Adolfo Bioy Casares - Descanso de Cam in Antes. Diarios Intimos
Adolfo Bioy Casares - Descanso de Cam in Antes. Diarios Intimos
Adolfo Bioy Casares - Descanso de Cam in Antes. Diarios Intimos
Descanso De Caminantes
Diarios íntimos
Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Cualquier imagen de Adolfo Bioy Casares sería incompleta si, además del
forjador de tramas perfectas y del irónico narrador de desencuentros amorosos,
no incluyera al testigo atento e implacable que, en silencio y durante más de
cincuenta años, registró cuidadosamente su vida y sus opiniones en un imponente
Diario de casi 20.000 páginas.
Aunque bastarían las referencias literarias para convertor esta obra en una de las
mayores no sólo de su autor sino también del género, el vasto conjunto registra
igualmente cada uno de los aspectos cotidianos de una vida social rica en matices
y protagonistas. Dentro de ese orbe diverso y casi incalificable, los cuadernos que
Bioy decidió reunir poco antes de su muerte bajo el título común de Descanso de
Caminantes se destacan con nitidez por su asunto y por su estilo: en ellos impera
la evocación, a menudo crítica, de la propia conducta, a la luz de una escéptica
coherencia que -más allá de la creciente preocupación por los síntomas de la
decadencia física- nunca cede a la melancolía. Generoamente misceláneos,
incluyen desde reflexiones, anécdotas y conversaciones hasta sueños, confesiones
y proyectos para cuentos.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Sea este cuaderno testimonio de la rapidez de manos del pasado, que oculta,
entierra, hace desaparecer todas las cosas, incluso a quien escribe estas líneas y
también a ti, querido lector.
ADOLFO BIOY CASARES
MARGINALIA
1
Collection "Pavillons", de la editorial Robert Laffont, de París. Allí se habían
publica do L'invention de Morel (1952), Le songe des héros (1964), Journal de la
guerre au cochon (1970), Nouvelles d'amour (1971), Plan d'évasion (1972),
Nouvelles fantastiques (1973) y Dormir au soleil (1974). Posteriormente se
publicarían también Le héros des femmes (1982), Nouveaux contes de Bustos
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Palabras de un fiscal. "Con los traidores, ¿habrá que ser tan severo? Fuera del
hampa (o de la policía o de la política o del ejército o de la diplomacia, que son
variedades del hampa) los traidores a lo mejor se hubieran distinguido como
personas de imaginación y sensibilidad, tal vez poetas o siquiera novelistas".
Es bien sabido que el viajero, cuando llega a tan lejanas regiones, no sabe
dónde está y padece de una extraña confusión que lo mueve a reconocer, a
recordar parajes que nunca ha visto. Con valerosa frivolidad afirma entonces:
"Por aquí yo he pasado".
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La gente habla de cualquier modo. "Cuando lo oí, me crucé las manos" por
"me hice cruces"; un Chubut por un yogurt; Petit Swing por Petit Suisse;
crisantelmo por crisantemo; agua de beneficencia por Agua Villavicencio; las
pampas fúnebres; las morrois; el quíster. Oído a una maestra de Marta, del Cinco
Esquinas: por Aberdeen Angus, Aberdeen Agnus.
"No tenía vicios —es decir, no bebía ni fumaba en exceso—. Pero no podía
vivir sin mujer, o mujeres. Dadas sus circunstancias, puede afirmarse que éste
fue, en gran parte, el origen de sus infortunios. Reparaba en alguna muchacha
fácil, cuyo cuerpo lo atraía... ". Lo que O´Sullivan dice de George Gissing, podría
tal vez decirse de un servidor.
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Hacia 1940, en Pardo, después de leer Relativity and Robinson, y The ABC
Relativity de Russell, y un libro de un tal Lynch contra Einstein, pensé escribir un
cuento sobre un matemático polaco que había descubierto lo que todo el mundo
sabe: que la luz no tiene velocidad. Esto explicaría, por cierto, por qué la
velocidad de la luz tiene una conducta insólita, que no se parece a la de las otras
velocidades.
1º octubre 1975. Dijeron las chicas que la libertad sexual volvió difícil la
pesca para todas, porque todas son pescadoras declaradas, y que para las viejas y
las feas ya no hay esperanza. Es claro que las amigas de lo tremendo y de lo
misterioso quieren imaginar que se difunde entre los machos una enfermedad que
los desinteresa de la mujer.
Si pudiera desplazar el alma al cuerpo de un joven me metería en él para
seguir viviendo (Cf. Wells). Otra posibilidad sería la de pasar a transeúntes el
efecto (el cansancio, el desgaste) de los años: a éste diez; a este otro, diez; a éste,
veinte:
—Si pudieras, ¿lo harías?
—Sin escrúpulo.
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Consejos de una madre. "Yo a las que se prostituyen con inteligencia les saco
el sombrero. Yo tenía una compañera que andaba con un millonario, y lo obligó a
cubrirla de esmeraldas. Cuando se pasó a otro, fue para conseguir un
departamento y un regio auto. Después encontró un muchacho serio y con plata y
se casó de lo más bien, pero, qué querés, a esas que pierden sus mejores años
junto a un viejo y por amor, no las entiendo".
Lector de Céline. A los lectores de Céline les gusta que les escriban a gritos.
¿Quién dijo que los niños alegran la casa? Lloran con más frecuencia que el
adulto y con no menor desconsuelo.
Mejor no querer demasiado a los chicos, porque uno no sabe en qué monstruo
se convertirán.
Una amiga: "Yo nunca sé por qué dicen que una persona es inteligente.
¿Cómo saben?".
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campo, don Juan P. Pees, que el patrón era esto o aquello, pero (y aquí se hacía
un alto, para acordar el debido énfasis al reconocimiento) que no era mezquino
con la comida del trabajador. Yo he oído con mucho asombro y diversión estas
declaraciones que me parecieron marcar la extraordinaria humildad de quien las
hacía. Pero ahora sé más al respecto. En Francia vivo feliz (entre otras razones)
porque como bien. No se entienda que como sibaríticamente; no, aunque también
coma así; lo que me alegra allá es la perfección con que satisfago el hambre; una
sensación física que nos mueve a dar complacidas palmadas en la barriga. Otra
prueba de la importancia que doy a la comida es mi enojo de anoche, con Silvina,
porque me arregló con verduritas, ñoquis y jamón frío.
Nos aplauden por la obra en la hora del naufragio, cuando sólo pedimos un
salvavidas.
Ética. Reglas de juego comerciales por las que un médico, para no perjudicar
pecuniariamente a otro, abandona a un enfermo a sus dolores y a su agonía.
Supongo que toda persona en algún momento está por creer que pertenece al
mejor país, a la mejor tradición del mundo. No sólo los ingleses, los franceses,
los italianos, etcétera; aun nosotros mismos, ¡los argentinos! Pensamos, qué
suerte, qué prodigio, pertenecer a este país que produjo esta literatura, el tango, el
dulce de leche, el poncho de vicuña; este país de escritores y de caballos, ¡de
argentinas!, de inmensa llanura, de don Bartolo, don Bernardo, don Vicente, don
Carlos, don Julio, don Faustino2... El que tiene una casa modesta, difícilmente
diferenciable de las que la rodean, encuentra en ella infinidad de motivos de
1
Andrés Oppenheimer y Jorge Lafforgue. El 26 de noviembre de 1973, la revista
Siete Días de Buenos Aires publicó su reportaje a ABC [N. de DM].
2
Alusión a los versos de Antonino Lamberti: "Cuando mueran don Bartolo,/don
Bernardo y don Vicente,/este país quedará solo/ por más que haya mucha gente".
ABC se refiere, así, a Bartolomé Mitre, Bernardo de Irigoyen, Vicente López,
Carlos Pellegrini, Julio A. Roca y Domingo Faustino Sarmiento. [N. de DM]
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orgullo: "¿Ve este mármol? El arquitecto eligió personalmente las lajas y las
numeró; las vetas se siguen de una laja a otra. La moldura en el frente, donde las
otras casas tienen una simple raya blanca, es cara, pero da otro aspecto". Etcétera.
¿Sabe por qué Dios nunca permitirá que hablen nuestros queridos animalitos?
Para que no digan pavadas.
31 octubre 1975. A veces me parece que nos miramos desde las vetanillas de
dos trenes que están en una estación, muy cerca uno del otro, pero que van a
correr por diferentes vías. Sin esperanza.
Recuerdos contradictorios. Yo creía que una vez había hecho el amor con
ella; hasta recordaba su cuerpo blanco y sus grandes senos. Ella, sin embargo, me
dijo (de un modo un poco ridículo, es verdad, pero no por eso menos terminante):
"Vos nunca me poseíste".
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Yo, me dejé de querer a las mujeres cuando se afearon, achacoso y viejo ¿me
resignaré a que me abandonen?
28 enero 1976. Últimamente nuestra perra Diana nos preocupa mucho. Está
vieja, débil y desmejora día a día. Soñé que estábamos afuera, en el campo; la
noche era fría y húmeda. Diana se había acostado en el fondo de un pozo; estaba
joven, parecía contenta, bien protegida de los signos del tiempo. Pienso: con sus
patas débiles no podría salir de ahí, y yo no podré sacarla (por mi lumbago).
31 enero 1976. Estela Canto me contó que, en el Uruguay, las personas más
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Hay que ser muy mal director (¿hay que ser director argentino?) para fracasar
en las escenas de cuerpo entero; hay que ser muy bueno para triunfar en los
largos primeros planos de una cara que monologa.
Ideal. Rencor, odio, como en la frase "murió por sus ideales". "¿O usted
supone que murió pensando en una sociedad donde reinaría la paz perpetua? No,
señor, murió pensando: "Vaya acabar con estos hijos de una tal por cual".
8 febrero 1976. Un viejo, indignado por la huelga del personal del Jockey
Club, recuerda un discurso de un rector del Colegio Nacional de Buenos Aires, y
lo repite, como orador, con sollozos, y a quienes lo escuchan (un sastre italiano y
dos o tres socios) los llama "queridos alumnos". Quedan embelesados.
3 marzo 1976, dolorido. Desde 1972 hasta 1975, mi estado de ánimo fue
melancólico. Desde luego por la enfermedad, desde luego por el dolor, pero
sobre todo porque estuve dedicado a tragar un ladrillo. El áspero, el inaceptable
ladrillo de la propia vejez. Ya que soy un viejo, quiero ser un viejo emprendedor
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y alegre.
Debió de recibir una buena noticia, porque ayer tenía el pelo blanco y hoy
apareció completamente rubia.
Fin de una tarde, en Buenos Aires, 1976. El viernes 21 de mayo, cuando salí
del cine, me dije: "Empecé bien la larde". Me había divertido el film, Primera
Plana, aunque ya lo había visto en el 75, en París. Fui a casa, a tomar el té. Estaba
apurado: no sé por qué se me ocurrió que ella me esperaba a las siete, en San José
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Nadie somete a pruebas tan duras nuestra capacidad para la convivencia como
una madre. Escena típica: la madre, atenta a cualquier ocupación del momento,
quizá a la de contarme algo; el hijo, atareado en la destrucción a mansalva de mis
cosas; yo, absorto en lo que me dice la madre. Si un sobrecogedor estrépito
justifica la fugaz desviación de la mirada hacia el niño y los restos del
candelabro, acompaño el movimiento con una sonrisa de franca satisfacción,
pues toda madre vuelca en su hijo su susceptibilidad extrema y no perdonará a
quien, siquiera una vez, lo desapruebe.
Sé de una madre a quien la lectura del párrafo precedente ofenderá. Le
aseguro que al escribirlo no he pensado en ella ni en sus hijos. He pensado en
otras; en casi todas las otras.
Idilio. Me dijo: "A mi marido no lo dejo porque no tengo dónde irme a vivir
con los chicos. Ahora vivimos con mi suegra. Yo le digo: 'Sonría de vez en
cuando. Si no, ¿cómo la van a querer?'. Tiene una cara de perros. Pero no es
mala. Por lo menos conmigo no es mala, cuando le escribo las cartas de amor.
Ahora, si no le escribo es una perra. No sabe escribir y tiene un novio en el
campo, que le habla de una chancha que tuvo chanchitos. Yo le leo las cartas, en
voz alta, y nos matamos de la risa. Ella no sabe si va a casarse, porque no está
segura de que el novio se largue hasta acá. Los hijos no le van a permitir que
traiga ese hombre a vivir con ella. Les digo que son egoístas, que la madre
necesita un hombre. Se hacen los que no entienden, porque lo que pasa es que
tienen miedo de que el hombre se quede con unos ladrillos amontonados, que hay
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junto a la casa. Yo les digo: 'Bueno, y si se queda con los ladrillos, ¿qué hay?
¿No son de ella?'".
7 julio 1976. Manuel trae para su mujer un pan especial de una panadería de
la calle Rodríguez Peña. Pedro, que la odia, comenta: "Entonces, ¿por qué está
enferma si quiere comer esas cosas finas?".
22 de julio 1976.
—¿Qué es eso?
—Nada. Seguramente alguna bomba.
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Reportaje.
CÓCARO: ¿Qué siente el espectador Bioy Casares cuando ve un film basado
en un relato del escritor Bioy Casares?
BIOY: Lo que decía la gente de antes cuando recibía un regalo: "Qué
barbaridad. No debieron meterse en ese gasto".
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13 agosto 1976. Su amargura es grande, sobre todo porque sabe que nadie la
comparte.
28 agosto 1976. Una mujer fiel. Me dijo: "¿Quién tiene ganas de acostarse
conmigo? —fuera de vos, se entiende— ¡nadie!".
27 septiembre 1976. Me dijo que una mujer en sus cabales nunca se perturba,
porque era naturalmente casta y fiel. Eso sí, no sabía estar sola, y para no
quedarse entre cuatro paredes, seguía todas las noches al marido a reuniones
sociales, que no le gustaban, porque era tímida. Para sobreponerse a la timidez,
bebía un poco, siempre con desagradables resultados, porque el alcohol la
emborrachaba en seguida y le despertaba vivísimos deseos de copular. Se ofrecía
a unos y otros y nunca faltaba alguno que se la llevara a un departamento o a un
hotel. Todos esos individuos que la estrecharon entre sus brazos, una verdadera
legión, tejieron su mala Cama, la recordaron con cierto rencor. Para esto tenían
como único justificativo el no haber completado, por así decirlo, el acto sexual;
en efecto, la penetración del órgano masculino, estando borracha, le suscitaba un
instantáneo y muy noble sentimiento de rechazo. Los hombres se retiraban
contrariados y ella, avergonzada, volvía a la fiesta de donde se había ido un rato
antes y para ahogar los malos recuerdos bebía: el proceso empezaba nuevo,
fatalmente.
Marta Viti, que incorpora con unción, como los católicos la hostia, todo lugar
común y todo sofisma, todo ídolo de la plaza pública aseguró que la primera
palabra que todo niño, con milagrosa intuición, pronuncia es mamá. En mi
tiempo (y según otras autoridades) los niños eran menos conceptuosos y
empezaban diciendo ajó.
También afirma (su nombre es legión) que los niños de ahora son más
inteligentes, avispados y precoces que los de antes. Sin duda ha podido comparar,
a un tiempo, a los de antes ya los de ahora.
10 octubre 1976. Silvina pierde una lapicera que le regalé, la única con la que
puede escribir. Está desesperada. Yo pienso: "No es posible que siempre pierda
algo".
Incredulus odi. Odio lo que no puedo creer (Epístola a los Pisones, 188)
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La mente de Robert Walpole. Según Savage, citado por Johnson: "the whole
range of this mind was from obscenity to politics, and from politics to obscenity".
De Savage dice Johnson: "he was indeed not so much a good man, as the
friend of goodness". De muchos escritores podemos decir, a la inversa: "He is
indeed not so much abad man, as the friend of badness".
Enero 1977. Acabé 1976 contento de haber escrito dos cuentos y un poco
melancólico de no haber escrito nada más. El primer cuento, "De la forma del
mundo" (publicado en La Opinión del 4 de julio de 1976) me llevó muchos
meses de trabajo. Según lo que dice la gente, me salió bastante bien. La idea de
un túnel que vincula en menos de un minuto, a pie, dos lugares separados por
cientos de kilómetros y, a lo mejor, por el agua, es agradable. El cuento tiene
unas 46 páginas. El 30 de diciembre concluí el segundo cuento, "Lo desconocido
atrae a la juventud" (el título, que era una frase del cuento, fue sugerido por mi
secretaria).
Novelas: me gustaría estar tan seguro como en mis conversaciones con
periodistas y con amigos, sobre la inminencia, sobre la segura realidad de mis
novelas futuras.
En materia de salud hay, como corresponde, nuevas esperanzas y nuevos
peligros. ¿Qué pensar de una asidua ronquera, que sobreviene (también) después
de las intensidades del amor físico? Si respiro profundamente, dejo oír estertores
de moribundo. La esperanza es doble: para la próstata, nuevas inyecciones; para
la próstata y el lumbago, la estera sobre el piso como lecho para toda la noche.
Aparentemente no sobreviene el trancazo prostático ni me levanto entumecido;
me levanto con una firmeza de cintura que ya ni recordaba. Pero la vida del
enfermo crónico es una sucesión de esperanzas desechadas. Si lo sabré. El bocio
(siempre me fueron muy desagradables los cuellos de boa constrictor de los
enfermos de bocio; nunca hubiera creído que me tocaría en suerte esa
enfermedad) sigue mejor, pero no curado ni mucho menos. ¿Será el culpable de
los estertores? Ojalá que sí.
Entre las omisiones más o menos dolorosas: no haber ido, desde hace tanto
tiempo, a Pardo, el lugar más querido; no haber vuelto (desde el nefasto 72) a
Mar del plata, no haber ido este año a Cagnes-sur-Mer. También me entristece no
escribir a Paulette [Saubiron], a Georges Belmont y a tantos otros: debo, desde
hace mucho, cartas e agradecimiento o respuestas a cartas de quienes me dieron
pruebas afecto.
El 76 fue para mí un año mediocre, en el que mejoré, sí, pero no bastante.
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Humilde. Es tan humilde ese marido que para mortificar a su mujer le inflige
su presencia.
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Menos escrupulosamente que otros, dejan ver que no buscan la verdad. Hay
entre esta gente buenos poetas y buenos artistas. En realidad, son astutos
decoradores que sacan el mejor partido de los pocos elementos de que disponen.
Con envidia reconocemos en ellos el instinto poético.
Noches. Hay algo muy íntimo en las noches. La cama es un nido. Los sueños
dejan nostalgias de cosas nuestras, que demasiado pronto olvidamos. Más
exclusivamente que en la vigilia, en el sueño somos nosotros. Contribuimos con
todo el reparto.
Estupideces de ABC. En Francia, en el 67, ABC notó que los hombres habían
dejado la formalidad de los trajes y se vestían como si tuvieran el extraño
propósito de imitar a Guillermo de Torre, con sacos de sport y pantalones de
franela. Acaso alguna debilidad, algún snobismo, por las cosas de la Galia, lo
llevó a imitados. Con el tiempo comprobó que en Francia los que andaban así
caracterizados no eran los franceses: eran los extranjeros que vivían en hoteles,
como él, los turistas. De modo que ABC durante años se vistió como turista, o
como literato español en Buenos Aires, disfrazado de deportista o de gentleman-
farmer. Mientras ABC fue deportista, casi toda la vida, vistió como todo el
mundo.
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Lo que uno tiene que oír de la mujer que lo quiere. Esas verdaderas
monstruos, nuestros iguales.
ELLA: ¿Vos creés que me va a ir bien en la vida? ¿Que voy ser feliz?
YO: Estoy seguro.
ELLA: ¿Pero vos creés que sin vos yo podría ser feliz? Me he volcado tanto
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Sentido de la propiedad. Al chico (de tres o cuatro años) le dicen que su perro
es estupendo. Ni lerdo ni perezoso el chico aprende la palabra y refiriéndose al
perro, en el mismo tono de encomio en que oyó la palabra, dice: Esmipendo. Me
contaron de otro chico que por Tucumán decía Micumán.
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Para no cometer dos veces el mismo error. Tardé quince años, del 28 al 43, en
aprender a escribir. Ahora me piden que hable. Les pediré por favor que me
esperen quince años.
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tal vez para mirar una vidriera, y no me deja verle la cara, siento una vivísima
irritación, casi resentimiento. Si acompaño a alguna de mis amadas, por regla de
cortesía no miro a otras mujeres; no valoran abiertamente mi sacrificio.
25 junio 1977. Anoche soñé con una muchacha vestida de mucama (yo sabía
en el sueño que no era mucama), alta, de piel rojiza. Me gustó mucho.
Sueño. Tengo un perro de policía, de manto negro. Lo quiero sobre todo por
su encanto personal y por ser él, pero también por sus méritos. Entre éstos, quizá
el más extraordinario es el de haber descubierto una prueba que irrefutablemente
da la razón al escepticismo. El perro acaba de comunicarme su descubrimiento;
yo estoy muy feliz. Llega entonces Marta Mosquera. Salimos al jardín y
caminamos entre canteros. Marta se queja de todo; de su mala suerte, de la
soledad, del paso de los años. Levanta los brazos, levemente se mece y por
último, para enfatizar sus desdichas, se arroja de bruces en un cantero, sin
advertir que allí hay una víbora: un animal horrible, cobrizo, no muy largo, ancho
como un brazo y de picadura mortal. Marta lo muerde (lo que me repugna
bastante); el animal contraataca. Mi pobre perro sale en defensa de Marta y
recibe una picadura. Lo miro con ansiedad: está como antes, lleno de vida, pero
sé que eso no prueba nada, salvo que todo lleva su tiempo, aun la muerte, esta
muerte de la que no me consolaré.
Mi hermano, Lord Byron. "No me canso de una mujer en sí misma, sino que
generalmente todas me aburren por su naturaleza" (Byron a John Murria, según
Byron in Italy de Peter Quennell).
Desde hace tiempo dice que los hombres no la quieren, que ella necesita un
cariño y que está desesperada. En su última confidencia a una conocida, anunció
la intención de pedirle a un amigo, homosexual, que le presente a una lesbiana.
"A lo mejor nos entendemos —dijo—. Así no puedo seguir". Agregó: "Yo soy
muy realista".
Los únicos seres que se quieren casar son las mujeres, los curas y los
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homosexuales.
1º octubre 1977. El inglés John King escribió una tesis sobre mí; la
americana Hill levine publicará la suya en Monte Ávila; Francis Korn prepara un
libro, según dice; Marcelo Pichon Rivière me preguntó si le doy (se la di, es
clara) para uno; a Oscar Hermes Villordo le encargaron Genio y figura de ABC,
de Eudeba; Beatriz Curia trabaja en una tesis sobre ABC y la literatura
fantástica; en Estados Unidos, escribieron tesis Herminia Prieto (que afirmaba
que la mayor parte de mi vida era inefable), Deborah Weinberger, Leonor
Conzevoy; Marcela Fichera (que incluyó buena parte del Calderón de Menéndez
y Pelayo, sustituyendo, donde era necesario, Calderón por ABC) escribió una
tesis en Italia; en España, el un poco tapiado profesor Tomás Vaca Prieto, y
muchachas y profesoras en Francia, en Alemania, en Austria, preparan tesis.
Desde luego la lista no es completa. Está Marta Viti, para confirmarlo, y desde
luego Maribel Tamargo. Mientras espero la visita del inteligente y hábil Villordo,
improvisé esta copla de estilo español:
El padre de Borges decía que había gente que sólo podía pensar por imágenes.
Que las famosas parábolas de los Evangelios prueban que Cristo era una de esas
personas. Que los gauchos pensaban por imágenes.
En realidad mucha gente piensa por imágenes. Cuando deploré el inminente
triunfo de los comunistas y socialistas en las próximas elecciones francesas de
marzo, Rochefort, un astuto hombre de negocios (sinónimo de idiota, dirá el
lector) observó: "Mejor así. Francia tiene un forúnculo. Hay que dejarlo madurar
para que sane". Cuando yo hablaba de los males irremediables que dejaría el
gobierno (aun si era transitorio) salido de esas elecciones, me rebatía con
argumentos imbatibles, tal vez para una buena terapéutica de los forúnculos. Le
dije que tenía razón, pero que si finalmente resultaba que había alguna diferencia,
siquiera de detalles, entre la situación de Francia y la forunculitis, podrían
llevarse un desengaño.
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¿Quién le sigue el paso al Progreso? Olvido que los ojos no sirven para ver.
Para ver sirven los anteojos.
Yo los repetí y de pronto recapacité: Agelio, ¿por qué Agelio? ¿es posible que
yo haya leído tantas veces este poema, haya recitado tantas veces estos versos, y
que nunca me haya preguntado "por qué Agelio"? ¿O me lo pregunté, pero no
tuve el coraje de revelar mi ignorancia? Ahora que lo tengo, pregunto. Mi amiga
me propone una explicación que yo mentalmente había desechado: "A por Aulo".
"Yo no me atrevería a introducir en un verso a Acapdevila", le contesto.
En casa recorro libros de consulta y por último apelo a mi ejemplar de las
Noches áticas (este orden de investigación parece digno de los mejores o peores
profesores y estudiantes). En la primera línea de las "Noticias biográficas" del
libro (Noches áticas, traducciones de Francisco Navarro y Calvo. Madrid:
Biblioteca Clásica, 1921) leo: "Aulo Gelio (o Agelio como algunos le llaman, por
encontrarse consignado así su nombre en algunos manuscritos, sin duda por
ignorancia de copistas que reunieron la inicial del nombre con el apellido de
familia)".
Alguien preguntó en qué barco había llegado de los Estados Unidos Gustavo
Casares. Para lucirme (yo tenía entonces menos de diez años) rápidamente
contesté: "En el Water Closet". Todavía yo no sabía inglés; pronunciaba Water
Closs. Todo el mundo se rió; yo también. Tardé mucho en descubrir por qué.
Supe que el barco, en realidad, se llamaba Southern Cross y la confusión Water
Closs me parecía bastante natural.
2 enero 1978. En las cartas de Byron encontré los dichos venecianos: "Sirve
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Idiomáticas. Con tal de. Curiosa expresión. "Con tal de salir de su casa,
inventaba las más inverosímiles compromisos". "Con tal de vestirse de fiesta".
Cuando yo era chico había gente que decía "por tal" (en igual sentido que el
anterior).
Febrero 1978. Sueño. Estoy explicando "La primera vez que vine, Suiza era
un país de pueblitos". Se ve una aldea pequeña y pintoresca; las casas parecen
chozas, pero chozas limpias, decorosas, bien cuidadas; una chimenea humea
pacíficamente y los fieles entran en la iglesita. Sigo mi explicación: "Ahora, en
cambio... ". Señalo una casa de departamentos, de siete u ocho pisos; una tupida
muchedumbre la escala por afuera y procura entrar por puertas y ventanas (que
dejan ver el interior, repleto de gente). Distingo los uniformes grises de loa
policías suizos. "Qué raro —pienso—, un procedimiento, como en Buenos
Aires". En seguida descubro que en realidad los policías ayudan a los escaladores
y los empujan hacia el interior por las ventanas. Reflexiono: "Por lo menos en lo
principal, Suiza no cambió". Miro hacia arriba; a la altura de la buhardilla, por el
lado de afuera, hay barrotes de madera, de los que cuelga gente. Con horror, veo
que uno de esos barrotes se quiebra, y que el hombre que estaba colgado cae.
Vaya cerrar los ojos cuando descubro que el hombre ese, con destreza admirable,
se agarra de un barrote inferior y vuelve a quedar colgado. Despierto para no
seguir en la zozobra.
Avisos fúnebres. Espacios de un periódico o diario que la gente paga para dar
estado público a las rencillas de familia. Sirven también para comunicar secretos
escandalosos.
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Chofer de taxi. Se cruzó involuntariamente a otro coche. El del otro coche nos
alcanza, pone su coche a la par del nuestro; el individuo, un grandote, le grita al
taxista: "Animal". El taxista me dice: "Yo muchas veces pensé que soy un
animal; así que a lo mejor razón. En estos casos, yo nunca contesto. No vaya a
creer que todos reaccionan como yo. Algunos persiguen al que los insultó, lo
corren, le cruzan el coche, se bajan, se plantan en la calle invitando a pelear. Si
usted se fija bien, todos esos tipos son grandotes. A mí lo que me sucede es que
el físico no me acompaña. ¿Para qué voy a perseguir a un individuo y desafiado a
pelear? A lo mejor consigo que encima de llamarme animal me dé una paliza.
Pero no vaya a creer que alguna vez no pienso que me gustaría correrlos y
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
pelearlos. Casi seguro que esta noche, cuando esté por dormirme, vaya imaginar
que desafío a ese tipo que me llamó animal y que lo tiro al suelo de una
trompada. A mí lo que me sucede es que el físico no me acompaña".
Chofer de taxi II: "Hoy llevé unos pasajeros a Ezeiza y tuve suerte de levantar
en seguida una pareja que venía a Buenos Aires. Era gente bien vestida, que
parecía formal. En seguida se pusieron a quejarse de muchas cosas: una
conversación a la que estamos acostumbrados. De ahí pasaron a decir que los
argentinos éramos mentirosos y ladrones. Yo no sabía qué contestarles y empecé
a notar que hablaban con una tonadita, por lo que entré a sospechar que eran
extranjeros. Ellos mismos lo confirmaron pronto. Dijeron que ellos, los chilenos,
estaban mejor armados que nosotros y que nos iban a aplastar como lo
merecíamos, por 'malos perdedores' y fanfarrones. Yo todavía trataba de no
enojarme y de ver cómo podía arreglarme para que esas palabras no fueran
ofensivas. Pero la pareja insistía ya mí me subía la mostaza. ¿Qué le parece
hablar así en la Argentina, que ahora estará un poco pobre y hasta en mala
situación económica, pero que siempre fue considerada la Francia de América? Y
mire el país que nos va a aplastar: Chile, una playita larga, un país de tercera
categoría, o quizá de cuarta. Ellos seguían chumbando y yo juntando rabia, hasta
que vi un patrullero, me le puse lado y les dije a los chafes: 'Llévense presa a esta
pareja, que está hablando mal de la Argentina'. Vieran el disgusto que tuvieron
los chilenos. Dijeron que ellos no habían hecho nada más que expresar una
opinión y que no era posible que los llevaran a la comisaría por eso. En este
punto se equivocaron, porque en un santiamén los acomodaron en el patrullero y
se los llevaron a la comisaría, sin tan siquiera pedirme que pasara a declarar
como testigo. Yo busqué un teléfono público y le hablé a la patrona. Le dije que
nos preparara un almuerzo especial, porque me había ganado el día".
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si no pasaré la Semana Santa afuera. Cómo sacar el tema sin parecer demasiado
brusco. Finalmente junto coraje y digo:
—De mi reloj, ¿hay alguna noticia?
Uno de los relojeros lo busca, lo encuentra y me interroga:
—¿Usted lo necesita?
—Sí —contesto—. Para tenerlo en la mesa de luz.
—Entonces lo vaya hacer en seguida.
—Vendré a buscarlo dentro de una semana o dos.
—No, no. Se lo hago en seguida.
Me pregunto cómo debo interpretar esta declaración. Si espero un rato, ¿me
llevaré el reloj?
—Que diga aquí Luxor —explica el relojero— no significa nada. Es un
Angelus. Un reloj que hoy cuesta una millonada.
—¿Es bueno?
—Cómo le va. Tiene quince rubíes. Es tan bueno como cualquier reloj de
pulsera. Yo trabajé para el importador, un señor... Un día fui a verlo y le dije:
"Vengo por el aviso". Hablamos un rato y me tomó. No me pidió referencias.
Dijo que le bastaba verme, que no necesitaba referencias. Yo trabajaba en casa y
le llevaba el trabajo de varios días. Cuando lo visitaba, ¿sabe cómo lo
encontraba?
—No.
—Florete en mano. Hacía esgrima. ¿Usted no tendrá las llaves que le faltan a
este reloj?
—No. ¿Paso dentro de diez o quince días?
—Lo llamo por teléfono cuando esté listo.
Quisiera escribir un poema para despedirme del mundo; lo que dejaré: el olor
a tostadas, la literatura inglesa, el sol en Niza, un diario y un banco en la Place
Royale o en el Parc Beaumont de Pau.
Dos poemas de Adiós a la vida: uno de Gilbert, otro de Voltaire. El de
Voltaire, más eficaz y puramente místico; el de Gilbert más ingenuo, menciona
los bosques, el venle, el campo, imágenes que me parecen apropiadas para
representar la nostalgia que muchos sentimos de acuerdo a ese umbral.
¿Te asombras, Marcial, de que no querramos a los médicos? Son ellos quienes
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
nos anuncian que tenemos una enfermedad mortal es claro que lo hacen por si
acaso: si sanamos, quedarán como salvadores, y si morimos, ya lo habrán
pronosticado. No son muy nobles, por cierto, pero reconocemos que tampoco son
astutos.
7 junio 1978. Sueño del mal fisonomista que está en vísperas una operación
de próstata. Estoy a la entrada de un comercio que han saqueado; da a una calle
de arcadas, probablemente la rue de Rivoli, de París. Hacia la izquierda huye una
muchacha con el saco de cuero que robó. Pienso: "Si me quedo, todavÍa van a
creer que estoy complicado en esto". Me voy por la derecha. Hacia mí viene otra
muchacha. La conozco, pero —como soy mal fisonomista— no estoy seguro de
reconocerla. Indudablemente es lindísima. ¿Será Julieta, que siempre me gustó
tanto? Me dice: "Qué suerte encontrarte. Quería decirte que estoy, nomás,
embarazada. Le pregunté, con alguna alarma: "¿No querés tener el chico?".
"Claro que sí", me dijo y desperté.
Mi pretensión (junio, 1978): pasar, cuanto antes, del mundo de los médicos al
ancho mundo de la calle. Para logrado, ¿hay que dar un paso muy difícil? Como
el que deberá dar, para llegar al río, el pescadito colorado que nada en la redoma.
Si el pescadito fuera un poco más inteligente y ejerciera con mejor empeño su
voluntad...
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Sueño. Avanzo por la calle que corre como Sarmiento, en sentido contrario
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
(me alejo del Once, me acerco a Callao). No estoy perdido, aunque no sé bien
dónde estoy. Paso varias bocacalles y por último la calle termina en una pared,
donde hay una chimenea con adornos. Es un palier de ascensor. Hacia la
izquierda, donde busco el ascensor, descubro que el piso no llega hasta la pared;
por el hueco veo el piso de abajo, ahí están las puertas, como jaulas negras de
hierro forjado, de los ascensores. Me dejo caer al piso de abajo; Silvina me sigue;
resisto bien el golpe. Aprieto el botón de un ascensor; después, del otro. No
funcionan. Ese palier no tiene otras puertas. No hay cómo volver arriba.
