El Yo Fracturado PDF
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Comunidad de Madrid
CONSEJERfA DE CIJLllJRA Y DEPORTES
Dln:>ecllin G&norai de Pron>O<;IIin Cultural
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"'"'mruo
DECULllJAA
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IBERIA
Los ensayos que componen este volumen son transcripciones revisa-
das del congreso internacional El yo fracturado. Don Quijote y las
figuras del Barroco, coordinado por Flix Duque y celebrado en el
Crculo de Bellas Artes entre el14 y el18 de noviembre de ~oo5. El
congreso cont con la colaboracin de la Sociedad Estatal de
Conmemoraciones Culturales.
El yo fracturado
Don Quijote y las figuras del Barroco
FLIX DUQUE
JUANBARJA
ARTURO LEYTE
SEBASTIAN NEUMEISTER
NGEL GABILONDO
}ULIN JIMNEZ HEFFERNAN
PEDRO CEREZO GALN
BERNARDO TEUBER
SERGIO GrvoNE
CRCULO DE BELLAS ARTES
Presidente
JuAN MIGUEL HERNNDEZ LEN
Director
JuAN BARJA Reservados todos los derechos. No est
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FLIX DUQUE
JuAN BARJA
ARTURO LEYTE
8EBASTIAN NEUMEISTER
NGEL GABILONDO
JuLIN JIMNEZ HEFFERNAN
PEDRO CEREZO GALN
BERNARDO TEUBER
SERGIO G!VONE
Flix Duque
En un transitado y hasta trillado lugar de la obra de Ortega, de
cuyo ttulo s quiero acordarme, a saber: en las Meditaciones
del Quijote, de 1914, avanza rotundamente nuestro filsofo el
siguiente apotegma: <<Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la
salvo a ella no me salvo yo>>. Y aade la siguiente expresin
1
latina: <<Benefac loco illi qua natus es>> , es decir: <<Beneficia al
lugar en que has nacido>>. Sentencia sta que ilustra muy bien
el perspectivismo de Ortega: el lugar de nacimiento sera la
coleccin de marcas, la co-marca que define y delimita por
fuera a un individuo, y que ste, por sus obras, ha de remede-
lar y remozar, de modo que ambos formen al cabo una reali-
dad concreta, si recordamos el origen del adjetivo en el latn
cum crescere: <<crecer conjuntamente>>. El hombre, segn
esto, es una realidad radical (siendo la raz, obviamente, su
1 J. Ortega y Gasset. Meditaciones del Quijote, Madrid, Revista de Occiden-
te, 1970, p. 21.
12 FLIX DUQUE
2 Y as, sin dar parte a persona alguna de su intencin y sin que nadie le
viese, una maana, antes del da, ... por la puerta falsa de un corral sali
al campo (suhr. mo) (IQ, 11, 34).
CIDA COMICIDAD. DON QUIJOTE Y EL HROE INVERTEBRADO 15
J
16 F'ELIX DUQUE
l
22 FLIX DUQUE
l
24 FLIX DUQUE
as, por fin, sabe el lector como se llamaba antes don Quijote),
una recalificacin moral, pues que ahora se tilda a s mismo el
renacido hroe cristiano y castellano como <<el Bueno>>, y
una praeparatio mortis, a fin de ingresar santamente en la vida
perdurable, dejando atrs una doble vida aparente: por un
lado la del siglo, pero que, bien dirigida por Amas y Sobrinas,
Curas, Barberos y Bachilleres, puede ser presentada como
<<buen parecer>>, o sea como reflejo temporal de la vida esen-
cial del alma; y por otro lado la de las obms de ficcin, conde-
nadas lo mismo en el nivel enunciativo (discursos directos)
que en el de la ejemplificacin (tanto por el escrutinio de
libros como por las <<incrustaciones>> de novelas, en el plano
intranarrativo, o por los escarnios sufridos por don Quijote
en el metanarrativo). Qu ms cabe pedir? Baste al respecto
recoger la <<Aprobacin>> de la segunda parte de la obra, dic-
tada por el doctor Gutierre de Cetina, el cual dice del libro
que es <<de mucho entretenimiento lcito, mezclado de
mucha filosofa moral>> (IIQ, Aprobacin, 6o9). Con razn,
sin duda. Pero con poca inteligencia, si intelligere significa
intus legere: saber leer el mundo por dentro.
Pues ese mundo en que se forjan las circunstancias del yo
est absolutamente desquiciado. Y el yo, que debiera consti-
tuir el centro circunspecto que otorgase sentido a lo circuns-
tante est doblemente fuera: fuera de s, y de su mundo (de
ese <<mundo>> propio del lugar cuyo nombre ignoramos, el
mundo de un incipiente Estado nacional vertido en sangra
hacia el exterior americano mientras se desangra l mismo en
el exterior europeo, condenando as a sus sbditos a dar y
CIDA COMICIDAD. DON QUIJOTE Y EL HROE INVERTEBRADO 25
l
26 FL.IX DUQUE
sigue: <<y s que puedo ser no solo los que he dicho, sino
todos los doce pares de Francia, y aun todos los nueve de la
Fama>>. Es decir, que antes de haber cumplido ninguna haza-
a, l sabe ya a priori que ellas aventajarn a las de sus prede-
cesores, <<todos juntos y cada uno de por s>> (IQ, V, 74).
Derribando as de un lanzazo toda la sabidura griega, centra-
da en la ecuacin: <<Concete a ti mismo>> = <<llega a ser el
que ya eres>>, don Quijote es puro deberpoderserlo que l sabe
que es, esto es: voluntad de ser. Pursima futuricin, el hijo de
lecturas se transforma en progenitor de s mismo y de su
fama. Circuito de retroalimentacin. Las historias que l conoce
de memoria dicen cmo deben ser los hroes. Y de acuerdo a
ellas, obra el caballero pormmesis, de modo que sus propias
gestas puedan ser inscritas en ese horizonte de referencia.
Slo que, al ser ejecutadas, tales hazaas modifican radical-
mente dicho horizonte, hasta el punto de llegar a poder sub-
vertir el orden natural.
Pues en efecto, don Quijote es subversivo, pero no rev~lu
cionario (o, en su tiempo, <<milenarista>> ). Es verdad que,
falto de juicio y harto lleno de ingenio, don Quijote se niega a
repetir la realidad, y que en ese sentido es un hroe, como
seala Ortega: <<Porque ser hroe consiste en ser uno, uno
mismo ... [en] asentar en nosotros, y slo en nosotros, el ori-
gen de nuestros actos>> 7 Pero si nuestro hidalgo es un hroe,
no por ello se acoge desde luego al tipo ideal de Ortega,
deseoso tambin l-como Galileo, Descartes o Bacon- de
8 lb., p. t38.
