar esta unidad, prueba sin duda que no poseemos
el sentido; pero que la filosofa sea historia, que el intercambio de razones y de
pasiones, de argumentos entre los filsofos se lleve a cabo en una amplia
escala bien determinada, en cuyo seno est sucediendo algo, quiz como en un
juego de cartas o de ajedrez, eso es la prueba de que los trozos recortados por
la diversidad de los individuos, de las culturas, de las pocas, de las clases, de
la tela del dilogo filosfico, forman un conjunto, que hay una continuidad, que
es la del deseo de la unidad. La escisin de la cual habla Hegel no ha pasado,
sino que es precisamente en la actualidad permanente, absoluta, de esta
escisin, en la prdida continua de la unidad, donde la filosofa puede
diversificarse, perder la continuidad. La separacin de antao es la misma de
hogao, y, puesto que antao y hogao no estn separados, la separacin
puede ser su tema comn. El deseo de unidad es la prueba de que esa unidad
falta, pero tambin la unidad del deseo demuestra su presencia.
Nos habamos preguntado por qu y cmo se perdi la unidad. Esta pregunta
proceda de aquel interrogante: por qu desear?, el cual, a su vez, era una
derivacin de nuestro problema: por qu filosofar? Quizs ahora entendamos
un poco que la cuestin de la prdida de la unidad no es simplemente
histrica, no es una cuestin a la cual el historiador puede responder
completamente mediante un trabajo titulado Los orgenes de la filosofa.
Acabamos de constatar que la historia misma, y de modo especial la historia
de la filosofa (pero es verdad de cualquier historia), manifiesta en su textura
que la prdida de la unidad, la escisin que separa la realidad y el sentido, no
es un acontecimiento en esta historia sino, por as decir, su motivo: los
criminalistas entienden por motivo aquello que impulsa a obrar, a matar o a
robar; la prdida de la unidad es el motivo de la filosofa en el sentido de que
es lo que nos impulsa a filosofar; con la prdida de la unidad e! deseo se
reflexiona. Pero los musiclogos llaman tambin motivo al periodo del canto
que domina toda la pieza, que le da su unidad meldica: la prdida de la
unidad domina de esta forma toda la historia de la filosofa, que es de hecho
una historia.
15

Si quisiramos pues situar en el siglo VII o bien en el siglo V antes de nuestra


era el ndice histrico de un supuesto origen de la filosofa, nos expondramos
simplemente al ridculo que arrastra todo genetismo. El genetismo cree poder
explicar al hijo por el padre, lo ulterior por lo anterior; pero olvida, no sin
futilidad, que si es verdad que el hijo procede del padre -porque no hay hijo sin
padre-, la paternidad del padre depende de la existencia del hijo y no hay
padre si no hay hijo; cualquier genealoga debe leerse al revs (as es como ha
llegado a la conclusin de que la criatura es el autor de su autor, que el
hombre ha creado a Dios lo mismo que Dios ha creado al hombre). El origen
de la filosofa est en el da de hoy.
Una ltima observacin: al decir eso, nuestra intencin no es pasar una
esponja sobre la historia y actuar como si no hubiese habido veinticinco siglos
al menos de palabra, y palabra reflexiva, de deseo que se traduce en palabra.
Lo que quiero decir es exactamente lo contrario: dar a esta historia su poder y
su presencia, su fuerza de unificacin (Hegel) real, tomarla en serio, equivale
a comprender que su motivo, la cuestin de la unidad, no cesa de inquietarla.
Porque si existe una historia es porque la conjuncin de los hombres con ellos
y con el mundo no se da de manera irreversible, porque la unidad del mundo
para el espritu, la unidad de la sociedad para s misma, y la unidad de estas
dos unidades necesitan permanentemente que sean restablecidas; la historia
es la huella que deja detrs de si la bsqueda y la espera que se abre ante
ella. Pero estas dos dimensiones, la del pasado y la del futuro, slo se pueden
situar a ambos lados del presente porque ste no est an colmado, porque
encubre una ausencia en su permanente actualidad, porque no ha conseguido
la unidad. Proust deca que el amor es el tiempo (y tambin el espacio) que se
hace patente en el corazn; la unidad de la falta de unidad es lo que hace
desplegar el abanico de la historia. Ustedes han comprendido que la filosofa es
la historia de este modo, no de manera fortuita, por aadidura, sino por su
misma constitucin, ya que ambas van en bsqueda del sentido.
Ya sabemos por qu es menester filosofar: porque se ha perdido la unidad y
porque vivimos y pensamos en la escisin, como dice Hegel; tambin
sabemos que esta prdida es actual, presente, no prdida en s, y que no hay
una unidad, por as decirlo, transtemporal de esta prdida.
Texto 16
Tern, O., Preguntas abiertas, en Punto de Vista, No. 44, Buenos Aires,
noviembre de 1992, p. 7.
El posmodernismo, pues, ha colocado no sin provocacin -y a veces no sin
frivolidad- los trminos de la polmica sobre el escenario filosfico del
presente. De tal modo, despus de haber visto disearse velozmente las
figuras del filsofo funcionario de la totalidad, custodio del espritu, polica del
lenguaje, hermeneuta de la palabra originaria, guardin de la casa del ser,
intelectual orgnico de la revolucin, en este destemplado fin de siglo (pero
quin puede decir si se trata de un ocaso o de una aurora?) el ltimo Foucault
difunde la propuesta de una esttica de la existencia que permita cambiar, ya
que no al mundo, al menos la propia vida. Ante el resurgimiento de la pregunta
16

