Jaime Osorio Explotacion Redoblada y Actualidad de La Revolucion Refundacion Societal Rearticulacion Popular y Nuevo Autoritarismo PDF
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Prlogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
Primera parte
Una regin madura para la revolucin
I. Explotacin redoblada y actualidad de la revolucin . . . . . . . 19
Introduccin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19
1. La actualidad de la revolucin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19
2. Lenin en Amrica Latina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 22
3. La explotacin redoblada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26
4. Estado de excepcin y poder constituyente . . . . . . . . . . . . . 29
Segunda parte
Amrica Latina como problema terico
Tercera parte
La caracterizacin del capitalismo latinoamericano
Quinta parte
La refundacin societal
Sexta parte
El viejo topo de la historia y el nuevo autoritarismo
Bibliografa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 293
Introduccin
1. La actualidad de la revolucin
En 1924, a la muerte de Lenin, Georg Lukcs sintetiz con dicha nocin uno de los
llarse en longitud, englobar regiones hasta entonces ajenas al ciclo de la vida capitalista y dar
lugar as a un desarrollo extensivo de la economa mundial, o bien esos lazos se desarrollan en
profundidad, se multiplican y estrechan, y entonces tenemos un desarrollo intensivo de dicha
economa. Nicolai Bujarin, La economa mundial y el imperialismo, p. 45 (cursivas mas).
Las tempranas revoluciones en Mxico y luego en Rusia en el sigloxx, que inauguraron la
nueva cartografa de las revoluciones en el capitalismo, confirmaban las tesis leninistas. La idea
de la revolucin en el mundo dependiente, en particular en Rusia el estallido de un levanta-
miento popular que producira una reaccin en cadena en Europa, no le fue ajena a Marx.
Vase, de Perry Anderson, Las ideas y la accin poltica en el cambio histrico, en A. Born,
J. Amadeo y S. Gonzlez (comps.), La teora marxista hoy. Problemas y perspectivas, p. 385.
explotadas ya no quieren seguir viviendo como antes y las clases que do-
minan tampoco pueden seguir hacindolo, al decir de Lenin, lo que remite
a problemas candentes y diversos como la arritmia de los movimientos
societales, la configuracin de una estrategia que articule la lucha social,
as como el sentido y las formas de la organizacin poltica, por mencionar
algunas.
En la acertada sntesis formulada por Andr Gunder Frank en Capitalismo y subde-
sarrollo en Amrica Latina. Ntese de paso que esta idea no remite a la de estancamiento;
se podr crecer, pero acentuando el subdesarrollo.
10
Lo estructural remite esencialmente a un campo de relaciones sociales que al hacerse
mundo asumen formas institucionales.
11
Mxico 1910, Guatemala 1944-1954, Bolivia 1952, Cuba 1959, Chile 1970-1973, Nicara-
gua 1979, El Salvador 1980, Ecuador 2000, Venezuela 2002 en adelante, Bolivia 2003-2005
en adelante, entre los hitos ms destacados.
12
En el captulo ix de este libro se desarrollan estos problemas.
13
Por ello, Daniel Bensaid seala que un acontecimiento [la revolucin] que se inserta
como un eslabn dcil en el encadenamiento ordenado de los trabajos y los das ya no ser
acontecimiento, sino pura rutina. En Una mirada a la historia y la lucha de clases, en
A.Born et al., La teora marxista hoy. Problemas y perspectivas, p. 251.
14
Giorgio Agamben, El tiempo que resta. Comentario a la Carta a los romanos, p. 73.
15
Gabriel Bensaid, Una mirada a la historia y la lucha de clases, p. 254.
16
Slavoj Zizek, Repetir Lenin, pp. 9-11.
17
Ibid., p. 13.
18
Elas Jos Palti, Verdades y saberes del marxismo. Reacciones de una tradicin poltica
ante su crisis, p. 13.
19
Slavoj Zizek,
op. cit., p. 12.
3. La explotacin redoblada
20
El problema [en trminos de organizacin] es ahora rigurosamente el problema
leninista, afirma Zizek, esto es, cmo inventar la estructura organizativa que confiera
[al malestar reinante en mltiples espacios y sectores y que se expresa en los movimientos
antiglobalizacin] la forma de la exigencia poltica universal?. Porque el lmite de movi-
mientos como el feminismo, el antirracismo y los movimientos ecologistas, es que no son
polticos en el sentido de un singular universal: son movimientos de un solo tema, que
carecen de la dimensin de la universalidad, es decir, que no se relacionan con la totalidad
social. Ibid., p. 111 (versalitas en el original).
21
La evaluacin de las prcticas de las organizaciones revolucionarias en Amrica
Latina y de las tesis que orientaron su quehacer en las dcadas de 1960 y 1970 rebasa con
mucho los lmites de esta exposicin. Pero es un tema de la mayor significacin que reclama
un anlisis pormenorizado.
22
Proceso del cual damos cuenta en los captulos iv y v del presente libro.
23
Condensadas en particular en su libro Dialctica de la dependencia.
24
Considerando los pases de mayor desarrollo relativo de la regin, distinguimos grosso
modo tres fases en la industrializacin latinoamericana: una inicial, la industrializacin
por sustitucin de importaciones (isi), que cubre parte de las dcadas de 1930 y 1940; la
intermedia, que va de mediados de la de 1940 hasta mediados de la de 1950 y la fase final,
de mediados de la dcada de 1950 a inicios de la de 1970.
25
El caso ms destacado es el de Fernando Henrique Cardoso, quien muy pronto sealar
sus desacuerdos con Marini y posteriormente con la nocin de dependencia. La polmica
principal se puede ver en el artculo del primero, escrito junto a Jos Serra, titulado Las
desventuras de la dialctica de la dependencia, y en la respuesta de Marini, Las razones
del neodesarrollismo, ambos publicados en la Revista Mexicana de Sociologa, nmero
extraordinario.
26
Jaime Osorio Biopoder y biocapital. El trabajador como moderno homo sacer. Ah
critico el planteamiento sobre el biopoder formulado por Giorgio Agamben en Homo sacer. El
poder soberano y la nuda vida, donde retoma los sealamientos de Foucault sobre el tema.
27
Abordaremos estos temas ms adelante.
28
La caracterizacin de este ltimo patrn se hace en el captulo ix de este libro.
Karl Popper, vase La miseria del historicismo. Y Max Weber, Ensayos sobre metodo-
loga sociolgica.
Nocin formulada por Edgar Morin, aunque no con el carcter empirista que aqu le
atribuimos para diferenciarla de la nocin de totalidad. Vase su Introduccin al pensamiento
complejo.
Vase su Crtica de la razn pura.
La Ilustracin y su crtica posmoderna son dos caras de la modernidad, al decir de Carlos
Prez Soto. Vase Desde Hegel. Hacia una crtica radical de las ciencias sociales. Sobre el
mismo tema, vase de Nietzsche, La gaya ciencia; de Foucault, Estrategias de poder, vol. ii,
en particular el captulo 8 La verdad y sus formas jurdicas, puntos i y ii, pp. 169-202.
Para una exposicin del hacerse mundo y complejizacin del capital, con nfasis en
su aspecto poltico, remitimos al texto El despliegue poltico del capital, en G. valos y
Joachim Hirsch, La poltica del capital, primera parte, cap. ii, pp. 57-127.
de este libro. Tambin puede verse, de Jaime Osorio, El Estado en el centro de la mundia-
lizacin. La sociedad civil y el asunto del poder, en particular el captulo vi.
Su formulacin correspondi a Walt Whitman Rostow. Vase Las etapas del crecimiento
econmico.
11
Fernand Braudel, La dinmica del capitalismo, pp. 88-93.
En esta lnea vale la pena consultar materiales clsicos que desde Amrica Latina
12
critican a las teoras del desarrollo. Por ejemplo, vase, de Osvaldo Sunkel y Pedro Paz, El
subdesarrollo latinoamericano y la teora del desarrollo, en particular los captulos i, ii, iv y
v de la tercera parte La teora del desarrollo econmico. Tambin de Andr Gunder Frank,
Amrica Latina: subdesarrollo o revolucin, en especial el inciso 2 del captulo ii: Sociologa
del desarrollo y subdesarrollo de la sociologa: un examen del traje del emperador.
13
Vase El moderno sistema mundial (tres tomos). El primero fue editado en 1979.
3. Unitas multiplex
Lo anterior nos remite a lo sealado por Edgar Morin, quien indica que
el pensamiento simplificante es incapaz de concebir la conjuncin de
lo uno y lo mltiple (unitas multiplex) pues o unifica abstractamente
14
Esta debilidad terica y conceptual del planteamiento de Wallerstein y la presencia de
un cierto sesgo empirista (datos sin claros referentes tericos) lo emparentan con su maes-
tro Fernand Braudel, como seala Jean Chesneaux en Hacemos tabla rasa del pasado?,
pp.149-150, y Romano Ruggiero en Braudel y nosotros, p. 13.
15
Immanuel Wallerstein, Comentarios sobre las pruebas crticas de Stern, Revista
Mexicana de Sociologa, p. 341.
16
Que no es ajena a la idea de que todo est establecido, a su vez, en el libro El capital
de Marx.
17
Edgar Morin, Introduccin al pensamiento complejo, p. 30.
18
Ibid., p. 144.
Esto puede expresarse as: todas las naciones forman parte de un mismo
planeta y son responsables de lo que acontece en l. La defensa del Ama-
zonas es responsabilidad de todos, as como la proteccin de la capa de
ozono o de determinadas especies animales. Las diferencias de desarrollo
entre las naciones slo son significativas para decidir quines aportan
ms y quines menos recursos, o quines son ms o menos responsables
frente a los problemas detectados. Las responsabilidades para la defensa
de la casa comn son compartidas.22
22
Un enfoque desde esta perspectiva lo constituye el exitoso libro Los lmites del creci-
miento, de D. H. Meadows, D. L. Meadows, J. Randers y W. W. Behrens III.
23
Argumentos en esta lnea fueron vertidos aos atrs para criticar a la teora de la
dependencia: las naciones siempre necesitan algo de otras; todas son mutuamente depen-
dientes. Por tanto, por qu slo atribuir la condicin dependiente a determinadas naciones
o regiones? Estamos en un mundo interdependiente, se dice.
24
La corriente marxista dentro de la teora de la dependencia puede ubicarse en esta
posicin. Para un examen ms pormenorizado del tema, remitimos a los captulos iv y v de
este libro.
25
En el lenguaje braudeliano, el acontecimiento es un segmento de tiempo que se aproxi-
ma a lo que aqu llamamos coyuntura, en tanto esta ltima es para el historiador francs
un segmento de tiempo intermedio. Vase F. Braudel, La historia y las ciencias sociales, en
particular el punto 3 La larga duracin.
26
Conservo el recuerdo de una noche, cerca de Baha, en que me encontr envuelto
por un fuego de artificio de lucirnagas fosforescentes; sus plidas luces resplandecan,
se apagaban, refulgan de nuevo, sin por ello horadar la noche con verdaderas claridades.
Igual ocurre con los acontecimientos: ms all de su resplandor, la oscuridad permanece
victoriosa, Fernand Braudel, La historia y las ciencias sociales, p. 27. Esta es una de las
ms esclarecedoras imgenes que ilustran el significado que Braudel otorga a la larga
duracin.
27
Jean Chesnaux, por ejemplo, critica la visin braudeliana de la larga duracin a la
que considera una historia de masas pasiva y despolitizada. En este tipo de estudios se
acumularn las informaciones sobre la alimentacin en el sigloxvii, pero el lector apenas
sabr quin come bien y quin come mal, ni por qu, ni el papel del hambre y de la saciedad
en el equilibrio de las fuerzas polticas, y en las luchas de clases. Vase, de J. Chesneaux,
op. cit., pp. 149-150 (cursivas en el original). Criticando a la Escuela de los Annales, Ches-
naux agrega que la larga duracin es poltica; no es, pues, continua ms que en apariencia,
puesto que va a dar siempre a lo discontinuo, a las mutaciones profundas y las sacudidas
brutales. Ibid., p. 151.
La realidad constituye una entidad que posee diversas capas que pueden
ir de las ms profundas u ocultas a las ms visibles o de superficie. A estos
distintos espesores de la realidad y a su manera diversa de interpelar se
refiere Marx cuando seala que muchos fenmenos se hacen visibles a los
observadores al revs de como operan en los niveles ms profundos.28
Los niveles estn imbricados, siendo los ms profundos los de es-
tructura, ah donde se condensan las relaciones sociales de produccin,
desde donde la lgica del capital articula y organiza la vida social y le da
su sentido de acuerdo con lo que hemos analizado en el primer punto de
este captulo. Por ello el conocimiento de esta lgica es indispensable para
enfrentar el anlisis de los niveles ms concretos y sus mltiples deter-
minaciones, lo que reclama nuevos desarrollos tericos para comprender
sus movimientos y sus distorsiones.29
En su despliegue la historia humana es heterognea: del ritmo casi
regular y homogneo que puede predominar en largos periodos, se puede
pasar a la arritmia y a la convulsin social en otros tiempos, que en muchos
casos propicia el derrumbe de estructuras y el surgimiento de nuevas for-
mas de convivencia social. La historia, por tanto, no es una simple sucesin
continua, sino que presenta mayores o menores discontinuidades.
El tiempo social, aquel que es definido por los ritmos de la vida social,
entonces, no es el simple tiempo cronolgico: rtmico y homogneo. Por el
contrario, presenta condensaciones en donde lo que tenda a suceder en
aos o dcadas de pronto irrumpe de manera concentrada. En tanto la
realidad social es contradictoria porque slo es posible producir riqueza a
condicin de generar cada vez ms pobreza y haciendo de la condicin de
vida del trabajo una condicin de muerte para los que trabajan, termina
erupcionando y acelerando la marcha del tiempo social.
En esta dimensin el tema del sujeto alcanza mayor sentido: los
niveles profundos, donde se condensan las relaciones sociales, generan
clases sociales, agrupamientos humanos que se diferencian entre s por la
capacidad de explotacin y de dominio de unas sobre otras, las que alcan-
28
Al capitalista, en la competencia, todo se le presenta cabalmente al revs. As, por
ejemplo, la ganancia se le aparece como una fuente de ingreso independiente del trabajo.
K. Marx, Teoras sobre la plusvala, t. ii, p. 57.
29
Por ejemplo, que la plusvala se trastoque en ganancia, la que oculta la explotacin.
Comentario final
Ms sobre estos temas puede verse en Jaime Osorio, Fundamentos del anlisis social.
30
razonado, o a lo producido o especulado por la pura razn. Jacobo Muoz y Julin Velarde
(eds.), Compendio de epistemologa, p. 456.
La corriente filosfica posmodernista considera agotadas las formulaciones de la mo-
dernidad tales como la confianza en la ciencia y en la razn como medios para conocer la
naturaleza y organizar la vida social y que conciben a la historia como un proceso continuo
que tiende al progreso, y al sujeto como encarnacin de metas trascendentales. En general, la
crtica del posmodernismo a esa filosofa se sintetiza en la declaracin del fin de los grandes
relatos (progresistas y/o emancipatorios).
Vase Slavoj Zizek, Multiculturalismo, o la lgica cultural del capitalismo multinacio-
nal, en Fredic Jameson y Slavoj Zizek, Estudios culturales. Reflexiones sobre el multicultu-
ralismo.
