Fernández García, Antonio (Dir.) - Madrid, de La Prehistoria A La Comunidad Autónoma PDF
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Madrid, de la Prehistoria
a la Comunidad Autónoma
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Madrid, de la Prehistoria
a la Comunidad Autónoma
CONSEJERIA DE EDUCACION
Comunidad de Madrid
www.madrid.org
Madrid, 2008
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Consejera de Educación
Excma. Sra. Dª. Lucía Figar de Lacalle
Secretario General Técnico
Ilmo. Sr. D. Manuel Pérez Gómez
Esta versión digital de la obra impresa
Área de Publicaciones forma parte de la Biblioteca Virtual de
Ana Belén Díez Rivero la Consejería de Educación de la
Javier Fernández Delgado Comunidad de Madrid y las
Gema Recuero Melguizo condiciones de su distribución y
Mari Cruz Sombrero Gómez difusión de encuentran amparadas por
Eva Pérez Aneiros el marco legal de la misma.
Paloma Montes López
Inmaculada Hernández Gómez www.madrid.org/edupubli
María Ángeles García Jimeno
[email protected]
Preimpresión e Impresión:
Ibersaf Industrial
ISBN: 978-84-451-3139-8
Depósito Legal: M-28920-2008
Tirada: 2.000 ejemplares
Edición: 5/2008
PRESENTACIÓN
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INTRODUCCIÓN
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INTRODUCCIÓN:
PERFIL HISTÓRICO DE MADRID
“He visitado casi todas las capitales importantes del mundo; pero, en
conjunto, ninguna me ha interesado tanto como la villa de Madrid, donde
a la sazón me hallaba. No hablo de sus calles y edificios, de sus plazas,
aunque algo de esto hay en Madrid digno de nota; Petersburgo tiene calles
más hermosas; París y Edimburgo, edificios más suntuosos; Londres, pla-
zas más bellas (…) ¡Pero la población!... Cercados por un muro de tierra,
que apenas mide legua y media a la redonda, se agolpan doscientos mil
seres humanos, que forman, con toda seguridad, la masa viviente más
extraordinaria del mundo entero”. Con esta loa al pueblo de Madrid vol-
caba su entusiasmo al conocer la Villa el viajero y vendedor de Biblias
inglés George Borrow en 1836. Sólo tres años antes, Javier de Burgos
había definido los límites de la provincia de Madrid otorgándole su espacio
actual. Si en 1833 se configuraba el territorio de la provincia, exactamen-
te 150 años más tarde, en 1983, en el marco de la articulación autonómi-
ca del Estado español diseñada en la Constitución de 1978, la provincia se
convertía en Comunidad Autónoma, dotada de instituciones y competen-
cias que le permitían un ejercicio de autogobierno con el que se auparía
a cotas de prosperidad inéditas, hasta convertirse su centro de gravedad,
Madrid, en capital económica peninsular y en uno de los enclaves más
dinámicos de Europa.
Para alcanzar esta cima, los hombres que ocuparon y transformaron
este espacio habían recorrido un largo camino. Quiénes fueron, conocer
su organización, los avatares de su caminata vital y la herencia que nos
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PERCEPCIONES DE MADRID
Desechadas las fantasías de fábulas sin fundamento, y evitando atribuir
su nacimiento a una divinidad o a un héroe mitológico, la corriente de
“laudes matritenses”, en la que comparecen autores y viajeros inevitable-
mente presentes en la historia de una ciudad, ha destacado como si se tra-
tara de un fruto del edén la excelencia de sus aires y sus aguas; aunque
menos acuerdo se haya suscitado en la ponderación de sus cualidades cli-
máticas, porque si bien no han faltado elogios a bondades imaginarias,
otros han señalado los rigores de un páramo mesetario que ponía a prue-
ba la salud de sus habitantes.
En su Repertorio de los caminos de España (1546), Juan Villuga elogió
el emplazamiento de la villa por sus bosques, que proporcionaban made-
ra para la construcción y opima caza, y concluía evocando el “feliz empla-
zamiento de agua abundante”. González de Ávila (1623), cuyo título:
Teatro de las grandezas de la Villa de Madrid compendia su admiración
por los personajes, monumentos y hazañas que recorren sus páginas,
apuntó que “goza Madrid de ayres muy delgados y puros, de cielo sereno
y claro”, dones de la naturaleza que no admitirían comparación con los
que le regalaron Carlos V y Felipe II, haciéndola asiento de su Corte:
“poniendo en ella la gloria de sus Coronas; la memoria de sus nombres, y
fama de sus vitorias, la felicidad de su gobierno, y Consejos; la potencia
y autoridad de sus leyes, que dominan dulcemente tantas naciones y
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CENTRO GEOGRÁFICO
rráneo en la época de Felipe II. Entre las ciudades interiores, Madrid ofre-
cía mejores posibilidades para la comunicación con todos los centros de
población ubicados en la costa y no sólo con alguno de ellos. No había
variado esta ventaja en los inicios de la época contemporánea. Hemos
escrito en otra ocasión que para sus planes de ocupación de la penínsu-
la, Napoleón consideró prioritario el control de Madrid, desde donde
podría acudir a Lisboa, Valencia o, sobre todo, a Cádiz, donde se guare-
cían los restos de la escuadra derrotada en Gibraltar, barcos imprescindi-
bles para su objetivo de bloqueo económico de Inglaterra; de aquí que en
el otoño de 1808, al penetrar al frente de la “grande armée” en la
Península, se dirigiera directamente a Madrid, en vez de hacia Lisboa o
hacia Barcelona y Valencia.
Esta situación central, lejos de los océanos, también implicaba incon-
venientes, y entre ellos el abastecimiento de la villa en los años de ham-
bruna. Domínguez Ortiz lo demostró para los siglos de los Austrias. Por
nuestra parte hemos documentado que en las crisis de subsistencias a lo
largo del siglo XIX los precios se multiplicaban en el interior con respec-
to a las comarcas costeras, y que las importaciones de urgencia de trigo
ruso se encarecían a partir de su desembarco en el litoral español.
Recordemos la tesis del hispanista norteamericano David Ringrose sobre
el papel succionador de Madrid, en hombres y recursos, que contribuyó
a la decadencia y el despoblamiento de las ciudades castellanas más pró-
ximas, aunque habría que matizar –lo ha hecho Domínguez Ortiz– que
más bien se produjo una crisis general en Castilla al margen del papel
madrileño, puesto que habría de aclararse cómo, sin ser la villa del
Manzanares una ciudad con industria, se paralizaron los centros indus-
triales, que podrían haberse servido de Madrid como mercado, caso de
Segovia. En cualquier caso, en el supuesto de que Madrid se hubiera
nutrido de su entorno para crecer durante la edad moderna, contribuyó
en los siglos XIX y XX a evitar el despoblamiento del centro peninsular, y
en la actualidad, en la época autonómica, viviríamos la situación histórica
inversa, por cuanto ha asumido una función de distribución de hombres
y recursos hacia su entorno geográfico.
Que en 1561 Felipe II eligiera Madrid como sede de una Corte perma-
nente, no itinerante, no garantizaba que durante todo el año el Rey y las
instituciones de gobierno permanecieran en el recinto de la villa, aunque
sí en la periferia: el Pardo, Aranjuez, La Granja de San Ildefonso, El
Escorial. Habitualmente la familia real no se sentía cómoda en las inme-
diaciones del caserío y pasaba la mayor parte del año en estancias suce-
sivas en los Reales Sitios. Fue el caso de Carlos III después del Motín de
Esquilache y el de Carlos IV, quien sentía una especial prevención ante las
turbulencias de las turbas. La corte de Carlos IV residía en Madrid varios
días a finales de junio y julio al trasladarse de Aranjuez a La Granja, y otras
contadas jornadas en diciembre al pasar de El Escorial a Aranjuez, y aún
hubo algún año en que se ahorró la estancia en Madrid, lo que ocurrió en
las navidades de 1807 y enero de 1808, precisamente cuando la gravedad
de la situación, con el ejército napoleónico desplegándose por la
Península, requería la presencia real en la capital.
La capitalidad tuvo unas repercusiones sociales y económicas de las
que se da cumplida cuenta a lo largo de esta obra. La inmediata se seña-
ló en la instalación de los Consejos y órganos políticos del Reino, y en la
llegada de las embajadas, ordinarias y extraordinarias. En el orden pobla-
cional impulsó continuos flujos de inmigrantes que repercutieron en el
crecimiento censal de la Villa. Al socaire del poder, los grupos sociales
predominantes en cada época se localizaron en Madrid: la orla aristocrá-
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tica en torno al trono en las centurias en que los títulos disfrutaban de pri-
vilegios económicos y legales; una potente burguesía que se ahormó en
los servicios al Estado y en el comercio ultramarino a partir de la instala-
ción del Estado liberal en el siglo XIX; los grandes banqueros, financieros
y empresarios a lo largo del siglo XX y la época autonómica. Por otra
parte, esta condición de cabeza política supuso, además, el mayor impul-
sor de las transformaciones experimentadas en la arquitectura y el urba-
nismo. Se detectó la relación entre poder político y urbanismo ya en los
primeros momentos de la elección de Madrid. La imagen urbana se trans-
formó tras la llegada de Felipe II en la medida que se consideraba el espe-
jo de la monarquía; así se reflejó en la Memoria de obras de Madrid, que
recogía la idea de ciudad elaborada por Juan Bautista de Toledo para la
capital.
Se ha sostenido a veces que la villa del Manzanares se perjudicó al asu-
mir su condición de capital, incluso en la versión más radical que la villa
desapareció, quedó subsumida o al menos tapada por el impresionante
aparato del Estado, versión contraria a la que aquí sostenemos de una
urbe dual. Todo apunta a que predominaron las ventajas, y en un examen
histórico parece la única conclusión consistente. En un debate cordial con
Sainz de Robles, quien mostraba su preocupación por recuperar la Villa,
Enrique de Aguinaga le replicaba con ironía –en términos eutrapélicos,
confesaba–: “Bien, que se vayan los Ministerios, pero también se tienen que
ir la Biblioteca Nacional, el Museo del Prado, el Teatro Español, la
Universidad Complutense, las Reales Academias y tantas instituciones
impropias de una Villa, que aquí están como consecuencia de la capitali-
dad”.
CRUCE DE CAMINOS
Ante todo, señalemos que este último rasgo solamente puede afirmar-
se en la época contemporánea por lo que respecta a la condición de
Madrid como capital económica. No ocurrió así con el otro título, puesto
que su conversión en capital burocrática derivó del establecimiento de la
Corte, que exigió la residencia de un funcionariado escalafonado en nive-
les de responsabilidad y retribuciones, y por otra parte convirtió a la villa
en la meta deseada para los más destacados representantes de las profe-
siones liberales; especialmente, a partir de la instalación del Estado libe-
ral, los abogados, solicitados para interpretar la normativa propia de un
organigrama estatal cada vez más complejo. La concentración de funcio-
narios y profesionales diferenció a la sociedad madrileña de las otras
sociedades urbanas desde los primeros años de su existencia histórica
como capital, se mantenía a mediados del siglo XIX, comprobable en el
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BIBLIOGRAFÍA
I
FUNDAMENTOS HISTÓRICOS
Y GEOGRÁFICOS
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1. ENCUADRE TERRITORIAL
del XXI con las redes de autovías y autopistas y el trazado del tren de alta
velocidad.
Los efectos concatenados de una situación central en la península
Ibérica, la capitalidad estatal y la red centralizada de transporte y comu-
nicaciones compensarán sobradamente otros factores desfavorables y
Madrid se configurará como un gran centro de servicios, la capital del
capital, una potente área industrial y empresarial que extiende sus tentácu-
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los por el territorio circundante, configurando una región urbana que pre-
siona con fuerza sobre el medio y los recursos naturales. Se trata de un
medio físico-natural que cada día depende más de un medio urbano que,
en ocasiones, se expande y difunde hasta límites que eran insospechados
hasta hace sólo un par de décadas.
La articulación física de su territorio se explica por la presencia de dos
grandes unidades estructurales: El Sistema Central y la Cuenca
Sedimentaria del Tajo, unidades mayores del relieve peninsular que, a su
vez, se subdividen en otras menores, diferenciándose en términos geo-
morfológicos y también biogeográficos, aportando diversidad y riqueza,
así como marcos diferenciados para la ocupación y el asentamiento huma-
no. Los terrenos montañosos se extienden por el 40% de la superficie de
la Comunidad y pertenecen, en su mayor parte, a la Sierra del Guadarrama
entendida en sentido amplio, quedando en las de Gredos y Somosierra
pequeñas porciones de los bordes occidental y oriental. Los terrenos lla-
nos ocupan el 60% de la superficie, forman parte de las planicies de la
depresión meseteña, diferenciándose con bastante nitidez las campiñas
madrileñas, las vegas fluviales y los páramos alcarreños.
Casiano del Prado, en su Descripción Física y Geológica de la Provincia
de Madrid, escrita en 1864, ya diferenciaba en el territorio madrileño tres
zonas o bandas bastante regulares y casi paralelas: la Sierra al noroeste,
donde se hayan los materiales más antiguos del viejo zócalo herciniano;
la Campiña en el centro, de arcillas y arenas cuaternarias; y los Páramos
al sureste, de calizas, arcillas y yesos. Francisco Hernández Pacheco, en
su trabajo sobre Características fisiográficas del territorio de Madrid
(1941), destacaba la situación geográfica de Madrid en la confluencia
de dos regiones geográficas peninsulares, la Cordillera Central, la Sierra de
los madrileños, y los Llanos del Sur, de topografía más o menos alomada;
entre ambas se interpone una banda de terrenos detríticos arcilloso-are-
nosos, con una anchura media de 30 km, que configura una zona de
transición.
En fechas más recientes, Eduardo Martínez de Pisón, en El Espacio
Natural de Madrid (1983), habla del contraste Sierra y Llano, resaltando
que el límite se entiende, física e históricamente, como ámbito de interre-
lación. El Guadarrama, desde el siglo XIX, se cargará, a través fundamen-
talmente de la Institución Libre de Enseñanza, de referencias simbólicas,
ocupando un lugar destacado entre los paisajes de Castilla. Al sur, los
Llanos con una ciudad en expansión que los va ocupando y transforman-
do de forma progresiva en paisaje urbano.
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Las sierras del Sistema Central, por un lado, y las campiñas y vegas del
Jarama, Henares y Guadarrama y los páramos de la depresión del Tajo,
por otro, conforman dos conjuntos fisiográficos nítidamente diferenciados:
La Sierra y la Cuenca. El límite entre ambas está marcado por un escarpe
topográfico que con dirección noreste-suroeste divide en dos partes el
territorio madrileño, contraste perceptible en los mapas geológicos y en
los trazados de carreteras que se dirigen al norte, a la altura de pueblos
como Valdemorillo, Torrelodones, Colmenar Viejo o El Molar.
El clima, resultado de la interrelación entre sus características orográfi-
cas y las condiciones generales de la dinámica atmosférica de la Zona
Templada del Hemisferio Norte, en el centro de la península Ibérica, es
de tipo mediterráneo continental con acusados contrastes a lo largo del
año tanto en las temperaturas como en las precipitaciones. Las diferencias
topográficas diversifican el clima mediterráneo-continental, con un resul-
tado de mayores precipitaciones en las sierras, superiores a 1.000 mm,
frente a menos de 500 mm de los llanos. Las temperaturas siguen la misma
secuencia, con contrastes en las medias serranas, inferiores a 10º, y las tie-
rras del sur, superiores a 14º, y fuertes amplitudes térmicas anuales, de
unos extremos de 40º estivales a -10º invernales. Las zonas intermedias
son más moderadas en el aspecto climático y donde el impacto urbano se
deja sentir en el aumento de la temperatura local y en la contaminación
del aire.
El Tajo, sin apenas entrar en el territorio madrileño, es el gran colector
de la red hidrográfica de la Comunidad, formada por los ríos Tajuña,
Henares, Jarama, Lozoya, Manzanares, Guadarrama y Alberche como ríos
principales. Se trata de ríos que han sido profundamente intervenidos por
el hombre y sus caudales están regulados y aprovechados, primero para
los regadíos agrícolas y después, desde la creación del Canal del Isabel II
a mediados del siglo XIX, en función de las demandas y necesidades urba-
nas. En cualquier caso, en sus márgenes, fundamentalmente en la cuenca
sedimentaria, las vegas aún se perciben como unidades diferenciadas de
paisaje.
Los contrastes de altitud, de formas de relieve, suelos, clima y una
acción antrópica diferenciada han permitido el desarrollo de comunidades
biogeográficas muy diversas, desde las cumbres a las vegas y desde los
páramos a los valles intramontanos: los piornales y pastizales de las altas
cumbres, los pinares y robledales de las montañas medias, los encinares
de la cuenca sedimentaria, las fresnedas de las riberas fluviales o las for-
maciones de tomillares, espartizales y estepas en las tierras del sur con
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tud desciende por debajo de los 1.900 m (Cabeza Lijar, Abantos, Peña
Rubia, etc.) y el relieve pierde las características propias de las altas mon-
tañas, especialmente en la zona de los Altos de Peguerinos-Santa María de
la Alameda, uno de los pocos sectores donde la Comunidad desborda la
divisoria de aguas de la alineación montañosa principal.
Las Sierras Occidentales configuran un conjunto de pequeños cerros y
alineaciones de direcciones diversas, separadas por valles y depresiones,
se extienden entre Valdemaqueda, San Martín de Valdeiglesias, Cadalso y
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Las altas sierras constituyen los techos madrileños del Sistema Central.
Son murallones que se levantan sobre las llanuras o depresiones circun-
dantes y forman los Montes Carpetanos, Cuerda Larga y Somosierra. En las
altas sierras se encuentran los relieves culminantes, con alturas superiores
a los 2.000 m. Las cuerdas culminantes, sin embargo, tienen una topogra-
fía alomada, reflejo de la antigua penillanura, hoy convertida en llanura
de cumbres.
Los Montes Carpetanos constituyen la alineación principal del sector
oriental de la Sierra de Guadarrama. Se desarrollan entre los puertos de
Cotos y Somosierra, formando límite entre las cuencas del Duero y Tajo,
perdiendo altitud hacia el NE, pasando de los 2.200 m de altitud media en
el macizo de Peñalara a los 1.800 m en el entorno de Somosierra. A lo
largo de todo su desarrollo se definen múltiples puertos y collados: Cotos,
Neveros, Reventón, Calderuelas, Malagosto, Navafría y Acebeda. Durante
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hacia el sur por la zona del Berrueco, zona donde el río Lozoya ha labra-
do sus encajamientos más profundos, utilizados de forma intensiva por los
embalses del canal de Isabel II.
El Valle Alto del Lozoya se configura como una de las fosas intramon-
tañosas mejor definidas en el Sistema Central. Tiene una dirección para-
lela a las alineaciones montañosas de los Montes Carpetanos y Cuerda
Larga-Morcuera, resaltando un fondo plano de bastante desarrollo. Su altu-
ra media se sitúa alrededor de los 1.100 m, elevándose ligeramente en sus
bordes, cuenta con la singularidad de poseer formaciones cársticas en los
materiales calizos –éste es el caso de la sima de Pinilla del Valle– de gran
interés paleontológico, pues en este yacimiento se han encontrado los res-
tos del hombre fósil más antiguo de la Comunidad.
La depresión de Santillana-Guadalix tiene una dirección longitudinal
que se relaciona con las fallas que la limitan, Cuerda Larga-Morcuera-
Cabeza de la Braña, al norte, y Sierra de Hoyo de Manzanares-Cerro de
San Pedro, al sur. Hay dos tramos bien diferenciados, el de Santillana al
oeste y el del Guadalix al este, separados por las pequeñas elevaciones
de los Hormigales. Tiene un trazado irregular, con abundancia de cerros
y aperturas a la rampa de Colmenar, donde se encaja el Manzanares, o a
la de Pedrezuela-El Vellón por donde discurre, también encajado, el río
Guadalix.
Al oeste, la depresión de San Martín de Valdeiglesias está desarrollada
sobre materiales graníticos, separando los dominios de Guadarrama y
Gredos, adquiere carácter intramontano, y está rodeada de elevaciones del
orden de los 1.000 m de altitud. Su altura media es de 750 m y la prolife-
ración de cerros y encajamientos fluviales, especialmente el Alberche en
San Juan y Picadas, le dan una acusada personalidad. Finalmente, la
depresión de Robledo de Chavela conforma una pequeña fosa, paralela a
la alineación Portacho-Almenara, con depósitos cuaternarios y está drena-
da por el arroyo de la Puebla, que en su salida forma un profundo enca-
jamiento que le comunica con el Cofio.
dando lugar a una zona deprimida que hacia el suroeste forma la transi-
ción entre las sierras al norte y los páramos al sur. Ahora son los encaja-
mientos fluviales, al haber labrado valles en las antiguas llanuras, los que
compartimentan el relieve. Son territorios más homogéneos y con un
potencial ecológico menos variado que la montaña, pero ello no implica,
ni mucho menos, que sean simples, pues las diferencias entre los pára-
mos, las campiñas y las vegas fluviales están bien marcadas.
Se trata de llanuras que, junto con los páramos, resultaron del relleno
de la fosa del Tajo. Los procesos tectónicos y fluviales las han transfor-
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las vegas del Tajo y los prados cercados del fondo del valle del Lozoya;
son paisajes del pasado que en unos casos han perdido contenido fun-
cional y, en otros, lo han cambiado, ya que, por ejemplo, los montes de
tener funciones ganaderas y forestales han pasado a tenerlas medioam-
bientales. Frente a estos paisajes en regresión, se encuentran los relacio-
nados con una urbanización creciente y, con frecuencia, descontrolada
que artificializa suelo y configura corredores de infraestructuras, polígonos
industriales y comerciales, barrios residenciales, complejos de adosados,
centros terciarios, etc. Todo ello evidencia con claridad el fuerte peso de
la acción antrópica y, tal como ha resaltado Eduardo Martínez de Pisón,
explican que el medio físico depende cada día más del medio urbano.
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BIBLIOGRAFÍA
Detalle del “Libro que mandó facer el Rey Don Alfonso de Castiella et de León que fabla en
todo lo que pertenece a las maneras de la Montería”, más conocido como el Libro de la
Montería de Alfonso XI, que habla con cierta prolijidad de los bosques y montes hispanos de la
época (Siglo XIV) y de su abundancia en animales idóneos para la caza o montería
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de las vías y caminos de la época romana y visigoda, sobre los que situa-
ron los nuevos trazados que comunicaban Córdoba con los principales
centros urbanos. Al trazado de las grandes rutas que unían Mérida con
Zaragoza o Córdoba con Toledo se añadieron trazados nuevos que comu-
nicaban unas ciudades con otras. Así, desde Toledo discurría un camino a
lo largo del río Guadarrama que llegaba hasta Madrid para enlazar con
Alcalá y, desde allí, continuaba por la calzada de Guadalajara a Zaragoza.
Otro camino paralelo al Jarama llegaba hasta Talamanca.
Aunque en ese ámbito resulta bastante desconocida la organización del
espacio rural, se ha podido recomponer el sistema de núcleos de defen-
sa, que en muchos casos no pasarían de ser aglomeraciones de marcado
carácter rural, en las que se agrupaban campesinos y ganaderos del entor-
no. Esos poblados fortificados, denominados sin o husun, se ubicarían en
posiciones elevadas, mientras que en las zonas llanas el modelo de hábi-
tat sería las alquerías (qarya), de marcada dedicación agrícola. Estas for-
mas castrales de hábitat pudieron extenderse por la zona oriental de la
Alcarria de Alcalá, entre los ríos Henares y Tajuña, y la zona de Arganda,
que debían hallarse dentro de los límites de dominación berebere y donde
la influencia islamizadora habría sido menor.
En el sector sur de Madrid predominaban los asentamientos de villae
de uso tardorromano, ya que algunas de ellas continuaron ocupadas en
época islámica. Se trataba de aglomeraciones constituidas por un número
reducido de viviendas y dependencias anejas en las que vivirían grupos
de familias. Algunas de esas alquerías habrían surgido de antiguas villas
tardorromanas o visigodas, mientras que otras aparecerían tras la ocupa-
ción del territorio por los musulmanes. En las proximidades del Sistema
Central, por su condición de frontera, algunas alquerías se agrupaban para
configurar una entidad territorial y para su defensa contaban con fortale-
zas en su proximidad, que servían de refugio para personas y ganado
(Izquierdo, 2002, 45).
La integración pacífica en el Califato se prolongó hasta el año 1031, en
el que, como culminación a la grave crisis política, se produjo la frag-
mentación política de al-Andalus en una treintena de pequeños reinos de
Taifas. Entonces, los territorios de Madrid quedaron englobados en la
Taifa de Toledo, que abarcaba la mayor parte de la Meseta sur con los
valles medios del Tajo y el Guadiana. El límite septentrional estaba en las
sierras de Gredos y de Guadarrama, y el meridional en las de Alcudia,
Madrona y Alcaraz. El centro de este reino estuvo en la ciudad de Toledo
y permaneció gobernado durante cincuenta años por miembros de la
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otro, a los Mendoza, que pretendían reservar esos derechos para su pro-
pia explotación ganadera. Además, Madrid denunciaba que los vecinos y
lugares del Real de Manzanares adehesaban los terrenos, así como los
abusos y trabas que las justicias locales ponían a los madrileños. La deci-
dida pugna de Madrid por recuperar los derechos sobre Manzanares se
reforzó a finales del siglo XV y principios del XVI, en un período en el
que el crecimiento demográfico y las nuevas necesidades de abasteci-
miento de los vecinos requerían esos terrenos.
Lo cierto es que sin el Real de Manzanares, Madrid disponía de una
Tierra reducida, aunque más homogénea, y que podría mantener con
menos dificultades y expolios durante el período de señorializaciones,
que arrancaría con la llegada a Castilla de la dinastía de los Trastámara en
1369. Por entonces, los límites de la Tierra de Madrid quedaban fijados
desde el oeste del Pardo y las Rozas hasta el río Guadarrama, por el este,
las aldeas de Parla, Griñón, los Torrejones y Cubas. Al sur, limitaba con el
sexmo segoviano de Valdemoro, bordeando el río Jarama, y hacia el este
llegaba a Paracuellos, que era encomienda de la Orden de Santiago y a
las cercanías de Ajalvir y Cobeña. Luego cruzaba hacia el norte, donde se
instalarían nuevas pueblas de San Sebastián de los Reyes y Viñuelas
(Losa,1999, 121).
Ese territorio se organizó en cuatro sexmos o demarcaciones, que con-
taban con representantes sexmeros ante el concejo de la villa. La compo-
sición de los sexmos por lugares se ha reconstruido según un reparti-
miento de 1509 (Vera, 1999, 59-60). Así, el sexmo de Aravaca situado al
oeste y noroeste de la villa incluiría a Alcorcón, Aravaca, Boadilla,
Carabanchel de Suso y Carabanchel de Yuso, Humera, Leganés,
Majadahonda, Pozuelo y Las Rozas.
El sexmo de Vallecas lo formaban las localidades de Ambroz, Canillas,
Canillejas, Coslada, Fuencarral, Fuente el Fresno, Hortaleza, Rejas, Ribas,
San Sebastián de los Reyes, La Torre (Torredelcampo), Vaciamadrid,
Vallecas, Velilla, Vicálvaro.
El sexmo de Villaverde incluía a Casarrebuelos, Fuenlabrada, Getafe,
Humanejos, Perales y Zorita y Villaverde. Finalmente, el cuarto sexmo lo
formaba la villa de Madrid y sus arrabales.
En 1530, la villa y sus arrabales tendrían unos 4.000 habitantes (748
vecinos) y, según un padrón de 1509, el sexmo más poblado era el de
Villaverde con unos 3.800 habitantes. De las aldeas, Getafe era la más
poblada con unos 2.000 habitantes y contaba con la densidad de pobla-
ción más alta de la zona (33 hab./km2). El sexmo de Aravaca tenía unos
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A finales del siglo XIV, sólo los dos grandes concejos del territorio,
Segovia y Madrid, mantenían su condición de realengo, ya que Brihuega
(1368) y Alcalá (1125) habían pasado a la jurisdicción señorial. Durante el
siglo XIV y la primera mitad del XV, las amputaciones de términos madri-
leños con jurisdicción real alcanzaron su plenitud. Así, Torrejón de
Sebastián Domingo, cuyas rentas reales habían sido concedidas en 1294
por Sancho IV al alcalde mayor de Toledo don Gonzalo Ruiz de Toledo,
le fue concedido como señorío jurisdiccional por Enrique II, en 1366, a
Fernando Álvarez de Toledo. Esa primera enajenación puso a Madrid
sobre aviso y, para evitar otras pérdidas, la villa buscó la confirmación
regia de privilegios que garantizaban su integridad territorial. Pero esta
táctica resultó poco efectiva, ya que en 1369 el mismo rey entregaba a
Pedro González de Mendoza las aldeas de Alcobendas, Barajas y Cobeña.
Al parecer, estas enajenaciones que premiaban a los aliados del bastardo
Enrique II castigaban a Madrid por haberse posicionado en el bando
“petrista”, durante la guerra civil (1366-1369). Esa circunstancia de ajuste
de cuentas explicaría que Madrid no presentase batalla, ni reclamación
judicial ante una decisión que le reportaba tanto perjuicio, ya que perdía
un importante conjunto de tierras de pasto y campos de cereales y vino
en la vega del Jarama. En 1383, el supuesto castigo llegó al punto de que
Madrid y su Tierra fueron concedidas a León V de Armenia por Juan I, y
en esa ocasión su protesta lograría que el rey tuviera que limitar la con-
cesión y hacerla vitalicia.
Durante el reinado de Enrique III, y aprovechando la predilección de
este monarca por Madrid, la villa logró que se oyeran sus reclamaciones
sobre los espacios señorializados de Barajas, Alcobendas y Torrejón, en los
que el oidor de la Audiencia sentenció a favor de los señores, y en los de
Pinto, Cubas y Griñón que sentenció a favor de Madrid. No obstante, la
reclamación no fue satisfecha, ya que sus sucesores regios dieron recono-
cimiento a los señores y no a Madrid. En este sentido, Juan II fue un monar-
ca ambiguo que, al tiempo que aseguraba a Madrid la salvaguarda de su
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minos en los tribunales regios, hizo que los ingresos de explotación resul-
tasen insuficientes para poder afrontarlos. La salida que quedaba era el
recurso a los tributos extraordinarios, a los que tuvo que recurrir frecuen-
temente el concejo para afrontar la defensa de sus términos en los tribu-
nales de justicia.
Otra estrategia para asegurar la jurisdicción del territorio fue la creación
de nuevas pueblas en lugares limítrofes a los señoríos comarcanos, como
los de los Arias Dávila y del Duque del Infantado. Así procedió el conce-
jo de Madrid, en 1493, en que se poblaron aldeas como Fregacedos y
Villanueva. En las proximidades de Alcobendas, que pertenecía a don
Juan Arias Dávila, se fundaría San Sebastián de los Reyes, en la última
década del siglo XV. El éxito de la nueva puebla de San Sebastián de los
Reyes se debió al poblamiento de vecinos de Alcobendas, que huían de
ese lugar de señorío para acogerse a la jurisdicción de la villa de Madrid.
La reacción de los señores no se hizo esperar, pero, gracias al apoyo de
los Reyes y a las sentencias favorables de la Audiencia, se logró mantener
la puebla. No obstante, la rivalidad y enemistad entre el concejo de
Madrid y los condes de Puñoenrrostro, señores de Alcobendas, se pro-
longó durante la primera mitad del siglo XVI.
mitad del siglo XIX, e introducir así sus reformas. Un primer intento de
reorganización territorial se inició con José I, que en 1810 decretó la pri-
mera división de tipo moderno, organizando el país, a imitación francesa,
en “prefecturas”. A la prefectura de Madrid se le asignó una demarcación
de territorios compactos, que se precisó en un listado de los términos
incluidos en la demarcación y, por primera vez, se utilizaron criterios estric-
tamente geográficos para definir los límites. Conviene recordar que sin el
trabajo previo de los cartógrafos ilustrados, y en especial de Tomás López,
no hubiera sido posible ese resultado. Cabe destacar también que en esta
primera reorganización se otorga un carácter de circunscripción especial a
la “Prefectura de Madrid”, al estilo de los distritos federales de algunos paí-
ses. Pero, ciertamente, se acotaría una demarcación muy pequeña en rela-
ción a las prefecturas vecinas que la doblaban o multiplicaban por diez en
tamaño.
En el propósito de los revolucionarios de la Constitución de 1812, la
reorganización del territorio se abordó con visos de radicalidad y sin con-
sideraciones a la memoria histórica ni de topónimos y demarcaciones.
Pero la vuelta de la Monarquía absoluta echó todo por tierra y reinstauró
las formas administrativas del Antiguo Régimen, haciendo tabla rasa de los
pretendidos cambios. La cuestión no volvería a plantearse hasta 1822,
durante el llamado “trienio liberal”, aunque quedaría interrumpida tras la
intervención de los “Cien Mil hijos de San Luis”. Ese resurgimiento de la refor-
ma territorial se mostró tan apremiante que la cuestión se abordó a los tres
días de la apertura de las Cortes extraordinarias, el 1 de octubre de 1821.
Quedó nombrada una Comisión de División Territorial con el cometido de
proceder a la demarcación de límites para las 52 provincias en que iba a
quedar organizado el país (Bartolomé, L., 1983).
No obstante, los buenos propósitos no lograron su fin, habida cuenta
de que las Diputaciones Provinciales tenían que emitir un informe y toda-
vía no se habían elegido. Tampoco se contaba con cartografía suficiente
y, finalmente, se consideró prioritaria la urgencia de algunas leyes como
la Ley de Imprenta o el Código Penal. El proyecto quedó frustrado, si bien
permitiría establecer la conexión entre las antiguas demarcaciones y la
organización finalmente establecida en 1833. Así, para la provincia de
Madrid, los límites propuestos en 1833 fueron bastante aproximados a los
de 1822, aunque más extendidos hacia la Alcarria y menos por la zona del
Tiétar y de Buitrago. La forma de la demarcación era de triángulo casi
regular y en la base se perdía la entrada del Tajo por Aranjuez hacia
Toledo.
02 LOS CAMBIOS* 1/1/04 06:05 Página 95
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Martín Almagro-Gorbea
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03 LAS PRIMERAS* 1/1/04 06:07 Página 100
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hacen que sus terrazas sean uno de los yacimientos paleolíticos más
importantes de Europa, en los que han quedado registradas las activida-
des y las formas de vida de aquellas lejanas gentes.
La actividad del hombre en las tierras de la actual Comunidad de
Madrid corresponde al Pleistoceno Medio y el Pleistoceno Superior, cuan-
do se desarrollaba la “industria” Achelense del Paleolítico Inferior, docu-
mentada en las terrazas del Manzanares y del Jarama, con bifaces, cantos
trabajados, triedros y hendedores hechos a partir de núcleos de sílex o
cuarcita.
Tradicionalmente, se consideraba que los testimonios más antiguos de la
presencia humana en Madrid eran los instrumentos del Achelense Antiguo
aparecidos en las terrazas de San Isidro a la altura de la entrada a la
Sacramental, a unos 30 metros sobre el nivel actual del río, yacimiento ya
dado a conocer por Casiano del Prado en 1864. Sin embargo, hoy se con-
sideran anteriores los elefantes asociados a instrumentos humanos del
Achelense Antiguo hallados en el antiguo arenero de Transfesa, en
Villaverde, que serían el más antiguo hallazgo humano del Manzanares.
Pero más interés ofrece el yacimiento excavado en 1980 en Áridos, junto al
Jarama (Santonja et al., 1980), un campamento estacional con fauna mayor
y microfauna del Pleistoceno Medio, hace unos 300.000 años, en el que apa-
recieron peces, anfibios, pequeños reptiles, aves y diversos mamíferos,
además de restos de hipopótamo, jabalí, ciervo, toro o bisonte y de dos ele-
fantes asociados a instrumentos de sílex del Manzanares y de cuarcita del
Jarama con los que habían descuartizado los elefantes, por lo que docu-
mentaba un cazadero o actividades de carroñeo de aquellos humanos.
Otros yacimientos importantes, siempre en areneros del Manzanares descu-
biertos al explotar las arenas para construcción en los años 20 y 50 del siglo
XX, son, además de San Isidro y Transfesa, los de Oxígeno, Perales del Río,
Orcasitas y La Gavia y los recientemente excavados en el Pasillo Verde
Ferroviario, la Vía Carpetana o la Cuña Alambra-Latina al levantar reciente-
mente nuevos barrios, lo que ha permitido reexcavar algunos, como El
Ventorro o Villaverde. También en el Jarama se localiza Las Acacias y los
citados de Áridos, en el Tajo, los de Aranjuez y Las Cien Fanegas.
Estos yacimientos ilustran la Prehistoria madrileña y han enriquecido
las colecciones del Museo Arqueológico Nacional, el Museo Arqueológico
Municipal y el Museo de Ciencias Naturales, pues las terrazas de los ríos
madrileños, en especial del Manzanares, son un “archivo” de la historia de
la humanidad, aunque la mayoría de sus yacimientos han desaparecido al
crecer Madrid, no siempre estudiados como merecían por su gran interés.
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LAS PRIMERAS HUELLAS HUMANAS. LA PREHISTORIA Y SUS YACIMIENTOS EN LAS TIERRAS MADRILEÑAS 103
sapiens. Los yacimientos madrileños de esta nueva etapa son menos abun-
dantes, pues apenas aparecen restos en las terrazas y en la Comunidad de
Madrid casi no hay cuevas, que eran los refugios predilectos en las etapas
de frío intenso, pues sólo existen en la zona del Valle del Lozoya. A pesar de
ello, en el Manzanares han aparecido hallazgos de esta época en El Sotillo
y la estación de Delicias, entre los que destaca una bella punta solutren-
se en forma de hoja de laurel, que tendría unos 20.000 a 15.000 años de
antigüedad, tallada en sílex blanco, hallada el siglo pasado en Valcocarros,
al Sur de Madrid, y que se conserva en la Real Academia de la Historia
(Blasco, et al., 1998: 75-84).
