Royal Flash

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Quin sino el inefable Harry Flashmnan puede aportar ms confusin al polvorn de

Schleswig-Holstein, del cual depende el destino de Europa? Eso es al menos lo que


piensa el canciller Bismarck, quien no duda en utilizar los encantos de la explosiva Lola
Montes para apartar de su camino a tan molesto personaje. Pero Flashman tiene sus
propios planes, entre los que se incluyen una boda real y el robo de las joyas de la
Corona danesa. Su natural habilidad para provocar las ms divertidas situaciones y su
inagotable imaginacin para el juego sucio y las fugas precipitadas alcanzan lmites
absolutamente picos en esta segunda entrega de Los diarios de Flashman.
George MacDonald Fraser

Royal Flash
ePUB v1.2
evilZnake 19.07.12
Ttulo original: Royal Flash
1969, George MacDonald Fraser
Traduccin: Ana Herrera
2005, Edhasa
Ilustraciones: Jordi Sbat
Diseo/retoque portada: evilZnake

Editor original: evilZnake


ePub base v2.0
Para Kath de nuevo, y para Ronald Colman, Douglas Fairbanks Jr., Errol Flynn, Basil Rathbone,
Louis Hayward, Tyrone Power y todos los dems.
Nota aclaratoria
El segundo paquete de Los diarios de Flashman (esa gran coleccin de manuscritos descubiertos
en la venta de unos enseres domsticos en Ashby, Leicestershire, en 1965) contina la carrera del
autor, Harry Flashman, en el momento en que acab el primero en el otoo de 1842. El primer
paquete, en efecto, se abre con su expulsin de la Escuela de Rugby en 1839 (tal como se refiere
previamente en La poca escolar de Tom Brown de Thomas Hughes) y se cierra con los aos de su
carrera militar en Inglaterra, la India y Afganistn. El segundo paquete cubre dos periodos de varios
meses que van entre 1842-1843 y 1847-1848. Hay un misterioso lapso de tiempo de cuatro aos en
los que el autor parece indicar que est encubriendo a alguien ms en sus memorias.
La entrega actual es de gran importancia histrica porque describe el encuentro de Flashman con
varias personas de fama internacional, incluyendo un eminente hombre de Estado cuyo carcter y
comportamiento quizs ahora puedan ser sometidos a alguna reconsideracin por parte de los
historiadores. Incluso supone un punto de cierto inters literario, ya que no cabe ninguna duda de que
existe un nexo entre la aventura alemana de Flashman y una de las novelas ms populares del perodo
victoriano.
Tal como suceda con la primera entrega (que me confi el seor Paget Morrison, el propietario
de Los diarios de Flashman), me he limitado a corregir los ocasionales descuidos ortogrficos del
autor. Cuando Flashman se refiere a la historia conocida es bastante minucioso, especialmente si uno
considera que estaba escribiendo todo aquello cuando tena ya ochenta aos; donde parece deslizarse
algn pequeo error lo he dejado sin corregir en el texto (como, por ejemplo, cuando describe al
pugilista Nick Ward como campen en 1842, siendo as que, de hecho, Ward perdi su ttulo el
ao anterior), pero he aadido notas y comentarios al respecto siempre que me ha parecido
conveniente.
Como muchos de los que escriben sus memorias, Flashman no precisa las fechas exactas; cuando
las he podido establecer, las he incluido en las notas.

G.M.F.
Mapas
1
Si yo hubiera sido el hroe que todo el mundo pensaba que era, o incluso un simple soldado
medio decente, Lee habra ganado la batalla de Gettysburg y probablemente hubiera tomado
Washington. Esta es otra historia, que dejar escrita en estos papeles si el brandy y la vejez no me
llevan antes, pero dejo constancia aqu de este hecho como muestra de cmo los grandes
acontecimientos se deciden por meras trivialidades.
Los estudiosos, por supuesto, no admitirn esto. Es la poltica, dicen, y los planes sutilmente
trazados de los estadistas lo que influye en el destino de las naciones; son las opiniones de los
intelectuales y los escritos de los filsofos lo que establece el destino de la humanidad. Bueno, quiz
tengan su parte de razn, pero segn mi experiencia, el curso de la historia a menudo la traza alguien
que tiene dolor de vientre o no ha dormido bien, un marinero que se ha emborrachado, o una puta
aristocrtica que mueve muy bien el trasero.
As que cuando digo que mi comportamiento descorts con cierto extranjero alter el curso de la
historia europea, es un juicio muy meditado. Si hubiera soado, un momento siquiera en lo importante
que iba a llegar a ser ese hombre, no hubiera sido menos corts con l que el diablo, le hubiera dicho
a todo s seor y le hubiera dado palmaditas en la espalda. Pero dadas mi juventud y mi
ignorancia, me imaginaba que formaba parte de aquellos con los que poda ser descorts
impunemente (sirvientes, putas, vendedores ambulantes, tenderos y extranjeros) y por consiguiente di
rienda suelta a mi mala lengua. En resumidas cuentas, eso por poco me cost el cuello, aparte de
cambiar el mapa del mundo.
Era el ao 1842, yo apenas tena veinte aos, pero ya era famoso. Tom parte significativa en el
fiasco conocido como la Primera Guerra Afgana, sal de ella con los laureles del hroe, fui
condecorado por la Reina y todo Londres me trat como una celebridad. El hecho de haber vivido la
campaa en un estado abyecto de terror (mintiendo, engaando, estafando y huyendo para salvar el
pellejo cuando me fue posible) no lo saba nadie salvo yo mismo. Si haba una o dos personas que lo
sospechaban, callaron. No hubiera estado bien visto echar tierra encima del valiente Harry Flashman
en aquel entonces.
(Si ustedes han ledo la primera parte de mis memorias, sabrn todo esto. Lo menciono aqu por
si los paquetes se han separado, para que sepan de una vez por todas que sta es la historia de un
cobarde deshonesto que tiene el perverso orgullo de haber llegado a una honorable y avanzada edad,
a pesar de sus vicios y su completa falta de virtud... o quiz, precisamente, a causa de todo ello.)
As que all estaba yo, en 1842, el fuerte, el campechano, el guapo Harry, apreciado por la
sociedad londinense, admirado por la Guardia Montada (aunque slo era capitn), casado con una
bella esposa, aparentemente acaudalado, visto con las mejores compaas, alabado entusisticamente
por las mams, respetado por los hombres como el perfecto dandi con sable. El mundo estaba en mis
manos; si yo no me aprovechaba de ello, nadie sabra hacerlo mejor.
Aquella era una poca dorada. El momento ideal para ser un hroe es aquel en que se ha acabado
la batalla y los otros chicos han muerto, que Dios les tenga en su gloria, y t te llevas todo el mrito.
Incluso el hecho de que Elspeth me estuviera engaando no constitua una verdadera diferencia.
Nadie pensara, al ver su carita angelical, su cabello dorado y su estpida expresin de mosquita
muerta, que era la zorra ms grande que jams desgast colchn. Pero yo estaba seguro, antes de
haber vivido con ella un mes, de que lo haba hecho al menos con dos ms. Al principio me puse
furioso y quise vengarme, pero era ella quien tena el dinero, ya lo ven, por aquel viejo ricachn
escocs de su padre, y si yo jugaba a ser el marido ultrajado me hubiera encontrado en Queer Street
sin techo donde cobijarme. As que me call pero le devolv la pelota dedicndome a las putas con
gran entusiasmo. Era una situacin extraa. Ambos sabamos lo que pasaba (al menos, yo creo que
ella estaba al tanto, pero era tan tonta que nunca se sabe), pero pretendamos aparentar ser una pareja
felizmente casada. De vez en cuando nos dbamos un revolcn juntos en la cama, y lo disfrutbamos.
Pero la vida real se iba a desenvolver fuera de nuestro entorno; aparte de la sociedad respetable,
yo frecuentaba la compaa de los ms viciosos y me dedicaba a zanganear, jugar, beber y apostar
por toda la ciudad. Era el final de los buenos tiempos de dandis y espadachines; se sentaba en el
trono una reina cuya mano fra y blanca y la de su estirado marido se haban clavado como garras
sobre la vida nacional, sofocando los viejos tiempos salvajes con su santurronera hipcrita.
Estbamos entrando en lo que ahora se llama la poca victoriana, en la que lo importante era la
respetabilidad. Desaparecieron los calzones y llegaron los pantalones; se cubran los pechos y los
ojos se bajaban modestamente; los polticos se hacan ms sobrios, el comercio y la industria se
modernizaban, el olor a santidad reemplazaba al feliz aroma del brandy, la edad de los disolutos, de
los aventureros y los dandis estaba dando paso a la de la mojigatera, los sermones y el aburrimiento.
Yo estaba asistiendo a la defuncin de aquella era, pero al menos puse de mi parte todo lo que
pude para alargar su agona. Todava se poda jugar en los garitos de Hanover Square, beber en
compaa de hampones en Cyder Cellars o Leicester Fields, escoger chicas a tu antojo en Piccadilly,
provocar a la polica en Whitehall, robar cinturones y sombreros, romper ventanas y cantar canciones
guarras de camino a casa. Todava se perdan fortunas jugando a las cartas o a los dados, se
celebraban duelos (aunque yo me mantena apartado de ellos; mi nico duelo, del cual sal con
tremendo crdito a base de engaos, tuvo lugar algunos aos antes, y no tena intencin de
arriesgarme ms). La vida todava poda vivirse salvajemente, si uno quera. Desde entonces nada
volvi a ser lo mismo. Me dicen que el joven rey Eduardo hace lo que puede hoy en da para bajar el
tono moral de la nacin, pero dudo de que tenga el estilo suficiente para ello. Parece un carnicero.
Cierta noche, mi camarada Speedicut, que haba estado conmigo en Rugby y se me pegaba como
una lapa alabndome servilmente desde que ascend a la fama (l era rico), me sugiri que furamos
a un nuevo centro que se haba puesto de moda en Saint James... Creo que era el Minor Club.[1] Deca
que podamos probar suerte en las mesas primero, y luego con las fulanas del piso de arriba, para
despus ir al Cremorne y ver los fuegos artificiales, completando la noche con jamn picante y una
jarra de ponche, y quiz con alguna chica ms. Sonaba muy bien, as que despus de sacarle un poco
de dinero a Elspeth, que iba a Store Street a escuchar a un tal seor Wilson cantar canciones
escocesas (Dios mo!), me puse en marcha con Speed hacia Saint James.[2]
Fue un fracaso desde el principio. De camino hacia el club, a Speed se le ocurri la idea de
coger uno de los nuevos mnibus. Quera discutir con el conductor el precio del billete, y provocarle
con insultos. Los conductores de mnibus gozaban fama de ser muy mal hablados, y Speed pens que
sera divertido hacer que ste se saliera de sus casillas y horrorizara a los pasajeros.[3] Pero el
conductor era demasiado listo para Speed, as que simplemente nos ech sin demasiados
miramientos y los pasajeros se rieron al vernos hacer el idiota de aquella manera, lo cual no
contribuy demasiado en favor de nuestra dignidad o buen humor.
El club result ser un garito que no estaba mal. Los precios de los licores y cigarros eran
ruinosos, la mesa de cartas era menos fiable que una lnea de infantera rusa y ms difcil de vencer
todava. Siempre pasaba lo mismo: cuanto ms agradable era la compaa, ms trampas se hacan en
el juego. En mis tiempos haba jugado al napolen[4] en los campos mineros de Australia con polvo
de oro como prenda, llev una banca de blackjack en un carguero de los Mares del Sur y me convert
en jugador de pquer en un establo de alquiler de Dodge City, con las pistolas debajo del tapete...
Haba encontrado menos tretas en todos aquellos sitios juntos de las que se pueden encontrar en una
sola tarde en un club londinense.
Perdimos unas cuantas guineas y Speed dijo:
Esto no es muy divertido. Conozco un juego mejor.
Yo estuve de acuerdo, as que cogimos a dos pendonas de la sala de juego y nos las llevamos al
piso de arriba a jugar al loo[5] con las ropas de cada uno como prenda. Yo le haba echado el ojo a la
ms menuda de las dos, una descocada pjara pelirroja con hoyuelos; pens que si no consegua
tenerla desnuda y preparada para la accin en una docena de manos, es que haba perdido mi talento
para barajar y repartir cartas con trampas incluidas. Pero fuera porque haba bebido demasiado (ya
que habamos consumido una gran cantidad de licor) o porque las putas estaban haciendo trampas
tambin, el caso es que yo me qued en camisa antes de que mi pequea picarona se hubiera quitado
algo ms que los zapatos y los guantes.
Ella se tronchaba de risa, y yo me pona cada vez ms nervioso, cuando de pronto se empez a
or un clamor en el piso de abajo. Se mezclaron las carreras con los gritos, los silbatos y los ladridos
de los perros, y una voz que gritaba:
Corred! Es la polica!
Cielos! exclam Speed, agarrando sus pantalones. Es una redada! Salgamos de aqu,
Flash!
Las putas chillaron aterrorizadas, yo jur una y cien veces pugnando por ponerme la ropa. Desde
luego, es un poco absurdo intentar vestirse cuando la polica te est pisando los talones, pero yo
conservaba el suficiente sentido comn para saber que no haba ninguna esperanza de escapar a
menos que estuviramos vestidos completamente. No se puede correr por Saint James en una noche
como aqulla con los pantalones en la mano.
Vamos! gritaba Speed. Estarn encima de nosotros en un momento!
Qu hacemos? llorique la puta pelirroja.
Haced lo que os d la gana, por supuesto dije yo, ponindome los zapatos. Buenas noches,
seoras. Speed y yo salimos al pasillo.
Reinaba la ms completa confusin. Pareca que se libraba una autntica batalla abajo en la sala
de juegos. Se oan gritos y alguien aullaba: En nombre de la Reina!. En nuestro rellano unas putas
asustadas atisbaban detrs de las puertas, y hombres en todos los grados de desnudez saltaban por
all y buscaban algn sitio donde esconderse. Un tipo viejo y gordo, completamente desnudo,
golpeaba una puerta aullando:
Escndeme, Lucy!
Golpeaba en vano. La ltima imagen que vi fue al viejo tratando de meterse debajo de un sof.
La gente hoy en da no se da cuenta de que en los aos cuarenta la ley era muy estricta con las
casas de juego. La polica siempre intentaba hacer redadas y los propietarios solan tener
guardaespaldas y matones que vigilaban constantemente. La mayora de los garitos tenan tambin
lugares especiales para esconder el equipo de juego, para que las cartas, dados y tableros pudieran
ser retirados de la vista en un momento y la polica no tuviera razones para efectuar un registro. Si no
podan probar que se haba estado jugando, se les poda denunciar por intrusin y registro ilegal.[6]
Evidentemente, haban cogido desprevenido al Minor Saint James Club por alguna venganza, y
nos veramos envueltos en un escndalo en la comisara de polica y en los peridicos si no salamos
de all con toda rapidez. Son un silbato al pie de las escaleras, las putas gritaron y cerraron las
puertas, y se oyeron unos pasos que retumbaban subiendo las escaleras.
Por aqu le dije a Speed, y subimos corriendo al piso de arriba. Haba otro rellano vaco, el
del piso superior, y nos agachamos entre las barandillas, esperando en qu acabara todo aquello. Se
oy golpear en las puertas de abajo, y de repente lleg alguien corriendo. Era un joven rubio, sin
barbilla, con un abrigo rosa.
Oh, Dios mo! deca. Qu dir mi madre? Mir frenticamente a su alrededor.
Dnde podra esconderme?
Ah dije, pensando rpidamente, y seal hacia una puerta cerrada.
Dios le bendiga. Pero, qu harn ustedes?
Les mantendremos ocupados. Entra, estpido.
Desapareci en el interior, y yo le gui el ojo a Speed, cog el pauelo que llevaba al pecho y lo
tir delante de la puerta cerrada. Entonces fuimos de puntillas hacia una habitacin en el otro extremo
del rellano, y nos pusimos a cubierto detrs de la puerta, que dej enteramente abierta. Por la falta de
actividad de aquel piso y las sbanas que cubran los muebles en la habitacin, era obvio que no se
usaba.
Enseguida irrumpieron los policas, vieron el pauelo, echaron un vistazo dentro y sacaron a
rastras al joven de rosa. Pero, tal como haba calculado yo, no se preocuparon de nuestra habitacin,
al ver la puerta abierta, y naturalmente supusieron que no haba nadie escondido all. Nos quedamos
quietos como estatuas mientras ellos correteaban ruidosamente por el rellano, dando rdenes y
dicindole al joven de rosa que contuviera la lengua; finalmente todos bajaron en tropel, hacia el
lugar donde, por lo que pareca, estaban alineando a sus prisioneros, tratndolos con bastante dureza.
No era algo que sucediera todos los das, conseguir hacer una redada en un garito y tener la
oportunidad de maltratar a sus superiores.
Por san Jorge, Flashy! susurr Speed alborozado. Eres un verdadero zorro y nunca te
equivocas. Pensaba que estbamos listos.
Cuando te han perseguido esos malditos afganos respond, aprendes todo lo que tienes
que aprender sobre escondites y dems.
Pero yo estaba igualmente encantado de lo bien que haba funcionado mi truco.
Encontramos un tragaluz, y por suerte haba un tejado plano lo bastante cerca, que para colmo
result ser una casa vaca. Dimos con otro tragaluz, bajamos dos pisos por las escaleras y salimos
por una ventana posterior a un patio. Hasta all, excelente, pero Speed pensaba que sera interesante
volver a la parte delantera y observar desde una distancia prudencial cmo los polis se llevaban a
sus vctimas. Pens que adems podra ser divertido, as que nos alisamos la ropa y dimos la vuelta
hasta el final de la calle.
Era bastante seguro, porque haba una multitud delante del Minor Club apostada para ver el
espectculo: a los policas de altos gorros y anchos cinturones agolpndose en torno a los escalones
y conduciendo a los prisioneros a los coches celulares, hombres silenciosos con la cara avergonzada
o maldiciendo a sus captores por todo lo ms sagrado, y las putas en su mayora llorando, dando
puntapis y arandoles, y alguna hasta teniendo que ser arrastrada.
Si hubiramos sido listos nos habramos mantenido a distancia, pero cada vez estaba ms oscuro
y pensamos que podramos echar un vistazo ms de cerca. Nos fuimos acercando al borde de la
multitud, y por mala suerte, a quin sacaban en ltimo lugar, quejndose y con la cara blanca, sino al
joven del abrigo rosa? Speed solt una risotada ante el pattico aspecto que ofreca, y grit:
Mira, Flashy, qu dir su madre?
El joven lo debi de or; y se volvi raudo y nos vio; aquel malvado y despreciable mocoso dio
un grito y seal en nuestra direccin.
Ellos estaban all tambin! grit. Esos dos estaban escondidos tambin!
Si nos hubiramos quedado quietos podramos haber disimulado, me atrevo a decir, pero el
instinto de huir est demasiado arraigado en m. Sal corriendo como un gamo antes de que los
policas miraran hacia nosotros, y al vernos correr nos persiguieron. Empezamos bien, pero no lo
suficiente para perdernos de vista y meternos en algn escondrijo. Saint James es un distrito muy
malo para escapar de la polica: las calles son demasiado anchas y no hay callejones adecuados.
Los tenamos quizs a cincuenta metros de distancia durante las primeras dos calles, pero luego
empezaron a ganar terreno. Dos de ellos iban esgrimiendo las porras y gritndonos que nos
detuviramos. Me dola la pierna que me haba roto a principios de ao en Jallalabad, tena los
msculos todava tensos, y me daba una punzada en el muslo a cada zancada.
Speed vio lo que pasaba y aminor la marcha.
Hola, Flash me dijo. Ests acabado?
La pierna me falla contest. No puedo mantener el paso.
Mir por encima de su hombro. A pesar de los insultos que le dedica Hughes en La poca
escolar de Tom Brown , Speedicut era tan valiente como un terrier, siempre dispuesto para una ria
en cualquier momento... no como yo.[7]
Oh, bueno dijo, entonces a la mierda! Quedmonos y peleemos con ellos. Slo son dos...
no, espera, vienen ms detrs, maldita sea! Haremos lo que podamos, viejo amigo.
Es intil jade yo. No estoy en condiciones de luchar.
Djamelos a m grit l. Yo les entretendr mientras t escapas. No te quedes ah,
hombre, no ves que no pega que el hroe de Afganistn sea detenido por los polis? Escndalo
infernal. A m no me importa. Venid, bastardos tripas azules!
Y se volvi en medio de la calle, lanzando golpes de boxeo y retndolos a que se acercaran.
Yo no dud. Alguien que es lo suficientemente idiota como para sacrificarse por Flashy merece
todo lo que le pase. Por encima del hombro le vi detener a un poli con un gancho de izquierda, y
pasar rozndole con el otro. Entonces volv la esquina, cojeando tan rpido como mi pierna herida
me permita. Segu a lo largo de la calle hasta la plaza que haba poco ms all, y vi que no
aparecan ms policas. Di la vuelta al jardn central y casi se me dobla la pierna debajo del cuerpo.
Me qued, jadeando, apoyado contra las rejas. Poda or dbilmente detrs de m a Speed todava
gritando, y luego un cercano rumor de pasos. Buscando alrededor algn sitio donde esconderme
divis un par de carruajes que se haban detenido al pie de un jardn enrejado de una casa. No
estaban lejos y los dos conductores se encontraban juntos, hablando al lado de los caballos del
primer coche. No me haban visto. Si poda llegar al coche de atrs y deslizarme en el interior, los
polis pasaran de largo.
Saltar sin ruido es difcil, pero logr alcanzar el coche sin ser visto por los conductores, abr la
puerta y trep al interior. Me agach casi sin aliento, intentando controlar la respiracin, muy atento a
si se oan ruidos de persecucin. Durante algunos momentos todo permaneci tranquilo; esto es que
han perdido el rastro, pensaba yo. De pronto oigo un ruido. Llegaban voces de hombres y mujeres
desde la puerta de una de las casas. Eran risas, despedidas de buenas noches, un poco de charla en la
acera y rumor de pasos. Aguant la respiracin, con el corazn en un puo y se abri la puerta del
carruaje, deslumbrndome una luz, encontrndome frente a la sorprendida cara de una de las
muchachas ms bellas que haba visto en mi vida.
No... la ms bella. Rememoro a todas las mujeres bellas que he conocido, rubias y morenas,
delgadas y rellenitas, blancas y negras, cientos de criaturas... aun as, dudo que haya una que pueda
comparrsele. Ella estaba all con un pie en el estribo, las manos sujetando la falda de su vestido de
satn rojo, inclinndose hacia adelante mostrando un esplndido pecho blanco en el que resplandeca
una hilera de brillantes que haca juego con una diadema en su cabello negro como el azabache. Unos
grandes ojos azules, me miraron, y la boca, que no era grande pero s llena, de labios rojos, se abri
con una pequea exclamacin.
Dios mo! exclam. Un hombre! Qu demonios est usted haciendo aqu, seor?
No era el tipo de saludo que se oa pronunciar normalmente a las damas en aquellos das de la
juventud de la Reina, si puedo decirlo. Otra cualquiera hubiese gritado y se habra desmayado.
Hacindome dueo de la situacin con rapidez, decid que por una vez la verdad podra ser la mejor
respuesta.
Me estoy escondiendo.
Ya lo veo contest ella socarronamente. Su voz tena un encantador acento irlands. De
quin y por qu en mi carruaje, si no le importa?
Antes de que pudiera responder, apareci un hombre a su lado, y al verme solt un juramento en
un idioma extranjero y se ech hacia adelante como para protegerla a ella.
Por favor, por favor, no voy a hacerles ningn dao dije precipitadamente. Me estn
persiguiendo... la polica... no, no soy un criminal, se lo aseguro. Estaba en un club e hicieron una
redada.
El hombre me mir fijamente, pero la mujer mostr sus dientes en una deliciosa sonrisa y luego
ech la cabeza hacia atrs, riendo descaradamente. Yo sonre de la forma ms simptica que pude,
pero por el efecto que hizo mi encanto en su acompaante, igual podra haber sido Quasimodo.
Salga de una vez dijo bruscamente, con una voz fra y cortante. Ahora mismo, me oye?
Yo sent un disgusto tremendo por l. No eran slo sus modales y sus palabras, sino su aspecto.
Era alto, tan alto como yo, estrecho de caderas y ancho de hombros, pero tambin condenadamente
guapo. Tena unos brillantes ojos grises, una cara bien formada y un cabello claro que le haca pensar
a uno en los dioses nrdicos: resumiendo, demasiado esplndido para estar en compaa de la
belleza que iba con l.
Empec a murmurar algo, pero me ladr otra vez, menos mal que entonces la mujer vino en mi
ayuda.
Oh, djale, Otto! dijo. No ves que es un caballero?
Le habra dado las gracias calurosamente, pero en aquel momento se oyeron recios pasos en el
pavimento, y una voz grave pregunt al caballero si haba visto correr por la plaza a un hombre. Los
polis estaban sobre la pista, y esta vez yo estaba acorralado.
Sin embargo, antes de que pudiera moverme o hablar, la dama se sent en el coche y susurr:
Levntate del suelo, tonto!
Yo la obedec, a pesar de mi pierna, y me dej caer jadeando en el asiento frente a la muchacha.
Su compaero, entonces, maldita sea su estampa, dijo:
Aqu tiene a su hombre, agente. Arrstelo, por favor.
Un sargento de polica meti su cabeza por la puerta, nos examin y dijo al hombre rubio,
dubitativamente:
Este caballero, seor?
Por supuesto. Quin si no?
Bueno... El polica estaba confuso, vindome sentado como si llevara toda la vida all.
Est usted seguro, seor?
El rubio ech otro juramento en lengua extranjera y dijo que, por supuesto, que estaba seguro.
Llam idiota al sargento.
Oh, para ya, Otto! exclam de pronto la dama. Realmente, sargento, se est portando muy
mal. Le est tomando el pelo a usted. Este caballero viene con nosotros.
Rosanna! El hombre rubio pareca ultrajado. En qu ests pensando? Sargento, yo...
No te hagas el loco, Otto terci yo, tomando la palabra, encantado de que la dama me
apretase la mano. Vamos, hombre, entra y vmonos a casa. Estoy cansado.
Me dirigi una mirada furibunda, y se entabl una buena discusin entre l y el sargento, que la
dama, llamada Rosanna, pareci encontrar extraordinariamente divertida. El cochero y otro agente se
les unieron a la discusin, hasta que, de pronto, el sargento, que frunca el ceo con extraeza al
mirarme mientras discuta, mete de nuevo la cabeza en el coche y me dice:
Espere un minuto. Yo le conozco, verdad? Es usted el capitn Flashman! Por todos los
santos!
Yo lo admit, y entonces l jur y se golpe el puo. El hroe de Jallalabad! exclam.
Sonre modestamente a la seorita Rosanna, que me miraba con los ojos como platos.
El defensor del fuerte de Piper! exclam el sargento.
Bueno, bueno, ya est bien, sargento.
El Hctor de Afganistn! volvi a gritar el sargento, que evidentemente lea la prensa.
Demonios! Bueno, esto est resuelto!
Tena la cara radiante, lo que no satisfizo a mi denunciador en absoluto, que agriamente le peda
que me arrestara.
Es un fugitivo deca. Ha invadido nuestro coche sin permiso.
Me importa un pimiento si ha invadido Buckingham Palace sin permiso dijo el sargento,
volvindose hacia m. Cabo Webster, seor. Tercer Regimiento, al mando del mayor Macdonald
en Ougoumont, seor.
Es un honor conocerle, sargento dije, estrechndole la mano.
El honor es mo, seor. Y ahora, seor, acabemos de una vez con esto. Usted no es ingls,
verdad?
Soy un oficial prusiano respondi el hombre al que llamaban Otto, y exijo...
El capitn Flashman es un oficial britnico, usted no puede exigir nada replic el sargento
. Y ahora, vamos, no quiero problemas. Se toc el sombrero ante nosotros y me hizo un guio.
Le deseo muy buenas noches, seor, y tambin a usted, seora.
Pensaba que al alemn le iba a dar una apopleja, porque tena muy mal aspecto y a su humor no
le ayudaba la encantadora risa incontrolada de Rosanna. Se qued mirndola durante un instante
mordindose el labio, y ella se contuvo lo suficiente para decir:
Oh, vamos, Otto, entra en el coche! Oh, por favor, por favor! y empez a rerse otra vez.
Me encanta que te lo pases tan bien profiri l. Me has dejado como un tonto: igual que tu
conducta de esta noche. Tena una expresin maligna. Muy bien, seora, quiz lo lamente.
No seas tan pomposo, Otto! le contest ella. Slo es una broma, ven y...
Prefiero elegir la compaa. La de las damas, por ejemplo. y tocndose el sombrero, se
retir de la puerta del carruaje.
Oh, pues que te lleve el diablo! grit ella, sbitamente enfadada. Arranque, cochero.
Yo me vi obligado a abrir la boca, e inclinndome por encima de ella, le llam:
Cmo se atreve a hablar as a una dama, maldito? Es usted un malhablado, perro extranjero!
Creo que si me hubiera quedado callado, se habra olvidado de m, y aqu paz y despus gloria;
pero estaba tan obsesionado con ella que se volvi hacia m con aquellos fros ojos que parecan
perforar como taladros y por un momento me asust de aquel hombre: tena la muerte reflejada en la
cara.
Me acordar de usted dijo. Y entonces, extraamente, vi aparecer una mirada de curiosidad
en sus ojos, y dio un paso para acercarse. Luego esa mirada desapareci, me observ detenidamente
como si intentara memorizar mis rasgos, y con un intenso odio al mismo tiempo, me espet: Me
acordar de usted.
El coche arranc y le dej plantado junto al bordillo.

A pesar del momentneo temor que despert en m, yo no hice el menor caso de sus amenazas. El
peligro haba pasado. Recobr el aliento, ya poda dedicar mi atencin a la importante cuestin de la
belleza que tena frente a m, a examinar el esplendor de su perfil, la amplia frente y el cabello negro
como el ala del cuervo, la pequea nariz ligeramente respingona, los labios rojos y gordezuelos en
forma de corazn, el firme mentn y los blancos y redondos pechos surgiendo insolentes del rojo
vestido de satn.
El aroma de su perfume, la oblicua mirada de sus ojos azules y la voz irlandesa, sensual y ronca,
eran incitantes. Como todo el mundo os confesar, poned a Harry Flashman junto a una mujer como
aqulla y una de estas dos cosas es inevitable: o hay gritos y bofetadas, o la dama se rinde. A veces
ambas cosas a la vez. En aquel caso, slo con ver su aspecto, yo estaba seguro de que no habra
gritos ni bofetadas. Unos minutos ms me dieron la razn. Desde que la bes hasta que su boca se
abri bajo la ma pas slo un momento, por lo que yo suger inmediatamente que ya que me dola la
pierna todava, podra aliviar la tensin de los msculos el suave masaje de unas manos femeninas.
Ella accedi, muy complaciente, y con la mano libre fue notablemente habilidosa en desviar mis
avances al mismo tiempo, mientras el coche llegaba a su casa, que estaba en algn lugar de Chelsea.
En aquel momento estaba yo tan excitado que ni poda mantener las manos quietas mientras ella
despachaba a su doncella y me conduca hasta el saln, hablando sonriente de tonteras con ciertos
remilgos. Pronto puse fin a todo aquello sacando sus pechos del vestido en el momento en que se
cerr la puerta, y echndola sobre el sof. Su reaccin fue inesperada: al instante ya estaba
debatindose conmigo, clavndome las uas y entrelazando sus miembros en torno a m. Su forma
vehemente de hacer el amor me daba miedo... He conocido a muchsimas mujeres ansiosas, pero
Rosanna era como un animal salvaje.
La segunda vez de aquella misma noche fue incluso ms febril que la primera. Estbamos en la
cama, yo sin ropa alguna que me protegiera de sus mordiscos y sus afiladas uas; protest, pero era
como hablar con una loca. Ella incluso se puso a azotarme con algo duro y pesado (un cepillo del
pelo, creo) y cuando dej de contorsionarse y gemir yo me sent como si hubiera estado copulando
con un rollo de alambre de espinos.[8] Estaba magullado, araado, mordido y rascado desde el cuello
hasta el trasero.
Era una criatura diferente, alegre, dicharachera, ingeniosa y de una gentileza que haca juego con
su voz y su aspecto. Me dijo que se llamaba Marie Elizabeth Rosanna James, esposa de un oficial
que se encontraba de servicio lejos de la ciudad. Como yo mismo, acababa de volver de la India,
donde haba estado destinado. Ella encontraba la vida en Londres mortalmente insulsa; los amigos
que conoca eran adustos y aburridos, no haba encontrado la vida brillante que ella anhelaba y
deseaba volver a la India o ir a cualquier otro sitio donde hubiese ms diversin. Por eso mi
aparicin en su carruaje haba sido tan bien recibida. Acababa de pasar una velada ridculamente
aburrida con los parientes de su marido, escoltada por el alemn Otto, a quien encontraba cargante
hasta la saciedad.
Ver a un hombre que pareca como si tuviera algo... algo de vitalidad, fue suficiente para m
me dijo. Yo no te hubiera entregado a la polica, querido, ni aunque hubieses sido un asesino. Y
era una oportunidad de humillar a ese vanidoso y estpido prusiano... Creers que un hombre con un
aspecto tan fascinante pueda tener hielo y vinagre en las venas?
Quin es?
Otto? Ah!, es uno de esos alemanes que estn haciendo el gran tour a la inversa. A veces
creo que hay algo diablico en l, pero lo mantiene bien oculto. Se comporta tan recatadamente
porque, como todos los extranjeros, quiere impresionar a los ingleses. Esta noche, slo para tratar de
hacer revivir un poco a esa coleccin de mojigatos, les ofrec ensearles un baile espaol... Pareca
que hubiese dicho algo indecente. Ni siquiera dijeron: Oh, cielos!. Se limitaron a volver la cabeza
a otro lado, de la forma en que lo hacen esas mujeres inglesas, como si fueran a vomitar. Se ech
para atrs el pelo de manera encantadora, arrodillndose en la cama como una ninfa desnuda. Pero
vi el brillo de los ojos de Otto por un instante. Jurara que no es tan formal con las chicas alemanas
de Schnhausen, o de dondequiera que sea.
Pensaba que ya tenamos suficiente de Otto y se lo dije.
Ah, s, ests celoso? me dijo, haciendo mohines. Te has creado un mal enemigo, querido.
O es que al famoso capitn Flashman no le importan los enemigos?
No me preocupan demasiado ni alemanes ni franceses ni negros le respond. Tampoco
pienso mucho en tu Otto.
Bueno, pues deberas dijo ella, metindose conmigo. Algn da se convertir en un gran
hombre...
l mismo me lo dijo: Tengo un destino. Y cul es?, le pregunt. Gobernar, me contest.
Le dije que tambin yo tena ambiciones... vivir como quisiera, amar como quisiera, y no hacerme
vieja nunca. l nunca piensa mucho en esas cosas, me parece a m; me contest que era una frvola, y
que le haba decepcionado. Slo los fuertes dijo pueden permitirse tener ambiciones. A lo
que le repliqu diciendo que yo tena un lema mucho mejor que el suyo.
Y cul es? le pregunt, acercndome a ella, pero ella me cogi las manos y las apart con
aire malicioso.
Paciencia... y barajar dijo.
Es un lema mucho mejor que el suyo, desde luego dije yo, atrayndola hasta colocarla
encima de m. Y yo soy un hombre mucho mejor que l, seguro.
Prubalo... otra vez pidi Rosanna, mordindome la barbilla, y, al precio de ms araazos y
magulladuras, lo hice.
Ese fue el principio de nuestra aventura, una aventura verdaderamente salvaje y febril, que no
poda durar mucho. En primer lugar, ella era una amante exigente que por poco me agota, y como
novedad, era de un tipo que yo no poda disfrutar completamente: demasiado dominante, yo prefiero
a las mujeres ms suaves que entienden que es mi placer el que cuenta. No era as con Rosanna, sin
embargo; ella usaba a los hombres. Era como si le comieran a uno vivo, y que Dios te ayude si no
ests a sus rdenes. Todo tena que ser a su capricho, y a m eso me pona enfermo.
Fue una semana despus de nuestro primer encuentro cuando por fin perd los nervios. Habamos
tenido una noche tempestuosa, pero cuando yo quise echarme a dormir, ella empez a hablar...,
incluso una rauca voz irlandesa llega a cansar cuando la oyes demasiado. Y vindome distrado,
exclam de repente: En guardia!, que era su grito de guerra antes de un revolcn, y salt de nuevo
encima de m.
En el nombre del cielo! exclam yo. Djame en paz. Estoy cansado.
Nadie se cansa de m replic ella, y empez a incitarme a la accin, pero yo estaba
destrozado y le dije que me dejara. Por un momento insisti, y luego se enfurru, pero enseguida se
puso a rugir hecha una furia, y antes de que yo me apercibiera vino hacia m como un gato salvaje,
gritando y arandome.
He tratado con mujeres que eran unas furias, pero nunca con ninguna como ella. Era peligrosa...
una belleza, completamente desnuda, arrojando todo lo que caa en sus manos, llamndome por los
nombres ms ofensivos y (lo admito libremente) aterrorizndome hasta tal punto que cog mis ropas y
sal corriendo. Bastardo y cobarde fue lo menos que o. Recuerdo que un orinal se estrell en la
jamba de la puerta mientras yo sala a todo escape. Le grit, la amenac desde el pasillo, pero ella
respondi, hecha una furia, blandiendo una botella, y yo ya no esper ms. Probablemente tengo ms
prctica en vestirme mientras corro que la mayora de los hombres, pero esta vez no me preocup de
hacerlo hasta que estuve lejos de su alcance, al pie de las escaleras.
2
Yo estaba hecho polvo, se lo aseguro, as que no volv a ser yo mismo hasta que estuve muy lejos
de su casa, considerando, a mi manera filosfica, diversas formas de vengarme de aquella ninfmana
viciosa y de genio endiablado. Esta les parecer la habitual y srdida conclusin de muchas
aventuras amorosas de Flashman, pero me he entretenido explicando sta con ms detalle por una
buena razn. No solamente porque ella fuera, a su manera, la criatura ms magnfica que yo haba
tenido jams la fortuna de montar, que vuelve a mi mente cada vez que veo un cepillo del pelo, eso
solo no sera suficiente. Mi excusa es que aqul fue mi primer encuentro con una de las mujeres ms
notables de mi vida... y el de la vida de cualquier hombre del siglo XIX, por otra parte. Quin iba a
imaginarse que Marie Elizabeth Rosanna James iba a formar parte de la nobleza, regir un gran reino y
llevar un nombre comparable al de Dubarry o Nell Gwynn? Bueno, fue la chica de Flashy durante una
semana, al menos, de lo que ya puedo presumir. Yo me alegr de librarme de ella en aquel momento,
y no por la manera en que me haba tratado: pronto descubr que no era del todo sincera consigo
misma. No haba mencionado, por ejemplo, que su marido, el soldado, estaba en proceso de
separarse de ella, lo cual hubiera bastado para espantarme hacia otros lechos mucho menos
comprometidos. Aparte de los desagradables aspectos sociales de una denuncia, no me lo hubiera
podido permitir.
Pero ella fue importante en mi vida de otra manera... a travs de ella me encontr con el
esplndido Otto. Se puede decir tambin que a travs de ella naci el mal entendimiento entre Otto y
yo, y nuestra enemistad configur su futuro y el del mundo.
Nada de esto habra ocurrido, sin embargo, si yo no me hubiera encontrado con l, por pura
casualidad, aproximadamente un mes ms tarde. Fue en casa de Tom Perceval en Leicestershire,
donde asist a una reunin para ver luchar a Nick Ward [9] con un pgil local y salir un poco de caza
en el coto de Tom. Estaban all, entre otros, el joven Conyngham, [10] un jugador empedernido, el
viejo Jack Gully, ex campen de Inglaterra en una ocasin y que ahora se preciaba de ser un rico
magnate del acero y ex diputado de la Cmara de los Comunes, una docena de personas ms que he
olvidado y tambin Speedicut. Cuando le cont cmo haba pasado yo la noche de su arresto, l
simplemente se ech a rer a carcajadas y grit: Qu suerte tiene Flashy! Bueno, slo los valientes
merecen lo mejor!. E insisti en contarles a todos cmo haba acabado la aventura, l tirado en una
sucia celda llena de borrachos mientras yo me beneficiaba a una belleza.
Casi todo el grupo estaba en casa de Tom cuando yo llegu, y al reunirse conmigo en el vestbulo
me dijo:
Son todos viejos amigos excepto uno, un extranjero del que no puedo deshacerme, maldita sea.
Es amigo de mi to, y quiere ver nuestra rstica forma de vida mientras est aqu. No hace ms que
causar problemas, es arrogante y los muchachos estn empezando a hartarse de l.
Todo esto no me llam la atencin hasta que llegu con l a la sala de armas, donde los chicos
intentaban animar la fra noche con ponche y con un crepitante fuego. Quin estaba all, muy formal
con su larga levita y pantalones entre tanto tabardo de piel y botas de caza, no era otro que Otto. Dio
un respingo al verme y yo me par en seco.
Los chicos dieron un hurra cuando yo entr, y me acercaron ponche y cigarros, mientras Tom
cumpla sus deberes de anfitrin con el extranjero.
Barn dijo, porque aquel energmeno tena un ttulo, creo, permitidme que os presente al
capitn Flashman. Flash, ste es el barn Otto von... ejem... maldita sea... von Schnhausen, verdad?
Se me traba la lengua cuando intento pronunciarlo.
Schnhausen corrigi Otto, inclinndose muy tieso, mirndome fijamente a los ojos. Pero
se es, de hecho, el nombre de mis propiedades, si me disculpa la correccin. Mi apellido es
Bismarck.[11] Es la fantasa de un viejo, sin duda, pero me pareci que lo deca de una forma que
sugera que lo volvera a or de nuevo. Estaba seguro de que iba a ser as, y de nuevo sent aquella
punzada de miedo en la garganta; los fros ojos grises, sus esplndidos rasgos y su figura, la soberbia
arrogancia de aquel hombre, todo se combinaba para meterme el espanto en el cuerpo. Si uno es
moralmente blando como la mantequilla, como lo soy yo, con una gran tendencia a la adulacin
servil, no tiene nada que hacer con personas como Bismarck. Se puede tener toda la fama del mundo
como yo tena entonces, y el buen aspecto y la altura y la arrogancia (y yo tena todo eso tambin)
pero sabes que para l no vales nada. Si tienes que vrtelas con l, debes emborracharte antes; yo
estaba sobrio, as que me comport servilmente.
Es un honor conocerle, barn dije, tendindole la mano. Confo en que est disfrutando en
su visita.
Ya nos conocamos, como estoy seguro que recordar dijo l, estrechndome la mano.
Apretaba como un demonio. Me pregunt si era ms fuerte que yo, y yo era condenadamente fuerte, al
menos de cuerpo. Recuerda aquella noche en Londres? La seorita James estaba presente.
Cielos! repliqu, asombrado. S que lo recuerdo! Bueno... Pues aqu est usted, eh?
Demonios, nunca hubiera esperado... Bueno, barn, me alegro de verle. Ejem! La seorita James,
sigue bien?
Soy yo quien debo preguntrselo replic l, con una sonrisita. No he visto a esa... dama
desde aquella noche.
No? Bueno... Yo tampoco la he visto demasiado ltimamente. Estaba dispuesto a ser
amable y echarlo todo en el olvido si l lo haca tambin. Se qued parado, sonriendo de labios para
fuera y examinndome.
Sabe dijo al final, estoy seguro de haberle visto antes, pero no puedo recordar dnde. Es
raro, porque tengo una memoria excelente. No, no fue en Inglaterra. Ha estado usted alguna vez en
Alemania, quizs?
Le dije que no.
Ah, bueno, es igual replic framente, como queriendo decir que yo no tena el menor
inters, y se alej de m.
Si antes ya no me gustaba, a partir de aquel momento odi con toda el alma a Bismarck, y decid
que si alguna vez tena la oportunidad de jugarle una mala pasada, no dejara de hacerlo.
Tom me lo haba pintado como un hombre arrogante, y en la cena de aquella noche tuvimos una
buena muestra de ello. Era un grupito muy informal, como pueden imaginar, ya que no haba ninguna
mujer presente. Comimos, bebimos y gritamos a placer en la mesa ya nuestro antojo, terminando
bastante borrachos y sin preocuparnos demasiado por los buenos modales. Bismarck coma como un
caballo y beba como un cosaco, aunque no pareca afectarle. No habl mucho durante la cena, pero
cuando lleg el oporto empez a meterse en la conversacin y en menos que canta un gallo ya la
estaba monopolizando. Tengo que decir en su favor que no era un hombre al que se pudiera ignorar.
Uno poda pensar que al ser extranjero se callara, mirara y escuchara, pero l no lo haca. Sola
hacer una pregunta, esperar la respuesta y luego emitir un juicio: por ejemplo, pregunt a Tom cmo
era la caza, y al decirle que era muy buena, Bismarck dijo que la probara, aunque dudaba que
perseguir a un zorro le llegara a la suela del zapato a la caza del jabal que l haba practicado en
Alemania. Como era un invitado, nadie se meti con l, aunque hubo algunas miradas significativas y
algunas risitas, pero l insisti, dndonos lecciones acerca de lo espectacular que era la caza en
Alemania, y lo condenadamente bien que cazaba l, y lo que nos estbamos perdiendo al no tener
jabales en Inglaterra.
Cuando acab se hizo el silencio, Speed lo rompi observando que yo haba cazado jabales en
Afganistn; los chicos me miraron como queriendo desviar la conversacin de Bismarck, pero antes
de que tuviera la oportunidad de hablar, l pregunt:
Afganistn? De qu trabajaba usted all, capitn Flashman?
Todo el mundo se ech a rer a carcajadas y Tom trat de salvar el embarazoso momento de su
invitado explicndole que yo haba ido all como soldado, y que haba ganado bastante bien la guerra
sin ayuda de nadie. No tena que haberse molestado porque Bismarck, sin alterarse lo ms mnimo,
empez a hacer un discurso sobre el ejrcito prusiano, en general, y su propia comisin como
teniente, y cmo lamentaba que hubiera tan pocas oportunidades de servicio activo en aquella poca.
Bueno dije yo, si quiere le regalo algn servicio de los mos, y yo encantado. ste es el
tipo de cosas que a la gente le encanta or de un hroe, por supuesto.
Los chicos rieron, pero Bismarck frunci el ceo.
Usted evitara los servicios peligrosos? me pregunt.
Claro que s contest yo, guindole un ojo a Speed. Ah si ellos hubieran sabido lo cierto
que era eso!. Es condenadamente desagradable el servicio peligroso. Balas, espadas, tipos
matndose unos a otros... No hay paz y quietud en absoluto.
Cuando la risa se extingui, Tom explic que yo estaba bromeando; que yo era, en efecto, un
hombre extraordinariamente valiente que no se perda una ocasin de batalla y de gloria. Bismarck
escuchaba, con sus fros ojos clavados en los mos, y lo que pas entonces no lo creern, pero
empez a darnos lecciones de los deberes de un soldado y la nobleza de servir al propio pas.
Obviamente l crea en aquello, lo soltaba con la mayor solemnidad, y a los chicos ms jvenes les
cost enormemente mantener la cara seria. El pobre Tom estaba hecho un flan, temeroso de que
ofendiramos a su invitado, y al mismo tiempo muy cerca de perder la paciencia con Bismarck.
Le pido a Dios que mi to haya encontrado a cualquier otro pobre diablo que lo aguante nos
dijo ms tarde a Speedicut y a m. Habr imbcil y cretino ms grande? Qu voy a hacer yo con
ese tipo, eh?, que voy a hacer?
No podamos ayudarle; de hecho, yo decid mantenerme lo ms lejos posible del camino de
Bismarck. Me pona nervioso, sin duda porque era condenadamente superior. Tom estaba
equivocado en una cosa: Bismarck poda ser lo que fuera, pero no un imbcil. De alguna manera era
como el distinguido idiota de Cardigan, a cuyas rdenes haba servido yo en el Undcimo de
Hsares, pero slo superficialmente. Tena la misma esplndida seguridad y aplomo en todo lo que
deca y haca; pareca que el mundo haba sido creado para l solo, tena razn, y punto. Pero
mientras en los ojos arrogantes de Cardigan uno encontraba la mirada vaca del idiota de nacimiento,
en los de Bismarck, no. Se vea trabajar su cerebro. Los que escuchaban sus montonos sermones y
se limitaban a observar su falta de humor (de nuestro tipo de humor, se entiende) y le
menospreciaban tomndole por un estpido pomposo, se estaban equivocando de medio a medio.
De todos modos, yo no quera saber nada de l, pero en aquella corta visita a casa de Tom,
Bismarck todava se las arregl para tocarme la fibra sensible en dos ocasiones, y en las dos nicas
cosas para las que valgo. Cobarde y bribn lo he sido siempre, pero tengo dos talentos: para las
lenguas extranjeras y para los caballos. Puedo dominar cualquier lengua en muy poco tiempo, y
cabalgar cualquier cosa que tenga crines y cola. Mirando hacia atrs, casi puedo creer que Bismarck
olfate esos dos dones mos y lo plane todo para quedar por encima de m en ambos.
Durante un desayuno, no recuerdo cmo, la conversacin recay en los idiomas extranjeros.
Normalmente se hablaba de mujeres, bebida, caballos y boxeo, con un ocasional ascenso a temas ms
elevados como la escandalosa tasa del impuesto sobre la renta de siete peniques por libra.[12] Pero
sali el tema, y sacaron a relucir mis dones. Bismarck, echndose hacia atrs en su silla, emiti una
risita socarrona y dijo que era un talento muy til para un jefe de camareros.[13]
Yo estaba furioso, y trataba de pensar en alguna rplica cortante, pero no pude. Despus se me
ocurri que poda haberle mirado fijamente a los ojos y haber dicho que tambin era un don muy til
para los macarras alemanes, pero ya era demasiado tarde. Nunca podas estar seguro de si te estaba
tomando el pelo con sus observaciones o si se limitaba a plantear lo que crea que era un hecho, as
que simplemente no le hice caso.
El segundo desaire vino un da de caza. Habamos cobrado pocas piezas y volvamos cabalgando
a casa. Conyngham, detenindose en lo alto de una suave loma desde la cual se divisaban kilmetros
y kilmetros de campia en todas direcciones, seal una iglesia visible en la lejana entre la neblina
de la tarde, y grit:
Quin echa una carrera campo a travs?
Oh, demasiado trabajo! dijo Tom. De todos modos, est oscureciendo y los caballos
pueden perderse. Voto por ir a casa.
Qu tipo de carrera es esa? dijo Bismarck.
Le explicamos que el objetivo era correr por el campo hacia un edificio, en este caso la torre de
la iglesia, y l asinti y dijo que era un deporte excelente. Estupendo! grit Conyngham.
Vamos, chicos! T, Flashy, te atreves?
Demasiado lejos dije yo, ya que como a Tom, no me apeteca saltar setos en un campo
hmedo con la luz de la tarde empezando a declinar.
Tonteras! grit Bismarck. Qu, caballeros, se van a echar atrs los ingleses en su
propio juego? Entonces competimos usted y yo, marqus?
Con usted! Tally-ho![14] grit Conyngham, y por supuesto los otros idiotas siguieron tras
ellos. Yo no poda quedarme atrs, as que maldiciendo a Bismarck piqu espuelas y le segu.
Conyngham dirigi el grupo a travs de los primeros prados, con Bismarck siguindole muy
cerca, pero un par de setos les detuvieron y los dems les alcanzamos. Yo me retras un poco, ya que
correr al estilo de los viejos tiempos, como los chicos, a lo loco, es el camino ms rpido que
conozco para conseguir romperse el cuello. En cambio, si te fijas en el terreno y observas cmo
saltan y aterrizan los lderes, puedes aprovecharte de sus descubrimientos sin el riesgo de ir el
primero. As que cabalgu tranquilamente siguiendo al grupo durante el primer kilmetro ms o
menos, y luego llegamos al terreno de bosque, con rboles bien espaciados, y entonces espole a mi
caballo y me adelant.
Hay un momento que todo jinete conoce en que nota cmo su montura sale disparada hacia
adelante y se agacha con la cabeza baja, acariciado por la crin, y ve el espacio estrechndose ante l,
y sabe que domina la situacin. Yo sent eso cuando galopaba entre los dems caballos, oa el
golpeteo sordo de los cascos, vea volar los terrones desde el csped hmedo y senta el viento en la
cara mientras los rboles pasaban rpidamente. An puedo ver ahora las chaquetas rojas en la luz
que se desvanece, y huelo la tierra empapada por la lluvia, y oigo los gritos de los chicos
animndose unos a otros, riendo y maldiciendo. Dios, qu maravilloso era ser ingls y joven
entonces!
Cabalgamos a travs del bosque como una carga de dragones y salimos a un largo talud.
Conyngham llevaba la cabeza del grupo, pero segn bamos avanzando lleg el turno de los hombres
ms pesados. Bismarck pas delante, y luego yo tambin. Nos dirigimos hacia el seto, Bismarck lo
salt como un pjaro (saba cabalgar, tengo que admitirlo) y yo lanc mi caballo al mismo hueco y
me puse a sus talones. Cabalgu junto a l a travs de setos, senderos, zanjas y vallas, hasta que vi la
torre quizs a un kilmetro y medio de distancia, y entonces pens que ya era tiempo de colocarme
delante.
Tena el xito al alcance de la mano. l volva la cabeza mientras yo le daba alcance, golpeaba
los talones y haca restallar la fusta, pero yo saba que estaba acortando distancias. l iba en cabeza
por medio cuerpo cuando llegamos a una valla enrejada; haba unos pastos y un seto que nos
separaba del camino pblico que corra hacia arriba, al patio de la iglesia. Yo me fui igualando con
l poco a poco y le adelant por una cabeza, examinando el seto distante para dar un buen salto. Era
un mal obstculo, altos espinos con rboles a intervalos que proyectaban su sombra sobre el seto.
Haba un lugar que pareca el ms adecuado, donde el espino clareaba un poco y slo un par de
barras horizontales cubran el hueco. Yo piqu espuelas y me dirig hacia all: el primero que pasara
sera el ganador seguro. A medida que nos acercbamos, yendo yo a medio cuerpo en cabeza, me di
cuenta de que incluso en las barras el salto era de por lo menos metro y medio. A m aquello no me
gust ni un pelo, ya que como Hughes ha indicado, Flashman era bueno slo en aquellos juegos que
no representan ningn riesgo fsico. Pero no haba otro remedio; haba adelantado a Bismarck y tena
que mantener el liderazgo, as que situ bien a mi caballo para el salto, pero como una exhalacin
surgi el caballo tordo de Bismarck a mi costado, quitndome espacio para el salto.
Djame paso! rug. Mi salto, maldita sea tu estampa!
No me hizo el menor caso, y sigui ganando terreno, pegado a m. bamos casi rodilla con rodilla
mientras corramos hacia el mismo hueco.
Aprtate, maldito! grit otra vez, pero l miraba fijamente hacia adelante, con los dientes
apretados y moviendo la fusta, de donde coleg que o me paraba o tendramos un brutal encontronazo
mientras los dos caballos trataban de tomar el salto donde slo haba espacio para uno.
As que, en un tris de sufrir una espantosa cada, tir de las riendas y trat al mismo tiempo de
girar bruscamente; el caballo se detuvo en seco y gir, rascando la cara del seto sin ms daos que
unos pocos araazos, mientras el seor Bismarck saltaba los barrotes con facilidad.
Cuando consegu volver al trote, maldiciendo con rabia aquel percance, el resto de la partida
llegaba a galope tendido. Bismarck estaba esperando en la puerta del cementerio, con un aspecto fro
y satisfecho cuando llegamos.
No sabe que hay que dejar paso al lder? le dije, con rabia. Podamos habernos roto el
cuello, gracias a usted.
Venga, venga, capitn Flashman replic, si nos lo hubiramos roto habra sido por culpa
suya, por desafiar estpidamente al jinete ms fuerte.
Qu? Y quin demonios dice que es usted el jinete ms fuerte?
He ganado, no? concluy l.
Tuve en la punta de la lengua decirle que haba hecho trampa, pero al ver la forma en que los
otros chicos le saludaban y le felicitaban por la carrera condenadamente buena que haba hecho, me
lo pens mejor. Gritaban que haba subido su estimacin, que era un tipo con agallas, y le daban
palmadas en la espalda. As que me content con sugerir que aprendiera las normas de la caballera
antes de cabalgar en Inglaterra de nuevo, a lo cual los dems rieron y gritaron:
Eso es, Flash, maldita sea! y bromeaban sobre el mal genio del fanfarrn de Flashy. No
haban estado lo suficientemente cerca para ver con exactitud lo que haba pasado, y ninguno de ellos
se haba imaginado siquiera que aquel fantico de Flashman hubiera dejado paso en la brecha; pero
Bismarck s lo saba, y lo mostraba en sus ojos y en la fra sonrisa que me dedic.
Pero yo me tom mi propia revancha antes de concluir la semana, y mi proverbial rudeza fue slo
la primera chispa de la enemistad surgida entre nosotros y que a partir de entonces iba a alimentar un
buen fuego.
El ltimo da de nuestras reuniones para ver la pelea entre el campen Nick Ward y el pgil
local, tuvimos una buena velada deportiva, en la que el pgil local acab con la nariz rota y la mitad
de los dientes partidos; Bismarck estaba muy interesado, y disfrutaba tanto como yo al ver cmo
machacaban al perdedor.
Aquella noche, durante la cena, la conversacin gir naturalmente en torno a la lucha, y el viejo
Jack Gully, que era un experto, llevaba la voz cantante. Normalmente no era un hombre demasiado
hablador, a pesar de haber sido diputado, pero cuando se trataba de sus dos amores el cuadriltero
y los caballos siempre vala la pena escucharle. Aunque haban pasado ms de treinta aos desde que
l mismo llevara el cinturn de campen y desde que se retir se haba convertido en un hombre
rico y era bien recibido en todas partes conoca personalmente a todos los grandes pgiles, y saba
montones de ancdotas de los campeones como Cribb, Belcher y Game Chicken.[15]
Por supuesto, el grupo le escuch durante toda la noche... Creo que no haba ningn hombre en
Inglaterra, ni Peel, ni Russell ni ningn otro que mereciera tan universal atencin como este antiguo
campen de boxeo. Por entonces deba de estar cerca de los sesenta aos, tena el cabello blanco,
pero saltaba a la vista que todava se encontraba en forma, y, desde luego, cuando hablaba del
cuadriltero pareca iluminarse y cobrar nueva vida.
Bismarck, me di cuenta de ello, no le prestaba demasiada atencin, pero cuando Jack hizo una
pausa despus de contar una historia, nuestro alemn sbitamente dijo:
Hacen mucho caso a eso del boxeo, segn veo. Ahora bien, es un espectculo bastante
interesante, dos tipos de clase baja dndose una paliza uno al otro con los puos, pero, no resulta
aburrido al cabo de un rato? Uno podra ir a verlo una vez, dos quiz, pero seguramente los hombres
de buena educacin y buena cuna desprecian ese espectculo.
Se levant un mordaz murmullo en torno a la mesa y Speed dijo:
No lo entiende usted porque es extranjero. El boxeo es el deporte nacional de Inglaterra.
Vamos, que en Alemania, de acuerdo con lo que usted sostiene, la gente combate en duelo sin
intencin de matarse el uno al otro; vamos, slo para tener cicatrices en la cara. Bueno, pues a
nosotros eso no nos parece nada interesante, perdone que se lo diga.
El schlager proporciona al hombre cicatrices honorables dijo Bismarck. Qu honor hay
en pegar al oponente con los puos? Adems, nuestro duelo es slo para caballeros.
Bueno, si es por eso, seor replic Gully, sonriendo, los caballeros de este pas no se
avergenzan de usar sus puos. Ojal me hubiesen dado una guinea por cada noble cabeza a la que he
atizado con un directo de izquierda.
La ma, por ejemplo, siempre que quieras, Jack grit Conyngham.
Pero para el uso del schlager se requieren habilidades militares insisti Bismarck, y dio un
puetazo en la mesa.
Aj pens yo qu es esto? Acaso nuestro amigo prusiano ha bebido un poco ms de licor
de lo que acostumbra? Era un bebedor resistente, como ya he dicho, pero se me ocurri que quizs
aquella noche no lo estaba llevando tan bien.
Si cree que no se necesita ninguna habilidad para el boxeo, amigo mo, est usted muy
equivocado dijo uno de los contertulios, un militar de rasgos duros llamado Spottswood. No ha
visto a Ward esta tarde dejar sin aliento a un tipo tres libras ms pesado que l?
Oh, s, su amigo Ward era gil y fuerte! concedi Bismarck, pero la agilidad y la
fortaleza son cualidades bastante comunes. No he visto ningn signo de habilidad en esa carnicera.
Y vaci el vaso como si aquello zanjara la cuestin.
Bien, caballero insisti el viejo Jack, sonriendo, que hay mucha habilidad en ello, no lo
dude usted, le doy mi palabra. Usted no lo ha visto porque no sabe admirarlo, igual que yo no sabra
qu admirar de su schlag-lo-que-sea.
No, usted probablemente no sabra dijo Bismarck.
El tono de su voz hizo que Gully le mirara ceudamente, aunque no dijo nada. Tom Perceval,
intuyendo que poda haber problemas si no se cambiaba de tema, empez a decir algo acerca de la
caza, pero yo vislumbr mi oportunidad de humillar al arrogante prusiano y le interrump.
Quizs usted piense que boxear es muy fcil le dije a Bismarck. Cree usted que podra
aguantar un combate?
Me mir a travs de la mesa.
Con uno de esos camorristas? respondi al cabo de un rato. Un caballero no debe tener
contacto fsico con esa gente, verdad?
No tenemos esclavos en Inglaterra salt yo. No hay ni un solo hombre en torno a esta mesa
que no se sienta contento... y honrado de habrselas con Nick Ward... Pero en su caso... supongamos
que hubiera un barn alemn deportista cuyo contacto no pudiera mancillarle a usted. Lo intentara
con l?
Un momento, Flash... intervino Perceval, pero yo segu.
O un caballero de entre nosotros, por ejemplo? Estara dispuesto a luchar un asalto o dos con
uno de nosotros?
Aquellos fros ojos suyos se posaron en m de manera condenadamente incmoda, pero yo le
mantuve la mirada, porque saba que le tena atrapado. Lo pens un momento y luego dijo:
Es un desafo?
Oh, no! Slo que usted piensa que nuestro antiguo juego es una simple ria de taberna, y me
gustara demostrarle lo contrario. Si me lo pidiera, yo estara dispuesto a intentar ese asunto suyo del
schlager. Bueno, qu me dice?
Veo que usted est ansioso de venganza despus de la carrera del otro da sonri. Muy
bien, capitn. Luchar contra usted.
Creo que me haba tomado por un cobarde que no vala para nada, en lo cual tena razn, y que
tambin pensaba como muchos otros ignorantes que el boxeo era pura fuerza bruta y nada ms,
en lo cual estaba equivocado. Adems, l haba visto que buena parte del asunto consista en la lucha
cuerpo a cuerpo, cosa en la que seguramente tena alguna experiencia. Y saba tambin que era igual
de fuerte y alto que yo. Pero yo tena una sorpresa reservada para l.
No conmigo le dije. Yo no soy Nick Ward. De todos modos, mi idea es la instruccin, no
la venganza, y el mejor instructor del mundo est sentado aqu a tres metros de usted. y seal a
Gully.
Todo lo que yo quera era hacer que Bismarck quedara como un idiota, cosa que yo saba que
Gully poda hacer con una mano atada a la espalda, y as le daba en la cresta. No tena ninguna
esperanza de que Gully le hiciera dao, ya que desgraciadamente el viejo Jack, como la mayora de
los campeones, era una especie de cretino amable y gentil. Ante mi propuesta se ech a rer.
Por Dios, Flashy dijo. Sabes cunto me pagaban por salir a luchar? Y quieres que lo
haga gratis, perro?
Pero Bismarck no se rea.
Es una proposicin absurda dijo. El seor Gully es demasiado viejo.
La risa de Gully se borr de su cara de golpe.
Eh, espere un momento, caballero empez, pero yo ya estaba azuzndole de nuevo.
Ah, es eso? exclam. No se atreve a medirse con un profesional, verdad?
Todo el mundo hablaba a la vez, por supuesto, pero la voz de Bismarck se hizo eco entre todos
ellos.
No tengo ningn inters en saber si es un profesional o no...
O es porque una vez estuvo en la crcel? aad yo.
... sino solamente en que es mucho ms viejo que yo. En cuanto a lo de que estuviera en la
crcel, qu demonios tiene que ver eso?
Usted lo sabe mejor que yo sonre maliciosamente.
Ahora, maldita sea, djenlo ya cort Perceval. Qu demonios es todo esto? Flashy...
Ah, esos aires suyos me ponen enfermo! dije, y su desprecio por Jack. Est bien, es tu
invitado, Tom, pero creo que va demasiado lejos. Que se arriesgue o que se calle. Yo nicamente
sugera que podra intentar un asalto con un boxeador de verdad, para mostrarle que sus burlas
estaban completamente fuera de lugar, y l arruga la nariz como si Gully no fuera lo suficientemente
bueno para l. Es demasiado, digo yo.
Que no soy lo bastante bueno? ruga Jack. Qu demonios...?
Nadie ha dicho nada parecido grit Tom. Flashy, no s qu es lo que pretendes, pero...
La intencin del capitn Flashman es irritarme, aparentemente dijo Bismarck. Pero no ha
tenido xito. Mi nica objecin para boxear con el seor Gully es en atencin a su edad.
Ya est bien con mi edad, gracias! exclam Jack, ponindose rojo. No soy tan viejo que
no pueda habrmelas con alguien que no sabe estar en su sitio.
Intentaron calmarle y hubo mucho jaleo y confusin y no pocas exclamaciones, y el resultado fue
que la mayora de los del grupo, al estar ligeramente borrachos, se quedaron con la idea de que yo
haba sugerido amistosamente a Bismarck que luchara un asalto con Gully, y que de alguna manera l
haba insultado al viejo Jack y le haba menospreciado. Fue Spottswood quien calm las cosas, y
dijo que no haba ningn motivo para los gritos o los sentimientos poco amistosos.
El tema es, quiere el barn probar suerte en un combate amistoso? Eso es todo. Si es as, Jack
le har el favor, verdad, Jack?
No, no dijo Jack, que se haba enfriado de nuevo. Yo no me he subido a un cuadriltero
desde hace treinta aos, hombre. Adems aadi con una sonrisa, no creo que nuestro invitado
est ansioso por intentarlo conmigo.
Eso le consigui una arrogante mirada de Bismarck, pero Spottswood dijo:
Te dir el qu, Jack: si luchas un par de asaltos con l, te vender a Running Ribbons.
Saba cul era el punto flaco de Jack, ya lo ven: Running Ribbons era el hermano de Running
Reins, y un caballo de carreras de primera.[16] Jack refunfu y titube un poco, diciendo que no, que
sus das de lucha haban acabado haca tiempo, pero los chicos, vindole vacilar y encantados con la
idea de contemplar al famoso Gully en accin (y sin duda bajarle un poco los humos a Bismarck) le
apremiaban, animndole y dndole palmadas en el hombro.
Bueno, bueno dijo Jack, ya que su arrebato de mal genio haba desaparecido, y volva a ser
complaciente, si queris, os dir lo que vamos a hacer. Para convencer al barn de que hay ms
cosas en este noble arte de lo que salta a la vista, me comprometo a quedarme de pie frente a l, con
las manos a la espalda, y dejar que intente encajarme unas bofetadas. Qu dice usted a esto, seor?
le pregunt a Bismarck.
El alemn, que haba adoptado un aire muy desdeoso, a pesar suyo, pareci interesado.
Quiere decir que me dejar pegarle, sin defenderse?
Jack hizo una mueca.
Quiero decir que le dejar intentarlo.
Pero yo le golpear... a menos que usted salga corriendo.
Creo que usted no conoce demasiado nuestro idioma todava dijo Jack, sonriendo
amablemente. Cosas como por ejemplo demasiado viejo o salir corriendo, ya sabe. Pero no
se preocupe, caballero... Me quedar quieto.
Hubo una gran conmocin mientras retiraban la mesa y la ponan contra una pared y enrollaban la
alfombra, y todo el mundo se dedic a arrinconar los muebles para dejar espacio para la exhibicin.
Perceval era el nico que no estaba encantado con lo que se le vena encima.
Esto no es correcto dijo, no con un husped; no me gusta. No le hars dao, Jack,
verdad?
No le tocar ni un pelo de la cabeza deca el viejo Jack.
Pero su vanidad puede sentirse un poco herida cuando descubra que no es tan fcil golpear a
un buen boxeador como l se imagina rea Speed.
Eso es lo que tampoco me gusta deca Perceval. Parece como si estuviramos deseando
que quedara como un tonto.
Nosotros no repliqu. l mismo se lo ha buscado.
Y le estar bien empleado a ese bocazas alemn aadi Spottswood. Quin es l para
decirnos cules son nuestros defectos, maldita sea?
Sigue sin gustarme deca Perceval. Maldito seas, Flash, esto es cosa tuya. Y se retir
sombramente, con aire malhumorado.
Al otro lado de la habitacin, Conyngham y uno de los otros chicos estaban ayudando a Bismarck
a quitarse la chaqueta. Era evidente que l se estaba preguntando cmo demonios se haba metido en
aquel fregado, pero pona buena cara, pretendiendo que le diverta y le interesaba, cuando les ataron
los guantes a l y a Jack y le explicaron todo lo que deba hacer. Spottswood condujo a los dos al
centro de la habitacin, donde haban trazado una lnea con tiza en el entarimado, sujetando a ambos
por una mano, pidi silencio.
ste no es un combate regular dijo.
Lstima! grit alguien.
No, no insisti Spottswood, es una exhibicin amistosa en inters de la deportividad y
amistad entre naciones.
Hurra! Rule Britannia! gritaron los chicos.
Nuestro viejo y honorable amigo, Jack Gully, campen de campeones... en ese momento
hubo un hurra atronador, que hizo que el viejo Jack nos dirigiera unas muecas e inclinaciones de
cabeza se ha comprometido generosamente a dejar que Herr Otto von Bismarck se enfrente
valerosamente a l y trate, si puede, de golpearle limpiamente en la cabeza o en el cuerpo. El seor
Gully tambin se compromete a no golpear, pero puede, si lo desea, usar sus manos para defenderse
y parar los golpes. Yo har de rbitro gritos de Vergenza!, Viglale, barn, es un fullero!
y cuando yo lo diga, los contendientes empezarn y pararn. De acuerdo? Ahora, barn, puede
golpear donde quiera por encima de la cintura. Est listo?
Dio unos pasos atrs, dejando a los dos frente a frente. Era una imagen extraa: las grandes
lmparas iluminaban la habitacin como si fuera de da, y su luz se reflejaba en las enrojecidas caras
de los espectadores que estaban sentados o apoyados en los muebles arrimados a las paredes de
madera; en los grabados y trofeos deportivos colgados encima de ellos; en el amplio y pulido suelo
vaco; en la confusin de plata y botellas y platos apilados en la mesa sobre los manteles manchados
de vino; en los dos hombres frente a frente en la lnea de tiza. Nunca hubo una pareja tan extraa de
boxeadores en la historia de este juego.
Bismarck, con camisa, pantalones y zapatos, con los grandes martillos acolchados de sus puos,
poda sentirse incmodo e inseguro, pero tena buen aspecto. Alto, garrido y flexible como un junco,
con su rubio cabello corto brillando bajo la luz, me recordaba a un brutal dios vikingo. Sus labios
estaban tensos, y con los ojos medio cerrados estudiaba a su adversario cuidadosamente antes de
hacer un movimiento.
Gully, por otra parte... el bueno de Gully! En mis tiempos vi a Mace, a Big Hack Heenan y al
pequeo Sayers, y vi tambin a Sullivan batir a Ryan[17] y sacarle diez dlares a Oscar Wilde por
aquella pelea tambin, pero dudo que ninguno de ellos hubiera podido con el Gully de sus mejores
tiempos. No es que yo le hubiera visto en esa poca, pero le vi frente a frente con Bismarck, con casi
sesenta aos, y eso me basta. Como la mayora de cobardes, tengo un secreto respeto por esos
hombres fuertes, verdaderos valientes, por locos que estn, y una admiracin acadmica por la
habilidad, mientras no tenga que sufrir sus consecuencias. Gully era valiente y fuerte e increblemente
hbil.
Se qued de pie con la cabeza hundida entre los macizos hombros, las manos bajas, la cara
curtida como el cuero, sonriendo, aunque levemente, con los ojos fijos en Bismarck bajo sus cejas
pobladas. Pareca tranquilo, confiado, indestructible.
Ya! grit Spottswood, y Bismarck lanz hacia adelante su puo derecho. Jack se inclin un
poco y el puo pas junto a su cara. Bismarck trastabill, alguien se ri y l golpe de nuevo,
derecha e izquierda. La derecha pas junto a la cabeza de Jack, pero la izquierda la detuvo con la
mano. Bismarck dio unos pasos atrs, mirndole, y luego volvi a atacar, dirigindose al estmago
de Jack, ste se limit a girar su cuerpo hacia un lado, casi perezosamente, y el alemn se fue hacia
adelante tambalendose y golpeando el aire.
Todo el mundo lanz vivas y estall en risotadas, Bismarck gir en redondo, con la cara blanca,
mordindose los labios. Jack, que no pareca haberse movido ms de medio metro, le miraba con
inters, y le hizo seas de que lo intentara otra vez. Lentamente Bismarck se recobr, levant las
manos y luego dispar su mano izquierda tal como haba visto hacer a los pgiles aquella tarde. Jack
desvi su cabeza de la trayectoria y luego se inclin un poco hacia adelante para dejar que la otra
mano de Bismarck pasara junto a su cabeza.
Bien hecho, caballero grit. Eso estaba bien. Izquierda y derecha, as es como se hace.
Intntelo de nuevo.
Bismarck lo intent una y otra vez, y durante tres minutos Jack se inclin y gir a un lado y otro y
par un golpe con su puo. Bismarck le golpeaba sin cesar pero nunca acertaba, y todo el mundo
lanzaba vtores y rea. Finalmente Spottswood dijo: Ya!, y el alemn se qued all, respirando
fatigosamente y con la cara escarlata por el esfuerzo, mientras Jack estaba tan sereno como cuando
empez.
No les haga caso, caballero dijo. Ninguno de ellos lo habra hecho mejor, y la mayora no
tan bien como usted. Es usted rpido, puede mejorar todava, y no se mueve mal para ser un novato.
Est convencido ahora, barn? dijo Spottswood. Bismarck, que haba recuperado ya la
respiracin, mene la cabeza.
Que se necesita habilidad, lo admito dijo, a lo cual todo el mundo dej escapar un irnico
hurra. Pero le agradecera se dirigi a Jack que me dejara intentarlo de nuevo, y esta vez que
l intente pegarme tambin.
Al or esto, los idiotas lanzaron vivas y dijeron que era un valiente y un deportista, y Perceval
dijo que no lo permitira, y pidi que la lucha se detuviera inmediatamente. Pero el viejo Jack, con
una sonrisa burlona dijo:
No, no, Tom. Este chico tiene ms madera de boxeador que ninguno de los que conocis. Es
muy fcil boxear con alguien que no devuelve los golpes. Vas practicando algunos ganchos,
tranquilamente, y cuando vuelves a casa puedes presumir de que has estado en una pelea.
As que volvieron a pelear de nuevo, y Jack empez a moverse de aqu para all, gil como un
bailarn para sus aos, y golpe a Bismarck en la cabeza, la barbilla y el cuerpo, mientras el otro le
diriga golpes pero no acertaba. Yo animaba y jaleaba a Bismarck cada vez que fallaba, ya que
quera que se diera cuenta de que estaba quedando como un idiota, y l atacaba con ms furia,
dirigiendo golpes a la cabeza y los hombros de Jack mientras el viejo campen se volva, le
esquivaba y se deslizaba a un lado, dejndole tambalearse.
Ya basta! grit alguien. Se acab el tiempo, chicos, bebamos! Hubo algunas voces
que gritaron aj, aj, as que Jack dej caer las manos y mir a Spottswood. Pero Bismarck se
abalanz sobre l y Jack se defendi con la izquierda, le golpe un poco ms fuerte de lo que
pretenda y le hizo sangre en la nariz.
Eso detuvo al alemn en seco y Jack, todo alicado, se dirigi a l para disculparse, cuando ante
la sorpresa de todo el mundo Bismarck se acerc a l, le agarr por la cintura, lo levant en volandas
y lo tir violentamente al suelo. Jack aterriz con un tremendo golpe, dando con la cabeza en las
tablas, y enseguida todo el mundo se ech a sus pies, gritando y animndole. Algunos exclamaban:
Trampa!, mientras otros aplaudan al alemn (eran los ms borrachos) y hubo un repentino
silencio cuando Jack sacudi la cabeza y lentamente se puso de pie.
Pareca agitado y furioso, pero se controlaba.
Est bien, caballero dijo. No saba que jugbamos a eso. Supongo que no le haba
pasado nada parecido en toda su vida, y su orgullo estaba ms herido que su cuerpo. Es culpa ma,
por no estar en guardia dijo. Bueno, bueno, dejmoslo. Ya puede decir que ha hecho besar el
suelo a John Gully. Y mir a su alrededor, como intentando leer lo que todo el mundo estaba
pensando. Ser mejor que lo dejemos ahora, creo dijo al fin.
No quiere continuar? grit Bismarck. Pareca bastante agotado, pero su voz segua teniendo
una nota arrogante.
Gully le mir un momento.
Mejor que no dijo.
La habitacin estaba incmodamente tranquila, hasta que Bismarck lanz una risa y alz los
hombros.
Oh, muy bien! dijo. Ya que usted lo desea... Aparecieron dos manchas rojas en las
mejillas plidas de Jack.
Creo que es mejor dejarlo ahora dijo, con su vozarrn. Si usted es inteligente, caballero,
aprovechar esta ocasin.
Como quiera dijo Bismarck, y para mi satisfaccin, aadi: Es usted quien est dando por
acabada la pelea, no yo.
La cara de Jack era un poema. Spottswood tena una mano en su hombro, y Perceval estaba a su
lado, mientras el resto le rodeaba, hablando con excitacin, y Bismarck le miraba con su antiguo
orgullo y desdn intactos. Era demasiado para Jack.
Est bien dijo, apartando a Spottswood. En guardia.
No, no grit Perceval, esto ya ha ido demasiado lejos.
Yo no abandono ante nadie dijo Jack, implacable como un verdugo. Dejar la pelea, no
es eso? l s que la va a dejar, eso est claro.
Por el amor de Dios, hombre dijo Perceval. Recuerda quin eres, y quin es l. Es un
invitado, un extranjero...
Un extranjero que ha hecho trampas dijo el viejo Jack.
No conoce las reglas.
Fue una mala jugada.
Fue un buen golpe.
No, no lo fue.
El viejo Jack respiraba pesadamente.
Mira dijo, le concedo que me tir cuando yo no estaba en guardia, sin saber que aquello
era una ventaja desleal, por haberle hecho sangre en las narices. Se senta furioso y no pensaba,
porque yo le estaba haciendo papilla. Le estrechar la mano si quiere... pero no soportar que vaya
por ah vanaglorindose y diciendo que yo abandon la pelea. Nadie dice eso de m... no, ni el
propio Tom Cribb, por Dios!
Todo el mundo empez a gritar a la vez. Perceval trataba de apartarlos a todos y calmar a Jack,
pero la mayora estbamos contentos de ver aumentar la enemistad: no se vea cada da boxear a
Gully furioso, lo cual pareca dispuesto a hacer. Tom apel a Bismarck, pero el alemn, con una
sonrisa de superioridad, dijo solamente:
Estoy preparado para continuar.
Despus de eso, por mucho que lo intent, Tom fue vencido por mayora y al momento ya estaban
enfrentndose otra vez. Yo estaba encantado, por supuesto; esto era ms de lo que esperaba, aunque
tema que el buen corazn de Gully dejara a Bismarck salir poco castigado de aquello. Su orgullo
estaba herido, pero l era un tipo honrado, as que me imagin que se iba a limitar a sacudir fuerte al
alemn un par de veces, para ensearle quin era el jefe, y dejarlo. Perceval esperaba eso tambin.
Ten cuidado, Jack, por el amor de Dios, deca, y entonces empezaron la pelea.
No s qu es lo que esperaba Bismarck. No era un loco, y Gully haba demostrado ya que el
alemn era un nio en sus manos. Supongo que pensaba que tendra una oportunidad de tirar a Gully
de nuevo, y era demasiado condenadamente engredo para dejarlo. El caso es que se acerc
balanceando los dos brazos, y Jack le golpe en el corazn y luego le coloc un limpio de izquierda
en la cabeza cuando estaba desequilibrado que le hizo caer al suelo.
Tiempo! grit Spottswood, pero Bismarck no lo entendi, y ponindose de pie de un salto,
se tir sobre Gully, y con un golpe afortunado le dio en la oreja. Jack se tambale, se enderez y
como por instinto coloc dos golpes en el vientre de Bismarck. ste se vino abajo, jadeando y
respirando fuerte, y Perceval corri hacia l, diciendo que todo haba acabado, que no toleraba ms
aquello.
Pero el alemn, cuando se levant, recuper el aliento y se limpi el hilo de sangre de la nariz.
Estaba decidido a seguir. Gully dijo que no, y Bismarck le sonri despectivamente, y el resultado fue
que se enzarzaron de nuevo, y Gully le dej tirado a sus pies.
Pero volvi a levantarse, y ahora Gully estaba asqueado y se negaba a seguir, y cuando baj las
manos Bismarck le golpe, as que Gully le impact en la cara y le mand de cabeza al suelo, y al
momento Gully estaba maldicindose por tener tan mal genio y llam a Spottswood para que le
quitara los guantes, y Tom se acercaba a Bismarck, que estaba en el suelo. Qu esplndida imagen
ofreca Bismarck, con la cara llena de sangre! Hubo un tremendo escndalo, los borrachos gritaban
Vergenza!, Detengan la pelea! y Dale de nuevo!; Perceval casi lloraba de indignacin;
Gully daba saltitos en un rincn, jurando que l no quera herir al chico, pero, qu poda hacer?; a
Bismarck, con la cara blanca, le ayudaban a sentarse en una de las sillas, mientras le secaban la cara
y le daban brandy. Hubo disculpas, protestas, y Gully y Bismarck finalmente se dieron la mano, y
Jack dijo que, como ingls, estaba avergonzado de s mismo. Podra perdonarle Bismarck? ste, con
la boca tumefacta y cortada donde le haba alcanzado el ltimo golpe de Jack y su fina nariz
aristocrtica encostrada con su propia sangre (yo habra dado veinte guineas por verla
adecuadamente machacada), dijo que no era nada, y que le estaba muy agradecido al seor Gully por
las instrucciones que le haba dado. Luego aadi que era capaz de continuar, y que la lucha no se
haba detenido a peticin suya, ante lo cual el viejo Jack aspir aire con fuerza pero no dijo nada, y
los otros lanzaron hurras y Conyngham grit: Bien por el prusiano! Menudo pjaro! Hurra!.
Esta fue la seal para empezar a beber de nuevo, mientras dos de los chicos, llenos de ardor
pugilstica, se ponan los guantes y empezaban a boxear, completamente borrachos, y al final
acababan, perdida la paciencia, enzarzados en el suelo. Perceval se qued junto a Bismarck,
murmurando disculpas, mientras el alemn les deca que se apartaran y beba cuidadosamente brandy
a travs de su boca maltratada. Gully simplemente se dirigi a la cmoda y se sirvi bebida hasta
quedar completamente intoxicado. Nadie le haba visto nunca tan afectado y con un aspecto tan
desconsolado, ni se saba que bebiera ms que una modesta cantidad. Pero yo s por qu hizo
aquello: estaba avergonzado. Es una cosa terrible tener ideales y conciencia, y no digamos nada del
orgullo profesional. Despus me dijo que hubiera sido preferible sufrir por haber sido apaleado.
Golpear a Bismarck era la cosa ms vergonzosa que haba hecho en su vida, dijo.
Yo habra estado encantado de hacerlo, personalmente, si hubiera tenido su habilidad y habra
dejado a ese presuntuoso alemn sin un solo diente en la boca. Cuando la bebida estaba en su punto
lgido y el tumulto decreca, me arriesgu a acercarme a Bismarck, que segua sentado, sorbiendo
delicadamente de su vaso. Se volvi y me mir, frunci el ceo y dijo:
Todava no puedo situarle, capitn. Es de lo ms intrigante. Pero ya me acordar, no lo dude.
Sin embargo, confo en que no haya quedado decepcionado con su entretenimiento nocturno.
Podra haber sido mejor dije yo, haciendo una mueca.
Aun as, usted lo ha planeado todo muy bien. Tengo que agradecrselo. y se toc los labios y
la enrojecida nariz. Un da har que usted cumpla su promesa y le ensear el juego del schlager.
Estoy ansioso por verlo; veremos cunto crdito obtiene usted en el deporte de mi pas.
Ms del que usted ha obtenido del mo, espero
dije yo, riendo.
Espermoslo replic, pero lo dudo.
Vyase al diablo.
Volvi la cabeza, riendo para s.
Despus de usted.
3
Entre las dificultades que uno tiene al escribir sus memorias se encuentra el hecho de que las
cosas no transcurren suavemente, como en una novela o en una obra de teatro, de un acto al siguiente.
He descrito cmo conoc a Rosanna James y a Otto, pero salvo un prrafo en el Times sobre el
divorcio del capitn James a finales de ao, no volv a hablar de ella hasta despus de algunos
meses. En cuanto a Bismarck, debo decir que pasaron unos aos antes de volver a encontrarme con l
de nuevo. Fue demasiado pronto.
Debo saltar, por tanto, unos cuantos meses para relatar mi segundo encuentro con Rosanna, que lo
recuerdo porque tengo una buena memoria y un gran celo en saldar mis viejas deudas. Rosanna se
hallaba en la columna del debe del libro contable de Flashy, as que cuando lleg la oportunidad de
cobrarme la aprovech.
Fue en el verano siguiente. Yo estaba todava en Londres, oficialmente esperando al to Bindley
de la Guardia Montada para que me encontrara un destino, pero la verdad es que vagaba por la
ciudad y me dedicaba a la vida alegre. No era sta tan alegre como lo haba sido, pues aunque yo era
todava una especie de dolo en los crculos militares, mi brillo empezaba a apagarse entre el gran
pblico. El hroe de ayer cae en el olvido pronto, y aunque a Elspeth y a m no nos faltaban
invitaciones durante la temporada, me daba la impresin que no era celebrado tan clidamente como
antes. Yo ya no era el centro de atraccin; algunas personas incluso parecan irritarse si mencionaba
Afganistn; en una reunin o decir a uno que ya se saba de memoria cada maldita piedra del fuerte
de Piper, y que podra conducir a un grupo de turistas entre las ruinas.
Esto no tiene nada que ver, pero fue una de las razones por las que empec a encontrar aburrida
la vida en los meses siguientes, y a prepararme para la accin cuando lleg la oportunidad.
He olvidado qu me llev exactamente a uno de los teatros de Haymarket aquella tarde de mayo.
Actuaba una actriz, o era una acrbata quizs, a la que andaba persiguiendo por entonces, as que
puede que fuera por ella. En todo caso, estando en un lateral del escenario durante un ensayo con
alguno de los Gents y Mooners,[18] observ que haba una mujer practicando pasos de danza en el
otro lado. Fue su figura lo que cautiv mi atencin; llevaba las mallas color carne que habitualmente
usan las bailarinas de ballet, y yo no haca ms que admirar sus piernas cuando se volvi de perfil y
cul no sera mi asombro al reconocer a Rosanna.
Llevaba el cabello de otra manera, con raya en medio sujeto por detrs con un pauelo, pero no
haba error posible en reconocer la cara o la figura.
Esplndida pieza, eh? dijo uno de los Mooners. Dicen que Lumley, es su representante,
le paga una fortuna. Por mi vida que yo hara lo mismo, no?
Aj dije para mis adentros, cmo es posible? Le pregunt al Mooner, con disimulo,
quin podra ser aquella mujer.
Es una bailarina nueva, ya lo ves me contest. Parece que la pera da bastante dinero
ltimamente, y Lumley la ha contratado para que baile entre acto y acto. Cree que ser un xito, y con
esas piernas apuesto a que lo ser. Mira aqu.
Me dio un folleto impreso y le:

