Emociones y Sentimientos
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Kira Mahamud-Angulo
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EMOCIONES Y SENTIMIENTOS: COORDENADAS HISTÓRICAS Y
Adide federación MULTIDISCIPLINARES DE UN CAMPO DE ESTUDIO CLAVE
Periodicidad escrito por Kira Mahamud
EMOCIONES Y SENTIMIENTOS: COORDENADAS HISTÓRICAS Y MULTIDISCIPLINARES
Entidad editora DE UN CAMPO DE ESTUDIO CLAVE PARA LAS CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN
Indexaciones
Emotions and feelings: historical and multidisciplinary coordinates in a field of study crucial for
education sciences.
The author establishes as objectives three converging ideas: calling into question the “novelty” of the topic by
recalling and highlighting the range and relevance of the contributions of important personalities in previous
centuries; emphasizing the historical conception of “continuity” and “process” in the building up of knowledge
around emotions and feelings; and, staking a claim for the need of an interdisciplinary approach to research
by taking into account the progress made in biology, neurology, psychology, linguistics and sociology.
I. Introducción
El comienzo del siglo XXI emerge como la década de confirmación del avance cuantitativo y
cualitativo de la investigación sobre emociones y sentimientos. El campo de estudio se
consolida en prácticamente todas las ciencias y las comunidades científicas comparten objeto
de estudio. Percibimos que las emociones y los sentimientos están “de moda” y suscitan un
extraordinario interés dentro de las ciencias políticas y sociales (enfoque socio-lingüístico-
emocional desde la cultura, la estructura social y las relaciones de poder), en la investigación
neurológica (qué es, cómo funciona y dónde se ubica la actividad emocional y sentimental), en
psicológica y psiquiatría (terapia psico- y socio-emocional) y también en el campo de la
educación (programas educativos con diversidad de objetivos: aprendizaje socio-emocional,
habilidades sociales, rendimiento escolar, bienestar y desarrollo personal). La dimensión
afectiva del ser humano se ha convertido desde hace varias décadas en objetivo común de
análisis y examen de las diversas ciencias. En particular las ciencias sociales experimentan un
giro significativo, una nueva mirada a la dimensión emocional del ser humano, a su función
social, tratamiento, crecimiento y desarrollo. Esta tendencia es lo que, a juicio de la socióloga
Patricia Ticineto Clough[1], podría denominarse giro afectivo (affective turn), nuevo enfoque y
dirección de la investigación científica que en realidad comienza en la década de los 90 del
pasado siglo, pisando firme en la primera del siglo XXI. El término es acuñado en el año 2007
de la mano de la mencionada socióloga y su colega Jean Halley [2], en el libro titulado, The
Affective Turn: Theorising the Social. Las contribuciones del libro van incluso más allá de la
sociología, entrando en la tecnología y en la economía. En palabras de la editora y una de las
autoras:
The affective turn invites a transdisciplinary approach to theory and method that necessarily
invites experimentation in capturing the changing cofunctioning of the political, the economic,
and the cultural rendering it affectively as change in the deployment of affective capacity. The
authors of the essays collected in The Affective Turn have made use of theory and method both
to grasp the changes that constitute the social and to explore them as changes in ourselves,
circulating on our bodies, our subjectivities, yet irreducible to the individual, the personal or the
psychological. Irreducible because the shift in course that The Affective Turn elaborates might
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Los artículos de revistas [4], los monográficos de las revistas científicas [5], la proliferación de
publicaciones[6], junto a las reuniones científicas en torno a la temática desde un gran abanico
de perspectivas de estudio[7] y la creación de fundaciones e instituciones dedicadas a la
educación emocional[8], así como programas de estudio[9] y proyectos de investigación [10] ,
constituyen más evidencia del hecho. Lo cierto es que la investigación sobre emociones y
sentimientos se lleva a cabo desde una amplia variedad de ciencias y disciplinas: neurociencia,
psicología, filosofía, lingüística y educación. Pero en todas ellas, la historia de la investigación
sobre emociones y sentimientos ha dejado huella. Las ciencias han heredado descubrimientos,
intuiciones y propuestas explicativas de épocas pasadas. Este artículo pretende hacer un
modesto recorrido por la historia de la investigación sobre las emociones y los sentimientos.
Lejos de pretender ser exhaustivo, aspiramos a ofrecer una visión histórica y multidisciplinar,
mencionando algunas de las personalidades más relevantes (no todas) y deteniéndonos en
algunas de ellas. Los objetivos son, por tanto, tres ideas convergentes: (1) cuestionar la
"novedad" de la temática, recordando y poniendo de relieve la amplitud y la importancia de las
aportaciones de grandes personalidades de siglos pasados, (2) destacar la noción histórica de
“continuidad” y “proceso” en la construcción del conocimiento en torno a las emociones y los
sentimientos, (2) apostar por la necesidad de investigar de forma interdisciplinar teniendo en
cuenta los progresos de biólogos, neurólogos, psicólogos, lingüistas y sociólogos. Los estudios
demuestran la necesidad de una mayor aproximación interdisciplinar y en cierto modo, algunos
enfoques han logrado converger, dialogar y nutrirse unos de otros. Las ciencias de la educación,
desde la teoría, la didáctica, la política, hasta la historia de la educación, no pueden dar la
espalda a los progresos en materia de emociones y sentimientos.