La Comunidad de Madrid posee también restos de Arte Paleolítico, que
son de gran interés porque ayudan a comprender la mentalidad y las creen-
cias de gentes como las que pintaron Altamira y otras cuevas de España.
El principal testimonio es la cueva del Reguerillo, en Patones, cerca de
Torrelaguna, ya en las estribaciones del sistema Central. Conocida ya por
Casiano del Prado, fue el famoso sabio francés Henri Breuil, el mayor
estudioso del arte cuaternario de todos los tiempos, quien descubrió hacia
el año 1920 un grabado con formas humanas (Breuil, 1920: 376), siendo
declarada bien de interés cultural en 1944. En sus paredes aparecen gra-
bados el antropomorfo citado, varios pisciformes, tres cabras y un mamut,
y también se hallaron sílex auriñacienses de hace unos 30 a 20.00 años,
mientras que en Valdesotos, en el Alto Jarama, limítrofe con Madrid, pero
ya en Guadalajara, se descubrió hace años una figurita de marfil de ele-
fante en forma de glotón, animal de clima glaciar, con la que aparecieron
industrias del Magdaleniense Superior, que tendrían unos 15.000 años de
antigüedad.
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gentilicios, pero que pasarían a ser cada vez más extensas al convertirse
en urbana, en la que, tras quemar al muerto, sus cenizas se recogían con
el ajuar que identificaba al mismo en una urna, que se enterraba en el
suelo. Tumbas de este tipo han aparecido en La Gavia, El Espartal,
Morata de Tajuña, Leganés y Villarejo de Salvanés, aunque hay que des-
tacar que en el territorio madrileño no aparecen sepulturas con arma-
mento, características de las poblaciones celtibéricas que se extendían
hasta la zona oriental de Guadalajara, lo que constituye una peculiaridad
de la zona carpetana.
De otros aspectos estamos peor informados, pero las primeras refe-
rencias históricas escritas en el siglo II a. C. sobre estas tierras han trans-
mitido un dato de enorme interés: la zona de Madrid corresponde al terri-
torio de los Carpetanos, que se extendía por la mitad oriental de la mese-
ta sur, entre celtíberos al este, vettones al oeste y oretanos al sur. Estas
gentes, mezcla de autóctonos celtizados, gracias a los datos que aporta la
Prehistoria, podemos considerarlas enraizadas en el largo proceso históri-
co que hemos intentado sintetizar en las líneas precedentes que explican,
mucho mejor que las insuficientes noticias escritas, sus orígenes y carac-
terísticas.
Con las referencias históricas escritas, la Carpetania sale de la
Prehistoria y entra en la Historia escrita y, tras la llegada de los ejércitos
de Roma a partir del año 182 a. C., se inicia la decisiva etapa de la roma-
nización, en la que esta región y sus gentes acabarían siendo absorbidas
política, económica, social y culturalmente por Roma.
La Romanización supuso la incorporación definitiva de estas tierras a
la superior cultura urbana que representaba Roma, produciéndose, al
mismo tiempo, una desculturación de las tradiciones indígenas que ten-
dieron de forma lenta a desaparecer, salvo algunos elementos que que-
daron asimilados en la cultura romana provincial.
No queremos concluir este rápido repaso de la Prehistoria de las tie-
rras matritenses sin reconocer que, aunque Madrid como ciudad no nace
en la Prehistoria, sin sus lejanas raíces prehistóricas no se explica el ori-
gen de las gentes que han poblado estas tierras madrileñas desde los más
lejanos tiempos.
Además, a ellas debemos un espléndido legado cultural, integrado por
los yacimientos prehistóricos que ofrece Madrid y sus alrededores y por tan-
tos objetos atractivos y bellos depositados en los museos madrileños y en
otras colecciones, que constituyen un justo motivo de orgullo de quienes
habitamos en Madrid y disfrutamos de este patrimonio.
03 LAS PRIMERAS* 1/1/04 06:07 Página 114
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LAS PRIMERAS HUELLAS HUMANAS. LA PREHISTORIA Y SUS YACIMIENTOS EN LAS TIERRAS MADRILEÑAS 115
117
04 LOS PRIMEROS* 1/1/04 06:15 Página 118
2. MADRID ISLÁMICO
3.2. La Villa
propio acceso. No aparecen hasta más tarde los lugares preferidos por los
tejedores, ni tampoco por los dedicados al metal. Sin embargo, ya a
mediados del siglo XIV, éstos se concentran sobre el Barranco y en la calle
de la Ferrería, en San Ginés.
Este micromundo que hemos descrito se traducía, dentro del conjunto
castellano, en una villa, segunda en habitantes e importancia dentro del
reino de Toledo, de tamaño y población superiores a la media, con
influencia en amplio radio comarcal y siempre con reflejo inferior en lo
eclesiástico, pese a constituir el tercer arcedianato en cuanto a categoría y
rentas dentro del arzobispado. Ello ha de atribuirse al abrumador poderío
de la Mitra toledana, que, sin embargo, no impidió notables desarrollo e
independencia al municipio matritense, en detrimento de Alcalá, tan vin-
culada siempre a los prelados (Asenjo, 2004: 37-9, 65-7)
Creemos haber demostrado estos extremos y también cómo ello se plas-
ma en una red caminera centralizada por Madrid. Tales aspectos se acen-
tuarán desde mediados del siglo XIV, cuando la villa afirma personalidad
cada vez más acusada y presenta en todos los órdenes crecimiento muy
considerable (Montero, 2006: 66-72).
El tránsito de población fronteriza a municipio plenamente consolida-
do también se aprecia en cuanto al gobierno. Durante mucho tiempo era
máxima autoridad un dominus o señor de Madrid, que habitaba la forta-
leza. Pero paralelamente la jerarquía municipal se fue organizando y con-
figurando como concejo, con sus dos alcaldes o jueces al frente y unos
oficiales ya perfectamente definidos en sus funciones a mediados del siglo
XII (Gibert, 1949: caps. IX-XVIII). La última aparición del señor se registra
en 1273, y la fecha parece marcar el paso definitivo a la madurez de la
sociedad civil (AHN: 1355.8.).
línea de casas continua apoyada sobre la cerca (Urgorri, 1954: 23ss, 31ss).
En el sector suroccidental, hacia San Francisco, ello no ocurrirá hasta tiem-
pos de Felipe II.
En este período se realizarán dos importantes operaciones urbanísticas,
las primeras conocidas: la completa remodelación de la plaza de San
Salvador, desde 1466, y la del entorno del nuevo hospital de La Latina,
efectuada a principios del siglo XVI por Beatriz Galindo (Montero, 2004a:
181-7; Montero, 2004d: 23-5). No es aventurado estimar que de 1440 a
1515, aproximadamente, Madrid dobló su área edificada. La población
creció tal vez en mayor medida. En ella se producen, desde el postrer ter-
cio del siglo XIV, dos hechos harto significativos: espectacular diversifica-
ción profesional y fuerte transformación social. Toca hablar de lo segun-
do, pues del primer aspecto trataremos a continuación.
Complicado resulta seguir la trayectoria de los primeros linajes madri-
leños, pues en muchas ocasiones son conocidos por apellidos patroními-
cos. Pero la evidencia es que casi todos los grandes y medianos linajes se
asentaron aquí desde el reinado de Juan I, y en su mayor parte a lo largo
del siglo XV. Trataron de remontar sus orígenes a la misma conquista,
pero a lo sumo sólo podían probar el enlace con antiguas familias matri-
tenses o con ramas colaterales de ellas.
Zapata, Luxán, Bozmediano, Lago, Luzón, Álvarez de Toledo, Gudiel,
De la Canal y otros nombres unidos a la añeja tradición madrileña, eran
–excepción, los Lasso de Castilla– descendientes de funcionarios y noble-
za de servicio que acompañaron en este tiempo a los monarcas castella-
nos durante sus prolongadas permanencias en la villa. Por tal razón,
poquísimas familias –Vargas– podían presumir de prosapia local y de
mantener antiquísimos solares.
Mas, junto a unas y otras, algunos profesionales y comerciantes desta-
cados, con buenas rentas, alcanzaron de facto la nobleza desde la época de
Juan II. Era lo primero la posición social, con la exención de tributos; a la
segunda o tercera generación venían el regimiento, la capilla y, en ocasio-
nes, el enlace matrimonial con los grupos privilegiados (Montero, 2004a:
133ss, 215ss; Montero, 2004d: 7-10). Ejemplo concluyente, los González de
Madrid. Resulta verdaderamente difícil en ocasiones adentrarse en la selva
de relaciones parentales y conyugales de quienes, de un modo u otro, per-
tenecían a los círculos de poder, integrados a finales de siglo al menos por
medio centenar de familias. La madrileña ya era en este tiempo una socie-
dad muy madura, de la que hemos contemplado un sector. Otro muy carac-
terizado, como en muchos municipios ibéricos, era el de las minorías.
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frecuentado por los reyes y elegido a menudo como sede de Cortes, tal
vez acertamos cuando intentamos definirlo con estas palabras: quizá era
poco para ciudad, pero mucho para villa.
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04 LOS PRIMEROS* 1/1/04 06:15 Página 136
II
LA CORTE.
EL MADRID DE LOS AUSTRIAS
Y LOS BORBONES
05 ELECCION* 1/1/04 06:17 Página 138
Retrato de juventud
de Felipe II
pintado por
Antonio Moro.
Monasterio
de El Escorial
05 ELECCION* 1/1/04 06:17 Página 139
LA ELECCIÓN DE LA CORTE.
LA POLÍTICA EN LOS SIGLOS XVI Y XVII
Para sintetizar la Historia política del Madrid de los siglos XVI y XVII,
considero pertinente hacer alusión a cuestiones historiográficamente clá-
sicas, tales como las Comunidades, los traslados de Corte o la administra-
ción de la ciudad.
Madrid vivió en el siglo XVI dos acontecimientos políticos de especial
importancia. Uno de ellos, también el primero cronológicamente, fue
común al resto de Castilla; se trata, claro está, de la Revolución de las
Comunidades. El otro, peculiar, íntimamente madrileño y que ha cambiado
el curso de su Historia es, naturalmente, la instalación de la Corte en 1561.
Aunque no sea suceso acaecido en el siglo XVI, sería erróneo
desvincular de este período el traslado de la Corte a Valladolid en 1601,
al que dedicaremos unas palabras.
LAS COMUNIDADES
En 1520 Carlos V nombró un nuevo Corregidor para Madrid, Antonio
de Astudillo, persona que, por el cargo que iba a desempeñar y lo que sig-
nificaba, habría de ser de entera confianza del por entonces aún solo
monarca. Pero el momento en el que el representante real tomaba posesión
de su cargo no era fácil. En la primavera de 1520, la Corona de Castilla, y
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nobleza, lo que nos induce a pensar en que algo habrían oído; aunque
también es posible que eligieran Madrid como sede de uno de sus esta-
blecimientos educativos por ser Madrid una villa en absoluto tan desco-
nocida y perdida como habitualmente se cree.
Pero ¿por qué escogió Felipe II Madrid? Para explicarlo debemos recu-
rrir a otra serie de preguntas, tales como ¿por qué se abandonó Toledo?;
¿era imprescindible establecer una Corte estable? , y finalmente, ahora sí,
¿por qué se escogió Madrid? Más adelante podremos interrogarnos si el
traslado se pensó a perpetuidad o temporalmente, y andando el tiempo
por qué quedó fija la Corte en Madrid.
El 11 de mayo de 1561 era domingo. Sin embargo, era un domingo
especial en Madrid. Un correo acababa de llegar al galope desde Toledo
y en la faltriquera llevaba una cédula real emitida el 8 de mayo del tenor
siguiente:
“El rey. Cualesquier nuestra justicias y jueces de los pueblos que hay
desde esta ciudad de Toledo a la villa de Madrid a quien esta mi
cédula fuere mostrada. Porque Francisco Ruiz de Ydobro, teniente
de nuestro Acemilero mayor, ha de hacer llevar a la dicha villa
nuestra recámara y servicio de nuestra casa, os mando que a las
personas que por su orden fueren a lo sobredicho durante esta
mudanza de nuestra corte, les deis y hagáis dar las posadas y meso-
nes que hubiere menester. Así para sus personas como las acémilas
y otras bestias en que lo llevaren y las vituallas y provisiones de que
tuvieren necesidad y las bestias de guía y carga que os demandaren,
pagando lo uno y lo otro a precios justos y razonables, como entre
vosotros valiere, sin lo encarecer más.”
sana en la ciudad imperial era imposible porque se había hecho una ciu-
dad cara, incómoda, de difícil aprovisionamiento y hostil a la Corte.
En efecto, en Toledo convivían tres mundos: el eclesiástico, el urbano
y el cortesano. Cada uno de ellos tendería no a imponerse sobre los otros
dos, sino a que se respetaran sus espacios de poder. Por espacios de
poder entiendo su administración civil, su jurisdicción, su socialización y
su fuerza económica. Según esto, el rey podía querer, mas la ciudad podía
no dárselo. No había aceptación de la voluntad monárquica sin más.
En Toledo, el poder eclesiástico descansaba, a su vez, sobre dos estruc-
turas: la episcopal y la catedralicia, que aunque próximas, no tenían por
qué andar siempre juntas. El mundo urbano era regido por el concejo de
la ciudad, con su corregidor, regidores y jurados, todos de extracción
social distinta, en principio. Finalmente, el mundo cortesano era definido
por los alcaldes de casa y corte, sala dependiente del Consejo de Castilla
y encargados de mantener el abasto y el orden público en la ciudad en la
que residiera el rey, además de cuantos hubiera al servicio de las perso-
nas reales o de la administración del Imperio. ¿Frente a Toledo iban a
poder actuar en caso de algún conflicto los alcaldes?
Parto de la idea de que la vida en Toledo no era tranquila ni apaci-
ble para la Corte porque Toledo no era una ciudad tranquila. No lo
había sido en las relaciones entre el arzobispo Carranza en su tramo final
y la Corte; a veces tampoco lo era entre la ciudad y el Corregidor. Ni
que decir tiene que la implantación de los estatutos de limpieza de san-
gre, en el ayuntamiento primero (1549) y en la catedral después (1566)
(¿qué ambiente habría en 1561?), cargarían las tintas de la tensión social.
Madrid, por el contrario, era a todas luces aún más tranquila; incluso
aburridísima.
El tiempo tampoco invitaba a quedarse en Toledo. El invierno de 1560-
1561 fue muy duro y la sequía en la primavera de 1561, despiadada; ade-
más, acompañada de langosta.
“En esta cibdad de Toledo cayó una grand nieve que muchos de los
vivos no se acordaban haber visto otra tal, viernes en la noche pri-
mero de Ebrero y sábado siguiente de mil y quinientos y sesenta
años”.
una jaula con los barrotes de oro en la que todo estaba extremada y per-
fectamente estipulado, manteniéndose al monarca con un cierto halo divi-
no, por encima y lejos de sus súbditos; implicaba también una prolifera-
ción de cargos y personas tremenda; y si a ello añadimos que la mucho
más austera corte de Castilla no desapareció totalmente, nos encontramos
con que coexistían dos tradiciones cortesanas, dos formas de ver y vivir
la vida palaciega.
Al establecerse la etiqueta de Borgoña, se hace no sólo en la casa del
rey, sino en la de la reina, príncipes e infantes. A Felipe II, en 1548, se le
asignan 83 personas (excluyo oficios menores y mozos): 4 mayordomos,
24 Gentileshombres de la Boca, etc. A la altura de 1560, ya rey, son 50 los
Gentileshombres de Boca, por poner un ejemplo. Podemos hacer un breve
recorrido palatino en cierto modo jerárquico: 1 mayordomo mayor, varios
(hasta 10 en ocasiones) mayordomos, los 50 gentileshombres de boca, por
debajo los gentileshombres de casa, los aposentadores, y los demás cargos
menores, que eran casi 150, y desempeñados a principios del siglo XVII
por 1.220 personas que miraban por el Rey-hombre y no Rey-gobernante.
Añádase a ello, insisto, las casas de la reina, de los príncipes, de los infan-
tes, de los bastardos reconocidos... La defensa del rey estaba encomenda-
da a tres guardias (los Monteros de Espinosa o Guardia Española, la
Amarilla y la Alemana), compuestas por más de 300 soldados.
Pero no era sólo impresionante la Casa Real, sino también la gran máqui-
na burocrática. En 1561 se aposentaron en Madrid los Consejos de Estado,
Castilla, Inquisición, Aragón, Órdenes, Indias, amén del de Hacienda.
Cada institución estaba compuesta no sólo por sus Consejeros, o el fiscal,
o el relator, o el cargo de toga y espada que fuera, sino que además tenía
sus porteros, familiares y adlateres que hacen, unido al movimiento de las
Casas Reales, comprensible el aumento demográfico de Madrid entre 1560
y 1561. En las minutas que se dan a los aposentadores reales se incluyen
la Casa del Rey y su Capilla (oficiantes, cantores, músicos...), la Casa de
Isabel de Valois, la del Príncipe don Carlos, la Princesa doña Juana, her-
mana de Felipe II, la Casa de don Juan de Austria, los Embajadores de la
Europa cristiana, varias casas de encargados de asuntos de los Príncipes
de Italia y toda la Administración, amén de médicos, algebristas y guar-
dias reales: ¿cuántos, no ya cientos, sino miles de personas cogieron el
camino de Toledo a Madrid?
Como vemos, ya no eran tiempos de cortes itinerantes, sino estables,
y había que alojarla en un lugar que se pudiera crear al antojo y los pro-
yectos urbanísticos del rey.
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Pero si hasta ahora hemos visto por qué se abandonó Toledo, o cómo
carecía de sentido que la Corte de Felipe II continuara siendo itinerante,
queda aún por explicar por qué se escogió Madrid.
De sobra sabemos cómo los reyes de Castilla disfrutaban largamente
de los cazaderos reales de las inmediaciones de Madrid y de cómo su alcá-
zar les daba aposento suficiente. En otras palabras, Madrid no era un lugar
ignoto para nuestros reyes. Aún más, en el Madrid de los Reyes Católicos,
Anglería montó un estudio temporal (mientras estuvo la Corte) para la
nobleza cortesana en la que les infundiría los nuevos conocimientos
humanísticos; el Madrid de Carlos V fue “residencia” de Francisco I, rey
de Francia, y en Madrid se firmó uno de los muchos Tratados entre las dos
monarquías.
Y del mismo modo que no era un lugar desconocido, hay que tener
presente que su situación geográfica no era incómoda, como tampoco lo
era la de Toledo, por lo que, en última instancia, el estar en el corazón de
la Península no explicaría el traslado de la Corte. Con respecto al clima,
creo que el de Madrid, aun siendo más benigno que el de toda la Meseta
Norte, no es el ideal, pues es extremo; ya lo dice el refrán: que no hay
más que invierno e infierno. La abundancia de aguas en Madrid, frente a
su carencia en Toledo, tampoco es una razón de peso que explicase el
traslado de la Corte. No por tener aguas, y fallando las demás infraestruc-
turas, se iba a trasladar la Corte. El mismo razonamiento se puede aplicar
a cada uno de los argumentos esgrimidos.
No tomo en consideración ni la influencia de la reina, ni el que Carlos V
indicara a Felipe II que debería instalar su Corte en Lisboa: ¡qué fantasía
cronológica, pues la legítima incorporación de Portugal tuvo lugar desde
1580! Ningún sentido tiene pensar que la pudiera haber instalado en otra
parte de la Península fuera de la Corona de Castilla, pues habría sido lle-
varla a un lugar extranjero (Barcelona era el extranjero para Castilla, como
Madrid para la Corona de Aragón, de la que formaba parte Barcelona, y
además Cataluña era uno de los territorios de mayor inestabilidad social,
traducida en la proliferación del bandidaje). En resumidas cuentas, si se
fijaba la Corte, se tenía que hacer en Castilla, porque además así lo exi-
gieron los comuneros, cuyo recuerdo estuvo vivo en muchos asuntos del
siglo XVI. Si Castilla pagaba, Castilla debía beneficiarse de la Corte. Con
respecto a la relación El Escorial-Madrid, indicar que se decide levantar el
monasterio en el lugar en el que está en enero de 1562, y la primera pie-
dra se colocó en 1563. La correspondencia de los embajadores imperiales
se hace eco de lo del nuevo monasterio… cuando están aposentados en
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según decretó en 1583 Felipe II (Nov. Rec., III, XX, II) y desarrollado por
sus sucesores, especialmente por Felipe III en 1604 (Nov. Rec.. III, XXI, I).
De los seis alcaldes que hay desde tiempos de Felipe II, cuatro han de
entender en causas criminales, y dos en las civiles.
En las causas civiles (desde 1583), si la pena era inferior a 50.000 mrs.
la apelación iba nuevamente a la Sala; si mayor, al Consejo. Si era el
Corregidor el que a un ciudadano le hubiera puesto una pena de entre
10.000 a 50.000 mrs. la apelación se hacía también ante los dos Alcaldes
de lo civil (desde 1586, hasta 100.000).
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según mandaba Carlos V, en 1518, 1528, 1536 y 1539 (Nov. Rec., III, XVII, I.
Estas leyes de Carlos V siguen rigiendo y se desarrollan hasta el siglo XIX,
cuidándose del papel del Alcalde Semanero y su actuación en el repeso.
Tal reiteración en el ordenar podía deberse o a que no se encargaban
directamente de ello, o a que hacían oídos sordos a las recomendaciones
de los regidores. Adviértase que, en último extremo, en la ciudad-corte
quienes mandaban poner los precios eran los Alcaldes, aunque fuera con
el asesoramiento del Concejo.
Mantener el abasto suficiente es una preocupación permanente.
También el mantenerlo barato. Por eso, alrededor de la Corte se estable-
cen permanentemente cinco leguas de radio sobre las que, en lo del
comer, quien manda es la Sala:
No sólo eso era inmoral, sino que podían desabastecer la ciudad. Había
que luchar contra ellos.
Un fondo similar hallamos en la limpieza de Madrid: es el Corregidor
el que se ha de ocupar de ello, pero “cada sábado dará cuenta en el
Consejo muy por menor del estado de la limpieza y del empedrado” (Nov.
Rec., III, XIX, I, Felipe IV, 6-VI-1659).
Todo este embrollo administrativo tiene en Madrid su encarnación.
Porque mientras la corte es transhumante, si hay una discusión entre una
ciudad media o grande, con esta Sala Quinta del Consejo de Castilla, pro-
bablemente el choque quedaría resuelto tan pronto como se fuera de allí
la Corte. Pero en Madrid desde 1561 y desde 1606 más aún, de eso no
hubo nada. Y por si no fuera bastante la existencia de un Ayuntamiento
y de una Sala de Alcaldes, el rey constituye o disuelve a su antojo Juntas:
como la de Ornato y Policía de 1590.
Al igual que en donde había Chancillería o Audiencia, en donde esta-
ba la Sala, se dividía la ciudad en “cuarteles” para poner al frente de cada
uno de ellos a un Alcalde con sus alguaciles. Si el Concejo aceptaba, podía
regirse por esta división, si no, no. Y así encontramos al Concejo de
Madrid admitiendo, o tolerando (y a sus ciudadanos), una división por
cuarteles de la Sala, otra por Parroquias de la Iglesia, y otra por cuarteles
–esporádica–, también del Concejo.
Los Alcaldes tenían una cárcel, la de Corte (no para aristócratas, como
tantas veces se ha dicho, y en la que encerraba, a fin de cuentas, a los que
eran detenidos por los alguaciles de corte, que eran otros de los alguaci-
les del Concejo y que también detenían...), se encargaban –dándoles licen-
cias y controlándolas– de las carnicerías de corte, de los taberneros de corte,
de los panaderos de corte... y el Concejo hacía lo propio con los de villa.
Para el mundo cortesano, exento de pagar pechos, regían las disposicio-
nes de la Sala (y así, por ejemplo, las despensas de los nobles o de los
embajadores se convertían en –permítaseme– “supermercados”, absoluta-
mente ilegales).
En 1677, Carlos II (Nov. Rec., IV, XXVII, XI) recordó una ley de 1600
de Felipe III, intitulada “Varias obligaciones que deben cumplir los
Alcaldes de Corte como propias de su oficio”. En buena medida, me sir-
ven de colofón a mis líneas anteriores:
pero no acabó con los que había dentro, porque éstos, constituidos en
grupo, reforzaron por ese mecanismo su singularidad. No obstante lo cual,
la práctica nos enseña otras cosas: a pesar del estatuto, si se quiere per-
mitir el acceso a un banquero, se le permite. Teresa Prieto me apunta más:
Juan Álvarez, hacia 1612, entra de regidor. Juan Álvarez es obligado de las
carnicerías y otros alimentos. Los orígenes de Juan Álvarez no están cla-
ros. Pero tenía mucho dinero... y si Madrid quería comer, había de mimar
a Juan Álvarez. Hay más casos: para otra ocasión, de momento.
Las vías de ingreso en el Concejo eran de elección por insaculación,
por venta de oficio o por renuncia de uno en otra persona a la que reco-
mendaba (que es una transmisión que deriva de las ventas de oficios).
Una circunstancia esencial desde el punto de vista cualitativo de la vida
municipal la da el acrecentamiento, el aumento del número de regidores.
No se trata de una manera de entrar en las regidurías, sino sencillamente
de otro negocio más del rey. Es la ejecución de un arbitrio. En 1560 había
19 regidores... en 1606, 37. A esta última cifra se ha llegado en dos saltos:
entre 1567-1571 se pasa a 24, y entre 1576-1589 a 34. A lo largo del siglo
XVIII se mantenía el número en 40.
El acrecentamiento era el paso previo a la venta: tiene que haber más
regidores, y los nuevos puestos, se venden. Cuando la venta la hace la
Corona, cobra unos 300.000 mrs; cuando la venta –ilícita, pero conocida
y existente– se hace entre particulares (uno renuncia en otro que le paga),
se pagan alrededor de 1.000.000 de mrs. Es lógico que el precio sea mayor
en este caso, ya que la oferta es menor, y es en un mercado cerrado.
La transmisión del oficio se podía hacer por dos vías esenciales, por
perpetuación (se mantiene el oficio en una familia ad infinitum), que es
lo más raro, o se “renuncia”, proponiéndole al monarca el sucesor: en ese
caso, podemos asegurar que se encubre la venta. A cambio de Corregidor,
aumento de renuncias. En cualquier caso, sabemos que el 38% de las
renuncias se hacen entre familiares, el 34% entre colegas y el 28% entre
gentes que no conocemos sus lazos, lo cual no quiere decir que no los
tuvieran, ni mucho menos... o sea, que en el 72% de los casos (por lo
menos), las renuncias se hacen para fortalecer vínculos clientelares.
Por el contrario, para llegar a Alcalde de Casa y Corte, el proceso era
distinto: ante una vacante por muerte o cambio de destino, la Cámara pro-
ponía tres aspirantes y el rey elegía a uno de esa terna (podía desestimar
la terna, pero no era habitual). En este mecanismo, también podía haber
estrategias clientelares, pero más difuminadas que en las municipales.
Además no se vende este oficio.
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un grupo de trabajos editados por el Instituto de Estudios Madrileños, que bajo
el título genérico de Madrid en el siglo XVI, se editaron en 1962.
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Detalle del entorno de la Puerta del Sol de Madrid tal y como aparece en la
Topographia de la Villa descrita por don Pedro Texeira, año 1656.
Biblioteca Regional de Madrid Joaquín Leguina
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Rey quiso organizar en Madrid una enseñanza oficial del arte de la arqui-
tectura y otras ciencias. En la época filipina aparece un nuevo entendi-
miento de lo artístico, y surge el concepto tipológico como fundamento,
apareciendo una serie de constantes que hallamos en todos los hechos
arquitectónicos. Se crea una tipología y una regla de arquitectura que
implica una serie de nuevos valores formales; aparece una normativa
urbano-arquitectónica, partiendo de la Ordenanza de 1565, y se configu-
ra una Junta de Urbanismo en 1590, para el control y la reglamentación
sobre intervenciones en el espacio público y diversas construcciones,
dimensión de las calles, iluminación, empedrado, rótulos para las vías,
nombre de las calles, decoro y ornato de edificios, apertura de calles,
ensanchamiento de plazas o plazoletas, como la plazuela de San Salvador,
camino de convertirse en la Plaza de la Villa, o reforma del casco antiguo.
Entre esas intervenciones reglamentadas tenemos el derribo de la Puerta
de Balnadu en 1567, o de parte de la muralla junto a San Francisco en
1593, o las remodelaciones en la Cuesta de la Vega, Arenal, Caños del
Peral, calle de Atocha, Plaza de Santa Catalina, Fuencarral, Lavapiés y
Convalecientes, tratando de uniformar o integrar regularmente las cons-
trucciones y los espacios no construidos, haciendo homogéneas las man-
zanas, aunque se mantengan a diversas escalas.
Roto el recinto amurallado, y atendiendo al crecimiento de la capital,
destaca la intervención sobre la Plaza del Arrabal o de la Leña, extramu-
ros de la Puerta de Guadalajara, que se va a someter a una transformación
urbana fundamentada. En 1590 se construye la Casa de la Panadería, con-
forme a las trazas de Francisco de Mora y ejecutada por el alarife Diego
de Sillero, se niveló la plaza, se rectificaron sus lienzos, y aunque no se
llegó a conseguir la pretendida geometrización cuadrangular del recinto,
sí se preparó para mercado y festejos, con una nueva programación de los
puestos de venta y su distribución. Se dimensionaron las calles descu-
biertas con su embocadura franca, de Santa Cruz, Imperial o Toledo,
levantándose entre estas dos la Casa de Carnicería, y las encubiertas bajo
los porches.
Fue la plaza un modo de construcción de función económica y festiva,
que abría un nuevo horizonte urbano a la capital. La calle de Atocha con
Santa Cruz prolongaba la ciudad por uno de sus caminos naturales hasta
alcanzar el Santuario de Atocha. La calle de Toledo-Imperial enlazaba con
Puerta Cerrada y la Plaza de la Cebada, y los enlaces con la calle Mayor
empujaban a una relación plaza-arrabal, estableciendo nuevos hechos
urbanos que son la respuesta a un nuevo semblante de la capital.
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nuevo valor del edificio que fue vertido en los hermosos diseños de
ampliación por el norte y de prolongación en la plaza de armas. Su obra
viene a ser una recuperación del barroco clásico italiano bajo el estímulo
de Bernini, Fuga y Vanvitelli. El Palacio de Godoy, el Cuartel de Leganitos,
su diseño inconcluso para el convento de San Pedro de Alcántara, la
Puerta de Alcalá, la Aduana, etc… resumen su aportación en el aspecto
figurativo. Sabatini, ingeniero militar de gran prestigio también, contribu-
yó con gran eficacia a desarrollar una política de carácter urbano de gran
racionalidad, a instrumentar ordenanzas municipales y a facilitar una polí-
tica arquitectónica de carácter representativo y funcionalista, como pudo
ser el exponente del Gran Hospital General de Madrid.
Sobre la base de una época de transformación ideológica, las búsque-
das estéticas atravesaron en la segunda mitad del siglo XVIII por un pro-
ceso de cambio y al mismo tiempo de vacilación. Fue época de variadas
innovaciones, sin que se pueda incluso evitar la evasión hacia un inci-
piente romanticismo. La época se mantuvo en un abstracto muestrario his-
toricista que sólo halló una base sólida en el magno estilo de Juan de
Villanueva, que perfectamente se ejemplifica en el Gabinete de Ciencias
Naturales, actual Museo del Prado.
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BIBLIOGRAFÍA
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06 EL DESARROLLO* 1/1/04 06:19 Página 188
ECONOMÍA Y SOCIEDAD
BAJO LOS AUSTRIAS
SOCIEDAD
La sociedad es una población enraizada en un territorio, sobre el que
actúa para sobrevivir y en el que se manifiesta a través de su organización
política y su expresión cultural. Corresponde, pues, hablar de la pobla-
ción madrileña.
Demografía
Por los estudios de Alfredo Alvar y Carbajo Isla, sabemos con una cier-
ta aproximación cómo evolucionó la población de Madrid bajo los
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La emigración
Pero no sólo esto, muchos son los “pretendientes” que llegan a la corte
a resolver infinidad de asuntos y obtener gracias y mercedes. Sin ser, pro-
piamente, emigrantes pululan por Madrid durante años, por lo que se
escriben tratados recomendando al pretendiente “paciencia y perseve-
rancia”, amén de un sinfín de gastos de residencia, presencia y relaciones
(Morán-García García, 2.000: 17-41). En 1603, un fraile dedica un sermón
a un pretendiente muerto en Madrid después de once años siguiendo sus
pretensiones… sin resultado. Por algo el capítulo 2 de los capítulos de
reformación de 1623 establecía que sólo se podía pretender en la corte
“30 días cada año y no más”.
En ocasiones se dictan normas tajantes obligando a los vagabundos y
mal entretenidos a abandonar Madrid y retirarse a sus orígenes, con esca-
sos resultados. Existe, por tanto, una población flotante, pero de escasa
importancia desde el punto de vista demográfico, no así desde el punto
de vista cultural. El pícaro, el desarraigado, el vagabundo,”bagamundo” de
la literatura y las leyes, sobrepasa por su fama su importancia numérica.
Ringrose establece la coexistencia de dos ciudades en Madrid. La “inte-
rior”, constituida por los madrileños originarios, representa el 40% de la
población, frente a “la exterior” con un 60% producto de la inmigración.
Otras estimaciones apuntan a 36/64. Sea como sea, estas magnitudes rela-
tivas causaron profunda impresión en los contemporáneos y las institucio-
nes reaccionaron a la defensiva. El estado de opinión que relaciona inmi-
gración con el peligro de espías, inseguridad, robos y la destrucción de
la moralidad pública se expresa en múltiples documentos oficiales. Las
Cortes enfocan el problema ante todo como una cuestión de equilibrio ter-
ritorial y económico. Así se expresa el 1 de julio de 1615 un procurador:
Estratificación social
banos de la villa, a los que se debe añadir los escribanos reales, aunque
muchos de ellos posean ambos títulos. Núñez de Castro lo enumera todo
ello de una forma exhaustiva. La mayoría no son nobles, pero imitan la
forma de vida de los nobles. No siempre se necesita comprar un título, a
estos burócratas les basta con algún reconocimiento: un título de “secre-
tario real ad honorem” –honorífico–. Así, Vicente Suárez”, escribano de las
visitas de los cavos y ofiziales de las Armadas de la Carrera de Indias
(AHN, Consejos, Legº 7.540, s.f.).
También el uso del coche es una manera de significarse, no al alcance
de todos, y debe situarse en relación con el status social de los nobles, los
consejeros y estos grupos sociales a los que nos venimos refiriendo. Su
generalización provocó los intentos reformistas de Olivares en los años 30,
sin resultado alguno, al contrario: “la reforma de los años 30 vino en rea-
lidad a facilitar el asalto al coche de nuevas capas sociales”. A la caída de
Olivares se apreció un nuevo impulso restrictivo al uso del coche. Así, los
Alcaldes de Casa y Corte intentaban emular a los consejeros mediante el
uso y disfrute del coche. Entre 1629 y 1632, a pesar de la existencia de
una pragmática estricta en lo referente a la licencia de coches, se facilitó ”a
las elites urbanas usar coche con mulas y dando alas a la emulación de
los cortesanos que pretendían lo mismo, con harto peligro de echar a
pique las restricciones”. De hecho, las peticiones para usar coche aumen-
tan sensiblemente en esos años. Entre 1629 y 1633 se concedieron 75
licencias. Ahora bien, la normativa excluía tajantemente del uso del coche
a ciertos oficios: escribanos, alguaciles, mercaderes, oficiales de manos,
mujeres públicas o cortesanas. Con el paso del tiempo, algunos mercade-
res ricos y poderosos pudieron asimilarse a nobles y consejeros en este
particular (López Álvarez, 2007: 224-227 y 286).
Los eclesiásticos madrileños constituyen un grupo relativamente nume-
roso e influyente. Desde finales del siglo XIV existen en Madrid 13 parro-
quias. En 1561 se cuentan 15 conventos que en 1600 son ya 32. De los
17 fundados en esa etapa, 13 son masculinos y 4 femeninos. Entre 1600 y
1617 se han fundado 15 conventos. En la segunda mitad del siglo XVII
apenas hay fundaciones, debido, en parte, a que casi todas las órdenes
están ya instaladas en la corte y, no en menor grado, a que las Cortes
impiden nuevas fundaciones.
En 1591 hay 800 clérigos seculares y 1.500 frailes y monjas. Para 1617
la cifra ha crecido hasta 1.600 frailes y 900 monjas frente a unos 1.000
sacerdotes seculares. Más importante que este crecimiento numérico es
comprender en conjunto la dinámica del fenómeno. Las órdenes religio-
07 ECONOMIA* 1/1/04 06:20 Página 199
Marginación y violencia
La mujer
ECONOMÍA
El ya clásico estudio de Ringrose establece para Madrid dos conexio-
nes, la primera vincula a Madrid con el comercio marítimo a larga distan-
cia y el sistema mundial, y la segunda relaciona a Madrid con su entorno
geográfico más inmediato, a saber, las dos mesetas. La primera conexión
se mide a través de la barca de Arganda (conexión con los puertos medi-
terráneos), y la segunda a través del Peso Mayor, para las mercancías pro-
cedentes del entorno (Ringrose, 1985: 34-37). La primera conexión aporta
a Madrid los productos industriales para el consumo de las elites y grupos
de elevado poder adquisitivo como nobleza, un sector del clero, altos fun-
cionarios, mercaderes, cúpula gremial, etc.; la segunda proporciona las
subsistencias, trigo, aceite, carbón, productos de huerta, etc. Por ambos
conceptos, Madrid importa por valor de 433.000.000 reales y y exporta por
valor de 6.500.000 reales (Ringrose, 1985: 106). Estos datos toman como
referencia el año 1798, y sólo tienen validez como tendencia global: ele-
vado peso de las importaciones frente a la debilidad de las exportaciones.
No obstante, Madrid no es una ciudad “parásita “ y, en buena lógica, habrá
que considerar otros aspectos que equilibren esta imagen.
