La Teoria Estetica Del Juego. de Schille PDF
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La Teoria Estetica Del Juego. de Schille PDF
del juego
De Schiller a nuestros das
Trabajo fin de mster realizado por
Beatriz Garca Prez
Abstract 3
Introduccin 4
Conclusiones 57
Bibliografa 62
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Abstract
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Introduccin
Desde que, en el siglo quinto antes de nuestra era, Herclito de feso afirmara en su aforismo
quincuagsimo segundo que ain es un nio que juega a los dados, en no pocas ocasiones
han sentido los hombres que el funcionamiento del mundo se asemeja en algo a un juego.
Pero ese juego del mundo, del que todos formamos parte, no es slo cosa del dios nio de
Herclito o del divino ajedrecista de Leibniz. Tambin los hombres, frecuentemente, habitan
el mundo mediante estrategias que se asemejan, por su forma, a un juego:
En nuestro entorno cultual contemporneo, y desde hace ya varias dcadas, las exposiciones y
muestras que llenan los museos han abordado, en mltiples ocasiones, la relacin del arte con
el juego. Pero lo han hecho, en la mayor parte de los casos, de modo sumamente ambiguo:
entremezclando indiscriminadamente los casos en que el juego es el tema del arte, con los
casos en que el juego es una estrategia, un resultado o una inspiracin2. Se trata de un
problema de indefinicin que tiene que ver, no slo con el hecho de que el trmino juego casi
nunca resulte suficientemente explicado en los proyectos de las exposiciones o en los textos de
los catlogos, sino con el problema aadido de que juego y arte no se relacionan de una nica
manera. Aunque no nos ser posible dar una solucin suficiente, aqu, al problema de
indefinicin del trmino juego (que, sin lugar a dudas, abarca un campo terico mucho ms
extenso del que podemos contemplar en este trabajo), intentaremos llevar a cabo una pequea
aproximacin a los usos cotidianos de dicho vocablo, para ver en qu medida sealan, ya, en la
direccin de una cierta relacin con el arte. Aunque en esta introduccin situaremos, solo
someramente, la idea de juego, dedicaremos un tiempo algo mayor a perfilar una clasificacin
general de las relaciones entre el juego y el arte, esbozando los patrones de una relacin
compleja que no ha sido, hasta ahora, sistematizada. Esto nos permitir, por una parte,
ordenar tericamente un campo lleno de imprecisiones y, por otra, definir con precisin el
objeto y el mbito de nuestro estudio, para poder adentrarnos en el con paso seguro.
Pero, comencemos por intentar saber algo mejor a qu nos referimos cuando hablamos del
juego y de su relacin con el arte. El primer problema a que debemos enfrentarnos para dar
respuesta a esta cuestin, tiene que ver con la densidad del campo semntico del trmino
juego, un vocablo multvoco, cuya abundancia de significados se hace patente cuando
pensamos en sus diversas acepciones castellanas y en el amplio nmero de expresiones en que
podemos usarlo. Efectivamente, adems de referirse a la accin y al efecto de jugar3, el
trmino juego, puede aludir a un ejercicio recreativo sometido a reglas, esbozndose con ello
una idea en la que ya se adivina una cierta vecindad con el arte. Pero el trmino que nos ocupa
2 Un problema que encontramos, por ejemplo, en los textos y la seleccin de obras que aparecen en
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catlogos como los de la exposicin Homo Ludens. El artista frente al juego, de la Fundacin Oteiza, o Los
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4Para ampliar informacin a este respecto puede verse: Johan Huizinga El concepto de juego y sus
expresiones en el lenguaje, en Homo ludens (Madrid: Alianza editorial, 2010), 45-66.
delimitar el lugar preciso de nuestras posteriores indagaciones. Haremos para ello una triple
clasificacin: El primero de los modos de relacin del arte con el juego que vamos a definir,
tiene que ver con los casos en que el juego aparece como tema del arte. En este mbito,
cuando se habla de juego, el trmino se refiere a las diversas clases de juegos concretos, como
el de las muecas, el de los dados o el de los naipes, que con notable frecuencia encontramos
representados en las artes. El segundo caso, vinculado a las ocasiones en que el arte parece
producir como resultado un juego, implica un campo semntico para el vocablo juego algo
ms amplio, en el que dicho trmino se referir tanto a juegos concretos (como en el caso del
artista que talla un ajedrez), como a guios mediados por una cierta intencin de jugueteo o
entretenimiento (como en el caso de los juegos de palabras en el arte). El tercer modo de
relacin entre ambas esferas remitir a las coincidencias formales entre el arte y el juego, en
tanto que actividades humanas emparentadas. Este es el campo en el que se sita la pregunta
esttica sobre el juego, y donde el trmino juego ser entendido, de un modo an ms general,
y se vincular, no ya con uno u otro juego concreto, sino con el jugar mismo como forma de
comportamiento humano que alberga una serie de supuestos, estrategias y modos que se
revelarn de alta relevancia para la historia de la cultura y del arte.
minoritario en las artes y ocupar un lugar destacado entre los temas preferidos por los
pintores; las carreras de caballos que pinta Degas, los jugadores de cartas que retrata Czanne
o los billares de Van Gogh, as lo atestiguan. En el silgo XX el tema del juego continuar su
recorrido y aumentar su importancia, los naipes sobre las mesas de las naturalezas muertas de
Masson o los retratos de nias jugando con muecas de Otto Dix son dos de los muchos
ejemplos existentes.
Como no poda ser de otra manera, este tipo de relacin directa entre el arte y el juego, ha sido
explorada en numerosas exposiciones5. Ahora bien, parece claro que esta tradicin temtica,
que manifiesta la ascensin de los argumentos populares en la pintura, no basta para afirmar la
existencia de una relacin especial entre el juego y el arte, al menos no una relacin ms
profunda que la que puede haber entre los caballos y el arte, o entre la anatoma y el arte. La
cuestin de cmo el tema del juego es tratado artsticamente, es un asunto del ms alto inters
para los historiadores del arte, pero no pone de manifiesto ninguna cuestin estructural acerca
del arte mismo y no se situar, por ello, en el centro de nuestras averiguaciones.
5 Entre las que podemos destacar la que en 2002 comisariaba Solange Auzias de Turenne con el ttulo
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Los Juegos en el Arte del Siglo XX y donde, en torno a ciertas ideas de Roger Caillois sobre el juego, se
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estructuraban una serie de bloques temticos que ponan en dilogo los textos del terico francs, con
las obras de diversos artistas.
el artista demuestra su pericia y el espectador encuentra misterio, entretenimiento intelectual o
mera diversin.
Ahora bien, adems de las ilusiones pticas no son infrecuentes en el arte, especialmente
desde el inicio del siglo XX, la presencia de juegos visuales en los que, de uno u otro modo
interviene la palabra, unos juegos que, desde Mallarm hasta el letrismo, pasando por los
poemas de Oteiza, han ocupado un lugar significativo en la historia del arte. As mismo, sern
abundantes otro tipo de presencias juguetonas del lenguaje en el arte: se trata de la de los
juegos de palabras que, como la clebre intervencin sobre la Mona Lisa, realizada por
Duchamp en 1919, o el Ceci n'est pas une pipe de Magritte, se suman a la larga lista de obras
artsticas en las que la palabra aparece, no slo por su sentido plstico y la expresividad de su
tipografa, sino en toda su potencia semntica, aadiendo algo a la obra con su presencia (ya
sea lo aadido un sentido nuevo, un juego intelectual, una broma o una provocacin).
Exposiciones como Irona, organizada por la Fundacin Joan Mir en el 2001, y celebrada en
Barcelona y San Sebastin, rescatan y reivindican las formas burlonas y juguetonas del arte
moderno que, en parte, encarnan estos juegos de palabras. Muchas de las obras all recogidas,
logran su tono irnico o cmico mediante lo que podra entenderse como juegos con
imgenes y palabras, en los que se pone de manifiesto el potencial del humor como recurso
artstico. Sin embargo, a pesar de la relevancia del humor y de la irona en ciertos juegos de
palabras o visuales, lo cierto es que hay muchos casos en que el jugar del arte no implica en
ningn sentido un bromear. El punto de convergencia entre la risa, la broma y el juego, en el
espacio del arte, aunque de considerable importancia en la contemporaneidad artstica, no se
sita tampoco en el ncleo de nuestras averiguaciones.
