Gratuidad Del Servicio de Administración de Justicia

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE TRUJILLO-DERECHO DE LA MAGISTRATURA

2015

ÍNDICE

I. GRATUIDAD DE LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA 3 3


1.1 El acceso gratuito a la administración de justicia en materia civil 5 5
1.2 ¿Qué es la administración de justicia? 6 6
1.3 Igualdad del acceso a la Justicia 8 8
1.4 La gratuidad de la administración de justicia según la jurisprudencia del Tribunal Jurisdiccional 9 9
1.5 La problemática de la administración de Justicia en el Perú 11

II. COSTOS Y COSTAS 17 17


2.1 Costas 17
17
2.2 Costos19
2.3 Principios de la condena en costas y costos 21
21
2.4 Exención y exoneración de costas y costos 28
28
2.5 Pluralidad de sujetos y condena en costas y costos 31 31
2.6 Acuerdo sobre reembolso de las costas y costos en la transacción y conciliación 32
32
2.7 Condena en costas y costos en el desistimiento y el abandono 34
34
2.8 Liquidación de las costas 36
36
2.9 Procedencia de cobro de los costos 37
37
2.10 Reembolso de las costas y costos 39 39
2.11 Derecho comparado 40

III. LAS TASAS JUDICIALES 45

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3.1 Naturaleza jurídica de las tasas y aranceles judiciales. 45

IV. EL ARANCEL 48
48
4.1 Regulación de los aranceles judiciales 48
48

V. EXONERACIÓN Y SISTEMATIZACIÓN DE LOS ARANCELES JUDICIALES 52


52
5.1 OBLIGADOS AL PAGO DE ARANCELES JUDICIALES 52
52
5.2 Exigencia del pago de aranceles judiciales 53
53
5.3 Exoneración al pago de aranceles judiciales 53
5.4 Límites de exoneración de pago de aranceles judiciales 55
55
5.5 Sistematización de los aranceles judiciales: 56

VI. AUXILIO JUDICIAL 61


6.1 El auxilio judicial como mecanismo para garantizar el acceso a la justicia 65
6.2 El auxilio judicial en la legislación peruana 667
6.3 Derecho comparado en cuanto al auxilio judicial. 73

VII. DEFENSA LETRADA


7878

VIII. JURISPRUDENCIA 83
8.1 JURISPPRUDENCIA SOBRE GRATUIDAD DE ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA 83
8.2 JURISPRUDENCIA SOBRE DEFENSA LETRADA 158
158

IX. Bibliografía 162

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GRATUIDAD DEL SERVICIO DE ADMINISTRACIÓN DE


JUSTICIA

I. GRATUIDAD DE LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA

Beneficio reservado a los justiciables de escasos recursos económicos y, a todos en


los casos expresamente previstos por la legislación. De manera que, la condición
económica de las personas y la relevancia de algunos tipos de conflictos
(normalmente de trascendencia social), determinan el goce del beneficio de la
gratuidad del servicio de justicia de resolución de conflicto

El artículo 139, numeral13 de la carta magna precisa que:

“Son principios y derechos de la función jurisdiccional…el principio de la gratuidad de


la administración de justicia y de la defensa gratuita para las personas de escasos
recursos; y, para todos, en los casos que la ley señala”.

En rigor, el texto constitucional contiene dos principios en esta norma: la gratuidad del

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servicio de administrar justicia y de la defensa letrada, siempre y cuando se trate de


justiciables de escasos recursos económicos. La excepción a esta regla la constituyen
los casos señalados expresamente por la ley1 en donde, al margen de la condición
económica de los litigantes, todos se benefician con la gratuidad antes mencionada.
Como veremos más adelante, esta situación excepcional se fundamenta en la
particular trascendencia social del tipo conflicto involucrado en la pretensión procesal.

De modo que, se puede advertir que la distinción entre los ciudadanos de escasos
recursos económicos y los solventes determina, como regla general, un tratamiento
diferenciado respecto del costo del servicio judicial de resolución de conflictos. Por
equidad2, se favorece a los primeros subsidiando su empleo del sistema de
administración de justicia y, se grava a los segundos con parte del costo real del
mismo. Al responder este tratado diferenciado a criterios objetivos, no se configura un
acto discriminatorio que pudiera atentar contra principios constitucional de igualdad
ante la ley (art. 2, num.2)

Sin embargo, es menester mencionar que a pesar que la ley fundamental garantiza
también la gratuidad de la defensa letrada para las personas solventes de manera
excepcional en los casos expresamente previstos por las normas pertinentes, ello no
se cumple en la práctica. El servicio de defensa letrada de oficio del ministerio de
justicia3, que aun constituye un número insuficiente para satisfacer la enorme
demanda existencias a nivel nacional. Estos concentran sus esfuerzos en las
personas de escasos recursos económicos, negándoles sistemáticamente el servicio
legal a los justiciables solventes.

Estamos de acuerdo con lo que ocurre en la realidad. Nos parece suficiente que por
excepción, en los casos expresamente previstos por la ley se subsidie a los litigantes

1 Se entiende ley en sentido formal ( ley del congreso) y no en sentido material (cualquier norma estatal), pues
cuando la carta magna menciona expresamente el término “ley” alude a la ley emitida por el parlamento y, cuando
señala literalmente a que el “estado regulara el derecho” quiere referirse a cualquier norma estatal
2 Aristóteles definía a la equidad como “la justicia para el caso concreto”
3 Paralelamente en el sector privado los consultorios jurídicos gratuitos de colegios de abogados o facultades de

derecho, brindan un servicio similar hacia el mismo público objetivo.

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solventes respecto del costo del servicio judicial, pero resultaría extrema que también
se destinen los limitados recursos humanos del servicio estatal de defensa gratuita
hacia tal público objetivo4. Si ni siquiera puede darse cobertura integral al segmento
de los justiciables de escasos recursos, consideramos factible “sacrificar” a los
ciudadanos solventes que, por lo demás, están en capacidad económica y suelen
preferir contratar un servicio privado y retribuido de asesoría legal. La equidad,
elemento justificante del trato diferenciado respecto del costo del servicio judicial,
debe extenderse hasta los casos excepcionales respecto de la defensa gratuita. De
manera que, sería conveniente revisar este extremo de la pauta constitucional.

1.1 El acceso gratuito a la administración de justicia en materia civil

Ahora bien, el principio de gratuidad de la administración de justicia es ratificado en la


normativa infraconstitucional. Así, es enunciado como regla general en el artículo VIII
del título preliminar del código procesal civil en los siguientes términos:
“El acceso al servicio de justicia es gratuito, sin perjuicio del pago de costos, costas y
multas establecidas en este código y disposiciones administrativas del poder
judicial”.
La justicia civil concebida como un servicio público en nuestro país, no es ni ha sido
realmente gratuito. Ese servicio público en muchos casos, ineludiblemente tiene que
utilizar el justiciable para que se solucione su conflicto o se dilucide su incertidumbre.
Es que en realidad se presenta situaciones en las que el ciudadano se ubica en un
estado de necesidad de la tutela jurisdiccional efectiva. Es verdad que el articulo VIII
de Código Procesal Civil literalmente prevé que el acceso a la justicia es gratuita;
empero en la practica el litigante desde la propia presentación de la demanda incurre
en una serie de gastos que se traduce en el pago de tasas judiciales en la
presentación de células de notificación, etc. El código regula el auxilio judicial

4 Noes posible objetar el destinar los servicios legales privados gratuitos hacia los ciudadanos de escasos
recursos económicos, sin contrariar el principio constitucional de la libertad de contratación (art.2, nium.14)

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(artículos 179 y siguientes del CPC) con el puposito de proteger –aplicando el


principio en comento- a las personas en litigio de escasos recursos económicos.

Como se puede apreciar, esta norma no solo enuncia el postulado material del
presente análisis, sino también que el pago de costos, costas y multas es ineludibles
para todo litigante sea una persona de escasos recursos económicos o solvente.
Sobre este aspecto volveremos posteriormente.

Por su parte, el primer párrafo del artículo 24 de la ley orgánica del poder judicial
reitera la regla general y la excepción del principio en referencia:

“La administración de justicia es gratuita para las personas de escasos recursos


económicos, y para todo los casos expresamente previstos por ley...”
Hasta este punto de exposición advertimos que, por un lado, se habla del costo,
costas y multas. El principal costo que enfrentan los justiciables acude al poder
judicial a ventilar un conflicto que los enfrenta con otros particulares o el estado, o
inclusive en caso de iniciar un procedimiento no contencioso, los constituye las tasas
y aranceles judiciales. Su naturaleza jurídica, su fuente y forma de regulación, así
como su relación con los costos costas y multas, serán materia del desarrollo que
realizamos a continuación.

Estrechamente vinculado con este tema, aparece el del auxilio judicial (antes
conocido como “beneficio de pobreza”) que supone la exoneración del pago de las
tasas, los aranceles y demás gastos del proceso. Precisamente, resulta
trascendental analizar la estrecha relación existente entre dicho benéfico y la
captación de recursos propios en el poder judicial, en la perspectiva de evaluar el
impacto que la masiva y plena implementación del primero ocasionaría en los
segundos. Demos pues, inicio a la agenda propuesta.

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1.2 ¿Qué es la administración de justicia?

- Función.- El Estado asume el monopolio de la coacción material, lo que implica


que solo el Estado pude crear reglas del derecho y aplicarlas pero
fundamentalmente mandarlas y ejecutarlas.
Posee la capacidad de superposición y centralización es decir que goza del atributo
de sobreponerse a cualquier otro poder al interior de él, así cómo de canalizarlo
tomando el papel de ente unificador, todo esto con el resultado de su soberanía.

El poder del estado es por esencia unitario, no obstante a ello en las fases
avanzadas de su desenvolvimiento el poder se diferencia divide y articula en varios
órganos que realizan acciones distintas pero siempre coordinando desde un punto
de vista de la realización del bien común esta división también hace posible el
establecimiento de la limitación de este poder. Es así que el órgano judicial tiene
por finalidad hacer cierto el derecho y realizarlos en casos controvertidos, pues le
corresponde como órgano unitario ejercer la potestad de administrar justicia que
emana del poder del estado.
- Servicio.-La concepción clásica de Soberanía como eje entorno al cual se
conceptuaba al Estado fue renovada por León Duguit en su obra "La Soberanía":

"Un sistema jurídico no tiene realidad sino en la medida en que pueda establecer y
sancionar reglas que aseguren la satisfacción de las necesidades que se imponen
a los hombres en una sociedad dada, y en un cierto momento. Este sistema, por
otra parte, no es más que el producto de esas necesidades, y si no lo es o no
garantiza su satisfacción, será la obra artificial de un legislador o de un jurista, pero
sin valor ni fuerza alguna"

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Cuando se habla de "Función Pública" está referido al dominio que ejerce el Estado
respecto a los ciudadanos como ente que está por encima de la Sociedad y que
tiene ciertas potestades que le dan supremacía y dominio en su poder coercitivo.
Pero hoy en día se ha dejado atrás por parte de nuestros legisladores el término
"Función Jurisdiccional" y se ha preferido en el presente texto del Articulo VIII la de
"Administración de Justicia", y cuando se refiere a administración entonces lo
entendemos como un servicio, esto se explica por la evolución del Estado Nación
que aparece con las revoluciones burguesas del siglo XVIII y XIX al Estado de
Bienestar Común, que más allá de garantizar las libertades individuales (emanadas
de las revoluciones liberales) se empezó a hablar de un estado que garantizaba el
acceso de los ciudadanos a la satisfacción de sus necesidades básicas. Es así que
el "acceso al servicio de la Justicia" entra como un nuevo concepto en el campo
estatal y la función jurisdiccional.

1.3 Igualdad del acceso a la Justicia


Esta garantía, derivada genéricamente del art. 2°.2 de la Constitución, exige desde la
Ley Fundamental que tanto la acusación como la defensa actúen en igualdad de
condiciones: es decir, dispongan de iguales derechos procesales, de oportunidades y
posibilidades similares para sostener v fundamentar lo que cada cual estime
conveniente.

Desde el punto de vista procesal, este principio, instituido como un derecho


fundamental en la Constitución, garantiza que ambas partes procesales gocen de los
medios de ataque y de defensa y de la igualdad de armas para hacer valer sus
alegaciones y medios de prueba, cuya vulneración produce indefensión.

Como es de conocimiento público, las tasas judiciales varían en su valor pues para
acceder a una instancia superior como una apelación de autos el pago a

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desembolsar por el litigante fluctúa desde los 32 nuevos soles hasta 288 nuevos
soles; una apelación de sentencia desde 128 hasta 1,152 nuevos soles; por una
casación a la Corte Suprema desde 512 hasta S/. 2,720 nuevos soles; y 3,840
nuevos soles con respecto a una medida cautelar, precios prohibitivos para un país
donde el sueldo mínimo vital es de S/. 420 nuevos soles y donde mas del 75% de la
población se encuentra en estado de pobreza y/o extrema pobreza.

Vista esta incongruencia de los altos costos de la administración de justicia lo que


está provocando un problema social en claro perjuicio de los que menos tienen.

Esto se traduce en una desigualdad para acceder a la justicia por que la falta de
medios económicos impide a las personas de escasos recursos poder cubrir estas
tasas, lo que en la ley se llama igualdad al fijar tasas iguales para todos esto se
convierte en una desigualdad entre los ciudadanos al momento de hacer efectivos
sus derechos.

Si bien el Poder Judicial es autónomo administrativa y económicamente no implica la


facultad de gravar en forma desmedida el servicio de administración de justicia que a
la larga antidemocráticamente solo beneficiará a aquellas personas que puedan
tener la solvencia económica que les permita pagar todos los gastos procesales.

1.4 La gratuidad de la administración de justicia según la jurisprudencia del


Tribunal Jurisdiccional

EXP. N.° 2497-2002-AA/TC .- El demandante afirma que la resolución cuestionada,


cuyo texto aprueba los nuevos aranceles judiciales para el ejercicio gravable 2002,
establece odiosas diferencias entre los justiciables en razón del monto económico del
petitorio que estos planteen ante el órgano jurisdiccional, provocando que muchos de

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ellos no tengan acceso a la justicia. Tal situación, a su juicio, es contraria a la


igualdad ante la ley y a la tutela judicial efectiva, reconocidas tanto por la
Constitución del Estado como por el Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos, motivo por el que solicita que la demanda sea declarada fundada.
Del análisis de lo actuado se desprende que la pretensión invocada no resulta
legítima por lo siguiente:

a) si bien es un principio de la función jurisdiccional la gratuidad en la administración


de justicia, dicha norma general se compatibiliza necesariamente con la exigibilidad
de costos mínimos respecto de aquellas actividades jurisdiccionales que demanden
un servicio. En dicho contexto, la exigibilidad de tasas o aranceles judiciales no
tienen por objeto desvirtuar el consabido principio, sino dotar al órgano jurisdiccional
de contraprestaciones mínimas por los costos en los que se incurre en la realización
de determinados actos o diligencias durante la tramitación de procesos específicos;

b) aunque el demandante no cuestiona la existencia de los aranceles o tasas en


cuanto tales, sino la diferencia aplicada a partir de la diferente cuantificación de los
petitorios, dicha alegación carece de sustento, pues la distinción no se basa en una
idea de discriminación o desigualdad abstracta, sino en el principio de que son
mayores las cargas cuanto mayores resultan los beneficios a obtener o las
actividades procesales a realizar. No se perjudica, por tanto, al justiciable de pocos
recursos, al que, por el contrario, se le facilita un trato mucho más favorable que a
quien sí los tiene y que incluso puede llegar a la exoneración absoluta de todo
gravamen, mediante el llamado auxilio judicial. En cualquier circunstancia, sin
embargo, la idea central no es otra que la de una distinción por razones objetivas y
no, pues, por criterios meramente subjetivos o carentes de razonabilidad;

c) el demandante, por último, solicita, en abstracto, la inaplicabilidad de la


Resolución Administrativa N.° 033-2002-CE-PJ, sin demostrar que viene siendo

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objeto de algún acto concreto de discriminación por su condición de litigante carente


de recursos o de medios económicos suficientes.
Por consiguiente, y no habiéndose acreditado la violación o amenaza de violación de
los derechos constitucionales se declara infundada esta demanda.

Ventajas y desventajas del acceso gratuito a la justicia

a) Ventajas
1.-Garantiza el acceso a la tutela jurisdiccional efectiva por parte de toda la
población.
2.-Garantiza la igualdad de las partes al momento de costear el proceso, por que las
tasas y aranceles judiciales pueden convertirse en trabas para puedan ejercitar sus
derechos y sus actuaciones procesales, dentrote los sistemas dispositivos.

b) Desventajas
1.- Existen litigantes que están en condiciones de asumir sin el menor reparo las
obligaciones que genera un proceso (bancos, empresas, entre otros)
2.- La necesidad del Poder Judicial -que en casi todo el orbe es la cenicienta en
cuanto a presupuesto asignado con respecto a sus hermanos el ejecutivo y el
legislativo- de generarse sus propios recursos.
3.- aun siendo la justicia civil costosa en el país existe una sobresaturación de
expedientes, de ser gratuita significaría el colapso del sistema de justicia.

1.5 La problemática de la administración de Justicia en el Perú

Las funciones de las partes, los abogados y el juez


Como en todo sistema jurídico, en el sistema legal peruano, los sujetos procesales
asumen una función determinada para el adecuado cumplimiento de la finalidad del
proceso, el debido proceso legal y la tutela judicial eficaz dentro de los parámetros de

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la ley y de la Constitución. Esas funciones procesales se podrían definir del siguiente


modo.
A. Las partes
La teoría general del proceso ha señalado que el concepto de parte se deriva del
concepto mismo del proceso y de la propia relación procesal que todo proceso
genera. En tal sentido, se señala que es parte tanto aquel que pide en nombre
propio (o en cuyo nombre se pide con legítimo título) la actuación de una voluntad
de la ley, cuanto aquel quien es emplazado con tal petición.5

La idea de parte tiene origen en el litigio mismo, en la relación procesal y en la


demanda. Es uno de los elementos consustanciales del proceso. Está definida
por cada uno de los elementos subjetivos que la bilateralidad del proceso exige
para su formación. Por ello, se señala que no hay que buscarla fuera de la litis, y
en particular, en la relación sustantiva que es objeto de la controversia. En
consecuencia, la relación procesal y las partes existen en virtud de la simple
afirmación de la acción, independiente- mente de su existencia efectiva. Ello ha
sido ratificado en nuestra jurisprudencia, siendo ejemplo de ello la Ejecutoria
Suprema del 18 de noviembre de 1998 expedida por la Sala Civil de la Corte
Suprema de Justicia de la República (Exp. núm. 983-1998), que señala lo
siguiente: “Parte en el proceso es aquel que pide tutela jurisdiccional y pretende la
actuación de una norma legal a un hecho determinado y aquel respecto del cual
se formula esa pretensión, los que quedan individualizados en la demanda”.

Por su parte, el artículo 57 del TUO, del Código Procesal Civil peruano, señala
quiénes son los que tienen la capacidad para ser parte en un proceso, conforme
señalamos a continuación: “Artículo 57. Capacidad para ser parte material en un
proceso. Toda persona natural o jurídica, los órganos constitucionales autónomos

5
Chiovenda, Giuseppe, Curso de derecho procesal civil, México, Harla, 1997, p. 322.

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y la sociedad conyugal, las sucesión indivisa y otras formas de patrimonio


autónomo, pueden ser parte material en un proceso”.

El requisito principal para la intervención del “sujeto procesal” denominado “parte


del proceso” se refiere a un necesario análisis de su interés y legitimidad tanto en
relación con el objeto o fondo de la controversia (relación jurídica-sustantiva),
como en relación al proceso en sí mismo (relación jurídica-procesal).

Dependiendo del tipo de proceso frente al cual nos encontremos podremos


analizar la actuación de las partes:

• En el proceso civil las partes procesales, y específicamente el actor tiene una


función esencial que es la del impulso de parte, nuestro sistema legal prevé un
proceso civil bajo el principio dispositivo don- de sólo a iniciativa de parte se podrá
dar la intervención del órgano jurisdiccional.
• En el proceso penal la situación es diferente, 6y la regla general es el principio
inquisitivo en su primera parte, donde será el juez quien dé inicio al proceso penal
cuando dicte el auto de apertura de instrucción que tenga como antecedente una
denuncia fiscal (la acción penal es titularidad del Ministerio Público), en tanto que
se regirá por un principio oral/acusatorio en su segunda fase (lo que en suma da
como resultado un verdadero proceso mixto).

En materia civil nuestra legislación procesal se ha adecuado a lo que prescribe el


Código Modelo para Iberoamérica al haberse previsto un sistema procesal por
audiencias, donde se ha buscado dar prevalencia al principio de inmediación por
el cual se pretende que el juzgador —en tanto director del proceso— tenga una
mayor aproximación a las partes del pro- ceso, y tenga más instrumentos de

6
Dicho sistema se modificará sustancialmente con la entrada en vigencia del Nuevo
Código Procesal Penal-Decreto Legislativo núm. 957.

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autoridad sobre las mismas y sobre el manejo del proceso en concreto, a fin que
la decisión a la que arribe sea producto de la constatación personal de los hechos
sometidos al debate judicial.

B. El juez
La teoría general del proceso señala que el juez es el tercero imparcial (Tertium
Inter Pares) ubicado en el vértice superior del esquema heterocompositivo que
resuelve un conflicto intersubjetivo de intereses o una incertidumbre de relevancia
jurídica entre dos o más partes procesales, que pueden estar conformadas por
dos o más personas físicas o jurídicas. La función principal del juez es ejercer la
jurisdicción7, entendida en sus dos acepciones: en sentido lato 8 y en sentido
estricto9. La diferencia radica, en puridad, en que la jurisdicción que no es la del
Poder Judicial (la administrativa, la privada, la arbitral, la asociativa, la política,
etcétera, con excepción de la “jurisdicción militar” por expresa previsión
constitucional, artículo 139, inciso 1o., 2o. parágrafo) normalmente se encuentra
sujeta al posterior control judicial (con las muy contadas excepciones de los
reconocidos casos “no judiciables”, básicamente referidos a excepcionales
decisiones políticas o de política exterior que no pueden, por su naturaleza, ser
materia de controversia en un estrado judicial); en tanto que la jurisdicción del
Poder Judicial no es recontrovertible o recurrible y, por ende, es la única que
genera el efecto y la cualidad de la cosa juzgada, también por expreso mandato
constitucional.

7
Quiroga León, Aníbal, “Conceptos básicos en el estudio del derecho procesal: a pro- pósito de la
ciencia del proceso”, Revista de Derecho, Lima, núm. 40, diciembre 1996.
8
Su definición sería: “Por jurisdicción (iuris-dictio = decir derecho) puede entenderse toda declaración
de derecho que se hace en nombre del Estado en un caso concreto para la
determinación de un conflicto o de incertidumbre de derecho, entre sí y los particulares, o entre los
particulares entre sí”.
9
Su definición sería: “Por jurisdicción (iuris-dictio = decir derecho) debe entenderse
la posibilidad del Poder Judicial, en nombre del Estado, de decir el derecho que corres- ponda en un
caso concreto en la determinación de un conflicto o de incertidumbre de
derecho entre los particulares, o entre los particulares y el Estado por medio de la admi-
nistración pública”.

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C. Los abogados
Los abogados son aquellos profesionales del derecho que ejercen una función
social al servicio de la justicia. 10El ejercicio de su profesión de abogado no
solamente implica el patrocinio, representación y defensa de una determinada
persona dentro de un proceso judicial, sino la titularidad en una serie de deberes
y obligaciones que se podrán de manifiesto dinámicamente.
En el Perú existe el principio de la defensa cautiva, es decir cualquier actuación
judicial para ser validada por la autoridad judicial debe estar asesorada por un
letrado, y en el caso que el justiciable carezca de medios económicos para ejercer
su defensa penal con el patrocinio de un abogado, el Estado a través de la
institución de los defensores de oficio será el encargado de proveer al justiciable
de esta defensa cautiva.

El TUO de la Ley Orgánica del Poder Judicial señala en su artículo 293 que toda
persona tiene derecho de asistir a cualquier diligencia a la que sea convocado por
una autoridad judicial, administrativa, política, policial etc., con la asesoría de un
abogado, ello en tanto que nuestra legislación entiende que la defensa cautiva es
un derecho de los justiciables, a fin que no vean mermados sus derechos sin
haber recibido una adecuada asesoría legal.

La legislación procesal civil, en el artículo IV del Título Preliminar del TUO de la


Ley Orgánica del Poder Judicial, ha previsto —entendemos de modo general y
aplicable para cualquier naturaleza de proceso— que los letrados deban actuar
bajo los mismos principios que las partes y los jueces, esto es, nuestra condición
de letrados no nos exime de cumplir los principios de buena fe, lealtad y
veracidad procesal, puesto que la trasgresión de estos no solamente importará en
la apreciación que deberá realizar el juez respecto de la conducta que se

10
Según el artículo 284 del TUO Ley Orgánica del Poder Judicial Peruano

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manifieste, sino también la imposición de sanciones patrimoniales destinadas a


evitar este tipo de conductas que transgreden el adecuado orden procesal.

1. Las relaciones entre las partes, el abogado y el juez


Las relaciones entre los sujetos del proceso son de naturaleza compleja que
es imposible encasillarlas en una sola categoría. Debemos tener en
consideración que el ámbito en el cual se desarrollan dichas relaciones es el
proceso, que es un mecanismo heterocompositivo de solución de conflictos a
través de un sujeto imparcial, que es el juzgador. En tal sentido, si la finalidad
del proceso es la solución de un conflicto, es necesario que el sujeto imparcial
quien lo resuelva sea investido de una serie de facultades que le permitan
lograr dicha finalidad, que en primera impresión implican una relación de
subordinación entre el juez y los otros sujetos del proceso.
No obstante, algún sector doctrinal peruano ha calificado que nuestra norma
procesal está construida bajo la óptica del juez y no de las partes, debido a
que los poderes del juez han sido ampliados hasta el máximo, los derechos
de los otros sujetos del proceso han sido comprimidos hasta el máximo límite.
En tal sentido, se ha considerado al juez como el dominus del proceso.11

Creemos que la estructura de un proceso requiere, necesariamente, de dotar


al juzgador de ciertos instrumentos legales que le faculten a cumplir la función
que la teoría general del proceso le ha conferido. Un juez sin las potestades
que la ley le ha conferido no podría ejercer la función que tiene.

Lamentablemente en nuestra realidad social la labor del juez se encuentra


ciertamente menospreciada, no es casual que desde hace mucho tiempo el
Poder Judicial sea la institución con menor credibilidad en el Perú, y ello es a

11
Ariano Deho, Eugenia, “En defensa del derecho de impugnar en el proceso civil. Vicisitudes de una
garantía incomprendida”, en Derecho procesal, Lima, Fondo de Desa- rrollo Editorial de la Universidad
de Lima, Lima, 2002, p. 147.

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todas luces responsabilidad del propio Estado, que ha provisto al magistrado


de una serie de potestades pero que no le confiere al Poder

Judicial de la necesaria autonomía política y presupuestal destinada a que la


labor del magistrado sea realmente una labor independiente. Estos últimos
tiempos hemos visto, con gran preocupación, como a pesar del momento de
transición política que vivimos el sistema judicial sigue siendo deficiente, y
permanece aún dependiente de las decisiones y opciones políticas
coyunturales, respondiendo de esta manera a las circunstancias políticas del
momento.

Si se considera que la relación entre los sujetos procesales es de igualdad,


estaríamos ante un mecanismo autocompositivo, el cual presupone la
equivalencia —al menos formalmente— entre los sujetos que participan del
conflicto. La heterocomposición implica necesariamente la existencia de un
sujeto externo, fundamentalmente imparcial al conflicto e investido con
facultades específicas (el juez), con la misión de solucionar de ese conflicto
de intereses y que las partes no han podido solucionar previamente por sí
mismas, en un plano de igualdad. En tal sentido, si las relaciones entre los
sujetos procesales es de igualdad, no se llegaría a solucionar el conflicto,
debido a que el tercero que deberá resolver no podrá imponer a los otros
sujetos la solución al conflicto, que es el objetivo a cumplir con el proceso.

II. COSTOS Y COSTAS

2.1 Costas

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Artículo 410.- Las costas están constituidas por las tasas judiciales, los
honorarios de los órganos de auxilio judicial y los demás gastos judiciales
realizados en el proceso.

- Un sector de la doctrina ingresa a distinguir los gastos procesales entre


costas y costos, comprendiendo las primeras a los gastos de tramitación judicial
(tasas judiciales, cédulas, honorarios del auxilio judicial, etc.) y los segundos los
honorarios del abogado que interviene en el proceso. Dicha distinción es
considerada obsoleta, pues se tiende hacia la no distinción por considerarlo inútil.
No obstante ello, nuestro Código Procesal Civil se aúna a distinguirlos en los
artículos 410 y 411. Las costas, al igual que los costos, son parte de los gastos
efectuados directamente en el proceso por una de las partes, para la persecución
y defensa de su derecho, que le deben ser reembolsados por la otra parte, en
virtud de un mandato judicial. Estos gastos (costos y costas) pertenecen al campo
del Derecho procesal, puesto que la obligación de pagarlas nace de la
intervención de las partes en el proceso. El título en que se funda es una
sentencia judicial y su monto debe ser fijado en ejecución de sentencia.

- El tema de los gastos procesales debe apreciarse bajo la clasificación de


los imperativos jurídicos y que se expresan en el proceso como deberes,
obligaciones y cargas. Deberes son aquellos instituidos en interés de la
comunidad; obligaciones, aquellos instituidos en interés de un acreedor; cargas,
aquellos que se determinan en razón de nuestro propio interés. En el caso de los
gastos procesales estas son prestaciones impuestas a las partes con ocasión del
proceso, sin embargo debemos precisar, a diferencia de lo que sostiene couture,
que estas obligaciones no tienen una naturaleza indemnizatoria, todo lo contrario,
se limita al reembolso del gasto realizado en el proceso para la defensa del
derecho conculcado. En cambio, para couture: existe además una
responsabilidad procesal, derivada del abuso del derecho de acción o del derecho

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de defensa. El daño que se cause con abuso genera una obligación de


reparación, la cual se hace efectiva mediante la condena de costas. (Couture,
1977)

El artículo 24 de la LOPJ señala que la administración de justicia es gratuita


para las personas de escasos recursos económicos, y para todos los casos
expresamente previstos por ley, encontrándose específicamente exonerados de
esos pagos, los litigantes de algunas zonas geográficas de la República. sobre el
particular aparece la Resolución Administrativa Ne 1067-CME-pJ, del 30 de
diciembre de 1999, que determina las zonas exoneradas de pago bajo la
justificación que las condiciones geográficas y económicas de algunos distritos del
país generan una serie de dificultades administrativas que obstaculizan el acceso
a la justicia de las personas naturales que buscan tutela jurisdiccional. Los
beneficios de la exoneración del pago de tasas judiciales son, en lo fundamental,
de carácter social, ya que se estará liberando a las personas naturales que se
encuentran en situación económica de extrema pobreza y que buscan tutela
jurisdiccional ante el Poder Judicial de asumir costos para el ejercicio de su
derecho (Nárvaez, 2008)

2.2 Costos.-

Artículo 411.- Son costos del proceso el honorario del Abogado de la parte
vencedora, más un cinco por ciento destinado al Colegio de Abogados del
Distrito Judicial respectivo para su Fondo Mutual y para cubrir los
honorarios de los Abogados en los casos de Auxilio Judicial.

- Los costos del proceso forman parte de lo denominado gastos procesales.


Comprende los desembolsos efectuados directamente al abogado para la
persecución y defensa del derecho. Los costos pertenecen al campo del Derecho

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Procesal puesto que la obligación de pagarlas nace de la intervención de las


partes en el proceso; el título en que se fundan es una sentencia judicial! y su
monto debe ser fijado en ejecución de sentencia. Debemos precisar que no se
trata de un pago propiamente dicho sino de un "reembolso", puesto que el
vencido restituye al adversario las sumas que este ha empleado en defender su
derecho. La consideración abstracta de estos gastos ha dado lugar a esbozar tres
soluciones: que cada litigante pague sus propios gastos; que el vencido reintegre
o no los gastos conforme a condiciones determinadas; y que tales gastos
recaigan sobre el vencido en su integridad. Frente a estas posiciones, nuestro
Código opta por la última, tomando como criterio objetivo el vencimiento.

- La intervención del abogado es vital para el proceso judicial porque, en un


sistema como el nuestro, la justicia no podría funcionar si el juez tan solo tuviera
contacto directo con la impericia jurídica de los litigantes. El abogado es un
precioso colaborador porque recoge los materiales del litigio, traduce en lenguaje
técnico las expresiones del cliente y las presenta en forma clara y precisa.

La intervención del abogado en el proceso sirve para librar al juez de la ignorancia


de los hechos pretendidos y eliminar la mala fe de los contrincantes. El ejercicio
de la abogacía se desarrolla bajo dos sistemas: el libre ejercicio y la abogacía del
Estado. Este último argumenta que dado el carácter público de su función, se
debe transformar a todos los abogados en empleados del Estado, retribuidos con
estipendio fijo, lo que llevaría a que no se interesen en multiplicar o dilatar un
pleito para aumentar sus ganancias profesionales; sin embargo, se cuestiona este
sistema porque la mentalidad crítica y combativa del abogado no puede ser la de
un empleado. La defensa de las causas constituye una contienda en la que está
en juego la reputación profesional y no una monótona rutina de oficina. Nuestro
sistema jurídico es partidario del sistema de la abogacía libre o como la doctrina
lo denomina, "el ejercicio privado de las funciones públicas". Su justificante radica

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en que el abogado es un elemento integrante de la organización judicial, un


órgano intermedio entre el juez y la parte, en el cual el interés privado de alcanzar
una sentencia favorable y el interés público de alcanzar una sentencia justa se
encuentran y se concilian. La función del abogado se torna pública en tanto actúe
como servidor del Derecho.

- El artículo 294 de la LOPJ y el artículo en comentario hacen referencia a un


porcentaje que se designa de los costos del proceso para ser destinado al Colegio
de Abogados del Distrito Judicial respectivo para su Fondo Mutual y para cubrir
los honorarios de los abogados en los casos de auxilio judicial. Mediante la
Resolución Administrativa N" 222-2007-CE-PJ publicada en El peruano el 1 de
noviembre de 2007, ha regulado que para el vencedor pueda retirar el monto
dinerario por costos procesales que hubiera abonado el vencido, eljuez debe
verificar que se haya cumplido previamente con el pago o la retención al colegio
de Abogados del porcentaje del 5% que establece el artículo 411 del CPC. Para
acreditar el pago podrá hacerse con el comprobante o con la certificación
expedida por el colegio de Abogados de la jurisdicción que acredite el empoce
respectivo. (Nárvaez, 2008)

2.3 Principios de la condena en costas y costos

Artículo 412.- La imposición de la condena en costas y costos no requiere


ser demandada y es de cargo de la parte vencida, salvo declaración judicial
expresa y motivada de la exoneración. La condena en costas y costos se
establece por cada instancia, pero si la resolución de segunda revoca la de
primera, la parte vencida es condenada a reembolsar las costas y costos de
ambas instancias. Este criterio se aplica también para lo que se resuelva en
casación. Si en un proceso se han discutido varias pretensiones, la condena
incide únicamente sobre las que han sido acogidas para el vencedor. En los
casos en que se hubiera concedido auxilio judicial a la parte ganadora, la

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vencida es condenada a reembolsar las tasas judiciales al Poder Judicial. La


parte vencida en un incidente debe reembolsar a la vencedora las tasas
judiciales, los honorarios de los órganos de auxilio judicial y demás gastos
judiciales incurridos durante su tramitación. No se considera los honorarios
del abogado. La liquidación correspondiente se realiza al finalizar el
proceso.”

- Hay dos sistemas que legislan los gastos procesales. Un sistema automático,
que es el que recoge nuestro Código Procesal Civil, y un sistema del libre
albedrío judicial. El sistema automático funda la condena en la derrota procesal,
encontrándose algunas modalidades según la instancia o características del
proceso. Se parte del presupuesto objetivo de la derrota, de manera que la
sentencia debe contener la decisión expresa en tal sentido.

Para el sistema del albedrío judicial, que no inspira a nuestra legislación procesal
civil, las costas se imponen al litigante de mala fe o temerario, dejando la
apreciación casuística de la norma al criterio del juez, con la consiguiente facultad
de no imponer costas, cuando estime que el vencido procedió de buena fe. Para
nuestro ordenamiento procesal los gastos (entiéndase los costos y costas) son
corolario del vencimiento, se imponen no como sanción, sino como resarcimiento
de los gastos provocados por el litigio, gastos que deben ser reembolsados por el
vencido con prescindencia de la buena o mala fe con que hayan actuado por
haberse creído con derecho. Este reembolso se sustenta en el hecho objetivo de
la derrota, esa es la regla general, no interesa si la parte ha dado motivo a la
condena de dichos gastos, o si ha sostenido un proceso sin justa razón, lo que
interesa es el hecho objetivo de la derrota o el vencimiento, pero deja al
magistrado un margen de libertad suficiente para flexibilizar su decisión cuando
permite que en declaración judicial expresa y motivada se exonere de estos
gastos al vencido (artículo 412 -primera parte- del CPC). Los gastos procesales

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reúnen los siguientes caracteres:

a) están constituidos por los gastos que derivan en forma directa del proceso;

b) comprenden solo los gastos ocasionados por el proceso y excluyen los daños y
perjuicios que no se identifican con ellos;

c) representan una obligación accesoria derivada del proceso y su título


constitutivo es la sentencia que ordena su pago. 2. La doctrina ha discutido el
fundamento de los gastos (costas y costos). Al inicio consideró que el pago
equivalía a una pena porque con el proceso judicial se acusaba a la otra parte
litigante un daño injusto y por tanto había el deber de repararlo.