Sin cuestionar la influencia de los hallazgos y avances de los últimos veinte años en la
investigación de las neurociencias, cuyos datos tienen un incalculable valor e influencia en el
progreso de los estudios sociológicos, lingüísticos, antropológicos, psicológicos y educativos
sobre las emociones, nos podríamos plantear la siguiente cuestión: ¿ha fallado la educación en
valores y optamos ahora por una educación emocional -en el sentido más amplio del término-
como vía de mejora de la vida individual y colectiva?
Castilla del pino, por su parte, revalorizó los avances realizados por todos los grandes filósofos
en el campo de la naturaleza y clasificación de las emociones, llegando a afirmar que poco hay
de nuevo que fuera ya aportado por las grandes figuras de siglos pasados.
Frente a las descripciones de la envidia que, por citar a un autor, hace Juan Luis Vives, la
neurofisiología no tiene aún nada que decir y, por consiguiente, es prematuro reducir todo
discurso al discurso cientificista. Clasificar las emociones tal y como lo han hecho en los últimos
veinte años Izard, Panksepp, Ekamn o Pluchik, no se diferencia en nada de las que hacían
Aristóteles, Tomás de Aquino, Descartes o Spinoza, por citar algunos. [12]
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Otra propuesta vino del filósofo neerlandés Spinoza (1632-1677), de origen sefardí portugués,
considerado también uno de los tres grandes racionalistas de la filosofía del siglo XVII junto al
francés Descartes y al alemán Gottfried Leibniz[23] . Spinoza reaccionó en contra de la teoría
dualista de Descartes, proponiendo que el cuerpo y el alma estaban unidos y conceptualizando
las emociones como “pensamientos confusos” y como evidencia de la imperfección del alma.
En su clasificación, los tres sentimientos básicos son la alegría, la tristeza y el deseo. Las
combinaciones y fluctuación entre ellas dan lugar a la arquitectura pasional de cada ser
humano. [24]
Saliendo del continente europeo y entrando en el Reino Unido es de obligada mención el padre
del empirismo y del liberalismo moderno. John Locke (1632-1704) estableció que el fundamento
de las pasiones está en el placer y el dolor, junto a las causas que lo producen (vendrían a ser
los estímulos emocionalmente competentes de Damasio, que veremos más adelante). En su
obra Some Thoughts Concerning Education (1693), menciona dos conceptos como estrategias
clave en la educación de los niños, basados en evitar el dolor y conseguir el placer: el castigo
(la reprimenda o humillación) y la recompensa o la alabanza. “I grant, that Good and Evil,
Reward and Punishment, are the only Motives to a rational Creature; these are the Spur and
Reins, whereby all Mankind are set on work, and guided, and therefore they are to be made use
of to Children too”.[25] Pero estos rewards y punishments no deben ser físicos ni impuestos por
la fuerza, sino fórmulas de concebir el orgullo (estima, aprecio) y la vergüenza (descrédito,
desprecio). “Esteem and Disgrace are, of all others, the most powerful incentives to the Mind,
when once it is brought to relish them. If you can once get into Children a love of Credit, and an
apprehension of Shame and Disgrace, you have put them the true Principle, which will
constantly work, and incline them to the right”.[26] Podemos plantearnos hallarnos ante una
lección de didáctica basada en los sentimientos como instrumentos pedagógicos.
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ensayos. “La Disertación sobre las pasiones fue publicada en 1757 dentro de una obra titulada
Cuatro disertaciones, que incluía, además de esta obra, la Historia natural de la religión, una
disertación titulada De la tragedia y otra Sobre la norma del gusto”.[27] Seguidor de Descartes,
definió las emociones como diferentes grados de agitación mental y física. Los sentimientos
morales son los que dominan nuestras decisiones y la razón (o el razonamiento). Recurriendo a
sus propias palabras, “what is commonly, in a popular sense, called reason, and is so much
recommended in moral discourses, is nothing but a general and a calm passion, which takes a
comprehensive and a distant view of its object, and actuates the will, without exciting sensible
emotion”.[28] Arguyó que la teoría de las emociones no puede girar en torno a los componentes
de éstas sino en torno a las causas de las mismas (vemos de nuevo la relevancia otorgada a los
estímulos). También las clasificó (las emociones) en dos categorías: las directas (alegría, pena
y esperanza) y las indirectas (amor, odio y orgullo). Las primeras son sencillas sensaciones de
placer o dolor y las segundas son lo mismo, más ciertas creencias o pensamientos sobre la
causa. Defendió que toda acción humana está motivada por emociones; una postura resumida
en su famosa sentencia del Treatise on Human Understanding: “Reason is, and ought only to
be, the slave of the passions and can never pretend to any other office other than to serve and
obey them”.[29]
En el siglo XIX, estimamos relevante mencionar al filósofo y filántropo Charles Bray (1811-
1884), creador del círculo Rosehill, el nombre de su casa en Inglaterra y círculo al que acudían
diversas personalidades para realizar debates intelectuales. Entre los asistentes se encontraban
Robert Owen, Herbert Spencer y más adelante Mary Anne Evans.[32] Bray fue uno de los
autores que no solo analizó y estudió las emociones, sino que trató de forma específica la
educación de los mismos. Estuvo influido por la frenología (considerada una pseudociencia por
muchos investigadores) a través de George Combe (1788–1858), uno de los frenólogos más
conocidos de la época. Publicó en 1836 una breve obra o panfleto, como lo denominó el propia
autor, de 26 páginas, titulado The Educacion of the Body. An Address to the Working Classes.
