Aracelly Tezanos PDF
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57-75
Formación de profesores:
una reflexión y una propuesta
Araceli de Tezanos*
Resumen
Abstract
This article places teaching as the main axis in the education of primary and se-
condary teachers. Teaching is developed here as a complex notion based upon the
history of the profession, the knowledge of foundational ground disciplines and by
the critical and systematic revision of tradition. Two historical views about teaching
profession are discussed. Teaching practice is simultaneously, defined as the place
where professional identity is to be found and where pedagogical knowledge is built,
developed and learnt by student teachers. Four theses are formulated: i) curriculum
design should be centered on teaching theory and practice; ii) Teacher education
should be equal in length for primary and secondary teachers; iii) teaching practice
should be closely linked to schools through out the whole of teacher education and
iv) excellence among teacher educators should be promoted. Finally, some admi-
nistrative, institutional and legal changes within teacher education are suggested
towards reversing the current situation.
Key words: teacher education, history of the profession, teaching practice, peda-
gogical tradition, teaching
otro colectivo, sus alumnos, de comprender, interpretar y actuar en esa realidad para
avanzar en su construcción. Es necesario subrayar aquí una primera constatación clave
para abordar la formación de maestros: la delimitación del significado de la figura del
maestro trasciende tanto la historia de la escuela como la historia de los métodos de
enseñanza1.
La historia de la escuela siempre surge enraizada en la tradición griega, aunque la
escuela tal como la conocemos hoy emerge institucionalmente a fines de la Edad Media
y se consolida durante la Edad Moderna2. Es la historia de la escuela o, para expresarlo
con mayor precisión, la historia de la escolarización, la que se relaciona directamente
con la historia de los métodos de enseñanza e indirectamente con la historia de la profe-
sión docente. Esto es así porque las propuestas sobre el método que estarán vinculadas
a lograr una mayor rapidez y eficiencia del aprendizaje3 se concretizan en la práctica
social específica del enseñar, propia de los maestros.
Más allá de esta relación entre profesión docente y evolución del método, la his-
toria del oficio de enseñar se inscribe en las prácticas discursivas de los sujetos que lo
ejercen. Es decir, en los enunciados a través de los cuales los oficiantes (“practitioners”)
de la enseñanza dan cuenta de su saber.
En consecuencia, la historia de la profesión docente se genera en los registros de los
modos en que se concretiza el oficio de enseñar. En términos de Foucault, en el “umbral
de positividad” que determina y delimita el proceso de producción de saber4. Dicho de
otro modo, la historia de la profesión se articula en el desarrollo y la constitución del
saber pedagógico5 que, a su vez, emerge y se articula en las prácticas discursivas de
1 Sobre estas distinciones ver Hamilton, D. Notes from Nowhere: on the beginnings of modern
schooling, en Popkewitz et alii (eds.). Cultural History and Education, Routledge Farmer, London
2001: 187-206.
2 Del pasaje de la clase a la noción y significado de la escuela ver D. Hamilton Orígenes de los
términos educativos “clase” y “curriculum”, in Revista Iberoamericana de Educación, Vol. 1,
enero-abril, 1993.
3 Sobre la historia de las discusiones acerca del valor del método de enseñanza ver: Gilbert, N.
Renaissance Concepts of Methods, Columbia University Press, N.Y. 1960, y D. Hamilton Towards
a Theory of Schooling, London, Farmer, 1989.
4 Foucault, Michel, L’Archéologie du savoir, NRF, Paris, 1989: Cap. IV, VI parte. En este texto
Foucault utiliza como eje de su argumentación sobre la constitución del saber y el enfoque arqueo-
lógico de la investigación el ejemplo del oficio de los médicos. Los maestros comparten con ellos
tanto la condición de oficio, el ser portadores de una tradición y el ser constructores de saber.
5 El concepto de saber pedagógico es recogido de los trabajos de investigación de Olga Lucía
Zuloaga, directora del proyecto de Historia de la Práctica Pedagógica en Colombia, el cual,
además de diversas publicaciones, ha generado el Archivo Pedagógico de Colombia donde es
posible revisar más de 10.000 documentos referentes al proceso histórico del sistema educativo
colombiano como a la historia de la profesión docente. El Archivo Pedagógico de Colombia ges-
tiona los objetos de conocimiento que se producen dentro y fuera de la Universidad Pedagógica
los maestros que dan identidad al oficio de enseñar. Estas prácticas discursivas que dan
sentido y significación a la profesión docente recuperan los modos como los maestros
han expresado y expresan sus representaciones del enseñar en diferentes épocas de la
historia y del proceso de institucionalización de la escuela, considerando esta última
como el espacio natural en el cual ejercen su oficio6, pero no el único.