CIDA COMICIDAD. DON QUI.JOTE Y EL HROE INVERTEBRADO 31
9 Asth. r. 566.
10 Asth. II, 553: <<Es caracterstico de lo cmicO .el infinito buen nimo y
confianza resultante de verse elevado por sobre la propia contradiccin,
sin estar amargado ni sentirse infeliz en ella: es la dicha y satisfaccin de
la subjetividad, debida a la certeza de poder soportar la disolucin de sus
propios fines y realizaciones.
CIDA COMICIDAD. DON QUIJOTE Y EL HfROE INVERTEBRADO 33
u Asth. 11, 570: <<Ahora bien, esta seguridad por parte del sujeto es por su
parte posible solamente porque los fines, y por ende, tambin, los carac-
teres, o bien nada contienen en ypara s de sustancial, o bien, aun cuando
tengan en y para si esencial consistencia, son cumplidos y ejecutados sin
embargo en una figura que, segn su verdad, les es absolutamente opues-
ta y no tiene por tanto sustancia alguna, de modo que, en este respecto, lo
que pereCe es siempre y en todo caso slo algo que en s mismo es nulo e
indiferente, as que el sujeto sigue quedando a salvo e inclume.
34 FLIX DUQUE
Juan Barja
\1
lidad, actitud que sera torpe o ciega. sino que insistir en que
lo real cambia justamente en el momento en que l, con su
accin, entra en su campo; y aun arguye que existen unos
seres (a los que algunas veces llama <<sabios>>) que cambian
la realidad en el momento en que va a introducirse en medio
de ella. Y, de esta manera, los que fueron gigantes verdadera-
mente, en su momento, algn 'sabio' -uno que sin duda es, a
su vez, un 'encantador'-, los deja transformados en molinos.
Y lo mismo sucede con el caso de los vastos ejrcitos de ove-
jas. No es que fuesen realmente ovejas, como cree con sim-
pleza Sancho Panza, sino que, en efecto, eran ejrcitos (como
tantos que se movan por Europa en esa poca de la que se
trata) que se vuelven ovejas de repente por accin de esos
hombres que el hidalgo califica de <<malignos>>, los encanta-
dores que lo' engaan' 5. Escuchamos as esa palabra, la pala-
bra <<maligno>>, que es la que Cervantes utiliza (insisto
todava, una vez ms, en que aqu hablamos de palabras -pero
no de conceptos-; en que aqu slo hablamos de palabras);
que es, por cierto, la misma que en Descartes, que en la pri-
mera de sus Meditaciones introduce la hiptesis famosa sobre
6
el <<genio maligno>> Pues, segn avanza su discurso, Desear-
.
imposibles de entender. Slo al interior del gran panpti-
co que constituye, aqu, nuestra conciencia -la conciencia
actual que poseemos (que es aquella, tambin, que nos
posee)- o, por decirlo en palabras de un filsofo del (nunca
muy lejano) siglo xn, slo sabiendo que somos y que vamos
como enanos a hombros de gigantes, y que, gracias a eso jus-
10
tamente, vemos mejor que ellos y ms lejos , sabiendo que
llevamos con nosotros la totalidad de nuestra historia, dire-
mos sin temor a equivocarnos que los textos conviven con
nosotros (que con-viven en y por nosotros) y que, por lo tan-
to, realmente, ellos son (y les somos) coetneos; pudindose
decir en consecuencia que Cervantes ofrece, en el Quijote, una
extensa respuesta a aquel problema que ocupaba -por ms
que brevemente-las meditaciones cartesianas.
Pero, entonces, cul es ese 'problema'? Ami entender,
el problema fundamental del Discurso de! mtodo de Descartes
y las Meditaciones que lo amplan [pues el tema del sueo ya
est considerado en el Discurso, por ms que all resulte for-
mulado de algo distinto modo; el <<pienso luego existo>> lo
encontramos en uno y otro texto, y, en realidad, puede decir-
se que uno es 'reescritura' de(sde) el otro], es lo que, a los
ojos de Cervantes, deba resultar escandaloso: que Descartes
se salte, de un plumazo, la hiptesis de la locura como tal. Un
10 <<Nos esse quasi nanas, gigantium humeris insidentes, ut pm;simus plura eis et
remotiora videre, nan utique proprii visus acumine aut eminentia corporis, sed
quia in altum subvehimur et extollimurmagnitudine gigantea>>. Atribuido a
Bernardus Carnotensis (Bernardo de Chartres) por Juan de Salisbury en
suMetalogicon, III, 4
JUAN BARJA
52
i
parece, aqu, interesante, y que alguno calificar de postmo-
EL YO Y LOS OTROS. LA PER-VERSIN COMO CON-FIGURACIN 61
'
i
2:8 Nos referimos al capitulo XXIV de la segunda parte del Quijote, cuyo texto
se inicia de este modo: Dice el que tradujo esta grande historia del origi-
nal de la que escribi suprimerautorCide Hamete Benengeli, que llegando
al capitulo de la aventura de la cueva de Montesinos, en el margen dl
estaban escritas, de mano del mismo Hamete, estas mismas razones: 'No
me puedo dar a entender ni me puedo persuadir que al valeroso don Qui-
jote le pasase puntualmente todo lo que en el antecedente captulo queda
escrito. La razn es que todas las aventuras hasta aqui sucedidas han sido
contingibles y verosmiles; pero esta desta cueva no le hallo entrada a l g u v
na para tenerla por verdadera, por ir tan fuera de los trminos razonables.
Pues pensar yo que don Quijote mintiese[. .. ] no es posible. [. ..] Porot
parte, considero que l /.a cont y la dijo con todas las circunstancias dichas
L..] ; y si esta aventura parece apcrifa, yo no tengo l.a culpa, y as sin afinnar-
la por falsa o verdadera, la escribo. T lector. pues eres prudente, juzga lo
que te pareciere, que yo no debo ni puedo ms, puesto que se tiene por
cierto que al tiempo de su fin y muerte dicen que se retract della, y dijo
que l la haba inventado por parecerle que convena y cuadraba bien con
las aventuras que haba ledo en sus historias' >>. Las cursivas son nas.
