E N E L PRIMER C E N T E N A R I O DE L A E N C I C L I C A

HUMANUM GENUS CONTRA LA MASONERIA

POR

FRANCISCO JOS FERNNDEZ DE LA CIGOA.

E l 20 de abril de 1884, sptimo ao de su pontificado, el

Papa Len X I I I publicaba la encclica Humanum genus contra
la masonera (1). Este ao se cumple, pues, el primer centenario
de la solemne y pblica condena. N o era, evidentemente, la pri-
mera vez que la Iglesia se pronunciaba contra la secta. Fue Cle-
mente X I I (1730-1740) quien, en la Constitucin In eminenti,
de 28 de abril de 1738 (2), inaugur una serie de condenas que
ha continuado hasta nuestros das (3).
Las palabras de Clemente X I I son gravsimas: ... por nues-

(1) Len X I I I : Humanum genus, Doctrina Pontificia, Documentos

Polticos, BAC, Madrid, 1958, pgs. 158-185.
(2) Len X I I I , en nota nmero 4 a la Humanum genus, la fecha,
segn la BAC, en 24 de abril. Pastor, en su Historia de los Papas desde
finen de la Edad Media, Barcelona, 1959, tomo XV, vol. XXXIV, pgi-
na 350, la fecha el 28; asi como Len X I I , que la reproduce en su en-
cclica Quo graviora. Cfr.: Coleccin de las Alocuciones consistoriales, En-
cclicas y dems Letras Apostlicas citadas en la encclica y el Syllabus
del 8 de diciembre de 1864. Madrid, 1865, pg. 180. Llorca, Garda Vi-
lloslada y Momtalbn, en su Historia de la Iglesia Catlica, BAC, Ma-
drid, 1953, 2. ed., pg. 53, la fechan el 4 de mayo, y Menndez Pelayo
en los Heterodoxos, BAC, 1956, en abril.
(3) Pastor, Ludovico: Op. cit., pgs. 350-352; Amat, Flix, Tratado
de la Iglesia de Jesucristo, tomo X I , Barcelona, 1803, pgs. 62-66; el texto
en Coleccin..., pgs. 175-186, y en Torrubia, Joseph, Centinela contra
Francs-Massones, Madrid, 1752, pgs. 4-14 (el texto es bilinge en la
Coleccin..., y latino en Torrubia).

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tra propia voluntad y con la plenitud de la autoridad apostli-

ca establecemos y decretamos que deben ser condenadas y pro-
hibidas dichas sociedades, juntas, asambleas, concursos, reunio-
nes o conventculos llamados de los francmasones, o con cual-
quiera otro nbmbre, como en nuestra presente constitucin, per-
petuamente valedera, las condenamos y prohibimos.
Por lo que todos los fieles de Cristo de cualquier estado,
categora, condicin, orden, dignidad y preeminencia, ya sean
legos (laicos), ya clrigos, tanto seculares como regulares, siquie-
ra sean dignos de especfica, individual y expresa mencin, man-
damos estrechamente y en virtud de santa obediencia, que nin-
guno, bajo cualquier pretexto o color que sea, se atreva o pre-
suma entrar en las sobredichas sociedades tituladas de los franc-
masones o en otras, propagarlas o fomentarlas, recibirlas u ocul-
tarlas en sus casas, habitaciones o en otra parte, inscribirse, aso-
ciarse o asistir a ellas, facilitarlas medios de reunirse en alguna
parte, proporcionarlas alguna cosa, prestarlas de cualquier modo
que sea consejo, auxilio o favor, pblica o privadamente, directa
o indirectamente, por s o por otros, as como exhortar, inducir,
provocar o persuadir a otros a que se inscriban, frecuenten o asis-
tan a estas sociedades, o de cualquier modo las ayuden o fomen-
ten; sino que deben abstenerse absolutamente de semejantes so-
ciedades, juntas, asambleas, concurrencias, reuniones o conven-
tculos, bajo pena de excomunin incurrida, como arriba diji-
mos, por todos los contraventores, en el hecho mismo y sin
ninguna declaracin, de la cual nadie pueda recibir el beefi-
cio de la absolucin sino por Nos o por el Romano Pontfice
entonces existente, excepto en la hora de la muerte.
Queremos y mandamos, adems, que tanto los Obispos y
Prelados superiores y otros Ordinarios de los lugares, como
todos los inquisidores de la hertica maldad, en todos los lu-
gares procedan e inquieran contra los transgresores de cualquier
grado, condicin, orden, dignidad y categora que sean, y que
como vehementemente sospechosos de hereja los castiguen y
repriman con las penas merecidas, pues a todos y a cada uno
de aquellos atribuimos y concedemos libre facultad de proceder,

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inquirir, castigar y reprimir con las penas merecidas, invocando

tambin si fuese necesario el auxilio del brazo secular.

A nadie pues sea permitido infringir o contrariar con osa-

do atrevimiento este escrito de nuestra declaracin, condenacin,
mandato, prohibicin e interdiccin: si alguno fuere Osado a in-
tentarlo, sepa que incurre en la indignacin de Dios Todopode-
roso y de los bienaventurados apstoles San Pedro y San Pa-
blo (4)
El primer encuentro de la Iglesia con la masonera, que en-
tonces se iniciaba, y que todava no haba dado abiertamente las
muestras a las que despus llegara en su radical espritu anti-
catlica no pudo ser ms desfavorable para la secta naciente.
E l Papa, a quien comenzaban a llegar noticias de la nueva so-
ciedad, vio en ella un gravsimo peligro para la Iglesia y para la
sociedad y alert a los fieles y a las autoridades eclesisticas con
palabras que indicaban una alarma extrema. Era una exagera-
cin del Papa? Quiz algunos lo pensaran as ante tan absolu-
tas condenas.
Su sucesor, Benedicto X I V (1740-1758), publica en 1 7 5 1 la
Constitucin Providas (5). Como habra despus de repetirse
hasta la saciedad, ya en los albores de la masonera se inici la
tctica de negar las condenas pontificias o, al menos, de declararlas
como cosa del pasado que en la actualidad no tienen vigencia.
Y ello se hizo ya en los das de Benedicto X I V con el pretexto
de que la condena de Clemente X I I no haba sido confirmada
por el nuevo Papa. Cosa que el Pontfice entonces reinante dice
no ser preciso: Como si fuera necesaria la confirmacin ex-

(4) Clemente X I I , In eminenti: Coleccin..., pgs. 177-180. .

