Anina Roma - Un Plan Casi Perfecto PDF
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Índice
¡ No te lo vas a creer!
Expectativas vs realidad
Maldito karma
La chispa
Sin palabras
Desvelando secretos
Morirse de ganas
¿ Qu é te pasa, Mario?
Mujer de rojo
La luna
La primera vez que hablamos
M á s tangible, m á s real
Contigo
La llamada
Llamarte amor
Carabinas
En blanco y negro
Espiral de tristeza
Diciembre
Ep í logo
Sobre la autora
¡No te lo vas a creer!
Estoy tan contenta que me apetece hacer un bailoteo ridículo y todo, pero
Pongo los ojos en blanco, aunque tiene razón. Mario saca a relucir mi
lado más visceral y soñador.
conocer y que soy para ti una auténtica desconocida. Tampoco es que vaya a
atiborrarte de información nada más empezar, no quiero que te asustes y que
salgas corriendo (aunque tiendo a la incontinencia verbal, aviso), pero sí que
voy a hablarte de Mario, porque en mi lista de prioridades, él está en lo más
alto.
—Así que esta noche es la gran noche —dice una voz masculina a mi
derecha.
Reconozco la voz al instante. Solo una persona tiene esa mezcla de voz
grave y rasgada que consigue cabrearme con tan solo rozar el aire. Giro la
cabeza y ahí está él, Hugo, mi archienemigo número uno. Tiene una sonrisa
de suficiencia dibujada en la cara y los ojos clavados en la pantalla de su
móvil. Ni siquiera se digna a mirarme.
Hugo sigue sin levantar la vista del móvil, donde se adivina una
—Es de mala educación hablar con alguien sin mirarle a la cara, ¿sabes?
—¿Celosa, canija?
Tengo el ceño tan fruncido que parezco cejijunta. Esa frase se la he dicho
alguna vez a Paula en privado. Es mi plan secreto para el futuro. Aunque si lo
sabe Hugo, muy secreto no es.
Doy media vuelta con toda la dignidad de la que soy capaz y regreso
hasta mi escritorio caminando tan tiesa que parece que alguien me haya
metido un palo de escoba en el culo.
con los que he salido (aunque mi historial amoroso no es que sea muy
extenso).
solo tiene dos habitaciones, y una es tan pequeña que toco las paredes de lado
a lado cuando extiendo los brazos, pero a mí me encanta. No puedo aspirar a
mucho más teniendo en cuenta los precios abusivos del alquiler en la ciudad
y lo que me pagan. Suficiente hago para llegar a fin de mes. Mis padres a
veces me dan algo de dinero, aunque ellos tampoco es que tengan una
situación muy boyante. Somos una familia de clase trabajadora de un
pueblecito pequeño del Pirineo, es lo que hay.
♥♥♥
Llego a casa de Mario media hora más tarde. He venido en taxi para
ahorrarme los trasbordos del metro. Pago al taxista y me bajo del vehículo
sintiendo como las piernas se convierten en gelatina a causa de los nervios.
Mario, el hombre de mi vida, con el que quiero casarme, tener cinco hijos
y vivir en una casa grande con jardín y valla blanca. En este momento
recuerdo la conversación de esta mañana con Hugo. ¡Menudo idiota! Meneo
la cabeza y me obligo a eliminarlo de mi mente, tengo que centrar todos mis
Afirmo con la cabeza, abre el horno y saca una pizza de él. Me desinflo
por momentos. Esto cada vez tiene menos pinta de cena romántica y más de
cena entre colegas. Quizás mis expectativas estén algo adulteradas por el
exceso de azúcar que suelen tener las películas romanticonas que a mí tanto
me gustan.
—He pensado que podemos cenar en el sofá. He tenido un día largo y así
podremos estar más cómodos, ¿te importa? —Me lanza una mirada de reojo
Nos pasamos la siguiente hora hablando de cómo nos ha ido el día, como
si fuéramos un viejo matrimonio.
—Tú tampoco.
—Pues que en realidad pasé la mayor parte del tiempo con otra persona.
La noticia cae en mi cabeza como un jarrón de agua helada. Noto como la
garganta se me seca y la ansiedad se apodera de mi cuerpo.
—¿Otra persona?
—¿Raquel?
que antaño había sido nuestra mesa, riendo con su hermana Cristina… Fue
mágico, Gina. Nunca he creído que el amor hace tambalear el mundo y
provoca fuegos artificiales. Pero te juro que eso es lo que me pasó en el
instante en el que nuestras miradas conectaron.
No sé qué decir.
Yo, que siempre tengo algo que decir, me he quedado sin palabras. Un
agujero negro se ha instalado en mi estómago y creo que se las ha tragado
todas.
—Sí, ¿verdad?
—Ah, no, no. Ella vive en Barcelona también. Al igual que yo había ido a
pasar el verano con su familia.
Genial. Y encima vive en la ciudad.
Resoplo y cojo una galleta que me zampo casi sin masticar, porque ahora
mismo estoy al borde de un colapso nervioso.
Me encojo de hombros.
—¿Felicidades?
—Lo sé…
—Y lo somos, pero es que no sabía muy bien si la cosa iría en serio o no.
Ayer quedamos para cenar, lo hablamos y… bueno, decidimos hacerlo
oficial. Eres la primera persona a la que se lo digo… Eres mi mejor amiga. —
Dios, eso ha dolido. Trago saliva y clavo mi mirada en mis manos, ahora
hechas un puño apretado sobre mi regazo. Mario alza mi barbilla con su dedo
índice y me obliga a mirarle a los ojos de nuevo—. No te enfades, anda,
además, tú también estás enamorada de alguien y no me habías dicho nada.
Esto es genial, de verdad que sí. Cojo la lata de cerveza y me bebo lo que
queda de un trago, sintiendo la boca seca y pastosa.
—¿Por qué?
—Me da vergüenza.
—¿Le conozco?
¿Qué?
Enmudezco. Abro mucho los ojos y dibujo una «o» perfecta en mis labios
pintados de rojo.
—Ya sabes, la línea que separa el odio del amor es muy fina. —Al hablar
parece algo irritado. Ha cruzado los brazos y esa sonrisita bobalicona de
enamorado que tenía hasta ahora ha sido sustituida por una mueca de enfado.
Parece… ¿celoso?
—No, a ver… No es que sea malo. Pero somos amigos y quiero lo mejor
para ti. Hugo no creo que sea lo mejor. Además, todas las chicas de la oficina
suspiran por él, podría tener a cualquiera.
Este comentario me sienta como una patada en el culo. ¿He leído entre
líneas que, pudiendo tener a cualquiera, por qué iba quedarse conmigo?
Ahora soy yo la que se cruza de brazos.
¿Sabes cómo se crea un alud? Empieza con un poco de nieve, que arrastra
más nieve hasta convertirse en una montaña de nieve enorme. Lo mismo
ocurre con las mentiras. Empiezas con una pequeña y acabas con una del
—¿Estáis liados?
cojo mi bolso y mi chaqueta sin dejar de hablar—: Además, soy muy buena
en la cama. Hice gimnasia rítmica de pequeña y soy extremadamente flexible,
así que no te puedes llegar a imaginar lo que soy capaz de hacer…
Yo hago otra.
Nos quedamos unos segundos tensos sin decir nada. El aire se ha vuelto
denso, pesado. Necesito salir de aquí.
—Me voy, se ha hecho tarde y mañana he quedado para desayunar con
Paula.
Niego con la cabeza y noto las lágrimas picarme en los ojos. No quiero
llorar, no ahora.
Paula me escucha con atención, rompe con cuidado la cookie entre sus
dedos antes de metérsela en la boca y suelta algún que otro monosílabo.
Cuando termino de hacer la explicación, se limpia los dedos con una
servilleta y me mira fijamente con sus enormes ojos color mostaza.
—En menudo lío te has metido, Gina. —Suelta una risita y yo hago un
mohín, aunque no me engaño, sé que tiene razón—. A ver, por partes. Lo de
la novia es una putada, pero no es el fin del mundo. Según Cosmopolitan, el
Pongo los ojos en blanco. Paula tiene una especie de obsesión con la
revista Cosmopolitan. Hay gente que tiene fe en una religión y luego está
—¿Y qué? Ya sabes lo que dicen: segundas partes nunca fueron buenas.
—No sé, Paula. Está muy colado por ella. Si le hubieras visto como le
brillaban los ojos cuando me explicó su historia…
—Lo siento, nena, es que estamos hablando de Hugo. ¡Tú odias a Hugo!
—¡Lo sé!
—No lo sé, tía. Todo pasó muy rápido, me colapsé. Y luego discutimos
porque yo malinterpreté algo que él dijo y… no sé. Salió así.
—¿Cómo?
—¿Te das cuenta de que eso que dices no es más que una sarta de
topicazos? —murmuro dando un trago a lo que queda de mi Chai Latte.
—Ah, no, no, dejaré pasar un par de días y luego le diré a Mario que lo
mío con Hugo ha terminado. No puedo mantener esa mentira mucho tiempo.
—Haz lo que quieras, cielo, pero para que Mario te vea con otros ojos,
tienes que actuar deprisa, antes de que, lo que tenga con esa arpía, sea
demasiado serio.
Se muerde el labio.
La pobre Paula lleva una racha bastante mala en cuanto a hombres. Debe
haberse topado con los peores especímenes de Barcelona. Desde que su novio
de toda la vida rompió con ella, va dando tumbos de relación en relación sin
encontrar el hombre indicado. Ella no cree en los rollos de una noche, le
gusta estar en pareja, pero hasta ahora no ha tenido mucha suerte en el amor.
mensaje. Aquella noche hablamos hasta las tantas, nos explicamos nuestra
vida, bebimos juntas hasta acabar beodas y terminamos en su casa,
durmiendo juntas sobre la alfombra del salón mientras veíamos El diario de
Bridget Jones. Desde entonces somos íntimas.
—No vas a acabar como tu tía Mercedes —la animo. Para Paula, su tía
Mercedes es todo lo que ella no quiere ser. Está soltera, vive con una jauría
de gatos, no sale nunca de casa y tiene una obsesión un poco enfermiza con la
Teletienda. Su casa parece un museo de objetos absurdos.
Confieso que no puedo dejar de pensar en Mario, Hugo y todo lo que está
por venir el lunes…
Maldito karma
♥♥♥
Gina: Pues por ahora, esa misión ni siquiera existe, así que no va.
Además, sigo pensando que no es buena idea.
Gina: ¿¿¿¿???
Gina: …
Gina: …
♥♥♥
Por la tarde, nos apiñamos todos los integrantes del equipo creativo en
una sala de reuniones. Tenemos que diseñar un anuncio televisivo que quiere
Nos pasamos la tarde haciendo una lluvia de ideas. Tenemos que elegir la
más interesante y hacerle una presentación a Mario antes de finalizar la
jornada. Después de un par de horas anotando palabras y conceptos en una
pizarra magnética, tenemos lo que necesitamos, así que Hugo y yo, en
Maldito karma.
Ayer estuve tentada de llamar a Mario para explicarle la verdad, pero algo
me impidió hacerlo. Las palabras de Paula aconsejándome sacar partido de
esta situación no hacían más que repetirse en mi cabeza como un eco.
personales de gente que debe desplazarse en avión para regresar a casa y estar
con los suyos durante las fechas navideñas. Hoy en día, con la cantidad de
jóvenes que se han visto obligados a emigrar para labrarse un futuro, hay
muchos casos así.
Cuando Hugo termina de hablar, Mario entrelaza los dedos de sus manos,
Yo le miro escéptica.
—¿Cómo qué?
—No sé. —Se revuelve en la silla hasta que una idea cruza su mente.
Puedo ver el instante exacto en el que pasa porque sus ojos se iluminan —.
Imaginad un avión a punto de estrellarse el día de Navidad. Dos niños gritan.
Una señora mayor vestida de monja se santigua. Un ejecutivo que tiene
miedo a volar tiene un ataque de pánico. Y entonces, aparece Santa Claus con
un avión de la aerolínea tirado por renos para salvar la situación.
Parpadeo.
Vuelvo a parpadear.
Una vez más, Mario nos recibe con una expresión indescifrable. ¿Qué
mosca le habrá picado a este hombre? Si hay alguien con derecho a estar
enfadado, ese alguien soy yo.
Mario hace una mueca con los labios y lee el informe. Mientras lo hace,
nos va echando miraditas. A mi lado, Hugo parece incómodo, y es que el
ambiente está muy enrarecido.
naturaleza, así que alargo la mano con toda la naturalidad de la que soy capaz
y le coloco bien el cuello, dándole una palmadita sobre el pecho al acabar.
—Sí, claro, está eso hecho —digo yo con una sonrisa que intenta ser
angelical y que estoy convencida de que debe ser parecida a la del Joker.
—A mí tampoco.
No sé si reír o llorar.