Es cierto que Madrid depende para su abastecimiento de pan de las
importaciones de ambas Castillas, y que no son raras las órdenes del
Consejo de Castilla para asegurar la fluidez de los abastos, enviando en
diciembre-enero alguaciles a los puertos para mantener abiertos los cami-
nos y permitir la circulación de los “arineros” (transportistas de trigo y
harina). Pero todo el área de Madrid, el “rastro” de la Corte, produce trigo
en abundancia que será encaminado a la corte, más aún, particulares y
conventos madrileños poseen y explotan tierras en toda esta zona. Algo
similar cabe decir de los productos de huerta, el mercado madrileño se
surte de sus propias huertas y del entorno. La dieta no es rica en frutas y
verduras, pero no faltan porque estos productos perecederos se cultivan
en las cercanías de Madrid.
Otros productos como el vino, el aceite –en alguna cantidad–, huevos
y algunas carnes se consiguen en los alrededores de la villa y corte. Basta
con ver los contratos para abastecimiento de los hospitales de Madrid, o
07 ECONOMIA* 1/1/04 06:20 Página 209
A finales del siglo XVII, constituidos los Cinco Gremios Mayores, se enu-
meran 53 gremios menores.
Los gremios de la construcción hubieron de experimentar un enorme
auge a partir de 1670 con la reconstrucción de la Plaza Mayor después del
incendio de 1672. Los datos del Ayuntamiento señalan también un mode-
rado auge de licencias de construcción a partir de esos años, muy inten-
so ya en la década final de siglo (Bravo Lozano, 1992: 213). Es lógico que
la construcción de coches y carros movilizara también un elevado núme-
ro de trabajadores bajo los 77 maestros. El hecho de que el gremio soli-
cite y obtenga nuevas ordenanzas en 1666 apunta a que había gran
demanda que algunos particulares pretendían cubrir trabajando al margen
de las ordenanzas. Y es que el mercado de coches estaba en expansión,
“el número de coches había aumentado excesivamente en los últimos
tiempos” según un memorial de 1678 (López Álvarez, 2007: 304).
Pero la principal exportación de Madrid es de capital y servicios a
todas las zonas. En resumen, Madrid es un gigantesco banco que facilita
créditos de muy diversas formas, que luego recupera, indudablemente,
aunque no a corto plazo. La villa ha acumulado el capital necesario para
esta función vía percepción de rentas por parte de los nobles, los ecle-
siásticos y los propietarios, amén de los salarios y todo tipo de emolu-
mentos que dimanan de la administración.
Este gran “banco central” tiene un poderoso, y muy necesitado, clien-
te: la corona, que con su política dinástica europea consume fondos sin
cesar. La villa de Madrid tiene la enorme ventaja de aportar en muy poco
tiempo cualquier cantidad solicitada por el rey, previa la concesión al
ayuntamiento de la licencia preceptiva para gravar algunos artículos de
consumo y recaudar el importe.
Núñez de Castro, una vez más, expone pormenorizadamente esta face-
ta en un apartado bajo este epígrafe: “Servicios que Madrid ha hecho a Su
Majestad en diferenes años, y por diferentes causas sobre las sisas y efec-
tos que esta Villa tiene” (Núñez de Castro: 1675: 177-183). Los datos no
pueden ser más expresivos. Entre 1630 y 1674, Madrid ha servido con más
de 12 millones de ducados. Lo más importante es la rapidez, el cuasi
automatismo entre la petición de dinero por parte del rey y la aportación
madrileña “pone nueva admiración la presteza, pues de un día a otro tenía
pronto Su Majestad los socorros”.
Hacienda municipal, actividad financiera y corte son inseparables en
Madrid. Núñez de Castro, el cronista real, es un cortesano, familia de cor-
tesanos que ensalza a Madrid anillando estos tres elementos. No es cues-
07 ECONOMIA* 1/1/04 06:20 Página 211
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07 ECONOMIA* 1/1/04 06:20 Página 215
EL REFORMISMO ILUSTRADO.
POLÍTICA Y ECONOMÍA*
* Estas páginas deben mucho a mi padre, José Cepeda Adán, entusiasta madrileñista, con quien
tuve el privilegio de colaborar en una primera versión de este trabajo.
217
08 EL REFORMISMO* 1/1/04 06:21 Página 218
Nacional, Estado, 4818), en 1790, tanto por su significación como por ocu-
rrir en el centro mismo de la vida ciudadana. El miedo a los incendios era
constante y una prueba de ello eran las medidas que se proponían en las
ordenanzas de Ardemans para alejar del centro de la ciudad hacia los arra-
bales los talleres y hornos como posibles causantes de estas desgracias.
colocado 4.408 faroles de cristal: “El día de Santa Teresa empezó la ilumi-
nación de Madrid (...) Es obra muy grande y de mucha sutileza y econo-
mía. Gracias a Dios ya está hecha y espero sea, si no la mejor de Europa,
una de las mejores en llegando a su perfección como espero el año que
viene...”
Los gobernantes venidos con Carlos III tenían prisa por cambiarlo todo,
desde la economía a la indumentaria de los españoles, empezando por la
capital del reino. Un día será la iluminación, y otro, también en 1765, el
ordenamiento de las 557 manzanas que constituían el casco urbano de la
ciudad, para lo que se asigna a cada casa un número, así como otro a cada
manzana, “numerando a todo Madrid con azulejos de porcelana (...) pues-
tos sobre las puertas de cada casa y en las manzanas, en todos los ángu-
los o esquinas principales”. Con todo, más importantes y de muchísima
mayor trascendencia serán las medidas de orden económico, como la cita-
da Pragmática de julio de 1765 por la que se abolía la tasa del trigo y se
establecía el libre comercio de granos, lo que, en unos años de malas
cosechas y en una coyuntura económica desfavorable como consecuencia
de la guerra con Inglaterra en 1762 y 1763, originó una escandalosa espe-
culación y un encarecimiento abusivo de los artículos de primera necesi-
dad –pan, aceite, jabón, tocino, carbón– que mordía más en las necesida-
des del pueblo, que empezaba a encender la mecha de su protesta. Y a
esto añadamos las órdenes de modificación de la indumentaria, reiteradas
desde el reinado de su padre Felipe V, pero ratificadas en 1760, recién ins-
taurado Carlos en el trono, y renovadas el 20 de enero de 1766, y por las
cuales se prohibía el uso del sombrero chambergo o galeo y la castiza
capa larga, sustituyéndolos por el redingote o traje militar y el tricornio.
Hambre y xenofobia iban a desencadenar la tormenta que conmovería por
unos días a la monarquía. El odio se concentraba contra el marqués de
Esquilache, venido de Italia con Carlos III y todopoderoso en la gestión
administrativa. Ambos ingredientes, carestía de la vida y xenofobia, están
presentes en el motín de 1766. Porque el ambiente estaba muy cargado
debido al constante alza de los artículos de primera necesidad –el pan, el
primero de ellos– que venían produciéndose en los cuatro años anterio-
res; se daban, pues, las precondiciones para un motín de subsistencias. A
esta revuelta “por hambre”, tan típica de la Europa Moderna, se incorpo-
rarían luego, instrumentalizándola políticamente, unas minorías conducto-
ras, ¿nobleza disgustada?, ¿jesuitas? Indudablemente los acontecimientos
de la primavera de 1766, que se iniciaron en el mes de marzo en Madrid
para extenderse en las semanas siguientes por casi toda la geografía espa-
08 EL REFORMISMO* 1/1/04 06:21 Página 229
hasta la puerta del jardín podrán traer el manto o mantilla, según les
pareciese, pero para entrar tendrán que plegar, dejar allí o ponérselas en
sus bolsillos, en inteligencia de no contravenir por motivo alguno una vez
dentro, pues a la que se viese en el hombro o en la cintura se le quitará
por los guardias reales del Sitio (...) Octavo, no se necesita prevenir con
estrechez la compostura y regularidad que ha de gobernar las acciones
de los concurrentes, porque la misma publicidad y el respeto que merece
un Real Sitio tienen en sí bastante influencia para persuadir lo que con-
viene a un Concurso decente como éste...” (Bravo Morata, 1985: 57-58).
LA CORTE Y LA ECONOMÍA
del poder económico, no ciertamente por lo que produce, sino por lo que
consume, dadas sus funciones de escenario de la Corte, motor de la admi-
nistración del país y, como tal, centro residencial de primer orden.
“Durante tres siglos el aislado Interior mantuvo así una ciudad que pode-
mos colocar entre las principales de la Europa Preindustrial” (Ringrose,
1985: 49 y Juliá, Ringrose y Segura, 1995).
Vimos anteriormente que tras la Guerra de Sucesión se inicia una etapa
de recuperación tanto demográfica como económica, perceptible a partir
de 1717-1720, momento en que comienza el remozamiento urbanístico del
viejo Madrid con las obras del arquitecto Pedro de Ribera. Esta línea
ascendente moderada se mantiene hasta pasada la mitad de la centuria,
en que las crisis de subsistencias producen las convulsiones de 1766, para
recuperarse en parte en la segunda mitad del reinado de Carlos III. Los
últimos años del siglo fueron convulsos, y no sólo política, sino econó-
micamente; se avecinaba la tormenta que desarboló todo el sistema y con-
dujo a la crisis del Antiguo Régimen. Con todo, la capital de la Monarquía
se beneficiaba de ser la sede del Poder. En 1750 Madrid, con el dos por
ciento de la población de Castilla, absorbía el veintisiete por ciento de la
renta comercial e industrial y el doce por ciento de los salarios no agra-
rios (Vilar, 1970). La residencia de la corte configura para Madrid un tipo
de economía urbana muy característica por el perfil social de sus habi-
tantes; el constituido por individuos de los estratos superiores: nobleza,
iglesia y gobierno –unas seis o siete mil familias–, y el de aquellos artesa-
nos y criados que les sirven, y que sumaban un porcentaje de más del cin-
cuenta por ciento del total. Pierre Vilar calculaba que a mediados de siglo
las ciento noventa y dos familias de la aristocracia residentes en Madrid
tenían rentas de cien o ciento diez millones de reales procedentes de sus
propiedades fuera de la capital. Naturalmente que estas personas del círcu-
lo superior, cuyo papel era la representación, exigían un mercado de artí-
culos suntuarios, bien de procedencia extranjera o manufacturado por la
artesanía local que por esto alcanzó en Madrid y sus alrededores un gran
desarrollo y especialidad.
dad, 3.273 individuos, (44,7 por 100 del total); metales preciosos, joyería,
820, (10,7 por 100); industrias mecánicas y metalúrgicas, 1.449, (19,8 por
100); textiles y cueros bastos y artículos semielaborados, 1.296, (17,1
por 100); y otros oficios diversos, 487, (6,6 por 100) (Ringrose, 1985:
90). Más de la mitad de la población activa se dedicaba a la elaboración
de artículos de lujo con que atender la demanda de los sectores privile-
giados.
Lo más destacado de esta actividad industrial se encuentra en las artes
suntuarias, del lujo o de la cultura, derivadas de la especial característica
de los compradores. La industria del libro alcanzó una perfección insu-
perable, pudiendo afirmarse que los ejemplares que salían de los talleres
de Sancha e Ibarra eran las mejores joyas de la tipografía y el grabado de
España. Igual puede decirse de las industrias del vidrio, la cerámica y cris-
tal. Aunque la Real Fábrica de Cristales de Madrid era un gran almacén
donde se guardaban las piezas de los hornos de La Granja, también se rea-
lizaban algunos trabajos de acabado y pulimento con una sala de Óptica
y otra de Grabado. Importante fue la Real Fábrica de Porcelana del Buen
Retiro, traída por Carlos III de Italia con los técnicos, vaciados e incluso
la tierra de la fábrica napolitana de Capodimonte. Resultó destruida duran-
te la Guerra de la Independencia. Otro notable ejemplo de la industria die-
ciochesca madrileña lo tenemos en la Platería de Martínez, con su gran
edificio neoclásico situado al final de la calle de las Huertas, junto al Paseo
del Prado, taller y escuela dirigidos desde 1778 por don Antonio Martínez,
que había sido pensionado por el rey para estudiar en París y Londres. De
su Platería salieron las mejores piezas de oro y plata que lucieron los ele-
gantes españoles de la época (Capella, 1963).
Como en toda ciudad cortesana, un gran número de habitantes (más
de un 30 por 100 en Madrid) se dedicaba a los servicios; los criados y gen-
tes de librea no sólo abarrotaban los pasillos y cuadras de los palacios de
la nobleza, sino que se ocupaban también en los menesteres domésticos
de las familias de los grupos medios, ya que en aquella sociedad para
quien la representación pública era una necesidad, el “tren de vida”, la
apariencia, era fundamental.
Y TAMBIÉN BANQUEROS
ni con mucho, las necesidades más perentorias del nuevo flujo de nego-
cios tanto oficiales como particulares. Dejando aparte otros planes frus-
trados, habría que llegar a los finales del reinado de Carlos III para que
esta empresa fuera una realidad. Y sería un francés, nacionalizado espa-
ñol, Francisco Cabarrús, que poseía una fábrica de jabón en Carabanchel,
quien, introducido en los ambientes políticos en que se movían
Campomanes y Floridablanca, presentará una Memoria sobre la forma-
ción de un banco nacional, con el fin primordial en el momento de res-
paldar la difícil situación de los vales reales y, en el futuro, desarrollar
todas las operaciones que la economía moderna requerían. A pesar de la
declarada y esperada oposición de los Cinco Gremios, la propuesta tuvo
un inusitado éxito, pues ese mismo año de 1782, el 20 de diciembre, se
reunía la primera Junta General del Banco de San Carlos que arrancaba
con un capital de trescientos millones de reales.
En la cédula fundacional se establecía que se encargaría de la conver-
sión a efectivo de los vales reales, el descuento de letras y pagarés al cua-
tro por ciento, el suministro de ropa y víveres al ejército –la carga más
onerosa y que gravó seriamente su economía hasta 1791 en que se liberó
de ella–, y el despacho de todas las transferencias de la Corona al exte-
rior, lo que venía haciendo el Banco de Giro. Los fondos provenían de los
particulares a través de acciones de 2.000 reales cada una. Se le autoriza-
ba a la emisión de billetes o cédulas por un valor de cincuenta y dos
millones, con la garantía de la Hacienda Pública, aunque nunca se pasó
de una circulación de 32.750.000 reales. Siempre muy vinculado a las vici-
situdes de la Corona, hubo de ampliar sus cometidos: así, el fomento de
la agricultura –la obsesión de los ilustrados–, la industria del vestido, obras
de canalización del Guadarrama y Manzanares –los mayores empeños en
obras públicas del Banco, y con un resultado inútil–, ayuda al lazareto de
Mahón, carretera de Gijón, camino de Navacerrada y puerto de Valencia,
inversión de fondos por un valor de doce millones en la compañía de
Filipinas, etc. Al igual que los Cinco Gremios, intentó ampliar su campo
al extranjero y en 1793 abrió una oficina en París. La vida del banco estu-
vo llena de sobresaltos, unos provocados por las obligaciones contraídas
a la fuerza con la Hacienda Real y otras por el manejo de sus fondos, lle-
gándose incluso a la separación y procesamiento de su director Cabarrús.
La situación fue crítica a finales del siglo: en 1799, la mitad de sus activos
eran deudas del gobierno y otro tercio sumaban las inversiones y présta-
mos difícilmente recuperables (Artola, 1982: 423-428). Con este panorama
entra el siglo XIX, lejos ya de nuestro tema. En lo que hace a la historia
08 EL REFORMISMO* 1/1/04 06:21 Página 241
del Madrid de las pelucas, bástenos con el cuadro siguiente. “Banco nacio-
nal, internacional, por su dinero y empresas. El “todo Madrid” se convo-
caba en sus salas y aposentos. Incluso se habla de “una sala de contrata-
ción o Bolsa que estará abierta desde las once hasta la una del día”, y de
la que se hizo publicidad en junio de 1783 para que la frecuentasen
comerciantes y corredores. Reyes, príncipes y grandes de España fueron
accionistas; humildes reducciones de indios estuvieron representadas por
Jovellanos, y figuraban pósitos, propios, capellanías, obras pías... Un día
cualquiera encontraríamos a Paco Goya en la calle de la Luna yendo a
cobrar sus retratos o sus dividendos; otro a Leandro Fernández de
Moratín, con algún recado de Cabarrús, de quien era secretario (...)
Veríamos por los pasillos a una variopinta sociedad que no se le escapa
al ojo agudo de sainetero gráfico de don Ramón de la Cruz. Uniformes de
generales, casacas cortesanas, ropas sencillas de contratistas y arrendado-
res y humildes maragatos encargados del transporte de la plata.
Comerciantes e industriales se acercarían a nosotros para contarnos lo
malo de los tiempos y los motivos de su suspensión de pagos que obli-
garía al Banco, como principal acreedor, a recoger los libros de la conta-
bilidad que aún conserva. Madrid, pese a sus desventuras, se sentía la
capital del capital de un Imperio y el juego mercantil del San Carlos se
extendió por todos los continentes conocidos” (Sanz García, 1975: 419).
Madrid, ciudad de negocios y centro impulsor de la economía nacio-
nal, no podía carecer de un cenáculo donde se trataran los asuntos con-
cernientes a estos problemas vitales para el bien del país. Por ello, don
Pedro Rodríguez Campomanes, espoleado por el éxito de la primera
Sociedad Económica Bascongada fundada en 1765, anima a crear otras
sociedades del mismo carácter para que sirvieran como “escuela pública
de la letra y la práctica de la economía política”. “Todos tienen la misma
obligación de concurrir con sus luces y adelantar lo que yo no haya alcan-
zado o las ocupaciones no me permiten explayar”. Madrid pidió, de las
primeras, una de estas instituciones y fue, naturalmente, aprobada con
prontitud. El 16 de septiembre de 1775 el mismo Campomanes pronunció
la primera lección de la Real Sociedad Matritense de Amigos del País, que
se convertiría, en cierta forma, en el modelo que seguirían en el futuro las
nuevas Sociedades que empezaron a nacer en España. La Matritense será,
pues, uno de los principales nervios de la Ilustración, portavoz y portaes-
tandarte del reformismo ilustrado. El rey Carlos III, al fin y al cabo madri-
leño e ilustrado a su “real manera”, inscribió a sus hijos como socios de
la Sociedad, y donó tres mil reales de vellón para sus necesidades.
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Así este Madrid encogido que vimos recibir al primer rey de la casa
de Borbón en los primeros meses del siglo XVIII, experimentará a lo largo de
la centuria del reformismo un cambio, primero lento y luego más acele-
rado, no sin agitaciones y detenciones, que le asomaba en 1800 con cier-
to optimismo a un nuevo siglo; pero cuando parecía que la prosperidad
le acompañaría, he aquí que todo se lo llevó en pocos y trágicos años la
Guerra de la Independencia, uno de los períodos más nefastos de la his-
toria de España.
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08 EL REFORMISMO* 1/1/04 06:21 Página 243
LA SOCIEDAD MADRILEÑA
Y LA CULTURA DE LA ILUSTRACIÓN
AÑOS
% <7 <16 16-40 >40 >50
Varones 51,4 6,0 11,7 24,9 14,8 7,9
Hembras 48,6 5,8 11,5 23,0 14, 1 8,1
245
09 LA SOCIEDAD* 1/1/04 06:24 Página 246
LA NOBLEZA
Madrid, como Corte, es un gran imán para la nobleza a todos los nive-
les, lo que explica su abundancia en la ciudad, en la que el elemento más
llamativo es el grande, cuyo número es insignificante (119 en 1789 en
toda la Monarquía), pero su peso social y económico es enorme: son los
herederos de los antiguos ricos hombres castellanos, aragoneses y nava-
rros, que rodeaban al rey y ocupaban los cargos palatinos más impor-
tantes, las embajadas y los virreinatos se articulaban en tres niveles dife-
rentes: el primero era un reducido grupo constituido por las familias que
disfrutaban tal posición desde tiempos remotos (duques de Medina
Sidonia, Infantado, Béjar, Medina de Río Seco, Frías, Escalona, Nájera y
Arcos; y los condes de Lemos, Aguilar y Benavente); el segundo escalón
agrupaba a las familias castellanas y aragonesas engrandecidas en los
siglos XVI y XVII (son los Medinaceli, Enríquez Cabrera, Fernández de
Velasco, Huéscar, etc.) y el tercero lo formaban los que habían llegado a
ese nivel más recientemente. Por debajo de la grandeza estaban los títu-
los (condes, vizcondes, marqueses y barones), a los que el rey había
recompensado con alguno de esos títulos y tenían presencia en Madrid
buscando los honores y beneficios que la proximidad real pudiera depa-
rarles. En otros niveles más bajos encontramos a la nobleza madrileña en
sentido estricto, poco relevante en el plano social, y a la hidalguía, el
escalón inferior, muy desprestigiado, pues desde el siglo XVI venía sien-
do objeto de críticas y ataques que cuestionaban su posición social, y en
el caso de Madrid, carecía de significación. En conjunto, podemos estar
ante un grupo de unas 3.500 personas.
La nobleza cortesana había evolucionado de la antigua nobleza gue-
rrera a la “nobleza de las encomiendas” de las órdenes militares, más
ornamental: pese a que no existían nada más que 192 encomiendas, los
reyes habían conseguido asignar a ellas 600 personas que se repartían
los 6.466.384 reales que rentaban las órdenes (Desdevises du Dezert,
1989). En cambio, los aristócratas habían perdido los cargos municipales
y la influencia en el municipio (M. Hernández). Pero ni las órdenes mili-
tares ni el municipio eran una alternativa válida para el servicio directo
del rey y de la reina (los empleos cortesanos de ambos se distribuían en
cuatro grandes ramos: Capilla, Casa Real, Cámara Real y Caballería; las
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de la nobleza, que temía una pronta igualación social si se seguía por ese
camino, y así lo comunicó al rey.
El hecho es que la tradición nobiliaria se cuestionaba crecientemente,
aunque aún estaba lejos de desaparecer. Se suscita así una especie de
contradicción que deja su eco en la literatura y la legislación, ecos del
debate entre defensores y detractores de la nobleza, que va a recibir sus
peores críticas a medida que nos aproximamos a fin de siglo. En este sen-
tido, el siglo XVIII se puede considerar como la época de ocaso de la
nobleza tradicional, cuyos efectivos asentados en la Corte protagonizarán
el último gran despliegue de clase con su mejor reflejo en las mansiones
que levantan y del sostenimiento de su tren de vida característico.
LA IGLESIA Y EL CLERO
(Cuadro 1)
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LA VIDA EN MADRID
Desde que Felipe IV la mandara edificar con finalidad preferentemen-
te fiscal, la ciudad estaba delimitada por una cerca, muralla o tapia, que
servía para controlar en sus puertas y portillos el flujo de viajeros y mer-
cancías y para establecer el rastro del rey, una faja territorial de cinco
leguas de ancha en torno a Madrid que junto con la ciudad era la juris-
dicción de la Sala de Alcaldes de Casa y Corte, la quinta sala del Consejo
de Castilla que entendía en los delitos que se cometían en la ciudad y su
rastro, donde estaban incluidos algunos pueblos de alrededor.
Por los accesos a Madrid entraba y salía todos los días un gentío de
muy diversa índole que el gobierno aspiraba a controlar para una mayor
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Al parecer, a lo largo del siglo XVIII, el salario real sufre una devalua-
ción entre el 20 y el 30 %, siendo los períodos de 1751 a 1760 y de 1791
a 1800 los más agudos en este sentido, pero también hubo años malos en
1764 y 1765, entre 1768 y 1770 y en 1773-1774, de forma que la miseria
se instala en Madrid en 1787 –para algunos incluso a partir de 1778–, de
forma que la mayoría aplastante de la población madrileña sufriría las con-
secuencias de la dureza de los tiempos (Espadas Burgos), enrareciendo el
ambiente y adquiriendo fama de zonas violentas y pendencieras barrios
(Lavapiés, Rastro, Vistillas) y calles apartadas, donde la Sala de Alcaldes
preveía la necesidad de potenciar las rondas que se realizaban a diario.
Dentro de cada cuartel se concentró la vigilancia en posadas, garitos,
bodegas, figones, casas de juego y botillerías.
La sociabilidad madrileña tiene unos escenarios fundamentales y de
ellos el más importante era la calle: por ella circulaban vendedores ambu-
lantes o estables, afiladores, traperos, aguadores, mozos de cordel, ciegos,
cocheros, verduleras, floristas, vagos, mendigos, etc.; en ellas se desarro-
llaban las fiestas oficiales, religiosas y populares, se escuchaban los rela-
tos contenidos en la literatura de cordel, se divertían en las verbenas y
bailes –el más popular era el del candil–; estaban de moda los ritmos del
fandango, la seguidilla y el bolero; y entre las danzas, las más famosas
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eran la puerta del sol, contradanza de los maridos y el baile del mulo.
Seguían en importancia a las calles, las tabernas (un punto de encuentro
obligado: a finales de siglo había en Madrid 481 tabernas y 45 botillerías),
los toros (las corridas eran una auténtica pasión: por ejemplo, las 12 cele-
bradas en 1768 fueron en aumento hasta las 18 en 1797) y el teatro (por
el que se sentía una afición parecida a los toros, existiendo dos teatros
especialmente concurridos: el de la Cruz y el del Príncipe, donde se repre-
sentaban las más variadas obras –en cuyos títulos y autores no podemos
detenernos por razones de espacio (Andioc)–, disfrutando los actores de
las simpatías populares como María Ladvenant y Mariana Alcázar, dos
tonallideras con partidarios encendidos: los chorizos –partidarios de la pri-
mera e identificables por la cinta dorada de seda que llevaban– y los pola-
cos –partidarios de la rival y distinguiéndose con una cinta azul celeste–).
Una de las grandes pasiones de los madrileños del siglo XVIII fue el
juego, pese a que su práctica estaba fuertemente limitada y muchos jue-
gos prohibidos: se jugaba todo a todas horas: en lugares y establecimien-
tos públicos, como tabernas y cafés, en muchas de las cuales se jugaba en
secreto; también se hacía en las casas particulares y hasta en la calle. Se
jugaba a las cartas, al billar, a la taba, a la pelota, las bochas, a la lotería
y a las rifas, se hacían trucos a dinero y una larga serie de juegos de toda
índole.
Pues bien, mantener el orden, vigilar las zonas concurridas –como el
Prado Viejo de San Jerónimo y el nuevo del Prado–, dar seguridad y cas-
tigar el delito fueron los cometidos de la Sala de Alcaldes de Casa y Corte:
ella, con sus rondas y castigos, es el principal instrumento para tratar de
borrar una cierta aureola de violencia que rodeaba al Madrid del siglo
XVII y de los inicios del XVIII, una violencia que alcanzaba sus tonos más
sombríos por la noche, en la que los embozados eran dueños y señores:
robaban, expoliaban y apaleaban –cuando no asesinaban– a sus víctimas.
Ni las rondas nocturnas ni el establecimiento del alumbrado público en
1765 (se colocaron entonces 4.408 faroles) mitigaron significativamente
tales efectos, de manera que en el reinado de Carlos III se va a introducir
una serie de medidas policiales, como la división de los 8 cuarteles en 8
barrios cada uno (1768) (Aguilar Piñal) y la creación de la Superinten-
dencia General de Policía en 1782 por iniciativa de Floridablanca, institu-
ción que no gozó de muchas simpatías, concitando sobre ella dudas y
rechazos, espoleados por el descubrimiento a principios de la década de
1790 de la llamada Comisión Reservada, atenta especialmente a lo que
podemos llamar “la delincuencia política” (trataba de descubrir y denun-
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ciar a quienes hablaban mal del gobierno, de los reyes, de Dios y los
Santos…) y de una gran autonomía en su funcionamiento: no conocemos
muchos pormenores de su actividad, pero de lo que sabemos nos cons-
tan muchas irregularidades y abusos, que cuando fueron descubiertos
provocaron la apertura de un largo expediente cuyas salpicaduras afecta-
ron a la Superintendencia, disuelta finalmente en 1792, colofón de una
ofensiva auspiciada por Aranda contra Floridablanca, que tras caer del
poder vio desaparecer la institución creada por él.
La vida madrileña continuó por los cauces que conocemos, quedando
de nuevo la Sala de Alcaldes como responsable de la seguridad y de la pací-
fica convivencia de los madrileños, pues el restablecimiento de la Superin-
tendencia de Policía por Godoy en 1807 fue muy efímero al naufragar en
los sucesos de 1808.
para formar a los nobles jóvenes y puesto al cuidado de los jesuitas, que fue-
ron expulsados en 1767; en 1670 Jorge Juan se hizo cargo de él, que intro-
duce un nuevo plan de estudios que unía a las materias humanísticas el
estudio del Derecho Natural, Geografía, Historia, Matemáticas, Física,
Idiomas modernos, Música y Baile.
Hasta aquí lo que podemos considerar más significativo de las institu-
ciones que encarnaban la cultura “oficial”, pero en Madrid había otros
lugares preocupados también por la cultura, cuya vida discurría en un
tono menos trascendente: se trataba de las tertulias y salones, pues en el
siglo XVIII fueron bastantes las reuniones domésticas de carácter culto,
cuya actividad acabó siendo conocida por la opinión pública. Quienes
asistían habitualmente a esas reuniones eran gente selecta y entre todos
cubrían las diferentes parcelas del saber; eran moderados en sus críticas,
comentaban las últimas publicaciones nacionales y extranjeras y se habla-
ba de todos los temas. En el caso de los salones, las mujeres tuvieron un
gran papel, pues se convirtieron en el principal estímulo de las reuniones,
como sucede con la señora de Agustín Montiano, alma de la reunión que
celebraba en su casa, como también lo eran en las suyas la marquesa de
Sarriá y la condesa de Benavente (Morant).
Sin embargo, la continuidad de los salones y tertulias dependía de sus
patrocinadores, lo que explica la pronta desaparición de algunas. No obs-
tante, en el último cuarto del siglo empezaron a generalizarse locales
públicos donde servían las bebidas de moda –el café y el chocolate– ofre-
ciendo a los interesados la posibilidad de reunirse y tener en ellos sus
debates, siendo la tertulia literaria más famosa la que se reunía en la
Fonda de San Sebastián, donde eran vistos asiduamente Iriarte, Cadalso,
Fernández Moratín y el erudito Cerdá y Rico, entre otros asistentes.
Uno de los objetivos gubernamentales en el siglo XVIII fue el fomen-
to de la riqueza española para mejorar el bienestar de la población, algo
que sólo podría conseguirse modificando la ordenación económica y para
lo que era imprescindible cambiar la mentalidad colectiva inclinándola a
la práctica laboral y comercial, por lo que se dignifican profesiones y ofi-
cios –que la mentalidad aristocrática anatemizaba– y se crean instituciones
que en las diversas regiones y ciudades contribuyeran a alcanzar estos
objetivos: tales son las Sociedades Económicas de Amigos del País
(Demerson y Aguilar; Enciso Recio, 1990), la primera de las cuales fue la
Vascongada, constituida en 1764, una iniciativa que Campomanes valoró
muy positivamente y potenció –con éxito desigual– encargándoles que
fomentaran la industria y la educación popular. En cualquier caso, en
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las primeras letras, pues faltaban recursos humanos y económicos para lle-
varla a la práctica. No obstante, Madrid también va a ser en este terreno
algo especial, ya que Carlos III a poco de llegar a España mostró su inte-
rés por las escuelas de la capital animando a los maestros a que las cui-
daran especialmente por tratarse de las de la cabeza de la Monarquía, algo
que ratificó oficialmente en 1780 al dirigirse en este sentido al Colegio
Académico de Maestros. En tal línea se sitúa la creación de escuelas en los
Reales Sitios para la educación de los hijos del personal de servicio en la
Corte y de 8 escuelas reales en los 8 cuarteles de Madrid; muy pronto el
número de escuelas primarias creció hasta estar por encima de las 20 en
1791 (Nava Rodríguez; Ruiz Berrio).
Por otra parte, en la segunda mitad del siglo XVIII, en Madrid, se rei-
vindica un protagonismo mayor de la mujer, hasta entonces reducida a la
vida conventual y doméstica; en los sectores acomodados la mujer podía
tener una mayor proyección social –salones literarios, ceremonias, fiestas,
etcétera.–, pero siempre en un segundo plano y subordinada al varón. Pues
bien, ilustrados como Campomanes, Jovellanos o Moratín apoyan la pre-
tensión femenina de adquirir instrucción, aunque discrepen en su alcance
y contenidos. En 1782 se abrió un expediente para crear escuelas gratuitas
femeninas, donde las niñas se prepararan para “ejercitarse en la industria
popular”; en su reglamento, emitido al año siguiente, no se contemplaba
que las alumnas aprendieran a leer y escribir, sino que se ejercitaran en
labores (sólo en la escuela de San Martín, una de las regentadas por la
Junta de Damas de Honor y Mérito, se enseñó a las niñas lectura y escri-
tura). En realidad, si en el caso de las mujeres de los niveles altos se con-
sentía en que adquirieran una cierta formación (Palacios) y se propugnaba
que tuvieran capacidad de decidir sobre su matrimonio, liberándola de la
“tiranía” paterna, las mujeres de los niveles inferiores recibían una instruc-
ción que les permitiera desempeñar mejor su función trabajadora, lo que
puede ser considerado como otra dimensión del combate contra la ociosi-
dad propugnado por el gobierno en aras de la “utilidad” nacional.
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BIBLIOGRAFÍA
Detalle de la obra
El príncipe Baltasar Carlos de caza.(1635)
El esperado heredero nacido del primer
matrimonio de Felipe IV fallecería
a los diecisiete años.
Al fondo, el paisaje de la Sierra de
Guadarrama, que Velázquez supo
reproducir magistralmente.
Museo del Prado
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10
1.- LA ESCULTURA
El siglo XVI
271
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talla en alabastro acompañada a ambos lados del retablo por las de sus
padres.
Años después se percibió el romanismo manierista a través de Gaspar
Becerra (h. 1520-1568), quien, al servicio de Felipe II, realizó entre 1563
y 1565 el perdido retablo mayor con pinturas del monasterio de las
Descalzas Reales, en el que aparecían algunas esculturas miguelangeles-
cas. A Becerra se atribuye el excelente Cristo Yacente del mismo monas-
terio, que sirve como custodia procesional al presentar un ostensorio en
el costado derecho. Del propio escultor era también la desaparecida
Virgen de la Soledad, cuyo recuerdo se mantiene en la versión pictórica
de la Virgen de la Paloma.
Por las mismas fechas trabajó el escultor Rafael de León (+ h. 1593),
autor de obras, lamentablemente perdidas, para varios templos, así como
su yerno Luis de Villoldo.
En el círculo cortesano se desarrolló igualmente una notable actividad
escultórica que, dominada por el clasicismo y el virtuosismo técnico,
encontró idóneos representantes en Leone Leoni y su hijo Pompeyo, cul-
tivadores del retrato como de la escultura religiosa y funeraria. Leone figu-
ró varias veces al emperador Carlos y a su esposa Isabel de Portugal en
bronce y en mármol (Museo del Prado), obras realizadas con una técnica
minuciosa, como de orfebre, tan acorde con el carácter áulico de piezas
como el grupo de Carlos V y el Furor. Ambos escultores trabajaron para
Felipe II en la basílica escurialense, constando que Pompeyo, además de
intervenir también en el retablo mayor de San Felipe el Real y en la deco-
ración de la basílica de Atocha, acometió en 1574 la marmórea figura
orante de la princesa doña Juana en la iglesia del monasterio de las
Descalzas Reales.
El siglo XVII
lenses. Por otro lado, en los círculos cortesanos se tendió más a la elec-
ción de artistas procedentes de ambientes italianos que a los talleres de
los maestros hispanos.
Así, la estatua ecuestre de Felipe III que hoy preside la Plaza Mayor fue
modelada en Florencia por Giambologna hacia 1616, si bien fue ultimada
en Madrid por su discípulo Pietro Tacca. Obra de buena calidad, no supe-
ra, sin embargo, el extraordinario dinamismo de la de Felipe IV que, rea-
lizada en 1640 por el mismo Tacca, centra ahora la Plaza de Oriente.
También italianos fueron Miguel Ángel Nacherino, autor del Cristo a la
columna que, procedente del convento de trinitarios descalzos, conserva
el Museo Lázaro Galdiano; Michel Perroni, que talló el pequeño Cristo
yacente (1690) del monasterio de la Encarnación; y Nicola Fumo, autor del
Nazareno caído (1698) en la iglesia de San Ginés, en donde asimismo se
venera un Cristo a la columna del napolitano Giacomo Colombo, autor, a
su vez, de un Ecce Homo en la Catedral. Por su parte, los sepulcros de los
marqueses de Mejorada (Museo Arqueológico Nacional), procedentes del
convento de agustinos recoletos, parecen obra genovesa de hacia 1650.
En cuanto a los artistas españoles, al comienzo de la centuria refleja-
ron la pervivencia del manierismo romanista y el eco de los Leoni. Es el
caso de Juan Muñoz (h. 1574-1631), autor de los perdidos retablos de los
conventos de Atocha, Santo Domingo y, entre otros, de la Trinidad, así
como de los del monasterio de la Encarnación; en este ultimo, la escultu-
ra correspondió a Juan González, que, en 1616, realizó las tallas de San
Agustín y Santa Mónica, ahora ubicadas en el dieciochesco retablo mayor
del templo. Consta asimismo que Alonso de Vallejo (h. 1560-1619) traba-
jó con Leoni en el convento de Atocha y que Antonio de Herrera
Barnuevo (+1646) fue el autor de las esculturas de los perdidos retablos
de Santo Domingo el Real y de San Francisco; suya es una Inmaculada
(1621) de las Descalzas Reales, regalada por Felipe III, del que fue escul-
tor de cámara, y se le atribuye un San José con el Niño en la iglesia de San
Antón. De Juan de Porres o de Porras (+h. 1637), otro colaborador de Leoni,
se sabe que hizo en 1609 el retablo y la figura orante de García de
Barrionuevo en la iglesia de San Ginés. Por su parte, Antón de Morales
(h. 1560-h. 1625) trabajó activamente a principios del siglo, habiéndose
perdido su retablo (1614) para la capilla del Colegio Imperial, si bien se
conserva el del convento del Corpus Christi o de las Carboneras (1620-
1622), con figuras clasicistas y de elegantes ropajes; asimismo se le adju-
dica el Crucificado de la Real Academia de San Fernando, antes relacio-
nado con Pompeyo Leoni. A su vez, el catalán Antonio de Riera realizó la
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Andrés, así como los santos labradores que luego pasaron a la colegiata
de San Isidro el Real, en donde perecieron en la guerra civil, sustituidos
hoy por copias modernas. Por fortuna, quedan cuatro magníficas figuras
de santos monjes (h. 1665-1668) en la iglesia conventual de San Plácido.