(5) Benedicto XIV, Pro vidas; Coleccin..., pgs. 181-190; Torrubia,
J., op. cit., pgs. 1-28; de esta obrita se hicieron varias ediciones. Cfr. Fuen-
te, Vicente de la, Historia de las Sociedades Secretas antiguas y modernas
en Espaa, tomo I, Madrid, 1974, pgs. 71-74; tambin Menndez Pek-
yo, Marcelino, op. cit., pg. 450,

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presa del Pontfice sucesor, para la subsistencia de las Constitu-

ciones apostlicas del predecesor (6).
Pese a ello, el Papa quiere quitar todos los subterfugios a
los calumniadores (7) y reproduce ntegra la Constitucin de
Clemente X I I en la suya, como muestra de nuestro sentir y
nuestra firme y deliberada voluntad respecto de la fuerza y vi-
gor de la censura lanzada por el dicho predecesor Clemente (8).
Y , aade: a fin de poder quitar fcilmente un cebo y cerrar la
boca a la mentira y a las calumnias..., hemos decretado confir-
mar por las presentes la dicha Constitucin de nuestro predece-
sor, inserta como arriba, palabra por palabra y en la forma espe-
cfica que es la ms amplia y eficaz de todas, como por ciencia
cierta y con la plenitud de nuestra autoridad apostlica, la con-
firmamos, corroboramos y renovamos al tenor de las presentes
Letras, en todo y por todo, como si hubiera sido publicada pri-
meramente por nuestra propia voluntad, de nuestra propia auto-
ridad y en nuestro propio nombre, y queremos y determinamos
que tenga perpetua fuerza y eficacia (9).
Y concluye el Papa: Por consiguiente, a nadie sea permiti-
do infringir o contrariar temerariamente este nuestro escrito de
confirmacin, renovacin, aprobacin, comisin, invocacin, re-
quisicin, decreto y voluntad. Y si alguno se atreviese a inten-
tarlo, tenga entendido que incurrir en la indignacin de Dios
y de los bienaventurados Apstoles San Pedro y San Pablo (10).
U n jesuta, caracterizado por su benevolencia hacia la maso-
nera, lleva aos restando importancia a su carcter anticatlico
y retrasando la fecha de su aparicin en Espaa. N o entro en
darle o quitarle razones a sus trabajos sobre la masonera en
nuestra patria. Pudiera ser que una sociedad en expansin y
proselitista que tanto alarmaba a dos Pontfices consecutivos no
quisiera saber nada de Espaa. Pudiera ser, pero parece extrao.

(6) Benedicto XIV, Prvidas: Coleccin..., pg. 183.

(7) Benedicto X I V , Prvidas: Coleccin..., pg. 183.
(8) Benedicto XIV, Providas: Coleccin..., pg. 184.
(9) Benedicto XIV, Providas: Coleccin..., pg. 185.
(10) Benedicto XIV, Providas: Coleccin..., pg. 189.

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Menndez Pelayo ( 1 1 ) y Vicente de la Fuente ( 1 2 ) parecen creer

otra cosa, as como el padre Rbago, confesor de Fernando V I ,
que dirige un Memorial al rey, alarmado por la secta. Y el mis-
mo Fernando V I , que el 2 de julio de 1 7 5 1 , recin aparecida la
reiteracin de la condena por Benedicto X I V , hace publicar un
Decreto contra los masones (13): Hallndome informado de
que la invencin de los que se llaman Franc-Masones, es sospe-
chosa a la Religin, y al Estado, y que como tal est prohibida
por la Santa Sede debaxo de Excomunin... H e resuelto atajar
tan graves inconvenientes con toda mi autoridad; y en su con-
secuencia prohibo en todos mis Reynos las Congregaciones de
los Franc-Masones, debaxo de la pena de mi Real indignacin,
y de las dems que tuviere por conveniente imponer a los que
incurrieren en esta culpa... E n inteligencia de que he preveni-
do a los Capitanes Generales, a los Gobernadores de Plazas, Je-
fes Militares, e Intendentes de mis Exrcrtos y Armada Naval,
hagan notoria, y celen la citada prohibicin, imponiendo a cual-
quier Oficial, o individuo de su Jurisdiccin, mezclado o que se
mezclare en esta Congregacin, la pena de privarle y arrojarle
de su empleo con ignominia.
Y a era adelantarse en la prevencin si no haba el menor
rastro de masonera en Espaa y si cincuenta aos despus nues-
tra patria an iba a seguir virgen de tales huspedes.
La alarma del jesuita confesor y del rey confesado, que no
la del compaero de la orden ignaciana que ms de doscientos
aos despus que el padre Rbago nos ha inundado de libros
sobre la masonera, ciertamente no carentes de inters por los
datos que contienen pero en una lnea que ya hemos sealado,
la comparta tambin fray Joseph Torrubia: Cronista General
de la Religin de nuestro Padre San Francisco de Ass, etc.,
que public en Madrid, en 1752, su Centinela contra Francs-

(11) Menndez Pelayo, Marcelino, op. cit., t. I I , pgs. 449-452.

(12) Fuente, Vicente de la, op. cit., t. I, pgs. 67-77 y 81-128.
(13) Fernando VI, Decreto, texto en Torrubia, pgs. 29-31 y en Fuen-
te, Vicente de la op. cit., pg. 74.

