Principio de Razonabilidad, Proporcionalidad y Necesidad de La Pena
Principio de Razonabilidad, Proporcionalidad y Necesidad de La Pena
Principio de Razonabilidad, Proporcionalidad y Necesidad de La Pena
I. INTRODUCCIÓN
Hemos escuchado o leído sobre estos principios, pero puede que muchas veces
nos haya generado confusión, por ser inasibles y porque tienen que ver mucho el
uno con el otro. Por así decirlo, la razonabilidad puede que conlleve racionalidad,
como también proporcionalidad, pero no necesidad de pena; puede que no lleve
proporcionalidad y si razonabilidad y racionalidad. Se actúa como si fuese un juego
de cartas, pero la verdad, lo ideal, es que tengan que entrelazarse para poder hablar
de una decisión judicial o de una política, en nuestro caso, de una política criminal
coherente. Entonces, podemos entender estos principios desde dos tópicos:
Un criterio valorativo ya sea por parte del juez o del legislador, en este caso de este
último para hacer un análisis OBJETIVO con el fin de crear una ley, ceñida en
nuestro caso a una política criminal coherente objetiva a los parámetros
constitucionales y del bloque de constitucionalidad. Así mismo, estos requisitos que
deben cumplir estos, serán los mismos que el del operador jurídico como lo son: la
claridad, consistencia conceptual, normativa, lógico-deductivo, saturado y respeto a
la carga de argumentación (en este caso judicial y no legislativo) siempre en miras
de buscar el pro-libertate.
Llamado también prohibición de exceso, tiene que ver mucho con el principio de
culpabilidad (como juicio de reproche) y este limita la configuración del legislador en
materia punitiva, porque debe estar acorde a las premisas constitucionales del
preámbulo, de los derechos fundamentales y del bloque de constitucionalidad, es
decir que toda norma penal debe ceñirse a estos postulados teniendo en cuenta el
acto cometido (derecho penal de acto), como también la sanción, por ello el
legislador objetivamente (racionalmente), igualitariamente (razonablemente), tendrá
que colocar una sanción según la conducta cometida, es decir no sera lo mismo
penar un homicidio doloso con agravantes, que uno culposo, o por celos, y todo eso
se debe plasmar en el catálogo normativo, lo mismo sucede con la decisión judicial;
además de esto, se debe tener en cuenta el interés general sobre el particular, lo
particular entendiéndolo como aquel que hace lobby (grupo empresarial, político,
religioso...) para que le sea aprobado una ley penal a su favor, como pasa con
algunas empresas de ciertos sectores que quiere que se les penalice, para evitar
que roban X o Y cosa, y el código penal nuestro esta inundado de eso. Así mismo
la proporcionalidad se mirará como ultima ratio y como subsidiario, cuando vea que
otras conductas que se puedan penar de otra forma, ya sea por el área civil o
administrativa, por tanto no sería legítimo hacerlo por la vía penal, entonces nos
preguntamos otra vez: ¿es admisible?
Por ello es que BERNAL PULIDO siguiendo a ALEXY habla de idoneidad (un fin),
necesidad (medida más favorable) y proporcionalidad en sentido estricto
(compensación de sacrificio), aplicado en materia constitucional. Por tanto toda
decisión o ley que no cumpla con una proporcionalidad que no conlleve estos
principios debe ser declarada ilegítima (lo de arbitrariedad lo utilizamos cuando es
irrazonable), y por tanto inconstitucional en materia político criminal. Para más
información revisar el capítulo de BERNAL PULIDO titulado: El Principio de
Proporcionalidad de la Legislación Penal, publicado en el libro El Derecho de los
Derechos, aquí este lo resume como la proporcionalidad que deben tener los
legisladores a la hora de tipificar un delito como ejercicio de su actividad legisferante
como la de la pena, tal como hemos señalado arriba, tal como dice MANZINI: “La
verdadera libertad no consiste en el derecho a escoger el mal, sino en el
derecho a elegir solo entre las sendas que conducen al bien”, de esta forma el
fin concreto del legislador debe ser encauzar el ejercicio de la libertad individual
para posibilitar la convivencia, enmarcado siempre en el artículo 16 de la
constitución en el: “DERECHO DE LOS DEMÁS”, tal como diría ROTHBARD
parafraseandolo, en el principio de agresión: “hasta que no jodas a los demás”. Hay
que dejar algo claro y es que la libertad en sentido negativo, pro homine (como la
del agere licere), no admite injerencias legislativas excesivas, por otro lado se deben
incluir los derechos fundamentales verdaderos (eso cuenta de disponer de su propia
vida), y demás bienes que deben garantizar la ley penal, POR ELLO ES QUE LA
LEY PENAL SOLO DEBE PROTEGER: LAS LIBERTADES DE LAS PERSONAS,
LA VIDA Y LA PROPIEDAD, teniendo en cuenta todo lo que se derive de ellos, pero
no otras cosa, porque sería excesivo, injustificado (irracional), ilegítimo o excesivo
(no proporcional) y arbitrario (irrazonable). Por esta razón es que la proporcionalidad
se considera como parte de la racionalidad, porque debe estar ajustado a este
siempre, como también la razonabilidad de la estricta racionalidad.
Para PÉREZ PINZÓN, la proporcionalidad debe conllevar fines legítimos y debe ser
judicial, siempre y cuando sea motivada, idónea, necesaria y proporcional en
sentido estricto lo mismo que expresa BERNAL PULIDO.
VI. CONCLUSIÓN.
No es verdad que lo único que limita la actividad exacerbada del ius puniendi y de
la decisión judicial sea el «principio de proporcionalidad» pues, puede que lo sea,
pero no es cierto que lo sea del todo; hasta podríamos ser osados y decir que en
mayor medida lo hace la racionalidad, que es el primer campo que debe ver el
legislador a la hora de evaluar si una ley debe ser creada o no, de aquí que se mire
después la proporcionalidad, y pues luego la razonabilidad (como test de igualdad),
aunque tiene más valor este último cuando es de aplicación de decisión judicial,
como también es el de la necesidad de pena, que en materia legislativa se llama
«principio de intervención mínima». Se puede decir que teniendo en cuenta estos
criterios el legislador y el operador jurídico puede hacer/aplicar una ley/norma
coherente, admisible, legítimo, no arbitrario, con sentido finalístico y no por mero
capricho, oportunismo, ventaja o populismo.