En el posmodernismo existe una vertiente desconstruccionista y textualista
derivadade la vulgarizacin de los planteamientos de Jacques Derrida que se difunde parti-
cularmente desde la lectura que se hace de la obra de este pensador en Estados Unidos y su
traslado a Amrica Latina principalmente por medio de los estudios culturales. Pero en los
escritos del propio autor argelino-francs se encuentran planteamientos de donde abreva el
posmodernismo. De ah que tambin se ubique a Derrida entre los autores que han insistido
en la necesidad de salir de la tradicin filosfica moderna, por lo que sus posiciones resultan
afines a la sensibilidad posmoderna. Nicola Abbagnano, Diccionario de Filosofa, p. 839.
son las trabas para un mayor desarrollo tecnolgico?, etctera, y sobre todo
cul es la explicacin de que las cosas sean as y no de otro modo? No se
trata simplemente de tomar nota que en otras partes las cosas suceden
de otra forma y de ah derivar que nuestra regin tambin podra hacerlo
igual. En pocas palabras, tras las innumerables cifras y recomendaciones
se elude enfrentar el problema histrico referido, es decir, por qu la econo-
ma y la sociedad funcionan en esta parte del mundo de una determinada
manera y no de otra (o como desearamos que funcionaran).
Ms all de la inmediatez emprica de una regin dibujada en un
mapa o del cmulo de estadsticas contenidas en los compendios, Amrica
Latina slo existe como problema en tanto construccin gestada a partir
de ciertos interrogantes que nos formulamos. Por ejemplo, por qu so-
mos subdesarrollados?, somos periferia?, por qu?, qu nos constituye
en una economa dependiente?, qu consecuencias internas propician
estos procesos?, por qu participamos de determinadas maneras en la
divisin internacional del trabajo?, cules son esas maneras?, por qu
la democracia es breve y frgil en la historia regional?, es cierto que el
Estado-nacin an no termina de constituirse en la regin?, es posible que
podamos funcionar de modo semejante a como funcionan otras regiones?,
existe alguna lgica que estructure y le d sentido a los movimientos de
la economa, de la poltica, de la cultura regional? Plantearnos este tipo
depreguntas implica abandonar el supuesto de la regin como un objeto
dado y, por el contrario, asumirla como un asunto problemtico, que re-
clama preguntas y respuestas que debern ser abordadas en el trabajo
de investigacin.
Es evidente que estas interrogantes suponen teoras. Cmo podra
emerger la pregunta de si somos o no periferia si desconocemos nociones
como la de un sistema mundial capitalista y la del papel diferenciado de
las regiones en los procesos de acumulacin-desacumulacin de valor, lo
que lleva a hablar de centros y periferias?, cmo podramos hablar de
procesos si no contamos con alguna teora que nos indique tendencias,
sentidos, orientaciones? Estas teoras funcionan como cartografas:
nos ofrecen puntos de referencia para orientarnos en nuestras investi-
gaciones.
Vase, por ejemplo, Jaime Osorio, Una cartografa para redescubrir Amrica Latina.
Se podr indicar que estos son juicios a priori, enunciados que se deben
abandonar para hacer investigacin. Cabra sealar que no hay forma
alguna de abandonarlos y que el problema es ms bien hacerlos explci-
tos, no ocultarlos, o creer que los podemos desaparecer como lo supone
el positivismo: su propia idea de que el objeto de investigacin preexiste
con independencia del sujeto que conoce y que interroga constituye un
a priori que atraviesa todas las dimensiones de su propuesta en torno a
qu y cmo conocer.
As podemos comprender el desprecio terico (y filosfico) que actual-
mente campea en los mbitos universitarios alentado por el positivismo.
Para qu perder tiempo en especulaciones tericas o filosficas cuando
de lo que se trata es de ir a la realidad ya constituida, ya preexistente?
Pero ni las sofisticaciones estadsticas y modelsticas, ni la acumulacin
de datos sin ton ni son, tan caros al positivismo, resuelven las insufi-
ciencias tericas. Las estadsticas no hablan por s solas; siempre sern
necesarias teoras no slo para formular preguntas sino para construir
informacin y para analizarla.
Evitemos equvocos. No critico el uso de estadsticas, matemticas o modelos matem-
ticos sino la creencia positivista de que estos recursos resuelven la ausencia de teorizacin y
constituyen la garanta de cientificidad. Los egresados de economa, por ejemplo, terminan
siendo ms ingenieros (ingenieros comerciales, se les llama en Chile) que economistas.
Las definiciones en torno a la pobreza y la miseria, por ejemplo, son hoy objeto de fuertes
discusiones tericas, no slo estadsticas, para sealar las fronteras en donde comienza una
y termina la otra. Lo mismo podra sealarse respecto a los indicadores de democratizacin.
Cualquier indicador estar atravesado por una teora, sea en referencia a la pobreza, a la
democracia, etctera, y no es de extraar que existan muchas y controvertidas posiciones.
El propio Lyotard seala que los grandes relatos se han tornado poco viables. Estamos
tentados de creer, pues, que hay un gran relato de la declinacin de los grandes relatos.
J.F. Lyotard, La posmodernidad, p. 40 (cursivas mas).
10
Jean-Franois Lyotard, La condicin posmoderna, p. 109.
11
Entre las posturas irracionalistas radicales podramos citar a los sofistas. Entre ellos
se generalizan y extienden, como actitudes intelectuales, tanto el relativismo (no hay verdad
absoluta) como el escepticismo (si hay verdad absoluta, es imposible conocerla). En Jacobo
Muoz y Julin Velarde (eds.), Compendio de epistemologa, p. 365. Ah se establece la
distincin entre el irracionalismo epistemolgico, que postula que la razn no puede cono-
cer lo real (o slo en parte), por lo que a lo real se accede por va de otros conocimientos
diferentes a los de la razn como la intuicin o el corazn, posicin en la que se ubica el
posmodernismo, y el irracionalismo metafsico, que seala el carcter absurdo e insensato
de la realidad. Ibid., pp. 365-367.
12
El asunto de la totalidad es desarrollado ms extensamente en el captulo ii de este
libro.
13
Vase, de Eduardo Grner, El retorno de la teora crtica de la cultura: una introduccin
alegrica a Jameson y Zizek, en Fredric Jameson y Slavoj Zizek, op. cit., p. 57. Quedarnos
15
Con argumentos tan simples como aducir la presencia de focos de pobreza en Nueva
York o Pars y la de enclaves de riqueza en Hong Kong o Manila, Michael Hardt y Antonio
Negri refutan en Imperio, la pertinencia de seguir hablando de periferias y centros. En el
captulo vi del libro El Estado en el centro de la mundializacin. La sociedad civil y el asunto
del poder, critico esta posicin.
Daniel Bensaid, Teoremas de la resistencia a los tiempos que corren, p. 34. Bensaid
17
define el mediano plazo como el tiempo poltico por excelencia, y agrega que en la con-
juncin de los tiempos sociales desajustados, la temporalidad poltica es precisamente la
del mediano plazo, entre el instante fugitivo y la eternidad inalcanzable. Idem.
18
Alex Callinicos, refirindose particularmente a Francia, seala que la odisea poltica
de la generacin de 1968 es crucial para entender la difundida aceptacin de la idea de una
poca posmoderna en los aos ochentas. Es sta la dcada en que los radicales de los aos
sesenta y setenta [] haban perdido toda esperanza en el triunfo de la revolucin socialista
y a menudo haban dejado de creer incluso que una revolucin semejante fuese deseable,
Contra el posmodernismo, p. 316.
19
En las revoluciones cientficas hay tanto prdidas como ganancias y los cientficos
tienen una tendencia peculiar a no ver las primeras. Thomas S. Kuhn, La estructura de
las revoluciones cientficas, pp. 257-258.
21
Carlos Altamirano (director), Trminos crticos de la sociologa de la cultura, p. xii. La
cita indica la visin de Mannheim sobre los estudios culturales.
22
Nstor Garca Canclini, De cmo Clifford Geertz y Pierre Bourdieu llegaron al exilio,
en Diferentes, desiguales y desconectados. Mapas de la interculturalidad.
23
Y que de diversas maneras retoma los aportes de Gramsci, Lukcs, Benjamin, Adorno,
Sartre y Marcuse, entre otros.
24
Elas Palti, Desconstruccionismo, Carlos Altamirano (director), Trminos crticos de
sociologa de la cultura, p. 63.
sea posible conocer, la propia idea de verdad queda como un asunto no-
epistmico, o bien como un no-problema. Por ello Rorty seala: si recojo
lo que algunos filsofos han dicho sobre la verdad, es con la esperanza
de desalentar al que se siga prestando atencin a este tema ms bien
estril.32
Una consecuencia de este proceso ha sido la literaturizacin del discurso
en ciencias sociales, que al hacerse autorreferencial, sin las constriccio-
nes de un algo ms all del texto, ha propiciado el desdibujamiento de
las fronteras entre literatura y ciencias y entre literatura y filosofa.33
Desde la lgica del posmodernismo desconstruccionista, la teora pierde
significacin. Importa ms la esttica del discurso que el rigor epistmico
y conceptual, que ahora es asumido como barrera a la libertad creativa.
As, Amrica Latina termina siendo asumida primordialmente como parte
de un juego de lenguaje.
7. La devaluacin de la filosofa
32
R. Rorty, op. cit., p. 23.
33
Richard Rorty defiende esta postura en Ensayos sobre Heidegger y otros pensadores
contemporneos, segunda parte, pp. 125-182. No desconocemos que la filosofa puede hacer
uso de recursos literarios y la literatura de recursos filosficos. Ah est, por ejemplo, la
produccin de Jorge Luis Borges. Pero esto no supone desconocer las particularidades de
cada quehacer. Es claro que strictu sensu Borges no es filsofo.
34
Jacobo Muoz y Julin Velarde, op. cit., p. 369.
35
Los posmodernistas no terminan de entender que contingencia, discontinuidad, parte,
etctera, constituyen expresiones de una realidad que necesariamente contiene la otra dimen-
sin que con esos trminos ellos mismos pretenden negar (necesidad, continuidad, totalidad,
etctera).
A modo de conclusin
Introduccin
1. La mirada convergente
En referencia a la economa, vase de Walt Whitman Rostow, Las etapas del creci-
miento econmico, y a la sociologa, de Gino Germani, Poltica y sociedad en una poca en
transicin.
Antes y despus de su paso por la cepal, Prebisch, Pinto y Furtado producen nume-
rosas obras relevantes. Del primero puede verse El capitalismo perifrico; de Pinto, parte
de su obra se puede ver en la compilacin Amrica Latina: una visin estructuralista, con
una lcida presentacin de Jos Valenzuela Feijo. Furtado tiene tambin una enorme
produccin; vase, en particular, La economa latinoamericana. Desde la conquista ibrica
hasta la Revolucin Cubana.
Vase, de Octavio Rodrguez, La teora del subdesarrollo de la cepal.
del ilpes desde 1966, trabajo en el que los elementos externos einternos se
imbrican para dar lugar a la situacin de dependencia, lo que implica un
paso adelante en la indagacin sobre las particularidades del capitalismo
latinoamericano y su atraso.
Cardoso y Faletto distinguen dos formas en que las economas latinoa-
mericanas se insertaron en el mercado mundial durante el siglopasado,
dando vida, a su vez, a propuestas de solucin diversa a los problemas del
desarrollo y sobre las posibilidades de acuerdos entre las clases sociales
locales.
Ellos establecen la distincin entre economas de enclave y economas
de control nacional. En las primeras los principales rubros de exportacin
estn en manos del capital extranjero. Esto favorece que la mayor parte
del excedente salga del pas y obstaculiza la expansin de las actividades
econmicas internas, as como la consolidacin del Estado nacional, de la
burguesa y de las llamadas clases medias. En las segundas los grupos
locales controlan los principales rubros de exportacin, lo cual permite
mayores posibilidades de expansin y diversificacin de la economa y de
las clases sociales y que el Estado asuma con mayor fuerza su carcter
de Estado-nacin.
Para Cardoso y Faletto,
[...] lo econmico est presente slo como un marco muy general, a partir del
cual se desarrolla un anlisis esencialmente sociolgico; [esto es,] que lo eco-
nmico importa slo en cuanto define los patrones estructurales, mientras el
estudio se centra en la accin de los distintos grupos tomados desde el punto
de vista sociolgico [lo que] no permite revelar en toda su complejidad la gama
intrincada de la accin de los diversos grupos y clases sociales que actan en
funcin de intereses econmicos objetivos, cuya imposicin exige la lucha por
la hegemona poltica.
Vase Osvaldo Sunkel y Pedro Paz, El subdesarrollo latinoamericano y la teora del
desarrollo, p. 46.
10
El desarrollo y el subdesarrollo econmico son las caras opuestas de la misma moneda.
Ambos son el resultado necesario y la manifestacin contempornea de las contradicciones
internas del sistema capitalista mundial. Andr Gunder Frank, Capitalismo y subdesarrollo
en Amrica Latina, p. 21. La versin en ingls de este libro fue publicada en 1967.
11
Pedro Paz, El enfoque de la dependencia en el desarrollo del pensamiento econmico
latinoamericano.
12
F.H. Cardoso, Notas sobre el estado actual de los estudios de la dependencia.
[...] los datos recogidos chocaban con los cuadros de referencia ideolgica, pero
tambin porque en la poca de las encuestas, despus de la renuncia de Janio
Quadros, las condiciones polticas del pas [Brasil] haban agudizado la lucha
de clases. Parte considerable del empresariado nacional conspiraba claramente
con los grupos extranjeros, se organizaba polticamente y se enfrentaba a un
sindicalismo nacional populista y a un gobierno de la burguesa nacional. En
aquellos aos agrega Cardoso resuma la conclusin a que llegara sobre
la inviabilidad del desarrollo nacional burgus, diciendo que marchbamos
hacia un subcapitalismo.13
13
Ibid., p. 95.
14
A. Gunder Frank, op. cit., p. 6.
17
Dos Santos afirma que el estudio del desarrollo del capitalismo en los centros hege-
mnicos dio origen a la teora del colonialismo y del imperialismo. El estudio del desarrollo
de nuestros pases debe dar origen a la teora de la dependencia (en Imperialismo y depen-
dencia, cap. xv, Hacia un concepto de dependencia, p. 301). Vase tambin F.H. Cardoso,
Notas sobre el estado actual de los estudios de la dependencia.
18
Este es un lmite objetivo en la visin que poda ofrecer la cepal en tanto organismo
que se sostiene por recursos provenientes de los gobiernos regionales y del mundo impe-
rial. Lo mismo podra decirse respecto a la investigacin que hacen organismos regionales
como el Banco Interamericano de Desarrollo (bid) y otros.
19
Enrique Dussel, Hacia un Marx desconocido. Un comentario de los Manuscritos del
61-63, cap. 15.
20
Por ello Marini seala, en relacin con El secreto del intercambio desigual, que
llegado al punto de la transferencia de valor ya no nos basta con seguir manejando simple-
mente la nocin de intercambio entre naciones, ya que en el marco de este intercambio,
la apropiacin del valor realizado encubre la apropiacin de una plusvala que se genera
mediante la explotacin del trabajo en el interior de cada nacin, por lo que es hacia
laesfera de la produccin interna hacia donde se debe desplazar el enfoque. Dialctica
dela dependencia, p. 37.
21
Para una exposicin de estos debates, vase Assadourian, Cardoso et al., Modos de
produccin en Amrica Latina.
22
Existe una nueva edicin en Grijalbo-Conaculta, Mxico, 1993.
