Antinoo

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Antínoo

Busto de Antínoo de la Villa Adriana, en Tívoli.


Actualmente en el Louvre.

Antínoo o Antinoo (en griego


Aντίνοος, latinizado como Antinous;
Bitinio-Claudiópolis, Bitinia, 27 de
noviembre de entre 110 y 115 [a]​
-río
Nilo, junto a Besa, 30 de octubre de
130, o poco antes) fue un joven de
gran belleza, favorito y amante del
emperador romano Adriano.[1]​
Tras su
muerte fue deificado y se le rindió
culto. Muchos de los retratos que se
hicieron de él se han conservado
hasta nuestros días. Desde el
Renacimiento hasta la actualidad,
Antínoo ha sido muy representado en
el arte, especialmente en la escultura,
y su enigmática figura ha captado la
atención de numerosos artistas.
Vida y leyenda

Busto de mármol de Adriano, del siglo II. Hoy en


el Palazzo dei Conservatori.

Aunque Antínoo es en realidad un


personaje muy poco conocido, su
significado actual no depende tanto
de los acontecimientos de su vida
como de su enaltecimiento posterior,
del que han llegado numerosos
testimonios hasta nuestros días. Ya
en la Antigüedad, los pocos datos
auténticos acerca de su vida se
mezclaron con leyendas. La
fascinación que hasta hoy ejerce
Antínoo se basa, fundamentalmente,
en su relación con el emperador
Adriano y en las numerosas obras de
arte que fueron creadas en memoria
suya. La personalidad que subyace a
los escasos datos y las obras de arte
no ha podido ser reconstruida
mediante la investigación histórica.

Se sabe con certeza que Antínoo


nació en Bitinio-Claudiópolis, ciudad
de la región de Bitinia, en el noroeste
de Asia Menor,[2]​
entre los años 110 y
115.[a]​
Conocido en la historia como
«el emperador viajero», Adriano quedó
impresionado por el bello adolescente
en uno de sus viajes. En la actualidad
no puede precisarse si el primer
encuentro entre los dos se produjo ya
durante la primera estancia de
Adriano en Bitinia, en 121, o en
123/124.[3][b]
​​ Desde el momento de su
encuentro, y hasta su muerte, Antínoo
acompañó al emperador en todos sus
viajes.
Durante toda su vida, Adriano aspiró
al ideal de vida griego. Según la visión
que del mismo tenían los romanos, de
este ideal de vida formaba parte la
pederastia, en la cual el hombre
adoptaba el papel de mentor del niño
en todos los aspectos de la vida.[6]​
La
tradición cristiana y la interpretación
moderna de la pederastia la reducen
generalmente a su componente
sexual. Por otro lado, se sabe que el
emperador estaba descontento de su
matrimonio con su esposa Vibia
Sabina.[7]​

Sobre la naturaleza precisa de las


relaciones entre Antínoo y Adriano la
información es muy escasa. El poeta
Páncrates de Alejandría,
contemporáneo de Adriano, hace
referencia a un hecho que tuvo lugar
en el desierto de Libia. Según este
autor, Adriano dio muerte a un león
con una jabalina poco antes de que
atacase a Antínoo.[8]​
En el lugar en
que la sangre del león goteó sobre la
arena, habría surgido la «flor de
Antínoo», el antinóeios (flor de loto de
color rojo).[9]​
Es imposible saber si el
acontecimiento se basa en un hecho
que tuvo lugar realmente o si se trata
simplemente de un añadido posterior
para embellecer la vida del personaje.

