21-Grandes Filósofos I-Mileto, Del Mito Al Logos-SCR
21-Grandes Filósofos I-Mileto, Del Mito Al Logos-SCR
21-Grandes Filósofos I-Mileto, Del Mito Al Logos-SCR
1. PRIMEROS FILÓSOFOS
Se dice que el milesio Tales, uno de los siete sabios, fue el primero que se abocó
a la filosofía natural. Dijo que el agua es principio y fin de todo; a partir de ella por
reunión se forman todas las cosas, y a la inversa al disolverse son llevadas nuevamente a
ella.
Tratar de entender los orígenes de nuestra civilización nos lleva inevitablemente
a una época y a un lugar: fines del siglo VII a.C. en el noreste del mar Mediterráneo; si
buscamos la zona en un mapa hallaremos una región regada de islas. Sólo un pueblo de
marinos y comerciantes pudo vivir allí, y fue precisamente el comercio el factor
dinamizador de los cambios que se produjeron en esa sociedad. La filosofía no empezó
en la Grecia continental, si tenemos en cuenta este comenzar de la filosofía, sino en las
prósperas ciudades griegas de las costas de Asia Menor y especialmente, en el caso de
Tales, en la ciudad de Mileto. Esta prosperidad económica es una condición para el
desarrollo de este tipo de actividad más libre, no atada a la satisfacción de necesidades
inmediatas; condiciones, no causas, porque las causas no se pueden reducir a las
condiciones materiales de un tipo de producción cultural.
Tales, Anaximandro y Anaxímenes son oriundos de Mileto, que es una colonia
griega que está situada en el Asia Menor, que se destaca sobre todo por sus aspectos
económicos, culturales, y por su contacto con Oriente. Tiene una posición de privilegio
en el sentido que al ingresar a través de Oriente en Mileto los desarrollos científicos que
se daban, por ejemplo en Egipto y Babilonia, los filósofos de Mileto recibían
privilegiada y prioritariamente esos descubrimientos que les servía para sus planteos
filosóficos.
La ciudad de Mileto estaba situada en la costa de lo que entonces se conocía
como Jonia y que hoy es Turquía. En su puerto se intercambiaban mercaderías llegadas
de la India, Egipto, del Mar Negro y de Fenicia, pero lo más importante era que en su
mercado, calles y tabernas dialogaban gentes de muy diversos orígenes, culturas y
creencias; el no poder confiar en costumbres y valores comunes obligó a los milesios a
desarrollar su racionalidad. Los distintos mitos y leyendas de los viajeros que acudían a
su ciudad, les hizo relativizar sus propias tradiciones; no es raro entonces que surgieran
en estas ciudades comerciales, la semilla del pensamiento científico y filosófico, esto es
la razón, lo que los griegos llamaron logos.
La importancia actual del estudio de los primeros filósofos griegos tiene que ver,
fundamentalmente, con que ellos representan lo que comúnmente se llama el pasaje del
mito al logos. En realidad, es la cristalización de la emergencia del logos filosófico que
es el intento de repensar el mundo por fuera de las explicaciones místicas, por fuera de
todo ingrediente que tenga que ver con un origen divino del universo.
Otra causa de la emergencia del logos en las ciudades griegas, fue su particular
organización política. Sin el surgimiento de la ciudad y de todo lo que implicó la ciudad
(inclusive la emergencia del logos), de la palabra política, de los acalorados debates en
el ágora (lugar de reunión o discusión), sin esas condiciones materiales de existencia no
podríamos entender la emergencia de un pensamiento como el de los presocráticos.
En la historia de la filosofía se acostumbra llamar presocráticos a aquellos
filósofos anteriores a Sócrates y Platón. El primero que tenemos noticia era de Mileto y
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GRANDES FILOSOFOS I
Tales
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GRANDES FILOSOFOS I
Confederación, hacer o no hacer ciertas alianzas; ese es un Tales sabio político arcaico.
También en Herodoto aparece otro Tales, diríamos el ingeniero: según su versión, ayudó
al rey lidio Creso a atravesar el río Halis desviando su curso; “ésta es la versión
favorita de los griegos” dice Herodoto, “pero yo sostengo que Creso usó los puentes
existentes”. Cabe aclarar que Herodoto fue posterior a Tales en ciento cincuenta años.
La visión racionalista de Tales no lo llevó al ateismo, pero buscó entender la
naturaleza independientemente de los relatos de Homero y Hesíodo. No se trataba de
pensar la realidad como la misteriosa decisión de los dioses, sino como manifestación
material; la divinidad misma era pensada por Tales como una inteligencia que rige el
universo.
En los primeros que filosofaron, como en el caso de Tales, Anaximandro y
Anaxímenes, empezamos a ver los primeros intentos de explicación racional o físico-
natural de la realidad, pero no se terminan de despegar del todo de las explicaciones
mítico-religiosas, por que en estos planteos encontramos todavía rastros de lo divino, o
la atribución de lo divino en relación con los principios que ellos proponen como
rectores del orden cósmico.
La observación de la naturaleza planteó a Tales dos cuestiones básicas: el
cambio y la multiplicidad. ¿Cómo entender que las cosas que continuamente cambian y
que son muchas, conforman un mundo, una realidad? ¿Cuál es el elemento UNO a partir
del cual puede darse esa multiplicidad de cosas? Por lo tanto, aparecen dos elementos,
por un lado la identidad, lo constante, la búsqueda de lo permanente, y por otro lado la
unidad que explica la multiplicidad. Tales propuso que el agua era el principio, que
todas las cosas se originan del agua y a la vez en última instancia, son agua. Según un
testimonio de Aristóteles en la “Metafísica”, para Tales el principio o el “arché” sería el
agua. Al parecer, todas las cosas estarían nutriéndose en humedad, y la fuente última de
la humedad es el agua; esto, al parecer, tendría una fuente en Homero, para el que el
principio de todas las cosas era el Océano, o sea, el agua.
Además de la racionalidad, Tales también representó otros rasgos
paradigmáticos del filósofo, como su capacidad de concentración y ensimismamiento.