TEATRO DE SU MAJESTAD
Atraccin especial
El seor Benjamin Lumley tiene el honor
de anunciarles que en los entreactos de la
pera, doa Lola Montes, del Teatro Real
de Sevilla, tendr el honor de hacer su
debut en Inglaterra con la danza espaola
original El Oleano.

No es deliciosa? deca el Mooner. Mira, mira qu saltitos da!


sta es Lola Montes? pregunt. Cundo acta, lo sabes?
Empieza la semana que viene. Acudir a verla mucha gente, no me extraara. Oh, esa
encantadora Lola!
La verdad es que yo nunca haba odo hablar de Lola Montes, pero algo haba all que me
interesaba. Hice algunas averiguaciones discretamente y pareca que media ciudad hablaba de ella,
tal era el revuelo que Lumley haba armado para presentar a su nueva y hermosa atraccin. Los
crticos por anticipado hablaban de la bella andaluza y predecan un tremendo xito, pero nadie
saba que no era una genuina artista espaola. Yo no tena duda; haba estado lo bastante cerca de
Rosanna James para estar seguro de que no era as.
Al principio simplemente me divirti, pero luego se me ocurri que aqulla era una oportunidad
bajada del cielo para vengarme de ella. Si la desenmascaraba y se saba quin era realmente, sera
una forma esplndida de darle su merecido. Tambin le enseara a no volver a tirarme orinales.
Pero cmo hacerlo? Lo pens y cinco minutos ms tarde haba encontrado la respuesta.
Recordaba, por las conversaciones que habamos tenido durante nuestra semana de pasin, que
ella mencionaba a lord Ranelagh, que era uno de los chicos ms conocidos de la ciudad. Lola
hablaba y no paraba de sus admiradores, y entre ellos estaba Ranelagh, a quien haba rechazado y
humillado vergonzosamente. Yo slo le conoca de vista, pues como un autntico dandi que era no
prestaba mucha atencin a los hroes, si no eran de clase alta (y yo no lo era). Pero por lo que haba
odo, tambin era un vicioso de marca mayor, y por tanto el hombre adecuado para m.
Me col en su club cuando el portero no miraba y le encontr en el saln de fumar. Estaba
fumando echado en un sof, con el sombrero encima de las cejas. Fui directamente a l.
Lord Ranelagh dije. Cmo est usted? Soy Flashman.
Abri un ojo perezosamente bajo el ala de su sombrero, con aire arrogante y me dice:
Estoy seguro de que no tengo el honor de conocerle. Adis.
No, no, tiene que recordarme insist. Harry Flashman, ya sabe.
Se ech el sombrero hacia atrs y me mir como si fuera un mendigo.
Ah! dijo al final, con una sonrisa desdeosa. El guerrero afgano. Bueno, qu pasa?
Me he tomado la libertad de llamar a Su Seora porque he tenido la oportunidad de
encontrarme casualmente con una persona conocida de ambos.
No puedo imaginar que tengamos ningn conocido comn dijo l con voz gangosa, a
menos que est usted relacionado con uno de mis caballerizos.
Yo me ech a rer de buena gana, aunque sent deseos de darle una patada en su noble trasero.
Pero le necesitaba, ya saben, as que no me qued ms remedio que hacerle la pelota.
Claro, claro dije. Pero ocurre que se trata de una dama. Estoy seguro de que esto ser de
inters para Su Seora.
Es usted proxeneta, por casualidad? Si es as...
No, milord, no lo soy. Pero pens que le gustara or algo acerca de la seorita James...
Elizabeth Rosanna James.
Frunci el ceo, sacudi la ceniza de su barba ridcula, que le cubra la mitad de la pechera de la
camisa, y pregunt:
Qu pasa con esa mujer, y qu demonios tiene que ver ella con usted?
Nada, milord repuse yo. Pero resulta que acta en el Teatro de Su Majestad la prxima
semana, fingiendo ser una famosa bailarina espaola. Doa Lola Montes se hace llamar ahora, y
pretende ser de Sevilla. Una impostura desvergonzada.
l se qued pensativo, y mientras yo vea trabajar su mente viciosa.
Cmo lo sabe?
La vi en los ensayos, y no hay ninguna duda... es Rosanna James.
Y por qu tendra que interesarme eso a m?
Yo me encog de hombros, y l pregunt cul era mi propsito al decrselo.
Oh!, estoy seguro de que querr asistir a su primera actuacin... y presentar sus respetos a una
vieja amiga. Y si es as, me gustara solicitar una plaza para m en su palco entre su grupo. Siento por
ella el mismo afecto que estoy seguro siente Su Seora.
l me mir detenidamente.
Es usted una criatura singularmente desagradable dijo. Por qu no la desenmascara usted
mismo, si es eso lo que quiere?
Estoy seguro de que Su Seora tiene un cierto estilo para estas cosas como es bien conocido,
mientras que yo... Yo no quera ser el centro de ningn escndalo, pero quera tener un asiento de
primera fila para el espectculo.
Y as le hago yo el trabajo sucio, eh? Muy bien.
Ir?
Eso no es asunto suyo replic. Buenos das.
Podr ir yo?
Querido seor, no puedo prohibirle que vaya adonde usted desee. Pero le prohbo
terminantemente que se dirija a m en pblico.
Y se volvi de lado, dndome la espalda. Yo estaba satisfecho: no caba duda de que l ira y
desenmascarara a Doa Lola. Tena su propia deuda que saldar, y era tambin el tipo de perro
rastrero capaz de hacerlo.
Y efectivamente, cuando el lunes siguiente, la multitud elegante llegaba al Teatro de Su Majestad,
lord Ranelagh y un grupo de dandis aparecieron en dos coches. Yo estaba cerca, y me reun con ellos
en la puerta; l se fij en m, pero ni me dirigi la palabra, yo le segu al gran palco que haba
reservado, directamente encima del escenario. Algunos de sus amigos me dirigieron miradas
desdeosas, y yo tom asiento muy sumiso al fondo del palco, mientras Su Seora se exhiba en la
parte delantera. Sus amigos y l hablaban en voz alta y rean, para demostrar lo muy selectos que
eran.
Era un lugar esplndido, adecuado para la pera, El barbero de Sevilla. Yo estaba asombrado
por los asistentes: la Reina Madre en el palco real, con una pareja de prncipes extranjeros; el viejo
Wellington, arrugado como una pasa, con ojos de lince, con su duquesa; Brougham, el ministro; la
baronesa de Rothschild, el conde Esterhzy, el embajador belga y muchos otros. De hecho los ms
eminentes viejos lujuriosos de la poca, porque yo no tena duda de que no haban venido por la
msica. Lola Montes era la atraccin de la noche, y las conversaciones en la platea no versaban
sobre otra cosa. Corra el rumor de que en algunas reuniones selectas para los grandes de Espaa
haba bailado desnuda; tambin se comentaba que una vez fue la favorita de un harn turco. Oh,
estaban todos en un buen estado de excitacin cuando se alz el teln!
Mi idea del entretenimiento teatral, lo admito, es el music-hall. Lo que a m me va son las chicas
macizas y los comediantes vulgares, los dramas y la msica seria me aburren mortalmente. El
barbero de Sevilla me pareci un completo aburrimiento: salan chillando unos italianos gordos a los
que no se les entenda ni palabra. Le el programa durante un rato, y encontr ms entretenimiento en
los anuncios que en el escenario: Corss anatmicos de la seora Rodd, aseguran a la portadora una
figura de asombrosa simetra. Recuerdo que pens que la primera actriz de El barbero podra
haberse beneficiado de los productos de la seora Rodd. Tambin prometan muchas maravillas de
las mquinas patentadas de enemas Jackson, usadas por la nobleza en sus viajes. Yo no era el nico,
de eso me di cuenta, que encontraba la pera tediosa. Haba bostezos en la platea, y Wellington (que
estaba cerca de nuestro palco) roncaba y su duquesa tuvo que darle un codazo en las costillas. Acab
el primer acto, y cuando cesaron los aplausos todo el mundo se puso de pie, expectante; sonaron unos
arpegios de msica espaola desde la orquesta y Lola (o Rosanna) sali deslumbrante al escenario.
No soy una autoridad en danza; yo pago por ver a la bailarina, no el baile, pero me pareci que
era condenadamente buena. Su extraordinaria belleza dej la platea sin habla. Llevaba un corpio
negro, de escote tan bajo que sus pechos pugnaban por salirse, y la diminuta faldita rosa mostraba
con gran generosidad sus piernas. El esbelto cuello y los hombros blancos, el cabello negro como el
carbn, los ojos de fuego, los labios escarlata curvados casi con desdn... el conjunto era
sorprendente y extico. Ya conocen esos vibrantes ritmos espaoles; el auditorio segua hechizado y
con autntica pasin sus movimientos, sus gestos y el zapateado. Ella se mostraba al mismo tiempo
incitante y desafiante. Dudo que hubiera un solo movimiento o gesto en toda la danza al que un
maestro hubiera podido poner objeciones, y sin embargo el efecto en conjunto era muy sensual.
Pareca decir: Duerme conmigo... si te atreves, y todos los hombres que haba all la desnudaban
con la mirada. Lo que pensaban las mujeres no puedo imaginarlo, pero supongo que la admiraban
casi tanto como les disgustaba.[19]
Cuando acab, con un taconeo final y el resonar de los platillos de la orquesta, el teatro se vino
abajo. Todo eran vtores y aplausos, ella se qued un momento quieta como una estatua, mirando
orgullosamente hacia abajo, y se retir rpidamente del escenario. El aplauso fue ensordecedor, pero
ella no volvi, y hubo suspiros y unos pocos silbidos cuando el teln se levant de nuevo con el
siguiente acto de la pera, y los malditos macarronis empezaron a chillar otra vez.
Mientras tanto, Ranelagh se haba sentado tieso en su silla, mirndola, pero no dijo ni una
palabra. No concedi la menor atencin a la pera, pero cuando Lola volvi a aparecer para su
segunda intervencin, que era incluso ms tempestuosa que la primera, la examin con sus anteojos
ostentosamente. Todo el mundo estaba haciendo lo mismo, por supuesto, con la esperanza de que el
corpio se le soltara, lo que pareca probable que ocurriese en cualquier momento, pero cuando
sonaron los aplausos, ms fuertes que nunca, l permaneci con los anteojos pegados a sus ojos, y al
retirarse ella vi que frunca el ceo con perplejidad. Todo aquello conduca rpidamente al
desenlace, por supuesto, y cuando Lola apareci de nuevo abanicndose por tercera vez, le o
murmurar a su vecino ms prximo:
Chicos, no me quitis los ojos de encima. Voy a decir unas palabras, y veremos algo divertido.
Ella continuaba con la danza, mostrando una generosa porcin de sus muslos y deslizndose
sinuosa, atisbando por encima de su abanico, y al final hubo un torrente de aplausos y vtores,
cayeron ramos de flores en el escenario y la gente se puso de pie aplaudiendo frenticamente. Ella
sonri por primera vez, inclin la cabeza y envi besos al pblico delante del teln, y entonces de
repente, en nuestro palco se oy un sonoro abucheo, ante el cual los aplausos titubearon y cesaron.
Ella se volvi a mirar furiosamente en direccin a donde estbamos nosotros, y mientras el abucheo
se haca cada vez ms intenso, sonaron airados gritos y protestas desde el resto del teatro. La gente
estiraba el cuello para ver de dnde sala aquel folln, y Ranelagh, una imponente figura con su
barba negra y sus ropas elegantes, se puso de pie y grit con claridad:
Pero bueno, esto es un autntico fraude, seoras y seores! Esa mujer no es Lola Montes. Es
una chica irlandesa, llamada Betsy James!
Hubo un segundo de silencio y luego un tremendo escndalo y gritero. El abucheo empez de
nuevo, con gritos de Fraude! e Impostora!, y volvieron a sonar aplausos y furiosos gritos y
silbidos desde la galera. En un momento la predisposicin del pblico haba cambiado
rotundamente; tomando ejemplo de Ranelagh y sus aduladores, empezaron a abuchearla; cayeron
monedas en el escenario; el director de orquesta, mirando al pblico boquiabierto, dej caer su
batuta y se retir, y finalmente estall un autntico frenes: la gente reclamaba que les devolvieran el
dinero y le gritaban furiosos que se volviera a las marismas de Donegal.
Lola, de pie, estaba furiosa, y cuando se acerc a nuestro palco algunos de los chicos se echaron
atrs para quitarse de su alcance. Se qued de pie un momento ms, respirando agitadamente,
escudriando el palco... Oh, s, me reconoci, y cuando empez a maldecirnos pens que se diriga
tanto a m como a Ranelagh. Desgraciadamente, juraba en ingls, y la multitud lo capt todo y chill
ms fuerte que nunca. Ella tir al suelo el ramo que llevaba, lo pisote, lo lanz de una patada hacia
la orquesta y con una ltima maldicin en nuestra direccin, sali corriendo del escenario mientras
caa el teln.[20]
Debo decir que estaba encantado: ni me haba imaginado que aquello pudiera acabar tan bien.
Mientras nos apretujbamos para salir del lugar El barbero, por supuesto, fue completamente
olvidado con la emocin yo me acerqu a Ranelagh y le felicit. Yo mismo no poda haberme
vengado de ella tan maravillosamente, y as se lo dije. l me dirigi un fro asentimiento y se fue, el
muy esnob, pero yo no estaba de humor para pensar demasiado: me haba tomado mi desquite con la
seorita Lola por sus crticas e insultos, y volv a casa de muy buen humor.
Ya no tena nada que hacer en la escena londinense, por supuesto. Lumley la despidi, y aunque
hubo un par de intentos de presentarla en otros teatros, el dao estaba hecho. De momento, todos
parecan recordarla como la seorita James, y aunque ella escribi una carta a la prensa
desmintindolo todo, nadie la crey. Pocas semanas despus desapareci, siendo se, pensaba yo, el
fin de Lola Montes por lo que a m concerna. Que tuviera buen viaje. Fue una maravillosa
compaera de cama a su manera, no lo niego. El recuerdo de su figura arrodillada desnuda entre la
ropa de la cama todava me excita... pero nunca me gust especialmente, y me alegr al ver cmo la
empaquetaban.
Pero no fue su fin, ni muchsimo menos. Pasaron algunos aos antes de volverla a ver en
circunstancias con las que no poda haber soado nunca, saba de ella de vez en cuando por los
peridicos, pero siempre eran noticias sensacionalistas. Pareca tener una habilidad especial para
meterse en sitios importantes y crear escndalos. Primero se dijo que haba azotado con una fusta a
un polica en Berln; luego que bail sobre las mesas durante un banquete cvico en Bonn, en
homenaje al prncipe Alberto y nuestra Reina, que estaban de visita oficial en aquel momento. Luego,
que haba actuado en Pars, y como el pblico no se mostraba predispuesto, se quit las ligas y los
pololos y los lanz a la galera; inici un tumulto en las calles de Varsovia y cuando trataron de
arrestarla, mantuvo a raya a los policas sacando unas pistolas. Y por supuesto, tuvo montones de
amantes, la mayora de ellos bien situados: el virrey de Polonia, el zar de Rusia (aunque dudo de que
esto fuera verdad), y Franz Liszt;[21] Estuvieron juntos dos o tres veces, y cuando el msico se cans
de ella l la encerr en la habitacin de un hotel y se escabull por la puerta de atrs.
Yo le conoc ms tarde, por cierto, y discutimos acerca de la encantadora Lola y encontramos que
estbamos muy de acuerdo. Igual que yo, l la admiraba como amante, pero la encontraba demasiado
dominante. Es un fuego que te consume me dijo, sacudiendo su blanca cabeza con pena, y ya
me han hecho dao... muchas veces. Yo le compadec; a m me azotaba mientras hacamos el amor
con un cepillo del pelo, pero con l us una correa de perro, y l era un tipo frgil, ya saben.
En resumen, durante los aos siguientes me llegaban de vez en cuando estos cotilleos. En aquella
poca yo pasaba mucho tiempo fuera de Inglaterra... tal como dejar registrado en otra parte de mis
memorias, si me veo capaz de escribirlas. Mis hazaas de mediados de los aos cuarenta del siglo
no cuadran con mi relato actual, as que las pasar por alto por el momento y llegar a los hechos que
tuvieron como preludio mi encuentro con Lola y Otto Bismarck.
4
Ahora me doy cuenta de que si no hubiera abandonado a Speedicut aquella noche, no hubiera sido
descorts con Bismarck, no hubiera incitado a Jack Gully a que le diera una paliza, y, finalmente, no
me hubiera vengado de Lola delatndola a Ranelagh... Sin todos esos si, no habra vivido una de
las ms espantosas e increbles experiencias de mi vida. Ni, por supuesto, se habra escrito otro
glorioso captulo en la heroica carrera de Harry Flashman, ni tampoco una famosa novela.
Sin embargo, he visto demasiadas cosas en la vida para preocuparme de tanto si y tantos
peros. No se puede hacer nada al respecto, y si al final uno acaba ya octogenario con dinero en el
banco y bebida en casa... sera un loco deseando que las cosas hubieran funcionado de otra manera.
De todos modos, yo estaba en casa de nuevo en Londres en 1847, con dinero en el bolsillo por
primera vez... Adems, mi propio dinero, deshonestamente conseguido, pero no ms sucio que los
fondos que el viejo Morrison, mi suegro, nos daba por caridad para mantenernos respetablemente
por el bien de mi hijita. Su hijita, mi Elspeth, se mostr tan encantada de verme como nunca;
todava nos entendamos muy bien entre las sbanas, aunque ella me engaase con sus admiradores.
Yo haba dejado ya de preocuparme por eso tambin.
Sin embargo, cuando llegu a casa, esperando recuperarme durante unos meses de los efectos de
una bala de pistola que se me haba incrustado en la espalda, me esperaba una desagradable
impresin. Mis queridos suegros, los seores Morrison de Paisley, vivan ahora permanentemente en
Londres; yo no les haba visto demasiado, gracias a Dios, desde que me cas con su hermosa, cabeza
hueca y golfa hija algunos aos antes, cuando era un joven subalterno en los hsares de Cardigan. A
la sazn nos detestbamos mutuamente, y el tiempo no haba suavizado aquel sentimiento por ninguno
de los dos lados.
Para empeorar las cosas, mi padre estaba fuera de casa. En los ltimos aos el viejo le daba
bastante duro a la botella, y bastante duro para l significaba empaparse en licor a cada momento de
vigilia. Una o dos veces haban tenido que llevarlo al campo donde le desintoxicaban y expulsaban
los ratones rosa que le mordisqueaban los dedos y los pies eso era, al menos, lo que l deca
pero al parecer volvan de nuevo, y tena que estar fuera sufriendo otra cura.
Muy bien dijo desdeosamente el viejo Morrison. Era mi primera noche en casa y
estbamos cenando. Yo haba esperado pasar la velada en la cama con Elspeth, pero por supuesto
tenamos que ser corteses e invitar a sus padres, estupendo, realmente. Beber hasta matarse,
supongo.
Probablemente dije yo. Su padre y su abuelo lo hicieron, as que no veo por qu no
tendra que hacerlo l.
La seora Morrison, quien, desafiando a todo clculo de probabilidades, con los aos se haba
ido pareciendo cada vez ms a un buitre, dio un respingo de disgusto al or esto, y el viejo Morrison
dijo que no dudaba de que el hijo de la casa seguira las huellas de sus alcohlicos antepasados.
No se extrae dije yo, sirvindome ms clarete. Tengo una excusa mucho mejor de la que
tuvieron ellos.
Y eso qu quiere decir, seor? se ofendi el viejo Morrison. Yo no me atrev a decrselo,
as que l empez un discurso acerca de la ingratitud y la perversidad y mis hbitos disolutos y los
de mi familia, y acab con su antigua lamentacin por el hecho de que su hija se hubiese casado con
un derrochador y un rufin, que no tena siquiera la decencia de permanecer en casa con su mujer
como un cristiano, sino que deba estar siempre vagando por ah como Ismael...
Un momento dije yo, porque estaba harto de todo aquello. Desde que me cas con su hija,
he estado dos veces fuera, al servicio de mi pas, y en la primera ocasin al menos volv a casa con
bastante renombre. Me parece que usted se apresur a presumir de su distinguido yerno cuando volv
de la India en 1842.
Y de qu te ha servido todo eso? exclam l, desdeoso. Qu eres? Todava un capitn,
y probablemente seguirs sindolo por mucho tiempo.
Nunca se cansa de recordar a Elspeth en sus cartas que es usted quien mantiene a esta familia,
esta casa y todo lo dems. Cmpreme un grado de mayor, si el rango militar significa tanto para
usted.
Maldita sea tu desfachatez! No es bastante que os mantenga a ti y al borracho de tu padre
fuera de la pobre casa a la que pertenecis?
Yo pensaba que s dije, pero si usted quiere que escale el rbol militar tambin..., eso
cuesta dinero, ya sabe.
Bueno, que me ahorquen si me sacas un penique ms replic, cortante. Ya me gasto
bastante dinero en lujos extravagantes. Y me pareci que lanzaba una mirada a su avinagrada
esposa, que aspir por la nariz y enrojeci un poco.
Qu es esto me pregunt yo. No creo que ella le haya pedido que le compre un par de
grados militares. La Guardia Montada no la aceptara, de todos modos, no como oficial: como
sargento herrador, quiz, pero no ms.
No se dijo nada ms durante la comida, que acab con una feliz atmsfera de emponzoada mala
voluntad, pero obtuve una explicacin de Elspeth cuando se retiraron por la noche. Parece ser que a
su madre le preocupaba cada vez ms su incapacidad para casar a las dos hermanas vrgenes de
Elspeth. La mayor, Mary, estaba bien colocada con un comerciante en Glasgow, dando a luz a buen
ritmo, pero Agnes y Grizel estaban todava solteras. Yo le dije que seguramente haba suficientes
cazafortunas en Escocia dispuestos a hincarle el diente al dinero de su padre, pero ella dijo que no,
que su madre los haba espantado a todos. Ella apuntaba ms alto, razonando que si Elspeth haba
sido capaz de pillarme a m, que tena parientes con ttulo y estaba al menos a medio camino en el
gran mundo de la buena sociedad, Agnes y Grizel podan hacerlo mejor.
Est loca exclam. Si tuvieran tu aspecto podran tener media oportunidad, pero echar un
vistazo a tus queridas hermanas espanta a cualquier pretendiente a un kilmetro de distancia. Lo
siento, querida, pero no son aceptables, ya lo sabes.
Mis padres, ciertamente, carecen de categora dijo Elspeth con rotundidad. Casarse conmigo
la haba convertido en una maravillosa esnob. Eso lo admito. Pero mi padre es extremadamente
rico, como ya sabes...
De orle a l, no es gracias a nosotros precisamente.
... y t sabes, Harry, que pocos de nuestros conocidos con ttulo haran remilgos a una buena
dote. Creo que con las presentaciones adecuadas, mam puede encontrar maridos muy aceptables
para ellas. Agnes es fea, ciertamente, pero la pequea Grizel es bonita, y su educacin ha sido casi
tan esmerada como la ma.
No es fcil para una bella joven de ojos azules, piel lechosa y cabellos dorados como el maz
parecer pretenciosa, especialmente cuando lleva puesto slo un cors francs adornado con cintas
rosa, pero Elspeth lo consigui. En aquel momento yo estaba abrumado otra vez por ese apasionado
afecto que siento por ella de vez en cuando, a pesar de sus infidelidades. No puedo explicarlo, aparte
de decir que ella debe de tener alguna cualidad mgica, algo que seguramente tiene que ver con su
aspecto infantil y pensativo y con la pura y desamparada estupidez de sus ojos. Es muy difcil no
querer a una encantadora idiota.
Ya que ests tan bien educada dije yo, acercndola a m, djame ver cuntas cosas
recuerdas.
Y la puse a prueba hacindole un escrupuloso examen, que ella interrumpa de vez en cuando con
serias observaciones sobre las posibilidades de la seora Morrison de casar a las dos nias.
Bueno le contest yo, cuando estbamos los dos ya exhaustos, mientras no esperen que
ayude a introducirlas en sociedad, no me preocupa. Que tengan mucha suerte, y les deseo que
consigan un duque para cada una.
Pero, por supuesto, estaba de Dios que tena que verme envuelto en aquella historia: Elspeth
estaba decidida a usar mi celebridad por lo que todava vala, en favor de sus hermanas, y yo saba
que cuando ella insista en algo no haba manera de llevarle la contraria. Elspeth controlaba el
monedero, y al paso que bamos el efectivo que yo haba aportado a casa no durara mucho segn mi
ritmo de gastos. As que yo haba vuelto para encontrarme con una perspectiva poco agradable: mi
viejo fuera, en las garras de los charlatanes y del demonio de la bebida; Morrison en mi casa
quejndose y refunfuando; Elspeth y la seora Morrison planeando su campaa para introducir a sus
hermanas en un Londres desprevenido, y yo mismo dispuesto para que me metieran en aquel lo, lo
que significaba aparecer en pblico junto a mis encantadores parientes escoceses. Tendra que llevar
al viejo Morrison a mi club, quedarme detrs de la silla de la seora Morrison en las fiestas,
escucharla mientras enseaba a alguna refinada mam la receta de algn plato escocs, y soportar
que la gente dijera: Has visto a las cuadas de Flashy? Esa gente come turba, sabes, y no hablan
sino galico. Bueno, al menos no es ingls, verdad?.
S, yo saba lo que me esperaba, y decid escapar de todo aquello. Pens en ir a ver a mi to
Bindley en la Guardia Montada y suplicarle que me consiguiera algn nombramiento para un
regimiento fuera de la ciudad... Hasta entonces yo me haba mantenido fuera del servicio activo, y no
me haca ninguna gracia la idea de la media paga, de cualquier manera. Y mientras dudaba, en
aquellos primeros das en casa, lleg la carta que me ayud a resolver mis dificultades y adems, de
paso, cambi el mapa de Europa.
Lleg como la respuesta a una plegaria, junto con alguna reclamacin de pago de un sastre, un
folleto antipapista, una peticin de suscripcin para mi club y una invitacin a comprar acciones del
ferrocarril... toda la basura de costumbre. Por qu recuerdo las dems cosas, no lo s; debo de tener
una memoria perversa, ya que el contenido del sobre blanco debera haber bastado para apartarlas
completamente de mi cabeza.
Era un sobre bonito, imponente: papel de la mejor calidad, con un escudo de armas en el reverso.
Haba un escudo acuartelado en rojo y azul, azul y blanco, y en los cuarteles haba una espada, un
len coronado, lo que pareca ser una ballena gorda y una rosa rosa. Estaba claro que o era de
alguien de mucho rango o de los fabricantes de una nueva marca de melaza.[22]
Dentro haba una carta, y grabadas en la parte superior con letras historiadas rodeadas por un
follaje lleno de cupidos con capullos rosa, estaban las palabras Grfin de Landsfeld. Quin
demonios debe de ser ella, me pregunt, y qu querr de m?
La carta la reproduzco exactamente tal como la tengo ahora en mi mano, muy gastada y arrugada
despus de sesenta aos, pero todava perfectamente legible. Es, creo yo, la comunicacin ms
notable que he recibido nunca, incluyendo la carta de agradecimiento que me envi Jefferson Davis y
el indulto que me dieron en Mxico. Deca:

Muy honorable seor:


Le escribo siguiendo las instrucciones de Su Gracia la condesa de Landsfeld, con quien
usted tuvo el honor de estar relacionado en Londres hace algunos aos. Su Gracia me pide
que le informe de que guarda el ms clido recuerdo de su amistad, y desea transmitirle
sus ms afectuosos saludos aprovechando esta ocasin.

No entend ni jota. Poda haber hecho una lista de todas las mujeres que conoca, y seguro que
ninguna condesa extranjera se me habra despistado. Continuaba:

Seor, mientras Su Gracia no duda de que sus obligaciones son de la ms importante y


ardua naturaleza, ella confa en que usted tenga la amabilidad de considerar el tema que,
por orden suya, voy a exponerle a usted. Confa en que los lazos de su anterior amistad, no
menos que la caballerosa naturaleza de quien ella tiene en tan grata memoria,
prevalecern sobre usted para ayudarla en un tema extremadamente delicado.

Este tipo est realmente loco, pens, o se est dirigiendo al hombre equivocado. No creo que
haya tres mujeres en el mundo que piensen en m como en un caballero, ni siquiera las que me
conocen poco.

Su Gracia, por lo tanto, me ruega que solicite de usted que una vez recibida esta carta,
a la mayor brevedad posible, se apresure a presentarse en Mnchen, en donde recibir, de
sus propios labios, los detalles del servicio que es su ms clido deseo que usted se
comprometa a rendirle. Ella se apresura a asegurarle que todo esto no representar el
menor gasto o esfuerzo para usted, pero es de naturaleza tan particular que ella piensa
que es usted, de entre todos sus queridos amigos, la persona ms adecuada para llevarlo a
cabo. Cree que es talla bondad de su corazn que estar de acuerdo con ella, y que el
recuerdo de su amistad le mover inmediatamente como corresponde a un caballero
ingls.
Honorable seor, en la confianza de que usted ayude a Su Gracia, le informo de que
puede acudir a William Greig e Hijos, abogados, a su oficina en Wine Office Court,
Londres, para recibir instrucciones acerca del viaje. Ellos le entregarn quinientas libras
en oro como anticipo de sus gastos, etc. Recibir usted ms pagos si fuera necesario.
Seor, Su Gracia me ordena que concluya con la seguridad de su ms profunda
amistad, y su anticipacin de la satisfaccin de volverle a ver a usted de nuevo.
Acepte, querido seor, etc.
R. Lauengram,
Chambeln

Lo primero que se me pas por el magn fue que se trataba de una broma perpetrada por alguien
que no estaba demasiado bien de la cabeza. Careca de sentido; yo no tena ni idea de quin poda ser
la Grfin de Landsfeld ni dnde estaba Mnchen. Pero al volver a leerla una y otra vez, se me
ocurri que de ser una broma, el autor del escrito lo habra hecho en un ingls mucho peor que el de
la misiva, y teniendo cuidado de incluir errores absurdos en algunas de las frases.
Pero si era autntica, qu demonios significaba? Cul era el servicio (sin gastos ni esfuerzos,
observen) para el cual una noble extranjera deseaba poner quinientas libras en mis manos... y eso
slo como primer plazo, por lo que daba a entender?
Me sent mirando el papel durante veinte minutos, y cuanto ms lo estudiaba menos me gustaba.
Yo haba aprendido una cosa en esta perra vida, y es que nadie, por rico que sea, da dinero por nada,
y cuanto ms gasta, ms turbio es el negocio, con toda probabilidad. Deduje que alguien quera mal
al viejo Flashy, pero no poda imaginar por qu. Yo no tena ninguna cualificacin, que yo supiera,
que me hiciera apto para un asunto extremadamente delicado: slo se me daban bien las lenguas
extranjeras y los caballos. Y no poda tratarse de una situacin de especial riesgo que requiriera mi
supuesto herosmo... aunque fuese tanto como se deca. Todo aquello era muy raro.
Siempre me he comprado los libros y folletos que he podido en lenguas extranjeras, ya que ste
es mi pasatiempo ocasional, y como adivin que quien escriba la carta era alemn, consult un
ndice y descubr que Mnchen era Mnich, ciudad bvara. Ciertamente, yo no conoca a nadie
all, salvo a esa Grfin o condesa. En realidad no conoca a ningn alemn, nunca haba estado en
Alemania y no tena familiaridad con el idioma germano salvo de unas pocas horas perdidas con una
gramtica haca algunos aos.
Sin embargo, haba una forma obvia de resolver aquel misterio, as que me dirig a Wine Office
Court y busqu a William Greig e Hijos. Yo casi me tema que me dieran con la puerta en las narices,
pero no; hubo muchas reverencias y Por favor, sgame, caballero como si yo fuese un duque de
sangre real, lo cual acentu an ms mi perplejidad. Uno de los seores Greig me hizo sentar en una
silla en su despacho. Era un joven obsequioso y con aire deportivo, con un chaqu azul muy bonito y
una gran mata de pelo negro. No pareca el tipo clsico de abogado de la City. Cuando le present la
carta y le pregunt de qu iba todo aquello, me dirigi un gesto de conveniencia.
Vaya, todo est en orden, querido seor me dijo. Emitiremos un cheque de quinientas
libras a su favor, con recibo, prueba de identidad... bueno, no necesitamos preocuparnos por ese
tema, verdad? El capitn Flashman es sobradamente conocido, creo yo, ja, ja, ja! Todos
recordamos sus famosas hazaas en China...
Afganistn repliqu.
Claro, eso es. El cheque es negociable con el Banco de Inglaterra. S, todo est en orden,
seor.
Pero quin demonios es ella?
Quin, mi querido seor?
Esa Grfin como se llame... Landsfeld?
Su sonrisa desapareci y me mir con extraeza.
No le sigo dijo, rascndose una de sus negras patillas. Quiere decir que no conoce a esa
dama? O sea, que su hombre le escribe a usted...
Nunca he odo hablar de ella, que yo sepa.
Bueno replic l, dirigindome una mirada desconcertante. Esto es de lo ms extrao,
sabe? Querido seor, est usted seguro? Aparte de esta carta, que parece sugerir una gran... ejem...
cordial consideracin, no creo que haya un solo hombre en toda Inglaterra que no haya odo hablar de
la bellsima condesa de Landsfeld.
Bueno, pues aqu tiene uno.
No puedo creerlo exclam. Cmo?, nunca ha odo hablar de la Reina de Corazones?
De la Bella Espaola? De la reina en todo, menos en el nombre, del reino de Baviera? Mi querido
seor, el mundo entero conoce a doa Mara de... cmo era? y rebusc entre algunos papeles,
s, aqu est, doa Mara de los Dolores de los Montes, condesa de Landsfeld. Vamos, vamos, seor,
seguramente usted...
Al principio el nombre no signific nada para m, y despus, de repente, ca en la cuenta.
De los Montes? No querr usted decir Lola Montes?
Y quin si no, seor? La amiga ntima, en realidad, algo ms que amiga, del rey Luis. En la
prensa nunca falta una nueva noticia sensacionalista sobre ella, un nuevo escndalo... y sigui
charlando y sonriendo, pero yo no le prestaba atencin. Mi cabeza era un torbellino. Lola Montes, mi
Rosanna... una condesa, una reina en todo menos en el nombre, al parecer una amante real. Y ella me
escriba a m ofrecindome dinero... Estaba claro que necesitaba ms informacin.
Perdneme, seor dije, interrumpiendo sus expansiones. El ttulo nobiliario me despist,
porque nunca lo haba odo. Cuando conoc a Lola Montes era sencillamente la seorita James.
Oh, cielos, cielos, querido seor! dijo l, con mucha prosopopeya. Aquellos das
quedan ya muy lejanos! Nuestra firma represent a la seorita James hace algunos aos, pero
nunca hablamos de ella. Oh, no, Dios nos libre! La condesa de Landsfeld es otra cosa... es una dama
de muy diferente posicin, ja, ja!
Cundo consigui su ttulo?
Hace unos meses. Cmo es que usted no...?
He estado fuera contest. Hasta esta semana no he ledo un peridico ingls desde hace
casi un ao. He odo hablar de las hazaas de Lola Montes, por supuesto, de vez en cuando durante
los ltimos tres aos, pero esto lo desconoca.
Oh, y qu hazaas!, eh? dijo l, sonriendo con picarda. Bien, bien, mi querido seor, su
amiga, ja, ja! Realmente es una gran dama. Tiene el reino en sus manos, hace y deshace ministerios,
dicta leyes y tiene cogida a toda Europa por las orejas, palabra de honor! Algunas de las historias...,
bueno, hubo un artculo en un peridico que la llam La Moderna Mesalina baj la voz y acerc
su cara a la ma y decan que tiene una selecta guardia personal de esplndidos jovenzuelos... qu
le parece, eh? Sale al extranjero con una guardia de coraceros escoltando su coche, echa sus perros
a quien se atreva a cruzarse en su camino... Cuentan de un desgraciado que no se quit la gorra,
seor, y... fue azotado casi hasta la muerte! Esto es cierto, seor. Nadie se atreve a llevarle la
contraria. El Rey est loco por ella, sus cortesanos y ministros la odian pero estn asustados, los
estudiantes la adoran. En cuanto al lujo y la extravagancia, no ha habido nadie como ella desde la
Pompadour, segn dicen. En fin, seor, ella es la atraccin del momento!
Bueno, bueno. La pequea Rosanna James.
Por favor, seor pretendi sentirse incmodo. No le d ese nombre, se lo ruego. Su amiga
es la condesa de Landsfeld, si puedo ser tan osado de recordrselo.
S, eso es asent. Entonces, me dir qu es lo que quiere de m?
Mi querido seor repiti l, sonriendo con socarronera. Un tema muy delicado, no es
cierto? De qu tema se trata?... Seguramente usted est en mejor disposicin que yo para decirlo,
eh? Ja, ja! Pero usted acudir a Baviera, supongo, para enterarse de los detalles por sus propios
labios, verdad?
Eso era lo que me estaba preguntando yo. Era increble, por supuesto: Lola, prcticamente una
reina... Era una cosa sorprendente. Pero que Lola buscase mi ayuda, cuando nuestro ltimo encuentro
se haba distinguido por los gritos, los malos tratos y los orinales estrellados... por no mencionar su
furia en el teatro, cuando me vio entre sus delatores... Bueno, s que las mujeres son volubles, pero
yo dudaba de que ella me recordase precisamente con afecto. Y sin embargo la carta era casi
aduladora, y ella tena que haber dictado el sentido, si no las palabras. Poda ser que hubiera
decidido olvidar las ofensas, Era una criatura generosa a su manera, como muchas prostitutas. Pero,
por qu? Qu poda querer, cuando lo nico que conoca de m era mi habilidad en la cama?
Acaso la amante oficial quera instalarme como amante suyo? Mi mente, que se dispara en cuanto
entra en juego la imaginacin amorosa, forj una desordenada visin de Flashy, orgullo del harn...,
pero no. Yo soy bastante presuntuoso, pero no puedo creer que teniendo a su lado las armas de todos
los jvenes sementales de la guardia de palacio, estuviera suspirando por mis negras patillas.
Y aqu estaba aquel abogado que actuaba en su nombre, dispuesto a adelantarme quinientas libras
para ir a Mnich, una cantidad diez veces superior a lo que necesitaba para el viaje. Eso no tena
ningn sentido, a menos que ella estuviera realmente enamorada de m. Pero eso era imposible; yo
haba sido un buen amante para una semana ms o menos, sin duda, pero profundo no hubo nada ms,
de eso estaba seguro. Qu servicio poda realizar yo, pues, que fuera de tanta importancia?
Tengo un cierto olfato para el riesgo; el sentimiento perturbador que me asalt cuando le la carta
volva a asaltarme ahora. Si tena algo de sentido comn, lo lgico era desearle buenos das al
empalagoso seor Greig y decirle que rompiera su cheque. Pero ni el mayor de los cobardes sale
corriendo hasta que no aparece algn atisbo de peligro, y de momento no haba ninguno, salvo mi
aprensin, contra la cual se alzaba la perspectiva de escapar de mis malditos parientes Dios mo,
el horror de acompaar a los Morrison en sociedad y la certeza de una inmediata y satisfactoria
suma, a la que seguira ms, y una curiosidad malsana, tambin. Si yo acuda a Baviera y los signos
eran menos agradables de lo que parecan en aquel momento..., siempre poda retirarme
discretamente. Y el pensamiento de renovar la relacin con Lola una Lola afectuosa y
amistosa acariciaba mis ms oscuras fantasas: por los informes de Greig, aunque slo fuera
cierta la mitad, pareca que haba mucha diversin en la corte del buen rey Luis. Vislumbraba unas
orgas palaciegas de proporciones romanas, el viejo Flashy servido como un sultn y Lola
solazndose conmigo, las esclavas ofrecindome perlas disueltas en vino y unos eunucos negros all
plantados armados con grandes cepillos para el pelo montados en oro. Y aunque la razn me deca
que haba una trampa en alguna parte..., ya sabra yo ver la trampa. Tendra tiempo suficiente.
Seor Greig dije, dnde puedo hacer efectivo este cheque?
5
Salir de Londres no fue un gran problema. Elspeth hizo cuantos pucheros quiso, pero cuando le
dej echar un vistazo muy rpido a la firma de Lauengram y al sobre de la carta y le expresiones
como destacamento militar especial en Baviera y al servicio de una corte extranjera se qued
felizmente resignada. La idea de que yo me moviera en las altas esferas resultaba muy atractiva para
su mente huera; se senta vagamente honrada por la asociacin de ideas.
A los Morrison aquello no les gust lo ms mnimo, por supuesto, y el viejo cascarrabias sali
enseguida con lo de mi perversa costumbre de ir en busca de jaleo. Me compar a Cartaphilus, que al
parecer dejaba una camisa y unos pantalones en cada ciudad. Me dijo que yo estaba posedo por el
demonio, que nunca me dejara descansar, y que maldito el da en que haba consentido que su hija se
uniese a un bribn trotamundos que no tena ni idea de cules eran las responsabilidades de un
marido.
Si es as respond yo, cuanto ms lejos me encuentre de ella, ms contento debera estar
usted.
Se qued horrorizado ante tal cinismo, pero creo que la idea le anim un poco despus de todo.
Especul con el triste final que ciertamente me aguardaba, me llam descendiente de vboras y me
dej ir a hacer las maletas.
No llevaba demasiadas cosas. Las campaas te ensean a viajar ligero de equipaje, y un par de
maletas me fue suficiente. Cog mi antiguo uniforme de Cherrypicker el traje ms bonito que haya
tenido nunca soldado alguno porque pens que me sera til para causar buena impresin, pero por
lo dems slo met lo necesario. Entre estas cosas, despus de alguna deliberacin, inclu las
pistolas de duelo que un armero me present despus del asunto Bernier. Eran unas armas muy
bellas, lo suficientemente precisas para satisfacer al tirador ms exigente, y en una poca en que los
revlveres eran todava burdos juguetes experimentales, era el ltimo grito en armas de mano.
Pero yo estuve considerando si llevrmelas o no. La verdad es que no quera creer que las fuera a
necesitar. Cuando eres joven, sin experiencia y dispuesto a la aventura, quieres tener tus armas
siempre contigo, porque te ofuscan las ideas romnticas acerca de la forma de usarlas. Yo incluso
sent cierta excitacin cuando empu por primera vez un sable en las prcticas con el Undcimo
Ligero de Hsares, y me imagin a m mismo pinchando a unas hordas de feroces pero amistosamente
ineptos enemigos. Pero cuando ves un sable cortar hasta el hueso y los miembros mutilados por las
balas, sales de tu ensoacin rpidamente. Yo saba, mientras dudaba con aquellas pistolas en la
mano, que si las coga estaba admitiendo la posibilidad de mi propia mutilacin o de mi muerte en
los prximos das. Aqulla era, como pueden ver, una etapa ms de mi desarrollo como cobarde.
Pero me iba a sentir mucho ms tranquilo con ellas, aunque fueran un incmodo recordatorio de esa
posibilidad, as que las cog. Y de paso cog tambin un cuchillo de marinero. No es un arma inglesa,
por supuesto, pero a veces es diablicamente manejable, para todo tipo de usos. Y la experiencia me
haba enseado que, como sucede con todas las armas, aunque no sueles necesitarlas, cuando las
necesitas, las necesitas desesperadamente.
As que, avisado mi to Bindley, de la Guardia Montada quien dijo amargamente que el
ejrcito ingls podra sobrevivir a mi ausencia un poco ms, y puesta la mitad de las quinientas
libras en mi cinturn de viaje (la otra mitad estaba a salvo en el banco), estuve listo para ponerme en
camino. Slo quedaba una cosa por hacer. Perd un da entero buscando a un camarero alemn por la
ciudad, y cuando encontr al tipo adecuado le ofrec el billete de vuelta a su casa y una apetitosa
bonificacin para que viajara conmigo. Yo no tena ni idea de alemn, pero con mis dotes para los
idiomas, saba que si me aplicaba durante el viaje hasta Mnich, conseguira unos buenos
conocimientos para cuando llegase all. A menudo he dicho que la forma ideal de aprender idiomas
es en la cama con una chica, pero faltando este recurso tan activo, un inteligente compaero de viaje
es tan buen profesor como cualquiera. Y aprender un idioma nuevo no es una dificultad para m; lo
disfruto.
El tipo que encontr casualmente era bvaro, y se puso muy contento ante la oportunidad de
volver a casa. Su nombre, creo, recordar era Helmuth, pero, a fin de cuentas, no se trat de una buena
eleccin. Como todos los alemanes, se esmeraba exageradamente en las cosas, y cuando supo lo que
yo quera se entusiasm. Hora tras hora, en barco, tren y coche, me hablaba continuamente, repitiendo
palabras y frases, corrigiendo mi pronunciacin, explicndome reglas gramaticales, pero por encima
de todo dndome lo ms importante: el ritmo del idioma. La facilidad para captar ese ritmo la tienen
slo algunas personas, al parecer, y yo tengo la fortuna de ser una de ellas. Una vez cojo el ritmo,
parece que sepa lo que alguien est diciendo aunque no conozca todas las palabras que pronuncia.
No pretendo haber aprendido alemn en quince das, pero al final del viaje poda pasar mi propio
test elemental, que consiste, hablando lenta y pausadamente, en decirle a un nativo: Dgame, qu
opinan sus padres acerca de las bebidas fuertes, o de religin, o de caballos, o de lo que me viniera
a la mente... y entender su respuesta bastante bien. Helmuth se asombr de mis progresos.
No nos apresuramos durante el viaje, que era va Pars, una ciudad que yo siempre haba querido
visitar. Haba odo decir que all la disipacin es un arte. Me sent decepcionado: las prostitutas son
prostitutas en todo el mundo, y las parisinas no son diferentes de las dems. Los franceses me ponan
enfermo. Siempre estn pensando en lo mismo. Yo soy un degenerado, pero ellos son unos obsesos.
No slo en el sentido fsico, sino que tienen unas mentes obscenas. A algunos extranjeros les huele el
aliento a ajo, pero a los franchutes tambin sus pensamientos.
Los alemanes son completamente diferentes. Si yo no fuera ingls, me gustara ser alemn. Dicen
lo que piensan, lo cual no vale mucho como norma, pero son admirablemente ordenados. Todo el
mundo en Alemania conoce su lugar y permanece en l, y admira a los que tiene por encima, lo que le
convierte en un pas excelente para los caballeros y tiranos. En Inglaterra, incluso en los das de mi
juventud, si te tomas libertades con un trabajador es probable que acabes con un puetazo en la cara,
pero los alemanes de clase baja son tan dciles como los negros con los blancos. El pas entero est
esplndidamente disciplinado y organizado, y aun con toda su docilidad, sus habitantes estn entre
los mejores soldados y trabajadores de la tierra, tal como ha demostrado mi viejo amigo Bismarck.
La base de todo esto, por supuesto, es la estupidez, que uno debe implantar en el pueblo antes de
conseguir que luchen o trabajen con xito. Bueno, los alemanes seguirn alterando el mundo, pero ya
que estn ms cerca de nosotros que ningn otro pueblo, podemos aprovecharnos de ello.
Sin embargo, todo esto yo no lo haba descubierto todava, aunque tena ya una vaga sospecha
estudiando a Helmuth durante nuestro viaje. No les aburrir con detalles del recorrido, por cierto;
nada extraordinario ocurri durante el trayecto y, lo que recuerdo principalmente, es una breve
ansiedad ante el temor de haber cogido la sfilis en Pars. Afortunadamente no fue as, pero el miedo
que me entr me hizo albergar an ms prejuicios contra los franceses, si es que ello era posible.
Cuando llegamos a Mnich me gust la ciudad. Era limpia y ordenada aparentemente, los precios
ms bajos que los nuestros (la cerveza a medio penique la pinta, y se poda contratar a un criado por
dos chelines a la semana); la gente, civilizada o servil; la gua que yo haba comprado en Londres la
describa como una capital muy disoluta. El mejor lugar para el viejo Flash, pens yo, y busqu
alojamiento. Deba de haberlo supuesto: mi ansiedad por ver de nuevo a Lola y mi curiosidad por
averiguar lo que quera haban dejado a un lado las dudas momentneas que haba sentido en
Londres. Fui un idiota: si hubiera sabido lo que me esperaba, habra vuelto corriendo a casa, feliz
por ser capaz de correr todava.
Llegamos a Mnich un domingo, y despus de despedir a Helmuth y encontrar un hotel en la
Theresienstrasse, me detuve a considerar mi primer movimiento. Fue bastante fcil descubrir que
Lola se haba instalado en un palacio que el propio rey Luis construy especialmente para ella en la
Barerstrasse. Poda pasarme por all y anunciar mi llegada. Pero vale la pena reconocer antes el
terreno, si se puede, as que decid pasar una hora o dos vagando por las calles y restaurantes para
ver qu noticias poda recoger primero. Incluso para encontrar alguna pista de para qu me
necesitaba.
Pase por las agradables calles durante un rato viendo el Hofgarten y el bonito palacio Residenz
donde viva el rey Luis, y beb excelente cerveza alemana en una de sus terrazas al aire libre
mientras miraba a la gente y pona a prueba mi odo con sus conversaciones. Las cosas no podan ser
ms tranquilas y plcidas. Aunque estbamos a finales de otoo haca sol y los robustos y satisfechos
burgueses con sus mujeres de agradables rostros estaban o sentados bebiendo y fumando sus macizas
pipas o paseando por las calles. Nadie tena prisa excepto los camareros; por todas partes grupos de
jvenes con largos mantos y alegres gorras, que me parecieron estudiantes, animaban las cosas con
sus risas, por lo dems era una tarde pacfica, tranquila, como si Mnich estuviera guindole un ojo
desafiante al buen tiempo y no se dejara alterar por nada.
Sin embargo, de otra manera, viendo un peridico francs y conversando con gente que hablaba
ingls o francs, recog ms de un comentario. Pronto supe que no haba que preguntar por Lola; los
buenos muniqueses hablaban de ella como los britnicos hablan del tiempo, y con la misma
sensacin. En otras palabras, pensaban que era mala y que se volvera peor, pero que no se poda
hacer nada por cambiarla.
Al parecer, Lola era el poder supremo en Baviera y no Luis, a quien tena dominado. Lola haba
barrido de un plumazo al gabinete hostil ultramontano, y lo reemplaz por elementos a su medida, ya
pesar del hecho de que era protestante, la jerarqua catlica se vea impotente contra ella. Los
profesores, que tienen mucha ms importancia de la que tienen para nosotros en Inglaterra, estaban
decididamente en contra de la favorita, pero los estudiantes estaban rabiosamente divididos. Algunos
la detestaban, y se manifestaban ante sus ventanas, pero otros, que se llamaban a s mismos los
Allemania, se haban constituido en adalides suyos e incluso en sus guardaespaldas, y siempre se
estaban peleando con sus oponentes. Vi a algunos de estos Allemania, con sus gorras de un escarlata
brillante. Eran un grupo de aspecto agresivo, reservados y de mirada fra, bastante dados a
pavonearse y vociferar, de los que la gente se apartaba de su camino.
Sin embargo, como el rey Luis estaba enamorado de ella, Lola se encontraba firmemente
instalada en el poder, y de acuerdo con un periodista francs muy sincero cuyo artculo tuve ocasin
de leer, su dominio estaba causando alarma fuera de Baviera. Haba rumores de que ella era un
agente de Palmerston: introducido para fomentar la revolucin en Alemania; para otros poderes, que
se esforzaban en sofocar el creciente descontento popular que se estaba extendiendo por toda Europa,
ella pareca ser una peligrosa amenaza para el antiguo rgimen. Se haba intentado asustarla una vez
por lo menos, y Metternich, el archirreaccionario canciller de Austria, haba tratado de sobornarla
para que dejara Alemania por las buenas. La verdad es que en aquella poca el mundo estaba al
borde de una revolucin general; estbamos saliendo de la edad antigua y llegando a la edad nueva, y
cualquier cosa que representara un foco de desorden e inestabilidad era visto con preocupacin por
las autoridades. Lola no era popular. Los peridicos se metan con ella, los clrigos la condenaban
en sus sermones como a una Jezabel y una Sempronia; y se crea que la gente corriente la vea como
un demonio en forma humana... y, peor incluso, en forma hermosa.
Aqu acaba la leccin histrica del profesor Flashman. La mayor parte de estos datos los he
sacado directamente de un libro de historia, pero en parte tambin los capt aquel primer da en la
terraza cervecera de Mnich.
Pero haba una cosa de la que yo estaba bastante seguro, y que desmiente a la historia: se dijera
lo que se dijera, Lola era admirada secretamente por la gente del pueblo. Podan mover la cabeza y
quedar admirados cuando su escolta de caballera le abra paso entre la multitud de estudiantes
protestatarios, parecer consternados cuando oan hablar de las orgas en el palacio de Barerstrasse y
exclamar con horror cuando sus Allemania azotaban a un editor y rompan sus prensas, pero los
hombres en su interior la adoraban porque era una mujer bellsima; en cambio, las mujeres escondan
la satisfaccin de que una de su propio sexo tuviese cogida a Europa por las orejas. Dondequiera que
la insolente y tempestuosa Montes provocaba algn nuevo escndalo, no faltaban los que pensaban:
Bien hecho, aunque pocos lo decan abiertamente.
Y qu demonios querra ella de m? Yo haba venido a Mnich para averiguarlo, as que escrib
una nota aquel domingo por la tarde, dirigida al chambeln Lauengram, dicindole que haba llegado
y que estaba a su disposicin. Luego fui paseando al palacio Residenz, y vi el retrato de Lola en el
museo, esa Galera de la Belleza en la que Luis haba reunido cuadros de las mujeres ms bellas
del momento. Haba princesas, condesas, actrices, la hija del pregonero de Mnich, entre otras, y
Lola retratada con un aspecto inusualmente monjil, con un vestido negro y expresin mojigata.[23]
Debajo se vea un poema escrito por el Rey, que era dado a la poesa, que acababa as:

