Haro DERECHO PUBLICO PROVINCIAL
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Título: Juan Bautista Alberdi y las fuentes del derecho público provincial. Celebrando el 150° aniversario de la
publicación de las "Bases" el 1° de Mayo de 1852 en Valparaíso
Autor: Haro, Ricardo
Publicado en: Sup.Const. Esp.2003 (abril), 6 - LA LEY2003-C, 1084
Cita Online: AR/DOC/20092/2001
Sumario: SUMARIO: I. El derecho público provincial: su importancia. - II. Las fuentes del derecho
público provincial.
I. El derecho público provincial: su importancia
A partir de su concepción de la federación mixta manifestada en una unidad federativa o en una federación
unitaria, Alberdi avanza con su pensamiento con respecto a la organización y atribuciones del gobierno que las
Provincias debían plasmar en sus respectivas Constituciones, pensamiento que se manifiesta de modo muy
especial en su obra "Elementos del Derecho Público Provincial Argentino" en la cual, y con motivo del proyecto
de Constitución que elabora para la provincia de Mendoza, realiza un amplio un estudio de lo que llama "las
bases o principios en visto a las cuales ha sido concebido".
Le envió al Gral. Urquiza un ejemplar, "comentario indirecto de esta hermosa y grande ley que hará la gloria
de la América del Sud y será un nuevo laurel de V.E.". El Gral. Urquiza se lo agradeció "con el aprecio con que
se recibe un auxilio poderoso en los grandes empeños... No le negará a Ud. nadie la parte de gloria que me
complazco en reconocerle gustoso por los trabajos esenciales, que ha consagrado tan hábilmente a la obra de la
organización de la Confederación argentina"(1).
En su obra, nos presenta toda una cosmovisión del tema que nosotros denominaremos "axio-ideológica",
pues en ella nos muestra los valores e ideas que deben primar en toda Constitución provincial con las lógicas
diferencias que surgen de la particular historia e idiosincrasia de cada provincia, confirmando de este modo la
conjunción entre lo universal y lo singular.
Cuánta será la importancia que otorga al derecho público provincial, que como lo manifiesta en la
Introducción de la citada obra, para él, "forma la porción más interesante del sistema constitucional de toda la
República y completa, por así decirlo, mi libro sobre las Bases de organización general... Conocer y fijar de un
modo práctico lo que es del dominio del derecho provincial, y lo que corresponde al derecho de la
Confederación toda, establecer con claridad material la línea de división que separa lo provincial de lo nacional,
es dar el paso más grande hacia la organización del gobierno común y del gobierno de cada provincia"(2).
El comprende lógicamente que, en el contenido y con el sentido de sus ideas federalistas, el
Constitucionalismo Nacional debe ser consecuentemente acompañado por un Constitucionalismo Provincial que
en el marco que la supremacía de aquél le prescribe, ejerza un poder constituyente que venga a integrarse en el
ordenamiento jurídico total de la Nación y en la arquitectura constitucional de la República.
El Derecho Público Provincial tiene la trascendental importancia de ser aquél que va a instrumentar para sus
propias realidades locales, tanto los derechos y las garantías de sus habitantes como la organización y
funcionamiento de sus órganos gubernamentales. No en vano, Arturo M. Bas, (3) eminente jurista y creador en
el año 1907 de la cátedra de Derecho Público Provincial en nuestra Universidad Nacional de Córdoba, lo define
como "la rama de las ciencias jurídicas, que trata de la organización del gobierno autonómico de las provincias,
dentro del estado federal, determinando a la vez, los objetos, forma y condiciones en el ejercicio de la autoridad
local".
II. Las fuentes del derecho público provincial
II. 1. Nociones elementales del derecho constitucional provincial
1) Introducción
Alberdi entiende en sus "Elementos del Derecho Público Provincial Argentino", (4) que para analizar los
principios o las fuentes elementales de citado derecho, habrá que tener muy presente que los elementos del
derecho provincial en un Estado Federativo -dice Alberdi- constan de todo el derecho no delegado expresamente
por la Constitución al Gobierno general del Estado. De allí que "importa conocer cuáles son las reglas que
determinan la naturaleza, facultad, objetos y extensión de ese poder delegado necesariamente"(5).
Evidentemente que en ello Alberdi ha podido sintetizar el meollo del tema, pues ha encontrado la fuente
primigenia y fundacional del reparto de competencias entre los gobiernos locales y el gobierno central.
