Derroitte, Henri - 15 Nuevos Caminos para La Catequesis Hoy PDF

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15

nuevos caminos
para la catequesis hoy

Henri Derroitte (dir.)


Ben..i De....oitte (di...)


nuevos camInos
para la catequesis
lli@y

W
EdItorial SAL TERRAE
Santander - 2008
Ttulo del original francs:
Thologie, mission el calchese
2002 by dItIOns Lumen VItae
Bruxelles
En coedicIn con
Novalls (Canada)

Traduccin:
Jos Luis Saborido Cursach

Para la edIcIn en espaol:


'" 2008 by EdItonal Sal Terrae
y Polgono de Raos, Parcela 14-1
39600 Mahao (Cantabna)
Tfno.: 942 369 198
Fax: 942369201
f' e-mail: [email protected]
www.salterrae.es

DIseo de cubIerta.
Mara Prez Agmlera
[email protected]
IlustracIOnes de portada: IStockphoto.com

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cualqUier forma de reproduccin,
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y la transformacin de esta obra Slll contar con la autOrIZaCin
de los titulares de la propIedad llltelectual.
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puede ser constitutiva de delito contra la propIedad llltelectual
(Arts 270 y s. del CdigO Penal).

Con las debIdas hcencIas


Impreso en Espaa. Prmted In Spain
ISBN. 978-84-293-1743-5
DepSIto Legal: EI-22-08

ImpreSIn y encuadernacin:
Grafo, S.A. - Basaun (Vizcaya)
/

INDICE
. -u 911

1. Introduccin,
. f
por H enn DERROITTE . 7

2. Conocer, vivir, celebrar, orar.


Las tareas de la catequesis,
por Gilbert ADLER . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 11

3. Una catequesis en la que la comunidad


cristiana en su conjunto es a la vez
catequizante y catequizada,
por Flavio PAJER 25

4. Catequesis de adultos,
por Gllles ROUTHIER ........................... 43

5. Una catequesis intergeneracional,


por Allan HARKNESS S9

6. Una catequesis simblica,


por Anne Marie MONGOVEN 79

7. Una catequesis permanente,


por loel MOLINARIO ............. ',' . , . 90

8. Una catequesis catecumenal,


por Andr FOSSION ......................... " 111
9. Una nueva relacin entre catequesis y liturgia,
por Louis-Mic1le1 RENIER 125

10. Una catequesis parroquial


en una sociedad secularizada,
por Francis J. BUCKLEY 145

11. Qu futuro tiene la catequesis de la familia?,


por Henri DERROITTE 162

12. La importancia del relato en la catequesis.


Algunas indicaciones para una catequesis narrativa,
por Donatien KEMBE EJIBA 180

13. La formacin de los catequistas,


por Catherine DOOLEY . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 199

14. El proyecto diocesano de catequesis,


por Mareel VILLERS ..................... '" .... 211

15. Una catequesis en la misin de la Iglesia,


por Henri DERROITTE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 231

Los autores 259


1

Introduccin

Las pginas que os proponemos en este libro son fruto de un an-


lisis, de un discernimiento y de un compromiso.
No hay una toma de posicin actual acerca de la transmisin
de la fe y la misin cristiana que no comience por un anlisis de
la situacin religiosa acabando con una constatacin de crisis. La
mayora de los autores sealan por otra parte, las mismas causas
y los mismos efectos. Podramos, a ttulo de ilustracin, exponer
los seis motivos de la crisis de la transmisin puestos de relieve
en un coloquio reciente por Giancarlo Collet 1: desaparicin en
Occidente de la religiosidad tradicional; situacin multirreligiosa
y multicultural; prdida de plausibilidad de la vida eclesial; im-
posibilidad de una socializacin en un medio cristiano; rechazo
de tradiciones con carcter normativo constrictivo; esfuerzo de
reflexin constante por parte del sujeto para construirse una iden-
tidad personal plena. Este anlisis est pidiendo, ciertamente, ser
suavizado, contextualizado y, por tanto, matizado. Pero ah queda
esa constatacin y el hecho de que la catequesis se encuentra co-
mo acorralada teniendo que poner en prctica no slo otros mo-

1. G COLLET, Apprendre a crOlre dans une socit post-chrtlenne, en


(H. ~uller - N Schwab - W. Tzscheetzsch) Une esprence qUI parle -
une Egltse en devemr. Proposer la fOl dans la soclt actuelle Den
Glauben vorschlagen In der heutlgen Gesellschaft, Schwaberverlag,
Ostfildern 2001, pp 161-163.
dos de realizar el anuncio sino, ms profundamente, teniendo que
discernir 10 que est en juego en la coyuntura histrica para lo-
grar comprender las urgencias que presenta y, consecuentemente,
las responsabilidades que impone a quienes quieren ser los acto-
res y no los juguetes de su historia2.
Este discernimiento es ante todo un trabajo propiamente teo-
lgico. De hecho se trata de releer los Evangelios (cul es su
contenido, su efecto, la pedagoga y el estilo del anuncio realiza-
do por el mismo Jess?) y la tradicin teolgica (cmo la incul-
turacin del evangelio, atravesando lugares y pocas, ha ayudado
a descubrir el sentido de la fe cristiana?) en dilogo con las cien-
cias humanas (que mantienen su densidad propia y su autonoma
metodolgica3) pues, como dice M.-D. Chenu, la fe es a la vez
pneumtica e histrica, y explicar cmo por y en los enuncia-
dos se halla sometida a las leyes de la razn lo mismo que a las
leyes de la historia y de sus comportamientos ordinarios, ya sean
psicolgicos, cognitivos, afectivos, y gramaticales: Dios que ha-
bla a los hombres, habla la lengua de los hombres4.
En teologa pastoral, anlisis y discernimiento constituyen los
elementos indispensables de una reflexin que debe abocar a una
accin y un compromiso. De qu manera los retos de la trans-
misin de la fe y las aportaciones de la Revelacin van a facilitar
un reajuste de las prioridades catequticas y misioneras? A qu
desaprendizajes de contenidos y de modos de hacer, a qu reo-
rientaciones metodolgicas y espirituales estn llamadas las
Iglesias? En este terreno, ciertamente, la precisin debe ser la
cualidad esencial del estudio. Catequesis misionera, catequesis
permanente, catequesis intergeneracional, catequesis del camino
y de la propuesta, catequesis descompartimentada, catequesis
catecumenal, catequesis inicitica, catequesis mistaggica..., la
lista de los ejes actuales de la investigacin catequtica ya viene
siendo larga y suficientemente conocida. Se trata, pues, en ade-

2. H.-J. GAGEY, Une thologie en acte de discel)lement, en (H.-J. Gagey


- D. Villepelet) Sur la propostion de la foi, Editions de l' Atelier, Pars
1999, pp. 9-10.
3. M.-D. CHENU, Tradition et sociologie de la foi, en glise et tradition,
Ed. Mappus, Le Puy 1963, p. 229.
4. Ibdem.
lante, de ser ms precisos en el uso de estos trminos, ms con-
creto en el examen de las mutaciones a las que cada acentuacin
obliga, ms global en la formulacin de un proyecto pastoral, mi-
sionero y catequtico de las Iglesias.
En estas nuevas perspectivas del anuncio catequtico y mi-
sionero lo que est puesto en cuestin es la vitahdad, la pertinen-
cia y, en definitiva, la viabilidad de la propuesta cnstiana. No es
pues un asunto de menor importancia para quienes creemos en
Jesucristo.
Antes, pues, de entregaros lo que estas pginas van a propo-
neros, es de justicia hacer honor a los diferentes autores que han
permitido la elaboracin de esta obra. Gracias por sus preciosas
aportaciones.

HENRI DERROITTE
2

CONOCER, VIVIR, CELEBRAR, ORAR.


LAS TAREAS DE LA CATEQUESIS
Gilbert ADLER

En virtud de su misma dinmica interna, la fe pide ser conocida,


celebrada, vivida y hecha oracin (Directorio General para la
Catequesis, 84). En muy pocas palabras ya est dicho todo acer-
ca de las tareas de la catequesis, y el resto del prrafo, como los
prrafos siguientes, comentan abundantemente estas cuatro di-
mensiones de la fe y, por tanto, de la catequesis. Deberemos re-
mitimos, pues, a estos prrafos al tratar de explicitar esta dimen-
sin reflexiva, activa, litrgica y orante de la catequesis. Sera ab-
solutamente intil aadir aqu una glosa de las glosas ya existen-
tes y perfectamente realizadas. Encontramos, en el Directorio la
divisin cuatripartita del Catecismo del Concilio de Trento (4 de
diciembre de 1566), promulgado por Po V: el Smbolo de los
apstoles, los sacramentos, el Declogo y la oracin dominical.
Esta divisin fue voluntariamente retomada en el Catecismo de la
Iglesia Catlica, promulgado elll de octubre de 1992 por el pa-
pa Juan Pablo n. En la constitucin apostlica de promulgacin
Fidei depositum, puede leerse: Las cuatro partes se articulan en-
tre s: el misterio cristiano es el objeto de la fe (primera parte); es
celebrado y comunicado en las acciones litrgicas (segunda par-
te); est presenta para iluminar y sostener a los hijos de Dios en
su obrar (tercera parte); es el fundamento de nuestra oracin, cu-
ya expresin privilegiada es el "Padrenuestro", que expresa el ob-
jeto de nuestra peticin, nuestra alabanza y nuestra intercesin
(cuarta parte)>>.
Todas estas cosas son bien conocidas de los catequetas y de-
sarrolladas en la formacin. Sin embargo, tras la aparente sereni-
dad de estas afirmaciones, no se esconden tan al vez algunas di-
ficultades? Por ejemplo: es lo mismo, a propsito de los cuatro
pilares de la fe hablar del contenido de la fe (CEE) o de la edu-
cacin de esas dimensiones de la fe (DGC)? Se organizar del
mismo modo la materia segn si lo que se pretende es el conoci-
miento de las verdades de la fe o la integracin de la comunidad
cristiana en un proceso inicitico o incluso hacer viva, activa y
explcita la fe? El telogo define las tareas de un modo intelec-
tualmente claro, y expone los valores o las finalidades de la ac-
cin. El catequeta, por su parte, sabe, por la experiencia diaria,
que entre los fines y los objetivos, es decir, entre su puesta en
prctica en funcin de un determinado pblico en una situacin
dada, hay una serie de distancias que hay que cubrir y que no pue-
den llenar las palabras por muy fervientes o apropiadas que sean.
As pues, voy a recurrir a la historia, confirmada o puesta en
marcha por la prctica catequtica, para mostrar cmo la educa-
cin de las cuatro dimensiones de la fe tiene importantes varia-
bles y da lugar a modelos catequticos diferentes segn que la
finalidad principal sea dar a conocer las verdades de la fe (1 a
parte) o hacer viva, activa y explcita la fe (2a parte) o incluso
empistar el futuro cristiano en un mundo radicalmente nuevo (3 a
parte).

Cuando la doctrina constituye el centro de la catequesis

Por doctrina entendemos aqu la exposicin completa y org-


nica de la fe cristiana en su versin catlica. Ms o menos expl-
cita, esta exposicin de factura teolgica abarca desde la teologa
que se estudia hasta los versculos del catecismo formulados a
modo de preguntas y respuestas que hay que aprender de memo-
ria. En medio de las mutaciones y turbulencias culturales de los
siglos XV/XVI, marcados por el Renacimiento y el desarrollo del
humanismo, movimientos de fondo de la Reforma y la Contra-
Reforma, se decide poner el acento del catecismo, resueltamente,
en el conocimiento de las verdades que hay que creer, los sacra-
mentos que hay que recibir y los mandamientos que hay que cum-
plir. Para rehacer la unanimidad perdida por el desgarrn de la
Reforma, lo que importaba era que los fieles conocieran bien su
religin para, como lo muestran las cartas episcopales que figu-
ran a la cabeza de los pequeos manuales destinados a los nios,
evitar la condenacin eterna. Saber para salvarse y, por tanto,
para vivir como cristianos, tal era la finalidad que se daba al ca-
tecismo. Esta palabra designaba a un tiempo un manual, una ins-
titucin, un grupo parroquial y una enseanza.
Proporcionando a todo hijo de vecino los conceptos teolgi-
cos fundamentales, este catecismo aseguraba la unidad del mun-
do catlico y, segn los mismos criterios, del mundo protestante,
lo que facilitaba la controversia. Podramos nombrar al Cardenal
Bellarmino como la figura emblemtica de esta catequesis, espe-
cialmente en su Breve doctrina cristiana de 1597.
Si esta dimensin del conocimiento quedaba as perfectamen-
te asegurada y priorizada, no tiene que asombrar que las otras tres
dimensiones de la educacin de la fe, la de la fe que se celebra, que
se vive y se ora, pasasen a un segundo plano en la enseanza pro-
piamente catequtica y, normalmente, escolar. Sin embargo, estas
tres dimensiones quedaban satisfechas en el marco de la parroquia
y la familia, hasta el punto de que, en este peodo, el catecismo se
contentaba con proporcionar el marco teolgico y era, por tanto,
un tema propio del clero, los nicos formados en teologa.
A medida que fue avanzando la secularizacin cientfica, po-
ltica y filosfica y fue retrocediendo la imposicin del entorno
social y familiar, al tiempo que se daban las revoluciones en
Europa en los siglos XVIII YXIX, la Iglesia endureci el aspec-
to nocional de su enseanza hasta el punto de que el tema de la
ignorancia religiosa adquiri hasta nuestros das un crecimiento
proporcional a la prdida de influencia de la Iglesia en todos los
dominios. Podramos incluso hablar de deriva ideolgica des-
de el momento en que la doctrina catlica se convirti en un ar-
ma defensiva opuesta a toda diferencia, y luego a la indiferencia
moral o religiosa y esto en detrimento del anuncio evanglico.
Las decisiones del Concilio de Trento (1545-1563) en lo que
toca al catecismo y al primer plano dado a la memorizacin de la
doctrina catlica dejaron de producir sus benficos efectos desde
finales del siglo XIX. Lo que, gracias al catecismo, fue una acul-
turacin perfectamente conseguida, perdi su atractivo y comen-
z a suscitar una educada indiferencia. Se hizo evidente la nece-
sidad de otro tipo de catequesis.
Sin embargo conviene observar que anteriormente, al privile-
giar la expresin doctrinal en su enseanza, el catecismo haba re-
legado a un segundo plano a los Smbolos de la fe y sobre todo a
la Biblia. sta, aparentemente presentada como la fuente de los
enunciados escolsticos, era de hecho utilizada como prueba de
estos enunciados en las obras de teologa y en el pequeo manual
destinado a los nios. Para muchos catlicos la Biblia se haba
convertido en un campo en barbecho. Adems, la liturgia y los
misterios sacramentales, como los llamaba el Concilio de Trento,
se presentaban como medios de salvacin. Constituan buenas ac-
ciones acumulativas de cara a los mritos y no como momentos
de encuentro con Dios Padre, Hijo y Espritu que se entrega a los
hombres.
Se comprende que los nuevos tiempos supongan una llamada
para otra disposicin y distribucin de las cuatro dimensiones de
la catequesis con vistas a otra finalidad diferente. El catecismo
tridentino ya no caminaba cien metros de la calle con el nio
(Marie Fargues).

Cuando el catequizado vuelve a situarse en el centro


(1920-1960)

Algunos pedagogos, y ms tarde algunos clrigos, salidos del mo-


vimiento de la Escuela Nueva o activa (Claparede, Decroly,
Cousinet, Dewey...), realizan en el catecismo una revolucin co-
pernicana: nunca ms el nio girando alrededor de una doctrina
expresada en un lenguaje hermtico para l, sino una propuesta de
fe girando en torno al nio para desarrollar en l las cuatro di-
mensiones del acto de fe. Los cuatro pilares de la catequesis co-
mienzan a disponerse, poco a poco, en una nueva configuracin.
Progresivamente se va formulando una nueva finalidad o instan-
cia: hacer activa y viva la fe explicitndola por la doctrina.
Al comienzo los pedagogos (M. Fargues, J. Dingeon, etc., en
Francia) jugaron un papel muy importante. Hicieron que su cate-
cismo se beneficiase de las adquisiciones provisionales y sucesi-
vas de la psicologa gentica. No pueden ensearse las mismas
formulaciones de la fe de la misma manera a un nio de 7 aos,
de 12 o de ms.
Todava faltaba recuperar el valor de otros lenguajes diferentes
al puramente conceptual de la teologa escolstica. Algunos clri-
gos tuvieron primero la intuicin de ilustrar y luego de dar vida y
color al lenguaje y al modo de pensar bblico, ms concreto. Segn
la formulacin de Mon. Landrieux, obispo de Dijon: Todo el ca-
tecismo est en el Evangelio, pero no a la viceversa: el Evangelio
no est en el catecismo (Carta pastoral Sinite parvulos, 1922). Ya
no quedaba ms que volver a las fuentes litrgicas con Dom Gas-
par Lefebvre en Blgica, F. Derkenne y Lubienska de Lenval en
Francia. El desarrollo del ao litrgico, el aprendizaje de la parti-
cipacin activa en la liturgia hicieron redescubrir el viejo adagio:
lex orandi, lex eredendi. Los sacramentos volvieron poco a poco a
ser el misterio de la fe en el que el ser humano se encuentra con el
don divino. Es fcil de adivinar, en un sistema eclesistico escle-
rotizado, las luchas, los desnimos a los que dio lugar este gran re-
torno a las fuentes ms tradicionales de la catequesis.
Joseph Colomb (1902-1979), y ello constituye su gran origi-
nalidad, reuni estas fuentes bblicas, litrgicas y doctrinales en
una propuesta catequtica que pona la mirada en la emergencia y
el sostn de la fe del nio, del joven y, ms tarde, del adulto. Pero
la vieja guardia estaba vigilante hasta lograr su condena romana
en 1957. Pero, sea de ello lo que fuere, este resurgir hizo que na-
cieran, en los aos 60/70 y 80 Y en diferentes pases, instrumen-
tos catequticos en un estilo nuevo al servicio de la tradicin vi-
va. En ellos se respetaban mucho ms, sin ninguna duda, las cua-
tro dimensiones de la educacin de la fe. Sin embargo, como por
un efecto pendular, tanto pegarse al catequizando corra el ries-
go de insistir menos en los datos objetivos de la fe (Smbolo de
los apstoles, enunciados de la fe, etc.).
Habr que esperar al Snodo de los Obispos de 1977 para que,
de un modo ms explcito, se exprese la necesidad de articular las
cuatro dimensiones de la fe, no ya como contenidos que haya que
aprender o como obligaciones que hay que cumplir, sino como
realidades que hay que vivir en la catequesis, como dimensiones
humanas y cristianas que es necesario hacer crecer. Sin embargo,
con las mutaciones culturales y la aceleracin de la historia, hoy
hay que volver a empezar. Diversos episcopados europeos co-
mienza a interrogarse. Se trata del inicio de un nuevo dispositi-
vo catequtico?

Jess se acerc a ellos y se puso a caminar a su lado


(Le 24,15)

El mundo da vueltas y va cambiando demasiado deprisa para el


gusto de mucha gente. En un Libro de Consulta (1979) destinado
a los autores de documentos catequticos, los obispos de Francia
hablan de mutacin cultural, queriendo indicar con esa expresin
un movimiento profundo para el cual no es suficiente un lavado de
cara. Como suponemos que stas son realidades ya sabidas por el
lector, nos limitamos a nombrar, para el tema que nos toca, el in-
dividualismo de la fe, el pluralismo religioso, la ruptura del hilo de
la tradicin, la omnipotencia econmica y financiera, etc. Evocar
estas realidades es evocar la salida de Jerusaln de los dos disC-
pulos desesperados y sin embargo caminantes. La historia nos
muestra cmo las cuatro dimensiones de la fe se tratan muy dife-
rentemente segn la finalidad que se persiga de acuerdo con el
contexto socio-cultural y, por tanto, pastoral. Hoy les toca a los ca-
tequetas, por consiguiente, en un contexto de profunda mutacin,
discernir la finalidad de un anuncio de la Buena Noticia en nues-
tro tiempo. Esta finalidad se sigue buscando en la prctica diaria
de la catequesis y sin duda no ha llegado todava la hora de defi-
nirla de un modo demasiado fixista de cara a los decenios futuros.
La evocacin inicial de Emas est queriendo indicar que,
ahora ms que nunca, el lugar propio de la catequesis es el cami-
no en el que los hombres viven, aman, se intercambian gestos de
ternura y tambin de lgrimas. Como lo subrayaba A. Fossion en
su obra sobre La catequesis en el campo de la comunicacin
(1990), es necesario que la Iglesia proponga lugares para la cate-
quesis, pero lo que conviene sobre todo es ir y venir por los ca-
minos donde los hombres y las mujeres se encuentran, buscando,
en un mundo lleno de contrastes, un sentido para su vida, es de-
cir, una direccin y un significado. La sola exposicin de la doc-
trina catlica, por muy ortodoxa que sea, no puede bastar para
mostrar de un modo concreto la altura, la profundidad, la anchu-
ra y la longitud de la ternura del Padre de Jess presente por su
Espritu en todas partes donde los hombres y las mujeres organi-
zan su vida personal, social, pblica y cultural.
Algunas convicciones pueden desprenderse de la prctica que
se est llevando a cabo. En efecto, los catequetas comparten la
conviccin ya tradicional de que el Espritu sigue trabajando en
el corazn de nuestros contemporneos, hombres y mujeres, y
que el papel de la catequesis es mostrarles a ellos esta bondad que
les precede. Esta constatacin hace que dejemos de lado la idea
de que la Iglesia es la nica que posee la verdad. Lleva a los ca-
tequistas y los dems testigos de la fe a realizar un descentra-
miento de s, un abandono de frmulas ya establecidas, un aleja-
miento de un eclesiocentrismo mortfero. El movimiento de la
misin es un ir y venir de Emas a Jerusaln; Emas, situado en
el camino en el que la gente busca, hacia Jerusaln, adonde se
vuelve para contar a los hermanos lo que ha pasado en el camino
y celebrarlo. La Iglesia respira y se construye en este va y viene.
Ya se adivina que, en este trabajo de anunciar hoy el Evangelio,
la persona de Jesucristo, este hombre concreto cuyo modo de vi-
vir y de amar nos ha revelado el rostro del Padre, est en el cen-
tro. El hombre es el camino hacia Dios, deca Juan Pablo 11.
Desde este punto de vista, qu pasa con las cuatro dimensio-
nes de la educacin de la fe y, en primer lugar, el conocimiento de
esa fe? Segn el pblico que sea, la fe puede ser objeto de una ex-
posicin clsica. Sin embargo, previamente y segn las edades,
habr tenido que pasar por el camino de una interpretacin de la
existencia humana a la luz del Evangelio. Aprender a leer la ex-
periencia, a darle cristianamente un significado humano, tal po-
dra ser el objetivo de una tradicin viva de las verdades de
fe. En el pluralismo religioso actual no es posible evitar un apren-
dizaje de la fe crtico con sus formas externas y con las diversas
representaciones de Dios.
Celebrar la fe? Sin duda, en el marco de una individualiza-
cin de la fe, tocamos aqu un punto delicado. El yo y el nosotros,
en el cristianismo, son indisociables. Lo mismo que antes, apren-
der a celebrar el don de Dios constituye un objetivo catequtico.
Y no lo es menos el hecho de que la propuesta sacramental, pues-
ta hoy en el filo del todo o nada, trae consigo una serie de leyes
marco que permiten unas propuestas sacramentales ms flexibles
y diversificadas segn los itinerarios creyentes.
Vivir la fe? No se trata de aadir una tica fundamentalmen-
te diferente a la que viven hoy los hombres y las mujeres, sino
que lo oportuno ser valorar lo que de bello, justo, bueno y ver-
dadero hacen estos hombres y mujeres. Aprender con ellos a dis-
cernir los valores ms que imponer un cdigo ya establecido
constituye una difcil tarea para la educacin de la fe, unida evi-
dentemente a las diferentes instancias educativas.
Orar la fe? Orar es, sin duda, el acto humano -simplemente
humano o religioso- ms extendido. Habr que reconocer, enton-
ces, que la oracin as, de entrada, es ecumnica. El aprendizaje
y el ejercicio de la oracin cristiana constituye una larga pedago-
ga que consiste, bajo la accin del Espritu, en hacer nacer en no-
sotros el pensamiento y las costumbres del evangelio.
En definitiva, como ya puede adivinarse, la fidelidad viva a
las cuatro dimensiones de la educacin de la fe se perfila como un
futuro plural. En el tiempo que est por llegar la palabra catequ-
tica est llamada a ser plural, provisoria y frgil. El xito de una
catequesis no est forzosamente en haber recorrido todos los rea-
les caminos de la doctrina catlica sino en el hecho de que, como
compaeros de camino, catequistas y catequizandos puedan decir
con toda honradez y verdad: esta palabra me afecta a m perso-
nalmente, me hace pensar y vivir, y hasta celebrar juntos. Nos ale-
jamos, pues, de un dispositivo que atiende a la uniformidad tri-
dentina. Es, pues, el tiempo de volver a Emas. Al partir el pan,
Jess desaparece.No est redescubriendo nuestra generacin la
quinta dimensin del acto de fe, la que, atravesndolas, riega a las
otras cuatro: la libertad de creer?
PARA PROSEGUIR LA REFLEXIN~
, QU ES LA CATEQUESIS?
_ MIlI.'"''

Medio siglo de definiciones


recogidas por G. ADLER

El catecismo es una enseanza. Es la comunicacin de una cien-


cia que tengo y que os doy.
- c. QUINET, Carnet de prparatlOn d'un catchete,
Spes, Paris 1927, tomo 1, p.35

El catecismo es un librito que contiene, mediante preguntas y


respuestas, un resumen de la religin cristiana.
- Catchlsme a l'usage de5 dlOceses de France,
Mmson Mame, Tours 1947, Q/R n. 1.

La palabra catecismo significa la enseanza religiOsa elemen-


tal, generalmente mediante preguntas y respuestas. Significa tam-
bin el manual que contiene est enseanza
- A BOYER, Catchetique, Lenthielleux, Paris 1947, p. 36

CatequesIs y predicacin son las dos formas principales en que


se ejerce el magisterio eclesistico. Mientras la predicacIn se
ajusta a ocasiones dadas, recoge y valora puntos doctrinales aisla-
dos y, fundndose en ellos, trata de mantener y fomentar la vida
cristiana, la catequesIs aporta la iniciaCIn bsica a la totalidad de
la doctrina cristiana. Por otra parte, en los pases cristianos de
nuestro tiempo, los llamados a recIbIr esta mIcIacIn suelen ser, de
modo preponderante, jvenes que ya en los pnmeros das de su VI-
da fueron recIbIdos, medIante el bautismo, en el remo de la gracIa
Una vez despIertas en ellos sus potencIas espmtuales y antes de
que Irrumpan en la vIda, necesItan estos jvenes famIlIanzarse
mas con el mundo de la fe y conocer los cammos de salvaCIn
- A JUNGMANN, Catechese, Lumen VItae, Bruxelles 1955, p 1
(trad cast Catequetlca Herder, Barcelona, 1957, p 11)

La catequesIs es la forma propIa que adqUIere la enseanza relI-


gIosa en el cnstIaOlsmo, que se IdentifIca como relIgIn de la
Palabra de DIOS
- P A LIEGE, De la parole a la catechese
Lumlere et Vle 35 (dIcIembre 1957) p 34

La catequesIs es la tradIcIn VIva del depsIto de la fe para los


nuevos mIembros que la IglesIa se agrega Constituye, aSI, un as-
pecto partIcular del ejerCICIo del magIsteno Por una parte, se dIS-
tingue del kerygma, que es el anunCIO de la buena noticIa de la
ResurreccIOn a los paganos, y, por otra parte, de la homIla, que es
la enseanza que se da a los mIembros de la comuOldad cnstIana
Esto ImplIca un doble carcter Por OposIcIon al kerygma, presen-
ta un caracter completo tiene que mstrUIr al candIdato al bautIsmo
de todo lo que un cnstIano debe creer Pero, por OpOSICin a la ho-
mIla, tiene un carcter elemental Va, pues, a lo esencIal, dejando
de lado las profundIzacIOnes espmtuales y especulativas
- J DANIELOU, Etudes 1960

La catequesIs pertenece al corazn del mmIsteno de la Palabra


es la funcIn pastoral encargada de transmItIr la Palabra de DIOS
para despertar y alImentar la fe El fm de la catequesIs es hacer
crecer la Vida de fe medIante el conOCImiento de la Palabra
- Dlrectolre de pastorale catechetlque a 1 usage des dlOceses
de France, e N E R , Pans 1964, p 14, art 4 y P 16, art 12

Se dIstmgue el kerygma y la catequesis El kerygma [ ] es el


anunCIO del misteno de la salvacIn a qUIen no cree todava, con
vistas mmediatamente a la converSIOn pnmera, la catequesIs es
una explIcaCIn, un desplIegue del kerygma, presentado al que ya
tIene fe y qUIere conocerla mejor para converSIOn ms total
- J COLOMB, Le servlce de l'Evanglle Desclee, Pans 1968, p 4
(trad cast Manual de Catequetlca Al servIcIO del EvangelIO
(Vol 1), Herder, Barcelona 1971, pp 26-27

Podra decIrse que la catequesIs se defme de la sIgUIente mane-


ra la aCCIn medIante la cual un grupo humano mterpreta su SI-
tuacIn, la VIve y la expresa a la luz del EvangelIo
- J AUDINET, Le Renouveau catechettque dans la sltuatIOn
contemporame Catechese 34 (enero 1967), p 42

La catequesIs constituye un modo de actualIzaCin de la tradI-


CIn VIva haCIndola expresarse aqUI mIsmo No podra conten-
tarse con repetir las EscrIturas, pues las EscrIturas mIsmas no
escapan a esta mIsma TradICIn vIva, que contma leyndolas e
mterpretndolas
- P A LIEGE, Vers une p1emtude de la transml<;SIOn
de la fOl Catchese 42 (enero 1971) p 101

SIgue la forma catequetIca, que tiende a que la fe, Ilustrada


por la doctrma, se haga VIva, explCIta y activa en los hombres
(CD 14)
- Dlrectono General de Pastoral Catequetlca,
EdIcIn bI1mgue del Dlrectonum Cathechlsttcum Generale,
Ed del SecretarIado NacIOnal de CatequeSIS, Madnd 1973, art 17

La catequeSIS es la comumcacln de los documentos de la fe La


catequeSIS es el aprendIZaje de la elaboracIn de sentido
CateqUIzar es llevar a cabo el aprendIZaje de una palabra fiel en
la comumdad
- J AUDINET, Chances de la catchese
Catechese 48 (Juho 1972), p 372

La catequeSIS est al serVICIO de la fe Pero, que es la fe?


Creemos que los catequetas (y otros) pueden reconocerse en la SI-
gUIente formulaCIn la fe CrIstiana es el reconOCImIento de la
eXIstenCIa de DIOS en JesucrIsto como decIsIva para el hombre
Este reconocimiento constituye una experiencia espiritual que lle-
va consigo siempre una dimensin personal (interioridad) y una
dimensin colectiva (comunidad); este reconocimiento inspira
prcticas originales de vida humana (dimensin tica de la fe).
La finalidad de la catequesis es que los adultos, los jvenes,
los nios, las personas y los grupos puedan confesar y profesar su
fe cristiana y puedan hacerlo de manera articulada, ya que la fe
no es un grito. Es un lenguaje, un lenguaje coherente, un lengua-
je hablado, gestualizado y activo. La fe no existe sin comunica-
cin y toda comunicacin supone un lenguaje. Para testimoniar la
realidad de Dios inefable es necesario que la Iglesia articule su fe
en un lenguaje comunicable. Y si el Espritu se expresa en noso-
tros con gemidos inefables, se expresa tambin mediante los ar-
tculos de las confesiones de fe, las indicaciones precisas de una
tica y los ritos claramente determinados de los sacramentos.
Puede, pues, comprenderse en qu sentido decimos que la fi-
nalidad de la catequesis es la articulacin de la fe en Iglesia.
- Extracto del documento preparatorio para la asamblea
episcopal de Lourdes 1975, en Chercheurs et tmoins de Dieu,
Lourdes 1975, Centurion, Paris 1975, p. 78.

Lo que la Iglesia busca con los medios puestos en prctica en la


catequesis es:
* que los nios, los jvenes, los adultos, los grupos puedan co-
nocer, amar y adorar a Jesucristo, centro y sentido de la his-
toria de la humanidad y del mundo;
* que acojan como verdadera la fe cristiana aceptando su cohe-
rencia y sus exigencias;
* que ocupen su lugar en la comunidad de los bautizados, par-
ticipando en su vida y en su misin, que sean testigos y res-
ponsables, segn la gracia propia de cada uno.
- Asamblea plenaria del Episcopado francs,
Construire l'glise ensemble, Centurion, Paris 1976, p. 87.

A esta actividad de la Iglesia que consiste en una educacin de


la fe por etapas y en una profundizacin continua de esta fe, la lla-
mamos "catequesis".
El cometido de la catequesis es, pues, hacer comprender y
experimentar toda la importancia de Cristo en la vida de cada da.
La catequesis, por tanto, debe decir cmo Dios Padre nos re-
concilia con l mediante su Hijo Jesucristo, bajo la accin del
Espritu Santo. Comunicando este misterio, la catequesis es pala-
bra viva y es fiel a Dios y al ser humano. Es palabra, memoria,
testimonio.
- Snodo de Obispos (Roma, 1977), Ralits et avenir
de la catchese dans le monde, Centurion, Paris 1978, pp. 171 Y 176.

Globalmente, se puede considerar aqu la catequesis en cuanto


educacin de la fe de los nios, de los jvenes y adultos, que com-
prende especialmente una enseanza de la doctrina cristiana, da-
da generalmente de modo orgnico y sistemtico, con miras a ini-
ciarlos en la plenitud de la vida cristiana.
- JUAN PABLO I1, Catechesi tradendae, n. 18, PPC, Madrid 1979.

Los cristianos no pueden tener una fe explcitamente viva y ac-


tiva sin disponer -segn los mtodos propios de su ambiente, su
cultura, su condicin de vida- de una catequesis que aporte una
luz a su existencia.
La funcin catequtica o catequesis es esta actividad de la
Iglesia que consiste en una educacin de la fe por etapas y una
profundizacin continua de esta fe (Snodo de Obispos, Roma
1977)>>.
- Asamblea plenaria del Episcopado francs (Lourdes, 1979),
La catchese des enfants (Texto de Referencia),
Centurion, Paris 1980, pp. 21,23.

El Catecismo de la Iglesia Catlica es una exposicin de la fe


de la Iglesia y de la doctrina catlica, atestiguadas o iluminadas
por la Sagrada Escritura, la Tradicin apostlica y el Magisterio
eclesistico.
- Catecismo de la Iglesia Catlica,
Constitucin Fidei depositum, n. 4,
Asociacin de Editores del Catecismo, Madrid 1992, p.10.
La catequesis, dlstmta del primer anuncio del Evangelio (CT
19), promueve y hace madurar esta conversin inicial, educando
en la fe al convertido e incorporndolo a la comunidad cristiana.
- CONGREGACION PARA EL CLERO, Dlrectorw General
para la CatequesIs, Edlce, Madnd 1997, n. 61.

La catequesis es una dimensin constitutiva de la vida de la


Iglesia desde Pentecosts; es el acto de comunicar la Buena
Noticia de Jesucristo y, como acto de comunicacin, obedece a
regla. especficas.
- S. LALANNE y D DE VINOLS, Faire le catchlsme:
gUlde pour les dbutants, Droguet & Ardant, Paris, p. I.
3
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UNA CATEQUESIS EN LA QUE


LA COMUNIDAD CRISTIANA EN SU CONJUNTO
ES A LA VEZ CATEQUIZANTE Y CATEQUIZADA
FLAVIO PAJER

El trmino comunidad cristiana ha adquirido una posicin cen-


tral en el discurso pastoral y pedaggico de la Iglesia de los lti-
mos decenios. Este trmino se ha convertido, desde el Concilio,
en el paradigma del pensamiento eclesiolgico, el eje central de
los proyectos catequticos, la piedra de toque de la renovacin
pastoral. Apenas puede concebirse la transmisin de la fe sin aso-
ciar a ella el concepto de comunidad: comunidad en cuanto ori-
gen, lugar y medio de la transmisin religiosa, en cuanto sujeto y
destinatario de la palabra y en cuanto objetivo a tener en cuenta
por la accin pastoral. Puede ser que un cierto entusiasmo comu-
nitario aparezca como un antdoto que se acepta de buena gana en
un tiempo de individualismo exasperado y de incomunicabilidad
o, por el contrario, en un tiempo de globalizacin galopante. Y
habr que reconocer, al mismo tiempo, que el tema de la comu-
nidad ha invadido desde ya hace mucho tiempo, incluso fuera de
las Iglesias, el campo de investigacin de socilogos y politlo-
gas as como el sueo de los reformadores religiosos y los mili-
tantes humanistas de todo tipo.
La abundancia del discurso sobre la comunidad cristiana no
puede ocultar ciertas desviaciones de la vivencia comunitaria,
que contina siendo frecuentemente decepcionante y contradicto-
ria, incluso solamente desde el punto de vista fenomenolgico.
Muchos documentos recientes de los snodos, las conferencias
episcopales, los centros diocesanos deploran las carencias y los
fracasos del funcionamiento comunitario, abogando al mismo
tiempo por una mayor e indispensable centralidad de la dimensin
comunitaria en la transmisin de la fe. No es cuestin de repetir
aqu estos anlisis. Baste presuponerlos a la hora de enunciar la te-
sis que ser el objeto de la reflexin sistemtica que sigue.
La transmisin de la fe que, sobre todo en el perodo de cris-
tiandad post-tridentina, se haba apoyado en una pedagoga esco-
lar centrada en la relacin triangular adulto-nio-catecismo (o,
si se quiere: maestro-alumno-saber), se muestra menos plausible,
cada vez ms ineficaz e incluso impracticable, a medida que la
Iglesia se ve arrastrada de la modernidad hacia la post-moderni-
dad. En una sociedad en la que se supona que el ethos cristia-
no se transmita, ms o menos, por las vas naturales del molde
social y familiar, la accin educativa explcita poda limitarse:

* a tener en cuenta, incluso en exclusiva, a los ms pequeos y


no al conjunto de los cristianos;
* a alfabetizar a los nios a partir de los contenidos verbales y
verbalizados de la fe, ya que la asimilacin de los contenidos
simblicos, litrgicos y ticos deba estar asegurada, en prin-
cipio, por el tejido de las prcticas sociales cotidianas;
* a confiar a un individuo adulto experto (el cura, el catequista
o una religiosa) la responsabilidad de escolarizar la fe en
sus aspectos cognitivos y, mediante esto, sacramentalizar a
los nios repartidos por grupos de edad sin que la comunidad
como tal tuviera que implicarse ms.

No hay duda de que fuese absolutamente necesario corregir


esta visin tan individual y casi privatizada del tratamiento peda-
ggico de la transmisin cristiana de la fe desde el momento que:
* el conjunto de la sociedad dejaba de ser portadora de los va-
lores reconocidos como cristianos para convertirse en una so-
ciedad plural en sus pertenencias y creencias, diversificada e
incluso conflictiva en sus opiniones ticas, y marcada sobre
todo por un ethos de individualismo difuso;
* lo religioso, como prctica subjetiva o como patrimonio cul-
tural, iba a someterse a numerosos anlisis, laicos y a veces
sospechosos, de las ciencias humanas, y conocer, por eso mis-
mo, una desestructuracin-recomposicin frente a la cual el
practicante tradicional, aislado en sus convicciones autorrefe-
renciales, se descubre desprovisto de puntos de referencia ha-
bituales y de suficientes recursos para dominar la crisis.

Entonces es cuando la dimensin comunitaria vuelve a apare-


cer con fuerza en el discurso de la Iglesia, desde el magisterio
ms alto hasta los debates en tomo a los nuevos mtodos de la ca-
tequesis parroquial. El binomio catequesis-comunidad se de-
clina de mil maneras en las declaraciones de intenciones de los
responsables. Lo que falta todava es que de ello se sigan accio-
nes coherentes y resultados concretos, lo cual no siempre es el ca-
so. Paradjicamente a veces ocurre que los responsables de las
comunidades sigan hablando de catequesis comunitaria a su
comunidad pero sin primero preocuparse demasiado por impli-
carla como colaboradora y protagonista real, y no slo en la fase
de ejecucin de un proyecto sino desde el mismo momento de su
concepcin hasta la evaluacin final; e implicarla no slo en la
actividad propiamente catequtica sino en las cuestiones que
afectan a las estructuras de decisin y de participacin.
Compartir poder, responsabilidades, roles, competencias: se
trata de una de las condiciones de posibilidad de esta idea de una
comunidad cristiana que pretende ser toda ella catequizante y
catequizada. Hay otras diversas condiciones -de naturaleza es-
tructural, cultural, organizativa- que hay que asegurar al mismo
tiempo para que una comunidad pueda experimentar aquello que
anuncia y para que lo que anuncia sea un reflejo de lo que vive.
En qu condiciones una catequesis dialogal, en la que toda la co-
munidad da y recibe, habla y escucha, engendra y es engendrada
en la fe? Pueden adivinarse algunas pistas operativas de cara al
futuro?

Algunos puntos sin retorno para una catequesis comunitaria

Puede ser til recordar al comienzo, como teln de fondo, un cier-


to nmero de presupuestos que estn en la raz de los corolarios
prcticos siguientes.
1. La sociologa de la comunicacin religiosa subraya el signifi-
cado actual de la comunidad como sujeto determinante de la
transmisin de la fe. Segn varios observadores europeos (entre
otros EX. Kaufmann y K. Gabriel en Alemania; L. Voy y K.
Dobbelaere en Blgica; E. Pace y R. Mion en Italia; D. Hervieu-
Lger en Francia; J. Kerkhofs, R. Campiche, P. Zulehner y M.
Tomka a nivel europeo), los resultados de muchas encuestas po-
nen de relieve los lmites y las dificultades que la familia y la
Iglesia plantean hoy para una sana y duradera iniciacin a la fe.
Por una parte, las relaciones familiares, por muy irreemplazables
que sean para el nio y el adolescentes, no satisfacen ms que de
un modo parcial la necesidad de relacionarse con personas de fue-
ra de casa que vivan, hablen y acten en virtud de su fe cristiana;
y la posibilidad de tener experiencias significativas y, llegado el
caso, alternativas en el crculo familiar es bastante limitada o ra-
ra. Por otra parte, la Iglesia, incluida la Iglesia local, en la medi-
da en que est construida como una gran organizacin pblica
dentro de la sociedad, no puede proporcionar orientaciones deter-
minantes para la conducta personal de los fieles l. En efecto, el
anonimato de las reuniones masivas, el uso jerarquizado de la pa-
labra son otras tantas barreras que impiden la expresin personal,
que desaniman la reciprocidad y no permiten a las personas im-
plicarse de un modo total en la aventura de la fe.
La deriva hacia una despersonalizacin del mensaje cristiano
se ha agravado en estos ltimos tiempos como consecuencia de
una sobre-exposicin meditica de las autoridades eclesisticas: su
visibilidad pblica muchas veces se percibe slo como publicita-
ria; se relacionan preferentemente con otras autoridades indepen-
dientemente de lo que se vive en la base; el discurso diplomtico
en las alturas institucionales sustituye o devala el dilogo con las
instancias subalternas y con la base; como broma ha llegado a de-
cirse que hoy en da hay cristianos que conocen al papa pero no
conocen a su prroco. Aunque se trate slo de efectos indirectos
no deseados, hay que confesar claramente que estamos lejos de la
eclesiologa de comunin soada por el Vaticano n... '1 , ; 1

Norbert METTE, Tareas de la comunidad CrIstiana en la fonnad611 reti


glOsa: Conc[um 194 (1984), p. 114.
Ah es donde las insuficiencias objetivas de la familia y de la
institucin eclesial remiten a la comunidad como el sujeto in-
termediario ms apropiado en el contexto sociolgico actual,
pues realiza exactamente, en la perspectiva sociolgica, la for-
ma social que sobrepasa el espacio familiar pero constituye un
mundo de vida perceptible en su conjunto y poco afectado por el
proceso de diferenciacin social. Su situacin estructural en la in-
terseccin de la esfera privada y la pblica hace de ella el lugar
social privilegiado y el medio para la transmisin de los conteni-
dos cristianos significativos en el futuro2.

2, La antropologa de la comunicacin nos ayuda a situar la


Revelacin divina -y, por consiguiente, la transmisin de la fe, de
la que quiere ser prolongacin fiel y siempre nueva- en la din-
mica de un encuentro personal ms que en la de un depsito con-
ceptual que hay que conocer y proseguir tal cual. Para saber qu
es una persona, el ser humano tiene que encontrarse con otra per-
sona, es decir, con un ser libre que pueda resistirse o entregarse
por amor. Cuando tiene la experiencia de una persona, al recibir
la palabra que dirige, no en general sino a l en particular, el hom-
bre se descubre entonces a s mismo como persona y conoce la
realidad del amor y de la libertad. Sin el testimonio vivo del otro,
el ser humano no puede tomar conciencia de lo que l es; sin la
palabra (verbal o simblica) dicha para l en el respeto y el amor,
no puede hacerse consciente de quin es. En la relacin comuni-
taria con el otro es donde el hombre descubre lo que es y lo que
puede llegar a ser. Viviendo codo con codo con el otro es como el
hombre descubre lo que es ser hombre. Nada tiene de extrao,
segn eso, que Dios revele a cada cristiano, a la vista de otro cris-
tiano, lo que es ser cristiano. Si lo que estuviese en juego fuese el
espritu, el alma, una parte abstracta de la naturaleza humana, se-
ra lgico que la Revelacin hubiera podido hacerse mediante un
movimiento interior o una doctrina escrita. Sin embargo, puesto
que quien debe ser cristiano es el hombre, poseedor de una exis-
tencia corporal, temporal y social, es necesario que la Revelacin
se lleve a cabo en el seno de una vida humana y en la comunin

2. bid., p. 115.
con seres humanos3 El psiclogo de la rehgIn, por su parte, re-
cuerda que cuando DIOS tom la mICIatIva de conclUIr una alIan-
za con el pueblo, lo hIZO mediante la palabra palabra que revela
a un tiempo a Yahv como DIOS personal, coloca al hombre fren-
te a s como ser personal, y crea la mueva reahdad dIVmo-huma-
na que ser la hIstona de la alIanza4 El ser humano descubre lo
que es ser cnstIano, pnmero en la persona de Jesucnsto, y segun-
do, en la persona de qUIenes SIguen a Jesucnsto medIante la prc-
tica del amor cnstIano

3. La opcIn hermenutIca que mspIra y cuahca desde hace al-


gunos decenIOS toda la actIvIdad pastoral tIende a volver a poner
en el centro el sentIdo de lo que las personas son en su Identidad,
lo que qUIeren y lo que rechazan, lo que esperan y lo que temen,
expenmentan, comprenden, producen ,en una palabra, la expe-
nenCIa vIvencIada en las ms dIversas gamas de extensIn y de
mtensIdad, de la expenencIa compartIda con otros, de la expe-
nenCIa refleXIOnada y ms tarde mterpretada La mterpretacIn de
la Escntura y la mterpretacIn de la eXIstencIa se mezclan y se m-
tegran recprocamente No es pOSIble comprender el mensaje b-
blIco sm una lectura que mterrogue e mterpele a la propIa VIda
desde las expenencIas concretas de cada uno La educaCIn de la
fe Imphca, en este sentIdo, que los sUjetos de la educaCIn partI-
CIpen ellos mIsmos en la elaboraCIn del proyecto, asumIendo su
propIa expenenCIa como objeto de anlISIS, de evaluacIn y de
converSIn Se trata, en el fondo, de re-apropIarse de los nudos de
su propIa eXIstencIa esa es la condICIn para que el sImbohsmo
rehgIOso pueda ser SIgnIfIcatIvo para su VIda Tomando una fr-
mula clSIca de H G Gadamer, hay que ayudar al sUjeto para que
pueda expresar, en su propIO honzonte de sentIdo, el dmamIs-
mo de una fe que se expresa dIacrnIcamente en otros honzontes
culturales y que, por tanto, puede expresarse smcrnIcamente en
ese pnsma de reflexIn total que es SIempre una comunIdad de
hombres y mUjeres lIbres, abIertos a la VIda, dueos de sus pala-

3 Gabnel MORAN, Vivante RevelatlOn Etude theologlque, Llgel, Pans


1967, pp 166 167
4 Antame VERGOTE, Modernzte et chrzstlamsme InterrogatlOns crztlques
reciproques Cerf Pans 1999, p 187
bras, pero aSIdos preVIamente por la Palabra Estar cogIdo por la
Palabra es ya entrar en la fe por el regIstro creativo de la confe-
SIn, de la relacIn znterpersonal, del testlmonlO 5 y esto hace que
pasen a un segundo plano, SIn por ello elImInarlos o mInImIZar-
los, los regIstros ya InstitUIdos o ms repetitivos de la expresIn
dIdctica (cateCIsmo) y ntual (prcticas lItrgIcas)

4. Las pedagogzas del aprendIzaje relzgwso, precomzan un con-


texto vital, un Saz 1m Leben, en el que todos los compaeros de
camInO, al margen de los roles establecIdos por la InstitucIn,
puedan ImplIcarse y expresarse lo mejor pOSIble con sus dones
naturales y las capacIdades adqumdas Segn dIversos autores 6 ,
esto Imphcara al menos una tnple superacIn pedaggIca

* superacIn del concepto de transmISIn como transICIn h-


neal, unvoca y umdlfeccIOnal, en favor de otros conceptos y
procesos como generacIn o, mejor, engendramIento es-
pmtual en el sentido que daba ya san Pablo a su aCCIn evan-
gelIzadora (1 Ca 4,15), o tambIn la InICIaCIn en el senti-
do de un grupo ya InICIado que Integra nefItos en su seno, no
en la lnea de un avance en el orden del saber SInO en VIrtud
de una madurez pSIco-fsIca y socIal a un tiempo, crtica y au-
tocrtIca, afectiva y sImbhca,
* superacIn, por conSIgUIente, del bInOmIO enseante-ense-
ado o cateqUIsta-cateqUIzado, en favor de una reCIprocI-
dad o IntercambIabIhdad SIempre abIerta de estos dos roles
nadIe ensea a nadIe, todos aprenden de todos, segn el
pnncIpIO expenmentado de la pedagoga de Paulo FreIre No

5 Jurgen MOLTMANN, La Chlesa nellaforza dello Spmto (ed ong Krrche


In der Kraft des Gelstes Munchen 1975), Quenmana, BrescJa 1976,
pp 390ss
6 Antomo BOTANA, Comumdad cnstlana, en (V Pedrasa - M Navarra
- R Lazara - J Sastre, [dIrs ]) Nuevo DICCIOnarIO de Catequetlca, San
Pablo, Madnd 1999, p 487, Gerard DELTEIL, La catechese au defl de la
secu1ansatlOn Etudes theologlques et rehgleuses (1992/3), p 423,
Henn DERROITTE, La catechese declolsonnee Jalons pour un nouveau
prolet catechetlque Lumen VItae, Bruxelles 2000, p 36 (trad cast Por
una nueva catequesIs Jalones para un nuevo proyecto catequetlco, Sal
Terrae, Santander 2004, pp 28 30), Secundmo MOVILLA, EducaclOn de
la fe y comumdad crlstzana PPC, Madnd 2001, p 178
hay nicamente un donante y un receptor ni un hablante y un
oyente, ni sobre todo un hablante y donante frente a muchos
receptores y oyentes. El adulto sigue siendo un aprendiz, in-
, cluso ante un nio; el maestro sigue siendo un aprendiz, in-
cluso ante un alumno; el catequista sigue siendo un aprendiz,
no slo en relacin a la Palabra, sino tambin en el mismo ac-
to catequtico, en el dilogo con los catequizandos y al inter-
pretar con ellos sus experiencias sin dejar a un lado las suyas;
>le' superacin, finalmente, de un concepto nicamente veritati-
vo del contenido de la fe, en favor de su dimensin signifi-
cativa, lo que viene a decir que, en la pedagoga de la fe, ms
vale aprender e interiorizar un sentido de la vida, y aprender-
lo comunitariamente en un proceso de enunciacin continua,
ms que aferrarse a una transmisin de los enunciados de la
fe, que inevitablemente quedan fuera de la relacin vital y por
tanto ms o menos insignificantes.

La catequesis en y desde la comunidad cristiana:


en qu condiciones?

La primersima condicin es... que haya una comunidad! Y hay


una comunidad desde el momento en que hay gente que, en nom-
bre de Jesucristo, tiene algo que poner en comn, algo que com-
partir. Pero si la parroquia sigue siendo un lugar de reunin de
una masa ms o menos annima de fieles que no buscan en ella
ms que una serie de servicios religiosos rutinarios, es verosmil
e incluso inevitable que la catequesis no sea ms que un apndi-
ce despreciable en el organigrama pastoral, una actividad margi-
nal reservada ms bien para los jvenes o para algn tipo aislado
de personas (novios, tercera edad, etc.), asumido por catequistas
funcionarios, normalmente para preparar para un sacramento. Ya
se ha criticado suficientemente este tipo de funcionamiento -e in-
cluso se ha celebrado el fin de la civilizacin parroquial- como
para necesitar volver sobre ello. Muchas nuevas comunidades
han nacido de las cenizas del antiguo modelo de parroquia: han
nacido re-orientadas para centrarse en la Palabra, agrupadas en
tomo a un equipo de animacin de mayora laical, solidarias en la
diakona social al mismo tiempo que totalmente protagonistas
del rito litrgico renovado. Este ltimo, en particular, no ocupa ya
l solo el centro de la escena de la vida parroquial ni se realiza au-
tomticamente o como un fin en s mismo, sino que se convierte
en un elemento contextual de esta articulacin dinmica del
creer, del decir, del hacer y del celebrar que es una comunidad a
la vez proftica, eucarstica y diaconal
Para percibir de modo ms realista las lneas de un proyecto
catequtico posible en una perspectiva comunitaria, habr que te-
ner en cuenta un cierto nmero de condiciones de posibilidad.
Sealmoslas, en primer lugar, en un triple nivel: al nivel de las
convicciones, del funcionamiento de la relacin y del funciona-
miento de la comunicacin. Pero hay una condicin previa que
preside por encima de todo: el saneamiento de las estructuras y
las modalidades de gestin, participacin y comuni6n.

1. Todos sabemos que, en toda actividad de grupo y de comuni-


dad, la expresin de las convicciones personales de los miembros
puede desempear un papel movilizador y creativo 0, por el con-
trario, puede provocar bloqueos en los interlocutores, puede en-
frentar a las personas en distintos campos, y conducir finalmente
a que la comunidad se desmiembre en sub-grupos conflictivos ba-
sados en afinidades ideolgicas. Es cierto que, por SU naturaleza,
una comunidad de creyentes tiene su propia identidad en referen-
cia a cualquier otro modo de agruparse socialmente. Sin embar-
go, la fe no elimina ni las simpatas polticas ni las opciones
ticas, ni las inclinaciones artsticas, menos an las reacciones
emocionales. Es incluso importante que todo lo humano y cultu-
ral se asuma en la opcin religiosa personal, sin que la fe se sien-
ta como una molesta censura para el individuo, para su historia y
para su identidad singular. Est en juego la libertad y la dignidad
personal. Pero sigue siendo verdad que un grupo cristiano, para
que pueda funcionar normalmente, tiene que asegurar una base
de convicciones compartidas referidas al mbito de su ser y su ac-
tuar en cuanto grupo cristiano. Convicciones comunes que hay
que verificar para poder mantenerse como grupo son, por ejem-
plo, stas: todos los laicos, por el bautismo, tienen derecho a la
palabra en la Iglesia; todos los laicos son sacerdotes, partici-
pando de sacerdocio universal del pueblo de Dios; sin los lai-
cos, la Iglesia no es la Iglesia de Cristo; la Iglesia no puede or-
ganizarse ni perpetuarse en su forma si antes no es engendrada,
en el tiempo, el espacio y las culturas, por hombres y mujeres per-
fectamente situados; la misma revelacin crece con aquellos
que la leen juntos como Iglesia; todos en la Iglesia son disc-
pulos de la Palabra; nadie es su maestro ni su dueo o intrprete
exclusivo ... La lista podra prolongarse. Como se ve, no se trata
aqu ms que de algunos principios mayores extrados casi lite-
ralmente de la teologa del reciente magisterio. Pero, forman
parte de veras de las convicciones de la mayora de los cristianos
de nuestras comunidades? Hemos eliminado el concepto de una
Iglesia como societas perfecta; hemos superado la distincin
ecclesia docens I ecclesia discens. Haba que hacerlo. Pero des-
graciadamente slo lo hemos hecho en teora. No estamos verda-
deramente convencidos de que la comunidad cristiana tenga que
estar siempre en situacin de conversin permanente. La idea de
conversin que quisiramos llevar a los pases de misin no se da
en nuestras iglesias, lo que constituye una grave contradic-
cin..., deca recientemente Aldo Del Monte, obispo italiano,
que aada: Para alguien que ha vivido el Concilio como yo,
produce una gran pena ver hoy esta Iglesia. Me siento realmente
desconsolado (de una entrevista en Jess, septiembre 2000).

2. Una segunda condicin concierne al funcionamiento de las re-


laciones en la comunidad. Antes de ser comunidad catequizado-
ra, el grupo cristiano debe existir como mbito de relaciones cua-
lificadas desde la ptica de la fe. Y esta ptica, como nos lo re-
cuerda el captulo primero de la Lumen Gentium, hace de la Igle-
sia una comunidad de hermanos y hermanas bajo la primaca de
Dios y su Palabra. Siendo todos hermanos y todos servidores de
la Palabra, los sacerdotes y los religiosos y religiosas lo mismo
que los laicos y los nios, los cristianos no levantan barreras ni
reivindican privilegios. Las relaciones de fraternidad pasan por
encima de cualquier diferencia de edad, de cultura, de origen so-
cial, de roles o de capacidad. Cada uno, a su modo y a partir de lo
que cada uno es, es siempre discpulo de los dems en la medida
en que la experiencia de Dios pasa por los otros, ya que cada ser
es una pequea biblia y es necesario relacionarse entre todas es-
tas pequeas biblias individuales en donde se juega la historia de
Dios con cada uno7. Mucho ms cierto es esto en la catequesis,
que es la actividad educadora de este vnculo de la fraternidad.
Lo que importa es que el funcionamiento de las relaciones den-
tro de la misma catequesis transparente de alguna manera lo in-
condicionado de la gracia que la misma catequesis, precisamente,
anuncia y profundiza. En este sentido, el clima de libertad, el
afecto y la escucha mutua son parte integrante de la pedagoga ca-
tequtica; sta, en funcin del mensaje anunciado, debe estable-
cer un vnculo fraternal en el que cada uno, en nombre de Dios,
sea cual sea su historia o su progreso en la fe, es reconocido por
l mismo, ms all de toda razn y moral, en la gratuidad8.

3. Una tercera condicin se refiere ms directamente alfunciona-


miento de la comunicacin. Sabemos que los sistemas de comu-
nicacin impuestos por y en la sociedad se rigen a modo de mer-
cado de la informacin: alguien detenta el poder y los medios pa-
ra capitalizar la informacin, seleccionarla y difundirla; otros, la
gran masa, slo puede consumirla e incluso se les educa para
que se comporten como buenos consumidores. Lo esencial de la
comunicacin se juega entre la actividad interesada del emisor,
que est siempre en posicin dominante, y la pasividad cmplice
de los receptores. En conjunto, y sin que nadie lo haya querido ni
previsto, esto es lo que ocurre la mayor parte del tiempo en la co-
municacin intraeclesial. Todo lo que es informacin, enseanza,
discurso, orientacin, consejo, decisin, se espera normalmente
de una nica fuente que es la autoridad, el responsable, la institu-
cin competente, etc. Y existen instrumentos para asegurar esta
comunicacin controlada de la cima a la base o del centro a la pe-
riferia: una comunicacin desde arriba casi en sentido nico, ya
sea la homila, los programas de la catequesis, las cartas pastora-
les o las publicaciones peridicas que edita la parroquia o la di-
cesis. La base de la comunidad dispone, evidentemente, de menos
instrumentos para rebotar su palabra en sentido inverso a no ser
una palabra informal y ocasional, una iniciativa individual o qui-
zs de grupo; en el mejor de los casos, los organismos de partici-

7. Karl-Heinz SCHMITT, Vie de foi et communication catchtique:


Lumen Vitae (199711), p. 47.
8. Andr FOSSION, Alliance et lecture. L'apprentissage de la foi cornme
nouvelles: Catchese 122 (1991), p. 23.
pacin (consejo parroquial, equipos de animacin, comisiones ad
hoc, etc.) sirven para consultas amplias y planificadas pero que
necesariamente slo implican a una pequea lite de representan-
tes de la comunidad, quedando sin poderse escuchar la voz de la
mayora silenciosa... Lo que generalmente falta en las comuni-
dades cristianas es una inteifaz, un espacio permanente donde
quienes comunican se encuentren con los destinatarios y donde
cada uno abandone su papel habitual para confrontarse de igual a
igual, para interpelar y dejarse interpelar como persona y como
creyente. Va ser necesario, pues, multiplicar y formalizar los ca-
nales de una comunicacin desde abajo y sobre todo, antes de re-
alizar ningn esfuerzo a nivel tcnico o instrumental, introducir y
apoyar, al ritmo de la vida parroquial, un cierto hbito de comu-
nicacin sobre las cuestiones de la fe, un estilo y una calidad de
comunicacin que ayude a las personas a expresarse libre y es-
pontneamente, a organizar su oracin y alimentar su reflexin de
fe. Que el movimiento de toda comunicacin supere el sentido
nico para convertirse en circular, interlocutorio y si es nece-
sario incluso dialctico, los documentos oficiales de la Iglesia, el
mismo Texto de referencia del episcopado francs, lo desea y lo
exige cuando afirma (en el n. 212): En catequesis, el smbolo de
la fe se le entrega al nio (slo al nio?) para que lo convierta en
su propia palabra de fe en la Iglesia. Es la expresin eclesial del
contenido de la Escritura. Traza un camino en el que la fe se des-
cubre, se expresa y se sigue buscando...

4. Para que estas situaciones lleguen a ser moneda corriente en


nuestras comunidades, parece que se impone una condicin pre-
via como conditio sine qua non de todo lo dems: un cambio bas-
tante radical de los modos de participacin y de comunicacin, y
esto a todos los niveles de la vida de la Iglesia, desde las comu-
nidades de base y las parroquias hasta las conferencias episcopa-
les y los snodos universales. Es necesario que las Iglesias parti-
culares dejen de ser tenidas al margen a la hora de la eleccin de
sus pastores y que se encuentren mecanismos de participacin
que se articulen con las conferencias episcopales, la congregacin
de los obispos y el obispo de Roma9 Que la funcin consultiva se
convierta en un estilo y un mtodo de trabajo al nivel de las ins-
tancias superiores, y entonces se podr legtimamente pedir que
las comunidades de la base hagan otro tanto para que circule la
palabra y para compartir el sentido de la vida que ella da para to-
dos. No puede ponerse en marcha una dinmica comunitaria de la
palabra si esta palabra sigue ligada a los ms altos escalones
del sistema-Iglesia; el ejercicio del ministerio proftico de los
bautizados no puede avenirse con una gestin del poder clerical
que tuviera que sancionar siempre una palabra laical sumisa.
Debemos creer que un pueblo ignorante puede ensearnos
las cosas de Dios, responda un da el exegeta Carlos Mesters a
un telogo que le preguntaba cul era su "principio hermenuti-
co". Esta idea tiene su fundamento en la gran tradicin cristiana
de la teologa del sensus jidelium y del consensus jidei.
Ms an: del mismo modo que una comunidad no existe en
estado virtual sino que se constituye sobre la base de una red de
pertenencias inscritas en la realidad social en la que la fe puede
encarnarse, es normal que una palabra legtima sobre el sentido
cristiano de esas experiencias pueda venir, sin concesiones pater-
nalistas, de esos bautizados enraizados en un tiempo y un espacio
concretos. En esta perspectiva, la institucin tiene que aceptar la
renuncia de su poder y su deseo de controlarlo todo pues muchas
iniciativas pueden escaprseles sin duda a unos planes pastorales
cuidadosamente perfilados. Pero reunir y hacer vivir en la unidad
pertenece a una lgica diferente de la de verificar y juzgarlO.

Toda la comunidad catequiza y se catequiza? Cmo?


No basta ser comunidad. Es necesario hacer comunidad. Y este
hacer implica, en primer lugar, la capacidad de cada uno para co-
municar y transmitir a los dems miembros de la comunidad su
propia experiencia de fe. La responsabilidad de expresar su expe-
riencia en comunidad -dicho de otra manera: dar su testimonio de
Jesucristo a travs de su conducta, de sus actitudes, del dilogo o
la enseanza explcita- se desprende sencillamente del hecho de
que la comunidad es el espacio en el que la verdad cristiana se

9. scar BEOZZ, El futuro de las Iglesias particulares: Concilium 279


(1999), p. 175.
10. Sylvianne SALZMANN - Ambroise BINZ, Quand l'initiation nous dessine
un a-venin>: Lumen vItae (200111), p. 67.
convierte en opcin: de transformacin, de conversin, de confe-
sin y de compromiso; en el que los sacramentos se convierten en
celebracin de la vida y para la vida; en el que la comunin con
Cristo se convierte en fraternidad y servicio gratuito. La cateque-
sis nace de la fe de la comunidad, pero ella misma es creadora de
comunidad en la medida en que se la concibe como un proceso de
bsqueda permanente e inacabada o como una lectura que inten-
ta articular Palabra, vivencias personales y comunitarias, y signos
de los tiempos. Precisamente este necesario vaivn entre la
Palabra y el hoy impide que la catequesis se reduzca a un acto que
se realiza de una vez por todas; impide atribuir la funcin cate-
qutica a un nico titular; impide pensar que el catequista mismo
no tiene ya necesidad, a su vez, de ser catequizado, y catequiza-
do precisamente por aquellos a los que est iniciando en la fe. s-
tos son quienes, a travs de sus actitudes y reacciones, le educan
en el discernimiento y la escucha, en la flexibilidad del dilogo y
en la lentitud de la bsqueda, en el valor para tener una palabra li-
bre y en la humildad de una palabra siempre insuficiente. Todo
catequista, finalmente, ejerce una paternidad espiritual sobre sus
catequizandos engendrndolos a la fe, pero l tambin acaba sien-
do, a su vez, engendrado en su fe adulta, llamado a crecer, en la
medida en que escucha e interpreta esta palabra de Dios o esta
"pequea biblia" que es el otro creciendo en su singularidad.
Adems, si se asume esta idea dinmica e interactiva de la ca-
tequesis segn la cual todo bautizado es testigo de una Palabra de
la que sigue siendo siempre discpulo, la consecuencia es que ca-
da uno de los miembros de la comunidad es algo inestimable pa-
ra la fe de todo el mundo. Cada uno, desde la originalidad bio-
grfica de su camino y de su identidad presente puede a un tiem-
po ensear y aprender de los dems, y no porque sean iguales en
un pretendido unanimismo voluntarista sino precisamente porque
son distintos de l. Los ejemplos seran interminables pero basta-
ra presentar una breve tipologa entre los casos ms frecuentes y
significativos. Desde este punto de vista y ms all de un cierto
aspecto paradjico:

* los sacerdotes pueden y deben aprender tambin de los laicos,


aunque esto sea lo contrario de lo que la tradicin frecuente-
mente nos hace ver;
* los adultos pueden y deben aprender tambin de los jvenes,
aunque esto sea lo contrario de lo que aconsejan todas las le-
yes naturales y las costumbres de los pueblos;

* la gente culta puede y debe aprender de la gente sencilla, aun-


que esto sea lo contrario de aquello a lo que anima todo el sis-
tema cultural actual y su escala de valores;

* los maestros pueden y deben aprender tambin de sus disc-


pulos, aunque esto sea lo contrario de lo que ms bien se les
pide a estos dos roles perfectamente instituidos y funcionales
para la transmisin cultural;

* los creyentes pueden y deben aprender de los mal-creyentes y


de los no-creyentes, aunque esto sea lo contrario de lo que se
ha venido haciendo en la historia de las religiones, incluida la
Iglesia...