También las circunstancias de la


temprana muerte de Antínoo están
entremezcladas con leyendas. Está
firmemente establecido que el joven
cayó al río Nilo el 30 de octubre de
130 o poco antes, cerca de la ciudad
de Besa, en el Egipto medio,[3]​
y se
ahogó ante la mirada de Adriano. Dion
Casio y Aurelio Víctor, que escribieron
en fecha muy posterior, explican que
las circunstancias de su muerte no
estaban claras. Según una de las
versiones recogidas por los
historiadores,[c]​
la muerte de Antínoo
fue un accidente. Según otra versión,
Antínoo se habría sacrificado por el
emperador, para asegurarle, mediante
este sacrificio, una vida larga y
afortunada. Antínoo habría sabido por
un astrólogo que su suicidio brindaría
al emperador la posibilidad de seguir
viviendo después del plazo que le
había sido asignado por los hados.[d]​
El autor de la biografía de Adriano en
la Historia Augusta —una recopilación
de biografías de emperadores escrita
en la Antigüedad Tardía, cuyos datos
deben ser utilizados con la mayor
precaución— insinúa la posibilidad de
que Antínoo pudiera haber decidido
suicidarse para escapar a las
proposiciones sexuales de Adriano.[e]​
Retrospectivamente, no puede
tampoco descartarse la hipótesis de
una intriga palaciega. La esposa de
Adriano no debió de quedar
demasiado afligida por la muerte de
su competidor.[10]​

Culto religioso y juicios


sobre Antínoo en la
Antigüedad
Inmediatamente después de su
muerte, posiblemente incluso desde
el mismo día en que esta tuvo lugar,
Adriano, profundamente dolido,
comenzó el enaltecimiento de su
joven compañero. En el mismo
escenario del infortunado
acontecimiento, a orillas del Nilo, en
el Egipto Medio, ordenó levantar,
según el modelo helenístico, la ciudad
de Antinoópolis o Antínoe.[11]​
La
ciudad y sus habitantes recibieron del
emperador privilegios y favores
completamente inusuales.[12]​
En la
misma ciudad se levantó también,
posiblemente, el monumento
funerario del favorito imperial.[f]​
La
construcción es mencionada en una
inscripción jeroglífica sobre un
obelisco hoy emplazado en Roma.[13]​
Probablemente el obelisco estaba
originalmente situado también en
Antinoópolis, y simbolizaba el lugar
del renacimiento del fallecido, según
las creencias del Antiguo Egipto.
Antinous como Osiris. Copia de una estatua
perteneciente a la Colección Albani, segunda
parte del reinado de Adriano, ca. 131-138 CE. El
original se exhibe en el Staatliche Sammlung
Ägyptischer Kunst en Munich.
Relieve que muestra a Antínoo como Dioniso,
hoy en el Palazzo Massimo alle Terme.

Inmediatamente después de la
muerte del joven, comenzó su
adoración como divinidad o, al
menos, como héroe. Los cultos a
Antínoo se establecieron sobre todo
en las provincias orientales del
Imperio Romano, de fuerte impronta
griega (en las provincias occidentales
del imperio también se podía
encontrar ese tipo de adoración, pero
nunca consiguió establecerse con
tanta fuerza). Esto se debió a varias
razones. Ya desde el período
helenístico existía la tradición de
deificar a algunos hombres después
de su muerte. Además, varias
ciudades griegas deseaban halagar
con ello al emperador amigo de los
griegos. Antínoo fue asociado o
identificado con dioses como
Dionisos. En Egipto, su identificación
con Osiris tuvo un significado
especial. Solo la muerte por
ahogamiento durante la crecida
sagrada del Nilo ya implicaba para los
egipcios la exaltación: también el dios
Osiris se había ahogado en el Nilo, de
acuerdo con la mitología egipcia,[14]​
por lo cual la consagración del joven
como «Osiris-Antínoo» u
«Osirantínoo» no fue tan
sorprendente. Como el gran dios,
después de su deificación, Antínoo
podía recibir plegarias y curar a los
enfermos.
En muchas de las ciudades del
Imperio comenzó, poco después de la
muerte de Antínoo, la erección de
templos y la institución de
sacerdocios para su culto. En su
honor se organizaron unas
competiciones musicales y
deportivas, similares a los Juegos
Panhelénicos, las Panateneas y los
Ptolemaicos, las Antinóeia. Además
de Antinoópolis y de la ciudad natal
de Antínoo, Bitinio-Claudiópolis,[15]​
fueron centros del culto de la nueva
deidad las ciudades de Alejandría, en
Egipto, y Mantinea, en la región griega
de Arcadia, así como Lanuvium, en el
Lacio. Allí se celebraban cada cuatro
años los Grandes Juegos de Antínoo.
Por todo el Imperio se han
descubierto inscripciones en su
honor, además de en Roma, por
ejemplo en Lanuvium y en Tívoli.[16]​
En numerosos lugares se erigieron
estatuas y se acuñaron monedas con
la efigie del difunto. El filósofo
Numenio de Apamea escribió al
emperador una Consolatio[17]​
y los
poetas Mesomedes,[18]​
Ateneo[19]​
y
Páncrates compusieron poemas
sobre Antínoo. Además hay
constancia de otro poema de autor
desconocido.[20]​
Probablemente el
punto más alto en la exaltación del
joven de Bitinia llegó cuando se dio su
nombre a una constelación.

