SCHOPENHAUER Arthur El Arte de Tener La PDF
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SCHOPENHAUER Arthur El Arte de Tener La PDF
Expuesto en 38 estratagemas
Ciencias sociales Arthur Schopenhauer
El libro de bolsillo
Filosofía
Alianza Editorial
TITULO ORIGINAL: Die Kunst, Recht zu bebalten. In 38 Kunstgriffen
dargestellt
TRADUCTOR: Jesús Albores Rey
Advertencia
sus escritos postumos. La mención más significativa se en- Debemos a Arthur Hübscher una edición posterior, que es la
cuentra en Parerga y paralipómena, en cuyo capítulo sobre de referencia; está incluida en su edición de los escritos iné-
«Lógica y dialéctica» (tomo II, cap. 2, § 26), Schopenhauer re- ditos del filósofo: Der handschriftlicher Nachlass [El legado
produce la parte inicial de este tratado exponiendo las nue- manuscrito], 5 vols., Kramer, Frankfurt am Main, 1966-1975
ve primeras estratagemas. Después de haber relatado la gé- (posteriormente editada por Deutscher Taschenbuch Verlag,
nesis de su interés por el tema, Schopenhauer indica aquí Munich, 1985), vol. Ill, pp. 666-695. Hay, finalmente, una
también las razones que le llevaron a desistir de publicar el tercera edición, aligerada de algunas notas de carácter erudi-
opúsculo ya prácticamente concluido: «Recogí, pues, todas to y adaptada a las exigencias de facilidad de lectura, publica-
las estratagemas de mala fe que tan frecuentemente se utili- da por Gerd Haffmans según ese mismo modelo (Eristische
zan al discutir y expuse claramente cada una de las mismas Dialektik oder Die Kunst, Recht zu behalten, in 38 Kunstgriffe
en su esencia más propia, aclarada mediante ejemplos y de- dargestellt, Haffmans, Zurich, 1983). Las variantes en el título
signada por un nombre propio, y añadí finalmente los me- del opúsculo se deben al hecho de que, como se ha señalado,
dios que se pueden aplicar contra ellas, lo que podríamos el manuscrito carece de él. Este, sin embargo, se deduce del
denominar las paradas contra estas fintas, de lo cual resul- texto mismo y de lo que Schopenhauer afirma en el mencio-
tó una verdadera dialéctica erística [...]. En la revisión que nado pasaje de Parergayparalipómena, en el cual recuerda el
he emprendido ahora de aquel antiguo trabajo mío ya no opúsculo una primera vez como Dialéctica erística y una
encuentro adecuado a mi temperamento el examen ex- segunda como Bosquejo de lo esencial de toda discusión
haustivo y minucioso de los subterfugios y ardides de los (Umriss des Wesentlichenjeder Disputation).
que se sirve la naturaleza humana común para ocultar sus La presente edición se basa en la de Arthur Hübscher,
faltas, por lo que lo dejo a un lado» (Parerga una Paralipó- con una sola modificación. Arthur Hübscher, en su edi-
mena, tomo II, pp. 33-34, Diogenes Verlag, Zurich, 1977). ción crítica, situó al inicio de texto, como un exordio, las
Y un poco más adelante: «He recopilado y desarrollado, hojas separadas y no numeradas (las denominadas Neben-
pues, unas cuarenta estratagemas semejantes. Pero ahora me bogen) adjuntas al primero de los ocho folios numerados
repugnan la iluminación de todos estos escondrijos de la in- de los que consta el manuscrito. Dichas hojas contienen
suficiencia y la incapacidad, hermanadas con la obstina- referencias históricas al origen y principales concepciones
ción, la vanidad y la mala fe; por tanto, me doy por satisfe- de la dialéctica y constituyen los materiales recopilados
cho con este ensayo y con tanta mayor seriedad remito a las por Schopenhauer con vistas a una verdadera introduc-
razones arriba expuestas para evitar discutir con el tipo de ción al opúsculo. El carácter fragmentario e incompleto de
gente que suele ser la mayoría» (ibid., pp. 38-39). estas referencias nos ha decidido a situarlas de distinto
Este pequeño tratado fue publicado por primera vez, modo en la actual edición, no crítica; por eso van al final,
con el título de Eristik, por Julius Frauenstadt en Arthur con la indicación explícita de que se trata de un «anexo».
Schopenhauers handschriftlicher Nachlass [Legado manus-
FRANCO VOLPI
crito de Arthur Schopenhauer] (Brockhaus, Leipzig, 1864).
El arte de tener razón
Expuesto en 38 estratagemas
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otras pruebas; en cuyo caso, naturalmente, la situa- ¿A qué se debe esto? A la natural maldad del géne-
ción se invierte para el adversario: sigue llevando ra- ro humano. Si no existiera esta, si fuéramos por na-
zón aunque objetivamente no la tenga. Por tanto, la turaleza honrados, en todo debate no tendríamos
verdad objetiva de una proposición y su validez en la otra finalidad que la de poner de manifiesto la ver-
aprobación de los que discuten y sus oyentes son dos dad, sin importarnos en nada que esta se conforma-
cosas distintas. (De esto último se ocupa la dialéctica.) ra a la primera opinión que hubiéramos expuesto o a
la del otro; esto sería indiferente, o por lo menos com-
pletamente secundario. Pero ahora es lo principal. La
Ta&avóv, y por otro lado la analítica y lafilosofía,cuyo fin es la
verdad. AiaXexTxxy] Sé écm TÉ^VTJ Xóywv, 8C r¡Q ávaa- vanidad innata, especialmente susceptible en lo tocan-
x£uá£o¡jiv TI r¡ xaTaax£i>á£o|X£v, éi; ¿pccT^o-Eio? xal á- te a las capacidades intelectuales, se niega a admitir que
7toxpí.(T£(0í; TWV xpoa8(.aÁ£YO[iivwv [La dialéctica es el arte del lo que hemos empezado exponiendo resulte ser falso y
discurso, según el cual, y por medio de preguntas y respuestas, dis- cierto lo expuesto por el adversario. En este caso, todo
ponemos la argumentación o la refutación de un argumento].
(Diógenes Laercio, III, 48, en Vita Platonis.) lo que uno tendría que hacer sería esforzarse por juzgar
Aristóteles distingue, pues, 1) la lógica o analítica, como teoría o correctamente, para lo cual tendría que pensar prime-
instrucción para llegar a los silogismos verdaderos, los apodícticos; 2) ro y hablar después. Pero a la vanidad innata se añaden
la dialéctica o instrucción para llegar a los silogismos que se consi- en la mayoría la locuacidad y la innata mala fe. Hablan
deran verdaderos, que generalmente pasan por serlo -£v8oi;a,pro- antes de pensar y al observar después que su afirma-
babilia (Tópicos, 1,1 y 12)-; silogismos que no está demostrado que
sean falsos, pero tampoco que sean verdaderos (en sí y por sí), silo- ción es falsa y que no tienen razón, deben aparentar
gismos en los que no es esto lo que importa. ¿Pero qué es esto sino que es al revés. El interés por la verdad, que en la mayo-
el arte de llevar razón, independientemente de que en el fondo se ría de los casos pudo haber sido el único motivo al ex-
tenga o no? Se trata, pues, del arte de alcanzar la apariencia de ver- poner la tesis supuestamente verdadera, cede ahora del
dad sin que importe el asunto. Por tanto, como se ha dicho al prin-
cipio, Aristóteles divide realmente los silogismos en lógicos y dia- todo a favor del interés por la vanidad: lo verdadero
lécticos, como ya hemos dicho, y además 3) en erísticos (Erística), debe parecer falso y lo falso verdadero.