Platón alude en el “Teeteto” a la caída de Tales en un pozo; en realidad esta caída tuvo
que ver con que Tales estaba absorto mirando el cielo, impactado por las estrellas que lo
fascinaban, y esta caída resultó un hecho de burla para una criada; la anécdota vuelve a
salir al cruce de esa idea generalizada de un filósofo absorto en sus ideas, en su mundo,
no pudiendo tomar contacto con lo más inmediato, que era el peligro del pozo al que se
acercaba. Esta anécdota, de alguna manera, muestra la concepción del filósofo como
alguien distraído, pero también hay una anécdota que cuenta Aristóteles en la “Política”,
y que tiene que ver con la maniobra financiera que hace Tales con respecto a la cosecha
de aceitunas, en donde Aristóteles muestra como Tales sin pretender enriquecerse (si él
quería podía hacerlo), y harto de que sus vecinos se burlaran de su afición al saber
considerándolo poco útil, pudo prever, debido a sus conocimientos astronómicos, que
iba a haber una muy buena cosecha de aceitunas; arrendó entonces, todas las prensas de
aceite que pudo y cuando llegó la cosecha obtuvo grandes ganancias. De este modo, dio
una lección a sus conciudadanos. Tales vendría a ser el ejemplo, al mismo tiempo, de la
utilidad del filósofo y de la utilidad de la filosofía. De modo que aquí también aparece
otro rasgo, que está enfatizado por Aristóteles, otro rasgo de la filosofía, que es el
desinterés, el no estar apegado a la satisfacción de las necesidades diarias, sino algo así
como el ideal – malentendido muchas veces – del saber por el saber y que el
“práctico” no puede entender.
Estas anécdotas muestran las dos caras, la cara del filósofo que puede
comprometerse en asuntos económicos, y la cara del filósofo como la de un personaje
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GRANDES FILOSOFOS I
distraído, desligado de la realidad, por que está todo el tiempo apuntando a cuestiones
teóricas.
Anaximandro
Anaxímenes
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GRANDES FILOSOFOS I
difícilmente podamos entrever, la senda por la que aun hoy, 2600 años después, se sigue
transitando.
Jenófanes de Colofón
Nadie ha alcanzado aun y nadie alcanzará jamás plena certeza con respecto a los
dioses y al dios que yo llamo la naturaleza toda. Porque por mucho que lograra
dar en lo justo, quedaría sin saberlo; porque todo está cubierto de apariencia.
Jenófanes de Colofón
siglo VI a.C.
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GRANDES FILOSOFOS I
Heráclito
Es probable que Heráclito de Efeso haya sido el más genial de los filósofos
presocráticos. Por el momento resulta imposible determinar cuál es el porcentaje de tal
probabilidad, ya que la misma depende, en buena parte, del estilo literario y estructura
conceptual de quien, no sin razón, se ganó ya en la antigüedad, el epíteto de “el oscuro”;
y en buena parte, también, de la deplorable forma en que nos ha llegado su obra, o, si se
prefiere, los elementos con las cuales reconstruirla.
Nació en Éfeso en el seno de una familia noble, alrededor del 544 a.C., era más
joven que Pitágoras y que Jenófanes, de quien algunos dicen que recibió algunas
influencias. Amigo de la soledad, y enemigo de la multitud – del “rebaño” de los
ciudadanos que expulsaron a Hermodoro, “el mejor de todos” – Heráclito pareció
querer expresar su pensamiento sólo para los pocos, de allí su apodo de “el oscuro”,
también “el llorón” por su estilo quejumbroso. Se hizo misántropo y fue a vivir en las
montañas, donde comía hierbas y plantas. Y como a raíz de esto se enfermó de
hidropesía, regresó a la ciudad, donde falleció a los sesenta años.
Trataré de expresar sucintamente los conceptos fundamentales que, a mi criterio,
hacen excepcional a este pensador.
Define a la sabiduría como un hablar y obrar de acuerdo con la verdad. Decía
que la adoración a los ídolos no es otra cosa que charlar con las paredes, que la ofrenda
de sacrificios era suplantar una mancha con otra, como si el que ha pisado fango
quisiera lavarse con fango”. Es evidente su elitismo, su desprecio por la “masa” inculta
le hizo decir “millones de ellos no pesan lo que un espíritu selecto”.
La búsqueda de la sustancia fundamental, elemento base original del que todo
saldría, hizo surgir distintas teorías como ya hemos visto, nuestro Heráclito considera al
“fuego” como origen. Si lo consideramos literalmente cuesta convencerse, pero si uno
interpreta al “fuego” como signo vital, esencia de la inteligencia universal, la cosa
cambia.
En uno de los fragmentos rescatados, expresa “…que no quiere ser llamada
Zeus”, y claro, como llamarla en singular si no es ni individual ni personal, “…y que a
pesar de eso quiere ser llamada así”, no es contradicción, sino que así expresa que es el
principio supremo del mundo.
“Lo bueno y lo malo es la misma cosa”. Y lo es, el agua de mar es buena para
los animales de vida marina, se alimentan, viven, en cambio para el hombre es letal.
Aquí se expresa una teoría de relatividad de cualidades. Esto nos recuerda al “somos y
no somos” del que no se puede bañar dos veces en el mismo río, de ese río que aparenta
tener siempre la misma agua, el mismo caudal, al que entramos la primera vez. Pero el
que entra no es el mismo por el permanente cambio, ni el río es el mismo río. Es el
eterno fluir, todo es movimiento, es el tiempo que cambia, que nos cambia, el tiempo
que pasa en nosotros. Ese cambio de propiedades en la sucesión del tiempo tiene su
exacta contrapartida en el cambio que se produce en simultaneidad. Los contrastes no se
excluyen, si no que se condicionan mutuamente. “La armonía de lo invisible es mejor
que la visible”. La enfermedad ha creado la curación; la fatiga, el descanso; esto puede
considerarse como la teoría del contraste, o mejor de los opuestos. Heráclito critica a
Homero que quiere eliminar todo lo malo del universo, para Heráclito eso sería el
“ocaso”; de los opuestos nace la armonía, todo es un fluir, cada cosa se convierte en otra
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GRANDES FILOSOFOS I
Parménides
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GRANDES FILOSOFOS I
2. SOFISTAS
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GRANDES FILOSOFOS I
asamblea, llevar a buen término una embajada, dar sus leyes a una nueva ciudad,
instruir en la democracia; en síntesis, hacer obra política. De manera que la sofística no
es sólo la piedra que rompe los escaparates de la regulación filosófica del lenguaje; o, de
serlo, habrá que revalorizar singularmente el sentido, el interés, el impacto de la rotura.
