Coronel Santos López

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Coronel Santos López

Provengo de una familia campesina, mi madre era originaria de Yalagüina, pueblo perteneciente a Las
Segovias. Mi padre, segoviano también, no ayudó a mi madre a sostener nuestro humilde hogar, el cual
se componía de cinco hijos; tres varones y dos mujeres.

Yo era gemelo con una hembra. Como ya he explicado antes, mi padre se desobligó completamente de
nosotros, por lo que mi madre tenía que trabajar para buscarnos el sustento. Vendía chicha de maíz y
huevos.

Como esto no era suficiente, nos mandó a nosotros a trabajar a las fincas vecinas desde la temprana
edad de 8 años.

Nuestro salario era de veinte centavos de córdoba al día, siendo maltratados corporalmente por los
finqueros.

Después, Santos López cuenta cómo conoció a Sandino y aquí hay un matiz diferente, cuando relata la
forma como se incorpora a la Columna Segoviana. Dice:

Les pedí un trozo de carne, les pregunté si admitían cipotes, pues me fijé que entre ellos había algunos
de mi edad, contaba entonces con 12 años.

Fui admitido en la tropa, pasando desde ese mismo momento a formar parte de ella. Todo esto fue a
escondidas de mi madre.

El Coronel Santos López nació el 20 de febrero de 1914.

Combatió al lado del General Sandino, desde la edad de doce años. Escapó herido del ataque de la
Guardia Nacional a la casa de don Sofonías Salvatierra, donde se encontraba con Sócrates Sandino,
mientras la Guardia capturaba y luego asesinaba a Sandino.
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Santos López siguió luchando. Fue fundador del FLN y luego del FSLN, y se convirtió en el más
experimentado Jefe militar de la guerrilla del Patuca (Raití-Bocay).

Murió en Cuba, víctima de cáncer, el 10 de febrero de 1965.

Para hablar del Coronel Santos López, hay que partir de la constitución moral de Sandino, de su
conducta patriótica. Sandino regresa en 1926 a Nicaragua, va a León y de ahí, a la Mina San Albino,
donde forma una columna con gente extraordinaria: los hermanos Coronado Maradiaga, Ramón
Raudales, Rufo Marín –el héroe que después caería en Ocotal frente a los cuarteles de ocupación
militar norteamericana–, Santiago Dietrich –olvidado–, Heriberto Reyes, Juan Gregorio Colindres,
Ismael Peralta, Tranquilino Jarquín, Pedro Cabrera, de León, Porfirio Sánchez y las hermanas Teresa,
Amalia y Alicia Villatoro, salvadoreñas extraordinarias en la lucha anti-imperialista de Sandino,
particularmente Teresa, quien fue una enfermera y organizadora de la infraestructura de El Chipote, es
decir, el Cuartel General de Sandino.

Al lado de ellos estaba gente que vino de Honduras y de El Salvador, como José León Díaz –uno de los
hombres más valientes, más curtidos en la pelea–, Sinforoso González, Lorenzo Blandón, León
Amador, Alejandro y Elías Pérez, Zacarías López, Doroteo González, Coronado y otros más. Éstos
fueron organizados en la Mina de San Albino, eran mineros, aunque originalmente fueron agricultores
y ganaderos; o como el propio General Juan Gregorio Colindres, quien tenía un origen de clase más
alto, sin embargo, fue uno de los convencidos por la prédica de Sandino de hacer la lucha armada
contra la ocupación norteamericana y el gobierno conservador de Adolfo Díaz.

Algunos de estos hombres que trabajaban en la mina San Albino, forman esa extraordinaria vanguardia
auténtica, no engañada ni traicionada.

Ocurrió en el año de 1926, cuando la columna guerrillera de Sandino avanza de San Albino hacia El
Jícaro.

Un niño de doce años, quien ayudaba a su mamá en su venta ambulante de pueblo en pueblo, se da
cuenta que estos hombres están destazando una res.

El niño se acerca asombrado, le dan un enorme pedazo de carne, sale en carrera a dárselo a su madre, y
le dice: Mamá, esa gente es muy buena, mire lo que me han dado, yo me voy con ellos.

Ahí, a mediados de julio de 1926, se inicia ese gigante de la tenacidad, del heroísmo, de la sencillez.
Ese niño llegaría a ser el Coronel Santos López.

La primera responsabilidad asignada al niño fue integrar el Coro de Ángeles, que inventó Sandino.
Eran niños –como contaba el propio Santos López– de doce, trece y catorce años, quienes metían un
alboroto grande en los combates y, con sus voces, daban la impresión al enemigo de que estaban
combatiendo con un ejército mucho mayor que el que era realmente.