Oh, ligera y bella como el ciervo


Sois vos, de la andaluza raza!
Probablemente el Rey se hallaba en posicin de saber aquello. Y pensar que slo unos aos
antes era una pobre bailarina abucheada en un escenario de Londres!
Yo haba esperado, considerando la urgencia de la carta que me haba dirigido Lauengram, que
me condujeran al palacio de Lola el lunes, pero pas ese da y el siguiente, y ni palabra. Pero yo era
paciente, esper en el hotel y el mircoles por la maana fui recompensado. Estaba acabando de
desayunar en mi habitacin, todava con el batn puesto, cuando se arm un gran alboroto en el
pasillo: era un lacayo que vena a anunciar la llegada del Freiherr van Starnberg, quienquiera que
fuese. Mucho ruido de pasos, mucho ajetreo, y aparecieron detrs del lacayo dos coraceros con el
uniforme y se quedaron como estatuas a cada lado de la puerta; entre ellos apareci un joven y alegre
petimetre que me salud con una brillante sonrisa y me tendi la mano.
Herr Rittmeister Flashman? inquiri. Es un honor para m darle la bienvenida a Baviera.
Starnberg, a su servicio. Dio un taconazo y se inclin. Perdone usted mi francs, pero es mejor
que mi ingls.
Mejor que mi alemn, de cualquier modo dije yo, examinndolo de arriba abajo. Tendra
unos veinte aos, era de estatura mediana, muy esbelto; cara bien formada, agraciada, rizos castaos
y un fino bigote en el labio superior. Un caballero muy elegante, vesta levita, pantalones de
uniforme, un dolmn encima del hombro y un sable ligero colgando en la cadera, por lo que deduje
que era de un regimiento de hsares. El me examinaba tambin al mismo tiempo.
Dragones? pregunt.
No, hsares.
Las monturas de la caballera ligera inglesa deben de ser infernalmente resistentes, entonces
dijo, framente. Bueno, no importa. Olvide mi inters profesional. Interrumpo su desayuno?
Le asegur que no lo haca.
Esplndido. Entonces, si hace el favor de vestirse, no perderemos ms tiempo. Lola no puede
soportar que la hagan esperar. Encendi un cigarro y se puso a examinar la habitacin.
Lamentables lugares, estos hoteles. No podra vivir en ninguno.
Yo le hice notar que llevaba los tres ltimos das perdiendo el tiempo en aqul, y l se ri.
Bueno, ya sabe cmo son las mujeres. No podemos esperar que se apresuren por los hombres,
aunque ellas esperen que nosotros vayamos corriendo. Lola no es diferente de las dems... en ese
aspecto.
Parece conocerla usted muy bien dije yo.
Bastante bien replic con negligencia, sentndose en el borde de una mesa y balanceando
una bota muy lustrosa.
Para ser un mensajero, quiero decir aad, para quitarle un poco de formalidad al tema. Pero
l se limit a hacer una mueca.
Oh!, cualquier cosa por hacer un favor a una dama, ya sabe. Yo cumplo otras funciones,
cuando conviene. y me mir con sus insolentes ojos azules. No quiero meterle prisas, amigo,
pero estamos perdiendo el tiempo. No es que me importe, pero a ella seguramente s que le
importar.
Y no podemos consentir eso.
No; realmente, no. Me imagino que usted ya tiene alguna experiencia con las damas de
temperamento latino. Por Dios, yo la tendra bien domada si ella fuese ma, pero no lo es, gracias a
Dios. No tengo que soportar sus rabietas.
No tiene que hacerlo, verdad?
Ni las suyas, ni las de nadie replic Von Starnberg, y dio una vuelta por la habitacin,
silbando.
Los hombres absolutamente seguros de s mismos me irritan normalmente, pero era difcil
ofenderse con aquel afable joven, sospechando, por otra parte que no me ira demasiado bien
irritarme con l as que l se qued en el saln y yo me retir al dormitorio para vestirme. Decid
llevar mi atuendo de Cherrypicker, con todos los arreos y la chaqueta azul con entorchados de oro y
estrechos pantalones, y cuando volv a salir Starnberg levant una ceja y silb apreciativamente.
Bonito uniforme coment. Muy bonito, realmente. A Lola no le importar haber esperado
despus de todo.
Dgame le pregunt, ya que parece conocerla tanto: por qu cree que me ha mandado
llamar? Imagino que ya sabr que lo hizo.
Oh, s! respondi. Ahora, conociendo a Lola, le sugiero que se mire en el espejo. Eso
no le da una respuesta?
Vamos. Yo tambin conozco a Lola, y me hago ilusiones como cualquiera. Pero ella
difcilmente me hara venir desde Inglaterra para...
Y por qu no? replic. Me hizo venir a m desde Hungra. Vamos?
Me precedi hasta la calle, con los dos coraceros pisndonos los talones, y me seal un coche
que esperaba ante la puerta. Subi a l en mi presencia, puso la mano en la ventanilla, se le levant
un poco la manga y vi la cicatriz en forma de estrella de una herida de bala en su mueca. Se me
ocurri pensar que aquel Van Starnberg era ms duro de pelar de lo que pareca a primera vista; yo
haba notado su balanceo, su forma de andar con las piernas abiertas, tpica de los de caballera, y en
cuanto a su aspecto juvenil, su firmeza y esa seguridad que cuadraban mejor en un hombre de ms
edad. A ste no hay que perderlo de vista, pens.
La casa de Lola estaba en el mejor barrio de Mnich, cerca de Karolinen Platz. Digo casa pero
en realidad era un pequeo palacio, diseado por el arquitecto del propio Rey Luis, sin reparar en
gastos. La vista de aquel palacio, nuevo y resplandeciente, como un pequeo castillo de cuento de
hadas de Italia, con sus centinelas uniformados en la puerta, sus ventanas enrejadas (una precaucin
contra las multitudes hostiles), sus magnficos jardines y los pendones flotando desde el tejado, me
demostr cun alto haba volado aquella mujer. Esta magnificencia no significaba slo dinero, sino
poder... poder ilimitado. As que, para qu poda necesitarme a m? No poda necesitarme. Estaba
satisfaciendo algn capricho, quiz castigndome por estar en el palco de Ranelagh la noche que la
echaron del escenario? Pareca capaz de cualquier cosa. Despus de haber puesto los ojos en su
palacio, me maldije a m mismo por haber venido. El miedo renace eternamente en el pecho del
cobarde, especialmente cuando tiene mala conciencia. Despus de todo, si era tan poderosa, y
resultaba que era vengativa, todo esto poda resultar condenadamente desagradable...
Ya estamos dijo Starnberg. La cueva de Aladino.
Casi justificaba la descripcin. Unos sirvientes vinieron a acompaarnos; centinelas uniformados
llenaban el vestbulo, todo acero y uniformes de color, y el esplendor del interior era tal que quitaba
el aliento. El suelo de mrmol brillaba como un espejo, costosos tapices pendan de las paredes,
grandes espejos reflejaban gabinetes repletos de estatuas de mrmol y muebles selectos, y en el
hueco de la escalera colgaba una araa que pareca ser de plata maciza. Todo aquello se encontraba
tan perfecto y tan reluciente que haca pensar en un ejrcito de criadas y criados trabajando a toda
mquina.
Bueno, no es ms que un techo sobre su cabeza, supongo dijo Starnberg, mientras dbamos
nuestros chacs a un lacayo. Ah, Lauengram, aqu est el Rittmeister Flashman, le recibir la
Grfin?
Lauengram era un caballero menudo, muy vivaracho, con traje de cortesano, cara delgada e
impasible y ojos diminutos como de pjaro. Me salud en francs luego supe que all se hablaba
mucho por deferencia al mal alemn de Lola y nos condujo al piso de arriba, acompaado de
lacayos y centinelas, a una sala de espera adornada con cuadros y atestada de gente. Tengo un ojo de
soldado para estas cosas, y yo dira que el valor de lo que haba en aquella cmara poda mantener a
un regimiento de por vida, con una granja para el sargento furriel incluida. Las paredes estaban
forradas de seda rayada, y haba suficiente oro en los marcos para poner una fbrica de moneda.
La gente tena aspecto de nadar en la abundancia. Eran elegantes, civiles y militares, vestidos con
todos los colores del arco iris, con algunas mujeres condenadamente hermosas. Detuvieron su charla
cuando nosotros entramos, y yo me aprovech de los seis o siete centmetros de ventaja que le
llevaba a Starnberg para sacar pecho, atusarme el bigote y dirigirles a todos una fra e inquisitiva
mirada.
Starnberg me present a los que estaban ms cerca y en aquel momento se abri una puerta en el
extremo de la habitacin, y un tipo bajito sali andando hacia atrs, tropezando y protestando
enrgicamente.
Es imposible, madame! gritaba a alguien que estaba en la habitacin del fondo. No tengo
poder! El vicario general no lo consentir! Ach, no, lieber Herr Gott![24] Se encogi; una pieza de
vajilla cruz los aires junto a l y se estrell en el suelo de mrmol; la propia Lola apareci en la
puerta, y mi corazn dio un vuelco al verla.
Estaba bellsima con su principesca rabia asomndose a los ojos y enrojeciendo sus mejillas, tal
como yo la recordaba, solo que ahora iba vestida. Y aunque su puntera era tan mala como siempre,
pareca controlar mejor su clera entonces. Al menos no gritaba.
Puede decirle al doctor Windischmann dijo, con su destemplada voz cargada de desdn
que si la favorita del Rey desea una capilla privada y un confesor, lo tendr, y l se la proporcionar
si valora su cargo. Cree que puede desafiarme?
Madame, por favor gema el enano. Sed razonable! Ningn sacerdote en Alemania puede
aceptar una confesin semejante. Despus de todo, Vuestra Alteza es luterana y...
Luterana, bobadas! Soy la favorita del Rey, eso es lo que quiere decir! Por eso su jefe tiene
la impertinencia de despreciarme. Que tenga cuidado, y usted tambin, hombrecito. Luterana o no,
favorita o no, si, quiero tener una capilla propia, la tendr. Lo ha odo? Y el propio vicario general
tendr que or mi confesin, si a m me da la gana.
Por favor, madame, por favor! El tipejo estaba al borde de las lgrimas. Por qu
abusis de m de esta manera? No es culpa ma. El doctor Windischmann objeta slo a la sugerencia
de una capilla privada y un confesor. Dice...
Bueno, qu dice?
El hombrecillo dud.
Dice trag saliva, dice que hay una confesin pblica en Ntre-Dame, y que vos siempre
podis ir all cuando queris acusaros de alguno de los innumerables pecados que habis cometido.
Su voz se quebr en un chillido. Son sus palabras, madame! No las mas! Dios tenga
misericordia!
Lola dio un paso desafiante hacia l, y el tipo se volvi y ech a correr para salvar la vida
pasando junto a nosotros, tapndose las orejas con las manos, y omos que sus pisadas resonaban
precipitadas en las escaleras. Lola dio un golpe en el suelo con el pie y grit:
Maldito papista hipcrita! Y a esto la multitud aduladora de la antecmara prorrumpi en
un coro de exclamaciones de simpata y reproche.
Impertinencia jesutica!
Afrenta intolerable!
Insolencia escandalosa!
Viejo bastardo estpido. Esa fue la contribucin de Starnberg.
Qu intolerable arrogancia la de estos prelados! dijo un hombre recio, muy emperifollado,
cerca de m.
Yo tambin soy de la Iglesia de Inglaterra dije.
Esto tuvo el efecto de volver la atencin hacia m.
Lola me vio enseguida, y la rabia se extingui en sus ojos. Me examin de arriba abajo, y luego
sonri.
Harry Flashman dijo, y me tendi la mano, pero como lo hace una reina, con la palma hacia
abajo y apuntando al suelo. Yo respond dando unos pasos adelante y cogiendo sus dedos para
besarlos. Si ella quera jugar a la Buena Reina Bess, quin era yo para contrariarla?
Sujet mi mano unos instantes y levant la vista, con una radiante sonrisa.
Creo que ests an ms guapo que antes dijo.
Yo dira lo mismo de ti, Rosanna respond, galante, pero guapa es una palabra pobre para
describirte.
Era verdad. Ya he dicho antes que era la chica ms guapa que haba conocido, y todava lo segua
siendo. Incluso dira que su figura era ms seductora de lo que yo recordaba, y como llevaba un
vestido suelto de seda roja, y aparentemente no llevaba nada debajo, pude estudiar el tema sin
dificultad. El efecto que produca al mirarla de cerca era turbador: los magnficos ojos azules, la
boca y los dientes perfectos, la blanca garganta y los hombros, y el lustroso cabello negro sujeto en
lo alto de la cabeza... S, mereca un lugar en la galera de Ludwig. Pero si haba madurado
maravillosamente en los pocos aos que haban pasado desde que la vi por primera vez, tambin es
cierto que haba cambiado. Haba una compostura, una majestad nuevas en ella; su hermosura segua
cortando el aliento, pero ahora adems te sentas sobrecogido, y a la vez excitado.
Yo segua examinndola con admiracin cuando Starnberg nos interrumpi.
Rosanna? inquiri. Qu es eso, Lola? Un apodo?
No seas celoso, Rudi replic ella. El capitn Flashman es un viejo y querido amigo. l
me conoci mucho antes... de todo esto. E hizo un gesto en torno a ella. Me trat con amistad
cuando yo era un don nadie, en Londres. Cogi mi brazo con los suyos, se aup y me bes,
sonriendo con su antigua alegra. Bueno, si as es como ella prefera recordar nuestra vieja relacin,
mucho mejor.
Escuchad todos dijo en voz alta, y se hubiera podido or un alfiler si cayera. El
Rittmeister Flashman es no slo el ms cercano a mi corazn de todos mis amigos ingleses, y eso
incluye, como recordaris, a los ms nobles del pas, sino el soldado ms valiente del ejrcito ingls.
Mirad sus condecoraciones. Se inclin hacia m para tocar mis medallas, y la presencia de dos
pechos casi desnudos, bellamente redondeados, debajo de mi cara, resultaba deliciosamente
estimulante. Lola siempre haba estado orgullosa de sus pechos[25] y ahora los llevaba casi fuera del
vestido; yo dese tener un pellizco de rap para ofrecrselo. Quin ha visto a un capitn tan joven
con cinco medallas? continu, y hubo un coro de murmullos de admiracin. As que ya veis,
debis honrarle por muchas ms razones que por ser mi invitado. No hay soldado en Alemania con
una reputacin ms alta como adalid cristiano.
Tuve el sentido comn suficiente para parecer perplejo y condescendiente, porque saba que los
hroes ms populares son los que no se toman a s mismos demasiado en serio. Haba odo este tipo
de bobadas infinidad de veces en los aos anteriores, y saba cmo recibirlo, pero me divirti ver
que la audiencia, como era habitual, se lo tomaba totalmente en serio, los hombres con aspecto noble
y las mujeres francamente con admiracin.
Despus de dar su pequea conferencia, Lola me acompa y me present al barn de esto y a la
condesa de lo otro, y todo el mundo se deshizo en sonrisas, reverencias y cortesas. Poda notar que
todos le tenan un miedo cerval, ya que aunque segua siendo la misma de siempre, y rea y charlaba
alegremente mientras me llevaba de grupo en grupo, tambin tena porte de gran dama bajo aquella
frvola apariencia, con un carcter implacablemente regio. S, ella los tena a todos muy bien
amaestrados.
Slo cuando me llev aparte, a un sof donde un sirviente nos sirvi Tokay y los otros se
mantenan a una respetable distancia, dej caer la mscara, y el acento irlands volvi a percibirse
en su voz.
Djame que te mire tranquilamente ahora dijo, inclinndose hacia atrs y examinndome a
travs de su vaso. Me gusta el bigote, Harry, te queda estupendamente. Y los rizos descuidados;
oh, eres todava aquel esbelto muchacho!
Y t sigues siendo la chica ms hermosa del mundo repliqu yo, para no ser menos.
Eso dicen, pero me gusta ortelo decir a ti. Despus de todo, cuando se lo oyes decir a los
alemanes no suena a cumplido... sobre todo cuando consideras lo zoquetes que son comparados
contigo.
Algunos de ellos no estn mal dije yo como con descuido.
No?, de verdad? Ya veo que tengo que vigilarte de cerca, chico. He visto a la baronesa
Pechman comindote con los ojos hace un momento cuando te la presentaba.
A quin?
Vamos, no disimules. La ltima que te present. Aquella del pelo rubio.
Est gorda. Hinchada.
S, pobrecilla, pero a algunos hombres les gusta, me lo han dicho.
A m no, Rosanna.
Rosanna repiti ella, sonriendo. Me gusta eso. Sabrs que ahora ya nadie me llama as.
Me recuerda Inglaterra... No sabes lo estupendo que es or hablar en ingls de nuevo. En
conversacin privada. Como ahora, quiero decir.
Por eso me mandaste llamar, por mi conversacin?
Por eso... y por otras cosas.
Qu otras cosas? dije yo, viendo la oportunidad de empezar a hablar de negocios. Qu
asunto es se tan delicado del que hablaba tu chambeln?
Oh!, eso adopt una pose coqueta. Eso puede esperar un poco. Que sepas que he
adoptado un nuevo lema desde que vine a Baviera: El placer antes que los negocios. Me dirigi
una mirada intensa entre aquellas gloriosas pestaas negras que hizo saltar un poco mi corazn. No
sers tan poco galante como para meterme prisa, verdad, Harry?
No, cuando se refiere a los negocios dije yo maliciosamente de nuevo. El placer es otro
asunto.
Malo murmur, sonriendo con desgana, como una mimosa gata negra. Eres malo, malo,
malo.
Es curioso la de tonteras que se pueden intercambiar con una mujer hermosa. Me avergenzo
cuando pienso cmo me qued all sentado parloteando con Lola, en aquel sof. Slo quiero que
recuerden que era la seductora con ms prctica que desgast unas sbanas, y el simple hecho de
estar junto a ella, incluso en una habitacin llena de gente, era francamente embriagador. Era
ardiente, como algunas flores tropicales, y atraa a los hombres como un imn. El mismo vicario
general, doctor Windischmann, que tanto ha hablado recientemente, dijo una vez que no haba ni un
solo sacerdote en el ejercicio de sus funciones en el que, tratndose de ella, se pudiera confiar. Liszt
lo explic de forma ms cruda y exacta cuando me dijo: Tan pronto como te encuentras con Lola, tu
mente se va a la cama.
De todos modos, menciono esto para explicar cmo es posible que despus de llevar nada ms
que unos momentos con ella yo haba olvidado por completo mis anteriores aprensiones sobre el
posible recuerdo de su partida de Londres, y mis miedos de que albergara algn resentimiento contra
m por el asunto de Ranelagh. Me haba fascinado, y uso la palabra exacta. Riendo y hablando con
ella mientras bebamos Tokay, slo tena en mente un pensamiento: irme a la cama con ella tan
rpido como fuera posible, y al diablo con todo lo dems.
Estbamos charlando amistosamente, y yo, pobre idiota, sucumb a sus encantos, iba llegando
ms gente a la antesala, y enseguida los llamaba; Lauengram jugando el papel de mayordomo, y los
reciba por turno. Estas recepciones eran famosas en Mnich, y era costumbre suya conceder
audiencia a toda clase de gentes: distinguidos visitantes y gentes sin clase como artistas y poetas,
sino incluso hombres de Estado y embajadores. No recuerdo quin estaba all aquella maana,
porque entre Lola y el Tokay no prestaba mucha atencin, pero s que ellos le hacan reverencias y la
adulaban sin parar.
Por fin anunci que iramos todos a ver ejercitarse a sus coraceros, y hubo una pausa mientras iba
a cambiarse. Cuando volvi, llevaba un uniforme de hsar completo, que mostraba sus curvas tan
admirablemente que hubiera provocado que llamasen a la polica en Londres. Los aduladores
exclamaron Oh! y Ah! y gritaron Wunderschn![26] y todos corrieron a los establos y
salieron a un parque cercano donde un par de escuadrones de caballera estaban haciendo la
instruccin.
Lola, que cabalgaba una yegua blanca, se mostr encantada con el espectculo, apuntaba con el
ltigo, hablaba con autoridad en las maniobras y los cortesanos la coreaban con fervientes aplausos,
todos salvo Rudi Starnberg, que me miraba con ojos crticos, como yo mismo. Yo s algo de
caballera, y ciertamente los coraceros de Lola eran un grupo selecto, y tenan muy buen aspecto
mientras cargaban al galope. Starnberg me pregunt qu pensaba de ellos. Lo hacen muy bien, le
dije.
Mejor que los ingleses? pregunt, con una mueca de autosuficiencia.
Se lo dir cuando les vea luchar contest bruscamente.
No me negar que estn disciplinados hasta la perfeccin exclam l.
En desfile, s. No hay duda de que han cargado bien. Pero habra que verlos en una lucha
cuerpo a cuerpo; ah es donde se prueba la buena caballera.
Esto es verdad; por supuesto, nadie correra ms lejos para alejarse de una lucha cuerpo a cuerpo
que yo, pero Starnberg no tena por qu saber eso. Por primera vez me mir casi con respeto, y
admiti que probablemente yo tena razn.
Lola empez a aburrirse media hora despus, y volvimos al palacio, pero tuvimos que salir de
nuevo porque ella quera sacar a sus perros a pasear por el jardn. Pareca que, hiciera lo que
hiciese, se supona que todo el mundo tena que correr detrs de ella, y por Dios!, qu triviales eran
sus diversiones. A los perros les sigui msica, con un gordo tenor que pareca que sollozaba y se
lamentaba. Luego la propia Lola cant result tener una buena voz de contralto y la gente
aplaudi a rabiar. Despus se ley una poesa, que era execrable, pero probablemente hubiera sido
ms penosa todava si yo hubiera sido capaz de entenderla completamente, y luego ms conversacin
en la antesala. El centro de la conversacin era un chico de pronunciado mentn y aspecto severo,
cuyo nombre no significaba nada para m entonces. Hablaba sin descanso de msica y de poltica
liberal; todo el mundo le adulaba y le haca la pelota hasta ponerme enfermo, incluso Lola. Cuando
fuimos a una habitacin adjunta para tomar un refrigerio erfrischung, como lo llaman los alemanes
, me lo present como Herr Wagner, pero la nica conversacin que tuvimos fue cuando le pas la
ginebra y l me dijo danke. (Yo he tenido que repetir hasta la saciedad esta ancdota, lo que muestra,
por cierto, cun ridculas llegan a ser a veces las personas consideradas como celebridades. Por
supuesto, normalmente alargo un poco la historia y cuento que le dije: que las canciones Bebe,
cachorrillo, bebe y Los Granaderos britnicos eran mejores que cualquier pera, pero slo porque
se es el tipo de exageracin que suele gustar en las cenas, y cuadra con mi carcter popular.)[27]
Pero mis recuerdos de aquella tarde son necesariamente vagos, en vista de lo que la noche iba a
traer consigo. En resumidas cuentas, me qued todo el da en palacio, aburrindome como una ostra e
impaciente por coger a Lola a solas, lo que pareca ser terriblemente difcil, ya que siempre haba
mucha gente con ella. De vez en cuando intercambibamos una palabra o dos, pero siempre con otras
personas presentes, y a la hora de la cena acab al final de la mesa con la gorda baronesa Pechman a
un lado y un norteamericano cuyo nombre he olvidado al otro.[28] yo estaba bastante resentido con
Lola por eso: aparte de que crea merecer un puesto cerca de ella en la cabecera de la mesa, el
yanqui era el tipo ms aburrido que jams he visto en mi vida, y la rubia mantecosa de las risitas que
tena al otro lado me estaba poniendo furioso, lanzando grititos divertidos ante mi inseguro alemn.
Tambin tena cierta tendencia a dejar su mano apoyada en mi muslo debajo de la mesa, y no es que,
yo no agradeciera el cumplido, incluso poda considerrsela bastante guapa a su manera, con aquella
cara de pepona, si hubiera pesado unos kilos menos, pero mi mente estaba puesta en la encantadora
Lola, y ella se encontraba muy lejos de m.
Como me aburra, no tom precauciones ni mantuve los ojos demasiado atentos a mi vaso. Fue
una cena magnfica, y los vinos se sucedieron en un brillante desfile. Todo el mundo los consumi en
abundancia, como hacen siempre los alemanes, y yo simplemente segu su ejemplo. Era
comprensible, pero estpido. Aprend con el correr de los aos que el nico lugar seguro para
emborracharse es entre amigos y en tu propia casa, pero aquella tarde me puse como un cerdo, y el
resultado, en pocas palabras, fue que Flashy se emborrach como una bestia, para citar a mi viejo
amigo Tom Hughes.
No era el nico, sin embargo. La conversacin se haca cada vez ms ruidosa, las caras se
volvan cada vez ms rojas, las bromas eran cada vez ms ordinarias el hecho de que la mitad de
los presentes fuesen mujeres no significaba nada y al final todo el mundo se dedic a rugir y
cantar, o salan haciendo eses para vomitar; la nica conversacin posible consista en gritar a pleno
pulmn. Recuerdo que haba una orquesta tocando incesantemente en un extremo del vestbulo, y en
un momento dado mi compaero norteamericano se puso de pie tambalendose en su silla, entre los
vtores de la multitud, dirigindoles como si fuera el director de una orquesta con un cuchillo y un
tenedor. Finalmente se cay y rod debajo de la mesa. Esto es una orga pens yo, pero no una
orga como Dios manda. Se me meti en la cabeza de forma bastante comprensible que una
bacanal deba acabar en la cama, y naturalmente busqu a Lola. Ella haba abandonado la mesa y
estaba de pie en un gabinete cercano, hablando con algunas personas; yo me levant y me abr paso a
travs de los invitados que estaban de pie es decir, aquellos que todava aguantaban de pie hasta
que me detuve frente a ella.
Deba de estar heroicamente borracho, porque recuerdo que su cara se enfocaba y se desenfocaba
a ratos; Lola llevaba una diadema de diamantes sobre su oscura cabellera, que las luces de la araa
la hacan brillar deslumbradoramente. Dijo algo, no recuerdo el qu, y yo murmur:
Vaymonos a la cama, Lola. T y yo.
Debes descansar, Harry dijo ella. Ests muy cansado.
No estoy demasiado cansado contest. Pero estoy muy caliente. Vamos, Lola, Rosanna,
vmonos a la cama.
Muy bien. Vamos, pues. Estoy seguro de que dijo eso, y ella ech a andar, y yo la segu
fuera del ambiente ruidoso y cargado de la cmara del banquete hacia un pasillo. Iba tambalendome
bastante, ya que llegu a darme contra la pared una vez, ella me esperaba, me gui hasta una puerta y
la abri.
Aqu dijo.
Yo pas dando trompicones junto a ella y capt la dulzura almizclada de su perfume; la agarr y
la arrastr hacia m en la oscuridad. Not su cuerpo, suave y excitante, contra el mo, y por un
momento tuve su boca abierta pegada a la ma; ella se escabull y yo perd el equilibrio yendo a caer
en un sof. Le ped que volviera y le o decir:
Un momento, slo un momento. La puerta se cerr suavemente.
Me qued medio tumbado en el sof, con la cabeza atontada por la bebida y la mente bullndome
de pensamientos lujuriosos. Creo que deb de caer en un estado de breve estupor, porque de repente
fui consciente de que haba una dbil luz en la habitacin, y una mano suave me acariciaba la mejilla.
Lola dije, como un imbcil, dejando que unos brazos me rodearan el cuello y una suave voz
murmurara en mi odo, pero no era Lola. Mir, guiando los ojos, la cara que estaba ante m, y mis
manos se pusieron en contacto con una carne desnuda y rechoncha... mucha carne. Mi visitante era la
baronesa Pechman, y estaba completamente desnuda. Trat de apartarla, pero ella pesaba demasiado;
se peg a m como una sanguijuela, murmurando ternezas en alemn, y empujndome hacia el sof.
Vete, foca le dije, empujndola. Gehen Sie weg, maldita sea. No te quiero a ti: quiero a
Lola.
Era como querer mover la catedral de San Pablo. Estaba echada encima de m, tratando de
besarme, y con su fofa cara contra la ma. Yo la maldije, luchamos y ella solt una risita idiota y
empez a quitarme los pantalones.
No, no lo hagas dije yo, cogindola por la cintura, pero estaba demasiado borracho para ser
capaz de defenderme adecuadamente, o ella era demasiado fuerte a pesar de su grasa. Me sujet,
llamndome su patito y su pollito y otras majaderas, y antes de que me diera cuenta, ella me haba
levantado y puesto de pie y tena mis bonitos pantalones de Cherrypicker por las rodillas y agitaba su
gordo culo delante de m.
Oh, eine hammelkeule! grit. Kolossal![29]
Ninguna mujer me hace eso dos veces: soy demasiado susceptible. La agarr como pude y la
empuj con fuerza. No era Lola, pero all estaba yo demasiado borracho y demasiado excitado para
elegir. Enterr mi cara en los rizos rubios de su nuca, y ella empez a chillar y a moverse
frenticamente muy excitada. Yo estaba ya colocndome bien para trabajar en serio cuando se movi
el picaporte, la puerta se abri y entraron unos hombres.
Eran tres: Rudi Starnberg y dos ms vestidos de negro. Rudi hizo una mueca de deleite al verme,
cogido en flagrante seducto, como dicen los estudiantes de lenguas clsicas, pero yo saba que
aquello no era ninguna broma. Borracho como estaba, not que all haba peligro, un peligro
espantoso, aparecido cuando menos lo esperaba. Se notaba en las severas caras de los dos tipos que
iban con l, unos tipos duros, silenciosos, que se movan con decisin.
Apart a mi gorda baronesa rpidamente y ella se vino abajo, desparramndose flccidamente
sobre el estmago. Salt hacia atrs, tratando de subirme los pantalones, pero las calzas de la
caballera se ajustan como una segunda piel, y aquellos dos me agarraron antes de que pudiera
arreglarme. Cada uno me cogi por un brazo, y uno de ellos gru en un francs execrable:
Quieto, criminal! Est usted arrestado!
Por qu demonios? Qutenmelas manos de encima, malditos! exclam. Qu significa
esto, Starnberg?
Est usted arrestado me contest. Estos son oficiales de polica.
Polica? Pero, por Dios, qu se supone que he hecho yo?
Starnberg, con los brazos en jarras, mir a la mujer que reptaba a sus pies y se apresuraba a
cubrirse con alguna ropa. Para mi sorpresa, ella se tapaba la boca con la mano, aguantndose la risa;
me pregunt si estaba loca o borracha.
No s cmo le llaman a esto en ingls dijo l framente, pero nosotros tenemos unos
cuantos nombres bastante desagradables. Vete, Gretchen. y seal la puerta con el dedo.
En el nombre de Dios, eso no es un crimen! grit, pero vindole silencioso y sonriendo
cruelmente, luch con todas mis fuerzas. Ahora ya estaba bastante sobrio, y horriblemente asustado.
Djenme! exclam. Estn locos! Quiero ver a la Grfin Landsfeld! Quiero ver al
embajador britnico!
No sin sus pantalones, seguro dijo Rudi.
Socorro! rug. Socorro! Dejadme! Vosotros, hijos de puta, os har pagar por esto! E
intent frenticamente soltarme de la presa de los policas.
Ein starker mann[30] observ Rudi. Tranquilcenle.
Uno de mis captores se coloc rpidamente detrs, yo trat de volverme, y un lacerante dolor se
abri paso en la parte de atrs de mi cabeza. La habitacin me daba vueltas y not que mis rodillas
golpeaban el suelo antes de que me abandonara la conciencia.
Me pregunto a veces si algn hombre en la tierra ha ido a parar a una celda ms a menudo que yo.
Me ha venido ocurriendo a lo largo de toda mi vida. Quiz pueda reclamar un rcord; pero si lo
hiciera, seguro que algn norteamericano me superara enseguida.
Aquel despertar no fue muy diferente de muchos otros. Senta unos dolores espantosos, tanto en el
interior como en el exterior de mi crneo, unas agudas nuseas oprimindome el estmago y el terror
de lo que me esperaba. Este terror se instal rpidamente, en cualquier caso; mientras la luz gris
empezaba a filtrarse a travs de los barrotes de mi ventana que segn intu se encontraba en una
comisara de polica, porque la celda era bastante decente un guardia uniformado me trajo una taza
de caf y luego me condujo por un pasillo hasta una sencilla habitacin, recubierta de madera, con
escritorio de aspecto muy oficial, detrs del cual se sentaba un hombre de aspecto muy oficial.
Tendra unos cincuenta aos, el cabello gris acero, un bigote rizado y unos fros ojos flanqueando una
nariz ganchuda. De pie en un pupitre para escribir detrs de la mesa haba un escribiente. El guardia
me hizo entrar, confuso, sin afeitar, manchado de sangre y con un humor de mil demonios.
Solicito que se me permita comunicarme con mi embajador en este instante empec y
protesto por la ultrajante manera en que...
Tranquilo dijo el funcionario. Sintese. Y me indic un taburete delante del escritorio.
Yo no iba a soportar aquello.
No se atreva a darme rdenes, bastardo comedor de coles grit. Soy un oficial britnico,
y a menos que quiera tener un serio conflicto internacional del que responder, usted...
Yo ciertamente har que le azoten y le devuelvan a su celda si no contiene su sucia lengua
dijo framente. Sintese.
Yo me qued de pie, asombrado ante este espectculo, cuando una animosa voz detrs de m dijo:
Es mejor que se siente, amigo; l lo puede hacer, sabe? y yo me di la vuelta en redondo
para encontrarme con Rudi Starnberg apoyado en una mesa que estaba junto a la ventana, que le haba
ocultado de mi vista al entrar. Estaba fresco y alegre, con la gorra echada hacia adelante de forma
casual encima de un ojo, fumando un cigarro en una boquilla.
Usted! grit, pero no segu. l me hizo callar con un gesto y seal el taburete; al mismo
tiempo el funcionario dio un vigoroso golpe en su mesa, as que decid sentarme. Me dola tanto la
cabeza que dudo que hubiera podido seguir de pie mucho tiempo ms.
Este es el doctor Karjuss dijo Rudi. Es un magistrado y una autoridad legal; tiene algo que
decirle.
Puede empezar por decirme qu significa todo esta cobarda y estos malos tratos exclam.
Me han atacado violentamente, me han fracturado el crneo, arrojado en una asquerosa celda, negado
el derecho a ver a mi embajador y Dios sabe cuntas cosas ms. S, por Dios, hasta me han
amenazado con azotarme tambin!
Usted fue puesto bajo arresto la noche pasada dijo Karjuss, que hablaba un francs tolerable
. Se resisti a los oficiales. Ellos le redujeron; eso es todo.
Que me redujeron? Maldita sea, casi me matan! y qu es esta tontera del arresto? De qu
se me acusa?
Hasta ahora de nada dijo Karjuss. Repito, hasta ahora. Pero puedo indicarle de qu se le
acusar.
Se sent muy tieso y severo, mirndome con el disgusto reflejado en sus fros ojos. Primero,
conducta obscena e indecente; segundo, corrupcin de la moral pblica; tercero, conducta
desordenada; cuarto, resistencia a la autoridad; quinto...
Usted est loco! exclam. Esto es ridculo! Se imagina que algn tribunal del mundo me
condenar por algo de eso, basndose en lo que ocurri la noche pasada? Santo Dios!, habr una
cosa llamada justicia en Baviera, supongo...
La hay, ciertamente replic. Y puedo decirle, seor, que no solamente puedo imaginar que
un tribunal le condene... s que le condenara. Y lo har.
La cabeza me daba vueltas.
Oh, demonios! No escuchar todo esto! Quiero ver a mi embajador. Tengo mis derechos y...
Su embajador no podra ayudarle. No he mencionado el ms serio de los cargos. Es posible
que se plantee una acusacin de asalto criminal a una mujer por parte de usted.
Ante esto yo tembl, horrorizado.
Eso es mentira! Una maldita mentira! Dios mo, ella prcticamente me viol. Por qu...
Ese no sera el testimonio que ella dara ante un juez y un jurado. Su voz era fra como el
hielo. La baronesa Pechman es una dama irreprochable. Su marido es un antiguo comisario de
polica de Mnich. No puedo imaginar un testigo ms respetable.
Pero... pero... Me faltaban las palabras, y un pensamiento horrible se estaba formando en mi
cerebro. Esto es un complot! Eso es! Es un intento deliberado de desacreditarme! Me volv
hacia Starnberg, que se miraba negligentemente las uas. Usted est metido en esto, mal bicho!
Ha trado testigos falsos!
No sea idiota cort. Escuche al magistrado, quiere?
Estupefacto y aterrorizado, me dej caer en el taburete. Karjuss se inclin hacia adelante, con sus
delgados dedos tamborileando en la mesa que tena ante l tuve la impresin de que estaba
disfrutando.
Empieza a ver usted la gravedad de su situacin, seor. Le he indicado las acusaciones que se
pueden presentar, y sin duda, se probarn contra usted. No estoy hablando como un magistrado que
interroga, sino como un consejero legal, si quiere. As estn los hechos. No hay duda de que usted
persistir en negarlo todo; contra usted habra al menos cuatro testigos de alto rango: los dos policas
que le aprehendieron, la baronesa Pechman y el Freiherr von Starnberg aqu presente. Su palabra, la
palabra de un conocido seductor de mujeres, un hombre que fue expulsado por embriaguez de su
escuela en Inglaterra...
Cmo demonios sabe usted eso?
La informacin que hemos recogido es muy completa. No es as? Ya puede imaginarse lo que
su palabra puede valer en estas circunstancias.
No me importa! grit. No pueden hacerme esto! Soy amigo de la Grfin Landsfeld! Ella
hablar en mi favor! Por Dios, cuando ella sepa esto, sern ustedes precisamente quienes tengan que
responder...
No segu. Otro horrible pensamiento me acababa de asaltar. Por qu la todopoderosa Lola, cuya
palabra era ley en Baviera, no haba intervenido hasta ahora? Ella deba de saber todo lo que
ocurra; si todo ese espantoso asunto haba ocurrido en su propio palacio! Ella haba estado
conmigo cinco minutos antes... Y entonces, a pesar de tener la cabeza dolorida y confusa, comprend
la verdad de todo aquello. Lola lo saba todo, s; no era ella quien me haba atrado a Mnich en un
principio? Y all estaba yo, a las veinticuatro horas de encontrarnos de nuevo, atrapado en lo que era
una execrable y deliberada trampa montada contra m. Dios mo! Era sta su forma de castigarme
por lo que haba ocurrido aos atrs, cuando me re de su humillacin en Londres? Poda alguna
mujer ser tan demonacamente cruel, odiar tanto y tan amargamente que llegara a tales extremos? No
poda creerlo.
Y entonces Karjuss habl para confirmar mis peores temores.
No puede esperar ninguna ayuda de la Grfin Landsfeld dijo. Ella le ha repudiado a usted.
Me cog la dolorida cabeza entre las manos. Era una pesadilla; no poda creer que aquello
estuviera sucediendo de verdad.
Pero yo no he hecho nada! estall, casi sollozando. Oh, s!, me tir a esa puta gorda, s,
pero qu crimen es se? Acaso los alemanes no lo hacen? Por el amor de Dios! Luchar! Mi
embajador...
Un momento. Karjuss estaba impaciente. Parece que he hablado para nada. No puedo
convencerle de que, legalmente, no tiene ayuda posible? Estoy convencido de que puede usted ser
encarcelado de por vida. Incluso con los cargos menores, se podra asegurar una sentencia de varios
aos. Est claro? Esto es lo que ocurrir inevitablemente si, insistiendo en ver a su embajador y
llamando su atencin, usted provoca un escndalo pblico. Por el momento, se lo recuerdo, no se ha
presentado ninguna acusacin.
Y no tienen por qu presentarse dijo Rudi desde detrs de m. A menos que usted insista,
por supuesto.
Esto ya era demasiado para m; no tena sentido, en absoluto.
Nadie quiere ser desagradable dijo Rudi, todo suavidad. Pero tenemos que mostrarle en
qu situacin se encuentra, no lo ve? Hacerle ver lo que puede ocurrir... si se obstina.
Entonces me estn haciendo chantaje! Mir a Karjuss primero, con sus labios delgados y
crueles, y luego al despreocupado militar. En el nombre de Dios, por qu? Qu he hecho yo?
Qu es lo que quieren de m?
Ah! exclam. Eso est mejor. Me dio dos golpecitos secos en el hombro con su fusta
de montar. Mucho mejor. Sabe, doctor sigui, volvindose a Karjuss, creo que no hay
necesidad de molestarle ms. Estoy seguro de que el Rittmeister Flashman se ha dado cuenta al
menos de la... hum...! gravedad de su situacin, y estar tan bien dispuesto que encontraremos una
salida mutuamente satisfactoria para este asunto. Le estoy profundamente agradecido, doctor.
Incluso en mi asustado y desconcertado estado, not que Karjuss acept su despido como un
lacayo hace con su seor. Se puso de pie, inclin la cabeza ante Starnberg, y con su escribiente a sus
talones sali de la habitacin.
Es mejor dijo el joven Rudi. No puedo soportar a esos malditos escribientes. No le
hubiera molestado con l, pero no hay duda de que explica bien los tecnicismos legales. Un cigarro?
No?
No me ha explicado nada excepto que soy objeto de una maldita conspiracin. Por Dios, por
qu me hace esto? Es esa condenada perra de Lola? Es as como se ha tomado su venganza contra
m?
Ep, ep! dijo Rudi. Tranquilo. Se sent en el borde del escritorio de Karjuss, balance
las piernas durante un rato y me mir pensativamente. Luego dej escapar una risita...
Muy mal, realmente. No le culpo por estar irritado. La verdad es que no hemos sido demasiado
honestos con usted. Est seguro de que no quiere un cigarro? Bueno, qu le vamos a hacer.
Se encendi otro cigarrillo y sigui hablando.
Creo que Karjuss le ha convencido de que est en un lo del carajo. Si nos da la gana, podemos
hacerle callar para siempre, y su embajador y su gobierno sern los primeros en decir amn.
Considerando las acusaciones, quiero decir.
Falsedades y mentiras! exclam. Testigos falsos!
Por supuesto. Tal como usted mismo ha dicho, un miserable complot. Pero lo que importa es
que usted est atrapado en l, sin eleccin excepto hacer lo que se le diga. Si rehsa... se presentarn
los cargos, usted ser condenado y adis muy buenas.
Y el insolente y joven bellaco me dirigi una mueca burlona e hizo un anillo de humo.
Demonio! exclam yo. Perro alemn!
Austraco, en realidad. De todos modos, se da cuenta de su posicin?
Oh, s, me daba cuenta, no haba duda de ello. No entenda cmo o por qu me haban hecho eso a
m, pero no me caba la menor duda de cules podran ser las consecuencias si yo no jugaba su
infernal juego... fuera el que fuese. Maldecir no me ayudara, y una mirada a la burlona cara de Rudi
me dijo que quejarme tampoco. Desprovisto de las dos cartas que normalmente juego en una crisis,
estaba momentneamente perdido.
Puede decirme por qu me ha hecho esto...? Por qu a m? Qu puede usted querer de m, en
el nombre del cielo?
Hay un servicio, un servicio muy importante, que slo usted puede llevar a cabo dijo. No
le puedo decir ms, por el momento. Pero se es el motivo por el que se le trajo a Mnich... Oh, s,
estaba todo cuidadosamente planeado! La carta de Lola, dictada por m, por cierto, no era del todo
inexacta. Lo de muy delicado realmente lo define bien.
Pero qu servicio puede haber que slo yo...?
Tendr que esperar, y por lo que ms quiera, deje de protestar como si fuera la vctima de un
melodrama. Acepte mi palabra: no nos habramos tomado tantas molestias para nada. Ahora, usted es
un hombre inteligente, estoy seguro. Se inclinar a lo inevitable como un buen chico?
Esa perra de Lola! gru. Est metida hasta el cuello en esta... esta villana, supongo.
Hasta cierto punto, no hasta el cuello. Ella ha sido el medio de atraerle a Alemania, pero no
fue idea suya. Nosotros usamos su ayuda...
Nosotros? Quin demonios es ese nosotros?
Mis amigos y yo. Pero no debera usted ser demasiado duro con ella, ya sabe. Dudo que ella le
guarde ningn rencor. De hecho, creo que lo siente mucho por usted, pero sabe quin tiene la sartn
por el mango. Y aun siendo poderosa como es, hay algunos en Alemania a los que incluso ella
encuentra inteligente hacer un favor. Ahora, no me haga ms preguntas idiotas: se va a portar bien, s
o no?
Parece que no tengo eleccin.
Excelente. Ahora, tenemos que examinar ese golpe en la cabeza, debe tomar un bao y
cambiarse de ropa, y entonces...
Entonces, qu?
Usted y yo haremos un pequeo viaje, mi querido Flashman. O debo llamarte Harry? Puedes
dirigirte a m como Rudi, ya sabes; eso de sucio perro, demonio, cerdo y dems zarandajas
estn muy bien entre extraos, pero creo que t y yo estamos a punto de entablar una fructfera y
provechosa amistad. No ests de acuerdo? Bueno, ya lo veremos. Ahora, si vienes conmigo, tengo
un coche esperando que nos llevar a un lugar donde te repararn y te harn klim-bim, como
decimos los prusianos. Diablicos lugares estas celdas, verdad? No hay instalaciones adecuadas
para los caballeros.
Bueno, qu poda hacer yo, sino trotar detrs de l con bastante aprensin? Quienquiera que
resultaran ser ellos, yo estaba a su merced por el momento, y mientras tanto no poda hacer nada
sino dejarme llevar por la marea. Con mi fiable instinto, supe que el servicio por el que me hacan
chantaje seguro que era desagradable, y probablemente sera peligroso, pero mis tripas sueltas no se
interferan con mi proceso lgico de pensamiento. Soy realista, y todava tena en mente que en
cualquier cosa que me esperase un viaje, en principio, de acuerdo con Rudi se presentara
seguramente alguna oportunidad de huir. A menos que ests realmente encerrado, huir no es tan
difcil como piensa mucha gente; simplemente hay que saltar, coger el primer caballo que est
disponible y correr como un loco hasta un lugar seguro..., en este caso probablemente la frontera
austraca. O sera mejor la suiza? Estaba ms lejos, pero Rudi y sus siniestros amigos
probablemente tenan influencias en Austria. Y no me imaginaba intentando una cabalgada forzosa
hacia la frontera suiza...
Ah!, por cierto dijo Rudi, mientras dejbamos la comisara de polica y me conduca hacia
el carruaje, un hombre de accin como t seguro que piensa que puede surgir una oportunidad de
darme el salto. No lo intentes. Te matara antes de que hubieras corrido cinco metros. y sonri
amistosamente mientras se sentaba frente a m.
Ests muy seguro de ti mismo gru.
Con motivos respondi. Mira. Sacudi su brazo derecho y apareci una pistola de
bolsillo en su mano derecha. Tambin tengo buena puntera.
No lo dudo respond con sorna, pero decid que probablemente aquello era cierto.
Cualquiera que guarda una pistola en su manga puede usarla.
Y, con toda modestia, probablemente tambin uso el sable mejor que t... o incluso el cuchillo
dijo Master Rudi, guardando su pistola. As que ya ves, no vale la pena que lo intentes.
No dije nada, pero mi nimo decay un poco ms. Iba a ser un eficiente cancerbero, maldita sea,
y mucho ms an ya que me crea un hombre de accin. Conoca bastante mi reputacin, sin duda,
para considerarme un tipo desesperado y peligroso, a quien le importaban un pimiento los riesgos. Si
l hubiera sabido lo cobarde que soy habra estado menos preocupado. As que de momento yo
estaba en manos del Freiherr Rudolf van Starnberg, y si le hubiera conocido entonces como llegu a
conocerle ms tarde, habra estado mucho ms nervioso de lo que estaba. Ya que ese alegre y
despreocupado joven, con su cabello rizado y su encantadora sonrisa, era uno de los tipos ms duros
que he conocido nunca, un rufin malo, sin escrpulos y fatalmente peligroso, y, tal como pueden
imaginar, he conocido a unos cuantos. No hay demasiados que, aun siendo malvados, se deleiten en
la maldad por puro gusto, pero Rudi s que lo haca. Disfrutaba matando, por ejemplo, y hubiera
matado al mismo tiempo que rea; no tena piedad ni tampoco vergenza con las mujeres. Me atrevo a
decir que si hubo algn crimen que no cometi, solamente fue por falta de oportunidad. Era un
energmeno malvado, vicioso y cruel.
Nos llevbamos muy bien realmente, supongo, considerando todos los aspectos. Y no porque yo
compartiera la mayora de sus vicios, sino porque l crea errneamente que yo comparta su nica
virtud, que era el valor. Era demasiado joven para saber lo que era el miedo, e imaginaba que yo era
tan temerario como l mismo. Mi reputacin afgana era bastante gloriosa, despus de todo. Pero
adems debo admitir que l poda ser un buen compaero cuando quera. Tena una conversacin
amena e inagotable, una mente sucia y el gusto por las cosas buenas de la vida, as que no me fue
difcil llevarme bien con l.
El primer da fue todo consideraciones. Me llev a su casa, donde un ayuda de cmara francs
muy competente me cur la cabeza, me proporcion un bao y ropas de las mas propias ya que
haban llevado hasta all mi equipaje desde el hotel y despus nos prepar una esplendida tortilla
antes de salir hacia la estacin. Rudi tena prisa por coger el tren: bamos con destino a Berln, me
dijo, pero no le pude sacar nada ms.
Espera y vers dijo. Y mientras ests esperando, te agradecera mucho que dejaras de
hablar francs para practicar tu alemn... lo vas a necesitar.
Con esta misteriosa instruccin tuve que contentarme... y tambin tena que ser obediente ya que a
partir de entonces l no pronunci ni escuch una sola maldita palabra de francs. Sin embargo, con
una botella de vino del Rin en mi interior, el desconocido futuro me pareca un poco menos
espantoso, y cuando abordamos el tren nocturno yo estaba, al menos momentneamente, resignado a
mi situacin. Habra tiempo para empezar a preocuparse de nuevo cuando llegsemos a Berln.
El viaje dur tres das, aunque ahora se puede hacer en cuestin de horas. Aqullos eran los
primeros aos del ferrocarril, y la lnea entre Mnich y Berln no estaba completa. Recuerdo que
hicimos parte del viaje en coche, pero no puedo recordar por dnde; una noche la pasamos en
Leipzig, pero yo no prestaba demasiada atencin a lo que me rodeaba. Mientras los kilmetros
desaparecan, mi aprensin iba en aumento de nuevo: para qu demonios me querran ellos?
Intent varias veces sonsacrselo a Rudi, pero sin xito.
Lo averiguars a su debido tiempo. Era todo lo que me deca, con una mueca intrigante.
Te dir esto: yo mismo habra hecho el trabajo si hubiera tenido la oportunidad. Te envidio,
realmente. Pero t eres el nico que puede hacerlo... y no temas: est dentro de tus posibilidades.
Esto debera haberme animado, pero no fue as. Despus de todo, mis posibilidades, por lo que
l saba, estaban todas relacionadas con la guerra, el homicidio y el herosmo, y yo no quera saber
nada de todo aquello si poda evitarlo. Pero tena el suficiente sentido comn para no dejarle
entrever ni por asomo mi cobarda. Sin duda, si mis peores temores se confirmaban, l ya tendra
ocasin de ver todo lo que haba que ver, en su debido momento.
Pasamos mucho tiempo en el tren jugando al pique y al ecart, y comprobamos que ambos ramos
bastante buenos, pero no ponamos mucho inters en el juego. Yo estaba demasiado nervioso y l
demasiado ocupado en no quitarme ojo de encima. Era uno de esos tipos extraordinarios que pueden
estar ojo avizor durante das y noches sin fin, y ni un solo da en aquel viaje hubo la oportunidad de
cogerle desprevenido. Y no es que yo me hubiese atrevido a intentarlo si la hubiera habido: por
aquel entonces yo tena un saludable respeto por el joven Rudi, y no dudaba de que me hubiera
disparado sin vacilacin.
As que llegamos a Berln una noche terrible de nieve y viento; haba un coche en la estacin que
nos llevara rpidamente por las calles bulliciosas iluminadas con farolas. Incluso con nuestros
abrigos con cuello de piel, mantas y ladrillos calientes haca un fro del demonio en aquel coche
despus del calor del tren, y no me anim nada el hecho de comprobar que nuestro viaje no iba a ser
corto. Esto estaba claro por el hecho de que llevbamos un par de cestas de comida y otra cesta de
botellas.
Dur tres das ms, que con aquellas carreteras intransitables por la nieve y el coche que perdi
una rueda resultaron horriblemente incmodos. Me pareci que viajbamos hacia el oeste, a razn de
unos treinta kilmetros por da, pero aparte de eso no poda averiguar nada ms por el rido paisaje
alemn. La nieve se acumulaba en las ventanillas y el coche era como un igl; yo maldeca y grua
bastante, pero Starnberg estaba pacientemente sentado en su rincn, acurrucado en su grueso abrigo,
silbando suavemente. Sus observaciones eran o insolentemente animadoras o custicas, y yo no poda
decidir qu me gustaba menos.
Fue hacia la noche del tercer da cuando me despert de un sueecito reparador para encontrar a
Rudi con la ventanilla bajada, atisbando la oscuridad. La nieve haba dejado de caer por el momento,
pero soplaba un viento cortante, y yo estuve a punto de decirle con bruscas palabras que cerrara la
ventanilla antes de que nos congelramos, cuando l meti la cabeza y dijo:
El viaje ha acabado, gracias a Dios. Ahora al menos tendremos una comida decente y una cama
en condiciones.
Me inclin hacia adelante para mirar fuera, y vi buenas perspectivas. Rodbamos lentamente por
una larga avenida con rboles hacia una casa grande un tanto destartalada, medio mansin medio
castillo, que con la luz declinante y el viento invernal pareca el escenario de una novela gtica, toda
torreones y tejados en punta y piedra irregular. Se vean luces en algunas ventanas, y una gran linterna
amarillenta brillaba sobre el arco ojival de su puerta de entrada, que slo haca que acentuar la
lobreguez del lugar. El pequeo Flashy llega a la Torre Oscura, dije para mis adentros, y trat de
no imaginar lo que haba en el interior.
Luego qued demostrado que haca juego con el exterior. Nos adentramos por un inmenso
vestbulo pavimentado con piedra, y colgados de los muros tapices desvados, armas y trofeos de
caza; y, haciendo juego con el aire general de fantasmagora medieval, en las amplias arcadas lucan
las ttricas antorchas en soportes fijos en las paredes. El lugar pareca una tumba, y el viejo sirviente
que nos recibi podra haber sido un excelente enterrador.
Lo que ms me descorazon de todo fue la presencia en el vestbulo de tres hampones de aire
militar que dieron la bienvenida a Rudi y a m me examinaron con ojos fros y profesionales. Uno era
un prusiano tpico, fuerte, con el pelo muy corto, cuya oronda cara estaba marcada con el costurn de
un sablazo desde la frente a la barbilla; el segundo era un caballero alto esbelto y siniestro, con el
pelo liso y negro y sonrisa de zorro; el tercero era robusto y macizo, calvo y feo. Todos llevaban
uniforme y formaban el grupo de rufianes de aspecto ms duro que uno se pueda imaginar. Mi nimo
cay por los suelos cuando me di cuenta de que con aquel grupo all, mis oportunidades de huir
haban disminuido hasta casi desaparecer.
Rudi hizo las presentaciones.
Mis amigos Kraftstein el gran prusiano dio un taconazo, De Gautet una inclinacin de
cabeza del siniestro Scaramouche y Bersonin el calvo feo apenas asinti. Como t y yo, son
militares, como puedes ver. Se ocupan de nuestro bienestar y... seguridad ri Rudi complacido,
y cualquiera de ellos es tan duro como yo, nicht war?
Ich glaube es[31] dijo el regordete De Gautet, mostrando los dientes. Otro hijo de puta,
seguro, y decididamente desagradable.
l y Kraftstein se quedaron hablando con Rudi y a m Bersonin me condujo a una habitacin del
segundo piso, y mientras l mantena sus fros ojos clavados en m, me permiti graciosamente
cambiarme, lavarme y tomar una comida que trajo el viejo sirviente. La comida era tolerable
acompaada con un excelente Rhanish. Invit al taciturno Bersonin a que tomara un vaso conmigo,
pero l lo rechaz con un movimiento de cabeza. Intent hablar con l en alemn, pero no obtuve ms
respuesta a mis esfuerzos que unos gruidos, por lo que le volv la espalda y me dediqu a mi
comida. Si quera jugar a carcelero, deba ser tratado como tal.
Enseguida volvi Rudi, muy animado y con una camisa limpia, unos pantalones recin planchados
y unas botas lustrosas; los hermanos Grimm, Kraftstein y De Gautet, detrs.
Ya ests alimentado y abrevado? dijo. Estupendo. Ya veo que os habis hecho buenos
amigos. Confo en que nuestro buen Bersonin no te haya abrumado con su charla insustancial. No?
Hizo una mueca desvergonzada a Bersonin, que se encogi de hombros. Dios mo, qu
impulsivo que es! sigui Rudi, que evidentemente haba cenado tambin, y estaba del mejor humor
. Bueno, ven conmigo y veremos qu otros entretenimientos puede ofrecer este encantador
establecimiento.
Todo el entretenimiento que quiero yo es averiguar para qu demonios estoy aqu dije.
Oh, no tendrs que esperar mucho contest l, y me condujo por un pasillo, luego subimos
por una escalera, y recorrimos una larga galera. Cuando pusimos los pies all, son desde alguna
parte no lejos de nosotros el inequvoco estampido de un disparo de pistola; yo di un respingo, pero
Rudi slo hizo una mueca.
Ratas dijo. Este lugar est lleno. Hemos probado el veneno y los perros, pero nuestro
anfitrin cree en mtodos ms expeditivos. Ah va otra vez aadi, cuando son otro disparo.
Deben de estar en plena forma esta noche.
Hizo una pausa frente a una puerta pesada, forrada de metal.
Aqu estamos grit, abrindola de par en par y hacindome seas de que entrara. Tu
paciencia est recompensada.
Era una habitacin hermosa, espaciosa, mucho mejor arreglada que ninguna de las que haba visto
hasta entonces, con alfombras en el suelo, un fuego crepitante en un gran hogar bajo, sillones fraileros
de aspecto slido, algunos estantes con libros en las paredes enmaderadas y una larga, estrecha y
pulida mesa que ocupaba el centro bajo una brillante lmpara. En el extremo ms alejado de la mesa
estaba sentado un hombre, con los pies apoyados en el tablero, recargando una pistola larga. Al verle
me detuve como fulminado por un rayo. Era Otto von Bismarck.
6
He sufrido muchas sorpresas, y muy desagradables en mi vida; pero no puedo pensar en una
impresin ms espantosa que la que tuve en aquel momento. Por extrao que parezca, ni al principio
de aquel asunto ni despus, Bismarck nunca apareci en mi mente, probablemente porque no quera
acordarme de l. Despus de haberle jugado aquella mala pasada en Inglaterra con John Gully, no
tena el menor deseo de volver a encontrarme con l, especialmente en una situacin de desventaja
como aqulla. Bueno, cuando uno ha conseguido que un hombre sea machacado por un campen de
boxeo y adems le ha hecho quedar como un idiota, evita encontrrselo en un castillo solitario con
cuatro de sus matones a sueldo conducindote a su presencia.
Igualmente alarmante fue descubrir que quien se encontraba al final de la trama en la que me vea
envuelto era l. Ahora tena un aspecto an peor.
Bienvenido a Schnhausen,[32] seor Flashman dijo Bismarck, con un leve rictus de sonrisa
en la comisura de la boca. Sintese, por favor.
Bersonin acerc una silla para m a la mesa donde estaba Bismarck, y luego se coloc delante de
la puerta. Los otros tres se quedaron de pie junto a la chimenea, Rudi apoyado en la repisa. Bismarck
me estudi desde el otro lado de la mesa. Pareca ms desagradable que nunca, con aquellos ojos
azul plido y aquella arrogante mirada. Su cara se haba vuelto un poco ms ruda desde el da que le
conoc, sin embargo, ahora llevaba un grueso mostacho. La bebida le haba aadido una buena
cantidad de carne, especialmente en el cuello.
El corazn me golpeaba como un martillo, y como siempre que estoy asustado y casi fuera de mis
casillas, mi cara iba cogiendo un color rojo. Bismarck malinterpret los signos.
No parece muy contento de verme dijo, dejando a un lado su pistola. Pero, por qu? Hay
una cuenta pendiente a mi favor; perd un diente gracias a su amigo pugilista. Hizo una pausa,
mientras yo temblaba. Sin embargo, no piense que yo he tramado su viaje desde Inglaterra slo
para arreglar un asunto personal. Ocurre, por extrao que pueda parecer, que le necesito. Qu le
parece?
Dios mo! exclam, si es as, por qu demonios no me lo pidi como un ser humano
civilizado, en lugar de jugar esta endemoniada charada en Mnich? De todos los ridculos,
peligrosos... y condenadamente groseros...
No sea estpido. No pretender que yo crea que si se lo hubiera pedido habra venido. Era
necesario usar la astucia y la fuerza, por turnos, para asegurar su presencia aqu. Y para asegurar
tambin que usted ser... moldeable, ya que no hay ninguna duda de lo que que ocurrir si no hace
exactamente lo que se le pide.
No me queda ninguna duda de que he sido vilmente secuestrado! Y asaltado y falsamente
acusado! No me queda ninguna duda de que usted es un maldito villano. Y...
Podramos dejar todas estas monsergas? interrumpi crudamente. Ya sabe algo de lo que
soy, yo s exactamente lo que es usted... un rufin brutal y lujurioso. S, pero con unas ciertas
habilidades, que usted usar bajo mi direccin.
Y qu demonios es lo que quiere, maldita sea? En qu le puedo ser til?
Eso est mejor. Dele un brandy, Kraftstein, y un cigarro. Ahora, seor Flashman, esccheme
usted: lo que tengo que decirle no saldr nunca de aqu... nunca, si valora en algo su vida.
Cuando ahora pienso en ello, me resulta difcil todava creer que de verdad ha ocurrido, que
realmente era yo quien estaba sentado en aquella gran habitacin, con un vaso y un cigarro, delante
de aquel hombre fro y calculador que iba a ser el estadista ms grande de su poca mientras me
dibujaba el asombroso plan que iba a ser el primer paso, slo un pequeo paso, en su gran carrera.
Era una locura, una locura increble, pero verdad al fin. Bismarck por entonces, no era nadie, en el
sentido poltico, al menos; pero tena sus propios sueos (tal como Lola me confesara unos aos
atrs) y ahora los estaba poniendo en prctica con aquella frialdad alemana, para hacerlos realidad.
Es extrao, verdad?, que sin m no pudiera empezar como lo hizo. Necesitaba al rufin brutal y
lujurioso (una descripcin incompleta, pero Bismarck siempre haba sido muy bueno para las medias
verdades).
Djeme empezar plantendole una pregunta. Qu sabe usted de Schleswig y Holstein?
No s quines son respond. Rudi ri en voz alta, y De Gautet emiti una torva sonrisa.
Bismarck no mostr indicio alguno de diversin.
Son estados dijo, no personas. Le contar algo de ellos.
Y empez a explicarme lo que los historiadores llaman la cuestin Schleswig-Holstein. No les
aburrir con esto, porque incluso los diplomticos estn de acuerdo en que es el asunto ms
infernalmente complejo y enmaraado de la poltica europea de todos los tiempos. Nadie ha llegado
nunca hasta el fondo de la cuestin... en realidad, Palmerston dijo una vez que slo tres personas lo
entendan del todo: uno era el propio Pam, y ya lo haba olvidado, otro era el famoso estadista, y ya
haba muerto, y el tercero era un profesor alemn, y se haba vuelto loco pensando en ello. Pues eso.
Pero el meollo de la cuestin estribaba en que los dos estados, situados justamente entre Dinamarca y
la Confederacin alemana, estaban gobernados nominalmente por el Rey de Dinamarca, aunque la
mayora de los habitantes eran alemanes. Tanto Alemania como Dinamarca reclamaban Schleswig y
Holstein, y la gente que viva all siempre estaba discutiendo acerca de a quin deberan pertenecer.
Esa, pues, era la famosa cuestin...[33] y por supuesto, Bismarck conoca la respuesta.
Est ms all de toda discusin que, por derecho, esos dos estados son alemanes. Y que sean
alemanes de hecho se ha convertido en algo de la mayor importancia.
No poda imaginar qu demonios tena que ver aquello conmigo, y se lo dije.
Calle y escuche cort, rabioso. Lo ver muy pronto. Ahora, contsteme: en los intervalos
entre sus borracheras, visitas a burdeles y caceras, se interesa algo por la poltica?
Bueno, soy un tory, supongo. Nunca me he molestado en votar, sabe? Para qu?
Gerrechter Herr Gott exclam. ste, caballeros mir a los otros, es un espcimen
de la casta dominante del pueblo ms poderoso de la tierra... por ahora. Increble, verdad? Sus
ojos burlones se volvieron hacia m. Usted no sabe, en efecto, nada de los asuntos de Estado... ni
del suyo ni de ningn otro. Muy bien. Pero incluso usted, seor Flashman, debe ser consciente de que
ltimamente, se ciernen nubes de tormenta por toda Europa. Hay un peligroso sentimiento de
liberalismo, promovido por los llamados grupos progresistas de intelectuales, que est infectando a
los pueblos de los diferentes Estados. Se fomenta el descontento y la deslealtad; por todas partes hay
movimientos por la reforma escupi la palabra; reforma, ese lema de los incompetentes que no
significa ms que destruccin de la estabilidad, con la esperanza de encontrar despojos entre las
ruinas. Reforma! S, nuestro propio pas ha cado en la trampa, tal como probablemente habr odo
usted...
S, creo que lo he odo. Mi diputado perdi su escao en el Parlamento.
... y con qu resultado? Las concesiones han engendrado la anarqua, como pasa siempre.
Estn satisfechas las masas? Por supuesto que no; nunca lo estn.
En realidad, tampoco pasaba mucho tiempo all, eso est claro...
Pero hasta ahora Inglaterra no ha cosechado plenamente las consecuencias de la estupidez de
sus gobernantes. Ya llegar a su debido tiempo, como est sucediendo en toda Europa. Nos hemos
visto consumidos y debilitados por la paz de estos treinta aos pasados, hasta el punto de que apenas
hay un solo hombre en Europa, excepto Metternich, con la capacidad de ver ms all de las fronteras
de su propio pas, pasando por encima de las trivialidades de nuestra propia poltica interior, y
divisar el oscuro panorama del continente. Ellos se niegan a ver lo que est pasando a su lado; slo
piensan en cmo salvaguardar sus miserables pequeos pases, sin pensar en el conjunto. No pueden
ver, por lo que parece, que a menos que aquellos que conducen y gobiernan Europa se unan para la
preservacin del orden y del gobierno, sern barridos, sern hechos pedazos por una ola creciente de
revoluciones.
En este punto se le despertaron unas tibias pasiones, le brillaron los ojos y se inclin hacia
adelante en la silla, vomitando las palabras a travs de la mesa, hacia m.
Bueno respond yo, estoy de acuerdo en que las cosas estn muy descuidadas en todos los
campos; mi mujer ya ha observado que es condenadamente difcil encontrar buenos sirvientes. Pero
si usted piensa que Inglaterra est a punto para caer en la revolucin como breva madura, est muy
equivocado. Dejamos ese tipo de cosas para los franceses y para los negros.
No me interesan sus estpidas observaciones. Le estoy diciendo lo que pasa en Europa y qu
consecuencias puede tener, a menos que se tomen medidas para prevenirlas. Aqu, en Alemania,
tenemos ese cncer en su forma ms maligna: los movimientos liberales progresan por toda la
Confederacin. Como miembro de la Dieta de Prusia los veo trabajar abiertamente en Berln; como
propietario rural s que existen incluso en el campo. Les veo minar la fortaleza del pueblo alemn. Si
esas insidiosas doctrinas siguen su curso, en una Confederacin laxa e indisciplinada como la
nuestra, el resultado ser catico. Alemania, y especialmente la unidad alemana, por la cual han
trabajado hombres con visin de futuro durante generaciones y generaciones, recibir un golpe
mortal, del cual quiz le cueste un siglo recuperarse. Eso no podemos tolerarlo. El mundo se est
moviendo: las grandes naciones ya estn maniobrando para tomar posiciones en la carrera por el
poder, que seguramente cobrar una rapidez increble, ahora que la ciencia y la industria estn
proporcionando el mpetu necesario. Si Alemania tiene que ocupar su lugar entre los lderes, debe
estar unida, debe tener fuerza, debe tener disciplina su gran puo golpeaba la mesa a cada frase,
debe someterse a la gua y gobierno de una autoridad suprema, que har por ella lo que Napolen ha
hecho por Francia, lo que Washington ha hecho por Norteamrica. Esos no eran liberales, seor
Flashman; no eran intelectuales progresistas. Alemania debe tener su Napolen, si quiere tener su...
Waterloo? Estaba ya harto de toda aquella retrica. Comprndanme, en el momento en que
lo dije dese no haberlo hecho, porque l se par en seco y me mir en silencio con sus brillantes
ojos azules. Luego se ech hacia atrs en su silla y habl con ms calma.
No habr ningn Waterloo. Adems, todo esto es mera teora, pero ciertamente est
desperdiciado en una mente como la suya. Ya he dicho bastante, creo, para explicarle la necesidad
que tenemos de detener la expansin del pensamiento liberal antes de que genere la revolucin. Por
eso se deben tomar medidas, en lo posible, para reforzar el gobierno existente y preservar el orden.
La estabilidad debe mantenerse donde quiera que funcionen las influencias sediciosas, y en ningn
sitio son ms evidentes que en Schleswig y Holstein.
Me preguntaba cundo volveramos a referirnos a ellos dije yo, y mir a los otros para ver
cmo se haban tomado el parlamento de Bismarck. El joven Rudi lanzaba volutas de humo al techo,
pero De Gautet era todo odos, y en cuanto a Kraftstein, estaba tieso como un maldito perdiguero,
dispuesto a ladrar de admiracin. Se me ocurri que si encontraba absorbente la charla insustancial
de Bismarck, probablemente no faltaran en Alemania otros idiotas que lo hicieran tambin.
Si se preocupa de estudiar el mapa de Europa que est encima de ese estante continu
Bismarck, ver que en el lmite oriental de Holstein, donde se une con Mecklenburgo, hay un
pequeo ducado llamado Strackenz. ste, como Schleswig y Holstein, tiene lazos tanto con Alemania
como con Dinamarca; como ellos, tambin, est dividido internamente entre facciones contendientes.
Siendo una provincia rural y atrasada, aparentemente es de menos importancia que los estados
vecinos ms grandes, pero esto no es sino una ilusin. De hecho, es la chispa que puede prender el
fuego. Si las disensiones entre las partes contendientes de Strackenz acabaran en desrdenes, stos
seran, indudablemente, tomados por los elementos revolucionarios como excusa para fomentar el
descontento en las provincias vecinas; Dinamarca y Alemania podran verse involucradas... Crame,
grandes guerras han tenido su origen en pequeos asuntos como el de Strackenz.
Tiene usted claro que debe mantenerse la paz en esa pequea provincia? Si es as, la
diplomacia alemana asegurar, a su debido tiempo, la incorporacin de Schleswig y Holstein a la
Confederacin alemana, y habr comenzado el proceso de nuestra unificacin nacional. Pero si en
este nterin ocurriera algo que sumiera a Strackenz en el caos, las facciones rivales se veran
abocadas a una crisis capaz de ser manipulada... y entonces mi trabajo se arruinara antes de
empezar.
No puedo asegurar que yo estuviera dispuesto a dar ni un condenado penique por aquel trabajo, o
por la construccin de un Estado alemn unido, ni poda comprender por nada del mundo qu tena
que ver todo aquello conmigo. As que slo me caba escuchar. Bismarck se inclin otra vez hacia
adelante, mirndome y dando puetazos en la mesa.
La crisis est cerca. Estos son los hechos. Strackenz est gobernado por la duquesa Irma, que
recientemente ha alcanzado la edad nbil. Es muy popular entre sus sbditos, porque es joven,
atractiva y, por lo tanto, especialmente adecuada para gobernar, a los ojos de los campesinos
supersticiosos. Se ha buscado un matrimonio de Estado con un prncipe de la familia real danesa, un
sobrino del propio rey Cristian, el prncipe Carlos Gustavo. Esto le demostrar la importancia que
concede Dinamarca a una provincia tan pequea como Strackenz. Pues bien, este matrimonio ser
bienvenido por la faccin danesa de Strackenz, un grupo especialmente turbulento, posiblemente
porque estn muy lejos de la propia Dinamarca. Si ellos estn contentos, Strackenz continuar en paz.
Su poblacin alemana sabr esperar aadi con confianza.
Yo confieso que ahogu un bostezo, pero l ri, indiferente.
Polticamente, la unin no slo es deseable, sino esencial. Aparte de su influencia
estabilizadora, no carezco de esperanzas acerca de Carlos Gustavo, a quien conozco bien. Podra ser
un consorte y un gobernante popular en Strackenz.
Se qued callado, con los ojos fijos en los mos, y yo me turb, impaciente.
Entonces dije yo, buena suerte para la feliz pareja, y que Dios los bendiga a todos,
incluido el pequeo Tim. Llegar usted al punto que me concierne a m... si es que algo me
concierne, cosa que estoy empezando a dudar?
Ah, s, hay algo asinti l duramente. Dije que haba una crisis en Strackenz. Y es sta: tal
como estn las cosas, la boda, que debera celebrarse en el plazo de seis semanas, no puede tener
lugar.
No? Por qu no?
El prncipe Carlos Gustavo, que es un joven admirable en muchos aspectos, tiene sin embargo
su propia cuota de irresponsabilidad juvenil. Bismarck hizo una pausa. Ha contrado una
enfermedad social que hace imposible que se case, al menos de momento.
Una qu?
Una enfermedad social.
Quiere decir que ha pillado una gonorrea? dej escapar una risotada. Bueno, es
condenadamente desconsiderado por su parte. Mala suerte para la condesa... como se llame. Ya se
sabe, los chicos son as, no? Pero estoy de acuerdo en que eso pone las cosas difciles. Qu
piensan hacer al respecto?
Bismarck no replic de momento. Hubo un silencio mortal en la habitacin, un silencio
expectante que me puso incmodo.
Bueno exclam yo al fin, qu pasa ahora?
Bismarck se puso de pie bruscamente, fue hasta un escritorio que estaba junto a la pared y cogi
un pequeo objeto de ste. Lo sopes en la mano y despus camin lentamente de vuelta a la mesa.
Si la boda no tiene lugar, Strackenz explotar. El partido dans se ocupar de ello. La
agitacin liberal excitar los sentimientos anti-alemanes extendiendo rumores de que hay un complot.
Pero obviamente, es imposible para el prncipe Carlos casarse hasta dentro de durante algunos
meses, mientras su... condicin no haya respondido al tratamiento.
Pareca esperar un comentario, as que suger que se pospusiera la boda.
Con qu pretexto? Si se conociera la verdadera razn, el matrimonio nunca podra tener lugar,
desde luego, y la olla de Strackenz entrara en ebullicin. Por el momento, nadie conoce la
enfermedad de Carlos Gustavo excepto su propio mdico y dos ministros daneses de elevada
posicin. En el resto de Dinamarca, en Alemania y en Strackenz, no sospechan nada raro, y esperan
que la boda siga adelante.
Est diciendo que slo tres personas saben que ese prncipe tiene gonorrea? Entonces
cmo...?
Tengo mis propias fuentes. Los tres que he mencionado, el prncipe y nosotros somos las
nicas personas que lo sabemos. Puede estar seguro. Juguete con el objeto que tena en su mano
. La boda debe celebrarse.
Bueno, lo nico que tiene que hacer l entonces es casarse con ella, con gonorrea o sin ella,
verdad? Qu ms da...
Ni pensarlo dijo De Gautet, hablando por primera vez, aparte de las razones humanitarias,
seguramente se descubrira despus, y el consiguiente escndalo tendra un efecto tan desastroso
como el aplazamiento del matrimonio.
Bueno, entonces est claro. Si el prncipe no puede casarse hasta dentro de seis semanas, la
boda est descartada, no es eso? Tendrn que pensar en otra cosa.
Ya lo hemos hecho aclar Bismarck. Y la boda se celebrar.
Estn diciendo tonteras repliqu. De todos modos, a m qu demonios me importa? Qu
tiene que ver todo esto conmigo?
Bismarck lanz sobre la mesa el objeto que tena en la mano. ste se desliz a lo largo de la
superficie de madera y se detuvo junto a m. Vi que era una caja dorada, oval, de unos diez
centmetros de largo.
brala dijo Bismarck.
Toqu el cierre y se abri. Dentro haba una miniatura, con unos colores muy realistas, que
mostraba a un hombre de uniforme, juvenil, pero con una cabeza completamente calva que le daba un
aspecto poco natural. No tena mal aspecto, sin embargo, y me pareci que le conoca... Entonces la
caja se me cay de los dedos, y la habitacin empez a darme vueltas en torno a m. Porque yo le
conoca; aparte de la cabeza pelada, la cara de la miniatura era la ma propia. Conoca de sobras mi
imagen. El parecido era asombroso, exacto.
El prncipe Carlos Gustavo de Dinamarca dijo Bismarck, y su voz pareci venir a travs de
la densa niebla.
No suelen faltarme las palabras, pero en aquel momento me qued pegado a la silla, sin habla. La
enormidad de la idea porque en un instante lo vi todo tan claro como la luz estaba ms all del
comentario razonable. Me limit a quedarme sentado mirndolos a ellos y luego a la miniatura una y
otra vez, y entonces son la jovial risa de Rudi.
Magnfico! exclam. No me hubiera perdido este momento ni por un ducado! Me
gustara que hubieses podido verte la cara... tu propia cara, quiero decir.
Recordar dijo Bismarck que cuando le conoc en Londres me esforzaba por recordar
dnde le haba visto anteriormente. No le haba visto nunca, por supuesto... pero s que vi al joven
prncipe Carlos cuando visit Berln. Me di cuenta entonces de que ustedes eran dopelgngers,
dobles idnticos, y les contempl como un hecho interesante; nada ms. Tres meses despus, cuando
conoc la indisposicin del prncipe, y que su respuesta al tratamiento era demasiado lenta para hacer
posible que se casara en la fecha prevista, record de nuevo su cara. Percib que ah haba una
salida. Al principio, tal como usted puede imaginar, rechac la idea por absurda. Entonces me
apliqu a estudiarla detenidamente, y vi que era posible. Increble, quiz, pero posible. Lo plane
todo paso a paso, y vi que con los adecuados cuidados y preparacin poda ser incluso algo ms...
sera virtualmente un xito seguro. Una vez tomada mi decisin, puse en marcha los acontecimientos
que le han trado aqu, a Schnhausen.
Al final recuper el uso de mi lengua.
Est loco! exclam. Es usted un delirante luntico! Quiere usted ponerme a m... en lugar
de l... para... para... suplantarle... para intentar el ms loco, el ms ridculo...
Silencio! rugi l, y vino rodeando la mesa, con la cara descompuesta por la pasin.
Cree que me he tomado este asunto a la ligera? Que no lo he examinado, una y otra vez, antes de
decidirme? Imagina que he diseado el plan que le ha trado hasta aqu, y perdido tiempo y dinero,
sin estar seguro de que el asunto podra realizarse? Se inclin hacia m, con su cara junto a la ma,
y habl rpida y tranquilamente. Considere, si tiene la suficiente inteligencia, la minuciosa
preparacin de la estratagema que le ha trado hasta aqu. Planeada, mi estpido ingls, con un
cuidado y una precisin que su lenta mente no puede ni siquiera concebir.
Genial dijo Kraftstein, moviendo la cabeza como una marioneta.
Slo una cosa estaba sujeta al azar... su presencia en Inglaterra. Era el requisito previo, y la
buena suerte hizo que fuera as. El resto... organizacin. Bismarck tom aliento y se enderez. Y
tal como hemos empezado, as seguiremos procediendo.
Me di cuenta de una cosa: que estaba realmente loco; todos ellos lo estaban y, por Dios, si
pensaban que iban a arrastrarme en sus desvaros, se haban equivocado de hombre.
No voy a hacerlo dije. Decididamente, no voy a hacerlo. Creen que estoy tan loco como
ustedes? Dios mo, la cosa es imposible: yo no durara ni cinco minutos como... sustituto de ese tipo
dans sifiltico. Y entonces qu, eh?
Bismarck me mir un momento. Y luego:
Llene su vaso, Kraftstein. Volvi a su asiento y estir las piernas.
Quizs es poco razonable esperar que acepte el plan sin estar convencido de su sensatez.
Dgame, por qu supone usted que puede fallar?
Haba unas setecientas respuestas para aquella pregunta, y yo salt con la primera que me vino a
la mente.
No saldr bien! Cmo puedo pretender yo ser un prncipe dans?
Le doy mi palabra de que podr. El parecido, crame, es asombroso. Nadie sospechar la
impostura ni por un momento.
Pero yo no hablo dans, maldita sea!
Pero tiene un don para las lenguas, recuerda? En las pocas semanas de que disponemos se le
pueden dar unas nociones. No ser necesario nada ms, ya que Su Alteza habla alemn bastante bien,
tal como lo har usted antes de ocupar su lugar. Ya tiene usted bastante fluidez ahora.
Pero..., pero..., bueno, cmo demonios propone que yo ocupe su lugar? Yendo a Dinamarca y
presentando buenas referencias? Tonteras!
No tiene que ir a Dinamarca. He estado en constante comunicacin con el prncipe Carlos
Gustavo. Naturalmente, l no conoce nuestro plan, pero tiene gran fe en m. Uno de los ministros que
he mencionado est a mis rdenes. A travs de l se ha arreglado todo. El prncipe saldr de
Dinamarca cuando llegue el momento con su escolta; se le ha convencido de que he encontrado una
solucin para sus dificultades. Es un tipo bastante simple, aunque amistoso, y supone que yo puedo
arreglar las cosas. En esa creencia ir a Holstein, de camino hacia Strackenz, y en Holstein se llevar
a cabo la sustitucin. Djeme a m todos los detalles.
Era como escuchar un fantstico cuento de hadas. Su forma de hablar, fra y precisa, era
espantosa.
Pero..., pero la escolta..., su gente, quiero decir...
El ministro que es mi agente acompaar al prncipe. Su nombre es Detchard. Con l a su lado,
usted no tendr nada que temer. Y nadie sospechar de usted; por qu tenan que hacerlo?
Porque puedo equivocarme en cien cosas, hombre! La voz, los gestos... Dios sabe qu!
No replic Bismarck. Se lo he dicho, conozco al prncipe, su voz, sus gestos... todo sobre
l. Y le digo que si se afeita la cabeza y el labio superior, ni su propia madre sabra distinguirlos.
Eso es verdad apoy Rudi, desde la chimenea. No es que seis parecidos: es que sois
idnticos. Si aprendes un poco sus hbitos..., sus gestos, ese tipo de cosas, no puede fallar.
Pero yo no soy actor! Cmo puedo...?
Usted anduvo por Afganistn disfrazado de nativo, verdad? dijo Bismarck. Conozco
tanto de usted como usted mismo, ya lo ve. Si pudo hacer aquello, podr hacer esto fcilmente. Se
inclin hacia adelante de nuevo. Ya hemos pensado en todo eso. Si usted no fuera un hombre de
accin, de probados recursos y coraje, de geist und geschicklichkeit, ingenio y aptitudes, no habra
considerado este plan ni por asomo. Pero como usted posee todas esas cosas, y las ha probado, por
eso est aqu ahora.
Bueno, eso era lo que l saba. Que Dios le ayudase, se haba credo lo que decan los peridicos
y mi reputacin... l pensaba que yo era el intrpido Flash Harry de los relatos populares, el hroe de
Jallalabad y todas aquellas bobadas. Seguro que no haba esperanza de persuadirle de lo contrario.
Pero Dios mo! dije yo, horrorizado. Lo que usted me est proponiendo es que yo vaya a
Strackenz y me case con esa maldita mujer! Quiero decir que... yo ya estoy casado!
Usted es protestante. Ser una ceremonia catlica. No puede representar de ninguna manera un
compromiso para usted, ni moralmente ni de hecho.
A quin le importa eso? Lo que quiero decir es... Tendra que vivir con ella como Rey de
Strackenz o lo que sea. Cmo podra? Qu pasara con el autntico prncipe Carlos?
Lo mantendramos encerrado bajo llave, en un lugar adecuado en Mecklenburgo. All se
recuperara de su enfermedad. Y a su debido tiempo le contara... toda la verdad. Le sealara que no
tena eleccin sino continuar con la parte restante de mi plan.
Y cul es se, en el nombre del cielo?
Cuando l se recupere, quizs un mes o dos despus de su matrimonio, usted ir a cazar a un
cierto refugio. Se separar de sus compaeros. Ellos le encontrarn, finalmente, o ms bien
encontrarn al prncipe real. Se habr cado del caballo, y se habr herido ligeramente en la cabeza.
Necesitar algunos das de descanso y recuperacin. Despus volver a Strackenz con su esposa. Si
ella notara alguna diferencia, se atribuira a los efectos de la herida. Pero esto difcilmente podra
despertar sospechas en ella de que l no fuera el hombre con el que se cas. Espero que vivan y
gobiernen larga y felizmente juntos.
Y qu me ocurrir a m?
Usted, mi querido seor, por entonces estar lejos de las fronteras de Alemania... con diez mil
libras esterlinas en el bolsillo. Bismarck se permiti una sonrisa. No le pedimos que trabaje por
nada, ya lo ve. Su silencio se ver asegurado, porque si decide contar su increble cuento, quin lo
creer? Pero, por qu iba a hacerlo? Habr salido del asunto de la manera ms provechosa.
S, claro, provechosa para ti pens y yo con una bala en la nuca o un cuchillo entre las
costillas. Estaba tan claro como que el da que acabara todo yo valdra mucho ms muerto que vivo,
desde su punto de vista. Mir a Bismarck y luego al sonriente Rudi, que se haba sentado en el borde
de la mesa; a Kraftstein, que me frunca el ceo desde su maciza altura; a De Gautet, con sus ojos de
serpiente... incluso mir a Bersonin, que permaneca sombro y en silencio junto a la puerta. Por
Dios, he visto algunos grupitos de villanos en mi vida, pero creo que si alguna vez me pidieran
reclutar una banda de corta-gargantas para alguna empresa inicua, las bellezas de Bismarck
encabezaran la lista.
Veo lo que est pensando dijo Bismarck. Se levant, cogi su caja de cigarros y me
obsequi con un puro, que me encendi con una vela. No confa en m. Cree que despus le matar,
nicht wahr? Que romper mi promesa.
Bueno... no se me haba ocurrido, pero ahora que lo menciona...
Mi querido seor Flashman, concdame el beneficio de un poco de inteligencia. Slo tengo
que ponerme en su lugar, tal como usted sin duda ha estado ponindose en el mo. Yo sospechara
mucho, si fuera usted. Necesitara estar convencido de que todo se encontraba... bajo control, no es
as?
No dije nada, y l camin alrededor de la mesa.
Pregntese a s mismo qu puedo ganar yo engandole. Seguridad? A duras penas, ya que
usted en ningn caso, vivo, puede causarnos dao. Tal como he dicho antes, nadie creera su historia,
que adems le incriminara a usted si fuera tan loco como para contarla. Qu ms? Matarle
representara... problemas. Usted no es un nio, y hacerle desaparecer podra causar algunas
complicaciones imprevistas en mis planes.
Somos honestos con usted, como ve dijo Rudi, y Kraftstein asinti con convencimiento. De
Gautet trat de sonrer socarronamente, como un lobo despus de harto.
Y diez mil libras, puede creerme, es una suma irrelevante continu Bismarck. Es un
precio barato por establecer la fundacin de la nueva Alemania... y eso es lo que est en juego aqu.
Puede pensar que estoy soando, que somos unos locos visionarios..., puede pensar en nosotros
incluso como villanos. No me preocupa. No importa. Es algo grande lo que vamos a hacer, y usted
slo es un pequeo pen..., pero como todos los pequeos peones, vital. Le necesito, estoy dispuesto
a pagar por lo que necesito. Se puso de pie, viril, dominante y autoritario. Busca usted garantas
de mi buena fe. He tratado de mostrarle que est en mi inters, y en el de Alemania, mantener lo
dicho. A esto aado mi palabra como junker, soldado y caballero: juro por mi honor que cumplir lo
que le he prometido, y que cuando haya concluido su parte en este plan usted ser conducido sano y
salvo fuera de Alemania, con la correspondiente recompensa, y que no se le har ningn dao.
Gir sobre sus talones y volvi a su silla; los otros se sentaron cabizbajos. Despus de haber
transcurrido el intervalo adecuado, aadi:
Si lo desea, puedo jurar sobre la Biblia. Por mi parte, yo creo que un hombre que dice
mentiras puede jurar en falso tambin. Yo no hago ninguna de las dos cosas. Pero estoy a su
disposicin.
Todo esto lo dijo con mucha suavidad. Por un momento casi consigui que le creyera. Pero yo me
haba movido en compaa de hombres tan perversos como el amigo Bismarck, y conoca todos los
trucos.
No me sirven para nada los juramentos sobre la Biblia respond. Y, de todos modos, no
estoy seguro de que me guste su pequeo complot. No soy ningn pobretn, ya lo sabe... lo cual era
una condenada mentira, pero, qu le vamos a hacer no estoy ansioso por ganar sus diez mil del ala.
Es deshonesto, es engaoso y decididamente peligroso. Si hubiera un desliz, me costara la cabeza...
Y la nuestra, recurdelo dijo De Gautet. Usted est siempre en disposicin de
traicionarnos, si le cogen.
Muchas gracias. Eso sera un gran consuelo. Pero, ya saben, no creo que me interese el asunto.
Yo estoy por una vida tranquila y...
Incluso en una prisin bvara cumpliendo diez aos por violacin? insinu el joven Rudi
dulcemente.
Ese truco no funciona repliqu. Aun suponiendo que me lleven de vuelta a Mnich ahora
mismo, cmo pueden explicar mi ausencia entre el supuesto crimen y mi arresto? No ser fcil.
Eso les hizo pensar y Bismarck interrumpi la conversacin diciendo:
Esto es una prdida de tiempo. Fueran cuales fuesen las presiones que se le hicieron a usted
inicialmente, el caso es que usted est aqu, ahora, y no tengo que repetirle lo que le sucedera si
rechazase mi oferta. Estamos muy solos aqu. Nadie le vio llegar; nadie le vera partir. Est claro?
De hecho, no tiene ms eleccin que hacer lo que yo le pido y recoger la remuneracin que, se lo
prometo, le daremos.
Por fin haba llegado la vieja y desnuda amenaza de siempre. Podan cortarme la garganta con
toda facilidad si les daba la gana, y, santas pascuas! Yo estaba en un aprieto infernal y mis tripas se
revolvan horriblemente. Pero no haba salida... Al final hasta era posible que fuesen honestos
conmigo. Por Dios, que me vendran bien esas diez mil libras. Pero no poda creer que soltasen la
pasta. Yo, en el lugar de Bismarck, no lo hara, una vez obtenido lo que me propona. Ni siquiera me
atreva a pensar en los riesgos de su disparatado plan de suplantacin, pero tampoco me atreva a
imaginar la alternativa si rehusaba. Por un lado, aquella era una aventura loca cargada de espantosos
peligros, y posiblemente con una buena recompensa; por otra parte... la muerte, sin duda, a manos de
Herr Kraftstein.
Le dir qu vamos a hacer, Bismarck dije yo. Que sean quince mil.
l me mir framente.
Eso es demasiado. La recompensa es diez mil, y no se puede aumentar.
Trat de parecer decepcionado, pero eso me haba animado. Si su intencin era drmela con
queso, no habra dudado en aumentar el pago: el hecho de que no lo hiciera sugera que l iba a
cumplir su palabra, despus de todo.
No eres pobre, verdad? ri el maldito Rudi. Me qued callado un rato, como si estuviera
indeciso, y luego exclam:
Bueno, lo har.
Bien! grit Rudi, y me dio una palmada en la espalda. Me caes de maravilla!
De Gautet me estrech la mano, y anunci que eran condenadamente felices de tener una persona
tan resuelta, fra y llena de recursos haciendo negocios con ellos; Kraftstein me trajo otro vaso de
brandy y brind conmigo; incluso Bersonin desert de su puesto de guardin y se uni a nosotros en
el brindis. Bismarck, sin embargo, no dijo ms que: Muy bien. Empezaremos los preparativos
maana mismo, y luego se fue dejndome con sus cuatro amiguitos. Ahora eran todo afabilidad;
ramos compaeros de fatigas, buenos compaeros, y se esforzaron al mximo para ponerme
gloriosamente borracho. No me resist. Temblaba por la tensin sufrida y necesitaba todo el alcohol
fortificante que pudiera tomar. Pero a pesar de su ruidosa afabilidad y sus palmaditas en la espalda,
un pensamiento segua atormentando mi cerebro: oh, seor, otra vez estoy metido en el atolladero!
Santo cielo! Cmo voy a salir de sta?