por el sentido, en pocas de crisis siempre se ha apelado a estas llamadas


morales de la escasez, y nuestra situacin sera -segn la imagen de
Neurath- como la de esos marineros que tienen que arreglar la singladura de
su barca en plena mar al mismo tiempo que siguen navegando. Entonces
nuestro fin de siglo sera una poca de nadar de noche y contra la corriente,
y es cierto que hay momentos en la vida de las sociedades y de los seres
humanos en que slo se puede avanzar a contrapelo y marcha atrs. Aunque
afinando el olfato quizs podamos percibir en el aire de los tiempos el prximo
fin de la ilusin neoconservadora y el retorno de un sujeto que acepta su
descentramiento al mismo tiempo que se rebela frente al nihilismo, como
podra intuirse tras el actual revival sartreano y el privilegio adquirido por la
filosofa prctica y su exploracin de los universos de la poltica, la tica y la
filosofa del derecho. Y no slo entre los obstinados herederos del legado de
una Ilustracin que consideran interrumpida y que merece ser continuada tras
la bsqueda de una tica profana postmetafsica (Habermas), sino asimismo
del propio chef de file deconstruccionista. En un reportaje de 1991, Derrida se
formulaba as la pregunta crucial: cmo, por un lado, reafirmar la
singularidad de un idioma, los derechos de las minoras, la diferencia
lingstica y cultural; cmo resistir a la uniformizacin, al nivelamiento
meditico, pero, por otro lado, cmo luchar por todo esto sin sacrificar la
comunicacin ms univoca posible, la traduccin, la discusin democrtica y la
ley de la mayora?
De ser as, si para la teologa y la metafsica haba toda la verdad y si para el
empirismo no hay ninguna, el filosofar ms estimulante de nuestra poca sera
el que afirmara la posibilidad de esa estrategia en oximoron que pretende
verdades parciales. Lo que es lo mismo que decir que nos quedan, pues, el
deseo, la palabra y algunos valores amenazados. Dentro de estos ltimos, y en
un lugar central, aquella solidaridad fundada en una justicia social que
recupera la idea moderna de la transformacin y que sigue ostentando el
nombre irrenunciable de socialismo. En cuanto a la palabra, es preciso que ella
se empecine en fungir como traduccin entre distintas tribus, mientras la
filosofa, como el sntoma, mantiene abiertas las preguntas. De tal modo el
filsofo pregunta con la infinita seriedad con que juegan los nios: por qu hay
el ser y no ms bien la nada, por qu hay ricos y pobres, por qu hay
desaparecidos En suma, la filosofa puede mimar la estructura del deseo:
persigue un fin perdido como si fuera absoluto, pero en realidad no lo ha
perdido sino que nunca lo tuvo, y en rigor lo que busca es una Falta que pueda
garantizar la perdurabilidad del deseo y el encuentro con objetos fragmentados
y dichosos, para cumplir con el requisito adorniano de que la filosofa siga
incluyendo la promesa de la felicidad.
[1] La Filosofa en la Escuela. Caminos para pensar su sentido. Alejandro A. Cerletti y Walter O.
Kohan. Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 1996.

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