Pero, a su vez, el mismo don Quijote, sospecha, en el capitulo 111 de la
segunda parte de su obra, que las 'historias' de sus 'aventuras' deben
haber sido mal narradas:- Ahora digo -dijo don Quijote- que no ha sido
sabio el autor de mi historia, sino algn ignorante hablador que a tiento y
sin algn discurso se puso a escribirla, salga lo que saliere,
72 JUAN BARJA
3o Cordura es la ms til a este asunto la que nos ensea a ser sus amos y
a manejarlas con destreza. Son casi las ltimas palabras con que, en
referenci~a las pasiones, el autor remata su tratado. R. Descartes, Les
passions1e tme, Pars, 1649. Cito por la edicindeSamuel Sylvestre,
Pars, 1953, p. 178. -
74 JUAN BARJA
Arturo Leyte
e
En media hora de ficcin narrativa -que es lo que dura el via-
je <<real>> de don Quijote al interior de la cueva de Montesi-
nos hasta ser rescatado de nuevo por Sancho y el primo-
liquida Cervantes el significado simblico de la caverna pla-
tnica y, en general, el significado topolgico de toda cueva,
caverna o gruta. Pero no lo hace simplemente destruyendo el
lugar geolgico por medio de una iluminacin que definitiva-
mente hiciera del lugar oscuro -el infierno, el inframundo
(todo lo que tradicionalmente simboliza una cueva)- un
paraso transparente, sino transformando el sentido mismo
de lo que significa <<lugar>>, <<tpos>>. El lugar va a dejar de ser
ahora el arriba de la superficie o el abajo de la cueva, el afuera
o el interior, pues lo que se liquida es precisamente esa ambi-
gedad inherente a todo locus (<<aqu>> frente a <<all>>, <<fue-
ra>> frente a <<dentro>>, <<arriba>> frente a <<ahajo>>) para
convenir por medio del viaje de ida y vuelta al interior de la
so ARTURO LEYTE
historia no pueda ser evaluada, sino que tiene que serlo por
el lector, lo que significa que ya no hay criterio objetivo:
simplemente, la verdad ha transformado su naturaleza. De
verdad, se dira en filosofa, se ha trocado en <<certeza>>, y
sta inicialmente significa: <<yo estoy cierto de>>. Definitiva-
mente, Cervantes arruina el valor topolgico de la cueva, que
ya no podr ser entendida ms como lugar para la oscuridad,
el sueo y la muerte (<<oscura regin>>) ni lugar para la ilu-
minacin interior. Lo que ocurre por medio de esa historia
es que la ultratumba y lo ultramundano proyecta toda su
sombra sobre este mundo, que es el nico que hay: horizon-
te no espacial, sino temporal, de la verdad y la falsedad, el
sueo y la vigilia, la vida y la muerte. En la narracin la gruta
o cueva acaba trasladada y expuesta en la superficie, trans-
formando sta de superficie llana y lisa en superficie rugosa,
curva y oscura: definitivamente, el mundo se convierte en un
retablo, igual que naturaleza de retablo tiene la propia narra-
cin, desde la aparicin de Montesinos y su palacio de
cristal sobre un verde prado, pasando por la visin de
Durandarte, la procesin de Belerma y hasta la aparicin
desdichada de Dulcinea, que pone fin a una visin todava
idealizada del amor, afectada por un valor econmico (el
valor de seis reales para una prenda ntima de la seora). Se
nos cuenta la historia desde la perspectiva pictrica del reta-
blo, esa sucesin de imgenes que ms que mostrarnos algo
representado tiene como objetivo indicar que nosotros
somos eso que vemos y que nada hay detrs. El <<detrs>> que
compone el significado de <<retablo>> ( <<retrus>>) significa
EL DESCENSO A LA CUEVA DE MONTESINOS. EL ASCENSO AL YO 99
Sebastian Neumeister
En una de las poesas que Cervantes antepuso al primer Don
Quijote, Urganda, la maga protectora de Amads de Gaula,
dirige la palabra, en dcimas de cabo roto, es decir, en dci-
mas sin sus ltimas slabas, al libro mismo:
No te compliques la vida
ni en saber vidas ajenas
que en lo que ni te va ni te viene
pasar de largo es cordura
que a los que gastan bromas
suelen darles un chasco;
ms t qumate las cejas
slo en cobrar buena fama
que el que publica tonteras
las deja fijadas para siempre.
108 SEBASTIAN NEUMEISTER
La versin original reza as: No te metas en dihu-, 1ni en saber vidas aje-,
1 que en lo que no va ni vie-, 1 pasar de largo es cordu-, 1 que suelen en
caperu-, 1 darles a los que grace-, 1 mas t qumate las ce-, 1 slo en
cobrar buena fa-, 1 que el que imprime neceda-,/ dalas a censo perpe- .//
Advierte que es desati -,/siendo de vidrio el teja-, 1 tomar piedras en las
ma-,/para tirar al veci-./ Deja que el hombre dejui-, 1 en las obras que
campo-,/ se vaya con pies de plo-,/ que el que saca a luz pape-,/ para
entretener dance-,/ escribe a tontas y a lo-. (IQ, Preliminares, p.~
DON QUIJOTE, CABALLERO GRANDE, LIBERAL Y MAGNiFICO 109
3
tura de los rebaos (IQ, XVIII) . Ms interesante quizs sea
una confrontacin intratextual con otro producto de imagi-
nacin literaria, el teatro, gnero imaginativo por antonoma-
sia. Cervantes nos ofrece al menos dos ejemplos
significativos de esta: confrontacin, donde el caballero man-
chego se hace dependiente de la imaginacin teatral de
manera tan exagerada que pierde de vista la realidad: el
encuentro con la carreta de los epresentantes de un auto
sacramental (IIQ, XI) y la confrontacin con el retablo de
Maese Pedro (IIQ,XXV-XXVI).
La imaginacin teatral y su fuerza de seduccin se discu-
ten intensamente en el Siglo de Oro, sobre todo por parte de
la Iglesia. El cura, persona culta y razonable en sus conversa-
dones con el barbero y el cannigo en los captulos XLVII y
XLVIII de la primera parte del Quijote, reprocha a la comedia,
como antes a los libros de caballeras, su prdida de contacto
con el mundo normal:
7 lb .. p. 109.
8 lb . p. 111.
9 lb . p. ll2.