La sofística puede entenderse de dos modos: como un particular movimiento
intelectual que surgió primeramente en Grecia en el siglo V a.C., y como una constante
posible en la historia y en la vida humana. En el primer caso, la sofística tiene
características bien precisas: los sofistas eran los sabios, los “maestros del saber” que,
en virtud de una crisis del espíritu griego, aparecieron y proliferaron en Grecia,
convirtiendo el período cosmológico en antropológico. Antes de la sofística, la filosofía
era especulación solitaria e inclusive desdeñosa; el intelectual era el hombre en soledad,
que monologaba o a lo sumo dialogaba. La sofística descubre realidades que sin ella,
hubieran permanecido ocultas. Lo que encuentra el hombre ante sí no es tanto el
universo, como la realidad humana, pero una realidad inestable y por ello problemática.
Esta seriedad no vale para toda la sofística, sino sólo para aquellos sofistas que han sido
auténticos creadores, de los que nos vamos a ocupar a continuación.
Platón ataca a los sofistas y el diálogo de ese nombre hace escarnio de Pródico
por su físico débil y enfermizo. Sin embargo, es una figura rescatable.
Hipias, el “autosuficiente”
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GRANDES FILOSOFOS I
Protágoras de Abdera
En lo que se refiere a los dioses, no puedo saber ni que existen ni que no existen;
porque muchas cosas impiden saberlo, ante todo la oscuridad del asunto y la vida
humana que es demasiado breve.
Protágoras de Abdera
siglo V a.C.
Esta única frase se ha salvado del libro de Protágoras “Sobre los dioses”, que
fue mandado a quemar por las autoridades de Atenas, por denuncia probable de
Pitidoro, debiendo abandonar la ciudad ante el riesgo de seguir igual destino al de
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GRANDES FILOSOFOS I
Sócrates. Con esa frase no se justifica la calificación de “ateo” que le fue hecha, cuanto
mucho, se puede hablar de agnosticismo.
“La medida de todas las cosas es el hombre, de las que son, de que sean, y de
las que no son, de que no sean”. Con esta frase inicia su libro “Discusiones
demoledoras” y que valió también para discusiones sobre su interpretación Fue
considerado por ello como individualista antropocéntrico, sumado al “ateismo”
antedicho, lo que lo hizo poco grato para generaciones de filósofos.
¿Pero a qué hombre se refiere como medida? Siempre, desde Platón y
Aristóteles, fue aceptado que al hombre individual; Goethe y luego Gomperz lo
asociaron a una segunda clase de “hombre”, el hombre en general, al hombre como
especie. Pero por que no pensar en una tercera clase, al hombre como integrante de una
sociedad, lo que facilitaría la comprensión de su pensar, y ese “Homo-mensura” en
última instancia es la sociedad, el estado, la polis que ante la pluralidad indefinida de
representaciones individuales legisla sobre lo justo o lo injusto, etc.
De todos modos, aclara que algunos distinguen entre lo verdadero y lo falso y él
por el contrario, considera “unas más convenientes que otras, pero en modo alguno más
verdaderas”, y ese “conveniente” lo dice más adelante…”lo que a cada polis le parece
justo y bello, efectivamente lo es para él, mientras que tenga el poder de legislar”. Así
se hace partidario del más fuerte o de la mayoría, que como dice Henrik Ibsen (1828-
1906) en “Un enemigo del pueblo”, es dueño de la fuerza, pero no de la razón.
Esta opinión lo ha hecho desmerecer ante los filósofos, así como el ser “sofista”,
mercader de la enseñanza y del conocimiento (cf. diálogos de Platón “Protágoras”,
“Sofista” y “Teetetes”)
De este convencionalismo social se derivará el relativismo axiológico del
sofista. El valor (axiología) no es algo “objetivo”, si no que es “puesto” por la sociedad.
Es la sociedad la que estima lo valioso y lo no valioso, y el hombre, modelado por dicha
sociedad, acata las valoraciones de ésta.
“Es verdadero para cada uno aquello que le parece ser verdadero”, si hubiera
constituido verdaderamente el norte de su pensamiento, hubiera dicho con respecto a los
dioses: “Existen para aquellos que crean en ellos, no existen para los que no creen”
Gorgias de Leontini
1. Nada existe
2. Si existiera sería incognoscible
3. Si existiera y fuera cognoscible, sería incomunicable
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GRANDES FILOSOFOS I
1. PLATÓN
Reconociendo que el alma es capaz de todos los males como de todos los bienes,
hemos de marchar siempre por el camino que conduce a lo alto, practicando en
toda forma la justicia con ayuda de la inteligencia, para ser amado por nosotros
mismos y por los dioses.
Platón
“República” 621 c.
Biografía
Platón nació en Atenas en el año 427 a.C. en el seno de una familia aristocrática;
su verdadero nombre era Aristocles, su apodo Platón, que significa en griego “de
espaldas anchas”, aludía a su robustez. En esa época, luego de ganar la guerra contra los
persas, Atenas había conocido un período de gran esplendor político y económico que
duró alrededor de 50 años. El crecimiento de Atenas la llevó a enfrentarse a una
confederación de ciudades liderada por Esparta, en lo que se ha llamado “la guerra del
Peloponeso”. La guerra contra Esparta y sus aliados fue desastrosa para Atenas, que
cayó en una profunda crisis. El gobierno fue tomado por un grupo oligárquico y sólo
después de una guerra civil, pudo restaurarse la democracia. En tal clima de
convulsión, Platón encontró una guía y un ejemplo a imitar en la figura de Sócrates.
Buena parte de la obra de Platón está marcada por la presencia de Sócrates (470/469-
399 a.C.), quien es el protagonista de gran parte de los diálogos platónicos.