Cmo lograr esta catequesis de la comunidad? No existen


recetas fciles. Y si existieran, habra que desconfiar de ellas. Ob-
servar lo que ocurre en las diferentes iglesias locales y aprender
de sus experiencias ms o menos logradas o fracasadas sigue
siendo el camino ms realista y eficaz.
Podramos aadir, sin embargo, un cierto nmero de pistas
prcticas que nos quedan por detallar.

* Muchos adultos (padres y abuelos) actuales conciben la cate-


quesis como un deber obligatorio e infantil pues, en su infan-
cia, el anuncio de la fe fue vivido como un deber exclusivo de
su edad y siguen vindolo como algo reducido al tiempo de la
minora de edad. Desde este punto de vista, el reto que se le
presenta a la Iglesia del futuro no son los nios sino los adul-
tos. Difcilmente sienten la vocacin de catequista como liga-
da a su bautismo y rara vez piensan asumirla como tarea pa-
rroquial; con ms dificultad se ven en condiciones de tener
que ser todava catequizados. Hay ah un amplio trabajo de
conversin de la mentalidad y de renovacin de las prcticas
pastorales.

* Cambiar primero uno mismo antes de querer conquistar a los


dems. La clave de toda la pedagoga religiosa activa del fu-
turo est en la fuerza de conviccin de las comunidades naci-
da del humilde intento de muchos de vivir cristianamente la
vida de cada da, por imperfecta y vacilante que sea. Nace de
la voluntad de cambiar uno mismo, no de cambiar a los de-
ms. Con este teln de fondo experiencial, el ser cristiano tie-
ne la posibilidad de volver a ser estimulante para padres e hi-
jos, alumnos y profesoreslI.

* Adoptar decididamente una catequesis del camino, flexible


en sus estructuras y ritmos, pero deseosa de unirse a la vida
de la comunidad y revitalizar a sus agentes pastorales respon-
sables. La pretensin de una comunidad en catequesis del
camino es la de ser catequizada ella misma y cada uno de sus
miembros y, por este mismo hecho catequizador, serlo en su
propio interior pero, ciertamente, sin dejar de estar vuelta ha-
cia el mundo. La catequesis se dirige en primer trmino a los
adultos en trminos de responsabilidad para descubrir, cada
uno y en conjunto, en los textos bblicos, la vida comunitaria,
la fe y el sentido de la vida, y progresar en ellas 12.
Recordar que el dilogo, en el camino de la fe, no es un ins-
trumento pedaggico ni una tctica para acomodarse a tan-
tas situaciones difciles, sino que constituye ante todo la es-
( tructura misma de la vida humana y de la fe cristiana. La fe
exige el dilogo de persona a persona, y el primer objeto del
dilogo no es la verdad revelada en s misma, sino lo que Dios
ha realizado en la vida de los que, cara a cara, entran en di-
logo. Cmo lograr hablar, en catequesis, sobre s mismo y no
sobre cualquier cosa? Cmo trabajar en registro testimonial
ms bien que en un registro expositivo objetivo o de razona-
mientos? Cmo conseguir del interlocutor una palabra libre
y liberadora?

* El aprendizaje de la fe es un aprendizaje total que abarca a to-


do el ser humano y por tanto, tambin, su dimensin social y
comunitaria; es un proceso que dura toda la vida y que en-

11. Norbert METTE, loe. cit., p. 118.


12. Anne-Mane NOTTE, La catchese de cheminement. Approfondir la foi
en communaut toute la vie: Lumen Vitae (1999/2), p. 200.
globa a todas las generaciones, convirtindose, por tanto, en
un aprendizaje recproco de unos por otros; es un aprendiza-
je solidario, que se realiza cuando la ley y la vida participan
una de otra y se comunican mutuamente las experiencias te-
nidas, interpretndose tambin en comn en el horizonte del
mensaje bblico!3. Proyectos y programas de catequesis que
ignoran estos criterios, habra que abandonarlos.

* Cmo educar a la comunidad y como educarse en lo comu-


nitario en una cultura marcada por un individualismo cre-
ciente como la nuestra? Las hiptesis pastorales a propsito
de esto corren el riesgo de la veleidad o la incongruencia.
Ser necesario crear primero un contexto de confianza rec-
proca que abra una doble posibilidad: la de una bsqueda de
la verdad llevada a cabo conjuntamente y la de una solidari-
dad mutua y orientada hacia el mundo llevada tambin en
conjunto. Una comunidad en bsqueda de sentido y social-
mente solidaria est ya en s misma en situacin de (auto)
catequesis.

* Aprender a caminar en comunidad junto a personas adultas,


hombres y mujeres, significa atravesar itinerarios biogrficos
complejos, interrumpidos, heridos a veces sobre todo desde el
punto de vista afectivo: un nmero creciente de cristianos co-
nocen o han conocido la herida de un naufragio matrimonial,
la decepcin de un hijo extraviado, la angustia de una infide-
lidad, la desazn del abandono o la intermitencia de la prcti-
ca religiosa... El acompaamiento psicolgico y pastoral de
estas personas es prioritario pero, para que su situacin no les
lleve a un ulterior aislamiento, es necesario que se sientan dis-
cretamente re-integradas en la comunidad, incluso ms valo-
radas, aunque no sea ms que para poder compartir en grupo
sus experiencias problemticas sin sentirse juzgadas. Estos
reveses mismos de la vida pueden ofrecer una aportacin
catequtica considerable.

***

13. Norbert METt'. toe, cit., p. 119.


BIBLIOGRAFA

Adems de la reseada en las notas:

BOFF, Leonardo, Y la Iglesia se hizo pueblo, Sal Terrae, Santander


1986.
FLORISTN, Casiano, Los desafos que hoy tiene la accin pasto-
ral: Razn y Fe (1999), pp. 257-270.
FOSSION, Andr, Dieu toujours recommenc, Lumen Vitae /
Novalis / Cerf / Labor et Fides, Bruxelles / Montral / Paris /
Geneve 1997.
HILL, Edmund, Chi ha la funzione di insegnare della Chiesa:
Credere Oggi (200012), pp. 71-79.
Norbert METTE, La communaut chrtienne comme cathchese
vivante: Lumen Vitae (2000/2) pp. 139-148.
PAJER, Flavio, Les glises europennes et la crise de la catche-
se paroissiale: Lumen Vitae (2000/3) pp. 291-304.
VILLEPELET, Denis, Comment favoriser aujourd'hui la recon-
naissance de soi et le sentiment d'appartenance a la commu-
naut chrtienne?": Lumen Vitae (2000/1) pp. 15-28.
I

i,

I
4

CATEQUESIS DE ADULTOS
Gilles RUTHIER

Todava hace pocos aos el mundo de la catequesis de adultos pa-


reca relativamente homogneo. De hecho, en su itinerario espiri-
tual, los adultos se parecan todos, es decir: todos haban ido a ca-
tequesis cuando eran niOs. Se trataba, pues, en la edad adulta, de
proporcionar a estos nios ya crecidos una catequesis permanen-
te. Su objetivo era muy s.mple y podra resumirse, en esquema, a
esto: antes del Vaticano II, estimular o volver a despertar, me-
diante los ejercicios espirituales, los retiros o la predicacin, el
fervor religioso que corra el riesgo de enfriarse; y despus del
concilio, reestructurar el universo religioso de los adultos que no
tienen una sntesis de fe adecuada para vivir en un mundo y una
Iglesia en profunda mutacin. A pesar de reconocer la diversidad
nacida de las diferentes Qedagogas llevadas a cabo. se segua es-
tando en un mundo bastante unificado. La razn de ello era que
se crea estar ante un nico destinatario: un creyente formado, ini-
ciado. Se pensaba como algo ya adquirido que la formacin cate-
qutica, en la edad adulta, no tena ms funcin que la de aportar
un complemento a una formacin imcial acabada. Se situaba en-
tonces de una perspectiva de formaCIn permanente. Sin embar-
go las cosas evolucionaron rpidamente y, desde 1979, la exhor-
tacin apostlica Catechesi tradendae, recogiendo los frutos de la
asamblea del Snodo de Obispos sobre la catequesis, indicaba que
el abanico de los destinatarios era mucho mayor. Entre estos
adultos que tienen necesidad de la catequesis, nuestra preocupa-
cln pastoral y mISIonera se dmge a los que, nacIdos y educados
en reglOnes todava no cnstIamzadas, no han podIdo profundIzar
la doctnna cnstIana que un da las CIrcunstancIas de la vIda les hI-
CIeron encontrar, a los que en su mfancla recIbIeron una cateque-
SIS proporcIOnada a esa edad, pero que luego se alejaron de toda
prctIca relIgIosa y se encuentran en la edad madura con conOCI-
mIentos relIgIOsos ms bIen mfantIles, a los que se reSIenten de
una catequesIs sm duda precoz, pero mal onentada o mal aSImI-
lada, a los que, aun habIendo nacIdo en pases cnstIanos, mcluso
dentro de un cuadro socIOlglcamente cnstlano, nunca fueron
educados en su fe y, en cuanto adultos, son verdaderos catecme-
nos! Esta dIversIdad de sItuacIOnes umda a la dIversIdad de SI-
tuacIOnes socIoculturales Iba a conducIr a un estallIdo en el cam-
po de la educaCIn de la fe de los adultos 2
Este estallIdo no debe hacernos perder de vIsta un hecho Im-
portante que puede umficar en un mIsmo conjunto las dIferentes
Imclatlvas catequtlcas con adultos Se trata preclsamente del he-
cho de que esta catequesls se dmja a los adultos, hecho capltal
que debera llevarnos a reVlsar profundamente la manera de con-
ceblr la catequesls El desarrollo de la andragoga que acompa
a la expansln de la educacln de adultos en las socledades OCC1-
dentales desde los aos 70 supona un cambIO de dIreCCIn que
tendra un Impacto consIderable en la educacIn de la fe y en la
fe de los adultos stos ya no son mos que han crecIdo, smo se-
res lIbres y autnomos, sUjetos actIvos que se hacen preguntas,
que mterrogan y que elaboran respuestas a sus mterrogantes, que
construyen nuevos saberes a partn de los recursos educatIvos
dlspombles en su entorno cultural concebldo como una cmdad
educatIva
Esta toma de conClenCla de la centralIdad del sUjeto-aprendlz
ha acabado determmando en Occldente el concepto de la educa-
cln en su conjunto Umda al glro antropolglco que caractenza-
ba a la teologa de la segunda mItad del sIglo XX, esta toma de

1 JUAN PABLO I1, CatecheSI tradendae, n 44


2 Ver, a este proposito, Gilles ROUTHIER, L' educatlOn de la fOl des adultes
un champ eelate ou l'on se retrouve difficI1ement, en (GI11es Routhier
[dir]) L educatlon de la JOI des adultes L expenence du Quebec,
Mediaspaul, Montrea11996, pp 15-75
conciencia llev a una revisin en profundidad de la catequesis,
aunque en los documentos ms oficiales la Iglesia declaraba que
la catequesis de adultos, al ir dirigIda a hombres capaces de una
adhesin plenamente responsable, debe ser considerada como la
forma principal de catequesis, a la que todas las dems, siempre
ciertamente necesarias, de alguna manera se ordenan3. Esta de-
claracin representa, sola ella, todo un programa pues permite re-
pensar toda la catequesis a partir de la catequesis de adultos que
sirve de modelo a todas las dems formas de catequesis.
Pero lo caracterstico de la catequesis de adultos es colocar en
el centro al sujeto hbre, un sujeto activo, un aprendIz, un ser
de interrogantes que pregunta sobre el sentido de las cosas y ela-
bora respuestas siempre parciales, construye saberes plausibles
que apaciguan su sed sin nunca apagarla por completo. En su bs-
queda de sentido y de verdad, este ser de interrogantes encuen-
tra la revelacin que se presenta, entre los crebles disponibles
o los sentidos posibles, como camino, verdad y vida. En el pla-
no de las teoras pedaggicas, la catequesis de adultos se sita
dentro del paradigma constructivista que valora la actividad de
aprendizaje de un sujeto que, a partir de los recursos educativos
que le ofrece su entorno, se entrega sin cesar a un trabajo de cons-
truCCIn de un saber, el ms satisfactorio y adecuado posible, que
le permita hacer frente a los problemas y enigmas de su existen-
cia. Como puede adivinarse, el hecho de aceptar este modo de
concebir la formacin en el mbito de la catequesis supone un
amplio campo de diversas revisiones que no afectan nicamente
al campo pedaggIco. Detrs de todo esto est otra manera de
concebir las relaciones dentro de la Iglesia, pero tambin otra ma-
nera de concebir la fe y la revelacin. Empecemos examinando
un poco mejor el cambio de perspectivas educativas que se hallan
tras un proyecto semejante antes de abordar su impacto en el m-
bito eclesial.

3. SAGRADA CONGREGACIN DEL CLERO, DIrectorio General de Pastoral


Catequtlca (1971) n 20, Vase tambIn Catechesl tradendae, n 43, que
mdIca que la catequeSIS de adultos es la forma pnnClpal de catequeSIS,
porque est dmgIda a personas que tIenen las mayores responsabIlIdades
y la capaCIdad de VIVU el mensaje cnstIano baJo su forma plenamente
desarrollada Estas afrrmacIones se retoman en la edICIn de 1997 del
DirectorIO, en los nmeros 59 y 258. , '. \
Un giro pedaggico
Inspirada por el Informe de la Comisin Paure de la Unesco y es-
timulada por los progresos tecnolgicos que han conducido a la
Open University en el Reino Unido (1971), a la universidad sin
paredes en Estados Unidos (1974) y a la Tele-universidad en
Qubec (1972), la investigacin en pedagoga de adultos no ha
dejado de progresar en los ltimos decenios. Se orient entonces
ms y ms hacia una educacin fuera del marco escolar conven-
cional y la educacin a distancia, que propicia la formacin indi-
vidualizada, y lleg a revolucionar por completo los estudios pe-
daggicos. En efecto, la formacin individualizada da prioridad a
un enfoque que pivota sobre los aprendizajes ms que sobre la en-
seanza pues tiene que favorecer el desarrollo de estudiantes au-
tnomos. Lo que se valora, pues, es la participacin de los suje-
tos y la actividad de los estudiantes. Desde este punto de vista, el
profesor es un facilitador que orienta y gua el proceso de
aprendizaje. Adems de todo esto, los recursos al servicio del
aprendizaje, especialmente con la posibilidad de reunir un mon-
tn de datos en los CD, con la llegada del Internet, con la trans-
misin de datos va satlite, con la creacin de bibliotecas virtua-
les, son casi infinitos.
Paralelamente a la reflexin llevada a cabo en el mbito de la
formacin de los adultos, se lleg tambin a una conciencia clara
de que, ante los cambios permanentes del entorno social, cientfi- ~
co y tecnolgico, ya no bastaba con reciclar o adaptar a la gente
a un nuevo contexto, sino que se necesitaba, ms bien, ayudar a
los adultos a adquirir la capacidad de aprender. Este modelo edu-
cativo contrastaba, pues, igualmente con el modelo adaptativo
que haba prevalecido y que conceba la educacin de adultos co-
mo el enriquecimiento de una educacin que se haba vuelto in-
suficiente u obsoleta. Ya no bastaba con remplazar una formacin
deficiente mediante la transmisin de nuevas informaciones, sino
que era necesario, ms bien, hacer capaces a los adultos de adap-
tarse continuamente a un nuevo entorno y aprender sin cesar los
datos indispensables para evolucionar en un contexto en constan-
te mutacin. Transponindolo al campo de la catequesis, esto sig-
nificaba que no era suficiente transmitir un lenguaje nuevo de las
cosas de la fe -lo que rega la catequesis de adultos en la poca
postconciliar-, sino que se necesitaba formar para comprender la
fe. Era necesario, pues, realizar el paso del saber al aprender.
Se crea que aprender a aprender y aprender a ser tena ms
importancia que la cantidad de informaciones recibidas. Al ha-
cerlo, se comenzaba una ruptura importante con el modelo de
transmisin que haba sido dominante durante siglos en la cate-
quesis para asumir el del aprendizaje que favorece el autodidac-
tismo ya que son los participantes quienes deciden en funcin de
sus necesidades y que emprenden un proceso de aprendizaje para
alcanzar sus objetivos. Estamos aqu en presencia de un principio
fundamental de la andragoga o de la pedagoga aplicada a los
adultos: un adulto aprende ms en la medida que est motivado
por el hecho de que 10 que aprende le es necesario para responder
a una de sus necesidades.
Dicho esto, hay que reconocer que la fe no se inventa, que no
es una produccin del sujeto sino que se recibe y es la adhesin a
Jesucristo. Volveremos sobre este tema tan capital, pero esto no
contradice la ptica del sujeto que se educa a s mismo.
Al concebirla de esta manera, la formacin de adultos rompe
el crculo de dependencia entre los que saben y los que son ins-
truidos e instaura una nueva dinmica en la relacin pedaggica.
Se pasa de una visin de lactancia intelectual al desarrollo de
competencias capaces de mantener un proceso de autonomiza-
cin de los ciudadanos en su esfuerzo constante por aprender. La
asamblea de obispos de Qubec ha definido ocho competencias
cuyo desarrollo es necesario propiciar si se desea que los adultos
sean autnomos en este proceso permanente que supone el creci-
miento en la fe: competencia para leer la Escritura y actualizarla;
competencia para hacer el relato de su propia experiencia de sal-
vacin y de liberacin; competencia para leer la tradicin cristia-
na y situar su propia experiencia religiosa en relacin a esta refe-
rencia; competencia para el testimonio; competencia para buscar
razones para creer y para desarrollar la inteligencia de la fe; com-
petencia para reconocer la novedad que el Evangelio produce en
la vida de los fieles y en la sociedad y para discernir en ella los
signos de los tiempos; competencia para tomar la palabra en el se-
no de la tradicin cristiana; competencia para dialogar. Al contar

4. ASAMBLEA DE LOS OBISPOS DE QUBEC, Annoncer l'vangile dans la cul-


ture actuelle au Qubec, Fides, Montra1 1999, pp. 76-81.
con el desarrollo de competencias ms que con la acumulacin de
saberes, esta formacin hace al sujeto libre y autnomo en vez de
inscribir la comunicacin en una relacin de dependencia.
Permite la emancipacin del sujeto a quien capacita para apren-
der de modo continuo y permanente. Se trata, en el marco de es-
te proceso educativo permanente, de proporcionar a los cristianos
medios para educarse o auto-educarse a cualquier edad.
Esta revolucin pedaggica relativiza tambin los clsicos lu-
gares de formacin como son la escuela o los centros donde se re-
agrupan personas en formacin. Lo que se desea es salir del mo-
delo escolar y de los clsicos cuadros de formacin que, en reali-
dad, son formas de enseanza calcadas de la enseanza infantil.
Se cuenta con el hecho de que la formacin permanente no es
simplemente una ampliacin de la enseanza impartida a los j-
venes sino que tiene que desarrollar otro tipo de relacin educati-
va que supone una diversidad de relaciones si realmente quiere
llegar al adulto que ha dejado de ser alumno para acceder al esta-
tuto de sujeto aprendiz. Esta formacin permanente no encuentra
su verdadero asiento en un marco de cursos, sesiones, conferen-
cias, etc. Se habla, entonces, de la ciudad educativa, que repre-
senta el conjunto de recursos culturales y educativos que pueden
hallarse en un determinado entorno. Se asiste, por tanto, a una
clara expansin en cuanto a los medios que se utilizan, que ya no
se limitan a los medios tradicionales de marcado acento escolar
(agrupacin en una misma aula, exposicin, dilogo, preguntas y
respuestas). Todas las experiencias y recursos del entorno o del
medio pueden convertirse en recursos para el aprendizaje. Los
medios de comunicacin adquieren un lugar esencial en esta nue-
va andadura pedaggica. Se coloca, pues, en primer trmino el
concepto de multimedia.

Este enfoque constructivista se basa en tres postulados:

* los individuos, confrontados con su entorno social y cultural


en permanente movimiento, se encontrarn siempre con nue-
vos desafos. Siempre tendrn nuevos problemas que resolver.

* Sin embargo, estos sujetos no se hallan desprovistos de re-


cursos. Tienen capacidad para resolver estos problemas si son
capaces de aprender de modo permanente, si han aprendido a
aprender. Tienen la posibilidad de construir sin cesar nuevos
saberes si logran dominar las etapas del proceso de aprendi-
zaje, sin han conseguido adquirir un cierto nmero de com-
petencias bsicas y tienen acceso a la formacin pertinente
que les permita resolver nuevos problemas.
* El universo meditico establecido hoy en Occidente y las re-
des de comunicacin y de relacin proporcionan hoy un ac-
ceso incomparable a informaciones que en otro tiempo era
necesario memorizar o acumular. Estos son los tres elementos
bsicos del enfoque constructivista: un individuo que se en-
frente a un problema, que hace preguntas; la formacin inicial
de este individuo le ha dado capacidad que tiene de aprender
y de buscar; y se mueve en un entorno educativo (red de re-
laciones, acceso a diversos medios de comunicacin) que le
permiten buscar las informaciones que necesita para resolver
su problema.
En catequesis de adultos la adopcin de este enfoque supone
que estamos convencidos de que los adultos se hallan confronta-
dos con problemas de sentido; que su formacin inicial no les ha
llenado simplemente de respuestas sino que les ha enseado a
buscar y conocer la tradicin cristiana; y que la tradicin cristia-
na se presenta, en el entorno social y cultural de los individuos,
como la posible respuesta a sus interrogantes.

Algunos desplazamientos en el imaginario catlico

La adopcin de esta perspectiva constructivista no representa s-


lo una revolucin en el plano pedaggico. Trae consigo numero-
sos desplazamientos en el imaginario catlico, comenzando por
una revisin del modo de relacionarse las personas en la Iglesia.
Sin duda alguna, la imagen que tenemos de la Iglesia tiene con-
secuencias importantes para nuestro modo de proyectar la educa-
cin de la fe de los adultos. Segn que se admita que la Iglesia se
divide en dos grupos desiguales (Iglesia que ensea e Iglesia que
aprende) o que la Iglesia se construye por la participacin dife-
renciada de todos en una empresa comn, se tendrn actividades
en las que las relaciones de las personas en la Iglesia sean dife-
rentes. La perspectiva constructivista, colocando al sujeto en el
centro y valorando su libertad y autonoma, toca algunos puntos
fundamentales. Desde los tiempos de la Accin Catlica especia-
lizada, que subrayaba la nocin de sacerdocio de los fieles co-
mo base de la reivindicacin de una mayor participacin activa de
todos en la vida eclesial, la Iglesia catlica intenta recuperar el
tiempo perdido en este captulo. El Vaticano II, en su recepcin
del movimiento litrgico que haba subrayado igualmente la no-
cin de participacin activa de los fieles, canoniz de alguna ma-
nera este movimiento preconciliar. Sin embargo se siguen dando
muchas resistencias y persisten las hiptesis del pasado, sobre to-
do en el campo de la educacin de la fe. Se acepta con facilidad,
ciertamente, que la Iglesia disponga de un mecanismo regulador
de la fe y se admite sin lugar a dudas que la fe viene de ms arri-
ba y de ms lejos que uno mismo, que aparece como un don que
se recibe en obediencia. En esto no se trata de opiniones ni de
gustos. Manteniendo, pues, estas realidades tan importantes, ne-
cesitamos sin embargo sacar las consecuencias de la emergencia
del sujeto como actor de todo proceso de educacin de la fe de los
adultos e igualmente en nuestro modo de concebir la Iglesia, la
Revelacin, la tradicin y la fe.

La Iglesia como lugar de acogida, de escucha,


de palabra y de libertad
A lo largo de los ltimos siglos, la tradicin catlica ha tendido a
sobrevalorar al emisor y minimizar el papel del sujeto receptivo.
Esto ha quedado expresado en la visin bipartita de la Iglesia te-
matizada en las expresiones Ecclesia docens y Ecclesia discens.
En esta imagen de la Iglesia se olvidaba el hecho de que los fie-
les eran verdaderos actores. Se les conceba como receptores ca-
paces de grabar el mensaje transmitido. En vez de sujetos activos,
se consideraba a los fieles como sometidos a la palabra y la auto-
ridad de quienes gobernaban. Desde este punto de vista, se favo-
reca el aprendizaje de definiciones ms que el desarrollo de com-
petencias para interpretar la existencia a la luz de la Revelacin.
Actualmente la revalorizacin del sujeto, como fenmeno
global de la cultura, tiene tambin consecuencias en el modo de
concebir la Iglesia. Los estudios acerca del receptor realizados en
diversos campos de la actividad humana, incluida la actividad mi-
sionera, nos indican que el receptor es realmente sujeto de inicia-
tiva, capaz de transformar el mensaje transmitido. Esto vuelve a
poner en primer plano un elemento demasiado descuidado hasta
ahora, a saber, que las personas a las que se les propone el Evan-
gelio son verdaderos intrpretes y que la recepcin del Evangelio
es un proceso activo. Por lo mismo, la Iglesia es considerada co-
mo una comunidad de intrpretes en la que todos, como sujetos
activos, estn a la escucha del Verbo. Hay ms de dos clases de
fieles, pero todos son oyentes o discpulos del Maestro. El recep-
tor no es simplemente un sujeto pasivo que graba y almacena un
mensaje, sino un ser libre interpelado por una Palabra.
En esta concepcin de Iglesia lo educacin de la fe no depen-
de de los esfuerzos realizados por un emisor que transmite un
mensaje: la persona receptora se convierte en un colaborador, ac-
tivo y de pleno derecho, en esta actividad de comunicacin con-
cebida cada vez ms como un intercambio entre inter-locutores.
A la comunicacin eclesial ya no se la considera un proceso line-
al en sentido nico, que va desde el emisor al receptor, sino ms
bien como una accin circular o dialogal.
La revisin de los modelos de comunicacin nos obliga a re-
pensar lo que significa hablar y lo que quiere decir comunicar en
Iglesia. Los modelos actuales de comunicacin nos hacen entrar
en un modelo relacional constituido por el encuentro de dos sub-
jetividades. En este contexto, se hacen importantes la actividad
interpretativa de estos dos sujetos y la expresin de cada uno.
Slo en este contexto puede darse el dilogo. Hoy se ha hecho ya
evidente que la nica comunicacin posible es la que afirma la ac-
tividad de dos sujetos que buscan y dialogan. Esto vale igual-
mente para todo proceso educativo en el que se reconoce el papel
determinante del receptor en el aprendizaje. Como puede adivi-
narse, esto tiene consecuencias inmensas en el terreno de los pro-
cesos pedaggicos que se llevan a cabo en todo proceso de edu-
cacin de la fe. stos deberan dar la palabra a todos los actores
a quienes consideran como interpelados por la Palabra de vida y
en dilogo con la tradicin cristiana. Deberan igualmente valorar
las competencias para interpretar y leer la Escritura y que dan ac-
ceso a los datos de la tradicin. Deberan dar igual importancia a
las actividades de traditio y de reditio.
Por otra parte, esta cultura del sujeto, que valora el carcter
eminentemente personal del acto de fe, plantea otra cuestin ra-
dical, la de la dimensin social y el carcter eclesial del acto de
fe. En el fondo, si hoy no hay dificultad en pensar que el acto de
fe compromete personalmente al individuo en su libertad y que
no procede del conformismo o de la presin social, no se ve tan
claro que se halla determinado por el grupo social y que compor-
ta una dimensin eclesial. A diferencia de la situacin existente en
una sociedad cristiana en la que la presin sociolgica era deter-
minante en la pertenencia del individuo a un grupo religioso, en
la cultura actual se instaura una nueva relacin con la religin.
Hoy cada uno quiere trazar su propia ruta y encontrar su camino
ms que endosarse el uniforme del grupo o entrar en un proceso
en el que todo est determinado de antemano. Hacerse cristiano
es una opcin y se defiende con fuerza el hecho de que la opcin
religiosa es una eleccin en la que debe expresarse la libertad del
individuo.
En una cultura del sujeto, la experiencia eclesial no es algo
que caiga por su propio peso; el individuo acenta cada vez ms
su autonoma en relacin a las grandes instituciones religiosas
que generalmente se ven como opresivas, que no permiten a su-
jeto llegar a ser l mismo. Se percibe a las Iglesias como jnstitu-
ciones autoritarias que entorpecen la espontaneidad, lugares que
encierran e impiden la libertad del sujeto. Se sospecha de ellas
que se han apropiado de lo divino, que han encerrado lo religio-
so en prcticas morales y dogmas que han inventado ellas -re-
chazando de paso determinados textos contrarios a sus dogmas-
para controlar la vida de las personas y asentar su poder. En ge-
neral, la persona teme hoy en da ser recuperada por el grupo
eclesial, ser tomado como rehn y llegar a ser su prisionero. Para
nuestros contemporneos, pertenecer a la Iglesia es correr el ries-
go de perder la libertad y, ante todo, la libertad de pensamjento.
Adems de esto, un buen nmero de contemporneos buscan en-
contrar, ms all de las Iglesias, una tradicin espiritual primiti-
va, no corrompida por las instituciones de la creencia. En este
contexto, el abismo entre los creyentes y las Iglesias se agranda
de da en da. La creencia en Dios se separa del sentimiento de
pertenencia a las Iglesias, como si se tratase de dos realidades
antagnicas.
No es que el nosotros eclesial est completamente dese-
chado, pero ya no es algo que caiga por su propio peso. Para que
pueda ser creble, este nosotros los creyentes debe permanecer
abierto y no retener prisionero al individuo. Para hacerse creble
y pertinente, el nosotros eclesial debe convertirse en un espa-
cio de verdad y libertad. En este sentido, los grupos pequeos son
sin duda espacios que provocan menos miedo y que tienen mayor
posibilidad de propiciar la integracin de la experiencia cristiana.
La Iglesia debe vivirse como una red de clulas que forman un
cuerpo y viven en comunin.
Esta sensibilidad actual tiene consecuencias a la hora de pen-
sar en la institucionalidad cristiana. sta tiene que desmarcarse de
las administraciones pblicas y de los grandes aparatos del Es-
tado. Debe ms bien propiciar relaciones igualitarias y fraternas y
valorar las actitudes de acogida y de libertad de expresin y de es-
tudio. El grupo eclesial, en sus procesos y dispositivos de acogi-
da y de camino no debe aparecer como queriendo recuperar a la
gente o aprisionarla. Debe, ciertamente, propiciar la propuesta del
Evangelio, la opcin y la decisin de fe, pero debe apelar perma-
nentemente a la libertad del individuo, proponerla y conducir a
ella.

La Revelacin como dilogo ininterrumpido


entre Dios y la humanidad

Cuando la Revelacin se reduce a un mensaje, a un depsito o un


contenido que hay que transmitir, esto se traduce en un tipo espe-
cial de proyecto educativo en la educacin de la fe de los adultos.
Si, por el contrario, la Revelacin es ese acontecimiento por el
cual Dios se nos acerca u se nos da en la historia humana, la edu-
cacin de la fe de los adultos resulta renovada. El concilio Vati-
cano 11 nos sugiere una idea de la Revelacin como dilogo inin-
terrumpido entre Dios y su pueblo, una conversacin hecha de
acontecimientos y de palabras (DV 4) que se iluminan mutua-
mente. Siguiendo las palabras de la Dei Verbum, por esta reve-
lacin Dios invisible habla a los hombres como amigo, movido
por su gran amor y mora con ellos para invitarlos a la comunica-
cin consigo y recibirlos en su compaa. (DV 2) De esta mane-
ra, sIgUIendo la Escntura, la reflexIn cnstIana concIbe hoy la
RevelaCIn como un dIlogo y conversaCIn que conducen a un
encuentro, al don mutuo de los dos mterlocutores
Esta larga conversaCIn entere DIOS y la humamdad, que se
desarrolla a lo largo de toda la antIgua ahanza, culmma en la per-
sona y el mmIsteno de Jess en el que DIOS se nos da en la car-
ne Esta conversaCIn entre DIOS y su pueblo prOSIgue an ac-
tualmente y el mmIsteno de la palabra de la IglesIa en su con-
Junto debe propIcIarla La educaCIn de la fe de los adultos de-
be, pues, provocar mterrogantes en nuestros contemporneos y
llevarlos a captar, ms all de las apanenctas, la dImenSIn mIS-
tenosa de los acontecImIentos de la hIstona Las mtervenCIOnes
en este terreno no slo deben artIcularse mejor con los mterro-
gantes que tIenen los adultos y apoyarse en cuestlOnes de ndole
secular ms que centrarse en temtIcas muy estrechamente con-
feSIOnales, smo que deben adems entablar el dIlogo entre las
expenencIas de los hombres y mUjeres actuales y las expenen-
Clas slml1ares VIVIdas en la fe y atestIguadas en la Escntura y la
tradICIn Se trata, como dIce E SchIllebeeckx, de hacer expe-
nenCIas con sus expenencIas5
SIgUIendo a Pablo VI, que hIZO del dIlogo el concepto clave
de su pnmera encchca, toda 11llcIatIva en la educaCIn de la fe de
los adultos debe adoptar el modo como DlOS, en la hIstona, ha en-
trado en conversaCIn con su pueblo Esto, hoy en da, es una m-
vItacIn para Imagmar una nueva manera de ejercer el mmIsteno
de la Palabra, una forma que permlta la retroaCCIn y la mterac-
cIn, que se apoye en la hIstona y los acontecImIentos del mun-
do, una forma que logre ulllfIcar los dos elementos que en la eco-
noma de la revelacIn cnstIana se hallan tan estrechamente hga-
dos la palabra y la aCCIn La educaCIn de la fe de los adultos se
concIbe, entonces, como un hecho mterpretatIvo que dISCIerne la
entrada de DIOS en nuestra hIstona De esta manera podr mspI-
rarse en la proposIcIn de la Presbyterzorum ordlnts cuando su-
gIere a los pastores que escuchen con gusto a los seglares, con-
SIderando fraternalmente sus deseos y aceptando su expenencIa y

5 Vase E SCHILLEBEECKX, Los hombres, relato de DIOS, Sgueme, Sala-


manca 1995
competencia en los diversos campos de la actividad humana, a fin
de poder reconocer juntamente con ellos los signos de los tiem-
pos (n. 9). j j ; . I ,

(,

La tradicin

Para nuestros contemporneos, si bien es cierto que la verdad se


recibe de la tradicin, es tambin el fruto de nuestro propio tra-
bajo de investigacin. Se recibe, s, pero tambIn se descubre y se
construye. Est ms all de nosotros, pero llega hasta nosotros
mediante una actividad del sujeto, a travs de un proceso racional
y un itinerario personal. En este sentido, la tradicin y la ense-
anza pueden desempear un papel en el proceso personal de in-
vestigacin, en esta bsqueda del sujeto. Tradicin y enseanza
no intervienen, sin embargo, como la ltima y definitiva palabra
sino como memoria, como puntos de referencia y jalones o como
una palabra que interroga e interpela a los propios descubrimien-
tos, ofreciendo un espacio de alteridad en vez de abandonar al su-
jeto a su propia suerte. La tradiCIn ya no representa simplemen-
te un repertorio de respuestas intemporales y acabadas en las que
ya slo bastara con beber sino el mbito en el que se expresan
otros hallazgos espirituales y otros esfuerzos y tentativas para lle-
gar a la verdad.
Poner al sujeto en el centro del aprendizaje no nos lleva a re-
pudiar la tradicin sino que nos obliga a pensar un nuevo modo
de relacionarnos con la tradicin. Como en el caso de la relacin
con el grupo eclesial, se trata de pensar cules son las condicio-
nes de posibilidad, para un sUjeto libre, de descentrarse de s mis-
mo y entrar en dilogo con puntos de vista diacrnica o sincrni-
camente diferentes del suyo. Este descentramiento no podr lle-
varse a cabo si el individuo est convencido de que se realizar a
costa de la renuncia a su estatuto de sujeto libre. La Declaracin
conciliar sobre la libertad religiosa, sin duda el documento ms
moderno del Vaticano n, tiene un pasaje que concuerda perfecta-
mente con lo que aqu venimos desarrollando: Ahora bien, la
verdad debe buscarse de modo apropiado a la dignidad de la per-
sona humana y a su naturaleza social. Es decir, mediante una li-
bre investigacin, sirvindose del magisterio o de la educacin,
de la comunicacin y del dilogo, mediante los cuales unos ex-
ponen a otros la verdad que han encontrado o creen haber encon-
trado para ayudarse mutuamente en la investigacin de la verdad
(DH 3).
La tradicin no es simplemente una reserva de respuestas que
nos dispensa de buscar y de pensar, sino un conjunto de pensa-
mientos que nos sita en la lnea de aquellos que, a lo largo de los
siglos, en situaciones siempre nuevas, han estado buscando res-
puestas a las preguntas que eternamente torturan al corazn hu-
mano y no dan descanso a su pensamiento. As, los buscadores de
hoy gozarn escuchando a Agustn o se sentirn felices descu-
briendo a Toms de Aquino que no cesa de formular nuevas pre-
guntas y de poner a prueba las respuestas ya hechas.

La fe como confianza absoluta en Dios, que se entrega

Son muchos los sentidos que se conocen de la palabra creer tal


como lo desarrollan Agustn (Joannem tractatus 29, n. 6; Sermon
CXLIX, n. 2; Psalm 77, n. 8-9; Psalm 130, n. 1) y Toms de Aqui-
no en su Summa Theologica (na nae , q.2, a.2). Si la fe se reduce
a una serie de enunciados proposicionales y a un saber que hay
que memorizar y poseer, esto dar como resultado un forma tpi-
ca de actividad formativa. Si la fe es ms bien una experiencia
que nos conduce a ponernos total y libremente en manos de Dios,
su efecto ser una concepcin muy distinta de la educacin de la
fe de los adultos. Desde esta ltima perspectiva, sin rechazar la
dimensin cognitiva indispensable del acto de fe, toda actividad
en el campo de la educacin de la fe de los adultos llevar a que
alguien pueda decir yo creo, es decir, a poner radicalmente su
confianza en el Dios que se revela.

Proyectos que reinventan la educacin de la fe de los adultos

La educacin de adultos, a la hora de poner en prctica sus pro-


yectos, no debe preocuparse estratgicamente slo de tener en
cuenta al sujeto sino que, ante todo, debe pretender el crecimien-
to integral del sujeto humano. Debe ayudar a la persona a ser ella
misma, a progresar en su autonoma y libertad como sujeto hist-
rico, como sujeto que tiene voz y que acta.
Desde mi punto de vista, la empresa ms significativa que se
ha tomado en serio el hecho de que todo proceso educativo pone
en el centro al sujeto humano que se interroga y que quiere dar
sentido a su existencia social e histrica, es el proyecto Chantier",
inaugurado a comienzos de 1970 y que todava hoy inspira diver-
sas iniciativas en el campo de la educacin de la fe de los adul-
tos. El proyecto Chantier se centraba en temas de la vida profana
(el trabajo, la familia, la liberacin, el consumo, etc.), apostando
por los pequeos grupos y la utilizacin de los multimedia: tele-
visin, radio, diaporamas, peridicos, libro del participante, octa-
villas publicitarias, posters y documentos complementarios. Cada
uno de estos medios se apoyaba en el otro y actuaban en interre-
lacin con los dems. Chantier no pretenda tanto la adquisicin
de conocimientos como el desarrollo de nuevas actitudes de bs-
queda. El adulto, como artesano de su propia formacin, deba
elegir entre todo lo que se le ofreca y establecer l mismo su pro-
pio itinerario de formacin y se valoraba la autonoma del grupo
que idealmente deba recurrir, en funcin de sus objetivos, a los
recursos de su entorno. Se deseaba que la gente, en pequeos gru-
pos, se hiciera responsable de su propia formacin y buscase la
informacin que necesitaba para resolver el problema que quera
resolver. Esto pona en cuestin el modo normal de transmitir la
fe en la Iglesia. Se apostaba ante todo por reuniones de dilogo en
pequeos grupos apoyados por un animador y con los recursos
disponibles en su medio. Los participantes eran responsables ca-
si por completo del proyecto. Ellos establecan, por otra parte, los
primeros recursos de cara al aprendizaje. Escogan su proyecto,
planteaban las diferentes actividades para llevarlo a cabo, lo rea-
lizaban y lo evaluaban segn sus objetivos.

6. Vase la presentacin que hacemos de ello en L'ducation de lafoi des


adultes. L'exprience du Qubec, Mdlaspaul, Montral, pp. 140-152.
Conclusin

El hecho de afirmar que la catequesis de adultos debe considerar-


se como la forma principal de catequesis no es insignificante.
Ello debe hacer nacer una reflexin fundamental sobre la natura-
leza de la catequesis de adultos. Esta reflexin no puede frenar las
investigaciones ms actuales en materia de formacin de adultos.
Estas reflexiones, ciertamente, pueden conducimos no slo a
transformar estilos pedaggicos o a desarrollar nuevas estrategias
de aprendizaje, sino que puede llevamos igualmente, como ya lo
hemos mostrado, a replantear los conceptos de Iglesia, de la
Revelacin, de la tradicin o de la fe que vehiculan nuestros di-
ferentes proyectos catequticos. Lo que es seguro es que no hay
oposicin entre los resultados de estas investigaciones y lo que la
teologa nos ensea acerca de la Iglesia, de la Revelacin, de la
tradicin y de la fe.

***
BIBLIOGRAFA

Adems de la reseada en las notas:

ALBERICH, Emilio - BINZ, Ambroise, Formas y modelos de cate-


quesis con adultos, CCS, Madrid 1996, 208 pp.
CENTRE NATINAL DE L'ENSEIGNEMENT RELIGIEUX, Formation ch-
rtienne des adultes. Un guide thorique et pratique pour la
catchese, Descle de Brouwer, Paris 1986.
GIGUERE, Paul-Andr, Unefoi d'adulte, Montral, Novalis, 1991
(trad. cast.: Unafe adulta: el proceso de maduracin de lafe,
Sal Terrae, Santander 1995.

,,
5
UNA CATEQUESIS INTERGENERACIONAL
AlIan HARKNESS

El fin ltimo de la catequesis es poner a uno no slo en con-


tacto, sino en comUnIn, en intImIdad con Jesucnsto
(Directorio General para la CatequesIs, 80)

La misin principal de la catequesis es animar a la gente a ser y a


hacer cristianos para gozar plenamente de la vida que Dios les
ofrece mediante el conocimIento de Jesucristo y los recursos ofre-
cidos por el Espritu de Dios para aumentar el parecido casi fa-
miliar de los miembros de la casa de Dios. Se trata con ello de
una actividad muy personal.
Sin embargo, ninguno de nosotros puede vivir aislado y la
Escritura especifica que la Iglesia -esa especial comunidad de
Dios- es un CrIsol para el crecimiento de un apostolado compro-
metido. Los cristianos tienen una responsabilIdad especial sobre
de los dems creyentes pues todos pertenecemos a un mismo ho-
gar espiritual. Este sentido de interdependencia, que marca la vi-
da de los cristianos en su crecimiento se refleja en muchas met-
foras sobre el pueblo de Dios que se hallan en la Escritura: por
ejemplo, el cuerpo de Cristo (1 Ca 12,27), el pueblo de Dios
(Heb 4,9) y la comunin del Espritu Santo (2 Co 13,13).
Desde su comienzo, la Iglesia ha sido siempre una realidad
inclusiva. As, para ser una comunidad realmente cristiana, la
asamblea debe afirmar que todo el mundo est invitado a partici-
par en ella. Este concepto de Iglesia elimina toda distincin de ra-
za, de sexo, de edad o de situaCIn econmica. Va ms all de las
lImitaciOnes fsicas o mentales, y tambin de los JUiCiOS de la so-
ciedadl Ntese cmo la categora edad es mclusiva, la Iglesia
es, ciertamente, la lllca mstitucin social que cuenta entre SUS
miembros con gente de todas las edades2
Muchas comullldades eclesiales mSisten en la importancia de
mclUir todas las edades Sm embargo, en la prctica, se subraya
frecuentemente ms la separacin de las actividades segn la
edad que las programaciOnes de carcter mclusivo, especialmen-
te en los momentos pnncipales de la vida, del culto y de la cate-
quesis As se ha planteado esta cuestin en el contexto de la so-
Ciedad amencana (,que pasara Si las generaciOnes comenzaran
a verse no como eqUipos separados smo como jugadores de un
mismo eqUlpo?3 La misma pregunta crucial puede plantearse
acerca del desarrollo holstico de la fe en el mediO parroqUial
(,Qu ocurnra Si nuestra sociedad alllmase a la mtegracin de to-
das las edades en vez de la segregacin? Este artculo pretende
proporCiOnar una JustificaCin para los programas mtergeneraciO-
nales de la catequeSiS en nuestras parroqUias y ofrecer sugeren-
Cias para desarrollar actividades adecuadas para los felIgreses de
todas las edades
En este artculo, la palabra mtergeneraclOnal (IG) mdica la
mteraccin de personas de edades muy diferentes La catequesIs
mtergeneraclOnal (CIG) es aquella que se realIza en condiCiOnes
donde los que partiCipan representan grupos de edades diferentes
en los que se favorece la igualdad y la reCiproCidad
Los lectores pueden apreCiar cmo muchos de los puntos que
se subrayan en este artculo pueden ser Igualmente vhdos para
otros tipos de diferencias mterpersonales sexo, ongen tmco, cla-
se SOCial, etc Aunque esta apreciaCin es exacta, sm embargo en
este articulo ponemos el acento en la edad porque en muchas pa-
rroqUias es la edad lo que marca la mayor distmcin entre la teo-
ra/teologa y la prctica del milllsteno y la rmsin de la IgleSia

D GRIERSON, Transformmg a People of God, JOlllt Board of Chnstlan


Educatlon, Melbourne, 1984, p 137
2 J W WHITE, IntergeneratlOnal Re[glOus EducatlOn Models, Theory
and PrescrlptlOnfor lnterage Llfe and Learnmg m the Falth Communzty
RehglOus Educatlon Press, Bmnlllgham, AL, 1988, P 22
3 AMERICAN ASSOCIATION OF RETIRED PERSONS, IntergeneratlOnal Projects
Ideas Book, AARP, Washlllgton 1993, p 8
La importancia de la CIG

Pueden aducirse cuatro razones para que los programas de la ca-


tequesis sean intergeneracionales. Creo que stas son de tal im-
portancia que la CIG no puede ser considerada como algo extra;
en la mayora de las parroquias es absolutamente esencial la in-
corporacin de un elemento IG en toda la catequesis parroquial.

Un imperativo teolgico: la CIG establece una coherencia


entre la teologa de las comunidades eclesiales
y sus esfuerzos prcticos en el campo de la catequesis

La prctica que se realiza actualmente en la Iglesia debe estar en


acuerdo con la teologa que la Iglesia define. Sin embargo, con de-
masiada frecuencia los mtodos de la catequesis no prestan sufi-
ciente atencin a esta caracterstica tan absolutamente importante.
Una interaccin IG considerable formaba parte de las comuni-
dades bblicas de fe, tanto en el Antiguo Testamento (AT) como en
el Nuevo Testamento (NT). Por ejemplo, a los nios se les consi-
deraba como participantes completos en la vida de la nacin juda
del AT y se crea que eran capaces de comprender las cosas espi-
rituales, de compartir las experiencias y las responsabilidades co-
munitarias y participar inteligentemente en los ritos y las tradicio-
nes. Los adultos podan aprender mucho de las actitudes y la con-
ducta de los nios en vez de ser nicamente guas de los jvenes.
Los evangelistas nos presentan a Jess que desafa a sus
oyentes a revisar, desde un punto de vista IG, su sistema de valo-
res. En el episodio tan conocido del Evangelio, en el que Jess
bendice a unos nios a quienes los discpulos tratan de apartar
(Mt 19,13-15; Mc 10,13-16; Lc 18,15-17), Jess se aleja de la ac-
titud de superioridad tanto hacia los nios como hacia el Reino de
Dios, declarando que de los que son como stos es el Reino de
Dios. Yo os aseguro: el que no recibe el Reino de Dios como un
nio, no entrar en l. Al decir esto, Jess subraya a sus disc-
pulos que la madurez espiritual reside en los valores de la infan-
cia; de este modo, los valores eternos del Reino podrn aprender-
se observando las actitudes y el comportamiento de los nios.
Estas cualidades -como la dependencia total, la confianza, la vul-
nerabilidad y la humildad- son las que le faltaban a aquel joven
rico que aparece en los Evangelios, en otro episodio ms lejano,
que le llevaron a alejarse tristemente de Jess. La madurez espi-
ritual es mucho ms que la capacidad intelectual para comprender
las frmulas de la teologa. Supone una serie de elementos emo-
cionales, morales y sociales que los adultos, si son perspicaces,
pueden ver claramente realizados en los nios. Segn Rahner,
un cristiano no tiene por qu renunciar a ser nio... toda su vida
es una realizacin progresiva de Ola infanciaO.
Los principios en los que se basaba la formacin de los cre-
yentes, asumidos por las Iglesias primitivas, venan del sentido
que tenan de permanecer en continuidad con la comunidad de la
alianza en el AT. Sin embargo, estos principios estaban atempera-
dos por el modo como Jess el Seor haba afirmado (o rechaza-
do) las prcticas antiguas. Por consiguiente se pona el acento en
una radical mutualidad y una interdependencia que superaba las
fronteras sociales, tnicas y econmicas, como parece evidente en
el conjunto de metforas que expresan la nocin de comunidad.
Era, pues, lgico para las Iglesias del NT mantener su identidad
IG de modo que los nios probablemente eran parte integrante de
la vida eclesial, incluidas las persecuciones...
La idea central de la eclesiologa que se desarroll a partir de
Pentecosts era que una comunidad es aquella que abarca gente
de todas las edades. El bautismo refleja esta realidad. En qu
otro mbito de la vida parroquial podra mostrarse mejor la rela-
cin existente entre esta teologa y la integracin total y sistem-
tica de las diferentes edades en la vida de una comunidad ecle-
sial? El reto es conseguir que los nios puedan participar en ella.
Los jvenes, por su parte, aunque tienen una mayor tendencia na-
tural estar con sus iguales, su necesaria maduracin se lograr
mejor, sin embargo, mediante una fuerte interaccin a la vez con
la familia y la comunidad. Los jvenes adultos clibes y los ma-
yores que hay en las asambleas cuando stas estn compuestas
sobre todo por familias nucleares, con frecuencia se hallan aisla-
dos de la vida cotidiana parroquial.
Este reto se aplica igualmente al trabajo catequtico de una
parroquia. La catequesis es una accin esencialmente eclesial.. ..
Esta transmisin del Evangelio es un acto vivo de tradicin ecle-
sial (DGC, 78). y ya que los actos son ms elocuentes que las
palabras, una programacin de CIG es un fuerte testimonio del
compromiso de la comunidad para hacer coincidir su teologa y
su prctica.

Un imperativo pedaggico: la CIG es la encarnacin


de la esencia de una catequesis adecuada y autntica
en la comunidad eclesial

Para poder participar en la vida de una comunidad, cualquiera que


sta sea, se necesita tener una escala de valores y haber aceptado
una serie de disposiciones y modos de comportarse. La apropia-
cin eficaz de estas cualidades depende de la interaccin de dos
procesos:
la socializacin, un proceso del que los miembros, fre-
cuentemente, no son conscientes.
los esfuerzos pedaggicos conscientes.
Esta interaccin debe caracterizar toda catequesis para que
sea eficaz, por el hecho de que la catequesis es una formacin
orgnica y sistemtica de la fe, que es ms que una ensean-
za: es un aprendizaje de toda la vida cristiana... Se trata, en efec-
to, de educar en el conocimiento y en la vida de fe (DGC, 67).
Una dimensin IG en la prctica pedaggica de la comunidad
eclesial aumentar esta integracin con la ayuda de al menos cin-
co mtodos:

* La vida eficaz y holsticamente cristiana abarca varios cam-


pos, como puede verse en el esquema. Las personas pertene-
cientes a diferentes generaciones aportan a menudo matices
diferentes en estos siete campos. As, los miembros de un gru-
po IG tendrn ante s un abanico ms amplio de conocimien-
tos y experiencias necesarios para la vida cristiana y que no
dejan de profundizarse a lo largo de la vida. Su horizonte se
ampliar y sabrn aplicar mejor, de modo personal, estos ma-
tices a su propia vida. Por la misma razn, una expresin con-
creta en uno de estos campos podra sorprender e incluso lla-
mar la atencin de alguna persona hasta que llegue a consi-
derar las cosas desde una nueva perspectiva.
LOS DIVERSOS CAMPOS DE LA VIDA CRISTIANA
1. Cognitivo: comprensin crtica de la fe y su aplicacin a la vi-
da en sociedad.
2. Afectivo: la calidad de los sentimientos que se tienen para con
Dios, consigo mismo, con los dems y con la naturaleza.
3. Disposiciones: para una conducta correcta (segn el concepto
de fruto del Espritu Santo)
4. Autoestima: basada en la estima que Dios nos tiene
5. Relaciones: la capacidad y el deseo de entrar en relacin con
el otro
6. Desarrollo de las propias cualidades: el aprecio y el uso de los
dones espirituales particulares que Dios nos da.
7. Responsabilidad: la aceptacin de toda responsabilidad en el
servicio y el ministerio'

* Las tareas de la catequesis constituyen, en consecuencia, un


conjunto rico y variado de aspectos.... (y comprenden) el co-
nocimiento de la fe, la vida litrgica, la formacin moral, la
oracin, la pertenencia comunitaria, el espritu misionero
(DGC, 87). Ciertamente la catequesis est intrnsecamente
unida a toda la accin litrgica y sacramental (DGC, 30).
Una catequesis, para ser eficaz, exige que se lleve a cabo ca-
da tarea y que cada uno de ellas tenga potencial para consti-
tuir una va de acceso para la educacin intencional de la fe.
Los medios pedaggicos para ello pueden ser formales (ense-
anza estructurada: una conferencia, una clase), no-formal
(una actividad pensada para un contexto informal como pue-
de ser al aire libre, en una casa o en el campo) o informal (ex-
periencias espontneas: afrontar una enfermedad, ver jugar a
la gente, tener una discusin sobre la fe durante una comi-
da)... Estas situaciones en las que se dan cita diferentes gene-
raciones tienen mucho valor para el aprendizaje de la fe.

* El papel expresamente educativo de una comunidad de fe


ayudar a sus miembros a comprender la vida comunitaria y

4. Adaptado de B.V. HILL, The Greenmg of Chrzstian Education, Lancer


Books, Sydney 1985, pp 110s.
contribuir a ella. Cuando una comunidad de fe es IG en su
composicin, sus estrategias pedaggicas tienen que ser ex-
presin de esa diversidad. Las ideas de todos tienen que con-
siderarse como esenciales y sus puntos de vista se manifesta-
rn con mayor claridad en la medida en que haya una autn-
tica comunicacin entre todos los miembros, es decir, los ma-
yores con los ms jvenes y los jvenes con los mayores.
* Para aprender de verdad es necesario reflexionar sobre la ac-
cin que se ha llevado a cabo. Un ejemplo bien conocido de
esto es la praxis cristiana compartida de Thomas Groome5
Los individuos, lo mismo que las comunidades, podrn con-
seguir una mayor capacidad de crecimiento espiritual si los
grupos en cuya composicin entran diversas generaciones se
comprometen en una praxis cristiana significativa. Esta inte-
raccin animar a la gente a criticar el sentido de sus accio-
nes y a encontrarlas nuevos significados. As, por ejemplo, si
un grupo de gente lleva a cabo una misin acomodada a las
circunstancias propias de su barrio pueden suscitarse cuestio-
nes relativas a la identidad. Nios, jvenes y adultos tienen
distintas maneras de ver las cosas, por eso la cuestin de la
identidad y de su expresin prctica se abordar desde pers-
pectivas diferentes y esta diversidad har que otros miembros
de la comunidad clarifiquen, revisen o amplen sus ideas y sus
acciones.
* Tradicionalmente la catequesis se ha visto esencialmente co-
mo una transmisin de informaciones por el que sabe a
quien necesita saber. Sin embargo, un elemento importan-
te en el proceso del aprendizaje y de la enseanza en las Igle-
sias del NT era el sentido de reciprocidad: profesores y es-
tudiantes aprendan juntos y unos de otros. Los que tenan el
cargo oficial de ensear, ya fuesen apstoles (maestros y dis-
cpulos itinerantes) o los que tenan el carisma de compartir el
saber, reconocan que el verdadero maestro es el Espritu
Santo. Tena, por tanto, necesidad de aprender ellos mismos
de Dios al tiempo que enseaban a los dems. Lo que impor-

5. Th. GROOME, Le partage de la praxis chrtienne: Lumen Vitae 31


(1976), pp. 61-68.
taba era la calidad de conocimientos ms que la cantidad. Era
necesaria la buena clase de conocimientos, la que conduce
a una vida propia de los miembros de la casa de Dios en to-
dos los terrenos de la vida cristiana (vase el esquema ante-
rior). As pues, parece que los primeros cristianos estaban dis-
puestos a aprender de todos aquellos que tuviesen ideas ade-
cuadas, incluida gente de diferentes edades (vanse las nor-
mas disciplinarias de Col 3,18-4,1 y Ef 5,22-6,9). Un enfoque
pedaggico parecido no puede por menos que mejorar la ca-
tequesis actual.

Un imperativo vital: la CIG aumenta el potencial


de la vida de fe en los miembros de la comunidad cristiana

Una real interaccin IG puede contribuir de manera importante a


la vida de fe de los cristianos. Dos son las razones principales pa-
ra ello:
* Los seres humanos tienen personalidades IG complejas, con
elementos de la infancia, de la adolescencia y de la edad adul-
ta presentes en diferentes grados a lo largo de toda la vida. El
contacto con personas de otra generacin puede servir de ayu-
da a algunos para descubrir aspectos reales pero ocultos de su
vida que corresponden a una etapa superada o por venir.
* Parece que hay un gran nmero de necesidades comunes en el
mbito del desarrollo humano que pueden hallarse en todas
las generaciones. Hay tambin diversas cualidades espiritua-
les que pertenecen al corazn de la fe (por ejemplo, la con-
fianza total de los nios; el gusto por el riesgo de los adoles-
centes; la inquietud responsable en los adultos de mediana
edad; el sentido de la historia de los mayores). Las cualidades
,o necesarias para el desarrollo de la vida de fe, tales como la
aceptacin y la afirmacin, se hallan estrechamente unidas a
las relaciones que existen entre los miembros de la comuni-
. dad. Estos aspectos de desarrollan con ms profundidad cuan-
do pueden ser expresados igual con gente de la misma edad
que con personas de otras generaciones. En un informe se
planteaba la siguiente cuestin: Debemos (seguir) privando
a los adultos de los puntos de vIsta de los lllos? (,Somos ca-
paces de empobrecer nuestro propIO creCImIento (adulto)
contmuando en tolerar que nuestros mos aprendan aIsla-
dos del resto de la famIlIa cnstlana?6

Un elemento IG puede contnbUIr de modo sIglllfIcatlvo al de-


sarrollo de la fe cnstlana en dos campos especIalmente Importan-
tes de la catequesIs

* La autonoma crtlca (o una conCIenCIa crtlca) es muy Im-


portante para una apropIaCIn slIda fe la fe cnstlana En tr-
mmos pedaggICOS, no se trata de un enfoque puramente aca-
dmICO o negatlvo o totalmente mdependIente de los otros
Por el contrano, hay que reconocer que es necesano examI-
nar con toda lIbertad y responder al reto del segUImIento de
CrIsto y que es necesano profundIzar en este compromIso con
los medIOS apropIados Parece que esta apertura de espntu y
esta conCIenCIa crtlca son cualIdades propIas de la mfancIa
que se pIerden a medIda que se va envejeCIendo (recordad c-
mo, en un cuento bIen conOCIdo, es un lllo qUIen hace ver al
emperador que no lleva ropa ) De esta manera, los adultos
pueden verse desafiados y ayudados por los jvenes que tle-
nen la capaCIdad natural de aprender nuevos conceptos o
adaptar los antlguos en su bsqueda de la realIdad y del sen-
tldo, sobre todo en la mtegracIn de los aspectos COgllltlvOS y
afectlvos del desarrollo relIgIOSO Los jvenes, por su parte,
aprendern lo que sIglllfIca comprometerse ayudados por las
personas de ms edad cuyo cammar CrIstlano lleva durando
tanto tlempo

* La catequesIs ImplIca el estudIO y profundlZacIOn de la Sa-


grada Escntura leda no slo en la IgleSIa, smo con la IgleSIa
y su fe SIempre VIva Esto ayuda a descubnr la verdad dIvma,
de forma que suscIte una respuesta de fe (DGC, 71) La Es-
cntura, en cuanto lIbro de la IgleSIa es as la fuente autn-
tlca de los pnncIpIOs por lo que debe regIrse el dIScpulo cns-

6 GENERAL SYNOD BOARD OF EDUCATlON, Chzldren In the Way New


DzrectlOns for the Church s Chzldren, NatlOnal SOclety / Church House
Pubhshmg, London 1998, p 58
tIano y la mISIn y llllmsteno de la comumdad eclesIal Aun-
que la BIblIa sea ante todo un lIbro para adultos, su tarea de
ayudar a la gente a VIVIr de acuerdo con la perspectIva dIvma
y a realIzar sus sIgmficados transfonnadores ser ms fCIl en
la medIda en que personas de edades dIferentes busquen Jun-
tos la aplIcacIn del texto a la actualIdad Los mos, por eJem-
plo, tIenen a un tIempo la capacIdad de plantear preguntas m-
genuas sobre las mterpretacIOnes tradIcIOnales de los textos b-
blIcos y la facultad de expresar sus sentImIentos y expenen-
ClaS Estos aspectos pueden ser contrapesados por los conOCI-
mIentos en los campos hIstncos y lIteranos de las personas
de ms edad, que tIenen la ventaja de una experIenCIa ms lar-
ga y amplIa de la BIblIa El resultado de esta mterrelacIn se-
r que un grupo lG podr encontrar una aplIcacIn ms ade-
cuada y sIgmilcatIva del texto en su contexto partIcular

Un imperativo sociocultural: la CIG estimula


la edificacin colectiva que ayuda a la Iglesia
a vivir ms eficazmente la vocacin que le viene de Dios

La catequesIs mtencIOnal tIene SIempre el pelIgro de ser tratada


como una tentatIva mdIvIdualIsta Por el contrarIo, en la BIblIa, la
educaCIn y la catequesIs tIenen como objetIvo dImenSIOnes tan-
to colectIvas como mdIvIduales Los mdIvIduos reCIben una for-
maCIn personal que les ayuda a madurar en la fe cnstIana, y ca-
da comullldad ecleSIal reCIbe una formacIn para alcanzar la ma-
durez colectIva en cuanto expreSIn del cuerpo de CrIsto La
mayor parte del tIempo lo que domma es el aspecto mdIvIdual,
estImulado por la tendencIa de unas socIedades OCCIdentales mar-
cadas por la postmodermdad La mtroduccIn de estrategIas lG,
por el contrarIO, podra poner remedIO a este deseqUIlIbno y, al
hacerlo, podra mejorar la calIdad de VIda de toda la comumdad
ecleSIal
Sm embargo, la VIda crIstIana en comumdad no se ImprOVI-
sa y hay que educarla con CUIdado (DGC 86) Esta CUIdada edu-
caCIn eXIge que los dIversos elementos que constItuyen una co-
mUllldad ecleSIal sean tratados como una mca entIdad Lo mIS-
mo que los esfuerzos catequtIcos lG de una comumdad pueden
hacer avanzar la madurez de sus miembros individuales, as tam-
bin puede aplicarse una dinmica parecida al desarrollo de la
personalidad colectiva de la comunidad. Los elementos que
constituyen y sostienen a la comunidad cristiana son, entre otros,
la prctica ritual y disciplinaria, la formacin del entorno, la iden-
tificacin y la celebracin de las personas que llevan una vida
ejemplar, la organizacin de la vida de la comunidad y la utiliza-
cin del tiempo y dellenguaje 7 Todos los miembros de una co-
munidad tienen sus propias y diferentes ventajas de acuerdo con
su edad: por ejemplo, la visin de futuro que caracteriza a los j-
venes, la valoracin del presente de las personas de mediana edad
y la memoria y el sentido de la tradicin de la generacin de los
mayores. Una comunidad que funciona bien ser expresin de la
presencia y la interaccin de estas tres perspectivas 8 Las activi-
dades catequticas que integran todas estas perspectivas tienen la
capacidad de fomentar una mayor comprensin colectiva de la vi-
da y la misin de la comunidad y un compromiso ms profundo
para poner en prctica, con integridad, esta identidad colectiva.
Otro resultado fascinante de la CIG es que contribuye a cues-
tionar las tendencias no-bblicas en la sociedad. La actividad IG
frecuentemente va en contra de las normas sociales y culturales
de la mayora de las sociedades occidentales contemporneas. Sin
embargo, uno de los deseos ms ardientes y ms comunes de la
humanidad es la necesidad de relaciones sociales autnticas, ex-
presadas mediante la participacin interdependiente en una vida
comunitaria familiar. La Iglesia est dispuesta a ser comunidad
yendo contra corriente, por el modo de afrontar los prejuicios cul-
turales y de ponerse como modelo de experiencias comunitarias
alternativas.
Los cuatro imperativos de la CIG que hemos descrito ms
arriba -imperativos de teologa, de educacin, de desarrollo y de
cultura social- tienen una gran importancia para la realizacin de
los fines de la catequesis. Ninguno de estos mbitos es nica-

7. WESTERHOFF, J.H., Hidden Curriculum in the Classroom: Church


Teachers 2112 (1993), pp. 45-47.
8. WESTERHOFF, J.H., WiU our Children have Faith?, Dove Cornmunica-
tions, Melbourne 1976.
mente IG. Lo que la CIG aporta es una dimensin cualitativa con-
forme a la esencia de la Iglesia. Un informe de la Iglesia Unida
de Canad lo expresaba as:
Ser una comunidad intergeneracional es ms que servir un re-
fresco o un caf, colocar rampas para que todas las entradas de
la iglesia sean accesibles, o tener lpices de colores para los ni-
os. Se trata de una visin amplia de lo que somos como Igle- '"
sia. Nos obliga a cambiar nuestra definicin y nuestra idea de la
comunidad cristiana, y tambin nuestro modo de vivir en ella9.