Sonriendo, le digo a Silvina: "No te preocupes. No es más que un sueño".
Despierto. La verdad es que por un rato no quiero dormirme, de miedo de
encontrarme de nuevo en ese lugar.
Cuando me dicen que toda la culpa no la tiene Perón, que cada uno de
nosotros tiene alguna culpa, me indigno. ¿Por qué he de cargar con culpas, con
responsabilidades, yo que soy un individuo de vida privada, que siempre traté de
no hacer mal a nadie? Pero si me dijeran que todos tenemos parte de la culpa de
que este país no sea el que soñó Belgrano, acepto la acusación, avergonzado y
contrito. Belgrano es el paradigma de nuestros próceres: el más noble, el más
puro, el más valiente, el más modesto. De algún modo, todos los argentinos
somos descendientes de Belgrano. Todos somos sus deudores, todos debiéramos
imitar su ejemplo.
Mi amigo, en sus mocedades, visitaba la casa de un viejo caballero que era
descendiente del prócer. Me dijo: "Era una buena persona. Era tan haragán que
no leía diarios. Después de almorzar, se sentaba en un sillón y pedía que le
sintonizaran la radio (todavía no había televisión). Él no sabía sintonizada. En
realidad no sabía hacer nada, salvo enrollar paraguas. Ah, eso lo hacía muy bien,
moviéndolos en su mano izquierda, en espirales de abajo arriba. El señor
Belgrano me enseñó a enrollar paraguas".
Chopo Campos Carlés me refiere que de vez en cuando sueña que su padre le
exige que se reciba de nuevo de abogado. Al día siguiente debe dar exámenes:
descubre que en algunas materias, como Derecho Romano, no sabe nada.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
1
Grafodramas: Tira cómica de Luis J. Medrano (1915-1974) publicada
diariamente en La Nación entre 1941 y 1974. Constaba de una ilustración sin
diálogos, explicada al pie por un comentario irónico. Según el Diccionario
Sopena (1954), un grafodrama es un "dibujo de intención irónica o suavemente
satírica que comenta la realidad insinuando una situación grotesca". [N. de DM]
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Los bárbaros, al descubrir que los romanos los tomaban en serio, seguramente
intuyeron que el Imperio estaba en decadencia y que por increíble que pareciera
caería pronto, No sé por qué habré pensado esto después de leer en una revista
académica una lista de tesis doctorales norteamericanos sobre argentinos
(Borges, Sabato, Cortázar, Silvina Bullrich, ABC, Luisa Mercedes Levinson, así
como leen) y latinoamericanos varios.
Sólo con tiempo me salen bien los trabajos. Para el Diccionario; que si no me
engañan algunos elogios fáciles ha de ser un librito bastante logrado, tuve que
pasar por la primera edición (del 71), un borrador defectuoso y quizá estúpido.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
El 7 de septiembre 1978 murió nuestra perra Diana, una de las personas que
yo más quería (me duele usar el pretérito). Silvina me dio la noticia en voz baja,
y sin mirarme, como si la frase no estuviera dirigida a mí, para que lastimara
menos: "Diana died".
Me ha maravillado la delicadeza de la gente (gente de expresión por lo
general defectuosa, y aun torpísima) para referirse a ese hecho. Alguien que no
sabe hablar, que dice "Me voy de un santo a comprar un Chubut" por me voy de
un salto a comprar un yoghurt", comentó: "La perra se nos fue". Qué bien: el "se
nos fue" en lugar de "se murió", que yo hubiera empleado. Diríase que fue un
acto voluntario de Diana... El uso del nos me parece de una extremada
delicadeza, porque se incluye a sí mismo en el dolor; se pone a nuestro lado; nos
acompaña. Otro comentó: "Lo que me tiene mal es aquel vacío" y señaló el sitio
donde Diana solía dormir.
Lo más prudente
es llegar a un acuerdo provisorio,
pues lo evidente
es que el mismo universo es transitorio.
Mi amiga pondera mi buena suerte: a los años que tengo, una amante fija ¡y a
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
su edad!
Imaginé un diálogo entre un condenado a trabajos forzados, que al fin del día
dice a mi secretaria:
—Estoy rendido de cansancio.
Mi secretaria contesta con la frase que le oí el viernes:
—Yo también. Nada cansa tanto como tomar sol.
APUNTES
Estela estuvo un rato en ese cuarto. Poco después publicó un libro titulado Los
espejos de la sombra. Desde luego no había pedido permiso, tampoco se comidió
a señalar el origen.
Cuando Silvina reunió los cuentos de Las invitadas, los entrego a Murena, que
entonces trabajaba en Sur, para que la editorial publicara el libro. Después de seis
u ocho meses le devolvieron el original, y Silvina lo entregó a Losada, que lo
publicó. Entre tanto Peyrou leyó en una revista una apostilla anónima que le
llamó la atención. Era un párrafo de "Diario de Porfiria" (cuento de Las
invitadas), en que la protagonista escribía a sus amigas. Solamente Murena u otra
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Yo construyo bastante mis relatos, pero no tanto como descubren los críticos.
Saladino, en "Lo desconocido atrae a la juventud", no se llama así por el califa y
mago, sino por un frutero de Las Flores; los tranvías de ese mismo cuento no son
el 5 y el 8 porque 8+5 = 13, sino porque según un benévolo informante eran los
que entonces debía tomar el héroe para cumplir su trayecto rosarino; en cuanto a
la ofrenda de gallinas y pollos muertos, de pavo vivo y de huevos que llevaba el
héroe a su tía, no simbolizan nada: el pariente del campo llega a la ciudad con
semejantes regalos (tal vez en proporciones menores, porque la realidad no
siempre es tan desaforada como mi pluma).
Pobre Mallea. Conoció una época en que hubo revoltosos contra su dominio,
que subversivamente declaraban que el verdadero Mallea era otro, un tal Mallea
Abarca.
Pensar que en una conversación (por el 34 o el 35) me dijo, con una autoridad
a la que solamente por falsa modestia hubiera renunciado: "Los que escribimos
bien somos pocos". Frasecita bastante sabia, pues me dejaba en libertad de
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
En Alta Gracia, Enrique Larreta me aseguró que era tan activa inteligencia
que no le permitía leer: toda frase le sugería un cúmulo de ideas y de imágenes
que lo extraviaba por esos mundos de su mente y le hacía perder el hilo de la
lectura.
Beating the bushes? Manucho escribe a Silvina: "Me dice Oscar que en
Claudia aparecerá un reportaje tuyo. Lo buscaré para comprobar cómo retribuyes
a los recuerdos elogiosos que en los míos te dedico". Así nomás es.
Viajes. Dijo alguien que los viajes nos deparan la revelación de que la vida es
mientras tanto.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Una tarde, después de sobrellevar los temores del futuro de la amiga, oigo en
casa las quejas de la mujer. Escribo sentidamente:
1
Se refiere al reportaje efectuado por Vlady Kociancich, publicado en la revista
Status, (Buenos Aires), nº 7 (abril 1978), especialmente p. 7: "P: ¿Se psicoanalizó
alguna vez? ABC: ¿Y usted? P: No, nunca. ABC: Ah, qué suerte. Entonces
podemos hablar. Mire, con relación al psicoanálisis vengo a ser algo así como un
contemporáneo de los primeros cristianos. Al comienzo de mi vida esa iglesia no
estaba tan firmemente arraigada en la sociedad. Por lo menos, no todos la
conocían. Una amiga mía, a quien quiero mucho, piensa que soy un cobarde
porque prefería arreglármelas solo. También me gustaría morirme
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Sueño. Encuentro a mi hija Marta, que está pasando una temporada en Mar
del Plata, sentada en un banco de la plaza contigua a casa, en Buenos Aires.
Extiendo los brazos hacia ella y le digo con efusividad: "Marta, qué suerte que
estés aquí". Finalmente, contesta: "No nos hemos visto". "¿Por qué decís eso?",
pregunto. Como alguien quiere intervenir —toma mi tristeza por enojo o vaya a
saber qué— explico: "Es mi hija".
Dos anécdotas, que tal vez demuestren que a mí me falta amor propio o que a
los otros les falta imaginación.
En una reunión de la sociedad de familia, mi primo Vicente L. irritadamente
reprochó a Guillermo Bullrich el no haberlo invitado a una distribución de
premios entre los oscuros tenistas de un torneo del lejano club de campo. Qué
afán, Dios mío, de ser alguien, siquiera una autoridad en una distribución de
premios.
En el Jockey Club, dos días después, mi amigo se quejaba de cómo hacía las
cosas la presidencia del Club. "No consulta a la Comisión. No hay cambio de
ideas. Si yo me hubiera enterado a tiempo de este almuerzo, le hubiera dado una
buena idea: invitarme". En las circunstancias, mejor hubiera sido invitarlo; pero
como idea, no veo qué tiene de extraordinaria.
repentinamente, sin tener que recurrir para eso al auxilio de los médicos". [N. de
DM]
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Me gustan los chismes; entre ellos están las futuras anécdotas. "I love gossip",
dijo Henry James.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Otras pienso: Qué remordimiento tendría yo si le hubiera dado pie para contar
conmigo, aunque fuera por error de persona enamorada.
Drago dijo que tal vez el único progreso del siglo XX es la convicción
generalizada de que no pueden los países ir a la guerra por una razón
cartográfica.
Diálogo callejero.
Se encuentran dos parejas.
UNO DE LOS MUCHACHOS: ¡Qué hora de llegar!
EL OTRO MUCHACHO (señala a su muchacha, para disculparse): Es culpa
de ésta. Nunca está lista.
PRIMER MUCHACHO: Prendela fuego.
Ahora me quieren pocas mujeres y, casi agregaría, todas con propósitos muy
serios. Una situación nada envidiable.
Una situación que se repite. Llega siempre el día en que la amante pide que
me separe de Silvina y que me case con ella; si todavía se limitara a decir:
"Vivamos juntos" a lo mejor examinaría la petición… pero jamás me metería en
los trámites de una separación legal; no sé si alguna mujer merece tanto engorro.
Creo, además, que si uno tomara de árbitro a cualquier otra mujer (quiero decir, a
toda mujer que no sea la amante de turno) diría que uno hace muy bien de
separarse, y que solamente se casaría de nuevo un grandísimo idiota. Las mujeres
parecen creer que el hombre no se va con ellas por amor a su cónyuge; el hombre
no se va con ellas por horror al matrimonio: una vez, ingenuo; dos, vicioso.
Sobre Mujica Lainez comenta un colega suyo: "Lo que me subleva es que se
erija en dueño y señor de la homosexualidad".
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Ex soberbio y exigente
Horacio Quiroga
Observación de Don Juan, ya viejo: "Me parece que las mujeres ahora son
menos fáciles".
Macedonio Fernández
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Los fusilados del 56. De Antonio, el médico, me dijo que él hizo el servicio
militar en el 55, en el 2 de Infantería. "Para peor, un regimiento peronista.
Imagínese, Perón no iba a tener en la Capital regimientos que no le respondieran.
Después el regimiento desapareció: lo disolvieron. Estábamos en Santa Fe y
Dorrego". "¿En cuál edificio?" "El que está sobre Santa Fe era el comando.
Después estaba el primer regimiento, el de Patricios. Después, el último por
Dorrego, antes de llegar a Demaría, era el 2. Llevábamos una insignia en el
brazo: Gloria a los vencedores de Tupiza. El 16 de junio lo pasamos mal. En
septiembre tuve mucha suerte. Gané un concurso de tiro entre los ganadores de
todos los regimientos y me dieron franco. El 16 tenía que volver al cuartel, pero
ya la revolución estaba imponiéndose, él ya se había refugiado en la cañonera.
Me recibió un sargento, que era macanudo y que estaba con la revolución. Me
dijo que esperara un momento, que iba a hablar con el capitán. Normalmente yo
hubiera debido ir a Campo de Mayo, donde estaba en ese momento el regimiento,
pero el capitán, que también estaba con la revolución, dijo que no fuera a Campo
de Mayo, que me quedara en el cuartel, cuidando no sé qué cosas. El jefe del
batallón y un oficial y algunos otros eran muy peronistas. Entonces no les
hicieron nada, pero después de la sublevación de Valle y Tanco, fusilaron a seis
del regimiento. Al jefe, a un oficial, al tambor mayor, a un sargento carpintero. A
un tal… lo conocí después, cuando me vio como enfermo. Me contó que estaban
sentados en un cuarto, en la Penitenciaría Nacional, que oían las descargas
afuera, y que los iban llamando para llevarlos de a uno al paredón. A él lo
llamaron, e iba hacia la puerta, cuando entró un oficial, que dijo: 'Llegó la orden
de suspender los fusilamientos'. Le dieron de baja, pero se salvó. Comenté: 'Debe
de ser un peronista de mierda, pero siento simpatía por él'. Por el momento que
pasó, me entiende; me alegro de que se salvara".
Los enamorados más identificados el uno con el otro, los que más se quieren y
más se entienden, secretamente luchan entre sí; la mujer, para llegar al
matrimonio; el hombre, para evitarlo; o, increíblemente, viceversa.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
informante me dice: "Si en este poco tiempo que le queda, la señora es feliz en
brazos de otra mujer, ¿qué les importa? Les importa porque la señora es muy
rica". Una hija me dijo: "Estoy dispuesta a aceptar cualquier cosa por la felicidad
de mi madre; pero esa mujer es muy baja, de sentimientos muy groseros. Uno
creía que la enfermedad era lo peor, pero no podíamos prever la transfiguración
que trajo, esta horrible mascarada".
3 marzo 1979. Contó Emilio Álzaga: "Felicitas Guerrero era hija de un señor
Guerrero, un señor —aclaró— que se dedicaba a llevar en su lancha a los barcos
las mercaderías de exportación. Era un señor y era lanchero. Este señor era amigo
de un Martín Álzaga, que se había juntado con una señora de Chascomús y le
había hecho varios hijos. Álzaga tenía, pues, una familia constituida pero natural.
A Felicitas la conocía de cuando era chica. Cuando ella cumplió 18 años era muy
linda. Álzaga de casó con ella; le llevaba más de treinta años. Del matrimonio
nació su primer hijo, que murió; y un segundo que enfermó al mismo tiempo que
su padre. Álzaga pidió a Guerrero que le llevara un escribano; Guerrero malició
que era para hacer testamento y contestaba diciendo: 'Que ya vendría. Que hoy
tal vez no, pero que mañana sí'. Álzaga pedía que le trajeran al hijo. Le decían
que estaba repuesto, pero no podían traérselo porque podía tomar frío. En
realidad, el [segundo] hijo ya había muerto.
"Sin ver al escribano y sin saber que no tenía hijo, murió Álzaga. Su fortuna
fue para Felicitas. Todavía nos regíamos por la ley española, y la familia natural
no heredaba.
"Felicitas se ennovió con Sáenz Valiente. Al saber esto Ocampo, a quien
había dado esperanzas, entró en la Confitería del Gas y bebió más de la cuenta.
Después montó en su caballo y fue a la quinta de Guerrero, en Barracas, donde
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Con mi amiga, diríase que salí del centro, no sólo de la vida, sino de algo
menor, de mi vida. Ocupo mis días en salas de espera; o en salas de
cinematógrafo, para que el tiempo de la espera pase distraídamente.
Este mundo es tan modesto que el 2 es infinidad y lo que se hace dos veces es
costumbre. ¿Por qué no el 3?
¿Por qué Rabindranath Tagore pasó una temporada en Buenos Aires? Vino
invitado por Leguía, que gobernaba en el Perú. Aquí tuvo que hacer una etapa,
porque se engripó. Mariano Castex lo vio en el Plaza Hotel y, después,
Beretervide, que contó la historia. "Yo lo llevaba muy bien, ya estaba casi
restablecido de la gripe, cuando un día lo encontré boca arriba y temblando.
Pensé: lo traté por gripe y tenía meningitis. No era así. Lo que había pasado era
que se había enterado de que Leguía, el hombre que lo había invitado, era un
tirano, un enemigo de la libertad, y le dio un patatús. Quería renunciar al viaje.
Le pidieron a Castex que diagnosticara, por escrito, insuficiencia cardíaca, que
hacía peligroso el cruce de los Andes. Castex se negó. Dijo: "Tengo un nombre,
que se hizo en cincuenta años de práctica de la medicina. No puedo decir ese
disparate"'. Beretervide escribió un diagnóstico absurdo y Rabindranath Tagore
pasó en Buenos Aires los días que proyectaba dedicar al Perú, y conoció a
Victoria Ocampo.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
A lo largo de toda la vida sobrellevé una uretra pudorosa, pero como buen
advenedizo a la despreocupación del operado de próstata, ahora cambié de
carácter. Me apresuraba anoche (24 de marzo de 1979) por una calle de
Belgrano, en dirección a la casa de Emilito Álzaga, Por cierto, iba tan contrariado
de llegar larde como de no haber hecho pis, cuando tuve un baño a tiro. La calle
no era solitaria, pero sí bastante oscura. Sin detenerme un instante, sin disminuir
la velocidad de mis pasos, oriné del modo más discreto, impecable, triunfal.
26 marzo 1979. Muerte de Cocó Mesquita. Cocó (Carlos Mesquita Luro) era
el hermano menor de dos amigas de mis padres: Matildita, casada con Meyer
Pellegrini, y Mimí, casada con Federico Madero. Por razones de edad (y acaso
también de carácter), Cocó no se veía mucho con ese grupo de amigos.
La gente se reía un poco de Cocó, tal vez por ser excéntrico y no descollar por
el talento. Siempre fue un lector ávido, Cuentan que en la agonía del padre, las
hermanas, que se turnaban para cuidar a la persona enferma, una noche que se
sintieron agotadas pidieron a Cocó que las relevara. Como no las tenían todas
consigo, en medio de la noche se asomaron para ver si no había novedades; en-
contraron a Cocó leyendo un libro con tapones en los oídos. Interrogado, explicó
que los continuos quejidos y pedidos de un poco de agua, más abrigo, menos
abrigo, un calmante, no le permitían concentrarse en la lectura.
De todos los libros que le interesaban hizo un resumen. No consiguió que
nadie los leyera. Su mujer y su hijo no querían ni oír hablar; a Carlitos Barbará,
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Idiomáticas. Aquí no, pasó nada. Frase por la que se alienta a olvidar
agravios, a personas que tuvieron un malentendido o una pelea y que se
reconciliaron.
Aquí no pasa nada (1979). Se dice en son de queja: "Si pudiera, me iría a los
Estados Unidos. Aquí no pasa nada".
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Desde muy chicos nos acostumbramos a nuestro nombre y, sea el que fuere,
lo llevamos con naturalidad. En un reportaje, un periodista preguntó al jockey
Ángel Baratucci: "¿Dejó de lado algo en su vida?". Baratucci: "Todo lo que pudo
haber atentado contra el nombre de Baratucci y su familia".
Ese Ángel me recuerda el cuento de otro. Una vez Pepe Bianco juntó coraje y
le preguntó a Ángel Pedonni por qué no se cambiaba el nombre. El interrogado
asumió un aire impasible y a su vez preguntó: "¿Qué tiene de malo el nombre
Ángel?".
Bernès dice que la casa de Sabato, en Santos Lugares, recuerda "la loge du
concierge".
1
"[…] descienden en línea recta de un Irala que tuvo un problema con los indios"
[Dormir al sol, V]. [N. de DM]
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15 mayo 1979. José H. Tiene 84 años, Hoy, en la comida del Jockey Club,
tuvo un patatús. Quizá un infarto o un preinfarto. Ese día, a las 9 y media estuvo
tomando unas copas en la Rural. Antes del almuerzo, otras. Almorzó lo más bien.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Sueño de la noche del 1º junio 1979. Dos mujeres jóvenes, muy bellas, que
habían estado en el infierno, volvían con un sentimiento de superioridad, cuyo
más notable atributo era la estupidez.
1
Châteaureynaud, Georges-Olivier,''La mort d'un héros". Les Nouvelles
Littéraires (París), 1/2/79. Châteaureynaud escribe: "S'il vous plaît, M. Laffont,
rééditez Le songe des héros, reedites un des plus Meaux romans de la littérature
contemporaine". [N. de DM]
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Mi amiga no había oído nunca la frase "tener a uno al estricote", por "tenerlo a
mal traer". No consigo averiguar el significado de estricote.
Sueño, con vista sobre secretos del forjador de sueños. Era el anochecer. Mi
madre y yo nos bañábamos en el mar. Si rodeábamos un murallón que sobresalía
del agua, cruzábamos La Mancha. El mar se extendía hasta el horizonte. De
pronto la perdí de vista. Un hombre expresó temor de que "le hubiera pasado
algo". Yo sabía que no podía pasarle nada, porque mi madre había muerto hacía
muchos años. De algún modo entendí que decir eso —reconocer que la bañista
no era más que una imagen soñada— no sería bien recibido por mis
interlocutores. El hombre insistió:
—El mar es peligroso. Y no olvide la edad de su madre. Ha de tener casi
noventa años.
—Mi madre no es tan vieja —contesté sinceramente, y en vano traté de
calcular su edad.
Improvisé una explicación que podía ser falsa, pero que satisfacía mi
aseveración de que mi madre no tenía noventa años:
—Se casó muy joven...
Al despertar recordé el sueño. Cuando llegué a la parte referente a la edad de
mi madre, hice cálculos. Mi madre murió a los 62, en el 52. En el 79 tendría 89
años.
En mi sueño, un personaje lo sabía; yo, no.
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los diarios, a uno y otro entierro. Uno de los avisos fúnebres para el entierro de la
sobrina estaba encabezado por "P., su novio". La gente se reía porque el pobre P.
lloraba en el cortejo, parecía comprender que tal vez la quisiera a pesar de todo.
Según el farmacéutico del barrio, la policía tuvo demorado a P. durante dos o tres
días y finalmente lo soltó, cuando hubo confirmado sus coartadas.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Diálogo inmundo.
MÉDICO: ¿El vientre lo mueve bien?
ENFERMO: A pedir de boca.
A lo largo del día converso con Juana Sáenz Valiente de Casares y otras
personas, para recoger información sobre los fundadores del Jockey Club, para
un trabajo que prepara Francis Korn sobre la inmigración en la Argentina: quién
era la llamada "gente bien", en qué consistía la "distinción"; lo publicará en un
libro colectivo, de un grupo de sociólogos. A la noche sueño que estoy en una
casa mía, probablemente el departamento de Cagnes, donde tengo de huéspedes a
unos muchachos Blaquier, hijos de primas. Los baños funcionan mal. Abro las
canillas para lavarme las manos, y sale un poderoso chorro de agua caliente, que
me hace soltar el jabón; debo buscado en el agua servida que hay en el lavatorio,
porque los desagües están tapados. Llegan sirvientes, o enfermeros, con bebes
desnudos, que son hijos de las Blaquier. Dicen que se hacen cargo de mis ganas
de verlas, ya que tengo pocas ocasiones de estar con ellos; los dejarán en casa
todo el día. Pienso que con tanta gente en el departamento, y con los desagües
tapados, ni siquiera podré ir al baño. Decido salir, sin dar explicaciones, y
mudarme a un hotel. En realidad, salgo a pasear a mi perro Ayax. Lo miró con
entrañable ansiedad, porque sospecho que está enfermo.
Una chica estudiante, bastante culta, me aseguró que sobre ningún tema podía
hablar, sin prepararse especialmente, más de un minuto o dos.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Una señora decía en rueda de amigas: "Si alguna vez quieren darse una
panzada, vayan a Israel y visiten un kibbutz de muchachos. No es necesario
hablar. Lo que es yo, me di la panzada de padre y señor nuestro".
Me tocó vivir en tiempos en que debíamos conquistar a las mujeres. Ahora se
dan sin que uno las busque: se dan a otros, porque un viejo como yo las repele.
Durante años concluyó el rezo de todas las noches con la misma frasecita:
"Recuerda: quiero ser viuda". Dios, en su misericordia, la llevó al cielo. En el
cielo llaman viudo al cónyuge que llegó antes.
Jactancia lícita. Tengo una amiga para acostarnos cada vez que quiere.
Es la Canguela,
la que yo canto,
la triste vida
que yo pasé,
cuando paseaba
mi bien querido
por el Rosario
de Santa Fe.
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—Voy al cine temprano. A la salida del cine, haría cualquier cosa con tal de
no volver a casa, pero no tengo dónde meterme y vuelvo nomás —dice mi amiga.
—A mí me pasa lo mismo —le digo.
Pienso: "Cuando era joven todo era distinto. Ha de haber tres épocas: La
juventud, cuando uno siempre encontraba cómo pasar el rato y volvía tarde; la
edad madura, en que uno quisiera pasar un rato pero no encuentra con quién y
vuelve temprano; la vejez, cuando ya no sale".
Idiomáticas. Lo, en el sentido de en casa de, del chez francés. "Pasé por lo de
Menditeguy". También refiriéndose (como el chez) a tiendas y otros negocios.
"Estuve en lo de Harrods en lo de Thompson (mueblería), en lo de Finney
(almacén), en lo de Mitchell (librería inglesa), en lo de Cabezas (tienda)". No se
dijo nunca "en lo de El Águila, en lo del Bazar Colón"; siempre antes de un
nombre propio de persona (apellido). Ya (1979) casi no se usa; en mi juventud,
todo el mundo lo usaba.
Las mujeres son como las venéreas de antes: por un corto placer, una larga
mortificación.
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Comentario de taxista, señalando a una muchacha: "Se creen que porque son
lindas no las vamos a pisar. Las pisamos igual".
Girri afirma que Radaelli cambiaría por una voz normal esa voz rarísima que
tiene si comprara camisas de cuello holgado.
Idiomáticas. Hacer rancho aparte. En una reunión o una fiesta, aislarse con
una o varias personas amigas. "No había casi gente conocida y abundaban los
guarangos, así que yo hice rancho aparte con las de Larumbe".
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Ya sabemos: en la vida privada los hombres raramente son tan crápulas como
en la vida pública. Lo extraño es que los políticos se muestran crápulas para
lograr el apoyo del pueblo. La conclusión, harto melancólica, sería que el pueblo
es vil; tal vez que el hombre es vil. Para encontrar explicación a todo esto quizá
debamos preguntarnos si la vida no es tan horrible que el hombre, desesperación,
se vuelve ruin.
Rico, pero...
—La quiero mucho —me dijo.
—Hay que ver lo que te cuesta esa chica —repliqué.
—No me cuesta nada.
—Te cuesta plata. Mucha.
—Mientras no me cueste más que plata, no importa —dijo.
Pedir. Primer y último recurso del que desea algo. No es eficaz. Únicamente
se logra lo que no se pide; más aún, lo que no se desea.
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regreso de la civilización. Quiero decir: ¿no será una segunda avalancha como la
de los negros?".
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Soy feliz mientras los amores no progresan. Tarde o temprano la mujer los
pone en marcha hacia el matrimonio y yo, con desaliento, me digo: "A preparar
la valija. ¡Qué tristeza!".
En mi juventud nadie andaba con documentos en este país. Mi tío Justi nos
sorprendió durante un almuerzo, en avenida Quintana, cuando dijo: "Yo llevo
encima la cédula, para que sepan quién soy si me muero en la calle". Debía
presentir algo, porque murió (de enfermedad, en su casa) a los pocos meses, en
agosto de 1935. Yo solamente en los viajes andaba con documentos (el
pasaporte). Con la inseguridad que, en su cornucopia de males, nos trajo Perón,
poco a poco todo el mundo tomó la costumbre de llevar consigo la cédula.
Febrero, 1980. La vieja señora de Saint en su automóvil, cada vez que había
algún inconveniente por el tráfico, por la pinchadura de un neumático, etc.:
—Qué tino tuvo Paul de quedarse en casa.
Mar del plata. Por nuestra tendencia a "irnos quedando" en los lugares, nunca
partíamos a Mar del Plata, como deseábamos, en diciembre; ni siquiera en los
primeros días de enero. Desde allá, mis amigas me reclamaban, por carta y por
teléfono. Yo alegaba inconvenientes circunstanciales; las más veces, lo confieso,
enfermedades de Silvina.
Mis amigas no creían demasiado en tales enfermedades, pero porque no
querían suponerme mentiroso (y porque sabían bien cuánto me gustaba Mar del
Plata), pensaban que ella inventaba enfermedades, que era una enferma
imaginaria. Aunque para el caso de nuestra demora se equivocaran, de un modo
general acertaban: tuve que lamentarlo, porque su ensañamiento contra ella fue
otro flanco para pedir que me separara y que nos casáramos.
En Mar del Plata yo debía distribuir mañanas y tardes entre una y otra amiga;
o entre amigas y Silvina. Llevábamos dos automóviles, para que Silvina no me
necesitara para ir a la playa o a comprar cosas en el centro.
También yo distribuía mis mañanas entre las playas de los clubes Mar y Pesca
y Ocean, y las de Santa Clara del Mar. Mar y Pesca era el club más exclusivo de
Mar del Plata; allí empecé muchos amores y durante repetidas temporadas me
bañé con amantes. Cuando quería escaparme de una mujer, me bañaba en la
playa del Ocean: las amigas del Ocean me zaherían en broma contra Mar y
Pesca: "¿Te cansaste al fin de Mar y Pesca?". En el Ocean se decía que Mar y
Pesca era "aburrido", "unos pocos y siempre los mismos", que la playa y las
instalaciones eran malas. Las de Mar y Pesca hablaban del Ocean como de un
balneario municipal. Aquello era una guerra de snobismos. Hubo una época
anterior en que por snobismo contra la llamada "sociedad", íbamos con Silvina a
otros balnearios: el de Enrique Pucci, por ejemplo. Después, Silvina siguió fiel a
Pucci, mientras yo iba a Mar y Pesca, más propicio para encontrar mujeres;
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desapareció, el viento, que en mi primera juventud era típico de Mar del plata.
Esta casa poco a poco se convierte en un museo de mi familia. Aquí hay cosas
que el tiempo todavía no se ha llevado. Cuando yo muera, probablemente se las
lleve.
El lado bueno: siempre puede uno descubrir algo, en un cajón, en algún
anaquel. El lado malo: cierta melancolía que se respira.
1
Natural del departamento de San José (Uruguay).
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Sueño. Con una chica muy joven, muy blanca, que no me quiso mucho hasta
que nos acostamos: entonces fuimos felices. La beatitud en que desperté fue
incompatible con el esfuerzo de recordar, de que no se desdibujaran, no se
olvidaran los episodios ilustrativos del sueño.
EXTRAVAGANTES
Febrero 1980. Conocí a Sabato poco después del 40. Sé que en esos días
Borges y yo habíamos publicado Seis problemas para don Isidro Parodi y sé que
yo vivía en la casa de la calle Coronel Díaz. Sabato me pareció una persona de
inteligencia activa —como Ricardo Resta,1 de quien se aseguraba "piensa todo el
tiempo"— y eso me bastó para recibirlo como a un amigo. De vez en cuando
Sabato se permitía, a la manera de apoyo, pedanterías infantiles, que molestaban
a Borges. Si había dicho algo intencionadamente paradójico, exclamaba (como si
hubiera hablado otro y él aprobara por lo menos la audacia del concepto):
¡Margotinismo puro!". El tono de este comentario aparente críptico era de
1
Autor, avant l'heure, de una teoría de las estructuras.
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Lilí, de quien estuve enamorado hacia el 44 o 45, era de tez blanca y rosada,
de ojos celestes, grandes, luminosos, que parecían comunicar alegría y
deslumbramiento, de pelo rubio, baja de estatura. Recuerdo que las calles
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recorrer los partes de los años sucesivos para descubrir cuándo empieza la
continua atención veterinaria del ganado, con la consiguiente partida de gastos,
una de las mayores en el ejercicio anual de las estancias. Antes había
enfermedades de vez en cuando, pestes de vez en cuando y muy poco gasto en
veterinaria. Ahora hay enfermedades de vez en cuando, pestes de vez en cuando,
y enormes gastos de veterinaria. Me pregunto, pues, si estadísticamente podría
demostrarse que hay un verdadero progreso para la salud de los animales y de los
hombres en la constante atención veterinaria y médica. Ha de haber progreso; un
progreso muy inferior, sin embargo, al que advierten los veterinarios (y los
médicos) en sus alforjas.
27 febrero 1980. Pardo. He leído con agrado Mi ocio de Italo Svevo: una
suerte de encantador vademécum para todos los viejos decrépitos como yo.
Podría objetarse que es demasiado simbólico; pero sé que yo seguí el texto
interés y sólo después de concluida la lectura entreví los símbolos, que me
parecieron aciertos suplementarios y magistrales, otra riqueza de un texto
afortunado: el viejo, que se retira, se detiene en la escalera y protesta; su último
amor, Felicità, no lo oye, porque está allá arriba, ocupada en cerrar con llave la
puerta del departamento de sus amores, al que no volverán juntos.
Soy el amante que las mujeres hacen de mí. Un chambón con algunas; un
diestro profesional con las que me exigen. Evidentemente soy mejor cuanto más
me exigen. En general no valgo mucho cuando tengo una sola mujer, que no
quiere acostarse más de una o dos veces por semana. Cuando tengo dos mujeres,
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Para muchos argentinos el nombre Eva está definitivamente viciado por una
connotación evidente.
El que ya no escribe:
Ce pauvre Albert.
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Una amiga de Silvina dice que mientras estuvo en Río, "sovía y sovía" ("s"
francesa, como en casino, en caserne, en casaulet, en casau).
La línea diaria.
"No hay mejor modo de llegar a escribir en serio que el de garabatear algo
todos los días" (Italo Svevo).
Recibo por correo una invitación a no sé qué acto. En el sobre, con letra
desmañada, alguien anotó: y se abren fisuras en lo cotidiano por donde atisban
curiosas criaturas del sueño que soñamos. Morel. Evidentemente se trata de una
alusión (de un lector anónimo) a uno de los últimos reportajes, donde traté de
explicar mi atracción por las situaciones fantásticas.
La visita.
Visitas.
Epigrama.
Hear, hear. "El Dr. Rush, o algún otro, dice que nadie alcanza una larga vida
si no tiene en la familia, al menos, un veterano [an old stager]" (Byron, carta a
Thomas Moore, 1° Octubre 1821). De mi padre me viene la esperanza (murió a
los 80; mi madre a los 62; de abuelos paternos (Juan Bautista pasó los 80); de los
maternos, un Casares creo que murió a los 86).
Diálogo:
SILVINA: Martínez Estrada escribió un artículo muy generoso sobre un libro
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mío.
