Elizabeth Schon. Tesis Final
Elizabeth Schon. Tesis Final
Elizabeth Schon. Tesis Final
Escuela de Artes
de Elizabeth Schön.
AGRADECIMIENTOS...……………………………………………………………………...iii
DEDICATORIA...……………………………………………………………………………..iv
INTRODUCCIÓN……………………………………………………………………………...1
1.1- La poética de Elizabeth Schön: Palabra poética y realidad. El ser en la palabra. La poesía
1.2- Elizabeth Schön: Poesía y sensibilidad amorosa. El delirio conducido por el amor en la
palabra poética………………………...………………………………………………………12
1.3- María Zambrano y la realidad poética: Una aspiración de precisar lo entrevisto. Lectura a
con los planteamientos sobre la poesía, realizados por María Zambrano en Filosofía y poesía.
schönniano…………………………………………………………………………….............38
3.2.- Introducción a las piezas largas: Intervalo (1956), Melisa y el yo (1958) y La Aldea
(1960)………………………………………………………………………………….............58
3.3.- Introducción a las piezas breves: Al Unísono (1967), Lo importante es que nos miramos
CONCLUSIONES…………………………………………………………………….............86
REFERENCIAS……………………………………………………………………………….91
AGRADECIMIENTOS
A los vivos que desde la “realidad visible” me abrieron las puertas a la “realidad
poética”.
Y por qué no, a los muertos que desde la “realidad invisible” tanto me han acompañado
en la soledad necesaria.
para Camilo, Ole y Xio.
cuatro años de trabajo creador una obra con características especiales dentro del universo de
las letras venezolanas. El ámbito en que la autora elabora su pensamiento es la poesía, pero su
para el teatro venezolano. Es este el género en el que nos interesa ahondar; la dramaturgia
schönniana posee unas particularidades que si bien han sido revisadas en diversos estudios,
Si algo caracteriza a esta dramaturgia es que se deja leer desde diversas perspectivas, lo
cual permite crear en torno a ella argumentos que pueden resultar, incluso, contradictorios.
Esto sucede porque el objetivo principal que Elizabeth Schön mantuvo a lo largo de todo su
ecléctico, juicio totalmente razonable, mientras esté referido a los aspectos formales que lo
componen.
poética y su función en lo humano, tema que es el fundamento de toda su obra. Más allá de
poder encontrar una perspectiva nueva, para el estudio de su dramaturgia, partiendo de las
relaciones que se pudieran establecer con corrientes o estilos, sobre los que la propia autora
dice haberse dejado inundar, decidimos revisar los conceptos que se manifiestan de manera
obligado a buscar cuáles son sus componentes, a partir de qué nace y cómo se estructura;
encontrando así dos nociones, que sirven de fundamento a otra principal: la realidad poética.
En primer lugar, nos referimos a la noción de amor, que posibilita, tanto en la dramaturgia
como en la poesía, la creación de lo poético como realidad. Por otra parte, revisaremos la
significado, para desarrollar argumentos que nos permitan entender el rol que juegan amor y
delirio en su conformación, como concepto ampliado de lo real, pues pensamos que el delirio,
movido por el amor, establece la realidad que fundamenta y estructura el texto dramático.
agosto de 2003), fue dedicada a Elizabeth Schön, y contó con la participación activa de la
homenajeada. Durante una de las conversaciones efectuadas, que llevó como título “La poesía
y las apariciones”, la escritora inició una reflexión en torno a la poesía, citando a Rainer Maria
Rilke (Praga 1875- Suiza 1926), con una frase que indica lo siguiente: “…Escucha el soplo del
mensaje incesante formado de silencio…”; según explicó luego, la frase le permitía acercarse
fija como el árbol en la claridad y la oscuridad que establecen el día y la noche, pero que la
En la misma conversación, subraya la escritora, que son los poetas “los oidores sutiles
de la tierra, del hombre, del cielo y los infiernos”, con lo que hace responsable a la poesía de
un tránsito que va más allá de lo aparente. La realidad invisible, o lo otro, aquello que es
percibido por la sensibilidad, pero que difícilmente es atrapado a plenitud por el pensamiento,
es dado al poeta por ser un “oidor sutil”; pero además, por ser capaz de ordenarlo en imágenes,
de manera que obtenga una razón de ser, así esa razón sea de calidad intuitiva. La poesía se
misterio. El amor, mediador entre este misterio y el hombre, permite la conformación de una
poética que, dando cuenta de una realidad, más allá de lo objetivo del pensamiento, es decir,
de su relación con la filosofía. Desde su primera publicación en 1953 (La gruta venidera), su
La posibilidad que ahora tenemos de ver el conjunto permite analizar una constante,
que no sólo está allí latente, sino que la autora se ha tomado el trabajo de explicar cuidadosa y
posibilidad de la palabra poética de crear realidades. Lo real es algo más que pensamiento y
convención, abarca lo que no podemos ver, ni entender, incluye un sentir inexplicable, porque
realidad, porque abarca todo, es incluyente. En este sentido, no hay nada que no pueda ser y
los contrarios desaparecen, pues cuando algo alcanza figuración, a través de la palabra poética,
adquiere una connotación tan real como la que tiene la realidad objetiva.
científico, es obtenida por la autora con una demostración filosófico-poética, que parte de
Heiddeger y que abarca ideas referentes a los filósofos griegos y pre-socráticos, así como a
Lao Tsé o a poetas como Holderlin o San Juan de la Cruz, adquiriendo un significado nuevo y
propio. La condición primaria de la poesía, para Elizabeth Schön, es la de unir nombrando, sin
quebrar las múltiples posibilidades del ser, porque “la palabra es la casa del ser”; afirmación
que no implica contradicción -dice la poeta- si recordamos las palabras de Heidegger en su
Carta sobre el humanismo cuando argumenta que “el lenguaje es la casa del ser” (Heidegger,
2000: p. s/n). La granja bella de la casa parte de esta frase y luego continua señalando:
“Siendo la palabra el ente del lenguaje, también se podría decir, sin caer en contradicción, que
La palabra es la casa del ser” (2003a: 7), y el ser es posibilidad infinita, que se hace en la
palabra; lo cual se traduce en una expansión del ser filosófico en la poesía. Estos argumentos
estético, la aclaratoria es hecha por la autora en una entrevista: “La poesía no puede ser un
adorno, una cosa bella. La poesía tiene un contenido humano espantoso. Su problema es el
hombre.” (Flores, 2003: p.s/n) Y uno de los problemas del hombre, y el que interesa en
especial a Elizabeth Schön, es la manera en que se vincula con la realidad, aquella que le es
Este ensayo es parte del cuerpo teórico de nuestro trabajo, que también encuentra
apoyo en los planteamientos sobre la poesía que desarrolla la filósofo española María
Zambrano, hace factible la tesis de que la realidad sobrepasa al pensamiento y que una de las
formas más amables (por no ser categórica) de la palabra: la poesía, permite dar existencia a lo
mediadora. Tanto Elizabeth Schön como María Zambrano han querido dar una mayor
cosas más sutiles que no pueden ser captadas por su presencia, lo son por su ausencia, por el
perspectiva de la poesía, porque además de que las revisiones a su obra dramática han sido
orientadas hacia otros aspectos, esta visión sugiere que el lugar de la poesía no se circunscribe
exclusivamente al poema, sino que puede conformarse en acciones que exijan ser elaboradas
en otro género. La poesía no puede ser extraída de la dramaturgia schönniana porque no está
presente sólo en algunos parlamentos, sino más bien es el ente configurador que da sentido a
reflejo de una sensibilidad particular, que insiste en vincularse con el mundo desde la
conformación de realidades poéticas, lo que hace de esta noción un concepto dado por la razón
para nombrar lo que no puede comprender, lo que por ser otorgado a una sensibilidad amorosa
Mediante la revisión de lo que se conforma como realidad poética en las seis piezas y
cómo la autora contrapone la realidad poética a la realidad “objetiva” o cotidiana, y cómo esta
contraposición queda expuesta por el delirio de los personajes principales. Debemos advertir
que, según creemos, la contraposición de realidades es un planteamiento que tiene lugar en la
dramaturgia para reflejar las separaciones realizadas por el hombre, que a lo largo del
Las nociones de poesía, realidad, amor y delirio, elaboradas por Elizabeth Schön y por
María Zambrano, servirán de sustento a nuestro estudio que es una mirada basada en los
Consideramos, además, que cualquiera de los caminos que tome un trabajo de análisis
sobre la dramaturgia schönniana puede incluir las nociones que hemos decidido estudiar, pues
ambas están presentes en su teatro dejando lugar a múltiples interpretaciones. Nuestra opinión
se sustenta en el estudio del pensamiento que, a lo largo de toda su obra, la autora desarrolló
sobre el fundamento de la palabra poética, palabra mediadora, que no establece fronteras, “que
causa por la cual dejamos a un lado las sentencias que promueven la separación, los
contrarios, las escisiones o la oposición y tomamos el vínculo, en todas sus vertientes, como
1.1.- La poética de Elizabeth Schön: Palabra poética y realidad. El ser en la palabra. La poesía
La realidad tiene algo muy bello: ella se deja moldear por el hombre.
Elizabeth Schön.
ensayo titulado La granja bella de la casa (2003), en el que, al proponerse partir del
pensamiento heiddegeriano en torno al lenguaje como la casa del ser, reflexiona sobre el ser
como habitante de la palabra, en particular de la palabra poética. Podríamos decir que en éste
se expone cómo el ser potencia la imagen poética y cómo esa imagen, que contiene al ser, se
conforma en realidad. El ensayo toca uno de los temas fundamentales dentro de su poética que
Siendo la Palabra el ente del lenguaje, también se podría decir, sin caer
en contradicción, que “La palabra es la casa del ser".
¿Qué hacer entonces?
Si decimos casa, ella nos sale al encuentro y la puerta se nos abre para
que entremos y escuchemos donde la casa comienza.
(Schön, 2003 a: 7)
Debemos partir de que la propia autora, más de una vez, dijo que ella era una mujer
creyente, de lo que se puede deducir que su poética va más allá de lo visible. La noción de ser
develada en este ensayo está ligada a la condición invisible de lo que el hombre siente, mas no
puede aprehender sólo con la claridad del pensamiento, y que continúa ahí, latente, como parte
de la realidad total. Quizás por eso es la poesía lo que puede dar cuenta de las particularidades
del ser que la autora, sin llegar a determinar en un significado, dice está en la palabra, como
una claridad que alumbra sin enceguecer, sin delimitar. En una entrevista, al referirse a la luz
de la poesía, indica que “no es una luz divisoria, es una luz unificadora, por la raíz” (Schön,
2003 b: p.s/n)
El ser que vive nombra como fuego interno al horizonte; nos marca en
un siempre-después. No se nos retira, no es materia que se multiplica o
desaparece, lo mismo que las cumbres dentro de las nubes. Y si nos
acercamos a su presencia de sereno oculto en el desván, qué nos
responde, ¿escuchamos acaso la brisa de la medalla enigmática de lo
innombrable? (Schön, 2003 a: 9,10)
círculos que se abren unos sobre otros, infinitamente. La correspondencia entre la existencia y
la esencia de las cosas se presenta en su obra sin que se produzca oposición. Y en la unidad
que plantea su pensamiento nada puede escindirse, pues los vínculos se mantienen, aun
pueda darse en la palabra y por tanto el lenguaje poético perdería su sentido. El sentido del
lenguaje poético es prolongar los espacios, su más profunda labor consiste en la posibilidad de
reunión, por eso permite ir más allá de la realidad cotidiana, para encontrarse en lo invisible
Las palabras son prisioneras de su significado, pero la rareza que acompaña a ese
aprisionamiento es a la vez una libertad de ser algo sin contradicción. Dice la autora que nada
se opone a que un árbol sea un árbol, así como la nada no puede contener nada más que a ella
misma, pues de lo contrario sería otra cosa. En contraposición con la limitación que implica el
que ofrece una imagen poética, como la unidad indisoluble de algo, que por haberse dado de
igualmente real. Es para ella el ser habitando los límites, convocando a reunir, lo que permite
la “abertura global”.
pensamiento está dada porque el pensar se conforma desde la distinción, y al distinguir una
–sostiene- no necesita dividir, ni clasificar, es un pensar que puede abarcar sin establecer
amorosa de vincular, no se opone a nada, permitiendo que viva en ella lo que tendría dificultad
La palabra entra viva, rebota en los espacios mientras los naranjales, los
aires y los ríos encarnan el azulado abarcamiento locuaz.