Por entonces también trabajó Juan Sánchez Barba (h.1615-1670), influi-
do tanto por Fernández como por Pereira y Cano. Aunque se ha perdido
gran parte de sus obras, todavía se conserva el bello Crucificado del
Oratorio del Caballero de Gracia (h. 1650), felizmente restaurado; y la
Virgen del Carmen (1656-1657) alojada en el clasicista retablo mayor de
la iglesia del antiguo convento del Carmen, en el que había otras figuras
suyas (varias ya perdidas). Igualmente trabajaron por las mismas fechas
Baltasar González (h.1610-1670), al que se deben cuatro santos francisca-
nos de la Capilla de la V.O.T., y Juan Cantón de Salazar (+ h.1675), autor
de las figuras pétreas del exterior de la capilla de San Isidro en San
Andrés.
A finales de siglo estuvo activo José Calleja, discípulo de fray Eugenio
Gutiérrez de Torices, de quien aprendió el uso de la cera para realizar
“escaparates” o pequeñas escenas religiosas, como las representaciones de
San Antonio y de Santa Teresa conservadas en el monasterio de la
Encarnación.
De los talleres sevillanos y granadinos hubo un considerable número
de piezas, aunque muchas también han desaparecido. Por fortuna, toda-
vía se conserva el venerado Jesús de Medinaceli (de su templo) madrile-
ño, imagen articulada de vestir que ha sido atribuida al sevillano Francisco
de Ocampo (+ 1639). No hay obras documentadas de Juan Martínez
Montañés, con quien ha sido relacionado un Nazareno caído bajo la cruz,
buena talla de dudosa autoría conservada en la catedral de la Almudena;
pero sí de su discípulo Juan de Mesa (1583-1627), autor del excelente
Crucificado de la Buena Muerte que, procedente de la iglesia del Colegio
Imperial, es ahora venerado también en la catedral. A Juan de Solís, otro
discípulo de Montañés, se atribuye una Inmaculada conservada en las
Descalzas Reales.
Muy interesantes son las creaciones de la sevillana Luisa Roldán, la
Roldana (1654-1704), hija del imaginero Pedro Roldán y escultora de
cámara de Carlos II y Felipe V. De su producción madrileña, perdida en
gran medida, se conservan dos pequeños grupos marianos en colecciones
particulares, atribuyéndosele varias imágenes en el monasterio de las
Descalzas Reales, una Inmaculada en el convento de las Trinitarias y seis
ángeles con instrumentos de la Pasión en la colegiata de San Isidro el Real.
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El siglo XVIII
2.- LA PINTURA
El siglo XVII
con el severo atuendo de viuda (Viena, Prado, etc.). Sin embargo, para los
modelos de la aristocracia desarrolló una rica paleta con figuras de porte
distinguido y alegre apariencia (Condesa de Monterrey, Museo Lázaro
Galdiano, h. 1665; Duque de Pastrana, Prado, h. 1666).
Entre los discípulos de Carreño se encuentran el burgalés Mateo
Cerezo (1637-1666), que asumió la elegancia y el rico colorido del maes-
tro en sus lienzos religiosos (San Agustín, Desposorios místicos de Santa
Catalina, ambos en el Prado; Inmaculada, iglesia de las Comendadoras),
y el manchego Juan Martín Cabezalero (h. 1633-1673), los dos de caracte-
rísticas bastante similares hasta el punto de que algunas obras suyas han
estado atribuidas indistintamente hasta fecha reciente (Asunción de la
Virgen, Prado), siendo muy representativos de su estilo el Apostolado de
la Real Academia de Bellas Artes y el Vía Crucis de la Capilla de la V.O.T.
(1667-1668).
Por los mismos años trabajó el sevillano Francisco de Herrera el Mozo
(1627-1685), formado con su padre, Herrera el Viejo, hasta que marchó a
Italia. De regreso a Madrid hacia 1654, pintó El triunfo de San
Hermenegildo (Prado) para el convento de carmelitas descalzos, obra de
gran dinamismo y vibrante colorido. Tras una larga estancia en Sevilla,
retornó a la Corte y actuó como pintor del Rey desde 1672 hasta que, en
1677, pasó a desempeñar las funciones de arquitecto del Alcázar.
Por otra parte, los discípulos de Francisco Rizi desarrollaron una amplia
labor. Así, José Antolínez (1635-1675), madrileño de origen burgalés, aco-
metió una dilatada producción centrada en el tema de la Inmaculada
Concepción, que plasmó en versiones que comparten la serenidad de
Cano y la aparatosidad de Murillo (Prado, Museo Lázaro Galdiano), sin
olvidar otros temas expresados con una rica paleta de tonos plateados (El
tránsito de la Magdalena, Prado; El martirio de San Sebastián, Museo
Cerralbo). También el cordobés Juan Antonio de Frías y Escalante (1633-
1669) fue un refinado colorista bajo la influencia de la colección real (La
conversión de San Pablo, Museo Cerralbo; Santa Catalina, iglesia de las
Maravillas; Ecce Homo, tercer monasterio de la Visitación; Museo del
Prado). Abundante producción con amplia participación del taller fue la
de Alonso del Arco (1635-1704), que realizó muchos cuadros religiosos
(Dios Padre, trinitarias de San Ildefonso).
Más importante fue la obra de Claudio Coello (1642-1693), continuador
de las investigaciones velazqueñas y creador de las más teatrales compo-
siciones de su tiempo. El triunfo de San Agustín (Prado, 1664) y La
Anunciación (convento de San Plácido, 1668) muestran el punto de vista
10 LAS ARTES* 1/1/04 06:41 Página 288
El siglo XVIII
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EL TERRITORIO MADRILEÑO
HASTA LA CRISIS
DEL ANTIGUO RÉGIMEN
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febrero de 1593, en que una cédula real le eximió de sus obligaciones, una
autorización real que llegaba mucho después de concluida la obra, lo que
sucedió el 13 de septiembre de 1584. Los 21 años empleados en la cons-
trucción del monasterio pueden considerarse un tiempo récord para hacer
una obra de tamaña entidad, algo que fue posible por el permanente des-
velo real y por la compenetración entre el soberano y Herrera (Kubler, 1983).
Los jardines se situaron en las lonjas este y sur, donde la arquitectura
los protegía de los vientos y podían aprovechar al máximo las horas de
sol y las buenas temperaturas, logrando una serie de pequeños microcli-
mas que favorecieron la aclimatación de especies foráneas, incluidas algu-
nas que sería imposible cultivar de otra forma en aquellos lugares.
Cuando el rey murió en 1598, lo único que no había sido concluido
era el panteón –curiosamente una de las razones principales de la cons-
trucción del edificio–, que él mismo había previsto estuviera bajo el altar
mayor de la iglesia y Juan de Herrera había proyectado con planta circu-
lar. Sin embargo, en 1617, con Felipe III, el entonces superintendente de
las obras, Giovanni Battista Crescenzi, cambió la planta circular por la
octogonal, de acuerdo con el proyecto realizado por Juan Gómez de
Mora, construyéndose el Panteón entre 1617 y 1654.
Las tareas de ornamentación y decoración del Monasterio corrieron
parejas al logro de los objetivos científicos perseguidos con la biblioteca
y la farmacia o botica. A lo largo de esos años fueron llegando a El
Escorial muchas obras de arte de todo tipo (antigüedades, pinturas, escul-
turas –más bien escasas–, objetos y aparatos científicos, relicarios, orna-
mentos del culto, etc.). En particular, el rey sintió predilección por las pin-
turas. Felipe II llegó a reunir allí unas 1.150 obras de Tiziano, de El Bosco,
de Roger van der Weyden, de Patinir…, además de las que dejaron allí los
artistas contratados por el monarca. Felipe IV fue uno de los más empe-
dernidos coleccionistas de arte del siglo XVII y su afición dejó huella en
El Escorial, donde envió lo mejor de su colección religiosa y lo adquirido
en la almoneda del rey inglés Carlos I, llegando así los Tintoretto, los
Correggio, los Rafael, los Velázquez, los Ribera…
En el siglo XVIII, sobre todo por iniciativa de Carlos III y Carlos IV,
empezaron a venir al Monasterio las colecciones de tapices, realizados en
la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara sobre cartones de Andrés de
la Calleja, Guillermo de Anglois, González Ruiz, José del Castillo, Ramón
Bayeu, Francisco de Goya…
La biblioteca real, la Laurentina, manifiesta las inquietudes políticas,
culturales y religiosas de Felipe II, a la que potenció tanto que pudo com-
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de recreo de la Casa Real del año 1772, la Quinta del Duque de Arco, la
Iglesia del Santo Cristo de El Pardo y no muy lejos el Palacio de la Zar-
zuela (Calandre, 1953).
Por lo que respecta a su jardín, creación de Felipe II, se ha dicho de
él que refleja “intimidad, aislamiento y soledad”, porque la razón funda-
mental del proyecto era crear un espacio nada volcado al exterior, sin
plaza ni escalinata ni ningún otro elemento ornamental y concibiéndolo
de forma utilitaria, donde predominaran las flores y la horticultura. La
Zarzuela es un palacete campestre o refugio de caza que mandó construir
Felipe IV. Su principal atractivo era el jardín, con fuentes escalonadas, una
huerta y un vivero de árboles. Carlos IV reconstruyó el edificio y lo enri-
queció con tapices, porcelanas y lámparas de las manufacturas reales, y
con muebles y relojes, a los que era muy aficionado y de los que llegó a
reunir una soberbia colección. En la actualidad, el edificio existente ha
sido completamente remodelado y no tiene nada que ver con el edifica-
do en el siglo XVII.
También creación de Felipe IV fue otro palacete de caza, próximo a El
Pardo, el de la Torre de Parada, donde el rey formó una excelente colec-
ción de pinturas. Para este lugar Velázquez realizó una serie de retratos de
miembros de la familia real en traje de caza y en un escenario de monta-
ñas. El edificio, de dos pisos de planta rectangular, rematado por torres de
finos chapiteles en sus extremos, muy del gusto de los Austrias, fue el
resultado de la ampliación llevada a cabo en 1636 de una pequeña forta-
leza con cuatro torres de esquina edificada en tiempos del emperador
Carlos V. Su finalidad última era la de servir de descanso al monarca
durante las muchas cacerías a las que fue tan aficionado. Este pabellón se
convirtió más tarde en un valioso museo de pinturas que estaba reserva-
do en exclusiva para la Corte, pues nadie más tenía acceso a él. Allí se
recopiló el conjunto más importante de obras sobre temas de mitología
y gran variedad de desnudos.
Ya en el siglo XVIII, Fernando VI ordenó en 1755 a Miguel Bernades,
botánico y médico de la Real Fábrica de San Fernando, instalar un peque-
ño jardín en la huerta de Migas Calientes, en el Soto de la Florida, en el
camino de El Pardo a orillas del Manzanares. La iniciativa real estuvo ins-
pirada por el boticario José Ortega y el resultado fue el establecimiento
del primer Real Jardín Botánico concebido con criterios científicos. Sin
embargo, el jardín no duraría mucho, pues el 25 de julio de 1774, Carlos III
mandó traer a la Corte este pequeño jardín, trasplantando sus árboles y
plantas a las huertas que había en el Prado de San Jerónimo.
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Con ello Fernando VI no hacía más que seguir iniciativas que ya había
tomado su padre, Felipe V. El 7 de enero de 1740 [Ley VII] ordenaba
incorporar a la Corona la Real Acequia del Jarama, publicando unas orde-
nanzas para su conservación, utilización y gobierno, funciones que se
encomendaban a un gobernador facultado “con todas las autoridades y
jurisdicción que corresponde”. El 29 de enero de 1746 [Ley IV] declaraba
que el bosque de la Casa de Campo (“propio del Príncipe don Fernando
mi muy caro y amado hijo”) se convirtiera en Bosque Real, decisión que
había afectado también desde 1739 al bosque del término de Villaviciosa
de Odón (propiedad del infante don Felipe). La jurisdicción en estos
lugares se encomendaría al “Ministro Togado que el Príncipe nombrare
en Madrid”.
Paralelamente, se habían ido perfilando funciones de algunos de los
cargos más significativos dentro del ramo y se publicaban ordenanzas para
el mejor gobierno de algunos de los Sitios Reales. Aunque en este senti-
do fueron especialmente significativas las Ordenanzas de 31 de mayo de
1792 del Real Sitio de Aranjuez, a cuyo Superintendente fueron incorpo-
radas las Acequias de Colmenar y Jarama [Ley IX], Ordenanzas que espe-
cifican con minuciosidad la jurisdicción del Gobernador [Ley X] de ese
Real Sitio, así como las de su Teniente [Ley XI]. Más tardía fue la
Ordenanza de 2 de marzo de 1805 [Ley VI] que determinaba la jurisdic-
ción del Gobernador del Real Sitio de San Lorenzo, las facultades del
Guarda Mayor y el modo de proceder en las denuncias.
Evidentemente, no todos los Sitios Reales tuvieron la misma importan-
cia para la familia real, que los utilizó de acuerdo con sus intereses y afi-
ciones, como ya se ha indicado. Por este motivo, veremos cómo la Corte
se desplaza de unos lugares a otros a lo largo del año y se preocupa de
que algunas dimensiones de la organización de la Real Casa siempre estén
a punto y dispuestas para cuando se soliciten sus servicios. Es el caso, por
ejemplo, del Caballerizo y Ballestero Mayor, el primer responsable de la
Real Caballeriza y de la Real Ballestería, de quien depende el Veedor
General. No menos importante era el Ballestero Principal del Rey, que
tenía a su cargo el mantenimiento de las escopetas y arcabuces para las
cacerías regias y de quien veremos depender a la Compañía de
Guardabosques Reales cuando esté de servicio en el campo. Otro tanto
podemos decir del Mayordomo Mayor, vital en el gobierno de la servi-
dumbre, de tanta importancia en los traslados, y del Inspector General de
Bosques y Montes, que actúa como delegado del gobierno de Palacio en
todos los asuntos relacionados con los Montes y Bosques Reales.
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AL ESTE DE LA CORTE:
LOS VALLES DEL JARAMA Y DEL HENARES.
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de los grandes ríos, con itinerarios de norte a sur que enlazan con los
anteriores, en lugares estratégicos política y económicamente–, el segun-
do, sin cambios sustanciales en los itinerarios principales, traduce una
mayor concentración de caminos en el centro de la Península, ya apunta-
da en los itinerarios de Villuga, subrayando la importancia de este área
central como zona de tránsito entre las dos mesetas y de comunicación,
por tanto, con la periferia. Además, en lo que respecta a la red de cami-
nos de este sector, se aprecia igualmente la creciente utilización del tramo
Madrid-Alcalá en el itinerario Madrid-Zaragoza-Barcelona, en detrimento
del de Toledo-Alcalá, al que no logrará desplazar hasta el siglo XVIII con
la programación del sistema radial de comunicaciones (Uriol: I, 119). Este
tramo, cada vez más utilizado, debido, en gran medida, al crecimiento de
la población de Madrid, a la importancia administrativa de la capital y su
relación con El Escorial y otros Reales Sitios situados al noroeste de la pro-
vincia, partía de la madrileña Puerta de Alcalá para dirigirse a la antigua
Complutum, franqueando el arrollo Abroñigal por la Venta del Espíritu
Santo, encaminándose a Canillejas y Rejas –pequeña población no exis-
tente en la actualidad– para vadear el Jarama por el puente de Viveros y
seguir camino, pasando por Torrejón de Ardoz y atravesando el río Torote,
antes de llegar a la ciudad Universitaria; todo ello realizable en la prime-
ra jornada del itinerario. Idéntico tramo al que en un mismo día realizó la
corte, en 1585, camino de Zaragoza, con ocasión del matrimonio de la in-
fanta doña Catalina con el duque de Saboya en Barcelona (García
Mercadal: I, 1.059), y semejante al realizado en sus correrías, tanto a la
ida como a la vuelta, por el Buscón hacia 1600. Aunque a partir de estas
fechas, tenemos constancia de reconstrucciones o reformas realizadas en
alguna de las estructuras importantes que jalonaban el camino, como las
efectuadas en el puente de Viveros hacia 1613, se puede afirmar que
durante todo el siglo XVII no se experimenta modificación sustancial en
la parte de la red viaria que vertebraba la zona este de la Comunidad de
Madrid. Hay que esperar a la segunda mitad del siglo siguiente para cons-
tatar algún cambio significativo en la red de comunicaciones de esta zona
que, en principio, afectó más a las infraestructuras a ella asociadas.
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igual que otros tramos de la red secundaria como los puentes sobre el
Camarmilla y el de la cuesta de Zulema sobre el Henares. Sobre este iti-
nerario Antonio Ponz describe, en su Viaje de España, los peligros del río
Torote y el arroyo Camarmilla “cuyo pasaje pagaban de cuando en cuan-
do con la vida algunos pobres caminantes”, debido principalmente a la
fatal combinación de su régimen fluvial y con las características edafoló-
gicas del terreno en esta zona (Ponz: I, 24; Madrazo: I, 283).
La carretera que unía Madrid con Valencia seguía aproximadamente el iti-
nerario de la actual A 3 hasta Tarancón, y coincidía, por tanto, con el cami-
no de Madrid a Cuenca en el tramo correspondiente a la actual Comu-
nidad de Madrid. El vado de los ríos Jarama y Tajo se hacía por barca en
Vaciamadrid y Fuentidueña de Tajo, respectivamente, y por puentes en
Perales de Tajuña, además de los de Carabaña y Titulcia, estos dos últi-
mos fuera ya de la red principal.
A pesar de los objetivos modernizadores de la política ilustrada, pocos
fueron los logros conseguidos en el sistema de comunicaciones y trans-
portes de la Península, incluida la zona centro y el sector este de la
Comunidad de Madrid, que quedaron, en conjunto, reducidos a unos
pocos kilómetros de carreteras con nuevos firmes, la ampliación de algu-
nos tramos de antiguas calzadas, la reconstrucción y reforma de un núme-
ro significativo de puentes y la construcción de otros nuevos, sobre todo
en la red principal (Alzola: 326). No es nada extraño, por tanto, la crítica
realizada en el reinado de Carlos IV a la política de obras públicas reali-
zada por el conde de Floridablanca en la etapa precedente, por persona-
lidades tan destacadas como Jovellanos y Betancourt. Este último, en su
Noticia, de finales de 1802, da cuenta del estado de las carreteras al
comienzo del reinado y consigna los siguientes datos para la carretera de
Aragón y Cataluña, radial que atravesaba de oeste a este la zona de nues-
tro estudio: de las 107 leguas que tenía esta carretera, “había construidas
9 fi, 51 puentes y 169 alcantarillas, y estaban por hacer 97 fi leguas, 34
puentes y 310 alcantarillas”. Según el ingeniero, “esta carretera fue la que
llamó la atención, luego que determinaron SS. MM. emprender su viaje, y
en ella se han construido de firme 12 ⁄ leguas, 30 puentes y 150 alcanta-
rillas, además de la habilitación de lo restante de toda ella”. Estas inter-
venciones, según el mismo autor, tuvieron como resultado que esta vía
“que era una de las peores de España” se convirtiera en una de las mejo-
res “desde que se ha reparado para el viaje que hizo el rey a Barcelona
en 1802 con ocasión del matrimonio del príncipe de Asturias con la prin-
cesa de Nápoles”. Mejoras que, en buena medida, se debieron realizar en
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ficios civiles y religiosos entre los que se deben destacar varias ermitas
(Santa Lucía, la Vera Cruz y la Virgen del Val, entre otras) y algunos edifi-
cios asistenciales como el hospital de Santa María la Rica, fundado a
comienzos del siglo XIV como refugio y hospedería de peregrinos, o el de
Antezana, emplazado desde su fundación, a mediados del siglo siguiente,
en un bello edificio mudéjar de la calle mayor, que todavía mantiene en
la actualidad su función asistencial.
Alcalá de Henares, por tanto, debido a su trazado urbano, a la organi-
zación de sus barrios –reflejo material de la convivencia de las tres cultu-
ras– y a la adaptación de su caserío, defensas y red viaria a las necesida-
des funcionales de la población, se convirtió en un buen exponente del
urbanismo cristiano de su tiempo. Es más, la disponibilidad de terrenos
libres en el interior de la cerca, sus servicios públicos, adecuados a una
ciudad de estas características, y el carácter funcional de algunos de sus
edificios civiles o religiosos, la dotaron de unas condiciones urbanas espe-
cíficas que favorecieron el desarrollo y organización de la ciudad durante
la Edad Moderna.
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Pero fue en los terrenos baldíos y poco poblados, que se habían incor-
porado al casco urbano con la ampliación de la cerca por el arzobispo
Carrillo en 1454, donde se planteó la operación urbanística de más hondo
calado: el trazado del barrio académico que junto a la construcción de los
edificios docentes formaron una verdadera y moderna ciudad universita-
ria. Dos radiales medievales aparentemente paralelas –la calle Mayor y de
Escritorios– fueron prolongadas con trazados rectilíneos, creándose una
trama básica de estructura clara y racional. Las nuevas calles de los
Libreros y de los Colegios –antiguamente de Roma– con sus transversales,
formaron un trazado geométrico de carácter regular que permanece toda-
vía en el conjunto universitario y se conexiona sin dificultad con la ciu-
dad medieval, separada de ésta por la plaza Mayor (Castillo Oreja, 1982).
El núcleo principal del barrio académico, que progresó con extraordi-
naria rapidez, estaba formado por las construcciones del Colegio Mayor
de San Ildefonso, matriz de la institución universitaria, que junto con el
colegio franciscano de San Pedro y San Pablo, dos colegios menores y
varios edificios de viviendas dependientes de la universidad, ocupaban la
parcela de mayor extensión de las dieciocho que constaba el ámbito uni-
versitario. De esta manera, en pocos años se edificaron el Colegio Mayor
de San Ildefonso con sus numerosas dependencias, además de siete cole-
gios menores, de los doce previstos en un principio, un hospital universi-
tario y un gran número de viviendas capaces de albergar varios centena-
res de estudiantes y profesores. Eso sin considerar los edificios destinados
a recibir a las órdenes religiosas, que comenzaron a instalar sus colegios-
conventos en la ciudad atraídos por la fama y prestigio de su universidad
en los solares destinados al efecto. El carácter unitario de tan ambicioso
proyecto, su rápida ejecución, la ausencia de condicionantes urbanos con-
siderables ajenos al mismo y la gran cantidad de recursos económicos y
financieros destinados a tal fin fueron los principales factores que hicie-
ron posible completar adecuadamente tan gran empresa (Castillo Oreja,
1980 y 1995; Meseguer).
En el siglo XVI, en correspondencia con la programación del ensanche
del barrio académico, las obras de reforma emprendidas en la villa y el
tono monumental impuesto en las fábricas universitarias, se advierte en
Alcalá un desarrollo constructivo si precedentes, refrendado por las for-
mas y modelos vigentes en la arquitectura contemporánea. Las soluciones
híbridas utilizadas en la mayoría de las fundaciones cisnerianas enmarca-
das en el denominado “estilo Cisneros”, como la capilla y el teatro acadé-
mico del Colegio Mayor de San Ildefonso, donde se mezclan las técnicas
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ocasiones, serios conflictos entre civiles y soldados, como el que tuvo lugar
en Getafe a mediados de siglo cuando un joven murió y otros quedaron
gravemente heridos en una pelea con los arqueros reales allí estacionados.
donde seguimos algún tiempo el pleito, y como los vecinos éramos pocos, y
el consejo no tenía qué gastar, olvidamos el pleito y así nos condenaron en
vista y en revista, y pusieron pena al consejo que no fuese ni viniese con-
tra el dicho soto ni parte de él, por lo cual recibimos muchas molestias y
agravios, que se nos hacen con penas y prisiones así en nuestras hacien-
das como en nuestras personas, por lo cual nos fuerza no poder vivir en el
dicho pueblo, y por esta causa se deja de poblar el dicho lugar.
A lo largo del siglo XVI una parte considerable de la tierra fue acapa-
rada por los poderosos propietarios urbanos. Durante la primera mitad
de la centuria algunos villanos ricos de estos pueblos habían conseguido
frenar las ambiciones de la oligarquía de la Villa, pero durante el reinado
de Felipe II la balanza se desequilibró de manera irreversible hacia la
nobleza y los regidores de Madrid, de forma que la apretura de tierras
pasó a ser un lamento constante. Sirva para confirmarlo la queja de los
vecinos de Fuenlabrada al manifestar que había mucha falta de tierras en
que labrar, porque este lugar está metido entre pueblos de señores, y se van
dende este pueblo a otras partes a labrar.
La Iglesia era otro importante propietario que, en palabras de Nöel
Salomon, utilizaba junto a sus aliados “los campos castellanos como un
inmenso depósito en el que sus hombres se abastecían a manos llenas”.
Es interesante señalar el caso de la Cartuja del Paular, de la que José
Miguel López detalla que sólo en Getafe era propietaria de 232,98 ha,
muchas de ellas adquiridas gracias a la compra de tierras, las ejecuciones
de préstamos o los embargos judiciales.
Además de sufrir este acoso los pecheros tenían que hacer frente a una
gran variedad de pagos, entre los que estaban los diezmos, las rentas debi-
das a los patronos o los impuestos que la Villa hacía recaer sobre las
aldeas. Uno de los gravámenes que causó efectos más perniciosos fue el de
los millones, concedido por las cortes a Felipe II tras el desastre de la
Armada Invencible, ya que aumentó hasta límites insospechados la carga tri-
butaria de los vecinos.
La consecuencia de todo ello fue el empobrecimiento de la mayoría de
la población rural. Si en Móstoles los vecinos cuentan que son la mayor
parte de los vecinos pobres, a causa de no tener mas granjería de la del pan,
en Fuenlabrada responden que los mas son pobres, y que como dicho tie-
nen viven de su trabajo de labrar la tierra y trajineria y trabajo de sus per-
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sonas, y en Getafe señalan que la gente del pueblo no es rica, porque los
demás labran tierras de rentas, y es muy apretada de labor, y es poca labran-
za y muy cara (…) y por esta razon colegimos que no son ricos, hay gente
que tiene medianamente de comer algunos, y hay muchos pobres (…) más
de ciento veinte en número, y Dios sabe si los secretos son más.
Más de la mitad de los habitantes de estos pueblos eran trabajadores,
esto es, jornaleros en exclusiva o a tiempo parcial, en ocasiones tras per-
der su patrimonio como resultado de la ofensiva oligárquica o del endeu-
damiento agrícola. Todavía por debajo de ellos había otros habitantes con
mayores apuros económicos, los pobres sin recursos, gente nescesitada en
extremo y otras muchas viudas y huérfanos, que viven de limosna entre
sus vecinos, como se les define en las Relaciones Topográficas.
Por el contrario, no abundaban los llamados labradores, campesinos
con tierras suficientes como para vivir de ellas. En Alcorcón, por ejemplo,
se dice que de tres partes las dos son hombres pobres, y la otra tercia parte
tienen medianas haciendas, que el mas rico es de cuatro mil ducados de
hacienda. Un pequeño grupo de campesinos había alcanzado un nivel de
renta de cierta importancia tras unir a su terrazgo los arrendamientos de
las parcelas de los propietarios absentistas, tierras que explotaban con la
ayuda de jornaleros, pero la mayoría se encontraban agobiados por las
deudas y a un paso de perder sus propiedades.
También residían algunos moriscos en Móstoles, Fuenlabrada, Pinto o
Getafe tras ser deportados a consecuencia del levantamiento de Granada.
Explotados por los propietarios como mano de obra barata, y mal vistos
por sus vecinos, corrían el riesgo de ser investigados por el Santo Oficio,
tal y como le sucedió a María de Arana, mujer de un morisco vecino de
Alcorcón que fue condenada en 1596, sólo unos pocos años antes de la
expulsión definitiva del Reino de todos ellos (Bouza y Buns, 1980:684).
Los hidalgos eran escasos y se hallaban bajo la constante presión de los
campesinos ricos, que pretendían acabar con sus privilegios. De hecho, a
finales de siglo algunos hidalgos pobres perdieron su status debido a la falta
de fondos con los que hacer frente a los largos pleitos que requerían estas
maniobras (Salomón, 1982: 315). Las fuentes nos proporcionan varios ejem-
plos sobre su apurada situación económica. Así sabemos que en Fuenlabrada
los tres hidalgos eran pobres, aunque conservaban los privilegios de no
pagar servicio a Su Majestad, ni estar empadronados en los servicios que los
buenos hombres pecheros pagan a Su Majestad, mientras en Leganés los
hidalgos habían tenido que ponerse a trabajar como labradores y trabajado-
res, y algunos oficiales de oficios necesarios en el dicho lugar, como son sas-
13 LOS PUEBLOS* 1/1/04 06:46 Página 356
LA LARGA CRISIS
EL SUR BORBÓNICO
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Retablo gótico-flamenco de la
Cartuja de El Paular, del último
tercio del s. XV, atribuido a la
Escuela de Juan Guas,
de alabastro policromado
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14
ARTE Y PATRIMONIO
EN LA SIERRA NORTE DE MADRID
365
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TORRELAGUNA
Al nordeste de la Comunidad de Madrid, próxima a la provincia de
Guadalajara, es la población más importante de la zona. Por su territorio
cruzan caminos y cañadas, que atraviesan un hermoso paisaje con abun-
dancia de árboles y monte bajo. En la comarca se han encontrado restos
arqueológicos de la época prehistórica. Se cree que ya existía un núcleo
de población en la época romana, continuándose en épocas posteriores.
El nombre de Torrelaguna pudiera estar relacionado con una torre que
formaría parte de la red establecida en esta zona por los musulmanes.
Conquistado el territorio por Alfonso VI, fue donado por el rey a los
arzobispos de Toledo, al igual que Talamanca y Alcalá. El barrio de
Caraquiz, según la tradición, fue la cuna de Santa María de la Cabeza, espo-
sa de San Isidro. A lo largo de la Edad Media, Torrelaguna crece en impor-
tancia; en 1390 el rey D. Juan I concede a esta población el privilegio de
villa real, eximiéndola de la dependencia de Uceda. Se suceden otros pri-
14 ARTE* 1/1/04 06:49 Página 372
Colmenar Viejo
Cerceda
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IV
LA CAPITAL
EN LA ÉPOCA CONTEMPORÁNEA
15 MADRID* 1/1/04 06:52 Página 388
15
INTRODUCCIÓN
Durante el siglo XIX la población de Madrid creció moderadamente en
comparación con otras capitales europeas, pero aun así pasó de tener
160.000 habitantes al iniciarse la centuria, a contar con 540.000 en el año
1900. Ello exigió un acelerado crecimiento urbano y arquitectónico, des-
conocido hasta entonces, que configuró la nueva personalidad de la ciu-
dad del siglo XIX frente a la vieja Villa medieval y a la renovada Corte de
Austrias y Borbones. En su nueva imagen fueron decisivas las vicisitudes
políticas, pues si por un lado resulta fácil imaginar que el Madrid salido
de la Guerra de Independencia tuvo muchas dificultades para rehacer su
arquitectura, por otra parte se entiende bien que bajo la euforia del Madrid
alfonsino la ciudad conociera una gran actividad edilicia, tanto de carác-
ter público como privado. Entre una y otra etapa, entre el Madrid de
Fernando VII y el de Alfonso XII, hay un largo puente que, coincidiendo
con el reinado de Isabel II, significó la rotura de su estrecho molde pri-
mero con la reforma de su casco antiguo y después ensayando la alter-
nativa del Ensanche de la ciudad.
Desde este punto de vista, cabe hacer una triple división cronológica
en la historia edilicia y urbana de Madrid coincidiendo con cada uno de
389
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los tres tercios del siglo que políticamente responden a los tres monarcas
citados. Esto es, tras el episodio de la Guerra de Independencia (1808-
1813), se dibuja un Madrid fernandino (1814-1833) en el que el triunfalis-
mo en torno al Deseado se vio limitado por la penuria de la situación eco-
nómica. Fueron muchos los proyectos soñados entonces para Madrid,
pero muy pocos los que llegaron a realizarse; hubo ideas pero faltaron los
medios. Paradójicamente algunos de aquellos proyectos eran iniciativas
debidas a José Bonaparte, y otros fueron impulsados directamente por
Fernando VII, pero muy pocos pasaron del papel a la realidad y aun éstos
con mucha dificultad. Recuérdese que cuando en 1822 se abrió un con-
curso para conmemorar el heroísmo del Dos de Mayo, con objeto de eri-
gir el Obelisco que lleva este nombre en el Campo de la Lealtad, hoy
plaza, su ganador, Isidro Velázquez, nunca cobró el premio ofrecido por
el monarca, al tiempo que para levantar este bello, pero sencillo monu-
mento, hicieron falta hasta dieciocho años. En esta etapa todavía era la
Real Academia de Bellas Artes de San Fernando el lugar de formación de
los futuros arquitectos, siempre sobre una base vitruviana, alimentando así
el último capítulo del neoclasicismo español, más rico en sus ejercicios
gráficos y teóricos que en sus realizaciones prácticas.
Tampoco las reformas urbanas emprendidas en calles y plazas, como
la de Oriente, contaron con la debida financiación y quedaron interrum-
pidas para siempre. Ni el rey, ni el Ayuntamiento, ni la Iglesia, ni los par-
ticulares, pudieron acometer obras de empeño, y cuando se intentó se
paralizaron hasta el reinado de Isabel II. Así sucedió, por ejemplo, con
edificios tan representativos de este período como el Teatro Real. Es este
Madrid fernandino el que Mesonero Romanos recoge y describe en su
Manual de Madrid (1831), y es éste el Madrid que puntualmente repro-
duce a escala el excepcional modelo ejecutado por León Gil de Palacio,
en 1830, que se conserva en el antiguo Museo Municipal de Madrid, hoy
Museo de Historia.
Durante el reinado de Isabel II (1833-1868), Madrid inició una lenta
pero sostenida recuperación de la ciudad, de tal manera que no sólo se
finalizaron proyectos iniciados por Fernando VII, sino que se emprendie-
ron obras del máximo alcance para la futura historia de la ciudad, como
son la reforma de la Puerta del Sol, el Ensanche y el llamado Canal de
Isabel II, costeado éste en parte por la propia familia real, que permitiría
el abastecimiento de agua a Madrid. Reformas, alineaciones, plazas, fuen-
tes, casas de renta, palacetes, paseos, jardines, pasajes cubiertos, edificios
públicos y representativos como el del Congreso de los Diputados
15 MADRID* 1/1/04 06:52 Página 391
Braganza. En ella López Aguado realizó, entre 1817 y 1818, una serie de
obras muy notables, hoy perdidas o fragmentadas. Sirva de ejemplo la
entrada monumental a esta nueva posesión real del Casino, de líneas pró-
ximas a Villanueva, que tras ser desmontada hoy sirve de noble ingreso al
Retiro desde la Puerta de Alcalá. Para el Casino de la Reina, López Aguado
proyectó pequeños caprichos y arquitecturas de jardín, en una línea aná-
loga a las “bagatelles” y pequeños edificios con los que enriqueció la bellí-
sima Alameda de Osuna, por encargo de doña María Josefa Alonso-
Pimentel, condesa de Benavente y duquesa de Osuna, quien realizó aquí
una de las obras más importantes de los alrededores de Madrid, donde las
arquitecturas y sus jardines miran sin complejo otras iniciativas reales. Allí,
entre otras obras, creó López Aguado el Salón de Baile o Casino (1815),
concebido como un pabellón exento, abierto a los jardines, y con un
juego de espejos de tradición dieciochesca. Su sobrino, Martín López
Aguado, seguiría trabajando para la Alameda en los años siguientes, hasta
hacer de ella un conjunto absolutamente excepcional como villa subur-
bana (Navascués, 1981; Añón, 2003).
El más importante de sus proyectos, al margen de que luego la histo-
ria se encargara de desvirtuarlo hasta hacer difícil el reconocimiento de su
autoría, es sin duda el del Teatro Real en la Plaza de Oriente. Aguado
hubo de ponerse de acuerdo con Velázquez para adecuarlo a la particu-
lar alineación circular de su fachada principal, donde el Teatro se alzaría
con una solución distinta aunque porticada, del resto de la plaza. La dura-
ción de las obras, la posterior intervención de Custodio Teodoro Moreno
en la época isabelina y de Joaquín de la Concha en 1884, las reformas y
ampliaciones de Antonio Flórez y Pedro Muguruza (1916-1935), su des-
trucción en la Guerra Civil, la restauración llevada a cabo por Diego
Méndez y Luis Moya en los años 40, pero muy especialmente la reforma
que le ha dado su actual fisonomía, hacen absolutamente irreconocible a
López Aguado en el Teatro Real. Éste venía a sustituir al derribado teatro
de los Caños del Peral, ocupando una posición clave no sólo respecto a
la Plaza de Oriente, sino en relación con las nuevas calles de aquel entor-
no en el que la caprichosa forma del Teatro se convierte en gozne arqui-
tectónico de una reforma urbana de gran alcance.
Otros muchos arquitectos como Manuel de la Peña Padura, Pedro
Regalado de Soto, Pedro Zengotita y otros se hicieron cargo de aquella
arquitectura más anodina que configura la calle de la ciudad, sujeta a unas
ordenanzas que de algún modo mediatizaban el alcance estético del pro-
yecto. Cabello y Lapiedra describía así el aspecto de sus fachadas: “Tres
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los elementos positivos del Ensanche, como este último, llegarían a ser
realidad.