—¿Sexo sin amor? Deja que te diga que no te creo, te conozco desde hace
mucho y sé que no eres ese tipo de chica.
—El tipo de chica que se acuesta con alguien por el simple placer de
hacerlo sin sentir nada por la otra persona.
Bueno, vale, es posible que el sexo por el sexo no me vaya mucho, pero
me da rabia que Mario hable así, con condescendencia, como si tuviera la
verdad absoluta sobre mi persona.
—Vale, mira, es tu vida. Haz lo que quieras, solo te pido que seas cauta,
¿vale?
—De acuerdo.
—Es… complicado.
—Creo que podré seguirte. —Alza las cejas, como invitándome a darle
una explicación.
—Ajá.
—Me explicó que… bueno, que tiene novia. Y digamos que un momento
de delirio es posible que yo sugiriera que tú y yo… —Nos señalo sin acabar
—¿Tú y yo qué?
Pasa la lengua por su labio inferior y una sonrisa burlona ocupa su rostro.
Se tapa la boca con la mano y veo como intenta disimular una carcajada.
Genial, encima se burla de mí.
—Sí.
—Sé que puede parecer una locura, pero desde que se piensa que tú y yo
tenemos un rollo, está raro. Como molesto. Ya viste ayer. —Gesticulo con las
manos de forma exagerada—. Como no estoy disponible y no puede tenerme
cuando quiere, empieza a verme con otros ojos.
Trago saliva. ¿Qué es ese hormigueo que siento entre los muslos?
—Eso ha sido tarjeta roja —digo al fin, notando mis mejillas arder.
facto. Total, que ahora mismo, siento una crispación tan enorme, que he
sentido la necesidad de usar este recurso.
—Sí, eso, vayamos a recursos humanos. Seguro que les encantará saber
que vas por ahí secuestrando compañeros de trabajo para encerrarlos en
cuartillos de la limpieza.
Mierda. Tiene razón. Hago morritos y vuelvo a clavar mis ojos en los
suyos. Recuerdo el consejo de Paula sobre aprovecharse la situación. Y tengo
una idea. Ahora que Hugo lo sabe todo, ¿por qué no sacarle partido?
—¿Qué?
—¿Y si…? —No acabo la pregunta. Debo haber perdido el juicio, porque
lo que quería sugerirle es disparatado—. Nada, déjalo, da igual.
debería un favor, y ya sabes, vale mil veces más el favor que te debe un
enemigo que el que te debe tu mejor amigo.
—¡Gracias!
—Entendido.
Y sin añadir nada más, sale del cuartillo y me deja ahí, escuchando sus
Dejo las cosas encima de la silla y, como siempre, nos retamos con la
mirada. Hoy Hugo lleva una camisa azul marino estampada con la cara de
pequeños zorros y unos pantalones de color granate que se ciñen a la
perfección a toda su anatomía.
—¿Solo hoy?
pero esa faldita tan indecentemente corta que llevas es una novedad
interesante que está alimentando y mucho mi hiperactiva imaginación… —
Fija su mirada en mis piernas y se acerca la taza a los labios, escondiendo una
sonrisa ladeada tras ella.
Me quedo en silencio sin saber que decir. El aire parece volverse más
pesado hasta que Hugo suelta una carcajada, me guiña un ojo, se levanta de
mi mesa y se va a la suya. Yo aprovecho para sentarme, abrir mi ordenador y
acceder al intranet para mandarle un mensaje desde el aplicativo.
Hugo: Gracias.
Ahí me ha pillado.
♥♥♥
—En un par de semanas, una vez que el cliente haya dado el visto bueno
a nuestra propuesta y los de producción encuentren escenarios, actores y toda
esa mierda —dice Hugo, que ayudará a Mario a supervisar el proyecto.
Noto la mirada de Hugo sobre mi piel. No dice nada. Levanto los ojos y
le interrogo con ellos.
—Tú objetivo. —Elevo una ceja dándole a entender que no sé qué quiere
decir—. Solo puntualizo que es tu objetivo, no el mío.
—¿Por qué, en vez de tramar toda esta mentira, no has sido sincera con
él? —pregunta de pronto Hugo, clavando su mirada en la mía.
que estaba con otra, podías haberle confesado tus sentimientos. No acabo de
entender por qué te inventaste toda esta película de ciencia ficción.
Me encojo de hombros.
—¿Y por qué no le habías dicho antes lo que sentías? Le conoces desde
tiempo y has tenido muchas oportunidades antes.
eso de querer y que te quieran, ¡si ni siquiera he tenido una cita como Dios
manda!
—¿No has tenido nunca una cita? —pregunta sorprendido—. ¿Ni con tu
ex?
—Ni con mi ex ni con ninguno de los chicos con los que he salido
posteriormente. —Hago una mueca de disgusto—. El capullo de mi ex era un
rácano. Vivía en una residencia de estudiantes y, como no quería gastarse ni
un duro saliendo por ahí, siempre acabábamos en su habitación comiendo
pizza congelada y ganchitos. Después de él, las relaciones que he tenido han
sido poco serias, a ver, sí que he quedado alguna vez con un chico para tomar
unas cervezas en un bar, pero nunca me han llevado a uno de esos
restaurantes románticos y elegantes con poca luz. Y me gustaría, ¿sabes?
Conocer a alguien que me invitara a una cena a la luz de las velas, ponerme
un vestido bonito… Ya sabes, esas cosas. —Suelto un suspiro soñador—. Si
no fuera por mis padres, que llevan más de treinta años felizmente casados,
pensaría que el amor es un invento.
—El amor existe, créeme. Un día elegirás bien y darás con la persona
adecuada.
♥♥♥
camino de Mario se separe del nuestro, me coge del brazo con suavidad y me
dice que necesita hablar conmigo. Hugo me espera un poco más alejado.
—Mañana voy a hacer una fiesta de tranquis en casa, para presentarle mis
amigos a Raquel. Me gustaría que vinieras.
Ladeo la cabeza y miro a Hugo que me observa con una ceja levantada.
No puedo pedirle tanto. Una cosa es que haga ver que le gusto en horario
laboral y la otra pedirle que pierda la noche de un viernes para seguir esta
farsa fuera de aquí.
que estar?
—La fiesta empezará a las diez, pero podéis incorporaros cuando queráis.
Mario intenta dibujar una sonrisa en su rostro, pero en vez de eso, le sale
una mueca de loco que da un poco de miedo. Levanta la mano a modo de
despedida y se da la vuelta sobre sus talones, andando a grandes zancadas.
Cuando desaparece de nuestra vista, miro a Hugo, que sigue con su mano
pegada a mi cintura.
—No tienes por qué hacer esto, Hugo, yo puedo hablar con él y decirle
que al final no podemos ir y…
—¿En serio?
—¿El qué?
pienso en aquella época, no puedo evitar pensar que debería haber pasado
más tiempo con él. Pero supongo que me acabé convirtiendo en una
adolescente egoísta y caprichosa que prefería salir los fines de semana con
sus amigos a pasar tiempo con su abuelo.
Si ella supiera…
Justo en este momento, los ojos de ella se fijan en los míos y empiezo a sentir
escalofríos. Mis peores pesadillas acaban de cumplirse, porque Raquel es
como una jodida barbie Malibú, con sus piernas largas, su cintura estrecha,
sus ojos enormes verdosos, su pelo rubio y su sonrisa que, de tan bonita,
parece sacada de un anuncio de dentífrico.
—Eh, Gina, por fin has llegado —dice la voz de Mario detrás de mí.
Cierro los ojos, cojo aire y me giro, dedicándole una sonrisa más falsa
que una moneda de tres euros. Enseguida me arrepiento de no haber seguido
mi impulso de haber huido sin mirar atrás. Si Raquel me parecía preciosa en
la distancia, así, de cerca, me lo parece aún más. Su piel es tersa, sus ojos son
enormes y lleva el cabello liso tan bien peinado que parece recién salida de la
peluquería
—No conozco esa marca —dice con seguridad—. Tenía muchas ganas de
conocerte. —Y vuelve a sonreír con una naturalidad que me descoloca.
—De ninguna. Yo soy neutral, como Suiza. Estoy aquí por hacerte un
favor, el resto es circunstancial.
—No podía ser una chica, no sé, menos alta, menos delgada, menos
—Ya, claro, te recuerdo que lo primero que me has dicho sobre ella ha
sido: «Es guapa» —le recuerdo, señalándolo con el brazo con el que sujeto el
vaso, y lo hago con tanta efusividad que unas gotitas del líquido caen sobre el
suelo del parquet.
—Es guapa, es algo objetivo, no estoy ciego, pero se nota que lo hace
todo para gustar a los demás. Solo hay que fijarse en su forma de gesticular,
es muy evidente que está aparentando y que en realidad se siente muy
incómoda con todo esto.
—Vaya, vaya, así que eres un Dr. Cal Lightman en potencia. —Me río, al
compararlo con el protagonista de la serie Lie to me, un psicólogo experto en
las emociones humanas y el lenguaje corporal.
—La gente suele decir más cosas por lo que calla que por lo que habla,
solo eso. Hice un curso sobre el tema en la facultad.
—Eres una mujer que se siente muy segura en su propia piel. Desprendes
mucha seguridad en ti misma, pese a saber que tienes tus defectos y tus
limitaciones. Idealizas las cosas, hablas por los descosidos y, a veces, sueltas
cosas inoportunas entre tanta verborrea, pero a nadie le importa, porque en el
fondo tienes un corazón enorme y guardas mucha bondad en él. Tú eres tan tú
que deslumbras solo por eso.
gracioso que rebaje la tensión del momento, Sara me coge del brazo y nos
invita a sentarnos alrededor de la mesa, junto al resto.
Hugo de reojo. ¡Por el amor hermoso! ¿Cómo puedo ser tan lerda de no haber
pensado una historia para nosotros? ¿Es que no he aprendido nada de las
comedias románticas que veo?
Puedo ver como los ojos de todos los asistentes van de Raquel a mí como
—Pero tuvo que haber algo que encendiera la chispa —insiste de nuevo
ella.
—¡Sí, por favor! —exclama Raquel, que da una palmadita y mira a Mario
con adoración.
Mario dibuja una sonrisa tensa en sus labios y alza una ceja mientras
Raquel sigue sonriendo con tanta efusividad que empieza a ser inquietante.
—Hace una pausa teatral y me mira con una ternura que me deja alelada
perdida. ¡Pero bueno! Su interpretación se merecería un Óscar como mínimo
—. Así que, aquella noche, me presenté en aquel restaurante con el miedo
recorriéndome por dentro. ¿Y si ella no sentía lo mismo? ¿Y si confesarle mis
sentimientos había sido un error? ¿Y si acababa con el corazón roto y el
orgullo herido? Al fin y al cabo, trabajábamos juntos, pasara lo que pasara,
tendría que verla al día siguiente. Por suerte, aquellas dudas se diluyeron en
el mismo instante en el que apareció por la puerta: melena al viento, labios
pintados de rojo y mirada encendida. Cuando una sonrisa prendió de sus
—Qué curioso, Gina me había dicho que lo vuestro era solo sexo.
Todas las cabezas se giran hacia Mario que observa a Hugo como si le
estuviera retando a un duelo a muerte.
—Es cierto que Gina y yo tenemos una relación sexual muy satisfactoria.
No voy a negar que cuando nos lo montamos es… ¡Guau! —Me mira y me
guiña un ojo—. Pero somos más, mucho más que ese Guau.
un martillo percutor».
Joder.
—Se nota a leguas que tenéis algo muy especial —añade Raquel, con su
tono de voz dulce.
Hugo sigue mi mirada—. Bésame, por favor, será lo último que te pida. —
Clavo mi mirada en la suya, luego la poso en sus labios, cierro los ojos y
acerco mi rostro al suyo. Justo en el momento en el que nuestros labios
deberían tocarse… Hugo me coge de los hombros, me aparta y se levanta
como un resorte.
Abro los ojos y me encuentro con los suyos, que me miran enfurecidos.
Me quedo anonadada, sin saber que decir. Son las tres, es tarde, es cierto,
pero su forma de apartarme como si fuera una leprosa me ha dolido. Nos
despedimos de todos. Una vez en la calle, se gira hacia mí y me señala con un
dedo:
idea de besarme? —le grito con rabia mientras él teclea algo en su teléfono
móvil.
Puedo ver como se crispa, se gira y me mira ceñudo desde los metros de
distancia que nos separan. Se acerca, poco a poco, como movimientos
felinos, hasta que se coloca tan cerca que puedo sentir su aliento rozarme la
cara.
—No tienes ni puta idea, Gina. De nada —dice, mirándome con una
intensidad que me marea.
involuntaria. Cuando abro los ojos, Hugo sigue estando bastante cerca,
aunque ya no nos tocamos. Pese a la oscuridad, puedo ver como sus pupilas
se han dilatado tanto que prácticamente ocupan todo el iris.
