La Interminable Historia Del Estadio Del Espejo. Baños Orellana
La Interminable Historia Del Estadio Del Espejo. Baños Orellana
La Interminable Historia Del Estadio Del Espejo. Baños Orellana
INTERVALO
42
JORGE BAOS-ORE LLANA
El primero de agosto del apacible verano checo de 1936, psicoanalistas del resto de Eu-
ropa y de lejanas ciudades americanas atravesaron el paso de onduladas colinas que sirve
de ingreso al valle encajonado por las alturas del Kaiserwald. A bordo de automviles o del
tren que sala de Praga, fueron coincidiendo en un mismo destino, el panormico escena-
rio de un pretencioso hotel de la ciudad recreo de Marienbad. Era el sitio escogido para
el Decimocuarto Congreso de la Asociacin Psicoanaltica Internacional (IPA). Los abetos
alineados y las estatuas de la gran explanada, el barroquismo palaciego del edificio y los
erguidos espejos de la recepcin daban una atmsfera opertica. Desde luego, esas piedras,
esos mrmoles eran el estuco de una ficcin historicista: cincuenta aos atrs ese palacio
de apariencia largamente centenaria era la huerta de una abada ignorada. As fue hasta
que el poder medicinal (o simplemente laxante) de los manantiales del valle, promovido
por un mdico charlatn, atrajo las inversiones inmobiliarias que acudieron a levantar
spas neo-barrocos y neo-renacentistas, creando uno de los centros tursticos ms apre-
ciados de la larga paz europea de finales del siglo XIX y principios del xx. No pas mucho
para que los profesionales universitarios, ese sector de la burguesa que acumula mucho
ms capital simblico que financiero, eligieran semejante lujo para pasearse y ennoblecer
los congresos cientficos. Se sabe que Freud verane en Marienbad en 1913, secundado
por la corte femenina de la esposa, la cuada y las hermanas.
INTERVALO
43
JORGE BAO$-ORELLANA
A medida que los analistas llegaban a la recepcin, cedan el equipaje de libros, manus-
critos y ropa de etiqueta, y se demoraban en rondas de bienvenidas, de chismes y vaticinios
a propsito qu dira Ernest Jones en el discurso inaugural. Un tanto despistados por el
barullo de la novedad, los candidatos recientemente titulados vean abrirse las puertas
hasta entonces selladas; venan mayormente a escuchar en silencio a los maestros, pero
unos pocos aguardaban turno para descollar en el escenario internacional: entre estos
ltimos, Jacques Lacan. Padrinos, madrinas e inquisidores vigilaban disimuladamente ese
grupito joven tan prometedor como peligroso para la unidad: tal como haba previsto
Durkheim (2008), desde que el Cdigo Napolenico haba contrado los clanes patriar- .
cales a la familia conyugal, el nico porvenir de la familia humana estaba en los lazos de
las agrupaciones profesionales: 'No veo otra cosa que pueda suceder a la familia en las
funciones econmicas y morales que es cada vez menos capaz de desempear' (En Zafi-
ropoulos, 2002, p. 72).
Jacques Lacan, aceptado como miembro adherente desde fines de 1934, era una de las
promesas de la Sociedad Psicoanaltica de Pars (spp) y l, con toda razn, no guardaba
dudas al respecto. En el programa del Congreso figuraba como autor de una ponencia de
largo ttulo, El estadio del espejo: teora de un momento estructurante y gen tico de la
constitucin de la realidad, concebido en relacin con la experiencia y la doctrina psicoa-
naltica (2008c). A su entender, eso conmovera la alicada teora del Yo: a partir de ob-
servaciones de psicologa comparada conocida desde Darwin, haba sacado consecuencias
analticas de largo alcance que seguramente iban a dar que hablar y estaba muy dispuesto
a defenderlas, como lo haba hecho un mes atrs en una reunin preparatoria de Pars. A
los treinta y cinco aos de edad era un polemista aplicado y de temer. Por cierto, cuando
pis las alfombras mullidas de la gran recepcin de Marienbad, l no poda adivinar lo que
todos sabemos, que su exposicin sobre el estadio del espejo quedara a medio pronunciar,
interrumpida sin contemplaciones por el timbre que hizo sonar Jones.
Es conocido tambin que ese fiasco no lo desalienta. Al contrario, guardando sus ver-
dades en los puos cerrados, nuestro hroe acabar liberndose de la frula de la ssp y, en
ese mismo momento -como se escucha por doquier- Lacan inaugura su enseanza en
1953. Por cierto, todava en 1966 recuerda indignado el episodio de Marienbad; en las no-
ticias bibliogrficas de sus Escritos 2 anota con irnico rencor: 'Hicimos la comunicacin
en la segunda sesin cientfica, el3 de agosto a las 15 h. 40' (Lacan, 2008e, p. 897). Testimo-
ni que un Jones, patriarca anglfono, amordaz los enunciados insurgentes de la joven
intelligentsia francesa. Elevada a acontecimiento, la escena se ha vuelto legendaria incluso
ms all de los crculos psicoanalticos; su pregnancia es tanta que en un reciente ensayo a
propsito del film de Alain Resnais, El ao pasado en Marienbad (1961), el crtico T. Jeffer-
son Kline (2006) la describe cargando las tintas: 'Ernest Jones se levant en furia a las 15:40
del 3 de agosto de 1936' (p. 213). Naturalmente exagera, de haber sido as la ponencia no
hubiese durado ni un segundo ... Lacan, quizs exagerando un poco menos, asegur que
se le permiti leer 'hasta el punto que coincida exactamente con la cuarta llamada del
INTERVALO
44
JORGE BAOS-ORELLANA
minuto dcimo, en que me interrumpi Jones' (p. 181); supongo que 'la cuarta llamada'
(p. 181) con que se tradujo au quatrieme top (... ) es el cuarto ipip! con que la radiofona
anuncia la hora. Pero si lo ocurrido fue algo de ese cariz, si en los dichos de la ponencia de
Lacan hubo efectivamente algo insoportable, Por qu en el Decimosexto Congreso de la
PA en Zurich, tambin presidido por Jones, se le permiti hablar del mismo tema durante
una excedida media hora? Acaso hubo algo de lo dicho en Marienbad en 1936 que, en
Zurich en 1949, Lacan se cuid de no reiterar? Haba algo inconvenientemente valioso en
El estadio del espejo: teora de un momento estructurante y gentico de la construccin
de la realidad, concebido en relacin a la experiencia y la doctrina psicoanaltica (Lacan,
2008c) que no logr pasar, que fue arrojado al cesto de los papeles del clebre escrito sobre
el estadio del espejo como formador de la funcin del yo (fe) tal como se nos revela en la
experiencia psicoanaltica?
