Tema 3. La Poesía Barroca
Tema 3. La Poesía Barroca
Tema 3. La Poesía Barroca
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II. EL ESTADO DE ÁNIMO DEL BARROCO: EL DESENGAÑO
Ante estado de cosas, algunos escritores se someterán al orden político-religioso
oficial, como propagandistas del absolutismo, de la religión ortodoxa y de los
temas del honor y la limpieza de sangre, como ocurre con Lope de Vega y
Calderón. Otros chocan contra el mundo que les rodea y se sumen en el
desencanto y el pesimismo, esto les lleva a la evasión, así es el caso de Góngora, o
la reflexión desengañada sobre la condición humana, la visa y muerte, aquí el
ejemplo más claro es Quevedo.
Este desengaño característico del XVII se concreta en algunos temas y tópicos, que se
repiten profusamente en la literatura barroca. Se han concretado estos tópicos
alrededor de tres ejes temáticos:
La visión negativa del mundo y de la vida, que se expresa con una serie de
recursos de gran efectividad:
- El mundo es un caos, un desorden, un laberinto, en el que los seres
humanos se encuentran perdidos y desorientados, sometidos a los vaivenes
de la fortuna. El mundo es una feria, un mercado o un teatro en el que
todo se compra y se vende, donde los hombres acuden para representar
brevemente su papel, en medio de la hipocresía, la mentira y el engaño.
- La vida es sueño, pura apariencia, una ilusión, de modo que en ella se
confunden los límites entre la realidad y la irrealidad, entre lo verdadero y
los falso, entre el ser y el parecer. El mundo está lleno de engaños a los
ojos, que nos hace ver las cosa, no como son, sino como parecen ser: los
personajes que aparentan ser honrados en realidad falsos; lo
aparentemente grandioso está podrido; la mujer más hermosa, despojada
de afeites y postizos, es un monstruo.
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Para la reflexión sobre la muerte, el paso del tiempo, la fugacidad de la vida y
la vanidad de lo terreno se recurre a ciertas metáforas y símbolos:
- El tema de la cuna y la sepultura, la visión de la vida como un breve
paréntesis entre los pañales y la mortaja, símbolos con los que se relata el
tránsito fugaz de la infancia a la vejez y la muerte.
- La identificación vida breve del hombre con la de las flores que nacen
frescas y lozanas al alba y al anochecer ya están ajadas y marchitas.
- Comparación del ciclo de la vida humana con las estaciones del año, desde
la primavera plena de juventud al invierno de la vejez, con sus achaques y
miserias.
- El tema de las ruinas, para demostrar que el tiempo todo lo desmorona y
acaba, incluso las obras más perfectas del hombre, de las que ellas son
memoria.
Casi todos los creadores participan de este conjunto de tendencias. Será raro
encontrar algún italianista que no haya compuesto romances o un castellanista que no
escriba sonetos. Ninguna de estas herencias se pierde o se anquilosa. La lírica
tradicional continúa con su vida a través de letrillas y villancicos. El Romancero nuevo
es la prolongación de los viejos romances medievales ahora con otro tono e intención.
Por lo que afecta a la poesía culta, la lírica de Garcilaso persiste y se transforma
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vivificada por obra y gracia de Lope, Góngora y Quevedo. Las imágenes y motivos
petrarquistas persisten, se alteran o se parodian en las creaciones de la lírica barroca.
Suelen distinguirse ahora dentro de la poesía culta en el siglo XVII cinco tendencias:
Concluyendo podemos decir que la poesía del Barroco ofrece un fuerte contraste con
el Renacimiento, pero es al mismo tiempo, su prolongación, aunque evolucionada o
exagerada, en temas y formas retóricas. De esta manera podemos decir que nos
encontramos ante una nueva renovación poética.