Me toco los labios que noto hinchados. Miro los suyos, que están en la
misma situación. Pese a que el pintalabios que uso es permanente, un poco de
labial se adivina en su contorno. Se lame los labios y yo noto como se agita
aún más mi respiración.
Así que aquí estoy, en el ascensor del edificio de oficinas subiendo hasta
la planta donde se encuentra Creative Energy, muy nerviosa. Un hormigueo
me recorre la boca del estómago y siento las piernas como si se hubieran
convertido en gelatina. Cuando el sonido habitual me anuncia que he llegado
a mi destino, cojo aire con fuerza y me dirijo hasta mi sitio con paso firme.
Intento dar apariencia de seguridad, aunque por dentro me siento tan nerviosa
que tengo el estómago revuelto y ganas de vomitar.
Nada más entrar por la puerta del departamento, mis ojos se elevan y
—No he visto a Hugo esta mañana —digo, tras recoger la taza del
microondas cuando el aparato profiere un pitido—. ¿Sabes algo de él?
Ese comentario hace que una emoción amarga recorra mis venas. Si no
fuera completamente imposible, diría que son celos.
♥♥♥
estoy frente a su puerta, noto como las palmas de las manos me sudan, así
que me las paso por la falda del vestido y aprieto al timbre. Los nervios me
sacuden la parte baja del estómago y me olvido hasta de respirar. Un
escalofrío me recorre entera y siento como la determinación que me ha
—Perdona, yo… —empiezo a decir, pero entonces oigo una segunda voz,
una voz que conozco muy bien.
El nombre de la persona que le llama todos los días y que yo pensaba que
era el de una novia o amante corresponde a esta pequeñaja que sigue
mirándome como si fuera la cosa más fascinante que ha visto nunca.
Al otro lado de la puerta, Gina me mira con los ojos muy abiertos. Puedo
ver los engranajes de su mente trabajar a marchas forzadas. Mira a Estela y
—En… encantada.
Una risa nerviosa escapa de los labios de Gina, mi hija ha intentado ser
discreta, pero a todas luces no lo ha conseguido.
—Sí, por favor, pasa. —Le hago un ademán con el brazo hacia el interior
y ella entra en el piso. Todo está en su sitio, todo excepto los juguetes de
Estela que están desperdigados por todas partes. Puedo ver como los ojos de
Gina se detienen ahí y allá, inspeccionando cada rincón—. ¿Quieres tomar
algo? —Gina niega con la cabeza y justo en este momento suena el pitido del
microondas con la leche que he puesto a calentar hace un minuto, algo que
me hace recordar lo que estaba haciendo antes de abrir la puerta—. Tengo
que acostar a Estela. ¿Te importa esperar cinco minutos? Le doy la medicina
y vuelvo.
Estela hace un amago de puchero, pero sabe que esa es una batalla
perdida conmigo. Al final, acaba con el teatro y se acerca corriendo a Gina
para rodear su cuello con sus bracitos y darle un beso en la mejilla.
—Buenas noches.
♥♥♥
Regreso al salón y me encuentro a Gina de pie, mirando las fotos que hay
dispuestas encima de la repisa de la chimenea decorativa. Me acerco a ella y
me señala una de ellas con una sonrisa.
—¿Piratas?
—Es una foto de Halloween del año pasado. Mi hija tiene una especie de
obsesión con ellos.
—Ya veo. —Desvía la mirada hacia el suelo, donde hay un barco pirata
de juguete—. Me gusta tu casa. Es acogedora.
—Gina —digo saboreando cada letra que forma su nombre—. ¿Por qué
has venido?
Traga saliva y sé la respuesta mucho antes de que la diga en voz alta. Una
de las cosas que más me gusta de ella es que es transparente. No solo por sus
ojos que, como ya he dicho, expresan todo lo que siente, sino también por
otros pequeños detalles de su forma de ser que le acompañan. Por ejemplo,
tiene las uñas pintadas de morado y visiblemente mordidas. Sé que morderse
las uñas es algo que hace cuando está muy nerviosa, y también sé que es algo
que odia porque lo ha intentado erradicar de mil maneras, pero siempre
vuelve a las andadas. Cuando a Lola de recepción le detectaron un tumor en
el pecho y empezó con todo el tratamiento, se pasó semanas mordiéndose las
uñas hasta sangrar. También la delata esa trenza ladeada que lleva. Tiene la
manía de cambiarse el peinado cada poco cuando algo la preocupa. Cuanto
Y por eso sé, sin necesidad de que me lo diga, el motivo por el que está
aquí.
—Salta a la vista que no ha sido por eso. —Se vuelve a morder el labio y
como siempre que lo hace mis pulsaciones se aceleran. Me encantan sus
labios. Son carnosos y jugosos como una manzana roja acabada de coger del
árbol. El símbolo mismo del fruto prohibido—. No sabía que tuvieras una
hija.
—Tampoco es nunca me lo hayas preguntado.
Su ceño se frunce, pero afirma con la cabeza porque sabe que tengo
razón. En los dos años y medio que llevamos trabajando juntos, nunca hemos
hablado de cosas personales. Hemos discutido, nos hemos chinchado, hemos
sacado temas superficiales a colación, pero nuestra vida privada ha salido
muy poco a la palestra. Bueno, al menos hasta que hace una semana las cosas
—¿Y su madre?
hombros.
—Mi madre suele cuidarla todas las tardes hasta que regreso del trabajo.
Por suerte, el horario que tenemos en la oficina me permite llegar antes de la
cena y estar un rato con ella. Cuando enferma como ha ocurrido hoy, también
—Es preciosa.
—Lo es.
—Y se parece mucho a ti. Tiene tu color de ojos y tu color de pelo.
—Herencia Vázquez.
—¿Por qué?
—Es adorable.
—Y cabezota.
—¿Todo?
Se queda al otro lado de la puerta, mirándome con sus enormes ojos
expectantes.
—Todo —repito.
rozan su rostro y no puedo evitar acariciarla. Gina suelta un suspiro con ese
contacto.
—El viernes, entonces —susurra con sus ojos fijos en los míos.
—Hasta mañana.
y ella desaparece.
—Ahora en serio, Estela, tienes que descansar para ponerte buena. —La
dejo sobre la cama.
Me mira con esos ojitos que tiene y no puedo decirle que no.
—Lo es.
3 años antes…
La primera vez que la vi era un martes caluroso de julio. Una ola de calor
acababa de llegar a Barcelona y, según los noticiaros, iba a quedarse con
nosotros toda la semana.
había ido al trabajo aquella mañana había sido con la única intención de
terminar un proyecto que tenía que mandar ese mismo día.
—No pienso dejarme engañar nunca más por el GPS de Google Maps.
Cuando lo he encendido ponía que tardaría 25 minutos en llegar caminando,
¡y de eso nada! Tres cuartos de hora he tardado, tía. Me ha hecho dar más
vueltas que una peonza y he acabado corriendo como las locas cuando he
visto que iba a llegar tarde. He tenido que quitarme los zapatos de tacón y
correr descalza. —Se miró los pies e hizo un mohín—. Tengo los pies
destrozados, los muslos en carne viva y el pelo hecho un asco.
—Te digo que esta vez no ha sido culpa mía. Puede que no me sepa guiar
muy bien con un mapa, pero yo solo me he limitado a seguir las indicaciones.
—Puso los ojos en blanco y suspiró—. Bueno, nena, te dejo, voy a ver si
consigo hacer algo con mi pelo antes de que me llamen para hacer la
entrevista.
Colgó el móvil, rebuscó en su bolso y sacó un espejo de mano que abrió y
sujetó a cierta distancia de su cara para secarse el sudor con un pañuelo e
ojos parecían dos ventanas abiertas al cielo, y emanaban tanta vida y fuerza
que me sentí abrumado. Intenté disimular esas sensaciones fingiendo una
expresión de hastío profundo mientras despegaba mis ojos de los suyos y
seguía caminando hasta la sala de descanso.
Por aquel entonces yo aún no sabía lo mucho que aquellos ojos seguirían
persiguiéndome durante los años siguientes…
12
Morirse de ganas
de una vez me han dado ganas de coger unas tijeras y empezar a cortar a base
de bien. Pues bien, así es como me siento ahora: abrumada.
Hugo tiene su taza ridícula en las manos y hoy lleva una camisa
estampada con peces payaso, también ridícula. Sin embargo, por primera vez,
esa ridiculez me parece entrañable. Dios, ¿estaré padeciendo algún tipo de
cortocircuito cerebral?
Como todas las mañanas, Hugo me repasa con la mirada. Hoy llevo unos
pantalones ceñidos y una blusa blanca con topos negros, aunque por la forma
en la que me mira podría estar completamente desnuda. Sus ojos adquieren
un aire peligroso y la nuez de su garganta sube y baja visiblemente al tragar.
Sus ojos, que parecen disfrutar del canalillo que deja al descubierto mi
blusa, ascienden de nuevo hasta mi rostro.
empresa nadie sabe que Hugo tiene una hija. Somos cómplices en su secreto,
y la idea de que compartamos algo tan íntimo me hace sentir afortunada.
Gina: Hugo…
con Hugo.
♥♥♥
—Tía, es que es muy fuerte —dice Paula, con los ojos muy abiertos y
cara de flipar pepinillos.
—Un poco. Hasta hace unas semanas tenías sueños recurrentes en los que
—No quiero cortarte el rollo con esto de Hugo, pero ¿qué pasa con
Mario?
lamentándome en silencio.
—Sí, estoy bien es solo que… estoy muy confundida con lo que siento.
Llevo años enamorada de Mario y odiando a Hugo, y ahora es como… no sé,
como si fuera incapaz de entender nada. Ya sé que del odio al amor solo hay
un paso, pero ¡menudo paso!
diferenciarlos.
—Así que, date tiempo. Además, has quedado von Hugo el viernes, ¿no?
Quizás hablar con él te ayude a deshacer el entuerto.
Miro la copa que está vacía y chasqueo los dedos en el aire para que el
camarero venga y me sirva otra. Le digo a Paula que necesito cambiar de
tema para desconectar de mi mente y entonces es ella la que me confiesa
algo:
—¿Que has hecho qué? —Me quedo con la boca abierta—. ¿Y cómo es
que aún no me habías dicho nada, hija del mal?
—Tía, es que ha ido todo muy rápido. Se llama David y nos conocimos la
semana pasada. Él quería vender un piso que acaba de heredar de su abuela y
me contrató para que le diera un toque más moderno a la decoración. La
primera vez que nos vimos fue como… chispazos, ¡Gina! ¡Chispazos! Como
Me pasa su móvil, empiezo a leer los últimos mensajes y abro los ojos
como platos.
Qué ganas tengo de verte, nena. ¿Sabes qué voy a hacerte cuando te
tenga? Voy a arrancarte la ropa, a ponerte de espaldas contra la pared y
a follarte desde detrás. ¿Te gusta esa idea? También se me ocurre que
podría follarte por otro sitio si me dejas…
—Eso es porque eres un poco estrecha de mente, pero el sexo anal es muy
placentero.
—No sé, Paula… Eres una romántica, y estos mensajes son puramente
sexuales.
—Bueno, porque dice que le pongo mucho, pero en uno de los primeros
mensajes me dijo que le había parecido una chica muy interesante.
Por fin viernes, ¡sí!, ¡viernes! Y es que esta semana el tiempo ha pasado
tan lento que los segundos parecían minutos, los minutos parecían horas y las
horas parecían días. Los nervios y la ansiedad me golpean en la boca del
haber hecho para que me haya atacado con su mala leche, mala leche que, por
cierto, no es nada habitual en una persona calmada y tranquila como él.
Miro los papeles y veo que es mi propuesta para una campaña en redes
sociales que he diseñado para una pequeña clínica especializadas en dietas y
adelgazamiento.
—¡Qué no!
—¡Qué sí!
Nos quedamos mirando unos segundos, sin decir nada, con las miradas
Doy un portazo y nada más hacerlo escucho un fuerte golpe que viene de
dentro. Cierro los ojos y noto como las lágrimas se me agolpan de nuevo en
los ojos. No sé qué está pasando entre Mario y yo, pero todo esto me supera
sobremanera.
Hugo: ¿Ya has elegido un vestido bonito para nuestra cita? Recuerda
que paso a buscarte a las 21.00 h ;-).
14
Mujer de rojo
¿Os he explicado alguna vez que soy la persona menos previsora que
existe? ¿No? ¡Pues ya lo sabéis! He quedado con Hugo en menos de media
hora y acabo de estropear el vestido que tenía pensado ponerme.
—A ver, enséñame las opciones —me pide Paula desde la pantalla del
portátil. Estamos hablando con las cámaras encendidas para que así pueda
aconsejarme mejor.
Me giro para mirarla. Llevo solo una camiseta de tirantes y unas bragas
de encaje negro. Frunzo el ceño.