Se replicar que se trata de una pregunta ilegtima, porque es sabido que no encon-
trar respuesta pues el origen dellacanismo est velado: el joven Jacques Lacan parti de
Marienbad sin entregar la ponencia interrumpida a la Secretara de Actas del Congreso. Y
a sus papeles se lo trag la tierra. Parece que tampoco se los hall entre sus papeles ps-
tumos (aunque nunca se sabe) y todo indica que los dej caer en algn basurero barroco
del spa o bien, camino a Berln los arroj por la ventanilla del Citroen a los salutferos aires
del Kaiserwald.
Elizabeth Roudinesco (2003) se inclina por una versin ms anodina de los hechos.
En lugar de comisario terico, Jones se convierte en un dirigente sabio que hace lo debi-
do con ese desfile de narcisismo s que acostumbran ser las reuniones de analistas. Como
contrapartida, en esta versin Jacques Lacan pierde su aura, trocndose de vctima en
sospechoso. Acaso l no conoca las reglas de participacin? No, no fue una vctima del
autoritarismo, sino el engredo de costumbre, capaz, eso s, de transmutar sus sntomas
en buena teora:
Despus de haber hablado algunos minutos, Lacan fue interrumpido por Ernest Jo-
nes. El presidente consider que ese participante francs, de quien nunca haba odo,
haba excedido el tiempo autorizado a cada orador. En aquel entonces, la regla regula-
dora del tiempo de las ponencias ya se aplicaba en conferencias internacionales. Lacan
tom a la interrupcin como una humillacin, abandon el Congreso y se fue a los
Juegos Olmpicos de Berln a ver de cerca cmo un evento deportivo era manipulado
por el nazismo. Uno puede encontrar cierta conexin entre la manera enrgica con
INTERVALO
45
JORGE BAOS-ORE LLANA
Si bien, la misma Roudinesco (1994, pp. 167 Y ss) adelant un cuadro de las circuns-
tancias del movimiento analtico hacia 1936, hubo que aguardar a Riccardo Steiner (2003),
responsable de los archivos de la Sociedad Psicoanaltica Britnica, para contar con nuevos
detalles (especialmente unos en los que Francia no queda muy lucida) que -sin pro-
ponrselo- dejan traslucir otra posible significacin del gesto de Jones. Los resumir a
modo de un re comienzo de este artculo.
Parado sobre las mullidas alfombras de la recepcin, Jones intuy que, en ausencia de
Sigmund Freud, los enfrentamientos entre Anna y Klein iban a arreciar, pero ese era un
problema menor. Todo haba empeorado. En el Congreso del 34, haba recibido de Viena
la siguiente respuesta al borrador del discurso inaugural: 'Mi padre y yo consideramos
excelente su discurso de apertura' (En Steiner, 2003, p. 79). Sin embargo, es preciso hacer
una observacin e~ lo concerniente a 'la situacin en Alemania' (p. 79); esta vez no haca
falta que se lo recordaran: desde diciembre, los miembros judos del Instituto de Berln
haban sido obligados a renunciar a sus puestos por las leyes de Nuremberg. Antes de ir a
Marienbad, Jones haba tenido una desolador a reunin con Goering, el sobrino del mi-
nistro del mismo nombre y nuevo director del Instituto, impuesto por una organizacin
filo nazi de salud mental. Si en el Congreso del 34, Jones haba anunciado preventivamente:
'No falta entre nosotros seales de impaciencia por las condiciones sociales y el anhelo
de procurar su modificacin' (En Steiner, 2003, p. 190). 'Quien se rinda a esos impulsos
perder en la misma medida su condicin de psicoanalista' (p. 190), en el del 36 se trataba,
en cambio, de remediar el encarcelamiento de Edith Jacobsohn, miembro polticamente
comprometido del grupo de Qtto Fenichel. Y, no menos importante, estaba el tema del
Instituto de Nueva York, centro de importancia decisiva para la recepcin y ayuda econ-
mica de los refugiados. Las pretensiones autonomistas americanas se haban intensifica-
do. Brill acababa de renunciar como instancia moderadora; estaba harto de procurar que
Rada se 'abstenga a injuriar y citar errneamente a Freud en su curso del Instituto' (En
Steiner, 2003, p. 181), Y harto de las desautorizaciones de la cpula vienesa, en la carta a
INTERVALO
46
JORGE BAFoS-ORELLANA
Tones del 11 de diciembre de 1935, escribe: 'En vez de remitir las cuestiones a m y seguir
mis sugerencias, visto que supuestamente soy una autoridad, ustedes escuchan en Europa
a cualquier hijo de vecino y se dejan influir por ellos' (En Steiner, 2003, p. 78).
Instalado en el centro de semejante encrucijada, cuesta creer que Tones haya perdido
la compostura por el paper de un recin llegado, pronunciado en un francs seguramente
artificioso para el odo extranjero. En todo caso, su mala voluntad con la delegacin fran-
cesa bien pudo deberse a la escasa solidaridad que le reprochaban. A fines del 33, Anna se
lamenta a Tones:
Alto!, frenemos nuestra urgencia de replicar que la princesa acab salvndoles el pe-
llejo a Freud y su familia, incluyendo a la impaciente Anna, y que el candidato Lacan
haba escogido como analista a uno de esos cuatro primeros judos emigrados a Pars.