Se podra apostar que no dorm nada aquella noche en Schnhausen. Bien empapado por dentro
de licor como estaba, Bersonin y Kraftstein me acompaaron a la cama y me quitaron las botas; sin
embargo, mantena la mente despejada. Me qued echado, completamente vestido, escuchando el
viento silbar en las torrecillas y mirando las sombras que proyectaba la vela en el techo. Mi corazn
daba saltos desbocado como despus de una carrera. La habitacin estaba hmeda y fra como una
tumba, pero yo sudaba a chorros. Cmo haba podido ocurrir todo aquello? Y qu demonios iba a
hacer yo? Finalmente empec a sollozar y a maldecir la estupidez que me haba llevado a Alemania.
En aquel momento hubiera podido estar a salvo en casa, pasando el rato placenteramente con
Elspeth, viviendo a costa de su miserable padre, sin tener que enfrentarme a ms pesadilla que la de
presentar a su familia en sociedad, y hteme aqu encarcelado en un solitario castillo con cinco
peligrosos lunticos decididos a meterme por la fuerza en una aventura descabellada que, sin duda
alguna, iba a poner una soga en torno a mi cuello. Y si me resista o trataba de escapar, me borraran
del mapa tan fcilmente como hubieran matado a una mosca.
Sin embargo, como de costumbre, despus de maldecir y desahogarme, mi mente empez a buscar
algn rayo de consuelo, algo a lo que agarrarse, porque si uno es lo bastante cobarde, cualquier vana
esperanza se ve magnificada ms all de toda razn. Bismarck haba dicho que tenan que pasar seis
semanas antes de celebrar esa boda imposible...; digamos cinco semanas o un mes antes de que
tuviera lugar mi sustitucin por Carlos Gustavo. Seguramente podan pasar muchas cosas en aquel
perodo de tiempo. Aunque eran chicos listos y precavidos, la banda de Bismarck no podra
vigilarme continuamente... A lo largo de cuatro semanas siempre habra algn momento en que un
experimentado escapista como yo encontrara una oportunidad. Un caballo y una mirada al solo a las
estrellas era todo lo que yo necesitaba, y confiaba que el pnico que me embargaba me hiciera ms
veloz que la venganza de Bismarck. Dios saba que la frontera estaba lejos, pero yo me habra
apostado el cuello a que poda alcanzarla antes que ningn otro jinete. Precisamente era mi cuello,
por supuesto, lo que estaba en juego.
Con estas alegres reflexiones pas la noche, imaginndome un montn de atolondrados medios de
huida... y otras tantas pesadillas en las cuales Bismarck me atrapaba en el acto. Todo aquello era,
claro est, una prdida de tiempo. Interiormente saba que nadie que tramara algo tan sutilmente
como l lo haba planeado iba a dejarme ni la ms mnima posibilidad de escapar. Y yo
maliciosamente sospechaba que si apareca una oportunidad, estara demasiado asustado para
aprovecharla. Aquellos chicos no se detendran ante nada.
Me lo probaron en mi primera maana en Schnhausen.
El canalla de Kraftstein vino a despertarme al amanecer; me estaba poniendo las botas cuando
entr Rudi, muy fresco, silbando alegremente, el muy hijo de puta.
Ha dormido bien Vuestra Alteza? me pregunt. Confo en que Vuestra Alteza haya
descansado lo suficiente despus de su largo viaje.
Le dije agriamente que no estaba de humor para rer sus gracias, porque aquello no era una
comedia.
Oh, no estoy haciendo gracias! Ni esto es una comedia respondi l. Es un drama, y a
menos que no quieras que se convierta en tragedia, debes actuar como nunca habas actuado hasta
ahora. Desde este momento sois Su Alteza el prncipe Carlos Gustavo, de sangre real y caballero.
Me segus? Hablaris alemn y nada ms, enseguida nos encargaremos de vuestro dans, y os
comportaris como un miembro de la casa reinante en Dinamarca.
No digas tonteras gru. No s cmo hacerlo.
Ya, por eso vamos a ensearos... Alteza dijo, y por una vez no haba burla en sus ojos. Lo
primero que hay que hacer es poner manos a la obra para que reunis los requisitos para el cargo.
Venga, Kraftstein.
Y all mismo, a pesar de mis protestas, Kraftstein me sent en una silla y empez dale que te
pego, primero a cortarme el pelo y las patillas, luego a enjabonarme y a afeitarme la cabeza. Fue un
proceso prolijo y desagradable, y cuando acab y me mir en el espejo, me hubiera echado a llorar.
Aquella espantosa criatura coronada con una brillante cpula pelada era una horrible parodia de m
mismo: mi cara, rematada por la cabeza monda y lironda de un convicto y confeso.
Malditos seis! explot. Malditos seis! Me habis arruinado!
Esperaba que se burlasen de m, por supuesto, pero nadie movi un msculo.
Vuestra Alteza se ver en la necesidad de afeitarse la cabeza cada da murmur Rudi.
Kraftstein os ensear. Ahora, puedo sugerir a Su Alteza que se ponga el uniforme hoy?
Lo tenan all tambin. Era un bonito traje, debo admitirlo, de color verde botella, que me sentaba
a la perfeccin y poda darme con l aires de elegante si no hubiera sido por esa calva monstruosa
que coronaba mi cabeza.
Admirable dijo Rudi, retrocediendo un paso. Puedo felicitar a Su Alteza por su aspecto?
Deja eso, demonios! le espet. Si tengo que prestarme a este maldito juego, me
ahorraris estas infernales tonteras hasta que empiece, al menos. Soy vuestro prisionero, no es as?
No es suficiente para vosotros?
l esper un momento y luego dijo exactamente en el mismo tono:
Puedo cumplimentar a Su Alteza por su aspecto?
Me qued mirndole, a punto de blandir mi puo ante su cara impasible, pero l se limit a
mirarme y acab diciendo:
Est bien. Si tienes que hacerlo... adelante.
Muy bien, Alteza dijo con delicadeza. Puedo sugerir respetuosamente que bajemos a
desayunar? Encuentro que Schnhausen..., el aire del campo, por supuesto, le despierta a uno el
apetito. Vamos, Kraftstein?
Yo no tena hambre, pero Rudi atac su comida con buen apetito, y hablamos animadamente
durante el desayuno. l me trataba con una curiosa mezcla de familiaridad y respeto, y si alguien nos
hubiera visto no habra podido sospechar que todo era una comedia. Era un actor consumado, y
aunque aquello poda hacer que me sintiera como un perfecto idiota, si no hubiera estado demasiado
abatido para que me importase, empec a darme cuenta de que haba un cierto mtodo en lo que
estaba haciendo. Kraftstein se limit a bajar la cabeza y devorar ansiosamente, pero en una ocasin
que se dirigi a m, tambin me llam Alteza.
Bismarck lleg cuando estbamos terminando, y l no se dedic a jugar a simulaciones. Se par
en seco en el umbral al verme, y luego entr en la habitacin lentamente, estudiando mi cara, dio una
vuelta alrededor de m examinndome cuidadosamente durante un minuto largo y por fin dijo:
El parecido es asombroso. En efecto, es Carlos Gustavo.
De eso han estado intentando convencerme sus amigos murmur.
Excelente. Sin embargo, no es absolutamente perfecto. Quedan algunos pequeos detalles.
Cules? dijo Rudi.
Las cicatrices. Una a cada lado, la izquierda encima de la oreja, la derecha un par de
centmetros por debajo y desvindose ligeramente hacia abajo... as. Y pas su dedo por mi piel
recin afeitada; a su contacto sent un escalofro en mi espina dorsal.
Cielos, tiene razn dijo Rudi. Me haba olvidado. Cmo se las hacemos?
Yo me deshaca interiormente mientras Bismarck me supervisaba con su enigmtica sonrisa.
Ciruga? Es posible. No tengo duda de que Kraftstein podra emplear aqu su navaja de la
forma ms artstica...
No me vayis a cortar la maldita cabeza, bastardos! exclam, y trat de levantarme de la
silla, pero Kraftstein me sujet con los garfios de sus manos y me volvi a echar para atrs. Por ms
que chill y me debat fue intil, me agarr con su manaza mis mandbulas y apret hasta que el dolor
me inmoviliz, aterrorizado.
Hay una forma mejor dijo Bismarck. Se pueden realizar de la forma correcta con el
schlager. De Gautet puede hacerlo sin dificultad aadi, dirigindome una malvola mirada. Y
esto satisfar una pequea deuda que tengo con este amigo.
Hum! asinti Rudi, dubitativo, pero, lo har con precisin...? Deben estar en el lugar
exacto, no?
No tiene sentido hacerle una herida donde Carlos Gustavo no tiene ninguna.
Confo plenamente en De Gautet dijo Bismarck. Con un sable puede cortarle un ala a una
mosca.
Yo les escuchaba horrorizado; aquellos dos monstruos estaban discutiendo tranquilamente la
mejor manera de rajarme la cabeza. Si hay algo que no puedo soportar es el dolor, y slo el pensar
en el fro acero rebanando mi crneo era para desmayarse. Tan pronto como Kraftstein apart sus
manos de m, empec a quejarme. Bismarck escuch desdeosamente durante unos segundos y luego
dijo:
Haz que se calle, Kraftstein.
El gigante me sujet por la nuca y un dolor espantoso me agarrot la espalda y los hombros.
Debi de pellizcar algn nervio, porque me contorsion y grit cogido en su presa.
Puede ir apretando ms hasta que usted muera dijo Bismarck. Ahora levntese y deje de
comportarse como una vieja. No morir por un par de cortes del schlager. Todos los jvenes
alemanes estn orgullosos de llevar alguno; tomar un poco del plato de sopa del honor le har
bien.
Por el amor de Dios! estall yo. Mire, he accedido a hacer lo que usted quera, pero esto
es abominable. Yo no voy a...
Lo har dijo Bismarck. El prncipe Carlos Gustavo tiene dos cicatrices que recibi en un
duelo cuando era estudiante en Heidelberg. No tiene sentido que usted le represente sin ellas. Estoy
seguro continu, sonriendo muy desagradablemente que De Gautet se las practicar de la forma
menos dolorosa posible. Si esto le causa algn dolor ser leve, y puede consolarse pensando que ha
sido recompensado por anticipado por su amistoso amigo el seor Gully. Recuerda aquella
ocasin?
Lo recordaba muy bien, y no me consolaba en absoluto. As que ahora este cerdo me iba a
devolver el golpe, y si yo me resista, Kraftstein me hara pedazos con sus manos, para desdicha ma.
No haba nada que hacer ms que someterse, de modo que permit que me condujeran a una
habitacin grande que daba al patio donde no haba ms que algunas mscaras de esgrima, unos
floretes colgados de las paredes y unas lneas de tiza en el suelo, como en una escuela de esgrima.
Nuestro gimnasio dijo Bismarck. Pasar algn tiempo aqu durante su preparacin...
Usted pesa un par de libras ms que Carlos Gustavo, me parece. Quiz podamos aliviarle de una
parte de ese peso esta maana.
Viniendo de un hombre a quien los rollos de grasa le empezaban a abultar en el cuello, aquello
era muy desconsiderado, pero yo estaba demasiado ocupado tragndome el miedo para pensar en
esas menudencias. Entonces lleg De Gautet, con ms aspecto de serpiente que la noche anterior, y
cuando Bismarck le explic lo que tena que hacer, vi que a aquel rufin se le haca la boca agua.
La distancia debe ser exacta le adoctrin Bismarck. Mire aqu. Se puso frente a m,
sacando del bolsillo la miniatura que me haba enseado la noche anterior. Examin la pintura y
luego a m y frunci el ceo. Ya ve por dnde van... as y as. Ahora, el lpiz. y para mayor inri
cogi un lpiz negro que le tenda Kraftstein y con gran cuidado empez a marcar en la piel de mi
cabeza los lugares en los que me iban a hacer los cortes.
Fue ese obsceno toque final lo que me hizo subir la bilis a la boca, as que casi le vomit encima.
Se qued all de pie, con la cara cerca de la ma, silbando gentilmente entre dientes y dibujando en
mi carne como si fuera una pizarra. Yo me estremec y l gru que me estuviera quieto. Yo estaba
paralizado. De todas las cosas espantosas que aquel hombre hizo para aterrorizarme, no creo que
hubiera nada tan detestable como aquella forma casual de marcar mi piel para que De Gautet la
cortara. Slo hay una palabra que pueda definirlo: era alemn. Y si no entienden ustedes lo que
quiero decir, den gracias a Dios por ello.
Por fin qued todo acabado y Kraftstein pudo equiparnos para el juego del schlager. Me pareci
horrible, pero recordando todo aquello desde la atalaya segura de mi ancianidad me doy cuenta de
que se trataba ms de un juego infantil que de otra cosa. Con todo su orgullo de llevar cicatrices para
impresionar a la gente, para que vieran lo muy hombres que eran, los alemanes tenan sumo cuidado
en no causarse entre s ningn dao grave. Kraftstein nos coloc unos grandes cascos de metal en la
coronilla, equipados con unas mirillas de acero en la parte delantera para proteger los ojos y la
nariz, y unas pesadas piezas almohadilladas que nos rodeaban el cuello. Luego vena un cuerpo
acolchado que se abrochaba en torno a la cintura, con faldones para cubrir los muslos, y una banda,
tambin acolchada, que se envolva en torno al brazo derecho desde la mueca hasta el hombro. Una
vez completamente vestidos, yo me senta como Pantaln con hidropesa. Era tan ridculo todo
aquello que casi me olvid de sentir miedo.
Incluso cuando me pusieron el schlager en la mano me pareci un arma tan ridcula, que no poda
tomarla en serio. Tena ms de un metro de largo, con una hoja triangular y un gran cuenco de metal
en la empuadura, o guarnicin para proteger la mano. Dicha guarnicin deba de tener casi treinta
centmetros de dimetro.[34]
El plato de sopa del honor exclam Bismarck. Usted ha usado sable alguna vez, supongo.
Pregntele eso a su hombre cuando hayamos acabado respond agresivamente con una
confianza que no senta: De Gautet estaba cimbreando su schlager con tanta profesionalidad que
meta miedo.
Muy bien dijo Bismarck. Observar que la cabeza de su oponente y la suya estn
cubiertas por todas partes menos por las mejillas y la parte baja de las sienes. Esos son sus blancos...
y los de l. Debo decirle que con De Gautet tiene usted tantas probabilidades de alcanzarle esos
blancos como las tena yo de golpear al seor Gully. Se puede cortar pero no pinchar. Entiende? Yo
les avisar tanto para empezar como para parar. Retrocedi unos pasos, y yo me encontr frente a De
Gautet en el suelo pintado con tiza; Rudi y Kraftstein haban tomado sus puestos junto a la pared, en
cambio Bismarck estaba a un par de metros de nosotros, armado con un schlager para separar
nuestras hojas si era necesario.
De Gautet avanz y salud con un floreo. Con su armadura acolchada pareca una especie de
salchichn, pero sus ojos brillaban malvolos a travs de la mirilla. Yo no salud, pero me puse en
guardia con el sable, con la mano por encima de la cabeza y la hoja inclinada hacia abajo ante la
cara.
Salude! exclam Bismarck.
Que te zurzan contest yo, esperando que su fino espritu teutnico se sintiera ofendido por
ignorar yo los formalismos. Yo me estaba poniendo un poco gallito porque toda aquella parafernalia
me haba convencido de que el asunto no era realmente serio. No soy un experto en el manejo del
sable (un espadachn ms fuerte que hbil, as me haba descrito el maestro de esgrima del Undcimo
de Hsares), y si tena que usar uno, prefera que no fuera en combate singular. Es mejor una batalla
donde puedes mantenerte algo apartado, rugiendo con todas tus fuerzas, y esperar que algn oponente
se coloque de espaldas. Sin embargo, ahora me parece que yo tendra que haber sido capaz de
resguardar las reas desprotegidas que iba a intentar cortar De Gautet.
l se puso en guardia, entrechocamos las armas y luego l, a la velocidad del rayo, gir la
mueca a derecha e izquierda, dispuesto a realizar diestros cortes a los lados de mi cabeza. Pero
Flashy es listo. Gir la mueca al mismo tiempo que l y par los golpes con mi sable. l atac de
nuevo y la hoja roz mi casco, momento que yo aprovech para adelantarme y lanzarle una estocada
de lado, como un dragn borracho. Con el schlager, lo supe despus, se deben usar slo cortes de
mueca, pero yo no era ms que un ignorante extranjero. Mi golpe, si hubiera acertado, habra dejado
desparramados los intestinos del seor De Gautet por el suelo, pero l fue rpido y par mi golpe
con la parte media de su espada.
Volvi otra vez a ponerse en guardia, clavando sus ojos en los mos, y las hojas entrechocaron de
nuevo. l atacaba y golpeaba con fuerza, pero yo le haca frente, y mientras luchbamos ensaados el
uno contra el otro, yo le sonrea despectivamente por encima de las hojas cruzadas y aplicaba todas
mis fuerzas en hacerle bajar la guardia. Not que su hoja pasaba por delante de la ma, y gir raudo
como un rayo y fue como si hubieran aplicado un acero al rojo vivo contra mi sien derecha. El dolor
y la sorpresa me hicieron retroceder tambalendome, dej caer el schlager y me agarr la cara;
mientras tanto Bismarck se plant de un salto entre nosotros y tuve la visin ms desagradable que
conozco, que es la de mi propia sangre. Me corra por la mejilla y por la mano y lo nico que se me
ocurri fue aullar y sujetarme la herida tratando de restaarla.
Alto! grit Bismarck, y vino hacia m para inspeccionar la herida, no porque le importara
un maldito pimiento si sufra, sino para ver si estaba en el lugar correcto. Me agarr la cabeza y la
examin. A dos centmetros! exclam, y salud con la mano triunfalmente a De Gautet, que
sonri con orgullo e inclin la cabeza.
Fahren sie fort![35] grit Bismarck, echndose atrs e indicndome que volviera a coger mi
schlager. Temblando de dolor y de rabia, y sintiendo como si la sangre saliera de mi herida a
borbotones, le dije lo que poda hacer con ella. Yo no iba a soportar que me siguieran cortando a
trozos para su diversin. Se puso rojo de rabia.
Recjala mascull, o har que Kraftstein le sujete y le haremos la otra cicatriz con un
cuchillo oxidado.
Esto no es justo! exclam. Creo que tengo el crneo fracturado!
l me maldijo por ser un cobarde, recogi el schlager y lo puso en mi mano. En vista de las
circunstancias, me puse en guardia de nuevo ante De Gautet, decidido a recibir el otro corte lo antes
posible y luego saldar cuentas a mi manera si poda.
Se acerc a m hecho una furia, dando sablazos a diestro y siniestro. Yo los paraba todos, amagu
un golpe y apart la espada para dejar sin resguardar mi lado izquierdo. Instintivamente l golpe en
el hueco, y yo recib el corte con los ojos cerrados y los dientes apretados para soportar el dolor.
Dios mo, cmo dola aquello! No pude reprimir un chillido. Me estremec pero mantuve bien sujeto
mi schlager, y mientras De Gautet se echaba atrs, satisfecho de su carnicera, y miraba a Bismarck,
yo le embest sbitamente dirigiendo la punta de mi arma hacia su asqueroso cuerpo.
Lo nico que recuerdo a partir de ese momento es que me tiraron al suelo, y que mientras yaca
all, cegado por mi propia sangre, se desencadenaron todos los demonios. Alguien me dio una
tremenda patada en las costillas, o los gritos de Rudi y los quejidos de De Gautet deliciosa
msica y luego seguramente me desmay, porque cuando abr los ojos estaba despatarrado en uno
de los bancos y Kraftstein me limpiaba la sangre de la cara.
Mi primer pensamiento fue: ahora me harn picadillo, seguro, y me di cuenta de que Bismarck
y De Gautet haban desaparecido, y slo quedaba all el joven Rudi, sonrindome.
Ni yo mismo lo poda haber hecho mejor dijo. No es gran cosa, de cualquier modo.
Nuestro amigo De Gautet no volver a ser tan fanfarrn. La herida no es muy importante, apenas le
has rozado el costado, pero le doler durante un par de das. A ti tambin, por supuesto. Echemos un
vistazo a esas honorables cicatrices.
Me dola tremendamente la cabeza, pero cuando l y Kraftstein la examinaron, se pronunciaron
satisfactoriamente... desde su punto de vista. De Gautet haba realizado los cortes perfectos y si
seguan abiertas las heridas, se convertiran rpidamente en excelentes cicatrices, segn me asegur
Kraftstein.
Te dan una apariencia muy distinguida dijo Rudi. Todas las chicas prusianas
mariposearn a tu alrededor.
Estaba demasiado enfermo y conmocionado incluso para maldecirle. El dolor pareca cauterizar
mi cerebro, y me sent medio desmayado mientras Kraftstein me vendaba el crneo y entre los dos me
ayudaron a subir las escaleras y me dejaron en la cama. La ltima cosa que o antes de quedar
inconsciente fue a Rudi diciendo que sera mejor que Su Alteza descansara un rato, y recuerdo que
me extra mucho, porque l se haba salido de su papel durante un rato y luego haba vuelto a l.
Esa fue mi nica experiencia con el juego del schlager, y fue demasiado. Pero me ense algo, y
fue a sentir respeto reverencial por Otto Bismarck y sus rufianes. Si eran capaces de mutilarme a
sangre fra, no haba nada que no estuvieran dispuestos a hacer; a partir de ese momento, apart de mi
mente todo pensamiento de escapatoria de Schnhausen. No tena valor para intentarla.
En cuanto a las cicatrices, se curaron rpidamente, gracias a los cuidados de Kraftstein. Las
llevar conmigo hasta la tumba, una cerca del odo derecho, la otra un poco ms arriba, pero visible
ahora que mi cabello es ms fino. Afortunadamente, no me desfiguran; en realidad, como deca Rudi,
son bastante romnticas. He pensado a menudo que valen un par de campaas, ya que le dan a la
gente una impresin errnea de mi carcter.
Me dolieron de forma espantosa durante un par de das; y durante ese tiempo me qued en mi
habitacin. Esa fue toda la convalecencia que se me permiti, porque tenan mucha prisa por empezar
con lo que Rudi se complaca en llamar mi educacin principesca, educacin que consisti en el
trabajo mental ms pesado que he hecho en toda mi vida. Durante un mes entero, en todo momento
que pasaba despierto, viva, hablaba, caminaba, coma y beba como el prncipe Carlos Gustavo,
hasta tal punto que hubiera podido gritar slo con pensar en l... y a veces lo haca. En los peores
momentos era como una verdadera tortura mental, pero al recordarlo ahora debo reconocer que lo
hicieron de forma brillante. Yo no lo hubiera credo posible, pero entre los tres Rudi, Kraftstein y
Bersonin llegaron lo ms cerca que humanamente se poda de convertirme en otra persona.
Lo hicieron, de forma sutil y persistente, pretendiendo que yo era Carlos Gustavo y
recordndome hora tras hora cosas de m mismo. Supongo que enfocar las cosas de otro modo habra
sido intil, porque hubiera sido una admisin constante de la impostura. Qu plan ms idiota y
descabellado! Recorr la vida de ese bastardo dans un centenar de veces, a partir de la cuna, hasta
que supe ms de l que de m mismo. Sus enfermedades infantiles, sus parientes, sus antepasados, sus
tutores, sus hogares, sus compaeros de juegos, su educacin, sus gustos y disgustos, sus hbitos...
No haba una sola llamada de la naturaleza a la que l hubiera respondido en veinte aos que yo no
conociera a la perfeccin cuando ellos acabaron. Hora tras hora, da tras da, me hacan sentar a
aquella larga mesa mientras desgranaban un dato tras otro: qu comida le gustaba, qu animales de
compaa haba tenido, qu lea, de qu color eran los ojos de su hermana, con qu apodo carioso
le llamaba su institutriz (era Tutti, por cierto), cunto tiempo haba vivido en Heidelberg, cules eran
sus gustos musicales (Fra Diavolo, de un tal Auber, le haba impresionado, y siempre estaba
silbando una cancioncilla de esa obra. Dice algo a favor de la perfeccin de su adoctrinamiento que
yo haya seguido silbando esa cancioncilla durante cincuenta aos). De dnde haban sacado toda esa
informacin, slo Dios lo sabe. El caso es que tenan dos grandes carpetas repletas de papeles y
dibujos que parecan contener todo lo que l haba hecho y todo lo que se saba de l. Yo no
recuerdo el nombre de soltera de mi propia abuela, pero Dios me valga si no recuerdo que el mastn
del to abuelo de Carlos Gustavo se llamaba Ragnar, y que vivi hasta los veintitrs aos.
Y cul era el juego favorito de Su Alteza cuando era pequeo? me preguntaba Rudi.
Jugar a marineros responda yo.
Qu barco ingls dijisteis orgulloso a vuestra madre que habais capturado en Copenhague?
El Agamemnon.
Cmo conseguisteis capturarlo?
Cmo cuernos voy a saberlo? Slo tena tres aos, no es as? No lo recuerdo.
Os lo contaron. Estaba encallado en el barro. En vuestra representacin infantil, vos tambin
os cubristeis de barro en un estanque del jardn, no lo recordis?
Este tipo de cosas eran las que tena que saber, y cuando yo protestaba diciendo que no era
probable que nadie me preguntara a qu jugaba cuando era pequeo, ellos no replicaban, pero
insistan con paciencia, para recordarme que pas unas fiebres cuando tena catorce aos, o que me
romp un brazo al caerme de un manzano.
Toda nuestra conversacin era en alemn, y en alemn, precisamente hice grandes progresos. El
nico miedo de Rudi era que yo fuera demasiado competente, porque Carlos Gustavo aparentemente
no hablaba el alemn demasiado bien, aunque se haba educado en Heidelberg. Bersonin, que a pesar
de ser un personaje taciturno era un paciente profesor, me instruy en el dans, pero, debido
probablemente a que l mismo slo lo hablaba como segunda lengua, me cost cogerlo. Nunca
aprend a pensar en dans, lo cual no es habitual en m, y lo encontraba feo y lento, con sus vocales
largas que hacen que parezca que uno est bostezando.
Pero la autntica maldicin de mis das era la instruccin en la imitacin de los gestos reales.
Tenamos la tremenda ventaja, tal como vi por m mismo ms tarde, de que Carlos Gustavo y yo
ramos autnticos doppelgngers, tan idnticos como dos tetas. Incluso nuestras voces eran iguales,
pero l tena manas y tics del habla que yo tena que aprender, y la nica manera era ensayar tonos y
frases una y otra vez, en diferentes estilos, hasta que Rudi chasqueaba los dedos y exclamaba: Er ist
es selbst![36] Ahora dilo una y otra vez.
Por ejemplo, parece ser que si le preguntaban a Carlos Gustavo algo cuya respuesta normal
hubiera sido s, en lugar de contentarse con decir ja a menudo deca sicher, que significa
seguro, claro, y lo deca con aire alegre y un pequeo movimiento del ndice derecho. Al escuchar
a la gente, les miraba con fijeza, afirmando de vez en cuando con la cabeza y haciendo casi
inaudibles gruidos de asentimiento. Mucha gente hace eso, pero yo no, as que tuve que practicar
hasta que lo hice casi sin pensarlo.
Y tena una risa rpida, aguda, enseando los dientes... Yo la ensay hasta que notaba la garganta
en carne viva y las mandbulas doloridas. Pero eso era fcil si se compara con los visajes que tena
que hacer intentando imitar su gesto de levantar una sola ceja. Casi me qued un tic permanente en
una mejilla. Finalmente decidieron dejarlo y esperar que nadie notara que mis cejas se empeaban en
levantarse juntas.
Por fortuna, Carlos Gustavo era un tipo alegre, despreocupado, bastante parecido a m, por lo que
tuve que trabajar mucho para corregir el aspecto mohno que suelo mostrar cuando estoy de mal
humor y mi costumbre de mirar fijamente y sacar el labio inferior. Aquel rayito de sol dans no
miraba con intensidad, y su depresin la mostraba con un airado y rpido fruncimiento de ceo, as
que, tuve que fruncir las cejas hasta que me dolan.
Ustedes juzgarn si aprend bien las lecciones no cuando les diga que hasta el da de hoy he
conservado el gesto de frotar con una mano el dorso de la otra cuando medito, y que perd
completamente mi antigua costumbre de rascarme el trasero cuando estaba confuso. La realeza uso
la solemne palabra de Bersonin al respecto nunca se rasca el culo para pensar mejor.
El resultado de todo este esfuerzo practicado da tras da, y de la continua impostura que mis
captores mantenan, era ya notable, ya veces incluso daba miedo. Supongo que soy buen actor
despus de todo, cuando uno ha estado engaando toda la vida, como yo, estas cosas vienen de una
forma natural, pero haba veces en que me olvidaba completamente de que estaba actuando, y
empezaba a creerme que yo era Carlos Gustavo. Al practicar ante el gran espejo de cuerpo entero,
con Rudi y Bersonin mirndome y criticndome, vea a ese tipo joven y calvo con uniforme verde de
hsar, que sonrea felizmente y mova el dedo ndice, y pensaba para m: Aj, se soy yo, y luego
mi mente trataba de recordar al oscuro y despreocupado tipo de cabello rizado y patillas y descubra
que no poda hacerlo. Empec por encontrarlo espantoso, porque casi haba olvidado cul era mi
verdadero aspecto.
De todos modos, mi carcter no cambi, estas sensaciones eran slo momentneas. Sin embargo,
empec a creer que podamos llevar a cabo la impostura, y aquel terror que originalmente senta se
convirti en una simple aprensin cobarde, preguntndome cul sera el final de todo aquello cuando
llegara el da de pago y el autntico Carlos Gustavo tuviera que volver.
Sin embargo, se era el futuro; mientras tanto, en el presente, yo me dejaba llevar por la
corriente, como suelo hacer siempre, confiando que mis manipuladores pensasen que estaba
plenamente confiado. Por su parte, parecan estar encantados con mis progresos, tanto, que tres
semanas despus de mi llegada a Schnhausen, una tarde en que Bismarck se uni a nosotros para
cenar, yo hice algo que convenci a Rudi y a Bersonin de que haban ganado al menos el primer
asalto.
Estbamos alrededor de una mesa, yo a la cabecera, como de costumbre, y Bismarck se dej caer
en su silla antes que yo. Por aquel entonces me haba acostumbrado ya a sentarme el primero, y me
qued mirndole fijamente, ms con curiosidad, imagino, que otra cosa. l, dndose cuenta de mi
mirada, se levant. Rudi, que no se haba perdido detalle, no pudo reprimir una risita y una palmada
en el muslo, encantado.
Realmente principesco, Otto dijo a Bismarck. Ha hecho que te sintieras como un nio
maleducado, lo juro. Bravo por Su Alteza, lo conseguiris.
Esta era la mayor familiaridad que Rudi se haba permitido conmigo desde mi duelo con De
Gautet. No me importaba, por supuesto, pero Bersonin se qued conmocionado y murmur que Rudi
se estaba comportando de manera inapropiada. Se me ocurri entonces que yo no era el nico que
estaba empezando a creer en mi propia realeza. De todos modos, le segu el juego dicindole a
Bersonin, como de pasada, que el Freiherr estaba todava en una edad en la que la desvergenza
precede a la dignidad, y le pregunt si beberamos de nuevo aquella noche vino del Rin.
Bismarck observ todo aquello impasible, pero estoy seguro de que estaba secretamente
impresionado por la naturalidad de mi conducta principesca, y an ms incluso por su propia
reaccin espontnea ante ella.
Debo decir de paso que la presencia de Bismarck aquella noche era rara. Pasaban muchos das
seguidos sin verle y por conversaciones casuales entre los otros deduje que era miembro del
Parlamento y que estaba frecuentemente en Berln, cuando no se encontraba secuestrando ingleses y
tramando delitos de lesa majestad. Tambin supe que tena una mujer en la capital, lo cual me
sorprendi; de alguna manera, haba llegado a pensar que era un ser malvado que maquinaba en su
solitario castillo para ser emperador de Alemania. Record que Lola pensaba que era indiferente con
las mujeres, pero pareca que slo se trataba de una pose. Antes de su matrimonio se haba tirado a
muchas chicas del estado y engendrado bastardos como un semental. Le llamaban el ogro de
Schnhausen en aquella poca. Pero despus se dedic a la poltica y a su esposa, dijo Bersonin,
interesndose seriamente por su propiedad. Probablemente todo aquello era un cuento; el nico
inters que tena en la poltica era obtener poder personal, no importaba cmo, hartndose de
comida, bebida y mujeres mientras tanto. Asqueroso bruto.
Sin embargo, tal como dije, no le veamos mucho, ni tampoco veamos a nadie ms, por cierto.
Me mantenan confinado en un ala de la casa, y aunque deba de haber sirvientes, nunca vi a ninguno
excepto al viejo mayordomo. No haba ni una sola mujer en aquel lugar, lo cual resultaba muy
aburrido, y cuando suger a Rudi que trajera un par de chicas para pasar las noches se limit a
sacudir la cabeza y decir que eso era imposible.
Vuestra Alteza debe contenerse y tener paciencia dijo. Puedo recordaros
respetuosamente que vuestra boda no est lejos?
Muchas gracias respond. Y puedo recordarte yo respetuosamente que me estoy
consumiendo y que no s si podr aguantar hasta mi boda con una joven vaca alemana, que
probablemente parecer un marinero bigotudo?
Vuestra Alteza no tiene por qu sentir temores de ese estilo me respondi, y me mostr un
retrato de la duquesa Irma de Strackenz que en honor a la verdad me anim sobremanera. Pareca
muy joven, con una de esas caras fras, delgadas y desdeosas de las chicas que siempre han hecho
su capricho, pero era bella, sin duda alguna. Tena el cabello largo y rubio; sus facciones eran finas y
regulares; me hizo pensar en una historia que recordaba de mi niez acerca de una princesa de nieve
que tena el corazn de hielo. Yo poda calentrselo, siempre asumiendo que nuestra empresa llegase
lo suficientemente lejos como para ello.
Mientras tanto insist, qu pasara si buscsemos alguna encantadora y cariosa
campesina? Podra ensearme ms alemn, y yo podra ensearle anatoma.
No quiso ni or hablar del caso.
As que pasaron las semanas, y supongo que gradualmente mi posicin de pesadilla absurda
empez a parecer ms creble de lo que parece ahora, medio siglo despus. Le ocurra a uno lo que le
ocurra, por poco creble que sea, llega al fin a acostumbrarse, segn he averiguado, y efectivamente,
cuando lleg el momento de abandonar Schnhausen, yo ya estaba preparado. Estaba totalmente
aterrorizado, por supuesto, pero tan agradecido de salir de aquel espantoso mausoleo que incluso la
difcil experiencia que tena por delante me pareca soportable.

Pas una semana poco ms o menos despus del encuentro con Bismarck que acabo de describir
cuando fui conducido una noche a su biblioteca. Estaban todos all: Rudi, Bismarck y los Tres
Hombres Sabios, que digo yo, y de repente comprend que iba a pasar algo. Bismarck estaba de pie
ante la chimenea, llevaba todava el abrigo puesto, los ltimos copos de nieve se derretan sobre sus
hombros, y un pequeo charco de agua se iba formando en torno a sus botas. Me mir ceudamente,
con las manos a la espalda, y luego dijo:
Las cicatrices son todava demasiado oscuras. Cualquier tonto puede ver que son recientes.
Me pareca una excelente razn para retrasar todo el asunto, pero Kraftstein dijo con su habitual
oportunidad que poda arreglarlas; dispona de una pomada con la que poda disfrazar el color rosa y
hacer que parecieran viejas heridas. Esto pareci satisfacer a Bismarck, ya que gru y se volvi
hacia Rudi.
Por lo dems, todo est listo? Puede representar su papel? Recuerda que tu cabeza depende
de ello.
Su Alteza est preparado para asumir sus deberes dijo Rudi.
Bismarck buf.
Su Alteza! Es un actor contratado para representar un papel. Es mejor que recuerde eso y las
consecuencias de olvidar sus dilogos... As ser menos probable que lo estropee todo. Oh, s,
Bersonin, ya conozco tus teoras, pero yo prefiero la realidad! Y la realidad de esto, seor Flashman,
es que maana usted partir para Strackenz. Ya sabe lo que hay que hacer, la recompensa que tiene el
xito... y el precio del fracaso.
Sus ojos fros se posaron sobre m. Est asustado?
Oh, no! dije yo. Cuando todo esto acabe; mi deseo es volver a Inglaterra y tomar el lugar
del prncipe Alberto, sabe?
Rudi se ech a rer, pero yo vi que Kraftstein sacuda la cabeza; sin duda estaba pensando que yo
no me pareca lo suficiente al prncipe Alberto como para intentarlo.
Sintese orden Bismarck. Dele un brandy, De Gautet. Se qued de pie ante la
cabecera de la mesa, mirndome a m. Esccheme con atencin. Cuando salga de aqu maana le
acompaarn el Freiherr von Starnberg y De Gautet. Partirn en coche hasta la cita que hemos
concertado... y lo nico que tiene que saber es que se trata de una mansin en el campo cuyo
propietario es un noble que jugar el papel de anfitrin del prncipe Carlos Gustavo por una noche
durante su viaje a Strackenz. El viaje hasta esa casa durar dos das, pero nos tomaremos tres para
mayor seguridad.
El da sealado, Carlos Gustavo y su squito llegarn a la mansin por la tarde. Es un lugar
boscoso, pero fcilmente accesible; ustedes les esperarn por la noche, y cuando lleguen, Von
Starnberg y De Gautet le llevarn all ocultos en la oscuridad. Usted ser recibido por un hombre que
es uno de los tres nicos en el mundo, fuera de esta habitacin, que conoce nuestro plan. Su nombre
es Detchard, un ministro dans enteramente fiel a mi persona. l le conducir secretamente hasta el
apartamento del prncipe; mientras tanto, Von Starnberg estar efectuando el... traslado del prncipe
real. Me he explicado suficientemente?
Por Dios, ya lo creo que se haba explicado, y mientras escuchaba toda esta perorata volvieron al
galope mis viejos temores. Todo era una locura, y aquella ultrajante criatura, all de pie, tan tiesa e
impoluta, con su abrigo puesto, era un manaco peligroso.
Pero... pero mire empec, suponga que algo va mal... Quiero decir, suponga que llega
alguien...
Dio un puetazo en la mesa y me mir.
Nada saldr mal! No llegar nadie! !Por Dios! Cree que no lo s todo? Imagina que no he
planeado cada detalle? De Gautet! Dgale... cmo se llama la doncella que se encargar de cambiar
la ropa de la cama mientras el prncipe est en la mansin?
Heidi Gelber contest De Gautet.
Starnberg... cmo llegar al dormitorio del prncipe desde la puerta por la que le dejar
entrar Detchard?
Doce pasos a lo largo de un pasillo, escaleras arriba hacia la derecha, a la izquierda en el
primer descansillo, luego diez pasos por un pasillo a la derecha. El dormitorio del prncipe es la
primera puerta a la izquierda.
De puerta a puerta... cincuenta segundos dijo Bismarck. Si lo desea, puedo decirle la
precisa naturaleza de los muebles de la habitacin del prncipe, y su disposicin en esa habitacin.
Por ejemplo, hay una estatuilla de un Cupido arrodillado en la repisa. Ahora... est usted
convencido de que mi organizacin es seria, y mi informacin completa?
Cmo sabe que ningn criado borracho saldr dando tumbos a media noche?..., exclam.
Pens que quera golpearme, pero se contuvo.
Eso no ocurrir dijo. Todo saldr exactamente tal como yo he dicho.
No era posible discutir, por supuesto; me qued sentado con rabia mientras l segua.
Una vez en el interior de la habitacin, usted ser el prncipe Carlos Gustavo. se es el hecho
de importancia capital. Desde ese momento ya no existir Flashman... lo entiende? Con usted estar
Detchard y el mdico del prncipe, Ostred, que tambin est al tanto de nuestros planes. Si en algn
momento tiene alguna duda, ellos le orientarn. Y cuando salga usted a la maana siguiente en su
viaje real por la frontera de Strackenz, encontrar que entre los dignatarios que le saludarn estarn
De Gautet y Starnberg... Hemos arreglado que ellos se unan a la escolta como caballeros de honor.
As que no le faltarn amigos aadi resueltamente. Ahora bbase el brandy.
Yo me lo beb de un trago; lo necesitaba. Supongo que, en el fondo de mi mente, todava
conservaba una vana esperanza de que podra escapar en el ltimo momento. Pero Bismarck lo haba
dejado todo bien claro. No me quedaba ms remedio que seguir con aquello, ya que Rudi y De Gautet
estaran a mi lado y, al primer movimiento en falso, dispuestos a meterme una bala en el cuerpo.
Estaba claro. Por todos los diablos me preguntaba yo por milsima vez, por qu tena que haber ido
yo a ese maldito pas?
La boda tendr lugar el da despus de su llegada a la ciudad de Strackenz sigui Bismarck,
como si me hubiera estado contando el tiempo que hara. Ya ha recibido alguna instruccin acerca
de los detalles de la ceremonia, por supuesto. Ya partir de ese momento... todo ser cuesta abajo,
como dice la gente.
Se sent y se sirvi una copa de brandy. Bebi un sorbo mientras yo estaba all sentado, mudo,
mirando mi copa.
Bueno, seor Flashman, qu me dice?
Qu demonios importa lo que yo diga? exclam. No tengo eleccin, maldita sea!
l se ech a rer. Estir las piernas y dio vueltas al pie de su copa entre los dedos.
Ninguna en absoluto dijo, haciendo una mueca. Flashman, debera usted alegrarse. Va a
hacer historia... S, gran historia. Se da cuenta de la magnitud de lo que estamos haciendo? Estamos
sujetando una pequea bisagra a una puerta, una gran puerta que se abrir para revelar el destino de
una Alemania ms grande. Y usted, un oficial de media paga sin importancia, un pen incluso en los
asuntos de su propio pas, usted lo va a hacer posible! Se puede imaginar lo que significa eso?
El tipo estaba radiante, con una alegra feroz bailndole en los ojos. Porque vamos a ganar! Los
seis que estamos aqu, estamos apostndonos a nosotros mismos, nuestras vidas, todo... y vamos a
tener xito! Le miro y s que no podemos fallar. Dios le ha enviado a usted a Alemania, y ahora yo le
envo a Strackenz. Ah se estableca una pequea comparacin, es cierto. Y en Strackenz usted
jugar un papel que nunca antes se ha jugado en la historia del mundo. Y usted no fallar... Lo s!
Qu destino! Ser uno de los arquitectos de la nueva patria! Alz su copa. Yo le saludo y
brindo por nuestra empresa!
Lo crean o no, realmente me levant un poco la moral con todo aquello. Por supuesto, todo era
pura chchara, pensada para darme un poco de nimo, que es lo que l quera, pero el hombre estaba
tan excesivamente confiado que aquello era contagioso. Si de verdad l crea que podamos
hacerlo... bueno, pues quiz pudiramos. Los otros brindaron, todos bebimos, Bismarck suspir y se
volvi a llenar la copa. Nunca le haba visto as; estaba casi jovial, mostrando una faceta
enteramente nueva de su carcter... Todo cuidadosamente calculado para mi beneficio, imagino.
Cmo recordaremos todo esto? medit. Cuando seamos viejos, en nuestros respectivos
pases, y los chicos valientes de entonces estn luchando por el poder en las cancilleras... Me lo
pregunto a veces. Sacudi la cabeza. Creo que llevar pantalones de cuero y permitir que se
ran de m en el mercado de lana de Stettin, y le vender dos tleros ms barato a cualquiera que me
llame barn.[37] Y usted, Flashman... usted se sentar en su club en Saint James, y se pondr gordo
con el oporto y los recuerdos. Pero habremos vivido, por Cristo! Habremos luchado! Habremos
ganado! No es nada haber tenido en nuestras manos asuntos importantes, y haber modificado el
curso de la historia?
Sin duda yo tendra que haber compartido su entusiasmo, como Kraftstein, que estaba pendiente
de cada palabra como un toro herniado. Pero todo lo que pensaba interiormente era: Dios, ojal
John Gully te hubiera machacado a fondo! Lo que dije en voz alta fue:
Herr Bismarck, estoy muy conmovido. Ahora, con su permiso, intentar emborracharme tanto
como me sea posible. Maana estar a su servicio, ya que no puedo hacer otra cosa. Pero si voy a
moldear el destino de Europa, necesitar llevar una buena cantidad de alcohol dentro para empezar.
As que, por favor, podra disponer de la botella y de un cigarro, y de tantas canciones guarras de
borrachos como usted y sus amigos puedan recordar? Y si esto le parece a usted una forma pagana y
vulgar de enfrentarnos a nuestra gloriosa aventura por la madre patria... usted ha hecho ya sus
preparativos; deje que ahora sea yo quien haga los mos.
7
Como resultado de los excesos de la ltima noche, que Bismarck no hizo nada por acortar, la
maana de mi partida de Schnhausen tena un intenso dolor de cabeza y el estmago revuelto. As
que recuerdo muy poco de los prolegmenos, pese a lo cual no me perd nada. Mis recuerdos del
viaje hacia el norte, hacia Strackenz, son nebulosos tambin; he viajado demasiado en mi vida para
sentir algo ms que aburrimiento en esos casos, y no hay nada especial que recordar salvo los
campos llanos y nevados, algn pueblo aislado y unos bosques sombros con desnudos rboles
negros.
Rudi estaba muy animado, como de costumbre, y De Gautet era el de siempre, educado y
civilizado, pero yo saba que l no olvidara ni me perdonara el corte de schlager que le hice en el
vientre. Yo tampoco haba olvidado los dos cortes que le deba, de modo que as estaban las cosas.
Nunca nos referimos a nuestro enfrentamiento, pero en el coche de vez en cuando poda notar yo sus
oscuros ojos clavados en m, que luego se apartaban para mirar a cualquier otra parte. S que le
habra gustado tener una excusa para meterme una bala por la espalda, si yo trataba de escapar.
Siguiendo la indicacin de Bismarck, ambos haban abandonado la impostura de llamarme
Alteza, pues la teora de Bersonin, como Bismarck la haba llamado, era buena para mi perodo
de aprendizaje, supongo, pero ahora se consideraba ya innecesaria. Pero no perdan oportunidad de
aleccionarme sobre temas como la geografa de Strackenz, el protocolo palaciego de la corte y los
detalles de la ceremonia de la boda. Supongo que yo lo capt todo, ya que nos quedamos sin nada
ms que hacer, pero la verdad es que ya se me ha olvidado todo aquello.
El viaje dur tres das, la ltima tarde nos adentramos en una regin boscosa, fantasmal y
aparentemente silenciosa. El lugar era hermoso y solemne. No vimos ni un alma a lo largo del spero
sendero que serpenteaba entre los rboles, hasta las cuatro de la tarde. Entonces nos detuvimos en un
pequeo claro donde se levantaba una cabaa y de ella se escapaba una delgada columna de humo
que desde su chimenea se recortaba contra el cielo acerado.
Aparecieron dos o tres tipos de aspecto enrgico con ropa de campesinos, que cepillaron los
caballos y nos introdujeron en la choza. No les tom yo por campesinos cuando o a dos de ellos
conversando con Rudi. Eran caballeros, segn los cnones alemanes, rudos pero caballeros, tipos
dispuestos a... y capaces de cortarte la garganta y despus devolver el vino de la cena.
Rudi y yo comimos mientras De Gautet paseaba de arriba abajo y no haca ms que mirar hacia
afuera, al cielo que se iba oscureciendo, y consultar su reloj de bolsillo, movindose nerviosamente
hasta que Rudi le dijo que parara y le hizo sentar y tomar un vaso de vino con nosotros. Segn
pasaban las horas, yo me iba poniendo tambin bastante nervioso, y Rudi me dio un fuerte brandy
para tranquilizarme.
Dentro de tres horas dijo, estars metido en un camisn de seda con las iniciales G. G.
bordadas en l. Dios! Deseara estar en tu piel. Cuntos plebeyos tienen la oportunidad de
convertirse en prncipes?
Te podra indicar uno que est dispuesto a renunciar a su corona en cualquier momento dije
yo. Los escalofros me empezaban a correr por la espalda.
Tonteras. Dentro de un par de das, estars comportndote como si hubieras nacido para la
prpura, firmando decretos reales contra la virginidad, probablemente. Qu hora es, De Gautet?
Deberamos estar ya de camino. Se notaba la tensin en su voz.
Guau dijo Rudi, enderezndose; estaba tan fresco como si hubiera salido para dar un paseo
vespertino. Vamos, entonces.
Hubo una ligera discusin antes de salir cuando De Gautet, ayudndome servilmente a ponerme el
abrigo, descubri mis pistolas en los bolsillos. Yo las haba escondido en un par de botas en mi
equipaje en Schnhausen, y estaba decidido a llevarlas conmigo.
Rudi sacudi la cabeza.
La realeza no lleva armas de fuego, salvo en las ceremonias.
Yo s. O las llevo, o no voy.
Para qu se supone que te van a servir, hombre?
Para nada, espero. Pero si ocurre lo peor, quiz me abra camino con ellas.
De Gautet tena prisa por salir, as que al final Rudi ech una maldicin, hizo una mueca y me
dej que las conservara. l saba que yo no sera tan tonto como para hacer un movimiento en falso.
De Gautet iba delante, Rudi y yo tras l y detrs otros dos. Salimos y atravesamos el bosque,
hundindonos en la nieve hasta los tobillos. Aquello estaba mortalmente tranquilo, e infernalmente
oscuro, pero De Gautet nos condujo sin titubeos durante casi un cuarto de hora, hasta que llegamos a
un alto muro de piedra que corra frente a nosotros. Haba una cancela, y bordeamos un seto de altos
arbustos que, por su espaciado regular, deban de estar en el jardn de alguna gran finca. Incluso en
aquella oscuridad se poda ver, con cierta dificultad, la gran extensin de csped bajo la nieve, y
entonces frente a nosotros vimos las brillantes luces de una gran mansin rodeada de terrazas, y nos
dirigimos a unas avenidas de arbustos recortados.
De Gautet camin sin ruido por una de ellas, y nosotros le seguimos. Haba unos escalones de
piedra que conducan a un ala de la mansin que pareca estar completamente a oscuras, y finalmente
nos quedamos junto a una pequea puerta bajo un gran dintel de piedra, y Rudi silb bajito
(sorpresa!) Mambr se fue a la guerra. Durante unos segundos esperamos, respirando pesadamente
como escolares que han robado en un huerto, y luego se abri la puerta.
Detchard?
De Gautet entr. Nosotros le seguimos. Haba un
hombre con levita en el pasillo dbilmente iluminado.
Cerr la puerta rpidamente detrs de nosotros los otros dos se quedaron fuera, en alguna parte
y nos hizo seas de que guardramos silencio. Era un viejo alto y distinguido con una nariz
ganchuda y un grueso labio inferior; tena el cabello gris y una barba como una bufanda en torno a la
mandbula. Me mir con atencin y murmur: Donner!,[38] y luego se volvi hacia Rudi.
Una complicacin. Su Alteza se ha retirado temprano. Ya est en sus aposentos.
Aj pens yo, la pequea bandobast[39] de listillos de Bismarck no haba previsto esto; oh,
cielos, estamos listos....
No importa dijo Rudi alegremente. Hay tres habitaciones; no puede estar en las tres a la
vez.
Esto era incomprensible para m, pero pareci tranquilizar a Detchard. Sin una palabra ms, nos
condujo a lo largo del pasillo, luego subimos una escalera, anduvimos por un pasillo bien iluminado
y alfombrado, y al doblar una esquina llegamos ante una amplia puerta de doble hoja. Hizo una
pausa, escuch, gir el picaporte con precaucin y mir hacia el interior. Un momento despus
estbamos todos dentro.
Detchard se qued de pie por un momento, y yo poda or mi corazn que lata acelerado como
una rueda de paletas. El susurro de unas voces llegaba amortiguado a travs de una puerta que daba a
la habitacin de al lado.
Su Alteza est en el dormitorio susurr Detchard.
Rudi asinti.
Desndate me dijo. De Gautet doblaba mi ropa mientras yo me la iba quitando. Lo envolvi
todo en mi abrigo; tuve el suficiente sentido comn para recordar mis pistolas, y las met
apresuradamente bajo un cojn. Luego me qued de pie, completamente en pelotas, mientras Detchard
escuchaba con la oreja pegada a los paneles de la puerta de comunicacin.
Afortunada duquesita Irma murmur Rudi, y vi que me haca una mueca. Esperemos que el
prncipe real est tan principescamente dotado. Me dirigi un saludo burln, muy alegre. Bonne
chance, Alteza. Preparado, De Gautet?
Fueron juntos hacia la puerta que comunicaba con la otra cmara. Rudi asinti y en un santiamn
abrieron la puerta y se deslizaron por ella, con Detchard detrs de ellos. Hubo una fraccin de
segundo en que el murmullo de voces se distingui ms alto. Luego la puerta se cerr y me dejaron
abandonado en un vestidor real de una mansin alemana, solo y temblando. Durante un instante no se
oy nada, y luego se oy un golpe sordo al otro lado de la puerta. Pasaron los minutos, se cerr una
puerta en algn sitio y hubo murmullos de voces en el pasillo que me hicieron ir corriendo a
esconderme tras las cortinas. Luego el silencio de nuevo. Pasaron algunos minutos ms y me
empezaron a castaetear los dientes por el fro y la aprensin. Al final, saqu la cabeza para ver si
encontraba alguna ropa que ponerme. Haba muchos muebles en la habitacin, el mayor de todos era
una cmoda maravillosamente decorada me vino a la mente que, de acuerdo con mi suerte habitual,
mientras la mayora de las sucesiones reales conducen a un trono, la ma no me haba llevado ms
all de un arcn pero ni un trapo a la vista excepto un par de toallas. As que me envolv en la
cortina como pude, y esper con el miedo metido en el cuerpo.
Entonces se abri la puerta y la voz de Detchard dijo muy quedamente:
Wo sind sie?[40]
Saqu la cabeza. Llevaba en la mano un largo camisn de seda, gracias a Dios, y lo cog,
tiritando.
Su Alteza ha dejado la casa dijo. Todo est en regla. Qu tal usted?
Oh, fantstico...! Slo que casi me muero congelado. No hay fuego aqu, en nombre del cielo?
Hay una estufa en el dormitorio contest, y me condujo a una habitacin esplndida, con el
suelo cubierto de gruesas alfombras, una gran cama de cuatro postes con ricos cortinajes y una buena
estufa con las puertas abiertas de par en par para calentar la habitacin. Mientras yo me quitaba el
fro de los huesos, Detchard se qued de pie con su cabeza gris ladeada, examinndome y jugando
con sus sellos.
Es verdaderamente sorprendente dijo, al fin. No lo crea... pero es igual que l.
Maravilloso!
Bueno, espero que el otro est ms caliente que yo. No tiene un poco de brandy?
Me sirvi una copa cuidadosamente, y me mir mientras lo beba.
Est usted nervioso me dijo. Naturalmente. Sin embargo, tiene toda la noche para
acostumbrarse a... la novedad de su situacin. Su Alteza se retir temprano, con un ligero dolor de
cabeza que sin duda proceda de la fatiga del viaje, as que nadie le molestar. Nuestro anfitrin, el
conde Van Tarlenheim, ha dado instrucciones concretas en este sentido. Le ver unos instantes
maana, por cierto, antes de que salgamos hacia la frontera. Un vejete muy simptico. Su Alteza, o
debera decir mejor Vuestra Alteza, ha sido bastante formal con l hasta ahora, as que no le haga
preguntas ni se muestre ms comunicativo maana de lo que requiere la cortesa.
Gracias a Dios dije yo. Quera un poco de tiempo para meterme en mi papel, por decirlo de
algn modo, y el pensamiento de charlar en la mesa del desayuno estaba completamente fuera de
lugar.
Las nicas personas que han estado cerca de usted durante el viaje, aparte de m mismo, son el
doctor Ostred, su mdico, y el joven Josef, su ayuda de cmara. Lleva slo un da a su servicio, ya
que su antigua ayuda de cmara, Einar, se indispuso poco antes de que partiramos.
Muy conveniente dije yo. Vivir?
Por supuesto. Se preocupa usted mucho por l. Se volvi y di un respingo cuando se abri la
puerta de golpe y entr un tipo bajito de aspecto ansioso.
Ah, Ostred! dijo Detchard, y el tipo bajito parpade, me mir, luego mir a Detchard y
luego a m de nuevo.
Pensaba... tartamude. Es decir... perdn, Alteza, yo supona... que os habais retirado...
que estarais en la cama. Mir con zozobra a Detchard y pens, cielos, cree que soy el
verdadero. No poda suponer qu haba salido mal. All haba una oportunidad de primera para
ponerme a prueba; si poda engaar a mi propio mdico, podra engaar a todo el mundo.
Tena dolor de cabeza dije, amablemente. Eso no significa que tuviera que acostarme.
No, no... por supuesto que no, Alteza. Se humedeci los labios.
Quiz debera tomarle el pulso a Su Alteza, doctor dijo Detchard, y el tipejo se acerc a m
y me cogi la mueca como si estuviera hecha de porcelana. Haba gotas de sudor en su frente.
Un poco rpido murmur, y me mir a la cara. Estaba asustado y desconcertado, y entonces
literalmente salt hacia atrs como si hubiera visto un fantasma.
l, l exclam, sealndome.
No, Ostred dijo Detchard. No es el prncipe.
Pero... El pequeo doctor boque, sin habla, y yo no pude evitar echarme a rer. Pero si
es... idntico! Dios mo! No puedo creerlo! Estaba seguro, al verlo, de que algo haba salido mal...
de que todava se trataba del prncipe. Dios mo!
Cmo le ha descubierto? pregunt Detchard.
Las cicatrices. Son recientes y rosadas.
Detchard chasque la lengua con fastidio.
Las cicatrices, por supuesto. Me haba olvidado. Esto nos hubiera podido costar caro. Sin
embargo, tenemos los medios de solucionarlo. y tom un frasco, que supongo le haba entregado
Rudi, y frot mis heridas hasta que l y el doctor estuvieron satisfechos.
As dijo Detchard. Cundo se ha afeitado la cabeza por ltima vez?
Anoche.
Ya est bien por el momento. Ostred se ocupar de eso maana. Sac su reloj de bolsillo.
Ahora, sera mejor que usted y yo, doctor, volviramos con nuestros anfitriones. Comentaron
rpidamente algunos detalles ms acerca de Tarlenheim y los arreglos para la maana. Su ayuda
de cmara entrar enseguida esperando verle en la cama concluy. Puede dormir tranquilo, se lo
aseguro. Ahora que le he visto, mis dudas se han disipado. Me pregunto, en serio, si su propio padre
sera capaz de detectar la impostura. Me extraara... Sonri sombramente. Casi me lo creo yo
tambin. Pues bien, Alteza, tengo el honor de desearos buenas noches.
Se retiraron con una reverencia, y me dejaron temblando todava, pero por una vez no era de
miedo. Yo estaba encantado: haba engaado a Ostred. Por Dios que aquello iba a funcionar. Di una
vuelta por la habitacin, sonriendo para mis adentros, beb otra copa de brandy y luego otra, y me
qued mirndome en el espejo. Bueno, prncipe Harry pens, si Elspeth pudiera verte ahora. Y
los viejos ricachones de los Morrison. Y lord Todopoderoso Cardigan estara satisfecho de recibir
de nuevo a la realeza en su apestoso Undcimo de Hsares. Ya que yo era de la realeza, por el
momento... un prncipe de sangre de pleno derecho, nada menos, hasta que... hasta que el jueguecito
de Bismarck se acabara de jugar. Y entonces... al cuerno con l! Me serv otra copa de brandy e hice
inventario de mi real entorno.
Suntuoso era una palabra demasiado pobre para describirlo. Sbanas de seda, almohadas de
encaje, taza y plato de plata maciza junto a la cama con una pechuga de pollo bajo una servilleta,
Dios mo!, por si senta apetito. Resist la tentacin de meterme el plato en el bolsillo. Ya tendra
tiempo de llevarme algn recuerdo ms tarde. Esto era slo una etapa del viaje, despus de todo; la
parte mejor del botn estara en el palacio de Strackenz. Pero decid que aquel sencillo aposento
poda pasar por una noche: un licor excelente, un clido fuego, cigarros en una caja de cuero
repujado, hasta el orinal que haba bajo la cama era de la mejor porcelana, con pequeos querubines
de culo gordo pintados alrededor. Me dej caer en la cama... era como flotar en una nube. Bueno,
pens, los ricos pueden hablar de las preocupaciones del gobierno y sus quebraderos de cabeza y
todas esas tonteras, pero esto es vida para el viejo Flashy. Tienen mi palabra, la prxima vez que
oigan hablar de las cargas de la monarqua, sepan que la realeza se lo monta muy bien. Yo he sido
uno de ellos; lo s.
Mis ojos se posaron en un ornamento de la repisa; una figurita grabada que representaba a un
nio arrodillado. Me recorri un estremecimiento cuando me di cuenta de que era el Cupido que
Bismarck haba mencionado. Por todos los demonios!, ese hombre conoca su negocio. Hasta el
ltimo detalle. Rod por encima de la cama y mir atentamente la figura, y sent un ligero destello de
placer cuando me di cuenta de que despus de todo no era Cupido, sino una ninfa. El gran Otto, por
lo tanto, no era infalible. Se trataba de una ninfa, obviamente, y contemplndola me di cuenta de que
faltaba una cosa en mi paraso principesco. Las ninfas de bronce no pueden compararse con las
reales: yo no haba tenido una mujer desde que la rolliza baronesa Pechman fue arrancada de mi
abrazo de forma tan contundente... sin que yo hubiera podido hacer buena presa en ella antes de que
Rudi nos interrumpiera. A pesar de lo gorda que estaba, pensar en ella me excit; en aquel momento
son un golpecito en la puerta y entr un tipo esbelto y sobrio. Obviamente se trataba de Josef, mi
ayuda de cmara.
Me puse de nuevo en guardia en un momento.
Desea Su Alteza algo ms? me pregunt.
No, Josef dije, y di un bostezo. Creo que me voy a la cama. y entonces se me ocurri
una esplndida idea. Puedes mandar a una camarera para que me abra la cama.
Pareci sorprendido.
Yo mismo puedo hacerlo, seor.
Flashy habra gruido: Maldita sea tu estampa, haz lo que te he dicho. Pero el prncipe Carlos
Gustavo se limit a decir: No, manda a una camarera. Dud un segundo, con rostro inexpresivo, y
luego dijo:
Muy bien, Alteza. Inclin la cabeza y se dirigi a la puerta. Buenas noches, Alteza.
Por supuesto, era una cosa absurda, pero con todo aquel brandy y los pensamientos lujuriosos que
me dominaban, no me importaba. Despus de todo, no era yo un prncipe? Y el autntico Carlos
Gustavo no era ningn monje, por lo que yo saba... y maldito lo que importaba, adems. As que
esper con viciosa anticipacin, hasta que son otro golpecito y cuando respond se asom una chica.
Era una chiquita linda y regordeta, con el pelo rizado y tan ancha como larga, pero muy adecuada
para m en aquellos momentos en que mis pensamientos estaban fijos en la baronesa Pechman. Tena
los ojos brillantes, y se me ocurri que Josef no era ningn tonto. Ella hizo una reverencia y dio unos
pasitos hacia la cama, y cuando yo tambin hice lo mismo corriendo de paso el cerrojo de la
puerta y me qued de pie frente a ella, solt una risita y se puso a ahuecar mi almohada de forma
ostentosa.
Todo trabajo y nada de juego es malo para las jovencitas dije, y sentndome en la cama tir
de ella hacia mis rodillas. Ella apenas se resisti, slo trat de ruborizarse un poco y parecer
decorosa, y cuando le baj el corpio y bes sus pechos ronrone y apret su cuerpo contra el mo.
Enseguida estuvimos movindonos a buen ritmo y yo me resarc de semanas de forzada abstinencia.
Ella era una pequea viciosa, s, y cuando se fue, para que yo tuviera un bien merecido descanso, me
relaj, completamente feliz.
A veces me he preguntado cul fue el resultado de aquel encuentro, y si hay algn robusto
campesino en algn lugar de Holstein llamado Carl que se da aires de grandeza en la creencia de que
tiene ascendencia real. Si es as, se puede decir con toda certeza que se trata de un ignorante
bastardo.