—¿Qué vestido rojo?
Me río como una demente pensando en ese vestido rojo, un vestido rojo
de un color tan vivo que no me he atrevido a ponérmelo nunca en mi vida.
Diría que incluso tiene la etiqueta puesta.
—¿Por qué?
—Pareceré la menstruación.
Suelto un suspiro y voy hasta la otra habitación donde tengo la ropa que
no quiero tirar pero que tampoco me pongo nunca. El vestido rojo está entre
varios vestidos demasiado pequeños que me compré en su momento con la
esperanza de perder unos kilitos, inocente de mí.
Me pongo el vestido, subo la cremallera del lateral y… ¡voilá! Me queda
como un guante. Me miro en el espejo del armario ropero y la verdad es
—¿En serio?
esperando.
—¿Ya estás preparada para todas las guarradas que piensa hacerte?
—Qué sí, pesada. Tú también pásalo bien y no hagas nada que no haría
yo.
Recorro toda la casa buscando mis botines de ante con tacón, me pongo
mi cazadora de cuero camel y salgo de casa con el burbujeo intensificándose
con fuerza.
A medida que me acerco puedo ver su mirada clavada en mí, esa mirada
que solemos dedicarnos en el trabajo todas las mañanas nada más vernos y
que esta vez está llena de connotaciones que consiguen que un hormigueo se
extienda entre mis muslos.
♥♥♥
Nada más entrar, una chica nos acompaña hasta una mesa reservada,
cerca de un ventanal. La mesa está decorada con un centro de mesa precioso
con gardenias y velas en vasos que titilan con delicadeza. Nos quitamos los
abrigos, nos sentamos y la chica nos trae las cartas de tapas de cuero granate.
—¿Por qué?
—Creo que esta es la primera cita que tengo en…. No sé, ¿cuatro años?
Estoy en una cita con Hugo, el mismo Hugo al que odiaba hasta hace
apenas unas semanas. La vida, a veces, tiene giros inesperados que te ponen
el mundo del revés cuando menos te lo esperas.
—¿Ryan Gosling?
está bueno.
—¿Por qué?
—Es poco realista. Nadie se pasa años restaurando una casa, esperando a
una mujer que conoció cuando era joven. ¡En la vida real eso no pasa! —Me
Antes de que pueda añadir nada más, la camarera nos interrumpió para
traer los primeros platos.
que se ha quedado con los ojos abiertos como platos con el tenedor a pocos
centímetros de la suya.
—Sí… Ryancito para los amigos. Es rosa, hace luces y es muy mono.
esas familias de clase media, de las que se van de vacaciones todos los
veranos y pueden pagar las carreras a sus hijos sin preocuparse demasiado.
Me sorprende descubrir que no es así.
cuidado que sale cada fin de semana con una chica distinta, pero al que quiere
como un hermano porque siempre le ayuda con Estela.
convertimos en adultos. Nos dimos nuestro primer beso a los trece, sentados
en la azotea que había a lo alto de mi edificio. Empezamos a salir dos
semanas después, a escondidas de sus padres, porque ellos no veían con
buenos ojos que su hija estuviera con un don nadie como yo. Hicimos el amor
por primera vez a los quince, en esa misma azotea, en una de esas noches
despejadas donde se ve alguna estrella. Durante años permanecimos juntos, el
uno al lado del otro. Crecí junto a ella, y ella era casi como una parte de mí,
como una extremidad más que formaba parte de mi propio cuerpo.
—Lucía era la chica más bonita del mundo. Para mí no había otra como
ella. Tenía la piel tostada, los ojos claros y el pelo del color del caramelo de
los flanes. Yo la quería más que a mi propia vida, hubiera hecho cualquier
cosa por ella, pero… al cumplir los dieciocho empezamos a tener problemas
y ese amor tan bonito e ideal que habíamos vivido durante nuestra
adolescencia se convirtió en tóxico. Discutíamos todos los días, nos
vida con Lucía era muy limitada. Fueron dos años en los que estuve
tranquilo, apaciguado, sin dramas ni peleas diarias. Hasta que regresó.
—No regresó sola, Gina, regresó con Estela, y regresó solo para
dejármela. Tenía poco más de un año. Según me dijo, en una de nuestras
sesiones de sexo salvaje, se nos olvidó usar protección y… pasó. —Se frota
el rostro—. Lucía estaba distinta, desquiciada, enfadada con el mundo. Me
dijo que si yo no me quedaba con Estela la daría en adopción, que esa niña le
—No tienes que sentirse así, es normal que en aquel momento dudaras,
Hugo, cualquier persona cuerda lo haría. Tenías una vida por delante, un
lienzo en blanco que poder pintar del color que quisieras, y de repente
apareció una niña diminuta que de un brochazo te hizo ver que todo había
cambiado. ¿Cómo no ibas a dudar?
dejaba de llorar, fue un auténtico suplicio, pero entonces, le canté una nana
que me cantaba mi madre cuando era pequeño y se quedó dormida, en mis
brazos. Cuando la vi chuparse el dedo y sonreír entre sueños… supe que no
podría hacerlo, que esa niña era mía y que me la iba a quedar.
—Dudé, claro que dudé, pero nos parecemos tanto que era obvio que
compartíamos genes. Aun así, me hice una prueba de paternidad.
—Sí, tardé algo más en terminar la carrera, pero tuve la suerte de contar
con el apoyo de mis padres, que me ayudaron mucho con ella. Nunca les
podré agradecer todo lo que hicieron por nosotros.
—¿Es por eso por lo que no aceptaste el ascenso como director creativo
hace un año?
Hugo hace una mueca, pero afirma con la cabeza.
—Ya hay días que llego prácticamente a la hora en la que ella se acuesta.
El mundo de la publicidad es un mundo muy sacrificado, me encanta, pero mi
hija siempre será mi prioridad. Ya ves a Mario, hay días que se va de la
oficina a las once de la noche para regresar a las siete de la mañana del día
siguiente.
—Bueno… pues esta es la historia. Ya te dije que era larga. —Se ríe.
—Lo sé.
—¿A Lucía? —Afirmo con la cabeza y hace una mueca rara—. A Lucía
siempre la querré porque forma parte de mí, pero la querré en pasado que es
como se quiere a las cosas que no pueden ni quieres que regresen.
canela.
hecho de que lo haga me calienta por dentro de una forma bonita e intensa.
—Bueno… podríamos decir que las cosas entre nosotros están raras. —
Pruebo la tarta y suelto un gemido porque está realmente deliciosa. Luego—:
Desde que iniciamos el plan las cosas se han enrarecido mucho, no sé qué
pensar.
—Está celoso.
—¿Y qué?
—¿Cómo va a estar celoso? Quiere a Raquel, que es perfecta, no tiene
sentido…
—Pero no me ha perdido.
—¿Por dónde íbamos? —pregunta Hugo, tras regresar a la mesa con dos
copas de gin-tonic.
—Ah, todo…
—Está bien. —Deja el vaso sobre la mesa y apoya el cuerpo hacia delante
así. Pero eso lo hace más excitante. —Da un trago a la copa antes de seguir
—. Gina, todo lo que dije sobre ti en la cena del viernes es cierto. Bueno, al
menos la primera parte. Es cierto que al principio me sacabas de quicio con tu
forma de ser, pero, de una forma incoherente y absurda, todo eso acabó por
volverme loco.
—No hace falta que digas nada, Gina. Sé que aún sientes cosas por Mario
y no quiero presionarte. Solo quería que entendieras porque el otro día,
cuando me dijiste que te besara para poner celoso a Mario, me negué. No
quería que mi primer beso contigo fuera falso.
—Eres un idiota. —Le tiro la servilleta hecha bola y se ríe aún más fuerte.
encantos.
—Llevo dos años colada por él, Hugo, si te dijera que ya no siento nada
no estaría siendo sincera contigo.
—Pero a la vez… Cuando estoy contigo noto algo aquí. —Me golpeo la
boca del estómago con el puño cerrado—. Se me hace el mundo un torbellino
y siento vértigo, como cuando miras el suelo desde una distancia muy alta y
—A veces hay que arriesgar, Gina, pero ehh… —Me toco la rodilla, un
roce suave de su pulgar sobre la piel y me estremezco—. No tienes por qué
—¡Me encanta! —le digo tan feliz que sé que los ojos me brillan sin
necesidad de usar un espejo para corroborarlo—. ¿De dónde lo has sacado?
—¿Te apetece subir a mi casa? —Me froto contra su paquete y sus ojos
—¿Por qué?
—No quiero que nos precipitemos, Gina, te lo he dicho antes. —Me besa
suavemente la nariz—. Aunque ahora ya sé que para ponerte cachonda solo
—¡Imbécil!
—Preciosa.
—Claro.
Nos despedimos con la mano y se espera hasta que entro en el portal para
arrancar el coche y desaparecer.
3 años antes…
que, dos semanas antes, había visto sentada en la sala de Personal hablando
por teléfono.
—¡Uy! —exclamó al verme. Abrió mucho los ojos—. Creo que te has
equivocado de baño.
Parpadeé confuso, cerré el grifo y me sequé las manos con papel antes de
cruzarme de brazos
—Creo que eres tú la que se ha equivocado de baño.
completamente descolocado.
—¡Gracias!
de pis caer en el inodoro era el colmo de lo irracional, ¿es qué aquella chica
no tenía ni una pizca de vergüenza ajena?—. Me está dando la formación
Mario Arroyo, hace tiempo que sigo sus campañas de publicidad por redes
sociales y me flipa la forma en la que trabaja los conceptos. ¿Le conoces?
unos papeles del expendedor para secarse las manos con ahínco—. Por cierto,
me llamo Gina.
Por fin, salí del trance en el que me había sumido y me atreví a hablar.
—Oye, Gina, te voy a dar dos consejos que no me has pedido. El primero,
usar el baño de un género que no es el tuyo no es una buena manera de
empezar en un sitio nuevo. La próxima vez, fíjate en las señales que hay
—¡Ah! Y esa camisa que llevas es la cosa más fea que he visto nunca.
Es domingo por la tarde y he quedado con Paula para tomar un café. Nos
citamos en el Starbucks de siempre y llego tarde, como siempre también.
Cuando lo hago, Paula ya está en la puerta. Tiene un estilo al vestir que
demuestra su buen gusto. Aunque solo lleva unos vaqueros y una americana,
los complementos que combinan su look le dan un toque que parece sacada
de una de esas cuentas de fashionistas de Instagram que sigo. Al verme,
sonríe de una forma que sus ojos brillan y se le ilumina toda la cara. Solo con
eso ya sé que ha pasado el fin de semana retozando entre besos y arrumacos.
Hago un mohín porque siento una envidia repentina.
—No lo odiabas.
—Le odiaba —repito con vehemencia mientras ella se ríe, porque las
cosas hay que llamarlas por su nombre. Si esto nuestro algún día llega a
alguna parte, cuando contemos nuestra historia, el odio tendrá un papel
importante en ella.
—Lo sé.
♥♥♥
Adoro este tipo de películas. Sé que son predecibles y que sabes con
quién acabará la protagonista a los cinco minutos de haber empezado a
verlas, pero el proceso me fascina. Es como todo ese rollo de «lo importante
no es el destino sino el camino que haces hasta llegar a él», pues es lo mismo,
solo que el destino es un final de cuento y el camino un montón de
situaciones embarazosas y desternillantes con las que me lo paso muy bien.
Meto la mano dentro del cuenco de palomitas por enésima vez y en ese
momento el móvil vibra bajo mi culo. Me limpio las manos en los pantalones
(lo sé, mi nivel de higiene cuando estoy en plan vaga deja mucho que desear)
y lo miro. Sonrío cuando veo que es un mensaje de Hugo.
Cojo el cojín que tengo al lado y lo abrazo con una sonrisa bobalicona en
la cara.
Gina: Yo tampoco.
Escribiendo…
Escribiendo…
Me voy a volver loca esperando que envíe el mensaje. En serio, ¿qué está
escribiendo? ¿La Biblia? Miro al móvil como si tuviera poderes mentales y
Alzo una ceja, incrédula. ¿Ha estado casi un minuto escribiendo y solo ha
puesto esto? Estoy convencida de que ha puesto otra cosa y la ha borrado.
Hugo: ;)
Hugo: ¿?¿?¿?
Gina: Antes, has estado escribiendo un buen rato para solo usar
cuatro palabras. Confiesa, ¿qué has puesto?
Ha pasado una semana desde que Hugo y yo tuvimos nuestra cita, vuelve
a ser viernes y las cosas siguen envueltas en caos, aunque lo que siento por
Hugo no ha dejado de crecer desde entonces.
Total, que hoy es viernes y tengo un día muy estresante. Me toca hacer
una presentación para unos clientes importantes.
indica con un movimiento de mano que los clientes ya han llegado, así que
cojo el pendrive donde tengo los archivos, y antes de salir pitando a la sala de
reuniones, leo un mensaje que me acaba de aparecer en la pantalla.
preciosa.