Y la casa, ¿dónde está? Aireada, llena de inocencia, nunca en
contradicción. ¿Y la detención, la discontinuidad?
No hay oposición. (ibidem: 24)
Si la palabra es, el hecho de ser ya le confiere una realidad y –explica- una palabra por
nada, por ejemplo) o a lo visible, como una mesa o un río, permite al hombre unir en una
temporalidad. Lo que se une en la palabra conforma una nueva realidad, funda un tiempo
propio y un espacio exclusivo. La imagen poética es unificadora, la unidad está dada por la
palabra en otras circunstancias. La historia como relato, contada por la palabra poética en el
enfrentamiento, sino por el contrario, surte la unión; incluso la incomunicación lleva la semilla
de un posible contacto íntimo. La poesía da cuenta del tiempo invisible, del que participa la
Elizabeth Schön llama un poder de transformación. Ese poder es dado al hombre en la palabra.
Más allá de las apariencias –dice- está la realidad invisible, que es alumbrada por la palabra
sin romper, brota sin oponerse, da cuenta de lo desconocido, relacionándolo con lo que
creemos conocer. Son plenos el tiempo y el espacio poético por no ser concluyentes. Por ir
1.2.- Elizabeth Schön: Poesía y sensibilidad amorosa. El delirio conducido por el amor en la
palabra poética
Elizabeth Schön
La realidad poética se modela con la libertad que ofrece el amor a la metáfora. El ser
que Elizabeth Schön dibuja en La granja bella de la casa lleva en sus entrañas al amor. La
en sus palabras:
Schön, como hemos dicho antes, tratamos con una noción ampliada, que participa de esencia y
existencia, de lo fugaz como parte de lo eterno, del ser y de lo otro sin contradicciones ni
oposición; el amor, siempre vinculante, es presencia necesaria para que el ser poético se
transforme en realidad.
Sin esa fuerza generadora de anhelo en el hombre que es el amor, no podría pensarse el
ser, ni darse en la palabra. Tomar la realidad de la existencia, trabajar con ella y conducirla
para que deje ver algo de lo invisible que la trasciende es la labor del poeta. Es el amor lo que
ofrece el rigor a la poesía, el amor como equilibrio, que permite al poeta tener una sensibilidad
intuitiva-reflexiva, capaz de ir más allá del ver. Rigor que no obliga, sino que por ser producto
amor es lo que hace surgir lo trascendente. En una entrevista realizada a la poeta, titulada: La
poesía también es una forma de introducir el amor donde no existe (Comerlati, 1977), de
manera implícita, sostiene que un amor instalado en el alma posibilita la fe y la relación con lo
Una de las situaciones en las que el amor coloca a lo humano es la incertidumbre. Por
ser vinculante en su naturaleza más íntima, el amor no termina de quedarse en parte alguna.
Las certidumbres del hombre son frecuentes en lo que ha logrado convenir como real, pero el
amor, por no poder someterse totalmente a la realidad convenida, deja una especie de vacío,
que termina por dar cuenta de que si no puede atraparse en ella completamente, es porque se
va a otro lugar. Y ese lugar hacia donde el amor se mueve, más allá de la convención, produce
acaece en la palabra, conservando un orden, suele hacerse palabra poética, encontrando así un
locura. Como la metáfora posee la libertad de darse de una cierta manera, única y propia, no
siente el hombre ninguna agresión en la poesía, si con ésta la poeta dice: “El amor es la herida
pensamiento, otra manera de denominar a esta razón sería intuición racional o equilibrio entre
emoción y razón, lo que llama Elizabeth Schön: una “poética pensante” (Pantin, 2005: p.s/n)
La locura carece de orden, el delirio poético, en cambio, está dado en imágenes que
responden al orden exclusivo de la metáfora. Ese orden lo permite el amor, que concede pasar
de la intuición al pensamiento y con ello a la palabra, sin que el paso de una cosa a la otra
excluya a la anterior. Curiosamente, es el amor también lo que ha conducido al delirio, por ser
La palabra se balancea
entre la penuria y la agresión
entre la valentía
y ese anhelo como de ancla
buscando aquella otra lineal honda.
(Schön, 1998:250)
1.3.- María Zambrano y la realidad poética: Una aspiración de precisar lo entrevisto. Lectura a
Filosofía y poesía
(...)Poesía es reintegración, reconciliación, abrazo que cierra en unidad al ser humano con el
María Zambrano.
(1939), permiten comprender el peso que ha tenido, para Occidente, la tensión que inaugura el
Estos argumentos representan un apoyo importante para nuestro trabajo porque la autora
formula algunas características intrínsecas a las nociones de: poesía, amor y delirio, que
hemos decidido tomar, como base teórica, para una interpretación de la dramaturgia poética
de Elizabeth Schön.
La palabra ha sido el lugar en que el hombre ha podido hacerse humano, a través de ella
reconoce su ser y lo otro que queda fuera del límite propio. Desde la palabra, el hombre
unifica y separa, da significado al mundo y nombra, también, lo que no puede obtener
forma, lo que sólo admite palabra, sin figuración posible.
Sobre este tema hay varios caminos transitables, porque si algo hace el hombre con la
palabra, es abrir senderos para entender, que es lo mismo que entenderse y pensar lo que
lo circunda y sobrepasa.
Uno de estos senderos es la poesía. El interés de la poesía a lo largo de su historia ha
sido el sentir humano. La historia del hombre, la que suele estudiarse, es la historia de las
razones humanas, inscrita en el pensamiento. La historia del sentir –sostiene Zambrano- no ha
sido recogida de manera que pueda llamarse historia, pero sí ha podido quedar expresada
también por la palabra. El poema es una de las maneras que ha encontrado el sentir, para
manifestar aquello que no puede quedar en la historia, por no pertenecer a los acontecimientos
ambas formas de la palabra son importantes en lo humano, optar por una de ellas implicaría
¿Es posible que puedan filosofía y poesía concurrir al mismo fin? La filosofía ha
conducido al hombre por un camino seguro, que le ha permitido la conformación del ser en
unidad ideal, y en ello se ha querido fundar el conocimiento; la razón unifica e ilumina al ser,
más allá de las apariencias. La poesía, en cambio, transita por aquellos rincones donde la luz
del ser no puede llegar, habla de lo que no tiene explicación y lo hace sólo nombrándolo,
como quien acepta acoger a lo que se resiste al juicio del pensamiento. Para María Zambrano,
lo otro surge en relación con el ser, en la medida en que conformar el ser ha implicado dejar
cosa por mentirosa que parezca. No porque el poeta desee vivir en el engaño, sino porque su
palabra busca reunir lo que es, lo que no es y lo que quizás no podría llegar a ser jamás.
(...) el poeta no cree en la verdad, en esa verdad que presupone que hay
cosas que son y cosas que no son y en la correspondencia verdad y
engaño. (…) De ahí que frente a un hombre de pensamiento el poeta
produzca la impresión primera de ser un escéptico. Mas no es así:
ningún poeta puede ser escéptico, ama la verdad, mas no la verdad
excluyente, no la verdad imperativa, electora, seleccionadora de aquello
que va a erigirse en dueño de todo lo demás, de todo.
(…) el “todo” del poeta es bien diferente, pues no es el todo como
horizonte, no como principio; sino en todo caso un “todo” a posteriori,
que sólo lo será cuando ya cada cosa haya llegado a su plenitud.
(ibidem: 25)
imperativa”. La realidad poética vendría a alojar también a lo otro que no tiene razón de ser.
La literatura, sostiene la autora, es la historia del sentir del hombre, que no ha sido
sistematizada por su ausencia de objetividad, sin embargo, aun cuando la poesía es un logos
que siempre involucra lo subjetivo e individual permite al hombre una manera de objetivación
del sentir que lo aleja de la esclavitud de las sin razones. La poesía también es un tipo de
razón.
unidad que se origina en el poema es todo y uno a la vez. Todo porque incluye sin abismar, y
uno porque refleja cada cosa en su particularidad. La exigencia de la palabra poética parece ser
equilibrio.
lo más cercano y a la vez lo más escurridizo del hombre, tan es así que a pesar de los esfuerzos
puestos en conocerla, resulta aún desconocida. Y en ese misterio en el que vive, el hombre
intentando una y otra vez develarlo, se encuentra con una resistencia. Resistencia de lo que no
parece pertenecer, ni fijarse, a ningún sistema de los que el hombre está en capacidad de
¡Cuántos saberes resultado de una vida de brega con las pasiones habrán
quedado en el silencio por falta de horizontes racionales en qué
encajarse, por falta de coordenadas adecuadas a qué referirse!
(Zambrano, 2000: 30)
La poesía ofrece una luz de ese algo de lo humano que difícilmente se puede entender
historia, han tratado, en innumerables ocasiones, de agarrar lo que sienten como propio, la
poesía parece continuar siendo el espacio para que ese algo se exprese de la mejor manera.
Y cuando la palabra poética se hace mediadora entre ese algo de lo humano que,
sostiene Zambrano, es lo más conectado al cosmos: el alma, y lo otro que transcurre también
fuera del ser, pero que es parte real de la vida misma, apegada a una naturaleza más amplia, se
expresa la unidad lograda por la poesía (siempre frágil, siempre “temblor”) que viene a ser
La realidad de la poesía, para la autora, es la realidad que incluye al ser descubierto por
la filosofía y a lo otro que, por haberse establecido límites al ser, ha quedado fuera, suelto, sin
configuración alguna.
Sólo considerando al ser unido a lo otro, diferente de él, puede lo humano encontrarse
dentro del ser filosófico, porque al tratarse de una forma de la palabra que participa de la
más allá, porque la intención de una metáfora puede hallarse aún en el mundo de las razones,
Para Zambrano, la poesía es un tipo de razón, una razón que por estar ligada,
indisolublemente, al sentir amoroso, puede dar cuenta, de lo que ha quedado fuera de la razón
del ser. La razón que emana de la poesía no puede ser sometida a juicio desde los horizontes
racionales, por no aceptar las limitaciones que éstos siempre imponen. En ella va implícita la
libertad de vincularse con lo otro. Razón necesaria, por ser conexión íntima con la vida
palabra poética lo que no puede alcanzar figuración es trasmitido, también, mientras pulsa por
ser. La poesía canta lo sustraído al ser, uniendo ser y no-ser en la medida más cercana a lo
justo, donde, en todo caso, se aspira a precisar lo entrevisto. Y este intento de juntar, por ser
conciliador y amoroso, nos incita a creer que, además de proyectar la sensibilidad, la poesía
puede arropar a la filosofía y por tanto hacer del pensamiento palabra poética, sin que por ello
(…) rebosa de tesoros quien no se ahincó en afirmar su vaciedad, quien por amor, no supo cerrarse a
nada.
María Zambrano
La condición del poeta, para María Zambrano, es la del eterno enamorado. Como la
poesía evita las determinaciones conceptuales, propias del pensamiento, que por ser selectivas
practican la renuncia, se ve envuelta en una multiplicidad que le sobrepasa, pero que no desea
sacerdotisa dibujan al amor primeramente como: “un término medio entre lo uno y lo otro, o
sea, entre los contrarios” (Platón, 2007: 262). Es preciso establecer el contexto de la frase para
entender a qué se refiere Diotima. La conversación, según cuenta Sócrates, tenía su principio
en razones con las que la sacerdotisa sustentaba que el amor no es ni bello ni bueno, y que lo
que no es ni bello ni bueno no tiene porqué ser feo o malo. ¿Hacia donde pretendía Diotima
guiar la atención de Sócrates? Hacia el “término medio”. Y ¿qué es un término medio?, ¿algo
que no está ni en una cosa ni en otra, pero que participa de ambas?, ¿eso querría decir que el
amor sería bello y bueno y a la vez feo y malo, por ejemplo? ¿O acaso participar de algo, no
entonces el amor sería un problema para la filosofía. Y ahora creemos entender porqué Platón
acude a una conversación sobre Eros, en la que Diotima recurre al mito -y entiéndase a la
Lo que participa de algo, pero no se queda siendo ese algo, parece en primera instancia
dar cuenta de un movimiento. Lo que se mueve suele verse caracterizado por el cambio; y lo
que cambia continuamente es difícil de aprehender. El amor es lo que visita, por tanto nunca
Con más claridad aún, acudiendo otra vez al mito, cuenta la sacerdotisa a Sócrates la
historia de Eros que “como todo demonio ocupa el medio entre los dioses y los hombres”
(ibidem: 263). Amor, hijo de Poros (abundancia) y Penía (pobreza), concebido el día en que
nació Afrodita, es anhelo constante, es presencia que se diluye y ausencia que se deja ver.
juzgar por como ha sido tratado, suele grabar mejor su impronta en la poesía que en ningún
otro sitio. Potencialmente mediador entre lo que siente el hombre como su ser y todo lo que va
más allá de ese límite, el amor permite que el hombre acceda a un tipo de conciencia
que no es él y en lo desconocido de sí. Por eso amor y delirio son inseparables en la poesía,
porque el que delira sale de la realidad común para introducirse en lo infinito y oscuro de la
sensibilidad. Es el amor quien convida e incita al hombre a seguir ese movimiento, que
desestructura sus razones, para transformar en otra cosa lo que él considera real.