Hay formas de estar borracho que no tienen nada que ver con el alcohol. Durante los das
siguientes, aparte de ocasionales ratos de aterrorizada lucidez, yo me sent completamente
intoxicado. Ser Rey bueno, prncipe es algo magnfico: consiste en ser halagado y tratado con
deferencia, y alabado y adulado; tener garantizados todos los deseos...; no, no garantizados,
atendidos inmediatamente por personas que desean haberse anticipado a ellos; ser el centro de
atencin y que todo el mundo doble su espinazo y estire el cuello y te adore hasta el xtasis... Eso es
lo ms maravilloso del mundo. Quiz lo que pasaba es que yo haba disfrutado de menos adulacin y
cario que la gente corriente, especialmente cuando era pequeo, y por eso lo apreciaba ms todava;
de todos modos, mientras dur me sumerg en ello con agrado.
Cuando volv a casa despus de mis aventuras en Afganistn, despert mucha admiracin, claro
est, pero aquello era diferente. Entonces decan: Aqu est el heroico Flashman, el campechano
joven corazn de len que asesina negros y mantiene el viejo honor de Inglaterra. Dios, mirad esas
patillas! Lo cual era esplndido, pero no sugera que yo fuera otra cosa que un ser humano. Pero
cuando eres de la realeza te tratan como si fueras Dios; empiezas a sentir que ests hecho de un
material totalmente diferente del resto de la humanidad. No caminas, flotas por encima de todo y la
muchedumbre est abajo, adulndote.
Tuve mi primer atisbo de esta intuicin la maana que dej a Tarlenheim, cuando desayun con el
conde y unos cuarenta de los suyos (nobles con los ojos abiertos como platos y hembras
exageradamente efusivas) antes de salir. Yo estaba en una forma excelente despus de mi encuentro
con la camarera y un buen descanso nocturno, y me senta bastante indulgente con todo el mundo...,
incluso con el viejo Tarlenheim, que poda haber aburrido a las ovejas en los clubs de Saint james.
l seal que yo tena mucho mejor aspecto aquella maana las solcitas preguntas acerca de mi
dolor de cabeza habran llenado de vergenza a una Comisin Real y animado, supongo, por mi
buen humor, empez a contarme lo mala que haba sido la cosecha de aquel ao. Las patatas
alemanas estaban en una condicin lamentable, parece ser.[41] Sin embargo, lo soport todo y, por fin,
despus de mucho besamanos y mucha reverencia y mucho desfile de guardias por el camino de
entrada, me desped principescamente de ellos y corrimos en coche hacia la frontera de Strackenz.
Era un da hermoso, brillaba el sol, nieve y escarcha por todas partes, era un da bastante clido
a pesar de todo. Mi coche era un vehculo esplndido, tapizado en seda gris, con excelente
suspensin y las armas reales danesas en las portezuelas. (Recordaba que el coche en el que
Wellington me haba llevado una vez pareca un coche de alquiler, y traqueteaba como una carreta.)
Haba coraceros cabalgando junto al coche como escolta bastante elegante y un convoy de
coches siguiendo en la retaguardia. Yo me relaj y me fum un cigarro, mientras Detchard me
aseguraba que las cosas haban ido muy bien, y que continuaran as... l no tena que haberse
molestado, porque yo me encontraba en un exaltado estado de confianza. Y entonces por fin llegamos
al primer pueblo, y empezaron los saludos.
A lo largo del camino, incluso en las casas de campo se vean caras sonrientes y pauelos que se
agitaban; caballeros y campesinos, granjeras y granjeros, nios que agitaban la bandera roja y blanca
de Dinamarca con el curioso emblema de un cardo que forma el escudo de Holstein,[42] trabajadores
en mangas de camisa sin quitar el ojo a la comitiva, soldados a caballo saludando... todo el pueblo
pareca haberse reunido en la carretera de Strackenz para ver pasar a mi Real Alteza. Yo me
inclinaba y saludaba mientras pasbamos a toda prisa, y ellos me devolvan el saludo an ms fuerte.
Era un sueo glorioso, y yo lo estaba disfrutando plenamente cuando Detchard me record secamente
que aquellos slo eran habitantes de Holstein, y que deba reservar mis mejores y efusivos gestos
para los de Strackenz.
Fue en la frontera donde empez el circo real. Haba una gran multitud esperando, los dandis
elegantes delante y la muchedumbre levantando el cuello y lanzando hurras a una distancia ms
respetuosa. Baj del coche, segn las instrucciones de Detchard, y los vtores se hicieron
ensordecedores, con ese ladrido en tres tiempos que es la versin alemana del hip-hip-hurra! Un
tipo viejo con el pelo blanco como la nieve, delgado y caminando muy tieso, vino hacia m, se
inclin, me bes la mano y me dio la bienvenida con voz rota.
Mariscal Van Saldern, condestable de Strackenz susurr Detchard, y yo agarr la mano del
viejo mientras l me saludaba efusivamente e insista en que era el da ms grande en la historia de
Strackenz, y bienvenido, tres veces bienvenido, Alteza.
A mi vez yo le asegur que ningn visitante de Strackenz se haba sentido nunca ms feliz que yo,
y que si la bienvenida que me daba era un anticipo de lo que iba a venir, yo era un tipo muy
afortunado, o algo por el estilo. Se levant un rugido de mil gargantas y aplaudieron al orme, luego
siguieron las presentaciones, e inspeccion la guardia de honor de los granaderos de Strackenz, y all
bamos otra vez, con Van Saldern en mi coche, para sealarme objetivos de inters como campos,
rboles y otras cosas... El viejo estaba tan alegre como unas castauelas, de eso me di cuenta
enseguida, y babeaba con cualquier cosa, lo cual yo acept con real amabilidad. Entonces tuvimos
que parar para que yo pudiera dedicarme a saludar a la gente que se alineaba en la carretera a lo
largo de todo el trayecto, y en la distancia se oy el sonido de una gran muchedumbre y una tremenda
conmocin; lejos, los caones hicieron las salvas de ordenanza y llegamos a las afueras de la ciudad
de Strackenz.
La muchedumbre estaba ahora por todas partes, agolpada en las aceras, saludando desde las
ventanas, apretndose contra las rejas; todos gritaban a pleno pulmn. Haba banderas y colgaduras y
estrpito de msica marcial; apareci entonces una gran arcada delante; el coche aminor la marcha
y se detuvo.
El escndalo se amortigu un poco y vi una pequea comitiva de personajes con tnicas y
sombreros planos que se aproximaban al coche. Delante haba un tipo robusto que llevaba un cojn
con algo encima.
Las llaves de la ciudad dijo trmulamente Van Saldern. Para que las acepte Su Graciosa
Alteza.
Sin pensarlo, abr la puerta y salt abajo, cosa inesperada, supongo, pero que luego result ser
una ocurrencia feliz. La multitud rugi al verme, la banda empez a tocar con estrpito y el pequeo
burgomaestre tom las llaves unos trastos grandes y pesados metidos en una cadena enorme y
me rog que las aceptara como prenda de la lealtad y amor de la ciudad.
Vuestra ciudad, Alteza chill. Y vuestro hogar!
Yo, que ya estaba preparado, dije que era profundamente sensible al gran honor que se me haca,
y le devolv las llaves de nuevo. Sintindome un poco emocionado, encontr apropiado deslizar el
cinturn y la vaina de la espada por encima de mi cabeza, presentarle mi arma y decir que estara
siempre dispuesta en defensa del honor y la independencia de Strackenz, o algo por el estilo.
Yo no lo saba, pero aquel breve discurso tuvo una enorme repercusin poltica, porque los
daneses-strackenzianos se encontraban en un difcil momento por la amenaza alemana a su libertad, y
los germano-strackenzianos hervan de impaciencia por liberarse de la soberana de Dinamarca. De
todos modos, el estruendo de aplausos que levantaron mis frases fue apabullante, el pequeo
burgomaestre se puso rojo de emocin, y cogiendo la espada, me la devolvi con lgrimas en los
ojos, llamndome campen de la libertad de Strackenz. No s de qu lado estaba l, pero no pareca
importarle; creo que si yo hubiera gritado: Se arreglan sillas!, me habran vitoreado igual de
fuerte.
A continuacin fui invitado a entrar en la ciudad, y me pareci una buena idea entrar a caballo
mejor que en coche. Hubo algazara y confusin por este motivo; se gritaron rdenes, corrieron
funcionarios de ac para all y por fin un soldado de caballera trajo un precioso caballo castrado,
con la velocidad escrita en cada uno de sus msculos, y yo lo mont entre escenas de entusiasmo.
Deba de tener un aspecto muy marcial, si se me permite decirlo; aquella maana me haban vestido
de azul plido, con la banda azul de la Orden del Elefante sobre el hombro. (La he llevado estos
ltimos aos, por cierto, en alguna ceremonia en Londres, para sorpresa y escndalo de la embajada
danesa, que se preguntaba de dnde demonios haba sacado yo aquello. Les remit al anterior
canciller Bismarck.) El uniforme resaltaba mi aventajada estatura de manera estupenda, y como mi
desagradable cabeza calva estaba cubierta con un casco con plumas la Tin-bellies,[43] en conjunto
tena, sin duda, un aspecto realmente impresionante.
Tocaba la banda. Se oan los vtores de nuevo. Yo cabalgaba bajo los arcos de las puertas de la
ciudad de Strackenz. Me arrojaban flores desde los balcones. Las chicas me lanzaban besos y las
tropas alineadas a lo largo de la calle forcejeaban por contener a la muchedumbre, viendo cmo yo
saludaba e inclinaba mi principesca cabeza a derecha e izquierda, y sonrea a mis futuros y leales
sbditos.
Sabe montar, exclam alguien. Y un ingenioso entre la multitud replic: S, la duquesa Irma
ya lo descubrir, ante lo cual hubo una cierta conmocin. Yo me daba cuenta de que a pesar de toda
la adulacin y los vtores haba algunos entre la multitud que estaban silenciosos, e incluso ms de
uno que tena un aspecto francamente hostil. Seran alemanes, sin duda, que no queran ver el estado
ligado ms estrechamente a Dinamarca. Sin embargo, eran una minora en la ciudad, y para la
mayora todo eran flores y risas para el Prncipe Encantador, que se senta un muchacho excelente,
cuya sonrisa destellaba ante las chicas ms bonitas.
Como estaba disfrutando mucho, el camino hasta el ayuntamiento se me hizo muy corto. Debera
decir que Strackenz es una ciudad pequea, considermosle como un pueblo grande, aunque tiene la
catedral y el palacio ducal con algunas pretensiones. Por lo dems, el ducado entero no tiene ms que
unos veinte kilmetros de ancho por unos cincuenta de largo, habiendo sido recortado a lo largo de
los siglos a partir de una provincia de mayor tamao. Con todo, era un perfecto nido de emociones
nacionalistas, alemanas y danesas, y sus habitantes estaban muy orgullosos de sus tradiciones,
incluyendo la casa ducal. La faccin danesa estaba encantada ante el inminente matrimonio, de ah la
tumultuosa bienvenida que me haban dispensado.
En el ayuntamiento hubo ms dignatarios, ms reverencias y ms saludos, y me presentaron un
casquete ornamental que llevaba las armas de la ciudad y me invitaron a firmar una orden para
conceder una amnista a los presos, siendo costumbre all, como en todas partes, celebrar las
ocasiones alegres dejando salir a todos los delincuentes y putas de la prisin local. Nunca entend
cmo poda eso contribuir a aumentar el regocijo general; adems, aunque he estado yo mismo
encerrado en la mitad de las crceles entre la prisin de Libby[44] y Botany Bay, nunca hubo una
amnista que me beneficiara. Estoy en contra, en principio, pero vi que no tena ms remedio que
firmar, hasta que de pronto me di cuenta al coger la pluma de que una cosa que mis instructores no me
haban enseado era cmo imitar la firma de Carlos Gustavo. Ni siquiera saba qu letra tena.
Probablemente si hubiera estampado mi propia firma nadie habra notado la diferencia, pero en aquel
momento no me atrev a arriesgarme.
Dud durante lo que me pareci un ao entero. En la mesa del gran burgomaestre, estaba el largo
rollo de pergamino extendido frente a m, yo con la pluma levantada, la multitud mirndome
expectante y el pequeo burgomaestre esperando de pie para secar mi firma con el papel secante.
Entonces recobr mi ingenio habitual, dej la pluma y dije, tranquila y llanamente, que antes de
firmar esa orden un asunto realmente grave, deban recordarlo deseara tener un informe de los
representantes de la justicia asegurndome que ningn malhechor que pudiera representar un peligro
para la comunidad sera liberado por aquella amnista. Aquello poda esperar un da o dos asegur
con firmeza, y aad que encontrara otras maneras, incluso mejores, de celebrar la feliz ocasin de
mi llegada.
Aquel piadoso viejo hipcrita de Arnold, mi maestro, hubiera encontrado maravillosas cada una
de estas palabras, pero all hubo una decepcin general, aunque ninguno de los aduladores murmur
que yo era un prncipe prudente y lo aprob con un movimiento afirmativo de cabeza. El pequeo
burgomaestre pareca a punto de llorar, pero asegur que mis deseos seran cumplidos al pie de la
letra.
Todos se animaron con el siguiente acto de la comedia, consistente en conducir a mi presencia a
un nio que me present un melocotn de un melocotonero que haban cultivado expresamente para
m en el invernadero del orfanato local. Digo que lo condujeron porque el nio era cojo y andaba con
muletas: hubo suspiros y murmullos compungidos de las damas all presentes. Yo no tengo buena
mano con los nios, y siempre he encontrado detestables a esos ruidosos y codiciosos renacuajos,
pero pens que me convena ser monstruosamente complaciente con aqul, as que en lugar de
aceptar simplemente el regalo, me estruj el cerebro rpidamente buscando un gesto conmovedor, y
se me ocurri levantarlo no pesaba nada en absoluto, y sentarlo en la mesa, hablar con l e
insistir en que nos comiramos el melocotn entre los dos all mismo. El chiquillo se ri y llor a la
vez, y cuando le di unas palmaditas en la cabeza se apresur a coger mi mano y besarla. Por aquel
entonces las mujeres estaban ya todas moqueando y los hombres adoptando aires de compasin. Yo
me sent avergonzado. Es la nica vez en mi vida que me he sentido avergonzado, y por eso lo
consigno aqu, y todava no s por qu.
De todos modos, dej el ayuntamiento de muy mal humor. Cuando me dijeron que el siguiente
acto del programa era una visita a la escuela local, casi les suelto que ya tena bastante de sus
malditos nios por un da. Pero no lo hice, por supuesto, e inmediatamente el profesor me llev por
toda la escuela, hizo un discurso en mi honor en griego y present a sus mejores muchachos con el fin
de que yo les hiciera un examen para mi entretenimiento. Qu cosas imaginan esos honestos idiotas
que deleitarn a la realeza!
Por supuesto, los alumnos seleccionados eran los habituales empollones que se eligen en todas
las escuelas para tales ocasiones. Pequeos villanos acusicas y meapilas como los que yo sola
atormentar en mis tiempos, en los das felices de mi niez. Tom Brown poda haber hecho un equipo
de ftbol con ellos. No lo dudo. Y habran gritado hasta desgaitarse: A ganar!, y habran dicho
siempre la verdad y slo la verdad, hasta ponerte enfermo. Todo esto lo pens, con un deje de
desprecio, y busqu en los ltimos bancos de la escuela al Flashman local... S, all estaba, era un
chicarrn estpido y arrogante que se morda las uas y se rea desdeosamente.
Aqu tenemos al chico adecuado, profesor dije. Hagmosle el examen a l.
As que, queriendo o sin quererlo, tuvieron que sacar a aquel animal, quien se puso blanco como
el papel, tal fue la impresin que recibi tras titubear y gruir a su manera, mir a su alrededor
buscando inspiracin, y los santurrones de turno soltaron sus risitas de connivencia y se daban
codazos unos a otros. El ceo del profesor se haca ms borrascoso a cada momento.
Retrese, seor dijo al fin, duramente, y dirigindose a m: Tenemos que corregirle,
Alteza. Se lo aseguro.
Castguele, profesor dije yo. Siga usted su tarea con firmeza. y me fui de un humor
excelente. O mucho me equivocaba, o habra un trasero pelado en aquella escuela aquella misma
noche... Yo hubiera preferido que aquello les ocurriera a los empollones, aquellas pequeas
alimaas, pero no me caba duda de que mi doble les hara pagar sus sufrimientos a ellos tambin.
La multitud llenaba todava las calles para asistir a mi llegada a palacio, que era un imponente
edificio situado en las afueras de la ciudad, con columnas y balconadas y la bandera con el len
rampante de Strackenz flotando desde el tejado con los colores daneses a los lados. El pueblo se
apretujaba contra las rejas, y a los lados del camino estaba alineada la infantera con el uniforme
amarillo de la guardia de la duquesa, todos con brillantes petos de armadura y las espadas
desenvainadas. Las trompetas tocaron una fanfarria, la multitud se agit y grit, y yo trot por la
grava hacia los anchos escalones del palacio. All me volv y salud, por ltima vez, y me pregunt
por qu organizar tanto folln el pueblo en torno a la realeza.
Lo mismo pasa con nosotros. Tenemos a nuestro pequeo y rechoncho Teddy, considerado por
todo el mundo como el primer caballero de Europa, con todas las virtudes habidas y por haber,
cuando saben perfectamente que es slo un viejo crpula... casi tanto como yo, pero sin mi talento
para resultar agradable. De todos modos, yo estuve con Lily Langtry antes que l, dicho sea de paso.
Todos estos sublimes pensamientos filosficos se borraron de mi mente cuando entr en palacio,
ya que all conoc a la duquesa con la que iba a casarme al da siguiente en la catedral de Strackenz.
Debo reconocer, en honor a la duquesa, que mientras tengo solamente los ms nebulosos recuerdos
de la brillante multitud que atestaba la escalera de mrmol y el gran saln de baile, la primera mirada
que le dirig sigue fresca en mi mente hasta el da de hoy. Todava la veo, esbelta y tiesa, de pie, en
el estrado en el extremo ms alejado de la habitacin, con el trono ducal enmarcado en prpura tras
ella, mirndome cuando yo me acercaba, los espectadores sbitamente callados y slo mis pasos
resonando en el silencio.
En aquel momento me sent completamente extrao: todo era un fraude, nada era real. All no
estaba Carlos Gustavo, prncipe de la antigua casa real de Oldenburg, sino yo, el viejo sinvergenza
de Flashy de la vulgar y advenediza casa de Flashman, caminando ceremoniosamente para reclamar a
mi noble prometida. Cielos!, recuerdo haber pensado: En qu lo me he metido!. Pero este
pensamiento probablemente me impidi adoptar la mirada lasciva y libertina que normalmente
adopto en presencia de las mujeres hermosas. Era hermosa, ciertamente... Mucho ms de lo que su
retrato insinuaba. No poda tener ms de veinte aos, pero ya tena la dura y fra belleza que slo se
puede encontrar entre las mujeres del norte, con aquellos finos rasgos que parecan cincelados en
mrmol. Su figura, con un traje de color marfil con una cola que se extenda detrs de ella, era quiz
demasiado esbelta, con un toque infantil, pero tena de todo y en el adecuado orden de revista. Cea
su frente una pequea diadema de plata con brillantes, destacndose en su dorado cabello rubio,
echado hacia atrs y recogido en una especie de red enjoyada sujeta detrs de la cabeza. El efecto de
todo aquello tan blanco, puro y perfecto era bastante sobrecogedor; casi sent miedo de ella.
La forma en que me mir no me tranquiliz mucho. Aquellos ojos grises eran fros y orgullosos, y
pens: es una arrogante seorita malcriada, si es que he visto una alguna vez. Fueran cuales fuesen
sus sentimientos acerca de aquel matrimonio de conveniencia, ella no pareci alterarse al verme por
primera vez; me di cuenta de que miraba mi brillante cabeza calva, y pens furioso que era una
verdadera lstima que no pudiera lucir los adornos naturales de mi rizada melena y mis patillas. La
mano que me tendi para que la besara era plida, helada como la niebla del cementerio y apenas se
entregaba. Yo la tom, murmurando cun grande era el placer y el honor y cun profunda, sincera y
adecuada era mi gratificacin. Not que temblaba ligeramente antes de retirarla.
As que all estbamos juntos en el estrado, yo preguntndome qu decir a continuacin. Alguien
de la multitud que nos contemplaba empez a aplaudir, y al momento todos se echaron apindose
hacia adelante para vernos ms de cerca a los dos juntos, supongo, y todo el mundo, encantado y
feliz, aplauda a rabiar. Me encontr a m mismo sonriendo e inclinando la cabeza hacia ellos, pero
Su Gracia se qued bastante serena, sin una sonrisa siquiera, como si aquello fuera un deber, y
bastante aburrido, por cierto.
Bueno pens, ste va a ser un noviazgo de hielo. Entonces un viejo con levita, lleno el
pecho de medallas, vino y se inclin ante nosotros. Se volvi hacia el trono con la mano levantada
pidiendo silencio. Result ser el primer ministro, Schwerin; hizo un pequeo discurso en el cual se
las arregl para darme la bienvenida amablemente, una nota de homenaje para la duquesa (que no se
conmovi demasiado con aquello, segn pude comprobar), una arenga patritica por Strackenz,
emparejado al estado de Dinamarca. Luego exhort a la multitud a que mantuviera las distancias y se
apartara del buf que estaba servido en la otra sala hasta que Su Gracia y yo considerramos
conveniente dirigirnos hacia all.
As quedaron las cosas. Los buenos cortesanos, que estaban muy bien entrenados, conversaron
respetuosamente entre s mientras Schwerin traa a los caballeros ms distinguidos para
presentrmelos. Incluidos varios embajadores destacados en Strackenz, el britnico entre ellos; di
gracias a Dios por no haberme movido nunca en los crculos diplomticos en mi pas, evitando as
que me reconocieran. l y todos los dems hicieron sus reverencias, y cuando se hubieron retirado,
la duquesa me indic que nos sentramos. Lo hicimos, ambos bastante tiesos, y mientras la noble
asamblea finga no darse cuenta, empezamos a conocernos. Era una formalidad llevada hasta el
absurdo, por supuesto, y si no tuviera un claro recuerdo de las primeras frases que cambiamos, no
creera que realmente dijramos aquello.

DUQUESA: Confo en que el viaje de Vuestra Alteza no haya sido tedioso.


FLASHY: En realidad no, aunque confieso que he contado con impaciencia los
minutos que faltaban para llegar aqu.
DUQUESA: Vuestra Alteza es muy amable. En Strackenz esperamos que no se
encuentre demasiado decepcionado con nosotros... sta es una provincia muy pequea.
FLASHY (muy galante): Nadie puede sentirse decepcionado cuando es recibido por
una anfitriona tan noble y tan bella.
DUQUESA: Oh! (Pausa.) Hizo fro durante el viaje?
FLASHY: A veces. Pero a veces fue tambin bastante clido. Ningn sitio tan clido,
sin embargo, como ste. (Esto con una sonrisa resplandeciente.)
DUQUESA: Tenis demasiado calor? Puedo hacer que abran las ventanas.
FLASHY: Cielos, no! Es... quiero decir, el calor de vuestra bienvenida... y la gente
en las calles, vitorendome...
DUQUESA: Ah, el pueblo! Son bastante ruidosos.

Bueno, yo no me rindo fcilmente, pero confieso que estaba bastante perplejo. Normalmente, con
las mujeres jvenes me las arreglo bastante bien. La charla formal no es mi estilo... Unas cuantas
galanteras, unas cuantas bromas para ver si ella acepta la cosa o no, un pellizco en las nalgas y all
vamos. O eso, o me retiro. Pero no poda seguir mis costumbres con la duquesa Irma: ella mantena
la cabeza bien alta y miraba a travs de m, tan autosuficiente y aristocrtica que yo empezaba a
preguntarme si estara quizs, aterrorizada y fuera de s. Pero antes de que pudiera comprobar esto,
ella se levant y yo la escolt hacia la antecmara, donde se haban dispuesto unas largas mesas con
vajilla de plata y cristalera, y unas doncellas sirvieron un delicioso festn mientras una pequea
orquesta tocaba en la galera que estaba sobre nosotros. Yo estaba hambriento, y mientras una de las
damas de compaa de la duquesa la atenda, yo ataqu el jamn y el pollo fro, y habl afablemente
con los nobles y sus damas, que tambin estaban atracndose de comida, como hacen siempre los
alemanes.
Este tipo de ceremonias normalmente me aburren como una ostra, y aparte de que la comida era
excelente y de que la duquesa pareca intentar que no la dejaran a solas conmigo ni un solo momento,
no tengo ningn recuerdo especial de aquel recibimiento. Recuerdo que me volv una vez, en esa
agradable compaa que es el murmullo de la conversacin de la gente de buena cuna, y descubr sus
ojos fijos en m; rpidamente apart la vista y yo pens: Dios mo, me voy a casar con esa mujer
maana. El corazn me dio un vuelco al pensarlo; ella era indescriptiblemente encantadora. Sent
una opresin en la garganta al recordar el terrible riesgo que corra a cada momento que pasaba en
Strackenz, y me preguntaba qu castigo habra por casarse con la heredera del trono bajo una
personalidad falsa. La muerte, ciertamente. Intent sonrer cortsmente a las caras aduladoras y
ansiosas que me rodeaban, y escuchar sus increbles inanidades y parloteos, mientras mi mente corra
lejos de all buscando una salida, aun sabiendo que ya no exista.
Probablemente beb un poco ms de lo que hubiera debido aunque tena bastante cuidado
pero de cualquier modo aquel sentimiento de desesperacin pas. Los buenos deseos de los
strackenzianos hacia m eran tan evidentes, y tan ampliamente expresados, que supongo que estos se
apoderaron de m y desterraron mis miedos. Encontr que incluso poda hablar con la duquesa sin
alterarme, aunque al parecer slo para m resultaba obvio que yo no le gustaba. Ella permaneca
altiva y distante... pero luego pensaba que, en realidad, ella se mostraba igual con todo el mundo, y
ellos lo aceptaban y aun as intentaban congraciarse con ella.
Despus el viejo Schwerin y un par de sus colegas del gobierno he olvidado sus nombres
me llevaron aparte y discutieron conmigo la ceremonia del da siguiente. Fueron bastante vagos, creo
recordar, e insistieron exageradamente en las ventajas polticas del enlace y en la satisfaccin
popular, adems del efecto estabilizador que esto acarreara.
Su Gracia es muy joven, por supuesto dijo el viejo Schwerin. Muy joven. Me dirigi
una sonrisa melanclica. Vuestra Alteza no es mucho mayor, pero vuestra educacin, en una gran
corte, y vuestra crianza quizs os han preparado mejor para lo que os espera a ambos. Es una gran
responsabilidad para vos, pero la sabris sobrellevar honorablemente.
No tienes ni idea, viejo, pens.
Yo murmur unas cuantas trivialidades y l continu:
Una joven pareja tiene muchas cosas que preguntarse... A menudo pienso que estos
matrimonios de Estado saldran mejor con... ejem... una preparacin ms larga. Quizs es que soy un
sentimental dijo con una sonrisa senil, pero siempre me ha parecido que cortejar un poco no est
fuera de lugar, incluso entre personas reales. El amor, despus de todo, no nace en un solo da.
Depende de lo que llames amor, pens yo, y uno de los otros le dijo a Schwerin:
Tenis un gran corazn, Adolf.
Espero tenerlo. Eso espero. Y Vuestra Alteza, lo s, tiene tambin un gran corazn. Sabr
cmo entender a nuestra... nuestra pequea Irma. Ella es como una hija para nosotros, ya lo veis se
estaba poniendo rojo hasta las orejas por entonces, y aunque parece, dado su aplomo y majestad,
estar por encima de sus aos, todava es en gran medida una nia.
Estaba de acuerdo con l en que era una pequea perra arrogante ms de la cuenta para su edad,
pero mantuve un principesco silencio. l casi pareca suplicar.
Alteza dijo al fin, sed amable con nuestro tesoro.
Es curioso, mi propio suegro me haba dicho algo parecido antes de casarme con Elspeth; era una
forma educada de sugerir que no fuera demasiado bestia en la luna de miel. Asum un aspecto de viril
comprensin.
Seores dije, qu puedo decir, excepto que confo en comportarme siempre con vuestra
duquesa como lo hara con la hija de mi ms querido y viejo amigo.
Esto les anim infinitamente, y enseguida se dio por concluida la recepcin: los nobles invitados,
poco a poco, fueron desapareciendo. Schwerin nos sonri paternalmente a la duquesa y a m y apunt
que como el da siguiente iba a ser agotador, deberamos tomarnos todo el descanso que pudiramos
por adelantado. Eran las primeras horas de la tarde, pero yo estaba ms cansado que un perro con las
novedades y las excitaciones de la maana, as que nos despedimos formalmente el uno del otro. Yo
procur hacer mi saludo lo ms agradable que pude, y la duquesa Irma lo recibi con una inclinacin
de cabeza y me dio su mano para que se la besara. Era como hablar con una estatua que caminaba.
Detchard, que haba estado rondando por all durante las ltimas horas, se acerc a m y me
escolt con unos asistentes a la suite reservada para m en el ala oeste del palacio. Los criados
podan haber organizado un gran revuelo a mi alrededor, pero l los despidi, y, lo que encontr muy
extrao, despidi tambin a Josef, que esperaba para ayudarme a desnudarme y quitarme las botas.
Sin embargo, me di cuenta de que quera que estuvisemos solos, y cuando llegamos a mi saln
principal entend por qu, ya que Rudi Starnberg y De Gautet nos esperaban. Al verlos mi nimo
decay notablemente. Ellos eran un recordatorio de por qu estaba yo all, con mis guardianes
pisndome los talones todo el tiempo. De ser el prncipe yo pasaba a ser el actor Flashy de nuevo.
Rudi se plant all en dos zancadas y sin ms ceremonias me cogi la mueca y me tom el pulso.
Tienes mucha sangre fra dijo. Te he visto all abajo, y a fe ma que parecas un tirano
condescendiente. Qu tal sienta jugar a ser prncipe?
No estaba acostumbrado a este tipo de conversacin desde haca unas horas, y me ofend.
Maldije su desvergenza y le pregunt dnde demonios haba estado todo el da... ya que l y De
Gautet se supona que tenan que reunirse conmigo y los otros en la frontera.
l arque una ceja.
Aires principescos, eh? Bueno, Alteza, hemos estado ocupados con asuntos de Estado, si no te
importa. Tus asuntos, tu estado. Podras mostrar un poco de reconocimiento a tus leales servidores.
Hizo una mueca insolente. Pero, por supuesto, la gratitud no es proverbial en los prncipes.
Entonces no la presumas... ni siquiera con los prncipes temporales gru yo. Podis iros
los dos al infierno. Quiero descansar.
De Gautet me mir.
Un poco borracho quiz?
Maldita sea, dejadme en paz!
Creo que se ha contagiado realmente ri entre dientes Rudi. Llamar a la guardia dentro
de un momento. Ahora, en serio, amigo Flashman y aqu me dio un golpecito en el pecho, puedes
dejar a un lado tu mal humor, porque no funcionar. No es culpa nuestra si la duquesa no ha
languidecido de amor al verte. No, no tienes que maldecirme, sino escuchar. Han ocurrido algunas
cosas que podran, y he dicho slo podran, afectar a nuestros planes.
Mi estmago pareci encogerse.
Qu quieres decir?
Por mala suerte, uno de los embajadores daneses en Berln, un tipo llamado Hansen, un
funcionario de alto rango, ha llegado hoy a Strackenz. Slo est de paso hacia casa, y se detendr
aqu para asistir a la boda. No hay forma de librarse de l, as que estar aqu maana.
Bueno, y qu? dije yo. Habr montones de daneses en la catedral, verdad? Qu
significa uno ms o menos?
Detchard habl desde detrs de m.
Hansen es amigo de Carlos Gustavo desde la niez. En realidad, el ms ntimo de sus amigos.
Tu parecido con Carlos Gustavo es asombroso aadi De Gautet, pero engaar a su
ms antiguo compaero de juegos?
Dios mo! Yo me sent, abrumado. No, no, por Dios, no lo har! No puedo! Me
reconocer! salt. Lo saba! Lo saba! Estamos listos! Me denunciar! Vosotros... vosotros,
malditos idiotas, mirad lo que habis hecho, con vuestros lunticos planes... Nos han cogido...
Baja la voz orden Rudi, y controla tus nervios. Me empuj firmemente hacia atrs en
mi silla. Tu mente est excitada... lo cual no es una sorpresa. Bersonin nos advirti que incluso un
hombre fuerte puede mostrar seales de histeria en la posicin en que t te encuentras...
Pero ese hombre no es ningn idiota, no? exclam yo. Qu demonios puedo hacer yo?
Ese Hansen me descubrir y...
No, no lo har dijo Rudi firmemente. Tienes mi palabra. Yo veo las cosas con claridad,
cosa que t no puedes hacer, porque eres el actor principal, y te dir que no hay ni el menor riesgo...
siempre que mantengas las ideas claras. l se encontrar contigo un momento en la recepcin
despus de la boda, te har una reverencia, te desear felicidades, y adis! Eso es todo. No est
buscando a ningn impostor, recurdala. Por qu debera hacerlo?
No te lo habramos dicho dijo Detchard, si hubiera podido evitarse. Pero si no lo
hubiramos hecho, podras haber cado inconscientemente en algn error fatal.
Eso es, exactamente asinti Rudi. Tienes que estar preparado para recibirle. Hemos
decidido qu le dirs cuando se te aproxime en la recepcin. Detchard estar a tu lado y susurrar
Hansen cuando llegue. Al verle t te sorprenders, le mirars encantado, como t ya sabes,
cogers su mano derecha con las dos tuyas, se la sacudirs fuerte y exclamars: Erik, viejo amigo,
de dnde sales? Conteste lo que conteste en rplica a tus palabras, le dirigirs una alegre sonrisa y
dirs: Es la sorpresa ms maravillosa de este da feliz. Dios te bendiga por venir a desearme
felicidad. Y eso ser todo. Yo estar vigilando y l no se acercar a ti hasta que salgas para el
refugio en Strelhow, donde pasaris la luna de miel.
Y supn que l me descubre, qu pasar entonces? Estas noticias me aterrorizaron.
Supn que l no traga con todas esas tonteras de felices sorpresas, y tengo que hablar ms rato con
l. Tuve una visin espantosa. Supn que grita: ste no es el prncipe! Qu hars entonces?
Le matara antes de que diera el primer grito respondi Rudi tranquilamente. Puedes estar
seguro.
Yo no me tranquilic tan fcilmente. Mis instintos de cobarde estaban desbocados, y cost todo
el arte de persuasin de Rudi y Detchard para convencerme de que el riesgo no era tan terrible y que
si yo jugaba mi papel adecuadamente, no haba ningn riesgo.
Prtate como lo has estado haciendo hace una hora dijo Rudi y estars tan seguro como en
la cama. Valor, hombre. Lo peor ha pasado. Los has engaado a todos en Strackenz, y de una forma
principesca, realmente. Pens que haba un toque de envidia en su voz. Todo lo que tienes que
hacer ahora es estar de pie en la iglesia junto a la deliciosa duquesa, pronunciar las promesas y salir
corriendo hacia un encantador idilio en vuestro nido de amor en el bosque. Venga, deja que tu mente
se recree en el placer de meter a esa delicada pollita en tu cama. Me dio un codazo y sonri
lascivamente. Apuesto a que el prximo duque de Strackenz tendr finas patillas rizadas, aunque su
padre no sea el afortunado poseedor de un solo pelo en la cara.
Por supuesto, como suele pasar siempre, no hubo tiempo para sentir miedo. Ostred me dio un
somnfero aquella noche, y por la maana todo fue conmocin loca y precipitacin, con nada menos
que una docena de personas rodendome desde el momento en que me despert, vistindome,
empujndome, instruyndome, recordndome cosas... Me senta como un campen de boxeo en el
cuadriltero mientras me conducan por la gran escalera de mrmol hacia el coche que me iba a
llevar a la catedral. Mientras esperaba en los escalones, se oy el gritero de los miles de personas
que esperaban al otro lado de las rejas del palacio, el can retumb en el parque y estall un gran
clamor de vtores bajo los puntiagudos tejados de la ciudad de Strackenz.
Dios salve al prncipe Carlos!
Donde quiera que est murmur Rudi. Adelante, Alteza!
Deba ser un da para recordar, supongo, pero cuntos detalles recuerda uno de su propia boda?
Y sta era mi segunda boda, como saben. Ahora me parece como un sueo extrao, abrirse paso a
travs de las calles atestadas a la luz del sol, con el rugido ensordecedor de la muchedumbre, el
agudo son de las trompetas, el eco de los cascos de los caballos y los gallardetes de colores
agitndose alegremente en la brisa de la maana... pero lo que ms se grab en mi mente fue una
marca de nacimiento en la nuca del cochero, que bajo su sombrero era tan calvo como yo mismo.
Y luego la mole impresionante y espiritual de la catedral, el penetrante olor del incienso, los
cristales de colores de los vitrales y las alfombradas losas de piedra bajo los pies. O el rumor de
cientos de personas al levantarse, la solemne marcha nupcial en el rgano y el hueco son de mis
propios pasos amortiguados por la alfombra. Luego sonaron las voces del coro, y la gente
apartndose despacio a un lado ya otro ante m, y la esplndida figura del obispo de Strackenz, con
una barba poblada, muy parecido a Willi Grace, el gran campen de crquet actual.
Recuerdo que me qued de pie, solo y asustado, preguntndome si exista un lugar como el
infierno, despus de todo, un tema que me preocupaba mucho cuando era pequeo, especialmente
cuando Arnold nos aterrorizaba con sermones sobre Kibroth-Hattaavah, [45] donde yo asuma que
tena lugar todo tipo de fornicaciones y diversiones. Bueno, lo que yo estaba haciendo en la catedral
me habra asegurado un billete de ida hacia la condenacin, sin duda, pero me consol con el
pensamiento de que era la ltima cosa de la que tena que preocuparme en ese momento.
Y recuerdo tambin a la duquesa a mi lado, plida y extraordinariamente encantadora con su
vestido blanco, con su cabello dorado coronado por una hilera de piedras preciosas. Y su manita
deslizndose en la ma, su clara voz contestando al obispo, y la ma propia, ronca y nerviosa. Ellos
me pusieron un anillo en la mano, y yo lo deslic en su dedito, las manos me sudaban y la bes en la
mejilla cuando el viejo obispo dijo las palabras del ritual. Ella se qued como una mueca de cera, y
yo pens: Pobre Carlos Gustavo, tener que vivir con este tmpano toda la vida. El coro dej or
una gran explosin de acordes y voces mientras colocaban las coronas ducales en nuestras cabezas;
la duquesa cogi el cetro dorado de su soberana y a m me cieron la espada de ceremonias en torno
a la cintura.
La congregacin entera se levant y cant un himno de aleluya, y varios clrigos nos engalanaron
con las joyas que quedaban. Debo decir que para ser un estado pequeo, Strackenz era notablemente
rico a este respecto; aparte de las coronas y el cetro, haba anillos y una magnfica cadena de oro
macizo con esmeraldas incrustadas que colgaba alrededor de mi cuello inmerecidamente; tena una
estrella de diamantes que penda de ella que deba de pesar al menos medio kilo.
La duquesa lo tena mucho mejor, ya que ella era la princesa reinante, mientras que el pobre y
viejo Flash era simplemente su consorte. (Entonces me pareci, y me sigue pareciendo ahora, que la
Ley Slica era una idea condenadamente sensata.) Llevaba un macizo collar de piedras preciosas, y
sus anillos podan haber roto en pedazos a los mos. El instinto de soldado no muere nunca, y antes
de que finalizara el himno, yo mentalmente iba calculando el valor de todo aquel esplendor de joyas,
y cmo se podra empaquetar: la cadena de esmeraldas en un bolsillo de la chaqueta, el collar en
otro, los anillos y otras bobadas similares en los bolsillos del chaleco... Las coronas haran mucho
bulto, pero probablemente se podran doblar para transportarlas mejor. El cetro era bastante
adecuado para meterlo en una bota.
Por supuesto, probablemente yo nunca tendra la oportunidad de volver a poner mis nerviosos
dedos sobre aquella magnfica coleccin de joyas, pero no cuesta nada hacer un inventario por si
acaso; nunca se sabe si puede surgir alguna oportunidad. La corona de joyas del ducado de Strackenz
poda mantenerme a m y a una docena como yo por todo lo alto durante toda la vida, y pareca
bastante manejable. Decid acordarme de aquello.
Hubo un aleluya y un amn final, y salimos de nuevo fuera, a la luz del sol, con la multitud
alborotada y las campanas de la catedral repicando por encima de nuestras cabezas. Haba un coche
abierto en el cual nos sentamos uno junto al otro, con las doncellas de la duquesa frente a nosotros;
yo saludaba a la muchedumbre y me inclinaba, mientras mi novia agitaba su mano lnguida
sonriendo. Esboz un par de sonrisas, e incluso condescendi a intercambiar unas cuantas cortesas
conmigo, lo cual ya era un gran avance. No importa pens yo, pronto estaremos de camino
hacia el pabelln de caza y a la camita; entonces devolveremos las rosas a esas mejillas como
perlas.
bamos despacio, para que el populacho pudiera vernos bien, su entusiasmo era tan arrollador
que la infantera que cubra los lados del camino tena que cogerse de los brazos para mantenerlo
controlado. Los nios agitaban banderas y gritaban, las chicas saludaban con sus pauelos, muchos
jvenes echaban los sombreros al aire, las viejas sollozaban y se sonaban la nariz. En un punto
determinado las tropas dejaron el camino libre y la multitud se acerc al coche aclamndonos,
queriendo tocarnos devotamente como si furamos santos. Si hubieran sabido la verdad, habran
salido corriendo bien lejos para que no les cogiera el malvado Flashy. La duquesa no estaba
demasiado complacida de ser adorada tan de cerca, y miraba adelante bastante tiesa, pero yo
estrechaba manos como un buen chico, y ellos me vitoreaban con fuerza. En aquel momento hubo un
extrao incidente. Por encima de los vtores me di cuenta de que una voz gritaba desde el fondo de la
multitud... No, no gritaba, sino que declamaba. Era una voz fuerte, chillona, aunque las palabras se
perdan en el tumulto; el que as gritaba era un tipo de lo ms extrao: se haba subido a una especie
de carrito de mano y estaba arengando a la multitud a voz en grito. Unos soldados lucharon por
acercarse a l para cogerlo, pero un puado de robustos tipos de aspecto serio estaban situados
alrededor del carrito como si quisieran proteger al orador, as que yo supuse que deba de estar
denuncindonos, o amenazando con abrir una brecha en la paz reinante.
No era un tipo alto, pero tena los hombros anchos y fuertes como un toro, la cabeza grande,
cubierta de cabello largo y descuidado, y una barba como una escoba. Incluso a aquella distancia yo
poda ver sus ojos brillantes mientras lanzaba su mensaje, golpeando el aire con el puo como un
predicador del Mississippi lleno de virtud y de whisky. La gente que estaba cerca de l y de su grupo
le amenazaba, pero l segua gritando y me pareci que haba un estupendo tumulto en perspectiva;
desgraciadamente, cuando los soldados le alcanzaron y estaban tratando de bajarlo, el coche se
movi y los perd de vista, as que no supe cmo acab el tumulto.[46]
La duquesa lo haba visto tambin, y en cuanto llegamos a palacio hizo llamar a Schwerin a la
antesala donde estbamos descansando y le increp directamente.
Quin era ese agitador? Cmo se atreven a levantar la voz contra m, y qu negligencia ha
permitido que eso suceda? Su voz estaba perfectamente controlada, pero obviamente estaba
furiosa, y el viejo ministro casi se arrodill ante aquella chiquilla. Han sido arrestados ese
hombre y su grupo?
Schwerin se retorca las manos.
Alteza, esto no tendra que haber ocurrido! Es deplorable. No s quin era ese hombre, pero
lo averiguar. Creo que era uno de esos oradores socialistas...
Un orador? dijo la duquesa en un tono que poda haber helado una copa de brandy. Un
agitador revolucionario! En el da de mi boda! Se volvi hacia m. Es mi vergenza, y la de mi
pas, que esta afrenta haya tenido lugar en presencia de Vuestra Alteza, en esta sagrada ocasin.
Bueno, me tena sin cuidado. Yo estaba ms interesado en la rabia de la duquesa por lo que
conceba como una afrenta a su noble dignidad; era una mujer enormemente orgullosa y con mucho
amor propio. Le suger que probablemente aquel hombre estara borracho, y que, de todos modos, no
haba causado ningn dao.
Dinamarca debe sentirse afortunada por su seguridad contra tan peligrosos criminales dijo
ella. En Strackenz encontramos prudente tomar severas medidas contra esos... esos oradores!
Schwerin, le hago responsable; hgame saber enseguida que han sido arrestados y castigados.
Hubiera sonado solemne si hubiera venido de un concilio de obispos; pero viniendo de una chica
de diecinueve aos era ridculo, yo me mantuve sereno. Estaba aprendiendo rpidamente cosas de mi
pequea Irma. Era, realmente, una joven arrogante. Dese que se viera decepcionada en su venganza
sobre mi revolucionario de cabeza gorda; quienquiera que fuese, me haba parecido el tipo de
hombre que se la a golpes con los policas como quien se ata un zapato, y que mantiene las cosas
siempre animadas a su alrededor.
Cuando despach a Schwerin, y sus damas acabaron de arreglar invisibles desperfectos en su
tocado, se dirigi con tremenda solemnidad a la gran sala de baile, donde se haba dispuesto el
brillante trono para la recepcin. Fue un banquete mejor que el que el viejo Morrison nos dio a
Elspeth y a m en Paisley, pero dudaba de que stos pudieran beber ms que aquellos tunantes
escoceses. El lugar estaba atestado de esplndidos vestidos y uniformes; condecoraciones, medallas
y joyas resplandecan por todas partes; las espaldas aristocrticas se inclinaban y el frufr de un
centenar de faldas susurraba al hacer reverencias mientras tomamos nuestro lugar en el estrado para
que los invitados fueran desfilando y nos presentaran sus respetuosas felicitaciones. Nunca haba
visto tal cantidad de nobles aduladores en mi vida sonriendo al pasar. Todos actuaban servilmente
con la duquesa, por supuesto, los cabezas cuadradas dando taconazos e inclinndose muy tiesos, los
morenos del sur inclinndose doblemente, ya que tenamos una fina seleccin de la mitad de los
pases de Europa. Despus de todo, la duquesa Irma era prima de Nuestra Majestad britnica, lo cual
me converta en una especie de primo poltico de la Reina y de Alberto. Todo el mundo quera
mostrarse simptico con nosotros. Me sent encantado, sin embargo, al ver que el embajador
britnico se limitaba a hacer una pequea inclinacin y soltar un Enhorabuena, madame, y mucha
felicidad para Vuestras Altezas. Eso es clase pensaba yo, la buena y vieja Inglaterra, y
malditos sean todos los extranjeros.
Yo estaba all, inclinando la cabeza a uno y otro lado hasta que me dola el cuello, sonriendo y
murmurando: gracias a cada cara que pasaba; gordas, delgadas, sudorosas, tensas, sonrientes,
reverenciales, venan de todos los tamaos y con todas las expresiones. Y entonces la voz de
Detchard detrs de m susurr Hansen y yo mir y vi a un joven rubio de larga mandbula que
acababa de incorporarse despus de inclinarse ante la duquesa. Se volvi hacia m, sonriendo
expectante, y en mi sbito nerviosismo yo di un paso hacia adelante, haciendo una mueca desaforada
con la que seguramente parecera una calavera, le cog por la mano y exclam:
Erik, viejo amigo, es la sorpresa ms sorprendente en este da tan feliz! algo igualmente
confuso; s que yo dej ir las palabras sin esperanzas, pero l se limit a rer y me sacudi la mano.
Querido Carl... Alteza... tena que venir para desearos felicidades. Tena ese aspecto alegre,
varonil, sentimental que dan los ojos nublados y que yo slo consigo con la bebida. Que Dios os
bendiga a los dos!
Que Dios te bendiga a ti tambin, viejo amigo dije yo, apretndole la mano con fuerza, y
entonces su sonrisa se esfum, apareci una mirada extraada en sus ojos y dio un paso atrs.
Dios sabe que yo he pasado malos momentos en mi vida, pero nunca un ataque de pnico como el
que experiment entonces. Mantuve mi mueca dolorosa, porque estaba tan paralizado por el terror
que no poda mover ni un msculo, esperando la denuncia que estaba seguro de que saldra de sus
labios.
Durante un instante l me mir, y luego hizo un sbito y nervioso gesto de disculpa y sonri de
nuevo.
Perdn dijo, perdn, Alteza... Carlos. Se apart rpidamente a un lado para dejar paso
al siguiente invitado, inclin la cabeza de nuevo y luego sali hacia el buf, donde los otros invitados
se estaban reuniendo. All le vi volverse, mirarme y finalmente rascarse la frente con los dedos,
sacudiendo un momento la cabeza como si apartara un pensamiento absurdo de su mente y concedi
su atencin a un camarero que estaba ofreciendo champaa.
Saba que yo me haba puesto rojo por la conmocin, y las rodillas me temblaban, pero me
esforc en sonrer tranquilo mientras la invitada que tena ante m haca una profunda reverencia, y su
acompaante me diriga una inclinacin de cabeza. Vi la preocupacin en sus caras cuando me
pongo rojo ofrezco un aspecto tremendo as que les ofrec mi mejor sonrisa fingida.
Perdnenme les dije, estoy sin aliento de tanto decir gracias a cientos y cientos de
personas. Ellos se sintieron encantados de que la realeza se dirigiera a ellos de forma tan familiar,
y la tensin que sent desapareci, y tuve tiempo para tranquilizarme.
Pero fue un momento horrible, el resto de la recepcin debi de transcurrir como en sueos,
porque no puedo recordar nada ms hasta que volv a mi propia habitacin, solo con Detchard, Rudi
y De Gautet, bebiendo brandy de una copa que castaeteaba contra mis dientes.
Ha sido un mal rato fue el veredicto de Rudi. Durante un segundo pensaba que nos haban
descubierto. Le tena cubierto desde mi bolsillo, y juro que si hubiera tardado un segundo ms en
sonrer le habra disparado y gritado que intentaba asesinarte. Dios sabe lo que habra resultado de
eso. Fiu!
Pero se ha dado cuenta de que no soy el prncipe! Golpe el brazo de mi silln. Me ha
descubierto! No es as? Usted le ha visto, De Gautet... no ha sido as?
Lo dudo respondi l. Durante un momento ha pensado que haba algo raro en usted... y
eso es lo que le ha hecho decirse a s mismo que deba de ser su imaginacin. Ya le ha visto sacudir
la cabeza... Ha tratado de averiguar qu pasaba, pero no lo ha conseguido... Ahora no duda ms de
usted de lo que duda de s mismo.
Por Dios, eso espero. Ataqu el brandy de nuevo. Se supone que l lo reconsiderar,
despus de pensarlo bien, sin embargo... le convierte eso en sospechoso?
Estar vigilado mientras est en Strackenz dijo Rudi. Tenemos otras razones para
mantenernos vigilantes con Master Hansen.
Qu razones?
No ha venido hasta aqu slo para bailar en tu boda. Sabemos que desde hace meses, l y otros
miembros del gobierno dans han estado en contacto con la faccin danesa ms radical de Strackenz,
gente como el Eider Danes[47] en la frontera, slo que bastante ms peligrosos. Vigilan todo lo que es
alemn como halcones, mantienen reuniones secretas, ese tipo de cosas. Se habla de una organizacin
clandestina, los Hijos de los Volsungos, [48] dispuesta a alzarse en armas en caso de que haya
alguna amenaza desde Berln a la independencia de Strackenz. Rudi hizo una mueca divertida.
Arreglaremos cuentas con esos caballeros cuando llegue el momento. Por ahora, ni ellos ni el amigo
Hansen tienen por qu preocuparte. El juego est prcticamente ganado, amigo mo. Y me dio una
palmada en la espalda. Una vez celebrada la boda, no tenemos nada que hacer sino permanecer
sentados unas semanas hasta que Otto avise de que nuestro buen Carlos Gustavo est preparado para
asumir el papel en el que t ests probando tan distinguida capacidad. Entonces t podrs volver a la
alegre Inglaterra... y esperemos que la deliciosa Irma no se sienta demasiado decepcionada con el
cambio, verdad?
Todo aquello estaba muy bien, pero yo no estaba seguro en modo alguno de que lo peor hubiera
pasado. Haba sufrido algunos reveses en mi breve vida como prncipe Carlos Gustavo, y me pareca
posible que hubiera alguno ms antes de que ellos le curaran la gonorrea y l pudiera sucederme en
el trono como consorte. E incluso entonces, mantendra su palabra Bismarck? Yo no quera pensar
en estas cosas de momento, pero era algo que siempre tena presente. De da nos acecha la maldad,
pero hay que vigilar los pasos por la noche tambin.
Yo estaba todava temblando por el asunto de Hansen, y probablemente tambin acusaba la
tensin de dos das de impostura; de cualquier modo, me beb media botella de brandy all mismo sin
efectos notorios, lo cual siempre es una seal de que el miedo se ha apoderado de m de manera
efectiva. Rudi, aunque me vigilaba de cerca, silbando entre dientes, no me lo prohibi; no haba
ningn acto oficial ms aquel da, slo el viaje hasta el pabelln de caza de Strelhow, a quince
kilmetros de la ciudad, y yo no tena que estar sobrio como una piedra para eso.
bamos a salir a media tarde, y Josef y varios criados ms entraron para empezar los
preparativos del viaje. Hubo un gran revuelo mientras llevaban los bales y cajas escaleras abajo, y
yo fui despojado de mi uniforme de ceremonias y equipado con chaqu y capa, como corresponde a
un caballero en su luna de miel.
Ya estaba lo suficientemente recobrado de mis nervios el alcohol estaba empezando a
funcionar como para poder discutir con Rudi los mritos de los pantalones de cuadros o de rayas,
que fue el gran debate entre los nobles londinenses aquel ao.[49] Yo era partidario del pantaln a
cuadros, ya que tena la altura y la pierna adecuada para ello, pero Rudi pensaba que parecan de
paleto, lo cual slo muestra el mal gusto que tenan en Austria por aquella poca. Por supuesto, si
uno aguanta a Metternich, es capaz de aguantar cualquier cosa.
Mientras hablbamos, un oficial de la guardia de palacio apareci con una escolta que llevaba
los sables desenvainados, para recoger las joyas que Josef haba retirado con mi uniforme. Haban
recogido ya la corona y la espada de ceremonias a nuestro regreso de la catedral, pero la cadena y
los anillos seguan all, y estos fueron ahora cuidadosamente guardados en unas cajas de terciopelo y
entregados al guardia para que se los llevara.
Bonitas chucheras dijo Rudi, chupando pensativamente el cigarro que llevaba entre los
dientes. Adnde las llevis, fhnrich?[50]
A la sala del reloj, Herr baron dijo el joven oficial, dando un taconazo.
Uf, es un lugar extrao, verdad? No sera ms seguro un calabozo?
Si me permite, Herr barn, la sala del reloj est en lo ms alto de la torre principal de palacio.
La torre tiene slo una escalera, que est siempre vigilada. El joven dud. Creo que las guardan
all porque en tiempos del antiguo duque, a Su Gracia le encantaba visitar la sala del reloj cada da y
examinar el tesoro del estado.
Yo retuve esta informacin, por si acaso, y not que Rudi von Starnberg mostraba un inters poco
habitual, tambin. Vaya con el joven cachorro deshonesto; ya saba yo lo que estaba pensando.
Dejamos el palacio al dar las tres, y nos despidieron los leales strackenzianos, que haban dado
buena cuenta de la comida gratuita y vino a discrecin que se haba repartido en todos los edificios
pblicos. La poblacin entera pareca estar medio borracha, los aplausos que se oan mientras
recorramos las calles iban alejndose. Yo iba sentado con la duquesa en un land descubierto,
acompaado por Rudi y por una linda y pelirroja camarera cuyos pies l acariciaba con sus botas
durante el trayecto. Aparte de esto, Rudi se comportaba mejor que nunca, lo cual significaba que su
conducta se detena justo antes de la abierta insolencia.
Sin embargo, Irma no estaba en el estado de nimo adecuado para notarlo; estaba de mal humor.
Lo intu, porque Schwerin no haba sido capaz de informar de la captura del agitador que nos haba
insultado en nuestro trayecto de la catedral a palacio. Y adems haba dificultades con su ajuar, la
gente que nos estaba despidiendo se mostraba demasiado familiar en sus expresiones, el coche
descubierto no era adecuado para un da tan fro como aqul, y mil detalles ms. Cada maldita cosa
pareca estar equivocada, sin razn aparente. A m me pareca que fuera como fuese el resto de su
ajuar, su traje de viaje, un vestido azul con sombrero de piel, a lo hsar, le sentaba de maravilla. Se
lo dije, y ella condescendi a darse por enterada del cumplido, pero muy formalmente. Estbamos
todava tan distantes como viejas damas en la iglesia, y volv a pensar de nuevo que a pesar de su
formal compostura, era muy probable que interiormente estuviera temblando. Encontr eso
gratificante, y decid dejarla que sufriera durante un rato. As que no me mostr demasiado solcito y
la mayor parte del viaje estuvimos en silencio.
Era una tarde soleada y clida, a pesar de las quejas de Irma. El camino desde Strackenz se
interna por una esplndida regin boscosa, que incluye una caracterstica poco frecuente en aquella
parte del mundo: una corta hilera de pequeos riscos y acantilados llamado el Jotun Gipfel. Son muy
bonitos, muy salvajes, como dira nuestra ltima Reina, y bastante parecidos a las colinas inglesas
slo que en miniatura. Aparte de unas cabaas de pastores los parajes estn deshabitados, ya que la
mayora de los habitantes de la provincia de Strackenz viven en la llanura cerca de la ciudad. Hay
uno o dos hermosos lagos de montaa, en uno de los cuales se alza el viejo castillo de Jotunberg,
antigua fortaleza de los duques de Strackenz. Ahora lo mantiene la familia Blow, una rama
strackenziana de la gran casa alemana de ese nombre.
El pabelln de caza de Strelhow se alza a unos kilmetros del Jotun Gipfel, situado entre los
bosques a poca distancia del camino principal. Fue casa de recreo de los duques gobernantes durante
muchas generaciones. Es una casa muy bonita, toda de madera rstica y alfombras de piel, con
estupendos hogares, ventanas emplomadas, instalaciones confortables y muchas habitaciones... En
conjunto, un lugar excelente. Viajbamos informalmente; nos acompaaban dos asistentes
strackenzianos a m, aparte de De Gautet y Rudi, y a la duquesa tres damas y cinco camareras. Dios
sabe para qu necesitaba ella a tanta gente. Detchard vena tambin, pero prefiri quedarse en el
pueblo. Y, por supuesto, yo llevaba a Josef conmigo. Haba otros criados, caballerizos y asistentes, y
pareca que iba a ser una fiesta campestre bastante animada. Y lo fue... animada y mortal.
Llegamos al pabelln a punto de anochecer. Mi esposa estaba nerviosa e irritable, los sirvientes
que llegaron para saludarnos se dispersaron enseguida. Nos haban preparado una cena en el
comedor entarimado y enmaderado, con un agradable fuego en la chimenea y un aspecto clido y
acogedor; pero la duquesa se excus y se fue escaleras arriba con su dama de compaa y una nube
de lacayos que la seguan. En cambio nosotros, los hombres, como estbamos hambrientos, camos
sobre la cena con apetito voraz, y sobre el vino de Oporto y el brandy. No pas mucho rato hasta que
convertimos la velada en una buena juerga. Viendo que Su Alteza Real estaba de mal humor, que
gracias a la comida y al vino yo estaba muy bien predispuesto, y aunque De Gautet estaba tan
taciturno como de costumbre yo empezaba a aborrecer aquella empalagosa, silenciosa sonrisa suya
Rudi y los dos strackenzianos se dejaron contagiar por m y bebieron y se divirtieron como
cosacos.
A pesar de sus defectos, debo reconocer que los alemanes son excelentes compaeros para
comer y beber. Rudi estaba de buen humor, con la camisa desabrochada y su rizado cabello
despeinado, dirigiendo el coro con su voz de bartono (pero sus ojos seguan claros y brillantes;
dudo que llegara a perder nunca el control por la bebida). Yo me serva licor a buen ritmo, y acababa
de alcanzar aquel estado en el que empezaba a buscar problemas cuando un criado me vino a decir
que Su Gracia la duquesa iba a retirarse, y peda que cesaran los alborotos nocturnos.
Ante este contratiempo los dems se quedaron silenciosos. Rudi, en cambio, se ech hacia atrs
en la silla y sonri a su vaso; los strackenzianos se miraron incmodos el uno al otro. Yo me puse de
pie, tambalendome un poco y volcando la silla, y dije que si Su Gracia se iba a retirar, yo tambin
me retirara. Les dese a todos buenas noches y me dirig, con paso bastante indeciso, me imagino,
hacia la puerta.
Uno de los strackenzianos se puso en pie de un salto y me pregunt:
Puedo ayudar a Vuestra Alteza?
No, gracias, hijo mo dije yo. Ya soy mayor.
Ante mi negativa l se sent de nuevo, sonrojndose, yo sal y o a Rudi rer y llamarme:
Caballero, un brindis! El prncipe Carlos Gustavo emparejado, si les parece bien, con Su
Gracia la duquesa de Strackenz.
Sub las escaleras dando traspis, dej caer mis ropas en el vestidor, ech a Josef, me puse un
camisn y entr en el dormitorio. Me dominaban el alcohol y la lujuria, pero el hecho de ver a Irma,
que estaba desprevenida, de pie en el dormitorio con un camisn blanco, no sirvi para ponerme
sobrio. Su fra y orgullosa belleza hizo aflorar lo peor de mi interior. Me quit el camisn y ella dio
un grito y se tap los ojos.
nimo, pequea esposa dije yo. Ya no cantaremos ms all abajo. Me detuve y le quit
el camisn por encima de la cabeza. Ella dio un pequeo grito, y como yo sostengo que la mejor
manera de tratar a una mujer nerviosa es con entusiasmo, la levant a peso, nos dimos impulso y
giramos pesadamente por la habitacin cantando:
As cabalgan las seoritas, trip, trop, trip, trop, trip, trop.
Si mal no recuerdo, lo cant en ingls, pero dudo de que ella se diera cuenta. Al final s que
acabamos en la cama, yo riendo dbilmente y balbuceando cosas como hoble-di, hoble-di, en una
zanja me ca y asegurndole que ella era una duquesa condenadamente estupenda y un orgullo para
su pas.[51]
Supongo que no tard en quedarme dormido, porque cuando me despert le hice el amor de
nuevo, y encontrndome algo ms sobrio, me di cuenta de que ella se quedaba quieta como un
cadver, y no participaba en la diversin de la cosa para nada. Si hubiera sido otra mujer, yo la
habra espabilado con un par de golpes en las nalgas, pero con una duquesa uno tena que practicar la
paciencia.
Y tena razn, saben, porque despus me qued dormido, dejndola yacer, con los ojos cerrados,
como un bello fantasma a la luz de las velas, y qu me despert no s cuntas horas despus sino
una manita que trepaba por mi muslo y una larga cabellera cada sobre mi cara. Y pens: Maldita
sea, realeza o no, todas son iguales bajo la capa del cielo. Yo estaba molido, lo confieso, pero uno
debe comportarse como un caballero, as que me dispuse al ataque de nuevo y esta vez ella se me
peg como una lapa. Recuerdo que pens: Como Elspeth, toda castidad y pureza cuando la mirabas,
la belleza virginal personificada, pero lasciva como un mono.
He conocido a muchas mujeres, a demasiadas, como para pretender ahora entenderlas. Sus
mentes funcionan de manera misteriosa; de todos modos, mis estudios se han limitado a sus cuerpos,
lo cual quiz lo explica todo. Pero s que la duquesa Irma de Strackenz fue una mujer diferente
despus de aquella noche... al menos, conmigo. Era una mocosa orgullosa, autocrtica,
completamente mimada el da anterior; nerviosa como un ratn y fra como el culo de una ballena. Y
yo no me habra sorprendido de que despus de la forma en que la trat, hubiera rechazado a los
hombres para siempre. Pero a la maana siguiente estaba decididamente sumisa, pensativa pero
aparentemente satisfecha y muy atenta conmigo; pareca encontrarse en un estado de bienaventuranza,
dispuesta a hablar conmigo, y lo que resultaba incluso ms notable, a escucharme tambin... y eso que
no soy ningn gran conversador por las maanas.
No menciono esto por presumir, ni pretendo sugerir que para un tipo como yo slo es cuestin de
cogerlas jvenes, tratarlas rudamente para hacerlas comer en mi mano. Lejos de mi intencin; he
tratado a muchas mujeres as, y me han correspondido con una frialdad de acero, o se han alejado a
ms de un kilmetro la siguiente vez que las he mirado. Pero con Irma, por no s qu razn, tuve el
efecto opuesto; puedo decir que a partir de aquella noche, cuando estuve con ella, me trataba con
algo cercano a la adoracin. Lo que muestra cun estpida puede ser una joven enamorada.
Todo esto, por supuesto, hizo que la estancia en Strelhow fuera de lo ms feliz. Haba muchas
cosas que hacer durante el da, como comidas campestres ya que aunque quedaba un poco de
nieve, haca bastante calor para la poca del ao en que estbamos, cazar en los bosques, cabalgar
por las tardes, y por la noche asistir a entretenimientos musicales por parte de las damas, o jugar al
billar; la comida y la bebida eran selectas. Empezaba a sentirme de nuevo como la realeza, rodeado
de gente que estaba pendiente constante y diligentemente, y se desviva a mi menor deseo, claro que
tambin es muy agradable tener a una joven duquesa colgada del brazo, adorndote, aunque te impida
dormir mucho por las noches. Qu vida aqulla: hacer el vago, festejar, cazar, hacer cosquillas a las
bolas en la sala de billar y sudar en la cama con Irma! Diversiones inofensivas e inocentes que gustan
a los tipos como yo.
Rudi y De Gautet eran las nicas moscas del pastel, ya que su sola presencia era un constante
recuerdo de los negocios que tenamos entre manos. Pero extraamente, empec a sentirme ms
cercano a De Gautet, ya que descubr que compartamos uno de mis principales intereses, que son los
caballos. l era una verdadera autoridad, de los que no alardean de saber ms de lo que saben, pero
que a caballo era casi tan bueno como yo mismo, lo cual significa que habra sobresalido entre los
jinetes de categora de todo el mundo, incluso entre los cheyennes de las llanuras de Norteamrica,
que son los mejores que conozco. Cabalgamos juntos bastante tiempo, pero yo me aseguraba de tener
siempre cerca a uno de los strackenzianos o a un par de caballerizos. Me pone muy nervioso
adentrarme en un bosque solo con tipos a quienes he cortado con un schlager, y que tengo adems la
seguridad de que no lo han olvidado.
De Gautet, de todos modos, era un tipo taciturno, nada expresivo, que era mucho ms de lo que
poda decirse del desvergonzado Rudi. Ahora que l estaba confiado yo poda jugar mi papel con
perfecta campechana, me trataba exactamente como hubiera tratado al prncipe Carlos, es decir, con
su impertinencia habitual. Por supuesto, l no se detena ante nadie; incluso dej que sus brillantes
ojos se posaran sobre Irma, mientras se diriga a ella con esa deferencia medio burlona que pareca
reservar a sus superiores sociales. Ella era lo bastante mujer para dejarse atraer por su buen aspecto
y fcil atractivo, pero notaba, creo yo, que all haba gato encerrado y segn me confes en alguna
ocasin estaba segura de que no era un caballero. Yo le promet reemplazarlo por un nuevo asistente
cuando volviramos a la ciudad, y obtuve un placer malicioso contndoselo a l despus, para que se
diera cuenta de que una mujer, al menos, le haba comprendido bien. Pero l se sinti divertido.
Saba que esa cra no tena gusto dijo. Bueno, ella est colada por ti. Pero no te imagines
que vas a poder librarte de m tan fcilmente, Alteza... Soy tu leal, obediente y omnipresente sirviente
hasta que llegue el momento de acabar nuestra comedia. Lanz un anillo de humo y me mir,
irnico. Creo que lo sentirs cuando esto acabe, verdad? La vida principesca te va, o me
equivoco?
De hecho, l era el equivocado. Oh, s!, era muy idlica la vida en Strelhow, yo lo pasaba
incluso mejor que los propios Reyes, pero estaba convencido de que el futuro al que se enfrentaba
Carlos Gustavo no iba a ser todo vino y rosas. Sin duda es excepcional eso de pertenecer a la
realeza, y sin duda est bastante bien, si eres un monarca absoluto con poder ilimitado est bastante
bien, pero un prncipe consorte, que ms o menos es lo que era yo, no es lo mismo. No puede cortar
las cabezas de los que no le gustan, ni solicitar a ninguna mujer atractiva que le apetezca. Siempre
est un paso por detrs de su adorada esposa, y aunque ella est loca por l y quin sabe cunto
poda durar aquello? tiene que hacerlo todo con el permiso de ella. Incluso en aquellos
maravillosos primeros das con Irma, yo poda adivinar cmo sera el resto, y no me gustaba
demasiado. Dios sabe cmo se las arregl el pobre diablo de nuestro llorado Albert! Si yo hubiera
sido l, a los seis meses me habran visto en un barco de vuelta a Sajonia-Coburgo o a cualquier otro
sitio. Pero quizs a l no le importaba jugar un papel secundario: no era ingls.
Sin embargo, yo me consol pensando que tena lo mejor de los dos mundos: mi lujurioso
dominio era temporal y grato. A veces me preocupaba un poco, porque me preguntaba cul sera el
desenlace de la comedia, pero no poda hacer nada al respecto. O Bismarck mantena su palabra o no
la mantena. Me obligu a m mismo a apartar esta ltima posibilidad de mi mente. Eso es lo que
suelen hacer los cobardes, por supuesto... Yo quera creer que l jugara limpio, as que me
convenc, aunque el sentido comn debera haberme advertido que no lo hara. Y como suele suceder
a menudo, casi ca en la trampa de mis propias esperanzas confortables y cobardes.
Llevbamos unos diez das en Strelhow, cuando una noche estando en la sala de billar, la
conversacin recay en los caballos. Alguien Rudi, creo mencion que un caballero al otro lado
del Jotun Gipfel tena una buena cuadra; yo expres mi inters y se sugiri que al da siguiente
furamos all a caballo a hacerle una visita. Fue todo muy fcil y casual, como cualquier otra de las
expediciones y jiras que habamos disfrutado, y yo no le conced ms importancia. A la maana
siguiente salimos De Gautet, uno de los asistentes strackenzianos y yo. La va ms rpida era a travs
del Jotun Gipfel a caballo, Irma vino con nosotros en carruaje mientras se lo permiti la carretera.
Despus, giramos hacia los riscos, ella agit su pauelo cariosamente a su seor cuando se alejaba,
y en seguida trepamos a las montaas por una de las trochas que como nicos caminos atraviesan
aquella salvaje y pintoresca regin.
Era un da esplndido, claro y soleado, para una excursin como aqulla, el paisaje, maravilloso.
Alguno de nuestros artistas victorianos poda haberlo dibujado en un momento, con sus riscos, sus
rboles y ocasionales cascadas, yo habra introducido una pareja de romnticos pastores con patillas
y gruesas pantorrillas por aadidura. Pero no vimos ninguno mientras subamos a la cumbre,
disfrutando el paseo y pensando yo en mis ejercicios de la noche anterior con Irma, cuando el caballo
del asistente strackenziano se lastim una pata.
Me he preguntado a menudo cmo se las arreglaron, porque el caballo estaba herido, y dudo que
el asistente su nombre era Steubel, apenas un nio tuviera algo que ver con aquello. Yo jur una
y diez veces, y De Gautet sugiri que nos volviramos. El chico no quiso ni or hablar de aquello; l
volvera con su caballo caminando lentamente de vuelta a Strelhow, y nosotros podamos seguir
adelante. De Gautet pareci dudar era un buen actor pero yo fui lo bastante tonto como para
aceptar. No puedo imaginar ahora cmo fui tan ingenuo, pero as fue. Nunca se me ocurri que all
hubiera gato encerrado. Yo, que normalmente me pongo a cubierto, rpido como el rayo si alguien se
tira un pedo inesperadamente, me cogi completamente desprevenido. Llevaba mis pistolas como
medida de seguridad, e incluso el cuchillo, porque haba adquirido la sabia costumbre de ir armado
siempre que abandonaba el pabelln, pero el comportamiento de De Gautet haba hecho que me
confiara por completo.
Seguimos juntos, y al cabo de unos veinte minutos de dejar a Steubel alcanzamos la cumbre, una
pequea meseta muy agradable rodeada de rboles, dividida por una profunda garganta a travs de la
cual corra un ro que lanzaba nubes de gotitas de agua contra las orillas rocosas. Toda la superficie
de la meseta estaba rodeada de rboles, pero cerca del borde de la garganta haba una zona
despejada cubierta de csped. All desmontamos para mirar hacia el fondo, a unos treinta metros por
debajo. No siento vrtigo en las alturas, y el escenario era tan grato y fascinante que no sent, ni por
asomo, ni pizca de intranquilidad hasta que habl De Gautet.
El Jotunschlucht dijo, refirindose a la garganta, y algo en su voz despert la alarma en mi
cerebro. Debi de ser la uniformidad de su tono, o el que se hubiera acercado mucho por detrs ms
de lo que era conveniente, el caso es que movido por el instinto del pnico en estado puro me arroj
a un lado, volvindome mientras caa para encararme con l.
Si su pistola no hubiese fallado me habra matado; o el clic incluso mientras me mova, y me di
cuenta de que haba apuntado directamente a mi espalda. Mientras yo trataba de gatear, la dej caer
acompaando el gesto con un juramento, sac su compaera del interior de su chaqueta y la apunt
hacia m. Yo grit No, no! mientras quitaba el seguro; dud una dcima de segundo, para ver si yo
saltaba de nuevo y para asegurarse del blanco.
En una novela o en una obra de teatro, los crmenes no se cometen as; el villano lanza una
mirada iracunda y la vctima suplica. En mi experiencia, sin embargo, los caballeros asesinos como
De Gautet tienen demasiada prctica para tales tonteras; ellos disparan repentina y limpiamente, y
listo. Ya saba que quizs a mi vida y la condenacin, slo las separaba la punta de un alfiler. Con el
ms absoluto terror saqu el cuchillo de marinero de la caa de mi bota y se lo lanc con todas mis
fuerzas, echndome de nuevo al suelo mientras lo haca.
Yo haba tenido una cuota ms que suficiente de mala suerte en la vida, y para compensarla, de
vez en cuando, tambin haba disfrutado de buena suerte. Entonces la tuve: el cuchillo se le clav en
la pierna, pero fue suficiente para dar rpidamente un paso hacia atrs, el taln tropez con una
piedra o un saliente, perdi el equilibrio, la pistola chasque, la bala pas por encima de mi cabeza
y ya estaba yo encima de l golpendole ciegamente con los puos, con las rodillas y con todo lo que
poda, tratando de reducirle en el suelo.
Era alto y fuerte, pero no tena mi peso, y Flashy en las garras de un miedo mortal, sin ningn
sitio donde esconderse y sin ms eleccin que luchar, probablemente es un oponente temible. Yo
ruga con todas mis fuerzas, le araaba incluso, luchando por mi vida. l consigui apartarme una
vez, pero cometi el error de tirarse a buscar el cuchillo cado, y pude apretar mi bota slidamente
contra un lado de su cabeza. l rugi y cay hacia atrs, con los ojos dando vueltas en las rbitas, y
se desmay flccidamente en el csped.
Por un momento pens que le haba matado, pero no esper para comprobarlo. El entrenamiento
de aos se impuso, as que me volv y corr por la trocha, sin pensar en nada sino en poner pies en
polvorosa y cuanta ms distancia mejor entre mi persona y el escenario del posible peligro. Antes de
llegar muy lejos tuve que detenerme para vomitar sin duda por la conmocin de mi apurado escape
y durante la pausa tuve tiempo para considerar lo que estaba haciendo. Hacia dnde poda
correr? No poda volver a Strelhow, ciertamente: la banda de Bismarck acababa de mostrar sus
cartas, y mi vida no valdra un pimiento si iba a parar a algn sitio donde pudieran cogerme. Y por
qu haban tratado de matarme ahora? Qu propsito tena matarme antes de que el autntico Carlos
Gustavo estuviera preparado para ocupar mi lugar? Quizs l estuviera ya preparado... aunque si
estaba podrido de gonorrea, la verdad, se haba curado muy deprisa. O acaso la historia de
Bismarck era un completo y puro camelo? Quiz Carlos Gustavo estaba muerto, quizs... Oh, podan
pasar mil cosas! No tena modo de saberlo.
Como creo que he dicho antes, aunque el miedo normalmente domina mis miembros, sobre todo
de mi aparato locomotor, no suele impedirme pensar con claridad. Mientras estaba all echando la
papilla supe lo que tena que hacer. Era esencial que saliera de Strackenz rpidamente. Pero la razn
me deca que para estar seguro, tena que saber lo que mis enemigos pretendan exactamente, y el
nico hombre que poda decrmelo era De Gautet, si todava viva. Cuanto ms dudase, ms tiempo
tendra l para reponerse; mis pistolas estaban en las fundas de la silla de montar en la cima, as que
desanduve el camino y corr a toda velocidad, detenindome slo cerca de la cumbre para atisbar
furtivamente y comprobar cmo estaba el patio.
Los caballos haban huido, asustados sin duda por el disparo, pero De Gautet estaba todava
donde yo le haba dejado. Estaba fingiendo? Poda hacerlo ese zorro bastardo, as que me agach y
le espi. No se mova. Le tir una piedra. Le di, pero sigui sin moverse. Ms tranquilo, sal de mi
escondite, cog el cuchillo y me agach jadeando junto a l. Estaba ausente del mundo, pero
respiraba, con un buen chichn en el crneo; en un momento le quit el cinturn y le at los brazos
con l. Luego le quit las botas, asegurando sus tobillos con mi propio cinturn, y me sent
confortablemente a salvo. Me estaban viniendo a la mente algunas excelentes ideas acerca de cmo
tratar con el seor De Gautet cuando l volviera en s; esper con un placentero sentimiento de
anticipacin. Tena un agujero en un calcetn, me di cuenta; habra agujeros en algn otro sitio antes
de que yo acabara con aquel cerdo asesino.
Enseguida gru y abri los ojos, y tuve el placer de ver su expresin de asombro, rabia y miedo,
por este orden.
Bueno, De Gautet dije yo. Qu tienes que decirme, rata rastrera?
Se qued callado, mirndome, as que le pinch con el cuchillo, dio un respingo y ech una
maldicin.
Eso es asent, practica un poco. Mira: no voy a perder mucho tiempo contigo. Voy a
preguntarte unas cosas y t responders amablemente, de acuerdo? Porque si no lo haces..., te
demostrar las ventajas de haber recibido una buena educacin en un colegio ingls, eso es todo.
Ahora, en primer lugar, por qu has intentado matarme? Qu tramis t y tu buen amigo Otto
Bismarck?
Trat de forcejear, pero viendo que no tena nada que hacer se qued quieto.
No sabrs nada por m exclam.
Gran error dije yo. Mira esto.
Por suerte tena un trozo de cuerda, que at alrededor de los dedos gordos de sus pies, colocando
una pequea y afilada piedrecilla entre ellos. Puse un palo a travs de la anilla y lo fui retorciendo
poco a poco. Esto sola funcionar siempre con los chicos de Rugby, aunque por supuesto no se poda
ir demasiado lejos con ellos, y la respuesta de De Gautet fue gratificante. Aull y se contorsion,
pero yo le sujet las piernas con toda facilidad.
Ya ves, chico dije, ser mejor que abras tu bocaza o esto ser peor para ti.
Eres un villano! grit l, sudando de miedo. As es como tratas a un caballero?
No negu, disfrutando. As es como trato a un sucio, cobarde y asesino rufin.
Y retorc fuertemente el palo. l chill, pero yo continu retorciendo, y sus alaridos eran tales
que tuve que meterle uno de mis guantes en la boca para callarlo. No tema que nos interrumpieran,
porque le haba costado tanto trabajo quedarse a solas conmigo que yo dudaba de que ninguno de sus
preciosos amigos estuviera cerca, pero me pareci mejor mantenerlo lo ms silencioso posible.
Afirma con la cabeza cuando tengas bastante, De Gautet dije yo animosamente. Cuando te
haya roto los dedos de los pies, te ensear cmo tratan las damas afganas a los prisioneros de sus
maridos.
Y volv a insistir. Confieso que disfrut enormemente con todo aquello, como slo puede hacerlo
un verdadero cobarde, ya que slo un verdadero cobarde y un miserable puede entender realmente lo
horrible que puede ser el dolor. De Gautet no era mucho ms valiente que yo; unos pocos apretones
ms y estaba moviendo la cabeza como Punch, y por alguna razn aquello me puso furioso. Le di
unos apretones ms por diversin, hasta que se rompi la cuerda. Entonces le quit la mordaza.
l se quejaba y me llamaba cosas asquerosas, as que le ense modales con la punta del cuchillo
en la pierna.
Ahora, hijo de puta, por qu trataste de matarme?
Eran rdenes del barn. Ah, Dios mo!
Deja a Dios en paz. Para qu? Y mis diez mil libras, maldito seas?
En... en realidad no se te iban a pagar nunca.
Quieres decir que planeabais asesinarme desde el principio, es eso?
l se agit, gimi, se humedeci los labios y me mir con terror en los ojos.
Si te lo digo... todo... oh, mis pies! Si te lo digo... juras, por tu honor de caballero que me
soltars?
Por qu tendra que hacerlo? Dmelo de todos modos. Est bien, por mi honor de caballero.
Ahora, venga.
Pero insisti en que jurara por la memoria de mi madre tambin. No puedo imaginar lo que valan
para l todos esos juramentos, pero me atrevera a decir que no estaba muy en sus cabales, y adems
los extranjeros tienden a creer la palabra de los ingleses cuando stos la dan. Ellos sabrn por qu.
Hice todos esos juramentos y lo desembuch todo. El prncipe Carlos Gustavo no tena gonorrea
ni nada parecido; estaba limpio como una patena. Bismarck y Detchard haban tramado secuestrarle y
ponerme en su lugar, tal como consiguieron hacer. La historia de la gonorrea era simplemente una
excusa para convencerme, y si ahora parece ridculamente dbil slo puedo asegurar que pareca
convincente viniendo de Bismarck en su solitaria fortaleza, mientras Kraftstein esperaba para
rebanarme el cuello si no me lo crea. De todos modos, su plan consista en que despus de unos
pocos das, cuando Strackenz estuviera convencido de que haba conseguido un genuino consorte
para su duquesa, yo sera asesinado en el Jotun Gipfel, y De Gautet desaparecera por la frontera
alemana. Habra mucho clamor y mucho llanto, y mi cuerpo sera encontrado y devuelto a Strackenz
entre la consternacin general.
Entonces, oh maravilla de las maravillas, se encontraran unos papeles entre mis ropas indicando
que yo no era el prncipe Carlos Gustavo, sino un temerario impostor ingls llamado Flashman,
agente de lord Palmerston, si lo prefieren, que tramaba Dios sabe qu maldades contra la seguridad y
bienestar del ducado de Strackenz. Habra caos, confusin y un terremoto diplomtico de
proporciones sin cuento.
Al principio no poda crermelo.
Maldito mentiroso! Esperas que me crea esa historia absurda? Adems, quin demonios se
lo creera?
Todo el mundo. Su cara se retorca de dolor. T no eres el prncipe. Se averiguara tu
verdadera identidad, aunque costara algo de tiempo, se podra traer a algunos testigos que te
conocieran. Quin lo iba a dudar? Es verdad.
Mi cerebro giraba como un torbellino.
Pero, en el nombre de Dios, para qu? Qu puede ganar Bismarck con todo esto?
El descrdito de Inglaterra; de tu lord Palmerston. Adems de estupor y rabia, en Strackenz.
Daneses y alemanes estn ahora en el filo de la navaja; habra derramamiento de sangre y
desrdenes. Eso es lo que quiere el barn..., ah, Herr Gott, me arden los pies!
Malditos sean tus pies! Por qu demonios quiere l derramamiento de sangre y desrdenes?
Como... pretexto. Sabes que Strackenz y Schleswig y Holstein estn agriamente divididos entre
daneses y alemanes. El desorden en uno podra extenderse a los otros... Estallara la vieja rivalidad
entre Berln y Copenhague; por el inters de Alemania, Berln invadira Strackenz, y luego los otros
dos. Quin podra detenerlo? Lo nico que falta es la excusa.
Y cmo podra explicarse el crimen, por el amor de Dios?
No necesitara... explicacin. T seras un agente ingls, con eso bastara.
Bueno, me pareca lo ms absurdo de todo, y as se lo dije: quin iba a contratarme a m como
agente?
Toca el forro de tu chaqueta... en el lado derecho. A pesar de todo su dolor, no poda ocultar
una mueca de triunfo en su cara. Est ah... tcalo.
Por Dios, all estaba. Rasgu la tela con el cuchillo y saqu el papel, cubierto de pequeos
criptogramas. Dios sabe lo que significaban, pero conociendo a Bismarck apost a que era material
serio e incriminador. Me qued mirndolo, tratando de asimilar lo que Gautet me haba contado.
Haba sido planeado todo escrupulosamente dijo. No poda fallar. A tu muerte seguira la
confusin y los tumultos, y Alemania cogera al vuelo la oportunidad para la invasin.
Yo trataba vanamente de ver la lgica de toda aquella increble trama, y encontrar un fallo en
ella.
Aj, espera un momento! dije. Todo eso est muy bien, pero slo porque Bismarck tenga
la genial idea de invadir Strackenz, eso no significa nada. Hay un gobierno en Berln, creo... Supn
que ellos no compartieran su ardor guerrero, entonces, qu?
Todo est planeado, te digo grit. Tiene amigos en el poder... en los ms altos cargos.
Est todo concertado... y cuando llegue la oportunidad de Strackenz, actuarn tal como l dice. Puede
forzar las cosas... tiene la visin... das genie.
S, quiz tena genio. Ahora, por supuesto, s que poda haberlo hecho. Dudo que hubiera algn
golpe diplomtico que aquella brillante pero aberrante inteligencia no hubiera podido acometer,
porque a pesar de que era el ms asqueroso bastardo que nunca ocup una cancillera, era tambin el
estadista ms grande de nuestra poca. S, poda haberlo hecho... y al final lo hizo, de hecho, y
dnde est Strackenz ahora? Como Schleswig y Holstein, enterrada en el imperio germnico que
construy Otto Bismarck.
Slo se deba a mi mala suerte haber sido seleccionado mediante la absoluta casualidad de un
increble parecido para ser la primera piedra de su gran sueo. Aqul iba a ser su primer paso
hacia el poder, el movimiento de apertura en su gran juego de la Alemania unificada, que l
convertira en el primero de los Estados del mundo. Agachado all, en el hmedo csped del Jotun
Gipfel, vi que el loco plan en el cual me haba visto envuelto tena una infalible lgica en s mismo;
todo lo que l necesitaba era algo que encendiera una chispa en Strackenz, y yo era la yesca.
Despus, mientras l mova los hilos en la sombra, la trgica farsa podra seguir su curso.
De Gautet gimi y me sac de mis elucubraciones. Estaba all tirado el canalla traidor que poda
haberme metido una bala en la cabeza... S, el que ya haba cortado mi crneo con su sable. Le di
patadas sin parar con rabia infinita. l y sus malditos amigos me haban llevado a aquella encerrona,
perdido en medio de aquel condenado pas, incriminado, desamparado, expuesto a ser asesinado por
la gente de Bismarck o colgado por las autoridades. l rugi y me suplic que parase.
S, puedes aullar ahora dije yo. Estabas muy dispuesto hace una hora a no mostrar
compasin conmigo, maldito seas! Me asalt una idea. Supongo que tampoco la habris tenido
con ese pobre desgraciado dans. Dnde est Carlos Gustavo? Enterrado en alguna parte con la
garganta cortada y una carta en el bolsillo que diga: un regalo de Flashy y lord Palmerston?
No, no... Est vivo... lo juro! Est... a salvo.
Para qu? Para qu lo necesita ese maldito Bismarck?
No iba a ser... Nada iba a ocurrirle hasta..., hasta...
Hasta que me hubierais rebanado el gaznate? Es eso, no? Sucios perros! Dnde est l
entonces, si es que est vivo todava?
Al principio no quera decirlo, pero cuando mov un poco el cuchillo ante l cambi de opinin.
En Jotunberg, en el viejo castillo del duque. All, por encima de los riscos... en el Jotunsee.
Juro que es verdad. Est bajo custodia... No sabe nada. El barn no deja nada al azar... Si todo
hubiera ido mal, le podramos haber necesitado... vivo.
Perro sin entraas! Y de otro modo, habra recibido una bala, eh?
Tuve que insistir en sus pies antes de que contestara, pero cuando lo hizo fue con todo detalle.
Para asegurarse de que no exista la posibilidad de ser rescatado, Carlos Gustavo estaba encerrado
en una mazmorra del castillo, con un tnel abierto en el suelo que sala a alguna parte debajo del
Jotunsee. Su cuerpo nunca sera encontrado una vez que ellos lo echaran all... Lo cual haran
ciertamente una vez que oyeran que mi cadver haba sido devuelto a Strackenz, y se hubiera
disparado la indignacin ante mi identidad. Bueno, aquello pintaba mal para Carlos Gustavo fuera
como fuese al final.
No es que me preocupase, pero ayudaba a excitar mi virtuosa indignacin, que era bastante
potente en aquel momento, puedo asegurarlo.
De Gautet dije, eres una criatura tramposa... no mereces vivir ni un minuto ms...
Lo juraste! balbuce l, luchando con sus ligaduras. Me diste tu palabra de honor!
S, eso hice dije yo. Que te dejara ir, verdad? Bueno, pues lo har. Vamos, ponte de pie.
Lo levant, le quit mi cinturn de sus tobillos y como apenas poda mantenerse en pie por el
dolor de los dedos, tuve que sujetarlo.
Ahora, De Gautet, voy a dejarte ir, pero, adnde, eh? De eso se trata, no?
Qu quieres decir? Sus ojos me miraban aterrorizados. Me lo prometiste!
Tambin Bismarck me dio su palabra... y t. Eres una criatura inmunda, De Gautet; creo que
necesitas un buen lavado. Le empuj hasta el borde del precipicio y le sujet durante un segundo
. Te voy a dejar ir, cierto, matn asesino... por aqu abajo.
Dej escapar un chillido que se debi de or en Mnich, y trat de soltarse, pero yo le sujet
rpidamente y le dej que mirara, slo para hacerle saber que realmente iba a morir. Entonces le
dije:
Gehen sie weg[52] De Gautet. Y le di un empujn.
Por un instante se tambale en el borde, tratando de mantener el equilibrio, y grit a pleno
pulmn; luego cay y le vi girar lentamente en el aire, golpearse en las rocas que sobresalan a medio
camino del acantilado y caer dando vueltas, como un mueco de trapo, agitando las piernas antes de
desaparecer en la corriente de agua a los pies del precipicio.
Fue una vista interesante. Yo ya haba matado antes, por supuesto, aunque nunca a sangre fra;
pero, en este caso no he sentido otra cosa que satisfaccin por el final de De Gautet. Si alguien
mereca morir, era l. Era un rufin cruel y sin sentimientos, y yo haba sido muy afortunado de
librarme de l tan fcilmente, tal como haban ido las cosas. No me estoy justificando ni por
torturarle ni por matarle, porque no necesito hacerlo. Ambas cosas tenan que hacerse..., pero soy lo
bastante honesto para admitir que disfrut hacindolas. Eso s, era un buen jinete.
Sin embargo, su muerte, aunque estupenda a su manera, no resolvi en nada mi inmediata
comodidad y seguridad. Todava estaba en una situacin muy difcil, por lo tanto miraba a mi
alrededor donde slo reinaba soledad y vaco intentando decidir qu hacer a continuacin. Estaba
seguro de que De Gautet haba preparado algo para avisar rpidamente a Rudi y compaa y decirles
que Flashy se haba ido y todo marchaba bien. Cunto tiempo les costara averiguar que algo haba
salido mal? Una hora?, dos?, un da? Tena que concluir que sera ms pronto que tarde, y luego
empezara la caza en la que yo hara el papel del pobre zorro. Tena que salir de Strackenz
enseguida... pero hacia dnde?
Estos pensamientos me pusieron de mal humor, por supuesto, y yo paseaba de arriba abajo en
aquella cumbre murmurando: Por dnde?, por dnde? Oh, Dios mo! Cmo puedo salir de
esta? Me tranquilic dicindome a m mismo que si a uno le han perseguido los afganos y ha vuelto
sano y salvo a casa, no hay que preocuparse por un puado de alemanes. Lo cual es una estupidez,
por supuesto, tal como me asegur a m mismo unos segundos ms tarde; los unos son tan peligrosos
como los otros. Este era un pas civilizado, hablaba bastante bien su idioma, y tena experiencia en
huidas; trataba seguramente de convencerme de que poda salir de aquella situacin. No dispona de
un caballo y slo tena un cuchillo para defenderme, ya que las pistolas descargadas de De Gautet no
servan para nada, pero lo primero que tena que hacer era bajar del Jotun Gipfel, y meditar mis
siguientes pasos mientras lo haca.
Antes de irme, quem los papeles incriminadores que haban cosido en mi chaqueta. Luego me
dirig hacia los bosques en ngulo recto al camino que habamos seguido, trepando por rocas
musgosas y entre espesos matorrales; no era fcil, pero yo estaba demasiado ocupado con mis
pensamientos para notarlo. Haba algo que apareca con toda claridad en mi mente, y era el consejo
que me haba dado el fallecido sargento Hudson cuando l y yo corramos desde los Afridis por el
camino de Jallalabad: Cuando unos bastardos vayan detrs de ti, ve en la direccin en que nunca
pensaran buscarte, aunque sea hacia sus propias narices. Yo no iba a ir a Strelhow, por descontado
eso estaba claro. Pero si yo fuera Bismarck o Rudi, hacia dnde esperara que corriese Flashy?
Hacia el norte, ciertamente, hacia la costa, a menos de doscientos kilmetros de distancia. As que
aquello quedaba descartado. De las otras direcciones, cul era la menos probable para un fugitivo?
Todas eran peligrosas por suponer largos viajes a travs de Alemania, pero hacia el sur pareca la
ruta ms peligrosa de todas. Por Dios, el ltimo lugar en que esperaran que apareciese sera
Mnich, en el extremo ms lejano del pas, donde haba empezado todo el jaleo.
Me temblaban las piernas slo al pensarlo, pero cuanto ms lo pensaba mejor idea me pareca.
Nunca pensaran que yo iba a arriesgarme, as que no miraran por all. Era horriblemente
aventurado, pero estaba seguro de que si Hudson hubiese estado conmigo, se hubiera sido el camino
que habra elegido. Slo tena que hacerme con un caballo no importaba cmo para plantarme al
otro lado de la frontera de Strackenz al caer la noche, y luego galopara hacia el sur. Tendra que
coger, alquilar, pedir o robar un caballo, cambiarlo por el camino... Bueno, no sera la primera vez.
Incluso poda ir en ferrocarril si me pareca ms seguro. En cualquier caso, era libre, por el
momento, y si cogan al viejo Flashy... es que eran unos chicos mucho ms listos de lo que yo crea.
Me apresur a bajar la colina, y me encontr despus de una media hora en un terreno ms llano,
donde los rboles raleaban. Divis una espiral de humo que vena de detrs de un grupo de rboles, y
avanc precavidamente para echar un vistazo. Era una pequea granja delante de grandes rboles,
pero sin nadie salvo unas cuantas vacas en el campo y un perro viejo dormitando en el patio. No
pareca el lugar donde el nuevo consorte ducal de Strackenz pudiera ser conocido, lo cual me
convena bastante: cuantas menos personas me viesen, menos oportunidades habra de que los
matones de Bismarck encontraran mi rastro.
Me preguntaba si ir o llamar directamente o si dar la vuelta para coger un caballo, cuando se
abri la puerta de la granja y sali un viejo con polainas y un sombrero de copa alta. Era un
campesino, con la cara arrugada como una nuez; cuando me vio se par en seco y se qued
mirndome ceudo, como suele hacer la gente del campo con todo el mundo que no lleva estircol en
las botas. Le dirig un civilizado buenos das, y le dije que mi caballo me haba tirado mientras
cabalgaba por el Jotun Gipfel; le pregunt si sera tan amable de facilitarme un caballo fresco, por el
cual le pagara generosamente, y le ense un puado de coronas.
l murmur entre dientes no s qu, mirndome con los ojos desconfiados y hostiles de los
viejos, y dijo que su hija estaba dentro. Result ser una criatura fuerte, robusta, de cara bastante fea,
de mi peso ms o menos, as que le dirig mi mejor reverencia y repet mi peticin con una
encantadora sonrisa. El resultado fue que al final me hicieron sentar en la cocina y me dieron una
excelente cerveza, pan y queso mientras el viejo sala de la casa, para volver enseguida y decir que
Franz haba ido a buscar a Willi, y que podra tomar prestado el caballo de Wolf; si el caballero era
tan amable de esperar y descansar, lo traeran al cabo de un ratito.
Yo me puse bastante contento con aquello, ya que ninguno pareca tener ni idea de quin era yo
al menos de quin se supona que era, y me dieron la oportunidad de meterme algo en el
estmago. Ambos estaban un poco asustados por tener a un caballero tan elegante en su humilde
hogar, y parecan demasiado cohibidos para hablar. Si el viejo no hubiera estado all, me atrevo a
decir que hubiera tenido a la gorda bailando el baile del colchn antes de una hora, pero tal como se
presentaban las cosas, tena que limitar mi refresco a las vituallas y a la cerveza.
Pas una hora y empec a inquietarme. Yo no deseaba quedarme all, porque Rudi posiblemente
estaba ya peinando el Jotun Gipfel buscndome; se sucedieron las horas una tras otra. Me suba la
fiebre. El viejo idiota segua asegurndome, como respuesta a mis impacientes demandas, que Wolf o
Franz o Willi pronto estaran con el caballo. Un caballo excelente, aadi. Y pareca que no haba
nada que hacer all sino esperar y morderme las uas, mientras el viejo permaneca sentado y
silencioso y la mujer iba y vena sin hacer ruido.
Haban pasado cuatro horas, que ya es decir, cuando volvieron; y no traan ningn caballo. Lo
que s traan eran armas. Eran cuatro tipos duros, con ropas de campesino, pero con un aspecto fiero
que sugera que no dedicaban todo su tiempo a arar la tierra. Dos tenan mosquetes, el otro llevaba
una pistola al cinto y el jefe, que era un gigantn rubio, al menos una cabeza ms alto que yo, llevaba
un espadn de dos filos, colgando a su costado. Yo me puse de pie, temblando, al verlos, pero el
grandulln levant una mano y me dirigi un saludo exagerado.
Alteza dijo, y los otros inclinaron la cabeza ante m. Mi calva cabeza era, evidentemente,
mejor conocida de lo que yo pensaba. Incmodo, trat de aparentar una actitud decidida.
Bueno, chicos dije animadamente, tenis un caballo para m, s o no?
No, Alteza dijo el ms alto. Pero si quiere venir con nosotros por favor, mi jefe atender
a todas sus necesidades.
No me gustaba cmo sonaba aquello, no s por qu.
Quin es vuestro jefe?
Por favor, Alteza, slo debo pedirle que venga con nosotros. Por favor, Alteza.
Era bastante educado, pero a m aquello no me gustaba nada.
Quiero un caballo, amigo mo, no ver a vuestro jefe. Sabes quin soy, segn parece. Bueno,
pues treme un caballo directamente.
Por favor, Alteza repiti impasible. Vendr con nosotros. rdenes del jefe.
A esto yo me puse muy principesco y perentorio, pero no consegu absolutamente nada. Se limit
a insistir, y mis tripas se encogan ms a cada momento. Yo les amenac, intimid y grit, pero al
final no hubo nada que hacer. Fui con ellos, dejando a la pareja de la granja detrs de nosotros, con
los ojos como platos.
Para mi consternacin, me condujeron directamente de vuelta hacia el Jotun Gipfel, pero aunque
protest, ellos siguieron su camino, el tipo que los mandaba volvindose a cada momento para
murmurar disculpas, mientras sus compaeros mantenan sus mosquetes a punto y sus ojos
cuidadosamente clavados en m. Yo estaba fuera de m por miedo y por rabia; quin demonios era
esta gente, me preguntaba yo, y adnde me llevaba? Pero no consegu sacarles ni una sola palabra, y
el nico consuelo que me animaba era una vaga sensacin de que quienquiera que fuesen, no eran
agentes de Rudi, y no parecan querer causarme el menor dao..., por el momento.
No s hasta dnde anduvimos, pero debimos de caminar unas dos horas. Nunca hubiese credo
que el Jotun Gipfel fuera tan extenso, o tan denso, parecamos ir internndonos cada vez ms en el
bosque, a lo largo de los riscos. El sol se mova hacia el oeste, por lo que yo poda juzgar, cuando de
pronto vi gente delante; acabbamos de llegar a un pequeo claro con una docena de tipos ms o
menos que nos esperaban, campesinos rudos como mis guardianes, todos ellos armados.
Haba una pequea cabaa medio escondida entre los arbustos al pie del acantilado que se alzaba
por encima del bosque, y ante la cabaa estaban de pie dos hombres. Uno era un tipo alto, esbelto, de
aspecto serio, vestido como un abogado de calidad, y grotescamente fuera de lugar all; el otro era
fuerte y bajo, con un traje de pana y unas polainas, el vivo retrato de un caballero del campo o un
militar retirado. Tena un pelo grisceo, corto, cara de buldog y un parche negro sobre un ojo.
Fumaba en pipa.
Se quedaron mirndome, y el ms alto se volvi y dijo a su compaero:
Est equivocado. Estoy seguro de que est equivocado.
El otro golpe la pipa con la mano.
Quiz dijo. O quiz no. Dio un paso hacia m. Puedo preguntarle, seor, cul es su
nombre?
Slo haba una respuesta para aquello. Tom aliento, le mir con desdn y dije:
Creo que usted lo sabe muy bien. Soy el prncipe Carlos Gustavo. Y creo que estoy autorizado
para preguntarles, caballeros, quines son ustedes y cul es la explicacin de este ultraje.
Para un hombre que tena el corazn en un puo, creo que lo represent bastante bien. De
cualquier modo, el hombre alto dijo muy excitado:
Lo ve! No poda ser de otra manera. Alteza, quiero...
Ahrrese sus disculpas, doctor dijo el bajito. Puede que no sean necesarias. y se
dirigi a m: Seor, nos encontramos en un dilema. Le oigo decir quin es usted, y que est
autorizado para preguntarnos quines somos; pues bien, mi nombre es Sapten, y ste es el doctor Per
Grundvig, de Strackenz. Puedo ahora preguntarle qu le ha trado al Jotun Gipfel, con el abrigo lleno
de barro y los pantalones rotos?
Usted pregunta mucho, seor! dije yo acalorado. Debo recordarle quin soy, y que sus
preguntas son impertinentes? Debo...
S, da la sensacin de que esto es verdad dijo Sapten, con una sonrisita torva. Bueno,
veremos. Volvi la cabeza. Hansen! Sal, por favor!
Y sali de la cabaa, me qued horrorizado, el joven que me haba saludado en la recepcin de
la boda, Erik Hansen, el amigo de la infancia de Carlos Gustavo. Sent que empezaba a ahogarme,
aterrorizado. l haba notado algo raro entonces, y no poda dejar de desenmascararme ahora. Le vi a
travs de una neblina mientras caminaba directamente hacia m y me miraba fijamente a la cara.
Prncipe Carlos? dijo por ltimo. Carlos? Eres t? Eres realmente t?
Yo esboc una sonrisa forzada.
Erik! Vaya, Erik, qu haces t aqu? pregunt. Dios, qu absurdo era aquello!
Dio un paso atrs, con la cara blanca y las manos temblorosas. Mir a Sapten y al doctor,
moviendo la cabeza.
Caballeros, no s... es l... y, sin embargo... no s...
Intntelo en dans dijo Sapten, con su nico ojo gris fijo en m.
Ahora s que estaba listo. Los esfuerzos de Bersonin haban sido insuficientes para darme no ms
de una leve nocin de una de las lenguas ms difciles de Europa. El espanto debi de quedar
reflejado en mi cara mientras Erik se volva hacia m, ya que el maldito villano de Sapten pidi:
Pregntale algo difcil.
Erik pens un momento, y luego, con una mirada casi suplicante en sus ojos, habl con el suave y
negligente murmullo que haba confundido mi odo en Schnhausen. Entend las palabras Hvor
boede y nada ms. Cielos, quera saber dnde viva alguien, Dios sabe quin. Desesperado, dije:
Jef forstar ikke para demostrar que no lo haba entendido, y aquello son tan infernalmente
inexpresivo que casi me ech a llorar. Lentamente, una fea expresin se extendi por su agradable y
joven cara.
Ny dijo lentamente. De forstar my ikke. Se volvi a ellos y dijo con una voz
temblorosa: Podra ser el diablo en persona. Es el prncipe de cuerpo y de cara. Pero no es Carlos
Gustavo... me juego la vida!
No se oy ni una mosca, salvo mi propia respiracin. Entonces Sapten se guard la pipa en el
bolsillo.
Bueno dijo. Venga, amigo, entra en la cabaa, y si haces un movimiento extrao, te
encontrars con el Creador. Jacob grit, ata una cuerda a esa rama de ah arriba.
8
Los cobardes, como sabiamente ha observado Shakespeare, mueren muchas veces antes de morir
de verdad, pero pocos habrn expirado espiritualmente con ms frecuencia que yo. Nunca haba
tenido una razn tan buena como cuando Sapten mand a sus seguidores que ataran una cuerda. Haba
un aire sombro en las rdenes de aquel hombre que te deca que iba a hacer exactamente lo que
haba prometido, y que sus instrucciones eran ms terribles que cualquier simple amenaza que
pudiera proferir. Anduve a trompicones hacia la cabaa, entr y me dej caer en un banco; los tres
me siguieron y cerraron la puerta.
Ahora dijo Sapten, cruzndose de brazos, dganos: quin es usted?
No era cuestin de hacerse el ofendido, igual que
no haba esperanzas de salir corriendo de all. Mi nica
oportunidad resida en escapar de la soga hablando... y aquellas torvas miradas ofrecan poco
estmulo para hacerlo. Pero de todos modos, all va, pens yo, recordando que no se ha inventado
ninguna mentira tan convincente como las medias verdades.
Caballeros empec, cranme, puedo explicarles todo este espantoso asunto. Ustedes
tienen razn; no soy el prncipe Carlos Gustavo. Pero les aseguro solemnemente que estos ltimos
das no he tenido otra eleccin que simular que era ese hombre. No tena otra posibilidad... y
cranme que cuando me hayan odo estarn de acuerdo en que la nica vctima de este abominable
fraude soy yo, pobre de m.
Ya lo creo asinti Sapten, ya que le vamos a colgar muy pronto.
No, no! protest yo. Tienen que orme. Puedo probar lo que digo. Me obligaron...; de una
manera espantosa, pero me obligaron; pueden creer que soy inocente.
Dnde est el prncipe? estall Hansen.
Dnoslo, mentiroso!
Yo ignor aquello, por una buena razn.
Mi nombre es Arnold... capitn Thomas Arnold. Soy un oficial del ejrcito britnico... y la
idiota de mi lengua casi aadi: sin destino fijo y he sido secuestrado y metido en esto por los
enemigos de Strackenz.
Hablaron todos a la vez. Grundvig y Hansen empezaron a hacerme preguntas, pero Sapten les
cort en seco.
Del ejrcito ingls, eh? repiti. Cuntos regimientos de infantera tienen, rpido?
Tres, claro.
Hum! Sigamos.
Bueno prosegu. Es una historia increble..., no la creern...
Probablemente no dijo Sapten, que cada vez me gustaba menos. Vaya al grano.
As que se lo cont todo, desde el principio, ajustndome tanto como pude a la verdad. Mi
cerebro trabajaba desesperadamente mientras hablaba, ya que la historia no sera creble totalmente
tal como haba sucedido. Dej a Lola Montes fuera del asunto, y me invent una mujer y una hija que
me haban acompaado a Alemania... iba a necesitarlas. Describ mi rapto en Mnich, sin referencia
alguna a la baronesa Pechman, y relat el episodio de Schnhausen exactamente tal y como haba
ocurrido.
Otto Bismarck, eh? dijo Sapten. He odo hablar de l. Y el joven Starnberg... s, a se ya
le conocemos.
Es increble exclam Grundvig. Este hombre miente en todo lo que dice. Podramos...
Tranquilo, doctor dijo Sapten. Increble... s, lo es. Seal en mi direccin. l
mismo es increble, tambin... pero est sentado aqu, frente a nosotros. Me hizo una seal.
Contine.
Gracias a Dios, haba al menos uno con la cabeza fra entre ellos. Segu relatando cmo llegu a
Strackenz, cmo haba continuado con la farsa en la catedral, cmo haba intentado matarme De
Gautet, y cmo le haba matado yo en buena lid en la cima del Jotun Gipfel aquella maana. El
helado ojo de Sapten nunca se apartaba de mi cara, pero Grundvig lanzaba exclamaciones de
incredulidad y horror, y finalmente Hansen no pudo contenerse por ms tiempo.
Por qu hizo eso? Dios mo, usted es un miserable. Por qu? No tiene usted vergenza ni
honor? Cmo puede vivir despus de haber cometido un crimen tan monstruoso?
Yo le mir; a los ojos, cara a cara, como un hombre que lucha con una emocin tremenda. (Yo
estaba asustado y aquello era terrorfico, pero trat de simular que estaba a punto de estallar mi
indignacin y mi preocupacin.)
Por qu, seor? exclam. Usted pregunta por qu. Supone usted que yo habra
consentido esta infamia, y hubiera jugado esta espantosa mascarada a menos que ellos me hubieran
obligado con un arma que ningn hombre, por honorable que sea, puede resistir? Tragu saliva con
fuerza. Ellos tienen a mi mujer y mi hija, seor. Se da cuenta usted de lo que eso significa? Le
lanc la pregunta y decid que era el momento de desfallecer. Oh, Dios mo, Dios mo! exclam
. Mis preciosos tesoros! Mi pequea Amelia de cabellos dorados! Volver a verla algn da?
Hubiera conseguido que se entusiasmaran y aplaudieran en cualquier teatro de Londres, lo juro,
pero cuando levant la cabeza no vi seal alguna de frenticos aplausos en aquel auditorio. Hansen
pareca desconcertado y la larga cara de Grundvig estaba roja de rabia; Sapten estaba cargando la
pipa.
Y el prncipe Carlos Gustavo... dnde est? pregunt.
Yo haba pensado, al principio, que podra hacer un trato con ellos: mi vida por la informacin.
Pero ahora el instinto me deca que aquello no funcionara. Sapten me habra colgado en el acto,
estoy seguro. De todos modos, no cuadraba con el carcter que yo trataba desesperadamente de
aparentar. En aquello, lo vi, estaba mi ltima esperanza de hacerles creer que yo era una vctima
indefensa de un miserable complot. Y que Dios me ayude, acaso no era verdad?
Les cont todo lo de Jotunberg y los planes para disponer de Carlos Gustavo. Grundvig se sujet
las sienes, Hansen se exasperaba horrorizado, Sapten encendi la pipa y fum en silencio.
Bueno dijo, y entonces qu? Ese tipo trat de asesinarle, usted le mat, segn ha dicho.
Qu se propona hacer a continuacin?
Bueno... bueno... Yo no saba. Estaba confuso... Mi mujer y mi hija... El destino del prncipe...
Estaba medio loco de ansiedad.
Seguro que s dijo l, y exhal un poco de humo. Y todo esto fue tramado, nos dice, para
que ese Otto Bismarck empiece a levantar un imperio germnico? Bien, bien.
Ya han odo lo que les he contado, seores exclam. Ya les advert que parecera
increble, pero es verdad todo, de pe a pa.
Grundvig, que haba estado todo el rato caminando de arriba abajo, gir sobre sus talones.
Yo no puedo creerlo! Es imposible! Mayor, Erik! Alguien que no sea un loco podra dar
crdito a esta historia? Es inimaginable! Me mir. Este hombre..., este rufin..., se puede creer
a alguien tan infame como l se ha confesado?
Yo no, por lo menos dijo Hansen.
Sapten se rasc la griscea cabeza.
En efecto dijo, y mi corazn dio un vuelco. Pero yo le digo, doctor, y tambin a usted,
Erik, que hay que hacerse una pregunta. Puede alguno de ustedes y su brillante ojo fue del uno al
otro mirando a este tipo, un hombre que sabemos que ha conseguido con xito imponerse durante
dos semanas a una nacin entera, puede alguno de ustedes, dados estos hechos, sugerir una historia
mejor que la que nos ha contado?
Clavaron su mirada en m y l me hizo un gesto para concluir diciendo:
Ah est. La suya es una buena explicacin golpe su pipa. Si ha mentido... cul es la
verdadera explicacin?
Discutieron mucho rato, pero por supuesto no llegaron a ninguna conclusin. Mi historia
desafiaba la credulidad, aadi Sapten, pero cualquier otra alternativa sera igualmente increble.
Si podemos aceptar que un doppelgnger del prncipe pueda tomar su lugar durante dos
semanas, y sabemos que es eso lo que ha pasado, entonces yo puedo aceptar cualquier otra cosa
dijo.
Quiere decir que le cree? exclam Grundvig.
Por falta de pruebas que desmientan su historia... s. Mi corazn se elev como la plegaria
de una doncella. Y es que dijo Sapten duramente, todo coincide. Acaso no llevamos los
ltimos veinte aos saltando ante cada sombra alemana que aparece? Usted lo sabe, Grundvig. No
estamos aqu por temor a la seguridad de nuestro ducado? Qu hacemos nosotros, los Hijos de los
Volsungos? Sacudi la cabeza. Ensenme un fallo en la historia de este hombre, porque yo no
puedo ver ninguno.
Y se enzarzaron en una frentica discusin, que por supuesto no les llev a ninguna parte.
Confusos, se volvieron hacia m.
Qu hacemos con l? dijo Grundvig.
Colgarle espet Hansen. Este cerdo se lo tiene bien merecido.
Por el crimen cometido contra nuestra duquesa
dijo Grundvig, mirndome con desprecio no merece otra cosa.
Todos me miraban como viejos escoceses en un burdel, pero comprend que tena que intervenir
de nuevo. Adopt una postura de desconcierto, y luego dej que la indignacin ultrajada tomase su
lugar.
Qu quieren decir con eso? exclam.
Usted estuvo casado con ella durante ms de una semana dijo Sapten significativamente.
Lanc roncas exclamaciones de furia.
Viejo infame! rug. Se atreve a sugerir que...? Oh, Dios mo!, seor, ha olvidado usted
acaso que yo soy un oficial britnico? Tiene usted la desvergenza de insinuar que yo haya
podido...?
Me atragant como si la furia me pusiera un nudo en la garganta, pero dudo de que Sapten se
impresionara. Los otros dos, sin embargo, parecieron indecisos.
No estoy tan falto de honor continu, tratando de adoptar un aspecto noble y furioso al
mismo tiempo como para rebajarme a llevar tan lejos mi impostura. Hay algunas cosas que ningn
caballero... Y yo me interrump como si fuera demasiado para m.
Debe de haber sido un poco extrao murmur Grundvig.
Respirando agitadamente, mantuve un orgulloso silencio.
Ellos se quedaron callados un momento, pensando en la virginidad de su duquesa, supongo.
Entonces Grundvig dijo:
Jura usted que..., que...
Mi palabra de honor repliqu yo como oficial britnico.
Oh!, bueno, eso lo arregla todo gru Sapten, y juro que vi que su boca haca una mueca
debajo de su bigote. Y a riesgo de parecer desleal, caballeros, sugerira que el destino del
prncipe Carlos Gustavo es quiz ms importante que lo que pueda haber sucedido o no... Bueno,
dejmoslo. Se volvi hacia m. Usted se quedar aqu. Si sale fuera de esta cabaa es hombre
muerto... cosa que puede suceder, de todas formas, cuando hayamos decidido qu hacer con usted.
Sugiero que continuemos nuestras deliberaciones en otra parte, doctor. Si lo que hemos sabido hoy es
cierto, no tenemos demasiado tiempo para impedir que nuestra duquesa se convierta en viuda antes
de haber sido esposa. Y no digamos nada de salvar el ducado para ella. Vamos.
La puerta se cerr tras ellos y me dejaron solo con mis pensamientos. No eran agradables, pero
podan haber sido peores. Parecan haber aceptado mi historia, y yo estaba bastante seguro de que las
partes en que haba mentido resistiran el intento de ellos por encontrar falsedades. No eran mentiras
importantes, de todos modos, simplemente un poco de color para mejorar mi carcter de inocente en
las garras de un destino cruel. Y lo mejor de todo: yo estaba razonablemente seguro de que no iban
a colgarme. Sapten era el ms duro y el que llevaba la voz cantante, y aunque consideraba que era
uno de esos que no se lo piensan dos veces a la hora de eliminar a alguien si tiene que hacerlo, no
pareca que hubiera ninguna razn para que acabara conmigo. Sapten era una persona realista, y no se
dejaba llevar por la emocin como Grundvig y Hansen. Pero Grundvig seguramente tambin se
detendra antes de llegar al crimen. Pareca un idiota decente y sensible. A Hansen era a quien yo
haba ofendido ms, probablemente, porque era amigo ntimo del prncipe. Podra haberme matado a
cuenta de los viejos tiempos, por decirlo de algn modo, pero yo imaginaba que le ganaran en votos.
As que all estaba yo, sin nada que hacer excepto esperar y pensar. Pero al menos estaba a salvo
de los asesinos de Bismarck, que ya era algo. Si eran los Hijos de los Volsungos, los clandestinos
simpatizantes de los daneses, de los que Rudi me haba hablado con desdn, yo no poda estar en
mejores manos. Creo que Rudi los haba subestimado. Yo no tena ni idea de lo que podran hacer
para rescatar a su precioso prncipe del Jotunberg, y tampoco me preocupaba, pero pareca gente
muy hbil y bien dispuesta. Era agradable pensar que podan meter una cua en la pequea y maldita
rueda de Otto, despus de todo. Sapten era el hombre adecuado para hacerlo, me pareca a m. Era un
tipo ntegro, iba rpidamente al meollo de la cuestin y pareca poseer las mejores virtudes:
resolucin, valor y algo ms, sin que le detuvieran los escrpulos. Si l hubiera estado en la retirada
de Kabul, nuestro ejrcito habra vuelto a casa sano y salvo, y probablemente se habra llevado
tambin de paso todo el botn de los Bala Hissar.
De todos modos, yo no estaba demasiado disgustado con mi propia situacin, y pas el tiempo
preguntndome cundo me dejaran en libertad. Dios sabe por qu me senta tan optimista. Sera una
reaccin, posiblemente, despus de haber escapado de una muerte muy desagradable dos veces en un
solo da. Pero tena que habrmelo pensado mejor. Si hubiera sido capaz de pensar con claridad me
habra dado cuenta de que desde su punto de vista, el lugar ms seguro para m era a dos metros bajo
tierra, donde no poda organizar ningn escndalo. Al final, me metieron en un sitio casi tan malo
como aqul, e hicieron que muriera varias muertes ms de las de Shakespeare.
Me dejaron solo unas horas, sin ms compaa que la del campesino, que me trajo comida y
cerveza (dirigindose a m todava como Alteza, pero en un tono bastante perplejo). Haba
anochecido y mis inquisidores no volvan. Cuando entraron not que tanto Sapten como Hansen
llevaban las piernas salpicadas de barro, como si hubiesen cabalgado a galope tendido. Sapten
coloc una lmpara en la mesa, arroj a un lado su abrigo y me mir con resolucin.
Capitn Arnold dijo, si es que se es su nombre, usted me desconcierta. No me gusta que
me desconcierten. Como han apuntado estos caballeros, ningn hombre en su sano juicio creera su
historia ni por un momento. Bueno, quizs yo no est en mi sano juicio, pero he decidido creerla... al
menos, en su mayor parte. No s si es usted el bribn ms grande del mundo o el hombre ms
desgraciado que jams ha nacido. Yo personalmente me inclino por la primera posibilidad, ya que
tengo un fino olfato para la bellaquera. No, no se moleste en protestar, ya le hemos odo todo. Pero
asumo, segn me corresponde, que usted es honrado... hasta un cierto punto. Eso es.
Me qued quieto, temeroso y esperanzado a un tiempo. l sac su pipa y empez a desmenuzar
tabaco.
Afortunadamente, podemos probarle y al mismo tiempo servir a nuestros propios intereses.
Ahora me mir fijamente con su nico ojo se trata de lo siguiente. Vctima o tramposo, sea usted
lo que sea, ha cometido usted un monstruoso error. Est preparado para ayudarnos a enmendarlo?
Con aquellas tres agrias caras mirndome a la luz de la lmpara, yo no tena duda acerca de cul
deba ser la respuesta correcta... Ninguna duda en absoluto.
Caballeros dije, Dios les bendiga. Cualquier cosa que pueda hacer... y yo pensaba que,
gracias a Dios, no sera mucho la har, con todo el poder de mi voluntad. He estado pensando,
mientras estaba aqu sentado, en el terrible...
S, ya lo sabemos me cort Sapten. No tiene que decrnoslo. Encendi su pipa, pup,
pup, pup, y luego lanz una bocanada de humo. Todo lo que queremos saber es si acepta o no, y
doy por sentado que la respuesta es s.
Con todo mi corazn exclam yo sinceramente.
Lo dudo dijo Sapten, pero no importa. Usted es un soldado, segn nos ha dicho. Dgame...
ha participado en muchos servicios?
Bueno, yo poda responder con la verdad ms sincera: haba estado presente en muchos, pero no
vea ninguna razn para contarles que siempre sud de pnico en todos ellos. Como un tonto, le
contest que haba participado en algunos asuntos bastante difciles, y haba obtenido en ellos (con
toda modestia varonil) alguna distincin. Las palabras me salieron antes de darme cuenta de que
poda estar metindome en problemas.
Ah! dijo l, muy bien. Tiene usted el aspecto de ser un hombre de accin. Tenemos
razones para alegrarnos de ello. Ahora, sta es la situacin. Usted nos dice que el prncipe Carlos
Gustavo est en Jotunberg bajo la custodia de los hombres de Bismarck, y que ellos pueden acabar
con l, sin dejar pruebas, a la menor seal de alarma. Le atarn un peso a los pies, le echarn en ese
agujero o tnel del infierno que tienen y adis muy buenas. Not que Grundvig temblaba. As
que si irrumpiramos violentamente en el lugar, y no sera fcil, todo lo que encontraramos sera un
grupito de caballeros que sin duda nos contaran un inocente cuento acerca de que son los invitados
de Adolf Blow, el propietario... que est fuera del pas de forma muy conveniente, por cierto. Y
habramos perdido al prncipe Carlos. El Jotunsee es profundo, y nunca encontraramos su cuerpo.
Hansen dio un pequeo respingo, y yo vi que sus mejillas estaban preadas de lgrimas.
As que no haremos eso dijo Sapten, expeliendo el humo. Ahora... supongamos que
abandonamos Jotunberg. Supongamos que volvemos a Strelhow, y esperamos a ver qu hacen
nuestros amigos alemanes en el castillo. El tiempo jugara a nuestro favor.
Por Dios, a m no me gustaba nada aquello. De Gautet haba fallado conmigo, pero algn otro
poda tener xito. El ltimo lugar donde quera estar era en Strackenz a la vista del pblico.
Difcilmente podran asesinar al prncipe dijo Grundvig mientras usted estuviera en el
trono como consorte de la duquesa. Al menos, no lo harn todava.
Eso nos dar algo de tiempo repiti Sapten lentamente, pero, qu podremos hacer con l,
eh?
Yo trat de pensar en algo... Nada.
Quiz si yo abdicase suger apresuradamente. Quiero decir que... eso podra ayudar...
Esperar, sin embargo, incrementar los riesgos de que le descubran sigui Sapten, como si
yo no hubiera hablado y del asesinato del prncipe.
No podemos dejarle all, con esos villanos! estall Hansen.
No, por eso hemos rechazado la idea refunfu Sapten. Y volvemos al nico camino...
uno desesperado y peligroso, porque puede costarnos la vida al final. Pero no nos queda ms
remedio.
Hizo una pausa y yo sent que se helaba mi espina dorsal. Oh, Dios mo!, otra vez... Cuando oa
las palabras desesperado y peligroso saba que aquello iba por m. Slo poda esperar or lo peor.
Es imposible atacar por sorpresa Jotunberg sentenci Sapten. Est en el lago de Jotunsee,
y slo es accesible por un punto de la costa, por el nico camino que se dirige hacia l. Hay dos
guardias esta noche, en el exterior, donde para cubrir el espacio entre el camino y el castillo se
tiende un puente levadizo. Ese puente est ahora levantado, lo cual es signo de que los de dentro
saben que sus planes han fallado. Sin duda que al no conseguir volver con sus amigos el hombre a
quien usted ha matado esta maana, se han alarmado. Dos de ellos, de todos modos, han llegado al
castillo esta noche. Hansen y yo los hemos visto; uno ms joven, un tipo alegre, con apariencias de un
chico, y un rufin grandote que iba con l.
Starnberg y Kraftstein dije yo. Mayor Sapten, son una pareja diablica... no se detendrn
ante nada!
Bueno, no sabemos cuntos ms hay en el castillo. Probablemente no ms de un puado de
hombres. Pero no podemos esperar sorprenderles. As que debemos encontrar otra va, y
rpidamente. Se sent. Erik, tu plan. Cuntaselo.
Una mirada a la cara de Hansen sus ojos brillaban como los de un fantico me prepar para
lo peor.
Donde pudiera fallar un ataque por sorpresa, pudiramos triunfar con una entrada furtiva. Dos
hombres valientes pueden cruzar el Jotunsee por la noche desde la orilla opuesta, acercarse lo ms
posible con una barca y luego nadar. Parte de la fortaleza est en ruinas; pueden llegar en la
oscuridad, entrar sigilosamente en el castillo y descubrir dnde se encuentra el prncipe. Entonces,
mientras uno vigila, el otro puede correr al puente levadizo y bajarlo para que nuestra gente, oculta
en la costa, ataque por el camino. Podemos vencer fcilmente a su guarnicin, pero hay que preservar
de alguna manera la vida del prncipe mientras dure la lucha. Si esto puede hacerse o no... Se
encogi de hombros. Al menos los dos que hubieran entrado primero moriran en el intento.
Y el simple hecho de que me lo estuvieran contando significaba que uno de los dos sera yo. De
todos los planes descabellados y sin esperanzas que yo haba odo jams, aqul pareca ser el mayor.
Si pensaban que iban a conseguir que yo nadase hasta aquel lugar en la oscuridad, con los
compaeros de Rudi y Kraftstein esperndome, es que no conocan a su hombre. El simple
pensamiento fue bastante para que mis tripas se zurraran de miedo. Les haba visto venir desde el
principio. Estara yo pronto colgando al final de la soga de Sapten? Por supuesto que eso ocurrira
si me negaba.
Mientras yo alimentaba tan felices pensamientos, Grundvig que desde el principio me haba
parecido un tipo listo sugiri sensatamente que si dos hombres podan ir nadando, tambin podran
ir una docena, pero Hansen mene su gorda cabezota con determinacin.
No. Dos pueden pasar inadvertidos, pero ms no. No hay que pensar en eso. Se volvi para
mirarme, con la cara rgida, los ojos sin expresin. Yo ser uno de esos dos. Carlos Gustavo es
amigo mo, y si l muere, yo me sentir feliz de morir con l. Usted no le conoce, pero sin usted, l
no estara donde est. Creo precisamente, que entre todas las personas, es usted quien le debe una
oportunidad. Vendr conmigo?