Si, hasta ahora, hemos visto que el juego puede ser el tema del arte (como cuando se pinta una
partida de cartas), pero tambin su forma (como sucede en los casos en que una obra de arte
concreta propone un juego visual o un juego de palabras), podemos referir ahora la existencia
de otra forma interesante de confluencia entre el juego y el arte, a medio camino entre ambos
casos. Se trata de aquella en la que el artista fabrica un juguete, una prctica especialmente
frecuente durante la poca de la vanguardia y en la que las obras no proponen un juego en
concreto, como parece que suceder en los juegos visuales o de palabras, que funcionan en
muchos casos como una suerte de adivinanzas, sino que son ellas mismas un juguete,
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susceptible de ser usado en los ms diversos juegos. Se trata, en la mayora de los casos, de
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muecos, marionetas o tteres, cuyo uso no implica la aceptacin unas reglas de juego
demasiado concretas, si exceptuamos las que vienen dadas por sus movimientos. Desde los
juguetes de Depero, al circo de Calder, pasando por el teatro de tteres de Klee, la historia del
arte del pasado siglo cuenta con importantes ejemplos de artistas interesados en crear juguetes.
A pesar de que, durante largo tiempo, el juguete haya sido considerado un producto artstico
menor, casi ms cerca del trabajo artesanal que del arte mismo, los museos no se han olvidado
de concederles un lugar, tanto en las exposiciones monogrficas de los artistas que con ellos
trabajaban, as como con ocasin de exposiciones generales. Buen ejemplo de ello es la
muestra que el IVAM de Valencia celebr bajo el ttulo Infancia y arte moderno. As mismo,
textos como la tesis doctoral de Fernando Antoanzas Meja, Artistas y juguetes, o la exposicin
que se llev a cabo en el museo Picasso de Mlaga con el ttulo de Los juguetes de las vanguardias
demuestran, una vez ms, la pervivencia del inters que este tipo de piezas despiertan, dentro y
fuera del mbito acadmico.
Las obras de arte que presentan ilusiones visuales, las que se sirven del collage con fines
jocosos, los juguetes realizados por artistas o las obras que se divierten en la creacin de
juegos de palabras, entran dentro de este campo de posibles relaciones entre el arte y el juego,
donde tambin encuentran su lugar prcticas grupales y festivas como los happenings
participativos o las veladas dadastas6. A pesar de la indiscutible importancia de estas formas
de arte que proponen juegos o funcionan como juguetes, debemos, una vez ms, demarcar
negativamente nuestro campo de estudio y sealar que estos asuntos, que han sido el motivo
de numerosos estudios tericos y exposiciones musesticas, no sern el eje del presente
trabajo. Y no lo sern, no slo porque hayan sido ya prolficamente estudiados, sino porque
tras ellos puede quedar olvidada, una vez ms, la existencia de una relacin an ms profunda
entre el juego y el arte. Nosotros habremos de centrar nuestra mirada en consideraciones
estticas bastante ms generales, para preguntarnos acerca de la relacin estructural del arte
con el juego, reflexin medular en la teora esttica del juego que intentamos rescatar y poner
en valor.
6 Dado que no intentamos aqu hacer una enumeracin sistemtica, sino sealar algunos de los casos
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ms representativos de este tipo de relacin entre arte y juego, no vamos a detallar cada uno de los
movimientos artsticos que hace un guio a la idea de juego. Para saber ms sobre asunto puede verse
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la tesis doctoral de M Teresa Gutirrez Prraga La significacin del juego en el arte moderno y sus implicaciones
en la educacin artstica (Madrid: Universidad Complutense de Madrid, 2006).
C aso III: la relacin estructural entre el juego y el arte
Hasta este momento hemos visto que, en ciertas ocasiones, los juegos son el tema
del arte, mientras que en otras, el arte adopta la forma de un juego. Pero la
afirmacin duchampiana de que el arte es un juego entre los hombres de todas las pocas7
nos sita en un nuevo marco posible de relaciones entre el juego y el arte, un marco en el que
proliferan los juegos de citas visuales, los juegos con las convenciones pictricas o los juegos
iconogrficos. Por tanto, ms all de la conversin de los juegos en tema del arte y ms all de
que el arte pueda proponer un juego concreto al espectador, u ofrecer un juguete, existe una
relacin estructural entre los procesos del juego y los procesos del arte. Se trata de una relacin
que emparenta, sin identificarlas, ambas actividades, y que sita al arte como vinculado a una
peculiar familia de actividades a las que nos referiremos, de manera general, con el nombre de
juegos.
Es importante, para la delimitacin del tema que nos ocupa, realizar una consideracin
preliminar y afirmar, con Gadamer, que cuando hablamos del juego en el contexto de la
experiencia del arte, no nos referimos al comportamiento, ni al estado de nimo del que crea o
del que disfruta, sino al modo de ser de la propia obra de arte8. Es necesario hacer esta
advertencia porque, en las ltimas dcadas, la idea de que la relacin entre arte y juego se
inscribe en la cuestin de los estados de nimo, parece haber sido especialmente popular. Una
nutrida corriente de comisarios y tericos ha contribuido a hacer de lo ldico una categora
ms de las prcticas curatoriales y artsticas, bajo la perspectiva psicolgica de los estados de
nimo. Desde que, en la Bienal de Nremberg del ao 1968 se presentase la muestra Arte como
juego-juego como arte, donde cobraba renovada importancia la experiencia sensorial directa y
activa del espectador con respecto a la obra, han proliferado las exposiciones que
reivindicaban el aspecto ldico del arte o la vinculacin de este con el juego. Un ao despus
de aquel primer hito, la exposicin Play Orbit se haca eco de esta tendencia y organizaba, con
ocasin del Royal National Eisteddfod en Flint, una muestra en la que se invitaba a varios
artistas a realizar juguetes y proponer juegos para nios. De inmediato la muestra Contenir,
regarder, jouer, planeada por el Museo de Artes Decorativas de Pars, ofreca una propuesta
basada, una vez ms, en la creacin de juegos de participacin con nios. Siguiendo esta lnea,
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7Nicolas Bourriaud, Esttica relacional (Buenos Aires: Adriana Hidalgo, 2008), 18.
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9M Teresa Gutirrez Prraga, La significacin del juego en el arte moderno y sus implicaciones en la
educacin artstica, 133-140.
E stado de la cuestin
y fundamentacin terica
Han sido muy numerosos los estudios que, en el mbito de las ciencias humanas y sociales, se
han realizado acerca del tema juego. Por ello sera tan problemtico como infructuoso,
elaborar una aproximacin general en la que se observasen los trabajos antropolgicos,
psicolgicos, matemticos, pedaggicos y sociolgicos de manera sistemtica. Desde la teora
de juegos de Neumann y Morgensten, hasta las consideraciones de Piaget sobre la psicologa
infantil, pasando por el Homo Ludens de Johan Huizinga, el juego ha sido objeto de las ms
diversas aproximaciones tericas. Sin embargo, nosotros, que ya hemos circunscrito los lmites
de nuestro inters a la pregunta esttica por el sentido del juego, podemos remitirnos a
aquellos textos que, habiendo sido escritos, indistintamente, por filsofos, antroplogos,
socilogos, psiclogos o artistas, contribuyen a situar tericamente la relacin entre juego y
arte.
Los trminos primigenios de la teora esttica del juego fueron formulados por Friedrich
Schiller (1759-1805) en sus Cartas sobre la educacin esttica del hombre, publicadas en 1795. La
teora esttica del juego tiene su origen, por lo tanto, en el contexto cultural germnico de
finales del siglo XVIII, coincidiendo con la consolidacin de la Esttica como disciplina
autnoma. No por casualidad fue Friedrich Schiller, un hombre de ideales ilustrados, pero
crtico con los procesos excesivamente racionalistas de la Ilustracin, el primero en analizar la
inmensa importancia que el juego del arte tiene para la humanidad del hombre.
