RAMOS MEJIA J M - Las Neurosis Hombres Celebres de Argentina
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Indice
PRIMERA PARTE
Rosas y su época
I. Los progresos de la psiquiatría moderna
SEGUNDA PARTE
V. El histerismo de Monteagudo
Al mismo tiempo que componía las "Neurosis", Ramos Mejía puso lo más
fresco de su juventud al servicio de una bella causa, que tuvo en su
tiempo gran trascendencia cultural. El 12 de Diciembre de 1871 promovió
una agitación estudiantil, con motivo del suicidio de un estudiante de
jurisprudencia, injustamente reprobado; el movimiento cundió en el mundo
PREFACIO
PRIMERA PARTE
Rosas y su época
SEGUNDA PARTE
La melancolía del doctor Francia
El alcoholismo del fraile Aldao
El histerismo de Monteagudo
El delirio de las persecuciones del almirante Brown
Las pequeñas neurosis
V. EL HISTERISMO DE MONTEAGUDO
Las necesidades nutritivas, las necesidades sensitivas, las necesidades
morales e intelectuales constituyen los tres móviles ineludibles a que
obedece la naturaleza del hombre. Estas tres fases de la evolución humana
marcan en la vida de su "género" los tres tramos que ha tenido que
ascender para ocupar entre los "primates" el lugar preeminente que le
asigna la ciencia.
El hombre de la edad de piedra, el troglodita prehistórico de las
cavernas, acaso representado en la actualidad por el Fueguino y el
Australiano, ocupan el primer tramo.
El hambre, pero un hambre feroz y degradante, absorbe todas sus fuerzas y
su vida se desliza como la de la bestia, en medio de las más horrorosas
orgías estomacales, en que la madre y el padre, arrebatados por las
promesas voluptuosas de la embriaguez digestiva, se disputan los cadáveres
de sus propios hijos. "Había comido hasta la saciedad -dice Lyon,
describiendo el almuerzo polífago de un Esquimal- y a cada instante se
dormía con la cara roja y encendida y la boca entreabierta. A su lado
estaba Armaloua, su mujer, que cuidaba a su esposo y le introducía en la
boca, cuando le era posible, un grueso y asqueroso pedazo de carne medio
cocido, ayudándolo con fuertes empujones" [156.]. He aquí todo entero el
hombre primitivo. Un tramo más arriba, pero nada más que un tramo, están
el Chacho, Ortoguez y el famoso Artigas, que hubieran asombrado con su
ferocidad al hombre brutal de las cavernas.
La "faz sensitiva" es la segunda etapa, y la "moral" la tercera, en donde
el hombre, ya libre o por lo menos más independiente de las necesidades
brutales de la nutrición, da un paso más "hacia esa progresiva
exteriorización del individuo en la cual germinan libremente en su
APENDICE
FRANCIA
Cuando principié a recoger datos sobre la vida del Doctor Francia, dirigí
al Sr. D. Gregorio Machaín las siguientes preguntas que me fueron
contestadas de la manera que va a verse.
No quiero pasar la oportunidad de tributar a este dignísimo caballero todo
el agradecimiento que debo a sus bondades.
Muchísimos de los importantes datos sobre la vida del Dictador me los ha
suministrado él, ilustrándolos con comentarios y ampliaciones que yo
aprecio en su justísimo valor. El Sr. D. Gregorio pertenece a una de las
familias más distinguidas y más antiguas de la colonia, y fue sobre ella,
más que sobre ninguna otra, que la rabia biliosa del famoso hipocondríaco
se ensañó durante veinte años, fusilando al padre después de haberlo
tenido quince años sumido en una mazmorra, privándola de su fortuna y
haciéndola pasar por mil martirios físicos y morales.
***
GUILLERMO BROWN
Costumbres usuales y hábitos del almirante Don Guillermo Brown.- Relatados
por su camarero y más tarde su abanderado S. S. R. G. [Reproducción
textual]
Era el General Brown, un hombre sobrio, metódico en sus manjares, modesto
en su traje usual, aseado y religioso ferviente en sus creencias
católicas.
Se levantaba de cama siempre antes de salir el sol: pues jamás durante el
tiempo que con él serví, pude notar esta falta de costumbre.
Su primer paso al levantarse, era dirigirse a su mesa privada, donde su
despencero debía tener de pronto la tetera de té teñido el más fuerte
posible: Pues para dos tazas, él ordenaba se le echara dos cucharadas de
sopa: que más tarde él mismo las medía en una tapa de un tarro de lata
para ser exacto en la cantidad y no dejar al despencero que aumentara o
disminuyera la cantidad: y por igual medida de dos tazas y media de agua
hirviente debía condensar el té: Si estaba en el puerto le agregaba al té
al tomarlo dos cucharadas de sopa con leche, no dejándola jamás hervir. Y
si estaba en viaje, lo tomaba solo, sin agregarle ningún espíritu, pues
era enemigo de las bebidas espirituosas; en este orden tomaba su té
diariamente tres veces al día: Al levantarse, a la una en punto del día, y
a las siete de la tarde en verano o a las cinco en invierno, esto con toda
exactitud en la hora.