La canción tradicional
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Estos poemas novedosos circularan de forma anónima y se imprimieron sin nombre
del autor en pliegos sueltos y en diminutos libros que prestaban el título genérico de
Flores de romances nuevos (la primera de estas flores se publicó en 1589). Aunque los
nombres de los autores no figurasen en estas primeras ediciones, poetas eminentes
del Barroco se dieron a conocer a través de este género: Lope, Góngora, Cervantes…
El género que antes alcanzó el favor popular fue el de los romances moriscos.
Inspirados en los romances fronterizos tradicionales, de carácter histórico, se
desarrollan en el mítico marco colorista de unas imaginarias cortes
hispanomusulmanas. Los argumentos son trasunto idealizado de las peripecias
amorosas de sus jóvenes creadores. Bajo el disfraz moro, nos encontramos con una
muestra de exhibicionismo sentimental. Así por ejemplo, en el romance “Mira Zaide
que te aviso”, sus potragonistas viven pasiones arrebatadas, separaciones y
reconciliaciones, gustos y disgustos con sus amadas.
Tras la moda y el cansancio de los romances moriscos vino la moda de los pastoriles.
Ahora el disfraz elegido era el pastor, casi siempre melancólico y triste, que expone sus
cuitas amorosas. De nuevo surgen los seudónimos poéticos, por ejemplo Belardo es
Lope de Vega y Lilis, Elena Osorio, la amante de Lope. A diferencia de los moriscos,
volcados hacia el exterior en el gesto arrebatado, los pastoriles acostumbran a tener
un tono íntimo, blandamente sentimental. El colorido brillante de ropas, armas y
fiestas se sustituye por el matiz gris y desvaído y el tono quejumbroso de los
protagonistas.
Junto a estas dos especies dominantes, el romancero nuevo presenta otras muchas
variedades como el poema autobiográfico “Hortelano era Belardo…” que Lope escribe
durante su destierro valenciano y el delicado romancillo de Góngora “La más bella
niña…”.
Estos romances escritos en los últimos veinte años del siglo XVI se reunieron en una
magna colección titulada Romancero general (1600); pero no se detuvo aquí la
creación y evolución del género. En los años posteriores adoptó nuevos tonos.
Góngora puso particular cuidado en su elaboración y forma (“Amarrado al duro banco
de una galera turquesca”) y también en la creación de complejas e hilarantes parodias
(“Ándeme yo caliente y ríase la gente”). Quevedo profundizó en el romance
conceptista, cargado de juegos de palabras, que desliza una pesimista visión del
mundo y del hombre y a partir de aquí creo un nuevo género: la jácara, relato
esperpéntico de las hazañas y sufrimiento de un delincuente. Lope en su vejez
escribirá romances sentenciosos y elegíacos.
Como puede verse por las muestras aportadas, el romancero barroco es un complejo
mundo con una evolución interesantísima.
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POESÍA CULTA
La poesía de Quevedo vuelve sobre los tópicos del petrarquismo, que renueva por
medio de un lenguaje violento, hiperbólico, paradójico. No parece que tenga relación
directa con su vida sentimental, de la que poco sabemos. La proyección personal del
artista no está en la materia desarrollada sino en la estremecida expresión de esos
pensamientos mil veces repetidos.
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gozosa del morir; pero la renueva, tal como podemos ver en el soneto ¡Ah de la vida!
…¿Nadie me responde?, al ofrecérnoslo con una violenta rotundidad expresiva,
apuntando las posibilidades de la lengua, cambiando las categorías gramaticales “Soy
un fue, un será y un es cansado”, recreando el discurrir temporal en el mismo
momento de la elocución “hoy se está yendo sin parar sin para un punto”, utilizando
imágenes concretas y tangibles para expresar lo abstracto “en el hoy y mañana y ayer
junto/ pañales y mortaja, y he quedado/ presentes sucesiones de difunto”
El Clasicismo
Esta tendencia poética, acogió a los poetas, que al margen de las influencias de
Góngora y Quevedo, prosiguieron una línea que pretendió mantener los ideales
poéticos renacentistas: el equilibrio y la serenidad que forjaron los poetas del siglo
XVI, aunque en la temática se entremezclan con lugares comunes del Barroco como
la brevedad de la vida y la actitud de desengaño.