Consideremos, en cambio, que los dramticos datos ventilados por Steiner permitiran
desmitificar la presunta censura terica aplicada por Tones al joven Lacan.
La dificultad consiste en tomado en cuenta sin que, como dicen los ingleses, el nio se
nos escurra con el agua sucia de la tina. La desmitificacin de la pasin de Marienbad no
implica desechar automticamente la hiptesis del posible valor revulsivo de lo efectiva-
mente dicho all por Lacan. Es verosmil que Tones, acosado por resguardar alguna subsis-
tencia del psicoanlisis en Alemania, complacer a Viena, no irritar a Estados Unidos y no
permitir un cisma en el anlisis con nios, haya expresado su reconocido mal genio sobre
una Francia tan dbil para traer problemas como para solucionados. Puede ser, entonces,
que Tones haya aplicado estpida e impamente el tiempo reglamentario al recin llegado
sin molestarse en escuchado; sin embargo, probablemente hubiese hecho exactamente
lo mismo de habedo seguido cautelosamente. El informe Steiner hiere el mito pico de
las 15:50, pero no al posible inters de los papeles esfumados de Marienbad. Que la gran
historia del mundo no ahogue la pequea historia interna de la teora!
Aun as, la hiptesis de que algo insustituible de la ponencia del 36 no habra pasado al
escrito del 49 puede parecer no solamente inverificable sino ultraconservadora. Pues cabe
sospechar que la alienta eso que Foucault (1992), defina budonamente como 'la genea-
loga gris, meticulosa y pacientemente documentalista' (p. 7); que 'desea creer que en sus
comienzos las cosas estaban en su perfeccin, que salieron rutilantes de las manos del
creador o de la luz sin sombra del primer amanecer' (p. 10). El lector decidir cuando las
pruebas se pongan sobre la mesa, pero conceda desde ahora que Foucault busc, simul-
INTERVALO
47
JORGE BANOS-ORELLANA
tneamente, la posibilidad de practicar otra genealoga, una genealoga jovial que 'mueve
aquello que se perciba inmvil y fragmenta lo que se pensaba unido, muestra la heteroge-
neidad de aquello que se imaginaba conforme a s mismo' (p. 13). Admtase, tambin, que
no hay uno sino que son dos los imanes teolgico s que compiten por escribir la historia.
Est, efectivamente, el del comienzo perfecto, el del paraso perdido (convencido de an-
temano que las pginas de la aurora arrebatada de Marienbad no pudieron ser superadas
por el tiempo del refrito de Zurich). Pero tambin est el imn optimista, confiado en que
la marcha de la historia es de un progreso continuo e inagotable (convencido de antemano
de que las pginas inexpertas de Marienbad fueron inevitablemente superadas por las del
tiempo reflexivo de Zurich). En los dos, el relato precede al dato y aspira a arruinar su con-
tingencia. La novela de la verdad como criatura fugaz, asesinada por el xido del olvido
inmediato, o la novela de la verdad como criatura inmensa que adviene progresivamente
como resultado merecido del trabajo de los parteros. Si se prefiere dar un paso ms y po-
nerlo en trminos de la teora poltica: el anticristo de Benjamin o el katchon de Schmitt.
Desde luego que hay progreso en Lacan, ira contra toda evidencia negar las novedades
tericas del escrito de Zurich. Roudinesco, es inobjetable cuando las alaba:
Sin embargo, sobrevuela aqu el yerro del progresismo. No tanto porque en este, y otros
pasajes, la versin del 36 queda exclusivamente definida por lo que le falta para ser el mo-
delo perfeccionado del 49, sino porque el desdn por lo que qued atrs se nos aparece des-
tructivo al ver la ligereza con que se acerc a la reliquia de Marienbad. Me refiero a las notas
tomadas por Franyoise Dolto de la conferencia sobre el estadio del espejo pronunciada
por Lacan dell6 de junio de 1936 en Pars, a manera de ensayo de su presentacin en Ma-
rienbad. Estos papeles, a los que Roudinesco tuvo acceso diez aos antes de que tomaran
estado pblico, son el documento ms valioso de la versin 1936 del estadio del espejo.
Por otra parte, el afn de buscar los papeles de Marienbad, no persigue exclusivamente
un tesoro escondido, un concepto perdido sino, ante todo, la posibilidad de reconstruir el
mapa de los pasos precisos por los que Lacan alcanz y desarroll el registro de lo Ima-
ginario. An en el caso improbable que Lacan haya avanzado por una autopista trazada
nicamente con vas de acceso y ninguna va de salida que se pierde de vista hacia destinos
prometedores, an as, obtener el plano de su trayectoria sera premio suficiente para una
de las dos formas de la curiosidad. Porque, para seguir y acabar con las biparticiones, con-
vengamos que hay dos preguntas que se hacen ante una teora.
INTERVALO
48
JORGE BAO$-ORELLANA
Una es la pregunta por el ser. Para esta curiosidad, los caminos por los que se alcanza
una conclusin son irrelevantes. Lo que la llama es conseguir, cuanto antes, que esa con-
clusin se vuelva legible y, as, poder apropirsela, poder aplicada. Cuando pregunta qu
es del estadio del espejo, est reclamando una buena definicin y cierta casustica de apo-
yo; puede prescindir perfectamente de citas textuales y hasta del nombre de Lacan: a esa
minucia la acusa de universitaria. La historia no cuenta para esta curiosidad, la supone un
lujo prescindible frente a las urgencias prcticas y sociales de la clnica.
La otra curiosidad es la de la pregunta acerca de cmo es que algo lleg a ser y se sostiene
siendo. Est interesada por el detalle de cmo se concibi y cmo se sostiene argumenta-
tivamente un producto terico; no la impacientan la menudencia histrica ni el laberinto
lgico: los supone ineludibles.