Chiovenda criticó esta posición, pues consideró que el proceso es un medio lícito
que la sociedad tiene para la defensa de sus derechos y quien lo usa lo hace en
ejercicio de su derecho, y los gastos que ocasione a su adversario no pueden
constituir un daño que deba resarcirse, puesto que no se producen injustamente,
porque se necesita del pronunciamiento del juez para que este declare
formalmente el derecho, que no existió antes y por tanto no podía haber sido
conocido por el perdedor. Posteriormente los teóricos del tema han presentado la
doctrina del resarcimiento basada en la idea de la culpa. Esta tesis ha sido
objetada porque es difícil probar la culpa y porque el hecho de vencer en el
proceso no significa que la culpa haya existido, en todos los casos. La teoría de la
culpa ha sido reemplazada por la tesis moderna del vencimiento. Con este
sistema se evita calificar el comportamiento del litigante llamado a reembolsar los
gastos de su contrario, solo se necesita para que prosperen los costos que el
obligado haya sido vencido. (Chiovenda, 1941)

Chiovenda consideró que el fundamento de esta condena se ubica en el


reconocimiento del derecho, puesto que todo lo que fue necesario para lograr ese

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reconocimiento es disminución del derecho que debe reintegrarse al sujeto del


derecho mismo, a fin de que este no sufra detrimento por causa de la
controversia. Por lo tanto, podemos concluir que la regla general para la condena
de costas y costos es que el sujeto pasivo obligado al pago sea la parte vencida.
Esta fórmula es la que regula nuestro sistema procesal, a través del artículo 412
en comentario. (Chiovenda, 1941)

Hay un criterio objetivo para la condena, cual es, la derrota. Sobre el particular,
Wilber Zegarra sostiene que dicho reembolso debe ser solidario con el abogado
que asumió el patrocinio de la parte vencida, pues es artífice del éxito de las
pretensiones reclamadas o resistidas. La condena al reembolso no solo debe ser
asumida por la parte, sino por el abogado que interpuso la demanda o que
formuló la contestación a ella, y que luego ha provocado una sentencia infundada.
Con ello -señala el citado autor- se contrarrestaría la mala praxis jurídica de
recurrir a la jurisdicción con pretensiones carentes de fundamento jurídico o
alegando -a sabiendas- hechos contrarios a la realidad, para justificar una
demanda o la contestación de esta.

-Como ya se ha señalado líneas arriba, la postura ordinaria asume la regla "del


vencimiento" para distribuir los gastos, sin mayor fundamento en la decisión. En
cambio, cuando se refiere a la exoneración sí constituye un supuesto
extraordinario que debe motivarse. Diremos entonces que el principio objetivo del
vencimiento no es absoluto sino que permite la existencia de situaciones
excepcionales, flexibles, para liberarse de la condena. Alzamora Mario señala que
procede la exoneración de gastos al vencido por causas del allanamiento o
reconocimiento; por razón fundada para litigar por la dificultad del problema; por la
oscuridad del derecho; por la necesidad de una solución judicial por haberse
agotado las vías de composición directa; y por razones de parentesco, a fin de
que la condena de los gastos no contribuya a ahondar las divergencias. (Mario,

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1968)

Para Gozaini existen variadas circunstancias que dan pie a la exoneración, como
las que trasmitimos a continuación: (Osvaldo, 1990)

a) Cuando la pretensión origina una situación dudosa del derecho que se invoca.
Todo aquel que somete una cuestión a la decisión judicial es porque cree que le
asiste razón para peticionar; pero puede darse el caso que el asunto en
dilucidación sea complejo, las cuestiones analizadas sean dudosas y existan
opiniones divergentes en doctrina y jurisprudencia. Bajo este supuesto se puede
justificar que el juzgador libere delos gastos al vencido, por existir divergencia en
la doctrina y jurisprudencia respecto a la cuestión debatida.

b) cuando existe incertidumbre en las cuestiones de hecho. Este supuesto radica


en que la incertidumbre recae sobre un supuesto de hecho susceptible de inducir
al error lo que no es ajeno a la conducta equívoca de la contraparte. Esta
confusión debe incidir en el litigante que resulta vencido, y que por una
enmarañada descripción de las circunstancias de la pretensión lo llevaron a
resistirla en la creencia que obraba con razón suficiente para oponerse. Si los
hechos son alterados intencionalmente, de manera consciente y provocada, aun
cuando pudiera obtener razón en sus pretensiones, la decisión sobre las costas
debe hacer excepción al principio de la derrota.

c) Cuando existe la convicción de obrar conforme a Derecho. La existencia de


una razón fundada para litigar no constituye argumento suficiente para su
improcedencia. Por eso, ni la buena fe ni el hecho de creerse con derecho para
litigar fundan la limitación del principio general del vencimiento. Es necesario
apreciar las características del caso, que hizo que los actores pudieran
considerarse con derecho a litigar, para justificar el apartamiento del principio
general de la derrota, pues quien hace necesaria la intervención del tribunal por

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su conducta debe soportar el pago de los gastos que la contraparte ha debido


realizar en defensa de su derecho.

Gozaini señala que la sola invocación de haberse creído con derecho a litigar no
es por sí sola suficiente para eximir al perdedor del pago de las costas, salvo en
casos excepcionales cuando se ventilan cuestiones dudosas o difíciles de
derecho. No se trata de la creencia subjetiva del litigante sino de la existencia de
circunstancias objetivas que demuestran la concurrencia de un justificativo: para
eximir de costas al vencido. El juez debe encontrar mérito suficiente para eximir
de gastos al vencido, expresando en la resolución que emita cuáles son las
particularidades que lo determinen. . (Osvaldo, 1990)

d) Cuando se utiliza el proceso como medio de intimidación. Se da cuando el


demandante utiliza el proceso sorpresivamente como un medio de intimidación
contra el demandado, aun cuando tenga el derecho para hacerlo. Nos
encontramos ante el supuesto del proceso abusivo. Gozaini presenta el caso en
que la demanda notificada se utiliza como medio para constituir en mora al
accionado; o cuando por una intimación de pago en un proceso ejecutivo se
persigue conminar al ejecutado; o se solicita un embargo para agredir el
patrimonio del deudor, etc. Tales situaciones llevan a componer la distribución de
los gastos procesales, pues si aquel decide pagar o someterse a las pretensiones
expuestas, el proceso se ha tramitado inútilmente pues bien pudo evitarse la
actuación jurisdiccional. En cambio, no justifica la exoneración de costas al
deudor moroso si ha resultado vencido en la Litis, pues no se advierte en su
conducta procesal circunstancia alguna que justifique su liberación de costas.
(Osvaldo, 1990).

Como lo señala la norma, el reembolso de los gastos procesales es de cargo de


la parte vencida; esto conlleva a que se delimite ¿qué se entiende por
vencimiento? Para Chiovenda, es "aquel en contra del cual se declara el derecho

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o se dicta la decisión judicial". Esto implica que el vencimiento supone


necesariamente el concepto de parte, excluyendo del mismo la condena al juez,
cuando se declare la nulidad del procedimiento o de la sentencia. Para que se
pueda hablar de vencimiento, es indispensable la existencia de un conflicto, esto
implica que están excluidos los procesos no contenciosos o de jurisdicción
voluntaria. No es necesario que frente a dicho conflicto exista una lucha de
posiciones, basta que exista un conflicto entre dos esferas individuales, una de
los cuales exige algo a costa de la otra. No es esencial para el vencimiento la
existencia de una discusión o controversia entre ambas partes. (Chiovenda, 1941)

Como señala Reimundín, "la falta de contestación a la demanda no impide que


se produzca el vencimiento, ya que el concepto de este está íntimamente
vinculado a esa posición contrapuesta en que se encuentran los litigantes en el
proceso: uno que pide frente al otro un acto jurisdiccional de tutela, en que
sucumbe aquel contra el cual se dicta la sentencia". Por otro lado, al concepto del
vencimiento no se puede imputar la circunstancia que el proceso hubiera podido
evitarse por el litigante, porque ello importaría afirmar la existencia de un
concepto de mera apreciación subjetiva. Si se permitiera dilucidar si el vencido
pudo o no evitar el proceso, se destruiría los propios cimientos de la teoría
objetiva de la condena que excluye toda interferencia de matiz subjetivo; sin
embargo, podría contemplarse esta situación en caso de que se declare
improcedente una demanda. Los criterios que se pueden asumir para fijar el
reembolso del gasto procesal podrían atribuirse a la existencia de temeridad o
mala fe en el actor, para provocar dicho proceso, conforme dispone el artículo 110
del CPC. Dichos supuestos aparecen descritos en los diversos incisos del artículo
112 del CPC. Al respecto véase los siguientes casos: cuando se utilice el proceso
o acto procesal para fines claramente ilegales o con propósitos dolosos o
fraudulentos (inciso 4); y cuando sea manifiesta la carencia de fundamento

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jurídico de la demanda (inciso 1). (Ricardo, 1980)

Otro aspecto a destacar de la condena se orienta cuando el resultado del conflicto


fuese parcialmente favorable para ambos litigantes. Aquí, las costas se
compensarán o distribuirán prudencialmente en proporción al éxito obtenido por
cada uno de ellos. Como señala Reimundín, en el caso de la acumulación
objetiva de pretensiones puede darse la posibilidad del amparo de una pretensión
y el rechazo de la otra; ello puede conducir a una recíproca derrota, pero en lo
que respecta a la acumulación eventual y alternativa, esta puede dar lugar al
vencimiento del demandado. Para Reimundín "los gastos procesales en un
proceso de filiación, instaurado después de la muerte del presunto padre, no
pueden aplicarse a la demandada, porque la condición de hijo natural debe
justificarse siempre, no obstante el reconocimiento que pueda hacer la sucesión,
pues en ello está interesado el orden público, y para que proceda la condena en
costas es necesario que haya parte vencida, lo que no sucede en el proceso de
filiación, que solo tiene por objeto comprobar la calidad de herederos". Otro caso
que cita Reimundín se refiere a cuando se rechaza la demanda por nulidad de
vicios formales y se admite por falta de autenticidad de firma. Declarada la nulidad
del testamento por considerar que la firma del causante era falsa, corresponde
imponer las costas del juicio a los demandados que han sostenido su validez,
aunque se haya desestimado otros argumentos en los cuales se fundaba también
el pedido de nulidad, dado que el rechazo de uno o más de esos argumentos no
importa un rechazo parcial de la demanda, pues se ha obtenido en la sentencia
todo lo que pretendía el actor. (Ricardo, 1980)

2.4 Exención y exoneración de costas y costos

"Artículo 413.-.- Están exentos de la condena en costas y costos los


Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, el Ministerio Público, los órganos
constitucionalmente autónomos, los gobiernos regionales y locales. Están

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exoneradas de los gastos del proceso las Universidades Públicas, quienes


obtengan Auxilio Judicial y la parte demandante en los procesos de
alimentos dentro de los límites establecidos en la ley pudiendo ser
condenados al pago de costas y costos. También está exonerado quien
reconoce o se allana a la demanda dentro del plazo para contestarla."

-Exonerar de la condena en gastos procesales al vencido en el proceso conlleva


apartarse del principio objetivo de la derrota, regulado en el artículo 412. Esta
exoneración no solo puede ser por declaración expresa y motivada sino porque la
ley lo ordena bajo determinados supuestos, como la condición de las personas
litigantes y la naturaleza del proceso, entre otros. Existen situaciones que
exoneran de los gastos del proceso al vencido, las que podemos encontrarlas
como situaciones excepcionales, por citar el caso de los poderes legislativo,
ejecutivo y judicial, el Ministerio Público, los órganos constitucionales autónomos,
los gobiernos regionales y locales, las universidades y quienes obtengan auxilio
judicial. Nótese que la norma separa la exención de la exoneración. Ello es
entendible porque la exención es una situación de privilegio o inmunidad de la que
goza una persona o entidad para no ser comprendida en una carga u obligación,
o para regirse por leyes especiales. En cambio, la exoneración implica un
descargo o liberación de mayor cobertura.

-Por otro lado, existen procesos que por su naturaleza y objeto determinan una
imposición de costas distintas al principio objetivo de la derrota. Por citar, el caso
del desalojo con condena a futuro, regulado en el artículo 594 del CPC, los gastos
procesales serán a cargo del accionante si el demandado se allana a la
pretensión y desocupa el inmueble en la época convenida y pactada. Este
allanamiento se desdobla en los siguientes actos: el acto de sumisión a lo
reclamado y luego el cumplimiento en tiempo propio, es decir, la devolución del
objeto de arrendamiento en la oportunidad acordada. En algunos procesos las

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costas son cargadas directamente al demandado sin importar su actitud o suerte


en la litis. Véase el caso de alimentos, donde los gastos son de cargo del
alimentante, porque de no ser así, se desviarían el objeto y finalidad de la
obligación alimentaria, pues el importe de las costas recaería sobre las cuotas
disminuyéndolas; sin embargo, esta exoneración tiene algunas restricciones,
como en el caso de las costas relacionadas con el pago de las tasas judiciales. Si
la pretensión alimentaria supera las veinte unidades de referencia procesal no
gozan de esta liberación.

-Otro supuesto que justifica la exoneración es el allanamiento y el reconocimiento.


Al respecto, algunos autores consideran que esta exoneración deber prosperar si
quien se allana no haya dado lugar a la reclamación porque quien con su
inconducta obliga a otro a litigar debe soportar las costas y costos. Por citar, el
allanamiento en un desalojo, después de una reclamación administrativa, es
inconducente eximir de costas, toda vez que obligó a los actores a iniciar y
proseguir el juicio. En igual sentido en el juicio para el pago de alquileres, aunque
después los pague. En cambio, es justo si no ha mediado un desconocimiento
anterior indebido. Nuestro Código no ingresa en esa distinción, pues la norma en
comentario justifica la exoneración, condicionada a la oportunidad de expresarla,
esto es, dentro del plazo para contestar la demanda. Esta oportunidad permite
que quien lo asume no ocasione un inútil dispendio de actividad ni para el Estado
ni para su contraparte, sin embargo, son pasibles de la condena de gastos si el
allanamiento es luego de la contestación porque ha obligado a continuar
efectuando una actividad dispendiosa.

-Consideramos que adicionalmente al factor oportunidad estos actos de


disposición deben ser reales, incondicionados y efectivos para generar la
exoneración. Decimos que deben ser reales porque deben provenir de una
manifestación inequívoca que deje en claro la voluntad de allanarse; no debe

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tener condicionamientos a ejecutarse bajo determinadas circunstancias; y tiene


que ser efectivo, de manera tal que con su allanamiento no siga permitiendo un
mayor dispendio económico. Como sabemos, el allanamiento del demandado no
exime al juez de la obligación de dictar sentencia. No se acepta la tesis que
mediando allanamiento no hay parte vencida, ya que el allanamiento constituye
un instituto procesal que no debe ni puede, identificarse con el 'vencimiento" que
es en realidad un mero elemento o requisito de la condena. Aunque medie
allanamiento, la ley es actuada siempre a favor de una de las partes frente a la
otra. El allanamiento encierra una renuncia a defenderse en el proceso, evitando
con ello dispendio de gastos y tiempo, de tal forma, que en atención al momento
en que se realiza, como es, al contestar la demanda, conlleva a la exoneración
del gasto procesal, exoneración que no opera si se realiza el allanamiento con
posterioridad a la contestación. (Nárvaez, 2008)

2.5 Pluralidad de sujetos y condena en costas y costos

Artículo 414.- Cuando la parte condenada en costas y costos esté


conformada por una pluralidad de sujetos, la condena al pago los obliga
solidariamente. De manera excepcional, el Juez en resolución debidamente
motivada regula la proporción que debe pagar cada sujeto procesal
atendiendo a la actividad procesal desplegada. Por el mismo motivo, un
sujeto procesal puede ser eximido de la condena en costas y costos, por
decisión debidamente fundamentada.”

-Las costas y costos son los gastos efectuados directamente en el proceso por
una de las partes, para la persecución y defensa de su derecho, que le deben ser
reembolsados por la otra, en virtud de un mandato judicial. Estos gastos nacen de
la intervención de las partes en el proceso y el título en que se fundan es una

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sentencia judicial; sin embargo, su monto debe ser regulado por el juez en
atención "a las incidencias del proceso", por citar, la cantidad de escritos, de
impugnaciones y nulidades. Resulta elemental que los criterios de valoración que
asuma el juez para estas incidencias sean explicadas en la resolución que las fija.
Debemos precisar que no se trata de un pago propiamente dicho sino de un
"reembolso", puesto que el vencido restituye al adversario las sumas que este ha
empleado en defender su derecho. En el reembolso concurre un interés
comunitario: que los derechos tengan un valor puro y constante. Como señala
Chiovenda, el desarrollo del litigio no puede implicar la disminución patrimonial
para quien legítimamente persigue y obtiene la realización de la ley. 2. Sobre el
abono de los gastos procesales, obra en la Dirección de Comisiones y Consultas
del Colegio de Abogados de Lima, año 1998, el siguiente caso: se pregunta si es
procedente el reembolso de los honorarios profesionales a la parte vencedora en
el proceso, si se aprecia que dicho abogado no ha efectuado ninguna diligencia ni
autorizado los escritos en el proceso; y a pesar de ello emite recibo para acreditar
el pago de sus honorarios profesionales. Frente a dicha inquietud, el informante
en la comisión argumentó lo siguiente: la condena busca la devolución de los
gastos, para lo cual la parte beneficiada con la devolución -por ser vencedora en
el proceso- está obligada a acreditar dicho gasto con los recibos de honorarios
correspondientes. El juez no puede ingresar a calificar la calidad de la prestación
profesional del abogado, pues ello no es objeto de la litis; sin embargo, puede
graduar el monto que se exige para el reembolso en atención a las "incidencias
del proceso". Esto permitirá apreciar al juez el grado de intervención del letrado en
el proceso para fijar el monto del reembolso. Además, debe tenerse en cuenta
que el reembolso se dirige a la parte beneficiada y no al abogado. (Nárvaez,
2008)

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2.6 Acuerdo sobre reembolso de las costas y costos en la transacción y


conciliación

Artículo 415.- Las partes deben convenir sobre el reembolso de las costas y
costos cuando el proceso concluye por transacción o conciliación. Dicho
acuerdo no es oponible para quienes no participan del mismo, quienes se
someten a las reglas generales. De omitirse el acuerdo sobre el reembolso
de las costas y costos, se entiende que cada parte asume las propias.”

La administración de justicia es un servicio público y por ello los gastos de este


servicio deben ser soportados por el Estado, para lo cual este debe procurarse de
los fondos necesarios para ello. Al respecto caben dos soluciones: que el gasto
gravite sobre todos los ciudadanos, ya que es de todo el interés en la composición
del litigio; o, que el gasto gravite sobre la parte que ha dado lugar al proceso. Esta
última es la acepción que ha recogido nuestro Código Procesal a través de la
figura de los gastos procesales. La teoría objetiva del vencimiento es la que define
estos gastos. Bajo esa teoría se evita calificar el comportamiento del litigante,
llamado a reembolsar los gastos de su contrario; solo requiere que el obligado
haya sido vencido. Esta fórmula es la que regula nuestro sistema procesal civil en
el artículo 412 del CPC y no requiere ser demandado porque opera
automáticamente; sin embargo, esta regla general se rompe bajo dos
circunstancias: la exoneración judicial o por disposición de las partes. Este último
supuesto regula el presente artículo. Por otro lado, es importante señalar la
disponibilidad que reúnen las partes sobre los gastos del proceso, sin que ello
implique la necesidad de poner fin al conflicto. Para que prospere solo se exige
que las partes pongan fin al proceso por conciliación. Ello no impide que el debate
del conflicto se puede reabrir a futuro, en un nuevo proceso que albergue la
discusión, el mismo que podría ser motivo de nueva valoración en relación a los
gastos procesales. La norma regula el supuesto de la conciliación o transacción
parcial, esto es, que concurriendo una acumulación subjetiva sea activa o pasiva,

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no participan en el acuerdo todos los sujetos, sino alguno de ellos. Al respecto, la


norma señala para quienes no participaron en la convención que se sometan a la
regla general de la condena que recoge el artículo 412 del Código Procesal; sin
embargo, hay que tener en consideración el aspecto sujeto, en los actos de
disposición, sea por conciliación o transacción.

Por citar, en el litisconsorcio necesario, solo podría permitirse esta liberalidad bajo
el supuesto que ella provenga de la totalidad de los sujetos involucrados como
parte; situación que no es extensiva al llamado litisconsorte facultativo donde sí se
admite que uno de los sujetos de la pretensión pueda hacer actos de disposición
en relación a los costos y costas, a pesar que no involucre a la totalidad de
sujetos en el proceso, pues aquí no hay comunidad de suertes que obliguen a la
concurrencia de todos, sin tantas pretensiones como sujetos concurran. El hecho
de que las partes hayan llegado a una transacción o conciliación para la
conclusión del proceso no exime al juez de su obligación de observar que las
partes deban convenir sobre el monto de las costas y costos y cuál de ellas
soportará su pago.

Mediante la Resolución Administrativa No 222-2007-CE-PJ, publicada en El


Peruano el 1 de noviembre de 2007, se establece que el juez no podrá homologar
un acuerdo conciliatorio o una transacción judicial si es que el convenio suscrito
por las partes por el que se pone fin al proceso judicial omite la fijación de dichos
conceptos accesorios. Esta exigencia no debe entenderse como una necesidad
de asumir una condena de gastos procesales, sino que se requiere que las
padres se pronuncien expresamente sobre dichos gastos, sea para asumir una
condena al reembolso o para liberarse de ella; lo importante es que las partes se
pronuncien sobre dichos gastos, o como dice la citada resolución administrativa
"no omita la fijación de dichos conceptos". Si las partes acuerdan la condena de
los gastos procesales, y ellos se encontraren pendientes de pago, no procede

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disponer el archivo definitivo del proceso. (Nárvaez, 2008)

2.7 Condena en costas y costos en el desistimiento y el abandono

Artículo 416.- “Si el proceso concluye por desistimiento, ya sea del proceso
o de la pretensión, quien se desista es condenado en costas y costos, salvo
pacto en contrario. El abandono del proceso determina la condena en
costas y costos del demandante.”

-El desistimiento es un acto unilateral que se expresa bajo dos supuestos:


desistirse del proceso y desistirse de la pretensión. Nuestro Código Procesal los
ha regulado en los artículos 343 y 344, asignándole efectos y procedimientos
disímiles para cada uno de ellos. El desistimiento del proceso es el acto jurídico
procesal por el cual el actor formula expresa manifestación de voluntad tendiente
a poner fin a la relación procesal. El desistimiento de la pretensión implica
abdicación, renuncia o dejación del derecho material en el ámbito del proceso. Es
un acto jurídico procesal que genera la imposibilidad de promover otro proceso
por el mismo objeto y causa.

En otras palabras, el desistimiento del proceso está referido a la renuncia a los


actos del proceso y exige la concurrencia de voluntades para su producción; el
desistimiento de la pretensión implica renuncia, abdicación al Derecho material
tendiente a extinguir derechos y no requiere la intervención de la contraparte. . -
Los efectos en ambos casos de desistimiento son disímiles, pues el desistimiento
del proceso no pone fin al conflicto, solo posterga su discusión para otra
oportunidad, siempre y cuando cuente con la anuencia de la contraparte. Quien
se desiste del proceso no pone fin al conflicto, solo posterga su discusión, mas
quien se desiste de la pretensión pone fin no solo al proceso sino al conflicto. No
implica pues el desistimiento del proceso la liquidación del conflicto, a contrario
sensu, el desistimiento de la pretensión sí implica poner fin tanto al proceso como

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al conflicto.

Bajo ese contexto, la norma en comentario dispone que "la condena de los gastos
son de cargo de quien se desiste". En cambio, en el desistimiento de la pretensión
se pone fin al conflicto y por ende al proceso, produce los efectos de una
demanda infundada con autoridad de cosa juzgada. No requiere de la
intervención de la contraparte, es un acto de disposición unilateral puro; por tanto,
bajo dicho contexto la norma señala que "quien se desista de la pretensión paga
las costas y costos del proceso". 3. El abandono es la inactividad de las partes en
el proceso dentro de un plazo determinado que la norma procesal lo ha fijado en
cuatro meses (ver el artículo 346 del CPC). Esta abstención procedimental debe
ser plena y operar durante el lapso señalado por ley. Produce como efecto la
ineficacia de todo lo actuado y la condena de gastos procesales al demandante.
Mediante la Resolución Administrativa N" 222-zoo7-cE-pJ, publicada en E/
Peruana el 1 de noviembre de 2007, se ha regulado que el desistimiento del
proceso obliga al iuez fijar el reembolso de los costos procesales los que serán de
cargo de quien lo formula, salvo pacto en contrario, en cuyo caso serán de cargo
de la otra parte. El desistimiento de la pretensión determina a que el juez debe
fijar el reembolso de los costos procesales que serán de cargo de quien lo
formula. (Nárvaez, 2008)

2.8 Liquidación de las costas

Artículo 417.- “Luego de quedar firme la resolución que impone la condena


en costas la parte acreedora tiene la carga de presentar una liquidación de
éstas. La liquidación atenderá a las partidas citadas en el artículo 410,
debiendo incorporar sólo los gastos judiciales realizados y
correspondientes a actuaciones legalmente autorizadas. La parte
condenada tiene tres días para observar la liquidación, con medio
probatorio idóneo. Transcurrido el plazo sin que haya observación, la

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liquidación es aprobada por resolución inimpugnable. Interpuesta la


observación, se confiere traslado a la otra parte por tres días. Con su
absolución o sin ella, el Juez resuelve. La resolución es apelable sin efecto
suspensivo.”

La norma reafirma el carácter procesal de los gastos pues atribuye que ellos
podrán ser exigibles luego de ejecutoriada la resolución que ordene la condena.
Dicho enunciado es coherente porque los gastos procesales representan una
obligación accesoria derivada del proceso y su título constitutivo es la sentencia
que ordena su pago. Por otro lado, la liquidación solo debe atender a los gastos
que se derivan en forma directa del proceso, excluyendo de este concepto los
daños y perjuicios porque no se identifican con ellos. En ese sentido, la norma en
comentario remite a los rubros citados en el artículo 410, cuando se trata de
liquidar las costas, debiéndose incorporar solo los gastos judiciales comprobados
y correspondientes a actuaciones legalmente autorizadas, como por ejemplo, el
pago de honorarios a los órganos de auxilio judicial; el pago de las publicaciones
en el periódico, en caso de remates; el pago de las tasas judiciales, etc.

Una vez incorporado al proceso la liquidación de costas, las partes tienen tres
días para observar la liquidación. Transcurrido el plazo sin que haya observación,
la liquidación será aprobada por resolución. Inimpugnable. Como el punto en
discusión es la liquidación de las costas, es atendible que la observación a la
liquidación presente como medio de prueba al dictamen pericial. Puede ocurrir
que dentro del plazo se observe la liquidación de costas. En este supuesto se
confiere traslado a la otra parte por tres días. Con su absolución o sin ella el juez
resuelve. Dicha resolución es apelable sin efecto suspensivo. Nótese que la
norma ha establecido un plazo para el ejercicio del contradictorio, agotado este,
precluye la posibilidad de todo cuestionamiento; en igual sentido, no podría
admitirse la aprobación de las costas realizada con antelación al vencimiento del

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plazo del tercer día. (Nárvaez, 2008)

2.9 Procedencia de cobro de los costos

Artículo 418.- Para hacer efectivo el cobro de los costos, el vencedor deberá
acompañar documento indubitable y de fecha cierta que acredite su pago,
así como de los tributos que correspondan. Atendiendo a los documentos
presentados, el Juez aprobará el monto.

-Los costos y costas pertenecen al campo del Derecho Procesal puesto que la
obligación de pagarlas nace de la intervención de las partes en el proceso, el
título en que se fundan es una sentencia judicial, y su monto debe ser fijado en
ejecución. No se trata de un pago propiamente dicho sino de un "reembolso",
puesto que el vencido restituye al adversario las sumas que este ha empleado en
defender su derecho. Se argumenta que si el reconocimiento del derecho lleva
consigo gastos, estos deben ser reintegrados al patrimonio del titular del derecho,
a fin de que el medio empleado para su reconocimiento no produzca una
disminución del derecho mismo. Este reembolso tiene que acreditarse con
documento indubitable y de fecha cierta que acredite su pago. Solo así se podría
ordenar en vía de devolución que se retorne el gasto a su beneficiario. Por otro
lado, no es suficiente acreditar el gasto sino haber cumplido con la obligación
tributaria del caso.

-La norma en comentario señala que el juez aprobará el monto de los costos
atendiendo a los documentos presentados. Aquí ingresa la actividad discrecional
del juez quien, previamente a la aprobación del monto, puede recurrir a los pará-
metros que le señala el artículo 414 del Código. 2. Sobre el abono de los gastos
procesales, obra en la Dirección de Comisiones y Consultas del Colegio de
Abogados de Lima, año 1998, el siguiente caso: se pregunta si es procedente el
reembolso de los honorarios profesionales a la parle vencedora en el proceso, si

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se aprecia que dicho abogado no ha efectuado ninguna diligencia ni autorizado


los escritos en el proceso; y a pesar de ello emite recibo para acreditar el pago de
sus honorarios profesionales.

Frente a dicha inquietud, el informante en la comisión argumento lo siguiente: la


condena busca la devolución de los gastos, para lo cual, la parte beneficiada con
la devolución -por ser vencedora en el proceso- está obligada a acreditar dicho
gasto con los recibos de honorarios correspondientes. El juez no puede ingresar a
calificar la calidad de la prestación profesional del abogado, pues ello no es objeto
de la litis, sin embargo, puede graduar el monto que se exige para el reembolso
en atención a las "incidencias del proceso". Esto permitirá apreciar al juez el
grado de intervención del letrado en el proceso para fijar el monto del reembolso.
Especial reflexión se genera cuando la parte ha contratado la intervención de
varios abogados a lo largo de todo el proceso.

Ella estaría obligada a demostrar los pagos realizados, a cada uno de ellos, para
luego pedir su reembolso total bajo la aprobación de un único monto; además, en
el caso de la defensa realizada por abogados que tienen un régimen laboral de
dependencia, con la parte vencedora, quienes no solo asumen la defensa del
caso de la condena, sino que además prestan sus servicios para realizar otras
actividades propias del vínculo laboral entre ambas, para lo cual se le asigna un
sueldo y un horario que cumplir. Véase por citar el caso de los asesores legales
de una persona jurídica cuya actividad no solo se desarrolla en la defensa del
caso de litis, sino en una serie de diversas tareas que la empresa le requiere. En
estos casos, ¿cómo la empresa beneficiada con el reembolso demuestra el pago
realizado para la defensa del caso en particular? Otro punto en discusión se
orienta a deslindar si la defensa que asume el propio abogado como parte
vencedora en un proceso judicial debe ser reembolsada y si ello es así, cómo
operaría la demostración de ese gasto para el reembolso. (Nárvaez, 2008)

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2.10 Reembolso de las costas y costos

Artículo 419.- El reembolso de las costas y costos se exige ante el Juez de la


ejecución y se efectúa dentro del tercer día de quedar firme la resolución
que las aprueba. Vencido el plazo, la falta de pago genera intereses legales.”

Los gastos procesales (costas y costos) reúnen los siguientes caracteres: están
constituidas por los gastos que derivan en forma directa del proceso; comprenden
solo los gastos ocasionados por el proceso y excluyen los daños y perjuicios que
no se identifican con ellos; y representan una obligación accesoria derivada del
proceso y su título constitutivo es la sentencia que ordena su pago. La demora en
el reembolso genera mora, a la que es pasible aplicar el interés legal. El
mecanismo y las pautas para fijar el monto del reembolso se regulan en los
artículos 417 y 418 del Código. Lo interesante de la norma es que señala el
momento a partir del cual es exigible el pago, esto es, "inmediatamente después
de ejecutoriada la resolución que la apruebe". Hay que recordar que las costas y
costos son obligaciones propias y exclusivas del proceso judicial. Su reclamo se
agota solo frente al juez del litigio originario. La norma no considera la posibilidad
de revisión de las resoluciones que expidan en torno a la ejecutabilidad de los
gastos procesales, decimos ello porque expresamente el texto declara su
inimpugnabilidad. Ello es entendible porque el título constitutivo de los gastos,
contenido en la sentencia, sí admite revisión en el ejercicio de la pluralidad de
instancias. Nótese que los gastos procesales aparecen en la ejecución de
sentencia luego que se ha satisfecho la pretensión principal. Pretender habilitar
los mecanismos de impugnación a la ejecución de los gastos no permitiría la
conclusión del proceso, a pesar de que la pretensión principal ya hubiere sido
satisfecha. (Nárvaez, 2008)

2.11 Derecho comparado

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 RESPECTO AL ARTÍCULO 410 DEL CÓGIGO PROCESAL CIVIL


PERUANO
 CÓDIGO PROCESAL CIVIL COLOMBIANO
COSTAS Art. 392.- Modificado. Decreto 2282 de 1989, Art. 1. Num.
198. Condena en costas. En los procesos y en las actuaciones
posteriores a aquéllos en que haya controversia, la condenación en
costas se sujetará a las siguientes reglas:

-Se condenará en costas a la parte vencida en el proceso, a la que


pierda el incidente o los trámites especiales que lo sustituyen,
señalados en el numeral 4 del artículo 351, o a quien se le resuelva
desfavorablemente el recurso de apelación, casación o revisión que
haya propuesto. Además, en los casos especiales previstos en este
Código. En ningún caso la nación, (las instituciones financieras
nacionalizadas)*, los departamentos, las intendencias, las comisarías,
los distritos especiales y los municipios podrán ser condenados a pagar
agencias en derecho, ni reembolso de impuestos de timbre.

- La condena se hará en sentencia; en el auto que resuelve el incidente


o trámite especial que lo sustituye, el recurso y la oposición; para estos
efectos se tendrá en cuenta lo dispuesto en el artículo 73.

-En la sentencia de segundo grado que confirme en todas sus partes la


del inferior; se condenará al recurrente en las costas de la segunda
instancia.

-Cuando la sentencia de segundo grado revoque totalmente la del


inferior, la parte vencida será condenada a pagar las costas de ambas
instancias.

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-En caso de que prospere parcialmente la demanda, el juez podrá


abstenerse de condenar en costas o pronunciar condena parcial,
expresando los fundamentos de su decisión.

-Cuando fueren dos o más litigantes que deban pagar las costas, el
juez los condenará en proporción a su interés en el proceso; si nada se
dispone al respecto, se entenderán distribuidas por partes iguales entre
ellos.
- Si fueren varios los litigantes favorecidos con la condena en costas, a
cada uno de ellos se le reconocerán los gastos que hubiere sufragado
y se harán por separado las liquidaciones.

-Sólo habrá lugar a costas cuando en el expediente aparezca que se


causaron y en la medida de su comprobación. 9. Las estipulaciones de
las partes en materia de costas se tendrán por no escritas. Sin
embargo podrán renunciarse después de decretadas y en los casos de
desistimiento o transacción.

 CÓDIGO PROCESAL CIVIL ARGENTINO


ARTÍCULO 68.- La parte vencida en el juicio deberá pagar todos los
gastos de la contraria, aun cuando ésta no lo hubiese solicitado. Sin
embargo, el juez podrá eximir total o parcialmente de esta
responsabilidad al litigante vencido, siempre que encontrare mérito para
ello, expresándolo en su pronunciamiento, bajo pena de nulidad.

 RESPECTO AL ARTÍCULO 411 DEL CÓGIGO PROCESAL CIVIL


PERUANO

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 CÓDIGO PROCESAL CIVIL COLOMBIANO


Art. 307.- Modificado. Decreto 2282 de 1989, Art. 1. Num. 137. Principio
general. La condena al pago de frutos, intereses, mejoras, perjuicios u
otra cosa semejante, se hará en la sentencia por cantidad y valor
determinados. Cuando el juez considere que no existe prueba suficiente
para la condena en concreto, decretará de oficio, por una vez, las
pruebas que estime necesarias para tal fin. De la misma manera deberá
proceder el superior para hacer la condena en concreto omitida total o
parcialmente por el inferior, o para extender la condena en concreto
hasta la fecha de la sentencia de segunda instancia, aun cuando la
parte beneficiada con ella no hubiese apelado. El incumplimiento de lo
dispuesto en este artículo, constituye falta sancionable conforme al
régimen disciplinario. Cuando la condena en perjuicios se haga por
auto, se liquidará por incidente que deberá promover el interesado,
mediante escrito que contenga la liquidación motivada y especificada
de su cuantía, dentro de los sesenta días siguientes a la ejecutoria de
aquél o al de la fecha de la notificación del auto de obedecimiento al
superior, según fuere el caso, so pena de que se aplique lo dispuesto
en el inciso segundo del siguiente artículo. Dicho auto es apelable en el
efecto diferido.
Art. 308.- Modificado. Decreto 2282 de 1989, Art. 1. Num. 138. Adición
de la condena en concreto. Si no se hiciere en la sentencia la condena
en concreto, la parte favorecida podrá solicitar dentro del término de su
ejecutoria, que se pronuncie sentencia complementaria, caso en el cual
el juez aplicará la segunda parte del inciso primero del artículo 307.
Cuando entre la fecha de la sentencia definitiva y la de entrega de los
bienes, se hayan causado frutos o perjuicios reconocidos en la
sentencia, su liquidación se hará por incidente, el cual debe proponerse
dentro de los sesenta días siguientes a la entrega. Vencido dicho

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término, caducará el derecho y el juez rechazará de plano la liquidación


que se le presente. La actualización de las condenas a pagar sumas de
dinero con reajuste monetario, en el lapso comprendido entre la fecha
de la sentencia definitiva y el día del pago, se hará en el proceso
ejecutivo que se adelante para su cobro.
 RESPECTO AL ARTÍCULO 412 DEL CÓGIGO PROCESAL CIVIL
PERUANO
 CÓDIGO PROCESAL CIVIL ARGENTINO
ARTÍCULO 77.- La condena en costas comprenderá todos los gastos
causados u ocasionados por la sustanciación del proceso y los que se
hubiesen realizado para evitar el pleito, mediante el cumplimiento de la
obligación. Los correspondientes a pedidos desestimados serán a
cargo de la parte que los efectuó u originó, aunque la sentencia le fuere
favorable en lo principal. No serán objeto de reintegro los gastos
superfluos o inútiles. Si los gastos fuesen excesivos, el juez podrá
reducirlos prudencialmente. Los peritos intervinientes podrán reclamar
de la parte no condenada en costas hasta el cincuenta por ciento (50
%) de los honorarios que le fueran regulados, sin perjuicio de lo
dispuesto en el artículo 478.