BIANCO: Lo que me costó que lo escribiera. Le mandé el libro; me lo
devolvió en seguida y me aseguró que por nada escribiría sobre un libro tuyo;
insistí tanto que no tuvo más remedio que resignarse.
SILVINA (a mí, después): ¿Por qué me cuenta esto? ¿Cree que me da alegría?
En la calle Paso hay un hotel alojamiento con una chapa en que se lee:
Desirée. Albergue transitorio. Nunca entré.
Un día, en la época de su amor con ella, Borges le dijo: "Anoche, a las doce,
pasé frente a tu casa, y pensé que estarías en tu cuarto". Silvina le contestó:
"Estaba en mi cuarto, pero no hubiera podido estar con vos, porque estaba con
fulano de tal, en cama".
Lennersohn, cuando estaba de novio con ella, se enfermó de un pulmón y
pasó mes y medio en cama; temía que los médicos le mintieran; temía tener algo
grave. Un día lo llamó por teléfono Silvina Bullrich y le dijo: "No tiene sentido
que yo te espere. Vos tenés tuberculosis" (No existía entonces la penicilina; la
tuberculosis era mortal). Ya recuperado, Lennersohn le preguntó al médico si no
había tenido tuberculosis. El médico le contestó que no.
Yo no estaba peleado con ella, o por lo menos así lo creía. Silvina revista, dijo
que Borges me había dictado La invención de Morel.
"En cuanto a vivir, los sirvientes pueden hacerlo por nosotros" (Villiers de
l'Isle Adam). Traducción: Sin sirvientes no vale la pena vivir.
Cuando estrenaron el film Las ratas, en Mar del Plata, en 1963 o 64, Silvina
Bullrich ya estaba con Caccicci (ignoro la grafía del nombre). Bianco le preguntó
a Silvina:
—¿Tiene plata?
Silvina contestó:
—Si tuviera, ya me hubiera casado con él.
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Dijo Bianco que todo en las memorias es falso. Que Silvina odiaba a la
hermana que murió... y que la muerte del padre no ocurrió como la refiere.
Pienso que tal vez odiaba a su hermana cuando estaba sana y que después, en sus
conversaciones con Bianco, siguió la costumbre de hablar mal de ella si Bianco,
una persona superior, lo hacía, no iba ella a mostrarse convencional; pero quizá
al perder a la hermana olvidó los defectos que le encontraba y la extrañó
sinceramente.
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El joven vecino, por quien siento afecto, dijo: "Estoy cansado de mi novia. Es
una histérica esa mujer: creo que no me conviene. Hoy yo estaba de lo más bien,
satisfecho con todo y ¿a que no sabés con qué se vino? ¡Con un grano en la nariz!
¡Estaba obsesionada, histérica con ese grano en la nariz! Como si fuera algo muy
interesante, no me hablaba de otra cosa. Estoy por creer que esa mujer no me
conviene. Creo que voy a dejarla". Dos días después la dejó.
Compra juvenil. Encargué las obras completas de ltalo Svevo, ¡en italiano!
Hace muy poco no las hubiera pedido. Me consideraba sin tiempo por delante.
Un agnóstico.
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Frases hechas: Burro viejo no cambia de tranco. Macaco viejo no sube a palo
podrido.
Sueño. Empieza con una distinción entre el escritorio de Bioy, que en el sueño
estaba en plena prosperidad, y el Casares, que pasaba por un mal momento. Yo
estaba en el de los Bioy. Mi padre había soltado unos leones: lo que me asustaba
y enojaba; pero él me tranquilizó con el anuncio: "Vaya almorzar con la colonia
francesa" [colonia, en el sentido francés, de gente de un mismo país que vive en
un país extranjero]. En seguida entraron en la habitación, dando grandes saltos,
jaguares de un color azul fuerte [no marino]. Esos jaguares, que me atemorizaban
un poco, en definitiva me tranquilizaban, porque en el sueño servían de
confirmación de las palabras de mi padre.
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Según Byron, las mujeres en España son castas hasta el matrimonio; "cuando
se casan, dejan atrás todo freno". Al que solicitó a una soltera, ésta le dijo:
"Espere que me case y entonces con todo gusto" (Letters and Journals).
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Cuando Bianco era chico fue a casa de un amigo cuyo padre lo llamó, por
error, Bianchi. Para no ser fastidioso, la primera vez no lo corrigió; después, a lo
largo de toda la tarde, no se atrevió a corregirlo, tal vez para que el hombre no se
molestara con él por haberlo dejado en el error; y cuando llegó el momento de
irse, creyó que lo mejor era dejar que él mismo lo afirmara en el error, para
volver así más improbable un ingrato desengaño, y se despidió con las palabras:
"Bianchi a sus ór enes.
Dos mujeres a un tiempo. Uno se acuesta mejor con una y otra, pero el resto
del día las aguanta menos. Si aparece una tercera, las incompatibilidades se
aceleran y se ahondan.
Alrededor del 20 de agosto de 1980 murió María Meyer Pellegrini, a los 101
años de edad.
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Para viejos porteños, nomás. ¿Por qué en las tiendas de Buenos Aires, la
sección bonetería vende ropa interior? ¿Por qué "sección bonetería"? ¿Hubo una
época de abundante tráfico de bonetes? Para el Diccionario de la Academia
(1936), bonetería es el comercio que vende bonetes. En el Littré veo que viene de
Francia, como las grandes tiendas. Bonetería es mercería.
Así fecha Byron algunas de sus cartas de 1822: "8ber, 9ber, 10ver".
La mujer del prójimo. Por algo prohibieron la mujer del prójimo. Ninguna
hallarás de goce tan apacible. Desde luego, si quiere todavía a su hombre, te
fastidiará con lamentaciones de pecadora arrepentida, y si ya no la quiere, con
apremios para que te hagas cargo de ella.
Una noche que yo estaba muy solo en Londres encontré en sitios apartados,
que difícilmente podían estar en el trayecto de una persona, primero un guante
gris de mujer, después una pulserita de metal plateado y finalmente una libreta
chica, de tapas forradas en cretona, con algunos apuntes, poco significativa, en
escritura femenina, con la firma Daisy (sin la dirección de Daisy, ni el número de
teléfono). Si yo, en lugar de ser el director de una buena colección de novelas
policiales, hubiera sido un buen detective...
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Frase hecha. Ser alguien materia dispuesta. Dícese de quien aceptará de buen
ánimo lo que los demás propongan:
Arte moderno. "Es totalmente inservible. El arte lo tiene sin cuidado. Con
decirte que amén de ser director del Museo de Arte Moderno, vive allá".
La vida es difícil. Para estar en paz con uno mismo hay que decir la verdad.
Para estar en paz con el prójimo hay que mentir.
Un tapujero. Creímos siempre que no había mayor tapujero que Peyrou. Seis
años después de casarse, las hermanas y los amigos nos enteramos de que estaba
casado. Desde luego, no cabe comparar a Peyrou con Antuquito Leloir. Cuando
Antuquito murió, a los 78 años, la familia y los amigos se enteraron de que
estaba casado con una inglesa, muy linda y llena de virtudes (según dicen mis
informantes) y que le llevaba dos o tres años; con ella tuvo un hijo, Anthony,
inglés, de cuarenta años, que ahora vendrá a Buenos Aires, a recibir la herencia.
Otra sorpresa: todos sabían que Antuquito era rico; todos (incluidas las
hermanas) quedaron sorprendidos por la inmensidad de su fortuna.
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Puerta
Errare humanun est. En un film de Woody Allen una poetisa recita, ante un
amigo, su último poema. El hombre la felicita, le asegura que el poema es
maravilloso, pero que se le ha deslizado en él un pequeño error: la mariposa no se
convierte en gusano, sino al revés... La poetisa, que se pregunta con tristeza por
qué ella no podrá escribir sin errores… Realmente esa mujer me parece la
encarnación de todos los que escribimos. Sin ir más lejos, en "Un viaje
inesperado", dije: "Un viejo coronel de la Nación". No pasó una semana (después
de la publicación) sin descubrir que los coroneles (de caballería, infantería,
artillería, etcétera.) dejan el arma para convertirse en generales. Es decir, no hay
coroneles de la Nación, sino generales de la Nación.
El agente comenta: "Tengo que cuidar los coches de los rusos y me parece,
aunque no me consta, que en la afirmación hay un poco de menosprecio y rencor;
en Buenos Aires la palabra ruso es generalmente un término de menosprecio, que
sugiere en seguida el agregado de mierda. Gallego y judío, y en alguna medida
turco, también suelen emplearse peyorativamente. Italiano, francés,
norteamericano no son términos condenatorios; transformados en tano o gringo,
franchute, yankee o Johnny, sí lo son. Inglés y alemán no son condenatorios, ni
tienen deformaciones o motes agresivos. La condenación de unos y la exención
de otros parece difícil de explicar. Aunque amistoso, el pueblo —aquí, en todas
partes— tiende a la xenofobia: a rusos y judíos, que confunde, los desprecia; a
los gallegos los tiene, casi afectuosamente, por brutos; a los italianos los desdeña
un poco; y a lo hijos de italianos les atribuye defectos (cobardía, duplicidad,
perfidia) y los culpa de la decadencia nacional; a los franceses los ve como
ridículos, por demás ceremoniosos, qué "tanto voulez vous con soda"; a los
norteamericanos ahora se los odia y se los llama yankees o gringos. Este uso de
gringo viene del Caribe; para nosotros gringo fue siempre sinónimo de italiano.
A los ingleses se los admira un poco, pero se los odia porque eran los dueños de
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nuestros ferrocarriles, por la suposición de que nos tenían como colonia y porque
nos sacaron las Malvinas; a los alemanes, celebrados como ordenados y eficaces,
se los miró y mira con odio (ayer entre los aliadófilos, y hoy, entre judíos e
izquierdistas). Cuesta que el interlocutor convenga en que debemos mucho a los
judíos, a los italianos, a los franceses, a los ingleses, a los españoles en general y
a los gallegos en particular, y seguramente también a los turcos, y su variante de
turcos cristianos (libaneses), a los alemanes, a los armenios.
He sido buen hijo y he querido ser buen padre. Lo que a otros exime de todo
sentido de culpa hacia los hijos, en mí lo infunde: el haberles dado vida.
Refrán para significar que frente a muchachas jóvenes tenía pocas esperanzas
de conseguirme como jinete: "A burro viejo, pasto tierno".
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5 diciembre 1980.
De 1979 a 1980.
Diciembre 1980. Sueño. Soñé con mi padre. Por la abertura de una puerta lo
vi en una silla de mimbre, de hamaca, riéndose, en el cuarto de al lado. Tuve
entonces la mala suerte de despertar.
Willing ladies are enough. Verdadero fue esto, en mis mocedades; pero no
hoy en día. Aún me aceptan, me acompañan, pero con moderada disposición para
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la alcoba. Por más que emule a Jonson, el jinete circense, cuando la semana
concluye raramente paso de dos veces, una con cada una. Ni ellas ni otras
reclaman la energía o efusiones que sobran.
Personajes para cuento o novela. Un hombre modesto, que por pudor le dice
a la mujer: "para salir de esa murria te convendría una acostada", y una mujer
que, orgullosa, una y otra vez se le enoja, porque él vuelve el acto del amor
impersonal, externo a la compartida pasión, un ejercicio profiláctico.
Cuando quería estar con ella, no sabía por qué ella no quería estar con él.
Ahora que estar con ella o no estar con ella le importa poco, no sabe por qué ella
quiere estar con él a todas horas. Basta que las quieras para que no te quieran.
Quiero creer que no es feminista, porque su libro sobre las mujeres se titula
Socias de mierda.
"El flaco viejo si engorda un poco se quita años de encima, pero si pierde uno
o dos kilos ya envejece", dijo Domínguez, de los baños del Jockey Club.
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Sueño. En casa viven dos hermanos, un hombre y una mujer, de edad madura,
que en el sueño quiero y estimo (en la vigilia no los conozco). Él es corto de
vista, de cara fea, pero buena persona, con sentido del humor. Un día el hombre
muere, Admito que por horrible que me parezca debo ocuparme del velorio,
entierro, etcétera. Voy a una de las dos empresas fúnebres o cocherías, Como se
las llama, más conocidas de Buenos Aires, Mirás o Lázaro Costa. Me tratan muy
amistosamente, con mucha consideración personal (después me diré que es
especialidad de esas casas, y que saben ganarse la momentánea simpatía de gente
que espontáneamente los mira con un poco de horror). Yo me siento cómodo,
hablando con esos amigos que saben expresar tan agradablemente el respeto y la
admiración que les merezco. Cuando llega el momento de pronunciar el nombre
del difunto, Perisset, creo recordar que su familia es dueña de una empresa
fúnebre, y me digo que si contrato el entierro con un competidor mi amiga se
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Al rato soñé que leía en un diario: "El ejército argentino reconquistó la mitad
del territorio que por el fallo del Papa nos tomó Chile".
Si quiero la mejor vida, soy escritor, pero si los achaques o las enfermedades
me hostigan, soy palafrenero de mi cuerpo.
Aseguró que se pasaba las horas frente a la televisión en color. Dos veces
dijo: "Es mucho más divertida que la televisión en blanco y negro". Pensé que si
lo decía de nuevo descubriría que estaba diciendo una estupidez. Lo dijo de
nuevo, pero no descubrió nada.
Un día me llamó por teléfono Carolina Muchnik. Me dijo que era tía de Hugo
Santiago (Muchnik), que era pintora, que había hecho mi retrato y que si yo la
autorizaba me lo regalaría. La autoricé, por cierto, y olvidé el asunto.
Pocos días después, al volver a casa, a las ocho o nueve de la noche, encontré
a Silvina muy extraña: parecía feliz de que yo hubiera vuelto, pero asustada,
como si quisiera algo y no pudiera, por los nervios y la angustia que la
dominaban. Finalmente me confesó que había ocurrido un hecho sumamente
desagradable. Las explicaciones nada claras dejaron entrever que había recibido
una amenaza contra mí. Era aquella una época de peronismo en el poder,
diariamente nos informábamos de secuestros y frecuentemente recibíamos (aún
nosotros, que nunca participamos de un gobierno, ni teníamos figuración
política) amenazas telefónicas, anónimas siempre, y las más veces disfrazadas de
amistoso consejo. Por fin Silvina accedió a mostrarme lo que había llegado a
casa.
Cuando lo vi comprendí que era el retrato mío que había pintado Carolina
Muchnik. Tratábase de un cuadro grande, de un metro setenta de altura, ocupado
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por mi cabeza y hombros, y una tira roja, que Silvina interpretaba como un
cuchillo ensangrentado o una mancha de sangre, pero que en realidad quería
representar la llama de la inspiración. Fuera de esa tira roja, el resto de la tela
estaba pintado de un azul infinitamente triste. Silvina había interpretado el
cuadro como una amenaza de muerte. Me costó mucho convencerla de que era un
retrato, que la autora estaba orgullosa de haberlo pintado y que me lo enviaba
amistosamente, de regalo. De lo que no pude convencerla fue de que ese objeto
no tenía por qué traer mala suerte. Dijo que no podía soportar ese tristísimo
retrato; que pintaría encima cualquier cosa. Le prohibí que lo hiciera. Dijo
entonces que pintaría algo en el reverso de la tela, para que si alguien lo veía
contra una pared no lo diera vuelta. Le prohibí que lo hiciera.
El viernes pasado me llamó Carolina Muchnik y me pidió el retrato, para
incluir su fotografía en un álbum de sus pinturas, que va a editar. Le prometí que
se lo mandaría el sábado. Se ofreció a pasar a buscarlo, pero le repliqué: "De
ninguna manera, con mucho gusto se lo enviaré". En cuanto cortamos la
comunicación me puse a buscar el cuadro. Temía que hubiera desparecido.
Estaba, con una constelación de ojos y una cara, pintadas —por Silvina— con
marcador azul, en el reverso de la tela. Me dijo que limpiaría el revés de la tela
con lavandina. Consulté con el reparador de de cuadros Lasa. Me dijo: "Por nada
emplee lavandina. Va a manchar el retrato, si no lo agujerea". Veremos qué se
puede hacer. Lo peor es que los trazos del marcador de Silvina se ven sobre el
retrato.
En Mendoza, una mujer, que tuvo ocho hijos, explica: "¿Por qué no me hice
abortar? Porque el aborto es para mujeres ricas. ¿Por qué no maté al primero? Y;
yo quería tener un hijo. Al segundo lo maté por la pobreza y porque era varón. La
tercera fue una nena. Siempre quise tener una nena. ¿Los otros? Si hubieran sido
mujercitas no los hubiera matado. A los hombres sí, a los varoncitos sí, porque
los hombres me han hecho mucho daño, señor, desde que nací, siempre mucho
daño".
Los mató a todos cuando nacieron, con una media de hombre que llevaba
puesta y se las enroscaba en el cuellito, hacía un nudo y apretaba fuerte hasta que
el nenito moría. Después lo tiraba al pozo negro del excusado. Después se
acostaba de nuevo en la cama. Al otro día se levantaba bien: "Sin problemas.
Siempre me fue bien en los partos. Nunca tuve hemorragias".
Una hermana de la asesina dice: "Fue al colegio hasta quinto grado. Es
despierta. Mire los cuadernos de sus hijos, señor. Ella los guiaba bien.
Yo estoy seguro de que ella no tiene conciencia de haber matado a siete
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personas. Alguien me dijo: "Al fin y al cabo si ella los había hecho, no tenía
derecho a hacer lo que quisiera... Qué mal quedaría uno si dijera esto".
Amores de la gente.
En casa trabajaba una mucama de tierra adentro, cobriza, feúcha, flaca, sin
duda mal nutrida, buenísima persona; en sueños la besé con mucho afecto.
Soñé con mi padre. Estaba muy feliz en su compañía. Después apareció una
rubia, amiga mía en el sueño, y me entretuve con ella en juegos eróticos. Cuando
busqué a mi padre no lo encontré.
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Distraída. Al salir del cine, mi secretaria ve que hay una librería, recuerda el
título de un libro que le recomendaron, entra por un largo corredor, entre mesas
de libros, hasta un mostrador transversal, en el fondo, atendido por tres
empleados. Como le dicen que no tienen el libro, sale por donde entró. Camina
unos pasos, ve una librería, entra por un largo corredor entre mesas de libros
hasta un mostrador transversal, en el fondo, atendido por tres empleados que a su
pregunta sobre si tienen el libro que le recomendaron contestan en coro: "Es la
misma librería".
Te lo digo francamente:
yo me aburro de repente.
Justiniano Lynch. Era un tío abuelo mío, que se quedó a vivir en París, porque
se había casado con una vendedora del Bon Marché y supuso, con razón desde
luego, que sus hermanas la "snobiarían". Justiniano era de color verde oliva,
bigote blanco y voz nasal, de nariz tapada. Probablemente había sido buen mozo,
en la juventud. Para mí era un persona un poco ridícula, porque mis padres se
reían de él. Vestía de oscuro y usaba guantes grises. En nuestras temporadas en
París, siempre nos visitaba, y siempre regalaba a mi padre una caja de habanos de
no recuerdo qué marca. Por un malentendido, creía que esa marca era la favorita
de mi padre; en realidad, sólo los fumaba delante de Justiniano y después no
sabía qué hacer con ellos.
La guerra del 39 trajo a Justiniano y a su mujer a Buenos Aires. De su mujer
dijo mi madre: "No sé de qué se uejan mis tías. Es idéntica a ellas. Seguramente
ese aire de familia es lo que le gustó a Justiniano".
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Sueño. Estoy muy feliz, bien abrigado, en una cama camera que saqué a la
terraza. Cuando voy a dormirme, se desata un aguacero. Tengo demasiado sueño
para levantarme y llevar la cama a mi cuarto. "Va a pasar pronto", digo,
refiriéndome a la lluvia. Pasa, en efecto. Con satisfacción me hundo en las
mantas, porque hace frío y me dispongo a dormir. Despierto entonces, y me
encuentro en la estera, con el cuerpo tibio, pero los brazos fríos, porque los saqué
de abajo del poncho. Pongo los brazos adentro, me arropo bien, retomo el sueño.
Creo que mis discos estallaron en dos ocasiones, hacia el fin del 71 y en
febrero del 72, en Mar del Plata. Me pareció oír la rotura. Yo no sabía si podría
aguantar, si era aguantable, el dolor. Inmóvil, absorto y desesperado estuve
durante 40 minutos o una hora; después gané la cama.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Según el padre Cuchetti, Juan XXIII, acosado por gente de la televisión, que
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
A veces pienso que leyendo las Vidas de los poetas de Jonson, no se necesita
nada más para la felicidad.
Jean-Pierre Bernès, que fue esta mañana a la recoleta a llevar unas flores para
Angélica, me contó que junto a una bóveda había un matrimonio con una
chiquita. La mujer, que escrutaba a través de la puerta de rejas, dijo:
—Me parece que hay un lugar. ¡No se lo vayas a decir a las tías!
Bernès me contó que Coignac le contó que Mujica Lainez está deshecho a
causa de mi Legión de Honor. Manucho sostiene que desde luego él tiene más
méritos que yo para recibirla, que tradujo esto y aquello, etcétera.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
La señora, ante la crisis que conmueve al país: "Yo sólo pido a Dios que sea
esta vez una crisis de veras, aunque nos hunda a todos, con tal que le baje el
copete al servicio doméstico".
Pariente.
Oh, enfermo: algún día descubrirás que el médico sabe más que tú de
medicina, aun de la medicina que se refiere a tu cuerpo. Oh, médico, algún día el
enfermo descubrirá que sabe más que tú de la medicina que atañe a tu mal.
14 mayo 1981. Le pido a Dios que yo salga de ésta. Por no decir de éstas,
como habría que decir; como digo.
Mi tío Enrique me previno que, antes del amor, las mujeres reciben mal las
ponderaciones de los efectos balsámicos de la cópula y después, bien. Me contó:
"En una ocasión encontré a mi amiga tan quejosa y melancólica que le pregunté
afectuosamente si no le convendría una buena cogida". No haberlo dicho. Me
puso en mi lugar. Ella se acostaba por amor, no por razones de salud, etcétera.
Desde luego, ni se habló de ir a la cama. A los pocos días, sin embargo, después
de una larga sesión de abrazos, se apresuró a convenir conmigo que el amor lo
deja a uno 'suavecito por dentro'".
Los hijos son Fulanito y Fulanita, que suelen usar el apellido paterno de Tal.
Mengano, Perengano y Zutano no tienen mujeres; el primero, eso sí, tiene hijos,
Menganito y Menganita, además de un pariente al que no toma demasiado en
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
serio: Mengueche.
Conyugales, II. La mujer, una prima de quien me contó la historia, se casó con
un hombre que decía conocer el vicio del trabajo, a lo que debemos agregar que
bebía, fumaba, era jugador y mujeriego. Como ella trabajaba bien vivieron en un
magnífico departamento, puesto a todo lujo, en La Paternal. Es verdad que ella
trabajaba mucho y que volvía tarde a su casa, porque en la oficina la retenían, lo
que en realidad era ventajoso, porque le pagaban horas extras. Como se querían
mucho y se llevaban bien, la mujer no hacía caso de lo que pensaba su familia:
que el marido era un vividor, que no le importaba nada de ella, etcétera. Un día
en que la señora volvió muy tarde a su casa, al abrir la puerta creyó que se había
equivocado de departamento; en efecto, lo que sus ojos veían eran cuartos
totalmente vacíos, salvo por unas hojas de papel que encontró donde debía estar
la cama. Eran boletas de empeño, correspondientes a algunos objetos personales
de la mujer, a los que ella estaba particularmente apegada. Una fineza, una
prueba de consideración, ya que si ella quería recuperados le quedaba la
posibilidad… Se supo que el hombre se había ido con la mejor amiga de la
mujer. Pasaron los años. Ni el marido ni la esposa pidieron nunca el divorcio, ni
siquiera en aquellos años en que hubo divorcio en nuestro país. Veinte años
después, tan imprevisiblemente como partió, volvió el hombre. La familia, que lo
veía como a Satanás, temió que ella aceptara. Efectivamente lo aceptó. "Nunca
dejó de ser mi marido —dijo ella— y, sobre todo, lo quiero". Se fue, pues, a vivir
con el marido, al departamento del marido, y por consejo de éste vendió su viejo
departamento y puso la plata en el banco. La familia temblaba por ella y
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
vaticinaba desastres. La vida rumbosa que llevaron avivó las peores sospechas.
Veraneaban en Mar del Plata; en invierno, viajaban a Europa. Ella fue así la
única persona de la familia que había salido al extranjero. Un día el hombre
murió. Ella en un primer momento pareció enloquecida por la pena, pero se
sobrepuso. Explicó: "No puedo quejarme de la suerte. Si es verdad que un día él
me abandonó, también lo es que volvió, para darme todos los gustos y para
quererme. A su lado fui siempre muy feliz". Padres y hermanos le dijeron que no
fuera a pasar dificultades económicas sin recurrir a ellos. Con el tiempo esas
personas debieron enterarse de que ella había heredado del marido una vasta
fortuna, con propiedades en Buenos Aires y Mar del plata, amén de no pocas
hectáreas de campo y de mucha plata en el banco.
13 junio 1981. En la comida del Día del Libro dije a Martín Noel:
—En ese tiempo yo jugaba al tenis todos los días.
Silvina Bullrich me corrigió en voz alta:
—Hacías todo todos los días —y explicó—: Adolfito escribía todos los días,
jugaba al tenis todos los días, etcétera.
Girri contó que en un café oyó a una mujer que hablaba desde un teléfono
público, con alguna amiga o pariente, sobre una sesión de espiritismo de la que
venía: "Mamá y papá están de lo más bien y ¡agarrate! Edelmiro ya se ha
reencarnado".
Cuando era chico las actitudes de los santos, en las estatuas y estatuitas de las
iglesias, en las estampas, no me gustaban. Me parecía que fingían bondad y que
eran demasiado sedentarios. Si hubiera tenido que convertirme alguna vez en un
personaje del panteón cristiano, me hubiera avenido a ser un ángel o un arcángel;
por razones de cuerpo, no me atraía la idea de convertirme en un querubín.
Siempre lamenté el desalojo de los dioses griegos y romanos. Pensé que yo
hubiera podido dirigir plegarias a las diosas, más que a ninguna a Venus, y aun a
Diana y a Minerva; y entre los dioses y héroes, a Hércules, a Pan… Además las
causas perdidas tienen siempre encanto para mí...
Por todo esto me asombra mi actitud en los primeros años de la década del 30,
cuando estuve con mis padres (y mi perro Ayax, un gran danés) en La Cumbre.
Vivimos en el Hotel Olimpo de un tal Naso Prado, que rendía culto a los dioses
griegos. En el parque del hotel había estatuas de Zeus, Afrodita, Artemis, Apolo,
Dionisio, etcétera, y un anfiteatro. Naso Prado dio a mi padre un libro que había
escrito, titulado Olimpo. El señor Naso Prado y su templete no me interesaban
mayormente. Sería a lo mejor porque las estatuas y templetes parecía de yeso o
porque el señor Naso Prado era un poco ridículo, o porque los chicos son muy
snobs. De todos modos, el hecho de que un hotelero de Córdoba venerara a los
dioses paganos debió alegrarme. Yo sentí nostalgia por el paganismo. Cuando leí
en Pardo, en el 36 o en el 37, a Hegel, para quien el cristianismo convierte el
destino del hombre en un drama romántico, me pareció que decía la verdad y que
explicaba mi espontánea repelencia por el espíritu y las formas de esta religión
que nos tocó en suerte. También la nostalgia mencionada.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
surgió la preocupación:
con tal que no se presente
el marido, de rondón.
Un tal Omil rechaza las críticas de Pezzoni a libros de Sur compilados por
ella, alegando que es argentina de varias generaciones y que Pezzoni es hijo de
extranjeros.
Nótese pues: "decir tanta pavada" por "tantas pavadas". También: "bien
requeteamurada" o una capacidad lunfarda castellana, que no le envidia nada al
alemán, de formar palabras compuestas. También, que ya en el 30 se pensó que
nadie rescataría lo perdido, lo que hoy se prueba que resultó profético, pero que
no lo hubiera sido si el 4 de junio del 43 no hubieran salido las tropas.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
A la huella, huella
seguí el camino,
que no te vas a perder
si sos ladino.
Dijo mi amiga: "Una persona que menstrúa una vez cada veintitantos días no
puede ser filósofo". Atinadas palabras a las que yo agregaría (después de nuestra
serata del 7 de agosto de 1981): Tampoco amante.
Idiomáticas.
1
Je te crois (nota en francés del propio Karl Baedeker).
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Una de las razones para que la iglesia condenara la Encyclopédie fue que en
alguno de sus artículos dijo Buffon que los animales tenían alma.
Escenas del siglo XX. En el tercer piso de esta casa tiene sus oficinas la
embajada libia. De tanto encontrarnos en el ascensor o en el hall de entrada, nos
cruzamos saludo con los diplomáticos, o con algunos de ellos, porque en verdad
son gente poco afable, o que sí lo parece. Uno que siempre saludaba y con el que
solíamos cambiar frases que no iban más allá del saludo del tiempo era el
encargado de negocios: hombre alto, de tez clara, con anteojos. Llegó a
invitarnos a alguna fiesta en celebración de alguna fecha de su país y a pedirle a
Silvina que le prestara un ejemplar del libro Árboles de Buenos Aires. A la fiesta
no fuimos; Silvina le prestó el libro (después supo que la embajada había
comprado algunos ejemplares en la librería La Ciudad). Ayer, 29 de agosto, el
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
portero me contó que la semana pasada ese hombre huyó al Cairo; el nuevo
encargado de negocios, que apenas saluda, inició una investigación; mantuvo
encerrados por largas horas en un cuarto al chofer, en otro a la secretaria y
después, por separado, los sometió a interrogatorios sobre qué sabían de la fuga.
Parece que todos los funcionarios de la embajada se recelan.
Otra buena salvaje. A Jovita, que lleva la cruz de su asma y cuyo marido,
Pepe Montes, está con una úlcera, la mucama por horas, una muchacha
buenísima, le previno: "Alguien los quiere mal a ustedes dos y los ojeó. Si no se
defienden, esa persona va a matarlos".
The life so short. Después de hojear Adolfo Bioy Casares y sus temas
fundamentales de Ruiz López, no sé qué me asombra más, tener una obra o tener
una vida.
Diario de un escritor. Los trabajos y los días. "Porca miseria —me dijo—.
Noto que estoy muy dispuesto a escribir mi diario los días de buena copulación.
Los otros, no".
"En política no hay ética, lealtad o amistad que valga. Lo que cuenta es el
resultado", dijo con beneplácito Estela Canto.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Péndulo. Cuando los gobiernos civiles nos hunden en lo más profundo del
abismo, nuestro interlocutor nos alienta con la noticia de que ya están por llegar
los militares, que vienen para quedarse, de modo que ya podemos bien guardar
en la caja de fierro la libreta de enrolamiento, porque por muchos años no la
necesitaremos (para votar). Cuando los militares fracasan, nuestro interlocutor
nos alienta con la esperanza de que habrá que llamar a elecciones y dar el gobier-
no a los peronistas o a los radicales, que serán una grandísima basura, pero que
en definitiva no serán peores que los militares y que por más que nos duela son,
hay que admitirlo, la quintaesencia del argentino, pura incapacidad, altanería y
resentimiento.
Idiomáticas. Rantifuso. Palabra muy usada en los años veinte. El ejemplo que
recuerdo es de una cuarteta que solía decir Santiago, el hermano del Sordo:
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
preparado con Sadat para el asesina de Kadafy iban a sufrir demoras a causa del
infame asesinato de Sadat por los sicarios de Kadafy.
31 octubre 1981. Soñé que dormía tal como estaba durmiendo, en una estera,
en el piso del escritorio. Aquel extraño sueño era un espejo que reflejaba
fielmente la realidad, salvo que en él yo era negro y tenía bigotes blancos.
1
The Benson Morder Case (1926) y The Greene Murder Case (1928),
respectivamente. [N. de DM]
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
un viaje así presenta algunos riesgos. Por momentos sentí el impulso de ofrecerle
mi compañía; lo reprimí y, como un gran egoísta y quizá un grandísimo
sinvergüenza, "me dejé estar" sin decir nada.
Creo que el martes me anunció Junior que el abogado que se ocuparía del
caso, su corresponsal en Azul, opinaba que mi presencia era necesaria. Campos
Carlés padre apoyaba esa opinión. Hablé con él. Me dijo que el Gran Hotel del
Azul era excelente y que su restaurant era famoso en todo el país. La idea del
viaje perdió un poco de su aspereza. El prestigio del turismo, en su versión más
elemental, la gastronómica y hotelera, fomentada por las queridas guías
Michelin, que siempre tuvo predicamento conmigo, empezó a seducirme con
imágenes mentales en que me veía entregado al descanso en prodigiosos hoteles
de Francia y de Suiza.
El jueves 5, a las 6 de la tarde, emprendimos viaje hacia el Azul, en el Volvo
de Junior. Era un día oscuro, lluvioso y frío. En Ezeiza, en lugar de seguir por las
habituales rutas 205 y 3 (Cañuelas, Montes, Las Flores) tomó la ruta 3 hasta
Cañuelas y de ahí siguió las 41 o 51 (Lobos, Saladillo, General Alvear,
Tapalqué) hasta el Azul. Yo no conocía estas rutas: me gustan mucho; tenían
poco tráfico, sobre todo de camiones, y se extendían entre campos muy lindos (es
cierto que la lluvia avivaba su verde).
Cuando bajamos del coche, en el Azul, nos sorprendió la intensidad del frío.
Es claro que esto era nada comparado con el de nuestras habitaciones del Gran
Hotel; pero vamos por partes, como decía el calígrafo Basile. La entrada del hotel
nos pareció fría y deprimente, con muebles comprados en alguna mueblería de la
calle Sarmiento. Los cuartos eran chicos, de dos camas, con minúsculos baños,
de bañadera descascarada, canillas difíciles de cerrar e higiene dudosa. Me
recordaban hoteles de ciudades no turísticas de provincia, de Francia e Italia, en
mi viaje del 49, es decir cuando la pobreza de la guerra no había sido superada.
Lo que me pregunté es cómo superaría esa noche de frío sin enfermarme. Con
horror comprobé que el radiador de calefacción que funcionaba estaba tibio. Su
ineficacia era absoluta.
De todos modos me preparaba para una opípara comida en el famoso
restaurant. Cuando supe que el abogado vendría a conversar un rato "a las 9 y
media, antes de comer", debí disimular mi impaciencia.