Por cierto, las respuestas a la pregunta por el ser resultan inevitables en la transmisin
de doctrina. Cuando se pone a circular un cuerpo de certezas se habilita la posibilidad de
instalar rpidamente algoritmos del saber-hacer asistencial: es la pragmtica de la trans-
misin procedimental. Las tortuosas respuestas a la pregunta de cmo se concibieron y se
sostienen tales certezas resultan, por su parte, imprescindibles para mantener vivo el saber-
pensar. Si se descuidan estas ltimas, los nuevos analistas sern los parias de la historia del
psicoanlisis y el psicoanlisis cristalizar en una tcnica inamovible. Freud mismo haba
sopesado las ventajas y desventajas de las dos transmisiones desde muy temprano. En junio
de 1892, le confa a Breuer, en su condicin de coautor de los Estudios sobre la histeria:
Me atormenta, en efecto, el problema de cmo ser posible dar una imagen bidimen-
sional de algo tan corpreo como nuestra teora de la histeria. Sin duda alguna, la
cuestin decisiva es si habremos de darle una exposicin histrica, comenzando con
todas las historias clnicas (o las dos mejores entre ellas), o si no convendra ms bien
empezar con una enunciacin dogmtica de las teoras que hemos elaborado a modo
de explicacin (Freud, 1973b, p. 50).
Un autor (... ) debe hacer claramente su eleccin entre dos mtodos o tcnicas. Es
posible partir de lo que cualquier lector sabe (o piensa que sabe) y considera como
evidente en s mismo sin contradecirlo ya desde el comienzo. Pronto se presentar
una oportunidad para llamar su atencin sobre algunos hechos en el mismo cam-
po, que aunque le son concidos, ha descuidado o ha apreciado imperfectamente.
Empezando con ellos, uno puede introducir ms hechos ante l de los que no tiene
conocimiento y prepararlo as para ir ms all de sus primeros juicios, para buscar
nuevos puntos de vista y tomar en consideracin nuevas hiptesis. Por este camino
se le puede llevar a tomar parte en la edificacin de una nueva teora acerca del sujeto
y se pueden conocer sus objeciones a ella durante el curso del trabajo en comn. Un
INTERVALO
49
JORGE BA~OS-ORELLANA
mtodo de esta clase podra llamarse gentico. Sigue el camino que el propio investiga-
dor ha seguido antes. A despecho de todas sus ventajas,tiene el defecto de no hacer una
impresin demasiado contundente sobre el que aprende (Freud, 1973c, p. 3419).
No quedar tan impresionado por algo que ha visto surgir a la existencia y pasar por
un difcil perodo de crecimiento como lo sera por algo que se le presentara ya hecho
como una totalidad aparentemente cerrada. Este otro mtodo, el dogmtico, empieza
por plantear sus conclusiones. Las premisas exigen (... ) la fe de la audiencia y en apo-
yo de ellasse aduce muy poco (p. 3419).
Volviendo al joven Lacan y al Lacan maduro, es probable que parte del afn de minimi-
zar el impacto de las Notas provenga de los datos polticamente incorrectos que las Notas
acercaran a la gentica jovial. Es tranquilizador descansar en la garanta de que todo lo
dicho por Lacan viene de ese seor canoso de la foto de los Escritos, que luce respaldado
en una larga experiencia clnica y al que ninguna de las modas filosficas yantropolgicas
de 1953 en adelante le fueron ajenas, es, en cambio, inquietante que se sepa que algunas
de las columnas decisivas del edificio de su enseanza se levantaron en 1936, cuando era
todava un analista principiante, recin titulado por una asociacin perifrica de maestros
dudosos, y caminaba junto a vanguardistas de mala fama.
La dogmtica de la que habla Freud desprecia y teme a la historia (su detallismo le re-
sulta una distraccin irrelevante, sus respuestas desdoran el brillo de los axiomas), y goza
de un xito al que le son ajenos los frecuentes fracasos de su rival; porque la gen tica suele
llevar a resultados decepcionantes. Esas historias 'del camino que el propio investigador ha
seguido antes' (Freud, 1973c, p. 3419), no son tan fciles de contar como se sugiere en Al-
gunas lecciones elementales de psicoanlisis (l973c). No son tan silogsticas como Freud
quiere hacemos creer: lo que propone es una tctica de persuasin no una descripcin de
lo acontecido. Esa secuencia razonable de observaciones, espontneas y asistida, que dan
pie a conclusiones, alcanzadas despus de cruzar el puente de los juicios, es la fbula del
asociacionismo. El asociacionismo: la bestia negra, el enemigo jurado del Lacan de 1936.
Una gen tica jovial denunciara que a la mquina de pensar del investigador de Algu-
nas lecciones elementales de psicoanlisis (Freud, 1973c) le falta el sujeto; a los enunciados
INTERVALO
50
JORGE BAOS-ORELLANA
que produce, les falta la dimensin enunciativa, en una palabra, le falta leer Psicopatologa
de la vida cotidiana (1973d). Al respecto, Foucault (1992), deca que la marca de agua
de una genealoga jovial de las ideas es la complejidad: 'permite encontrar bajo el aspecto
nico de un carcter o de un concepto, la proliferacin de acontecimientos a travs de los
cuales (gracias a los que, contra los que) se han formado' (p. 13). En cambio, la dogmtica y
los atajos asociacionistas hacen que, como en el film de Resnais Hace un ao en Marienbad
(1961), avance el olvido y la creencia en la inutilidad o la imposibilidad de la historia; como
si algo valioso se preservara de esa manera, como si algo peligrara con la recuperacin.