Por otra parte, es clave constatar cuáles son las estructuras institucionales que
cumplen o no con la función de cautelar y reproducir el saber pedagógico. El resultado
de un tal análisis debiera dar pistas para poder comparar, sobre una base sólida y obje-
tiva, el desempeño de los sistemas educativos nacionales.
Un análisis en profundidad de estas formaciones discursivas, que vaya más allá
de una cronología, permitirá distinguir los diversos patrones culturales en los cuales
emergen.
Por ejemplo, un análisis de la historia de la enseñanza podrá diferenciar, a lo
largo de la historia de Occidente y Oriente, la influencia de las concepciones sobre la
enseñanza provenientes del luteranismo o del catolicismo, de una parte, o del mundo
del budismo o el confucionismo de otra.
Basándonos en la institucionalización de la figura del maestro en la escuela en la
Edad Moderna anotada más arriba, es posible y sorprendente constatar que en Occidente,
para las dos vertientes del cristianismo mencionadas, dicha imagen tiene un mismo origen
histórico: una comunidad medioeval llamada la Fraternidad de la Vida Común. Pues es
allí que tanto Jean Sturm (1507-1589) y su escuela de Estrasburgo como la Compañía
de Jesús (1540) encuentran las fuentes de su pensamiento y obras pedagógicas, ambas
iniciadas en el siglo XVI7. Será la evolución histórica de las condiciones sociopolíticas
de las diferentes sociedades las que irán marcando el alejamiento de este origen común
de los modos de ser maestro.
Ambas concepciones están presentes en América Latina, en diferentes momen-
tos de la historia de sus maestros. Aquella que portaba la Compañía de Jesús y que
se inscribe en la Ratio Studiorum (1599) marcará a los maestros durante el período
colonial, y me atrevería a afirmar, más allá de la expulsión de los jesuitas en 1767.
La otra, propagada por el luteranismo y el calvinismo, vendrá de la mano de los
Nacional. Entendidos éstos no como cosas o instrumentos, sino como las configuraciones lógicas
del discurso, del pensamiento y del conocimiento. http://archivo.pedagogica.edu.co/
6 Podría afirmarse que esta noción sobre la historia de la profesión subyace, no siempre de manera
explícita, a los trabajos de investigación que dan cuenta de la identidad docente a través de la
recolección de las narrativas de los profesores.
7 Hamilton, D. Towards a Theory of Schooling, London, Farmer, 1989.
reformadores del sistema educativo en el siglo XIX, cuya cabeza más visible fue
Domingo Faustino Sarmiento.
Lamentablemente, la verdadera y auténtica historia de la profesión docente per-
manece invisible. Puesto que la historia generalmente conocida y aceptada se construye
desde una mirada externa, ajena a la profesión de maestro, que enuncia sus propias
imágenes y símbolos sobre el oficio de enseñar.
Para entender el origen de esta visión externa en América Latina es clave conocer
el rol de la tradición borbónica que impera durante la colonia. Su influencia es funda-
cional en la construcción externa de la historia de la profesión docente, debido a una
concepción autoritaria y elitista de la sociedad, que conlleva el desprecio a la profesión
del maestro de escuela.
Esta historia externa aparece, generalmente, en la literatura, en la cual el personaje
Dimitas Arias, un maestro rural colombiano, a inicios del siglo XX, es descrito con mi-
nucia e inteligencia por Tomás Carrasquilla8. Este personaje incapacitado físicamente
con serias dificultades de expresión se transformará metafóricamente, en Colombia, en
el paradigma de la imagen social del maestro. Esta imagen social también se expresa
en algunos dichos que aparecen en la conversación cotidiana en cualquier ciudad del
cono sur de América Latina como “más pobre que un maestro de escuela”, heredado
evidentemente de la cultura borbónica del imperio. Una historia que se manifiesta en
el siglo XIX en Chile con la disputa entre Bello y Sarmiento9. Y es en la Universidad
de Chile, en el momento de festejar el centenario de su fundación, donde se justifica la
decisión de Bello de privilegiar el papel de la Universidad en el desarrollo de la educa-
ción, cuando Yolando Pino señala
“No hay que olvidar que los hechos históricos le daban la razón y que por entonces
era imposible crear de la nada un cuerpo de maestros, suficientemente numeroso, que
hubiera podido difundir la “ilustración bajo forma conveniente”, en circunstancias
en que la propia capital no contaba con ninguna escuela sostenida por el Estado y la
enseñanza del pueblo se reducía a la lectura, la escritura y el rezo. Pero la ley, que
8 “El sumo sacerdote de este templo de Minerva, yacía en su camilla de ruedas. Sobre ser maestro
de escuela, estaba tullido desde tiempo inmemorial. Para los alumnos fue siempre una terrible
y misteriosa adivinanza, cómo aquella cabeza de hombre pudiese estar encaba en “una cosa tan
chiquita que ni cuerpo de cristiano parecía”; pues el bulto que presentaba bajo las delgadas mantas
esta pobre humanidad de “El Tullido” por antonomasia no era mayor que el de un rapazuelo de
ocho años…” Carrasquilla, T., Obras Completas, E.P.E.S.A., Madrid, 1952. Primera publicación
entre 1897 y 1989.