23
Vase Capitalismo y subdesarrollo en Amrica Latina, y Sociologa del desarrollo y
subdesarrollo de la sociologa: un examen del traje del emperador, publicado en ingls en
1969.
26
Vase Theotonio Dos Santos, Imperialismo y dependencia, que rene sus principales
trabajos de la dcada de 1960 en adelante.
27
Publicado en junio de 1965 en el diario mexicano El Da. Una versin corregida se
encuentra en el libro Sociologa y subdesarrollo.
estructura de la dependencia.
32
La obra anterior de Marini no es ajena a los lmites del periodo precedente. Vase en
particular Subdesarrollo y revolucin.
33
En esta lnea debe incluirse tambin su ensayo El ciclo del capital en la economa
dependiente, publicado en Mercado y dependencia, con 1979.
34
Vase Ruy Mauro Marini, Plusvala extraordinaria y acumulacin de capital.
38
Vase al respecto la parte ii de Dialctica de la dependencia y el inciso iii de Las
razones del neodesarrollismo, pp. 85-99. As como el Addendum ya mencionado del pre-
sente libro.
39
Lo principal de su obra se puede consultar en www.Marini-escritos.unam.
40
En el captulo vi de este libro me refiero ampliamente a la influencia que ejerci la etapa
contrainsurgente en el olvido de los planteamientos de los tericos de la dependencia por
parte de la academia latinoamericana.
41
Desde antes del golpe militar algunos de los ms importantes tericos de la depen-
dencia haban iniciado un camino que los apartaba de los temas centrales propuestos a
debate. Andr Gunder Frank, por ejemplo, ya haba publicado La dependencia ha muer-
to, viva la dependencia y la lucha de clases como apndice de su libro Capitalismo y
42
La produccin terica de autores marxistas que aqu calificamos como endogenistas
es amplia y variada. En Mxico destacan los trabajos de Enrique Semo y de Ren Zavaleta
Mercado, boliviano exiliado durante un largo periodo en este pas. Vania Bambirra ya
realiz una extensa crtica a los planteamientos de Semo en Teora de la dependencia: una
anticrtica. El planteamiento de Cueva es el ms profundo dentro de esta corriente y por
ello nos detendremos en l.
5. La crtica neodesarrollista
Conclusiones
44
Tras cortas estadas en Chile y en Francia luego del golpe militar en Brasil en 1964,
Cardoso regresa a Brasil donde crea el Centro Brasileiro de Analise e Planeamiento (cebrap),
que se transforma al poco tiempo en uno de los institutos de ciencias sociales ms productivos
del continente. Se adscribe al Movimiento Democrtico Brasileo (mdb), organizacin poltica
de centro con actividad destacada en los procesos polticos tendientes a democratizar el pas.
En 1982 ocupa el cargo de senador por el Estado de Sao Paulo, participa activamente en la
Asamblea Constituyente que elabora la nueva Constitucin promulgada en 1988 y funge como
dirigente del Partido Social Demcrata Brasileo (psdb), organizacin disidente del pmdb. En
1992 asume la cartera de Relaciones Exteriores y al ao siguiente la de Hacienda, durante
el gobierno de Itamar Franco, quien sucede a Fernando Collor de Mello, que se ve obligado
a abandonar la presidencia del pas debido a acusaciones de corrupcin. Posteriormente
Cardoso llega a la Presidencia de Brasil en la que es reelegido y termina su mandato con
fuertes crticas del centro y de la izquierda por haber encabezado una gestin orientada por
polticas neoliberales. Le sucedi en el cargo Luiz Inacio Lula da Silva en enero de 2003.
Introduccin
1. La relacin centro-periferia
11
Este es uno de los argumentos principales de Michael Hardt y Antonio Negri en Imperio,
p. 307.
12
Ibid., p. 14.
13
Por ejemplo, entre 1976 y 1997 Amrica Latina tribut a otras regiones poco ms de
dos millones de millones en concepto de transferencia de excedentes [] con el pago de ser-
vicios de la deuda, prdidas por intercambios, fuga de capitales, utilidades netas remitidas,
errores y omisiones. John Saxe-Fernndez y James Petras, Globalizacin, imperialismo y
clase social, pp. 111-112.
14
El pib per cpita mundial era de 2 mil 114 dlares en 1950 y pas a 5 mil 709 dlares
en 1998. Mientras en Europa Occidental en este lapso pasa de 4 mil 594 a 17 mil 921 dlares
y en Estados Unidos, Australia, Nueva Zelandia y Canad lo hace de 9 mil 288 a 26 mil
146 dlares per cpita, en Amrica Latina y el Caribe slo se eleva de 2 mil 544 a 5 mil 795
dlares. cepal, Globalizacin y desarrollo, p. 79.
15
Es la misma imagen que se utiliza en el campo de las comunicaciones: una red inde-
terminada, sin centros, en donde simplemente circula informacin. Vase, por ejemplo, de
Manuel Castells, La era de la infomacin. Nada se dice del peso en la generacin y decisin
de lo que es noticia de los centros hegemnicos.
16
Estados Unidos cuenta con 45% de las mayores empresas transnacionales, seguido
de Europa occidental con 28% y Asia (particularmente Japn) con 18% . Entre los 10
principales bancos del mundo, Estados Unidos controla 60%, Europa 30 y Japn 10%.
Financial Times, 27 de mayo 2004. Citado en James Petras, La base econmica del poder
imperial, La Jornada, Mxico, 21 de agosto de 2004.
17
Vanse al respecto los incisos 5 y 6 del presente captulo, as como el inciso 3 del captulo
iv del presente libro.
18
La gestacin de una soberana supranacional sin fronteras, sin centros, desterritoria-
lizada, es la novedad del imperio que imaginan Hardt y Negri, y lo necesario para una
propuesta poltica que reivindica la multitud nmada, en xodo. La idea de Estados-nacin
se presenta como un obstculo para las batallas que se dirimirn en el no-lugar.
22
Aprovechar las ventajas comparativas en el comercio internacional constituye hoy
una de las justificaciones para impulsar el nuevo patrn exportador de especializacin
productiva en la regin. En la historia se repite como comedia lo que fue una vieja tragedia,
al decir de Marx.
23
Ral Prebisch, Estudio Econmico de Amrica Latina, 1949, p. 49.
24
Estas constituyen a juicio de Octavio Rodrguez dos de las versiones cepalinas
la de los ciclos y la contable de la tesis del deterioro en los trminos de intercambio.
Existe una tercera industrializacin, que afirma que la inexistencia de un sector in-
dustrial en la periferia limita la oferta de empleos, lo cual propicia el aumento del exceso
de trabajo enlos sectores primario y terciario, con los consecuentes efectos negativos en la
productividad y en los salarios, todo lo cual obstaculiza la elevacin de la productividad y
la expansin del mercado interno. Vase, Octavio Rodrguez, La teora del subdesarrollo de
la cepal. Vale sealar contra la formulacin prebischiana que en el mundo central los
salarios ms elevados no se explican en lo sustancial porque los trabajadores estn mejor
organizados, sino como consecuencia de factores estructurales de otra naturaleza, como la
mayor productividad y la apropiacin de valores que realiza el capital desde la periferia.
Los peores salarios en la periferia se explicaran tambin de ese modo y no como efecto de
la falta de organizacin.
3. La nocin de dependencia
explotar ms a los obreros sin superexplotarlos, elevando la productividad del trabajo pero
no la intensidad ni la duracin de la jornada laboral en las ramas productoras de bienes
salarios, lo que permite reducir el tiempo de trabajo necesario. Superexplotar la fuerza de
trabajo es entonces explotarla ms de una manera particular: violando el valor de la fuerza
de trabajo, lo que conduce a poner en entredicho la vida de los trabajadores.
26
Marini afirma que el fundamento de la dependencia es la superexplotacin del traba-
jo. Dialctica de la dependencia, p. 101. Debe llamarse la atencin en que en este tipo de
afirmaciones se pone de manifiesto que la dependencia es fundamentalmente un fenmeno
interno.
27
El actual patrn de reproduccin del capital exportador de especializacin productiva
en Amrica Latina tiende a acentuar esta vieja tendencia estructural del capitalismo de-
pendiente. Vase el captulo ix de este libro.
28
K. Marx, El capital, t. i, p. 440 (cursivas mas). Marx reitera esta idea cuando indica:
Sabemos que el valor diario de la fuerza de trabajo se calcula tomando como base una
determinada duracin de vida del obrero, ibid, p. 451 (cursivas mas).
29
Bajo la forma del discurso de un obrero a un capitalista, Marx plantea esta situacin:
Calculando que el periodo normal de vida de un obrero medio que trabaje racionalmente
es de 30 aos, tendremos que el valor diario de mi fuerza de trabajo, que t me abonas un
1 1
da con otro, representa a , o sea de su valor total. Pero si dejo que la
365 30 10950
1 1
consumas en 10 aos y me abones en vez de de su valor total, resultar
10950 3650
que slo me pagas 1/3 de su valor diario robndome, por tanto, 2/3 diarios del valor de mi
mercanca. Es como si pagases la fuerza de trabajo de un da empleando la de tres. Marx,
El capital, p. 180.
30
Hasta cierto punto cabe compensar el desgaste mayor de la fuerza de trabajo que
necesariamente supone toda prolongacin de la jornada aumentando al mismo tiempo la
remuneracin. Pero, rebasado ese punto, el desgaste crece en progresin geomtrica, des-
truyendo al mismo tiempo las condiciones normales de reproduccin y de funcionamiento
de la fuerza de trabajo. C. Marx, El capital, t. i, p. 441 (cursivas mas).
31
Al intensificar el trabajo, el capital impone [] un desgaste mayor de trabajo durante
el mismo tiempo, una tensin redoblada de la fuerza de trabajo, tupiendo ms densamente
los poros del tiempo de trabajo, es decir, obligando al obrero a condensar el trabajo en un
grado que slo es posible sostener durante una jornada de trabajo corta. C. Marx, El capital,
t. i, pp. 336-337 (cursivas en el original).
32
Para un anlisis ms completo de estos problemas, vanse el apartado ii de Dialctica de
la dependencia (En torno a Dialctica de la dependencia); la polmica de Marini con Fernan-
do Enrique Cardoso y Jos Serra, en Revista Mexicana de Sociologa, ao xl, vol. xl, nmero
extraordinario, y mi resea crtica en el Addendum a la Tercera parte del presente libro.
37
Como las disputas entre los grupos econmicos del interior y los del litoral, en el caso
argentino, o entre las diferentes provincias de Brasil. En Chile, el temprano acuerdo entre
las oligarquas exportadoras, minera en el norte y agrcola en el centro, permiti la rpida
cristalizacin del Estado-nacin en la primera mitad del sigloxix.
Esa oligarqua agraria argentina han hecho valer sus prerrogativas en los enfrentamien-
38
Conclusin
Lo hasta aqu expuesto pone de manifiesto que las teoras del subdesarrollo
y de la dependencia ofrecen un corpus terico de enorme actualidad para
encarar el estudio de los procesos econmicos y sociales en Amrica Latina.
La radicalidad de estas teoras, sin embargo, excluye las propuestas que
creen posible contemporizar con el capitalismo existente, sea para hacerlo
menos salvaje y depredador, sea para esperar que las clases dominantes
se civilizen y mejoren las condiciones de vida de los trabajadores.
2. Supuestos en El capital
C. Marx, El capital, t. i, p. 251 (segundas cursivas mas).
Ibid., p. 120 (primeras cursivas mas).
En el plan esbozado por Marx al final de la Introduccin de 1857. Vase, Grundrisse,
pp. 29-30.
Son el libro del capital, el de la propiedad de la tierra, el del trabajo asalariado, el del
Estado, el del comercio exterior y el del mercado mundial y las crisis.
R. Rosdolsky, Gnesis y estructura de El capital de Marx, p. 69.
C. Marx, El capital, t. iii, p. 235 (cursivas mas).
Gerardo valos Tenorio y Joachim Hirsch, La poltica del capital, p. 83.
10
Vanse los puntos 1 y 2 de este Addendum.
11
Temas que hemos abordado en los captulos iv y v del presente libro.
12
En el sistema mundial se reparte de modo desigual la soberana, lo que da lugar a la
existencia de Estados soberanos y Estados subsoberanos, como plante Gerardo valos en
el comentario que hizo en la presentacin de mi libro El Estado en el centro de la mundia-
lizacin. La sociedad civil y el asunto del poder.
ese nivel ya se cuenta con los presupuestos tericos para analizar la his-
toria real y concreta, como afirma valos, dentro de esos presupuestos
tericos no pueden dejar de estar presentes nociones como capitalismo
imperialista y capitalismo dependiente, o cualquier otra que d cuenta de
la heterogeneidad del sistema mundial construido por el capital, as como
de la capacidad de unas regiones de apropiarse va intercambio desigual
o deterioro en los trminos de intercambio, del valor producido en otras
regiones y de la necesidad de generar modalidades de reproduccin de
capital que impliquen acumulacin en unos casos y desacumulacin en
otros. Todos estos problemas reclaman herramientas tericas especficas
que permitan explicarlos en su respectivo nivel de abstraccin y no, como
bien seala valos, en el del capital en general.
Creo que el malestar que le inspiran a valos nociones como periferia
o superexplotacin refleja la dificultad de pensar en las particularidades
del capital en niveles menos abstractos y la necesidad de contar con con-
ceptos que permitan dar cuenta de los procesos. Esta ltima en particular
implica reconocer diferencias de capitalismos en el sistema mundial13 y
remite al capitalismo dependiente.
que no obstante aludir a una gran verdad no nos permite avanzar un pice en la comprensin
de los fenmenos que describen.
14
Remitimos nuevamente al captulo v de este libro.
15
Como sostiene Valenzuela Feijo: Qu sucede cuando vg el salario real de tenden-
cia se cae? [] Tenemos que hablar aqu de sobreexplotacin? En nuestra opinin, no lo
debemos hacer. Lo que s corresponde es hablar de un descenso en el valor de la fuerza de
trabajo, de una redefinicin hacia abajo, y por la va de la reduccin salarial, de ese valor.
Sobreexplotacin y dependencia, p. 113 (ltimas cursivas mas). El camino de Marx va en
la direccin contraria a la que postula Valenzuela Feijo. No es el salario el criterio para
determinar el valor. Si as fuese, no se entiende todo el esfuerzo de Marx para ir ms all
del mundo inmediato donde los valores se trasfiguran en precios y el valor de la fuerza de
trabajo en salario y porqu es necesario incluso construir una teora del valor. Aquello no slo
no tiene nada que ver con Marx, sino que ni siquiera con la economa clsica premarxista.
16
Valenzuela Feijo nuevamente se equivoca al afirmar que Marini sostendra lo con-
trario (ibid., p. 109). Su base es una frase aislada tomada del post scriptum que acompaa
a Dd, que dice, considerando ms lneas, que la superexplotacin no corresponde a una
supervivencia de modos primitivos de acumulacin de capital, sino que es inherente a sta
y crece correlativamente al desarrollo de la fuerza productiva del trabajo (p. 98). La frase
est inscrita en la discusin de Marini con F.H. Cardoso, quien identifica la superexplota-
cin con la plusvala absoluta, de lo que desprende que en tanto el capitalismo industrial
se basa en la plusvala relativa, por significativa que sea [la] importancia histrica [de la
superexplotacin del trabajo de sta], carece de inters terico (Dd, p. 92). En ese cuadro
Marini argumenta que, particularmente en el capitalismo dependiente, los mtodos de
produccin de plusvala relativa propician superexplotacin, porque el aumento de la pro-
ductividad favorece la intensificacin del trabajo. Aqu Marini sigue a Marx, quien seala
que la intensificacin del trabajo implica un desgaste mayor de trabajo durante el mismo
tiempo, tupiendo ms densamente los poros del tiempo de trabajo (C. Marx, El capital,
t. i, p. 336-337). Basta leer el conjunto de Dd para constatar que Valenzuela Feijo descon-
textualiz la posicin de Marini y termine festejando su descubrimiento de que Estados
Unidos es una economa dependiente y Nicaragua una potencia dominante (p. 112).