 RESPECTO AL ARTÍCULO 413 DEL CÓGIGO PROCESAL CIVIL


PERUANO
 CÓDIGO PROCESAL CIVIL –FEDERACIÓN MEXICANA
ARTICULO 11.- En los conflictos de Poderes, y en todo caso en que el
litigio se establezca exclusivamente entre entidades federativas, o entre
éstas y la Federación, no habrá lugar a costas, sea que se hayan
causado o no. Cada parte será responsable de sus propios gastos.
 RESPECTO AL ARTÍCULO 414 DEL CÓGIGO PROCESAL CIVIL
PERUANO

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 CÓDIGO PROCESAL CIVIL ARGENTINO


ARTÍCULO 70.- No se impondrán costas al vencido:
-Cuando hubiese reconocido oportunamente como fundadas las
pretensiones de su adversario allanándose a satisfacerlas, a menos
que hubiere incurrido en mora o que por su culpa hubiere dado lugar a
la reclamación.

-Cuando se allanare dentro del quinto día de tener conocimiento de los


títulos e instrumentos tardíamente presentados. Para que proceda la
exención de costas, el allanamiento debe ser real, incondicionado,
oportuno, total y efectivo. Si de los antecedentes del proceso resultare
que el demandado no hubiere dado motivo a la promoción del juicio y
se allanare dentro del plazo para contestar la demanda, cumpliendo su
obligación, las costas se impondrán al actor.

III. LAS TASAS JUDICIALES


3.1 Naturaleza jurídica de las tasas y aranceles judiciales.

El artículo 410 del Código Procesal Civil dispone textualmente que:


"Las costas están constituidas por las tasas judiciales, los honorarios de los
órganos de auxilio judicial y los demás gastos judiciales realizados en el proceso".
A su vez, el artículo 411 del mismo cuerpo normativo precisa que:

"Son costos del proceso el honorario del Abogado de la parte, vencedora, más un
cinco por ciento, destinada al colegio de Abogados del Distrito Judicial respectivo
Fondo Mutual y para cubrir los honorarios de los Abogados en casos de auxilio
judicial".

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De manera que, las costas son todos los gastos estrictamente judiciales en los
que incurre un litigante durante el proceso, mientras que los costos constituyen
los honorarios de los abogados y la cuota que corresponde a sus gremios. La
tasa judicial es una clase de costa procesal, existe una relación de género a
especie entre ésta y la primera.
El pago de las costas y costos es de cargo de la parte vencida en juicio, salvo
declaración judicial expresa y motivada de exoneración. La condena en costas y
costos se establece por cada instancia, pero si la resolución de segunda revoca la
de primera, la parte vencida pagará las costas de ambas (CPC, art. 412). Los
beneficiarios del auxilio judicial están exonerados de los gastos del proceso, pero
pueden ser condenados al pago de costas y costos (CPC, art. 413).
Por su parte, la Norma II del Título Preliminar del Código Tributario establece que:
La tasa es el tributo cuya obligación tiene como hecho generador la prestación
efectiva por el Estado de un servicio público individualizado en el contribuyente...
Las tasas, entre otras, pueden ser:

Arbitrios: son tasas que se pagan por la prestación o mantenimiento de un


servicio público.
Derechos: son tasas que se pagan por la prestación de un servicio administrativo
público o el uso o aprovechamiento de bienes públicos.
Licencias: son tasas que gravan la obtención de autorizaciones específicas para
la realización de actividades de provecho particular sujetas a control o
fiscalización.
El rendimiento de los tributos distintos a los impuestos no debe tener un destino
ajeno al de cubrir el costo de las obras o servicios que constituyen los supuestos
de la obligación...". El servicio de administración de justicia, como su nombre lo
indica, es un servicio administrativo público, por lo que las tasas judiciales son
tasas del tipo derechos, pues el ciudadano las paga por la prestación efectiva
individualizada en su persona del servicio estatal de resolución de conflictos con

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pronunciamientos definitivos.
Ahora bien, el arancel es una tarifa oficial que establece los derechos que se han
de pagar por diversos actos o servicios administrativos o profesionales, corno las
costas judiciales (CABANELLAS, 1979: p. 348).
En el primer desarrollo doctrinal sobre la tasa es debido a Kurt Heinrich Rau en el
siglo XIX, quien en 1832 publica su obra: "Principios de ciencia de la hacienda", y
en el que expone los lineamientos generales , a quien le siguió con las
particulares modificaciones de cada autor, la escuela alemana de la anterior
centuria, y que luego es retomada en la actual por la corriente italiana de Griziotti
y Pugliese. De este pensamiento de Rau y de las rectificaciones de sus
seguidores se llega a un concepto primerio de tasa del cual no se apartan
generalmente los distintos autores: "la tasa es la contraprestación por un servicio
especial dispensado por él a quien se la abona".
Para una parte de la doctrina, todo pago efectuado por un particular al Estado por
un servicio que éste le presta puede ser calificado como tasa.
Para otros, solo tienen ese carácter aquellos servicios que sean inherentes al
Estado, que solo pueden concebirse si su prestación es realizada por un ente
estatal.
Definición de García Bensulce: "tasa es la contraprestación en dinero que pagan
los particulares, el estado u otros entes de derecho público en retribución de un
servicio público determinado y divisible".
Definición de Fonrouge: "tasa es la prestación pecuniaria exigida
compulsivamente por el Estado, en virtud de una ley, por la realización de una
actividad, que afecta especialmente al obligado siendo de notar al respecto, que
la última parte del concepto no significa que la actividad estatal debe traducirse
necesariamente en una ventaja o beneficio individual, sino tan solo que debe
guardar cierta relación con el sujeto de la obligación por cualquier circunstancia
que lo vincule jurídicamente con el servicio público instituido".
En esa medida, la tasa judicial sería una, especie del género arancel judicial. Sin

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embargo, adecuando esta noción a nuestro ordenamiento jurídico podernos


concluir que el arancel judicial, en tanto constituye Un derecho a. pagar por el
servicio administrativo público del Poder Judicial, es un término que debe ser
empleado como sinónimo de la tasa judicial del tipo derecho. Entonces, existe
una relación de género a especie entre la tasa y el arancel judicial.
En efecto, hasta 1999 se aprobaba anualmente el valor de las tasas y aranceles
judiciales (Resolución Administrativa del Titular del Pliego del Poder Judicial N°
009-99-SE-TP-CME-PJ del 9 de enero de 1999) sin establecer una distinción
entre ambos enunciados. Sin embargo, a partir del presente año se han aprobado
los montos sólo de los aranceles judiciales, ya no de las tasas judiciales
(Resolución. Administrativa N-42 1074-CME-PJ del 14 de enero del 2000), siendo
prácticamente idénticos los contenidos de las normas respectivas. Ello denota
que el Poder Judicial ha advertido la imprecisión técnica de tratar a la tasa en
general y el arancel judicial como términos sinónimos, respondiendo la regulación
correspondiente a la lógica específica sólo del segund

IV. EL ARANCEL

4.1 Regulación de los aranceles judiciales

El artículo 74 de la constitución dispone que:

“Los tributos se crean, modifican o derogan, o se establece una exoneración,


exclusivamente por ley o decreto legislativo en caso de delegación de facultades,
salvo los aranceles y tasas, los cuales se regulan mediante decreto supremo…”

Como puede apreciarse, la Carta Magna parecería repetir la imprecisión técnica


anotada al contemplar los aranceles y tasas como conceptos distintos.

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Por su parte, y en específica mención a la materia arancelaria, el artículo 118º,


inciso 20 del mismo texto señala:

“Corresponde al Presidente de la República: Regular las tarifas arancelarias”.

Sobre el particular, la Norma IV del título Preliminar del Código Tributario


establece:
“Mediante Decreto Supremo refrendado por el Ministro de Economía y Finanzas
se regula las tarifas arancelarias.

Por Decreto Supremo refrendado por el Ministro del Sector competente y el


Ministro de Economía y Finanzas, se fija la cuantía de las tasas.”

No está de más recalcar algo que, siendo obvio, no deja de ser importante: el
decreto supremo que regula materia arancelaria siempre estará subordinado a la
Constitución (en especial, a los principios constitucionales tributarios) y a los
tratados internacionales (que comparten con aquélla el mismo rango) de los
cuales el Perú es parte; estos últimos instrumentos adquieren sobrada relevancia,
pues la mayor parte de nuestro sistema aduanero se guía por convenios
bilaterales y multilaterales asumidos por el Estado Peruano (lo que, a su vez,
abona a favor del principio de especialidad en esta materia). El Tribunal Fiscal ha
señalado lo siguiente sobre el particular:

“El ejercicio de la potestad tributaria en materia arancelaria mediante Decretos


Supremos, se encuentra subordinado a la Constitución y a los Principios del
Derecho, mas no se encuentra subordinado en cuanto a su contenido, a las
normas legislativas con rango de ley. No obstante, el ejercicio del poder tributario
en materia arancelaria debe tener en cuenta los compromisos asumidos por el
Perú en el marco de foros internacionales de negociación arancelaria, como son

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la Organización Mundial de Comercio – OMC, la Comunidad Andina de Naciones


– CAN.” (RTF, 2003).

En ese entendido, la potestad tributaria del Presidente de la República en materia


arancelaria debe respetar el los principios de no confiscatoriedad, igualdad y
respeto de los derechos fundamentales, así como otros principios implícitos,
identificados por nuestro Tribunal Constitucional, tales como el principio de
capacidad contributiva, de legalidad, de solidaridad, entre otros.
Entonces, si la Carta Magna y el Código Tributario disponen que los aranceles
deben regularse por decreto supremo, la pregunta es si es precedente que los
montos de los aranceles judiciales se establezcan por Resoluciones
Administrativas antes del Titular del Pliego y ahora por la comisión Ejecutiva del
poder judicial.

Inicialmente el artículo 2 de la Ley N° 26281 (8/1/94) preciso:

“El Consejo Ejecutivo del Poder Judicial establecerá las nuevas tasas judiciales
que sean estrictamente indispensables y con previo informe técnico, en el plazo
de 30 días calendario contados a partir de la entrada en vigencia de la presente
Ley…”

En esa medida, una primera norma infraconstitucional dispuso que el órgano de


gobierno del Poder Judicial estaba facultado para crear y regular las tasas
judiciales. Posteriormente, el articulo VIII del Título Preliminar del Código Procesal
Civil determino que los costos y costas y multas pueden ser establecidas por
disposiciones administrativas del Poder Judicial. Al ser los aranceles judiciales
una clase de costas procesales, los primeros podrían ser regulados por
resoluciones administrativas del Poder Judicial.

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Sin embargo, esta potestad no se condice con la exigencia constitucional expresa


de que las tasas y aranceles sean regulados por decreto supremo. Además, así
los reitera el Código Tributario, norma rectora del sistema impositivo en nuestro
país.

Por su parte, la Disposición Complementaria Única de la Ley orgánica del Poder


Judicial preceptúa que:

“Para los efectos de fijación de cuantías, tasas, aranceles y multas previstas en


esta Ley o las establecidas en la legislación procesal especial, se aplica la Unidad
de Referencia Procesal (URP). Toda alusión en la norma a la Remuneración
Mínima Vital, se entenderá efectuada a la Unidad de Referencia Procesal.
Corresponde al órgano de gobierno y gestión del Poder Judicial, fijar al inicio de
cada año judicial, el monto de Unidad de Referencia Procesal”.

En ese sentido, la Comisión Ejecutiva del Poder Judicial está habilitada para
establecer anualmente el monto de la URP, que será la unidad de medida para
determinar las cuantías, aranceles y eventuales multas en cada proceso judicial.
Las cuantías son precisadas en la LOPJ y los Códigos Procesales para
determinar la competencia de los órganos jurisdiccionales, pero el establecimiento
de los aranceles y su relación con la URP debe plasmarse a través de un decreto
supremo, existiendo aun una tarea pendiente sobre el particular. En esa medida,
el órgano de gobierno del Poder Judicial estaría habilitado únicamente para
establecer anualmente el monto de la URP.

En esa perspectiva parece indicarse el Código Procesal cuando promueve en su


Primera Disposición Transitoria el primer intento por lograr la emisión del decreto
supremo regulatorio de los aranceles judiciales:

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“Constitúyanse una comisión especial de cinco miembros designados tres por el


Ministerio de Justicia, uno de los cuales presidirá, un representante del colegio de
Abogados de Lima y otro designado por la Junta de Decanos de Abogados del
Perú para que, en el plazo de sesenta días, formule el proyecto de Decreto
Supremo que reglamente el sistema de notificaciones, mandamientos y depósitos
judiciales, de costas, de formularios, libros de conciliaciones y de consignaciones
y demás aspectos prácticos para la debida aplicación del Código Procesal Civil”.

Esta comisión no se llegó a conformar, por lo que no se expidió el decreto


supremo reglamentario de las costas procesales.
Actualmente el día 21 de Marzo del 2015 se publicó en el diario oficial El Peruano
la Resolución Administrativa 077-2015-CE-PJ, emitida por el Consejo Ejecutivo
del Poder Judicial, que aprueba el Cuadro de Valores de los Aranceles Judiciales
para el Ejercicio Gravable del 2015.

De esta manera, todos los actos procesales que los litigantes realicen en el Poder
Judicial a partir del lunes 23 de marzo se sujetarán a la nueva escala de
aranceles en función a la cuantía del respectivo proceso, para cuyo efecto el
Poder Judicial ha fijado la Unidad de Referencia Procesal (URP) del 2015 en la
suma de 385 nuevos soles. En términos prácticos, para cada proceso debe
calcularse el número de URPs dividiendo entre 385 el monto solicitado en la
demanda.
Una vez determinado el número de URPs del proceso, el litigante debe revisar el
cuadro de aranceles judiciales para determinar el monto a pagar por el acto
procesal. Pero debe tenerse en cuenta que excepcionalmente algunos
demandantes se encuentran exonerados del pago de arancel (trabajadores que
demandan hasta 26,950 nuevos soles, demandantes de pensión alimenticia
menor de 7,700 nuevos soles, demandantes de amparo, etc.) y otros cuentan con
el beneficio de reducción del 50 % (trabajadores que demandan más de 26,950

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nuevos soles).

V. EXONERACIÓN Y SISTEMATIZACIÓN DE LOS ARANCELES JUDICIALES

5.1 OBLIGADOS AL PAGO DE ARANCELES JUDICIALES

ARTÍCULO 5°. (REGLAMENTO DE ARANCELES JUDICIALES, 2005)


Están obligados al pago de aranceles judiciales:

a) El litigante, en su condición de demandante (solicitante) o demandado.


b) El tercero que intervenga en el litigio, en las situaciones contempladas por Ley.
En los casos en que exista más de una persona como demandante (solicitante),
demandado o tercero, el pago se realizará por cada titular de la acción, salvo el
caso de apoderado común previsto en el artículo 76° del Código Procesal Civil y
en los procesos en que sea parte una sociedad conyugal.

“Artículo 76.- Apoderado común


Cuando diversas personas constituyan una sola parte, actuarán conjuntamente.
Si no lo hicieran, el Juez les exigirá la actuación común o el nombramiento de
apoderado común en el plazo de diez días, bajo apercibimiento de designarlo por
ellos.
La resolución que contiene el nombramiento es título que acredita la personería
del apoderado común, el que necesariamente será uno de los Abogados.
La negativa de una persona a la designación de apoderado común o a continuar
siendo representada por él, es mérito suficiente para que litigue por separado.
La revocación del poder o renuncia del apoderado común, no surte efecto
mientras no se designe uno nuevo y éste se apersone al proceso.” (CÓDIGO
PROCESAL CIVIL, 2015)

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5.2 Exigencia del pago de aranceles judiciales

Artículo 6° (REGLAMENTO DE ARANCELES JUDICIALES, 2005)


El pago de aranceles judiciales es requisito previo para la realización de los actos
procesales que correspondan, salvo que por la naturaleza de los mismos o por la
condición del litigante o del tercero se hallen exonerados de dicho pago.

5.3 Exoneración al pago de aranceles judiciales


Artículo 7°. (REGLAMENTO DE ARANCELES JUDICIALES, 2005)
Están exoneradas del pago de aranceles judiciales todas las personas naturales y
jurídicas que se encuentren incursas en algunos de los supuestos establecidos en
el artículo 24° del Texto Único Ordenado de la Ley Orgánica del Poder Judicial,
así como aquellas determinadas por norma expresa.

Artículo 24.- (TUO DE LA LEY ORGÁNICA DEL PODER JUDICIAL, 1993)


La Administración de Justicia es gratuita para las personas de escasos recursos
económicos, y para todos los casos expresamente previstos por ley. Se
encuentran exonerados del pago de tasas judiciales:

a) Los litigantes a los que se les concede auxilio judicial.


b) Los demandantes en los procesos sumarios por alimentos cuando la
pretensión del demandante no excede de veinte (20) Unidades de Referencia
Procesal.
c) Los denunciantes en las acciones de Hábeas Corpus.
d) Los procesos penales con excepción de las querellas.
e) Los litigantes en las zonas geográficas de la República, en las que por efectos
de las dificultades administrativas se justifique una exoneración generalizada.
CONCORDANCIAS:
R.ADM. Nº 1067-CME-PJ

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R.ADM. Nº 036-2002-CE-PJ
R.ADM. N° 051-2002-CE-PJ

f) El Ministerio Público en el ejercicio de sus funciones.

g) Las diversas entidades que conforman los Poderes Legislativo, Ejecutivo y


Judicial, los órganos constitucionalmente autónomos, las instituciones públicas
descentralizadas y los Gobiernos Regionales y Locales.

h) Los que gocen de inafectación por mandato expreso de la ley.

i) Los trabajadores, ex trabajadores y sus herederos en los procesos laborales y


previsionales, cuyo petitorio no exceda de 70 (setenta) Unidades de Referencia
Procesal, de amparo en materia laboral, o aquellos inapreciables en dinero por la
naturaleza de la pretensión. (...)

No se encuentran exonerados del pago de aranceles judiciales, las empresas del


Estado, con accionariado íntegramente público o mayoritariamente público que se
encuentran dentro del ámbito del Fondo Nacional de Financiamiento de la
Actividad Empresarial del Estado FONAFE; así como las empresas regionales o
municipales cuyo accionariado le pertenece en su integridad o mayoritariamente a
las regiones o municipalidades; con excepción de ESSALUD.

5.4 Límites de exoneración de pago de aranceles judiciales

Artículo 8° (REGLAMENTO DE ARANCELES JUDICIALES, 2005)


Para efectos de la exoneración establecida en el inciso b) del artículo 24° del
Texto Único Ordenado de la Ley Orgánica del Poder Judicial, referida a los
procesos sumarios por alimentos, cuando la pretensión del demandante no
exceda de veinte (20) Unidades de Referencia Procesal (URP), ésta será
entendida como las cantidades reclamadas por mensualidades o sus

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equivalentes. En caso de exceder el monto referido, el accionante se sujetará al


pago dispuesto en el cuadro de aranceles aprobado por el Consejo Ejecutivo del
Poder Judicial, reducidos en un cincuenta por ciento (50%).
Asimismo, en los procesos laborales y previsionales, los trabajadores, ex
trabajadores y sus herederos, cuyo petitorio exceda del mínimo señalado en el
inciso i) del artículo 24° del Texto Único Ordenado de la Ley Orgánica del Poder
Judicial (70 URP), se sujetarán al pago dispuesto en el Cuadro de Aranceles,
reducidos en un cincuenta por ciento (50%).

TABLA DE URP (año 2015)

5.5 Sistematización de los aranceles judiciales:


Como puede apreciarse, el denominador común de todos los supuestos de
exoneración al pago de los aranceles judiciales apunta a subsidiar el servicio de

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administración de justicia por razones de interés social, defensa de derechos


fundamentales, actuación procesal del Estado y situación económica de los
litigantes.

"La determinación del pago de Tasas Judiciales se sustenta en la: Equidad, por la
que se exonera del pago de tasas a personas de escasos recursos económicos,
obteniendo así mayores ingresos que permitan mejorar el servicio de auxilio
judicial. Promoción de una correcta conducta procesal que desaliente el ejercicio
irresponsable del litigio y el abuso del ejercicio de la tutela jurisdiccional. c)
Simplificación Administrativa, que permita mayor celeridad en el trámite de acceso
al servicio de auxilio judicial"

De manera que, son "personas de escasos recursos económicos" las que, de


pagar los aranceles judiciales que correspondan al tipo de pretensión procesal
que ventilan en el Poder Judicial, pueden ver desestabilizada su economía
familiar al punto de poner en riesgo el sustento diario. Así, los beneficiarios del
auxilio judicial serán ciudadanos únicamente de los estratos socioeconómicos
más bajos de la población, seguramente en estado de extrema pobreza.

Un sistema eficiente y racional de tasas debe estar orientado hacia la promoción


de los siguientes elementos:

a) El encarecimiento de los aranceles por la interposición de recursos


impugnatorios, fundamentalmente en ejecución de sentencia, donde algunos
procesos suelen durar tanto como el juicio mismo. Debe evitarse gravar
sensiblemente los recursos que permitan el ejercicio efectivo del derecho
constitucional a la doble instancia, pero sí debe tenderse a establecer montos
disuasorios en los supuestos propicios para la conflictividad especulativa.
b) La eliminación de los aranceles respecto de actos procesales deseables

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como el desistimiento, el allanamiento, la suspensión convencional del proceso o


la transacción. Estas son conductas maduras de los litigantes que liberan
anticipadamente al juez de carga laboral, que deben se estimuladas con la
gratuidad de su actuación en el proceso.
c) La reducción del número de actos procesales gravados con el pago de
aranceles judiciales. En nuestro sistema judicial tenemos hasta 17 tipos distintos
de actos procesales afectos a dichos tributos. Ello puede estar ocasionando a los
litigantes incurrir en errores formales por desconocimiento del gravamen de
algunos actos procesales o de dos montos exactos del arancel correspondiente,
más aún si existen tasas diferentes en función a la cuantía de la pretensión
procesal. Peor aún, podría estar afectando el mismo derecho a la tutela judicial
efectiva de los justiciables en lugares donde la defensa no es cautiva, por la
sistemática inadmisibilidad de las demandas. Ciertamente, con un sistema de
tasas que afecten los actos procesales más importantes en el proceso judicial, el
conocimiento de las mismas podrá ser más rápida y masivamente asimilado.
d) La eliminación o reducción de aranceles judiciales innecesariamente
onerosos. Algunos actos procesales como la expedición de copias certificadas o
los exhortos, a veces decisivos en salvaguarda del derecho de defensa u otros
derechos fundamentales, son gravados desproporcionadamente respecto, del
costo real del servicio prestado, como si se tratase de desalentar la recurrencia a
tales actos procesales.

NOTA:
El plazo de vigencia del Arancel Judicial es de un año calendario, periodo que es
computado a partir de la fecha en que el justiciable efectúa el pago
correspondiente en el Banco de la Nación o entidad financiera designada.

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VI. AUXILIO JUDICIAL

Consiste en la liberación de pago de los gastos del proceso y los honorarios del
abogado en favor de las personas con recursos económicos escasos, es decir para
aquellas personas que, de asumir tales gastos, pondrían en peligro su subsistencia y
de la de quienes de ellos dependan.
El artículo 180 del código procesal civil, establece la forma como acceder al auxilio
judicial en los siguientes términos:

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El auxilio puede solicitarse antes o durante el proceso mediante la presentación en la


dependencia judicial correspondiente, de una solicitud formatos aprobados por el
órgano de gobierno y gestión de poder judicial. La solicitud de auxilio judicial tiene
carácter de declaración jurada y su aprobación de cumplirse con los requisitos del
artículo 179 del código procesal penal, es automática.
De manera que no existe restricción alguna respecto del momento en el que se
puede solicitar el auxilio judicial. El litigante puede hacerlo antes o durante el
proceso. La comisión ejecutiva del poder judicial debe aprobar el o los formatos a
través de los cuales se solicitara el auxilio judicial. Hasta el momento ello no ha
ocurrido, por lo que aún no se puede implementarse el sistema de auxilio judicial
diseñado en el código procesal civil. En todo caso, una vez que se aprueben el o los
formatos respectivos, las solicitudes que alcancen los estándares mínimos tendrán
carácter de declaración jurada por lo que se aprobaran automáticamente con su
presentación.
Ello implica que el o los formatos a aprobar por la comisión ejecutiva del poder
judicial deberían contener preguntas que puedan reflejar fidedignamente la situación
socioeconómica del litigante, de forma que pueda determinarse si es o no una
persona de escasos recurso económicos, el justiciable que llene su solicitud
respondiendo satisfactoriamente a los requisitos o estándares mínimos para ser
considerado como persona de escasos recursos económicos, podrá presentarla con
carácter de declaración jurada de aprobación automática, accediendo
inmediatamente al auxilio judicial.
Esta forma de acogimiento al beneficio en mención contrasta nítidamente con el
sistema contenido en el anterior código de procedimientos civiles. El entonces
denominado “beneficio de pobreza” suponía un rol activo del juez en determinar el
nivel de ingresos del litigante (6000 soles o menos al año, articulo 283), debiendo
solicitarlo este con el ofrecimiento de testigos que den de de su situación económica
(art. 287). Entonces el juez convocaba a fiscalía y a la contraparte, decidiendo en
base a lo actuado de manera discrecional si el justiciable se hacía o no merecedor al

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“beneficio de pobreza”. Inclusive, el auto que concedía o denegaba este era apelable
(art. 291).
Actualmente, el juez de la causa no posee siquiera un mínimo nivel de decisión en el
otorgamiento del auxilio judicial. Si bien este sigue obedeciendo a pautas objetivas
(condiciones económicas de pobreza seguramente en cuanto a ingresos, vivienda,
nivel de instrucción, etc.) estas son verificadas por una dependencia judicial
(probablemente administrativa, a determinar por la comisión ejecutiva del poder
judicial) que concederá o no el beneficio en función a los datos declarados por el
litigante, distinta al juzgado en que se ventila o va a ventilar el juicio en el que actúa o
actuara aquel.
Además si la respuesta del poder judicial es afirmativa, tiene carácter automático, lo
cual supone que el o los formatos respectivos deberían tener un contenido que
permita al justiciable con solo llenarlos saber si se acogió o no al auxilio judicial, con
lo que serían actos meramente declarativos y no constitutivos.
Así lo demuestra el artículo 181 del código procesal civil cuando señala que:
“quien otorga auxilio judicial pondrá en conocimiento de tal hecho al juez que deba
conocer del proceso o lo conozca, mediante la presentación de un escrito en el que
incluirá la constancia de aprobación de la solicitud a la que se hace referencia en el
artículo anterior y la propuesta de nombramiento de abogado apoderado. El juez
tomara conocimiento y dará tramite a la indicada documentación en cuaderno
separado. El pedido de auxilio no suspende la tramitación del principal”.
Ahora bien, la pregunta que sobreviene es de que forma el poder judicial va a
controlar que los litigantes no incurran en la presentación de solicitudes fraudulentas
de acogimiento al auxilio judicial, consignando información falsa o imprecisa, pues de
lo contrario existe el riesgo que muchos inescrupulosos justiciables siendo solventes
se escuden en el beneficio en mención para no pagar los aranceles
correspondientes. De este modo se vulnerarían sistemáticamente las pautas del
principio de gratuidad de la administración de justicia.
Sobre el particular, el artículo 182 del código procesal civil establece lo siguiente:

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“… una copia de la solicitud de auxilio judicial será remitida por la dependencia


judicial correspondiente a la corte superior de dicho distrito judicial. Periódicamente
se realizara un control posterior y aleatorio de las solicitudes de auxilio judicial
presentadas en todo el país a fin de comprobar la veracidad y vigencia de la
información declarada por el solicitante. Contra el resultado de este control no
procede ningún impugnatorio.

En caso de detectarse que la información proporcionada no corresponde a la realidad


en todo o en parte, la dependencia encargada pondrá en conocimiento de tal hecho
al juez para que se proceda conforme al segundo párrafo del artículo 187 del código
procesal civil preceptúa lo siguiente:
“… en caso que la dependencia judicial encargada de realizar las verificaciones
sobre los pedidos de auxilio judicial informarse al juez del ce3se de las circunstancias
que motivaron el auxilio o la falsedad de las mismas, este declarada
automáticamente finalizado el auxilio concedido y condenara a quien obtuvo el auxilio
judicial al pago de una multa equivalente al triple de las tasas dejadas de pagar, sin
perjuicio de iniciarse las acciones penales correspondientes…”.
Se establecerá, pues, un control aleatorio posterior de la veracidad de la información
consignada en el o los formaos respectivos que, al tener carácter de la declaración
jurada eventualmente pudieron generar el acogimiento automático al auxilio judicial.
En todo caso, considerando la capacidad operativa del aparato administrativo del
poder judicial frente al cada vez más creciente volumen de demandas que se ventilan
anualmente en dicho poder del Estado, va ser muy probable que el margen de la
verificación respecto del universo de litigantes que se acogieron al auxilio judicial sea
bastante reducido.
En ese escenario, la posibilidad de impunidad de justiciables inescrupulosos que se
acogieron fraudulentamente al beneficio en mención es preocupante. Así, el principio
de gratuidad de la administración de justicia, sustentando en que por equidad como
regla general solo los litigantes de escasos recursos económicos estarían exentos

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del pago de aranceles judiciales, estaría expuesto a sufrir graves estragos.


Con ello, las eventuales distorsiones de un sistema de tasas judiciales que no refleje
técnicamente el real costo del servicio, se verían agudizadas, pues los litigantes
solventes inescrupulosos no solo pagarían tasas demasiado bajas en determinados
procesos, sino que inclusive no se verían obligados a pagarlas.
De producirse este panorama, el impacto en los recursos propios del poder judicial
seria enorme. Sobre el particular, el artículo 2 de la ley N° 26281 dispone lo
siguiente:
“… los recursos propios que se generan por el concepto de tasas judiciales se
recaudan y administran directamente por el poder judicial y se incorporan a su
estructura presupuestal; el 70 % de dichos recursos se destinan exclusivamente a
mejorar si infraestructura y el 30 % restante a mejorar el nivel remunerativo de los
magistrados en todos los niveles, así como de los auxiliares jurisdiccionales,
funcionarios y empleados del poder judicial…”
En esa medida, los aranceles judiciales son recursos propios del poder judicial,
debiendo invertirse proporcionalmente en los rubros antes señalados. Pero no solo
es, sino que constituyen los principales recursos propios de dicho poder del estado.

6.1 El auxilio judicial como mecanismo para garantizar el acceso a la justicia

Mientras en algunos países como México y España mantienen el principio de


gratuidad tradicional, alcanzando a los procesos y a todo ciudadano, en otros solo se
concede la gratuidad a las peonas que se encuentren en una particular situación
económica como es el caso de Bolivia, Colombia y Ecuador, etc. En este último
grupo también se ubica Perú.
Según el estudio sobre acceso a la justicia en América latina, el factor económico es
determinante para que la persona decida o no acudir al poder judicial, pudiendo
llegar a ser en determinados casos, un obstáculo insalvable. Entre los componentes

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de dicho factor se encuentran las tasas y costos que han de ser asumidos por los
ciudadanos para hacer uso de la administración de justicia, a lo que deben sumarse
otros costos, como el de los honorarios de los abogados. Este diagnóstico es similar
en el Perú, donde diversos estudios evidencian que los costos de la administración
de justicia limitan el acceso de los ciudadanos a la justicia formal, lo que se agrava
por el incremento en os últimos años de las tasas y aranceles judiciales.
Considerando los planteamientos sobre la gratuidad o costos de la administración de
justicia, y a fin de asegurar la vigencia real del acceso a la justicia, se desarrollaran
figuras procesales que permiten que el ciudadano que carezca de medios
económicos para sufragar a los gastos del proceso, sea exonerado de pagarlos. La
denominación y configuración varía de acuerdo a cada legislación, recibiendo el
nombre de Declaratoria de Pobreza, Beneficio de Pobreza, Beneficio de Gratuidad,
Auxilio Judicial, entre otros. Del mismo modo, el sistema de defensa publica (que
además sirve para garantizar el derecho de defensa), se constituyen en un
mecanismo para garantizar el acceso a la justicia.
El sustento de estas figuras se encuentran en el principio de equidad, considerando
que la justicia no puede producir las desigualdades económicas y de oportunidad y
que estas no deben incidir en la calidad de justicia que se imparte, debiendo
evitarse discriminaciones a partir de condiciones económicas.
Es evidente que de no tomarse estas medidas para atenuar las diferencias
económicas, un sector de la población no podría acceder a la justicia y, así, no
hacer valer sus derechos. Por ello, cuando el asumir los costos procesales implique
usar recursos necesarios para su subsistencia, el estado debe garantizar su real
acceso a la tutela jurisdiccional efectiva mediante la exoneración de los costos
procesales.

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6.2 El auxilio judicial en la legislación peruana

 La gratuidad de la administración de justicia en el Perú.


Para garantizar el acceso a la justicia, la constitución política del estado, en el
artículo 139° inciso 16, establece que:

“Artículo 139°- son principios y derechos de la función jurisdiccional:

16. El principio de la gratuidad de la administración de justicia y defensa gratuita


para las personas de bajos recursos; y , para todos, en el caso que la ley señala”.
En tal sentido, la gratuidad no es absoluta, sino que la ley señalarse los
supuestos en que la misma debe aplicarse.

El código procesal civil en su artículo VIII del Título Preliminar, según el texto
modificado por el artículo 2° de la ley 26846, que indica que:

“Articulo VIII- Principio de gratuidad en el acceso a la justicia.- el acceso al


servicio de justicia es gratuito, sin perjuicios del pago de costos, costas y multas
establecidas en este código y disposiciones administrativas del poder judicial”.

Como se observa, al tiempo que se reitera la gratuidad del acceso a la justica, la


norma indica que el ciudadano debe asumir el pago de costos, costas y multas.

La legislación, al mismo tiempo que señala los montos a ser asumir por el
ciudadano, para garantizar el acceso a la justicia, establece supuestos en los
cuales el litigante es exonerado del pago de dichos montos. El artículo 24 ° del
Texto único ordenado de la ley orgánica del poder Judicial, modificado por el
artículo 3° de la ley N° 26846, señala:

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Artículo 24.- La administración de Justicia es gratuita para las personas de


escasos recursos económicos, y para todos los casos expresamente previos por
ley.
Se encuentran exoneradas del pago de tasas judiciales:
a) Los litigantes a los que se les concede Auxilio Judicial.
b) Los demandantes en los procesos sumarios por alimentos cuando la
pretensión del demandante no excede de veinte (20) Unidades de Referencia
Procesal.
c) Las denunciantes en las acciones de habeas corpus.
d) Los procesos penales con excepción de querellas
e) Los litigantes en las zonas geográficas de la república, en la que por
efectos de las dificultades administrativas se justifiquen que una exoneración
generalizada.
f) El ministerio público en el ejercicio de sus funciones.
g) Las diversas entidades que conforman los poderes Legislativo, Ejecutivo y
Judicial, los órganos constitucionales autónomos y los gobiernos regionales y
locales, salvo en los procesos en los que a pesar de contar con procuradores
públicos para el ejercicio de la defensa, esta no sea ejercida por ellos.
h) Los que gocen de infección por mandato expreso de la ley.

Como se observa, los supuestos de exoneración del pago de aranceles judiciales


consideran la situación económica del ciudadano, el interés social y el respeto de
los derechos fundamentales de las personas.

Asimismo, el artículo de la Ley Orgánica del Poder Judicial se pueden señalar dos
supuestos respecto a la exoneración:

a. Una exoneración automática.- Que se da para:


-Los demandantes en los procesos sumarios por alimentos, cuando la
pretensión no excede de veinte Unidades de Referencia Procesal.

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-Los denunciantes en las acciones de habeas corpus.


-Los procesos penales con excepción de las querellas
-Los litigantes en las zonas geográficas de la Republica, en las que se
justifiquen una exoneración generalizada.
-Los que gocen de infección por mandato expreso de la ley.

b. Una exoneración que requiere de la evaluación: Que se refiere a los


supuestos en los que el ciudadano solicita se le conceda Auxilio Judicial,
estando pendiente su aprobación a la decisión del Poder Judicial.

La exoneración para los ciudadanos con escasos recursos se basa en el


Principio de Equidad, como puede desprender de lo señalado en la Ley N°
26846, al establecer como criterio para determinar el pago de las Tasas
Judiciales:
“ a) Equidad, por la que se exonera del pago de tasas a personas de escasos
recursos económicos, obteniendo así mayores ingresos que permitan mejorar
el servicio de Auxilio Judicial”.

Modificatoria de la Ley N°26846

La ley publicada el 27 de julio de 1997, modifico sustancialmente el tratamiento


del auxilio judicial que indicaba el texto original del Código Procesal Civil en sus
artículos VIII del Título Preliminar, 179°,180°, 181°, 182°, 183°, 187°, 413° y
562.
A partir de dicha norma, el tratamiento normativo del Auxilio Judicial en el Perú
puede resumirse de la siguiente manera:
A. Titular del Auxilio Judicial.- puede solicitarlo todo ciudadano que
para cubrir o garantizar los gastos del proceso pusiera en peligro su propia
subsistencia y las de aquellas que dé el dependan, sea demandante o

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demandado.
La novedad del nuevo texto del artículo 179° del Código Procesal Civil, es
que expresamente se indica que solo pueden acceder las personas
naturales, estando impedidas de ello las personas jurídicas

B. Requisitos.- se introduce una modificación sustancial al eliminar la


caucion juratoria que se exigía anteriormente (artículo 180°)

C. Oportunidad para solicitar el Auxilio Judicial.- puede ser antes o


durante el proceso, es decir desde antes de presentar la demanda, con la
presentación de esta o su contestación, o posterior (artículo 180°)

D. Procedimientos.- El solicitante debe presentar la solicitud ante una


dependencia judicial, que se entiende no es el juez (quien queda ajeno a la
decisión sobre la concesión) sino una oficina administrativa del Poder
Judicial. Una copia de la solicitud de Auxilio judicial debe ser remitida a la
Corte Judicial respectivo.
Para el trámite de la solicitud ha de usarse un formato aprobado por el
Órgano de Gobierno y Gestión del Poder Judicial. La solicitud tiene carácter
de declaración jurada. De comprobarse la situación señalada en el artículo
179° del código de procedimientos civiles, es decir, carencia económica, la
aprobación es automática.
Si el Auxilio Judicial es concedido antes del inicio del proceso (Artículo 181°),
el litigante debe ponerlo en conocimiento del juez ante el cual se ha de
seguir el proceso, mediante la presentación de un escrito que debe incluir la
constancia de Aprobación de la solicitud, asi como la propuesta de
nombramiento de un abogado como apoderado judicial. El juez debe tomar
conocimiento de ello y dar trámite a la documentación en cuaderno

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separado.
La solicitud de Auxilio Judicial nno suspende la tramitación del principal
E. Alcance del Auxilio Judicial.- No existe mayor variación al
respecto, salvo que se elimina expresamente la posibilidad de la concesión
de un Auxilio Judicial parcial (artículo 182°).