En la obra explicó por qué la educación comienza al nacer –no está restringida a la escuela– y
trata del proceso que, con perseverancia, puede llevar a la máxima perfección –hasta lo que
nuestra naturaleza lo permita– del cuerpo, los sentimientos, la mente y el intelecto. Dividió la
educación en física, moral e intelectual. El panfleto desarrolla la primera. Definió la educación
moral como “the cultivation by exercise of those feelings which make us wish to do what we
ought to do”.[33] En otras palabras, lo que “debemos hacer” nos lo enseña la educación
intelectual, pero el mero conocimiento de lo que “debemos hacer” no es suficiente sin la
adecuada disposición para hacerlo. Esta disposición se aprende a través de la educación moral,
cuyo objeto es “to restrain and direct the selfish feelings, and to cultivate and strengthen the
moral”.[34]
Dos años más tarde publicó The Education of the Feelings (1838), ampliando las 26 páginas a
195 y revisando la segunda obra en 1872, el mismo año en que Darwin publicó su célebre libro
sobre las expresiones emocionales en los animales y seres humanos. Resulta extremadamente
interesante observar cómo dividió the sentiments (no emotions) en aquellos que compartimos
con los demás animales: self-esteem, love of approbation, cautiouness y benevolence, y los
que son exclusivamente humanos: veneration, firmness, conscientiousness, hope, wonder,
ideality, wit e imitation. Casi todos ellos los analizó desde la perspectiva del uso y del abuso. [35]
Charles Darwin (1809-1882), en la célebre obra The Expression of the Emotions in Man and
Animals (1872), elaboró también su propia clasificación de las emociones haciendo referencia a
cinco expresiones emocionales existentes en todos los mamíferos, incluidos los humanos y
estableciendo dos grupos, según fueran, a su juicio, expresiones “depresoras” o “estimulantes”.
Entre las expresiones emocionales depresoras tendríamos (1) el llanto (respuesta emocional
que se relaciona principalmente con el decaimiento, la ansiedad, la pena y la desesperación
aunque también se observa su correspondencia en muestras ocasionales de simpatía y
ternura); (2) la cólera (expresión del odio, desprecio, disgusto y negación); (3) la sorpresa y el
asombro (expresiones del miedo y el horror). Las expresiones emocionales estimulantes
abarcarían (4) la risa (respuesta que se corresponde con la alegría y el buen humor) y (5) el
contacto (expresión por excelencia del apego, aspecto éste observable en todos los mamíferos
y que en el caso del ser humano a partir de los cuatro años aproximadamente evoluciona hacia
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el amor y la ternura).
Interesa en particular su hallazgo sobre la naturaleza de los estados mentales que causan rubor: la
timidez, la vergüenza y la modestia, teniendo los tres el denominador común de estar pendientes de
uno mismo y de lo que los demás piensan de nosotros. Nos afecta directamente, dentro del
sentimiento de vergüenza, la culpabilidad por causa moral. “No es la conciencia lo que produce el
rubor, pues un hombre puede sentir el haber cometido una ligera falta mientras está solo, o padecer
el remordimiento más hondo por un crimen no descubierto y sin embargo no sonrojarse. […] No es el
sentimiento de culpa, sino el pensamiento de que otros piensan o saben que somos culpables lo que
pone roja la cara”.[36] Hasta ahí llega el poder del otro sobre uno mismo, vinculando este efecto del
sentimiento de la vergüenza con la religión: “una persona puede estar convencida de que Dios vigila
todas sus acciones y puede sentir profunda conciencia de alguna falta y suplicar perdón, pero ello
nunca le producirá sonrojo. […] La explicación de esta diferencia entre el hecho de que sea Dios o el
hombre el conocedor de nuestras acciones se basa, creo yo, en que la desaprobación de la conducta
inmoral por un hombre es en cierta medida de índole similar a su desprecio por nuestro aspecto
personal, de modo que a través de la desaprobación ambas conducen a los mismos resultados. Por
el contrario, la desaprobación divina no conlleva tal asociación”.[37] Con la salvedad de que en
sustitución del rubor, el sentimiento religioso de culpabilidad pudiera tener lugar alguna otra reacción
no visible, se mantiene el hecho de que solo el hombre es capaz de hacer reaccionar el cuerpo de
otro ser humano de esta manera.
También la medicina contribuyó a la investigación sobre las emociones. William James (1842-
1910), aunque médico de formación y profesor de Anatomía en la Universidad de Harvard,
publicó su famoso ensayo, “What is an emotion?” [38] en la prestigiosa revista Mind, de la
Universidad de Oxford, en 1884. El título coincide con la obra del profesor de Filosofía Robert C.