La poesía es un abrirse del ser hacia dentro y hacia afuera al mismo
tiempo. Es un oír en el silencio y un ver en la oscuridad. (...) Es la salida
de sí, un poseerse por haberse olvidado, un olvido por haberse ganado la
renuncia total. Un poseerse por no tener ya nada que dar; un salir de sí
enamorado; una entrega a lo que no se sabe aún, ni se ve. Un
encontrarse entero por haberse enteramente dado. (Zambrano, 2005 a:
99)
La palabra poética es el recinto para que el amor se devele en lo humano como una
forma de libertad. Amor y poesía van de la mano, aun cuando la poesía no hable
explícitamente del amor, pues es el amor lo que se presenta como fuerza creadora en el
hombre, a través de la poesía, anunciando lo que la razón dejó fuera de su isla iluminada,
aquello que también es real, que late, esperando ser de alguna manera.
que lleva consigo el dolor de lo que se presenta como vacío, como hueco, como ausencia,
la luz del pensamiento. De ahí el delirio, que para quien delira, es pura realidad.
también la ambivalencia propia del amor. ¿No es acaso el amor, “siempre trascendente”, como
el amor. Considera la autora que siendo “extraño al hombre y a la vez lo más entrañable”
(ibidem: 265), el amor se adentra en lo humano, haciéndole adquirir una órbita que le abre a la
conciencia, conciencia del amor, de su presencia y del hueco que deja. Sin embargo, cuando el
hombre renuncia a lo desconocido de la realidad, su no-ser, para hacerse hombre sólo a través
del ser, se vuelve fijo, se determina en conceptos y se aleja del amor como “potencia
muestra aquello que ocurre a quien, luego de haberse hecho fijo, sale de sí en busca de lo otro
que anhela.
Vivir fuera de sí, por estar más allá de sí mismo. Vivir dispuesto al
vuelo, presto a cualquier partida. Es el futuro inimaginable, el
inalcanzable futuro de esa promesa de vida verdadera que el amor
insinúa en quien lo siente. El futuro que inspira, que consuela del
presente haciendo descreer de él, de donde brota la creación, lo no
previsto. (ibidem: 276)
aunque sobre lo que se diga no se pueda tener total responsabilidad. Señalamos anteriormente
que la poesía es un tipo de razón, pero la responsabilidad de esa razón, que da cuenta de lo
invisible, es relativa. Para Zambrano, la poesía es irresponsable porque “al ser salida del alma
(…) no puede calcular los pasos que da” (2005a: 99) y cuando habla de una poesía
la razón erigida en el pensamiento. Pero, ¿de qué manera da cuenta el hombre de eso que lo
sobrepasa como ser racional? A través de la embriaguez del delirio poético. La poesía es
siempre delirio, que autoriza a ser en la palabra poética, lo que no es totalmente en la razón.
Posesión de un logos que crea una realidad de la que el poeta no puede hacerse responsable
totalmente, pues aun transformando la realidad, a través de la poesía, el poeta sabe que la
delirio, por dar cuenta del misterio que vela la vida del hombre. Para el poeta -según
Zambrano- el requerimiento es contrario al del filósofo; el poeta hace entrega de su ser, para
reencontrarlo con lo otro, para que viva en lo indeterminado, para que en él encarne el
misterio.
La poesía se entrega a lo que tiembla por ser pero que aun haciéndose en la palabra
poética conserva ese “temblor” de lo que no termina nunca de conformarse, como si adaptarse
con los planteamientos sobre la poesía, realizados por María Zambrano en Filosofía y poesía.
Schön, con respecto a las nociones de poesía, amor y delirio, proviene de una intención
común que busca vincular lo visible y lo invisible, posibilidad que se da en la palabra poética.
Sostienen, uno y otro pensamiento, que la realidad va más allá de lo visible y que la poesía es
el espacio para otorgar calidad de ser a lo que de otra manera no podría haberse fijado.
Para Zambrano, “la idea del ser es la dádiva encontrada” (2005b: 162) por la filosofía,
pero fuera del ser ha quedado vagando el no-ser, lo otro de la realidad latente, y creciente, en
Lo humano requiere un tipo de razón que le permita relacionarse también con aquello
velado, invisible desde sus “horizontes racionales”. Esta circunstancia da cuenta del anhelo del
ser en anhelo amoroso, en anhelo de relación. Sin vincularse con lo otro amorosamente, no se
puede ser hombre completamente, y esa relación siempre es padecer, porque el no-ser nunca
revelado en la poesía es, para Zambrano, puro delirio que el poeta ordena, imprimiéndole
cierta razón de ser. La poesía es delirio movido por el amor, que al ser ordenado, obtiene esa
Para Elizabeth Schön, “la palabra es la casa del ser” (2003a: 7). El ser se hace figura
en la palabra, es una “presencia de sereno oculto en el desván” (ibidem: 10), que deja en
evidencia el enigma de lo innombrable, permitiendo que lo que ha de ser, sea libremente, sin
No existe contradicción alguna, dentro de este pensamiento, entre ser y no-ser, pues
todo, absolutamente todo, puede ser en la palabra. Lo otro, que ha quedado abismado en la
develarse, incluido por la palabra poética, dentro de la casa, como “casa del ser”.
La palabra existe, vive por la máxima de las razones "ser casa del ser".
La palabra al existir se arroga una realidad tan potente como la de una
colina o un rojo, adquiriendo, de esta manera, la dignidad de un ente
lingüístico. Ella es el rescoldo donde anida el ser y lo acompaña.
(ibidem: 29)
Si la palabra es casa del ser, ésta tiene que contener lo original del ser y
no poseer algo que no le incumba.
En el caso de que la palabra mantuviera consigo un elemento contrario
o distinto a ella misma ¿en qué sitio de la palabra permanecería dicho
elemento? Como ente figurativo que es, no posee espacio interno; su
figuración la abarca totalmente. Por consiguiente, ese supuesto
elemento ¿cómo podría permanecer estando junto a lo que es distinto a
la propia forma figurativa y por consiguiente al ser? y si esto ocurriera,
¿provocaría acaso y muy sutilmente, la invisible separación entre ser y
el ente que es la palabra?
¿Será posible hablar del árbol eliminando todo aquello que lo lleva a ser
árbol? (ibidem: 41)
se abre a lo infinito, no sólo es ser-ahí, ser en el tiempo, en el mundo, sino, como “ningún
la palabra poética de Elizabeth Schön. “¿Es posible que el amor sea brisa porque en lo esencial
Para ambos pensamientos, la poesía conlleva una realidad en la que, como diría
Zambrano: “todo tiene derecho a ser hasta lo que no ha podido ser jamás.” (2005a: 23) La
diferencia está planteada en las categorías filosóficas que cada uno ha utilizado para nombrar,
pero la intención en ambos parece ser la misma: Ampliar el ser descubierto por la filosofía.
Para María Zambrano, porque el ser está siempre referido al no-ser y por tanto acompañado de
lo otro, que pulsa por ser; para Elizabeth Schön, porque el ser en la palabra lo abarca todo, es
amor, como potencia que moviliza al ser a salir de sí mismo, en busca de la presencia que
ama, presencia que abre la conciencia, por la ausencia que deja cuando intenta ser atrapada. Y
de allí el delirio de la poesía, que quiere abarcarlo todo, ser y no-ser, sin renunciar a nada.
Para Elizabeth Schön, es el amor lo que hace que el ser pueda darse, sin contradicción
condición de ser “la casa del ser” no involucra ninguna oposición. La palabra poética es
armónica entre ellos. Esto es posible por el surgimiento en la poesía de la palabra amorosa, no
sin embargo, cuando la autora habla sobre su dramaturgia, alega que el tiempo de los
zambraniano- que el orden dado en la metáfora proviene de la necesidad interior del personaje,
como respuesta a un tipo de razón que, por ser poética, es delirio. Delirio poético, porque no
delirio.
la razón necesaria para dejarlos ser. Es esta la gran coincidencia entre ambos pensamientos. La
poesía, dice Zambrano: “expresa lo inefable en dos sentidos: inefable por cercano, por carnal;
inefable, también, por inaccesible, por ser el sentido más allá de todo sentido, la razón última
por encima de toda razón.” (2005 a: 109) En la poesía –considera Elizabeth Schön- se da
aquello que “(…) sin hablar nos dice y sin decir nos deja en la intimidad lo intraducible de lo
trabajo como escritora. Podríamos decir que el teatro dentro de la totalidad de su obra fue una
circunstancia, pero es necesario analizar qué tipo de circunstancia, si, como plantea el crítico
Rubén Monasterios (1990: 50), fue parte de la convocatoria de un hombre de teatro (Horacio
venezolana, o si el movimiento teatral de esos años, por sí mismo, condujo a que hubiese en
los escritores una valorización del significado de la palabra escrita para el teatro y una
motivaciones pudo haber sido una obra naciente que dentro de un contexto propicio comienza
a encontrar su voz.
Elizabeth Schön vivió ochenta y cinco años (1921-2007), cincuenta y cuatro de ellos
los dedicó a la escritura. Su trabajo con la palabra cultivó fundamentalmente la poesía, con un
desarrollada entre el año 1956 y 1967 y, aunque menos extensa que su poesía, no puede
decirse que haya una separación entre ambas, si consideramos que el fundamento de su teatro
está incluida dentro del grupo de dramaturgos que pertenecen a la década de los cincuenta y
que “ya tenían una obra previa ampliamente reconocida en los campos del ensayo, de la
narrativa y de la poesía” (53). En este capítulo, que lleva por título Emergencia del teatro de
Ramón Díaz Sánchez, Alejandro Lasser, Ida Gramcko, Arturo Uslar Pietri, César Rengifo,
En primer lugar, sostiene el autor, son escritores que de uno u otro modo se interesan
por el problema del país y en general del problema humano universal. Subraya, además, que
de este grupo, sólo dos tenían obra dramática escrita antes de los años cincuenta: César
Rengifo, quien comienza a principio de los cuarenta a desarrollar una dramaturgia amplia de
gran valor para el teatro venezolano, y Alejandro Lasser, que escribe teatro desde 1948 y pone
Entre ellos también vale destacar a Arturo Uslar Pietri, ya que en el conjunto de su
obra como escritor, la dramaturgia ocupa una amplio espacio, pero, según el criterio de
Monasterios, es poco brillante comparada con sus dotes de ensayista y narrador. Situados en
este grupo están, además, Luis Julio Bermúdez, hombre de teatro, con un tránsito muy corto
Ida Gramcko y Elizabeth Schön, ambas poetas y con un número similar de piezas escritas para
teatro.