17
Estos son los temas centrales abordados en el apartado 1: Integracin al mercado
mundial y 2 El secreto del intercambio desigual en Dd. A este ltimo punto Valenzuela lo
califica como un folln terico descomunal, que ms vale olvidar ya que le es imposi-
ble desenredar. Curiosa forma de discutir: lo que no se entiende se descalifica. Bastara
remitir al lector a la extensa rplica aclaratoria de Marini a la crtica de Cardoso y Serra
referidaal final del captulo iv del presente libro. Pero el recurso a las descalificaciones
de Valenzuela Feijo se comprende cuando vemos que para ste el investigador slo debe
recoger datos, establecer promedios ponderados, constatar la cada de los salarios y con
ellos dar por sentado el descenso del valor de la fuerza de trabajo. Los datos estn ah, slo
basta recogerlos. Adems, los problemas quedan resueltos mediante algunas sofisticacio-
nes estadsticas. Este empirismo de ingenuidad extrema es extrao en un investigador que
pretende teorizar y que cuenta con una formacin slida no slo en economa poltica.
18
Los planteamientos de F.H. Cardoso y J. Serra se ubican claramente en esta perspectiva
(vase Cardoso y Sierra, op. cit.). Sus prcticas en las tareas gubernamentales que llevan a
cabo en Brasil en aos posteriores (el primero como presidente y el segundo como secretario
de Hacienda), confirman lo anterior.
7. Diferencias
entre las formas de superexplotacin
19
Ruy Mauro Marini, Dialctica de la dependencia, p. 93.
20
Vase Adrin Sotelo, La reestructuracin del mundo del trabajo, en Superexplotacin
y nuevos paradigmas de la organizacin del trabajo.
21
En el captulo v de este libro se aborda el tema de las formas de superexplotacin.
22
C. Marx, El capital, t. iii, p. 235.
23
Ruy Mauro Marini, Dialctica de la dependencia, p. 101.
Las cadenas productivas globales que han surgido en los ltimos 30 aos
sacan partido de estas diversas formas de superexplotacin del trabajo, ya
que sus distintos segmentos operan simultneamente en el mundo central
y en el dependiente, lo que permite contrarrestar con ms eficacia la cada
de la tasa de ganancia. Pero ello no nos debe llevar a desconocer el papel
diferenciado que desempea en la reproduccin del capital la prevalencia
de unas u otras formas de superexplotacin del trabajo.
Digamos por ltimo que el desgaste prematuro de la fuerza de trabajo
provocada por la superexplotacin, y particularmente por la que se basa
en el pago de salarios por debajo del valor de la fuerza de trabajo, slo es
posible en condiciones de abundancia de mano de obra.24 La temprana
monopolizacin de la industria latinoamericana limita la expansin de la
planta productiva y de los empleos y hace que la superexplotacin absorba
plustrabajo a una masa relativamente pequea de obreros (los activos),
dejando a un enorme excedente de obreros (inactivos) disponible para
presionar sobre las condiciones de empleo de los trabajadores activos, as
como para el rpido reemplazo de los obreros agotados.
24
Tambin la intensificacin del trabajo en los pases capitalistas desarrollados hace que
se requieran abundantes ingenieros, profesionistas y especialistas para reemplazar a los
prematuramente agotados. India, por ejemplo, se ha convertido en abastecedor de este tipo de
mano de obra calificada en las ltimas dcadas tanto de Estados Unidos como de Europa.
como la nueva cepal, adscrita al pensamiento neoestructural. Para una visin crtica de los
supuestos tericos y metodolgicos de esta corriente, vase el captulo vii de este libro.
Introduccin
El golpe militar en Chile en 1973 tiene para los efectos de esta exposi-
cin un peso especialmente significativo. En ese pas se produjeron los
principales trabajos de Ral Prebisch y su equipo que dieron forma al
paradigma del subdesarrollo bajo el alero de la sede principal de la cepal,
en Santiago, as como del Instituto Latinoamericano de Planificacin
Econmica y Social (ilpes), organismo dependiente de la cepal. En Chile
tambin, alimentado por el arribo de intelectuales particularmente bra-
sileos, en el Centro de Estudios Socio-Econmicos (ceso), dependiente
de la Universidad de Chile, se produjeron la mayora de los estudios que
dieron vida al paradigma de la dependencia. A esta particular condensa-
cin terica que se dio en el pas de Neruda y Allende entre las dcadas de
1960 y 1970 cabra agregar la escuela de posgrado en economa Escolati-
na y la Facultad Latinoamericana en Ciencias Sociales (Flacso), que en
esos aos tena su sede principal en Santiago instituciones por donde
pasaron cientos de estudiantes provenientes de los ms diversos pases
de la regin as como el Centro de Estudios sobre la Realidad Nacional
(Ceren), dependiente de la Universidad Catlica.
La irrupcin militar en Chile afect en grados diversos a todas aquellas
instituciones. La cepal, por su carcter de organismo internacional, fue
la que menos sufri sus efectos y el ms daado fue el ceso, que cerr sus
puertas y gran nmero de sus investigadores debieron salir al exilio. No
hubo institucin dedicada a la docencia o a la investigacin en ciencias
sociales que no se viera afectada, sea con cierres temporales o definitivos,
prdida de profesores e investigadores, intervenciones en sus planes de
estudio, persecucin de estudiantes, y acadmicos, etctera.
La obra principal de Theotonio Dos Santos, Vania Bambirra y Ruy Mauro Marini so-
bre el tema se produjo en el ceso, como tambin obras complementarias de Andr Gunder
Frank. En ese centro laboraron tambin Toms Vasconi, Ins Reca, Orlando Caputo, Jos
Valenzuela Feijo, Jos Bengoa, Emir Sader, Antonio Snchez, Cristina Hurtado, Marcelo
Garca, Silvia Hernndez, Jaime Torres, Marco Aurelio Garca, Marta Harnecker y Julio
Lpez, entre otros, todos con significativa produccin, a los que se sumaron investigadores
extranjeros temporales, la mayora deseosos de conocer la experiencia chilena de transicin
al socialismo y de participar en los debates tericos que se realizaban en esa entidad. No
existe a la fecha un estudio sobre estas experiencias.
Donde se encontraban adscritos, en los aos previos al golpe militar, Franz Hinkela-
mmer, Norbert Lechner, Manuel Antonio Garretn y Jos Joaqun Brunner, entre otros.
Hubo intelectuales comprometidos con la situacin previa a los golpes militares que
Kuhn, La estructura de las revoluciones cientficas, pp. 257-258.
No pretendo descalificar los nuevos temas ni mucho menos a los intelectuales que
encabezarn las nuevas discusiones. Se trata simplemente de ubicar el proceso en que
aquellos cambios acontecieron.
En el captulo ii de este libro se discuten las implicaciones del posmodernismo en el
ejercicio de las ciencias sociales en la regin.
Sobre los antecedentes polticos del posmodernismo, vase, de Alex Callinicos, Contra el
posmodernismo, una visin temprana de los cambios tericos que posteriormente se desple-
garan. Tambin puede verse Perry Anderson, Tras las huellas del materialismo histrico.
11
Fernando Henrique Cardoso dej en el camino sus moderadas formulaciones sobre la
dependencia, y no se conoce ningn trabajo de su autora en el que haya superado aquellas
tesis iniciales o alguna autocrtica: simplemente las abandon. Al parecer este fue el precio
que pag para no perder la posibilidad de alcanzar los ms altos cargos pblicos en Brasil.
Esta reconversin de muchos intelectuales de la regin no es ajena al giro poltico produ-
cido aqu y en otras regiones del planeta, y que va de la mano con el xito de la ideologa
neoliberal, del posestructuralismo y del posmodernismo. Sobre el xito ideolgico neoliberal,
vase el captulo viii de este libro.
12
Y de sus nombres! En un ejercicio que recuerda la desaparicin de personajes de
viejas fotografas en la iconografa estalinista como forma de olvidar y desaparecer sus
planteamientos. Baste un ejemplo: en Brasil, Dialctica de la dependencia de Marini, una
de las obras ms discutidas en la regin en las tres dcadas previas, slo se publica en el
ao 2000.
13
Es sintomtico, en esta lnea, el redescubrimiento de Marx, una vez desatada la
actual crisis econmica, por parte de pensadores que hasta hace poco sostenan posiciones
como las arriba sealadas.
14
Vase al respecto, de Edgardo Lander, Ciencias sociales: saberes coloniales y euro-
cntrico.
3. El intermezzo gramsciano
15
Existe una enorme diversidad de interpretaciones respecto a los aportes de Gramsci
a la teora poltica. Slo a modo de ejemplo destaquemos los siguientes: Huges Portelli, en
Gramsci y el bloque histrico, seala que el aporte original de Gramsci atae al estudio
del vnculo orgnico entre estructura y superestructura. Este vnculo sera el nudo del
concepto de bloque histrico (p. 143). Giuseppe Vacca comparte esta postura y seala
que en torno a la nocin de bloque histrico giran y se anudan todos los elementos de la
concepcin gramsciana de la poltica y de la historia (Discutiendo sobre el socialismo y
la democracia, p. 99). Bobbio indica que para una reconstruccin del pensamiento po-
ltico de Gramsci, el aspecto clave, el concepto necesario como punto de partida, es el de
sociedad civil (N. Bobbio, Gramsci y la concepcin de la sociedad civil, p. 70). Christine
Buci-Glucksman, en Gramsci y el Estado, seala que la nocin de hegemona es la clave
del pensamiento gramsciano. Igual posicin es la de Ernesto Laclau, quien afirma que
la nocin de hegemona es el principio articulador diferencial de los elementos de una
formacin social (Poltica e ideologa en la teora marxista, p. 53). El rasgo comn de este
conjunto de interpretaciones es una lectura poltica moderada de la obra gramsciana.
16
Se debe sealar que el legado gramsciano no slo fue asumido por corrientes tericas
y polticas cercanas a las posiciones de la socialdemocracia y el eurocomunismo. Tambin
un marxismo rupturista busc en la obra del terico italiano lneas de reflexin.
17
J.C. Portantiero, Los usos de Gramsci, p. 57.
18
Idem.
19
Idem (cursivas mas). Para una crtica de los nudos presentes en la obra del pensador
italiano, vase, de Perry Anderson, Las antinomias de Antonio Gramsci.
20
Los usos de Gramsci, p. 19 (cursivas mas).
21
Ibid., p. 56.
de sus aportes, pero tambin porque son quienes con mayor claridad ponen
en evidencia los cortes polticos y tericos con el periodo precedente.
Manuel Antonio Garretn, discpulo de Alain Touraine, con posiciones
tericas y polticas crticas al rgimen militar, concentra su atencin en
los procesos de trnsito a la democracia, con especial nfasis en el caso
chileno.27 En trabajos posteriores tendi a superar la visin estrecha de
los anlisis de coyuntura al preguntarse sobre las particularidades de la
matriz sociopoltica del pas andino.28
Tambin en este contexto destaca ngel Flisfisch, quien produjo en la
primera mitad de la dcada de 1980 valiosos ensayos sobre problemas de
cultura poltica y de sociologa poltica en general. Ampliamente difundidos
por la revista Crtica y utopa, del Consejo Latinoamericano de Ciencias
Sociales (Clacso),29 y Jos Joaqun Brunner, cuyos trabajos son clsicos
en el campo de la educacin y de la cultura.30
A diferencia del pensamiento cortoplacista y empirista que predomin
en los centros de investigacin creados tras el cierre de las escuelas de
ciencias sociales, en Flacso sede Santiago se produjo una reflexin de ma-
yor aliento que no desdea la produccin terica y que establece de alguna
manera cierta continuidad con la anterior ciencia social latinoamericana.
Aunque pronto se hace presente la ruptura. Sobre todo en los anlisis pol-
ticos, en donde los elementos estructurales ya sea de Chile o de Amrica
Latina se pierden de vista con lo cual se opera un reduccionismo poltico
que postula actores sin referencia a los determinantes sociales de sus
acciones, lo que genera una reflexin normativa sobre el orden, el Estado
y la poltica, mas no de los que realmente existen (caso de Lechner), o bien
otra en donde la proximidad con la realidad inmediata impide entroncar
con el anlisis de tendencias ms generales (caso de Garretn).
El acceso a recursos financieros ms estables que en los centros de
investigacin creados con posterioridad a los golpes militares otorg a los
investigadores de Flacso, tanto en Santiago como en Mxico, condiciones
27
Vase Reconstruir la poltica. Transicin y consolidacin democrticas en Chile.
28
Vase, por ejemplo, Cultura poltica y sociedad en la construccin democrtica y
Reforma del Estado o cambio en la matriz sociopoltica? El caso chileno.
29
Vanse Notas acerca de la idea del reforzamiento de la sociedad civil y El surgimiento
de una ideologa democrtica en Amrica Latina.
30
Pueden verse La cultura autoritaria en Chile y Educacin superior en Amrica Latina:
cambios y desafos.
Primero bajo la direccin del politlogo argentino Francisco Delich y luego, con mayor
31
fuerza, bajo la del socilogo boliviano Fernando Caldern, ambos desde la Secretara General
de Clacso.
32
Esta incertidumbre afecta los derechos de propiedad sobre fbricas, comercios y ha-
ciendas? Es la misma situacin de los millones de seres humanos que tienen la certeza de
que si no encuentran trabajo no pueden sobrevivir da con da? Parece que siempre operan
certidumbres diferenciadas.
33
Vase, de este autor, Reflexiones sobre las tendencias de cambio en el Estado buro-
crtico-autoritario.
34
Dialctica de la dependencia, pp. 81-82.
35
La lgica capitalista que le otorga sentido al mundo social actual es una unidad econ-
mica y poltica. Que se desplieguen como esferas independientes no significa que lo econmico
y lo poltico carezcan de vnculos y formen una unidad. En el captulo ii y en el Addendum
del presente libro se discute el problema de la totalidad. Tambin puede consultarse, de
Gerardo valos y Joachim Hirsch, La poltica del capital.
36
Lechner, p. 9 (cursivas mas).
37
O Donell, op. cit., p. 5.
38
ODonnell es el autor latinoamericano que mejor ha abordado la temtica de las tran-
siciones y de la consolidacin democrtica, en el horizonte sealado. En lo que sigue nos
apoyaremos fundamentalmente en los sealamientos de Lechner.
39
Lechner, Los patios interiores de la democracia, p. 20.
40
Lechner, La conflictiva y nunca acabada construccin del orden deseado, p. 19.
Sin el lastre de una historia con sentido y sin sujetos que encarnen
proyectos, la nueva sociologa latinoamericana se dio a la tarea de definir
los nuevos marcos de la reflexin. Por lo pronto, la poltica debe dejar de
ser la confrontacin de proyectos utpicos y de metas inalcanzables para
convertirse en el campo de lo posible. Lechner as lo manifiesta: No im-
putemos a la poltica la realizacin de metas imposibles: un mesianismo
que conduce al martirio. Distingamos entre las utopas como un horizonte
trascendental y la poltica como el mbito de lo posible para as poder definir
a la luz de aquel sentido trascendental un proyecto realista de la sociedad
deseada. En eso consiste la poltica racional, una poltica laica.44
41
L. Paramio, Tras el diluvio. La izquierda ante el fin de siglo, p. 172.
42
Ibid., p. 178.