Solomon, What is an emotion? Classic and contemporary readings (2003), en la que
precisamente recoge “the rich history of theories and debates about emotion in a single text”.[39]
Paralelamente, el médico danés Carl Lange trabajaba también en su propia teoría sobre las
emociones, que venía a coincidir con la de James [40] . Fusionaron sus teorías y de ahí surgió la
llamada teoría James-Lange, cuya idea central era explicar el origen de las emociones como
reacciones fisiológicas del cuerpo a estímulos externos. James explica, además, la distinción
básica de los grupos de emociones y la gran variedad de términos sinónimos existentes para
describir emociones:
The varieties of emotion are innumerable. Anger, fear, love, hate, joy, grief, shame, pride, and
their varieties, may be called the coarser emotions, being coupled as they are with relatively
strong bodily reverberations. The subtler emotions are the moral, intellectual, and aesthetic
feelings, and their bodily reaction is usually less strong. The mere description of the objects,
circumstances, and varieties of the different species of emotion may go to any length. Their
internal shadings merge endlessly into each other, and have been partly commemorated in
language, as, for example, by such synonyms as hatred, antipathy, animosity, resentment,
dislike, aversion, malice, spite, revenge, abhorrence, etc., etc.[41]
John Dewey (1859-1952) no se quedó al margen del interés general por la temática y a finales
de siglo, publicó The Theory of Emotion (1894), criticando la teoría de la expresión emocional de
Darwin y la teoría de James-Lange, ofreciendo una definición del fenómeno en tres partes que
se acercan mucho a la conceptualización actual e incorporando el componente cognitivo: (1)
una sensación (feel), (2) un comportamiento con propósito y (3) un objeto que tiene cualidad
emocional (que interpretaríamos como el estímulo). Recurriendo a sus propias palabras:
“Emotion in its entirety is a mode of behavior which is purposive, or has intellectual content, and
which also reflects itself into feeling or Affects, as the subjective valuation of that which is
objectively expressed in the idea or purpose”.[42]
III. Los comienzos del siglo XX: las emociones en los primeros estudios sociológicos
Merece la pena destacar y recordar que los llamados padres fundadores de la sociología
dedicaron una atención considerable a las emociones, aunque este aspecto de su legado fuera
abandonado hasta la década de los 90 del siglo XX. Cuando Emile Durkheim (1858-1917)
definió la naturaleza de los hechos sociales en Las reglas del método sociológico (1895), habló
de “modos de actuar, de pensar y de sentir, exteriores al individuo, y que están dotados de un
poder de coerción en virtud del cual se imponen a él”. [43] Al mismo tiempo, en sus escritos
sobre la educación, Durkheim afirmó de forma explícita que “we are not purely rational beings;
we are also emotional creatures”.[44] Argumentó el sociólogo que las acciones morales de las
personas están fundamentalmente enraizadas en sus “emotional attachments” a grupos
sociales particulares, [45] concepto que nos recuerda al “involvement” de Elias. Max Weber
(1864-1920), por su parte, también estaba convencido de que la ciencia naciente de la
sociología tenía que enfocar necesariamente a las emociones para poder entender los motivos
de lo que denominaba “social action”. Esto se refleja claramente en el hecho de que cuando
Weber define el concepto central de su enfoque sociológico, la interpretación del significado,
sugiere que una estrategia metodológica efectiva que podría ser adoptada para llevar a cabo la
mencionada tarea científica podría ser lo que denominó “emotional empathy”, precisamente la
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El interés de Weber en las emociones era también evidente en su perspicaz análisis del
conflicto político y la competición por el estatus. Por ejemplo, en su conferencia sobre Politics as
a Vocation [47], señaló que los individuos luchan con frecuencia por puestos de alto rango no
para enriquecerse económicamente, sino por el prestigio que da el poder. El lugar que ocupan
las emociones en el pensamiento de Weber es, sin embargo, ambiguo. Por una parte,
contribuyen a la comprensión de las acciones de los individuos, pero por otra, son un obstáculo
en la correcta orientación del autocontrol que verdaderamente guía la acción. Las mencionadas
propuestas de estos autores sobre la relevancia de la dimensión emocional en el estudio y la
comprensión de los fenómenos políticos y sociales han servido de inspiración de fondo a la
sociología de las emociones.
Sigmund Freud (1856-1939) no elaboró una teoría ni una clasificación de las emociones, pero
en su teoría de la mente analizó diversas emociones (narcisismo, envidia, culpa, amor)
empleando con frecuencia el término “afecto”. Recordamos que Freud expuso la idea de que la
esencia de la emoción es que el individuo la sienta, es decir, “that it should enter
consciousness”. El afecto puede sufrir tres destinos, según el autor, (a) permanecer como es,
en su totalidad o parcialmente, (b) transformarse en otra emoción, sobre todo en ansiedad, o (c)
ser suprimido, lo cual conduce a la represión. Aunque en términos teóricos, “for emotions,
feelings, and affects to be unconscious would be quite out of the question”,[48] cuando la
represión ha conseguido inhibir el desarrollo del cualquier afecto, se aplica en término
“inconsciente” a dicho afecto que ha sido recuperado tras deshacer el trabajo de represión.
Siguiendo las teorías de Le Bon, aborda la cuestión de la psicología de grupo apuntando hacia
los procesos de identificación y empatía en la creación de lazos entre los miembros de
grupos. [49] El enfoque psicoanalítico ha sido adoptado incluso por una vertiente de la Historia.