No pretendo que todos los procesos de la catequesis de una


parroquia sean IG. El trabajo de los grupos de una misma edad no
tendra por qu excluirse unos a otros en los procesos pedaggi-
cos de las comunidades eclesiales. Hay diferencias naturales en-
tre gente de distinta edad y hay razones vlidas para crear grupos
de catequesis de las mismas edades incluso cuando las situacio-
nes en que se hace necesario este modo de organizacin sean bas-
tante menos numerosas de lo que creemos. Estas razones no tie-
nen que servir de justificacin para utilizar exclusivamente gru-
pos homogneos. Ms bien, tal como lo demuestran las observa-
ciones de la teologa, la educacin y de las ciencias sociales, la or-
ganizacin preferida de la catequesis en las comunidades eclesia-
les ser tanto aquella que integra la estrategia IG como la que se
realiza con grupos homogneos de edad.

La prctica de la CIG

Hay tantos mbitos donde pueden realizarse los distintos aspec-


tos de una CIG como comunidades en las que los cristianos par-
ticipan activamente en la vida y el ministerio de la Iglesia. Estos
aspectos pueden encontrarse en el hogar, en los grupos inter-fa-
miliares, en las pequeas comunidades eclesiales, en las sesiones
formales de catequesis o de instruccin cristiana y en las celebra-

9. UNITED CHURCH OF CANADA (DIVISION OF MISSION IN CANADA), A Place


for you: The Integration of Children in the Lije and Work of the Church,
The United Church Publishing House, Toronto 1986, p. 2.
ciones litrgicas. Estos mbitos pueden ser formales o informales
y pueden tener un nmero muy variable de participantes. Un tra-
bajo IG, sin embargo, se atiene a dos criterios:
- los participantes deben pertenecer al menos a dos grupos
diferentes de edad
- las experiencias compartidas del grupo estimulan la reci-
procidad y la colaboracin en el proceso de enseanza!
aprendizaje mutuo; las diferentes contribuciones de todos
se aceptan con absoluta igualdad.

Cmo podra llevarse a cabo un programa de catequesis se-


gn estos criterios? Podemos indicar cuatro principios que favo-
recen de modo especial la organizacin de actividades eficaces de
CIG. Ilustrar cada uno de estos principios con ejemplos sacados
de una experiencia IG de enseanza y de oracin. Con un grupo
de cerca de 200 personas con edades comprendidas entre los 3 y
los 80 aos, el domingo por la maana, organic un encuentro en
una iglesia y en una sala polivalente contigua. El tema del en-
cuentro era dess, el buen pastor (In 10,1-4) y el programa for-
maba parte de una serie de encuentros IG centrados en frases de
Jess que empezaban por Yo soy.... La parte relativamente for-
mal del programa duraba alrededor de una hora, seguida de una
parte menos solemne de unos 30 a 40 minutos. Algunos elemen-
tos de este encuentro podran fcilmente adaptarse para un pe-
queo grupo IG (por ejemplo, un encuentro interfamiliar). La pa-
labra clave es la flexibilidad.

Planificar experiencias variadas

Un abanico de experiencias proporciona medios al mismo tiempo


para estudiar un tema y para responder a l. Pueden utilizarse di-
versos mtodos pedaggicos: reacciones individuales o en grupo,
momentos iguales de silencio y de sonido y un equilibrio entre
procesos cognitivo/abstractos y afectivo/concretos. Esta diversi-
dad de enfoques mantiene el nivel del inters y tiene en cuenta los
diferentes grados de atencin de los participantes.
En Jess, el buen pastor estas experiencias comprendan el
canto (algunos cantos estaban dirigidos claramente a los nios
mientras que otros se adecuaban ms a edades ms mayores);
la escucha (de la lectura de un pasaje de la Biblia y una entrevista
entre un granjero moderno y un pastor de los tiempos bblicos);
un dilogo en pequeos grupos informales de diversas edades;
la reflexin en silencio; la oracin; una exgesis corta de un pa-
saje de la Biblia; la escritura (de un compromiso personal para
los meses siguientes); despus se participaba en actividades de
tipo manual y se coma (galletas con forma de cordero).

Sin embargo, hay que evitar una excesiva variedad o dema-


siado compleja porque puede traer confusin y desviar la aten-
cin de lo esencial del programa. Lo importante es que las expe-
riencias se estructuren de modo que estimulen la interaccin de la
gente y puedan intercambiarse sus opiniones. Hay que asegurar
que las experiencias compartidas se refieran a diferentes mbitos
de la vida cristiana (vase el esquema ms arriba) para que d lu-
gar a una sabidura holstica y a una experiencia de oracin.

Integrar las programaciones de elc


en torno a un tema central.

Un tema central sirve como principio organizativo tanto para los


que dirigen la actividad como para los participantes. Todas las ac-
tividades elegidas refuerzan ese tema de modo que, al acabar el
programa, los participantes lo hayan comprendido ms claramente.

En el programa Jess, el buen pastonl , se subray el tema de


la relacin de los cristianos con Jess a partir de la relacin que
las ovejas tienen con el pastor de los tiempos bblicos (comple-
tamente distinto de los pastores actuales) desde las primeras
canciones y la acogida hasta las actividades manuales del final.
Las diferentes partes del programa se iban ligando mediante ex-
plicaciones. Hubo algunos adultos que dijeron que les faltaba
un sermn... No haban entendido que el sermn era el con-
junto del programa pues todas sus partes se referan al mismo
tema ...
Los mejores temas para una actividad de CIO son los que se
refieren a las necesidades de la vida de cada da de los partici-
pantes y los que se inspiran en sus diferentes experiencias. El
campo de eleccin es amplio y pocos temas hay que puedan con-
siderarse fuera de lo establecido con tal que se traten de modo
adecuado para los participantes. La pregunta que debemos hacer-
nos es cmo podemos comprender juntos este tema. Se podra
invitar a los representantes de los diferentes grupos de edad a se-
leccionar el tema y planificar el programa para reforzar su senti-
do de responsabilidad y la pertinencia del tema.

Animar a la participacin

Es importante la participacin activa de todos los miembros de un


programa 10 si se quiere obtener una interaccin positiva de la
gente de todas las edades. Esta participacin puede darse en la di-
reccin del programa o en las mismas actividades. Lo que asegu-
ra una participacin agradable es el equilibrio entre las diversas
actividades y una atmsfera clida, as como la invitacin a la
gente para que se implique. Para determinadas edades (por ejem-
plo los nios y los jvenes) son especialmente importantes el mo-
vimiento y la accin mientras para los dems el silencio y la re-
flexin tranquila crean un mbito significativo de aprendizaje.
Todos, entonces, pueden tener la ocasin para descubrir el valor
que tienen otros puntos de vista que no conocen tanto.

En el programa Jess, el buen pastor un chico joven lea el


pasaje de la Biblia y una familia de cuatro hacan una oracin.
Los msicos eran todos de edades diferentes. A los adultos y a
los nios se les invitaba a tocar instrumentos de percusin
acompaando a la msica y a hablar todos juntos acerca de las
cualidades que tiene un buen pastor, a preparar (y comer....) las
pastas y a participar en los talleres.

Hay que asegurarse de que nadie se vea obligado a participar


en actividades que son para l. Paradjicamente esto hace que los
participantes se impliquen en actividades que, si se les hubiera
presionado, no hubieran elegido, especialmente (los adultos) ac-
tividades que hubieran considerado infantiles (como tocar un ins-
trumento de percusin o participar en los talleres).
Aprender juntos es tambin un concepto central. En una ac-
tividad IG realmente vlida los participantes pasan del papel de
enseante al de alumno y viceversa. Este modo de participar con-
tradice el prejuicio habitual de que, en un grupo de diferentes eda-
des, el papel de maestro lo realizan necesariamente los mayores.

Utilizar lo ms posible los sentidos

La catequesis es generalmente una actividad principalmente au-


ditiva. Pero la fonnacin de la fe puede mejorarse mediante el uso
de los dems sentidos. Los pedagogos reconocen que cada uno de
nuestros sentidos puede utilizarse con creatividad para ayudarnos
a percibir el mundo como personas de pleno derecho. Cada
uno, en efecto, tenemos nuestra fuente de aprendizaje preferida:
auditiva, visual o tctil. Por eso, en la CIG es bueno experimen-
tar y utilizar todos los sentidos: vista, odo, tacto, gusto y olfato.

En Jess, el bien pastan> se utilizaron los cinco sentidos con


una cierta medida: la vista (dos corderos sacado de una finca lo-
cal; luego, cada participante aportaba un trozo de papel para for-
mar una gran bandera), el oido (palabras, msica, dilogo y, de
vez en cuando, un balido de oveja...), el tacto (se pasaba de unos
a otros un poco de lana natural grasienta; la textura de las ga-
lletas), el gusto (las pastas en forma de cordero) y el olfato (el
olor de las ovejas y de las pastas recin hechas). Todas estas
sensaciones aumentaban el impacto del programa en los parti-
cipantes. Los nios utilizaban los sentidos con toda naturalidad
mientras que los adultos necesitaban redescubrir aquello de lo
que muchas veces los condicionamientos les haban privado. En
ambos casos, es ideal un clima IG relajado para animarles a re-
utilizar todos sus sentidos.

Nunca pueden predecirse los resultados de un programa IG,


pero los participantes descubren generalmente con sorpresa que
estas actividades son a un tiempo agradables y vlidas para sui
crecimiento espiritual. En realidad esto no debera sorprendernos
ya que cuando las diversas generaciones se encuentran y se co-
munican de manera significativa, se siente circular una corriente
de verdadera humanidad y se comparte la riqueza de todas las
edades en un mutuo y gozoso descubrimientolO. Con todo, una
advertencia: a quienes participan en actividades 10 de carcter
positivo les cuesta volver a un rgimen simple de catequesis en
grupos homogneos...

Introducir la CIG en una parroquia

Tal vez haya lectores que, inspirados por las observaciones he-
chas en este artculo, quisieran comenzar a realizar programas de
elG en su parroquia. Sera arriesgado introducirlos sin una plani-
ficacin previa detallada. Las siguientes cuatro etapas pueden
ayudar a hacer una transicin eficaz hacia estrategias de elG:

Abordar este tema con gente interesada


y con quienes toman las decisiones
Hablad con gente de diferentes grupos de edad (incluidos los ni-
os) que podran implicarse en actividades de elG. Esto os ayu-
dar a clarificar vuestra visin del tema y les dar a ellos la opor-
tunidad para considerarla desde su propio ritmo. De este modo
evitaris una posible confrontacin que hubiera podido darse en
el caso de haber planteado primero la idea en una asamblea p-
blica (una asamblea parroquial, por ejemplo) y podris asegura-
ros mejor de que el tema es compartido por todos. Notemos que
la pregunta acerca de cmo podemos ser ms intergeneraciona-
les hay que plantearla en el contexto de la cuestin teolgica
principal para toda la comunidad eclesial: cmo llevar a cabo
ms eficazmente nuestra vida y nuestra misin ante Dios.

Aumentar el nivel de conocimientos IG


Un punto de partida para lanzar la elG en una comunidad podra
consistir en dar a conocer los principios bblicos que conciernen

10. E. PREST, From one Generation to Another; Training for Leadership,


Capetown 1993.
a la naturaleza intergeneracional de la Iglesia. Al mismo tiempo
habr que dar tiempo para que la gente pueda interiorizar lo que
va descubriendo y para que puedan dar su opinin sobre sugeren-
cias posibles de tipo prctico. Y ya que es necesario mucho tiem-
po para reorientar de modo definitivo los conceptos y las actitu-
des de la gente, no se realizarn cambios importantes con un so-
lo sermn o una sola sesin de estudio bblico. Si logramos evi-
tar la tirana de las prisas, daremos ms oportunidades para que el
proceso pueda realizarse con xito.

Encontrar puntos de penetracin en la comunidad


Cada comunidad es nica: lo que funciona bien en una no nece-
sariamente puede transferirse a otra porque los factores del con-
texto son diferentes. Hay que buscar ocasiones naturales para in-
corporar elementos IG en los programas que ya se estn llevando
a cabo o como complemento de actividades ya existentes pero
que no contemplan ms que un solo grupo de edad. Estas posibi-
lidades pueden darse en grupos pequeos o grandes, en situacio-
nes formales o informales, en estructuras inter-familiares o en si-
tuaciones ad hac. Una oportunidad idnea para introducir la CIG
puede darse al hacer una revisin de la catequesis. En muchas co-
munidades la oracin litrgica comunitaria es un mbito espe-
cialmente importante para la integracin de procesos IG. Cual-
quiera que sea el momento elegido, hay que preparar y pensar eta-
pas bien pensadas para llevar a cabo la CIG.

Evaluar el programa en un clima de oracin


El Espritu Santo es, en definitiva, el instrumento que promueve
todo cambio en la vida de la gente y en una comunidad. Esto tie-
ne consecuencias especialmente importantes en el desarrollo y en
la evaluacin de programaciones de CIG, dados los malentendi-
dos que pueden presentarse cuando personas de diferentes gene-
raciones se renen para un trabajo conjunto serio. Lo mismo que
la oracin enriquece cada una de las etapas de los proyectos de
CIG, igualmente se manifestarn los planes de Dios para cada co-
munidad eclesial que es nica.

*** , .
BIBLIOGRAFA

l. Referencia de libros

Hay varios libros importantes en los que he encontrado observa-


ciones e ideas prcticas acerca del desarrollo de estrategias IG en
las comunidades eclesiales:

BANKS, R., Going to Church in the First Century: an Eyewitness


Account, Christian Books Publishing House, Maine, Aubum
1980 (una reconstruccin histrica de la experiencia de una
asamblea de cristianos del siglo primero, en cuanto realidad
IG).
GENERAL SYNOD BOARD OF EDUCATION, Leaves on the Tree: All-
age Learning and Worship Resources and Reflections,
National Society / Church House Publishing, London 1990.
GRAYSTONE, P. - TURNER, E., A Church for all Ages: A Practical
Approach to all-age Worship, Scripture Union, London 1993.
PREST, E. (1993), From one Generation to Another, Training for
Leadership, Capetown 1993 (Una investigacin acerca de las
razones a favor y las implicaciones de la actividad IG en las
comunidades eclesiales).
PRIVETT, P. (ed.), Signposts: Practical Ideasforall-age Learning,
National Society / Church House Publishing, London 1993.
WHITE, J.W., Intergenerational Religious Education: Models,
Theory and Prescription fot Interage Life and Learning in
the Faith Community, AL, Religious Education Press,
Birmingham 1988.

2. Otras publicaciones sobre temas IG, por Allan HARKNESS

Otros artculos que tratan ms ampliamente el tema de este artf~


culo (y de los que se ha sacado gran parte de este artculo):

Intergenerational Education for an Intergenerational Church?:


Religious Education 93/4 (1998), pp. 431-447
Intergenerational Christian Education: An Imperative for
Effective Education in Local Churches
Primera parte, en Journal 01 Christian Education, 41/2
(1998), pp. 5-14.
Segunda parte, en Journal 01 Christian Education 4211
(1999), pp. 37-50.
Intergenerational and Homogeneous-age Education: Mutually
exclusive Strategies for Faith Communities?: Religious
Education 9511 (2000), pp. 51-63.
The-schooling Christianity in the New Millennium: Journal 01
Christian Education 4311 (2001), pp. 51-61.
6

UNA CATEQUESIS SIMBLICA


Anne Marie MONGOVEN

El 11 de septiembre de 2001 cambi la vida de todos los america-


nos. Cuando los aviones, cada uno con 20.000 galones (70.000 li-
tros) de carburante, chocaron a toda velocidad contra las torres del
World Trade Center -y vimos cmo stas se venan abajo-, nos di-
mos cuenta de que en adelante ya no estaramos seguros en nues-
tro propio pas. Los habitantes de otros pases, como Irlanda del
Norte o Palestina, han vivido durante decenas de aos con un mie-
do parecido; pero en Amrica, protegidos por los inmensos oca-
nos, la mayora de nosotros nos sentamos fuera del alcance de una
violencia inesperada, deliberada y arbitraria. Despus del 11 de
septiembre ya no podemos presumir de que estamos seguros.
Este acontecimiento hizo que mucha gente se volviera hacia
la religin. El sbado y el domingo siguiente, y durante los servi-
cios de muchos fines de semana tras este atentado, las sinagogas
y las iglesias estuvieron llenas de fieles. La gente quera dar sen-
tido a un acontecimiento que no 10 tena. Fue para las institucio-
nes religiosas el momento de reconfortar a la gente, ayudarla y
sostenerla en su necesidad y su desgracia. Fue el tiempo ideal pa-
ra 10 que yo llamo la catequesis simblica.

Qu es la catequesis simblica?

La catequesis simblica es una forma de catequesis en la que la


comunidad hace balance de su propia experiencia a la luz de la fe
y trata de dar un sentido a su vida y a su fe. Es una reflexin so-
bre los signos de los tiempos en el contexto de la comunidad, de
la oracin y de la justicia. En la catequesis simblica se plantean
cuestiones humanas fundamentales a la luz de la tradicin de la
comunidad cristiana y dentro de un espritu de confianza en Dios
como fuente de toda esperanza, justicia y paz. La comunidad se
rene cuando tiene que afrontar una desgracia o porque siente una
gran alegra y quiere comprender ms plenamente su sentido. Un
ministro, ordinariamente un catequista, es quien propone su re-
flexin invitando a la gente a reunirse y actuando como gua del
proceso.
La catequesis simblica es una forma de catequesis que aso-
cia o relaciona los smbolos de los acontecimientos humanos, los
signos de los tiempos, con los smbolos de la fe: la Biblia lo
mismo que la enseanza, la vida y la oracin de la Iglesia. Los
smbolos de la fe ayudan a interpretar la vida y, recprocamente,
los smbolos de la vida nos ayudan a comprender nuestra fe y a
comprometernos con ella. La catequesis simblica integra los
smbolos de la vida y los smbolos de la fe de una manera armo-
niosa, dialogada, crtica y estimulante. Este tipo de catequesis im-
plica a los individuos y a la comunidad en la bsqueda de la ver-
dad y de la identidad. No se trata de una verdad abstracta, sino de
nuestra concreta identidad como cristianos en el mundo de hoy.
La bsqueda no se centra slo en la pregunta quin soy yo? si-
no en quines somos nosotros en cuanto comunidad cristia-
na?. La catequesis simblica establece una interrelacin entre
1os gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los
hombres de nuestro tiempo (Gaudium et Spes, 1) Yla Iglesia, la
Escritura y la tradicin vivas.
La catequesis simblica supone, en los que participan, la fe
cristiana, pero no una fe de un determinado nivel particular. Se di-
rige a quienes no tienen demasiados conocimientos y tal vez un
compromiso dbil, lo mismo que a quienes participan de modo
regular en la vida de la comunidad. Es, por tanto, una catequesis
evanglica dirigida especialmente a los adultos, pero se adapta a
todas las edades y a todos los niveles de fe. Cada miembro de la
comunidad, cualquiera que sea el grado de su fe, sirve de apoyo
a los dems y les ayuda a crecer en la fe.
La catequesis simblica funciona bien con los adultos, porque
les permite expresar sus preocupaciones e intereses, y porque de-
sean hablar de ellos con quienes los comparten. Desean tambin
saber que la Iglesia quiere y puede ayudarles a resolver sus pro-
blemas. Este proceso parece que se adapta tambin a los que se
preparan para ser miembros de la Iglesia mediante el Ritual de la
Iniciacin Cristiana de Adultos. La gente quiere no slo que la co-
munidad cristiana les acepte, sino que responda a sus necesida-
des. La fe cristiana les reconoce su humanidad y dignidad y pue-
de ayudarles a encontrar en su vida ordinaria el camino hacia
Cristo, que les da la libertad y les conduce hacia el Todopoderoso.
La catequesis simblica puede llevarse a cabo en una comuni-
dad con un nmero ideal de entre siete y quince personas que se
renen una vez a la semana durante un periodo que oscila entre
cuatro y seis semanas, en el tiempo que mejor les conviene, para
tratar un tema o una pregunta que les interesa. El catequista rene
a estos adultos mediante un anuncio en el boletn de la parroquia,
o por correo, o mediante carteles y anuncios... invitando a una reu-
nin a todos los que estn interesados en un determinado tema.
Como tema podra ponerse, por ejemplo, cmo cuidar a un fami-
liar enfermo o anciano, o la familia monoparental, o un problema
ecolgico, o la experiencia de los inmigrantes, el paro, el divorcio,
la preparacin para un sacramento, o un libro sobre el dilogo... En
el anuncio se invita, a quien le interese, a una reunin, estable-
ciendo una hora concreta y un lugar agradable y confortable.
Es lo que el Directorio General para la Catequesis llama for-
ma ocasional de la catequesis. No es necesario que estas reu-
niones duren 15 20 semanas, como ocurre con las catequesis de
nios o de jvenes. Slo duran dos o tres semanas, segn la ne-
cesidad de los participantes. El Directorio General para la
Catequesis describe otras formas de catequesis que pueden ser
tambin ocasionales, como, por ejemplo, un estudio intenso de las
Escrituras, una lectura cristiana de los acontecimientos actuales,
la catequesis litrgica, actividades de formacin espiritual, la
educacin de la fe.
La catequesis simblica tuvo su nacimiento en la renovacin
catequtica del siglo XX y se aviene con el lado humano de la
Iglesia del siglo XXI. Es una propuesta flexible para gente de di-
ferentes culturas, edades, grupos tnicos, razas, sexos y de diver-
sos niveles educativos. Esta catequesis se halla a un tiempo en con-
tinuidad y en divergencia respecto del pasado pues se basa en la re-
novacin del siglo XX pero evitando el exceso de intelectualismo
rido de los primeros decenios del siglo. Presupone la fe, nacien-
te o madura, de los miembros de la comunidad. Es una propuesta
que acepta la diversidad de ideas, experiencias y culturas. La ca-
tequesis simblica exige reflexin personal y comunitaria sobre
problemas serios de la vida pero no pretende dar respuestas aca-
badas a estas cuestiones. Exige una conversin continua de los
miembros de la comunidad, en un contexto de oracin y de sed de
justicia. '

La estructura de la catequesis simblica

La catequesis simblica es una realidad especialmente adaptada


ya que su misma estructura exige la puesta en prctica de la vida
cristiana tal como se descnbe en los Hechos de los Apstoles
2,42-44 y cuyos componentes son:
La enseanza de los apstoles (compartir nuestros princi-
pios y creencias);
la vida colectiva (formacin de la comunidad);
- el compartir el pan y la plegaria (oracin comunitaria);
el ponerlo todo en comn (acciones en favor de la justicia).

Estos elementos se describen en los Hechos de los Apstoles


como los cuatro aspectos esenciales de la vida cnstiana y son los
elementos estructurales de la catequesis simblica. Estos cuatro
puntos se incluyen siempre en la catequesis simblica. Son parte
integrante de ella. La estructura de la catequesis simblica supo-
ne que los miembros de la comunidad catequtica ponen juntos
en prctica los principIOS de la vida cristiana.
Cmo se puede llevar esto a cabo? Cmo puede una comu-
nidad de cinco o seis miembros hacer la experiencia de lo que sig-
mfica ser cristiano a lo largo de un proceso de catequesis de adul-
tos? La estructura, al igual que el proceso de la catequesis simb-
lica, debe hacerlo posible. La estructura de la catequesis simbli-
ca se basa en estos cuatro elementos que, segn los Hechos de los
Apstoles, caracterizan a la comunidad cristiana; el proceso de la
catequesis simblica es el medio dinmico que consigue integrar
estos cuatro componentes.
Esta estructura y este proceso de catequesis simblica apelan
a las dimensiones cognitivas, afectivas y performativas o ticas
de la vida humana. Sirven de inspiracin para las mejores teoras
pedaggicas y culturales sobre el modo de guiar a los adultos y a
los jvenes. Atraen de modo natural a la mayora de los adultos,
porque el proceso supone que el centro de atencin lo constituyen
los interrogantes, las preocupaciones y las experiencias de los in-
dividuos y de las comunidades. La estructura y el proceso reco-
nocen que las preguntas humanas son fuentes importantes de la
revelacin de Dios. La catequesis simblica invita al compromi-
so y a las relaciones humanas; en un mundo que exalta al indivi-
duo, reconoce la necesidad de la comunidad, de la oracin y de la
justicia entre nosotros.
Actualmente, la mayora de las propuestas catequticas (pero
no todas), al menos en Estados Unidos, comprenden los cuatro
elementos siguientes: la formacin de la comunidad cristiana, el
mensaje evanglico compartido, la prctica de la justicia y la ora-
cin en comn. Estos componentes, o tareas, son esenciales en
el proceso de la catequesis tal como se describe en el Directorio
Catequtico General (1971), y se les nombra explcitamente en el
Directorio General para la Catequesis (1997). En este ltimo do-
cumento, sin embargo, se reinventan y amplan hasta comprender
lo siguiente:
propiciar el conocimiento de la fe;
la educacin litrgica; "
la formacin moral;
ensear a orar;
la educacin para la vida comunitaria;
la iniciacin a la misin (art. 87).

Es cierto que la mayora de los programas incorporan estas ta-


reas, pero lo hacen de diferentes maneras: unos ponen el acento o
dan prioridad a un elemento concreto, mientras que otros se cen-
tran en otros elementos. De esta manera, aunque el programa si-
ga siendo el mismo, el proceso catequtico empleado puede ser
distinto.
El proceso de la catequesis simblica

El proceso de la catequesis simblica se asemeja a una sinfona.


La orquesta (la comunidad) interpreta la obra segn su particular
estilo teniendo al frente un director de orquesta (el catequista) que
forma una nica entidad con la orquesta. La obra musical tiene
cuatro movimientos, ms o menos ligados entre s, cada uno con
sus propias variaciones en tomo a la misma experiencia. Las ex-
periencias son situaciones reales de la vida de la comunidad, la
vida, la muerte y la resurreccin de Jess, la historia y las ense-
anzas de la Iglesia que l fund. En cada movimiento la comu-
nidad propicia una conversacin entre la vida y la fe. En cada mo-
vimiento, la comunidad contempla estas experiencias desde un
ngulo diferente. Los movimientos son stos:
reflexin sobre una experiencia comn;
interpretacin de esta experiencia mediante un smbolo
religioso;
paso colectivo de la experiencia a determinadas acciones
de justicia;
, , , ~

- oracin comunitaria sobre la experiencia.


"1 \,

A veces el tercer movimiento puede pasar a ser primero,


mientras que los dems movimientos pueden estar en un orden di-
ferente. Los movimientos no son intercambiables, pero tienen ne-
cesariamente que seguir este orden exacto, aunque haya un orden
natural como el indicado ms arriba. En cada movimiento la co-
munidad desarrolla vnculos de fe y de amor y se va uniendo ca-
da vez ms en la fe.
Estos cuatro movimientos quedan enmarcados por una convo-
catoria al comienzo (el preludio) y un envo (la coda) al final. Una
presentacin esquemtica del proceso tendra la forma siguiente:
reunin (preludio);
reflexin sobre una experiencia comn;
correlacin entre la experiencia y un smbolo religioso
paso de la comunidad desde la misma experiencia a de-
terminadas acciones de justicia;
oracin comunitaria, en forma ritual, sobre la experiencia:
envo (coda)
La reunin comienza desde el momento en que el catequista
prepara el local donde se va a reunir el grupo y los participantes
dejan sus casas para ir a la reunin. Cuando la gente llega a la pa-
rroquia, el catequista les recibe en la puerta, les acoge llamndo-
les por sus nombres, hace las presentaciones si es necesario y se
esfuerza para que todos estn cmodos y se sientan como en casa.
Cuando ya estn todos, el catequista los rene y comienza con
una pequea oracin cuidadosamente preparada de antemano. La
oracin orienta de nuevo la vida de la comunidad. Puede empezar
con la seal de la cruz seguida de una invitacin -Roguemos al
Seor- y un momento de silencio en el que los miembros de la
comunidad se distancian de sus preocupaciones y adquieren una
actitud ms recogida. Las palabras de la oracin anuncian que vi-
vimos en un mundo sagrado en el que Dios est con nosotros y
que necesitamos ayuda, comprensin y liberacin de aquello que
nos preocupa especialmente. Terminamos con una alabanza a la
Trinidad. Se trata, pues, de una oracin para iniciar la reunin, un
preludio de la experiencia como tal.
El primer movimiento, reflexionando acerca de una experien-
cia comn, conduce poco a poco a la comunidad hacia el dilogo,
centrando la conversacin en una experiencia que concierne o in-
teresa a todos. Se puede tratar del terrorismo, de la prdida del
empleo, de un divorcio, del hecho de ser padre/madre soltero o de
la vuelta a la Iglesia tras una larga ausencia...
En el segundo movimiento la comunidad considera esta mis-
ma experiencia mediante un smbolo religioso, como puede ser la
Biblia o la vida, la enseanza o la oracin de la Iglesia.
Por ejemplo, si estamos tratando del terrorismo, se podra lle-
var al grupo a reflexionar sobre la importancia de la comunidad
para nuestra vida y cmo los miembros de la comunidad pueden
ayudarse en momentos de crisis. Podra igualmente llevar a un
examen de los valores del grupo ante el terrorismo y a interrogar-
se sobre lo que provoca un odio semejante. O bien se pueden pre-
guntar sobre el modo de reaccionar de los cristianos ante la vio-
lencia o incluso si hay derecho a responder con violencia a la vio-
lencia. En este segundo momento, pues, se confrontan ambas rea-
lidades, es decir, los signos de los tiempos y la fe de la comunidad.
En el tercer movimiento la comunidad pasa de la introspec-
cin a la consideracin de las necesidades de los dems. Por
ejemplo, cmo reaccionamos ante el terrorismo?, hay gente que
necesita nuestra ayuda?, qu puede hacerse por la gente que tie-
ne miedo? El tercer movimiento es un gesto de amor y de justi-
cia, una mano tendida hacia los dems.
El momento culmen de la sinfona, el cuarto movimiento, es la
oracin formal en la que la comunidad se une para alabanza y glo-
ria del Misterio Divino cuya presencia reconoce en medio del gru-
po y en cada experiencia de vida. La comunidad puede pedir ayu-
da y capacidad para entender, y puede dar gracias. Se vuelve ha-
cia Dios mediante la plegaria y los ritos comunes como modo de
reaccionar ante lo que se ha hablado anteriormente. Normalmente
utilizo una forma ritual parecida a la liturgia de la Palabra, pues los
miembros de la comunidad se sienten a gusto con ello y pueden
participar sin necesidad de instrucciones ni interrupciones.
En la catequesis simblica, cada palabra y cada accin se en-
caminan hacia esta oracin final, en la que la comunidad, cons-
ciente y deliberadamente, se une al Misterio. La oracin ritual no
es simplemente la manera de poner fin a la reunin, sino la expe-
riencia final de toda la sesin. En la oracin ritual la comunidad
sintetiza su experiencia catequtica, y toda ella, todos juntos, in-
tentan reconocer y responder al Misterio que est siempre pre-
sente ofreciendo aceptacin y amor incondicionales.
Una sinfona es un esfuerzo colectivo. Los msicos tienen
que colaborar observando de cerca al director de orquesta y si-
guiendo su direccin. Los msicos y el director de orquesta, to-
dos juntos, dan vida a la partitura. El director de orquesta no toca
ningn instrumento, pero se asegura de que los sonidos de tantos
msicos logren armonizarse. Los msicos se apoyan unos en
otros y reconocen todos que no basta con tocar bien individual-
mente, sino que hace falta formar un grupo en el que cada uno
cuente con los dems. Lo mismo que en una orquesta, las rela-
ciones entre los individuos de la comunidad catequtica son cam-
biantes. A lo largo de los dilogos y conversaciones, de la oracin
y la accin, del intercambio de historias y de preguntas, crece el
mutuo aprecio y se ven como indispensables la solidaridad y la
responsabilidad de unos con otros. De esta manera, el grupo se va
convirtiendo en una comunidad de fe cada vez ms fuerte.
El catequista no hace otra cosa que integrar la formacin de
la comunidad mediante estos cuatro movimientos del acto cate-
qutico. En la catequesis simblica es la comunidad la que refle-
xiona, pone en relacin e interpreta el objetivo principal del gru-
po. Los miembros de la comunidad evalan sus esfuerzos en ser-
vicio de la justicia y el amor; y oran todos juntos. El catequista
forma parte del grupo en cuanto animador y persona-recurso y
trata constantemente de establecer vnculos entre sus miembros.
La catequesis es siempre una tarea comn.
La catequesis simblica ofrece a la gente, en el grupo, un
puerto seguro donde reunirse para plantearse cuestiones, buscar
un sentido, compartir el sufrimiento, expresar la fe, trabajar por la
justicia, orar juntos... ; en una palabra, ser Iglesia. No da respues-
tas fciles ni simplistas a cada interrogante, sino que crea relacio-
nes comunitarias que favorecen el crecimiento en la fe de los par-
ticipantes. Reconoce la presencia del mal en el mundo y en la vi-
da de cada da, pero ve tambin la presencia de Dios, que es mu-
cho ms poderosa que todas las nefastas influencias.
La integracin de estos cuatro movimientos de la catequesis
constituye el corazn de la catequesis simblica. Cada acto debe
tener su propio objetivo, pero los cuatro elementos se relacionan
entre s. Ninguna es ms importante que el resto. La base de la ca-
tequesis simblica es la integracin de estos cuatro elementos en
uno solo. Para integrar estos cuatro movimientos la comunidad
tiene que aceptar que cada uno de ellos exige el mismo cuidado
de la experiencia humana. Los cuatro manifiestan cmo el Miste-
rio est siempre con nosotros y para nosotros.
La catequesis simblica est teniendo tanto atractivo porque
en ella se abordan los problemas de la vida de los adultos.
Experiencias concretas como la muerte de una persona querida, el
estrs que supone la educacin de los hijos, el paro, el traslado a
una nueva comunidad lejos de la familia y los amigos, inspiran a
estas personas para buscar consejo o para una vuelta a la religin
en busca de fuerza y comprensin. Las preguntas qu ocurre con
mi vida o cmo puedo hacerla frente pueden permanecer im-
plcitas, pero son las que impulsan a la gente a reunirse en grupos
que se preocupan de esas mismas cuestiones o esos centros de in-
ters. La gente religiosa, ante estas cuestiones, se integra tambin
tal vez en grupos sociales o voluntarios; pero si las parroquias
manifiestan claramente que se preocupan de estos problemas, se-
guro que se sentirn muy felices integrndose en ellas.
En la catequesis simblica la comunidad trata de encontrar
sentido a la vida.
La catequesis simblica lleva a los individuos y a la comuni-
dad a buscar sentido a la vida, porque son las preguntas de la co-
munidad las que la hacen nacer. El catequista ayuda a que su bs-
queda vaya conducindoles hacia la revelacin de Dios por me-
dio de la Iglesia y a travs de toda la creacin. Las preguntas
quin es Dios, quin es Jess y quin es el Espritu Santo
nacen a partir de cuestiones humanas sobre las que se reflexiona.
La gente, generalmente, no tiene tiempo de reflexionar o de pen-
sar en comn sobre estas cosas. Tampoco tienen demasiadas oca-
siones para reflexionar juntos sobre cuestiones de la fe. La cate-
quesis simblica es para los adultos un modo de reflexionar jun-
tos. En ella se estudia la Sagrada Escritura, la vida de la Iglesia,
su modo de orar y obrar en favor de la justicia y su vida moral.
Nos conduce a las enseanzas de la Iglesia y nos ayuda a inter-
pretar nuestras vidas y ver la relacin existente entre verdad y vi-
da cotidiana.
La catequesis simblica exige que el catequista est teolgi-
camente bien formado. Para el equipo de catequistas se necesitan
personas capaces de orientar el dilogo y que estn dispuestas a
veces a decir a la comunidad: No lo s, pero voy a informarme.
En otro tiempo, nuestros catequistas eran los sacerdotes. Al em-
pezar a contemplarse la catequesis como educacin de los nios
en la doctrina cristiana, permitimos a las mujeres -sobre todo a
las religiosas, pero ms tarde tambin a mujeres laicas- ser cate-
quistas. Hoy los adultos, que plantean interrogantes, necesitan
hombres y mujeres, sacerdotes y laicos, que ejerzan el ministerio
de catequista.

En resumen

Una de las constataciones ms importantes procedentes de la re-


novacin histrica y teolgica de la catequesis del siglo XX es tal
vez que no existe un nico proyecto catequtico que pueda satis-
facer a todo el mundo. Culturas diferentes, niveles de educacin
y de fe, capacidades intelectuales y experiencias diversas exigen
proyectos catequticos diferentes. La catequesis simblica, sin
embargo, es un proyecto especialmente adaptado para la gente del
siglo XXI, porque no duda en reconocer y responder a las exi-
gencias de los valores culturales y aceptarlos cuando se corres-
ponden con los valores evanglicos, pero tampoco duda en opo-
nerse a ellos cuando ensalzan valores que contradicen los del
Evangelio.
Este proyecto se toma en serio la idea de que la experiencia
humana, especialmente cuando es comn y compartida, es una
fuente de revelacin y de mutuo descubrimiento. Si reconocemos
la presencia del Misterio de Dios en la vida de cada da, en nues-
tras relaciones, en nuestra tecnologa... , la manera de interpretar
esas experiencias ser diferente. La catequesis simblica ve lo
que hay de bueno en la sociedad y condena profticamente lo que
es inmoral u opresor. Lleva a la comunidad catequtica y a todos
sus miembros a reconocer la presencia de Dios en su vida de ca-
da da y -sa es nuestra esperanza- a comprometerse con el Dios
en el que creemos.

***

BIBLIOGRAFA

CONGREGACIN PARA EL CLERO, Directorio General para la cate-


quesis, Edice, Madrid 1997
DOOLY, Catherine - COLLINS, Mary (eds.), The Echo Within:
Emerging Issues in Religious Education. A Tribute to Bernard
L. Marthaler, OFM. Conv., ThomasMore,Allen, Texas, 1997.
GALLAGHER, Maureen, The Art oi Catechesis: What you Need to
Be, Know and Do, Paulist Press, New York 1998.
MONGOVEN, Anne Marie, The Prophetic Spirit oi Catechesis,
Paulist Press, New York 2000.
7

UNA CATEQUESIS PERMANENTE


J oel MOLINARIO

~atequesis permanente?

Hijos legtimos y muy queridos de la Iglesia: hace ya tiempo


que deseaba conversas con vosotros sobre estos misterios espi-
rituales y celestiales. Y porque s muy bien que la vista es mu-
cho ms fiable que el odo, estaba esperando este momento pa-
ra llevaros de la mano a la pradera ms luminosa y fragante de
este paraso, al recibiros mejor encaminados para lo que os di- I

jera, con esta expenencia de la catequesis))l

De esta manera comienza Cirilo de Jerusaln su decimonovena


catequesis o su primera catequesis mistaggica que dirige, un lu-
nes de Pascua, a finales del siglo IV, a los nuevos bautizados en
la Vigilia Pascual. Tras un primer anuncio del Evangelio, sin du-
da tres aos antes, despus de dos o tres meses de catecumenado
y cuarenta horas de catequesis bblica intensiva, tras la recepcin
del Padre Nuestro y el Credo, despus de una noche entera de ora-
cin y de escucha de la Palabra de Dios antes del bautismo, la un-
cin y la eucarista, los nuevos cristianos que la comunidad llama
nefitos se renen con el obispo para una catequesis renovada ba-
sada en la experiencia de fe que ya se ha vivido y que se abre a

1. CIRlLO DE JERUSALN, CatequesIs, CIUdad Nueva, Madnd 2006,


pp. 451-452.
una visin ms profunda de la fe en Jesucristo. Este modelo de
catequesis establecido en la Iglesia desde los siglos IV y V, con-
tena ya la idea de que, segn las diferentes etapas de la vida de
fe, se realizan catequesis diferentes. Adems, el hecho de haber
recibido los sacramentos de la iniciacin, bautismo, crismacin
(hoy diramos confirmacin) y eucarista, no significaba el fin si-
no ms bien el comienzo de otro tipo de catequesis.
Mil seiscientos aos ms tarde, en este comienzo del siglo
XXI, todava seguimos marcados por cuatro siglos de catecismo
que han forjado un concepto diferente de la transmisin de la fe.
En Francia, esta idea de la transmisin de la fe de una generacin
a otra ha influido fuertemente en la sociedad y en el Estado que,
bajo capa de laicidad, reproduce los mismos modelos pedaggi-
cos del catecismo. Cuando las empresas y los sindicatos comen-
zaron a pensar en una formacin permanente y continua, los cris-
tianos de los aos sesenta, por su parte, pensaron tambin lo que
podra suponer una catequesis permanente. As pues, si damos un
rodeo comenzando por ver el modo cmo la sociedad francesa y
los pases de la unin europea han concebido la formacin per-
manente, eso nos permitir comprender y concretar mejor lo que
sucede en la Iglesia, pues en este amplio campo de la transmisin
los modelos atraviesan las paredes absolutamente permeables en-
tre la Iglesia y la sociedad civil.

La formacin permanente:
un concepto nuevo en una sociedad cambiante

a) Una historia en el corazn de la evolucin


de la economa y del trabajo
En un artculo publicado en el cuaderno n. 5 del ISPC, Guy le
Boudec escriba lo siguiente: oo. la mutacin ms o menos rpida
de la tcnica; el modo como se satisfacen las necesidades primarias
individuales y colectivas; la idea que la sociedad tiene del hombre:
todo esto se halla en relacin dialctica con el modo de concebir la
formacin que esta sociedad proporciona a sus rniembros2.

2. Guy le BOUEDEC, Personne, socit et formation, Descle, Pans 1990,


pp. 13-31.
En la hlstona francesa podemos dIstIngUIr tres penodos que
consagran tres maneras de concebIr la formacIn
Un pnmer penodo, en torno a la revolucIn francesa de 1789,
en el que se abre paso una demanda de formacIn InICIal dIstInta
del sImple aprendIZaje a pIe de obra que los artesanos realIzaban
con su maestro
Un segundo penodo VIve el naCImIento de la formacIn que
las grandes empresas proporCIOnan en el marco de la fragmenta-
CIn del trabajo correspondIente al trabaja en cadena y a la su-
per-especIalIzacIn El objetivo era la dIvulgacIn de un saber-
hacer que un oficIal poda ofrecer a un obrero La formaCin era
corta pues estaba centrada en una sene de tcmcas sImples La
relacIn maestro/alumno funcIOnaba como un Imperativo el ofi-
cIal de la empresa enseaba, el obrero ejecutaba hasta conse-
gUIrlO En este ImcIO del sIglo XX una cIerta estabIlIzaCIn de las
tcmcas hIZO que la preocupacIn fuese ms cuantitativa produ-
CIr para el mayor nmero de personas De ah se segua que lo
que un obrero o un oficIal aprenda a los vemte aos le serva In-
cluso hasta su retiro
En un tercer penodo, tras la Segunda Guerra mundIal, la pre-
ocupacIn por una formacIn ms prologada fue temda en cuen-
ta, tras constatar el hecho de que la evolucIn de las tcmcas y de
los OfiCIOS se realIzaba a un ntmo cada vez ms acelerad0 3 No
bastaba ya la reIvIndICaCIn de una formacIn InICIal No solo eso
SInO que era necesarIO salIr de una concepcIn puramente tcmca
de la formacIn hacIa un enfoque ms amplIo, cultural y socIal,
pero adems se haca Impenoso entrar en un proceso en el que la
formacIn pnmera no sera ya ms que la pnmera etapa de una
formacIn permanente que acompaara la carrera de cualqUIer
obrero, oficIal o jefe de la empresa Se convIrtI en un derecho
fundamental votado por el parlamento francs en JulIo de 1971,
despus de muchas negoCiaCIOneS nacIdas de los aconteCimIentos
de 1968 Este nuevo marco legislativo establece un real derecho
a la formacIn y resuelve el nudo gordlano el problema de la fI-
nanCIaCIn de la formacIn Lo nuevo de la ley de 1971 es la
oblIgacIn de partIcIpar en la formaCIn contInua que tienen los

3 [bId p 19
empleados4 De todo ello resulta un estado de mmo por el que
un autor puede llegar a hablar de la formacln permanente como
un derecho humanos
En 1978 se aportan algunas correCClOnes a esta ley, pero es en
1984 cuando se le da una nueva onentacln El proyecto de for-
maCln permanente ya no es mcumbencla mcamente del Jefe de
empresa pues tiene que consultar con el conjunto de particlpantes
soclales y, a la vez, se establece la obhgacln de mclUlr toda for-
maCln permanente en una perspectiva profeslOnal ms ampha
que conCierne a todo el sector profeslOnal de la empresa y tiene
en cuenta el contexto econmlCo y tcmc0 6 De ah se denva, pa-
ra el asalarlado o para el parado, un mayor reconOClmlento de la
formacln adqumda, y para la empresa, la necesldad de pensar la
formacln permanente en el marco global de un sector econrm-
co y una socledad en evolucln

b) Una mirada ms internacional


Es necesano hacer constar que el conjunto de pases de la OCDE
(Orgamzacln para la Cooperacln y el Desarrollo Econmlco)
han puesto en prctica slstemas de formacln contmua medlante
la mstauracln del cong-formatlOn7 desde los aos 70, que
sustitUlna el slstema mdlvldual de cursos nocturnos
En Europa, Blglca, !taha y ms tarde Suecla han legahzado,
desde los aos 70, frmulas de excedencla de formacln Hoy en
da a todos los pases de la umn europea les conClerne la Forma-
cln Permanente Contmua (FPC) con una mayor dlverslficacln
de tipOS de formacln que en Francla Se han desarrollado otras
modahdades de formacln dlstmtas de los cursl1los en la empre-
sa o fuera de la empresa, como la formacln en el mlsmo lugar de

4 Claude DUBAR, La formatlOn professlOnnelle contmue La Decouverte,


Pans 20004 p 22
5 Paul SANTELMAN, La formatlOn professlOnnelle, nouveau drOlt de 1 -
homme GallImard, ParIs 2001
6 Claude DUBAR, op Clt pp 32-33
7 En espaol no eXIste un concepto SImIlar Se trata de un permISO de for-
maClon (CIF) y forma parte de la formaclOn profeslOnal contmua Es el
derecho del trabajador a ausentarse de su puesto de trabajO para segmr
una formaclOn de su elecclOn, pero bajo CIertas condlClOnes y segun un
procednruento determmado (Nota del traductor)
trabajo, formacin por rotacin de tareas, participacin en confe-
rencias, seminarios y coloquios y autoformacin. Por otra parte,
podemos constatar cmo una parte no despreciable de la masa sa-
larial de las empresas se consagra a FPC en una media del 1 al
2,8% segn los pases de la unin europeas.
Finalmente, no podemos hablar de la formacin permanente
en la unin europea sin hablar del ao 1996, que fue decretado
Ao de la Formacin Continua con la expresin Lifelong Learning
y la publicacin del libro blanco dedicado a este tema: Hacia la
sociedad conginitiva9

e) Formacin permanente: un balance

* Tras la aparicin del catecismo y las escuelas para la forma-


cin de las masas se hizo evidente la necesidad de una for-
macin inicial para todo trabajador.
* La industrializacin, con su concepcin cuantitativa de la pro-
duccin cre una divisin del trabajo en diversos saber-hacer
tcnicos con una formacin corta y operativa a corto plazo.
* La necesidad de superar este esquema apareci con la idea de
una formacin ms cualitativa en la que el saber-hacer se in-
tegra en una percepcin global del oficio y de la cultura de
una profesin.
* La evolucin de la tcnica y la aparicin de nuevos oficios
fueron el disparador objetivo de la necesidad de instaurar una
formacin permanente continua para todos los participantes
en actividades econmicas y sociales.
* La formacin inicial, de rechazo, cambi su punto de mira
para concebirse como una primera etapa de un proceso
permanente.
* La formacin continua de los adultos se realiza en mbitos no
escolares y muy diversificados.
* El papel de la escuela y de la formacin inicial estar necesa-
riamente menos vinculada a unas tcnicas por aprender que al
, aprendizaje del aprendizaje, a la educacin para el cambio y
a la capacidad para el proyecto y la innovacin.

8. Claude DUBAR, op. cit., pp. 49-50.


9. [bid., p. 52.
Del catecismo a la catequesis permanente

a) Del concilio de Trento y de la comunin solemne ,"


Como respuesta a la ignorancia de sus contemporneos en lo que
se refiere a las cosas de la religin, Lutero primero y luego la
Iglesia de Roma inventaron el catecismo. Las Iglesias separadas
se juntaron al menos en este punto: los pastores tienen el deber de
ensear lo esencial de la fe, de la oracin y de los sacramentos al
pueblo cristiano. La ltima sesin del Concilio de Trento, el 11 de
noviembre de 1563, instaur la obligacin de ensear el catecis-
mo a los nios, tocndole esta responsabilidad al cura del lugar.
En Francia, el catecismo se organiz en las dicesis entre fines
del s. XVI y comienzos del XVII en las parroquias y por el cau-
ce de pequeas escuelas. Por diversas razones que no vamos a de-
tallar aqu, el catecismo iba progresivamente a clausurarse con
una celebracin, generalmente en varias etapas, llamada comu-
nin solemne. sta representaba el fin del catecismo de la infan-
cia y daba de alguna manera derecho a finalizar el catecismo a la
edad en la que la mayora de los nios dejaba la escuela para in-
corporarse al mundo del trabajo. Tras la Segunda Guerra mundial
se hicieron fuertes crticas a este proceso tpicamente francs.
Por qu limitar la catequesis a la infancia? Desde 1946, Joseph
Colomb haca una crtica bien fundamentada y daba la alarma an-
te un catecismo moribundo que no serva para acompaar las di-
versas etapas de la vida cristiana. Segn Joseph Colomb se haca
imprescindible que la catequesis, y no ya el catecismo, diera un
sentido cristiano tanto a la adolescencia como a la edad adulta. De
este modo, la idea de una catequesis a lo largo de la vida se hizo
hueco en Francia a propsito de la crtica del catecismo y su apli-
cacin exclusiva a la infancia.

b) Salir de una enseanza para la infancia


Al catecismo se le podan hacer dos reproches que conciernen a
nuestro tema: primero, el haber concentrado lo esencial de la fe
en una serie de enunciados abstractos e inspidos con la preten-
sin de decir lo substancial de la fe de la Iglesia; despus, que es-
te saber esencial de la fe se agrupaba y distribua en tres o cuatro
aos escolares de la infancia en los que no se peda ms que la
memorizacin de los preadolescentes. La institucin del catecis-
mo en sus ltimos aos de funcionamiento, a mediados del s. XX,
era un obstculo importante para cualquier idea de catequesis per-
manente. Si la expresin catequesis permanente tiene un senti-
do, es el de contener dos principios bsicos contrapuestos al cate-
cismo. Por una parte, la catequesis es un proceso que no se halla
vinculado a un nico periodo de la vida humana. Se halla vincu-
lada a cada edad as como a toda experiencia, que se convierte,
entonces, en una ocasin para vivir resonancias nuevas de la fe en
Jesucristo, Palabra de Dios. Por otra parte, nadie puede afirmar en
ningn momento que un saber acerca de la fe debe estar cerrado
ni que una experiencia de fe no pueda ser releda y aclarada.

, ,
Nuevos modos de concebir la catequesis: ~. r J Ji
J. Colomb y la corriente catecumenal
~~A semejanza de la unin europea que declar el ao 1996 co-
mo "ao de la formacin a lo largo de la vida", Joseph Colomb '.
abogaba ya en esos aos 50 por un "catecismo (una catequesis) j

l. a lo largo de la vida". Exactamente lo mismo que para la for- "


macin, hay ah todo un cambio de representacin mental...

As se expresa Alain Roy en su tesis dedicada a Joseph Colomb lO,


que fue un innovador en la catequesis francfona. No vamos, sin
embargo, a resumir su pensamiento, sino a sealar ms bien
algunos desplazamientos en el enfoque de la catequesis que le
debemos.
En primer lugar, no se puede considerar al nio como un adul-
to en miniatura, dndole resmenes de conceptos elaborados por
los adultos. Al nio hay que considerarlo de un modo especial y,
a la vez, el catecismo, que se queda en la infancia, no se dirige s-
lo al nio, aunque, sin embargo, le deja al adulto con una com-
prensin infantil de la fe.
En segundo lugar, el catecismo debe ser progresivo, tiene que
estar pensado para cada ao en funcin de la edad y no slo en
funcin de un contenido terico que hay que aprender. Hay que

10. Alain Roy, Joseph Colomb, pedagogo, Strasbourg 2000, p. 236.


tener en cuenta las necesIdades y los mtereses espmtuales de ca-
da etapa de la vIda
En tercer lugar, la fIdelIdad a la Palabra de DIOs est sItuada
en la lnea de la perseverancia activa o del deber de contmUIdad
no tenemos derecho a dejar de sembrar la Palabra de DIOslI

a) La corriente catecumenal
SalIda de las refleXIOnes llevadas a cabo en los cursos mternacIO-
nales 12 de catequesIs al comIenzo de los aos 60, la comente ca-
tequtIca llamada catecumenal mSIste en un proceso de tres eta-
pas Dos de estas etapas se consIderan como pre-catecumenado y
la tercera como realmente catecumenal
La pnmera etapa comIenza a partir del hombre tal como es
El futuro catecmeno debe ser capaz de prepararse para com-
prender, como un reto, el anuncIO que se le har de la fe El m-
todo, aqu, sera el dIlogo Los contenrdos sern antropocntncos
con el objetivo de crear dIspOSIcIOnes de acogIda del mensaje en
el futuro catecmeno La segunda etapa conSIste en un anuncIO
de la hIstona de la salvaCIn a qUien parece que est dIspuesto a
aceptar el mensaje de fe El anuncIO de la salvaCIn debe presen-
tarse con una gran clandad y centrarse en Cnsto como salvador
Aqu el mtodo es el anuncIO explcito, el contenrdo es el keng-
ma con el obJetIVO declarado de llevar a la converSIn
Fmalmente, la etapa catecumenal se onentar haCIa el bautis-
mo comenzando por una recapitulaCIn del kengma Se SIgue
despus una fase en la que el mensaje evanglIco se abre a su ac-
tualIzacIn de fe, VIda y prctIca cnstIana El mtodo es la ms-
truccIn activa, el contenrdo es el desarrollo del mensaje cnstIa-
no de cara a la confIrmaCIn de su fe Se aaden algunos aspec-
tos del antiguo proceso catecumenal, tal como mdIca A FosslOn13 ,

11 bid, pp 233-234
12 La comente catecumena1 debe comprenderse como un paso entre dos
modelos el kengmatlco y el antropo1oglco Se mscnbe en la lmea de la
comente kengmatlca, que qUiere tener en cuenta la recepclOn del anun
CIO y la maduraclOn de la fe del cateqUizado, pero propone un proceso ca-
tequetlco mas global Nos refenmos a la mdlspensable lectura de la obra
de Andre FOSSION, La catechese dans le champ de la commumcatlOn
Cerf, Pans 1990, caps 7 y 8
13 bid P 202
con la postulacin, la admisin, la primera iniciacin, la explica-
cin del credo y la preparacin inmediata del bautismo. Se aadi-
r un proceso ms mistaggico y la evocacin de la formacin de
adultos cristianos.
Esta corriente catequtica se adelanta a abrir diversas posibi-
lidades importantes para nuestro tema. Tiene realmente en cuen-
ta la dimensin adulta, facilita un camino personal e introduce la
idea de la catequesis permanente en la comunidad cristiana.
Aunque Joseph Colomb haba comprendido la necesidad de
pensar la catequesis en una evolucin progresiva ligada a la edad
y a la necesidad, eso no impide que, en sus propuestas, siguiese
centrado en la catequesis de nios y adolescentes. Aqu, la pers-
pectiva es diferente. El acto catequtico se piensa desde el punto
de vista del adulto. La catequesis es una propuesta variada unida
al grado de avance en la vida cristiana y en un camino personal
de fe.
Estas reflexiones de fondo sobre la catequesis, realizadas en
los aos 50 y 60 tendrn progresivamente un cierto eco en varios
documentos del magisterio, desde el concilio Vaticano II hasta el
ltimo Directorio para la Catequesis de 1997.

b) Un concilio, una encclica


y el Directorio General para la Catequesis
Algunos textos del magisterio contribuyeron a que la cuestin de
la transmisin de la fe fuese ms all del nico modelo del cate-
cismo dndole a la catequesis una perspectiva ms amplia en lo
que se refiere a la edad y a sus actores.
Centremos nuestra atencin en El ministerio pastoral de los
obispos, uno de los documentos del concilio Vaticano II, pro-
mulgado el 28 de octubre de 1965 14 En el n. 14 leemos que los
obispos deben velar para que se d la catequesis a los nios, a los
adolescentes, a los jvenes y a los adultos. Adems, es necesario
velar para que los mtodos sean adaptados en funcin de la edad
y de la psicologa de los catequizandos. Este ministerio catequ-

, I

14. CONCILIO VATICANO n, Decreto Christus Dominus.


tico del obispo comprende igualmente la necesidad de instaurar el
catecumenado de adultos.
Del mismo modo, en la Exhortacin Apostlica sobre la ca-
tequesis hoy, Juan Pablo 11 abre a toda la comunidad cristiana en-
tera la responsabilidad de los catecmenos y seala la necesidad
de concebir la catequesis en un sentido amplio que tiene como
objetivo una plenitud de la fe en la plenitud de la vida l5 Pero en
el nmero 45 de esta exhortacin apostlica es donde encontra-
mos la llamada ms clara e insistente para una catequesis perma-
nente y para todos, de la que la comunidad cristiana debe sentir-
se responsable. As lo dice el papa Juan Pablo 11: los adultos de
cualquier edad, incluidas las personas de edad avanzada... son
destinatarios de la catequesis igual que los nios, los adolescen-
tes y los jvenes. Habra que hablar tambin de los emigrantes, de
las personas marginadas por la evolucin moderna, de las que vi-
ven en las barriadas de las grandes metrpolis.... Por todos ellos
quiero formular votos a fin de que se multipliquen las iniciativas
encaminadas a su formacin cristiana con los instrumentos apro-
piados... de suerte que muchos adultos puedan suplir las insufi-
ciencias o deficiencias de la catequesis, o completar armoniosa-
mente, a un nivel ms elevado, la que recibieron en la infancia, o
incluso enriquecerse en este campo hasta el punto de poder ayu-
dar ms seriamente a los dems16.
El ltimo Directorio General para la Catequesis retoma co-
mo constitutivo del acto catequtico la necesidad de la cateque-
sis permanente. Cuando sta se integra en el conjunto de la mi-
sin de la Iglesia se desarrollan tres aspectos de la catequesis:
primero, una catequesis de primer anuncio que tiene un carcter
misionero, despus una catequesis de iniciacin sacramental, y
finalmente le toca a la catequesis educar permanentemente en
la fel7. A la comunidad cristiana le concierne la articulacin de
estos tres momentos de la catequesis. As, mejor situada en el
conjunto del proceso catequtico, la catequesis permanente es
objeto, por parte del DGC, de una serie de precisiones que estu-
diaremos a continuacin.

15. JUAN PABLO 11, Catechesi tradendae, nn. 24-25.


16. bid., n. 45.
17. Directorio General para la Catequesis, n. 60.
La catequesis permanente:
una visin renovada de la catequesis

a) Diferentes tipos de catequesis permanente 18

La Escritura
La lectura de la Biblia como Palabra de Dios es la primera
forma de catequesis permanente que propone el DGC. Con ello
podemos entender que el estudio de la Escritura no slo uno de
los tipos de catequesis entre otros sino que es, ms bien, la refe-
rencia de toda catequesis continua y no nicamente su punto de
partida, como la fuente permanente de toda catequesis. Yendo
ms all de la explicacin de un texto, la DGC nos invita a una
lectio divina, lo que merece toda nuestra atencin. No se trata s-
lo, por tanto, de dar explicaciones acerca de un texto, sino de ha-
cer que se convierta en una palabra viva.

La lectura cristiana de los acontecimientos


La vocacin misionera y universal de la Iglesia incita a los
cristianos a mirar el mundo en toda su complejidad, sus desafos,
sus oportunidades, sus impasses. La reflexin de la Iglesia sobre
este tema es rica y debe guiar a los creyentes en su acercamiento
evanglico al mundo. Esto no es algo propio de una determinada
edad de la vida sino que ciertamente le concierne a toda persona
humana.

La catequesis litrgica
La catequesis que tiene la liturgia como objeto debe ayudar a
los catequizandos a adquirir una comprensin y una experiencia
ms profunda de los gestos, los signos y las oraciones de la
Iglesia. Debera educar a la contemplacin y al silencio.

La catequesis ocasional
La conviccin aqu es que todo acontecimiento de la vida per-
sonal, familiar o comunitaria puede ser una ocasin para iniciar

18 lbld., n. 71. } ~
un proceso que ayude a referir la experiencia, a hacer de ella un
relato en busca de sentido y esperanza. Son, evidentemente, cate-
quesis sin programa preestablecido, abiertas a la dimensin exis-
tencial de la fe.

La formacin espiritual
La iniciacin y la formacin para vida espiritual ayudan a ir
ms all en la vida de fe para profundizar en las convicciones, pa-
ra abrirse a otras dimensiones ms ntimas y ms fundamentales
de la vida de fe en la oracin o el compromiso.

La profundizacin teolgica
La organizacin de cursos de formacin teolgica y la parti-
cipacin cada vez mayor de los laicos en ellos, tengan o no un ca-
rcter universitario, debe ser considerado como un mbito posi-
ble de catequesis en la medida que un estudio sistemtico del
mensaje cristiano sea una educacin de la fe y ayude al creyente
a poder dar razn de su esperanza. Slo puede tener carcter ca-
tequtico la formacin en una teologa confesante, es decir, que
considere la fe como un a priori de su estudio. Sin esta condicin
la teologa slo sera un estudio puramente formal de una religin
y no tendra eco en una subjetividad creyente.

Esta primera relacin de formas de catequesis permanente que


presenta el DGC de ningn modo pretende ser exhaustiva. Si
atendemos al espritu de lo escrito, se nos invita a abrirnos a to-
dos los tipos de catequesis permanente que se nos puedan pre-
sentar o que podamos inventar. Por eso proponemos otros tipos de
catequesis a lo largo de toda la vida.

El inters por las imgenes y la arquitectura cristiana


Desde hace una veintena de aos existe un inters creciente
por el arte tradicional religioso. Ms all de una simple curiosi-
dad por los estilos o por una determinada poca, el inters por el
patrimonio religioso puede suponer una ocasin para una inteli-
gencia de la fe tanto por la temtica de las obras como por la es-
ttica y la emocin que la belleza suscita. La inconmensurable ri-
queza del arte religioso cristiano en Europa, desde el fin de la
Edad Antigua hasta nuestros das, debe impulsarnos a desarrollar
catequesis a propsito de una Iglesia, de un cuadro, de una escul-
tura, de una vidriera, de una pieza teatral, de una obra musical o
de cualquier otra creacin artstica. De hecho, ya se han realiza-
do con xito algunos intentos catequticos. En ese sentido pode-
mos sealar la coleccin Regarder autrement19 que quiere realizar
una catequesis a partir de un monumento religioso, o bien el libro
A ciel ouvert que nos invita a una verdadera lectio divina a partir
de un evangeliario de la Edad Media20

El acto de creacin artstica


El arte no debe abordarse nicamente a partir de obras ya ins-
critas en el patrimonio. Es tambin un acto de creacin21 La ex-
periencia artstica, que establece una relacin especial entre el
cuerpo y la palabra, es el mbito mismo de una experiencia espi-
rituaF2 Compartir la propia experiencia de artista o invitar a los
dems a vivirla es una ocasin de catequesis permanente todava
apenas desarrollada.

El sacramento de un familiar o un conocido:


el bautismo, la eucarista, la confirmacin, el matrimonio
Preparar el bautismo de un hijo o de un ahijado, la primera
comunin a alguien de la familia, o la confirmacin de un hijo o
una hija, la preparacin del propio matrimonio, todas stas son
ocasiones para proponer y para vivir una catequesis sacramental.
En ese caso, no hay una nica forma que pueda imponerse, sino
que la capacidad de inventiva de las comunidades es grande y
constatamos, de hecho, en la prctica, una gran variedad.

19. J.-P. MOUTON, Le mont Saint-Michel, d. de l' Atelier, Paris 1997; Frere
J.-R. HARMEL, Conques, d. de I'Atelier, Paris; vase tambin Vzelay,
Rocamadour, Saint-Denis.
20. S.-BETHMONT-GALLRAND - C. DE SALAVERRI, A. elel ouvert, catchese
d'vangile, Salvator, Mulhouse 2000.
21. Cf. Revista Catchese n. 167: Art et foi: I'acte de crer.
22. [bid., artculo de R. DU CHARLAT; y del mismo autor, Le Gofit de I'art:
Les tudes (octubre 2001).
La preparacin de una liturgia
En todas las comunidades cristianas hay muchas ocasiones
para tener que preparar celebraciones de la Palabra o liturgias sa-
cramentales. Tambin ah, estamos convencidos de que la expe-
riencia de tener que preparar una eucarista con estudiantes jve-
nes y hacerlo bien es un proceso catequtico en el que el hecho de
tener que interiorizar la liturgia de la Palabra y la simbologa li-
trgica tiene eco en todos y cada uno de los que intervienen en es-
ta preparacin.

Un debate de orden pblico


Cuestiones de biotica, un libro polmico sobre la religin,
programas de televisin, pelculas, y otros muchos factores pue-
den desencadenar, en las comunidades, debates verdaderamente
apasionados. Si retomamos la polmica o el simple debate, aa-
dindole racionalidad e interioridad, y si salimos de las cuestio-
nes puramente tcnicas para llegar a las cuestiones fundamenta-
les de sentido, podemos crear las condiciones para una verdadera
catequesis.