Ida Gramcko en los años cincuenta era una poeta conocida con, al menos, cuatro
poemarios publicados. Elizabeth Schön publica su primer poemario La gruta venidera (1953),
y tres años después recibe el Segundo Premio de Teatro del Ateneo de Caracas por su primera
pieza Intervalo, que es estrenada años más tarde en el Primer festival de Teatro Venezolano,
con puesta en escena de Horacio Peterson. Como algunos críticos señalan, los puntos de
encuentro entre las dos escritoras, no sólo responden a la amistad y a los vínculos familiares,
sino a la poesía, género que cultivan y que se hace presente en la dramaturgia de ambas. Ida
Gramcko tuvo, según indica Elizabeth Schön en una entrevista, un significado importante,
sobre todo en relación con su primer poemario, La gruta venidera, pero su influencia sobre la
incipiente escritora se circunscribe a la motivación que le ofrece para que haga público su
luego su primera pieza para teatro, en una Venezuela movilizada por un ambiente propicio
para la creación. Tiene sentido pensar que las circunstancias que se producen en el teatro
venezolano en los años cincuenta hayan despertado un interés especial en los intelectuales de
la época, más aún si contaba Venezuela con la incorporación de creadores foráneos que no
sólo participaron del teatro, sino que fueron fuente de actualización del mismo. Alberto de Paz
y Mateos (español), Jesús Gómez Obregón (mexicano), Juana Sujo (argentina) y Horacio
Peterson (chileno), dan un vuelco al acontecer teatral, promocionando obras, tanto de autores
extranjeros como venezolanos, y trabajando durante años con los grupos que conformaron y
con instituciones que fueron creadas a partir de intereses mancomunados. También Horacio
Peterson, creador y director del Teatro del Ateneo de Caracas en 1952, junto al esfuerzo de
En el transcurso de los doce años en los que la poeta escribe teatro y a propósito del
participan las obras de Elizabeth Schön. El Primer Festival (1959) pone en escena quince
obras de catorce autores: Réquiem para un eclipse de Román Chalbaud, La Balandra Isabel de
Meneces, Cara é santo de Mariano Medina Febres, Juan Francisco de León de José Ignacio
E. Blanco, La virgen no tiene cara de Ramón Díaz Sánchez, El Puntal de Víctor M. Ribas,
Chuo Gil de Arturo Uslar Pietri, Almas descarnadas de Ayala Michelena y Los muertos no
como dramaturga, las circunstancias colocan a esta obra junto a la de dramaturgos de la talla
de César Rengifo y otros que irán ganando, sustancialmente, peso dentro del teatro
venezolano, como son: Cabrujas, Chocrón y Chalbaud. La pieza, que dijimos anteriormente,
había sido premiada en 1956, pero no fue publicada sino hasta 1971, cuando Monte Ávila
teatro venezolano había preferido “los temas sociales, morales, filosóficos, psicológicos e
históricos”(69), pero que de repente, “decide meterse de lleno en política”. La pieza con que
participa Elizabeth Schön en este festival es Melisa y el yo (escrita en 1958, puesta en escena
por el Teatro Nacional Popular, bajo la dirección de Horacio Peterson y publicada por Monte
Ávila Editores en el libro Teatro. Elizabeth Schön, en 1977). Ciertamente, el tema político se
expresa en esta pieza y será la única vez en su teatro. Sin embargo, más adelante, cuando
diez los que tienen este privilegio: José Ignacio Cabrujas con Los Insurgentes, César Rengifo
con Lo que dejó la tempestad, Luis Peraza con Reciedumbre, Álvaro Dobles con Regina,
Pedro Berroeta con La farsa del hombre que amó a dos mujeres, Vicky Franco con Sesgo,
Gilberto Pinto con El rincón del diablo, Román Chalbaud con Sagrado y obsceno, Isaac
Chocrón con Una mínima incandescencia y Elizabeth Schön con Melisa y el yo.
Ensayo, Cuento, Poesía y Teatro de la Universidad del Zulia en 1966 y es publicada por la
editorial de la universidad en 1967. No tenemos conocimiento de que esta pieza haya sido
montada. El tercer festival no incluye ninguna de las obras de Elizabeth Schön, sobre esta
Antes de continuar escribiendo para teatro, la autora publica dos poemarios. En 1962:
En el allá disparado desde ningún comienzo y en 1965: El abuelo, la cesta y el mar, hasta este
escribe sus tres últimas piezas, todas con un formato similar que en apariencia podrá verse
como una trilogía, por tener en común el ser obras breves que tratan el tema de la pareja, la
comunicación y lo lúdico-poético en el diálogo, estas piezas que llevan por título: Al unísono,
Jamás me miró y Lo importante es que nos miramos, posteriormente son publicadas por
Monte Ávila Editores en el libro, Teatro. Elizabeth Schön. (1977). La primera es estrenada en
1971 en el Primer Festival de Teatro Breve, realizado por Arte de Venezuela, bajo la dirección
de Levy Rossell y la segunda es puesta en escena en 1972, por el mismo grupo y bajo la
misma dirección. La última de ellas Lo importante es que nos miramos, en principio llevaba
por título Diálogo para actores con siete climas emocionales. Desconocemos la causa del
cambio de título y no hemos encontrado registro alguno de puesta su en escena. Sin embargo,
sabemos que fue realizada una lectura de la pieza por Aquiles Nazoa y Elizabeth Schön, en el
programa de televisión Las cosas más sencillas, de Aquiles Nazoa, transmitido en 1974 por el
canal 5.
Se debe señalar, además, que Elizabeth Schön escribe otras tres obras de teatro,
nombradas por Lorena Pino, en su libro La dramaturgia femenina venezolana: siglos XIX y
XX. Antología (1994), y que se titulan: La mudanza (1962), La pensión (1964) y en 1970 La
por Eddy Díaz Souza, El limpiabotas y la nube fue concebida especialmente para el Teatro
Tilingo, con puesta en escena de Julio Riera, pero el acceso a esos textos resulta difícil, por no
como escritora, pues la totalidad de lo que posteriormente será su obra está consagrada
argumentos que amplíen la posibilidad de ver la dramaturgia schönniana no sólo a la luz de las
condiciones externas, visión que limita las causas del desarrollo de este teatro a las
posibilidades que ofrecía una época. Probablemente en otros de los casos que somete
Monasterios a revisión, dentro de este grupo, haya suficientes razones para verlo así. En lo
que se refiere a Elizabeth Schön, consideramos justo reconocer la correspondencia con el resto
Como nos parece que no hay escisión alguna entre teatro y poesía, y que la dramaturgia
fue parte del hacer poético, en un primer período de su labor creadora, creemos probable, por
su forma de asumir la escritura, que su obra haya ido dejando de necesitar personajes para
exponer sus fundamentos. El contenido de la dramaturgia es fiel a la poesía, lo que nos hace
deducir que su paso por el contexto dramático fue tan importante como para ayudar a sembrar
podría encerrarse, según nuestro criterio, dentro del término Teatro Poético. La diferencia
estriba en que el Teatro Poético prefiere los argumentos provenientes de leyendas o mitos y
generalmente se escribe en verso (como el teatro de Ida Gramcko, por ejemplo), en cambio, la
dramaturgia schönniana carece de ambas características; además, parece más acorde con el
pensamiento de la autora una intención inversa, una poesía haciéndose teatro. No obstante,
carácter subjetivo facilitan esta lectura. Posiblemente lo que se plantea como dificultad en la
obra de Elizabeth Schön sea justamente su resistencia a quedar atrapada en un género. En su
libro Estudios sobre teatro venezolano (2006), el profesor Leonardo Azpárren Jiménez dedica
un breve comentario a la obra de las dramaturgas, dentro del capítulo titulado: Apuntes sobre
25 años de dramaturgia venezolana. Este apartado establece que la obra de Elizabeth Schön,
al igual que la de Ida Gramcko, pertenece al Teatro Poético, pero el autor no desarrolla ningún
argumento en el que justifique tal definición, unificando ambas dramaturgias en términos poco
claros y dejando situado al teatro de esta escritora en un espacio que no termina por abordarse.
Si algo caracteriza a estas piezas, es la facilidad que ofrece a críticos y estudiosos del
tema para la elaboración de múltiples lecturas. Acaso esa tendencia amoroso-intuitiva que
tenía la autora le permitía tomar diferentes tonos, para transformarlos en algo único y
heterogéneo, y es eso, quizás, lo que permite partir de escenarios tan diversos al momento de
procurar una lectura. Sin embargo, lo que se presenta abierto suele en ocasiones seducir hasta
el delirio.
El hecho de que Elizabeth Schön sea, dentro del grupo propuesto por Rubén
Monasterios, una escritora sin una obra consolidada, para el momento en que comienza a
escribir teatro, podría indicar que su incursión en el género, además de contar con los
atractivos antes expuestos, pertenece a la búsqueda de una voz propia. Efectivamente, al cabo
de doce años entre poesía y dramaturgia, la obra de Elizabeth Schön, se ubica principalmente
en el contexto lírico, pero su paso por el teatro tiene una importancia vital para la
necesidad de ubicarla dentro de los estilos de vanguardia. Es común conseguir lecturas que
parten del Surrealismo, Simbolismo, Teatro del Absurdo, o como teatro de estructura
dramaturga al ser entrevistada nunca niega estos juicios, al contrario, su condición amorosa de
integración juega con la imaginación de cualquiera que se anime a interpretar su obra; pero
tampoco se siente totalmente comprometida con ninguno de ellos, como para poder decir que
experiencia creadora schönniana parece tener otro interés, uno particular y fundamental, que
creemos se refiere a la poesía como tal, aun cuando haya sido tocada por las influencias de las
vanguardias.
espantapájaros metafísicos (1967: 5), define de audaz para el nuevo teatro del país la
Sobre Intervalo, La Aldea y Lo importante es que nos miramos, sostiene la autora, que hay en
estas piezas “delicadeza teatral”, “encanto poético” y un hecho teatral que no acontece con
inocencia. La valoración de Elisa Lerner tiene como postura una mirada al teatro, sin olvido
de la poesía que lo conforma. Esta dramaturgia, en la que encuentra raíces de Ionesco y Kafka,
está dada por símbolos que “lejos de transformarse en un acto de soberbia de la imaginación”
Entre el grupo de estudios que identificamos como más importantes, por extensos y
Bárbaras e ilustradas. Las máscaras del género en la periferia moderna (1997); y Una re-
(2008) de Penélope Hernández Lara. También Hanni Ossott dedicó un ensayo a la poética de
Elizabeth Schön, titulado Memoria de la tierra y memoria del ser (Ossott, 2005: 53), que
aclara con agudeza la poética schönniana; Yolanda Pantin, María Antonieta Flores, Luisana
Itriago y Edgar Vidaurre dieron seguimiento a su obra a través de diversos escritos, que como
los de muchos otros poetas y críticos han intentado dilucidar un universo poético, catalogado
muchas veces de abstracto, misterioso, intuitivo, evocador y visionario. Todos estos estudios
algunos de ellos nos permitirá hacernos de una visión más profunda y amplia, además de
para situar la dramaturgia schönniana dentro de lo que llama “una dramática muy personal”,
vinculada con el Teatro del Absurdo y el teatro surrealista, interesan otros planteamientos que
hace sobre la dislocación de la realidad a través del diálogo. Denomina como características de
estas piezas a lo insólito, lo alógico y lo ubicuo, donde “el tiempo no existe” por ser “un
concepto ambiguo y vago”. Según su juicio, “el yo de los personajes cierra las ventanas que lo
personajes se retraen a un transitorio ciclo mágico” (1990: 65), esto trae como consecuencia
que las piezas sean herméticas y que por participar de un universo donde las acciones se
producen mágicamente, la puesta en escena no sólo promete una gran dificultad, sino que
además se corre el riesgo de que, finalmente, lo que pueda comunicarse no vaya más allá de
“una serie de bellas palabras”. En un artículo sobre La Aldea, desarrolla los siguientes
argumentos, que luego serán eco para su concepción de todo el teatro schönniano:
Parece ser, por el juicio de Monasterios, que éste ha estado en lo que él mismo llama
“el borde” del teatro schönniano, pues si bien es cierto que no es un teatro realista, en lo
convencional del término (recordemos que para la autora la poesía hace realidad), abre
sobre todo en el caso de La Aldea (su obra más larga), la condición de “gruta” en que se ha de
Elizabeth Schön, esta poesía está determinada a “explorar áreas inéditas, difíciles o poco
está dirigido hacia una visión de género, que resalta lo que llama una “voracidad ontológica y
simbolizaciones femeninas (grutas, cavidades, cestas, cuencos, cisternas)” que, sin embargo,
“resonancia atmosférica”, que termina por enrarecer los paisajes poéticos. De su dramaturgia,
esta autora revisa, con el particular interés antes mencionado, la pieza Al Unísono, leyendo en
ella “una postura abiertamente irónica” y una manera de exponer lo femenino, disminuido en
46).