Hugo: Semáforo rojo tendría que sacarte yo por llevar un vestido que
te quede tan condenadamente bien, tentando al personal.
hogar que quiere implementarse en el territorio nacional a partir del año que
viene.
—Ha ido bien, ¿no? —digo, intentando parecer segura y alegre, para
disipar un poco el aura azulada que nos envuelve desde que he cerrado la
puerta.
—Si tú lo dices…
—No parecían muy convencidos, quizás tenías que haber hecho una
propuesta más tradicional.
—No te he atacado.
—¿Tengo razón?
—Sí, reconozco que estas últimas semanas toda esta nueva situación me
ha sobrepasado un poco.
—¿Y Raquel?
—Raquel, buena pregunta. —Se vuelve a pasar la mano por el pelo con
un gesto nervioso—. Digamos que no estamos pasando por nuestro mejor
momento. Le expliqué lo que me pasaba contigo y me dijo que no quería
volver a verme hasta que me aclarara. Cree que no la quiero, que siento algo
por ti, y yo no sé qué pensar.
—Lo sé, pero no puedo evitar molestarme cada vez que te veo corretear
junto a Hugo por el pasillo, o cuando veo la forma en la que os miráis como
si fuerais lo único que existe en este mundo para el otro…
—Mario…
—No, déjame acabar —dice, levantando una mano para hacerme callar
—. Yo estoy hecho un lío, Gina, y necesito entender de una vez lo que me
pasa. No sé porque tengo celos de Hugo, pero no puedo evitar sentir lo que
Me mira a los ojos y siento como el corazón bombea con mucha fuerza en
mi interior. Estoy aturdida, porque su confesión ha sido tan sorprendente e
inesperada que me deja fuera de combate. Por eso, cuando sus dedos me
rozan la barbilla y su rostro se acerca a mí, me quedo inmóvil. No soy
consciente de lo que está haciendo hasta que sus labios rozan los míos. Cierra
los ojos y yo cierro los míos, pero algo dentro de mi interior me dice que esto
está mal. Mario empieza a mover sus labios, entreabre mi boca y su lengua
roza la mía. Frunzo el ceño y me doy cuenta al instante de que no siento
nada, de que este beso no está despertando ninguna sensación dentro de mí.
Es como estar besando un póster pegado en una pared.
se me cae a los pies cuando veo que se trata de Hugo. Hugo que nos mira con
el dolor y la traición brillando en sus ojos castaños. Me levanto de un salto de
la silla y Mario se pone derecho.
con Hugo? Pues la verdad es que al inicio lo nuestro empezó siendo una
farsa.
—Que al principio no había nada entre Hugo y yo, al menos por mi parte.
Llevaba más de dos años coladita por ti. La noche que quedamos en tu casa
estaba convencida que te me ibas a declarar, pero entonces me hablaste de
Raquel y tú diste por hecho que estaba enamorada de Hugo y yo no fui capaz
de desmentirlo, así que le pedí que me ayudara a fingir que estábamos liados.
—¿Por qué?
La verdad me golpea con fuerza, porque no he sabido que era así hasta
que Mario me ha besado y he podido comprobar que lo que siento por él no
se parece en nada a lo que siento con Hugo.
enfado desde aquí. Cuando se vuelve a girar advierto la forma en la que los
músculos de su rostro se han tensado.
—¿Me manipulaste?
—Oh, venga, solo te has dado cuenta de que existo porque otro se ha
fijado en mí. Llevaba dos años bailándote el agua, tenías que intuir lo que
sentía.
—Éramos amigos.
—No sientes nada por mí, Mario, solo has visto amenazado algo que
creías que era tuyo y no te ha gustado.
Él sigue sin decir nada y yo cojo mis cosas y salgo del despacho con la
necesidad de ver a Hugo para aclarar las cosas.
Gina: ¡¡Hugo!!
Gina: AGHHHH
♥♥♥
A la hora de comer cojo mi tupper y me voy a la sala de descanso. Hugo
llega poco después y se sienta en otra mesa, justo al lado de Olivia de
Personal, a la que hace ojitos. Los celos me comen por dentro cuando Olivia
alarga la mano para quitarle de la solapa de su preciosa camisa con ositos una
pelusa inexistente. ¡Lagarta!
suyo. Cuando le veo pasar cerca del cuartillo de la limpieza, miro a lado y
lado, comprobando que no hay moros en la costa, le cojo del codo, abro la
puerta y le empujo dentro, conmigo detrás.
Las sombras nos rodean, la única claridad es la que se cuela desde las
rendijas de arriba y abajo de la puerta.
—Tienes que dejar de hacer estas cosas, Gina, algún día nos pillarán y
nos costará mucho explicar qué coño hacemos aquí dentro, ¿lo sabes…?
—A que eres un capullo al que odio con la misma proporción que deseo.
—Me mira sin entender—. Lo que has visto antes no es más que la
constatación de que no siento nada por Mario, Hugo. Me he dado cuenta de
—¿Esta noche?
Se ríe divertido.
—Tengo que buscar a alguien para que se quede con Estela. ¿Mañana?
—Mañana
Miro una última vez el mensaje antes de apretar al botón del interfono del
piso de Hugo. Decir que estoy nerviosa es poco, porque no es que esté
nerviosa, es que estoy a un nivel superior.
Hace más de año y medio que no echo un polvo. La última vez que me
acosté con alguien fue con un desconocido al que conocí una noche en una
discoteca. Había salido con Paula, bebí más de la cuenta y acabé liada con un
hombre con el que llevaba rato echándome miraditas y con el que acabé
follando dentro de un baño (poco glamuroso, lo sé). No me van nada los
rollos de una noche, pero hacía tanto que no me acostaba con un hombre que
me dejé llevar.
favoritas.
Sonríe y nos quedamos mirando sin saber muy bien qué hacer ni que
decir. Él se acerca despacio y… me da dos besos en las mejillas. Me quedo
un poco descolocada, confieso que me esperaba un recibimiento más
entusiasta.
—Gina, este es Álvaro, mi mejor amigo. Se queda con Estela esta noche.
—¿Esto es una sutil manera de echarnos fuera ya? —le pregunta Álvaro
con una sonrisilla traviesa, lanzándome una mirada de reojo.
Álvaro se ríe, coge a Estela del brazo y tras una sesión de besos y abrazos
se despiden de nosotros y se marchan.
—¿Bobby?
—Dios, Gina, te tengo tantas ganas… Mira lo que me haces. —Me coge
la mano y la lleva hasta su entrepierna, como una invitación para
demostrarme lo duro que está.
—Mira lo que me haces tú a mí. —Y, mirándole a los ojos, cojo su mano
y la llevo debajo de la falda. Un dedo se cuela debajo de mi ropa interior y
comprueba lo mucho que me ha humedecido con solo un beso.
Hugo jadea y me muerde la boca como si quisiera devorarme entera. Su
dedo se desliza un poco más dentro de mí, roza mi clítoris y suelto un gemido
—Claro.
Poco después trae la cena y empezamos a comer.
♥♥♥
No pienso en otra cosa que no sea besarle hasta que se me cansen los
labios, tal como dice esa canción de Miss Caffeina que tanto me gusta, la de
Átomos dispersos, por no hablar de las ganas que tengo de que nos quitemos
la ropa y nos entreguemos el uno al otro.
Hace mucho que no me siento tan excitada, y cada minuto que pasa esta
excitación no hace más que crecer. Veo en sus ojos que no es algo que me
ocurra solo a mí, porque sus iris castaños se han oscurecido y brillan con la
fuerza del deseo impregnado en ellos.
sobre su parte de la mesa, ahí donde estaba hace unos segundos su plato.
Cuando regresa de la cocina con un bote de nata y unas fresas dentro de un
cuenco, observa mi regalito con incredulidad y traga saliva.
—Más bien han salido ellas solitas de entre mis piernas por voluntad
propia, yo no he hecho nada, lo prometo. —Le miro angelical.
está entornada y que Hugo abre con un movimiento de cadera. Entramos, sin
dejar de besarnos con pasión, y me tumba sobre la cama. Se coloca encima de
mí. Tengo la falda del vestido arremolinada en la cintura. Soy consciente de
que no llevo bragas y de que estoy expuesta, pero estoy tan excitada que no
me importa.
—Si piensas golpearme con eso, tienes que saber que no me va el BDSM
—digo muy seria, con la mirada fija en el cinturón.
Durante unos segundos no siento nada, hasta que oigo un clic y después
el sonido inconfundible de un espray que me roza la piel, en la zona del
ombligo.
Y tras decir esto, le siento descender por la cama hasta que noto la nata
directamente en mi monte de venus. Jadeo porque es justamente aquí donde
quiero su boca, en este punto. Me coge una pierna, la coloca sobre su hombro
y, poco a poco, su rostro se acerca a mi sexo. El calor aumenta y cuando su
lengua recorre el vértice de mis piernas no puedo evitar soltar un grito con su
nombre.
Hugo empieza una guerra de lametones, hasta que se abre paso entre mis
—Oh, joder, sigue —digo frustrada, porque si tuviera mis manos libres
ahora mismo le cogería del pelo para obligarle a regresar entre mis piernas.
Levanto las caderas y él se ríe con suavidad.
—Ya lo sabes.
Deshace el nudo del pañuelo que tengo atado en los ojos y afloja el
cinturón hasta que puedo liberarme de él.
por la excitación, porque sí, me acabo de correr, pero vuelvo a estar excitada.
Sé que me avisa para que me aparte, pero lo quiero todo, quiero sentir su
sabor llenando mi boca, y aumento el ritmo rápido, fuerte, hasta que su jugo
me inunda el paladar y me lo trago. Sigo lamiendo y tragando hasta que se
vacía. Cuando termino, tira de mi pelo hasta su boca y me besa
profundamente, con intensidad.
♥♥♥
sabido poco.
—¿Ah, sí?
—No sabes cómo me pone saber que soy el culpable de tus gemidos.
—Ummm… Esa promesa parece alentadora. —Me río contra sus labios.
mis muslos hasta alcanzar el interior de mis pliegues. Jadeo cuando encuentra
el clítoris y lo acaricia con avaricia.
juego, me coge de las caderas y tira de mí, haciendo que todo su miembro
entre en mi interior. Los dos jadeamos, aliviados, como si lleváramos días
caminando por el desierto y por fin hubiéramos encontrado el agua que tanto
ansiábamos.
—Me gusta ver como tus tetas botan mientras me follas —dice,
mirándome con perversión.
suyo. En mis venas nada la sangre envuelta con excitación, placer y deseo.
Dicho y hecho.
Cada vez me folla más fuerte, más rápido. Sus embates son certeros, dan
en la diana de mi placer. Cuando quiero darme cuenta, un cosquilleo me
recorre el cuerpo y caigo al abismo de un orgasmo que me deja abrumada,
arrastrando a Hugo conmigo que se hunde una última vez dentro de mí hasta
—Aquí podrán ver como nuestra propuesta tiene un doble objetivo: atraer
la atención de mujeres jóvenes e independientes que quieran sentirse sexys y
poderosas, y por el otro… —Pierdo el hilo de lo que digo cuando mis ojos se
no puede desaparecer todos los fines de semana para estar conmigo, pero las
veces que nos hemos visto, todo ha sido… perfecto. Incluso le presenté a
Paula, y Paula está encantada con él.
♥♥♥
Gina: :(
Hugo: Lo sé :(
Hugo:…
Gina: ¿?¿??¿
La poca luz que se filtra entre las rendijas me dejan ver a Hugo, que nada
más entrar, me coge de la nuca y me atrae hacia él. Nuestras bocas chocan y
me golpeo la cabeza contra una de las estanterías, aunque nada me importa
más que su lengua dentro mi boca inundándome con su sabor. Suelto en
gemido y él me invita a callar con un suave: «shhttt».
—¿Por qué?
—Culpa tuya por hacerlo tan bien. Lo has convertido en una droga.
—¿Hablas en serio?
—¿Vale?
♥♥♥
—¡Qué ilusión que nos acompañes! Vamos a ver una película de piratas,
¿te gustan las películas de piratas? ¡A mí, sí!
—Sí, antes él llevaba unas muy aburridas y feas, pero desde que voy a
comprar con él siempre elegimos las más bonitas. ¿A que sí, papi?
—De eso nada, Estela, ya sabes que Coca-Cola no puedes beber hasta que
seas mayor. —Luego me mira—. A veces le damos un poco sin cafeína, pero
aun así intento que no abuse de ella, suficiente se excita ella sola.
alguna lagrimilla.
—Es la primera vez que papá trae a una mujer a casa —dice la niña
mirándome de lado, con las cejas muy juntas.
sobre nosotras.
—No, aún no. —Le sonrío—. Aunque quiero tenerlos algún día.