A poco de aprobarse el anteproyecto, el Plan Castro empezó a recibir
críticas destacando las referidas a la línea de sutura entre la ciudad vieja
y la nueva. Así, Cerdá, para quien el Ensanche no tenía ninguna base eco-
nómica, administrativa, ni legal, decía que era indispensable hacer una
reforma interior de viejo tejido urbano en consonancia con el nuevo
ensanche (Cerdá, 1861). Por su parte, Fernández de los Ríos añadía: “no
se comprende cómo una persona tan competente como el señor Castro
cayó en el error de cerrar la prolongación natural de las arterias del
Madrid actual, dejándolas bruscamente cortadas al llegar a la Ronda, por
multiplicadas manzanas de casas, sin más explicación que el capricho
pueril de convertir todo el ensanche en un tablero de damas” (Fernández
de los Ríos, 1876:730).
Castro fue consciente de haber preparado un Ensanche que en aque-
llos momentos sobrepasaba la posibilidad de su consolidación, pues esta-
ba pensado como solución al ordenado crecimiento demográfico y físico
de la ciudad pero a largo plazo. De ahí su lenta construcción, de ahí la
paulatina desviación de los objetivos iniciales, convirtiéndose desde muy
temprano en un campo abonado para la inversión y especulación, que
llamó a la puerta del capital de sociedades, como la General de Crédito
Mobiliario, en la que estaban los Pereire, y de particulares tan señalados
como el Marqués de Salamanca.
Salamanca, que pasa por haber sido el primer inmobiliario español, dio
el nombre a la primera zona construida del Ensanche, en razón a la ambi-
ciosa adquisición, en 1864, de doce millones de pies de terreno, con la
intención de formar una Sociedad con capital inglés para urbanizar y
construir una parte del Ensanche. Al fallar aquél, hubo de sacar a flote
aquella inversión en un momento en el que se produce una crisis gene-
ralizada que le llevaría a la ruina. En un momento dado escribe
Salamanca: “He llegado a construir el barrio más cómodo de Madrid...
pero yo estoy arruinado” (Torrente, 1969:193; MAS, 1978:47). Las primeras
actuaciones de Salamanca en el Ensanche serían decisivas para el futuro
del mismo, pues su primer proyecto, encargado al arquitecto José María
Gómez (1863), ya rebasaba la altura prevista en la Ley del Ensanche, de
tal modo que hubo una primera rectificación recogida por un Decreto del
mismo año 1864, que permitía cinco alturas, en lugar de tres, al tiempo
que rebajaba la superficie de los jardines interiores de las manzanas. Estas
primeras manzanas sobre la calle de Serrano, de muy buena arquitectura
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de Artillería para ensanche del Prado; las tapias del Salitre, del Nuevo
Mundo y Campillo de Gilimón, para dar salida a calles como la de Mesón
de Paredes, las de la Arganzuela, San Bernabé y Rosario, respectivamen-
te; la cerca de la Montaña del Príncipe Pío, para ensanchar la cuesta de
San Vicente, alargar la calle de Ferraz, desarrollar el Barrio de Argüelles,
ensanchar la calle de la Princesa y abrir la de Ventura Rodríguez; tiró las
tapias del cuartel de Conde Duque para dar salida a Amaniel; hizo derri-
bar el Pósito y la antigua plaza de toros para prolongar calles como la de
Lagasca y Claudio Coello, etc. Se trabajó a gran ritmo en las rasantes
de las nuevas calles del Ensanche como Lista, Padilla, Juan Bravo, etc.
La demolición de la cerca de Madrid permitió, además, la pronta incor-
poración de unos barrios, hasta entonces extramuros, que ahora jugarían
un papel importante en el crecimiento de la ciudad dada la rapidez con
que presentaron un gran número de solicitudes de licencias para edificar
en ellos. Los más importantes en aquel momento eran los de Argüelles,
Santa Bárbara, Indo y Castellana, seguidos de los de Pozas, Valle-
Hermoso, Bellas Vistas, Chamberí, Carretera de Aragón, Pacífico, Sur y
Peñuelas. Así veía Fernández de los Ríos, en 1876, el ejemplar Barrio de
Argüelles: “Con el derribo de las tapias de la Montaña del Príncipe Pío y
parte de las de los Paúles, se ha unido al centro formando dos largas calles
que, en siete años, se han poblado de bellos edificios, para enlazar las
calles de Leganitos y Duque de Osuna con la de la Princesa; en el lado
izquierdo de ésta se han levantado lindísimas casas aisladas de diferentes
estilos, con amenos jardines, el palacio de Pozas, el de Cerrajería, varias
casas y hoteles del señor Regoyos, el del señor Bona y otras que llenan
enteramente el programa acertadamente trazado al ensanche en el pre-
ámbulo del decreto del señor Moyano de 1857, que, hablando de la dis-
tribución de manzanas para los nuevos edificios destinados a habitacio-
nes, se recomendaba se procurase en lo posible aislar todas las casas y
dotarlas de pequeños parques y jardines. El barrio de Argüelles, que es
modelo de lo que deberían ser los del ensanche...” Desdichadamente,
nada de todo esto queda a excepción del trazado de las calles y del pala-
cio de Cerrajería.
Ni que decir tiene que el eje Recoletos-Castellana se había convertido
en el más elegante de Madrid, desde la plaza de Cibeles, donde don
Mateo Murga, marqués de Linares, levantó su bellísimo palacio, hoy Casa
de América (Navascués, 1992:23) sobre terrenos del derribado Pósito,
hasta el palacio imaginario que Palacio Valdés, en su Sinfonía Pastoral
(1931), sitúa en la Castellana para aquel rico indiano de nombre Quirós,
15 MADRID* 1/1/04 06:52 Página 413
la vez, se pueden ver con algún detalle los nuevos edificios de la Cárcel
Modelo, la Bolsa o el Banco de España, entre otros. Pero la novedad más
sorprendente del plano de Cañada no se sitúa ya en el interior de la ciu-
dad, sino en su periferia, en barrios como Cuatro Caminos, Tetuán,
Guindalera, Ventas o Pacífico, donde aparecerán interesantes barriadas
obreras (Valenzuela, 1983:63).
No obstante, el plano de Cañada interesa ahora de forma especial por
ser el primero en reflejar la hermosa realidad de la Ciudad Lineal ideada
por Arturo Soria (1892), en el primer y único tramo que se llegaría a reali-
zar, entre Chamartín y Canillejas. La Compañía Madrileña de Urbanización
(CMU), creada en 1894 para poner en ejecución el proyecto, describía idí-
licamente aquella primera experiencia, sin duda con fines propagandísti-
cos, pero respondiendo ya a una realidad incontestable: “La primera barria-
da de la Ciudad Lineal está formada por una gran calle de 40 metros de
anchura y 5.200 metros de longitud, desde la carretera de Aragón hasta el
Pinar de Chamartín, y recorrida por un tranvía eléctrico que enlaza con
Madrid, llegando por un lado hasta las Ventas y por otro hasta Cuatro
Caminos. Tiene agua abundante del Lozoya y de distintos manantiales,
canalizada convenientemente en toda su extensión; kioscos para los servi-
cios de teléfono, vigilancia y salones de espera para viajeros; fábricas de
fluido eléctrico para alumbrado y fuerza motriz; millares de árboles y maci-
zos de flores que la sanean y embellecen. Y a un lado y otro de esa gran
avenida, manzanas de terreno de 80 y 100 metros de fachada por 200 de
fondo, divididas en lotes de diversos tamaños y separadas unas de otras
por calles transversales de 20 metros de anchura, también con arbolado
abundante, y donde hay centenares de casas a diferentes precios, unas de
lujo y otras más modestas, hoteles aristocráticos, hoteles burgueses y hote-
les obreros, según la posición social de las familias que los habitan, pero
todos aislados y rodeados de huertas y jardines…”
Para Soria “hacer una ciudad nueva es mucho mejor que remendar una
vieja”, y propone en su lugar la construcción de una ciudad lineal, unien-
do dos ciudades puntos, en la que no se permitiría “ocupar con edifica-
ción más de la quinta parte del terreno a fin de que el resto sea ocupado
por los árboles, huertas y jardines, convirtiendo los áridos alrededores de
Madrid en sitios amenos y saludables”. Asimismo, sus edificaciones no
podrían tener más de tres plantas, y las casas serían independientes unas
de otras, con cuatro fachadas, accesibles todas al aire y a la luz.
Respecto a la Gran Vía ya se dijo en la introducción que es una reali-
dad que pertenece por entero al siglo XX, si bien conoció una larga etapa
15 MADRID* 1/1/04 06:52 Página 416
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421
16 LA VIDA POLITICA* 1/1/04 06:53 Página 422
MADRID, 1808
El Dos de Mayo es para Madrid su fecha histórica por antonomasia, la
que hoy se conmemora como fiesta de la Comunidad recordando no
sólo el hecho bélico en sí, sino el protagonismo del pueblo madrileño en
aquella jornada, cuya génesis hay que situarla en la doble coyuntura del
tratado de Fontainebleau firmado con Napoleón, por el que se permitía
al ejército imperial cruzar la península hacia Portugal, y el motín de Aran-
juez del 19 de marzo, que pondría fin al gobierno personal de Manuel
Godoy y obligaría a Carlos IV a abdicar la corona en el Príncipe de
Asturias. Es amplísimo y de muy variada autoría el testimonio de la época
sobre la reacción de regocijo que produjo la caída del poder del Príncipe
de la Paz. En sus Memorias de un setentón, Ramón Mesonero Romanos
recordaba cuando, siendo niño, escuchó en su casa los alborotos de
aquella noche en que la tranquila velada familiar “vino a interrumpirla un
desusado resplandor que entraba por los balcones, una algazara inaudi-
ta que se sentía en la calle (…), todos los balcones se abrieron y llena-
ron de gente que con vivas y apasionadas aclamaciones respondían a tal
algazara, agitaban los pañuelos y con las palmas de las manos, con pan-
deros, clarines y tambores de Navidad, reproducían hasta lo infinito aquel
estallido de entusiasmo popular” (Mesonero, 1881b, II: 9). Los desórde-
nes callejeros continuaron con el asalto y saqueo de las propiedades de
Manuel Godoy, así como de las de sus familiares y adictos, empezando
por su propia residencia situada en la calle del Barquillo, esquina a la
Plaza del Rey.
El día 24 de marzo, por la puerta de Atocha, hacía su entrada en
Madrid el nuevo rey Fernando VII. Venía acompañado de sus hermanos
Carlos María Isidro y Francisco de Paula, de su tío el Infante Antonio
Pascual y de su cuñado el Infante Luis de Parma, rey de Etruria. De aque-
lla jornada nos ha llegado también un vivo testimonio: “En las diferentes
escenas que he visto yo de entusiasmo popular, ninguna, ni aun la entra-
da de los vencedores de Bailén, igualó a aquella –recordaba Antonio
Alcalá Galiano–. Los vivas eran altos, repetidos y dados con animado
gesto y ojos llorosos de placer. Los pañuelos ondeaban en las calles y los
balcones movidos por manos trémulas de gozo” (Alcalá Galiano, 1955:
119). Así lo calificaba Pérez Galdós: “Era un día de marzo de esos que
parecen días de junio, privilegio de la Corte de las Españas que suele
abrasarse en febrero y helarse en mayo. La naturaleza sonreía como la
Nación” (Episodios Nacionales, I: 245).
16 LA VIDA POLITICA* 1/1/04 06:53 Página 423
¿Quiénes eran esos villanos agitadores? Esto es, ¿quiénes fueron los
principales protagonistas del “dos de mayo” madrileño? A cien años de
aquellos acontecimientos, Juan Pérez de Guzmán escribía: “En Madrid se
agavillaba la masa ingenua del pueblo sano en los claustros de los con-
ventos, en varios puntos de reunión de las afueras y pueblos inmedia-
tos, en las casas de conversación y en las botillerías, en las tertulias
domésticas, en las plazas públicas, en los barrios bajos y sobre todo en
la calle de Carretas, frente a las librerías, y en la Puerta del Sol” (Pérez
de Guzmán, 1908: 349). En la orden del día dada por el general Murat
el mismo dos de mayo se distinguía entre el “populacho de Madrid” y
“los buenos españoles”, a quienes el mando francés no quería mezclar
“con aquellos miserables que no desean más que el crimen y el pillaje”.
Hay que precisar que en la traducción española y al objeto de ser publi-
cada en el Diario de Avisos del siguiente día cuatro, se tradujo esta
expresión por “la población de Madrid”, pero el propio Murat obligó a
especificar que se refería “al populacho”. Si nos atenemos a la relación
de víctimas que, a partir de documentación de la época, proporciona
Pérez de Guzmán, es claro el predominio de menestrales, artesanos,
subalternos de los Reales Sitios y, sobre todo, criados y todo tipo de
miembros de la servidumbre de la nobleza. Son escasísimos aquellos
nombres que van precedidos del don que singulariza un nivel social
superior.
Por parte del pensamiento liberal se produciría una significativa evolu-
ción respecto al papel atribuido al pueblo en aquellas jornadas. Aunque
existe un progresivo reconocimiento del decisivo papel que protagoniza-
ron los niveles populares de la población y lo que ello significó en la
lucha por la libertad, las reservas y los recelos hacia el papel del pueblo
suelen predominar sobre los elogios. Abunda el tono paternalista, en oca-
siones claramente despectivo. Un observador tan agudo de la sociedad
como Antonio Flores, al tipificar a los habitantes de los barrios populares
de Madrid, se refiere a los chisperos y manolos, “los que estuvieron jun-
tos, hombro con hombro, en la lucha contra los franceses”, para mostrar
la perplejidad ante su comportamiento posterior, cuando el ejército fran-
cés ayudase a Fernando VII en 1823 a recuperar el poder absoluto y ellos
“cubrieron de flores el camino que pisaba el mismo ejército francés y
abrazaban y permitían que sus mujeres abrazasen a los soldados invaso-
res”, para concluir: “El pueblo madrileño ha tardado mucho en ser liberal,
pero los chisperos no sólo han tardado, sino que nosotros creemos que
han muerto sin haberlo sido” (Flores, II: 335).
16 LA VIDA POLITICA* 1/1/04 06:53 Página 428
Puerta del Sol y la Plaza Mayor. En este último enclave, las fuerzas de
la Milicia Nacional consiguieron batir a la Guardia Real, afirmando no
sólo su papel de brazo armado del liberalismo, sino incluso de su versión
más exaltada. Dos días más tarde, en sesión solemne del Ayuntamiento,
recibía la Milicia una medalla “por su celo en la defensa de las libertades
patrias”, que entregaba el propio Rafael Riego.
Unos meses después, cuando la intervención del legitimismo europeo
por medio de la expedición de los “Cien mil hijos de San Luis” restauraba
el absolutismo, la Milicia tuvo que luchar en campo abierto, distinguién-
dose en el combate de Brihuega, a las órdenes de Juan Martín “el
Empecinado” que, tras aquella acción, comunicaba al Ayuntamiento de
Madrid: “Cada individuo de la Milicia que tuve el honor de mandar fue un
héroe que puede colocarse entre los soldados más valientes que haya
podido haber en el universo”. Pero los días de la Milicia estaban conta-
dos. La llegada de las tropas francesas a Somosierra, siguiendo precisa-
mente la ruta que utilizara Napoleón en 1809, determinó la pronta caída
de Madrid. El 17 de mayo llegaba el duque de Angulema a Buitrago y el
23 hacía su entrada en la capital. Otra vez el régimen constitucional era
abolido y, con él, la Milicia.
LA “OMINOSA DÉCADA”
EL ASCENSO DE LA BURGUESÍA
El Madrid de la década de los años treinta es, sobre todo, el del ascen-
so de la burguesía al gobierno de la Villa, a la sombra del gobierno de Álva-
rez Mendizábal. Es el Madrid de las reformas urbanas, muchas de ellas rea-
lizadas gracias al motor económico de los procesos desamortizadores. Su
personaje emblemático es don Joaquín Vizcaíno, marqués viudo de
Pontejos, último en llevar el título de Corregidor, antes de que comenzase
el tiempo de los Alcaldes constitucionales. Personalidad modelo de la tran-
sición al Madrid liberal, miembro de la Milicia Nacional durante el Trienio,
Pontejos es un prototipo de burgués, cuando en el Ayuntamiento aún domi-
naba el elemento aristocrático, con la experiencia y el perfil de la burgue-
sía francesa de la monarquía de Luis Felipe de Orleans, adquirida precisa-
mente durante sus años de exilio en París. Consecuencia de ello es que en
el equipo municipal correspondiente a su segundo mandato, iniciado en
1835 y nacido de la nueva ley de Ayuntamientos, hay una significativa pre-
sencia de burgueses, varios de ellos miembros del partido progresista y muy
próximos al círculo de Mendizábal (Martín Muñoz, 1986). En ese clima una
novedad cultural, pero también política, fue la creación de dos importantes
instituciones como fueron el Ateneo Científico, Literario y Artístico y el Liceo
Artístico y Literario, claramente representativas de una nueva etapa del libe-
ralismo, la que se alejaba de su carácter revolucionario heredado del jaco-
binismo francés y, moderando su mensaje y su práctica política, incidía en
la consolidación del nuevo sector burgués de la sociedad y en el trasvase
ideológico y político entre aquellos centros culturales y las mayorías parla-
mentarias.
Como símbolo, entre otros, de la política de modernización urbana es
muy representativa la dotación de un revolucionario método de ilumina-
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ción como fue la de gas, cuyos primeros ensayos se hicieron en 1832, aun-
que hasta finales de la siguiente década no fuera una realidad presente al
menos en las calles y plazas del centro de Madrid. Es significativo cómo,
junto a razones como la de la propia estética de la ciudad y la comodidad
que la nueva técnica aportaba, aún siguiesen pesando las razones de
seguridad: “El gas es ya común en pueblos subalternos de Europa –escri-
bía Patricio de la Escosura, miembro de la comisión de policía urbana del
Ayuntamiento–, es un bien para el vecindario que ganará en comodidad
y en seguridad porque así tendrá la Autoridad un medio eficaz de preve-
nir unos delitos y de reprimir otros” (Simón, 1987: 451).
LA REVOLUCIÓN DE 1854
Diversas causas contribuyeron a la preparación de un clima tenso que
apuntaba a la posibilidad de un estallido revolucionario. El periódico con-
servador La Época las resumía así: “la cuestión social, la cuestión política,
el estado de la hacienda y la funesta influencia del cólera morbo” (García
Monerris y Pérez Garzón, 1976: 222). Se unía también el prolongado ale-
jamiento del ejercicio del poder que experimentaba el partido progresis-
ta, además de la cuestión de las contratas ferroviarias acaparadas por un
reducido número de personas muy próximas a la Reina, sin olvidar el
efecto de las malas cosechas con su secuela de escasez y de alza de pre-
cios. En el desarrollo de los hechos que iban a convulsionar la vida madri-
leña se distinguen dos fases: la que se inicia el 28 de junio de 1854 con
la sublevación de los generales O’Donnell, Dulce, Ros de Olano y
Messina; y la que tiene lugar dos días más tarde, con el enfrentamiento en
Vicálvaro con las tropas adictas al gobierno.
Los días 17 al 19 de julio presenciaron una intensa lucha en las calles
de Madrid. Aparecieron las primeras juntas de distrito, entre las que tuvo
un especial protagonismo la llamada Junta del sur. Numerosas calles vie-
ron levantado su pavimento a fin de construir barricadas, especialmente
numerosas en los distritos del sur, aunque también en céntricos enclaves
como las calles de Preciados, Sevilla, Montera, Atocha o la plaza del
Progreso. Como escribía el Diario de Avisos, “cuando creían las tropas que
los paisanos rendidos por el cansancio iban a retirarse, se vieron todas las
calles de la capital cortadas por formidables barricadas que defendían una
multitud de paisanos poseídos del más frenético entusiasmo”. Se decía
que más de veinte mil ciudadanos participaban en esas acciones.
El día 19 se formaba la Junta de Salvación, Armamento y Defensa de
Madrid. La presidía Evaristo San Miguel, cuya prioritaria función era la de
frenar el radicalismo popular y evitar, con ello, el desbordamiento revo-
lucionario. Como escribe José Ramón Urquijo, “el pueblo, al depositar la
dirección del movimiento en la Junta, había agotado las posibilidades
revolucionarias” (Urquijo, 1984: 176).
16 LA VIDA POLITICA* 1/1/04 06:53 Página 439
EL IMPACTO DEL 98
Como toda España, Madrid vivió el proceso de liquidación del impe-
rio ultramarino, la marcha de la guerra en Cuba y en Filipinas y, muy
intensamente, los efectos de la derrota. Dos años antes ya vivía Madrid
las consecuencias económicas de la guerra, en la acusada depreciación de
la moneda, pues como se ha dicho “antes de que se hundiera la flota en
Cavite, se estaba hundiendo la peseta en Madrid”. Un hecho inmediato, la
incontenible alza de los precios y el fenómeno del desabastecimiento y
del hambre. Iniciado propiamente el conflicto con los Estados Unidos, la
indiferencia fue en Madrid, como en otras ciudades, la nota dominante.
Otra cosa era el entusiasmo, más o menos sincero, que mostrasen algu-
nos órganos de la prensa. Como señalaba Ramiro de Maeztu, “si consul-
tamos las redacciones de los periódicos, no encontramos mas que parti-
darios de la guerra; pero, seamos francos, si consultamos a las clases
sociales que envían sus hijos a la guerra, las cuatro partes de España opta-
rán por la paz” (Maeztu, 1997: 60). Producida la derrota, Madrid vivió la
terrible y diaria escena del regreso de los soldados: “En las primeras horas
de la mañana –informaba El Socialista– llegó a la estación del Norte un
tren especial conduciendo un convoy de repatriados (…) El espectáculo
que ofrecía la Cuesta de San Vicente partía el alma. Infelices soldados
caían al suelo por no poder continuar la marcha. La gente madrugadora
presenciaba estas escenas con verdadera lástima. No viendo a esos infeli-
ces esqueletos no es posible formar un concepto de su estado”. Ante
comentarios como éste, la medida del gobierno fue la de evitar, en lo posi-
ble, el paso por Madrid de las tropas repatriadas, estableciendo otros pun-
16 LA VIDA POLITICA* 1/1/04 06:53 Página 444
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Detalle del
monumento
al Marqués de
Salamanca, obra
de Jerónimo
Suñol de 1902,
en la plaza del
mismo nombre
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17
LA SOCIEDAD MADRILEÑA
EN EL SIGLO DE LA BURGUESÍA
LA POBLACIÓN
447
17 LA SOCIEDAD* 1/1/04 06:55 Página 448
El flujo inmigratorio
LA NOBLEZA
finales del siglo XVIII y una vez pagados los costes de asimilación a la
economía de mercado. Por otra parte, a través del control de los salones
pudo contagiar a otros grupos de las elites económicas o políticas, defen-
diendo unas relaciones sociales de tipo clientelar, poco congruentes con
el principio de movilidad social clásico de la teoría liberal.
Normalmente los estudios acerca de la riqueza de la nobleza se han
enfocado hacia sus elevados ingresos, pero no han reparado en el capi-
tulo de sus gastos. Así se han realizado análisis y proyecciones sumamente
optimistas de su situación durante todo el siglo, sin tener en cuenta las
diferentes coyunturas. La quiebra del Antiguo Régimen supuso para la
nobleza madrileña una crisis patrimonial que se arrastrará hasta los años
setenta y que implicó para los menos afortunados la pérdida de su posi-
ción económica, como el caso emblemático y no único de la casa de
Osuna. Pero la inmensa mayoría de los nobles salieron a flote y lograron
reconstruir una sólida situación de nuevo equilibrio económico, sin aban-
donar sus componentes agrarios y sin participar en los nuevos sectores
punta de la economía española, llámense ferrocarril, deuda pública, sec-
tor financiero o sector de la construcción.
Para el conjunto de la nobleza madrileña a la altura de 1830, resultaba
palpable que la solución de sus problemas residía en un cambio global de
las relaciones sociales, políticas y económicas, una vez agotada la vía
reformista desde 1825. Esta elite nobiliaria se ubicó en las filas liberales,
con una visión posibilista, y no en las carlistas, aunque su mentalidad e
ideología estuvieran más próximas a lo que representaban D. Carlos y sus
seguidores. Es en este contexto donde adquiere plena relevancia la teoría
del pacto entre la nobleza y las otras elites, que hizo posible el adveni-
miento del sistema liberal. La nobleza madrileña se hizo liberal, pero con
limitaciones; se hizo moderantista, y con ello empezó a superar su crisis
patrimonial. El fin de los mayorazgos y la conversión de sus propiedades
y derechos en propiedad de mercado posibilitaron la movilidad y reorde-
nación de sus patrimonios, sacrificando una parte del mismo al manteni-
miento de conjunto.
La radiografía económica de un Grande de España residente en
Madrid, en la segunda mitad del siglo XIX, incorporaría los siguientes ras-
gos definitorios: sus ingresos son los más elevados del conjunto de la elite
económica madrileña, aunque, a diferencia de principios de siglo, tenga
que compartir esta posición de ventaja con hombres de negocios de
extracción burguesa; la mayor parte de estos ingresos proviene de la tie-
rra, en un porcentaje variable que fluctúa entre el 80 y 90 por 100 de la
17 LA SOCIEDAD* 1/1/04 06:55 Página 457
En estrecha relación con los grupos definidos por el talento habría que
situar la clase política y los altos funcionarios. Se trata de unos niveles del
estrato superior al que los militares llamaban “abogados”, los eclesiásticos
“seglares” y la burguesía de negocios “empleados”. La concentración de
burócratas en Madrid alcanzó niveles asombrosos, aunque explicables en
un estado fuertemente centralizado. Los niveles más elevados nutrieron
parte de la clase política, en la que los estudios de derecho y la disposi-
ción de un periódico constituían dos ventajas decisivas. El marqués de
Albaida escribía: “en la lucha que se establece para venir a la Cámara entre
las personas que tienen su fortuna hecha y los funcionarios públicos, el
triunfo tenía que ser de éstos”.
Sin embargo, el funcionariado, como el ejército o el clero, se pre-
sentaba como una serie múltiple de capas de diferente poder e ingresos.
En los niveles inferiores se agolpaban múltiples individuos cuyos méto-
dos sinuosos y serviles fueron descritos con sarcasmo por Rico y Amat:
“Empleados- Los caracoles de la situación... A imitación de los caracoles,
generalmente hablando, no tienen otra casa ni otro hogar que su empleo
que les sirve de concha”. En los momentos de cambio político la Gaceta
se convertía en “cuerno de la abundancia” (Galdós), con sus listas inter-
minables de nuevos funcionarios. Pero en el envés del proceso se situa-
ban las no menos interminables catervas de cesantes, descritas con
negros colores por los costumbristas, y de forma intensa en la galdosia-
na Miau, y que probablemente, al menos si al indicador de fortuna nos
atuviéramos, habrían de ubicarse entre las masas marginales de las capas
populares.
El asociacionismo mercantil
bre de 1881 la Gaceta publicó una ley facultando al ministro para refor-
mar el reglamento y las tarifas de la contribución industrial y de comer-
cio. Suponía un incremento de la presión fiscal, pero también un esbozo
de modernización de la estructura de un impuesto directo clave, sujeto
hasta entonces al fraude y la arbitrariedad. Esta cuestión fiscal sacó a los
socios del Círculo a la calle. En febrero, una reunión masiva de 5.000
comerciantes e industriales madrileños, agrupados en un recién creado
Sindicato, bajo la cobertura del Círculo, aprobó una proposición
condenatoria del ministro. A finales de mes, la desobediencia civil, ade-
más de cerrar talleres y comercios, provocó el impago de la contribución
industrial y de comercio. El 1 de marzo el gobierno Sagasta suspendió el
Sindicato madrileño y dictó el apresamiento de la Junta directiva. Después
de una tensa espera y ante la generalización de la protesta en toda
España, el gobierno dejó en suspenso el proyecto de Ley de Bases. El
nuevo Reglamento de 13 de julio de 1882 rebajaba la presión fiscal y plan-
teaba un esquema de reparto más equitativo. El Círculo había ganado en
parte su reivindicación.
La política de participación política del Círculo generó en los años
ochenta una estrategia dirigida a obtener una representación propia en el
Ayuntamiento de Madrid. Ya desde épocas anteriores los socios más des-
tacados del Círculo habían planteado la posibilidad de constituir un parti-
do político de carácter económico, es decir, organizado y dirigido por los
sectores mercantiles madrileños. Por supuesto, las condiciones de la ciu-
dad industrial no daban para tanto, pero sí se observa desde la implanta-
ción del sufragio universal en noviembre de 1868 la formación de candi-
daturas propias del comercio y de la industria de Madrid, por iniciativa del
Círculo, al menos en la elección municipal de noviembre de 1868. Similar
política siguieron en las elecciones censitarias de 1887. En ambas ocasio-
nes los resultados no correspondieron a las expectativas depositadas. En
noviembre de 1868 sólo obtuvieron 1.129 votos. Mejores fueron los
resultados alcanzados en mayo de 1887: 6 concejales sobre un total de 34.
Sin duda, el Círculo había conseguido una notable capacidad de audien-
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17 LA SOCIEDAD* 1/1/04 06:55 Página 473
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LA ECONOMÍA:
ACTIVIDADES ECONÓMICAS Y MERCADO URBANO
INTRODUCCIÓN
Madrid desarrolló en el siglo XIX una especialización iniciada y trans-
formada en siglos anteriores. Nos referimos a la función que cumple como
proveedora de servicios políticos, posición reforzada con la instalación del
Estado liberal. La estructura económica madrileña estuvo condicionada por
la lógica del intercambio de servicios políticos por servicios económicos de
toda índole. En el siglo XIX la vocación centralizadora del Estado, tal como
fue diseñado por el liberalismo moderado, acentúa estas características bási-
cas. Así Madrid se convirtió en espina dorsal del mercado nacional, moder-
nizando sus funciones financieras y de servicios, a la par que impulsaba su
papel como centro de intermediación, desde mediados del siglo, coinci-
diendo con la apertura del ferrocarril y la creación de un sistema integrado
de comunicaciones cuyos protagonistas eran el telégrafo y unos servicios
postales de nuevo cuño, ágiles y operativos (Bahamonde, 1993).
La evolución económica de Madrid en el siglo XIX está determinada
por el fenómeno de la capitalidad. De ahí se deriva su doble naturaleza.
Existe una capital y existe una ciudad que desarrollan funciones distintas
y no necesariamente acopladas. Un dualismo entendido en su contenido
estructural. Madrid es a la par capital y ciudad, en el complejo juego de
475
18 LA ECONOMIA* 1/1/04 06:56 Página 476
A lo largo del siglo XIX, las actividades comerciales que generó la eco-
nomía de la ciudad se fragmentaron en un amplio abanico de estableci-
mientos de estructura familiar, sobre los que destacaba el frágil entramado
de comercios de lujo y almacenistas al por mayor (Bahamonde, Martínez
y Rey, 1988). El “bazar de gran comercio”, que empezaba a tomar cuerpo
en otros núcleos europeos como París y Londres, estaba ausente todavía;
habrá que esperar a principios del siglo XX para que empiece a emerger
en el tejido comercial madrileño un núcleo de comerciantes encargados
de abastecer la demanda ciudadana, de asegurar la conexiones de la ciu-
dad con el mercado interior, servir de puente para las importaciones del
exterior y hacer de gozne entre otros focos mercantiles y el resto del mer-
cado nacional.
En el segmento superior del escalafón de las fortunas madrileñas del
siglo XIX, es decir, los patrimonios que superaban la barrera de los diez
millones de reales, no aparece ningún comerciante en el estricto sentido
del término. Según los datos de procedencia notarial la fortuna de un
almacenista de tejidos o de ferretería difícilmente sobrepasaba el listón de
los cinco millones de reales. Lo mismo puede decirse de otro grupo selec-
to representado por los agentes de negocios, los comisionistas de fincas
urbanas y los corredores de trigo, parafraseando las categorías presentes
en el registro del subsidio industrial y de comercio. Sólo los escalones más
altos de la pirámide comercial formaban parte del mundo material y men-
tal de las clases medias.
A partir de los datos proporcionados por Madoz es posible realizar una
aproximación a la estratificación del comercio de la ciudad a mediados de
siglo y distribuir a los comerciantes por ramos y cuota de contribución. El
predominio cuantitativo de las cuotas inferiores a 300 reales anuales en
casi todos los sectores pone de manifiesto la enorme difusión del peque-
ño comercio de estructura familiar que representa cerca del 52 por 100
sobre el total. La clase media comerciante está representada en los otros
dos segmentos contributivos donde se detecta algún síntoma de moderni-
zación. En líneas generales, el comercio de aquella época se bifurca entre
un reducido número de establecimientos especializados en el comercio de
lujo de una elite pudiente, afecta a la economía de la capital, y un sinfín
de pequeñas unidades encargadas de abastecer lo que hemos definido an-
teriormente por economía de la ciudad, sujeta a una demanda rígida y
limitada en sus recursos.
18 LA ECONOMIA* 1/1/04 06:56 Página 482
EL MERCADO
EL ABASTO DE LA CAPITAL
La dieta madrileña
sada su entrada en puertas, pasando de un día a otro de las 300 a las 8.000
arrobas. En los momentos de crisis las autoridades municipales siempre
consideraban el carbón artículo imprescindible para incluir en las raciones
de pobres o en las asistencias a enfermos.
Para el final hemos dejado el más importante elemento del consumo,
el agua, cuyo abastecimiento constituía por sí solo un elemento condicio-
nante para el crecimiento de la ciudad (Palacio, 1979). Tradicionalmente
Madrid se abastecía por medio de los viajes o manantiales, 5 mayores y 5
menores, de los que se aprovisionaban directamente los habitantes o indi-
rectamente por medio de los aguadores de cuba o de botija. Cada madri-
leño consumía entre 5 y 10 litros, y las dificultades en verano llegaron a
ser insalvables. Hasta que en 1848 Bravo Murillo encargó a los ingenieros
Juan Rafo y Juan Rivera el proyecto y construcción de la traída de aguas
del Lozoya. Nacía así el Canal de Isabel II, constituido como sociedad por
acciones bajo el patrocinio de la Reina en 1851, cuyo primer depósito fue
inaugurado en 1858. El 24 de junio de ese año, con un suministro diario
de 81.000 metros cúbicos, Madrid empezó a disfrutar de la posibilidad del
agua en los pisos.
El mercado inmobiliario
1834: 10 cuartos
1837: 12, 14, 15 sucesivamente
1842: 12 cuartos
1847: 17 y 15 cuartos
1849: 11 y 10 cuartos
1856: de 15 a 20, en subida continua
1857: 24, 23, 22, 20, 19, 22, 23 cuartos
1859: 12 a 14, 15 cuartos
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18 LA ECONOMIA* 1/1/04 06:56 Página 497
19
499
19 LA CULTURA* 1/1/04 06:57 Página 500
con las ideas y productos culturales europeos. Desde sus cátedras y salo-
nes se difundieron todas las ramas del saber hacía unas minorías, con evi-
dente vocación en la formación de las elites culturales y cantera de polí-
ticos liberales.
Esta trayectoria de difusión crítica de la cultura y permanente oposición
política se acentuó desde 1856 hasta 1868. El debate científico y político
estuvo animado por una tripleta ideológica: krausismo, librecambismo y el
ideario democrático. Al menos a escala madrileña durante estos años,
el Ateneo tuvo una enorme capacidad para crear opinión. Las conferencias
dictadas desde sus cátedras calaron en los sectores ilustrados y constituye-
ron el tejido cultural de la Revolución de Septiembre de 1868.
A partir de 1876 se abre una nueva fase en la evolución histórica del
Ateneo. De foro de minorías pasó a ampliar sus funciones y su público.
Su actividad cultural fue más abierta e incluyó a un público socialmente
más heterogéneo. Conferencias y veladas artísticas, literarias y musicales,
más orientadas a la opinión pública en general, tendieron a sustituir y
completar la enseñanza de sus cátedras. Su labor pedagógica se diversifi-
có. La vieja vocación ateneísta por convertirse un día en la Universidad
libre por excelencia fructificó parcialmente en la creación de la Escuela
Superior del Ateneo (1895-1907). Con el cambio de siglo aquí coincidie-
ron los profesionales más significativos de la cultura, el pensamiento y la
vida científica, en contacto con las corrientes de mayor vigor intelectual
en Europa, sobre todo el positivismo y el evolucionismo. Paralelamente,
el Ateneo desarrolló experiencias dirigidas a otros públicos, bien fuera a
la mujer o a la naciente clase obrera. En este aspecto la creación de la
Universidad Popular de Madrid en 1904 y las Conferencias de Extensión
Universitaria, en las mismas fechas, se articulan plenamente en el panora-
ma del reformismo social, que contemplado en su vertiente ateneísta sig-
nificaba la proyección del saber hacia el elemento popular.
Con este mismo espíritu de asociación libre que cultiva de forma inde-
pendiente las letras y las artes, frente al sistema de protección cortesano,
nobiliario o eclesiástico, nació en 1836 el Liceo Artístico y Literario. Era
más un círculo de recreo cultural y artístico que un foro de debate políti-
co e intelectual propio del Ateneo. Lugar de encuentro y marco de socia-
bilidad, a través de tertulias, veladas, conferencias, conciertos, exposicio-
nes, lecturas, representaciones, el nuevo público ilustrado ligado a la
bohemia cultural. Pero al mismo tiempo actuó de pieza integradora de un
mercado cultural al reunir creadores y clientela. Divulgaba las obras de sus
socios, actuaba de portavoz de la producción cultural a través de sus dis-
19 LA CULTURA* 1/1/04 06:57 Página 503
LA CIUDAD DE LA PRENSA
BIBLIOGRAFÍA
La Gran Vía sobrevolada por el dirigible Zeppelín, instantánea del famoso fotógrafo madrileño Alfonso,
testigo de excepción del Madrid de principios de siglo (1931)
20 LA EXPANSION* 1/1/04 07:00 Página 519
20
519
20 LA EXPANSION* 1/1/04 07:00 Página 520
concentre especialmente estos tipos edificatorios, pues allí se dan cita ele-
mentos inhibidores para la residencia de calidad, caso de las instalaciones
industriales que se adosan al trazado del ferrocarril de cintura que lo atra-
viesa, de las estaciones de Imperial, Peñuelas y Delicias, y de un río que
funciona como desagüe de la ciudad. Dentro del Ensanche destaca por su
impronta espacial la construcción del complejo administrativo de los
Nuevos Ministerios, proyectados por Secundino Zuazo en los terrenos del
antiguo Hipódromo, que marcan el comienzo del nuevo eje que prolon-
ga la Castellana hacia el norte.