Podemos ver, también, en Al Unísono, una manera de comunicación nada usual que,
encuentro de los personajes se diera más por un ritmo del sentir en la conversación que por
torno al desarraigo en el teatro venezolano, posee una primera parte dedicada a la dramaturgia
enfoque sobre las maneras en que el teatro es objeto de las circunstancias sociales. Con el sub-
título En busca de una armonía cósmica: Elizabeth Schön (1980:125), la autora revisa cada
una de las piezas de teatro a la luz del Simbolismo. Es aquí donde se lee una cita, referente a
una entrevista (no se especifica la fuente, sólo el año: 1972) en la que la dramaturga dice que
la vida se le da como una inconexión, frase que ha sido utilizada, en más de una ocasión, para
sustentar que su teatro, y especialmente las tres últimas obras breves, tiene como fundamento
Creemos, por las lecturas a su obra, a sus entrevistas y en particular a su ensayo poético-
filosófico: La granja bella de la casa (2003) -que recoge con palabra clara el fundamento de
encuentro que propone la autora, y que sus personajes, así como los hombres, gozan de la
además sugiere una evolución de este teatro más allá de los enunciados simbolistas y lo
cataloga de ecléctico: “Dicha evolución es perceptible en el abandono del argumento, el
prescindir de la psicología, y sobre todo, en el tratamiento del tiempo, y por ende, del espacio”
(1980: 127). Debemos decir también que la relación de la dramaturgia de Elizabeth Schön con
el concepto bergsoniano del tiempo ha sido un punto a tratar en varios estudios realizados a
sus piezas. Cuando la crítico revisa el suceder del tiempo en las piezas, su visión está centrada
en los postulados de Bergson que, según el poeta Edgar Vidaurre (amigo y editor de algunos
En este caso los personajes schönnianos son mirados a través del desarraigo,
persona poseedora de una sensibilidad despierta, necesitada de vínculos profundos, que vayan
más allá del trato superficial dado socialmente. Y la soledad se relaciona con la
por un mundo hermético, cargado de símbolos y de poesía. Para la autora, hay en las piezas un
interés por el encuentro con una realidad superior y es la intuición más que la razón, lo que
superficial.
dramaturgia schönniana, sino en toda su poética, la continua alusión a lo infinito del cosmos, a
la visión metafísica de la vida y del universo, lleva consigo aquello que Hanni Ossott dice en
del acróbata (2001: 45), se aborda el tema de las vanguardias, específicamente Simbolismo y
Surrealismo, la dramaturga expresa que al salir un libro a la calle deja de pertenecer a quien lo
escribió y surgen búsquedas que muchas veces no tienen conexión estricta con lo escrito.
Sobre si sus piezas son simbolistas, la autora alega que “en el fondo es la lucha entre la
imagen y la parte real de la vida” y más adelante anuncia que hay “dos realidades
entrevistas efectuadas a la autora se puede notar como, sin negar las lecturas que se han
realizado a su obra, busca ubicar sus argumentos en el sitio que considera más importante.
Otro ejemplo que aclara su posición es, en la misma entrevista, su respuesta acerca de los
enunciados del Teatro del Absurdo que, según Arredondo, algunos estudiosos conciben como
Esto sin considerar que el Teatro del Absurdo lleva consigo la queja del hombre de una
época que se mira a sí mismo cargado de ansiedad, pesadilla, lleno de dudas e incertidumbre,
cuando plantea la inconexión, siempre lleva implícita, a través de una especie de fe, que la
conexión y la comunicación son posibles, si se atiende de manera correcta a ello. Podríamos
decir que la estructura de su universo poético está dada por lo que llama Margara Russotto “la
ausencia de razones lógicas en las relaciones que establecen los personajes. Cuando la
sensibilidad es expuesta en tiempo poético sin ser sometida a la lógica del tiempo cronológico
se percibe como absurda; la lógica de las piezas está referida al proceso interno de los
personajes. Esta forma de concebir el teatro es totalmente conciente, la autora asume los
riesgos referentes a la ruptura del tiempo, porque el tiempo que importa exponer es el que está
Por otro lado, insiste Arredondo en preguntar, a la luz del Surrealismo, cómo llegó el
estilo a hacerse propio de la dramaturga. Elizabeth Schön alega no haber tenido conciencia de
lo que ocurría con las imágenes en Intervalo (recordemos que es su segundo trabajo poético y
el primero de su dramaturgia); esta conciencia llega luego de escribir poesía y de aclararse así,
como en la imagen poética no hay opuestos, que a partir de ella surge una nueva realidad sin
contradicción. Si es esto el Surrealismo, la poeta asume estar ligada a él. Los fundamentos de
interioridad y que formalmente no tiene límites previstos, sin embargo, la actitud surrealista
el hombre mismo.
imágenes, que no sólo transforman la realidad en una nueva, sino que permiten el encuentro
cosmos latente que abarca lo humano y lo sobrepasa infinitamente. El inconciente aflora todo
el tiempo en los personajes, pero hay en ellos un trasfondo metafísico, que matiza ese lugar
desconocido de la psiquis, como si de allí brotara una sabiduría con un orden universal. Su
obra da cuenta de una realidad más allá de la existencia que intenta superar la ruptura entre lo
dado a la conciencia y lo que fluye y conecta con algo otro que, para la poeta, también es real.
Sí, hay en la obra schönniana mucho de Surrealismo, pero no hay en el Surrealismo la actitud
discontinuidad del tiempo en la obra dramática de Elizabeth Schön (2000), que amplía en su
investigación de post grado. Muchos de los argumentos que la autora desarrolla, desde su
primer trabajo, continúan latentes en un artículo publicado en la revista THEATRON que lleva
considerando que: “Es lo discontinuo del tiempo, esa fragmentación en su obra, la estrategia
dramaturgística que permite trastocar lo habitual para descubrir lo desconocido” (2008: 110),
ambigüedad son parte de lo que permite una re-lectura de esta dramaturgia, desde los
Schön al teatro de los años sesenta “fue la de indagar en temas de reestructuración de las
Desde la postura posmoderna, en relación con la noción de progreso lineal y con la caída de
schönniana como propone la autora, pero consideramos pertinente tomar en cuenta que si bien
en el proceso formal de la escritura, la dramaturga “juega con las agujas del reloj” creando una
nueva concepción del tiempo y por tanto de la realidad, también podría decirse que el discurso
posmodernidad, sino, por el contrario, sus argumentos retoman las reflexiones pre-socráticas
mayoría, tienen una correspondencia, más o menos acorde, con el pensamiento de la autora.
poética, carácter este que marca, según nuestro criterio, profundamente, todo el proceso
creador de Elizabeth Schön. Pensamos, además, que es en la palabra poética que da cuenta de
algo sagrado, donde el amor se hace presente como una fuerza perdurable en toda la extensión
de su obra.
A lo largo de toda su obra y de su vida, esta poeta nos ha venido
mostrando que el silencio contiene la palabra, que el ser es a su vez
contenido por la nada, que no hay oposición (…) que lo contenido no
puede ser separado de lo continente, que no estamos excluidos ni
desterrados de la totalidad bajo el angustiante argumento de que el ser
del hombre es la nada del ser, para ser de nuevo acogidos y sostenidos
por la nada que lo sostiene todo. (…) (Vidaurre, 2006: 165-166)
religiosa que sin dejar a un lado el dolor que produce el movimiento de Eros en la vida de todo
hombre, carece de angustia porque tiene fe. Fe en la palabra poética porque ésta encuentra la
cuando en una entrevista le preguntan sobre el sereno optimismo de su última obra (En
Nunca creí que el cielo fuese una distancia. Las separaciones de la vida lo descentran todo.
Elizabeth Schön.
dado de manera fragmentada y los datos sobre su vida se pueden encontrar en entrevistas o en
textos que los desarrollan parcialmente. Entre sus últimas entrevistas se hallan descripciones
de momentos de su vida, en relación estrecha con su obra, pero muchos aspectos quedan en el
vacío. Incluso en los estudios más serios, que incluyen una cronología de su trabajo, hay
disparidad de fechas, tanto en lo que concierne a la publicación de sus obras como a la puesta
decir, las fechas que se repiten en varias fuentes han sido tomadas como correctas, pero
creemos que se precisa un esfuerzo que investigue más profundamente las relaciones entre los
nuestro trabajo, pues la autora se reconocía como dotada de una particular percepción, lo cual
Huérfana de madre a los ocho años, la muerte imprime una connotación importante a su vida y
a su obra. Por provenir de una familia que, según la escritora, era muy religiosa, la presencia
de una visión metafísica de la vida va a ser fundamentada y tomada como eje esencial en su
trabajo con la palabra, lo que dentro del contexto literario venezolano del siglo XX va a
ubica a la escritora en lo que llama “el lugar apartado que inevitable y afortunadamente
condiciona el hecho de ser mujer” (p.s/n). Desde este lugar compara el trabajo creador de
Gego y de Elizabeth Schön: “permanecieron en su hacer callado” al igual que muchas otras
mujeres venezolanas que hilaron sus discursos en respuesta a una manera de vivir.
una época (aun cuando creemos late todavía en la institucionalidad latinoamericana de las
artes y las letras el velo que cubre a la creación proveniente de lo femenino, como en tantas
ocasiones han expresado Yolanda Pantin, Margara Russotto o incluso Susana Castillo, que con
ojo crítico ven a la mujer en una lucha paciente con lo patriarcal), tomamos las palabras de
Elizabeth Schön en una entrevista que le hizo Petruvska Simne, para BCV Cultural en
Venezuela, en 1940, a la edad de diecinueve años, él tenía treinta y siete. Alfredo, tío de Ida y
Elsa Gramcko -cuenta la escritora- construyó en la casa de Los Rosales, donde vivieron a lo
relojes, hacía zarcillos, fotografía” y recibía gustosamente a sus amigos con mucha
regularidad: “hacía parrillas, disfrazaba a los invitados, era todo un anfitrión” (Ramírez, Dic
2004-Ene 2005: 12). Esta mujer que, creemos, por sus propias anécdotas, fue arropada por un
hombre, que además de esposo ha de haber sido padre, encuentra un contexto propicio para
comenzar a ser en esa “nada” que decían que ella era. La relación con lo invisible de la
realidad toma un carácter de fundamento que se instala en su palabra poética. Resulta curioso
que en un libro para niños titulado Vuelven los fantasmas (Franco, 2004: 106) se cuenta la
historia de Un fantasma de Hoy, que tiene como lugar de aparición: la casa de Elizabeth Schön
en Los Rosales. Cuenta la autora de este libro que los dueños de la casa no sólo veían el
fantasma de una muchacha, sino que Elizabeth le hablaba suavemente aun cuando la imagen
establecer una conexión entre las vivencias metafísicas de la escritora y sus piezas teatrales,
sobre todo cuando en dos de sus obras más largas hay personajes que, o son explícitamente
invisibles, a los ojos de los que viven aferrados a una única realidad, o están tan cargados de
imaginación que terminan por parecer apariciones de otro mundo, como es el caso del hombre
verde de La Aldea, o incluso todos los personajes que rodean a La Mujer y al Acompañante,
La poesía schönniana, así como su dramaturgia, tiene un modo de ser particular, que
propone un raro equilibrio entre emoción y razón, pasando necesariamente por la fe. Y quizás
por ser creyente, o por haberle sido concedido un don especial, la escritora funda toda su obra
en las relaciones entre lo visible y lo invisible de la realidad, siendo fiel a lo que en su vida
sucede. Es esto lo que nos obliga a pensar que acercarse a la vida de la poeta contribuye a
también escribiendo. Sostiene la escritora que primero llegó la poesía y que el teatro fue
mucho después. Desde pequeña escribía, aunque su primera publicación data de cuando tenía
treinta y dos años. Este primer libro, titulado La gruta venidera, dice, está relacionado con sus
sobre la filosofía kantiana, escribía poesía en prosa. Fue Ida Gramcko quien abrió la
posibilidad de terminar de dar un orden a lo que ya hacía mucho tiempo era importante para
Elizabeth Schön: la poesía. En una entrevista, la escritora cuenta este descubrimiento que dio
lugar al poemario La gruta venidera y que fue el principio del camino para quedar prendada
de la palabra poética:
Vino Ida y me preguntó: ¿Qué son estas páginas? Ese es un trabajo que
estoy haciendo. Si tú quieres leerlo, léelo. Entonces ella empieza: Pero
que bello es esto, esto es bellísimo. Yo dije: ¿bello? Ida, ¿a ti te parece
bello Kant? Pero si yo no estoy leyendo a Kant. ¿Qué estás leyendo tú?