Algunos de los parientes de Platón, pertenecieron al gobierno oligárquico al que
él rehusó asociarse; vio con simpatía el restablecimiento de la democracia, pero pronto
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GRANDES FILOSOFOS I
comprendió que la sociedad en que vivía, mostraba grandes síntomas de decadencia; los
nobles ideales antiguos ya no eran vigentes, por todas partes triunfaban el oportunismo,
el amoralismo, la corrupción y el escepticismo. Para Platón era urgente tratar de
restablecer entre sus conciudadanos, un ideal de justicia y respeto a la verdad. El colmo
de la crisis moral y política ateniense, fue para Platón, el juicio y condena a su maestro
Sócrates. El proceso a Sócrates se desencadenó por razones políticas, algunos de sus
discípulos habían estado vinculados a la tiranía oligárquica y las autoridades
democráticas creyeron oportuno alejarlo de la Polis. Se pidió la pena de muerte, por que
según el derecho ateniense, el acusado podía proponer un castigo alternativo y se
esperaba que pidiera el exilio como era costumbre, pero Sócrates expresó que bien era
culpable y entonces merecía la muerte, o bien no lo era y entonces debían ser
reconocidos sus servicios a la sociedad. Fue condenado a beber una copa de veneno.
Sócrates aceptó la sentencia con gran tranquilidad, se negó aceptar la ayuda de sus
amigos que le aconsejaban huir de la ciudad y murió dignamente. El joven Platón lo
consideró un modelo de conducta y pensamiento.
Según Aristóteles, ha habido tres influencias decisivas en la formación de
Platón: Heráclito (n. cerca de 544-475 a.C.), no en forma directa sino a través de su
discípulo Crátilo, los pitagóricos y Sócrates. Aristóteles le da especial importancia a la
influencia de los pitagóricos en lo que hace a la “Teoría de las ideas”, uno de los puntos
centrales de la filosofía de Platón. Otras influencias tienen que ver con el clima
intelectual en el que se desenvolvió Platón: sofistas, poetas y dramaturgos; por un lado,
como todos los griegos cultos, Platón se había educado con los poemas de Homero y
Hesíodo que podía citar de memoria, por otro lado estaba familiarizado con los grandes
autores trágicos y cómicos, y en sus propios diálogos se puede percibir frecuentemente
esa influencia. Platón tenía de los sofistas mucho más de lo que tal vez hubiera estado
dispuesto a reconocer, porque los sofistas eran muy representativos del clima cultural
que se gesta después del encumbramiento de Atenas, y ese ascenso político y económico
marca también el comienzo de su decadencia.
Poco después de la muerte de Sócrates ocurrida en el año 399 a.C., Platón se
retiró a la casa de su amigo Euclides (cerca de 450-380 a.C.) en Megara; en el año 395
a.C. al desencadenarse la guerra entre Atenas y Corinto, volvió a su ciudad y formó
parte del ejército ateniense. Después de la guerra su espíritu inquieto lo llevó al sur de
Italia (la Magna Grecia), donde trabó amistad con el filósofo Arquitas y otros
pitagóricos. Mientras viajaba por la región fue invitado a visitar la corte de Dionisio, en
Siracusa. De Siracusa era Dión, un personaje que según la tradición tenía lazos muy
cercanos con Platón; la tradición conserva, inclusive, un epigrama amoroso dedicado a
Dión, que probablemente no sea cierto, pero sí dice bien lo que la tradición “piensa” de
la relación entre ambos. Por otra parte Dión era el cuñado del regente, el tirano de
Siracusa, el antes mencionado Dionisio I°. A todas luces Platón tiene que haber llegado
hasta Siracusa intentando no sólo conocer el lugar, sino tal vez con la idea de influir
políticamente sobre Dionisio. Pronto se convirtió en un huésped molesto, produciéndose
discusiones cada vez más frecuentes y exasperantes. Diógenes Laercio (siglo III d.C.)
cuya única obra conocida “Vidas de filósofos “ fue escrita entre el 225 y el 250 de
nuestra era, cuenta que en algún momento pueden haber tenido una discusión muy
fuerte, tanto, que Dionisio juzgó que Platón merecía la muerte por esto, cosa que
evidentemente no sucedió, pero que terminó de una manera un poco extraña: después de
muchas intersecciones de gente importante (importante para Dionisio), éste accedió a
dejar que Platón vuelva a Atenas, pero no lo hace directamente, sino que lo manda en un
barco que pasó por Egina, que es una isla que está frente a Atenas y que en ese
momento tenía las relaciones absolutamente cortadas con los atenienses, tanto que
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GRANDES FILOSOFOS I
cuando un ateniense llegaba a Egina, era enviado al mercado a ser vendido como
esclavo. En ese momento brilló la estrella de Platón por que un conocido cirenaico,
según dicen las fuentes, lo reconoce y lo compra como esclavo y, obviamente, lo libera.
Al volver a Atenas en el año 388 a.C., Platón pensó que si no era posible hacer
filósofos a los soberanos, quizá fuese oportuno educar filosóficamente a los futuros
políticos y gobernantes. Para ello fundó su Academia, a la que asistieron jóvenes de
Atenas y de otras ciudades, para aprender filosofía, matemáticas, astronomía y otras
ciencias. La Academia es una escuela de formación de dirigentes; ya existía una que era
la “Escuela de retórica” de Isócrates (406-338 a.C.) con una base de retórica, herencia
de la época sofística, pero con una base moral. En cambio la Escuela fundada por Platón
tiene una base científica filosófica, o sea, para ser académico no hay que ser platónico,
por el contrario (en los mismos diálogos de Platón está presente esto) la Academia es el
seno de tremendas disputas, por ejemplo acerca de la “teoría de las ideas”, que es la
doctrina metafísica fundamental de Platón; lo único que había que compartir es que la
realidad tiene una cierta estructura inteligible, la realidad no es irracional, por lo tanto es
estructura, puede ser comprendida y solamente esta comprensión es la base para la
acción. Primero hay que ser filósofo para luego recién poder ser político.