Puedo ser cualquier cosa, pero no lento de reflejos. Si alguna situacin requiri alguna vez
suplicar desesperadamente en nombre del sentido comn, era aqulla. Pude haber sugerido que
intentaran hacer un trato con Rudi, o enviar un mensajero a Bismarck (dondequiera que estuviera), y
decirle que estaban al tanto de sus juegos. Poda haberme desmayado, o decirles que no saba nadar,
o que tena la fiebre del heno si sala despus del anochecer, o simplemente suplicar misericordia.
Pero saba que aquello no funcionara; estaban mortalmente serios, eran hombres asustados...
aterrorizados por aquel idiota dans, en lugar de estarlo por s mismos, como cualquier persona en su
sano juicio, y si yo dudaba, o discuta, o haca cualquier cosa que no fuera aceptarlo de buenas a
primeras, ellos me tomaran inmediatamente por un cobarde y un hipcrita y un inmoral. Entonces el
viejo Flashy acabara bailando el baile de Newgate[53] al final de una cuerda, con todo el maldito
grupo de los Hijos de los Volsungos tirando de ella. Me di cuenta de todo ello en los pocos segundos
que pas sentado con las tripas revueltas, y o mi propia voz exclamar con un graznido mortal:
S, ir.
Hansen estuvo de acuerdo.
No pretendo llevarle a usted por libre eleccin; antes me llevara a cualquier campesino de
nuestra banda. Pero usted es un soldado, est entrenado con las armas y en este tipo de trabajos.
Querido muchacho, qu poco me conoces, pens. Usted es un hombre de recursos, o nunca
podra haber llevado a cabo los actos infames que ha cometido. Quizs haya un extrao destino en
juego aqu. De todos modos, usted es el hombre adecuado para hacerlo.
Yo poda haber discutido aquello con alguna elocuencia, pero no vala la pena. No dije nada, y
Hansen aadi:
Ser maana por la noche. Y l y Grundvig se levantaron y salieron sin decir una palabra
ms.
Sapten se qued, se puso el abrigo y clav su mirada en m. Al final dijo:
Es una de las lecciones que aprende un hombre cuando se hace viejo: dejar a un lado los
deseos y las emociones; s, incluso el honor, y hacer lo que se debe hacer con las herramientas que se
tienen a mano, sean las que sean. As que le dejo ir con Hansen maana. Ser mejor que salga bien lo
que tienen que hacer, porque si no, pongo a Dios por testigo que le matar a usted sin piedad. Se
volvi hacia la puerta. Quiz le he juzgado mal; no lo s. Si es as, le prometo que, pase lo que
pase, no descansar hasta que haya conseguido la seguridad de esa mujer y esa hija por las que usted
estaba tan preocupado esta maana, y que parece haber olvidado esta noche. Consulese pensando
que esa pequea Amelia de cabellos dorados est en mis pensamientos. Abri la puerta. Buenas
noches, ingls.
Y sali, sin duda muy contento de s mismo.
Pas las horas siguientes tratando de cavar frenticamente bajo el muro de la cabaa con las
uas, pero no haba escapatoria. La tierra estaba demasiado dura y llena de piedras y races;
consegu hacer slo un pequeo y pattico agujero, y luego apresuradamente volv a rellenarlo y lo
pis y repis para que no vieran a qu me haba estado dedicando. De todos modos, aunque hubiera
conseguido salir, me habran perseguido por todo el bosque; ellos lo conocan bien, y yo en cambio
no tena ni idea de dnde estaba.
Una vez pasado mi pnico inicial, me resign a quedarme sentado en paciente contemplacin.
Haba una ligera oportunidad de que antes de la noche ocurriera algo que alterase los planes del
luntico Hansen, o que se presentara como llovida del cielo una oportunidad de huir, aunque lo
dudaba. Si fallaba aquello, me vera literalmente lanzado a la aventura ms peligrosa de mi vida, y
con pocas perspectivas de xito. As que acabara all, en unas miserables y desoladas ruinas
alemanas, tratando de rescatar a un hombre a quien nunca haba visto, yo, que no levantara un dedo
por mi propia abuela. Era demasiado. Sent una profunda auto compasin, y luego maldije y rec un
rato, invocando a un Dios en el cual slo creo en momentos de autntica desesperacin para que
interviniera en mi favor.
Trat de consolarme pensando que ya antes haba salido de situaciones desesperadas... Pero mi
suerte en esos casos, no se debi precisamente al hecho de salir corriendo. No, no, Jess vera que el
pecador estaba arrepentido, nunca ms jurara ni fornicara ni robara ni mentira... Me esforc en
recordar los siete pecados capitales, asegurndome de que no olvidaba ninguno de ellos, y me estruj
el cerebro pensando en los diez mandamientos, para prometer no volverlos a quebrantar nunca ms,
aunque jams en toda mi vida he conseguido grabrmelos en la mente.
En teora tena que sentirme purificado y en paz conmigo mismo, pero result que me encontraba
tan aterrorizado como antes, as que acab mandndolo todo al diablo. Saba que de todos modos no
habra diferencia.
El da siguiente se hizo interminable; el corazn se me sala por la boca cada vez que unos pasos
se acercaban a la puerta de la cabaa, y fue casi un alivio cuando Sapten y sus dos compaeros
vinieron a buscarme al anochecer. Traan una buena cantidad de materiales, y me explicaron que
debamos hacer todos nuestros preparativos all antes de salir. La simple actividad de prepararlo
todo apart momentneamente de mi mente los horrores que me esperaban.
Primero Hansen y yo nos desnudamos por completo, para que pudieran embadurnarnos con grasa
como proteccin contra el fro cuando nos metiramos en el agua. Sapten silb suavemente cuando
vio mis cicatrices: la de una bala de pistola que me haba agujereado el costado hacia la espina
dorsal, las seales de ltigo del Gul Shah y la marca blanca en el muslo por donde se me rompi la
pierna en el fuerte de Piper. Era una coleccin impresionante, y aunque la mayora estaban en la parte
de atrs, no eran ese tipo de ornamentacin que uno aplica a un cobarde.
Ha sido afortunado dijo. Hasta ahora.
Una vez cuidadosamente engrasados, nos pusimos una gruesa ropa interior de lana un proceso
absolutamente desagradable, unas camisas tambin de lana, luego los pantalones. Llevbamos
medias y zapatos ligeros, y Sapten enroll unas vendas en torno a nuestras muecas y tobillos para
mantener las ropas en su sitio.
Ahora, las armas. Y sac un par de pesados espadones y un surtido de cuchillos de caza.
Si quieren disparar armas de fuego, deben persuadir a nuestros amigos del Jotunberg de que se las
den aadi. No sirve de nada que traten de llevarlas ahora.
Hansen tom una espada y una larga daga, pero yo sacud la cabeza.
No tienen un sable?
Sapten pareci dubitativo, pero buscando entre la banda de matones obtuvo el artculo requerido.
Era viejo, pero una buena pieza de acero, y yo tembl interiormente al verlo. Pero lo cog, porque si
tena que luchar, Dios no lo permitiera, que fuera al menos con un arma que dominaba, y si bien no
era ningn Angelo [54] con el sable, al menos me haban entrenado en su uso. Por lo dems, me
devolvieron mi cuchillo de marinero y nos proporcionaron un frasco de licor a cada uno.
Llevbamos las espadas atadas a la espalda bien aseguradas a los hombros y a la cintura. Hansen
se enroll un cabo de cuerda en torno a la cintura. Hubo algn debate sobre si debamos llevar yesca
y pedernal, pero no pareca haber motivos para ello. Finalmente, cada uno cogi un paquete de piel
impermeabilizada que contena algo de carne, pan y queso, por si, como Sapten observ
animadamente, tenamos tiempo para pararnos a comer algo.
Uno puede sentir la necesidad de reponer fuerzas cuando sale del agua aadi. Comer y
beber si se presenta la ocasin. Ahora, seor Thomas Arnold, esccheme. Desde aqu cabalgaremos
hasta el Jotunsee, lo cual nos llevar casi tres horas. All espera el bote con dos remeros; ellos les
acercarn al castillo lo ms posible. Hay luna, eso no podemos evitarlo, pero las nubes son espesas,
as que podrn acercarse bastante sin ser observados. Entonces, nade hacia all y recuerde que
estarn vigilando y escuchando desde arriba.
Me dej que asimilara el corto discurso, con la cabeza inclinada y las manos metidas en los
bolsillos es curioso cmo se quedan esas imgenes grabadas en la mente y luego continu:
Una vez en el interior del castillo, Hansen se pone al mando de todos, entendido? l decidir
cmo proceder, quin debe proteger al prncipe, quin bajar al puente. Por lo que sabemos, est
unido arriba y abajo por una polea. Golpeen la manivela y el puente caer. Esa ser nuestra seal
para atacar por el camino. Cincuenta hombres, conducidos por m mismo y por Grundvig, aqu
presente. Hizo una pausa, sacando la bolsa del tabaco. No es nuestra intencin dejar ningn
superviviente en la guarnicin.
Todos deben morir dijo Grundvig solemnemente.
Hasta el ltimo hombre dijo Hansen.
Pareca reclamar algo de m, as que dije:
De acuerdo, de acuerdo.
Srvanos bien en este asunto aadi Sapten y todo el pasado quedar olvidado. Trate de
engaarnos... dej la frase sin concluir. Ahora, est todo claro?
Estaba claro, bastante claro, demasiado claro. Intent no pensarlo. No quera pensar en ningn
espantoso detalle ms... En realidad, la nica pregunta que tena en la mente era una sin importancia,
y que no tena nada que ver con lo que me esperaba. Pero yo senta curiosidad, as que lo pregunt.
Dgame pregunt a Hansen. Cuando estbamos en la ciudad de Strackenz, por qu
sospech que yo no era Carlos Gustavo?
l me mir sorprendido.
Y me lo pregunta ahora? Muy bien. No estaba seguro... El parecido es sorprendente y, sin
embargo, haba algo raro. Me di cuenta enseguida de lo que era. Las cicatrices estn en el lugar
equivocado. La izquierda est demasiado baja. Pero haba algo ms. No s... supe de alguna manera
que usted no era Carlos Gustavo.
Gracias le dije. Pobre Bismarck... haba fallado de nuevo.
Cmo se hizo esas cicatrices? pregunt Sapten.
Me las hicieron con un schlager dije yo, como quien no quiere la cosa, y Grundvig contuvo
el aliento. Ah, s, no se estn metiendo con nios de kindergarten, amigo. Son gente prctica, como
descubrir enseguida. La verdad es que me apeteca asustarle un poco.
Est bien gru Sapten. Todo listo, entonces? Lassen sie uns gehen.[55]
Haba unos caballos fuera, y unos hombres se movan ante nosotros en la oscuridad. Cabalgamos
en silencio a travs de los bosques, a lo largo de un sendero que zigzagueaba hacia arriba por el
Jotun Gipfel, y luego hacia abajo, entre densa vegetacin de arbustos y helechos. No hubo ocasin de
escapar, incluso aunque me hubiera atrevido; dos hombres cabalgaban junto a mis estribos todo el
rato. Nos detenamos frecuentemente, mientras unos exploradores se adelantaban, supongo, y yo tuve
la oportunidad de probar el contenido de mi frasco. Era brandy, casi un cuarto de litro, y estaba
vaco cuando concluimos el viaje. No hizo ms efecto que calentarme; poda haberme bebido tres
litros sin que se me notara.
Al final nos detuvimos y desmontamos; unas manos en las sombras tomaron la brida y me
empujaron hacia adelante a travs de los arbustos hasta que me encontr a orillas de una pequea
rada, con el agua lamindome los pies. Hansen estaba junto a m y se oan muchos susurros en la
oscuridad; poda ver el vago perfil de un barco y sus remeros, y a travs de las ramas entrelazadas en
la boca de la rada vi el agua agitada y griscea del lago, y surgiendo de l, a no ms de tres
furlongs,[56] la desolada silueta del Jotunberg.
Era una vista que poda helar la sangre a cualquiera y hacerle pensar en monstruos, vampiros y
murcilagos chillando en oscuras bvedas. Un horror lleno de batir de alas y jirones de nubes
pasando por detrs de las torres, silenciosas y amenazadoras a la luz de la luna. Mi imaginacin
pobl sus ventanas con sombras fantasmales, y sin duda los fantasmas no podan haber sido peores
que Rudi y Kraftstein. Si hubiera tenido ms tiempo, creo que habra acabado huyendo desesperado
por la costa, pero antes de que me diera cuenta ya estaba en el bote, con Hansen a mi lado.
Espere a que se oculte la luna.
El spero susurro de Sapten lleg desde la oscuridad que nos envolva, la claridad
desapareci por completo, y el Jotunberg fue slo una sombra ms en la oscuridad. Pero segua all,
ms espantoso an a los ojos de mi imaginacin. Tuve que sujetarme la barbilla para que mis dientes
dejaran de castaetear.
Sapten murmur de nuevo no s qu en la oscuridad y el bote empez a balancearse al comps de
los movimientos de los remeros. Nos deslizamos fuera de la rada hacia las aguas del Jotunsee. La
brisa soplaba al salir del refugio, y el banco desapareci detrs de nosotros.
El lago estaba negro como la capa del demonio, y profundamente silencioso salvo el chapoteo
del agua bajo la quilla y el leve murmullo de los remeros. El bote se balanceaba suavemente, pero
nos movamos deprisa, y el afilado perfil del castillo se haca cada vez ms grande y ms horrendo.
Me pareca que habamos llegado peligrosamente cerca de l; poda ver el dbil resplandor de una
luz en una de las ventanas bajas, y Hansen dijo muy bajo:
Halt! Y los hombres dejaron de remar. Hansen me toc el hombro.
Preparado? Yo estaba tratando de tragar el amargo sabor del pnico que me atenazaba la
garganta, as que no respond.
Folgen sie mir ganz nahe[57]> dijo, y luego se desliz por encima de la borda como una
nutria, sin que apenas se le oyera.
Por mi vida que no pude decidirme a seguirle. Mis miembros eran pura gelatina, no poda
moverme. Petrificado como estaba, saba que tampoco me atrevera a quedarme; si ahora me negaba,
Sapten me convertira en embutido. Me inclin hacia el costado del bote, tratando torpemente de
imitar a Hansen, me qued colgado y con un pesado y torpe movimiento salt la borda del bote y me
sumerg en el Jotunsee.
El fro era para congelar a cualquiera, me cortaba el cuerpo como un cuchillo, pero yo chapote a
pesar del agudo dolor. Como jadeaba para respirar, la cara de Hansen se acerc a m en la
oscuridad, me dijo que me quedara quieto, y su mano me busc bajo el agua.
Geben sie acht, idiot! Deje de salpicar!
Esto es una maldita locura! exclam. Por Dios, estamos en pleno invierno, hombre! Nos
vamos a congelar!
Me agarr por el hombro sin dejar de mover los pies dentro del agua, refunfuando que me
estuviera quieto. Volvindose de espaldas al bote, se ech a nadar lentamente hacia el castillo,
esperando que yo le siguiera. Durante unos instantes consider la posibilidad, incluso a esas horas de
la noche, de volver a la costa y buscar cobijo en los bosques, pero enseguida me di cuenta de que
nunca podra cubrir a nado tanta distancia, no por la temperatura, sino por el sable que llevaba a la
espalda y el peso de las ropas empapadas. No me quedaba ms remedio que ir con Hansen, as que
segu tras l tan lentamente como pude, sollozando de miedo y de frustracin.
Dios, esto es horrible!, recuerdo que pens.
Qu demonios haba hecho yo para merecer aquello? Considerando que soy un tipo inofensivo,
que no pide nada ms que comida, bebida y una puta o dos, y que no ofendo demasiado a nadie, por
qu tena que ser castigado de aquella manera tan espantosa? El fro me estaba helando hasta las
tripas; saba que no podra soportar mucho rato ms, y de repente un agudo dolor me atraves la
pierna izquierda, y empec a hundirme hasta que mi boca se llen de agua mientras trataba de gritar.
Sacudiendo mi pierna buena sal a flote y llam a Hansen.
Un calambre! tartamude. Me voy a ahogar!
Incluso en ese momento tuve el suficiente juicio como para hablar en voz baja, pero lo bastante
alto para que l lo oyera, porque cuando volv a hundirme l me sac de nuevo, dicindome enfadado
que me estuviera quieto y que dejara de armar jaleo.
La pierna, la pierna! me quej. Dios, estoy listo! Slvame, egosta bastardo! Oh, Dios
mo, qu fro! Senta un dolor lacerante en la pierna, pero Hansen me agarraba y sujetaba mi cara
por encima del agua, as que fui capaz de aguantar hasta que gradualmente fue disminuyendo y se
convirti en un dolor sordo. Estir la pierna poco a poco y pareci que volva a funcionar.
Seguro ya de que poda seguir nadando, me susurr que me apresurara, o el fro acabara con
nosotros. A m ya casi me daba igual todo, y as se lo dije; l y su maldito prncipe y Sapten y los
dems podan pudrirse en el infierno por m. Me golpe en la cara y me amenaz con ahogarme si no
me quedaba quieto.
Se trata de su vida tambin, idiota! sise. Ahora cllese o estamos perdidos.
Le llam todos los asquerosos nombres que conozco (todo en un susurro), y l nad, conmigo
detrs, movindose bastante despacio, pero ya no estbamos lejos. Un par de minutos ms y
estaramos al amparo de los muros del castillo, en un lugar que pareca alzarse directamente desde el
agua. No haba ninguna seal de que nos hubieran odo.
Hansen me esper flotando en el agua. Cuando llegu junto a l seal hacia adelante, y vi lo que
pareca ser una sombra abertura al pie del muro.
All dijo. Silencio!
No podr soportarlo mucho rato ms susurr dbilmente. Me estoy congelando, de
verdad... Me muero..., s que me estoy muriendo. Dios te maldiga, asqueroso cerdo dans...
esprame!
l nadaba lentamente hacia el hueco del muro, y en aquel momento la luna decidi volver a salir,
lanzando su fra luz al parapeto que se encontraba por encima de nosotros, y mostrando que el hueco
era de hecho una pequea rada, cortada en las rocas del propio Jotunberg. A la izquierda y hacia
adelante estaba rodeada por el muro del castillo; a la derecha la pared pareca estar en ruinas, con
zonas oscuras de sombra donde no penetraba la luz de la luna.
Sent un fro espantoso no procedente del agua al tiempo que me diriga lentamente hacia all; aun
exhausto y conmocionado, poda oler que aquel lugar era peligroso. Cuando uno entra furtivamente en
una casa, no lo hace por la puerta principal. Hansen estaba prcticamente fuera de mi vista oculto en
las sombras; nad tras l rodeando un ngulo de la roca, y le vi flotando con una mano fuera del agua,
dirigindose hacia las rocas que rodeaban la rada. Cuando me vio volvi la cara hacia la roca, sac
la otra mano y sali fuera del agua a pulso.
Durante un instante se qued colgado, suspendido, esforzndose por apoyar el cuerpo sobre la
roca. La luz de la luna le iluminaba de lleno, y de repente algo brillante vol por encima del agua e
impact entre sus omoplatos. Su cabeza dio un respingo y su cuerpo se movi convulsivamente; se
qued quieto unos instantes y dando un espantoso suspiro cay de bruces sobre la piedra y fue
deslizndose lentamente hacia atrs en el agua. Mientras tanto pude ver con claridad el mango del
cuchillo que sobresala de su espalda; qued flotando, medio sumergido, y yo me apart de l
pataleando como un desesperado, intentando controlar el grito de terror que me suba a la garganta.
Se oy una risa baja, rotunda, que sala de las sombras por encima de m, y alguien silb unas
notas de Mambr se fue a la guerra.
Nada hacia aqu, Flashman, prncipe de Dinamarca dijo la voz de Rudi. Te estoy
apuntando; no flotars si te pongo un poco de lastre. Venga, s buen chico, no querrs coger fro,
verdad?

