Al Acecho - Jack Ketchum
Al Acecho - Jack Ketchum
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Jack Ketchum
Al acecho
ePub r1.0
GONZALEZ 17.05.16
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Ttulo original: Off Season
Jack Ketchum, 1981
Traduccin: Juan Pascual Martnez Fernndez
Diseo de cubierta: Josep Feliu
Imagen de cubierta: Pep Serra
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Hay dos escritores que se han encargado a lo largo de los aos de impedir que yo
desapareciera sumergido en el oficio de la carpintera: el fallecido y muy aorado Robert
Bloch, a quien dediqu Hide and seek, y Stephen King. Este libro se lo dedico, con toda mi
gratitud, a Steve, quien, adems, da la casualidad de que ley el original hace mucho, mucho
tiempo
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Oh, Dios! Dios! As es como tengo que morir?
JACK SLADE
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PRIMERA PARTE
12 de septiembre de 1981
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12.26 A. M.
ieron como cruzaba el prado y pasaba por encima del murete de piedra para
V llegar al bosque que se extenda al otro lado. Pareca torpe. Sera fcil de
atrapar.
Se tomaron su tiempo. Partieron las ramas de abedul y les arrancaron la corteza.
Se la oa moverse entre los matorrales. Se miraron entre s y sonrieron, pero no
dijeron nada. Terminaron de arrancar la corteza y fueron a por ella.
Le dio las gracias a Dios por la luz de la luna. Casi no haba visto el agujero de una
antigua carbonera, y era profundo. Lo rode con cuidado y despus sigui corriendo
sobre la hierba larga y entre las espadaas. Dej atrs los pinos blancos y negros, los
abedules y los lamos. Senta el musgo y el liquen bajo los pies. Ola a podrido y a
hierba mojada. Los oy caminar y caerse por el surco que ella haba dejado a sus
espaldas. Sus voces eran agudas y musicales. Eran nios que jugaban en la oscuridad.
Record sus manos cuando la tocaron: speras, fuertes, manos pequeas con uas
largas y afiladas que le rasgaron la piel cuando la agarraron. Se estremeci. Oy sus
risas, ms cercanas ya. El bosque se hizo ms espeso delante de ella.
Tuvo que avanzar con mayor lentitud. Costaba mucho ver. Las ramas largas le
tiraban del cabello y le golpeaban con crueldad en los ojos. Cruz los brazos
desnudos para protegerse la cara, y las ramas le araaron la piel y la hicieron sangrar.
Not a su espalda como los nios se paraban a escuchar. Empez a llorar.
Estpida, pens. Era una estupidez empezar a llorar en un momento como ese.
Los oy ponerse de nuevo en movimiento cerca de ella. La estaran viendo ya? Se
lanz a atravesar los matorrales espesos. Las pequeas ramas secas se le clavaron a
travs del vestido fino de algodn como si estuviera desnuda, y le hicieron sangre en
los brazos, las piernas y el vientre. El dolor no la detuvo; la acicate. Dej de intentar
protegerse el rostro y apart las ramas abrindose paso a manotazos por la maleza en
direccin al claro.
Inspir profundamente y de inmediato le lleg el olor a mar. Ya no poda estar
muy lejos. Ech a correr. Quiz all podra encontrar alguna casa, la cabaa de algn
pescador. A alguien. El prado era ancho y largo. No tard en or como rompan las
olas y se quit los zapatos a patadas para correr descalza hacia el sonido. Once
cuerpos pequeos y plidos surgieron de los ltimos matorrales y la observaron bajo
la luz de la luna.
No vio nada, ni casas ni luces. Tan solo una amplia llanura de hierbas altas. Qu
pasara si delante no tuviera ms que el mar? Quedara acorralada, atrapada. No quiso
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pensar en ello. Deprisa, se dijo, corre ms deprisa. Sinti fro en los pulmones y un
dolor en su interior. El sonido le llegaba con ms fuerza. El mar se encontraba muy
cerca, en algn punto justo al otro lado de la pradera.
Oy sus pisadas y supo que estaban muy cerca. Sigui corriendo con una energa
que no saba que tuviera. Les oy rerse. Sus risas eran horribles, fras y crueles. Vio
que algunos de ellos ya corran a su lado, sin esfuerzo aparente, mirndola y
sonriendo. Los ojos y los dientes al descubierto relucan bajo la luz de la luna.
Saban que estaba indefensa. Estaban jugando con ella. Lo nico que poda hacer
era seguir corriendo y esperar, contra toda probabilidad, que se aburrieran del juego.
No vio ninguna casa por all cerca. Iba a morir sola. Oy a uno de ellos soltar un
pequeo grito parecido al de un perro y, de repente, not como algo le azotaba las
pantorrillas por detrs. El dolor fue tan agudo y tan intenso que casi la hizo caer. No
iba a conseguirlo. La tenan rodeada. Era imposible. Sinti que se le vaciaba la
vejiga, y supo que estaba cediendo al pnico.
Se maldijo a s misma una vez ms por haberse parado y por haber bajado del
coche, por hacer de buena samaritana. Pero se haba sorprendido al ver a una nia
pequea caminar tambalendose por una carretera solitaria y oscura. Haba doblado
la curva y de repente, all estaba, con el vestido desgarrado casi hasta la cintura. Vio
bajo la luz de los focos que tena las manos en la cara, como si estuviese llorando. No
poda tener ms de seis aos.
As que haba parado el coche y se le haba acercado pensando que se trataba de
un accidente o de una violacin. La nia haba levantado la vista, la haba mirado con
aquellos ojos negros de expresin intensa que no mostraban ningn resto de lgrimas
y haba sonredo. Algo la hizo mirar a su alrededor y, luego, hacia su coche, y los vio,
delante del vehculo, impidiendo que regresara a l. De repente, tuvo miedo. Les grit
que se apartaran, a sabiendas de que no lo haran. Salid de ah!, les chill, pero se
sinti indefensa y estpida. Se echaron a rer y se abalanzaron sobre ella. Fue
entonces cuando not sus manos encima y supo que queran matarla.
Los que corran a su lado empezaron a acercarse ms. Los mir un momento.
Sucios. Repugnantes. Eran cuatro en total, tres a su izquierda y uno a su derecha. El
grupo de tres estaba formado solo por chicos, y la que corra sola era una nia. Se
desvi hacia esta y la embisti. El golpe lanz a la nia hacia un lado, y oy un grito.
Los dems soltaron grandes carcajadas. Sinti un dolor rpido y ardiente en la
espalda y en los hombros, y, a continuacin, dos latigazos muy seguidos le cruzaron
las nalgas. Not las piernas flojas y dbiles. Saba que estaba perdiendo fuerza a cada
momento, pero el miedo que tena a caerse era mayor que el dolor que senta, mucho
mayor. Si se caa, la apalearan hasta la muerte. Not la humedad que le cubra los
hombros y los muslos, y supo que le haban hecho sangre. El mar estaba ya tan cerca
que casi poda saborearlo con la lengua, sentir la espuma de las olas sobre el cuerpo.
Sigui corriendo.
Vio que a los que corran a su izquierda se haba unido un chico nuevo, uno
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mayor, que avanzaba con rapidez. Dios! Qu es lo que lleva puesto?, pens. Pareca
una piel, de animal. Quin era aquella gente? Aparecieron otros dos cros a su
derecha. No distingui si se trataba de nios o de nias. Atravesaban con facilidad las
hierbas altas. Dejad de jugar conmigo, pens, por favor, parad. El chico grande
aceler el ritmo de la carrera y se coloc justo delante de ella. Ya estaba rodeada por
completo. El muchacho ech un breve vistazo hacia atrs por encima del hombro, y
bajo la luz de la luna ella pudo ver que tena el rostro cubierto de costras y de
espinillas.
El miedo que senta era fro y vaco. Los varetazos le abrieron cortes profundos
en la espalda y en las piernas. No poda hacer otra cosa que seguir corriendo. Solo
quedaba correr; correr y llegar al mar.
Mir fijamente a la espalda del muchacho e intent concentrarse, concentrarse en
mantener la fuerza y el coraje. De repente, el chico grande se gir y lo nico que le
dio tiempo a ver fue la sombra de la vara antes de que el rostro le estallara en una
explosin de dolor. La nariz empez a sangrarle, y sinti la cara en carne viva de una
mejilla a otra. El sabor de la sangre en la boca. Le costaba respirar. Saba que tendra
que parar pronto. Le dio la impresin de que algo ya haba muerto en su interior. Casi
choc con el muchacho cuando se par delante de ella. Observ a izquierda y a
derecha en busca de una escapatoria. No era capaz de mirarlo. No hasta que no le
quedara ms remedio.
Vio algo que destellaba bajo la luna a espaldas del muchacho. All estaba. El mar.
Le hizo sentirse terriblemente cansada. No quedaba adnde ir. No haba nadie que la
pudiera ayudar. No haba ninguna casa. Tan solo un tremendo salto por los
acantilados de granito hasta la desconocida profundidad del ocano. Solo la cada
sera ms que suficiente para matarla. No quedaba esperanza. Ninguna. Dej de
correr y se gir lentamente para encararse con los perseguidores que la rodeaban.
Por un momento no fueron ms que nios de nuevo, y se qued mirando
sorprendida los harapos y los andrajos que llevaban puestos, las caras increblemente
sucias, los ojos brillantes por la cacera, los cuerpos pequeos y nervudos, y pens
que aquello no poda estar pasando, que ningn cro poda comportarse de esa
manera. Que estaba inmersa en una pesadilla de sangre y dolor. Luego se fij en que
sus cuerpos se ponan tensos y se encorvaban un poco, que las ramas se alzaban de
nuevo, que entrecerraban los ojos y apretaban los labios. Cerr los ojos para no verlo.
Un instante despus se lanzaron sobre ella. Las uas repugnantes le desgarraron la
ropa y las ramas le golpearon con fuerza en la cabeza y en los hombros. Grit. Eso
solo provoc ms risas. Sinti que sus bocas babeantes se le apretaban contra la piel,
que se le eriz con la sensacin pegajosa de la saliva y la sangre. Grit de nuevo y la
invadi una sensacin de miedo que jams haba conocido y que estall de un modo
desesperado contra ellos. De repente, se sinti enorme y fuerte comparada con ellos,
como un inmenso monstruo herido. Abri los ojos y golpe con ferocidad a su
alrededor. Les propin golpes en la frente y en la boca con sus pequeos puos, y
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empuj con fuerza sus cuerpos repugnantes y asquerosos. Por un momento pareci
que iba a ser capaz de abrirse paso a travs de ellos hacia el chico grande que tena
enfrente, pero se abalanzaron de nuevo sobre su cuerpo. Volvi a empujar y rod dos
veces sobre s misma. Se los quit de encima y un instante despus haba atravesado
el crculo que la rodeaba, y tena va libre. El muchacho se dio cuenta de lo que
intentaba y se apresur a apartarse de su camino.
No haba nada que considerar, ni tiempo para pensar o tener miedo. Pas
corriendo al lado del muchacho hacia el fresco aire nocturno. Salt por encima del
acantilado, sin aliento, en direccin a las olas furiosas y poderosas, hacia la oscuridad
helada e inmensa. Y qued limpia de sangre en el mar salado y fro.
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1.15 A. M.
o haba nada que les interesara mucho en la pequea maleta azul. Tres blusas de
N algodn, un poco sucias. Un jersey de color verde. Aparte de eso, sujetadores,
medias, calcetines finos y una falda de tweed. En uno de los asientos delanteros haba
una rebeca blanca de cachemira que se abotonaba por delante. La chica se la puso por
encima de la andrajosa camisa militar y pas las manos rugosas por el tejido suave,
cuyas mangas manch. La distrajeron los dos nios de diez aos que estaban
intentando abrir la guantera con pequeas navajas. El coche ola al perfume de la
mujer y a humo de cigarrillos.
A excepcin de unos cuantos papeles (algunos mapas, una licencia y un permiso
de conducir), la guantera estaba vaca. El muchacho de la piel enferma vaci el bolso
en el asiento del conductor y revis el contenido con sus dedos largos y huesudos: un
peine y un cepillo de plstico, unas horquillas, un pauelo largo de seda roja,
pintalabios, colorete, un lpiz de ojos y un perfilador de cejas, un viejo espejo de
mano de superficie algo borrosa, una agenda de direcciones, unas gafas de sol, un
pasaporte, una calculadora, una libro de bolsillo, una lima de uas, otro pintalabios y
una cartera. En la cartera encontr ochenta y cinco dlares en billetes de diez, de
cinco y de uno, una tarjeta de cliente de los grandes almacenes Bloomingdales y
tarjetas de crdito de Master Charge y American Express. Repas las fotografas que
haba dentro: una mujer y un hombre en baador, un perro pequeo y de aspecto
extrao, una mujer mayor que limpiaba un pollo en un fregadero de porcelana, con el
cabello recogido por rulos. No haba nada que quisiera.
El muchacho sac su cuerpo de adolescente desgarbado del coche y les hizo un
gesto al nio y a la nia que estaban esperando fuera. Los dos se abalanzaron sobre el
asiento del conductor. El chico eligi el lpiz de labios de color ms oscuro y empez
a pintar crculos en el espejo retrovisor. A la chica le gust la fotografa del perro que
pareca una rata y el espejo de mano, y se los meti en la bolsa mugrienta que llevaba
colgada del cuello. Mientras tanto, el muchacho haba encontrado un bote de lquido
antiescarcha metido debajo del asiento. Lo sacudi. Estaba casi vaco.
No poda abrir el maletero porque no tena nada para hacer palanca. Que las
llaves del maletero siguieran colgando en el contacto no significaba nada para l. No
comprenda el funcionamiento de las llaves. Solo saba que all dentro podra haber
algo ms.
Mientras regresaban por el bosque vieron un bho y se quedaron a la espera y en
silencio mientras cazaba su presa, un sapo grande al que apenas lograron distinguir
por encima de la superficie del agua. Contemplaron como el ave regresaba a su rama
y comenzaba a devorar a su vctima. El muchacho de la piel enferma le lanz una
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piedra, que le golpe de lleno en el pecho. El bho se desplom sobre un matorral de
zarzas. Los nios pequeos lazaron gritos de alegra, pero el muchacho no intent
recuperar el cadver. Los espinos seran un problema. Ya llegara algn animal al que
no le importaran. De noche, todas las criaturas salan de caza.
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11.30 A. M.
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aunque, por lo que haba visto, confiaba en que no tendra que usarla, a no ser que
hiciera un otoo tremendamente fro.
Hizo unos cuantos viajes entre la leera y la cocina hasta que juzg que tena
suficientes troncos. Luego se calent una taza de caf y se sent a la mesa a pensar en
lo que le quedaba por hacer. Ya tena limpios los dormitorios y el cuarto de bao, y
acababa de terminar la cocina. Quedaba el saln y, si le apeteca, el desvn. Si no
estuviese esperando a Jim, Marjie y a los dems, que llegaran al da siguiente,
hubiera dejado sin hacer la sala de estar durante unos cuantos das ms, pero calcul
que, al ser seis, necesitaran ese espacio.
Pens que haba sido una tontera hacerles venir tan pronto, antes incluso de que
se hubiera instalado del todo, pero les haba invitado siguiendo un impulso, y ya
estaba hecho. Jim haba terminado de filmar y nunca se saba cundo tendra que salir
corriendo de nuevo a Los ngeles para protagonizar otro anuncio estpido para la
televisin o algo parecido. As que, al menos para l, el momento era adecuado.
Cmo haba terminado manteniendo una relacin con un actor? No era ni de lejos la
gente que ms le gustaba. Tendan a ser bastante obstinados y muy egocntricos. La
verdad era que saba muy bien por qu haba acabado saliendo con l. Era muy
sencillo: jams haba visto a nadie tan guapo en toda su vida. Aceptar aquello le hizo
sonrer.
Despus de lo de Nick, le haba parecido mucho ms sencillo estar con un hombre
que fuera atractivo, que le hiciera el amor, que la llevara a sitios y que no fuera ms
all de eso. Nick era alguien demasiado complejo. Haba invertido demasiada energa
en l. En esos momentos, lo que ms le interesaba era su trabajo, no los hombres.
Siempre haba entregado buena parte de su tiempo a las relaciones y nunca haban
funcionado del todo. Quera simplificar su vida para dedicarse a su carrera
profesional. Ver que triunfaba le daba una sensacin de control, y mucha satisfaccin.
En cuanto a Jim, era muy guapo y muy agradable al tacto, y eso era todo.
Tom un sorbo de caf con gesto distrado mientras mantena los ojos fijos en el
recuadro de luz solar que brillaba sobre la encimera de la cocina. Pens que incluso
su relacin con Nick era ahora ms sencilla. Eran amigos. Estaba impaciente por
verlo. Record lo celoso que se que haba puesto cuando empez a salir con otros
hombres. Se alegraba de que todo aquello hubiera acabado, de que hubieran tenido
aquella pequea charla, que en realidad fue una maratn que dur hasta el amanecer.
De lo contrario, hubiera sido algo problemtico alojar a Nick y a Jim en la misma
casa. Lo nico que realmente quera de los hombres en esos momentos era amistad y
sexo. Nick le daba lo primero, y Jim, lo segundo. La vida no estaba mal despus de
todo.
Pens en cmo se repartiran para dormir. Nick y Laura podran dormir en el
primer dormitorio, y Marjie y Dan, en el segundo. Jim y ella utilizaran el sof cama
que estaba delante de la ventana de la sala de estar. Eso significaba que sera mejor
que levantara el culo y se pusiera a limpiarla. Se bebi de golpe el resto del caf
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como si fuera un trago de whisky y se puso a trabajar.
La distribucin de la casa era un tanto extraa. El saln casi pareca una idea de
ltima hora. Se extenda a lo largo de la pared del primer dormitorio, el de mayor
tamao, como si fuera tambin un dormitorio, de manera que la casa la conformaran
una cocina a un lado y tres habitaciones de tamao similar, ms un cuarto de bao, al
otro. En la sala de estar haba una chimenea pequea, y Carla supuso que sera mejor
dejar una pila de leos all tambin. Debido al lugar donde estaba situada la gran
estufa de la cocina, no era probable que calentara demasiado bien la sala. En esa
habitacin se notaba un olor vagamente mohoso que no se perciba en el resto de la
casa. No era demasiado cmoda. Los muebles eran viejos y de mala calidad. Sac las
sillas al exterior una por una para que se airearan bien y sacudi los cojines a fondo
para que echaran todo el polvo.
Lo que s tena el saln era una de aquellas vigas de madera talladas a mano que
cruzaban el techo. Segn el agente inmobiliario, la casa tena ms de cien aos, y eso
se notaba sobre todo en las vigas. Eran enormes, de una hermosa madera de color
oscuro. Algo realmente encantador. Haca que te dieran ganas de grabar tus iniciales
en ellas para que tambin estuvieran all otros cien aos, aunque a uno le sabra mal
estropearlas. Pens que sera agradable levantar la mirada y verlas iluminadas por el
fuego de la chimenea con cierto actor joven encima. Por un momento casi pudo
sentirlo. Fantasa nmero 620, subseccin Espritu de pionera.
Demasiado subido de tono, Carla. Esperaba de todas maneras que la chimenea
funcionase. Si no, con Jim o sin l, iba a hacer mucho fro all dentro. Claro que
siempre poda dejar abierta la puerta del desvn para que el calor recogido a lo largo
del da subiese un poco la temperatura. Sin embargo, no le gustaba la idea. Haba
algo inquietante en el viejo desvn, y prefera dejarlo cerrado. En cuanto el lugar
estuviera limpio, encendera la chimenea.
La sala de estar estaba bastante aceptable para las dos en punto y Carla ya casi haba
entrado todo el mobiliario de nuevo. Estaba cansada. Haba sido una buena jornada
de trabajo. Se alegr de haber salido lo bastante temprano del motel como para
acabarlo todo ese mismo da. Si no, probablemente todava estara limpiando cuando
llegaran los invitados.
En cierto modo, ya estaba deseando que se fueran. Empezaba a notar un
sentimiento de propiedad hacia ese lugar, sobre todo despus de haberle quitado toda
la suciedad y la mugre. Estaba segura de que el trabajo de edicin ira bien. La mesa
de la cocina sera el escritorio perfecto. De hecho, con las dos hojas supletorias
abiertas, sera la mayor mesa de escritorio que jams hubiera tenido. No como la de
contrachapado de su apartamento en Nueva York, o la que estaba abarrotada de cartas
y de contratos en su oficina. En esta podra ponerse cmoda. Adems, un mes de
trabajo en aquel sitio sera como dos en su casa. Mucha tranquilidad, mucho tiempo
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para pensar, sin bares que la distrajeran por la noche, ni resacas por la maana ni
hombres que le complicaran la vida una vez que Jim se hubiera marchado.
Aunque quiz echara de menos darse un revolcn de vez en cuando. Se pregunt
cmo seran los hombres de por all. Probablemente granjeros y pescadores. Eso
podra ser interesante. Se pregunt tambin si habra algn bar en el pueblo. Supuso
que, si lo haba, tendra que subirse al Ford Pinto que haba alquilado y ver qu tal
estaba. Pero solo una vez, se prometi. Y sin empezar ninguna historia demasiado
seria. Por favor, nada demasiado serio. He venido a enfrentarme al libro sobre el
rock n roll de los cincuenta que me han encargado. Es un buen libro y me va a
convertir en una estrella o, al menos, en editora fija. Bien pagado y con una fecha de
entrega razonable. Y eso era todo.
Los invitados solo estaran cinco das y despus podra ponerse manos a la obra.
Largos paseos solitarios por la orilla del mar y ocho horas al da delante de la
mquina de escribir. Pareca el paraso. El libro era denso, rigurosamente
documentado y emocionante. El sueo de todo editor. Su jefe le haba dado dos
semanas para aadir a sus vacaciones, con el acuerdo de que cuando regresara a la
ciudad el trabajo de edicin estara acabado. Lo estara. Lo que el jefe no tena por
qu saber es que tardara solo una semana en hacerlo, sin esforzarse mucho, y que
despus podra relajarse y estar a solas durante un tiempo. Saba que, en cierto modo,
era engaarlo, pero haba trabajado mucho ltimamente. Se mereca el descanso y
necesitaba ese tiempo adicional. Quiz escribira un poco por su cuenta. Quiz se
quedara tumbada y no hara nada, para variar un poco. Daba igual. Y todo eso
cobrando la paga completa. Lo importante era que entregara un buen libro. Lo hara.
El resto consista en aprovechar aquel chollo. Buen trabajo, Carla.
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nunca.
Abri la puerta y comenz a subir las escaleras.
Crujan, por supuesto, pero parecan seguras. Haba otra puerta en el extremo
superior de las escaleras. La abri, entr y levant una mano para encender la luz.
No tena mucho sentido limpiarlo. El sitio estaba asqueroso. El suelo era testigo
de la existencia de una colonia floreciente de ratones: estaba todo cubierto de
excrementos pequeos. Se pregunt si habra murcilagos. Lo poco que recordaba de
la vida en el campo inclua la idea de que cuando haba ratas en la buhardilla tambin
haba murcilagos. Quiz debera buscarlos por la noche. O quiz no. Lo que s
decidi fue olvidarse de la limpieza.
La inclinacin del techo era tan pronunciada que acabara con dolor de espalda, y
tampoco haba mucho que mereciera la pena all arriba. Unas cuantas perchas tiradas
por el suelo. Un colchn viejo, manchado por el agua y el paso del tiempo. Una
cmoda, tambin vieja y de aspecto pesado, a la que le faltaban la mayora de los
cajones. Una guadaa oxidada.
Eso era todo. Solo haba una ventana, y era pequea, adems de estar
completamente cubierta por polvo y suciedad. Al lado de la columna de la chimenea
haba una pila de revistas viejas, un almanaque de 1967 y unos cuantos cmics
antiguos: Detective Comics y Plastic Man. Tenan buena pinta. Los recogi y su olor,
a papel viejo y un poco mohoso, le gust. Era un olor por el que senta mucho cario.
Le traa recuerdos de la adolescencia de una tienda de baratillo al norte de Nueva
York. La hierba cortada en verano. Batidos. Cosas agradables.
Dej los tebeos al lado de la entrada y se acerc a la ventana, por lo que tuvo que
agacharse un poco.
Pens que al menos vendra bien airearlo un poco. Agarr el tirador y abri la
ventana. Tuvo que dar un paso atrs para que pudiera pasar la hoja y, al hacerlo, se
dio cuenta de que le haba dado a algo con el pie. Era difcil ver con claridad en
aquella parte del desvn, pero haba esparcido algo. Oy que aquello rodaba por el
suelo. Al abrir la ventana entr un poco ms de luz, pero a pesar de eso tuvo que
ponerse de rodillas para ver qu era. Mir atentamente a su alrededor. Qu demonios
era?
Lo que estaba viendo era una pila de huesos, una pila pequea y bien colocada.
No estaba segura de qu clase de huesos se trataba exactamente, aunque supuso que
seran de un pjaro o, ms bien, de varios tipos de pjaros, porque haba plumas
largas de cola y otras blancas ms pequeas entremezcladas en el montn. Reconoci
algunos huesos, como un hmero diminuto y algunas vrtebras. Por lo que pareca,
los haban limpiado, probablemente los insectos. Daba la impresin de que eran
bastante antiguos. Lo verdaderamente importante era saber cmo haban llegado
hasta all arriba. Solo haba tirado unos cuantos. El resto seguan apilados en una
pirmide pequea de unos treinta centmetros de dimetro. Pareca que los hubieran
colocado delante de la ventana y que luego se hubieran olvidado de ellos. Alguien
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haba barrido el suelo y luego no los haba recogido. Supuso que sera eso.
Pero por qu solo haba huesos y plumas? El suelo estaba cubierto de cagadas de
rata y ninguna de ellas haba acabado en ese montn. Exista algn animal que
hiciese eso normalmente? Un bho o algo semejante. Se esforz por recordar las
clases de biologa del colegio. Era difcil imaginarse que un pjaro o, Dios no lo
quisiera, una rata se dedicaran a apilar los restos de sus presas, aunque supuso que
sera posible. Sin embargo, le daba la impresin de que se trataba ms bien del tipo
de cosa que hara un humano. Quiz un nio. Se acord de los cmics que haba al
lado de la chimenea. Se imagin a un pobre nio solitario y medio enloquecido
dedicado a amontonar huesos de pollo en el desvn mientras sus padres se peleaban
en el piso de abajo, y se pregunt quines habran sido los anteriores inquilinos de la
casa.
Volvi a la entrada y recogi los cmics. Espero no estar robndote tu tesoro
secreto, chico, pens. Baj y volvi a subir con una escoba y un recogedor. Haba
algo en aquella pila que no le gustaba en absoluto. Eso s que lo limpiara, al menos.
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4.35 P. M.
eters levant la vista hacia el viejo reloj Pabst que colgaba de la pared y pidi la
P segunda Bud. Aparte de los hermanos Pincus, que estaban al otro lado del bar,
estaba solo. El Caribou era un lugar agradable, sin mucha luz y apacible, del tipo de
locales que le gustaban.
Hank le sirvi la cerveza y se la puso al lado del sndwich doble de pavo a medio
acabar. Comer tan tarde tena sus ventajas, aunque no iba a hacerlo todos los das.
Para empezar, comas con verdadero apetito, y eso que a l nunca le haba faltado.
Pero tambin lograbas relajarte un poquito. Aquel sitio estaba demasiado lleno a la
hora de comer como para relajarse. Ese era uno de los problemas de ser un polica
estatal. Su vida era demasiado pblica. Siempre que haba gente a su alrededor
acababa oyendo problemas o quejas, o simplemente sus cotorreos, o tena que
soportar que esperaran que tuviera una o dos ancdotas interesantes que contar.