En el año 367 a.C. habiendo fallecido en Sicilia el tirano Dionisio “el viejo”, su
hijo Dionisio II° invitó a Platón a volver a Siracusa; le prometió poner a su disposición
los medios necesarios para concretar el proyecto político platónico. La tentación era
irresistible y Platón viajó por segunda vez a Sicilia. La cuestión es que cuando llega,
ninguna de estas promesas se cumple; sí, según dicen, a Dionisio “el joven” le gustaba
tener a Platón como una especie de “decoración” de la corte, tanto que no le permite
regresar a Atenas. Otra vez tiene Platón que recurrir a amigos que intercedan para
convencer al rey que le permita irse, allí aparece la figura de Arquitas de Tarento. En
esta ocasión no hubo venta por medio y Platón sale una vez más de Siracusa con
muchas menos esperanzas. Contrariamente a lo que uno podría pensar, unos años
después, en el 361 a.C. vuelve a intentar la concreción de sus sueños de un estado ideal;
este tercer viaje vuelve a ser infructuoso, abandonando definitivamente sus esperanzas
de concretar su modelo. En este tercer viaje Platón presentó un proyecto de constitución
que fue desechado por Dionisio; aconsejó la organización de una confederación de
ciudades contra la amenaza de Cartago, que jamás fue instrumentado; requirió la
amnistía para los políticos opositores del joven tirano, que también fue desestimado.
Platón se vio obligado a admitir que no podía pretender que los gobernantes fueran
lúcidos y desinteresados, abandonó así la noción del “rey filósofo” y confió a la
organización legal lo que ya no podía esperar de la sabiduría de los individuos.
Platón posiblemente quería lograr algún resultado en el terreno político del
destino de la Polis, como todo intelectual que se mete en política, fracasó rotundamente;
en cambio, y no se si lo pensó o no, dejo para los siglos o milenios posteriores, esta
especie de esquema con respecto al cual se ha armado occidente.
Platón falleció en el año 347 a.C. Todo el pensamiento occidental desde
Aristóteles hasta nuestros días, creció bajo su sombra y en permanente diálogo con él.
Su obra
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GRANDES FILOSOFOS I
A esta lista le restaría agregar “Cartas”, las que se las consideró por mucho
tiempo como “apócrifas”, habiendo variado esa tesitura, aunque no todas son aceptadas
como de la autoría de Platón, hay algunas como por ejemplo la carta VII de gran
importancia, que definitivamente es auténtica. Esta clasificación varía en lo que hace a
la referencia de su época de origen o autenticidad, de acuerdo al autor citado.
La intención de echar las bases para el establecimiento de un orden social justo
está presente en toda la obra platónica, aun en sus primeros escritos que adoptaron, al
igual que las posteriores, la forma de “diálogo”, recurso literario que le permitió hacer
discutir a diferentes personajes que representaban otras tantas posiciones, y dar así a
cada opinión la oportunidad de ser defendida. A esta época corresponden por ejemplo
los diálogos del “juicio”: la “Apología” y el “Critón”, donde se relatan directamente
momentos de la vida de Sócrates. También a este período corresponden todos los
diálogos llamados “aporéticos”, diálogos que en realidad se plantea la pregunta sobre un
tema: qué es lo sagrado en “Eutifrón”, qué es la amistad en el “Lisis”, qué es la
valentía en el “Laques”; y en realidad estas preguntas se dirigen a algunos
supuestamente expertos, que la comunidad reconoce como tales, pero en el diálogo no
se hace más que mostrar que en realidad, estos personajes carecen de todo saber
respecto al punto tratado. La sugerencia de Platón en estos diálogos tempranos, es que el
desconocimiento de la propia ignorancia impide buscar el saber. La mayoría de los
diálogos platónicos presenta a Sócrates como protagonista. Platón le hace decir que él,
al igual que los demás “no saben nada”, pero al menos sabe que no sabe y por eso es el
más sabio de todos.
Cuando Sócrates dice “Sólo se que no se nada”, “El dios me ha dicho que soy
el hombre más sabio, justamente por saber que no se lo que los demás creen que
saben”, todavía palabras como justicia, bien, belleza, algún sentido tienen que tener,
pero nadie sabe muy bien en que consiste ese sentido: es la figura que está mostrando
esta falta de base, esta falta de fundamento. Sócrates es un poco como esos dibujos
animados en que el personaje va caminando, llega a un precipicio y sigue caminando y
recién se cae cuando se da cuenta que no tiene más el suelo bajo él.
Hasta el momento de la fundación de la Academia, o sea al regreso del primer
viaje, las obras que son consideradas previas suelen llamarse “diálogos de Juventud” y
corresponden hasta los 40 años de Platón (el “acmé”). Esto tiene que ver sobre todo por
las características de estilo que tienen estos primeros diálogos; se las suele conocer
también como “diálogos socráticos”, no por que Sócrates sea el personaje principal,
porque lo seguirá siendo por mucho tiempo, sino más bien por que en realidad estas
obras son las que los estudiosos suelen utilizar para acercarse a la figura de Sócrates,
sería un ciclo histórico, podríamos decir, porque en realidad uno ve rasgos que condicen
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GRANDES FILOSOFOS I
con las que otras fuentes dan acerca de Sócrates, y son rasgos que después van a
desaparecer.
Los años que van del 387 hasta el 367 a.C. son muy importantes para la
producción intelectual de Platón; en este período escribe los llamados “diálogos de
madurez”: “El Banquete” (el “Simposium”), “Fedón”, la “República”, el “Fedro”. Este
es el momento donde uno ve esta especie de formulación standard de la “Teoría de las
ideas”, donde uno puede ver muy claramente que esta formulación está llamada a
resolver, no solamente problemas meramente intelectuales, problemas epistemológicos,
sino que está llamada a integrar y hacer una síntesis de respuestas de lo que tiene que
hacer el hombre, tanto con respecto al problema del conocimiento, que por supuesto
está contemplado, como también en el tema ético, el problema político, el tema
psicológico…La “teoría de las ideas”, es una especie de centro que concita las
respuestas a todos los planos donde un hombre puede estar inserto y donde puede llegar
a tener dudas que lo acosen. Nada había en la filosofía anterior a Platón que permitiera
prever esta concepción; a partir de ella la ética, la política y la estética encontraron su
lugar en la reflexión filosófica, al lado de la tradicional pregunta por la realidad física y
los problemas del cambio y la permanencia, que habían ocupado ya a Heráclito y
Parménides entre otros. Al formular su teoría Platón se pregunta qué son la justicia, la
bondad, la belleza y las demás propiedades de este tipo. Con este preguntar, abre nada
menos que el pensamiento metafísico occidental.
Estos “diálogos de madurez”, no se limitan a presentar la “Teoría de las ideas”,
encontramos en ellos despliegues poéticos y dramáticos, riqueza de ideas, creación de
discursos míticos y alegóricos y conciencia de los matices de cada problema abordado.