La selva. Me puse fría, porque yo había escrito eso por la mañana y yo
creía que eran las cosas mías que yo hacía para desahogarme. Cuando
Ida me dijo eso me quedé helada. Me dijo ella: y, ¿tienes más? Ay, qué
le digo, porque yo tenía libros. Ella cogió las cosas y me dijo: pero, Ely
si tú tienes aquí un libro. Y así salió La gruta venidera y así empecé a
escribir. No fue una cosa buscada, fue un deslizamiento desde niña. Si
no es por Ida, no salgo a la luz. De ahí, ya quedé esclavizada, totalmente
esclavizada quedé. Es cuando uno comienza a ver lo que es el lenguaje.
Lo más bello es el encuentro del poeta con el lenguaje. No es tanto la
realidad como el lenguaje, porque la realidad la tienes tú ahí. Y tú tienes
que formar el lenguaje. Porque a veces no encuentras la palabra justa
que tú quieres decir o lo que lo que está dentro de ti quiere decir, que
siempre es una iluminación. Así seguí yo, y siempre me cuesta trabajo.
Lo importante para mí es que mi lenguaje pueda iluminar a otro.
(Flores, 2003: p. s/n)
libertad de creación de todo un universo en el que las cosas se conforman desde un orden
amoroso que fertiliza la palabra poética, dando lugar a construcciones insólitas, pero dotadas
de una realidad de la que es dueña sólo la propia imagen. Cuando la poeta dice quedar
Hombre y lo divino, tan difícil de comprender pero al parecer eco del sentir schönniano, “La
Si alguien grita: Soy, desconoce que ese ser es una multiplicidad aprisionada en busca de salida.
Elizabeth Schön
En una entrevista, Elizabeth Schön expresa que “la poesía es el reconocimiento de que
el hombre tiene un poder de transformación” (Fernández, 2007: 49); este poder es adquirido
(…) usted contempla una pared y ve lo recta que es. Bueno, esa rectitud
ya le está hablando. Ella le está diciendo:-soy recta, soy ancha, soy
larga, soy corta, soy blanca-. Lo dice su palabra, porque su palabra está
como abierta, integrada en la realidad. La palabra está entera, en la
realidad. La palabra es esto y aquello, porque ella está unida a la
realidad, la palabra es la realidad. Es más, la palabra cuida la realidad.
(ibidem, 2007: 46)
mismo no alberga contradicción. Una imagen poética es un tipo de realidad, plantea, que viene
a dar cuenta de lo real invisible, lo otro que, a través de la sensibilidad, sabemos late por ser,
pero que se escapa a las determinaciones conceptuales del pensamiento. La poética schönniana
configurador de la dramaturgia, el problema del delirio, sin embargo, consideramos que es, no
sólo factible, sino característico. La noción de delirio poético cobra sentido cuando todo el
teatro schönniano expresa lo que la autora reconoce como una contradicción que se plantea en
lo humano entre la realidad objetiva o cotidiana y lo invisible que también es real. Al respecto
afirma: “Creo que en el universo no pueden haber contradicciones. Nosotros encontramos las
contradicciones no sé por qué, creo que es por falta de tener dentro una inmensidad.” (Simne,
2007: 29)
de lo subjetivo, que al contraponerse a lo objetivo se hace delirio. Desde este criterio, el delirio
poético es una noción inherente a las piezas que hace posible que el universo metafórico obre
como principio real en toda la dramaturgia, contrapuesto al universo de lo cotidiano. Por tanto,
realidad objetiva y el tiempo poético; este último, no sólo conduce gran parte de la acción,
sino que además configura a la mayoría de los personajes, a sus diálogos y a muchas de las
íntegramente en la naturaleza de los personajes que, de las seis piezas, en cinco sus nombres
son genéricos y por tanto simbólicos. Sólo en Melisa y el yo, los personajes llevan nombres
propios, pero aun así, algunos de estos, como el del líder popular Punta de Palo, aluden al
universo metafórico.
Es oportuno tomar en cuenta que Elizabeth Schön (al igual que María Zambrano) tiene
y lo otro desconocido, que suele expresarse desde la sensibilidad que también es realidad; para
ello, aboga por una palabra mediadora. La presencia de esta oposición es lo que genera el
conflicto en las piezas. Los personajes protagónicos centrados en su interioridad, tocados por
el amor, tienen como aspiración trascender lo inmediato real. Estas ansias conllevan a que sus
acciones sean conducidas por una visión poética de la realidad que se expresa como delirio.
La dramaturgia schönniana, que comprende seis obras publicadas de las cuales cinco
fueron estrenadas, tiene como eje central la palabra en delirio, matizada, de acuerdo con la
situación dramática en la que se presenta. Las tres primeras piezas, por ser mucho más
extensas que las tres últimas, componen un universo delirante con características similares
entre sí, siendo los personajes protagónicos los ejecutantes del delirio poético, en
contraposición al resto que los acompaña. En las tres piezas cortas, agrupadas también por sus
coincidencias, los protagonistas no sólo expresan el universo delirante sino que, el contraste
(1960)
Las primeras tres piezas a las que atenderemos en este sentido son las llamadas obras
los personajes) sin asidero lógico. Esta condición delirante de los personajes protagónicos
promueve la aparición de dos planos de realidad claramente identificables. Así, los que
expresan una sensibilidad despierta, conectada con el cosmos o abierta a lo otro, viven en
tiempo poético y son, a la luz de la razón, personajes extáticos: Ella, La Mujer y Melisa. El
resto, se encuentra en la dimensión cotidiana del tiempo, aun cuando suceda lo que en La
Aldea (extrañas transformaciones físicas), siguen estando incapacitados para acceder a la otra
realidad.
Lo femenino protagoniza las tres piezas mostrando diferentes formas de expresión del
Eros en la realidad poética. El carácter vinculante del amor promueve en los personajes una
necesidad de encontrarse con lo otro, el otro, los otros. En algunos casos sucede que es la
protagonista quien busca acercar ambas realidades, en otros hay un interés por lo misterioso de
la realidad poética que mueve a los personajes a participar de ésta aunque no la comprendan.
posibilidad de fe y por tanto de sosiego. En todos los casos los personajes están en contacto
La pieza gira en torno a un personaje femenino llamado Ella. Esta mujer, de unos
treinta y cinco años, no sólo sufre por su condición física (el dolor en un pie no le permite
caminar normalmente), sino por un amor que la inunda, sin posibilidad de realizarse, pero que
un mayordomo y una mucama, vive en un continuo delirio poético y para el resto de los
pieza.
particular de conciencia, asociada a una inquietud filosófica y metafísica sobre la vida, que no
encuentra lugar fuera de la realidad poética, pero que alude a lo que sucede a los que viven
sólo de la realidad objetiva. Con frases como: “¡Cuídese y no confíe en usted, así, tan
ciegamente, como en la silueta del espejo!” o “¿No se siente como si fuese un ser múltiple, sin
un centro único para caer?” (ibidem: 482), Ella va modelándose como un personaje delirante
que expone lo que tiene de arriesgado el vivir desde una imagen cerrada o limitada de sí
mismo y de la realidad.
La realidad, para Ella, responde a algo que es ofrecimiento, tiene relación con lo dado,
otorgado, con las correspondencias entre lo visible y lo invisible del universo, que incluye a lo
humano y que a su vez lo sobrepasa. Esta visión, expuesta con claridad en la pieza, va a ser
La protagonista hace, con bastante frecuencia, mención a la vida como un teatro. Esta
alusión, creemos, responde a la conciencia que tiene de ser un personaje, como la tienen los de
Luigi Pirandello (Sicilia 1867- Roma 1936), en Seis personajes en busca de autor (1921). El
Pirandello. La diferencia con este autor está dada por el énfasis que va a hacer Elizabeth Schön
en la realidad poética como el lugar de la multiplicidad; pero esta obra, por ser la primera, no
mayordomo que es suyo el drama. La relatividad de la realidad objetiva, por ser abordada
desde la realidad poética, con un marcado acento delirante, no adquiere el valor suficiente
como para generar conciencia en el resto de los personajes. El delirio poético de Ella propicia
que los que la rodean se aferren más a la realidad convencional. La conciencia del personaje
protagónico, por pertenecer sólo a la realidad poética, participa de la misma cojera que padece
el personaje en la realidad objetiva. La cojera es símbolo del tránsito difícil por el mundo real
acción y el pensamiento humanos. Estos criterios, por venir de un personaje en delirio, además
puede ser, o no, tomado en serio por el espectador o el lector. El mundo poético en el que Ella
vive la lleva a recibir seres invisibles, y es en su relación con éstos donde se despliega su
sabiduría delirante.
ELLA: (…) El rostro es el mejor lenguaje (Silencio. Con fuerza) ¡Que
alcen el escenario y bajen otros cortinajes! Cada rostro es un nuevo
amanecer que requiere distinta vestimenta. (Al Mayordomo) Mi silueta,
¿sabrá amoldarse a este próximo ámbito? Tendrá que buscarme un
nuevo cuerpo que no repela las imposiciones del recién llegado.
(Violenta) ¿Qué espera? ¡Apártese a un lado! Quiero mirar al que acaba
de anunciar. El alma sólo vive de lo que puede ser suyo. (El
Mayordomo se inclina dando paso al nuevo invitado invisible) ¡Qué
sorpresa! ¡Si es usted! (Calla cortada) (ibidem: 486)
Desde su mundo imaginario queda expuesta la escasa sensibilidad de los que viven
y reconoce que su mundo no se corresponde con la realidad de los demás. La poesía es el lugar
elegido para la crítica a la realidad objetiva cuando es entendida como única; y la forma que
escoge la autora para llamar la atención sobre el tema es una exageración del universo de la
sensibilidad en Ella y una desconexión interior en los otros personajes. Incluso cuando Ella
convoca a sus invitados invisibles, aun siendo éstos creados mediante su palabra, a través de la
su zapatero, a quien Ella, supuestamente, solicitó el arreglo de su calzado. Este joven la rapta,
El segundo y el tercer acto transcurren en casa del Zapatero, que vive con su madre,
una mujer tocada por la miseria y esperanzada en que su hijo se case con la loca, para obtener
una mejoría de su condición social. La autora, en una entrevista, indica lo siguiente sobre la
pieza: “Hay dos realidades un poco sórdidas que se encuentran” (Arredondo, 2001: 47). La
elegida del que atrapado en su condición social es esclavo de sus necesidades básicas, siempre
por resolver. El joven tiene una novia, que en principio había aceptado el plan, pero que
poco va vinculándose con la realidad poética de Ella. Según opinamos, esto podría
Ella pertenece, como señala la autora, al mundo de la imagen, por tanto el cambio de hogar,
poético, lo que hace que su estancia en casa del Zapatero sea para la protagonista una situación
pieza, sino el enfrentamiento de dos realidades distintas: la de Ella, delirio poético, movido
por una necesidad afectiva en continua agitación y la de los otros personajes, situada en el
personaje a quien Ella ama, y que al principio de la pieza fue convocado por su fantasía junto
al astrónomo, y que ahora es parte de los personajes que conforman la realidad objetiva, busca
rescatarla de esta nueva familia. Ella sólo se relaciona a través del delirio poético por lo que
resulta difícil hacer que se vincule con la otra realidad, lo cual provoca que el médico desista
Según Susana Castillo (1980: 128), el sub-título de la pieza alude a la farsa que Ella se
ve precisada a crear para protegerse de una realidad vulgar y común, opinión que, por la
conciencia de sí mismo que tiene el personaje, es totalmente factible. Sin embargo, nuestra
orientación de la lectura nos hace pensar en el sub-título como manera de llamar la atención
razón, el mundo poético, planteamiento que cierra la obra, dejando al personaje protagónico a
atribuimos a esa causa que Ella sea el único personaje que habla en lenguaje metafórico. Los
en el personaje de Ella. El amor es la fuerza creadora del delirio a través de la palabra poética.