Nunca lo dejaban tranquilo. En un pueblo, todo el mundo conoce los asuntos de
los dems, y un polica es el perro guardin. Ese era su trabajo, al menos tal y como
ellos lo vean. Peters no opinaba lo mismo. Su trabajo era mantener la paz. Ante todo
la suya, as que procuraba evitar las preguntas y los comentarios, pero cmo poda
hacerlo? En un pueblo pequeo haba pocas figuras pblicas y la gente se apaaba
con lo que tena.
Por ejemplo, el accidente de ese mismo da. Haba provocado una buena
conmocin. Sobre todo porque se trataba de gente de Boston, pero tambin porque no
sola haber muchos en Dead River. Peters hubiera apostado, all por junio, cuando
haba llegado la familia, a que la seora Landers se iba a meter en un lo antes o
despus, pero haba conseguido mantenerse alejada de los problemas hasta el da en
el que se supona que se iban a marchar. Bueno, mejor tarde que nunca, pens.
Era todo un personaje, el tipo de mujer que se senta incmoda ante todos
aquellos espacios abiertos. Ya haba visto mucha gente as. Su hbitat natural era la
ciudad, donde una mujer como ella gozaba de todas las comodidades, donde estaba
siempre ocupada y donde haba otras personas a las que encasquetarles sus
problemas. All en el pueblo, si fallaba algo de la fontanera, como le haba ocurrido a
ella en julio, quiz haba que esperar un da o dos, porque cada uno tena sus asuntos
y todo iba ms despacio. All de donde ella vena, lo nico que uno tena que hacer
era llamar a alguien de mantenimiento del propio edificio, quien suba una hora
despus. Dos horas ms tarde ya haba agua caliente otra vez. Eso era a lo que estaba
acostumbrada. Pero aquello no era la ciudad.
Y qu haba hecho ella? Llamar a la polica. Lo haba llamado para quejarse de
que haba pasado un da y medio y el fontanero todava no haba aparecido. l le
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pregunt qu se supona que deba hacer. Tena que llevar a John Fraser a punta de
pistola hasta all? Si no le queda ms remedio, le haba contestado. Aunque ya
saba cmo eran los turistas, no poda crerselo. En secreto, se alegraba de que el
accidente que haba sufrido ese mismo da fuera solo culpa suya, que hubiera sido
ella quien se haba estrellado contra el parachoques trasero del hijo de los Williams
en Maine con Maple, y no al revs. l era un buen chico y, en cambio, como la
mayora de los turistas, la seora Landers haba sido problemtica desde el principio.
Aunque, despus de todo, era la responsable de aquella agradable comida tarda.
Mordi un pedazo demasiado grande, como sola hacer, y tuvo que esforzarse
para poder masticarlo. Arriba y abajo por toda la boca. Soy un torpe, se dijo a s
mismo. Demasiado peso y demasiados aos. Tendra que pasarle el trabajo a
Shearing. l estara encantado. Era algo que se repeta una y otra vez, pero saba que
no iba a hacerlo. Tena que pensar en el dinero de la jubilacin y, para ser sincero
consigo mismo, no renunciara al puesto aunque se lo suplicaran. Quiz se deba a
que llevaba mucho tiempo en el cargo, o quiz era que le gustaba el trabajo. Incluso
era posible que le gustase la gente, que le gustase su posicin entre ellos y que le
gustase echarles una mano de vez en cuando. Cuando se pona a pensar en ello,
siempre terminaba sospechando que acabara dando rdenes desde su lecho de
muerte, pero la idea tampoco le pareca tan mala.
Tom un largo trago de cerveza y oy gritar a los hermanos Pincus mientras
miraban en su direccin. Se dio la vuelta y vio a Lydia Davis entrar con paso suave
mientras Shearing le mantena la puerta abierta. En el rostro alargado y estrecho de
Shearing se vea una sonrisa amplia y boba. Peters supuso que no poda evitarlo.
Lydia Davis era todo un regalo para la vista.
Hola, chicos los salud. Quin invita?
Era su entrada habitual. Pas al lado de Peters sin ni siquiera mirarlo. Peters
estaba casado y, adems, era polica, as que por ese lado no iba a conseguir cervezas
gratis. A pesar de todo, ella le permiti que echara un buen vistazo a aquellos pechos
jvenes y hermosos, tapados tan solo por una camiseta sin mangas, cuando pas a su
lado. Como tambin era habitual, mirar a Lydia le hizo desear tener veinte aos
menos y no ser tan feliz con su mujer. Un momento despus, los hermanos Pincus
parecieron abducirla bajo la escasa luz del bar, y Shearing se sent a su lado.
Qu te parece? le dijo a Peters al mismo tiempo que sacuda la cabeza como
un perro mojado.
Pasa lo mismo todos los aos respondi Peters. Las turistas jvenes se
vuelven a casa y Lydia aparece pavonendose. Casi podras arrancar la pgina
correspondiente del calendario. Aunque la verdad es que siempre es agradable
mirarla.
Eso es cierto.
Bonitos shorts.
Muy bonitos.
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La abeja reina de Dead River apunt Peters.
Luego sonri, pero sobre todo por Shearing. Pens que, cuando l estaba en el
ejrcito, en cada pueblo por el que pasaba haba una chica como Lydia que se ganaba
la vida gracias a los turistas. Normalmente eran chicas tmidas o infelices, lo bastante
bonitas si no haba demasiada competencia, chicas que acababan casndose mal
porque teman envejecer solas. Se pregunt si Shearing, que jams haba salido de
Dead River, era capaz de darse cuenta de eso. No lo crea. Uno tena que haber visto
un poco de mundo para or la misma chchara estpida de bar, los mismos pavoneos,
el mismo exhibicionismo una y otra vez, y ver lo triste que era. La mayora de
aquellos chavales, incluido Shearing, jams haban ido ms all de Portland.
Shearing y l se quedaron mirando durante unos momentos la penumbra artificial
del bar mientras Lydia y el joven Jim Pincus se acercaban a la mquina de discos para
meter una serie de monedas y apretar los botones habituales. La seleccin de la
mquina de discos apenas cambiaba en el Caribou, solo cuando Hank se
emborrachaba algunas noches y se hartaba de una cancin o de otra. Entonces suba
su baqueteado maletn de discos del stano y buscaba un sustituto. Dos semanas
atrs, se haba enfadado con una cancin de Marty Robbins, as que lo que haba en
ese momento en el A41 era Elvis cantando Are you lonesome tonight? El disco estaba
un poco doblado, pero no importaba, porque Hank era el nico que lo pona.
Una cancin de Waylon Jennings. Significaba que la haba escogido Jim. Lydia
hubiera elegido algo mucho ms ruidoso, como Jerry Lee Lewis, y Peters volvi a
reflexionar sobre el extrao hecho de que en cierto modo los hombres eran criaturas
mucho ms romnticas que las mujeres, incluso si el hombre era un zorro joven y
duro como Jim Pincus.
Estn muy borrachos esos dos? quiso saber Shearing.
Pareca que le hubiera ledo el pensamiento a Peters, pero eso no era nada nuevo.
Si se trabaja con alguien ms de seis aos, eso acaba pasando de vez en cuando.
A medio camino.
A Lydia le gustan los tipos duros, no?
Ves a alguien ms por aqu?
A nosotros.
Somos agentes de la ley, Sam. Si quieres chicas, ser mejor que te dediques a
arreglar retretes prefabricados.
Shearing lo mir con gesto solemne. Peters no pretenda que se lo tomara en
serio.
Oye, George empez a decir con un tono de voz lastimero que Peters
haba aprendido a soportar con el paso de los aos, ya sabes que yo no
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Peters le gui un ojo en un gesto muy obvio. Haba que ser muy obvio con
Shearing.
No te preocupes, Sam lo tranquiliz. Helen sabe cmo te entretienes por
las noches. El billar, las maquinitas, una partida de cartas y un poco de cerveza.
Menuda vida. Menudo mujeriego.
Shearing le sonri. Helen era una buena mujer, y l tena suerte. Sera un estpido
si intentara pegrsela. Uno nunca saba cmo iba a actuar la gente, pero hasta ese
momento, Shearing se haba comportado de forma correcta y fiel. Peters pens que el
da en que no lo hiciera sera el da en que tendra que empezar a escribir una
necrolgica para Sam Shearing, porque en un pueblo como aquel, sin la mujer y los
hijos todo era cuesta abajo en la vida.
Conseguiste que los Landers se marcharan de una vez? le pregunt.
Shearing llam a Hank y le pidi una cerveza.
Claro que s. Y me alegro de que lo hicieran le contest.
Ah s que tuviste que ir con cuidado aadi Peters. Te juro que siempre
que me encuentro con una de esas mujeres conflictivas me apetece cantarle las
cuarenta. Hizo un gesto para quitarle importancia al asunto. Y a veces lo hago.
Tomaron un sorbo de las cervezas. Nadie meti ms monedas en la mquina de
discos, as que el bar estaba casi en silencio. Hank estaba a unos cuantos metros de
ellos. Tena la vista clavada en la calle que haba al otro lado de la ventana, con
aquella mirada soadora y triste que tan poco encajaba en alguien con su corpachn.
Lydia estaba apoyada en la barra, entre los hermanos Pincus. Joey le haba puesto un
brazo sobre los hombros en lo que a Peters le pareca una actitud bastante romntica,
todo lo romntica que le permitira su temor y su bravuconera estpida. Not que la
segunda cerveza empezaba a marearle un poco, as que apart lo que quedaba. Sinti
una punzada de dolor en la espalda. El doctor le haba dicho que se deba al
sobrepeso, y las cervezas no contribuan mucho a aliviarlo. De hecho, no contribuan
nada.
El pueblo est muy tranquilo. Se ha ido todo el mundo le dijo a Shearing.
Su compaero asinti.
Tengo esa sensacin, y eso no es bueno.
Qu sensacin?
Probablemente solo sea cosa de la edad, Sam. A lo mejor estoy cansado de la
rutina, eso es todo.
Shearing se limit de nuevo a asentir. No haba nada que decir.
En temporada alta estn los payasos. Los turistas. En temporada baja solo
estamos nosotros, y a veces creo que tambin somos unos payasos. Nos quedamos
esperando en un pueblo pequeo a que llegue el verano, con la pesca cada vez peor.
Qu sentido tiene? No duermo bien, Sam. Tengo cincuenta y cinco aos y me siento
intranquilo. A m me parece una broma. Si todo se reduce a esto, me parece una
broma. S, vale, hacemos cosas, pero en realidad no es nada. Y pienso: Este ao va a
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pasar algo. Entre hoy y el 1 de junio, algo me va a pasar. Me tocar la lotera. Una ta
anciana y rica de la que nunca haba odo hablar se va a morir. Algo as. Entonces,
coger el dinero y a mi seora y me ir a Pars. Me destinaron all durante la guerra,
sabes? Ya lo sabes. Pero en veintitrs aos de trabajo, en veinte aos de matrimonio,
no me ha pasado absolutamente nada interesante. Eso s que es una broma, a que s?
Se apart de la barra del bar.
Bueno, a la porra aadi. Con dos cervezas ya me da la tontera. Ni
siquiera puedo beber como antes. Sam, cundo me vas a sustituir de una vez?
Cuando las ranas cren pelo. Cuando me lo pidas le contest Shearing.
Peters sonri.
Entonces, me parece a m que an me queda un poco de tiempo.
La puerta del bar se abri y apareci Willis. Entrecerr los ojos un momento
debido a la oscuridad, pero luego vio a Peters y a Shearing sentados en la barra. Se
dirigi hacia ellos con zancadas grandes y torpes. Peters pens que pareca tener prisa
y supuso que eso significaba que se haba acabado la hora de comer.
Willis y Shearing se acercaban a la treintena, pero mientras Shearing era sosegado
y taciturno, Willis se mostraba extrovertido y nervioso como un muchacho que
acabara de cazar a su primer ciervo. A Peters le daba la impresin de que siempre
andaba con prisas, aunque no sola pedir su ayuda a menudo. Otra prueba de que
estaba all por algn asunto serio era que no le prest atencin a Lydia. Willis, soltero
y siempre dispuesto, sola ir a por Lydia como un galgo a por un conejo.
Qu? le pregunt Peters.
Pues que quieren que vayis a la comisara ahora mismo le respondi Willis
. Los dos.
Qu pasa? A la seora Landers se le ha pinchado una rueda o algo as?
Willis sonri.
Esta vez tenemos algo bueno entre manos le contest Willis sonrojndose.
Quiero decir que es importante. Sacaron a una mujer del mar hace poco.
Viva?
Viva y con una paliza de muerte. George, jams has visto algo como esto.
Quieres apostarte algo? respondi Peters.
Willis sonri.
Vale.
Muy bien dijo Peters mientras se bajaba del taburete de la barra. Si ganas,
Shearing te debe diez dlares. Si gano yo, dejars tranquila a Lydia durante el resto
del ao.
Trato hecho.
Peters abri la puerta del bar, le hizo un gesto de despedida a Hank con la barbilla
y los tres salieron del local. Willis se detuvo un momento en el umbral, y la luz
intensa de la calle brill sobre la penumbra amarillenta del interior del bar. Se gir y
salud con la mano.
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Hasta luego, Lydia.
Los hermanos Pincus soltaron un bufido. La chica se volvi un momento, le
sonri y respondi al saludo con aquella mano de dedos largos y elegantes.
Adis, cario.
Para cuando Willis sali por la puerta, ya tena la cerveza en los labios, Hank le
estaba sirviendo otra y los dos hermanos sentados a su lado eran felices de nuevo.
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5.17 P. M.
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l se qued mirndola uno o dos segundos ms y luego continu avanzando
arroyo arriba, pero un poco agachado, como si estuviera buscando algo. Cangrejos
de ro? El agente inmobiliario le haba dicho que haba muchos por all. O quiz se
trataba de ranas. A lo mejor tena un vecino al que le encantaban las ancas de rana.
Para gustos No tard en perderlo de vista al desaparecer detrs de los rboles.
Decidi que lo mejor era llevarse la caja con las ramas pequeas y las astillas al
interior de la casa. As no tendra que hacer tantos viajes. Dej abierta la puerta
trasera con el cubo de basura y se puso manos a la obra. Se pregunt dnde vivira
aquel hombre. Por lo que recordaba, segn le haba contado el agente, su vecino ms
cercano viva a cinco kilmetros siguiendo la vieja carretera del vertedero. Haba
elegido esa casa por su soledad, aparte de por el precio y por su encanto. Era perfecta
en todos los sentidos.
Cuando por fin logr arrastrar la caja con las ramas pequeas hasta colocarla al
lado de la cocina, estaba agotada. Le dola todo el cuerpo. Si se tumbaba, aunque
fuera un momento, ah se quedara y no se levantara hasta el da siguiente. Calcul
que sera al amanecer, ya que su dormitorio daba al este. Le pareci encantador cmo
poco a poco se iba fijando en todos aquellos detalles. La orientacin del dormitorio.
Cmo encender un buen fuego. Cmo sacudir el polvo de los cojines.
No haba ido mucho al campo a lo largo de los ltimos aos. Tena un amigo en
New Hampshire y otro en la zona norte de Vermont. Los visitaba una vez cada dos o
tres aos. Era un mtodo improvisado de aprendizaje, pero Carla era muy
observadora y recordaba lo que vea. Marjie y ella siempre se lo pasaban bien durante
esas escapadas. De hecho, haban sido esas visitas a New Hampshire y a Vermont las
que haban propiciado aquel viaje. Ella no conoca nada del estado de Maine, pero a
las dos siempre les haba gustado el campo. Se sent en la mesa de la cocina para
descansar un momento.
Pens en su hermana. Marjie tambin era muy observadora. Quiz demasiado.
Carla pensaba a veces que observar era lo nico que iba a hacer en la vida. Era una
ilustradora muy buena, y tambin bastante buena pintora, pero se negaba en redondo
a utilizar su talento. En vez de eso, haba tenido una serie deprimente de empleos a
media jornada: mecangrafa, recepcionista, vendedora. Record un trabajo
especialmente absurdo, en el departamento de juguetes de Bloomingdales durante la
temporada de navidad. Marjie se dedic a vender bates de bisbol y juegos
electrnicos a nios malcriados del East Side, acompaados de sus madres, que iban
vestidas con pieles, llevaban bolsos con el anagrama de sus creadores y parecan
odiar a sus propios hijos. Eso haba sido lo peor que le haba pasado.
Bueno, exceptuando quiz su vida sexual. Bien saba Dios que era un caos. O se
enamoraba casi al instante de alguien que no debera haber sido ms que una aventura
de una noche, y esa relacin falta de madurez duraba meses, o se encerraba para
hibernar en su apartamento durante semanas enteras sin ver absolutamente a nadie,
como si fuera un animal herido que se dedicara a lamerse las cicatrices y a esperar a
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que se derritiera la nieve.
Al menos haba seales de que eso estaba cambiando. El tipo nuevo con el que
sala, Dan, estaba enamorado de ella, y no le importaba decirlo. Y aunque Marjorie
no estaba tan dispuesta a admitirlo en pblico, pareca que iba a seguir con l, lo que
ya era un cambio de por s, a la espera de ver lo que poda sacar de esa historia y en
qu poda acabar.
Aun as, deseaba ver algo de decisin y de auto-confianza en su hermana, quiz
porque ella misma haba conseguido una buena dosis de ambas cosas a lo largo de los
ltimos aos. En esos momentos, Carla estaba ms bien preocupada por si se estaba
volviendo demasiado dura; quiz estuviera haciendo un mal negocio al sustituir las
emociones por un mayor pragmatismo. Se pregunt si todava sera capaz de
enamorarse cuando tuviera tiempo.
Sin embargo, saba que estaba ms preparada que su hermana. Marjie segua
siendo una flor demasiado frgil para su propio bien, y aunque en alguna ocasin
Carla haba percibido una fortaleza oculta en el interior de Marjie, todava no la haba
visto utilizarla.
Abri la rejilla de la estufa y meti otros dos troncos en el fuego. Decidi que
haba llegado la hora de darse esa ducha. Una ducha, una taza de caf y una buena
comida, eso la hara revivir. Todava quera leer un poco ms esa noche.
Se desvisti en el dormitorio y se dirigi desnuda al cuarto de bao. Saba que el
agua tardaba un poco en calentarse, as que abri el grifo y esper a que apareciera el
vapor. Mientras tanto, se mir al espejo. Tuvo que echarse a rer. Pareca dos personas
distintas. Tena las manos muy sucias, la cara cubierta de manchurrones y el cabello
lleno de polvo. Daba la impresin de que las manos y la cabeza eran de goma, como
los disfraces de carnaval, y que las haban puesto sobre un cuerpo limpio y pulcro,
adems de atractivo. Con treinta y dos aos tena casi tan buen aspecto como cuando
tena veinte. El trasero pareca un poco ms cado, s, pero lo cierto era que su piel
estaba mucho mejor que antes. Otra compensacin. Se puso de lado y sus pequeos
pechos se estremecieron. Tena una figura bonita. La ducha surti su efecto. La relaj
y la espabil. Tambin la hizo sentirse un poco excitada. Solo le apeteca hacer el
amor una vez estaba limpia. Jams entendera a la gente a la que le gustaba hacerlo
nada ms despertarse. Obviamente, la primera hora de la maana era la peor. Uno
haba pasado toda la noche envuelto en mantas y probablemente sudando, la boca ola
como una alcantarilla y el cabello estaba enredado y sucio. La verdad era que se
trataba de una idea repugnante.
Lo mejor era despus de una ducha. Todava senta cosquilleos en la piel. Era una
pena que Jim no estuviese all. Cay en la cuenta de que nunca se senta tan unida a
Jim como cuando pensaba en que no podra acostarse de nuevo con l, y en ese
momento le dio la impresin de que haba pasado mucho tiempo desde la ltima vez.
Al da siguiente, por la noche. Poda esperar.
Se sec y se envolvi el largo cabello negro con una toalla. Se puso un albornoz y
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se hizo un poco de caf en la cocina. Decidi que lo mejor era una cena sencilla, un
poco de pollo a la plancha y unas cuantas verduras salteadas. Que se joda el
colesterol. Unos championes, algunas cebollas y pimientos estaran muy bien. Quiz
aadira un poco de ajo y de salsa de soja. Se senta mucho mejor despus de aquella
ducha. Estaba lista para ponerse a limpiar de nuevo si haca falta. Gracias a Dios, no
tena que hacerlo. Tom un sorbo de caf.
Estaba lavando los pimientos cuando un ratn le pas por encima del pie
desnudo.
La sobresalt. Ese pequeo cabrn atrevido! Vio como se detena un momento,
tembloroso, a pocos metros de ella. Se ech a rer. Supuso que un pie caliente haba
sido una sorpresa tan grande para el ratn como l lo haba sido para ella. El animal
desapareci en un armario del rincn. Por supuesto, era el sitio exacto donde ella
guardaba la harina, el pan y el azcar. Aquello significaba la guerra. Mala suerte.
Pareca un animalillo encantador, pero haba que tener en cuenta los excrementos. Se
acord del estado en el que se encontraba el desvn. Haba visto unas cuantas trampas
debajo del fregadero. Colocara algunas esa misma noche en los cajones y en los
estantes de los armarios. Era una pena que no hubiera un gato por all. Odiaba las
trampas, pero haba que subsistir con lo que se tena. As era la vida. Adems,
necesitaba la harina y el azcar. Con un poco de suerte, para cuando amaneciera, todo
habra acabado para el ratn.
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9.30 P. M.
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no tardara mucho. No haba vuelto a abrir el libro. Estaba limpiando unos cuantos
platos justo delante de su ventana. Sonri. Estaba apenas a tres metros de ella y no
poda verlo. La noche haba convertido el rojo de la camisa en negro. Era divertido
que fuera tan intil y estpida. Tirar la trampa de esa manera. Le dieron ganas de
echarse a rer, pero tena un control perfecto sobre s mismo y no lo hizo. Tena un
control perfecto sobre s mismo y solo le sonri en la oscuridad.
Acab de limpiar los platos, se fue al dormitorio y cogi el cepillo, que estaba encima
de la mesita de noche. Se inclin y dej caer el cabello por delante para empezar a
cepillrselo. Cien veces. Qu tontera. Aun as, lo hizo de todas maneras. El cuello
del albornoz de felpa le entorpeca un poco, as que se irgui de nuevo, se lo quit y
volvi a inclinarse para seguir cepillndose el pelo. El fuego de la chimenea haba
calentado la casa lo suficiente como para que se sintiera cmoda desnuda. Dormira
as.
Cerr los ojos y se cepill con fuerza, disfrutando del roce de las pas contra el
cuero cabelludo limpio. El viento se haba levantado de nuevo en el exterior. Oy
algo rozando la casa.
Cuando acab, se irgui y se cepill un poco hacia atrs y a un lado y otro. Luego
lo dej. Fue a la cocina para ponerse un vaso de agua. Apag las luces. Volvi al
dormitorio, se bebi el agua, dej el vaso en la mesita y se meti en la cama. Estaba
demasiado cansada como para leer nada. Apag la lamparita.
Sinti la frescura de las sbanas contra el cuerpo desnudo. Oy de nuevo el
sonido en el exterior y se pregunt si ese viento significaba que llovera. Segundos
despus, ya estaba dormida.
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asesinatos.
Los asesinatos siempre la inquietaban. Ley la seccin, aunque saba que no sera
bueno para ella. Veneno para el cerebro. El titular era Cinco muertos en la matanza
del motn de Ryker. Se dio cuenta de la aliteracin. Ese da haba muchas noticias
internacionales, pero esa era la historia de portada del Post. Normalmente ni siquiera
se preocupaba por leer la noticia en s. Con el titular ya tena suficiente. Hoje el
peridico y las letras en negrita le informaron de las necrolgicas del da:
Refugiados muertos, Pasajero de metro muerto, Mueren otros siete en
Irn, Joven de diecisiete aos violada y asesinada.
Hubo dos noticias en concreto que s ley a pesar de todo. Eran tan extraas que
no pudo evitar que le llamaran la atencin. En una de ellas se contaba que un
jornalero de cuarenta y cinco aos de Paramus haba intentado prenderle fuego a su
mujer. Sali al garaje despus de discutir borracho con ella. Llen un vaso de
gasolina y se lo tir por encima, pero, segn inform la polica, estaba demasiado
ebrio y no logr encender la cerilla. En la otra noticia, un hombre haba colgado a su
cachorro de sabueso del rbol de su patio trasero porque no le obedeca.
Marjie ley las noticias con una fascinacin morbosa. Nunca dejaba de
asombrarle lo desesperada y desquiciada que poda llegar a estar la gente. Aquellas
dos noticias eran tan extraas que casi podan ser cmicas. Sin embargo, record que
no eran simplemente noticias, que eran hechos reales que les haban sucedido a unos
desconocidos, personas perturbadas, y que no eran divertidas en absoluto. Las vidas
repentinas de los desconocidos. De dnde era eso? Su nimo qued ensombrecido
y triste por un momento ante la imagen de un hombre que se alejaba de un cachorro
agonizante. Tir el peridico al suelo.
En Maine no podra conseguir el Post. Mejor.
Abri el libro que Carla le haba prestado, un ejemplar de lomo roto y muy usado
que su hermana haba encontrado en algn mercadillo de segunda mano. Breve
historia de los bosques de Maine. Ley sobre las leyendas indias relativas a las
truchas y a los alces, y un relato sobre la construccin de la casa de verano de
Roosevelt en Campobello Island, al otro lado del puente desde Lubec, cerca de la
casa de Carla en Dead River. Su hermana le haba sealado con lpiz rojo las fbulas
locales de mayor inters. Marjie tom un sorbo de agua y esper que le llegara el
sueo. El libro tena un estilo pintoresco y algo pesado. No tardara en quedarse
dormida. Ley el siguiente relato:
Barnet Light, en Catbird Island, se ve azotado por vientos con fuerza de galerna y mares enfurecidos, y es
uno de los faros ms aislados de la zona atlntica. Se encuentra sobre un peasco inhspito y escabroso que
vigila desde lo alto Dead River, situado al otro lado de la baha.
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Hoy da, Catbird Island es una reserva natural federal, y apenas recibe visitas de los turistas o de los habitantes
de la regin debido al peligro de un mar tan traicionero. El faro est abandonado desde 1892, cuando entr en
funcionamiento el de West Quoddy Head para sustituirlo. Sin embargo, los inicios histricos de la isla son
curiosos y merece la pena contarlos.
El faro se erigi por primera vez en la punta sur de la isla en 1827 y al principio no era ms que una torre de
madera en el extremo de una casa de piedra que solo era habitable con buen tiempo. Su luz fija se encontraba a
unos veinticinco metros por encima del nivel de la marea alta. Sin embargo, cuando en 1855 se inform al
Consejo de Faros de que la visibilidad era mucho menor a la requerida treinta y cinco kilmetros, y de que,
adems, se vea empeorada debido a que el faro permaneca envuelto por la niebla gran parte del ao, se construy
una nueva torre, con una altura de treinta metros. Tambin se llev a cabo la reconstruccin de la casa del farero.
Ese mismo ao se nombr a Daniel Cook farero de Catbird Island, adonde se traslad con toda su familia: su
esposa Catherine, su hijo Burgess, de doce aos, y sus hijas Libby y Agnes, de trece y diez aos respectivamente.
Se alojaron en la casa de piedra de aquel lugar inhspito, donde vivieron durante tres aos sin incidente alguno.