El abogado, Álvarez Prato, me pareció un hombre muy agradable. Era joven,
inteligente, preciso y con sentido del humor. Me recordaba, no sé por qué, a un
amigo del protagonista en alguna novela de Eça de Queiroz. De ninguna manera
esta comparación es peyorativa. Las novelas de Eça de Queiroz son para mí
gratísimas. Me explicó Junior que era hombre de vieja familia de estancieros y
abogados. Estoy seguro de que es bastante pobre y decente. Me dijo que si había
pleito lo ganaríamos; el demandante no tenía el campo encerrado; podía salir por
otro camino, nosotros le habíamos ofrecido salir por el nuestro, si firmaba una
declaración por la que reconocía que ese paso no significaba un derecho de
servidumbre y él no quiso firmar la declaración.
Cuando se fue, entramos en el enorme, inhóspito comedor, con luces de neón,
ventiladores con aletas, en el techo, y avisos de colores de un "pancho gigante".
Había cuatro o cinco mesas ocupadas. Nos trajeron un carrito de fiambres
oscuros, que parecían de utilería de algún viejo teatro. Me resigné a un jamón
glacé, con un ananá que tenía una mitad de un color verdoso, de verdín. Después
comí un bife con un puré de papas que no debió de contener papas, sino algún
producto que las imitaba casi perfectamente en el color, pero no en el sabor.
pág. 104
Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Cuando volvimos a los cuartos seguían tan fríos como antes. Hablé con el
portero. Me aseguró que la calefacción andaba "a todo lo que daba". Elegí la
cama de mejor (más duro) colchón, le sumé las tres frazadas de la cama vacía. La
visita al baño fue una audacia fugaz. Aquello era, en cuanto a frío, un desfiladero.
Me metí en cama. Por la respiración el frío me llegaba dolorosamente. Pensé que
no enfermaría si tenía mucha suerte.
Sospecho que los cuartos estaban tan fríos porque no les mandarían
calefacción hasta la llegada de los pasajeros. Éstos eran pocos.
A la mañana siguiente desperté bien, en un cuarto templado. Abrí las
persianas, Había un sol radiante y un cielo muy azul. La gente que vi parecía
abrigada, encogida y presurosa, Me enteré después de que la temperatura era de
6°.
Cuando íbamos a los tribunales con Junior, el abogado e Ibarbia, que acababa
de llegar de Pardo, en una calle vi a un viejo flaco y alto, con aire de artesano
decente. El abogado nos dijo:
—Ése es don Juan Arrastúa.
Del grupo sólo yo nunca había oído el nombre de esa persona. Me explicaron:
Arrastúa tiene treinta y dos estancias, sesenta y dos mil cabezas de vacunos, ha
sembrado este año quince mil hectáreas. Pregunté si había heredado algo o si se
había hecho solo. Cada uno de los hermanos Arrastúa (don Juan es el mayor)
heredó treinta hectáreas. Hoy el más pobre de los hermanos tiene siete mil. Don
Juan es un hombre muy rico. Dos hijos se le mataron en accidentes: entonces se
volcó al trabajo. En realidad, le gusta mucho. Nadie entiende de campo como él.
En el Azul, cuando hay que repartir un campo entre varios, se le llama a don Juan
para que haga los lotes. Don Juan siempre acepta el encargo y no cobra nada.
Nadie duda de su buena fe y de su saber. Nadie le va a discutir si dice que una
hectárea de tal potrero vale tres de tal otro. Tiene un hermano, Noel, que anda
como un linyera. Un día viajó a Buenos Aires a comprar un campo; llevaba toda
la plata encima. La policía detuvo el colectivo y pidió documentos. A él lo
bajaron, por creerlo un croto. Cuando le encontraron toda esa plata encima no
dudaron de que era el botín de un asesinato. Él pidió que llamaran a Azcona por
teléfono. Cuando Azcona les dijo que lo soltaran, que tenían preso a uno de los
más fuertes estancieros del Azul, los policías no podían creerlo.
Llegamos al tribunal. Ahí vi a uno de los dos hermanos Fabro, que hacían la
demanda, y al abogado de ellos, de traje entallado, cruzado gris, con gruesos y
grandes cuadros azules, corbata multicolor, pañuelo en el bolsillo de arriba,
cabeza angosta, pelo entrecano, peinado con gomina, aplastado en lado y con alto
y engominado jopo. En un meñique, un anillo con rubí. Nuestro abogado dijo que
parecía un abogado de la mafia, en los Estados Unidos de los años treinta. Todos
estuvieron amables.
Al leer nuestra respuesta, el abogado desistió de la demanda contra mí y la
mantuvo contra Rincón Viejo. Cuando salimos se acercó, me dijo que mi
profesión era sublime, que leía todos mis libros, que me quería entrañablemente,
como a todos los escritores argentinos, y me preguntó por qué no reconocía ahí
nomás la servidumbre de paso y todo quedaba arreglado. Le dije que no.
Nosotros fuimos a tomar un café en el Colegio de Abogados y después
partimos a la estancia. Almorzamos allá, con la hospitalaria Josefina y con
Fernando Ibarbia. Josefina dice que sus amigas, que ven fotografías del Rincón
Viejo, le dicen que tiene suerte de vivir en un sitio así.
Citado por Junior, que no tiene pereza de pasar por tragos amargos, después
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
del almuerzo llegó Montoya, limpísimo, paquetísimo: con una enorme rastra de
monedas. Es un hombre cetrino, de cara de trazos firmes, pelo blanco, más bien
corto, impecable pañuelo blanco al cuello, camisa celeste, la rastra y botas cortas.
Nos saludamos efusivamente. Pronto Junior puso las cosas en su sitio, un sitio
poco grato. Ahora o firma un papel en que dice que pasa por mi campo por
gentileza mía o le cerramos la tranquera. Si él firma eso el otro no lo deja pasar
por su campo, que está entre el mío y el suyo. En realidad, si no firma, ahora no
tendrá inconvenientes porque durante el verano el otro camino de salida no se
inunda; para el invierno, ya habrá fallado el juez; si falla a mi favor, podrá pasar
porque se lo permitiré o porque habré perdido el pleito y tendrá derecho a pasar.
A las seis estaba en casa, en Buenos Aires.
Un viejo. Un viejo me refirió que si compra algo para él siente que le debe
explicaciones a su mantenida. Como no me dejaba convencer, por último
explicó: "Siempre teme que se le achique lo que le voy a dejar" (en herencia).
En sus Memorias, Stuart Mill dice que hay que distinguir los actos mala per
se y mala prohibita (que corresponden a las convenciones, etcétera).
Historias de mujeres.
27 años, muy católica, soubrette. Ve a un brujo todas las semanas. Un día
descubrió jubilosamente que esperaba un chico y, de acuerdo con su novio,
fijaron fecha para el casamiento. Al poco tiempo apareció en casa con aire
melancólico y, ante preguntas de Silvina, explicó que gente que no mlos quiere
bien "le cortaron al novio abajo", Así, es claro, no pueden casarse. El muchacho,
desesperado, no se deja ver, aunque ella le ha dicho por teléfono que tenga
confianza, porque no todo está perdido. En efecto, el muchacho está en
tratamiento: ella le explicó todo al brujo, que se ocupa del caso a la distancia.
45 años, viuda, madre de dos hijos, atractiva, de buena posición, eficaz
administradora de sus bienes, una mujer de consejo para sus amigas. Tiene novio.
Lo ve una o dos veces al año; no más porque él vive preocupado por sus padres,
que son "viejitos". Lo ve cuando él la llama; ella nunca lo llama, porque eso a él
no le gusta. Son novios desde hace cuatro años. Se han visto y acostado seis
veces.
42 años, soltera, atractiva, de sólida fortuna. Hará unos quince años la dejó el
amor de su vida: hombre casado, que entonces se divorció, para casarse con otra,
con la que vive feliz. Ahora, de vez en cuando, la visita en su casa. Conversan;
alguna vez el hombre le llevó algún regalo. Ella declara que han reanudado el
amor.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
32 años, estudiante, rubia, más bien atractiva. Unos la dejan porque temen
enamorarse de ella; otros, "porque quieren encontrar a una chica seria, para
casarse y tener hijos"; otros, sin explicaciones, porque ella se avino a salir con
compromiso para nadie y a no llamarlos
Para el alumno
Para el profesor
Sueño. Mi chica y yo nos encontramos con unos amigos míos que desde hacía
mucho yo no veía: dos hermanos, el mayor alto y fuerte, el menor, alto y flaco, y
una hermana, morena, de facciones regulares, grandes ojos, pelo corto y un cierto
aire de mujer inteligente, precisa, de sentido práctico; tal vez abogada o médica,
sin duda una doctora. Les dije a estos amigos con cuánto placer los veía y pensé:
"No miento. Me traen los mejores recuerdos de la mejor época". Nos
encaminamos a casa. Mi chica y la doctora iban adelante. Pude oír que mi chica
los invitaba a quedarse a vivir con nosotros. "Hay cuartos de sobra", le decía. Yo
hubiera querido que mi chica no se apartara tan pronto, porque me hubiera
sacado de una situación incomodísima en que me hallaba: no podía recordar
cómo se llamaban estos amigos. Siempre tuve huecos en la memoria, huecos
donde se esconden los nombres de personas que encuentro después de ausencias
más a menos largas y también, en ocasiones, los nombres que se me van de la
memoria, en el momento de presentarlas a otros, corresponden a personas que
veo frecuentemente. He notado que en los últimos tiempos estos olvidos son para
mí casi inevitables.
Mi casa quedaba en la calle Rodríguez Peña, a la altura del 500. ¿O del 600?
En todo caso, a mitad de cuadra y del lado de los números pares. Era un petit
hotel de frente francés, en imitación piedra, bastante parecido a otro, contiguo, un
poco más grande y suntuoso, con zócalo de piedra gris, que pertenecía a una
1
Fueron incluidos en las ediciones escolares de La invención de Morel y de El
Perjurio de la nieve, de Editorial Colihue, ambas de fines de 1981. [N. de DM]
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
familia muy amiga de mis padres y de mis abuelos. Yendo en dirección a la plaza
del Congreso, nuestra casa era la segunda (¿o la primera?) de esas dos. La luz en
la calle Rodríguez Peña, muy blanca en aquella hora, un poco lechosa, como de
amanecer, me recordaba viejas fotografías desteñidas. No andaba casi nadie por
la calle.
Al temor de que mis amigos descubrieran que yo no recordaba cómo se
llamaban, se agregó el temor de que descubrieran que yo no recordara cuál era mi
casa. Traté de entretenerlos en conversaciones insustanciales, para dar tiempo a
mi chica, para abrir la puerta: ella también tenía llave. Lo malo es que ella
conversaba con la doctora, como yo conversaba con los hermanos, y no se
acordaba de abrir.
Había una diferencia: las dos mujeres estaban interesadas en lo que hablaban.
Mi conversación con los hermanos languidecía, y en cualquier momento
empezarían a preguntarse si yo no la mantenía nada más que para disuadirlos de
entrar, para que me dijeran: "Bueno, hasta pronto". Empecé a notar cansancio,
tristeza, en sus caras.
Como serpiente que se muerde la cola. Estoy escribiendo con los mismos
procedimientos, mutatis mutandis, que usé para mis primeros cuentos; para todos
los horribles cuentos anteriores a 1940.
Variante:
Entienden el amor esas mujeres
como pronta absorción de tus haberes.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Elogio matizado. "Tiene una cara linda, pero más bien aporotada".
Poética.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Este hombre simple. Me parece que soy un individuo simple. Me alegro de las
buenas noticias, me entristecen las malas, cuando me tratan bien me encariño,
etcétera. Sin embargo, no soy tan simple en mi conducta erótica. Cuando todas
las circunstancias son favorables, he caído en fiascos; con dificultades
interpuestas me he abandonado a los más agradables de los juegos amorosos.
Sabe —¿o no puede creer?— que me gusta (con tanta nostalgia) Francia, y no
pierde ocasión de menospreciarla, de menospreciar a quienes la quieren. ¿Por
qué? ¿Por maldad? ¿Por estupidez? ¿O se trata de una campaña de proselitismo?
¿O de un lavado de mi cerebro?
Inexplicables.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Baudelaire. Réplica.
Reportaje imaginario.
P.: ¿Cómo describiría lo que sintió al llegar a su casa?
R.: Una escena de derrumbe. Como si me cayera encima una lluvia de polvo,
y pedazos de revoque. He visto escenas parecidas en el cine; generalmente les
ocurre eso, en cavernas, a los buscadores de tierras. Yo sabía que no encontraría
un tesoro y que no debía asustarme demasiado: la caverna, o casa, no se
derrumbaría; seguiría, eso sí, con su lluvia de polvo, que molestaba la
respiración.
Sonsera. Sonso. Sonsera escribe J.B. Silva, en su Guía del buen decir, un
libro que manejé en mi juventud: muchos escriben este argentinismo con eses, de
acuerdo a nuestra pronunciación; y muy de acuerdo con la etimología… si como
dice la Academia, zonzo proviene del latón insulsus.
Irse. Un valiente que no desdeña la oportuna huida. "Su [de Byron] primera
reacción a la crisis fue... escapar al extranjero" [T.A.J. Burnett, The Rise and Fall
a Regency Dandy (1981)]. Conozco a otro con la misma maña.
"En Koblenz perdieron por muy poco el ferry en el que debían regresar… Este
percance, tan insignificante en sí mismo, llevó a Scrope a observar que resumía
la historia de su vida" [T.A.J. Burnett, The Rise and Fall of a Regency Dandy
(1981)].
pág. 111
Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Leí que Dante empezó la Comedia en 1307. La primera vez que aparece el
epíteto divina en el título, fue en una edición veneciana de 1555. Dante llamó a
su poema Comedia porque acaba bien (empieza mal y acaba bien). Todo esto lo
leí en la Enciclopedia Bompiani (Opere e personaggi).
Todos los hombres son iguales. La gente del campo que se viene a Buenos
Aires vive por lo general del lado de afuera de la Avenida General Paz, casi en la
capital, como si no se atrevieran a entrar.
Exiliados ingleses, como Brummel y Scrope Davies, vivían en las ciudades
sobre el Canal de la Mancha, como si quisieran estar en el camino a Inglaterra
(Brummel en Calais, Scrope Davies en Ostende y en Dunkerque).
pág. 112
Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Las mujeres como consuelo. Hastiado de la que tengo en casa, pensé: "Nada
mejor que hablar con una mujer encantadora para consolarme". Me pregunté:
"¿A cuál llamo?". Sucesivamente las recordé y las deseché a todas. "Mujeres, las
de antes", me dije y me pregunté: "Si pudiese llamar a mis amigas de antes, ¿a
cuál acudiría?". Dios mío, cómo negar que no eran menos inhóspitas que las
actuales. No por nada, el Eclesiastés dice: "He hallado más amarga que la muerte
la mujer" y agrega: "El pecador será preso en ella". Puedo decir que tiene razón,
porque siempre fui ese pecador. El Eclesiastés, un vanidoso insoportable y gran
decidor de evidencias, pero conocedor de las mujeres, no hay duda.
pág. 113
Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Una mujer se enojaba cuando yo le decía que era el lado divertido de mi vida.
No pensé que sobrellevan una gran tradición de mantenidas, esclavas y geishas.
Para un hombre como yo el lado divertido de la vida es el mejor. En lo que
evidentemente cometí un yerro fue en suponer que ella lo fuese.
Libre albedrío.
Idiomáticas. Ala, como masculino, más allá del artículo. "Leí un cuento sobre
un ángel que tiene un solo ala y para poder volar busca el otro ala entre los
pobladores de la tierra. El cuento es de Syria Poletti" (Isidoro, Conversaciones
durante las pruebas). Habría que ver cómo maneja la palabra ala Syria Poletti. Le
conté el cuento a la doctora, sin recordar que al llegar al restaurante me había
dicho "estoy con un hambre bárbaro".
Vida ejemplar. Primero trabajó para vivir tranquilo. Después, para morir
tranquilo.
pág. 114
Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Retrato.
Enferma. Si le dicen que alguien está tan enfermo como ella, se ofende.
Recuerdo para "Mi vida con las mujeres". Cuando Borges, en 1943, se enteró
de mis amores con Faustina, me dijo algo que incluía la reflexión: "Nunca uno
sabe en qué concluyen esas cosas". Yo le aseguré que el hecho no traería ninguna
catástrofe, y sentí que su reflexión parecía dudar de mi control sobre las pasiones.
Yo le demostraré, pensé, que no pierdo la estabilidad así nomás.
En realidad, yo tenía razón, porque los amores vienen acompañados de tantas
molestias, que uno se siente afortunado de que las tardes concluyan y de poder
volver a su refugio.
Idiomáticas.
pág. 115
Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Cuando yo era chico en Francia todavía había gente que decía "Je vais prendre
un fiacre" por "un taxi". (Los primeros coches de alquiler tenían la cochera en la
rue Saint Fiacre. Este santo, que llegó de Irlanda, fundó un monasterio en Breuil).
Veraz pero tonto. Le dije que empecé mis lecturas con avidez pero sin ningún
discernimiento ni criterio. Gamboa replicó:
—Yo empecé con el mismo criterio que tengo ahora. No lo digo con
jactancia, sino porque fue así nomás. Yo elegía los libros según la edición: quería
ediciones lindas.
A José María Peña se le debe (entre otras cosas, como haber cuidado y
hermoseado San Telmo) un libro de admirables fotografías titulado Buenos Aires
anteayer. Las fotografías son buenas, asombrosas, significativas. Los textos,
pág. 116
Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Sueño.
Presuntos materiales del sueño:
"Encuentro con una amiga, convertida en una matrona asaz diferente de la
muchacha que fue en un tiempo de nuestros amores. Cortésmente la felicito y me
felicita: "Qué bien estás", etcétera.
"Visita de los hijos de una cocinera que tuvimos hace años, una criolla
bastante zaparrastrosa. En una ocasión se quedó conmigo sola en Mar del Plata,
porque Silvina y Marta habían ido a Buenos Aires. Yo debía de tener fama de
acostarme con todas las mujeres, ya que cuando nos quedamos solos deslizó una
frase que significaba "ahora que estamos solos". Me hice el desentendido. No
tenía ánimo para tanto… Siempre recordé a esa mujer con pena de haberla quizá
ofendido.
"Lectura de una entrevista a un soldado de la guerra de Malvinas, donde se
cuenta el viaje en avión y la llegada a Puerto Argentino. Dice el soldado:
"Cuando uno llega a una ciudad desconocida, lo primero que hace es orientarse.
Aquí está el Norte, allí el Sur, etcétera. En las Malvinas no me enteré de nada. Ni
me dijeron cómo se llamaba la montañita donde acampamos".
"Una amiga me cuenta su visita a un ginecólogo. Me dice: "Me pareció más
simpático que la primera vez. Quizá porque no me revisó.
Sueño: Viajo en un avión, con una amiga. Entiendo que para llegar a donde
voy, debo tirarme con paracaídas. Aunque sufro de vértigo y siempre he pensado
con horror en la hipótesis de tirarme en paracaídas, en el sueño estoy confiado en
lo que haré. No llega el momento de ponerme a prueba porque siento los saltos
del avión que toca tierra y veo, por la ventanilla, que ya estamos aterrizando por
las calles de una ciudad medieval, terrosa, soleada, con casas de piedra. Bajamos
del ómnibus (en esa parte del sueño, el avión se había insensiblemente convertido
en ómnibus) en la plaza principal. Por ahí encuentro a una amiga, ahora bastante
amatronada. Como soy médico (en el sueño, nomás) la reviso. Está vestida con
un delantal y debajo no lleva otra ropa. Comenta eso risueñamente y se ruboriza.
Le digo que debajo de mi guardapolvo estoy desnudo. Para cerciorarse me palpa.
Me despido, porque debo seguir con mis visitas médicas. Me interno en la
ciudad. Sucesivamente visito y ausculto a tres hermanas de mi primera paciente:
como ella, son mujeres grandotas, pesadas, amatronadas, no muy jóvenes, con
aspecto de salud y limpieza. Pienso que no debí avanzar por esa ciudad
desconocida sin tomar precauciones. Estoy desorientado. No sé si encontraré a
mi compañera de viaje, la que me acompañó en el viaje. La ciudad es chica.
Fácilmente encuentro la plaza y, en un banco, a mi amiga. Se alegra de que haya
despachado con rapidez mis visitas médicas. Le explico: "Todo es muy simple.
Uno mira al paciente, lo toca un poco, le da unos consejos. Creeme: si no fuera
médico, lo haría igual".
Otro lector ávido. Parece ser que Hemingway, antes de volver a su casa,
paraba en el quiosco del diarero y compraba un montón de revistas de toda laya,
pág. 117
Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Como si fuéramos todos conformistas, en este país está mal visto prever
dificultades, por probables que sean. Hay que ser optimistas, y lanzarse a locuras
como la guerra de las Malvinas sin pensarlo dos veces. Todo el mundo es patriota
y si alguien duda sobre el resultado de la patriada es un traidor. Los patriotas que
no vacilaron antes, cuando las cosas se ponen amenazadoras, razonablemente, sin
inútiles intentos de resistencia, proceden a una rápida rendición.
Demasiada actividad
Idiomáticas. Para mal de mis pecados. ¿Cómo si dijera "para empeorar aún
las cosas"? ¿O, simplemente, "para castigo de mis culpas"? Para mal de mis
pecados, abro la puerta y me encuentro con el cobrador.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
precio, 440.000 pesos, me parece excesivo. Quedo, de todos modos, con ganas de
comprarlo. Cuando voy a la librería Fray Mocho, le pregunto al patrón, que es un
amigo, si tiene el libro y a cuánto me lo dejaría. Cien mil pesos, me dice. Lo
compro. Lo consulto varias veces, hasta que Silvina se lo lleva a su escritorio,
para copiar figuras de animales, para unas viñetas que le pidieron. Quiero ver qué
dice de dioses y divinidades. No lo encuentro. Entonces me acuerdo de que tengo
un diccionario de símbolos en inglés. Lo busco. Lo encuentro. Lo consulto. De
pronto descubro que es la traducción del comprado en Fray Mocho. Es decir que
dos veces compré indebidamente el libro. Primero en inglés, cuando podía
comprarlo en español. Después en español, cuando ya lo tenía en inglés.
Noto que siento un poderoso afán de satisfacer los deseos del prójimo (no leer
esto buscando doble sentido, por favor). Si a Silvina le gusta, o le cae bien, el
yogurt descremado de ananá, para reunir seis o siete potes recorro las rotiserías
del barrio. Sin embargo, me faltó coraje para satisfacer el deseo de aquella mujer,
en Mar del Plata.
Historia de amor. El hermano de N., que se fue a vivir a España con su mujer
y sus hijos, encargó al suegro la venta de la casa de Bariloche: el único bien que
tenían. El suegro encontró comprador; pero el juez de menores no daba la
autorización para la venta, aunque tenía la prueba de que los dueños de la casa ya
habían comprado otra en España (de modo que con la venta de la casa de
Bariloche no los descapitalizaban). La situación se prolongó, con toda suerte de
inconvenientes para el hermano de N. y su mujer: si no vendían la casa de
Bariloche, no podrían pagar la nueva, etcétera. Finalmente, se descubrió que el
señor encargado de la venta tenía la autorización del juez desde hacía mucho
tiempo: quería hacerles imposible a su hija y a su yerno la situación en España
para que volvieran. Extrañaba a su hija.
17 septiembre 1982. Sin lumbago, sin tortícolis, mejor, con menos deudas.
Idiomáticas.
pág. 119
Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Cusí cusá. Dícese de algo que es mediocre, regular para abajo. "Esta pollera le
salió cusí cusá", dice la señora a la modista.
Tudora Sandru Olteanu, traductora rumana de Dormir al sol, dice (en una
carta de septiembre de 1982) que la conmovió una frase mía, leída en un
reportaje: "Yo creo que todos merecemos compasión, porque somos unos pobres
diablos heroicos por el solo hecho de estar vivos.
1
Barrenechea, Ana María. Crítica y profesora argentina. Formada en el Instituto
Nacional del Profesorado y en el Bryr Mawr College de Pennsylvania. Enseñó en
pág. 120
Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Idiomáticas.
Charivari. Cencerrada, jaleo. Cortejo de gente que hace música o bulla, con
sartenes, cacerolas, teteras, etc., en burlesca celebración de casamientos
absurdos. Digamos que la novia tuviera 29 y el novio 68. Definición del Oxford
English Dictionary: "Una serenata de música rouge", con los instrumentos que
antes menciono, en burla de bodas incongruentes. Charivarium. En Italia,
mattinata; en Cerdeña, corredda.
De Jorge Borges (padre del escritor): "Vale más una mentira dichosa que cien
verdades amargas".
Idiomáticas.
pág. 121
Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Alma. Llámase alma ese conjunto de mañas molestas, hasta dañinas, que
tienen los otros.
Idioma de Yrigoyen:
Efectividades conducentes: disposiciones y recaudos para llevar algo a buen
término.
Patéticas miserabilidades: el "factor económico", el dinero.
Byron (el más valiente de los hombres) se casó por debilidad y por la pereza
de aclarar un malentendido.
Elena L., con acento alemán y tono dogmático: "A los cincuenta años tuve
una lesión en el hombro y entendí que debía renunciar al tenis de campeonato.
Había llegado la hora de seguir mi vocación. El bachillerato de arte, que yo había
seguido cuando chica, no me servía para entrar en la facultad. En un año hice el
bachillerato y después me metí en medicina. Me recibí en 1970. Por un año fui
residente —gratis, porque a las veteranas ¿quién les va a pagar?— y después pasé
dos años en Inglaterra, en un hospital, practicando mi especialidad, cardiología, y
sobre todo aprendiendo, aprendiendo siempre. A poco de volver aquí murió papi.
La casa me quedaba grande, entonces la transformé en un centro para
reeducación de infartados. Ya pasaron por mis manos más de mil muchachos: los
llamo así porque desarrollo con ellos un buen compañerismo. Después de ver
cerca de mil casos de infarto, ¿sabés, Adolfito, cuál es mi primera conclusión?
Que las mujeres, Adolfito, son unas hijas de una tal por cual. El hombre a los
cincuenta años —la edad predilecta del infarto— al fin sabe lo que quiere y al fin
puede tenerlo. Pero entonces cierra los ojos y se muere. ¿Sabés por culpa de
quién? De su mujer, que pide todo —nuevos departamentos, coches, viajes— y
que no da nada. ¿Sabés cómo expresan su amor por el marido? Prohibiéndole
cosas que quiere, porque dan colesterol o pueden hacerle mal. Son ellas las que le
pág. 122
Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
hacen mal. ¿Nunca has pensado por qué solamente el 6% de los infartados son
mujeres? ¿Por alguna razón fisiológica? No te dejes engañar, Adolfito. Porque
llevan una vidorria envidiable, mientras el marido se mata para darles toda clase
de lujos, y porque realmente nada las preocupa. ¿Vos creés que alguna vez una
mujer me llama para preguntarme cómo va el marido? ¡Nunca! Si me preguntan
algo, es '¿Cuándo volverá al trabajo?'".
Este qué tan, como el cariño por querido, son contribuciones del Caribe en
nuestra habla, vía series de televisión norteamericanas, dobladas allá en el norte.
pág. 123
Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
El pobre Mallea, que murió el 12 de noviembre de 1982, pasó los dos o tres
últimos años de su vida en la noche de la arterosclerosis. Un maligno comentó:
"Ya estaba acostumbrado". Según Cicco, dejó una inmensidad de papeles en
desorden: "Qué desgracia. No hay nadie para ordenarlos. No sé que pasará con
todo ese material. Qué desgracia".
Idiomáticas.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Risum Teneatis. En estos días (noviembre del 82), alguien dijo que Mallea fue
escritor más completo que Borges.
A los que hagan guiones con mis relatos. "En un guión me parece lo esencial
el interés mantenido por una buena progresión, que no deja ni un instante en
reposo la atención de los espectadores. Se puede discutir el contenido de una
película, su estética (si la tiene), su estilo, su tendencia moral. Pero nunca debe
aburrir" (Luis Buñuel, Mi último suspiro).
Pancho Murature dijo que Luisa Mercedes Levinson parece una cama
deshecha. Realmente dijo an unmade bed. En español no pierde la fuerza.
Versos de calendario:
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Verpa: pene con el prepucio bajo, por erección, exceso de actividad sexual o
circuncisión.
Mentula rigida o mentula languida, pene.
Passer (gorrión): pene (Catulo, Marcial).
1
"¿Para qué reunirse con los amigos?".
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Mi amiga me dice que la demora de 48 horas para dar la visa del Consulado
francés le hará perder el avión a su hijo. Me ofrezco a intentar una conversación
con el cónsul. Ya me iba cuando recapacité: buena ocasión para ponerle la cinta
de la Legión de Honor. No la encuentro por ninguna parte. Tal vez podría cortar
una tirita de la cinta de Comendador de la Legión de Honor de mi padre.
Imposible abrir el cajón de la mesa donde están las condecoraciones de mi padre.
No encuentro la llave. Encuentro, sí, la caja con la cruz de mi Legión de Honor y
pienso que si le corto una tira a la cinta quizá pueda arreglarme. Para no dejar
rabona a la cruz, corto una cinta insuficiente, que en casa fijan con hilo y aguja y
alfileres al ojal de mi solapa. En el Consulado me atiende un barbudo impaciente.
A mi pregunta de si puedo ver al Cónsul, contesta con otra pregunta: "¿Cuál es su
problema?". Lo explico y me dice: "Que el joven venga con su pasaporte y ya
veremos qué podemos hacer". Mi nombre y la circunstancia de tener la Legión de
Honor que alegué (horresco referens) no merecieron, por fortuna, su atención.
También por fortuna, al chico le dieron la visa inmediatamente.
Estilo paratáctico. Estilo en que las cláusulas se suceden sin palabras que
denoten relación, coordinación o subordinación: "Una vez hubo una princesa y se
internó en el bosque y descansó junto a un fresco arroyo" [Los hermanos Grimm,
"El rey de los sapos"].
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Las mujeres en la vida de un hombre. Pensaba que mi vida, con seis o siete
sucesivas mujeres, fue, en los años finales de nuestra unión, una desagradable
mezcla de resignación y de urgencia de Houdini, el mago que se desembarazaba
de los nudos que lo ataban. Me pregunto: ¿qué me gustó alguna vez de ellas?
Más allá del conjunto de insoportables defectos que formaban sus
personalidades, me atraía tal vez el eterno femenino pero, si pensamos un poco,
¿no sospechamos que ese eterno femenino coincide con el conjunto de defectos
que formaban sus personalidades? ¿Habrá una mujer que después de cinco o seis
años no sobrepase el límite de incomodidad que puede soportar el amante?
Mala suerte. En poco tiempo le chocaron dos veces, por detrás, el coche
nuevo, y el psicoanalista le aseguró que el hecho era una prueba evidente de
homosexualidad reprimida.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
padres, mi abuela, mis tíos, algunos de mis primos, los amigos de mis padres, mis
amigos, sería muy desconsiderado y cruel si le dijera que mi experiencia justifica
una opinión muy distinta de la suya sobre el género humano.
Ahora entiendo: cuando se habla de inocencia de los niños y de los jóvenes, se
piensa en errores como el que yo cometía.
Idiomáticas. Banda, Estar en. "Desde que el taxista la largó, nuestra amiga
está en banda". Está sin compañero, sin amor. ¿Qué significa banda en esa
expresión? ¿Margen? Consulto, seamos obvios, el Diccionario de la Academia, y
encuentro en el artículo Banda, esta acepción marina: estar en banda, dícese de
cualquier objeto que pende en el aire. Por ejemplo, una cuerda, una amarra para
estar en banda.
Los grandes artistas del pasado quisieron lograr la belleza. Después, los
imitadores lograron una belleza más deliberada y amanerada que auténtica y se
desacreditaron. Las artistas llamados modernos descubrieron que en la fealdad
sin normas estaban a cubierto de críticas. El propósito perseguido no era tan
evidente como en quienes buscaban la belleza, y los censores no sabían señalar
deficiencias (señalarlas parecía una ingenuidad). El futuro gran artista competirá
con los clásicos, en el sentido de que logrará una belleza que sin ser la de ellos no
sea menos manifiesta.
La fealdad de Picasso et alii, una falta de coraje.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Explicación en la cara de los viejos. ¿Se sabe por qué en la cara de los viejos
aparece ocasionalmente una expresión de azoramiento, de ansiedad, aun de
idiotez?
With an eye on the loaves and fishes. Se dice en alusión a Juan, VI, 26, y
significa: "teniendo en cuenta los beneficios materiales". Acaso cabría traducir
"con un ojo en los panes y el pescado".
De un político:
Es un místico. Un gran iluminado
con un ojo en los panes y el pescado.
Variante:
Fanático, idealista, arrebatado,
con un ojo en los panes y el pescado.
Invisible para él mismo. "¿Por qué será? —dijo el viejo—. A las mujeres de
antes les gustaba acostarse; a las de ahora les gusta hablar".
Las mujeres. "Se me acusa de tratar ásperamente a las mujeres —puede que
sea cierto— pero yo he sido su mártir" (Lord Byron, en carta a Murray, 10 de
octubre de 1819).
La bonne adresse.
pág. 132
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11 marzo 1983. Me llamó Martín Müller. Me dijo que durante sus vacaciones
en Córdoba planeó un libro sobre mí; lo titulará Bioy.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Lowell: "¿Por qué no le pegaste así a Godoy?"1. Ese día Lowell se ensañó con él.
Agregó: "Años después apareció un hijo de Lowell. La gente no lo quería, porque
como boxeador era malo y sobre todo porque recordaba que el padre había sido
torturador".
Todo iba muy bien, hasta que tuve la mala ocurrencia de leer mi diario.
Sobre mi joven vecino, me dicen: "Sólo conoce dos sensaciones. Una, cuando
tiene que pagar algo. Otra, cuanto tiene que hacer algo para ayudar a un amigo".
Sobre el mismo, Silvina dijo: "Si se le apareciera un hada que le ofreciera la
fama, que es lo que más quiere, a cambio de un momento de generosidad, se
quedaría sin fama".
También sobre el mismo, me contaron que dijo que estuvo muy cansado, que
ya no aguantaba más a su ex amante, porque ésta se mostraba obsesionada por un
grano que tenía en la nariz, que según el médico podía ser canceroso. Dijo él que
el colmo fue cuando la mujer le pidió que la acompañara al consultorio de un
especialista, donde tuvo que estar esperando, con exagerada ansiedad, el
resultado de los exámenes, que fue negativo.
Comme l'autre vie est difficile. Para ser prestigiosa, una religión debe ser
monoteísta; para atraer a la gente, politeísta.