An as, y porque se trata del psicoanlisis, los intentos de re-eonstruir los papeles de
Marienbad no han dejado de llevarse a cabo. Las pesquisas comenzaron por los papeles
de Marienbad que Lacan no tir. Como si l hubiese querido alentar que se haga la ge-
nealoga de su concepcin del estadio del espejo, en el escrito Ms all del principio de
realidad (2008a) concluye con una inhabitual informacin, la de las fechas y sitios que
sirvieron de mesa de trabajo: 'Marienbad, Noirmoutier. Agosto-octubre de 1936' (2008a,
p. 98). Desafortunadamente, su Ms all del principio de realidad (2008a), no es una
segunda versin inmediata del informe de Marienbad. En vano se busc mencin espec-
fica al asunto del espejo. En todo caso, permite leerse como un enrgico prlogo hacia un
encuentro con el estadio del espejo, pues se trata de una larga discusin contra las concep-
ciones que cierran las puertas a lo que el estadio debe llevar a concluir a un freudiano. Ese
prlogo concluye anunciando las dos vertientes de lo Imaginario: la de la constitucin del
yo como objeto y la de la correlativa constitucin del mundo:
Dos preguntas se plantean al llegar a este punto: cmo se constituye, a travs de las
imgenes -objetos del inters-, esa realidad en la que concuerda universalmente el
conocimiento del hombre? Y cmo a travs de las identificaciones tpicas del sujeto
se constituye el yo (je), en el que aqul se reconoce? Freud responde a ambas preguntas
pasando nuevamente al terreno metapsicolgico. Propone un ''principio de realidad"
cuya crtica, dentro de su doctrina, constituye el fin de nuestro trabajo. Pero antes de-
bemos examinar qu aportan con respecto a la realidad de la imagen y a las formas del
conocimiento las investigaciones que, juntamente con la disciplina freudiana, asisten
a la nueva ciencia psicolgica. Tales sern las dos partes de nuestro segundo artculo
(2008a, pp. 97-98).
Haba buenas razones para creer que ese segundo artculo (que nunca se public) ya
estaba escrito: era la ponencia de Marienbad.
Anotemos, de paso, que el Ms all del principio de realidad (2008a) de Lacan no est
entonado como un ajuste de cuentas. Ni escrito explcitamente reactivo ni escrito de capilla,
se trata de una marcha triunfal y expansiva; si hay un fiero debate, es con el asociacionismo
y sus antecedentes filosficos del siglo XVII. Es a su teora polpera de la imagen la que cri-
tica, no a otra. Es tambin en este escrito temprano donde se encuentra la divisa lacaniana
a favor de una genealoga jovial y su condena a que la sustituyan v~rsiones respetables:
Sin duda, los caminos por los que se descubre la verdad son insondables, y hasta ha
habido matemticos para confesar haber visto a sta en sueos o haber tropezado con
INTERVALO
51
JORGE BA~OS-ORELLANA
ella en alguna trivial colisin. Pero es decente exponer su descubrimiento cual si pro-
cediera de un comportamiento ms conforme a la pureza de la idea. Como a la mujer
de Csar,a la ciencia no se la debe sospechar (2008a, p. 92).
... dirigindome a la memoria de Ernst Kris, tal como la he conservado del Congreso
de Marienbad, del que me desped despus de mi comunicacin sobre el estadio del
espejo, preocupado como estaba de ir a husmear la actualidad, una actualidad carga-
da de promesas, en la Olimpada de Berln. Me objet amablemente, en francs: "C;a
ne sefait pas!", ganado ya por esa tendencia a lo respetable ... (Lacan, 2008e, p. 573).
R. Steiner agregara que, adems de sujetarlo su correccin, Kris no poda seguir a La-
can a Alemania por motivos raciales. El caso es que Lacan reencuentra los temas del espejo
en Berln. Si bien, no alcanz a ver la famosa ceremonia inaugural, s fue espectador de la
primera transmisin teleYsiva en directo de la historia. En Acerca de la causalidad psqui-
ca (Lacan, 2008b) -lo primero que escribi finalizada la Segunda Guerra- medita sobre la
temible posibilidad de poderes que logren manipular imagos: 'Ya han aparecido por aqu y
por all algunos balbuceos de empresa semejante. El arte de la imagen podr actuar dentro
de poco sobre los valores de la imago, y un da se sabr de encargos en serie de ideales a
prueba de la crtica' (p. 189). En esa misma conferencia, pronunciada fuera del crculo de la
SPP, vuelve a relatar la escenita de Marienbad y aade una muy valiosa indicacin:
INTERVALO
52
JORGE BANOS-OREllANA
INTERVALO
53
JORGE BAOS-ORELLANA
donde sabemos, la aparicin de las Notas no despert todava resultados entre los analistas
de una ni de otra lengua4
Razones heursticas. Puede ser que algunos colegas no se acerquen a las Notas para
mantener abierto un infinito conjetural. Como adelantamos, a propsito del artculo de
Lthier (2007), mimar e! vaco de la falta original tuvo un considerable valor de provoca-
cin en la produccin lacaniana. Es e! resultado previsto por Dunraven, e! personaje de
Borges, cuando sentenciaba que ... 'la solucin de! misterio siempre es inferior al misterio'
(2005, p. 646)5, Y por el corolario que de ah sac Lacan (1998): 'A veces, importa ms
sostener planteado un problema que darle solucin' (p. 425).
No creo que nunca haya habido dos tiempos en lo que yo he enseado, un tiempo
centrado en el estadio del espejo y en lo imaginario y luego, ms tarde, en ese momen-
to de nuestra historia que se sita con el discurso de Roma -el descubrimiento que
4 Adems de bibliotecas y libreras, la bsqueda en Google de la fecha del16 de junio de 1936 combinada con los nombres de
Lacan o Dolto, trae hoy (fines de febrero de 2009) resultados nulos, tanto en espaol como en francs e ingls.
5 'Dunraven, versado en obras policiales, pens que la solucin del misterio siempre es inferior al misterio. El misterio participa
de lo sobrenatural y aun de lo divino; la solucin, del juego de manos' (Borges, 2005, p. 646). En Abenjacn el Bojar,
muerto en su laberinto (pp. 641-647), incluido en El Aleph (Borges, 2005).