De Maus, como uno de los representantes de esa línea de investigación y explicación de los
acontecimientos históricos, llamada Teoría Psicogenética de la Historia, afirma en The
emocional life of nations, que “I call the theory ‘psychogenetic’ rather ‘economic’ or ‘political’
because it views humans more as homo relatens than homo economicus or homo politicus –that
is, as searching for relation, for love, more than just for Money or power”.[50] La psicohistoria fue
puesta en tela de juicio desde los años 80[51] , a medida que se revisaban las cuestiones más
controvertidas del psicoanálisis, pero no cabe duda que la inclusión de las emociones y los
sentimientos como categorías analíticas para comprender los traumas individuales y colectivos
dejó huella en la investigación.
IV. La investigación en la segunda mitad del siglo XX: las aportaciones del enfoque
psico-social
De la segunda mitad del siglo XX debemos rescatar la obra del psicólogo americano Skinner
(1904-1990), Walden Two (1948), porque en ella el autor rescata las emociones y los
sentimientos como elementos del ser humano que, en este caso, deben ser absolutamente
controlados. Dentro del esquema de la psicología conductista, Frazier, el personaje planificador
principal de la comunidad ficticia del citado libro, al relatar a los visitantes que los celos no
existían entre los niños ni los miembros de la comunidad, se detiene en explicar el motivo del
moldeamiento y eliminación de algunas emociones a través de “ingeniería de la conducta”: el
motivo es que no son necesarias ni útiles.
- […] ¡A ustedes les acosarán las emociones tanto como al resto de los mortales! [Castle]
- […] En cuanto a las emociones, no estamos libres de ellas, ni quisiéramos estarlo. Pero
las más ruines y molestas, las emociones que dan pábulo a la infelicidad, son aquí casi tan
desconocidas como, por ejemplo, la misma infelicidad. No las necesitamos ya en nuestra lucha
por la existencia, y es más fácil para nuestro sistema circulatorio y, ciertamente, resulta más
agradable pasarnos sin ellas. [Frazier]
- Si ha descubierto como hacerlo, en verdad que es un genio –dijo Castle. […] Todos
sabemos que las emociones son inútiles y nocivas para nuestra paz de conciencia y para la
presión sanguínea –prosiguió–. Pero ¿cómo conseguir cambiar las cosas?
- […]
- Pero las emociones son… ¡divertidas! –dijo Bárbara–. La vida sin ellas no valdría la pena
de ser vivida.
- Algunas, sí –dijo Frazier –. Las emociones productivas y fortalecedoras de la
personalidad: la alegría y el amor. Pero la tristeza y el odio, y las excitaciones de alta tensión
como la cólera, el temor, la rabia, son desproporcionadas con las necesidades de la vida
moderna, desgastan y son peligrosas. El señor Castle citó los celos: una pequeña variante de la
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ira, creo que podríamos llamarlos. Naturalmente, los evitamos. Han cumplido ya con su misión
en la evolución de la especie humana. Ya no son necesarios. Si permitiéramos que siguieran
existiendo, lo único que harían sería minar los cimientos de la vida. En una sociedad
cooperativa como ésta no hay celos, por la simple razón de que no hay necesidad de ellos. [52]
El psicólogo americano Richard Lazarus (1922-2002), profesor en la Johns Hopkins University, se
interesó en las emociones y el estrés desde los años 50, aunque su primera publicación saliera a la
luz en 1966, con el título Psychological Stress and the Coping Process. “In his theoretical approach to
stress and emotion, Professor Lazarus proposed that emotions, far from being intrapsychic feelings,
reflected the fate of one’s goals. He proposed the concept of appraisal to refer to the impact of events
on a person’s strivings, and that different patterns of appraisals accounted for the rich array of
different emotional states”,[53] informa uno de sus colegas. Su concepto de appraisal (agitación),
hundía sus raíces en el trabajo de Magda Arnold[54] (1903-2002), pero provenía de la Ética a
Nicómaco de Aristóteles y se convirtió en una pieza clave de la terapia cognitivo-conductual en los
tratamientos psicológicos a principios de los años 70.[55]
El último psicólogo (clínico) que citamos es el célebre Paul Ekman[56]. Publicó sus primeras
investigaciones en los años 60, especializándose en la expresión facial de la emoción y en la
comunicación no verbal, revisando la teoría de Darwin sobre las expresiones emocionales (que son
universales y no culturales), para criticarla primero y aceptarla después. Sus estudios sobre el engaño
y la mentira le valieron su nombramiento como una de las personas más influyentes en el mundo,
según la revista Time, en el año 2009.
Dejando a los psicólogos y entrando en otras ciencias, es obligatoria la mención de dos grandes
sociólogos. Erving Goffman (1922-1982) dio un giro a la sociología, elaborando la
microsociología. En su obra de 1959, The presentation of self in everyday life, tiene en cuenta el
papel de las emociones y los sentimientos en la vida cotidiana, en particular, la vergüenza
social. El sociólogo Norbert Elias (1897-1990) hizo su aparición en los años 50, (aunque The
Civilizing Process salió publicado por primera vez en 1939) con su artículo “Problems of
involvement and detachment”. [57] Posteriormente, en colaboración con John L. Scotson, publicó
The Established and the Outsiders. A Sociological Enquiry into Community Problems. [58]
Introdujo reflexiones sobre emociones y sentimientos de superioridad, inferioridad, vergüenza y
orgullo, así como sus manifestaciones a través de la conducta. Analiza las características de la
adhesión (voluntario u obligatoria) del individuo a su comunidad y de los sentimientos de
pertenencia o distanciamiento, individuales y colectivos que moldean las relaciones político-
sociales.