El culto de Antínoo alcanzó su


máximo desarrollo en los años
transcurridos entre su muerte (130) y
la de su protector, Adriano (138). No
ha llegado hasta nosotros cuál fue la
opinión de los contemporáneos del
emperador sobre este culto casi
obsesivo a un hombre en realidad
insignificante. Sin embargo, la
devoción parece haber sido en parte
auténtica. En la parte oriental del
Imperio, Antínoo era considerado un
héroe a causa de su presunta muerte
sacrificial en beneficio de su amigo y
protector. Los primeros autores
cristianos, sin embargo, lo vieron de
forma enteramente distinta. No
hicieron referencia ni a su supuesta
muerte sacrificial ni a las misteriosas
circunstancias de su muerte. Lo
juzgaron, en cambio, de forma muy
crítica, no exenta de polémica. Por
una parte vieron en él a un infeliz
(infelix) dios mítico creado por el
hombre, y por otra, como a un efebo
amante del emperador, objeto de sus
prácticas homosexuales. Antínoo,
sobre todo para los Doctores de la
Iglesia del siglo IV, se convirtió en un
símbolo de la corrupción moral
romana y de la irracionalidad de su
politeísmo. No obstante, algunos
autores cristianos tardíos valoraron
positivamente su sacrificio e incluso
lo consideraron imagen de la muerte
redentora de Jesucristo.[21][22]
​​

Representaciones en el
arte antiguo
Antínoo como Aristeo, descubierto en el
siglo XVII en Roma, hoy en el Louvre.

Aunque era bastante infrecuente que


personas que no pertenecían a la
familia imperial fuesen honradas de
modo tan particular, existen todavía
numerosos retratos de Antínoo. Esto
es extraordinario sobre todo porque
su culto se mantuvo en su apogeo
solo durante los pocos años que
mediaron entre su muerte y la de
Adriano (130-138). No está claro si
Antínoo fue retratado durante su vida:
en cualquier caso, el hecho es que
todos los retratos conservados son
posteriores a su muerte. Solo en lo
que se refiere a esculturas exentas, se
conservan en la actualidad unos 100
retratos de Antínoo, a los que hay que
añadir unas 250 representaciones en
monedas y, además, sus apariciones
en obras de arte menores (joyas,
camafeos, bronces y similares). Si
bien Antínoo no desempeñaba ningún
cargo público y por lo tanto solo
podía ser considerado un particular,
sus retratos no tienen las
características de los retratos
privados. Además de por su elevado
número, las obras son sorprendentes
por su variedad iconográfica. Solo
pueden encontrarse paralelos en los
retratos imperiales romanos. Los
diferentes tipos de retrato, tanto en la
escultura como en la numismática,
combinan diferentes aspectos de la
propaganda imperial.
Escultura

Las imágenes de Antínoo fueron


modelos a imitar para la retratística
de personajes jóvenes durante el
siglo II. Muchas esculturas realizadas
a lo largo de dicho siglo tomaron
como referencia los retratos de
Antínoo. Esta es una de las razones
por las cuales no siempre es posible
identificar con seguridad los retratos
de Antínoo.

Las esculturas se caracterizan por


sus rasgos suaves, un tanto
redondeados. Los labios son gruesos,
pero la boca no es muy grande. La
nariz es muy recta, y las cejas
curvadas. La mirada es generalmente
algo ausente y, sobre todo,
melancólica. Especialmente
llamativos son los rizos, que caen
hasta la nuca. A primera vista,
parecen caóticos; sin embargo, si se
observan con atención, se descubre
que siguen un orden riguroso. Según
el tratamiento que se dé al cabello
pueden distinguirse con facilidad dos
estilos diferentes, el denominado tipo
Mondragone, y el tipo egipcio.
Antínoo como sacerdote del culto imperial,
escultura descubierta en Cirene a mediados del
siglo XIX, hoy en el Louvre.