en los que la forma del silogismo es la correcta, pero las propias
proposiciones, la materia, no lo son, sino que solo parecen verda- Sin embargo, incluso esa mala fe, el persistir en
deras y, finalmente, 4) en sofísticos (Sofistica), en los cuales la forma una tesis que ya nos parece falsa a nosotros mismos,
del silogismo es falsa, aunque parezca correcta. Los tres últimos ti- aun tiene una disculpa: muchas veces, al principio
pos en realidad forman parte de la dialéctica erística, pues todos estamos firmemente convencidos de la verdad de
ellos tienen como objetivo no la verdad objetiva, sino su apariencia,
sin que importe la propia verdad, es decir: tienen como objetivo lle- nuestra afirmación, pero el argumento del adversa-
var razón. Por otra parte, el libro sobre los silogismos sofísticos fue rio parece desbaratarla; si nos damos de inmediato
editado solo posteriormente: era el último libro de la dialéctica. por vencidos, frecuentemente descubrimos después
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que éramos nosotros quienes teníamos razón: el ar- dad le facilitan hasta cierto punto los medios para ha-
gumento salvador no se nos ocurrió en ese momen- cerlo: esto se aprende de la experiencia cotidiana al dis-
to. De ahí surge en nosotros la máxima de que aun cutir. Todos tienen, pues, su propia dialéctica natural,
cuando el contraargumento parezca correcto y con- del mismo modo que tienen su propia lógica natural
vincente, no obstante hay que oponerse a él en la Sin embargo, aquella no le guía ni mucho menos con
creencia de que esa corrección no es sino aparente y tanta seguridad como esta. Nadie pensará o inferirá tan
que durante la discusión ya se nos ocurrirá un argu- fácilmente en contra de las leyes lógicas: los juicios fal-
mento para rebatirlo o para confirmar de algún otro sos son frecuentes, los silogismos falsos sumamente
modo nuestra verdad: por ese motivo nos vemos casi raros. No es fácil, pues, que un hombre muestre falta
forzados, o al menos fácilmente tentados, a la mala fe de lógica natural, al contrario de lo que ocurre con la
en la discusión. De tal manera se amparan mutua- falta de dialéctica natural: esta es un don natural de-
mente la debilidad de nuestro entendimiento y lo tor- sigualmente repartido (y similar en esto a la facultad
cido de nuestra voluntad. A esto se debe que general- del juicio, que está repartida de forma muy desigual,
mente quien discute no combate en pro de la verdad, en tanto que la razón lo está por igual). Pues es fre-
sino de su tesis, actuando como pro ara etfocis [por el cuente dejarse confundir y refutar mediante una
altar y el hogar] y per fas et nefas; y, como se ha mos- mera argumentación aparente cuando uno tiene en
trado, tampoco puede hacer otra cosa. realidad razón, o al revés: y el que sale vencedor de
Generalmente, pues, cualquiera desea imponer su una discusión muchas veces no se lo debe a la correc-
afirmación, incluso aunque de momento le parezca ción de su facultad de juzgar al exponer su tesis, sino
falsa o dudosa*. A cada cual su propia astucia y mal- más bien a la astucia y habilidad con las que la defien-
de. Lo innato es aquí, como en todos los casos, lo me-
* Maquiavelo prescribe al príncipe que aproveche todo momen- jor*. Sin embargo, el ejercicio y la reflexión sobre los
to de debilidad de su vecino para atacarle, pues de lo contrario
este podrá utilizar alguna vez el momento en el que aquel sea dé- ardides con los que se derriba al adversario o que este
bil. Si reinaran la confianza y la buena fe, la cosa sería distinta;
pero como no podemos confiar en ellas uno tampoco puede ejer-
cerlas, porque reciben mal pago. Lo mismo ocurre al discutir: si le el otro vaya a hacerlo, tampoco él debe hacerlo. Además, si tan
doy la razón al adversario tan pronto como parece tenerla, difícil- pronto como me pareciera que el otro tiene razón renunciara a
mente hará él lo mismo si se vuelven las tornas: más bien actuará mi tesis, que previamente he pensado con detenimiento, fácil-
per nefas y por tanto yo tengo que hacer lo mismo. Nada cuesta mente puede suceder que renuncie a la verdad y adopte el error,
decir que se debe atender únicamente a la verdad sin preferencia engañado por una impresión momentánea.
por la propia tesis: pero como uno no puede dar por supuesto que Doctrina sed vimpromovet insitam [Pero la educación desarro-
lla la fuerza innata]. (Horacio, Carmina IV, 4,33.)
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suele utilizar para derribar pueden ayudar mucho a Por esa razón, es frecuente que las reglas que aplica
convertirse en maestro de este arte. Por tanto, aunque para este último fin se entremezclen con las del
la lógica quizá no tenga una auténtica utilidad prácti- primero. Por consiguiente, en mi opinión, Aris-
ca, la dialéctica sí que puede tenerla. En mi opinión,
también Aristóteles planteó su lógica en sentido propio tinguen por sufinalidad,que en los primeros -erística- es el tener
(analítica) principalmente como base y preparación de razón en sí, y en los segundos -sofistica- es el reconocimiento
que se consigue por ello y el dinero que puede obtenerse a través
la dialéctica, siendo esta lo principal para él. La lógica de este) son falsos. El que las proposiciones sean verdaderas o no
se ocupa de la mera forma de las proposiciones, la dia- respecto a su contenido es siempre demasiado incierto como para
léctica de su contenido o materia: por consiguiente, la tomar esto como fundamento de la distinción: y quien menos
consideración de la forma, en tanto que general, tema puede tener plena seguridad de esto es el que discute; incluso el re-
sultado de la discusión no ofrece más que un indicio incierto al res-
que preceder a la del contenido, en tanto que particular. pecto. Por consiguiente, en la dialéctica de Aristóteles debemos
Aristóteles no determina el fin de la dialéctica incluir la sofística, la erística y peirástica y definirla como el arte
con tanta nitidez como yo lo he hecho: aunque de llevar razón al discutir, para lo que, sin duda, el mejor medio es
menciona como fin principal el discutir, también se tener de antemano razón en el asunto. Sin embargo, dadas las in-
clinaciones de los hombres, esto no basta por sí solo, y por otro
refiere al descubrimiento de la verdad (Tópicos, 1,2). lado, dada la debilidad de su entendimiento, tampoco es absolu-
Más adelante vuelve a decir: trátense las proposicio- tamente necesario: forman pues parte de las mismas estratage-
nes filosóficamente conforme a la verdad, dialécti- mas que, precisamente al ser independientes del hecho objetivo
camente conforme a la apariencia o aprobación, la de que se tenga razón, también pueden utilizarse cuando de for-
ma objetiva se carece de ella: y tampoco se sabe casi nunca a cien-
opinión de otros (Só^a) (Tópicos, I, 12). Es cierto cia cierta si éste es el caso.