DON QUIJOTE, CABALLERO GRANDE, LIBERAL Y MAGNfFICO 117
Con una actitud tal don Quijote sale del mundo ficticio de
los libros de caballeras y vuelve a la realidad social y humana,
a pesar de los malentendidos y fracasos que los valores caba-
llerescos producen en un tiempo que ya no les obedece. En
palabras de Reine,
ngel Gabilondo
Algn da habr de explicar por qu hay una palabra con la
que cabe empezar siempre, aunque no sea imprescindible
mencionarla, y por qu tambin siempre puede acabarse con
otra que tampoco es indispensable citar. Hoy voy a hacerlo
explcitamente y en otra ocasin podramos detenernos en
ello. La primera palabra es la palabra salve, que est en la
puerta de la casa de Goethe, y la ltima palabra es vale, pero
no como la empleamos nosotros, sino con el alcance utilizado
en la despedida que los latinos hacan en sus cartas. As que
de salve partimos y hacia vale vamos.
6
ma , resuelto ano buscar otra ciencia que la que pudiera hallar
en m mismo o bien en el gran libro del mundo 7 Un tanto de
sencillez y de limp"iez~ en la lectura nos pondra, tal vez, en el
reconocimiento que hace el propio Descartes de que las expli-
caciones son ms necesarias cuanto ms avanzamos en el cono-
8
cimiento Quiz as lo propio vale para otros, quiz para todos.
Sancho, a veces habla muy elegantemente y. adems, se le
reconoce. Sancho est, en la ocasin que traemos, de lo ms
elegante. No hace falta recordar que la elegancia es el arte de
elegir con gracia, es la gracia del elegir, es saber leer con gra-
cia, estar dotado de la gracia de elegir. Quien es elegante a la
hora de elegir tiene mucho don, mucha gracia, es salado,
puesto que la gracia es la sal y quien no la tiene es un soso, un
pavisoso, no es elegante. Sancho siempre que elige tiene gra-
cia, es muy elegante. Y no necesariamente en sus maneras.
Soar no es simplemente dar con otra realidad, es abrir
las posibilidades cautivas de lo que llamamos real, otra forma
de ser de s mismo. Ya el propio Sancho supo comprender
que el Sueo no slo era un modo de acceso a otra realidad, es
que, y de modo decisivo, nos permite venir a ser otros, es una
transformacin del sujeto. <<Slo entiendo que en tanto que
duermo ni tengo temor ni esperanza ni trabajo ni gloria>>
(IIQ, LXVIII, n8o). Recrea as los versos de la Eneida, Dul-
cis et alta quies, pld.cidaeque simillima morti>> 9
EL SUEO Y lA SALUD
Cervantes (1547-1616) y Descartes (1596-1650) nacieron en
el siglo XVI y murieron en el XVII, del mismo modo que todos
nosotros hemos nacido en el siglo xx y moriremos en el siglo
XXI, y estas cosas unen mucho. Cuando se public el Quijote,
11
ambos. Bien claro lo ha dejado Kambouchner , como gran
lector, en ese ttulo extraordinario, Descartes l 'homme de pas-
sions, <<Descartes el hombre de las pasiones>>. En su primer
texto conservado, un tratado de msica (Compendium musi-
cae), yen su ltimo libro, Tratado de las pasiones del alma, se
encuentra de modo bien claro que precisamente el principio
de articulacin es la pasin; la unidad en Descartes es la
pasin. Y bien claramente muestra la estrecha relacin entre
la escritura y el sujeto o la armona y la mesura de la vida,
cuando al comienzo del Compendio de msica, subraya que
tenemos que lograr que todas nuestras pasiones sintonicen
entre s melodiosa y armoniosamente mediante una frmula
matemtica y, as, acabemos resonando como si furamos
una pieza musical ~. Algo genial. E infrecuente. Por eso resul-
1
14 lb.
15 R Descartes, Discurso del Mtodo, I. 4
t6 lb., VI.
ESTO NO PUEDE SER SLO UN SUEf;o 143
:;:s lb . 1. 1 9 :;:3-:;:6.
:;:6 R. Descartes, Discurso del Mtodo, VI, 3:;:, 9-15.
:;:7 lb., VI, :;:o, :;:7-31.
ESTO NO PUEDE SER SI..O UN SUEf;iO 147
LEER Y SOAR
Es la accin de leer como legere, como elegir (eligere), selec-
cionar,lo que une a Cervantes con Descartes en la convocato-
ria a un modo determinado de soar, que llamarnos leer. No
son slo lecturas modernas, son lectores modernos, lectores
en el seno de las lecturas, labrando y tejiendo el propio texto.
Su sueo no es mera ocurrencia, sino accin de leer, accin
de constitucin de s mismos, accin de vida. Al respecto,
tambin el aviso al lector es una forma de apropiacin, una
clave del procedimiento de interpretacin y la introduccin
no slo de una unidad (como algunos sealan), sino de dis-
continuidad y discordancia, una especificidad que reclama
una detetminada comprensin.
La significacin de un texto depende tambin de las for-
mas a travs de las cuales es recibido y apropiado por sus
lectores que reciben no textos abstractos, sino formas orga-
nizadas que producen sentido. Y la lectura es siempre una
prctica encamada en gestos, espacios, costumbres. Un libro
J
ESTO NO PUEDE SER SLO UN SUEAO 157
hablar de realidad, que esto es, que pasa algo, que hay algo y
que podemos llegar a estar suficientemente ciertos y, en algn
sentido, seguros de ello. Pero cohabitando con la duda.
Ahora bien, la implacable imposicin de la realidad no
significa que no podamos configurarla, conformada, porque
hay, y por eso somos modernos, procedimientos y mecanis-
mos para configurar y conformar lo real, para <<inventar>> lo
real, para ser artfices de realidad. La ficcin y la accin de
leer lo confirman. En efecto, Holderlin y otros tienen razn,
somos insignificantes, la vida carece de sentido, pero vivirla
consiste exactamente en darle .sentido, porque nosotros, que
no tenemos sentido, que no tenemos significado, que somos
insignificantes, somos los donadores de sentido, nosotros,
que no tenemos gracia, tenemos salero, salero para dosificar
con gracia el sin sentido de la vida. Y, por tanto, quiz por no
llegar a ser del todo, somos capaces de dar sentido a lo que tal
vez carece de ello. Fracturados, somos capaces de dar, porque
somos -y ah va el vale- convalecientes. En realidad, vale
(valeo, valere) significa <<ser fuertes>>, <<estar fuertes>>
<<robustecernos>>. Vale, adems, quiere decir <<significar>> y
cum valemus <<cuando estamos vivos>> y vale, valete, con el que
los latinos se despedan en sus cartas, quiere decir <<yo te
deseo que te recompongas>> <<yo os deseo que os recompon-
gis>>. que os encontris como convalecientes, es decir, como
aquellos que consisten en estar permanentemente en una
tarea de encontrar fuerzas para vivir y para su salud. Os lo
deseo. As que de aquel salve vienen estos vales. Vale.