Si bien los rostros de las estatuas se


parecen mucho entre sí, en cuanto al
resto del cuerpo existieron grandes
variaciones. Se ha supuesto que el
prototipo del que derivan las copias
se basa en una estatua del estilo
severo de la primera etapa del
clasicismo griego. Puede ser que ese
prototipo sea la escultura conocida
como Apolo del Tíber.[23]​
Del modelo
clásico habrían tomado varias
estatuas, por ejemplo, la posición
erguida, el giro de la cabeza, y las
proporciones, sobre todo del torso.
Sin embargo, los retratos contienen
también elementos que eran
habituales en época de Adriano. Las
formas son más anchas y más
redondeadas, la frontalidad es muy
acentuada y el torso está
completamente erguido. En cuanto a
lo anterior, los retratos de este tipo
concuerdan con las tendencias más
clasicistas de la escultura de la época
de Adriano. Es evidente en estos
retratos la fusión entre elementos del
clasicismo y de la escultura de la
época de Adriano: se intenta conjugar
el ideal de la belleza juvenil en el
retrato clasicista con detalles
naturalistas.[24]​
Mientras que los
artistas griegos del período clásico no
realizaban generalmente verdaderos
retratos, sino imágenes idealizadas,
aquí estas imágenes de belleza ideal
se asocian con los verdaderos rasgos
del difunto.

A menudo las estatuas poseían los


atributos de las divinidades con las
cuales Antínoo debía ser identificado
o fusionado. Además de Dioniso y
Osiris, estos fueron, por ejemplo,
Apolo, Hermes y Vertumno.

Numismática

Desde 133/134 se acuñaron en


diversas ciudades del oriente griego
monedas con el retrato de Antínoo.
De la parte occidental del Imperio, e
incluso de la capital, Roma, no se
conocen monedas en las que
aparezca el joven bitinio. Las
monedas pueden datarse de forma
relativamente precisa, ya que en las
acuñadas en Egipto figura la fecha
local. Las últimas acuñaciones están
documentadas en el año de la muerte
del emperador (138). Puede
afirmarse, por lo tanto, que fueron
acuñadas monedas con la efigie de
Antínoo durante un período máximo
de cinco años. Esto demuestra, una
vez más, cuán grande debió haber
sido el dolor de Adriano, o la
veneración por el joven en el Oriente,
ya que en tan corto período se
acuñaron 250 monedas diferentes.
Generalmente, los anversos estaban
reservados al emperador, miembros
de la familia imperial o divinidades.
Antínoo fue por lo tanto una particular
excepción, que estaba justificada, sin
embargo, por su apoteosis.

Las acuñaciones de monedas de


Antínoo tuvieron diversos centros,
entre los que destacan la región de
Arcadia, en Grecia, Bitinia, en Asia
Menor, y Alejandría, en Egipto.
Además, se emitieron monedas de
elevada calidad en Esmirna. Las
monedas se acuñaron
exclusivamente en bronce. Pueden
distinguirse tres tipos diferentes. En
primer lugar existieron monedas de
gran tamaño, con retratos finamente
trabajados, que tienen casi la
apariencia de medallas. El segundo
tipo corresponde a monedas más
pequeñas y ordinarias. En el tercero
se integran monedas de muy pequeño
tamaño y de inferior calidad.
Generalmente, las monedas muestran
en su anverso la cabeza o el busto de
Antínoo. En la inscripción este es
identificado como héroe o como dios.
Las monedas de Alejandría y Tarso
omiten esta inscripción, y señalan la
condición divina del difunto mediante
una corona HemHem o una estrella,
símbolo de la naturaleza divina del
personaje reproducido.

Tesela de plomo romana acuñada en Alejandría.


Anverso: Antínoo con la corona HemHem y la
luna creciente. Reverso: Serapis con Kalathos y
cetro.