V. El despegue de la investigación en el último tercio del siglo XX
Las últimas tres décadas del siglo XX experimentaron el crecimiento de los estudios desde
nuevos enfoques sociológicos y psicológicos e incluso lingüísticos. Comenzamos mencionando
la actividad investigadora de la lingüística para mostrar que los estudios sobre el lenguaje no se
mantienen al margen de la temática. La lingüista, Anna Wierzbicka, polaca de nacimiento y
profesora en el School of Language Studies de la Universidad Nacional Australiana, en su libro
de 1972, Semantic Primitives, formuló la teoría ahora conocida como “Metalenguaje semántico
natural” (Natural Semantic Metalanguage, NSM). A su obra de principios de los 70, le siguen
numerosas publicaciones[59] en las que se cuestiona la problemática de los nombres,
contenidos y significados de determinadas emociones y sentimientos y de las expresiones
lingüísticas sobre emociones que caracterizan a las culturas. Argumenta que los fenómenos
panhumanos no pueden ser identificados a través de conceptos culturales específicos, sin que
intervengan distorsiones etnocéntricas.[60]
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electric current, turning one even against one’s will into a grimacing, screaming lunatic. And yet
the rage that one felt was an abstract, undirected emotion which could be switched from one
object to another like the flame of a blowlamp. [62]
Los nuevos enfoques de la (macro y micro) sociología son liderados por los sociólogos Jack
Barbalet y Thomas Scheff. El primero argumenta que emociones como la vergüenza, el miedo,
la venganza y el resentimiento son cruciales para comprender muchos procesos sociales, y
que, por tanto, los conceptos o categorías de emociones pueden ser aplicados en el desarrollo
de explicaciones y teorías sociológicas. Tiene dos obras esenciales sobre emociones [66] y
multitud de artículos.[67] El sociólogo defiende la existencia de dos tipos de sentido o
significado, que aunque convergentes, son también diferentes: el formal y el afectivo. Ambos
son necesarios para que la vida social sea posible.
Meaning, understood in terms of the ordering of references, can relate to both intelligibility and
involvement. Formal meaning explicates relationships within a whole, thus making something
intelligible, whereas what might be called affective meaning relates to what involvement a person
has with an object or event, that is, how it matters to them. [68]
La propuesta conduce a pensar que el significado o sentido de los objetos, cosas, eventos,
personas, etc., no es una propiedad intrínseca de tales objetos, cosas, eventos y personas, sino
de las relaciones que se establecen con ellos. [69] Cuando el significado afectivo falla, se
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padece el sentimiento del aburrimiento. En líneas similares, aunque sin utilizar el concepto de
significado, se expresa el psiquiatra Carlos Castilla del Pino, al afirmar que el aburrimiento “no
es un no sentimiento” [70] y explicar que “en el aburrimiento el sujeto se siente insuficientemente
provocado por los objetos de su entorno; ninguno de ellos es capaz de inducirle un sentimiento
que sustituya al aburrimiento”.[71] En definitiva, la presencia y el contenido emocional del
significado de la vida social está fuera de toda duda. La clave está en qué significado afectivo
otorgamos a los diversos y múltiples componentes de nuestras vidas. Aprendemos a odiar y
amar, a sentir orgullo y vergüenza, miedo y valor, a sentirnos felices o desdichados dentro de
nuestro contexto socio-educativo. El aprendizaje e incorporación de dichos sentimientos hacia
determinadas personas, situaciones u objetos guía nuestros pensamientos y nuestras acciones.
Se comprende así que exista un mundo emocional, que los objetos, conceptos y fenómenos
adquieran y posean un significado emocional: patria, religión, maternidad, madre, familia, hogar,
constituyen una serie de elementos cargados de emociones intensas, llenas de significado y
valor, y, en términos lingüístico-conceptuales, constituyen affective words.
Barbalet afirma que el interés de la sociología por la emociones renace con una obra clásica de
la sociología en Estados Unidos, Conflict Sociology. Toward an Explanatory Sscience[72]
(1975), de Randall Collins, quien sugirió que muchos de los conceptos de la teoría sociológica
clásica, como ‘solidaridad’, ‘valores’, ‘conflictos’, ‘legitimidad’ y ‘estatus’, hacen referencia
implícita a procesos emocionales, y que, por tanto, un enfoque más directo sobre las emociones
mejoraría nuestra comprensión del mundo social. La propuesta teórica más importante de este
autor es discutir y cuestionar la idea de que la emoción sea principalmente una consecuencia de
procesos culturales y cognitivos, en lugar de procesos socio-estructurales y relacionales. Duda
de la construcción social de la emoción y apunta hacia una construcción socio-estructural de la
misma.
El sociólogo americano Thomas Scheff, profesor emérito de sociología en la Universidad de
California, publicó en 1990 Microsociology. Discourse, Emotion, and Social Structure,
estableciendo que los valores son creencias con carga emocional, que las emociones son una
fuerza poderosa en la estructura y el cambio de las sociedades, y que la vergüenza, que abarca
toda una amplia gama de emociones, es la emoción social más importante. Argumenta que la
emoción de la vergüenza es la emoción social por excelencia, la emoción clave para entender
la vida social y las relaciones sociales. [73] Junto a la vergüenza, el orgullo, su opuesto,
constituyen las dos emociones clave que rigen la balanza de los vínculos sociales, elementos y
objetivos primordiales de la vida social.