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Massones. Para qu habra que vigilar lo que no existe ni exis-

tir en muchsimos aos?
Mientras tanto en el mundo, y con gran intervencin de la
masonera, los acontecimientos se precipitan. La Filosofa inva-
de Europa, los fesuitas son expulsados y enseguida disueltos por
Clemente X I V , estalla la Revolucin Francesa, Napolen se hace
el amo de Europa y reduce a cautiverio a dos Papas... Y P o V I I
(1800-1813), el 1 3 de septiembre de 1 8 2 1 vuelve a ocuparse de
la masonera en su Constitucin Ecclesiam a lesu Cbristo (14).
Una vez ms se repite la tctica masnica, esta vez con los
carbonarios. Las condenas anteriores se refiieren a los francma-
sones, decan, no a nosotros. Se puede ser catlico y carbonario.
Aparentan a la verdad, dice el Papa, un respeto singular y ad-
mirable amor hacia la religin catlica, y a la persona y doc-
trina de Jesucristo, nuestro Salvador, a quien alguna vez, de una
manera indigna, se atreven a llamar el presidente y gran maestro
de su sociedad. Pero estas palabras, que parecen ms blandas
que el aceite, otra cosa no son que dardos, de los cuales, para
herir con ms seguridad a los incautos, se sirven los hombres
artificiosos que se presentan con pieles de ovejas y que por den-
tro son lobos rapaces (15).
Descubre el Papa las verdaderas intenciones de los carbona-
rios (16), recuerda las condenas anteriores de Clemente X I I y
Benedicto X I V ( 1 7 ) , seala el carcter masnico de la nueva sec-
ta, de cuyas sociedades (masnicas), tal vez esta de los carbo-
narios debe juzgarse como una rama o ciertamente un reme-
do ( 1 8 ) y renueva, prcticamente con las mismas palabras de
Clemente X I I que hemos reproducido, la condena de esta secta
masnica y su prohibicin a todos los catlicos (19). Bajo pena

(14) Po VII, Ecclesiam a lesu Christo: testo en Coleccin..., pgi-

nas 191-201.
(15) Po V I I , Ecclesiam a lesu Cbristo: Coleccin..., pg. 194.
(16) Po V I I , Ecclesiam a lesu Christo: Coleccin.. pgs. 195-196.
(17) Po V I I , Ecclesiam a lesu Christo: pg. 197.
Coleccin..
(18) Po V I I , Ecclesiam a lesu Christo: pg. 197.
Coleccin..
(19) Po VII, Ecclesiam a lesu Christo: Coleccin..., pgs. 198-199.

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 EN EL CENTENARIO DE LA HUMANUM GENUS

de excomunin para todos los contraventores, segn arriba in-

dicamos, incurrida en el hecho y sin (necesidad de) ninguna de-
claracin, de la cual nadie, excepto N o s o el Romano Pontfice
entonces existente, puede absolver, a no ser en el artculo de
la muerte (20). Prohibe y condena los libros de los carbona-
rios o los que los defiendan y extiende la pena de excomunin
mayor a quienes lean dichos libros ( 2 1 ) . Y , concluye: Por con-
siguiente, a nadie sea permitido infringir este escrito de nues-
tra declaracin, condenacin, mandato, prohibicin e interdiccin,
ni se atreva temerariamente a contravenirle. Si alguno presumie-
re intentarlo tenga entendido que incurrir en la indignacin de
Dios omnipotente y de los bienaventurados Apstoles San Pedro
y San Pablo (22).
Haban pasado ochenta y tres aos de la condena de Cle-
mente X I I y setenta de la de Benedicto X I V . Y la Iglesia segua
sosteniendo exactamente lo mismo sobre la masonera. E n 1821
nadie podr decir ya que los Papas y la sociedad ignoraban lo
que era la masonera. Sus frutos estaban bien a la vista. Y tam-
poco nadie podra aventurar ya que Clemente X I I o Benedic-
to X I V haban exagerado la gravedad de la cuestin.
Len X I I (1823-1829), el 1 3 de marzo de 1825, public las
Letras Apostlicas Q u o graviora (23), bajo el epgrafe de Con-
denacin de la sociedad llamada de los Francmasones y de todas
las dems sociedades secretas (24).
Reproduce en ella, ntegramente, las Constituciones de sus
predecesores Clemente X I I , Benedicto X I V y P o V I I precedi-
das, cada una de ellas, de una brevsima y sustanciosa intro-
duccin.
Cuando Clemente X I I , nuestro antecesor, vio crecer de da
en da y robustecerse la secta de los Francmasones o con otro
nombre, la cual no slo fue sospechosa, sino que por muchas

(20) Po V I I , Ecclesiam a Iesu Christo: Coleccin..., pg. 199.

(21) P o V I I , Ecclesiam a Iesu Christo: Coleccin..., pg. 200.
(22) P o V I I , Ecclesiam a Iesu Christo: Coleccin..., pg. 201.
(23) Len X I I , Quo graviora: texto en Coleccin..., pgs. 173-215.
(24) Len X I I , Quo graviora: Coleccin..., pg. 173.

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FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIGOA

razones se conoci con certidumbre que era completamente ene-

miga de la Iglesia catlica, la conden en una excelente consti-
tucin que empieza In eminenti (25). Y su texto aparece a
continuacin.
Tal condena, contina Len X I I , no f u e suficiente a nuestro
predecesor Benedicto X I V , pues haba cundido entre muchos la
voz de que la pena de excomunin dada en las Letras de G e -
mente, muerto no haca mucho, qued sin efecto toda vez que
Benedicto no confirm expresamente estas Letras. Era ciertamen-
te un absurdo pretender que las Letras de los Romanos Pontfi-
ces quedaban anuladas si expresamente no las aprobaban sus
sucesores, y era adems evidente que Benedicto haba ratificado
muchas veces la constitucin de Clemente. Sin embargo, para
arrancar tambin de manos de los sectarios esta cavilacin, juzg
Benedicto publicar una nueva Constitucin que empieza por Pr-
vidas, el 18 de mayo de 1 7 5 1 , en la cual confirm la Constitu-
cin textual de Clemente (26). Y , a continuacin, reproduce
Len X I I el texto de su predecesor. Tras ella, la de Po V I I .
E l Papa advierte que an no acabaron sus nefandos pro-
yectos. Pues en aquellos mismos pases en que parece se han
calmado las antiguas tormentas, cunto miedo hay de nuevas
revueltas y sediciones que sin cesar traman aquellas socieda-
des! (27). Eran los das, tranquilos en apariencia, en que la Santa
Alianza haba restaurado el viejo orden europeo. Pero la pers-
picacia del Papa prevea las revoluciones que tan pronto iban
a reproducirse. Y bien saba quines eran los factores de la cons-
piracin.
Por ello, nos hemos credo de nuestro deber condenar de
nuevo estas sociedades secretas, para que de este modo ninguna
pueda jactarse de que no est comprendida en nuestra apostlica
sentencia, y con este pretexto induzca en error a los incautos y
menos perspicaces (28). Y de nuevo toma las solemnes pala-

(25) Len XII, Quo graviora: Coleccin..., pgs. 174-175.