que es consciente de la distinción y separación de En mi opinión, es preciso separar la dialéctica de la lógica
la verdad objetiva de una tesis del hacer valer la mis- más nítidamente de lo que lo hizo Aristóteles, dejando a la lógi-
ma o del obtener la aprobación: sin embargo, no ca la verdad objetiva en la medida en que ésta sea formal y limi-
distingue ambas cosas de forma tan nítida como tando la dialéctica al llevar razón al discutir. Por el contrario, la
sofística y la erística no pueden separarse de esta última tal como
para confiar esta última únicamente a la dialéctica*. lo hizo Aristóteles, puesto que esta distinción se basa en la verdad
material objetiva, respecto a la que no podemos estar seguros
previamente, sino que tenemos que decir con Poncio Pilato: ¿qué es
* Y, por otro lado, en el libro Sobre las refutaciones sofística! la verdad? Pues, como dice Demócrito, vertías est in puteo: év
vuelve a ocuparse en exceso de distinguir la dialéctica de la so* ¡3u&£) Y) akrftzia. [la verdad está en lo profundo] (Diógenes Laer-
fística y la erística; se supone allí que la distinción debe estribar el cio, IX, 72). Es fácil decir que cuando se discute no se debe tener
que los silogismos dialécticos son verdaderos en la forma y en e másfinque el poner de manifiesto la verdad: lo que ocurre es que
contenido, en tanto que los erísticos o sofísticos (que solo se di» no se sabe dónde está; uno es inducido a error por los argumentos
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tételes no resolvió con limpieza su tarea en este proposiciones y silogismos son, considerados única-
caso*. mente en sí mismos, forma pura: los conceptos son
En los Tópicos, Aristóteles abordó la ordenación su contenido. Su forma de proceder es la siguiente.
de la dialéctica con el espíritu científico que le era observa aquí que los loci son ciertas verdades generales válidas
propio, de forma en extremo metódica y sistemática, para clases enteras de conceptos, a las que por tanto se puede volver
lo que merece admiración, si bien no logró de forma en los casos concretos que se presenten para extraer de ellos sus ar-
gumentos y también para apelar a ellos como umversalmente evi-
destacada ese fin, que en este caso es manifiestamen- dentes. Sin embargo, la mayoría de los loci son muy engañosos y
te práctico. Después de que en los Analíticos hubiera están sujetos a numerosas excepciones. Por ejemplo, un locus es:
considerado los conceptos, juicios y silogismos se- las cosas opuestas tienen relaciones opuestas: la virtud es bella, el
gún su forma pura, pasa ahora al contenido, el cual en vicio feo; la amistad es benevolente, la enemistad malevolente.
Ahora bien: el derroche es un vicio, y por tanto la avaricia es una
realidad únicamente tiene que ver con los conceptos; virtud; los locos dicen la verdad, por tanto los sabios mienten: no
pues es en estos donde reside el contenido**. Las es así. La muerte es perecer, por tanto la vida es nacer. Es falso.
Ejemplos del carácter engañoso de tales topoi: en el libro Deprae-
destinatione, cap. 3, Escoto Erígena quiere refutar a los herejes
del adversario y por los propios. Por lo demás, re intellecta, in ver-
que ven en Dios dos praedestinationes (una, la de los elegidos, a la
bis simus fáciles [entendido el asunto, expresarlo resulta fácil]; y
salvación, otra, la de los reprobos, a la condenación) y utiliza con
puesto que se acostumbra en general a considerar el nombre de
esefinel siguiente topus (tomado de Dios sabe dónde): Omnium,
dialéctica como sinónimo de lógica, queremos denominar nues-
quae sunt inter se contraria, necesse est eorum causas inter se esse
tra disciplina Dialéctica erística.
contrarias; unam enim eandemque causam diversa, inter se contra-
* Uno siempre debe distinguir limpiamente el objeto de una dis- ria efficere ratio prohibet. [Todo lo que es contrario entre sí,
ciplina del de todas las demás. requiere causas contrarias entre sí; pues la razón prohibe que una y
** Los conceptos pueden, sin embargo, subsumirse en ciertas la misma causa obre cosas diversas y contrarias entre sí.] ¡Bien! Pero
clases, como género y especie, causa y efecto, una cualidad y su experientia docet [la experiencia enseña] que el mismo calor endu-
opuesto, tenencia y carencia, etc.; y para estas clases rigen algunas rece la arcilla y ablanda la cera y cien cosas parecidas. Y, sin embar-
normas generales: estas son los loci, TÓTCOÍ.. Por ejemplo, un locus go, el topus parece plausible. Escoto construye tranquilamente su
de causa y efecto es «la causa de la causa es causa del efecto», que demostración, que por lo demás no nos interesa, sobre ese topus.
se puede aplicar así: «la causa de mi felicidad es mi riqueza: por
tanto, quien me dio la riqueza es el causante de mi felicidad». Loci Bacon de Verulamio recopiló toda una colección de locis con
de opuestos: 1) se excluyen, como por ejemplo lo recto y lo torci- sus refutaciones bajo el título Colores boni et mali. Los utilizare-
do; 2) se encuentran en el mismo sujeto, como por ejemplo: el mos aquí como ejemplos. Bacon los llama Sophismata.
amor tiene su sede en la voluntad (eTci.í>u¡JL7)T(.xóv), por tantol Como locus puede considerarse también el argumento me-
el odio también; pero si este reside en el sentimiento (StipLoetSé?),'] diante el cual Sócrates, en el Banquete, refuta a Agatón su
también el amor; o bien: el alma no puede ser blanca, por tanto atribución al amor de todas las cualidades excelentes, como la be-
tampoco negra; 3) falta el grado inferior, por lo que también falta] lleza, la bondad, etc.: «uno busca lo que no tiene: si el amor busca
el superior: si el hombre no es justo, tampoco es benevolente. Se lo bello y lo bueno, no los tiene». Tiene algo de plausible el que pu-
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Toda discusión tiene una tesis o problema (ambos errores es fácil cometer en la exposición y a qué se debe
difieren tan solo en la forma) y proposiciones que de- atender cuando se establece una relación de este tipo
ben servir para resolverlo. Aquí se trata siempre de la (x<rcaax£uá^ei.v) y qué puede hacer uno para refutar-
relación mutua entre conceptos. Estas relaciones son la (avaaxsuá^ecv) cuando otro la establece. Aristóte-
en principio cuatro. Se busca en un concepto 1) su de- les denomina TOTZOQ, locus, a la exposición de todas es-
finición, 2) su género, 3) lo que le es propio, su caracte- tas reglas o a la exposición de la relación general de
rística esencial, elpropriwn, oíSt-ov, o 4) su accidens, es aquellos conceptos-clase entre sí, y menciona 382 de ta-
decir, cualquier cualidad, con independencia de que le les TÓTCOL: de ahí el nombre de Tópicos. A ellos añade al-
sea propia y exclusiva o no; un predicado, en suma. El gunas otras reglas generales sobre el discutir en general
problema de toda discusión puede reducirse a cual- que sin embargo no son ni mucho menos exhaustivas.