6 Cf. la Conferencia del 1 de junio de 1972 de El saber del psicoanalista (Lacan, 1983): 'Y es cierto, tambin, desde el
momento en que la partida, en suma, estaba perdida para Francia, aquella de la que habl antes, ese bochinche en una
conjuracin mdico-psicoanalista de la que surgi en el '53 el principio de mi enseanza' (s/n).
INTERVALO
54
JORGE BA~OS-ORELLANA
yo habra hecho, de golpe, del significan te. Ruego a quienes se interesan por la cues-
tin que se remitan a un texto (... ) Acerca de la causalidad psquica, un discurso
que nos hace remontamos a 1946 ( ... ). Lo que all vern les demostrar que no es de
ahora que trenzo ntimamente el interjuego de los dos registros (Lacan, 2006, p. 40).
Estar aqu la razn del lapsus por el que Acerca de la causalidad psquica (Lacan,
2008b), ocupa un lugar indebido en el ndice de los Escritos? En vez de figurar en el cuarto,
aparece en sptimo lugar. Pero a lo que voy es que esta cita del seminario de La angustia
(2006) conserva plena actualidad. Ah estn la exaltacin de 1953 -fecha del Discurso de
Roma-la preferencia por una gentica del repentismo (el descubrimiento hecho de golpe)
y la poca atencin concedida a los primeros escritos. Por eso, vale la pena despejar las du-
das que puede traer la doble negacin ah presente: No creo que nunca haya habido (muy
equvoca en castellano, pues debe entenderse como: Creo que nunca ha habido o como No
creo que haya habido alguna vez). Nada mejor que mostrar la estenotipia del fragmento
con la orientacin indiscutible de los subrayados del propio Lacan7
Hablando de comienzos, no deja de ser inquietante que Lacan tampoco haya entre-
gado a publicacin la decisiva conferencia que inaugur el giro de 1953, que no fue la del
Discurso de Roma del 26 de septiembre, sino Lo Simblico, lo Imaginario y lo Real
del 8 de julio (2007). Lo cierto es que, a diferencia de las Notas, su publicacin pstuma
(realizada un ao y no veintids aos despus del deceso de Lacan) alcanz la repercusin
merecida. Incluso los Archivos Lacan abrieron un lbum con fotografas del festejo que
sigui a la conferencia en la casa de campo de Guitrancourt (Miller, 1991).
INTERVALO
55
JORGE BAOS-ORELLANA
De qu se rean los de las fotos del 53? Posiblemente Lacan acababa de decir: En algu-
nos aos har correr la voz de que recin en esta bella tarde de verano inici mi enseanza ...
Desde luego, no tenemos la menor idea de qu se ren. Y este es un problema decisivo que
nos enva al meollo de las Notas.
El retorno de la risa
Si estas fotos nos hacen sonrer es nicamente por amor a Lacan y a ese grupito teme-
rario que lo sigui, pero no podemos rernos del chiste. Somos de otra parroquia. Bernard
Shaw deca: 'Pago con toda la pinacoteca cristiana por una sola fotografa instantnea
de la crucifixin del Seor' (1940, s/n). Nuestra situacin es de la misma ndole. Supon-
gamos que estas instantneas fueron tomadas en plena conferencia, de ser cierto seran
altamente reveladoras de la parada enunciativa de Lo Simblico, lo Imaginario y lo Real.
(Lacan, 2007). De todos modos, subsistira la intriga: A qu momento de la trascripcin
corresponde ste y aqul gesto suyo o reaccin del auditorio? Lacan no slo payaseaba en
veladas sociales, Acaso hay algo de esa bendita conferencia que fue dicho en chiste? Por
fidedignas que sean, por si solas, ni las fotografas (debido a los lmites de su soporte) ni
las trascripciones conocidas de Lo Simblico, lo Imaginario y lo Real (2007) -debido a
sus procedimientos clsicos- no dejan escuchar la risa ni localizar el chiste. No siempre
estuvo claro que la dificultad de leer a Lacan poda deberse, en parte, al hecho de que sus
transposiciones desatendieran las seas de la enunciacin y sus efectos (generalmente eso
tampoco acostumbra computarse en los pasajes de lo oral a lo escrito de nadie). Si hoy est
facilitado tomado en cuenta es debido a que la revista L'Unebvue n02l de 2004 public el
seminario L'insu ... aplicando un tratamiento novedoso de los seminarios grabados mag-
netofnicamente, centrado en esas marcas desatendidas. Lo que decidi fue incluir todo
sonido (ruidos de puertas, toses, murmullos, pedidos de aclaraciones, etc.), sin importar
que provinieran del estrado o de la platea. En octubre de 2008, la revista Artefactos tradujo
al castellano esa versin de L'Unebvue y la radicaliz, aadiendo algunos recursos ms,
como el de sobreponer un punto gris suspendido para dejar constancia de 'esa impercep-
tible bocanada de aire, esa bisagra que a menudo interrumpe una oracin y la articula
hacia un nuevo rumbo; liga o yuxtapone oraciones en una sedimentacin de ocurrencias
y sentidos que, ms que anularse unos a otros, se sobreagregan' (Dilon et al. 2008, p. 192).