1
Un boxeador con el que Lowell había peleado hacía poco.
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En la noche del lunes soñé que me acostaba con una chica que no conozco; en
la noche del martes soñé que me acostaba con una chica que conozco de vista; en
la tarde del miércoles me acosté con mi amante (que volvió al país después de un
viaje).
Aimer c'est agir, escribió Victor Hugo. Pienso que es verdad; una verdad que
más vale ocultar a nuestras amigas.
"No me hables del Tero", solía decir mi padre, para que no lo distrajera de
algo que se disponía a hacer.
Idiomáticas.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Casares, si por las más blancas pagaban cuarenta y tantos millones, por las
tapadas pagaban veinte millones más (en vacas similares). La preferencia de la
gente de campo por los animales de pelaje oscuro sobre los blancos fue, a lo
largo de mis años de experiencia, siempre marcada. Ahora los veterinarios dan la
razón a los paisanos: los vacunos negros parecen menos propensos que los
blancos al cáncer de ojos y otras enfermedades. Vicente Miguel, por su parte, me
dice que en tiempo de mis tíos, las vacas y los toros tapados se consideraban de
desecho.
De un santo leí que nació en África y que reiteradamente soñaba con viajar a
Europa. Bueno fuera que no.
Marta Viti me pregunta qué puede hacer con su bibliografía de ABC. Como
no puedo decirle que se la meta ya se sabe dónde, le recuerdo su intención de
mandarla a una revista norteamericana (de profesores de español y portugués).
Asegurándome que su bibliografía es un trabajo científico y que nadie hizo una
igual, me la muestra. Veo qué ha puesto sobre La invención de Morel y encuentro
que ya en 1937 se había publicado un fragmento, lo que es bastante raro, porque
entonces o había escrito unas pocas páginas de borrador, o solamente había
imaginado la máquina y la trama, o más probablemente no se me había ocurrido
aún la idea. Entre los libros prologados por mí incluye Poesía gauchesca, que
prologó Borges.
pág. 136
Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Una señora habla con otra en la mesa contigua de La Biela: "Dijo que yo
estaba mamada. Y tendría razón".
Me preguntan: "De sus lumbagos, ¿cómo está?". Para ser el rey de la creación
estoy bien. Ahora si tengo que correr un poco, para llevarle un remedio a la que
tiene dolor de muelas, al día siguiente me dolerá la cintura. También me duele
por haber sacado los platos de la alacena o por otros quehaceres domésticos.
pág. 137
Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Egoísmo ingenuo. Ella estaba muy triste, porque había despedido a un amigo,
un tal Jeremy, que se iba a Inglaterra. "¿Sabés lo que me dijo tu vecino?", me
preguntó. "¿Qué él también estaba muy triste, porque Jeremy hacía buenas
traducciones de sus cuentos". Y agregó ella algo en el sentido de que ese
comentario era un fiel autorretrato.
The Twenties, The Thirties de Wilson. ¿Por qué la lectura de estos volúmenes
desaliente? Los "no conocidos" de Wilson son, hoy y aquí, y me atrevo a
predecir, mañana y allí también, desconocidos; infinidad de desconocidos,
presuntamente muertos, de quienes se cuentan historias, anécdotas, dichos, cuyo
mérito principal sea, tal vez, el de corresponder a esas personas. Cerramos, pues,
los libros con un ligero estremecimiento de rechazo, como si constituyeran un
convincente registro de mortalidad y olvido. Después de leerlos, no se pregunta
uno: Alas, alas, if all should be in vain, sino que sabe ad nauseam que todo es
vano, salvo la muerte.
Etimología. Paranoia. Para: al lado (¿o más allá de?); noia: nous, la mente
pág. 138
Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
(¿o el conocimiento?).
Adolfo2, 83 años. Siempre vivió con mujeres. Todas se quieren casar con él y
le sacan plata. De sus muchos años en Roma, los últimos los pasó con una
condesa. Llegó el día en que, por la situación argentina, la madre le escribió para
prevenirlo de que no podía mandarle la mensualidad habitual; tendría que
reducirla a la mitad. Poco después volvió Adolfo: confesó que la condesa,
después de leer la carta, lo mandó de vuelta, con lo puesto —su traje estaba muy
raído—, sin un peso. Hará cosa de pocos años Adolfo tuvo que operarse de no sé
qué... Su hermano se sorprendió de ver cómo lo atendían las amigas: con
intimidad de enfermeras y verdadera devoción. Ahora volvieron a operarlo: de
próstata, esta vez. Su hermano fue a visitarlo a la mañana. En el cuarto, había dos
camas. En una estaba Adolfo; en la otra, su amiga, de 83 años. Volvió al
anochecer el hermano. Ahora la compañera era una mujer de treinta años. El
hermano, que le administra el dinero y le pasa mensualidades considerables, le
preguntó por qué a fin de mes siempre estaba corto de dinero. "Me lo sacan las
amigas", explicó Adolfo. Las deja, porque le basta con llegar a fin de mes sin
mayores privaciones. "No tengo herederos, ni mucho futuro que digamos",
explica. Está acostumbrado a vivir con mujeres. Lo cuidan, lo acompañan. Todas
tratan de casarse con él; en eso es irreductible. A veces lo cansan y hasta por
momentos lo amargan, hablándole de su muerte, de la conveniencia de hacer
cuanto antes un testamento que las favorezca y de poner desde ya cosas a su
nombre; son momentos desagradables pero pasajeros. No les guarda rencor. Si se
acuerda, les dejaré algo en testamento, ¿por qué no? Al fin y al cabo, el hermano
no necesita nada, ni va a vivir mucho más que él y no tiene hijos; el Estado, no es
muy simpático, y las sociedades de beneficencia vaya uno a saber cómo están
manejadas. Mejor dejar algo a esas mujeres que él conoce tanto y cuyas
habilidades le hacen gracia y hasta lo conmueven.
1
Ya decían che papusha, oí.
2
Este Adolfo no soy yo.
pág. 139
Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
con el cuerpo inmóvil, como si estuvieran fajadas. Parecen dos cilindros con
piecitos; cilindros inestables, vacilantes. Para beber, él adelanta una mano
temblorosa; no se priva del vino. Están al borde de la tumba. No conocieron
nunca las tentaciones de la generosidad. Diríase que los une un pacto de no
agresión, que a medias acatan.
Noticia:
Nonsense.
I. (Económico)
II. (Frívolo)
En gorras y bonetes hay sorpresas
para aquellos que tienen tres cabezas.
Feministas. Para mejorar a las mujeres, de acuerdo; para enemistarlas con los
hombres, una aberración. Ya hay demasiados odios. No hay tantas alternativas
para nadie.
Me dijo: "Las mayores diferencias entre mujeres y hombres: a las mujeres les
gustan los bebes, a los hombres, no; las mujeres dicen 'salir' y los hombres
'andar'. Las demás son puramente agradables".
Otras diferencias: los hombres son más teóricos, más principistas; las mujeres
más realistas, más prácticas.
Yo prefiero la sociedad de las mujeres; son más filosóficas ("tal libro, tal film
me gustó por…"); los hombres más históricos ("gané en tres sets"; "vendí a
pág. 140
Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
tantos pesos").
¡Los acomodos, las mezquindades, los desbordes de vanidad que habrá habido
alrededor de lso principales hechos históricos!
pág. 141
Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Sueño. Una adivina anuncia a mi mujer que las arenas la taparán. Queda muy
cavilosa. En vano le digo que no haga caso de esas patrañas. Mientras hablamos
(ella fatalista y amarga; yo exasperado) caminamos por la playa. Llegamos así al
borde de una depresión: cañadón o zanja en la arena. Mi mujer baja al fondo de
la zanja y se acuesta, boca arriba. Yo quiero sacarla de ahí, pero no hago nada, ni
le digo nada: estoy paralizado ante su terquedad, su fe en brujerías, su
pesimismo. Aparece una muchacha a caballo, que se dispone a cruzar la zanja. Al
ver a mi mujer, detiene el caballo. Le digo a mi mujer que salga. No se mueve.
Cansada de esperar, la otra espolea el caballo; éste cuidadosamente cruza la
zanja, saltando el cuerpo de mi mujer. Admiro la delicadeza y precisión de
movimientos de sus pasos. La arena, mientras tanto, va tapando a mi mujer; sólo
quedan la cara y las manos afuera. Me recuerda a una reina acostada, de piedra,
de no sé qué iglesia. Estoy desesperado por no sacarla y para no sufrir más
despierto.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Idiomáticas.
Hay que hacer de tripas corazón. Frase no grata, pero expresiva. Me trae a la
memoria una cuarteta, de ningún mérito:
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Otra guerra del cerdo, cuya probable ventaja sería la de enterrar en el olvido
las enemistades entre jóvenes y viejos y ¿por qué no?, entre Oriente y Occidente,
capitalismo y socialismo, derecha e izquierda sería la de heterosexuales y
homosexuales.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
En este país, un hombre lúcido declaró que ganan las elecciones sus
adversarios porque en el gobierno, después de dos o tres años nadie se salva del
descrédito. Justificadamente, lo que es peor.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Confesión. Cuando murió Mallea, Silvina y yo, por falta de coraje, no fuimos
a la casa. Para nosotros, nuestro pobre amigo había muerto años atrás. Se
sobrevivía recluido con su mujer; no reconocía a los amigos que lo visitaban y de
vez en cuando les preguntaba: "¿Quién es usted, señor?" En cuanto a la mujer,
que fue siempre desequilibrada, había perdido la cabeza hacía tiempo, y sin
mucha justificación pasaba de la cordialidad a la furia. Silvina ni siquiera fue al
entierro; yo, sí. Meses después, Helenita, la mujer, me llamó para agradecernos:
me dijo que si no se había ocupado de nosotros en el velorio, no lo hizo por falta
de afecto, sino por turbación, y que por favor la perdonáramos. Conmovido y
avergonzado le aseguré que no tenía de qué disculparse y omití decirle que no
habíamos ido a su casa la noche aquella.
Nota histórica. Los hechos fueron así, pero la situación real era la inversa. Me
acostaba con mi amante, únicamente cuando ella tenía quejas contra el marido.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
canta'".
Bioy. Tuve siempre mi nombre por bearnés. Los vascos (y Jean Bioy, el que
se fue a Hesparren) me dicen que es vasco y que el valle donde está Oloron
Sainte Marie, nuestro pueblo natal, también lo fue. Los bearneses opinan que mi
nombre puede significar bonito; espero que se equivoquen. La opinión de los
vascos es más categórica y más voluble. Según unos, significa Uno contra todos;
ojalá que acierten. Según otro, dos cadenas, y según otros, dos robles. En el acto
de la Fundación Vasco-argentina, un especialista me dijo:
—¿Bioy? Dos lechos.
Le contesté:
—No tengo nada contra la poligamia.
Cómo soy. Porque su marido estaba enfermo, sentenciado o poco menos por el
médico que lo operó, mi amante pasó unos días de ansiedad y tristeza. Porque la
quiero y también porque imaginaba la situación de ese hombre, la soledad del
que ya nadie puede auxiliar, yo también estaba preocupado, y cuando ella,
jubilosa, me anunció que los temores del médico resultaron infundados, que su
marido estaba mejor, que no corría peligro, tuve una gran alegría. Me propuse
que celebráramos las buenas noticias con un almuerzo… Como estaba contento
empecé a desearla. Al rato imaginé que la celebración se extendería a una siesta a
la que imaginativamente enriquecí con diversas situaciones eróticas. Esto puede
parecer una incoherencia de conducta y sentimientos. A mí la alegría me impulsa
al amor físico.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
La fama. Yo era cliente del lustrador que trabajaba en las arcadas del hotel
Alvear. Un día me esperó en casa y me pidió unos pesos prestados. Se los di. A
los pocos días lo encontré de nuevo en la puerta de mi casa.
—Me ha pasado una cosa muy desagradable —me explicó—. El encargado
del edificio me dijo que va a dar a otro el permiso de lustrar ahí. Me lo dijo hoy y
ni siquiera me permitió que trabajara el resto del día. Le vengo a decir esto
porque no quisiera que usted pase por ahí y al no verme piense que me fui a otra
parte para no devolverle lo que le debo.
Le contesté:
—Nunca pienso mal de un amigo.
Le gustó mucho la frase. Al rato me dejó entender que ni siquiera tenía plata
para comprar lo necesario para seguir lustrando. Contra toda cordura (tal vez) le
di unos pesos más.
A los pocos días me devolvió parte de la deuda. Según me contó, en el Club
Francés dijo que me conocía y le propusieron que lustrara en la peluquería del
club. Estaba muy contento.
—Mi señora y mi hija le mandan un beso —me dijo—. Me pidieron que las
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
10 septiembre 1983. Con mucha pena leo en el diario que murió Bruno
Quijano.
DESCANSO DE CAMINANTES
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
23 septiembre 1983. Murió García Venturini. Tal vez con él también fui
superficial. Había algo campechano y brusco en su trato, que me repelía. Nunca
pensé que se debiera a la timidez. Yo que soy tímido, que para sobreponerme a
las consiguientes trabas, tantas veces aventuro un humorismo preciso y hasta
vulgar, ¿por qué no le concedí la posibilidad de que más allá de la primera
impresión hubiera un hombre de alguna valía? Por de pronto era liberal. Olvidé
que a los liberales nos odian y quizá me hice eco de sarcasmos de los
antiliberales, siempre altivos y numerosos.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Cuántos sueños. De Croisilles dice Tallemant des Réaux que sus escritos eran
"un franco galimatías" y recuerda, a modo de ejemplo, la observación de que las
flores son "superficies doublées". No me embelesa la observación, pero tampoco
me parece inepta ni oscura.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Como este mundo es injusto y premia al que obra mal, la publicación de seis
pésimos libros, los anteriores a La invención, resultó beneficiosa para mí; sobre
todo porque pude comprobar que la publicación de un mal libro, por lo general
no es una calamidad que lo hunde a uno en la vergüenza eterna y en el escarnio.
Sé de amigos (hay que llamarlos de algún modo) que por el temor de perder la
estima de los demás nunca se resuelven a publicar. Eran tímidos y se convirtieron
en tímidos resentidos.
11 octubre 1983. Días como el martes 11, sin mujer, sin literatura, con largas
conversaciones de negocios, con trabajos abyectos por calles repletas de
automóviles atascados, me instilan unas gotas de tedium vitae.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Modismo inglés. To call someone names. I like when you call me names:
cuando me insultas, me injurias. Origen: ofender, denostar llamando a uno por
nicknames, sobrenombres, o aun por epítetos ofensivos.
Idiomáticas. Darle a uno la loca. Dícese para significar que cedió a los
impulsos del momento, que hizo lo que tenía ganas, aunque no fuera lo más
juicioso. "Me dio la loca y me vine en taxi". "Me dio la loca y me fui a Carhué".
Noche del 16 al 17 octubre 1983. Creíamos que Marta, que estaba en Pardo,
vendría esa noche a Buenos Aires. En la mitad de la noche, en mi sueño, Marta
me grita desde lejos la pregunta: "¿Puedo quedarme en Pardo?". Después de un
instante de vacilación, a gritos contesto "Bueno". A la mañana me entero de que
Marta postergó su regreso a Buenos Aires hasta la noche siguiente.
Octubre 1983. Los países parecen ómnibus manejados por irresponsables que
eligen el itinerario y el destino (o meta). Los demás habitantes viajamos como
pasajeros: mejor dicho, como hacienda que va en camiones-jaula al mercado de
Liniers. Sin hacerme ninguna ilusión acerca de los conductores, me avine a mi
papel de pasajero: por supuesto, no debo quejarme. No aspiré nunca al puesto de
conductor, por la convicción de que no sería feliz negando, contrariando,
entristeciendo, defraudando: lo que en casi todos los actos de gobierno parece
inevitable. Además, no me creo capaz de mandar a la gente ni de organizar a un
país. No dudo de que tendría conciencia de mis ineptitudes y que sufriría. De
todos modos, el grado de ineptitud de quienes manejan nuestro ómnibus me
asombra un poco.
Algunos relatos míos me gustaron más que otros, pero ninguno de mis
escritos me deslumbró. Emidio Greco, Hugo, Paolantonio, Tevar, el pobre Luna,
Bapsy, no tuvieron la menor duda acerca de la perfección de sus trabajos; sin
embargo Greco no es tonto y Bapsy fue y Hugo es inteligente. Creo que soy
menos chambón que ellos y que estoy más descontento de mis logros.
A la realidad, nada le importa las buenas causas. Los otros días, un vecino me
abrazó en la calle y me dijo: "Ánimo Bioy. Va a ganar (en las próximas
elecciones) Alfonsín". Me atreví a preguntarle por qué iba a ganar Alfonsín.
"Porque si gana el peronismo —contestó— el país está frito". Se me cayó el alma
a los pies; por un instante había creído que mi amigo disponía de mejores razones
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Otro sueño. Soñé que me encontraba con mi amiga, como yo en lo alto de una
escalera caracol. Caíamos escaleras abajo. Yo caía sobre mi amiga, no sentía
dolor alguno y estaba a punto de reír, pero me contuve porque vi la cara de la
gorda, descompuesta por el dolor: la pobre no tenía debajo un colchón de carne
humana que amortiguara los golpes contra los duros escalones.
Sueño. Llego a un cuarto donde hay mucha gente. Todos tienen máscaras de
lobo. Me miro en el espejo. Yo también tengo máscara de lobo.
Idiomáticas. Por ahí (léase por ay). A lo mejor, tal vez. "El hombre está de lo
más satisfecho, y por ay revienta". "Siempre fue de Boca, y por ay cambió"
(Reflexiones del porteño medio, II, 321). "Por ay cantaba Garay": dícese de una
cosa que se vale con otra.
Oído, a una señora vieja, sentada con varias contemporáneas suyas, dos filas
delante de mí, en una cinematógrafo: "Por una vez que me invitan, aprovecho".
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
10 diciembre 1983. Reflexión en el umbral de una nueva era. Primer día del
gobierno elegido por el pueblo. Esperanza y escepticismo. Esperanza, no sólo
porque se acabó un sistema autoritario, inescrupuloso, criminal y porque nos
hemos salvado de los peronistas, que también son autoritarios e inescrupulosos,
sino porque en toda su campaña el presidente electo apeló únicamente a la
Constitución y a los mejores sentimientos de los hombres. Escepticismo, porque
el partido radical tuvo ya tres pésimos gobiernos, dos de Yrigoyen y uno de Illia.
Es verdad que también tuvo un gobierno excelente, el de Alvear, que las nuevas
autoridades omiten, o parecen omitir, de la tradición partidaria.
Espuntá la lira
y cortate el pelo
y a ese traje reo
lo mandás al Agua Pratt.
Diciembre 1983. En favor de los votamos todos los que no querían represión
peronista ni represión militar. Ahora compartimos la alegría, el alivio del triunfo
—nadie niega que es agradable vivir en libertad— pero tal vez en un futuro no
lejano un buen número de los que hoy nos acompañan nos dejen para emprender
la represión de todos los que no piensan como ellos.
Los argentinos, aun los que no hablan como gringos, a veces anuncian pero a
la italiana, con acento agudo.
Illo tempore. Contra las moscas: Tangle Foot, láminas recubiertas de una
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
En defensa de la bigamia. No hablo por lo que me pasa ahora, que estoy viejo
y ya no atraigo a las mujeres; hablo por la experiencia de toda la vida. El que
tiene a una sola mujer, probablemente a través del comportamiento deja que ésta
intuya la situación y se condena a desatenciones, descuidos, abandonos,
postergaciones. Parecería que la mujer sólo ama para conseguir sucesivamente al
hombre, al marido, al testador, para desalojar a una rival o para atarnos por la
procreación. Alguna vez, un poco harto de una vida de malabarista con algo de
prestidigitador, en la que alternaba dos mujeres que se ignoraban (una se llamaba
"lunes, miércoles y viernes"; la otra, "martes, jueves y sábados"; el domingo,
para descansar), a las que sumaba una siempre renovada de ocasionales
oficiantes, me dije: "Basta de engaños. Ahora tengo una mujer que me gusta.
Voy a darme enteramente a ella. Voy a conocer el verdadero amor". Conocí días
vacíos, algunos embustes y muchas postergaciones; recordé entonces que ya
había vivido situaciones análogas. Cuando introduje en mi vida a una segunda
concubina, todo mejoró: hasta los amores.
No lo negaré: tiene sus inconvenientes la bigamia. El mayor, sin duda, es que
lleva tiempo. Por eso el famoso chiste del viejito encierra una irrebatible verdad.
Cuando le preguntaron cómo hacía para dejar satisfechas a tantas mujeres,
contestó: "Me compré una bicicleta". En efecto: superada la dificultad provocada
por la insoslayable realidad del tiempo, todo son ventajas.
No sé por qué eso me gustaría tanto. Quizá por algo que tiene poco que ver
con su mérito literario. La celebración de la mañana, de la luz de la mañana que
me parecía que entraba en mi vida por esa ventana abierta.
No te fiés, Batata,
ni de tu tata.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
materna, Mamita o Mamama; a mis abuelos paternos, Gran Papá y Gran Mamá.
Pongo "decía" entre comillas, porque va en sentido de "me refería" para mi
abuelo materno y mi abuela materna; ambos muertos cuando yo nací. Mis nietos
me llaman Tata.
Después de ver el filme de Fellini sobre Casanova, pienso que de algún modo
yo he sido un Casanova de segunda o aun de intermedia.
Wakefield.
I. Burone me contó de alguien que, siguiendo a una muchacha, se fue de la
casa. Dos años después, una noche, a la hora de comer, volvió. Entregó a su
mujer un envoltorio:
—Traje esto —dijo.
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II. El cómico Sandrini estaba casado con la cantante de tangos Tita Merello,
mujer insoportable (amén de peronista). Una tarde Sandrini dijo:
—Voy a comprar cigarrillos.
No volvió más, ni se acordó de pedir sus cosas.
IV. Mis dos amigas se fueron a esperarme a Mar del Plata (cada una por su
lado; no se conocían). Yo demoré un poco el viaje. Finalmente, me despedí por
escrito de una y otra —salvo destinataria y dirección, esas dos cartas, como las de
Boswell a sus amadas de Turín, resultaron idénticas— y me fui a Francia.
En sueños alguien me dijo: "Si pudiera, compraría dos o tres ríos". Creo que
era una chica.
Soy un llorón repulsivo. Soy ateo y hoy he llorado por Santa Escolástica, la
hermana gemela de San Benito, que vivió en el siglo VI. Sintiendo la muerte
próxima, Santa Escolástica pidió a Benito que no se apartara de ella esa noche.
San Benito se negó, porque no quería infringir la regla que él mismo estableció
para la abadía de Montecassino: ningún monje podía dormir afuera. Escolástica
se echó de rodillas y empezó a rezar e inmediatamente se desató una terrible
tormenta. El santo no pudo volver a Montecassino.
—Hermana mía, ¿qué has hecho? —preguntó Benito.
—Te pedí algo y me lo negaste. Dios me lo ha concedido.
Tres días después murió la santa. La enterraron en Montecassino. Tres
semanas después murió Benito. Lo enterraron en el mismo sepulcro.
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13 febrero 1984. Cuando me dicen "Cortázar murió a los setenta años" voy a
protestar, voy asegurar que no era tan viejo, pero entonces recuerdo que yo
cumpliré en el próximo mes de septiembre esa edad, que imagino como una
nevada cumbre de la vejez, peor, de la humanidad.
Santoral. San Severo, sacerdote de Valesi, en los Abruzzos. Por medio de sus
oraciones resucitó y, lo que parece aún más extraordinario, convirtió a un hombre
a quien los demonios ya arrastraban al Infierno. San Gregorio el Grande certifica
este milagro.
Una verdad amarga, más que nada increíble, que los chicos de mi tiempo un
día debían admitir, no porque realmente la creyeran, sino porque les llegaba con
todo el peso de la autoridad de los chicos mayores: los propios padres hacían
entre ellos "porquerías", id est, copulaban.
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Wilde dijo que la Historia del mundo es una sucesión de noticias de policía.
No hay tu tía, frase que se emplea para significar que las cosas son como son
y no como uno quiere; que determinada solución, aunque sea amarga, es la
única.
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12 marzo 1984. Oscar me dijo que hay tantos mosquitos ahora en la zona de
Pardo que del pasto sube un ruido de hervor; los caballos estornudan y se
estremecen; la hacienda y los caballos se amontonan en el campo, anca con anca
y usted ve cómo trabajan las colas para espantar los mosquitos; las ovejas
también se amontonan, como si las juntaran perros y se pasan la noche sin
dormir.
Las memorias de Casanova son como una larga novela, con infinidad de
caracteres muy diversos y muy definidos: nos atrae por la clara variedad de
hombres y de mujeres, y también por los episodios y por las reflexiones.
Casanova: Pese a la buena opinión que tenía de mi persona, nunca tuve la
menor confianza en mí mismo (dice de sí cuando joven).
Casanova: "El hombre viejo tiene por enemigo toda la naturaleza". El
matrimonio tiene por enemigo la realidad entera (ABC).
Casanova: Esa dama, para tratarme a la napolitana, me tuteó desde el
momento en que nos presentaron.
Sobre la Calabria: "carece absolutamente de todas aquellas cosas
agradablemente superfluas que hacen soportable la vida".
Llama batticulo a una bolsa que llevan in situ los frailes franciscanos. El
nombre de baticola de nuestros arneses, ¿viene de ahí?
Dice que en Roma casi todos los hombres, fuera de los nobles, que no aspiran
a puestos eclesiásticos, se visten como abades, aunque no lo sean (nada lo
prohíbe) (siglo XVIII).
Dice que el bazo es el órgano de la risa.
Dice que siempre se dejó engañar por las mujeres (anche io).
Idiomáticas.
Morir. No contar el cuento; cantar para el carnero; cagar fuego; irse ("Se nos
fue Don Benito"); estirar la pata; dejar de existir; espichar; entregar el rosquete;
entregar, dar, el alma; dar el último suspiro; cerrar los ojos; pasarle algo a uno
("Por si le pasa algo, tomó la precaución de hacer testamento").
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
25 marzo 1984. Hoy le dije a Drago: "Qué raro. Alfonsín quiere a todo el
mundo, menos a nosotros. Quiere a gente tan poco querible como los peronistas,
o los democratacristianos, o el propio señor Alende. A nosotros, no".
25 marzo 1984. Santoral. San Dimas. El buen ladrón: uno de los dos
delincuentes crucificados junto a Cristo; el que dijo: "Acuérdate de mí cuando
estés en tu reino". Jesús le contestó: "Hoy estarás conmigo en el paraíso".
El interlocutor cree siempre que hay que decir únicamente lo que levanta el
ánimo. Nos hemos convertido, por eso, en un país de mentirosos. Peor: de
incapacitados para la realidad.
Sueño. Sueño que estoy en París. De pronto descubro con agrado, con la
nostalgia del que está lejos de su tierra, que ando por calles y plazas de Buenos
Aires. "¿No te has enterado? —me preguntan—. Hasta el lunes Buenos Aires
está en París". Recuerdo entonces que he visto carteles que anuncian La Semana
de Buenos Aires en París. Estoy orgulloso de mi ciudad, ansioso de que los
amigos franceses la valoren y la alaben. Me llevo una desilusión: ocupados en
protestar contra los excesos de la propaganda moderna, los franceses no miran, ni
siquiera ven, a Buenos Aires.
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Estuve hojeando La guía del buen decir, de Juan B. Silva, uno de los libros
que más asiduamente manejaba en mis albores de escritor (otros: un Prontuario
del idioma, de los Manuales Gallach; Prontuario de hispanismo y barbarismo,
padre Mir; el Diccionario y gramática de la Academia; el Diccionario de ideas
afines de Bénot (traducción del Roget's Thesaurus); Diccionario de verbos de
Ruiz León (verdadero título: Inventario de la lengua castellana, I, Verbos), los
diccionarios de argentinismos de Segovia y de Garzón. Un punto que me
preocupaba era si debíamos escribir (como decíamos) entré a casa, o entré en
casa. Estimulado por Silva, por un tiempo escribí entrar a; después, por
prudencia, entrar en.
El libro de Silva está publicado por La España Moderna, editorial que yo
respetaba mucho. En el alto de la portadilla se lee: Biblioteca de Jurisprudencia,
Filosofía e Historia; un poco más abajo: Guía del buen decir, y un renglón más
abajo: Estudio de las transgresiones gramaticales más comunes. ¿El volumen
encajaría en la Jurisprudencia, o en la Filosofía, o en la Historia?
En la página de enfrente leemos: "Obras de Filosofía publicadas en La España
Moderna". La lista incluye un libro de Pascal, uno de Castro y, de Max Müller,
Ciencia del lenguaje. Debajo de este título, la lista continúa con otros, del mismo
autor: Historia de las religiones, La mitología comparada, Origen y desarrollo
de la religión. Un poco más abajo se lee "Otras obras publicadas por la misma
Casa Editorial"; encabeza la lista el Diario íntimo de Amiel.
Por lo visto no creían supersticiosamente en el rigor los editores de La España
Moderna. Tampoco, Silva. He aquí el primer párrafo del prólogo:
"El mejor modelo de buen decir lo dan hoy, sin duda alguna, Doña. Emilio
Pardo Bazán, Echegaray, Galdós y cuantos con más arte y con mayor acierto
usan el habla castellano". Si como creo, las palabras que siguen a la mención de
Galdós significan que los que escriben mejor escriben mejor no tengo nada que
objetar. Dos páginas más adelante Silva se pregunta si "Alas y Clarín, con sus
críticas aceradas, no han hecho más mal que bien a la literatura castellana". Hasta
el lector de 13 años, que yo era por entonces, sabía que Alas y Clarín eran el
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Exclamaciones francesas.
Tonnerre de Dieu, y Tonnerre de tonnerre (para no mencionar el nombre de
Dios, en vano).
Entre los manjares superiores recuerda Casanova trufas blancas, peces del
Adriático, moluscos de concha y, como vemos, el champagne no espumante, el
Peralta, el Jerez y el Pedro Ximénez.
Casanova dice que el viejo puede conseguir placer, pero no darlo. Soy tan
ignorante que ignoraba esa verdad. Consecuencia: El viejo difícilmente
conseguirá una mujer, no profesional, con la que conseguir el placer que puede
conseguir.
Arábamos, decía el mosquito. Expresiones por las que entendemos algo que
no es lo que literalmente nos dicen: "Drago está pintando su casa". Drago no
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Romero.
Vi con gusto a Jorge Amado porque, lo recuerdo muy bien, en Niza, cuando
integramos el jurado para el premio Lion D'Or, nos entendimos en seguida: antes
que premiar a un joven autor de poemas pretenciosos, oscuros y tediosos,
convinimos en elegir a un viejo cuentista, que evidentemente conocía su oficio y
escribía para ser leído. Cuando nos encontramos acá en Buenos Aires, nos
abrazamos y me dijo: "Querido amigo, siempre recuerdo nuestras conversaciones
en el jurado y cómo nos entendimos fraternalmente. Fue en Madrid. Usted me
acompañó, y con su voto premiamos al poeta brasilero… (pronunció un nombre
que yo nunca había oído)".
En la Feria del Libro hacía mucho calor. Jorge Amado, pasándose un pañuelo
por la cara, se quejó: "¡Esto es el Brasil!".
Cada cual tiene el misterio que le concede su ignorancia. ¿Por qué Stendhal
escribió en su epitafio Arrigo Beyle, si su nombre era María Enrique? Misterio
revelado: Arrigo, en la tumba de Stendhal, no es el arrigo bello, o arrigo, el
payaso que hace ruido; simplemente es Enrico (Aclaración de Bianco, por
teléfono).
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
que un día se llevaban a su casa una lámpara, otro día un sillón. Y no crea que en
el robo hormiga entraban sólo los almirantes; entraba todo el escalafón, de arriba
abajo. Yo empecé llevándome un día una bombita de luz; de ahí pasé a una
lámpara; después a sillas y mesas. Las vueltas de de la vida me llevaron al
Ministerio de Salud Pública. Cuando un jefe se arreglaba con un laboratorio para
comprar una partida de remedios, yo iba a retirarla; eso sí, no la retiraba si no
había un regalito —una atención, que le llaman— para mí. De algo puede estar
seguro: en casa nunca faltó alcohol, algodón, aspirinas ni purgantes. De arriba, es
claro, todo de arriba. Créame: a este país no lo arregla ni Dios".
Menos lúcido que el oso bailarín, escuché con agrado alabanzas de mis
declaraciones sobre Manuel Mujica Lainez, con motivo de su muerte. Las
formulaba, por cierto, el chancho, mejor dicho la chancha.
Me aseguran que los empleados de nivel bajo, el día en que reciben el sueldo,
intercambian con sus compañeros de trabajo bromas picarescas sobre las
respectivas esposas de las que dicen: "Hoy van a estar contentas" y otras frases
por el estilo. En realidad lo que sugieren y declaran es que esa noche la mujer los
aceptará entre sus brazos. La hospitalidad dura mientras hay abundancia de
dinero: una semana, cuando más. Después, el hambre, hasta el siguiente mes.
Query. Qué es refosque: ¿un plato de comida? ¿una bebida? ¿una fruta? A
Casanova (tomo I, cap XIV) le dicen: "J'ai du refosque precieux, venez en
goûter".
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Para casi todo lo que se hace con terceros se recurre a las falsas promesas. Por
ejemplo, mi amigo Norberto Repetto quiso invitarme a una conferencia suya en
el Instituto Libre; como esa invitación le parecía un motivo insuficiente para
llamar a un amigo a quien no veía desde años, se le ocurrió ofrecerme el cargo de
Consejero del Instituto, del que él es rector, e inventar que el acto, en el que él
hablaría, era una fecha importante en la Historia del Colegio, aunque yo recuerdo
mis tres primeros años en el Instituto como una temporada en el presidio, con
profesores incapaces que me denigraban y me hacían dudar de mi inteligencia, o
más bien, admitir mi inepcia, y los últimos años como una temporada en un club,
donde alternaba con profesores incapaces (con excepciones como Butty y algún
otro) acepté todo y el martes 3 de mayo, a las siete menos cuarto, fui al acto.
Repetto me trató cordialmente y con mucha cortesía. Me sentó en el estrado, a su
izquierda; a su derecha estaba el presidente de la Corte Suprema; pronto advertí
con alivio que yo no estaba ahí en calidad de Consejero, sino de ex alumno;
ahora "famoso escritor". Por primera vez asistí, desde el estrado, a una
conferencia. Pude apreciar en qué alto número de caras pronto aparecen ojos
entornados. Tuve ocasión de preguntarme por qué, los que tenían sueño, se
sentaban el las primeras filas. Pero no todo el mundo tenía sueño; había una chica
morena, de ojos muy bellos, de nariz perfecta y de expresión despierta. Parecía
despierta aun al hecho de que yo podía defenderme contra la tentación de mirarla.