9 Sarmiento, fundador de la primera escuela de preceptores en 1842, defendía la necesidad imperiosa
de expandir la escuela primaria como base de una sociedad culta y democrática, ver: Labarca, A.
Historia de la Enseñanza en Chile, Imprenta Universitaria, Santiago, 1939.
Lo que lleva, en general, a que la aplicación de los modelos se transforme tanto en una
banalización como en una caricatura. Los profesores así entrenados (y el término es usado
en su significado literal) llegan a ser meros ejecutores de las ideas de desconocidos otros
como consecuencia de su propia y particular historia. Para evitar esta situación todo
proceso de cambio en la formación de profesores debe instalar la historia del oficio de
enseñar en su justo lugar.
Por otra parte, esta historia reclama urgentemente del desarrollo de proyectos de
investigación que puedan dar cuenta de la relación posible entre la parte invisible de
la historia de la profesión y aquella construida externamente que provisoriamente lla-
maremos, siguiendo a Castoriadis, “el imaginario cultural” sobre el oficio de maestro.
Es decir, ir más allá de la historiografía que ha marcado los trabajos de investigación
sobre Historia de la Educación en el país, e irse acercando paulatinamente tanto a las
propuestas metodológicas asumidas desde la “arqueología del saber” que permiten
la recuperación de los modos que ha asumido la praxis pedagógica en Chile como a
aquellas provenientes del enfoque de Annales13 que en otros contextos han producido
notorios avances en el conocimiento del proceso histórico de la escolarización y sus
relaciones con la cultura14.
Por otra parte, frente a esta idea de la Pedagogía como disciplina fundante, se
presenta otro problema vinculado al significado del concepto, que depende de las
corrientes de pensamiento pedagógico en que se inscribe. De esta manera, si está enrai-
zado en la cultura francesa o sajona, la pedagogía (escrita con minúscula) se significa
como la capacidad que el profesor tiene para enseñar. Dicho en un lenguaje llano: el
profesor tiene “una buena o una mala pedagogía”. Es decir, y para dar referencias ex-
plícitas, la definición de Durkheim17 de la pedagogía se compadece perfectamente con
su tradición cultural de origen y otro tanto acontece en los escritos de Dewey18. Esta
definición cultural de la pedagogía es la que otorga a las escuelas normales primarias
francesas el dominio (pédagogie), entendida como el arte de enseñar19. Encontramos
el mismo significado del término pedagogía (pedagogy) en los textos de Dewey “Mi
credo pedagógico” o “El niño y el programa escolar”20 donde expone sus ideas acerca
del papel del maestro y su oficio. Sin embargo, cuando nos enfrentamos al pensamiento
alemán, la Pedagogía (Pädagogik) es una disciplina que Dilthey define en el prólogo
de su Historia de la Pedagogía como “teoría de la formación”21. Estos dos orígenes del
concepto han sido intercambiables en el mundo de las Escuelas de Educación en Chile,
sin que hayamos encontrado en la revisión de las propuestas curriculares para la forma-
ción docente ninguna referencia a los mismos. Su empleo depende de las influencias
existentes en el momento de las definiciones programáticas.
Una situación similar se produce en relación con la Didáctica. Se podría afirmar que
ella pertenece por esencia y tradición al mundo germánico protestante y su preocupación
por el método de enseñar y la disciplina. La idea central fue desarrollar un método ge-
neral de la enseñanza por comparación con los métodos lógicos, que durante los siglos
XVI y XVII eran considerados los mejores para lograr un aprendizaje. La Didáctica se
transformó en un cuerpo doctrinario normativo de la práctica de los maestros. El texto
que mejor la representa es la Didáctica Magna de Juan Amos Comenio, publicada por
primera vez en 1632. Herbart (1776-1841) es su continuador, presentando sus cuatro
pasos fundamentales del método de enseñanza y la instrucción como principio educati-
vo. Ambos influirán fuertemente en la formación de maestros en América Latina. Más
aún, será un herbartiano reconocido, Jorge Schneider, quien formará parte de la misión
alemana que fundará el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile22. Sin embargo,
la influencia de las diferentes variantes del diseño instruccional a mediados de los años
sesenta marcará el ingreso en estas instituciones la “metodología de enseñanza”, de
matriz conductista, en reemplazo de los contenidos de la Didáctica.