43
A. Touraine, El regreso del actor, p. 99 (cursivas mas).
44
Lechner, La conflictiva y nunca acabada construccin del orden deseado, p. 26. Esta
suerte de regreso a la razn de muchos intelectuales, no slo latinoamericanos, luego de
los desvaros juveniles en la utopa, queda bien ejemplificado en esta confesin de Norberto
Bobbio: Hemos aprendido a encarar la sociedad democrtica sin ilusiones. No estamos ms
satisfechos. Nos hemos vuelto menos exigentes. La diferencia entre nuestras preocupaciones
de entonces y las de ahora slo reside en eso. La calidad de nuestra vida comn en general
no ha mejorado; de hecho, en algunos aspectos, ha empeorado. Somos nosotros quienes
hemos cambiado, volvindonos ms realistas y menos ingenuos. En Italia civile. Ritratti e
testimonianze, Florencia, 1986, citado por Perry Anderson en Liberalismo y socialismo en
Norberto Bobbio, p. 61 (cursivas mas).
45
Lechner, p. 21.
46
Lechner, Qu significa hacer poltica?, p. 32.
47
Lechner, La conflictiva y nunca acabada construccin del orden deseado, p. 153.
48
Lechner, op. cit., p. 19.
49
Ibid, p. 171 (cursivas en el original).
El modelo histrico que nos ofrece es, sin embargo, demasiado pobre
para sustentar el esfuerzo terico que pretende realizar: La propuesta
de rupturas pactadas, inspirada en la experiencia espaola, es abordar
las reformas sociales como un proceso de autodeterminacin poltica.50
El crculo se cierra. Ahora ya sabemos de qu poltica, de qu orden y de
qu rupturas nos hablan los nuevos socilogos.51
Conclusiones
a su visin ms conservadora. Aqu hemos puesto nfasis en esta ltima para resaltar los
cortes entre la nueva sociologa y la del periodo anterior. Pero hay tensiones que una lectura
cuidadosa no debe dejar de percibir sobre todo en sus trabajos de la dcada de 1990.
Introduccin
Especialmente La industrializacin trunca de Amrica Latina de 1983 (it en adelante),
Industrializacin en Amrica Latina: de la caja negra al casillero vaco. Comparacin
de patrones contemporneos de industrializacin.
Me refiero a Transformacin productiva con equidad (te en adelante), Educacin y
conocimiento: eje de la transformacin productiva con equidad de 1992 y a toda la produccin
posterior que gir en torno a estos temas. Ricardo Bielschowsky seala que los dos textos
[de Fajnzylber antes sealados] son las piezas principales de la transicin de la produccin
cepalina a la etapa que se iniciara en los aos noventa (en Evolucin de las ideas de la
cepal, p. 39). En La cepal y el neoliberalismo, Fajnzylber hace una apretada sntesis de
las diferencias entre el pensamiento cepalino y el neoliberalismo en la que tambin nos
apoyaremos para algunas discusiones en este trabajo.
Entre los que destacan Osvaldo Sunkel, Joseph Ramos, Vctor E. Tokman y Ricardo
French-Davis, todos ellos ligados en diversos momentos y de diversas formas a la cepal o
a otros organismos internacionales, y que colaboran en el libro El desarrollo desde dentro,
de O. Sunkel (comp.). A esta lista se agrega Ugo Pipitone.
La publicacin del libro de Miguel Torres Olivos (comp.), Fernando Fajnzylber. Una
visin renovadora del desarrollo en Amrica Latina, que rene parte de su copiosa produccin,
es un esfuerzo por presentar una lnea de continuidad en el pensamiento de la cepal aunque
sin discutir el abandono durante los ltimos tres lustros del sigloxx de los principios
tericos que caracteriz la historia de esa institucin marcados por Fajnzylber y sobre todo
por Prebisch.
Consideraremos tres de sus escritos: La salida del atraso: un estudio histrico compara-
tivo, el ms importante en torno al problema que aqu nos ocupa; Crecimiento y distribucin
del ingreso en Amrica Latina: un nudo irresuelto, y Ensayo sobre democracia, desarrollo,
Amrica Latina y otras dudas.
dos se ofrecen abundantes citas con el fin de respetar al mximo las ideas
de los autores que se discuten.
En el tercer apartado se analizan desde una perspectiva crtica los
temas sealados en los apartados anteriores. Nos detendremos tanto en
los supuestos metodolgicos y epistemolgicos presentes en la construccin
terica del neoestructuralismo como en la caracterizacin del subdesarrollo
y de Amrica Latina que se elabora desde esa perspectiva.
Comencemos por las tres condiciones que se requiere satisfacer para alcan-
zar el desarrollo segn Ugo Pipitone. La primera consiste en profundas
transformaciones en las estructuras productivas agrcolas, ya que una
agricultura moderna y eficiente [] parecera ser una conditio sine qua
non para la salida del atraso econmico (La salida del atraso, p. 20).
Fajnzylber concuerda en la importancia de la transformacin de la
estructura agraria, pues la experiencia ensea que en muchos casos de
industrializacin la transformacin estructural del sector agrcola des-
empe un papel importante. Sin embargo, establece jerarquizaciones
precisas en referencia a la articulacin productiva, la cual exige reco-
nocer las diferentes especificidades sectoriales. No es lo mismo servicios,
industria o agricultura; todos estos sectores tienen roles complementarios
y diferentes. En este sentido, la industria tiene un papel crucial por ser
portadora y difusora del progreso tcnico.
Para la cepal, de la mano de Fajnzylber, tambin la industrializacin
constituye el eje de la transformacin productiva, principalmente por ser
portadora de la incorporacin y difusin del progreso tcnico.
Ms all de las diferencias en torno a cul es el sector econmico de-
tonador de energas virtuosas, importa destacar que tanto Pipitone como
la cepal y Fajnzylber apuntan a la bsqueda de un ncleo endgeno
F. Fajnzylber, Industrializacin en Amrica Latina: de la caja negra al casillero
vaco, p. 56.
F. Fajnzylber, La cepal y el neoliberalismo, p. 208.
F. Fajnzylber, te, p. 14.
Hay matices que vale la pena puntualizar. Si en Pipitone la historia del subdesarrollo
latinoamericano es resultado de una modernizacin agraria frustrada (Ensayo sobre
democracia, desarrollo, Amrica Latina y otras dudas, p. 476), para Fajnzylber el problema
reside en una modernizacin trunca y precaria, refiriendo el ncleo endgeno al sector
de bienes de capital (it, cap. V, Reflexiones para una nueva industrializacin). Esta espe-
cificidad se pierde en Transformacin productiva con equidad, donde el sector industrial
en general es el motor del ncleo endgeno.
10
F. Fajnzylber, La cepal y el neoliberalismo, p. 208.
11
F. Fajnzylber, te, p. 15.
12
Para Sunkel la intervencin del Estado debe ser analizada con un criterio ms prag-
mtico, que reconozca la vital presencia de un Estado eficiente en suplir las deficienciasdel
2. El diagnstico
Aquello que pudiese haber sido atraso [] de otras partes del mundo al con-
tacto con una Europa que se proyecta hacia el mundo se convierte en subdesa-
rrollo. Frente al podero, la vitalidad y la agresividad expansionista de Europa,
el subdesarrollo no tuvo ninguna posibilidad histrica para evolucionar hacia
formas superiores (y propias) de conocimiento cientfico, innovacin tecnolgica
y organizacin social (ibid., p. 24, cursivas mas).16
16
El autor no quiere dejar lugar a dudas en torno a este asunto. Por ello reitera que la
Conquista antes y la dependencia econmica despus no explican todo, y si lo hacen es slo
en la medida en que ponen en evidencia la imposibilidad histrica de que los pases peri-
fricos pudieran realizar las transformaciones que en Europa crearon las condiciones para
una nueva estructura al mismo tiempo integrada, conflictual y dinmica de organizacin
de la produccin y de la sociedad. Ugo Pipitone, op. cit., pp. 14-15 (cursivas mas).
[] hasta hoy la historia ha indicado que existe un camino capitalista para salir
del atraso. La experiencia de pases como Suecia, Dinamarca, Alemania o Italia
en el siglopasado y comienzos del presente, [] son demasiado evidentes para
que sea necesario insistir sobre este punto. Sin embargo, no resulta evidente,
a juzgar por los hechos maduros hasta hoy, que exista un camino capitalista
capaz de conducir a los pases subdesarrollados hacia la integracin de sus
estructuras productivas y sociales (ibid., pp. 26-27, cursivas en el original).
17
Hay un claro cuestionamiento de la idea de que desarrollo y subdesarrollo son las dos
caras de un mismo proceso, como afirm la teora de la dependencia tanto en su vertiente
cepalina radical como marxista. Vase, por ejemplo, Osvaldo Sunkel y Pedro Paz, El sub-
desarrollo latinoamericano y la teora del desarrollo.
han faltado hasta ahora en la gran mayora de los pases del Tercer Mundo: la
existencia de estructuras estatales fuertes y la capacidad para operar, antes del
despliegue industrial, profundas reformas agrarias (ibid., p. 27, nm. 10).
[] pocas dudas deberan caber acerca del xito econmico del socialismo (en
su versin histrica de capitalismo de Estado autoritario) como instrumento
poltico para promover la salida del subdesarrollo. Haciendo a un lado toda
consideracin relativa a los problemas de la democracia, la experiencia de un
pas como China en las ltimas cuatro dcadas parece mostrar la eficacia del
socialismo para romper con una parte considerable de los dualismos tpicos
del subdesarrollo (ibid., p. 27).
Para Pipitone,
20
La lista de consecuencias o manifestaciones del subdesarrollo latinoamericano se
extiende ms an. As, nuestro autor seala que el problema de la regin casi nunca ha
sido su incapacidad para crecer, sino ms bien la dificultad para crecer al tiempo que se
consolidan estructuras productivas integradas y se forman tejidos sociotcnicos capaces de
hacer de las sociedades regionales cuerpos recorridos por factores dinmicos de renovacin
y creciente coherencia interna. Crecimiento y distribucin del ingreso en Amrica Latina:
un nudo irresuelto, p. 515.
Amrica Latina ha experimentado ciclos de crecimiento prolongados que, sin embargo,
dejaron tras de s una estela de deformaciones estructurales y desequilibrios macroecon-
micos de distinta gravedad.
Cules son esas deformaciones y rigideces acumuladas a lo largo de dcadas? [] Las
ms grandes y estorbosas son el dualismo sectorial y territorial que caracteriza a gran
parte de las economas regionales; el desempleo, pero sobre todo el subempleo crnico de
amplios sectores de la poblacin econmicamente activa; la elevada polarizacin del ingreso
que contribuye a segmentar las estructuras productivas y a impedir economas de escala
adecuadas para muchas empresas; la insuficiente consolidacin de administraciones eficaces
depositarias de amplios mrgenes de legitimacin social; el uso de tecnologas fuera de lnea
respecto a los precios relativos nacionales; la peridica fragilidad de las cuentas externas
excesivamente dependientes de exportaciones de bienes con escasa elasticidad ingreso en
su demanda internacional, y la ya crnica deficiencia de ahorro interno que vuelve a la
regin en exceso dependiente [a menudo de manera crtica] del flujo de capitales externos
(ibid., p. 516).
21
El smil con la modernizacin de escaparate sealada por Fajnzylber (Vase La
industrializacin trunca en Amrica Latina) es manifiesto. Son muchas las herencias ce-
palinas y en particular de Fernando Fajnzylber en la argumentacin de Pipitone, aunque
l nunca las seale. La heterogeneidad estructural (planteada por Anbal Pinto) o temas
clave enla propuesta de la transformacin productiva con equidad como el progreso
tcnico y la articulacin productiva, el pleno empleo y la equidad como condicin
necesaria para lacompetitividad, la concertacin estratgica pblico-privada y el papel
del Estado, temas recurrentes en Pipitone, son muestras de ello. Vase te, as como Fer-
nando Fajnzylber, La cepal y el neoliberalismo.
22
Todo indica que el Estado latinoamericano se ha enfocado ms en resolver la tarea
crucial en el segundo mbito sealado por la cepal que en el primero, acumulando carencias
en el mbito de la equidad. Por qu ocurre esto? En los trabajos posteriores de la cepal no
se va a encontrar alguna respuesta a este interrogante.
3. Observaciones crticas
Si a mediados de los aos setenta el pago neto regional para utilidades e intereses
24
25
El problema con efectos macroeconmicos ms potencialmente desestabilizadores en
el prximo futuro es la persistencia de una deuda exterior especialmente elevada que en
1997 est por arriba del 40% del pib. Ibid., p. 473.
26
Bielschowsky sostiene, por el contrario, que el enfoque histrico-estructural, basado
en la idea de la relacin centro-periferia constituye uno de los rasgos analticos comunes
a los cinco decenios en la historia de la cepal (vase R. Bielschowsky, Evolucin de las
ideas de la cepal, p. 22).
27
Vase cepal, Polticas para mejorar la insercin en la economa mundial.
28
Vase cepal, El regionalismo abierto en Amrica Latina y el Caribe.
29
Al poner el acento en las relaciones externas entre naciones y regiones dejando de lado las
relaciones internas que propician y reproducen las condiciones de atraso y subdesarrollo.
En este enfoque que slo tiene en cuenta a las naciones y no a las relaciones
entre las naciones, el nfasis se centra en la definicin de los elementos
internos que hicieron del capitalismo europeo un producto histrico de
extraordinario potencial dinmico, un producto histrico obviamente an-
terior a las conquistas, los saqueos y los comercios coloniales (La salida
del atraso, p. 22, cursivas mas).
Como ya hemos visto, el objetivo de los neoestructuralistas se concentra
en la identificacin del ncleo endgeno. Frente a los discursos tericos
que priorizaron los problemas externos para explicar el subdesarrollo,34
surge la postura neo estructuralista igualmente equivocada, que se ubica
en las antpodas, al insistir en que las causas del subdesarrollo deben
basarse exclusivamente en los factores internos.
La tarea de identificar elementos internos no es banal. Sin embargo,
es errneo desconocer la estrecha imbricacin que existe entre los factores
externos e internos en la gestacin del subdesarrollo (y del desarrollo).
Tiene razn Pipitone cuando indica que de la misma manera como el
renacimiento del comercio europeo antecedi en cuatro siglos a la expan-
sin colonial, hubo tres siglos [por lo menos] de evolucin econmica del
capitalismo antes de la Revolucin Industrial (ibid., p. 77), y que las dos
grandes ventajas de Inglaterra frente al resto de Europa fueron, antes
de la Revolucin Industrial, de origen sociopoltico: un Estado nacional
fuerte y una estructura agraria liberada de rigideces serviles (ibid., p.79).
Estos factores internos ciertamente favorecieron el desarrollo econmico
capitalista de Inglaterra y la conversin de esta nacin en centro del
sistema mundial durante un largo periodo.