Sin embargo, el 19 de enero de 1858, una tormenta terrible azot la costa de Nueva Inglaterra y destroz el
dique de contencin de la isla. El mar se adentr e inund por completo la casa del farero, de modo que el nico
lugar en el que pudieron resguardarse fue la torre del faro. Por suerte, la construccin logr resistir la fuerza de la
tormenta y tanto Daniel Cook como su familia sobrevivieron. Consiguieron salvar a todas las gallinas, excepto a
una. Sin embargo, debido al mal tiempo, durante cinco semanas no se pudo acceder a Catbird Island.
Llegados a este punto, el relato se hace un poco confuso. Al parecer, Cook y su hijo partieron de la isla en la
maana del 29 o del 30 de enero al considerar que la tormenta haba amainado lo suficiente como para que fuera
posible navegar hasta tierra firme y conseguir provisiones, tanto comida como agua. Para entonces, ya se haban
quedado sin gallinas. El bote era pequeo y la vela improvisada, y nunca ms se supo de Cook o de su hijo.
Mientras tanto, las raciones de la seora Cook y las nias quedaron reducidas a un huevo y un plato de gachas al
da, y esas raciones tampoco tardaron en desaparecer.
Finalmente, el capitn Warren de Booth Bay pudo viajar hasta all el 23 de febrero. Solo encontr una
superviviente, Libby, que para entonces estaba medio desquiciada y desfallecida por la falta de comida. Su
sufrimiento haba durado treinta y tres das. Por desgracia, la seora Cook haba muerto el da anterior. Libby la
haba enterrado en una tumba poco profunda a unos pocos metros al norte del faro. Lo haba hecho sola, ya que su
hermana Agnes haba desaparecido unos das antes. No se saba si se haba ahogado o se haba perdido, pero ni
Libby ni el capitn Warren y sus hombres hallaron rastro de ella.
El cadver de la seora Cook fue exhumado y enterrado de nuevo en la Christ Church, en Lubec, pocos das
ms tarde. A Libby Cook la llevaron a la casa de una ta abuela, la seora White, tambin de Lubec. Vivi all sola
el resto de su vida despus de que su ta muriera en 1864, aunque al parecer nunca se recuper del todo de aquel
suceso. Estaba convencida de que su hermana segua viva en algn lugar de la isla, pero jams se encontr rastro
alguno de Agnes Cook.
Un mes despus de aquel episodio se design un nuevo farero para el faro Barnet, James Richards, de Dead
River, quien se mantuvo en el puesto hasta principios del ao siguiente, 1859, cuando renunci a favor de Lowell
S. Dow, quien, al igual que Daniel Cook, se llev con l a toda su familia: la esposa, una hija y un nio pequeo.
La tragedia se abati de nuevo sobre Catbird Island. En 1865, el hijo de Dow, que para entonces tena siete aos,
desapareci. Se crey que haba sido arrastrado mar adentro mientras jugaba demasiado cerca de la orilla. Se
inici otra bsqueda exhaustiva para encontrar al chico, pero sin ningn resultado. Aparte de aquella segunda
tragedia, la solitaria isla permaneci habitada sin ningn otro incidente hasta que el faro fue abandonado
veintisiete aos ms tarde.
Siempre es interesante destacar las conclusiones que los habitantes locales suelen sacar de estas desgracias.
Como ya he comentado con anterioridad, los nativos de Maine son unos fabuladores natos. En este caso, la
poblacin local cuenta que Libby Cook tena razn sobre su hermana Agnes. Segn ellos, no haba muerto en la
isla, sino que se haba vuelto salvaje tras enloquecer de hambre y se haba escondido de su hermana y de su
madre, ya moribunda, en una de las muchas cuevas de granito que salpicaban los acantilados septentrionales. La
desaparicin del hijo de Dow se le atribuy a Agnes: un simple secuestro para aliviar la tremenda soledad que la
consuma. Incluso hoy en da se dice que los dos nios fantasmas vagan entre las ruinas del viejo faro, rodeados
de bandadas de charranes y de patos marinos, a la caza de jvenes. Las madres ms severas amenazan a sus hijos
con el fantasma de Agnes Cook.
Marjie pens que era el mejor prrafo en el que dejar de leer de noche: el final de
un relato de fantasmas. Apag la lmpara de la mesita. No tard mucho en dormirse,
con la comisura de los labios torcida hacia arriba con la sombra de una sonrisa. Fuera
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haba dejado de llover y del ro subi la niebla. El reloj sigui avanzando lentamente
hacia la maana.
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SEGUNDA PARTE
13 de septiembre de 1981
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2.15 P. M.
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Tambin le gustaba en la cama, pero eso no era lo nico que l quera. Se pregunt
qu era lo que quera en realidad, pero no encontr una respuesta clara. Antes lo que
quera era Carla. Tambin se pregunt cmo acabara con Laura y pens que
probablemente no terminara nada bien.
Se encendi un cigarrillo. El viejo Dodge negro avanzaba con ritmo pesado por el
asfalto.
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tanto tiempo. Qu tena aquella falsa e irritante boba de una discogrfica de Los
ngeles? Con ese pelo rapado, ese chicle, esa camiseta y esa chaqueta de cuero
gastado, se comportaba como si tuviera diez aos menos de los que tena. La dejaba
pasmada. Pero a los hombres no haba quien los entendiera.
Sin embargo, podra convivir con ella. Tendra que hacerlo. Si no, iba a ser una
semana muy larga. Quiz aquella pose, lo mismo que la ropa, no era ms que un
camuflaje protector. Joder, acababa de conocerla. Tena que darle una oportunidad.
De todos modos, el verdadero problema era Jim. Haba algo en aquel individuo
que a Marjie no le gustaba nada de nada. Carla le haba hablado de l y le haba dicho
que lo suyo era bsicamente sexual. Marjie lo entenda, por supuesto. Era un tipo
extremadamente atractivo. Sin embargo, qu engredo! Todo era yo, yo, yo y yo:
Yo estuve en la prueba de esto y aquello, y me dijeron que yo era el ms adecuado
para el papel.
Jams haba conocido a un actor que no fuera completamente idiota, y James
Harney no era la excepcin. Vale, poda hablar de teatro con conocimiento de causa,
pero a quin demonios le interesaba? A lo que realmente aspiraba era a estar en una
comedia musical, daba igual cul. Tambin le valdra cualquier anuncio de televisin.
O cualquier culebrn. A ella, cualquiera de aquellas opciones le pareca una inmensa
prdida de tiempo. Era eso lo que se consegua con ser tan guapo?, egocentrismo y
culebrones? Se alegr de ser simplemente atractiva.
Saba que se estaba comportando de un modo un tanto pedante, y qu? Era
difcil no hacerlo. Aquel tipo estaba liado con Carla. Se senta muy protectora
respecto a su hermana y saba que el sentimiento era mutuo. Si la situacin fuera a la
inversa, Carla habra tenido exactamente la misma reaccin.
Se pregunt si a Carla le importara saber que Jim haba estado tonteando con ella
todo el da, tocndola cada vez que poda y sonrindole, coqueteando. Probablemente
no, pero a Marjie s le importaba. Eso no le gustaba nada en absoluto. Poda soportar
a Laura, pero ni siquiera iba a intentar que le cayera bien Jim Harney.
Tena que admitir que se senta mucho ms cmoda con Carla cuando tena una
relacin seria con un hombre, como la que haba tenido con Nick. Haba sido triste
que no funcionara, aunque era un alivio ver que todava podan ser buenos amigos. Se
pregunt cmo lo haban logrado. Se preguntaba tambin muchas cosas sobre su
relacin, pero jams lo haba comentado con su hermana. Haba algo en la
autosuficiencia de Carla en los ltimos tiempos que atemorizaba a Marjie, que la
alejaba de ella. Le daba la impresin de que Carla no quera que la molestaran, como
si estuviera demasiado ocupada como para preocuparse por asuntos y problemas
personales. Si hubieran podido hablar como hacan antes, quiz la habra ayudado en
sus intentos de acercamiento a Dan. Le habra venido bien esa ayuda.
Lo mir. Estaba sentado a su lado. Mir aquellas cejas espesas, la frente
despejada, las hermosas arrugas que indicaban que sala al campo de vez en cuando,
los hombros anchos y fuertes. Era un hombre atractivo, y tambin muy agradable.
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Haba momentos en los que senta que quera aferrarse a l, comprometerse de verdad
como l le haba pedido. Pero le costaba mucho. Necesitaba hablar con alguien.
Dese que su hermana no estuviera tan hermtica, tan proclive a quitarle importancia
a las cosas. Tena sus motivos para desearlo.
Si el problema de Carla era de exceso de confianza, tuvo que admitir que el suyo
era de falta de ella. Muy poca seguridad para enfrentarse a cualquier trabajo
demasiado exigente, muy poco sentido de la estabilidad para comprometerse con un
hombre y solo con uno. Sin embargo, en aquellos momentos, estaba rompiendo con
sus hbitos de toda la vida, los que le decan que los trabajos fciles y las relaciones
sin compromiso eran el nico modo de ser libre. Se senta bien por eso, pero no era
fcil. Tena la sensacin de que, por cada paso que daba hacia Dan, retroceda dos. l
lo haba soportado todo.
Y se pregunt: Quin demonios soy yo para mirar por encima del hombro a
esta gente?.
Se recost en el asiento al lado de Dan y se dedic a pensar y a contemplar cmo
pasaba el asfalto.
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estaban repletas de restaurantes de pescado. Redujo la velocidad y avanz con
lentitud.
Elegid dijo.
Ese de La Mesa del Capitn parece bueno.
Y ese, El Ancla Dorada?
Joder, cualquiera exclam Dan.
Nick seal a su derecha.
Y ese de ah qu os parece? El Vikingo.
Camareros vestidos con pieles y con cuernos apunt Laura. Beberis en
odres y en cascos.
Marjie se ech a rer.
Aqu no le seal.
Es verdad confirm Dan. Es en Nueva York donde te encuentras todas
esas chorradas.
Lo olvidaba contest Laura. Estamos en el campo. Estamos en un puto
lugar civilizado.
Nick aparc y par el coche.
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mo est? pregunt Peters. Casi tuvo que gritar para hacerse or. Como
C siempre, en la comisara haba tanto ruido como en una perrera. Se removi en
la silla negra giratoria en la que estaba sentado. Levant la mirada hacia Sam
Shearing y torci el gesto. Cierra la puerta.
Los del hospital dicen que todava est sedada le contest Shearing. Entr en
la oficina y se son la nariz.
Te has resfriado?
Un poco respondi Shearing con un leve encogimiento de hombros.
Qu ms han dicho?
Creen que saldr de esta le inform Shearing. Al parecer, ha sufrido sobre
todo por estar tanto tiempo a la intemperie. Bueno, y esos cangrejos tambin se
cebaron con ella.
Peters hizo una mueca de dolor. Lo de los cangrejos era lo que ms le disgustaba.
Al parecer, se haban pasado horas sobre las piernas de la pobre desgraciada antes de
que el bote langostero la descubriera. Era una mujer muy fuerte. Estaba delirando y
casi inconsciente, medio muerta, pero sigui agarrndose a aquellas rocas con una
decisin frrea.
Se sabe algo de las heridas que tiene en la cara y en la espalda?
Por lo que se ve, estuvo corriendo por el bosque dijo Shearing. Le han
sacado pedacitos de corteza de las heridas. Son de lamo.
Peters solt un gruido.
Debe de haber sido una carrera endemoniada. Calculo que esos cortes tienen
por lo menos un centmetro de profundidad.
Los doctores dicen que ms. Hay algunas que casi tienen tres centmetros.
No tiene sentido. Uno no se hace esas heridas y sigue corriendo mucho tiempo.
A menos que te persiga un oso.
A lo mejor fue eso.
Claro. Y a lo mejor estaba encarada hacia el oso mientras corra hacia atrs.
Eso explicara las heridas en la espalda, no?
Supongo que no, George.
Supongo que no. Me parece ms bien que alguien iba detrs de ella mientras la
golpeaba. Esas heridas tienen toda la pinta de ser latigazos.
Shearing se son la nariz.
No podremos hacer mucho hasta que se despierte.
Podramos encontrar el coche. Seguro que hay un coche vaco aparcado en
algn sitio. Quiz haya dentro algn documento identificativo. Sabemos que no es
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una mujer de por aqu. Ponte en contacto por radio con Meyers y con Willis y que
echen un vistazo por la zona. Cunto tendremos que esperar antes de hablar con
ella?
Los doctores dicen que todava faltan unas cuantas horas.
De acuerdo. Que nos llamen en cuanto abra los ojos. Y, Shearing
S?
Hazme el favor de comer algo, vale? Creo que el estado te paga un salario.
Ayer vi que tomabas solo una cerveza. Eso no es suficiente, muchacho. Tienes que
cuidarte ese resfriado. Y ests tan flaco como un poste telefnico. Si quieres mi
puesto, tienes que engordar un poco.
Y quin dice que quiero tu puesto, George?
Quin dice que Nixon era corrupto? Lo digo yo. Y ahora, lrgate.
Peters se movi de nuevo en la silla y apart parte de los papeles que tena
apilados sobre la mesa. Arranc una hoja de su libreta de notas y empez a esbozar
un diagrama de las marcas que haba visto en la espalda de la desconocida. Tena
buena memoria y las dibuj muy bien. Estaba claro que eran azotes de ltigo. La
mayor parte de las marcas se agrupaban en la parte de los riones. Se puso en pie y se
acerc al mapa de la pared.
La encontraron al norte de Dead River. All no haba gran cosa en temporada
baja. A dos kilmetros mar adentro estaba Catbird Island, donde aquel grupo de
pesca, cuatro hombres en total, si mal no recordaba, haban desaparecido el verano
anterior. Aquello tambin haba sido muy extrao. Por lo que saba, venan de
Cooperstown, Nueva York. Se albergaban juntos en una casa en Lubec. Alquilaron un
pequeo bote de pesca a un tipo llamado Short, de Dead River, y nunca regresaron.
Descubrieron el bote anclado en el embarcadero norte de la isla. No se hallaron
seales de violencia ni de problema alguno. Buscaron por toda la isla durante das,
con un equipo de diez hombres, y lo que nico que encontraron fueron pruebas de
que alguien haba estado yendo por all. En Catbird Island no haba nada aparte de un
faro viejo en ruinas y un montn de frailecillos. En ese momento pensaron que se
trataba de chicos que iban all con sus novias. Sin embargo, haban buscado por todas
partes, por si acaso. Nada. Al final supusieron que, a pesar de las advertencias de
Short, se haban alejado nadando del bote y que, al no contar con la fuerza de la
corriente, se haban ahogado.
Se haba producido otro incidente parecido en aquel lugar, pero no logr
recordarlo con claridad. Saba que haba sido unos cuantos aos atrs. Quiz Shearing
lo recordara. Aparte de eso, no haba habido ningn otro altercado en la zona. Nada
en absoluto.
Dej escapar un suspiro. Quienquiera que hubiera hecho aquello ya podra estar
en Canad. Ojal la chica no tardara mucho en poder volver a hablar.
Pens de nuevo en los cangrejos. Eran una de las formas de vida ms antiguas.
Estaban al mismo nivel que los tiburones y las cucarachas. En todo el tiempo que
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haban pasado en la tierra, no se haban enterado de cmo haba cambiado el mundo.
No les pasaba nada por la cabeza, excepto la siguiente comida. Era una forma de vida
sencilla, directa y brutal. No entenda que alguien pudiera considerarlos un alimento.
Por supuesto, los turistas crean que el cangrejo fresco era todo un manjar, pero,
claro, los turistas eran completamente idiotas. A Peters no se lo pareca en absoluto.
l haba crecido en aquel sitio.
Los cangrejos no eran ms que devoradores de carroa. Se alimentaban de los
muertos o, como en ese caso, de los moribundos. Igual que los buitres. Pensar en
todas aquellas pinzas clavndose en la carne casi le hizo estremecerse. Sin embargo,
no era de aquellos hombres que se estremecen. Ms bien era de los que se encogen de
hombros y dicen que as es la vida, y supona que, lo mismo que las dems criaturas,
el cangrejo haba encontrado su propio lugar en el mundo, un lugar pequeo y
maligno.
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lejos; incluso se les poda echar encima durante su estancia. As de cerca estaba. De
hecho, Laura ya estaba protestando porque la baqueta de cuero era la prenda ms
gruesa que llevaba.
Lo de la cerveza haba sido idea de Dan. Lo cierto era que l y Nick eran los
nicos que beban, aunque Marjie estuvo de acuerdo en que sera relajante despus
del largo viaje. Dan no haba hablado mucho desde la comida, excepto para quejarse
de las coquinas que tena apelotonadas en el estmago. Bueno, lo cierto era que todos
haban comido demasiado.
Por lo que a ella se refera, haba sido un almuerzo excelente. Las langostas que
les sirvieron eran grandes y jugosas, y las coquinas estaban cocinadas al punto justo.
Unos segundos ms al fuego y habran quedado duras y fibrosas. Una vez hubo
acabado, se recost contra el respaldo de la silla de mimbre, de aspecto no demasiado
resistente. Saba que haba comido en exceso y se senta incmoda. Contempl la
mesa, abarrotada de pinzas machacadas, patas partidas y sorbidas, colas rotas,
cscaras vacas, todo encima de un mantel manchado de mantequilla. Lleg a la
conclusin de que lo que haba que hacer despus de una comilona como aquella era
limpiar la mesa deprisa y librarse de todo de inmediato.
Record un dibujo de George Grosz, un pintor alemn. Era un hombre grande y
gordo de mejillas rojas que estaba sentado en la mesa de su comedor, cubierta de un
extremo a otro de platos de pescado y de pollo, un par de botellas de vino y una
sopera, y con restos de unos cinco platos distintos ms. El individuo estaba
mordisqueando con fruicin un hueso de pollo. A sus pies haba un perro royendo
otro. El lugar era un desastre, todo estaba al servicio de la glotonera del individuo.
Las sillas estaban manchadas de grasa, los cuadros (que record que representaban
comida) estaban inclinados hacia un lado en unas paredes llenas de grietas y el suelo
estaba cubierto de basura. Tanto el hombre como el perro tenan un aspecto
avaricioso y srdido. Solo haba una puerta en la estancia, y estaba abierta. Al otro
lado de la puerta se vea a un esqueleto sonriente: la Muerte, que haba acudido a
recoger a su vctima.
Su propia mesa tena un aspecto parecido para cuando haban terminado. A
menudo la vida recordaba la criatura tan desenfrenada y lujuriosa en la que poda
convertirse una persona si se lo propona.
A pesar de todo, decidi que se comera otra langosta fresca de Maine en cuanto
tuviera la ocasin. Se pregunt qu habra preparado Carla para cenar. Haba llegado
a pensar en acompaar a Jim y a Nick a la tienda para comprar media docena de
langostas y cocinarlas al da siguiente. Decidi no hacerlo. Era mucho mejor
comprarlas frescas, y quiz Carla ya habra pensado en hacer otra cosa. Era mejor
dejarlo. La cerveza s que era buena idea. Tanto conducir la haba cansado. Cuanto
ms pensaba en ello, ms segura estaba de que disfrutara al beber unas cuantas
cervezas esa noche. Dese que se dieran prisa.
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Los hermanos Pincus llegaron a la tienda y lo primero en lo que se fijaron fue en el
Dodge negro con matrcula de Nueva York y en las dos mujeres que iban dentro. No
le prestaron atencin al hombre que haba en el asiento de atrs, y que pareca estar
durmiendo. Joey se detuvo al lado y la camioneta Chevy cruji al pararse. Le sonri a
su hermano mientras se limpiaba las palmas de las manos en la camisa de franela.
Mira lo que tenemos aqu le dijo.
Se bajaron sin prisas de la camioneta y se dirigieron con paso tranquilo hacia el
coche. Las dos ventanillas del lado del copiloto estaban abiertas. Joey se apoy en
una de ellas y le sonri con gesto depredador a la rubia de pelo corto del asiento de
atrs.
Buenas tardes los salud.
Jim se inclin y mir sonriendo a la morena delgada. Ella se apart un poco y
asinti con la cabeza.
A Marjorie no le gustaba nada el aspecto de ninguno de los dos. Iban a molestarla.
De hecho, el simple hecho de que estuvieran all pegados ya la fastidiaba. No le
gustaban sus caras, y sus sonrisas no eran ms que muecas burlonas. Tampoco le
gustaban sus ojos de cuencas profundas, ni las mejillas hundidas y sin afeitar, ni las
frentes despejadas y quemadas por el sol. Saltaba a la vista que eran hermanos.
Tenan los mismos rasgos brutales y endogmicos. Al igual que las casas y los
rboles, los habitantes del lugar tenan un aspecto raqutico, como si los siglos de
inmovilidad social hubieran desgastado su semilla, como si la hubieran dejado seca.
Haba visto ese aspecto en la gente con la que se haba cruzado en la carretera, en el
rostro de la mujer gorda de la tienda. Para ella, que estaba acostumbrada a la
diversidad, exista una uniformidad inquietante en todos ellos, algo que indicaba
aislamiento, y que era de una crueldad opaca e instintiva.
Por favor, djennos en paz les dijo.
Ellos se limitaron a seguir sonriendo y no se movieron.
Dan los haba observado con detenimiento desde el asiento trasero. Abri la
puerta situada al otro lado de ellos, la cerr al salir y se dirigi lentamente hacia la
tienda.
Jim Pincus se ech a rer y mir a su hermano.
Vaya! exclam. Chicas, me parece que acabis de perder a vuestro
amigo!
Eso hizo sonrer a Joey.
Vuestro amigo se ha largado, chicas! les solt.
Entonces, los dos se echaron a rer y Joey empez a dar golpes en el maletero del
coche. Marjorie subi la ventanilla de su asiento y Laura intent hacer lo mismo, pero
Joey dej de rerse de repente y puso una mano sobre el cristal para impedir que
siguiera subiendo.
No queremos haceros dao les dijo con una sonrisa. Solo estamos siendo
amables.
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Solo somos un par de simpticos tipos locales aadi Jim. De dnde sois
vosotras, chicas?
De De Nueva York respondi Laura en voz baja.
Joey chasque los dedos.
Lo sabamos. Nos hemos fijado en la matrcula. Yo y mi hermano Jim nos
fijamos en esas cosas. Tambin nos hemos fijado en lo bonitas que sois. Lo olamos.
Se echaron a rer de nuevo. Joey empez otra vez a dar palmadas en el coche con
la mano, lo que permiti a Laura acabar de cerrar la ventanilla. Eso no les gust nada
de nada a los hermanos Pincus. Se acercaron ms todava y Joey dio con la palma en
el cristal.
Eh, joder! grit.
Vosotros dos! A qu habis venido?
La mujer gorda del vestido de algodn estaba en el umbral de la puerta, que
llenaba por completo. Jim, Nick y Dan estaban a su lado en el porche de entrada. La
voz de la mujer era curiosamente aguda para una persona de su tamao, pero detuvo
en seco a los hermanos Pincus de todos modos. Se qued all, mirndolos con una ira
apenas contenida y con las gruesas manos apoyadas en las caderas. Marjie se fij en
que las sobaqueras del vestido se haban descolorido hasta quedar blancas.
A por cigarrillos contest Joey con voz conciliadora.
Bueno, pues entrad a buscarlos replic ella al quedar establecida la tregua.
Dejad en paz a estas buenas gentes.
Les echaron una ltima mirada a las chicas del interior del coche y obedecieron.
Te has tomado tu tiempo le dijo Marjie a Dan despus de bajar la ventanilla.
l les sonri mientras se suba al coche.
Tena que pagar la cerveza.
Marjie le propin una palmada en la cabeza y las dos muchachas se echaron a
rer, aliviadas.
Nick y Jim bajaron las dos cajas de cerveza por los peldaos del porche.
Es que planeis montar una fiesta a lo grande? les pregunt Marjie
asomndose por la ventanilla.
En realidad, pensamos que para pasar una semana en el campo esto es quedarse
corto le respondi Jim con una sonrisa.
Marjie pens que Jim era extraordinariamente atractivo cuando sonrea.
No saba que bebas.
Solo cuando est tu hermana.
Nos dais las llaves? les grit Nick. Quiero meter de una vez esto en el
maletero.
Dan se inclin sobre el contacto y le tir las llaves a Nick. l y Jim abrieron el
maletero y metieron las cajas de cerveza entre la rueda de repuesto y las bolsas de
viaje. Lo bueno de aquel viejo Dodge era el espacio del portaequipajes. Jim le puso
una mano en el hombro a Nick y se le acerc.
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Mira, quiero ensearte algo.
Alarg la mano hacia una bolsa azul pequea y sac una caja que la ocupaba casi
por entero.
Abri la caja. En el interior haba algo envuelto por una bolsita de pao cerrada
con una cremallera. Nick distingui la forma de una pistola.
chale un vistazo le dijo Jim.
Jess!
Me alegro de que esos tipos no nos dieran ningn problema despus de todo.
No me hubiera gustado nada tener que utilizar este cacharro.
La sac de la caja y apart la bolsa.
Dios! exclam Nick. Qu haces con eso?
Era la pistola ms grande que jams hubiera visto.
Jim se la pas. Tambin era la ms pesada.
Una Magnum 44 le explic Jim. La compr aqu hace unos cuantos aos,
cuando trabajaba en Portland. Lo cierto es que solo es legal en este estado. Como un
pequeo recuerdo.
Vaya recuerdo.
Me la llev a Nueva York porque Bueno, porque nunca se sabe en Nueva
York, joder. La verdad es que no he tenido la oportunidad de dispararla desde hace
aos. Pens que, si la casa de Carla est tan apartada de todo como dice, podramos
practicar un poco de tiro al blanco. Quiz hasta matar una codorniz o dos.
Con una pistola?
A lo mejor tenemos suerte.
Nick la sopes en la mano.
As que una Magnum, eh?
Exacto. Como la de Harry el Sucio. Suelta un estampido tremendo. Mira.
Rebusc en el fondo de la bolsa de viaje y sac una caja de balas y otra caja de
plstico ms pequea. Tapones para los odos. Se los ense. Si disparas este
trasto sin los tapones, te quedars sordo una semana. Podemos limpiarla cuando
lleguemos a la casa y te ensear cmo dispararla.
Me parece bien. Carla sabe que llevas esto?
Claro que no. Solo t. Y crees que alguna de estas dos habra aceptado la idea
de transportar algo ilegal a travs de cinco estados? Aunque aqu sea legal. No se lo
he dicho a nadie. Ya se lo contar luego, cuando sea demasiado tarde como para que
importe.
Podras habrmelo dicho a m, no crees? le dijo Nick. Es mi coche, mi
responsabilidad.
Me hubieras dejado traerla?
Probablemente no.
Pues ah lo tienes.
Jim sonri y se encogi de hombros, y Nick le respondi con otra sonrisa. Jim no
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era mala persona y a Nick no le importaba que le gastaran bromas, siempre y cuando
eso no causara ningn problema. Se pregunt si Jim opinara lo mismo, porque
pensaba esperar hasta el ltimo momento antes de volver a Nueva York para decirle
que la pistola se quedara en Maine. Era tan ilegal traerla como llevrsela.
Probablemente acabaran a gritos, as que esos tapones para los odos quiz vendran
bien.
Oyeron a Laura, que los llamaba para que se dieran prisa. Nick cerr el maletero
y se dirigieron a la parte delantera del coche.
Estbamos comprobando la rueda de repuesto les dijo Jim. Carla dice que
el camino se vuelve bastante malo antes de llegar. A m me parece que est bien
dijo mirando a Nick, y sonri.
Qu cerveza habis comprado? les pregunt Dan.
Budweiser, en botella respondi Nick.
De cuello largo?
Claro.
Bien hecho! exclam Dan. Vamos a por Carla. Nunca he pillado una
buena borrachera en el campo.