Hechas estas aclaraciones volvamos a los aparatos disciplinarios que articulan la
formación de profesores. Formación que tiene como fin último y está determinada por
el enseñar. La definición de los aparatos disciplinarios que conforman el núcleo central
del proceso de formación trasciende las formas de organización de las estructuras curri-
culares que se adopten. Estas serán definidas a partir de las condiciones institucionales
y considerando las particularidades propias del nivel del sistema educativo: nivel básico
o secundario23. Es decir, este núcleo disciplinario debe estar necesariamente presente
en la formación de todos los docentes.
En este horizonte se delimitan y articulan dos ámbitos: uno conformado por aque-
llas disciplinas que contribuyen a estructurar y dar sentido a la identidad profesional y
aquel que aporta a una comprensión e interpretación del contexto en el cual se ejerce
el oficio de enseñar.
Para diseñar los currículos es necesaria una selección rigurosa del conocimiento
acumulado en cada una de estas disciplinas. Los contenidos deben ser los pertinentes y
apropiados a la formación de profesores. Es decir, no será la sociología en su totalidad,
ni la economía, ni la demografía, sino aquellos contenidos que harán del futuro docente
24 Ver Tezanos, A. Notas para una reflexión crítica sobre la Pedagogía, en Hoyos, G. (ed.) El Sujeto
como objeto en las Ciencias Sociales, Cinep, Bogotá, 1982.
25 A este respecto los resultados de las investigaciones realizadas por Michael Shayer y Philip Adey
sobre las relaciones entre contenidos curriculares del proyecto Nuffield de enseñanza de las Ciencias
en Inglaterra y el desarrollo de las estructuras cognitivas de los alumnos evidencian desajustes que
llevan a mediados de los años 70 a que solo el 16% de la muestra (16.000 estudiantes) alcanzan
el pensamiento formal. La réplica de la investigación realizada en el 2003 muestra un retraso de
tres años en el desarrollo de las operaciones hipotético-deductivas. Shayer considera que la causa
de estos resultados es “the lack of experiential play in primary schools, and the growth of a video
game, TV culture”. ESRC Society Today, issue 21, 2005.
26 Sobre este tema ver: Labarca, A. Historia de la Enseñanza en Chile, Imprenta Universitaria,
Santiago de Chile, 1939: 183-186.
27 Es extraño cómo nunca los formuladores de políticas de formación docente pensaron si se dejarían
más notorias las distancias entre lo popular y lo aristocrático, a colocar entre director,
maestros y alumnos las barreras de un protocolo rígido”28. En el reglamento dictado por
el Consejo de Instrucción Pública, en 1890, se indican las cátedras que dictarán las dos
secciones que estructuran la nueva institución y se establece que “todos los estudiantes
tendrán como asignaturas comunes: filosofía, filosofía de las ciencias, pedagogía teórica y
práctica, gimnasia teórica y práctica y principios generales de derecho constitucional”29.
Jorge Schneider estará a cargo de la cátedra de pedagogía teórica y práctica, cuyo solo
nombre pone de manifiesto su origen herbartiano. Este conjunto inicial de asignaturas
comunes evidencia el origen de la falta de reconocimiento de la práctica docente en la
formación de profesores para la enseñanza media. Sin embargo, el Instituto Pedagógico
ha sido considerado siempre como el lugar donde se profesionalizaron los profesores
de enseñanza media. A esta afirmación subyace una visión elitista que la sociedad
chilena tuvo siempre sobre el liceo. Los estudiantes provenían de los sectores medios
de la sociedad. Hoy en día aunque la visión elitista persiste, la población estudiantil ha
cambiado notablemente debido a la masificación del ingreso.
Estos procesos de masificación del nivel medio del sistema que abren el acceso
a alumnos de sectores sociales de bajos ingresos ponen de manifiesto las carencias en
las competencias pedagógicas de los profesores. En esta situación los profesores deben
poseer una caja de herramientas pedagógicas provista por una formación exigente y
donde la práctica de la enseñanza tiene un rol esencial.