Pero ya, antes que Schiller, Kant haba hablado del juego, ponindolo en relacin con el arte, y
haba ubicado la experiencia esttica en ese juego libre que se da entre las facultades de la
imaginacin y del entendimiento. Kant, localizando la belleza ms all de toda utilidad, haba
querido garantizar la libertad del campo esttico con respecto de las necesidades naturales, de
las premisas morales y de los juicios que dicen verdad. Pero, ser Schiller quien le otorgue un
contenido antropolgico a dicha independencia: en la teora schilleriana, la belleza pretende
cerrar la herida abierta en el hombre moderno por la separacin de lo sensible y lo
suprasensible, de lo racional y lo sensible, as como de lo racional y lo moral. Schiller, que
identifica la plenitud de lo humano con el juego, centra su anlisis en el diagnstico crtico de
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corriente que haba considerado el juego como una copia devaluada de las actividades serias
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Pero, retomemos ahora la lnea terica que desciende, de modo ms directo, de la primera
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La teora esttica del juego
Historia y presente
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Origen histrico y coordenadas tericas
de la teora esttica del juego
Johann Christoph Friedrich Schiller, pensador y poeta alemn al que Georg Lukcs atribuira
el relevante papel en la Historia de la Filosofa de ser el primero en emprender el camino que
lleva al idealismo objetivo, rebasando el mtodo idealista-subjetivo de Kant, ser el primero en
analizar y expresar, de manera profunda y sistemtica, la importancia que la idea de juego
puede tener para el arte.
El pensar esttico de Schiller est movido por una triple pregunta, a la que la belleza buscar
ofrecer respuesta: una pregunta metafsica sobre la relacin de lo sensible y lo suprasensible,
una pregunta antropolgica acerca del ser del hombre y una pregunta tica relativa al
desarrollo del carcter moral. Sealaremos, desde este momento, que es una interesante
peculiaridad del pensamiento schilleriano que estas tres inquietudes encuentren en lo esttico
su respuesta. En la teora schilleriana, la belleza pretende cerrar la herida abierta en el hombre
moderno por la separacin de lo sensible y lo suprasensible, de lo racional y lo sensible, as
como de lo racional y lo moral. El desarrollo de esta filosofa, que aspira a poder devolver al
hombre su primigenia unidad, encuentra su cumbre en las Cartas sobre la educacin esttica del
hombre, que se publicaran a lo largo de 1795, en tres nmeros de la revista Die Horen.
Pero, antes de que Schiller comience la reelaboracin de las cartas al duque de Augustenburg,
para convertirlas en el gran proyecto de las Cartas sobre la educacin esttica del hombre, haba
llevado ya a trmino, en otros escritos, una profunda reflexin sobre algunas cuestiones
relativas a la filosofa del arte. Destacan, en este sentido, las Cartas de Kallias (1793), en las que
discute con las diversas posturas de sus contemporneos acerca de la idea de lo bello, y Sobre la
gracia y la dignidad (1793), donde establece las coordenadas tericas para pensar la categora de
la gracia. De manera que, cuando Schiller comienza la redaccin de las Cartas, contaba ya
con algunos elementos importantes para la cimentacin de una gran teora sobre el arte. Haba
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reflexionado largamente sobre las categoras estticas que se discutan en la poca y haba ledo
con pasin a Kant, encontrando en su Crtica del Juicio no slo una profunda inspiracin, sino
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la fuente de una serie de inquietudes, que van a obligarle a intentar resolver determinadas
cuestiones abordadas por el filsofo, aunque de un modo significativamente diferente. Tras la
publicacin de las Cartas, en su obra Sobre lo sublime (probablemente acabada en 1796, pero que
no se publica hasta 1801), funda su preferencia por la belleza enrgica y establece la
necesidad del vnculo entre lo bello y lo sublime. El conjunto de las obras hasta ahora
enumeradas componen el cuerpo de una slida teora esttica, en la que se recogen los ms
altos sueos ilustrados, al tiempo que se anuncian determinados aspectos de la sensibilidad
romntica.
Schiller, por ser el primer pensador que vincula slidamente juego y arte, ser el referente
fundamental de nuestro trabajo. Dedicamos este captulo a su pensamiento esttico,
considerando imprescindible entender en qu contexto cultural y terico nace la primera teora
esttica del juego. En esta aproximacin a su pensamiento esttico recorreremos
cronolgicamente sus principales obras tericas, presentando especial atencin a sus Cartas
sobre la educacin esttica del hombre, donde encontraremos el primer desarrollo sistemtico de una
teora esttica del juego.
Como suceder con buena parte del pensamiento esttico de Schiller, las Cartas de Kallias, en
las se desarrolla la definicin de lo bello como libertad en la apariencia, contienen un dilogo
con la gran obra esttica de Kant, la Crtica del Juicio. All, el filsofo de Knigsberg haba
intentado garantizar una cierta libertad para el campo de lo esttico, al situar la belleza fuera
del dominio del conocimiento cientfico:
La belleza estar, dentro del sistema kantiano, relacionada con el libre juego de la imaginacin.
Si este juego se dice libre es por la triple razn de que no obedece a ningn deseo, no cae bajo
los imperativos de la moral y no est destinado a la obtencin de conocimiento. Localizando la
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belleza ms all de toda utilidad, Kant haba querido garantizar su libertad con respecto de las
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Creo haber hallado el concepto objetivo de lo bello, que por ello mismo se cualifica
como principio objetivo del gusto, por ms que Kant dude de ese concepto.
Ordenar mis pensamientos en torno a esto y en la prxima Pascua los editar en un
dilogo: Kallias, o sobre la belleza15.
De manera que Kant haba desarrollado una teora de la belleza, a la que denominaba como
radical-subjetiva, y en la que el juicio de gusto queda comprendido como acto libre entre las
facultades de conocimiento (imaginacin y entendimiento). En ella se define la belleza como
lo que, sin concepto, place universalmente. Schiller, por su parte, intentar llegar a una
determinacin sensible-objetiva con el fin de garantizar, para el campo esttico, sino la
imposible solidez del estatuto cientfico, al menos una cierta rigurosidad16. Guiado por la difcil
intencin de deducir un principio objetivo del gusto, a partir de la naturaleza de la razn,
Schiller definir la belleza como libertad en la apariencia y, usando el principio de la analoga,
defender que la razn presta una apariencia de libertad a ciertos objetos.
Podemos decir, entonces, que el mbito de la esttica es para Schiller aquel en el que nada se le
exige a la materia. La belleza slo existe cuando no se ejerce violencia sobre la forma, cuando
el espritu de la libertad parece impregnarlo todo, cuando los elementos que entran en escena
se combinan de una manera tal que, si no fuera porque sabemos que la libertad solamente se
da en el mbito de lo humano, diramos que la naturaleza acta como si fuera libre. En
palabras del filsofo y bigrafo alemn Rdiger Safranski, para Schiller el mundo esttico es
el conjunto de significaciones que no se le fuerzan a ningn ser, sino que se le sonsacan, y por
eso el mundo esttico puede ser tan seductor. El mundo empieza a cantar, hay que encontrar
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15Citado en Rdiger Safranski, Schiller o la invencin del idealismo alemn (Barcelona: Tusquets, 2006), 350.
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En el juicio de una belleza libre (segn la mera forma) el juicio del gusto es puro. No
hay presupuesto concepto alguno de un fin para el cual lo diverso del objeto dado
deba servir y que ste, pues, deba representar, y por el cual la libertad de la
imaginacin, que, por decirlo as, juega en la observacin de la figura, vendra a ser
slo limitada18.
En Sobre la gracia y la dignidad, un ensayo escrito poco despus de las Cartas de Kallias y en
apenas seis semanas, Schiller, encontrando preciso, nuevamente, ir ms lejos que Kant, haba
presentado una propuesta de mediacin esttica entre la sensibilidad y la moralidad. En el
imperativo categrico kantiano la razn moral es lo que se opone a la naturaleza: el rigorismo
kantiano, del que Schiller quera huir a toda costa, tena que ver con la afirmacin de que la
moral no expresa nunca algo que queremos por naturaleza, sino lo que tenemos que hacer, en
contra de nuestro deseo. Pero, para Schiller, cuyo pensamiento est animado por una intensa
confianza en la naturaleza del hombre, la sensibilidad no puede ser entendida como un
obstculo en la realizacin de nuestro destino moral. En un intento de superar la crudeza
kantiana en la relacin entre ambas fuerzas, defiende Schiller que est en nosotros ser
igualmente sensibles que racionales y que, slo poniendo de acuerdo la razn y la sensibilidad,
puede el hombre estar en armona consigo mismo. As, y en el convencimiento de que el obrar
moral del hombre debe y puede recuperar su espontaneidad, Schiller reivindica el ideal del
alma bella: que ser aquella dotada de gracia y en la cual la legislacin de la naturaleza, que
prescribe lo involuntario, entra en armona con la legislacin de la voluntad, que prescribe lo
deliberado. La gracia expresa, en lo sensible, el acuerdo entre los fines que la naturaleza
persigue, y una bien ejercida libertad, suponiendo un espacio terico en el que puede darse la
reconciliacin del deseo y de la libertad, de la razn y de la sensibilidad, de la naturaleza y de la
humanidad.