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5.45 P. M.
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para comenzar a ponerse en marcha.
Dej las dos puertas abiertas para poder or si se aproximaba algn coche. Hasta
ese momento solo haba pasado uno en todo el da, una camioneta gris que rugi por
el camino y desapareci. Una camioneta, despus de cuntas horas? Sonri. Dios, s
que estaba sola all. Se alegr de que el coche que haba alquilado fuera nuevo; as
era poco probable que la dejara tirada. No le apeteca nada tener que hacer autostop
en aquel camino para que la llevaran hasta el pueblo. Poda pasarse esperando ah
todo el da. Los oira llegar. De hecho, sabra que estaban cerca cinco minutos antes
de que ellos pudieran ver la casa.
Empezaba a oscurecer. El viento empezaba a levantarse de nuevo. Las hojas se
agitaron. Esperaba que llegaran pronto. Haba puesto un asado al horno una hora
antes, ya que era el tipo de comida que se poda mantener caliente sin importar la
hora a la que aparecieran; pero sera mucho mejor que se presentaran cuanto antes.
Sobre todo, porque estaba hambrienta de nuevo. El aire de la habitacin estaba
cargado del sabroso olor de la cena.
Guard el manuscrito en su carpeta y lo llev al dormitorio. Esa noche iba a hacer
mucho menos fro. Decidi que esperara fuera durante un rato. El aroma de la
comida le estaba provocando retortijones de hambre en el estmago.
Se puso un jersey y sali por la puerta delantera.
Algo la hizo mirar hacia el suelo antes de dar un segundo paso y, fuera lo que
fuese, se alegr mucho de haberlo hecho. No poda creerse lo que vea. Joder, qu
asco!. Casi lo haba pisado de lleno. Se qued mirando las heces y se sinti
repugnada y un poco estpida, como alguien a quien le hubieran gastado una broma
muy pesada en Halloween.
Por lo que se vea, haba un perro muy grande por all. Un perro muy bien
alimentado. Un perro al que le gustaba cagar en el porche de los dems. Dios mo.
Luego lo mir con ms atencin. Cay en la cuenta de que eran dos perros, o uno
muy raro, porque una de las cagadas era ms oscura que la otra. Pens que eran muy
limpios, porque una estaba encima de la otra. Haban sido muy considerados. Ojal
pudiera encontrarlos.
Sali y dio una vuelta alrededor de la casa. Nada. Estaba dispuesta a
despellejarlos vivos si los encontraba. De dnde haban venido y adonde se haban
ido? No se les vea por ningn lado. Eran un par de cagones furtivos.
Entr y busc algo con lo que quitar aquella porquera. Quedaban unos cuantos
trapos debajo del fregadero despus de la limpieza del da anterior. Agarr unos
cuantos, cogi una parte de la cagada y la llev hasta el cubo de basura que haba en
la parte trasera de la casa. Tuvo que hacer un segundo viaje para llevar el resto.
Luego entr de nuevo en la casa para buscar un cepillo y una palangana de agua. La
llen, le puso un poco de leja y la mezcl antes de volver a la puerta delantera.
Estaba todava de rodillas y frotando cuando lleg el coche. La coincidencia fue
perfecta, porque ya se le haba pasado el mal humor y la indignacin. La verdad es
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que era bastante divertido. Jim fue el primero en salir del coche. Carla se puso en pie
mientras l se diriga hacia ella con una sonrisa para abrazarla. Ella respondi al
abrazo sin soltar el cepillo.
Hay mierda de perro en el felpudo. Bienvenido al campo le dijo.
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Shearing abri la boca en gesto de asombro.
George, por favor. Djate de bromas.
Lo digo en serio, Sam. Es lo mismo que nos cont aquel buscador de almejas
hace seis meses. Ese anciano caballero con un litro de whisky Rock and Rye en el
cuerpo. Ya sabes, cros vestidos con pieles y pellejos que corran por la orilla. Solo
que l dijo que haba un par que eran mayores, si no recuerdo mal. Incluso era posible
que fueran adultos. Tomamos declaracin, verdad?
George, la tiramos a la basura!
Eso me pareca. Bueno, el caso es que la seora Weinstein dice que haba una
docena ms o menos. Se baj del coche porque se encontr con una nia medio
desnuda que deambulaba por la carretera y se abalanzaron sobre ella. Le azotaron la
espalda con palos. Al parecer, la hicieron ir desde la carretera hasta la orilla como a
una vaquilla. Dice que queran matarla, y por lo que parece tiene razn. Lleg a la
conclusin de que tena ms posibilidades de sobrevivir si se tiraba al mar.
Y va a sobrevivir?
Peters frunci el entrecejo.
Quiz pierda una pierna, o las dos. Los doctores no saben si van a tener que
cortarle la derecha. Se puso en pie y se acerc al mapa de la pared. Pas un dedo
por la lnea de costa. He estado pensando Recuerdas aquella charla que tuvimos
en el Caribou?, sobre que la proporcin de personas desaparecidas en los ltimos
aos en nuestra costa norte es un poco mayor que, digamos, desde Jonesport hasta
Bar Harbor? Aqu solo es un poco ms elevada de lo que debera ser, pero hay que
tener en cuenta que hay mucha ms gente en el sur, con pueblos ms grandes.
Shearing asinti y Peters sigui hablando.
Lo cierto es que la mayora de los desaparecidos eran pescadores, langosteros y
personas jvenes. Digamos tambin que las aguas de aqu al norte son mucho ms
peligrosas, lo que cubre a los dos primeros grupos, y puesto que aqu no hay mucho
que hacer y que el desempleo juvenil es tan elevado, eso cubre al tercero. Hay
muchos adolescentes que se fugan. Pero y si nos equivocamos, Sam? Supongamos
que no se trata de eso.
Shearing se lo qued mirando con expresin de escepticismo.
Nios, George?
El borracho vio unos adultos. Mira esto. Aqu est Dead River y, a kilmetro y
medio y al otro lado del agua, Catbird Island, donde desapareci ese grupo de
pescadores. Dnde vio a los nios ese tipo?
Justo al sur de Cutler.
Eso no est ni a cinco kilmetros. Supongamos que hay algo a lo largo de la
costa.
Como qu?
Que me aspen si lo s, pero llevo devanndome los sesos todo el da intentando
recordar algo que tena relacin con Catbird Island y la zona. Me he acordado hace
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una hora. En julio hizo tres aos que ocurri. Un chico llamado Frazier. Te
acuerdas?
Claro. El chaval que sali en bote con una tormenta.
Con mal tiempo. Y segn el padre, el bote estaba en perfectas condiciones y el
chico, que tena dieciocho o diecinueve aos, era un marinero de primera. Debera
haber vuelto sin problema alguno.
Un solo error, George. Solo hace falta un error. Ya lo sabes.
Eso es lo que dijimos en aquel entonces. Y por supuesto, podra seguir siendo
la respuesta correcta, y quiz yo no estoy diciendo ms que tonteras. Pero cuando
piensas en cuntas de esas desapariciones tienen que ver con la pesca o con la vela, es
inevitable extraarse. Tambin tienen botes en Bar Harbor, pero nuestra tasa de
desapariciones es ms elevada.
Y volviendo del hospital se me ocurri que quiz la razn por la que tenemos
muchas ms personas desaparecidas de las que deberamos es que, como la poblacin
local es escasa, cualquiera se podra esconder sin problemas a lo largo de la costa, o
incluso en la isla. Joder, all no vive nadie. Y si no llamara mucho la atencin, nadie
se dara cuenta durante aos.
Es decir, si no hubiera supervivientes.
Algo as, exacto.
Shearing pens en ello. Lo que deca Peters tena cierto sentido, pero para
aceptarlo haba que asumir un modus operandi bastante flexible. Por supuesto, era
posible, sobre todo si haba un nmero elevado de personas implicadas, como pareca
ser el caso, y especialmente si haba nios y adultos actuando juntos. Nios y adultos.
Se pregunt de qu ira todo aquello.
Haba tantos botes pequeos que partan desde todos los puntos de la costa
durante la temporada turstica que algunos podan desaparecer sin que nadie se diera
cuenta. Y haba muchos viajeros que iban y venan de Canad y que pasaban por la
carretera costera de Maine, como la seora Weinstein, algunos de ellos en viajes
desde puntos muy alejados entre s, por lo que si desaparecan en el camino, resultara
muy difcil saber con exactitud dnde lo haban hecho, sobre todo si los atacantes
tambin se deshacan de los coches. Un puado de chicos de la zona corriendo a lo
largo de la carretera: sera fcil verlos y detenerlos, y nosotros los tomaramos por
chavales fugados. Luego estaba la playa donde el borracho (cmo se llamaba?) los
haba visto. Fiestas en la playa o encuentros amorosos a hora tarda en los que los
chavales se besuqueaban (los chavales todava se besuqueaban?). S, mucha gente
poda desaparecer de ese modo. Era demencial, pero posible.
Adems, haca mucho tiempo que haba aprendido a confiar en las intuiciones de
Peters. A pesar de todas las bromas de George sobre el deseo de Shearing de quedarse
con su puesto, lo que l ms deseaba en ese momento no era eso, sino trabajar con
aquel hombre mayor y obeso y aprender todo lo que pudiera de l. Si haba un polica
mejor en todo el estado, Shearing todava no lo haba conocido. No quera su cargo.
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Bueno, s lo quera, pero no tena prisa. Esperara hasta que Peters estuviera
preparado.
Entonces, el problema es dnde empezamos a buscar. Yo me inclino por una
zona de unos ocho kilmetros cuadrados, desde Cutler hasta justo debajo de Dead
River, e ira desde el interior hacia la costa.
Peters asinti.
Harn falta un montn de hombres aadi Shearing.
Seguro que s. Ser mejor empezar a llamarlos, Sam.
Eso har. Comenzamos esta noche?
S, claro. Va a ser una noche despejada. Incluso sera mejor empezar mientras
quede algo de luz. Y antes de que tengamos que sacar a alguien ms del agua.
Vale. Llamar a mi mujer.
Ah, y a ver si puedes traer a ese borracho. Cmo se llamaba?
Danner. O Donner. O algo as. Lo encontraremos.
Hazlo rpido, Sam.
Hacerlo todo rpido es lo que me mantiene delgado, George.
Cuidadito con lo que dices, muchacho.
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7.30 P. M.
arjie estaba en la cocina lavando los platos. As era ella, pens Carla. No
M haban pasado dos horas y ya se haba apropiado de la mitad de las tareas
domsticas. Mir lo que quedaba del asado. No haba ni para un sndwich. Lo tir a
la basura y cogi un trapo.
Quieres que te eche una mano?
Claro le contest Marjie.
Pens que tena una hermana pequea maravillosa y se alegr de que estuviera
all. Siempre le haba costado entender a las hermanas que no se llevaban bien, que se
hacan la vida imposible. Su experiencia era justo la contraria. Marjie era
prcticamente la nica persona en la tierra con la que poda contar con total
seguridad. Apenas se peleaban, y cuando lo hacan no estaban enfadadas mucho
tiempo y nunca quedaban resentimientos. Supuso que parte de aquella frmula
mgica era que no haba rivalidad alguna entre ellas, y tambin que haba tenido
suerte. Mir por la ventana y vio a los dems fumando y hablando en el porche. Que
se quedaran all un rato.
Carla, podramos hablar en algn momento?
Claro. Sobre qu?
Sobre cosas. Ha pasado mucho tiempo. Al menos, a m me lo parece.
Dan?
S, entre otros temas. Se call un momento y sac un cuenco del agua
jabonosa. No quieres saber qu he estado haciendo toda esta semana?
El qu?
Me he dedicado a buscar un psiquiatra. He visitado a tres.
Y?
Bueno, ha sido muy interesante.
Carla la mir desconcertada.
El primero era una mujer. Me escuch durante media hora y luego me dijo que
quera recetarme unas pastillas.
Qu clase de pastillas?
No le pregunt. Elevadores del nimo, antidepresivos, ese tipo de cosas. Se dan
prisa en mandarte tomar pastillas. El segundo era un hombre. Este quera recetarme
pastillas y, adems, mandarme a un hospital.
A un hospital?
Me dijo que estaba muy deprimida.
Lo ests?
Mucho menos de lo que estaba hace tres meses. Entonces lo estaba demasiado
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como para ni siquiera pensar en ir a un psiquiatra. Y eso hace que me lo cuestione
todo, porque logr superar esos tres meses horribles.
Idiotas.
Marjie levant la vista de la pila de platos y le sonri.
Bueno, el caso es que el tercero tiene mejor pinta. Nada de pastillas ni de
hospitales. Hablamos durante una hora, y una de las cosas que me dijo es que le daba
la impresin de que yo competa contigo.
Y lo haces?
S, probablemente.
Por qu?
Siempre tengo esa sensacin de futilidad. Carla se ri. T no la tienes,
verdad? Nada parece merecer la pena.
La mayora de las cosas merecen la pena, si a uno le gusta hacerlas declar
Carla. Seguir vivo merece la pena. Y si uno no hace nada no se mantiene vivo.
Se ech a rer de nuevo. Marjie, tienes esa sensacin de futilidad porque no haces
nada. Eso s que es ftil. Y aburrido. Adems, en tu caso es un desperdicio de una
materia prima genial. Y no estoy hablando solo de los trabajos.
Dan dice que soy material de primera.
Pues cretelo.
Normalmente no le creo.
Tpico de ti.
Supongo que s que compito contigo, y que siempre pierdo. Dej escapar un
suspiro. Cmo es posible que t hayas terminado estando tan segura de ti misma
mientras que yo no soy ms que un cero a la izquierda? Coloc los ltimos platos
en el escurridor. Qu ha pasado?
No eres un cero a la izquierda.
Tampoco es que vaya a comprar la General Motors.
Querras tener la General Motors?
La puerta trasera se abri y entraron Nick, Dan, Laura y Jim.
Cartas! exclam Nick mientras se frotaba las manos.
Carla pens que lo de jugar a las cartas siempre se le ocurra a l, seguramente
porque era muy bueno. Se gir hacia su hermana.
Hablaremos ms tarde le dijo en voz baja.
Marjie asinti.
Se sentaron a la mesa con los dems. Carla sirvi caf y jugaron a las cartas,
aunque Laura se haba negado al principio. Se quej un poco de lo estpido que era
quedarse sentado a echar unas partidas la primera noche de su llegada. Sin embargo,
estaba demasiado cansada como para visitar los antros locales, como haba
sugerido al principio. Carla lleg a la conclusin de que Laura no era ms que
fachada, pura pose, y, al mirar los pechos de la rubia, pens que era as en ms de un
sentido. Vaya, vaya.
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Fuera, las mujeres contemplaban la partida y no entendan nada. Una de ellas era
fofa, sin expresin alguna en el rostro, con una boca extraamente lacia y una barbilla
puntiaguda, y llevaba puesto lo que antao debi de ser un vestido, pero que ya
pareca ser poco ms que un saco liso de algodn. La otra era ms joven y delgada, y
habra sido incluso atractiva si no fuese por el color enfermizo de su piel, el largo
cabello estropajoso y la mirada apagada de sus ojos. Iba vestida con una camisa de
cuadros vieja, demasiado estrecha como para cerrarla a la altura de los pechos, y un
par de pantalones anchos de color caqui. Se senta muy orgullosa de aquellas dos
prendas, aunque si se lo hubieran preguntado, no hubiera recordado el motivo.
Observaban en silencio, plidas como gusanos bajo la luz de la luna. Vieron a uno
de los hombres barajar los naipes y repartirlos, vieron a cada jugador abrirlos en
abanico en las manos y luego comenzar a tirarlos lentamente uno por uno. Todo lo
que las mujeres vieron, lo olvidaron de inmediato. Daba la impresin de que estaban
esperando algo que se negaba a ocurrir. Esperaron hasta que no les qued paciencia y,
entonces, como si tuvieran una sola mente, se dieron la vuelta y se marcharon en
direccin al arroyo.
Entre la vegetacin haba grillos, que tambin se quedaron en silencio cuando
ellas pasaron cerca, y por un momento la casa qued rodeada por una profunda
tranquilidad. El momento pas con la misma rapidez que una mano por la llama de
una vela. En el interior de la casa se oyeron unas risas. Fuera, un leve helor en el aire
indicaba que el invierno ya no estaba muy lejos. Todas las voces de la hierba
quedaran en silencio entonces y dejaran las horas ms oscuras a los pjaros
nocturnos y al viento.
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7.50 P. M.
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enterraban profundamente en la arena mojada durante el da. Salan a cazar por la
noche o cuando haca un tiempo lluvioso o nublado. Por la noche, sus cuerpos plidos
se mimetizaban tan bien con la arena que solo se les vea cuando se movan.
Entonces, pareca que la playa cobraba vida y que se agitaba bajo sus pies. Las
mujeres se echaron a rer y se pusieron a perseguirlos. Se imaginaron por un
momento que era la propia playa la que les tena miedo y que intentaba escapar en
todas las direcciones.
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8.05 P. M.
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no tena dientes, lo que le daba una apariencia curiosamente reptiliana. Mova las
encas sin parar, como un lagarto que se estuviera tragando una mosca enorme. Se
arrodill al lado de la mujer embarazada y el cuello de su vestido sin forma se ondul
y se abri, dejando a la vista unos largos pechos cados.
Hay otros dijo la mujer ms joven mientras se recostaba contra la pared
hmeda de la cueva. Dos mujeres, tres hombres. Los hemos visto por la ventana.
La mujer embarazada asinti. Nada de aquello le incumba en esos momentos. Ya
casi haba terminado las salchichas. Haba comenzado una hora antes
aproximadamente. Haba cortado el intestino en tiras de unos cuarenta centmetros de
largo, les haba dado la vuelta y las haba llevado al arroyo para lavarlas. Cuando
regres a la cueva, abri la espina dorsal, un hombro y los fmures para sacarles la
mdula. Luego haba picado con un cuchillo afilado la parte ms tierna del lomo
junto a parte del hgado y del cerebro, los dos riones y poco menos de un kilo de
cuartos traseros cortados cerca del hueso. Por ltimo, se acerc al fuego y derriti la
mdula y parte de la grasa del rin para despus aadirlo todo a la mezcla de carne.
En esos momentos estaba rellenando los intestinos cortados con la mezcla y
atando los extremos. Cuando el hombre hubiera acabado con el fuego de madera,
esperara a que el humo se disipara y aadira madera ms leosa para asarlas para la
cena.
Al da siguiente se ocupara del resto de la presa. Del lomo sacara unos filetes
que comeran al medioda y luego cortara la carne de los muslos y de los hombros.
Dejaran los trozos formando una pila para convertirlos en tiras de tres a cinco
centmetros de ancho y diez a quince centmetros de largo. Empaparan las tiras en
agua de mar y las colocaran sobre una rejilla de madera verde y sobre el fuego para
mantener alejadas a las moscas. La carne quedara negra y seca en unos pocos das.
Eso la mantendra comestible de forma casi indefinida.
La jaula que colgaba sobre su cabeza se estremeci. Ella no se inmut, pero las
otras dos mujeres se rieron y la sealaron. La haban fabricado a partir de rejillas
metlicas y colgaba suspendida de una cuerda gruesa que pasaba a travs de un anillo
asegurado en el techo de la cueva, a unos tres metros por encima de ellas. El otro
extremo de la cuerda bajaba por la pared rocosa y estaba atado a un enorme gancho
clavado a la pared. Todo aquel material lo haban encontrado en un vertedero situado
a unos kilmetros de all. En esos momentos, dentro de la jaula haba un chiquillo de
unos quince aos. Estaba desnudo y yaca tumbado en el suelo, inmvil haca mucho
tiempo por el miedo. De vez en cuando, su cuerpo se estremeca como si lo sacudiese
un viento maligno, y la rejilla repiqueteaba. Eso estaba bien. Dejar que pasara miedo
hara que la carne del muchacho estuviese ms tierna. La hembra haba muerto
demasiado pronto y por eso haba tenido ciertas dificultades a la hora de cortar los
cuartos traseros.
Vio que el hombre tomaba sus ropas del colgador. Ahora, pens. Hizo caso omiso
de las otras mujeres y recogi toda la comida para dirigirse hacia el fuego.
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Dicen que ahora hay ms le dijo al hombre.
Cuntos?
Tres hombres. Dos mujeres ms.
El hombre mir al muchacho que estaba tumbado en la jaula sobre sus propios
vmitos y sonri. Pronto estaran all metidos, bien apretados. El muchacho tendra
que soportarlo. O morir. Eran grandes guerreros. La vida era mejor ahora.
El hombre tena poca memoria y ninguna nocin del tiempo, pero recordaba muy
bien el fro y las privaciones que haban sufrido en la isla, antes de que los hombres
con armas hubieran acudido a buscar a los pescadores que ellos haban capturado. No
comprenda las armas de fuego, excepto que mataban con rapidez, y eso le
aterrorizaba. Antes de que llegaran los hombres armados, vivan bsicamente de lo
que sacaban del mar, tal y como les haban enseado los mayores en los das
antiguos. Vivan de los cangrejos, de las almejas y de las algas, de las presas
conseguidas con una soga con anzuelos extendida de noche y con una forma
primitiva de pesca de arrastre.
Le segua gustando pescar as. Meta un anzuelo largo y pulido en el agua y en el
cordel que lo sostena ataba trozos pequeos de hueso que se movan y brillaban bajo
el sol. Eso atraa a los peces. Cuando uno estaba lo suficientemente cerca, le daba un
tirn fuerte y rpido al cordel y as empalaba al pez, al que luego arrastraba hasta la
orilla. Haba que ser rpido y actuar con seguridad. Tambin se poda afilar un hueso
pequeo por ambos extremos y esconderlo dentro del cebo. Cuando el pez se tragaba
el cebo, tambin se tragaba el hueso. Con un simple tirn, el hueso letal se clavaba de
lado en sus entraas. El pez tardaba mucho en morir.
Sonri ante la idea.
Pero esos fueron tiempos de escasez. Record los rostros esquelticos de los
mayores, ya muertos, la anciana y el anciano que lo llamaban por su nombre. No
poda recordar el nombre. Recordaba que la anciana era Ag-Ness, y que el anciano
haba ido una vez por la noche a encender una luz en el faro. Sin embargo, ambos
haban muerto antes de que se le ocurriera preguntarles qu significado tenan aquel
nombre o aquel acto.
Contempl cmo la mujer colocaba madera leosa en el fuego y se puso la
camisa roja. Ya tena un buen olor. Le gustaba el olor a quemado.
Cuando llegaron los hombres con armas, tuvieron que esconderse. Haban estado
sin comer muchos das. Casi murieron de hambre. Los hombres volvieron muchos
das seguidos y la isla dej de ser segura, as que al final huyeron.
Al principio, la vida en tierra firme haba sido ms difcil todava. Record que
haban sobrevivido a base de races, polillas, ranas y saltamontes durante una
temporada. Los saltamontes no estaban mal una vez se les quitaba todas las partes
duras, las alas y las patas. En verano pudieron atrapar lagartos y serpientes, y
comieron huevos de hormigas. Encontraron una presa de castores y durante un
tiempo comieron carne de esos animales, con su sabor parecido al de las aves, y
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encendieron las lmparas que haban robado con el aceite que sacaron de sus colas.
Vivieron en chozas improvisadas y durmieron sobre lechos de agujas de pino y abeto,
y siguieron en continuo movimiento. Hasta que encontraron la cueva.
Estaba a unos diez metros del borde superior de un acantilado de ms de quince
metros de altura, y solo se poda llegar a ella por un pequeo camino de cabras desde
la orilla. La haba descubierto un da mientras buscaba huevos de gaviota. La entrada
estaba en una hendidura y quedaba oculta desde casi todos los ngulos por las rocas
que sobresalan. Tambin estaba protegida de los vientos. Exista una chimenea
natural en un agujero secundario y ms pequeo que se abra en una roca situada por
encima, a pocos metros de la entrada, aunque ellos casi nunca encendan una hoguera
por temor a que el humo les delatara. Lo mejor de todo era que la cueva era enorme y
relativamente seca, incluso cuando haba tormentas. La entrada daba a un espacio de
unos quince metros por seis y luego a una segunda zona en la parte posterior, de casi
el doble de ese tamao. En algunos puntos la distancia entre el techo y el suelo
alcanzaba los ocho metros.
Dorman sobre camas de pieles o de hojas, agolpados alrededor del fuego cuando
haca mucho fro, o en la segunda cueva cuando haca mejor tiempo, aunque esta la
utilizaban sobre todo como almacn. Haban encontrado el vertedero del pueblo muy
pronto, y la gruta se haba convertido en un revoltijo catico de objetos recogidos al
azar: un arado pequeo con el mango roto, azadones, rastrillos y horcas con las pas
resquebrajadas. En una esquina haba un pila que llegaba hasta media pared. Haba un
arns viejo, palas, atizadores, cubos llenos de clavos y llaves, planchas, pomos de
puerta, marcos de ventanas, la culata de un rifle, ruedas sin llantas, llaves inglesas
grandes, ltigos, hebillas, cinturones, cuchillos y hachas. Casi no haban utilizado
nada, y lo guardaban casi todo.
Un poco ms all haba otra montaa igual de alta con prendas de ropa que haban
quitado a los cuerpos de los muertos. Escogan una prenda del montn, la llevaban
puesta hasta que quedaba completamente desgastada e intil y luego escogan otra.
Durante ese tiempo, la ropa del fondo se cubra de moho, lo que proporcionaba un
hogar a hordas de escarabajos, cucarachas y moscas que crecan gordas y saludables
en aquel lugar lleno de desechos.
Al lado de la ropa haba una pila de huesos limpios, que amarilleaban en ese
ambiente hmedo, estancado y ftido.
Finalmente, estaba el montn de pieles y herramientas para raspar y curtir. Las
diferentes pieles variaban mucho en forma y tamao, pero muchas de ellas eran
largas y delgadas, y de un color plido.
El hombre pens en todo aquello con gran satisfaccin. Se puso los pantalones
vaqueros andrajosos y record lo que haba dicho la mujer. Ahora eran tres y tres. Su
gente llenara la jaula y compensara la prdida que haban tenido dos noches atrs,
frunci el entrecejo al recordar lo que haban hecho los nios. Jams les haba
permitido que mataran solos, sin vigilarlos. No deban ni intentarlo.
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Los haba castigado por su estupidez, y esa noche le obedeceran, sin duda
alguna. Les haba dado una paliza a todos, uno por uno, desde el mayor hasta el ms
joven, mientras los dems lo contemplaban. Disfrutaban del dolor que sufran sus
hermanos y hermanas, aunque estaban aterrorizados por el que ellos mismos iban a
sentir. No par hasta que todos sangraron.
Sus hermanos salieron de la cueva interior mientras se pona las botas que le
haba quitado al pescador gordo de rostro enrojecido, haca mucho tiempo ya. Cuatro
de los nios los seguan. Les solt un gruido a modo de saludo y termin de atarse
los cordones alrededor de los tobillos. Tena un secreto para ellos. Disfrutaba de la
espera antes de contrselo.
El primer hombre era enorme, de cerca de dos metros. Era completamente calvo,
sin cejas por debajo de la cpula que formaba su frente ancha y sin rastro alguno de
pelo ni en el rostro ni en el pecho al descubierto. Tena unos hombros redondeados e
inmensos, con unos msculos que parecan aumentar con cualquier movimiento. Los
tendones del cuello tenan el tamao de dedos gruesos. Sus ojos eran de un extrao
color azul plido.
El hombre haba escogido sus armas del montn de la cueva interior y se haba
ceido un cinturn grueso de cuero, verde por el moho, a cada lado del cual haba
colocado un largo cuchillo de caza. Se palme la barriga. Ya estaba listo.