La originalidad de Platón no deja de asombrarnos en cada uno de estos diálogos. Por
otro lado, en este “período de madurez” aparece otro tema, muy presente, que no existía
en los “diálogos de juventud”, que es el problema de la muerte. Basta pensar que el
“Fedón”, que es el diálogo donde Platón narra la muerte de Sócrates, corresponde a este
período. De algún modo, la respuesta platónica a la pregunta socrática, a la pregunta de
ese abismo que se abre bajo los pies, es la llamada “Teoría de las ideas” que como tal
teoría, no está expuesta en realidad en ningún diálogo, en ninguna parte, sino que es una
doctrina que aparece en el período medio de la vida de Platón.
En el período señalado por sus dos últimos viajes a Siracusa, Platón escribe sus
“diálogos de vejez”. Quizás lo más interesante en los últimos diálogos platónicos desde
la problemática filosófica, es su reformulación de la dialéctica que antes era presentada
como la simple contemplación de las ideas.
Lo que antes constituía el meollo de las obras, era esta relación de diálogo,
donde los interlocutores nunca son personajes que están de más, si hay algo que tiene la
dialéctica platónica es una estructuración, donde en realidad los interlocutores son
elementos fundamentales para la comprensión de cómo se da el método filosófico; si
bien a veces puede pasar ver un diálogo donde los interlocutores sólo dicen “si, es
cierto” o “no, no es cierto” o “no entendí demasiado bien”, uno siempre ve que llega
el punto donde estos interlocutores son lúcidos y están controlando el avance de la
argumentación. Desde este punto de vista, la dialéctica se ocupa de discernir a partir de
los “cinco géneros supremos” las relaciones que unen las ideas entre sí, y esos géneros o
ideas fundamentales son: Reposo – movimiento – ser – mismidad y diferencia.
Avanzando ordenadamente desde estos cinco géneros, la dialéctica permite alcanzar las
definiciones de las diferentes cosas.
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GRANDES FILOSOFOS I
Las ideas
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GRANDES FILOSOFOS I
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GRANDES FILOSOFOS I
Opuestos: Si hay ideas de lo positivo, tendrá que haber ideas de lo negativo; si hay idea
de belleza tendrá que haber idea de la fealdad; de lo grande y de lo pequeño; pero entre
los extremos hay infinitud de gradaciones: esto multiplicaría innecesariamente el
número de ideas.
Generación: La doctrina de las ideas no explica la producción, la génesis de las cosas,
daría razón de que las cosas son, pero no como advienen a ser; aquí se deja ver en
Aristóteles una influencia profunda de Heráclito que fijó su mirada en lo que la realidad
ofrece de mutable, de cambiable, de flujo.
Trascendentismo: Tal vez la más importante objeción; no ve Aristóteles la necesidad de
escindir y dividir entre las ideas y las cosas; aquí se verifica el esfuerzo titánico que
hace por traer las ideas platónicas del lugar celeste en que Platón las había puesto, y
fundirlas dentro de la misma realidad sensible y de las cosas. No se comprende qué
comunicación, qué relación puede haber entre esos dos mundos y la palabra metexis (o
participación) que emplea Platón de continuo, no aclara en lo más mínimo ese
problema.
El “Fedón”
Decía San Agustín, que la lectura del capítulo IV de la “Eneida” donde se relata
la pasión de Dido por Eneas, lo había impresionado fuertemente y que sus relecturas lo
seguían emocionando como la vez primera; pues bien, eso mismo me ocurre con el
“Fedón”, especialmente con su parte final cuando Sócrates se despide de sus amigos. Es
por esa causa que elegí únicamente a este diálogo para hacer un breve resumen,
resumen que también merecerían el “Timeo” (mi favorito), “República” y tantos otros.
Fedón relata en este diálogo, a su compatriota Equécrates, el último día
de la vida de Sócrates; confiesa que creía que Sócrates no dejaba este mundo
sino bajo la protección de los dioses, que le tendrían con seguridad reservada en
el otro una felicidad tan grande, que ningún otro mortal ha gozado jamás otra
igual y así no se sintió sobrecogido de esa penosa compasión que debía
inspirarle esa escena de duelo; sentía como una mezcla, hasta entonces
desconocida de placer y dolor y se lo veía tan pronto sonreír como derramar
lágrimas.
Se le pregunta a Sócrates porqué no es permitido suicidarse “…te
sorprendería al ver que el vivir es para todos los hombres una necesidad
absoluta e invariable, hasta para aquellos mismos a quienes vendría mejor la
muerte que la vida; y tendrás también por cosa extraña que no sea permitido a
aquellos, para quienes la muerte es preferible a la vida, procurarse a si mismos
este bien, y que estén obligados a esperar otro libertador”.
“Si no creyese encontrar en el otro mundo dioses tan buenos y tan
sabios y hombres mejores que los que dejo en éste, sería un necio si no me
manifestara pesaroso de morir. Pero sabed que espero reunirme allí con hombre
justos. He aquí porqué no estoy tan afligido en estos momentos, esperando que
hay algo reservado para los hombres después de esta vida, y que, según la
antigua máxima, los buenos serán mejor tratados que los malos”.
“Ya es tiempo que les explique las razones que tengo para probar que un
hombre que ha consagrado toda su vida a la filosofía debe morir con mucho
valor, y con la firme esperanza de que gozará después de la muerte bienes
infinitos. Los hombres ignoran que los verdaderos filósofos no trabajan durante
su vida sino para prepararse a la muerte; y siendo esto así, sería ridículo que
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GRANDES FILOSOFOS I
después de haber perseguido sin tregua este único fin, recelasen y temiesen,
cuando se les presenta la muerte”.
Sócrates pregunta si es digno de un filósofo buscar lo que se llama el
placer como por ejemplo el de comer y beber, o los placeres del amor o todos los
demás placeres que afectan al cuerpo, trajes hermosos, calzados elegantes y
todos los demás adornos del cuerpo. “Todos los cuidados de un filósofo no
tienen por objeto el cuerpo y que por el contrario, procura separarse de él
cuanto le es posible, para ocuparse sólo de su alma. Sin embargo, la mayor
parte de los hombres se figuran que el que no tiene placer de esta clase de cosas
y no las aprovecha, no sabe verdaderamente vivir”.