Me mir mientras yo sala trabajosamente del agua, temblando de miedo y fro, y se qued con
las manos en las caderas, sonrindome.
Es un placer no del todo inesperado dijo. Tena la sensacin de que volveras. Sin
embargo, has elegido una forma bastante excntrica de llegar seal hacia el agua. Quin es
nuestro amigo muerto?
Se lo dije.
Hansen, eh? Bueno, esto le ha pasado por meterse donde no le llaman. Estoy orgulloso de
cmo me lo he cargado. A unos siete metros, con poca luz, y un cuchillo de caza bastante pesado...
pero se lo met limpiamente en el omoplato. Buen trabajo, no te parece? Pero si ests temblando!
Tengo fro tirit.
No tanto como l ri entre dientes aquel canalla infame. Bueno, vamos. Pero primero las
formalidades. Chasque los dedos y dos hombres salieron de las sombras. Michael, coge el
sable del caballero y ese cuchillo tan poco ingls que lleva en el cinturn. Excelente. Por aqu.
Me llevaron por un pasadizo en ruinas hasta un patio pavimentado, y luego a travs de una
poterna hacia lo que pareca ser el recinto principal, un amplio vestbulo abovedado con una
escalinata de piedra que se alzaba junto a uno de sus muros. A mi izquierda haba una arcada elevada
a travs de la cual se poda ver la silueta de unas macizas cadenas y una gran rueda: supuse que sera
el mecanismo del puente... pero ya no importaba en aquellos momentos.
Rudi, canturreando felizmente, me condujo escaleras arriba hacia una habitacin en el primer
rellano. Por contraste con los sombros muros de piedra medievales a travs de los cuales habamos
llegado, estaba agradablemente amueblada en un estilo de soltero descuidado, con ropas, papeles,
fustas, botellas y dems cosas esparcidas por todas partes. Haba un fuego encendido y yo me dirig
decidido hacia l.
Aqu tienes dijo l, poniendo un vaso de licor en mi mano. Michael te traer unas ropas
secas.
Mientras yo me atragantaba con la bebida, y me quitaba las ropas empapadas, l se arrellan en
un silln.
As que De Gautet fall, eh? dijo, una vez que me puse las ropas que me acababan de traer,
y nos quedamos solos. Tendran que haberme dejado hacer a m el trabajo... Si yo hubiera estado
all, ni siquiera te habras movido. Cuntame qu pas.
Posiblemente yo estaba confuso con el brandy y la conmocin y lo que acababa de pasar, o el
miedo me haba alcanzado hasta tal extremo de desesperacin que nada pareca importarme ya; el
caso es que le cont cmo haba eliminado a su colega, y l se ri con ganas.
Sabes, me ests gustando cada vez ms. Saba desde el principio que nos bamos a llevar
estupendamente. Y luego qu pas? Nuestros amigos daneses te cogieron, no? Vindome dudar,
l se inclin hacia adelante en la silla. Venga, cuntamelo. S mucho ms de lo que piensas, y
probablemente puedo adivinar el resto. Si te lo callas o me mientes, seor actor, te encontrars
nadando con el amigo Hansen, te lo prometo. Quin te ha mandado aqu? Ha sido la faccin danesa,
verdad? Los preciosos bandidos de Sapten...
Los Hijos de los Volsungos admit yo. No me hubiera atrevido a engaarle... y adems,
para qu?
Hijos de los Volsungos! Hijos de los Nibelungos [58] sera ms apropiado. Y t y Hansen
ibais a tratar de rescatar a Carlos Gustavo? Me pregunto musit cmo te descubrieron. No
importa. Qu demonios esperabas hacer, por el amor de Dios? No podais esperar conseguirlo dos
personas solas..., ah, pero espera un momento! Vosotros erais la mina que se coloca junto al muro,
verdad? Para abrir camino a la horda patritica del buen mayor Sapten solt una risa estentrea
. No te sorprendas tanto, hombre! Crees que estamos ciegos? Les hemos estado viendo correr por
la costa todo el da. Con un catalejo desde la torre hemos visto a vuestro barco salir hace una hora.
Qu mal llevado estaba todo el asunto, qu incompetencia y qu ignorancia! Pero, qu se poda
esperar de un hatajo semejante de paletos? ri otra vez estrepitosamente. Y cmo consiguieron
meterte en esta locura? Con un cuchillo en la espalda, no lo dudo. Bueno, bueno, me pregunto qu
intentarn a continuacin.
Ahora, con el calor y el descanso, yo estaba empezando a recuperar alguno de mis sentidos.
Haba huido del fuego y di en las brasas, sin duda alguna, pero no poda comprender por qu haba
matado l a Hansen y me haba cogido prisionero a m, a menos que deseara informacin. Y cuando
hubiera conseguido toda la que quera, qu iba a hacer conmigo? Poda adivinarlo.
S, qu van a hacer a continuacin? dio unos pasos en torno a la chimenea, esbelto y
elegante con su levita y sus pantalones negros ajustados por los muslos, y se volvi para mostrarme
los dientes en una sonrisa. Me lo vas a decir?
No lo s dije yo. Era... tal como has supuesto. bamos a tratar de liberarle y bajar el
puente.
Y si eso fallaba?
No me lo dijeron.
Mm! Conocen nuestra guarnicin?
Creen que hay slo unos pocos.
Buena intuicin. O buen espionaje. Eso no les ayudar. Si tratan de asaltar este lugar, su
querido prncipe estar alimentando a los peces en el Jotunsee antes de que lleguen al camino de
entrada. Saben eso, imagino.
Yo asent.
Lo saben todo.
l sonri felizmente.
Bueno, entonces no tenemos que preocuparnos por ellos, verdad? Eso nos da tiempo para
pensar. Por cierto, cuntos hombres tienen ah? Y cuidado, mucho cuidado con tu respuesta.
Les o decir que tenan cincuenta.
Sabio Flashman. Ya lo saba. De pronto me dio una palmada en el hombro. Te gustara
conocer a tu gemelo real? Estaba impaciente por poneros a los dos frente a frente, sabes... y para que
puedas ver, al mismo tiempo, los excelentes arreglos que tenemos para su... deberamos decir
seguridad?, en caso de que hubiera intrusos. Vamos abri la puerta. Ah, y Flashman
aadi, con una sonrisa despreocupada, tendrs muy presente que yo no soy De Gautet, verdad?
Quiero decir que no intentes hacer ninguna locura. Vers, sera una gran prdida de tiempo, porque
creo... creo que podemos intentar un pequeo plan que tengo para los dos: para ti y para m. Ya
veremos inclin la cabeza y me hizo una sea. Despus de vos, Alteza.
Bajamos al vestbulo, y all Rudi se intern en un pasadizo lateral y baj un tramo de escaleras
de piedra que se adentraban en espiral en las profundidades del castillo. Haba lmparas de aceite a
intervalos, que hacan brillar el nitrato incrustado en la piedra desnuda; en algunos lugares los
escalones estaban resbaladizos por el musgo. Fuimos a parar a un recinto de piedra con gruesas y
cortas columnas que soportaban el bajo techo; el lugar estaba a oscuras, pero ante nosotros brillaba
una luz desde una arcada, que cruzamos para llegar a una amplia habitacin de piedra donde jugaban
a las cartas dos hombres en una mesa rstica. Levantaron la vista al aproximarnos, y uno se llev la
mano a la pistola. Eran tipos fuertes, altos, que llevaban lo que parecan ser trajes de faena de
caballera y sables colgando a sus costados, pero yo no me preocup. Detrs haba una gran reja de
hierro, desde el suelo hasta el techo, y ante ella estaba Kraftstein, con sus grandes manos apoyadas en
las caderas, como un ogro a la temblorosa luz de la lmpara.
Aqu est, Kraftstein dijo Rudi alegremente, nuestro antiguo compaero de juergas de
Schnhausen. No ests encantado ahora de que no te dejara dispararle en el agua? Kraftstein no
tiene buenos modales, sabes? aadi por encima del hombro, dirigindose a m. Cmo est
nuestro real husped esta noche?
Kraftstein no dijo nada, pero me mir ceudo, se volvi y descorri un cerrojo que haba en la
reja. Rudi me indic que pasara por la puerta, los goznes chirriaron y entr, con los pelos de la nuca
erizados pero al mismo tiempo reconcomido por la curiosidad. La reja cortaba el final de la bveda,
y estbamos en un recinto quiz de unos doce metros de profundidad y la mitad de anchura. Al final,
frente a m, yaca un hombre en un sof bajo apoyado contra la pared; haba una mesa con una
lmpara junto a l y al chirriar el cerrojo se sent, haciendo pantalla con la mano sobre los ojos y
mirando hacia nosotros.
Por alguna razn yo senta un nerviosismo que no tena nada que ver con mi situacin; sent que
iba a ver algo inslito... y eso que saba de qu se trataba.
Guten abend, Alteza dijo Rudi, mientras avanzbamos. Tenis visita.
El prncipe se apart la mano de la cara y no pude evitar dejar escapar una exclamacin. Porque
era yo quien estaba all sentado, mirndome... mi propia cara, extraada, desconfiada, y al mismo
tiempo pasmada de asombro, la boca abierta y los ojos como platos. Se ech hacia atrs y
repentinamente se puso de pie.
Qu es esto? Su voz era tensa y spera. Quin es este hombre?
Cuando se movi o un ruido pesado, metlico, y con un estremecimiento de horror vi que haba
una pesada cadena sujeta a su tobillo izquierdo, que le ataba a una gran piedra junto a la cama.
Puedo tener el honor de presentaros a un antiguo amigo, Alteza? dijo Rudi. Estoy seguro
de que le recordaris del espejo.
Era una experiencia fantstica, mirar aquella cara y or aquella voz cuando habl de nuevo. Su
voz quizs era un poco ms profunda que la ma, y ahora que le miraba, era un poco ms delgado que
yo, y un poco ms bajo. Pero era un parecido asombroso, a pesar de todo.
Qu significa esto? pregunt. En el nombre de Dios, quin es usted?
Hasta hace poco, el prncipe Carlos Gustavo de Dinamarca dijo Rudi, obviamente
disfrutando de aquello. Pero deberais verle como probable heredero a vuestro ttulo. Es un ingls,
Alteza, que ha sido lo bastante amable como para sustituiros durante vuestras vacaciones aqu.
No se lo tom a mal, debo decirlo en su favor. Despus de todo, yo saba desde haca semanas
que haba un doble mo por ah en alguna parte, pero yo era algo completamente nuevo para l. Me
mir un largo rato y yo le devolv la mirada, con la lengua paralizada, y l dijo lentamente:
Estn tratando de volverme loco. Por qu, no lo s. Esto es una asquerosa conspiracin. En el
nombre de Dios, dganme, si tienen una chispa de piedad o decencia, qu significa esto. Si es dinero
lo que quieren, o algn rescate, har que se lo den... ya se lo he dicho! Si es mi vida... bueno,
malditos sean! Qutenmela ya! Trat de andar hacia adelante, pero la cadena tir de su tobillo y
casi le hizo caer. Malditos sean! rugi de nuevo, sacudiendo su puo ante ellos. Miserables,
cobardes villanos! Sultenme y mandar a esa criatura que tiene mi cara directamente al infierno... Y
a usted tambin, usted, tramposo gesticulante! Era una visin espantosa, luchando con sus cadenas
y maldiciendo como un poseso.
Rudi chasque la lengua.
Rabia realdijo. Tranquilo, Alteza, tranquilo. No prometis lo que no podis cumplir.
Hubo un momento en que pens que Carlos Gustavo iba a estallar de rabia. Tena la cara
encendida, pero su clera se calm y l se domin, se contuvo y frunci los labios con un gesto que
yo haba intentado copiar dedicndole muchas y aburridas horas.
Creo que me he olvidado de m mismo dijo, respirando con pesadez. Adnde conduce
esto? No s quin es usted ni qu significa todo esto. No le molestar con ms preguntas. Cuando
quieran decrmelo, si es que quieren hacerlo, hganlo. Pero comprendan y baj la voz de una
forma que yo conoca muy bien, porque yo mismo lo hago que harn mejor en matarme y
eliminarme para siempre, porque si no lo hacen, con la ayuda de Dios tomar tal venganza sobre
todos ustedes que...
Lo dej ah, haciendo un gesto, y yo tuve que admitir que, por mucho que nos parecisemos en
aspecto, l era tan diferente de m en carcter como el da de la noche. Yo nunca me habra puesto a
hablar as, encadenado en una mazmorra. Yo haba estado en la misma situacin, y lo que haca era
farfullar pidiendo misericordia hasta quedarme ronco. Ya s lo que hay que hacer, pero l no lo
saba, y no le estaba haciendo mucho bien su desafo.
Oh, no hay nada que temer, Alteza! dijo Rudi. Ciertamente le mataremos cuando llegue el
momento. Recuerde el viaje real que hemos preparado para usted.
Y seal a un lado de la celda; yo mir, y mi corazn se encogi ante lo que vi.
En aquel lado las losas se inclinaban en una depresin de unos cuatro metros de largo y uno de
profundidad. Las losas inclinadas parecan suaves y resbaladizas, y al fondo del embudo que
formaban haba un agujero circular de ms de un metro de dimetro. La cara de Carlos Gustavo se
puso plida al mirarlo, y su boca se torci, pero no dijo ni palabra. Se me eriz el vello slo al
pensar lo que habra ms all de la boca del pozo.
Unos chicos alegres, los antiguos seores de Jotunberg dijo Rudi. Cuando se cansaban de
uno, ibas abajo, convenientemente lastrado, como aqu nuestro real husped, y plaf! Es un viaje que
no me gustara hacer a m, pero a Su Alteza quiz no le importe tanto cuando le diga que uno de sus
amigos est esperndole en el Jotunsee. Hansen era su nombre.
Hansen? Erik Hansen? La mano del prncipe tembl. Qu le habis hecho, demonios?
Vino nadando en una poca del ao poco adecuada respondi Rudi, alegremente. Muy
precipitado... ya lo veis. Sangre joven. Ahora, Alteza, con vuestro gracioso permiso, vamos a
retirarnos. Hizo una burlona reverencia y me hizo seal de que saliera.
Cuando alcanzamos la reja; Carlos Gustavo grit:
T... el que tiene mi cara! No tienes lengua? Por qu no hablas, maldito seas?
Sal dando trompicones; aquel lugar infernal era demasiado para m. Poda imaginarme con
demasiada claridad resbalando por aquel embudo... Guau! Y aquellos monstruos asesinos me lo
haran a m igual que a l, si les convena.
La risa del joven Rudi reson detrs de m mientras caminaba yo indeciso bajo la bveda; se me
acerc poniendo su mano en mis hombros y preguntndome ansiosamente qu pensaba al ver a mi
doble cara a cara... Haca aquello que me preguntara por mi propia identidad? Haba notado el
asombro de Carlos Gustavo? Qu supona yo que pensara l de todo esto?
Juro que no me haba dado cuenta de lo idnticos que erais hasta que os he visto juntos dijo
l, mientras volvamos a su habitacin de nuevo. Es sobrenatural. Sabes... me pregunto si Otto
Bismarck no desperdici las verdaderas posibilidades de todo este plan. Por Dios santo! Se
detuvo en seco, frotndose la barbilla. Y luego sigui: Recuerdas que hace unos momentos te
hablaba de un plan que t y yo podramos intentar juntos? Te ser franco: se me ocurri en el
momento en que te vi nadando en el lago y me di cuenta de que yo tena dos reyes de la baraja en mis
manos, sin que nadie se interfiera salvo el valioso Kraftstein... y l no cuenta: Dos reyes repiti,
haciendo una mueca, y uno de ellos es un plebeyo. Tmate una copa, actor. Y escucha.
Habrn observado que desde mi llegada a Jotunberg yo hablaba muy poco, y que, por supuesto, la
situacin estaba ms all de todo comentario. Los hechos de las pasadas cuarenta y ocho horas me
haban llevado a un punto en el que el pensamiento inteligente, y ya no digamos el habla, era casi
imposible. El nico deseo consciente que senta era salir de aquella pesadilla cuanto antes, sin que
importara el medio. Y sin embargo, la forma chulesca que tuvo aquel engredo jovenzuelo
presuntuoso de empujarme en una silla y decirme que le escuchara despert el resentimiento que
tena adormecido. Yo estaba hasta las narices de que la gente me dijera que escuchara, que me
ordenara cosas y que me manipulara como a una maldita marioneta. No me haba sentado demasiado
bien tomar todo aquello con paciencia; haba sufrido un descalabro tras otro, y slo por una infernal
casualidad estaba todava de una pieza. All, a menos que malinterpretara la mirada en los ojos de
Starnberg, iba a aparecer otra brillante proposicin para meterme en otra experiencia terrible. No
haba que pensar en desafiarle abiertamente, por supuesto, pero en aquel momento comprend que si
consegua convencer a mi naturaleza cobarde a hacer algo por m mismo, probablemente no sera
peor que cualquier cosa que l tuviera pensada para m.
Mira me dijo, cuntos de esos condenados daneses saben que t eres un impostor?
Pens en Grundvig y Sapten que lo saban seguro; de sus seguidores campesinos, en cambio, no
estaba seguro, pero Rudi los descart diciendo que no eran importantes.
Slo dos importan dijo. Y por mi parte estn Bismarck, Bersonin y Kraftstein. No
podemos olvidar tampoco a Detchard, y a ese descarado mdico. Ahora, supn que nuestro prncipe
cautivo se cae por la excelente tubera esta noche, y bajamos el puente para animar a tus amigos a
que ataquen. Supn que organizamos en su honor una clida recepcin; lo bastante clida para
asegurar que Grundvig y Sapten no salgan por ese camino vivos. Kraftstein podra encontrarse
fcilmente con un fatal accidente durante la refriega; de algn modo, estoy seguro de que lo hara, y
para el momento en que los Hijos de los Volsungos se abran camino y se dediquen a cortar en
pedazos a los supervivientes, t y yo estaramos lejos de aqu en la costa, prestos a navegar en un
bote. Entonces, de vuelta en Strackenz, a ser aclamado por todo el mundo, que se preguntara dnde
haba estado su amado prncipe. Podramos inventar algn cuento, y quin iba a desmentirlo?
Detchard y el doctor no se atreveran. Tus amigos daneses no podran, ya que estaran muertos. Y
Bismarck y Bersonin estaran demasiado ocupados, estoy seguro de ello, para preocuparse por
Strackenz.
Viendo mi mirada desconcertada, se explic.
No has odo las noticias, claro. Berln est levantado en armas, parece. Ha llegado la
revolucin, amigo. Los estudiantes y otros movimientos tendrn al Rey de Prusia en su trono dentro
de un par de semanas. As que el querido Otto tiene otras cosas que hacer por el momento. Ah!, y no
slo es en Alemania; he odo decir que Francia tambin se ha alzado en armas, y que Luis Felipe ha
sido depuesto. Esto se est extendiendo como la plvora.[59] Se ech a rer alegremente. No lo
ves, hombre? Es una oportunidad que el cielo nos enva. Podemos contar con semanas; no, con
meses, antes de que nadie piense en este pequeo ducado insignificante... o en la identidad del
consorte de la duquesa.
Y de qu nos podra servir eso a nosotros?
Dios, no tienes cerebro! Llevar las riendas del poder, poder real, en un estado europeo, por
pequeo que sea, como Strackenz? Si no podemos sacar de esto el suficiente provecho para
mantenernos de por vida antes de despedirnos de ellos, es que no somos los hombres que creo que
somos. Sabes a cunto ascienden las rentas del ducado?
Ests loco dije. Completamente loco. Crees que vaya arriesgar el cuello otra vez all?
Por qu no? Quin te lo impide?
No duraramos ni una semana. Vaya, si la mitad de los campesinos de Strackenz
probablemente saben que hay dos Carlos Gustavo sueltos por ah! Hablarn, no?
Bah, dnde est tu espritu, actor? se burl l. Quin va a escucharles? Y slo son unas
cuantas semanas... Ya lo has hecho antes, hombre! Y piensa en lo divertido que puede ser!
Son escasos, pero existen, y slo se les puede llamar aventureros. Rudi era uno de ellos. Viva
por la excitacin del peligro, ms que por la recompensa; lo que le seduca era el juego, no el
premio. Locos de remate y peligrosos como un tiburn, no pueden ser medidos con el mismo rasero
que los cobardes como yo. Flashy no quiere tener nada que ver con ellos, pero sabe cmo funcionan
sus mentes. Y como lo saba, me preguntaba frenticamente cmo tratar con l.
Puedes volver con tu preciosa duquesa, tambin aadi.
No la quiero dije yo. Adems, ya la he tenido.
Pero hay una fortuna en juego, amigo!
Prefiero estar vivo y ser pobre, gracias.
Se qued pensativo.
No confas en m, es eso?
Bueno dije yo, ahora que lo mencionas...
Pero eso precisamente es lo bueno! Somos los socios ideales. Ninguno de los dos confa en el
otro, pero nos necesitamos mutuamente. Es la nica garanta para cualquier negocio. T eres un
sinvergenza tan grande como yo; podramos vendernos el uno al otro maana mismo, pero no hay
necesidad de hacerlo.
Nuestros financieros saben todo eso, por supuesto, pero a menudo he pensado que nuestros
diplomticos y polticos podran haber ido a la escuela del profesor Starnberg. Estaba all, tranquilo,
con los brazos en jarras, los ojos iluminados, el cabello rizado, la sonrisa brillante, dispuesto a
prender fuego a un orfanato para encender su cigarro. Yo soy un asqueroso villano, pero esto me ha
llegado de forma natural; Rudi hizo de ello una profesin.
Vamos, hombre, qu dices?
Capt una nota de impaciencia en su voz.
Cuidado pens, o se pondr violento. Su plan era descabellado, pero no me atreva a
decrselo. Entonces, cul era la salida? Tena que fingir estar de acuerdo con l por el momento. Se
presentara la ocasin de escapar? Cada vez vea ms claro que la nica forma segura de escapar, o
la de menor riesgo, era hacer lo que Sapten quera. Cmo poda yo bajar el puente? Sobrevivira al
asalto? S, pero por el momento, simulara.
Podemos estar seguros de lo de Sapten y Grundvig? pregunt, dubitativo.
Puedes estar seguro de eso. Hay dos pequeos caones debajo de las escaleras. Son
ornamentales, pero funcionan. Los cargaremos con cadenas y barrern el camino de lado a lado
cuando los libertadores vengan a la carga.
Hay cincuenta, recuerdas? Tendrs suficientes t para manejar los caones y defender la
plaza hasta que podamos salir?
Estamos nosotros dos, los tres que has visto en la celda y otros tres en la torre. Dos ms en el
camino, pero caern en el primer envite. No tienen que preocuparnos.
S, era un lder nato, de acuerdo.
Pero ahora yo saba cuntos hombres tena, y dnde estaban. El hecho capital era que no haba
nadie, aparentemente, vigilando el mecanismo del puente.
Bueno exclam l, ests conmigo?
De acuerdo respond, vacilante, si podemos estar seguros de mantener a esos malditos
Volsungos en el puente el tiempo suficiente...
Concentraremos todas nuestras fuerzas en los caones y en el puente dijo. Podemos
tenerlo todo listo en media hora y luego, abajo con el puente y dejemos que las moscas vengan a la
miel. Sus ojos brillaban de excitacin, y alz la mano. Y entonces, amigo, nos embarcaremos en
nuestra provechosa sociedad.
De repente me di cuenta de que ahora o nunca. l se movera rpido, y yo tena que anticiparme a
l de alguna forma mientras sus pequeas fuerzas estaban todava repartidas por el castillo y sin
sospechar nada. Acall mi creciente miedo por lo que iba a hacer, intentando serenarme con un
esfuerzo desesperado. Me sudaban las manos.
Bebamos para celebrarlo! exclam l, exultante, y se volvi hacia la mesa donde estaban
las botellas.
Oh, Dios mo, dame suerte!, pens. Me coloqu a su lado, y mientras serva el brandy en las
copas mir rpidamente las otras botellas que all haba. Un pesado frasco llam mi atencin, y lo
examin descaradamente, volvindolo por el cuello para mirar la etiqueta. l estaba tan confiado en
su juventud, su fuerza y su arrogancia que no pens que podan cogerle desprevenido. Por qu iba a
preocuparse, en un castillo tomado por sus hombres, teniendo que vigilar nicamente al pusilnime
Flashman?
Toma dijo, volvindose con una copa en la mano, y yo rec una plegaria en silencio, rode
con mi mano el cuello de la botella y la balance con todas mis fuerzas dirigindola a su cabeza. Vio
el movimiento, pero no tuvo tiempo de apartarse; el frasco se estrell en su sien con una explosin tal
como el disparo de una pistola; se tambale, cay hacia atrs, con el cabello y la chaqueta
empapados en vino, y se derrumb cuan largo era en el fro suelo.
Me ech encima de l rpido como el rayo, pero estaba fuera del mundo, con un corte muy feo
manando sangre entre sus rizos. Durante unos segundos esper, escuchando, por si oa algn ruido de
fuera. Me levant, con el corazn que se me sala por la boca, y sal de la habitacin detenindome
slo para coger un sable de una panoplia que haba en la esquina. Lo hecho, hecho estaba aunque no
poda evitar un estado de absoluto terror, pero el nico camino a tomar era seguir adelante
rpidamente y tener fe.
La puerta cruji de una forma estridente al empujarla y la abr lentamente, y mir hacia fuera.
Todo estaba tranquilo; las lmparas brillaban con su luz mortecina en el vestbulo vaco y no se oa
ruido de pasos. Cerr la puerta con precaucin y fui de puntillas hasta la parte alta de las escaleras,
mantenindome pegado a la pared. A travs del gran arco que cruzaba el vestbulo pude ver la rueda
y las cadenas del puente levadizo. Impresionaba su tamao y me pregunt incmodo si podra bajarlo
yo solo, y si tendra tiempo para hacerlo antes de que alguien viniera al vestbulo.
Me maldije a m mismo por no haber acabado con Starnberg mientras tuve la oportunidad. Y si
apareca? Deba retroceder y acabar con l? No me decida, y a cada segundo que pasaba
aumentaba la posibilidad de ser descubierto. Tragndome mis miedos corr escaleras abajo y cruc
el vestbulo, resguardndome bajo las sombras del arco, conteniendo la respiracin y tratando de
escuchar por encima de los latidos de mi corazn. Segua sin orse ruido alguno, y la iluminada
entrada al pasadizo que conduca a los calabozos, que poda ver desde mi escondite, segua vaca.
Me deslic hacia la gran rueda, dej con cuidado mi sable en el pavimento y trat de averiguar cmo
funcionaba el mecanismo.
Haba una gran manivela en la rueda, con espacio para al menos dos hombres. As era como lo
hacan. La rueda estaba trabada con un freno. Tante en la oscuridad, temblando de espanto, pero no
encontr nada que pareciera funcionar. Las cadenas estaban tirantes, y cuando las fui siguiendo
descubr que su otro final por la parte exterior estaba encerrado en el propio puente de madera, una
mole de unos tres metros de ancho y unos nueve de largo, ya que su extremo superior se perda en la
oscuridad encima de mi cabeza; dbiles rayos de luz de luna penetraban por cada lado.
Al menos no haba puertas o rastrillos por los que preocuparse. Una vez que bajara el puente, el
camino estara libre... si es que poda bajarlo, y si sobreviva a la cada cuando aquella maldita cosa
que pareca pesar una tonelada, cayera sobre el foso en el camino de entrada, no habra necesidad de
hacer ninguna otra seal a Sapten y su grupo de abordaje. El estruendo se iba a or hasta en la ciudad
de Strackenz. S, aquello despertara al castillo entero, y el joven Flash tendra que salir a escape
para ponerse a cubierto antes de que empezase el folln.
Pero tena que hacerlo por Dios. Cunto rato haca que haba dejado a Rudi? Y si estaba
volviendo a la vida? Presa del pnico, volv corriendo a la rueda, sin querer le di una patada a mi
sable en la oscuridad que lo mand rebotando por las losas y haciendo un ruido infernal. Lo cog,
soltando maldiciones en voz baja, y en aquel momento se oy el espantoso retumbar de unos pasos
que venan por el pasadizo hacia el vestbulo. Me tap la boca con la mano y me escond debajo de
la rueda, tratando de no respirar mientras los pasos se aproximaban.
Eran dos, Kraftstein y otro. Se detuvieron en el vestbulo, y Kraftstein mir hacia la habitacin
donde yo haba dejado a Rudi. Oh, Dios mo pens, por favor, no dejes que suban; haz que
esos piojosos bastardos se vayan.
Was machen sie? dijo el otro tipo, y Kraftstein gru algo como rplica que no entend. El
otro se encogi de hombros y dijo que estaba harto de estar sentado en la celda en compaa de
Carlos Gustavo, y Kraftstein observ que al menos l estaba en mejor situacin que los guardias que
se encontraban fuera, en el camino. Se echaron a rer y miraron hacia el arco donde yo estaba
escondido, echado, quieto como un muerto, con los nervios a punto de saltar, mirndoles a travs de
los radios de la rueda. Entonces vi algo que hizo que me empapara un sudor fro. La luz del
vestbulo, proyectando su sombra en la boca de mi arcada, iluminaba la punta del sable que yo haba
dejado, mitad en la sombra, mitad fuera.
Oh, Dios mo, iban a verlo, brillaba como un maldito faro! Estaban de pie, mirndome de frente,
a una distancia de menos de doce pasos. Unos segundos ms y creo que habra salido gritando como
un conejo; pero entonces el segundo tipo bostez y dijo:
Gott, Ich bin mde; wie viel uhr glauben sie dass es sei?[60]
Kraftstein mene la cabeza.
Ist spt. Gehen sie zu bette.[61]
Yo tambin dese, agotado, que ambos se fueran a la cama. Al fin el tipo aquel se retir, y
Kraftstein dio media vuelta y avanz por el vestbulo mientras mi pulso se aceleraba hasta ponerse a
galopar de forma enfermiza, y luego el otro se volvi al pasadizo que conduca al piso de abajo.
Esper, temblando, a que el ruido de sus pasos se extinguiera, y sal y recuper mi sable. A mi
desatada imaginacin le pareca increble que no se oyera todava ningn ruido en la habitacin de
Rudi, aunque de hecho probablemente no haca ni cinco minutos que le haba dejado. Volv a la
rueda, obligndome a m mismo a inspeccionarla tranquilamente. Tena que estar sujeta por algn
sitio. La toqu todo alrededor, por los dos lados, sintindome enfermo en todo momento, y lo vi.
Donde los bordes casi tocaban el suelo haba una especie de cerrojo pasado por uno de los radios en
el hueco de la polea; si se soltaba aquello la rueda quedara liberada, pero no iba a ser un asunto
fcil. Tena que sacarlo por la fuerza.
Por Dios bendito, tena que haber all a mano algo que me sirviera para golpear. Tante en las
sombras, con los odos bien abiertos y murmurndome estpidas instrucciones a m mismo, pero lo
nico que pude encontrar en un rincn fue un pesado trozo de madera, entre otros desechos. Esperaba
que funcionase. Ya estaba desesperado, de todos modos, tanto que rpidamente corr al otro lado de
la polea, implorando casi en voz alta, y golpe el extremo que sobresala del cerrojo con todas mis
fuerzas.
Son un estrpito capaz de despertar a un muerto. Oh, Dios mo, no se mova! Forceje el
cerrojo con todas mis fuerzas, echando juramentos, y se movi un poco. Lo golpe de nuevo, y de
repente sali disparado, hubo un ruido metlico ensordecedor, la rueda gir zumbando como un
enorme animal que despertase a la vida, y la manivela salt a un centmetro de dejarme sin cabeza.
Me apart de su trayectoria, porque el chirrido metlico de las cadenas que se deslizaban por sus
guas me haca dao en los odos. Sonaba como si un millar de demonios de hierro golpearan unos
yunques en el infierno. Pero el puente estaba cayendo; lo vi abrirse en arco hacia fuera, penetr la luz
de la luna y con un ensordecedor estruendo la gran masa de madera cay sobre el exterior, golpeando
contra las losas del camino, rebot como si estuviera vivo y qued al fin bien colocado gracias a
Dios! salvando el hueco.
El estruendo de la explosin resonaba an en mis odos mientras agarraba el sable y me pona a
cubierto a un lado de la arcada. Mi primer pensamiento fue salir corriendo, aprovechando el puente,
fuera del maldito castillo, pero un grito desde el camino exterior me detuvo. Los guardias! Yo no
poda verlos pero estaban all. Vi un punto de luz en el extremo ms alejado del camino, y despus o
un disparo. Los hombres de Sapten deban de estar entrando en accin. Son una estrepitosa rfaga
desde la costa y un grito, y yo no lo dud ms. Cualquier cosa que asomara por aquel puente sera un
blanco de primera; aqul no era lugar adecuado para Harry Flashman, y retroced corriendo hacia el
vestbulo, buscando un rincn seguro donde esconderme hasta que el intercambio de proyectiles que
se avecinaba terminase. Por Dios, yo ya haba cumplido mi cometido, y sin errores. No deseaba
robar toda la gloria que tanto se merecan los Hijos de los Volsungos.
Alguien corra y gritaba en el pasadizo que bajaba a los calabozos; otra voz ruga desde un nivel
superior. El vestbulo iba a estar muy concurrido en un par de minutos, as que me retir hacia una
puerta que hasta entonces no haba visto, a medio camino entre la puerta principal y el pasadizo de
las mazmorras. Estaba cerrada; la golpe durante un largo e intil espacio de tiempo y luego busqu
frenticamente otro escondrijo. Era demasiado tarde. Kraftstein vena corriendo por el vestbulo, con
la espada desenvainada, gritndole a todo el mundo que viniera a echarle una mano. Dos ms se
acercaban desde detrs de las escaleras. Yo me agach en el hueco de la puerta y como
afortunadamente era bastante profundo, no me vieron, concentrados como estaban en la puerta
principal.
Pistolas! rugi Kraftstein. Rpido, estn pasando! Heinrich! Retrocede por ese camino!
Vamos! Desapareci en la arcada, con los otros dos siguindole de cerca. Les o empezar a
disparar, y me felicit de haberles dejado el campo libre en aquella direccin. Sapten no iba a tener
las cosas fciles, por lo que pareca, y enseguida dos ms de la guarnicin salieron corriendo desde
el arco del calabozo, y otro baj las escaleras de tres en tres. A menos que hubiera contado mal, la
totalidad de la amistosa sociedad del Jotunberg estaba ahora reunida en la entrada principal... Todos
excepto Rudi, que presumiblemente segua todava tirado en el piso de arriba, desangrndose hasta
morir, con un poco de suerte.
Me preguntaba si el ltimo hombre que haba visto subir habra cortado la garganta de Carlos
Gustavo y lo habra mandado por la tubera abajo. No es que me preocupara demasiado, pero los
atacantes probablemente se sentiran mucho mejor dispuestos hacia m si le encontraban vivo. Sin
embargo, l ya tena su oportunidad; mientras tanto, pareca razonable que yo buscase refugio en otro
lugar. Si lo buscaba pronto, pareca haber pocas oportunidades de que los defensores me vieran.
Estaban muy ocupados con los gritos y disparos que venan del puente.
Atisb precavidamente hacia fuera. El pasadizo de las mazmorras pareca un lugar seguro, ya que
recordaba algunas aberturas donde podra agazaparme con relativa seguridad. El vestbulo estaba
vaco; me asegur de que no haba nadie a la vista en el arco principal y estaba dirigindome
furtivamente hacia all cuando una voz desde lo alto de las escaleras me par en seco en mi camino y
lanc un grito.
Quieto, actor! La comedia no ha acabado todava!
Rudi estaba de pie en el ltimo escaln, apoyndose en la balaustrada de piedra. Sonrea, pero su
cara estaba horriblemente plida, menos en el lado derecho, donde la sangre se haba coagulado y
formaba un oscuro churrete. Tena un sable en la mano libre, y levantaba la punta en direccin a m.
Mala forma de salir sin decir adis a tu anfitrin! dijo. Qu jodida descortesa! No te
han enseado modales en esa escuela inglesa tuya?
Yo hice un movimiento hacia el pasadizo del calabozo, pero con una rapidez que me asombr,
considerando la herida de su cabeza, l salt del escaln y cay delante de m, lanzndome una
estocada tan cerca que tuve que saltar fuera de su alcance. l ri y amag una embestida, mientras se
apartaba los rizos de los ojos.
No somos lo bastante rpidos, verdad? Esta vez no es De Gautet, ya sabes.
Yo le rode, y l me sigui con la vista, sonriendo cruelmente y cimbreando la punta de su
espada ante mis ojos. O un movimiento detrs de m, desde la arcada, pero antes de que pudiera
volverme, l exclam en voz alta:
No, no dispares! Atiende a las ratas de fuera! Yo me ocupar de ste!
Avanz lentamente, y sus ojos relampagueaban cuando la luz incida en ellos.
Todava no est todo decidido, sabes? dijo. Quiz tus amigos encuentren el Jotunberg
ms duro de roer de lo que ellos imaginaban. Y si lo consiguen... encontrarn unos cadveres
gemelos para entretenerse!
Lanz una rpida estocada y yo se la par y salt a un lado. Se ri. No te gusta el acero fro,
eh? Te gustar an menos dentro de un minuto. En guardia, maldito seas!
Yo no poda escapar; me clavara su sable en la espalda en un santiamn. As que tena que
luchar. No hay muchos enemigos que hayan visto la cara del viejo Flashy en un combate, pero Rudi
estaba destinado a ser uno de ellos, y no poda haber encontrado un oponente ms mortfero. Saba
que l tena tanta prctica con la espada como yo con el cuchillo o la pistola, lo cual le pona muy
por encima de m, pero no poda hacer otra cosa que agarrar mi arma con una mano sudorosa y
defender mi vida mientras pudiera. Slo acariciaba una dbil esperanza: si estaba tan ansioso por mi
sangre que no iba a dejar intervenir a sus compaeros, haba una oportunidad de que yo pudiera
resistir hasta que Sapten venciera a los defensores. Aunque yo no era un espadachn brillante, al
menos era tan bueno como el maestro de esgrima del Undcimo de Hsares pudo hacerme, y estaba
bastante fuerte, mientras que Rudi deba de estar debilitado por el golpe en la cabeza que yo le haba
propinado.
Quizs este pensamiento se reflejara en mi cara, porque l se ri de nuevo y me dirigi un
mandoble.
Puedes elegir cmo morir se burl. Una bonita estocada? Un buen revs? Puede cortar
la cabeza bastante bien, como estoy seguro de que ya sabes!
Y diciendo esto me atac por todas partes, y yo me defend desesperadamente mientras
retroceda por el vestbulo. Su espada estaba en todas partes: apuntando a mi cara, a mi pecho,
lanzando un corte a mi costado izquierdo, a la cabeza... sigo sin entender cmo consegu parar esas
estocadas y mandobles, porque l era ms rpido que ningn hombre que yo hubiera visto antes, y su
mueca era como un resorte de acero. Me hizo retroceder hasta el pie de las escaleras y luego baj el
arma, riendo, mientras miraba hacia la puerta principal, donde se oan disparos de pistola, y al
vestbulo donde el humo se acumulaba como niebla.
Aguanta, Kraftstein! grit. Venga, que slo son un puado de patanes! Haced fuego,
chicos! Echadlos al lago!
Enarbol su sable para darles nimos, y yo vi la oportunidad de lanzarle un mandoble a la
cabeza. Por Dios que casi le di, pero alz su arma rpido como el rayo y al momento estaba ya
empundola contra m de nuevo, gruendo y atacando con tal furia que tuve que agacharme para
evitar su espada y salir corriendo.
Ponte de pie y lucha, maldito seas! grit, viniendo tras de m. Sois todos unos cobardes,
cerdos ingleses? De pie y lucha!
Para qu? grit yo. Para que puedas hacer una demostracin de habilidad con el sable,
jodido charlatn extranjero? Ven y cgeme si eres tan listo! Vamos!
Era la ltima cosa que hubiera pensado en decirle a nadie, pero saba lo que estaba haciendo.
Haba notado, que al seguirme vacilaba un poco, y mientras estaba de pie, dispuesto para atacar, se
balanceaba de lado a lado, inseguro. Estaba molesto por su herida, y fatigado tambin. A pesar de
toda su habilidad y rapidez no era tan fuerte como yo. Si poda apartarle del vestbulo y de la
oportunidad de llamar a sus hombres, quiz fuera capaz de agotarle lo suficiente para herirle o
matarle; al menos podra mantenerle a raya hasta que Sapten y sus malditos tardones daneses entraran
en escena. As que baj por las escaleras del calabozo, llamndole chulo austraco, matn de alcoba,
macarra de Heidelberg y todo lo que se me vino a la mente.
Posiblemente l no necesitaba aquel tipo de estmulo. Aquello slo pareca divertirle, pero vino
tras de m decidido, pam!, pam!, pam!, con el brazo y el sable tiesos como una lanza. Me retir a lo
largo del pasadizo rpidamente, guardando las distancias, y baj los escalones. Despus fue fcil,
porque quienquiera que fuera el que construy la escalera conoca bien su oficio; los escalones
bajaban en espiral hacia la derecha, para que yo pudiera luchar con mi flanco abierto cubierto por la
pared, mientras que l expona un lado sin cubrir.
No puedes correr siempre gritaba, sarcstico.
Eso le dijeron a Wellington dije yo, devolviendo los golpes. Por qu no aprendes a
protegerte adecuadamente, bufn de opereta?
Menos lobos! ri l. Ahora tenemos suficiente espacio, y veremos cmo puedes
defenderte t sin una pared detrs que te proteja.
Baj las escaleras de un salto, pegndose a la pared, y yo tuve que saltar a un lado y buscar una
posicin inferior para salvar la vida. l se peg a mi espalda, pero yo me abr paso con un par de
mandobles y baj los escalones precipitadamente, trastabillando al final y recuperando el equilibrio,
mientras l me segua al espacio abierto.
Esta vez ha estado cerca, actor dijo, haciendo una pausa para apartarse el cabello de los
ojos. Respiraba pesadamente, pero tambin yo; si l no se cansaba pronto, yo estaba perdido. Se
acerc a m lentamente, blandiendo su espada precavido, y salt, das!, das!, yo retroced.
Estbamos en el claustro inferior, ptimo lugar por sus muchos pilares para esconderme detrs, pero
por mucho que lo intentaba l me empujaba hacia el arco iluminado que conduca a la sala de guardia
y la celda de Carlos Gustavo. Luchaba como un demonio, su espada se mova como el azogue, sin
que yo pudiera hacer otra cosa ms que intentar mantener la piel intacta mientras l me empujaba a
travs de la zona iluminada.
No hay mucho sitio para correr ahora dijo. Sabes alguna oracin, cobarde ingls?
Yo estaba demasiado ocupado para contestarle con una provocacin. Sudaba a chorros y la
mueca derecha me dola condenadamente. Pero l estaba casi exhausto tambin. Me atac y fall, se
tambale, y yo, desesperado, intent el viejo triple paso de Flashman: un repentino golpe a la cara,
un tremendo patadn en sus partes ms ntimas y una estocada feroz hacia abajo. Pero si yo haba ido
a la escuela, Rudi se haba graduado con diploma de honor; esquiv el golpe y la patada, y si yo no
hubiera cambiado la estocada original por un quite desesperado un ciego mandoble lateral
acompaado con un aullido de alarma l me habra cogido. Aun as, su espada me roz el
antebrazo izquierdo antes de que yo pudiera ponerme fuera de su alcance. Hizo una pausa, jadeando,
para burlarse de m.
As que de esta manera es como luchan los caballeros en Inglaterra, no es as? dijo. No
me extraa que ganis las guerras.
No deberas hablar, traidor, hijo de puta. Yo estaba enfermo de miedo por haber escapado a
duras penas del peligro, pero algo aliviado por la pausa. Cundo jugaste limpio por ltima vez?
Veamos... dijo l, ponindose en guardia de nuevo e intentando otro ataque. Si no
recuerdo mal debi de ser en 1845, creo, o en 1846. Entonces era joven, pero nunca he sido tan
fullero como t, te lo aseguro.
Y haciendo un rpido movimiento hacia mi cabeza, me escupi en la cara, y mientras yo vacilaba
con asombro trat de atravesarme con la espada, pero su cansancio le traicion y su espada fall el
golpe.
Y ahora quin es el caballero? exclam yo, pero su nica respuesta fue una risotada y un
sbito ataque que me hizo retroceder casi hasta la reja de la celda de Carlos Gustavo. Tuve que
echar una mirada hacia atrs... Dios!, la puerta de la reja estaba abierta. Entr por ella como un
conejo, cerrndola de golpe mientras l vena corriendo tras de m. Meti un pie dentro, y ambos
forcejeamos y nos maldijimos mutuamente. Mi peso tena que haber sido suficiente para contenerle,
pero sbitamente o un grito detrs de m y algo se estrell contra los barrotes cerca de mi cabeza.
Era un cacharro de peltre... El maldito Carlos Gustavo no slo estaba vivo, sino que me arrojaba las
cosas de la celda. Deb de relajarme instintivamente, porque Rudi forz la puerta y entr dando
trompicones hasta la mitad de la habitacin mientras el imbcil real que estaba detrs de m me
lanzaba un taburete, que afortunadamente fall.
Estoy de su parte, maldito idiota! grit. Treselos a l!
Pero ya no le quedaba nada sino la lmpara, y al parecer no le haca gracia que nos quedramos a
oscuras. Se qued mirando mientras Rudi me empujaba, atacando como un loco. Yo rechac sus
golpes desesperadamente mientras retroceda; los sables chocaron empuadura contra empuadura y
nos agarramos, dndonos puntapis y empujones hasta que l se solt. Le hice un corte en el hombro
izquierdo, solt una palabrota y salt para atacar de nuevo.
Entonces os iris juntos! grit, y me empuj hacia atrs. Su cara y sus hombros sangraban,
estaba exhausto, pero se ri en mi cara mientras se acercaba con la muerte en los ojos.
Aqu! Aqu! gritaba Carlos Gustavo. A m!
No hubiera podido hacerlo ni por un reino entero. Senta que mi brazo se debilitaba ante los
ataques de Starnberg. Le detuve un golpe apenas a un centmetro de mi cara, me tambale y retroced.
Estir el brazo para lanzar otro ataque... y se detuvo de pronto, con la cabeza vuelta hacia la reja,
mientras sonaba un disparo en las escaleras.
Socorro! chill Carlos Gustavo. Rpido! Por aqu!
Rudi lanz un juramento y dio un salto hacia atrs, hasta la puerta de la celda; se oy ruido de
disparos y de pies que bajaban los escalones. Esper slo un instante y me mir.
Otra vez, maldito seas grit. Au revoir, Altezas! Y alz su sable y lo lanz volando
hacia m, girando como un remolino. Pas por encima de mi cabeza y choc contra las piedras, pero
yo me haba echado atrs instintivamente, mis pies resbalaron y ca con estrpito en el suelo. Dios!
No estaban niveladas! Me estaba deslizando hacia atrs, y en aquel momento de horror record el
embudo y el espantoso pozo que haba en su base. O el grito de advertencia de Carlos Gustavo y la
carcajada de Rudi, demasiado tarde. Ambos parecan deslizarse hacia arriba fuera de mi vista
mientras yo me agarraba desesperadamente a la piedra resbaladiza. No poda detenerme; mis pies
tocaron el suelo y ca con brazos y piernas extendidos, desesperado, como un bacalao en el
mostrador de una pescadera. Ahora me deslizaba cabeza abajo, y tuve un instantneo vislumbre de
aquel infernal agujero negro mientras resbalaba hacia l. Luego mi cabeza colg del borde, los
brazos aletearon en el vaco y ca por encima del borde hacia las profundidades. Dios mo, me he
cado por la tubera! fue el pensamiento que vino a mi mente mientras me diriga rpidamente de
cabeza hacia una muerte segura.
La tubera corra en ngulo; mis hombros, mis caderas y mis rodillas chocaban contra los lados
mientras me precipitaba por aquella negrura como de tinta. El horror no poda ser ms completo; no
haba nada que se le pareciese, ya que aquello sin duda era el final... el espantoso e innombrable
final. Iba a ser arrojado a las fauces del infierno sin esperanza, en la oscuridad eterna. Caa hacia
abajo, con el espantoso eco de mi propio grito resonando en mis odos, abajo, ms abajo todava,
hasta que me zambull con estrepitoso mpetu en el agua helada, sumergindome en ella como una
piedra hasta que el agua me detuvo, y volv a ascender de nuevo.
Durante un momento pens que poda haber salido al Jotunsee, un momento de esperanza,
truncado porque antes de levantarme mi espalda dio contra la tubera. Dios mo! Estaba atrapado
como una rata, el agujero era demasiado estrecho para volverme; estaba con la cabeza abajo y con
toda seguridad me iba a ahogar!
Que no me volviera loco en aquel momento es todava un misterio para m. Creo honestamente
que un hombre valiente habra perdido la razn, porque saba que estaba ms all de toda esperanza;
slo yo con mi absurda e irrazonable cobarda pude luchar, estirndome hacia abajo con los dedos
frenticamente agarrados a la tubera. No haba tenido tiempo para tomar aliento antes de
sumergirme, as que mi boca y mi nariz tragaban agua, y mis manos se agarraban a la tubera hasta
que encontraron por fin un reborde. Empuj con toda la fuerza de la desesperacin, y me deslic un
poco ms all en el tubo; mis dedos encontraron otro asidero y empuj otra vez, pero me
abandonaron las fuerzas y me volv de espaldas. Estaba tragando agua, la sofocante agona en la
garganta se extenda hacia mi pecho. Golpe dbilmente la parte superior de la tubera, pensando:
Dios mo, Dios mo, no me dejes morir!, no me dejes morir, pero me estoy muriendo, s... Y
mientras senta que mis sentidos me abandonaban, me di cuenta, confusamente, de que mi cara no
estaba contra la tubera, slo el pecho y el cuerpo.
No puedo recordar si pens con claridad lo que aquello significaba, pero s que mis manos
salieron por encima de la cara que, en efecto, haba asomado por el final del tubo, y empujaban
dbilmente contra la piedra que me aprisionaba. Deb de salir hacia fuera, porque not cmo mi
cuerpo rozaba poco a poco a lo largo del tubo y empujaba hacia arriba. Un espantoso rugido sonaba
en mis odos y todo se volvi de color escarlata ante mis ojos, pero poda notar cmo ascenda y
ascenda hacia el cielo, y recuerdo que la vaga sensacin de flotar se abri paso en lo que quedaba
de mi conciencia. Y luego not aire en la cara aire fro, cortante durante un segundo antes de que
el agua me envolviera de nuevo. Aunque estaba medio muerto, mis miembros debieron de responder
a aquella sensacin, porque mi cabeza volvi a salir al aire de nuevo, y esta vez chapote dbilmente
y la mantuve por encima de la superficie. Mi vista se aclar y vi un cielo estrellado sobre mi cabeza,
con una grande, blanca y fra luna llena, y me dediqu a vomitar en la superficie del Jotunsee.
De alguna manera me mantuve a flote sintiendo cmo la agona de mi pecho disminua y volva en
m lo suficiente para darme cuenta de que el agua estaba helada y que amenazaba con absorberme una
vez ms. Sollozando y escupiendo agua, manote dbilmente y mir a mi alrededor. A mi derecha se
extenda el lago tranquilo y silencioso; a mi izquierda, por encima, sobresala la gran roca del
Jotunberg con su hermoso, acogedor y esplndido castillo que se elevaba solamente a unos veinte
metros. Luch con todas mis fuerzas, moviendo los pies en el agua, agarrndome a una repisa que
gracias a Dios haba en la roca en el punto donde yo la alcanc. Apoyando la cabeza y los hombros
encima, trep y me qued all tirado, indefenso como un nio, con la cara sobre la bendita piedra fra
hasta que me desmay.
Creo que deb de permanecer slo unos pocos minutos, quizs el impacto mental de la
experiencia espantosa que acababa de sufrir era ms fuerte que el choque fsico, porque lo que
recuerdo es que fui dando tumbos lentamente por encima de las rocas junto a la orilla del agua, sin
saber dnde estaba ni quin era. Me sent y poco a poco todo se fue diluyendo, como una terrible
pesadilla; me cost un rato asegurarme de que estaba vivo de nuevo.
Recordando aquello, por supuesto, me doy cuenta de que desde el momento en que me deslic
por el tnel del calabozo hasta que trep por la roca de la orilla en el Jotunberg apenas podan haber
pasado ms de dos minutos. Mi zambullida inicial me llev a menos de un metro de la salida del
tubo. Yo me haba librado por pura y afortunada casualidad, y sal flotando a la superficie. Era un
milagro, sin duda, pero un milagro bastante duro de pasar. Si soy un cobarde, no tengo acaso
motivos para serlo? Slo aquellos que saben lo que es morir pueden temer realmente a la muerte, y
por Dios que yo lo saba. Estos sueos todava me persiguen. Cada vez que me doy un atracn de
queso o de langosta intento quedarme despierto toda la noche, porque si me duermo, est claro como
el da, me encuentro de nuevo en aquel infernal sumidero debajo del Jotunberg, a punto de ahogarme.
Sin embargo, cuando me di cuenta de que todava no estaba muerto pero que poda morir de fro y
de agotamiento si me quedaba sentado mucho tiempo, me hice cargo de la situacin. Cuando
abandon bruscamente el escenario de la accin, pareca como si hubiera llegado ya la ayuda.
Presumiblemente, Kraftstein y sus compinches haban sido vencidos, y con un poco de suerte Rudi
habra encontrado un final bien merecido sin duda alguna. Feliz pensamiento! Quiz le hubieran
tirado por el tubo detrs de m. No haba nadie en el mundo a quien yo hubiera deseado ms que le
pasara eso. De todos modos, probablemente habran sacado a Carlos Gustavo de su encierro, y todo
sera regocijo dentro. Cmo responderan a mi reaparicin? Sera un golpe para ellos, despus de
mi supuesta muerte, tan conveniente. Se sentiran tentados a hacer bien las cosas esta vez? No, creo
que no... No, despus de lo que yo haba hecho por ellos, por mucho que hubiera sido en contra de mi
voluntad.
De todos modos, lo tena claro. Si me quedaba all mucho tiempo ms, ciertamente morira
congelado. Deba entrar de nuevo en el castillo y buscar mi oportunidad.