El hombre que estaba detrs era un individuo mucho ms pequeo, delgado y
fibroso, con unas mejillas hundidas y una barba rala. Tena una barbilla escasa y unos
labios gruesos y fofos, y la boca siempre abierta. Al igual que el hombre que estaba
junto al fuego, tena el cabello largo, aunque menos espeso que su hermano, pero
igual de sucio y de enredado. Su mirada estaba apagada, ya que sus pequeos ojos
porcinos solo se animaban cuando algo sangraba o mora.
Llevaba una navaja afilada como una cuchilla de afeitar en los pantalones de
color gris desvado, colocada junto al pene. Le gustaba la sensacin. Del cuello,
debajo del jersey azul y sucio, llevaba colgando un pequeo crucifijo de plata. El
hombre no saba qu era, tan solo que era algo que lo diferenciaba de los dems, que
no llevaban nada encima que no necesitaran.
l tambin haba escogido un par de cuchillos del montn de herramientas. Se
acerc con rapidez al hombre que estaba al lado del fuego y le entreg uno de ellos.
Al hacerlo, le sonri de tal modo que pareci que la cara se le doblaba y se le parta.
El gesto dej al descubierto unos dientes podridos y verdes por el sarro
descompuesto. Los nios, que seguan detrs de l, se agitaron llenos de nerviosismo.
En sus mentes aparecieron vagos recuerdos de estar escondidos entre los arbustos de
un lado del camino mientras observaban cmo aquellos hombres atrapaban y
mataban.
El hombre de la camisa roja acab de atarse las botas.
Ahora hay tres hombres y tres mujeres dijo a los dems.
Al or el sonido de su voz reverberar en el interior de la cueva, las mujeres se
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agruparon a su alrededor. Sus hermanos lanzaron gritos de sorpresa y de alegra.
El hombre asinti antes de volverse hacia las mujeres.
Llamad a los nios les dijo. Primero comeremos.
El hombre grande sonri. Sac una de las salchichas a medio hacer del fuego y se
la meti, humeante todava, en la boca. Revent con un chasquido hmedo al ser
mordida y la grasa comenz a correrle por la barbilla hasta caerle en el pecho
desnudo.
La mujer gorda con el vestido desgastado ech a un lado la piel de ciervo que
cubra la entrada y sali al exterior. La brisa nocturna le acarici el rostro de color
cetrino, lleno de cicatrices. A sus pies vio una pequea pirmide de huesos diminutos
y de plumas.
Los nios.
La desmont de una patada. Se llev las manos a la boca y desde el interior de la
cueva oyeron su llamada. Para cualquier otro odo, sonara igual que la voz de una
gaviota chillando en el viento.
Segundos ms tarde aparecieron siete nios por la ladera. Los ms pequeos
trepaban a cuatro patas como si fueran zorros. Al igual que su madre, la mayor de
ellos estaba embarazada, aunque no saba si el padre era uno de los hombres o uno de
los adolescentes. Caminaba con mayor lentitud que los dems e iba la ltima, sin
dejar de jadear.
La noche haba cado del todo y la luna estaba en lo ms alto del cielo, brillante.
Olieron la comida en el interior de la cueva y sus estmagos empezaron a retorcerse
de hambre. Esa noche habra un festn. Haban odo decir a los adultos que era una
temporada de abundancia y que sus barrigas estaran llenas a reventar durante las
semanas siguientes. Treparon con impaciencia por las rocas sin prestar atencin a los
cortes o a los golpes. Treparon hacia el olor a carne que impregnaba el aire nocturno.
Hacia la presa.
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11.30 P. M.
ick se senta celoso de nuevo por primera vez desde haca mucho tiempo. El
N sentimiento era igual que un viejo amigo al que apenas reconoca y en cuya
presencia se senta aburrido e incmodo. Aburrido de s mismo e incmodo con
Laura. Sus celos siempre se haban concentrado en Carla. Jams los haba sentido
antes ni despus. All estaba ella, en la sala de estar y preparndose para irse a la
cama, y los sinti de nuevo. Les oy charlar y rerse mientras arreglaban el sof
cama. Oy el repiqueteo de la hebilla del cinturn de Jim al caer al suelo. Del cuarto
de Dan y Marjie salan unos ruidos parecidos, pero a esos no les prestaba atencin.
Haba concentrado toda su atencin en la sala de estar. Se quit las gafas y las coloc
sobre la mesita de noche.
Se qued tumbado en la cama contemplando cmo Laura se desvesta y colocaba
las prendas con cuidado sobre una silla. Sinti un leve estremecimiento en la
entrepierna cuando separ el sujetador de sus pechos, que desapareci cuando lo
dobl y lo dej con cuidado sobre la ropa. Haba un abismo entre el estilo de Laura y
sus verdaderas inclinaciones. Como si se estuviera escondiendo. Eso le preocupaba.
Ella se meti en la cama junto a l y le sonri. Nick le devolvi la sonrisa
mientras escuchaba la voz de Carla al otro lado de la pared. Pens que tena que dejar
de hacer eso. Era una mierda. Pero sigui escuchando. Laura querra hacer el amor.
Saba que era mejor no intentarlo siquiera mientras estuviera prestando atencin a
Carla. Si lo haca, la cosa acabara mal.
Se pregunt por qu haba aceptado la invitacin. Es que no haba previsto que
pudiera ocurrir algo as? No lo haba hecho. Pero por qu no? Joder, tendra que
haberlo hecho. Pens que ya lo habamos hablado, que lo habamos dejado atrs hace
mucho. Ni siquiera recordaba el nombre del tipo con el que ella estaba saliendo en
esa poca. Tan solo recordaba la sensacin.
Laura rod sobre s misma y le dio un beso.
Te apuesto diez dlares a que no eres capaz de aguantar ni quince minutos
despus de haber estado conduciendo todo el da le dijo.
l la bes sin pasin.
Djame mear primero le contest.
Se apart de ella, se puso la bata y cruz la cocina en direccin al cuarto de bao.
Vio una luz encendida por la rendija de la puerta del cuarto de Dan y Marjie.
Tuvo que esforzarse por no mirar hacia el otro lado, hacia la sala de estar. Se
coloc delante del retrete, se abri la bata y apunt al agua.
Oy por un momento que algo se mova en el exterior, cerca de la leera. Era un
sonido rasposo pero leve. Carla les haba contado lo del ratn en la cocina, pero
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aquello sonaba como si hubiera algo ms grande que un ratn de campo all fuera.
Quiz eran mapaches.
Oy a Marjie rerse al otro lado de la pared. Marjie. La verdad es que haba sido
ella quien haba cimentando su relacin como amigos. En cierto sentido, lo que senta
por ella era ms slido y ms duradero que lo que senta por su hermana.
No haba habido nada sexual entre ellos por una sencilla razn: Carla y ella eran
ua y carne, y para Marjie hubiera sido inconcebible liarse con la pareja de Carla.
Inconcebible para Marjie y para Carla, por supuesto. l s que haba pensado en ello.
Marjie era muy atractiva. Le haba estado dando vueltas sobre todo despus de
romper con Carla. Sin embargo, para entonces las bases de su relacin ya se haban
establecido. Marjie y l compartan muchos gustos. De vez en cuando salan de bares
y, cuando se sentan lo suficientemente sueltos, cada uno se iba a ligar por su cuenta.
Iban juntos a ver pelculas de terror (nadie ms estaba dispuesto a ir con ellos) y
Marjie se le aferraba al brazo durante los peores momentos.
No haba habido nada romntico entre ellos. l sospechaba que quiz algunas de
las excentricidades de Marjie, desde su miedo a la oscuridad, a los espacios cerrados,
a los coches veloces o incluso a la comida barata, hasta su tendencia a comportarse de
un modo hurao y distante sin ninguna razn aparente, le irritaran si fuera su amante,
mientras que como amigo solo le resultaban curiosas. Quiz por eso jams haba
intentado nada con ella. Quiz ambos intuan que era mucho mejor dejar las cosas
como estaban. Ninguno de los dos tena demasiados amigos del sexo opuesto que no
fueran un amante previo o en potencia, y al no existir una verdadera tensin sexual
entre ellos, el placer que sentan cuando estaban juntos era especial y nico. Adems,
por supuesto, siempre flotaba la sombra de Carla.
Cmo estaba Carla. Qu tal le iba a Carla. Haba sido un final interminable. Y
eso, como la mayor parte de todo lo que ocurri, haba sido culpa suya.
Su amor haba desaparecido en una guerra de egos. Carla se encontraba en un
momento ascendente de su vida, con un interesante trabajo nuevo y un salario
excelente. Nick, por otro lado, pasaba por una mala situacin. Haba abandonado un
empleo perfecto para ponerse a escribir, y no estaba haciendo nada. Ahora, un ao
ms tarde ms o menos, ganaba ms dinero escribiendo que cuando trabajaba en la
oficina, pero en los ltimos das que haba pasado con Carla su ego haba necesitado
una atencin constante. Bueno, ms bien haba sido su nabo.
Era extrao cmo, cuando no haba otra cosa en la vida, el sexo se converta en
todo. De repente, tena ganas de Carla las veinticuatro horas del da y, por supuesto,
ella estaba demasiado ocupada. Ella probablemente saba con exactitud cul era el
problema: que l utilizaba la potencia sexual para compensar otro tipo de impotencia,
lo que le converta en alguien bastante repugnante. Al final, Carla haba tenido toda la
razn. Eran personas ms vitales cuando estaban separados. Cinco das despus de la
ruptura, empez a escribir.
Se la sacudi bien en el lavabo. Apag la luz del cuarto de bao y entr en la
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cocina. La luz de Marjie segua encendida y esta vez no pudo evitarlo: vio que la de
la sala de estar, tambin. Entre esas dos habitaciones estaba la suya. Y en ella, Laura.
Frunci el entrecejo. Haba muchas contradicciones en Laura. Nada encajaba. Le
gustaba hacerse la dura, pero en ciertos aspectos era ms timorata todava que Marjie.
No era capaz de llevar el gato al veterinario. No tomaba drogas o alcohol en las
fiestas. l saba que estaba enamorada de l, pero jams lo mostraba a las claras. No a
menos que se apartara de ella por alguna razn en un intento de no comprometerse
demasiado. Entonces ella se desmoronaba por completo. Era una situacin
complicada, pero, como no tena nada mejor, no haba roto con ella. Podra haberlo
hecho. La estaba engaando. La estaba engaando en ese mismo instante al pensar en
Carla.
Al final, todo se reduca a que esa noche, como muchas otras noches, dira que
estaba demasiado cansado para no tener que hacer el amor con ella y de ese modo no
sentirse un cabrn por follar con Laura y desear que fuera Carla. Le sorprendi que el
pasado estuviera todava tan cerca. No lo haba imaginado. No haba imaginado que
aquello sera as, no hasta que el pasado lleg susurrando a travs de la pared,
llamndole para que regresara y decirle que se quedara.
Cruz la puerta de su dormitorio y mir a Laura. Dej escapar un profundo
suspiro de alivio. Todo bien. Estaba dormida.
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Dan se meti debajo de las sbanas y debajo de la bata. Ella se ech a rer y l le
mordisque el estmago.
Lo que tengo que hacer para disfrutar de un culo de segunda dijo con la voz
apagada por la piel de ella.
Anda y que te jodan.
Antes de Dan, jams se habra atrevido a decirle Que te jodan a un hombre.
Supuso que Dan sacaba lo mejor de ella. Era un tipo divertido. l apret la boca
contra su estmago y sopl con fuerza. Algo que son como un pedo tremendo
reson en su barriga y la hizo echarse a rer.
Chsss! Calla le solt ella.
T eres la que se est riendo. Me estoy riendo yo? No, yo lo que intento es
acostarme contigo.
Sali de debajo de la bata y empez a desabrochrsela. Como siempre, lo haca
con dedos torpes.
No, espera. Espera! Quiero que hagas una cosa por m. Solo una cosa!
Joder. El qu?
Quiero que hagas una cosa antes de irnos a la cama.
Ya estamos en la cama.
Ya sabes lo que quiero decir.
Qu?
Ya lo sabes.
Te refieres a antes de que follemos?
S.
Vale. El qu?
Podras poner unos cuantos leos ms en el fuego? Si no, me voy a congelar
de verdad aqu. Por favor!
Ella recurri a la tpica actitud de nia pequea: tres cuartos de splica y uno de
pucheros. Siempre haba funcionado antes. Funcion de nuevo.
S, supongo que podra hacerlo. Dnde guarda la lea?
Creo que justo delante de la cocina. Luego, con toda la coquetera que pudo,
aadi algo ms: Muchas gracias, Dan.
Muchas gracias, Dan la imit l. Sabes que utilizas trucos muy bajos,
verdad?
Ella le propin una palmada en el hombro. Dan ni siquiera se preocup por
ponerse una bata y se acerc a la puerta del dormitorio para mirar hacia la cocina a
oscuras. Vio que la puerta de Nick estaba cerrada y que las luces de la sala de estar
estaban apagadas. No pareca haber problema en que saliera. Camin de puntillas
hacia la cocina bajo la escasa luz que sala del dormitorio. Abri la estufa y vio que
no quedaba mucha lea. Haba muchas ascuas, pero medio tronco humeante nada
ms. Marjie tena razn. Para cuando amaneciera, estaran muertos de fro.
Cogi un leo de cedro del suelo y lo meti en el fuego. La casa estaba
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completamente en silencio. Le dio la impresin de que casi era algo sobrenatural.
Meti otro tronco y puso gesto de dolor cuando este roz de un modo ruidoso con la
rejilla de la estufa. Pens que era mejor que terminara lo antes posible, antes de que
despertara a todo el mundo. Separ el leo ms grande del resto de la pila con todo el
cuidado que pudo y lo meti con lentitud. De repente, se dio cuenta de que los haba
colocado el uno al lado del otro. Saba que de ese modo no arderan nunca. Mierda,
mierda y mierda. Mir a su alrededor en busca del atizador. Vio que estaba apoyado
contra la pared, al lado del armario de la cocina. Lo utiliz intentando no hacer ruido
para colocar el segundo tronco sobre el primero y el tercero sobre los otros dos.
Luego lo dej a un lado, respir profundamente y mir en el interior para comprobar
que prendieran bien.
Debido al silencio que reinaba, le dio la impresin de que haba hecho ms ruido
que si hubiese estado moviendo todos los muebles de la casa, pero qu se le iba a
hacer.
Estaba claro que el campo era muy tranquilo. Si se quedaba all el tiempo
suficiente, seguro que se le pegara algo de esa tranquilidad. La corteza prendi. Eso
significaba que los troncos tambin lo haran. Haba llegado el momento de volver
con la seorita Marjie. Cerr la puertecilla de la estufa y le ech el pestillo. En ese
preciso instante, oy que algo se mova velozmente por el suelo.
Sinti que la sangre le corra con mayor rapidez por las venas. Se dio cuenta con
una certeza palpitante de que haba alguien a su espalda. La adrenalina le recorri
todo el cuerpo y la piel se le cubri de repente de un sudor fro y pegajoso. Se dio la
vuelta.
Bonito culo le coment Carla con una sonrisa. Se acerc a la nevera.
Quieres beber algo?
No, gracias.
El corazn le lata a mil por hora. Ella abri la puerta y la luz del interior de la
nevera hizo que su bata fuera casi transparente. Dan la contempl con admiracin.
Sus pechos eran ms grandes que los de su hermana y tena las caderas un poco ms
anchas. Tena un aspecto impresionante.
T tampoco ests nada mal le contest.
Carla se sirvi un zumo de manzana y baj la vista hacia su propio cuerpo.
Gracias respondi, y cerr la puerta.
Dan se sinti un tanto incmodo delante de ella.
Ser mejor que vuelva a mi habitacin. Solo quera poner un poco ms de lea
al fuego. Dios, me has dado un susto de muerte! Buenas noches.
Buenas noches.
Dan cerr la puerta a su espalda.
Tu hermana tiene unas buenas tetas le dijo a Marjie.
Ella apart la sbana y la colcha y Dan vio que por fin se haba quitado la bata.
Mejores que estas? le pregunt ella.
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Diferentes.
Y entonces salt encima de ella.
Carla vio como la luz se apagaba en el cuarto de Marjie. Dan era un tipo atractivo. No
haba dicho en broma lo de su culo. Le alegraba que su hermana tuviera buen gusto
respecto a los hombres, al menos fsicamente. Se pregunt si acabaran llegando a
tener algo serio, y pens que empezaba a sonar como su madre.
A su madre no le habra gustado nada que hubiera hombres en la casa. Un
escritor, un actor y un Qu era Dan?, un pintor de brocha gorda? Eso crea. Cada
uno de ellos era un insolvente en potencia, aunque estaba segura de que, si haba
alguno que poda llegar a triunfar en la vida, ese era Jim. El problema era que ella no
quera estar cerca de l cuando lo hiciera. Si ya era bastante egocntrico en ese
momento de su vida, cmo llegara a ser una vez fuera rico y famoso?
Aunque tena que admitir que Jim era una persona que se esforzaba por hacer las
cosas bien.
A Jim le gustaba actuar un poco incluso en la cama. Un poco de dominacin en
plan amo y esclava. A ella no le importaba. De hecho, le gustaba. Para ella, tena
cierto sentido. A lo largo de los aos se haba convertido en alguien bastante agresivo
en todos los dems aspectos de su vida. No aguantaba tonteras. De nadie. Por as
decirlo, no le pareca mala idea ponerse al otro lado durante un rato.
Era curioso cmo la gente cambiaba de actitud durante el sexo. A menos que
estuviera haciendo el amor, Jim siempre era un punto demasiado amistoso, un punto
demasiado ostentoso con su sonrisa y su atractivo, un punto demasiado ansioso por
agradar. A Carla le gustaba de verdad, aunque en pequeas dosis, pero mucha gente
lo encontraba un tanto irritante. Como la mantequilla que no se derrite en la boca.
Sin embargo, a la hora del sexo, Jim se comportaba de un modo agresivo, un poco
cruel incluso. Carla no crea que aquello fuera demasiado bueno, pero qu puetas, la
excitaba. Por supuesto, la violacin solo como fantasa. Para ella, despus de la
masturbacin, era el mejor modo de tener un orgasmo. De repente, le entraron prisas
por volver a la cama.
Se sirvi otro vaso de zumo de manzana. Mejor que se espere. Mejor que los
dos se esperaran, as tendran ms ganas. Pens en l, tumbado en el sof cama,
desnudo sobre la colcha, enfadndose cada vez ms por su tardanza. Le tocara la piel
suave, sin arrugas, sobre todo en la parte del cuello, de los hombros y de su pequeo
culo juvenil.
Esto es ridculo! Por qu estoy aqu parada?. Cerr la puerta de la nevera y se
qued quieta un momento mientras los ojos se le acostumbraban a la oscuridad. El
fuego de la sala de estar apenas emita ya una luz titilante, porque se haba apagado
casi por completo.
Dispuso de nuevo de un momento para disfrutar de la increble oscuridad de las
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noches en el campo. Era una noche tan tenebrosa que le llenaba el alma de una
especie de vrtigo. El interior de la casa estaba completamente a oscuras incluso bajo
la luz de la luna. La negrura se espesaba hasta que cada esquina, cada lnea
geomtrica de paredes y muebles, se funda hasta convertirse en una nica cortina de
sombra opaca. Se trataba de una oscuridad estigia. Siempre le haba gustado esa
frase. La oscuridad de los sueos.
Se dirigi hacia la luz. Oy en el exterior a varias gaviotas llamarse entre s. Al
llegar al umbral de la sala de estar empez a ver de nuevo. Jim estaba en la cama tal y
como ella se lo haba imaginado, desnudo y mirndola. Estaba sonriendo? No estaba
segura. No era propio de Jim sonrer en momentos como aquel.
Vio que l giraba la cabeza para mirarla mientras se agachaba delante de la
chimenea a recoger el ltimo leo y ponerlo dentro. El fuego chasque y salt al
probar la corteza del tronco, y la hizo entrar en calor.
Se dio la vuelta para mirarlo. Su cuerpo estaba recortado contra la ventana y
plido bajo la luz de la luna. Se baj la bata hasta los hombros y luego la dej caer
lentamente. Se qued quieta, de pie, delante de la chimenea. Saba que tena un
aspecto estupendo con la luz dorada resbalndole por el cuerpo, y que a l le gustara
eso. Sinti el calor de su propio narcisismo enrojecerle la piel. Luego sinti otro
calor: el de l.
Se meti en la cama. No se dijeron nada. Ella le agarr el miembro y lo sostuvo
en la mano mientras senta como palpitaba y se llenaba de sangre. Luego lo solt y se
coloc encima de l para empezar a introducirlo en su cuerpo.
No le interrumpi l.
Jim la levant y sac el pene para luego quedarse apoyado en un codo. Se
quedaron mirando por un momento. Luego, la empuj con fuerza para que cayera de
espaldas y la agarr por las muecas, lo que la inmoviliz contra la cama. Carla vio
lo serio que se haba puesto y empez a rerse. No cada vez que lo hacan era igual,
pero se pareca bastante.
El juego haba empezado.
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TERCERA PARTE
14 de septiembre de 1981
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12.02 A. M.
Carla solo estaba atenta a aquella tremenda mezcla de dolor y placer. Se haba corrido
por primera vez cuando l le haba metido los dedos y le haba acariciado el cltoris
con el pulgar. Ya casi estaba a punto de nuevo. Vibraba y prevea cada uno de los
siguientes movimientos de Jim. La ventana y la noche fra se encontraban muy lejos
de su pequeo mundo de sensaciones mudas.
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Lo mismo se poda decir de Jim. Se haba contenido todo lo que haba podido, o
hasta que haba dejado de importarle. Empez a soltarse dentro de su estupendo
cuerpo tibio. Sinti que temblaba en su interior. Eso era lo que se haba esforzado en
conseguir de ella desde el principio, aquello y nada ms, y mereca la pena.
Sus cuerpos se pusieron tensos de forma casi simultnea. Carla empez a
estremecerse y a patalear como si sufriera un ataque febril. l baj la cabeza para
apretarle un pezn con los dientes. Luego le mordi. Carla se corri de nuevo y esta
vez l se apresur a seguirla de inmediato y cerr los ojos con fuerza.
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flccida. Ya haba sacado medio cuerpo por la ventana para ir a buscarla cuando una
criatura delgada y repulsiva que poda pasar por un hombre se lanz a por l con un
cuchillo y le propin una pualada.
Cay hacia atrs, sobre el cuerpo todava tembloroso de Jim, y sinti que su
propia sangre le corra por la cara. Se not ausente, mareado, vaco. De repente,
Marjie estaba a su lado gritando y oy a Laura despertarse y empezar a llamarlos.
Qu pasa? Qu ocurre? Qu hay ah fuera?
Nick supo que jams haba odo el pnico en su estado puro hasta ese momento.
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Era un hombre delgado con una camisa de cuadros y unos pantalones grises
desvados, y otro ms fornido y vestido con una camisa roja, que tena a Carla en
brazos. Pareca seguir inconsciente. El individuo enorme que haba visto a la entrada
no estaba all, pero s vio a ms nios, otros cinco. Con los seis del otro lado de la
casa hacan un total de once. Otras tres figuras pequeas en el porche y un monstruo
en la entrada hacan seis adultos y diecisiete personas en total. Eran demasiados.
Se qued aturdido por un momento, con el atizador aferrado en la mano, jadeante.
Mir a su alrededor sin saber qu buscaba: una salida a un lugar seguro, una posicin
defendible o una idea que llenara el vaco que no dejaba de crecerle en la mente y que
le impulsaba al olvido, a la inmovilidad, a la nada. Sacudi la cabeza y se oblig a
enfocar la vista. Vamos, piensa, piensa.
Tendran que fortificar la casa de inmediato, poner barricadas en las puertas y
buscar algn modo de defenderse. Ni siquiera se plante salir a buscar a Carla. Con
eso solo lograran que los mataran. Era posible que incluso hubiera ms de los que
haba visto por la ventana. La cabeza empez a funcionarle. Mir el cuerpo de Jim,
que segua en la cama, cubierta de sangre ya pegajosa. Haba muchsima sangre en
una persona. Not una sensacin familiar en el estmago. No haba visto algo as
desde Vietnam. Ser mejor que te pongas a hacer algo. Se apart en silencio de la
ventana y se arrodill al lado de Nick.
Cmo ests? le pregunt.
Bien respondi Nick, sin mucha conviccin.
Dan vio que la mirada vidriosa de sus ojos empezaba a desaparecer y pens que,
despus de todo, quiz no estaba tan mal. Apart la mano de Nick de la herida con
toda la delicadeza que pudo. Haba tenido suerte. El cuchillo le haba dado justo
debajo del ojo izquierdo y la hoja haba bajado cortando hasta el mentn. La herida
era relativamente superficial excepto donde el cuchillo se haba encontrado con
mayor resistencia, en el pmulo y en la barbilla. Casi haba dejado de sangrar. Solo
tena que lograr que se pusiera en movimiento. La ventana abierta le tena
atemorizado.
Nick, sabes dnde estn las herramientas de la casa?
Dnde est Carla? contest Nick con voz pastosa y confundida.
Est fuera, Nick. Carla est fuera. La han atrapado. Tenemos que enfrentarnos
a ellos. Dnde estn las herramientas?
Nick levant una mano con lentitud y seal.
Creo que estn debajo del fregadero.
Puedes ponerte en pie?
Creo Creo que s.
Intntalo. Dan se volvi hacia Marjie. chame una mano le pidi.
Ella no se movi. Se lo repiti en voz ms alta. Estupendo, estn todos idos y
dependen de m. Marjie sigui mirando por la ventana. Vio los rastros que las
lgrimas le haban dejado en las mejillas, aunque ya haba dejado de llorar. Haba
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algo en su mirada que era al mismo tiempo duro y terriblemente enternecedor. Jams
haba visto a una mujer con aquella mirada. Solo a los hombres, y solo en la guerra.
Mira. Mira lo que le estn haciendo dijo de repente en voz baja.
Dan se acerc a la ventana. De la tierra, que se estaba enfriando, salan unas
dbiles columnas de vapor visibles gracias a los faros del coche. Los vio con toda
claridad. Haban lanzado una cuerda por encima de una rama del rbol. Los pies de
Carla estaban atados a un extremo de la cuerda y el hombre grande estaba tirando
para dejarla colgada en el aire. Dan se alegr de que siguiera desmayada. Los nios
se arremolinaban a su alrededor. Vio que uno de ellos le escupa en la cara cuando las
piernas empezaron a subir y que otro le propinaba un varazo con un palo en el trasero
antes de que el hombre delgado los obligara a apartarse. Dan pens que Marjie no
debera ver aquello. Joder, ninguno de nosotros debera verlo.
Ven aqu le dijo, y era una orden.
Marjie le contest con una voz artificialmente tranquila, al borde de la histeria.
No, esa es mi hermana.
Nick se haba puesto de pie y estaba al lado de ellos.
Mis gafas. No No puedo ver. Qu estn haciendo?
El hombre grande segua tirando de la cuerda mientras el otro ataba el otro
extremo al tronco del rbol.
Pntelas le dijo Dan. Y ser mejor que tambin te traigas a Laura. Se
volvi hacia Marjie. Qudate aqu. No te muevas. Si alguien se acerca a esa
ventana, me avisas. Y sales corriendo, joder!
Nick entr en su dormitorio. Dan le oy hablar con Laura y, cuando pas por
delante de su puerta de camino al fregadero, lo vio inclinado sobre ella intentando
levantarla de la cama.