Sin embargo, estos factores internos no son suficientes para explicar
el caso ingls pues es sabido que, con la formacin de los modernos impe-
rios mercantiles a partir del sigloxvi y el consiguiente auge del comercio
colonial, en ciertas regiones de Europa se estuvo operando un importante
reforzar la consideracin de elementos endgenos de alguno de los casos que estudia y sin
hacer ninguna mencin al papel del sistema-mundo. Por lo dems, autores como Prebisch,
Frank, Dos Santos o Marini simplemente no existen para Pipitone.
34
Donde se ubican las primeras propuestas de las teoras cepalinas, que en definitiva
cumplan la funcin poltica de dejar intocadas las responsabilidades de los poderes nacio-
nales en el subdesarrollo.
35
Osvaldo Sunkel y Pedro Paz, El subdesarrollo latinoamericano y la teora del desarro-
llo, p. 43.
36
Ibid., pp. 44-45.
37
El auge capitalista del sudeste asitico es uno de los ejemplos ms socorridos en la
literatura econmica neoestructural como modelo de salida del subdesarrollo. En estos
anlisis generalmente se destacan elementos como el papel del Estado, el proteccionismo,
lacapacidad de innovacin tecnolgica, etctera, y se pone poca atencin en los factores
dela economa internacional que operaron de manera significativa en el fenmeno. Se ol-
vida, por ejemplo, que la industrializacin sustentada en las exportaciones [de esa regin]
no habra tenido xito sin [] las modificaciones en la divisin internacional del trabajo,
propiciadas por el traslado de lneas de produccin a pases con escaso desarrollo []; el
inicio de las estrategias exportadoras coincidi con un periodo de rpida expansin del
comercio internacional y con el aumento del precio de los productos manufacturados [];
el variado apoyo que estos pases recibieron por su papel geopoltico en el enfrentamiento
Este-Oeste y el liderazgo y efecto dinamizador que ejerci Japn sobre sus antiguas colo-
nias. Ernesto Marcos Giacomn, Las exportaciones como factor de arrastre del desarrollo
industrial. La experiencia del sudeste de Asia y sus enseanzas para Mxico, p. 281.
38
La versin clsica de este punto de vista en las teoras del desarrollo econmico es la de
Walt W. Rostow, en Las etapas del crecimiento econmico de 1961. Su mejor y ms conocida
versin sociolgica pertenece a Gino Germani, autor de Poltica y sociedad en una poca de
transicin.
39
El desarrollo econmico es concebido en trminos de trnsito de una sociedad tradicio-
nal a una sociedad desarrollada . La primera se caracteriza sobre todo por una economa de
subsistencia; la segunda, por una economa expansiva fundada en una creciente aplicacin
de la tcnica moderna. G. Germani, Poltica y sociedad en una poca en transicin, p. 71.
Con algunas diferencias terminolgicas, las ideas presentes en Pipitone estn claramente
expuestas hace mucho por los tericos de la modernizacin.
40
Las crticas que se han hecho a estas propuestas tericas y metodolgicas son elementa-
les y antiguas, pero hay que recordarlas ante la reedicin del modernismo en las propuestas
neoestructurales. Vase, por ejemplo, A. G. Frank, Sociologa del desarrollo y subdesarrollo
de la sociologa, en Amrica Latina: subdesarrollo o revolucin; Th. Dos Santos, La crisisde
la teora del desarrollo y La crisis del modelo de desarrollo en Amrica Latina, escritos a
fines de la dcada de 1960, y Rodolfo Stavenhagen, Siete tesis equivocadas sobre Amrica
Latina, de 1972.
41
Aunque debera ser obvio, para evitar discusiones intiles, cabe aclarar que lo que les
critco a Fajnzylber y Pipitone no es el hecho de que hagan estudios comparativos sino las
categoras y metodologas que emplean para hacerlos.
42
Para una exposicin sinttica del contraste entre la visin del Estado como reino de
la razn y como reino de la fuerza, puede verse, de Norberto Bobbio, Marx, el Estado y
los clsicos.
Conclusiones
44
Esta idea est presente en juicios como el siguiente En ningn pas que pas de for-
mas arcaicas a formas maduras de desarrollo capitalista, el trnsito se dio sin que, previa
o simultneamente, se dieran profundas transformaciones en las estructuras productivas
agrcolas (U. Pipitone, op. cit., p. 20).
45
Ibid., p. 461.
46
Idem. No creo que sea un asunto menor la forma apologtica como Pipitone desde
una gran perspectiva histrica termina caracterizando el capitalismo que legtimamente
merece ese nombre, a pesar de sealar de manera previa, algunas de sus aberraciones (p. 461).
Introduccin
Sera como confundir, por ejemplo, el patrn de reproduccin industrial con la poltica
keynesiana (o cepalina) que le abri camino en Amrica Latina. Para profundizar en el tema,
vase Jaime Osorio, Crtica de la economa vulgar. Reproduccin del capital y dependencia,
en particular el captulo ii.
Vase R.M. Marini, Dialctica de la dependencia.
Las caractersticas de este nuevo patrn se analizan en el captulo ix de este libro.
No en todos los casos estas polticas se llevaron a cabo con golpes militares. Los procesos
integradores en la zona se operaron mediante una estrecha coordinacin de las maquinarias
de inteligencia y de muerte de los Estados, que les permiti detener, trasladar y asesinar
subversivos en distintos pases. La Operacin Cndor en el Cono Sur fue, quiz, el ejemplo
ms destacado de esta forma de integracin.
de las condiciones de vida de los trabajadores, como ocurre en el actual patrn exportador
latinoamericano, que cuando menos conservando o incluso mejorando dichas condiciones.
3. El bnker hegemnico
Las tesis que discutimos emergen en momentos en que como nunca an-
tes el Estado capitalista en general y los latinoamericanos en particular
se centralizan y ejercen brutalmente el poder poltico. Ni Microsoft, ni
General
Motors, ni Citicorp, ni ninguna otra corporacin extranjera puede
establecer la paz social interna reprimiendo y aniquilando enemigos
cuando sea necesario que reclama el capital internacional y local,
como tampoco fijar los marcos legales para reducir los salarios, concentrar
la riqueza, multiplicar la pobreza, firmar acuerdos comerciales con otras
naciones y, en general, abrir caminos para salvar los obstculos de la re-
produccin del capital local. Estas tareas les corresponden a los Estados
nacionales, que como tales expresan una condensacin de relaciones de
poder y de intereses especficos.
Cabra considerar las alianzas que elcapital local y particularmen-
te el gran capital ha establecido con el capital internacional y cmo
en dichas alianzas ambos se benefician lo que no excluye conflictos ni
contradicciones de las polticas que se ejercen desde el Estado.
En el captulo v, apartado 4 del presente libro hemos desarrollado este tema.
La irrupcin de la crisis ha puesto lmites a esta tendencia que iniciaba en la regin.
Una vez que se han establecido las bases del nuevo patrn de reproduccin
y que se reaniman los movimientos populares, se incrementan los recla-
mos por atemperar la ortodoxia monetarista incluso desde los propios
organismos internacionales y desde los despachos que gobiernan para el
gran capital en la regin.10 Sin embargo, es importante preguntarse por
las razones de la fuerza alcanzada por el ideario neoliberal no slo enla
regin en un abanico muy amplio de fuerzas polticas.
Junto a la fuerza que el gran capital acumul en la etapa contrainsur-
gente existen por lo menos otros tres elementos que valdra la pena desta-
car para comprender la persistencia neoliberal. El primero refiere al xito
ideolgico de nociones y modos de pensar, como la libertaddemercado
pero el creado por las polticas neoliberales, la prioridad de los equi-
librios macroeconmicos, el fomento del individualismo, el xito medido
por los niveles de consumo, la divisin de la sociedad entre ganadores y
perdedores, pero con la ficcin de una alta movilidad de stos hacia aqu-
llos, etctera, que se han incorporado al lenguaje cotidiano y al sentido
comn.11 La vida social es ahora pensada como si la lgica neoliberal le
fuera inmanente.12
La escuela neoclsica se volvi predominante en la formacin de
nuevos economistas, politlogos y administradores, y el individualismo
metodolgico en la sociologa y otros mbitos de especializacin (inno-
vacin tecnolgica, educacin, psicologa social, etctera), tanto en las
universidades locales como en las estadounidenses, donde se han formado
un sinnmero de especialistas latinoamericanos que durante las ltimas
dcadas han ocupado altas posiciones de direccin en el Estado.
10
Un caso paradigmtico es el del economista Joseph Stiglitz, Premio Nbel con cargos
de direccin en el Banco Mundial en la etapa ms monetarista del organismo, quien desde
la dcada de 1990 se ha convertido en crtico de la globalizacin neoliberal.
11
Perry Anderson afirma que estamos ante la ideologa poltica ms exitosa en la historia
mundial. P. Anderson, Las ideas y la accin poltica en el cambio histrico, en A. Born,
La teora marxista hoy. Problemas y perspectivas, p. 389.
12
Para Glyn Daly, la ideologa neoliberal persigue naturalizar el capitalismo presentando
sus resultados de ganadores y perdedores como si fueran simplemente una cuestin de azar
y sano juicio de un mercado neutral. Slavoj Zizek, Arriesgar lo imposible. Conversaciones
con Glyn Daly, p. 22.
de poder. Una reformulacin crtica del mismo puede verse en Jaime Osorio, Biopoder y
biocapital. El trabajador como moderno homo sacer.
[...] debemos incorporar [en] la totalidad del trabajo social y colectivo [a toda
la gente] que vende su fuerza de trabajo como mercanca, sea ella material
o inmaterial, a cambio de un salario. Y debemos incluir tambin el enorme
contingente sobrante de fuerza de trabajo que no encuentra empleo, pero que
se reconoce como parte de la clase trabajadora desempleada.14
14
Ricardo Antunes, Al final, Quin es la clase trabajadora hoy?, p. 87.
15
Ibid., p. 82.
16
Ibid., p. 85.
17
Los pueblos indgenas movilizados se ubican en zonas petroleras (Ecuador), gasferas
yde hidrocarburos (Bolivia), de bosques y cuencas hidrulicas (Chile) y petroleras, de re-
servas de agua, plantas y biodiversidad en general (Chiapas, Mxico).
18
El concepto pertenece a Ruy Mauro Marini. Vase Subdesarrollo y revolucin. El tema
lo abordamos en el captulo x en este libro.
19
Telmex y Telcel, las empresas mexicanas de telefona fija y mvil de las que es accionista
mayoritario Carlos Slim, concentran los ms altos porcentajes de quejas de los usuarios desde
hace aos, por lo general por cobros indebidos. Las televisoras obtienen elevadas ganancias
por la venta de espacio a todas las fuerzas polticas en las campaas electorales y en los
numerosos eventos deportivos locales e internacionales que concitan elevadas audiencias.
20
Este tema se aborda con mayor detalle en el captulo xi del presente libro.
Conclusiones
21
Cuando se afirma que hoy los desempleados y subempleados buscan trabajo porque
quieren ser explotados, se olvida que, por el contrario, lo que buscan son condiciones para
sobrevivir y que en las condiciones actuales no hay otra forma de conservar la existencia
ms que aceptando ser explotados.
Introduccin
Gereffy y Korzeniewicz hablan de cadenas productivas globales. Vase Commodity
Chains and Global Capitalism. Tambin vase de Gereffi, Las cadenas productivas como
marco analtico para la globalizacin.
Lo anterior no significa desconocer el papel relevante de Nueva York, Londres y Ham-
burgo en tanto nodos centrales de la economa financiera mundial.
Vase, por ejemplo, de Patricia Arias, El trabajo femenino a domicilio ayer y hoy.
Ejemplos de estas aglomeraciones de actividades innovadoras son las de Silicon
Valley, en California (Estados Unidos); el Silicon Fen en Cambridge (Reino Unido) y el
Wireles Valley, en Estocolmo (Suecia), as como las de Zhong Guancum en Pekn (China).
cepal, Globalizacin y desarrollo, p. 42.
10
De acuerdo con datos del Financial Times (suplemento del 10 de mayo de 2002), de
las 500 compaas ms grandes del planeta segn su capitalizacin en el mercado, 48%
son de Estados Unidos, 30% pertenecen a pases de la Unin Europea y 10% a Japn, su-
mando en total estas tres entidades casi 90%. As mismo de las 10 empresas farmacuticas
y biotecnolgicas de esta lista son estadounidenses, al igual que 4 de las 10 compaas de
gas y petrleo, 9 de las 10 compaas lderes en seguros y 9 de las principales empresas
generadoras de comercio al por menor. Si se considera slo a las 100 mayores empresas
mundiales, 57% son estadounidenses. James Petras, Quin gobierna el mundo?, p. 32.
11
M.. Rivera, op. cit., p. 142.
Idem.
12
G. Gereffi, Las cadenas productivas como marco analtico para la globalizacin, p.14.
13
14
Ibid., p. 20.
15
Ibid., p. 33 (cursivas mas). El ascenso industrial implica el paso de la produccin
de mercancas simples a mercancas ms complejas (camisas a trajes) o del ensamblaje
a la fabricacin de equipo original (por ejemplo, de piezas y componentes utilizados en el
ensamblaje de vehculos nuevos), la manufactura original de marca (piezas para sustituir
o complementar artculos incluidos en el ensamblaje original) y la manufactura de diseo
original (diseo de piezas originales), op. cit., p. 28.
16
cepal, La inversin extranjera en Amrica Latina y el Caribe, 2006, p. 58. El balance de
este organismo contrasta la conducta del capital extranjero en la regin con la que despliega
en Asia. As, seala que la atraccin de inversiones que busquen ventajas competitivas
dinmicas (activos tecnolgicos) depende [] de polticas de largo plazo que desarrollen
factores como la mano de obra capacitada, la capacidad cientfica, tecnolgica y de innova-
cin, y la capacidad empresarial local, idem. Sin embargo, no pregunta por las razones de
esta diferencia.
17
Adems, vase de Ruy Mauro Marini, Dialctica de la dependencia. Este tema se
desarrolla en los captulos iv y v de este libro.
4. Subimperialismos emergentes
18
El neoestructuralismo seala problemas reales como el mencionado pero carece de los
instrumentos tericos (y epistmicos) que le permitan dar cuenta de los mismos. Vase la
crtica a esta escuela en el captulo vii de este libro.
19
Ruy Mauro Marini introdujo este concepto. Vase Subdesarrollo y revolucin.
20
cepal, La inversin extranjera en Amrica Latina y el Caribe, 2006, p. 60. En el caso
deMxico no existen datos para el periodo 1992-1996, y habra que aadir 14627 millonesde
dlares para el 2007, al cerrarse en abril de ese ao la compra por parte de Cemex de la
empresa australiana Rinker, una de las 10 firmas ms grandes del mundo en materiales
de construccin, con operaciones en Australia y Estados Unidos, ibid., p. 65.
21
cepal, La inversin extranjera en Amrica Latina y el Caribe, 2007, p. 74. Los datos que
siguen salvo indicacin provienen de la cepal, de los informes sobre inversin extranjera
ya citados. En lo que sigue sealaremos ao y pgina.
22
Ibid., p. 71.
23
Datos tomados de La inversin extranjera en Amrica Latina y el Caribe 2006 y La
inversin extranjera en Amrica Latina y el Caribe 2007.
Conclusiones
24
Ibid., p. 72.
25
2006, pp. 63-64.
26
Ibid., p. 64.
27
En el captulo x del presente libro se analiza el peso de las exportaciones latinoameri-
canas hacia la propia regin.
Para un desarrollo terico ms amplio de este tema, vase Jaime Osorio, Crtica de la
economa vulgar. Reproduccin del capital y dependencia, cap. ii.