Ello tan es así, en tanto el estado federal configura, como ya lo definió de antaño la Corte Suprema de los
EE.UU., "una unión indestructible compuesta de estados indestructibles" ("Texas v. White", 7 Wallace 700,
1869), de modo tal que la distribución y coordinación de las competencias debe ser realizada en el texto de la
Constitución Federal con la claridad necesaria que posibilite mantener esa "unión" que hace a la esencia del
Estado Federal y sin la cual dejaría de existir en la anarquía de las funciones gubernamentales y en una especie
de "ley de la selva institucional".
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Partiendo del principio federal en el que se asienta el reparto de las competencias del gobierno central y de
los provinciales, principio que ya figuraba aunque parcialmente en el proyecto de Alberdi y que prescribe el
anterior art. 104 C.N. (hoy 121) al disponer que "las provincias conservan todo el poder no delegado por esta
Constitución al Gobierno federal, y el que expresamente se hayan reservado por pactos especiales al tiempo de
su incorporación", es indudable que para el conocimiento de las fuentes del Derecho Público Provincial, es decir
de los poderes conservados, residuales e ilimitados de los gobiernos locales, bastará saber cuál son los
delegados, ya explícita como implícitamente, y limitados que le pertenecen constitucionalmente al Gobierno
federal.
Con claridad meridiana Alberdi comienza a analizar las competencias delegadas por las provincias al
gobierno federal, distribuyéndolas en siete parágrafos en los que, por la finalidad de este trabajo, solamente
mencionaremos las atribuciones que examina en cada uno de ellos:
2) Materias de la administración pública.
a)Gobierno Interior: Lo referente a la legislación civil y comercial; a la naturalización y ciudadanía; a las
postas interiores; a los privilegios y primas; al comercio interior y exterior; a las pesas y medidas y al orden
interior.
b) Gobierno Exterior: Todo lo relativo a los tratados; a las declaraciones de guerra y de paz; a la diplomacia
y a la defensa exterior.
c) Guerra y Marina: Analiza la declaración de guerra y el estado de sitio; el poder de levantar fuerzas
militares, de reglamentar el ejército y las milicias; de hacer la paz, de conferir grados y de permitir la entrada y
salida de tropas.
d) Administración de Hacienda: Se concentra en el poder de imposición; de establecer aduanas exteriores;
en la inexistencia de aduanas interiores; y en la extensión del poder nacional en el ramo de las contribuciones.
e) Justicia: Aborda los motivos que hacen necesaria una justicia nacional o federal; los objetos y leyes cuyo
conocimiento y aplicación corresponden por su naturaleza a la justicia suprema o federal; los peligros generales
de entregar a las justicias de provincia el conocimiento de las causas de derecho internacional privado y de
almirantazgo (6).
3) Deslinde de competencias entre el gobierno federal y los provinciales.
a) Regla general de deslinde entre lo nacional y lo provincial.
Considerando la claridad y medulosidad de las ideas expuestas en este parágrafo, nos detendremos con
mayor detenimiento en su examen, dado que el propio Alberdi señala que si bien precedentemente no ha
analizado todas las atribuciones del Gobierno supremo y nacional, las expuestas le bastan a su propósito de
diseñar los rasgos esenciales del Derecho provincial.
Este fue el objetivo cardinal de su obra que ahora examinamos. Hace a la esencia del Derecho Público
Provincial, la circunstancia de que las provincias sepan con la precisión de los textos constitucionales, cuáles
son los poderes que necesariamente deben delegar en manos del Gobierno federal, para de allí deducir cuáles
continúan en su patrimonio competencial.
Reiterando la regla del deslinde de facultades entre los gobiernos de provincia y el federal de la que se
habían hecho cargo, respectivamente, los arts. 101 y 104 en los pertinentes textos de 1853 y 1860, Alberdi se
esmera en poner de resalto las amplias e ilimitadas atribuciones que les quedan al poder provincial, cuya esfera
es tan rica y dilatada, como así también las importantes facultades que asume el poder federal, para que de esta
forma se logren los beneficios del sistema de gobierno consolidado y múltiple a la vez (7).
Es un convencido y un apasionado de la federación mixta, de la unidad federativa o de la federación
unitaria, que los tiempos y las circunstancias históricas exigían. Por ello trata de manifestar vigorosamente,
abundando lo expresado en las Bases, las grandes ventajas que conllevaba esa distribución de competencias,
pues mediante su ejercicio, en nuestro entender, la Nación se conformaría más plenamente a través de la
progreso de las provincias en el ejercicio de sus atribuciones conservadas, y éstas, a su vez, se realizarían más
completamente dentro de las posibilidades que le brinde la Nación en ejercicio de los poderes que le delegaron.