F. Verificación de la información.- De acuerdo al nuevo texto del


artículo 182, del código procesal civil, se opta por un control posterior y
aleatorio de las solicitudes presentadas para verificar la autenticidad de la
información proporcionada por el solicitante. Este control no es función del
juez, sino que para ello debe establecerse una estructura administrativa,
mecanismo por el cual se busca prevenir que las personas brinden
información falsa para obtener Auxilio Judicial. Los resultados de este control
no podrían ser impugnados.

Del mismo modo, se señala una sanción para la persona que falte a la
verdad, la cual debería ser aplicada por la dependencia encargada, dando
por finalizado el auxilio judicial y condenando al litigante al pago de una
multa equivalente al triple de las tasas dejadas de pagar. Adicionalmente,
podrían establecerse acciones penales de ser el caso

G. Suspensión de la prescripción.- Se mantiene la norma que precisa


que de presentarse la solicitud antes de la demanda, se suspende de la
prescripción, salvo que no se concediera el Auxilio Judicial o que luego de
haber sido concedido y notificado el solicitante, este dejara pasar treinta días
sin interponer la demanda (artículo 182°)

H. Apoderado judicial.- El artículo 183° señala que el juez debe

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nombrar en esta función al abogado que el litigante presenta para tal efecto.
En caso contrario el Juez nombra al Apoderado de la lista que el Colegio de
Abogados debe enviar a la Presidencia de la Corte respectiva. Se mantiene
el límite máximo de tres procesos con Auxilio Judicial anuales, que debería
asumir cada abogado.
Los honorarios que habría de recibir serian fijados por el juez:
 Si el auxiliado que resulte ganador, el monto debe ser cancelado por el
perdedor.
 Si fuese el auxiliado el perdedor, por el Colegio de Abogados.

Se mantiene la disposición respecto a que en caso que el apoderado


residiera en lugar distinto a donde se continuara el proceso, sea en segunda
instancia judicial respectiva debe nombrar a un sustituto. De este modo se
busca asegurar la defensa del auxiliado.

I.Finalización del Auxilio Judicial durante el proceso.- Cuando las


condiciones que fundamentaron la concesión del Auxilio Judicial hubiera
cesado o se hubiera modificado, el litigante debe comunicarlo al juez, quien
declara su culminación.
También finaliza en caso que la verificación posterior de información
demuestre la falsedad de la información o que se oculte el cambio de la
situación que propicio el Auxilio Judicial.
El juez puede declarar de oficio o a pedido a del litigante no auxiliado la
finalización del Auxilio, debiendo concederse al beneficio tres días para
presentar sus descargos.
La resolución que pone fin el Auxilio puede ser apelada, pero no asi la que
deniega el debido, la cual es inimpugnable. En este caso la persona quien
formulo el pedido es condenada al pago de las costas y costos del proceso,

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asi como una multa.

Las disposiciones de la Ley N° 26846 no se han implementado, por lo que


en carios aspectos los magistrados aplican las disposiciones pertinentes
señaladas en la versión original del Código

6.3 Derecho comparado en cuanto al auxilio judicial.

BOLIVIA
 Alcances generales
Constitucionalmente, el Poder Judicial boliviano, goza de autonomía
económica y administrativa, asignándosele una partida anual
del Presupuesto General de la Nación, la misma que es centralizada en el
Tesoro Judicial, dependiente del Consejo de la Judicatura. A ello se deben
agregar los recursos propios como fuente importante de provisión de recursos
para el Poder Judicial.
Se consideran parte de los recursos propios: Multas procesales, costas
judiciales, recursos provenientes de la enajenación de sus bienes previa
autorización del Honorable Congreso Nacional, legados y
donaciones, valores judiciales, aranceles notariales y de Registro de Derechos
Reales.
El sistema de tasas judiciales en el caso boliviano comprende los contenidos
de los dos últimos, los valores y aranceles judiciales, como fuentes de ingresos
propios para el Poder Judicial. Estos provienen del pago que realizan los
usuarios del servicio de justicia, por movilizar el aparato jurisdiccional
en torno a una pretensión determinada.
 Marco Legal
-Constitución Política del Estado, del 12 de agosto de1994, Art. 116, inc. VIII.
-Ley 1817 del Consejo de la Judicatura, del 22 diciembre de 1997, Art. 35; 36 inc
2, numerales "e" y "f".

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-Ley 1455 de Organización Judicial del 18 de febrero de 1993; Art. 41y 42


(Derogados por la Ley 1817).
-Acuerdo de Sala Plena de la Corte Suprema de fecha 18 de abril de 1986.
-Acuerdo de Sala Plena de la Corte Suprema de fecha 22 de abril de 1994.
-Código de Procedimiento Civil. Ley 1760 del 28 de febrero de 1997, Arts. 79 al
85.

 Auxilio judicial y exoneración por el pago de derechos y aranceles judiciales

En todos los sistemas donde se prevé el cobro de derechos o aranceles para


acceder al servicio judicial, se consideran algunas excepciones destinadas a
facilitar el acceso a la justicia de los usuarios que no pueden cubrir el pago de
estos derechos.
En el caso boliviano, la exoneración del pago a los usuarios del servicio de justicia
se denomina "Beneficio de Gratuidad", regulado por el Código de Procedimiento
Civil, Ley 1760 del 28 de febrero de 1997, Arts. 79 al 85.
Procede cuando la persona no tiene medios económicos suficientes para litigar o
hacer valer un derecho en la vía contenciosa. Este beneficio es de
carácter personal e intransferible, opera de manera automática para
las instituciones de beneficencia pública, no requiriéndose la declaratoria judicial.
Puede formularse antes de presentar la demanda o en cualquier estado del
proceso, ante el juez que conocerá o debiera conocer de la causa principal. Su
tramitación debe sujetarse al trámite del proceso sumarísimo. Si el proceso
principal estuvo en curso, éste no se interrumpe, debiendo sustanciarse la
solicitud de beneficio como incidente en cuaderno separado.

El litigante al que se concede el beneficio de gratuidad, tiene los derechos


siguientes:
-A usar para sus peticiones papel común, sin timbre.

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-A ser eximido de los depósitos judiciales para interponer sus recursos.


-A que se le designe de oficio defensor.

CHILE
 Alcances generales
En Chile nunca existieron tasas significativas. Si bien hasta comienzos de los
años 80 debía litigarse por escrito haciendo las presentaciones en papel
sellado, por el cual debía pagarse un impuesto las magnitudes de
estos tributos eran tan bajos que no representaron nunca un ingreso
significativo de recursos para el Fisco o para el Poder Judicial.
 Marco legal
-Decreto Ley 3.454 de 1980
-Código de Procedimiento Civil, Arts. 88, 118, 122, 129 y 138
-Ley 18.175, Art. 44

 Privilegio de pobreza o exoneración de pago de gastos judiciales

Las personas de escasos recursos gozan del denominado privilegio de


pobreza, lo que los exonera de pagar los gastos judiciales (…)
El privilegio de pobreza puede solicitarse en cualquier estado del juicio y aun
antes de su iniciación, debiendo pedirse al tribunal a quien corresponda
conocer en única o primera instancia del asunto en que ha de tener efecto.
El privilegio de pobreza se tramita en cuaderno separado y se deben expresar
al solicitarlo los motivos en que se funda. El tribunal ordenará que se rinda
información para acreditarlos, con citación de la parte contra quien litigue o
haya de litigar el solicitante.
Si la parte citada no se opone dentro de tercer día a la concesión del privilegio,
se rinde la información y se resuelve con el mérito de ella y de los demás
antecedentes acompañados o que el tribunal mande agregar. Si hay oposición,

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se tramita el incidente conforme a las reglas generales.


Son materia de la información o de la prueba en su caso, las circunstancias
invocadas por el que pide el privilegio, y además la fortuna del solicitante, su
profesión o industria, sus rentas, sus deudas, las cargas personales o de
familia que le graven, sus aptitudes intelectuales o físicas para ganar la
subsistencia, sus gastos necesarios o de lujo, las comodidades de que goce, y
cualesquiera otras que el tribunal juzgue conveniente para formar juicio sobre
los fundamentos del privilegio que se solicita.
Podrá dejarse sin efecto el beneficio después de otorgado, siempre que se
justifiquen las circunstancias que habrían bastado para denegarlo.

ECUADOR
 Alcances generales
Las tasas judiciales constituyen la contraprestación a cargo del usuario por
los servicios que le brinda la Función Judicial y sirven para atender las
deficiencias existentes en la organización de la administración de justicia.
En Ecuador, los principios constitucionales y legales han permitido el
establecimiento de un sistema de tasas judiciales para todas las materias,
(excepto los casos penales, laborales y de alimentos de menores). También,
los denunciantes en las acciones y recursos de amparo, hábeas data y
hábeas corpus; así como las personas jurídicas o entidades del sector
público nacional, con o sin personería jurídica, donde la administración de
justicia es gratuita
Es competencia del Consejo Nacional de la Judicatura (Art. 11 de la Ley
Orgánica), fijar y actualizar las tasas judiciales, las que constituyen ingresos
propios de la Función Judicial y su recaudación y administración se hacen en
forma descentralizada.
Los objetivos para la aplicación de las tasas judiciales son: incrementar
la productividad de los recursos destinados a la Función Judicial; aplicar

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tarifas que no impidan o restrinjan el acceso a la justicia; promover una


conducta procesal que elimine la litigiosidad superflua; y, establecer un
sistema de recaudación y administración de los recursos en forma
descentralizada.
Los fondos recaudados por concepto de tasas judiciales, se comparten entre
cada Corte y la Caja Judicial 60% y 40% respectivamente. Los valores de las
tarifas judiciales son fijados y actualizados semestralmente por el Consejo
Nacional de la Judicatura.

 Marco legal
-Constitución Política del Estado,
-Reglamento de Fijación de Montos de las Tasas por Servicios Judiciales.
Registro Oficial 254 del 13 de agosto de 1999

 Exoneración del pago de tasas


El Reglamento de Fijación de Montos de las Tasas por Servicios Judiciales
exonera expresamente del pago de tasas judiciales a:
-Quienes se constituyan en sujetos procesales dentro de una causa penal;
-Quienes participen en cualquier calidad o categoría procesal en causas de
carácter penal, laboral, de alimentos y de menores;
-Los denunciantes y agraviados, o potenciales agraviados en las acciones y
recursos de Amparo, Hábeas Data y Hábeas Corpus; y,
-Las personas jurídicas o entidades del sector público nacional, con o sin
personería jurídica.
No se admite exoneración alguna por los servicios judiciales brindados a la
persona que litigue temerariamente. En este caso, pagará a quien haya
ganado el juicio las tasas que ésta haya satisfecho.

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VENEZUELA
El nuevo texto constitucional (1999) establece en su artículo 254, que el Poder
Judicial tendrá asignado en el presupuesto anual, una partida que no será inferior
al 2% del presupuesto nacional, para garantizar su autonomía financiera con
respecto a los demás poderes del Estado.
Esta norma busca evitar que, como tradicionalmente ha sucedido, el presupuesto
del Poder Judicial sea establecido a capricho del Poder Ejecutivo con y ello
interferir en su autonomía.
Además, existe la prohibición de que el Poder Judicial establezca tasas o
aranceles judiciales. Así como exigir pago alguno por sus servicios, lo
que garantiza a todos los ciudadanos una justicia gratuita.
La formulación, elaboración y gestión del presupuesto del Poder Judicial, lo
realiza la Dirección Ejecutiva de la Magistratura, actuando por delegación del
Tribunal Supremo de Justicia"

VII. DEFENSA LETRADA

La Asistencia o Defensa Letrada es la garantía constitucional que hace efectivo el


derecho a la defensa en juicio y al debido proceso. Este derecho fundamental se
concreta en, la asistencia al detenido de un abogado/a en las diligencias policiales y
judiciales, velando para que se le realice una lectura e información de sus derechos,
sobre los hechos por los cuales ha sido detenido, sin que en ningún caso pueda
producirse su indefensión.

- Derecho a asistencia letrada


Toda persona tiene derecho a ser asesorado por un especialista que entienda de
cuestiones jurídicas (generalmente un abogado). En el caso de que la persona no
pueda procurarse defensa jurídica por sí misma, se contempla la institución del

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defensor o abogado de oficio, designado por el Estado, que le procura ayuda


jurídica gratuita.
Con la finalidad de garantizar que cualquier particular inmerso en un proceso
judicial pueda contar con las mejoras formas de defender su derecho (y de estar
realmente informado del verdadero alcance del mismo) es que se consolida
dentro del derecho al debido proceso el derecho de toda persona a contar con el
asesoramiento de un letrado(abogado), una persona versada en Derecho. De
esa forma se busca garantizar el cumplimiento del principio de igualdad y el uso
efectivo del derecho de contradicción.

Existen algunos sistemas jurídicos donde esta garantía es irrenunciable,


debiendo los particulares contar siempre con la asesoría de un abogado. Sin
embargo existen también sistemas jurídicos que liberalizaron el principio
estableciendo la obligación sólo en determinadas materias (Derecho penal). El
derecho se consideraría vulnerado si a algún particular no se le permitiera
asesorarse mediante un abogado aunque también se señala que se causaría una
vulneración al mismo cuando la asesoría brindada (principalmente en el caso
de abogados de oficio brindados por el estado) no ha sido la idónea.

Dentro de este derecho, se podría identificar dos caracteres:

El derecho a la defensa de carácter privado, concretado en el derecho de los


particulares a ser representados por profesionales libremente designados por
ellos.

El derecho a la defensa de carácter público, o derecho del justiciable a que le sea


proporcionado letrado de oficio cuando fuera necesario y se encontrase en uno
de los supuestos que señala la ley respectiva.

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Antecedentes internacionales de la asistencia letrada


La Declaración de los Derechos Humanos, de 10 de diciembre de 1948, no recoge de
forma autóctona el derecho a la asistencia letrada, si bien, se encuentra inscrito en el
derecho a un juicio justo, que previene y regula el artículo 11.1, del citado texto al
establecer literalmente que: "toda persona acusada de delito tiene derecho a que se
presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad, conforme a la ley y en
juicio público en el que se le hayan asegurado todas las garantías necesarias para su
defensa".12
El Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos, de 16 de diciembre de 1966,
recoge el derecho a la asistencia letrada en su artículo 14.3.d, al establecer literalmente
que: "durante el proceso, toda persona acusada de un delito tendrá derecho, en plena
igualdad, a las siguientes garantías mínimas: A hallarse presente en el proceso y a
defenderse personalmente o ser asistida por un defensor de su elección; a ser
informada, si no tuviera defensor, del derecho que le asiste a tenerlo, y, siempre que el
interés de la justicia lo exija, a que se le nombre defensor de oficio, gratuitamente, si
careciere de medios suficientes para pagarlo".13
Reglas mínimas para el tratamiento de Reclusos adoptado por el Primer Congreso de
Naciones Unidas sobre "Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente", celebrado
en el año 1955 en Ginebra y aprobadas por el Consejo Económico y Social en sus
resoluciones 663C (XXIV) de 31 de julio de 1957 y 2076 (LXII)de 13 de mayo de 1977.
Dedica la regla 93 a la asistencia letrada. Al establecer literalmente que: "el acusado
estará autorizado a pedir la designación de un defensor de oficio cuando se haya
previsto dicha asistencia, y a recibir visitas de su abogado, a propósito de su defensa.
Podrá preparar y dar a éste instrucciones confidenciales. Para ello, se le proporcionará,
si lo desea, recado de escribir. Durante las entrevistas con su abogado, el acusado
podrá ser vigilado visualmente, pero la conversación no deberá ser escuchada por
ningún funcionario de la policía o del establecimiento penitenciario".

12
Declaración Universal de los Derechos Humanos.Artículo 11.1
13
Boletín Oficial del Estado. BOE-A-1977-10733. Artículo 14.3.d

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Manifestación del Derecho a la Asistencia Letrada


El derecho a la asistencia letrada, es el derecho a la tutela del detenido mediante
una adecuada defensa a través del derecho a ser asistido por un abogado/a que
conoce el Derecho material, sustantivo y procesal, que hará valer durante el
tiempo de la detención en las diligencias policiales o judiciales. Todo ello, en
virtud del principio de "igualdad de armas", ya que, en el proceso penal, además
del juez de instrucción, interviene el Ministerio Fiscal que ejerce la acción de la
justicia en defensa de la legalidad; ambos "expertos en leyes", por lo cual, debe
equilibrarse dicha situación facilitando al detenido un "experto en leyes" que
aporte todo aquello que la ley permite para su mejor defensa.

La conjunción del derecho a la libertad y el derecho a la defensa, ha conllevado a


que los ordenamientos jurídicos hayan previsto normativamente que el detenido
pueda encomendar su representación y asesoramiento técnico letrado al
abogado/a de su elección para instrumentar su propia defensa, derecho que se
extiende a los supuestos en que el detenido carezca de medios económicos, en
cuyo caso, tendrá derecho a un "abogado de oficio", en su caso a la "justicia
gratuita.

Acceso a asistencia letrada y servicios jurídicos

- Toda persona está facultada para recurrir a la asistencia de un abogado de su


elección para que proteja y demuestre sus derechos y lo defienda en todas las fases
del procedimiento penal.

- Los gobiernos procurarán que se establezcan procedimientos eficientes y


mecanismos adecuados para hacer posible el acceso efectivo y en condiciones de
igualdad a la asistencia letrada de todas las personas que se encuentren en su
territorio y estén sometidas a su jurisdicción, sin ningún tipo de distinción, como

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discriminaciones por motivos de raza, color, origen étnico, sexo, idioma, religión,
opiniones políticas o de otra índole, origen nacional o social, posición económica,
nacimiento, situación económica u otra condición.

- Los gobiernos velarán por que se faciliten fondos y otros recursos suficientes para
asistencia jurídica a las personas pobres, y, en caso necesario, a otras personas
desfavorecidas. Las asociaciones profesionales de abogados colaborarán en la
organización y prestación de servicios, medios materiales y otros recursos.

- Los gobiernos y las asociaciones profesionales de abogados promoverán programas


para informar al público acerca de sus derechos y obligaciones en virtud de la ley y
de la importante función que desempeñan los abogados en la protección de sus
libertades fundamentales. Debe prestarse especial atención a la asistencia de las
personas pobres y de otras personas menos favorecidas a fin de que puedan probar
sus derechos y, cuando sea necesario, recurrir a la asistencia de un abogado.

Defensa Letrada en la Constitución Política del Perú


Artículo 139:
INCISO 16.- el principio de la gratuidad de la administración de justicia y de la defensa
gratuita para las personas de escasos recursos, y, para todos, en los casos
que la ley lo señala.
La administración de justicia es un servicio al estado, es también una garantía de
carácter general que no necesariamente se conduce en la realidad.

Esto se da para aquellas personas que no pueden pagar un abogado el derecho de


defensa dice que por más que estén en estas condiciones tienen que tener un defensor
de oficio. El tema de gratuidad en nuestro país con demasiadas personas de escasos
recursos debe resolverse de alguna manera porque en la actualidad no se da con

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mucho de los casos. Para buscar tutela jurisdiccional, es decir que el estado se haga
cargo de un problema. Un derecho de alcance general a favor de todas las personas de
escasos recursos que comprende dos aspectos lo cual es poder litigar sin tener que
adelantar lo que técnicamente se llama costas y contar con un abogado patrocinante
gratuito que establezca mecanismos para hacer efectivo ese derecho.

VIII. JURISPRUDENCIA

8.1 JURISPPRUDENCIA SOBRE GRATUIDAD DE ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA

EXP. N.° 05644-2008-PA/TC


LIMA
FRANCISCO CLODOMIRO
GAMBOA HERRERA

SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL

En Lima, a los 17 días del mes de setiembre de 2009, el Tribunal Constitucional, en sesión de
Pleno Jurisdiccional, con la asistencia de los Magistrados Vergara Gotelli, Mesía Ramírez,
Landa Arroyo, Beaumont Callirgos, Calle Hayen, Eto Cruz y Álvarez Miranda, pronuncia la
siguiente sentencia, con el voto singular del magistrado Vergara Gotelli que se agrega

I. ASUNTO
Recurso de agravio constitucional interpuesto por don Francisco Clodomiro Gamboa Herrera
contra la resolución de la Sala de Derecho Constitucional y Social de la Corte Suprema de
Justicia de la República, fojas 203, su fecha 16 de abril de 2008, que declara improcedente la

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demanda de amparo de autos.

II. ANTECEDENTES

1. Demanda
Con fecha 20 de septiembre de 2001 el recurrente interpone demanda de amparo contra los
vocales integrantes de la Sala Especializada Laboral de la Corte Superior de Justicia de La
Libertad y contra el titular del Tercer Juzgado Especializado de Trabajo de Trujillo, con el objeto
de que se retrotraigan los actuados del proceso laboral que siguió contra los vocales de la
Sala Laboral de la Corte Superior de Justicia de La Libertad y otros sobre nulidad de cosa
juzgada fraudulenta (signado con el expediente N.º 2001-499-1613), al acto postulatorio de
calificar la demanda. Sostiene que han sido vulnerados sus derechos constitucionales al debido
proceso y a la tutela judicial efectiva, así como el principio de gratuidad en la administración de
justicia, por cuanto la declaración de inadmisibilidad de dicha demanda fue a consecuencia de
no haber adjuntado la tasa judicial respectiva, a pesar de que, por tratarse de materia laboral,
se hallaba exento de dicho trámite, en aplicación del artículo 24º, inciso i) de la Ley Orgánica
del Poder Judicial, modificado por la Ley N.º 27327.

La Primera Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de La Libertad, mediante resolución de


fecha 24 de septiembre de 2001 (folio 40), rechazó liminarmente la demanda, declarándola
improcedente por aplicación del artículo 200º, inciso 2 de la Constitución, considerando que se
estaba cuestionando lo actuado en un proceso regular.

La Sala de Derecho Constitucional y Social de la Corte Suprema de Justicia de la República,


mediante resolución de fecha 19 de marzo de 2002 (folio 51), confirmó la apelada por los
mismos fundamentos.

No obstante, el Tribunal Constitucional mediante resolución de fecha 13 de abril de 2005 (folio


75), declaró la nulidad de todo lo actuado y ordenó la admisión a trámite de la demanda, en

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aplicación del principio favor processum.

Con fecha 27 de diciembre de 2006 el Procurador Público a cargo de los asuntos judiciales del
Poder Judicial se apersona al proceso y contesta la demanda, argumentando que debe ser
declarada improcedente. Ello por cuanto el proceso ordinario ha sido un proceso regular, de
modo que no se puede menoscabar el ejercicio de la jurisdicción ordinaria.

La Primera Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de La Libertad, mediante resolución de


fecha 25 de julio de 2007 (folio 179), emitió nuevo pronunciamiento, declarando improcedente
la demanda por aplicación del artículo 4º del Código Procesal Constitucional, considerando que
el demandante había dejado consentir la resolución impugnada.

La Sala Superior competente confirmó la apelada por los mismos fundamentos.

III. FUNDAMENTOS

Delimitación del petitorio


1. La presente demanda tiene por objeto que se disponga la reposición del proceso seguido
por el accionante contra los vocales integrantes de la Sala Laboral de la Corte Superior de
Justicia de La Libertad y otros sobre nulidad de cosa juzgada fraudulenta, signado con el
Expediente N.º 2001-499-1613, al acto postulatorio de calificar la demanda, por cuanto
dicho proceso, según el demandante, ha venido siendo tramitado de manera irregular,
habiéndose vulnerado sus derechos constitucionales al debido proceso y a la tutela judicial
efectiva, así como el principio de gratuidad en la administración de justicia.

Cuestión procesal previa


2. Este Tribunal no comparte el criterio esgrimido tanto en primera como en segunda
instancia respecto a la aplicación de la causal de improcedencia establecida en el artículo 4º

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del Código Procesal Constitucional al caso de autos. Dicho artículo señala que deben ser
declaradas improcedentes todas aquellas demandas de amparo que cuestionen una
resolución judicial que haya sido consentida. Sin embargo, a juicio de este Colegiado, ello
no ha ocurrido en el presente caso porque si bien es cierto que el demandante no presentó
recurso de apelación contra la resolución que disponía el archivamiento del proceso sobre
nulidad de cosa juzgada fraudulenta que siguió contra los vocales integrantes de la
Sala Laboral de la Corte Superior de Justicia de La Libertad y otros, pretendió cuestionar
dicha resolución a través de otros medios, como puede apreciarse del escrito presentado
por el demandante el 17 de abril de 2001, en virtud del cual solicita la integración de dicha
resolución, por cuanto no se había emitido pronunciamiento respecto a su solicitud de
aplicación, a su caso, de lo establecido en el artículo 24º, inciso i) de la Ley Orgánica del
Poder Judicial, modificado por la Ley N.º 27327, expresada en sus escritos de 1 y 14 de
marzo de 2001.

3. Entonces, no se observa que el demandante haya dejado consentir la resolución judicial


que es materia de impugnación en el presente proceso, sino que pretendió cuestionarla por
mecanismos que no resultaban idóneos, siendo que los órganos jurisdiccionales
emplazados estaban en el deber, en aplicación del artículo VIII del Código Procesal
Constitucional (principio iura novit curia) y en resguardo del derecho a la tutela jurisdiccional
efectiva del demandante, de reencausar ese pedido por la vía correspondiente, es decir, el
recurso de apelación. Resulta desproporcionado denegar la admisión a trámite de la
presente demanda por una circunstancia que pudo haber sido corregida oportunamente por
los vocales emplazados, máxime cuando las limitaciones del derecho a la tutela
jurisdiccional efectiva, como es el caso de las causales de improcedencia, deben ser
interpretadas en forma restrictiva. La presente demanda, pues, no se encuentra incursa en
la causal de improcedencia establecida en el artículo 4º del Código Procesal Constitucional,
por lo que este Colegiado estima pertinente ingresar al fondo de la presente controversia.

Análisis del caso concreto

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4. En el caso de autos la controversia radica en determinar si los órganos jurisdiccionales


emplazados, al denegar la admisibilidad de la demanda en el proceso seguido por el
accionante contra los vocales integrantes de la Sala Laboral de la Corte Superior de Justicia
de La Libertad sobre nulidad de cosa juzgada fraudulenta, signado con el Expediente N.º
2001-499-1613, han incurrido en una violación de los derechos constitucionales del
demandante al debido proceso y a la tutela jurisdiccional efectiva, así como el principio de
gratuidad en la administración de justicia.
5. El artículo 139º, inciso 16 de la Constitución establece el principio de la gratuidad en la
administración de justicia y de la defensa gratuita para las personas de escasos recursos; y
para todos, en los casos que la ley señala. Dicho principio, como ha sido remarcado por
reiterada jurisprudencia de este Tribunal (STC 1606-2004-AA/TC), forma parte tanto del
contenido esencial del derecho al debido proceso como del derecho a la tutela jurisdiccional
efectiva. Con relación a este último cabe destacar que este principio tiene especial
relevancia en lo que se refiere al acceso a la justicia, por cuanto el pago de los aranceles o
tasas judiciales no debe constituirse en un impedimento para que todos los ciudadanos se
encuentren en posibilidad de recurrir a las autoridades jurisdiccionales para la tutela de sus
derechos.

6. Asimismo cabe afirmar que el principio de gratuidad en la administración de justicia se


constituye en un mecanismo de realización del principio-derecho de igualdad, establecido
en el artículo 2º inciso 2 de la Constitución, por cuanto debe procurarse que las diferencias
socioeconómicas entre los ciudadanos no sean trasladadas al ámbito del proceso judicial,
en el cual las controversias deben ser dilucidadas con pleno respeto al principio de igualdad
entre las partes y a la igualdad de armas, de modo que el hecho de que una de ellas cuente
con mayores recursos económicos que la otra no devenga necesariamente en una ventaja
que determine que la autoridad jurisdiccional vaya a resolver a su favor.

7. En el caso de autos el acto cuestionado, es decir, la denegatoria de admisibilidad de una


demanda sobre nulidad de cosa juzgada fraudulenta, se encuentra basado en el hecho de

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que el accionante no cumplió con pagar la tasa judicial respectiva. No obstante el artículo
24º, inciso i) de la Ley Orgánica del Poder Judicial, modificado por la Ley N.º 27327,
dispone que se encuentran exonerados del pago de tasas judiciales los trabajadores, ex
trabajadores y sus herederos en los procesos previsionales cuyo petitorio no exceda de 70
Unidades de Referencia Procesal (URP), de amparo en materia laboral, o aquellos
inapreciables en dinero por la naturaleza de la pretensión.

8. Este Tribunal considera que dicha norma, en tanto mecanismo de optimización del
derecho a la tutela jurisdiccional efectiva en lo que se refiere al acceso a la justicia y del
principio de gratuidad en la administración de justicia, debe ser interpretada en atención a
las circunstancias de cada caso en concreto, teniendo en cuenta que el principio pro
homine, derivado del principio-derecho de dignidad humana consagrado en el artículo 1º
de la Constitución, determina que debe preferirse aquella interpretación que resulte más
favorable para la tutela de los derechos fundamentales.

9. El presente caso se encuentra dentro de los alcances de dicha norma porque, en primer
lugar, si bien la materia discutida es la nulidad de cosa juzgada fraudulenta, ella está
referida indirectamente a materia laboral por cuanto la supuesta cosa juzgada fraudulenta
que se pretende anular está referida al reintegro de remuneraciones y beneficios sociales;
en segundo lugar, porque al no estar la cuantía del petitorio plenamente determinada, se
presenta una duda procesal que debe ser evaluada, con criterios de razonabilidad, a favor
del demandante. Por tanto en el presente caso se aprecia la vulneración de los derechos
invocados por el demandante al no haberse aplicado, a su caso, el beneficio previsto en el
artículo 24º inciso i) de la Ley Orgánica del Poder Judicial, modificado por la Ley N.º 27327;
cuando, en realidad, debió realizarse una interpretación conforme con el principio pro
homine y con el principio de optimización de la tutela de los derechos fundamentales. De
modo tal que la demanda, en este caso, debe ser estimada.

Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que le confiere la

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Constitución Política del Perú

HA RESUELTO

1. Declarar FUNDADA la demanda; en consecuencia, NULO todo lo actuado en el


proceso signado con el expediente N.º 2001-499-1613 hasta el acto postulatorio de
calificación de la demanda.

2. Ordenar al Tercer Juzgado de Trabajo de Trujillo que admita a trámite la demanda del
recurrente contra los integrantes de la Sala Laboral de la Corte Superior de Justicia
de La Libertad y otros sobre nulidad de cosa juzgada fraudulenta, en el marco del
proceso signado con el Expediente N.º 2001-499-1613.

Publíquese y notifíquese.

SS.

MESÍA RAMÍREZ
LANDA ARROYO
BEAUMONT CALLIRGOS
CALLE HAYEN
ETO CRUZ
ÁLVAREZ MIRANDA

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EXP. N.º 1607-2002-AA/TC

JUAN MUÑOZ ESPINOZA


LIMA

4 SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL

En Lima, a los 17 días del mes de marzo de 2004, la Sala Primera del Tribunal
Constitucional, con asistencia de los señores magistrados Alva Orlandini, Presidente; Bardelli
Lartirigoyen y Gonzales Ojeda, pronuncia la siguiente sentencia

4.1 ASUNTO

Recurso extraordinario interpuesto por don Juan Muñoz Espinoza contra la sentencia de
la Sexta Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Lima, de fojas 98, su fecha 27 de marzo
de 2002, que declaró improcedente la acción de amparo de autos.

4.2 ANTECEDENTES
Con fecha 28 de febrero de 2001, el recurrente interpone acción de amparo contra el
Consejo Transitorio del Poder Judicial, presidido por el doctor Luis Ortiz Bernandini, a fin de
que se deje sin efecto la Resolución Administrativa N.º 002-2001-CT-PJ y cualquier otra que
reglamente y/o apruebe los Aranceles Judiciales para el año 2001, por considerarla
inconstitucional, pues viola el principio de gratuidad de la administración de justicia, así como
los derechos a la igualdad ante la ley y a formular peticiones. A su juicio, la obligación del pago
de los aranceles judiciales impide que los profesionales del derecho perciban sus retribuciones,
pues fomenta que los justiciables se desistan y renuncien a sus reclamos.

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La Procuradora Pública de los asuntos judiciales del Poder Judicial solicita que se
declare improcedente la demanda, alegando que el Consejo Transitorio del Poder Judicial
actúa en el ejercicio regular de sus funciones al establecer, como lo hace anualmente, las tasas
arancelarias que rigen los costos de la administración de justicia. Considera que su pago es
una tasa que, en contraprestación al servicio de justicia que se imparte, los justiciables están
obligados a abonar.

El Primer Juzgado Especializado en Derecho Público de Lima, con fecha 6 de setiembre


de 2001, declaró improcedente la demanda, por considerar que no cabe mediante el amparo
impugnar en abstracto la validez de una norma jurídica, como es el caso de la Resolución
Administrativa cuestionada.

La recurrida confirmó la apelada, por los mismos fundamentos.

4.3
4.4
4.5 FUNDAMENTOS

1. El objeto de la demanda es que se inaplique, para el caso del recurrente, la Resolución


Administrativa N.º 002-2001-CT-PJ (sic), por violar los derechos de igualdad ante la ley y de
petición, así como el principio de gratuidad de la justicia.

No obstante, es menester precisar que la Resolución Administrativa que aprobó para el año
2000 el valor de los aranceles judiciales, es la signada con el N.° 1074-CME-PJ, su fecha
12 de enero de 2000, la cual, de conformidad con su artículo 4°, derogó a su vez la
Resolución Administrativa N.° 002-93-CE-PJ.

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En consecuencia, sin perjuicio de lo que se indique en el fundamento siguiente, ha de


entenderse que es la Resolución Administrativa N°. 1074-CME-PJ la que se cuestiona
mediante el presente proceso.

2. La recurrida, compartiendo el criterio de la apelada, desestimó la pretensión alegando


que se impugnó una resolución administrativa de alcance general, sin que se especificara
un acto concreto de aplicación que hubiese causado agravio al recurrente. Ante tal
pronunciamiento, el recurrente ha recordado que después de la contestación de la demanda
acreditó que, basándose en dicha Resolución Administrativa N.° 1074-CME-PJ, la Sala Civil
de Procesos Abreviados y de Conocimiento de la Corte Superior de Justicia de Lima expidió
la resolución s/n, de fecha 11 de mayo de 2001, mediante la cual declaró inadmisible su
recurso de apelación en el proceso sobre pago de honorarios profesionales seguido con
don José Derteano Venegas.

A fin de posibilitar un pronunciamiento sobre el fondo de la controversia, y con el propósito


de subsanar la situación anómala derivada de la prematura interposición de la demanda
[ésta, en efecto, se presentó con fecha 28 de febrero de 2001, mientras que el acto
concreto de aplicación se efectuó, como se ha dicho, recién el 11 de mayo de 2001], el
recurrente ha invocado el principio de suplencia de las deficiencias procesales.

3. El Tribunal Constitucional considera que en el caso, en efecto, es de aplicación dicho


principio de suplencia de las deficiencias procesales y, consecuentemente, es posible
expedir un fallo sobre el fondo de la controversia. Ello porque, si bien es cierto que de autos
se aprecia que entre la fecha en que se produjo lo que se considera lesivo por el actor [11
de mayo de 2001] y la interposición de la demanda [el 28 de febrero de 2001], era imposible
que la demandada pudiera cabalmente exponer los criterios legales y constitucionales que

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mejor considerase con el objeto de persuadir al juzgador de la validez constitucional del


acto reclamado, también lo es que ese acto de aplicación fue ofrecido antes de que se
expida la sentencia de primer grado y la parte emplazada tuvo oportunidad, desde ese
momento, de conocerlo.

Evidentemente, lo óptimo hubiera sido que el a quo hubiese puesto en conocimiento de la


emplazada dicho medio de prueba, a fin de evitar que ésta quedara en una situación de
indefensión. Pero, como se ha dicho, tal omisión quedó salvada por el hecho de que en
diversos momentos la emplazada tuvo oportunidad de conocer de estos nuevos hechos
[así, por ejemplo, con la interposición del recurso de apelación, la puesta de autos a
disposición de las partes para expedirse sentencia, la expresión de agravios e, incluso,
cuando se interpuso el recurso extraordinario].

Este Colegiado considera oportuno enfatizar que, tratándose de un principio que tiene el
propósito de impedir que el ritualismo procedimental impida el pronunciamiento sobre el
fondo de la controversia, uno de los límites a los cuales se encuentra sujeta la aplicación del
principio de suplencia de las deficiencias procesales es que con ella no se afecten los
derechos constitucionales de orden procesal de la otra parte y, en particular, los que se
derivan de la formulación del contradictorio. Y, en el caso, ese contradictorio, y los derechos
procesales de orden constitucional que en él se subsumen, como se ha expuesto, no han
resultado dañados, por lo que el Tribunal Constitucional es competente para pronunciarse
sobre el fondo de la cuestión controvertida.

4. El recurrente alega que se violó su derecho constitucional de igualdad y el principio de


gratuidad de la administración de justicia por el hecho de que la Sala Civil de Procesos
Abreviados y de Conocimiento de la Corte Superior de Justicia de Lima, al aplicarle la

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Resolución Administrativa N.° 1074-CME-PJ, de fecha 12 de enero de 2000, declaró


inadmisible su recurso de apelación en el proceso sobre pago de honorarios profesionales
seguido contra don José Derteano Venegas.