Del cuerpo, con todas sus pasiones nacen las guerras, las sediciones y los
combates. He aquí por qué no tenemos tiempo para pensar en la filosofía; y el
mayor de nuestros males consiste en que en el acto de tener tiempo y ponernos a
meditar, de repente interviene el cuerpo en nuestras indagaciones, nos embaraza,
nos turba y no nos deja discernir la verdad.
Define la templanza como la virtud que consiste en no ser esclavo de sus
deseos, sino en hacerse superior a ellos y en vivir con moderación; y a la
intemperancia como el ceder, ser dominado por las pasiones. La templanza, la
justicia, la fortaleza y la sabiduría misma son purificaciones.
Dice Sócrates que el cisne hace su mejor canto cuando sabe que va a
morir, el temor que los hombres tienen a la muerte hace que digan que lloran su
muerte y que cantan de tristeza, no reflexionan que no hay pájaro que cante
cuando tiene hambre o frío, o cuando sufre de otra manera. Así él, Sócrates, está
haciendo su canto del cisne hablándoles del alma y su esperanza en su
inmortalidad. La vida después de la muerte. Acuerda que en estas materias es
imposible, o por lo menos muy difícil, saber toda la verdad en esta vida; pero no
intentarlo y cansarse antes de haber hecho todos los esfuerzos posibles para
conseguirla, es una acción digna de un hombre perezoso y cobarde; porque, una
de las dos cosas, o aprender de los demás la verdad o encontrarla por si mismo;
y si una y otra cosa son imposibles, es preciso escoger entre todos los
razonamientos humanos el mejor y más fuerte, y embarcándose en él como en
una barquilla, atravesar de este modo las tempestades de esta vida.
¿De dónde procede la certidumbre del filósofo de que con la muerte no
perece todo él? Platón, por boca de Sócrates, se resuelve firmemente a explicar
todos estos problemas terribles y toca uno tras otro los siguientes puntos: la
supervivencia del alma respecto al cuerpo, la reminiscencia, la preexistencia del
alma, la existencia de las ideas en sí, la simplicidad, la inmaterialidad, la
indisolubilidad, la libertad del alma y, en fin, su inmortalidad.
Y así concluye este diálogo sobre el alma: “Luego volvió a tocarlo él, y
dijo que, cuando (el frío y la rigidez) llegaran al corazón, Sócrates se iría. Ya se
había enfriado prácticamente la región del bajo vientre, cuando se descubrió la
cabeza – pues se la habían cubierto – y pronunció las que fueron sus últimas
palabras: Critón, le debemos un gallo a Asclepio; págaselo, no te olvides.* Así
se hará, respondió Critón, ¿Quieres algo más? Esta pregunta quedó sin
respuesta; un instante después Sócrates se estremeció y el hombre lo descubrió.
Tenía los ojos fijos; al verlo, Critón le cerró la boca y los ojos.”
*En Grecia se acostumbraba sacrificar un gallo a Asclepio (Esculapio en Roma), dios de la medicina, hijo
de Apolo, cuando el enfermo se curaba. Aquí Sócrates, aparentemente, parece agradecer al dios por
“curarse” de una enfermedad, la vida.
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GRANDES FILOSOFOS I
2. ARISTÓTELES
Biografía
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GRANDES FILOSOFOS I
Su obra
Los apuntes de las clases que daba por la mañana a los alumnos más avanzados,
se los llamó “escritos esotéricos” y son los que nos han llegado; los otros, los
“exotéricos”, sólo han llegado unos pocos fragmentos y eran los que Aristóteles
destinaba a la publicación. Eran estos últimos, al parecer, diálogos al estilo de Platón,
pero como se dijo, solo han subsistido algunos fragmentos. El llamado “Corpus
aristotelicus” está constituido por las obras, mas bien apuntes de clase, y que eran
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GRANDES FILOSOFOS I
(*) En realidad fue un general de su ejército, Ptolomeo I Sotero (305-282 a.C.) quién la fundó en 295 a.C.
y Demetrio Falero su primer director.
Su Sistema
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GRANDES FILOSOFOS I
experiencia, la inteligencia puede realizar una labor de abstracción con esos datos. Por
eso el mejor método para comprender el pensamiento de Aristóteles es partir de la
concepción que él tenía acerca de lo natural, de lo físico y a partir de allí uno se podría
elevar a la consideración de las otras disciplinas, la Filosofía primera, la Psicología etc.
Potencia y acto
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GRANDES FILOSOFOS I
Ética y Política
3. PLOTINO
Biografía
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GRANDES FILOSOFOS I
I Hombre
II y III Mundo
IV Alma
V Intelecto
VI UNO
El vigor de las Enéadas radica en la visión mística que las informa. Escribe en el
estilo de Aristóteles, pero posee una exaltación idealista más intensa aún que la de
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GRANDES FILOSOFOS I
Allí las espera una existencia plácida, la verdad es su madre, su nodriza, su ser
auténtico y su alimento; todo lo ven, y no las cosas que nacen y mueren, sino las
que tienen ser real; y unas y otras se miran y se reflejan.
UNO -BIEN
-
NOUS –
INTELIGENCIA
ALMA
NATURALEZA
A
NATURALEZA
MATERIA
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GRANDES FILOSOFOS I
Diagrama mostrativo de las hipóstasis, en la que todo surge de lo uno en una serie
de sustancias de valor decreciente. En cada hipóstasis se da el ritmo circular (descenso
necesario y ascenso a conversión por amor) que se da en el conjunto del Cosmos y en el
ser humano, el cual se vuelve a su verdadera patria (la Inteligencia y lo Uno) por el amor
y la filosofía.
Para Plotino, la Inteligencia divina –Mundo de las formas – era el Ser, es decir
lo que es. Además tenía oído, era la Vida misma y la Inteligencia. Mas el Ser, la Vida y
la Inteligencia son claramente distinguibles por el pensamiento. Plotino ya había
aceptado este hecho, pero jamás llegó al extremo de separar en tres hipóstasis distintas
la compleja unidad de la Inteligencia divina. Hay tres etapas (hipóstasis, sustancias o
naturalezas, como las llama Plotino): el Uno, el Intelecto (que se convierte en plural en
el ropaje de las formas platónicas, las cuales son identificadas con la mente pensante), y
el Alma (que se convierte en plural por la encarnación de todas las cosas, idea que
compromete a Plotino con un animismo extremo). La relación que existe entre las
hipóstasis es una relación de Emanación (el proceso de partida ya aludido). El mundo
sensible es una copia completa del mundo del Intelecto, pero este está exento de toda
imperfección, temporalidad y extensión. Se desprende de esto que hay formas de
individuos, idea que el mismo Platón no habría aceptado.