El Casco antiguo sigue soportando el crónico proceso de degradación
de sus condiciones de habitabilidad, en respuesta a la demanda mayori-
taria de vivienda modesta. Se aprovechan abusivamente los solares pro-
ductos de derribos, en los que se generaliza la vivienda interior apiñada,
el hacinamiento y la insalubridad. Y también se deterioran los espacios
centrales ante el progresivo abandono de la alta burguesía que se tras-
lada al Ensanche noreste y al eje Prado-Castellana, sectores que osten-
tan el máximo reconocimiento social, pues no en balde allí se levantan
los hoteles de mayor lujo, el Ritz y el Palace. Sólo la apertura de la Gran
Vía, a partir de 1910, inscrita en la línea de las reformas interiores, mez-
cla la vivienda burguesa con la actividad comercial, y todo con una con-
cepción monumental que refleja la opulencia del emergente capitalismo;
en su construcción intervienen importantes arquitectos de la vanguardia
nacional e internacional que la consolidan como el centro más presti-
gioso de la ciudad central; entre los edificios levantados en los años
veinte destacan el de Telefónica, obra de Ignacio de Cárdenas, cines
como el Palacio de la Prensa de Pedro Muguruza, el Callao de Luis
Gutiérrez Soto o el Palacio de la Música de Secundino Zuazo, el Hotel
Avenida levantado por Antonio Palacios o los Almacenes Madrid-París
de Teodoro de Anasagasti.
Desde principios del siglo se pondrán en evidencia las duras condi-
ciones en que vive la clase trabajadora, especialmente la que ocupa los
suburbios periféricos. Para evitar los conflictos sociales que esto puede
provocar y la posibilidad de que se extiendan a otras partes de la ciudad
los efectos de la insalubridad que emana de sus viviendas, el Estado, a tra-
vés del Instituto de Reformas Sociales, pone en marcha una serie de medi-
das que son el comienzo de la legislación en materia de vivienda. Pero las
leyes de Casas Baratas que se dictan entre 1911 y 1925 darán pocos resul-
tados. Ni se consigue motivar a la iniciativa inmobiliaria en la construc-
ción de vivienda económica en suelo cedido por el municipio, ni la mayor
20 LA EXPANSION* 1/1/04 07:00 Página 523
con cuotas muy reducidas que a largo plazo suponen la adquisición final
de la vivienda, el balance de la actuación oficial fue insuficiente para solu-
cionar el problema del alojamiento de una población con baja o nula
capacidad económica que aumentaba a un ritmo vertiginoso.
La iniciativa privada tarda en incorporarse a la construcción de vivien-
das, y lo hace cuando el Estado, a la vista de que el problema del aloja-
miento sigue siendo una realidad que le supera, solicite su cooperación y
le facilite subvenciones varias para la construcción de viviendas económi-
cas. A partir de entonces, el negocio de la promoción residencial se con-
vierte en uno de los principales motores de acumulación de capital para
las empresas privadas. Las primeras en intervenir se acogen a las ayudas
oficiales, pero ya en los sesenta construirán en solitario, cuando se inicia
la mejora del poder adquisitivo del ciudadano medio y los promotores
estiman que es más rentable invertir sin las ayudas estatales.
Las empresas que se acogen a la Ley de Viviendas Bonificables de 1944
construirán pocas viviendas para la población de bajos recursos. Por el con-
trario, se levantarán edificios de calidad para las clases medias en el
Ensanche, bien en solares procedentes de edificios derruidos o, como
el barrio del Niño Jesús construido por la inmobiliaria Urbis, en un espa-
cio de 28 hectáreas vacías detrás del Retiro que, con sus más de dos mil
viviendas, es uno de los más importantes de la época. También lo hacen
en la periferia, donde Juan Banús recibe a muy bajo precio 225 hectáreas
de terrenos expropiados por el Ministerio de Trabajo para levantar 2.500
viviendas unifamiliares de tipo social. Pero allí sólo se construirán unas 600
casas económicas, dedicando el resto a las clases altas, dando como resul-
tado una de las urbanizaciones unifamiliares más tempranas y conocidas
de la ciudad: Mirasierra. Más populares serán las tres mil viviendas en edi-
ficios colectivos que José Banús levanta en el barrio de la Concepción,
sobre chabolas que él mismo expropia.
Cuando en los años cincuenta las sociedades inmobiliarias se acogen a
las Leyes de Viviendas de Renta Limitada se puede hablar de la incorpora-
ción de la iniciativa privada en la construcción masiva de alojamientos. Y lo
hará fundamentalmente en la modalidad que presentan menos ayudas, las
Subvencionadas, pero también menos restricciones, pues puede vender
las viviendas sin limitación alguna en el precio. Las de más calidad se levan-
tan en solares del Ensanche, mientras que en la periferia, son más econó-
micas, acorde a la demanda mayoritaria en esos momentos.
En la periferia los promotores privados actuarán a través de operacio-
nes masivas y seriadas de vivienda de renta limitada en edificación abier-
20 LA EXPANSION* 1/1/04 07:00 Página 529
ta, donde se ensayan, además del bloque de doble crujía, otras fórmulas
que permiten mayor concentración de población, como son el bloque de
cinco crujías y las diversas formas de torres, con pisos de tamaño redu-
cido o medio que las inmobiliarias venden con rapidez. La mayor pro-
moción es la llevada a cabo por la inmobiliaria Urbis, que construye entre
1959 y 1963 casi todo el barrio de Moratalaz, unas diez mil viviendas, en
bloques de cinco plantas sin ascensor. Son muchas las barriadas realiza-
das por una sola promotora. Diorva levanta más de siete mil pisos en la
Ciudad de los Ángeles, y el barrio de la Estrella se conforma con otras tan-
tas viviendas que emprende Urbis. José Banús, ya considerado uno de los
más reconocidos constructores del régimen, construye el barrio de El Pilar,
prototipo durante muchos años de las grandes e infradotadas promocio-
nes de viviendas de menos de 60 metros cuadrados. Y el mismo promo-
tor amplía su barrio de la Concepción, ahora con cuatro mil nuevas
viviendas en inmensos bloques paralepípedos de hasta 16 plantas, resul-
tando uno de ellos, con 260 metros de largo, la manzana más densa de
Europa. Otros barrios, como los de San Ignacio de Loyola, Parque de las
Avenidas o Pueblo Chico, todos con más de cuatro mil viviendas, los cons-
truye una sola empresa. Y en el recuento son bastantes las promociones
de más de mil viviendas, y más las que se acercan esa cifra.
Cerca de 80.000 viviendas construye la iniciativa privada con ayuda ofi-
cial en forma de grandes promociones de más de 500 viviendas entre 1955
y 1975. Éstas y otras muchas de menor tamaño se localizan generalmente
en la periferia lejana, a la búsqueda de suelo barato que permita mante-
ner los precios por metro cuadrado construido estipulados en las convo-
catorias de los concursos de adjudicación, sin así tener que reducir la ren-
tabilidad del capital invertido. Estos barrios forman un paisaje discontinuo,
resultado de sumar agrupaciones de bloques abiertos de baja calidad
constructiva, con escasez de equipamientos y de transporte público. Hasta
los años sesenta no se amplía el metro para ayudar a moverse a parte de
la población que habita en la periferia más cercana, alargándose entonces
las líneas que unen Tetuán con Plaza de Castilla, Puente de Vallecas con
Portazgo, Ciudad Lineal con Ventas y Plaza de España con los
Carabancheles. Mientras tanto, la población que habita en la periferia más
alejada tendrá que seguir utilizando las camionetas.
Las empresas inmobiliarias también construirán viviendas sin ayuda ofi-
cial para la demanda más solvente, así como edificios de carácter terciario.
Se ocupan los vacíos de la ciudad consolidada de prestigio, caso de los sola-
res todavía existentes en la Gran Vía en los años cuarenta y cincuenta, entre
20 LA EXPANSION* 1/1/04 07:00 Página 530
durará veinte años. En 1996 Madrid baja el listón de los tres millones de
habitantes (2.766.358), lo que supone una rebaja de casi medio millón
desde 1975. La causa está en el cambio de signo de los saldos migrato-
rios, siendo la primera vez que en la ciudad se producen más salidas que
entradas, lo que no se compensa con un saldo natural que está fuerte-
mente recortado por el envejecimiento de sus habitantes y el descenso de
la natalidad. Ahora bien, a la vez que Madrid pierde población, los muni-
cipios del entorno metropolitano la aumentan. Se trata, pues, de un rea-
juste interno de la propia aglomeración madrileña que demanda vivienda
barata y edificabilidad más económica para uso industrial y terciario, ante
la subida de precios que se registran en la ciudad.
El fenómeno se observaba desde la década anterior, cuando el creci-
miento de la periferia no se detuvo en el municipio madrileño, lo des-
bordó y se introdujo en los municipios vecinos. El desarrollo cada vez más
pronunciado de la mancha urbana se realiza a lo largo de las carreteras
principales que comunican con los municipios del norte (Alcobendas y
San Sebastián de los Reyes), este (Coslada y San Fernando de Henares)
y suroeste (Alcorcón, Móstoles y Leganés), y a finales de los años setenta
ya se introduce en pueblos más alejados, fuera de la primera colonia
metropolitana.
En la periferia de la ciudad todavía existen chabolas que se entremez-
clan con las grandes bolsas de vivienda marginal y con los barrios de baja
calidad construidos desde mediados de siglo. Es en estos espacios donde
se tejerá, de la mano de movimientos vecinales, un sólido entramado rei-
vindicativo que reclama mejoras de las condiciones de habitabilidad y que
logra alcanzar sus objetivos a comienzos de la transición democrática.
Consigue en 1979 que la administración se embarque en una política de
remodelación integral de los ámbitos más deteriorados traducida en el
derribo, nueva urbanización y construcción en una treintena de barrios.
La operación actúa sobre un espacio construido de 800 hectáreas donde
se levantarán 38.000 viviendas para realojar a sus antiguos residentes, lo
que supone un hito sin parangón en la historia de la promoción pública
de vivienda.
Los barrios en lo que se interviene responden a génesis y circunstan-
cias diversas. Algunos eran núcleos de autoconstrucción, levantados en
suelo rústico o sobre el anillo verde durante los años cincuenta y sesen-
ta, carentes de cualquier tipo de dotación, que llegaron a constituir enor-
mes áreas de parcelación ilegal e infravivienda, siendo los más represen-
tativos los de Orcasitas, Pozo del Tío Raimundo y Palomeras. Otros eran
20 LA EXPANSION* 1/1/04 07:00 Página 533
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21
POLÍTICA Y SOCIEDAD
EN EL MADRID DEL SIGLO XX
541
21 POLITICA* 1/1/04 07:01 Página 542
terías y talleres varios– a los peones, las mujeres –sastras, sobreras, galle-
teras–, los dependientes de comercio, los empleados de banca e incluso
los funcionarios y carteros. Esto también se dejó sentir en la provincia
donde las huelgas, tradicionalmente puntuales –nunca más de tres o cua-
tro– y ceñidas a trabajadores agrícolas –de Getafe, Aranjuez o Leganés–
pasan a aumentar –diez sólo en 1919– y a extenderse de forma progresi-
va a otros oficios locales o clientelares de la capital –yeseros en Vallecas,
cerámicos en Villaverde, obreros de la construcción en San Lorenzo de El
Escorial, Alcalá de Henares o Aranjuez, de productos químicos en
Carabanchel Bajo, etc.–. Un resultado bastante visible de las movilizacio-
nes de esos años fue el nacimiento de la mayor parte de los grandes sin-
dicatos locales de industria madrileños, hasta entonces poco menos que
inexistentes, que extendían sus tentáculos por vez primera más allá del
radio de la capital, hacia otros territorios de la provincia, suministradora
de mano de obra de la metrópoli: la FLE –Federación Local de la
Edificación– en la construcción, y que se extendía explícitamente por
Barajas, Leganés y Vicálvaro, el SAB –Sindicato de Artes Blancas– en la ali-
mentación, “El Baluarte”, el Sindicato metalúrgico, y la FGE –Federación
Gráfica Española–, en artes gráficas, entre los más afines a la UGT; el
Sindicato de la Madera –carpinteros–, la Asociación General de Depen-
dientes de la Distribución y Administración –los dependientes de comer-
cio– y el Sindicato Libre de Empleados de Banca y Bolsa entre los refrac-
tarios o, dicho sin más rodeos, disidentes.
Pese a todo, los socialistas no pudieron impedir la aparición en Madrid
de organizaciones rivales o alternativas a la dominante UGT y que luego
resultarán básicas en las protestas de los años treinta. Por un lado apare-
ció en 1921/1922 el PCE, alimentado por el descontento en muchos sec-
tores y sociedades de trabajadores tras el paroxismo huelguístico de 1919-
1920 y que se nutrió desde el principio de empleados y dependientes de
comercio –con una concepción diferente de la lucha obrera–, organiza-
ciones juveniles –de planteamientos más radicales– y sindicalistas anti-
guos, procedentes del amenazado mundo del taller –ya sea tipográfico o
de ebanistería–, y muy críticos con el acercamiento al mundo burgués,
cuyo prototipo podría ser Antonio García Quejido. Por ello abanderó
parte del descontento contra las tácticas ugetistas dominantes. En un
plano parecido se encontró la CNT, ya creada hacía más de un quinque-
nio, pero que irrumpió por primera vez en la ciudad en esos años y pene-
tró en algunos sectores en los que su presencia hasta entonces había sido
casi nula, como la hostelería y los sectores menos cualificados de la cons-
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ban o habían apoyado el franquismo. Otro hito clave fue la puesta en mar-
cha del Plan de Estabilización en 1959, que inició –o más bien aceleró– el
proceso de liberalización de la economía española y puso las bases del
desarrollismo de los años sesenta, y como complemento de éste la Ley de
Convenios Colectivos de 1958, que daba más juego a los representantes
sindicales y reconocía de algún modo la necesidad de la negociación
colectiva entre partes, desregulando así en parte la productividad del tra-
bajo. Con ambas medidas se fomentaba de algún modo que los salarios
empezaran a aumentar –o, por mejor decir, a intentar perseguir a la infla-
ción– y se animaba cierta confrontación obrero-patrono, que se avistaba
por tanto como ciertamente inevitable. Una buena muestra del fracaso de
fondo del franquismo en su intento de modernizar la economía y la socie-
dad españolas bajo el control de un sistema de valores tradicionales, pues
las medidas liberalizadoras tendrían innegables consecuencias de orden
social y político que afectarían a la estabilidad de la dictadura. Este
desarrollismo además impulsó un flujo inmigratorio extraordinario que se
derramó no sólo sobre Madrid ciudad, sino sobre todos sus municipios
aledaños –hubiesen o no sido absorbidos ya por el Gran Madrid fran-
quista–, y en particular los del sur: los Carabancheles, Vallecas y destaca-
bles por su combatividad futura, Villaverde y Getafe. Los trabajadores de
la construcción y sobre todo los del metal –concentrados en grandes com-
plejos fabriles, muy raros antes de 1939 en la provincia Madrid– se situa-
rán a la vanguardia de las protestas masivas. También el terciario se
moderniza: ahora el predominio será del comercio, las finanzas y las
comunicaciones frente al servicio personal y doméstico tradicional.
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Inauguración por Alfonso XIII de la línea 1 Norte-Sur del metro de Madrid desde
Cuatro Caminos a la Puerta del Sol, en 1919
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22
INTRODUCCIÓN
Madrid ha alcanzado a ser en el curso del siglo XX la capital económi-
ca de España; también una pieza estratégica y un componente de primer
orden de toda la estructura económica española. A partir de la supremacía
decimonónica de Barcelona y desde que el novecientos da sus primeros
pasos, Madrid empieza a ganar terreno, mejorando su posición conforme
discurre la centuria. La capital catalana fue indudablemente la fábrica de
España durante la primera revolución industrial; pero a Madrid le ha
correspondido constituir el centro productor más representativo del segun-
do de esos movimientos históricos en que se funden técnicas nuevas, dis-
tintas modalidades organizativas del trabajo, una diferente composición
sectorial productiva y renovadas pautas en las relaciones industriales. En el
escenario de la segunda revolución industrial, el que está delimitado, en su
arranque, por los años finiseculares, a caballo entre los siglos XIX y XX, y
en su término, por la crisis industrial de la segunda mitad del decenio de
1970, en la víspera de la constitución de la Comunidad Autónoma, la eco-
nomía de Madrid ha afirmado, en suma, su preeminencia a escala nacional
española.
565
22 LA ECONOMIA* 1/1/04 07:02 Página 566
LA DUREZA DE LA POSTGUERRA
En concreto, desde 1955 –año a partir del cual se dispone de una serie
estadística homogénea– hasta 1975, el peso de la industria de Madrid en
el valor añadido bruto industrial de España, excluida la construcción,
crece un 50 por 100; fortísima expansión que sobresale tanto más cuanto
que entre ambas fechas se reduce en términos relativos el aporte de las
otras cuatro provincias más industrializadas: Barcelona, Vizcaya, Valencia
y Guipúzcoa (Cuadro 1).
1955 1975
Barcelona 24,9 22,9
Guipúzcoa 6,0 4,1
Madrid 8,9 13,2
Valencia 6,3 5,8
Vizcaya 7,3 7,3
Fuente: Banco de Bilbao. Cuadro 1
riores, se hace entonces más visible. Por una parte, adquiere mayor densidad
y diversificación el tejido industrial de la periferia sur, en los bordes puede
decirse de la segunda semicorona (Fuenlabrada, Humanes, Parla, Torrejón de
la Calzada), atrayendo tanto empresas e instalaciones que expulsa la zona sur
más crítica, como no pocas nuevas o complementarias. El otro corrimiento es
hacia el este (el corredor del Henares) y el norte (Fuencarral, Alcobendas, San
Sebastián de los Reyes), donde ya desde los primeros años de la década de
1970 se localiza el mayor número de empresas de sectores dinámicos (quí-
mica ligera, electrónica, industria agroalimentaria); desplazamiento que dará
un nuevo y resuelto paso con la delimitación del polígono industrial y el par-
que tecnológico de Tres Cantos. Los contrastes y matices del paisaje industrial
madrileño se refuerzan así simultáneamente.
EPÍLOGO
Ni “ímpetu imperial” –la expresión es de Santos Juliá– ni voluntaristas
políticas discriminatoriamente ventajosas antes o durante el franquismo:
Madrid asienta y fortalece su condición de capital económica de España a
lo largo del siglo XX como consecuencia del despliegue de oportunidades
que durante la España moderna y el siglo XIX han creado un conjunto de
condiciones y factores singulares. Oportunidades que –actuando tal vez el
ferrocarril como desencadenante último– comenzarán a materializarse con
especial notoriedad al despuntar la centuria del novecientos. Es, desde
luego, más un “movimiento natural” –otra vez Santos Juliá– que un empe-
ño forzado o artificioso. Algo que también puede decirse, por cierto, de
lo cultural –desde la creación artística a la investigación científica, desde
la presencia de intelectuales al desarrollo de centros tecnológicos–, esa
otra dimensión de la capitalidad de Madrid que con el novecientos cobra
especial fuerza. No cabe sino concluir así, en efecto, al contemplar con
ánimo sólo de estudio la exitosa trayectoria de Madrid a lo largo del nove-
cientos, y no sólo con el encuadre que proporciona la España del siglo
XX, sino también situándola en el contexto del crecimiento y la moderni-
zación de buena parte de la Europa occidental contemporánea.
22 LA ECONOMIA* 1/1/04 07:02 Página 580
ORIENTACIÓN BIBLIOGRÁFICA
Las páginas de este capítulo son tributarias del trabajo de José Luis
García Delgado, “La economía de Madrid en el marco de la industrializa-
ción española”, dentro del volumen de Jordi Nadal y Albert Carreras
(dirs.), Pautas regionales de la industrialización española (siglos XIX y
XX), Ariel, Barcelona, 1990 y a ellas se remite en primer término para el
detalle de las fuentes utilizadas. A continuación se ofrece una relación de
los títulos que, bien por ser aludidos de manera directa en el texto, por el
interés de los temas abordados o bien por su carácter de obras generales
y con perspectiva histórica, merecen ser destacados, en particular, títulos
aparecidos en los tres últimos lustros:
23
585
23 MADRID ROMPEOLAS* 1/1/04 07:03 Página 586
Café de Levante, donde se daban cita los amantes de la música para escu-
char el violín de Abelardo Corvino y el piano del joven Enguita, y se deja-
ban caer por allí Valle, los Baroja, Azorín, los hermanos Machado, Rubén
Darío. En sus Memorias, Pío Baroja nos recuerda el ambiente de aquellos
cafés: “Había tertulia que era un muestrario de tipos raros, que se iban
sucediendo: literatos, periodistas, aventureros, policías, curas de regimien-
to, cómicos, anarquistas; todo lo más barroco de Madrid pasaba por ellas”.
Las tertulias se reunían a diario, se saltaba de una a otra, a distintas
horas del día y la noche, se celebraban en cafés y cervecerías. Pero tam-
bién en los locales de los periódicos y en casas particulares, como las que
tenían lugar en la de los Baroja, Antonio Machado, Villaespesa o las famo-
sas de los miércoles en casa de Ruiz Contreras; o en los saloncillos de los
teatros, en la que se daban cita literatos, especialmente dramaturgos,
empresarios, músicos, actores. Fue el caso del Teatro Español donde María
Guerrero junto con su marido, Fernando Díaz de Mendoza, formaban ter-
tulia, que luego se trasladó al teatro de la Princesa, siendo la excepción
que confirmaba la regla de la exclusión de las mujeres de tales espacios
de ocio, sociabilidad y discusión cultural y política.
Por lo que se refiere al teatro, el panorama había cambiado sustancial-
mente a lo largo del siglo XIX. De los tres iniciales teatros que existían a
principios de siglo: el Príncipe, desde 1849 Teatro Español, el de la Cruz
y el de los Caños del Peral, se pasó a más de una decena, destacando la
apertura en el último tercio del siglo de las salas Apolo (1873), Lara (1874),
Princesa (1885), actual María Guerrero, por ser donde se radicó su com-
pañía. Asimismo, proliferaron los cafés-teatro, cafés-cantantes y cafés-con-
cierto en concordancia con las nuevas modas y gustos imperantes en el
público finisecular. En el cambio de siglo las carteleras teatrales todavía
aparecían dominadas por el drama postromántico y la alta comedia, a los
que disputaban locales y público los melodramas artificiosos de Echegaray
y Sellés, los dramas rurales de Feliú y Codina, el drama burgués de
Benavente y el nuevo teatro de Galdós y Dicenta, este último en la senda
del postnaturalismo dramático de carga social. La renovación teatral llegó
con el nuevo siglo de la mano de Valle-Inclán, a la que se incorporaron
ya en los años veinte Ramón Gómez de la Serna y Jacinto Grau.
nan el panorama literario del cambio de siglo, otro tanto ocurre con los
poetas de la llamada generación del 27, dada la variedad de los plantea-
mientos estilísticos, temáticos y literarios presentes entre los mismos, por
lo que Jorge Guillén prefería optar por el más ambiguo apelativo de gene-
ración de los años veinte, menos comprometedor en términos literario-cul-
turales que la anterior para referirse a sus compañeros de letras.
La figura de Juan Ramón Jiménez ejerció sobre los nuevos jóvenes poe-
tas una fuerte influencia. Las vanguardias artísticas, representadas por
Valle-Inclán y Ramón Gómez de la Serna, con su permanente búsqueda
de nuevos caminos, sentado el precedente inmediatamente anterior del
modernismo y el simbolismo, fue consustancial a las preocupaciones de
los nuevos jóvenes poetas. Las actividades de la Residencia de Estudiantes
con sus ciclos de conferencias y visitantes extranjeros, en cuya amplia
nómina se encontraban las figuras más insignes de la cultura europea del
momento, desde la ciencia a las letras, de la filosofía y las artes, les per-
mitió entrar en relación directa con las nuevas tendencias y movimientos
que en Europa se estaban gestando y de los que fueron a la vez partíci-
pes, como en el caso del surrealismo con García Lorca, Buñuel y Dalí. Sus
viajes al extranjero, que les posibilitaron conocer directamente otros focos
de irradiación cultural, con París, Alemania e Italia como lugares de atrac-
ción preferente, pero también los Estados Unidos, con Nueva York a la
cabeza, nueva metrópolis que irradiaba el espíritu de los nuevos tiempos.
de los acuerdos bilaterales suscritos con los Estados Unidos en 1953, que
terminó por alterar las pautas del consumo y los sistemas de valores de
la sociedad urbana española.
La propia institución eclesiástica fue receptiva a las transformaciones
sociales. Los avances de la urbanización posibilitaron, a pesar del propio
régimen, un incremento de los procesos de secularización. El 28 de octu-
bre de 1956 se realizaba la primera emisión oficial de Televisión Española.
Era el símbolo de los incipientes pasos hacia la constitución de una socie-
dad de consumo, en términos económicos y culturales. En ese mismo año
estallaba la revuelta estudiantil en la Universidad de Madrid, que iba a sig-
nificar la quiebra del control político, a través del Sindicato Español
Universitario, y su obligada sustitución por el control policial de la
Universidad, lo que no fue óbice para la permanente contestación de
la Universidad a todo lo que representaba la dictadura. Con el paso de los
años la contestación también alcanzó al profesorado. En 1965 los cate-
dráticos de la Complutense Tierno Galván, García Calvo y López
Aranguren, como consecuencia de encabezar una manifestación estudian-
til, fueron expulsados de las aulas. La creación del SDEUM (Sindicato
Democrático de Estudiantes de la Universidad de Madrid) significó el defi-
nitivo desmantelamiento del SEU, a finales de los años sesenta. La
Universidad ya era una causa perdida para la dictadura. Una universidad
que acabó por forjar otra universidad paralela donde saciar el hambre cul-
tural: seminarios, recitales, cine-fórums, ciclos de conferencias, utilizando
como plataforma la red de colegios mayores, que encontró aliento en los
jóvenes profesores, recién incorporados por la propia lógica de la masifi-
cación universitaria.
Las transformaciones de los años sesenta hicieron necesaria una aper-
tura de la información de doble naturaleza: muy restringida en los medios
de masas y más liberal en los productos de minorías, es decir, en algunas
revistas especializadas. Así la prensa diaria, la televisión y la radio –mono-
polio informativo de Radio Nacional de España– continuaron bajo la
minuciosa vigilancia del Ministerio de Información y Turismo. La Ley de
prensa del ministro Fraga Iribarne de 1966 consolidó esta situación. El
ejemplo más escandaloso fue el cierre definitivo del diario Madrid el 25
de noviembre de 1969. La relativa tolerancia en el mundo de las revistas
permitió la publicación en Madrid de Cuadernos para el diálogo, fundada
en 1963, bajo la dirección de Joaquín Ruiz Giménez, ex-ministro de
Educación Nacional, cesado como consecuencia de los incidentes univer-
sitarios de 1956, y el cambio de orientación de Triunfo, fundado en 1942
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V
LA PROVINCIA
EN LA ÉPOCA CONTEMPORÁNEA
24 ALCALA* 1/1/04 07:05 Página 622
El Torreón construido
por el arzobispo Tenorio,
en el siglo XVI, recuerda
el primer uso del palacio
arzobispal de Alcalá
de Henares como fortaleza
defensiva
24 ALCALA* 1/1/04 07:05 Página 623
24
ALCALÁ CONTEMPORÁNEO
Y EL CORREDOR DEL HENARES
623
24 ALCALA* 1/1/04 07:05 Página 624
del siglo de oro. Estos nuevos barrios son más independientes, tienen
manzanas más geométricas, formando rectángulos, pero pese a todo guar-
dan cierta relación con la trama histórica: se integran, se embuten en la
prolongación de las calles medievales, las de Santiago, Mayor y Libreros.
En cambio, los nuevos barrios del siglo XIX son enteramente ajenos a la
ciudad de la Magistral, rompen totalmente con los tejidos de la ciudad tra-
dicional (García Fernández, 1952: 313-315).
Uno de los testimonios más expresivos de la decadencia de la ciudad
a mediados del siglo XIX es la escasa respuesta que tuvo la venta de los
bienes urbanos desamortizados, pese a su importancia y entidad, que con-
trasta con una desamortización de predios rurales mucho más dinámica
(Gómez Mendoza, 1975: 478-507 y 1977: 179-210). El suelo urbano de
Alcalá fue, en efecto, muy poco codiciado, la mayor parte de la fincas no
encontraron postor en la primera subasta, y aun si lo encontraban, no era
inhabitual que se declarara en quiebra e incurriera en impago de plazos,
con lo que la venta se retrotraía a la situación de origen. De 100 hectáreas
que tendría la ciudad, se subastó aproximadamente un 14 % del total, y
no se remató ni el 4 %. Quedaron excluidos de la venta la mayoría de los
grandes edificios, en particular los colegios universitarios, a excepción del
de Málaga, que sí se vendió, los conventos incautados por el Estado en
gran parte para acuartelamiento, así como la Magistral y demás iglesias. El
palacio arzobispal fue inicialmente subastado con su huerta y demás ane-
xos, pero al no encontrar postor fue devuelto a la mitra de Toledo al
amparo de la ley de devolución de 1845. Con la ley general de desamor-
tización de 1855, es nuevamente incautado por el Estado, que lo dedicó,
primero a oficinas militares de quintas y por R.D. de 1858, a la instaura-
ción del Archivo Central, prolongación del Histórico de Simancas. De
hecho, el único convento conocido en el que la privatización se llevó real-
mente a cabo fue el del Ángel.
Del despojo del que pudo ser objeto el patrimonio complutense es
buena manifestación el que la propia Universidad fuera subastada y rema-
tada en el año 1846, sin más obligación para el rematante que “conser-
var la fachada, los patios y demás obras de mérito (…) siempre que no se
perjudicasen los intereses (del nuevo comprador)”. Esta cláusula puede
dar idea de los despojos a los que fue sometido el edificio. Una sociedad
de condueños de la que formaba parte el arzobispo, y el rector de la
Universidad Central rescató la Universidad en 1851, cediéndola después
en parte a los Padres Escolapios para establecimiento de primera y segun-
da enseñanza. En 1933 estuvo instalado por un corto período de tiempo
24 ALCALA* 1/1/04 07:05 Página 627
LA INDUSTRIALIZACIÓN DE ALCALÁ
Y DE LOS MUNICIPIOS DEL CORREDOR Y SU PLANEAMIENTO
Las especiales condiciones del eje del río Henares que constituye un
corredor de tan alta accesibilidad y conectividad hacen que los municipios
madrileños que lo jalonan –Coslada, San Fernando de Henares, Torrejón
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Vista de los patios de la sede de Getafe de la Universidad Carlos III de Madrid, construida
a partir de unos antiguos cuarteles. Al fondo, a la derecha, la espléndida biblioteca nueva
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25
Al despuntar el siglo XIX los pueblos del sur de Madrid parecían per-
petuarse en el tiempo sin apenas sufrir cambios. La capital seguía mante-
niendo el control que llevaba ejerciendo desde hacía siglos sobre
Alcorcón, Fuenlabrada o Getafe, mientras Leganés y Pinto continuaban
siendo señoríos rurales y Móstoles permanecía vinculado a Toledo. La
economía de estas fértiles tierras seguía basada en el sector primario, prin-
cipalmente en el cultivo de trigo y cebada. Los excedentes se enviaban a
la capital, pero los rendimientos eran escasos y el utillaje antiguo, obsta-
culizando el aumento de la productividad.
La tierra estaba en buena parte en manos de grandes propietarios forá-
neos. En Getafe éstos eran el marqués de Calmediano, el conde Fernán
Nuñez, el marqués de Vozmediano, la Cartuja del Paular, así como los con-
ventos de Santo Domingo y de las Bernardas (Reyes, 2006: 165). Las fuen-
tes nos informan de una decadencia de las manufacturas rurales, con
reducción del número de talleres y jergas textiles, de forma que sólo
sobrevivían los negocios dedicados al propio consumo local o a una pri-
mera transformación de los productos agrarios.
Al comenzar la centuria, las malas cosechas ocasionaron una grave cri-
sis demográfica. Pérez Moreda explica que en Getafe durante 1802 hubo
problemas de abastecimiento que derivaron en graves motines ante la
647
25 LA TRANSFORMACION* 1/1/04 07:06 Página 648
LA EXPLOSIÓN URBANÍSTICA
Pero, aun así, visto en perspectiva, estas localidades han llevado a cabo
una enorme transformación en pocos años y los pequeños pueblos agrí-
colas son ahora ciudades asentadas, con servicios y equipamientos, que
asisten al desarrollo de una nueva identidad colectiva. Como señala el
sociólogo Javier Angulo, el sur es hoy más que un mero espacio geográ-
fico al convertirse en una especie de marca, un sello diferenciador con
respecto al resto de la Comunidad de Madrid.
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26
INTRODUCCIÓN
Al salir de la ciudad de Madrid en dirección a la Sierra se atraviesa un
territorio alomado, de suelos arenosos por erosión de los materiales ígneos
y metamórficos del Sistema Central, que envuelve a la capital por el norte
y el oeste. Tomando como eje central el monte de El Pardo, esa área com-
prende los valles de los ríos Guadarrama, Manzanares y Jarama, y es atra-
vesada en la actualidad por cuatro grandes vías radiales de comunicación,
que enlazan los diferentes núcleos poblados y han servido como vector
al intenso proceso de urbanización de las últimas décadas: son la A-1,
en dirección al norte de la península, la M-607 a Colmenar Viejo, la A-6 hacia
el noroeste y la M-501 hacia el suroeste de la provincia respectivamente.
Su margen externo resulta aún más difícil de establecer, eligiéndose en
este caso el borde de la cuenca sedimentaria y aquellos municipios que,
hasta una distancia máxima de 30 kilómetros de Madrid por carretera, se
sitúan en la rampa que establece un límite relativamente neto con las
comarcas serranas, tanto en el plano topográfico, como en cuanto a con-
diciones ambientales, usos del suelo y formas de poblamiento.
El territorio así delimitado (bastante similar al que en las delimitaciones
más frecuentes realizadas por la Comunidad de Madrid corresponde a los
sectores oeste y norte, dentro de la llamada Corona Metropolitana), no
cuenta con una denominación habitual que lo identifique y tanto sus lími-
667
26 LA EXPANSIÓN* 1/1/04 07:08 Página 668
Una lectura del pasado desde la perspectiva del presente, tal como la
que aquí se pretende, exige una estricta selección de aquellos elementos
que pueden ayudar a una mejor comprensión de un territorio como éste,
en donde las transformaciones recientes pudieran hacer pensar en la prác-
tica desaparición de los vestigios de ese pasado. No obstante, aunque se
trate tan sólo de retazos que buscan llamar la atención sobre ciertas señas
de identidad y no abordar una revisión más precisa y matizada de su evo-
lución histórica, resulta necesario aludir a ciertas características que han
permanecido ancladas a este territorio y ayudan a comprender sus pecu-
liaridades en el contexto de la Comunidad de Madrid.
En primer lugar, se trató siempre de un conjunto espacial heterogéneo
y fragmentado, como herencia del proceso de repoblación medieval, que
hasta la división provincial de 1833 podía definirse con toda propiedad
como un “conglomerado de territorios sometidos a diversas jurisdiccio-
nes”, dependientes de Madrid, Segovia o Guadalajara “en función del
lugar de residencia original de las casas nobiliarias de las que dependían”
(Bahamonde y Otero, 1989: 517), pese a los intentos de reforma en el
siglo XVIII con la creación de las Intendencias (1749) y su posterior refor-
ma (1801). No obstante, años después de la división promovida por Javier
de Burgos, los municipios noroccidentales aquí considerados continuaban
integrados, según los casos, en los partidos judiciales de Colmenar Viejo,
Navalcarnero o Alcalá de Henares, como reflejo de una organización ter-
ritorial en áreas de influencia que cortaban transversalmente este territo-
rio desde época muy anterior.