Seguimos hablando un rato, hasta que llega el repartidor y Hugo nos avisa
para que vayamos a cenar.
♥♥♥
a reír.
—Ajá.
Habla tan flojito que apenas escucho lo que dice, además, se gira y me da
la espalda. Parece incómodo y percibo la tensión a varios metros de distancia.
Entonces oigo:
—¿Qué ocurre?
—Yo… necesito salir un rato. —Puedo ver como traga saliva con
dificultad, me está mirando, pero sin verme en realidad, como si observara el
Y sin más, coge las llaves de encima de la repisa del recibidor y sale por
la puerta, dejándome con la inquietud golpeándome con fuerza la boca del
estómago.
♥♥♥
—Bien, siento haber tardado tanto y haberte dejado así con Estela —
murmura, y se sienta a mi lado, sin mirarme.
—¿Estás bien?
—Sí, yo… hoy… hoy he visto a una persona a la que hacía tiempo que no
veía —dice en un titubeo.
—¿A quién?
y que no sé identificar.
—Pero ¿quién…?
Parece algo despistado, pero con esa pregunta consigo llamar su atención
y me mira a los ojos. Los suyos parecen idos.
respuesta.
quiero subir a ningún taxi con todo el maquillaje corrido como si fuera un oso
pando.
21
Llamarte amor
Miro el móvil que descansa encima de la mesa de centro del salón como
si pudiera provocar su llamada con la fuerza de mi mente, pero eso no ocurre.
Subo las piernas sobre el sofá y me las tapo bien con la manta mientras
escucho la canción que suena ahora en mi lista de Spotify: Vivir sin aire de
Maná.
llevarme a la cama.
Justo en este momento el interfono suena. Me levanto con tanta prisa que
tropiezo con el borde de la mesa de centro, suelto un exabrupto y estoy a
punto de caer, por suerte, en el último momento, consigo recuperar la
estabilidad y, dicho de paso, la dignidad.
—¿Sí?
—No te entiendo, cielo. Respira hondo y habla despacio para que pueda
hacerlo, ¿vale?
♥♥♥
—¿Qué ha pasado?
nos veíamos porque, según él, estaba fuera por cuestiones de trabajo. Me
llevó a un hotel lujoso por sorpresa y hemos pasado la noche ahí. Esta
mañana me he levantado para hacer un pis y he visto que su móvil, que
estaba encima de su mesita de noche, se ha iluminado con la llegada de un
mensaje y… no sé…, he tenido un pálpito, así que lo he cogido, me he
encerrado en el baño, he leído la conversación…
—Y has descubierto el pastel —concluyo yo.
—¿Qué?
—¡No jodas!
—No tienes por qué justificarte conmigo, Paula, ¡quién tiene que dar
explicaciones es él! ¿No se ha disculpado?
♥♥♥
Sobre las seis de la tarde, cuando Paula regresa a casa, decido salir a dar
una vuelta. Necesito despejarme. Además, me niego a ser ese tipo de chica
Doy un paseo por el barrio y acabo en una cafetería donde hacen una tarta
de zanahoria que me encanta. Entro, me acerco a la barra para pedir y, poco
después, tengo en mi poder una bandeja con un té de manzana y canela y un
trozo enorme de tarta. Busco sitio para sentarme y es así como descubro a
Mario sentado solo en una de las mesas del fondo. Como si hubiera notado
mi presencia, levanta la mirada y nuestros ojos se encuentran. Elevo la mano
a modo de saludo, algo cohibida, y él me corresponde con una sonrisa
comedida.
Nuestra relación este último mes ha sido… rara. Aunque decir que ha
sido rara es quedarse corto. Nuestra relación se ha vuelto completamente
profesional y hemos dejado de vernos fuera del horario laboral. Me pidió
Trago saliva.
—¿Estás seguro?
—Sí, por favor. Haz compañía a este pobre hombre solitario… Tengo la
sensación de que esas chicas de ahí no dejan de mirarme preguntándose qué
hago aquí solo.
Mario me escruta de forma intensa y después sonríe con ternura, con una
ternura que me recuerda al Mario que era mi amigo antes de que todo se nos
—Gina, ¿qué ocurre? No me digas que nada porque ambos sabemos que
lo tuyo no es precisamente mentir.
Hago un mohín.
—No sé le pasó ayer, pero estoy convencido de que Hugo está loco por ti.
Solo hay que fijarse en la forma en la que te mira. Tú no lo sabes, Gina, pero
antes de que tú y él empezarais a trabajar juntos, Hugo era una persona muy
gris. Se notaba que había algo que arrastraba y que no le dejaba ser feliz.
Pero, poco a poco, contigo a su lado, empezó a impregnarse de color. Por eso
aquella noche en mi casa creí que, cuando me dijiste que estabas enamorada
de alguien, ese alguien era él. Porque parecía que entre vosotros dos vibraba
algo especial.
Mi mente viaja hasta esa noche. Yo sentada en su sofá soñando en que
Mario me declarara su amor y su suposición de que quién me gustaba era
Hugo. Una risita escapa de mis labios apretados al pensar que ahí empezó
todo.
—Creo que eso es lo que voy a hacer. —Me levanto decidida—. Gracias
por todo, Mario.
ellas.
—Hasta mañana.
Una vez fuera cojo el móvil del bolso y marco el número de Hugo. Al
quinto tono estoy convencida de que no me lo cogerá, pero justo entonces su
voz me responde.
—¿Gina?
¡Ay, madre!
—¿Hugo?
Puedo adivinar una sonrisa al otro lado del teléfono. Mi corazón palpita
rápido y siento un extraño dolor, como si alguien apretara mi corazón con un
puño.
Trago saliva.
—Vale.
—¿Nos vemos dentro de media hora en el bar que hay debajo de mi casa?
—Ahí estaré.
♥♥♥
Cuando abro la puerta del bar localizo a Hugo enseguida. Está sentado en
una mesa pegada a los grandes ventanales que dan a la calle. Tiene mala cara:
—Qué guapa…
Se me escapa una risita de los labios con ese comentario. Sus ojos brillan
fijando su mirada en mis labios y yo acerco mi rostro hasta que nuestras
narices se tocan y nos besamos. Es un beso corto, pero sentido y bonito.
—Quería que nos viéramos para explicarme lo arrepentida que está por
todo lo que hizo. Parecía sincera, aunque conociendo sus capacidades de
manipulación no sé hasta qué punto lo fue.
—No lo sé, Gina. Conozco a Lucía lo suficiente como para saber que hoy
piensa una cosa y mañana puede pensar otra completamente distinta, sobre
todo si eso pone en riesgo sus intereses personales. Me da miedo darle acceso
a Estela por si luego decide dejarla colgada. Pero a la vez, no quiero convertir
esto en una guerra, porque si Lucía no consigue lo que quiere es capaz de
todo.
llena de toxicidad que me explicó apenas hace unas semanas. Lucía fue su
primer amor, una de las personas más importantes de su vida… Una pregunta
se queda clavada en mi garganta y pugna por salir. Al final se la hago:
Mientras hablo puedo ver como Hugo empieza a negar con la cabeza con
determinación.
—¿Amor? —pregunto.
—¿Qué otra palabra puedo usar para expresar lo que siento por ti? —Me
toca la mejilla con los nudillos y yo cierro los ojos, disfrutando de ese
contacto y de sus palabras—. Para mí, Lucía fue la mujer de mi vida en
Abro los ojos y le miro. Su forma de mirarme expresa un amor tan grande
que no puedo evitar acercarme a él para besarle de nuevo en los labios. Me
duele el corazón, pero me duele de una forma increíblemente maravillosa, es
más, tengo la certeza de que lo que siento por él es lo más real y auténtico
que he sentido nunca por nadie.
tiempo para mí, y las pocas veces que salía por ahí con Álvaro y conocía
alguna chica, lo que teníamos se quedaba en un par de encuentros que me
servían para satisfacer mi apetito sexual.
No supe que lo que sentía por ella era irreversible hasta aquella mañana
de enero, seis meses después de que Gina se incorporara a la empresa.
viejo y que le queda menos tiempo para lograr cumplir sus sueños y
objetivos. Supongo que nunca he destacado precisamente por tener un
optimismo arrollador.
Una carcajada escapó de mis labios al leer esa última frase, recordando
una de nuestras estúpidas discusiones al respecto. Para mí, todos los dulces
con forma de madalena tenían que llamarse madalena, mientras que ella
insistía en que eran cosas diferentes.
ojos.
—¿No decías que estabas nerviosa por el proyecto que tienes que
presentar?
Coge el elástico de mis bragas y tira hacia abajo hasta que estas caen. Les
doy una patada. A continuación, coge una de mis piernas y la pasa por
encima de su hombro, haciendo que esté abierta y expuesta para él.
Cierro los ojos y me agarro fuerte a una de las estanterías. Hugo se acerca
Le cojo del pelo y tiro de él a medida que estoy más y más cerca del
orgasmo.
—¡Ay mierda! —Me bajo la falda a toda prisa y cuando las pisadas se
alejan, Hugo y yo salimos del cuartillo de la limpieza a todo correr, con
cuidado de no ser vistos.
Una vez fuera me dirijo hasta mi sitio, donde Mario me está esperando
con los brazos en jarras y una ceja levantada.
—¿Dónde estabas?
—He ido un momento al baño —miento.
intento alisar con las manos, sintiéndome, de repente, muy culpable. Aunque
soy una culpable relajada y feliz.
—No importa, coge el informe y la carpeta con las propuestas, que los
señores Gutiérrez ya han llegado.
la limpieza.
—Sí, pero…
—Anda, ve, pero te quiero en cinco minutos en el despacho.
♥♥♥
Nuestra propuesta parece gustar a los señores Gutiérrez, padre e hijo, que
son los máximos responsables de la empresa familiar que ha contratado
nuestros servicios. He hecho un briefing y he diseñado una campaña para las
redes sociales. Aunque es una cuenta pequeña, es el primer proyecto que
llevo yo sola, bajo la supervisión de Mario.
Abro la carpeta, le tiendo una de las copias y él la ojea pasando las hojas
con una lectura en diagonal.
—Esto tiene muy buena pinta —dice el señor Gutiérrez hijo, mirando el
informe junto a su padre.
la pizarra, sino en mis zapatos. Incluso Mario tiene la mirada fija en ellos.
Me miro los pies sin entender que puede haber llamado su atención, y es
entonces cuando veo mis bragas fucsias hechas un guiñapo encima del
linóleo del suelo. Se me deben haber caído al girarme.
Piensa, Gina, piensa, ¿cómo puedes solucionar este embrollo sin parecer
una pervertida que va soltando bragas fucsias por el mundo?
—¿Eso son…?
—Lo siento, es que estoy muy congestionada estos días, ¿por dónde
íbamos?
Miro a Mario que se está aguantando la risa mientras los señores
Gutiérrez se miran entre sí, como no supieran que pensar de lo que acaba de
ocurrir.
♥♥♥
Media hora más tarde, los señores Gutiérrez salen del despacho. Cuando
la puerta se cierra tras ellos, Mario me mira y suelta una enorme carcajada
que no parece tener fin. Le miro con los brazos en jarras. Una lágrima resbala
por su mejilla.
—¿De dónde coño han salido esas bragas? —me pregunta aún entre risas.
Mira mi falda, aún algo arrugada, y luego me mira al rostro, que a estas
alturas debe haber adquirido el color de los tomates maduros. Cuando parece
comprender lo que ha ocurrido, abre mucho los ojos.
—Si os pillan pueden despediros, ya sabes que son muy estrictos en estas
cosas. —Aunque es un reproche, lo dice con una sonrisilla escapando de la
comisura de sus labios.
pañuelo.
—Pero a ti no.
♥♥♥
—Lo sé, pero no ha sido sexo, ha sido una terapia para relajarme —digo
poniendo voz de niña buena.
—¿Y te ha relajado?
—Ha sido mejor que un masaje en el mejor Spa del mundo. —Se ríe con
suavidad y me callo, pensando que ha llegado el momento de hacer la
pregunta de millón, por muy pesada que sea teniendo en cuenta que se la he
—Sé que sueles reservarte los fines de semana para ver a Hugo.
hacerte feliz. Así que, baby, saca del armario los zapatos de tacón más altos
que tengas que este sábado nos vamos de fiesta.
—Vale, vale —dice Paula riendo—. Pero podrías decirle a Hugo que se
viniera, así no tienes que renunciar a pasar una noche con él.
—¿Hugo de fiesta solo con nosotras dos? Creo que antes preferiría
mutilarse el huevo izquierdo con un tenedor… —Me quedo callada pensando
en Álvaro, ¿y si…?—. Podría decirle a un amigo suyo que se viniera, es un
poco fanfarrón, pero me cae muy bien.
—Ja, ja, ja. ¡Qué cabrona eres! —Pongo los ojos en blanco—. ¿Entonces
te apetece?