A Dios gracias, Nick no se haba equivocado. Las herramientas estaban debajo
del fregadero. Haba dos martillos y unos cuantos clavos grandes. Se llev los
martillos a su dormitorio, los dej sobre la cama, se puso unos vaqueros y luego se
meti los martillos entre el cinturn y el pantaln.
Regres a la cocina y vaci la caja de clavos sobre la mesa. Mir atrs, hacia la
sala de estar. Marjie segua donde la haba dejado. Se acerc al cajn de los cubiertos,
sac el mejor y ms afilado cuchillo que pudo encontrar y se lo meti tambin en el
cinturn. Eran cincuenta centmetros de filo, casi medio kilo de acero inoxidable
slido.
Tendran que salir tarde o temprano, pero antes deban asegurar la casa. Si
lograban mantenerlos fuera el tiempo suficiente, quiz podran crear algn tipo de
distraccin en la parte trasera que les permitiera salir por delante y subirse a uno de
los coches para huir. Si no tardaban mucho en hacerlo, incluso era posible que
pudieran ayudar a Carla. Sin embargo, una parte de su mente brutalmente sincera lo
dudaba mucho. Mir a Marjie, que a su vez segua mirando hacia fuera. Tena que
impedrselo. As no le era de ninguna ayuda, y Dan la necesitaba. Necesitaba a todo
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el mundo. Se acerc a ella.
Quiero que dejes de mirar le solt. Aprtate de ah. Marjorie, por favor.
Vete a la mierda.
All fuera, las manos de Carla ya estaban a un metro del suelo. Marjie vio que el
cuerpo de su hermana daba vueltas con lentitud. Su larga cabellera pareca una llama
que ardiera hacia abajo. Un momento despus, observ horrorizada como recuperaba
la consciencia. Se qued mirando fijamente, como si eso bastara para mantenerla a
salvo. Vio como su hermana agitaba los brazos en un esfuerzo intil, y le pareci que
oa sus gemidos y las risas de sus torturadores.
Un momento despus, el individuo delgado se agach un poco y agarr un
puado del cabello de Carla para tirar de ella poco a poco hacia atrs. Camin de
espaldas hasta que ella grit de dolor y ya no pudo seguir tirando. La solt y Carla se
balance hacia la casa. Marjie se imagin la cuerda cortndole la carne en los
tobillos. Cuando su hermana volvi al punto de partida por el impulso de regreso, el
individuo la agarr de nuevo, esta vez por la garganta, y el segundo grito de Carla
muri antes de salir.
Marjie dese la muerte de aquel hombre con todas sus fuerzas.
Dan tambin lo estaba viendo. Se sinti medio inmovilizado antes de comenzar a
temblar. Ver eso no les haca ningn bien. Y la ventana segua abierta de par en par.
Sacudi la cabeza para obligarse a reaccionar y le puso las manos en los hombros a
Marjie para hacerla girarse hacia l.
Sultame! le grit ella. Lo apart de un empujn y se lanz hacia la ventana
. Cabrones! les grit. Cabrones, hijos de puta!
Dan sinti un escalofro al verla. Estaba subida a la cama, con medio cuerpo fuera
de la ventana.
La agarr por los hombros y tir de ella hacia dentro. Luego la gir, pero Marjie
sigui gritando. La abofete dos veces con fuerza y ella se desplom sollozando.
Lo siento le susurr Dan.
Y en el silencio que se produjo a continuacin, oy a alguien rindose, justo al
otro lado de la puerta delantera. El hombre grande.
As que no se ha marchado. Si se hubiera acercado un poco, podra haber
sacado a Marjie por la ventana igual que haban hecho con Carla, y en esos
momentos estara atrapada como su hermana. Dios, haba estado muy cerca.
Algo se le retorci con fuerza en lo ms profundo de su ser y le impuls a actuar.
Se sinti inundado de una calma glida. Se volvi hacia ella.
No puedes ayudarla. Nadie puede, pero puedes ayudarnos a los dems. Si no lo
haces, tambin te matarn a ti.
Ella se lo qued mirando mientras escuchaba el sonido tranquilo pero severo de
su voz. Luego asinti.
Haremos lo que podamos aadi l.
Nick y Laura salieron del dormitorio. Ella tena mal aspecto, con los labios
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exanges y temblorosos. Llevaba puesto un albornoz blanco que mantena
firmemente ceido alrededor del cuerpo. Tena la mirada insegura, huidiza, y no
dejaba de parpadear. Por otra parte, Nick pareca estar ya bastante recuperado. Iba
vestido y llevaba puestas las gafas. Condujo a Laura con lentitud a travs de la cocina
hacia donde ellos estaban, al lado de la puerta de la sala de estar.
Laura no pareci verlos al principio. Al momento siguiente, sus ojos se posaron
en el cuerpo que estaba tirado en la cama. Por un instante no hubo reaccin alguna,
luego se puso a gritar. Fue un chillido fuerte, penetrante y agudo. Se zaf de los
brazos de Nick y volvi corriendo al dormitorio. Cerr la puerta de un golpe. Nick se
gir para seguirla.
Djala le dijo Dan. Creo que de momento est a salvo, pero ser mejor
que abras esa puerta, por si acaso.
Nick la abri y los tres miraron en el interior. Laura estaba de pie y
completamente pegada a la pared en la esquina que haba detrs de la puerta, lejos de
la ventana. Tena la mirada en blanco y fija en la pared de enfrente.
As est bien coment Dan.
Supo que Marjie iba a vomitar en cuanto se dio la vuelta para mirarla. Nick
tambin se dio cuenta, e intent sujetarla, pero fue demasiado tarde. Se apart de
ellos y se desplom de rodillas, con la vena del cuello palpitante y tan plida como la
muerte. Luego vomit en el trozo de bata que le cubra el regazo. Sinti las manos de
Dan, pero fue incapaz de moverse. Luego not que alguien la levantaba y la llevaba
hasta el dormitorio.
Dan le quit la bata y la tir a un rincn. Tena que actuar con rapidez. Solo
estaban ellos dos, y con eso tendra que bastar. Le pas uno de los martillos a Nick.
No hay un hacha por aqu? le pregunt.
En la leera. Mierda.
Entonces saca otro cuchillo del cajn. Por si intentan entrar de nuevo. Voy a
quitar la puerta de este dormitorio.
Se puso a desmontar las bisagras con el martillo. Salieron con facilidad. Meti la
puerta en la sala de estar y se llev un puado de clavos de camino. Llam a Nick.
chame una mano.
Nick lleg corriendo y Dan vio que haba encontrado un cuchillo. Le brillaban los
ojos por el nerviosismo.
Dnde estn las cosas de Jim?
Ah dentro, supongo. No lo s. Por qu?
Hay una bolsa pequea, de viaje. Jim tiene un arma le explic Nick.
Una pistola?
S, una pistola. Una muy grande. En una bolsa azul.
Joder, vamos a buscarla.
Registraron la habitacin. Encontraron la maleta de Jim al lado de la chimenea,
pero ni rastro de la bolsa.
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Mierda! exclam Nick. Tiene que haberla entrado. Estaba en el maletero.
Quiz la haya dejado en la cocina. La encontraremos, pero no quiero seguir
ms tiempo con esta ventana abierta. Aydame.
Dan empez a clavar la puerta mientras Nick la sostena contra el hueco de la
ventana. No dejaba de pensar en el hombre de fuera. En el grande. El que tena los
cuchillos y una risa malvada. A cada momento se esperaba que lo empujara. Se
prepar para soportar el peso del individuo. Le pareci orlo rerse una vez ms, una
risa grave y perversa, pero no tuvo claro si no era cosa de su imaginacin. Nada se
estrell contra la ventana. Nada se movi all fuera. Por qu no nos atacan?. El
hombretn podra haber entrado cuando l abri la puerta. Qu demonios estaban
tramando? Meti el ltimo clavo de un fuerte golpe.
Eso sera suficiente. A por las otras ventanas. Y a por la pistola.
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misma sollozar y sinti que las lgrimas le corran por la frente. A pesar de todo, se
not lejos, muy lejos. Saba que se estaba desmayando y se esforz por mantenerse
consciente, por hacerle frente al aturdimiento. Algo la salvara si se mantena
despierta y cuerda. Tendra alguna oportunidad. Sacudi la cabeza. Vio que el hombre
delgado se meta una mano en los pantalones, sacaba una navaja y la abra. Intent
moverse a pesar de las cuerdas y, por un instante, el dolor la atraves y la catapult a
la claridad de pensamiento.
Record el cuerpo de Jim tirado al lado de ella, el calor de su sangre reluciente, el
ngulo preciso de su cabeza mientras se desplomaba hacia un lado. Se horroriz al
descubrir que l no le importaba nada, que solo le importaba lo que le estaba
ocurriendo en ese preciso momento, que solo le importaba su propia vida. No quera
morir del modo en que le haba visto morir a l. No quera eso, no estaba dispuesta a
aceptarlo. Luchara contra aquella negrura que se haba posado sobre ella como un
par de alas y que la urga a dormirse y despreocuparse. Ech la cabeza hacia delante y
mir incrdula hacia arriba, a su propio cuerpo indefenso.
Se vio bajo la luz de los faros, plida y temblorosa, con los pies unidos y los
brazos separados como una parodia invertida de la crucifixin. Mir al cuerpo que los
hombres haban tocado y que ella misma haba tocado, y que apuntaba hacia el cielo
tranquilo y estrellado, y supo que, estuviera consciente o inconsciente, iban a matarla.
Nada de lo que pudiera decir o hacer cambiara ese hecho. Iban a cortarla con el
cuchillo y morira mientras su sangre caa en la cubeta. Ese sera su fin, el fin de su
carne suave, de su mente, que en ese momento, en el de su propia prdida y
disolucin, se llen de horror y de un inmenso deseo de vivir, vivir, vivir.
Todava estaba mirando hacia arriba cuando el cuchillo descendi y luego subi
de nuevo para pasar ardiente por su cltoris y bajar de un modo lento y cuidadoso por
su estmago, luego entre sus pechos para acabar en la garganta, donde le seccion la
yugular como si lo empuara un carnicero. Un momento despus ya estaba muerta.
La cubeta comenz a llenarse. Los nios encendieron el fuego. El hombre
delgado se acerc y observ con atencin el cuerpo. Alarg una mano hacia el pecho
con un gesto lento y cuidadoso y le toc el corazn. Todava estaba tibio y palpitaba
levemente. Cort todas las venas y las arterias con el cuchillo y sac el msculo a la
luz. Sigui palpitante mientras emanaba vapor por el fro de la noche. Para el hombre,
aquel momento era el nexo con todo el misterio y el milagro del universo, lo ms
cercano que conoca a un sentimiento de adoracin. Se qued observando hasta que
el corazn dej de moverse. Su mirada, habitualmente apagada, mostraba un brillo
insensible. Mordi con fuerza el msculo fibroso y gru en seal de aprobacin.
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carcoman el miedo y la frustracin. No tardara en echarse a llorar.
No te preocupes lo tranquiliz. Si sabemos dnde no est, entonces
sabemos dnde est: en el maletero. Encontraremos el modo de sacarla de ah.
Mientras tanto, hierve agua. Toda la que puedas.
Qu?
Dan le sonri sin alegra.
Nunca te has quemado con agua caliente?
Nick sonri de inmediato.
Se me ocurre algo mejor le contest. Hay mantequilla en la nevera. Un
kilo ms o menos.
Genial. Calintala tambin.
Abri la estufa y apil dentro las patas rotas de las sillas. Dej la portilla abierta
para ver el momento en que empezaran a arder. No deberan tardar mucho gracias al
barniz que las cubra. Luego calentara el atizador. Haba seis sillas, una por cada
ventana, a excepcin del ventanal de la cocina. Se puso a trabajar en la ltima
mientras Nick encenda todos los quemadores de la cocina. Despus llen tres cazos
con agua y un cuarto con la mantequilla que sac de la nevera. Abri uno de los
armarios y encontr una botella de aceite vegetal casi llena que vaci en el cazo de la
mantequilla. Por ltimo, puso al mximo todos los quemadores.
Saca esa puerta del quicio le dijo Dan.
Laura estaba sentada y acurrucada detrs de la puerta. Se sobresalt cuando Nick
entr.
Tengo que llevarme esto le dijo Nick.
Ella no respondi. Se pregunt dnde demonios tendra la cabeza. Su mirada era
fra y muerta. Jadeaba. Dios, ni siquiera siento lstima por ella.
Record la ltima imagen que tena de Carla, colgando de una cuerda atada a una
rama. No se haba atrevido a mirar desde entonces. No quera saber que estaba
muerta. No podra soportarlo. Sinti una oleada de rabia. Estoy tan preocupado por
mi propio pellejo. Dej el pensamiento sin acabar. Utiliz el martillo para sacar a
golpes la puerta de sus goznes. Laura se sobresalt de nuevo y cruz los brazos sobre
los pechos.
Trela aqu. Deprisa le urgi Dan.
Nick se volvi hacia Laura.
No te pasar nada. Te lo prometo le dijo.
Ella se le qued mirando y no le contest. Nick se march con la puerta.
Cuando pas por delante de la habitacin de Marjie, vio que segua delante de la
puerta, completamente desnuda y contemplando cmo Dan clavaba el asiento de una
silla a una de las ventanas de la cocina. Oli el hedor cido del vmito detrs de ella.
Apenas dio muestras de percatarse de su presencia.
Por un momento, todo le pareci irreal. Aquella mujer, que haba sido su amiga, y
en secreto quiz algo ms, estaba plida y desnuda delante de l, mientras que Laura
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estaba a su espalda, temblando en una esquina, y a su derecha un hombre al que
apenas conoca yaca muerto y desangrado en su propia cama. Fuera, en la colina, un
grupo de dementes estaba torturando, y quiz ya haba matado, a la mujer que haba
amado durante tanto tiempo, mientras l se dedicaba a tapar ventanas y a calentar
mantequilla para impedir que le pasara lo mismo, o algo peor. Haca menos de media
hora estaba durmiendo, o intentando dormir, en una casita tranquila de los bosques de
Maine. Se haba levantado en mitad de una pesadilla de cristales rotos y gritos, y Dan
y l haban acabado luchando por sus vidas. Todo aquello se le pas por la cabeza en
quiz un cuarto de segundo, mientras llevaba la puerta hacia el ventanal de la cocina.
Not una profunda sensacin de extraeza y tristeza. l no pensaba ms que en la
muerte, en una muerte violenta. La suya. Se pregunt cmo era posible que les
estuviese sucediendo aquello. Por qu a nosotros? Por qu a m?.
Djame ayudarte dijo Marjie.
Dan la mir y sonri.
Te har falta un poco de ropa.
Marjie se meti de inmediato en su dormitorio y poco despus sali vestida con
unos vaqueros y una camisa. Se puso a ayudar a Nick a sostener la puerta mientras
Dan la clavaba a la pared y al marco del ventanal. De repente, olisque el aire y
frunci el entrecejo.
Algo se est quemando dijo.
Bjale el fuego a la mantequilla le contest Nick.
Trabajaron con rapidez y Dan dio las gracias a Dios de que hubiera tantos clavos
y de que fueran tan grandes. No tardaron en tapar la ltima ventana de la cocina
adems de las dos que quedaban en la sala de estar y la del dormitorio de Marjie. Dan
comprob el interior de la cocina y vio que el fuego arda con fuerza. Meti la punta
del atizador y la dej all.
Necesitaremos unas toallas o algo as le dijo a Marjie. Que sean gruesas.
Vamos a calentar esos cazos y ese atizador todo lo que podamos.
No te preocupes. Algo encontrar.
Dan no pudo evitar sonrer. Se sinti feliz al ver que haba vuelto a la normalidad.
Normalidad? Mucho mejor que eso; se comportaba ms bien como su hermana. De
repente, no tena miedo y se mostraba tremendamente resolutiva. Se sinti orgulloso
de ella. Si Laura mostrara al menos algo de entereza Se dirigi a su dormitorio con
el ltimo de los asientos y unos cuantos clavos y vio que segua sin moverse.
Vio fuera que a los nios se les haban unido las tres figuras que antes haba visto
en el porche. Entrecerr los ojos para intentar verlas mejor. Gracias a la luz de los
faros distingui con claridad a una de ellas. Joder, son mujeres!. Las vio sin
problemas a las tres. Una de ellas estaba embarazada y se cubra con una especie de
pellejo grueso. Quin coo era esa gente?
No se qued quieto intentando averiguarlo. Coloc el asiento de madera en su
sitio y lo clav con rapidez y eficiencia. Oy el cristal romperse al otro lado y supuso
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que haban lanzado algo contra la ventana. Le sobresalt y las manos le empezaron a
temblar, pero se alegr de que lo hubieran hecho. Fuera lo que fuese que hubieran
lanzado, era pesado. Haba sido una prueba y los clavos no haban cedido ni un
milmetro.
Ya haba comprobado los cerrojos de las dos puertas y haba visto que eran
slidos y resistentes, lo mismo que las propias puertas. Aquellas casas se hacan para
durar. Quienquiera que fuera aquella gente, entrar les costara ms de lo que haban
pensado.
Se reuni con Nick en la cocina. Estaba vaciando todos los cajones sobre la mesa
y rebuscando entre los cubiertos. La mayora estaban sin punta o sin filo, pero logr
encontrar un tenedor grande de trinchar y un cuchillo a juego medio en condiciones.
Quiz los necesitaran. Dese con todas sus fuerzas disponer del hacha que estaba en
la leera, pero no pensaba salir a por ella todava. Andaban apurados de tiempo y
deban discutir la situacin. Nadie saba lo que estaba ocurriendo all fuera. Tendran
que descubrirlo pronto.
Os acordis de la ventana de la buhardilla? les dijo. Nick asinti. Calculo
que se encuentra justo encima del dormitorio de Laura, verdad?
Nick se qued pensando un momento.
Tienes razn.
Haba sacado la cabeza por ella y haba echado un vistazo a los alrededores
mientras Carla les enseaba a los dems las pilas de revistas. Dan lo haba calculado
bien. Carla. De repente, se le revolvi el estmago. Se esforz por dejar de pensar
en ella.
Y tenemos a un grupo de ellos justo debajo de esa ventana ahora mismo, a que
s?
S le contest Nick con una sonrisa.
Saba lo que estaba pensando Dan. A l se le haba ocurrido lo mismo.
Supongo que, si les tiramos el agua desde esa altura y a esta temperatura, ser
como tirarles el agua del bao. Solo les cabrearemos un poco. Ahora bien, el aceite y
la mantequilla
tardarn ms en enfriarse y los dejarn abrasados. Eso har que se pongan a
aullar y atraer a los dems corriendo, lo que nos dar tiempo para llegar a los
coches.
Y a la Magnum aadi Dan.
Se quedaron un momento quietos, sonriendo. Nick no se sinti tan sorprendido
como esperaba al descubrir que la idea de matar a alguien le gustaba.
Solo tendremos una oportunidad les dijo Dan. Ser mejor que funcione a
la perfeccin. El aceite no les har mucho dao, aunque s provocar que se
impacienten por entrar en la casa. Tienes idea de dnde guarda Carla las llaves del
coche?
No, pero te apuesto lo que quieras a que no las ha dejado en el salpicadero. No
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es propio de ella dejarlas por ah.
Echemos un vistazo por aqu, entonces.
Tambin podramos irnos en el Dodge sugiri Nick.
Dan torci el gesto.
S lo que piensas. Supongo que no es un vehculo muy fiable, pero la pistola
est en el Dodge insisti Nick.
Es cierto admiti Dan. Aquello significaba que tendran que dividirse. No le
gustaba, pero no tendran ms remedio que hacerlo. No estaran seguros si no
disponan de la pistola. Esto es lo que vamos a hacer: t vas a ir al maletero y
sacars la pistola. Lo hara yo, pero t sabes dnde est la bolsa y cmo es. Si
encontramos las llaves de Carla, yo pondr en marcha el coche y meter a Marjie y a
Laura dentro.
Laura va a ser un problema.
Venga ya Yo me encargo.
Se qued callado un momento. Podra encargarse de ella? No lo saba con
certeza. Salir de all con una mujer histrica era una situacin peliaguda, pero si la
dejaban atrs estaba muerta. Aquellos mamones estaban locos. Tenan que
mantenerse juntos todo lo que pudieran.
Encontremos esas pueteras llaves le dijo.
A lo mejor Marjie sabe dnde estn apunt Nick.
Preferira no tener que preguntarle. Supongo que cuanto menos hablemos de
Carla, mejor, vale? Empecemos a buscar la llave entre la ropa y luego ya veremos.
No tardaron mucho. Estaban en un llavero que tena metido en el bolsillo derecho
de sus vaqueros. Dan se volvi hacia Nick.
Vale. Tienes la llave del maletero del Dodge?
Aqu mismo le contest a la vez que se daba unas palmaditas en el bolsillo
de la camisa. Supongo que ser mejor que intentemos poner en pie a Laura.
Empez a dirigirse hacia el dormitorio justo cuando Marjie sala del cuarto de
bao con una pila de toallas. Dan eligi cuatro de ellas y tir las dems en una
esquina.
Ser mejor que dejemos lo de Laura por el momento dijo luego. Tenemos
que discutir esto, nosotros tres. Y tenemos que hacerlo deprisa. Su rostro mostraba
una expresin tensa y nerviosa. Ser yo el que suba y tire el aceite. Poneos delante
de la ventana delantera. Hay un agujero pequeo por el que podris mirar y ver el
momento en que se vayan. En cuanto desaparezcan, Marjie, abre la puerta y sal. Ve
directamente al coche de tu hermana. Hazlo con toda la rapidez y el silencio que
puedas. Comprueba que no haya ninguna ventana bajada, y si la hay, sbela. Yo te
seguir enseguida con Laura. Sintate en la parte de atrs y cierra con pestillo las dos
puertas. Siempre con el mximo sigilo posible.
Nick, saca esa pistola del maletero y vente al asiento delantero derecho.
Entendido? Al asiento delantero derecho. Tendr la puerta abierta y el motor
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encendido antes de que llegues. Os parece bien?
Nick se encogi de hombros.
No se me ocurre nada mejor.
No disponemos de mucha variedad de armas, as que propongo que cada uno
de nosotros coja un cuchillo y lleve un cazo de agua hirviendo. Espero por Dios que
no se acerquen tanto, pero si lo hacen, echadles el agua y utilizad los cuchillos y todo
lo que se os ponga al alcance de la mano, porque tengo la sensacin de que, si alguien
la caga, acabar muerto, y probablemente los dems acabaremos igual. Si algo sale
mal, cualquier cosa, nos metemos de nuevo en la casa y echamos el cerrojo. De
acuerdo?
Marjie asinti.
De acuerdo.
Vale, vamos a por Laura.
Segua acurrucada en una esquina de la habitacin. Apenas se da cuenta de
quines somos, pens Marjie. Se volvi hacia los dos hombres.
Dejadme que le ponga algo de ropa.
Ellos regresaron a la cocina y la dejaron a solas con Laura.
Marjie rebusc en el armario y descolg de una de las perchas una camisa vieja
de cuadros. Luego tom unos vaqueros de la silla que estaba al lado de la cama.
Vamos le dijo con voz suave. Ponte esto.
No obtuvo respuesta alguna, tan solo un leve temblor en la mano de Laura cuando
la toc. Lleg a la conclusin de que tendra que hacerlo por ella. Antes mir por una
rendija de la esquina de la ventana y llam en voz baja a Nick y a Dan.
Siguen ah fuera.
Vale.
No mir de nuevo. Haba algo en aquellos nios que esperaban all fuera, una
inmovilidad antinatural, una paciencia mortfera, que la inquietaba sobremanera.
Supuso que las mujeres seran ms peligrosas y saba muy bien que los hombres
tambin lo eran, pero lo que ms la atemorizaba eran los nios. Quiz tena algo que
ver con el miedo que senta hacia los espacios cerrados. Tena el presentimiento de
que los nios lucharan en grupos, en manada, y se imagin cmo la rodearan y la
derribaran, aplastndola bajo el simple peso de su superioridad numrica. Volvi a
concentrarse en Laura.
Se agach y la tom del brazo para levantarla. Una vez estuvo de pie, le quit la
bata por los hombros. No pudo evitar sentir admiracin por sus pechos firmes y
grandes. Laura tena un poco de sobrepeso, pero Marjorie haba subestimado mucho
su cuerpo. Tanto Carla como ella eran delgadas, y esa era la moda ahora, pero no
siempre haba sido as, y en algunos momentos de su vida Marjie habra dado lo que
fuera por ponerse en la piel de una mujer como Laura. Aunque ahora mismo no lo
hara, pens al mirar aquellos ojos verdes inexpresivos. No lo hara ni de lejos.
No tard en colocarle la camisa y abotonrsela y en cubrir sus muslos plidos y
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fros con los pantalones vaqueros. Cuando termin, a Marjie le temblaban las manos.
Ven conmigo le dijo, y la condujo hasta la cocina.
Marjie tena un mal presentimiento respecto a Laura. Estara casi indefensa una
vez saliera. Ojal Dan se esforzara de verdad en protegerla.
Se quedaron en la cocina mirndose los unos a los otros, y nadie dijo una palabra
durante unos momentos. No quedaba nada por hacer que no fuera lo que ya haban
hablado, pero en ese instante les pareca algo increble, estaban atnitos. Se quedaron
oyendo el crujir del fuego y a la espera, aunque no saban de qu. Era muy posible
que estuvieran a punto de salir solo para morir, como mueren todos los estpidos
cuando hay un peligro, con un plan que puede fallar de mil modos distintos y con
muy poca defensa si falla. Sintieron como la adrenalina aumentaba en su interior y les
recorra las venas como un veneno que les impulsaba a ponerse en marcha ya, a
acabar con todo de una vez, mientras el miedo los dejaba mudos e intentaba doblegar
sus voluntades.
Si el terror de Marjie tena rostro, era el de una horda de nios. Casi sinti sus
manos por todo el cuerpo, y se estremeci. Pens al mismo tiempo en Carla.
Seguira viva? Qu pasara si su hermana la llamaba, si vea que le haca gestos
pidiendo ayuda? Podra seguir adelante? Nick se vio a s mismo de nuevo delante de
la ventana, solo que en esta ocasin el cuchillo le rebanaba la garganta. En su
imaginacin, la sangre salpicaba a Marjie, a Dan y a Laura hasta que quedaban
baados de rojo ante sus ojos moribundos. Dan estaba en una jungla muy lejos de all,
mirando la cara del hombre cuya cabeza acababa de reventar. El trmino era
apropiado hasta lo inmisericorde: la mitad de la cabeza haba desaparecido
completamente partida, como una uva aplastada. Vio dos labios entreabiertos por un
asombro aturdido y un nico ojo, que mostraba la reaccin ante la sorpresa final.
Es la guerra, verdad? dijo Nick rompiendo el silencio.
S contest Dan, quien pens que despus de todo s que habra algo de
cierto en las percepciones extrasensoriales.
Se produjo otro silencio, ms breve, antes de que Marjie tomara una toalla y la
doblara.
En marcha.
Vale asinti Dan.
Las imgenes violentas que les haban asaltado desaparecieron con la misma
rapidez con la que haban llegado y les dejaron en manos de una tremenda excitacin.
El miedo no haba desaparecido, sino que ms bien se haba transformado en un
entusiasmo increble, una emocin pura y directa. Los soldados conocen esa
sensacin, pens Dan. Luchar por la vida de uno era como participar en una puta
fiesta, siempre que no te mataran, claro. Lo ms difcil era mantener la cabeza fra.
Acababas pensando que nadie te poda aniquilar y justo entonces era cuando lo
hacan.
Vale dijo de nuevo. Llevar nuestra bomba al desvn y la dejar caer en
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sus putas caras. En cuanto los oigis aullar, abrid la puerta y agarrad esos cazos de
agua.