(26) Len XII, Quo graviora: Coleccin..., pgs. 180-181.
(27) Len XII, Quo graviora: Coleccin..., pg. 202.
(28) Len XII, Quo graviora: Coleccin..., pgs. 203-204.

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 EN EL CENTENARIO DE LA HUMANUM GENUS

bras de Clemente X I I , como haban hecho sus predecesores, para,

reproducindolas literalmente, renovar prohibiciones y conde-
nas (29).
Pide la colaboracin de los obispos (30), no sea que como
perros que no pueden ladrar, permitamos que sean robados nues-
tros rebaos y que nuestras ovejas queden expuestas a ser de-
voradas por todas las bestias del campo (31). Y se dirige a los
prncipes catlicos en peticin de ayuda, pues los enemigos de
la Iglesia son los mismos que los de los tronos (32). C o n enorme
delicadeza Ies seala un hecho evidente ya segn la historia. N o
fortalecieron sus tronos sino que los debilitaron, oprimiendo a la
Iglesia con su regalismo (33). Termina el Papa con un llama-
miento a los extraviados para que se arrepientan de su pecado
y vuelvan al seno de la Iglesia y para facilitar su retorno deja
en suspenso por u n ao la reserva de la absolucin para que a
todos les pueda resultar fcil obtener el perdn de su pecado.
P o V I I I (1829-1830), en su brevsimo pontificado, habl en
el mismo sentido en su encclica Traditi, de 2 1 de mayo de
1829 (34).
Los peligros que se cernan en el horizonte y que tan clari-
videntemente presenta Len X I I eran ya una realidad amena-
zante. La dinasta legtima acababa de ser derribada en Francia,
el Papado viva peligros constantes que acabaran, bajo el siguien-
te Pontfice, en el expolio del patrimonio de San Pedro y en la
prisin del Papa en el Vaticano, la salud de Fernando V I I de-
clinaba y se mascaba ya la guerra c i v i l . . . Gregorio X V I (1831-
1846) llegaba a la Silla de Pedro y el 1 5 de agosto de 1832
hara pblica su encclica Mirari vos (35). E l Papa seala los
grandes males de los tiempos presentes: Se pervierte la sana

(29) Len X I I , Quo graviora: Coleccin..., pgs. 204-206.

(30) Len X I I , Quo graviora:, Coleccin..., pgs. 207-208.
(31) Len X I I , Quo graviora: Coleccin..., pg. 208.
(32) Len X I I , Quo graviora: Coleccin..., pgs. 209-210.
(33) Len X I I , Quo graviora: Coleccin..., pg. 211.
134) Citado por Len X I I I , Humanum gettus, pg. 160.
(35) Gregorio XVI, Mirari vos: texto en Coleccin..., pgs. 216-240.

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doctrina y se siembran osadamente todo linaje de erorres . . . Es

perseguida encarnizadamente esta Silla romana ... La autoridad
divina de la Iglesia es combatida ... Es rota la debida obedien-
cia a los obispos, y se conculcan sus derechos... Vemos aumen-
tarse la ruina del orden pblico, la cada de los tronos y el tras-
torno de todo el poder legtimo (36). Pues bien, para Grego-
rio X V I , todo este gran cmulo de calamidades debe atribuirse
en primer lugar a la conspiracin de las sociedades, a las cuales
afluy como a una sentina todo lo que hay de sacrilego e infame
en las herejas y en las ms criminales sectas, juntamente con la
aglomeracin de todas las inmundicias (37).
Po I X (1846-1878), el gran Pontfice, se ocup naturalmente
en su largo pontificado de la masonera. Es como si bajo su pon-
tificado las amarguras que la secta produjo a Gregorio X V I y
a sus predecesores se desataran hasta extremos impensables.
Acababa de ocupar la Sede de Pedro cuando la revolucin de
1848 conmovi a Europa y oblig al Papa a huir de Roma. Y
desde entonces las fuerzas del mal no descansaron en su lucha
contra la Iglesia y contra P o I X . Nueva Granada, Mjico, Es-
paa, Suiza . . . Y sobre todo el Piamonte. E l triunfo de la ma-
sonera pareci universal. Y la dinasta del pecado, la Casa de
Saboya, arrebat al Papa sus Estados. E l insigne Pontfice mo-
rira en lo que l consideraba su prisin del Vaticano. Y la mal-
dicin de Dios pareci caer sobre aquella dinasta. La masonera
movi todos los hilos. E, incluso, intent profanar las cenizas
de aquel Papa que se agigantaba ante el mundo cuando la per-
secucin procuraba aniquilarle.
Los primeros das de su Pontificado fueron los del Papa libe-
ral. Pero, aun entonces, su oposicin a la masonera f u e tajante
y absoluta. E n Qui plaribus, su primera encclica, fechada el 9
de noviembre de 1846 (38), escriba: Pero bien conocis, ve-
nerables hermanos, los otros errores monstruosos y los engaos

(36) Gregorio XVI, Mirari vos: Coleccin..., pgs. 219-220.

(37) Gregorio X V I , Mirari vos: Coleccin..., pg. 220.
(38) Po IX, Qui pluribus: texto en Coleccin..., pgs. 241-269.