5. El inciso 16 del artículo 139° de la Constitución establece que uno de los principios que
informa el ejercicio de la función jurisdiccional es “El principio de la gratuidad de la
administración de justicia y de la defensa gratuita para las personas de escasos recursos; y,
para todos, en los casos que la ley señala”.

Dicho precepto constitucional, en lo que al caso importa resaltar, contiene dos disposiciones
diferentes: Por un lado, garantiza “El principio de la gratuidad de la administración de
justicia... para las personas de escasos recursos”; y, por otro, consagra “... la gratuidad de la
administración de justicia... para todos, en los casos que la ley señala”.

6. La primera disposición comporta una concretización del principio de igualdad en el ámbito


de la administración de justicia. Según éste, no se garantiza a todos los justiciables la
gratuidad en la administración de justicia, sino sólo a aquellos que tengan escasos recursos
[económicos].

Como en diversas oportunidades ha advertido este Tribunal, el principio de igualdad, que


subyace en los términos de la gratuidad en la administración de justicia aquí analizada, no
obliga a tratar igual a todos siempre y en todos los casos, sino a tratar igual a los iguales y
desigual a los desiguales. Dicho principio contiene, –también se ha sostenido–,un mandato
constitucional que exige la remoción de los obstáculos que impidan el ejercicio pleno de los

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derechos fundamentales.

En el ámbito judicial ese mandato se traduce en asegurar, a las personas de escasos


recursos, el acceso, el planteamiento y la obtención de un fallo judicial que resuelva sus
diferencias dentro de un proceso judicial gratuito.

La gratuidad en la administración de justicia, en los términos constitucionalmente


establecidos, ha sido desarrollada por el artículo 24° de la Ley Orgánica del Poder Judicial,
modificado por la Ley N.° 26846, según el cual, se encuentran exonerados del pago de las
tasas judiciales, entre otros, los litigantes a los cuales se les ha concedido auxilio judicial,
institución que, por otro lado, está regulada por el artículo 173° y siguientes del Código
Procesal Civil.

En el caso de autos, se declaró inadmisible el recurso de apelación propuesto, pues el


recurrente no sufragó el importe total de la tasa judicial por la interposición de dicho medio
impugnatorio, y tampoco solicitó acogerse al auxilio judicial; por lo que no puede
compartirse la tesis de que con ello se han violado los derechos constitucionales a la
gratuidad de la administración de justicia y a la igualdad procesal.

Por los fundamentos expuestos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que la Constitución
Política del Perú le confiere,

Ha resuelto

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Declarar INFUNDADA la acción de amparo.

Publíquese y notifíquese.

SS.

ALVA ORLANDINI
BARDELLI LARTIRIGOYEN
GONZALES OJEDA

EXP. 1812-2005-PHC/TC
PIURA
MARÍA JOSEFA
ADRIANZÉN MAURIOLA
Y OTRO

SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL

En Lima, a los 9 días del mes de mayo de 2005, la Segunda Sala del Tribunal
Constitucional, integrada por los magistrados Gonzales Ojeda, García Toma y Vergara Gotelli,
pronuncia la siguiente sentencia

ASUNTO
Recurso de agravio constitucional interpuesto por don Quispe Segundo Rodríguez en
favor de doña María Josefa Adrianzén Mauriola y don Federico Ibáñez Marticorena contra la
resolución de la Primera Sala Penal de la Corte Superior de Justicia de Piura, de fojas 88, su
fecha 10 de febrero de 2005, que declaró infundada la demanda de hábeas corpus de autos.

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ANTECEDENTES

Demanda

Con fecha 24 de enero de 2005, se interpone demanda de hábeas corpus en favor de


doña María Josefa Adrianzén Mauriola y don Federico Ibáñez Marticorena contra el juez mixto
suplente de la Provincia de Huancabamba, don Higinio Guerrero Huamán. Se alega que los
beneficiarios son procesados por la presunta comisión del delito de secuestro, en la causa
penal N° 265-2004, en la que se les impuso la medida coercitiva de detención, la misma que
apelaron, habiéndoseles concedido el recurso por resolución de fecha 6 de enero de 2005; sin
embargo, para la formación del cuaderno de apelación se exigió a los beneficiarios que faciliten
la expedición de las copias obligándoles a pagar por las mismas, vulnerando, de este modo, el
principio de gratuidad del proceso penal. Asimismo, no obstante haber transcurrido dieciocho
días naturales desde la fecha de concesión del recurso, el incidente no había sido remitido a la
instancia superior, lesionándose el derecho al debido proceso, la tutela procesal efectiva y la
libertad individual.

Investigación sumaria

Realizada la investigación sumaria, el Juez emplazado presenta sus descargos


mediante el Informe N° 001-2005-JMN-SP, sosteniendo que su Juzgado no actuó con retardo,
toda vez que proveyó y remitió el incidente de apelación dentro de los términos; en todo caso,
de haber demora se debe tener en cuenta que su despacho no tiene equipo de fotocopiadora
para facilitar la expedición de copias de los actuados.

Resolución de primera instancia

El Segundo Juzgado Penal de Piura, a fojas 24, con fecha 25 de enero de 2005,

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declaró fundada en parte la demanda, en cuanto a la violación de los derechos constitucionales


del debido proceso, libertad individual y tutela procesal efectiva de los accionantes, e
improcedente en cuanto se solicita la libertad inmediata de los demandantes.

Resolución de segunda instancia

La recurrida revocó en parte en parte la apelada y, reformándola, la declaró infundada,


por estimar que se ha regularizado el trámite del incidente de apelación, y los agraviados han
hecho uso de los recursos y la vía específica para salvaguardar su derecho a la libertad.

FUNDAMENTOS

Delimitación del petitorio

Mediante la presente demanda constitucional, se reclama la inmediata libertad de los


beneficiarios al haberse vulnerado sus derechos constitucionales al principio de la gratuidad de
la administración de justicia en materia penal y el derecho constitucional al debido proceso.

Análisis del caso materia de controversia constitucional

1. A fojas 54, se aprecia que el accionante interpuso apelación contra el mandato de


detención que impuso el juez penal demandado, recurso que el citado magistrado concedió
mediante resolución de fecha 6 de enero de 2005, supeditando la formación del cuaderno
de apelación y su consecuente elevación al órgano superior, a que el demandante facilite la
expedición de las copias de los actuados.

2. Este Tribunal debe señalar que el requerimiento judicial antes señalado resulta
inconstitucional, por colisionar con el principio constitucional de la gratuidad del servicio de
justicia, prescrito en el artículo 139°, inciso 16, de la Carta Política, pues esta garantía
normativa supone la exoneración de toda tasa judicial o carga impositiva de algún tipo en
aquellos casos que sea necesario la expedición de copias de los actuados para la

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formación de cuadernos incidentales, de un expediente tramitado en la vía penal, o en los


que por la naturaleza del propio derecho se solicita la expedición de copias certificadas. Tal
criterio no sólo opera para las personas de escasos recursos económicos sino para aquellos
supuestos que la ley señala, significando que si el Texto Único Ordenado de la Ley
Orgánica del Poder Judicial, aprobado por Decreto Supremo N.° 017-93-JUS, precisa en el
inciso d) de su artículo 24° que entre las exoneraciones en el pago de las tasas judiciales se
encuentran los procesos penales, con la única excepción de las querellas, no puede
habilitarse ninguna disposición administrativa ni legal que permita distinguir donde la norma
referida no distingue, como la ha sostenido este Colegiado en la Sentencia recaída en el
Exp. N.º 2206-2002-AA/TC (caso Manuel Gómez Salinas).

3. Cabe señalar que en el caso concreto, la vulneración del principio constitucional


mencionado tornó negatorio la revisión del mandato de detención impuesto al demandante,
por cuanto el cuaderno de la apelación promovida por éste sólo iba a ser elevado al órgano
superior cuando hubiere costeado la expedición de las copias que dispuso la autoridad
judicial, que como se ha señalado resultaba inconstitucional, truncando con ello la
posibilidad de su eventual excarcelación.

4. Se debe precisar que a fojas 23 del expediente se acredita que el incidente de apelación
promovido por el accionante fue elevado para su revisión a la Segunda Sala Penal de la
Corte Superior de Justicia de Piura, con fecha 24 de enero de 2005, produciéndose por esta
razón el cese de la vulneración de los derechos constitucionales alegados en la demanda;
sin embargo, estimando el agravio a la libertad personal del actor por la demora que implicó
la tramitación del incidente de apelación por las razones antes expuestas, este Tribunal, en
aplicación del artículo 1° del Código Procesal Constitucional, debe estimar la demanda,
advirtiendo al Juez penal demandado que de volver a incurrir en actos como los que han
sido materia de la presente reclamación constitucional, será pasible de las medidas
previstas en el artículo 22° del código mencionado, debiéndose determinar por la autoridad

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competente la existencia o no de responsabilidad penal que, por su inconstitucional


actuación, le pudiera corresponder al citado magistrado, lo que es conforme con el artículo
8° de la Ley N° 28237.

Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que le confiere la


Constitución Política del Perú

HA RESUELTO

1. Declarar FUNDADA la demanda de hábeas corpus.


2. Disponer que se remitan copias de los actuados de este proceso constitucional a la
Fiscalía Provincial Penal de Turno, para que actúe de conformidad con sus atribuciones.
3. Disponer se remitan copias de este expediente constitucional al Órgano de Control de la
Magistratura (OCMA).

Publíquese y notifíquese.

SS.
GONZALES OJEDA
GARCÍA TOMA
VERGARA GOTELLI

EXP. N.º 06053-2008-PA/TC

LIMA

SIMEÓN QUISPE

FLORES

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RESOLUCIÓN DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL

Lima, 11 de noviembre de 2009

VISTO

El recurso de agravio constitucional interpuesto por don Simeón Quispe Flores contra la
resolución de la Sala de Derecho Constitucional y Social de la Corte Suprema de Justicia de la
República, de fojas 39 (cuaderno correspondiente a esa instancia), su fecha 30
de setiembre de 2008, que declaró improcedente la demanda de autos; y,

ATENDIENDO A

1. Que con fecha 4 de enero de 2007 el recurrente interpone demanda de amparo contra la
Quinta Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Lima, con el objeto que se declare nula
e insubsistente la resolución N.º 03 emitida en el Exp. N.º 5462-2006, Cuaderno de Auxilio
Judicial, en mérito al artículo 4º del Código Procesal Constitucional, toda vez que dicha
resolución le impide que siga litigando, sobre todo cuando el artículo 139º, inciso 16) de la
Constitución establece que la tutela jurisdiccional es gratuita.

Sostiene que los magistrados tienen que dar por verdades (sic) los argumentos esgrimidos
en la solicitud de auxilio judicial, pues el control ellas es posterior; y que la aprobación de las
solicitudes de auxilio judicial es automática.

2. Que en autos a f. 7 corre la solicitud de auxilio judicial presentada por el recurrente en el


proceso que seguía en la vía ordinaria en contra del Banco Interbank, sobre indemnización

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de daños y perjuicios por responsabilidad contractual; en ella precisa que no percibe


ingresos, que vive de cachuelos eventualmente en la modalidad de ayudante de ventas de
artesanías, con lo que sufraga sus necesidades así como las de su madre que es anciana y
enferma, que requiere de atención médica y que además vive bajo su cuidado.

Esta solicitud fue resuelta con fecha 26 de setiembre de 2006, mediante resolución N.º 03
que es la impugnada en autos; en ella, la Sala emplazada expresa que “no se evidencia
aquel estado de necesidad que alega el demandante; todo lo contrario, de los documentos
anexados a esta solicitud que obran a fojas tres a seis, se advierte que su progenitora tiene
condición de asegurada, lo que no se condice con la afirmación vertida en dicha solicitud
cuando sostiene que tiene que sufragar los gastos que demanda[n] su delicado estado de
salud, por lo que la decisión venida en grado se sujeta al mérito de lo actuado y al derecho
de modo que ésta merece confirmarse”.

3. Que al respecto queda claro que las razones que el demandante ha alegado para que se
le conceda el auxilio solicitado son su falta de ingresos, así como el cuidado de su madre, la
que vive con él, y que además requiere de atención médica.

En ese sentido, se advierte que la respuesta dada por la Sala emplazada se sustenta en dos
extremos; por un lado, una afirmación genérica de que no se evidencia el estado de
necesidad que alega el demandante, y por el otro, en relación a su progenitora, que ella
tiene la condición de asegurada, por lo que el cuidado de su salud no debería generar
mayores gastos.

4. Que el presente caso debe analizarse a la luz de dos principios constitucionales: el de la


gratuidad de la administración de justicia y el de la motivación de las resoluciones judiciales,
previstos en los incisos 16) y 5) del artículo 139º, respectivamente.

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La gratuidad de la administración de justicia

5. Que en relación a la gratuidad de la administración de justicia, el artículo 139º inciso 16)


establece expresamente que:

Artículo 139.- Principios de la Administración de Justicia

Son principios y derechos de la función jurisdiccional:

(…)

16. El principio de la gratuidad de la administración de justicia y de la defensa gratuita


para las personas de escasos recursos; y, para todos, en los casos que la ley señala.

Ello significa que hay dos supuestos en los que cabe alegar o solicitar que el acceso a la
administración de justicia sea gratuita:

- Cuando se trata de personas de escasos recursos.

- En general, en los casos que la ley señala.

En el caso de autos se trata del primer supuesto, en donde el demandante ha solicitado este
beneficio y éste le ha sido denegado por la autoridad competente a través de una resolución
motivada.

En consecuencia el pedido no ha tenido una negativa arbitraria, sino que ha merecido una
respuesta, en la que la Sala emplazada ha expuesto las razones por las que no corresponde
otorgar el beneficio precitado al demandante. Ello hace necesario revisar el contenido de la

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resolución impugnada.

La motivación de las resoluciones judiciales

6. Que el artículo 139º, inciso 3 de la Constitución establece que son principios y derechos de
la función jurisdiccional la observancia del debido proceso y la tutela jurisdiccional; en
consecuencia, cuando el órgano jurisdiccional administra justicia está obligado a observar
los principios, derechos y garantías que la Norma Suprema establece como límites del
ejercicio de las funciones asignadas.

7. Que la necesidad de que las resoluciones judiciales sean motivadas es un principio que
informa el ejercicio de la función jurisdiccional y es al mismo tiempo un derecho
constitucional de los justiciables. Mediante la motivación, por un lado, se garantiza que la
administración de justicia se lleve a cabo de conformidad con la Constitución y las leyes
(artículos 45º y 138º de la Constitución), y por otro que los justiciables puedan ejercer de
manera efectiva su derecho de defensa.

8. Que con relación al derecho a la debida motivación de las resoluciones, este Tribunal ha
precisado que “[l]a Constitución no garantiza una determinada extensión de la motivación,
por lo que su contenido esencial se respeta siempre que exista fundamentación jurídica,
congruencia entre lo pedido y lo resuelto, y que, por sí misma, exprese una suficiente
justificación de la decisión adoptada, aun si ésta es breve o concisa...” (STC N.º 1291-2000-
AA/TC, fundamento 2).

9. Que en el caso de autos la resolución impugnada da respuesta a la petición del

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demandante señalando que no está evidenciado el estado de necesidad que se alega, y que
en relación a que el peticionante sufraga los gastos de salud de su madre, lo expuesto no se
condice con la condición de asegurada que aquella tiene. Esto último es lo que ha sido
cuestionado por el demandante, quien alega que la Salaemplazada ha sustentado su
decisión en un hecho inexistente (f. 47 del cuaderno de la Corte Suprema).

Sin embargo este Colegiado advierte de la propia solicitud de auxilio judicial, que el
demandante presentó documentos para acreditar el mal estado de salud de su madre (f. 8
del cuaderno principal). Por tanto, tratándose de un cuaderno de auxilio judicial que tiene por
objeto, “cubrir o garantizar los gastos del proceso” –como lo expone en el mismo escrito
el demandante–, la presentación de tales documentos no tiene otro objeto que acreditar los
gastos que realiza el demandante y que afectan su capacidad económica, razón por la cual
el juzgador le ha dado una respuesta en los términos precitados, cumpliendo con el
contenido de la garantía otorgada por la Constitución a los justiciables.

10. Que el artículo 5º inciso 1 del Código Procesal Constitucional establece que no proceden
los procesos constitucionales cuando: “[l]os hechos y el petitorio de la demanda no están
referidos en forma directa al contenido constitucionalmente protegido del derecho invocado”.
En el presente caso, de la revisión del expediente este Colegiado advierte que los hechos y
el petitorio de la demanda no están referidos al contenido constitucional protegido de los
derechos invocados; en ese sentido la demanda debe ser desestimada por improcedente, de
conformidad con el dispositivo procesal ya mencionado y de conformidad con lo expuesto en
los considerandos precedentes.

Por estas consideraciones, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que le confiere la

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Constitución Política del Perú

4.6 RESUELVE
Declarar IMPROCEDENTE la demanda amparo.

Publíquese y notifíquese.

SS.

VERGARA GOTELLI

MESÍA RAMÍREZ

LANDA ARROYO

BEAUMONT CALLIRGOS

CALLE HAYEN

ETO CRUZ

ÁLVAREZ MIRANDA

EXP. N.° 2497-2002-AA/TC

PIURA

JORGE LUIS SOYER LÓPEZ

SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL

En Lima, a los 27 días del mes de enero de 2003, la Sala Segunda del Tribunal Constitucional
en sesión de Pleno Jurisdiccional, con la asistencia de los señores Magistrados Rey Terry,
Revoredo Marsano y García Toma, pronuncia la siguiente sentencia

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ASUNTO

Recurso extraordinario interpuesto por don Jorge Luis Soyer López contra la sentencia de la
Segunda Sala Especializada en lo Civil de la Corte Superior de Justicia de Piura, de fojas 27,
su fecha 10 de septiembre de 2002, que declara improcedente la demanda de autos.

ANTECEDENTES

Con fecha 31 de mayo de 2002, el recurrente interpone acción de amparo contra el Consejo
Ejecutivo del Poder Judicial, solicitando la inaplicabilidad, tanto a su persona como a los demás
ciudadanos y personas jurídicas de los Distritos Judiciales de Piura y Tumbes, de la Resolución
Administrativa N.° 033-2002-CE-PJ, del 26 de marzo del 2002, por considerar que la misma
vulnera los derechos constitucionales a la igualdad ante la ley y a la gratuidad en el acceso a la
Justicia.

Afirma que la resolución cuestionada, cuyo texto aprueba los nuevos aranceles judiciales para
el ejercicio gravable 2002, establece odiosas diferencias entre los justiciables en razón del
monto económico del petitorio que estos planteen ante el órgano jurisdiccional, provocando que
muchos de ellos no tengan acceso a la justicia. Tal situación, a su juicio, es contraria a la
igualdad ante la ley y a la tutela judicial efectiva, reconocidas tanto por la Constitución del
Estado como por el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, motivo por el que
solicita que la demanda sea declarada fundada.

El Primer Juzgado Civil de Piura, con fecha 5 de junio de 2002, declara, de plano,
improcedente la demanda, alegando que cuando la violación o amenaza se basa en una norma
que sea incompatible con la Constitución, no se impugna la validez de la norma jurídica de
alcance general, sino que se ataca el acto que, basado en la misma, vulnera un derecho
reconocido en la Constitución. Por consiguiente, el amparo no es la vía adecuada para ventilar
lo solicitado por el demandante.

La recurrida confirma la apelada, por considerar que el demandante debe acreditar ser titular
del derecho que pretende restablecer y que la violación sea de carácter constitucional, lo que

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no sucede en el caso de autos, pues el demandante defiende derechos de otros ciudadanos.


Por otra parte, la inaplicación de una norma incompatible con la Constitución no puede hacerse
en forma abstracta, sino como resultado de una acción concreta.

FUNDAMENTOS

1. La presente demanda tiene por finalidad que se declare inaplicable, al demandante y a


los demás ciudadanos y personas jurídicas de los Distritos Judiciales de Piura y
Tumbes, la Resolución Administrativa N.° 033-2002-CE-PJ, del 26 de marzo de 2002,
por considerar que la misma vulnera los derechos constitucionales a la igualdad ante la
ley y a la gratuidad en el acceso a la justicia.

2. En el caso de autos es preciso señalar que si bien ha existido un rechazo liminar de la


demanda, fuera de los supuestos previstos en el artículo 14° de la Ley N.° 23598, en
concordancia con los artículos 6° y 37° de la Ley N.° 23506, y que en virtud de ello se
habría incurrido en quebrantamiento de forma, es innecesario declarar la nulidad de lo
actuado en aplicación del artículo 42°, segundo párrafo, de la Ley Orgánica del Tribunal
Constitucional, habida cuenta de que el resultado de la demanda, de todos modos,
habrá de ser desestimatorio, conforme a las consideraciones que a continuación se
detallan.

3. Del análisis de lo actuado se desprende que la pretensión invocada no resulta legítima


por lo siguiente: a) si bien es un principio de la función jurisdiccional la gratuidad en la
administración de justicia, dicha norma general se compatibiliza necesariamente con la
exigibilidad de costos mínimos respecto de aquellas actividades jurisdiccionales que
demanden un servicio. En dicho contexto, la exigibilidad de tasas o aranceles judiciales
no tienen por objeto desvirtuar el consabido principio, sino dotar al órgano jurisdiccional
de contraprestaciones mínimas por los costos en los que se incurre en la realización de
determinados actos o diligencias durante la tramitación de procesos
específicos; b) aunque el demandante no cuestiona la existencia de los aranceles o
tasas en cuanto tales, sino la diferencia aplicada a partir de la diferente cuantificación de

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los petitorios, dicha alegación carece de sustento, pues la distinción no se basa en una
idea de discriminación o desigualdad abstracta, sino en el principio de que son mayores
las cargas cuanto mayores resultan los beneficios a obtener o las actividades procesales
a realizar. No se perjudica, por tanto, al justiciable de pocos recursos, al que, por el
contrario, se le facilita un trato mucho más favorable que a quien sí los tiene y que
incluso puede llegar a la exoneración absoluta de todo gravamen, mediante el llamado
auxilio judicial. En cualquier circunstancia, sin embargo, la idea central no es otra que la
de una distinción por razones objetivas y no, pues, por criterios meramente subjetivos o
carentes de razonabilidad; c) el demandante, por último, solicita, en abstracto, la
inaplicabilidad de la Resolución Administrativa N.° 033-2002-CE-PJ, sin demostrar que
viene siendo objeto de algún acto concreto de discriminación por su condición de
litigante carente de recursos o de medios económicos suficientes.

4. Por consiguiente, y no habiéndose acreditado la violación o amenaza de violación de los


derechos constitucionales reclamados, la presente demanda deberá desestimarse, por
infundada.

Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, en uso de las atribuciones conferidas por
la Constitución Política del Perú y su Ley Orgánica,

FALLA

REVOCANDO la recurrida, que, confirmando la apelada, declara improcedente la demanda; y,


reformándola, la declara INFUNDADA. Dispone la notificación a las partes, su publicación
conforme a ley y la devolución de los autos.

SS.

REY TERRY

REVOREDO MARSANO

GARCÍA TOMA

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EXP. N.° 05644-2008-PA/TC

LIMA

FRANCISCO CLODOMIRO

GAMBOA HERRERA

SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL

En Lima, a los 17 días del mes de setiembre de 2009, el Tribunal Constitucional, en sesión de
Pleno Jurisdiccional, con la asistencia de los Magistrados Vergara Gotelli, Mesía Ramírez,
Landa Arroyo, Beaumont Callirgos, Calle Hayen, Eto Cruz y Álvarez Miranda, pronuncia la
siguiente sentencia, con el voto singular del magistrado Vergara Gotelli que se agrega

I. ASUNTO

Recurso de agravio constitucional interpuesto por don Francisco Clodomiro Gamboa Herrera
contra la resolución de la Sala de Derecho Constitucional y Social de la Corte Suprema de
Justicia de la República, fojas 203, su fecha 16 de abril de 2008, que declara improcedente la
demanda de amparo de autos.

II. ANTECEDENTES

1. Demanda

Con fecha 20 de septiembre de 2001 el recurrente interpone demanda de amparo contra los
vocales integrantes de la Sala Especializada Laboral de la Corte Superior de Justicia de La
Libertad y contra el titular del Tercer Juzgado Especializado de Trabajo de Trujillo, con el objeto
de que se retrotraigan los actuados del proceso laboral que siguió contra los vocales de la
Sala Laboral de la Corte Superior de Justicia de La Libertad y otros sobre nulidad de cosa

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juzgada fraudulenta (signado con el expediente N.º 2001-499-1613), al acto postulatorio de


calificar la demanda. Sostiene que han sido vulnerados sus derechos constitucionales al debido
proceso y a la tutela judicial efectiva, así como el principio de gratuidad en la administración de
justicia, por cuanto la declaración de inadmisibilidad de dicha demanda fue a consecuencia de
no haber adjuntado la tasa judicial respectiva, a pesar de que, por tratarse de materia laboral,
se hallaba exento de dicho trámite, en aplicación del artículo 24º, inciso i) de la
Ley Orgánica del Poder Judicial, modificado por la Ley N.º 27327.

La Primera Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de La Libertad, mediante resolución de


fecha 24 de septiembre de 2001 (folio 40), rechazó liminarmente la demanda, declarándola
improcedente por aplicación del artículo 200º, inciso 2 de la Constitución, considerando que se
estaba cuestionando lo actuado en un proceso regular.

La Sala de Derecho Constitucional y Social de la Corte Suprema de Justicia de la República,


mediante resolución de fecha 19 de marzo de 2002 (folio 51), confirmó la apelada por los
mismos fundamentos.

No obstante, el Tribunal Constitucional mediante resolución de fecha 13 de abril de 2005 (folio


75), declaró la nulidad de todo lo actuado y ordenó la admisión a trámite de la demanda, en
aplicación del principio favor processum.

Con fecha 27 de diciembre de 2006 el Procurador Público a cargo de los asuntos judiciales del
Poder Judicial se apersona al proceso y contesta la demanda, argumentando que debe ser
declarada improcedente. Ello por cuanto el proceso ordinario ha sido un proceso regular, de
modo que no se puede menoscabar el ejercicio de la jurisdicción ordinaria.

La Primera Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de La Libertad, mediante resolución de

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fecha 25 de julio de 2007 (folio 179), emitió nuevo pronunciamiento, declarando improcedente
la demanda por aplicación del artículo 4º del Código Procesal Constitucional, considerando que
el demandante había dejado consentir la resolución impugnada.

La Sala Superior competente confirmó la apelada por los mismos fundamentos.

III. FUNDAMENTOS

Delimitación del petitorio

1. La presente demanda tiene por objeto que se disponga la reposición del proceso seguido
por el accionante contra los vocales integrantes de la SalaLaboral de la Corte Superior de
Justicia de La Libertad y otros sobre nulidad de cosa juzgada fraudulenta, signado con el
Expediente N.º 2001-499-1613, al acto postulatorio de calificar la demanda, por cuanto dicho
proceso, según el demandante, ha venido siendo tramitado de manera irregular, habiéndose
vulnerado sus derechos constitucionales al debido proceso y a la tutela judicial efectiva, así
como el principio de gratuidad en la administración de justicia.

Cuestión procesal previa

2. Este Tribunal no comparte el criterio esgrimido tanto en primera como en segunda


instancia respecto a la aplicación de la causal de improcedencia establecida en el artículo 4º
del Código Procesal Constitucional al caso de autos. Dicho artículo señala que deben ser
declaradas improcedentes todas aquellas demandas de amparo que cuestionen una resolución
judicial que haya sido consentida. Sin embargo, a juicio de este Colegiado, ello no ha ocurrido
en el presente caso porque si bien es cierto que el demandante no presentó recurso de
apelación contra la resolución que disponía el archivamiento del proceso sobre nulidad de cosa
juzgada fraudulenta que siguió contra los vocales integrantes de la Sala Laboral de la
Corte Superiorde Justicia de La Libertad y otros, pretendió cuestionar dicha resolución a través
de otros medios, como puede apreciarse del escrito presentado por el demandante el 17 de

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abril de 2001, en virtud del cual solicita la integración de dicha resolución, por cuanto no se
había emitido pronunciamiento respecto a su solicitud de aplicación, a su caso, de lo
establecido en el artículo 24º, inciso i) de la Ley Orgánica del Poder Judicial, modificado por la
Ley N.º 27327, expresada en sus escritos de 1 y 14 de marzo de 2001.

3. Entonces, no se observa que el demandante haya dejado consentir la resolución judicial


que es materia de impugnación en el presente proceso, sino que pretendió cuestionarla por
mecanismos que no resultaban idóneos, siendo que los órganos jurisdiccionales emplazados
estaban en el deber, en aplicación del artículo VIII del Código Procesal Constitucional
(principio iura novit curia) y en resguardo del derecho a la tutela jurisdiccional efectiva del
demandante, de reencausar ese pedido por la vía correspondiente, es decir, el recurso de
apelación. Resulta desproporcionado denegar la admisión a trámite de la presente demanda
por una circunstancia que pudo haber sido corregida oportunamente por los vocales
emplazados, máxime cuando las limitaciones del derecho a la tutela jurisdiccional efectiva,
como es el caso de las causales de improcedencia, deben ser interpretadas en forma
restrictiva. La presente demanda, pues, no se encuentra incursa en la causal de improcedencia
establecida en el artículo 4º del Código Procesal Constitucional, por lo que este Colegiado
estima pertinente ingresar al fondo de la presente controversia.

Análisis del caso concreto

4. En el caso de autos la controversia radica en determinar si los órganos jurisdiccionales


emplazados, al denegar la admisibilidad de la demanda en el proceso seguido por el
accionante contra los vocales integrantes de la Sala Laboral de la Corte Superior de Justicia
de La Libertad sobre nulidad de cosa juzgada fraudulenta, signado con el Expediente N.º 2001-
499-1613, han incurrido en una violación de los derechos constitucionales del demandante al
debido proceso y a la tutela jurisdiccional efectiva, así como el principio de gratuidad en la

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administración de justicia.

5. El artículo 139º, inciso 16 de la Constitución establece el principio de la gratuidad en la


administración de justicia y de la defensa gratuita para las personas de escasos recursos; y
para todos, en los casos que la ley señala. Dicho principio, como ha sido remarcado por
reiterada jurisprudencia de este Tribunal (STC 1606-2004-AA/TC), forma parte tanto del
contenido esencial del derecho al debido proceso como del derecho a la tutela jurisdiccional
efectiva. Con relación a este último cabe destacar que este principio tiene especial relevancia
en lo que se refiere al acceso a la justicia, por cuanto el pago de los aranceles o tasas
judiciales no debe constituirse en un impedimento para que todos los ciudadanos se
encuentren en posibilidad de recurrir a las autoridades jurisdiccionales para la tutela de sus
derechos.

6. Asimismo cabe afirmar que el principio de gratuidad en la administración de justicia se


constituye en un mecanismo de realización del principio-derecho de igualdad, establecido en el
artículo 2º inciso 2 de la Constitución, por cuanto debe procurarse que las diferencias
socioeconómicas entre los ciudadanos no sean trasladadas al ámbito del proceso judicial, en el
cual las controversias deben ser dilucidadas con pleno respeto al principio de igualdad entre las
partes y a la igualdad de armas, de modo que el hecho de que una de ellas cuente con
mayores recursos económicos que la otra no devenga necesariamente en una ventaja que
determine que la autoridad jurisdiccional vaya a resolver a su favor.

7. En el caso de autos el acto cuestionado, es decir, la denegatoria de admisibilidad de una


demanda sobre nulidad de cosa juzgada fraudulenta, se encuentra basado en el hecho de que
el accionante no cumplió con pagar la tasa judicial respectiva. No obstante el artículo 24º,
inciso i) de la LeyOrgánica del Poder Judicial, modificado por la Ley N.º 27327, dispone que se
encuentran exonerados del pago de tasas judiciales los trabajadores, ex trabajadores y sus

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herederos en los procesos previsionales cuyo petitorio no exceda de 70 Unidades de


Referencia Procesal (URP), de amparo en materia laboral, o aquellos inapreciables en dinero
por la naturaleza de la pretensión.

8. Este Tribunal considera que dicha norma, en tanto mecanismo de optimización del
derecho a la tutela jurisdiccional efectiva en lo que se refiere al acceso a la justicia y del
principio de gratuidad en la administración de justicia, debe ser interpretada en en atención a
las circunstancias de cada caso en concreto, teniendo en cuenta que el principio pro homine,
derivado del principio-derecho de dignidad humana consagrado en el artículo 1º de la
Constitución, determina que debe preferirse aquella interpretación que resulte más favorable
para la tutela de los derechos fundamentales.

9. El presente caso se encuentra dentro de los alcances de dicha norma porque, en primer
lugar, si bien la materia discutida es la nulidad de cosa juzgada fraudulenta, ella está referida
indirectamente a materia laboral por cuanto la supuesta cosa juzgada fraudulenta que se
pretende anular está referida al reintegro de remuneraciones y beneficios sociales; en segundo
lugar, porque al no estar la cuantía del petitorio plenamente determinada, se presenta una duda
procesal que debe ser evaluada, con criterios de razonabilidad, a favor del demandante. Por
tanto en el presente caso se aprecia la vulneración de los derechos invocados por el
demandante al no haberse aplicado, a su caso, el beneficio previsto en el artículo 24º inciso i)
de la LeyOrgánica del Poder Judicial, modificado por la Ley N.º 27327; cuando, en realidad,
debió realizarse una interpretación conforme con el principio pro homine y con el principio de
optimización de la tutela de los derechos fundamentales. De modo tal que la demanda, en este
caso, debe ser estimada.

Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que le confiere la

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Constitución Política del Perú

HA RESUELTO

1. Declarar FUNDADA la demanda; en consecuencia, NULO todo lo actuado en el proceso


signado con el expediente N.º 2001-499-1613 hasta el acto postulatorio de calificación de la
demanda.

2. Ordenar al Tercer Juzgado de Trabajo de Trujillo que admita a trámite la demanda del
recurrente contra los integrantes de la Sala Laboral de la Corte Superior de Justicia de La
Libertad y otros sobre nulidad de cosa juzgada fraudulenta, en el marco del proceso signado
con el Expediente N.º 2001-499-1613.

Publíquese y notifíquese.

SS.