La razón vital del personaje protagónico es un delirio de amor hecho poesía. El personaje
encontrado su lugar. Esta idea surge de una mirada global a la obra de Elizabeth Schön, donde
el teatro, opinamos, tiene una razón de ser, vinculada con la necesidad de exponer las
con la realidad del universo. La realidad poética es, y además es necesidad para el hombre que
al no poderse ubicar en su mundo de convenciones racionales queda cojeando en anhelo
melancólico de reunión. Las características de Ella: su incapacidad física para formar parte de
la realidad objetiva y su imposibilidad para establecer comunicación con los demás, por la
guarde en sí la simbología de lo que la obra de Elizabeth Schön, desde sus comienzos, intenta
Melisa, personaje protagónico, cuenta con dieciseis años e intenta resolver el problema
de embarazo de su amiga Jesusita, también adolescente, a quien llama Jecustia. Para Melisa,
cada cosa que sucede tiene una correspondencia absoluta con el resto del universo, esta
correspondencia es sinónimo de lo justo del orden cósmico, del cual los hombres forman parte
activa. Por tanto, serán ellos quienes deban encontrar respuesta al problema de Jecustia, que
teme ser reprendida por sus padres. La voluntad de Melisa de ayudar a su amiga involucra a
ambas en una serie de situaciones por demás absurdas e insólitas, pobladas de mentiras que
Melisa va creando, para que no sea descubierto el secreto de Jecustia, hasta haber encontrado
solución al problema.
El primer acto transcurre en la casa de Jesusita, una casa de clase media desde donde, a
través del teléfono, Melisa hace llegar a personas importantes de la ciudad (un novelista, una
científico y sus discípulos), para que les ayuden con el embarazoso asunto, pero su lenguaje
“didáctico y enfático”, y sus intenciones, absurdas para el resto de los personajes, no permiten
quien está desesperada y no tiene mucha fe en la manera en que su amiga intenta ayudarla,
muchacho, una mujer), encuentren respuesta al problema. Los que llegan a la reunión no
entienden de ninguna manera qué tienen que ver ellos con el asunto, además de sentirse
ofendidos porque dos niñas de clase media, “con los estómagos bien llenos”, les han hecho
MELISA: Antes de que Jecustia dé a luz, digan lo que debe hacer con el
niño.
MUJER: Esa muchacha, ¿está en estado?
MELISA: Siendo usted una de las que nos ayudó a poseer este cuerpo,
debió intuirlo.
JESUSITA: ¿Te das cuenta de este bochorno?
RECOGEDOR: ¿Está avergonzada? ¿Por qué? Para cualquier mujer es
muy sencillo parir.
MUJER: ¡Claro…! Como soy partera, quieren que la ayude, ¿no?
MELISA: Olvídese del aspecto físico del caso y escúcheme. (Silencio).
Nuestro yo se formó porque existieron esos árboles, esas tierras que
ustedes conocen tan profundamente. (Pausa). Deseamos conocer lo que
ellos les enseñaron a resolver en un caso semejante al de mi amiga.
MUJER: Debiera vivir en el manicomio. (ibidem: 57-58)
huelga de trabajadores en la fábrica del padre de su novio. Ella y Melisa entienden de manera
distinta el problema de los obreros. Melisa desea profundamente conocer a Punta de Palo, el
líder de la huelga, pues ve en él, no sólo la solución que busca, sino el cumplimiento del sueño
de las mayorías. Al final del segundo acto, el vendedor de periódicos se deja convencer por la
insistencia de Melisa y las conduce al escondite de Punta de Palo, donde las circunstancias, ya
del tercer acto, hacen que Jesusita se reencuentre con su novio Poncio, y quede resuelto el
Melisa, que busca un yo universal amoroso, confía en que ese yo es lo que propicia que
lo que acontezca sea siempre lo mejor, y ve en Punta de Palo a alguien que no permitirá
apagar esa voz. Decidida a luchar por ello, se queda junto al líder, para vivir unida a lo que
llama “la voz general, universal de cada hombre y cada mujer, y cada niño.” (Ibidem: 88). Éste
De las piezas escritas por Elizabeth Schön, sólo en ésta se presenta un problema social,
con una solución aparente. Aunque incluye en su argumento un tema político, consideramos
que su fundamento es más bien filosófico y metafísico, por estar centrado en la fe en un orden
universal del que los hombres forman parte activa. El problema, en Melisa y el yo, es la
búsqueda de ese yo que armoniza el todo, más que la huelga de unos trabajadores, o la
lenguaje metafórico, tiene sus cimientos en el trasfondo metafísico, que es la razón de las
acciones de Melisa, y no tanto en el lenguaje empleado por el personaje, menos aún por los
otros que hablan un lenguaje común. Su condición de sátira agrega un tono distinto a lo que se
plantea en otras obras. La manera ridícula e ilógica que utiliza Melisa, para demostrar el orden
entre la interioridad humana y lo circundante, está representada más que por una ironía, por
3.2. c- La Aldea
divide en dos actos en los que el lenguaje fundamental es la poesía. Una mujer, que tiene un
acompañante, hace aparecer feligreses a través de su costurero, mientras suenan las campanas
son advertidos, desde el principio, de que el tiempo que prevalecerá es el tiempo poético.
Los personajes que van llegando (una Vieja, un Muchacho, una Hermana, etc.),
establecen diálogos con ella y su Acompañante. Para La Mujer -personaje protagonista- todos
son conocidos de alguna manera, pues pertenecen a una memoria que rompe con el tiempo
cronológico, una memoria amorosa. Los encuentros, sostenidos en tiempos lejanos, cargados
sobre la poética schönniana: “La existencia no es pues puro proyecto y futuridad sino también
pasado, un pasado que alberga en sí numerosas muertes y nacimientos.” (2005: 54). Revivir lo
originario, volver a “la aldea”, a los encuentros desasistidos de razones determinantes del
vínculo, es el propósito de la Mujer, no obstante, ninguno de los personajes con que se vincula
ella pretende establecer se vuelve difícil y confusa para la mayoría, dejando un saldo continuo
Los efímeros vínculos, sometidos a la ruptura del tiempo, dan lugar a un tiempo
poético abierto por el amor. La Mujer vive en el tiempo poético pero los demás buscan
asideros en la realidad objetiva. Los personajes no logran sostener la vinculación; como dice la
autora, no es fácil hacerlo: “ésta dura poco. La rompe la pasión violenta, el mensaje falso, la
Intervalo o en Melisa y el yo; aquí, tiene un componente lúdico para la protagonista, que es
espacios, que los otros, atrapados en deseos sin trascendencia y aferrados a la realidad lógica,
no pueden sentir completamente. Suceden escenas de continuos conatos de amor, que crean
desesperación en los que participan de ambas realidades, sin lograr adherirse a ninguna de
ellas. Los personajes, desde la realidad objetiva, buscan respuesta a sus anhelos, pero como
sus acciones se producen en planos metafísicos, que corresponden a la realidad poética, no
Opinamos que en esta pieza hay un triunfo de la realidad poética sobre la realidad objetiva. Su
carácter metafísico, creemos, alude directamente al problema del ser, desarrollado por la
de la casa (2003).
ACOMPAÑANTE: ¿Crees que se encontrarán algún día?
MUJER: Esa no es mi actitud. Permanezco no para apresar a un
hermano ni a nadie, sino para que todas las presencias pasadas y aún las
que no miro, entren dentro de mí y se realicen hasta el máximo.
ACOMPAÑANTE: Pero… supongo que eso le impedirá tener una
personalidad estable.
MUJER: Sólo sé que amo y que no podría definir cuando comenzó ese
amor ni cuando concluirá. (Pausa). Dejo que la marejada entre y la
espuma se riegue, en mí, hasta que retorne de nuevo a las aguas, a lo
hondo de la tierra.
ACOMPAÑANTE: Pero los seres no se comportan en esa forma.
MUJER: Porque no poseen lo que nunca se aleja, lo que siempre
permanece en uno, y conduciendo sabiamente hacia cada pupila que
está allí (Muestra al público), y a la vez está lejos, muy lejos. (ibidem:
121-122)
Si comparamos La Aldea con Intervalo, vemos una relación diferente entre la realidad
poética y la realidad cotidiana, obteniendo mayor valor la primera sobre la segunda, cambio
que se notaba ya en Melisa y el yo, pero que en ésta se hace más profundo y evidente. Sigue la
poesía, al igual que en las piezas anteriores, siendo voz elegida, casi con exclusividad, para el
personaje protagónico. Los otros carecen de lenguaje poético o participan de éste, breve e
una cesta de frutas, un baúl, una maceta de flores, puertas; el empleo que se hace de ellos
fortalece la realidad poética como principio de la obra. Esta es una coincidencia con Intervalo
Pensamos que la autora considera que esta pieza es la más ambiciosa de su teatro
porque en ella se dibuja con mayor profundidad el problema del ser fundamentado en la
palabra poética, como hemos sugerido antes. El delirio poético marcado por el amor que
amplía la percepción de lo real, no sólo se fundamenta en la pieza, sino que se instala para
expresa un concepto de realidad que recurre a la imaginación, no para hacer de ésta una
formalidad literaria o estética, sino una apertura a algo que el hombre ha perdido, por
encontrarse viviendo una fracción de lo real. La expansión del concepto de realidad que hace
Elizabeth Schön se relaciona con aquello que plantea el poeta venezolano Rafael Cadenas en
está en que no puede ser comprada por la mente, que tantas cosas puede comprar. Esta es su
realeza, y detrás sólo se encuentra la insondable profundidad.” (1979: 50). Y es por esto,
opinamos, que se produce la dificultad para el montaje de la obra o para su comprensión como
texto dramático, pues se trata de una gran imagen poética haciéndose en un escenario, dando
cuenta de “la insondable profundidad” que forma parte de lo real. Para trasmitir la imagen que
Elizabeth Schön elabora en esta pieza, creemos que se requiere un conocimiento profundo de
3.3.- Introducción a las piezas breves: Al unísono (1967), Jamás me miró (1967) y Lo
La decisión de revisar estas piezas en conjunto responde al criterio de que son más sus
coincidencias que lo que las separa. Por una parte fueron escritas el mismo año y en las tres
comunicación, sin embargo, debemos señalar que nuestro énfasis en este tema hace referencia
común, además, el ser piezas breves resueltas en un acto, y en dos de ellas (Al Unísono y Lo
importante es que nos miramos) hay un despliegue lúdico que está, más o menos, presente en
todo el teatro schönniano, pero que en éstas se expresa con muchísima claridad. Otra
característica, que las hace compatibles entre sí y que marca una diferencia con las obras
de las obras breves es protagonizada por una pareja: Mujer y Hombre. Cuando se presentan
otros personajes, son poco relevantes (Jamás me miró), o su estadía, aunque misteriosamente
importante, es muy breve (Al Unísono), lo cual convierte a las piezas en pequeños diálogos
Aun cuando, en la mayoría de los casos, los personajes hablan en una mezcla de
lenguaje metafórico y lenguaje cotidiano, que puede o no ser delirante, lo que fundamenta la
atmósfera, propiciada por una espacialidad emotiva, consecuencia de una manera de ser de los
personajes. La poesía aporta un tono y un ritmo especial a las piezas que, contrario a lo que
podría pensarse, ofrece verosimilitud, gracias a que es el medio para vincular la sensibilidad
Una Mujer está sentada en el banco de un parque, llega un hombre, se ubica a su lado y
cotidiano, pero se encuentra con una resistencia. Ella contesta a sus preguntas con
monosílabos y con otras preguntas, lo cual genera tensiones al personaje masculino que, de
cambio. El hombre, tras preguntar a la mujer si alguna vez ha sostenido una conversación, y
obtener respuesta positiva, siente que por fin se abre un espacio para la comunicación. Ahora
personaje masculino tal entusiasmo, que aun luego de una retahíla de “síes”, cuando ella
vuelve a responder con una pregunta, él decide obviarla y le propone partir juntos a la casa de
nuestra opinión, y aun cuando para algunos críticos parezca irónico sostener la idea de
diálogo, la pieza hace referencia a otro tipo de comunicación. El propósito, creemos, está en
prescindir del diálogo lógico para fundar un vínculo verdadero. Todo lo que corresponde a la
realidad cotidiana: problemas de trabajo, de familia, etc., asuntos que el hombre buscaba
exponer para relacionarse con ella, no encontrarán asidero en el personaje femenino, y esta
conducta de ella que, antes de la aparición de la vieja, era para él un verdadero problema de
comunicación, se transforma por el juego de los monosílabos, hasta producir una cita íntima
de dos desconocidos.
