La Cultura Vista Desde La Evangelii Nuntiandi PDF
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El 8 de diciembre de 1975, pasados 10 años de la conclusión del concilio ecuménico Vaticano II, y como fruto de
la tercera asamblea general del sínodo de los obispos de 1974, el papa Pablo VI publica la exhortación apostólica
postsinodal "Evangelii nuntiandi" sobre el tema de la evangelización. En ella que se da la clave de fondo para
orientar el ser y el actuar de la Iglesia actual; esta clave es la evangelización. No se habla todavía de “nueva
evangelización”, que es un concepto que acuñará unos años despues el papa San Juan Pablo II, pero ya e
nest a eshortación se empiezan a describer los síntomas, las situaciónes y las lineas de trabajo que maduraán
en los pontificados posteriores.
Hay varias ideas fundamentales que recorren esta exhortación centrada en la acción pastoral y el desarrollo de
la labor misionera, partiendo de la profunda conciencia que la Iglesia tiene de sí misma. Entre estas ideas básicas
están el nexo íntimo entre Cristo, la Iglesia y la evangelización, la complejidad de la evangelización, la
importancia del testimonio y del anuncio explícito, etc.
El documento recoge el tema general del sínodo, elaborando una respuesta a esta pregunta: "la Iglesia, ¿es
más o menos apta para anunciar el Evangelio y para insuflarlo en el corazón del hombre con convicción, libertad
de espíritu y eficacia?" (EN 4). Es decir, se trata de reconocer la eficacia salvífica del Evangelio, y analizar si
realmente está llegando hoy día al mundo y al hombre que sigue necesitado de salvación.
La Evangelii Nuntiandi pone de manifiesto que posiblemente la razón fundamental de las dificultades en la
evangelización del mundo actual esta en la creciente separación entre la vivencia de la fe y la cultura, o
mas bien, las culturas.
Pablo VI después de haber dicho que es necesario “tocar y revolucionar, con la fuerza del Evangelio, las normas
de juicio, los valores principales, los centros de interés y los modos de pensar, las fuentes de inspiración y los
modelos de vida de la humanidad que contrastan con la palabra de Dios y el designio de la salvación” (EN19),
añadía que hay que evangelizar, no por fuera, como si se tratara de añadir un adorno externo, sino por dentro,
a partir del centro de la vida y hasta las raíces de la vida, o sea, penetrar con el Evangelio las culturas del hombre,
en el sentido amplísimo y riquísimo que estas palabras reciben en la constitución Gaudium et spes, que viene a
decir que el Reino que se anuncia en el Evangelio se vive por hombres que están imbuidos por una determinada
cultura como propia, y para edificar el Reino hay que emplear necesariamente ciertos elementos de la cultura y
de las culturas humanas.
Hay todavía ambientes y mentalidades, así como países y regiones enteras que deben ser evangelizados, lo que
supone un largo proceso de inculturación para que el evangelio penetre en las culturas, respondiendo así a sus
expectaciones más profundas. Cultura es aquello que cultiva al hombre y nada hay mas humano que la fe
en Cristo, que el Evangelio, el cual puede humanizar al hombre, o dicho de otro modo, cultivar su naturaleza
para hacerlo realmente hombre.
Además, aparecen nuevos sectores de cultura con objetivos, métodos y lenguajes diversos y nuevos (EN3) por
lo cual la evangelización debe confrontarse con las culturas de una forma dinámica y continuamente
renovada.
Pablo VI parte en su análisis de un hecho nada optimista: “la ruptura entre Evangelio y cultura es sin duda alguna
el drama de nuestro tiempo” (EN20), pero sin embargo tranquiliza a los destinatarios de la exhortación con la
seguridad de que lejos de replegar a la Iglesia sobre si misma, esta situación la ha de hacer retomar
seriamente su responsabilidad evangelizador con más fuerza aún.
La Iglesia, no solo la jerarquía sino conjunto de todos los fieles, ha recibido del Señor la misión del anuncio
del Evangelio a los hombres. Nos dice la exhortación que en los tiempos actuales de incertidumbre y malestar,
la Iglesia debe cumplir esta misión con creciente amor, celo y alegría, de forma que sea cada vez más apta
para anunciar el Evangelio a la humanidad (EN1), abriendo nuevos tiempos de evangelización en una Iglesia
arraigada en la fuerza y el poder de Pentecostés (EN2). Es una exigencia para todos los cristianos por la que
serán juzgados por el propio Dios (EN80), exigencia que permitirá que el Evangelio penetre en las entrañas de
las culturas y las sane y renueve hasta hacerlas realmente humanas.