quiera de estas relaciones. Esta es la base de toda dialéc- El xÓ7to<; no es por tanto puramente material, no
tica. En los ocho libros de los Tópicos, Aristóteles ex- se refiere a un objeto determinado, o concepto, sino
pone todas las relaciones mutuas que pueden tener los que se refiere siempre a una relación de clases enteras
conceptos entre sí en estos cuatro aspectos e indica las de conceptos que puede ser común a innumerables
reglas para toda relación posible; esto es, cómo debe re- conceptos en tanto que se consideren en su relación
lacionarse un concepto con otro para ser su proprium, mutua en uno de los cuatro aspectos mencionados,
su accidens, su genus, su definitum o definición: qué lo que ocurre en toda discusión. Y estos cuatro as-
pectos tienen a su vez clases subordinadas. El trata-
dieran existir ciertas verdades de validez general aplicables a todo miento, pues, sigue siendo aquí hasta cierto punto
por medio de las cuales fuera posible decidir los casos singulares formal, aunque no tan puramente formal como en la
que se ofrecieran, por diferentes que fueran, sin entrar en lo que
tuvieran de específico. (La ley de compensación es un locus muy lógica, ya que esta se ocupa del contenido de los con-
bueno.) Pero esto no funciona, precisamente porque los concep- ceptos, pero de manera formal, es decir, la lógica in-
tos surgen de la abstracción de las diferencias y por tanto com- dica cómo ha de relacionarse el contenido del con-
prenden las cosas más diversas, diversidad que vuelve a ponerse cepto A con el del concepto B para que este pueda
de manifiesto cuando por medio de los conceptos se relacionan
cosas singulares de las más diversas especies y solo se decide con- presentarse como su genus o su proprium (caracterís-
forme a los conceptos superiores. Incluso puede decirse que es tica propia) o su accidens o su definición, o conforme
natural en el hombre salvarse tras un topus general cualquiera a las clases, subordinadas a estas, de opuesto, avri-
cuando se ve acorralado al discutir. También son loci la lexparsi- xel^evov, causa y efecto, propiedad y ausencia, etc.:
moniae naturae [ley de economía de la naturaleza] y natura nihil
facitfrustra [la naturaleza no hace nada en vano]. Y así mismo to- y en torno a una relación de este tipo debe girar toda
dos los refranes son loci de orientación práctica. discusión. La mayoría de las reglas que él presenta
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EL ARTE DE TENER RAZON i l l H F 'I WM8S 25
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como TÓTTOI de estas relaciones son las propias de la na- especie. Por ejemplo: se dice que alguien ha hablado mal
turaleza de las relaciones entre conceptos de las que to- de otro. Si demostramos que no ha hablado en absolu-
dos son conscientes por sí solos y a cuyo seguimiento to, no puede ser que haya hablado mal de alguien, pues
obligan a su oponente, igual que en la lógica. Es más fá- cuando no existe el genus, no puede existir la especie.
cil observar tales relaciones -o hacer notar que se pasan Bajo la rúbrica de lo propio (proprium) se afirma
por alto- en el caso especial, que recordar los TÓrcoi en el locus 215 lo siguiente: «el que refuta [ha de ver]
abstractos que se refieren a ellas, por lo que la utilidad si se ha dado como explicación un propio tal que no
práctica de esta dialéctica no es grande. Casi todo lo que es manifiesto que se dé si no es mediante la sensa-
afirma son cosas que se entienden por sí solas y a las que ción: pues no estará bien establecido lo propio. En
el sentido común llega por sí mismo. Por ejemplo: «Ya efecto, todo lo sensible, al quedar fuera de la sensa-
que es necesario que, de las cosas de las que se predica el ción, se torna imperceptible; pues no está claro si to-
género, se predique también alguna de las especies, davía se da, por ser conocido tan solo mediante la
también lo es que todas aquellas que poseen género, o se sensación. Y esto será verdad para lo que no necesa-
dicen parónimamente a partir del género, posean algu- riamente acompaña siempre a la cosa. V. g.: supuesto
na de las especies o se digan parónimamente a partir de que, el que ha sostenido como propio del sol el astro
alguna de las especies [...]; si, pues, se sostiene algo que más brillante que se desplaza sobre la tierra, ha em-
se dice, del modo que sea, a partir del género, v. g.: que pleado en lo propio algo tal como el desplazarse sobre
el alma se mueve, mirar si cabe que el alma se mueva de la tierra, que se conoce mediante la sensación, no es-
acuerdo con alguna de las especies del movimiento, tará bien dado lo propio del sol: pues, cuando el sol
v. g.: el aumentar, el destruirse, el generarse y todas las se ponga, será imperceptible si se desplaza sobre la
demás especies de movimiento: pues, si no se mueve de tierra, por faltarnos entonces la sensación. El que es-
acuerdo con ninguna, es evidente que no se mueve». tablece, en cambio, [ha de ver] si se ha aplicado un
«Por tanto, aquello que no conviene a ninguna especie, propio tal que no ha de manifestarse mediante la sen-
no conviene tampoco al género: eso es elTÓ7to<;» [Tópi- sación, o que, siendo sensible, es evidente que se da
cos, II, 4,11 la 33-b ll] 1 . Este xónoc, sirve para el plan- de manera necesaria: pues entonces estará bien esta-
teamiento y para la refutación. Es el noveno TÓTTOC;. Y al blecido lo propio. V. g.: supuesto que, el que ha soste-
contrario: cuando no conviene el género, tampoco una nido como propio de la superficie aquello que prime-
ro se colorea, ha empleado, sí, algo sensible, el colo-
1. En Aristóteles, Tratados de Lógica, edición de Miguel Candel rearse, pero de tal manera que es manifiesto que se da
Sanmartín, Editorial Gredos, Madrid, 1982, p. 130. [N. del T.] siempre, estará bien dado como explicación lo pro-
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dadero y falso: pero raras veces se tiene certeza de tanto un campo todavía sin roturar. Para lograr nuestra
esto de antemano. El verdadero concepto de dialécti- finalidad, sería preciso recurrir a la experiencia, obser-
ca es, por tanto, el expuesto: esgrima intelectual para var cómo se emplea por una u otra parte esta o aque-
llevar la razón en la discusión. Aunque el nombre de lla estratagema en los debates frecuentes en el trato
erística sería más adecuado, el más exacto quizá sea corriente, así como reducir a su forma general aque-
el de dialéctica erística. Y es muy útil: en los tiempos llas estratagemas que se repitan bajo otras formas,
recientes se ha descuidado injustamente. que serían entonces provechosas tanto para el propio
Como la dialéctica en este sentido no debe ser más uso como para desbaratarlas cuando el otro las utilice.
que un resumen y exposición, reducidos a sistema y re- Lo que sigue debe considerarse un primer ensayo.
glas, de aquellas artes de que nos dota la naturaleza y de
las que se sirven la mayoría de los hombres para llevar
la razón pese a observar que en la discusión la razón no
está de su parte, sería muy contraproducente que en la
dialéctica científica se consideraran la verdad objetiva y
su esclarecimiento, puesto que no es esto lo que sucede
en aquella dialéctica originaria y natural, cuyofinno es
sino el de tener razón. La dialéctica científica en nues-
tro sentido tiene por tanto como tarea principal esta-
blecer y analizar aquellas estratagemas de la mala fe en
la discusión, para reconocerlas y aniquilarlas de inme-
diato en los debates reales. Precisamente por eso en su
exposición debe tomarse comofinalidadel mero tener
razón por sí solo, no la verdad objetiva.
Hasta donde yo sé, nada se ha adelantado en este
sentido, pese a que he buscado por doquier*. Es por
* Según Diógenes Laercio, entre los numerosos escritos retóricos
de Teofrasto, perdidos en su totalidad, había uno cuyo título era
'Aywvi.CTT!.xóv zr¡c, rcepl louq spiaxxxou; Xóyou? Oewpioc?
[Discusión sobre la teoría de los discursos erísticos]. Ese sería nues-
tro asunto.