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 EN EL CENTENARIO DE LA HUMANUM GENUS

con que los hijos de este siglo se esfuerzan encarnizadamente

en combatir la religin catlica, la autoridad divina de la Iglesia
y sus leyes, y conculcar los derechos de la potestad, tanto civil
como sagrada. A esto se encaminan las nefandas maquinaciones
contra la Ctedra Romana del Bienaveturado Pedro, donde Cristo
coloc el inexpugnable fundamento de la Iglesia. A esto tienden
aquellas, sectas clandestinas, salidas de la tinieblas para ruina y
devastacin del orden sagrado y profano, anatematizadas repeti-
das veces por los Romanos Pontfices nuestros predecesores, en
sus Letras Apostlicas que Nos, en virtud ce nuestra potestad
apostlica, confirmamos y mandamos que con toda solicitud sean
observadas (39).
N o hay, pues, la menor variacin en la postura de la Iglesia.
Poco tiempo despus las sectas haban arrojado su mscara. N o
gritaban ya el viva Po I X ! , de los primeros das, sino que
se haban apoderado de Roma y obligado al Papa a huir y a re-
fugiarse en el Reino de Npoles. Desde Gaeta, el 20 de abril de
1849, dirige al Consistorio secreto la alocucin Quibus quantis-
que (40). Y en ella renueva su condena de la masonera:
Estas abominables sectas de perdicin, en extremo perju-
diciales no slo a la salud de las almas, sino tambin al bien y
tranquilidad de la sociedad civil, y condenadas por nuestros pre-
decesores los Romanos Pontfices. Nos siempre las hemos detes-
tado y las condenamos en nuestra encclica de 9 de noviembre
de 1846, y ahora igualmente las condenamos, prohibimos y pros-
cribimos (41).
En su alocucin Singulari quadam (42), de 9 de diciembre
de 1854, sus palabras alcanzan si cabe mayor gravedad: Tene-
mos que lamentar la existencia de una raza impa de incrdulos
que desearan si posible fuera exterminar el culto de la religin,
y entre ellos deben contarse en primer lugar las sociedades se-
cretas, que unidas entre s por un nefando pacto, ponen en juego

(39) Po IX, Qui pluribus: Coleccin..., pgs. 251-252.

(40) Po IX, Quibus quantisque: texto en Coleccin..., pgs. 290-329.
(41) Po IX, Quibus quantisque: Coleccin..., pgs. 323-324.
(42) Po IX, Singulari quadam: texto en Coleccin..., pgs. 459-475.

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FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIGOA

todo linaje de malas artes, para que violados todos ios derechos,
sea trastornado y vaya por tierra el orden sagrado y civil: a ellos
convienen ciertamente aquellas palabras del divino Redentor:
vuestro padre es el diablo, y queris hacer las obras de vuestro
padre (43).
C o n motivo de la canonizacin de los mrtires japoneses
y de Miguel de los Santos, numerosos obispos de los ms diver-
sos rincones del mundo se reunieron alrededor del Papa para
demostrar a todos la adhesin y el cario de la Iglesia al Vi-
cario de Cristo perseguido y expoliado. E l Papa aprovech la
ocasin para dirigirles, el 9 de junio de 1862, una alocucin,
Naxima quidem (44), que sobresale en el esplndido corpus ma-
gisterial de P o I X . E n ella, aun sin mencionar a la masonera,
al denunciar los errores modernos, refleja sin posible duda sus
aspiraciones y postulados.
El gran monumento doctrinal de Po I X fue la Quanta cura
y su Syllabus anejo (45). N o son abundantes en ellos las refe-
rencias a la masonera. E n la Quanta cura advertimos una cita
de las Constituciones apostlicas que condenan las sociedades
secretas (46). Y en el Syllabus el epgrafe I V se refiere a
Socialismo, comunismo, sociedades secretas, sociedades bblicas,
sociedades clrico-liberales (47). N o se condena expresamente
ningn error de ellas en tal epgrafe pero s observamos que se
refiere a las mismas como estas pestilenciales doctrinas (48).
Y ello es normal. El Syllabus no anatematiza autores de erro-
res sino errores. Y bien puede decirse que cuanto en l se re-
chaza, y en la Quanta cura, es lo que defenda la masonera.
D e nuevo se referir a la masonera P o I X en su alocucin

(43) P i I X , Singulari quadam: Coleccin..., pg. 4 6 1 .

(44) Po IX, Maxtma quidem: texto en Coleccin..., pgs. 624-639.
(45) Po IX, Quanta cura y Syllabus: Doctrina Pontificia. Documentos
Polticos, BAC, Madrid, 1958, pgs. 4-38, en Coleccin..., pgs. 5-52.
(46) P o I X , Quanta cura: Doctrina..., pg. 12.
(47) Po IX, Syllabus: Doctrina..., pg. 25.
(48) Po IX, Syllabus: Doctrina..., pg. 25.

592
 EN EL CENTENARIO DE LA HUMANUM GENUS

Multplices inter de 25 de septiembre de 1865 y en anlogos

trminos los precedentes.
Len X I I I , el sucesor de P o I X , fue otro gran debelador
de la masonera. E n su encclica Annum ingressi, verdadero tes-
tamento del Pontfice, cercano ya a las puertas de la eternidad,
pudo contemplar cmo todos sus afanes de ralliement haban
fracasado. La Repblica francesa, en manos de las sectas, de-
mostr el gran error poltico de aquel Papa que en cuestiones
doctrinales alcanz cumbres inmarcesibles. Y en esa encclica se
refiere el Papa a una secta tenebrosa que la sociedad arrastra a
su lado desde hace muchos aos, como una enfermedad mortal
que contamina la salud, la fecundidad y la vida de la sociedad.
Personificacin permanente de la revolucin, constituye una es-
pecie de sociedad al revs, cuya finalidad es un predominio ocul-
to sobre la sociedad reconocida, y cuya razn de ser consiste en
la guerra a Dios y a su Iglesia. N o ser necesario ni siquiera
nombrarla, pues todos ven en estos datos la masonera (49).
Y , por ello, se v e obligado a denunciar sus malficas ten-
dencias, sus falsas doctrinas, sus obras nefastas (50). Porque
pretende como fin supremo (y sus mismos reglamentos lo afir-
man) el exterminio del imperio y del sacerdocio, considerados
por ella como enemigos de la libertad (51). La Annum ingressi
es de 19 de marzo de 1902. E l Papa morira al ao siguiente,
dejando a su sucesor, San Po X , un sombro panorama en el que
Francia, objeto de tantas preocupaciones de Len X I I I , no siem-
pre atendidas acertadamente, era pieza clave. Y el gobierno fran-
cs era el gobierno de la masonera.
N o era la primera vez que Len X I I I se refera a las sec-
tas. El 20 de junio de 1894, en Praeclara gratulationis, haba
dicho:
Otro peligro grave para la unidad es la masonera, poten-
cia temible que oprime desde ya tiempo a las naciones y, sobre

(49) Len X I I I , Annum ingressi: pgs. 365-366.