Por ejemplo, no es indiferente que la acumulacin se sustente en la produccin de
alimentos o que se base en la produccin de armamentos.
En donde:
d = dinero p = produccin
m = mercanca m = mercanca con valor nuevo
ft = fuerza de trabajo d = dinero incrementado
mp = medios de produccin
unidad del proceso de circulacin y del proceso de produccin, sino la unidad de sus tres
ciclos. Pero, para ello, es necesario que cada una de las diferentes partes del capital vaya
recorriendo sucesivamente las distintas fases del ciclo, pase de una fase, de una forma
funcional a otra, que el capital industrial, como el conjunto de todas estas partes, aparezca,
por tanto, simultneamente, en las diferentes fases y funciones, describiendo con ello los
tres ciclos al mismo tiempo. C. Marx, El capital, t. ii, p. 92.
Ibid., p. 58.
El bloque en el poder es la articulacin que en momentos histricos determinados se
establece entre las diferentes clases, fracciones y sectores dominantes en funcin de la fuerza
poltica de que disponen en aras de llevar adelante sus intereses. Dentro de ellas, algn
sector o fraccin se erige como hegemnico, lo que le permite organizar dicha articulacin a
favor de sus proyectos. Sobre estos temas, vase la primera parte del libro de Jaime Osorio,
El Estado en el centro de la mundializacin.
Vase Dependencia y desarrollo en Amrica Latina.
Se equivoca Gary Gereffi cuando seala que en el mundo de los pases en desarrollo
[dependientes J.O.] se ha producido un profundo cambio en las estrategias de desarrollo nacio-
nal, consistente en el paso de la industrializacin basada en la sustitucin de importaciones
(isi) a la industrializacin orientada a las exportaciones (ioe). Las cadenas productivas como
Consideremos las fases del ciclo del capital-dinero para dar cuenta de
algunas de las principales caractersticas del nuevo patrn.
ft
3.1. Primera fase de la circulacin (D M )
mp
Cuando nos preguntamos por el origen del dinero habra que sealar que
el gran capital, local e internacional, es el principal impulsor de este nuevo
patrn, con un fuerte peso del capital extranjero en las ramas y sectores ejes
del nuevo patrn de acumulacin. As, de un promedio anual de 38mil342
millones de dlares para el periodo 1993-1997, el monto de la inversin
extranjera directa (ied) pas en 2007 a los 105mil925 millones de dla-
res en Amrica Latina, concentrada preferentemente en dichas ramas y
sectores clave. Los rubros que privilegian las empresas transnacionales
no financieras en la regin son el automotor, las telecomunicaciones, los
repuestos para vehculos y la electrnica, sin despreciar la minera que
ha incrementado sus exportaciones del conjunto de pases de Amrica
Latina de 7% en 2002 a 33% en 2007, alentadas por el alza de los precios
internacionales. Con leves bajas, el sector automotor y el de repuestos de
vehculos siguen ocupando juntos el primer lugar en las ventas, con 35%
para el 2007.10
El gran capital local por su parte concentra sus inversiones en el sector
de alimentos y en la agroindustria. As lleg a cubrir 63% para 2007 del
total de las ventas de las 500 mayores empresas en la regin y alrededor
de 30% en el total de las exportaciones de las 200 mayores empresas
exportadoras, al calor de la elevacin de los precios internacionales de
estos productos.11
Por lo que se refiere al sector financiero, en 2001 era extranjera 61%
de la banca en Argentina, 49% en Brasil, 62% en Chile, 90% en Mxico
y 61% en Per.12
13
cepal,
Estudio Econmico de Amrica Latina y el Caribe, 2005-2006, p. 345.
14
Vase en Economa y Trabajo en Chile, Programa de Economa del Trabajo, p. 276, y
cepal, Estudio Econmico de Amrica Latina y el Caribe, 2002, p. 45.
15
cepal, Indicadores sociales bsicos de la subregin norte de Amrica Latina y el
Caribe, p. 8.
16
Vase cepal, Balance preliminar de las economas de Amrica Latina y el Caribe,
2006, p. 54.
17
En los primeros aos del sigloxxi, sin embargo, se registra una afluencia de capital
financiero y de inversiones en la produccin de bienes que se consumen en las franjas sociales
con ingresos bajos, fenmeno que comentar ms adelante.
18
Vase Conferencia Interamericana de Seguridad Social, en Informe sobre la Seguridad
Social en Amrica, 2005, p. 60.
19
Esta es quiz una de las grandes diferencias, en esta materia, con lo que sucede ac-
tualmente en China.
20
Vase cepal, Panorama social de Amrica Latina, 2002-2003, p. 204.
21
Vase Enrique de la Garza, Estructura industrial y condiciones de trabajo en la ma-
nufactura, p. 263.
22
ste se ha desplegado en muy corto plazo de las zonas urbanas a las zonas rurales,
incorporando a muchas comunidades indgenas en Mxico. Vase de Patricia Arias, El
trabajo femenino a domicilio ayer y hoy.
23
cepal, Globalizacin y desarrollo, p. 32. De las 200 mayores empresas exportadoras en la
regin, las extranjeras pasaron de 78 en 1996 a 98 en 2000. cepal, La inversin extranjera en
Amrica Latina y el Caribe, 2001, p. 41. En Chile, las exportaciones representaron 31.4% del
pib a precios corrientes y 43.3% a precios constantes en el periodo 1999-2001. Vase, de Ricardo
Ffrench-Davis, El impacto de las exportaciones sobre el crecimiento en Chile, p. 157.
24
cepal, Anuario Estadstico de Amrica Latina y el Caribe, 2007, p. 262.
25
Ibid., p. 230. El mercado estadounidense absorbe cerca de 90% de las exportaciones
mexicanas.
26
Vase cepal, Panorama social de Amrica Latina 2002-2003, pp. 74-75. El ingreso
medio del decil ms rico es 19.1 veces mayor que el de los cuatro (deciles) ms pobres, ibid.,
p. 75. A mayor crecimiento de la riqueza mayor la desigualdad social en la regin.
27
Vase cepal, Anuario Estadstico de Amrica Latina y el Caribe, 2002, pp. 62-63.
28
Vase cepal, La inversin en Amrica Latina y el Caribe, 2007, pp. 45-47.
29
Vase cepal, Panorama social de Amrica Latina y el Caribe, 2007, p. 5.
Conclusiones
30
El financiamiento que ofrecen los nuevos bancos-tienda, al segmento de bajos ingre-
sos de la poblacin, no slo resulta caro sino que carga a sus clientes tasas de inters que
fluctan entre 90 y 150% anual. Milenio, 17 de julio de 2008, p. 20.
Introduccin
Los procesos sociales siempre estn teidos por los intereses de alguna
clase, sector o fraccin, o cruzados por bloques y alianzas. Una amplia
gama de sectores sociales heterogneos y provenientes incluso de clases
antagnicas, con su organizacin, movilizaciones y luchas confluy en los
procesos de apertura poltica conocidos como transicin a la democracia
en las ltimas dcadas del sigloxx. Los proyectos sociales que terminaron
imponindose en tales procesos de apertura explican el tipo de ciudadana
y de democracia que cristalizaron en ellos, as como la reconfiguracin
del espacio poltico, las modalidades de representacin y, en general, las
condiciones de ejercicio de la relacin mando-obediencia.
Por lo general, las discusiones en torno a las transiciones adoptaron
un sesgo formalista (cundo hablar de transiciones, qu elementos cali-
fican a las democracias, los diversos aspectos que definen la ciudadana,
etctera) y asumieron de hecho que existe una nica forma de democracia,
de ciudadana, de relacin mando-obediencia (por lo general, la propuesta
liberal), por lo que el tema de quines determinan el carcter del proceso,
y con ello sus limitaciones inherentes, qued relegado como un problema
secundario. En lo que sigue trataremos de poner de manifiesto los nudos
a los que se vio enfrentada la teora de la transicin o consolidacin de-
mocrtica, los que se harn ms patentes con la emergencia de un nuevo
tipo de gobiernos en el sigloxxi.
Uno de los hitos de esta teora ha sido el trabajo de G. ODonnell, P. Schimitter y L.
Whitehead, Transiciones desde un gobierno autoritario, que ha encontrado una amplia re-
cepcin en nuestra regin. De ODonnell se comentan otros trabajos en el presente captulo.
De Przeworzky, otro autor de enorme peso en la transitologa, puede verse Democracia
sustentable.
A este sector lo hemos denominado clase reinante, reformulando el planteamiento de
Poulantzas en Poder poltico y clases sociales en el estado capitalista. Vase Jaime Osorio,
El Estado en el centro de la mundializacin. La sociedad civil y el asunto del poder, cap. i,
pp. 19-62.
En el ltimo captulo del presente libro se analiza el periodo en el que estos surgen
gobiernos con proyectos que se enfrentan en grados diversos al capital.
Por bloque en el poder entendemos una forma particular de articulacin de las fracciones
y sectores de las clases dominantes, segn sus grados de fuerza, en un momento histrico
determinado. Dentro de este bloque alguna fraccin ejerce la hegemona, esto es, logra que
su proyecto articule al bloque en el poder, y se imponga sobre el resto de la sociedad. Vase
N. Poulantzas, op. cit., Jaime Osorio, op. cit., captulo i.
La bsqueda de una explicacin general, como la que aqu se pretende, impide desarrollar
Algo inexistente en la historia regional. Vase al respecto de Fernando Fajnzylber,
Industrializacin en Amrica Latina. De la caja negra al casillero vaco.
Vase Liberalismo y democracia.
La persistencia de la pobreza en Chile, la economa latinoamericana que ms ha crecido
en los ltimos 15 aos, en tasas que superan de lejos sus estndares histricos, son prueba
de lo anterior.
Vase N. Bobbio, op. cit.
10
Esta situacin, ya los hemos sealado, comienza a modificarse a fines del sigloxx y
alcanza niveles de significacin en la primera dcada del sigloxxi.
11
Este asunto rebasa la rendicin de cuentas horizontal de la que habla ODonnell,
referida a los controles que organismos estatales deben ejercer sobre otros organismos
estatales. Vase, de este autor, Ilusiones sobre la consolidacin. Aqu se hace nfasis en
la jerarquizacin diferenciada del poder entre las instituciones estatales.
12
Przeworsky, Democracia sustentable, p. 61.
13
T.S. Marshall, Citizenship and Social Class. Una interesante exposicin sobre el
tema de la ciudadana se encuentra en el artculo de Juan Enrique Opazo Marmentini,
Ciudadana y democracia. La mirada de las ciencias sociales.
14
Przeworsky, op. cit., pp. 61-62.
15
En muchas de las nuevas poliarquas los individuos son ciudadanos en relacin con
la nica institucin que funciona de la manera prescrita por sus reglas formales, las elec-
ciones. En el resto, slo los miembros de una minora privilegiada son ciudadanos plenos.
ODonnell, Otra institucionalidad, pp. 25-26.
16
Vase E. Torres Rivas, La democracia latinoamericana en la fragua.
cuente con herramientas para exigir cuentas y mucho menos para revocar
mandatos.17
La traicin a los compromisos electorales para impulsar incluso polticas
contrarias a las ofrecidas en las campaas se convirti en moneda corriente
en el quehacer poltico latinoamericano en esas dcadas. ODonnell califica
a estos procesos como democracias delegativas, en donde el poder ejecu-
tivo [] presupone que [] tiene el derecho, delegado por el electorado, de
hacer lo que le parezca adecuado para el pas,18 con lo que los instrumentos
que permitan la rendicin de cuentas salen sobrando.
17
En tono crtico ODonnell seala que la poliarqua hace silencio respecto de temas
evasivos aunque importantes como, por ejemplo, si, cmo y hasta que punto los gobiernos
responden y rinden cuenta a los ciudadanos en los periodos entre elecciones. ODonnell,
Ilusiones sobre la consolidacin, p. 73.
18
ODonnell, Estado, democratizacin y ciudadana, p. 64, nota. En este texto ODonnell
tambin hace referencia a la nocin de ciudadanas de baja intensidad, la que, junto a la
nocin de democracia delegativa, permite, a juicio de este autor, analizar fenmenos que se
desvan de un patrn supuestamente modal de democratizacin.
19
Considrese, por ejemplo, el decreto que determina que las Fuerzas Armadas chilenas
retienen 10% de las ventas de cobre para apertrechamiento y renovacin de equipos.
20
Vase Perry Anderson, Las antinomias de Antonio Gramsci.
Conclusiones
Introduccin
Con lo cual no niego la significacin de las diversas formas de repudio a esa poltica
y a esos polticos. Simplemente quiero destacar que, acotadas a ese terreno, tienen lmites
como los que aqu sealo.
En el cuadro de descomposicin aqu analizado, esta funcin pierde parte importante
de su eficacia.
1. La clase poltica
Libro que fue traducido al ingls como The Ruling Class, en 1939, y al castellano como
La clase poltica.
Para los fines de este anlisis se restringe la nocin de clase poltica a la clase reinante
ms los dirigentes de partidos polticos e intelectuales. Para una mejor comprensin de estos
conceptos, vase de Jaime Osorio, El Estado en el centro de la mundializacin. La sociedad
civil y el asunto del poder, cap. i.
Idem.
A diferencia de la democracia de los antiguos, que sera directa. Vase al respecto, de
Norberto Bobbio, Liberalismo y democracia.
Guillermo ODonnell, Ilusiones sobre la consolidacin, p. 73.
Son ejemplares los casos de Alberto Fujimori en Per y Carlos Menem en Argentina,
quienes siguiendo una misma tendencia, promovieron modificaciones a la Constitucin con
el fin de legalizar las reelecciones. Sobre la nocin de mayoras voltiles y su papel poltico,
vase de Edelberto Torres Rivas, La democracia latinoamericana en la fragua.
Vase Max Weber, Economa y sociedad, p. 246.
10
Las cuales dan pie a las crisis orgnicas, en la visin de Gramsci. Vase Notas sobre
Maquiavelo, sobre poltica y sobre el Estado moderno.
11
La derivacin de las crisis de representacin en crisis polticas reclama de otros ingre-
dientes que rebasan lo que acontece en la escena poltica y lo que aqu interesa analizar.
Vase Jaime Osorio, Fundamentos del anlisis social. La realidad social y su conoci-
12
miento.
Es difcil saber si en las ltimas dcadas existe en Amrica Latina mayor co-
rrupcin que en pocas anteriores. Lo que s es posible afirmar es que en este
periodo la corrupcin alcanza mayor visibilidad social y una nueva significa-
cin poltica. Esto no encuentra explicacin simplemente en el peso adquirido
por los medios de comunicacin, particularmente la televisin, en la percepcin
social de ciertos fenmenos, lo que no niega su participacin en el problema.
El asunto es ms complejo y tiene relacin con los cambios en el patrn de
legitimidad que tienen lugar en la regin en las ltimas dcadas.14
Para plantear este tema nos apoyaremos en Max Weber. Vase Los tipos de domina-
14
Este tipo de legitimacin fue puesto en cuestin por el proceso electoral mexicano de
15
2006.
16
Vase, por ejemplo, el estudio coordinado por Dante Caputo para el Programa de las
Naciones Unidas para el Desarrollo (pnud) titulado La democracia en Amrica Latina.