Culteranismo y conceptismo
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culterana, asignada a Góngora y su escuela. Sin embargo, no todos los estudiosos se
han puesto de acuerdo y el problema del conceptismo y el culteranismo sigue sin estar
resuelto.
En último caso, parecen ser las dos caras de un intento por alcanzar la belleza y la
sorpresa, el primero dirigiéndose más al entendimiento y el segundo a la sensibilidad
estética.
Tal vez la postura más coherente es la teoría unitaria, la aceptación de un solo estilo y
una sola tendencia, y hablar de diferencias solo como rasgos de autor y no de época.
Es cierto que las diferencias entre los poemas de Góngora y Quevedo son enormes en
algunas ocasiones (Soledades/Poemas metafísicos), pero no es menos verdad que
podrían confundirse las letrillas satíricas de ambos.
Se puede decir que Góngora tiene una base conceptista, que utiliza “conceptos” como
los conceptistas y sus recursos expresivos, aunque presente caracteres tan personales
como una mayor inclinación al mundo de los sentidos, una mayor frecuencia de
cultismos y un mayor número de alusiones mitológicas. Es casi una cuestión de
proporción de los elementos empleados.
Por su parte, los llamados conceptistas, al lado de un mayor afecto por las figuras de
pensamiento, también acudieron a los cultismos y se acogieron a las alusiones
mitológicas.
Para finalizar, no hay que olvidar que las características del estilo que hicieron original
a Góngora eran fruto del manierismo, es decir, de la estilización de los temas y las
formas del Renacimiento, de igual modo que renacentistas son los temas amorosos del
petrarquismo de que se nutre la poesía de Quevedo.
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Culteranismo o gongorismo
Todos estos recursos son utilizados por el culteranismo para alejar el lenguaje poético
del lenguaje de uso corriente, lo que implicaba darle conscientemente a esta poesía
un carácter minoritario y selecto, un lenguaje poético distinto y alejado del habitual.
El estilo culterano desarrollado por Góngora llegó a ser una fuerza dominante en la
poesía de la época y Góngora se convirtió en objeto principal de sus detractores.
Lope de Vega lo atacó a él y sus imitadores (y Góngora, a su vez, criticaba
mordazmente la llaneza de Lope), pero como otros, el Fénix de los ingenios sucumbió
también la irresistible moda culterana. Incluso Quevedo, el más severo y el más
ofensivo acusador de Góngora, no pudo evitar la contaminación del estilo de su
enemigo.
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Conceptismo
Este ingenioso afán de concisión –“Lo bueno, si breve dos veces bueno”, decía
Gracián- se pone al servicio de una visión barroca, desengañada y crítica, que se
expresa con numerosos recursos retóricos que tienen en el concepto o en la idea su
base más evidente, como son la antítesis y `paradoja, los juegos de palabras tanto de
tipo fonético, morfológico o semántico, la paranomasia (palabras con sonidos
similares pero de distinto significado), la dilogía (un significante con dos posibles
significados), la polisemia, la hipérbole, las comparaciones y metáforas, la elipsis.
LUIS DE GÓNGORA
Vida y características
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La expresividad de sus versos se apoya siempre en lo sensorial, especialmente en el
sonido y el color. Las notas características de su poesía so:
Su obra
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Poemas cultos (sonetos y poemas mayores)
Góngora escribió muchos sonetos, cuya técnica dominaba. Los utilizó como sus
contemporáneos para los temas más variados: amoroso, mitológico, satírico, moral,
panegírico…
Sus obras mayores son sus poemas Fábula de Polifemo y Galatea, Soledades,
Panegírico al duque de Lerma y Fábula de Píramo y Tisbe
“Delirio gongorino” llamo Quevedo a esta salvaje tarea de razonar y traducir que
implica la lectura de este poema, ya que se tiene que traspasar una gran maraña de
retórica para saber qué está contando el poema. Es aquí donde nos encontramos el
culteranismo más absoluto.