Habra que desarrollar un tipo de catequesis transversal a todo ti-


po de catequesis, que articulara el relato bblico y la identidad na-
rrativa de cada uno en el relato de la propia vida. En este captu-
lo nos contentamos con abrir esta pista que merecera un trata-
miento global y profundo: el relato de la propia vida como una ca-
tequesis permanente.
Evidentemente, la lista de los posibles tipos de catequesis per-
manente no est acabada. Cada parroquia puede encontrar otros
nuevos. Las comunidades religiosas tienen tambin sus tradicio-
nes de catequesis permanente, como por ejemplo la Compaa de
Jess con la prctica de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio
o las comunidades monsticas con la prctica de la lectio divina,
pero todo esto supera el marco de nuestra reflexin.
Podemos hacer un primer balance sobre la catequesis perma-
nente viendo cmo tiene un posicionamiento especial en la Igle-
sia respecto a dos puntos. El primero, que, a pesar de beneficiar-
se de un a priori favorable y de tener a su favor tambin algunos
textos fundacionales, sin embargo tiene poco impacto y poco es-
pacio en la vida de las comunidades o en la prctica de los cris-
tianos ms alejados de las parroquias. Nos interesamos normal-
mente en separar con claridad los mbitos de la liturgia, la accin
y la catequesis, y sta ligada, en la prctica y la imaginacin, a la
infancia. El segundo punto particular es que, por definicin, la ca-
tequesis permanente no compete como responsabilidad a ninguna
institucin dentro de la Iglesia sino que es incumbencia de toda la
comunidad y, en ella, de cada uno de sus miembros. Este perma-
nente aprendizaje de la catequesis se realiza como una especie de
eclosin paralela a la de la formacin permanente profesional que,
al liberarse de la escuela, se hizo ms creativa. Sin duda tenemos
que vivir la catequesis permanente abierta incesantemente a la ini-
ciativa ya la creatividad de los creyentes, acompaada del discer-
nimiento evanglico, que permite a un tiempo audacia y mesura.
Lo prioritario no es, pues, crear estructuras de catequesis perma-
nente o prologar las existentes sino que las comunidades susciten
o sostengan iniciativas adaptadas a cada parroquia.
Sin embargo nuestra reflexin no sera coherente si no pro-
pusisemos algunos elementos de pedagoga catequtica adapta-
dos a las diferentes edades de la vida. '

Modelos pedaggicos en el acto catequtico 'I

Esquematizaremos los modelos pedaggicos segn:tres tipoS23.

La enseanza y la memorizacin
Un primer tipo de modelo pedaggico consiste en suponer que la
transmisin de un dato cualquiera se realiza sobre una tabla rasa,
o creer que los presupuestos de cada uno no interfieren en la nue-
va enseanza que se recibe. Bastara con aportar nuevos conoci-
mientos y stos se aadiran simplemente como un archivo ms
en la memoria de un ordenador. En este caso, transmitir algo es
pasar de una ignorancia a un saber. Podramos representarnos es-

23. Nos referimos al esquema del IREM de Lyon, pubhcaqo en el libro de


J.-P. ASTOLFl, L'cole pour apprendre, ESP, Paris 1993 ,resumen n. 11,
p. 131.
to tambin como un embudo con el que se vierte en la cabeza de
alguien un conocimiento nuevo o buen como una cabeza vaca
que se convierte en una cabeza llena. Digo y esto, automtica-
mente, se imprime en el cerebro del otro.
Este esquema presenta dos grandes fallos: primero, que no
hay apropiacin memorstica si la persona que recibe la ensean-
za no est mental o fsicamente activa; despus, que ninguna per-
sona parte de cero: un adulto, ms que un nio, posee ya repre-
sentaciones mentales, ha vivido ya acontecimientos que le han
marcado y se ha ido creando lo que podra llamarse un saber ex-
periencial. Las nuevas aportaciones no se inscriben en nosotros
como un texto en un archivo vaco. Lo nuevo reorganiza lo ya
existente

o Cabeza vaca Cabeza llena

El aprendizaje progresivo
Un segundo modelo que tiene en cuenta al que aprende consiste
en ver el aprendizaje, sea mediante progresin por etapas, sea me-
diante la repeticin de ensayos y errores, como una serie de tare-
as a realizar al modo del oficial con el aprendiz. El inters recae
en el que tiene que aprender con vistas a conducirle por un cami-
no previsto de antemano. La imagen de la escalera podra repre-
sentar este modelo en el que cada paso corresponde a un objetivo
que hay que alcanzar.
El gran fallo de este esquema pedaggico es creer que todo
puede preverse y que la subjetividad y la interioridad de cada uno
no interviene en el proceso del aprendizaje. Si nos referimos a
aprendizajes tcnicos de saber-hacer tal vez esto puede servir pa-
ra racionalizar los pasos a dar, pero en el momento que entramos
en el terreno en el que lo que est en juego es el sentido de la vi-
da, este esquema se rompe. La subjetividad y la experiencia de
cada persona son mbitos de resonancia que no pueden encerrar-
se en una serie de objetivos previstos de antemano sin correr el
riesgo de negar lo esencial.
Conocimiento final
Conocimiento
de partida

Apropiacin, reorganizacin
Un tercer modelo tiene en cuenta el hecho de que todo conoci-
miento nuevo y todo debate provocan un mayor o menor gran de-
sequilibrio en la persona que aprende y que, a su vez, puede pro-
vocar un desequilibrio en el formador o el animador. Este dese-
quilibrio es un momento de autntica formacin que es necesario
acompaar para que los alumnos, adultos en formacin o los ca-
tequizandos reorganicen su visin de las cosas integrando lo nue-
vo en lo antiguo. Este desequilibrio puede no ser ms que una
percepcin diferente de un acontecimiento o de un dato de cono-
cimiento, pero esto puede afectar, como ocurre en la catequesis, a
zonas profundas de los catequizandos. De ah la gran atencin
que hay que prestar a las personas y la seguridad espiritual que
hay que prever al abordar cuestiones sensibles. Este esquema tie-
ne la ventaja de hacer ver que toda formacin, que toda cateque-
sis es una reconstruccin e incluso, a veces, una nueva iniciacin.
Nuevo equilibrio

Este ltimo esquema sera totalmente incompleto si dejara en-


tender que la pedagoga catequtica es un proceso que se realiza
mcamente a mvel del mdividuo Pero nosotros sabemos clara-
mente que nuestros procesos de catequesis se Viven entre vanos
y, Si es posible, en el seno de una comumdad

La comunidad y la persona
La relacin entre el mdividuo y el grupo en un proceso de forma-
Cin puede teonzarse de dos maneras 24
La pnmera consiste en decir que el mdividuo forja su pensa-
miento en s mismo y, en un segundo momento, es capaz de com-
partir sus expenenCias, y sus compaeros pueden de este modo
aprovecharse de sus nuevas adqUiSiCiOnes La comumdad se be-
neficia con las aportaciOnes y progresos realizados previamente
por cada uno La segunda es pensar que el grupo es un mbito de
una mteracCin entre mdividuos portadora de una dmmica de
aprendizaje que la persona debe mtegrar en s En este segundo
caso, el grupo es un mbito de formaCin como tal La mteraccin
es creadora de sentido y modela a las personas En el marco de
este segundo modelo habra que pensar que es en el debate don-
de se constituye la catequeSiS, lo cual no deja de tener efecto so-
bre nuestro modo de concebir la relacin entre la ecclesla y la ca-
tequeSiS permanente La relaCin entre mdividuo y grupo puede
resumirse con el SigUiente cuadro
Pnmer tiempo Segundo tiempo
Modo personalizado Yo aprendo Pongo en comn
Yo me apropiO miS adqulSlciOnes
pueden aparecer
nuevas perspectivas
Modo mteractivo La mteraccin Yo me apropiO
en el grupo como de los datos
formaCin aparecen de la mteraccin
nuevas perspectivas

24 Nuestra reflexlOn es resumen de dos teonas la pnmera se deduce de un


pnnciplO de pSicologia genetica para el que Sirven de referenCia los tra-
baJOS de J Piaget La segunda tiene su base en L Vygotski Para profun-
dizar en ello, remitimos, por una parte, a la entreVista de eh Picard, en
el numero 162 de la reVista Catechese p 83, por otra, a la entreVista de
Jacques Gagey en el numero 163 de la misma reVista, p 41
Los dos pnmeros modelos son pertmentes en algunos casos
concretos de catequesIs Son adecuados en el modo de enfocar
determmados contemdos de la fe para poderlos orgamzar y para
que la apropIacIn de determmados datos muy complejos sea pro-
gresIva Una vez dICho esto, el tercer modelo nos parece que pue-
de ser el ms capaz de tener en cuenta la dImensIn de resonan-
CIa mtenor de todo proceso catequtlco en el que la mterrelacln
y la mterpretacln van a la par en el cammo que realiza el dISC-
pulo de Jesucnst0 25

El camino continuo de la catequesis i ,

ConcebIr la catequesIs como una funcIn permanente es prevIO al


hecho de ampliar nuestro honzonte en dos puntos pnmero, la ca-
tequesIs no est Clrcunscnta a una edad, sea cual sea, m a la m-
fancla m a la edad adulta, en segundo lugar, la catequesIs como
resonancIa de la Palabra en la vIda humana no se limita a las or-
gamzacln preVIsta para la catequesIs de la mfancIa y de la ado-
lescencIa Los lectores de la reVIsta Lumen Vitae y de la coleccIn
Pdagogle catchtlque seguro que comprenden que la cateque-
SIS permanente constituye la base de la catequesIs del camm026
EsenCIalmente una catequesIs del cammo abre los honzontes de
la catequesIs y, por tanto, no puede pensarse la catequesIs perma-
nente al margen de otra sene de cambIOS que puedan darse en la
catequesIs parroqUial El proyecto de catequesIs se hace global y
tiene que convertIrse en tarea de toda la comumdad en su mcan-
sable afn de proclamar el Evangelio entre los rmembros de la co-

25 RemItimos a nuestro artIculo ImtIatlOn et mystere pascal Catechese


165 (<<L acte catechetIque)
26 RemItImos al lIbro de R HOUTEVELS-MINET, Il nous parlalt en chemm
la catechese parrolsslale Communaute Parole Chemm Lumen VItae,
Bruxelles , vease tambIen Henn DERROITTE, La catechese declolsonnee
Jalons pour un nouveau prolet catechetlque Lumen VItae, Bruxelles
2000 (trad cast Por una nueva catequesIs Sal Terrae, Santander 2004)
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Pedagogle pastorale pour mener la transltlon en parOlsse Lumen VItae,
Bruxelles 2002 (trad cast La catequesIs del cammo, Sal Terrae,
Santander 2007
munidad y aquellos que estn al margen de ella. En una sociedad
en rpida evolucin, en una sociedad en la que el individuo, en su
subjetividad, tiene un lugar especfico, urge pensar la catequesis
como una accin infinita de inteligencia de la fe en la experiencia
humana. As entendida, la catequesis puede convertirse en un ac-
to fundamental de Iglesia.

, " \ .
l"

*** "

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MOUTON, Jean-PleITe, Le mont Saznt-Mlchel, d de l' Ateher,
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8

UNA CATEQUESIS CATECUMENAL


Andr FOSSION

Hacia una configuracin del edificio catequtico

Esfurcense tambin en restablecer o mejorar la instruccin de


los catecmenos adultos]. As se expresaba hace ya cerca de 40
aos el Concilio Vaticano n.
El catecumenado de adultos, recordmoslo, fue el modo ha-
bitual de la iniciacin a la fe y de la preparacin para el bautismo
en la Iglesia desde el s. II hasta el IV. Cay en desuso especial-
mente a causa de generalizacin del bautismo de prvulos. La res-
tauracin del catecumenado deseada por el Concilio est an le-
jos de haberse realizado en la prctica. Para un observador ajeno,
el catecumenado restaurado podra parecer como un nuevo sector
de la catequesis que viene a aadirse o a yuxtaponerse a los de-
ms sin modificarlos. En realidad lo que est en juego es algo mu-
cho ms profundo. La restauracin del catecumenado conlleva un
espritu y una exigencia de renovacin que afecta al conjunto del
edificio catequtico hasta en sus mismos mtodos y organizacin.
Por otra parte, los textos oficiales presentan el catecumenado co-
mo modelo en el que debe inspirarse toda catequesis. As, por
ejemplo, esta declaracin del Mensaje al Pueblo de Dios de los

l. Decreto sobre el ministerio pastoral de los Obispos Chnstus Dominus,


n.14.
obispos reunidos en Snodo sobre el tema de la catequesis en
1977: La catequesis parte de la profesin de fe y lleva a la pro-
fesin de fe. Mediante ella, la comunidad de los creyentes pro-
clama que Jess, el Hijo de Dios, est vivo y que es el Salvador.
Adems, el modelo de toda catequesis es el catecumenado, una
formacin del adulto convertido a la fe y que le conduce a la pro-
fesin de fe bautismal en la vigilia pascual2. El nuevo Directorio
General para la Catequesis de 1997 confirma este punto de vis-
ta por el que el catecumenado es el modelo inspirador de toda ca-
tequesis: La catequesis postbautismal, sin tener que reproducir
mimticamente la configuracin del catecumenado bautismal, y
reconociendo el carcter de bautizados que tienen los catequizan-
dos, har bien en inspirarse en esta "escuela preparatoria de la vi-
da cristiana", dejndose fecundar por sus principales elementos
configuradores (n. 91).
En relacin al edificio catequtico clsico que desde hace
unos cien aos conocemos en las parroquias, el desplazamiento
que realiza la inspiracin catecumenal es potencialmente consi-
derable. Ese sistema clsico puede definirse esquemticamente
de la siguiente manera: una catequesis, por grupos de edad, de ni-
os y adolescentes de familias cristianas y ya bautizados, como
preparacin para los sacramentos de la eucarista y/o la confir-
macin segn un itinerario igual para todos, dirigidos por un pe-
queo grupo de catequistas. A la vista de este sistema, la inspira-
cin catecumenal conlleva cuatro principios de renovacin. Lo
primero de todo, que la catequesis, aqu, es misionera; corres-
ponde a un entorno social que ya no es espontneamente cristia-
no. En segundo lugar, se dirige prioritariamente a los adultos sin
por ello descuidar a los nios o a los adolescentes. Es tambin una
catequesis que tiene en cuenta la singularidad de cada catecme-
no en su camino personal; aunque existan algunos hitos comunes,
la catequesis catecumenal permite una gran diversidad de itinera-
rios. Finalmente, en la perspectiva catecumenal es la comunidad
entera la que catequiza; es el actor responsable y el medio de la

2. Message au Peuple de Dieu, en Ralits et avenir de la catthese dlms


le monde. Principaux docume1tt$ 4" Synode des vet'fI'M Rome.1977,
Centurion, Paris 1978, p. 177.
iniciacin cristiana. Estos cuatro grandes principios no dan de
golpe un vuelco al sistema catequtico clsico, pero tienden a re-
configurarlo en profundidad en el marco de una nueva pastoral
catequtica pensada para un mundo nuevo.

LA oportunidad de un catecumenado hoy

Un mundo nuevo llega mientras que otro se aleja. Lo mismo ocu-


rre con la Iglesia y su pastoral catequtica global. Todava no cap-
tamos todos los contornos de lo que est naciendo pero podemos
estar seguros de que el catecumenado y el espritu que lleva con-
sigo constituirn una pieza esencial del edificio catequtico futu-
ro. En el mundo actual la fe ya no es algo que cae por su peso. Al
contrario de un pasado todava reciente en el que la fe se comuni-
caba de manera espontnea con la identidad familiar y cultural, la
fe es algo que corresponde, por excelencia, al mbito de la liber-
tad. Lo que la cultura moderna transmite no es inmediatamente la
fe, ni tampoco el atesmo, sino la libertad religiosa, y esto desde la
ms temprana edad. Los nios hoy, en efecto, saben espontnea-
mente desde muy pronto que el mbito de lo religioso pertenece
esencialmente al campo del libre asentimiento personal.
Segn eso, la cuestin es que se ejerza -y se aprenda a ejer-
cer- esta libertad religiosa. Y es que, materialmente, nada es ms
fcil pues las opiniones, las convicciones, las propuestas de sen-
tido son las ms diversas y contradictorias. Las mismas religiones
son mltiples y se codean, dialogan o entran en competencia co-
mo en un mercado pblico. Este mundo, fuertemente mediatiza-
do, en el que se oye de todo y todo se ve, aparece para cada uno
como algo extremadamente complejo. Y forzosamente la com-
plejidad engendra perplejidad, incluido el campo de lo religioso.
En este campo lo que domina no es tanto la indiferencia o el
atesmo como la incertidumbre, la poltica de espera y la perple-
jidad. Las ciencias no consiguen romper esta incertidumbre. Por
el contrario, por su manera de poner todo en cuestin crticamen-
te, las ciencias, lejos de comunicar certezas, difunden una cultura
de la incertidumbre, del cambio, de la novedad, de la permanen-
te transformacin, declarndose incapaces, por s mismas, de dar
sentido, de definir valores o de proporcionar fines. En eso, a ca-
da uno y a cada una le toca decidir y forjar sus propias convic-
ciones, aunque sea a tientas o provisionales.
Un rasgo de nuestra cultura es, en efecto, la de dejar a cada
uno con sus opciones segn su propio camino y singularidad.
Nuestros contemporneos, por otra parte, estn ansiosos y deseo-
sos de vivir esta autonoma, de trazar su propio camino, lejos de
todo adoctrinamiento y captacin, aunque les sea difcil conse-
guirlo. Las exigencias de la democracia, en este sentido, no con-
ciernen nicamente al funcionamiento de las instituciones de la
sociedad. Es tambin, en el corazn mismo del individuo, la lla-
mada a la resistencia frente a los sistemas que quieren imponerse
y a ser el actor de su propio destino en el seno de la colectividad.
Esta cultura del sujeto, tan propia de nuestra poca, no disminu-
ye la importancia de las tradiciones colectivas o comunitarias, si-
no que estas pertenencias y tradiciones, sobre todo religiosas, se
filtran o, por as decirlo, calan en la medida de la libertad de ca-
da uno. El sujeto entiende que estas pertenencias son libremente
aceptadas, aunque sean probadas, confirmadas o consentidas en
el dilogo y el libre reconocimiento mutuo. En este contexto, co-
mo se dijo ms arriba, la fe y la pertenencia a la comunidad no ca-
en en absoluto por su propio peso. De esta manera podemos con-
tar con que en el futuro haya un nmero cada vez ms importan-
te de personas no bautizadas que, sin embargo, no estn exentas
de una inquietud religiosa y de un posible camino espiritual. Esta
situacin abre nuevas expectativas y nuevas posibilidades. La in-
quietud y el despertar de la fe se realizarn en adelante cada vez
ms de manera individual, diversificada e imprevista, en cual-
quier lugar, en cualquier ambiente y en toda edad.
A este entorno cultural es al que el catecumenado intenta no
slo adaptarse -la expresin sera demasiado suave-, sino mez-
clarse con l. El espritu catecumenal invita, en efecto, a los cre-
yentes a ir a la plaza pblica, a tomar parte en las conversaciones
que tienen los seres humanos, expresando all sus propias con-
vicciones, con un respeto absoluto de las reglas ticas del dilo-
go, pero con audacia. En esta lnea, el catecumenado quiere ser,
en el corazn de la ciudad, un espacio de encuentro, de intercam-
bio, de dilogo, enraizado en el mbito pblico, para ayudar a los
ciudadanos que lo deseen a caminar en la fe o hacia la fe con el
apoyo amistoso de algunos cristianos. Por eso el catecumenado
quiere situarse lo ms cerca posible de la vida de la gente, en un
entorno accesible, sin obstculos fsicos o psicolgicos que no se
puedan franquear. Desde este punto de vista lo importante es po-
der entrar ah sin tener la sensacin de ser un extrao o un senti-
miento de alienacin o de enfeudamiento. El catecumenado trata
as de participar de la condicin de peregrino de nuestros con-
temporneos. Les ofrece la posibilidad de comenzar, de volver a
empezar libremente a creer, de caminar en la fe, de aprender a vi-
virla, a compartirla, a celebrarla en amistad con otros creyentes y
en comunin con la gran comunidad de los cristianos.

El proceso catecumenal

El camino que llevan a cabo los catecmenos es extremadamente


diverso segn las personas. Sin embargo, aun propiciando esta di-
versidad, el catecumenado propone una serie de etapas y de hitos
comunes a todos. As, en la lnea de su desarrollo temporal, el
proceso catecumenal se divide en cuatro grandes etapas jalonadas
por tres momentos litrgicos. Vamos a presentar, pues, ms en de-
talle este proceso-tipo considerando el progreso que van realizan-
do los catecmenos simultneamente en los siguientes mbitos: la
experiencia espiritual personal, la inteligencia de la fe, la inicia-
cin a la vida de oracin y la celebracin y, finalmente, la inte-
gracin en la comunidad cristiana.
La primera etapa es la del precatecumenado. Es el momento
en que la persona -lo ms frecuente es que lleve bastante tiempo
cuestionndose el tema religioso o manifestando ya una fe vi-
vaz-, de un modo u otro, entra en contacto con personas cristia-
nas con la intencin de dar un paso en la fe. Esta toma de contac-
to viene a veces despus de numerosas tentativas que no han cris-
talizado en nada; es asombroso constatar, en este sentido, qu di-
fcil es a menudo, para una persona que no tiene relacin alguna
familiar con la comunidad cristiana, encontrar el camino que le d
acceso a ella. Encontrar este camino exige a veces mucha cons-
tancia, tenacidad, motivacin. A veces la ocasin para ese con-
tacto deseado con la comunidad cristiana se da de manera acci-
dental, fortuitamente. En otros casos, es un acontecimiento -un
matrimonio, una muerte, una prueba, un cambio de trabajo o de
vivienda- lo que impulsa a la persona a buscar el contacto. En
unos casos la demanda del bautismo es firme. En otros no es ms
una hiptesis posible que hay que verificar y madurar en el dilo-
go. Estos primeros contactos en los que se expresa un deseo de
dilogo o ya una demanda formal del bautismo, son, evidente-
mente, decisivos. Reclaman mucha escucha, tacto, respeto y, de
una y otra parte, humildad. Para el cristiano que acoge la deman-
da catecumenal, la actitud fundamental, y muy evanglica, que de-
be tener no es la del juez o del funcionario que controla la buena
disposicin del otro, sino la del servicio ofrecido con claridad y
fraternidad: Qu esperas de m? Qu quieres que haga por ti?
Lo que te puedo proponer, si te parece conveniente, es esto... Por
otra parte, podemos encontrar juntos la mejor manera de avan-
zar... La tarea ms delicada -nunca hay que precipitarse- consis-
te en reunir en tomo al (o a la) candidato(a) y con l (ella) un gru-
po acompaante. Hay que cuidar para que, en la medida de lo po-
sible, en este grupo acompaante haya personas conocidas o esco-
gidas por el(la) candidato(a) de modo que el grupo se establezca,
al menos por una parte, sobre vnculos previos de amistad.
La entrada en la segunda etapa -el catecumenado propiamen-
te dicho- viene marcado por una celebracin. Esta celebracin de
entrada en el catecumenado se realiza normalmente en la intimi-
dad, discretamente, slo con el grupo acompaante. Este rito de
entrada en el catecumenado hace del catecmeno un cristiano.
Contiene esencialmente un dilogo en el que el catecmeno pide
a la Iglesia la fe. A continuacin se signa a catecmeno en la fren-
te con la seal de la cruz, recibe los Evangelios y se inscribe su
nombre en el registro de los catecmenos. Comienza entonces un
periodo largo -dos o tres aos- de iniciacin a la fe mediante la
lectura del Evangelio, con el grupo acompaante. Durante este
periodo, el catecmeno va avanzando a su ritmo, segn sus inte-
rrogantes y su experiencia, en la vida de fe, en la oracin, en sus
contactos con la comunidad cristiana. No hay necesidad de preci-
pitar las cosas. El bautismo, de alguna manera, ya ha comenzado.
Se necesita un tiempo de maduracin segn el parecer de los mis-
mos catecmenos. Lo que parece mejor es un ritmo de encuentros
bimensual. En estos encuentros se escucha la Palabra de Dios, se
reflexiona en comn sobre ella, se dialoga sobre las cuestiones
que los catecmenos llevan al encuentro, se aprende a orar, se va
conociendo la vida de la Iglesia. Durante este largo tiempo de
preparacin el catecmeno va progresando, al mismo tiempo, en
la inteligencia y la interiorizacin de la fe, en su capacidad de orar
y celebrar, en su conocimiento de la Iglesia yen el deseo de vivir
en comunin con ella.
y llega el tercer momento -el tiempo de la preparacin inme-
diata a los sacramentos de iniciacin- cuya entrada viene marca-
da tambin por un rito litrgico: la llamada definitiva. Los cate-
cmenos que, con su grupo acompaante, estn de acuerdo en
que ha llegado el tiempo del bautismo, entran en una etapa de pre-
paracin intensiva para este bautismo, normalmente durante la
Cuaresma. El rito de la llamada definitiva al comienzo de la Cua-
resma rene a los catecmenos de una misma dicesis en torno al
obispo que les llama nombrndoles uno a uno. Se invita a los ca-
tecmenos a responder a la llamada del obispo dando un paso al
frente y diciendo su nombre. Este rito significa que el bautismo
es una vocacin gratuita a la que se responde. La presencia del
obispo subraya que es la Iglesia, como Pueblo de Dios en toda su
diversidad, quien engendra a la fe y no una comunidad particular.
En este sentido, las comunidades parroquiales no tienen que enor-
gullecerse de tener sus catecmenos; el catecumenado, es ver-
dad, se lleva a cabo siempre localmente pero, a pesar de ello, el
catecmeno no queda fijo en ese mismo sitio. Su bautismo ser
un nacimiento a la vida de la Iglesia en toda su extensin y en su
diversidad. La presencia del obispo pone de manifiesto esta uni-
versalidad de la Iglesia que engendra a la fe. Al trmino de la ce-
remonia de la llamada definitiva, los catecmenos inscriben su
nombre en el registro de los futuros bautizados. Tras la ceremo-
nia de la llamada definitiva, el tiempo de la preparacin inmedia-
ta para el bautismo ser un tiempo en el que el catecmeno, con
su grupo acompaante, se centrar en las grandes afirmaciones
del Credo de la Iglesia. En el Smbolo de los Apstoles est, efec-
tivamente, la fe de la Iglesia, en toda su coherencia y simplicidad,
que le ha sido entregada (traditio) y de la que dar testimonio (re-
ditio) al proclamar la fe en el momento de su bautismo. Ser tam-
bin para el catecmeno un tiempo de intenso deseo espiritual y
de conversin interior para luchar contra el mal en l y a su alre-
dedor, para ajustar su vida a la gracia que le confiere el bautismo.
En la tradicin, a los catecmenos que se preparaban inmediata-
mente para el bautismo se les designaba con el trmino compe-
tentes, es decir, aquellos que, juntos, desean ardientemente. Este
momento de intenso deseo es tambin un tiempo de prueba, de
transformacin y de conversin interior. Est sustentado en es-
crutinios, es decir, en oraciones con y por los catecmenos apo-
yndoles en su deseo de adherirse de todo corazn a la gracia de
su prximo bautismo.
Los sacramentos de iniciacin -bautismo, confirmacin y eu-
carista- se les confiere normalmente a los catecmenos en la
VIgilia Pascual, despus de su profesin solemne de fe, en pre-
sencia de toda la comunidad cristiana reunida para celebrar la re-
surreccin del Seor.
Viene a continuacin la cuarta etapa del proceso de inicia-
cin: la etapa del neofitado que tradicionalmente se extiende has-
ta Pentecosts. Durante este periodo los nuevos bautizados o ne-
fitos entran en una catequesis llamada mistaggica, es decir,
una catequesis que profundIza en el sentido de los sacramentos
recibidos y en el conjunto de la economa sacramental de la vida
cristiana. Es el tiempo tambin para que los nuevos bautizados se
acostumbren a la vida ordinaria de la comunidad eclesial en sus
diferentes aspectos, recibiendo de ella, pero tambin aportndola
su propio dinamismo y singularidad.
Antes de proseguir con nuestra reflexin, subrayemos que el
catecumenado no se dirige nicamente a adultos convertidos que
piden el bautismo. Se dirige tambin a los llamados -o ms bien
se llaman ellos mismos- los reiniciantes. Se trata de personas
bautizadas que nunca han sido catequizadas o que, despus de ha-
berlo dejado todo, desean comenzar con nuevas energas un itine-
rario de fe, paso a paso, desde las cuestiones iniciales, que son las
suyas 3 Estas personas, aunque bautizadas, estn en realidad en si-
tuacin catecumenal. Para ellas, el itinerano de iniciacin puede
ser casi idntico al de los catecmenos, aunque no se prepararn
formalmente para el bautismo sino para la gracia que el bautismo
confiere y cuya vida se da en la confirmacin y la eucansta.

3. ConvIene dIstmgUlr, en este sentido, a los reImCIantes de aquellos que,


tras un largo alejamIento de la fe o de la prctica, vuelven a la comum-
dad cnstiana sm sentl[ la necesIdad de volver a realizar un ItmerarlO ca-
tecumenal No toda persona que vuelve a la comumdad es, pues, necesa-
namente remICIante en el sentido precIso del trmmo.
Comunidades catecumenales

El catecumenado, que aparece tal cual en superficIe, supone, en


profundIdad, la presencIa, el soporte y el apoyo de una comum-
dad eclesIal vIva, Impregnada toda ella del espntu catecumenal
Restaurar el catecumenado, segn el deseo del ConcIlIO, no es
sImplemente aadIr a las estructuras catequtIcas ya eXIstentes
otra mstItucIn destInada a acoger a los adultos convertIdos que
pIden el bautIsmo Es, mucho ms que eso, msuflar un determI-
nado espntu en la comumdad cnstIana en su conjunto Este esp-
ntu catecumenal no consIste mcamente en una actItud mtenor
smo que ImplIca, concretamente, un modo de estar en comumdad,
de orgamzarse y de mezclarse en la vIda de la cIUdad Lo que es-
t en Juego en esta dIfusIn del espntu catecumenal en la comu-
mdad eclesIal es salIr de una pastoral de mantemmIento adaptada
a un contexto de cnstIandad para pasar a una pastoral de engen-
dramIento de la fe en un mundo que ya no es cnstIano Desde es-
ta perspectIva, el catecumenado no puede reduCIrse a una pasto-
ral de recuperaCIn o de excepCIn que para nada cambIa el con-
Junto del edIfICIo Se trata, por el contrarIO, de convertIrlo en una
pastoral ordmana a la que la comumdad ecleSIal se aplIca de mo-
do habItual y aSIduamente
Desde este punto de vIsta, qu capaCIdad, que saber-hacer
puede esperarse de los cnstIanos y de las comumdades del futu-
ro? Esta capaCIdad forma un todo complejO que supone un esp-
ntu de fondo, pero tambIn, como veremos a contmuacIn, de-
termmadas aptItudes en matena de mformacIn, de formaCIn, de
partICIpacIn y de orgamzacIn
Poder entablar conversaCIn y crear amIstad con espntu de
serVICIO, tanto el que se da como el que se reCIbe, tales son, al pa-
recer, las pnmeras capaCIdades o cualIdades que los cnstIanos y
las comumdades son llamadas a desarrollar en nombre del Evan-
gelIo No puede haber catecumenado, en efecto, sm esta capacI-
dad de mezclarse en la vIda de los dems y de partICIpar de sus
alegras y de sus penas Recordemos ese admIrable texto de la
ConstItucIn Pastoral Lumen Gentlum del ConcIlIo VatIcano II
Los gozos y las esperanzas, las tnstezas y las angustIas de los
hombres de nuestro tIempo, sobre todo de los pobres y de cuan-
tos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, trIstezas y angustIas
de los discpulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano
que no encuentre eco en su corazn. La comunidad cristiana est
integrada por hombres que, reunidos en Cristo, son guiados por el
Espritu Santo en su peregrinar hacia el reino del Padre, y han re-
cibido la buena nueva de salvacin para comunicarla a todos. La
Iglesia, por ello, se siente ntima y realmente solidaria del gnero
humano y de su historia (n.l). La evangelizacin requiere esta
condicin previa de la solidaridad humana, del servicio venga de
donde venga, lo mismo si se da como si se recibe. Insistamos en
esta reciprocidad del servicio. Nosotros, en efecto, pensamos es-
pontneamente la misin del cristiano como un servicio al mun-
do. Pero entonces corremos inconscientemente el riesgo de colo-
car al cristiano unilateralmente desde arriba, como quien tiene re-
cursos para compartir con quien, desde abajo, no los tiene. Pero
el cristiano puede ser tambin el que est desprovisto, el dbil, el
que pide ayuda y la recibe de su prjimo. En el proceso de la
evangelizacin, lo esencial no es, por tanto, saber quin da y
quin recibe sino entrar en el circuito del dar/recibir/devolver que
est ya all y que siempre nos precede. Para un cristiano, entrar en
este juego del servicio recibido/dado no es, evidentemente, una
tctica ni un golpe de estrategia pastoral. Si as fuese sera instru-
mentalizar la solidaridad con fines proselitistas. El amor que se da
o que se recibe, segn el Evangelio, es, entendmoslo bien, un fin
en s. Precisamente perseguir este fin en s es lo que, por aadidu-
ra, hace creble y deseable el Evangelio. Desde este punto de vis-
ta, qu comunidades son catecumenales, qu comunidades son
propicias a la emergencia y vitalidad del catecumenado? Son co-
munidades cristianas que muestran una fcil interaccin con su en-
torno y que viven esta solidaridad como un fin en s. Sin embargo,
estas comunidades que tienen la inquietud de testimoniar con con-
viccin el Evangelio que les da vida, lo hacen sin nimo de prose-
litismo, con fuerza, s, pero tambin con el desapego que trae con-
sigo el reconocimiento gozoso del hecho de que, en cualquier hi-
ptesis, se sea o no cristiano, el Reino de Dios est presente y se
manifiesta all donde se vive el espritu de las bienaventuranzas.
Pero no basta esta capacidad bsica -propiamente espiritual-
de la que acabamos de hablar. Es necesario que los cristianos es-
tn bien informados y tambin que sean capaces de informar ade-
cuadamente. Hoy en da muchos cristianos desconocen incluso el
nombre del catecumenado. De qu manera puede ste llegar a
ser una realidad o incluso un deseo si no se tiene ningn nombre
para designarlo? La restauracin del catecumenado supone pues,
como mnimo, que los cristianos conozcan la palabra, que sepan
de qu se trata, que conozcan su espritu, su sentido, su funciona-
miento, sus etapas, su importancia para el mundo actual. Es espe-
cialmente importante que los cristianos puedan prestar la ayuda
conveniente, proporcionar la direccin adecuada y aconsejar bien
a quienes, en su entorno familiar, profesional, vecinal o de tiem-
po libre, manifiesten el deseo, incluso dbil, de iniciar o volver a
empezar un proceso de fe. Pero, cmo puede nacer este deseo si
la comunidad cristiana no es capaz de dar a conocer, ampliamen-
te, en su entorno, en el tejido social, que es posible hacerse cris-
tiano a cualquier edad sin que ello constituya una vergonzosa ex-
cepcin? Una primera exigencia, pues, es la de informar correc-
tamente: informar a los cristianos, pero tambin difundir la infor-
macin en el espacio pblico.
La informacin hace nacer la atencin a la dimensin catecu-
menal en la comunidad cristiana. Dispone a los cristianos a entrar
en dilogo con su entorno sobre cuestiones de fe, a despertar es-
te interrogante y a asegurar una presencia, un apoyo cuando, sin
forzarlo, se presente la ocasin de un acompaamiento ms con-
tinuado. Pero aqu no basta ya la informacin. No se puede hacer
un acompaamiento catecumenal como un aficionado, sin haber
aprendido de la experiencia y de la sabidura ya adquirida sobre
ello. Para asegurar el padrinazgo de un(a) catecmeno(a) y, afor-
tiori, para acompaarle, en equipo, en su camino de fe, se necesi-
ta una formacin: formacin para la escucha, formacin bblica,
teolgica, litrgica, espiritual, formacin tambin en la tradicin
y en el espritu y funcionamiento del catecumenado. Esta forma-
cin, primero inicial y luego continua, no se improvisa. Requiere
tiempo, programacin y organizacin. La dificultad est en man-
tener la exigencia y, al mismo tiempo, hacerla posible, accesible
gradualmente al mayor nmero posible. En este sentido el ideal
parece ser, tras una formacin inicial breve que toque el conjun-
to de los temas, introducir sin ms a los acompaantes en forma-
cin en los grupos de acompaamiento de los catecmenos -en
cierto sentido como en prcticas- y seguir as poco a poco su for-
macin mediante una evaluacin sistemtica de su experiencia de
acompaamiento y, al mismo tiempo, mediante aportaciones te-
ricas especficas adaptadas a las situaciones e interrogantes que
puedan ir encontrando en el contexto catecumenal. En cualquier
hiptesis, una comunidad cristiana que pretende ser catecumenal
no puede dejar de intentar asiduamente hacerse, en su seno, con
acompaantes formados y experimentados que no consideren ce-
losamente su carisma y su experiencia como un bien propio sino
que, por el contrario, sepan compartirlo y comunicarlo progresi-
vamente a los dems.
La formacin de los acompaantes no est ah para constituir
un cuerpo de especialistas que descargan a la comunidad de sus
responsabilidades. Es necesario, por el contrario, que toda la co-
munidad se sienta comprometida del todo en el engendramiento a
la fe nuevos cristianos, que sepa ser totalmente fraternal y acoge-
dora para quienes se preparan para recibir los sacramentos de ini-
ciacin. Para ello es conveniente tener preparada una animacin
especfica de la comunidad para que se haga realmente solidaria
de los catecmenos en su camino de fe y para que stos, por su
parte, se vayan familiarizando poco a poco con la comunidad que
les acoge. Ha de ser frecuente la oracin por los catecmenos.
Hay que cuidar de que la comunidad est bien representada en la
ceremonia de la llamada definitiva. Finalmente, en la Vigilia
Pascual, toda la comunidad tiene que acompaar, con su clida
presencia, a los catecmenos que vayan a recibir el bautismo.
Proclamar con ellos, solemnemente, el Credo. Con la fuerza de
su testimonio la comunidad experimentar de nuevo, con una
nueva frescura, la gracia del bautismo. El periodo del neofitado es
tambin un momento importante para la comunidad. La cateque-
sis mistaggica que se ofrece a los nuevos bautizados, por ejem-
plo, podra, en determinadas circunstancias, estar abierta a todos
de modo que sea tambin la ocasin para una catequesis perma-
nente para todos y tambin una ocasin para convivir. La cuestin
est en que los nefitos, desde ahora, se sientan cmodos en la co-
munidad y contentos de estar en ella.
Todo lo que venimos diciendo requiere, tanto a nivel diocesa-
no como a nivel local, un servicio de catecumenado bien organi-
zado y bien articulado con una pastoral catequtica de conjunto.
Esta capacidad de organizacin, no lo olvidemos, es ella misma
espiritual. Se trata, efectivamente, de que la comunidad se dote de
un cuerpo para el Espritu. En este sentido no se puede por me-
nos que soar con unas comunidades que provean de un disposi-
tivo catequtico basado en los cuatro principios del catecumena-
do nombrados ms arriba: un dispositivo misionero, flexible y va-
riado, que se apoye en la vida de la comunidad, orientado priori-
tariamente hacia los adultos, lo cual implicara, en cualquier ca-
so, un dinamismo catequtico que pusiese en movimiento a toda
la comunidad. Se podran ofrecer a la comunidad, por ejemplo,
frmulas de catequesis para todos, intergeneracionales, que unie-
sen reflexin de fe y convivencia, sobre un tema concreto, en mo-
mentos fuertes del ao litrgico o en algunos tiempos ms libres
del curso. Lo importante en esto es descompartimentar la cate-
quesis de la infancia y darle un sentido ms amplio segn el cual,
en definitiva, es toda la comunidad la que se encuentra en cami-
no como catequizada y, a la vez, como catequizadora. Este dina-
mismo comunitario puede alimentar y de rechazo alimentarse, un
conjunto de actividades catequticas especficas bien calibradas y
diferenciadas segn las necesidades, los objetivos, las edades o
las circunstancias, en las que pueden participar libremente los
miembros de la comunidad, tanto dando como recibiendo. El con-
texto social y eclesial actual invita a este modo de organizar la ca-
tequesis de distintas velocidades podramos decir, que permite
que todos, juntos o individualmente, den un paso en la madura-
cin de su fe desde el punto de partida en el que se encuentran.
La diversidad de caminos personales exige igualmente un dispo-
sitivo catequtico l misrno ms diversificado. Dentro de esta di-
versidad organizada es donde el catecumenado tiene su lugar del
modo ms natural como una actividad especfica entre otras y, a
la vez, como modelo inspirador del conjunto.

***
BIBLIOGRAFA

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9

UNA NUEVA RELACIN


ENTRE CATEQUESIS Y LITURGIA
Louis-Michel RENIER

Las tres funciones eclesiales: catequizacin, sacramentalizacin y


evangelizacin sern siempre fundamentales a la hora de dar
cuenta de la misin de la Iglesia. Sm embargo, hoyes ms dIfcil
que ayer hacerlas funcionar separadamente y muchos concuerdan
en darles enfoques ciertamente diferentes, pero que necesaria-
mente hay que articular, hasta ponerles en un orden y sucesin di-
ferenciada en funcin de las situaciones que se vayan dando.
Ayer, incluso anteayer, la Iglesia propona por medio del bau-
tismo de prvulos, administrado quam primum, un rito de iniCIa-
cin considerado como propiciador de una comunidad consen-
sual, la que la historia ha dado en llamar Iglesia de cristiandad.
As pues, se comenzaba sacramentalizando pues eso caa por su
propio peso y se continuaba con la catequesis, y todo ello, vivido
en un sistema social homogneo, contribua a certificar que de esa
manera se llevaba a cabo la evangelizacin. En cierta manera el
anuncio de la Buena Noticia (la evangelizacin, por tanto) se re-
alizaba por el conjunto de la VIda, fundidas en uno la vida reli-
giosa y la vida socIal. Ayer mismo el rito del bautismo expresaba
a un tiempo la entrada del individuo en la sociedad cristiana (la
Iglesia) y su integracin en la sociedad civil (poltica, cvica y
econmica). El mismo ritual constltua al mIsmo tiempo al sUJe-
to como cristiano y como espaol, belga, francs o alemn...
mientras que en la mfancia y la adolescencia se reforzaba esta do-
ble pertenencia mediante pasos obligados que unan catequesis y
sacramentalizacin y eran susceptibles de consolidar el vnculo
social mediante determinaciones de tipo eclesial.
Esta coincidencia entra la identidad social y la eclesial ha po-
dido mantenerse en la medida que la Iglesia y la sociedad funcio-
naban al mismo ritmo y de idntica manera. Pero el tiempo de la
cristiandad ha muerto y la sociedad, ahora pluralista, parece estar
a punto, en determinadas partes de Occidente, de abandonar defi-
nitivamente el cristianismo. Sin embargo, la sociedad no ha ela-
borado ritos civiles equivalentes a los ritos cristianos, que hubie-
ran podido estructurar la identidad social de los sujetos. Ante es-
ta carencia, la Iglesia ha seguido marcando los tiempos de inicia-
cin -nacimiento, infancia, adolescencia- con sus signos sacra-
mentales sin caer en la cuenta de que ya no se sumergan en el
mismo bao de vida eclesial. Seguan facilitando, es verdad, la in-
teraccin social, pero ya no remitan apenas a su referencia fun-
dante. De este modo a menudo hacan vivir algo muy diferente a
aquello para lo que haban sido pensados en su origen. Por consi-
guiente, se encuentra cuestionada la articulacin de las funciones
eclesiales, que ya no pueden irse sucediendo de manera unvoca
sino que tienen que responder a un men a la carta, si no perso-
nalizado, s al menos llamado a dar cuenta de una diversidad de
situaciones.
As, mientras que la sociedad ha ido transformando su rela-
cin con la institucin eclesistica, la Iglesia sigue bautizando,
catequizando, administrando la eucarista en el mismo orden, y
esto sin una real continuidad en cada uno de estos actos: bautis-
mo el primer ao de vida, catequesis siete u ocho aos despus,
eucarista generalmente prxima a la profesin de fe. La relacin
entre catequesis y liturgia guarda, pues, el mismo sistema de re-
laciones -una sucesin preestablecida, un orden previsto de ante-
mano- como si todo cayese por su peso, y todo ello desde el
Concilio de Trento.
Es ms: a veces hay nios que han asistido a catequesis antes
de cumplir los diez aos y reciben la eucarista con sus compae-
ros despus de slo seis meses de catequesis. Hay nios que vie-
nen a catequesis a lo largo de cuatro aos sin habrseles nunca in-
vitado a participar semanalmente en la celebracin dominical.
Les bastan de hecho las celebraciones que tienen ellos solos y que
forman parte de su programacin de catequesis, sin tener, por tan-
to, encuentros verdaderamente eclesiales. Hay nios que, sin es-
tar eclesializados, siguen sin embargo su proceso de iniciacin
tal como se tiene previsto y que termina con la eucarista al cabo
de dos o tres aos de catequesis (sabiendo incluso que esta euca-
rista no tendr continuidad posteriormente) y con la confirma-
cin cinco aos despus. Hay novios, futuros esposos, que no han
vuelto a celebrar la eucarista en la Iglesia desde que dejaron la
catequesis, que prepararn la boda teniendo en cuenta hasta el l-
timo de talle, pero, una vez celebrado el matrimonio, esperarn al
nacimiento de su primer hijo e incluso el segundo, para dirigirse
de nuevo a la Iglesia con motivo del bautismo. Hay incluso bau-
tizados que, si pudiramos hablar as, esperarn al final de su vi-
da, es decir, sus funerales, para hacer una nueva peticin a la
Iglesia...
As, portadores como son de una dimensin cvica, religiosa
y cristiana, los ritos de la Iglesia se ven ordinariamente despro-
vistos de su especificidad cristiana. De aqu que podamos pre-
guntamos, ya desde ahora, de qu manera podr la Iglesia com-
prender en adelante su misin en su relacin con el mundo.
Podemos seguir actuando como siempre? Podemos seguir cate-
quizando sin necesidad de que eso suponga un bao de vida ecle-
sial? Podemos seguir sacramentalizando sin que los sacramentos
vayan unidos a una real preparacin catequtica, e incluso sin que
les sigan algunas propuestas de tipo mistaggico? Parece, pues,
que ha llegado ya el momento en que tanto los catequistas como
los liturgistas se hagan absolutamente conscientes de la necesaria
articulacin entre las diversas funciones eclesiales que la prctica
presenta completamente distanciadas unas de otras.
La Iglesia, efectivamente, se siente llamada a anunciar a to-
dos las Buena Noticia, pero les propone a todos lo mismo, sin dar-
se cuenta de que, sin duda, debera invertir la prctica actual en lo
que toca a los sacramentos: no tener una preparacin en comn y
celebrar en privado sino proponer caminos individualizados y ce-
lebrar en Iglesia. La Iglesia se reconoce como un espacio y un
tiempo de reunin, pero siente nostalgia de las grandes masas de
antao, sin darse cuenta de que la movilidad cada da ms impor-
tante de los cristianos pide un nuevo modo de crear y construir
comunidades eclesiales (parroquias y redes). Vive, en el ncleo
ms ntimo de su misma naturaleza, la importancia de la celebra-
cin litrgica, puesto que es el culmen al que tiende su accin y
la fuente de donde dimanas toda su virtud (Se 10), pero sigue
viviendo como un sistema de mantenimiento, olvidando que el
pluralismo de la sociedad a menudo le incita para que lleve a ca-
bo programas diversificados de tipo inicitico en los que se pro-
voque al iniciado para que consienta en hacer, a su modo y a su
ritmo, un camino de conversin.
Todo esto hace que nos preguntemos de qu manera la Iglesia
puede echar a andar en este mundo nuevo en el que no todos los
que presentan sus demandas tienen la misma historia. Por eso la
catequesis y la liturgia se encuentran en el mismo barco. Van a te-
ner que remar con la misma fuerza y en el mismo sentido para no
desequilibrar el barco. Por poner otra imagen: han de subirse jun-
tos al carro del Etope (Hch 8) y hacer as el camino por el si-
nuoso laberinto de los hombres y mujeres de nuestro tiempo. De
lo que se trata, en definitiva, es nada ms y nada menos que ha-
cer que vuelvan a plantearse juntos una forma educativa que el
cristianismo conoce bien: la de la iniciacin. Esta ltima supone
que los agentes pastorales entran en un proceso que, a imagen del
catecumenado de adultos de las primeras comunidades cristianas,
pero tambin el catecumenado actual o la prctica de los reini-
ciantes, permitira que la catequesis y la liturgia formaran parte
del acto mismo de la evangelizacin, que respetara la experien-
cia original de cada uno y le invitara a vivirla en el corazn mis-
mo de la realidad eclesial. Pero, al hacerlo, supondra que se
aceptan los elementos constitutivos de toda iniciacin como son
la ruptura y el duelo, la experiencia, normalmente durante u lar-
go periodo de tiempo, de una serie de pruebas que permiten el pa-
so de un punto a otro punto, de un modo de vida a una nueva ma-
nera de vivir, y finalmente la integracin en un nuevo estatuto en
el seno de un grupo determinado, en este caso el de la Iglesia.
Intentaremos profundizar, sucesivamente, en la base teolgica
sobre la que puede apoyar<;e nuestra hiptesis, para despus pro-
poner, brevemente, una puesta en prctica concreta y algunos
ejemplos ilustrativos. Nos parece importante, en efecto, al menos
en el contexto europeo, volver a plantearnos la relacin cateque-
sis-liturgia para poder participar con la Iglesia en ese nuevo modo
de situarse en la sociedad el da de maana, teniendo en cuenta a
todas esas personas que puedan acercarse a ella. As, como leva-
dura en la masa en vez de seguir siendo la masa entera, la Iglesia
tiene que encontrar su nuevo modo de estar en el mundo para res-
ponder a la invitacin de Cristo a anunciar la Buena Noticia.

Supuestos tericos para una vida eclesial ,',


basada en la iniciacin

Ya no se trata, en nuestra opinin, de saber si tenemos que acep-


tar o no las demandas de sacramentos, si tenemos que ser abier-
tos en la acogida o selectivos en nuestras decisiones pastorales.
Este tipo de preguntas estuvo muy presente en estos ltimos de-
cenios y no hay que rerse de ello. Sin embargo, es fcil darse
cuenta que, de hecho, representa dos modos de negarse a acoger
a las personas que vienen en busca de algo que vivir. En am-
bos casos se trata, en efecto, de una gestin que corre el riesgo de
aparecer, a fin de cuentas, como una cuestin administrativa
cuando de lo que se trata, y los agentes de pastoral lo saben de so-
bra, es de atender de verdad a unas personas con su singulari-
dad y con su propia historia. Obrando as se respeta, ciertamente,
tal vez ese tipo de demanda que se halla vinculada a una volun-
tad ms o menos vaga de adscripcin social, pero la Iglesia en
cuanto tal no responde, al hacerlo, a aquello para lo que existe, es
decir, para ayudar a cada persona a ahondar en su peticin y ha-
cer con ella un trecho de camino hasta llegar a desplazar su mo-
tivacin inicial hacindole descubrir el horizonte generalmente
desconocido que lleva consigo. Pero todo este proceso supone
que los agentes pastorales han clarificado la idea que tienen de lo
que es la Iglesia.

La Iglesia debe cambiar porque ha cambiado


su relacin con el mundo, y esto tiene repercusin
en la relacin entre catequesis y liturgia

La Iglesia, desde hace mucho tiempo, viene siendo considerada


por la sociedad como un gran servicio pblico de lo religioso que
pone a disposicin de quienes lo deseen un cierto nmero de bie-
nes sImblIcos medIante los cuales entran a pertenecer a la realI-
dad SOCIal en la que VIven Por algo ser que en una encuesta de
fmales del ao 2001, presentada en la Vie et la CrolX I , se habla de
213 de catlIcos en FranCIa aunque (y esto corrobora lo antenor)
slo el 8% partICIpa en la eucansta del dommgo En este sentI-
do, este modo de concebIr la IgleSIa comclde con la cultura am-
bIente y con la economa terCIana que gIra por completo en torno
a los serVICIOS que hay que ofrecer a la poblaCIn para hacer que
sta consuma Desde ah puede esperarse de la IgleSIa que fIgure
entre los muchos servICIOS que se ofrecen, SIendo los cuatro cur-
sos de catequeSIS y los ntos sacramentales las prestacIOnes ms
Importantes Una vez consegUIdo todo, ellllo ya no tlene que
volver a la IgleSIa hasta que surja una nueva neceSIdad
El problema est en el hecho de que la IgleSIa ya no tlene ac-
tualmente el mIsmo volumen de mfluencla y tlene que encontrar
un nuevo modo de relaCIOnarse con la SOCIedad InspIrndonos en
una conferenCIa de GI1les Routhler en un congreso de praXIS teo-
lglca2 , podemos establecer dos tlpos de transformaCIn de la
IgleSIa
El pnmero subraya la dIferenCIaCIn constante entre la IgleSIa
y la SOCIedad en el mbIto de la relaCIn IgleSIa-Estado ste po-
ne el acento en el hecho de que se supone que no todos los CIU-
dadanos de una naCIn pertenecen a la IgleSIa catlIca lo cual ha-
ce que algunos SOCIlogos vean de ahora en adelante a la IgleSIa
como mmontana y que algunos telogos vuelvan a descubnr la
naturaleza nmada de la mstltucIn ecleSIal La IgleSIa est de
paso, en parO/ha en el mundo Desde ah, el anuncIO de la Bue-
na NotlcIa puede encontrar en la catequeSIS y en la lIturgIa dos
mbItos de propuesta de la fe en vez de la ImpOSICIn sIste-
mtlca FunCIOnando as, Juntas, al serVICIO de una evangelIza-
CIn de nuevo cuo, dan testlmolllo de su capaCIdad de dmglrse
a todos los que estn a la espera de una palabra que les comUlll-
que VIda

1 Encuesta de La Crolx dICIembre 2001


2 GIlles ROUTHIER, Le devemr des ntes d'mtIatlOn chretIenne dans une
socIete marquee par le pluralIsme, en (B Kaempf [dIr]) Rifes et
Rltualztes, Cerf I Lumen VItae I NovalIs, Pans I Bruxelles I Montreal
2000
El segundo tipo de transformacin concierne a la creciente di-
ferencia entre la integracin en la sociedad, la evolucin biolgi-
ca y el crecimiento de la vida cristiana. Hasta una poca todava
reciente se pensaba que el crecimiento cristiano se realizaba de
manera lineal, codo con codo con las etapas del crecimiento bio-
lgico y permitiendo una progresiva integracin en la sociedad.
Caa por su peso que, tras el bautismo solicitado en la primera in-
fancia, los dems sacramentos se proponan en el marco de una
catequesis sabiamente programada. Habr que esperar a la Cate-
chesi Tradendae de Juan Pablo I1, y ms tarde al Directorio Gene-
ral para la Catequesis de 1997 para que las nuevas situaciones
del bautismo en edad escolar y el bautismo de adultos abran una
brecha en la visin lineal de la vida cristiana y tengan que orga-
nizarse de otro modo los elementos de su construccin. Al abrir-
se la posibilidad de bautizarse en cualquier edad, el cristiano re-
nuncia a seguir al pie de la letra los ritmos sociales y, al hacerlo,
se ve invitada a articular la catequesis y la liturgia de un modo
nuevo. Sabemos, por ejemplo, que es necesario un cierto tiempo
para preparar a un adulto para los sacramentos de iniciacin, una
preparacin en la que se suceden una serie de etapas catequticas,
jalonada cada una por una celebracin. Por otra parte, las nuevas
propuestas hechas por el nuevo ritual del bautismo de adultos
abren la puerta a las catequesis mistaggicas posteriores a las ce-
lebraciones sacramentales.
La Iglesia, pues, ya no puede seguir funcionando como ayer.
Se ve llamada a repensar su accin pastoral. A partir de los des-
cubrimientos realizados con la aparicin de los dos rituales para
los nios en edad escolar y para los adultos, se plantean una serie
de cuestiones a los padres que piden el bautismo de sus hijos.
Estos padres, es verdad, no tienen las mismas motivaciones y sin
embargo pertenecen a la misma sociedad y participan de la mis-
ma cultura. Podemos preguntarnos, pues, si no le interesara a la
Iglesia tener realmente en cuenta estas transformaciones sociales
y hacer propuestas que fuesen capaces a un tiempo de satisfacer
las demandas que se le hacen al ritmo y a la medida de quienes
las hacen y sus propias convicciones.
Poner a la comunidad cristiana (parroquia y redes)
en el centro de la articulacin catequesis-liturgia
Esta segunda propuesta no tiene nada de revolucionaria. Es evi-
dente que lo que un grupo social propone al solicitante es lo que
le va a permitir identificarse con l y pertenecerle. D. Villepelet,
en uno de los ltimos nmeros de la revista Catchese3, habla de
un bao de vida eclesial: Se trata de sumergir al sujeto en un ba-
o de vida eclesial estructurado litrgicamente y comportando
tambin una serie de secuencias de catequesis mistaggicas4. Y
prosigue: La Iglesia no es ante todo un lugar de socializacin,
clido y escogido por uno mismo. La Iglesia es una asamblea
convocada y reunida por Cristo para confesar y dar testimonio
de su Evangelio... la dinmica de la eclesializacin es un com-
promiso con el otro por lafraternidad5.
As es como puede realizarse la nueva articulacin cateque-
sis-liturgia. Una vez ms, ayer, esta bsqueda no tena ya de he-
cho razn de ser, puesto que estaba prevista de antemano una su-
cesin temporal segn edades predefinidas. Se daba por hecho
que la catequesis empezaba con la edad de la razn y que un ni-
o, ocurriese lo que ocurriese, estaba preparado para recibir la co-
munin y la confirmacin en periodos absolutamente precisos de
su vida. Y este conjunto se una, desde la ms tierna edad, a la
participacin en la misa del domingo. En cierto modo el bao de
vida eclesial era algo connatural a la vida cristiana.
Hoy en da la participacin en la vida de la Iglesia pertenece
al orden de una voluntad expresa. En una articulacin permanente
entre propuestas catequticas y celebraciones litrgicas encuentra
el mbito de su realizacin concreta (testigo de ello es lo que se
hace, en el terreno del despertar de la fe, en muchas parroquias).
No puede haber catequesis sin la experiencia fundante de la li-
turgia. Esta dimensin litrgica de la catequesis le lleva a adop-
tar el ritmo del ao litrgico en cuyo centro se encuentra la fiesta
de la Pascua... Por qu no proponer como tiempos de eclesiali-

3. Denis VILLEPELET, Propos sur les paradigmes catchtiques contempo-,


rains: Catchese 165 (2001), pp. 40-42.
4. Ibid., p. 40
5. Ibidem.
zacin los tiempos fuertes del ao litrgico: Pascua, Pentecosts,
Navidad? No antes ni despus sino durante, en el medio6.
Puede comprenderse, por tanto, tras esta insistencia, toda la
transformacin que provocara una verdadera articulacin entre la
catequesis y la liturgia. A ttulo de ejemplo, aceptaramos por
mucho tiempo no invitar de verdad a los nios de catequesis a la
asamblea dominical? Sin querer volver, por supuesto, a los va-
les de misa, no habra como un contrato con los padres por el
que, al apuntarse a la catequesis, los agentes de pastoral invitasen
a los nios a la eucarista del domingo? nicamente de esta ma-
nera tendran los nios la posibilidad de comprender desde den-
tro que aprender a ser cristiano (puesto que de esto se trata cuan-
do vienen a catequesis) es formar parte de la Iglesia intergenera-
ciona!. La participacin en la catequesis, ella sola, no permite es-
ta toma de conciencia porque sostiene la idea, entre otras, de que
ser cristiano es algo que slo concierne a la infancia y la ausencia
de sus padres en la Iglesia el domingo refuerza esta misma ima-
gen. Esto supondra, claro est, un abandono eventual de la cate-
quesis... Sin embargo, una real participacin litrgica durante el
tiempo de la catequesis hara tal vez que la primera comunin no
fuera forzosamente la ltima... Otro ejemplo: esta insistencia en
la dimensin eclesial, no debera incitar a poner de nuevo en re-
lacin la catequesis y la Palabra anunciada y celebrada en la
asamblea dominical de la comunidad local? No es all precisa-
mente donde los nios deberan ser iniciados en la escucha de la
Palabra junto con los dems creyentes, de toda edad y condicin,
imagen viva de la Iglesia?
Poner as a la comunidad cristiana en el centro de la articula-
cin catequesis-liturgia tendra adems otro inters, el de hacer
ver que la evangelizacin no representa un tercer trmino aparte
de los otros dos. Aparecera, efectivamente, como el resultado de
esa unin. Y ayudara a descubrir que el Evangelio necesita de he-
cho lugares para poderse expresar, esos lugares donde las perso-
nas que lo invocan tienen tiempo para compartirlo, comprender-
lo, proclamarlo junto con otros hermanos que, como ellos, bajo la
accin del Espritu, se llaman hijos del mismo Padre.

., ,
6 lbld., p. 41.
Vivir como si toda la vida del cristiano
fuese un tiempo inicitico
En la revista Catchese, Joel Molinario, tras sugerir que estamos
saliendo definitivamente del modelo del catecismo, opta por
una catequesis narrativa, litrgica, pascual e inicitica7. Es
comprensible que para este autor, catequeta de profesin, la cate-
quesis sea el sujeto central, mientras que la liturgia aparezca slo
como uno de los adjetivos por los que se opta. Sin ignorar el in-
ters de tal afirmacin nos gustara desplazar el centro para intro-
ducir uno de los adjetivos, el de lo inicitico, como aquel que per-
mite a la catequesis y a la liturgia articularse juntos.
En efecto, cuando se da una solicitud de entrada en la Iglesia,
se trata de ayudar a la persona interesada a hacer una experiencia,
a entrar en un proceso, a abrirse un camino que, normalmente, le
har pasar de un tipo de vida a otro diferente, le integrar en una
comunidad y le propiciar, si lo desea, la adhesin a aquel que vi-
vi en la tierra, muri por haber amado y resucit: a Jesucristo.
Una experiencia que, hasta ahora, en la Iglesia de cristiandad, pa-
reca concluir de repente con la celebracin: uno ya era cristiano.
Es verdad que haba que esperar hasta los 7-8 aos para partici-
par en la eucarista y a veces un poco ms para la confirmacin,
pero el camino estaba marcado y no haba ms que seguirlo. Si
por casualidad se perturbaba el itinerario por alguna desviacin,
el sacramento de la penitencia era el remedio para volver a ende-
rezar el camino. Sin embargo, como ya hemos dicho antes, las co-
sas han cambiado tanto en la Iglesia y en la sociedad que esta ex-
periencia de iniciacin ha perdido su hilo de Ariadna.
Como si hubiese que empezar todo de nuevo, como si nunca
hubiramos sido cristianos y tuviramos que continuar hacin-
donos cristianos siempre. Entonces, cmo entender esta inicia-
cin cristiana? Cmo pueden participar en ella la catequesis y
la liturgia?
De hecho, la celebracin de los sacramentos de iniciacin ha-
ce visible la realizacin simblica de la accin de Dios y la res-
puesta de los hombres, una y otra simultneas. En este sentido, si

7. loel MOLINARIO, Initiation et Mystere pascal: Catchese 165 (2001),


pp. 52ss.
los sacramentos son, dentro del proceso, el momento puntual de
un tiempo mucho ms vasto, no pueden pretender ser los nicos
elementos. Normalmente no se sitan al comienzo del proceso
pues suponen una preparacin del corazn, es decir, la acogida
del kerigma, el movimiento de conversin, la catequesis y el
aprendizaje de las costumbres cristianas. Tampoco son, normal-
mente, el final del proceso pues hay que poder vivir un des-
pus. Son, por excelencia, el lugar del acto de fe, descentrando
a los sujetos de s mismos y dando lugar al Dios de Jess sig-
nificando su presencia. En el mismo ir hacindose creyente, son
una llamada para seguir caminando. De este modo es fcil enten-
der cmo toda la vida del cristiano puede llegar a ser en un tiem-
po inicitico. Es verdad que el bautismo y la confirmacin slo se
viven una vez, pero en la eucarista encuentran su continuidad, su
acabamiento, no en el sentido de un final sino como un corona-
cin capaz de manifestar la plenitud escatolgica del ya s pero
todava no, capaz de ser una llamada a cada cristiano para que
contine su camino construyendo, ahora y maana, el Reino de
Dios, el mundo de Dios en esta tierra.
Dejmonos, pues, habitar por esta insistencia del Concilio
Vaticano 11 en reconocer los sacramentos del bautismo, la confir-
macin y la eucarista como los sacramentos de la iniciacin cris-
tiana y comprendamos entonces por qu esta iluminacin puede
incitar a los responsables de la pastoral a articular mejor la cate-
quesis y la liturgia pues cada una a su tiempo, sucedindose e in-
terpenetrndose, buscarn juntas el modo de ir alimentando la ini-
ciacin' siempre por hacer y rehacer, para que el Evangelio del
Dios de Jesucristo sea anunciado en medio de la vida de cada da.
Esta Buena Noticia le exigir al creyente, en todas las pocas de
su vida, que escuche la Palabra, que se convierta de corazn y que
d gracias.
Para hacerlo, no hay duda de que necesitamos subrayar algu-
nos aprendizajes indispensables, aprendizajes que precisamente
competen a la catequesis y a la liturgias. El primero concierne al
tener que comer-rumiar la Palabra, esa Palabra que da a da

8. Joseph GELINEAU, Reconstruire une initiation chrtienne: Catchese


115 (1989), p. 139.
ahonda el deseo, hace una llamada para ponerse a la escucha del
Otro y por tanto para la conversin, y alimenta la alabanza y la
accin de gracias. Sin duda, en estos ltimos decenios, todo esto
ha sido descuidado...Los catecmenos y los creyentes, memori-
zando el Padre Nuestro, los salmos, los relatos bblicos (en la tra-
duccin litrgica), las parbolas, la profesin de fe, podrn sen-
tirse como en casa en el espacio eclesial. El segundo aprendizaje
engloba todos los gestos y posturas para la oracin. La iniciacin
necesita, efectivamente, todo el cuerpo para expresarse9 Necesita
el grupo para manifestar su identidad. La expresin corporal da a
la fe su cuerpo simblico para la escucha, la splica y la alaban-
za. Sin cuerpo verbal ni gestual, la persona, cada cual, tendr di-
ficultad para escribir la historia de su fe. En esta expresin, unida
al conocimiento y al reconocimiento, la liturgia y la catequesis
podrn ayudarse mutuamente.

