Biocomercio Peru
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DESARROLLO
Por Tusnelda de la Cruz Doria
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Los criterios de este principio son: conservación de los ecosistemas y hábitat naturales,
conservación de la variedad genética flora y fauna y microorganismos, mantenimiento de la va-
riedad genética de flora, fauna y microorganismos y procesos ecológicos (CDB, 1992). A ello se
suma el impacto social que tiene el desarrollo del biocomercio en las comunidades alto andinas
y selváticas. Es así que en nuestro país las organizaciones privadas y públicas han trabajado de
manera conjunta con las comunidades y han desarrollado un plan de biocomercio, que aprove-
cha los recursos naturales de la zona y el conocimiento de la población rural.
De esta manera, han logrado ubicar en el mercado sus productos con mucho éxito. Así, te-
nemos el caso de Villa Andina, que desde el 2007 se dedica al procesamiento y comercialización
de alimentos peruanos, su fruta bandera es el aguaymanto orgánico (planta nativa de la sierra
peruana). Actualmente trabajan con 200 campesinos, en su mayoría de Cumbico (Cajamarca),
ofreciendo capacitaciones y asistencia técnica para mejorar sus cultivos y lograr la sostenibili-
dad adecuada con su entorno y el medio ambiente. Es preciso mencionar que antes de la re-
lación de Villa Andina con los campesinos de Cajamarca, el aguaymanto era considerado como
maleza y no se le daba el verdadero valor, ya que los campesinos tenían poco conocimiento
acerca de los beneficios de esta fruta. Así mismo, la venta de sus productos solo se orientaba
al mercado local y era solo una economía de subsistencia (Ministerio del Ambiente, 2014).
Este caso sirve de precedente para determinar algunas limitaciones que están presentes en la
práctica del biocomercio. En el caso de Villa Andina se nota una clara ausencia de conocimiento
acerca del valor de los productos nativos, lo cual genera desventaja ante los competidores y
algunos actores involucrados.
Por otro lado, las comunidades solo son los proveedores de Villa andina y para ejercer un
comercio mucho más competitivo y que les genere mayor valor, las comunidades deberían ser
parte de la cadena de valor de estas grandes organizaciones para que el comercio sea justo y
equitativo. De esta manera se cumpliría uno de los principios del biocomercio: comercio justo.
Es preciso, además, involucrar a las comunidades en la cadena de valor de organizaciones mu-
cho más grandes, pues de esta manera formarían una alianza estratégica entre estos dos acto-
res para que de forma participativa definan objetivos estratégicos que permita el desarrollo de
diversas actividades, partiendo de las necesidades e intereses comunes para llegar a un objeto
compartido. Así se distribuirá, de manera justa, las responsabilidades, los costos, los riesgos y
los beneficios (Minambiente, 2014).
Es crucial conocer los beneficios del biocomercio tanto en el aspecto económico, como
en el social y ambiental. Con respecto al tema económico se avizora buenos resultados: según
PNUMA (2010 citado por Fairlie 2013, p. 58) se “pronostica que la exportación crecerá 40% al
año 2020 y que las ventas internacionales se acrecentarían en unos 110 millones el 2009 a unos
2,7 billones de dólares el 2020”. En el aspecto social, hay un incremento de nuevos empleos
que es alrededor de 250 mil en las zonas más pobres del país. Además, se presenta una mayor
valoración del trabajo de los agricultores por parte de las autoridades regionales, centrales y
de los propios consumidores (Fairlie, 2013). En el aspecto ambiental, las especies nativas están
siendo valoradas con técnicas de innovación que mejoren su producción y sean amigables con
el entorno. Así mismo, se ha fomentado buenas prácticas agrícolas y la conservación de espe-
cies y ecosistemas.
En el mismo caso de Villa andina, muchos agricultores señalaron que la papaya que pro-
ducían era orgánica, pues solo lo regaban con agua y no le echaban aditivos u otros químicos
para protegerlo de plagas, tal vez por sentido común. En este caso particular, se debe valorar
el conocimiento de las comunidades que por años han sacado al mercado productos orgánicos
que son beneficiosos para la salud. En ese sentido, se debe afianzar los conocimientos de las
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comunidades, ya que han demostrado muchas veces, que se encuentran en mejor posición
para manejar con éxito los recursos naturales y las buenas prácticas productivas para contribuir
a la conservación del medio ambiente.
El reto del biocomercio en el Perú es superar aquellas limitaciones que aún están presen-
tes como, por ejemplo: la falta de conocimiento acerca del Biocomercio por parte de algunas
comunidades, la falta de investigación en el tema, la falta de coordinación de las instituciones
públicas y privadas que apoyan el Biocomercio y la poca valoración de los conocimientos de
las comunidades y las verdaderas necesidades técnicas que necesitan de acuerdo a su realidad
(Fairlie, 2013). Además, se debe desarrollar empresas de Biocomercio que lideren su propio
desarrollo: capitalizando sus fortalezas, afianzando sus conocimientos y formando cadenas de
valor. Así se gestará empresas de Biocomercio innovadoras para el desarrollo de su familia y
comunidad.
La economía verde tiene como base la inversión, la innovación y el uso eficiente de los
recursos. A partir de estos pilares se logrará un crecimiento sostenido y que geste nuevas opor-
tunidades económicas.
En este panorama, la bioeconomía propone, además, un nuevo concepto de sociedad
futura que consiste en dejar de ser homo hidrocarburos, es decir, depender menos de los
fósiles. Si se logra ser una sociedad que depende menos de los fósiles se logrará satisfacer
las necesidades de energía y materia prima no solo de la sociedad actual, sino, además de la
sociedad futura y de esta manera cumpliríamos con el rol más importante que tenemos como
generación: la responsabilidad social sostenible (Trigo y Henry, 2011).
En ese sentido, pensando en las generaciones futuras, lo que se busca es un cambio
sostenible en el tiempo en prácticas económicas. Ante ello, la economía verde propone un
verdadero cambio en los procesos dinámico - productivos y que, a su vez, responde a crear
valor: económico, social y ambiental por medio del biocomercio (Trigo y Henry: 2011). De esta
manera, se podría enfrentar a cabalidad al cambio climático, ya que se minimizaría los impactos
ambientales que producen algunas prácticas agrícolas, manufactureras y mineras.
BIBLIOGRAFÍA
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