Diez años después de la publicación de la obra de Gardner, salió a la luz Emotional Intelligence
(1996), del psicólogo estadounidense Daniel Goleman. (Quien luego publicó otros libros sobre
inteligencia social y ecológica[74] ). Éste último reconoce que reconstruye la “inteligencia
emocional” partiendo de los conceptos de Gardner sobre la las inteligencias “intrapersonal”
(conocimiento y gestión de los aspectos emocionales internos de uno mismo) e “interpersonal”
(capacidad de reconocer estados de ánimo de otros, empatía). La idea central de Goleman es
que la “inteligencia emocional” se compone de cuatro pilares: conciencia de uno mismo (self-
awareness), gestión de nuestras emociones (managing our emotions), empatía (empathy) y
habilidades sociales (social skills).
VI. Consolidación y proliferación de la investigación multidisciplinar en el siglo XXI
Llegando al final de recorrido, nos hallamos en el punto de partida de este artículo, el siglo XXI.
Completamos así la información aportada al principio. En Estados Unidos, Paul Schutz,
profesor en la Universidad de Texas, es uno de los autores más conocidos por su investigación
sobre emociones en contextos educativos: Emotion in Education (2007) y Advances in Teacher
Emotion Research: The Impact on Teachers’ Lives (2009). Los biólogos se abren camino en el
terreno, como es el caso de John Medina [75] , biólogo molecular estadounidense. Emerge, a
nuestro juicio, en parte, como el Antonio Damasio americano por sus libros de divulgación
científica sobre el funcionamiento del cerebro y las fórmulas para estimularlo. En el caso de
Medina, la divulgación se extiende a un público más amplio: padres y educadores.
Europa nos proporciona numerosos investigadores y publicaciones. En Inglaterra, Sara Ahmed,
profesora en la universidad de Goldsmiths en Londres, investiga desde el enfoque de los
estudios culturales y de género, publicando The Cultural Politics of Emotions (2004) y The
Promise of Happiness (2010). Los investigadores de la Universidad Libre de Berlín producen
publicaciones regularmente dentro del programa ya mencionado “Languages of Emotion”. Han
creado la red Cognitive and Affective Sociology, que cuenta actualmente con siete proyectos de
investigación e innumerables y variadas publicaciones de estudios sobre emociones desde los
más variados enfoques. En Francia, el neurólogo, psiquiatra y psicólogo francés Boris Cyrulnik
desarrolló el concepto psico-social de resiliencia, la capacidad de uno mismo de superar la
adversidad y el trauma con apoyo afectivo. Su libro Los patitos feos. La resiliencia: una infancia
infeliz no determina la vida (2002), versa sobre el tema.
De España, mencionamos tres estudiosos de disciplinas distintas. Carlos Castilla del Pino
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(1922-2009), desde la psiquiatría (con mucha influencia filosófica), nos ofreció su Teoría de los
sentimientos en pleno cambio de siglo (2000). El libro re-examina a los clásicos, detalla
emociones concretas y ciertas patologías, critica a Damasio basándose en que no ha entendido
a Descartes por atribuirle un dualismo de naturaleza, en lugar de un dualismo formal o funcional
y se detiene en analizar la expresión verbal del mundo afectivo de las personas estableciendo
que existe la gramática cognitiva y la gramática afectiva. Posteriormente editó El odio (2002),
libro que recoge las contribuciones de varios análisis del sentimiento.
Dos progresos que marcan un punto de inflexión en la investigación: las lecciones de los
neurólogos, biólogos y primatólogos
En el estudio de las emociones y los sentimientos, en definitiva, abordamos las cuestiones del
funcionamiento cerebral, la naturaleza humana, el comportamiento social y las relaciones
sociales. Los investigadores de todas las ciencias no podemos permanecer impasibles ni dejar
de tener en cuenta dos avances científicos de los últimos años sobre el ser humano en esas
cuestiones apuntadas: la evidencia empírica de la plasticidad del cerebro y de la actividad
cerebral ante determinados estímulos que confirman la vinculación de lo emocional con lo
cognitivo, según los progresos obtenidos durante la “década del cerebro” (1990-2000)[78] , y las
teorías que defienden la similitud de programas emocionales y conductuales entre gorilas,
chimpancés orangutanes y seres humanos.
No ocultamos la inquietud que nos provoca la ausencia en este artículo de grandes figuras
relevantes como tampoco ignoramos el desconcierto que pueda ocasionar la selección poco
ortodoxa de algunos de los presentes. Sin embargo, hemos podido comprobar cómo desde los
clásicos, las emociones y los sentimientos no han dejado de ser objeto de estudio de
investigación, con mayor o menor intensidad, desde un enfoque u otro, y hemos preferido hacer
hincapié en la amplitud del campo disciplinar. Consideramos enriquecedor y necesario añadir a
este recorrido histórico y multidisciplinar, la figura de Frans de Waal.[79] Su último libro
comienza con el siguiente argumento: “La edad de la empatía es el resultado de cerca de diez
años recabando información sobre el papel de la empatía y la confianza en la sociedad, tanto
humana como animal” [80] . El biólogo, primatólogo y etnólogo fue incluido en la lista de las cien
personalidades más influyentes del mundo por la revista Time en el año 2007, dos años antes
de la inclusión de Paul Ekman en la misma lista anual. Recordemos que otros científicos
también se fijaron en la empatía como emoción clave en las relaciones sociales. Su
planteamiento central es la existencia de una similitud en los patrones de comportamiento y
funcionamiento mental (social y emocional) entre los seres humanos y otros animales. La
empatía, la emoción que permite percibir el estado emocional del “otro”, activa en el observador
las sensaciones ajenas detectadas, y conduce hacia comportamiento altruistas. Los seres
humanos no somos los únicos animales que realizamos tales operaciones y negar la evidencia,
a juicio del autor, sería ignorar un aspecto esencial de la naturaleza de las personas y los
animales.