—¿Qué si me apetece? No se me ocurre un plan mejor. Prepáralo todo y
me dices cómo quedamos.
Y eso hago. Nada más colgar a Paula, llamo a Hugo y tardo menos de un
minuto en montar el plan.
24
Carabinas
—Creo que te has olvidado la falda en casa —bromeo mientras le doy dos
besos, porque debajo del abrigo tweed que lleva no se ve nada más que sus
piernas esbeltas y desnudas.
Durante la cena, además, noto como entre mi amiga y Álvaro surge algo.
La forma en la que se miran y coquetean es tan evidente que por momentos
Hugo y yo nos sentimos un poco carabinas.
—Soy capaz de vender mi casa con tal de tener una excusa para tenerte en
la mía.
Me rio entre dientes y justo en este momento Paula me mira de una forma
que no soy capaz de descifrar.
Paula me coge de la mano y tira de ella hasta que consigue ponerme en pie.
Dejo mi copa sobre la mesa y la sigo por el local hasta que entramos en
los baños, donde el sonido de la música alta nos llega amortiguada.
—Tenéis que iros —dice a modo de orden, con los brazos en jarra y el
ceño fruncido.
—Hugo y tú. Tenéis que largaros y dejarnos solos. No puedo tontear con
Álvaro con libertad mientras nos miráis como si estuvierais observando un
—¡Yo no te juzgo!
—Sí, pero… —Enarco una ceja—. ¿Estás segura de querer hacer esto,
Paula? Solo hace unos días que lo dejaste con David, y Álvaro va a lo que
va…
Esta noche hace frío y aprieto un poquito más el nudo de la bufanda que
llevo enrollada en mi cuello.
—Se acostarán esta noche, quedarán un par de veces más y después cada
cual seguirá con su camino. Dejemos que disfruten. —Me dedica una mirada
llena de intenciones—. Espero que lo de la migraña sea mentira, porque con
las ganas que tengo de llevarte a tu casa y arrancarte la ropa…
25
Barbie, Ken y la familia perfecta
—Jo, qué pena, me apetecía mucho que saliéramos las dos por ahí —
admito con un mohín, porque hace un par de semanas que no nos vemos.
No nos hemos visto desde la noche en la que salimos a cenar con Hugo y
Álvaro. Sé que después de que Hugo y yo nos fuéramos, ellos dos acabaron
en casa de Álvaro entregándose al noble arte del fornicio, pero aún no hemos
podido comentar la jugada en persona. Solo sé que disfrutó un montón y que
quedó en eso, en sexo de una noche.
—Ya sabes que para mí eres como la hermana que siempre quise tener.
—Si ya tienes una hermana —le recuerdo dejando escapar una risita.
—He dicho la hermana que siempre quise tener, no la que tengo, ya sabes
—No, hoy Lucía pasa la tarde con ellos, ya sabes, para que Estela y ella
empiecen a conocerse.
—¿Te preocupa?
¿El qué? ¿Que el hombre con el que estoy saliendo pase tiempo con la
madre de su hija y su primer amor? Nooooo… ¡Qué va! Me congratula la
idea. Es más, ya de paso podrían comprarse una casa más grande para vivir
los tres juntos como una familia feliz.
Según Hugo, las cosas van bien, Lucía parece haber cambiado, y yo vivo
con el miedo permanente de que su reencuentro haga despertar de nuevo la
chispa que les unió años atrás. Al fin y al cabo, donde hubo fuego quedan
cenizas, ¿no?
—Lo sé.
♥♥♥
sándwich en una cafetería y paseo por Las Ramblas, disfrutando del bullicio
que caracteriza Barcelona.
Abro los ojos, me giro y veo a Estela correr hacia mí. Mis ojos se abren
sorprendidos ante esta aparición repentina y, dándome cuenta de lo que eso
significa, desvío mi mirada hasta las dos personas que se encuentran detrás.
Siento un dolor sordo en el corazón en el mismo instante en el que los
pequeños brazos de Estela me rodean la cintura, porque la mujer que está al
lado de Hugo es tan imponente que me deja sin aliento.
Hugo sigue sin decir nada unos segundos, sin embargo, enseguida sale de
su estupor y se acerca a mí, seguido de Lucía, que me observa con el ceño
fruncido y los labios apretados. Intento no pensar en el enorme cráter que me
ha salido en la frente y que amenaza en ganar un premio record Guinness por
su enorme tamaño.
—¿Qué haces aquí? —pregunta Hugo—. Pensé que habías quedado con
Paula.
—Bueno, lo hemos pensado sobre la marcha, como hace tan buen día…
—murmura.
De cerca, Lucía tiene uno de esos físicos que imponen, no solo porque
tenga buen gusto vistiendo y sea atractiva, sino porque puedo oler la
arrogancia y el ego desde aquí.
Señala una caseta unos metros más arriba de donde nos encontramos—. Yo
ahora os alcanzo.
—Siento que lo hayas tenido que ver, pero ya sabes que no es así. Solo
—Lo sé.
♥♥♥
Cojo el metro y cuando llego a su edificio el portal está abierto, así que
entro y subo las escaleras entre jadeos, maldiciendo que viva en un tercer
piso sin ascensor. Cuando llego delante de su puerta, me recuerdo, una vez
más, que debería hacer un poco más de ejercicio para mejorar mi patética
forma física.
Abro la boca intentando decir algo, pero soy incapaz de articular ni una
sola palabra.
♥♥♥
menos los suaviza, los envuelve con un tul vaporoso que los hace menos
dolorosos.
Llaman al timbre de abajo y abro sin preguntar quién es, porque estoy
convencida de que será Paula. Tengo 30 perdidas suyas y más de 50
mensajes. Abro la puerta de arriba y espero a que llegue. Lo hace con el
rostro compungido por el arrepentimiento.
—Mira quién ha venido a verme, la zorra mentirosa.
Pego un grito y empiezo a insultar a Paula, que acaba igual de mojada que
yo. Tras esto, me entra una arcada, y acabo con la cabeza dentro del wáter
echándolo todo.
Media hora más tarde, con la ropa cambiada y la cabeza más despejada,
me siento en el sofá. Creo que he echado casi todo el alcohol de mi
—Ya no estoy borracha —digo con la boca pastosa y el sabor agrio del
vómito en el paladar—. ¿Por qué no me dijiste lo de Álvaro? —suelto a
bocajarro.
En eso tiene razón, pero aún no hemos definido lo que tenemos con
ninguna etiqueta. Desde que Lucía volvió a su vida no hemos tenido tiempo
de hablar sobre nosotros. Vamos haciendo avances como pareja, pero no
hablamos de ello, porque está tan ocupado con los problemas que ahora
zarandean su vida que no quiero presionarle con esto.
—¿A quién?
—A Lucía…
—Es… perfecta. Tendrías que haberla visto: es delgada, alta y muy sexy.
Y tiene esa expresión de superioridad que tienen las personas que se creen un
escalón por encima de los demás. Y en su caso no solo se lo cree, sino que lo
está.
En fin, esta noche he quedado con Hugo e intento ponerme guapa. Nada
más colocarme delante del espejo me fijo en el enorme grano que sigue
decorando mi frente. Intento enmascararlo con maquillaje, cuando veo que
puerta, se me encogen los músculos del estómago, porque no está solo. Lucía
está sentada en su sofá.
Sé que esto no tiene por qué significar nada. Por mucho que no me guste,
Hugo y Lucía tienen algo importante en común. Una hija en común. Algo que
Hugo se frota el rostro con las manos. De repente parece muy cansado.
Yo quiero hablar de ello, saber lo qué ocurre, por qué se han enfadado,
pero la angustia que expresa su rostro es suficiente para entender que no voy
a poder arrancarle ninguna palabra más.
♥♥♥
Cuando regresamos a su casa son solo las diez. Estoy a punto de decirle
que me marcho a mi casa, pero nada más entrar por la puerta, Hugo me
empotra contra una pared y empieza a besarme con intensidad. Su lengua es
Sus manos se internan entre mis bragas y me tocan en el punto exacto, ese
punto que me hace jadear contra su boca.
Sus manos tiran del elástico de mis bragas hasta que estas se rompen por
—Deberías…
—Estoy limpio.
—Y yo.
Me besa con una desesperación que habla mucho más que lo han hecho
esta noche sus palabras y empieza a follarme en rápidos empujones que
entran y salen de mi interior con ímpetu. Noto el desasosiego en su forma de
follarme, como si quisiera quitarse de encima algo que le duele a base de
sexo furioso.
♥♥♥
—¿Por qué?
—¿Por qué?
—Es una persona caprichosa y mimada que consigue lo que quiere con
tan solo chasquear los dedos. Pensaba que al regresar iría tras ella como un
perrito faldero, pero al ver que no ha sido así, ha decidido convertirme en un
trofeo que quiere tener a toda costa. Siempre le ha pasado, quiere lo que no
puede tener… —suspira—. Así que, cuando le dije que no, que no regresaría
con ella jamás de los jamases, me chantajeó con tirarme encima toda la
caballería legal para quedarse con Estela.
Lucía es una de esas personas que no le importa destruir todo lo que hay a su
alrededor con tal de salirse con la suya.
—¿Y has pensado en…? —No puedo acabar la frase, de verdad que no
puedo. No puedo preguntarle en voz alta si ha pensado sucumbir a su
chantaje. El dolor me arde en el estómago y siento las ganas de llorar cada
vez más apretadas en mi garganta.
—No, claro que no. No pienso aceptar nunca una coacción por su parte,
Gina. Hacerlo me destrozaría como persona. Además, te quiero, canija. —Me
da un beso en la nariz—. No puedo pensar en estar con otra persona que no
seas tú. Eres mi luz.
—Hugo…
♥♥♥
—Oh, querida, sí que tenemos cosas de las que hablar… Y con diez
minutos tengo más que suficiente.
—¿Cómo dices?
Frunzo en ceño.
—¿Tú y él? ¿En serio? —Vuelve a reírse y esta vez su risa me revuelve el
estómago—. Oye, bonita, está claro que tú solo eres una distracción en la
vida de Hugo. ¿De verdad crees que se quedará con alguien como tú? Eres
insulsa, no hay nada en ti que te haga especial. Un día abrirá los ojos y se
dará cuenta que ha estado perdiendo el tiempo contigo y volverá a mí, como
ha hecho siempre.
conmigo.
—¿Con una zorra sin corazón que abandonó a su hija cuando se cansó de
ella como si fuera un kleenex de usar y tirar? Déjame que lo dude.
—¿Perdona?
—Lo que has oído. Si quieres lo mejor para él, harás lo que yo te digo. Le
dirás que ya no le quieres y le dejarás.
—Eso es cosa mía. Tú solo tienes que cumplir tu parte del trato.
—Todo lo que hagas que no sea seguir mi sugerencia, acabará con Estela
y yo lejos de aquí y con Hugo roto por su ausencia, ¿es eso lo que quieres? —
Mira su reloj y sonríe—. Ya han pasado los diez minutos, yo de ti iría
corriendo al trabajo, no sea que además de sin novio te quedes también sin
empleo.
—Tienes que decírselo a Hugo —repite Paula, muy seria, con el ceño
fruncido mientras me tiende una taza de té que está empeñada en que me
tome, por mucho que le diga que no me entra nada ahora mismo.
puede tener.
Las lágrimas empiezan a resbalar por mis mejillas cuando me doy cuenta
a todo lo que tengo que renuncia por su felicidad. Quién me hubiera dicho
hace tres meses que me encontraría así, rota en mil pedazos, amándolo con
tanta intensidad que duele, que abruma, que sobrepasa. Ahora entiendo el
significado de la frase «me duele el alma», porque hay ocasiones en las que el
dolor está tan adentro, es tan íntimo e interno, que va más allá de lo físico, de
lo corporal.
—No puedo poner en riesgo su felicidad. —Nada más decirlo en voz alta
me doy cuenta de todas las connotaciones que impregnan esta frase.
—Gina…
—Tengo que dejarle. Tengo que dejarle porque quiero su felicidad por
encima de la mía.
Llamo a mi madre para decirle que llegaré a casa algo más tarde de lo
habitual y, a las seis en punto, salgo de la oficina y me dirijo a casa de Gina.
Tengo un mal presentimiento agarrado a la tripa y no hay manera de
sacudírmelo de encima.
—¿Gina?
—¿Estás bien?
—No —susurra.
—Siéntate.
—No quiero sentarme, Gina, estoy bien de pie. ¿Me puedes explicar de
una puñetera vez qué ocurre?
—Yo… Todo esto me viene grande, Hugo —suelta en un susurro.
—Mírame —susurro.
—Mírame —repito.
Gina levanta el rostro y clava sus ojos tristes en los míos. No entiendo
nada, porque lo que me dicen sus ojos se contradice con lo que me dicen sus
labios.