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duque, con el fin de justificar su empresa de que para resolver este problema poltico hay
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que tomar por la va esttica porque, es a travs de la belleza como se llega a la libertad.
En las primeras nueve cartas, Schiller lleva a cabo un brillante anlisis crtico de la sociedad de
su tiempo, lanzando una penetrante mirada a ese instante generoso, pero devaluado por una
generacin insensible, que es la Revolucin francesa. Un conjunto de sucesos en los que
queda demostrado, a ojos de Schiller, que la humanidad no est interiormente preparada para
la libertad exterior que ha conquistado. Es en gran medida por ello, por lo que Schiller
considera que toda mejora en la poltica habr de proceder de un ennoblecimiento del
carcter, y entiende que dicho ennoblecimiento tendr en el arte bello un instrumento que el
estado no concede.
Pero, dado que el hombre es a la vez un ser moral y natural, y que la razn demanda unidad,
mientras que la naturaleza exige diversidad, hay para el cumplimiento de nuestra humanidad
una cierta brecha. En la sexta carta, Schiller denuncia la moderna separacin del hombre con
respecto a la naturaleza y ensalza la unin de los griegos con ella. Aquella naturaleza de los
estados griegos en la que cada individuo gozaba de una vida independiente y, si era necesario,
poda llegar a ser el todo, cedi el sitio a un artificioso mecanismo donde, por la reunin de
infinitas partes inanimadas, se forma la vida mecnica del conjunto. Entonces se separaron, se
dice en esa misma carta, el estado de la Iglesia, y las leyes de las costumbres; el goce se separ
del trabajo; el medio, del fin; el esfuerzo de la recompensa. A pesar de su rotundidad, este
diagnstico no es plenamente negativo. Considera Schiller, en un movimiento que evidencia
tan alto grado de respeto como de suspicacia hacia las mximas ilustradas, que no haba otro
medio para desarrollar las distintas aptitudes del hombre, que oponerlas entre s. A su
entender el antagonismo de las fuerzas ha sido el gran instrumento de la cultura, pero, y esto
es lo fundamental, slo su instrumento, pues, mientras dure esa oposicin, se est nicamente
en el camino hacia la cultura.
Ser, precisamente, de este gran instrumento de la cultura del que va a servirse Kant cuando
hable de la sensibilidad frente a la razn, del ser frente al deber ser, de la felicidad frente a la
moralidad o de la naturaleza frente a la libertad. Y ser, as mismo, de este gran instrumento
de la cultura del que Schiller deseara poder desembarazar al mundo, para retornar la armona
perdida. El feliz equilibrio que la sensibilidad y el entendimiento haban tenido en la antigua
Grecia, hubo de dejar paso, en pro del desarrollo de la inteligencia, a la primaca de lo racional,
dando pie, largo tiempo despus, al momento de mayor brillo cultural de la historia de la
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humanidad. Sin embargo, llegados a esta cspide, que evidentemente Schiller sita en su
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En la decimoquinta carta aparece por primera vez aquella frase a la que todo est
encaminado en este tratado y de la que se deduce todo lo importante en relacin con
lo bello artstico en Schiller. Se trata de una tesis de antropologa cultural con amplias
consecuencias para la comprensin de la cultura en general y de la cultura moderna
en particular, de una tesis con la que Schiller funda en una forma autnticamente
consistente la pretensin de curar la enfermedad de la cultura mediante la educacin
esttica. Esta tesis es formulada en los siguientes trminos: Por decirlo finalmente
de una vez, el hombre juega tan slo cuando es hombre en el sentido pleno de la
palabra, y slo es enteramente hombre cuando juega20.
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21 Friedrich Schiller, Kallias; Cartas sobre la educacin esttica del hombre (Madrid: Anthropos, 1990), 237.
separa de la mera necesidad, refina su sentimiento al moderar sus ansias y termina
convirtindole, a travs de la cultura y el arte, en una criatura esttica22.
De este modo, el hombre, cuya razn ha sido modulada por el juego de la belleza, queda
convertido en criatura esttica. La belleza, de esta manera, hace del hombre un todo
completo en s mismo y genera individuos libres, preparados para el mejor gobierno de s
mismos. Llegados a este punto, podemos entender la trascendencia poltica que Schiller otorga
a una hipottica educacin esttica que encarna la mejor posibilidad de ennoblecimiento
humano, por su capacidad de armonizar dignidad y felicidad, razn y sensacin o, en trmino
schillerianos impulso formal e impulso sensible.
Si resultaba fundamental, para nosotros, sealar a Schiller como iniciador de la tradicin
intelectual que vincula indisolublemente arte y juego es porque, slo de esta manera, podemos
hacer notar que la primera gran teora esttica del juego es, y no por casualidad, el producto
intelectual de una modernidad que ya haba iniciado el cuestionamiento de s misma.
Nosotros, en gran medida herederos de los principios y contradicciones de dicha modernidad,
seguimos teniendo que enfrentarnos a algunas de las cuestiones que entonces comenzaban a
plantearse. Ciertamente, en muchos aspectos, nuestra realidad parece muy diferente de la de
aquella sociedad burguesa de finales del XVIII, sin embargo, elementos como el de la divisin
del trabajo, la primaca de la razn prctica o la preeminencia del criterio de provecho, que ya
entonces se perfilaban como definitorios de aquella incipiente modernidad, continan
sentando las bases de nuestra cultura.
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22Javier Garca Garca, A la libertad por la belleza. La Propuesta Filosfica de Friedrich Schiller (Madrid: Uned,
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2000), 322.
Sobre la actualidad
de la teora esttica del juego
El soador abandona la naturaleza por mera arbitrariedad, para poder perseguir sin
trabas el capricho de las pasiones y los antojos de la imaginacin []. Porque la
fantasa no es un libertinaje de la naturaleza sino una accin de la libertad, o sea,
porque brota de una disposicin digna de estima, la cual es perfectible hasta el
infinito, en consecuencia conduce tambin a una cada infinita en una profundidad
sin suelo y slo puede terminar en una destruccin total23.
La teora esttica del juego de Schiller subraya, para deleite de aquellos primeros romnticos, la
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importancia del juego del arte, pero no entiende en ningn caso este juego como el puro
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tranquila despreocupacin que se encuentra por debajo de los requerimientos de la vida seria.
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De manera que, quiz el joven Schiller, intuyera ya que hacer algo de la manera debida era,
no tanto hacerlo seriamente, como hacerlo artsticamente en ese jugar por encima del umbral
de la vida seria al que se referir Huizinga en su Homo ludens.
Ahora bien, debemos aclarar que cuando afirmamos, en el contexto de este trabajo, que el
juego y el arte guardan una relacin de vecindad, as como cuando hablamos del juego del arte
o usamos otras expresiones simialres, no queremos, de ninguna manera, decir que el arte deba
ser entendido como un juego. Afirmamos, ms bien, que el arte comparte con el juego
determinadas caractersticas estructurales de la mxima importancia, lo que hace pertinente
entender al primero, bajo las claves del segundo. Es decir, y por exponerlo claramente: el
juego y el arte, en tanto que actividades humanas, comparten determinados atributos que nos
32
permiten aproximar la lgica que rige el juego, a la lgica que gua el arte. Pensar la relacin del
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resupuestos crticos
Es en la carta decimoquinta donde Schiller, al identificar la plenitud de lo
humano con la actividad del juego, desvela definitivamente la importancia
radical que ste tendr dentro de su pensamiento. Dos grandes campos de ideas
sustentan, en el pensamiento de Schiller, la necesidad y la importancia esttica y
tica del juego: uno de ellos tiene que ver con el diagnstico de la aguda fragmentacin que se
ha producido en el seno de una modernidad guiada por el criterio del provecho, y en la cual
el goce se separ del trabajo, el medio del fin, las leyes de las costumbres y el esfuerzo de la
recompensa26. El otro, por su parte, remite a los efectos del drama poltico de la Revolucin
francesa que, a ojos de Schiller, haba demostrado, con sus atrocidades, que los hombres no
estaban, internamente, a la altura de la libertad externa que comenzaban a conquistar. De
manera que, contra la preeminencia del criterio de provecho que ha llevado a la especializacin
del trabajo y a la hipertrofia de la razn, y contra la insuficiencia social del hombre moderno,
perfila Schiller un camino para la mayor libertad humana, en el que adquiere un papel
fundamental la idea de juego.