Aceptar hacerse cristiano a lo largo del tiempo


y por caminos diferentes, mbitos privilegiados
para la articulacin liturgia-catequesis
Nunca, en la historia de la Iglesia, habremos tenido tanta necesi-
dad de insertar los caminos personales de cada uno en el tiempo
y la duracin excepto tal vez al comienzo de la era cristiana, de lo
que son testigos aquellos grandes obispos del siglo IV que, a pe-
sar de haber nacido en familias cristianas, esperarn a veces has-
ta la treintena para ser bautizados. Pero, como puede compren-
derse, esta toma de conciencia nace tambin, de los cambios ra-
dicales habidos en la sociedad y en la Iglesia. Estos ltimos son
otros tantos argumentos que legitiman, por un lado, la lentitud del
camino que realizan las personas en su trabajo de bsqueda y en
su posible profesin de fe, y por otro, la preocupacin de los res-
ponsables de la pastoral, que lamentan esta duracin de la inicia-
cin cristiana.
De hecho la Iglesia se siente llamada a negar que las acciones
sacramentales, cuando se solicitan, se lleven a cabo demasiado

9. Cf. M. SCOUARNEC, Vivre, eroire, elbrer, d. Ouvrieres, Paris 1983, pp.


47-49.
puntualmente y con excesiva rigidez. No se puede creer que el
Espritu sopla donde quiere y, al mismo tiempo, dictarle sus ob-
jetivos y sus acciones. Esto significa, entre otras cosas, que la sa-
cramentalizacin y la catequizacin tienen toda la vida para lle-
varse a cabo, tanto a la hora en la toma de decisiones como en el
acompaamiento del camino para irse haciendo cristiano. Esto
significa tambin, por otra parte, que en el seno de la misma
Iglesia puede darse la diferencia y la pluralidad. Ha llegado la ho-
ra en que la Iglesia, renunciando a tener como modelo el de una
comunidad clida donde no le queda ms remedio que funcionar
sin diferencias ni conflictos, acepte situarse en medio del mundo
como en una especie de vestbulo de estacin en el que pueden
encontrarse opciones diferentes, diversos ritmos y hasta discursos
divergentes, y convertirse as, en un lugar de encuentro, de inter-
cambio y de dilogo, de escucha y de multiplicidad de propues-
tas, lugar para el acompaamiento del diferente itinerario de cada
persona. Tiene que acostumbrarse a que el men que hasta ahora
ha sido obligatorio se convierta de ahora en adelante en un men
a la carta.
Esta diversidad, que va unida a la duracin y al respeto por
cada persona, se convierte en una oportunidad para que la comu-
nidad cristiana, en la medida que da a da se dispone a acoger lo
imprevisto y lo diferente, pueda ser capaz de engendrar y de cre-
cer espiritualmente. Qu maravilla estos sitios en los que perso-
nas de toda edad y condicin se dejan catequizar unos a otros, se
dejan santificar viviendo juntos los ritos sacramentales y se hacen
as testigos no slo de sus hermanos y hermanas cristianos sino
tambin de aquellos que no comparten su fe. Es normal que una
comunidad cristiana no tenga catecmenos en su seno? Puede
concebirse una comunidad cristiana que se sienta contempornea
de su tiempo, que busque cultivar la vida eclesial, que se deje ini-
ciar de modo permanente respetando a cada persona, y que, sin
embargo, pueda pasar tiempo y tiempo sin que se renueven sus
miembros?

Algunos aspectos de la puesta en prctica

De esta manera, nos ha parecido importante volver a colocar la


vida eclesial en el corazn mismo del proceso de iniciacin, el
nico susceptible, a nuestro modo de ver, de hacer que la cate-
quesis y la liturgia se pongan al unsono al servicio del anuncio
de la Buena Noticia. Ya, a lo largo de nuestro escrito, hemos ex-
presado algunas convicciones pastorales. Ms que volver sobre
ellas lo que nos proponemos, en forma de deseos, es indicar al-
gunos otros... simples ejemplos que puedan hacer recordar otros
ms a nuestros lectores.

Trabajar por una comunidad cristiana que no se defina


nicamente por la celebracin de la eucarista dominical
Esta afirmacin puede parecer extraa despus de haber insistido
tanto en la asamblea del domingo como lugar donde se realiza la
eclesialidad. Seguimos manteniendo esta importancia pero quere-
mos llamar la atencin sobre el hecho, nefasto a nuestro modo de
ver, de que progresivamente el nico momento en que los cristia-
nos se identifican como cristianos, y hasta se afirman como tales,
es el de la hora de la misa. Lo que hemos ido sugiriendo a lo
largo de lo escrito quera subrayar cmo, si esta hora es cierta-
mente central, su nico sentido es como dinamizador de todo el
resto de la vida, una dinamizacin que supone compromisos so-
ciales, especialmente con los ms pobres, la inquietud por los ni-
os y jvenes y su integracin, la aceptacin del acompaamien-
to de quienes solicitan los sacramentos, etc. El envo es parte in-
tegrante de la eucarista e invita a una actitud eucarstica cotidia-
na. El bao de vida eclesial no puede reducirse a una hora a la se-
mana sino que es alimento para el conjunto de la vida. Tendra-
mos que pensar el domingo como algo ms que la hora de misa y
apoyarnos en los tiempos fuertes de la liturgia para poder vivir la
vida cristiana en su conjunto.

Concebir los sacramentos de la iniciacin cristiana


desde una verdadera articulacin entre ellos
Esta afirmacin concierne, en primer lugar, al bautismo mismo en
la medida que en adelante pueden existir tres maneras de ser bau-
tizado. Trabajar por lograr articular estas tres maneras es creer que
es posible el bautismo a cualquier edad y, por tanto, que hay que
proponrselo como posibilidad a todo el que solicite el bautismo,
no ya como un mal menor o como si se tratara conseguir recupe-
rarlo, sino como tres caminos posibles. Pero vayamos ms lejos:
cmo imaginar nuevos procesos rituales que tengan en cuenta las
diferentes actitudes de las personas respecto de la fe o cmo supe-
rar la constriccin que supone tener que optar siempre entre el to-
do y la nada? Ser posible que un da (y que esto fuese verdad
tambin en la preparacin para la eucarista y la confirmacin), a
algunos de los que solicitan un sacramento se les proponga una en-
trada progresiva y gradual en la experiencia sacramental? A con-
dicin, claro est, de que esta propuesta se inserte dentro de un
proceso que pueda permitir precisamente la unin entre catequesis
y liturgia. Esto supone igualmente la existencia de agentes de pas-
toral que, aceptando los diferentes modos de acercarse a la fe,
quieran comprender y acompaar a quienes no tienen en su haber
los elementos de respuesta que podran esperarse de ellos.
Pero esta propuesta concierne igualmente a la articulacin en-
tre los mismos tres sacramentos de iniciacin. Esto supone tam-
bin que es necesario pensar la relacin liturgia-catequesis de una
manera completamente nueva. No faltan sitios en los que los res-
ponsables de la preparacin de cada uno de estos sacramentos ig-
noran lo que se hace en los otros dos, la mayor parte del tiempo
separados cada vez por una decena de aos. Catequesis y liturgia
deberan estar profundamente interesados en conectar estos tres
sacramentos sea cual sea el espacio de tiempo que de hecho les
separa. Ayudaran entonces, cada uno a su manera, a iniciar ver-
daderamente a la persona cristiana para que pudiera seguir cons-
tatando en su vida que uno nunca es del todo cristiano y que hay
que seguir hacindose cristiano continuamente.
, ,

Aceptar que la Iglesia sea realmente esta especie


de vestbulo de estacin en el que se puede entrar y salir
y donde es posible expresar las propias diferencias
Este deseo afecta al tema de la salvacin especialmente de aque-
llos que, en la prctica, no pertenecen a la Iglesia. Cmo logra-
remos acogerles de modo que no parezca un reclutamiento secta-
rio o un deseo de proselitismo? Creemos, sin querer desarrollarlo
ahora, que asumir la duracin (<<hay tiempo suficiente para cami-
nar con), la aceptacin de una eventual parada momentnea, o
incluso definitiva, la propuesta de un acompaamiento personali-
zado (no exclusivo de los adultos y de los nios en edad escolar),
la posibilidad de procesos no sacramentales, son otras tantas ma-
neras de evangelizar desde un profundo respeto a la diferencia.
Pero tambin aqu catequesis y liturgia necesitan reinterpretarse,
pues una catequesis demasiado larga que no estuviese jalonada de
determinados signos rituales, o demasiado corta de modo que no
estuviese apoyada en un tiempo de aprendizaje, correra el riesgo
de no facilitar una experiencia vital. Ningn proceso en el que in-
terviniera un determinado saber estara equilibrado si no estuvie-
se atravesado por la iluminacin, por el conocimiento del cora-
zn. La iluminacin interior, la fe en sus inicios, encuentra en la
catequesis uno de sus caminos necesarios y expresa en la liturgia
su profesin de fe. Pero este tipo de itinerario requiere una acogi-
da sin lmites de lo sorprendente e imprevisto del Espritu, al rit-
mo y a la medida de la diferencia personal de cada uno.

Concebir los ministerios ordenados


en el corazn de la comunidad cristiana
Hablar de iniciacin significa igualmente decir que el iniciado ne-
cesita ser guiado por un iniciador (l mismo en situacin siempre
de iniciado) para vivir ese paso. Hasta ahora pareca lo normal que
este papel de gua estuviese en manos de una sola y misma perso-
na, el clrigo, tanto ms cuanto que en la Iglesia de cristiandad
apenas se necesitaba una catequesis previa para el bautismo o la
eucarista. Bastaba con sacramentalizar en el momento previsto.
Pero con las transformaciones debidas, entre otras cosas, como ya
hemos visto, a la nueva relacin sociedad-Iglesia y a la reflexin
del Concilio Vaticano n, he aqu que el proceso sacramental ya no
se reduce a la sola celebracin, sino al antes, durante y despus
y que los agentes de pastoral se diversifican y las acciones pasto-
rales ya no quedan reservadas nicamente al ministro ordenado.
As pues, es en el corazn mismo de la comunidad cristiana don-
de se hace posible pensar la puesta en prctica de la unin liturgia-
catequesis y, ciertamente, no hemos llegado al final de la reflexin
sobre este tema. Pero, sean cuales sean las decisiones futuras de
los obispos sobre el modo de vivir los sacramentos, la nueva rela-
cin liturgia-catequesis sita de modo diferente el papel y la tarea
del ministro ordenado, quedando a salvo su funcin.
Algunas propuestas ilustrativas
Por medio de estos flashes lo que queremos ms bien es suge-
rir, echar a andar y al mismo tiempo hacer ver el lugar que ha ve-
nido a ocupar, de modo original, la relacin entre la liturgia y la
catequesis.

Signos y gestos mejor vividos


En nuestra trabajo de formacin estamos ya cansados de decir y
de repetir que un rito no se explica y estamos tambin cansados
de or y de ver celebraciones en las que cada signo y cada gesto
viene precedido ms por el tiempo del decir que por tiempo del
hacer. Tan difcil es comprender que, ya que la catequesis perte-
nece ms al orden del conocer y la liturgia al del reconocer, una
y otra son mutuamente indispensables? La inmersin en el bau-
tismo, por ejemplo, necesita todo un tiempo de reflexin que pa-
sa por una meditacin del relato bblico, por una percepcin del
simbolismo del sumergirse en la muerte y la resurreccin de Cris-
to y necesita un conocimiento del corazn que integre la capaci-
dad que tiene el agua para expresar su fuerza vital y su potencia
letal. Entonces, el da de la celebracin, la inmersin por tres ve-
ces y la frase ritual harn lo que se dice sin que sea necesario de-
cir lo que se hace. Y esta accin ritual contendr tanta riqueza
cuanto alimento reciba de la experiencia vital de su destinatario.
Nunca se insistir lo suficiente en la calidad en el modo de reali-
zar los gestos, en el lugar del cuerpo, en el conocimiento de s, pa-
ra que la liturgia pueda operar simblicamente la ruptura con la
vida ordinaria y significar de esta manera el espacio de trascen-
dencia que abre a lo esencial.

La profesin de fe, la comunin solemne y la confirmacin


En unas pocas lneas no podemos despachar aqu esta cuestin lO ,
pero concierne de modo muy concreto a nuestro tema. Por nues-
tra parte estamos convencidos de que lo que ocurri en el siglo
XVII expresaba claramente la relacin catequesis-liturgia de

10. Puede leerse a este propsito lo que escribimos ya en un nmero de Fetes


et Saisons de marzo de 2000.
aquel tiempo, pues Vicente de Pal, y otros con l, propusieron a
unos muchachos de doce aos (edad inicitica de entrada en el
mundo adulto), al acabar la catequesis, que comulgaran por pri-
mera vez. En 1910 Po X propuso la comunin de los nios a los
7 aos lo que, evidentemente, rompi la connivencia existente en-
tre el fin de la catequesis y el acto de la primera comunin (que,
al celebrarse a los 7 aos, se convirti necesariamente en algo
privado). Su evolucin en profesin de fe expresa este ma-
lestar pero no impide que se siga queriendo revalorizar, en esta
ocasin, la eucarista recibida sin embargo unos aos antes. Por
otra parte, la voluntad del Concilio de revalorizar el puesto que
ocupa la Confirmacin no ha hecho ms que aadirse a la perple-
jidad ya existente, pues es difcil hablar, a propsito de la confir-
macin, de renovacin de las promesas del bautismo. No sera
ms sencillo volver a considerar la cuestin y reconocer a la pro-
fesin de fe su capacidad litrgica de celebrar el final de un ao
importante de catequesis (frecuentemente el ltimo...) y revalori-
zar la primera eucarista y la confirmacin? Esto permitira situar
la profesin de fe ms bien del lado de la catequesis (pero de una
catequesis que necesita la liturgia para expresarse) y valorar ms
los dos sacramentos de la iniciacin, a condicin, claro est, de
que se inserte en su proceso una instancia catequtica. De este
modo se lograran articular mejor la catequesis, la liturgia y los
sacramentos.

La experiencia de Poitiers
Esta ltima experiencia trata de articular catequesis, liturgia y ca-
ridad en pequeas comunidades de talla humana, sin por ello
abandonar la realidad territorial de la parroquia. Ms que darle
vueltas a la reestructuracin eclesial a base nicamente del mo-
delo territorial, cuya reflexin se construye tan slo en torno a la
falta de sacerdotes sin tener en cuenta suficientemente la trans-
formacin de la relacin Iglesia-sociedad y territorialidad-movi-
lidad, lo que propone esta experiencia es vivir a nivel de dimen-
siones humanas (es decir, entre 50 y 100 personas) la relacin li-
turgia-catequesis-caridad, tener laicos capaces de llevar a cabo la
iniciacin, y confrontar esta realidad de las pequeas comunida-
des entre ellas por medio de mltiples encuentros propuestos por
las parroquias o los movimientos, Estas pequeas comunidades
son, de alguna manera, lugares de iniciacin permanente, espa-
cios donde se hace verdaderamente real la eclesialidad, mbitos
donde, a modo de levadura, pueda encontrarse la energa vital pa-
ra poder resurgir. Una experiencia a seguir, cuando algunas di-
cesis que han realizado su reestructuracin hace algunos aos se
encuentran entre la espada y la pared teniendo que comenzar a
ampliar las parroquias, sacando fuerzas de flaqueza, debido a la
creciente falta de sacerdotes.

Podramos presentar muchos otros ejemplos, pero creemos que


basta con tirar del hilo que hemos empezado a desenrollar para
que empiecen a emerger otras situaciones y puedan evocar lo que
nosotros hemos intentado exponer. Pensando en las profundas
transformaciones que se han ido deslizando en la relacin Iglesia-
sociedad, en la necesidad de reinsertar la catequesis y los sacra-
mentos en su bao eclesial, en el inters por revalorizar la reali-
dad de la iniciacin de cara a un real futuro cristiano y, finalmen-
te, en la posibilidad de que la Iglesia asuma la duracin y la dife-
rencia como oportunidades para cada uno de que salga a la luz lo
esencial de su vida, nos es lcito examinar las diferentes estructu-
ras de la institucin eclesial para verificar el modo como stas
pueden dejarse convertir por su Misterio y preguntarnos si real-
mente toman parte en la maduracin y el crecimiento de cada una
de las personas que le pertenecen. Cuando los cristianos padecen
hoy un dficit de iniciacin, parece urgente que la catequesis y la
liturgia unan sus capacidades simblicas para ayudar a este creci-
miento y maduracin. Entonces ya no se tratar de preguntarse
quin va primero y quin va despus sino que se tratar de creer
que nunca dejamos de volver a empezar, a cualquier edad y que,
en definitiva, las mismas opciones se repiten cclicamente sin que
se escriban de la misma manera pues sabemos por experiencia
que nunca se repite dos veces igual la misma cosa. As es la vi-
da..., pero una vida que necesita ser humedecida y alimentada por
el anuncio, por la propuesta de la Noticia de Jess, que nos dice
que cada unos somos capaces de inventar nuestro camino.
As pues, tal vez, en esta sociedad que no ha encontrado to-
dava sus signos y ritos para el origen y para el final de la vida y
que contina pidindole a los grupos religiosos que le proporcio-
nen gestos que socialicen a sus habItantes, pueda la Iglesia tomar
distancia para anunciar su originalidad y su especificidad. Reali-
zara entonces su verdadera vocacin de ser levadura en la masa.
y puede hacerlo articulando de modo nuevo sus fun<:;iones funda-
mentales, poniendo desde entonces la catequesIs y la liturgia en
interconexIn al servicio del Evangelio.

***

BmLIOGRAFA

Adems de la reseada en las notas:

Catchese 114: Inscnre la foi dans notre culture (enero 1989);


115: L'acte de croire aujourd'hui (abril 1989); 165: L'acte
catchtique aujourd'hui (412001).
Directorio General para la catequesis, Edice, Madrid 1997.
KAEMPF, B. (dir.), Rites et ritualits, Cerf / Lumen Vitae / Nova-
lis, Paris / Bruxelles / Montral 2000.
La Maison Dieu 174: Sacrements et acte de foi (abril 1988).
PASQUIER, A. - AUDINET, J., Essais de thologie pratique: l'insti-
tution et le transmettre, Beauchesne, Paris 1988..
PASQUIER, A.- SARDA, O., Initiation chrtienne et dmarche cat-
chumenale, Cahiers I.S.P.c., n. 8, Paris.
10

UNA CATEQUESIS PARROQUIAL


EN UNA SOCIEDAD SECULARIZADA
Francis J. BUCKLEY

Tesis: La catequesis parroquial en un mundo secularizado


debe aprovechar cualquier ocasin para afrontar los pro-
blemas que la secularizacin plantea. Con la ayuda de la
psicologa y de la sociologa podemos discernir la accin
del Espritu Santo para impulsar una respuesta a DIOs
ms profunda y ms total. Los medios de comunicacin
pueden tambin ser tiles para la difusin del mensaje
cristiano.

Desafo y oportunidad

Podemos ilustrar esta tesis con una imagen y un ideograma.


Imaginemos la parroquia como una isla, rodeada por un mar
secular, sacudida por todas partes por tormentas y olas, pero rica
en pesca, turismo y comercio exterior.
El ideograma chino para la palabra crisis est formado por
dos caracteres: amenaza y oportunidad. La seculandad presenta
la misma ambivalencia -obstculo y oportunidad- para la cate-
quesis parroquial.
Los obstculos ms importantes que plantea la secularizacin
son los siguientes:

* mentalidad materialista y pragmtica. El valor de los seres


humanos se mide a partir de su productividad potencial y no
a partir de su dignidad natural como hijos de Dios. Esto con-
tribuye a la explotacin de las mujeres y los nios en la por-
nografa y a la discriminacin de los pobres, los viejos, los
discapacitados y los miembros de minoras raciales y tnicas.

* absoluta preocupacin por este mundo. El xito se mide por la


posesin de bienes, por el poder, el placer o la celebridad. Esto
conduce a la codicia, a la bsqueda de la satisfaccin inme-
diata, al egosmo, a la total indiferencia por la ecologa y los
proyectos a largo plazo. Esta actitud puede llevar tambin al
hedonismo, a la huida del dolor y de la realidad mediante la
droga, la diversin y el placer sexual. La educacin no tiene
valor ms que como preparacin para el xito en el mundo de
los negocios. La pertenencia a una Iglesia tiene como nico fin
proporcionar relaciones de negocios o prestigio social.

* resistencia a la autoridad de la Iglesia cuando sta se pro-


nuncia sobre cuestiones sociales (aborto, investigacin sobre
clulas madre, eutanasia, pena de muerte, medio ambiente,
inmigracin, sexualidad), econmicas (sindicatos, salario jus-
to, opcin preferencial por los pobres) o polticas (guerra y
paz, derecho internacional, presupuestos y responsabilidad
hacia las personas sin recursos o los oprimidos en nuestro
pas o en el extranjero).

* negacin de toda verdad o valor absoluto. Todo es relativo y


efmero. Imposible, pues, que Dios nos exija pertenecer a una
Iglesia concreta. Se niega que la Iglesia sea el Cuerpo de Cris-
to. El testimonio cristiano se convierte en un imperialismo
cultural o una manipulacin. La religin es considerada slo
como una forma de evasin de la realidad, e incluso como una
ideologa desfasada. Se sospecha que puede ser utilizada c-
nicamente como un instrumento de manipulacin de la gente
para hacerla cooperar con un programa social, econmico o
poltico.

Esta secularidad tiende a conformar el cristianismo con la


moda cultural del momento, evitando mencionar el pecado o el
juicio, la encamacin, la resurreccin, la Trinidad, como vestigios
embarazosos de un pasado retrgado. Quien habla de Dios no es
polticamente correcto, sino simplemente beato y hasta hip-
crita. Se llega al extremo de que las subculturas que hablan de
Dios se sientan inferiores y marginadas.
Si embargo la secularidad, en determinados lmites, pues
mostrarse extraordinariamente positiva.

* La secularidad puede profundizar el aprecio por los verdade-


ros valores de este mundo y puede iluminar importantes di-
mensiones de la creacin, de la encarnacin y de la redencin.
Puede llamar la atencin sobre la necesidad humana de segu-
ridad, de afecto, de aceptacin, de integracin y de desarrollo.
\ La iglesia puede entonces mostrar cmo el cristianismo
, agranda y completa la obra de la creacin y responde a las ne-
cesidades humanas ms fundamentales.
'" La secularidad puede servir para contrapesar las teologas pe-
simistas y las espiritualidades o ascetismos inautnticos que
niegan el valor de lo material y de la cultura contempornea.
Los miembros de estos grupos tienden a rechazar la bondad
de la creacin y la presencia del Espritu Santo en todas las
, personas e incluso en las instituciones. Desconfan de la na-
, I
turaleza y del Dios de la naturaleza. Dividen el mundo en un
reino del mal gobernado por un prncipe opuesto a Cristo, y
un reino espiritual guiado por Cristo. La hereja maniquea se
esconde tras la superficie de un dualismo tan radical, pero la
secularidad lo desenmascara.

'" La secularidad ha llamado la atencin acerca de la legtima


autonoma del arte y de la ciencia y sobre los lmites de la au-
toridad de la Iglesia, librando as a la Iglesia de tener que dar
respuesta inmediata y total a todos los problemas. Esta acti-
tud ha llevado a la separacin de la Iglesia y el Estado; de es-
te modo ha eliminado muchas razones histricas para el anti-
clericalismo.

'" La secularidad ayuda a los cristianos a hacer frente a la nece-


sidad de distinguir entre la sustancia esencial y las cualida-
des accidentales, entre lo absoluto y lo relativo, entre lo eter-
no y lo transitorio.

* El aspecto ms positivo es que la secularidad postmoderna in-


l' tensifica la sed espiritual. Su rechazo de todo sentido y todo
valor no puede dar una direccin satisfactoria a la vida. Esta
constatacin nos obliga a buscar con ingenio la presencia y la
accin del Espritu Santo y a celebrarlo con nuevos smbolos
propios de una sociedad en cambio.

Los principios subyacentes

A. El segundo Concilio Vaticano intent hacer una sntesis de fe


catlica y cultura laica, especialmente en su Constitucin pasto-
ral sobre la Iglesia en el mundo actual. Este documento aborda
primero la dignidad y las necesidades de los hombres, de la acti-
vidad humana y de la sociedad. Despus se pregunta cmo la
Iglesia puede serIes til y cmo, al mismo tiempo, pueden ellos
ayudarla.
La base de esta idea reside en la conviccin de que toda cul-
tura, en su origen, es a un tiempo divina y humana y da por su-
puesta tanto la razn como la revelacin. Jess nos muestra el ca-
mino hacia el ms all, pero exige tambin una accin en el pre-
sente. La salvacin no implica la destruccin del orden creado si-
no su liberacin del mal. Hay otras leyes diferentes de las de
Jesucristo, pero todas ellas vienen de Dios.
Una catequesis parroquial bien pensada descubre lo que el
Espritu Santo hace para que la fe, en la cultura actual, cual-
quiera que sta sea, pueda llegar a madurar, y colabora en ello.
Toda la comunidad cristiana, sacerdotes y laicos, hombres y mu-
jeres, tiene que comprometerse no slo en las celebraciones litr-
gicas sino tambin en la tarea de examinar los elementos que
constituyen la vida diaria y que a menudo se dejan de lado (es de-
cir, los presupuestos, las inversiones, la alimentacin, el medio
ambiente, el vestido, el transporte, el tiempo libre), para aceptar-
los o rechazarlos. Todos deberan tomar conciencia del impacto
de los medios de comunicacin en las estructuras, especialmente
en una sociedad de consumo cuyos valores frecuentemente estn
en conflicto con los del Evangelio.

B. Para promover la madurez cristiana, una catequesis parroquial


eficaz concentra su trabajo en el logro de la realizacin completa
individual y comunitaria y, de esta manera, se enfrenta a su ten-
dencia a la disolucin. Debe igualmente hallar los medios para in-
tensificar la participacin de los miembros de la Iglesia y para in-
tegrar los valores que podran parecer opuestos.
La parroquia proclama el mensaje cristiano. No obstante,
cuntos de nosotros lo hemos odo sin encontrar, en ese anuncio,
la Buena Noticia? Muchos se alejan de la Iglesia porque no pare-
ce responder a su necesidad de identidad o de una experiencia re-
ligiosa que transforme su vida. No encuentran una comunidad en
la que sentirse a gusto o que les ofrezca al mismo tiempo apoyo
y desafos de tipo espiritual. Pueden tambin ser vctimas de una
serie de normas seculares que han aceptado sin espritu crtico o
tal vez esperan que toda celebracin sacramental sea tan viva co-
mo un espectculo meditico.
Muchos abandonan la Iglesia porque tienen la impresin de
se ha hecho demasiado impersonal. Desean una experiencia del
amor de Dios, no una definicin. Las mujeres, sobre todo, no se
sienten necesarias ni comprendidas. Sus carismas son desprecia-
dos o simplemente ignorados. No tienen la palabra en las deci-
siones fundamentales. Las autoridades eclesisticas no parece
que quieran aplicar la doctrina social de la Iglesia a sus mismas
estructuras y se manifiestan ms preocupados por las institucio-
nes que por las personas. No se aceptan unas leyes eclesisticas
aparentemente arbitrarias que parecen amenazar la libertad. La
movilidad constante con races menos profundas, la disminucin
del contacto con sacerdotes o laicos bien conocidos crean ms di-
ficultades todava para establecer nuevas amistades. Estos catli-
cos desarraigados experimentan alienacin y falta de afecto en la
comunidad.
Muchos catlicos estn descontentos con unas teologas est-
riles y desfasadas. Lo que quieren es que sus creencias den un
sentido a su vida y estimulen a la intimidad con Dios y al amor al
prjimo. Y es que la fe debe articularse en un lenguaje accesible
para todos.
Entre los motivos de pertenencia es indispensable una atrac-
cin positiva. La comunidad tiene que mostrarse sacramental, ca-
paz de promover o intensificar la unin con Dios. Debe ser fra-
ternal, creando la comunin y el amor mutuo entre sus miembros.
Debera reconocerse su valor intrnseco como cuerpo de Cristo
enseando, como la Iglesia cristiana ms antigua, una doctrina
clara y firme, y asumiendo como misin propia ayudar a los po-
bres y continuar la obra de Jess. La gente tiende a implicarse en
una Iglesia que les ayude a experimentar y a interpretar la expe-
riencia religiosa y que responda a sus necesidades humanas. Una
Iglesia es ms estable en la medida que logra una buena comuni-
cacin con los dems grupos, como la familia o la comunidad
cientfica. Es importante, por tanto, que la Iglesia ofrezca a sus
miembros una imagen positiva de buenas relaciones con los va-
lores seculares autnticos.
La gente necesita sentirse til, ser productiva y escuchada.
Esta es la razn por la que el factor ms importante que determi-
na la permanencia o no en la Iglesia es el grado y el gnero de
participacin. Si los miembros de la comunidad no participan, tie-
nen a hacerse indiferentes o incluso a ponerse en contra. La par-
ticipacin vara segn la edad. Incluye la participacin en la li-
turgia, la visin de la Iglesia como un grupo diferente y la acep-
tacin de sus normas morales y su doctrina.
Mucha gente que va a misa y que acepta los principios mora-
les catlicos tiene dificultad, sin embargo, en aceptar determina-
das doctrinas teolgicas. stas ltimas exigen una mayor integra-
cin de la religin en la vida. Cuantas menos doctrinas se com-
parten, ms se concentra la liturgia en unos objetivos, stos s
compartidos. Es decir, que la liturgia va siendo menos una expre-
sin de creencias que un compromiso en la accin, y sta no ne-
cesariamente tiene que ser religiosa sino que puede ser laica, co-
mo la paz, la justicia, el xito, la felicidad. Despus de todo, los
ateos participan en manifestaciones a favor de los derechos hu-
manos lo mismo que hay jvenes agnsticos que se lanzan fervo-
rosamente a celebrar los ritos de la New Age. La fe, por tanto, es
el elemento esencial para poder determinar el sentido de la perte-
nencia y de la participacin litrgica.
Hay cuatro grados de participacin:
a) Nuclear (5%). El equipo pastoral, compuesto por hombres
y mujeres, cuya fidelidad es la ms absoluta. Son totalmente or-
todoxos. Piensan lo mismo que la Iglesia sobre todos los temas y
se permiten diferencias de opinin en las enseanzas no infali-
bles. El clero suele identificarlos como buenos catlicos. Po-
nen a la Iglesia por encima de cualquier otro grupo de personas.
El cdigo moral de la Iglesia es prioritario frente a otras normas
culturales. Participan regularmente en la liturgia. Son el soporte
de la organizacin parroquial y diocesana.
b) Modal (60%). Los miembros practicantes ordinarios, bue-
nos catlicos a sus propios ojos pero no segn las autoridades
eclesisticas o los socilogos. Tienen tres escalas de valores: es-
tables (reforzados por la costumbre); variables; confusos (socia-
les, raciales, sexuales, econmicos). Los valores religiosos no
ocupan en primer puesto. Consideran algunos asuntos como se-
culares e independientes de la norma religiosa (el mundo de los
negocios, la poltica, la vida social). Se identifican como aboga-
dos, mdicos, obreros o polticos; su identidad catlica es secun-
daria. Pero la acomodacin a la cultura lleva consigo la acomo-
dacin a la doctrina. Donde domina el secularismo, lo que se si-
gue es el relativismo religioso. Se ignoran los diferentes rasgos de
las distintas Iglesias porque se piensa que no tienen importancia.
La identificacin se da en cuanto creyente (subjetivo) ms que
por aquello que se cree (objetivo).
c) Marginal (15%). La prctica es espordica e improvisada: la
misa del gallo, el mircoles de Ceniza, la Pascua. A menudo no es-
tn de acuerdo con las enseanzas religiosas y morales bsicas.
Han recibido la influencia de la cultura catlica pero no la han
integrado. Son objetivo secundario en la evangelizacin parroquial.
d) Latente (20%). Miembros nominales. No son practicantes
pero no dejan la Iglesia para ingresar en otra Confesin o en otra
secta. Cuando se les pregunta cul es preferencia religiosa se
identifican como catlicos. Han sido sacramentalizados sin ser
evangelizados. Tal vez estn bautizados, han sido confirmados y
han hecho la primera comunin, pero tienen muy poca experien-
cia religiosa que les identifique con la Iglesia. Son excelentes ob-
jetivos de una evangelizacin parroquial.

La catequesis parroquial se encuentra, pues, ante una serie de


cuestiones primordiales que debe meditar: A qu debera darse
prioridad en el conjunto de los recursos de la parroquia en cuan-
to tiempo, energa, personal, presupuesto econmico? Deberan
distribuirse los recursos en funcin del nmero de personas? Para
responder a estas preguntas mi consejo es tener en mente los prin-
cipios que expongo a continuacin.
Los miembros latentes o marginales necesitan una pre-evange-
lizacin y una evangelizacin que pueda conducirles a la conver-
sin. Los miembros modales o nucleares necesitan una evangeliza-
cin y una catequesis que les ayude a intensificar su encuentro con
Cristo y que promueva su desarrollo espiritual. Y para los cuatro, la
catequesis debe dirigirse a un tiempo a la cabeza, al corazn y a las
manos, de modo que responda a su necesidad de seguridad, de
afecto, de aceptacin, de integracin y de crecimiento.
En una sociedad secularizada, cuando la participacin y la
energa entran en declive, cuando disminuye el nmero de los que
se integran en la comunidad, cuando se intensifican los conflic-
tos, es esencial clarificar y ampliar la visin de la parroquia y de
sus prioridades. Hay que intensificar la participacin mediante la
delegacin, la consulta, la toma conjunta de decisiones, la cola-
boracin y la celebracin, y hay que utilizar de modo eficaz los
medios modernos de comunicacin.
La comunicacin ayuda a construir la comunidad. Esto es
aplicable al mundo de los negocios, al matrimonio y a la parro-
quia. Los medios de comunicacin conforman el contexto cultu-
ral y, a su vez, son conformados por l. La invencin de la im-
prenta nos proporcion abundancia de textos. Internet los hace
accesibles, susceptibles de consulta y los relaciona entre s, per-
mitiendo una interaccin inmediata. Quinientos millones de ho-
gares tienen hoy acceso a Internet y su nmero aumenta da a da.
El cine y la televisin tienen, adems, la imagen, el sonido y el
movimiento, lo cual aumenta todava su impacto potencial. La
mayora de las personas, actualmente, debe su educacin, en gran
parte, a la televisin y a Internet. Los medios de comunicacin
determinan la agenda de la gente. La catequesis parroquial debe
afrontar esta realidad y utilizarla.
En el marco de los medios modernos de comunicacin tiene
menos importancia el contenido de un programa o de una pgina
web que la manera de participar: ir al cine, ver regularmente un
programa de televisin o navegar por Internet. Estos comporta-
mientos influyen en las actitudes y los valores ms an que el co-
nocimiento. Los temas ms serios se abordan de forma dramtica
o en reportajes que buscan tanto distraer como informar.
La imagen de la tierra vista desde la luna ha cambiado nues-
tra nocin del espacio. La aldea global a la que dan acceso los
medios de comunicacin nos acerca y nos aleja al mismo tiempo.
La parroquia local hace de contrapeso ofreciendo un contacto
personal en la liturgia y en los servicios sociales, en las fiestas o
en los grupos donde se planifica o se dialoga. La gran ventaja del
encuentro directo es la abundancia de sistemas de comunicacin
-el tono y el ritmo de la voz, las expresiones de la cara y del cuer-
po y otros elementos no verbales- que expresan el entusiasmo y
provocan respuestas inmediatas, lo que sera imposible de conse-
guir con el correo electrnico o con el chateo.

Plan prctico

* Clarificar los objetivos de la parroquia con la participacin y


los puntos de vista del consejo parroquial, que debera incluir
hombres y mujeres. Estudiar las necesidades de la parroquia
mediante un sondeo o una encuesta. Identificar los proble-
mas ms importantes, sus causas y consecuencias. Dar luego
prioridad a las necesidades que se han manifestado y buscar
las posibles soluciones. Hacer una lista de las ventajas e in-
convenientes de cada solucin, hacer una valoracin segn
, su dificultad, su importancia o su urgencia. Concretar bien la
identidad y la misin de la parroquia teniendo en cuenta tan-
to las races del pasado como las posibilidades futuras: cul
fue el origen de la parroquia y adnde va ahora? Optar, en
fin, entre las diversas soluciones teniendo en cuenta las con-
secuencias para los feligreses, el tiempo y los locales de los
que se dispone.

* Organizar un plan de accin, a corto y a largo plazo, con fe-


chas lmite muy precisas. Elegir los caminos que mejor res-
peten los valores y minimicen los conflictos.

* A continuacin, el prroco y el equipo pastoral dan forma a


esta nueva visin expresando y con simbolizando los valores
del grupo y buscando voluntarios con diferentes carismas pa-
ra ponerlos al servicio del bien comn.

* Poner en marcha el plan, evaluar sus resultados, corregir el


plan inicial, volverlo a evaluar. Comunicar el plan a la parro-
quia: ver, juzgar, actuar, evaluar, celebrar. Ayudar a los feli-
greses a asumir con nimo su interdependencia y enriqueci-
miento en el trabajo y la oracin comunitaria.
* Durante la fase de puesta en marcha, el prroco tiene que
mantener el entusiasmo, fortalecer el mutuo aprecio y el sen-
tido de gratitud, satisfaccin y alegra. Personalmente o a tra-
vs de sus delegados forma, coordina y evala a los colabo-
radores dando ms importancia a su labor que a sus debilida-
des personales. Va variando las responsabilidades, trabaja por
evitar el abatimiento e impulsa el espritu de equipo. Debe ser
para ellos un modelo de coraje manteniendo lo que est bien
y abandonando lo que no acaba de funcionar.
* Dar paso, desde las estructuras autocrticas de la parroquia a:
- la subsidiaridad, dejando las decisiones al nivel pri-
mario cuando sea posible;
la corresponsabilidad, compartiendo el poder para
multiplicarlo
la consulta, para conseguir la mayor participacin po-
sible antes de cualquier toma de decisin;
- la cogestin, de modo que todos aquellos a quienes
afecte una decisin tomen parte en las deliberaciones;
la colaboracin, para que todos tengan un papel en la
aplicacin de las decisiones.

Lao Ts lo dijo muy bien: Con el jefe ideal, todo el mundo


dice que somos nosotros quienes lo hemos hecho. Los miembros
de la parroquia pueden decir lo mismo del prroco que sabe dejar
de ser primer actor para pasar a ser jefe de bambalinas. La lealtad
aumenta en la medida en que se valoran los carismas de los de-
ms. Todos terminan dando lo mejor de s mismos.
Sed eficaces. Empezad poco a poco para ir aadiendo des-
pus otros proyectos de modo gradual. Cuando un equipo
sabe relajarse, orar y trabajar bien unido, su trabajo es mu-
cho ms brillante. Sed realistas para evitar el desnimo.
Pensad siempre que Dios puede hacerlo todo l mismo,
,i' pero que comparte su creatividad con nosotros.
Utilizad los medios modernos de comunicacin con origi-
nalidad. Los obispos de Estados Unidos tienen publicado
un documento titulado Renewing the Mind of the Media,
valorando el potencial de los medios para difundir la ver-
dad y la belleza fuera de las limitaciones ordinarias del
tiempo y el espacio. Hay que animar a la gente a ayudar a
los periodistas con oraciones y comentarios para que stos
puedan cumplir su misin de crear una sociedad justa, pa-
cfica y tica. Los obispos piden a la gente que discuta y
critique en familia los programas, las pelculas, los artcu-
los y las pginas web y lo que representan para la vida
cristiana de cada da!. ..

,1

Ejemplos

Los cambios habidos en la interpretacin de las doctrinas de la


Trinidad, la Encarnacin, la Redencin y la Iglesia han transfor-
mado las formas de oracin personal y litrgica, y tambin las re-
laciones interpersonales. Pongamos otros ejemplos: el paso del
politesmo al monotesmo modifica la imagen que la gente tiene
de Dios, de s misma y del problema del mal y todo esto conlle-
va un cambio en el modo de orar. Un cambio producido dentro de
un sistema econmico como puede ser el capitalismo permite
descubrir que las Escrituras ponen el nfasis en la importancia
que tiene el arriesgarse. La introduccin de la lengua verncula en
la liturgia permite una participacin ms activa de los fieles, lo
cual puede repercutir en un aumento del sentido de la responsa-
bilidad en todos los aspectos de la vida. La misa, entonces, deja
de ser algo que se contempla pasivamente y se convierte en un ac-
to que realizamos todos juntos, en un compromiso consciente y
total.
Seguir la pista y relacionar grficamente estos cambios y dis-
cutir sobre ello en Internet llevar a las personas a un dilogo fe-
cundo, interdisciplinar, intercultural e interreligioso. Esta forma
de comunicacin aade una nueva dimensin a la espiritualidad,

1. Puede encontrarse este documento en <www.renewmgmedia.org>.


lo cual ir hacindose cada vez ms importante a medida que au-
menten los adeptos a Internet.
Internet nos ofrece gratuitamente imgenes y msica que po-
demos incorporar a las celebraciones y a las diversas actividades
de educacin de la fe. Podemos servimos, por ejemplo, del arte y
de la msica para ilustrar la historia de la Iglesia, profundizando
as en el modo de irse desarrollando la doctrina y las devociones.
Imgenes que proyectamos en un vdeo, en una pelcula o en el
mismo ordenador pueden hacer ver de qu manera el crecimien-
to moral conduce a la integracin y a la integridad, segn los psi-
clogos del crecimiento Piaget y Kohlberg, o segn algunas es-
cuelas hinduistas o budistas.
La animacin puede llevamos a crear juegos de tipo espiri-
tual. Individualmente o en grupo, los feligreses pueden reflexio-
nar sobre el camino realizado a lo largo de su vida, con sus peli-
gros y sus demonios, sus oportunidades y sus triunfos. La entra-
da de una caverna incita a explorarla pero tambin sugiere la ne-
cesidad de sopesar seriamente los peligros y las recompensas.
Y si...? se opone a y entonces...?
Si la animacin del grupo se combina con el correo electrni-
co, el chat y los enlaces de Internet se crea una nueva dinmi-
ca de interaccin espontnea y libre, estimulando para un estudio
ms profundo de determinados temas e invitando a participar a
otros internautas. Este tipo de interaccin hace que nazca una
comunidad virtual: buscamos juntos y juntos encontramos. Y es
que la participacin activa lleva a la accin colectiva como lo
prueban las celebraciones, litrgicas o seculares.
La parroquia puede servirse de los medios modernos de co-
municacin -los programas, los juegos, los slogans de las suda-
deras, los graffiti, etc.- para conocer cules son los intereses de la
gente. La bsqueda en Internet puede ofrecemos informacin
acerca de los intereses, las necesidades y las opciones polticas,
morales y sociales. Todo ello puede ser utilizado en la homila o
en los pequeos grupos.
Una web parroquial puede ofrecer las lecturas de la misa dia-
ria con comentarios; homilas con debates, tal vez relacionndo-
se unos con otros; los das, horas y lugares de las reuniones de los
grupos bblicos o de otro tipo; una breve exposicin de lo que la
parroquia pretende ser; el estado mensual de las cuentas; infor-
maciones sobre celebraciones especiales, conferencias, talleres,
devociones, proyectos sociales en otras parroquias, y tambin so-
bre los diferentes grupos de la parroquia, para conseguir nuevos
miembros. Se pueden ofrecer pistas para ayudar a encontrar in-
formaciones disponibles en Internet, indicando las pginas web
fiables o los buscadores ms tiles.
Los feligreses mismos pueden crear pelculas y vdeos e in-
cluso juegos electrnicos que estimulen la imaginacin creadora.
Cada parroquia puede tener su propia catedral electrnica,
construida a base de vnculos electrnicos en vez de ladrillos y
cemento, con puestas al da automticas para todos los que se en-
cuentren en la lista de direcciones. Los que carecen de medios pa-
ra comprar libros o revistas o viven tan aislados que no pueden
acudir a las bibliotecas pueden tener acceso a una serie de recur-
sos informatizados y a las pginas web y pueden discutir sobre
ello chateando o en pginas web interesantes.
Los feligreses pueden comunicar cara a cara o en Internet lo
que piensan sobre lo que se consume en la televisin, en la ra-
dio, en el cine, en la msica o en el mismo Internet: cmo refle-
jan o cmo influyen esos mensajes en la fe y en el universo mo-
ral; qu relacin existe entre los aspectos comerciales de la tele-
visin y lo humano, lo social, lo cultural; qu sentido de la vida
pueden encontrar los nios, o qu sentido creen sus padres que
pueden encontrar, en una sociedad secularizada; puede la Iglesia
realmente controlar lo que es verdaderamente catlico o se pre-
senta como tal en Internet? Bastar un signo de aprobacin para
ver la diferencia en una poca en que las restricciones del pensa-
miento, el control y la censura han sido transformados por la red
informtica? Qu influencia tiene sta ltima sobre las comuni-
caciones diocesanas, los programas religiosos televisados, las pe-
lculas, la radio, la informacin, la publicidad? Sera bueno poder
vigilar estos debates electrnicos para que no se den ataques per-
sonales y para armonizar los puntos de vista opuestos. Sacerdotes
y feligreses tienen mucho que aprender.
La liturgia puede incorporar los nuevos medios de comuni-
cacin para dar profundidad y enriquecer la participacin en la
oracin. Una danza litrgica puede aadir solemnidad a una ce-
lebracin y hay parroquias en las que toda la comunidad danza
marchando hacia el altar en el momento del ofertorio y de la co-
munin. Puede utilizarse el proyector para poner imgenes y m-
sica a la plegaria universal. Algunas personas pueden contar, en
vdeo, lo que Dios ha realizado en su vida y en la de su familia,
expresando su gratitud y su alabanza, mientras la comunidad se
prepara para la misa.
Los habitantes de una isla no pueden olvidarse del mar por-
que el mar influye en su vida en muchos aspectos. Sin embargo,
slo hay agua salada en la vida. El sol, el aire y la tierra alimen-
tan y enriquecen igualmente. Ellos pueden atravesar el mar gra-
cias a los barcos y a las redes de comunicacin. Pueden llegar a
pases extranjeros e incluso a los astros... La parroquia forma par-
te de una dicesis y de la Iglesia universal. Su fuerza le viene de
la presencia y el amor de Dios. La catequesis parroquial en una
sociedad secularizada debe hacer frente a todos estos elementos
con fe, esperanza y amor, y celebrar as todas las dimensiones de
la vida.

***

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11

QU FUTURO TIENE
LA CATEQUESIS DE LA FAMILIA?
Henri DERROITTE

Las familias, tienen hoy un papel que jugar en el despertar de la


fe y en la educacin religiosa? Los padres de hoy lo sern de los
cristianos de maana? Es la familia un espacio de evangeliza-
cin? A estas preguntas no cabe duda que ayer hubiramos res-
pondido, con toda la certeza del mundo, de forma afirmativa.
En nuestros das estas preguntas nos llevan a otras. Cul es
el porcentaje de familias en las que la vida de fe y la vivencia cris-
tiana son un componente habitual? No hemos hipertrofiado la
influencia de la familia limitndonos a una serie de observaciones
superficiales?! Elaborar un proyecto de catequesis familiar, no es
comprometerse en una batalla perdida de antemano en la medida
en que vivimos en una poca en la que la fe cristiana no puede ya
tenerse como algo evidente, en la medida en que estamos en una
cultura de la increencia?2 El mundo actual est tan lejos de preo-

1. A. GODlN, Le Dieu des parents et le Dieu des enfants. Trois tudes de


psychologie religieuse, Casterman, Tournai 1963, pp. 11-14, responde
explcitamente a este interrogante.
2. B. ROEBBEN, Religious Education Through Times of Crisis -
Reflections on the Future of a Vulnerable School Subject, en (B.
Roebben - M. Warren [dirs.]) Religious Education as Practical Theo-
logy, Peeters, Leuven 2001, p. 247; Gr. A. WENH-IN NG, Contextuali-
zation of Rehgious Education in an Age of Disbelief: Religious
Education 92 (spring 1997), pp. 192-203.
cuparse por lo religioso que los nios, incluso los que se educan
en familias creyentes y practicantes, no resistirn la tentacin
de abandonar toda referencia religiosa el da de maana, una vez
llegados a la edad adulta.
De este modo, mientras unos no tienen apenas confianza en la
solidez de la fe de los nios, otros no acaban de creer en la cate-
quesis familiar debido a la falta de fe de los padres. La cateque-
sis familiar sera, en cierto modo, algo a realizar en segundo lu-
gar y la prioridad la tendra la conversin, la formacin religiosa
y el alimento espiritual de los adultos. Ms valdra esperar a que
los padres fuesen creyentes antes de soar con que ellos puedan
tener un papel en la evangelizacin de sus hijos3.
Se trata, pues, de un tema delicado e incierto ste de la cate-
quesis familiar. El tema est poco trabajado y se tropieza de en-
trada con diversas dificultades.
En este artculo nos limitaremos a afrontar cinco aspectos que
afectan a la pertinencia y el futuro de la catequesis familiar. Se
abordarn sucesivamente las siguientes cuestiones: el desacierto
de la Iglesia en el acercamiento a la familia, las posibilidades y l-
mites de la transmisin de la fe en la familia, la atencin a la mul-
tiforme composicin de la familia, los contenidos prioritarios de
la catequesis familiar y, finalmente, la relacin entre catequesis
familiar y comunidad cristiana.
. "

Desaciertos

A tientas, temiendo tropezar a cada paso, abordaremos en adelan-


te la posibilidad de relacin entre vida familiar y transmisin de
la fe. Si la clase de religin plantea problemas, si la catequesis pa-

3. En 1960, el abb Didier haca notar: El problema es, ante todo, cuestin
de los adultos. Y esta cuestin no puede eludirse sin hacer cosas de mo-
do artificial; los nios, despus de recibir una muy buena formacin, vol-
vern a sus ambientes originarios, es decir, "cero" desde el punto de vis-
ta cristiano en la mayora de los casos... y ser imposible cualquier tipo
de perseverancia (Abb DIDIER, Comment insrer les enfants catchi-
ss dans la vie paroissiale: miheu urbain, en Catchese, mission d'gli-
se - Actes du 3e congres national de l'enseignement religieux (Paris
1960), CNER, Paris. (Suplemento de la revista Catchese, Paris 1960,
p.416).
rroqmal no acaba de salir de su cnSlS, el repliegue en la famI-
lia como espacIo de aprendIZaje religIoso se presenta cuando me-
nos como mClerto y aleatono Hay que decIr que con razn la ma-
nera habItual que tIene la IglesIa de abordar la catequesIs famI-
lIan> hace que no sea de fIar m para las famIlias ms convencIdas
No es nada dIfcIl resear aqu una sene de desaCIertos, de m-
comprensIOnes y de dISCurSOS que suenan bastante a falso
As, en pnmerslmo lugar, hay que eVIdenCIar el abIsmo eXIS-
tente entre el dISCurSO clSICO acerca de la ImportancIa del mode-
lo famlhar y de la IgleSIa domstIca, y la falta de compromIso pa-
ra VIVIr el da a da cerca de las farmlIas Se utIlIza a la famlha pa-
ra hacer teologa, eclesIOloga, se habla a las famlhas afIrmando
su ImportancIa y confIndolas pesadas cargas educatIvas, pero
apenas se las escucha y no se llega a conocer de veras su VIda El
papa Juan Pablo II pIensa que una de las pnmeras mISIOnes de la
IgleSIa es preCIsamente ponerse al serVICIO de las famIlIas 4 (,Se
venfIcan en la reahdad estas buenas mtencIOnes? Desde la mVI-
taCln a tomar ejemplo de la Sagrada FamIlIa hasta las ltImas
palabras actuales, (,el recurso al modelo famlhar abarca a todo tI-
po de famlha? En este tIempo en el cada da hay ms y ms fa-
mIlIas separadas o dIVorcIadas, en el que las famlhas monopa-
rentales son cada vez ms numerosas, (,con qu Imagen de pare-
ja, de matnmomo y de famlha trab~a la IgleSIa para descnblr el
papel nutncIO, evangehzador y emblemtIco de la famlha? 5
Otro aspecto para la desconfIanza, bIen descnto hace tremta
aos por J Plveteau El papel de los padres slo se ha hecho eVI-
dente despus de que las fIlas de cateqmstas han empezado a cla-
rear y se eVIdencIado Igualmente que los sacerdotes no son sufi-
CIentes para la tarea HubIera SIdo deseable que estos descubn-
mIentas se hubIeran hecho un poco antes6 La ImphcacIn de los

4 JUAN PABLO n, Carta a lasfamllas (2 de febrero de 1994), n 2


5 Esta refleXlOn se halla en la base del artIculo de A KNAPP, Mllllstry to
Smgle-Parents Famlhes Caravan 14, n 57 (Wmter 2001), pp 14 16,
X LACROIX (L avemr e est 1 autre - D1X conferences sur 1 amour et la
famllle Cerf, Pans 2000, p 24) refiere el numero de dos mIllones de m
os que vIven en FranCIa con un solo progemtor (en el 85% de los casos,
la madre)
6 J PIvETEAU, Edltonal Catechlstes 90 (abnl1972), p 315 Sobre este
mIsmo tema se puede releer H BOUCHERIE, Catechese famlhale un se-
cond souffle? Catechese 84 (1981), pp 11-19
padres en la educacin religiosa de sus hijos es ciertamente un da-
to tradicional, pero ha evolucionado al mismo tiempo que la cri-
sis de la catequesis. Ayer se esperaba de los padres que velaran
por la buena educacin de sus hijos, llevndoles a la iglesia y a la
catequesis, que les ensearan el Padre Nuestro y el Ave Mara. Lo
dems quedaba a cargo de la catequesis parroquial. Cuando se ha
empezado a ver el ahogo en que se encontraba la catequesis es
cuando han aparecido nuevos mtodos que implicaban estructu-
ralmente a los padres. Pero esta nueva atencin bien ha podido ser
tambin una trampa: para que vuestro hijo pueda hacer la pri-
mera comunin tenis que asistir a las reuniones y trabajar con l
en casa un librito. De qu hay que hablar entonces: de padres
catequistas o de padres rehenes?
Tercer testimonio de desacierto: la aparicin de la catequesis
de adultos. Tras declararla prioridad de prioridades, la catequesis
de adultos ha sido objeto de una gran atencin. Aunque tambin
en este tema el abismo entre el discurso terico llamando a una
madurez de la de los adultos en cuanto adultos y la real puesta en
prctica es evidente, no se puede negar que el viento sopla en es-
te sentido y que ya no es admisible que la catequesis se dirija ni-
camente a nios que an no son libremente responsables de sus
decisiones. Por eso es importante la catequesis de adultos: da fe
de que el cristianismo se siente a gusto con interlocutores libres y
responsables; introduce otros mtodos, ms participativos y dia-
logados; afronta los interrogantes, las experiencias, las dudas y
las crticas de personas autnomas y empapadas del ideal demo-
crtico. Como finamente escriba Emilio Alberich, la catequesis
de adultos invita forzosamente a reflexionar sobre el modo (adul-
to o infantil) como la Iglesia trata a la gente 7 Este movimiento de
reconocimiento de los adultos en cuanto adultos, aunque parezca
imposible, existe. Lo que es sorprendente es que cuando se trata
de dirigirse a los adultos en cuanto padres, responsables del des-
pertar religioso de sus hijos, se cambia de tono. Se tiene la im-
presin de que el interlocutor ya no es una persona crtica, libre,
capaz de plantear dudas o rechazos, sino un auxiliar pasivo.

7. E. ALBERICH, Catechesi "adulta" in una chiesa "adulta": Orientamenti


Pedagogici 38 (1991), pp. 1.369-1.370.
Mientras que la catequesis de adultos se realiza sobre la base de
la experiencia humana de unas personas deseosas de madurar en
la fe, la catequesis familiar (dirigindose a las mismas personas
adultas) ve a los padres como intermediarios y no les invita ape-
nas a hablar de experiencia.

Alumbramiento y transmisin

Gilles Routhier, el telogo de Qubec, aborda la cuestin de la


crisis de la transmisin de la fe utilizando el vocabulario del par-
to. Nuestras Iglesias, dice, se han hecho estriles. Dnde est el
deseo de dar todava a luz nuevos cristianos? El proceso catequ-
tico clsico se construy sobre el modelo de la transmisin de una
herencia, de un patrimonio: no se trataba de motivar sino de pre-
parar para los sacramentos de la infancia; no se trataba de mostrar
el cristianismo en todas sus dimensiones sino de dar a conocer y
retener la doctrina. El asunto ahora es pasar de un cristianismo de
herencia a un cristianismo de propuesta8
Entre una catequesis de herencia y de propuesta, entre un cris-
tianismo llamado sociolgico y un cristianismo de eleccin, c-
mo abordar la transmisin de la fe en la familia?
Mientras que tradicionalmente se esperaba de las familias un
papel en la transmisin inmutable de una cultura religiosa, los
recientes anlisis muestran cmo la transmisin va siempre a la
par de los cambios, que la continuidad no supone la inmutabili-
dad9 Cuando los padres transmiten lo religioso, no transmiten
tanto un cristianismo oficial como un modo existencial de vivirlo
en las vicisitudes de la vida familiar del siglo XXI. Como bien di-
ce Anne-Marie Aitken, se trata de la comunicacin de una vida,
de la realizacin de una smosis, no de inculcar una doctrinalO.

8. G. ROUTHIER, L'initiation chrtienne au Qubec, ou la difficult a en-


fanter: L'glise Canadienne 34 (agosto 2001), pp. 228-229 (texto pu-
blicado igualmente en la revista Lumen Vitae (4/2001) y (1/2002).
9. D. HERVIEu-LEGER, La reltgion en mouvement. Le pelerin et le converti,
Flamrnanon, Paris 1999, pp. 61-62.
10. A.-M. AITKEN, Transmettre la foi aujourd'hui: Relations 652 (1999),
p.184.
En un coloquio sobre el futuro de la familia un conferenciante de-
ca esto: Lo que los padres transmiten no depende de la lgica
de la reproduccin o del modelo ni de su voluntad de transmitir
ni de la receptividad de aquellos a quien les transmiten. De hecho,
lo que se transmite como lo que uno mismo es sin otro punto de
referencia, cuando se han rechazado muchas cosas, es lo que pa-
ra uno ha llegado a ser tan esencial que no es absolutamente ne-
gociable. Esto es lo nico que se va a transmitir y que pasar, pe-
ro pasar por smosis, es decir, por el hecho de que los padres
creen en ello y se adhieren a ello de tal manera que lo practican
diariamente. Esto es lo que ocurre con los valores, con los com-
portamientos sociales, con la fe, con el compromiso poltico. Slo
as se hace pasar, slo as se transmitell.
La cuestin (central) de la transmisin religiosa en la familia
creo que puede actualmente clarificarse de cuatro maneras:

En primer lugar, incluso en el caso de una voluntad consciente y


explcita de los padres de transmitir una herencia religiosa a sus
hijos, el sistema familiar no puede actuar como ommpotencia ili-
mitada. Yvonne Castellan ha mostrado claramente que, incluso en
el caso de una transmisin intencional, el sistema familiar tiene
valor de "despertador" de los hijos, no actuando sobre un terreno
neutro, sino sobre el tejido vivo de la personalidad de cada uno12.
Toda transmisin descansa en una dinmica y una reaccin. Otra
cita de Y. Castellan: Siendo reactiva y dinmica, la transmisin
intergeneracional es poco previsible e ingobernable, fruto del in-
consciente. Cada joven retiene algo del mensaje de las generacio-
nes precedentes, sobre la base de la aceptacin/rechazo. Se lleva
a cabo generalmente una opcin dentro de lo propuesto, o mejor,
lo propuesto se recibe de un modo selectivo y personal 13. Una

11 Ch LEBATARD, La famllle, lieu de transmlsslOn, en AES, La transmlS-


SlOn entre gnratlOns - Un enJeu de soclt - Annales 1997-1998,
Fayard, Pans 1999, pp 40-41.
12. Y CASTELLAN, Les grands-parents, ces mconnus, Bayard, Parls 1998,
p72.
13. bId, pp 77-78. Cita tambin a S Tlsseron: Nmgn contellldo psqUiCO
se transmite tal cual de una generacin a otra. La realidad psqUica de los
padres modela la reaccin psqUica de los hiJOS. Pero sta no es modela-
da pasivamente Nunca se da recepcin pasiva de un cuerpo extrao ve-
catequesIs famIlIar sera anacrnIca SI sIgUIese consIderando a los
hIJOS como vasos vacos que hubIera que llenar urgentemente,
cuando sabemos que los hIJOS son actores y SUjetos de su propIO
desarrollo El trmmo que mejor defme el comportamIento del nI-
o es sm duda el de cammo hacIa la autonomIa Durante mucho
tIempo se ha credo que los nIos eran semejantes a la arcIlla que
un alfarero podra modelar a su gusto (<<Dadme un nIo y har de
l un hombre, un abogado, un medIco, un profesor ) Los PSI-
copedagogos saben ahora que estos slogans son errneos La per-
cepCIn y la mterpretacIn son SIempre operacIOnes del sUjeto
Nmgun SIstema educatIvo obtIene mfalIblemente los resultados
pedagogIcos preVIstos SIempre hay lugar para la autonomIa del
sUJeto, para el nIo El nIo percIbe las cosas a su modo y re-
construye su propIa Imagen del mundo Es actIvo, es sUJeto, es
creador J PIaget habla del nIo y de su construccIn de la rea-
lIdad Los estudIOs pSIcopedaggcos han demostrado que las
expenencIas ms SIgnIfIcatIvas de la vIda son aquellas en las que
la persona tIene un papel actIvo

Segundo aspecto La transmISIn se realIza no tanto medIante las


palabras o los gestos mtencIOnales, pensados, pre-programados y
voluntanos como por smOSIS, por ImpregnacIn, por encultura-
cIn l4 La catequesIs famIlIar no se alImenta con grandes dIS-
cursos smo ms bIen con el testImOnIO de la vIda de cada da El
papel de los padres no es tanto el de dar explIcacIOnes como el de
mtroducIr en una expenencIa por va de ImpregnacInl' A par-
tIr de aqu, en los aos 70 y 80, varIOS autores creyeron poder pro-
porCIOnar esperanzas y proyectos concretos de cara a la transrm-
sIn relIgIOsa l6 Todo esto es verdad y SIgue sIndolo Pero no es

mdo de una generaclOn antenor (S TISSERON, A qUOl nous servent nos


enfants? Dwlogue 125 (1994), pp 3-13
14 ASI pIensa J WESTERHOFF, LIVing the Falth Commumty Wmston Press,
Mmneapohs 1985, que relaclOna la catequeSIS con el termmo utIhzado en
antropologla cultural como enculturaCln, tomado como smommo de
soclahzacln
15 A LAPORTE, L'enfant, ob]et ou sUJet du nte?, en (B Kaempf [dlr])
Rrtes et ntuahtes - Actes du congres de theologre pratrque de
Strasbourg Cerf / Lumen VItae / Novahs, Pans / Bruxelles / Outremont
2000, p 104
16 TestIgos de esta busqueda de formulas concretas VIendo a sus padres
sa la cuestIn En la practica, la mayora de los padres no partI-
cIpan en la vIda de la IglesIa con ello se plantea aqu, de hecho,
toda la problemtIca del dIscermmIento de las expectativas y de
las representaCIOnes relIgIosas de unos padres adultos que Im-
pregnan y dan testImomo de una determInada dImensIn cre-
yente ante sus hIJOS Tras esta transmISIn por ImpregnacIn se al-
zan de hecho dos cuestIOnes a dIlUCIdar cmo atender a estos
padres en ese camInO que les ImplIca a ellos mIsmos como adul-
tos? cmo establecer la relaCIn de esos padres con la IgleSIa y
la comumdad?
Notemos de paso cmo esta evolucIn ha conducIdo al des-
crdIto de la expresIn catequesIs famIlIar La duda sobre su
utilIzacIn se debe tambIn a que, con ello, no se est hablando
de una enseanza relIgIOsa sIstemtica, sobre todo SI se trata de
bebs o mos muy pequeos Muchos prefIeren utIlIzar frmulas
como la del despertar relIgIOSO en famIlIa o tambIn la educacIn
de la fe de los nIos con la famIlIa 17

Tercera refleXIn cada vez menos la transmISIn de la fe es VIsta


como un proceso de sentIdo umco, de los padres hacIa los hIJOS
Se pueden adUCIr numerosos ejemplos que Ilustran la frase de
Pablo VI los hIJOS evangelIzan a su propIa famIlIa>~18 Raymond
Brodeur es tal vez qUIen mejor ha expresado esta InVerSIn de pa-
peles 19 Segn l, los padres deberan tomar conCIencIa del poten-
cIal de vIda espmtual de sus hIJOS el despertar espmtual del mo

VIVIr, amar, perdonar es como el mo aprende a VIVIr, a amar, a perdo-


nar (M C PLlSSART, L'evel1 a la tal chez l'enfant - LIberte et respon-
sabl1ltes Lumen Vitae 37 [1982], pp 199 207) Con la expenencla de
la fe que VIven sus padres el mo pequeo es mtroduCldo de modo na-
tural en la practIca cnstlana del amor, y de esta manera es puesto en el
cammo para el encuentro con Jesus [ ] Los adultos, pues, evangelIzan
en profundIdad la vIda de su hIJO pequeo, ante todo VIvIendo con el en
coherencIa con lo que creen (Oh DE TRUCHIS, Evel1 a la fOl en fam111e
(de 3 a 7 ans> Lumen Vitae 44 [1989], pp 33-40, CIta, en pp 34-35)
17 Vease, a este propOSltO, M LAURENT, Preface, en Evel1 re/gleux des
petlts Le Centunon, Parls 1972, pp 5-6
18 PABLO VI Evangelu Nuntandl 71
19 R BRODEUR, De l'evel1 spmtuel a l'expenence de fOl dans l'enselgne-
ment rehgleux, en (R Brodeur - O Routhler) L'enselgnement re/
gleux questlOns actuelles, Novahs / Cerf / Lumen VItae, Pans /
Bruxelles /Outremont 1996, pp 113 123
se mamf1esta en expreSIOnes, verbales o no, que no son simple re-
produccin del modelo, de actltudes o conceptos pregrabados
Son expresIOnes ms conatlvas que explIcatlvas Tienen el poder
de expresar y actualIzar lo que est en germen en su conciencia
A los padres les toca acoger esas expresIOnes mfantlles sm tratar
forzosamente de comprenderlas con exactltud Esas expresIO-
nes llevan al mo desde realIdades sensibles a realIdades mtUItl-
vas, de realIdades palpables a realIdades mtenores, de observa-
CIOnes concretas a mlstenos ntlmos Invitan mcluso a aceptar la
mversln de papeles los mos son mnovadores y antlconformls-
tas En el despertar relIgioso los papeles se mVlerten, los maestros
son los enseados

y fmalmente, una cuarta parte. eXiste una gran desconfianza de


todo aquello que, de cerca o de leJos, pueda asemejarse a un con-
diCIOnamiento Hablar de relIgin a los mos, (,no es adqumr el
compromiso en su lugar, aprovechar su credulIdad para mculcar-
les una sene de referencias relIgIOsas sm que ellos tengan voz m
voto en ello? Hay muchos padres que, por respeto a su lIbertad y
autonoma, creen que les toca a los hiJos, cuando estn maduros
para ello, decidir por s mismos acerca de su relIgln 20 Una pn-
mera respuesta a estos padres es hacerles ver que la no transmi-
sin podra considerarse como una vIOlencia simblIca, en el mis-
mo mvel que una transmisin abrumadoramente autontana21
Pero se necesita un segundo mvel de respuesta Los padres temen
que toda transmisin relIgIOsa sea una agresin porque la cate-
quesIs aparece todava hoy muy a menudo como un discurso mo-
noltlco Es posible configurar de otro modo el cammo a segUIr
tanto con los padres como con los hiJos abnr todas las etapas de
la mlclacln flexibilIzando los cammos posibles en vez de hacer
pasar a todo el mundo por el mismo cammo, favorecer la respon-
sabilIdad de los padres, acoger sus msegundades y reforzarles en

20 Vease Cl PIRON - Cl DUCARROZ, Vous, vos enfants et Dleu - Quand la


religlOnfmt probleme enfamllle, Ed St-Augustm, Samt-Maunce 2001,
pp 9-17 (trad cast Tu, tus hijoS y DIOs problemas de religlOn en la
familia, Sal Terrae, Santander 2004)
21 S TREMBLAY, Les Jeunes sont-Ils pns en otage par les deSlfs des adul-
tes? Laurgle FOl et Culture 33 (hlver 1999), p 8
sus capacidades; tener en cuenta la voz de los ms jvenes [...];
interesarse por ellos como personas y no slo como hijos de sus
padres, como feligreses en potencia o como recipientes que hay
que llenar22.