También el proceso de poblamiento estuvo en el origen de la secular
coexistencia de tierras de realengo con grandes propiedades señoriales,
que pervivieron a lo largo del tiempo aunque cambiasen sus titulares, con
el caso singular del monte de El Pardo, enajenado por la corona en tiem-
pos de Enrique III. Sólo tras las desamortizaciones de Mendizábal y Madoz
se planteó una transformación radical de tal situación, pero en este caso
sus resultados fueron bastante limitados, a juzgar por la pervivencia de un
elevado número de grandes propiedades extensivas que no se subdivi-
dieron y el hecho de que, aún en el último cuarto del siglo XIX,
Bahamonde y Otero Carvajal (1989) refieren la pervivencia de mayoraz-
gos señoriales como los de Villafranca del Castillo, de la condesa de Vega
del Pozo, junto al río Guadarrama, el coto redondo de Romanillos, pro-
piedad de los condes de Montijo y luego de la Casa de Alba, entre
26 LA EXPANSIÓN* 1/1/04 07:08 Página 670
Municipio Habs. Habs. Habs. Habs. Habs. Evol.1857 Evol.1900 Evol.1950 Evol.1981
26 LA EXPANSIÓN*
1857 1900 1950 1981 2006 1900 (%) 1950 (%) 1981 (%) 1900- (%)
Alcobendas 1.513 1.347 1.862 63.507 104.118 -10,97 38,23 3.310,69 63,95
1/1/04
Algete 1.356 1.181 1.194 5.042 18.176 -12,91 1,10 322,28 260,49
Boadilla del Monte 553 778 905 6.061 37.926 40,69 16,32 569,72 525,74
Brunete 1.340 1.453 877 1119 8.645 8,43 -39,64 27,59 672,56
07:08
Cobeña 371 363 350 582 4.293 -2,16 -3,58 66,29 637,63
Colmenar Viejo 5.115 5.255 8.239 21.159 40.878 2,74 56,78 156,82 93,19
Colmenarejo 326 400 544 1.595 7.308 22,70 36,00 193,20 358,18
Fuente el Saz de Jarama 656 774 779 1.421 5.789 17,99 0,65 82,41 307,39
Galapagar 951 894 1.647 6.090 28.924 -5,99 84,23 269,76 374,94
Hoyo de Manzanares 469 363 1.810 3.476 7.210 -22,60 398,62 92,04 107,42
Página 673
Majadahonda 748 806 1.153 22.949 62.270 7,75 43,05 1.890,37 171,34
Pozuelo de Alarcón 868 1.873 5105 31.228 79.581 115,78 172,56 511,71 154,84
EXPANSIÓN DEL NOROESTE DEL ÁREA METROPOLITANA
Quijorna 322 283 423 505 2.177 -12,11 49,47 19,39 331,09
Rozas de Madrid (Las) 998 1.041 1.616 13.513 75.719 4,31 55,24 736,20 460,34
San Agustín de Guadalix 894 588 666 1.920 8.832 -34,23 13,27 188,29 360,00
S. Sebastián de los Reyes 1457 1.130 1.809 39.866 67.351 -22,44 60,09 2103,76 68,94
Sevilla la Nueva 247 356 421 800 6.731 44,13 18,26 90,02 741,38
Torrelodones 276 364 1.278 3.495 19.843 31,88 251,10 173,47 467,75
Tres Cantos - - - - 39826 - - - -
Valdeolmos-Alalpardo 295 382 475 448 2.389 29,49 24,35 -5,68 433,26
Valdetorres de Jarama 711 1.005 916 1.127 3.280 41,35 -8,86 23,03 191,04
Villanueva de la Cañada 634 668 500 1.997 14.809 5,36 -25,15 299,40 641,56
Villanueva del Pardillo 452 474 509 993 12.879 4,87 7,38 95,09 1.196,98
Villaviciosa de Odón 1.345 1.569 1621,00 6.102 26.076 16,65 3,31 276,43 327,34
TOTAL NOROESTE 21.897 23.347 34.699 234.995 685.030 6,62 48,62 577,24 191,51
TOTAL PROVINCIA 475.785 775.034 1.926.311 4.687.083 6.008.183 62,90 148,55 143,32 28,19
CIUDAD DE MADRID 281.170 539.835 1.618.435 3.188.297 3.128.600 92,00 199,80 97,00 -1,87
673
derse como exponente del final de esa primera fase de integración metro-
politana diferenciada y anuncian ya las transformaciones que se han con-
solidado en fechas más recientes.
Si bien es indudable que las respuestas de los ciudadanos se ven influi-
das por un elevado número de factores, tanto personales como de entor-
no (político, social, cultural…), y relacionados con el momento concreto
en que se lleva a cabo cada proceso electoral, los resultados registrados
aquí en esa fecha pueden entenderse también como reflejo de la nueva
base social que se asentaba en estos municipios. En una perspectiva de
conjunto, de los 306 concejales correspondientes a los 23 municipios aquí
considerados, un total de 115 (37,6%) correspondieron al Partido Popular,
que obtuvo unos resultados bastante mejores que los correspondientes al
conjunto de la región (26,1% de los concejales elegidos en la Comunidad).
A escasa distancia se situaron los 110 (35,9%) obtenidos por el Partido
Socialista Obrero Español, que aquí tuvo una representación inferior a la
de otras comarcas (38,9% en la Comunidad). Los restantes se repartieron
entre 5 concejales a Izquierda Unida y hasta 76 distribuidos entre múlti-
ples agrupaciones locales.
Desde una perspectiva atenta a señalar las diferencias internas, en siete
municipios la suma de concejales de PSOE-IU permitió alcanzar una
mayoría de votos para sustentar esas alcaldías, correspondiendo a las dos
ciudades con mayor tradición del área como son Alcobendas y San
Sebastián de los Reyes, junto a algunos municipios aún poco poblados y
localizados en ambas márgenes (Colmenarejo, Fuente el Saz, Valdetorres
y Villanueva del Pardillo), quedando como sola excepción el caso de Las
Rozas.
Fuente: INE, Censo de Población 2001 y Padrón Municipal 2006. INEM, Paro Registrado 2005
das de los antiguos rurales, ahora ocupadas por esta población (Colmenar
Viejo, Galapagar, Brunete, San Agustín de Guadalix, Fuente el Saz de
Jarama…).
ducen los mercados. Con ese telón de fondo, los municipios del nor-
oeste han atraído en los últimos años una elevada proporción de resi-
dentes caracterizados por su alta cualificación profesional, situación
que se asocia con unos ingresos también superiores al promedio. Se
reproduce y refuerza así la contraposición noroeste-sureste, visible en
la ciudad de Madrid desde el último tercio del siglo XIX, tras el Plan
de Ensanche y la instalación de las estaciones ferroviarias. Ampliada su
escala y perpetuada en el tiempo, esa divisoria se resiste a desapare-
cer, si bien sus manifestaciones externas se van modificando con el
tiempo.
En el plano laboral, el alto nivel formativo de muchos de estos resi-
dentes trae como consecuencia una presencia de directivos, gerentes,
empresarios y técnicos superiores que supera los 300 por cada mil habi-
tantes en un total de diez municipios (Tabla 2). Mientras tal proporción se
sitúa en el 192,2 dentro de la ciudad de Madrid, llega a duplicar con cre-
ces esa cifra en los casos de Boadilla del Monte (434,5), Torrelodones
(398,2) y Las Rozas (397,7), quedando también próxima en otros munici-
pios como Majadahonda (343,7), Pozuelo de Alarcón (341,9) o Villanueva
del Pardillo (345,4). El único núcleo alejado de este sector occidental que
se sitúa también entre los de más alta proporción de trabajadores cualifi-
cados es Tres Cantos (376,8), vinculado ya desde la formación de las pri-
meras cooperativas que iniciaron la construcción de la ciudad con este
tipo de grupos profesionales.
Un segundo rasgo, coherente con el anterior, es una tasa de actividad
femenina también superior al promedio regional, si bien en este caso los
valores municipales más altos se corresponden con dos tipos de situacio-
nes muy distintas. En unos casos (Boadilla, Las Rozas, Torrelodones, Tres
Cantos…) responde a la presencia de mujeres tituladas, con un alto grado
de incorporación laboral asociado a su formación. Pero en otros (Brunete,
Cobeña…) parece tener mayor influencia el elevado contingente de
población inmigrante, en el que tanto hombres como mujeres son, en su
gran mayoría, activos.
Complementario a todo esto es la escasa presencia actual de trabaja-
dores desempleados, tras la fase expansiva del ciclo económico de los
últimos años. Las cifras de paro registrado ofrecidas por el INEM al finali-
zar 2005 muestran que, de nuevo, Valdetorres de Jarama es el único muni-
cipio que aquí supera la media regional de tres parados por cada cien
habitantes, mientras el contrapunto lo representan Pozuelo, Villanueva de
la Cañada, Cobeña y Quijorna, donde no llegan a dos (Tabla 2).
26 LA EXPANSIÓN* 1/1/04 07:08 Página 684
* En los datos del año 2000, Tres Cantos no aparece aún segregado de Colmenar Viejo.
Contabilizados de forma conjunta, su cifra de afiliados creció un 50,71% entre 2000 y 2006.
con casos como el de Boadilla del Monte, que cuadruplicó sus empleos
en apenas un lustro gracias a actuaciones como la Ciudad Financiera
del BSCH o el Parque Empresarial Prado del Espino.
— Como resultado de esa acelerada instalación de empresas, la ratio
empleo/población ha invertido su situación anterior: ahora aquí se
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contabilizan 55,3 afiliados por cada 100 habitantes, por tan sólo 49,7
en el conjunto de la región y 31,9 en el resto de la misma, excluida su
capital, que aún mantiene a ese respecto una ligera primacía (60,9 afi-
liados por cada 100 habitantes).
— Pero ese aumento de los puestos de trabajo no ha reducido los des-
plazamientos. Según el último Censo de Población, correspondiente a
2001, aquí eran más de 156.000 los ocupados que en esa fecha se des-
plazaban diariamente a trabajar fuera de su municipio de residencia, y
de ellos 113.000 lo hacían hacia la ciudad de Madrid, por tan sólo
83.000 que combinaban residencia y trabajo dentro de la misma loca-
lidad.
Salvo en el caso del eje de la A-1 (desde Alcobendas a San Agustín de
Guadalix) y en Tres Cantos, que han mantenido una importante presen-
cia de empresas industriales, con cierto protagonismo de los sectores de
alta intensidad tecnológica (farmacéutica y biotecnología, electrónica,
informática y telecomunicaciones…), el predominio del sector servicios
resulta casi absoluto. Pero bajo esa denominación genérica, coexisten tres
tipos principales de actividades, que sólo tienen en común su estrecha
vinculación con grandes operaciones urbanísticas que han tenido lugar en
estos últimos años.
Por un lado, el noroeste ha polarizado la tímida y tardía descentraliza-
ción de los servicios avanzados, las sedes de grandes empresas y, en
general, todo ese conjunto de actividades vinculadas al denominado ter-
ciario de decisión, componente estratégico de las economías metropolita-
nas más dinámicas, que manifiesta una fuerte selectividad espacial a favor
de áreas dotadas de elevada calidad urbanística y ambiental, así como
buenas comunicaciones.
Aunque existan algunos precedentes, sólo a finales de los años ochen-
ta se inició en algunos de estos municipios la promoción de parques
empresariales y áreas de oficinas que, a comienzos de 2005, sumaban para
este uso casi dos millones y medio de metros cuadrados, por la acción
combinada de la iniciativa privada y pública (ARPEGIO, IMADE,
Ayuntamientos). Algunas grandes actuaciones unitarias y emblemáticas,
como las del Arroyo de la Vega y los Parques Empresariales de La
Moraleja o Valdelacasa (Alcobendas), el Parque Empresarial de Las Rozas,
la Ciudad de la Imagen (Pozuelo), los parques empresarial y tecnológico
de Tres Cantos, o los ya mencionados de la Ciudad Financiera del BSCH
o Prado del Espino (Boadilla), han concentrado buena parte de esa ofer-
ta inmobiliaria.
26 LA EXPANSIÓN* 1/1/04 07:08 Página 690
Pero, tal como corresponde a un área suburbana cada vez más pobla-
da por grupos de población con altos ingresos, amplia capacidad de con-
sumo y uso habitual del vehículo privado, éste también ha sido un territo-
rio particularmente atractivo para los grupos transnacionales promotores
de grandes superficies comerciales y de ocio, así como para las cadenas de
franquicias que se constituyen en sus principales ocupantes.
El proceso se inició ya a finales de los años setenta con el PRYCA y el
Zoco de Majadahonda, para continuar desde entonces a un ritmo cre-
ciente, asociado a unidades de tamaño medio cada vez mayor, que sólo
en los últimos años parece alcanzar cierta saturación (Figura 2). El resul-
tado es un total de 49 grandes superficies comerciales, que suman 1,43
millones de metros cuadrados de superficie construida, con cerca de
10.000 comercios y 145.000 plazas de aparcamiento. A éstas deben sumar-
se algunos centros de ocio (Equinoccio, Kinépolis, Heron City,
Diversia…), también controlados por grandes compañías (Warner,
AMC…), que en 2005 sumaban 72 salas de cine y casi 20.000 butacas,
entre otras muchas actividades lúdicas y de restauración (Gámir, 2001).
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26 LA EXPANSIÓN* 1/1/04 07:08 Página 693
27
LA SIERRA DE MADRID
EN LA ÉPOCA CONTEMPORÁNEA
695
27 LA SIERRA* 1/1/04 07:09 Página 696
Las bases territoriales heredadas, sobre las que inciden los aconteci-
mientos que provocan su transformación a partir de la segunda mitad del
siglo XIX, se traducirán en la acomodación de los hombres a las caracte-
rísticas físicas de la Sierra, en una presión demográfica no excesiva y en
la preeminencia de una economía de autoconsumo donde la ganadería
era el sostén básico a la que se supeditaban el resto de las actividades,
pues no en vano todo el ámbito serrano tuvo desde los orígenes de su
poblamiento una preferente orientación ganadera y pastoril. Y este patrón
territorial, todavía vigente antes de los cambios, queda reflejado en las
referencias toponímicas que resisten el paso del tiempo.
La alternancia topográfica de los pastos era común. Unos pastos esta-
ban cerca de los pueblos, son los prados cercados que se emplean en
invierno para diente o para siega y almacén de forraje. Igualmente per-
27 LA SIERRA* 1/1/04 07:09 Página 697
municipios, destacando los del valle del Lozoya con más de la mitad del
suelo en cultivo orientado fundamentalmente al cereal de secano. Pero
con posterioridad a la euforia sembradora inicial, muchas de aquellas pro-
piedades recibirán de nuevo un destino ganadero, aunque distinto al pri-
mitivo, ya que se trata de una ganadería compuesta exclusivamente de
vacuno.
Pero la gran lesionada por la desamortización será la ganadería tradi-
cional, especialmente la lanar, y esto lo sufren todos los pueblos al aca-
bar la libertad de movimientos del ganado sobre el gran espacio pastable
serrano. Los dueños de las fincas desamortizadas, al cercar las tierras y
sembrar de inmediato los espacios abiertos comunes de bienes de pro-
pios, limitan los pastos naturales que alimentaban a este tipo de ganado.
Si grave es la disminución de pastos libres, no lo es menos la desarticula-
ción de las rutas ganaderas por la falta de respeto de los compradores
hacia las servidumbres de paso, lo que hace inasequibles las vías pecua-
rias para el tránsito del ganado.
Se sientan así las bases territoriales para la constitución de modernas
explotaciones ganaderas extensivas de ganado vacuno, al formarse gran-
des propiedades en terrenos cuya única aptitud será la ganadera. En el
último tercio del siglo XIX la superficie ocupada por dehesas y pastos
alcanza el 20% del suelo y está principalmente representada en los muni-
cipios cercanos a Madrid, ocupando en El Escorial, San Lorenzo de El
Escorial y Soto del Real más de la mitad del suelo del municipio. El cam-
bio más importante operado en la ganadería serrana fue la sustitución de
la ganadería autóctona, de vocación cárnica, por un vacuno especializado
en la producción de leche que irrumpe con fuerza en la sierra a finales de
siglo, al encontrar en Madrid una demanda segura. El mercado lechero era
la capital, y el ganadero encontró en el tren un sistema muy idóneo de
transporte, pudiéndose decir que esto fue una de las causas determinan-
tes de la nueva orientación vacuna de la Sierra. Collado Villalba constitui-
rá un punto de salida de un entorno ferroviario compuesto por
Moralzarzal, Becerril, Manzanares, Soto del Real y Miraflores de la Sierra,
ámbito todo él de actividad ganadera.
A comienzos del siglo XX, en un contexto de limitado crecimiento de
la población serrana, se mantiene la estructura histórica del doblamiento,
pero en la dinámica de los núcleos se empieza a reflejar el impacto del
ferrocarril, las actuaciones del Canal de Isabel II o las situaciones de aisla-
miento extremo. Y así, en el suroeste no hay grandes cambios y el núcleo
de mayor entidad continúa siendo San Martín de Valdeiglesias; en la sierra
27 LA SIERRA* 1/1/04 07:09 Página 702
verde que enlaza el Monte del Pardo con la Pedriza, asegurando un con-
tinuo libre de edificación entre la ciudad de Madrid y la Cuerda Larga.
Posteriormente, en 1990, el macizo de Peñalara se declara Parque
Natural. En este contexto de crisis y búsqueda de alternativas más sos-
tenibles para la Sierra, en 1986 se crea el Patronato Madrileño de Áreas
de Montaña que centrará su actividad de forma prioritaria en el sector
norte de la Sierra, también conocido como la Sierra pobre, pero que,
más allá de las mejoras en servicios y equipamientos, tendrá dificultades
para generar bases económicas propias que puedan frenar la presión
urbanizadora.
El ritmo de transformación se acelera en los últimos años del siglo XX
y se orienta especialmente hacia los usos residencial y recreativo, que
generan aumento de población nueva residente y de visitantes. Desde
mediados de los años ochenta la mejora de las infraestructuras y de la
circulación en general facilita la movilidad intraurbana del área metropolita-
na y favorece el acceso a la Sierra. También la realización del Plan
Nacional de Autovías supone un aumento brusco de la accesibilidad, acor-
tándose los trayectos hasta Madrid, lo que contribuye a que los usos rura-
les tradicionales se contraigan cada vez más. Rara es la localidad en la que
la construcción o los servicios no empleen a más personas que la gana-
dería o la agricultura, y cuanto mayor es la localidad, más fuerte es la inci-
dencia del sector terciario. Y también los usos vinculados al ocio urbano
crecen a ritmo acelerado. El excursionismo y el esquí son los grandes
dominantes, a los que se suma una gama muy amplia de actividades rela-
cionadas, como los paseos en bicicleta, a caballo, la motocicleta o el
deporte de aventura. Mientras tanto, la movilidad del ganado es cada vez
menor, la cultura y la explotación del bosque está en trance de desapare-
cer y las tierras incultas son cada día más numerosas.
En los últimos años se ha modificado de nuevo el sentido de la deman-
da residencial. En los pueblos más cercanos o mejor comunicados con
Madrid buena parte de la demanda es ahora de primera residencia, pues
los compradores encuentran precios más baratos que en las grandes ciu-
dades del área metropolitana. Por ejemplo, los promotores que trabajan
en San Lorenzo de El Escorial o en La Cabrera lo hacen desde una óptica
de primera residencia. De ahí se deriva un cambio fundamental en la vida
cotidiana de los pueblos, pues llegan nuevos vecinos con mentalidad y
necesidades diferentes a las colectivas originales. Se produce, en última
instancia, una progresiva desnaturalización de la base económica de la
Sierra, que se convierte en urbana a todos los efectos.
27 LA SIERRA* 1/1/04 07:09 Página 711
Por otro lado, junto con los crecimientos de los núcleos tradicionales
aparecen nuevas urbanizaciones. Unas se instalan cerca de los pueblos,
otras se dispersan por el territorio serrano al amparo de las infraestructu-
ras viarias nacionales, comarcales y locales, y no siempre presentan una
inserción adecuada en el territorio. Muchas de estas últimas se ubican en
topografías inconvenientes o junto a recursos naturales de interés, ya sea
de forma legal o ilegal. Las urbanizaciones encaramadas a posiciones ele-
vadas son muy abundantes, como se aprecia en Los Molinos, San Lorenzo
de El Escorial, Soto del Real o Manzanares El Real. Otras se hallan dema-
siado cercanas a los cursos fluviales, privatizando las riberas o impidien-
do el desarrollo de la rica vegetación rupícola. Y pocas medidas correc-
toras se han tomado al respecto, consolidándose las urbanizaciones como
suelo urbano de cara al futuro.
También los propios núcleos de los pueblos están sujetos a profundos
cambios. Sucede en aquellos donde la despoblación ha supuesto la ruina
de muchos edificios o en los que el caserío tradicional deja paso a nue-
vas formas de residencia. Elementos constructivos como los potros, las
casillas o los pajares se degradan de un modo irremediable, y la casa rural
tampoco resiste cuando es de mediocre calidad, pues se sustituye por otra
de nuevos materiales, sin que se haya acotado ningún conjunto que pueda
perpetuar la imagen de un pasado rural. Son excepcionales las declara-
ciones que impliquen la conservación íntegra de construcciones residen-
ciales, reservándose aquellas para los edificios e instalaciones públicas.
Sólo en los últimos años las normas urbanísticas propician el empleo de
materiales semejantes a los tradicionales, con lo que se consigue imitar la
apariencia exterior de las casas, salvándose al menos el aspecto cromáti-
co, preferentemente en la Sierra norte. La volumetría general de los núcle-
os de los pueblos ha aumentado mucho. Las casas eran de una o dos plan-
tas y tenían adosados unos huertos espaciosos. Ahora se pasa de las tres
plantas y los huertos o patios delanteros se han convertido en solares edi-
ficables. Y este apiñamiento de la construcción acaba provocando con-
gestión, problemas de circulación, tránsito y estacionamiento, al más puro
estilo urbano, previéndose ya las correspondientes vías de circunvalación.
Estos cambios derivados de la influencia y presión urbana han segui-
do incrementando los contrastes en el territorio serrano. Y un claro indi-
cador es la evolución demográfica. Los municipios cercanos a las carrete-
ras más importantes aumentan sus habitantes, mientras que continúan
estancados o perdiendo efectivos los de peor accesibilidad, aunque hay
que reseñar que, a consecuencia de la progresiva difusión de la urbani-
27 LA SIERRA* 1/1/04 07:09 Página 712
En los comienzos del nuevo milenio, la Sierra de Madrid tiene una rea-
lidad territorial y social de acusados contrastes: municipios rurales estan-
cados, municipios rurales estables con tendencia al crecimiento, munici-
27 LA SIERRA* 1/1/04 07:09 Página 713
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28 LA COMUNIDAD* 1/1/04 07:11 Página 719
VI
LA COMUNIDAD DE MADRID
28 LA COMUNIDAD* 1/1/04 07:11 Página 720
28
721
28 LA COMUNIDAD* 1/1/04 07:11 Página 722
Los orígenes
El Estatuto
Elecciones autonómicas
DE
Partido Popular (PP) 798.3532 762.102 956.865 1.476.442 1.324.596 1.429.890 1.346.588 1.590.109
Partido Socialista
Obrero Español (PSOE) 1.181.277 932.878 820.510 860.726 944.819 1.225.390 1.083.205 1.002.180
Izquierda unida (IU) 207.0581 181.512 270.558 464.167 199.488 235.428 236.013 264.599
Otros partidos políticos 139.702 507.784 165.539 56.019 70.251 112.430 63.383 79.509
Página 729
políticos. (CDS) -- 17 -- -- -- -- -- --
Presidente J. Leguina J. Leguina J. Leguina A. Ruiz A. Ruiz E. Aguirre E. Aguirre
Gallardón Gallardón
1
(PCE)
2
(AP y otros)
a
Convocatoria del 25 de mayo
b
Convocatoria del 26 de octubre
729
28 LA COMUNIDAD* 1/1/04 07:11 Página 730
II. LA SOCIEDAD
Población e inmigración
734
1/1/04
07:11
III. LA CULTURA
Madrileñismo y cosmopolitismo
bebida, tertulia, juego, constituían las piezas de ese puzzle que fue la con-
tracultura. Entre sus iconos musicales recuerdan los jóvenes rebeldes a los
Beattles, Bob Dylan, Simon & Garfunkel, los Rolling Stones, el musical
“Hair”… Y a los que adquirieron notabilidad en Madrid: Miguel Ríos, Juan
Pardo, Mike Kennedy, Teddy Bautista, el grupo Mecano, Alaska; y evocan
la presta atención que se prestó al pop, rock, punk, la música de inspira-
ción norteamericana e inglesa, que lleva al sociólogo y periodista Jesús
Ordovás a afirmar: “De esta forma, Madrid conecta con Londres, Nueva
York y París y toma conciencia de su pertenencia al mundo moderno”.
Esta cultura transgresora no es Madrid sino una de sus posibilidades. Lo
sostenía Rosa Chacel: “Cualquiera, hablando de Madrid empezaría por el
Prado”, y por la Casa de la Villa, el Palacio Real, los jardines Sabatini, pero
saliendo de esos núcleos esenciales se entra en otro territorio cultural,
también propiedad o cualidad de “la nueva y cambiante fisonomía de
Madrid”. Que convivan lo tradicional y lo nuevo es una muestra de tole-
rancia. Una tolerancia que Javier Marías destacaba como rasgo caracte-
rístico en un grado impensable en otros puntos geográficos: “A nadie que
venga de fuera se le ponen trabas ni zancadillas”, sino que se le permite
“ascender indefinidamente y hacerse el dueño de la noche, de los perió-
dicos, de la movida, de la televisión, de los negocios, de la alcaldía…”
(Marías, 1987: 293).
Entre los fundamentos de la autonomía de Madrid se ha señalado su
condición de cruce de caminos. Si pasamos de esta realidad histórico-geo-
gráfica al plano cultural, con el mismo criterio se la podría considerar un
cruce de caminos culturales. Es la idea subyacente en la confidencia de
Joaquín Sabina: “Nunca pensé que los trenes que pasaban por la estación
de Linares-Baeza pudieran ir a otro sitio que no fuera Madrid; todas las
cosas que, de verdad, importaban, pasaban en Madrid; la gran novela de
aventuras que planeaba escribir con mi propia vida no podía tener otro
escenario que Madrid”.
Madrid en la novela
La nueva arquitectura
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de gobierno de la Comunidad de Madrid”, en Comentarios al Estatuto…
28 LA COMUNIDAD* 1/1/04 07:11 Página 751
Antigua sala
de operaciones
del Banco de España,
con interesante
estructura metálica,
hoy convertida en
biblioteca de esta
institución financiera
29 CRECIMIENTO* 1/1/04 07:12 Página 753
29
CRECIMIENTO Y MODERNIZACIÓN
DE LA ECONOMÍA MADRILEÑA
INTRODUCCIÓN
Un cuarto de siglo después de crearse la Comunidad Autónoma en
1983, la economía de Madrid lidera el crecimiento en el mapa español y
se ha convertido en el tercer centro económico de Europa, sólo por detrás
de los que nuclean Londres y París. El territorio de su comunidad autó-
noma ocupa menos de un 2 por 100 del territorio nacional, pero acoge al
14 por 100 del total de la población empadronada en los municipios espa-
ñoles y aporta un 18 por 100 del producto interior bruto del conjunto,
constituyendo la plataforma básica de la acentuada internacionalización
de la economía española. A la cabeza de toda España en la generación de
empleo desde hace años, su renta por habitante es superior en más de un
30 por 100 a la media española y a la de la Unión Europea. Ha sido, pues,
un cuarto de siglo crucial para hacer de la economía de Madrid un com-
ponente estratégico y principal de la estructura económica de España.
Una ininterrumpida sucesión de proyectos y realizaciones así lo avala,
dando nuevo relieve y dimensión a rasgos característicos. Siempre ha sido
Madrid centro de acogida, con gran fuerza de atracción en el mapa espa-
ñol de las corrientes migratorias interiores, pero ahora es la capital prefe-
rente del gran caudal inmigratorio que llega a España desde los cinco con-
753
29 CRECIMIENTO* 1/1/04 07:12 Página 754
tinentes, absorbiendo algo más de una quinta parte de todos los residen-
tes extranjeros, lo que supone un holgado millón de hombres y mujeres.
Desde hace dos siglos, el cruce natural de caminos en que se asienta la
ciudad ha constituido una encrucijada del transporte a escala peninsular,
el centro de la estructura radial que ha predominado en las vías férreas,
en las carreteras y en los trayectos aéreos, pero ahora Madrid se afianza
–ya plenamente operativa la nueva terminal aeroportuaria y en marcha la
conversión de Mercamadrid en plataforma de distribución para toda
Europa– como gran centro logístico a escala continental y de las teleco-
municaciones en España, con un notable stock de capital tecnológico y
un creciente parque de empresas y servicios de alta tecnología. También
desde los tiempos ilustrados, Madrid ha dispuesto de una apreciable red
institucional en el campo de las actividades culturales y la creación cien-
tífica, pero es ahora cuando ha reforzado más su posición aventajada en
el conjunto español, como lo revelan los indicadores que miden la oferta
educativa y profesional, el gasto en I+D+i, el número de investigadores,
las publicaciones científicas y un largo etcétera. Y lo que era una tradi-
cional capital funcionarial y financiera, plaza industrial sólo de segundo
orden, es hoy el primer centro empresarial de España, con un diversifica-
do sector manufacturero y un poderoso sector de la construcción, con una
amplísima representación de las actividades terciarias avanzadas –inge-
niería, diseño, asesoría, investigación, publicidad, consultoría…– y con el
núcleo decisorio de un sistema financiero español, hoy saneado y com-
petitivo.
En suma, la capital de una economía con multiplicadas muestras de
creatividad empresarial e incursa en un amplio proceso de internacionali-
zación. La capital económica de la España del siglo XXI.
UN NOTORIO CRECIMIENTO
Fuente: Elaboración propia a partir del INE, Estimaciones intercensales y Padrón y los datos de
R. Myro y M. J. Delgado (2007), “La economía de Madrid en la España de las Autonomías”, en J.
L. García Delgado, Estructura Económica de Madrid, Tercera Edición, Civitas-Comunidad de
Madrid, Madrid.
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de R. Myro y M. J. Delgado (2007) “La economía
de Madrid en la España de las Autonomías”, en J. L. García Delgado, Estructura Económica de
Madrid, Tercera Edición, Civitas-Comunidad de Madrid, Madrid.
29 CRECIMIENTO* 1/1/04 07:12 Página 756
REEQUILIBRIO ESPACIAL
GRÁFICO 2
EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN DE LOS DISTINTOS ÁMBITOS
DE LA COMUNIDAD DE MADRID, 1950-2005
FUNCIÓN VERTEBRADORA
EPÍLOGO
Foco de atracción y, a la vez, impulsor de actividad productiva, com-
ponente vertebrador del territorio nacional que compensa el vaciamiento
de una gran parte de la España interior, acercándola económicamente a
Europa: nunca, quizá, como en la España de las autonomías Madrid ha rea-
lizado esas estratégicas funciones. Lo que revela que a Madrid le ha sen-
tado bien la democracia. Si toda la economía española ha ganado con la
libertad –y con Europa, no se olvide: participación en la Unión Europea,
crecimiento económico y arraigo de la democracia han ido de la mano–,
la de Madrid se erige, frente a tantos tópicos de antaño o de hogaño, en
la mejor expresión de la España más abierta al mundo y que se adentra
en el siglo XXI con buen pulso económico.