Mientras él tomaba el té, su despencero tenía que estar allí parado e
inmediato hasta que él terminara; después le ordenaba se sirviera él del
mismo té que quedaba en la tetera, agregándole nueva agua; y terminado
mandaba lavar bien la tetera, no haciendo jamás uso del té usado, poniendo
el General especial cuidado en que la tetera estuviera siempre bien limpia
al ponerle el té.
Terminado que fuese el tomar su té, subía en cubierta, y su despencero
procedía a la limpieza de su cámara, pasando el cepillo a jabón y arena en
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el piso de tabla, sacudir su ropa y si el tiempo era bueno traer a
cubierta su colchón y cobertores para ventilarlos, y de ser tiempo malo en
la misma cámara en una cuerda tirante abriendo las claraboyas o
portizuelas de popa para ventilación de su dormitorio.
A las 8 en punto de todas las mañanas, fuese el tiempo cual se fuere (aún
bajo de temporal), debía estar su almuerzo en la mesa, consistiendo en un
bife a la inglesa algo crudón, con papas que él mismo las pelaba y en
plato aparte su tarro de mostaza inglesa destirada con vinagre y una
pequeña dosis de sal que él mismo preparaba todas las mañanas en la
cantidad que usaba en el acto mismo de estar en la mesa: Si había huebos
tomaba tres huevos pasados por agua, muy blandos, colocados en una huebera
o en un vaso por lo general: tomaba al concluir su almuerzo unas tajadas
de pan con manteca o de galleta, cerrando su almuerzo con un vaso de vino
de oporto o madera; desviándose de las costumbres inglesas de tomar el té
o café después del almuerzo.
En viaje yfuera de puerto, su almuerzo sólo se diferenciaba en la carne
fresca, o en los huevos si no los habían, superando estas faltas con tomar
jamón, o tocino de holanda frito; en este caso agregaba a este manjar los
encurtidos ingleses que bienen en tarros.
A las doce, con la misma exactitud, debía estar la mesa puesta con la
comida, que por lo general era frugal, pues el General a medio día era de
bastante alimentación: la sopa de su predilección en el puerto cuando
había carne fresca era de cebada inglesa de la más fina, lo que los
ingleses llaman (pe-sup) y en biage con la carne salada que por lo general
sólo se coce con el tocino inglés, la alberjilla holandesa: Que es una
sopa sustanciosa y se amolda al buen gusto con el tocino.
Los demás platos en carne fresca: el asado a la inglesa en un gran pedazo
hecho al horno económico algo crudón hasta salir de su interior la sangre,
con papas y bastante salsa sustraído de la misma carne; y en biage la
suplantaba con un gran pedazo de carne salada de Holanda, con papas
cocidas en el orden ya indicado, que debían venir a la mesa naturales con
otros platos que es inoficioso detallar que lo que antecede lo refiero
para demostrar que este hombre, a pesar de su larga residencia en este
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país, conserbava sus costumbres en alimentación y usos los de su primitiva
patria; tomando siempre por postre el bodín cocido de harina con pasas de
Corinto y sus ingredientes de composición de coñac, grasa de baca y una
pequeña dosis de azúcar, que hecho en una masa flegible envuelta en una
limpia toaya de algodón, que es preferible al hilo, se cose solo en una
bacija hirviéndolo bastante hasta estar bien cocido, se ponía en la mesa
caliente, el cual, con una salsa preparada para mezclarlo en la cantidad
que comía compuesta de vino oporto o gerez, era su manjar agradable como
postre, pues nunca hacía uso del dulce, pues sólo alternaba algunas veces
con el queso inglés. Del sobrante del bodín, pues por lo general era de
tres libras de peso, a la tarde él hacía su cena con tajadas delgadas del
mismo bodín fritas en manteca inglesa de cuñete, las cuales bien tostadas
las tomaba con el té, lo cual en regular cantidad hacía de esto el
alimento de sena; no tomando otro alimento hasta la mañana siguiente: Pues
durante la noche, en aquellas que el General tenía que estar de pie y
atender a la navegación, tomaba una que otra vez una taza de café de
cebada inglesa tostada, que suple e imita al café de Habana, o Brasil,
siendo más saludable según él lo decía: Pues era enemigo del verdadero
café (que decía: Los ingleses me quicieron enbenenar en las Antillas
cuando me tomaron prisionero, con este líquido) del cual no daba a las
tripulaciones ración de café, y si lo tomaban tenían que comprarlo, que a
pesar de no gustarle que la gente lo tomara, no lo prohibía; mas siempre
en sus habituales manías del veneno, decía que el café era un veneno.
Esta regla en sus alimentos no la variaba, salvo en aquellas ocasiones que
se trasbordaba de un buque a otro por las necesidades del mejor desempeño
de las operaciones de guerra; mas como éstas eran rápidas y perentorias,
pronto volbía a la Capitana, que era su buque predilecto el Belgrano (pues
él decía mi Belgrano).
En su última Campaña naval, fue este buque la Capitana, y solo en la suba
del Paraná lo dejó por su mucho calado trasbordándose primero al bergantín
Echagüe y más tarde a la nueve de Julio (Alias Palmar), en la cual mandó
la acción de Costa Brava.