Desde donde estaba poda ver el camino, a unos cien metros, y mientras rodeaba la base de la
isla, apareci el puente levadizo. Haba algunas personas en la puerta del castillo que parecan ser
Volsungos. Al acercarme comprob que, en efecto, lo eran, as que les salud y trep por el pequeo
sendero de piedra que acababa al pie del puente.
Tres boquiabiertos y rudos campesinos me ayudaron y me condujeron por el pasaje abovedado
lleno de escombros hacia el vestbulo. Dios, qu confusin haba all! Kraftstein yaca junto a la
rueda, con el crneo destrozado y sus grandes manos agarrotadas. Record cmo apretaba con ellas y
me estremec. Cerca haba media docena de cuerpos ms. Sapten haba mantenido su palabra; no
haba supervivientes de la guarnicin del Jotunberg.
Haba un charco de sangre en el mismsimo centro del vestbulo, y encima yaca el tipo que se
haba quejado a Kraftstein de aburrimiento; bueno, el aburrimiento ya no le preocupara nunca ms.
El spero olor de la plvora me impeda respirar, flotaba en el aire todava una tenue nube en las
sombras, por encima de las cabezas.
Los campesinos me llevaron a un banco, y mientras uno me ayudaba a quitarme mis ropas
empapadas por segunda vez aquella noche, otro lavaba el doloroso pinchazo de mi brazo y lo
vendaba. El tercero, un tipo prctico, dndose cuenta de que yo tena que ponerme algo de ropa,
desnud a uno de los cadveres. Eligi a uno al que haban disparado limpiamente en la cabeza, y
que fue tan considerado como para no sangrar mucho, y no puedo decir que sintiera ninguna repulsin
por vestir las ropas de un hombre muerto. De hecho, me quedaban estupendamente bien.
Me trajeron una botella de licor y vaci la mitad de su contenido de un trago; sent el ardiente
calor correr por mis miembros. Vert un poco en mi palma y me lo frot por la cara y el cuello, un
truco que me haba enseado Mackenzie en Afganistn; nada como aquello para el fro, si te sobra
licor, claro.
Me beb el resto lentamente, sin quitar ojo a cuanto me rodeaba. Haba algunos Volsungos en el
vestbulo, mirando curiosamente y poda or las voces de otros en las habitaciones superiores.
Parecan tenerlo todo bajo control. De Sapten y Grundvig, ni rastro.
Bueno, aquello estaba bien, de momento. Empezaba a sentirme estupendamente, ahora que la
conmocin no, la serie de espantos infernales de aquella noche se iba alejando, y sabore el
delicioso pensamiento de que all estaba yo, sano y salvo, con bebida, ropas secas y sin ms que
temer. A cada momento, cuando me daba cuenta de lo que haba soportado y de los horrores a los que
haba escapado, mi nimo se iba exaltando ms y ms. Poda contemplar el futuro, por primera vez en
muchos meses, sin notar cmo se me encogan las tripas.
Dnde est el mayor Sapten? pregunt, y ellos me dijeron que todava se encontraba en el
calabozo. Bajo ningn concepto, dijeron, deba interrumpirle nadie. Bueno, yo saba que la
prohibicin no me incluira a m, as que deso sus protestas con autoridad principesca, es curioso
cmo se pegan las costumbres, una vez adquiridas, y fuimos pasadizo adelante. Lo examin bien, sin
embargo, y pregunt si estaban seguros de que todos los defensores estaban muertos, y ellos
sonrieron y dijeron a coro: Ja, ja. De todos modos cog un sable, por si acaso. No para
protegerme, sino porque saba que quedara bien, y baj las escaleras y me adentr en el claustro. A
travs de la arcada lejana o un murmullo de voces, y mientras me acercaba o que Sapten estaba
diciendo:
El cuerpo de Hansen est en el foso. Deseara que hubiramos cogido a Starnberg, llegar
tarde al infierno.
Aquellas eran malas noticias. Mir apresuradamente a mi alrededor y maldije con nerviosismo.
No saba dnde poda estar Rudi, pero desde luego all no.
Todo esto es increble dijo otra voz, y reconoc la de Carlos Gustavo. Cmo es posible?
Un hombre que toma mi lugar... un impostor ingls... y sin embargo vino aqu solo con Hansen para
intentar salvarme.
No tena eleccin gru Sapten. O eso o la cuerda. A eso se le llama gratitud, s seor,
maldito sea.
No, no, usted se equivoca con l. Era Grundvig ahora, un tipo excelente. Trat de
enmendarse, Sapten; ningn hombre podra haberlo hecho mejor. Sin l...
Acaso no lo s yo? dijo Carlos Gustavo. Le vi luchar; me salv de aquel bellaco. Dios
mo! Qu muerte ha tenido!
Hubo una pausa y Sapten dijo:
S, bueno, concedmosle el beneficio de la duda. Pero, tengo que decirlo, al morir le ha hecho
un gran servicio, Alteza, porque vivo hubiera sido un maldito problema.
Bueno, yo no tena por qu soportar lo que estaba oyendo... adems, con el sarcasmo con que se
hablaba. Anduve despacio por el pasadizo.
Siento ser un inconveniente, mayor dije, pero problema o no, todava estoy aqu para
servir a Su Alteza.
Esto produjo un efecto de lo ms satisfactorio. Sapten se gir en redondo sobre sus talones y la
pipa se le cay al suelo; Grundvig dio un salto, y abri los ojos de par en par; el prncipe, que estaba
sentado a la mesa, se qued de piedra. Haba otros dos all, detrs de la silla del prncipe, y sin duda
tambin quedaron conmocionados.
Hubo exclamaciones de sorpresa, gritos de admiracin y no pocas preguntas; ellos estaban
ciertamente sorprendidos de verme, aunque no estuvieran lo que se dice entusiasmados. Por supuesto,
era una situacin difcil para ellos. Los hroes siempre son mucho menos molestos cuando estn
muertos. Incluso hubo un asomo de resentimiento, pienso, en las preguntas con las que me
acribillaron: cmo haba escapado, dnde haba ido a parar. Jurara que Sapten estaba a punto de
preguntarme qu demonios pretenda yo con aquello.
Respond de forma bastante informal, describiendo el sistema de alcantarillado del Jotunberg
brevemente, y cmo haba escapado del lago. Grundvig y el prncipe estuvieron de acuerdo en que
era un milagro; Sapten recuper su pipa y la llen de tabaco.
Y entonces dije yo, como conclusin, he vuelto para ofrecer mis servicios... si se
necesitan. y dej mi sable gentilmente en la mesa y retroced. A mi lado, el tipejo ese de Irving no
tiene nada que hacer.[62]
Hubo un silencio incmodo, que se prolong largo rato. Sapten dio un bufido. l no iba a
romperlo; Grundvig se mova nerviosamente, y el prncipe, que haba estado frunciendo el ceo
sentado a la mesa, mir hacia arriba. Dios, era como yo!
Seor dijo, lentamente, estos caballeros me han estado contando... lo que ha ocurrido
ltimamente en Strackenz. Esto... esto es un desafo a la comprensin... al menos a la ma. Parece que
usted ha formado parte del ms cobarde engao, de la maquinacin ms extraa de la que nunca he
odo hablar. Y sin embargo parece que todo era en contra de su voluntad..., no es as? Mir a los
otros, y Grundvig asinti, con aspecto desconcertado. Quiz yo no tenga la mente muy clara
continu el prncipe, despus de todo esto... Hizo un gesto sealando a su alrededor, como un
hombre en medio de la niebla, pero al menos tengo la prueba de mis propios ojos. Quienquiera que
sea usted, cualesquiera que sean los motivos para hacer lo que hizo... Se call sbitamente,
perplejo, y luego se domin. Usted me ha salvado la vida esta noche, seor. Eso es todo lo que s.
Si ha habido algn error por su parte..., slo tiene que responder ante s mismo. Pero lo ha
compensado, para m al menos. Mir a los otros. Grundvig asenta todava, Sapten exhalaba humo
torvamente y se miraba las botas. Carlos Gustavo se puso de pie y alarg su mano.
Yo la tom, muy virilmente, nos la estrechamos y nos miramos a los ojos. Era muy extrao aquel
parecido, y yo supe que l senta la misma extraeza que yo.
En realidad, creo que tengo una deuda con usted dijo, un poco tembloroso. Si hay algo
que pueda hacer... no s.
Bueno, para decirles la verdad, yo no haba pensado en ninguna recompensa, pero l pareca
sugerir algo. Sin embargo, yo saba que la mejor poltica era callarse, simplemente esperar.
Sobrevino otro incmodo silencio. Pero esta vez Sapten lo rompi.
No es cuestin de deudas dijo l, cuidadosamente. El seor Arnold puede decir que
hemos reconocido que se ha enmendado. Es muy afortunado de salir con vida.
Grundvig y el prncipe estuvieron de acuerdo con esto.
Al menos le debemos la cortesa dijo el prncipe. Seor Arnold, ya tiene usted mi
agradecimiento; entienda que es el agradecimiento de Strackenz y de Dinamarca tambin.
S, muy bien se mof Sapten. Pero con el permiso de Vuestra Alteza, tener el paso libre
hacia nuestra frontera es lo mximo, creo, que puede esperar el seor Arnold. l estaba muy
enfadado, de acuerdo. Empec a entender que si Carlos Gustavo no hubiera sobrevivido y Sapten
hubiera conseguido sus propsitos, Flashy lo habra pasado mal. No encontr educado mencionar su
promesa con respecto a la pequea Amelia de cabellos dorados; cuanto menos dijera acerca de
aquello, mejor.
Al menos se le debe permitir descansar primero dijo el prncipe, y luego ser conducido,
bien protegido, hasta la frontera.
l no puede quedarse aqu grazn Sapten. En el nombre de Dios, mirad esa cara!
Tendremos dificultades en evitar un escndalo. Si hay dos hombres con la cara del prncipe en el
estado, nunca conseguiremos mantenerlo tranquilo.
El prncipe se mordi el labio y vi que era hora de intervenir diplomticamente.
Si Vuestra Alteza lo permite dije yo el mayor Sapten tiene razn. Cada momento que yo
siga en Strackenz es peligroso para los dos, pero especialmente para vos. Debo irme, y rpidamente.
Creedme, es lo mejor. Tal como el mayor ha observado, no me debis nada.
Conque no, eh? Yo mantuve la cara impasible, pero por debajo empezaba a sentir dolor y rabia.
Yo no haba solicitado verme envuelto en la poltica de su miserable pequeo ducado, pero haba
estado muy cerca de morir ms veces de las que puedo contar, me haban cortado y herido, y casi me
ahogo, aterrorizado hasta la locura... y todo lo que consegua al final eran los desdenes de Sapten y el
apretn de manos de Su maldita Alteza. Diez minutos antes yo me senta muy agradecido por haber
salido de aquello con la piel entera, pero de repente me senta lleno de odio y rabia contra ellos.
Hubo un poco de charla y murmullos pero todo era hipocresa. En realidad, yo no dudaba de que
si a Carlos Gustavo le hubieran dado una hora o dos como mximo para recobrarse del miedo que
haba pasado, y de su consecuente gratitud hacia m, se habra mostrado predispuesto a escuchar la
sugerencia de Sapten de que yo deba ser arrojado por el tubo por segunda vez... con las manos
atadas en esta ocasin. Despus de todo, su cara era como la ma, as que su carcter poda parecerse
tambin.
Por el momento, sin embargo, tuvo la amabilidad de parecer preocupado. Probablemente pensaba
que deba a su principesca dignidad el hacer algo por m. Pero se las arregl para desecharlo
normalmente lo hacen y el resultado de todo aquello fue que estuvieron de acuerdo en que yo deba
salir cabalgando tan rpido como fuera posible. Ellos se quedaran donde estaban aquella noche, as
Su Alteza podra descansar y celebrar consejo, y hubo una evidente insinuacin de que sera mejor
que yo estuviera al otro lado de la frontera por la maana. Grundvig pareca el nico que se senta
desgraciado por mi sbita despedida; era un tipo extrao, y yo deduje de sus palabras que era el
nico que haba llegado a la conclusin de que yo era ms vctima que culpable.
Realmente pareca sentirlo por m, y fue el que finalmente me acompa desde aquel calabozo y
pidi que me encontraran un caballo. Se qued conmigo en la puerta del castillo mientras ellos iban a
tierra firme a buscarlo.
Yo tambin soy padre, sabe dijo, paseando inquieto. Entiendo lo que significa para un
hombre que se le arrebaten a sus seres queridos y se les use como rehenes contra l. Quin sabe? Yo
tambin podra haber actuado como usted lo hizo. Me gustara haberme comportado con igual
valenta si hubiera llegado el momento.
Grandsimo idiota pens, t qu sabes. Le pregunt qu le haba ocurrido a Rudi, y me
contest que no lo saba. Le haban visto desaparecer detrs de una puerta lateral en la celda
exterior, y le haban perseguido, pero se perdi en el castillo. Seguramente conoca bien sus
escondrijos, y consigui escapar. No me preocup por ello, porque sera muy raro que volviera a
encontrrmelo, de todos modos. No pensaba quedarme por all... slo el tiempo suficiente para llevar
a cabo una idea que estaba empezando a formarse en mi mente.
Uno de los campesinos volvi con un caballo y un manto para m. Le ped a Grundvig que me
orientara, acept un frasco y un zurrn con pan y queso, y salt a la silla. Slo notar el movimiento
del caballo debajo de m me anim; apenas poda esperar para estar fuera de aquel asqueroso lugar y
todo lo que contena. Grundvig no me estrech la mano, pero me salud solemnemente, y luego yo
hice que se volviera el caballo, piqu espuelas y sal galopando a travs del puente, fuera de las
vidas de Carlos Gustavo, los Hijos de los Volsungos, el viejo to Tom Cobley [63] y todo lo dems.
Tom el camino de la ciudad de Strackenz y lo segu sin mirar atrs, al fro paraje del Jotunberg.
Espero que todos ellos cogieran una neumona.
Ustedes pensarn, sin duda, que despus de todo lo que me acababa de pasar yo no tendra otro
pensamiento que salir de Strackenz y de Alemania lo ms rpidamente que pudieran llevarme mis
pies. Pensndolo bien, me maravillo de haber tenido otra idea, pero la verdad es que la tena. Es una
cosa extraa; aunque soy el cobarde ms miserable en momentos de peligro, no hay duda de que huir
me produce una sensacin estimulante. Quiz sea una simple reaccin, o a lo mejor es que me vuelvo
insensible o quiz sea que al final de mis aventuras siempre he dispuesto de bebidas fuertes como
entonces, pero las tres cosas combinadas me producen una sensacin de inconsciencia. Dios sabe
que no es valor, pero deseara tener una guinea por cada vez que he salido de alguna crisis infernal,
balbuciendo agradecimientos por estar vivo todava, y he cometido inmediatamente alguna idiotez en
la que ni siquiera me atrevo a pensar en los momentos en los que rige la razn.
Y en aquel caso yo estaba furioso. Ser torturado y aterrorizado y expuesto a horrorosos peligros,
y luego simplemente despedido con apenas un gracias y que te zurzan, eso por parte de un hombre
que, si no hubiera sido por m, estara alimentando a los peces... Dios, cmo odiaba yo a aquel
indeciso Carlos Gustavo, y a ese vejestorio cara agria de Sapten! S, y al inspido de Grundvig,
siempre tan quejica. Les pagara con creces, cielos, ya lo creo. Y sera justicia potica, de algn
modo. Bismarck me haba prometido una gran recompensa; bueno, pues yo saldra de Strackenz con
alguna compensacin a mis sufrimientos.
Y adems me senta bastante seguro. No haba apenas riesgo. Yo tena un margen de varias horas,
y saba cmo borrar mis huellas. Por Dios que les iba a ensear lo que era bueno. Aprenderan que
un poco de gratitud les hubiera salido infinitamente ms barato. O sea que yo les haca el trabajo
sucio y ellos simplemente me daban con la puerta en las narices, verdad? Ya se daran cuenta de
quin era Harry Flashman, que sera un cerdo y un bastardo, pero no tena un pelo de tonto.
As razonaba yo, con mi lgica particular. Pero lo principal era que yo estaba seguro de que no
haba peligro en lo que intentaba. Y dganme, a qu no se atrever un hombre, cuando tiene un
caballo veloz y un camino despejado para salir de la ciudad?
El cielo nocturno estaba empezando a iluminarse cuando llegu a la ciudad de Strackenz. La brisa
del amanecer haca susurrar las hojas de los rboles en la calle principal. Los suburbios estaban
tranquilos cuando yo trotaba por ellos, con los cascos del caballo resonando en los guijarros. Rode
la ciudad vieja para llegar al palacio ducal, donde dos soolientos centinelas se quedaron con la
boca abierta al verme a travs de las rejas.
Oeffnen![64] dije yo, y mientras uno trataba de presentar armas y se le caa el mosquete, el
otro fue rpidamente a abrir las puertas. Yo pas ruidosamente por ellas, dejndoles maravillados a
la vista de su nuevo prncipe, cuya ausencia deba de haber sido la comidilla del ducado, llegando
desaliado a aquella hora del alba.
Haba ms guardias en la puerta, a los cuales di concisas rdenes de ensillar un caballo y tenerlo
listo para dentro de diez minutos. Di instrucciones adems de que no se le permitiera a nadie, bajo
ningn concepto, abandonar el palacio, y que tampoco se dejara entrar a nadie sin decrmelo antes a
m. Ellos saludaron, se pisaron y tropezaron unos con otros en su azoramiento por obedecer; uno me
abri las puertas y yo entr, dominante, en el vestbulo... Aquello iba a ser fcil.
Un sooliento mayordomo o portero de noche salt de la silla donde haba estado dormitando. Al
verme dio un grito, y habra despertado a todo el mundo si yo no le hubiera hecho callar con una
orden.
Mande a alguien a la cocina le dije. Dgales que pongan un poco de comida fra en un
zurrn y lo traigan aqu. Tambin vino y un frasco de licor. Ah, Y algo de dinero... traiga una bolsa!
Venga, vamos.
Vuestra Alteza va a salir a caballo de nuevo? temblaba.
S repliqu. Beeilen sie sich.[65]
Pero, Alteza..., tengo instrucciones... Su Alteza la duquesa debe ser informada.
La duquesa? Est aqu? No est en Strelhow?
No, sire. Volvi la pasada noche, despus... despus de que a Vuestra Alteza no se le
encontrara.
Abri los ojos sin saber qu hacer. Hemos estado terriblemente preocupados, Alteza. Se han
dado rdenes de que si haba alguna noticia vuestra, la duquesa la supiera de inmediato.
Yo no haba contado con aquello; ella tena que estar todava en Strelhow, maldita sea. Esto
complicaba las cosas... O no? Yo segua pensando rpidamente, mientras el mayordomo se apoyaba
ya en un pie, ya en el otro, y me decid.
Bueno, se lo dir yo mismo dije. Ahora, mi buen amigo, haga exactamente lo que le he
pedido... y cuanto menos se diga acerca de mi regreso, mejor, entendido?
Le dej jurando obediencia, sub los escalones de la gran escalinata de cuatro en cuatro y corr a
los apartamentos de la duquesa. En su puerta estaban los centinelas de uniforme amarillo de
costumbre, que, con los ojos desorbitados de asombro, se cuadraron al verme. No les habran
aceptado en el Undcimo de Hsares, desde luego. Yo di unos golpes en la puerta y al momento una
voz femenina respondi somnolienta:
Wer klopft?[66]
Carlos Gustavo dije yo, y a los centinelas: No dejen pasar a nadie.
Se oy un chillido femenino que proceda del interior, y la puerta se abri ante la pequea
camarera pelirroja que Rudi haba cortejado; ella me miraba con un ojo asombrado y se frotaba el
otro como para despabilarse. En conjunto, una linda imagen de la confusin, con una teta que casi se
le sala del camisn. Por eso tambin tengo que irme de Strackenz pens yo, no habra sido un
marido fiel durante mucho tiempo.
Dnde est tu seora? pregunt yo, y en aquel momento se abri la puerta interior y
apareci Irma, con una bata echada apresuradamente por encima de los hombros.
Qu pasa, Helga? Quin llama...? Al verme dio un grito, dud un momento y luego se
lanz hacia adelante a mis brazos. Carlos! Oh, Carlos, Carlos!
Oh, bueno, yo podra haber sido fiel durante un rato, de todos modos! Al sentir aquel cuerpo
clido y joven contra el mo not como una sacudida elctrica, y no tuve que fingir cuando la estrech
entre mis brazos y le devolv los besos que llovan en mis labios y mejillas.
Oh, Carlos! levant los ojos para mirarme, con las lgrimas corriendo por su encantadora
cara. Oh, querido!, qu le ha ocurrido a tu cabeza?
Por un momento no le entend; luego record. No me haba afeitado la cabeza desde haca dos o
tres das, y empezaba a brotar una fina pelusa negra, como la de un cepillo viejo. Para que luego te
fes de las mujeres, que se han de fijar siempre en la cosa menos importante!
Nada, querida dije yo, y la estrech amorosamente. Todo est bien, ahora que estoy
contigo otra vez.
Pero, qu te ha pasado? Dnde has estado? Estaba preocupada... dio un suspiro. Ests
herido! El brazo...
Est bien, est bien, cario dije yo, apretndola contra m de nuevo. Olvida tus miedos.
Es slo un araazo y nada ms. Le hice dar la vuelta, murmurando ternezas, y la llev a nuestro
dormitorio, fuera de la encantada y curiosa mirada de la joven Helga. Cerr la puerta e
inmediatamente sus preguntas se atropellaron de nuevo. Yo la hice callar y me sent en el borde de la
cama... Hubiera sido esplndido echarle un polvo, pero no tena tiempo. Ha habido una rebelin...,
una conspiracin, ms bien, contra el ducado. Tu trono y nuestras vidas estaban amenazadas acall
su grito de consternacin. Ahora todo ha acabado ya... o casi. Hay algo ms que hacer, pero
gracias a la lealtad de algunos de tus sbditos, nuestros sbditos, lo peor ha pasado ya, y no hay que
temer nada ms.
Pero... pero no lo entiendo empez ella, y aquella bella cara se endureci. Quin ha
sido? Esos agitadores... esas ratas de alcantarilla! Ya lo saba!
Venga, venga dije yo, suavemente, clmate. Todo ha pasado ya; Strackenz est a salvo...
Y lo mejor de todo, t ests a salvo, querida ma. y la envolv de nuevo entre mis brazos,
placenteramente.
Ella empez a temblar y luego a sollozar.
Oh, Carlos, oh, gracias a Dios! Has vuelto realmente! Oh, querido, quera morirme...! Yo
pensaba... pensaba que estabas...
Ah, bueno, ya lo ves, no lo estaba! Venga, venga. Ahora scate las lgrimas, cario, y
escucha. Ella parpade, dando unos toquecitos a sus pestaas. Dios, qu bella era, con su fino
camisn... Pareca que se llevaban con el escote muy bajo aquel invierno en Strackenz, y yo estaba
empezando a acalorarme mucho, con su proximidad y el perfume de su cabello, y la turbada
adoracin que se lea en sus encantadores ojos.
Est casi sofocado el complot dije yo. No, escchame... te lo explicar todo a su debido
tiempo, pero por el momento confa en m, y haz exactamente lo que te diga. Todo ha acabado,
estamos seguros, pero quedan unos pequeos detalles que requieren mi atencin...
Detalles? Qu detalles?
No hay tiempo ahora. Debo irme enseguida ella grit al or esto. Slo ser un momento,
querida, unas pocas horas y estar contigo, y nunca ms me separar de ti... Nunca.
Empez a sollozar de nuevo, agarrndose a m, negndose a dejarme partir, protestando de que
fuera a meterme otra vez en el peligro, y todo lo dems. Yo trat de consolarla, y la muy zorra abri
su boca en la ma, y puso su mano entre mis muslos, murmurndome que me quedara.
Demonios, me estaba poniendo frentico; me pregunt si tendra tiempo. No, por Dios, no me
atreva... haba perdido ya unos preciosos minutos.
Ella segua acaricindome y yo senta que mi cabeza no dejaba de dar vueltas, pero, por una vez,
consegu relegar la lujuria a segundo lugar detrs del sentido comn, y la apart de m con suavidad.
Debes quedarte aqu dije, con firmeza. Con una fuerte guardia en torno a palacio y en tu
propia habitacin incluso. Oh, querida, creme, es vital! No me ira, pero debo hacerlo... Debes
recordar que eres una duquesa, y la protectora de tu pueblo y todo eso. Y ahora, confiars en m, y
creers que hago todo esto por la seguridad de Strackenz y por mi amada?
Estas pelanduscas reales son muy soberbias, claro. Dile a una que algo es por el bien de su pas,
y se pone toda orgullosa y disciplinada y piensa que es Juana de Arco. Yo le di un poco ms de coba
amorosa mezclada con patriotismo y por fin consinti en hacer lo que le deca. Le jur que volvera
en un par de horas, e insinu que podramos pasarnos una semana en la cama, y al or esto se colg
de m de nuevo.
Oh, cario! dijo, apretndose contra mi cuerpo. Cmo voy a poder dejarte marchar?
Slo un rato repliqu. Y luego... ah, pero no puedo detenerme ahora. Me entraba fiebre
. No, te prometo que tendr cuidado. No saldr herido... y si lo estuviera, enseguida vendra otro
que se quedara contigo... quiero decir... que volver enseguida, amor mo. Le di un ltimo y
tremendo abrazo y la dej extendiendo sus brazos hacia m. Era conmovedor, realmente. Ella me
amaba, saben, y si yo no hubiera tenido tanta prisa, habra sentido mucha lstima por tener que
dejarla.
En la puerta de al lado, la seorita Helga se haba arreglado hasta parecer decente, pero por el
sonrojo de sus mejillas yo sospech que haba estado escuchando detrs de la puerta. Le orden
severamente que cuidara a su seora y que vigilara que se quedaba en su habitacin y sal al pasillo.
Los centinelas estaban tiesos como baquetas de fusil; yo repet mis rdenes de que no dejaran pasar a
nadie por ningn motivo, y me dirig hacia la torre del reloj.
No fue difcil de encontrar, haba que subir otro tramo de las escaleras principales. Haba dos
centinelas ms arriba, a los cuales envi a hacer guardia a los aposentos de Irma, y luego arriba una
escalera de caracol y un corto pasadizo hacia una cancela de hierro forjado. Antes de la cancela
haba una pequea sala de guardia, donde encontr a un oficial y dos centinelas; los hombres jugaban
a las cartas y el oficial estaba sentado en una silla, pero al verme se pusieron de pie en el acto,
abriendo los ojos y abrochndose precipitadamente los botones. No perd tiempo.
Fahnrich dije, ha habido un intento de golpe de Estado. La vida de la duquesa se ha visto
amenazada.
Ellos me miraron consternados.
No tengo tiempo para explicar nada ms ahora segu rpidamente. La situacin est
controlada, pero yo tengo que irme de palacio inmediatamente para sofocar la insurreccin.
Entendis? Cul es tu nombre?
We... Wessel, Alteza tartamude.
Muy bien, Fahnrich Wessel. Ahora, escchame. Por la seguridad de la duquesa, he dispuesto
ya una guardia en sus aposentos. Estos hombres de aqu y t iris all de inmediato, y tomaris el
mando. No permitirs que nadie, nadie, comprendes?, pase a los aposentos de Su Alteza hasta que
yo vuelva. Est claro?
Pues... claro que s, Alteza. Pero nuestro puesto aqu... las joyas de la corona...
Hay una joya infinitamente ms preciosa para todos nosotros que debe ser salvaguardada
dije yo pomposamente. Ahora, toma a tus hombres y ve rpidamente.
Por supuesto, Alteza... al instante dud. Pero, perdonadme, Alteza... la primera orden de
la guardia de palacio es no dejar nunca las joyas sin vigilancia. Son instrucciones explcitas...
Fahnrich Wessel dije yo, quieres ser teniente algn da? O prefieres ser un civil? Yo
conozco el sagrado valor de los emblemas reales tan bien como t, pero hay veces en que las joyas
carecen de importancia. No se me ocurra ninguna, dicho sea de paso, pero sonaba muy bien.
As que salid de una vez. Yo asumo la plena responsabilidad. En realidad, yo mismo vigilar. Dadme
las llaves y las llevar conmigo.
Las cosas quedaron claras. l se cuadr, grit a sus hombres y les mand fuera a toda prisa.
Tom las llaves de su cinturn y me las pas como si estuvieran al rojo vivo; luego recogi su sable
y su gorra y sali. Yo le llam de nuevo.
Wessel dije en voz baja. Ests casado?
No, Alteza.
Pero quiz tengas una amante.
Se sonroj.
Alteza, yo...
Creo que me entenders frunc el ceo y forc una sonrisa a la vez, una de esas muecas de
los hombres fuertes cuando estn conmovidos, y puse una mano en su hombro. Cudamela, de
acuerdo?
Era una de esas criaturas muy jvenes e intensas como las que uno ve dirigindose al cielo en el
fondo de los cuadros que muestran a Napolen cruzando los Alpes con zapatillas de baile; se puso
rojo de emocin.[67]
Con mi vida, Alteza dijo, tragando saliva, y cogi mi mano, la bes y corri afuera. Bueno,
aqul era el oficial Wessel hacindose cargo de todo. Habra descuartizado a todo el maldito ejrcito
alemn antes de dejar que alguien se acercase a Irma. Es ms, y lo que era realmente importante, no
dud de su prncipe ni por un momento. Ah, los ideales de la juventud!, pens mientras sacaba las
llaves.
Haba tres, una de la cancela de hierro, una segunda para la puerta que haba detrs de ella, y una
tercera para la caja cubierta con un pao de terciopelo que se encontraba en una mesa en el centro de
la pequea sala de las joyas. Fue tan fcil que poda haber gritado de alegra. Haba un maletn de
viaje en la sala de guardia, y yo lo dej abierto encima de la mesa y me puse manos a la obra.
Dios, qu impresionante era todo aquello! Estaban los anillos, el cetro, la cadena de diamantes y
esmeraldas, el collar de la duquesa y las dos coronas... Despus de todo; no hizo falta doblarlas. La
espada de ceremonias la dej porque era poco manejable, pero haba un par de collares que no haba
visto antes y una diadema, y tambin los met.
Sudaba no por el cansancio sino por la excitacin, cuando cerr el maletn y lo at con unas
correas. Pesaba como un muerto, y de pronto me pregunt a m mismo dnde iba a guardar esa
coleccin. Bah!, ya tendra tiempo de preocuparme cuando estuviera a salvo ms all de la frontera,
de vuelta en Francia o en Inglaterra. Gracias a Dios, el nico nombre por el que Sapten y compaa
me conocan era Thomas Arnold. Podan ir a reclamarle a l si les apeteca, y pedir que les
devolviese el dinero. No tenan forma alguna de seguirme el rastro, aunque se hubieran atrevido, ya
que si alguna vez me daban caza, qu podan hacer que no causara un espantoso escndalo
internacional? Pero ni siquiera sabran dnde buscarme en Inglaterra... yo estaba completamente
seguro!
S, pero eso sera cuando hubiera salido; el tiempo volaba. Afuera ya era de da. Cerr la caja,
arregl su tapete de terciopelo, cerr la puerta y la cancela y baj las escaleras, arrastrando la bolsa.
Sal con mucho tiento al rellano. Por suerte, como haba hecho salir a los centinelas, no haba ni un
alma a la vista. Me dirig de puntillas hacia el ltimo tramo de escaleras y en esto que oigo pasos en
el corredor. Rpidamente escond la maleta detrs de la base de una estatua. El viejo Schwerin, el
primer ministro, todava con gorro de dormir y un camisn que aleteaba en torno a sus tobillos, vena
cojeando hacia m, con un pequeo grupo de sirvientes.
Estaba tremendamente excitado, por supuesto. Cre que le iba a dar un ataque a aquel viejo asno.
Intentando calmarme y no ponerme histrico por el retraso que aquello supona, contest a sus
preguntas y le tranquilic con el mismo recital de bobadas que haba soltado a Irma y al oficial...
Digo que le tranquilic, pero l segua farfullando, pidiendo detalles y explicaciones, pero finalmente
le hice callar adoptando una actitud dura, insistiendo en la necesidad de apresurarme: tena que
volver al escenario de la accin inmediatamente.
Oh, Dios mo! gimi l, y se dej caer en un sof. Oh, infeliz pas! Qu vamos a hacer?
Tonteras, seor dije yo, reprimiendo un sbito deseo de salir corriendo de all. Ya le he
dicho que la situacin est controlada... casi del todo, vaya. Lo nico que queda por hacer es
procurar que no haya ms desrdenes..., tranquilizar a las facciones contendientes, daneses y
alemanes, en la propia ciudad. sta ser nuestra primera preocupacin. Y por alguna razn
pregunt: De qu lado est usted, por cierto?
Dej de quejarse y levant la vista como un perro moribundo.
Estoy con Strackenz, Alteza. No era ningn tonto a pesar de ser cobarde como una vieja.
Excelente! exclam. Entonces rena a los ministros inmediatamente. Ser mejor que se
vista primero, y mande a esta gente indiqu a sus seguidores a esperar a la duquesa.
Los aposentos de la duquesa iban a parecer una feria, pero cuantos ms estuvieran fuera de mi
camino, mejor.
Por encima de todo dije, trate de no demostrar ansiedad. Ahora haga lo que le pido, por
favor.
l se rehzo y mand callar a la multitud.
Y vos, Alteza? tembl. Vais a meteros en la boca del lobo? Llevaris una fuerte
escolta?
No dije yo, cuantos menos me vean marchar, mejor. Eso tambin era verdad. Ni una
palabra ms, seor. Por el bien de la duquesa, haga lo que le he rogado.
Tendris cuidado, Alteza? suplic. Os lo ruego. Por el bien de ella... y de nuestro pas.
Oh, pero, debis iros?
Yo casi estallaba de ansiedad, pero tuve que seguirle la corriente a aquel imbcil senil.
Seor dije, no tema. Aunque llevo poco tiempo en Strackenz, tengo ya una gran deuda con
este ducado, e intento pagarla plenamente.
l se enderez y se arregl el gorro de dormir.
Dios os bendiga, Alteza dijo, con lgrimas y temblores. Estis probado en la piedra de
toque de los Oldenbourg.
Bueno, por lo que he visto de la realeza europea, quiz tena razn. Le dirig mi sonrisa ms
varonil, le apret la mano y le vi correr inseguro para custodiar el destino del ducado. Que Dios le
ayudara. Se iba a quedar sin trabajo. Tan pronto como dio la vuelta a la esquina saqu el maletn, me
lo sujet bajo el hombro con una correa y puse mi manto por encima. El botn tena tendencia a hacer
ruido cuando yo andaba, as que camin despacio hacia la amplia escalinata y a travs del vestbulo;
el pequeo mayordomo esperaba inquieto. Haba un caballo ante la puerta, seal, y las alforjas
estaban preparadas. Yo se lo agradec y sal.
Haba algunos guardias y una pareja de oficiales excitados por los rumores que deban de haber
estado corriendo por all. Les orden que apostaran sus hombres en las rejas del palacio y no dejaran
que pasase nadie sin mi permiso. Con un poco de suerte le daran un trompazo en la griscea cabeza
a Sapten cuando llegase. Mont con todo cuidado, lo cual es condenadamente difcil de hacer cuando
uno lleva ocho o diez kilos de peso balancendose debajo del manto, tom las riendas con la mano
libre y me dirig de nuevo hacia los oficiales:
Voy al Jotunberg!
Sal trotando hacia la garita exterior, y al acercarme abrieron las puertas. Me detuve ante el
centinela y tranquilamente pregunt cul era el camino del oeste hacia Lauenburgo, y l me lo dijo.
Aquello llegara a odos de Sapten, seguro, y le pondra en la pista equivocada. Cinco minutos
despus galopaba fuera de la ciudad de Strackenz, dirigindome hacia el sudeste, hacia
Brandenburgo.
9
He observado que en las novelas, cuando el hroe tiene que desplazarse de un lugar a otro,
cabalga en raudos corceles que le llevan a velocidades de vrtigo y a increbles distancias sin perder
jams una herradura, ni lastimarse una pata, sin ni siquiera quedarse sin fuerzas. En mi huida de
Strackenz, lo admito, mi caballo se comport notablemente bien, a pesar de que le hice cabalgar duro
hasta que estuvimos en Prusia, al otro lado de la frontera. Despus segu ms despacio, ya que no me
animaba ningn deseo de reventarlo antes de haber puesto tierra por medio entre yo y mis posibles
perseguidores. Pero cincuenta kilmetros cargando mi peso es pedir mucho a un animal, y por la
tarde busqu un lugar donde descansar hasta que el caballo estuviera listo para volver de nuevo al
camino.
Encontramos un viejo granero a unos kilmetros de ninguna parte, y yo lo frot un poco y le di
forraje, antes de tomar tambin yo un poco de mi reserva de comida fra. Al da siguiente me dirig
en zigzag hacia el sur, ya que me pareca sensato pasar lo ms lejos posible de Berln. Yo conozco
mi suerte. Iba a tener que acercarme a Schnhausen ms de lo que me hubiera gustado, como si
corriera a encontrarme con el querido Otto en el camino. (Al final, result que no tena que haberme
preocupado, porque l estaba muy atareado en Berln por aquella poca.) Pero yo haba decidido ya
mi camino. Imaginaba que la ruta ms segura era ir a travs del corazn de Alemania hacia Mnich,
donde podra elegir si marchar a Suiza, a Italia o incluso a Francia. Ira en primer lugar a
Magdeburgo, donde poda coger el tren. Despus sera fcil dirigirse a Mnich, pero mientras tanto
cabalgara en cmodas etapas, mantenindome en el campo, lejos de miradas indiscretas mientras
fuese posible. Mi equipaje no soportara un registro si caa en manos de alguno de esos funcionarios
que siempre andan remoloneando por ah en Alemania, como una gran tribu, intentando mezclarse en
los asuntos de otras personas.
De hecho, era ms precavido de lo necesario. En aquella poca no se poda utilizar el telgrafo
para atrapar a los fugitivos[68] y aunque los strackenzianos hubiesen sido lo bastante tontos como para
usarlo, nadie en Alemania me habra dedicado demasiada atencin. Mientras yo me deslizaba
furtivamente de un bosque prusiano a otro con mi botn, Europa empezaba a estallar en la mayor
convulsin conocida desde que muri Napolen. Las grandes revueltas, de las cuales haba odo
hablar a Rudi, estaban a punto de sobrecoger al mundo. Haban empezado en Italia, donde aquellos
acalorados espaguetis estaban bastante excitados; pronto Metternich estara movindose desde Viena;
los franceses haban proclamado ya otra repblica, Berln vera levantarse barricadas al cabo de un
mes, y el antiguo compaero de juegos de Lola, el Rey Luis, en breve sera destinado al desguace.
Yo no saba nada de todo aquello, por supuesto, y me causa un cierto orgullo pensar que mientras los
tronos se tambaleaban y los gobiernos desaparecan de la noche a la maana, yo me diriga a casa
con las joyas de la corona. Debe de haber algn tipo de tica en eso, supongo, pero no me imagino
cul puede ser.
Pero posiblemente aquello no se aplicaba slo a m. Recordarn que mientras el continente se
estaba cayendo a pedazos, la vieja Inglaterra segua su camino sin revoluciones ni disturbios, aparte
de alguna agitacin de los trabajadores. Nos gusta creer que estamos por encima de todas esas cosas,
por supuesto. El ingls, por miserable que sea, supone que es un hombre libre, pobre loco, y
compadece a los infelices extranjeros que se rebelan contra sus gobernantes. Sus dirigentes explotan
ese sentimiento, y los tienen bajo su bota mientras les aseguran que los britnicos nunca sern
esclavos. Nuestro populacho puede ser ms sabio de lo que parece, pero segn creo, las
revoluciones nunca benefician ni un pice al pueblo: ste siempre tiene que trabajar igual de duro y
sigue murindose de hambre. Lo nico bueno que sacan de la rebelin quiz sea un poco de saqueo y
violaciones de vez en cuando... y nuestros campesinos ingleses no parecen ser partidarios de este
tipo de cosas en casa, posiblemente porque la mayora son hombres casados con responsabilidades.
De todos modos, lo que quiero sealar es que no tengo duda de que las revueltas de 1848
hicieron mucho bien en Inglaterra, al mantenernos fuera de esa tormenta y as poder hacer dinero. Y
sa era tambin, tal como habrn comprendido ustedes, la intencin de Harry Flashman.
Sin embargo, las cosas nunca van del todo como uno quiere, incluso en las revoluciones
europeas. A la tercera noche de viaje ca con fiebre alta. Tena la garganta irritada, el vientre
descompuesto y la cabeza me martilleaba como una mquina de vapor. Supongo que era normal que
ocurriese, despus de haber estado sumergido en agua helada dos veces en una sola noche, resultar
herido y casi ahogado, por no decir nada del desorden nervioso que haba sufrido. Slo tuve fuerzas
para salir del matorral bajo el cual me haba echado y por suerte encontr una cabaa no lejos de
all. Llam a la puerta y un viejo me dej entrar; todo lo que recuerdo son las caras asustadas de
aquella gente mientras yo me echaba en un humilde lecho, meta mi precioso maletn debajo y luego
me desmayaba. Estuve all durante una semana, por lo que parece, y si hubieran sido lo bastante
curiosos para husmear en mi equipaje mientras yo estaba inconsciente cosa que dudo no se
habran atrevido a tocar nada.
Eran campesinos sencillos, decentes, y tal como descubr cuando me encontraba lo bastante bien
como para poder sentarme, me miraban con reverencia. Por supuesto, adivinaron por mi aspecto que
yo no era ningn pelagatos. Se preocuparon mucho por m y supongo que la vieja me cuid bien, as
que me sent feliz de haber ido a parar a su pobre choza. Me dieron de comer todo lo bien que
pudieron, que era rematadamente mal, pero el viejo se las arregl para cuidar de mi caballo y al final
fui capaz de emprender de nuevo mi camino, aunque todava un poco tembloroso.
Les di un pago cuidadosamente calculado por sus desvelos ni demasiado, ni demasiado poco,
porque habra levantado sospechas y me dirig hacia el sur de nuevo. Estaba a un da a ua de
caballo de Magdeburgo, pero habiendo perdido tanto tiempo por mi enfermedad, estaba bastante
nervioso porque tema que mis perseguidores hubieran llegado hasta all. Sin embargo, nadie me hizo
ningn caso por el camino, y llegu a Magdeburgo sano y salvo. Abandon mi caballo (si hubiera
pensado en ello pronto habra encontrado un comprador, pero no me preocup de venderlo) y cog un
tren hacia el sur.
En la estacin sufr una desagradable impresin, sin embargo. Magdeburgo fue una de las
primeras ciudades de Alemania en tener ferrocarril, pero aun as, la suma de tleros que me cobraron
por el billete me dej apenas lo suficiente para comer durante el viaje. Me maldije a m mismo por
no haber tratado de vender el caballo, pero era demasiado tarde, as que me embarqu hacia el sur
con una fortuna en joyas en el maletn y apenas lo suficiente para un afeitado en el bolsillo.
No hace falta decir que esta escasez de efectivo me preocupaba mucho. Poda ir a Mnich, pero,
cmo demonios iba a conseguir viajar desde all? A cada instante que pasaba en Alemania crecan
las oportunidades de perderme. No me preocupaba estar en Baviera, ya que estaba convencido de
que las amenazas de Rudi de presentar cargos criminales en Mnich eran simples baladronadas para
asustarme, y no haba peligro en aquel sentido. Estaba ya a gran distancia de Strackenz, en el ltimo
lugar donde Sapten, o Bismarck, me habran buscado. Pero aquel condenado maletn lleno de joyas
me produca una ansiedad infernal; si alguien se ola cul era su contenido, estaba apaado.
As que fui mordindome las uas todo el camino la verdad es que estaba bastante hambriento
y finalmente alcanc Mnich en un estado de gran inquietud, con el vientre tan vaco como un atad y
mi problema todava sin resolver.
En cuanto puse el pie fuera de la estacin, agarrando mi equipaje y tapndolo con el manto, not
que se me erizaban los pelos de la nuca. Percib algo en el ambiente, lo haba notado ya demasiadas
veces para equivocarme. Lo not en Kabul, la noche antes de que cayera la residencia; iba a notarlo
otra vez en Lucknow, y en media docena de sitios ms. Era la silenciosa quietud que se cierne sobre
un lugar que est a punto de estallar. Se nota en un asedio e incluso antes de acercarse a un ejrcito
conquistador. La gente se apresura con paso leve, y habla en voz baja, y las calles estn vacas. La
vida y el bullicio se extinguen y todo el mundo parece estar escuchando, pero nadie sabe qu. Mnich
estaba expectante y temeroso, esperando el torbellino que se iba a levantar en su interior.
Era una noche oscura, helada, corra slo una leve brisa, pero las tiendas y las casas se
encontraban cerradas como si se prepararan para una tormenta inminente. Hall una pequea
cervecera abierta y gast mis ltimas monedas en una jarra de cerveza y una salchicha. Mientras
coma y beba mir por encima un peridico que alguien haba dejado en la mesa. Haba habido
tumultos estudiantiles, aparentemente por la clausura de la universidad, y se haba recurrido al
ejrcito. Se haban dado violentos enfrentamientos, en los que algunas personas resultaron heridas,
tambin algunas propiedades fueron destruidas y las casas de la gente importante haban sido
virtualmente sitiadas.
El peridico, creo recordar, no opinaba nada especial de todo aquello, pero pareca estar de
parte de los estudiantes, lo cual resultaba extrao. Tambin se criticaba ligeramente al Rey Luis,
cosa extraa, ya que los periodistas son como son, y sabiendo quin les da de comer a fin de cuentas,
no vean un final rpido para el descontento general a menos que las autoridades atendieran la voz
de alarma popular y purgaran el estado de aquellos venenos que durante demasiado tiempo haban
alimentado el verdadero corazn de la nacin, que vaya usted a saber lo que eso significaba.
En conjunto, pareca que Mnich estaba a punto de convertirse en una ciudad caliente y nada
adecuada para m. Estaba acabndome la salchicha y especulando sobre cmo demonios saldra de
all cuando estall una tremenda conmocin en la calle, hubo ruido de cristales rotos y la alarma
popular se elev con gran fuerza. Todo el mundo en el local se puso de pie, y el propietario empez
a rugir a sus ayudantes que cerrasen las persianas y la puerta; hubo un creciente coro de gritos en la
oscuridad, el retumbar de una multitud que corra a la desbandada, la ventana del local salt hecha
aicos y antes de que tuviera tiempo de meterme bajo la mesa con mi maletn ya se haba formado
una autntica batalla campal en la calle.
En medio del clamor de gritos y vtores y maderas rotas, aparte del escndalo que haba en el
propio local, cog mi maleta y me dirig a la entrada posterior, pero un tipo viejo y robusto con
patillas grises me sujet, gritando para hacerse or.
No salga! rugi. Aqu estamos a salvo! Le cortarn a rodajas ah fuera!
Bueno, me hice cargo de lo que deca y enseguida tuve confirmacin cuando ces la barahnda:
de la lucha y miramos con precaucin afuera. Pareca que una tormenta hubiera azotado la calle. No
haba ni una sola ventana, ni quedaba una sola persiana. Media docena de cuerpos, muertos o
inconscientes, yacan en la calle, y el pavimento era un amasijo de ladrillos, palos y cristales rotos.
A unos cien metros calle abajo lanzaban un carrito de mano a una improvisada pira. Haba un montn
de tipos bailando alrededor, y de repente se elevaron gritos de alarma y echaron a correr. De detrs
de la esquina sali una compacta masa de jvenes aullando que corran siguiendo a uno que ondeaba
una bandera; algunos llevaban antorchas y vislumbr al pasar unos sombreros rojos mientras ellos
corran hacia adelante, gritando: Allemania, Allemania!.
No vi ms. Todos nos metimos dentro de nuevo, y pasaron cargando como la caballera ligera,
hasta que el gritero muri en la distancia y el ocasional estrpito de cristales rotos e impactos de
proyectiles se hizo cada vez ms dbil.
El tipo viejo de las patillas juraba atemorizado junto a m.
Allemania! Mierda! Cachorros del infierno! Por qu no les atacan los soldados? Por qu
no les aplastan sin misericordia?
Yo observ que aplastarlos era algo ms fcil de decir que de hacer, por lo que yo haba visto, y
pregunt quines eran. Clav en m sus ojos saltones.
Dnde ha estado usted, seor? Los Allemania? Pensaba que todo el mundo saba que eran la
banda pagada por esa diablesa de la Montes, enviada para destruir el mundo, y Mnich en particular!
Y le aplic algunos calificativos bastante desagradables.
Ah, pero ya no causar ms problemas dijo otro, un hombre delgado con un sombrero tipo
chistera y mitones. Se le est acabando la bicoca.
A Dios gracias! exclam el viejo. El aire de Mnich estar mucho ms limpio sin ella y
todos sus asquerosos perfumes de burdel y l y el tipo delgado se dedicaron a denostarla con
entusiasmo.
Como pueden imaginar, yo prestaba gran atencin, porque eran unas noticias excelentes. Si los
buenos muniqueses echaban a Lola, conseguiran tres hurras por mi parte. Yo la segua teniendo en
mi mente, por supuesto, y pens en ella incluso cuando decid ir a Mnich, aunque haba resuelto
mantenerme alejado de ella y de la Barerstrasse. Pero si ella haba cado, yo estaba muy interesado
en enterarme de todo; no poda pensar en nada que me gustase ms escuchar. Le ped al viejo robusto
ms detalles, y l me los proporcion.
El Rey ha cedido al fin dijo. La ha echado..., la nica cosa buena que ha trado esta
revuelta civil que est arrasando el pas. !Herr Gott! En qu tiempos vivimos! Me mir de arriba
abajo. Pero usted, entonces, no es de Mnich, seor, es extranjero?
Le dije que s, y l me aconsej que continuase sindolo.
Este no es lugar para las personas decentes estos das dijo. Contine su viaje, digo, y d
gracias a Dios de que el pas de donde usted venga no haya sido arruinado por el gobierno de un
idiota y su puta.
A menos dijo el tipo delgado, haciendo una mueca que no le importe quedarse una hora o
dos y contemplar cmo exorciza Mnich a ese demonio. La gente apedre su casa la noche pasada y
la anterior; o que habr una multitud en la Barerstrasse esta noche de nuevo. Quiz saqueen el
palacio.
Bueno, aquello era esplndido. Lola, que me haba arrastrado al horror de Schnhausen y el
Jotunberg a instancias de Bismarck, iba a ser expulsada de Mnich por la muchedumbre, mientras yo,
el pobre idiota, la marioneta, saldra tranquilamente de all con los bolsillos repletos de dinero. Ella
lo perda todo y yo ganaba una fortuna. No suele suceder que la justicia sea tan potica.
Verdaderamente, todava tena que resolver mis problemas inmediatos de salir de Mnich sin
dinero. No me atreva a intentar sacar nada de mi botn, y aparte de atracar a alguien en un callejn
y yo no tena el coraje para eso no se me ocurra ninguna otra forma inmediata de salir del
apuro. Pero era un gran consuelo saber que los problemas de Lola eran infinitamente ms acuciantes.
Por lo que haba odo, ella poda estar contenta de salir con vida aquella noche. Saquearan su
palacio? La idea de estar all cerca para poder verlo a prudente distancia era excelente... Si estaba
realmente a salvo, por supuesto.
Y sus Allemania? pregunt yo. No la defendern?
Ellos? No dijo el hombre delgado, mofndose. No encontrar a muchos cerca de la
Barerstrasse esta noche... Arman alborotos aqu, donde se sienten seguros, pero no se arriesgan a
encontrarse con la gente que grita Pereat Lola a sus puertas. No dijo, frotndose los mitones,
nuestra Reina de las Putas encontrar que le quedan pocos amigos cuando la gente la saque
arrastrndola por los pelos.
Bueno, una vez conocido el folln, yo no me iba a perder la oportunidad de ver a esa zorra
tramposa expulsada de la ciudad. Suponiendo que los alemanes hubieran adoptado esa fina
costumbre de los yanquis. Poda perder una o dos horas, as que salimos, el tipo delgado y yo, hacia
la Barerstrasse.
El populacho es una cosa espantosa, incluso aunque se trate de una multitud ordenada y alemana,
y uno forme parte de ella. Cuando llegamos a la Barerstrasse, a travs de Karolinen Platz, nos
encontramos formando parte de un movimiento general. Solos, en pareja y en grupos ms grandes, la
gente se desplazaba hacia la calle donde se encontraba el exquisito palacete de Lola; mucho antes de
alcanzarlo, omos el creciente murmullo de miles de voces, convirtindose en un sombro rugido
mientras nos acercbamos a la muchedumbre propiamente dicha. La Barerstrasse estaba atestada de
gente, las primeras filas presionando contra las rejas. Yo perd al tipo delgado en alguna parte
durante el jaleo, pero como soy alto y encontr un escaln en el lado opuesto donde situarme, pude
ver por encima del mar de cabezas hacia la lnea de coraceros formados en el interior de las rejas
del palacio, pues ella todava conservaba su guardia, al parecer, y ver las iluminadas ventanas hacia
las cuales la muchedumbre diriga continuos abucheos y su cantilena favorita de Pereat Lola!
Pereat Lola! Esplndido. Me pregunt si sera una dama tan orgullosa y altiva ahora, con la gente
que aullaba y peda su cabeza.
No pareca que fueran a hacer otra cosa que gritar. Yo no saba que ellos estaban all sobre todo
con la esperanza de verla marchar, ya que aparentemente se haba corrido la voz de que abandonaba
Mnich aquella misma noche. Yo iba a ser el privilegiado que viese aquel hecho tan notable, y lo
compartiera. Me habra ido mejor si hubiera salido de Mnich a gatas, y as todo el camino hasta la
frontera, pero tampoco aquello lo saba entonces.
Llevaba all una media hora, supongo, y ya me estaba cansando y empezaba a preocuparme de
nuevo por mi maletn, que llevaba bien agarrado bajo el manto. No pareca que fueran a irrumpir y
arrastrarla fuera, que hubiera sido lo que me habra gustado a m, y me preguntaba qu hacer cuando
se elev un gran rugido, y todo el mundo empez a levantar el cuello para ver lo que estaba
ocurriendo. Un carruaje haba llegado desde la parte de atrs del palacio y se haba situado ante la
puerta principal. Se poda palpar la excitacin que creca en la muchedumbre como el vapor mientras
se empujaban para conseguir una vista mejor.
Yo poda ver por encima de sus cabezas ms all de la lnea de guardias de la puerta principal.
Unas figuras se movan en torno al coche, y luego estall un gritero impresionante cuando se abri la
puerta del palacio. Salieron unas cuantas personas y luego una sola. Incluso a aquella distancia era
obvio que se trataba de una mujer. La multitud empez a aullar y rugir ms alto todava.
Pereat Lola! Pereat Lola!
Era ella, s. Cuando se adelant, a la luz que brillaba desde las grandes linternas a cada lado de
la puerta, pude reconocerla fcilmente. Llevaba un vestido de viaje, con un sombrerito de pieles
ladeado y las manos metidas en un manguito. Se qued de pie mirando hacia fuera, y los insultos y
abucheos se convirtieron en un tumulto continuo; la lnea de guardias se volvi ligeramente, mientras
la gente que estaba en la calle sacuda los puos y la amenazaba a travs de las rejas.
Hubo una pausa momentnea y alguna consulta entre el grupo que la rodeaba en la escalera.
Crecieron los gritos de sorpresa desde la calle cuando el coche arranc y se dirigi hacia las
puertas, porque Lola estaba todava de pie en la puerta.
No se va! exclam alguien, y hubo consternacin mientras las puertas se abran y el coche
rodaba lentamente hacia adelante. La multitud se apart para dar paso al coche y ste pudo moverse
por el camino que ellos mismos haban abierto. El cochero pareca algo asustado, y mantena el
ltigo bien agarrado, pero la muchedumbre no estaba interesada en l. El coche sigui avanzando y
luego se detuvo a unos veinte metros de donde yo estaba. La multitud, histrica, no dejaba de
murmurar, no entenda de qu iba todo aquello. Haba un hombre en el coche, pero nadie pareca
saber quin era.
Lola estaba todava de pie en los escalones de la casa, pero los baj y empez a caminar hacia la
puerta. En aquel momento el rugido de la muchedumbre se apag. Hubo un murmullo de asombro, y
luego ste muri tambin, y le sigui un silencio casi religioso. Ella camin decidida, a travs de la
lnea de coraceros, hacia la multitud que esperaba en la calle.
Por un momento me pregunt si estaba loca. Iba derecha hacia la muchedumbre que slo un
instante antes ruga con amenazas y maldiciones contra ella. La van a matar, pens, y not los pelos
de la nuca erizados. Haba algo horrible en la visin de aquella figura grcil, con el sombrero
elegantemente ladeado en su cabello negro, el manguito colgando de una mano, caminando
prcticamente sola hacia las puertas abiertas.
All se detuvo y mir lentamente a las primeras filas de la multitud, de un lado a otro. La gente
segua en silencio. Hubo una tos, una risa sofocada, una voz aislada aqu y all, pero la mayora no
emiti ni un sonido, slo la miraban con curiosidad. Ella se qued de pie un buen rato y luego sigui
caminando hacia la fila delantera.
La gente se separ, empujndose y dndose pisotones unos a otros y maldicindose para
apartarse de su camino. Ella no dud, sigui recto. El paso hasta su coche qued libre, la gente se
apart a los lados para dejarla pasar. Cuando se acerc pude ver su encantadora cara bajo el
sombrero de piel. Sonrea un poco, pero no miraba a los lados, tan despreocupada como si hubiera
sido la anfitriona de una fiesta en el jardn del vicario movindose entre sus invitados. Y a pesar de
sus hostiles ojos y torvas miradas, nadie hizo un movimiento contra ella, ni dej escapar una palabra
mientras pasaba.
Aos despus o a un hombre que haba estado entre aquella multitud, un tipo de la embajada,
creo que era, describiendo la escena a otros en un club de Londres.
Era la mujer ms valiente que haba visto en mi vida. All estaba ella, aquella chiquilla,
caminando como una reina... Dios mo, y qu guapa era! Fue derecha a la multitud, que haba estado
pidiendo a gritos su vida y le habra arrancado los miembros uno a uno si alguien hubiera dado la
orden. Ella apenas los vio, maldita sea. Se limit a sonrer serenamente, con la cabeza alta. Tambin
estaba bastante desprotegida, pero mientras caminaba, los patanes comedores de coles gruan y la
miraban ferozmente... pero sin hacerle nada. Oh, ella les haba tomado la medida a aquellos tipos, de
acuerdo. Pero verla as de pequea e indefensa y valiente! Os lo juro, nunca me haba sentido tan
orgulloso de ser ingls como en aquel momento. Yo quera correr a su lado, mostrarle que all estaba
un hombre del campo que iba a caminar junto a ella por entre todos aquellos malditos, por entre
aquel amenazador hatajo de extranjeros. S, por Dios, yo me habra sentido feliz, orgulloso y feliz, de
ir en su ayuda, de estar a su lado.
Entonces, por qu no lo hizo? le pregunt.
Por qu no lo hice, seor? Porque la multitud me apretujaba, maldita sea. Cmo poda
haberlo hecho?
No haba duda de que l estaba condenadamente satisfecho de la excusa. Yo no habra ido a su
lado ni por el doble del contenido de mi maletn. El riesgo que corra ella era tremendo, porque
probablemente hubiera bastado una chispa para que se le echaran encima. La forma en que haban
aullado slo unos minutos antes habra helado la sangre a cualquier persona normal. Pero no a Lola,
ella ni siquiera se inmut. Les retaba, se pona deliberadamente a su merced, desafindoles a que la
atacaran, y como les conoca mejor que ellos mismos, la dejaron pasar sin una sola protesta.
Era puro orgullo estpido por su parte, por supuesto, tpico de la Montes. Y cuadraba muy bien
con lo que haba hecho, segn o, en las noches anteriores de disturbios, cuando lanzaban ladrillos a
sus ventanas y la muy loca sali al balcn vestida con su mejor traje de baile y toda enjoyada, y
brind con champaa por ellos. La pura y simple verdad es que a ella todo aquello le importaba un
pimiento... y que la gente se qued pasmada al darse cuenta.[69]
Alcanz el coche y el tipo que estaba dentro baj de un salto y la ayud a entrar, pero el cochero
no poda arrancar hasta que la multitud se apartara. Y lo hicieron tranquilamente, casi avergonzados.
Era la cosa ms extraa que yo haba visto en mi vida. El coche empez a avanzar, al paso, y el
cochero no hizo restallar el ltigo an, aunque el camino estaba ya bastante libre.
Yo les segu por la parte de atrs, maravillndome de todo aquello y no poco resentido de verla
salir indemne. Bueno, esos brutos no le haban tirado ni un huevo podrido para que les recordara,
pero as son los alemanes. Si alguien les planta cara arrastran los pies, se miran unos a otros y
agachan la cresta. Una multitud inglesa, en cambio, quiz la habra asesinado o llevado a hombros,
vitorendola, pero esos cabezas cuadradas no tenan agallas para hacer ninguna de las dos cosas.
El coche pas lentamente por Karolinen Platz, donde apenas haba gente, y luego se alej calle
arriba. Yo todava lo estaba siguiendo con la vista por si pasaba algo, pero no pas nada. Nadie
pareca prestarle atencin ya mientras rodaba lentamente por la calle, y en aquel momento me asalt
sbitamente una maravillosa idea.
Yo tena que salir de Mnich. Y si me suba en el coche y le peda a Lola que me llevara? Ella
no poda albergar ya ningn resentimiento hacia m... sobre todo despus de lo que haba sufrido yo
por culpa de su engao. Me haba pagado con creces cualquier deuda que yo tuviera por lo de lord
Ranelagh, una docena de veces. Y si no lo saba, se lo dira yo muy pronto. Y adems, ella no estaba
en posicin de hacerme arrestar o encerrar. Maldita sea, de todos modos, habamos sido amantes una
vez, seguramente no me iba a dejar en la estacada.
Si hubiera tenido un momento para reflexionar, me atrevo a decir que no lo habra hecho, pero fue
una decisin tomada sin pensar. Haba una oportunidad de salir de Mnich y probablemente tambin
de Alemania, antes de que la polica estuviera tras de m... No haba terminado de pensarlo y ya
estaba yo corriendo detrs del coche, agarrado a mi maletn, gritando para que se detuviera.
Posiblemente era slo mi instinto natural: cuando estoy en peligro me meto bajo las faldas de una
mujer.
El cochero me oy, y por supuesto inmediatamente chasque el ltigo, pensando, supongo, que
era algn fantico especialmente sediento de sangre de la multitud, que haba cambiado de opinin y
estaba dispuesto a armar jaleo. El coche rodaba rpidamente y yo corr en su persecucin, gritando y
maldiciendo al conductor para que se detuviera, y tratando de que me comprendiera.
Alto, maldito! grit. Lola! Soy yo, Harry Flashman! Esprame, quieres?
Pero l sigui ms rpido todava, y yo tuve que correr como un gamo, metindome en los
charcos y gritando hasta desgaitarme. Afortunadamente, el cochero no poda ir ms deprisa por el
empedrado, y yo llegu a su lado jadeando, casi sin aliento, y me sub de un salto al estribo.
Lola! rug. Mira, soy yo! y ella le dijo al cochero que acelerara. Yo abr la portezuela
y me met en el coche.
El tipo que iba con ella, el pequeo sirviente, estaba dispuesto a echarme a empujones, pero yo
le rechac. Ella me miraba como si yo fuera un fantasma.
En el nombre del cielo! exclam. T! Qu ests haciendo aqu? Y qu demonios te ha
pasado en la cabeza?
Oh, Dios mo, Lola! Soy el gafe del siglo! Lola, tienes que ayudarme! No tengo dinero,
sabes, y ese maldito Otto Bismarck anda tras de m! Mira... me preguntabas por la cabeza? l y sus
rufianes han tratado de asesinarme! Varias veces! Mira aqu. Y le mostr la venda que asomaba
por mi puo izquierdo.
Dnde has estado? pregunt ella, y yo buscaba en vano la femenina preocupacin en sus
esplndidos ojos. De dnde sales?
Del norte respond. Strackenz. Oh, Dios mo! Ha sido terrible. Estoy desesperado, Lola.
Sin dinero, sin una maldita moneda, y debo salir de Alemania, sabes? Es una cuestin de vida o
muerte para m. Ya no s qu hacer, y vena a hablar contigo porque saba que me ayudaras...
A hablar conmigo...?
... y te he visto all, con esos villanos amenazndote... Dios mo! Estabas magnfica, querida!
Nunca haba visto tanto valor, era impresionante, y he vivido algunas situaciones difciles, como ya
sabes. Lola, por favor, querida Lola, he estado en el infierno... y en parte ha sido por tu culpa. No me
fallars ahora, verdad? Querida, por favor, dime que no lo hars.
Debo decir que aquello estaba bastante bien, para ser improvisado. El tono suplicante y confuso
pareca el ms adecuado a la situacin, y deb de parecer bastante desesperado, y al mismo tiempo
inofensivo. Ella me mir, con la cara inexpresiva, y mi nimo decay.
Sal de mi coche dijo, muy fra. Por qu tengo que ayudarte?
Por qu... despus de todo lo que he sufrido? Mira, ellos me han cortado con un sable, esos
malditos amigos tuyos, Bismarck y ese cerdo de Rudi! He escapado por puro milagro, y todava me
vienen siguiendo... Me matarn si me encuentran, no lo entiendes?
Ests delirando exclam fra y hermosa. No s de qu ests hablando; eso no tiene nada
que ver conmigo.
No puedes ser tan dura de corazn supliqu.
Por favor, Lola, todo lo que te pido es que me permitas dejar Mnich contigo... o que me prestes
algo de dinero. Me ir solo. Pero no puedes negarme esto ahora... Ya he recibido mi castigo por
cualquier cosa que t tuvieras contra m, no es as? Dios mo, no quera hacerte nada malo... eso ya
lo sabes! Ambos somos ingleses, querida, despus de todo...
Creo que hasta me puse de rodillas: es difcil echar del coche a alguien que est postrado a tus
pies, y ella finalmente se mordi el labio y jur y mir a ambos lados distradamente. Su pequeo
sirviente acab de arreglar las cosas.
Djele quedarse, seora; no es inteligente permanecer aqu. Debemos apresurarnos hacia la
casa de Herr Laibinger sin demora.
Ella todava dudaba, pero l insisti y yo segu cada vez ms alto con mis splicas, as que
finalmente ella le dijo al cochero que continuara. Yo estaba rebosante de gratitud, y hubiera descrito
los acontecimientos que me haban conducido a mi presente situacin con alguna extensin, pero ella
me hizo callar con rudeza.
Tengo muchas preocupaciones para ocuparme de eso dijo. Dnde hayas estado o qu
diabluras hayas estado haciendo es algo que debes guardrtelo para ti mismo.
Pero Lola... si pudiera explicarte...
Al demonio con tus explicaciones! dijo ella muy irritada, y su irlands era tan espeso como
la cabeza de Paddy. No quiero orlas.
As que me sent humildemente, con el maletn entre los pies y ella se sent frente a m, pensativa
y furiosa. Reconoc ese humor: estaba slo a un paso de su rabieta tira-orinales. Quizs aquel loco
paseo entre la multitud la haba afectado, despus de todo, o ella simplemente estaba preocupada por
el futuro. Intent hacer un comentario pacificador:
Lo siento terriblemente, Lola... siento lo que ha pasado, quiero decir. Parece que te han tratado
de forma vergonzosa...
Pero ella no me hizo caso, as que me call. De pronto record que la haba conocido en un
coche, aos atrs; entonces era yo el fugitivo y ella me haba rescatado. Si era necesario poda
recordarle aquello, pero no ahora. Pensar en ello me hizo establecer comparaciones. S, incluso en
mi desesperacin presente, poda apreciar que ella segua siendo tan encantadora como entonces... Si
yo la halagaba un poco, con mimo, quin sabe si podra suavizar su presente frialdad (aquel asunto
de Ranelagh deba de haber hecho mucha mella). Incluso poda conseguir acompaarla todo el
camino de salida de Alemania. La perspectiva de algn que otro revolcn apareci ante mi
imaginacin siempre dispuesta, y eran unos pensamientos deliciosos.
Deja de mirarme as! me increp de repente.
Lo siento, Lola, yo...
Si te ayudo, y he dicho si, te comportars con la adecuada humildad. Ella clav su mirada
en m. Adnde quieres ir?
A cualquier sitio fuera de Mnich, querida... fuera de Alemania, si fuera posible. Lola,
querida...
Te sacar de Mnich maana. Despus puedes arreglrtelas solo. Y es ms de lo que mereces.
Bueno, era algo. An hoy sigo sin saber a ciencia cierta por qu fue tan dura conmigo aquella
noche. Creo que no se trataba tanto de enfado conmigo como de que estaba muy disgustada por haber
perdido el poder y tener que dejar Baviera. Y sin embargo, poda ser tambin que ella no hubiera
olvidado todava que por mi culpa fue expulsada de los escenarios de Londres. De cualquier modo,
pareca que su amabilidad hacia m cuando llegu a Mnich haba sido un fingimiento para
convertirme en presa fcil para Rudi. Bueno, pues que se disgustara cuanto quisiera, con tal de que
me echara una mano. Era mejor estar all que dando tumbos por Mnich, sobresaltndome a cada
momento.
Aquella noche nos alojamos en una casa de los suburbios, y se me permiti graciosamente
compartir un cuchitril con su sirviente, Papon, que roncaba como un caballo y tena pulgas. Acab
con pulgas, as que deban de ser suyas. Por la maana llegaron noticias de que la estacin estaba
cerrada, como resultado de los desrdenes recientes, y tuvimos que esperar un da mientras a Lola se
la coman los nervios y yo permaneca sentado en mi habitacin vigilando mi maletn. Al da
siguiente los trenes todava no funcionaban con normalidad, y Lola jur que no poda quedarse una
noche ms en Mnich, lo cual me agrad considerablemente. Cuanto antes saliramos, mejor. As que
ella decidi que debamos salir en coche de la ciudad a una distancia de un da de viaje y coger un
tren en alguna estacin pequea... He olvidado el nombre. Todas aquellas disposiciones, por
supuesto, fueron hechas sin consultarme; Lola lo decida todo con la gente de la casa, mientras el
pobre y viejo Flashy se esconda humildemente en el fondo, fuera de la vista, esperando que le
pidieran limpiar las botas de la seora en cualquier momento.
Sin embargo, durante el da perdido que estuvimos esperando, Lola me habl, e incluso fue
educada conmigo. No me pregunt qu me haba pasado desde que ella contribuy a que Rudi me
llevara de Mnich secuestrado, y cuando yo me aprovech de que su humor se haba suavizado para
tratar de contrselo, no quiso escucharme.
No hay ningn provecho en volver al pasado dijo. Lo que haya ocurrido, debemos echarlo
al olvido. Yo me qued bastante animado al or esto, y trat de contarle lo agradecido que estaba y
cun poco merecedor era yo de su amabilidad, etc. Ella me dirigi una sonrisa bastante extraa y dijo
que no haba que hablar ms de ese asunto, pero su amabilidad no fue ms lejos. Sin embargo,
cuando lleg el momento de salir, al da siguiente, encontr que se haba preocupado de conseguirme
una camisa limpia del dueo de la casa, y se mostr bastante agradable cuando subimos al coche, e
incluso me llam Harry.
Vamos pens, esto va viento en popa; a este ritmo, estar montndola de nuevo dentro de
nada. As que me prepar para ser amable, y hablamos bastante (aunque no acerca de los sucesos de
los ltimos meses). Todava me sent mejor a lo largo de la maana. Ella empez a rer de nuevo, e
incluso a burlarse de m con su viejo estilo irlands. Y cuando Lola haca aquello, mirndote con sus
gloriosos y brillantes ojos... a menos que uno fuera ciego o estuviera hecho de madera, estabas
bailando en la punta de su dedo meique en un momento.
Debo decir que me sent un poco sorprendido por ese cambio de humor al principio, pero
despus de todo, me dije, ella siempre se mostraba impredecible, melosa en un momento dado,
rabiosa al siguiente, fra y orgullosa, o alegre y cautivadora, una reina y una nia en una sola persona.
Debo insistir tambin en que ella tena extraos poderes para encandilar a los hombres, mucho ms
all del simple hechizo de su belleza, y por la tarde habamos vuelto de nuevo a nuestras mejores
relaciones. Sus grandes ojos estaban adoptando aquella mirada sensual y lnguida que sola
alterarme y hacerme pensar lascivamente en camas y sofs.
Al final, por la tarde, qued claro que ella no se separara de m como haba dicho; cogeramos
el tren juntos, con Papon, por supuesto, y viajaramos hacia el sur. Todava no haba decidido adnde
ir, pero hablaba alegremente de viajar a Italia, Francia o a cualquier otro sitio que le apeteciera.
Adonde fuera, conseguira reconstruir su fortuna y quizs incluso encontrar otro reino para jugar con
l.
A quin le importa un comino Alemania? deca. Bueno, tenemos el mundo entero ante
nosotros... cortes, ciudades, teatros, la diversin! Ella era de una alegra contagiosa, y Papon y yo
sonreamos como idiotas. Quiero vivir antes de morir! Ella deca aquello ms de una vez; otro
de sus lemas, supongo.
As que hablamos y bromeamos mientras el coche traqueteaba, y ella cant algunas cancioncillas
espaolas (alegres y pegadizas tonadillas), y me anim a que cantara tambin. Yo les cant Garry
Owen, que a ella le gustaba por ser irlandesa, y Los granaderos britnicos, ante lo cual ella y Papon
rieron con ostentacin. Yo estaba de buen humor; amaneca dentro de m al final. Iba a conseguir
salir de todo aquello sano y salvo, con joyas y todo, y me alegraba el pensamiento de que durante ese
tiempo, la brillante y encantadora Lola no sospechaba que me estaba ayudando a escapar con ellas.

En el pueblo descubrimos que saldra un tren hacia el sur al da siguiente, as que nos alojamos
en la posada local, un lugar pequeo y bastante decente llamado Der Senfbusch, El bote de mostaza,
y recuerdo que Lola se ri del nombre. Tomamos una buena cena y yo deb de beber bastante, porque
slo tengo vagos recuerdos de la noche, y de haberme ido a la cama con Lola. En una cama grande de
cuatro columnas, que cruja y chirriaba cuando empezamos a trabajar. Ella se ri tanto con el ruido
que hacamos, que yo casi perd el ritmo. Luego tomamos una copa, y mi ltimo recuerdo de ella
antes de apagar la vela es el de aquellos grandes ojos y sus sonrientes y rojos labios y el cabello
negro cayendo por encima de mi cara mientras ella me besaba.
Tu pobre cabeza deca, acaricindome el erizado crneo. Espero que los rizos vuelvan a
crecer... y tambin esas encantadoras patillas. Volvers a llevarlas para m, verdad, Harry?
Nos quedamos dormidos, y cuando me despert yo estaba solo en la cama, el sol entraba a
raudales por la ventana y un espantoso dolor de cabeza me haca compaa. Me levant
trabajosamente, pero no haba seales de Lola; llam a Papon, pero no hubo respuesta. El propietario
debi de orme, porque subi las escaleras para ver lo que quera.
Madame... dnde est? dije yo, frotndome los ojos.
Madame? l pareci sorprendido. Pues se ha ido, seor. Con su sirviente. Fueron a la
estacin hace tres horas.
Yo le mir con la boca abierta, estupefacto.
Qu demonios quiere decir... que se han ido? Viajbamos juntos... No puede haberse ido sin
m.
Le aseguro, seor, que se ha ido. Meti las manos debajo del delantal. Ha dejado esto
para Su Excelencia, para que se lo diramos cuando se despertase. y el idiota me entreg una
carta, sonriendo maliciosamente.
Yo la cog. En el sobre vi la letra de Lola. Me asalt una horrible idea. Corr a mi habitacin,
apartando una silla y abriendo de par en par la puerta del armario con un miedo creciente
atenazndome la garganta. Mi maletn no estaba.
No poda creerlo. Busqu frenticamente debajo de la cama, detrs de las cortinas, por todas
partes en la habitacin, pero por supuesto no haba nada. Yo temblaba de rabia, dedicndome
espantosas maldiciones a m mismo, y me dej caer en la cama, golpendola con los puos. Aquella
puta ladrona me haba robado... Dios, y despus de todo lo que yo haba pasado por aquel botn! La
llam todos los nombres repugnantes que conozco, intiles maldiciones, porque no me cost ni un
minuto comprender que no haba nada que hacer. No poda acusarla del robo de un material que yo
mismo haba robado; no poda perseguirla, porque no tena medios. Lo haba perdido todo... Todo
por una encantadora, adorable, tierna zorra que me haba engatusado para que me descuidara... s, y
que me haba drogado tambin, por el estado de mi lengua y de mi estmago, dejndome abandonado
mientras escapaba con mi fortuna.
Me sent all rabiando, y, recordando la carta, la abr. Dios! Incluso tena su escudo de armas en
la hoja.
Me frot los ojos y le:

Mi querido Harry:
Mi necesidad es ms grande que la tuya. No puedo adivinar de dnde has sacado
semejante tesoro, pero s que debe de haber sido de forma deshonesta, as que no tengo
remordimientos por llevrmelo. Despus de todo, t tienes una mujer rica y una familia
que te mantiene, mientras que yo estoy sola en el mundo.
Encontrars un poco de dinero en el bolsillo de tu abrigo; debe bastarte para salir de
Alemania si eres cuidadoso.
Trata de no pensar mal de m. Despus de todo, t tambin me has engaado cuando te
ha convenido.
Confo que no nos volvamos a encontrar nunca... y lo digo lamentndolo un poco, mi
querido intil y guapo Harry. Quiz no lo creas, pero siempre habr un lugar para ti en el
corazn de
Rosanna

PD: Paciencia y barajar!


Me sent. Me haba quedado sin habla. Miraba la carta con los ojos fuera de las rbitas. Que
Dios me ayude, pero si en aquel momento la hubiera tenido a mi alcance le habra roto el cuello a
sangre fra, por ser una fulana mentirosa, tramposa, ladrona, seductora, hipcrita, embaucadora y
falsa. Pensar que ayer mismo me haba estado riendo al pensar cmo me ayudaba en mi camino a
casa con una fortuna insospechada, mientras ella iba a tener que volver a prostituirse regularmente
para ganarse la vida! Y ahora ella estaba lejos, ms all de toda esperanza y mis bolsillos vacos de
nuevo, y ella vivira lujosamente en algn lugar con el botn que a m tanto me haba costado
conseguir. Cuando pensaba en la tortura y los riesgos que haba padecido por aquel tesoro sin precio,
me desesperaba.
Bueno, no era extrao que me sintiera tan mal entonces. Ahora, despus de tantos aos, no parece
importar demasiado. Todava conservo aquella carta; est toda vieja, amarilla y estropeada... como
yo. A ella nunca le pas eso. Muri tan encantadora como haba sido siempre, lejos, en Amrica,
habiendo vivido antes de morir. Supongo que soy un sentimental, pero no pienso particularmente mal
de ella ahora. Estaba en el juego por los mismos motivos que el resto de nosotros, pero ella sacaba
un poco ms, eso es todo. Prefiero pensar en ella como la mejor vividora que nunca aplast una
almohada, y en todo caso la ms hermosa que haya conocido. Y todava llevo patillas. Uno no olvida
a Lola Montes, nunca. Perra embustera.
Por supuesto, cuando uno se hace viejo y est ahto de alcohol puede perdonar la mayora de las
cosas del pasado, y reservar su rabia para los vecinos que le despiertan por la noche y los nios que
se le meten bajo los pies. Cuando eres joven es diferente. Mi furia de aquella maana era espantosa.
Estall violentamente en aquella habitacin, y cuando por golpear los muebles, vino el propietario a
protestar, le di un puntapi y le ech escaleras abajo. Entonces se arm un tremendo folln, avisaron
a la polica y estuve condenadamente cerca de ser conducido ante un magistrado y encarcelado.
Al final, no pude hacer otra cosa sino coger lo poco que me quedaba y volver a Mnich. Tena
algo de dinero, gracias a Lola (Dios, aqul era el insulto que lo coronaba todo!). Finalmente pude
volver a casa, cansado, furioso y con veneno en el alma. Dej Alemania ms pobre de lo que era
cuando llegu, aunque por supuesto contaba todava con doscientas cincuenta libras del dinero de
Lola (o de Bismarck) en el banco de Londres. Tena dos cortes de sable y un agujero en el brazo,
conocimientos del idioma alemn y algunos cabellos blancos, imagino, despus de todo lo que haba
pasado. Y otra cosa, por supuesto: tena una cabeza que pareca el lomo de un perro sarnoso, aunque
el pelo fue creciendo despus. Y para acabar de arreglar las cosas, cuando llegu al canal o noticias
de que Lola estaba en Suiza, fornicando con el vizconde de Peel, el hijo del antiguo primer ministro.
Sin duda qued bien pelado, tambin, cuando acab con l.
Slo he vuelto una vez a Alemania. En realidad, no incluyo ste entre los recuerdos interminables
que me han convertido en la maldicin de la mitad de los clubes de Londres... los que me aceptan.
Slo expliqu esta historia una vez, y fue en privado, unos aos ms tarde, al joven Hawkins, el
abogado. Deba de estar un poco borracho, o l fue muy persuasivo, el caso es que lo us como
material para una de sus novelas, que se vendi muy bien, segn creo.
l convirti la historia en un cuento heroico, por supuesto, y si se la crey o no cuando se la,
cont, no tengo ni idea; probablemente no. La realidad es un poco ms extraa que la ficcin, y aun
as no es tan raro, porque parecidos como el mo con Carlos Gustavo se dan. Por ejemplo, pienso en
otro caso relacionado con esta historia verdica, que comprob cuando se celebraron las bodas de
diamante de la Reina y la duquesa Irma vino a Londres. Las dos estaban emparentadas, como ya he
dicho. Fue la nica vez que volv a ver a Irma. Yo me mantuve en un segundo plano, por supuesto,
pero pude echarle un vistazo e incluso a los setenta aos segua siendo una verdadera belleza, la
misma que sigui despertando mi deseo a travs de los aos. Entonces paseaba su viudez, ya que
Carlos Gustavo haba muerto de un mal en los pulmones en los sesenta, pero iba con su hijo. Era un
tipo de unos cuarenta aos, dira yo, y lo curioso es que era el vivo retrato de Rudi Starnberg...
Bueno, obviamente aquello slo poda ser una coincidencia. Me dio un vuelco el corazn, sin
embargo, y por un momento mir nerviosamente a mi alrededor buscando una retirada rpida.
O hablar de Rudi por ltima vez cuando los alemanes entraron en Pars. Hubo rumores de que
haba muerto, as que probablemente ha estado atizando los fuegos de Lucifer estos treinta aos, y
que le aproveche. A diferencia del seor Rassendyll, yo no me ejercito diariamente con las armas
esperando tener otro encuentro con l: uno fue suficiente para convencerme de que con tipos como
Rudi la mejor arma que puedes tener es un buen par de piernas y salir corriendo.
Bismarck? Bueno, todo el mundo sabe lo que le pas. Supongo que fue uno de los grandes
estadistas de su poca, un moldeador de destinos y todo lo dems. l se puso de pie ante m, sin
embargo, cuando le mir con desdn. Me gusta recordar eso. Y es extrao considerar que si no
hubiera sido por m, el curso de la historia en Europa poda haber sido muy diferente... Aunque,
quin sabe? Bismarck, Lola, Rudi, Irma y yo, todos los hilos de la trama confluyen y luego vuelven a
separarse, y se unen de nuevo, y se pierden en la oscuridad al final. Como ven, puedo permitirme
filosofar un poco... Todava estoy aqu.[70]
No me senta tan filosfico, sin embargo, cuando viajaba desde Mnich de vuelta a Londres, y
llegaba a casa por fin, empapado y temblando por el cansancio y nuestro condenado clima del mes de
marzo. Me parece haber vuelto a casa por aquella puerta principal tantas veces... cubierto de gloria
una o dos, y las dems cojeando y arrastrndome. Aqul fue uno de los regresos desgraciados, y no
lo mejor el hecho de que cuando aparec en el vestbulo, mi querido suegro, el viejo Morrison,
estuviera justamente bajando las escaleras. Aqulla fue casi la gota que colm el vaso: mis malditos
parientes escoceses estaban todava en casa cuando yo esperaba que se hubieran ido ya a su sombra
alcantarilla de Renfrew. Lo nico bueno que se me ocurra de todo aquello era que podra celebrar
mi regreso en la cama con Elspeth, y aqu estaba aquel cascarrabias dndome la bienvenida con su
autntico estilo celta.
Ah! exclam. Eres t. Ya ests en casa. y murmur algo acerca de otra boca que
alimentar.
Yo contuve mi mal genio mientras le daba mi abrigo a Oswald, le dese buenas tardes y le
pregunt si Elspeth estaba en casa.
Ah, s dijo, mirndome agriamente. Se alegrar de verte, sin duda. Ests ms delgado
aadi, con alguna satisfaccin. Creo que Alemania no te ha sentado bien..., si es que es all donde
has estado.
S, all es donde he estado respond. Dnde est Elspeth?
Oh, en el saln... tomando t con sus amigas, supongo. Todos tenemos unas costumbres muy
modernas en esta casa..., incluyendo la intemperancia de tu padre.
Est bien otra vez? pregunt, y Oswald me inform de que estaba arriba, echado.
Su posicin de costumbre dijo el viejo Morrison. Bueno, es mejor que vaya usted arriba,
seor, y se rena con la mujer que ha echado tanto de menos. Si te apresuras llegars a tiempo para
el t, con su nuevo y excelente servicio de plata... S, son los lujos del Saltmarket. y escuchando
sus quejas, corr escaleras arriba y entr en el saln, y sent aquella tirantez en el pecho que siempre
me asaltaba cuando volva a casa de nuevo con Elspeth.
Ella dio un gritito al verme y se levant, sonriendo, de detrs de la bandeja donde acababa de
servir el t a las damas que estaban sentadas all, todo sombreritos y buena educacin. Tena un
aspecto de radiante estupidez, como siempre, y llevaba el rubio cabello peinado de una forma
diferente, con rizos que le enmarcaban las mejillas.
Oh, Harry! se adelant, y se detuvo de pronto. Pero, Harry! Qu te ha pasado en la
cabeza?
Deb haber esperado aquello, por supuesto, y dejarme el sombrero puesto, o llevar una peluca, o
algo, para evitar la repeticin de aquella maldita pregunta. Bueno, estaba en casa de nuevo, de una
pieza, y Elspeth me tenda sus manos y me sonrea y me preguntaba:
Qu me has trado de Alemania, Harry?

(Fin del segundo lote de Los diarios de Flashman.)


APNDICE I:
El prisionero de Zenda

Si las experiencias reales de Flashman en Alemania proporcionaron a Anthony Hope la base de


su famosa novela El prisionero de Zenda es algo que los lectores deben decidir por s mismos.
Flashman es bastante explcito en el texto en dos lugares, especialmente cuando se refiere a
Hawkins, que era el nombre real de Hope. Ciertamente, hay alguna similitud en los hechos, y
nombres como Lauengram, Kraftstein, Detchard, De Gautet, Bersonin y Tarlenheim son comunes a
ambas historias; el Mayor Sapten de Flashman es un hermano gemelo literario del Coronel Sapt
de Hope, y ningn amante de la ficcin romntica dejar de identificar a Rudi von Starnberg con el
conde de Hentzau.
APNDICE II:
Lola Montes

Aunque algunas de las notas del texto aclaran muchos puntos de Lola Montes, ella se merece que
incluyamos aqu una explicacin ms extensa. Despus de todo, fue una de las aventureras ms
notables de la historia, con una inteligencia y una personalidad que hacan juego con su belleza. Por
todas esas dotes, ms que por su capacidad para la conducta escandalosa, vale la pena recordarla.
Su nombre real era Marie Dolores Eliza Rosanna Gilbert, nacida en Limerick en 1818, hija de un
oficial del ejrcito britnico. Probablemente era escocesa; su madre era en parte espaola, y Lola fue
educada en la India, en Escocia y en el continente. Cuando tena dieciocho aos se escap con un tal
capitn James, y despus de vivir en la India, volvi a Inglaterra en 1841.
Al parecer inici su larga sucesin de amantes cuando an no tena los veinte aos, y James se
divorci de ella en 1842. Despus sigui su carrera como bailarina espaola, y despus de una serie
de apariciones en el continente, amantes y escndalos, se convirti en amante del Rey Luis de
Baviera. Se ha sugerido que su inters por l era puramente intelectual. Es materia opinable. Lo que
no se puede dudar es que era la verdadera gobernante de Baviera y ha habido peores gobernantes
de naciones hasta la revolucin de 1848, que la oblig a dejar el pas. Despus se fue a
Norteamrica, donde dio conferencias sobre algunos temas como belleza y moda, y muri en Nueva
York en 1861, cuando slo contaba cuarenta y tres aos.
Aparte del capitn James, tuvo otros dos maridos, un joven oficial llamado Heald, y a su muerte,
un editor de San Francisco, Patrick Hall, que se divorci de ella.
Este es el breve esquema de su corta vida. No hay espacio suficiente aqu para consignar todos
sus amantes, reales y atribuidos (aparte de los mencionados por Flashman, se deca que la lista
inclua hasta a lord Palmerston), o el catlogo sin fin de escndalos, escenas, huidas y xitos. Se
pueden encontrar en sus biografas, de las cuales La magnfica Montes, de Horace Wyndham, es
particularmente recomendable.
El relato de Flashman de la conducta de Lola y la valoracin de su personaje parecen autnticos
y fiables. El entusiasmo por su belleza y personalidad eran generalmente compartidos (incluso por su
antigua conocida de la India, Emily Eden). Hay innumerables pruebas de su promiscuidad, su
optimismo a toda prueba, sus sbitos y furiosos accesos de rabia, y su tendencia a la violencia fsica.
Entre los hombres que azot con un ltigo se incluan un polica de Berln, el botones de un hotel de
Mnich y el editor del Ballarat Times, en Australia. Pero ninguno de sus contemporneos ha dejado
un retrato tan ntimo como el de Flashman, ni ha llegado a explicar con ms detalle el magnetismo
que ella ejerca. Y a pesar de su conducta hacia Lola, Flashman la respetaba profundamente.
GEORGE MACDONALD FRASER, (Carlisle, 2 de abril de 1925 - 2 de enero de 2008) fue un autor
anglo-escocs tanto de novela histrica como de libros de no ficcin.
Sirvi en el ejrcito britnico durante la Segunda guerra mundial, trabaj despus como
periodista, y despus de obtener fama, como novelista y como guionista. Fue nombrado Oficial de la
Orden del Imperio Britnico en 1999. Es famoso sobre todo por la serie de novelas histricas de
Harry Paget Flashman, escritas supuestamente por Harry Flashman, un cobarde y matn de ficcin
creado originalmente por Thomas Hughes en su libro Tom Brown's School Days. Los libros se
presentan como "paquetes" de memorias escritas por un nonagenario Flashman, que recuerda sus
tiempos de hroe del ejrcito britnico durante el siglo XIX. Son novelas que destacan por sus
adecuadas ambientaciones histricas.
Notas
[1]El Minor Saint James Club poda ser nuevo para Flashman en 1842, pero era ya muy conocido
para el Londres de moda. Su propietario, un tal seor Bond, fue llevado a los tribunales con xito
aquel ao por un apostador descontento, que recibi 3.500 libras como indemnizacin por sus
prdidas. (Ver L. J. Ludovici, The Itch for Play).<<
[2]Las actuaciones del seor Wilson tuvieron un gran xito por toda Inglaterra, especialmente entre
los exilados escoceses como la seora Flashman. Su repertorio inclua A Nicht wi Burns , y una
charla sobre la rebelin de 1845, as como canciones populares. Muri durante una gira por Estados
Unidos.<<
[3]Los mnibus tirados por caballos corran por Londres desde que Flashman era nio; posiblemente
se refiere a un nuevo servicio. Sus conductores, llamados cads, tenan una reputacin de violentos
y obscenos que contina unida a la palabra hasta el da de hoy.<<
[4]
Napolen: juego de cartas para dos, tres o cuatro jugadores, que se jugaba con treinta y dos cartas
(N. de la T.)<<
[5] Loo: antiguo juego de cartas en el que se puede apostar dinero o prendas (N. de la T.)<<
[6]Las redadas en garitos y casas de juego fueron comunes despus del Acta Policial de 1839, que
permita el registro forzoso. Las observaciones de Flashman sobre las precauciones del propietario y
su derecho a demandar a la polica son exactas. (Ver Ludovici.)<<
[7]La referencia casual de Hughes a Speedicut lo asocia con Flashman, y puede por lo tanto ser
tomada como altamente descorts. Flashman lo muestra a una nueva luz, que sugiere que Speedicut
pudo haber sido uno de los annimos acompaantes en Tom Brown que salv a los chicos pequeos
en el episodio del manteo, y que luego estuvo a favor de tostar parcialmente a Tom.<<
[8]La comparacin con el alambre de espinos se le debi de ocurrir a Flashman en fecha algo
posterior, ya que su uso no era comn antes de 1870.<<
[9]Nick Ward opt al campeonato de Inglaterra despus de batir a Deaf James Ward, que a su vez
haba optado al campeonato de Inglaterra despus de vencer a James Burke en septiembre de 1840 y
a Ben Caunt en febrero de 1841. Perdi la revancha con Caunt tres meses ms tarde.<<
[10]
El segundo marqus de Conyngham estaba entre las vctimas esquilmadas en el Minor Club del
seor Bond; perdi al menos quinientas libras en dos ocasiones en 1842.<<
[11] La descripcin que Flashman hace de Bismarck muestra un aspecto muy diferente de la impresin
popular del Canciller de Hierro, que se corresponde con aquellos detalles de la primera poca de su
vida que los bigrafos raramente tratan en profundidad. El gusto de Bismarck por los juegos
violentos, su rudo comportamiento en los lugares pblicos, su conducta desordenada, entre burdeles,
borracheras, pendencias (el hecho de disparar una pistola al techo para anunciar su llegada a unos
amigos, indica su cinismo) y sus veinticinco duelos en su primera estancia en Gottingen, atestiguan
una naturaleza que no siempre se atena a la del estadista. En efecto, al parecer Bismarck fue un
joven desagradable, de una inteligencia superior a la que corresponda a sus aos, pero dado al
cinismo y la arrogancia. Era tan alto, fuerte y guapo como le recuerda Flashman, con el pelo de un
rubio pelirrojo y unos modales aristocrticos.
En cuanto a su presencia en Londres en 1842, es verdad que viaj mucho por Inglaterra aquel ao, y
recibi una reprimenda por silbar en las calles de Leith en domingo. Se dice que le gustaban las
britnicas; al menos sinti gran afecto por una hermosa chica inglesa, Laura Russell, de la que estuvo
enamorado unos aos atrs, pero que rompi su compromiso para casarse con un hombre mayor.
Posiblemente esto le caus prejuicios en su vida posterior.<<
[12]La introduccin por parte de Peel en 1842 de un impuesto de siete peniques por libra en todos los
ingresos superiores a 150 libras se vivi como algo injusto. Lord Brougham alegaba (con el efecto
que todos conocemos) que tal impuesto no debera formar parte de ningn modo del importe
ordinario... sino que debera cesar con la necesidad que solamente puede justificar su
imposicin.<<
[13]Bismarck era considerado bastante ingenioso, y como la mayora de los ingeniosos, pareca tener
el hbito de repetirse a s mismo. Su observacin de que el don para las lenguas era el talento idneo
para un camarero est recogida tambin en las Memorias del prncipe Von Blow, donde se indica
que Bismarck sola decirlo a jvenes diplomticos dotados para las lenguas.<<
[14] grito que lanzan los cazadores a la vista del zorro. (N. de la T.)<<
[15]El diputado John Gully, (1783-1863) fue uno de los campeones de boxeo sin guantes ms
respetados y populares. Hijo de un carnicero de Bath, llevaba tan mal el negocio de su padre que fue
encarcelado por deudas, pero mientras estaba en la prisin de King's Bench en 1805 recibi la visita
de un conocido boxeador, Henry Game Chicken Pearce, entonces campen de Inglaterra. En un
combate amistoso con el campen en la crcel, Gully se mostr tan prometedor que los
patrocinadores deportivos pagaron sus deudas y se bati con Pearce para el ttulo en Hailsham,
Sussex, quince das despus de la batalla de Trafalgar. Ante una gran multitud que inclua a Beau
Brummel y al duque de Clarence (despus Guillermo IV), Pearce consigui ganar a duras penas a
Gully en 64 asaltos; hasta se sugiri que Gully haba dejado ganar al campen, porque no le pareca
bien derribar a su benefactor. Esto parece poco probable. Sin embargo, Gully gan el ttulo dos aos
ms tarde con victorias decisivas sobre Bob Gregson, el gigante de Lancashire, y se retir con
slo veinticuatro aos de edad. Hizo una fortuna con los caballos, como propietario de algunos
ganadores, y con las inversiones en carbn y tierras. Fue diputado por Pontefract entre 1832 y 1837,
se cas dos veces y tuvo veinticuatro hijos.
El retrato de Gully concuerda muy bien con otros relatos contemporneos del hombre amable,
tranquilo, de metro ochenta de alto que, mientras estuvo en archivo, fue uno de los pgiles ms duros
y cientficos de la edad dorada del boxeo. En lo ms ntimo dice Nat Fleischer, su ambicin
era pertenecer a la clase alta. No le gustaba el boxeo profesional ni sus turbios seguidores. A
Fleischer no le falta razn cuando sugiere esto, porque de no ser por la casualidad, Gully nunca se
hubiera convertido en boxeador.<<
[16]La referencia de Flashman a un caballo llamado Running Reins es de lo ms interesante. En mayo
de 1844, un ao y medio despus de la fiesta celebrada en casa de Perceval, gan el Derby un
caballo registrado como Running Rein. Despus de investigar, se averigu que era un caballo de
cuatro aos llamado Maccabeus, que fue descalificado, no sin que antes estallara un escndalo que
lleg a los tribunales (Wood versus Peel) y se convirti en la comidilla de todo el mundo deportivo.
El villano principal del caso, Abraham Levi Goddman, abandon el pas, y el caballo Maccabeus
desapareci. Pero hubo ciertamente un autntico Running Rein, cuyas hazaas en la temporada de
1843 levantaron sospechas. La mencin de Flashman parece sugerir que Running Rein (la mencin
del nombre como Reins es obviamente un error) tena una cierta reputacin antes, aunque algo
turbia. Los registros de las carreras del da no contienen ninguna mencin a Running Ribbons, as
que Spottswood probablemente no estaba haciendo ningn favor a Gully al querer vendrselo.<<
[17]John L. Sullivan gan el primer ttulo reconocido de peso pesado cuando bati a Paddy Ryan en
nueve asaltos en Mississippi City, el 7 de febrero de 1882. Se dice que entre los espectadores
estaban Henry Ward Beecher, el reverendo T. de Witt Talmage y Jesse James.<<
[18]Gents y Mooners: en la dcada de 1840, el trmino Gent era aplicado a los jvenes ociosos de
clase media que imitaban a las clases superiores y vestan con extravagancia; los Mooners tenan ms
edad y pasaban el tiempo mooning (perdiendo el tiempo), mirando los escaparates de las tiendas y
paseando por la ciudad. Flashman consideraba a esta clase de gente muy por debajo de l mismo.<<
[19]A pesar del entusiasta comentario de Flashman, parece probable que Lola Montes no fuera una
artista particularmente buena, aunque el historiador Veit Valentin observa que tena la feroz
vivacidad que inspira la danza andaluza.<<
[20]El relato de la desastrosa aparicin de Lola en el Teatro de Su Majestad (3 de junio de 1843) es
esplndidamente exacto, no slo en su descripcin de la denuncia de lord Ranelagh, sino incluso en
detalles como la composicin del pblico y los programas de mano (ver Wyndham, La magnfica
Montes). Es un buen ejemplo de la habilidad de Flashman como reportero de primera mano, y
estimula la confianza en otras partes de su historia para las que no hay corroboracin posible, ya que
son hechos que no se pueden comprobar.<<
[21]Lola tuvo una apasionada aventura con Liszt el ao siguiente a su partida de Londres; despus de
la primera efusin, ella pareci ejercer en el famoso pianista el mismo efecto que en Flashman.
Cuando se cans de ella, realmente la abandon en un hotel, donde Lola pas algunas horas
golpeando los muebles. Pero, cosa tpica en ella, Lola no le guard ningn rencor; en sus das de
gloria en Mnich le escribi a Liszt ofrecindole honores en Baviera.<<
[22]El escudo de armas de la condesa de Landsfeld se describe de forma muy exacta; la ballena
gorda era un delfn de plata.<<
[23] El retrato de Lola pintado por Stieler que est en la galera Ludwig es un modelo de
respetabilidad victoriana. Se puede ver una Montes ms caracterstica en una litografa de
Dartiguenave; ste ha captado no slo su impresionante belleza, sino adems la fuerza imperiosa de
su espritu.<<
[24] Oh, no, Dios mo! (N. de la T.)<<
[25]Lola siempre haba estado orgullosa de sus pechos. Lo estaba en realidad, si creemos lo que se
cuenta de su primer encuentro con el Rey. Al parecer, l expres dudas acerca de que su figura fuese
natural; la indignada rplica de Lola fue abrir completamente la parte superior de su vestido.<<
[26] Maravilloso!. (N. de la T.)<<
[27]No hay ninguna prueba que demuestre que Wagner visitara a Lola en Mnich en aquella poca,
pero no es imposible. Se conocieron en 1844, cuando Liszt la llev a una representacin especial de
Rienzi en Dresde, y la impresin que caus a Wagner fue la de una mujer pintarrajeada y enjoyada
de ojos impdicos. Tambin la describe como demonaca y sin corazn. Curiosamente, el gran
compositor gan tanto favor con Luis II como Lola haba ganado con Luis I... tanto que los ingeniosos
le apodaron Lolotte.<<
[28]El norteamericano podra ser C.G. Leland, estudiante de la universidad de Mnich y amigo de
Lola. l aseguraba que era el nico de sus ntimos al que nunca le haba tirado una fuente o un libro,
o atacado con una daga, un atizador, una escoba u otra arma mortal.<<
[29]Oh, qu pata de cordero! Enorme! (N. de la T.)<<
[30]Un hombre duro. (N. de la T.)<<
[31] No es as?, Ya lo creo. (N. de la T.)<<
[32]Schnhausen: La visin de Flashman como una fantasmagora medieval la repiti Bismarck. Lo
describa a un amigo como un viejo castillo encantado, con arcadas ojivales y muros de un metro de
espesor (y) treinta habitaciones, de las cuales slo dos estn amuebladas. Tambin se quejaba de
las ratas y del viento en las chimeneas.<<
[33]El resumen de Flashman del asunto Schleswig-Holstein es bastante exacto en principio; los
entusiastas de la historia diplomtica que quieran ms detalles pueden dirigirse a la obra del Dr.
David Thomson Europe Since Napoleon, pginas 242-243 y 309-311. Las versiones alemana y
danesa del problema no deberan leerse aisladamente.<<
[34] El juego del schlager de los estudiantes alemanes, con el cual podan recibir heridas
superficiales en la cara y la cabeza, lo que les dejaba cicatrices permanentes para la admiracin
pblica, era una curiosa forma de duelo. El equipo era tal como lo describe Flashman. El schlager
propiamente dicho tena un metro de largo, con una guarda inusualmente grande (el plato de sopa
del honor). La prctica de dejar las heridas abiertas para formar una cicatriz lo ms grande posible
es curiosamente paralela a la costumbre de ciertas tribus primitivas africanas. Durante el duelo
estaba estrictamente prohibido pinchar con la espada, excepto en la universidad de Jena, donde haba
muchos estudiantes de teologa. Para estos jvenes, las cicatrices faciales haban representado un
estorbo en su carrera, as que en lugar de darse cortes en la cabeza, a los estudiantes de Jena se les
permita hacerlo por todo el cuerpo, satisfaciendo as su honor sin causar desfiguraciones visibles.<<
[35] Adelante! (N. de la T.)<<
[36] As lo hace l! (N. de la T.)<<
[37].A Bismarck le gustaba pintarse a s mismo al final de su vida convertido en un rstico
propietario rural. Esta observacin acerca del mercado de lana de Stettin aparece de nuevo en las
conversaciones que se conservan de l, cuando hablaba de sus ambiciones de crear una familia y
arruinar la moral de mis campesinos con brandy.<<
[38] Caramba! (N. de la T.)<<
[39] Bandobast: organizacin (en indostan).<<
[40] Quin hay ah? (N. de la T.)<<
[41]En 1847, Alemania sufri su segundo fracaso consecutivo de la cosecha de patatas. En las zonas
del norte el trigo dobl su precio en unos pocos aos.<<
[42] En el escudo de Holstein aparece, en efecto, una hoja de ortiga.<<
[43]Un casco con plumas la Tin-bellies. Aqu Flashman se est refiriendo con toda seguridad a la
Nueva Regulacin de Cascos anunciada para el Regimiento Pesado de Dragones el otoo anterior.
Sus plumeros ridculamente extravagantes popularmente se supona que eran una inspiracin del
prncipe Alberto haban sido la comidilla de la buena sociedad de Londres en las semanas
inmediatamente anteriores de la partida de Flashman para Mnich.<<
[44]La prisin de Libby en Richmond, Virginia, fue famosa en la guerra civil de Estados Unidos. Los
oficiales federales fueron encerrados all por los confederados, a menudo en condiciones de
espantoso hacinamiento; fue escenario de una fuga masiva por un tnel en 1864, y dos ataques de la
caballera federal para rescatar a los fugitivos. La referencia de Flashman parece sugerir que l
mismo estuvo confinado all; no dudamos de que el examen de aquellos paquetes que contienen sus
papeles y todava no se han abierto confirmarn este extremo.<<
[45]
Kibroth-Hattaavah: all yace enterrada la gente lujuriosa (Nm. 11, 34-35). Al parecer, fue un
tema popular para los sermones en las escuelas pblicas. El doctor Rowlands mencion en un
sermn este texto en Eric, or Little by Little de Dean Farrar.<<
[46]Es posible que el orador fuera Karl Marx. La coronacin en Strackenz debi de tener lugar antes
de su vuelta a Alemania desde Bruselas, donde haba concebido el Manifiesto comunista, pero no es
inconcebible que visitara Strackenz con anterioridad. La coronacin ciertamente ofreca un blanco
tentador en una poca en que la poltica europea generalmente se encontraba en un estado precario.
Contra el hecho de que no hay prueba alguna de que realmente visitara el ducado, se puede oponer la
descripcin de Flashman del orador, que era Marx con toda seguridad.<<
[47]Eider Danes, una faccin que deseaba hacer Schleswig dans hasta el ro Eider. La preocupacin
de Van Starnberg acerca de las organizaciones militantes pro danesas en Strackenz es comprensible,
igual que su ansiedad por la inesperada aparicin de Hansen en la boda. Lo que llam la atencin al
editor fue que ninguno de los conspiradores de Bismarck pareca haberse sentido siquiera alarmado
ante la perspectiva de que la monarqua danesa asistiera a la ceremonia; aquello seguramente habra
desenmascarado a Flashman. Pero obviamente nadie asisti, y eso slo se puede explicar por el
hecho de que el Rey Cristian de Dinamarca muri el 20 de enero de 1848, poco antes de que tuviera
lugar la ceremonia, y que ese duelo mantuvo a la corte danesa en su pas. Un raro golpe de suerte
para la conspiracin; a uno no le gusta pensar que hubiera algo ms.<<
[48]
Volsungos: personajes de las sagas escandinavas, descendientes de Volsi, probable apelativo del
dios Odn. (N. de la T.)<<
[49]Punch se mantuvo neutral en la controversia de los pantalones a cuadros o a rayas. Una de las
caricaturas sugera que los cuadros son infinitamente superiores, pero las rayas tienen ms clase.
Pero aqul era un debate de clase media, ms que de clase alta.<<
[50] Alfrez. (N. de la T.)<<
[51]Flashman cree que cant la antigua cancin infantil en ingls, aunque es interesante observar (ver
e l Oxford Dictionary of Nursery Rhymes de Opie) que apareci en alemn, probablemente por
primera vez en esa lengua, en 1848 (So reiten die herren auf ihren stolzen Pferden, tripp, trapp,
tripp, trapp, tripp, trapp) el ao en que l y la duquesa Irma se casaron. Posiblemente ella ni lo not
siquiera.<<
[52] Vete. (N. de la T.)<<
[53] Newgate: antigua prisin de Londres. (N. de la T.)<<
[54]
Domenico Angelo Tremamondo (1717-1804), conocido como Angelo, fund una dinasta de
maestros de esgrima que dirigan una academia de armas en Londres en los siglos XVIII y XIX.<<
[55] Vmonos. (N. de la T.)<<
[56] Furlong: medida de longitud equivalente a 201,2 metros. (N. de la T.)<<
[57] Sgame de cerca. (N. de la T.)<<
[58]
Nibelungos: en la mitologa germnica, raza de enanos que vivan en las entraas de la tierra y
posean un gran tesoro, que luego les arrebatara Sigfrido. (N. de la T.)<<
[59]La revolucin barra Europa en aquellos primeros meses de 1848. En el espacio de pocas
semanas, tuvieron lugar revueltas en Sicilia, Francia, Austria, Italia, Alemania y Polonia; nuevas
constituciones y reformas fueron adoptadas en Npoles, Toscana, Piamonte, Roma, Budapest y
Berln; y apareci el Manifiesto Comunista. En Gran Bretaa fracas una demanda constitucional, y
John Stuart Mill escribi sus Principios de economa poltica.<<
[60] Dios, estoy cansado, qu hora crees que ser? (N. de la T.)<<
[61] Es tarde. Vete a la cama. (N. de la T.)<<
[62] Se refiere al famoso actor britnico sir Henry Irving (18381905). (N. de la T.)<<
[63]Protagonista de la novela de Harriet Beecher Stowe La cabaa del to Tom, de 1852. (N. de la
T.)<<
[64] Abrid! (N. de la T.)<<
[65] Apresrese. (N. d la T.)<<
[66] Quin llama? (N. de la T.)<<
[67]
Presumiblemente Flashman se refiere al cuadro altamente romntico de David que muestra a
Napolen en los Alpes, y lo confunde con otros trabajos del mismo artista en los que se ve al
emperador con squitos de subordinados adecuadamente respetuosos.<<
[68]De hecho el telgrafo exista desde haca algunos aos, pero su uso no estaba lo suficientemente
extendido como para haber causado la preocupacin de Flashman.<<
[69]Hay alguna confusin en cuanto a los movimientos de Lola Montes en sus ltimas semanas en
Mnich. Ms de una vez cambi de idea acerca de irse, e hizo esfuerzos para restablecer su
influencia sobre Luis. En cuanto a su paseo entre la multitud hostil, hay al menos una autoridad que lo
menciona, y no hay duda de que el incidente de su aparicin en el balcn, esplndidamente vestida y
brindando con champaa ante una inmensa multitud, es autntico. Su indiferencia al peligro fsico era
notable.<<
[70]Y al final Bismarck logr lo que quera; iniciando la guerra en Dinamarca en 1864 consigui la
ocupacin de Schleswig por Prusia y de Holstein por Austria, y as ayud a provocar la guerra
austro-prusiana de 1866. Con Austria derrotada como rival, Bismarck, mediante la guerra franco-
prusiana de 1870 uni a toda Alemania, excepto Austria, y Schleswig y Holstein se convirtieron en
parte del imperio germnico.<<

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