Nos hemos propuesto mostrar la pertinencia contempornea de la teora esttica del juego de
Schiller y, para ello, se hace indispensable comenzar por demostrar que las inquietudes que
conforman el punto de partida de su teora esttica pueden ser ledas, tambin, en trminos
33
26 Cfr. Friedrich Schiller, Cartas sobre la educacin esttica del hombre, 149.
excepcional mosaico de logros y catstrofes, que dibuj el pensamiento ilustrado sobre la
historia de occidente.
sintiera Schiller ante una sociedad regida por el criterio de provecho ser compartido por
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destacar el carcter improductivo del juego, sealando que este no crea bienes, ni riqueza, ni
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29 Roger Caillois, Teora de los juegos (Barcelona: Seix Barral, 1958), 21.
30 Gilbert Boss, Juego y Filosofa, Ideas y Valores n 64-65 (Ag.1984), 6.
Salvo que se admitan definiciones evidentemente reduccionistas que hacen del arte
un medio de expresin perfeccionado, un medio de comunicacin, un til de
propaganda, o un instrumento cualquiera al servicio de una clase social, es preciso
reconocer, por el contrario, que tal vez en ninguna parte como en el arte se
manifiesta con tanto esplendor la autonoma de seres intramundanos. Las obras
puede rehusarse a representar la realidad: se sustraen a toda nocin fija de utilidad y
permanecen libres con respecto a los papeles que se les quiera atribuir de una vez por
todas31.
Es propio del juego esttico, entonces, no tanto el ser completamente desinteresado, pues se
entrecruza constantemente con todo tipo de intereses, sino el esgrimir un tipo de inters
diferente al de otras actividades humanas, meramente productivas. Para abundar en la relacin
del arte con esta capacidad del juego para encarnar una lgica nueva, podemos apoyarnos en
las consideraciones que Marcuse realiza en su obra Eros y Civilizacin, donde lleva a cabo la
que, tal vez, puede ser calificada como la ms radical defensa de la disociacin entre el juego
del arte y el mundo de los fines prcticos. En dicho texto, se establece como punto de partida
un duro diagnstico sobre el modelo de actuacin productiva que establece el paradigma
instaurado por la primaca de la racionalidad tecnolgica. Marcuse considera que la
sustitucin del principio del placer por el principio de la realidad es el gran suceso traumtico
en el desarrollo del hombre en el desarrollo del gnero (ontognesis) tanto como del
individuo (filognesis) 32. A partir de este punto, se elabora una distincin radical entre el
mundo del trabajo y el mundo del placer, a cuya esfera pertenecen, no lo olvidemos, el juego y
el arte. As, y siguiendo a Schiller, afirma Marcuse que detrs de la forma esttica yace la
armona reprimida de la sensualidad y la razn la eterna protesta contra la organizacin de la
vida por la lgica de la dominacin, la crtica del principio de actuacin33. Para Marcuse, el
arte, comprometido con el principio del placer, reta al principio de razn imperante en la
medida en que despierta la lgica de la gratificacin, que ha sido convertida en un tab por la
lgica de la represin. El arte, tal y como Marcuse lo entiende, no puede ocultar su
compromiso con el principio del placer y en esto reside su capacidad de trasgredir el
paradigma, duro y represivo, de la utilidad.
37
La fractura y la mutilacin son tambin para Schiller una razn de que en Francia la
Ilustracin como cultura terica se haya convertido en mera ideologa y a la postre,
tal como muestra el ejemplo de Robespierre, en terror de la razn, que no slo
arremeti contra las antiguas instituciones, sino tambin contra la antigua fe en el
corazn del hombre34.
Aunque Schiller no pudiera sentir excesiva simpata por aquel sistema, todava feudal, en el
que reinaba la ley del ms fuerte, tampoco se inclina a favor del terror de ese
autoproclamado tribunal de la razn en el que se sacrifican sistemticamente todos los
derechos y en el que se demuestra, a su juicio, que si las clases bajas son brutales y anrquicas,
las clases civilizadas son corruptas y perversas. La quinta carta de su tratado se dedica por
completo a sealar cmo aquel, que podra haber sido un generoso momento histrico, no
puede culminar felizmente porque carece de un correlato moral entre los hombres.
Precisamente es, en gran medida, la necesidad de garantizar la realidad de la creacin poltica
de razn lo que lleva a Schiller a afirmar la urgencia de la tarea de educar la sensibilidad, una
educacin que, intentar demostrar, contribuye al perfeccionamiento del hombre,
preparndole interiormente para conquistar una vasta libertad en su gobierno. El libre juego
esttico es, tal y como seala Ranceire, el principio que debe permitir hacer lo que la
Revolucin no ha podido hacer: promover una comunidad de hombres libres35. Es en el seno
38
Tal y como muy acertadamente observara su amigo Goethe, el sueo de la libertad recorre
todas la obra de Schiller y tiene, no cabe duda, un papel fundamental en su idea de la
educacin esttica. Ese idealismo de la libertad que, por decirlo con Dilthey, arrebata a
Schiller, ofrece su confianza absoluta a la premisa de que, en el hombre, lo espiritual puede
alcanzar una notable independencia con respecto a todo lo dado. As, se erige el pensamiento
schilleriano en un movimiento de marcha gozosa y progresiva hacia la realizacin de la
dignidad, la libertad y la belleza37. Pero, muy a pesar de que estas palabras ofrezcan de Schiller
un perfecto perfil ilustrado, no puede olvidarse que su pensamiento se encamina, no a
desmarcarse de los ideales de la Ilustracin, pero s a ofrecer, para la consecucin de los
mismos, un camino alternativo. En este sentido, podemos decir de Schiller que comparta sin
fisuras el sueo de libertad de aquel inmenso proyecto ilustrado que, plasmado tan
39
Citado en Juan Manuel Navarro, Estudio preliminar a Friedrich Schiller, Escritos sobre esttica (Madrid:
Tecnos, 1991), XV.
rotundamente en el opsculo de Kant Qu es ilustracin?, tena como finalidad la liberacin del
hombre de toda coaccin. Sin embargo, y an compartiendo con la Ilustracin y sus
pensadores el sueo de la libertad, no puede compartir Schiller la fe irremisible en la razn que
ostentaron algunos de ellos38. En este espacio intelectual, que tiene como horizonte deseable la
consecucin de los ideales ilustrados y como camino la educacin del hombre a travs de su
sentido esttico y de su sensibilidad, es donde el juego aparece, como categora esttica
consolidada, por primera vez en la historia de nuestra filosofa.
Pero la Revolucin francesa, que Schiller interpreta como sntoma inequvoco del fracaso
histrico de los ideales de la Ilustracin, no es el nico hito en la violenta historia del
occidente moderno. Desde nuestra perspectiva histrica hemos podido entender, con sucesos
como la I y la II Guerra Mundial, el Holocausto, la carrera nuclear durante la Guerra Fra o la
Guerra de Vietnam, que nuestras capacidades tcnicas se han desarrollado mucho ms rpido
que nuestros sistemas morales y que, todava hoy, parece muy razonable afirmar que no
estamos a la altura interna de las posibilidades externas que hemos alcanzado. El hecho de que
el juego guarde con la libertad una relacin estructural hace indispensable pensarlo, tambin,
en trminos ticos: el juego es, para Schiller, todo aquello que no siendo arbitrario ni objetiva
ni subjetivamente, no causa coaccin ni interior ni exteriormente39. Esto significa que, en el
juego esttico, ponemos en movimiento una lgica ajena a toda necesidad coactiva:
Se ha destacado, en la historia de la teora esttica del juego, que es esta una actividad libre, en
un doble sentido. Tal y como seala Huizinga, es libre porque no se juega bajo coaccin, ni
por mandato, siendo el placer del juego lo que mueve al jugador a entrar en l. Pero es libre,
tambin, en el sentido que seala Schiller, porque libera temporalmente al hombre de las
coacciones tanto de la naturaleza como de la razn, creando un espacio intermedio en el que,
sin necesidad de negar una u otra, no se ve el hombre coaccionado por ellas. Frente a la