Si en vez de analizar los síes del personaje femenino, prestamos atención a sus
silencios o a sus preguntas, podemos ver que ante los cuestionamientos que le hace el Hombre
como: “¿Cuánto tiempo tiene sentada en este banco?”, “¿Le gusta mirar hacia arriba?”, “¿Qué
le agrada más el cielo o la tierra?” O ¿Trabaja? (ibidem: 126-128) ella se torna hermética (hace
silencio) o dispuesta a saber lo que él opina sobre el tema, respondiéndole con la pregunta: ¿Y
a usted?
Entonces, ¿por qué si la Mujer está interesada en saber sobre el mundo real objetivo del
personaje masculino no permite que se dé entre ambos una conversación fluida en la que se
reconozcan socialmente? Siguiendo nuestra lectura de las piezas opinamos que esto sucede
porque ella pertenece a otra realidad: la poética. Por ejemplo, el Hombre, comenzando la
pieza, le pregunta: “¿Sabe?” y la Mujer contesta “con ansiedad”: “Sí” (ibidem: 125). ¿Cuál es
este saber? ¿Acaso ella no está en capacidad para responder sobre la realidad objetiva porque
no pertenece a ésta?, es decir, por desconocimiento sobre lo que se le pregunta. ¿Es claro en la
pieza que el personaje femenino pertenece a la realidad objetiva? No sólo creemos que no es
claro, sino que vemos en la Mujer a un personaje poético que representa otro tipo de saber.
Ella está dispuesta a “buscar un tema que sirva para vincularse” (ibidem: 127) pero la
dificultad para el personaje masculino es cómo encontrarlo y cuál es ese tema. Él debe
descubrirlo y esa posibilidad se abre cuando cambia su percepción acerca de las afirmaciones
cambio, interesa “un aire oloroso, fresco, tímido”, una savia naciendo, lo increíble, lo inaudito,
lo extraordinario. La apertura del Hombre hacia lo inaprensible es lo que autoriza el vínculo a
la pareja.
situación, produce un humor sutil. La actitud del personaje masculino es delirante, su poder
misterioso y extraño. El acuerdo, como dice el título, y como señala el personaje masculino es
como desencuentro si se lee desde lo real convencional, pero como los personajes se vinculan
de una manera especial en la palabra y con ello crean un espacio poético, la poesía es la
absurda a la luz de la razón, que lo importante es el haberse mirado ¿Qué significa esto para
los personajes? Por la manera en que se desarrolla el argumento, el mirar tiene la connotación
instala para crear diminutas realidades. Cambiando continuamente de profesión, esta pareja se
permite, incluso, un viaje en coche con caballos, alusivo, según Susana Castillo (1980:126), a
Lo importante es que nos miramos, así como Al Unísono, está dotada de una frescura
delirante que, probablemente, y como han sugerido otras lecturas realizadas a esta pieza, lleve
consigo evasión de lo real objetivo, por la soledad que implica estar sumergido sólo en la
perspectiva social de la vida. No obstante, los encuentros que se producen, lejos de ostentar
dolor, ira, melancolía, desespero o cualquier otro sentimiento desesperanzador, están colmados
de juegos que encuentran alegría en el vínculo. El lazo que permite la unión es el delirio
arreglarle el cabello ella no se lo permite, esta acción produce pequeños intervalos de realidad
sombrero de ella; opinamos que este último encuentro poético, lejos de representar un
encuentro sexual, significa, más bien, el rompimiento con la realidad poética y la vuelta a lo
objetivo real.
Desde la realidad poética, el Hombre y la Mujer de esta pieza pueden jugar a cambiar
juego lo que propicia encuentros y coincidencias. Los personajes tienen permiso para
través de la mirada que es sensibilidad amorosa abierta a lo imaginario como posibilidad real,
un mirar de juego y poesía propiciado por el delirio. Aun cuando termina por imponerse lo
queda sugerida la necesidad de otro encuentro de la misma calidad. Los personajes no pueden
escapar de la realidad social, pero hay un llamado a no tomarla como lo único real. La pieza
lleva implícita la idea que la autora va a elaborar a lo largo de su trabajo: la poesía también es
habitación, unas mujeres rezan en tono muy bajo. Se encuentran en un velorio, pero a la pareja
no le resulta sencillo vincularse, cada uno expresa su realidad más íntima y prácticamente son
ajenos uno al otro. Ella ve en la urna al padre muerto, él a la hija de ambos. Ella insiste en
algunas ideas, por momentos hay acuerdo sobre la muerte de la niña, por otros se instala en
ella el recuerdo del padre. Hablan de su matrimonio, en ocasiones en pasado, otras en futuro.
Recurren a la imagen de un trompo que gira junto a ellos, como alegoría al tiempo de la
pareja. Mientras sueldan la urna, unidos en la melancolía, fluye el más íntimo sentir de cada
uno.
Finalizando la pieza, una Muchacha y una Vieja, que han estado sentadas
se introduce como una tercera realidad, que encuentra espacio para darse simultáneamente y
responde también a la interioridad, sin sentido lógico. La conclusión se manifiesta con un rezo
general.
En esta pieza el amor al padre, a la hija, y el amor de pareja se mezclan de manera que
resulta no sólo delirante, sino misteriosa y críptica. Los vínculos que se establecen no podrían
darse en la lógica del pensamiento. La poesía adquiere aquí un poder evocador de vivencias
profundas e individuales, que acercan a los personajes y los distancian, haciendo de la pareja,
por momentos, un matrimonio, y por otros, unos desconocidos. Desaparece el juego fresco y
cargado de humor de las dos piezas anteriores, pero sigue siendo la realidad poética el
fundamento que propicia la exposición del universo emocional de los personajes. La relación
que se da entre la pareja marcada por la muerte, trae consigo tristeza y desencuentro, además
de un hermetismo raro y hermoso. La poesía es lo que favorece una acción dramática centrada
objetiva está dada casi exclusivamente por la urna, lo que significa que la realidad poética -
vocación filosófica, tocada por el pensamiento místico occidental y en alguna medida también
por el oriental, nos ha hecho descubrir una poética, que busca correspondencia armónica entre
propósito de una visión metafísica de la vida. Plantea la autora que desde la palabra se puede
comprender que las contradicciones no son inherentes a las cosas, al mundo o al universo, sino
que son formuladas por el hombre mismo. Por esto puede el hombre, igualmente a través de la
palabra, darse cuenta de la correspondencia absoluta entre lo que ha elaborado como opuestos
pensamiento y emoción, es lo que abre el camino de una poética, que no separa, que no
escinde, que no cree en las distancias limitantes, dadas por la fuerza del pensamiento en su
afán de determinar.
schönniana, va, según nuestro criterio, a dar cuenta de la contraposición entre realidad visible
y “realidad invisible”, creada por las determinaciones del pensamiento. Esta contraposición,
expuesta de diversas maneras a lo largo de todas las piezas, involucra las nociones de amor y
delirio. Es el amor lo que hace que se despierte un interés por lo otro, que no forma parte del
límites claros. El amor vincula la realidad visible con la invisible, expandiendo el concepto de
ésta es sostener en sí todo, aun lo que no tiene explicación. Lo que no puede ser explicado,
pero que es acogido en la poesía, corre el riesgo de quedar sin los asideros fijos del
pensamiento; cuando esto sucede, la noción de delirio comienza a participar de la
El anhelo de vínculo que produce el amor es una constante que encontramos expresada
en las piezas. Las contradicciones creadas en el pensamiento son las que producen las
distancias, los desencuentros y las separaciones, que terminan por fragmentar al hombre y a lo
reordenar, expandir y reunir los pequeños mundos en una inmensidad, de lo que deducimos
que la autora hace un llamado a abrir el pensamiento hacia otras realidades, que también se
expresan como humanas y que son reveladas en la dramaturgia a través de la poesía y del
contenidas las nociones de amor y delirio, como entes configuradores, arrojó como resultado,
que el amor, como fuerza creadora del delirio, a través de la palabra poética, es lo que
posibilita las acciones y relaciones de los personajes. El delirio amoroso ordena la realidad,
separándola, en realidad poética y realidad objetiva, haciendo que lo que acontezca en el teatro
sea un sentir elaborado en poesía; la realidad poética es una realidad interior expuesta. Delirar
para anunciar esas realidades “ocultas” con las que convive lo humano, y que se expresan,
posibilidad a una vieja reflexión, siempre pendiente, que conduce a la búsqueda de formas de
interpretación del humano sentir; no porque esté dispuesta para ser interpretada, sino porque
inicia un camino al pensamiento, como si pudiera, por fin, comprenderse “algo” de difícil
explicación.
Los personajes de las obras de Elizabeth Schön son delirantes, en la medida en que
establecida. La vida del sentir del hombre, ligada al amor, es de por sí delirante; el lugar que
éste elige para salvarse del delirio avasallante que lo sobrepasa, es la razón. Dice Elizabeth
Schön al respecto: “Es más fácil trabajar y estudiar la materia que arreglar el corazón del
hombre, da menos quehacer, porque la materia se deja investigar, es callada.” (Campo, 2007:
devuelve la forma “exacta” de lo que es. Esta es la condición que constituye a los personajes
protagónicos de las piezas de Elizabeth Schön, por ser poéticos -en el sentido más estricto
planteado por la dramaturga- son una nueva realidad, que responde a la sensibilidad
Pero, ¿qué significa responder, únicamente, a una sensibilidad que por sí misma es
delirante? ¿Implica, acaso, una afinidad entre absurdo y delirio? Uno de los intentos de este
trabajo fue situarnos en el lugar de la palabra poética más allá del absurdo, porque si de algo
se busca dar cuenta con el absurdo, es de un reclamo del hombre agotado de sí mismo, a través
de aquello que María Zambrano llama la vía negativa (lo que expone agotamiento, conoce y
Schön recorre otro camino, lo que prevalece no son los preceptos teóricos del Teatro del
Absurdo, sino más bien un juego con la sensibilidad inapresable, haciéndose palabra. Si el
Los juicios elaborados sobre las piezas que revisamos durante nuestro estudio cuando
son realizados por quienes tienen el don de la poesía o se sienten sensibilizados por el género,
ven en el teatro de Elizabeth Schön no sólo grandes valores poéticos, sino también teatrales;
para otros, que juzgan el teatro desde ciertas convenciones instaladas en el teatro mismo, no es
A nuestro modo de ver todas esas razones son válidas, pues es cierto que ha de tenerse
una cierta disposición para adentrarse en la poesía, cuando se propone como imagen puesta en
que, por pertenecer la metáfora al universo de la sensibilidad, más que al del pensamiento,
surge la dificultad de la comprensión, que puede traer consigo la ambigüedad para lo que se
quiere comunicar.
El riesgo que corren las piezas (sobre todo La Aldea, por ser la más larga), es que los
acción con sus parlamentos y que esto traiga como consecuencia una disgregación. No
obstante, opinamos que el carácter de juego, presente de una manera u otra en todas las obras
contexto dramático.
Como hemos podido constatar, el teatro de Elizabeth Schön hace un llamado a formas
realidades es un recurso que, aun cuando se dé mayor importancia a una sobre la otra (como
sucede en la mayoría de las piezas con la realidad poética), permite a la autora otorgar
ambas realidades. Creemos probable que el teatro se haya ido silenciando en la autora, en la
medida en que la realidad poética fue expandiéndose para dar abrigo al todo como posibilidad.
Elizabeth Schön. Creemos además, que de ellas la que interesa, fundamentalmente, a la autora,
es la referente a la realidad poética. Las nociones de amor y delirio, no sólo nos permitieron
navegar, llevando un rumbo a través de la realidad poética, sino que las descubrimos parte
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