La uniformidad de los anversos


contrasta con la mayor variedad
iconográfica de los reversos. En las
monedas acuñadas en Kyme, en Asia
Menor, aparece Atenea Promacos en
la cara posterior; en las emitidas en
Tarso, Dioniso cabalgando sobre una
pantera, una pantera sola o el dios río
local Cidno. En Nicópolis se presenta
una vista de los edificios y las puertas
de la ciudad o un toro; este animal
está también presente en las
acuñaciones de Mitilene. En Arcadia
se encuentra un toro en los reversos,
y en Delfos un trípode. Más escasas
son las referencias directas a
Antínoo. En su ciudad natal se le ve al
lado de un buey a la carrera,
caracterizado como Antínoo-Hermes;
en Tarso aparece como Dioniso-
Osiris.

No en último lugar, estas acuñaciones


debieron atraer la benevolencia del
emperador, asegurándole la lealtad de
las ciudades. Los fundadores de las
ciudades son a menudo mencionados
en las monedas acuñadas en ellas, lo
que responde probablemente a una
intención propagandística. Además
de las monedas, se acuñaron teselas
de plomo.

Ya en la Antigüedad fueron muy


apreciadas las monedas del primer
tipo antes citado, semejantes a
medallones. Se sabe que fueron
reutilizadas en la Antigüedad como
relojes de sol o espejos de mano.
También se emplearon monedas
como fichas de juego, lo que se
reconoce por sus reversos
fuertemente desgastados. Se han
conservado también impresiones de
las monedas en arcilla. Estas
aplicaciones de terracota fueron
aprovechadas como tablas votivas o
como ornamentos para sarcófagos
de madera. Todavía hoy estas
monedas son piezas codiciadas por
los coleccionistas. Se conocen
también falsificaciones realizadas en
el Renacimiento, denominadas
paduanas.

Recepción posterior
Casi en paralelo al redescubrimiento
del arte antiguo, durante el
Renacimiento se dio también un
redescubrimiento de Antínoo. Al
comienzo la atención estuvo centrada
solo en su representación en el arte, y
no en la persona o la leyenda del
joven bitinio. Para este
redescubrimiento fue decisivo que
existiesen numerosas obras de arte
en los dominios de la escultura y la
numismática, justamente los ámbitos
en que comenzó la investigación del
arte antiguo. Además, se averiguó
también muy pronto que el tipo de
Antínoo representaba una muestra
particularmente clásica de la
escultura de la Antigüedad. Con el
tiempo llegarían incluso a ser
tomadas por retratos de Antínoo
algunas estatuas que en realidad
representaban a alguna otra
divinidad. Dos de los más
importantes retratos de Antínoo, que
tuvieron una gran importancia en la
recepción posterior de su imagen, son
los conocidos como Antínoo del
Belvedere, de los Museos Vaticanos, y
Antínoo Capitolino, en el Museo
Capitolino de Roma.

El Antínoo del Belvedere y


el Antínoo Capitolino

Antínoo Capitolino (Sala del Gladiador de los


Antínoo Capitolino (Sala del Gladiador de los
Museos Capitolinos).