Nuestras miradas se cruzaron varias veces… Yo recordaba cuando iba a los
teatros de revistas (en los años de mi adolescencia) y de tanto mirar desde las
primeras filas a una bataclana obtenía alguna sonrisa, como secreto y provisor
saludo. La última vez que me sucedió eso fue en París, en el 64 o 65, en el
Moulin Rouge.
Después de la conferencia, cuando ya me iba a casa, en la vereda, se me
acercó la muchacha. Me dijo que era la primera conferencia de su vida, que
estudiaba museología y que esperaba verme en la próxima conferencia del
Instituto. Yo le dije que era muy linda. "Usted también", me contestó. A los
setenta años, vienen bien, créanme, estos halagos a la vanidad.
Cabe agregar que la conferencia me interesó —describía la patética indigencia
de este país despoblado entonces, pero rico en hombres cultos— y que fue
pronunciada en el mismo Salón de Actos donde yo, hacia 1926 o 1927, sólo pude
pronunciar las cinco o seis primeras frases de una exposición que
imprudentemente me encargó Moyano, el profesor de francés: "Paris, Capital de
France, Centre du Comerse et l'Industrie". No pude seguir. Moyano, como un
muñeco triste murmuraba: "C'est le trac, c'est le trac". El recuerdo me acompaña
hasta hoy y me impide hablar en público.
En la comida que le dio Emecé, Jorge Amado dijo: "Veo alrededor de esta
mesa a grandes escritores, como Bioy, a jóvenes escritores, como Vlady
Kociancih, y a escritores, simplemente escritores" (Silvina Bullrich, Marta
Lynch, Elvira Orphée, Blaistein, Rabanal, Aguinis, etcétera, todos etcétera).
Vlady me dijo después: "Qué gaffe". La verdad, aunque yo pensé, lo admito, que
Amado había sido extraordinariamente amistoso (conmigo, por cierto. ¿Qué me
importa una gaffe?, etcétera).
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Curiosa n final del imperativo, argentina, vulgar, anticuada, usada aún hoy en
el campo: "Pónganlon aquí. Sáquenlon. Cómanlon. Véngansen cuando quieran.
Ábranlon. Ciérrenlon".
Santoral. San Juan I. Papa de 523 a 526. Por decisión suya, los años ya no se
contaron desde la fundación de Roma —ab urbe condita— sino desde el
nacimiento de Cristo. Fijó la fecha de la Pascua y echó las bases de la música
sacra, de lo que llegaría a ser el canto gregoriano.
Mayo 1984. Cuento con dos amantes, para no acostarme con ninguna.
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capacidad. Me puso diez en todas las pruebas escritas, aunque me señaló que a
veces yo me equivocaba en los resultados. "Entonces, ¿por qué me pone diez?",
le pregunté. "Porque domina la materia. Un buen matemático puede hacer mal las
cuentas". Lo recuerdo con gratitud.
Fueron profesores los pocos de los hombres que recuerdo con desprecio,
como Rivarola, y (menos acremente) Albesa, Campolongo, Aldini; y fue profesor
uno de los que más he querido y de los que más ha influido para bien en mi
educación y en mis libros: Felipe A. Fernández, entrerriano, que enseñaba
matemáticas.
Diccionario del porteño (c. 1984). Rayado/a. Adj. Loco. "Está rayado". "Es
un rayado". Rayadura. Locura, manía, afición dominante. Se dice también
"raye". "Qué raye por los restaurantes de la Recoleta".
Los peores años de mi vida, hasta hoy. 1952, por la muerte de mi madre.
1962, por la muerte de mi padre. 1972, porque mis lumbagos pasaron de ser
excepcionales a ser continuos y yo de ser un atleta, o poco menos, a ser un
lisiado.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Idiomáticas. Si me (le, te) pasa cualquier cosa. Si muere. Loc. clas.: "¿Y
cómo voy a quedar yo si a vos te pasa cualquier cosa?". Aclaración: la frase no se
refiere al dolor ni a la soledad sino a la situación testamentaria. Mejor dicho,
económica. Post mortem nulla voluntas?
Dicho recordado por Casanova (I, XIV): Dum vita superest, bene est.
Mientras quede viva, todo está bien.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
cepillo de dientes; Ford, auto barato; Rolls Royce, auto caro; Underwood,
máquinas de escribir; Waterman, lapicera con depósito; Stephens, tinta; Perry,
plumas de escribir; Slazenger, raquetas y pelotas de tenis.
Ellas y ellos. Dijo que no había diferencia alguna entre hombres y mujeres
salvo que las mujeres son abogados pleiteadores y los hombres jueces irresolutos.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Según una encuesta (ver La Nación del miércoles 11 julio 1984) yo sería el
hombre más elegante de Buenos Aires. Según me describió una niña, en una
composición que presentó a su colegio, soy de baja estatura, de cabeza grande, de
ojos chicos, de carácter bondadoso. Se dice que por la boca de los locos y de los
niños oímos la verdad. Dudo: mi estatura fue en tiempos del examen para el
servicio militar 1 m. 75 cm. (no es la de un gigante, pero tampoco la de un
enano). Hará cosa de dos años me midió el doctor Schnir y mi estatura había
descendido a 1 m. 72 cm., más o menos. Mis novias siempre elogiaron mis ojos.
Según la encuesta, Alfonsín es el político más popular del país, seguido de
Menem (no doblar la n ni confundirlo con polvos) y por el viejo Alende.
VIDA ÍNTIMA
Me dijo: "Para querer al novio de la hija hay que ser Mujica Lainez".
Bianco me aseguró que en esta época en que la vida privada del individuo está
en continuo peligro de requisas policiales, el género de los diarios y de las
memorias desaparecerá. Le dije que la vida privada siempre estuvo expuesta a los
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
peores peligros.
Otro me dijo: "La guerra atómica será el fin del mundo". Le dije: "La muerte
es el fin del mundo de cada cual. Desde que hay seres vivos, ese fin del mundo
llega todos los días en cantidades enormes. Ya nos hemos hecho a la idea".
Modismos.
Nada que ver. 1. Es diferente, no es comparable, no es así. 2. No participa, no
está mezclado en tal o cual asunto.
Santoral. Santa Clara de Asís. Nacida en ese condado, a fines del siglo XII.
Fundadora de la orden de las Clarisas. Cuando los sarracenos se disponían a
entrar en Asís, Clara, desde lo alto de las murallas, les mostró el Santísimo
Sacramento; los infieles optaron por retirarse. Ya próxima a la muerte, en su
lecho de enferma, Clara oyó la misa de Noche Buena que a pocas leguas del
lugar celebraban en una capilla. Por este milagro la admitieron en el santoral y
después la nombraron patrona universal de la televisión.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
desagradable a toda esa gente que lo quería bien. El médico le aseguró que no
había tal riesgo, pero que sin duda a consecuencia de ese acto moriría antes.
"Morir un poco antes o un poco después no tiene importancia". Fue al homenaje,
se mostró amable y despreocupado. Pocos días después murió.
Memento mori. Tengo por sentimientos malos y desde luego estúpidos los que
no aguantan el recuerdo de la muerte. Si me acuerdo de la muerte, ¿puedo querer,
sentir amistad, caridad, compasión, ejercer la generosidad, buscar placeres, gozar
de lujos, copular, oír música, pensar, contemplar obras de arte, acercarme a la
naturaleza, escribir, gozar de la vida? Por cierto, todos son sentimientos,
disciplinas, impulsos, actividades aceptables. ¿Puedo dejarme arrastrar por los
celos, la envidia, la ambición de poder y posesiones, la vanidad, la pompa, la
ostentación? No. Son malos aquellos sentimientos, apetitos que al confrontarlos
con la idea de la muerte resultan absurdos.
A lo que lleva pensar… Enamorado siempre de la vida, erijo la muerte en juez
de lo bueno y de lo malo.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Murió de viejo Luis Bengolea, de 85 años. Según él, desde los 14 había
tomado no menos de seis whiskies por día, todos los días. Había hecho la cuenta.
Eran muchos.
Sabiduría. Es tanto el temor que ante los perros sienten los zorros, que
pierden la capacidad de metamorfosearse en personas, o metamorfoseados en
personas, de convertirse en zorros y huir (folklore chino).
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
cuando el hombre se entera de que la mujer murió, busca por el ancho mundo a la
hija, no porque sea su hija, sino por ser la única otra persona que conoció de
cerca de la mujer que adora. Tras muchas aventuras la encuentra, para descubrir
que la muchacha ha vivido al lado de su madre sin conocerla, sin quererla.
Con las mujeres sigo haciendo las mismas cosas, ahora en sueños.
Idiomáticas.
MARÍA S.: Sigo trabajando en mi novela. Desde hace tres años estoy con
ella.
AMIGO: ¿Cuántas páginas has escrito?
MARÍA S.: Treinta, nomás. Me pasa algo muy raro. En cuanto me pongo a
escribir a máquina, me caliento. No puedo seguir. Hasta me viene fiebre. Te juro
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
que no aguanto.
Monner Sans tuvo una larga enemistad con Borges. En cuanto a mí, debo
agradecerle su Introducción a la literatura. Cuando la leí a los doce o trece años,
me estimuló mucho. Sé de memoria no pocos de los versos que cita a manera de
ejemplo.
El viaje de la vida. Muchas veces me admiré ante los amantes para conversar
que tenían algunas mujeres. Yo era amante para copular; había otros para
conversar. Después de los setenta años soy de alguna mujer amante para
conversar. No por un impedimento mío, compréndame. Porque no me quieren
para otra cosa.
El mismo peluquero: "Yo soy radical de siempre y mi padre era radical. Pero,
¿a qué negarlo? Este gobierno hasta ahora no hizo nada de nada. Por eso no
quiero darle un voto de confianza y, para el tratado del Beagle, voy a votar por el
rechazo. Un cliente, que sabe mucho, me explicó que el arreglo es justo, que las
islas fueron siempre chilenas. A mí no me importa. Me dicen que si no
aceptamos el tratado podemos vernos envueltos en una guerra. Tanto mejor,
porque así la perdemos y nos vamos todos juntos a la mierda. Dígame si usted ve
otra solución para este país".
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
"Pero yo sé"; las parodias de "Entrada prohibida", de "El apache argentino"), está
en el límite entre la buena época de los tangos y la decadencia, con la
guaranguería de "Adiós, pampa mía". Si yo le hubiera dicho al oscuro escritor
que yo era en 1930 o 32 que un día me darían un premio con el autor de "Che
papusa, oí" hubiera estado muy feliz. Hoy mismo estoy feliz, porque por esa
circunstancia me parece que ingreso en una muy grata mitología de Buenos
Aires. Acaso no sea inapropiado señalar que por entonces, apoyándome en una
colección del Canta Claro y del Alma que Canta, yo planeaba una antología de
letras de tangos. Después de recibir los premios, con Cadícamo nos enredamos
en un diálogo amistoso ante un micrófono de Radio Mitre. No sé cómo habrá
salido eso.
Che papusa oí
Cómo surgen de este tango
los pasaste de tu ayer
por
Las líneas que siguen son un ejemplo bastante típico del resentimiento y la
amargura de los tangos:
Ayer te vi pasar
en una voiturette
copera
te saludé
y vos te hiciste el gil
como si no
me conocieras.
En "Niño bien", tango uruguayo, fifí está usado para significar hombre joven,
de buena familia (niño bien); hoy la palabra es abiertamente peyorativa y
significa hombre excesivamente delicado, afeminado. Por razones de usos, la
letra del tango se presta a confusiones: ponerse polvos en la cara, después de
afeitarse, no era propio de afeminados, sino de los muchachos de las clases altas:
Llevabas en tu blanca
cara de fifí
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Dolores lumbares, etc. Hay tratamientos excelentes para los que se conforman
con poco.
Proverbios africanos:
El que no quiere saber nada con una mujer charlatana, que no se case (los de
la lengua Mongo).
Sueño. Vivíamos en una cueva muy linda, muy limpia, muy ordenada, muy
luminosa, bajo el agua. La superficie del agua estaba por encima de nuestras
cabezas, a unos tres metros (o un poco más) del suelo. Mirar desde abajo esa
superficie nos daba alguna ansiedad: el hecho de que viviéramos normalmente,
sin verdaderas molestias, probaba el error de la gente que supone que debajo del
agua uno se moja y se ahoga. A Florencio le daba por modelar, con plasticola,
burbujas como las que suben a la superficie cuando se ahoga alguien. Lo
reprendí, porque hacer eso me pareció de muy mal gusto; sí, la ocurrencia del
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
La forma del universo. "Cuando yo era chico imaginaba que la última pared
del universo sería como la de una casa y me preguntaba qué habría del otro lado.
La imposibilidad de encontrar una respuesta racional me dolía como una falta de
coherencia: la falla que estropeaba los esfuerzos humanos para establecer un
sistema racional y acabar con los pasajes oscuros que dan ocasión a religiones y
demás remiendos arbitrarios. Ahora encontré una solución, cuya coherencia será
tal vez puramente verbal. ¿Un yelmo como el del Quijote? Probablemente, pero
sirve de algo y es un comienzo. Descripción: el universo es el más grande de loa
objetos y es único, en el sentido de que, aunque contenga infinidad de otros
objetos, afuera de él no hay ninguno. Sus paredes exteriores son interiores. Es,
pues, una esfera absoluta, en la que todos los rumbos, aun los ascendentes y los
descendentes, conducen al punto de partida".
Idiomáticas.
Los ladrillos del edificio de la cultura son los errores. Briante, en una
entrevista, me hace decir:
Que me hago hacer "a mano" los trajes en Harrods. Nunca tuve un traje de
Harrods.
Que mi automóvil tenía el tablero de madera. Nunca tuve un automóvil con
tablero de madera.
Hasta aquí mi disgusto es porque mutatis mutandis... Después me cita entre
comillas: "Las chicas pasan y la mujer [en el sentido conyugal] queda", yo habría
dicho. Es verdad, pero agregué: "Qué triste".
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Citando una frase de Rinaldi, confesaré que mis mejores placeres fueron los
de un fornicador á la bonne franquette.
Dice que le irritan tus defectos. Quiere decir que le irrita todo aquello en que
no te pareces a él.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
TIEMPO LIBRE
Galicia. Los de la aldea (de los Iglesias) que iban a Cuba, solían tener
destinos trágicos. Así Emilio, que era el mozo más apuesto y fornido. Mujeres
cubanas lo destruyeron, por celos y despecho (muchas lo disputaban). Perdió
totalmente la cabeza, y ya no sabía quién era. Así lo repatriaron. Era un
trabajador incansable. Cuando algún vecino tenía que hacer algún trabajo, pesado
pero no difícil, en la casa, en la huerta o en el monte, llamaban a Emilio, quien
por la comida trabajaba todo el día, sin respiro. Después le daban un tazón de
minestrón en el que ponían las presas menos codiciadas. Emilio lo despachaba en
seguida y alargaba el tazón, porque se entendía que tenía derecho a dos. Después
le preguntaban si quería más. Emilio no decía que no y ante la diversión de todos
engullía todo el contenido de la olla.
Hubo otro que se fue a Cuba y dejó en la aldea mujer y críos sin nunca
mandar una carta ni menos una peseta. En la aldea sabían por otros que allá en La
Habana el hombre amasó una gran fortuna. Pasados treinta años, volvió: muy
elegante con bastón con empuñadura en cabeza de perro, sombrero de fieltro,
bigotes, corbata de moño, polainas blancas. Fue a la casa, revoleando el bastón, y
lo primero que hizo fue darle a uno de sus hijos unas pesetas para que le
comprara cigarritos; después le dijo que se guardara el vuelto, lo que causa muy
buena impresión. Por poco tiempo, ya que descubrieron al rato que las pesetas
para los cigarritos fueron las últimas que traía. La mujer le dijo: "Por mí, quédate
en la casa, pero nada más". De todos modos, la mujer consultó con los hijos, que
dijeron: "Esta bien, pero que quede como criado". Así como criado vivió en su
casa y después de no pocos años enfermó y murió. Como criado, siempre.
Uno, que amasó fortuna en La Habana, se casó con una cubana de buena
familia pero pobre y tuvo hijos con ella. La mujer empezó pronto a sentir
vergüenza del gallego; otro tanto, las hijas. Lo trataban con desprecio y cuando
invitaban a cenar a gente importante, lo obligaban a comer en la cocina. El
hombre, porque era generoso o porque esperaba gratitud, puso todos sus bienes a
nombre de esas mujeres, que lo abandonaron a la pobreza. No tuvo más remedio
que pedir al cónsul de España que lo repatriara. Todos en la aldea compitieron en
agasajarlo y nadie lo menospreció.
Santoral. San Pablo, el ermitaño. Nació alrededor de 229 d.C. A los quince
años se retiró al desierto, donde vivió cien años. En todo ese tiempo solamente
tuvo una visita: la de San Antonio. De pronto apareció volando un cuervo, que
traía en el pico dos panes: "Hoy me trae dos, porque tú has venido. Todos los
días me trae uno". San Pablo bebía el agua de un manantial. Cuando murió, dos
leones lo enterraron. La esencial veracidad de este último hecho no fue disputada
por nadie, ni siquiera por los llamados "espíritus fuertes". San Jerónimo escribió
su vida.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Alrededor del 16 de enero de 1985, murió, en Mar del plata, Jorge Hueyo. Era
bondadoso, trabajador, capaz de organizar bien, rigurosamente, empresas
complicadas, como la iluminación de las pistas de San Isidro. Era necio, en el
sentido de ofuscarse cuando lo contradecían. Una vez tuvo una discusión sobre
cuestiones no trascendentes, créanme, con otro miembro de la comisión directiva
del Jockey Club: se puso de un color rojo subido; después quedó mareado y muy
pálido. Esta necedad, en un hombre tan bueno, hacía gracia y despertaba en
algunos un afecto un poco paternal. A él y a mí nos unía una amistad hereditaria,
que aumentó a lo largo de cuatro años de comisión directiva. Una minucia, que
también contribuyó a que fraternizáramos. Estaba un poco harto de que siempre
se hablara mal de los porteños y se encontrara méritos en los provincianos.
Caminando hacia nuestra casa comentó: "Si no me equivoco, algo nos debe este
país a los porteños". "Es claro —le dije—. Y hasta el nombre. Hubo un tiempo en
que éramos los únicos argentinos:
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Bianco me dice que José María Monner Sans (hijo; no el de la barbita, autor
de Disparates usuales en la conversación diaria y Barbaridades que se nos
escapan al hablar), en un artículo sobre Eduardo Wilde, sostiene que hay un
parentesco intelectual y, sin duda, de sangre, entre el autor de "Primera noche en
el cementerio y Oscar Wilde. Por cierto que se trata de un wilde guessing.
Bianco me dice que Sur y Cía es uno de los mejores tomitos de las memorias
de Victoria. "Su odio contra Keyserling la vuelve elocuente". También me dice:
"La persona que tradujo el texto no sabe su oficio. Le hace decir a Victoria: 'Con
mi padre nos amábamos mucho' por 'nos queríamos mucho'. Primero, está mal;
después, ni Victoria, ni Silvina, ni vos ni yo hubiéramos dicho amar por querer.
Incurre también la traductora en galicismos muy feos, como no importa qué, por
n'importe quoi".
Estuvo de acuerdo conmigo en que el otro buen tomito de la serie es el de los
amores de Martínez.
Cuento. Un escritor se pasa dos o tres meses en una casa de campo que le
prestó el editor para concluir en una fecha determinada y bastante próxima una
novela. El escritor descubre que en la casa hay un fantasma. Un fantasma
desvalido, que trata de estar siempre con él. A veces el fantasma le dice: "Qué
susto me llevé. Quedé dormida. Al despertar no sabía dónde estaba. Sobre todo,
dónde estabas. Tuve miedo de que te hubieras ido". No sabe si irse. Se siente
preso de esa compañía casi imperceptible. Y piensa qué será del fantasma cuando
se vaya.
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a esta mujer.
Todos dijeron lo que se les ordenaba.
Libertad comprendió que no podía quedarse en el país. Partió para México.
Pronto la contrataron para filmar con Buñuel Gran Casino y otras películas. El
destierro para ella fue económicamente beneficioso. No podía comunicarse por
teléfono con su hija, en Buenos Aires; años después alguien tuvo un accidente
grave y alguien se atrevió a pedirle a Evita que mientras durara la emergencia
levantara la incomunicación. Bonne princesse, Evita accedió.
Proyectos. Me encontré con un viejo amigo del club Buenos Aires. Le dije
(como se estila en gente de nuestra edad):
—Estás muy bien. Es claro que sos más joven que yo.
—No, soy más viejo. Setenta y dos, contra setenta. Pero te aviso que a mí la
edad no me importa tal .
—¿No digas?
—No, porque todos mis proyectos incluyen una cura de rejuvenecimiento.
Ah, eso sí, una cura realmente eficaz.
—¿Existe?
—No tengo la menor idea.
—¿Entonces?
—Yo siempre espero que algún amigo médico un día me diga: "Mirá, en tal
parte te hacen una cura y te dejan cincuenta años más joven". En el acto voy
adonde sea. Ni se te ocurra que me quede, como la vez del premio. No hay en el
mundo bicho viviente que pueda impedirme esa cura.
Con vanidad y también con vergüenza contaré lo que leí en La Razón del 26
de enero de 1985. Un señor Nicolás Jiménez le dice a Ernesto Schóo (autor del
artículo) que el intendente RussacK le dijo en 1981: "Tráigame un arquitecto
loco, de esos que usted conoce, y proyécteme algo diferente para Mar del Plata.
Yo le traje a Clorindo Testa, que veraneaba como siempre en Quequén, y
planeamos entre otras cosas un circuito cultural que abarcaba tres grandes casas
de Los Troncos: Villa Victoria —recién adquirida entonces por la Municipalidad
local, la inquietud de Russack partía de esa compra—; Villa Mitre, donde hoy
está el Museo de la Ciudad, y la magnífica casa de Silvina Ocampo y Adolfo
Bioy Casares. Tres residencias que ilustran, además, el eclecticismo
arquitectónico de fin de siglo: la casa prefabricada de Victoria Ocampo, traída de
Dinamarca, toda de madera; Villa Mitre, que presume de ser un casco de estancia
criolla sin haberlo sido nunca, y la casa de los Bioy, un castillo normando en
miniatura. La idea era unirlas entre sí, ya que son vecinas, mediante salas
subterráneas; en fin, un gran proyecto, que incluía hasta un tranvía, para hacer el
itinerario".
Lo de castillo normando es una locura. Une villa, más bien. En cuanto a las
salas, temo mucho que parecieron largos túneles y el tranvía, un trencito como el
que había en el Jardín Zoológico, pero subterráneo.
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Refranes
Peor que el corte de luz es tener a Silvina en la casa cuando hay corte de luz.
Los niños no tienen menos necesidad de comunicación que los adultos, pero
lo que dicen es más estúpido.
Dónde elegir. Dos grupos forman el género humano. Los hipócritas, ansiosos
de que los amen, y los que a todas horas luchan por imponer su voluntad.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Idiomáticas.
Buenos Aires visto por viajeros. Dos holandeses, la traductora Barber van der
Pol y una amiga fotógrafa, están deslumbrados con Buenos Aires: es una ciudad
tan variada, llena de sorpresas, como si fuera un número infinito de ciudades;
ahora bien, hay unas palabras que continuamente repiten y que permiten
comprender la imagen mental que se llevan: "¡Buenos Aires es una ciudad en
ruinas!".
Después de los sesenta años pasa el hombre del verbo ser al verbo estar.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
que, nadando, llegaba hasta las mayores profundidades y batallaba contra nuestro
opresor, el cruel y enorme rey negro. Temíamos por la vida del perro, pero lo
veíamos emerger de las aguas. El combate continuaba, indeciso. Mientras tanto,
en un intento de fuga, yo llegaba a las cornisas de una torre. Ahí me encontré con
una mujer amistosa, pero tal vez enemiga, que señalándome la estatua de piedra
de un antiguo cortesano sentado en un trono, contra la pared, en el patio de abajo,
me preguntó:
—¿Quién es?
—Capeto1 —contesté.
En la vigilia no sé quién es este Capeto.
Las fuentes del sueño han de ser la salud de Catriel, el perro de Marta, que se
ha puesto a respirar agitadamente, y la serie de Sandokan que pasaban en la
televisión.
Idiomáticas. Cuenta. Como la cuenta del panadero, del sastre, del médico.
Una sinécdoque. El resultado por la operación aritmética, la parte por el todo. En
mi juventud, factura era el término relamido, yo diría exquisito; por un lado, el
más propio, como corresponde al recién llegado a la instrucción, no digamos
cultura, que busca la exactitud y, además, paradójicamente, una suerte de
eufemismo, de aparente ascenso de categoría (como encargado por portero), a
que se echa mano para sortear la recíproca incomodidad del acreedor y del
deudor cuando tienen que decir la suma que uno paga y otro cobra. Cabría
agregar adición (suma), de uso exclusivo en los restaurantes, obligatorio en
francés, optativo en español.
Me queda por averiguar el origen y las razones de sustantivo, factura aplicado
a ciertas masitas (bizcochos, bollos, etcétera, salados o dulces) de las panaderías
de nuestro país.
1
Como Hugo.
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Discípulo.
Obra maestra. Libro cuyas torpezas olvidamos porque sus aciertos nos
dejaron un buen recuerdo y porque tenemos en menos a muchos libros famosos y
algo hay que admirar.
Buen viaje.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Sueño en que soy casi espectador. Unos amigos, padres de un chico y una
chica, tienen un cuartito portátil, para meterlos cuando se portan mal o no
estudian. El chico trae malas notas. Lo meten en el cuartito, cierran la puerta y
oigo un disparo de arma de aire comprimido. Abren la puerta y sacan al chico,
Tiene en la frente un palito con una especie de sopapa de goma en la punta, que
se adhiere con ventosa. El chico está muerto. Los padres, que no parecen
preocupados, viajan conmigo a Europa. Llevan a la chica y también el cuartito.
En París, la chica se porta mal. Me anuncian que la van a meter en el cuartito. Yo
les hago ver que van a matarla. No me escuchan.
"Es hombre de vastos recursos..." (la mujer abre los ojos) "…lexicográficos"
(la mujer cierra los ojos).
Renuncia a morir. Nos sacan del cine antes de que la función concluya.
Cuando supe que según Maquiavelo a la gente le duele más perder una
propiedad que un ser querido, me dije enojado: "¿A qué gente? No a nosotros".
Reflexioné, pasé revista mental a pérdidas de propiedades y de seres queridos y
de pronto tuve una revelación: nos importó más el testamento de mi abuela1 que
mi abuela.
Olor a pachulí (¿pachoulí?), decían con ligero disgusto mis padres y sus
contemporáneos. Me pregunto si sería un perfume barato, poco prestigioso.
Consulto a Abad de Santillán. No me equivocaba en la hipótesis.
Baquet, presidente del club Francés, me dijo que su familia es oriunda de una
aldea de los Pirineos, cercana a Luchon, de la que tradicionalmente son los
alcaldes, por lo que se dice: "Les Baquets sont maires de père en fils", lo que
significa Los Baquets son alcaldes de padre en hijo, pero que suena como Los
Baquets son madres de padre en hijo".
Fin de Fausto. Diciendo "No quiero irme hasta que termine la función",
consiguió que le renovaran tantas veces la juventud, que llegó vivo al fin del
mundo. Aquello fue de veras terrorífico y entonces alguien le oyó quejarse por no
haber muerto en su cama, en su casa, rodeado de su familia y con la seguridad de
un orden que venía de épocas anteriores y que iba a seguir después.
1
Materna.
2
Teología, desde luego, pero ¿el método?
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Uno me dijo no deber nada a sus hijos porque les había dado (toqueteando a
su mujer, ahí presente) el Milagro de la Vida.
Apuntes de hospital.
—Dan la mejor atención médica. Algo que el paciente aceptará porque se lo
dicen, aunque no tenga criterio para apreciado, tal vez hasta que sea demasiado
tarde. Lo que sí podrá apreciar en seguida es que el lugar es inhóspito, el trato
jerárquico (él está en situación de esclavo) y la comida dudosamente comestible.
—Hay que desconfiar de los personajes rodeados por un prestigio especial y
que alegan una vocación: sacerdotes, maestros, enfermeras, médicos, madres
anche: hay entre ellos mucho embaucador.
—Unidad coronaria. Ponen al paciente bajo la lupa del cuidado médico. A los
médicos no les molesta que ante sus ojos, o cerca de sus orejas, la gente defeque,
tosa, vomite, se queje, ronque agónicamente y muera. Al pobre diablo que por
cuidados médicos alejan de la muerte, lo arriman por ese vecindario aterrador. ¿O
quieren los médicos que siquiera en nuestras últimas horas de vida adquiramos la
indiferencia al dolor, etcétera, que los vuelve a ellos tan superiores?
—No se aceptan visitas, para que las conversaciones no molesten. Las
conversaciones de médicos, enfermeras, personal de limpieza, no molestan. Los
portazos, tampoco. Luz eléctrica encendida de pronto, menos aún.
—El humo del cigarrillo de los médicos no perjudica la salud de nadie.
—Consiste el médico en un guardapolvo blanco, un estetoscopio y una jerga.
—El paciente está al servicio de la comunidad. Su cuerpo, mientras vive, es
un mapa que el médico exhibe a sus alumnos; ya muerto, el paciente se
multiplicará en piezas de repuesto, que provocarán el rechazo y la muerte de
otros infelices.
—Vamos hacia la proletarización de la medicina, sin beneficio alguno para
los proletarios.
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que señalar lo que pasa por excelente y no lo es. En la categoría caben libros de
Gracián, de Joyce, de Ezra Pound, de tantos otros buenos escritores, de no pocos
amigos.
Vivir. Lamentaba el haber tirado la vida por la ventana. No sabía que vivir
consiste en tirar la vida por la ventana.
Prójima.
Un tipo de imbecilidad. La del que no puede cerrar las puertas (las deja
entrecerradas) y tampoco puede cerrar del todo una canilla ni la tapa de rosca de
un tubo.
Con la mente en los pies. Elitistas perversos que al dedillo conocen los
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Dificultad extraña. Fácilmente jabono y enjuago los dedos del pie izquierdo,
empezando por el chiquito y concluyendo en el gordo; en sentido opuesto, la
tarea es difícil.
Qué esperan las mujeres del hombre de no más de cuarenta y cinco años: pene
y encanto. De no más de cincuenta y cinco: pene y regalitos. De no más de
sesenta y cinco: pene y mantención. De más de setenta y cinco: mantención,
pronta muerte y herencia.
La libertad es la intemperie.
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Creo que Restif de la Bretonne dijo que escritores como él, que tratan de ser
testigos de su época, son espías mirados con desconfianza por la gente. Mi tío
Miguel Casares me dijo que los escritores son turistas que van al campo para
mirar, comentar, pero no para participar en lo que allá se hace y que por todo ello
son mirados con desconfianza por los estancieros y en general por toda la gente
de campo.
Diálogo.
—Malos tiempos nos tocan, señora.
—Verdad, señor. Llovió toda la noche.
Léxico.
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Escribí en mi agenda:
Difícilmente. Estaban por ahí nomás Eladio y Leonardo (los porteros) y los
operarios que arreglaban la caldera del agua caliente. En unos veinte minutos me
sacaron.
Odi et amo. Mi tío Enrique me dijo que en este mundo había mucha gente
mala, que ama y odia intensamente, y alguna gente buena, que ama con fidelidad,
pero con moderación, y que no sabe odiar.
Me vio de sobretodo y me dijo: "Sobre todo hay que estar preparado por si
llueva", Creo que mi interlocutor es chaqueño.
BRIC À BRAC
Idiomáticas. La gran flauta (que hace frío, que la novia es fea, que el precio es
alto). Expresión usada en mi juventud y que hoy casi no se oye.
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A mi edad la muerte suele ser una decisión del momento, rápida, imprevisible.
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pegó el tiro. A Fernando Sánchez Sorondo le había mandado una carta, en que le
pedía el nombre y la dirección de su analista. El director de Clarín se la pidió y la
publicó. Buscaba, sin saberlo, el efecto de la carta (¿o el telegrama?) que, en
Albertine disparue el narrador recibe de Albertine, ya muerta. Le conté a una
amiga las objeciones al suicidio de mis diversos interlocutores. "¿Por qué no
podrá uno disponer libremente de su vida? ¿Porque pertenece a Dios? —
preguntó, enojada—. ¿Por respeto a la familia?". Yo dije: "Me parece que si una
persona está dispuesta a destruir su vida, que es todo lo que tiene, puede sin
cargo de conciencia causar una molestia o pena a terceros. Molestia y pena que
sabemos, ¡ay!, que es pasajera".
3) Firma de libros.
—Qué honor. Me llevo un libro con la dedicación de Bioy Casares.
—Yo quiero tener una fotografía autobiografiaza por Bioy.
Reflexiones inadecuadas.
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fotografiarme con ella. La quería mucho; me parecía bien que una fotografía nos
perpetuara; y me parecía que una fotografía de nosotros dos convendría para mi
(futura) autobiografía, ya que por prudencia y por ser fotógrafo había
fotografiado a mis amantes, pero no me hice fotografiar con ellas. Las fotografías
de grupos, o siquiera de parejas, tienen más vida que las de una persona sola.
La llevé al Rosedal. Nos fotografió cerca del puente uno de esos fotógrafos de
guardapolvo, máquina de trípode, trapo negro y revelación en un minuto. En un
minuto, o poco más, aparecieron il boun vecchio e la bella fanciulla. Esa
fotografía era una prueba concluyente de que nuestro amor era absurdo.
II) Cora, una chica inteligente, pero con una misteriosa propensión a brujos y
horóscopos. Me dijo que Lafuente, un compañero del profesorado, se había
convertido en un brujo hecho y derecho. Es claro que era muy astuto. En la
semana anterior estuvo con Cora y con su amigo, por separado. A ninguno de los
dos dijo una palabra para indicarles que sabía que estaban juntos. "Sin embargo
—concluyó— tenía que saberlo, porque es brujo". "Seamos obvios", pensé y
observé: "No lo dijo, porque no lo sabía y porque no es brujo, porque no hay
brujos". Esta última afirmación fue temeraria. Tan increíble la juzgó que
descreyó de las anteriores.