17
Hacia fines de 2004 media docena de ex jefes de Estado tienen cuentas pendientes
con la justicia: Jaime Lusinchi (Venezuela), Carlos Menem (Argentina), Alberto Fuji-
mori (Per), Gustavo Novoa (Ecuador), Alfonso Portillo (Guatemala) y el vicepresidente
ecuatoriano Alberto Dahik. A ello se agrega que tres de los que timonearon la nave del
Estado cumplen condena leve, en arresto domiciliario: Miguel ngel Rodrguez y Rafael
ngel Caldern (Costa Rica), y el nicaragense Arnoldo Alemn. Tambin habra que
aadir a personajes srdidos detrs del trono: Vladimiro Montecinos (Per), Paulo Csar
Faras (Brasil), Alfredo Yabrn (Argentina), Gustavo Cisneros (Venezuela), Lino Oviedo
(Paraguay) y un largo etctera que llenara expedientes con millares de folios. Jos Steins-
leger, Minoras criminales. A esta larga e incompleta lista se agregan personeros del
equipo de gobierno de Luis Inacio Lula Da Silva en Brasil, el dictador chileno Augusto
Pinochet, quien enfrent cargos judiciales antes de su muerte por las irregularidades que
se revelaron en relacin con cuantiosas cuentas en bancos estadounidenses y en algunos
parasos fiscales, adems de juicios por crmenes polticos, y las dudas persistentes sobre
los ex presidentes de Mxico Carlos Salinas de Gortari (realimentadas en este caso por
declaraciones del ex presidente Miguel de la Madrid) y Vicente Fox.
18
Para un anlisis del papel de la corrupcin en las prcticas econmicas en la globa-
lizacin, vase de Jorge Francisco Melem Sea, Globalizacin, comercio internacional y
corrupcin.
19
Los grandes circuitos financieros globales son alimentados por cuantiosos montos de
dinero sucio que participa tanto en especulaciones burstiles como en inversiones producti-
vas. Segn Raymond Baker, colaborador del Brookings Institute, el flujo de dinero corrupto
que sale de las economas de los pases en desarrollo (Tercer Mundo) o en transicin (ex
comunistas), y que va a parar a las arcas occidentales, es entre 20 mil y 40 mil millones de
dlares por ao, y el flujo generado por las transacciones comerciales con precios manipulados
es de 80 mil millones, si no ms. Mi estimacin ms prudente [prosigue Baker] es de 100
mil millones de dlares anuales en la suma de ambos conceptos, lo que significa un billn
de dlares en una dcada. Y de esta suma la mitad al menos tuvo por destino los Estados
Unidos. James Petras, El imperialismo: pasado, presente y futuro, en www.rebelion.
org/petras.htm, 30 de marzo de 2000.
20
Vase al respecto el libro de Toms Moulin, Chile actual: anatoma de un mito.
21
Que en el caso de la izquierda se ha alimentado tanto en el centro como en la periferia
tambin de las derrotas de los movimientos revolucionarios y del llamado fracaso del so-
cialismo real.
Son ilustrativos al respecto los procesos electorales en Venezuela, Bolivia y con matices
22
Introduccin
En el captulo i de este libro se desarrolla esta tesis.
Esta tendencia se hace visible en Mxico en 1910, en Guatemala en 1944-1954, en Bolivia
en 1952, en Cuba en 1959, en Chile en 1970-1973, en Nicaragua en 1979, en El Salvador en 1980,
en Ecuador en 2000, en Venezuela desde 2002 y en Bolivia desde 2003-2005 en adelante.
A las que podra sumarse Ecuador en un plazo breve.
Estos puntos se desarrollan en la cuarta parte de este libro, captulos viii, ix y xi.
Estas consideraciones ponen en cuestin la nocin de multitud, formulada por Michael
Hardt y Antonio Negri en Multitud, como sujeto revolucionario constituido por la simple
derivacin de los procesos en marcha que haran objetivamente posible la democracia ab-
soluta. Vase una crtica a dicha nocin en Slavoj Zizek, La suspensin poltica de la tica,
pp. 42-55.
El estudio del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (pnud) que coordin
Dante Caputo, La democracia en Amrica Latina. Hacia una democracia de ciudadanas y
ciudadanos, realizado en los primeros aos del nuevo siglo, da buena cuenta de esta situa-
cin, aunque no de la que se inicia con los llamados gobiernos de izquierda.
De las elecciones presidenciales realizadas en Amrica Latina entre noviembre de 2005
y 2006, en siete triunfaron candidatos de este tipo: Morales en Bolivia, Bachelet en Chile,
Zelaya en Honduras, Correa en Ecuador, Ortega en Nicaragua y la reeleccin de Lula en
Brasil y de Chvez en Venezuela. A ellas se agrega el triunfo en 2008 de Lugo en Paraguay
y de Funes en El Salvador en 2009, todos ellos distanciados polticamente de presidentes de
derecha que tambin triunfaron en este periodo como Arias en Costa Rica, Garca en Per,
Uribe en Colombia y Caldern en Mxico.
2006 y que seala el inicio de una nueva poltica de los dominantes en la materia.
En el captulo vi de este libro se analiza la expresin terica en Amrica Latina de esta
tendencia.
10
Una vez terminado su segundo mandato, Felipe Gonzlez se ha convertido en un intelec-
tual orgnico del gran capital espaol y latinoamericano. Son frecuentes sus conferencias, por
ejemplo, en reuniones diversas organizadas por el multimillonario mexicano Carlos Slim. Los
gobiernos del psoe han sido activos a su vez en los avances de los capitales espaoles en Amrica
Latina en las ltimas dcadas del sigloxx en la banca, las comunicaciones y la energa.
11
Sin embargo, el gran capital no siempre confa en sus gestiones. Un instinto de clase
termina prevaleciendo. Es ese instinto de clase del gran capital (el capital en general) que
se manifiesta en sus reticencias hacia Lula en la segunda eleccin, luego de una primera
gestin que no obstante fortaleci a la gran burguesa; en los desplantes de las grandes
cpulas empresariales contra el gobierno de Bachelet a la muerte del dictador Pinochet
para quien reclam funerales presidenciales, y la activa intervencin de organizaciones
empresariales contra la moderada candidatura (en trminos programticos) de Andrs
Manuel Lpez Obrador en Mxico. El temor a nuevos gobiernos con algn sesgo popular
tras las nacionalizaciones y convocatorias a Asambleas Constituyentes llevadas a cabo por
Chvez y Morales influye decisivamente al capital latinoamericano.
12
Estas iniciativas han sido fuertemente cuestionadas desde posiciones de izquierda, tanto
por provenir de las cspides del poder como por la concentracin de las variadas posiciones
polticas que supone.
13
Para un anlisis de la camisa de fuerza que el propio gobierno de Morales se impuso
en los procesos de eleccin y definicin de atribuciones de la Constituyente, vase de Raquel
Gutirrez y Dunia Mokrani, Bolivia a un ao de gobierno de Evo Morales: elementos para
un balance. Una lcida defensa de las elecciones para la Constituyente, desde la estrategia
general, puede verse en la entrevista a lvaro Garca Linera, El punto de bifurcacin es
un momento en el que se miden ejrcitos.
14
En la conformacin de la Constituyente se evidenci que en Bolivia los movimientos
sociales han perdido presencia ante el resurgimiento de los viejos y deslegitimados partidos.
Vase ibid. En Venezuela los Consejos Comunales, que se espera lleguen a 30 mil y que
renen de 200 a 400 familias para que discutan y resuelvan sobre gastos locales y polticas
de desarrollo, y que apuntaran a la creacin de un Estado Comunal, presentan grados
variados de autonoma y estn regulados por leyes redactadas por el viejo Estado al que
buscan reemplazar. Vase Stuart Piper, Algunas primeras lecciones desde Venezuela.
15
Es particularmente relevante la ruptura entre Madrazo y Elba Esther Gordillo, diri-
gente del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educacin (snte) y de una enorme red de
pristas que abarca desde gobernadores hasta bases corporativas, y que cre un nuevo partido
poltico, Nueva Alianza (Panal), que present su propio candidato a la contienda electoral.
Toda esta maquinaria que opera tanto en el plano legal como en el ilegal, fue puesta en
funcionamiento por Gordillo para apuntalar el triunfo de Caldern, por ejemplo, ocupando
con funcionarios del snte los puestos en las mesas de votacin en los que deban estar los
ciudadanos convocados y los representantes de partidos, lo que permiti la alteracin de
los resultados mediante acarreos de votantes organizados por los gobernadores pristas a
favor del candidato panista, etctera. Gordillo vena cumpliendo desde el gobierno de Fox
este papel de caballo de Troya dentro del pri para favorecer al pan, quien se encarg a su
vez de ubicar a familiares y miembros del equipo de la maestra en lugares secundarios
pero altamente redituables de la administracin pblica.
16
La presencia de ex pristas con cargos elevados en el equipo de Lpez Obrador fue un
tema recurrente de crtica, particularmente la de Manuel Camacho Sols y algunos de sus
colaboradores. Este poltico vio en 1994 doblemente frustradas sus aspiraciones presiden-
ciales cuando Salinas de Gortari design primero a Luis Donaldo Colosio como candidato
y, tras el asesinato nunca aclarado de ste, a Ernesto Zedillo, lo que provoc su ruptura
con Salinas y su salida del Revolucionario Institucional. A ste se agregaban los casos ms
recientes de polticos que tras no conseguir la candidatura para gobernador por el pri o el pan
en algn estado, eran invitados para convertirse en los abanderados del prd. Generalmente,
tras ganar, marcaban distancias con esta organizacin y con el propio Lpez Obrador.
5. El nuevo autoritarismo
Que incluye al prd y dems fuerzas polticas que acompaaban a Lpez Obrador.
17
18
La primera respuesta fracasada fue el intento de golpe de Estado a Hugo Chvez en
2002.
19
A pocas semanas de las elecciones intermedias (que se realizarn el 5 de julio del 2009)
mediante las cuales se renovar parte de la Cmara de Diputados y se elegirn nuevos
jefes delegacionales en el Distrito Federal, crecen las voces que llaman a no votar o bien a
anular el voto como seal de rechazo a los partidos y a las reformas electorales que impiden
la participacin de nuevas organizaciones y permiten el reparto faccioso de presupuestos
escandalosos, as como en contra de una estructura poltica que se aleja cada vez ms de
los reclamos y demandas de la poblacin.
20
Como el caso del dirigente campesino de Atenco, Estado de Mxico, Alejandro Valle,
quien encabez las luchas por impedir que el gobierno federal despojara de sus tierras a los
pobladores del lugar con el pretexto de construir un aeropuerto bajo el mandato de Vicente
Fox. El juicio se llev a cabo bajo la presidencia de Caldern. En Oaxaca, el dirigente de la
appo, Flavio Sosa, fue encarcelado largos meses. Ah la persecucin policial alcanz a locutores
de radios populares. En Chile, los lderes de los movimientos mapuches son fuertemente
reprimidos.
21
Que se corresponden con la estrategia fundamental para Mxico sealada por el
espaol Rodrigo Rato, director gerente del fmi. Para Rato el gobierno [] debe aprovechar
el marco poltico que hizo posible una rpida modificacin del rgimen pensionario de los
trabajadores del sector pblico para impulsar reformas en el sector energtico [] y en el
sistema tributario, en un paso que mejore el entorno para la actividad empresarial. Dichas
reformas, al decir de Rato, Mxico [las] ha esquivado durante mucho tiempo. Vase Buen
marco poltico para impulsar reformas fiscal y energtica: fmi, p. 22.
22
Entre fines de marzo e inicios de abril de 2007, el Congreso aprob la reforma del sis-
tema de pensiones del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del
Estado (issste) gracias a la alianza pan-pri, ms algunos partidos menores, reforzada por el
alud propagandstico de las cadenas televisoras.
25
Slavoj Zizek, Repetir Lenin, pp. 10-11 (cursivas en el original). Para Zizek el primer
gesto revolucionario niega el viejo orden dentro de su propia forma ideolgico-poltica, pero
inmediatamente hay que negar esa forma (la negacin de la negacin hegeliana) para no
quedar atrapados en los laberintos de la dominacin capitalista. A eso alude la frase repetir
la revolucin o revolucionar la revolucin.
26
Una buena visin de las cuestiones estratgicas que se ponan en juego bajo el gobierno
de Allende puede encontrarse en el libro de Ruy Mauro Marini, El reformismo y la contra-
rrevolucin. Estudios sobre Chile, en particular Dos estrategias en el proceso chileno y La
pequea burguesa y el problema del poder. Tambin es de inters el prlogo de Marini al
libro de Vania Bambirra, La Revolucin Cubana. Una reinterpretacin. Estos textos pueden
consultarse en www.marini-escritos.unam.
27
Sin entender el proceso venezolano, y en general lo que acontece en la regin, Alain
Touraine hace, sin embargo, un sealamiento interesante, cuando indica que el lugar donde
se decide la vida poltica del continente y su capacidad de inventar un modelo poltico y
social [] es, sin duda, Bolivia. Alain Touraine, Entre Bachelet y Morales existe una
izquierda en Amrica Latina?, Nueva Sociedad, p. 53.
28
lvaro Garca Linera, Las reformas pactadas (entrevista por Jos Natanson),
p.165.
29
Gerardo valos y Joachim Hirsch, La poltica del capital, p. 57.
30
El noble o el esclavista no tiene necesidad de ocultar el dominio, y por tanto asumen
directamente el manejo del Estado. Sus dominaciones se sustentan justamente en que no
son iguales a los siervos o a los esclavos. La burguesa s debe ocultar el dominio que ejerce
en un mundo de hombres iguales y libres. De ah la necesidad de un aparato estatal en
otras manos.
13. Este es quiz el problema principal al que se enfrentan hoy los pro-
cesos en Bolivia y Venezuela, y quiz pronto en Ecuador. Ello pone de
manifiesto que el eslabn de la cadena al que hay que asirse con todas
las fuerzas en estos momentos no es la construccin de socialismo como
equivocadamente se destaca en ciertos discursos. Estatizar empresas,
organizar y elevar la produccin, hacer frente al mercado negro y al des-
abastecimiento, redactar y lograr la aprobacin de nuevas Constituciones
tiene sentido en cuanto permitan acumular fuerzas para establecer nuevas
relaciones sociales y un nuevo poder de clases, y no como parte de procesos
de construccin socialista.
18. Esta fue la estrategia que siguieron las clases dominantes en Chile
y que tienden a aplicar hoy en otras latitudes del subcontinente, en con-
diciones de una prdida del gobierno; se trata de un repliegue con esca-
ramuzas menores de desgaste, a la espera de que las fuerzas invasoras
instaladas en el aparato de Estado se vean entrampadas en los vericuetos
administrativos y polticos, al tiempo que surgen movimientos sociales que
desgastan a las fuerzas gubernamentales y sus apoyos sociales median-
te el desmantelamiento de la economa. Cuando la desmovilizacin y el
desgaste han alcanzado una medida suficiente pueden iniciar la ofensiva
apoyndose en lo que logren rearticular tanto en el seno del aparato estatal
(en donde los aparatos armados son un ncleo privilegiado) como fuera del
mismo, as como en los movimientos sociales de los sectores descontentos
y en las fuerzas paramilitares.
19. En esas situaciones aparece como una necesidad el que los gobiernos
y los trabajadores se hagan cargo de organizar la economa y el abasteci-
miento, pero no se deben perder de vista los lmites de estas acciones en
la medida en que la lucha se libra en un terreno en donde el capital tiene
todas las de ganar, ya que se es su campo de operacin natural; por lo
tanto, si tales acciones no se ligan con lo estratgico ocasionan un desgaste
de fuerzas que se desvan de las tareas para poner fin al dominio.
Agosto de 2009
1973.
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