Elijo como muestra el siguiente fragmento, porque Lacan parece estar anticipando ah
tanto la fuerza como el lmite de la nueva transposicin:
INTERVALO
56
JORGE BANOS-OREllANA
As las risas pasaron finalmente al libro. Sin embargo, el estudio de las Notas Dolto
nos vuelve pedigeos y reclamamos ms. Ni siquiera este nuevo recurso sera suficiente
para alcanzar su edicin ideal; quiero decir, para producir una edicin de las Notas que,
como mnimo, sea legible para el lector modelo llamado Guillerault -que est muy por
encima del analista medio. No alcanzara con incluir las conjeturas (no hay grabacin
sonora del 16 de junio de 1936 ... ) que, en la discusin que sigui a las palabras de Lacan,
la observacin de Bonaparte sobre el Fort-Da provoc murmullos, o que la de Loewes-
tein sobre el supery provoc toses, o que la de Lagache, risitas. Para que eso no se quede
como puro ruido, como lengua muerta, habra que sumar un cuerpo complementario de
notas o mejor, llevando al extremo el paradigma del libreto teatral, arriesgarse a interve-
nir con didascalias. No es inconcebible. Eso fue lo que ensay Jean Allouch, en su breve
transposicin de la sesin del 19 de mayo de 1954 incluida en El sexo de la verdad (1999),
en la que las participaciones de la audiencia vienen acompaadas de interpolaciones tales
como: 'Los tres siguientes rplicas, de Perrier, Mannoni e Hyppolite deben leerse como si
las hubiese escrito Samuel Beckett' (Allouch, 1999, p. 150 Y ss), o 'A esta altura, Hyppolite
se decide a intervenir. Est por corregir discretamente a Lacan que, al no ser un especia-
lista, se est enredando un poquito con Heidegger' (Allouch, 1999, p. 150 Yss). Pero este
procedimiento sigue siendo una poltica de transposicin o ya es una opinin, una lectura
lisa y llana? No s. Pero cuando se dice que cada generacin debe traducir su Hornero, se
est refiriendo a que la traduccin debe hacer lo necesario, ni ms ni menos, para que la
fidelidad a Hornero no lo vuelva letra muerta.
Aqu estn: estas abreviaturas, puntuaciones sueltas y oraciones interrumpidas son los
obstculos ms abundantes (aunque no los ms difciles) por los que las lneas de la
telegrafa Dolto se toman, a primera vista, por irrecuperables. Se trata de una oscuridad de
la que no es causante el famoso hermetismo de Lacan: no son de ese orden las complica-
INTERVALO
57
JORGE BAOS-ORE LLANA
El co-nacimiento del Yo
Tomemos como muestra uno de los acertijos de las Notas, situado en la dcima lnea
de la primera entrada. Dice: 'El Yo conocera los objetos en s mismos, tal como son' (En
Guillerault, 2005, p. 294); 'Le Je connaitrait les objets en eux-memes, tels qu'ils sont' (En
INTERVALO
58
JORGE BAOS-ORELLANA
Guillerault, 2003, p. 293). Se trata de una oracin bien construida, nada que recriminar a
su anotacin: todo sugiere que es textual, que fue eso exactamente lo dicho. Pero algo no
funciona. A primera vista, se trata de una afirmacin inconcebible en boca de Lacan: el
Yo, gendarme del principio de realidad, tocando el horizonte de conocer las cosas tal cual
son ... Evidentemente si Lacan fue a Marienbad a decir eso, hay que agradecerle a Jones
su gesto y, de paso, coronar Ms all del principio de realidad (Lacan, 2008a), como
giro sbito de 180 grados. Pero tratndose de una lnea de las Notas, es mejor sostener el
suspenso, preguntarse metdicamente de qu se habla (de qu Yo se trata) ya quin debe
atribuirse el enunciado (Corre por cuenta de Lacan o Lacan se lo est imputando a otro?).
En la telegrafa Dolto siempre es prudente asegurarse de qu se habla y quin habla.
Por ejemplo, cuando unas lneas ms arriba, refirindose al estado de la teora del Yo,
Lacan dice: 'Se tratara de metafsica, no de datos clnicos' (En Guillerault, 2005, p. 294); 'Ce
sera de la mtaphysique, pas de donnes cliniques' (En Guillerault, 2003, p. 293). Es una
afirmacin que contradice todo lo dems, pues Lacan est planteando, en ese momento,
que eso no es as, pues hay datos clnicos de las psicosis y ciertas reflexiones sobre esa cl-
nica (habla de su tesis, naturalmente) que permitiran llegar 'a observaciones profundas
del yo' (En Guillerault, 2005, p. 293). Luego, uno cae en cuenta de que ese 'Se tratara de
metafsica, no de datos clnicos' (p. 293) viene de otra voz, es opinin de otros. Para no
atrasar su taquigrafa, Dolto omite adverbios, pronombres posesivos, conjunciones y otros
moderadores que escrituran el enunciado, que garantizan la identificacin del propieta-
rio. Por analoga, podramos resolver nuestro acertijo sosteniendo que 'El Yo conocera los
objetos en s mismos, tal como son' (p. 294) es una anotacin veloz de: Se dice que el Yo
conocera los objetos en s mismos, tal como son. Pero no hay que apresurar la solucin. De
ser esa la solucin acertada, cabra esperar algn indicio contextual que seale posibles
candidatos de esa atribucin al otro o, al menos, un silencio que mantenga la atribucin
del enunciado indecidible. Pero no es as:
Se est hablando de otro Yo. De uno que no contara con huellas perceptivas ni con
juicios categoriales para alcanzar el conocimiento de los objetos en el escenario de la con-
ciencia; nada de eso, ni percepcin ni juicios ni conciencia, sino el Yo de las paradjicas
huellas de imagos. Se trata de un conocer que tampoco es definible como innato, como
grabado de fbrica, a la manera de lo que trae puesto el sujeto cartesiano; por eso Lacan
elige un neologismo mestizo que condensa el nacer y el conocer: co-nacimiento. Pero lo
ms inquietante es que ese Yo, que evidentemente nada tiene que ver con el gendarme
del principio de realidad, tiene a su haber un conocer acertado. A las pocas semanas el
INTERVALO
59
JORGE BANOS-ORELLANA
recin nacido le sonre al rostro humano visto frontalmente (aunque Lacan no menciona
este dato hasta 1946, estaba al corriente: Spitz fue el otro representante de la spp en Ma-
rienbad) y, a partir de los seis a ocho meses, le presta notoria atencin a sus semejantes,
que hasta entonces desdeaba, y no se equivoca. No se equivoca aunque no lo oriente
la brjula del conocer convencional del adulto, ni los a priori kantianos, ni las ventanas
abiertas de los empiristas (o algn agujero de la estatua de Condillac).