En resumen, podríamos afirmar que en el juego dialéctico de ambos órdenes de gobierno, en la medida que
busquen afanosamente la propia plenitud de sus existencias y objetivos, se producirá necesariamente, en un
juego de "flujos" y "reflujos" y de recíprocas complementaciones entre el "todo" y las "partes" que forman ese
"todo", el crecimiento de las Provincias y de la Nación.
Con expresiones que compartimos a medias, por estimarlas a algunas acertadas, y a otras, más obra de su
fervor que de la realidad histórica y jurídica, Alberdi destaca textualmente:
"Sería incurrir en un grande y capital error, el creer que las provincias se desprenden o enajenan el poder que
delegan en el Gobierno nacional. No abandonan un ápice de su poder en esa delegación. En una parte de él
abandonan una manera local de ejercerlo, en cambio de otra manera nacional de ejercer ese mismo poder, que
parecen abandonar y en realidad toman. El Gobierno Nacional no es un gobierno independiente de las
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Provincias: es elegido, creado y costeado por las Provincias mismas. Les pertenece del mismo modo que sus
gobiernos locales; con la sola diferencia que, en vez de pertenecer a cada una aisladamente, pertenece a todas
ellas reunidas en cuerpo de nación. En vez de tener representantes sólo en la legislatura de su provincia, los
tienen también en el Congreso nacional; en vez de elegir gobernador, eligen gobernador para la Provincia y
Presidente para la República. Uno y otro gobierno son hechuras del pueblo de cada provincia; en ambos delegan
su soberanía; por conducto del uno gobiernan en su suelo, y por conducto del otro en toda la República. El
Gobierno Nacional es un mecanismo por el cual los riojanos, v.g., gobiernan en Buenos Aires, y viceversa.
Delegando poderes, las Provincias no hacen más que aumentar su poder"(8).
2. Las provincias no pueden ejercer poderes nacionales sin desmembrar la soberanía
Como una lógica consecuencia de las normas constitucionales que deslindan las competencias de ambos
órdenes de gobierno, bien sabemos que todo poder o facultad que las provincias han conservado
exclusivamente, le está prohibido su ejercicio al gobierno federal, así como todo poder o facultad que las
provincias han delegado exclusivamente al gobierno federal, les está prohibido su ejercicio a aquéllas.
Congruente con la regla madre del derecho federal que deslinda las competencias, Alberdi sostiene que si
las provincias ejercen los poderes delegados, retienen lo que se ha dado. "Se ha dado a la nación lo que es de la
nación; y toda provincia que ejerce alguno de los poderes delegados ya, se arroga facultades de nación,
introduce la sedición en el sistema fundamental, mina por la base el edificio de la República, y anarquiza y
despedaza la integridad del país... lo que no admite división es la soberanía nacional; y entre tanto es un hecho
que la quebranta y desmembra profundamente toda provincia o porción de la nación que se atribuye poderes
esencialmente soberanos o pertenecientes por su naturaleza a la nación entera"(9).
II. 2. Derecho público anterior
Fiel a su posición de contemplar adecuadamente en la "realidad", la dialéctica entre lo "universal" y lo
"singular", una de las primeras premisas que en este capítulo afirma Alberdi, es que las provincias no deben
tomar todos los elementos de su derecho público local, de las reglas generales que suministra la ciencia ni del
ejemplo doctrinario que ofrece el sistema federal de otros países. Ellas tienen antecedentes propios, que bien o
mal han gobernado su vida independiente por espacio de cuarenta años. En la organización del Gobierno debe
aprovecharse de lo bueno que exista de antemano, y construir el edificio constitucional con lo que ya existía y
con lo que falta (10).
Esta tesitura, de gran importancia, se funda en el profundo sentido realista y pragmático del derecho que
siempre le caracterizó, a partir lógicamente, de presupuestos ideológicos que sustentaba. Alberdi no se queda en
los meros precedentes formalistas del normativismo y la doctrina, sino que busca apasionadamente los
auténticos antecedentes jurídicos que la realidad social y política manifiesta, para a partir de ella y teniendo a la
vista los altos fines que persigue, elaborar un sistema de derecho que se les adecue en la mayor medida posible,
para que de esta forma, se evite la irrealidad de un ordenamiento jurídico que no rige efectivamente y de una
sociedad que vive de contramano o marginando sus sistema jurídico.