Las condiciones y circustancias de esta sociedad obligan a revisar los métodos y los medios de llevar al hombre
moderno el Evangelio. Únicamente en el Evangelio podrá el hombre hallar la respuesta a sus interrogantes
profundos y es por ello que esta predicación deba ser siempre fiel al patrimonio de la fe, y ser presentada a los
hombres de la manera mas comprensible y viva posibles. Tal es el eje de la evangelización dice Pablo VI en la
exhortación (EN1).
La presentación del Evangelio a los hombres no es para la Iglesia algo optativo, sino que es un deber que viene
por mandato del Señor, con vista a que los hombres crean y se salven. Llevar el mensaje del Evangelio a todos
los hombres y todas las culturas humanas es algo necesario, y es algo único e irremplazable que no admite
la indiferencia, el sincretismo, o el acomodo. La evangelizació presenta y representa la belleza de la Revelación
y lleva consigo una sabiduría que no es de este mundo y es capaz de suscitar por sí mismo la respuesta de la fe;
una fe que tiene su fundamento en la omnipotencia de Dios. Este mensaje es la Verdad y merece la pena
consagrarle la vida entera (EN1)
Hay que recordar cuales son los aspectos esenciales de lo que anunciamos:
• Cristo, en cuanto evangelizador, anuncia ante todo el Reino de Dios, algo tan importante que, en relación
a él, todo se convierte en "lo demás".
• Jesús anuncia la salvación, ese gran don de Dios que es liberación de todo lo que oprime al hombre, pero
que es sobre todo liberación del pecado y del maligno, dentro de la alegría de conocer a Dios y de ser
conocido por El.
Este reino y esta salvación pueden ser recibidos por todo hombre, como gracia y misericordia; pero a la vez el
hombre debe conquistarlos con una vida conforme al Evangelio, con la renuncia y la cruz, con el espíritu de las
bienaventuranzas, es decir, con un total cambio interior, que el Evangelio designa con el nombre conversión,
una transformación profunda de la mente y del corazón. Requiere por tanto una conversion; require confronter
el Evangelio con la propia vida, con el propio ambiente, con la propia cultura, purificarla a la luz del Evangelio
y transformarlos, mejor dicho, transfigurarlos.
Esta predicación infatigable de Cristo fué llevada a cabo mediante la predicación de una palabra de la que se dirá
que no admite parangón con ninguna otra. Sus palabras desvelan el secreto de Dios, su designio y su promesa, y
por eso cambian el corazón del hombre, su entorno y su destino.
El realiza también esta proclamación de la salvación por medio de innumerables signos que provocan el estupor
en las muchedumbres y que al mismo tiempo las arrastran hacia El para verlo, escucharlo y dejarse transformar
por El.
Evangelización y Cultura(s)
Jesús dice a sus discípulos: "Es preciso que anuncie también el reino de Dios en otras ciudades, porque para eso
he sido enviado" (Lc 4,43). También nos lo dice a nosotros: hay que anunciar el reino de Dios en otras
ciudades, que es tanto como decir en otras culturas. Y nos dice también el evangelista Lucas, esta vez en
Hechos: “Estas son las maravillas que cada uno ha podido escuchar en su propia lengua” (Hech 2), las maravillas
del reino que llega y que ya ha comenzado, y que es para todos los hombres, de todos los tiempos, de todas las
culturas. El Evangelio debe hacerse entender de forma significativa a todo hombre. Eso significa que ha sido
escuchado “en su propia lengua” , se ha hecho significativo a sus coordenadas culturales. Y para ello dice la
exhortación que contamos con la “potencia” de Dios que se manifiesta en la acción del Espiritu que ha
trabajado en el corazón de los hombres y la cultura de los pueblos
La Iglesia permanece como un signo de una nueva presencia de Jesucristo, de su partida y de su permanencia.
La Iglesia, con su vida íntima, con su vida de oración, con la escucha de la Palabra, con la caridad fraternal
vivida, con el pan compartido, no tiene pleno sentido más que cuando se convierte en testimonio. Con este
testimonio provoca, o debe provocar, la admiración y la conversion en la cultura que la rodea. Es así como la
Iglesia recibe la misión de evangelizar y como la actividad de cada miembro constituye algo importante para el
conjunto de la Iglesia.
La Iglesia es una comunidad de creyentes, una comunidad de esperanza vivida y comunicada, comunidad de
amor fraterno, y tiene necesidad de escuchar sin cesar lo que debe creer (EN17). Es pueblo de Dios inmerso en
el mundo y, con frecuencia, tentado por los ídolos: la Iglesia siempre tiene necesidad de ser evangelizada, si
quiere conservar su fuerza para anunciar el Evangelio.
Evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo,
transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad: "He aquí que hago nuevas todas las cosas"(Ap 21,5) .