EL ARTE DE TENER RAZÓN 31
Esta es la estructura básica, el esqueleto de toda dis- Ejemplo 1. Yo afirmé: «Los ingleses son la prime-
cusión. Tenemos, pues, su osteología. Pues a ello se re- ra nación dramática». El adversario pretendió inten-
duce en el fondo todo discutir, si bien todo esto puede tar una instantia y replicó: «Es sabido que en la mú-
ocurrir de forma real o solo aparente, con razones au- sica, y por tanto en la ópera, no han logrado nada».
ténticas o inauténticas: los debates son tan prolongados Yo le atajé recordándole que «la música no está com-
y tenaces porque a este respecto no es fácil determinar prendida en lo dramático, que se refiere únicamente
algo con seguridad. En estas instrucciones tampoco po- a la tragedia y a la comedia», cosa que él sabía muy
demos separar lo verdadero de lo aparente, porque ni si- bien, intentando generalizar mi afirmación de tal
quiera los que discuten lo saben nunca de antemano: manera que comprendiera todas las representacio-
por eso ofrezco estratagemas sin tener en cuenta si se tie- nes teatrales, y por tanto la ópera, y por consiguien-
ne o no razón objetiva, ya que esto ni siquiera uno mis- te la música, para poder después vencerme con se-
mo puede saberlo con certeza y debe determinarse a tra- guridad.
vés de la disputa. Por lo demás, en toda disputa o argu- Al contrario, salve uno su propia afirmación res-
mentación es preciso estar de acuerdo sobre alguna cosa tringiéndola más de lo que se pretendía en primera
si se quiere juzgar la cuestión debatida conforme a un intención si la expresión utilizada lo permite.
principio: contra negantem principia non est disputan-
dum [no cabe discusión con quien niega los principios]. Ejemplo 2. A afirma: «La paz de 1814 también res-
tituyó su independencia a todas las ciudades hanseá-
Estratagema 1 ticas alemanas». B aporta la instantia in contrarium
de que Danzig perdió por aquella paz la independen-
La ampliación. Llevar la afirmación del adversario cia que le había concedido Bonaparte. A se salva del
más allá de sus límites naturales, interpretarla del siguiente modo: «He dicho todas las ciudades han-
modo más general posible, tomarla en el sentido más seáticas alemanas: Danzig era una ciudad hanseática
amplio posible y exagerarla; la propia, por el contra- polaca».
rio, en el sentido más limitado posible, reducirla a los Ya Aristóteles (Tópicos, lib. VIII, c. 12, 11) enseña
límites más estrechos posibles: pues cuanto más ge- esta estratagema.
neral se hace una afirmación, tanto más expuesta
queda a los ataques. El antídoto es la estipulación Ejemplo 3. Lamark (Philosophic zoologique, vol. 1,
exacta de los puncti o status controversiae [puntos en p. 203) niega a los pólipos toda sensación porque
discusión o estado de la discusión]. no tienen nervios. Sin embargo, es indudable que
34 ARTHUR SCHOPENHAUER EL ARTE DE TENER RAZÓN 35
designan mediante la misma expresión están empa- Aquí, pues, mediante homonirnia, suplantó el honor
rentados y se superponen. burgués, que por lo demás se conoce como buen nom-
bre y que puede ser manchado por la calumnia, por el
Ejemplo 1. (Los casos inventados a propósito no concepto de honor caballeresco, que por lo demás tam-
son nunca lo bastante sutiles como para poder enga- bién se denomina point d'honneur y que puede ser
ñar; por tanto, es preciso tomarlos de la propia expe- manchado por ofensas. Y como no puede dejarse pasar
riencia real. Estaría muy bien que se pudiera dar a un ataque al primero, sino que debe ser rechazado
cada estratagema un nombre conciso y certero me- consiguiendo la retractación pública, con el mismo de-
diante el cual, llegado el caso, se pudiera rechazar en recho no puede dejarse pasar un ataque al último, sino
el acto el uso de esta o aquella estratagema.) que debe rechazarse mediante una ofensa mayor y el
A: «Usted no está iniciado en los misterios de la duelo. Es decir, se mezclan dos cosas esencialmente dis-
filosofía kantiana». tintas mediante la homonirnia de la palabra honor: de
B: «Ah, no quiero saber nada de algo donde hay ahí una mutatio controversiae [cambio del tema en
misterios». discusión], obtenida a través de la homonirnia.
to completamente distinto y refutarla a continuación uno incurriría en una ignoratio elenchi [ignorancia de la
en ese sentido. El ejemplo de Aristóteles es el siguien- refutación] si permitiera que le despacharan de este
te: el moro es negro, pero blanco en cuanto a sus modo. Pues en todos los ejemplos expuestos, lo que dice
dientes: por tanto, es a la vez negro y no negro. Este es el adversario es cierto: sin embargo, no está en contra-
un ejemplo inventado que no engañará en serio a dicción real, sino solo aparente, con la tesis, por lo que el
nadie: tomemos, por el contrario, uno de la expe- atacado niega la consecuencia de su conclusión, es decir,
riencia real. que de la verdad de su proposición se siga la falsedad de
la nuestra. Se trata, pues, de una refutación directa de su
Ejemplo. En una conversación sobre filosofía, refutación per negationem consequentiae.
admití que mi sistema defiende y ensalza a los quie- No admitir premisas ciertas porque se prevé la
tistas. Poco después se pasó a hablar de Hegel, y yo consecuencia. Contra esto, utilícense los siguientes
afirmé que, en gran parte, había escrito cosas absur- dos medios, reglas 4 y 5.
das o, al menos, muchos pasajes de sus escritos eran
de aquellos en los que el autor ponía las palabras y el
lector tenía que poner el sentido. Mi adversario no Estratagema 4
emprendió una refutación ad rem de esto, sino que
se contentó con plantear el argumentum ad homi- Cuando se quiere llegar a una conclusión, no ha de per-
nem: que también yo había «elogiado a los quietis- mitirse que se anticipe, sino que debe dejarse que en la
tas, y también estos han escrito muchas cosas ab- conversación se admitan inadvertidamente las premi-
surdas». sas de forma aislada y dispersa, porque de lo contrario
Admití esto, pero le corregí en cuanto a que yo no el adversario intentará todo tipo de triquiñuelas; o
elogio a los quietistas comofilósofosy escritores, es cuando sea dudoso que el adversario las admita, plan-
decir, no por sus logros teóricos, sino solo como téense las premisas de estas premisas, háganse prosilo-
hombres, por sus acciones, únicamente en un aspec- gismos; hágase que se admitan desordenadamente las
to práctico: en el caso de Hegel, sin embargo, se ha- premisas de varios de estos prosilogismos, esto es,
blaba de logros teóricos. Así se paró el ataque. ocúltese el propio juego hasta que haya admitido
todo lo que se necesita. Llegúese al asunto, pues, par-
Las tres primeras estratagemas están relacionadas: tiendo de lejos. Aristóteles (Tópicos, VIII, cap. 1) ofrece
tienen en común que en realidad el adversario habla esta regla.
de algo distinto a lo que se ha planteado, por lo que i No requiere ejemplos.
40 ARTHUR SCHOPENHAUER
EL ARTE DE TENER RAZÓN 41
seguir con precisión la demostración y pasan por contrario de la tesis a utilizar, como si uno quisiera
alto sus eventuales errores o lagunas. ver que se afirma eso, o al menos presentar ambas
cosas a la elección del adversario, de modo que no
se dé cuenta de cuál es la tesis que uno quiere que se
Estratagema 8 afirme.
EL ARTE D E T E N E R RAZÓN 45
El nombre protestante ha sido elegido por estos, y
también el nombre de evangélicos: el de hereje por Estratagema 13
los católicos.