Dicho de otro modo, hoy, cuando la nueva centuria se acerca al final
de su primer decenio, lo que destaca es la posición aventajada de Madrid,
ya indiscutida capital económica de España en el marco de la denomina-
29 CRECIMIENTO* 1/1/04 07:12 Página 769
ORIENTACIÓN BIBLIOGRÁFICA
Este capítulo se ha beneficiado en gran medida de los trabajos conte-
nidos en GARCÍA DELGADO, J. L. (dir.), Estructura Económica de Madrid, ter-
cera edición, Civitas-Comunidad de Madrid, Madrid, editado en 2007 que
ofrecen una panorámica muy completa de la evolución de la Comunidad
de Madrid en los últimos decenios. A continuación se relacionan los capí-
tulos de dicho libro vinculados más directamente con este trabajo:
ÍNDICES
30 Índices 2/1/04 02:47 Página 772
30 Índices 2/1/04 02:47 Página 773
ÍNDICE DE AUTORES
Martín Almagro-Gorbea
Catedrático de Prehistoria. UCM. Académico de la Historia. .. 99
773
30 Índices 2/1/04 02:47 Página 774
ÍNDICE DE NOMBRES
Abantos, 45-46, 52, 60-62, 704, 714 Alameda de Osuna, 100, 107, 299, 417
Abastecimiento, 14, 20, 22, 81-82, 181, Álamo, 92, 342
208-209, 214, 221-222, 224, 226, 239, Al-Andalus, 72, 74, 96
242, 316, 328, 332, 352, 390, 443-444, Alarifes, 131, 221
488-489, 496-497, 566-568, 573, 581, Alberche, 38-39, 42, 47, 52-54, 56, 58, 63-
629, 633, 647, 706 64, 66-67, 699, 702, 706-707, 709, 713-
Abasto, 122, 127, 145-146, 156, 161, 163, 715
190, 208, 222, 224-226, 313, 362, 452, Alcalá de Henares, 80, 107, 109, 111, 135,
458, 485-488, 490 176, 263, 268, 320, 322, 325, 327, 330-
Abd-al Rahman III, 73 331, 333, 336, 342-345, 382-383, 505,
Abogado/s, 28, 196-197, 221, 254, 262, 517, 547, 577, 622-625, 627, 630, 632,
430, 440, 453, 460-461, 586, 652, 655 635-636, 638, 641, 644-645, 669, 734
Abrigo de la Enfermería, 110 Alcalá Galiano, Antonio, 18, 395, 422
Abrigo de Los Aljibes, 110 Alcalde/s, 20, 86, 90, 93, 125, 140, 143-
Abroñigal, 105, 323, 325, 413 145, 150, 154-159, 161-163, 190-191,
Academia/s, 26, 104, 108, 114-115, 136, 198, 201-202, 221-223, 225-227, 232-
164, 172, 183, 185, 243, 261-263, 267- 233, 242, 248, 258-261, 267, 313, 315,
269, 274-275, 277, 279-280, 284, 286- 349-350, 356, 358, 416, 436, 542, 560,
292, 319, 325, 330, 345, 362, 390, 398, 648-650, 654-657, 660, 662
499, 504, 586, 597, 603, 743-744, 775 Alcarria, 54-55, 65, 74, 94, 202, 209, 351
Academia de la Historia, 104, 108, 114- Alcázar, 13, 16, 24, 79, 90, 119, 122, 128,
115, 136, 164, 243, 262, 268, 345 133, 140-141, 149-150, 168-172, 176,
Academia de Matemáticas de Madrid, 172 179, 183-184, 187, 223, 243, 260, 281,
Academia de San Fernando, 183, 274, 286-287, 290-291, 299-300, 303, 308,
277, 279, 288, 291-292, 330, 362 313, 318-319, 334, 530, 609
Acebeda, 48, 61, 698, 704 Alcobendas, 60, 86, 88, 92, 127, 285, 313,
Achelense, 102, 115 329, 532, 537, 579, 670, 672-673, 675-
Administración, 19, 23, 85, 96, 139, 143, 678, 680-682, 684, 686-689, 692-693,
145-146, 148, 150, 154, 160, 163, 180, 734
204, 206, 210, 234, 238, 247-248, 250, Alcorcón, 56, 81, 348, 350-351, 353, 355-
254, 297, 301, 312, 324, 330, 343, 379, 356, 358, 360, 532, 555, 561, 576, 623,
429, 441, 459, 482, 486, 496-497, 512, 647, 650, 652-654, 656-662, 730, 732,
521, 524, 526, 530, 532-533, 543, 547, 734
550, 560, 573, 578, 627, 644, 693, 715, Aldea del Fresno, 58, 92
717, 722-723, 751, 768 Alfarería, 124, 360, 653
Aduana, 186, 239, 280, 486 Alfaro, Gil de, 159
Agricultura, 69, 76-79, 105, 107, 109, 112, Alfonso VI, 75-76, 79-80, 306, 365, 368,
120, 195, 240, 262, 306, 347, 351, 361, 371, 379
418, 429, 454, 457, 491, 629-631, 633, Alfonso VII, 75-76, 79-80
644, 652-653, 664, 697, 705, 710 Alfonso VIII, 80
Aguinaga, Enrique de, 26 Alfonso X, 80, 121, 379, 745
Agustinos Recoletos, 176, 274 Alfonso XI, 70, 79, 83-84, 96, 126, 131,
Ajalvir, 81, 342, 640-642 159, 375, 380
777
30 Índices 2/1/04 02:47 Página 778
Alfoz, 32, 79, 82, 96, 159, 327, 347-348, Aristocracia, 84, 169, 199, 234, 247, 265,
357, 444, 497, 516-517, 580, 645, 665, 287, 408, 451-453, 468
731, 750 Arquitectura, 18, 21, 25-26, 110, 134, 150,
Algete, 92, 673, 681-682, 684, 688 167, 169-170, 172-180, 182, 184, 248,
Alhóndiga del Pósito, 182 290, 305, 325, 337-338, 340-341, 344,
Alicante, 39, 97, 224, 445, 539, 644, 762 367, 370, 378, 385-386, 389, 391-392,
Alimento, 20, 101, 105, 110, 146, 156, 394-397, 399, 409-411, 417-418, 472,
162, 190, 225, 351-532, 358, 458, 477, 527, 597, 617, 628, 658, 664, 717, 746-
488, 757 750, 774
Almenara, 47, 52-53 Arrabal, 87, 124, 128-129, 133, 168, 173,
Almohade, 79 175, 413
Almorávide, 79 Arroyo Culebro, 111, 115, 661
Almudayna, 119 Arroyo de las Moreras, 105
Almudena, 123, 128, 135-136, 168-169, Arroyomolinos, 92
250, 272, 276, 281, 293, 371, 391, 742 Arsuaga, Juan Luis, 12
Al-Mutamid, 75 Arte, 100, 104, 114, 135-136, 175, 263,
Alpedrete, 63, 108, 698 282, 293-294, 319, 386, 418, 443, 596-
Alquería, 74 597, 617, 773-774
Alto del León, 84 Artesanado, 24, 234, 254, 256, 439, 469
Alvar, Alfredo, 24, 139, 189, 773 Artesano, 82, 255, 476-477
Álvarez de Toledo, 86, 127, 130, 136 Arzobispo de Toledo, 75, 80, 91, 121,
Álvarez, Juan, 162, 401 249, 335
Ambite, 92 Asenjo, 12, 71, 77-79 83, 90, 96, 125, 135,
Anglería, 149 515, 733
Antigua, 16, 115, 752 Asenjo, María, 12, 773
Antiguo Régimen, 19, 72, 93-94, 215, 225, Astudillo, Antonio de, 139
229, 233-234, 242-243, 267-268, 295, Atalaya, 380
299, 311, 318, 321, 342, 391, 453-454, Atazar, 60, 706
456, 477-501, 656, 699 Atocha, 168-170, 173, 175, 178, 180-182,
Aragón, 143, 148-149, 196, 219, 227, 232- 187, 207, 224, 229, 235, 239, 273-274,
238, 282, 299, 322, 325-327, 330, 375, 391, 403, 422, 434, 438, 469, 484, 486,
397, 412-413, 415, 553 531, 561, 607, 741-742, 747, 762
Aranjuez, 24-25, 39, 43, 48, 55, 57, 66-67, Austrias, 22, 164, 189-190, 200-201, 215,
94, 102, 111, 144, 150, 172, 183, 227, 217, 223, 281, 303, 309, 321, 328-329,
230, 298, 300-302, 306-307, 314, 316- 339, 341, 389, 746
317, 319, 325, 330, 397-398, 422, 425, Auto Acordado, 219
428, 460, 478, 484-485, 487, 547, 605, Ávila, 10, 15, 21, 32, 75, 294, 376, 383-
618, 623, 631, 654 384, 487
Arce, Alonso de, 17 Ayllón, 45, 47-48, 50, 616, 699, 706
Archivo Histórico de Protocolos de Ayuntamiento, 32, 115, 135, 142-146, 151-
Madrid, 191, 214 152, 157, 161, 164, 174-175, 180, 188,
Ardemans, Teodoro, 222 191, 195, 204, 209-212, 222-223, 225-
Arenal, 168, 173, 235, 255, 405, 588, 741 226, 286, 289, 339, 343, 362-363, 372,
Arganda, 48, 60, 74, 82, 114-115, 208, 381, 390, 392-393, 395-398, 401-402,
322, 576 406, 410-411, 417, 429-430, 432, 435-
Áridos, 57, 67, 100, 102, 415 437, 441, 445, 448, 459, 462-463, 466-
30 Índices 2/1/04 02:47 Página 779
Cuchilleros, 129, 235 Ejército, 25, 140, 219, 233, 240, 317-318,
Cuenca, 21, 42, 45, 47-48, 51, 54, 56-58, 324, 410, 422-423, 427, 436-437, 441, 445,
62, 64-65, 72, 99, 238, 321, 326, 331- 453, 458, 461, 545, 554, 556, 582, 655
332, 595, 618, 667, 706, 709, 713 Emigración, 191-192, 194-195, 358, 447,
Cuenca Alta del Manzanares, 51, 709, 713 556, 575, 705, 712
Cuenca Sedimentaria del Tajo, 38, 41 Emirato Omeya, 72
Cuerda Larga, 39, 45, 48, 50-51, 53, 60-61, Empresario, 458, 476
710, 714 Encarnación, 157, 177-178, 274-279, 283,
Cueva de Juan Barbero, 107 286, 290
Cueva de Pedro Fernández, 100, 110 Enrique II, 86, 126, 154, 369, 375
Cueva del Quejigal, 110 Enrique III, 86, 127, 375-376, 669
Cueva del Reguerillo, 100, 104, 114-115 Enseñanza, 41, 173, 254, 263, 265, 362,
Currutaco, 257 502, 504-505, 508, 516-517, 586-587,
598-599, 604, 607, 611, 614, 618, 626-
Daganzo de Arriba, 92, 640-641 627, 659, 703-704
Dehesa de la Villa,18 Entierro, 208, 231
Deleito, 206, 214, 651 Epidemia, 20, 356, 468, 489, 648
Derechos señoriales, 85 Epipaleolítico, 105
Deuda, 167, 211-212, 358, 456, 459 Escorial, 24-25, 27-28, 45, 52, 54, 57, 60-
Dezert, Desdevises du, 246, 267 64, 83, 138, 149-150, 172, 185, 212, 223,
Díaz de Montalvo, Alfonso, 87 227, 283, 286, 288, 296, 298, 300-302,
Díaz del Río, 107, 114 304-305, 310, 317-319, 323, 338, 384,
Diego de Sillero, 173 479, 484, 547, 613-614, 623, 699-702,
Díez Borque, José María, 204 704-705, 707, 710-711, 713-716
Diputados del Común, 226 Escribano, 143, 194, 198, 211, 325, 648
Dolmen de Entretérminos, 108 Esgaravita, 107, 631
Domínguez, Ana Rosa, 209 Estado, 561, 566, 571, 595, 598, 608, 613,
Domíguez Ortiz, 12 618, 624, 626-627, 643, 648, 654, 664,
Duque de Híjar, 247 668, 721-722, 724-725, 730-731, 764
Duque de Liria, 184 Estamento, 19, 176, 248, 253, 268, 453-
Duque del Infantado, 88, 92, 140, 370, 454
379-382 Estatuto, 7, 161-162, 604, 721-727, 730,
Duques de Chinchón, 93 750-751
Duquesa de Aveyro y Maqueda, 203 Estrada, Juan Antonio, 16
Estremera, 55, 110, 344
Echegaray, 28, 588-590, 602 Etiqueta, 147-148, 179, 286, 301
Eclesiástico, 91, 121, 123, 125, 145, 172, Extremadura, 75, 413, 487, 649, 657, 661
176, 178, 184, 192, 238, 249, 253-254,
268, 502 Fayard, Janine, 211
Edad del Bronce, 100, 109-110 Feijoo, 17
Edad del Hierro, 29, 100, 110-111, 117 Felipe II, 7, 15, 17, 20-26, 32, 39, 130,
Edimburgo, 11 138, 141-143, 146-151, 153, 155, 158-
Educación, 8, 161, 214-215, 264-266, 385, 160, 164, 170-172, 202, 214-215, 273,
467, 544, 611, 615, 717, 726, 730, 732, 281, 294, 299-300, 303-311, 318-319,
750-751 321, 343, 348-349, 354, 362-363, 382-
Egas, Enrique, 134 383, 421, 671, 764
30 Índices 2/1/04 02:47 Página 784
696, 698-700, 702-707, 709, 713, 715- Iglesia, 19, 33, 145, 157, 169, 177-179,
717, 768 185, 191, 203, 243, 251, 253-254, 271,
Guerra Civil, 86, 90, 103, 126, 218, 220, 283, 352, 354, 359, 390, 501, 604, 608,
276, 279, 335, 399, 444, 524-525, 539, 624, 631, 745
542, 546, 555-556, 561-562, 571-572, Ilustración, 227, 241, 243, 256, 261, 268,
581, 592, 606, 608-610, 613, 619 328, 474, 509, 514, 619
Guerra de la Independencia, 14, 236, 242, Imperial, 143, 145-146, 173, 238, 324, 394,
317, 374, 429, 439, 445, 449, 648, 650, 422, 424, 485, 522, 570, 574, 750
664 Imperio, 16, 19, 23, 145, 241, 443, 483, 500
Guerra de Sucesión, 218, 234, 358, 360, Imprenta, 94, 164, 262, 418, 440, 479-480,
436 509, 692
Guzmán, P. Pedro, 203 Imprenta Real, 184
Impresor, 509-510
Hacienda, 136, 148, 159-160, 203, 210, Inclusa, 191, 202, 450, 459, 470-472, 507,
237, 239-240, 242, 280, 325, 355, 401, 546, 723
438, 462, 485-486, 724, 750 Indias, 143, 148, 198
Henares, 39, 42, 47, 54-58, 60, 64-67, 74, Industria, 22, 27, 29, 102, 122, 195, 236,
101, 111, 118-119, 321, 325-326, 328- 240, 242-243, 261, 264, 266, 338, 359,
332, 339, 341, 576, 579, 623-624, 629- 363, 419, 429, 441, 463, 466-467, 472,
631, 633, 636-637, 639, 643-644, 668, 476-479, 482, 496-497, 509, 525, 527,
672, 687, 732, 760 541, 543, 546-547, 568-570, 572, 574-
Hermandad de San Jerónimo, 261 576, 578-579, 581-583, 605, 633-634,
Hermandad de San Juan, 261 638-639, 641, 644-645, 658, 662, 664,
670, 692, 757, 764
Hernández Pacheco, Francisco, 41
Infraestructura, 115, 306, 636
Hernández, Miguel, 31, 610
Inglaterra, 22, 143, 228, 238, 311, 480,
Herrera Barnuevo, Sebastián, 176
483, 489, 500
Hidalgo, 222, 227, 243, 509-510, 657, 746,
Inmigrante, 192, 201, 451, 466, 520, 526,
750, 769
683, 732, 735, 756
Holoceno, 104
Inquisición, 143, 148, 161, 200, 220, 249
Homo neaderthalensis, 12 Institución Libre de Enseñanza, 41, 504-
Hontanillas, 124 505, 508, 516-517, 586-587, 598-599,
Horcajo de la Sierra, 370 611, 618, 703-704
Horcajuelo de la Sierra, 366, 699 Intendencia, 664, 692
Hospital, 16, 130, 151, 171, 180-182, 184, Inversión, 212, 240, 409, 457, 459, 527,
186, 195, 199, 204, 272, 275, 280, 316, 633, 635, 639, 677, 700, 730, 756, 762-
336-337, 357, 370, 372, 386, 403, 450, 763, 765, 767, 769
470, 546, 607, 651, 747 Irún, 39, 672, 686, 762
Hospital de La Latina, 16, 130, 272, 280 Isabel de Farnesio, 220, 289, 301
Hoyo de Manzanares, 47, 51-53, 62, 671, Isabel de Valois, 146, 148, 164
673, 675, 682, 684, 688, 709, 714 Isabel II, 18, 124, 311, 315, 389-390, 396,
Humanes de Madrid, 92 400, 402, 404-405, 408, 441, 472, 496, 591
Humosa, 55
Jacometrezo, 227
Ibarra, 236, 262, 344, 645 Jarama, 42, 44-45, 47, 50, 54, 56-58, 60-
IFEMA, 30-31, 537, 767 61, 64-67, 74-75, 77, 79-81, 86, 88, 101-
30 Índices 2/1/04 02:47 Página 786
104, 107, 112, 115, 118-119, 122, 300, Librero, 509, 511
306, 308, 310, 314, 321-323, 325-326, Libro, 7, 12, 18, 31, 58, 70, 83-84, 96, 175,
328-333, 366, 554, 629, 667, 674, 740 191, 206, 215, 236, 312, 319, 375, 391,
Jesuitas, 141, 177, 199, 211, 228, 230-231, 428, 507, 511, 593, 595, 628, 649, 769
250-251, 253, 264 Linaje, 651
José I, 14, 17, 94, 649 Lisboa, 20-22, 27, 149, 223, 377, 414, 737
Jovellanos, 8, 241, 262-263, 265-266, 326 Literatura de cordel, 259
Juan I, 86, 130, 156, 371, 375, 379 Loeches, 92, 322, 341-342
Juan II, 86-87, 130, 132-134, 136, 154, Loma de Chiclana, 107
158, 306, 348, 369, 375, 379 Lomas, 47, 64, 678
Judío, 334 Londres, 11, 13, 18, 30, 99, 236, 238, 400-
Juego, 48, 188, 237, 241, 259-260, 399, 401, 407, 433, 438, 447, 449, 473, 481,
450, 475, 534, 558, 635, 740 501, 517, 519, 592, 609, 740, 744, 753,
Junquera, 39, 747, 762 765
Junta de Abastos, 163, 222, 224-225 Lope de Vega, 8, 30, 214
Junta de Urbanismo, 173 López de Hoyos, 14
Junta del Estado de Hijosdalgo de López, Tomás, 94, 394
Madrid, 248 Losa, 81, 87, 96, 108
Juvarra, Philippo, 184 Lotería, 237, 260
Louvre, 13, 414, 748
La Coruña, 39, 140, 554, 671, 674-675, Lozoya, 42, 47, 50-51, 53, 57-58, 63, 88,
686, 762 90, 92, 121, 331-332, 344, 368, 374-375,
Laborde, 17, 327, 344 378, 415, 489, 700, 705-706, 715
Labrador, 648 Lozoyuela, 60
Laguna Grande, 49 Lujanes, 23
Lasso, 130
Latina, 14, 102, 134, 177, 272, 450, 470- Macanaz, 250
471, 507, 546 Macizo de Peñalara, 48-49, 58, 710
Leganés, 81, 92, 107, 111-113, 115, 181, Madarcos, 699, 737
282, 348-352, 355-357-362, 532, 547, Madoz, 95, 402, 440, 466, 481-482, 486,
557, 561, 576, 647, 649, 650, 652-653, 493, 497, 625, 644, 650-651, 653, 664,
655-662, 664, 734, 745 669-670, 692, 700
Leganitos, 15, 412 Madrazo, 194-195, 202, 215, 243, 326,
León, 21, 39, 45, 52, 70, 127, 273, 280, 344, 348, 362, 498, 501, 504, 582
293, 306, 386, 390, 395, 397, 400, 417, Magerit, 14, 135
469, 508, 597, 605, 610, 715, 739, 746 Maja, 257-258, 292-293
León V de Armenia, 86 Majadahonda, 56-57, 81, 530, 670, 673-
Lerma, 152-154, 164, 174 675, 677, 680-685, 687-688, 690, 732
Leyes de Toro, 154 Majo, 257-258, 291
Liberal, 26, 28, 94, 318, 397, 421, 427, Manolo, 257
430-433, 435-436, 439-442, 445, 448, Manso de Zúñiga, Pedro, 159
453-454, 456, 458, 475-476, 486, 492, Mantua, 14, 117, 143
499-501, 503-505, 508, 513, 515-517, Manzanares, 7, 13, 18, 22-24, 26, 42, 45,
541-542, 551, 566, 583, 585, 609, 615, 47, 50-54, 56-57, 60, 62-64, 66, 77, 79-
650 81, 88, 92-93, 99, 101-105, 107, 119,
Librería, 97, 510-511, 595, 616, 664 134, 150, 174, 202, 218, 222, 240, 307-
30 Índices 2/1/04 02:47 Página 787
310, 331, 366-367, 377, 379-382, 397, Menéndez Pidal, 14, 33, 165, 444, 599,
413, 419, 479, 554, 667, 697, 701, 705, 607, 613, 619
713, 738 Mengs, 185, 216, 290-292, 294, 303
Manzanares el Real, 50, 63, 110, 699, 705, Mercado, 22, 78-79, 123, 132-134, 162,
711, 714-715, 720-721 173, 199, 208, 210, 224, 234, 268, 312,
Mar de Ontígola, 55 334-336, 350, 449, 456, 462, 465-466,
Marañosa, 57 472, 475-479, 481-486, 489, 491-494,
Maravall, José Antonio, 23, 613 496-497, 500-502, 510, 536-537, 541,
Marca Media, 72-73, 120, 368 555-556, 561, 567, 571-573, 575, 581,
Marchi, Francesco de, 21 606, 624, 628-629, 631, 638-639, 644,
María Amalia de Sajonia, 226 652, 668, 670, 672, 687, 700-701, 737,
María Luisa, 17, 292, 424 763
María Luisa de Orléans, 211 Mercantil, 79, 82, 133, 235, 241, 248, 458,
Marqués de Astorga y Altamira, 184 461-462, 469, 482-483
Marqués de Esquilache, 228 Mérida, 74, 82, 472
Marqués de Francavila, 218 Mesonero Romanos, 18, 33, 390-391, 393,
Marqués de la Ensenada, 239, 249, 289, 400, 402, 404, 418, 421-423, 429, 445,
331 448, 452, 469-470, 486, 490, 498, 515
Marqués de Moya, 90 Mesta, 87
Marqués de San Felipe, 219, 242 Metalurgia, 107-108, 110, 552, 569-570,
Marqués de San Leonardo, 227, 229, 242 576
Marqués de Vadillo, 181, 222 Mezquita, 119, 334-335
Marqués de Villena, 140, 262 Miraflores de la Sierra, 384, 700-702, 707
Martín Almagro, 12, 99, 773 Mitre, 85, 97
Martín Viso, 73, 96 Molar, 42, 53, 63, 92, 715-716
Martínez de Pisón, Eduardo, 41, 68 Moldava, 13
Matillas, 100, 107,109 Molinos, 60, 107, 109, 306, 332, 429, 653,
Mayor, 12, 66, 123, 151, 160, 168-169, 670, 697, 702, 705, 711, 715
173-176, 178, 180, 188, 197, 202, 206- Monarquía, 16, 19-23, 26, 84-85, 94, 141,
208, 210, 220, 222-223, 229, 238, 255, 153, 196-197, 207, 213-215, 217-219,
259, 263, 274, 277, 286, 290, 314, 327, 226-228, 232-234, 237, 243, 246, 254,
334, 337-340, 343, 346, 370, 373, 381, 261, 266, 298-299, 302-304, 318, 321,
383-386, 393, 395, 401, 411, 429, 432, 348, 357, 391, 397, 406, 421, 429, 431-
435, 437, 442, 462, 469, 490, 595, 626, 432, 436, 439-440, 484, 516, 541-542,
628, 644 545, 561, 649-650
Mayrit, 119 Monasterio de Dominicos de Nuestra
Mazzoli-Guintard, 73 Señora de Atocha, 169
Mecenazgo, 136 Monasterio de las Comendadoras o
Meco, 47, 92, 323, 325, 341-342, 385, 630, Carboneras, 178
632, 637, 641-642 Monasterio de las Descalzas Reales, 236,
Medinaceli, 92-93, 246, 276, 428, 459, 273, 276, 280, 286
472, 652 Monasterio de los Benedictinos de
Mediterráneo, 21, 82 Monserrat, 176
Mejorada del Campo, 92, 328, 640-641 Monasterio de San Jerónimo el Real, 169,
Mendoza, 80-81, 86, 88, 90, 93, 170, 306, 187
357, 366, 369, 372, 379-380, 382, 589 Monte de Piedad, 237
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Montejo de la Sierra, 43, 61, 366, 699 Navafría, 45, 48, 714
Montera, 231, 235, 255, 438, 741 Navalafuente, 60, 702
Montero, 87, 100, 106, 114, 359, 362, 656- Navalagamella, 83
657 Navalcarnero, 56, 60, 64, 90-91, 209, 428,
Montes Carpetanos, 45, 48, 50, 53, 60-61, 555, 669
714 Navalmaillo, 12
Mora, Francisco de, 170, 172-174, 178, Navalosa, 84
187 Navas, 54, 59, 62, 92
Moralzarzal, 698, 701 Necrópolis, 111-112, 379, 384
Morata de Tajuña, 55, 92, 113, 479 Neolítico, 99-100, 104-106, 109
Moratín, 30-31, 241, 264, 266 Nobleza, 33, 84-85, 88, 91, 93, 130, 134,
Morcuera, 50-51, 53, 58, 60, 62, 704, 714 142, 146, 149, 167, 195, 197, 203, 205,
Morería, 131, 334, 625 208, 228, 231, 233-234, 236, 246-249,
Moros, 122, 131, 168 255, 265, 267, 282, 288, 347-348, 354,
Mortalidad, 191-192, 362, 447, 449-451, 357, 359, 392, 427, 440, 453-457, 459,
471, 571, 650, 665 466, 470, 501, 512, 606, 651
Móstoles, 27, 348, 351-357, 359-360, 363, Noviciado, 175, 177, 277-278
532, 555, 557, 561, 576, 623, 647-656, Nueva York, 30, 147, 407, 534, 596, 735,
659, 661-662, 664-665, 730, 734, 745 740, 743, 748
Motín, 190, 225-230, 232, 247, 258, 268, Nuevo Baztán, 92, 182
307, 319, 361, 422, 425, 435, 439, 545 Núñez de Castro, 197-198, 201, 210, 215
Motín de Esquilache, 25
Mozárabes, 73, 120, 124, 365 Obermaier, Hugo, 103
Mudéjar, 79, 125-126, 306, 320, 333-334, Obligación, 146, 209, 224, 241, 348-349,
336, 366-367, 370, 374, 376, 380-381 626, 630
Muhamad I, 73 Observatorio, 44, 182, 185, 244, 361, 393,
Mujer, 141-142, 201-203, 214, 266-268, 499, 514, 641-642, 645
355, 405, 465, 495, 502, 675, 730, 737 Olavide, 250
Muladí/es, 73 Oligarquía, 78, 88, 133-134, 159, 268, 347-
Muñoz, J., 29 348, 352-354, 359, 361, 654
Museo Arqueológico, 98, 102, 115-116, Oliver Asín, 15, 33, 136
272, 274, 500 Olmeda de las Fuentes, 92
Museo de Ciencias Naturales, 102, 182, Omeyas, 73
601-602, 607, 744 Orden de Santiago, 75, 81, 300, 306
Museo del Prado, 26, 31, 186, 270, 273, Orden público, 145, 232-233, 317, 435,
281-282, 284-285, 287-289, 291, 310, 466, 554
393-394, 396, 398, 420, 498, 500, 555, Orusco, 67, 92, 107
747
Musulmanes, 73-74, 120, 131, 154, 299, Paja, 107, 119, 123, 156, 235, 351, 353,
365, 371, 377 360, 650, 665
Palacio, 13, 17, 27, 31, 126, 147, 170, 175,
Napoleón, 22, 25, 318, 369, 393, 395, 413, 180, 182, 184-187, 196-197, 205, 207,
422-423, 425-426, 432 219-220, 222-224, 226, 229-231, 242-
Nava de Paredes, 55 243, 259, 278-281, 283-285, 290-293,
Navacerrada, 45, 50, 60-61, 84, 240, 331, 297-303, 306-310, 314, 317, 319, 334,
694, 700, 703-706, 709, 712, 714-715 338-339, 372, 377, 380, 389-390, 393-
30 Índices 2/1/04 02:47 Página 789
398, 400, 405, 410, 412-414, 417-418, Perales de Tajuña, 84, 92, 326
423-425, 428, 450, 457, 470, 489, 497, Perales del Río, 57, 92, 102, 110-111
515, 522, 535, 591, 596-597, 606, 622, Perea y Porras, Francisco de, 253
626, 714, 740, 747, 774 Pérez de Barradas, J., 103
Palacio Real, 184-185, 259, 278-293, 299, Pérez de Herrera, 150
302, 319, 393-397, 410, 424-425, 515, Pérez, Antonio, 153
591, 740 Peso Mayor, 208
Paleolítico, 100, 102-104, 106, 114-115 Pesquisa Secreta, 231
Paracuellos, 47, 75, 81, 92, 328, 333, 342, Petimetre, 257
554, 642, 684 Pezuela, 39, 55, 92
Páramo, 15, 55, 60, 65, 628-629, 638 Picadas, 53, 58, 706
Pardo, 24-25, 67, 81, 106, 127, 150, 171- Piedemonte, 44-45, 47-48, 54, 61-63, 73,
172, 174, 181, 183, 185, 227, 272, 275, 108, 709
281, 284, 291-292, 294, 298, 300-302, Pinilla del Valle, 7, 12, 53, 100, 103, 114,
308-309, 313, 315, 317, 319, 431, 525, 378, 698
530, 536, 667, 669, 677, 710, 731, 735, Pinto, 65, 73, 86, 92, 110, 126, 194-195,
740 202, 215, 348, 350-351, 355-360, 362,
Pardo, Gregorio, 171, 272 479, 576, 582, 647, 650-655, 658, 660-
París, 11, 18, 30, 99, 183, 236, 238, 240, 661, 747
267, 293-294, 344, 391-392, 394, 400- Piñuela, 206, 214, 423,
401, 404, 407, 413-414, 433, 436, 444, Piquer, Francisco, 236
447, 481, 484, 496, 501, 510, 51, 519, Pirineos, 110, 211, 557
522, 591-592, 594, 596-597, 605, 654, Platería de Martínez, 236
740, 753, 762 Plaza Real, 176, 179
Parla, 65, 81, 92, 348-349, 352, 360, 362, Pleistoceno, 45, 49-50, 5898, 102-103, 114
561, 579, 650-653, 658, 660-662, 730 Población, 11-13, 16-19, 22-23, 39, 73, 77,
Parque Nacional, 44, 50, 62, 696, 704, 79, 81-83, 88, 91, 97, 106-107, 109, 111-
713, 716, 768 112, 118-120, 123, 125, 127-128, 130,
Parque Regional, 51, 57, 709, 713, 133, 147, 160, 189-193, 199, 204, 214,
Parroquia, 123, 177, 184, 191-192, 195, 220, 232, 234-236, 245, 249, 254-256,
199, 207, 211, 214, 250-251, 253-254, 259, 264, 267, 323, 328, 333, 335-336,
279, 310, 334-335, 370, 374, 381, 411, 338, 341-342, 347, 350, 352, 354, 356-
428, 747 360, 362, 366, 371-372, 374, 379-382,
Patones, 47, 54, 92, 104, 112, 331-332, 384-385, 389, 392, 403, 406, 408, 425-
366, 714 432, 441, 447-449, 464, 469-473, 485,
Pedrezuela, 53, 58, 90, 92 490, 496, 506-509, 519-520, 524-535,
Pedriza, 51-52, 57, 59, 67, 379, 703-704, 538, 555, 560, 568, 571, 574, 577, 580,
710, 712, 714 582, 623, 625, 627-628, 636, 641-642,
Pedro I, 13, 127 649-650, 655, 657-661, 671-675, 679-
Pelayos de la Presa, 92, 110, 715 685, 688-691, 698-701, 705-707, 710,
Peña Citores, 84 712, 725, 728, 731-738, 750-751, 753-
Peña del Arcipreste, 45 761, 769
Peña el Águila, 84 Pobres, 19, 109-110, 131, 146, 159, 199-
Peñalara, 38, 45, 48-50, 58-59, 67, 703- 200, 207, 220-221, 253, 256, 326, 351,
704, 710, 712-714 353-358, 360, 366, 395, 434, 469-470,
Peñota, 45, 52, 59, 84 489, 491, 650-651, 737, 767
30 Índices 2/1/04 02:47 Página 790
Policía, 157, 163, 172, 221-222, 232-233, 650-651, 657, 664-667, 670-672, 675-
260-261, 401, 404, 435, 437, 469, 557, 676, 678, 692, 699, 709, 717, 721-722,
736, 741 724-725
Pontón de la Oliva, 47, 53, 100, 112, 332, Puebla, 88, 90-91
705 Puebla de la Sierra, 695
Porrones, 51 Puente de los Franceses, 57
Portillo, 51, 129, 403, 431 Puente de Segovia, 27, 174, 403, 413
Postas, 27, 255, 324-325, 762 Puente de Toledo, 181 , 278, 393, 397-
Pozuelo de Alarcón, 92, 671, 673-674, 398, 403, 408,
678, 680-685, 687-688, 737 Puentes Viejas, 705
Pozuelo del Rey, 92, 322 Puerta, 181, 183, 232, 260, 275, 334, 370,
Prádena del Rincón, 366, 381-382, 395, 403, 405, 409, 413, 422, 762
Prado, 4, 17, 26, 31-32, 38, 41, 47, 58, 60, Puerta de Alcalá, 186, 280, 291, 323, 396,
63-64, 69, 102-104, 174, 181-182, 186, 399, 414
197, 207, 231, 236, 257, 260, 270, 273, Puerta del Sol, 128-129, 166, 178, 197,
279-282, 284-293, 310, 393-398, 410, 235, 255, 257, 260, 390, 400, 404-405,
412, 420, 425, 428, 469, 493, 498, 500- 418, 425, 427, 432, 434-435, 437, 459,
501, 522, 555, 686, 688-689, 703, 740, 503, 523, 540, 548, 564, 588, 595, 605,
742-744, 747 657, 741
Prado de San Jerónimo, 15, 207, 309 Puerto, 50-52, 83-84, 92, 119, 181, 240,
Praga, 13 324, 333, 484, 694, 699, 703-704, 706,
Preciados, 129, 235, 416, 438, 469, 560, 714-715
Prefectura, 94 Puerto de la Fuenfría, 50, 84, 119
Prehistoria, 114 Puerto de la Tablada, 84
Pretendiente, 193, 215, 436, Puñoenrrostro, 88
Prieto, Teresa, 162, 209
Príncipe, 13, 23, 75, 141, 143, 148, 150, Qalát Jalifa, 119
163, 196, 200, 204, 206, 219, 233, 260, Quijorna, 83, 92, 673-674, 682-683, 688
270, 281, 285, 291, 306, 308, 311, 314, Quintana, Jerónimo de, 16
326, 411-412, 422, 424, 428, 434, 469,
485, 504, 530, 589 Ramiro II, 120
Privilegio, 80, 84, 174, 217, 349, 371, 422 Rascafría, 61, 67, 375-376, 378, 699-700,
Procurador, 193, 211-212, 348 707
Propiedad, 59, 61, 65, 78, 85, 133, 136, Rastro, 154-155, 208, 258-259, 468, 739
201, 212, 300, 308, 314, 328, 332, 357, Real Alcázar, 170
359-360, 429, 440, 456, 473, 482, 493, Real del Manzanares, 351, 353, 379, 704
497, 514, 523, 555, 644, 650-652, 676- Real Fábrica de Cristales
677, 697, 740, 764 de Madrid, 236
Proteccionismo, 79, 124, 133, 461 Real Fábrica de Porcelana
Protocolos, 191, 194-195, 201, 203, 206, del Buen Retiro, 236
212, 214, 328 Real Hospicio de San Fernando, 183
Provincia, 11-12, 14, 37, 69, 94-97, 103, Real Sociedad Matritense
120, 135-136, 158, 224, 321, 323, 325, de Amigos del País, 241
362, 371, 385-386, 448, 451, 477-479, Reales Sitios, 7, 25, 27, 180, 266, 297, 299,
487, 496, 542, 545, 547, 555, 557-558, 312-313, 316-317, 319, 321, 323, 325,
561, 568, 574, 576, 624, 628, 632, 643, 427-428
30 Índices 2/1/04 02:47 Página 791
Red radial, 27-28, 39, 324 Rivas, 92, 98, 107, 310, 460, 605
Redueña, 54, 60 Robledo de Chavela, 53, 61, 83, 92, 699
Regalismo, 251 Robregordo, 61, 698
Regidor, 160-162, 350, 360, 402, 662 Roma, 14, 30, 99, 110-111, 113, 172, 177,
Región, 7, 13, 31, 39, 41, 43-44, 69, 73, 183, 185, 250, 290-291, 298, 319, 337,
77, 96-97, -114, 243, 317, 321, 359, 524, 394, 444, 473, 519
561, 573, 582, 641, 653, 662, 672, 676, Romanización, 105, 113,
678-681, 684-685, 687, 689, 691-692, Rozas de Madrid, 673, 682, 684, 688
695, 713, 716-717, 723, 725, 730-731, Rozas de Puerto Real, 52, 92, 706
737, 750, 758, 760-761, 763, 767
Reino, 74-75, 82, 85, 93, 95, 125, 135, 140, Sabatini, Francisco, 185, 308, 361
168, 199, 218, 220, 228, 239, 261, 279, Sachetti, Juan Bautista, 184
281, 347, 351, 355, 357, 382, 432, 435, Sacramental, 102, 393
696, 762 Sagra, 37, 54, 60, 64, 487
Renacimiento, 14, 23, 25, 150, 169, 272, Sáinz de Robles, 26, 189, 213, 215, 595
290, 293, 302, 335-336, 338, 343, 367, Sala de Alcaldes de Casa y Corte, 20, 190,
373, 386, 400, 590-591, 593, 616 202, 221-223, 225, 258, 260, 313
Renta, 85, 91, 196, 234, 238, 352-353, 355, Salamanca, 21, 377, 383, 397, 408-411, 417-
357-359, 390, 454-455, 458, 464, 470, 418, 438, 446, 459-460, 469, 471-473,
512, 528, 578, 627, 660, 662, 672, 684, 483, 487, 493, 497, 501, 543, 611, 742
692, 737, 751, 753, 758, 760, 767 San Agustín de Guadalix, 60, 63, 93, 331,
República, 78, 242, 391, 414, 540-542, 673, 675, 681-682, 684, 688-689, 715
546, 548-551, 554, 562-563, 586, 594, San Andrés, 120, 123, 250, 265, 276, 378,
597, 603-604, 606-610, 655-656, 664, 383, 393
722, 762 San Antonio, 175, 181, 251-252, 275-276,
Restauración, 29, 120, 169, 290, 293, 327, 278, 286, 288, 293, 371, 413, 428, 739
330, 368-370, 376-378, 381, 386, 391, San Antonio de los Portugueses, 175
399, 410-411, 439, 441-445, 459, 462, San Bernardino, 174, 292
470, 473, 479, 483, 493, 516-517, 543, San Bernardo, 175, 179, 221, 235, 278,
551, 557, 580, 583, 597, 690, 750 293, 393, 469, 607
Revolución, 18, 32, 139, 141, 165, 254, San Felipe el Real, 206, 212, 273, 401
391, 411, 414, 430, 433-434, 438-441, San Fernando de Henares, 67, 108, 325,
445, 447-449, 468, 477, 485, 490-491, 330, 341-342, 532, 576, 624, 631, 635,
502-503, 507, 517, 541, 543-544, 546, 639
548, 562-567, 569, 582, 665, 687, 700, San Francisco, 124, 130, 151, 169, 173,
765, 769 199, 235, 259, 272, 274, 277-278, 292,
Ribera, Pedro de, 181-182, 187, 222, 234, 328, 376, 384, 394, 414, 469
331 San Ginés, 123-125, 128-129, 177, 214,
Ringrose, David, 22 250-251, 253, 265, 274, 277-278, 282
Río, 13, 24, 31, 37, 53-54, 57-58, 60, 66, San Ildefonso, 250, 287, 302, 307, 337-
74, 76, 79-81, 92, 102, 107, 110-111, 338, 340, 343, 373, 394
114, 158, 246, 269, 310, 323, 326, 329- San Isidro, 100, 102, 114, 126, 181, 220,
332, 344, 368-369, 374-375, 379, 381, 250, 278, 291, 371, 393, 413, 469, 739
397, 413, 504, 522, 539, 580, 600, 607, San Jerónimo, 134, 168, 182, 197, 219,
611, 629, 631, 633, 637-638, 643, 669, 235, 255, 259, 260-261, 275, 278-279,
705-706 340, 428, 434, 503
30 Índices 2/1/04 02:47 Página 792
San José, 250, 274, 277, 279-280, 357, 509, Santo Domingo, 124, 135, 168, 178, 222,
651 235, 272, 274, 281, 352, 411, 647, 686
San Juan, 53, 91, 100, 123, 134, 199, 250- Santonja, 102, 115
252, 263, 277, 310, 366-367, 369, 377, 706 Santorcaz, 100, 112, 342
San Justo y Pastor, 184, 625 Santos de la Humosa, 60, 115, 342
San Lorenzo, 83, 250, 296, 304, 310, 314, Santos, Francisco, 194-195, 202
318, 547, 623, 699-702, 704-705, 707, Santos Niños, 118, 334-335, 628
710-711, 713-716 Sanz García, 29, 33, 241, 243
San Marcos, 178, 185, 250, 279-280 Segovia, 21-22, 24, 76-80, 82-83, 86, 88,
San Martín, 123-124, 128-129, 169, 235, 90-91, 96, 120-123, 224, 230, 299-300,
250, 253, 265-266, 278, 286, 394, 413, 304, 321, 352, 365, 373, 376, 379, 382,
656, 714 385, 394, 413, 425, 480, 486, 668-669,
San Martín de la Vega, 107, 322, 653 702, 747
San Martín de Valdeiglesias, 46, 52-53, 58, Sempere y Guarinos, 224
61, 63, 110, 699-702, 706-707 Sena, 13,
San Miguel, 123, 129, 134, 229, 250-251, Señorialización, 75-76, 85, 97
279-280, 289, 369, 379, 394, 403, 438, Señorío, 75, 80, 82, 86-88, 91, 96, 121,
487 127, 316, 328, 333, 348-350, 357-359,
San Millán, 129, 235, 411 362, 368-370, 374, 677
San Nicolás, 123, 125, 135, 250-251, 277- Sereno, 15
278, 403 Serna del Monte, 699
San Pedro, 60, 123, 126, 172, 186, 250- Servicios públicos, 29, 237, 336, 659
251, 277, 337, 374, 393 Sevilla la Nueva, 92, 673, 681-682, 688
San Petersburgo, 13, 447, 452 Sexmo, 80-81, 83, 88, 90, 93, 121
San Salvador, 119, 123, 127, 130, 132-134, Sierra, 24, 38, 41-45, 47-48, 51-54, 56,
173, 178, 370 58-63, 75-80, 84, 88, 95, 110, 112,
San Sebastián de los Reyes, 56, 60, 81, 88, 119, 135, 219, 270, 300, 304, 365, 368,
532, 579, 672, 675-678, 680, 682, 686- 374, 379, 382, 384-385, 629, 666-668,
688, 692-693 684, 693, 695-707, 709-717, 733, 737,
San Vicente, 54, 181, 412-413, 443, 652, 768
699 Sierras Occidentales, 45-46
Sancha, 90, 236 Siete Picos, 45, 48, 50-51, 57, 59-61, 67,
Sánchez, Pedro, 175-176 84, 694, 714
Sancho IV, 86, 348 Siglo de Oro, 8, 179, 283, 329, 626, 744
Sanidad, 190, 201, 254, 356, 362, 726, Síndicos Personeros del Común, 226
730, 732 Sisa, 191
Santa Cruz, 129, 168, 173, 180, 199, 223, Sistema Central, 37-38, 41-42, 48, 53, 56,
235, 238, 250-251, 253, 380, 382, 411, 72, 74-75, 78, 104, 667, 699
460, 469 Sitios Reales, 44, 67, 170, 229, 247, 297-
Santa María, 46, 60, 76, 119, 123, 125-126, 300, 302, 307, 311-314, 317-319, 623,
134, 136, 250, 281, 293, 335-336, 340, 699
357, 369-370, 372-373, 375, 380-381, Somosierra, 41, 43, 45, 47-48, 50, 54, 60-
386, 411, 530, 699, 714 61, 77, 101, 322-333, 368, 432, 699, 702,
Santa María de la Cabeza, 181, 278, 371 706, 709, 715
Santillana, 47, 50-51, 53, 57, 370, 379-380, Soto del Real, 60, 368, 385, 684, 701-702,
513, 751 711, 715
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ÍNDICE GENERAL
5. LA ELECCIÓN DE LA CORTE.
LA POLÍTICA EN LOS SIGLOS XVI Y XVII
Alfredo Alvar Ezquerra
Profesor de Investigación.
Centro de Estudios Históricos. CSIC. .......................................... 139
795
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9. LA SOCIEDAD MADRILEÑA
Y LA CULTURA DE LA ILUSTRACIÓN
Enrique Martínez Ruíz
Catedrático de Historia Moderna.
Universidad Complutense de Madrid ........................................... 245
ÍNDICES
ÍNDICE DE AUTORES .................................................................. 773
ÍNDICE DE NOMBRES ................................................................. 777
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