Frase de Eduardo Gutiérrez, que hoy parece poco respetuosa: "Aquel fraile,
más gordo que el mismo Martín Fierro y más colorado que un cangrejo cocido"
(Un viaje Infernal) Martín Fierro por Hernández, el libro o el personaje por el
autor.
Sueño. Hablo muy encomiosamente de una chica (que nunca vi fuera del
sueño). En la siguiente escena que recuerdo, estoy acostándome con esa chica.
Después la llevo al bar de La Biela, en la esquina de Quintana y Ortiz. Nos
sentamos a una mesita en la vereda. En la mesa con ruedas de nuestros desayunos
de cuando vivíamos en Santa Fe 2606, me traen muchísimos números del Times
Literary Supplement. Me pongo a leerlos y me olvido de la chica. Cuando me
levanto para irme, la chica es una mujer madura, adusta, con arrugas a los lados
de la boca, que me mira con enojo.
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No fue Byron a Missolonghi para pelear por la libertad de Grecia, fue para
escapar de Teresa Guiccioli.
Una comida. La anfitriona nos dio pan con cebolla, pedazos de palta cubiertos
de salsa golf y pejerrey con papas gratinadas. Olí el pejerrey antes de llevarlo a la
boca y preferí una papa, que estaba cruda. A mi derecha una señora dijo: "Este
pescado está muy fuerte". "Podrido", dijo Carlitos Frías, y siguió comiendo.
"Podrido, no —dijo otra señora—: poco fresco, algo faisandé y crudo". Carlitos
corroboró: "Crudo y podrido", y siguió comiendo. Otra que comió bastante es
Marta, la mujer del médico. Éste dijo que la intoxicación con pescado era
bastante brava, que tuviera a mano el número correspondiente a intoxicaciones,
el del Instituto de Diagnóstico y el de la Clínica del Sol. Trajeron una tarta de de
chocolate. "¿Vos la hiciste?", le preguntaron a la señora de mi derecha. "No",
contestó. "Yo hice una de dulce de leche, sin probar el dulce de leche. Después
vino mi nuera, metió un dedo, se lo llevó a la boca y dijo: 'Este dulce de leche
está ácido' así que tiré la torta y compré una de chocolate. Ahora voy a llamar a
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Es copiosa la lista de héroes que fueron a la guerra para huir de una mujer.
1
Me aseguraron que es de Don Juan, de Tirso de Molina.
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A ese marido que, en una película, se iba al destierro lo envidié, porque se iba.
Frente al plato servido, un error de juicio abre paso a la muerte. Quién tuviera
probadores a mano.
Solía decir a las mujeres que a él no le gustaban las de este o aquel tipo. En
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Las mujeres jóvenes no rejuvenecen a los viejos, los deprimen con reflexiones
sobre la posibilidad de que ellos mueran sin dejarles nada.
Sueños y moraleja.
II. Entro en la casa ajena en cuyo portón estuve en el otro sueño. Subo al
primer piso, me dispongo a bañarme, abro las canillas del agua fría y del agua
caliente, para llenar la bañadera. El cuarto de baño y el cuarto donde me desvisto
tienen un zócalo alto, de madera oscura. Me recuerdan el departamento de mis
amigos Menditeguy.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Una larga unión con la musa. Solyenitzin se admira porque desde hace treinta
y cinco años escribe... Yo no sé cuándo escribí Iris y Margarita, tal vez en el 25,
tal vez en el 26. En el 28 escribí "Vanidad o Una aventura terrorífica", en el 29
publiqué Prólogo, en el 33, Diecisiete disparos contra lo porvenir. Desde el 30,
en que empecé mi novela (inconclusa) del voluntarioso inmigrante y, con mayor
dedicación, desde 1932, en que empecé a trabajar en los cuentos de Diecisiete
disparos, escribo siempre, todos los días invento historias y medito sobre cómo
contarlas. Puedo celebrar mis 56 o siquiera 54 años de escritor… Desde luego,
soy más viejo que Solyenitzin; pero nunca, ni cuando tuve su edad, pensé que 35
años de escritura fueran muchos.
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Santoral. San Blas. El más famoso de sus milagros fue el de arrancar una
espina de pescado, clavada en la garganta de un hombre. Es el patrono de los
enfermos de garganta y de los locutores.
Espagnolade.
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Quise poner como número clave 1616, porque no lo olvidaría: ese año
murieron Cervantes y Shakespeare. Por ofuscación ante la máquina, puse el año1
de Grace Abounding de Bunyan, de Le Misanthrope y de Le Médicin malgré lui,
de las Satires de Boileau y, horresco referens, del incendio de Londres. Con más
placer hubiera puesto el año del nacimiento de Jonson, o de Boewell, o de Hume,
o de Byron, o de Montaigne, o Toulet, o de Eça de Queiroz, o de Italo Svevo.
Creo que un personaje de alguna novela de Jane Austen dice que la gente
comete locuras para entretenernos y que nosotros las cometemos para
entretenerla. Considero que ésta es una muy indulgente y agradable
interpretación de la conducta humana. En cuanto a la verdad, sospecho que es
otra. Los prójimos no se preocupan de entretenernos, sino de atormentarnos.
¿Hay algo que no vea a quienes lo rodean como a sus torturadores? (Si me dicen:
"Quiero hablarte" no siento curiosidad).
1
1666.
2
Tomados evidentemente de La fin del mundo [Buenos Aires: CEAL, 1971] de Lidia
Parise y Abel González. [N. de DM]
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el tercero.
Cuatrocientos veintisiete argentinos se suicidan. Entre otros, Elvira
Bernárdez, de veinte años, que bebe un vaso de agua en la que disolvió dos cajas
de fósforos Victoria.
De noche, desde su cama, oye a la gente que habla y grita en la calle. Hace
conjeturas y muy pronto cree en ellas. Son alarmantes. Cuando tardo en volver,
hace conjeturas y cree en ellas. Son alarmantes.
Diario.
Milagro de porquería:
lo que toco se extravía.
Título de un libro en que Sabato reunió críticas y recortes sobre sus libros:
Una épica engendradora de eternidad.
The useful book that knows, expresión usada por Borges, cuando yo le decía:
"Vamos a consultar en el diccionario" (o enciclopedia, o el libro de consulta que
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correspondiera).
El argentino no usa la palabra hierba. Yerba, sí, para "yerba mate", para
"yerbas medicinales" y para la expresión "y otras yerbas" (por ejemplo: Es un
experto en Filosofía y otras yerbas). Leguizamón parece usar yerba por pasto. Yo
nunca oí en mi país hierba o yerba por pasto. "Hay abundancia de hierba" me
asombra, y si alguien dice "Hay abundancia de yerba" creo que hay abundancia
de yerba mate.
A una muchacha que se recibió después de acostarse con todos los profesores
que le tomaron exámenes la llamaban "El cuerpo de profesores".
La parte por el todo. Cuando yo era chico, para decir que una chica era
virgen, se decía "Es virgo"2. Desde luego corría también la expresión: "le rompí
el virgo". De hombre empecé a oír: "Es virgen". Ahora nadie habla de virgos.
1
Al revés, según el Diccionario de la Academia.
2
Es virginalmente entera. O: tiene su entereza virginal.
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Doy a una amiga homosexual una biografía de Jane Austen. Lee: "La persona
que más quería en el mundo era Casandra". Inmediatamente siente simpatía y
hasta un vivo interés. Cuando digo que Casandra era la hermana, de desinteresa
para siempre de Jane Austen.
Pocos son los amigos, y menos los que se entristecen por nuestros infortunios
y se alegran por nuestras victorias.
Los únicos mimos tolerables fueron los actores del cine mudo. Ya no hay
más.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
"Es claro —me dice—. Te la voy a devolver, para que la guardes vos". Busca la
condecoración en la valijita. No la encuentra. Vuelca el contenido en un banco:
hay ropa blanca y galletitas de agua. Está ocupado en buscar la condecoración,
cuando despierto.
El competitivo maratón es la indicación de algo que en la vigilia no he sentido
(conscientemente, por lo menos). En cuanto a la muerte, la transferí, en el sueño,
de Cortázar a esa amiga común, que en el sueño los dos conocíamos y
queríamos, y que en la vigilia no conozco.
Cuento del que descubrió cómo abrir paso en medio de la vejez para
reingresar en la juventud. Se es joven, realmente joven, mientras se crece.
Una chica muy literal. Una chica de once años me cuenta: "A una compañera
de quinto grado quisieron degollarla en el subterráneo, y apareció en la escuela
acompañada de un policía". Yo: ¿Por qué quisieron degollarla?". La chica:
"Porque no hizo los deberes de francés. En todo caso, es lo que dicen mis
compañeras". Quiero creer que las compañeras lo decían en broma; ella lo tomó
en serio.
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Yo, que no creo en otra vida, pienso que si Borges está en otra vida y yo ahora
me pongo a escribir sobre él para los diarios, me preguntará: "¿Tu quoque?".
Marcos Roca me contó que un senador por La Rioja, que era un gran
espadachín, llegó de improviso a su casa y encontró a Martín Rivadavia en cama
con su mujer. Fue a su cuarto a buscar dos espadas y le dio una a Rivadavia, para
que se defendiera. Sin dificultad lo mató. Después le dio una pistola a su mujer y
le ordenó que se suicidara. A un sirviente lo mandó a casa de monseñor Piñeyro,
con una carta en que le decía que lo esperaba por un asunto urgente. Monseñor se
presentó, se enteró del suicidio y fue a hablar con el general Roca, presidente de
la República. Mandó Roca el cadáver de Rivadavia a su casa (de Rivadavia), con
la irrefutable explicación de que había sufrido un accidente. Dio orden de que se
dijera que la señora del embajador había muerto por una bala de un arma que ella
se había disparado por error y al senador lo mandó a su (del senador) estancia en
La Rioja, confinado de por vida.
Me contaron que desde que supo que Evita tenía cáncer, Perón no entró en su
cuarto, por miedo al contagio.
Silvina Bullrich, por televisión, leyó en un papelito una lista de los premios
que Borges había ganado y dijo: "Los escritores recibimos menos de lo que
merecemos; Borges, recibió más". Dijo que lo que le debía al país era tanto, que
al irse demostraba su ingratitud (si se habla de quién debe a quién, lo que no me
parece necesario, ¿no deberá tanto el país a Borges como Borges al país? Sin
duda, más el país a Borges). También dijo que Borges era impotente y que
padecía de coito precoz. A los pocos días de estas declaraciones murió Borges.
Ella reconoció que había estado mal, se quejó de los amigos que la habían
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censurado por lo que había dicho y a manera de excusa explicó: "Fue como si se
me escapara un pedo". Para emplear un estilo que no desentone con el contexto,
yo diré: el broche de oro.
De Borges pudo decirse: Vivió y murió entre gente con la que no se entendía.
Como todo el mundo. Particularmente, sus últimos años me hacen pensar esto.
el verso del tango "Garufa" y nunca averigüé, hasta hoy (12 de julio de 1986),
en el restaurante La Biela, el significado de la palabra ensaimada. El mozo no lo
conocía. Consultó con uno de los patrones, un gallego flaco y bajito, que dijo:
"Son unas tortas que hay en España". El Diccionario de la Academia dice: "Bollo
formado por una tira de hojaldre revuelta en espiral.
Sobre un traductor ruso que está viajando por aquí, alguien me dijo: "Hay que
acordarse de que allá no los dejan salir, los tienen presos. Es un preso que está
viajando solo". Otra persona comentó: "Qué claustrofobia, que no lo dejen a uno
salir del país". Pensé: lo malo es que no lo dejan salir para tenerlo a mano si lo
quieren meter preso.
Cisne, especie de pompón que usaban (¿y usan?) las señoras para empolvarse.
Era un objeto femenino y suavísimo.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Los planes soviéticos sobre mis libros: hay tres ya programados: un breve
libro de cuentos, a publicarse en el 87, La invención de Morel, en una colección
de "noveletas" [sic] que dirige Zemskov, a publicarse en el 88 y un copioso
volumen de cuentos, que se publicará en una colección de Maestros de la
Literatura, en 1989.
En los Estados Unidos parece que aparecerán en nuevas ediciones todos los
libros míos ya publicados (The Invention of Morel and Other Stories, Journal of
the War of the Pig, A plan for Scape, Asleep in the Sun, La aventura de un
fotógrafo y acaso The Dream of the Heroes en la traducción de Diana Thorold).
The Dream será el primer libro mío publicado en Inglaterra (por Quartet).
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Vista por ojos. "El pobre ve por una vista sola. El médico le dio un
tratamiento, pero no está seguro de que recupere la vista izquierda" (Mi amiga
Anahí).
Piri Lugones tuvo un hijo con Carlos Peralta. Cuando el hijo se suicidó, Piri le
contó lo sucedido, por carta, a Peralta, que estaba autoexiliado en España. Peralta
contestó por telegrama: "OK. Carlos".
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vocalmente la campana) durante los tres días del velorio. "De todas las aldeas
vecinas la oían", dijo.
Visita oída desde el cuarto contiguo. Tiene una voz que proclama una bobería
superior a la suya.
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Pude escribir en el sesenta y tantos: El domingo los trabajadores están con sus
mujeres y los ociosos, por fin, sin ellas.
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Idiomáticas.
Bah, expresión que se emplea para restar importancia a algo. "Bah, no es para
tanto".
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Latinajos de libro de Derecho: Quo dicit de uno, negat de altero; inclusio uno,
fit exclusio altero. Otra: non dari, para "no da resultado", "no conviene".
"Tincho" Zabala explicó al kinesiólogo, mi amigo Quiveo: "Tengo los pies así
porque las uñas se me encarnaron en el cuarenta y tantos y pasé más de seis años
sin ir al pedicuro. En aquellos años una visita al pedicuro, para mí estaba tan
fuera de alcance como hoy una operación de corazón de Favaloro. La culpa la
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De todo te olvidas,
cabeza de viejo.
Idiomáticas.
1
Alusión al poema de Leigh Hunt, "Jenny kissed me when we met/ Jumping
from the chair she sat in;/ Time, you thief, who love to get/ Sweets into your list,
put that in!/ Say I'm weary, say I'm sad,/ Say that health and wealth have missed
me,/ Say I'm growing old, but add/ Jenny kissed me". [N. De DM)
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buscar por el hotel, a las siete. Escribo en la libreta: "Propongo a los dioses que
me la den a cambio de mi incredulidad". Llamo a la muchacha que sirve el té y le
pido la cuenta. Me dice: "La señorita de enfrente le ofrece el té y las tostadas". La
saludo, le pregunto cómo se llama. Me dice "Carol". Le digo que le agradezco,
sobre todo para darme la ocasión de decirle que su belleza me cambió el día.
El autor sigue los pasos de su fotógrafo en La Plata.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
que no son otros que la sombra, en plural. Sin proponerme una corrección, yo
dije:
Me llegan unas cartas, con copias de otras, y a pesar de que en ese momento
no tengo mis anteojos, puedo leer que son de la Academia. Me digo: "Me
comunican que me recomendaron para el Premio Cervantes. Este Castagnino no
para de ser cortés conmigo. Hay que arremangarse y mandarles unas líneas de
agradecimiento". Cuando encuentro los anteojos las leo. Me comunican que
tuvieron el honor de recomendarme ante sus excelencias el señor Ministro de
Cultura de España y el señor Director General, etcétera, con estas palabras:
"Nuestra Academia ha elegido por unanimidad como candidatos a tan importante
premio [con mayúscula] a D. Ángel Battistessa, a D. Adolfo Bioy Casares y a D.
Ricardo E. Molinari". Con tales compañeros el destino natural inevitable es el
infierno de la literatura.
Pobres diablos, cómo le creemos al médico si nos dice que no tenemos nada
malo.
La donna è mobile
qual piuma al vento…
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Rulfo. Murió en 1986. Para juzgarlo con más fundamento, deberé tomar la
decisión de leer sus dos libritos. Me parece increíble que un escritor haya escrito
tan poco. Solamente podría explicarme el hecho atribuyéndolo a una serie infinita
de postergaciones momentáneas. Así uno puede ocupar una porción de tiempo
realmente enorme. Amigas inteligentes, lectoras de gusto más catholic que el
mío, es decir de espectro más amplio, admiran a Rulfo. El espectro de una de
ellas es tan amplio que admira a Onetti y a Castillo. Para "dorarme la píldora",
me aseguró que Rulfo dijo que yo era el mejor escritor de esta zona o algo en tal
sentido.
Idiomáticas.
Quedarse corto. Expresión familiar que indica que una cantidad juzgada o
calculada es inferior a la real.
Premios literarios. Los premios son buenos para quien no los espera ni los
busca y pésimos para el carácter y la integridad de quien trata de conseguirlos.
Para mí provienen de grandes ruedas de tómbolas que giran a mis espaldas y de
cuya existencia me acuerdo cuando leo en los diarios el fallo del jurado.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Arrigo Beyle,
Milanese,
Visse, scrisse, amò.
Lucien Mauzan
milanés,
vivió, diseñó, amó.
Tengo una mala noticia para usted: van a poner un impuesto a la soncera.
Arte y literatura. Byron dijo que sus memorias estaban escritas "in my best
Caravaggio slyle". Hoffmann tituló un libro Piezas de fantasía a la manera de
Callot (Fantasie Stücken in Callots Manier).
Por segunda vez1 descubro que digo mal el tercer verso. La lección correcta
es:
1
La primera fue en el 85 o en el 86. La recordé hoy, al leer la estrofa (Buenos
Aires, 27 de enero de 1987).
pág. 232
Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
sueño en que me creía bien, sin dolor en el pescuezo. Me dije: "Estoy soñando
que estoy sano; pero no lo estoy; no debo ilusionarme; estoy casi convencido de
no tener más el dolor; ¡nada más persuasivo que los sueños!".
Al incorporarme para ir al baño, advertí que ya no era necesario que
sostuviera la cabeza con una mano. El dolor había desaparecido. La cura me
pareció milagrosa.
Lunes 9 febrero 1987. Todo nos une, salvo… Iba apurado hacia el Sorrento,
porque ya eran más de las dos de la tarde, y temía que no me sirvieran el
almuerzo, cuando en Corrientes y Florida me detiene una mujer y ansiosamente
dice:
—¿Usted es Bioy Casares? Qué suerte encontrarlo. Yo admiro mucho sus
escritos. En España leemos sus libros y últimamente sus cuentos que publica
ABC. Quiero decirle que en España lo admiramos mucho y siempre lo leemos,
pero sin nunca entender ni palabra de lo que dice. Tiene que hacer algo, señor
Bioy Casares, para que el lector peninsular pueda entenderlo. Nos gustan mucho
sus cuentos y sus novelas, pero le pedimos que haga un esfuerzo para escribir en
un español que allá entendamos.
Frase veraz que pone las cosas en su sitio. El infierno ya no está de moda.
pág. 233
Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
por la gran casa editora norteamericana [Appleton] para seguir en el orden de sus
publicaciones a Misterio, la gran novela de Hugh Conway, traducida por Martí,
basta para dar fe de su mérito". Hoy parece increíble que alguien haya alegado
como prueba de los méritos de Stevenson, el nombre de un editor y el de Hugh
Conway, autor de Misterio.
pág. 234
Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
En la Feria. Me dije: "No seas pedante. Aunque parezca lógico, porque no los
conoces, no les pongas un atentamente, a los que piden que les firmes un libro".
Dediqué muy cordialmente y, a personas agradables, sobre todo a mujeres
jóvenes, con mucha simpatía. Al rato mi criterio para elegir la dedicatoria eran el
turno y, en ocasiones, las rimas, que debía evitar. No iba a poner Con mucha
simpatía a María y Muy cordialmente a Vicente. Reflexioné que explicarles mi
criterio sería perder su aprecio.
Augurio de Pascuas. "¡Que coma mucho pescado!". Espero que no sea así.
Sobre mí, Cristina Castro Cranwell: "Si en lugar de ser una amiga fuera una
obligación te ocuparías más de mí.
No pierde inoportunidad.
Idiomáticas.
Muy baqueteado. Con mucho uso, desvencijado. "Una mina muy baqueteada".
pág. 235
Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Escudé, en tiempos de la disputa por las islas y los canales fueguinos, escribió
artículos en los que expuso las razones por las que pensaba que la tesis de Chile
era la justa. Ahora está bastante preocupado, porque el gobierno de Chile, el
gobierno del odiado Pinochet, quiere condecorarlo. "¿Cómo voy a rechazar la
condecoración que el gobernador me consiguió de muy buena fe y con
generosidad? ¿Cómo voy a evitar que la cosa se sepa, que los diarios la
difundan? Voy a tener que irme del país si no quiero que me maten".
Hepax legomenon. Palabra que una sola vez aparece en la literatura, como
telefón. Sólo aparece en el tango "A media luz":
pág. 236
Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Corrientes 3-4-8,
segundo piso, ascensor.
Creí que el departamento era en la calle Juncal. El número era el del teléfono,
y Juncal, la característica o central, en una época en que se distinguían por
nombres y no números, como Juncal, Plaza, Avenida, Dársena, Callao, Mayo,
Retiro, Loria. Otro error, si cabe, sobre el mismo tango: creí por momentos que
se llamaba "El bulín de calle Ayacucho".
Los lectores, sobre todo los psicoanalistas o psicoanalizados, ven el final triste
de una historia como un claro indicio de una depresión, siquiera pasajera, del
autor. No saben que los autores son desprejuiciados buscadores de finales
eficaces. Cuántas veces con carcajadas celebramos el descubrimiento de la
posibilidad de un final o de un episodio triste, o melodramático, o terrorífico.
Queremos conmover al lector y poco nos importa que sea con un toque de
tristeza: tiene que ser un toque eficaz y adecuado. Aquí el psicoanalista se
entusiasma y me replicará: por algo recaen algunos en historias tristes. Sí, hay
algo que puede vincularse a la concepción poética y no siempre a los estados de
ánimo. Hay histrionismo en la literatura. Además: hay que ser muy hábil para
describir la dicha y no parecer bobo. El autor se expone menos si maneja
desgracias que si maneja felicidades y triunfos. La tristeza, aun imperfectamente
expresada, conmueve.
Los jueces naturales del hombre común son los médicos. Jueces que a sus
horas ejercen la función de verdugos.
pág. 237
Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
A no pocos escritores habría que preguntarles cuando nos mandan sus libros si
quieren hacernos perder la fascinación por la literatura.
Oí estos versos por primera vez de labios de mi niñera Celia, cuando íbamos
del galpón del Rincón Viejo al potrero 1. Yo debía de tener tres o cuatro años.
Celia me señaló una mata de cepacaballo y me dijo: "Cuidado con las espinas" y
a continuación recitó la estrofa, que no me pareció demasiado buena, porque a
decir verdad en el campo que yo conocía las espinas eran incomprensiblemente
menos numerosas que las estrellas en el cielo.
Por una carta de lectores de La Nación de hoy, domingo 24 de mayo de 1987,
me entero de que el autor de los versos se llama José Piñeiro y que era gallego.
Nació en Pontevedra, en 1874; vino a Buenos Aires en 1896. Fue peón de
almacén, mayoral de tranvías, estudió los clásicos de literatura, se hizo calígrafo
y publicista. Fue colaborador de Caras y Caretas y poeta del barrio donde vivía
(México al 900). Escribió la famosa estrofa para su sobrina de cuatro años,
Carmencito, para que ésta la dijera en la fiesta escolar de fin de curso. Medio país
conoció la estrofa; nadie el nombre del autor.
Las precisiones sobre Piñeiro y su estrofa las tomo de una carta de lectores
pág. 238
Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Idiomáticas.
El artista sólo debe emitir juicios sobre lo que entiende —dijo Chejov—.
Según él, lo que entendía eran historias en prosa y piezas de teatro
contemporáneo (Henry Gifford, en una nota sobre el Chejov de Troyat, en el
Times Literary Supplement de mayo de 1987).
Buenos Aires, 1987. "Me copa el Volvo" —dijo una chica a otra, cuando yo
pasaba en mi Volvo.
Idiomáticas.
Flebótomos. Sangradores. Hace cien años eran más numerosas, en este país,
que los dentistas, que las parteras y que los farmacéuticos. Apenas menos que los
médicos...
Por lo que le dicen los lectores, cualquier autor sabe que en los libros cada
cual encuentra lo que quiere. Me puse a releer Breakfast at Tiffany's de Truman
Capote y recordé que al leerla por primera vez me atrajo la novela porque en la
heroína descubrí un convincente retrato de Juno, de quien estaba enamorado.
Para ser más justo, creí descubrir.
pág. 239
Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
pág. 240
Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
bueno o malo, pero famoso por sus desplantes, por su homosexualidad y por su
presencia en grandes fiestas. Ahora, como todo lo del otro tiempo, es mirado con
afectuosa admiración.
Cuando se abrió el acto, me sentaron en el estrado, junto al señor español, que
también hablaría. Lo hizo, largo y tendido, y leyendo. Se ve que pensaba:
"Esperan de mí que sea poético, ya que presento el libro de un poeta". Hizo
literatura, con la aplicación y el empeño del niño que escribe una composición.
No sé qué habrá pensado el auditorio de las alhajas flagrantemente falsas que le
ofrecían; sé que yo pensaba: "Después de lo que dice este tío" (dije "este tío" por
contagio ambiental) "mis palabras van a parecer fuera de lugar por lo pedestres".
Fueron peores que pedestres: desarticuladas y torpes. Aunque no estaba nervioso,
pensaba como si lo estuviera, y no encontraba la palabra adecuada para concluir
la frase. He llegado a una situación que vi en otros viejos. Sin preocuparse
mayormente, hablan mal y olvidan lo que se proponían decir. Después de
nuestros discursitos, bajamos del estrado y nos sentamos entre el público. El acto
siguió por mucho tiempo. Closas leyó tres poemas del libro y dijo algunas
palabras atinadas. Un actor argentino, Oscar Martínez, leyó bien poemas bastante
débiles. Otros leyó Miguel de Molina. Benítez, el dibujante, habló a su vez y
Cócaro habló y me llamó Adolfito Bioy. Yo me decía. "Con tantas personas con
incontenibles ganas de hablar, parece demasiado injusto que hicieran hablar al
que no quería".
La otra reflexión: los poemas en general no son tan buenos. Yo pensé que lo
serían por uno, excelente, en que el autor habla de su participación involuntaria
pero continua en una vida que no es la suya: la de su destierro entre nosotros.
Closas, cuando me iba, me tomó de un brazo y me dijo: "Quiero presentarte a
un viejo catalán, un señor Bausilis, de ochenta y cuatro años, que desea
conocerte". El señor Bausilis me dijo que en 1924 había viajado en el Massilia,
con mis padres, Adolfo Bioy y Marta Casares, y que había guardado un muy
buen recuerdo de ellos. Me elogió a mis padres y ese momento compensó todo lo
absurdo y casi molesto que me había ocurrido allá. El viaje a Europa en el
Massilia, de la Compagnie Sudatlantique, fue el primero de los cuatro que hice
con mis padres.
El casamiento (no está bien que yo lo diga) debilita la unión de una mujer y
un hombre. La debilita porque la afianza con actos oficiales, promesas,
obligaciones. Por algo se habla de lazos matrimoniales. Son lazos figurados, que
obran como lazos reales. Nadie quiere tanto recuperar su libertad como el que
está atado. Sentir las ataduras y querer romperlas es todo uno.
Mi amiga advirtió cuánta razón yo al predecir: aprobada la ley del divorcio,
recrudecerán los casamientos.
Para decir que un caballo era blando de de boca, se decía: "Il a une bouche a
boire dans un verre", "his mouth is so fine he could almost drink out of a glass".
Baedeker, Manuel de conversation, Leipzig, s.d.
En la peluquería.
CLIENTE: Cuando me miro en el espejo, después de un corte de pelo, me
parece que rejuvenecí. Algo muy importante a mi edad.
PELUQUERO: Le doy la razón. A cierta edad hay que cuidar el detalle. Yo
cada día me echo más agua de colonia...
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Me contaron que el papel empleado para los libros desde los años veinte hasta
hace poco, muy bueno para resaltar la letra impresa, tiene el inconveniente de
pulverizarse por efecto de la tinta y que miles de libros desaparecerán.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
La gente lee lo que quiere leer. Marta Viti llamó a Silvina, desde Códoba,
para decirle (con tonada cordobesa): "Lea en La Nación de hoy el artículo de
Silvina Bullrich, que dice que usted es la mejor escritora del mundo". Yo le dije a
Silvina: "Es verdad" y busqué el artículo y estuve a punto de comentar con los
presentes lo que dijo Silvina. Por fin encontré el artículo en el suplemento, no en
la revista, donde lo busqué primero, y leí: "La casa de Adolfo Bioy y Silvina
Ocampo, un dúplex cuyas paredes eran sólo una sucesión de bibliotecas, estaba
abierta a la hora de comer para esos amigos dilectos. Allí discutíamos con tanto
fervor que casi podría decir con furia. Yo alzaba la bandera de los poetas
franceses; Adolfo y Borges la de los ingleses. Thomas de Quincey no podía ser
comparado con Baudelaire sino por un hereje. Silvina contemporizaba, porque
como todas las Ocampo y como yo, había sido educada en francés y lo decía
dulcemente en sus admirables poemas, a través de los cuales podíamos recorrer
Adrogué, en donde las estatuas con nostalgias de viajes y lunas delictuosas
marcaron en sus pechos heridas arcillosas". Bref c'est tout.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Es prodigioso lo poco que necesitan las mujeres para ver pruebas de amor en
la conducta del hombre que las rehuye después de haberse acostado (una vez)
con ellas.
Frases de illo tempore. "Pueden hacer lo que quieran, pero no me pidan que
los invite a casa, porque sería avalar una situación irregular". La que no se
mostraba dispuesta a dar su aval, una mujer casada, en la ocasión estaba conmigo
en cama, en una amueblada de Mar del Plata.
A cierta edad, firmemente del buen lado, pero con incipiente, secreta,
disposición para mudarse al otro.
Un día pensé: "En casa de Chao Che, ese hombre sería chino". Variante: "Si
estuviera en casa de Chao Che, ese hombre sería chino".
Idiomáticas.
Oído en el hospital:
—Está con edema, pero bien.
—¡Perfecto!
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Una mente que funciona con lucidez, pero sin memoria, remeda la locura.
Letrero inútil.
Frases lujosas.
Nuestras mentes, ínfimas luciérnagas perdidas en la noche, tratan de alcanzar
una visión exacta del cosmos.
O bien:
Los filósofos que tratan de lograr una clara noción del universo, no son más
que precarias luciérnagas perdidas en la noche.
Novelas
La guerra y la paz, Sense and Sensibility, El Quijote, Robinson Crusoe, Tom
Jones, A Sentimental Journey, El V¡cario de Wakefield, Manon Lescaut, Genji
Monogatari, El sueño del aposento rojo, Moby Dick, El primo Basilio, La
cartuja de Parma, Adolphe, Old Wives Tale, The Adventures of Harry Richmond,
La conciencia de Zeno, La isla del doctor Moreau, Cakes and Ale, A Passage to
India, Chance, Du côté de chez Swann, Eugenie Grandet, La terre, Madame
Bovary, La novia del hereje, Amalia, La octava maravilla, Fortunata y Jacinta.
Vlady dijo que por lo general los escritores son floridos. Aun los que no lo
son por escrito.
Patriotismo. Durante una seguidilla de días hizo mucho frío en Buenos Aires.
Yo sentía satisfacción patriótica. Un ejemplo: me dije, cuando Bruno Peloso, el
jefe de Editori Riuniti, vuelva a Italia, dirá "hace frío en Buenos Aires". Esta
satisfacción era predominante en mi ánimo, aunque la casa estuviera helada y yo
tuviera que abreviar las horas de sueño, para bañarme antes de las siete (después,
como toda la ciudad prendía estufas, cocinas y abría canillas de agua caliente, el
gas y el agua caliente desaparecían). Esto me ayudará a comprender, me dije, a
los que cifran su patriotismo en que los ferrocarriles, el teléfono, la nafta, la luz,
el gas sean argentinos, aunque el servicio cueste lo que no vale y sea calamitoso.
Cuando empecé a manejar, lo confieso, ponía nafta en los surtidores de YPF y no
en los de Esso o Shell, porque me resultaban más simpáticos. Me resultaban más
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
simpáticos porque los otros eran colorados o amarillos, y los de YPF, celestes y
blancos, como la bandera argentina.
Soñé que había dos candidatos con muchas posibilidades de ganar el Premio
Nobel: Borges y mi amigo, el escribano Francisco (Pancho Oliver). Lo ganó
Oliver. Con Borges tratábamos de persuadirlo de que no se cometió una injusticia
al acordarle el premio.
Memorabilia. Entre Quintana y Avenida Alvear, por Ortiz, me cruzo con una
chica que me dice: "iMi escritor preferido! ¡Chau y buena suerte!".
Los doctores. Me pregunté por qué serán los médicos los doctores por
antonomasia. Entre todos los técnicos, descuellan como los más desprovistos del
saber necesario para el cumplimiento de las tareas que les corresponden. Por eso
mismo, me dije. Porque no saben nada y porque debemos creer que saben, si
queremos curarnos. De lo que no cabe la menor duda es de que el hombre
siempre fue inteligente. A los médicos, a los doctores quiero decir, los visitamos
para que tras auscultarnos con sagaz atención, confirmen los síntomas que
sentimos y atestigüen objetivamente los procesos de la evolución y decadencia de
nuestro cuerpo.
Creo que en una carta a Louise Colet, Flaubert dice: "Lo que es natural para
mí, no lo es para otros: lo extraordinario, lo fantástico, el grito metafísico,
mitológico". Después de fantastique, más le valiera morirse. Ni una ni otra
hurlade le queda bien. Ni a él, ni a nadie.
Muy comprimida, la frase de Flaubert podría servir de epígrafe para los
capítulos de la autobiografía que tratan de mis libros.
Silvina y la lengua francesa. Silvina conoce bien su francés. Sabía (yo, no) el
significado de mousse. Sabía que en pastoureau (como en Complainte d'un
pastoureau chretien) no se pronuncia la s, pero que en pastourelle, sí.
Byron dijo alguna vez que una carta que recibió de una lectora para él valía
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Jorge Cruz, a Pompeya (en la ciudad de Buenos Aires). "A medida que nos
alejábamos del Barrio Norte", explicaba, "la gente se volvía más chica y más
fea". Enfermo de Sida, murió atropellado por un automóvil. Silvina fue una de
las personas que invitó al entierro, en el aviso publicado en La Nación. El pobre
Bengoa fue la primera persona enferma de Sida que he conocido; quiero decir,
conocido mío, de cuya enfermedad tuve noticia.