Diversos rostros de familias

Decir que la familia ha cambiado es, ciertamente, una banalidad.


De una familia articulada en tomo a la transmisin patrimonial y
cultural hemos pasado a una familia basada en el vnculo afectivo.
Ahora la familia descansa mucho ms sobre la voluntad de los in-
dividuos y sale de ah a la vez ms fuerte y ms frgil23. La po-
sibilidad de poner en cuestin el vnculo conyugal y el aumento de
los divorcios tiene sus efectos sobre la posibilidad educacional de
la familia y sobre el ejercicio de la paternidad mediante diversas
realidades como las familias monoparentales o recompuestas.
Paralelamente a esta evolucin se constata que, dentro de las mis-
mas parejas, el vnculo es condicional, basado en el principio de
la gratificacin recproca. El vnculo no podr resistir cuando lle-
gue el momento en el que uno de los dos miembros de la pareja
tenga la sensacin de que el balance de ganancias y prdida resul-
ta negativo para l24. Paradjicamente el individualismo gana en-
teros en la vida familiar25 . Mutaciones tan grandes tienen impor-
tantes consecuencias para la catequesis familiar. Aqu citamos ni-
camente dos y damos de ella algn detalle.
En primer lugar, esta diversidad de familias invita a pensar en
una diversificacin de propuestas catequticas. Si se trata de ayu-
dar a crecer en el encuentro con Dios y con los dems, los diver-
sos miembros de una familia tienen necesidades especficas a las
que habra que atender. Pongamos el ejemplo de las familias mo-

22. bid., p. 9. A

23. l-Ph. COBBAUT, Etre parents aujourd'hui... : Le Ligueur (7 de marzo de


2001), p. 16
24. X. LACRlX, L'avenir c'est l'autre..., pp. 23-24.
25. Vase F. DE SINGLY, Libres ensemble - L'individualtsme dans la vie com-
mune, Nathan, Paris 2000; Ch. LEGRAND, L'indlvidua1isme gagne la vie
familiale: La Croix (19 de abril de 2000), pp. 13-14.
noparentales 26 Hay obhgacIOnes y expectatIvas propIas de los
adultos encargados ellos solos de la educacIn de los hIJOS nece-
sIdad de acogIda, de apoyo, de relacIn Hay cuestIOnes econ-
mIcas y fInanCIeras las famIhas monoparentales generalmente
son ms pobres que las otras Hay todo un conjunto de cuestIOnes
en relaCIn con el tema rehgIOso el progemtor solo, el adulto no
casado que tIene su propIa vIda sexual es sospechoso para la
IgleSIa, teme ser Juzgado SI la fe supone una oportumdad ms
para la vIda y SI la catequesIs ayuda a la confIanza, entonces to-
das estas cuestIOnes tIenen eVIdentemente una IncIdenCIa cate-
qutIca Otro asunto relaCIOnado con la catequesIs en lo que se re-
fIere a las famIhas monoparentales es el dISCursO sobre DIOS y so-
bre la IgleSIa Cmo ayudar a estas famIhas a hablar de DIOS
Padre SI la separacIn y la ausenCia del padre son VIVIdos doloro-
samente o con rebelda? Cmo hablar de la IgleSIa comumn SI
a dIarIo se expenmenta el aiSlamIento y la margInaCIn?
ConVIene tambIn hablar de la tolerancIa CIertamente
Frente a esta dIversIdad de modelos famIhares la catequesIs no
hace una seleCCIn pomendo aparte, para hacer su acompaa-
mIento, a las famIhas clsIcas y rechazando a las famIhas de
dIvorcIados, a los padres solos o a las famIhas recompuestas En
la medIda mIsma en que estas otras famIhas han conocIdo el
fracaso o el sufnmIento, podemos llegar a decIr Incluso que son
objeto pnvIlegIado de cUIdado y de atenCIn Como escnba Juan
Pablo 11 Jess hace de la mIsma mIsencordIa, uno de los temas
pnnCIpales de su predIcacIn27 Pero esta actItud no debe Impe-
dIr que la catequesIs refleXIOne y proponga reglas de conducta
moral, normas y pnncIpIOs Esta es la gran dIfIcultad, pero tam-
bIn la gran responsabIhdad de la catequesIs famIhar, la de ser to-
lerante y, al mIsmo tIempo, recordar que la famIha est ah tam-
bIn para dar sentIdo, para dar puntos de referencIa ms all de
los deseos e Intereses de los IndIVIduos28 El moralIsta X

26 Ademas del artIculo de A KNAPP, CItado mas amba, sobre este tema
puede leerse R A HUNT, Workzng wlth Szngle Parents en (N T Foltz
[ed]) Handbook of Adult RelzglOus EducatlOn RehglOus EducatlOn
Press, Blrmmgham (Al) 1986, pp 151-179, Br WOOD, Szngle Adults
want to be the Church too Broadman Press, NashvIlle 1977
27 JUAN PABLO II, Dlves zn mlserzcordza (30 de novIembre de 1980), n 3
LacrOlx no teme decIr Creo que la conyugalIdad sIgue sIendo el
mejor fundamento de la famIha, tenIda cuenta de nuestra CIVIh-
zacIn, sus expectatIvas y sus referencIas tIcas TenIda cuenta
tambIn nuestra responsabIhdad para con los hIJOS y cIta a
Cathenne Dolto-Tohcht para aadIr El pnmer deber de los pa-
dres es dar a los hIJOS una sItuacIn ternana29 La vIda, en mu-
chsImos casos, reserva fracasos y sufnmIentos La separacIn, el
dIvorcIO pueden VIVIrse como un ahVIo para todos, pero no pue-
den proponerse como Ideal y como norma Un adulto, educando
l solo a su hIJO, puede hacer demostracIn de recursos msospe-
chados Una cosa es afrontar con realIsmo y valor una sItuacIn
en la que se ha hecho ImposIble VIVIr mantenIendo el vnculo
conyugal, y otra cosa es proponer a la lIgera esta sItuacIn como
modelo30

Contenidos prioritarios

Partamos de esta proposIcIn Todo lo que no es suficIentemen-


te seno para nosotros no lo es tampoco para el nIo3l Presentar
a DIOS al nIo no pIde en pnncIpIO demasIadas explIcacIOnes al
nIo se le mforma de golpe de la ImportancIa del tema vIendo VI-
VIr a sus padres Ayer el pelIgro de la catequesIs famIlIar era el
uso utIlItarIo de la relIgIn (<<SI no ayudas a tu mam a fregar los
platos, DIOS lo sabe, como proposIto de Cuaresma vas a com-
partIr tus Juguetes con tu hermana) se pona facI1mente a DIOS
al serVICIO de nuestros objetIvos educatIvos, muy loables por otra
parte32 Actualmente el pelIgro es entregar, para la catequesIs fa-
mIlIar, un cuaderno de tareas y de contenIdos que nada tIenen que
ver con la expenencIa famIlIar

28 Fr OST, Des va1eurs pour braver 1 IncertItude -EntretIen avec Nathahe


Cobbaut Le Lzgueur (29 de marzo de 2000), p 5
29 X LACRIX, L avenir c est 1 autre p 31
30 /bzd p 29
31 M VANASSE, Role des parents dans la formatlOn rehgleuse des enfants,
en La catechese de nos enfants - Actes du congres catechetzque provzn
czal, Quebec 2425 de mal /963 Ed de l'Offce CatechlstIque
ProVInCial, Montrea1 1963, pp 60-65 , aqm, p 61
32 A GODIN, Le Dzeu des parents et le Dzeu des enfants TrOlS etudes de
psychologze relzgzeuse Casterman, Touffim 1963, pp 17-21
La primera preocupacin de los padres debera ser, no la fe de
su hijo sino la suya: crecer ellos mismos en la fe. Lo primero es
vivir uno mismo la fe delante de los hijos, sin ostentacin ni ti-
midez: pongamos como ejemplo la oracin en familia. Si los pa-
dres creen que orar es bueno para sus hijos es porque dan a la ora-
cin un valor seguro. Lo que cuenta, en este caso, es tanto el he-
cho (rezar en familia) como los sentimientos que suscita (con-
fianza, paz, amor...).
Es decir, que hay que entenderse ms all de las palabras. Si
hay contenidos prioritarios en la catequesis familiar sern tanto
gestos, actitudes, comportamientos como palabras o enseanzas 33
Primer contenido prioritario: Hacer nacer la experiencia ele-
mental de ser aceptado y deseado sin reservas. Todo lo que
vive el nio pequeo, experiencias positivas o conflictos, le
afectan de modo duradero. Esto es especialmente cierto en lo
que toca al saberse aceptado y deseado sin reservas. Esta ex-
periencia constituye la base, el ncleo central a partir del cual
puede presentarse y transmitirse una interpretacin de este
principio. Podrn transformarse luego, por medio de los
smbolos y relatos tradicionales, las experiencias de interac-
cin prometedoras que se tienen en la temprana infancia, con-
virtindolas en experiencias escatolgicas que lleguen ms
all de la infancia34.
Segundo contenido prioritario: Favorecer la relacin perso-
nal con Dios. Los padres no tienen como misin la de hacer-
se indispensables. Deben admitir que sus hijos, progresiva-
mente, harn opciones, tendrn gustos y establecern relacio-
nes diferentes de las suyas. Lo mismo ocurre con el despertar
religioso. Es una cuestin de discrecin: los mismos padres se

33 En mI lIbro sobre la catequesIs descompartlmentada doy cuatro pIstas


acerca del futuro de la catequesIs famIlIar catequesIs mtergeneracIOnal,
catequesIs del respeto, catequesIs de plena eclesIalIdad y catequesIs de
gente apasIOnada (H DERROITTE, La catchese dclOlsonne - Jalons
pour un nouveau proJet catchtlque, Lumen VItae, Bruxelles 2000, pp.
97-102 [trad. cast Por una nueva catequesIs. Jalones para un nuevo
proyecto catequtlco, Sal Terrae, Santander 2004, pp. 101-106]).
34 N METTE, VIVIr con los mos y aprender con ellos a creer. Conelhum
264 (1996), p. 147.
eclIpsan suavemente para dejar SItIO al dIlogo dIrecto y con-
fiado entre el mo y DIOs Es una cuestIn de tIca los pa-
dres, en este terreno ms que en nmgn otro, deben respetar
el Jardm secreto de sus hIJOS35 Es una cuestIn de lIbertad pa-
ra el mo lo relIgIOSO debe estar asocIado defImtIvamente a
un acto lIbre y sm coaCCIn
Tercer contemdo pnontarIO Aprender a narrar la hzstona de
la vzda En la catequesIs famIlIar hay que poder dejar a un la-
do las palabras sabIas para ImplIcarse uno mIsmo Lo que
vuestro hIJO os pIde no es lo que dIce el catecIsmo umversal
acerca de la resurreCCIn de los cuerpos smo lo que pensIs
vosotros y qu ImportancIa tIene eso en vuestra VIda Se trata
de abandonar el terreno de lo doctnnal, que se Impondra des-
de fuera, para hablar a partIr de una base comn la de la ex-
penenCIa de la VIda, la de nuestra hIstona personaP6
Cuarto contemdo pnontano Desarrollar una senszbzlzdad
para captar la multzdzmenszonalzdad de la realzdad En el
Juego los mos se entregan por completo Su desarrollo, m-
clmdo el relIgIOSO, depende en gran parte del tIempo y de los
mcentIvos que se le den para aprender a mirar con ese tercer
oJo No se trata solo de captar la realIdad smo, adems, de
aprender a sentIr sus mltIples dImensIOnes y tambIn a dejar
SItIO para los sueos y la nostalgIa Apelar tambIn a los cm-
ca sentIdos 37 Suscitar la ImagmacIn y fomentar la creatIvI-
dad personal son dImensIOnes fundamentales de la educacIn
relIgIosa Ellas mVItan al mo a no contentarse con reCIbIr y
consumir la que se le ofrece desde fuera, smo a hacer l mIS-
mo algo -nuevo precIsamente- con lo que se le ha dado38
Qumto contemdo pnontano Saber deczr lo esenczal de la fe
de la comunzdad cnstzana Es absolutamente Importante que

35 M LE SAUX, Des eXlgences de la relatlOn en catchese Catechese 122


(1991) pp 33 38
36 H BOUCHERIE Catechese fmmhale un second souffle? Catechese 84
(1981), pp 11 19, S M SHAW, Storytellmg m Re[glOus EducatlOn
RehglOus EducatlOn Press, Bmnmgham (Al) 1999 p 121
37 O BAUER, L'essentlel est maudlble aux oredles E T R 76 (2001),
pp 213 227
38 N METIE, Vivre et apprendre p 133
las pnmeras representacIOnes rehgIOsas del mo estn centra-
das en lo esencIal y, al mIsmo tIempo, teolgIcamente exac-
tas y pSIcolgIcamente sanas39 Las representacIOnes constI-
tuyen autntIcas matnces en las que se deposItan e mscnben
todas las nuevas mformaclOnes4 Nunca se mslstIr lo sufI-
CIente sobre el dao que pueden hacer determmadas Ilustra-
CIOnes rebglOsas defectuosamente concebIdas y CIertas obras
sobre el despertar rebglOso para los ms pequeos desde una
teologa aproxImatIva

Familia y comunidad

La teloga de Qubec Sophle Tremblay utIbza esta Imagen para


hablar de la relacIn famlba-IglesIa son -dlce- como dos hadas
que se mclman sobre la cuna de los mos lanzndose mIradas fe-
roces Hay un abIsmo enorme entre las expectatIvas famlbares y
las ecleslales en lo que se refiere a la transmISIn y la lmclacln
rebglOsa Lo demuestra la manera como enfocan el tema del bau-
tIsm04 ! Los padres dan pnondad a la clula famlbar y a los ntI-
mos, desconfan de la IglesIa porque temen el adoctnnamlento y
la coaCCIn, actualmente los padres, cuando pIden el bautIsmo pa-
ra su mlto recIn nacIdo lo hacen ms por tradIcIn famlbar de-
Jando que el mo se pOSICIOne personalmente ms adelante sobre

39 A FOSSlON, Commumquer la fOl aux nouvelles generatIons, en (L


Aerens - C Chevaher - L Escoyez - A FosslOn - D Yannart) Dlre Dleu
a nos petlts enfants Lumen VItae, Bruxelles 1994, pp 9-20
40 G ROUTHIER, L'educatlOn de la fOl des adultes un champ eclate ou I'on
se retrouve dIfficIlement, en (G RouthIer [dIr]) L educatlOn de la fOl
des adultes - L expenence du Quebec MedIaspaul, Montreal 1996, pp
46-47 Sobre este tema vease, ademas, G LE BOUEDEC, La formatlOn
comme travml sur les representatlOns Catechese 105 (1993), pp 23-33,
Ch PALIARD, L'apprentIssage de la VIe chretIenne, aUJourd'hUl et de-
mam Catechese 68 (1977), pp 303 320
41 S TREMBLAY, La pastorale du bapteme au Quebec Un monde remlS en
queman, Novahs, Ottawa 2000, ID , Les Jeunes sont-IIs pns en otage
par les deS1fS des adultes? Laurgle FOl et Culture 33 (hIver 1999), pp
3 10, ID, Les dImenslOns collectIves d'une demande mdIvIduahsee
l'exemple du baptme des enfants, en (B Kaempf [dIr]) Raes et ntua-
lltes - Actes du congres de theologle pratlque de Strasbourg Cerf /
Lumen VItae / Novahs, Pans I Bruxelles I Outremont 2000, pp 67-82
esta herencia. Y la Iglesia no sabe qu hacer con estos padres no-
practicantes, sin verdadera relacin con la parroquia y que no to-
can el tema religioso (o lo que queda de ello) ms que en la esfe-
ra privada de la vida cotidiana. La religin privatizada en la esfe-
ra familiar y la parroquia como estacin de servicios: se es el fu-
turo? Para saltar este abismo habr que ir avanzando poco a poco.
La comunidad cristiana est invitada a mirarse en el espejo y
evaluar si es o no pertinente su discurso sobre la familia, la edu-
cacin religiosa y la catequesis familiar. En primer lugar, dejemos
de concebir la catequesis parroquial de los ms pequeos como si
pudiesen pensarse y org~nizarse al margen o alIado de las fami-
lias 42 En segundo lugar, evitemos cargar sobre las actuales fami-
lias con lo que los responsables y animadores pastorales no pue-
den ya asumir4 3 En tercer lugar, preguntmonos acerca de la cre-
dibilidad de la dimensin comunitaria de nuestras parroquias.
Qu es lo que define la comunidad cristiana? Los practicantes
regulares de los domingos? La comunidad cristiana en cuanto
grupo de cristianos, se siente concernida en algo por el desper-
tar religioso en la familia? La imagen de comunidad que se con-
trapone a la visin individualista y privatizada de la religin de
los padres tal vez no es ms que una abstraccin, pues las asam-
bleas parroquiales generalmente son bastante annimas.
La familia desempea un papel determinante, pero no es bue-
no que sea slo la familia quien se interese por la viuda de fe de
los pequeos. Por muy irremplazables que sean los padres como
testigos de la vivencia de la fe, es muy importante para el nio
que conozca tambin otr~s personas, fuera de casa, que viven, ha-
blan y actan en virtud de su fe cristiana44 En el marco de una
nica familia privatizada son forzosamente limitadas las posibili-
dades de una pluralidad de experiencias cristianas significativas.
Es bueno que los nios conozcan opiniones que pueden aparecer
ante ellos como variadas, razonables y existencialmente funda-

42. J. CHARYTANSKI, La catchese en Pologne - Diversit et convergence:


Lumen Vitae 30 (1975), p. 413.
43. J. Ch. LAGLEIZE, La catchese familiale en Europe: Catchese 156
(1999), p. 10. ,
44. M. BECCARIA, L'enfant dans la socit et dans l'Eglise: Tychique 138
(marzo 1999), pp. 65-71.
mentadas45 Andr Fossion invita a los padres que lo deseen a dar
testimonio personal de la fe de toda la comunidad cristiana (aun-
que mi testimonio lo d ante mi hijo importa hacer ver que esta fe
se halla sostenida y vivenciada por una comunidad ms amplia en
la que yo participo y de la que me hago solidario) y a diferenciar
el creer como y el creer que: el fin de la educacin nunca es
el mimetism0 46 . Tratndose del despertar religioso el objetivo no
es que los hijos copien la fe de sus padres; cada uno tiene que vi-
vir con Dios slo desde el respeto al misterio de una relacin ni-
ca. La comunidad cristiana es la que facilita esta superacin.

, "
Conclusin

El Directorio General para la catequesis de 1997 da una defini-


cin amplia y ambiciosa de las tareas de la catequesis. Muy acer-
tadamente insiste este texto en el carcter global de la catequesis:
no se limita a una edad concreta, no se reduce a una enseanza
puramente nocional, no tiene como objetivo nicamente la pre-
paracin para el sacramento, no puede organizarse al margen del
contexto local: Las tareas de la catequesis corresponden a la
educacin de las diferentes dimensiones de la fe, ya que la cate-
quesis es una formacin cristiana integral, "abierta a todas las es-
feras de la vida cristiana" (CT 21b). En virtud de su misma din-
mica interna, la fe pide ser conocida, celebrada, vivida y hecha
oracin. La catequesis debe cultivar cada una de estas dimensio-
nes. Pero la fe se vive en la comunidad cristiana y se anuncia en
la misin: es una fe compartida y anunciada. Y estas dimensiones
deben ser, tambin, cultivadas por la catequesis47.
Este modo de pensar obliga a hacer que las viejas ideas y las
representaciones tradicionales de la catequesis evolucionen.
Liberando a la catequesis de la dimensin excesivamente limita-

45. N. METIE, Tareas de la comunidad cristiana en la formacin religiosa:


Concilium 194 (1984), pp. 113-114.
46. A. FOSSION, Communiquer la f01 aux nouvelles gnrations, en (L.
Aerens - C. Chevalier - L. Escoyez - A. Fossion - D. Yannart) Dire Dieu
a nos petits enfants, Lumen Vltae, Bruxelles 1994, pp. 9-20.
47. DGC 84.
da de slo la enseanza de la doctrina, abrindola a todos los as-
pectos de la vida cristiana, el Directorio converge con la realidad
religiosa de la familia en una de sus caractersticas ms perma-
nentes. Parafraseando una frase de D. Villepelet, en la catequesis
familiar, lo mismo que en cualquier otra forma de transmisin re-
ligiosa, no se trata de reclutar, de enrolar a las personas sino de
iniciarles en unos modos de ser y de vivir48.

***

BIBLIOGRAFA

Adems de la reseada en las notas:

BEGASSE, S., D'une catchese avec les enfants a une proposition


pour les parents: Points de repere 177 (2000), pp. 41-42.
COURT, M., Relais familiaux et gestion des carts: Lumiere et
Vie 169 (1984), pp. 75-85.
DE TAISNE, G., Dans une famil1e monoparentale ou recom-
pose: Allianees 122 (1999), pp. 20-21.
LEFEBVRE, S., L'initiation. Sens et dfis sur l'horizon de la mis-
sion catchtique de I'glise: L'glise Canadienne 34
(2001), pp. 255-266.
LEGAVRE, P., veiller a la vie : Croire aujourd'hui 69 (1999),
pp. 23-26.
LEGRAND, R., Relations familiales et veil de la foi: Allianees
30 (1983), pp. 16-19.
SARIS, W., Towards a Living Chureh. Family and Community
Cateehesis, Collins, London 1980.
THOMASSET, D., Une "politique diocsaine" pour la catchese
familiale: Catehese 84 (1981), pp. 21-26.

48. D. VILLEPELET, Un chemin pour con$truire ~~n idMti~~ 'oints de


Reperes 177 (2000), p. 23.
12

LA IMPORTANCIA DEL RELATO


EN LA CATEQUESIS.
Algunas indicaciones
I para una catequesis narrativa
Donatien KEMBE EJIBA

Introduccin

En la historia de la transmisin de la fe cristiana podramos afir-


mar que, desde la poca bblica hasta la Iglesia primitiva e inclu-
so hasta la Edad Media en Occidente, la pedagoga catequtica ha
utilizado ampliamente los relatos y los ritos. Recordemos que el
cristianismo comenz como un movimiento predominantemente
oral. Apelaba a autoridades orales, a lo que alguien haba dicho o
visto o estaba diciendo en el Espritu, no 10 que estaba escrito tex-
to alguno. La autoridad oral es intrnsecamente democrtica o
igualitaria: la oportunidad de alcanzar autoridad oral est abierta
a la mayora de la gente [...]. Jess mismo es quizs nuestro prin-
cipal ejemplo de hablante diestro... l; es un narrador por excelen-
cia y su historia es la historia de la mayor historia nunca acabada
de contar. Desde el s. XIII es cuando la catequesis, poco a poco,
se ha ido haciendo cada vez ms cerebral.
Actualmente, el descubrimiento de la importancia de la na-
rracin en la catequesis es un elemento esencial para la renova-

1. J. DEWEY, De las hlstonas orales al texto escnto: Concll1um 276


(1988), p. 35.
cin del lenguaje de la transmisin de la fe. El mejor modo de
transmisin en la catequesis no sera el de narrar a Jesucristo si-
guiendo a todos los testigos del Evangelio? A partir del hecho de
que el cristianismo es una comunidad de narracin2. no ser la
narratividad un nuevo paradigma catequtico para los hombres y
mujeres de nuestro tiempo? Este artculo pretende responder a es-
tas cuestiones de modo tripartito: primero, cul es el objetivo del
anlisis narrativo, la narratividad y la revelacin, y las funciones
de la narracin en la catequesis; despus, la narracin de Jesu-
cristo bajo el rbol de la palabra y una ilustracin

El objetivo del anlisis narrativo o la narratividad

Qu es lo que pretende la narratividad o el anlisis narrativo? En


trminos generales, el anlisis narrativo tiene en cuenta la dis-
tincin entre la historia narrada y la narracin, es decir, el relato
concreto que se ha hecho de esa historia. ste pone en evidencia
al narrador, la "voz" que cuenta la historia y que, al hacerlo, lle-
va a cabo un modo concreto de narrar3. As, esencialmente, [...]
el anlisis del relato se pregunta acerca del cmo de la narracin.
Para l, un relato es el vehculo que comunica a un emisor (el na-
rrador) y un receptor (el lector), y uno de los principales objeti-
vos de la lectura es estudiar la "estrategia narrativa", es decir, las
modalidades concretas que el narrador introduce en el relato para
comunicar con el destinatario y presentarle su mundo de valores
y sus convicciones4.
Aplicndolo a los relatos bblicos, el anlisis narrativo pone
en evidencia determinados aspectos del arte narrativo bblico [...].
Adems, facilita las claves para entrar en el mundo del relato y de
su significado y aclarar, entre otras, la cuestin relativa a las con-
diciones de posibilidad del nacimiento del mesas [...]. Mediante
la evocacin de situaciones humanas tpicas, el narrador devuel-
ve al lector a su propia existencia. Al narrar las opciones que van

2. H. WEINRICH, Teologa narrativa' Concilium 85 (1973), p. 213.


3. J.-L. SKA et al., L'analyse narratIve des rcits de l' AnClen Testamertt:
Cahiers vangzle 107 (1999), p. 7.
4. Ibidem
tomando los actores, est InvItando ImplCItamente al lector a In-
terrogarse acerca de sus propIas opcIOnes y los valores que pone
en marcha con ellas IntroducIndole en el mundo de su relato le
IncIta a tomar dIstancIa y poner en cuestln SU propIO "mundo"5
A partIr de aqu, el anllSls narratlvo prosIgue en el mIsmo te-
rreno del estudIO sIncrmco pero pomendo ms atencIn en el
enuncIado del relato Se Interesa especIalmente en el cmo de
lo que se dIce en la estrategIa de comumcacIn que se lleva a ca-
bo Se trata de que algUIen qUIere ponerse en comumcaCIn con
un lector Y no es el evangelIsta mIsmo, que ya hace tlempo que
mun, SInO qUIen lo cuenta una InstancIa Interna al relato mIsmo,
que busca un lector no precIsamente los lectores de aquella po-
ca, desparecIdos tambIn ellos para sIempre, SInO el lector que es-
t a punto de descubnr el texto, de nuevo un lector Interno al re-
lato, supuesto y construIdo por l6
Desde este punto de vIsta, la BIblIa aparece como una mara-
vIllosa mIna de relatos a explorar Los exegetas, por su parte, no
han dejado de Interesarse por este nuevo modo de estudIar la
BIblIa segn la teora y la prctlca del relato [ ] TambIn la ca-
tequesIs ms reCIente se ha benefIcIado de ello y le ha dedIcado
mucho trabajo y con notable xIto, en el campo de la pedagoga
de la lectura de los relatos, bblIcos y no bblIcos, y en el arte de
volverlos a contar? Se realIza con ello un desplazamIento de la
catequesIs kengmtlca hacia el estllo narratlvo Se trata de hecho
de una catequesIs narratIva que cuenta hIstonas, la hIstona de la
salvacIn, InvItando al cateqUIzado a contar su propIa hIstona La
catequesIs se presenta, pues, como una IntroduccIn VIva a la hIS-
tona de la salvacIn8 Y es que la revelacIn es hIstona, se realI-
za en y por la trama de la hIstona del pueblo de DIOS Igualmente
se Inscnbe en el mOVImIento hIstnco de la humamdad

5 Le hvre de Ruth une approche narratlve Cahlers Evangtle 104


(1998), P 6
6 Cf J M POFFET, Les ehretlens et la Blble, Cerf, Pans 1998, pp 137-138
(trad cast Los enstlanos y la Blblta BAC, Madnd 2001)
7 J MOINGT, Avant-propos Recherehes de Selence Reltgleuse, 3 (1985),
p 6
8 Cf A FOSSION, La eateehese dans le ehamp de la commUnlCatlOn Ses
enJeux pour 1 meulturatlOn de lafol, Cerf, Pans 1990, p 169
Narratividad y revelacin

La narratividad nos permite verdaderamente captar la manifesta-


cin de la revelacin histrica de Dios. Es decir que los relatos b-
blicos nos hacer revivir el memorial de la revelacin histrica y
salvfica de Dios y anticipa, prefigurndolo, el tiempo escatolgi-
co. Narran lo pasado, lo que Dios ha realizado en favor del ser hu-
mano y el modo como ste ha respondido. En este sentido, los re-
latos bblicos nos ayudan a hacer una relectura del misterio de la
salvacin desde la perspectiva de la promesa y del futuro. La pro-
mesa es, ciertamente, un acontecimiento del pasado, es historia y
es objeto de un relato sin cesar actualizado, pero nos lanza hacia
el futuro de aquello que anuncia9.
Desde este ngulo, los relatos bblicos narran la revelacin di-
vina tal como fue vivida por Israel y por los cristianos. Se trata de
una revelacin que no es comunicacin de unas verdades abs-
tractas sino manifestacin concreta y viva de un Dios personal,
que se da a conocer como creador y salvador por medio de los
acontecimientos de la historia sagrada, las maravillas de la natu-
raleza, las palabras de los profetas y las obras de los autores ins-
pirados. Se trata igualmente de la revelacin vivida en forma de
un drama entre Dios y el hombre. Es decir que los relatos bbli-
cos nos hacen penetrar en la historia del encuentro entre el desig-
nio salvfico y la obstinacin humana. A nosotros nos toca hacer
hoy la experiencia de esta revelacin apropindonosla de modo
que sea nuestra propia historia.
Por eso los obispos franceses subrayan oportunamente el he-
cho de que la Revelacin es historia; se realiza en y por la his-
toria del pueblo de Dios. Se inscribe igualmente en la trama his-
trica de la humanidad. Y narra: el relato es una de las formas
principales en que nos ha sido entregada. El relato preside de mo-
do particular esa formulacin superior de la Revelacin que es el
Evangelio: el Evangelio anuncia narrando y narra anunciando.
Sigue siendo hoy en da una de las modalidades fundamentales de

9. J. MOLTMANN, Thologie de l'esprance. tudes sur lesfondements et les


consquences d'une eschatologie chrtienne, Cerf/Mame, Pars 1970,
p. 304 (trad. cast.: Teologa de la esperanza, Sgueme, Salamanca 1968,
p.386).
la fe No es posible prescmdir de volver contmuamente a estos re-
latos a travs de los cuales, desde el pnncipiO, la Palabra de la
Revelacin se dmge a los creyentes Sm embargo, el relato slo
es portador de histona de la salvacin en la medida en que le per-
mite convertirse en nuestra propia histona1O Aqu se nos mues-
tran algunas de las funciOnes del relato en la catequesis Cules?

Las funciones del relato en la catequesis narrativa

Si la revelacin es histona y el relato slo es portador de hiStO-


na de la salvaCin en la medida en que le permite convertirse en
nuestra propia histona, entonces el relato promueve una identi-
dad narrativa y permite una mutua relacin entre cateqUista y ca-
teqUizado Estas son, entre otras, las dos funciOnes del relato

La identidad narrativa y la fe cristiana


Todo ser humano, est donde est, se plantea desde la adolescen-
Cia la cuestin fundamental de su identidad qUin soy yo? La
respuesta a esta pregunta no es fcil m sencilla pues es el resulta-
do de un proceso pSicosocial dmmico a partir de la adolescencia
y pasando por una sene de identificaCiOnes (con los padres, con
el entorno, con una persona a la que se ve como un heroe por su
valor y sus cualidades morales) que propician la toma de con-
CienCia de uno mismo y la identificaCin del Yo en mediO de otras
personas o de otros pueblos
En este sentido llamarse cnstiano es afirmar una identidad, la
identidad cnstlana y, al rmsmo tiempo, hacer una profesin de fe
adhmndose a una persona, Jesucnsto, entrando en contacto con
el mensaje evanglico De ah que ser cnstiano sea adqumr un
nuevo estatuto, el de discpulo de Jess Esta identidad mca es
una apertura a lo umversal11 y, simultneamente, una seal para

10 La catechese des enfants Textes de reference, Centunon, Pans 1980,


p 47
11 D ATAL SA ANGANG, Chnst, umque sauveur et medlateur Une lecture
de In 14,6, en Chnstlanlsme et ldentlte afncame, FTCK, Kmshasa
1980,p 202
ser reconocido como perteneciente al universo de quienes creen
en Cristo. Pero a este Cristo lo conocemos por medio de los rela-
tos (textos) narrados por los primeros cristianos; estos relatos han
ayudado a una multitud de personas que, al escucharlos, los han
integrado de tal manera que el acontecimiento que narran les ha
transformado y les ha suscitado una libre adhesin. Son relatos
que se han ido contando de generacin en generacin para soste-
ner y confirmar la identidad de los discpulos de Jesucristo. No te-
nemos ms textos que stos para poder conocer verdaderamente
a Cristo y creer en su mensaje. En este sentido son textos fun-
dantes: este texto es el de una identidad narrativa. No tenemos
otro camino que ste. No nos encontramos directamente ante un
"Yo" 12.

Mutua relacin catequista y catequizado


La identidad narrativa invita al catequista y al catequizado a esta-
blecer una relacin basada en la relacin humana recproca. El ca-
tequista y el catequizado, en cuanto sujetos activos y colaborado-
res del misterio de la revelacin histrica de Dios, estn invitados
a sellar una alianza, es decir, a establecer una relacin slida y re-
cproca. Y esto porque siempre quedamos marcados por nuestro
maestro o nuestro catequista, porque guardamos buen recuerdo
de l, sobre todo si ha cumplido bien su tarea. He ah por qu la
relacin, en la catequesis narrativa, es la clave del xito de esta
ltima en cuanto que une en el dilogo a ambos participantes y les
orienta hacia un objetivo comn: el conocimiento de Jesucristo.
A la pregunta Maestro, dnde vives?, el catequista responde
Ven y lo vers, para llevar a cabo, juntos, la narracin histri-
ca de Dios y, de ese modo, iluminar nuestra propia historia y ha-
cer un camino comn con Jesucristo. Sin una relacin profunda
que conlleve ipso Jacto la confianza mutua y el respeto al otro, el
mensaje evanglico tiene el peligro de quedarse en letra muerta.
Se trata de una relacin que permite conocer al otro, escucharle,

12. A. GESCHE, Pour une identit narratlve de Jsus. DeUXleme partie.


L'mventlOn narrative, en Revue Thologique de Louvain 30 (1999),
p.349.
penetrar en su historia y ayudarle a descubrir a Dios y fortale-
cer su fe. Y esto es lo que da la posibilidad de narrar a Jesucristo
a los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Pero cmo?

Narrar a Jesucristo bajo el rbol de la palabral3

El rbol de la palabra es un lugar donde los africanos discuten


sus problemas e intentan resolver las diferencias que enfrentan a
los miembros de la comunidad. Como espacio pblico de comu-
nicacin, de discusin y de debate, es algo que concierne a toda
la IgleSia universal, aunque en su particularidad pueda parecer
que nicamente concierne a las iglesias africanas. Narrar a Jesu-
cristo bajo el rbol de la palabra es un modo de comunicacin
y de transmisin que se corresponde perfectamente con los rela-
tos bblicos y la tradicin oral.

El papel de la narratividad en la palabra


Narrar a Jesucristo bajo el rbol de la "palabra" invita a los
catequistas afro-cristianos a implicarse y explotar mucho ms el
anlisis narrativo, que estudia el modo como se narra una historia
de modo que introduzca al destinatario en el mundo del relato y
en su escala de valores l4 Al hacerlo, el eje central de la comuni-
cacin narrativa pivota sobre tres polos sin los cuales es imposi-
ble cualquier transmisin: el emisor, el mensaje y el destinatario.
La palabra africana es el sitio por excelencia donde se des-
pliega y se experimenta la narratividad y debe situarse en el con-
texto global de la oralidad de la civilizacin africana. La oralidad
es el espejo del pueblo africano. Es la gran escuela de la vida que

13. La palabra palabre en francs, correspondIente a palabra en caste-


llano, no tIene el mIsmo sIgmfIcado Se utIlIza slo en un contexto de
cultura afncana, como es nuestro caso aqu o, en ltImo trmmo, para m-
dIcar una dIscusIn intermmable en la que se dIcen mamtes palabres
Aqu utIlIzaremos sm ms el trmmo palabra, pero pomndolo entre co-
mIllas y en curSIva, para mdIcar SU sentIdo ongmal afncano segn el
mIsmo texto explIca (Nota del traductor)
14. Cf. Documento de la ComISIn BblIca PontIfIcIa La mterpretacln de
la BIblia en la IgleSia, B Nuevos mtodos de anlISIS lIterano. 2.
AnlISIS narratIVO.
utiliza constantemente el relato para transmitir de generacin en
generacin la visin del mundo de la cultura africana en todas sus
vertientes. En este movimiento de la oralidad, la palabra afri-
cana recurre a los gneros literarios como son los cuentos, los
proverbios, los mitos, las leyendas, las canciones, para educar a
las nuevas generaciones o para intentar persuadir y para canalizar
los conflictos. As pues, no es posible captar el sentido de la pa-
labra si no se le articula en el mbito de los datos sociocultura-
les (proverbios, cuentos, fbulas) del medio en el que radica. To-
dos estos gneros literarios presentes en la palabra muestran la
complejidad de la vida siempre inagotable y sometida a mltiples
interpretaciones. Llegar a comprenderla mejor exige diferentes
modos discursivos de expresin para poder llegar a manifestar los
diversos aspectos de la vida (poltica, cultural, econmica y reli-
giosa). Ms an, estos gneros literarios ponen de manifiesto el
genio cultural, la capacidad intelectual, el grado de conocimiento
de los participantes y el papel educativo de la comunidad.

Razones para una catequesis bajo el rbol de la ''palabra''


El imperativo de la inculturacin para poder realizar una apropia-
cin inteligible del Evangelio en una cultura es la razn funda-
mental para catequizar bajo el rbol de la "palabra ". Esto es
lo que impulsa a narrar a Jesucristo a los catequizandos africanos
bajo la forma de la <<palabra. Otras dos razones se unen a esta
urgente necesidad de inculturacin.
La primera se refiere a la manera de narrar en la palabra.
Un buen juez, un buen caballero es el que se distingue por su ma-
nera de utilizar los gneros literarios (cuentos, proverbios...) para
iluminar o calmar los nimos tensos entre los miembros de la
palabra.el/la catequista-narrador/a debera inspirarse en esta
manera africana de narrar, de rumiar la palabra para narrar la re-
velacin histrica de Dios, para narrar a Jesucristo, narrador por
excelencia. Combinando el gnero parablico con el recitativo
africano contar la Palabra de Dios a los catequizandos de modo
que sea catalizador de un nuevo modo de ser cristiano y de ser
Iglesia. Se trata de que narre de modo pragmtico ayudando a los
catequizandos a decidir por s mismos la orientacin de su vida en
contacto con los relatos de la salvacin. Ante hechos como la gue-
rra y la violencia, la dictadura poltica y la marginacin de la mu-
jer, la palabra del Evangelio narrada de modo performativo pue-
de ayudar a reaccionar positivamente, no de modo incontrolado,
contra todas las formas de opresin y explotacin. Aqu es donde
el/la catequista-narrador/a debe ayudar a los catequizandos a no
tener oculta la Palabra del Evangelio, a no callarse ante lo que
oprime al ser humano y perturba la vida de la comunidad pues
ms vale obedecer a Dios antes que a los hombres (Hch 5,29).
Aqu es tambin donde el uso controlado de la palabra aprendida
en la iniciacin debe servir para denunciar todo lo que perturba la
vida individual o colectiva.
En este ambiente, y esta es la segunda razn, es deseable que
la prctica catequtica se realice y sea una palabra catequtica
en la que se narren diferentes palabras, diversas opiniones y ml-
tiples historias de vida, expresndose libremente, se afronten se-
gn el espritu del Evangelio en la bsqueda de un consenso ca-
tequtico, eclesial y vital, es decir, en la bsqueda de un nuevo
sentido del ser y del obrar cristiano en la sociedad. La palabra
catequtica tendr como punto de mira la inculturacin de los
agentes de evangelizacin en el medio africano en el sentido en
que ella les invita a salir de un modelo de transmisin catequti-
ca centrada en las relaciones autoritarias del maestro (infundien-
do desde arriba sus recetas doctrinales o bblicas) y el alumno (el
catequizando) que tiene que memorizar maquinalmente todos los
datos que recibe. Se trata de evitar ese carcter demasiado autori-
tario ante los catequizandos que no deja que la subjetividad, aho-
gada o frustrada, se exprese cuando, por el contrario, estamos vi-
viendo en plena cultura democrtica. El/la catequista-narrador/a
africano tiene que comprender que el mundo actual comunica li-
bertad religiosa15. Eso es lo que subraya la Declaracin conciliar
sobre la libertad religiosa cuando pide que en materia religiosa
ni se obligue a nadie a obrar contra su conciencia (n. 2).
Sin constituirse en jefe del poblado ni adoptar actitudes de-
masiado laicales o clericales, el espritu de la palabra afri-

15. Cf. A. FOSSION, Communquer la [o aux nouvelles gnratioQs~. en (L.


Aerens et al.) Dire Deu a nos petits enfants, Lumen VItae, \BNltelles
1994, pp. 9-20.
cana exige al catequista-narrador lo mismo que a todos los agen-
tes de evangelizacin en el contexto africano que se acuerden de
que ante Dios todos somos iguales en la bsqueda y la compren-
sin del misterio divino revelado en Jesucristo. Siempre deben re-
cordar que todos los bautizados, hombres y mujeres, tienen dere-
cho a participar en los asuntos de Dios, en los asuntos de la
Iglesia de Cristo. Todos nosotros somos sujetos activos y colabo-
radores de la revelacin. Por eso, los catequistas deben sujetos ac-
tivos de su propia catequesis en su contenido y en su organiza-
cin. El modelo catequtico y eclesial resultante sera un modelo
dotado de espritu participativo y de comunin. Igualmente, el
modelo de catequizando resultante estara dotado y preparado pa-
ra tener un espritu democrtico. Se trata de catequizandos capa-
ces de trabajar con los dems y de conducir de otra manera el des-
tino de las comunidades eclesiales africanas y de la sociedad. Se
trata, adems, de catequizandos cuyo punto de mira es la calidad
de vida en todos los sentidos, una vida que humaniza, basada en
los principios del Evangelio y en los valores humanos fundamen-
tales. La catequesis de preguntas-respuestas no puede hoy en
da crear en frica un clima de trabajo semejante. Entonces, c-
mo se puede estructurar la catequesis narrativa bajo el rbol de
la "palabra"?

La trada recitativa de la catequesis narrativa


Si hemos afirmado ms arriba que la catequesis ms apropiada
hoy en da para los afro-cristianos es la narrativa, es porque la
narracin es la forma de comunicacin que corresponde mejor a
los relatos bblicos contados de padres a hijos (Ex 12,26; Sal
78,3); es tambin el modo principal de transmisin de la tradi-
cin oral africana de generacin en generacin. En cuanto tal,
bajo el rbol de la "palabra ", narrar a Jesucristo exige la in-
teraccin de tres relatos: el bblico, el cultural y los relatos de vi-
da de cada catequizando.
Relatos bblicos. Se recordar que el cristianismo naci co-
mo un movimiento sobre todo oral. Las autoridades a las que
invocaba eran orales: lo que alguien haba dicho o visto o de-
ca en el Espritu, no lo que se hallaba escrito en un texto. La
autoridad oral es intrnsecamente democrtica o igualitaria: la
posibilIdad de poseer autondad oral est abierta a la mayora
de la gente [ ] Jess mismo es tal vez nuestro mayor eJem-
plo de orador de talento 16, es un narrador por excelencia,
un narrador narrado y su histona es la histona de la mayor
histona nunca acabada de contar As, para las comullldades
eclesiales Vivas afncanas hoy, el mejor modo de transmitir la
catequesis es narrar a Jesucnsto sigUiendo a todos los testigos
del EvangelIo porque, como dice Welllnch, el cnstIalllsmo
es una comullldad de narracinl7
Relatos culturales Acabamos de afirmarlo Narrar a Jesu-
cnsto a un afncano eXige tener en cuenta esos gneros lItera-
nos como son los cuentos, los mitos, las leyendas, las cancIO-
nes, las plegarias en cuanto vehiculadas en la palabra Y
ello porque estos gneros lIteranos son un soporte dlllmico,
imaglllatIvo y normativo Ejercen funCIOnes pedaggicas y
didcticas importantes en la comulllcacin Ms an, en
fnca, la transmiSin de las costumbres y los valores cultu-
rales a travs de las generaCIOnes se ha realIzado caSi lllca-
mente mediante la palabra y el gesto La tradiCin oral es so-
lIdaria del grupo social que la expresa18
En cuanto a los relatos de vIda o relatos personales 19 , se trata
del modo como una persona narra su vida a travs de sus pe-
npecias, sus dudas, sus alegras y sus tnstezas Su expenen-
Cla de vida, mejor, toda su eXistencia es un lugar teolgiCO
que la catequesis en fnca debe tener en cuenta para no rea-
lIzar una catequesis al margen de la vida concreta y de su hiS-
tona, lugar teolgiCO por excelenCia del encuentro de DIOS-
con-las-hombres Estos relatos lllvitan a la catequesis a tener
en cuenta los datos de la expenencia humana total, la histona
del cateqUizando, para poder articular fe y vida Se trata, ade-

16 J DEWEY, Des hIstOlres orales aux textes cnts Concl/zum 276 (1988),
P 35
17 H WEINRICH, Teologla narratIva Conclltum 85 (1973), P 213
18 1 K UEGRAOGO, Une parole afncame de DIeu Catechese 157 (1999),
p 75
19 Para mas detalles sobre los relatos de VIda, puede leerse G AOLER, Reclts
de Vle et pedagogle de groupe en formatlOn pastorale L'Harmattan,
Pans 1974
ms, en lo que a la catequesis narrativa se refiere, de hacer de
estos relatos posibles lugares para el estudio de la teologa
de los destinatarios, su modo de concebir a Dios, y as poder
conocer los factores determinantes que hacen nacer una fe s-
lida y adulta. En este sentido, los relatos de vida permiten co-
nocer el papel y la influencia que ejercen las mltiples instan-
cias de socializacin y su importancia para la vida cristiana. A
la luz del Evangelio, los relatos de vida son una ocasin para
evaluar el pasado de la persona y, por tanto, cuestionarlo, lo
cual puede ser una puerta abierta a la conversin. Los relatos
de vida, finalmente, ayudan al creyente a ser creador de sen-
tido. Se invita as a la catequesis a no ofrecer al catequizan-
do recetas ya acabadas contando la historia de su derrota.

A partir de todo lo anterior puede comprenderse perfecta-


mente que en el medio africano el itinerario de la revelacin his-
trica de Dios y su transmisin a todas las generaciones nos obli-
ga a reunir, en la catequesis narrativa bajo el rbol de la "pala-
bra ", tres tipos de relato, siempre complementarios en lo que se
refiere a la maduracin de la fe y a la cohesin entre vida y fe.
Estos tres relatos forman un todo coherente y ayudan a entender
mejor la revelacin histrica de Dios y especialmente la bsque-
da de sentido para la vida creyente con toda la libertad de los hi-
jos de Dios. Pero, cmo concretar todo esto?

Los aspectos pedaggicos de la catequesis narrativa


bajo el rbol de la "palabra"
Catequizar bajo el rbol de la "palabra" exige una pedagoga
catequtica adaptada a los destinatarios para ayudar a establecer
un proceso de comunicacin en la transmisin de la revelacin
histrica de Dios. As pues, vamos a pensar en estos aspectos pe-
daggicos que ms tarde explicitaremos.

Una pedagoga orientada desde el debate y la discusin


Al hacer girar la catequesis narrativa sobre el debate y la de-
cisin queremos hacer ver que, en una sesin de catequesis, hay
dos momentos de suma importancia: la narracin y la discusin o
debate. Estos son los grandes momentos de la <<palabra africa-
na, que tiene una caracterstica comn: la oralidad. La <<palabra
del narrador solicita la respuesta de la comunidad. La catequesis
da comienzo con la narracin de un relato (bblico, cultural o per-
sonal) sobre un tema elegido previamente. Tras la narracin, se
deja un momento de silencio e interiorizacin del relato. Despus
viene el debate cuyo objetivo es hacer que los catequizandos bus-
quen, junto con los catequistas, el sentido de ese relato. Esta bs-
queda debe ayudar a la re-expresin personal y la apropiacin del
relato. No se trata, pues, de discutir por discutir, sino de dialogar
para dar una orientacin a la vida cristiana y social de los cate-
quizandos. Para que el debate salga bien, ellla catequista-narra-
dor/a tiene que hacer hablar a los personajes, hacerles compartir
su dilogo interior, darles vida, describir bien el marco y situar en
l a los personajes, partir del punto de vista de uno de los actores,
propiciar un clima de escucha, de silencio, dar la palabra a cada
catequizando...

Una pedagoga orientada desde la apropiacin creativa


de cara a la accin
La dinmica del relato consiste en hacer que los oyentes se lo
apropien creativamente l partir de su propia situacin histrica.
Se trata de despertar la capacidad imaginativa de los catequizan-
dos y sobre todo ayudarles a penetrar en los relatos (bblicos, cul-
turales y personales) pata hallar una solucin a los problemas
concretos de su vida. Lo cual exige que, tras la narracin del re-
lato, ellla catequista-narrador/a, junto con los catequizandos, se
plantee esta cuestin: tras haber dialogado, trabajado e interpre-
tado teolgicamente este reLato, qu apLicacin tiene para hoy?,
a qu me invita o cmo me interpela? Tras haberlo escuchado,
qu conclusin sacamo~ de ello? Sobre esta cuestin ellla cate-
quista-narrador/a puede tomar dos posibles direcciones: una,
orientada hacia una actualizacin sensata en una perspectiva
pragmtica; y otra, orientada hacia un trabajo creativo escribien-
do nuevos relatos para la vida y la fe.

Una pedagoga ms Qll de la simple memorizacin


Es innegable la importancia de la memoria en la catequesis.
Pero, concretamente en el marco de la catequesis narrativa bajo
el rbol de la "palabra", se trata de una pedagoga que relativi-
za y margina en algn tanto la memorizacin mecnica porque la
catequesis debe apropiarse incondicionalmente del relato y hacer
su propia experiencia de la revelacin histrica de Dios. En fri-
ca, cuando se narra un cuento, no significa forzosamente que ha-
ya que memorizarlo mecnicamente; al contrario, lo que preten-
de es una recuperacin hermenutica y comprometida de lo na-
rrado por parte de los oyentes, que tienen que decidir ellos solos
la orientacin o el comportamiento que deben tener en adelante
en la sociedad. Del mismo modo, catequizar bajo el rbol de la
"palabra" implica ese mismo proceso.
El catequista-narrador no debe obligar a los catequizando a
aprenderse de memoria el relato. Debe evitar hacer preguntas que
pueden paralizar la dinmica narrativa, como por ejemplo: cul
es la idea central de este relato? Esa pregunta, en la lgica del re-
lato y bajo el rbol de la "palabra" es un sin-sentido porque
de lo que se trata no es de buscar una idea sino de explicar y
orientar una situacin existencial vivida por el catequizando. Esta
situacin tiene que ser analizada a la luz del Evangelio e integra-
da en la fe cristiana del catequizando. Debe evitar tambin pre-
guntas del tipo de estis de acuerdo o no con el relato ?. Esta
pregunta dicotmica comporta un riesgo de aseguramiento que es
necesario evitar.

Una pedagoga orientada desde diversos aprendizajes


Sea un relato bblico, sea cultural o personal, todos los relatos
abren un amplio panorama de aprendizajes. El/la catequista-na-
rrador/a no debe limitarse a narrar los relatos. Por lo mismo, los
catequizandos no se dedicarn slo a escuchar los relatos que se
les cuentan. Hay que hacer vivo y operativo el relato. El relato b-
blico, por ejemplo, puede escenificarse de diversas maneras al
acabar la catequesis o dentro de ella. Igualmente puede utilizarse
el arte: pinturas, canciones, danzas, carteles, fotografas, escenifi-
caciones... En relatos de tipo cultural, el/la catequista-narrador/a
puede inspirarse en tcnicas de aprendizaje en el campo de la ini-
ciacin, como puede ser el manejo de armas, la construccin de
edificios para personas mayores o que tiene dificultades, la visita
a la crcel o un campo de refugiados, el uso controlado de la pa-
labra, la utilizacin de plantas en la farmacopea, la invitacin de
algn especialista en medicina moderna para dar algunas clases
de higiene o educacin sexual, etc. Los relatos personales tienen
que ensear a los catequizandos las estrategias o las actitudes es-
pirituales que ha utilizado la persona para superar un determina-
do obstculo o para mantenerse fiel a Cristo a despecho de algu-
nas desviaciones. Hay que combinar todos estos relatos y no to-
marlos aisladamente para una mayor eficacia. Es decir que lo de-
seable es crear relaciones entre relatos y relatos de vida.

Una pedagoga que personaliza la relacin


dando un amplio espacio a la narracin
Se trata de ayudar a los catequistas a que cuenten cmo fue
desarrollndose su iniciacin o su formacin, el efecto que sobre
ellos ha producido, las transformaciones a que ha dado lugar. Los
relatos que se escuchan en la palabra pretenden un cambio de
situacin de modo que se reconcilien las partes en conflicto y se
restablezca la armona comunitaria. En este sentido, "personali-
zar la formacin significa autorizar al sujeto a que diga, o mejor,
que cuente -respetando escrupulosamente, entindase bien, la li-
bertad de cada uno- los cambios que la formacin ha ido produ-
ciendo en l, y tambin los interrogantes, las dudas, las resisten-
cias y las dificultades. La experiencia muestra cmo compartir el
relato acerca de las transformaciones que la formacin ha ido pro-
duciendo desempea un papel determinante tanto en su madura-
cin personal como en su compromiso eclesial. Cuando, adems,
pueden establecerse resonancias entre el relato personal sobre las
transformaciones debidas a la formacin y los relatos bblicos, el
sujeto accede a una (re)lectura en la fe de su propia vida y, con
ello, a una verdadera integracin espiritual de todo lo que la for-
macin ha puesto en movimiento dentro de 120.

, ,

20. A.FOSSION, Deu toujours recommenc. Essm sur la catchese contem-


porame, Lumen VItae / Cerf / Novahs / Labor et Fides, BruxeIles / Paris
/ Montral / Geneve 1997, p. 213.
Una pedagoga que invita a sacar lecciones
para la fe y para la vida
Si mediante la palabra africana se sacan lecciones para la
vida comunitaria y su armona, catequizar bajo el rbol de la
"palabra" a nivel cristiano invita tambin a sacar lecciones pa-
ra la fe y para la vida. No se trata necesariamente, como preten-
den algunos, de una leccin moral sino de hacer que los catequi-
zandos decidan libre y voluntariamente el comportamiento que
tienen que adoptar en su adhesin a Cristo. Al igual que la
Samaritana, al acabar la leccin deberan decir: he aqu al hom-
bre que me ha dicho todo lo que soy. Es la profesin de fe en
Jesucristo a partir de la escucha.

Segn todo lo anterior, cmo vivir en concreto la "pala-


bra" catequtica con los catequizandos afro-cristianos en el se-
no de una comunidad eclesial viva? Qu procedimiento hay que
seguir en las sesiones de catequesis?

Un ejemplo acerca de la ''palabra'' catequtica africana:


procedimiento a seguir

El procedimiento a seguir
Cmo proceder con la "palabra" catequtica? El catequista y
los catequizandos se renen bajo un rbol verde, por la tarde, du-
rante dos horas. Al llegar el catequista les acoge con alegra, les
pregunta si hay noticias nuevas suyas, o de su familia o de la co-
munidad cristiana. Para irles metiendo ya en el ambiente de la
"palabra" , el catequista puede pedirle a alguno que cante una
cancin. Despus del canto, hace una breve oracin o pide a un
catequizando que la haga. Entonces es cuando comienza la sesin
de catequesis invitando a los catequizandos a guardar unos mo-
mentos de silencio. Solemnemente entonces, comienza la narra-
cin, gestualizando el relato elegido que corresponde al tema del
da (un relato de tipo cultural, bblico o personal o una combina-
cin de los tres). Al acabar, pide a uno de los catequizandos que
repita el mismo relato pero no necesariamente con las mismas pa-
labras. Otra posibilidad es que el catequista, partiendo de un tema
elegIdo y conoCIdo por los cateqmzandos, le pIda a uno de ellos
que narre a los dems un relato conocIdo por l o su mIsma hIS-
tona Luego, Juntos, se ponen a buscar qu sentIdo tIene para la
vIda y para la fe Es el momento del anlISIS y del debate sobre el
relato en funCIn del tema
Es deseable que, en la narraCIn del relato, el/la cateqmsta-
narrador/a tome como personaje el nombre de algunos cateqm-
zandos con el fm de ayudarles a IdentIfIcarse con el relato y as
sentirse Implicados en l Pero debe tener cmdado para no frus-
trarles cuando se trata de personajes cuyo papel aboca a la trage-
dIa o a la cnmmalIdad como en el relato de Can y su hermano
Abel Aparecen aqu dos pOSIbIlIdades puede partIr de una hIStO-
na afncana sufICIentemente conoCIda por los cateqUIzandos para
explIcItar y hacer ms comprensIble el relato bblIco o tambIn
para darle un sIgmfIeado relIgIOSO o educatIVO, o puede tomar dI-
rectamente un relato bblIco y umrle al relato cultural Debe dar
un amplIo margen de lIbertad de expreSIn a los cateqmzandos
para que puedan expresarse sobre uno u otro punto mal aSImIla-
do o que no se ha comprendIdo Al acabar el relato, debe conclUIr
con una oraCIn y hacer la despedIda hasta la sIgmente seSIn

Un ejemplo
He aqu un ejemplo de un relato afncano acerca del ongen del
mal y de la muerte, que puede Ilummarse desde la parbola de los
vladores homICIdas (Me 12,1-12) y desde Gn 3
DIOS habla creado al hombre, el sol y la luna Y les envIO a
buscar VIlla de palma con la prohIbIcIn de beberlo El sol sa-
lI y trajo el VIlla Illtacto La luna salIo a su vez y trajo el VIlla
SIll haberlo bebIdo Pero el hombre, una vez consegUido el VI-
no, lo bebIO DIOS le pregunto SI haba bebIdo y el hombre lo
nego DIOS IllSIStI para que declarara, pero el hombre SIgUI
negando Entonces dIJO DIOS "Vaya cavar una fosa, acuestate
dentro SI no has bebIdo, te saldrs, pero SI has bebIdo te que-
dars en la fosa y no volveras" El hombre no salI de la fosa
El sol VOlVI y tambIn la luna Pero el hombre no VOlVI ja-
ms Por eso los hombres se mueren21

21 F KABASELE LUMBALA, Cathechlser en Afrtque aUJourd'hul, Bao~


Kmshasa, 19952, pp 107 108
Como puede verse, este relato intenta explicar el origen del
mal y de la muerte del hombre. El narrador es una voz en off
que cuenta la historia en tercera persona. Dios juega aqu un pa-
pel importante y desarrolla una estrategia narrativa considerable:
poner a prueba al sol, a la luna y al ser humano envindoles a bus-
car vino de palma con la prohibicin de beberlo. En realidad, lo
que Dios pretende no es tentarlo sino ver de qu manera pueden
gozar de su libertad y hacerse crebles. Son dignos de confianza
o no? El narrador es omnisciente y fiable en la medida en que juz-
ga y valora la conducta moral del sol, de la luna y del hombre
mediante la prueba que Dios ha puesto. Lo cual da testimonio de
su sabidura incomparable.
La situacin inicial del relato es el envo en bsqueda del vino
cuyo objetivo, que el narrador no explicita (deja que el lector lo
imagine), es verificar la conducta moral y la fidelidad del sol, de
la luna y del ser humano ante los mandatos de Dios. El relato ad-
quiere inters con la prohibicin de beber el vino de palma. Se di-
ra que Dios tiende una trampa pues sabe, en su omnisciencia, que
el ser humano no va a poder resistir. Se tratara aqu del tema de
la predestinacin? Sin embargo, la prohibicin es una manera que
tiene Dios de sealar cul es el camino de la libertad y de la vida.
La prohibicin es una limitacin que Dios contempla como fuen-
te de vida y de felicidad, pero el ser humano la ve como una im-
posicin que intenta quebrantar en nombre de su libertad.
La accin cambia en el momento en que Dios decide, al darse
cuenta de que el hombre ha bebido, cavar una fosa para verificar su
sinceridad y darle la oportunidad de seguir viviendo. Desgraciada-
mente el hombre, por miedo o por autosuficiencia, se cierra a esta
va de liberacin y prefiere el silencio que mata. Con esta prueba
comienza el desenlace del relato, sobre todo cuando el hombre per-
manece en la fosa y no sale de ella, lo que da a entender que, efec-
tivamente, haba bebido y sa es la razn por la que cae en la
trampa que Dios le ha tendido. El castigo, es decir la conse-
cuencia de su falta de sinceridad y su desobediencia es la muerte
como situacin final del relato: por eso los hombres se mueren.
Como puede verse, las causas del mal son conocidas desde
nuestros pueblos ancestrales hasta el da de hoy: desenfrenos,
maldades, odios, envidias, desobediencia a Dios Creador, irres-
ponsabilidad de los dems hombres22. Todos estos elementos tie-
nen que ser analizados en la sesin de catequesis bajo el rbol
de la "palabra" acerca del origen del mal y de la cada del hom-
bre (cf. Gn 3). El hecho de que este relato concluya con una nota
negativa, la muerte, puede frustrar a algunos catequizandos. Es
decir que, en este relato, Dios no deja abierta la posibilidad de
restablecer la relacin entre el ser humano y su Creador. Y ah es
donde se hace importante la interseccin de los tres relatos (cul-
tural, bblico y personal). Le toca entonces al catequista-narra-
dor/a aclarar este aspecto negativo de la muerte mediante la re-
dencin que Jesucristo trae a la humanidad con un relato evang-
lico para hacer ver a los catequizandos que, a despecho de la
muerte, Dios no ha abandonado al ser humano. Le ha enviado a
su Hijo Jesucristo para salvarle del pecado y volverle hacia su
Creador. Al mismo tiempo, el/la catequista-narrador/a insistir en
la realidad de una libertad mal orientada que conduce a la deso-
bediencia y a la muerte al quebrantar el hombre lo que est prohi-
bido. Puede tambin hacer ver la importancia de las prohibicio-
nes y de la ley, que no tienen un sentido impositivo.

Conclusin

De todo lo anterior se sigue que la narratividad supone una invi-


tacin a las comunidades cristianas diseminadas por todo el mun-
do a no quedarse en actitudes simplemente receptivas sino creati-
vas respecto de la catequesis y el lenguaje de la fe. Es deseable
que se ponga en marcha este paradigma para estimular a los cris-
tianos a transmitir ellos mismos la fe en sus propias formas y ex-
presiones, las suyas, basndose en los relatos fundacionales.
Dicho de otro modo, la catequesis narrativa inculturada ofrece la
posibilidad de contar, con aires completamente nuevos, la histo-
ria de la salvacin, la relevacin histrica de Dios por la que esta
revelacin se ha hecho historia. Por ello, la catequesis narrativa
debe integrar la herencia cristiana en la cultura de un determina-
do pueblo mediante una apropiacin inteligente, responsable y
eficaz de la fe en Jesucristo. La cantera queda abierta e invita a
una mayor profundizacin y creatividad para poder transmitir la
fe a las nuevas generaciones cristianas.

22. lbld., p. 107.


IIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII-=~ 7"'
13 1IIIIIIIIIIIIII_1IIIIIIIIIIIIII

LA FORMACIN DE LOS CATEQUISTAS


Catherine DOOLEY

Uno catequiza a los dems catequizndose antes a s mismo.


Este principio subyace a la idea de la formacin de los catequis-
tas que se halla en el Directorio General para la Catequesis
(DGC, 239). El DGC nos presenta una visin estimulante e ins-
piradora de la identidad y de la formacin del catequista, visin
que, a su vez, se inspira en el proceso de la catequesis tal como se
concibe en el Directorio. El DGC define la catequesis como un
momento en el proceso de la evangelizacin: La Iglesia existe
para evangelizar, esto es, para llevar la Buena Nueva a todos los
ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde
dentro, renovar a la misma humanidad (DGC, 46). La evangeli-
zacin es una realidad rica, compleja y dinmica, cuyo campo de
visin es muy amplio pues comprende testimonio y anuncio, pa-
labra y sacramento, cambio interior y transformacin social
(46). La catequesis, en cuanto ministerio de la Palabra, es una eta-
pa o un momento esencial del proceso de la evangelizacin
(50). La catequesis comprende tres actividades diferentes pero re-
lacionadas entre s: la predicacin misionera que lleva a la con-
versin inicial; la catequesis al servicio de la iniciacin cristia-
na (65) y la catequesis al servicio de la educacin permanente
de la fe (69). Segn el DGC, las tareas fundamentales de la ca-
tequesis, que estn en la base de la formacin de los catequistas,
son la promocin del conocimiento de la fe, la vida litrgica, la
formacin moral, la oracin, la vida comunitaria y el espritu mi-
sionero. Colocar la catequesis en el contexto de la evangelizacin
tiene consecuencias importantes para la formacin de los cate-
quistas. En el mismo contexto de la evangelizacin es donde el
DGC propone el catecumenado como el modelo y la inspiracin
para toda catequesis. Este punto de vista tiene otra consecuencia
importante para la formacin de los catequistas. En este artculo
examinaremos la identidad del catequista segn el DGC, propon-
dremos algunos principios bsicos para la formacin de los cate-
quistas en el contexto de la evangelizacin, y ofreceremos algunas
aplicaciones prcticas para el proceso de esta misma formacin.