LA MANO PERDIDA DE MIGUEL DE CERVANTES
}ulin}imnez Heffernan
It is the lumps and trials
That tell us whether we shall be known
And whether are fate can be exemplary, like a star.
}OHN AsHBERY
1. FARSA
El Quijote es un texto que incorpora tres planos, a saber: una
farsa, un dilogo y una narracin. La farsa sucede en el mbi-
to inmanente de las acciones no verbales. La farsa es el con-
junto de incidencias, lances y encuentros que, carentes de
consistencia verbal, acontecen a los cuerpos implicados en la
trama. El dilogo es el intercambio verbal que don Quijote
mantiene con diversos personajes, especialmente Sancho. El
tercer plano procede de un hilo unificante: es la narracin en
166 JUl.IN JIMNEZ HEFF'ERNAN
.
antenores.
.
tercera persona que encuadra, posibilita y enlaza los planos
3 Esto condena a los otros dos planos a una posicin deficitaria, suhordi-
nada. Por plantearlo en tnninos de Roland Barthes, aunque de proce-
dencia formalista: dnde tiene lugar el Quijote, en la extensin de la
farsa, en el despliegue del dilogo o en el desenvolvimiento de la narra-
cin? Limitemos la pregunta a las dos primeras, cuestionando su jerar-
qua: el dilogo es el plano hermenutico de un horizonte proairtico
que es la farsa? El dilogo interpreta, cual plano trascendente, la farsa
inmanente? Si respondemos s nos condenamos a un consuelo secular, el
de la crtica normalizada. Responder no implica elegir entre dos solucio-
nes. La pr~mera, que en el Quijote la farsa y el dilogo son dos planos de
inmanencia inconmensurables, impermeables, autnomos, meramente
superpuestos en virtud de la argamasa del contar. Esta posibilidad me
168 JUL.IN JJMNEZ HEFFERNAN
~. SOPRAFFAZIONE
La farsa incomoda a muchos lectores. En 1951 Nabokov se
quejaba de la violencia gratuita de la novela y recientemente
Andrs Ihaez repeta este lamento ad nauseam. Exceso de
sensibilidad, posiblemente errada, que no deslegitima, sin
embargo, el punto de su razn. Al denunciar tanta violencia
fsica (azotes, golpes, fracturas), Nabokov estaba sealando el
gigantesco relieve de la farsa inmanente, un drama de com-
pulsin colisiva que el lector domesticado, preferentemente
espaol, ha aprendido a trascender, a invisibilizar, a obviar,
tras siglos de hermenutica idealista. El Quijote es un noble
soador lleno de buenos ideales, nos han dicho, y todo lo
dems, sus mltiples peleas, nos parecen irrelevantes. Pero es
que todo lo dems no es poco. Es normal que un lector no
sometido a esta dictatura idealista pueda sentir sorpresa ante
tantas hostias, con perdn, n~ consagradas. Ignoro si esa
donacin compulsiva y aleatoria de hostias seculares propone
en s una figura barroca, pero s es seguro que acaba fracturan-
do al yo. Y esa es la figura que pretendo aqu explorar, el Quijo-
te es, antes de nada, un cuerpo que se da luctuosamente a otros
cuerpos, que se pone en el camino de otros cuerpos a modo de
3. COLISIN
Quizs no sea un accidente, despus de todo, que la herme-
nutica cervantina haya elevado la colisin, el choque, a la figu-
ra medular de su sentido ltimo. Comencemos por Schelling,
quien en sus conferencias deJena entre 180~ y 18o3, describe
el tema general del Quijote como <<lo real en lucha con lo ide-
11
al En la primera parte, lo ideal del hroe choca con el
4.CUERPO
Pero volvamos a la ontologa, o la metafsica cervantina.
Qu marcos metafsicos epocales le ceden a ~ervantes su
comprensin del cuerpo colisivo y fracturado? Obviamente.
Cervantes est primeramente escolarizado en la escolstica.
Y en ella se rehacen tropismos platnicos y figuras aristot-
licas que postulan el grado de implicacin que lo anmico (el
alma, el espritu) tiene en la conservacin del cuerpo unifi-
23 Aristteles,DeAnima, I, 4ub.
24 B. Spinoza, Etica, 2 (trad. esp. tica demostrada segn el orden geomtrico,
Madrid, Trotta, Madrid, 2000, p. I3).
LA MANO PERDIDA DE MIGUEL DE CERVANTES 187
30
ejemplares No sera exagerado decir que las proposiciones
1
sistencia de su movimiento. No requiere mediacin, mucho
menos anmica, para ello. Es cierto que el alma del Quij?te
admite una primera provocacin de su movimiento en la l~c
tura de unos libros, pero recordemos. con Spinoza, que la
<<conciencia es naturalmente el lugar de una ilusin. Su
naturaleza es tal que recoge los efectos pero ignora las cau-
sas>>. Puede que el alma del Quijote no se engae respecto a
la causa genuina de su mocin global. Estoy, en el fondo,
apelando a ese territorio de somhra en el que reconcilian, en
trminos de Deleuze, el inconsciente del pensamiento y lo des-
conocido del cuerpo, para con ello entender mejor la farsa de
don Quijote, demostracin cervantina de que, otra vez con
Deleuze, <<cuando un cuerpo 'se encuentra con' otro cuerpo
distinto, o una idea con otra idea distinta, sucede o bien que
las dos relaciones se componen formando un todo ms pode-
roso, o bien que una de ellas descompone la otra y destruye la
cohesin de sus partes>> 35 Pues eso es lo que pasa en el Qui-
jote cuando no pasan las palabras. Lo dems ,las palabras, es
literatura. Y no estoy del todo seguro de que a las mismas
palabras, con Bajtin, no les ocurra lo mismo.