Recuerda: Interpretar el carácter del prójimo por sus actos es casi tan inseguro
como adivinar el futuro por el vuelo de los pájaros.
Durante cuarenta años viví noblemente, es decir con dos queridas, en yuntas
que se renovaban cada tantos años.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Una racha. Primero me vino el dolor de muelas, al que muy pronto se sumó el
lumbago, que dejó paso a un espantoso resfrío, con fiebre y malestares y
congestiones, que me dejó un herpes entre el labio superior y la nariz, el todo
regado con las abundantes lágrimas de mi incontenible llanto senil. Solamente a
Dios se le ocurre hacer una máquina de carne, sangre, grasa, huesos, como dijo
Borges.
Siempre dije que escribo para los lectores, pero la circunstancia de que siga
escribiendo en esta época en que se extinguieron los lectores (anímicos, de plata)
prueba irrefutablemente que escribo para mí mismo.
Idiomáticas. Ragú por hambre. "¡Tengo un ragú!". Por cierto viene del
ragout, del pays.
Con la pluma por espada. Nunca admiré el verso, porque además del tono de
la imagen mental de un caballero que empuñaba una pluma, quiero creer un
plumón, como espada, no me inspiraba respeto.
El sueño de su vida. Jörg Bundschuh, director de cine alemán, que tal vez
filme Dormir al sol, me dijo que vino de Alemania en un barco de carga. Ese
largo viaje por mar había sido el sueño de su vida. Embarcó en Hamburgo y muy
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
pronto se maravilló por lo grata que era la vida a bordo, por las excelentes
comidas que le servían, etc. Como él es un director profesional, resolvió
aprovechar la travesía para filmar un documental sobre la vida en un barco de
carga, para la televisión alemana.
Decidió entrevistar al capitán, a oficiales, a tripulantes. Notó, primero con
satisfacción, después con perplejidad, que en esas entrevistas el capitán y los
oficiales, insistentemente ponderaban la seguridad de buque (él la daba por
absoluta) y que no parecían alegrarse de su intención de entrevistar a los
tripulantes. Como estaba resuelto a cumplir su trabajo como lo había previsto, no
tomó en cuenta estas insinuaciones. Los tripulantes, en un primer momento, no se
mostraron comunicativos, pero después, halagados por el hecho de que los
entrevistaran, hablaron abiertamente. El barco llevaba un cargamento de materias
químicas tan explosivas que su uso en Europa está prohibido; países del Tercer
Mundo, como nuestra querida Argentina, las compran porque son componentes
baratos de plaguicidas e insecticidas. En caso de cualquier accidente, el barco
explotaría, sin posibilidad de que nadie sobreviviera. Por eso los tripulantes
contaban con tan extraordinarias comodidades a bordo y las comidas tenían los
refinamientos y lujos de la cena servida a un condenado antes de subir al
patíbulo. Todo el mundo, por estar en ese barco, recibía espléndidas
retribuciones, salvo él, que había pagado el pasaje.
Las informaciones acerca del cargamento explosivo le llegaron cuando
salieron de Lisboa y emprendían los diez días de travesía hasta el Brasil. Jörg
Bundschuh se dijo que viajaría en el primer puerto que tocaran, aunque fuera
Pernambuco y seguiría viaje, aunque fuera en taxi (si no había trenes, ni
ómnibus, ni aviones) a la Argentina. Cuando llegó a puerto, se había
acostumbrado al riesgo, y por pereza o fatalismo siguió en el barco hasta Buenos
Aires. Poco antes de llegar se enteraron por el telégrafo de que un barco japonés,
cargado con el mismo material químico, al salir de Portugal, explotó sin dejar
sobrevivientes.
Mi informante conversaba con un diputado radical. Éste dijo: "Por vacías que
estén las arcas, vamos a echarle mil millones al Presidente (Alfonsín) para su
proyecto de traslado de la capital". "Pero ese proyecto es una locura. Pensá lo que
se podría hacer con mil millones. Podrías dejar un hospital al pelo". El diputado
dijo: "Vos no entendés. El proyecto del traslado de la capital es un sueño muy
querido del presidente y negárselo sería muy duro, hacerlo hocicar".
Creo que el sindicalista Ongaro visitó por los años sesenta a Perón en Puerta
de Hierro. Cuenta mi informante que a lo largo de una prolongada conversación
Perón sintió que congeniaba con su interlocutor. Éste vestía camisa y pantalón. A
la hora de la despedida había refrescado y llovía. Perón fue a buscar un abrigo,
no recuerdo si impermeable o sobretodo. Confuso por el honor, Ongaro, que era
delgado y más bien bajo, murmuró:
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
—No, gracias, gracias. No hace frío. Además ha de ser grande para mí.
—No —repuso Perón—. Le va a quedar justito. A medida.
Pensé que la historia parece de una saga y que le hubiera gustado a Borges.
Los pobladores de este mundo acribillado de catástrofes son tan estúpidos que
prefieren el que hace daño al que no hace nada.
24 diciembre 1987.
Era tarde. Estaba muy cansado. Tomé un libro cualquiera, por si tenía un
momento para leer y al ver su tapa, azulada, recordé que Perrone me lo había
dejado los otros días. Me puse a leerlo. "Caramba, qué torpeza", me dije
contrariado. "Qué lástima que un hombre tan simpático escriba así". La sintaxis
carecía de gracia y de precisión; el relato parecía la parodia de un relato que
despacha un muchacho que está haciendo sus primeros palotes de escritor.
Descorazonado cerré el libro y entonces vi que era Historia de un amor turbio de
Horacio Quiroga. ¿Por qué me lo dio Perrone? Porque tenía un prólogo suyo. Me
puse a leerlo. "Ah —murmuré—. Esto es otra cosa". Sin dificultad avancé por
frases bien escritas, me sentí conmovido por la evocación del regreso de Quiroga
a Misiones, con su nueva mujer, y de los terribles últimos días. No es por
prejuicio que no me gustan las historias de Quiroga, sino por experiencia.
Quisiera que me gustaran. Es un cuentista que inventa historias: un tipo de
escritor con el que me siento emparentado. Además fui amigo —amigo del club
de tenis, nomás, pero con agrado y afecto— de Darío, el hijo de Quiroga. Nunca
hablamos de su padre, ni de literatura. Para mí, era la persona más inteligente del
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
club y con un admirable sentido del humor (con un dejo de pesimismo, que no
me contrariaba). Un día —habíamos dejado de vernos porque Darío no iba ya al
club— supe que se había suicidado. La vida de su familia transcurrió entre
suicidios y muertes trágicas. Al padre del escritor se le dispara una escopeta y
muere; la madre vuelve a casarse y al poco tiempo el marido se suicida. Quiroga
mata accidentalmente a un amigo, con el arma que éste emplearía en un duelo. Su
primera mujer se suicida. Él se suicida en 1937.
Voy a copiar el párrafo de una carta de Quiroga, que refiere circunstancias
terribles, con un estilo torpe y ridículo. Habla de su mujer, con la que se había
disgustado. "Y pensar que nos hemos querido bárbaramente. En Les possédés de
Dostoievski, una mujer se niega a unirse a un hombre como usted o como yo.
'Viviría a tu lado —dice— aterrorizada en la contemplación de una monstruosa
araña'. Mi mujer no vio la araña en Buenos Aires, pero aquí [en Misiones] acabó
por distinguirla. Sin embargo, no la culpa mayormente; es tan dura la vida para
quien no siente la naturaleza en el ménage". Nótese Les Possédés por Los
poseídos. ¿Creía que Dostoievski era francés? Para no repetir el verbo ver
escribió distinguirla: no fue un acierto. En cuanto a concluir la frase acerca de la
dureza de la vida con ménage, parece el colmo de la debilidad. No digo esto por
ensañamiento, sino para justificar mi poca disposición a elogiar los escritos de
Quiroga. Su vida y la de quienes lo rodearon fue muy cruel, lo que desde luego
suscita mi respeto.
Debo cuidar mis libros. Con mucha suerte, dentro de poco tiempo, seré alguno
de ellos.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Of making books there is no end (Eclesiastés, XII, 12). "De hacer muchos
libros no hay fin" (versión de Casiodoro de la Reyna, corregido por Cipriano de
Valera). Tendría que cotejar con la versión de Scio de San Miguel, en que leí por
primera vez la Biblia, en el monte de Vicente Casares, hacia el 30 o 32, después
de almorzar, en una hamaca paraguaya.
A la hechicera no dejarás que viva (Éxodo, XIII, 18). Según Bertrand Russell,
por este versículo quemaron a tantas mujeres (supuestas brujas); sobre todo por el
error de traducción, que puso viva donde debía decir prospere. Habría que
consultar si realmente este prospere, tanto menos bíblico (en apariencia, al
menos) que viva, es la traducción justa. "Thou must not suffer a a witch to live"
dice, to the point, la versión del rey Jaime. Admirable civilización la que cifra la
autoridad en un libro que recomienda la matanza de dragones. Lo peor es que los
fieles, al no encontrar dragones, debieron matar seudo-dragones.
"En aquella época todo joven poeta estaba obligado a imitar a Balmont".
¿Inmediatamente el lector identifica a Balmont? Los hombres no somos menos
numerosos que los insectos ni menos efímeros. [Constantin Balmont (1867-
1943), poeta ruso].
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Cuando yo era chico, todavía se oía tanto refalar como resbalar. Si resbalar
viene de resvarar, por la ley de Grimm la f sustituyó a la v, la s cayó y apareció
en nuestro campo (¿en Pardo, precisamente?) refalar.
31 enero 1988. Creo que llevar un diario fue providencial, ya que entre
novela y novela, o cuento y cuento, estaba el Diario, para no perder la mano ni la
disposición mental. Gracias al Diario mejoré mi escritura, como diré, espontánea
(la del diario, de los borradores y de las cartas). En el Diario, para respetar la
intimidad de las mujeres que me quisieron o por lo menos me abrazaron, cambio
nombres. Ahora, en algunos casos, guardan el secreto, aun para el autor.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Sofía Uriburu me dijo una vez: "No sentís ningún remordimiento por el tendal
de mujeres que dejás atrás". Desde ese momento no fui el mismo.
Hablamos para comunicar, pedir, evitar, prevenir algo, para divertir al oyente.
La enfermera no sabe eso. Habla así: "Mi hijo está solito en casa. No es tan chico
para no poder estar solo. Ayer a la mañana la abuela se quedó para estar con él en
la casa, pero él se pasó la mañana con amiguitos en la calle. Hoy me dijo que va
a esperarme con el mate y la factura. Yo siempre me acuesto a dormir a las siete
de la mañana [pasa la noche acompañando a Silvina; cuando me asomo está
durmiendo en un colchón en el suelo, bien tapada]. Hoy me vaya acostar después
de las diez y no sé si podré dormirme. Ayer rompí una maceta. Venía de la
azotea, de lavar, con las manos mojadas y se me resbaló". "¿Dónde pasó eso?",
pregunta Silvina, alarmada por sus macetas. "En mi casa" —contesta.
Continúa—: "Ayer, en la calle no sé dónde, vi a una chiquita con un tapado
marrón. Hermosa".
Noemí Ulla, muy resfriada, me pregunta por qué por lo general disiento con la
mayoría en cuanto al mérito de escritores famosos o de moda. Le digo que hay
gente que espontáneamente se acomoda a la opinión general y que hay otros que
por pereza leen, reflexionan y juzgan por su propio criterio. Es raro que en una
época todo el mundo admire a Mallea y que en otra, nadie; peor aún: que nadie lo
recuerde. Hoy todos admiran a Molinari, a Quiroga, a Arlt; en otras partes se
admira de la misma manera espontánea y quizá poco vinculada con la lectura, a
Gombrowicz y a Céline. Confieso que yo no siento ninguna comezón por
ingresar en ese ómnibus de admiradores, pero no es un prejuicio lo que me lleva
a negar a esos inexpugnables. Molinari me parece un pésimo poeta y, como
persona, la verdad es que no me causó buena impresión cuando estuve con él en
jurados. En cuanto a Quiroga, su prosa me parece espantosa y sus invenciones
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
En mis primeros amores más que los hechos me interesaba la imagen mía, la
representación que por ellos alcanzaría Adolfo Bioy Casares, o Adolfo V. Bioy
(como me llamaba entonces). Yo me decía; "Conquisté a una morena", "Salí con
una bataclana", "Tengo que agregar a la lista una mujer casada", etcétera. Me fue
mal en esos amores, como me fue mal con el tenis, cuando no jugué por el gusto
de hacerla, sino para que se dijera que yo era campeón. Tuve que pasar por
dolorosas derrotas para descubrir que uno debe hacer las cosas por gusto,
dándose a ellas no para el aplauso de imaginarios espectadores ni para la vanidad.
Aunque yo era sentimental (y nervioso, y tímido), ese desdoblamiento vanidoso
debía notarse. En todo caso, mientras lo practiqué fui desdichado y cuando me di
por entero a lo que hacía me fue mejor.
La lectura de mis diarios me depara sorpresas. Tuve hipocresías; peor aún:
hipocresías conmigo mismo.
Aunque me parezca ilógico, extraño a las mujeres. Por lo demás admitiré que
para mí siempre fue imperdonable extrañar una enfermad.
Asombrado San Agustín vio que San Ambrosio, obispo de Nápoles, leía
silenciosamente. Por primera vez presenciaba entonces (c. 380) una lectura
silenciosa. A lo que parece, la Antigüedad leyó en voz alta.
Total. "Total, ¿a vos qué te importa?". "No me ofendí. Total, no soy pariente
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
suyo".
3 marzo 1988. Murió Beatriz Guido. Una de las personas más auténticamente
encantadoras que conocí, inteligente, viva, buena, mentirosa impenitente y
desorbitada, graciosa, cariñosa. Dijo que si escribía una nota sobre una de sus
novelas, se acostaría conmigo. La escribí y nos acostamos, riendo de la situación.
3 marzo 1988. Murió Luisa Mercedes Levinson, conocida en una época como
Lisa Lenson. Fue bastante linda, pero, desde hace un tiempo, se convirtió en un
personaje cómico, de sombreros de alas anchas, cara pintarrajeada y vestimentas
flotantes. Era muy buena. El progreso en su carrera literaria le importaba. Me
aseguró Di Giovanni que últimamente estaba en campaña para alcanzar el Premio
Nobel.
Yo siempre creí que el plagio es como los fantasmas: algo de lo que se habla
pero que no existe. Un colega y amigote me señaló como testigo para un juicio
que le hacían por plagio. Yo fui al juzgado y declaré que no había plagio;
entonces me preguntaron si yo tenía conocimiento de que éste era el sexto pleito
por plagio que a lo largo del tiempo le habían hecho a mi amigo.
También parecería que la querida Beatriz se ocupó de sus últimas honras. Hay
un largo aviso fúnebre en que los amigos participamos del hecho e invitamos al
entierro. Entre esos amigos hay algunos que tal vez nunca se enteren de que
hicieron esa invitación: por ejemplo Alberto Moravia y Susan Sontag. Además,
entre nosotros no tomamos en serio a la Sontag, Beatriz no era amiga de ella.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Hay que precaverse del trop de zéle, pero saber dónde está el justo medio no
es fácil, requiere tino (algo que a torpes como yo excede los dominios de la
voluntad). Por trop de zéle conseguí que explotara un disco de mi columna y
convertirme en enfermo crónico. Sospecho (quiero creer) que, por trop de zéle en
la limpieza de los dientes, logré un promontorio en la encía, detrás del último
molar.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Borges, que no admiraba a Guido Spano, solía recitar con agrado la estrofa de
"Nenia"
En la noche del 3 a14 de abril de 1988 soñé con mi padre. Era de mañana. Yo
acababa de despertarme. Mi padre apareció vestido con un traje gris y se sentó en
el borde de la cama. Le dije: "Estás jovencísimo". Me dijo tristemente: "Debo
irme". O quizá me dijera que tenía que salir, pero yo comprendí que ese
momento de estar con él sería fugaz, que ya entraba en el pasado, y que volvería
a quedarme solo. Mientras lo miraba pensaba desconsolado en que el inmenso
afecto que yo sentía por él no podía nada contra la muerte.
¡Qué idiota! Voy con lumbago al médico, pidiendo a los dioses que la visita
se milagrosamente curativa, y si el médico me trata bien, salgo contento aunque
el lumbago no amaine. Ayer pasó esto con mi visita al doctor Feldman. Cuando a
la salida fui a pagar la visita, la secretaria me dijo: "A usted no se le cobra", salí
tan ufano como si me hubieran sanado. Ufano, pero no por tacañería; por
vanidad.
Me dijo que fue siempre un hombre con sentido imparcial de la justicia, y que
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Trac. Palabra de argot francés, que pasó a nuestro idioma, pero no al inglés ni
al italiano. Una prueba de nuestra vinculación con Francia en el siglo XIX y en
los primeros treinta años del siglo XX. A diferencia de la traque, le trac es
masculino y argot (lunfardo y de teatro). Empecé por buscar inútilmente la
acepción de intimidación paralizante ante el público, en la traque en el Littré y
otros diccionarios; después lo encontré, con la grafía trac, en un diccionario de
argot. Recuerdo que el porfiado y bobo de Moyano repetía, acaso para
consolarse: "Es el trac. El trac". No, por cierto, la traque.
1
Se refiere a su propio diario de viaje [N. de D.M.]
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Leí Corto viaje a Pescara y Roma. Qué tedio. Aunque más no sea para animar
un poco las descripciones de mi vida habrá que retomar el trato de las mujeres.
Que los almuerzos den precedencia a la cama. Ah, es claro, pero ¿usted sabe una
cosa?
Las fotografías, como los vinos, con el tiempo mejoran. Las que hoy te
sacaron son horribles, pero no las destruyas; cuando las reveas, dentro de dos o
tres años, las encontrarás buenas.
Idiomáticas. Tallar.
Contra el destino
nadie la taya.
¿Nadie discute? ¿Nadie protesta? El "destino" para mí, en ese verso, vendría a
ser el orden natural de las cosas. Envejecer y morir, por ejemplo. Que me pase
esto, que me va a pasar aquello, me hace decir, contra el destino nadie la talla.
Otro destino, ¿hay?
1988. Abril, mayo y ¿por junio, hasta cuándo? Los viajes, los honores, los
premios, en lugar de la escritura.
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Cuando el viajero llega a una ciudad que no conoce, suele ver en los primeros
días una casa, un escaparate, que no volverá a encontrar.
Me corresponden
Tan a gritos hablan que en algún momento uno se pregunta: ¿No estarán
queriendo decirme algo? No. Hablan entre ellos.
Era costumbre defendida entre los estancieros emplear, para referirse a sus
campos, el nombre de la estancia ferroviaria más próxima y no el que ellos
mismos, o sus padres, les habían dado. En esto veo una expresión del pudor de
nuestros hombres de campo, que evitan cuanto pueda parecer alarde. Dirán "Voy
a Tapalqué" y no "Voy a Manantiales", nombre que deja entrever una estancia.
Ignoro si continúa la costumbre. Los nombres de estaciones perdieron su razón
cuando los trenes se volvieron impracticables o inexistentes (el día que Perón los
nacionalizó).
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Porvenir.
Ezequiel Gallo me dijo: "Éste fue un país organizado por el tren. Ese orden,
que parecía tan sólido, desapareció de la noche a la mañana". Le conté que para
la gente del sur, Buenos Aires era Plaza (por Plaza Constitución, como
anunciaba la llegada, en el tren, el guarda que pedía los boletos). Me dijo que la
gente del sur de Santa Fe, para referirse a Buenos Aires decía "la otra provincia".
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
En las paredes tiene fotografías de sus ex amantes, no porque las quiera o las
haya querido, sino porque son la constancia de piezas cobradas en su vida útil de
cazador.
Mi flacura. Desde hará cosa de veinte años mi flacura era evidente. Cuando
me encontraba con personas que desde un largo tiempo no me veían, solían
comentar: "Te encuentro bien, pero un poco flaco". Yo, cuando volví de Italia,
merecía por todo comentario la última parte de eso. A los dos o tres días me
enfermé. Tuve una gripe de padre y señor mío; me deshidraté; perdí el apetito y
un mes después, al empezar la convalecencia, pesaba cincuenta y tres kilos.
Había perdido por lo menos siete kilos. Recuperé el hambre y comí mucho, con
deliberación y tesón. Ya en el espejo no parezco un sobreviviente de Dacha. Los
espacios intercostales se rellenaron un poco; mis huesos parecen menos
puntiagudos; mis venas siguen a la vista, pero no tan prominentemente. De todo
esto hablé con mi amigo Bild y con su mujer, la francesa Marisse, y les aseguré,
con demasiado optimismo, que había recuperado seis kilos. Marisse, que tenía
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Proust, según leí no sé dónde, dice que para una situación desesperada las
mujeres consideran que la única solución es la fuga. Qué inteligentes, qué sentido
de lo realidad. La fuga supone distancia, que evita ocasiones y tentaciones, y trae
un cambio del mundo que nos rodea, algo muy favorable a un cambio de estado
de ánimo. Yo creo como ellas que no hay nada mejor que la fuga. Lo malo es que
la propensión a la fuga nos angustiará un día. En la vejez estamos en un camino
de una sola mano, que inevitablemente nos lleva a donde ya no queda la
posibilidad de una fuga.
Idiomáticas. Caer en la volteada. Caer con muchos otros. "Está sin trabajo.
Cayó en la volteada cuando echaron a los inútiles".
Estoy muy satisfecho, porque logré subir seis kilos y dejé atrás la flacura de
campo de concentración. El amigo o conocido, quienquiera que sea, que
encuentro en la calle, invariablemente observa: "Estás más flaco, pero mejor".
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—¡Valiente!
Con exclamación moderada. Equivale a: Es lo menos que pude hacer… Usted
se merece mucho más... ¿Qué mérito hay?
Según Emilse, un viejo señor solía decir, despectivamente, de un político:
—Valiente sinvergüenza...
Como también se dice: "Lindo sinvergüenza". Lindo en esa frase no significa
hermoso. Equivale a "tamaño sinvergüenza", "gran sinvergüenza".
Cuando era chico (y sabía que iba a ser escritor) prefería los claveles a las
rosas, por el sonido de la palabra. Me encantaba el sonido de clavel. Tenía razón.
Alguien dijo que Pérez de Ayala le dijo que en español los vitreaux no se
llamaban vitrales sino vidrieras. Aldao confirmó el aserto. Tuvo que hablar de no
sé qué vitrail en el museo del que es director, y "felizmente" Battistessa le
previno a tiempo de que en español se llaman vidrieras. En tono de autoridad,
¿no estaba a la derecha de Marianito?, observó: "Para nosotros las vidrieras son
lo que ellos llaman escaparates. Yo hubiera dicho vitreaux o vitrales", Creo que
él observó: "Pero como me lo dijo nada menos que Battistessa, me avine a
llamarlos vidrieras". Dije: "Qué sabe Battistessa", pero no me oyeron. Como en
el Jockey Club, creen que Battistessa es el primer escritor argentino porque es, o
fue, presidente de la Academia.
El pobre Martín Noel cometió una gaffe. Dijo:
—El viejo Aldao escribió un brulote contra Larreta. Creo que habían sido
muy amigos, pero que hubo una cuestión de mujeres.
Aldao corcoveó:
—Ese viejo era mi padre, y puedo asegurar que nunca escribió un brulote. Era
incapaz de hacerlo.
Martín enrojeció y deseó probablemente que lo tragara la tierra. El otro
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mantuvo cara de enojo por largo rato. Sospecho que la indignación lo ofuscó y no
le permitió oír la última parte del comentario de Martín. Menos mal. Mi simpatía
fue para Martín.
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Tableau. Suceso no ocurrido, en que no faltaron elementos para que no
ocurriera.
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El peluquero "escribió" un libro que se publicó el año pasado. Llevó los otros
días un ejemplar de regalo, a unas viejas señoras, que fueron sus amigas de
infancia. Una de ellas exclamó:
—Cuánto has tardado en traérnoslo.
—Lo que sucede es que como no los vendo... —explicó delicadamente el
peluquero.
Enero de 1989. En este mes murió Hal Ashby, uno de los grandes directores
de cine, que describía inmejorablemente la vida americana. Le debo The last
detail, Looking to get out, un film sobre lucha de mujeres y tantos otros. Haber
visto algunos de sus films fueron buenos momentos de mi vida. Había nacido en
1930.
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Leo en mis Diarios conversaciones con Pepe Bianco. Pienso que nuestra
amistad fue venturosa. Al principio lo veía con antipatía, por prejuicio contra su
homosexualidad, por verlo como un secuaz de Victoria y hombrecito del grupo
Sur; a medida que pasó el tiempo nos hicimos más amigos. Aumentaron el afecto
y el respeto mutuo. Creo que esta progresión creciente de la estima y del afecto
nunca se detuvo.
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caso de una persona que va hacia un futuro previsto. Mal previsto, sin duda, por
el sistema del wishful thinking.
Dijo Vlady que los escritores consagrados a una causa ganan bien pero están
condenados: a la larga la gente se aburre de ellos. Además, el día que la causa
triunfó, ellos se volvieron anticuados.
Le dije que todo lo que triunfaba por ser de actualidad envejecía pronto.
Le hablé de las vidas imaginarias que uno tiene en boca de otras personas. Por
ejemplo, en boca de una vecina, yo suspiro por ella. Me dijo: "Eso no es nada.
Según Kato Molinari, todas las tardes tomás el té con ella".
Hablaban de que del amor a los perros la gente pasó a los cementerios de
perros. Norberto dijo:
—Como Los seres queridos.
—¿Qué seres queridos? —preguntó Manauta.
—La novela —explicó Norberto.
—Ah, no la leí. ¿De quién es?
Me llamó la vecina. Con no recuerdo que pretexto se excusó y me dijo que "se
decían" cosas horribles... Preguntó si yo estaba enterado; le dije que no y me dijo
"mejor así, para no amargarte". Me aseguró que era necesario que habláramos y
me propuso que un día la citara a tomar un café en La Biela o donde quisiera.
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Exteriores, llamaron varias veces para que el viernes 2 fuera a una casa de la
calle Juncal donde se reunirían los amigos de Beatriz Guido, porque era el cabo
de año de su muerte. Legó también una carta de Lilly O'Connor, con la misma
invitación. Nadie parecía conformarse con mis aceptaciones por interposita
persona.
El 2 fui a la casa de la calle Juncal, que resultó una dependencia del
Ministerio de Relaciones Exteriores.
En la noche del 30 de marzo (1989) veo por televisión una película, con
Claudia Cardinale y Franco Nero, titulada Los guapos. Los guapos eran
miembros de la camorra napolitana. El significado del término concuerda con el
que le damos aquí; aunque allá designaba (¿o designa?) precisa y únicamente a
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Juan Bautista Bioy, mi abuelo, solía decir: "En techo viejo hay goteras". En
cuanto a mí, las goteras no esperaron la vejez para aparecer; me acompañaron a
lo largo de la vida.
Las primeras goteras que me llegaron fueron las de nuestra querida, vieja casa
del Rincón Viejo, en Pardo. Yo las veía como la enfermedad de esa casa; una
enfermedad implacable, que la condenaba. Debí de intuir que el hecho de que la
casa se lloviera, sumado a la circunstancia de que el rendimiento del campo,
administrado por mí por poco fuera inferior a los gastos, sería un argumento de
mi madre para lograr que diéramos el Rincón Viejo en arrendamiento.
Desde 1926 no volvimos allá. Íbamos a la estancia de mi familia materna, San
Martín, en Vicente Casares. En esa casa no había goteras. Cuando yo retomé el
Rincón Viejo, en 1035, tuve siempre alguna parte de la vieja casa en arreglo.
Mientras por un lado yo arreglaba la casa, que es grande y vieja, por otro se
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desarreglaba. Desde luego, no acabé nunca con las goteras. Acabaron con ella
mis padres, cuando volvieron a Pardo, después del cuarenta. En el 46,
aproximadamente, reconstruyeron, desde los cimientos, la parte principal de la
casa y le agregaron un piso alto. Las goteras desaparecieron, al menos por
muchos años.
Ahora hay goteras en mi departamento de Posadas 1650. El metálico ruido de
gotas en los cacharros que ponen para recibirlas me entristece. Ha de renovar en
mí la angustia de cuando era chico y oía esas gotas con la desolada convicción de
que me hacían perder el mágico paraje de Pardo.
20 abril 1989.
MI AMIGA: De tu libro publicado por Tusquets me dijeron que se vende
mucho, lo que me dio bastante bronca.
YO, balbuceando: A mí me parece una muy buena noticia.
MI AMIGA: A mí me da bronca porque prueba que la gente prefiere leer
libros sobre novelas y cuentos, a leer novelas y cuentos.
Tal vez tenga razón, pero ¿cómo no comprende que para mí tiene que ser muy
buena noticia que mi último libro se venda? ¿Cómo no comprende que esa
bronca suya me irrita un poco?
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En 1988 viajé dos veces a Italia, primero para recibir el doctorado en Chieti y
después, el premio en Capri. En esta agradabilísima ciudad me agasajaron tanto
que no pude menos que aceptar la presidencia del jurado del premio de 1989.
Los agasajos continuaron en Roma y, el último día, el presidente del jurado
que me premió, en el momento de la despedida puso en mis manos cuatro o cinco
novelas suyas para que yo le buscara un buen editor en la Argentina o en España.
Me dije: "Me pasa la cuenta por el premio y las atenciones". Como ningún editor
se interesó en esas novelas, me pregunté si realmente me ofrecerían la
presidencia del jurado y si yo viajaría a Italia en 1989.
El 8 de mayo de este año, a la hora del desayuno, sonó la campanilla del
teléfono. "Lo llaman de Roma", me dijeron. "Voy a pasar la comunicación a mi
dormitorio", dije, porque no quería tener la conversación sobre el próximo viaje
delante de Silvina. Mientras iba al dormitorio pensaba: "Tendré que apenar a
Silvina con la noticia. Qué pereza me da la presidencia del jurado: uno premia a
uno y deja de premiar a muchos. Qué pereza los viajes en avión, tan cansadores.
Pasé la comunicación y desde mi dormitorio recibí el llamado. "Soy fulano de
tal", me dijo una voz. "Soy un joven cineasta y quisiera filmar La aventura de un
fotógrafo". Le dije que los derechos estaban libres y que esperaba su carta. Volví
al comedor a concluir mi desayuno, un tanto desilusionado, porque el viaje a
Italia seguía esfumándose. Cuando me felicitaron por la posibilidad de una
película comenté: "Joven cineasta seguramente debe traducirse por estrechez de
fondos".
Ya me pasó varias veces. Al ver una fotografía que apareció con un reportaje
en La Época de Santiago, por un instante creo que es una fotografía de mi padre.
No: es mía. Me digo que he de parecerme a mi padre, lo que me alegra.
14 mayo 1989. Estoy en la cola de una larga cola, frente a una de las mesas
del comicio. Una muchacha bastante linda viene desde la mesa y me dice: "Le
rogamos que pase primero". Como yo me resistía, la muchacha me dijo: "Por
unanimidad la mesa lo invita". Acepté, bastante confundido. El presidente y
todos los que estaban ahí me dieron la mano y me dijeron que era un honor para
ellos que yo votara en su mesa. Me dije: This is not what we were formerly told.
14 mayo 1989:
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Los pueblos recuerdan con gratitud a los políticos que los empobrecieron; a
los que intentan, y no consiguen sacarlos de la miseria, no los perdonan.
Un señorito.
Me dijo: "Apurarme no me cae nada bien, así que mi reloj está atrasado
veinticuatro minutos. Llego tarde a todas partes, lo admito, pero voy a vivir más".
Me dijo que él, como todos los redactores de santorales, pasaba un momento
difícil. Antes podían contar milagros, porque los milagros eran la admitida causa
de consagración de los santos. Con el tiempo, no sabía explicar por qué, los
milagros fueron menos creíbles, para decirlo francamente, se convirtieron "en
burdos embustes, para la óptica de los lectores". Desprovista de milagros, la
santidad de los santos parece menos justificada. "Hemos convertido a los santos,
créame, en burócratas clericales, demasiado afortunados para sus méritos. Una
situación nada satisfactoria desde nuestro punto de vista".
3 junio 1989. En las últimas noches, agradables sueños eróticos, que veo
como una confirmación de que todo el hombre está vivo.
Soñé con las viejas señoras de la reunión de anoche. Particularmente con una
que para ser fina fruncía los labios. En el sueño, esta señora pinchaba con el
tenedor mi trozo de budín inglés. Yo sentí la necesidad de protestar, y para
hacerlo con galanura dije: "Preferiría que mordiera mi carne". Cuando sus dientes
grandes, amontonados y amarillentos avanzaban hacia mi cara desperté
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despavorido.
Envío.
POSFACIO
Durante más de cincuenta años, desde 1947 y hasta poco antes de su muerte,
con "la inteligente y dulce urbanidad que permite escuchar con indulgencia la
expresión ingenua de sentimientos bajos", Adolfo Bioy Casares registró la
memoria de sus días y sus opiniones acerca de sí mismo y de su círculo, primero
en diarios de entradas cotidianas, después en cuadernos de apuntes que "no
siguen el orden del calendario". Por su asunto y por su estilo, estos cuadernos se
destacan nítidamente dentro del dilatado conjunto y, de hecho, fue el mismo Bioy
quien decidió reunirlos bajo el título común de Descanso de caminantes.
El examen atento de los diarios descubre que el abandono de las entradas
cotidianas, a mediados de los setenta, se corresponde con la desaparición de
algunos de los principales interlocutores de Bioy: la muerte de Peyrou en 1974,
la de Mastronardi en 1976, y sobre todo el gradual alejamiento de Borges
después de la muerte de Leonor Acevedo en 1975. Libres de la férrea imposición
de lo inmediato, los cuadernos fueron inclinándose hacia la evocación, a menudo
crítica, de la propia conducta e incluyen desde "una observación, una reflexión,
una conversación" hasta "sueños y proyectos para cuentos". Generosamente
misceláneas, pertenecen a esa categoría de obras de varia lección tan apreciadas
por Bioy y de la que forman parte los Note-books de Samuel Butler y los de
Geoffrey Madan, pero también los Essais de Montaigne, las Causeries de
Mansilla, las Historiettes de Tallemant des Réaux o las Noches Áticas de Aulo
Gelio.
Aunque Bioy no llegó a dejar indicaciones demasiado precisas acerca de la
edición de Descanso de caminantes, para establecer qué fragmentos debían ser
incluidos conté con la ventaja de haber preparado con él, dentro del plan general
de publicación de sus papeles privados, la edición de tres de sus libros —En viaje
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Adolfo Bioy Casares Descanso De Caminantes
Daniel Martino
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