40
39 Cfr. Friedrich Schiller, Cartas para la educacin esttica del hombre, 235.
40 Javier Garca Garca, A la libertad por la belleza, 315.
coaccin que los impulsos imponen, el juego significa civilizacin, frente a la coaccin que la
razn impone, el juego permite la levedad. Pero estos dos polos, razn y sensibilidad, pueden
tener una trascendencia terica aun mayor y encarnar, como seala Rancire, proposiciones
antropolgicas y polticas:
Si admitimos esta propuesta interpretativa entenderemos, aun con mayor claridad, la potencia
de una teora esttica que, convencida de que a la libertad se llega por la belleza, insiste en
hacer coincidir la anulacin de la dicotoma entre lo sensible y lo formal, con el surgimiento de
una nueva humanidad. Esta idea de que el juego, en tanto que paradigma de actividad
desinteresada y libre, capaz de llevar a cabo una nueva reordenacin poltica de lo sensible,
puede servir como principio de crecimiento social, no ha sido exclusiva de Schiller. Una tesis
similar ha sido defendida, tambin, por Marcuse, quien identifica plenamente el juego con el
estado de libertad capaz de cancelar las formas represivas del trabajo y el ocio, tal y como se
entienden en la sociedad contempornea. Para Marcuse, jugar implica derrocar, de manera
temporal, el principio de realidad. El juego supone con ello un ejercicio de relajacin para el
corazn, para los sentidos y para el entendimiento, que habitualmente est atados a los
imperativos del trabajo til. La idea de principio de realidad, a que se refiere Marcuse,
incluye aquellos dos mbitos a cuyas coacciones deca Schiller que el juego haca frente; la
naturaleza y la razn. Pero, ciertamente, Schiller haba ido bastante ms all, y haba sealado
un tercer mbito de la vida humana con respecto al cual el juego esgrime su poder liberador; se
trata de la moral:
41
41Jacques Rancire, Polticas estticas en Sobre polticas estticas (Barcelona: Museo de Arte
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Ahora bien, hemos de sealar que, en absoluto, significa esto que la teora de Schiller sea
amoral. Como ya sabemos, sus Cartas sobre la educacin esttica del hombre se encaminan a dilucidar
cul sea el papel del arte en la consecucin de la libertad del hombre, y esta es una pregunta de
alto calado en trminos polticos y morales. Se trata, ms bien, de garantizar la autonoma del
campo esttico, separndolo de las formas de utilidad que doblegan una parte importante de
las actividades humanas para encontrar en l, el modelo de un obrar libre, con un lgica
propia. El arte, donde es posible dira Schiller, la aparicin de esa maravillosa emocin
para la cual carece el entendimiento de conceptos y el lenguaje de palabras, permite al espritu
una serie de movimientos nicos que bien pueden servir a la conformacin de una moralidad
libre: el arte es un espacio ambiguo, un campo de experimentacin sensorial e intelectual con
reglas abiertas y mviles que, situado idealmente ms all de las lgicas cerradas del trabajo, del
ocio, o de la moral, nos permite una aproximacin no literal al mundo.
Aunque frecuentemente se ha dicho que el arte no puede ni debe descansar, ajeno a las
cuestiones de su poca, en una torre de marfil, tambin parece problemtico el entenderlo
como una actividad susceptible de ser sometida a una funcin demasiado especfica. Ahora
bien, tal y como seala Rancire, es un significativo logro de Schiller el ofrecer una solucin
posible a la aparente tensin terica que se nos plantea cuando confrontamos los peligros de
defender la autonoma esttica y los peligros de caer en la instrumentalizacin del arte. Schiller
logra una reconciliacin entre ambas cuestiones enlazando lo que algunos no dejan de
oponer: la autonoma de la experiencia esttica y la transformacin de esta experiencia en
principio de una comunidad nueva43. Salvando la aparente dicotoma entre los predicados el
arte est separado de la vida y slo la belleza puede instaurar un nuevo orden, Schiller
propone un sistema en el que es necesario que la obra est por completo separada de la vida
para que cumpla su constante promesa de un orden nuevo. Si, como hemos sealado, ya desde
42
43Jacques Rancire, Schiller y la promesa esttica, en Antonio Rivera (ed.), Schiller, arte y poltica
(Murcia: Servicio de publicaciones de la Universidad de Murcia, 2010), 93.
los tiempo de Schiller eso que se ha dado en llamar el progreso la sociedad, est basado en la
implantacin de una lgica que demanda, severamente, la separacin del trabajo y donde se
instaura definitivamente la preeminencia del criterio de utilidad, entonces el potencial poltico
del arte reside, precisamente, en abrir la posibilidad de una lgica de actuacin humana
radicalmente ajena a esta, que se hace presente en el juego del arte.
Defender Rancire, siguiendo y radicalizando la premisa schilleriana de la autonoma esttica,
que el potencial poltico del arte no reside en absoluto en el hecho de que su tema sea poltico,
sino en la resistencia de su capacidad para subrayar las notas disonantes de la lgica represiva
del capitalismo. Desde este punto de vista, no hay conflicto posible entre la pureza del arte y
su politizacin, sencillamente sucede que la relacin entre ambas esferas no puede ser literal: el
arte no hace poltica cuando refiere de modo directo a lo poltico, sino cuando instaura, lejos
de toda relacin directa y literal, un orden posible para el obrar humano que no responda, en
absoluto, a la lgica de la utilidad.
deben ser defendidos de su opuesto, con idntico ahnco, por la cultura. Sin embargo, para la
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comprensin precisa de esta doble naturaleza humana a la que Schiller se refiere, hay, en
cualquier caso, que tener en cuenta que estos impulsos no son originaria y radicalmente
opuestos sino sencillamente divergentes, existiendo entre ellos un cierto tipo de relacin que
no resulta del todo sencillo concretar:
Estas apreciaciones schillerianas se emparentan con la larga tradicin filosfica que tiende a
considerar al hombre como formado por dos principios de naturaleza diferente, y a los que se
ha denominado, en ocasiones cuerpo y alma, pero, tambin sensacin y razn. Ahora bien,
aunque esta amplia y generalsima tendencia al dualismo en la consideracin de lo humano
haya sido un lugar comn de la filosofa, desde su mismo nacimiento, existen, en sus
concreciones, diversos trasfondos y profundas diferencias en virtud de las cuales podemos
decir que el dualismo platnico nada tiene que ver con el cartesiano o el kantiano. As, y
aunque Schiller sea, en cierto modo, heredero de esta tradicin intelectual que ve al hombre
como formado por dos principios, vale la pena acercarse con cautela a sus consideraciones
sobre la doble naturaleza del hombre, pues en dicho ejercicio descubriremos un pensar
bastante menos dicotmico de lo que en un principio pudiera habernos parecido.
Dado que el ser humano, afirma rotundamente Schiller, no es exclusivamente materia, ni
exclusivamente espritu, es tarea de la cultura ofrecer a ambos impulsos el mismo cuidado, ya
que si cualquiera de estos impulsos prevalece sobre el otro, el hombre pierde su necesario
equilibrio y comienza a sufrir penosas coacciones, que pueden ser, o bien aquellas que la
naturaleza impone, o bien aquellas otras que la razn dicta. En ambos casos, la libertad (ese
ideal de los ilustrados que, como ya hemos visto, es tambin el ideal de Schiller), se vera
dramticamente reducida para el hombre. Pero, como hemos puesto de manifiesto al inicio de
este captulo, Schiller considera que la modernidad, yendo en pos de un necesario avance en el
44
El provecho es el gran dolo de nuestra poca, al que se someten todas las fuerzas y
rinden tributo todos los talentos. El mrito espiritual del arte carece de valor en esta
burda balanza, y, privado de todo estmulo, el arte abandona el ruidoso mercado del
siglo. Incluso el espritu de investigacin filosfica arrebata a la imaginacin un
territorio tras otro, y las fronteras del arte se estrechan a medida que la ciencia ampla
sus lmites47.