El Antínoo del Belvedere es


mencionado por primera vez en 1543,
por lo que se cree que fue descubierto
solo poco tiempo antes. Ulisse
Aldrovandi escribió en 1556 que la
estatua había sido descubierta en el
Esquilino, en las proximidades de la
iglesia de Santa Martino. Michele
Mercati, por el contrario, anotó en la
década de 1580 que la escultura
había sido hallada en un jardín
próximo a Castel Sant'Angelo.
Nicolaus de Palis, en cuya propiedad
había sido encontrada la estatua, fue
el primero en mencionar por escrito el
hallazgo, y vendió la escultura al papa
Pablo III por diez mil ducados. La
obra, muy apreciada por su belleza,
fue colocada en el Patio del Belvedere
del Vaticano, de donde toma el
nombre por el que es conocida. Ya en
1545 se realizó el primer molde de la
escultura. La estatua fue pronto
identificada como un retrato de
Antínoo; otras interpretaciones
posibles, como la que la hacía imagen
del genio de algún príncipe, no
llegaron a prosperar. Durante los años
siguientes, la estatua fue incorporada
al canon universal del arte antiguo. Es
mencionada en casi todas las obras
importantes de la Edad Moderna.
Artistas como Gian Lorenzo Bernini,
François Duquesnoy y Nicolas
Poussin aprendieron de ella las
prácticas escultóricas de la
Antigüedad. Las casas reales de
Inglaterra, España y Francia
ordenaron hacer copias en bronce o
en mármol. Johann Joachim
Winckelmann apreció la estatua por
su belleza, aunque criticó ciertas
imperfecciones en las piernas y el
ombligo. Winckelmann interpretó
equivocadamente la estatua como
una representación de Meleagro. Sin
embargo, también su identificación
como Antínoo resultaría ser falsa, si
bien la estatua fue de gran
importancia para el estudio de los
retratos de Antínoo. Ennio Quirino
Visconti la interpretó a comienzos del
siglo XIX como una representación de
Mercurio. Esta identificación resultó
convincente, y es la predominante
hasta la actualidad. Después de que
se descubriese en una tumba de la
isla de Andros una estatua semejante,
este tipo de estatuas es conocido con
el nombre genérico de Hermes
Andros-Farnesio.
Una importancia semejante tuvo el
descubrimiento del Antínoo
Capitolino, también llamado Antínoo
Albani. Se encontraba, al menos
desde 1733, en la colección privada
del cardenal Alessandro Albani. En un
catálogo que se ha conservado se
dice que la estatua se cuenta entre
las más destacadas obras de arte de
la Antigüedad. En 1750 Pierre-Jean
Mariette informaba de que la estatua
habría sido olvidada en los treinta
años anteriores si no hubiese sido
reconocida como una imagen ideal
para el estudio de las proporciones. El
Antínoo del Belvedere y el Capitolino
serían a menudo comparados tanto
en su estética como en su estilo. Las
opiniones resultado de la
comparación de ambas estatuas
fueron muy diversas. Duquesnoy y
Poussin estudiaron también con
detalle esta segunda estatua.
Winckelmann opina varias veces y
detalladamente en sus obras acerca
de las diferentes representaciones de
Antínoo, pero no, sin embargo, acerca
del Antínoo Capitolino. Solo en una
carta declara, incidentalmente, que no
estimaba la estatua, a excepción de la
cabeza. Al igual que el Antínoo de
Belvedere, de esta estatua se hicieron
numerosas copias. Entre otros
lugares, una copia se hallaba en la
corte francesa. Por toda Europa
circularon, principalmente,
reproducciones de menor tamaño. Sin
embargo, también del Antínoo
Capitolino pudo Ennio Quirino Visconti
probar que no era en absoluto una
representación de Antínoo, sino que
se trataba, de nuevo, de una imagen
de Hermes.

El Antínoo-Jonás y el
relieve de Villa Albani
El Antínoo Farnesio, posible inspiración del
Antínoo-Jonás (Museo Arqueológico Nacional
de Nápoles).

Posiblemente, la imagen más


significativa de Antínoo en la
escultura posterior sea el llamado
Antínoo-Jonás, de la Capilla Chigi,
diseñada por Rafael a partir de 1513,
y emplazada en la iglesia romana de
Santa María del Popolo. Lorenzo
Giovanni di Ludovico realizó,
siguiendo un proyecto de Rafael, una
estatua de Antínoo que utiliza los
rasgos de la escultura antigua para
representar a un personaje
enteramente diferente. Rafael no
escogió a ninguna divinidad del
mundo clásico, sino al profeta bíblico
Jonás, con lo cual cristianizó la figura
de Antínoo. Jonás no es representado
aquí como el habitual viejo profeta
barbado, sino como un hombre joven,
incluso un tanto endeble, que acaba
de escapar de la muerte. Desnudo,
solo arropado por una túnica, está
sentado sobre la ballena. La obra está
sin duda inspirada en las antiguas
imágenes de Antínoo. Dado que casi
todas las representaciones de
Antínoo fueron desenterradas en
época más tardía, lo más probable es
que tanto Rafael como el ejecutor de
la escultura, Lorenzo Giovanni di
Ludovico, se hubieren inspirado en el
Antínoo Farnesio, ya conocido por
entonces, que formaba parte en esa
época de la colección de Agostino
Chigi, y que actualmente se encuentra
en el Museo Nacional de Nápoles.
Relieve de Villa Albani, dibujo del siglo XIX.

En 1734 fue desenterrado en las


cercanías de la Villa Adriana un
relieve conocido como Relieve de Villa
Albani. Desde poco después de su
descubrimiento, fue considerado en
los círculos especializados una obra
de arte de especial importancia.
Cabeza Mondragone de perfil (Museo del

Louvre).