Está dicho lo bastante conrespeto a la sobriedad de su alimentación. Pues
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como está dicho, él no vevía vevidas espirituosas, mas que el vino muy
regular y necesario en el acto de su manjar.
Su modestia en traje y maneras eran singulares: De uniforme solo se le
behía el día del combate, en cuyo acto se presentaba de toda gala,
mostrando todas sus condecoraciones, su elástico y su invicta espada;
terminada la acción, tornaba el General a su hábito usual, distinguiéndose
solo en su gorra de galón a lo marino, la cual no abandonaba de su cabeza,
aun bajo del agua y el temporal, cambiándola así cuando el agua ya la
humedecido, a fin de conservar siempre su cabeza seca.
Sus órdenes, como todas sus relaciones con sus subalternos, eran siempre
afables: Revelando la modestia: Y sólo en los casos imperiosos del
servicio era enérgico y terminante, revelando su autoridad.
Religioso en sus creencias católicas, sin imponerlas a bordo a nadie; por
cuanto cada uno las observaba según su conciencia. No se usaba como en
otras armadas extranjeras en las cuales a los domingos tienen establecido
horas de misa, según las religiones del Estado; Brown al domingo, dejaba
que su tripulación lo observara como mejor fueran sus creencias
religiosas; así era que en ese día la gente fondeaba en Puerto a tan solo
se le obligaba a vestir de limpio, y a la Oficialidad con el mejor traje;
al buque lo diferenciaba con cruzar sus bergas de juanete, enarbolar la
mejor y más grande de la bandera como igualmente la corneta de su
insignia: No permitiendo ningún trabajo a bordo eseptuando a aquellos que
en orden a la seguridad suprema que se hacen necesarios a las naves que
flotan sobre el agua.
El General en estos días se le behía contraído en su Camarote o Cámara
distraído en lecturas religiosas; y si subía en cubierta se paseaba al
costado estibor solo, muy rara vez hablaba con nadie. A más de estos
hábitos religiosos, sabido es que él hacía donación mensual de una parte
de sus haberes a las Monjas Catalinas; a las cuales hacía esta donación en
aras de sus creencias, teniendo especial empeño en que se les entregara,
aunque sus sueldos no hubieran salido de Tesorería. Algunas veces el que
relata estos apuntes le ha oído decir que aquellas mujeres confinadas en
un Claustro eran más dignas de su aprecio que muchas de las que en las
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calles lucían su lujo.
A más de esto tenía por costumbre al acostarse, fuese a la hora que fuese,
se percignaba.
Su dormir era aveces tranquilo, notándose algunas veces, y siempre como
signo de su próxima manía, que algunas noches era muy soñador; al extremo
de alarmar a su camarero: Una de estas noches el referido despencero se
acercó en puntas de pies a la puerta de su Camarote a escuchar un monótono
diálogo que decía medio dormido: Porqué, Dios mío, permitis que me
envenenen.
Su despencero creyéndolo despierto guardó sigilo, pero observó que al
instante seguido calló y roncaba como totalmente dormido, y no se notó
hasta la siguiente mañana ninguna alteración en el sueño. Al amanecer de
esa noche, al aclarar, el General se levantó precipitadamente, no quiso
tomar su té, y se espresó de esta manera: A bordo hay envenenadores: Yo
los voy a castigar, esto diciendo, se paseaba en su Cámara; y en estos
instantes, saliendo de su Camarote de la segunda Cámara el Oficial Alvaro
Alzogaray, que hacía entonces de su Secretario, y fue entonces cuando lo
mandó encerrar en su alcoba arrestado a pan y agua, como ya está referido
por el mismo autor de estas líneas, y comprobado por cartas existentes del
finado Coronel Toll a este respecto.
Creo ser lo suficiente, y no abundar en este relato. Dejo al estudio de
una autoridad más competente las observaciones filosóficas, que agregados
estos relatos a los ya hechos sobre sus manías que tanto han dado que
hablar al espíritu del alma de este hombre cuya vida en sus dos tercios
consagró en Cuerpo y alma en servir a su patria adoptiva la " República
Argenlina ".
Los hijos de esta tierra sabrán algún día estimar los importantes hechos
de ármas con que él contribuyó a afianzar la existencia de la Nación.
Los filósofos se encargarán de la parte moral y espiritual de su alma: A
mí solo me compete decir: Que lo consideré y le tributé respeto: 1º. por
su valor e intrepidez; -2º. por cualidades en partes desarrolladas, y por
mí reconocidas prácticamente como testigo ocular; -3º. por los
sentimientos benévolos de humanidad: Por cuanto jamás ejerció actos de
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tiranía, aun con sus enemigos. Es el único tributo que a mí me compete
rendir a su memoria: 1º. Por patriotismo Argentino, por sus relevantes
servicios. -2º. Por ser un deber tributar respeto a los hombres a cuya
alma se amoldaba la de Guillermo Brown.
Buenos Aires, Abril 14 de 1881.
S. J. R. Gonzálves.
FIN
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