Ahora bien, no cabe duda de que, desde nuestra perspectiva contempornea, fuertemente
crtica con los sistemas dualistas, puede resultar algo difcil afirmar, al menos de manera
rotunda, que el hombre est formado por razn y sentimiento o, en trminos puramente
schillerianos, por un impulso formal y un impulso sensible. Sin embargo, hemos de darnos
cuenta de que no es preciso para nosotros, como no lo era para Schiller, suscribir un dualismo
antropolgico severo, segn el cual razn y sensibilidad seran entendidos como dos
elementos ontolgicamente antitticos del ser humano. Ms bien al contrario, Schiller dedica
una parte notable de sus esfuerzos a mostrar como la razn y la sensibilidad slo pueden
separarse como fruto de un premeditado desequilibrio: nuestra sociedad, buscando hacer
progresos en el mbito de los saberes prcticos, ha forzado la separacin de ambos impulsos,
siendo que, lo que favorece a nuestra naturaleza, es que se mantengan unidos y equilibrados,
como suceda en el hombre antiguo. El aspecto racional y el aspecto sensible del hombre,
sugieren tempranamente las ideas de Schiller, aunque siendo aspectos desiguales de nuestro
ser, no guardaran ninguna relacin dicotmica si no fuera porque dicha dicotoma es un
postulado bsico de nuestro sistema cognoscitivo y productivo.
Schiller nos ayuda, as, a reconocer que la exagerada valoracin social atribuida a la razn, una
capacidad del hombre de entre las muchas que le son propias, produce ciertas heridas a nivel
social e individual. No obstante, parece razonable afirmar, para matizar an ms esta postura y
acercarla a nuestro tiempo, que ese aspecto de lo humano que ha sido llevado al paroxismo no
es, siquiera, la facultad de la razn como tal, sino determinados aspectos de la misma en virtud
de los cuales la razn parece haber quedado reducida, en la sociedad contempornea, a una
razn cientfica e instrumental al servicio de una lgica que, efectivamente, parece haber
olvidado la importancia de los aspectos sensibles del hombre.
48
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aspectos racionales y sensibles del hombre, ofrecindole con ello una posibilidad de rozar esa
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completitud ideal que nunca le ser, no obstante, del todo propia. El arte, as entendido, es
para Schiller algo que, lejos de toda pesantez y de toda coaccin, permite al hombre jugar con
la belleza, y en dicho juego se encuentra su humanidad en un punto lgido. Ahora bien, este
jugar con la belleza al que Schiller se refiere, no parece ser fcilmente comprensible desde la
perspectiva contempornea de un arte que ha dejado de tener lo bello como ideal. Parece que
la teora esttica del juego de Schiller podra encontrar en este asunto un escollo insalvable
para su relectura contempornea. Sin embargo, lo cierto es que el concepto de belleza de
Schiller no establece necesariamente unos trminos que no podamos hacer nuestros, en su
expresin ms general, hoy en da.
Schiller, en el quinto prrafo de su decimoquinta carta, parte de la tesis de que el ser humano
no es exclusivamente materia, ni exclusivamente espritu, y, en virtud de dicho presupuesto
terico, concluye que la belleza (que queda definida, entre otras cosas, como la consumacin
de la humanidad del hombre), no puede ser explicada en trminos meramente psicolgicos, ni
meramente formales. La belleza sita el nimo de quien la contempla en un punto medio en el
que, ya libre de la necesidad que la naturaleza impone y as mismo libre de la ley que el
entendimiento dicta, no opera sobre ella coaccin alguna: all impera el juego, all se da la
mayor libertad y equilibrio para el hombre.
Afirma Schiller, en el segundo prrafo de su decimoquinta carta, que mientras que el objeto
del impulso sensible se denomina vida, y el del impulso formal se denomina Forma (Gestalt)
el objeto del impulso de juego se denominar Forma viva; un concepto que sirve para
designar todas las cualidades estticas de los fenmenos, y en particular eso que llamamos
belleza. Tal y como se indica en dicha carta, encontramos bello, aquello cuya forma se
entrelaza con nuestro sentimiento y cuya vida toma forma en nuestro entendimiento. La
cuestin es que, en la teora schilleriana, la belleza no determinando nada en el pensar o en el
sentir del hombre, sencillamente les otorga a ambos, pensar y sentir, la posibilidad de
manifestarse. Esto significa que, aunque ningn contenido le llega a nuestra razn y ninguna
premisa a nuestro sentir, que provenga de la belleza, sin embargo sta es, dentro de la teora
esttico-antropolgica de Schiller, condicin necesaria de todo conocimiento racional, as
como de todo obrar moral, y por ello es considerada una suerte de segunda creadora.
Entendida a grandes rasgos, la idea de belleza que defiende Schiller remite a una cierta
capacidad de los objetos estticos para interpelarnos de una manera tal que, tanto nuestra
50
afirma Schiller que de la accin recproca de dos impulsos contrapuestos, vemos surgir lo
bello. Lo bello nos ofrece, entonces, la prueba de la compatibilidad de los aspectos sensible y
racional del hombre y, por lo mismo, es el punto de condensacin de la humanidad del
hombre. As entendida, la belleza de la que habla Schiller, no parece incompatible con las
condiciones de desarrollo de cualquier experiencia esttica. Si entendemos la belleza como ese
espacio en el que se ponen de acuerdo la sensibilidad y el entendimiento, en el que estn
activas ambas facultades, estamos, evidentemente, manejando una categora que puede
abarcar, sin contradicciones, los productos de las prcticas artsticas contemporneas, an
cuando estas tengan como resultado un arte que poco se preocupa por ser bello.
reglas, que seala el impulso de juego como uno de los pilares de la cultura, resulta de la mayor
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Entre los planes fundamentales para nuestra vida que establecen nuestros genes la
capacidad de hablar o de sonrer y la conducta precisa que en realidad practicamos
hablar ingls en cierto tono de voz, sonrer enigmticamente en una delicada
situacin social se extiende una compleja serie de smbolos significativos con cuya
direccin trasformamos lo primero en lo segundo, los planes fundamentales en
actividad50.
La cultura, en este sentido, se construye sobre los comportamientos que la naturaleza dicta,
pero tambin ms all de dicho dictado, mediante la creacin social de reglas y mediante un
juego, consuetudinario, de aplazamientos reglamentados. Esto es, precisamente, lo que sucede
con el erotismo, perfecto ejemplo del modo en que codificamos culturalmente los
comportamientos naturales mediante estrategias que se asemejan al juego:
Por su vnculo con la regla, podemos decir, siguiendo a Schiller, Huizinga o Caillois, que el
juego ofrece un modelo para la cultura o que la cultura se hace, en gran medida, como el
juego. No intentamos en absoluto decir, con ello, que la cultura se haga jugando, o que la
cultura sea un juego, afirmamos, ms bien, que hay algo en la gestacin de la cultura que
guarda una relacin formal con el juego, en la medida en que ambos implican una produccin
consuetudinaria de sentido que queda determinada en el obrar (aunque en la sociedad de una
vez por todos, al menos idealmente, y en el juego de manera temporal).
El mismo espritu alienta la creacin de la regla y de la ley; se trata de la necesidad y de la
capacidad humana de generar sentido y orden, donde la naturaleza ha dictado unas leyes
escasas. Ahora bien, es una cualidad fundamental del juego la de que, en l, la regla nunca
deviene ley. En el juego es imposible tomar lo contingente por necesario, el juego es el
escenario de una perpetua eventualidad. Por ello, el juego del arte se mantiene, perpetuamente,
en el orden reversible de la regla, mientras que otros muchos aspectos de la vida se dedican a
53
fundar y a seguir el orden de las leyes. En eso que estamos llamando el juego del arte existen,
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53 Homo Ludens, El artista frente al juego (Fundacin Museo Oteiza, 2010), 120.
arte es un hacer comunicativo, el espectador ha de ser considerado mucho ms que un mero
observador, y no puede sino ser activo-con la obra.
As, a las condiciones de libertad, ligereza, apertura e independencia con respecto del mundo
gestionado por la utilidad, que renen al arte y al juego en una peculiar relacin de vecindad, se
suma, ahora, esta potencia de construccin intersubjetiva de campos sociales abiertos y
mviles. El juego se emparenta, por tanto, con el arte de numerosas maneras perteneciendo,
en virtud de las caractersticas que hemos repasado, a una misma familia de actividades.