Santos López pasó después a un destacamento llamado Los Palmazones, del cual hay un material
extraordinario muy poco usado en nuestra bibliografía sobre Sandino en Nicaragua.
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Me refiero a las entrevistas de Sandino hablando de los niños del Coro de Ángeles y de Los
Palmazones. Estos últimos eran adolescentes de quince o más años de edad. En los combates tenían la
misión de lanzarse a las trincheras del enemigo a quitarles armas, correajes y hasta cigarrillos.

Sandino los denomina Palmazones en homenaje a unos muchachos llamados Palmazón, de origen
campesino, asesinados por militares norteamericanos. Hay un libro famoso de Gustavo Alemán
Bolaños2, un periodista nicaragüense olvidado, que ahora mismo estaría atacando estos pactos infames
que se están cocinando o se han cocinado ya.

En su libro Sandino el Libertador, Alemán Bolaños habla de Los Palmazones.

También se refiere a ellos el venezolano Gustavo Machado, quien vino a Nicaragua con un famoso
mensaje a Sandino de los intelectuales de Europa, entre ellos, Henri Barbusse. Gustavo, quien había
sido educado en Francia, tradujo el texto del francés al español.

El encuentro de Santos López a sus doce años con el núcleo guerrillero de Sandino en 1926, inicia una
larga jornada combativa en la geografía del norte de Nicaragua, primero como Coro de Ángeles, luego
como parte deLos Palmazones, y después, como combatiente y Jefe de los adultos, hasta la derrota
histórica de los yanquis, en 1933, en que salen expulsados de Nicaragua.

Santos López se hizo hombre en la lucha anti-imperialista, un hombre sencillo, sin pretensiones de
ninguna clase, transparente, puro como nuestros humildes campesinos de Nicaragua. Nació en
Yalagüina.

Aunque los yanquis son expulsados, empiezan las maniobras políticas del gobierno de los Estados
Unidos, que mandó a Managua al embajador Arthur Bliss Lane, a ver cómo hacían asesinar a Sandino.

Este es el principio del fin de la vida revolucionaria de Sandino, quien en su trágico viaje final a la
capital, es acompañado por el Coronel Santos López.

¿Cómo otorgó Sandino el grado de Coronel a Santos López?

Santos López se ganó ese grado en los grandes combates. Fue poco a poco, imagínate, desde el Coro de
Ángeles. Sandino se lo otorgó oficialmente, así como a sus generales, que empezaron siendo obreros en
la Mina de San Albino, como Juan Gregorio Colindres y Rufo Marín; y Juan Pablo Umanzor, quien era
de origen hondureño.

También se incorporaron a la guerrilla de Sandino otras gentes extraordinarias como Francisco Estrada
y el General Jirón Ruano, de Guatemala, quien era un militar académico.

Muchos otros hombres vinieron al lado de Sandino, como Carlos Aponte Hernández, de Venezuela, a
quien Sandino hizo Coronel de un solo trancazo, porque bajó un avión; lo supo apuntar y lo liquidó.
Entonces le dio el grado en ese mismo momento.

Carlos Aponte se acercó al avión que estaba comenzando a quemarse, para sacar a un gringo y quitarle
la bandera de los Estados Unidos, la cual Sandino mandó con Gustavo Machado a México, y que luego
exhibió Diego Rivera en el Segundo Congreso Mundial Anti-imperialista de Frankfurt.
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Estamos hablando de estas cosas para que se aprecie la magnitud de la lucha de Sandino y su relación
con un niño que empezó a luchar a los doce años. Cuando vino a Managua, Santos López fue alojado
con Sócrates Sandino en la casa de Sofonías Salvatierra, en la Calle 15 de septiembre, cerca de El
Calvario.

La compañera del Coronel Santos López, con la cual tuvo una niña, se llamaba Manuela García.

Manuela García venía con su niña en un área donde se encontraba el temible sanguinario
norteamericano, teniente William Lee.

A éste le dijeron que ella era la mujer de Santos López.

Entonces Lee agarró a la niña, la pateó, la tiró al aire y la partió con la bayoneta que tenía calada en su
arma de guerra.

La mujer se volvió loca.

Por ser de origen campesino entendía la dureza de la vida y los sufrimientos del campesinado a causa
de la intervención norteamericana y la explotación a la que eran sometidos por los vende patria de
aquella época.

Esto lo llevó a consagrar su vida por la libertad de su gente.

Él decía:

“La austeridad de nuestra vida llena de escaseces, el martirologio de los campesinos nos daba más
conciencia de la importancia de nuestra vida”.

“Los campesinos no conocemos ni siquiera una mesa, pero sabemos combatir y subsistir”.

“La fuerza siguen siendo los campesinos con el apoyo de los que saben más”, (refiriéndose a los de la
ciudad).

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