MESÍA RAMÍREZ

LANDA ARROYO

BEAUMONT CALLIRGOS

CALLE HAYEN

ETO CRUZ

ÁLVAREZ MIRANDA

 Jurisprudencia de Bogotá

Jurisprudencia Sala Civil y Comercial

RECURSO DIRECTO - TASA DE JUSTICIA - EXIMISIÓN -LEY DE DEFENSA DEL

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CONSUMIDOR- BENEFICIO DE JUSTICIA GRATUITA - APLICABILIDAD

AUTO INTERLOCUTORIO NÚMERO:405 Córdoba, 10 de diciembre de dos mil doce.- VISTO:


Estos autos caratulados "BANCO CENTRAL DE LA REPÚBLICA ARGENTINA C/
APPUGLIESE MIGUELINA Y OTROS - EJECUCIÓN HIPOTECARIA - RECURSO DE
APELACIÓN - RECURSO DIRECTO (Expte B-29-11)", traídos a despacho a los fines de
resolver la solicitud efectuada por el recurrente a fs.43/43 vta. Y CONSIDERANDO:- I. Los
Dres. Pablo Daniel Álvarez y José Enrique Álvarez, en representación de los codemandados,
interponen recurso directo en esta Sede peticionando la eximición de pago de tasa de justicia
en atención a la gratuidad dispuesta por la ley de defensa al consumidor, dado que en los
presentes obrados se debate una cuestión comprendida en aquella normativa. Corrida vista al
Área de Administración, Oficina de Tasa de Justicia, ésta lo evacua a fs.54/57, dejando en claro
la postura negativa a la aplicación del ordenamiento nacional. Asimismo, proveída la
intervención del Ministerio Público Fiscal, mediante Dictamen C N°976 se emitió opinión en el
sentido de resultar inaplicable al ámbito local el art.53 de la Ley de Defensa del Consumidor
con relación a la tasa de justicia.- II. Tal como ha quedado planteada la cuestión, el thema
decidendum es el referido a la interpretación que cabe asignarle a la locución incorporada por
la ley 26.361, en el art.53 de la ley 24.240 del estatuto consumeril, respecto al "beneficio de
justicia gratuita". De esta manera, siendo la primera oportunidad que esta Sala se expedirá
sobre el punto, creemos conveniente detenernos brevemente en el estudio de la misma. III. a)
Ley impositiva anual: El art.93 de la ley 9875 -Ley Impositiva 2011- ha impuesto como
condición de admisibilidad de los recursos de hecho deducibles ante este Tribunal el pago de
una tasa de justicia cuya teleología es de neto corte disuasivo.- La presentación recursiva
directa genera una carga "impositiva" automática en cabeza del interesado y en favor del fisco.
Es la promoción de la actuación judicial lo gravado por la norma. Luego, la interposición del
recurso directo sin el acompañamiento del depósito correspondiente hace previsible la
intimación que contiene el artículo citado. Asimismo, es obligación legal del Tribunal efectuar
este control y emplazamiento correspondiente en caso de inexistencia del mismo.- b) Ley de
Defensa del Consumidor: Ahora bien, la ley 26.361 ha incorporado a la ley de defensa del

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consumidor, el beneficio de la justicia gratuita en el último párrafo del art.53 ley 24.240 que
textualmente reza: "...Las actuaciones judiciales que se inicien de conformidad con la presente
ley en razón de un derecho o interés individual gozarán del beneficio de justicia gratuita. La
parte demandada podrá acreditar la solvencia del consumidor mediante incidente, en cuyo
caso cesará el beneficio".- Inmediatamente se dijo que era previsible que dicho dispositivo
generaría interpretaciones y posturas contradictorias, pues la técnica legislativa empleada no
fue la mejor (VÁZQUEZ FERREYRA, Roberto A.- AVALLE, Damián, El alcance del beneficio de
justicia gratuita en la ley de defensa del consumidor, LL 2009-C,401). c) El caso bajo análisis.
En la presente ejecución hipotecaria, el primer juez rechazó las excepciones de pago, plus
petición y prescripción opuestas por los demandados. El Grado rechazó el recuso de apelación
de los mismos aseverando que las pautas de interpretación favorable a los ejecutados en virtud
del Estatuto consumeril y el espíritu que insufla dicha normativa no alcanzaban para revertir el
resultado adverso. Incluso el dictamen del Fiscal de Cámaras concluye de manera terminante
que la naturaleza de la relación que se trata en autos debía subsumirse bajo los parámetros de
ese régimen jurídico. En conclusión, queremos remarcar -sin que esto constituya definitividad
en cuanto a la observación, análisis y estudio de la cuestión principal traída a estudio de este
Tribunal- que las previsiones de la ley 24.240 fueron objeto de estudio y debate en la presente
causa por los distintos operadores jurídicos; por lo tanto, es dable encuadrar en aquel régimen
el pedido efectuado respecto al beneficio de justicia gratuita. d) Opiniones doctrinarias: Es casi
un lugar común encontrar en los distintos artículos de doctrina y en la incipiente jurisprudencia,
el repaso de las opiniones que se fueron emitiendo a partir de la vigencia de este nuevo
estatuto. Sin pretender un tratamiento exhaustivo y detallado de las distintas opiniones,
pasaremos revista a las mismas a manera de preámbulo y a los fines de arribar a una
conclusión sobre el tema. Así, estudiando el alcance del beneficio de litigar sin gastos y el
beneficio de justicia gratuita, se ha dicho que este último tiene una eficacia limitada, tal como
acontece en ciertos cuerpos procesales, como el de la provincia de Santa Fe, donde el
beneficio no alcanza a los honorarios. Sin embargo, se concluye afirmando que "Sería
deseable que las provincias regulen y delimiten expresamente el alcance de este beneficio de
gratuidad en el sentido que hemos apuntado, pues en definitiva seguimos siendo un país

DERECHO Y CIENCIAS POLÍTICAS 118


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federal" (VÁZQUEZ FERREYRA, Roberto A.- AVALLE, Damián, El alcance.., cit).- Luego de un
análisis de antecedentes y de las diferencias en cuanto al alcance entre estos institutos,
Perriaux concluye que "la regulación jurídica de la gratuidad de los procedimientos resulta
privativa de las jurisdicciones locales, dado que se trata de una materia de orden procesal, no
delegada a la Nación por las provincias", aunque luego agrega que en las jurisdicciones donde
no se encuentre legislado el tema del beneficio de justicia gratuita, debe interpretarse tal como
se encuentra contemplada para el derecho laboral, o sea, limitada a la exención de la tasa de
justicia (PERRIAUX, Enrique J., La justicia gratuita en la reforma de la ley de defensa del
consumidor, LL 2008-E, 1224).- Por otra parte, y partiendo de un meticuloso análisis de los
antecedentes parlamentarios de la novel ley de consumo, Bersten concluye que el beneficio de
justicia gratuita comprende la tasa de justicia, costas y demás gastos en el nivel nacional;
mientras que en las jurisdicciones provinciales, el único punto conflictivo vendría de la mano del
rubro tasa de justicia, el cual se encontraría limitado a lo que en cada provincia se regule. En
definitiva, sólo en el orden nacional, aquel beneficio se puede identificar con el de beneficio de
litigar sin gastos, pero conferido automáticamente (BERSTEN, Horacio, La gratuidad en las
acciones individuales y colectivas de consumo, LL 2009-B, 370).- La doctrina local no
permaneció ajena a esta incipiente polémica. En este sentido, se ha expresado que el art.53
ultimo párrafo ley 24.240 no era directamente operativo en las provincias hasta tanto las
mismas no adhieran al sistema reinstaurado por la reforma, por lo que su alcance se reduce a
la Justicia Nacional y Federal. En este sentido, el Congreso Nacional al tiempo de dictar las
normas de fondo puede pronunciar excepcionalmente normas procesales que aseguren su
cumplimiento, pero ello en modo alguno puede llevar a pensar que la Nación pueda dictar
normas propias de las competencias reservadas, como sería hacer excepción a tributos que
sean resorte exclusivo de las provincias (DIAZ VILLASUSO, Mariano A., Reforma al Estatuto
del Consumidor. Impacto en los ordenamientos adjetivos provinciales, SJA 10/3/2010). Otras
autoras locales también han abordado el tema, exponiendo el carácter programático de la
consagración legislativa nacional y la necesidad de un correlato provincial que avale su
aplicación, a los fines de no afectar poder no delegado de las Provincias a la Nación (ZALAZAR
Claudia E. - CAFURE Gisela M., Principio de gratuidad de la ley de defensa del consumidor en

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la Provincia de Córdoba, La Instancia Judicial 2010-1, pág.765 y ss). En las antípodas,


encontramos quienes afirman la inexistencia de objeciones constitucionales a la inclusión del
instituto en razón de que no se afectaría las autonomías provinciales, desde que el legislador
nacional goza de facultades para legislar sobre el mecanismo que permite el acceso
automático y gratuito a la jurisdicción de todo usuario o consumidor (VILLARRAGUT, Marcelo,
Reflexiones sobre la constitucionalidad del beneficio de justicia gratuita contenido en la ley
24240, Semanario Jurídico N° 1792, Tomo 103, Año 2010 - A, 121). Esta concepción es
compartida por otros autores cordobeses que asumen la postura de la constitucionalidad de la
exención de la tasa de justicia dentro del beneficio de justicia gratuita (TINTI Guillermo Pedro -
CALDERÓN Maximiliano, Derecho del consumidor. Ley 24.240 de Defensa del Consumidor.
Comentada, Alveroni Ediciones, Córdoba, 2011, pág.244. Ver también: VILLARRAGUT,
Marcelo - CALDERÓN, Maximiliano Rafael, El beneficio de gratuidad de la Ley de Defensa del
Consumidor en la jurisprudencia de las Cámaras de Apelaciones de Córdoba, LLC 2011-
1047). Asimismo, se ha dicho que el art.53 ha establecido una presunción iuris tantum de
impotencia patrimonial del consumidor y de una relación de desequilibro en el mercado que lo
libera de la gabela del servicio de justicia, y una interpretación opuesta devendría contraria a
los propósitos del art. 42, CN, art. 8 apartado 1, 25 y 26 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos y arts. 2.1 y 4 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales (JUNYENT BAS, Francisco y FLORES, Fernando, La tutela constitucional del
beneficio de gratuidad contenido en el art. 53, LDC, Semanario Jurídico N°1801, Tomo 103,
Año 2011 - A, 445). En conclusión, de este breve repaso de las posiciones doctrinarias, no se
advierte coincidencia o convergencia con relación a la recta interpretación que cabe asignarle
al agregado efectuado por la ley 26.361, polarizándose de manera incipiente dos posturas
contradictorias.- e) Jurisprudencia: Tal diversidad de apreciaciones se vio reflejada rápidamente
en los primeros precedentes jurisprudenciales que abordan la temática.- En el orden nacional,
la principal discusión pasa por el alcance que cabe otorgarle al beneficio de justicia gratuita.
Así, se ha dicho que el mismo no se agota en la tasa de justicia y que comprende a las costas,
con un alcance similar al que se le otorga al beneficio de litigar sin gastos (CNCom., sala F,
Aparicio Myriam Susana y otros c/ Caja de Seguros S.A. s/ordinario, 11/11/10; en el mismo

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sentido: CNCom., sala C, Damnificados Financieros Asoc. Civil para su defensa c/ Banco Río
de La Plata S.A.s/ Beneficio de litigar sin gastos, 9/03/10).- De otro costado, se ha dicho que si
bien el beneficio esta destinado a no trabar el inicio de acciones judiciales, no impide la
condena en costas (CNCom, Sala D, in re "Adecua c/ Banco BNP Paribas S.A. y otro s/
Beneficio de litigar sin gastos" del 4/12/08, y "Danzinger, Nestor Mario y Otro c/ Zurich
International Life Ltdo. Sucursal Argentina S/ Ordinario", de fecha 7/05/09; en igual sentido:
CNCom., sala B, Consumidores Libres Coop. Ltda. de Prov. de Serv. de A.C. C/Bank Boston
S.A.s/ Beneficio de litigar sin gastos, 6/08/10).- Por el contrario, los precedentes provenientes
de nuestra Provincia hacen hincapié en el aspecto constitucional. En el caso "Tabares, Vanesa
Mariana c/ Plaza Motos S.A. y otros - Ordinario - Cumplimiento/Resolución De Contrato -
Recurso de apelación" (Expte. N° 1909187/36), la Cámara Civil y Comercial de Sexta
Nominación de esta ciudad confirmó el decreto del primer juez en cuanto mantuvo el
emplazamiento por los aportes de ley y de tasa de justicia. En el voto mayoritario, el Dr. Walter
Adrián Simes y la Dra. Beatriz Mansilla de Mosquera abordaron la cuestión de las autonomías
provinciales respecto de las potestades tributarias, entendiendo que era privativo del orden
local establecer los beneficios respecto a las cuestiones de iniciación de las acciones judiciales.
En tanto, la Dra. Silvia B. Palacio de Caeiro, en su voto en disidencia, consideró que el art.53
ley 24.240 era directamente aplicable al caso. Expresó que el derecho consumeril rige no sólo
como normativa sustancial constitucionalizada sino también en materia procesal, en virtud del
art.42 CN (A.I. N°98/11 y su aclaratorio N°115/11).- Por su parte, in re "Mariano, Elba Julia
Elena y otro c/ Falabella S.A. - Abreviado - Otros - Recurso de apelación" (Expte. N°
1927766/36), la Cámara Civil y Comercial de Segunda Nominación de esta ciudad entendió
que el mencionado beneficio contemplado en la ley de defensa del consumidor no resultaba
operativo pues necesita de una norma provincial que avale el propósito del Congreso de la
Nación (A.I. 274/11). De la misma manera, la Cámara Civil y Comercial de Quinta Nominación
de esta ciudad in re "Gennaro Pablo Esteban - Medidas preparatorias - Expte. N°1822624/36,
(Auto N°239/11) revocó la decisión del primer juez que había concedido el beneficio del art.53
ley 24.240 y ordenó el cumplimiento de la tasa de justicia y los aportes de la Caja de Abogados
y Procuradores de Córdoba. Luego de un meticuloso análisis de las potestades originarias de

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las Provincias, y el análisis de ciertas situaciones similares que se verifican (vg: bien de familia,
ley 14.394 y gratuidad en el fuero laboral), la Cámara Civil y Comercial de Cuarta Nominación
de la ciudad de Córdoba concluye que el beneficio incorporado por la ley 26.361 luce
inconstitucional, por lo que confirma el decreto del juez de primera instancia en cuanto emplaza
a la actora a cumplir con los aportes de ley (A.I. 481 de fecha 15/09/2011 en “Arroyo, Estela
Maria c/ Caja De Seguros S.A. – Abreviado – Cobro de pesos – Recurso de apelación“ Expte
N° 1654757/36). A idéntica conclusión arriba la Cámara Civil y Comercial de Octava
Nominación en los autos caratulados "Argento, Susana Ana c/Trust & Development S.A. (en
adelante T&D) y otro- Abreviado-Repetición-Recurso de Apelación (Expte N° 2159574/36),
declarando la inconstitucionalidad del art.53 ley de defensa del consumidor (A.I. N°408 de
fecha 14/10/2011).- Finalmente, dentro de esta orientación jurisprudencial, la Cámara Civil,
Comercial y Contencioso Administrativa de Segunda Nominación de la ciudad de Río Cuarto,
en la causa “Gozal, Celia María c/ Peugeot Citroën Argentina, Circulo De Inversores S.A. de
Ahorro para fines determinados y Santiago Gioda Automotores S.A - Dda. Cump. Contractual”
(Expte. G, Nº 2, 2/2/11) postuló la inaplicabilidad del beneficio del art.53 del estatuto nacional,
al vulnerar el sistema federal de gobierno (A.I. 176 del 11.08.2011).- En una posición opuesta a
la anterior, se ubican los fallos dictados por la Cámara Civil y Comercial de Séptima y Novena
Nominación en las causas "Usandivaras Javier y otro c/ Cablevisión S.A.- Ordinario" (Expte.
nº2158928/36)" A.I. 303 de fecha 19.08.2011; y “Mosquera, Silvia Rosa María c/ Mapfre
Argentina de Seguros S.A.- Abreviado - Otros - Recurso de apelación (Expte. nº 2143514/36)”
A.I. 278 del 31.10.2011 respectivamente. En el primero de los fallos se expresa que se debe
asegurar la efectiva protección del consumidor, y que no puede ser afectada por facultades
provinciales; y se habría establecido una inversión respecto de los procedimientos comunes
respecto a las obligaciones tributarias de los consumidores. Otro tanto ocurre con el fallo citado
en segundo término, en el cual -si bien los magistrado votan de manera individual- se concluye
en la directa aplicación del art.53 ley 24.240 respecto a la gratuidad en materia de tasa de
justicia, por cumplir mandato constitucional y no invadir materia reservada a las provincias.- IV.
a) Ahora bien, tal como hemos repasado, no es posible extraer una conclusión unánime sobre
el beneficio de justicia gratuita previsto en el art.53 de la ley 24.240 (texto según ley 26.361)

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ante la falta de criterios y opiniones convergentes sobre el mismo. Por ello, en una primera
aproximación al tema, creemos que se debe enfocar el debate desde dos puntos de vista: el
primero relacionado con la inserción del nuevo beneficio en la totalidad del plexo normativo; y
un segundo punto de vista referido al alcance concreto que cabe asignarle al mismo. Por lo
pronto, adelantamos que esta segunda cuestión no será objeto de estudio y análisis desde que
las discusiones planteadas en doctrina y jurisprudencia giran en torno a la inclusión o no de
todos los gastos y honorarios causídicos dentro del beneficio consumeril; aunque hay
coincidencia respecto al alcance referido a la exención del pago de los aportes de ley (tasas,
impuestos, sellos, aportes previsionales). En esta discusión, que tuvo su reflejo en los
Despachos A) y B) respecto a las Conclusiones de las XXII Jornadas Nacionales de Derecho
Civil - V Congreso Nacional de Derecho Civil referidas a las cuestiones procesales del derecho
del consumidor, vemos que existe un piso mínimo de acuerdo, sea que nos ubiquemos en una
u otra corriente de pensamiento, y lo cierto es que las cuestiones referidas a la gabela judicial
se encontrarían comprendidas en dicha excepción.- b) Sin embargo, la cuestión adquiere un
cariz diferente respecto a la valoración que debe efectuarse con relación a la incorporación de
este beneficio en el marco de la ley de defensa del consumidor. Esto es, si bien la ley declara el
beneficio de la justicia gratuita, el problema se acrecienta cuando se lo enfoca desde el punto
de vista constitucional. La polémica tiene su antecedente inmediato en la sanción del originario
régimen del consumidor en el año 1993. En efecto, el decreto 2089/1993, en su art.8, observó
el último párrafo del art.53, en cuanto establecía dicho beneficio. En los fundamentos del
mencionado decreto se dijo "Que el beneficio de litigar sin gastos, o carta de pobreza, se
encuentra regulado en forma específica por las leyes provinciales locales, conforme a los
requisitos establecidos en ellas, y torna innecesaria la previsión del artículo 53, la que por otra
parte podría alentar la proliferación de acciones judiciales injustificadas".- La cuestión
constitucional no fue ajena al debate parlamentario de la ley 26.361. Así, varios legisladores
intervinieron puntualmente acerca del beneficio de justicia gratuita, resaltándose la
participación de la Senadora Sonia Margarita Escudero quien expresó que se estarían
"...mezclando las competencias nacional con las provinciales. Si bien podríamos establecer la
gratuidad de los procedimientos para los juicios que tramitan en la Justicia Federal o en la

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Nacional de la Ciudad de Buenos Aires, la tasa de justicia es un recurso local de las provincias.
En consecuencia, no podríamos obligar a que las provincias acepten este beneficio de litigar
sin gastos, porque se trata de un tema local, de recursos absolutamente locales.... Además, el
Senador Marcelo Alejandro Horacio Guinle manifestó que era pertinente "..establecer el
principio de gratuidad, porque corresponde en la ley de fondo, e invitar a que las provincias
adhieran a la iniciativa... (puntos 147 y 152, Antecedentes Parlamentarios ley 26.361,
www.laleyonline.com.ar). Si bien el Presidente del Cuerpo de la Cámara Alta dio por aprobada
la propuesta del Senador Guinle (ver punto 153 y 154 de los Antecedentes Parlamentarios),
esta salvedad no quedó plasmada expresamente en el texto legal, lo que ha traído los
problemas interpretativos que estamos relatando. A pesar de ello, algún autor ha entendido que
este debe ser el sentido de la interpretación que cabe asignar al punto, desde que "... que no
correspondía denominar al beneficio de gratuidad como beneficio de litigar sin gastos puesto
que este último incluye la tasa de justicia y en el caso de las actuaciones judiciales realizadas
en jurisdicciones provinciales, la tasa judicial constituye un recurso tributario de orden local. Es
decir, que el Senado, como representante de la Provincias, decidió distinguir la institución por
respeto a las autonomías provinciales en materia tributaria..."(BERSTEN, Horacio, La gratuidad
..., cit.). c) Esta Sala ha tenido oportunidad de expedirse respecto al tema de la alícuota de la
tasa de justicia en materia concursal, argumentos que perfectamente pueden aplicarse al
supuesto bajo análisis.- Así, se dijo que el artículo 5 de la Constitución Nacional, de
conformidad con nuestra estructura federal, consagra la autonomía de las provincias y exige
que cada una de ellas asegure su administración de justicia mediante la existencia de
tribunales provinciales a los fines de que ejerzan su competencia en todos los casos que surjan
en el ámbito local.- En consecuencia, no caben dudas en orden a que la materia referida a la
tasa de justicia, vinculada esencial e inexorablemente al servicio jurisdiccional provincial,
constituye el ejercicio de facultades locales no delegadas por las Provincias a la Nación. Es
cierto que en virtud de lo establecido en el art. 75 inc. 12 de la Constitución Nacional, las
provincias han delegado a la Nación la capacidad de dictar los códigos de fondo; empero de tal
afirmación no resulta legítimo deducir la voluntad de ellas de aceptar limitaciones a su potestad
de organizar su servicio de administración de justicia o restricciones a su poder de imposición.

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De este modo, no cabría sostener que el legislador provincial se ve constreñido a atender y


observar las directivas o pautas fijadas por el legislador nacional al determinar la administración
y funcionamiento del Poder Judicial local.- Una solución contraria importaría convalidar una
injerencia ilegítima en la órbita propia de las autonomías provinciales. Ello, claro está, sin
perjuicio de que pueda llegar a compartirse como anhelo de la doctrina, jurisprudencia y
sociedad toda, que las Provincias adecuen su legislación tributaria a la tendencia del legislador
nacional. Sin embargo, ello no pasa de ser una aspiración ideal e incluso podría ser una
atendible razón para una eventual reforma legislativa, pero de modo alguno tal argumento
puede autorizar a sostener que constituye una directiva que el legislador local debe
necesariamente atender so pena de invalidación de la normativa provincial. En este sentido, la
Corte Suprema de Justicia de la Nación ha dicho que "... los poderes de las provincias son
originarios e indefinidos (art. 121), en tanto que los delegados a la Nación son definidos y
expresos (art. 75), razón por la cual, no es objetable la facultad de las provincias para darse
leyes y ordenanzas de impuestos y, en general, todas las que juzguen conducentes a su
bienestar y prosperidad, sin más limitaciones que las enumeradas en el art. 108-hoy art. 126-
de la Constitución, siendo la creación de impuestos, elección de objetos imponibles y
formalidades de percepción, del resorte propio de las provincias, porque entre los derechos que
hacen a la autonomía de ellas es primordial el de imponer contribuciones y percibirlas sin
intervención de autoridad extraña." (Entre Ríos, Provincia de c/Estado Nacional s/acción
declarativa de inconstitucionalidad, 10/06/2008, T. 331:1412).- Se ha resaltado la necesidad de
limitar la validez de esta ley 26.361 al ámbito de justicia federal y nacional a los fines de
favorecer su constitucionalidad; a la vez que este tema surgió en los debates parlamentarios de
la ley 26.631 en sentido de votar un sistema abierto con posibilidad de adhesión de las
provincias a los fines de no afectar los derechos locales (VIEL TEMPERLEY, Facundo, El
"beneficio de justicia gratuita" de la ley de defensa del consumidor, DJ 2008-II, 1816). Por ello,
la interferencia por parte del legislador nacional en materia local no puede ser admitida, pues
tal proceder va en contra de uno de los basamentos fundamentales de nuestra organización
federal, aspecto que no debe reducirse a considerar tal conflicto como una mera cuestión
fiscalista. d) Y esto no implica que a las Provincias permanezcan al margen de la protección a

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los consumidores, sino que para cumplir con tal designio es ineludible que las mismas efectúe
los pasos pertinentes a los fines de concretar tal paradigma tutelar. En este sentido, no
podemos dejar de considerar lo que ocurre en otras provincias, como por ejemplo, la expresa
consideración en el art.25 de la ley 13.133 de la Provincia de Buenos Aires que dispensa la
tasa de justicia en las cuestiones vinculadas al consumo. O bien, la vía elegida por otras
provincias a través de la adhesión a la ley 26.361, tal como sucede con la ley 5902 dictada por
la Provincia de Corrientes y la ley 5830 de la Provincia de Chubut (ADLA 2010 - A, 749 y ADLA
2009 - A, 668, respectivamente). e) De manera que las limitaciones referidas a la tasa de
justicia -thema decidendum en los presentes- devienen inaplicables en el ámbito local, en
donde es el legislador provincial el encargado de definir todas las cuestiones relacionadas con
dicho tributo, vg: hecho imponible, alícuotas, exenciones, pagos, etc.. Sus facultades son
amplias y discrecionales, dentro de esos límites; el criterio, oportunidad y acierto con que las
ejercen son irrevisables, salvo el control de constitucionalidad (CSJN, Indunor, S.A.C.I.F.I. y F.
c/ Prov. del Chaco, Fallos 286: 301). Y este aspecto no resultó extraño al legislador cordobés,
desde que se incorporó al Código Tributario local las cuestiones relacionadas con el
consumidor. En efecto, en dicho cuerpo normativo, se incorporaron los incisos 24) y 25) al
art.297, figurando como exenciones objetivas, las denuncias de consumidores encuadradas en
la Ley N° 24.240; y las actuaciones de las asociaciones de consumidores ante la Dirección de
Comercio Interior de la Provincia. Nótese que las mismas están relacionadas a denuncias o
actuaciones de orden administrativo, diferentes a las exenciones destinadas a la tasa de
justicia en el Poder Judicial estipuladas en el art.302 CTP (T.O. 2012).- f) Pero ello no quiere
decir que en el orden judicial, los consumidores permanezcan sin ningún beneficio. En efecto,
en cumplimiento de la manda constitucional local, los arts. 101 y ss. CPCC brindan la
posibilidad de que los interesados obtengan el beneficio de litigar sin gastos, siempre que se
cumplan los recaudos legales allí exigidos. Pero además, la ley 7982 de Asistencia Jurídica
Gratuita regula en detalle la organización de la asistencia jurídica gratuita, como así también
quienes son sus beneficiarios y cuáles son las condiciones de acceso a este beneficio. En
estos supuestos, el art.31 de aquella norma declara exentos del pago de tasa de justicia a los
beneficiarios En definitiva, queremos remarcar que el consumidor no permanece desamparado

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al contar con dos alternativa válidas para hacer frente a un reclamo derivado de una relación
regida por la ley 24.240.- g) En otro orden de consideraciones, se suele hacer referencia al
beneficio que cuenta el trabajador reconocido en el art.20 de la ley 20.744. Sin embargo, tal
pauta cuenta con su reflejo en la Constitución de la Provincia (art.23 inc.10) y su marco
operativo en el art.302 inc.2° CTP (T.O. 2012) por el cual se exime aquellas reclamaciones
concernientes a las relaciones jurídicas laborales. Otro tanto ocurre el régimen relativo al bien
de familia, cuyo art.46 declara la exención de gastos en el orden nacional, la cual aparece
replicada en el art.8 de la ley 6074 en nuestra provincia.- h) Desde antaño, nuestra Corte
Suprema de Justicia de la Nación ha convalidado la posibilidad de que el Congreso de la
Nación dicte normas de carácter procesal, a los fines de garantiza el ejercicio de los derechos
consagrados en los Códigos de fondo (CSJN, 138-157, Bernabé, Correa en autos con Barros,
Mariano R.). En efecto, aunque referido a la materia penal, el máximo Tribunal ha expresado
que "... Si bien no cabe duda de que los códigos procesales son materia de legislación
provincial en función de la cláusula residual, la existencia de disposiciones procesales en el
Código Penal y la facultad del Congreso Nacional para dictar las leyes que requiera el
establecimiento del juicio por jurados, parecen indicar que el Estado Federal ejerce cierto grado
de legislación y orientación en materia procesal, con el fin de lograr un mínimo equilibrio
legislativo que garantice un estándar de igualdad ante la ley..." (CSJN, 328:1146, Verbitsky,
Horacio s/ hábeas corpus, 03/05/2005, T. 328, P. 1146).- Sin embargo, y tal como se ha
puntualizado en un antecedente, la referencia que efectúa la Corte es a un dispositivo de
naturaleza "procesal", no "tributaria" (C.C. 4° A.I. 481/11), materia en donde el celo puesto de
manifiesto por el constituyente de 1994 se ve notablemente potenciado, por ejemplo, a partir de
la limitación en el dictado de los decretos por razones de necesidad y urgencia por parte del
Poder Ejecutivo. i) Por último, entendemos que una excepción tan importante como la que
representa el beneficio de la justicia gratuita debe encontrarse expresamente regulada, sobre
todo respecto a su alcance concreto. Así, siendo la tasa de justicia uno de los mecanismos con
los que cuenta nuestra provincia para hacerse de recurso propios destinados al funcionamiento
e inversión, tal como ha puesto de resalto el Ministerio Público Fiscal y el Asesor Legal del Área
de Administración, aquella excepción contraviene la potestad tributaria provincial.- Este aspecto

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que no puede ser dejado al arbitrio del interprete sino reconocer expreso reconocimiento
legislativo, sobre todo cuando este supuesto diferimiento puede transformarse en exención
definitiva, tal como sucede con una demanda rechazada o la desestimación del recurso directo.
En definitiva, corresponde considerar que son las provincias las que tienen competencia
exclusiva para legislar en la materia tributarias no delegadas, siendo inaplicable el beneficio
previsto en el art.53 ley 24.240.- Por ello, SE RESUELVE:- I. Rechazar el planteo de eximición
de pago de tasa de justicia. II. Emplazar al recurrente para que dentro del plazo de tres (3) días
cumplimente con el depósito prescripto por el art.93 de la ley 9875 -Ley Impositiva 2011-, bajo
apercibimiento de inadmisibilidad. Protocolícese e incorpórese copia. Dr. Armando Segundo
Andruet (h) Presidente de la Sala Civil y Comercial T.S.J. Dr. Carlos Francisco García Allocco
Dr. Domingo Juan Sesin Vocal del Tribunal Superior de Justicia Vocal del Tribunal Superior de
Justicia

 Jurisprudencia de España

El Pleno del Tribunal Constitucional, compuesto por don Pascual Sala Sánchez, Presidente;
don Eugeni Gay Montalvo, doña Elisa Pérez Vera, don Ramón Rodríguez Arribas, don Pablo
Pérez Tremps, don Francisco José Hernando Santiago, doña Adela Asua Batarrita, don Luis
Ignacio Ortega Álvarez y don Francisco Pérez de los Cobos Orihuel, Magistrados, ha
pronunciado

EN NOMBRE DEL REY

la siguiente

SENTENCIA

En la cuestión de inconstitucionalidad núm. 647-2004, planteada por el Juzgado de Primera

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Instancia núm. 8 de A Coruña, en relación con el artículo 35, apartado 7, párrafo 2, de la Ley
53/2002, de 30 de diciembre, de medidas fiscales, administrativas y del orden social. Ha
comparecido el Gobierno de la Nación, representado por el Abogado del Estado, y ha
intervenido el Fiscal General del Estado. Ha sido Ponente el Magistrado don Eugeni Gay
Montalvo, quien expresa el parecer del Tribunal.

I. Antecedentes

1. El día 6 de febrero de 2004 tuvo entrada en el Registro General de este Tribunal un escrito
del Juzgado de Primera Instancia núm. 8 de A Coruña al que se acompañaba, junto con el
testimonio del correspondiente procedimiento (juicio verbal 808-2003), el Auto de dicho
Juzgado, por el que se plantea cuestión de inconstitucionalidad en relación con el art. 35.7.2 de
la Ley 53/2002, de 30 de diciembre, de medidas fiscales, administrativas y del orden social.

2. Los antecedentes de la presente cuestión de inconstitucionalidad son los siguientes:

a) El día 21 de abril de 1990 un particular concertó una póliza de seguro con Aegón Unión
Aseguradora, S.A., por la cual se aseguraba el inmueble sito en el bajo del núm. 5 de la calle
Real de A Coruña.

b) El día 7 de noviembre de 2001 el referido bajo sufrió una serie de daños como consecuencia
de la caída de agua procedente de las instalaciones de fontanería del segundo piso del citado
inmueble, por filtración de agua desde el primer piso.

c) Con fecha 3 de octubre de 2003, Aegón Unión Aseguradora, S.A., formuló demanda de juicio

DERECHO Y CIENCIAS POLÍTICAS 129


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declarativo verbal en reclamación de cantidad contra una particular y la entidad aseguradora


Caser, que tenían suscrita en la fecha del siniestro la correspondiente póliza de seguros.

La demanda reclama el resarcimiento de los 342,57 euros que la compañía Aegón se vio
obligada a abonar a su asegurado como indemnización por los daños sufridos en el bajo, con
fundamento en la responsabilidad extracontractual incurrida por el causante del daño [arts.
1902 del Código civil (CC) y 43 de la Ley 50/1980, de 8 de octubre, reguladora del contrato de
seguro] y una vez cumplimentadas sin éxito las acciones de conciliación ante los Juzgados de
Primera Instancia núms. 1 y 9 de A Coruña. Al tratarse de un juicio verbal donde se reclamaba
el pago de una indemnización, con una cuantía litigiosa fijada en 342,57 euros, debían
abonarse unas tasas judiciales de 91,71 euros.

d) Mediante diligencia de constancia de 22 de octubre de 2003, la Secretaría Judicial del


Juzgado de Primera Instancia núm. 8 de A Coruña hace constar que “hecha la comprobación a
que se refiere el art. 6.2 de la Orden Ministerial de 24 de marzo de 2003 por la que se aprueba
el modelo de autoliquidación de la tasa por el ejercicio de la potestad jurisdiccional en el orden
civil, no aparece la incorporación del modelo 696 al escrito procesal causante del hecho
imponible de la tasa”.

e) Por diligencia de ordenación de 23 de octubre de 2003, la Secretaría de dicho Juzgado tiene


por recibido el escrito de demanda y por personado al Procurador don Manuel Lado Fernández
y “vista la ausencia de incorporación del modelo 696 que liquida la tasa por el ejercicio de la
potestad jurisdiccional en el orden civil con cargo al sujeto pasivo”, requiere a dicho Procurador
para que en el plazo de diez días subsane la omisión, “apercibiéndole de no dar curso a la
demanda o escrito procesal ... de conformidad con el art. 6.3 de la Orden Ministerial
HAC/661/2003, de 24 de marzo, por la que se aprueba el modelo de autoliquidación de la tasa
de relación con el art. 35.7.2 de la Ley 53/2002, de medidas fiscales, administrativas y del

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orden social”.

f) Constatado, con fecha 12 de noviembre de 2003, que ha transcurrido en exceso el plazo de


diez días concedido al sujeto pasivo para que incorporara a las actuaciones el modelo 696, sin
haberlo realizado, la Secretaría Judicial dicta diligencia de ordenación el mismo día 12 de
noviembre de 2003, notificando “a la Agencia Estatal de Administración Tributaria de esta
ciudad dicha circunstancia ... de conformidad con el art. 6.4 de la Orden Ministerial
HAC/661/2003, de 24 de marzo”.
g) Con fecha 25 de noviembre de 2003, el Magistrado-Juez del Juzgado de Primera Instancia
núm. 8 de A Coruña dicta providencia, de conformidad con lo dispuesto en el art. 35.2 de la Ley
Orgánica del Tribunal Constitucional (LOTC), para que en el plazo de diez días el Fiscal y las
partes aleguen lo que estimen conveniente sobre la pertinencia de plantear la cuestión de
inconstitucionalidad “por la posible vulneración por el art. 35.Siete, 2 de la Ley 53/2002, de 30
de diciembre, de medidas fiscales, administrativas y del orden social, de lo dispuesto en el art.
24.1 de la Constitución española”.
h) El Fiscal evacúa el trámite conferido con fecha 5 de diciembre de 2003, informando
desfavorablemente sobre la pertinencia de plantear la cuestión de inconstitucionalidad.
3. Mediante Auto de 15 de diciembre de 2003, el Juzgado de Primera Instancia núm. 8 de A
Coruña formalizó la cuestión de inconstitucionalidad en relación con el art. 35.7.2 de la Ley
53/2002, de 30 de diciembre, de medidas fiscales, administrativas y del orden social.
El órgano judicial realiza en dicho Auto las siguientes consideraciones:
a) Se refiere, en primer lugar, a los hechos del proceso entablado por Aegón Unión
Aseguradora, S.A., señalando que no se acompañó a la demanda el justificante del pago de las
tasas previstas en el art. 35 de la Ley 53/2002, no habiéndose subsanado este extremo en el
plazo concedido para ello.
Seguidamente, alude a la providencia dictada el día 25 de noviembre de 2003, de conformidad
con lo regulado en el art. 35.2 LOTC, con el fin de que las partes y el Ministerio Fiscal se
pronunciaran sobre la pertinencia de plantear la cuestión de inconstitucionalidad.

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b) Tras ello, el órgano judicial inicia los razonamientos jurídicos:


Comienza poniendo de relieve que el art. 35 de la Ley 53/2002 establece un sistema de acceso
a la jurisdicción mediante el pago de una tasa en determinados supuestos, constituyendo el
hecho imponible de la misma el ejercicio de la potestad jurisdiccional a instancia de parte en los
órdenes civil y contencioso-administrativo, precisando el apartado 7. 2 de dicho precepto que
“el justificante del pago de la tasa con arreglo al modelo oficial, debidamente validado,
acompañará a todo escrito procesal mediante el que se realice el hecho imponible de este
tributo, sin el cual el Secretario Judicial no dará curso al mismo, salvo que la omisión fuere
subsanada en un plazo de diez días”.
De ello deduce el órgano judicial que al no abonarse la tasa ni siquiera en el plazo de
subsanación, la consecuencia sería la no admisión de la demanda mediante el dictado de una
resolución en forma de Auto [art. 206.2.2 de la Ley de enjuiciamiento civil (LEC), en conexión
con el art. 266.5 de la misma ley].
Este planteamiento determina, según el órgano judicial, que el art. 35.7.2 de la Ley 53/2002,
suscite dudas de constitucionalidad por vulneración del derecho de acceso al proceso,
regulado en el art. 24.1 CE.
c) El Auto examina seguidamente el cumplimiento de los requisitos que impone el art. 35.1
LOTC para el planteamiento de la cuestión de inconstitucionalidad.
El primer requisito es que la norma aplicable al caso tenga rango de ley, lo que se satisface en
este supuesto por parte del precepto cuestionado.
El segundo requisito es que pueda apreciarse contradicción entre el precepto legal aplicable y
la Constitución. En este supuesto, el art. 35.7.2 de la Ley 52/2002, al prohibir que los órganos
jurisdiccionales den curso a ciertos escritos de no constar el pago de determinadas tasas,
puede afectar al derecho a la acción al impedir la admisión de la demanda cuando con su
interposición no se acredite el pago de la tasa, lo que parece contrario al art. 24.1 CE.
Las consecuencias derivadas del precepto cuestionado ninguna relación guardan, según el
Auto, con el objeto y finalidad del proceso, tratándose de un mero tributo que, aunque responde
a una finalidad constitucionalmente legítima (deber recogido en el art. 31.1 CE), limitan el
ejercicio del derecho fundamental previsto en el art. 24.1 CE de forma desproporcionada e

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innecesaria y sin respetar su contenido esencial (SSTC 141/1988, 70/2002 y 56/2003).