(50) Len X I I I : Annum ingressi: Doctrina..., pg. 366.
(51) Len X I I I : Annum ingressi.Doctrina..., pg. 366.

593
FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIGOA

todo, a las naciones catlicas. Orgullosa hasta la insolencia por

su fuerza, sus recursos y sus xitos, pone por obra todo lo que es
menester, favoreciendo las turbulencias que agitan nuestra po-
ca para consolidar y extender por todas partes su dominacin.
Desde las ocultas tinieblas en que conspiraba, irrumpe hoy en
los Estados, mostrndose a la luz del da; y, como lanzando un
desafo a Dios, ha establecido su sede en esta misma urbe, ca-
pital del mundo catlico. Pero la mayor desgracia de todas es
que, dondequiera que la masonera pone su pie, se infiltra en
todas las clases sociales y penetra en todas las instituciones del
Estado para llegar, s fuera posible, a constituirse rbitro sobe-
rano de todas las cosas. La mayor desgracia, decimos, porque
tanto la perversidad de sus principios como la iniquidad de sus
propsitos son cosas evidentes. C o n el pretexto de reivindicar los
derechos del hombre y reformar la civilizacin, combate las ins-
tituciones cristianas; rechaza toda doctrina revelada; califica los
deberes religiosos, los sacramentos, todas las realidades augus-
tas, como simples supersticiones; se esfuerza por descristianizar
el matrimonio, la familia, la educacin de la juventud, todo el
conjunto de la vida pblica y de la vida privada, as como tam-
bin por hacer desaparecer en el alma del pueblo todo respeto
a la autoridad divina y a la autoridad humana. E l culto que la
masonera prescribe es el culto de la naturaleza humana; y son
tambin los principios de esta naturaleza humana los que pro-
pone como nica medida y nica norma de la verdad, la bon-
dad y la justicia. D e esta manera, como es evidente, se incita al
hombre a tener una moral y una conducta casi paganas, si no es
que el crecimiento y el refinamiento de las seducciones los ha-
cen descender ms abajo todava (52).

Aade Len X I I I : Nuestra vigilancia apostlica nos obliga

a insistir en este punto y a decir y repetir, una y otra vez, que
frente a un peligro tan acuciante, toda medida defensiva ser
siempre insuficiente. Ojal la clemencia divina burle los prop-
sitos de la masonera! Pero es necesario que el pueblo cristiano

(52) Len X I I I , Praeclara gratulationis: Doctrina..., pgs. 334-335.

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 EN EL CENTENARIO DE LA HUMANUM GENUS

comprenda que hay que sacudir de una vez para siempre ei yugo
infame de la masonera, y que deben poner una mayor energa
en esta labor todos aquellos que son ms duramente oprimidos
por este yugo, es decir, los italianos y los franceses (53).
Una vez ms la condena y la advertencia son tajantes. Pero
estas referencias que hemos hecho a Len X I I I son accidenta-
les. Su condena fundamental de la secta est incluida en la en-
cclica Humanum genus, de 20 de abril de 1884 (54), dirigida
expresamente contra la masonera y de la cual este ao se cum-
ple el primer centenario.
Recomendamos vivamente su lectura. E n este trabajo, por
razones evidentes, slo podemos citar sus ms relevantes prra-
fos. Pero por los mismos se podr comprobar cmo para el
Pontfice era la secta una amenaza gravsima. Comienza el Papa
constatando cmo la batalla planteada es entre Dios y Satans.
Y en nuestros das, todos los que favorecen el campo peor pa-
recen conspirar a una y pelear con la mayor vehemencia bajo
la gua y con el auxilio de la masonera, sociedad extensamente
dilatada y firmemente constituida por todas partes (55).
Para el Papa es, pues, la masonera quien acaudilla, en esos
das, el combate contra Dios. Y la historia no sabra contrade-
cirle.
Recuerda despus las condenas de Pontfices anteriores que
hemos reproducido y ampliado (56). Y advierte de lo que en-
tonces era una evidencia: Infiltrndose de una manera audaz
y dolosa en todos los rdenes del Estado, ha comenzado a tener
tanto poder, que casi parece haberse convertido en duea de los
Estados (57).
Y aqu es preciso advertir al lector que debe meditar en las
palabras del Papa. Porque, o son una pura frmula retrica a
la que no debe prestarse mayor atencin o encierran una consta-

(53) Len X I I I , Praeclara gratulationis: Doctrina..., pg. 335.

(54) Len X I I I , Hum{uumt genus: texto en Doctrina..., pgs. 158-185.
(55) Len X I I I , Humanum genus: Doctrina..., pg. 160.
(56) Len X I I I , Humanum genus: Doctrina..., pg. 160.
(57) Len X I I I , Humanum genus, Doctrina..., pg. 161.