Y t? quiso saber Marjie. Cmo vas a llevar a Laura y un cazo de agua?
Dejad el ltimo cazo de agua al fuego por si tenemos que utilizarlo para entrar
de nuevo. Tengo el atizador. Eso s que puedo llevarlo. Dobl una toalla y envolvi
el mango del atizador con ella para poder agarrarlo al momento en cuanto bajara del
desvn. En cuanto me veis, salid. Estamos suponiendo que esos tipos irn a la
parte trasera de inmediato. Si no se mueven, no salimos, pero creo que se trata de una
familia, as que espero que se defiendan los unos a los otros. Obsrvalos por el
agujero de la madera.
Mira t por el agujero le dijo Nick a Marjie. Yo me encargo de la puerta y
de vigilar el regreso de Dan.
No podramos hacerlo al revs? le pidi ella. Pens en Carla, all fuera.
Si tengo que mirarla
Claro se apresur a responder Nick. Vale. Lo entiendo.
Le puso una mano en el brazo y ella se dio cuenta de que l tambin estaba
temblando.
Dan tom una toalla de la mesa y se acerc con rapidez a la cocina. Agarr el
cazo con el aceite y apag el fuego. El aceite herva. Luego se dirigi a las escaleras.
Al llegar a ellas se detuvo y se gir hacia ellos, y vio que lo estaban mirando.
Escuchad les dijo en voz baja, pero por un momento se qued callado.
Buena suerte aadi.
Marjie logr sonrerle. Subi las escaleras en silencio.
Haca fro en el desvn. Se qued quieto un instante mientras buscaba la silueta
de la ventana en la oscuridad de la habitacin. Quera que la estancia siguiera a
oscuras. Si encenda la luz, los cabrones que estaban all abajo quiz lo notaran, y no
quera que levantaran la vista hacia l. No, al menos, hasta que estuviera listo. Cruz
con lentitud la habitacin, encontr a tientas el pestillo y abri la ventana con
cuidado. Dos de las mujeres y unos cuantos nios se encontraban justo debajo. Era
pequea, as que apenas dispona de espacio, pero se las apaara.
Sac el cazo fuera. Haba el hueco suficiente como para poder alargar por
completo el brazo y asomar un poco la cabeza. Se detuvo un momento para calcular y
asegurarse. De repente, mientras los miraba, sinti un impulso casi irresistible de
echarse a rer. Joder, no pierdas el control, se dijo a s mismo. Aquello tena que salir
bien, perfecto. Se recuper un momento despus. Respir hondo y le dio la vuelta al
cazo. Movi la mano de un lado a otro para que el aceite se esparciera al mismo
tiempo que gritaba lo suficientemente alto como para que lo oyeran.
Eh, cabrones!
Vio que los rostros levantaban los ojos, lo miraban y luego se quedaban
observando el aceite que caa. Sinti una punzada de alegra y de triunfo y solt el
cazo sobre la mujer que estaba ms cerca.
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Los gritos comenzaron mientras todava estaba metiendo la cabeza hacia dentro.
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1.15 A. M.
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Coo, no. Es que tengo un estmago sensible. No me sientan bien ni la leche ni
el azcar. El caf solo se parece mucho al whisky, sabe? Puro genio, sin adornos.
Siempre me ha gustado que mis pecados sean puros, y tomrmelos tal cual.
Peters sonri. Donner era un viejo beodo, pero era agradable. Haba algo curioso
en los borrachos. Si solo estaban medio sobrios, eran ms inteligentes que la mitad de
los profesores de universidad, y mucho ms amistosos. Sospech que podra liarse de
la informacin de Paulie, al menos en parte.
Entonces, dnde estabas esa noche, Paulie?
Como ya les dije, un amigo y yo estuvimos bebiendo un poco en la orilla, algo
ms arriba de Dead River. Era una noche agradable, de verano, as que nos sentamos
y mi colega se qued dormido enseguida. Yo tard unos cinco minutos ms en
acabarme la cerveza y, ya saben cmo va eso, empec a preguntarme dnde podra
conseguir ms. As que pens en darme un paseo hasta Cmo se llama esa tienda
de veinticuatro horas de Dead River?
Banyan.
Eso, Banyan. Supuse que estara abierta, y ataj por la playa para llegar al
camino del vertedero, que calcul que estara a unos pocos metros. All tena la
camioneta. Pensaba conducir hasta Banyan, comprar y volver enseguida. Joder, mi
colega ni siquiera se habra dado cuenta de que me haba ido.
Bueno, pues iba caminando tranquilamente cuando, de repente, o unas risas
delante de m, agudas, ya saben, como las de las nias. Me par y mir a mi
alrededor, y vi a un grupo de ellos armando jaleo en las dunas que quedaban a mi
derecha. Haba algo, algo que no me gustaba. No saba qu era, pero haba algo en
esas risas que no era normal. As que me desvi un poquito y me escond detrs de
unas rocas para esperar durante unos minutos, porque pens que no tardaran mucho
en irse. Entonces vi lo que estaban haciendo.
Tenan a un perro atado. Estaban tirando de la cuerda y dndole al pobre animal
una paliza de muerte. No paraban de rerse, como si eso fuera tremendamente
divertido. Supe que llevaban ya un rato as, porque el perro ya ni ladraba, ni se
quejaba, ni gema. El animal estaba destrozado por completo. Joder, me acuerdo de
los tristes ojos del chucho mirndolos, como si solo quisiera tumbarse y morir all
mismo. Ojal le hubieran dejado.
Bueno, el caso es que yo no estaba dispuesto a hacer nada. Aquel perro tena un
tamao ms que respetable, y no quera que vinieran a por m. Joder, no!
El anciano se call un momento y se lami los labios. Shearing entr en ese
momento y le dio la taza de caf.
Esto ya lo habas odo, Sam? le pregunt Peters.
S, claro.
Sigue, Paulie.
Bueno, pues me agazap para esperar a que se marcharan. No pas mucho
tiempo antes de que no pudieran hacer nada para obligar al perro a ponerse en pie.
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Por el modo en que le haban estado dando patadas, le debieron de partir las patas o
roto unas cuantas costillas. Uno de ellos, un chico mayor, lo cogi y se lo llev hasta
el agua para dejarlo flotando en el mar. Se acerc bastante a m, y fue entonces
cuando le pude ver con claridad.
Qu aspecto tena?
Pareca loco. Me refiero a que tena una expresin enloquecida, demente,
salvaje. Y os juro que ese cabronazo llevaba algo colgado del cuello que estaba hecho
de pieles de animales. Todos llevaban puestas pieles de alguna clase, de oso, de
ciervo, de lo que fuera. Excepto uno de los nios pequeos, que iba vestido con un
mono de trabajo demasiado grande para l. No haba visto algo as en toda mi vida. Y
el chiquillo que pas a mi lado tena una sonrisa en la cara que no quiero volver a ver
jams. Una sonrisa de adulto, perversa. Pas junto a m, y luego aparecieron las
mujeres.
Las mujeres?
S. Eran dos. Vestidas con harapos. El tipo de ropa que otros tiran, me
explico? Nada combinaba con nada. Joder, si una de ellas llevaba dos zapatos
diferentes!
Eres muy observador, Paulie.
Has intentado alguna vez divisar un banco de peces desde la cubierta de un
bote?
Sigue, Paulie. Qu hicieron las mujeres?
Los condujeron a todos hacia los riscos. Recuerdo que les dieron unos
pescozones a unos cuantos.
Los riscos?
Creo que viven all. Creo que estn en una cueva por algn lado. Como si
fueran un puado de salvajes.
Por qu lo dices?
Bueno, porque subieron y desaparecieron. Los vi trepar y, de repente, dej de
verlos. Tal que as.
No podran haberse metido tierra adentro?
No entiendes lo que digo, hijo. No llegaron a la cima. Eso es lo que intento
decir. Entraron en alguna clase de agujero del suelo, como un puado de ratas, y ya
no se los volvi a ver!
Peters se recost en la silla y respir profundamente.
Jess.
S, exacto respondi Donner.
El estmago de Peters rugi. No supo si se deba al hambre o a la lcera. En ese
momento, se inclinaba ms por la lcera.
De acuerdo, Paulie. Has sido de una ayuda tremenda. Supongo que, si te
necesitamos para cualquier otra cosa, el sargento Shearing sabe dnde encontrarte.
Los ojos de Donner chispearon.
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Como casi todo el mundo.
Gracias, entonces. As que todo eso ocurri un poco al norte del principio del
camino que lleva al vertedero, no es as?
Aj.
Ests seguro?
Bueno, digmoslo de otro modo. No he vuelto por all desde entonces.
Peters sonri.
Gracias de nuevo, Paulie. Te debo una.
Donner se levant para marcharse.
Supongo que ya me pasar algn da a cobrrmela.
Luego se despidi con un gesto de asentimiento y cerr la puerta al salir.
Peters se qued mirando a Shearing durante unos segundos. Aquello no era ms
que un punto de partida. Dej que su mente trabajara y se concentr en la imagen de
la costa cerca del camino del vertedero y de un puado de locos andrajosos
desapareciendo a media noche. Finalmente, se reclin en la silla y dej escapar un
suspiro. Shearing segua all de pie, observndolo.
T le crees, verdad? le pregunt Peters.
Supongo que s, George.
Yo tambin, de cabo a rabo, y eso me hace pensar que deberamos centrar un
poco ms la bsqueda.
El comienzo del camino del vertedero, no?
Aj. Aunque, claro, vamos a tener el mismo problema que Donner.
Cul?
Va a ser difcil de narices encontrar nada en esos riscos en mitad de la noche.
Crees que deberamos esperar hasta maana?
Peters frunci los labios y el entrecejo. Pens en ello.
Supongo que podemos esperar. De hecho, tendremos que hacerlo. Pero hay una
cosa que quiero que hagas ahora mismo.
Dime.
Que Willis me traiga una lista con todos los residentes en la zona, tanto
permanentes como de temporada. Que abarque unos, mmm, digamos doce kilmetros
cuadrados. Que llame a King Realty e incluya a los que hayan alquilado alguna
propiedad hace poco. Quiero que los coches patrulla vigilen esa rea toda la noche.
Que comprueben cada casa, pero sin alarmar a nadie o despertarlos si no es necesario.
Asegrate de que todo es normal. Nuestra mejor baza es la gente del pueblo, ellos
saben quin es quin. Scalos de la cama si hace falta, pero asegrate de que son de
por aqu, no de Portland o de Bangor. Si ven algo fuera de lo comn, quiero que me
llames. Me voy a casa a dormir un poco. Te sugiero que hagas lo mismo en cuanto
llegue Burke.
A qu hora empezamos maana?
A qu hora amanece?
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Creo que ms o menos a las siete.
Pues a las siete y media.
Shearing dej escapar un gruido de queja.
Tan temprano?
Sam, me parece que ya nos equivocamos al no tomarnos en serio a Donner y
no comprobar su primera declaracin. Quieres equivocarte otra vez? No tenemos ni
idea de en qu anda metida esa gente. No sabemos quines son ni de dnde vienen,
pero a m me da la impresin de que, si cran a unos hijos que se dedican a ahogar
perros y mujeres, no deben de ser muy amistosos precisamente. Me gustara
encontrarlos lo ms pronto posible, para evitar que nadie ms tropiece con ellos. No
s si me entiendes
Shearing asinti.
Sabes lo que me preocupa?
Qu, Sam?
Que no vio a ningn hombre.
Eso tambin me preocupa a m, y mucho.
Crees que hay ms gente aparte de las dos mujeres y ese puado de cros?
Es posible.
Entonces, cuntos quieres que ponga en la lista de maana?
Peters bostez. Se levant de la silla y se puso el sombrero y el abrigo. Se volvi
hacia Shearing y frunci el entrecejo de nuevo.
Cuntos tenemos? le pregunt.
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1.18 A. M.
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dentro no eran estpidos. La caza iba a ser ms divertida. Nick vio como los dos
hombres desaparecan detrs de la casa justo cuando Dan apareci a trompicones al
pie de la escalera. Marjie le puso una toalla en la mano y luego le pas un cazo lleno
de agua hirviendo. Nick sinti la garganta reseca y agarrotada.
Los nios siguen ah fuera les dijo. Not que Dan, que ya estaba a su lado,
dudaba un momento. La hemos jodido aadi.
Esto es lo que hay le respondi Dan. Que les den. Vamos.
Nick mir a Marjie. Ella tampoco pareca muy convencida.
He dicho que vamos! les sise Dan.
Descorri el cerrojo. Le dio la impresin de que el ritmo cardaco y la respiracin
se le aceleraban de un modo alarmante. Tena la piel fra y le pareci que los riones
estaban hinchados y a punto de reventarle. Abri la puerta.
A su espalda, Dan sac el atizador, con la punta al rojo vivo, y agarr a Laura del
brazo para empujarla por delante de l.
Deprisa! dijo a los dems, y un instante despus los cuatro salieron a la
carrera.
Los coches estaban el uno al lado del otro. El de Carla estaba un poco ms
alejado, con las luces encendidas, a unos seis metros de la casa. El viejo Dodge de
Nick estaba entre el coche de Carla y la entrada. Las distancias se transformaron de
forma engaosa ante ellos. A lo lejos vieron el fuego. Estaba bastante apartado, pero
en esos momentos pareca estar muy cerca. En cambio, los coches estaban a pocos
metros, pero les dio la impresin de que se encontraban a mucha distancia. Para Nick,
que tena que ir primero al Dodge y luego al Pinto de Carla con la pistola y las balas,
el espacio que separaba ambos vehculos era un abismo.
Vio a Marjie pasar a su lado corriendo y abrir una de las puertas traseras del Pinto
para meterse dentro de inmediato. En ese mismo momento, l ya estaba delante del
maletero del Dodge con la llave en la cerradura y su cazo de agua colocado sobre el
cap. Abri el portaequipajes con rapidez y facilidad. Tena todos los sentidos alerta
y agudizados hasta un punto increble. Oli que estaban asando algo en el fuego. Oy
a los nios que corran hacia ellos. Oy a Laura forcejear y protestar mientras Dan la
empujaba y tiraba de ella hacia el coche. Oy a Marjie cerrar los pestillos. Oy a Dan
blasfemar.
Un momento despus, tena la bolsa de viaje abierta y la pistola en la mano. Abri
el tambor con un golpe de mueca. Vaco.
Cogi torpemente la caja de municin. De repente, le salt de las manos como si
tuviera vida propia y cay de nuevo dentro del maletero, que no tena luz. Dios.
Meti una mano en la oscuridad y tante. El pnico se apoder de l por un momento
cuando not el fondo roto de la caja. Las balas estaban esparcidas por todo el
portaequipajes. Sinti que se le revolvan las entraas. Se meti el revlver en el
cinturn y rebusc las balas con las dos manos. Dan blasfem de nuevo y meti a
Laura de un empujn en el coche antes de cerrar la puerta de golpe.
Marjie sigui agarrando a Laura por el cuello de la camisa hasta que la hizo atravesar
aullando la puerta principal. Una vez dentro, se desplom en el suelo y se qued all
sollozando unos momentos antes de empezar a arrastrarse hacia la parte posterior de
la casa. Marjie corri en mitad de la oscuridad hacia la cocina, donde estaba el ltimo
cazo de agua hirviendo. Lo agarr por el mango, que le quem la mano, pero no
sinti dolor, tan solo un miedo tan intenso que le hizo apretar los dientes y quedarse
en silencio, con expresin adusta. Permaneci en el umbral de la puerta, en una
Los atacantes retrocedieron lentamente, aturdidos por los daos que haban sufrido.
Aquella gente no eran cazadores, as que no se esperaba que tuvieran armas de
ninguna clase. El hombre grande sinti en algn punto de la lobreguez primitiva de su
mente cierto arrepentimiento por haber perdido el tiempo en ir a ver lo que les pasaba
a las mujeres detrs de la casa. La mejor haba muerto y tres de los nios tambin, y
ellos a cambio solo tenan al hombre al que haban disparado y a la mujer en el
espetn para aplacar a los espritus de los suyos.
Pens en los espritus, furiosos, malvolos y poderosos, y un escalofro parecido a
las patas de cientos de cangrejos le recorri todo el cuerpo.
La mujer herida y los nios empezaron a gemir, y l les orden con un gesto que
volvieran al lado del fuego.
El cadver estaba quemado casi por completo por un lado. Aquello tambin era
malo. Era la carne de los muertos la que les daba poder. Seal la pieza y lo
entendieron. Empu el hacha y le cort una de las piernas. Luego la sostuvo de
manera que la grasa que caa no le salpicara y regres a la casa.
El hombre delgado se limpi las lgrimas de rabia, le cort la cabeza con su
cuchillo y la parti golpendola contra una roca cercana. Le sac los sesos y sigui a
su hermano con ellos en una mano y la cabeza en la otra. Uno por uno, los dems los
imitaron y arrancaron tiras de carne de la espalda y del pecho y volvieron a ponerse
delante de la casa. Se quedaron all, a la espera de que el hombre de la camisa roja se
reuniera con ellos, y sostuvieron la carne con los brazos en alto para que los de dentro
supieran lo que haban hecho y los temieran.
El hombre de la camisa roja fue hasta el cuerpo que estaba tirado en el suelo al
lado del coche y lo apart del cadver de su mujer. Arrastr al hombre hasta colocarlo
delante de las luces del vehculo para que todos pudieran verlo y lo puso boca arriba.
La herida de bala era larga y ancha. Abri en canal el cadver desde el ombligo hasta
el esternn y se agach hasta enterrarle la cabeza en el hgado. Levant la mirada con
el rostro cubierto de sangre y vio que los dems tambin haban empezado a comer.
Fue Marjie quien grit al mirar por la ventana y ver lo que le haban hecho a su pareja
y a su hermana. Oy el aullido espectral de Laura mientras se acurrucaba en la parte
posterior de la casa y se abrazaba a las rodillas como una cra. El aullido se
transform poco a poco en sollozos. No haba visto nada y saba solo lo que
necesitaba saber. Para Marjie, aquello represent el final de algo y el comienzo de
algo distinto. El comienzo de la aceptacin, tanto fsica como mental, que inclua un
cierto adormecimiento en los labios y un pitido en los odos, que se deba solo en
parte a los disparos. La aceptacin de un hecho: que la muerte se haba extendido a su
alrededor como una plaga y que aquello tan espantoso que le haba ocurrido a su
hermana le poda suceder a ella en cualquier momento. Aquella sensacin era fra y
definitiva, un empujn a aguas heladas, pero le despej la mente y le devolvi la
cordura, al contrario de lo que le ocurra a Laura. Aquella sensacin despert la parte
de su ser que amaba la vida y que no se amedrentara ante la muerte, porque, en esos
momentos, amedrentarse significaba morir.
Se dio cuenta de que Laura estaba condenada y sinti un sorprendente desprecio
por ella. Carla haba luchado, Dan haba luchado. Si Laura no lo haca, por ella se
poda ir a la mierda. Se volvi hacia Nick, que estaba todava en el suelo.
Ests bien?
Nick sonri. No fue muy convincente.
Eso ya lo he odo antes. La ltima vez fue Dan quien me lo pregunt.
Dan ha muerto.
Lo s.
En las escaleras, los dos hombres se estrellaron contra la delgada puerta del desvn y
la partieron. Oyeron los gemidos del hombre grande mientras las mujeres le vendaban
el mun para detener la hemorragia. Los nios se agolpaban detrs, azuzndolos,
impacientes por entrar. El hombre delgado meti el brazo por el agujero que haban
hecho en la puerta y quit el cerrojo. Luego le dio la vuelta al pomo y empuj. La
puerta no se movi. Mir furioso a su hermano. Hicieron que los nios se apartaran y
bajaron unos cuantos escalones para tomar impulso y lanzarse de nuevo contra la
puerta. El hombre de la camisa roja procur colocar todo su peso cerca del tirador.
Sonrieron al ver que ceda tres o cuatro centmetros. Bajaron para probar de nuevo.
A Marjie le pareci que la cada duraba una eternidad. Intent respirar, pero le result
imposible, como si hubiera olvidado cmo hacerlo. Los pulmones exhalaron cuando
ella les haba ordenado inhalar. Saba que no estaba cayendo bien, que haba perdido
Nick los haba visto unos segundos antes de encaramarse al tejado, que se haba
convertido en su nica va de escape, tal y como haba previsto. Lo ms difcil haba
sido salir por la ventana. Crey durante un angustioso segundo que no lograra hacer
pasar el hombro derecho. Se llev el codo hasta el estmago, baj el hombro todo lo
que pudo hasta encontrar el ngulo ms ancho de la ventana y lo meti por all. La
herida de la pierna palpitaba con fuerza. Hizo caso omiso del dolor y se esforz por
alcanzar el borde del techo. Tir de s mismo hasta que se puso de pie sobre el
alfizar. Luego subi hasta el tejado. Dio las gracias a Dios por aquellos ejercicios en
las barras de aquel gimnasio de West Side. Lo haba conseguido a duras penas. Seis
meses atrs, no hubiera tenido ninguna oportunidad. Oy por debajo de l como
terminaban de derribar la puerta y de tirar el armario. Se peg todo lo que pudo al
tejado y mir por encima del borde. Marjie pareca indemne. Estaba de pie, girndose
hacia todos lados buscando un hueco por el que huir. Nick vio que no haba ninguno.
Los nios la rodeaban por completo blandiendo palos y cuchillos. Sinti que el miedo
se le extenda por las entraas. Vio que uno de los hombres se asomaba por la
Notaba los sentidos agudizados y alerta. Apenas se gir para observarlos mientras
caminaban junto al fuego, tan solo lo imprescindible para fijarse en la ruta que
seguan desde la colina y determinar la direccin que tomaban. Oy gritar a Marjie
l polica estatal Dale Willis sali del coche, plant sus grandes pies en el suelo y
E se qued apoyado contra la puerta. Encendi un cigarrillo. No se senta cmodo
sentado en el coche, nada cmodo. Fuera lo que fuese lo ocurrido all, ya haba
terminado, o al menos eso pareca, y Peters estaba de camino acompaado de Sam
Shearing. Pero joder! El sitio era todo un espectculo. Se senta mejor de pie fuera.
Nunca se saba.
Aquello todava se estaba quemando en el fuego. Era difcil creer que haba sido
un ser humano. Saba muy bien que lo era, pero eso no lo haca ms fcil de aceptar.
Algunas cosas estaban ms all de cualquier aceptacin. La muerte era as, sobre todo
una muerte como aquella. La muerte y los impuestos. Record un profesor de la
escuela que sola ponerse muy pesado con aquello de la inevitabilidad de la muerte y
de los impuestos. Lo que no eran capaces de ensearte en la escuela haca que la
cagaras el resto de tu vida.
Una cosa estaba clara: para eso seguro que no estaban preparados. Mir de reojo
el fuego.
Come on, baby, light my fire.
Cabrn insensible.
Haba sido el humo de la fogata lo que le haba llevado hasta all. Luego haba
visto los faros del coche y todas las luces de la casa encendidas, como si fuera un
rbol de Navidad. Despus vio todo lo dems. Se lo haba perdido por poco ms de
media hora. Era increble. No saba quines eran los responsables, pero no estaba
dispuesto a que esos tipos lo encontraran encerrado dentro de un coche, eso lo tena
muy claro.
Willis ya haba visto otros cadveres en su vida. La autopista estaba llena de ellos,
quemados, aplastados. Joder, hasta haba visto una rama atravesar un parabrisas para
acabar clavada en mitad de la frente del conductor. Pero un paseo por aquel lugar era
igual que una breve visita al infierno: la carne quemada al fuego, un individuo con los
intestinos esparcidos por el suelo, otro tipo completamente desnudo tendido en la
cama y con la garganta rebanada, el puo de alguien tirado en un rincn.
Y los nios. Uno de ellos tena la cabeza a unos cinco metros del cuerpo. A otro le
haba desaparecido. Probablemente se la haban volado con un proyectil de gran
calibre. Algo parecido le haba ocurrido a la mujer, si se poda llamar mujer a aquella
criatura que apestaba como un cartn de leche caducada. Willis mene la cabeza.
Todo aquello pareca un jodido campo de batalla al lado de un bnker. Alguien de por
aquellos alrededores estaba tan loco como una puta que pretendiera entrar en el
Vaticano.
ick estaba tumbado boca abajo detrs de una duna, a la espera. Oy el rugido
N del agua a su espalda a medida que la marea entraba en el canal. Apart los
matojos con el can del Magnum 44. No era ms que una sombra entre la hierba, los
arbustos y la maleza. La arena haca que le picaran las heridas del pecho y de la
pierna, aunque la rabia que senta no era por las lesiones, sino por su estupidez. Los
haba perdido.
Se haba esperado alguna clase de casa, no aquella extensin vaca de arena y
piedra. Solo le quedaba un recurso: esperar all, donde el sendero llevaba hasta la
playa, con la confianza de que el hombre que lo estaba buscando no tardara mucho en
darse por vencido. Si el hombre pasaba por all, Nick lo seguira, y mucho ms de
cerca esta vez. Solo esperaba que el sendero que l haba tomado fuera la nica ruta
de acceso al lugar. Se maldijo a s mismo por haber pensado que sera tan fcil
encontrarlos, por tardar tanto en bajar del tejado. Su pequeo exceso de precaucin
podra haberles costado ya la vida.
Intent despojarse de esa sensacin de amargura y frustracin, la ansiedad que le
angustiaba. Necesitaba mantenerse en calma, en calma y alerta. Esa ansiedad solo le
jodera y le turbara los sentidos. Caba la posibilidad de orlos o incluso de ver
alguna luz, as no tendra que esperar al hombre; pero tena que serenarse. No le
gustaba la espera. Estaba preparado para otra lucha. Gilipollas, no tendras que
haberles perdido de vista en ningn momento. En ninguno. El temor que senta por
ella le invadi por completo.
Pero no le quedaba ms remedio que esperar, y pens que haba un modo mejor
de hacerlo. Se gir lentamente y se qued tumbado de espaldas, sorprendido por el
gigantesco tapiz de estrellas que se extenda encima de su cabeza. Era una noche muy
hermosa y no se haba dado cuenta hasta ese momento. La profundidad y la claridad
de un cielo nocturno como ese siempre le emocionaban, e incluso en un momento
como aquel, en la peor noche de su vida, sinti por un breve instante un poco de la
indiferencia sosegada y la prdida de voluntad que le embargaban cuando
contemplaba un firmamento as. La sensacin desapareci casi de inmediato.
Pens que haba sido una noche de terror inconcebible y ech la cabeza hacia
atrs unos cuantos centmetros para observar de nuevo el sendero. Se senta un poco
mejor. Tanto su respiracin como sus latidos eran suaves y acompasados, y aunque
vea el camino al revs, su campo de visin era mucho ms amplio. De hecho, todo lo
amplio que poda ser. Solo tena que ajustarse las gafas. No estaba mal: si mova la
cabeza unos centmetros hacia atrs, poda observar el sendero y las zonas que se
abran a izquierda y a derecha de este; si la echaba hacia delante de nuevo, poda
ick sigui a una distancia prudencial al hombre a travs de los grandes peascos
N de granito. Haba encontrado un arma, una buena: un trozo de madera de
corteza suave, de un metro de largo y cinco centmetros de grosor aproximadamente.
Ms o menos del tamao de la porra antidisturbios que casi le haba partido la cabeza
en aquella manifestacin contra la guerra de Vietnam a la que asisti en Boston.