—No has hecho nada. Es solo que yo… no puedo seguir con esto. Tienes
una persona de tu pasado que siempre regresa a ti como un boomerang, y es
la madre de tu hija, a la que quieres con locura. ¿Y yo quién soy? Solo una
chica algo desequilibrada, chillona e impulsiva con la que discutías hasta la
saciedad hasta hace un par de meses.
No eres solo eso, eres mucho más. Eres el mundo en el que me refugio para
sentirme a salvo. Eres la mejor parte de mis días. Eres la luz, el color.
Aunque seas gritona, aunque hables demasiado alto cuando te excitas, aunque
seas propensa a hacer el ridículo… Eres la persona con la que quiero formar
una familia y comprar una casa con jardín. Pero no una con valla blanca, no,
porque la valla blanca es para los demás, para los que no son especiales,
nosotros nos merecemos algo único, algo nuestro, por eso nuestra valla será
de color rojo, rojo como el color del carmín de tus labios, rojo como el color
del vestido que llevaste en nuestra primera cita.
—Hugo, para —susurra. Las lágrimas empiezan a caer por sus ojos y se
los limpia mientras intenta coger aire—. Tenemos que pararlo.
Cierra los ojos y veo como el dolor de lo que está a punto de decir le
recorre por dentro como si fuera veneno recorriendo sus venas.
—Ella te quiere.
—Yo… Lo siento.
Quedarte vacío.
Lo cojo entre mis dedos. Trago saliva cuando sostengo entre las manos
este pequeño tesoro. Recuerdo la película de Hook: El capitán garfio, y me es
imposible no pensar que esto que sujeto entre las manos es para ella el
catalizador de sus pensamientos alegres, aquello que le permite volar.
Y, sin más, empiezo a bajar las escaleras, sintiendo como mi vida, que
hasta hace unos minutos estaba llena de color, vuelve a teñirse de blanco y
negro.
29
Espiral de tristeza
—Sí, solo serán un par de meses, hasta que las cosas… se calmen.
Hace solo dos días que Hugo y yo rompimos, pero están siendo los dos
días más complicados de toda mi jodida existencia. Hugo me duele, me duele
porque le quiero, porque sé que él me quiere y porque también sé que todo
esto le está haciendo daño. Y la certeza de que no sé gestionarlo mejor me
está matando por dentro.
acertara en el centro del corazón, como si este fuera una diana. No puedo
seguir así.
—No sé qué ha pasado entre Hugo y tú, Gina, pero estoy convencido de
que podéis arreglarlo.
fino, que hasta hace unos pocos meses me hacía soñar en cuentos de hadas y
finales felices. Nunca me hubiera creído que algún día me encontraría en su
despacho suspirando por otro. Por mi archienemigo nada más y nada menos.
Trago saliva
—Preferiría no hacerlo.
—De acuerdo, hablaré con los de recursos humanos. ¿Con dos meses
tendrás suficiente? —Afirmo lentamente con la cabeza y él alarga su mano
me abraza.
Cierro los ojos y me digo que ya pasará, que estas cosas siempre pasan,
que nadie se muere de amor y que llegará un momento en el que pensar en él,
recordarle, ya no dolerá tanto.
Llamo a un taxi y llego a casa veinte minutos más tarde. Lo tengo todo
preparado para irme una temporada a casa de mis padres. He puesto sábanas
encima de los muebles y he hablado con Paula para que se pase de vez en
cuando a regar las plantas y mirar el buzón.
cicatrices.
Cojo la maleta ya preparada con mis cosas, salgo de nuevo por la puerta y
echo una última mirada a mi pequeño apartamento, sintiendo como el
remolino de tristeza me acompaña hasta que cierro la puerta con llave, como
si dejara allí todos los recuerdos metidos.
30
Diciembre
(Hugo)
fijo en las luces que cuelgan en las calles y que dan a Barcelona un toque
mágico. Un pensamiento aparece en mi mente: ojalá Gina estuviera aquí,
compartiendo con nosotros estas fechas tan especiales. Además, sé lo mucho
que a ella le gustan. Todos los años era Gina la encargada de decorar la
oficina con guirnaldas y figuritas. Este año no lo ha hecho nadie. Sin ella, el
mundo es un lugar mucho más oscuro.
montar en cólera. Sé que tomó esa decisión para poner un poco de distancia
entre nosotros, y la odio por eso. Me hubiera encantado decirle que prefiero
verla cada día, aunque su presencia me duela, que no verla y dejar que su
ausencia me mate.
Sigo sin acabar de digerir nuestra ruptura. Con lo mucho que ella adora a
Estela… Tengo la sensación de que sus palabras no fueron más que una
excusa, que no me explicó la verdad. Estoy casi convencido de que escondía
Faltan solo cinco días para Nochebuena. Como cada año lo celebraremos
en casa de mis padres. Estas fechas nunca me han gustado mucho, sin
embargo, desde que Estela está en mi vida, las vivo de una forma diferente…
Además, es posible este sea una de las últimas navidades en las que siga
creyendo que la magia existe.
—Mira, papi, los caramelos son de fresa, mis preferidos. —Me enseña la
Nos subimos en el coche y regresamos a casa. Hoy toca pizza y peli, así
que Estela está contenta, porque sin duda ese es su plan favorito. Aparcamos
en un hueco libre al lado de casa y, a continuación, andamos las dos
manzanas que quedan hasta nuestro edificio.
—¡Lucía! —exclama Estela. Delante del portal está ella, y nos sonríe
cuando nos ve.
siempre lo hace, por mucho que se esfuerce en ser amable conmigo sigo sin
fiarme de ella, por eso aún no le he dicho a Estela que Lucía es su madre.
—He pensado que podríamos cenar juntitos los tres. —Sonríe y levanta
una bolsa que lleva en la mano—. He comprado vino y tarta de chocolate
para el postre.
—Pero eso puedes hacerlo aunque cene con vosotros. No sería la primera
vez que te veo en pijama. Es más, creo que te he visto de todas las maneras
posibles…
—Lucía… —le advierto.
Media hora más tarde, llega el repartidor y nos sentamos en el sofá los
tres para ver la película de Inside Out.
su oferta, sin embargo, no sé cómo hacerlo. Una copa solo es una copa, ¿no?
—Solo una.
—Antes, Estela me ha explicado que hace tiempo que no pasa por aquí
esa amiga tuya… ¿Cómo se llamaba? ¿Laura? ¿Mónica?
—Gina —mascullo.
nuevo.
—No —le respondo. No necesito pensármelo, hay cosas en esta vida que
tengo muy claras. Mis sentimientos respecto a Lucía es una de esas cosas.
—No estamos hechos el uno para el otro, Lucía, a tu lado yo era peor, era
mi peor versión de mí mismo.
—El sexo solo era el premio de consolación para una relación de mierda.
Su mano sube por mi muslo, sus labios me besan con suavidad el cuello.
—Lucía, márchate, por favor. No quiero tener nada contigo. Si quieres ser
una madre para Estela me parece muy bien, pero que te quede claro que entre
tú y yo no va a pasar nada. No te quiero, ni te querré nunca jamás. Lo que
sentí por ti está muerto y no va a resucitar. Además, quiero a otra. —Lo digo
sin gritar, porque Estela está durmiendo y no quiero despertarla.
—¿A qué otra? ¿A esa enana culona que no tiene nada de especial? Te ha
dejado y no va a volver contigo…
Se levanta del sofá y me mira con resentimiento. Sus ojos centellan. Coge
la chaqueta, se la pone y me lanza una última mirada antes de salir por la
puerta dando un portazo.
♥♥♥
—Es posible.
—Bueno, vale, es posible que me esté pillando por ella, ¿estás contento
con mi confesión?
Mete las manos dentro de los bolsillos del abrigo tres cuartos que lleva
abierto y sonríe de forma enigmática, como si estuviera valorando responder
o no a mi pregunta. Al final suspira y asiente.
—Es Paula.
Hace una mueca y nos paramos delante del escaparate de una tienda de
chucherías. Me fijo en los dispensadores de caramelos PEZ en forma de
unicornios y se me encoge el estómago al pensar en Gina.
pensando en ello, en que algo de todo este asunto no me encaja, de que hay
una parte de toda esta historia que no conozco.
Hace casi un mes que he vuelto a casa de mis padres y me siento arropada
en este lugar que tantos buenos recuerdos me trae de mi infancia. Mi
habitación se ha convertido en mi refugio, con sus paredes pintadas en rosa
pastel y el mobiliario en blanco. Además, los abrazos y mimitos que me dan
papá y mamá me reconfortan y me hacen sentir bien. El dolor no ha
desaparecido, pero está apaciguado, dormido.
—Sí, voy a hacerlo y tú vas a escucharme —dice muy seria. Doy un trago
a al té y alzo una ceja como invitación para que siga hablando—. La vida es
muy corta para huir de los problemas. No sé qué ocurrió en Barcelona, pero
no puedes seguir escapando de ello. Además, Gina, ambas sabemos que eres
una guerrera, no una de esas mujeres que se esconden cuando las cosas van
mal.
—La vida nunca lo es, pero no renuncies a algo que amas sin luchar hasta
el último aliento, de lo contrario lo lamentarás siempre.
—Puedes pasar.
Me pongo colorada al recordar que, pese a ser casi las seis de la tarde,
sigo en pijama. Estos días en casa de mis padres los pijamas se han
convertido en mi atuendo diario, total, apenas salgo al exterior.
—Paula me lo ha dicho.
Trago saliva con dificultad. Después de un mes sin verlo, tenerlo cerca
me afecta de una forma tan física que me es imposible ignorarlo. Las rodillas
se me han aflojado, siento el corazón latir a gran velocidad dentro de mi
pecho y el sudor humedece la palma de mis manos. Cuatro semanas sin verle
y, de nuevo, Hugo se convierte en el eje que hace girar mi mundo.
Además, está muy sexy, pese a la barba de días que lleva algo
—Porque soy una inmadura que no puede hacerse cargo de Estela —digo
en un susurro. No me he preparado esta charla y noto como la inseguridad
hace mella en el timbre de mi voz.
—Ambos sabemos que no, que hay algo que no me estás contando.
Hugo entrecierra los ojos y me mira con una de esas miradas tan tuyas,
llenas de suficiencia, que me cabrean al instante.
—Pero me quieres.
—Eso no importa.
—Sí importa.
—Porque te quiero.
Cierro los ojos y suspiro con fuerza intentando ignorar el escalofrío que
sacude mi cuerpo.
—Hugo, no podemos estar juntos. Si Lucía se entera de que has venido
tendremos problemas…
—Mira, tienes que prometerme que no dirás nada, pero hace unas
semanas Lucía vino a verme al trabajo y me amenazó con llevarse a Estela si
no te dejaba. No podía permitir que eso pasara, Hugo, sabía que algo así te
hundiría.
—Os quiero a los dos con todo mi corazón —digo a través de las
lágrimas.
—Verdad.
Nos quedamos mirando y, antes de que pueda añadir nada más, su boca se
abalanza sobre la mía. Nos besamos con intensidad, con ganas, con amor, con
todo. Acabamos tumbados sobre la cama mientras su lengua se enreda con la
mía y empieza a desabrochar la cremallera delantera de mi esquijama.
—¿Cómo demonios has conseguido eso? —digo entre jadeos cuando mis
5 años después…
—Venga, chicas, que llegamos tarde —nos grita Hugo exasperado desde
el salón.
corazones.
—Más te vale que lo esté, porque esto de aquí —me señalo el estómago
—, es cosa tuya.
acaba de bajar las escaleras del primer piso hasta la planta baja.
Aunque más que una dama de honor, con lo gorda que me estoy, parezco
la orca protagonista de Salvad a Willy.
—Es verdad, será mejor que vayamos tirando, más que nada para
asegurarnos de que el novio no se escapa por la ventana del baño —bromea
—Mamá, ¿te cojo el bolso? —me pregunta Estela que vuelve a subir las
escaleras trotando.
volvíamos a estar juntos, que nunca volvería con ella y que jamás podría
recuperar la custodia de Estela, desapareció del mapa. Se esfumó. Poco
después supimos que había regresado a los Estados Unidos.
encontrados con todo lo que vivimos. Al final las cosas acabaron bien y Hugo
y yo tuvimos nuestro final feliz, pero sufrimos como condenados durante el
proceso.
—Una valla roja para la chica de los labios rojos —me dijo justo antes de
empezar a colocarla en el jardín.
—Al menos podrías habérmelo pedido con un anillo, ¿no? —bromeé, con
los ojos brillantes por la emoción.
Desde entonces las cosas nos van bien. Seguimos trabajando juntos,
aunque hace un par de años que abandonamos Creative Energy y fundamos
una nueva agencia de publicidad junto a Mario, una más pequeña, menos
ambiciosa, pero que nos permite conciliar vida familiar y laboral.
Hugo aparece con el coche, baja la ventanilla y nos guiña un ojo.
FIN
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