Según nuestro entender, es preciso que en la dialéctica entre el ser social y político y el deber ser jurídico,
las incongruencias o desacomodamientos, sean de la menor entidad y amplitud posible. Entre estos antecedentes
a tener en cuenta por el derecho público provincial, se destacan los que Alberdi señala y que reseñamos en los
parágrafos siguientes.
1) Leyes y tradiciones políticas anteriores a la Revolución de 1810
En la organización de la provincia, señala Alberdi, como en la organización general de la República, el
antiguo régimen español americano, debe ser una de las fuentes del nuevo derecho público. Hay mucho que
tomar de esta fuente, y no establecería una paradoja si dijese que en ella está la raíz principal de la organización
democrática argentina.
Es notable la defensa y el auspicio que hace Alberdi en este parágrafo, respecto de la importancia
institucional del sistema municipal que nos había dado España. Afirma que la política pertenecía al gobierno y
la administración al pueblo inmediatamente, poniendo de relieve la gran intervención que le cupo en la
administración publica de los asuntos civiles y económicos; en la elección de jueces de primera instancia y de
los responsables de la policía de seguridad, en la instrucción primaria, en el fomento de la industria y el
comercio, etc.
Sostiene que en nombre de la soberanía del pueblo, se le quitaron al pueblo estas atribuciones en un proceso
posterior a 1810 y entonces la República Argentina, inundada de gobernadores omnipotentes, presentó el cuadro
de los pueblos europeos del siglo XI, en que los grandes señores feudales eran los árbitros pesados de las
ciudades.
Por ello insiste con plena convicción y asimismo, apoyándose en el pensamiento de Esteban Echeverría, que
la organización municipal debe ser la base de la de la provincia y alma del nuevo orden de cosas. La historia nos
enseña que ella ha sido el principio de la emancipación de todos los pueblos y el remedio de los males de un
estado de cosas como el que aflige a los pueblos argentinos. Recuerda la experiencia de los Estados Unidos de
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Norteamérica y expresa que la raíz principal de su progreso y bienestar, la base más profunda y fuerte de sus
libertades, reside en sus instituciones y libertades municipales o comunales. Y citando a Alexis de Tocqueville,
señala que el error de los gobiernos, es desconocer que el poder municipal es un gran medio de orden y de
pacificación, a la vez que es un medio de progreso y de libertad.
Felizmente estas ideas han calado profundamente en la organización política de nuestro país, ya desde la
obligación que el art. 5° C.N. impuso desde 1853 a las constituciones provinciales para estar cubiertas con la
garantía federal, la de "asegurar el régimen municipal" en cada provincia. Los tiempos pasaron muchas veces
sin pena ni gloria para un pleno desarrollo del municipio, pero desde décadas pasadas fue tomando cuerpo en
una concepción política, la idea de "autonomía" municipal, superando la vieja concepción administrativista de la
"autarquía" municipal. Y así hemos llegado a la Reforma Constitucional de 1994, en cuyo texto se plasmó esta
realidad en el art. 123 cuando dispone que "Cada provincia dicta su propia constitución, conforme a lo dispuesto
por el artículo 5, asegurando la autonomía municipal y reglando su alcance y contenido en el orden
institucional, político, administrativo, económico y financiero" (el texto en bastardilla se agregó en 1994).
La patria local, insiste Alberdi, la patria del municipio, del departamento, del partido, será el punto de
arranque y de apoyo de la gran patria argentina. Este sistema en vez de debilitar el patriotismo político, lo
fecunda y lo nutre, como sucede en Norteamérica, donde la vida municipal es más activa que la vida política.
2) Constituciones y leyes generales sancionadas durante la Revolución.
Las Constituciones y leyes fundamentales de provincia deben acomodar sus disposiciones a los antecedentes
que sobre eso presenta el derecho positivo anterior, consignados en textos como los siguientes:
1) El Reglamento de Administración de Justicia dado por la Asamblea General Constituyente de 1814. 2) El
Reglamento Provisorio de 1817. 3) La Constitución de las Provincias Unidas de 1819. 4) La Ley Fundamental
dada por el Congreso Constituyente el 23 de enero de 1825. 5) La Constitución unitaria del 24 de diciembre de
1826. 6) La Constitución mixta, sancionada en 1853 por el Congreso reunido en Santa Fe (11).