Cervantes careca de una ontologa racionalista que le
autorizase una visin autnoma del cuerpo. La farsa del Qui-
jote emerge, pues, en un inmenso vaco figura!. De ah la
potencia de la figura propuesta, de la triste figura. Cerv!lntes
careca asimismo de una ontologa residual, una metafsica
del resto somtico, que le pudiera explicar qu es un brazo
35 G. Deleuze, Spinoza:Jilosoftaprctica (1970), Barcelona, Tusquets, ~001,
P~9
LA MANO PERDIDA DE MIGUEL DE CERVANTES 193
41 lb., p. 117
198 .JULIN .JIMNEZ HEFFERNAN
--
impuso ste cuando eligi su nuevo gne_ro_fl:~_yj;a -<<y al
cabo se.;,;.; a llamar don Qilljo.te>> (IQ, !, 42)- sino el objeti-
-------~--
va que le dio su escudero al denominarlo <<el Caballero de la
-Trist;~>~. E~la-~~~hi~;:-d~-~~rt-~jo ifuienre~en~;;;di~
del camino y de la noche, a la luz vacilante de las hachas
encendidas que llevaban los portadores del cuerpo muerto,
en aquel extrao juego de sombras y visajes, don Quijote
compona, a los ojos de Sancho <<la ms mala figura, de poco
ac, que jams be vis~>> (IQ, XIX, 205). Don Quljote enco;:;::--
--- ~ ------ ----
tr el mote tan de su gusto que determin uamarseasccres-
- d:-h.OJ~ad~iante>>. -r:;-hi~t~;.; -d~s~~- -d~~~e~~~as y
llicilad'i:l.ZS h-;kC~r justicia a aquel nombre, que le vino
a Sancho a los labios como una revelacin. Lo que Sancho no
lleg a ver fue que aquella insondable tristeza le trascenda a
214 PEDRO CEREZO GALN
1
muerte, melancola y conciencia de s>> A medida que se
interioriza la experiencia de la muerte en un yo acrecido en
su autoconciencia, ms intensa se hace la melancola. Esta
ecuacin adquiere en Cervantes, a finales del XVI, extrema
relevancia. Cuando don Quijote comienza a advertir que su
empresa heroica es refutada de continuo por la dura reali-
dad, se agudiza la conciencia exasperada de su yo al tocar la
quiebra o el derrumbamiento de su mundo. La muerte apa-
rece creciendo desde la raz misma del personaje. Entonces,
el Caballero de la Triste Figura, como por una reversin
interior, se ha tornado el Ca~~ll~r.R_i$1"'~~14.~~-,Y&c,
Pero no se trata slo de la melancola de don Quijote, sino
de la de Cervantes. En~fin~@.;li.Q~~Qbrt::.f'.~~t:!:ll&~vX..f!f. \.
melar:_c_~~.~c!~.!l~!!-c!~Jfl.Yi~~---<~r~j~--Qi~-~r:t ~~---~-e~_ ,Qg_ij9,t~----\
_resulta ser, en c9.~~~!?P:~~~~a, .!ll)-_Qhra_c_o_:r;tceh.i.da de9_d,e y p~a t
~elancola>> ~. Ms an, concebida por un melanclico, el
. ------------
propio Cervantes, abundando en una cuestin que atraviesa
toda la produccin cervantina, desde La Galatea a los Trabajos
de Persiles y Sigismunda, aun cuando es en el Quijote donde
alcanza el tema su climaz expositivo. El autor insiste en que
ste es el,iliapasn sentimental cervantino y lo sorpre?de en
los rasgos de suAutorretrato, en el Prlogo al Quijote de 16os,
donde aparece el autor con la mano en la mejilla, suspenso
ante el papel en blanco, como un <<escritor en pleno acceso
Gc~ANTFS Y !AMEIANCOAMODE;A 7
La originalidad de la tesis de,Q,E.;rpa ~estriba en mos-
trar la peculiaridad de esta melancola, _..e
que -
no slo
--
...c.,e~.-=--
es
reciamente ~~-~:.g~__,(:!~~}~"<2!:~:, ;>~i,I?-2.~,1 e~9.2_~~~
melancO~fi~Ef..S..tfiE.~~e la..me.!k_rnidad;W.Sobre este punto
estamos en deuda con la investigacin fundamental de .Kli:._
bansky, Panofsky y Saxl, que en su monumental Satug;o y la
;;;:;;;;;.nos han mostrado las transformaciones que a lo
largo de la historia experimenta este sentimiento. Una de
estas mutaciones decisivas va a tener lugar9~--~
miento. Vuelve la melancola, segn la teora humoral de la
Antigedad clsica, pero con una peculiar inflexin, recono-
cida <<como una.J]J_e,;r.~t!.,l.:O.ll!l~.!L1!al_p_Q.iJ.!llt>>, asociada al
3 lb., p. 8.
4 J. Ortega y Gasset, Cartas de un joven espaol, Madrid, El Arquero, 1991,
p.3::J:::J:.
5 J. Garca Gihert, op. cit., p. 83.
LAS FIGURAS QUIJOTESCAS CE LA MELANCOLfA 217
6
espritu del genio . Esta vuelta acontece en la conver encia
de dos corrientes de sentimiento: de Ull lad_o, <l a melanco-
{lia;;ticaj. v~~da a <<1_~--~-?..?~i~i~-~~s~!~;ad~--de--~
o>>, esto es, _a la e eriencia de ilalitonomfjrla soledad) J::::-
del hombre moderno deslig_aj~~-elos ~~'!!os !i<U_a tr<ll!ic-_
~y vuelto hJl9i.e.i.~J.~~~l?.~ <<con una tensin continua-_
mente renovada entre depresin y exaltacin>Ques a la
~e aprecia ~!_!)e~-.cJ.a;]..:g,~~Yi4:t!elidt!-QA..ID!Y..9...!!Q..P_~~
de d_(j~~-~~~~<:~~~~~:._a!>Q.~dad ~2...I!!i.E:~~ de s~
vida; Y. del q_tr_q_,l_ <<me anca a generosa>> el humanista,..:.!_
ho~J!hr~_?e l<!:fi!~-~R.~qy{~:tfl!g_~~?-?.t!td.~o~C!. consciente de su
poder~!..~ad?!.~-~2. a la ~~~-~-~~g-~---~~}~~~~~t.!Y2 __g::t_~ s}~---~
..2Tplica. ~~~c~L~~~..s..~merg!;~ta figgra, al
margen de cualquier tradicin y cobertura social, estriban-
do slo en su libertad creadora, lo expone al vrtigo e inclu-
so a la locura:
____
que sera un reflejo de esa falta de unidad trgica y heroica:
--a---
.....
la pauta intelectual del genio moderno .
'-
8 Jb.,pp.243244
9 lb., p. 254 Es la tesis que repite J. Garca Gibert: <<Ficino emprende
dicha rectificacin bajo el auspicio conjunto de Aristteles y Platn. De
ste -su maestro-toma la teora de los furores, es decir, la locura creati-
va que, de acuerdo con la doctrina platnica, poseen los vates y profetas.
De Aristteles rescata un fragmento preterido (Problemata, XXX, 1),
donde el Estagirita postulaba de manera transparente una conexin entre
el humor melanclico y el talento singular para las artes y las letras a.