Pero la verdad es que no hay humanidad nueva si no hay en primer lugar hombres nuevos, aunque lo mejor sería
decir que la Iglesia evangeliza cuando, por la sola fuerza divina del Mensaje que proclama, trata de convertir al
mismo tiempo la conciencia personal y colectiva de los hombres, la actividad en la que ellos están
comprometidos, su vida y ambiente concretos.... y de sectores de la humanidad (EN18). Se deben evangelizar
no solo mayors zonas geográficas cada vez más extensas o pobladas sino qe se trata de transformar con la
fuerza del Evangelio “los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de
pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad, que uestán en contraste con la
palabra de Dios y con el designio de salvación” (EN19)
La Evangelii Nuntiandi lo expresa diciendo así: “lo que importa es evangelizar, no de una manera decorativa,
como un barniz superficial, sino de manera vital, en profundidad y hasta sus mismas raíces— la cultura y las
culturas del hombre en el sentido rico y amplio” (EN20, GS 53).
El punto de partida será siempre la persona y las relaciones de las personas entre sí y con Dios. Ni el Evangelio
ni la evangelización se identifican con una cultura, es decir, ambos son independientes de cualquiera de las
culturas. Sin embargo, el reino de Dios que predicamos es vivido siempre por hombres profundamente
vinculados a una cultura determinada, de maner a que la construcción del reino deberá necesariamente de
tomar multiples elementos de la cultura y de las culturas humanas (EN20).
El Evangelio y la evangelización no son, en la mayoria de los casos, incompatibles con las diversas culturas, las
cuales pueden impregnarse del Evangelio siempre y cuando esas culturas sean humanizadoras del hombre. La
frase de Pablo VI, “la ruptura entre Evangelio y cultura es sin duda alguna el drama de nuestro tiempo, como lo
fue también en otras épocas” (EN20) es absolutamente lapidaria y definitoria de los problemas que tiene la
evangelizacón . También esta frase es misteriosa pues remite a que este proceso ocurrió en otras pocas, lo
cual premitiría darnos cierta perspectiva a la hora de pensar en como debe ser la nueva evangelización. No
obstante, en el pasado la cristiandad y la cultura iban moviendose en líneas paralelas, mientras que en
nuestros dias esas lineas se separan más y más.
De ahí que la evangelización pase necesariamente por una generosa evangelización de las culturas que deben
ser regeneradas y transformadas por el encuentro con la Buena Nueva (EN20) . El encuentro Evangelio y culturas
solo se producirá si esa Buena Nuenva es proclamada, y no será proclamada sino mediante el testimonio.
La forma primordial de proclamar la Buena Nueva, el Evangelio, es el testimono que no es otra cosa que
el que los cristianos manifiesten su capacidad de comprensión, su comunión de vida con los demás, su
solidaridad con todos en todo lo que existe de noble y bueno, que que irradian de manera sencilla y espontánea
su fe en los valores que van más allá de los valores corrientes, y su esperanza en algo que no se ve ni osarían
soñar (EN21) . A través de este testimonio sin palabras, estos cristianos hacen plantearse a quienes contemplan
su vida interrogantes irresistibles que provocan la búsqueda de la verdad a los hombres que les observan.
Pero este testimonio será insuficiente si no es clarificado con un expreso acto de lo que Pedro llama “dar
razón de vuestra esperanza" (1 Pe 3). No hay evangelización verdadera mientras no se anuncie el nombre, la
doctrina, la vida, las promesas, el reino y el misterio de Jesús de Nazaret, Hijo de Dios, de forma comprensible
para el hombre (EN22). Lo que cristo pide no es simplemente una adhesión a las verdades que el Señor ha
revelado, sino sobre todo , la adhesión al programa de vida transformada que él propone: un nuevo estado de
cosas, una nueva manera de ser y de vivir, algo que realmente impacta en el hombre y su entorno , en su
cultura.
Aquellos cuya vida se ha transformado entran en una comunidad que es en sí misma un signo de la
transformación y de la novedad de vida: la Iglesia es sacramento visible de la salvación (EN24, LG9) que se
plasma en todo el entorno de la persona. La evangelización consiste en transformar a la humanidad, transformar
lo que constituye realmente la humanidad, y esta transformación sólo en posible mediante la transformación
de cada hombre a través de la novedad del bautismo y de la vida según el Evangelio.
Para ello es muy importante el testimonio pues solo se desea lo que es percibido como que realmente merece
la pena, pero no solo eso, hay que anunciar tambien el Evangelio, pues el anuncio es un aspecto del mismo
mensaje evangélico, y quien lo acoge se convierte automáticamente en transmisor. El que ha sido evangelizado
evangeliza a su vez, y esta es una prueba de la verdad de la evangelización: no es posible que un hombre haya
acogido la Palabra y se haya entregado al reino sin convertirse en alguien que a su vez da testimonio y anuncia,
es decir, el evangelio lleva a un testimonio vivo.