56
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Conclusiones
En 1795, Friedrich Schiller, un hombre en el que la sensibilidad romntica conviva con los
ideales ilustrados, publicaba sus Cartas sobre la educacin esttica de hombre, una obra en la que
defenda el papel central que el juego tiene para la cultura, para el arte y para la vida. Desde
entonces, diversos pensadores han hecho contribuciones, ms o menos directas, a esta teora
que vincula, filosficamente, las estructuras del arte y del juego, desde el punto de vista,
fundamentalmente, de su vecindad en tanto que actividades humanas. El presente trabajo ha
tenido como objetivo sealar las lneas de fuerza de la teora esttica del juego y recorrer el
camino que nos lleva desde su nacimiento, vinculado a la crtica dieciochesca de la
modernidad burguesa, hasta sus ltimas manifestaciones, para mostrar su pertinencia, tambin,
en el contexto de una esttica contempornea. Este doble objetivo pareca provechoso en la
medida en que nos permita, por una parte comentar, analizar, sistematizar y definir los puntos
clave de la teora esttica del juego, y por otra defender su eficacia explicativa para con el
universo artstico y social de nuestro tiempo.
Manteniendo este doble objetivo como meta terica de la investigacin, habamos comenzado
por situar, tanto dentro de aquellos primeros momentos de la historia de la disciplina esttica,
como dentro de la obra de Schiller, las coordenadas intelectuales e histricas de esa incipiente
teora del juego, mostrando cmo va a ser en aquel peculiar espacio, que tena como horizonte
deseable la consecucin de los ideales ilustrados y como camino la educacin del hombre a
travs de su sensibilidad, donde el juego se entiende por primera vez como una actividad
hermanada con el arte.
Ahora bien, resulta evidente que el diagnstico schilleriano, que denuncia el declive de la
importancia social del papel del juego en el seno de la sociedad burguesa, no es aplicable en los
mismos trminos a la sociedad contempornea, en la que los medios electrnicos de masas
han ampliado extraordinariamente la dimensin de lo ldico y en la que la economa, la
poltica o la cultura parecen, ms que nunca, adoptar la forma de un juego. Esta cuestin, que
57
a primera vista podra aparecer un primer escollo para la relectura contempornea de la teora
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schilleriana del juego, tiene sin embargo una respuesta clara en la primera parte de nuestra
investigacin: a pesar de que, hoy en da, lo ldico parezca ocupar un lugar ms preeminente
en la sociedad del que haya ocupado en cualquier otro momento histrico, sera engaoso
afirmar que, por ello, la utopa de Schiller est en camino de realizarse. Ms bien al contrario,
el arte, la poltica o la economa, convertidos en un mero juego, estn ms lejos que nunca de
ese jugar esttico que tonifica la moralidad del hombre y proporciona libertad. El juego
esttico, que ha sido el centro de nuestras averiguaciones, nada tiene que ver con la actual
banalizacin de lo ldico ni con el furor contemporneo por el ocio.
Entendiendo como necesario explicar mejor la peculiar relacin del juego con la seriedad,
hemos dedicado una parte de nuestras reflexiones a analizar de qu modo es posible el hecho
de que, a pesar de que el juego del arte sortee de modo despreocupadamente evasivo toda
gravedad, no se instale en ningn caso del lado de la frivolidad. Hemos podido manifestar, en
este punto, que existe un cierto espacio, desplegado sin duda en el juego del arte, que an no
siendo serio, como serias son las exigencias de la naturaleza, resulta sin embargo sumamente
valioso. De hecho, esta ser una de las premisas tericas que nos permitir ratificar aquella
hiptesis inicial de nuestra investigacin, segn la cual podra ser relevante tericamente una
revigorizacin contempornea de la teora esttica del juego. El juego del arte, capaz de sortear
lo serio sin dejar de referir lo importante, esquiva la gravedad y la pesantez de la necesidad, a
favor de una ligereza que, sin embargo, en nada se asemeja a la frivolidad.
Precisamente porque el juego ni es inocuo, ni tiene nada que ver con la banalidad, la propuesta
esttica de Schiller atribuye al mismo un papel profundamente ambicioso en trminos
polticos. Lo que en el juego sucede, puede ofrecer respuesta, en el sistema schilleriano, a los
dos males sociales que el filsofo descubre certeramente en su poca; uno es la primaca social
del aspecto racional del hombre sobre su aspecto sensible (y las derivas utilitaristas de dicha
primaca, que amenazaban con dar al traste con los ideales de la Ilustracin), mientras que el
otro seala en la direccin de las violentas consecuencias de la Revolucin francesa (sntoma
inequvoco del fracaso histrico de dichos ideales).
Nos hemos esforzado, en este punto, en mostrar que la primera teora esttica del juego es, y
no por casualidad, el producto intelectual de una modernidad que ya haba iniciado el
cuestionamiento de s misma. Podemos encontrar, en el pensamiento de Schiller, el origen de
una fructfera interpretacin crtica de la sociedad, que se centra en el diagnostico de lo que,
58
entendimiento. Una definicin esta que nos permite sortear el problema terico que podra
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haber supuesto el hecho de que el arte contemporneo no se interese en muchos casos por la
belleza formal mimtica al modo en que lo hiciera una parte importante del arte con que
Schiller haba convivido. Precisamente por este carcter conciliador de la experiencia esttica,
en el que se unen razn y sensacin, es por lo que ve Schiller en el sentido de la belleza el
motor de aquel primer movimiento de evolucin cultural en virtud del cual el hombre inicia su
andanza como tal hombre. El profundo vnculo que el juego guarda con la cultura, y con la
construccin poltica, tiene que ver con el hecho de que estos tres mbitos: juego, cultura y
vida pblica, se asientan en un ejercicio por el cual el hombre se procura, libremente, una serie
de reglas. Ahora bien, mientras que en el mbito del obrar pblico estas reglas se convierten,
rpidamente e inexorablemente, en duras leyes, el arte y en el juego se mantienen, siempre, en
el mbito de la reversibilidad, en ese espacio que es a la vez esttico y poltico, en el que se
produce una constante negociacin de significados simblicos.
Sabemos que numerosos movimientos artsticos durante el siglo XX han sentido una notable
inclinacin por ciertas prcticas emparentadas, de modo ms o menos directo, con la idea del
juego, tal ha sido el caso de surrealistas, dadastas, situacionistas y, ms recientemente, muchos
de los artistas implicados en el llamado arte de accin, movimientos estos que han trabado
diverso tipo de relaciones con la idea de juego. Ahora bien, nuestro trabajo no se propona
analizar los trminos de dichas relaciones, en cada uno de los casos, sino, dando un paso atrs,
remontarse a la relacin estructural del juego con el arte, para abordarla desde una perspectiva
eminentemente esttica. Tampoco se trataba, por tanto, de ver qu juegos concretos podran
funcionar como metforas apropiadas acerca del arte, sino de entender que el juego, tomado
como una actividad humana peculiar, est, en muchos aspectos, emparentado con el arte. Se
trata de una postura que hemos adoptado, en el convencimiento de que una mejor
comprensin de las semejanzas entre el juego y el arte puede ayudarnos a comprender, de
manera ms profunda, el quehacer artstico, y a insertarlo dentro de una distintiva familia de
actividades. De esta manera, hemos establecido que, entre el juego y el arte, existe una peculiar
relacin de vecindad cuya comprensin nos ha parecido relevante para repensar el arte, en el
contexto de la contemporaneidad. Entendemos, en virtud de lo dicho hasta ahora, que el arte
es un espacio privilegiado de la visin que se mantiene prximo a la libre lgica del juego,
donde razn y sensacin operan juntas creando un espacio que elude lo grave, sin dejar de
referir lo importante y donde los medios y los fines se mantiene unidos, proponiendo, slo
con esto, un paradigma excepcional de accin, en el seno de una sociedad que tiende a
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instrumentalizarlo todo.
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Ntese, sin embargo, que cuando afirmamos, en el mbito de este trabajo, que el juego y el
arte guardan una relacin de vecindad, no queremos de ninguna manera decir que el arte sea
un juego. Debe entenderse que defendemos, ms bien, la idea de que el arte comparte con el
juego determinadas caractersticas estructurales de la mxima importancia, lo que hace
pertinente entender al primero bajo las claves del segundo, recuperando, con ello, la idea de
que existe una relacin significativa entre ambas esferas que excede, con mucho, la moda de lo
ldico. Por otra parte, hoy en da, donde la hasta hace poco predominante preferencia por
lo ldico declina nuevamente en pro de una perversa lgica del sacrificio til, el juego vuelve a
demostrar su potencia como smbolo de libertad. Contra la banalizacin contempornea de lo
ldico, pero tambin contra la seca lgica del sacrificio econmico el juego ofrece una
modesta, pero potica, alternativa. Frente al paradigma sacrificial de la eficacia, el placer que
encarna el juego del arte abre, por tanto, un reducto de resistencia simblica.
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