Veinte aos despus, en la sesin del 2 de febrero de 1955, Lacan, sigue dndole vueltas
al asunto en trminos asombrosamente prximos:
Acaso ese Yo del 36, que Lacan escribe con la forma pronominal fe, es ese 'aparato
de registro neutro que constituye un reflejo del mundo' (p. 166)? Lo seguro es que no se
trata del ego (moi); tampoco del famoso fe lacaniano del esquema R del seminario Les
formations de l'inconscient (Lacan, 1998). Si damos otro paso, notamos que esta sesin de
1955 entrega otros supuestos tcitos o palabras comidas por la anotacin de Dolto, permi-
tiendo despejar un poco ms esa lnea incmoda de 1936. Lacan precisa, por ejemplo, que
'hacen falta no slo estmulos del mundo exterior sino el mundo exterior mismo' (1983, p.
173) Yque 'para que el ser vivo no perezca es menester que posea cierto reflejo adecuado
del mundo exterior' (p. 173). Ahora bien, Ese reflejo adecuado no supone como agente
aquel fe que conocera los objetos en s mismos, tal como son?
Este intrngulis del registro imaginario de -como dicen las Notas- 'cierto orden de
conocimiento' (En Guillerault, 2005, p. 294) es uno de los enigmas que nunca abandonar
INTERVALO
Edited by
Edited by Foxit
Foxit PDF
PDF Editor
Editor
Copyright (c)
Copyright (c) by
by Foxit
Foxit Software
Software Company,
Company, 2004
2004
For Evaluation
For Evaluation Only.
Only.
61
JORGE BA~OS-ORELLANA
famoso mos geometicus [el more geometrico de Spinoza] del que tanto nos hemos ocupado
(suspira) es la geometra de los ngeles [... ] la geometra verdadera no es la que se cree, la
que remite a espritus puros, de la que tiene cuerpo eso es lo que queremos decir cuando
hablamos de estructura' (p. 153) S, hay novedades en Lacan, hay vino nuevo pero el odre
de la imago est siempre ah.
Cuenta la re escritura de 1949 para Zurich, con un enunciado semejante a 'El Yo co-
nocera los objetos en s mismos, tal como son' (En Guillerault, 2005, p. 294), situado
prcticamente en el frontispicio de las Notas Doito? No exactamente. Es innegable que los
dos primeros prrafos del 49 insisten en librar la misma pelea; nuevamente el esfuerzo por
hallar un trmino o un sintagma en uso (esta vez ser la apercepcin situacionai de Khler
en lugar del co-nacimiento de Claudel) para nombrar el conocimiento mestizo que supone
el estadio del espejo:
Experiencia de la que hay que decir que nos opone a toda filosofa derivada directa-
mente del cogito. (. .. ) La cra de hombre, a una edad en que se encuentra por poco
tiempo, pero todava un tiempo, superado en inteligencia instrumental por el chim-
panc, reconoce ya sin embargo su imagen en el espejo como tal. Reconocimiento se-
alado por la mmica iluminante del Aha-Erlebnis, en la que para Kbhler se expresa la
apercepcin situacional, tiempo esencial del acto de inteligencia (Lacan, 2008c, p. 99).
El estadio del espejo como una experiencia ajena a la cogitacin; una experiencia de-
rivada de la Eriebnis (de la vivencia de los fenomenlogos) y no de la Erfahrung kantiana
(que, subraya Benjamin, supone 'todava el viejo concepto [empirista] de experiencia' (En
Amengual, 2008, p. 33); es un reconocimiento definido como acto situacional, no como
encadenamiento proposicional. Como se afirma en varias lneas de las Notas Doito, en el
49 tambin se homologa ese acontecimiento a la identificacin freudiana, aunque insis-
tiendo en lo que lo califica de imaginario: su masividad y su predestinacin:
Basta para ello comprender el estadio del espejo como una identificacin en el sen-
tido pleno que el anlisis da a ste trmino: a saber, la transformacin producida en
el sujeto cuando asume una imagen, cuya predestinacin a este efecto de fase est
suficientemente indicada por el uso, en la teora, del trmino antiguo imago (Lacan,
2008c, p. 100).
Como ensea Roudinesco, el texto del 49 es ms rico en envos filosficos que el del
36; sin embargo, no hay que minimizar que en el del 36 aparecen enunciados decisivos en-
tonados con ms contundencia, como 'El Yo conocera los objetos en s mismos, tal como
son' (En Guillerault, 2005, p. 294) o 'La imago del doble es el molde de la identificacin
paterna y del yo a la vez' (p. 294). Esto es slo un ejemplo de las dificultades y recom-
pensas de las Notas, uno entre muchos. Podramos seguir, pero los lmites de un artculo
impiden dar a conocer resultados exhaustivos del desentraamiento de las Notas Doito8.
8 Para eso est en marcha un libro, resultado del ciclo 2008 del seminario de investigacin Lecturas cronolgicas de Lacan
que dirijo en la Argentina y Chile. La tarea difcilmente hubiese llegado a trmino sin la presencia activa de los santiaguinos:
Francisco Alsina, Pablo Carvajal, Rodriga Casanueva, Gianfranco Cattaneo, Leticia Dlano, Andrea Fernndez, Vernica
Guliaew, Alexandra Lund, Javiera Mahana, Vctor Ponce, Soledad Prieto, Daniela Retamal, Patricio Rojas, Sebastin Rojas y
Daniela Sarras.
INTERVALO
62
JORGE BAI"iOS-ORELLANA
REFERENCIAS
INTERVALO
63
JORGE BAOS-ORELLANA
INTERVALO