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FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIGOA

tacin gravsima. D e lo que era la masonera en el gobierno de

muchos Estados dan f e los historiadores. Y o solamente quiero
referirme a un hecho que consta en los libros. E l sucesor de
Len X I I I estuvo a punto de ser un masn. A l menos eso se
ha escrito. E l veto de Su Majestad Apostlica fue, de ser cier-
tas esas versiones, el instrumento del que se vali la Provi-
dencia para impedir el acceso al Solio Pontificio del cardenal
Rampolla.
E l Papa seala el carcter secreto y fingido de la masone-
ra (58) y precisa su objetivo verdadero (59): el intento ca-
pital de vejar todo lo posible al catolicismo con una enemistad
implacable, sin descansar basta ver deshechas todas las institu-
ciones establecidas por los Papas en la esfera religiosa (60).
Para Len X I I I es evidente que los masones aprueban es-
tos principios y pretenden constituir los Estados segn este mo-
delo (61). Esto son hechos tan conocidos que no necesitan
demostracin (62).
Cules son esos principios y tal modelo? Quizs los lectores
se queden sorprendidos ante lo que pretenda la masonera a fi-
nales del siglo x i x . T a l vez ello demuestre su triunfo y la atona
actual de la secta. Habra alcanzado sus objetivos?
Una libertad absoluta para defender la existencia de Dios
o para negarla (63).
La nica moral que reconoce la familia masnica, y en
la que, segn ella, ha de ser educada la juventud, es la llamada
moral cvica, independiente y libre; es decir, una moral que ex-
cluya toda idea religiosa (64).
Y el Papa puntualiza: ello conduce a la rpida desintegra-
cin de la sana y recta moral, el crecimiento vigoroso de las opi-

(58) Len XIII, Humanum genus, Doctrina..., pgs. 163-165.

(59) Len XIII, Humanum genus: Doctrina..., pg. 167.
(60) Len XIII, Humanum genus: Doctrina..., pg. 167.
(61) Len XIII, Humanum genus: Doctrina..., pg. 173.
(62) Len XIII, Humanum genus: Doctrina..., pg. 173.
(63) Len XIII, Humanum genus, Doctrina..., pg. 169.
(64) Len XIII, Humanum genus: Doctrina..., pg. 170.

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 EN EL CENTENARIO DE LA HUMANUM GENUS

niones ms horrendas y el aumento ilimitado de las estadsticas

criminales (65). Tiene esto algn parecido con lo que hoy,
cien aos despus, estamos viviendo?
E l ofrecimiento pblico a todos los hombres de innu-
merables estmulos de las pasiones; peridicos y revistas sin
moderacin ni vergenza alguna; obras teatrales extraordinaria-
mente licenciosas; temas y motivos artsticos buscados impdi-
camente en los principios del llamado realismo; artificios sutil-
mente pensados para satisfaccin de una vida muelle y delicada;
la bsqueda, en vina palabra, de toda clase de halagos sensuales,
ante los cuales cierre sus ojos la virtud adormecida (66).
E l matrimonio pertenece a la categora jurdica de los
contratos. Puede rescindirse legalmente a voluntad de los con-
trayentes. La autoridad civil tiene poder sobre el vnculo ma-
trimonial (67).
En la educacin de los hijos no hay que ensearles cosa
alguna como cierta y determinada en materia de religin; que
cada uno, al llegar a la adolescencia, escoja lo que quiera (68).
Todos los hombres son jurdicamente iguales y de la
misma condicin en todos los aspectos de la vida... Todos son
libres por naturaleza... Nadie tiene el derecho a maridar a o t r o . . .
Pretender que los hombres obedezcan a una autoridad que no
proceda de ellos mismos es hacerles violencia... E l poder pol-
tico existe por mandato o delegacin del pueblo... Si cambia
la voluntad popular es lcito destronar a los prncipes aun por la
fuerza. La fuente de todos los derechos y obligaciones civiles est
o en la multitud o en el gobierno del Estado... Es necesario
que el Estado sea ateo. N o hay razn para anteponer una reli-
gin a otra entre las varias que existen. Todas deben ser consi-
deradas por igual (69).
Si esos eran los postulados de la masonera, para qu hoy

(65) Len XIII, Humanum genus: Doctrina..., pg. 170.

(66) Len XIII, Humanum genus: Doctrina..., pg. 171.
(67) Len XIII, Humanum genus: Doctrina..., pg. 172.
(68) Len XIII, Humanum genus: Doctrina..., pg. 172.
(69) Len XIII, Humanum genus: Doctrina..., pg. 173.

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FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIGOA

la secta? No los han conseguido todos, y con crectes? Porque,

adems a Len X I I I no se le haba ocurrido que se pudiera
llegar a e s o , estn la droga protegida, el aborto, la homose-
xualidad...
Para qu la masonera hoy? N o ha alcanzado cuanto quera?
Para el Papa era necedad insigne e impiedad temeraria (70).
nada ms contrario a la verdad (71), perturbadores erro-
res (72), enemigo astuto y doloso (73), inmundo conta-
gio (74). Por ello, que nadie que estime en lo que debe su
profesin de catlico y su salvacin personal, juzgue serle lci-
to por ninguna causa inscribirse en la masonera, prohibicin
confirmada repetidas veces por nuestros antecesores (75),
Desgraciadamente hoy no necesitan la mayora de los cat-
licos afiliarse a la masonera para profesar todo esto. Les basta
pensar como el comn de las gentes.
D e ah quiz el crepsculo de la masonera en los tiempos
actuales. Para qu seguir si ha conseguido todo lo que se pro-
pona? Y si la Iglesia llegara a aceptar todo esto, para qu com-
batirla? Habremos llegado a este punto?
Sin embargo, el Papa Santo, Po X, en el Codex Iuris Cano-
nici que prepar, promulgado por su sucesor Benedicto X V , in-
cluy el siguiente canon con el nmero 2335: Los que dan su
nombre a la secta masnica o a otras asociaciones del mismo g-
nero que maquinan contra la Iglesia o contra las potestades ci-
viles legtimas, incurren ipso jacto en excomunin simplemente
reservada a la Sede Apostlica (76).
Casi doscientos aos y las mismas censuras desde Clemen-
te X I I a Benedicto X V . Sin la menor quiebra. Y teniendo en

(70) Len X I I I , Humanum genus: Doctrina... , pg. 174.

(71) Len X I I I , Humanum genus: Doctrina... , pg. 175.
(72) Len X I I I , Humanum genus: Doctrina... , pg. 175.
(73) Len X I I I , Humanum genus: Doctrina... , pg. 177.
(74) Len X I I I , Humanum genus: Doctrina... , pg. 180,
(75) Len X I I I , Humanum genus: Doctrina... , pg. 180.
(76) Cdigo de Derecho Cannico, B A C , Madrid, 1957, 6. a ed.,
na 852.