Garca Gihert, op. cit., p. 67).
10 Este trasfondo histrico ha sido analizado amplia y minuciosamente en el
'Iiliro Saturnorliljrglttrt6'tf~t';"'e!ll'itp~"1to titulado <<4 idea de melan-
.. coliauu;rp!lsfo~~9,.ci~~l~!.~!R_~J;zyi~~P].~'cl
Pro'blemaXXX, 1>> (R. Klihansky, E. Panofskyy F. Saxl, op. cit., pp. 39-
64). El texto, aunque aristotlico de inspiracin, habra que atribuirlo al
'enfoque naturalista de Teofrasto. Ha sido considerado como una mono-
grafa sobre la bilis negra, causante del morbo melanclico, cuando est
asociada <<a trastornos digestivos o por el calor o el fro inmoderados, o de
una preponderancia constitucional y cuantitativa del humor melanclico
sobre los dems (ib., p. 54). Se da, pues, una doble modalidad. la mera
disposicin temperamental, el humor melancholicus>>, segn predo-
LAS FIGURAS QUIJOTESCAS DE LA MELANCOLrA 219
11 lb . p. ~64.
1~ lb., p. 151 yss. De hecho, el cristianismo ya haba conocido en la acidia
medieval, que floreca como una planta venenosa en los claustros, una
terrible enfermedad que llevaba a la desidia, la depresin y hasta la des-
esperacin. Y curiosamente, la versin de la misma no fue slo negativa,
pues poda ser interpretada en ciertas condiciones como una prueba
espiritual y as dotarla de sentido asctico/moral. Hay en la Edad Media
testimonios encontrados sobre el tema. As, pues, Guillermo deAuver-
nia vea en la enfermedad melanclica una gracia, mientras que Criss-
tomo la interpretaba como una prueba que la reflexin razonable puede
hacer comprensible y soportable (R. Klibansky, E. Panofskyy F. Saxl,
LAS F'IGURAS QUIJOTESCAS DE LA MELANCOLfA 221
20 Ib., p. ns
21 F. Ayala, Cen>antes y Quevedo, Barcelona, Ariel, 1984, p. 70.
226 PEDRO CEREZO GALN
25 lb., p. 77
~6 lb., p. us.
2:7 lb., p. 101.
~8 lb., p. 10:;!:.
228 PEDRO CEREZO GALN
32 Jb.,pp.I02J106.
33 AgustinAndreu en el Estudio introductorio a su traduccin delSensus
communis, Ensayo sobre la libertad de ingenio y humor de Shaftesbury,
Valencia, Pre-Textos, 1995 p. 74
LAS FIGURAS QUIJOTESCAS DE LA MELANCOLfA 231
3. FiGURAS DE !A MElANCOLA
La melancola no slo se relacionaba en la antigedad con la
aguda imaginativa, sino con el talante heroico. Heracles,
Ayax, Beler:ofonte eran melanclicos. <<Pero incluso para el
siglo rv-sealan Klibansky, Panofski y Saxl- el hechizo de
aquellas grandes figuras era lo bastante fuerte para conferir a
la idead e melancola que ahora se les asociaba una aureola de
siniestra sublimidad. Pas a ser, como dira despus Gelio
l.AS FIGURAS QUIJOTESCAS DE l.A MEl.ANCOI.fA 233
36
irnicamente, una enfermedad de hroes>> . En el caso
de don Quijote, y siguiendo la caracterizacin tipolgica de
Huarte de San Juan, <<se trata de un hroe melanclico, pero
con una melancola colrica o por adustin, resultado de una
combustin irregular de la bilis amarilla>>. Huarte distingua
as dos melancolas, <<una natural, que es la hez de la sangre,
cuyo temperamento o es frialdad y sequedad con muy gruesa
sustancia, y sta no vale para el ingenio; y la otra atrabilis o
clera adusta, de la cual dijo Aristteles que hace a los hom-
bres sapientsimos>> 37 En este tipo (<colrico adusto>> clasi-
fica Huarte, como seala Bartra, nada menos que a Jesucristo
y al apstol Pablo, con quien Cervantes encuentra alguna afi-
nidad en su hroe, porque como se sabe, la caballera andan-
te de don Quijote estaba ms cerca del espritu paulino que de
Santiago matamoros.
3.1. LAMELANCOAHEROICA
Hay, pues, una melancola propia de los esforzados, cuando
barruntan la vanidad de sus empresas. Ya en la primera parte
del Quijote, haba tenido lugar, con la reaparicin de Andresi-
llo en la escena, el amargo reproche que le dedica el mozo al
caballero andante al recriminarle su impotente asistencia,
que a la postre slo le report ms palos y ninguna paga:
41 J,
Ortega y Gasset, Meditacin d Escorial>>, en Obras Completas,
Madrid, Revista de Occidente, 1966, 11, p. 56o.
4~ M. de Unamuno, Vida de Don Quijote y Sancho, en Obras Completas,
Madrid, Escelicer, 1966, 111, p. ~09.
43 lb.' p. ~11.
LAS FIGURAS QUIJOTESCAS DE LA MELANCOLfA 237
3.~. lAMELANCOAERTICA
Pero, no se trata tan slo de la melancola heroica, con ser
sta d~cisiva, sino tambin de la otra melancola ertica, en
la que fue sumindose progresivamente. En la tradicin
mdica y literaria, la melancola tambin estaba asociada con
la imposililidad de alcanzar el objeto del deseo. Como seala
J. Garca Gibert, <<ya Galeno, y despus Avicena recogieron y
legaron a la posteridad la antigua tradicin griega de identi-
ficar la enfermedad comn del amor con la accin de la bilis
negra, una tradicin que el propio Ficino se encargara de
recordar en suDeAmore>> 47 . A don Quijote en su desfalleci-
miento heroico ni siquiera le queda el consuelo de su amor,
aun cuando remite a l como el nico remedio para endere-
zar el rumbo de su vida:
( ...)
As el vivir me mata
que la muerte me torna a dar la vida.
Oh condicin no oda
la que conmigo muerte y vida trata!
55 Jb., p. 3L
56 lb . p. 53.
248 PEDRO CEREZO GALN
57 lb . P 5B
5s lb., p. 63.
59 lb.
l.AS FIGURAS QUIJOTESCAS DE l.A MEl.ANCol.rA 249
1'
256 PEDRO CEREZO GALN
74 lb .. p. ~51.
75 lb., p. 253.