La identidad del catequista

La catequesis es un ministerio de la Palabra llamado a dar testi-


monio, a proclamar y a transmitir el mensaje del Evangelio. El
DGC habla de la vocacin del catequista, es decir, de la llamada
personal de Jesucristo para seguirle, para evangelizar y para con-
ducir a los dems hacia el s de fe en Jess (231). La Iglesia
despierta y discierne esta vocacin eclesial y confa al individuo
la misin de catequizar. La vocacin del catequista supone tres ni-
veles diferentes de responsabilidad, de entrega y de compromiso.
El obispo tiene la principal responsabilidad de asegurar la cate-
quesis en la Iglesia local; los sacerdotes, los padres y los educa-
dores tienen tareas y ministerios especficos segn su condicin
de vida. Hay catequistas a tiempo completo, que consagran su vi-
da a este apostolado y su papel tiene un reconocimiento pblico.
Entre ellos hay catequistas que, en los pases de misin, tienen a
su cargo parroquias sin sacerdote permanente, y otros que, en co-
laboracin con el sacerdote, se encargan, en una parroquia, de la
formacin sacramental y religiosa de gente de todas las edades.
Hay catequistas a tiempo parcial, que ejercen una funcin ms
restringida, pero muy importante, en todos los mbitos de la vida
parroquial. Sea a tiempo parcial o a tiempo completo, el cate-
quista tiene la vocacin de poner a la gente en comunin con Je-
sucristo. Slo l puede conducirnos al amor del Padre en el Es-
pritu y hacernos partcipes de la vida de la Santsima Trinidad
(CT,5).
Una de las consecuencias de esta idea de la catequesis como
vocacin es el reconocimiento renovado de que, en virtud del
bautismo y de la confirmacin, los laicos comparten con el clero,
los religiosos y las religiosas, la responsabilidad de la misin de
la Iglesia. Los fieles laicos son llamados a ser catequistas no slo
porque no hay suficientes sacerdotes o religiosos: su propio ca-
risma contribuye a esta tarea. El Directorio hace observar cmo
los laicos, que actan en cuanto cristianos en la sociedad a travs
de su vida profesional, cultural y social y que comparten las pre-
ocupaciones y las necesidades de aquellos a los que catequizan,
tienen una especial sensibilidad para encamar el Evangelio en la
vida concreta de los seres humanos (230). Si los laicos no estu-
viesen presentes en ella, la catequesis perdera no slo su riqueza
sino tambin un testimonio esencial de la realidad de la Iglesia.
El DGC ve la catequesis como una responsabilidad de toda
la comunidad cristiana (220). Reconoce la importancia de las re-
laciones humanas en la transmisin de la fe y en la integracin de
los catecmenos y de los catequizandos en la vida de la comuni-
dad. La fe es un acto personal: la respuesta libre del hombre a la
iniciativa de Dios que se revela. Pero la fe no es un acto aislado.
Nadie puede creer solo, como nadie puede vivir solo. Nadie se ha
dado la fe a s mismo, como nadie se ha dado la vida a s mismo.
El creyente, que ha recibido la fe de otro, debe transmitirla a
otrol. Es esencial que la catequesis se apoye en el testimonio de
la comunidad eclesial.
La transmisin de la fe es un proceso recproco en el que no
slo los catequizandos son iniciados a una vida de fe sino que es
la comunidad entera quien madura en su fe.

La formacin del catequista

El Directorio describe el proceso de formacin de los catequistas


como un proceso que les permita conocer, celebrar, vivir y anun-
ciar el Evangelio dentro de su propio horizonte cultural (218).
Este modo de ver presupone algunos principios fundamentales.

1. Catecismo de la 19lesla Catlica, n 166.


La formacin teolgica de alguna forma...
debe adoptar un talante catequtico (241)
El Directorio indica que la catequesis debe tener un estilo cate-
cumenal, es decir que las diversas tareas de la catequesis -el co-
nocimiento de la fe, de la liturgia y de la oracin, la formacin
moral, la vida comunitaria y el espritu apostlico- deben unifi-
carse. La doctrina no debe separarse de la liturgia o de la vida. El
DGC afirma claramente la necesidad de relacionar entre s todos
estos aspectos: Todas las tareas son necesarias... Si la catequesis
descuidara alguna de ellas, la fe cristiana no alcanzara todo su
crecimiento (87). La tarea de una catequesis evangelizadora es
educar a los cristianos en el sentido de su identidad de bautiza-
dos, de creyentes y de miembros de la Iglesia, abiertos y en di-
logo con el mundo (194).
Los diferentes aspectos de la formacin -espiritual, intelec-
tual y pedaggico- estn tan estrechamente vinculados que no
forman ms que una nica entidad. El DGC llama a estas dimen-
siones de la formacin el ser, el saber y el ~~saber-hacer
(238).
El ser se refiere a la formacin personal de los catequistas,
a su madurez como personas, creyentes y evangelizadores. Un
ministro de la Palabra es un testigo del Evangelio en hechos y
palabras.
El saber se aplica a dos aspectos de la tarea del catequista:
en primer lugar, un conocimiento suficiente del mensaje que in-
tenta comunicar, y en segundo lugar un conocimiento de los seres
humanos y del contexto social de aquellos con los que quiere co-
municarse. El Directorio presenta un esquema del contenido de
una programacin para los catequistas (nn. 240-241) basado tan-
to en una formacin bblica y teolgica como en el estudio de las
ciencias humanas como la psicologa, la sociologa y la pedago-
ga (243). La Escritura es el corazn de la formacin teolgica y
el DGC proporciona criterios especficos para la presentacin del
contenido bblico y teolgico (nn. 97-118). Los diferentes ele-
mentos de la fe cristiana se presentan segn una visin orgnica,
una ~<jerarqua de verdades que tiene en cuenta la armona del
conjunto del mensaje. Sin embargo, este modo de ver reconoce
que determinadas verdades, como el misterio de la Santsima
Trinidad y la Encarnacin son la fuente de los dems misterios
de la fe, la luz que los ilumina.
Es evidente que el contenido teolgico de cada sesin de for-
macin de los catequistas debe corresponderse con los temas que
los catequistas vayan a tratar en uno u otro momento en sus pro-
pias catequesis. De la misma manera, los mtodos utilizados en la
formacin de los catequistas deben servir de modelo para sus ca-
tequesis, segn el viejo dicho: los enseantes ensean a los de-
ms tal como se les ha enseado. Es esencial que los catequistas
experimenten una gama de metodologas diferentes.
La formacin teolgica debe ser capaz de relacionar los di-
ferentes aspectos del mensaje cristiano con la vida concreta de los
hombres y mujeres, ya sea para inspirarla, ya para juzgarla, a la
luz del Evangelio (241). La espiritualidad de los catequistas se
enriquece en la medida en que tienen la oportunidad de expresar
su propia fe, cuando comienzan a ver de qu manera sus vidas es-
tn de acuerdo con la tradicin cristiana y cuando reconocen los
signos de la presencia de Dios en su vida cotidiana. Esta relacin
entre el mensaje cristiano y la experiencia humana no es simple-
mente un principio metodolgico. La relacin entre el mensaje y
la experiencia brota de la finalIdad misma de la catequesis, que
busca la comunin de la persona humana con Jesucristo (116).
Para lograr este objetivo, toda sesin de catequesis debe com-
prender: una presentacin clara de un tema teolgico; dilogo en
pequeos grupos y otros elementos fundamentales de metodolo-
ga de la formacin de adultos 2 ; una oportunidad para estudiar la
relacin entre este tema y la vida cristiana. (qu relacin hay en-
tre este tema y mi vida de fe hoy?, cmo se aplica a nuestra fa-
milia ya nuestra comunidad?, qu interrogantes plantea?) Y una
aplicacin prctica (cmo puedo ayudar a mi grupo para com-
prender y valorar mejor esta idea?)3. A menudo los catequistas no

2 J REGAN, When IS Cathechesls of Adults Genumeley Adult? The


LIVing Llght 37/l (2000), pp 1-25
3 Es esencIal el uso de los medIos de comulllcacln para la evangelizacIn
y la catequesIs Por ejemplo, un programa de formacIn de cateqUIstas
medIante vdeos, titulado Echoes of Falth, desarrollado por la NatIonal
Conference for CathechetIcal Leadershlp (NCCL), es muy popular en
Norteamnca. Los catorce mdulos tratan de la persona del cateqUIsta, la
metodologa y los temas teolgIcos El vdeo, el cuaderno y la gua estn
publicados por RCEL en AlIen, Texas
han tenido la oportunidad de participar, de manera sistemtica, en
un proceso de reflexin teolgica. No basta con explicrselo.
Tienen que implicarse en ello ellos mismos para crecer en su fe y
facilitar ese mismo proceso a aquellos que van a catequizar4.
El saber, l solo, ya no es suficiente. El DGC pone tambin el
acento en la importancia del saber-hacer, es decir, en cmo
transmitir el mensaje de manera adaptada a la capacidad de cada
uno. Este saber-hacer se basa en una teora pedaggica slida, en
la capacidad de organizar actividades de aprendizaje y de dirigir
dilogos de modo eficaz.
El saber-hacer es ante todo una cuestin de comunicacin: c-
mo facilitar la comunicacin entre la persona y el misterio de
Dios, entre los miembros del grupo tanto como en la comunidad
toda entera. Este saber-hacer exige de los catequistas una compe-
tencia en relaciones humanas de modo que puedan comunicarse
positivamente con los grupos a los que acompaan. Es necesario
que los catequistas sean capaces de colaborar entre s y que estn
siempre dispuestos a aprender. Son capaces de promover el di-
logo y de escuchar realmente a los dems? Qu es lo que hacen
para comunicar el mensaje con hechos y palabras? Las activida-
des grupales, en un proceso de formacin, ayudan al catequista a
desarrollar estas actitudes y competencias. El saber-hacer del ca-
tequista se desarrolla observando sesiones dirigidas por quienes
tienen ms experiencia, participando con ellos en la planificacin
y teniendo como mentor a otro catequista.
La formacin se realiza en el seno de la comunidad cristiana.
Es importante que los catequistas experimenten diferentes mane-
ras de desarrollar el espritu comunitario en acontecimientos so-
ciales, das de retiro todos juntos, celebraciones litrgicas y acti-
vidades apostlicas.

4. Algunas fuentes tiles pueden ser: P.P. O'CONNELL KILLEN - J. DE BEER,


The Art ofTheological Reflection, Crossroads, New York 1994; E. EATON
- J.D. WHITEHEAD, Method in Ministry: Theological Reflection and
Christian Ministry, Seabury Press, New York 1982; B.J. FLEISCHER,
Facilitating for Growth, The LIturgical Press, CollegevIlle, MN 1993; J.
GROSS, Connectzng Faith and Lije: Theological Reflection, Loyola Press,
Chlcago 2001.
El dilogo con la cultura

La formacin de los catequistas exige no slo un conocimiento


suficiente del mensaje y del mtodo sino que debe subrayar la im-
portancia del contexto sociocultural en el que viven los partici-
pantes y cuya influencia reciben. ste es generalmente el aspecto
de la formacin que ms se descuida. El DGC afirma que los ca-
tequistas tienen que evangelizar en el contexto histrico actual.
La catequesis slo es eficaz si tiene en cuenta a los individuos a
los que se dirige y cuando valora y respeta su lenguaje, sus sm-
bolos, sus interrogantes.
Los cristianos vivimos hoy en un mundo multicultural y mul-
tirreligioso. La catequesis, por tanto, est llamada a asumir una
dimensin ecumnica e interreligiosa (197). Frecuentemente los
catlicos se hacen ms conscientes de su propia identidad y lle-
gan a comprender ms profundamente su propia tradicin reli-
giosa al reconocer la unidad de fe que hay entre los cristianos y
tomando tambin conciencia de las diferencias existentes entre
las diversas tradiciones. El dilogo interreligioso ha adquirido
una importancia considerable en el mundo actual. La compren-
sin del Islam es hoy especialmente necesaria. Igualmente hay
que dar una importancia especial al judasmo, dadas las nicas re-
laciones que se dan entre cristianismo y judasmo. Todos los ca-
tequistas deberan conocer el documento titulado Notas para una
presentacin correcta de los judos y del judasmo en la predica-
cin y la catequesis de la Iglesia catlicaS, que afirma que los
judos y el Judasmo no deberan ocupar un lugar tan solo margi-
nal y ocasional en la catequesis (y la predicacin). Su presencia
indispensable debe ser en ella integrada de manera orgnica
(1.2). Slo se llegarn a superar los prejuicios y la ignorancia
abrindose al conocimiento de las dems tradiciones religiosas y
comprometindose seriamente en el dilogo con ellas.
, ,

5. SECRETARIADO PARA LA PROMOCIN DE LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS


(ComIsin para las relaciones religiosas con el judasmo), Notas para
una presentacin correcta de los judos y del judasmo en la predicacin
y la catequesis (mayo 1985). Puede consultarse en Internet:
www.vatican.va/roman_curia/pontificaLcouncils/chrstuni/index_sp.htm
El catecumenado bautismal es el modelo
y la inspiracin de toda catequesis
Este principio constituye la base de la formacin del catequista,
tanto en lo que concierne a su propia espiritualidad como a su vo-
cacin de catequista. El catecumenado bautismal es el modelo de
todas las catequesis de los no-bautizados; en cuanto a los bauti-
zados, sirve para recordar constantemente la importancia de los
sacramentos del bautismo, de la confirmacin y de la Eucarista
para toda la vida cristiana. El bautismo no es un acontecimiento
del pasado sino que debe vivirse da a da en el presente. Este sa-
cramento es una llamada a la misin dirigida tanto a los indivi-
duos como a toda la comunidad. La eucarista ir manteniendo es-
ta llamada a lo largo de toda la vida del cristiano.
El catecumenado bautismal constituye tambin la base de la
catequesis permanente pues incorpora y realiza las tareas de la ca-
tequesis. A la catequesis post-bautismal le aporta todas estas cua-
lidades: es un proceso gradual que se va realizando por etapas
concretas en el cuadro del ao litrgico. Los ritos, los smbolos y
los signos bblicos y litrgicos son parte integrante de la forma-
cin. El contexto sociocultural de los participantes desempea un
papel fundamental en la catequesis. Todos estos aspectos se inte-
gran en un tema principal, el misterio pascual, la muerte y la re-
surreccin, que no es tan slo el misterio de nuestra fe sino el pa-
radigma de la vida de todo cristiano.
La catequesis litrgica es el principal modelo utilizado en un
paradigma catecumenal. El fin de la catequesis litrgica es con-
ducir a la comunidad y a todos los fieles hacia una fe madura, me-
diante una participacin activa en la liturgia, suscitada y expresa-
da por esta fe. La liturgia y los sacramentos son ms que una se-
rie de actos o de cosas; expresan una serie de relaciones: relacin
con Dios y relacin con los dems en Cristo por el Espritu.
La catequesis litrgica tiene como punto de partida la accin
de toda la comunidad: las oraciones, las Escrituras, las lecturas,
los smbolos y los ritos litrgicos. El misterio de la presencia de
Cristo en la asamblea, en la Palabra y en el sacramento es la fuen-
te de la que mana catequesis litrgica. La introduccin a los ritos
da a conocer la teologa subyacente y establece los principios b-
sicos de la catequesis. El proceso catequtico sigue el plan si-
guiente: comenzar la reflexin con la celebracin del rito, orien-
tndose hacia la experiencia personal y comunitaria, hacia las
Escrituras y hacia las exigencias del Evangelio; volver, finalmen-
te, a la accin ritual con una nueva clarividencia y una nueva fir-
meza. La catequesis litrgica tiene tres etapas: la catequesis para
la liturgia, por la liturgia y la que viene de la liturgia (la mistago-
ga); son tres aspectos de un mismo proceso. En sentido estricto,
la catequesis litrgica no es otra cosa que la mistagoga o la cate-
quesis post-bautismal, pero la mistagoga depende siempre de la
celebracin, sobre la base de una preparacin que no explica el ri-
to sino que crea todo un lxico de palabras, imgenes y concep-
tos que ayudan a la gente a penetrar en el misterio de Cristo pre-
sente en medio de nosotros mediante el rito litrgico.
Una sesin de catequesis sobre el bautismo, para los cate-
quistas, podra ser as: toda catequesis se realiza en el marco de
una celebracin de la Palabra. Despus de un canto y una oracin
introductoria, se toma el texto de 1 Co 15,1-11, en el que san Pa-
blo recuerda a los corintios que el Evangelio que proclama es el
que l mismo ha recibido. El animador o la animadora lee a con-
tinuacin esta proclamacin que se encuentra en el Ritual del
Bautismo de Nios:
Esta es nuestra fe.
Esta es la fe de la Iglesia,
que nos gloriamos de profesar
en Cristo Jess, Seor nuestro.

El animador pide al grupo que piense qu relacin hay entre


el texto y el rito del bautismo. Despus lee esta frase extrada del
Catecismo:
Nadie puede creer solo, como nadie puede vivir so-
lo. Nadie se ha dado la fe a s mismo, como nadie se
ha dado la vida a s mismo. El creyente ha recibido
la fe de otro, debe transmitirla a otro (CEC 166).

Se pide luego a los catequistas que digan qu personas les han


transmitido la fe. Qu acontecimientos o influencias han tenido
que les han llevado a la fe? En qu medida el contexto cultural
ha desempeado un papel importante? , .
Tras el dilogo, el animador tiene una breve exposicin en la
que podra tocar estos puntos:
* El bautismo, la confirmacin y la eucarista son sacramen-
tos de iniciacin. Toda la comunidad es responsable de la
iniciacin.
* El bautismo es el comienzo de la vida nueva en Cristo.
* El bautismo nos incorpora a la Iglesia, Cuerpo de Cristo,
Pueblo de Dios.
* El bautismo nos libera del pecado.
* Por el bautismo pertenecemos a Cristo.

El animador propone ahora a los catequistas que reflexionen


en silencio sobre el significado del bautismo en su vida y piensen
los medios concretos que necesitan para vivir las promesas del
bautismo -personalmente, en familia o como catequistas. Se pro-
clama por segunda vez la carta de san Pablo a los corintios se-
guida de oraciones de peticin y de una adaptacin de las prome-
sas del bautismo durante lo cual se asperge a los catequistas con
agua bendita. La sesin termina con una cancin.
El proceso realizado rene de este modo la experiencia reli-
giosa del catequista, el conocimiento de la fe, la catequesis litr-
gica, la oracin, la formacin para la vida comunitaria y la lla-
mada a la misin.
La preparacin para los sacramentos es, para la mayora de
los catequistas, una fuerte responsabilidad. Es importante que los
catequistas conozcan los ritos y oren con las Escrituras, y que uti-
licen las oraciones rituales para su propia oracin y en las reu-
niones con sus catequizandos. Los catequistas deben atender a los
diferentes lenguajes del culto: tiempo litrgico, lugares sagrados,
signos y smbolos, iconos, palabras y gestos, canciones y msica
(CEC 1145-1162). Las acciones simblicas y la realidad estructu-
ral representan un lenguaje que exige algo de nosotros: son mo-
mentos formativos si dejamos que lo sean. Cada sesin debera
incluir una lectura de la Palabra de Dios y un rito sencillo, como
una bendicin, la seal de la cruz, el gesto de la paz o la asper-
sin con agua bendita. Los smbolos son por naturaleza ambiguos
y pueden tener un sentido diferente para cada persona. Sin em-
bargo, tienen un punto en comn puesto que constituyen un len-
guaje que expresa y crea una relacin con Dios y con los dems.
Los valores y los ideales que expresan alimentan la fe de las per-
sonas y forman su mentalidad.

La formacin alienta y sostiene


la conciencia apostlica del catequista
Como indica Thomas Groome: Evangelizar significa llevar a
los cristianos al compromiso en el mundo. No se trata de conver-
tir a los no-catlicos al catolicismo sino de convertir a los cat-
licos tibios para que sean cristianos que viven su fe en cada m-
bito de la vida y en cada nivel -personal, interpersonal y socio-
poltico6.
La formacin de los catequistas alcanza su punto culminan-
te no en la teologa o en la metodologa sino en la vida: una vi-
da de testimonio y de misin. se es el objetivo de toda cate-
quesis y, a fin de cuentas, de cada cristiano que, un da, tendr
que responder a esta pregunta: Qu has hecho por uno de s-
tos ms pequeos?.
Los catequistas catequizan a los dems catequizndose pri-
mero a ellos mismos. La transmisin de la fe es un proceso rec-
proco: no son nicamente los catequizandos quienes son inicia-
dos en la vida de fe sino que tambin el catequista madura su
propia fe.

***
BIBLIOGRAFA

Adems de la reseada en las notas:

EGAN, Kieran, Teaching as Story Telling, Chicago University


Press, Chicago 1986.
GROOME, Thomas - CORSO, Michael, Empowering Catechetical
Leaders, National Catholic Educational Association,
Washington, D.C. 1999.

6. Th. GROOME, Conversion, Nurture, or Boht: The Living Light 3714


(2001), p. 17.
HUGHES, Kathleen, Saying Amen: A Mystagogy of Sacrament,
Liturgy Training Publications, Chicago 1999.
HULL, John What Prevents Christian Adults from Meaning?,
Trinity Press International, PhIladelphia 1991.
JUAN PABLO 11, Exhortacin Apostlica Catechesi tradendae
(16 octubre 1979)
SAGRADA CONGREGACIN PARA EL CLERO, Directorio catequtico
general (11 abril 1971); Directorio General para la
Catequesis (1997)
SECRETARIADO PARA LA PROMOCIN DE LA UNIDAD DE LOS CRISTIA-
NOS, Comisin para las relaciones religiosas con el judasmo,
Notas para una presentacin correcta de los judos y del ju-
dasmo en la predicacin y la catequesis catlica (mayo
1985).
_ _ _ _ _0" 14

EL PROYECTO DIOCESANO
DE CATEQUESIS
Mareel VILLERS

El Proyecto dIOcesano de catequesis es la oferta catequtica glo-


bal de una Iglesia particular que integra, de manera articulada, co-
herente y coordinada, los diferentes procesos catequticos ofreci-
dos por la dicesis a los destinatarios de las diferentes edades de
la vida (Directorio General para la Catequesis, n. 274).
Este proyecto diocesano de catequesis es competencia del
obispo, primer responsable de la catequesis (DGC, n. 222). l
tiene el deber de establecer en la dicesis un proyecto global de
catequesis, articulado y coherente, que responda a las verdaderas
necesidades de los fIeles y que est convenientemente ubicado en
los planes pastorales diocesanos (DGC, n. 223).

Elementos que componen


el proyecto diocesano de catequesis

Un proyecto
Como indican todos estos textos, hay que concebir la catequesis
en el marco de un proyecto, lo cual significa que hay que salir
de una viSIn que slo atiende al mantenimiento y la conserva-
cin para dirigirse hacia el futuro. Proyectar es lanzarse hacia
adelante y con fuerza. Es superar la improvisacin y empearse
en una nueva construccin partiendo de un esquema previo.
Introducirse en la dimensin de proyecto sugiere la imagen de
una Iglesia en movimiento, abierta al futuro y, como san Pablo,
olvidar lo que dej atrs y me lanzo a lo que est por delante
(Flp 3,13).

El proyecto de una Iglesia particular


El proyecto de catequesis es el de una Iglesia particular. El
anuncio, la transmisin y la vivencia del Evangelio se realizan en
el seno de una Iglesia particular o dicesis. La Iglesia particular
est constituida por la comunidad de los discpulos de Jesucristo
que viven en un espacio socio-cultural determinado (DGC, n.
217). El proyecto de catequesis es, pues, un proyecto de Iglesia
que debe construirse en comn para que sea el de todas las co-
munidades eclesiales de una dicesis. Supone un anlisis lcido
de la realidad diocesana, la consideracin de la situacin efectiva,
con sus luces y sus sombras, las demandas y necesidades propias
de cada lugar y cada tipo diferente de destinatarios. Slo un diag-
nstico serio puede responder a las verdaderas necesidades de
los fieles (DGC, n. 223) y a las exigencias de la misin de la
Iglesia: anunciar el Evangelio, transmitirlo y vivirlo. No hay ca-
tequesis posible, en cuanto que la catequesis connota siempre co-
municacin, sin un buen conocimiento de las condiciones socio-
culturales de esta comunicacin. Cada Iglesia particular, al ana-
lizar su situacin cultural y religiosa, descubrir sus propias ne-
cesidades y perfilar, con realismo, los tipos de catequista que ne-
cesita (DGC, n. 232).

El proyecto de catequesis y la pastoral diocesana


El proyecto de catequesis debe estar convenientemente situado
en los planes pastorales diocesanos. La actividad catequtica no
puede considerarse en s misma, pues est al servicio de la misin
de evangelizacin que constituye la esencia misma de la Iglesia
particular (DGC, n. 218).
Mediante ella [la catequesis] la dicesis ofrece a todos sus
miembros y a todos los que se acercan con el deseo de entregar-
se a Jesucristo, un proceso formativo que les permita conocer, ce-
lebrar, vivir y anunciar el Evangelio dentro de su propio horizon-
te cultural (DGC, n. 218). Aunque el ministerio catequtico tie-
ne... un carcter propio (DGC, n. 219), no puede ejercitarse sin
una estrecha relacin con la dimensin litrgica, caritativa y so-
cial de la pastoral. El proyecto de catequesis debe concebirse,
pues, en relacin con los dems planes pastorales que, juntos, de-
terminan la imagen de Iglesia que pretende la dicesis, lo cual su-
pone la existencia de un proyecto pastoral diocesano. un plan glo-
bal de accin.

Los objetivos del proyecto diocesano de catequesis


Vengamos, pues, a los objetivos propios del proyecto de cateque-
sis: integrar de manera articulada, coherente y coordinada, los
diferentes procesos catequticos ofrecidos por la dicesis a los
destinatarios de las diferentes edades de la vida (DGC, n. 274).

Diversificacin
Aqu distinguimos por edades a los destinatarios de la cate-
quesis. El Directorio enumera dos grandes categoras: los nios,
los adolescentes y los jvenes; y los adultos y las personas ma-
yores (DGC, n. 274). Cada uno de estos grupos de edad se co-
rresponde idealmente con un tipo de proceso: catequesis de ini-
ciacin y catequesis permanente. La realidad es ms compleja, y
el Directorio indica las diferentes condiciones socio-culturales
(DGC, n. 275) de los destinatarios, su situacin personal respec-
to a la fe y a la Iglesia, que determinan la necesidad de dar un fun-
damento a su fe, o la necesidad de madurar una fe suficientemen-
te enraizada, o la necesidad de ser iniciado; necesidades todas s-
tas que quedan adems matizadas de modo diferente por la edad.
As que hoy en da es necesario diversificar la oferta de la Iglesia
particular en lo que se refiere a la catequesis. Es necesario salir de
una concepcin lineal en la que los diferentes procesos catequti-
cos se conciben como etapas sucesivas en aras de una organiza-
cin que multiplica las entradas y los caminos posibles, es decir,
sin que el mismo destinatario haya de recorrerlos [los procesos]
uno tras otro (DGC, n. 275). Esta diferenciacin afecta lo mis-
mo a la iniciacin que a la catequesis permanente.
Coordinacin
Esta diversidad acenta la exigencia de coordinacin de la
oferta catequtica, tanto a nivel interno de la misma catequesis
como en la relacin con actividades vinculadas a la evangeliza-
cin. Est en juego la unidad de la fe (DGC, n. 272). En esto se
basa la necesidad de un proyecto global de catequesis, articula-
do y coherente en cada Iglesia particular. Articular es pronunciar
distintamente los diferentes sonidos que forman una lengua. Del
mismo modo, la oferta catequtica de una Iglesia particular debe
distinguir claramente los diferentes procesos de catequesis que,
en el seno de un proyecto global, contribuyen todos juntos a la
proclamacin de un mismo mensaje, el del Evangelio.

La articulacin interna de la catequesis


La iniciacin cristiana se encuentra en el corazn mismo de la
accin catequtica. Es esencial para la vida y el desarrollo de la
Iglesia. En este terreno, cada Iglesia particular tiene que ofertar al
menos dos servicios diferenciados: un proceso de iniciacin, des-
de el bautismo hasta la confirmacin, destinado a nios, adoles-
centes y jvenes y vinculado a la pastoral educativa; y un proce-
so de catequesis para adultos que complete la iniciacin cristiana
comenzada en el bautismo (catequesis de inspiracin catecume-
nal) o realizando esta iniciacin con vistas a un bautismo futuro
(catecumenado). Hoy en da aparece como necesario un tercer
proceso destinado a las personas de la tercera edad que desean po-
ner slidos fundamentos a su fe (DGC, n. 274).
Adems de estas ofertas en el terreno de la iniciacin, es nece-
sario poner en marcha diversos itinerarios y procedimientos de ca-
tequesis permanente para todos aquellos que deseen madurar su fe.
Cada uno de estos procesos tiene sus propias caractersticas
pero son complementarios y no deben organizarse por separado,
como si fueran compartimientos estancos e incomunicados entre
s (DGC, n. 275). Volvemos a encontrar aqu la necesidad de un
proyecto global que integre armoniosamente esta diversidad.
Pero, cmo lograr esta unin estrecha entre todos estos diferen-
tes elementos que constituyen la oferta catequtica? El principio
organizador que da coherencia a los distintos procesos de cate-
quesis que ofrece una Iglesia particular, es la atencin a la cate-
quesis de adultos (DGC, n. 275). Esta catequesis es el eje en tor-
no al que gravitan las dems formas de catequesis que se orden a
ella. Por tanto, esta catequesis de adultos es prioritaria a la hora
de elaborar el proyecto diocesano.

Vnculos existentes entre la iniciacin cristiana


y la pastoral educativa
A lo largo de su vida el nio y el joven frecuentan diferentes
espacios educativos cristianos como son la familia, la escuela y la
enseanza de la religin, la parroquia, los movimientos. Es esen-
cial que estas diversas instancias que influyen en su crecimiento
sean convergentes y contribuyan, cada una por su parte, al creci-
miento de la fe del nio y del joven. Conviene que la Iglesia par-
ticular integre en un nico proyecto de pastoral educativa los di-
versos cauces y medios que tienen a su cargo la educacin cris-
tiana de la juventud. Todos estos cauces se complementan mu-
tuamente, sin que ninguno de ellos, aisladamente, pueda realizar
la totalidad de la educacin cristiana (DGC, n. 278). La oferta
catequtica diocesana debe comprender, pues, un proyecto de
iniciacin cristiana que integre las diversas tareas educativas.

La catequesis en el proceso de la evangelizacin


La catequesis, y especialmente la iniciacin cristiana, se sita
entre el anuncio misionero que precede y la pastoral que sigue. En
nuestros pases, en los que la situacin requiere frecuentemente
una nueva evangelizacin, se hace indispensable integrar en el
proceso de la catequesis un tiempo de anuncio en orden a des-
pertar su adhesin a Jesucristo (DGC, n. 276). Este contexto par-
ticular exige la coordinacin entre anuncio misionero y cateque-
sis de iniciacin mediante un proyecto evangelizador misionero
y catecumenal unitario. Hoy la catequesis debe ser vista, ante
todo, como la consecuencia de un anuncio misionero eficaz
(DGC, n. 277).
El proyecto de catequesis,
corazn y motor del proyecto diocesano de pastoral

El anlisis del Directorio General para la Catequesis de 1997 ha


puesto en evidencia diversos usos del trmino proyecto en el
mbito de la catequesis. Junto a un proyecto diocesano de cate-
quesis se trata de un proyecto de iniciacin cristiana que inte-
gre las diversas tareas educativas, o de un proyecto de pastoral
educativa, o de un proyecto de evangelizacin a la vez misio-
nero y catecumenal.
En lo que toca al proyecto diocesano de catequesis, recorde-
mos que debe ofertar diversos procesos catequticos de iniciacin
por una parte y de catequesis permanente por otra. La coherencia
nace de la atencin prioritaria a la catequesis de adultos a la cual
se ordenan todas las dems formas de catequesis. Es fundamen-
tal que la catequesis de iniciacin de adultos, bautizados o no, la
catequesis de iniciacin de nios y jvenes y la catequesis per-
manente estn bien trabadas en el proyecto catequtico de la co-
munidad cristiana, para que la Iglesia particular crezca armonio-
samente y su actividad evangelizadora mane de autnticas fuen-
tes. Es importante que la catequesis de nios y jvenes, la cate-
quesis permanente y la catequesis de adultos no sean comparti-
mentos estancos e incomunicados... Es menester propiciar su per-
fecta complementariedad (DGC, n. 72).

La catequesis y la misin de la Iglesia


A partir de todas estas apreciaciones se hace evidente que el pro-
yecto diocesano de catequesis cubre un vasto campo de la activi-
dad de la Iglesia particular. La catequesis se sita, en efecto, en-
tre la accin misionera que la precede, y... la accin pastoral que
la contina (DGC 276). Debemos precisar que no hay que ima-
ginar estas tres actividades como momentos sucesivos e indepen-
dientes. Por el contrario, anuncio misionero, catequesis y pastoral
estn orgnicamente relacionadas y se implican mutuamente. La
catequesis de iniciacin es, as, el eslabn necesario entre la ac-
cin misionera, que llama a la fe, y la accin pastoral, que ali-
menta constantemente a la comunidad cristiana...Sin ella, la ac-
cin misionera no tendra continuidad y sera infecunda. Sin ella
la accin pastoral no tendra races y sera superficial y confusa...
En verdad, el crecimiento interior de la Iglesia... depende esen-
cialmente de ella. En este sentido, la catequesis debe ser conside-
rada momento prioritario en la evangelizacin (DGC, n. 64).
No se puede decir mejor la importancia de la catequesis para
la vida de la Iglesia: sin ella, la respuesta a la llamada del Seor
no puede traducirse en una fe y una prctica reales. Hacindose
eco del anuncio del Evangelio, hace entrar al creyente en la vida
de la Iglesia mediante diversos procesos de iniciacin y contribu-
ye luego a llevar la fe a su madurez con itinerarios de educacin
y formacin permanente. Se comprende que la catequesis de
adultos sea vista como la forma principal de la catequesis por-
que est dirigida a las personas que tienen las mayores responsa-
bilidades y la capacidad de vivir el mensaje cristiano bajo su for-
ma plenamente desarrolladal. La finalidad de la catequesis, vis-
ta desde el sujeto creyente, es que cada cristiano asuma su res-
ponsabilidad en la misin de la Iglesia y el testimonio cristiano en
la sociedad. Desde el punto de vista de la Iglesia en el mundo, de
la catequesis, como de la evangelizacin en general, podemos de-
cir que est llamada a llevar la fuerza del Evangelio al corazn de
la cultura y de las culturas (DGC, n. 202; CT 53).
Es evidente el estrecho vnculo que une la catequesis y la mi-
sin de la Iglesia: Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y
la vocacin propia de la Iglesia, su identidad ms profunda. Ella
existe para evangelizar2, para anunciar, transmitir, celebrar y vi-
vir a Jesucristo. Esa es precisamente su razn de ser: comunicar
el Evangelio. Porque la comunidad de los cristianos no est nun-
ca cerrada en s misma. En ella, la vida ntima -la vida de oracin,
la escucha de la Palabra y de las enseanzas de los apstoles, la
caridad fraterna vivida, el pan compartido- no tiene pleno senti-
do ms que cuando se convierte en testimonio, provoca la admi-
racin y la conversin, se hace predicacin y anuncio de la bue-
na nueva. Es as como la Iglesia recibe la misin de evangelizar
y como la actividad de cada miembro constituye algo importante
para el conjunto3. La catequesis se halla en el corazn de este ac-

1. CatecheSl tradendae, ll. 43.


2. Evangelil Nuntiandi, ll. 14.
3. lbld., ll. 15.
to de comunicacin que constituye la Iglesia misma. La cuestin,
hoy como ayer, es la encarnacin del mensaje evanglico en las
culturas.

La catequesis al servicio de la inculturacin de la fe


La catequesis procurar conocer estas culturas y sus componen-
tes esenciales; aprender sus expresiones ms significativas, res-
petar sus valores y riquezas propias. Slo as se podr proponer
a tales culturas el conocimiento del misterio oculto y ayudarles a
hacer surgir de su propia tradicin viva expresiones originales de
vida, de celebracin y de pensamiento cristianos4.
El acto catequtico es, por tanto, el lugar donde se realiza el
dilogo entre las culturas y la fe. Llevar a cabo este intercambio
implica una doble fidelidad: al Evangelio y a la cultura de aque-
llos a quienes se dirige. No basta con repetir el mensaje de la
Iglesia. Es necesario adems que sea audible, que sea significati-
vo para una sociedad y unos individuos dados. La cultura es un
conjunto de hbitos y representaciones mentales que constituyen,
en relacin con otros, un sistema original, y que se comunica, por
diferentes medios, a todos los miembros de una poblacin deter-
minada. La cultura de una sociedad dada incluye la totalidad de
sus costumbres, leyes, creencias, tcnicas, expresiones artsticas,
de lenguaje y de pensamiento5. Inculturar la fe es hacerla signi-
ficativa y pertinente para una sociedad o un grupo concreto -pen-
semos, por ejemplo, en los jvenes de nuestro tiempo-o Es intro-
ducir la fe en ese sistema complejo de comunicacin que es una
cultura.
Todo esto implica que se conozca bien la cultura de aquellos
con quienes se entra en comunicacin ya que si no hay un mni-
mo de lenguaje comn tendramos slo un dilogo de sordos.
~~Las Iglesias particulares profundamente amalgamadas no slo
con las personas, sino tambin con las aspiraciones, las riquezas
y lmites, las maneras de orar, de amar, de considerar la vida y el
mundo que distinguen a tal o cual conjunto humano, tienen la
funcin de asimilar lo esencial del mensaje evanglico, de trasva-

4. Catechesi tradendae, n. 53.


5. D. KAMBOUNER, Notions de philosophie, II1, Paris 1995, p. 447.
sarlo, sin la menor traicin a su verdad esencial, al lenguaje que
esos hombres comprenden, y, despus, de anunciarlo en ese mis-
mo lenguaje6. Pero, para conocer una cultura o una lengua es ne-
cesario primero frecuentar a aquellos que la hablan y aprenderla
de ellos. Es necesario luego respetarla y apreciar su belleza y sus
riquezas. Slo entonces se podr entrar en dilogo y proponer la
fuerza del Evangelio sin imponer nuestro modo de vivirlo o de
concebirlo porque entonces es posible que, del seno de esta cul-
tura, broten nuevas expresiones de vida, de celebracin y de
pensamiento cristiano.
Para conseguir esta nueva encarnacin de la fe es indispensa-
ble, adems, inculturar el dispositivo mismo de la catequesis. En
efecto, en la sociedad pluralista y libre de la influencia de la reli-
gin como es la nuestra, la tendencia es a relegar la fe, y ms en
general las convicciones, a la esfera privada. Cada da los mbi-
tos de Iglesia son menos frecuentados y la Iglesia pierde visibili-
dad, por no decir credibilidad. Se hace, pues, indispensable, a la
hora de repensar la catequesis, tener en cuenta esta importante di-
ficultad y provocar la creatividad de todos para suscitar nuevos
mbitos donde pueda establecerse el contacto y el dilogo con la
gente de nuestro tiempo.

Proyecto de catequesis y proyecto diocesano de pastoral


A partir de todo 10 anterior nos vemos obligados a pensar que el
proyecto diocesano de catequesis puede servir de motor y de
corazn para el proyecto pastoral de la Iglesia particular. La
misin de la Iglesia, constitutiva de su identidad, es la comunica-
cin del Evangelio. En cuanto a la catequesis, toda ella est al ser-
vicio de esta comunicacin de la fe y en el conjunto de ministe-
rios y servicios, con los que la Iglesia particular realiza su misin
evangelizadora, ocupa un lugar destacado el ministerio de la ca-
tequesis (DGC, n. 219). El proyecto pastoral de una dicesis es
lo primero, ya que l determina la visin de Iglesia que persiguen
el Obispo y sus colaboradores. El proyecto de catequesis tiene
que ser conforme a esta visin de Iglesia y contribuir a su reali-
zacin: est al servicio de este proyecto de Iglesia.

6. Evangelii Nuntiandi, n. 63.


En qu consiste este proyecto de Iglesia? Qu Iglesia que-
remos constituir para esta nuestra sociedad? Qu proyecto glo-
bal de accin debe reunir hoy a los cristianos?
La nueva situacin socio-cultural hodierna, caracterizada por
el pluralismo ideolgico y cultural y por la ruptura del rgimen de
cristiandad, hace que entre en crisis la preponderancia del mo-
mento litrgico-sacramental y de la religiosidad devocional tal co-
mo se configuraba en la praxis pastoral tradicional. Resultan de-
masiado estridentes el divorcio entre fe y vida y la desproporcin
entre la masa de fieles oficialmente cristianos y los contornos pre-
sumiblemente reales de la comunidad cristiana. Crece, adems, la
conciencia de la esencia misionera de la Iglesia en el mundo. De
aqu la necesidad de nuevos acentos en la praxis eclesial:

* La prioridad de la evangelizacin debe poner en el centro de


la atencin, en vez del ideal del "practicante", la meta de la
maduracin de la fe y del testimonio de fe, o sea, la promo-
cin del creyente. Por eso se habla de Iglesia en estado de mi-
sin, de evangelizacin, no ya en el sentido tradicional de ac-
cin "ad extra" para obtener nuevos adeptos, sino como di-
mensin permanente de la propia accin y como actitud de
escucha de la Palabra y de perenne conversin al Evangelio.
* Una Iglesia de creyentes debe revisar a fondo el proceso de
iniciacin cristiana, para garantizar la opcin de la fe y la in-
corporacin efectiva a la vida cristiana, superando la insoste-
nible situacin actual que ha convertido prcticamente los sa-
cramentos de la iniciacin en ritos de conclusin y abandono
de la prctica religiosa.
* Los cristianos deben aceptar el pluralismo cultural y religio-
so de nuestra sociedad y ponerse en actitud de dilogo cons-
tructivo y desinteresado con todos, al servicio siempre de los
valores del Reino y a la bsqueda de modos culturalmente
significantes de anunciar el Evangelio7.
Estos elementos son suficientes para calibrar la importancia
capital del descubrimiento de la evangelizacin como definidora

7. E. ALBERICH, La catchese dans l'glise, Cerf, Pari~ 1986, p. 40 (trad.


cast.: La catequesis en la Iglesia, CCS, Madrid 1991 , pp. 32-33).
del proyecto de IglesIa en el mundo actual A su luz hay que re-
pensar la catequesIs que es uno de esos momentos [de la evan-
gelIzacIOn] -y cun sealado L en el proceso total de evangelI-
zacIn8 que engloba el anunCIO, el testimomo y la madurez de la
fe tanto de las personas como de las comumdades
Cul es, pues, el lugar de la catequesIs en los proyectos pas-
torales de la Iglesia? Cuanto mas capaz sea, a escala local o um-
versal, de dar la pnondad a la catequesIs -por enCIma de otras
obras e ImcIativas cuyos resultados podran ser ms espectacula-
res-, tanto ms facIlmente encontrara la IgleSIa en la catequesIs
una consolIdacIn de su VIda mterna como comumdad de cre-
yentes y de su activIdad externa como mISIOnera En este fmal
del sIglo XX, DIOS y los acontecImIentos, que son otras tantas
llamadas de su parte, mVItan a la IgleSIa a renovar su confianza
en la aCCIn catequtica como en una tarea absolutamente pn-
mordIal de su mISIn Es mvltada a consagrar a la catequesIs sus
mejores recursos en hombres y energas, sm ahorrar esfuerzos,
fatigas y medIOS matenales, para orgamzarla mejor y formar per-
sonal capacItado9
El proyecto dIocesano de catequesIs es CIertamente el motor
y el corazn del proyecto pastoral de la IgleSIa particular El sen-
tido de este proyecto pastoral nace del hecho de que el propIO
ConcIlIO Vaticano II ha recomendado VIvamente la coordmacln
de toda la aCCIn pastoral para que resplandezca mejor la umdad
de la IgleSIa partIcular (DGC, n 273) En efecto, debe estimu-
larse la coordmacln y la ntima umn del apostolado en toda su
amplItud, baJO la dIreCCIn del obISpo, para que todos los proyec-
tos e mstitucIOnes catequticas, ffilsIOnales, cantativas, SOCiales,
famIlIares, escolares y cualqmera otra que se ordene a un fm pas-
toral, vayan de consuno, con lo que al mIsmo tiempo resalte ms
clara la umdad de la dIcesIs1O En este marco, la elaboraCIn de
un proyecto dIOcesano de catequesIs tiene, pues, una dImenSIn
teolgIca de fondo La aCCIn evangelIzadora debe estar bIen co-
ordmada porque toda ella apunta a la unzdad de la fe que sostie-
ne todas las aCCIOnes de la IgleSIa (DGC, n 272)

8 Catechesl tradendae n 18
9 [bld n 15
10 CONCILIO VATICANO n, Chnstus Dornmus, n 17
Elaboracin de un proyecto diocesano de catequesis

Para precisar las orientaciones que una dicesis puede dar a su ac-
cin catequtica, el Directorio General para la Catequesis (DGC,
n. 266) propone una serie de diferentes etapas.

1. Hacer un anlisis de la situacin de la dicesis en ma-


teria de catequesis, lo cual significa:
conocer la situacin de la catequesis, all donde
se lleva a cabo en la dicesis
analizar el contexto religioso y socio-cultural
propio
precisar las necesidades existentes en lo que se
refiere a la catequesis
2. Elaborar un programa de accin, lo cual implica:
determinar unos objetivos claros
proponer orientaciones
prever acciones concretas
3. Promover diferentes formas de formacin de los
catequistas
formacin inicial y permanente
en el marco de un centro diocesano de formacin
lo ms cerca posible de los mismos agentes
4. Elaborar los instrumentos necesarios para el trabajo
catequtico:
programas
materiales

El anlisis de la situacin de la catequesis en la dicesis


Para conocer la situacin de la catequesis en la dicesis puede ha-
cerse una encuesta. Eso es lo que hemos podido hacer en la di-
cesis de Lieja en 1998. Para ello, enviamos un cuestionario a to-
dos los responsables de la catequesis de las parroquias. Este cues-
tionario tena dos partes, una centrada en las actividades clsi-
cas de la catequesis de primera comunin, de la profesin de fe
y de la confirmacin; la segunda era sobre los aspectos ms ge-
nerales de la organizacin o de otros tipos de catequesis.
Recibimos 369 respuestas, es decir en tomo a un 75%. Los re-
sultados se clasificaron en dos categoras: los datos cuantitativos
y los datos cualitativos. Despus cruzamos estos tipos de datos y
elaboramos una serie de hiptesis interpretativas referidas a los
diferentes componentes del hecho de la comunicacin: destinata-
rios, agentes, mensaje, contexto y mbitos, finalidades, modelos
y organizacin de la catequesis. A partir de ah dedujimos las ne-
cesidades y determinados objetivos para un proyecto diocesano
de catequesis.
ste fue el cuestionario de la encuesta realizada en la dice-
sis de Lieja

PRIMERA PARTE

Para la primera comunin, la profesin de fe y la confirmacin:


1. La edad: a qu edad se hace en su parroquia?
2. Calendario: qu duracin tiene la catequesis? cul es el
calendario (de qu fecha a qu fecha)?
3. El nmero: cuntos nios o jvenes habis tenido este l-
timo ao? Repartidos en grupos? Cuntos?
4. La metodologa: Todos los grupos siguen la misma meto-
dologa? Cul? Algunos grupos han creado su propia
metodologa?
5. Los animadores: Quin anima la catequesis: sacerdote, di-
cono, laicos voluntarios? Quin les ha convocado? Estn
coordinados los grupos? A qu nivel y quin se encarga de
ello?

SEGUNDA PARTE
1. Los nios y jvenes que estn en los grupos de catequesis,
viven (exclusivamente, la mayora) en la parroquia o son de
otras parroquias diferentes?
2. Los animadores, reciben algn tipo de formacin? En qu
consiste? Quin la proporciona?
3. Los padres participan activamente: preparando las reunio-
nes, como animadores, teniendo la reunin en casa, en la
preparacin inmediata del sacramento? Se les pide una
aportacin econmica?
4. Existe alguna relacin entre la catequesis y lo que se hace
en la escuela? Cul?
5. A los nios y los catequistas les cubre algn seguro?
6. liene la parroquia un presupuesto anual dedicado a la
catequesis?
7. Dnde se tienen las reuniones de la catequesis: en la igle-
sia, en una sala de la parroquia, en casa del prroco, en casa
del catequista, en otro lugar?
8. Desde hace un ao, se ha bautizado -y cuntos- a algn re-
cin nacido, a algn nio en edad escolar o pre-escolar, al-
gn adulto?
9. Conoce usted el servicio diocesano del catecumenado?
10. Hay grupos de catequesis de adultos en su parroquia?
Cuntos? Qu actividades tienen?
11. Quin lleva esos grupos? Quines asisten a ellos?
12. Logra usted, y cmo, una continuidad entre la catequesis de
primera comunin y de profesin de fe, entre infancia yado-
lescencia, entre adolescencia y mundo de los adultos?
13. Qu tiempo dedican los animadores cada mes a las dife-
rentes catequesis: primera comunin, profesin de fe, con-
firmacin, adultos?
14. La organizacin de la catequesis (proyecto, metodologa) se
lleva a cabo como arciprestazgo, como sector, como unidad
pastoral, como parroquia?

PARA RESPONDER LIBREMENTE:

15. Qu piensa usted de la organizacin de la catequesis en su


parroquia o sector?
16. Ha hecho usted recientemente alguna evaluacin de su
catequesis? Conclusiones.
17. Qu proyectos tiene para el futuro? Por qu?

A partir de una encuesta de este tipo y de su interpretacin es


posible tener clara conciencia del estadio de la catequesis: cmo
est ubicada, de hecho, en el proceso evangelizador; el equilibrio
y la articulacin entre los diferentes sectores catequticos (nios,
adolescentes, jvenes, adultos...); la coordinacin de la cateque-
sis con la educacin cristiana familiar, con la educacin escolar,
con la enseanza religiosa escolar, y con las otras formas de edu-
cacin de la fe; la calidad interna; los contenidos que se estn im-
partiendo y la metodologa que se utiliza; las caractersticas de los
catequistas y su formacin (DGC, n. 279).
Elaboracin de un proyecto diocesano de catequesis
Para establecer un proyecto diocesano de catequesis, hay que te-
ner en cuenta:

1. La situacin de los mbitos de la catequesis en la dicesis,


complementada con un anlisis de la situacin religiosa y
socio-cultural propia de la Iglesia particular;
2. Las orientaciones dadas, en lo que se refiere a la visin de
Iglesia, por el proyecto diocesano de pastoral elaborado
por el Obispo y sus consejeros;
3. Los diferentes componentes de la catequesis diocesana:
- un proyecto de iniciacin cristiana de adultos (catecume-
nado a catequesis catecumenal) y de nios y jvenes
(bautismo, confirmacin, eucarista);
- un proyecto de pastoral educativa que asegure la coordi-
nacin de las diferentes instancias concernidas;
- la catequesis permanente;
- un proyecto de evangelizacin misionera y catecumenal;
- un tipo de presencia en el mbito pblico;
4. los medios necesarios para la organizacin, el acompaa-
miento y la formacin.

Desde esta perspectiva hay que considerar los objetivos en


tres categoras en el mbito de la catequesis interna, de la cate-
quesis externa y de los medios que hay que poner en prctica.
La distincin entre catequesis interna y externa se debe
a A. Fossion, para quien hay mbitos de la catequesis que se si-
tan fuera del marco institucional de la comunidad cristiana y
otros que se sitan dentro de ese marco... Esta distincin es teri-
ca y no impide la existencia de situaciones mixtas cuando la ca-
tequesis se lleva a cabo en lugares que, teniendo un carcter so-
cio-cultural autnomo, pueden sin embargo estar en relacin con
la institucin eclesial. Pensemos, por ejemplo, en la familia, en la
escuela, en los movimientos juveniles, en los servicios de la cari-
dad vinculados a la comunidad eclesialll.

11. A. FOSSION, La catchese dans le champ de la communication, Cerf,


Paris 1990, pp. 348-349.
El marco formal de un proyecto diocesano de catequesis po-
dra ser, por tanto, el del siguiente cuadro. Sigue siendo necesa-
rio, sin embargo, para darle cuerpo, tener en cuenta los datos con-
cretos de la situacin en que se encuentra la catequesis en la di-
cesis, en los diferentes lugares donde se lleva a cabo, y las orien-
taciones del proyecto pastoral de esta Iglesia particular.
Elementos que forman parte de un proyecto diocesano de
catequesis:

CATEQUESIS INTERNA: en el mbito de la comunidad eclesial


1. Proceso de catequesis permanente de adultos en la comuni-
dad parroquial
2. Proceso de iniciacin cristiana destinado a nios y jvenes, en
relacin con la vida de la parroquia y en el marco de una pas-
toral de los sacramentos de iniciacin desde el bautismo a la
primera comunin y la confirmacin.
3. Proyecto de pastoral educativa en coordinacin y apoyo con
la accin de la familia, la escuela y la clase de religin.

CATEQUESIS EXTERNA: en el mbito socio-cultural o pblico


4. Abrir espacios de acogida que desemboquen en la oferta de
un proceso de catequesis catecumenal para los reiniciantes o
de un catecumenado bautismal para jvenes y adultos.
5. Dar a conocer y extender el pensamiento cristiano y participar
en los debates pblicos sobre cuestiones de sentido y de fe.

MEDIOS PARA PONERLO EN MARCHA

6. Constituir un servicio diocesano de catequesis responsable de


la puesta en marcha del proyecto diocesano de catequesis, de
su seguimiento y su coherencia.
7. Pensar y organizar, en el mbito diocesano y regional, forma-
cin bsica y permanente de los catequistas.

La recepcin del proyecto diocesano de catequesis

No basta con redactar el proyecto diocesano de catequesis para


que sea el proyecto que realmente llevan a cabo todos los agentes
de pastoral de la Iglesia particular. Su recepcin es una etapa de
capital importancia que hay que organizar cuidadosamente.
Es necesario tener previsto un plan de puesta en marcha en
tres momentos: reclutar una serie de agentes de pastoral que, a ni-
vel arciprestal o zonal, coordinen y animen la accin de los equi-
pos encargados de difundir el nuevo proyecto de catequesis; un
programa especfico de formacin, dentro del instituto diocesano
de formacin, para estos agentes de cara a su trabajo concreto co-
mo agentes de cambio; un fondo econmico para poder cubrir los
gastos de personal y de difusin.
Una vez establecidas estas condiciones pueden ya programar-
se (sesiones y evaluacin) las diferentes fases del proceso de re-
cepcin del proyecto. A partir de la experiencia llevada a cabo en
la dicesis de Lieja, se pueden distinguir diez etapas.

De cara la recepcin del proyecto diocesano de catequesis

1. Difusin de los resultados de la encuesta sobre la situacin


de la catequesis en la dicesis a travs del rgano oficial de
difusin de la dicesis. El objetivo es provocar la toma de
conciencia de la situacin y la necesidad de nuevos caminos
para hacerle frente.
2. Constitucin, por parte del Obispo, de un Servicio diocesano
de catequesis (DGC, nn. 265-267) que asuma el proyecto y
asegure su difusin lo mismo que el acompaamiento de su
puesta en marcha.
3. Presentacin de los resultados de la encuesta y del proyecto
a todos los responsables de los servicios diocesanos afecta-
dos: pastoral litrgica y sacramental, pastoral familiar, ense-
anza, parroquias, pastoral juvenil, misiones...
4. Sensibilizacin de los coordinadores regionales de cateque-
sis y de los que trabajan a pie de obra mediante una presen-
tacin de la situacin de la catequesis en los en los diferen-
tes lugares de la dicesis donde se lleva a cabo, invitndoles
a la bsqueda de nuevos caminos.
5. Establecimiento de un mdulo de presentacin argumentada
del proyecto, en el centro diocesano de formacin, destinado
a los agentes interesados en ello.
6. Sugerir a las parroquias interesadas un estudio circunstan-
ciado de la situacin en los diferentes lugares de la cateque-
sis, por ejemplo haciendo la encuesta a nivel local y compa-
rarla despus con las propuestas del proyecto diocesano de
catequesis.
7, Fase de expenmentaclon del proyecto, durante dos aos, en
algunas parroqUias voluntanas, acompaadas por miembros
del ServIcIo diocesano de catequesIs
8 Un Semlnano de superVISlOn, en el centro diocesano de for-
maClon, para los responsables de la catequesIs de las parro-
qUias mvolucradas en la expenencla
9. A contmuaclon de esta expenenCla, reajuste eventual del pro-
yecto diocesano de catequesIs y constltuclon de un banco de
matenales
10 Promulgaclon oficial del proyecto por el Obispo y estableCI-
miento de un plan de aCClOn, con plazos comunes para todas
las parroqUias de la dloceSIS

La orgamzacin de la mformacin es ciertamente necesana pa-


ra asegurar una buena recepclOn del proyecto, pero mucho ms im-
portante es poner en marcha un proceso bien pensado de formacin
de los responsables y cateqUIstas locales En efecto, el gran obst-
culo para la recepcin de un nuevo proyecto de catequesis lo cons-
tituye la idea que los agentes de la catequesis tienen del acto cate-
qutlco Por tanto, la adecuada fonnacln de los cateqUlstas no
puede ser deSCUIdada en favor de la renovaCin de los textos y de
una mejor orgamzacin de la catequesis En consecuenCia, la pas-
toral catequtica dIocesana debe dar absoluta pnondad a laforma-
Cln de los cateqUlstas lmcos Junto a ello, y como elemento real-
mente declSlvo, se deber CUIdar al mximo la formaCin catequ-
tlca de los presbteros (DGC, n 234) La recepcin de un nue-
vo proyecto dlOcesano de catequeSiS pasa, efectiVamente, por un
trabajO acerca de la idea que del acto catequtlco se hacen tanto los
agentes como los destlnatanos de la catequeSiS En esto, la respon-
sabilidad del SerViCiO diOcesano de la catequeSiS es pnmordial,
pues no es posible una catequeSiS sm cateqUIstas
Queda por orgamzar, CUIdadosamente, la transiCin desde una
concepCin y una orgamzacin de la catequeSiS heredada del mo-
delo tndentmo y una renovaCin completa del dispositiVo cate-
qUtiCO en funCin de la nueva Situacin de la religin y la IgleSIa
en una SOCiedad pluralista l2

12 Ver M ViLLlERS, D'une catechese de transmlSS10n a une catchese


d'mltlatlOll Lumen Vitae 1 (2001), pp 75 96
El hecho de que la formaclOn busque capacItar al cateqUIsta pa-
ra transmItIr el EvangelIo en nombre de la IgleSIa confIere a to
da la formaclOn una naturaleza eclesIal La formaclOn de los ca-
teqUIstas no es otra cosa que un ayudar a estos a ~umergIrse en
la conCIenCIa VIva que la IgleSIa tlene hoy del EvangelIo, capa-
cItandoles aSI para transmItlrlo en su nombre (DGC, n 236)

A la hora de poner en marcha este proceso de recepcIn, la


expenencla de algunas IgleSIas locales que ya han mlclado una
renovaCIn de la catequesIs puede mstrUlrnos acerca de las dIfI-
cultades encontradas al echar a andar un proceso dIOcesano de
catequesIs
Henn DerrOltte 13 , a partIr de la evaluacIOn llevada a cabo en
Alemama, FranCIa e Itaha, saca una sene de conclusIOnes que
pueden resumIrse en SIete
SIete puntos dehcados para la puesta en marcha de un pro-
yecto de catequesIs

La dificultad de hacer evolUCionar la Idea que comunmente


se tiene de la catequesIs Esta profundamente mcrustada la
conVICClon de que la fe es una suma de verdades reveladas
y que la catequesIs debe limitarse a transmitir unos datos de
tipO nocional
2 El error de querer mtroduclr, en un marco tradiCional de pas
toral, una catequesIs de adultos complementarla y yuxta-
puesta a la catequesIs especifica de nmos y adolescentes
Parece que es preferible comenzar por una evangellzaclon
fundamental de los adultos para, de este modo, tener bases
donde apoyar y cimentar la catequesIs de los mas jovenes
3 No se puede actuar sobre los procesos catequetlcos de la pa-
rroqUia sm tener en cuenta la sltuaclOn real de la comUnidad
La experienCia alemana ha demostrado que las comunlda
des a menudo son mas lugares para el desaprendlzaje
mas que para el aprendizaje de la fe
4 Concentrar todo el discurso catequetlco unlcamente en los
sacramentos hace pensar que la fe solo puede ser VIVida en
un mundo aparte

13 H DERROITTE, una conferencIa temda en Scry (dlOcesIs de LIege) en oc


tubre de 2000
5. Si se pone en marcha una reforma del dispositivo catequti-
co, que supone nuevas opciones, es de capital importancia la
coherencia del conjunto. Los responsables no deben dar la
impresin de que todas las opciones son iguales, que tanto lo
uno como su contrario tiene todas y las mismas bendiciones.
6. Tener en cuenta el riesgo de que exista un abismo entre los
objetivos del proyecto catequtico y la capacidad de los ca-
tequistas, lo cual supone que hay que reforzar la formacin
y esto tiene que tenerse previsto al mismo tiempo que se
lanza la renovacin. Un riesgo aadido es el desfase que
puede existir entre los coordinadores de la catequesis, bien
formados, y un sacerdote, de quien dependen, que no haya
aceptado el proyecto y la evolucin de la oferta catequtica.
7. El obispo es el primer responsable de la catequesis. Es esen-
cial que garantice ampliamente el proyecto y est en contac-
to directo con la catequesis y los catequistas de su dicesis.

Ojal que estas dificultades no le impidan a nadie iniciar el


camino de la renovacin de la catequesis. Va en ello el futuro de
la fe y de su comunicacin en ste mundo que ser de ahora en
adelante el nuestro.
Te conjuro en presencia de DIOS y de Cristo Jess que ha de
venir a juzgar a vivos y muertos, por su Manifestacin y por
su Reino: Proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo;
reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina
(2 Tim 4,1-2).
15

UNA CATEQUESIS
EN LA MISIN DE LA IGLESIA
Henri DERROITTE

Introduccin *

Segn el Directorio General para la Catequesis (15/8/1997)


(DGC) la catequesis, situada en el interior de la misin evange-
hzadora de la Iglesia como momento esencial de la misma, re-
cibe de la evangelizacin un dinamismo misionero que la fecun-
da interiormente y la configura en su identidad. El ministerio de
la catequesis aparece, as, como un servicio eclesial fundamental
en la realizacin del mandato misionero de Jessl.
Como se ve, el DGC de 1997 nos propone situarnos en una
perspectiva misionera.
En la ltima parte del documento, las consecuencias de esta
relacin aparecen con toda claridad: La situacin actual de la
evangelizacin postula que las dos acciones, el anuncio misione-
ro y la catequesis de iniciacin, se conciban coordinadamente y
se ofrezcan, en la Iglesia particular, mediante un proyecto evan-
gelizador misionero y catecumenal unitario. Hoy la catequesis
debe ser vista, ante todo, como la consecuencia de un anuncio mi-
sionero eficaz2.

* El texto de este captulo, pronunciado por el autor en el coloqUio


Passages en octubre 2001, en Montral, orgamzado por el Office de
Catchese du Qubec (OCQ) se reproduce aqu con autonzaCln del or-
gamzador, a qUien estamos sumamente agradecidos
1. DGC 59
2. DGC277
Dividiremos este estudio en tres partes. En un primer mo-
mento, recordaremos cmo ha evolucionado el concepto de mi-
sin. La segunda parte estar dedicada a la nueva articulacin
entre la inquietud por la evangelizacin y por la educacin de la
fe en el mbito de las sociedades modernas. Finalmente, la ltima
parte abordar las condiciones para una renovacin de la cate-
quesis a partir de seis caractersticas.

Evolucin del concepto de misin

Ignacio de Antioqua escriba: Solamente si somos encontrados


en Cristo Jess entraremos en la vida verdadera3. Dios ofrece al
ser humano una vida nueva. En Cristo, Dios mismo se comunica
a los hombres. Animada por el Espritu de Jess, la Iglesia, desde
Pentecosts, testimonia y anuncia la salvacin en Jesucristo.
Durante la segunda mitad del siglo XX el concepto de mi-
sin evangelizadora ha sufrido una profunda evolucin. Para
simpLificarLo, nos contentaremos aqu' con apuntat cuatro mo-
mentos de esta evolucin.

Primer rasgo. Por parte de la Iglesia catlica, en tomo al concilio


Vaticano II, la misin dej de ser una funcin especializada, casi
exterior y extica de la Iglesia, para convertirse pOI' todas partes
en una dimensin intrnseca de ella. Ya no se perciba la misin
como una simple actividad de la Iglesia, sino como Una expresin
del verdadero ser de la Iglesia. Ya no era posible dividir el mun-
do en dos bloques: el de los territorios responsables de la mi-
sin y el de las tierras objeto de misin. El mUIldo entero se
haba convertido en un campo de misin de modo qUe la teologa,
incluida la teologa occidental o la catequesis, deban llevarse a
cabo en situacin de misin. Decir que la Iglesia es esencial-
mente misionera no significa que la misin se centra en la Iglesia.
[...] La misin es la expresin de la vida del Espritu Santo a
quien no se le puede imponer ningn lmite. La misin concierne
tambin, por tanto, al mundo ms all de los lmites de la Iglesia.

3. IGNAC10 DE ANTIOQUA, Carta a los Efesios, XI,l.


Se trata del mundo que es amado por DlOS y del que la comUnI-
dad cnstIana est llamada a ser sal y luz (Jn 3,16, Mt 5,13)>>4 Es
ya conocIda la provocadora frase de Pablo VI en la Evangelll
Nuntlandl La IglesIa slo eXIste para evangelIzar Esta am-
plIacIn del vocabulano de la mISIn evangelIzadora hasta el co-
razn mIsmo de las activIdades de la IglesIa es la base teolgIca
de los textos esencIales acerca del MmIsteno de la Palabra, des-
de la Redemptons MISSIO' hasta el reCIente DIrectorIO General
para la CatequesIs E mcluso cuando la Redemptons MISSIO, en
el n 33, dIstmgue tres sltuaclOnes mISIoneras especfIcas (a saber
la mlSSIO ad gentes, la activIdad pastoral y la nueva evangelIza-
CIn) lo hace dentro de l;t nIca mISIn de la IglesIa6

Segundo rasgo A la par de esta amplIacIn de la mqUletud mI-


SlOnera aplIcndola al conjunto de la VIda de la IgleSIa, la refle-
XIn ha llevado a confIar una responsabIlIdad mISIonera a todos
los bautizados El mlS1onlogo sudafncano DaVId Bosch escnbe
a este proPSItO una de las mutaclOnes mas espectaculares que
se han producIdo en la IgleSIa es la que ha hecho pasar desde una
concepcIn del mInIsteno monopolIzado por hombres espeCIalI-
zados para ello a la nOCIn de responsabIlIdad del conjunto del
pueblo de DlOS, consagr<ldo o no7 En la Lumen Gentlum puede
hallarse esta presentacII1 de la apostolIcIdad de la IgleSIa Co-
mo el Padre enVI al HIJO, as el HIJO enVI a los apstoles (cf Jn
20,21) [ ] (Mt 28,18-20) Este solemne mandato de Cnsto de
anunCIar la verdad salvadora la IgleSIa lo reCIbI de los apstoles
con la encomIenda de llevarla hasta el fm de la tierra (cf Hch
1,8) De aqu que haga suyas las palabras del Apstol ,Ay de mI
SI no predIco el evangelIO' (l Co 9,16), por lo que se preocupa m-
cansablemente de enVIar evangelIzadores hasta que queden ple-

4 D BOSCH, Dynamlque de la mIssIOn chretlenne, Col Chretlens en ltber


te, Karthala, Pans 1995, p 660
5 Ver la perspectIva abIerta por KI BLASER, Reperes pour la mlSSlOn chre-
tlenne Cmq slecles de tradltlOn mlSSlOnnalre Perspectlves oecumem
ques Cerf / Labor et fIdcs, Pans / Geneve 2000, pp 469-479
6 M ZAGO, La nouvelle evange]satlOll selon lean Paul 11 Kerygma 25
(1991), pp 165 187
7 D BOSCH, Dynamlque de la mlSSlOn chrtlenne, Karthala, Pans 1995,
p 625
namente establecidas nuevas iglesias y stas continen la obra
evangelizadora. [...] Sobre todos los discpulos de Cristo pesa la
obligacin de propagar la fe segn su propia condicin de vida8.
Es, pues, claramente la Iglesia entera, toda la Iglesia, la que
es apostlica. La lnea fundamental es la de la apostolicidad de to-
da la Iglesia. Toda la Iglesia es apostlica en la medida en que
se mantiene fiel al testimonio de los Apstoles y vive de los do-
nes del Espritu9.