3) Tratados celebrados con las naciones extranjeras y ligas parciales de las provincias entre sí.
a) Como en todos los Estados constituidos bajo el régimen federal, las provincias al ejercer su poder
constituyente local y dictarse sus constituciones como así también las normas infra-constitucionales, no pueden
bajo pena de caer en el estigma jurídico de la inconstitucionalidad, marginar o contrariar los contenidos
normativos de los tratados celebrados por la Nación con naciones extranjeras, en ejercicio de las competencias
delegadas por las provincias al Gobierno federal.
En tal sentido, Alberdi destaca los siguientes: 1) Con Inglaterra, los tratados de comercio y amistad de 1825
y el de libre navegación fluvial de 1853; 2) Con Francia, los tratados de paz y amistad de 1840 y el de libre
navegación fluvial de 1853; 3) Los tratados de comercio y de navegación celebrados por el nuevo gobierno
federal a partir de 1853, con los Estados Unidos de Norte América, con Chile, con Portugal, con Cerdeña, con
Brasil (12).
Estos tratados tienen trascendencia de manera especial en cuanto a la prohibición que implica al derecho
público provincial reglamentar todo ese cúmulo de atribuciones que han delegado en el Gobierno Federal y que
tienen atingencia con todo lo que hace al comercio y navegación terrestre, fluvial o marítimo; y a los derechos y
garantías individuales reconocidas a los extranjeros.
b) Sustentando los arts. 104 y 105 de su Proyecto, Alberdi afirma que los tratados de este género son otra
fuente del derecho público local en todos los estados federales, siempre que se refieran a asuntos no políticos y
estén dirigidos a fines judiciales, económicos o de empresas de utilidad material e inteligente, materias en que
las provincias son competentes.
Entre estos tratados, merece especial mención el Pacto Federal del 4 de enero de 1831 que originariamente
celebrado por las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Corrientes y Entre Ríos, recibió con posterioridad la
adhesión de las restantes razón por la cual se lo declaró Ley Fundamental de la República y fue ratificado como
tal por el Acuerdo de San Nicolás de 1852. (13).
4) Constitución y leyes fundamentales de carácter local.
Es indudable que, siguiendo una lógica de los antecedentes, las leyes constitucionales de provincia
expedidas anteriormente, y en la medida que ellas sean plenamente válidas en el marco del nuevo esquema
institucional del Estado federal, son tal vez la fuente más legítima y natural de su nuevo derecho público; pero
indudablemente, dice Alberdi, son la fuente más peligrosa por ser la más alterada en cuanto en la época de la
disolución nacional, concedieron a las provincias, facultades que pertenecían al gobierno nacional. Vaya como
ejemplos destacables de estas anomalías las Constituciones de Entre Ríos de 1822, la de Corrientes de 1824 y la
proyectada para Buenos Aires en 1833.
En cambio debe mantenerse las prescripciones de las leyes constitucionales anteriores, en todas sus
disposiciones que hacían al número y naturaleza de los poderes de la provincia; su organización y composición;
la extensión y límites de sus facultades; el sistema de su elección; y asimismo, las que hacen a la declaración de
garantías individuales y públicas (14).
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5) Usos, prácticas y costumbres del Derecho Público introducidos desde la revolución.
Esta fuente del derecho público local, se refiere más bien a las costumbres de las ideas y máximas del
derecho constitucional que a las costumbres de los usos y prácticas. A pesar de las simulaciones hipócritas de
los gobernantes de hecho, dice Alberdi, sin embargo, escritos o no, hollados o respetados, se pueden reputar
principios conquistados por la revolución republicana y esculpidos en la conciencia de las poblaciones, como
los siguientes:
1) La soberanía reside en el pueblo y el gobierno es su delegado; 2) El pueblo argentino es independiente de
todo poder extranjero; 3) Es dueño de elegir el sistema de su gobierno y la división de en poderes
independientes; 4) Los jueces no pueden legislar. El legislador no puede juzgar. El gobierno no puede legislar ni
juzgar; 5) Su voluntad, reglada por la razón, es la ley; 6) La República debe tener un gobierno nacional y las
provincias el suyo; 7) Todo gobernante es responsable y no vitalicio; 8) Son derechos naturales del hombre:
pensar y publicar sus ideas, tener y disponer de propiedad, la libertad de su persona, la inviolabilidad de la vida,
de la casa, de la dignidad, etc. (15).