La práctica docente ocupa un lugar fundamental, cuando se reconoce que el oficio
de enseñar se aprende de la misma manera que todas las profesiones de origen artesa-
nal: médicos, arquitectos, abogados, científicos. Pues hay un saber hacer, un modo de
proceder30 intangible y propio a cada oficio. Se aprende a tratar a un paciente al lado
de un médico con una larga experiencia, se aprende a litigar en la misma condición y
a producir investigación al lado de un investigador experimentado y excelente. A los
profesores de enseñanza secundaria se les ha impedido históricamente esta posibilidad.
Y de aquí el fracaso actual del sistema y las diferencias sustantivas en los resultados
de las pruebas nacionales.
La práctica de la enseñanza es el espacio donde el oficio adquiere significado,
pues en ella se concretiza y se articulan los modos de proceder posibles y los contenidos
Es desde esta mirada sobre la práctica que proponemos que el eje de la forma-
ción profesional es un ámbito que llamamos teoría y práctica de la enseñanza, que
definimos como el espacio donde los futuros maestros y profesores aprenderán los ele-
mentos básicos de los procesos de codificación de la enseñanza que serán comparados
permanentemente con la cotidianeidad del aula de clase y los modos de proceder de la
profesión. Los procesos de reflexión crítica, necesariamente presentes en la práctica,
juegan un papel preponderante para comprender a cabalidad el sentido y el significado
del oficio de enseñar. La escritura es la mediadora y la expresión natural de dichos
procesos reflexivos. Estas son las condiciones básicas para hacer de los profesores
verdaderos productores de saber pedagógico.
Las viejas ideas pueden y tienen que ser movilizadas cuando existe el interés y la
necesidad de la innovación y la transformación, siempre y cuando seamos capaces de
dejar de lado todo pensamiento mítico. El espacio de producción de saber pedagógico
mencionado más arriba, entendido como el que construyen los profesores a partir de una
reflexión sistemática y rigurosa sobre sus prácticas y el trabajo de investigación en un
proceso dialógico permanente, abre el camino a la revisión crítica de las viejas ideas.
31 No puedo dejar de anotar que, en el contexto de esta tradición, a nadie sorprende encontrar a
cargo de la formación de los médicos de la Escuela de Medicina médicos con una larga trayectoria
profesional como podría ser el caso de Casanegra, Güiraldes, Vergara, Oyarzún en la Universidad
Católica. Ellos han sido los continuadores de una tradición, contribuyendo también al avance del
saber médico. Saber que se escribe y publica. Este es el origen de la identidad profesional de sus
egresados.
es la ausencia de esfuerzos para lograr una formación profesional de los docentes para
que ellos puedan contribuir a un desarrollo cognitivo que impida que los estudiantes de
Chile repitan los resultados obtenidos por los alumnos ingleses en el estudio ya citado
de Michael Shayer y Philip Adey, publicado en 1984 y replicado en 200632.
El regreso a los seis años de duración para la escuela primaria, acordado por los
diferentes actores del sistema educativo chileno, implica que cualquier propuesta que
pretenda transformar a los maestros primarios en especialistas disciplinarios diluye la
especificidad de su función y puede tener consecuencias desastrosas para el desarrollo
individual de los niños del país.
El profesor de liceo comparte con el maestro de escuela básica su función me-
diadora del proceso de desarrollo acabado de los procesos cognitivos que significan
un pensamiento formal, fundado sobre relaciones hipotético-deductivas, que permiten
virtualmente distinguir el ser del deber ser, reconocer lo abstracto de lo concreto y pro-
yectar ideas y nociones. Alcanzar esta forma superior de la estructura cognitiva es lo
que formará a los jóvenes como ciudadanos a cabalidad y les abrirá el camino al acceso
a la sociedad del conocimiento. Para que los estudiantes alcancen esta etapa superior
de su desarrollo cognitivo, el profesor de liceo debe tener la capacidad de analizar los
contenidos curriculares tanto que pueden ser incorporados activamente por los alumnos
así como gatillar los elementos que articulan el pensamiento formal. Por otra parte, el
profesor de liceo es un mediador en la constitución de la identidad afectiva y emocional
de los adolescentes, en consecuencia, tendrá que ser capaz de transmitir y ejemplificar
principios éticos fundamentales que sustentan la responsabilidad ciudadana y las formas
de convivencia basadas en el reconocimiento de las diferencias culturales y sociales.
Ello significa que, si bien el conocimiento en profundidad de la disciplina objeto de
enseñanza es necesario, el aprendizaje de los modos de proceder en la enseñanza es
imprescindible para formar un buen profesor secundario.
32 Shayer, M. y Adey, Ph. La ciencia y enseñar Ciencias, Narcea, Madrid, 1984 (primera publicación
en Inglaterra en 1981). Para el segundo el reporte publicado en ESRC Science Today.
Bibliografía