Conclusión
Podríamos resumir todo esto diciendo que lo que en realidad importa es evangelizar de manera vital y en
profundidad; hasta las mismas raíces de la naturaleza humana y la cultura del hombre en sentido rico y amplio,
pero real (EN20). No todo a lo que se llama cultura es cultura. Solo es cultura lo que, partiendo de la naturaleza
humana y cultivándola hace al hombre más humano.
El punto de partida es siempre la persona y las relaciones de las personas entre sí y de estas con con Dios.
Las Iglesias locales está profundamente integradas no sólo con las personas, sino también con las aspiraciones,
las riquezas y límites, las maneras de orar, de amar, de considerar la vida y el mundo que constituyen la cultura
(las culturas) de una determinada sociedad (EN63). La Iglesia y sus miembros tienen la tarea de asimilar el
mensaje evangélico y de trasvasarlo, sin traicionar su verdad, a la cultura y el lenguaje que esos hombres
comprenden, purificándola y transfigurándola a la luz del evangelio.
Este trasvase se debe hacer con discernimiento en el Espíritu, el respeto y la comprensión del hombre, a través
de la liturgia, de la catequesis, la formulación teológica, las estructuras eclesiales secundarias, los ministerios.
Todo ello a nivel antropológico y cultural. Es un asunto importante, pues la evangelización pierde su fuerza, si no
toma en consideración al pueblo concreto al que se dirige, si no utiliza su «lengua» en el sentido de Pentecostés,
sus signos y símbolos, si no responde a las cuestiones que plantea y no llega a su vida concreta.
Pero hay que tener cuidado pues la evangelización corre el riesgo de perder su fuerza trasformadora si se vacía
o desvirtúa su contenido radical, bajo el pretexto de traducir el Evangelio y adaptar su realidad universal a una
aplicación local. Se destruiría la unidad sin la cual no hay universalidad (EN49). Y debe quedar claro que solamente
una Iglesia que mantenga su universalidad puede tener un mensaje capaz de ser entendido, por encima de los
límites culturales particulares, por todos los hombres en el mundo (EN63).
Pero ¿cuál es el contenido fundamental de la evangelización?. Pues no es otro que la salvación liberadora
que surge del amor de Dios por el hombre (EN9). Parara comprender buena parte de este amor hay que
fijarse en la idea de “liberación”, que expresa bastante bien el tema fundamental de la salvación en Cristo. Es un
tema que Pablo VI afronta ampliamente en la exhortación, sobre todo para evitar algunas interpretaciones de
la liberación que vacían al Evangelio de su contenido profundamente religioso. Esa liberación apunta en muchos
casos a culturas profundamente alienantes de la dignidad humana, a veces impuestas, sobre todo en tiempos
en que se escribió la EN, a veces sibilinamente introducidas por ingenierias sociales de ciertas ideologías, más
hacia nuestros días.
Dado que el testimonio y el anuncio explícito son los dos pilares de la evangelización (EN41) hay que
preocuparse de expresar la Palabra en los medios (mass media) de comunicación que son un soporte esencial
de las culturas actuales que dan tanta importancia a la imagen y a la intercomunicación (EN42). En tiemps de
Pablos VI ya se apuntaba lo que hoy en día es apabullante. La exhortación hace un análisis de los "púlpitos
del siglo XX" (proféticamente, también a los del XXI), los nuevos medios de comunicación social (EN46), cosa
que es un gran desafío pues no debe perderse” la capacidad para penetrar en las conciencias, para posarse
en el corazón de cada hombre” (EN45), lo cual no es obvio que no se diluya en los nuevos y cambaintes
medios actuales. No se debe dejar de lado la evangelización realizada "de persona a persona", que tanto ayuda
a promover la conversión de los corazones .
La Palabra de salvación llegará a los hombres de cualquier cultura por medio de una vida misionera, que debe
ser parte de la fe en Cristo Jesús de todo cristiano, pues el que recibe el mensaje del Evangelio es el ser humano
que debe proyectar a todos los ámbitos de su existencia (el individual, el social , el cultural) la verdad que ha
acogido y que da sentido a su vida.
Como dice la EN , la evangelización, que Pablo VI asimila a la misión toda de la Iglesia, “es un paso complejo,
con elementos variados: renovación de la humanidad, testimonio, anuncio explícito, adhesión del corazón,
entrada en la comunidad, acogida de los signos, …”(EN24) . Estos elementos pueden parecer excluyentes, pero
sería un error entenderlos así: deben ser complementarios e integrados y tener como objeto de acción el ser
humano, su naturaleza y la cultura en la que se desarrolla.