Junto con la Cabeza Mondragone,


otro retrato de Antínoo, el relieve fue
considerado por Winckelmann como
«la gloria y la corona del arte de este y
de todos los tiempos».[g]​
El relieve
muestra con claridad rasgos
individuales de Antínoo. Por el
contrario, la Cabeza Mondragone es
un ejemplo de representación
idealizada. La cabeza formaba parte
probablemente de una colosal
estatua de Antínoo, destinada a su
culto. El personaje es mostrado aquí
como Dionisos-Osiris, portando una
diadema, tal vez un uraeus. La cabeza
fue hallada en 1720 y expuesta en un
principio en la Villa Mondragone,
cerca de Frascati, razón por la que es
conocida con este nombre.
Winckelmann la describió como,
«después de la del Apolo del Vaticano
y el Laoconte, la más hermosa que ha
llegado hasta nosotros».[h]​
Winckelmann reconoció
acertadamente estas dos obras como
de época de Adriano, y basadas en
modelos griegos clásicos.

Desde la segunda mitad del siglo XVI


hasta finales del XIX se difundieron
mucho los bustos y estatuillas de
Antínoo, generalmente en bronce.
Muchas de estas miniaturas, obras
derivadas orientadas a satisfacer el
gusto de la época, son consideradas
kitsch desde el punto de vista actual.

Antínoo en la literatura
Sin embargo, la influencia de Antínoo
y de su relación con Adriano no se
reduce al arte antiguo y a su
recreación y nueva interpretación. Si
bien el interés despertado por el
personaje en el mundo de la literatura
fue bastante tardío y solo se inició en
las décadas finales del siglo XIX, son
varios los autores que se han
ocupado de Antínoo, entre ellos la
muy conocida escritora belga
Marguerite Yourcenar, autora de la
célebre novela histórica Memorias de
Adriano (1951), en la que, al final de
su vida, el emperador relata, entre
otros muchos recuerdos, el intenso
amor que sintió por Antínoo y su
trágica muerte.[27]​

Otras novelas que se han ocupado del


personaje son Antinous. Historischer
Roman aus der römischen Kaiserzeit
(1880), de George Taylor; Antinous,
des Kaisers Liebling. Ein
Seelengemälde aus dem Alterthume
(1888), de Oscar Linkes; Der Kaiser
(1890) del egiptólogo alemán Georg
Ebers; Antinous oder die Reise eines
Kaisers (1955), de Ernst Sommers; y
Antinous, Geliebter! Ein Schicksalsjahr
für Kaiser Hadrian, de Ulrich Stöwer
(1967). Entre las más recientes está
Memorias de Antínoo (2000), del
argentino Daniel Herrendorf.

La trágica historia de Antínoo ha sido


también fuente de inspiración para
numerosos poetas, entre los que
destaca sobre todo el portugués
Fernando Pessoa. Su poema
Antinous, escrito en inglés, se publicó
en 1918. Oscar Wilde aludió también
a Antínoo en unos versos de su
poema The Sphinx (La esfinge):
Sing to me of Háblame de
that odorous aquel verde y
green eve oloroso
when atardecer,
crouching by cuando
the marge tendida junto
a la ribera
You heard
Escuchaste
from Adrian's
la risa de
gilded barge
Antinoo
the laughter
desde la
of Antinous
barca
And lapped
dorada de
the stream Adriano
and fed your Y cómo
drouth and lamiste la
watched with corriente
hot and calmando tu
hungry stare sed y
contemplaste
The ivory
con ardor y
body of that
avidez
rare young
El cuerpo de
slave with his
marfil de
pomegranate
aquel joven y
mouth!
singular
esclavo, con
una granada
en los labios!