598
 EN EL CENTENARIO DE LA HUMANUM GENUS

cuenta, adems, que slo hemos recogido menciones expresas a

la masonera. Porque detrs de muchsimas otras doctrinas con-
denadas por los Papas: naturalismo, indiferentismo, liberalismo,
racionalismo... estaba activa y reconocible la secta.
La inclusin en el Cdigo de la condena no impidi que la
masonera siguiera actuando polticamente: la Revolucin meji-
cana, la I I Repblica Espaola... A l pasar la mitad del siglo se
ha hecho, sin embargo, menos visible. Y una vez ms se instru-
mentaliz a catlicos ingenuos o demasiado avisados en la ma-
niobra de siempre. Estos masones ya son buenos. Las condenas
anteriores, descontado lo que tuvieran de exageracin, se refe-
ran a otros hombres y a otras pocas. Se puede ser ya catlico
y masn.
Todos hemos visto a clrigos e incluso a algn obispo alinea-
dos en esta campaa. Q u e siempre juzgu desdichada. Porque,
una de dos: o la masonera sigue siendo lo que siempre fue, y
entonces estn plenamente justificadas las censuras y adverten-
cias anteriores, o, por la misericordia de Dios, se han arrepen-
tido los masones de su fobia anticatlica. Si esto hubiera ocu-
rrido, lo que no consta, recbase en buena hora en el seno de la
Iglesia al masn contrito, pero como a hijo prdigo arrepentido
y no como masn. La historia de la secta es demasiado horrible
como para que pueda ser asumida por el catolicismo.
Pero es que, adems, si se ha producido una tregua en los
ataques de la masonera a la Iglesia ello puede deberse a otros
motivos muy distintos que a los de un cese de beligerancia. Pu-
diera ser que la masonera se note menos por un declinar de la
misma. Sus estrambticos ritos, los atroces juramentos decan
algo al pensamiento romntico del siglo x i x . Hoy, mandiles, es-
padines, ttulos de G r a n Oriente, u otros ms o menos rim-
bombantes, alejan ms que atraen y producen hilaridad. Adems,
lo hemos sealado, la mayora de los objetivos que se haban
propuesto los han conseguido. Por ltimo, en los ltimos tiem-
pos ha surgido otra potencia anticatlica, hoy de mucha mayor
fuerza: el comunismo. T o d o esto puede explicar el ocultamiento
actual l a debilitacin? de la masonera.

599
FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIGOA

Pero tambin debemos sealar que pese al formidable poder

del comunismo, de su implacable persecucin a la Iglesia que ha
hecho correr ros de sangre catlica all donde consigui im-
plantarse, no ha recibido de la Iglesia tantas condenas como la
masonera.
E l nuevo Cdigo de derecho cannico, que acaba de sustituir
al anterior, no contiene la explcita condena de la secta. Una
vez ms pretendi instrumentalizarse el hecho como un cam-
bio de posicin por parte de la Iglesia. A ello ha salido al
paso la Declaracin de la Sagrada Congregacin para la Doctrina
de la Fe, de 26 de noviembre de 1983. L a firma el Prefecto,
cardenal Ratzinger y el Secretario, monseor Hamer (77). Pero,
como en ella se dice, el Sumo Pontfice Juan Pablo I I , en la
audiencia concedida al cardenal Prefecto abajo firmante, ha apro-
bado esta Declaracin, decidida en la reunin ordinaria de esta
Sagrada Congregacin, y ha mandado que se publique. N o es-
tamos, pues, ante un simple documento cardenalicio sino que el
Papa lo aprueba y hace suyo.
A s dice la Declaracin:
Se ha presentado la pregunta de s ha cambiado el juicio
de la Iglesia respecto de la masonera, ya que en el nuevo C-
digo de Derecho Cannico no est mencionada expresamente
como lo estaba en el Cdigo anterior.
Esta Sagrada Congregacin puede responder que dicha cir-
cunstancia es debida a un criterio de redaccin seguido tambin
en el caso de otras asociaciones que tampoco han sido mencio-
nadas por estar comprendidas en categoras ms amplias.
Por tanto, no ha cambiado el juicio negativo de la Iglesia
respecto de las asociaciones masnicas, porque sus principios
siempre han sido considerados inconciliables con la doctrina de
la Iglesia; en consecuencia, la afiliacin a las mismas sigue pro-
hibida por la Iglesia. Los fieles que pertenezcan a asociaciones

(77) Sacra Congregatiti pro Doctrina Fidei: Declaracin sobre la ma-

sonera, en L'Osservatore Romano, edicin semanal en lengua espaola,
4 de diciembre de 1983.

600
 EN EL CENTENARIO DE LA HUMANUM GENUS

masnicas se hallan en estado de pecado grave y no pueden acer-

carse a a Santa Comunin.
No entra en la competencia de las autoridades eclesisticas
locales pronunciarse sobre la naturaleza de las asociaciones ma-
snicas con un juicio que implique derogacin de cuanto se ha
establecido ms arriba, segn el sentido de la Declaracin de
esta Sagrada Congregacin del 17 de febrero de 1981.
Por lo tanto, a los cien aos de la umanum genus, la maso-
nera sigue prohibida a los catlicos, sus principios siguien sien-
do inconciliables con los de la Iglesia, la pertenecencia a la mis-
ma supone pecado grave que por tanto excluye de participar en
la comunin y las autoridades locales, es decir, los obispos, no
pueden manifestarse en contra de esta doctrina. E l nico cam-
bio que se ha producido es el de que el masn arrepentido no
tiene que pedir la absolucin al Papa sino que podr recibirla
de cualquier sacerdote y ello siempre que las categoras ms
amplias a las que se refiere la Declaracin no le comprendan.
Es como para que los catlicos mediten en la gravedad de la
masonera. Casi a los doscientos cincuenta aos de su primera
condena s e cumplirn en 1 9 8 8 , la Iglesia sigue manteniendo
una oposicin absoluta a la secta. Evidentemente sus motivos
tendr.

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