Odiaba a los policas desde entonces, aunque en esos momentos deseaba con toda su
alma que aparecieran. Estaba convencido de que el palo le hara falta. Solo tendra
seis balas en el revlver cuando se enfrentara a ellos e incluso si acertaba con cada
una de las balas seguira quedndose corto. La idea lo aterrorizaba. No haca ms que
repetirse: No va a ser suficiente, no va a ser suficiente. No podr acabar con todos.
Iba a tener que enfrentarse en una batalla cuerpo a cuerpo con una tribu de chiflados.
Pero tena que intentarlo. Ya no era posible echarse atrs. Haba visto lo que eran
capaces de hacerle a una mujer, y dejar a Marjie en la estacada hara que se
despreciara a s mismo durante el resto de su vida. Le gustase o no, era incapaz de
abandonarla. Se pregunt qu habra hecho si solo se hubieran llevado a Laura. Los
habra seguido? No lo saba, pero lo dudaba. Se trataba de Marjie. Se senta
responsable de ella. Si su sentido de la responsabilidad siempre haba sido muy
fuerte, en esos momentos era inmenso. Se senta alternativamente aterrorizado y
eufrico. Iba a entrar en combate de nuevo. Haba ganado la primera ronda o, al
menos, no haba perdido, y vencera de nuevo.
Record el da que haba tenido un accidente de coche, unos cuantos aos antes.
Haca sol, aunque el asfalto estaba resbaladizo por una breve tormenta. Un
Volkswagen intent adelantarlo y empez a patinar. Le golpe en la parte izquierda
del parachoques delantero y lo lanz por encima de un muro de contencin. Hubo un
momento que se haba mantenido con toda claridad en sus recuerdos desde entonces,
cuando estaba cayendo por el aire mientras el coche giraba sobre s mismo antes de
estrellarse con el techo contra el suelo. No pens en las puertas reforzadas de acero,
aunque fueron las que le salvaron el pellejo al impedir que acabase aplastado. En lo
nico que pens fue en que, de algn modo, iba a salir indemne de aquella. Saba que
no le pasara nada.
Y eso fue exactamente lo que ocurri. Sali del coche sin haber sufrido un solo
rasguo. La gente a la que se lo contaba siempre deca que debi de tratarse de un
milagro, pero l no lo crea. A l le pareca que haba sido esa misma precognicin la
que le haba salvado, la que le haba permitido tranquilizarse y entrar en el mismo
ritmo del accidente, la que haba impedido la aparicin de un pnico que quiz lo
habra matado. En esos momentos tena una sensacin similar, una mezcla de miedo
eters pens que no era de extraar que puteasen a la polica. Cunto haban
P tardado? Media hora para reunirse. Eso era mucho, mucho tiempo, si se tena en
cuenta el ritmo al que estaban ocurriendo las cosas esa noche. Al final estaba tan
nervioso que pens seriamente en la posibilidad de enviar a Willis y a Shearing por
delante, tal y como les haba prometido. Sin embargo, era demasiado buen sheriff
como para hacer algo as. No era culpa de ellos. Eran buena gente, y esa noche
necesitaba policas, no hroes ni ms cadveres.
De esos ya tengo bastantes por aqu.
La ambulancia haba llegado y los fotgrafos ya estaban trabajando. Peters y
Shearing estaban al lado de las ascuas del fuego, observando a un individuo pequeo
que llevaba puesta una camisa blanca y una corbata. A estas horas de la madrugada,
por Dios. Estaba fotografiando los restos ennegrecidos de lo que horas antes era un
ser humano. Detrs de ellos haba una docena de policas armados con escopetas.
Peters llevaba su arma personal, una escopeta de corredera con el can recortado, la
que guardaba en el coche para ocasiones especiales. Supuso que aquella era una
ocasin lo bastante especial. Divis a Willis entre los miembros de otro grupo que se
encontraba al lado de la casa.
Willis! lo llam a gritos. Ven, sube el culo hasta aqu!
Tena la voz un poco ronca ya. Willis les indic con un gesto a los dems que lo
siguieran, y subieron a paso ligero. Eran otra docena. Peters los cont. S, otra
docena.
Lo siento, George. Mott quera la informacin sobre los automviles.
Que consiga todo lo que pueda por radio. Tenemos mucho trabajo aqu. Dices
que hay dos senderos que llevan a la playa?
S. Al menos dos, que yo sepa. Se separan de este unos doscientos metros ms
abajo. Segn recuerdo, uno de ellos apenas se utiliza.
Es agreste?
Bastante.
Lo recuerdas bien?
Creo que s.
Vale le contest Peters. Pues Shearing y yo iremos por la carretera llana y
bonita. No quiero que nos perdamos por el camino. Llvate a tu grupo y atravesad ese
terreno tan difcil. Con un poco de suerte, nos encontremos all abajo. De acuerdo?
Voy a llegar despus que vosotros, si no recuerdo mal el sendero lo inform
Willis. Tardar unos cinco minutos ms.
Pues tendrs que caminar un poco ms rpido, vale?
o saba si Laura todava estaba viva. Saba que no debera de estarlo. Se qued
N mirando tanto rato como le fue posible, y an respiraba cuando ya no pudo
soportarlo ms, cuando en su estmago ya no quedaba nada.
Haba visto como el hombre le echaba un cubo de agua apestosa en la cara, como
los ojos de Laura parpadeaban. Sac otra tea de la hoguera para reemplazar a la que
ya casi se haba apagado y la dej apoyada en la pared. Haba observado con un
horror aturdido como el hombre se inclinaba sobre ella y utilizaba la navaja para
cortarle los vaqueros y quitarle tambin la camisa ensangrentada. Intent no mirar a
Laura, solo al hombre. Este le coloc el brazo a lo largo del suelo como si fuera un
tronco, y fue un momento antes de que ocurriera cuando se dio cuenta de lo que
planeaba hacerle. Para entonces, ya era demasiado tarde. Para entonces, el hacha ya le
haba cortado el brazo a la altura del codo.
Esa vez todava pudo vomitar.
Oy un fuerte siseo y un repugnante hedor a carne quemada llen el lugar. Se gir
temblorosa para mirarlo de nuevo y vio que haba cauterizado el mun con la
antorcha para cerrar la herida. El hombre estaba sentado en el suelo con las piernas
cruzadas y estaba bebindose la sangre de Laura en un cuenco. Del suelo encharcado
de sangre y de la herida negra y reluciente suba una leve neblina vaporosa. Puede
que en aquel momento hubiera vomitado tambin, no se acordaba. Laura tena los
ojos abiertos y no dejaba de parpadear dbilmente mientras lo miraba con un ltimo y
espantoso empuje de su fuerza de voluntad. Marjie pens que quiz ya no senta
nada, que ya no se enteraba de nada debido al shock. Entonces el hombre dej caer al
suelo el cuenco y le extendi el otro brazo. En los ojos de Laura apareci una mirada
de conocimiento y de terror, y Marjie supo que no haba tenido la suerte de perder la
conciencia.
Tuvo que apartar la mirada cuando el hacha cay de nuevo. Se retir hacia el
fondo de la jaula y se acerc al muchacho. Se llev las manos a los odos para que no
le llegaran los ruidos que haca el hombre, ni los sonidos de chapoteo, ni el siseo del
fuego. No quiso or los dbiles gemidos, el espeluznante chasquido del metal contra
el hueso, los crujidos de roturas y los sonidos ms lquidos, que eran los peores de
todos.
La estaba manteniendo con vida todo el tiempo que poda, y Laura participaba en
esa tortura con el irracional intento de su cuerpo por sobrevivir. Es que no saba que
era mucho mejor morir de una vez? Qu horripilante engao era el que la
impulsaba? Su deseo de vivir era tan cruel como el hombre. Marjie rez para que,
cuando llegara su momento, ella Ella, qu?
Se ech atrs, pegndose a la pared tanto como pudo, hasta que no le qued ms
espacio para retroceder. Encogi el estmago cuando sinti de nuevo el acero, pero el
arma sigui avanzando y apretando. Not que la piel se le hunda bajo la lenta pero
creciente presin y, un instante despus, el impacto repentino del dolor cuando la
punta de la navaja invadi la carne suave. Sinti la humedad sobre el cuerpo y supo
que estaba sangrando. La navaja se detuvo, pero no se retir, y la carne la abraz.
Apenas se senta las piernas. La boca se le llen de bilis. La cabeza empez a
darle vueltas y los ojos comenzaron a parpadear de forma incontrolable. De sbito, se
imagin a s misma lanzndose contra el cuchillo. No te muevas!, grit algo en su
interior. Por el amor de Dios, mantente en pie! Pero las piernas no le hacan caso.
Estaban cediendo por momentos y comenz a temblar por el esfuerzo de mantenerse
erguida.
El hombre de la camisa roja suba lentamente por el sendero que llevaba a la cueva
Era una escena que Nick jams se habra atrevido a imaginar, pero sus ojos captaron
todo el conjunto en un instante. Delante del fuego, el hombre de la camisa roja que se
volva hacia l. Las dos mujeres que le flanqueaban. La embarazada, de pie al lado de
un nio manchado de sangre que tena la cabeza inclinada hacia un lado en un ngulo
antinatural. Ms all, detrs de ellos, el muchacho encerrado en la jaula que los
miraba a todos con los ojos abiertos por la sorpresa, y el hombre delgado que estaba
de rodillas mientras se agarraba los genitales y no dejaba de chillar. El tercer hombre,
un individuo enorme, pareca desangrado, y alargaba la mano en busca de algo.
yeron los primeros disparos del revlver de Nick justo cuando salan del
O sendero que llevaba a la playa. Peters les indic con un gesto a sus hombres que
se detuvieran, aunque no hubiera sido necesario. Los tiros los dejaron a todos
helados. Qu clase de folln hay montado ah?, pens Peters. No haba posibilidad
alguna de confundir el estampido de una Magnum. Armas de fuego. Ojal Willis no
estuviera muy lejos.
Otros dos disparos resonaron en el silencioso aire nocturno. Eso no ha sido muy
lejos.
Vamos le dijo a Shearing. No es que pueda correr mucho, pero al trote me
apao.
Creo que eso ha sido una Magnum le indic Shearing.
Ya s que lo era le replic Peters. Y esa es una de las razones por las que
vas a tener que esperar a que me retire. Soy demasiado bueno.
Se dirigieron hacia el lugar donde haban sonado los tiros. Para cuando oyeron el
sexto disparo, Peters ya estaba jadeando. A sus hombres les costaba mantenerse
detrs de l. Jvenes impacientes, pens. Pero los jvenes siempre haban sido
impacientes. Adems, por supuesto, aquellos muchachos olan la sangre en el
ambiente. A l le pasaba lo mismo. Armas de fuego. Aquello no le gustaba un pelo.
Chicos, si veis que alguien os apunta con lo que sea, id a lo seguro y voladle
los sesos. Ya estaba resollando. Ya averiguaremos el cmo y el porqu ms
tarde.
Intent avanzar un poco ms deprisa mientras se preguntaba dnde estara Willis.
Aquella carrera no le estaba sentando nada bien a su corazn, y Willis tena quince
aos menos que l. Era Willis quien tendra que estar corriendo. Probablemente el
sendero era peor de lo que recordaba.
Sam, os estoy retrasando le dijo a Shearing. Ponte delante y deja que el
viejo se encargue de la retaguardia. Pero ten cuidado, de acuerdo?
Vale contest Shearing.
No tuvo mucho tiempo para quedarse atrs. Apenas le haban sacado un poco de
ventaja cuando vieron el humo, unos pocos metros arriba de los riscos que tenan por
delante. Shearing fue el primero en verlo e hizo que los dems se pararan.
Debe de ser ah dijo.
S, ah debe de ser confirm Peters.
Adems, le lleg un cierto olor y supo de inmediato que aquel humo no lo
provocaba solo la madera quemada. Le pareci inconcebible tener que sentir aquel
hedor dos veces seguidas la misma noche, pero all estaba. Pens que eran gajes del
Fue la mujer embarazada la que los condujo mientras bajaban por el sendero. La nariz
todava le goteaba sangre por el golpe del revlver de Nick. Haban huido de esa
arma. Todos los hombres haban muerto, menos el que la mujer capturada haba
dejado inservible, y el intruso haba luchado como una bestia salvaje, as que haban
escapado. Cuando la mujer sali de la cueva, se encontr con que dos de los nios ya
corran por delante de ella. Les grit para que se detuvieran. Se haba convertido en la
jefa y se le ocurri una idea que fue madurando poco a poco: en algn momento
tendran que salir de la cueva.
Los esperaran all abajo. Saba que el hombre estaba herido y crea que la mujer
estaba casi muerta. Los dos saldran finalmente y moriran juntos en la playa. Eso
estaba bien. Los sorprenderan. Cuando estuvieran bajando por el estrecho sendero,
los cros los atacaran. El hombre no tendra tiempo de utilizar la pistola. Reuniran
piedras y los aplastaran con ellas. Dormiran fuera esa noche y se alimentaran de la
carne del hombre y de la mujer hasta que amaneciera. Luego regresaran a la cueva.
El hombre y la mujer moriran bajo la luz de la luna; su arma no podra rugir ni
Nick se acuclill al lado de Marjie. Haba estado intentando que se pusiera en pie
desde que haba comenzado el tiroteo all fuera, pero ella senta demasiado dolor y,
por mucho que lo intentara, cada vez que la mova le haca ms dao. Tena la
impresin de que tena una pierna rota, porque la primera vez que la levant se
desmay. Las lesiones de Nick le impedan llevarla a cuestas. Haba conseguido
despertarla de nuevo, pero lleg a la conclusin de que quiz sera mejor dejarla all
ahora que saba que haban venido a ayudarlos. En ese momento pensaba que el
hombre que estaba en el suelo al lado de la jaula ya no pareca tan inofensivo, pero
crea que podra derrotarlo sin problemas. Acababa de dejar a Marjie con suavidad en
el suelo cuando la polica entr.
Se gir en redondo cuando los oy, porque pens que eran ellos de nuevo, pero
supo al instante que se haba equivocado. Reconoci el miedo en sus rostros y vio
que estaban dispuestos a disparar contra l, as que abri las manos para mostrarles
que estaba indefenso y tranquilizarlos. Vio los ojos del hombre gordo y abri la boca
para decirles que no era uno de ellos, pero las palabras no llegaron a salir de su
garganta. Ni siquiera lleg a or el estruendo del disparo.
Peters vio salir volando las gafas. No capt inmediatamente el significado de ese
objeto, pero s comprendi que algo no encajaba. El hombre se haba vuelto hacia l
con las manos por delante y no hacia arriba, en seal de rendicin, y eso le confundi.
Con el otro hombre s que no hubo duda alguna. Pareca gravemente herido, pero se
levant de repente y ech a correr hacia ellos con un cuchillo en la mano.
Peters dispar en cuanto vio el arma. Sin embargo, le result extrao que, incluso
antes de disparar, el hombre ya estuviera cubierto de lquido. Quiz fue que dispar
contra la mancha de sangre, que ya estaba all, entre las piernas del hombre. Todo
ocurri con demasiada rapidez como para comprenderlo. En cualquier caso, Peters
acert donde apuntaba. Vol hacia atrs, como si alguien hubiera tirado de la
alfombra sobre la que estaba, y cay boca abajo. Cuando le dieron la vuelta vieron
que debajo del vientre no quedaba nada a excepcin de un par de piernas y que
todava no estaba muerto del todo.
Ms tarde, Peters se sentira fatal por lo ocurrido con el joven, incluso peor que
con lo que le pas al hombre al que la chica llam Nick. Pero lo cierto es que para
entonces ya estaban totalmente desquiciados, y con razn. En cualquier caso, tena
A fecha de hoy, me arrepiento de muy pocas cosas como escritor. Lamento el ltimo
prrafo de She wakes y espero poder cambiarlo algn da. Hay un par de lneas sin
elegancia, algn error de edicin. Y eso es todo, a excepcin de lo que ocurri con Al
acecho.
Lo que ocurri exactamente fue que hubo una negociacin.
Cuando Marc Jaffe, de Ballantine Books, me compr el libro, fue con la condicin de
que yo estuviera dispuesto a corregir cosas. Y lo estaba. Claro que lo estaba. Era mi
primera novela y estaba encantado de firmar un contrato. Es que pensaban que
estaba loco? Corregira lo que hiciera falta. Todos sabamos que se trataba de un libro
con una violencia muy por encima de la habitual, con un mordiente que apenas se
haba visto antes en una novela de gran tirada. Era precisamente eso lo que estaban
adquiriendo, aunque saba que tendra que hacer algunos arreglos.
Pero no estaba preparado para que fueran tantos.
Recuerdo las tardes que pas sentado con una editora cuyo nombre he olvidado.
Era evidente que el libro no le gustaba, pero fue muy amable y muy profesional. Su
empresa haba contratado una novela desagradable de cojones para la que tenan
grandes expectativas por alguna razn impa, y eso era lo que haba. Su trabajo era
darle una forma adecuada a aquella mierda violenta. Tena un bloc de hojas amarillas
con las pginas llenas de sugerencias. En cada reunin aparecan ms.
A algunas de ellas no me opuse en absoluto. Ningn problema.
En otras no hice ms que menear la cabeza en gesto negativo y responder No
puedo hacer eso. Cmo voy a hacerlo? Me pides un imposible.
No es que ella estuviera intentando destripar el libro, pero tampoco le estaba
haciendo un sencillo lavado de cara precisamente.
Al final, todo acab siendo un Si me quitas esa decapitacin, te dejo esta
El tal Nick probablemente sobrevivira. Tena un agujero en pecho que necesitara bastantes remiendos,
pero gracias a Dios no tena afectado ningn rgano vital.
Tambin:
Hay que borrar el casi del original, para que cuando Peters se confiese a s
mismo, solo diga Y yo lo he matado.
Exacto. Me hicieron salvar a Nick. Yo quera que muriera.
Y recuerdo que fue una discusin muy dura.
Al principio, me negu en redondo. El simple hecho de que me lo sugirieran ya
me cabre bastante. Lo que yo pretenda con Nick, lo que haba estado buscando
desde el principio, era mostrar a un individuo que se arriesgaba hasta unos niveles de
herosmo y de lealtad que jams se hubiera imaginado y que, luego, en el ltimo
momento, cuando todo su dolor y sus esfuerzos deberan haberle servido para algo,
cuando deberan haberle rescatado, cuando pensara Oh, Dios mo, ah llega la
caballera!, fuera precisamente la caballera la que acabara con l.
Qu dices de La noche de los muertos vivientes? S, por supuesto. Recuerdo que
el impacto de la escena final me dej hecho polvo, y quera conseguir ese mismo
efecto en mi novela. Incluso les mencion la pelcula a los de Ballantine. Ni mi
editora ni Marc la haban visto. Como si les hablara en galico antiguo. La noche de
JACK KETCHUM
n la pgina 186 de mi novela She wakes, un grupo de siete personas, una mezcla
E de habitantes del lugar y de turistas, est sentado a la mesa en el exterior de una
taberna griega de la isla de Mikonos. Han bebido demasiado vino y picotean entre los
distintos tipos de mezes mientras discuten su situacin.
Estn esperando a que les llegue el final.
A todos y cada uno de ellos les ha visitado, y les ha aterrorizado sobremanera, un
espritu, la antigua amante de uno de ellos que muri de forma accidental a manos de
este. Fue una mujer muy bella, apasionada y esquizofrnica, y se ha reencarnado,
muy apropiadamente, en la personalidad de la triple diosa de la poca anterior a la
edad de oro griega. Eran tres sus facetas: Selene, la diosa de la Luna; Artemis, la
diosa de la caza, y Hcate, la diosa de las brujas y de los muertos. De hecho, el
espritu se encuentra en esos momentos inmerso en el proceso de levantar a los
muertos y de hacerse obedecer por todos los animales salvajes de la isla, aunque
ninguno de los miembros de la reunin sabe eso todava. Pero lo harn. No va a pasar
mucho tiempo antes de que empiecen los los, tanto en Mikonos como en la isla
vecina de Delos, el legendario lugar de nacimiento de los dioses, adonde estn a
punto de huir y donde se encontrarn con su destino.
En el grupo hay un hombre llamado John Thayer Chase, el nico que tiene alguna
pista respecto a lo que est ocurriendo. Chase tiene poderes psquicos, los tiene desde
que era un cro, y sabe que ha sido llamado a aquel lugar por alguna razn. Tambin
sabe es que es bastante posible que haya acudido a una cita con su propia muerte. Ya
lo ha aceptado. La llamada es as de fuerte
A la mayora de los escritores les gusta experimentar. Ayuda a mantener la obra
interesante y la escritura viva. En She wakes, mi cuarto libro, experiment con una
trama dentro de una trama, algo que no haba intentado antes. Era un relato corto,
dentro de la estructura general de la novela, que tendra un comienzo, un nudo y un
desenlace coherentes. Podra leerse por s mismo, pero tambin mostrara un poco de
la vida de Chase, explicara su carcter y contara cmo descubri que posea un don
maravilloso y terrible. Tena pensado algo parecido al fabuloso monlogo de Robert
Shaw en Tiburn la noche antes de que se produzca el clmax del enfrentamiento en
la pelcula, ese relato sobre lo que le ocurri a la tripulacin del USS lndianapolis en
un mar infestado de tiburones. Esa sombra tranquilidad antes de que estallara la
tormenta.
No funcion. Para entonces, el ritmo del libro era ya bastante acelerado y el relato
no haca ms que ralentizar la situacin. El espeluznante monlogo de Shaw no
duraba ms que unos pocos minutos en la pelcula. El relato de Chase ocupaba casi
l camarero trajo las botellas de vino, las descorch, coloc el ticket debajo del
E cenicero, junto al del desayuno, y se march.
Chase empez a servir.
Yo no era ms que un cro empez diciendo. Tena siete aos, pero ese fue
el ltimo ao de mi infancia
Mi padre ya no era ningn joven aquel invierno, tena cincuenta y cinco aos. Pero
segua siendo grande y fuerte, y es probable que pudiera haber seguido trabajando de
leador durante otros diez aos si no hubiera sido por la lesin de espalda. La
compaa maderera le haba dado un puesto administrativo, probablemente porque
era uno de los pocos individuos de la profesin en todo el norte de Maine capaces de
hacer una suma de seis columnas y a la vez distinguir un abedul de un lamo. No es
que le gustara mucho, y creo que la nica razn por la que sigui en el empleo fue
por su amor a esa tierra.
Tenamos diecisis hectreas, la mayor parte matorral y montaa pelada, pero
tambin haba terrenos buenos. Estbamos solos, l y yo. Mi madre haba muerto dos
aos antes, en mitad del invierno, igual que mi hermana, June, que haba fallecido
semanas antes, de neumona. Las mujeres de la familia tenan pulmones delicados.
As que all estbamos, los dos solos con toda aquella tierra, con el vecino ms
cercano a quince kilmetros, al otro lado de Horsekill Creek, en las colinas, a mitad
de camino entre Dead River y el mar.
Era invierno de nuevo, el segundo desde que mi madre y mi hermana murieran.
La primera nevada nos lo record.
Si la depresin puede matar a una persona, entonces en esa poca mi padre tena
problemas.
Se mantena muy ocupado. No es que se aburriera. Estaba el trabajo, al que
acuda despus de dejarme en la escuela, siempre que poda llegar al pueblo a pesar
del mal tiempo, con el cuatro por cuatro por los caminos embarrados y traicioneros.
Tambin estaba cuidar de m, de nuestra basset, Betty, y de los caballos capones que
tenamos. En el tiempo libre que le quedaba, sala a cazar con la escopeta en busca de
conejos o de perdices, o se le poda encontrar en la mesa de trabajo del granero, al
que l llamaba nuestro astillero, al lado de la estufa porttil.
La construccin de barcos en el estado se haba acabado prcticamente en aquella
poca, ya que los grandes bosques casi haban desaparecido por la tala excesiva y la
falta de planificacin, pero hubo un tiempo en el que con los enormes pinos blancos
Uno se puede acostumbrar a todo, incluso a una desconfianza permanente, sobre todo
si eres un nio. Mi padre le haba abierto el corazn a la nia y yo no poda hacer
nada para cambiarlo. Le dej bien claro que ni me gustaba ni confiaba en ella, pero l
me dijo que deba darle tiempo.
La nia se qued.
Intentamos por todos los medios posibles encontrar a sus padres o a sus parientes:
carteles, anuncios de radio, peridicos. La compaa de mi padre lleg incluso a
financiar una serie de anuncios de dos minutos en la televisin local. Cuando qued
claro que no iba a aparecer nadie, mi padre inici el procedimiento formal de
adopcin, que, para mi alegra, se eterniz. Los de asuntos sociales estaban
convencidos de que deban ser ellos quienes se encargaran de la nia, sobre todo
porque mi padre era viudo. l contrat a un buen abogado, que apenas podamos
permitirnos, para hacerles frente. Mientras tanto, haba que darle un nombre.
La llamamos Elizabeth, como mi madre.
No fue idea ma, pero a l pareca hacerle feliz.
Nuestras vidas cayeron poco a poco en la rutina. Mi padre iba a trabajar. Nosotros
bamos a la escuela. Era un edificio de seis aulas y Elizabeth destacaba como un
grano en la cara. Jams habl. No pareca atender en ningn momento a lo que se le
deca. Frustr cualquier intento de ensearle algo. Se quedaba sentada y jugando con
el lpiz mientras las lecciones seguan su curso. Si te acercabas a ver lo que estaba
dibujando, lo rompa de inmediato. La atencin individual tampoco sirvi. Se
quedaba mirando a la seorita Strawn con sus grandes ojos verdes vacos, como si
ella y la profesora procedieran de planetas distintos. Sabamos que era capaz de
entender el lenguaje, las rdenes sencillas, pero solo las obedeca si ella quera.
Bueno, salvo que se las diera mi padre. En ese caso, responda con una media sonrisa
maliciosa que a m me disgustaba muchsimo y se apresuraba a hacer lo que se le
haba dicho.
Pens que era extrao que ningn chico del colegio se metiera con ella. All
Fue la primera de las noches de todo el otoo en las que me despert y ella no estaba,
Solo tenamos un pariente cerca. Era la hermana de mi madre, la ta Lucy, que viva a
unos cincuenta kilmetros, en Lubec. Era una viuda que tena unos quince aos ms
que mi madre, as que por aquel entonces tena unos setenta. Era una mujer alegre a
la que le gustaban las faldas de color borgoa y las blusas blancas de cuello alto. Sus
dos hijas vivan con sus respectivas familias en Hantford y New Haven. Su esposo le
haba dejado bastante dinero al morir, adems de la casa, una monstruosidad de estilo
eduardiano que mantena limpia y ordenada con la ayuda de una doncella que iba a
diario. Solo utilizaba el primer piso y sellaba el resto en invierno para ahorrar
Han sido los perros dijo el sheriff Peters cuando ya casi era de noche.
Deben de haber desfallecido de hambre y lo han atacado. Siento que lo vieras, hijo.
Eso lo dijo solo por m, para cubrir las apariencias. Pero no me enga ni a m ni
a nadie.
Haba comida de sobra en la cocina y mi padre hubiera pasado hambre antes de
permitir que la pasaran los perros. Fue Elizabeth. Haba huellas que salan por la
puerta trasera y se extendan a lo largo de unos seis metros antes de desaparecer entre
la nieve.
Yo saba que haba sido ella, y l tambin lo saba. La buscaron durante semanas,
pero yo estaba seguro de que no la encontraran. Solo me pregunt qu les habra
pasado a Betty y a los cachorros. El sheriff haba visto lo mismo que yo y se lo
imaginaba perfectamente. Haba visto la cara de mi padre. Su boca abierta.
Abierta de un extremo a otro por la maqueta del Monitor.
Fuera cual fuese el lugar de donde haba venido, haba regresado a l.
Y no era el mar.