258 PEORO CEREZO GALN
Bernardo Teuber
ble tiene primero que recibir una forma. Y esta visibilidad del '1
discurso o de los discursos necesita -por emplear un trmino
de Georges Gntert- de un <<antidiscurso>>, o incluso varios
<<antidiscursos>>; necesita de un clash of discourses, y este
<<choque de discursos>> lo encontramos a cada paso en el Qui-
jote. Pero a continuacin, nos limitaremos, por razones de
economa, a un nico ejemplo.
13
rationale- se condicionan mutuamente He aqu algunos
paSajes esenciales que articulan el discurso de Vitoria:
14
Tener uso de razn es lo mismo que tener libre albedro
Esto se desprende de lo dicho. Pues si tener uso de razn es
tener la facultad del intelecto y de la voluntad, esto significa
15
tener libre albedro. Luego uno y otro son lo mismo .
18
Es lo mismo tener libre arbitrio y ser dueo de sus actos .
19 Ib.
278 BERNARDO TEUBER
'2.7 lb.
2.8 M. Foucault, L'Archologie du savoir, Pars, Gallimard, 1969; L'Ordre du
discours aefon inaugurale au College de France, prononce le :. dcembre
1970), Pars, Gallimard, 1971.
l.OS GALEOTES DEl. QUIJOTE Y l.A SOBERAN[A DE l.AS LETRAS 283
29 Cf Fray Bartolom de Las Casas, Tratado sobre los indios que se han hecho
esclavos (1552), en Obras escogidas de Fray Bartolom de Las C.Ss, V. Juan
Prez de Tudela Bueso [e d.], Madrid, Ediciones Atlas, 1958, pp. 257-290.
LOS GALEOTES DEL QUIJOTE Y LA SOBERANfA DE LAS LETRAS 285
35 B. de Las Casas, Tratada sobre los indios, V, Madrid, Atlas, 1961, p. ~79
EL BIBLIOTECARIO DE LEIBNIZ
Sergio Givone
En la biblioteca estaban todos los libros posibles e imagina-
bles. Es decir, todos los que se haban escrito y tambin todos
los que podran haberse escrito. Como se trataba de una
biblioteca del otro mundo, el bibliotecario, al que nadie
molestaba nunca, consigui leerse toda la coleccin. Y no slo
eso, sino que tambin pudo hacer distintas valoraciones al
respecto, establecer las comparaciones oportunas y realizar
distintas selecciones. Incluso lleg a indicar cul era el libro
que explicaba mejor que ningn otro cmo estaban las cosas.
Aqu abajo, naturalmente, en este mundo.
Esta fbula tiene un cariz netamente leibniziano y, de
hecho, como bien sealaron primero Borges y luego Deleuze,
Leibniz fue el principal valedor de este modelo de biblioteco-
noma total, cuya figura esboz y traz de Varias maneras,
recurriendo a ella en puntos cruciales de su obra. Hay que
recordar que, hacia el final de su vida, Leibniz escribi un
304 SERGIO GIVONE
por lo tanto, algo que tiene que ver con la libertad, que es pero
podra no ser, lo cual proporcionara a las dems historias
cierta legitimidad, ya que su muda presencia es testimonio
irrefutable de su indignidad respecto a la nica historia digna
de ser. Por ello confirma que la historia nicamente es histo-
ra junto a otras historias: ah estn los libros, en la gran
biblioteca, como prueba_de que la historia del mundo es his-
toria en la medida en que hay infinitas historias diferentes
que podran haber tenido lugar. Contar la historia del mundo
como si fuera la nica y, por consiguiente, anular las historias
en plural, carece de sentido, so pena de identificar la historia
del mundo con el mundo: es decir, con un todo slido, com-
pacto,,imposible de trascender, sin grietas ni fisuras por las
que soplase el viento del infinito. De la libertad no quedara
entonces ms que la sombra de una sombra.
Leibniz se abstiene de dar un paso como se, que resulta-
rafatal.
Y, sin embargo, varias dcadas despus, no faltar quien
tome a Leibniz al pie de la letra. Y se instalar en esa bibliote-
ca que es la mente de Dios, de donde extraer ese singularsi-
mo volumen que es la historia universal en forma filosfica.
sta sera entonces la nica historia verdadera, la sola histo-
ria real. Se trata de Hegel.
En la Fenomenologa del Espritu el Espritu cuenta su pro-
pia historia. Pero lo hace como si no fuese la suya, sino una
historia de otros sujestos perdidos en el mundo, sometidos a
fuerzas extraas que ellos intentan dominar pero que los
dominan. Que se dejan guiar por caminos que llevan a algn
EL BIBLIOTECARIO DE LEIBNIZ 311
otra a partir de ella. No. Ni hay otra, nipa dra haberla. Que la
historia haya acabado significa que ya no hay historia. La
necesidad ha engullido a la libertad. Hegel escribe en la Enci-
clopedia, a propsito de la <<idea que se piensa a s misma,
es decir, de la filosofa: <<La ciencia(... ) ha retornado a su ini-
cio (. .. )pero la mediacin del concepto tiene la forma exte-
rior de transicin, y la ciencia la del curso de la necesidad,
con lo que la libertad del concepto se ubica slo en uno de los
extremos como su concatenacin consigo misma>>~. Pero ya
en la Fenomenologa todo cuanto pertenece al mundo de la
libertad, a un mundo posible aunque irreal, se haba conver-
tido en algo umbrtil y espectral, en un mero poder ser que
nunca ser. Por lo tanto, ese mundo viene consignado al
pasado. El pasado del Espritu.
Tal es, como Hegel mostrar en sus lecciones de esttica,
el destino del arte romntico. Es decir, de la novela. Lo que
impide que la novela traspase el umbral de la realidad es el
hecho de que sus contenidos tienen un valor puramente
neg~tivo. Habitan en la dimensin del no ser, o del ser que
nunca realmente es. El arte romntico, es decir,la novela,
habla de la irrealidad del mundo. Comparado con el Espritu,
todo lo que es mundo no hace ms que aniquilarse, padecer
sus limitaciones sin remedio, anticipar la muerte. El propio
Espritu, por lo dems, extrao a s mismo, vaga aparente-
mente sin destino: por eso, sus aventuras terrenas se caracte-
rizan por una religiosidad mstica y trascendente, que
2 G. W. F. Hegel, Enzyklopaedie derphilosophischen W~senschaften, Werke,
Frankfurt/M, Suhrkamp, 1970, 574 y 575; 10, 393.
EL BIBLIOTECARIO DE LEIBNIZ 313