La falta de proporcionalidad entre el objetivo que se persigue (la recaudación del impuesto) y la
limitación que se establece (denegación del acceso a la justicia) parece evidente, pues aquél
podría lograrse por otros medios, como la simple obligación del órgano jurisdiccional de
comunicar a la Agencia tributaria la existencia de un documento sin liquidar. Sin embargo, el
establecimiento de una medida que obstaculiza el acceso a la justicia resulta innecesario al
afectar a un derecho fundamental.
En este caso no se limitan los medios de prueba, supuesto que se contemplaba en la
STC 141/1988, sino que se veda el proceso mismo. Aunque existen supuestos en que la forma
del título condiciona de antemano su eficacia ejecutiva (así, el requisito del timbre en las letras
de cambio), sin embargo en tales supuestos no se impide acudir a otras modalidades
procedimentales para obtener la satisfacción del derecho, mientras que en el presente se
imposibilita el acceso a la jurisdicción.
Tampoco resultan equiparables los supuestos de consignación para recurrir en materia
arrendataria o de tráfico, pues como recuerda la STC141/1988 constituyen cargas que
persiguen fines vinculados al proceso mismo, o tendentes a evitar disfunciones. Y lo propio
cabe decir respecto de la exigencia de postulación (art. 440.2 LEC).
En ninguno de estos casos la exigencia se proyecta, como en el presente, con carácter
general, de manera que obedece a una finalidad recaudatoria constitucionalmente legítima
pero que produce una consecuencia desproporcionada, pues no se cuestiona el hecho
imponible sino la consecuencia derivada de la no aportación del justificante de pago.
d) El tercer requisito exigido por el art. 35.1 LOTC para el planteamiento de la cuestión de
inconstitucionalidad es que el precepto sea aplicable al caso y que de su validez dependa el
fallo, es decir, que exista conexión entre la validez de la norma y la pretensión del proceso a
quo.
La jurisprudencia constitucional ha otorgado al concepto de “fallo” una interpretación flexible,
entendiendo por tal el pronunciamiento decisivo o imperativo de una resolución judicial no
coincidente de modo necesario con la Sentencia, sino incluyendo las que pudieran dictarse con
forma de Auto, con ciertas limitaciones. Esta posibilidad se circunscribe, con carácter general a

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leyes procesales y sólo se admite en relación con leyes de naturaleza sustantiva cuando la
ulterior tramitación del proceso no pueda aportar ningún elemento adicional de juicio sobre la
aplicabilidad de la norma legal cuestionada ni sobre su efecto determinante del fallo o cuando
la norma tenga una incidencia anticipada e irreversible en el proceso en curso
(SSTC 54/1983; 25/1984; 55/1990; 186/1990 y 234/1997;
AATC 121/1990;60/1991; 92/1991 y 236/1998).
El art. 35.2 LOTC exige al órgano judicial que justifique en qué medida la decisión del proceso
depende de la validez de la norma cuestionada, explicitando, así, lo que se denomina “juicio de
relevancia”. En este caso, según el Auto, no se presenta ninguna duda de que el art. 35.7.2 de
la Ley 53/2002 es aplicable al caso, pues se está en uno de los supuestos del hecho imponible
(interposición de la demanda), que devenga la tasa regulada. No concurriendo ninguna de las
exenciones previstas en la propia ley y no habiéndose acompañado a la demanda el justificante
de pago de dicha tasa, procede aplicar aquel precepto y no dar curso a la demanda.
Es también claro que la validez del precepto legal incide en la resolución a dictar, pues si aquél
es constitucional procederá la inadmisión de la demanda, mientras que si fuere inconstitucional
continuaría la tramitación del proceso.
4. Por providencia de 29 de junio de 2004, la Sección Tercera acordó oír al Fiscal General del
Estado acerca de la admisibilidad de la cuestión, a tenor del art. 37.1 LOTC.
El Fiscal informó el 26 de julio proponiendo la inadmisión a trámite de la cuestión, por estar
notoriamente infundada.
5. Mediante providencia de 2 de febrero de 2005, la Sección Tercera admitió la cuestión a
trámite y dio traslado al Congreso de los Diputados, al Senado, al Gobierno y a la Fiscalía
General del Estado. Asimismo, acordó publicar la incoación de la cuestión en el “Boletín Oficial
del Estado”, lo que tuvo lugar en el ejemplar de 22 de febrero de 2005.
6. Por escrito de 15 de febrero de 2005, registrado el siguiente día 21, el Presidente del
Congreso de los Diputados comunicó al Tribunal que el Congreso no se personaría en el
proceso ni formularía alegaciones, pero que ponía a su disposición las actuaciones de la
Cámara que pudiere precisar.
Por escrito de 22 de febrero de 2005, registrado el siguiente día 24, el Presidente del Senado

DERECHO Y CIENCIAS POLÍTICAS 134


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comunicó asimismo que la Cámara se personaba en el procedimiento y ofrecía su


colaboración.
7. El Abogado del Estado, por escrito de 1 de marzo de 2005, presentado en el Registro
General el mismo día, formuló alegaciones a favor de la desestimación de la cuestión de
inconstitucionalidad:
Tras afirmar que la cuestión cumple los requisitos procesales de admisión, y recordar sus
términos, razona que su fundamento único es la traslación automática de la doctrina sentada
en la STC 141/1988, que resolvió un caso no análogo; y añade que el precepto legal es válido
y que, incluso si se le pusieran reparos a la interpretación que mantiene el órgano
cuestionante, es susceptible de otras interpretaciones de constitucionalidad indudable.
La propia STC 141/1988 excluye que el caso resuelto entonces pueda compararse con el que
nos ocupa: su fundamentación subrayó las diferencias entre el impuesto sobre actos jurídicos
documentados y otras figuras, como las tasas judiciales, e indicó expresamente que las
limitaciones asociadas a estas últimas sí se imponen “en función de la propia realidad o
finalidad del proceso” (FJ 7). La tasa, a diferencia del impuesto, es un tributo cuyo hecho
imponible consiste en la prestación de servicios que benefician al sujeto pasivo; por eso, se fija
en función del coste del servicio que financia (art. 2 de la Ley general tributaria de 2003 y de la
Ley de tasas y precios públicos de 1989), como ha recogido la jurisprudencia constitucional
(STC 296/1994, FJ 4).
Esta vinculación entre la tasa y el servicio resulta de la regulación general que en materia de
tasas hace la Ley 8/1989, aplicable a las tasas judiciales [art. 13 m), redactado por la Ley
53/2002]. No sólo el hecho imponible consiste en la prestación del servicio, en el caso el
ejercicio de la potestad jurisdiccional a instancia de parte en los órdenes civil y contencioso-
administrativo; sino que su importe no puede exceder, en su conjunto, del coste real o
previsible del servicio (art. 19.2 de la Ley 8/1989, STS de 18 de octubre de 1994).
Seguidamente, el Abogado del Estado examina los requisitos para que una limitación al
derecho fundamental a la tutela judicial efectiva sea admisible (STC 133/2004, FJ 4). No se
cuestiona que la finalidad de la tasa sea legítima, en cuanto se dirige a financiar el servicio
público de la Administración de Justicia, por lo que se centra en los restantes: que sean

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razonables y proporcionadas en relación con el objeto pretendido y no afecten al contenido


esencial. Las tasas judiciales enjuiciadas funcionan como todas las demás: devengándose
cuando se presenta la solicitud que inicia la actuación, que no se realizará sin que se haya
efectuado el pago correspondiente, como muestra la legislación general [art. 15.1 b) de la Ley
8/1989], otras tasas similares y el Derecho comparado. De la STEDH Kreuz contra Polonia, de
19 de junio de 2001, se desprende: 1) que el establecimiento de restricciones financieras al
acceso a la justicia no afecta, en principio, al núcleo esencial del derecho a accionar; 2) el
requisito de pagar tasa a los Tribunales civiles no puede ser considerado per se una restricción
del derecho de acceso a un Tribunal; 3) son factores importantes a tener en cuenta la cuantía
de las tasas, a la luz de las circunstancias de un caso dado, incluyendo la capacidad de pago
del demandante y la fase del procedimiento. En el caso, se concluyó que existía vulneración
del art. 6 del Convenio europeo exclusivamente porque las tasas eran “excesivas”.
De este modo, la constitucionalidad no vendría determinada porque la tasa se exija como
presupuesto de la acción, sino porque se establezca una barrera desproporcionada,
atendiendo especialmente a la cuantía.
El examen de la Ley 53/2002, cuando define los sujetos pasivos y las exenciones al pago de la
tasa, resulta que las únicas que deben pagarlas son personas jurídicas con ánimo de lucro que
no sean de reducida dimensión, es decir cuyo importe neto de la cifra de negocios sea superior
a seis millones de euros (art. 108 de la Ley del impuesto de sociedades de 2004). Teniendo en
cuenta el importe de la tasa, no parece que pueda suponer un obstáculo irrazonable o
desproporcionado al ejercicio de la acción. A su vez, el sistema de gestión del tributo que
establece le parece al Abogado del Estado el único que garantiza un grado alto de
cumplimiento de la obligación tributaria, habida cuenta del número de actuaciones procesales
sujetas a la tasa y de los medios de que dispone la Agencia tributaria.
Aun en el improbable supuesto de que no se aceptara lo anterior, el Abogado del Estado
recuerda que otros Tribunales han sostenido una interpretación del precepto que sería
indudablemente respetuosa del derecho fundamental. Las leyes procesales no exigen
expresamente el documento que acredita la autoliquidación de la tasa para admitir a trámite la
demanda [arts. 266.5 y 269.2 LEC y 45 y 69 de la Ley reguladora de la jurisdicción

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contencioso-administrativa]. El art. 35 de la Ley 53/2002, desarrollado por la Orden


HAC/661/2003 y la resolución de la Secretaría de Estado de Justicia de 8 de noviembre de
2003, impone a los órganos judiciales el deber de suministrar información a la Administración
tributaria, en particular si se omite la presentación del justificante del pago, para que la
Delegación de Hacienda pueda practicar la liquidación de oficio. Por tanto, la falta de pago
podría dar lugar a la paralización del procedimiento en el estado en que se encuentre; situación
reversible si posteriormente se justifica el pago de la tasa, aun tardío, hasta el momento en que
se decreta la caducidad del proceso (Audiencia Nacional); o situación transitoria, hasta que se
pague la tasa o transcurra el plazo de diez días para hacerlo (Audiencia Provincial de Lleida).
8. El Fiscal General del Estado, por escrito de 7 de marzo de 2005, registrado el siguiente día
8, informó a favor de la desestimación de la cuestión:
Tras sintetizar los hechos, puntualiza que el art. 35.7.2 de la Ley 53/2002 afecta a la tutela
judicial efectiva del art. 24.1 CE en su vertiente de acceso a la jurisdicción, si se atiende al
proceso que se encuentra en el origen de la cuestión de inconstitucionalidad; si bien podría
afectar asimismo al derecho de acceso al recurso (SSTC 37/1995, 220/1993 y 166/2003), si
respeta el primero con mayor razón respetará el segundo.
El hecho imponible del que nace la obligación de pagar la tasa judicial consiste en la
presentación de demandas, pero no en todos los órdenes jurisdiccionales, sino solamente en el
civil y en el contencioso-administrativo (art. 35.1); en los restantes (penal, laboral o militar) no
hay obligación de pagar tasa alguna. Por otra parte, el art. 35.3 de la Ley 53/2002 establece un
amplio abanico de excepciones objetivas y subjetivas, que el Fiscal analiza con detalle.
Concluye con la observación de que la tasa recae sobre grandes empresas que instan
procesos civiles y contencioso-administrativos.
Dicho con otras palabras, son los grandes usuarios del servicio público en que la
Administración de Justicia consiste los que vienen obligados al pago de la tasa, y sólo en las
materias no exentas. Ello entraña una gran diferencia con el caso resuelto por la
STC 141/1988.
La duda de constitucionalidad no consiste en el establecimiento de una tasa por la prestación
de la justicia porque, en todo caso, la gratuidad que prescribe el art. 119 CE no resulta

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comprometida: ese mandato constitucional es de configuración legal y, además, la regulación


positiva no supone ningún riesgo de que la actividad jurisdiccional deje de prestarse por
insuficiencia económica de quien la pida, como muestra el caso de la compañía aseguradora
que dio lugar al proceso donde surge la cuestión de inconstitucionalidad.
En segundo lugar, el texto legal no establece que el Juzgado inadmitirá la demanda, cuando no
vaya acompañada del documento justificativo del pago de la tasa, sino que “el secretario
judicial no dará curso” al escrito en cuestión e informará a las autoridades tributarias. Lo que la
norma cuestionada impone es una actuación, no jurisdiccional, sino de colaboración con la
Administración del Estado justificada en el art. 117, apartados 3 y 4, CE.
Claro que, aunque la presentación de un escrito de demanda en tales condiciones no dé lugar
directamente a su inadmisión, es obvio que no se dictará resolución judicial mientras no se
subsane la falta de pago, bien porque se satisfaga la tasa dentro del plazo de prescripción o
caducidad de la acción, bien porque la Administración tributaria gestione su cobro [art. 98 y ss.
de la Ley general tributaria]. Tampoco en el presente caso, a diferencia de lo que ocurría en el
supuesto de la STC 141/1988, la Administración tributaria cuenta con un procedimiento
reduplicado para obtener el cobro del tributo.
Es indudable que la presentación de una demanda sin el pago de la tasa no genera ninguno de
los efectos consustanciales al acto de presentación, singularmente los de producción de la
litispendencia o de la perpetuatio jurisdictionis (arts. 410 y 411 LEC) o la interrupción del plazo
prescriptivo (art. 1973 CC). Por lo cual, aun cuando la actividad del Secretario judicial de no dar
curso a la demanda pudiera no ser calificada como actividad jurisdiccional, se impide la
admisión de la demanda y continúa transcurriendo el plazo de prescripción para el ejercicio de
la acción por lo que, una vez transcurrido, será preciso acordar la inadmisión de la demanda o
su archivo de oficio o a instancia de la otra parte procesal, por lo que sí que entraña una
limitación del acceso al proceso. Pero esta limitación es constitucionalmente legítima.
No puede ponerse en duda que la tasa pretende un fin legítimo, pues se trata de un tributo para
obtener ingresos necesarios para el sostenimiento de los gastos públicos (art. 31 CE). La
limitación que impone en el acceso a la jurisdicción parece razonable y proporcionada en
relación con el fin que pretende: recabar recursos de quienes, potencialmente, son los mayores

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usuarios de un servicio público para contribuir a su financiación, por lo que parece adecuado
que se condicione la prestación del servicio a quien no satisfaga la tasa. Y no afecta al núcleo
esencial del derecho fundamental porque la tasa se impone a personas cuya capacidad
económica para hacer frente al pago resulta indiscutida. Además, cuando por razón de la
materia de la controversia o de la pretensión ejercitada el interés público es manifiesto, la
propia ley declara la exención de la tasa.
9. Mediante providencia de 14 de febrero de 2012 se señaló para deliberación y votación de la
presente Sentencia el día 16 del mismo mes y año.

II. Fundamentos jurídicos


1. El artículo 35 de la Ley 53/2002, de 30 de diciembre, de medidas fiscales, administrativas y
del orden social, creó la tasa por el ejercicio de la potestad jurisdiccional en los órdenes civil y
contencioso-administrativo. Su apartado 7, párrafo 2, al que concretamente refiere de la
presente cuestión de inconstitucionalidad, dispuso:
“El justificante del pago de la tasa con arreglo al modelo oficial, debidamente validado,
acompañará a todo escrito procesal mediante el que se realice el hecho imponible de este
tributo, sin el cual el secretario judicial no dará curso al mismo, salvo que la omisión fuere
subsanada en un plazo de diez días.”
Este precepto ha sido cuestionado por vulnerar el derecho de acceso a la justicia que forma
parte del derecho a la tutela judicial efectiva enunciado por el art. 24.1 de la Constitución. El
Auto de planteamiento afirma, como se ha resumido con más detalle en los antecedentes, que
existen medidas al alcance de la Hacienda pública para obtener el cobro de la tasa menos
drásticas que la de impedir el curso del proceso. Por el contrario, tanto el Abogado del Estado
como el Fiscal General del Estado sostienen la constitucionalidad del precepto cuestionado.
2. Este artículo fue introducido por el Senado durante la tramitación parlamentaria que
culminaría con la aprobación de la Ley de medidas para el año 2003. El grupo parlamentario
Popular en el Senado formuló la enmienda número 269 para añadir un nuevo artículo, así como
la enmienda 270 para efectuar la correlativa modificación de la Ley 8/1989, de 13 de abril, de
tasas y precios públicos. El contenido de estas enmiendas coincide sustancialmente con el que

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fue aprobado como artículos 35 de la Ley de medidas y 13 m) de la Ley de tasas, primero por
la Cámara alta y, finalmente, por el Congreso de los Diputados.
En el proyecto de ley se introducían cambios en diversas tasas y se creaban otras nuevas
(capítulo III de la Ley 53/2002, que comprende sus arts. 12 al 36) como explica el preámbulo de
la Ley: “Por lo que se refiere a las tasas, se incorporan, como cada año, modificaciones de
diversa índole. Así, se modifican las siguientes tasas y cánones: tasa por la autorización,
celebración u organización de rifas, tómbolas, apuestas y combinaciones aleatorias, tasa por
actuaciones de los registros de buques y empresas navieras, tasa por redacción de proyectos,
confrontación y tasación de obras y proyectos, tasas de la Jefatura Central de Tráfico, tasa de
aterrizaje, tasa por inspecciones y controles veterinarios de productos de origen animal no
destinados a consumo humano, que se introduzcan en territorio nacional procedentes de
países no comunitarios, cánones por concesiones y autorizaciones sobre dominio público
marítimo-terrestre, tasas del Boletín Oficial del Estado, tasas exigibles por los servicios y
actividades realizados en relación con la financiación con cargo a fondos de la Seguridad
Social y fijación de precio de los efectos y accesorios (Ley del medicamento) y los cánones a
percibir por el gestor de infraestructuras ferroviarias hasta la entrada en vigor del nuevo marco
normativo del sector ferroviario. De otra parte, se crean, entre otras, las siguientes tasas y
cánones: tasa por derechos de examen para las titulaciones para el gobierno de las
embarcaciones de recreo, tasa por los servicios de habilitación nacional del profesorado
universitario, tasa por homologación y convalidación de títulos y estudios extranjeros, tasa de
examen preliminar internacional de la Oficina Española de Patentes y Marcas, tasas por los
servicios y actividades en materia de industrias alimentarias, preparados alimenticios para
regímenes especiales y/o dietéticos y aguas minerales naturales y de manantial, tasas en
materia de adjudicación del Código de identificación de los alimentos dietéticos destinados a
usos médicos especiales susceptibles de financiación por el Sistema Nacional de Salud,
clasificación por tipo de dieta, así como los cambios de nombre y/o composición de los
referidos productos y tasas exigibles para los servicios y actividades realizados en materia de
plaguicidas de uso ambiental y en la industria alimentaria, así como para todos los biocidas en
general”.

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Como puede apreciarse, el legislador no mencionó expresamente en el preámbulo de la ley las


tasas judiciales, que habían sido introducidas directamente por las Cortes Generales durante la
tramitación del proyecto de ley; tampoco dio ninguna explicación de su creación. Por otra parte,
poco puede deducirse de la escueta justificación de la enmienda núm. 269 ofrecida por el
grupo parlamentario que la propuso (“Boletín Oficial de las Cortes Generales” Senado, 29 de
noviembre de 2002, serie II, núm. 95-d, pág. 239). Tampoco nos iluminan los debates
parlamentarios que, en lo que aquí interesa, se centraron en si una ley de medidas era o no
instrumento adecuado para las abundantes reformas que introducía en medio centenar de
leyes vigentes, entre las que se incluía la creación de numerosas tasas, así como en la
contraposición genérica de distintos modelos tributarios y sus efectos macroeconómicos
(“Diario de sesiones”, Senado, VII Legislatura, año 2002, Comisiones, núm. 394, y Pleno, núm.
116). Por ello, para enjuiciar el precepto legal es preciso atenerse a su texto y a su inserción en
el conjunto de normas que regulan el sistema tributario y el poder judicial españoles, tal y como
han hecho las partes en este proceso constitucional.
Conviene tener presente que las tasas o aranceles judiciales se remontan a los orígenes de los
Tribunales de justicia en España. En el momento en que fue aprobada la Constitución española
se encontraban reguladas por el Decreto 1035/1959, de 18 de junio, que convalidó y reguló la
exacción de las numerosas y variadas tasas judiciales que se encontraban vigentes en aquel
entonces, en cumplimiento de la racionalización impuesta por la Ley de 26 de diciembre de
1958, reguladora de las tasas y exacciones parafiscales. Las tasas que gravaban la actividad
judicial fueron suprimidas posteriormente, por la Ley 25/1986, de 24 de diciembre. Esta Ley
recordaba en su preámbulo que la Constitución dispone que “la justicia será gratuita cuando así
lo disponga la Ley” (art. 119 CE); y que la libertad y la igualdad sólo serán reales y efectivas si
todos los ciudadanos pueden obtener justicia “cualquiera que sea su situación económica o su
posición social”. Luego añadía que “la ordenación actual de las tasas judiciales, sobre ser
incompatible con algunos principios tributarios vigentes, es causante de notables distorsiones
en el funcionamiento de la Administración de Justicia”, relacionadas con el hecho de que eran
los Secretarios judiciales quienes debían encargarse de la gestión del tributo.
No es inoportuno subrayar las hondas diferencias que separan a las tasas preconstitucionales

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con las tasas judiciales creadas por la Ley 53/2002, que son las que deben ser enjuiciadas en
este proceso. Aquéllas se originaban por la actuación de los Tribunales en los órdenes civil,
contencioso-administrativo y penal. Recaían sobre todas las personas que acudían a la justicia,
tanto físicas como jurídicas, con las únicas excepciones del Estado, el Ministerio Fiscal, los
simples denunciantes de delitos o querellantes por delitos privados, así como quienes
disfrutaran del beneficio de pobreza. La cuantía se fijaba mediante unos aranceles detallados y
casuísticos, donde eran frecuentes tipos de gravamen entre el 6 y el 15 por 100 de la cuantía
del proceso, salvo en materia criminal. La liquidación de aquellas tasas judiciales estaban
encomendadas a las Secretarías de los Tribunales y Juzgados y su gestión competía al
Ministerio de Justicia, a través de una comisión integrada por Magistrados, Fiscales,
Secretarios de la Administración de Justicia y otros funcionarios. Finalmente, el Decreto de
1959 disponía que el producto de las tasas judiciales debía aplicarse a remunerar a los
funcionarios de la Administración de Justicia. Todos estos rasgos son ajenos a las tasas
vigentes en la actualidad.
3. Para enjuiciar adecuadamente el precepto legal cuestionado, es preciso tener en cuenta el
contenido, finalidad y efectos de la norma de la que forma parte: el artículo 35 de la Ley de
medidas para el año 2003, que es el que ha creado las tasas judiciales vigentes.
Este precepto aclara que el hecho imponible de la tasa consiste en el ejercicio de la potestad
jurisdiccional, a instancia de parte, en los órdenes jurisdiccionales civil y contencioso-
administrativo, mediante la realización de alguno de los siguientes actos procesales: “a) La
interposición de la demanda en toda clase de procesos declarativos y de ejecución en el orden
jurisdiccional civil, así como la formulación de reconvención. — b) La interposición de recursos
de apelación, extraordinario por infracción procesal y de casación en el orden civil. — c) La
interposición de recurso contencioso-administrativo. — d) La interposición de recursos de
apelación y casación en el ámbito de la jurisdicción contencioso-administrativa” (art. 35.1).
La tasa se devenga en el momento de interponer la demanda o el recurso y su sujeto pasivo
son quienes promueven el ejercicio de la potestad jurisdiccional (apartados 4 y 2 del art. 35). La
cuantía de la tasa se fija, tal y como disponen los apartados 5 y 6 del artículo 35 (modificado
por la disposición final segunda de la Ley 37/2011, de 10 de octubre, de medidas de agilización

DERECHO Y CIENCIAS POLÍTICAS 142


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procesal), por la adición de dos factores: a) una cantidad variable, cifrada en función de la
cuantía del procedimiento judicial, con un tipo de gravamen de 0,5 por 100 hasta el primer
millón, y de 0,25 por 100 sobre el resto; b) una cantidad fija en función del tipo de proceso, que
en el orden civil se gradúa desde los 50 euros (que corresponde al juicio monitorio en cuantía
que exceda de 3.000 euros), 90 euros (juicios verbal y cambiario), 150 euros (juicio ordinario,
ejecución extrajudicial y procedimiento concursal) y 300 euros (recurso de apelación) hasta los
600 euros (recursos de casación y de infracción procesal).
El apartado 7, cuyo segundo párrafo es sometido al control de constitucionalidad, dispone en el
primero que los sujetos pasivos deben autoliquidar la tasa en el modelo oficial establecido por
el Ministerio de Hacienda e ingresarla en el Tesoro público con arreglo a la legislación
tributaria. La gestión de la tasa corresponde a dicho Ministerio (apartado 8). Finalmente, los
apartados 3 y 9 establecen una serie de exenciones y bonificaciones, en cuyo detalle no
interesa entrar ahora.
4. La lectura del precepto donde se inserta el párrafo cuestionado muestra varios rasgos
decisivos para el juicio que debemos formular. El primero, que sólo son gravados por la tasa
dos de los cinco órdenes jurisdiccionales en que se articula hoy el poder judicial en España: el
civil y el contencioso-administrativo. Los órdenes penal, social y militar siguen ejerciendo la
potestad jurisdiccional gratuitamente, sin que el precepto legal cuestionado guarde ninguna
relación con ellos. Este dato es relevante, teniendo en cuenta las especiales características
que protegen el acceso a la justicia en materia penal (SSTC 148/1987, de 28 de septiembre, FJ
2; 31/1996, de 27 de febrero, FJ 10; y94/2010, de 15 de noviembre, FJ 3), militar
(STC 115/2001, de 10 de mayo, FJ 5) y social (SSTC 3/1983, de 25 de enero, FJ 3; 118/1987,
de 8 de julio, FJ 3; y 48/1995, de 14 de febrero, FJ 3).
En este proceso constitucional tampoco procede analizar las tasas que gravan el ejercicio de la
jurisdicción contencioso-administrativa, cuyo acceso también ofrece peculiaridades desde el
punto de vista constitucional, consecuencia del mandato contenido en el art. 106.1 CE que
ordena y garantiza el control jurisdiccional de la Administración por parte de los Tribunales
(SSTC 294/1994, de 7 de noviembre, FJ 3, y177/2011, de 8 de noviembre, FJ 3; en el mismo
sentido, STEDH Gran Sala Perdigâo c. Portugal, de 16 de noviembre de 2010, as. 24768/06, §

DERECHO Y CIENCIAS POLÍTICAS 143


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72). La razón estriba, igualmente, en que dichas tasas no tienen aplicación en el proceso
judicial del que dimana la cuestión de inconstitucionalidad, que es un litigio civil. Desde la
Sentencia 17/1981, de 1 de junio (FJ 1), venimos manteniendo que la cuestión de
inconstitucionalidad no es un instrumento procesal que quepa utilizar “para buscar a través
suyo una depuración abstracta del ordenamiento”. Conforme establece el art. 163 CE, y
recuerda el art. 35.1 LOTC, el planteamiento de la cuestión de inconstitucionalidad por los
Tribunales exige que la norma cuestionada sea “aplicable al caso” que se dilucida en el
proceso donde la cuestión se suscita y, además, que de su validez dependa el fallo que el Juez
o Tribunal haya de dictar. Ese juicio de relevancia no sólo condiciona el planteamiento de la
cuestión, sino que delimita su alcance: pues el constituyente ha configurado la cuestión de
inconstitucionalidad en estrecha relación con el proceso judicial en el que la aplicación de la
norma cuestionada resulta necesaria, sin perjuicio de la existencia de un notorio interés público
y general en la depuración del Ordenamiento jurídico y en la conformidad con la Constitución
de las normas que lo integran (por todas, STC6/2010, de 14 de abril, FJ 2).
Por consiguiente, sólo procede controlar la validez del párrafo segundo del art. 35.7 en relación
con las tasas del orden jurisdiccional civil.
5. Un segundo rasgo de las tasas judiciales establecidas en la Ley de medidas para el año
2003 es que gravan tanto la presentación de demandas como la interposición de recursos
[letras a) y b) del art. 35.1 de la Ley 53/2002]. Sólo el primer aspecto es relevante en este
proceso constitucional, puesto que la decisión que debe adoptar el Juzgado que ha suscitado
la presente cuestión versa sobre una demanda, no sobre ninguno de los otros tipos de
actuaciones sujetos al gravamen por la disposición de rango legal.
Desde la Sentencia de Pleno 37/1995, de 7 de febrero (FJ 5), este Tribunal ha subrayado el
diferente relieve constitucional que posee el derecho de acceso a la jurisdicción y el de acceso
a los recursos legalmente establecidos. Aunque ambos derechos se encuentran ínsitos en el
art. 24.1 CE, el derecho a acceder a la justicia es un componente medular del derecho
fundamental a la tutela judicial efectiva proclamado por el precepto constitucional y que no
viene otorgado por la ley, sino que nace de la Constitución misma. Por el contrario, el derecho
a acceder a los recursos legales se incorpora al derecho fundamental en la concreta

DERECHO Y CIENCIAS POLÍTICAS 144


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configuración que reciba de cada una de las leyes de enjuiciamiento que regulan los diferentes
órdenes jurisdiccionales, salvo en lo relativo al derecho del condenado a la revisión de su
condena y la pena impuesta (SSTC 42/1982, de 5 de julio; 33/1989, de 13 de febrero;
y 48/2008, de 11 de marzo); el derecho al recurso legal no nace directamente de la
Constitución, sino de lo que hayan dispuesto las leyes procesales que los crean, y se incorpora
al derecho fundamental en su configuración legal (en el mismo sentido, entre otras muchas,
SSTC 46/2004, de 23 de marzo, FJ 4; 15/2006, de 16 de enero, FJ 3; 181/2007, de 10 de
septiembre, FJ 2; y 35/2011, de 28 de marzo, FJ 3).
Lo anterior se traduce en que el principio hermenéutico pro actione protege el derecho de
acceso a la justicia, dada la diferente trascendencia que cabe otorgar —desde la perspectiva
constitucional— a los requisitos legales de acceso al proceso, en tanto pueden obstaculizar o
eliminar el derecho de los ciudadanos a someter el caso al conocimiento y pronunciamiento de
un Juez y por tanto causar indefensión. Por el contrario, el control constitucional de los
requisitos de admisión de los recursos legalmente establecidos es más laxo, puesto que lo que
se pide en ese momento no es más que la revisión de la respuesta judicial contenida en la
Sentencia de instancia previamente dictada la cual, si resuelve el fondo del asunto, ya habría
satisfecho el núcleo del derecho fundamental a una tutela judicial efectiva sin indefensión de
todas las partes procesales, y el acceso al recurso debe ser contrapesado con el derecho de
las otras partes a un proceso sin dilaciones indebidas y a la ejecución de lo resuelto
(SSTC 55/1995, de 6 de marzo, FJ 2; 309/2005, de 12 de diciembre, FJ 2;51/2007, de 12 de
marzo, FJ 4; y 27/2009, de 26 de enero, FJ 3).
Por consiguiente, en atención a las razones expuestas en el fundamento jurídico anterior sobre
el juicio de relevancia, en este proceso debemos limitarnos a examinar la constitucionalidad del
párrafo segundo del art. 35.7 en relación con las tasas del orden jurisdiccional civil que gravan
la presentación de la demanda [art. 35.1 a) de la Ley 53/2002], y dejar fuera cualquier duda que
pudiera suscitarse acerca de las tasas que gravan el ejercicio de la jurisdicción civil con ocasión
de la presentación de recursos (art. 35.1 b).
6. Un último aspecto del art. 35 de la Ley 53/2002 que debe ser destacado es que su
intelección suscita varias dudas, que han dado lugar a desacuerdos sobre el significado del

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precepto enjuiciado entre quienes han tomado parte en este proceso constitucional. El Juzgado
que ha planteado la cuestión sostiene que la falta de pago de la tasa conduce a la inadmisión
de la demanda. Más detalladamente, razona que si una demanda ha sido presentada sin
acompañarla del documento normalizado que acredite la liquidación y pago de la tasa, el
Secretario judicial no procedería a darle curso, otorgando un plazo de diez días para subsanar
el defecto advertido, mediante diligencia de ordenación [art. 223 de la Ley de enjuiciamiento
civil (LEC)]. Ese plazo sería improrrogable y no podría darse relevancia alguna a un
cumplimiento tardío (arts. 134 y 231 LEC). Por consiguiente, una vez transcurridos los diez días
sin que el demandante hubiese aportado el documento que acredite el abono de la tasa, previa
dación de cuenta del Secretario, el Juez debería proceder a dictar un Auto de inadmisión de la
demanda (art. 206.2.2 LEC y art. 285 de la Ley Orgánica del Poder Judicial).
En este punto esencial discrepan con el Auto de planteamiento tanto el Fiscal General del
Estado como el Abogado del Estado. Aunque con distintos matices, ambos sostienen que cabe
una interpretación distinta del precepto legal, que no conduce a la inadmisión de la demanda
en caso de impago de la tasa, sino a la paralización del proceso mientras no sea abonada. El
Abogado del Estado insiste en que, si no se admitiera la constitucionalidad del precepto tal y
como lo interpreta el órgano judicial, cabría sostener que la Ley de enjuiciamiento civil
solamente supedita la admisión de las demandas a la presentación de “aquellos otros
documentos que ésta u otra ley exija expresamente para la admisión de la demanda” (art.
266.5 LEC, en relación con su art. 269.2). Como el precepto cuestionado no dispone
literalmente que la presentación del documento tributario sea necesaria para la “admisión” de la
demanda, la falta de justificación del pago de la tasa sólo podría acarrear la paralización del
procedimiento judicial, que quedaría pendiente de que se acredite en cualquier momento
posterior el abono de la tasa; así como el deber del Secretario de justicia de comunicar a la
Administración tributaria la circunstancia de que la tasa correspondiente no ha sido abonada
(tal y como exigen las normas de desarrollo del precepto legal cuestionado, la Orden Ministerial
HAC/661/2003, de 24 de marzo, modificada recientemente por la Orden EHA/3552/2011, de 19
de diciembre, y la resolución de la Secretaría de Estado de Justicia de 8 de noviembre de
2003, que detallan el deber de facilitar información tributaria por parte de los Tribunales previsto

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por el art. 94.3 de la Ley general tributaria de 2003, antiguo art. 112 de la Ley general tributaria
1963). El proceso judicial se mantendría suspendido hasta el abono de la tasa o, en su caso,
hasta que caducase la instancia (art. 237 y ss. LEC). El Fiscal General del Estado, en el mismo
sentido, razona que el precepto cuestionado no prevé la inadmisión de la demanda cuando la
tasa judicial no ha sido declarada y abonada, sino que no se le dará curso; y que debe
ofrecerse a quien la haya presentado la posibilidad de cumplir el requisito de liquidar y pagar la
tasa y acreditar que lo ha efectuado. Aunque, añade el Fiscal, la presentación del escrito de
demanda sin haber cumplido el deber tributario no generaría ninguno de los efectos que son
consustanciales a dicho acto de presentación, singularmente la producción de la litispendencia
o la perpetuatio jurisdictionis (arts. 410 y 411 LEC) o la interrupción de la prescripción para
ejercer la acción (art. 1973 del Código civil). Por lo que, una vez transcurrido el plazo de
prescripción o caducidad de la acción, sería necesario acordar la inadmisión de su demanda o
su archivo.
Este interesante debate sobre la correcta intelección de los efectos del precepto legal
cuestionado resulta innecesario para resolver esta cuestión. Es doctrina constitucional que la
cuestión de inconstitucionalidad versa sobre el texto de la ley, no sobre las distintas
interpretaciones que de dicho texto pueden ser realizadas; sin que este Tribunal deba rectificar
el entendimiento que muestra el órgano judicial promotor sobre su sujeción al enunciado legal
de cuya constitucionalidad duda (SSTC 157/1990, de 18 de octubre, FJ 2 y 222/1992, de 11 de
diciembre, FJ 2). El órgano cuestionante no nos traslada un problema interpretativo abstracto,
sino muy ceñido al caso que ha de juzgar; ni nos eleva tampoco una mera perplejidad
interpretativa por no saber cómo puede interpretarse el precepto rector de su decisión, sino que
solicita de este Tribunal un pronunciamiento sobre la adecuación o no a la Constitución del
precepto con rango de ley en una de sus posibles interpretaciones, que es la que
razonadamente mantiene en el proceso a quo (SSTC 92/1992, de 11 de junio, FJ 4 y 273/2005,
de 27 de octubre, FJ 2). Por lo demás, nuestra labor de depuración del ordenamiento debe
partir de la interpretación de la disposición legal que aporta el órgano judicial cuestionante,
pues a él compete interpretar la ley (art. 117.3 CE) y porque dicha interpretación es la que
presenta un mayor rigor con el derecho fundamental en cuestión; sólo si la norma, así

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interpretada, resultara inconstitucional habríamos de “explorar las posibilidades interpretativas


del precepto cuestionado, por si hubiera alguna que permitiera salvar la primacía de la
Constitución” (SSTC 76/1996, de 30 de abril, FJ 5; 233/1999, de 16 de diciembre, FJ
18; 202/2003, de 17 de noviembre, FJ 6; 235/2007, de 7 de noviembre, FJ 7; y 59/2008, de 14
de mayo, FJ 4).
En definitiva, debemos enjuiciar si es constitucional la previsión legal de que las demandas
civiles que no vayan acompañadas del documento que acredite el pago de la tasa judicial
prevista por el art. 35 de la Ley 53/2002, no serán cursadas por el Secretario judicial y, por
ende, serán inadmitidas por el Juzgado transcurrido el plazo de los diez días de subsanación
previsto por el mismo apartado 7, párrafo 2, de este art. 35.
7. Las precisiones efectuadas en los fundamentos jurídicos anteriores acerca del objeto de esta
cuestión de inconstitucionalidad permiten fijar el canon de control que debemos aplicar para
enjuiciar la validez del art. 35.7.2 de la Ley 53/2002. La inadmisión de una demanda civil [art.
35.1 a) de la Ley], a la que aboca el precepto legal cuando no se acompaña el documento que
acredita que la correspondiente tasa judicial ha sido autoliquidada y pagada a la Administración
tributaria, afecta de lleno al derecho a la tutela judicial efectiva en su vertiente de acceso a la
justicia.
Es doctrina reiterada de este Tribunal que el primer contenido del derecho a obtener la tutela
de Jueces y Tribunales, en un orden cronológico y lógico, es el acceso a la jurisdicción, que se
concreta en el derecho a ser parte en un proceso y poder promover la actividad jurisdiccional
que desemboque en una decisión judicial sobre las pretensiones deducidas (SSTC 220/1993,
de 30 de junio, FJ 2 y 34/1994, de 31 de enero, FJ 2, entre otras). Asimismo, hemos dicho que
el derecho a la tutela judicial efectiva no es un derecho de libertad, ejercitable sin más y
directamente a partir de la Constitución, sino que es un derecho prestacional y de configuración
legal, cuyo ejercicio está sujeto a la concurrencia de los presupuestos y requisitos procesales
que, en cada caso, haya establecido el legislador (SSTC 99/1985, de 30 de septiembre, FJ 4
y 182/2004, de 2 de noviembre, FJ 2). Ello implica que el legislador cuenta con un ámbito de
libertad amplio en la definición o determinación de las condiciones y consecuencias del acceso
a la justicia, pues le incumbe configurar la actividad judicial y, más concretamente, el proceso