Las Soledades iban a ser cuatro, pero no pasaron de dos y la segunda quedó sin
concluir. Góngora proyectó cuatro partes que simbolizaban las cuatro edades del
hombre: la adolescencia, la juventud, madurez y senectud, cada una con sus paisajes y
ocupaciones particulares. Se han definido también como soledad de los campos, de las
riveras, de las selvas y del yermo respectivamente.
Los casi mil versos (1091) que componen “la Soledad primera” constituyen un poema
descriptivo que utiliza el peregrinaje de un náufrago que ha sufrido una gran desgracia
amorosa para propiciar su encuentro con otros personajes y enlazar diferentes
cuadros descriptivos de espacios naturales y escenas pastoriles.
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LOPE DE VEGA
Vida y características
Su obra
En Lope se confunden los límites entre vida y literatura. Sus pasiones y contradicciones
vitales son la fuente de inspiración de su obra: cualquier anécdota, enredo o estado de
ánimo, los convierte en literatura, de manera que casi toda su poesía y algunas de sus
novelas y comedias constituyen su autobiografía espiritual.
La inmensa obra de Lope de Vega abarca todos los géneros literarios –poesía, novela y
teatro- aunque su verdadero interés reside en su ingente producción lírica y teatral.
La creación lírica de Lope abarca toda su vida, comprende todas las modalidades, temas y
estructuras métricas y se acumula en libros exclusivamente poéticos o se desparrama por
sus novelas y comedias.
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El estilo de Lope, aunque participa de los recursos expresivos del Barroco, no se puede
adscribir a ninguno de los movimientos literarios e la época: culteranismo o
conceptismo. Como Cervantes, Lope tiene un estilo personal, caracterizado por la
sencillez, la naturalidad y el populismo, pero no exento, en ocasiones de artificios
culteranos o conceptistas.
FRANCISCO DE QUEVEDO
Vida y características
Su obra
La obra en verso de Quevedo, de gran valor por su cantidad, calidad y hondura temática,
se ha agrupado en tres grandes apartados: poesía satírica y burlesca, poesía amorosa y
poesía metafísica
Poesía satírica y burlesca. Trata de los más diversos temas, desde la sátira cruel de
comportamientos políticos y vicios sociales, hasta la burla desenfadada y humorística de
personajes, situaciones y anécdotas intranscendentes. Cualquier motivo es bueno para
ejercitar el ingenio y la mordacidad, con un manejo originalísimo del lenguaje conceptista.
Son muy conocidos sus poemas satíricos contra Góngora, con el que mantuvo uno de los
enfrentamientos literarios más interesantes de la historia de la literatura. El soneto
titulado “A un hombre de gran nariz” y la letrilla “Poderoso caballero es don Dinero”
pertenecen a esta subgrupo.
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Poesía amorosa. A pesar de su talante desengañado y de exacerbada misoginia, Quevedo
es una gran poeta del amor, al que dedica numerosas composiciones –sobre todo
sonetos- en los que hace un delicadísimo análisis de la pasión amorosa. En este tipo de
poesía tomó las imágenes petrarquistas (descripción de la amada, fuego, hielo…) y
modificó los motivos amorosos con hipérboles, metáforas y personificaciones.
Poesía metafísica. Quizá la poesía más original de Quevedo es la que plantea los
problemas más hondos que afectan a la existencia humana: la inmensa tragedia de la vida
y la muerte, el paso del tiempo, la vanidad de las cosas terrenas. Su hondo pesimismo le
hace aceptar estoicamente la muerte como una realidad inevitable, ante la que cualquier
ilusión humana carece de sentido: la vida es un camino hacia la muerte, por ello los
tópicos “Quotidie morimur”, “Tempus fugit” y “Memento mori” serán una constante en
esta poesía.
Los sonetos “¡Fue sueño ayer; mañana será tierra!” y “Miré los muros de la patria mía,”
pertenecen a esta agrupación.
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