Esto se aplica a los nombres de las cosas incluso Para lograr que el adversario acepte una tesis, debe-
cuando son más apropiados: por ejemplo, si el adver- mos presentarle su opuesto y dejarle la elección, y ex-
sario ha propuesto un cambio cualquiera, denomíne- presar de forma bien estridente ese opuesto, de modo
selo innovación, pues esta palabra es odiosa. Al revés que, para no ser paradójico, tenga que avenirse a nues-
cuando es uno mismo el proponente. En el primer tra tesis que, en contraste, parece sumamente proba-
caso, menciónese como antónimo «el orden estableci- ble. Por ejemplo, el adversario ha de admitir que uno
do», en el segundo «arcaísmo». Lo que alguien ente- tiene que hacer todo lo que le diga su padre, de modo
ramente carente de intencionalidad y partido denomi- que preguntamos: «¿Se debe ser obediente o desobe-
naría «culto» o «doctrina pública de la fe», alguien que diente a los padres en todas las cosas?». O si se afirma
quiere hablar a su favorlo denominaría «piedad», «de- de una cosa cualquiera que es «frecuente», pregunta-
voción» y un adversario «beatería», «superstición». En mos si por «frecuente» se entienden pocos o muchos
el fondo, se trata de una sutil petitío principii: uno ex- casos: dirá que «muchos». Es como cuando se contra-
presa de antemano en la palabra aquello que pretende pone el gris al negro, que puede llamarse blanco; si se
demostrar, y después procede a partir de esa denomi- contrapone al blanco, puede llamarse negro.
nación mediante un simple juicio analítico. Lo que
uno denomina «hacerse cargo de su persona», «poner
en custodia», su adversario lo llama «encarcelar». Estratagema 14
Un orador muchas veces delata ya de entrada su
intención mediante los nombres que da a las cosas. Una triquiñuela descarada es que, después de haber
Uno dice «los sacerdotes», el otro «la clerigalla». De contestado varias preguntas sin que las respuestas se
entre todas las estratagemas, esta es la más frecuente- hayan decantado a favor de la conclusión que perse-
mente utilizada, de forma instintiva. Fervor religioso guíamos, se plantee y proclame triunfalmente la tesis
a- fanatismo; desliz o galantería s= adulterio; equívo- concluyente que se quería extraer, a pesar de que no
cos = indecencias; desajuste m bancarrota; «me- se deduzca en absoluto de ellas. Si el adversario es tí-
diante influencias y relaciones» = «mediante sobor- mido o estúpido y uno mismo posee mucho descaro
nos y nepotismo»; «sincero agradecimiento» = y una buena voz, esto puede resultar bien. Es un caso
«buen pago». de fallada non causae ut causae [falacia de hacer pasar
por causa lo que no es].
46 ARTHUR SCHOPENHAUER EL ARTE D E T E N E R RAZÓN 47
L
48 ARTHUR SCHOPENHAUER
EL ARTE DE TENER RAZÓN 49
Estratagema 26
Estratagema 25
Una jugada brillante es la retorsio argumenti [dar la
Se refiere a la apagoge mediante una «instancia», exem- vuelta al argumento] cuando el argumento que el ad-
plum in contrarium. LaOTaycoyT], inductio, requiere un versario quiere utilizar en su favor puede utilizarse
gran número de casos para formular su tesis general; la mejor en contra de él: «Es un niño, hay que tener pa-
OLTioirforfi] no requiere más que formular un único caso ciencia con él»; retorsio: «precisamente porque es un
al que no se conforma la tesis y esta queda refutada: un niño hay que corregirle para que no se empecine en
caso semejante se denomina «instancia», h/araaiQ, sus malas costumbres».
exemplum in contrarium, instantia. Por ejemplo, la pro-
posición: «todos los rumiantes tienen cuernos» queda
rebatida por la única instancia del camello. Estratagema 27
La instancia es un caso de aplicación de la verdad ge-
neral en el que se subsume, bajo el concepto principal Si ante un argumento el adversario se enfada, se le
de esta última, algo para lo que dicha verdad no es vá- debe acosar insistentemente con ese argumento: no
lida, quedando así enteramente refutada. Sin embar- solo le ha encolerizado porque es bueno, sino porque
go, de aquí pueden derivarse engaños, por lo que en hay que suponer que ha tocado el punto débil de su ra-
52 ARTHUR SCHOPENHAUER EL ARTE D E T E N E R RAZÓN 53
zonamiento y es probable que en ese punto se le pueda versario tendría que mostrar que el punto de ebulli-
atacar más de lo que uno mismo ve de momento. ción no depende únicamente de la temperatura, sino
también de la presión atmosférica: y esta, tan pronto
como se hubiera evaporado la mitad del agua del
Estratagema 28 mar, se elevaría tanto que ni siquiera a 200° R tendría
Esta es aplicable sobre todo cuando personas cultas lugar la ebullición. Pero no lo intenta, porque para
discuten ante oyentes incultos. Si uno no tiene un ar- quienes no son físicos se requiere un tratado. (Mit-
gumentum ad rem, ni siquiera uno ad hominem, se scherlich, Abhdl. d. Berl. Akad., 1822.)
hace uno ad auditores, es decir, una objeción sin vali-
dez cuya invalidez solo reconoce el conocedor de la
materia: tal es el adversario, pero no los oyentes. Por Estratagema 29
lo tanto, a los ojos de estos aquel es derrotado, espe-
cialmente cuando la objeción hace que su afirmación Si uno se da cuenta (véase la estratagema 18) de que
parezca de algún modo ridicula: la gente es muy le están derrotando, se realiza una diversión: es decir,
pronta a la risa, y uno tiene de su parte a los que ríen. se empieza a hablar de repente de algo completamen-
Para mostrar la inanidad de la objeción el adversario te distinto como si estuviera relacionado con el asun-
tendría que hacer una larga exposición y remontarse to y fuera un argumento contra el adversario. Esto se
a los principios de la ciencia o de otro asunto: no es hace con cierto comedimiento cuando la diversión
fácil que encuentre audiencia para eso. aún tiene algo que ver con el thema quaestionis; des-
vergonzadamente cuando sólo ataca al adversario y
Ejemplo. El adversario dice: al formarse las monr no atañe en absoluto al asunto.
tañas primigenias, la masa a partir de la cual cristali- Por ejemplo, yo elogiaba el hecho de que en China
zó el granito y el resto de las rocas se encontraba en no existiera una nobleza de cuna y que los cargos solo
estado líquido debido al calor, es decir, fundida: el ca- se proveyeran en virtud de examina. Mi adversario
lor debía de ser de unos 200° R: la masa cristalizó afirmó que la erudición capacitaba para los cargos tan
bajo la superficie del mar, que la cubría. Hacemos el poco como las prerrogativas del nacimiento (que él es-
argumentum ad auditores de que con esa temperatu- timaba). Las cosas se le pusieron difíciles. Inmediata-
ra, e incluso a 80° R, el mar hubiera hervido hace mente, introdujo la diversión de que en China se apli-
tiempo y habría quedado disipado en el aire como caban castigos corporales a todos los estamentos, cosa
vapor. Los oyentes se ríen. Para derrotarnos, el ad- que relacionó con el hecho de que se bebiera mucho té,
54 ARTHUR SCHOPENHAUER
EL ARTE D E T E N E R RAZÓN 55
y recriminó ambas cosas a los chinos. Quien entrase dades según la medida de los conocimientos del adver-
en todo esto se dejaría desviar y permitiría que le qui- sario. Dice Séneca: Unusquisque mavult credere quam
taran de las manos la victoria ya conquistada. judicare [Todo el mundo prefiere creer antes que
La diversión es desvergonzada cuando abando- juzgar] (De vita beata, 1,4); uno tiene fácil la partida
na por completo el asunto quaestionis y empieza di- cuando está a su favor una autoridad a la que respeta
ciendo: «Sí, pero por otro lado hace poco usted afir- el adversario. Pero para él habrá tantas más autorida-
maba etc., etc.». Este caso se incluye en cierta medida des válidas cuanto más limitados sean sus conoci-
en el «personalizar», del que hablaremos en la última mientos y facultades. Si estos son de primer orden,
estratagema. Tomado en sentido estricto, es un paso habrá para él escasísimas autoridades, prácticamente
intermedio entre el argumentum ad personam, que ninguna. En todo caso, admitirá la validez de las per-
examinaremos allí, y el argumentum ad hominem. sonas expertas en una ciencia, arte u oficio que cono-
Toda disputa entre gente vulgar muestra hasta qué ce poco o nada: e incluso estas con desconfianza.
