Gaya Ciencia PDF
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Resumen
Asumiendo, por un lado, que como dijo Giorgio Colli La gaya
ciencia es el momento central de la vida de Nietzsche y, por otro,
que en ese libro el filósofo alemán es particularmente cuidadoso
con la elección de los títulos, este artículo se propone analizar la
relación existente en dicha obra entre los términos que vincula
implícitamente el título de la misma, a saber: la ciencia y la ale-
gría. Para ello recurre, además de a ciertos momentos estratégicos
del texto publicado por Nietzsche, a diversos pasajes extraídos
de su correspondencia y de sus escritos póstumos, así como a las
aportaciones de pensadores posteriores (tales como Michel Fou-
cault o el mismo Giorgio Colli) que reflexionaron sobre la men-
cionada conexión.
Abstract
Assuming, on the one hand, that as said Giorgio Colli The Gay
Science is the central moment of Nietzsche’s life and, secondly,
that in this book the German philosopher is particularly careful
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menos el único signo visible que nos invita a pensar de este modo:
en ese mismo sentido apuntan, por ejemplo, las cartas que nues-
tro autor dirigió a sus amigos para preguntarles qué impresión les
había producido este cuarto libro, dejando de lado los tres anterio-
res; pero también (y, como veremos, en algún sentido sobre todo)
un fragmento póstumo (M III 6b. Primavera de 1882, 19[12])
(Nietzsche, 2008: 906) por el que sabemos que consideró la posi-
bilidad de colocar este cuarto libro al comienzo de la obra, como
su primera parte. En un texto extremo como éste, que sólo acepta
ser colocado al principio o al final de la obra a la que pertene-
ce, es donde pienso que debemos buscar la pista que nos permita
adentrarnos en la lectura de la misma. Pero entonces, ¿acaso no
tendríamos que preguntarnos, antes que nada, cuál es la preten-
sión de aquel cuarto libro, con el que parece razonable pensar que
mantienen algún tipo de vínculo las múltiples líneas problemáticas
que atraviesan, en un itinerario no siempre evidente para el lector,
el resto de La gaya ciencia?
Para intentar responder a esta interrogante, sigo de nuevo a
Germán Cano, autor según el cual Nietzsche quiso ofrecer en el
«Sanctus Januarius» “una máscara nueva, una especie transmuta-
ción alquímica ligada a una nueva experiencia gozosa de la sub-
jetividad” (Cano, 2001: 19). Esta alusión a la alquimia me hace
pensar, como mínimo, en el siguiente par de textos: en primer
lugar, en una carta dirigida a Franz Overbeck el 25 de diciembre de
1882, en la que Nietzsche escribe que, si no consigue inventar “el
artificio de los alquimistas para transformar todo este fango en oro”
(Nietzsche, 2010: 306), está perdido, añadiendo inmediatamente
que ahora tiene la más bella ocasión para demostrar que todos
los acontecimientos le son útiles, todos los días santos y todos los
hombres divinos –lo que nos permite hacernos una idea bastante
aproximada de lo que entendía este filósofo por “alquimia”; en se-
gundo lugar, en el aforismo 292 de La gaya ciencia, donde se acusa
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vista, llena de encanto la comarca que domina resulta, una vez nos
acercamos a ella y escalamos hasta su cima, decepcionante. Esta
imagen sirve a Nietzsche para mostrarnos de una manera intui-
tiva que el conocimiento (y, particularmente, el conocimiento de
nosotros mismos) no es algo recomendable para todo el mundo,
sino sólo para aquellos que son capaces de soportar la verdad, pres-
cindiendo de los velos protectores que proporciona la ignorancia.
Pero esta misma imagen también nos puede servir para prevenir-
nos contra otra idea, según la cual sólo nos haría falta volver a
alejarnos de la montaña para percibirla de nuevo en su unidad
–pues lo cierto es que este alejamiento no nos garantiza por sí solo
la recuperación de aquel primer efecto. Es preciso que hayamos
sido capaces de soportar la prueba, la durísima prueba del conoci-
miento, para recuperar la percepción unitaria de la montaña, que
sólo entonces seremos capaces de apreciar por el hecho mismo de
haberla perdido (y vuelto a recuperar). En este instante privile-
giado, la montaña vuelve a ser montaña, el río vuelve a ser río e
incluso nosotros volvemos a ser nosotros mismos –en un proceso
que culmina con la recuperación de una relación no problemática
con nuestro propio nombre.
Pues bien, si nos fijamos ahora en el nombre (es decir, en el títu-
lo) de La gaya ciencia, posiblemente adivinaremos en qué consiste
una parte importante de su aventura. ¿Qué quiere decir esta expre-
sión: «gaya ciencia»? Hasta el momento en que Nietzsche escribió
este libro, la ciencia había sido considerada únicamente como algo
serio y profundo, es decir, como un ámbito de estudios del cual
la alegría y la superficialidad quedaban excluidas o, como mucho,
eran integradas en el listado de los posibles objetos de estudio cien-
tífico –con lo que la concepción de la ciencia como “cosa seria” no
resultaba modificada en absoluto. Nietzsche no se confunde cuan-
do identifica ciertas afirmaciones de Spinoza como la culminación
de esta manera de entender la ciencia, que es justamente la que él
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2 En el I, 4 de su Tratado político.
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3. Un corazón roto
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4. La ciencia y el fenómeno
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6. El modelo arbóreo
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de tal manera que el último de ellos tendría que ver solamente con
las profundidades –y sería, en consecuencia, rechazado por nuestro
autor–, en tanto que el otro (empujado por la alegría, por la fuerza
de la soberanía individual, por la libertad en el querer) sería a la vez
abismo y danza, profundidad y altivez, conocimiento y alegría? Y,
aun suponiendo que así sea, ¿nos garantiza esta maniobra la resolu-
ción de las dificultades que hemos planteado, esto es, la detención
en este punto de las cadenas de aporías? ¿O fue acaso la intención
de Nietzsche prolongar esas cadenas, sumergirnos en un juego de
espejos en el que de un problema saltamos a otro, así una y otra
vez, sin remisión última a raíz alguna que pueda ser considerada la
más profunda de todas? ¿Fue ese su modo de anticipar la concep-
ción de la superficie como rizoma? ¿O, por el contrario, es sólo el
signo visible de la persistencia del fanatismo, de los desequilibrios
que en esta obra parecen abolidos, reequilibrados por la magia de
una perspectiva superior más que en ningún otro escrito de su
autor? Sin descartar, por supuesto, que se trate de ambas cosas al
mismo tiempo.
Nos falta, sin embargo, por esclarecer una de las cuestiones funda-
mentales de este texto. Y es que si, como he argumentado, el Li-
bro cuarto nos da la clave para entender a qué se refiere Nietzsche
cuando habla de “ciencia” en esta obra, en tanto que los tres pri-
meros complementan la interpretación del título por el lado de la
alegría –con la metáfora arbórea como imagen del tipo de unidad
que conforman ambos aspectos al ser tomados conjuntamente–,
entonces ¿qué es exactamente lo que aporta el Libro quinto? ¿No
será acaso un mero revestimiento, una piel superpuesta a los cuatro
libros anteriores –lo que, por descontado, no podría tener que ver
más profundamente con lo expuesto en ellos? De ser así, entonces
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Bibliografía
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