Tercer rasgo. La condicin del discpulo consiste ciertamente en


participar en la misin evangelizadora (Hch 8,4-12; 10,36; 11,
20). Pero esta pretensin, esta audacia misionera debe acompa-
arse, forzosamente, de un tiempo previo dedicado al tema de las
cualidades de los evangelizadores. Como recuerda siempre el
Cardenal Danneels, la evangelizacin supone la auto-evangeliza-
cin de los bautizados. Esta auto-evangelizacin concierne a to-
dos los cristianos y en todas las dimensiones de su vida de disc-
pulo: la fe, la oracin, la esperanza, la generosidad tienen que ser
evangelizadas JO. Gilbert Adler ha mostrado claramente cmo, en
una sociedad pluralista, la verdad debe probar permanentemente
su validez. Un pensamiento justo debe probar su justicia, su au-
tenticidad, su credibilidad, su veracidad 1] Si se acepta algo no se
acepta en razn de su prestigio, de la autoridad de quien 10 for-
mula, sino en funcin de su capacidad de responder a nuestras ex-
pectativas, a nuestras necesidades.

Cuarto rasgo. La misin de la Iglesia es prolongacin de la de


Cristo y por ello, mutatis mutandis, es la msma12. Karl Rahner
,,
,f

8. LG 17.
9. H. LEGRAND, Les ministeres de l'glise loeale, en (E. Lauret y F.
Refoul [dirs.]) InitiatlOn a la pratique de la thologie, 3, dogmatique, 2,
Cerf, Paris 1983, p. 216 (trad. east.: Iniciacin a la prctica de la teolo-
ga, 5 vols., Cristiandad, Madrid 1984).
10. Cardo G. DANNEELS, vangliser, eneore et toujours: Lumen Vitae 41
(1986), pp. 7-18.
11. G. ADLER, Aujourd'hui eroire ou de quelques eonditions d'une produe-
tion de sens, en (G. Adlery - S. Salzmann [dirs.]) QUetes de sens...
Outils pour reprer et accompagner les demandes de sens, Strasbourg /
Fribourg, 1997, p. 24.
12. Y.M. CONGAR, Jalons pour une thologie du lmeat, Cerf, Paris 1953, pp.
tlene razn cuando escnbe El cnstlano y la Iglesla -por ms
que hagan aflrmaclOnes partlculares, por ms que haya un mstl-
tuclOnahsmo ecleslstlco, por ms que haya sacramentos concre-
tos- en el fondo no dlcen algo contra lo que est el otro, smo que
expresan su fe de manera que lo mefable, que no tlene lmltes, no
es slo la lejana absoluta, smo tambln la cercana que se comu-
mca a s mlsma, la cercana amorosa y blenaventurada13
Por lo dems, los hlstonadores y los telogos alrman con to-
da clarldad que un clerto tlpo de Iglesla genera un clerto tlpo de
palabra Una Iglesla dommadora, rglda y de poder, propondr, o
peor an, lmpondr sus verdades y valores, pretender ser la um-
ca detentadora de una autondad dlvma para zanjar todos los pro-
blemas En una Iglesla dlalogante, no se puede, no se qmere de-
fmlr aisladamente y contra la oplmn de todos dnde est en blen
y dnde est el mal Slo puede hacerse dentro de un dllogo ms-
tltuclonahzado en la Iglesla entera y con lo no-cnstlanosl 4 En un
contexto de plurahdad de conVlCClOnes puestas en dllogo es en
el que la mlslOnologa hace la relectura de la percopa Jomca
Como tu, Padre, en ml y yo en tl, que tambln sean uno en no-
sotros (In 17,21) La asamblea cnstlana, la Iglesla, buscar el
modo de umr a hombres y mUjeres ms all de sus d1VlSl0nes cul-
turales, sm supnmlr sus dlferenclas pero mtegrndolas en el amor
y el serVlClO mutuo, respetuoso de las personas y de su hbertad
Para traduclr todo esto en una aphcacln pastoral, podnamos pre-
guntarnos Nosotros, como comumdades parroqmales, estamos
al serVlClO de una tal fratermdad? Dejemos de soar en nuestras
comumdades como comumdades alternatlvas, como socledades
perfectas Mlchael Amaladoss descnbe lo que yo qmero declr con
el trmmo comumdad-frontera es necesano, escnbe, refun-
dar las comumdades cnstlanas como comumdades-frontera Slm-
bhcas y proftlcas, comunzdades que no vIven fuera del mundo
szno que se consagran a VIVIr los valores del Evangelw en el

488-489 (trad cast Jalones para una teologla del 1mcado Estela,
Barcelona 1961 1, pp 426-427)
13 Karl RAHNER, Traztefondamental de lafOl Centunon, Pans 1983, p 444
(trad cast Curso fundamental sobre la fe IntroducclOn al concepto de
crzstlanlsmo, Herder Barcelona 1979, p 461)
14 Cf Ehsabeth GERMAIN, Langages de la foz a travers 1 hzstOlre -
Approche d une etude des mentalztes Fayard / Mame, Pans 1972, p 220
mundo15. Quisiera leer aqu un texto de A. Fossion. Se trata del
discurso de despedida que dirigi al finalizar el curso acadmico
en junio de 2001 a los que acababan en el Instituto Lumen Vitae,
en Bruselas. De otra manera y mejor dice lo que yo quera com-
partir aqu con vosotros: La primera cualidad del evangelizador
es la de entrar en conversacin, mezclarse en la charla de la gen-
te, ponerse a charlar con las personas con los que nos encontra-
mos, interesarnos en lo que les interesa, poder hablar de cosas co-
munes, dejarse tambin interrogar. Y esto a ejemplo del mismo
Jess en el camino de Emas: "De qu vais discutiendo por el ca-
mino" (Lc 24,17). No hay evangelizacin posible -ni incultura-
cin de la fe- sin esta aptitud para dilogo amistoso con cual-
quiera sobre todo lo que forma parte de la vida misma. A veces
decimos que nuestros contemporneos son indiferentes al discur-
so cristiano, pero al revs no es tambin verdad? No somos in-
diferentes para las cosas que les ayudan a vivir, incapaces de ha-
blar con ellos de lo que les apasiona en lo concreto de su vida, de
sus aficiones, de su trabajo o de sus amistades? La Constitucin
Gaudium et Spes del Vaticano 11, en una frase admirable, nos in-
dica cul es el camino a seguir: Los gozos y las esperanzas, las
tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre
todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y es-
peranzas, tristezas y angustias de los discpulos de Cristo. Nada
hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazn
(n. 1)16.
Simplificando, la evolucin misionolgica de estos ltimos
aos puede caracterizarse mediante cuatro frmulas:

* de una teologa de la misin a una teologa misionera;


* de un cuerpo de misioneros especializados a una responsabi-
lidad comn de todos los bautizados;
* de una palabra con autoridad y prestigio a una palabra
testimoniada;
* de una misin monopolizada a una misin en dilogo.

15. M. AMALADOSS, Les nouveaux visages de la mission: Mission de l'-


glise 106 (diciembre 1994), p. 16.
16. A. FOSSION, 11 vous prcede en Galile, c'est la que vous le verrez: Le
Fil (sept. 2001), p. 8.
El centrar toda actIvIdad eclesIal en tomo a la responsabIlIdad
mISIonera evangelIzadora tendr con toda segundad consecuen-
CIas sobre el mandato catequtIco en las IglesIas locales De aho-
ra en adelante la mIsIonologa ser llamada a ejercer una funcIn
crtIca en el mbIto de las dIscIplmas de la teologa prctIca mI-
citndola contmuamente a acompaar al EvangelIo en su marcha
por pocas y pases El papel de la mlSlonologa a este respecto
es, con toda la humIldad que se reqUiere, el de actuar de tamIZ pa-
ra punfIcar, a mvel de objetIvos y mtodos, proyectos pastorales
y catequtIcos la mlSlonologa plantea nuevos hitos, tambIn pa-
ra la catequesIs sta debe resIstIrse a la autosatIsfaccIn y opo-
nerse a toda tendencIa clencal al conservadunsmo, a todo deseo
de segUir estando como se est, a toda mclInacIn al provmcIalIs-
mo y al capIllIsmo, debe rechazar todo tIpo de fragmentacIn de
la humamdad en bloques regIOnales o IdeolgIcos, todo tIpO de
explotacIn de determmados sectores de la humamdad por parte
de los poderosos de este mundo, debe rechazar todo tIpo de Im-
penalIsmo relIgIOso, IdeolgIco o cultural y toda sobrevaloracIn
de la autonoma del mdIvIduo a expensas de los dems pueblos o
de otras partes de la creacInl7
En Europa occIdental tenemos todava poca costumbre de
acudIr a los estudIOs mIsIOnolgIcos para dIscernIr mejor las po-
sIbIlIdades que la propuesta de la fe tIene en una socIedad que se
llamaba de cnstIandad, ante las mutacIOnes tan fundamentales
que se dan en la transmISIn de la fe, se esperara sm embargo
otro tIpo de complementarledad entre pastoral y mIsIOnologa,
entre evangelIzacIn y catequesIs, entre pnmer anuncIO y proce-
so catecumenal Esto ser precIsamente el contemdo de la segun-
da parte de esta exposIcIn

17 D BOSCH, Dynamlque de la mIssIOn chretlenne Karthala, Pans 1995, p


664 Ver tambIn E ALBERICH, La catechese dans I'gllse, Cerf, Pans
1986, pp 64-65 (trad cast La catequesIs en la Iglesia, CCS, Madnd
1991)
Catequesis y misin en nuestro tiempo

Los tiempos cambian en lo que toca a la comunicacin de la fe en


nuestra sociedad. En nuestras regiones el cristianismo, ayer ma-
yoritario, padece un descrdito social. La autonoma del Estado,
la marginacin de lo religioso en la vida social, el pluralismo de
opiniones en la democracia, la aceleracin y la progresiva com-
plejidad de las informaciones nos invitan a pensar de otro modo
la misin y la transmisin cristianas. El telogo francs Christian
Duquoc cree que estas modificaciones no engendran necesaria-
mente una crisis de fe sino que, por el contrario, incitan a un mo-
do diferente de anunciar el evangelio18.
En apoyo de este amUisis evoca la actitud del mismo Jess y
de los primeros evangelizadores. Jess anunci el Reino de Dios
con la sola fuerza de la Palabra y con limitados signos milagro-
sos. No preconiz el reclUso a la presin del Estado, ni apel a la
fuerza de la ley o la opinin mayoritaria de la muchedumbre pa-
ra obligar a nadie a ser su discpulo. Propuso sin imponer, pero
no sin deplorar la dureza del corazn. El discpulo no est por
encima de su maestro. Los tiempos actuales pueden ser la ocasin
para medir hasta dnde llegan los cambios en materia de la trans-
misin de la fe y para invitar a reinterpretar o actualizar el anun-
cio en funcin de lo que fue originalmente, una llamada sin pre-
sin poltica ni social.
Este nuevo dato social puede constituir una ocasin para la fe
cristiana facilitndole la vuelta a la primera intuicin: a Dios no se
le impone, se le busca y se le desea; la discrecin de Dios mani-
festada en el proceso que Jess realiz y de alguna manera verifi-
cado por el retiro silencioso del Espritu puede suscitar, desde la
moderacin de la comunidad y el pudor de su anuncio, una seduc-
cin distinta a la del consenso superficial o social, lejos de toda
presin del poder y de la fascinacin de su podero. Dios se reve-
la como Dios al revs de lo que con demasiada facilidad imaginan
los hombres. Cuando Dios se oculta es cuando se hace cercano.
En esta vuelta a las fUentes de la misin, en el pudor y la dis-
crecin (sin contar ya can la fuerza de la ley o la solidez de las

18. Ch. DUQuoc, Discrticm du Dieu trinitaire et mission chrtienne:


Lumiere et Vie 245 (2000), p. 88.
instituciones, sino despertando el deseo que dormita en cada uno)
las aportaciones de la misianaloga interpelan de mltiples mane-
ras al campo de la catequesis.
En tanto que las imgenes espontneas de buen nmero de
cristianos acerca de los misioneros evolucionaban poco, atenin-
dose a clichs de tipo colonial o a eslganes desresponsabilizan-
tes, los rasgos que definan a los misioneros se volvan a dibujar,
primero en la misma prctica y simultneamente en los mbitos
de estudios misionolgicos, en torno a una serie de paradigmas de
los que aqu apuntamos cuatro por su fecundidad y su fcil trans-
posicin al campo de la investigacin catequtica.

Primer rasgo: kllibertad


El acto de fe es eminentemente un acto de la libertad humana: na-
die puede obligar a otro a responder al amor de Dios. El anuncio
misionero, como cualquier otra forma de catequesis, exige una in-
mensa atencin hacia el otro, una moral de la comunicacin que
libera y hace responsable. Misin y catequesis alcanzan al hom-
bre y a la mujer en un camino personal. La democracia, el pudor,
la tolerancia no llevan al cristiano a enmudecer o quedar inexis-
tente en el mbito del libre debate de la sociedad. Le invitan a lle-
var a cabo una evangelizacin avalada por el testimonio y por una
catequesis del camino. Si es cierto que la fe se presenta a nuestros
contemporneos como una adhesin libre personal, la religin es
hoy un espacio de libertad por antonomasia. El despertar a la fe
no debe separarse del despertar a la libertad19. La reflexin acer-
ca de la necesaria valoracin del ejercicio de la libertad ha dado
lugar desde hace treinta y cinco aos a una serie de profundiza-
ciones en dos direcciones complementarias.
En primer lugar, la catequesis se ha beneficiado de mltiples
estudios de pedagoga y de ciencias humanas. Los catequistas sa-
ben perfectamente ya desde ahora que el ejercicio de la libertad
debe poder expresarse en, por y ms all de la relacin con las
personas en formacin. Por eso la catequesis necesita una peda-
goga que valore los espacios para la autonoma, la creatividad y

19. A. FOSSION, Communiquer la foi aux nouvelles gnrations, en Dire


Dieu a nos petits enfants, Lumen Vitae, Bruxelles 1994, p. 10.
la expresIn, en un proceso que respeta el jardn secreto, el mlS-
teno de la persona20
Esta reflexIn, compendIO lImitado absolutamente a una
practIca pedaggIca, hunde sus races de hecho en una madura-
CIn razonada de la defmlcln mIsma del acto de fe del cnstIano
puesto que la fe se dmge a la lIbertad [ ] la catequesIs, en vez
reduclfse a una enseanza despersonalIzada de verdades y pre-
ceptos abstractos [ ] debe presentarse como una mIClaCIn con-
creta a la fe VIva y a la prctIca vlvenclada de la fe21 Es decIr
que no es una dIstraccIn m un ejerCICIO opcIOnal pensar la cate-
quesIs en su contemdo y en su metodologa para poder respetar el
lIbre ltmerano de los destmatarIOs Es una sola cosa En el orden
de la fe, una deterrnmada pedagoga supone sIempre un cIerto
modo de concebIr la relacIn con DIOS, el modo de condUCIrse
que tIene su palabra y su gracIa [ ] Hay una relaCIn dIrecta en-
tre el cmo se dIce actualmente la fe y el cmo de la
Revelacln22

Segundo rasgo: la inculturacin


La evangelIzacIn autntIca se SIta SIempre un contexto concre-
to Para un proceso catequtIco que saca a la gente de su contex-
to, el mundo es una espeCIe de obstculo, no un desafo Despre-
CIa la hlstona y no tIene oJos ms que para lo espmtual Los as-
pectos puramente matenales de la vIda parecen SI no falsos, al
menos desdeables
Cuando Jess proclamaba la Buena NotIcIa no lo haca de una
manera etrea AsumI todas las eXIgencIas y partlculandades de
la condIcIn humana en un espacIO y un tIempo concreto, y se m-
sert en el seno de un pueblo que estaba VIViendo una SItuacIn
SOCIal y poltIca concreta En su predIcacIn utIlIz Imgenes y
dIChos que recordaban a sus oyentes todas las realIdades famIlIa-
res de su cultura Todo esto ha hecho que los partIdarIOs de la m-
culturacln sostengan que el mensaje de Cnsto debe encarnarse

20 Madeleme LE SAUX, Des eXIgences de la relatIon en catechese


Catechese 122 (1991), pp 33-34
21 J MOINGT, La transmlSSlOn de lafol, Fayard, Pans 1976, pp 60-61
22 R MARLE, Pedagogle du document et obJet de la fOl Catechese 85
(1981), pp 45-46
hoy en las diferentes culturas africanas 23 Desde esta perspectiva
lo que le mteresa a la inculturacin es hacer ver que la evangeli-
zacin no se sita al nivel de tcticas humanas ms o menos efi-
caces. Los agentes de la inculturacin deben crear las condicio-
nes que permitan de nuevo a Jesucristo acabar, en cada una de las
culturas humanas, lo que todava falta a su Encarnacin 24.
En un importante artculo publicado en 1989 por la revista
Catchese, otro telogo francs, Antaine Delzant, situaba dos
posturas, cada una de ellas ante los retos de la cultura contempo-
rnea. Ante este mundo puede adoptarse una actitud negativa: es-
ta sociedad es mala; lo mejor, entonces, es separarse de ella y pro-
tegerse lo mejor posible2'. La otra actitud es una actitud de aper-
tura y discernimiento: en esta cultura es donde el cristianismo
quiere habitar y a la que quiere vivificar. Dos de los ms impor-
tantes puntos de apoyo para el anuncio del evangelio hoy son los
de la inculturacin y el dilogo inter-religioso. Estos dos temas
ocupan hoy con todo derecho el primer plano de toda reflexin
misionera y catequtica. Invitan al anlisis cultural y obligan al
apstol del Evangelio a volver a expresar las palabras de Vida de
Jesucristo en un lenguaje actual y en el encuentro con los otros.
Es demasiado decir que el encuentro del cristianismo con las
culturas actuales lleva en s mismo un enriquecimiento mutuo?
As se expresaba un especialista en el tema de la misin hace ms
de 50 aos: No debemos considerarnos como quienes dan a

23 Mons MONSENGWO PASINYA ha puesto especIal nfaSIS en esta relaCIn


encarnacIn-mculturacIn en su lIbro Inculturatwn du message y en su
artculo InculturatlOn du message a l'exemple du ZaIre: Spmtus 74
(1979), pp 96-99 Esta relaCIn est tambIn presente en KANGUDI
KABWATILA, <<InculturatlOn et lIbratIon en thologIe afncaIne Annales
CardlJn 4 (1988), p. 32; ver tambIn MBUYI MUKEKA, Breve rfleXlOn
sur l'mculturatIon du message Dlmenswns afncames 1 (1986-1987),
pp 40-41, L MUSEKA, <<InculturatlOn ou lIbratlOn? Un malentendu th-
ologIque' Panorama Interg[ses (1988), p. 46 Cl Geffr habla slo de
una analoga entre encarnaCIn e mculturacIn y descnbe los lmItes es-
ta aproXImacIn (Cl GEFFRE, Le chnstlanlsme au nsque de l'mterprta-
twn, Cerf, ParIS 1988, p. 305 [trad cast. El cnstlanlsmo ante el nesgo
de la mterpretacln, CnstIandad, Madnd 1984])
24 R JAOUEN, L'hIst01re des peuples non-chrtIens peut-elle leur serVIr
d'ancIen testament?: Kerygma 47 (1986), p. 231.
25 A DELZANT, Quelques dfIs de la culture contemporaIne pour l' annon-
ce de la f01: Catchese 114 (enero 1989), p 59
otros mlentras que stos slo tlenen que reclblr, smo como qUle-
nes dan a otros de qUlenes nosotros tamb,n reclblmos, y tal vez
mucho ms de lo que les hayamos dado El mco amor autntl-
co entre nosotros es cuando nosotros, para la edlflcacln de la
Iglesra, deseamos reclblr a nuestra vez de aquellos a qUlenes da-
mos hoy26 Concluyendo un reCiente nmero de la revista Lu-
men Vltae sobre las catequesIs mculturadas, Andr FossIOn es-
cnba Cuando el cnstramsmo se duerme en los laureles o se
encrerra enformulaclOnesflxlstas, el mundo secular Vlene en su
ayuda para devolverle al EvangellO su fuerza Esa fue ya la ex-
penencra del mlsmo Jess cuando se llen de admlracln ante el
centunn. "Os aseguro que jams he encontrado en Israel una
fe tan grande ',27

Tercer rasgo: la propuesta


A la luz de la Carta a los catlIcos de FrancIa28, cada vez ms
frecuentemente se sugIere pasar de una pastoral de la demanda a
una pastoral de la propuesta Henn-Jerme Gagey ha analIzado
este texto para sacar de l sus ImplIcaCIOnes pastorales MIentras
que generalmente los curas (las parroqUIas) se contentan espe-
rando que los padres solIcIten un bautIsmo o que los nOVIOS pIdan
un matnmomo relIgIOSO, la pastoral de la propuesta es la toma
de conCIenCIa de que se Impone la necesIdad de mvertIr la mar-
cha de las cosas desde la catequesIs de mos y adolescentes has-
ta los cnstIanos de tIpO medIO, cmo consegUIr hacer la propues-
ta del cammo de la vIda cnstIana antes de entrar en la ltIma eta-
pa de la preparaCIn lItrgIca29 Tenemos que reconstrUIr, pn-
mero en la IglesIa, sm duda, pero tambIn ms amplIamente en la
cultura, Imgenes SOCIales del bautIsmo y del matnmomo cnstIa-
nos sufICIentemente IdentIfIcables para que al menos SIrvan de m-

26 Y DE MONTCHEUIL, Aspects de 1 Eg!lse, Cerf, Pans 1948, p 161


27 A FOSSION, Les facettes de I'mculturatlOn Lumen Vztae 49 (1999),
P 232
28 Proposer lafol dans la SOClete actuelle lettre aux catho!lques de France,
Cerf, Pans 1997 (Trad cast [Donaclano Martmez - Pelayo Gonzlez -
Jose LUis Sabondo (comps )] Proponer la fe hoy De lo heredado a lo
propuesto, Sal Terrae, Santander 2006)
29 H J GAGEY, La nouvelle donne pastorale Ed de l' Ateher, Pans 1999,
p 115
terrogante para la experiencia espiritual en la que se introducen
los novios lo mismo que los padres jvenes que mantienen an un
fondo de memoria cristianaJo.
Una catequesis de la propuesta extrae sus primeras lecciones
de la renovacin del catecumenado en las sociedades occidenta-
les. All donde la gente sabe que uno puede bautizarse a cual-
quier edad la experiencia demuestra que hay personas que ex-
presan su deseo de saber ms sobre ello. Este catecumenado vuel-
ve a introducir una dimensin misionera en las comunidades. Por
ese mismo hecho del catecumenado, se ven obligadas a pregun-
tarse sobre su propia capacidad para expresar la fe con palabras
de la gente de hoy en da; les obliga o no contentarse con frmu-
las estereotipadas y les ensea de nuevo a reflexionar sobre el
sentido de la vida y las llamadas de Dios; les invita a personali-
zar su lenguaje reconociendo la obra de Dios en el otro. La
Iglesia en misin no trata de aportar un cristianismo ya acabado
del todo, [...] sino que busca la gracia de Dios que realiza ya su
trabajo en la vida de un ser humano3!.
Finalmente, una catequesis de la propuesta pide insertarse en
el seno de una sociedad laica. Est convencida de que puede ofre-
cer verdaderos recursos para inspirar los profundos deseos de vi-
da de esta sociedad, sobre todo en una poca en la que se siente
con fuerza la ausencia de referencias para poder vivir32. Esta con-
viccin es fuente de una doble exigencia para nuestras catequesis:
por una parte, nos invita a apoyar el trabajo comn de ambas tra-
diciones, laica y cristiana, en la salvaguarda de determinadas con-
vicciones comunes; por otra parte, impone el abandono de postu-
ras defensivas u obsesivamente resentidas JJ y hacer valer esta re-
velacin que guarda en su corazn: el hombre, todo ser humano,
es imagen de Dios, capaz de libertad y de amor [...]. Debemos

30. bid., p. 116.


31. A. LAURENTIN - M. DUJARIER, Catchumnat - Donns de l'histoire et
perspectives nouvelles, Centuron, Pars 1969, p. 134 (trad. cast.: El ca-
tecumenado: fuentes neotestamentarias y patrsticas; la reforma del
Vaticano l/, Grafite, Bilbao 2002).
32. Mons. ~l. DAGENS, Proposer la fo dans la soct actuelle - Un projet
pour l'Eglise au seuil du XXIe secle: NRT 121 (1999), pp. 380-381.
33. Son palabras de Mons. DAGENS, Proposer la fo..., pp. 376 Y 378.
aprender a proponer la fe en este mbito de nuestra humanidad
profunda, que es inseparable del mbito de la vida social34.

Cuarto rasgo: pobreza


Hace veinte aos la Iglesia de Amrica Latina se expres con cla-
ridad en el documento de Puebla: Comprometidos con los po-
bres, condenamos como antievanglica la pobreza extrema que
afecta numerossimos sectores en nuestro Continente35. Se per-
cibe aqu otro rasgo del compromiso misionero: el rechazo de la
pobreza a partir de la solidaridad con los pobres. La solicitud por
los pobres sigue siendo una constante de la catequesis despus del
Concilio. A condicin de que en la palabra pobres leamos no
slo las personas con pocos de recursos materiales sino tambin
las personas privadas de posibilidades creativas cultural e inte-
lectualmente y tambin personas diferentes a causa de su disca-
pacidad mental, podramos decir que el binomio catequesis-po-
breza da lugar a tres tipos de reflexin.
Hay ante todo una llamada a una exigencia intrnseca de toda
realizacin que pretenda basarse en la autoridad de Jesucristo: la
catequesis tiene que velar para que sea un lugar donde todos sean
acogidos tal como son. Los ms desheredados deben encontrar su
sitio en ella36 Esta cuestin merecera una renovada atencin pa-
ra evitar una serie de ambigedades: Es posible anunciar el
Evangelio a los ricos?, se preguntaba un da Emilio Alberich:
ms de una vez [oo.] la catequesis da la impresin de hacer de-
sesperados esfuerzos por conseguir la audiencia de un pblico tan
satisfecho y lleno de s mismo que no siente ninguna necesidad de
abrirse al mensaje37.
Despus estn las exigencias que van unidas a una presencia
y un anuncio que se realiza en los ambientes ms desfavorecidos
en el dominio de la lengua y de la abstraccin. Podemos decir
aqu que estas catequesis se han inspirado en procesos e investi-

34. [bid., pp. 380-381.


35. Puebla, 1979, n. 1.159
36. S. DUGUET, Relecture pastorale et catchtique: Catchese 121 (1990),
p.135.
37. E. ALBERICH, Regards sur la catchese europenne: Catchese 100-
101 (1985), p. 170.
gacIOnes que ellas, en cuanto tales, apenas han suscItado Pense-
mos sobre todo en las aportacIOnes de los mOVImIentos Juvemles
presentes en el mundo de la margmalIdad y en los estudIoS naCI-
dos en el mbIto de la enseanza profesIOnaps
Queda, adems, el amplIo campo de la catequesIs llamada es-
pecIalIzada En este aspecto hay numerosos estudIOs y dan mues-
tra de madurez y fecundIdad realIzacIn de pedagogas adapta-
das a los problemas especfIcos de unos y otros 39 , pnncIpIO de la
doble fIdelIdad, tan quendo del P Colomb, aplIcado a este pblI-
co (fIdelIdad al mensaje de Jesucnsto y a la capacIdad espmtual
de las personas), renovaCIn y redescubnmIento de las dIversas
dImensIOnes de la sImblIca cnstIana, etc Los trabajos de H.
BIssonmer y de J Mesny estn reconocIdos como aportacIOnes
defm1tlvas no slo para la catequesIs especIalIzada smo para cual-
qUIer estudIO de pastoral catequtIca40
Estas reflexIOnes, afectan de alguna manera a la vIda cnstIa-
na en Qubec, en Bruselas o en Valoma? Qu preguntas pode-
mos hacernos para establecer una relacIn entre estos pnnCIpIOs
y la sItuacIn de nuestras IglesIas locales? Cmo hacer para que
nuestra catequesIs se benefICIe de la expenencIa mISIOnera de
otras IglesIas?
SI hablamos de la BlgIca francfona, sentImos el dfIcIt ac-
tual de una verdadera reflexIn mIsIOnolgIca ad zntra y la nece-
sIdad de una profundIzacIn teolgIca y de un estudIO de sus con-
secuenCIas pedaggIcas
ProfundIzacIn teolgIca en tanto que nuestras IglesIas loca-
les dUIante demasIado tIempo han delegado en otros (mISIoneros
de OfICIO, cnstIanos de pases del Tercer Mundo) la tarea de pro-
fundIzar en la teologa de la mISIn, ha llegado la hora de hacer

38 Ver J Y MORVAN, La JOe dans les LEP - Une presence d'Eghse


Catechese 93 (1983), pp 117 123, A PATIN, le veux Vlvre afond Les
Jeunes et Dleu Ed de l' Ateher, Pans 1999, p 80
39 Ver unas mteresantes pagmas sobre este tema en Thabor L'encyclopdle
des catechlstes, Descle, Pans 1993, pp 395-398 Y 408-410
40 Buena bIbhograha de hbros y artIculos de H BIssonmer y de J Mesny
en Ph LESO - P M RUPPERT, Provoques par la dlfference Expnence
symbolzque et personnes handlcapees, Lumen Vitae, Bruxelles 1993, pp
105-108 Hay que CItar Igualmente el notable trabajo de E ERNENS, Dleu
nous appelle a Vlvre - Document de travad pour les cours de relzglOn
dans l'enselgnement secondmre speczal, Angleur 1988
de este eje una pnondad en nuestros estudIOs MIentras que ayer,
nuestro modo tradICIOnal de evocar la mISIn utilizaba un voca-
bularIO extico, hecho de conqUista de las almas y estadsticas de
converSIn, hoy en da la mISIn dudar mucho en exhIbIr la can-
tidad de cnstianos socIolgICOS o de enorgullecerse de la forta-
leza de sus InstitucIOnes
La escntora Mane Noel haba ya advertIdo todo esto a su ma-
nera antes de la Segunda Guerra MundIal El apstol es un ban-
dIdo de DIOS, un salteador de camInOS que acecha a las almas VIa-
Jeras, las ataca, las rapta, las lleva al ReIno Yo no estoy hecha pa-
ra el rapto, yo que tiemblo slo con pensar en henr al hombre, In-
cluso a su sombra41 La mISIn se Interesa por las personas que
son realmente buscadoras de sentido, respeta su libertad, conSI-
dera el pluralismo como una nqueza42 Cuando una comumdad se
preocupa ms de sus estructuras y de su superVIvencIa que de las
personas, corre el nesgo de perder su VIgor proftico y la fuerza
de conVICCIn de su mensaJe43 Por el contrano, los dIscpulos de
Cnsto son llamados a renovarse SIn cesar en el amor recproco pa-
ra que el mundo pueda creerM
Esta profundIzacIn teolgIca traer, en mI OpInIn, conse-
cuenCIas pedaggIcas Los mtodos que se utilicen no deben ha-
cer una lectura restnctiva del concepto de mISIn La mISIn no
se confunde con el activIsmo pues es ms un modo de ser que una
actiVIdad No debe copIar los mtodos de la propaganda o de la
publiCIdad pues su objetivo no es engrosar las estadsticas ecle-
sIales No debe poner en contra a unos con otros SInO ms bIen ser
experta en el dIlogo con las religIOnes y las fIlosofas
Pero actualmente el objeto central de las preocupacIOnes nos
InVIta a desarrollar las ImplicacIOnes en la prctica catequtica
Esta es la razn por la que abnmos a contInUaCIn una tercera y l-
tima parte sobre los trrnInos de una renovaCIn de la catequesIs

41 Mane NOEL, Notes mtlmes, Stock, Pans 1959, p 208


42 Sobre la evoluclOn del concepto de mISlon puede verse W SHENK,
The Role of Theory In MIsslOn Studles MIsslology 24 (1996), pp
31-45
43 M AMALADOSS, MISSlOn In a Post modem World - A Call to be
Countercultural V J T R 60 (1996), P 578
44 G SANTOLINI, La mlSSlon de l'EglIse de la Tnmte, par la Cr01x, dans
l'Espnt Revue Afncame des SClences de la MIsslOn 2 (1995), P 48
Los trminos de una renovacin de la catequesis

El DGC invita a todas las Iglesias particulares a hacer una eva-


luacin de su inversin en el terreno de la catequesis. Uno de los
puntos centrales que dominan en este texto referencial es el de
situar la catequesis en el corazn de la misin de la Iglesia, en
una perspectiva estructurada, coherente y global. Se halla situa-
da dentro del proceso global de la evangelizacin que va desde
el primer anuncio del nombre de Jess hasta la educacin per-
manente de la fe.
La definicin de la catequesis que este documento propone
manifiesta, a partir de bases evanglicas, el desarrollo y al mis-
mo tiempo la complementariedad de las diversas tareas de la
catequesis.
El DGC da esta definicin de la catequesis (n. 84):
La finalidad de la catequesis se realiza a travs de diversas ta-
reas, mutuamente implicadas. Para actualizarlas, la catequesis
se inspirar ciertamente en el modo en que Jess formaba a sus
discpulos: les daba a conocer las diferentes dimensiones del
Reino de Dios ("a vosotros se os ha dado conocer los misterios
del Reino de los cielos": Mt 13,11), les enseaba a orar ("cuan-
do oris, decid: Padre...": Lc 11,2), les inculcaba las actitudes
evanglicas ("aprended de m, que soy mando y humilde de co-
razn": Mt 11,29), les iniciaba en la misin ("los envi de dos
en dos...": Lc 10,1). Las tareas de la catequesis corresponden a
la educacin de las diferentes dimensiones de la fe, ya que la
catequesis es una formacin cristiana integral, "abierta a todas
las esferas de la vida cristiana". En virtud de su misma dinmi-
ca interna, la fe pide ser conocida, celebrada, vivida y hecha
oracin. La catequesis debe cultivar cada una de estas dimen-
siones. Pero la fe se vive en la comunidad cristiana y se anun-
cia en la misin: es una fe compartida y anunciada. Y estas di-
mensiones deben ser, tambin, cultivadas por la catequesis.

Una catequesis intergeneracional


En la historia de nuestra Iglesia, desde las comunidades post-pen-
tecostales, siempre se ha tenido conciencia de tener que propiciar
un cierto inter-generacionalismo. Tratndose de la catequesis,
desde el concilio Vaticano 11, hay textos cada vez ms numerosos
que abogan por la existencia de procesos catequticos no slo pa-
ra nios y adolescentes, sino tambin -y sobre todo, podramos
decir- para adultos. Sin embargo, fuerza es constatar que, a pesar
de las declaraciones de principios, la mayora de las actividades
eclesiales funcionan segn un modelo de separacin y que all
donde existen procesos catequticos para adultos junto a los des-
tinados tradicionalmente para los nios, no se tiene pensado nada
o casi nada para llevar a cabo una catequesis intergeneracional. El
snodo de los obispos de 1977 sobre la catequesis haba dicho ya
que la comunidad cristiana es origen, lugar y meta de la cate-
quesis45. La comunidad cristiana global ofrece ricas posibilida-
des de intercambio y dilogo entre participantes de condiciones y
sensibilidades diferentes. As, la catequesis intergeneracional
ayuda a evitar que toda la atencin est puesta nicamente en la
catequesis de la infancia y a tener en cuenta las necesidades per-
manentes de la comunidad en su conjunt046 .

Una catequesis catecumenal


La renovacin europea de la catequesis saca sus primeras leccio-
nes de la renovacin del catecumenado en las sociedades occiden-
tales. All donde la gente sabe que uno puede bautizarse a cual-
quier edad la experiencia demuestra que hay personas que expre-
san su deseo de saber ms sobre ello. Este catecumenado vuelve a
introducir una dimensin misionera en las comunidades. Por ese
mismo hecho del catecumenado, se ven obligadas a preguntarse
sobre su propia capacidad para expresar la fe con palabras de la
gente de hoy en da; les obliga o no contentarse con frmulas es-
tereotipadas y les ensea de nuevo a reflexionar sobre el sentido
de la vida y las llamadas de Dios; les invita a personalizar su len-
guaje reconociendo la obra de Dios en el otro. La Iglesia en mi-
sin no trata de aportar un cristianismo ya acabado del todo, [...]
sino que busca la gracia de Dios que realiza ya su trabajo en la vi-
da de un ser humano (A. LAURENTIN y M. DUJARIER).

45. Snodo de los Obispos, 4" asamblea general (30 septiembre - 29 octubre
1977), proposicin 25.
46. A.-M. AITKEN, Vers une pdagogle intergnrationnelle?: Catchese
122 (1991), pp. 101-109.
Catequesis inicitica
Hace mucho tiempo que los procesos iniciticos han interesado a
antroplogos y artistas de todos los continentes. En el campo de
la catequesis el vocabulario de la iniciacin est muy claro: hay
mtodos, libros, itinerarios que permiten, a cualquier persona que
lo solicite, prepararse para recibirlos sacramentos de iniciacin.
Sin dejar esta ordinaria relacin, autores cada vez ms nume-
rosos le aaden un desarrollo complementario. Abogan por una
catequesis de iniciacin como un proceso de familiarizacin pro-
gresiva con la vida cristiana integral.
Este nuevo acento debe entenderse a partir de una triple
conviccin:

* En una sociedad sociolgicamente marcada por una fuerte


presencia cristiana, la catequesis poda contentarse con en-
sear y hacer aprender. El contexto familiar y social encua-
draba a los creyentes y les haca participar por impregnacin
en la vida cristiana. El acto propiamente catequtico estaba
basado, apoyado y completado por este humus. La fe se
transmita por smosis, por imitacin de las costumbres fami-
liares47. En una sociedad en la que el cristianismo se ha he-
cho menos visible y cuantitativamente minoritario, esta im-
pregnacin cultural ya no existe, de una manera tan acentua-
da. Con ello, la situacin de la enseanza catequtica se en-
cuentra cambiada. Antiguamente no se empezaba enseando
una serie de conocimientos sino que primero se viva y se ce-
lebraba48 . Actualmente la catequesis volva a estar aislada
frente a un pblico al que se le hablaba de cosas que ni viven
ni celebran. Si este es anlisis es correcto, se entiende que los
estudios sobre catequesis no quieran ya una catequesis dedi-
cada slo a ensea~9, sin un lazo comunitario y existencial:
ms que hablar de transmisin se habla de iniciacin: ha-

47. D. VILLEPELET, Catchese: de l'enseignement a l'initiation: Croire


Aujourd'hui 69 (abril 1999), p. 27.
48. J. MOINGT, <<Transmettre un regard: Catchese 138 (1995), p. 82.
49. Cf. las reflexiones de Cl. CESBRON, Apres le Synode: des champs a ex-
ploren>: Catchese 78 (1980), p. 113: La catequesis se comprende ms
como formacin de creyentes que como transmisin de la fe, SI esto su-
pUSIese al menos que la fe preeXIste en un no-lugar histrico.
cer un descubnmIento progresIvo en un contexto global que
ayude a Ir avanzando50
* La propuesta de una mIcIacIn, de una famIhanzacIn pro-
gresIva, se basa Igualmente en un descubnmIento de todas las
dImensIOnes de la eXIstencIa cnstlana No se trata de hacer
honor mcamente a la mtehgencIa de la fe (en una enseanza
y una memonzacIn de las verdades cnstlanas) smo que se
trata tambIn de descubnr que el creyente es tambIn una mu-
Jer, un hombre que reza, que acta en medIO del mundo, que
VIve en relacIn con los dems La hturgla, pues, mteresa en
la catequesIs de mICIaCIn es el reflejo de la post-modernI-
dad, smtlndose una necesIdad de hacer VIVIr tlempos fuertes
(sobre todo con mos y Jvenes) ms que exphcar SIempre
todo antes de celebrarlo51 El compromIso sohdano y el re-
fuerzo del teJ1do relacIOnal conCIerne paralelamente a la cate-
quesIs Toda catequesIs debe preparar cnstlanos capaces de
VIVIr con sus hermanos los hombres amndolos en nombre de
Jesucnsto ms que trabajar para llenar de fIeles las estructu-
ras parroqUIales [ ] La catequesIs debe comportar una ac-
CIn y un servIcIO en medIO del mundo52
* Fmalmente, qUIen dIce mIcIacIn, dIce presencIa de un grupo,
de una comumdad, de un eqUIpo que VIve ya esos valores
cnstlanos y que se abre a los cateqUIzandos para que los des-
cubran Ayer se mSIsta mucho en la VIda de los grupos de
Iguales en catequesIs mos de la mIsma edad que seguan el
mIsmo Itmerano de catequesIs Hoy en da la presencIa del
grupo (o ms bIen de la comumdad) se afIrma como neceSI-
dad y con una dImenSIn mtencIOnalmente mtergeneracIOnal

Catequesis descompartimentada
He aqu lo que hace cuarenta aos deca una rehgIOsa a proPSI-
to de la catequesIs El catecIsmo de los mos no es una mstltu-

50 Veromque BONNEVIE, Catechese de l'enselgnement a l'mltlatlOn


Crolre AUJourd'hul 69 (abnlI999), p 27
51 bId P 28
52 G PrvoT, Pratlque synodale et proposltlon catchtlque Catchese 83
(1981), P 47
cin autnoma y no puede pensarse sino dentro de la actividad de
la parroquia53.
Como acabamos de mostrar, el proceso inicitico en cateque-
sis es un proceso de apropiacin progresiva, libre, existencial, rit-
mada litrgicamente, de la fe cristiana y de diferentes aspectos de
la vida cristiana gracias al contacto y con el apoyo de una comu-
nidad que cree, vive y celebra. Su lgica es la del venid y ved.
La catequesis desarrolla lo que la comunidad vive, cree y celebra.
No, la catequesis no es una actividad perifrica de la vida cristia-
na, al margen del organigrama de las prioridades parroquiales.
Tambin aqu basamos estas ideas en una serie de reflexiones:

* A nivel de los destinatarios de la catequesis: compartimentar


la catequesis segn las diferentes generaciones ha podido ser
una solucin pertinente y adaptada a una sociedad cristiana.
Pero esto ya no es as en una sociedad en la que el cristianis-
mo es socialmente minoritario. Una catequesis descomparti-
mentada no separa las diversas edades ni limita la cateque-
sis tan slo a los nios y a los jvenes sino que piensa en una
catequesis intergeneracional, crea espacios y tiempos para el
acompaamiento de las jvenes parejas dejando de ver ya el
, matrimonio de los novios como el objetivo de la preocupa-
cin pastoral. Cualquiera que sea nuestra edad, tenemos que
seguir instruyndonos54, deca ya Clemente de Alejandra a
finales del s. n. En 1972, D. Piveteau escriba: Creemos que
la catequesis de adultos debe hacerse por ella misma y no uti-
lizar la catequesis de nios como coartada. Siempre andamos
preocupados por los nios y los jvenes cuando la nica fuen-
te de inquietud deberan ser los adultos55.

* A nivel de los catequistas: una catequesis comunitaria no


quiere ya que un grupo de catequistas sea el nico rgano de
preocupacin por la catequesis. Este cuidado no puede de-
legarse en unos cuantos y dejar mientras tanto a la comunidad
en una tranquila indiferencia, y esto por un triple motivo: pri-

53. Sr. EUZABETH, La naissance et l'volutlOn des catchismes parois-


siaux: Catchese 5 (1961), p. 518.
54. CLEMENTE DE ALEJANDRA, El Pedagogo, 1,5, 17.
55. D. PIVETEAU, dltonal: Catchistes 90 (abnl 1972), p. 316.
mero, hay que decIr que una catequesIs mlcltIca eXIge una
comumdad toda ella ImplIcada en la progresIva famIlIarlza-
cln de sus mIembros con toda su vIda, despus, porque el
tIempo dedIcado a la enseanza catequtIca, sIempre necesa-
na, no debe estar separada del resto del aprendIZaje de la VI-
da cnstIana cualqUIera que sea la edad, nunca acabamos de
descubnr cmo y cunto somos amados por DIOS y cmo y
cunto este amor nos compromete y nos da fuerzas (<<Reunos
frecuentemente para buscar lo que conVIene a vuestras al-
mas56, aconseja la Dlda]e, ese texto que data de comIenzos
del sIglo II y que es una especIe de catecIsmo), fmalmente,
por una cuestIOn de lenguaje Es mdlspensable que la cate-
quesIs no sea nunca monopolIo de unos especIalIstas ecle-
sIstIcos, smo la obra de toda la comumdad57

Una catequesis comunitaria


Umda a la necesIdad de descompartlmentar la catequesIs, est
la eXIgencIa de repensar la relacIn entre catequesIs y comumdad,
entre catequesIs y parroqUIa Los estudIOs realIzados en Europa
est msplrados, en este terreno, en los estudIOs de los mvestIga-
dores alemanes, en cuya pnmera lnea nos encontramos con el
profesor Norbert Mette58 Para que cualqUIera que mtenta y busca
comprender qu es la vIda cnstIana pueda ser acompaado e Im-
cIado es necesano que esta persona encuentre la expenenCla de
una comumdad parroqUIal en la que se VIvan las cmco dImensIO-
nes puestas de relIeve por el DGC en el n 84 La vocaCIn y la
mISIn de la parroqUIa consIste, por su modo de ser comumtano,
en hacer perceptIble a los hombres algo del amor de DIOS por

56 Dlda]e n XVI, Ed CIUdad Nueva, Madnd 1992, p 109


57 G PIVOT, PratIque synodale et proposltIon catechetIque Catechese 83
(1981), p 48
58 Vease, sobre todo N METTE, La communaute chretIenne comme ca
techese Vlvante Lumen Vitae (2000) pp 139-148, ID De la cateche-
se dans la communaute a la catechese de la communaute Lumen Vitae
(1988), pp 387-396 ID, FormatIon et communaute Competence cate
chetIque et/ou offre mterpersonnelle en (G Adler [dlr]) FormatlOn et
Egllse - Pratlques et reflexlOn Actes du colloque europeen de mal 1985,
Beauchesne, Pans 1987 pp 53-73
ellos. Hablando de la relacin entre catequesis y parroquia,
Norbert Mette habla de la comunidad parroquial como la escue-
la especfica del cristianismo59. Como dice el DGC, la parroquia
constituye... un espacio comunitario muy adecuado para que el
ministerio de la Palabra ejercido en ella sea, al mismo tiempo,
enseanza, educacin y experiencia vital (n. 257). La relacin
entre renovacin parroquial y nuevo proyecto catequtico es de-
terminante. No sirve de nada andar discutiendo sobre la renova-
cin de la catequesis si no se da a la vez una reflexin sobre la vi-
da parroquial. El nuevo proyecto no puede ponerse en marcha sin
tener en cuenta las exigencias intrnsecas de la evangelizacin y
de la vida comunitaria parroquial.
Pero el proyecto es tambin apto para hacer posible una re-
novacin de la vida parroquial. De qu manera? Supone la toma
de conciencia de que la responsabilidad de la catequesis no est
asociada nicamente a los representantes oficiales y a los laicos
encargados de ella sino que recae en todo el pueblo de Dios. Cada
miembro de la comunidad no es slo destinatario sino tambin
actor de la catequesis.
Esto hay que entenderlo de dos maneras. Por una parte, cada
cristiano tiene una competencia en catequesis: puede transmitir a
los dems su propia experiencia de vida cristiana; y adems, con
N. Mette, hay que atreverse a afirmar que la vida misma de la co-
munidad es la escuela especfica de lo cristiano: desde esta
perspectiva debe transformarse la comunidad (a partir del n. 84
del DGC podemos decir que se necesita que una nueva parro-
quia ofrezca a los catequizandos de todas las edades la posibili-
dad de encontrar en ella todas las facetas de la vida cristiana:
creer, celebrar, aprender a orar, dar y comprometerse, hacer co-
munidad, ser testigo). La catequesis as entendida contribuye ver-
daderamente a edificar la comunidad y hacerla viva.
Entre parntesis, las obras de N. Mette permiten tambin des-
cribir la doble misin del catequista, a saber: ser hermeneuta y
aguijn. Hermeneuta porque tiene que interpretar y promover la
vida de la comunidad; aguijn, exigiendo que la comunidad
ofrezca mbitos de experiencia adaptados para celebrar, aprender

59. N. METTE, De la catchese dans la communaut... , pp. 389-390


las palabras y los gestos de la oraCIn, descubnr la Sagrada Escn-
tura como palabra VIva, asomarse a las necesIdades del mundo y
descubnr el SIgnIfIcado del EvangelIo en la vIda de cada da

Catequesis del camino


Fmalmente, para descnbu este nuevo proyecto de catequesIs pa-
rece Imponerse actualmente la nOCIn de catequesIs del camI-
no El espeCIalIsta francs en la hIstona y la tealogIa de la cate-
queSIS, GIlbert Adler, cree que con la catequesis del cammo nos
hallamos ante el nuevo paradIgma que se esboza tanto en los ItI-
nerarIOS catequtIcos propuestos como en los mtodos de acom-
paamIento60 La catequesIs del cammo es un ponerse en marcha
lIbremente personas de todas las edades y de todas las opmIOnes,
que desean constrUIr y VIVIr Juntas en una comunIdad fraterna61
Se dIrIge a todos pastores, adultos, nIos y Jvenes No est lI-
mItada a un tIempo, nI a una franja de edad Al modo de Jess en
el cammo de Emaus, acompaa dIscretamente hasta que un de-
termmado tema madura Es una manera de VIVir en comunIdad
para qUIenes 10 desean PennIte una lIbertad de eleccIn, de ad-
heSIn y de salIda
La catequesis del cammo se dIrIge pnmero a los adultos para
que descubran, cada uno por s y todos Juntos, el sentIdo de su Vi-
da y la nqueza del mensaje cnstIano En ella la catequesIs de nI-

60 G ADLER, Preface en H DERROITTE, La catechese declolsonnee


Lumen Vitae, Bruxelles 2001', p 7 (trad cast Por una nueva cateque
SIS Jalones para un nuevo proyecto catequetlco, Sal Terrae, Santander
2004, p 11
61 Para descubrIr mas ampliamente de donde proviene este proyecto de ca-
tequesIs del cammo y con que materIales se puede Ir mtroduclendo pro-
gresivamente como nuevo modelo habitual en nuestras parroqUias, remi-
timos a la revista Lumen Vitae que ha publicado dos numeras sobre la re-
novaClOn de la catequesIs parroqUial (t 55, n 2 y 3, 2000), a la revista de
los cateqUistas belgas Partages que trata del mismo tema en el ao 2000-
2001, Ya los libros de H DERROITTE, La catechese declOlsonnee Lumen
Vitae, Bruxelles 2000 (trad cast Por una nueva catequeSIs Jalones pa
ra un nuevo proyecto catequetlco Sal Terrae, Santander 2004, R
HOUTEVELS-MINET, Il nous parlalt en chemm Lumen Vitae, Bruxelles
1999, y Luc AERENS, La catechese de chemmement Lumen Vitae,
Bruxelles 2002 (trad cast La catequesIs del cammo Una apuesta prac
tlca famllzar comunztarla e mtergeneraclOnal Sal Terrae, Santander
2007)
os y de jvenes tiene como fin la iniciacin en el descubrimien-
to de la Escritura, la vida en comunidad, la bsqueda de sentido.
La catequesis del camino modifica profundamente los procesos
tradicionales de preparacin para la primera comunin y la con-
firmacin, sita la catequesis en sus aspectos comunitario, de pro-
puesta, bblico, permanente e intergeneracional.
Tomemos un ejemplo. Lo que proponemos es modificar el
tiempo de la catequesis del modo siguiente: a lo largo del ao una
serie de actividades, ofrecidas a todos y a todas las edades, pue-
den alimentar la vida cristiana de la comunidad: talleres bblicos,
de liturgia, celebracin de misas familiares, participacin de ca-
tequistas en servicios sociales y fraternos, participacin en convi-
vencias 62 Cada persona que quisiera recibir, por ejemplo, el sa-
cramento de la confirmacin, se comprometera a participar en
una serie de actividades bsicas. Ella misma decidira si ha llega-
do el momento de prepararse para recibir el sacramento y, en ese
momento, se le ofreceran unas sesiones de catequesis prxi-
mas como preparacin para ello. Estas sesiones, adems -y se
es el sentido precisamente de la catequesis del camino- po-
dran ser paralelamente ocasin para que todo el mundo, en la pa-
rroquia, se plantease de nuevo el sentido de su propia confirma-
cin. La mayora de las dicesis belgas francfonas estn impli-
cadas en este camino y con optimismo. Hay igualmente un inte-
rs muy vivo por ello en los servicios diocesanos de la catequesis
en Francia. Comienzan a aparecer materiales impresos y se ponen
en marcha cursos de formacin.

Conclusin

Cunto tiempo podr dilatarse an en mi regin la puesta en


marcha de una amplia reforma de la catequesis en nuestras co-
munidades? Segn el anlisis que yo hago, todo nos lleva a ello.
Un vicario episcopal responsable de la catequesis en su dicesis

62. Un excelente artculo de L. AERENS, Mener la transition vers une ca-


tchese de cheminement: Lumen Vitae 55 (2000), pp. 149-169, permite
comprender cmo intentarlo sin miedo ni improvisacin.
valona, se ha atrevido a escribir recientemente: No podemos
contentarnos con modificaciones superficiales. Hay que repensar
los objetivos de la catequesis y reorganizarla de veras. Cuando un
problema se presenta como insoluble dentro de un sistema, hay
que cambiar el sistema63.
Concluyamos. Pensar hoy el futuro de la catequesis es entrar
en un proceso creyente, humilde y sereno, comunitario y partici-
pativo. Realmente estamos convencidos de que el Espritu Santo
fecunda constantemente la Iglesia en esta vivencia del Evangelio,
la hace crecer continuamente en la inteligencia del mismo, y la
impulsa y sostiene en la tarea de anunciarlo por todos los confi-
nes del mundo64.

***

BIBLIOGRAFA

Adems de la reseada en las notas:

BORRAS, A., Assembles dominicales et catholicit de l'glise:


La Maison-Dieu 229 (2002), pp. 7-42.
BOURGEOIS, H., Thologie catchumnale. A propos de la nou-
velle vanglisation, Cerf, Paris 1991.
COLLET, G., Apprendre a croire dans une socit post-chrtien-
ne, en (H. Malar - N. Schwarb - W. Tzscheetzsch [dirs.])
Une esprance qui parle. Une glise en devenir,
Schwabenverlag, Ostfildem 2001, pp. 161-163.
DAGENS, Mgr Cl., Un toumant dans le cheminement postconci-
liaire de l'glise de France?, en (H. Malar - N. Schwarb -
W. Tzscheetzsch [dirs.] op. cit., pp. 99-104.
DESAUTELS, A., OU en sommes-nous avec l'initiation ala vie ch-
rtienne?: Liturgie, Foi et Cultures 33 (1999), pp. 11-14.

63. Agencia CIP, Liege: une grande enquete sur la catchese paroissiale
rleve l'urgence d'une rorganisatlOn centre sur les adultes: CIP 5.536
(09/09/1999), pp. 7-8.
64. DGC, n. 43.
GAGEY, H.-J., Discerner les dfis. Un travail commun de tous les
croyants, en (H. Malar - N. Schwarb - W. Tzscheetzsch
[dirs.]) op. cit., pp. 136-143.
LENA, M., Le retentissement de l'vangi1e sur nos pratiques de
transmission: Communio XXVI/4 (2001), pp. 9-25.
MOLINARIO, J., Initiation et mystere pascal: Catchese 165
(2001), pp. 45-66.
ROUTHIER, G., Pertinence des dmarches catchumna1es:
Liturgie, Foi et Cultures 30 (1996), pp. 21-27.
ROUTHIER, G., L'initiation chrtienne au Qubec, ou de la
difficult a enfanter: L'glise Canadienne 34 (2001),
pp. 223-235.
TREMBLAY, S., D'une pastorale tridentme aune pastora1e de che-
minement: Liturgie, Foi et Cultures 30 (1996), pp. 13-20.
VIGNEAULT, el., Des passages a faire. Un colloque dans un
"chantier": Lumen Vitae 57 (2002), pp. 79-84.
VILLEPELET, D., Propos sur les paradlgmes catchtiques con-
temporains: Catchese 165 (2001), pp. 21-44.
LOS AUTORES

[pilbert ADLER, nacido en 1935, ha sido director y profesor en el


instituto de pedagoga religiosa (IPR) de Estrasburgo.
Especializado en la formacin cristiana de adultos y en la
historia del movimiento catequtico francs, ha publicado,
junto con Grard Vogeleisen, el libro Un siecle de catchese
en France, Beauchesne, Paris 1981, 602 pgs. Es autor, ade-
ms, de los artculos ((D'un catchisme 11 l'autre. Libres pro-
pos" : Catchese 139 (1995), pp. 103-112; ((Directoire gn-
ral pour la catchese. Exercice de lecture: Catchese 152/3
(1998), pp. 90-96; dnculturer la foi: Catchese 15411
(1999), pp. 83-89.

Francis BUCKLEY, jesuita, hizo sus estudios en el Instituto Bblico


Pontificio y en la Universidad Gregoriana de Roma, donde
concluy su doctorado en teologa en 1964. Ha llevado a ca-
bo estudios post-doctorales en psicologa educativa en la
Universidad de Michigan. Actualmente ensea teologa siste-
mtica y pastoral en la Universidad de San Francisco. Ha si-
do Presidente de la College Theology Society y ha trabajado
como asesor de los Obispos de Estados Unidos en el Snodo
de Obispos sobre la Catequesis en Roma en 1977. Sus obras
I ms recientes son Team Teaching: What, Why, How, Sage
Publications, Thousands Oak:s 1999; Growing in the Church:
rom Birth to Death, University Press of America, Larnham
2000; The Church in Dialogue: Culture and Tradition,
University Press of America, Larnham 2000.

Henri DERROITTE, nacido en 1959, ensea misiono1oga, metodo-


loga pastoral y catequesis en Lumen Vitae y en la Facultad
de Teologa de la Universidad catlica de Lovaina (Louvain-
la-Neuve). Es tambin director de la Editorial y la revista
Lumen Vitae y, desde julio de 2002, director del Instituto
Internacional de Catequesis y Pastoral en Lumen Vitae. Es
autor de diversas obras publicadas por la Editorial Lumen
Vitae, la primera de ellas La catchese dcloisonne. Jalons
por un nouveau projet catchtique, Bruxelles 2001 (trad.
cast.: Por una nueva catequesis. Jalones para un nuevo pro-
yecto catequtico, Sal Terrae, Santander 2004).

Catherine DOOLEY, religiosa dominica, es profesora asociada de


Catequesis y Liturgia en el Departamento de Religin y
Educacin Religiosa de la Catholic University of America, en
Washington. Es poseedora de un master y un doctorado en
la Universit Catholique de Lovaina, y sendos masters en
la Harvard Divinity School y en la Catholic University of
America. Ha publicado numerosos artculos en revistas cate-
quticas y litrgicas, as como varios manuales y recursos do-
cumentales para la catequesis y la educacin religiosa. En
2001 recibi el premio catequtico otorgado por la National
Conference of Catechetical Leaders. Es co-editora de The
Echo Within: Emerging Issues in Religious Education. A
Tribute V. Berard L. Manthaler, O.P.M. Conv., Thomas More,
Allen, Texas 1997, y autora de Listen and Tell: Commentary
on the Introduction to the Lectionary for Masses with
Childern, Pastoral Press, Washington, D.C. 1993.

Andr FOSSION, nacido en 1944, es jesuita y profesor en el Centro


Internacional Lumen Vitae del que ha sido director de 1992
a 2002. Ha sido tambin presidente del Equipo Europeo de
Catequesis. Colaborador habitual de la revista Lumen Vitae,
director de diversas colecciones de manuales para la ensean-
za religiosa: Champs de grace; Passion de Dieu, Passion de
l'homme, d. De Boeck / Lumen Vitae. Es tambin autor de
diversas obras: Lire les critures. Thorie et pratique de la
lecture structurale, Lumen Vitae, BruxelIes 1980; La ca-
tchese dans le champ de la communication, Cerf, Paris 1990;
Dieu toujours recommenc. Essai sur la catchese contempo-
raine, Cerf / Lumen Vitae / Novalis / Labor et Pides, Paris /
Bruxelles / Montral / Geneve 1997.

AlIan KARKNESS, originario de Nueva Zelanda, ensea temas de


educacin y formacin cristiana en un colegio teolgico en
Singapur, donde vive con su familia desde hace varios aos.
Sus estudios de doctorado han versado sobre las estrategias
intergeneracionales en las comunidades eclesiales. Su pasin
no es otra que hacer ver cmo los ministerios de la Iglesia lle-
gan efectivamente a realizar su misin, dada por Dios, de re-
presentar al Seor en una misin pertinente y potente en el
mundo.

Donatien KEMBE EnBA naci en 1969 en la Repblica Democr-


tica del Congo. Despus de sus estudios secundarios en el
Petit Seminaire Saint-Pie X (Kabinda), prosigui su forma-
cin filosfica (Kabwe-Kananga) y teolgica (Lodja) en su
pas. Ordenado sacerdote en diciembre de 1996, al cabo de un
ao de ministerio parroquial, hizo la especializacin en cate-
quesis y pastoral (DES) en el Instituto Internacional Lumen
Vitae. Actualmente prosigue su formacin teolgica en la
Universit Catholique de Lovaina. Se interesa por la cateque-
sis narrativa en el contexto de la tradicin oral africana y por
la renovacin de la prctica pastoral parroquial. Entre sus pu-
blicaciones: Pertinence d'une catchese narrative dans la
transmission de la foi en milieu africain songye de Kabinda
(Memoria de DES, Lumen Vitae, 1999-2000); Pour une ca-
tchese narrative en contexte africain: Lumen Vitae 55
(2000), pp. 198-199; Narrativit et esprance. Paradigmes
catchtiques dans la situation africaine d'impuissance,
Bruxelles 2000; Knose, efficacit et dmaftrise en responsa-
bilit pastorale. Jalons pour un synode diocsain a Kabinda,
d. Nsomposis, Bruxelles 2001; Renouveau pastoral dans
l'glse locale de Kabinda. Accueillir des nouveaux partenai-
res, d. Nsomposis, Bruxelles 2002.
loel MOLINARIO, casado, padre de 4 nios, es formador en el CEP
de Versailles (centro de formacin pedaggica), donde ense-
a catequtica y pedagoga. Ensea igualmente catequtica en
el Instituto Superior de Pastoral Catequtica (ISPC) del Insti-
tuto catlico de Paris. Ha sido tambin redactor jefe de la re-
vista Catchese desde octubre 2000 y colaborador de diversos
proyectos editoriales de catequesis en las dicesis de Versai-
Hes y de Montpellier. Pedagogo y telogo en formacin, pre-
para una tesis en teologa acerca de la relacin entre pedago-
ga escolar y catequesis en el movimiento catequtico francs
tras la Segunda Guerra mundial.

Anne Marie MONGOVEN, religiosa dominica, es profesora emri-


ta en Santa Clara University, en California. Su libro ms re-
ciente es The Prophetic Spirit of Catechesis, Paulist Press,
New York 2000.

Flavio PAJER, Hermano de las Escuelas Cristianas, nacido en


BeHuno en 1939, ensea Pedagoga de la Religin en dos fa-
cultades internacionales de Ciencias de la Educacin en
Roma y en la Facultad de Teologa de Npoles. Durante los
ltimos diez aos ha sido visiting professor en el Instituto
Superior de Ciencias Pedaggicas asociado al ICA,
Abidjan, Costa de Marfil. Desde hace muchos aos, trabaja
especialmente en la formacin permanente de los profesores
de religin de la enseanza pblica en Italia y publica ma-
nuales de cultura religiosa para los cursos oficiales del ciclo
de secundaria (ltimamente: Religione en 2 volmenes,
Societe Editrice Internazionale, Torino 1999-2000; La Reli-
gione: i fatti, i segni, la vita, en tres volmenes, Societa Edi-
trice Internazionale, Torino 2002). Ha dirigido, entre otros, el
Informe europeo L'insegnamento scolastico della religione
nella nuova Europa, EHedici, Torino 1991, y ha sido coeditor
de Religio. Enciclopedia tematica dell'educazione religiosa,
Piemme, Casale Monferrato 1998. Es miembro del Equipo
europeo de catequesis y presidente del Foro europeo para la
enseanza escolar de la religin.
Louis-Michel RENIER, despus de haber sido responsable del
Servicio de pastoral litrgica y sacramental de la dicesis de
Angers, es actualmente Decano de la Facultad de teologa de
la Universidad Catlica del Oeste.

Gilles ROUTHIER, sacerdote de la dicesis de Qubec, es profesor


agregado en la Facultad de Teologa y Ciencias Religiosas de
la Universidad Laval, en Qubec. Ha llevado a cabo numero-
sos estudios sobre el gobierno de la Iglesia local, los snodos
y consejos, al hilo del Vaticano 11. Adems, ha publicado di-
versos estudios tanto de catequesis como de derecho canni-
co, pastoral y misionologa.

Marcel VILLERS, nacido en 1946 y sacerdote de la dicesis de


Lieja, es licenciado en filosofa. Fue profesor y director del
Colegio de Cristo Rey en Nyanza (Rwanda). Posteriormente,
fue profesor en la Escuela Normal de Theux y en el Instituto
Superior de Catequesis y Pastoral de Lieja. Ha sido miembro
de la Comisin interdiocesana para la redaccin del programa
de religin de la enseanza fundamental. Desde 1997, es vi-
cario episcopal, encargado de la educacin cristiana y de la
enseanza. Por esta razn ha colaborado en la redaccin del
proyecto diocesano de catequesis de Lieja.

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