punto es, digamos, innata esta estratagema: cuando, Por el contrario, la gente corriente tiene un profundo
por ejemplo, uno le hace a otro recriminaciones per- respeto por los expertos de cualquier tipo. No saben
sonales, este no responde refutándolas, sino haciendo que quien hace profesión de una cosa no ama a la
a su vez recriminaciones personales al primero e igno- cosa, sino a su ganancia, ni que quien enseña una cosa
rando las que le han hecho a él mismo; lo que es tanto raras veces la conoce a fondo, pues a quien la ha estu-
como admitirlas. Actúa como Escipión, que no ataca a diado a fondo generalmente le queda poco tiempo
los cartagineses en Italia, sino en África. Es posible que para enseñar. Pero para el vulgus hay numerosísimas
en la guerra a veces sea apropiada una diversión seme- autoridades que gozan de respeto: por tanto, si uno
jante. Al disputar es mala, puesto que se dejan sin res- no dispone de una enteramente adecuada, tómese
puesta las recriminaciones recibidas y los oyentes co- una que lo es en apariencia, cítese lo que alguien ha di-
nocen cuanto de malo tienen ambas partes. Al discutir cho en otro sentido o en otras circunstancias. Las au-
se puede utilizar/aute de mieux [a falta de algo mejor]. toridades que el adversario no entiende en absoluto
suelen ser las más eficaces. Los incultos tienen un pe-
culiar respeto por las fórmulas griegas y latinas. En
caso de necesidad, también se puede no solo tergiver-
Estratagema 30 sar las autoridades, sino falsificarlas sin más, o citar al-
gunas que sean de nuestra entera invención: la mayo-
El argumentum ad verecundiam [argumento basado ría de las veces ni tiene el libro a mano ni tampoco
en el respeto]. En vez de razones, empléense autori-
EL ARTE DE T E N E R RAZÓN 57
56 ARTHUR SCHOPENHAUER
sabe manejarlo. El más hermoso ejemplo a este res- ñas en la cabeza y si uno quisiera ocuparse de ellas
pecto es el del cura francés que, para no pavimentar tendría mucho que hacer.
la parte de la calle que estaba ante su casa, como esta- La universalidad de una opinión no es, hablando
ban obligados a hacer los demás ciudadanos, citó en serio, ninguna prueba, ni siquiera una razón para
una falsa sentencia bíblica: paveant Mi, ego nonpa- hacerla más verosímil. Quienes afirman eso tienen
vebo [que teman los demás, yo no temeré]1. Eso que admitir 1) que el alejamiento en el tiempo priva de
convenció al responsable municipal. También pue- su fuerza probatoria a esa universalidad: de lo contra-
den utilizarse como autoridades prejuicios generales. rio, tendrían que rehabilitar todos los viejos errores
Pues la mayoría piensan, con Aristóteles, á ¡xkv 7coX- que en tiempos pasaron umversalmente por verdades:
~kóíq SoxsT xauxa ye eivat. cpajxév [decimos que por ejemplo, habría que restablecer el sistema ptole-
es justo lo que a muchos les parece justo] (Ética maico o el catolicismo en todos los países protestantes;
a Nicómaco, X, 2, 1172 b 36): ciertamente, no hay 2) que el alejamiento en el espacio produce lo mismo: si
una sola opinión, por absurda que sea, que los no, les pondrá en un apuro la universalidad de opinión
hombres no hagan suya con facilidad tan pronto de quienes profesan el budismo, el cristianismo y el is-
como se ha conseguido persuadirles de que es ge- lam. (Según Bentham, Tactique des assemblies legisla-
neralmente aceptada. El ejemplo actúa tanto sobre tives [Ginebra-París, 1816], vol. II, p. 76.)
su pensamiento como sobre su conducta. Son borre- Lo que se llama opinión universal es, considerado
gos que siguen al manso allí donde les lleve: les re- claramente, la opinión de dos o tres personas; nos
sulta más fácil morir que pensar. Es muy extraño convenceríamos de ello si pudiéramos observar la
que la universalidad de una opinión tenga tanto formación de una de estas opiniones umversalmente
peso en ellos cuando pueden ver en sí mismos cómo válidas. Veríamos entonces que son dos o tres perso-
se aceptan opiniones sin juicio alguno y por la mera nas las que al principio la adoptan o plantean y afir-
virtud del ejemplo. Pero no ven esto porque carecen man, y con quienes se fue tan benévolo de suponer
de cualquier conocimiento de sí mismos. Solo los es- que la habían examinado bien a fondo: sobre el pre-
cogidos dicen con Platón TÓÍC, noKkoÍQ TZOKKOL SO- juicio de la capacidad suficiente de estos, otros fue-
xsl [los muchos tienen muchas opiniones, Repúbli- ron a su vez adoptando la opinión; y, por su parte, a
ca, IX, 576 c], es decir, el valgus tiene muchas patra- estos les creyeron muchos otros cuya indolencia les
aconsejó mejor creer sin más que comprobar fatigo-
samente. Así creció día a día el número de tales par-
1. La anécdota se encuentra en Claude Adrien Helvétius, De l'es- tidarios indolentes y crédulos: pues como la opinión
prit, II, cap. XVII. [N. delE.J
58 ARTHUR SCHOPENHAUER EL ARTE DE TENER RAZÓN 59
ya tenía un buen número de voces a su favor, los si- Bayle, Pernees sur les cometes [4.a edición, 1704], vol.
guientes partidarios pensaron que solo lo podía ha- I, p. 10.)
ber conseguido gracias a lo bien fundado de sus ra-
zones. Los que quedaban fueron viéndose obligados Dico ego, tu dicis, sed denique dixit et Ule:
a admitir lo que era generalmente admitido para no Dictaquepost toties, nil nisi dicta vides1.
pasar por cabezas inquietas que se rebelaban contra
opiniones de universal validez y sujetos impertinentes No obstante todo lo cual, en la discusión con gen-
que pretendían ser más listos que el mundo entero. te ordinaria puede utilizarse la opinión general como
En este punto el asentimiento se convierte en una autoridad.