El mundo del Intelecto es un mundo de eternidad. Nosotros, en cuanto Intelecto,
tomamos parte en él y expresamos el todo cada uno a su manera. Con el Entendimiento
(dianoia) vemos a las formas separadamente unas de otras, pero con el Intelecto
(noesis) podemos verlas a todas juntas.
Emanación de las hipóstasis, Procesión de las mismas y Conversión en lo Uno
son, por lo tanto, los conceptos capitales, que se seguirá desarrollando a continuación
en base al diagrama de la página anterior.
En la cumbre del sistema de Plotino se encuentra el primer principio
trascendente, al que más a menudo se suele llamar lo Uno o el Bien. A veces se refiere
a él llamándolo el Padre –no en el sentido cristiano – pero muy raramente lo llama
Dios. Porfirio, sin embargo, no vacila en hacerlo, y así lo Uno está todavía más cerca de
lo que nosotros entendemos por Dios que cualquier otro concepto del sistema de
Plotino y aún, quizá, de la filosofía griega. Plotino coloca lo Uno o Bien más allá de la
Inteligencia y más allá del Ser. Lo Uno está por encima de todo, no se lo puede definir,
no se lo puede predicar ya que al decir “lo Uno es” ya estamos incorporando una
dualidad y no puede haber dualidad en la unidad primordial, la Unidad absoluta, que es
el principio de unificación de todas las cosas. Sólo puede ser descrito por negaciones,
“lo Uno no es…” dando origen a la “teología negativa de la negación categórica”, por
la que se niega a lo Uno toda determinación y toda predicación, ante el temor de
comprometer su unidad, confirmando una de las doctrinas fundamentales de nuestro
filósofo –derivada del estoicismo medio – que afirma que una cosa sólo existe en
cuanto es una unidad, un todo singular y coherente.
Dado lo dicho, y el hecho que Él es más y mejor que la realidad de la cual es
origen y su excelencia excede las posibilidades de nuestro pensamiento y de nuestro
lenguaje, creo que aquí habría que optar por seguir el criterio de Wittgenstein “de lo
que no se puede hablar es mejor callar”.
El Uno pensándose da origen al Intelecto, que es su imagen; el Intelecto
pensándose, da origen al Alma que es la imagen del Intelecto; y así, de imagen en
imagen, la Emanación es también un proceso de degradación. Lo que emana del Uno
es inferior al Uno, como la luz es menos intensa a medida que se aleja de la fuente de
donde dimana. Los seres que emanan del Uno no pueden, por tanto, tener su perfección
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GRANDES FILOSOFOS I
ni su unidad, sino que tienden cada vez más hacia la imperfección y la multiplicidad. A
Plotino le gustaba comparar la Emanación como semejante a la luz que se difunde en
torno al cuerpo luminoso o el calor en el cuerpo caliente, o al perfume que emana del
cuerpo oloroso.
Repito, la primera emanación del Uno es el Intelecto (Nous) que contiene ya la
multiplicidad, por cuanto implica distinción entre el sujeto que piensa y el objeto
pensado. Este Intelecto es la sede de las ideas platónicas. Plotino lo identifica con el
Demiurgo de que habla Platón en el “Timeo”. Del Intelecto procede la segunda
emanación, el Alma del mundo, que es verbo y acto del Intelecto, como el Intelecto lo
es del Uno. El Alma por un lado mira al Intelecto del que procede y así piensa; por otro,
se mira a si misma y se conserva, por otro aún, mira lo que hay después de ella y lo
ordena, lo gobierna y lo rige. Así el Alma universal tiene una parte superior que se
dirige al Intelecto y una parte inferior que se dirige al cuerpo.
Uno, Intelecto y Alma del mundo (Trinidad) constituyen el mundo inteligible.
El mundo sensible (corpóreo), supone para su formación, además de la acción del Alma
del mundo, otro principio del que derivan las imperfecciones, la multiplicidad y el mal.
Este principio es la Materia concebida negativamente por Plotino, como privación de
realidad y de bien.
La materia está en el extremo inferior de la escala en cuya cima está lo Uno-
Bien (Dios). Es la oscuridad que comienza allí donde termina la luz: por consiguiente es
No-ser y Mal.
Pero, ¿cómo surge de lo Uno todo lo derivado: la Inteligencia (Nous), el Alma
(Psykhé) y, en general, el Kosmos eterno, bello, bueno y divino? Plotino se representa
este proceso a partir de tres axiomas o principios fundamentales:
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GRANDES FILOSOFOS I
Plotino
“Enéadas”, VI, 9, 3
siglo III
Y así, cada uno de nosotros somos un universo inteligible. Por las partes inferiores
de este universo estamos en contacto con lo sensible, mientras que por las partes
superiores de ese mismo universo estamos en contacto con la parte restante de
dicho universo inteligible…
“Enéadas” III, 4 [15]
Plotino afirma que el primer deber del hombre es librarse de sus vinculaciones
corporales y purificarse por medio de las virtudes. Como diría San Juan de la Cruz
(1542-1591) Para venir del todo al todo has de dejar del todo a todo”
En “Introducción a la filosofía antigua”, p. 293, dice su autor A.H.Armstrong:
“Hay numerosos pasajes en la Enéadas en las que Plotino habla de la unión con lo
UNO en un lenguaje que lleva el sello de la experiencia personal y se halla muy cerca
del que utilizaron otros grandes místicos. Si la experiencia mística de Plotino era
realmente sobrenatural o si se trataba de una forma muy superior de contemplación
natural es cuestión muy debatida y que me parece no es dado exponer aquí, pero
personalmente no creo que nadie realmente estudie las Enéadas sin prejuicios o
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GRANDES FILOSOFOS I
preconceptos pueda negar que era auténtica y, además, sana y valiosa, y no un estado
patológico o una aberración psicológica”
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