Original en inglés y
traducción al español

Antínoo en la televisión

A principios de mayo de 2016, la


cadena italiana RAI emitió un
documental sobre las extrañas
circunstancias en las que falleció el
preferido del emperador. Cristoforo
Gorno plantea las numerosas
hipótesis sobre el trágico
acontecimiento de la caída del bello
joven en el crucero del Nilo: accidente,
homicidio o sacrificio voluntario.[28][29]
​​

Exposiciones
En los últimos años, Antínoo ha vuelto
a ser centro de atención del mundo
académico gracias a dos
exposiciones. Una de ellas, titulada
Antinoos – Geliebter und Gott
('Antínoo, amado y dios') tuvo lugar en
el Museo de Pérgamo de Berlín, del 3
de diciembre de 2004 al 1 de mayo de
2005.[30]​
El Instituto Henry Moore
organizó también otra exposición en
la ciudad de Leeds con el título de
Antinous: the face of the Antique
('Antínoo: el rostro de la antigüedad'),
entre el 25 de mayo y el 26 de agosto
de 2007.[31]​

Notas
1. Rudolf Hanslik, Der Kleine Pauly, vol.
1, p. 385, indica el año 110; Annika
Backe (ver bibliografía), un período
entre 111 y 115; acerca del 27 de
noviembre como día de su nacimiento:
Inscriptiones Latinae Selectae 7212.
2. Birley indica que Adriano pudo
haber visitado la ciudad de Bitinio-
Claudiópolis incluso antes, en 117,
aunque lo considera bastante
improbable.[4]​
Lambert opina que fue
en 123.[5]​
3. Acerca de las diferentes versiones
sobre la muerte de Antínoo, véase
Birley, pp. 315-318, donde comenta la
información que sobre este asunto
ofrecen Dion Casio, Aurelio Víctor y la
Historia Augusta.
4. Esta versión de los hechos es la
verdadera según el historiador Dion
Casio, LXIX, 11; el texto puede verse
aquí en traducción al inglés); el resto
de las fuentes no se pronuncia en un
sentido o en otro.
5. «Antinoum suum, dum per Nilum
navigat, perdidit, quem muliebriter
flevit. De quo varia fama est aliis eum
devotum pro Hadriano adserentibus,
aliis, quod et forma eius ostentat et
nimia voluptas Hadriani». (Vita
Hadriani, (De Vita Hadriani Aelii
Spartiani XIV, 5-6 (texto en latín).
Traducción aproximada: «Mientras
navegaba por el Nilo perdió a su
Antínoo, a quien lloró mujerilmente.
Sobre lo cual hay varios rumores,
afirmando unos que se habría
sacrificado por Adriano, y otros a
causa de su belleza [de Antínoo] y de
la inmoderada voluptuosidad de
Adriano» (trad. Wikipedia).
6. Sobre la tumba de Antínoo en el
Nilo, véase Hannestad: Über das
Grabmal des Antinoos.
Topographische und thematische
Studien im Canopus-Gebiet der Villa
Adriana, en: Analecta Romana Instituti
Danici 11 (1982), pp. 69-108.
7. «die Ehre und die Krone der Kunst
dieser sowohl als aller Zeiten»[25]​
8. «nach dem vaticanischen Apollo
und dem Laokoon das Schönste, was
uns übrig ist»[26]​

Referencias
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exposición en p. 60.
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9. Ateneo
2. Lambert, 1984,
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p. 15.
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3. Backe, 2005,
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4. Birley, 2005,
10. Moormann y
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pp. 13-14. privilegios véase
11. Pausanias, también Zahrnt
8,9,7. (bibliografía).

12. Michael 13. Acerca del


Zahrnt: Hadrian, obelisco, véase H.
en: Manfred Meyer (1994, ver
Clauss: Die bibliografía).
römischen Kaiser. 14. Lambert,
55 historische 1984, pp. 144-
Portraits von 145.
Caesar bis 15. Pausanias
Iustinian, C. H. 8,9,7;
Beck, München Supplementum
1997, pp. 133ss.; epigraphicum
sobre los Graecum 31,
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II.10.1: 699-706.
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Enlaces externos
Wikimedia Commons alberga una
galería multimedia sobre Antínoo.
Museo Virtual: Retratos de
Antínoo .
Templo de Antínoo Culto Moderno
de Antínoo.
Sitio sobre Antínoo (en alemán).
Monedas de Antínoo (en inglés).
Antinous , poema de Fernando
Pessoa, escrito originalmente en
inglés.
Exposición en el Instituto Henry
Moore (en inglés).
Antínoo en el Museo del Prado
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«https://es.wikipedia.org/w/index.php?
title=Antínoo&oldid=105216300»

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