6) Aportando algunas reflexiones personales.
Es de fundamental importancia poner de resalto como en este capítulo dedicado a las fuentes del derecho
público provincial, Alberdi mantiene plena congruencia con su permanente actitud ante la sanción de las leyes
constitucionales tanto para la estado federal como para las provincias, actitud que se basa cardinalmente en un
análisis racional de la realidad tanto presente como pasada, es decir, del "modo de ser" que la sociedad ha
manifestado a través de su existencia, y que constituye el punto de partida indispensable e insoslayable para la
elaboración y sanción del orden jurídico institucional, que conformará la organización política de las provincias,
en el marco del estado federal.
Porque como bien señala en sus "Bases" (Cap. XVII), "Dios, en efecto da a cada pueblo su Constitución o
manera de ser normal, como la da a cada hombre. El hombre no elige discrecionalmente su constitución gruesa
o delgada, nerviosa o sanguínea; así tampoco el pueblo se da por su voluntad una Constitución monárquica o
republicana, federal o unitaria. El recibe esas disposiciones al nacer: las recibe del suelo que le toca por morada,
del número y de la condición de los pobladores con que empieza, de las instituciones anteriores y de los hechos
que constituyen su historia: en todo lo cual no tiene más acción su voluntad que la dirección dada al desarrollo
de esas cosas en el sentido más ventajoso a su destino providencial".
No en vano y para todo legislador, Alberdi propugna lo que él llama el método de "la observación y la
experimentación" por el cual aquél comenzará "por darse cuenta de los hechos y clasificarlos convenientemente,
para deducir de ellos el conocimiento de su poder respectivo" ("Bases", cap. cit.). Consecuentemente con "la
observación y la experimentación", con "la razón y la praxis" (Ghirardi), Alberdi analiza desde esas
perspectivas las fuentes del Derecho Público Provincial, tanto las producidas durante la época de la colonia
como las sancionadas a partir de la emancipación de 1810, ya sea en los ordenamientos jurídicos nacional y de
las provincias.
Así hemos visto más arriba, como Alberdi otorga especial significación a las Leyes y Tradiciones políticas
anteriores a la Revolución de 1810; a los Usos, Prácticas y Costumbres del Derecho Público introducidos desde
la Revolución; a las Constituciones y Leyes Generales sancionadas durante la Revolución; y a los Tratados
celebrados con las Naciones Extranjeras.
Asimismo y con el mismo énfasis, profundiza en el derecho público provincial, analizando las
Constituciones y Leyes Fundamentales de carácter Local, y los Tratados y Ligas parciales que las provincias
concertaron entre sí.
Y es entonces cuando luego de haber realizado este amplio examen del paisaje jurídico institucional, afronta
una evaluación y meritación realista del funcionamiento de las instituciones de las provincias hasta 1853,
manifestando un indisimulable animosidad en la crítica que formula tanto a las leyes fundamentales y a la
Constitución de 1854 de la Provincia de Buenos Aires, como a los comportamientos personales e institucionales
de sus clases dirigentes, con una marcada vocación centralista y hegemónica, a la vez que poco favorable a la
adecuada constitución de la federación mixta que él propugnaba.
Por lo tanto, Alberdi en este tema de las fuentes del Derecho Público Provincial examina y evalúa lo
positivo y lo negativo, lo valioso y lo disvalioso, de todos los antecedentes que nos muestran tanto el pasado
como el presente, es decir, el proceso histórico como la realidad institucional nacional y provincial.
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pues comprende solamente las dos primeras partes, existe una edición del Departamento de Publicaciones de la
Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, intitulada "Derecho Público
Provincial", Buenos Aires, año 1956.
(3) "Derecho Público Provincial", p. 43, Imp. de F. Domenici y Cía, Córdoba 1909.
(4) "Obras", p. 8. Para evitar repeticiones, cuando nos refiramos al t. V de las "Obras Completas", en las
notas consignaremos la cita como en la presente.
(5) "Obras", ps. 9/10.
(6) "Obras", p. 11/23.
(7) "Obras", p. 24/25.
(8) "Obras", ps. 26.
(9) "Obras", ps. 26/27.
(10) "Obras", ps. 30/31.
(11) "Obras", p. 32.
(12) "Obras", ps. 34/35.
(13) "Obras", p. 38/39.
(14) "Obras", p. 41.
(15) "Obras", ps. 44/45.
(16) "Obras", ps. 46/52.
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