Estos datos tal vez nos ayuden a realizar un examen de conciencia, precisamente con ayuda de
la ciencia, de lo que somos y de lo que podemos llegar a ser (bueno y malo). No porque no se
haya hecho antes, sino porque se debe hacer desde estas nuevas bases científicas y
coordenadas históricas y multidisciplinares.
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Iniciando el camino en los apetitos de nuestro cuerpo, en las pasiones del alma que confunden
a la razón, en las sensaciones y agitaciones corporales y mentales sencillas y complejas, se dio
el salto a los sentimientos morales que guían nuestra conducta, a las emociones universales y
posteriormente a las culturales, bio-culturales [81] y socio-estructuralmente construidas, hasta
llegar a los sentimientos como la reflexión cognitiva de las emociones y a la vinculación de las
emociones con las actitudes, los valores, las decisiones y la acción.
Se confirma que la función que desempeñan los sentimientos y las emociones en la vida
individual y social de las personas es de más largo y profundo alcance de lo que algunos
filósofos pensaban en el pasado, “idealizando la razón y endemoniando las emociones”[82] ,
aunque tampoco se alejaran mucho de una comprensión intuitiva y razonable de lo que es y
hace la emoción en el ser humano. Su influencia en la educación y en el proceso de
socialización política[83] es tan inestimable como lo es en la salud y en las relaciones sociales.
[1] Patricia Ticineto Clough es profesora de Sociología y de Estudios sobre mujeres (Women’s Studies). Sus obras más destacadas
son: Autoaffection: Unconscious Thought in the Age of Teletechnology; The End(s) of Ethnography: From Realism to Social
Criticism; y Feminist Thought: Desire, Power and Academic Discourse.
[2] Jean O’Malley Halley es profesora de Sociología en el Wagner College de Nueva York City. Su libro más relacionado con la
temática de la afectividad es The Boundaries of Touch: Social Power, Parenting, and Adult-Child Intimacy.
[3] Clough y Halley 2007, p. 3.
[4] Citamos, por ejemplo, dos artículos de disciplinas muy distantes: Aurora Bernal Martínez de Soria. “Tendencia educativa en
auge: la ‘omnipresencia’ de la educación emocional”, en Javier Vergara, Fermín Sánchez y Beatriz Comella (Coord.). Ideales de
Formación en la Historia de la Educación. Madrid, Editorial Dykinson, S.L., 2011, pp. 769-794 y Jo Labanyi. “Doing Things:
Emotion, Affect, and Materiality”, en Journal of Spanish Cultural Studies, volume 11, Issue 3-4, 2010. Special Issue:
Cultural/Political Reflection – Lines, Routes, Spaces, pp. 223-233.
[5] Algunos de estos monográficos son: Padres y Maestros, “Educar para el amor”, nº 281 de enero de 2004; Cuestiones
Pedagógicas, “La educación emocional: sentimientos, cultura y comunicación”, 2008; y el próximo número (18) del Jahrbuch für
Historische Bildungsforschung, 2012, que llevará por título: “Emotions in the History of Education: Strategies, Contexts,
Impacts”.
[6] Regresaremos a este punto hacia el final del artículo, pero citamos aquí cuatro libros recientes, muy distintos entre sí: (1)
Morirse de vergüenza. El miedo a la mirada del otro, de Boris Cyrulnik (Debate, 2011); (2) The Mind (The Edge Foundation,
2011), editado por John Brockam, quien recoge dieciocho contribuciones de los principales científicos de la actualidad; (3) El
gobierno de las emociones (2011), de la catedrática de Filosofía moral y política en la Universidad Autónoma de Barcelona,
Victoria Camps, y (4) Cómo percibimos el mundo. Una exploración de la mente y los sentidos (Ariel, 2012), del catedrático de
Psicobiología del Instituto de Neurociencias de la Universidad Autónoma de Barcelona, Ignacio Morgado.
[7] Citamos, a modo de ejemplo de la diversidad de campos de estudio, tres encuentros organizados por distintas disciplinas: (1)
el Congreso Internacional titulado "Conocer, conmover. Las emociones de la cultura y la cultura de las emociones: el orden de la
sensibilidad moderna", organizado por el Grupo de Investigación sobre Cultura, Edición y Literatura en el Ámbito Hispánico
siglos XIX-XXI (GICELAH), que tuvo lugar los días 15, 16 y 17 de marzo de 2010 en el CSIC; (2) el X Congreso Internacional
de Psicología Jurídica y Criminológica, titulado "Crimen, Emociones y Castigo", celebrado los días 25, 26 y 27 de noviembre de
2011 en la Ciudad de Puebla, Pue. México; y (3) la "Moral Emotions and Risk Politics Conference", que se celebrará en la Delft
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