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en cuyo seno se ejercita el derecho fundamental ordenado a la satisfacción de pretensiones


dirigidas a la defensa de derechos e intereses legítimos (STC 206/1987, de 21 de diciembre, FJ
5). En esta regulación, la ley podrá establecer límites al ejercicio del derecho fundamental que
serán constitucionalmente válidos si, respetando su contenido esencial (art. 53.1 CE), están
dirigidos a preservar otros derechos, bienes o intereses constitucionalmente protegidos y
guardan la adecuada proporcionalidad con la naturaleza del proceso y la finalidad perseguida
(entre otras, SSTC 158/1987, de 20 de octubre, FJ 4; 32/1991, de 14 de febrero, FJ 4;
y 133/2004, de 22 de julio, FJ 4, recaída precisamente al controlar la constitucionalidad de una
norma que limitaba el acceso a la justicia en aras al cumplimiento de deberes tributarios). En
principio, pues, el derecho reconocido en el art. 24.1 CE puede verse conculcado por aquellas
disposiciones legales que impongan requisitos impeditivos u obstaculizadores del acceso a la
jurisdicción, si tales trabas resultan innecesarias, excesivas y carecen de razonabilidad o
proporcionalidad respecto de los fines que lícitamente puede perseguir el legislador
(SSTC 60/1989, de 16 de marzo, FJ 4; 114/1992, de 14 de septiembre, FJ 3; y 273/2005, de 27
de octubre, FJ 5).
8. No se han suscitado dudas en este proceso acerca de la legitimidad de los fines que
persigue la tasa, en cuanto se dirige a financiar el servicio público de la Administración de
Justicia con cargo a los justiciables que más se benefician de la actividad jurisdiccional,
disminuyendo correlativamente la financiación procedente de los impuestos, a cargo de todos
los ciudadanos. Conviene precisar ese aserto, en el que coinciden el Fiscal General del Estado
y el Abogado del Estado.
La justicia puede ser declarada gratuita, como hizo la Ley 25/1986. Pero resulta obvio que la
justicia no es gratis. Si los justiciables no abonan el coste del funcionamiento de la justicia, el
Poder judicial debe ser financiado mediante impuestos, sufragados por los contribuyentes.
Aunque resulta evidente que la justicia, en tanto que garantía del Estado de Derecho, implica
beneficios colectivos que trascienden el interés del justiciable considerado individualmente, lo
cierto es que la financiación pura mediante impuestos conlleva siempre que los ciudadanos que
nunca acuden ante los Tribunales estarían coadyuvando a financiar las actuaciones realizadas
por los Juzgados y las Salas de justicia en beneficio de quienes demandan justicia una, varias

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o muchas veces. Optar por un modelo de financiación de la justicia civil mediante impuestos o
por otro en el que sean los justiciables quienes deben subvenir a los gastos generados por su
demanda de justicia mediante tasas o aranceles, o bien por cualquiera de los posibles modelos
mixtos en donde el funcionamiento de los Tribunales del orden civil es financiado parcialmente
con cargo a los impuestos y con cargo a tasas abonadas por quienes resultan beneficiados por
la actuación judicial, en distintas proporciones, es una decisión que en una democracia, como
la que establece la Constitución española, corresponde al legislador. Como ha declarado una
consolidada jurisprudencia, el legislador goza de un amplio margen de libertad en la
configuración de los impuestos y los demás tributos que sirven para sostener los gastos
públicos (SSTC 27/1981, de 20 de julio, FJ 4;221/1992, de 11 de diciembre, FJ 5; 96/2002, de
25 de abril, FJ 6; y 7/2010, de 27 de abril, FJ 6). En el ejercicio de su libertad de configuración
normativa, el legislador debe tomar en consideración las circunstancias y los datos relevantes,
atendida la naturaleza y finalidad de los distintos impuestos, tasas y otras figuras tributarias que
puede establecer, dentro de los márgenes constitucionales [STC185/1995, de 14 de diciembre,
FJ 6 a)]. Como afirmamos en la Sentencia 214/1994, de 14 de julio, “es obvio que el legislador
puede estar guiado por razones de política financiera o de técnica tributaria, que le lleven a
elegir la [regulación] más conveniente o adecuada”; lo que no corresponde en modo alguno a
este Tribunal es enjuiciar si las soluciones adoptadas en la ley tributaria sometida a control de
constitucionalidad son las más correctas técnicamente, aunque indudablemente se halla
facultado para determinar si en el régimen legal del tributo el legislador ha sobrepasado o no
los límites constitucionales [FJ 5 b)].
La libertad de configuración del legislador alcanza igualmente a la vertiente del gasto público.
Los servicios y prestaciones públicos “corresponde delimitarlos al legislador atendiendo a los
intereses públicos y privados implicados y a las concretas disponibilidades presupuestarias”,
como dijimos en la Sentencia 16/1994, de 20 de enero (FJ 3), específicamente en relación con
la gratuidad de la justicia. Con ocasión de enjuiciar el régimen de justicia gratuita que había
establecido la Ley 34/1984, de 6 de agosto, subrayamos que la Constitución no ha proclamado
la gratuidad de la administración de justicia, sino “un derecho a la gratuidad de la justicia … en
los casos y en la forma que el legislador determine”, tal y como dispone el art. 119 CE. “El

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reconocimiento de esta amplia libertad de configuración legal resulta manifiesta en el primer


inciso del art. 119 al afirmar que ‘la justicia será gratuita cuando así lo disponga la ley’. El
legislador podrá atribuir el beneficio de justicia gratuita a quienes reúnan las características y
requisitos que considere relevantes, podrá modular la gratuidad en función del orden
jurisdiccional afectado —penal, laboral, civil, etc.— o incluso del tipo concreto de proceso y, por
supuesto, en función de los recursos económicos de los que pueda disponer en cada
momento”.
9. Es cierto que la Constitución ha explicitado un contenido constitucional del derecho a la
gratuidad de la justicia que resulta indisponible y que acota la facultad de libre disposición del
legislador. Lo hace en el segundo inciso del art. 119 CE, al proclamar que “en todo caso” la
gratuidad se reconocerá “a quienes acrediten insuficiencia de recursos para litigar”. Este
concepto jurídico indeterminado ha sido precisado por varias Sentencias de este Tribunal, entre
las que se encuentran la STC 16/1994, de 20 de enero, que acabamos de recordar, junto a las
SSTC 12/1998, de 15 de enero; 117/1998, de 2 de junio; y 95/2003, de 22 de mayo.
Sin embargo, no es preciso profundizar ahora en ese concepto constitucional. El Auto que ha
planteado la cuestión de inconstitucionalidad no alberga duda alguna sobre la capacidad
económica de la entidad litigante, una importante compañía de seguros, para abonar la tasa
judicial prevista por el art. 35 de la Ley 53/2002. Lo cual obedece a la configuración legal de la
tasa que ha sido creada por dicha Ley, totalmente diversa de las antiguas tasas judiciales que
se encontraban en vigor cuando fue aprobada la Constitución y siguieron rigiendo hasta su
derogación en 1986, como vimos en el fundamento jurídico 2.
Como subrayan tanto el Fiscal General del Estado como el Abogado del Estado, la tasa judicial
vigente desde el 1 de abril de 2003 tiene un ámbito limitado, que viene claramente definido por
las numerosas exenciones objetivas y subjetivas que enumera el apartado 3 de dicho art. 35.
En el orden civil, único relevante en este proceso constitucional, están exentas de tasa las
demandas que inician procesos en materia de estado civil de las personas, de familia y de
sucesiones; es decir, quedan gravados por la tasa los procesos en los que se litigan
obligaciones y contratos, derechos reales y daños y perjuicios, litigios todos ellos donde se
controvierten derechos de contenido económico. Tampoco quedan sujetas al pago de la tasa

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judicial las personas físicas: ninguna persona física que litigue debe abonar tasas judiciales,
sean cuales sean sus circunstancias económicas y el objeto del litigio que promuevan. De entre
las personas jurídicas, se encuentran exentas las entidades sin fines lucrativos, las que no
están sujetas al impuesto de sociedades y los sujetos pasivos que, según la legislación de
dicho impuesto, son considerados de reducida dimensión. Como precisa el Abogado del
Estado, estas exenciones legales conducen a que solamente queden sujetas al pago de las
tasas judiciales las personas jurídicas con ánimo de lucro cuya cifra de negocios hubiere
alcanzado, en el período impositivo anterior, un importe neto superior a seis millones de euros.
El Fiscal concluye, igualmente, que quienes vienen obligadas al pago de las tasas judiciales
son las grandes empresas que acuden a la justicia a reclamar sus derechos económicos, como
son las compañías de seguros de grandes dimensiones.
Resulta, por tanto, indudable que el régimen vigente de las tasas judiciales que gravan la
presentación de demandas civiles, a cuya eficacia sirve el mecanismo previsto en el precepto
sometido a control en este proceso, es plenamente respetuoso con las previsiones
constitucionales sobre la gratuidad de la justicia. Como dijimos en la Sentencia 117/1998, de 2
de junio, el contenido indisponible del derecho a la justicia gratuita sólo es reconducible a la
persona física, única de la que puede predicarse el “nivel mínimo de subsistencia personal o
familiar” al que se refiere el art. 119 CE, y que no es una creación del legislador, a diferencia de
las personas jurídicas (FFJJ 4 y 5). De ahí que concluyésemos entonces que era constitucional
que la Ley 1/1996, de 10 de enero, de asistencia jurídica gratuita, excluyera de sus beneficios a
las sociedades mercantiles. Y aunque el derecho a la tutela judicial efectiva protege tanto a las
personas físicas como a las jurídicas (SSTC 53/1985, de 20 de junio, FJ 1, y 137/1985, de 17
de octubre, FJ 3), no debe ser olvidado que la situación de unas y otras es distinta respecto a
la gratuidad de la justicia. La Sentencia 117/1998 afirmó que esa diferencia es especialmente
predicable de las sociedades mercantiles de capital, que son un tipo de entidades en que el
substratum que justifica su personificación jurídica se halla en la existencia de un pacto
asociativo dirigido a racionalizar los riesgos de la actividad empresarial, limitando al valor de la
aportación social la responsabilidad patrimonial de sus socios, y que deben ser ellos quienes
sopesen si les interesa aportar fondos a la sociedad para alcanzar el acceso a la justicia a

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través de la persona jurídica (STC 117/1998, de 2 de junio, FJ 7).


Estos criterios han sido confirmados plenamente por el Tribunal Europeo de Derechos
Humanos. En su Auto O’Limo contra España, de 24 de noviembre de 2009 (asunto núm.
33732/05) concluyó que el sistema establecido por el legislador español para facilitar asistencia
jurídica gratuita ofrece “unas garantías sustanciales” para el derecho de acceso a los
Tribunales, aunque queden excluidos de él las sociedades mercantiles o las asociaciones que,
como la recurrente en aquel caso, no son de utilidad pública (§ 25). Para apreciar que excluir a
las personas jurídicas de la gratuidad de la justicia no contradice, por sí mismo, el derecho de
acceso a la tutela judicial que protege el art. 6.1 del Convenio europeo de derechos humanos,
el Tribunal de Estrasburgo subrayó que los fondos de los que disponen las asociaciones y las
sociedades privadas para la defensa jurídica de sus derechos proceden de los recursos que
sus miembros o socios acuerdan y aportan libremente, en función de sus intereses: no debe
exigirse al Estado que gaste recursos económicos públicos en beneficio de entidades cuyos
socios han decidido libremente no aportar los recursos económicos precisos para desarrollar
sus actividades normales, especialmente cuando se trata de actividades procesales en relación
con litigios sobre derechos de propiedad que no afectan más que a los particulares interesados
en los hechos (§ 26).
En todo caso, desde nuestra perspectiva, debemos poner de manifiesto que en principio no
vulnera la Constitución que una norma de rango legal someta a entidades mercantiles, con un
elevado volumen de facturación, al pago de unas tasas que sirven para financiar los costes
generados por la actividad jurisdiccional que conlleva juzgar las demandas que libremente
deciden presentar ante los Tribunales del orden civil para defender sus derechos e intereses
legítimos.
10. Esta conclusión general sólo podría verse modificada si se mostrase que la cuantía de las
tasas establecidas por la Ley 53/2002, de 30 de diciembre, son tan elevadas que impiden en la
práctica el acceso a la jurisdicción o lo obstaculizan en un caso concreto en términos
irrazonables, atendiendo a los criterios de la jurisprudencia expuestos en el fundamento jurídico
7. En esta misma línea se ha pronunciado el Tribunal Europeo de Derechos Humanos que, a
partir de la Sentencia Kreuz contra Polonia, de 19 de junio de 2001 (asunto núm. 28249/95),

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mantiene que el requisito de abonar tasas judiciales en procesos civiles no infringe por sí solo
el derecho de acceso a un tribunal protegido por el art. 6.1 del Convenio de Roma. Sin
embargo, la cuantía de las tasas no debe ser excesiva, a la luz de las circunstancias propias de
cada caso, de tal modo que impida satisfacer el contenido esencial del derecho de acceso
efectivo a la justicia (§§ 60 y 66; en el mismo sentido, SSTEDH de 26 de julio de 2005, Kniat c.
Polonia, as. 71731/01; 28 de noviembre de 2006, Apostol c. Georgia, as. 40765/02; y 9 de
diciembre de 2010, Urbanek c. Austria, as. 35123/05).
Estos criterios son compartidos por la Unión Europea, en virtud del derecho a una tutela judicial
efectiva que ha consagrado el art. 47 de la Carta de los derechos fundamentales, tal y como ha
expuesto la Sentencia del Tribunal de Justicia de 22 de diciembre de 2010 en el asunto DEB
Deutsche Energiehandels- und Beratungsgesellschaft mbH (núm. C-279/09). Con la
particularidad de que esta resolución no cuestiona en modo alguno la financiación de la
actividad judicial a costa de las empresas que instan litigios civiles; lo que impone el principio
de tutela judicial efectiva es que una persona jurídica, que invoca en el proceso derechos
otorgados por el Derecho comunitario, pueda obtener la dispensa del pago anticipado de las
costas procesales si dicho abono, anterior a la Sentencia, constituyera un obstáculo
insuperable para su acceso a la justicia. Regla que se encuentra en sintonía con las exigencias
que dimanan del derecho enunciado en el art. 24.1 CE (STC84/1992, de 28 de mayo, FJ 4).
11. El Auto de planteamiento de la cuestión insiste en la falta de proporción que existiría entre
la finalidad que persigue la norma, el pago de la tasa judicial, y la limitación que establece para
conseguirla: la previsión legal de que no se dará curso al escrito de demanda, lo que conlleva
la inadmisión de dicha demanda y la denegación del acceso a la justicia. Para evidenciar la
desproporción, el órgano judicial observa que existe un medio menos restrictivo para obtener el
fin recaudatorio, que consistiría en que la Administración tributaria, una vez que los Tribunales
le hubiesen comunicado la falta de declaración del hecho imponible y del pago del tributo
cuando fuese preceptivo, procediese de oficio a liquidar las tasas judiciales devengadas y a
iniciar los procedimientos ejecutivos necesarios para obtener su cobro. El Abogado del Estado,
por el contrario, sostiene que el sistema de gestión del tributo establecido por el precepto
cuestionado es el único que permite un alto grado de cumplimiento de la obligación tributaria,

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habida cuenta del número de actuaciones procesales sujetas a la tasa y de los medios de que
dispone la Agencia Estatal de la Administración Tributaria.
El problema de este modo de razonar estriba en que hace supuesto de la cuestión. Lo que ha
hecho el legislador no es establecer un impuesto que grave a quienes demandan justicia ante
los Tribunales del orden civil, impuesto que efectivamente podría ser gestionado por la
Administración tributaria mientras aquéllos seguían sustanciando los procesos judiciales. El
legislador ha establecido una tasa, que es un tributo que, a diferencia de los impuestos, debe
ser satisfecho, total o parcialmente, como requisito imprescindible para iniciar la prestación del
servicio o la realización de la actividad que benefician de modo particular al sujeto pasivo, tal y
como establece con carácter general la legislación tributaria, reformada para adaptarse a la
doctrina constitucional declarada en la Sentencia de Pleno 185/1995, de 14 de diciembre (arts.
6 y 15.1 de la Ley general tributaria de 28 de diciembre de 1963, en la redacción dada por la
Ley 25/1998, de 13 de julio, que coincide con las disposiciones vigentes, aprobadas por la Ley
58/2003, de 17 de diciembre, y la Ley 8/1989, de 13 de abril, de tasas y precios públicos).
Aunque tanto los impuestos como las tasas son creados en ejercicio de la potestad tributaria,
“el hecho imponible de la tasa se vincula a una actividad o servicio de la Administración pública,
mientras que el hecho imponible del impuesto se relaciona con negocios, actos o hechos que
ponen de manifiesto la capacidad económica del sujeto pasivo. Ello a su vez conlleva que en
las tasas la determinación del sujeto pasivo se realice por referencia a la actividad
administrativa y el importe de la cuota se fije esencialmente atendiendo al coste de la actividad
o servicio prestado por la Administración, con los que tiene una relación más o menos intensa
de contraprestación” (STC 296/1994, de 10 de noviembre, FJ 4). Y ello es así sustancialmente
en este caso, aunque en él y además del servicio a los ciudadanos, deba reconocerse que el
acceso a la jurisdicción no es equivalente a la prestación de un servicio público por la
Administración, ya que se trata de la puesta en marcha de un proceso ante un Poder del
Estado en ejercicio del derecho fundamental a la tutela judicial efectiva.
Una vez obtenida la conclusión, en los fundamentos jurídicos anteriores, de que es
constitucional subordinar la prestación de la actividad jurisdiccional en el orden civil al abono de
unas tasas judiciales por la interposición de la demanda, tal y como establece el art. 35 de la

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Ley 53/2002, de 30 de diciembre, carece de lógica reprochar que el legislador haya decidido
que la contribución de los justiciables a la financiación de la justicia se produzca mediante
tasas, cuyo previo pago es requerido como regla general para obtener el beneficio ínsito en la
prestación pública, y sostener que debería ser liquidado y ejecutado de un modo más
adecuado a la estructura típica de los impuestos, que es lo que en definitiva afirma el Auto de
planteamiento de la cuestión. Lo que el legislador ha decidido, en términos que son
constitucionalmente irreprochables, es que las sociedades de grandes dimensiones, según la
legislación tributaria, sólo puedan obtener la prestación de la actividad jurisdiccional cuando
presenten demandas civiles si liquidan y abonan una tasa que permite sufragar parcialmente el
coste que implica para la justicia atender y resolver su demanda. La previsión legal de que, si la
tasa judicial no es liquidada y abonada, la potestad jurisdiccional civil no debe ser ejercida en
beneficio del sujeto pasivo, es una consecuencia ineludible de la regulación legal, que no
suscita reparo de constitucionalidad. Es lícito que el legislador adopte medidas para lograr un
alto grado espontáneo de la obligación de pagar un tributo legítimo, aun cuando esas medidas
incidan en el ejercicio del derecho de acceso a la jurisdicción, como dijimos en la Sentencia
133/2004, de 22 de julio (FJ 4), al enjuiciar una previsión legal distinta a la cuestionada en este
proceso, que disponía que el defecto de timbre de las letras de cambio les privaba de su fuerza
ejecutiva. Y ya en la Sentencia 233/1999, de 16 de diciembre (FJ 14), rechazamos un
argumento similar, dirigido entonces contra la previsión de que las entidades locales exigiesen
anticipadamente el pago de determinados tributos (art. 33.2 de la Ley de haciendas locales):
pues esa norma no carece de una justificación razonable y no es contraria al principio de
capacidad económica, tal y como hemos visto que ocurre en relación con las tasas judiciales
por la presentación de demandas civiles establecidas por la Ley 53/2002.
12. Estas reflexiones permiten entender que la doctrina de la Sentencia 141/1988, de 12 de
julio, fundamento principal de la duda de constitucionalidad suscitada por el Juzgado
cuestionante, no solamente no conduce a sostener que el art. 35.7.2 de la Ley 53/2002
contradice la Constitución, sino cabalmente a lo contrario, tal y como afirman el Abogado del
Estado y el Fiscal General del Estado.
En dicha Sentencia se declaró inconstitucional y nulo el inciso del art. 57.1 del antiguo texto

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refundido de la Ley del impuesto de transmisiones patrimoniales y actos jurídicos


documentados, aprobado por Real Decreto Legislativo 3050/1980, de 30 de diciembre, que
privaba de efecto en los Tribunales, prohibiendo incluso su admisión ante ellos, a los
documentos sujetos al impuesto si no se justificaba su pago. Las razones que llevaron a
entender que esa previsión legal vulneraba el derecho a la tutela judicial efectiva fueron varias.
El Auto de planteamiento de la cuestión se hace eco de las contenidas en el último párrafo del
fundamento jurídico 7 de la Sentencia, que se limitaban a completar el razonamiento
desarrollado en los párrafos anteriores, dando respuesta a una alegación adicional del
Abogado del Estado. Sin embargo, la ratio decidendi de la Sentencia 141/1988 consistió en que
las limitaciones al acceso a la justicia impuestas por la norma legal “no guardan relación alguna
con el objeto y la finalidad del proceso”, pues “se trata de un tributo cuyo hecho imponible es
ajeno a la función jurisdiccional” (FJ 7, párrafo 4). Precisamente por ello, la Sentencia negó que
la norma enjuiciada entonces pudiera compararse con las que regulan otros supuestos en los
que el ordenamiento condiciona el ejercicio de derechos o de acciones judiciales al previo
desembolso de dinero, señalando respecto a estas últimas que “constituyen cargas que
persiguen algún fin vinculado al mismo proceso o tendente a evitar disfunciones que éste
puede originar” y llegando, incluso, a mencionar expresamente el deber de pagar aranceles o
tasas judiciales “por la prestación de la Administración de Justicia como servicio público”, que
es una limitación que “está en función de la propia realidad o finalidad del proceso”
(STC 141/1988, FJ 7.2).
Es evidente que las tasas judiciales establecidas por la Ley 53/2002 como condición para que
los Tribunales del orden jurisdiccional civil den curso a las demandas presentadas por los
justiciables, en los términos que han sido examinados por esta Sentencia, son tributos cuyo
hecho imponible no es ajeno a la función jurisdiccional y que imponen una carga económica
que persigue un fin vinculado al proceso mismo. Por consiguiente, la doctrina de la Sentencia
141/1988 nos lleva a concluir que es constitucionalmente válida la limitación impuesta por la
norma legal enjuiciada, que consiste en condicionar la sustanciación del proceso instado en la
demanda civil que presentan las personas jurídicas con ánimo de lucro, sujetas al impuesto de
sociedades y con una facturación anual elevada, a que acrediten que han satisfecho el deber

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de contribuir al sostenimiento del gasto público que conlleva el ejercicio de la potestad


jurisdiccional, que les beneficia de modo particular en la medida en que juzga las pretensiones
deducidas en defensa de sus derechos e interés legítimos en el orden civil.
Fallo
En atención a todo lo expuesto, el Tribunal Constitucional, POR LA AUTORIDAD QUE LE
CONFIERE LA CONSTITUCIÓN DE LA NACIÓN ESPAÑOLA,
Ha decidido
Desestimar la cuestión de inconstitucionalidad núm. 647-2004 relativa al artículo 35, apartado
7, párrafo segundo, de la Ley 53/2002, de 30 de diciembre, de medidas fiscales,
administrativas y del orden social.
Publíquese esta Sentencia en el “Boletín Oficial del Estado”.
Dada en Madrid, a dieciséis de febrero de dos mil doce

8.2 JURISPRUDENCIA SOBRE DEFENSA LETRADA

EXP. N.° 2028-2004-HC/TC

AREQUIPA

MARGI EVELING

CLAVO PERALTA

SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL

En Arequipa, a los 5 días del mes de julio de 2004, la Segunda Sala del Tribunal
Constitucional, con asistencia de los señores magistrados Bardelli Lartirigoyen, Revoredo
Marsano y García Toma, pronuncia la siguiente sentencia

ASUNTO

Recurso extraordinario interpuesto por doña Margi Eveling Clavo Peralta contra la sentencia de

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la Tercera Sala Penal de la Corte Superior de Justicia de Arequipa, de fojas 86, su fecha 23 de
marzo de 2004, que declaró improcedente la demanda de hábeas corpus de autos.

ANTECEDENTES

La accionante, con fecha 8 de marzo de 2004, interpone hábeas corpus contra el Juez del
Octavo Juzgado Penal Colectivo con Reos en Cárcel de Arequipa, don Carlos Mendoza Banda,
sosteniendo que es procesada por el delito de terrorismo (Expediente N° 2181-2003), y que
desde el 12 de enero de 2004 ha presentado recursos ante el Juzgado Penal demandado que
no han sido admitidos por carecer de firma de letrado, hecho que vulnera el derecho
constitucional de defensa, reconocido en el artículo 139°, inciso 14) de la Constitución Política
del Perú.

Realizada la investigación sumaria, el Juez emplazado rinde su declaración explicativa


negando los cargos.

El Quinto Juzgado Especializado en lo Penal de Arequipa, con fecha 11 de marzo de 2004,


declaró fundada la demanda, por estimar que el texto del artículo 8°.2 de la Convención
Americana de Derechos Humanos establece el derecho del inculpado a defenderse
personalmente o a ser asistido por un defensor de su elección.

La recurrida revoca la apelada y, reformándola, declara improcedente la demanda, por


considerar que la doble dimensión (formal y material) que conforma el derecho de defensa
solamente puede ser ejercida por el inculpado, como un todo, cuando éste a la vez tiene la
condición de abogado, debidamente capacitado y habilitado conforme a la ley; por
consiguiente, está facultado a defenderse personalmente.

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FUNDAMENTOS

§ 1. Delimitación del petitorio

1. El objeto de la demanda es que se tutele el derecho de defensa de la accionante,


alegando que en la causa penal que se le sigue ha presentado diversos recursos que han sido
rechazados por carecer de firma de letrado.

§ 2. Materia de controversia constitucional: El derecho de defensa

2. La Constitución Política del Perú, en su artículo 139°, inciso 14), reconoce el derecho de
defensa. El Tribunal Constitucional considera que el principio de no ser privado del derecho de
defensa en ningún estado del proceso, constituye una de las condiciones indispensables para
que un proceso judicial sea realizado con arreglo al debido proceso.

3. El ejercicio del derecho de defensa, de especial relevancia en el proceso penal, tiene una
doble dimensión: una material, referida al derecho del imputado de ejercer su propia defensa
desde el mismo instante en que toma conocimiento de que se le atribuye la comisión de
determinado hecho delictivo; y otra formal, lo que supone el derecho a una defensa técnica,
esto es, al asesoramiento y patrocinio de un abogado defensor durante todo el tiempo que dure
el proceso. Ambas dimensiones del derecho de defensa forman parte del contenido
constitucionalmente protegido del derecho en referencia. En ambos casos, se garantiza el
derecho a no ser postrado a un estado de indefensión.

4. Al respecto, en casos análogos al de autos, el Tribunal Constitucional ha afirmado


anteriormente (Expediente N.° 1323-2002-HC/TC), que ambas dimensiones del derecho de
defensa pueden ser ejercidas por un abogado que, al mismo tiempo, es procesado. Para ello,
es preciso que el letrado esté debidamente capacitado y habilitado conforme a ley; y, en
particular, que no esté comprendido en ninguno de los impedimentos previstos en los artículos
285°, 286° y 287° del Texto Único Ordenado de la Ley Orgánica del Poder Judicial.

5. En otras palabras, reconocer el ejercicio del derecho de defensa en forma integral, a

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un procesado que no ostenta la calidad de abogado, implicaría someterlo a un estado de


indefensión por ausencia de una asistencia letrada, versada en el conocimiento del Derecho y
de la técnica de los procedimientos legales, situación que, además, quebranta el principio de
igualdad de armas o igualdad procesal de las partes.

6. Por lo expuesto, no se ha vulnerado el derecho constitucional invocado en la demanda,


puesto que la demandante puede ejercer personalmente su defensa en los momentos
procesales que le garantiza la ley penal de la materia, sin perjuicio de ser asistida por un
abogado de su elección, o en todo caso, contar con un defensor de oficio asignado por el
Estado.

7. Siendo así, las resoluciones judiciales que resolvieron negativamente las peticiones en
que la demandante ejerce su autodefensa, no resultan contrarias a la ley, ni son incompatibles
con las normas constitucionales de la materia.

Por los fundamentos expuestos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que le confiere la
Constitución Política del Perú,

HA RESUELTO

Declarar INFUNDADA la demanda de hábeas corpus.

Publíquese y notifíquese.

SS.

BARDELLI LARTIRIGOYEN

REVOREDO MARSANO

GARCÍA TOMA

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ANEXOS

Financiación de la Justicia.

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Documento de sustentación.

1.- INTRODUCCIÓN.

La administración de justicia carga sobre si una gran responsabilidad, ya que en forma recurrente e
insoslayable, se convoca a reflexionar acerca de estrategias dirigidas a asegurar el logro eficiente de su
misión institucional, que aquí enfocamos en el Financiamiento de la Administración de Justicia en Ibero
América, en el ámbito del Poder o Función Judicial integrados tanto por Cortes y Tribunales Supremos
como Consejos de Judicatura o Magistraturas.

La reforma judicial, y su financiamiento en particular, implica abordar creativamente una nueva


organización de orientación integracionista, la que deberá ser firme y progresiva, realimentándose a
través del mismo dinamismo que la encierra el proceso de evolución permanente hacia la
independencia funcional y la autarquía financiera.

Existen dos caminos posibles; el primero, nítidamente evolutivo, de sesgo cuantificador que deposita
un optimismo ingenuo en el aumento de la cantidad de jueces, normas, inmuebles o de herramientas y
el consecuente aumento presupuestario para lograr más de lo mismo. El otro, tiene una visión más
comprometida con la heterogeneidad del proceso, que procura un estudio sistémico y creativo de las
distintas dimensiones que abarcan el complejo mundo de la administración de justicia: la normativa, la
organizacional, la tecnología, la educativa y la referente al uso de los espacios, que también requiere
de los recursos presupuestarios.

La experiencia regional demuestra que las reformas parciales terminaron absorbidas por una
realidad que se muestra implacable frente a intentos aislados y poco enérgicos. Por el contrario, la
elección alternativa ha posibilitado una considerable producción de ideas y cambios identificables,
tendientes a enriquecer y potenciar aquel dialogo entre la gente y el sistema estatal, trascendente para
la protección de sus derechos.

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2.- LAS IDEAS BÁSICAS.


El foco de este informe está en la recaudación y no en el gasto para la reforma judicial en Ibero
América enmarcada en la racionalidad económica e institucional propia de la reforma judicial que se
orienta en base a las siguientes ideas fuerzas con las que se compromete con:

 El Estado Constitucional de Derecho,


 La independencia funcional y la autarquía económica implícita del poder judicial;
 Accesibilidad al servicio público de justicia;
 La seguridad jurídica y la previsiblilidad consecuente;
 La progresividad e intangibilidad presupuestaria;
 Gratuidad en el acceso.

El estándar de calidad requerido al servicio público de administración de justicia en la región es


creciente en proporción directa con el grado de democratización que nuestras sociedades van
conquistando día a día. Este incremento en la calidad ha de tener una contrapartida presupuestaria
que le permita al Poder Judicial atender sus funciones en forma oportuna, ágil, transparente,
predecible, imparcial e independiente dentro de un marco de racionalidad económica enfocado
tanto en la relación costo/beneficios de los intereses puestos en juego en cada caso particular como así
también en los valores e intereses colectivos del sistema judicial nacional y supranacional como
conjunto funcional.

Balancear intereses individuales, colectivos e institucionales con valores sociales constitucionalmente


consagrados, implica ser racional conforme a valores y a la vez racional conforme a fines individuales,
colectivos e institucionales. Por ello se establece una relación de funcionalidad social entre la calidad
de la justicia y la cantidad de recursos económicos socialmente asignados a los Poderes Judiciales de
nuestros países, que pasa forzosamente por la racionalidad del gasto.

El tratamiento de la conflictividad social que los tribunales resuelven en conjunto constituyen las
bases del desarrollo social, la precondición de la inversión privada nacional, regional y extraregional. Es
también motor del desarrollo de la calidad de vida del contribuyente y del usuario del sistema judicial;
como así también una precondición de acceso al crédito internacional de los organismos multilaterales
y donaciones de la cooperación extranjera.

Lo anterior impone la necesidad racional de que en materia de desarrollo institucional y


financiamiento de la justicia se establezcan las convicciones éticas y políticas de establecer los
contenidos presupuestarios mínimos e intangibles de mejoramiento permanente, en la misma magnitud

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en que cada sociedad aspira a un mejoramiento sostenido de la calidad de justicia, su justicia social
jurídicamente organizada.

3.- LAS FUENTES DE INGRESOS.


Existe una gran heterogeneidad de regulaciones nacionales para atender al financiamiento de la
justicia en Ibero América, siendo la principal diferencia aquellos países que cuentan con una “garantía”
constitucional de su presupuesto asignando constitucionalmente algún porcentaje de los ingresos
corrientes o del producto bruto interno (PBI).

3.1.- Caracterización

De los informes de los países Iberoamericanos presentados unos respondieron que el poder judicial
tiene como fuente central de recursos la asignación constitucional. y otros países, no poseen porcentaje
constitucional asignado.

No obstante en el marco institucional y político de cada país de la región se aspira acentuar la


seguridad jurídica no solamente en forma reactiva, después de que el conflicto social se ha producido
en la sociedad y es llevado como litis ante los tribunales, sino también en forma preventiva asignando
tareas pre-jurisdiccionales a la organización judicial, tales como sucede por ejemplo en los medios
alternativos de solución de conflictos, soluciones en equidad provenientes de los jueces de paz, el
registro de inmuebles, automotores o en el otorgamiento de fe pública por vía de notarios o escribanos.

3.2.- Las Alternativas.

La principal fuente de financiación es el presupuesto aprobado por el Estado y


complementariamente el cobro de tasa de justicia, venta de papel sellado y la ya referidas formas de
ingresos por actividad registral o fedataria.

Resulta de particular interés las diversas formas de control del gasto público que realiza el poder
judicial, en especial el acceso a la auditoria social por vía de Internet.

Las principales fuentes de financiamiento de la justicia en Ibero América son:

 Porcentaje constitucional sobre los ingresos corrientes del estado (sin incluir donaciones ni
financiamientos externos);
 Tasas judiciales o tasa de justicia
 Ingresos por multas
 Servicios e información por Internet

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 Venta de publicaciones (diario oficial)


 Venta de bienes sujetos a decomiso
 Administración, arrendamiento o venta de activos propios del Poder Judicial
 Intereses bancarios
 Utilidades por fondos de inversión (bonos del estado).
 Ingresos por servicios de citaciones y embargos
 Donaciones
 Financiamiento externo
 Servicios regístrales inmobiliarios y automotores
 Venta de papel sellado

4.- EL CONTROL DEL GASTO PÚBLICO.


El manejo eficiente de los recursos implica la necesidad de explicitar los objetivos propuesto por el
Plan Operativo Anual (o plurianual, en determinados casos) con indicadores de resultados que permitan
la conciliación entre lo gastado en el Plan Operativo y los resultados obtenidos total o parcialmente.

Lo propio se requiere de la acciones realizadas o a realizar con especial referencia a las inversiones
en bienes de capital y procesos licitatorios.

En todos los casos se observa, al menos en el marco normativo algún sistema de auditoria interna del
Poder Judicial y el control externo por algún tribunal de cuentas. Lo deseable es complementarlo con la
contratación de consultoras independientes que satisfagan los requisitos del pliego licitatorio respectivo
en los países en que se plantea.

La necesidad de transparencia hace necesario que en la actualidad contemos con un sistema de


publicidad de la ejecución del presupuesto en forma dinámica y de acceso gratuito, tal como sucede
en muchos países de la región que ofrecen en línea (Internet) la gestión del gasto en una página Web
propia de la institución o mediante la utilización del sitio en Internet del órgano estatal encargado del
control presupuestario, con especial referencia a la liquidación de cada presupuesto anual.

5.- ALTERNATIVAS PARA LA INTEGRACIÓN.


Lo recomendable desde el punto de vista presupuestario interno de cada país y como alternativas
de gestión que facilitan la integración es, sin afectar el principio de fondo común de ingresos judiciales,
la posibilidad de desagregar en los presupuestos nacionales todos aquellos rubros que atienden a
actividades con alcance región, tal como sucede en materia de formación y capacitación de jueces y

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magistrados a través de la Escuela Judicial de Centroamérica y el Caribe.

A mediano y largo plazo, se recomienda lograr un fondo común de inversión destinado a atender
los costos de la integración regional el que debiera componerse mediante el aporte asimétrico de los
diversos países en atención a sus dimensiones y desarrollo económico.

6.- CONCLUSIONES.
Por lo anterior se recomienda el desarrollo de criterio de política judicial destinados a establecer los
alcances de la gratuidad en el acceso a la justicia con una nítida diferenciación de aquellos casos o
situaciones en los que las partes litigantes peticionan en torno a algún derecho humano fundamental
desvinculado de actividades lucrativas, onerosas o comerciales en las que el Poder Judicial opera en
forma complementaria a la función lucrativa transformándose en agente de cobro de las
corporaciones comerciales (Bancos y financieras, por ejemplo) a cuyo giro comercial no se le priva del
acceso a la justicia por vía del cobro de una tasa de justicia.

En el desarrollo de tales políticas judicial se propone una actitud creativa para fortalecer
presupuestariamente a los Poderes Judiciales sin afectar los principios referidos en el punto 2.) y dentro
del catalogo no exhaustivo que se propone en el apartado 3.3.) del presente informe.

7.- RECOMENDACIONES.
Nuestras recomendaciones para el tema Financiamiento de la justicia en Iberoamérica, parten de
lo establecido en las distintas declaraciones de Cumbres de Presidentes de Cortes y especialmente en
la de Caracas del 1999 y la Declaración de Cancún del 2002, sobre la asignación de un porcentaje
constitucional para poder garantizar la independencia y autonomía judicial. Lo cual implica la
responsabilidad de los Poderes Judiciales en la rendición de cuentas y el uso racional de los recursos.

En aquellos países que no tienen porcentaje mínimo en la Constitución de su Estado, el Ejecutivo y o el


Legislativo lo establece, lo que evidencia una mayor dependencia de los recursos del Estado que son
distribuidos por el Ejecutivo y justifica la necesidad d la independencia y autonomía, por ello en Cancún se
concluye:
“2. La autonomía e independencia del Poder Judicial se afianzará a través de la instrumentación de
mecanismos que permitan determinar la eficiencia con la que se administran los recursos del sistema
judicial, y no sólo a través del establecimiento de una asignación presupuestaria fija.”

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