Diccionario Biblico Pablo
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I. Pablo, el hombre.
1. Antecedentes.
Pablo fue hebreo por nacimiento, educación y sentimientos; tal es
así que, a pesar de sus contactos tempranos con la cultura y las
filosofías griega y
romana, se pudo llamar "hebreo de hebreos" (Fil. 3:5). Era de la
tribu de
Benjamín (Ro. 11:1), y tal vez le pusieron el nombre por Saúl, el
1er rey de
Israel, quien también era benjamita (1 S. 9:1, 2; Hch. 13:21). Poco
se sabe de
su familia. Su padre era un ciudadano romano (Hch. 22:28), y quizá
fariseo
(23:6). No se sabe cómo el padre obtuvo su ciudadanía romana, pero
había
ciertos procedimientos mediante los cuales un destacado judío podía
llegar a
ser ciudadano romano. Presumiendo que la lograra de esa manera,
entonces
podemos suponer que Pablo procedía de una familia de cierta
importancia. Tenía
por lo menos una hermana (23:16). En Ro. 16:7 y 21 se refiere a
varios hombres
como sus "parientes", pero este término (del gr. sunguenes) puede
significar
sencillamente "conciudadano", de modo que no es seguro si realmente
hace
referencia a parientes de sangre. Pablo pudo haber sido desheredado
por su
familia cuando se convirtió al cristianismo (cf Fil. 3:8), pero si
fue así, no
lo menciona.
2. Educación.
Probablemente Pablo asistiera a una escuela en relación con la
sinagoga de
Tarso. En esta ciudad políglota aprendió no sólo el hebreo y la
lengua que
hablaba su pueblo, el arameo (Hch. 21:40; 22:2), sino también el
griego
(21:37) y tal vez el latín. También aprendió a hacer carpas o
tiendas, quizá
de su padre, con lo que más tarde se pudo sostener (Hch. 18:1, 3; cf
20:34; 1
Co. 4:12; 1 Ts. 2:9; 2 Ts. 3:8). Siendo joven fue a Jerusalén (Hch.
26:4) y se
sentó a los pies del rabino y fariseo más renombrado de sus días:
Gamaliel
(22:3; cf 5:34). Bajo su instrucción, Pablo fue enseñado
"estrictamente
conforme a la ley de nuestros padres" (22:3; cf 24:14), y como
resultado vivió
"conforme a la más rigurosa secta de nuestra religión": los fariseos
(26:5).
Fue un estudiante tan brillante y un defensor tan ardiente de las
doctrinas y
tradiciones del judaísmo que aventajaba a muchos de sus pares en el
aprendizaje
y el celo (Gá. 1:14); y en su odio fanático por los cristianos
aventajó por lo
menos a su maestro (Hch. 8:3; 9:1; cf 5:34-39). Puede haber poca
duda de que
los líderes de la nación judía esperaban grandes realizaciones de
él.
2. Su conversión.
De Jerusalén, donde había estado 15 días (Gá. 1:18), Pablo fue "a
las regiones
de Siria y de Cilicia" (v 21). Sus actividades durante los
siguientes años no
aparecen en las Escrituras. Bien podemos imaginar que estuvo activo
en el
ministerio en Tarso y las regiones circundantes (Hch. 11:25; Gá.
1:21-23).
Habría sido durante este período que tuvo las visiones referidas en
2 Co.
12:2-4, que, según el v 2, vio 14 años antes de escribir 2 Co. Esta
epístola
fue redactada c 57 d.C., lo que apuntaría al año 43 como la fecha de
la visión.
Pablo estuvo en Tarso o las regiones vecinas desde c 38 hasta el
44.
Por fin, la persecución activa que había sido tan pronta en otras
ciudades,
comenzó también a amenazarles en Corinto. Sus enemigos judíos lo
acusaron ante
Galión, el procónsul de Acaya, de enseñar una religión no legalmente
reconocida
por Roma. Sin embargo, Galión echó a los acusadores, rehusando
inmiscuirse en
un caso que él consideraba una disputa sobre la ley judía y no la
ley romana.
Al ver esto, la turba tomó al principal de la sinagoga y lo golpeó
ante Galión
(Hch. 18:12-17; fig 137).
2. Audiencias en Cesarea.
Casi tan pronto como éste asumió el cargo, 876 los judíos le
solicitaron que
enviara a Pablo a Jerusalén para juzgarlo, con la intención de
asesinarle en el
camino. El gobernador rehusó hacerlo, pero los invitó a presentar
en Cesarea
sus acusaciones contra el apóstol. Así lo hicieron, pero sus cargos
no tenían
fundamento. Festo le preguntó a Pablo si estaba dispuesto a ser
juzgado en
Jerusalén. Sin duda, considerando que una orden de reiniciar el
juicio en
Jerusalén equivaldría a una sentencia de muerte, Pablo decidió
invocar su
derecho de ciudadano romano, y apeló a César (Nerón). La apelación
fue
aceptada, y tuvo que esperar la oportunidad de ser llevado a Roma,
fuera del
alcance de sus irritados conciudadanos (Hch. 25:1-12). Véase César
4.
V. Pablo, su influencia.
Como teólogo está entre los mayores de todos los tiempos, y entre
los que
desarrollaron los fundamentos sobre los que se construyeron las
doctrinas del
cristianismo. Fue un orador hábil (Hch. 17:22-31) y un escritor de
prosa
vigorosa, que a veces llega a ser poética (1 Co. 13). También un
gran
evangelizador y organizador. Sin embargo, a pesar de sus muchos
dones y su
elevada vocación, fue un hombre de gran humildad (1 Co. 15:9; Ef.
3:8), deseoso
de no ser carga para nadie (Hch. 20:34; 2 Co. 11:9; 1 Ts. 2:9; 2 Ts.
3:8). Se
destacó como un predicador con un fuerte sentido del deber y del
destino (Ro.
1:14; 1 Co. 9:16, 17; Gá. 1:15, 16). Fue versátil (1 Co. 9:19-22;
10:33),
optimista (1 Co. 1:4; 2 Co. 4:16-18; Fil. 1:3-6; Col. 1:3; 1 Ts.
1:2), valeroso
(Hch. 9:22-29; 13:45, 46; 20:22-24; etc.); poseyó un propósito
definido (1 Co.
2:2; Fil. 3:13), una mente serena (Fil. 4:11, 12; 1 Ti. 6:6-8), celo
(Hch.
22:3; Gá. 1:14; Fil. 3:6) y una fe inquebrantable (Ro. 8:28, 38, 39;
Gá. 2:20;
2 Ti. 1:12).
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