Geocentrismo - Heliocentrismo
Geocentrismo - Heliocentrismo
Geocentrismo - Heliocentrismo
Durante milenios el hombre creyó que la Tierra era el centro del Universo; no
es difícil incluso seguirlo creyendo en nuestros días. La Tierra se ve tan
enorme, sólida y estable y los astros parecen tan pequeños y se mueven con
tanta regularidad que construir una imagen del mundo con la Tierra estática en
el centro, rodeada por una bóveda celeste en suave movimiento, resulta lo más
natural. Con pequeñas variantes, los sistemas del mundo construidos hasta
hace unos cuantos siglos fueron principalmente geocéntricos, y ninguna otra
sugerencia pudo realmente prosperar. Los propósitos de la astronomía
consistían únicamente en identificar y catalogar las estrellas fijas, llamadas así
por considerarlas puntos luminosos adheridos a la bóveda celeste, y en explicar
los movimientos de los planetas (Luna, Sol, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y
Saturno). La bóveda celeste se consideraba una gran esfera de cristal y los
planetas se pensaban como adheridos a otras esferas cristalinas que formaban
parte de complejos conjuntos, unidos a su vez a la gran bóveda celeste.
El sistema geocéntrico que más respeto ganó fue el elaborado por Ptolomeo en
el sigloII de nuestra era, el cual incluía varias decenas de esferas cristalinas
para describir los movimientos de los planetas, propósito que lograba con
bastante precisión. El libro que publicó Ptolomeo en el año 150 describiendo su
sistema del mundo fue posteriormente llamado Almagesto ("El supremo"), pues
este sistema, que no tuvo rival durante muchos siglos, se creyó insuperable.
¿Cómo fue entonces posible que se abandonara? ¿Qué fue lo que hizo que el
hombre en el siglo XVI cambiara la posición privilegiada de su mundo como
centro inmóvil del Universo y lo pusiera a girar alrededor del Sol?
Ya desde el siglo III a.C. el astrónomo griego Aristarco —influido por Heráclito,
quien vivió un siglo antes— hizo ver que si se consideraba a los planetas,
incluyendo a la Tierra, como girando alrededor del Sol, el sistema necesario
para describir los movimientos que se observan sería más simple. El sistema
que proponía era heliocéntrico —con el Sol en el centro— y sólo dejaba a la
Luna girando alrededor de la Tierra. Suponía también que la esfera celeste está
en reposo y que un movimiento de rotación de la Tierra, de oeste a este, era el
que producía la apariencia de su giro.
Figura 11. Marte visto desde la Tierra. En el sistema heliocéntrico, con los
planetas girando alrededor del Sol, es fácil entender por qué son tan
complicados los movimientos de los planetas. Si desde la Tierra observamos a
Marte, lo veremos describir una trayectoria rizada con respecto al fondo de las
estrellas debido a que ambos cuerpos avanzan en sus propias órbitas alrededor
del Sol, y la Tierra lo hace más rápido.
Copérnico tenía buenos argumentos para responder a todas ellas: argüía que la
Tierra arrastra consigo el aire y todos los cuerpos que en ella están, por lo que
no se observan ni vientos ni desplazamientos relativos; alegaba que no había
razón para pensar que la Tierra estallaría por girar y que, si la hubiera, peor
sería el caso de una esfera celeste que girara, pues por ser más grande debería
girar más rápidamente; argumentaba que la falta de observación de cambios
en las posiciones de las estrellas a lo largo del año era debida a que éstas
estaban muy lejos y tales cambios resultaban entonces muy pequeños. Pero
todos no eran más que argumentos que tenían que oponerse a las
convicciones, al respeto a los dogmas y al sentido común. Con su nueva
imagen Copérnico reinterpretó las observaciones astronómicas registradas
durante muchos años y logró establecer valores numéricos para los periodos de
revolución de los planetas alrededor del Sol, y para los radios de sus órbitas,
bastante aproximados a los valores reales. Esto dio por primera vez
dimensiones al Universo, pues todos los modelos anteriores, incluyendo el de
Ptolomeo, describían posiciones angulares, pero no proporcionaban distancias.
Sin embargo, las distancias proporcionadas por Copérnico resultaban tan
enormes respecto a las apreciaciones anteriores que lejos de ser éste un punto
a favor de su sistema, fue uno más de los aspectos que se atacaron de él.
También se pudo estimar por primera vez la distancia a las estrellas, pero el
valor obtenido era tan inmenso que simplemente fue considerado una locura.
A finales del siglo XVI inicia su trabajo en astronomía Johannes Kepler con el
deseo inspirador de perfeccionar el modelo heliocéntrico. Para Kepler era claro
que el centro del Universo era el Sol, pues éste debería ser el centro del
Universo donde quiera que estuviera; no era sólo una coincidencia, sino que es
la presencia del Sol, su influencia sobre los planetas, lo que los mantiene
girando en torno a él; debería existir algún tipo de fuerza que ejerciera el Sol
para ordenar el mundo.
Figura 13. La posición del Sol en nuestra galaxia. El triunfo del sistema
copernicano colocó al Sol en el centro del Universo, lugar que conservó hasta
las primeras décadas de nuestro siglo cuando se comprobó que se encuentra
muy lejos de él. Situado a unas 2/3 partes entre el centro de nuestra galaxia y
su borde, el Sol gira compartiendo el movimiento de toda la galaxia y se
desplaza también con respecto a las estrellas vecinas. Hasta hace poco tiempo
se creyó que nuestra galaxia era todo el Universo; ahora se conocen miles de
millones de galaxias además de la nuestra y hemos tenido que renunciar
definitivamente a la pretensión de ocupar un lugar privilegiado en el espacio.
Pero Shapley se quedó corto, creía aún que nuestra galaxia constituía todo el
Universo; 100 000 años luz de extensión y una población de cientos de miles
de millones de estrellas dejaban satisfechas las expectativas que pudieran
tener para el Cosmos los astrónomos de principios de nuestro siglo. Sin
embargo, el progreso de la astronomía pronto habría de mostrar que la Vía
Láctea es sólo un minúsculo grano de un Universo mucho más vasto. En 1924
Edwin Hubble probó que la nebulosa de Andrómeda es en realidad otra galaxia,
comparable a la nuestra, que se encuentra a más de dos millones de años luz
de distancia, y para 1936 se habían identificado más de 100 galaxias
diferentes; el tamaño del Universo se extendió rápidamente. Hoy se estima que
existen miles de millones de galaxias. No importa hacia donde veamos, siempre
veremos gran cantidad de ellas. Si existe un límite para el Universo, nuestra
Vía Láctea debe estar muy lejos de ese límite, y si estamos cerca o lejos del
centro, es algo que ahora ya no sabemos.