obligación. De ahí en adelante, los pocos capaces de En general, se hallará que cuando discuten dos ca-
juzgar se ven obligados a callar: y a quienes les está bezas ordinarias, la mayoría de las veces las armas
permitido hablar son aquellos que son totalmente in- que ambos utilizan son autoridades con las que se
capaces de tener opiniones propias y un juicio pro- golpean mutuamente. Si una cabeza mejor tiene que
pio, que no son más que el mero eco de opiniones habérselas con una de éstas, lo más aconsejable es
ajenas, no obstante lo cual son defensores tanto más que se amolde a esta arma, eligiéndola conforme a las
celosos e intolerantes de las mismas. Pues lo que debilidades de su adversario. Pues contra las ar-
odian en el que piensa de otro modo no es tanto la mas de las razones éste es, ex hypothesi, un Sigfrido
opinión distinta que éste profesa como el atrevimien- invulnerable, inmerso en las aguas de la incapacidad
to de querer juzgar por uno mismo: cosa que ellos ja- de pensar y de juzgar.
más se resuelven a hacer y de la que en el fondo son Ante un tribunal, en realidad solo se discute con
conscientes. En suma, son muy pocos los que puede autoridades, la autoridad de la ley establecida: la fa-
pensar, pero todos quieren tener opiniones: ¿qué otr cultad de juzgar se ocupa de encontrar la ley, es decir,
cosa cabe hacer entonces sino tomarlas de otros, y la autoridad que se aplica al caso dado. La dialéctica,
del todo listas, en vez de forjarlas por sí mismos? sin embargo, tiene el margen suficiente para, si así se
Siendo así las cosas, ¿de qué vale la voz de cien millo- requiere, poder tergiversar la discordancia entre el
nes de personas? Tanto como un dato histórico, por
ejemplo, que se encuentra en cien historiadores pero
que, como acaba demostrándose, todos han tomado 1. «Lo digo yo, lo dices tú, perofinalmentetambién lo dice aquel: /
Cuando se ha dicho tantas veces, no ves sino lo que se ha dicho.»
unos de otros, por lo que, en último término, todo se Cita al margen de la «parte polémica» de la Farbenlehre [Teoría de
reduce a la afirmación de un solo individuo. (Según los colores] de Goethe. [N. delE.]
60 ARTHUR SCHOPENHAUER
EL ARTE DE TENER RAZÓN 61
caso y la ley hasta que se consiga presentarlos como pa», poniéndole las cosas tan claras que nolens volens
concordantes: también al revés. [quiera o no] tenga que entenderlas y quede claro que
lo único que pasaba antes era que no entendía. Así se le
da la vuelta. Quería insinuar que decíamos un «absur-
Estratagema 31 do»: le hemos demostrado «falta de inteligencia». Am-
bos con la más exquisita cortesía.
Cuando uno no sabe qué objetar a las razones ex-
puestas por el adversario, declárese incompetente
confinaironía: «Lo que dice usted desborda mi débil Estratagema 32
comprensión; puede ser muy acertado, pero yo no al- Podemos descartar, o al menos hacer sospechosa de
canzo a entenderlo y renuncio a cualquier juicio». forma rápida, una afirmación que nos opone el ad-
Con esto se insinúa a los oyentes de cuya estima uno versario subsumiéndola en una categoría aborreci-
goza que lo que se ha dicho es absurdo. Así, cuando ble, aun cuando no esté relacionada con ella más que
apareció la Crítica de la razón pura, o más bien cuan- por similitud o de modo vago. Por ejemplo: «Eso es
do empezó su clamorosa notoriedad, muchos profe- maniqueísmo, eso es arrianismo; eso es pelagianis-
sores de la antigua escuela ecléctica declararon: «No mo; eso es idealismo; eso es espinosismo; eso es pan-
la entendemos», creyendo que así la habían despa- teísmo; eso es brownianismo; eso es naturalismo; eso
chado. Pero cuando algunos partidarios de la nueva es ateísmo; eso es racionalismo; eso es espiritualis-
escuela les mostraron que sí, que tenían razón y que, mo; eso es misticismo; etc.». Con lo que suponemos
efectivamente, todo lo que ocurría era que no la en- dos cosas: 1) que su afirmación es realmente idéntica
tendían, se pusieron de muy mal humor. a, o al menos está contenida en aquella categoría, y
Esta estratagema solo puede utilizarse cuando uno así exclamamos «¡Ah, eso ya lo conocemos!»; y 2)
está seguro de gozar ante los oyentes de una estima cla- que esa categoría ya está enteramente refutada y no
ramente superior a la del adversario: por ejemplo, un puede contener ni una sola palabra verdadera.
profesor contra un estudiante. En realidad, esto forma
parte de la estratagema anterior, y consiste en hacer va-
ler la propia autoridad, en vez de las razones, de forma Estratagema 33
especialmente maliciosa. El contragolpe es: «Permíta-
me, con su gran penetración tiene que resultarle fácil «Eso puede ser cierto en la teoría, pero en la práctica
entender, y solo mi mala exposición puede tener la cul- es falso.» Mediante este sofisma uno admite las razo-
EL ARTE DE TENER RAZÓN 63
62 ARTHUR SCHOPENHAUER
oyentes encontrarán débiles y deplorables los argumen- que no entiende y, sin embargo, a hacer como si las
tos del adversario, por excelentes que sean, en tanto que entendiera, uno puede apabullarle diciendo con ges-
los nuestros, aunque carezcan detodofundamento, les to grave un disparate que suene erudito o profundo y
parecerán correctos y certeros; el coro se hará oír bien con el que pierda oído, vista y pensamiento1, y hacer
alto a nuestro favor y el adversario tendrá que abandonar pasar esto por la prueba más irrefutable de la propia
el campo avergonzado. Es más, por lo común los oyentes tesis. Como es sabido, en tiempos recientes algunos
creerán haber asentido por pura convicción. Pues lo que filósofos han aplicado esta estratagema ante todo el
nos es desventajoso suele parecer absurdo al intelecto. público alemán con el éxito más brillante. Pero como
Intellectus luminis sicrí non est recipit infusionem a son exempla odiosa, tomaremos un ejemplo más an-
volúntate et affectibus [el intelecto no es una luz que arda tiguo de Goldsmith, The Vicar of Wakefield, [Cap. VII].
sin aceite, sino que es alimentado por la voluntad y las
pasiones.] (Francis Bacon, Novum Organon, 1,49). Esta
estratagema podría denominarse «atacar al árbol por la
raíz»: por lo común, se llama argumentum ab utili Estratagema 37
dos pierden una buena causa: pretenden defenderla razón y que por tanto juzga y piensa erróneamente,
mediante una ley inadecuada, y la adecuada no se les lo que es el caso en toda victoria dialéctica, se le en-
ocurre. cona más que mediante una expresión grosera, ofen-
siva. ¿Por qué? Porque como dice Hobbes en De ave,
cap.l [par. 5]: Otnnis animi voluptas, otnnisque ala-
Última estratagema critas in eo sita est, quod quis habeat, quibuscum con-
ferens se, possit magnifice sentiré de seipso [Todo
Cuando se advierte que el adversario es superior y placer del ánimo, toda alegría reside en que haya
que uno no conseguirá llevar razón, personalícese, alguien en comparación con el cual uno pueda tener
séase ofensivo, grosero. El personalizar consiste en un alto concepto de sí mismo]. Nada le importa al
que uno se aparta del objeto de la discusión (porque hombre más que la satisfacción de su vanidad y nin-
es una partida perdida) y ataca de algún modo al guna herida le duele más que cuando se golpea ésta.
contendiente y a su persona: esto podría denominar- (De ahí dichos como el de «vale más el honor que la
se argumentum ad personam, a diferencia del argu- vida», etc.) Esta satisfacción de la vanidad se deriva
mentum ad hominem: este parte de un objeto pura- principalmente de la satisfacción de uno con los de-
mente objetivo para atenerse a lo que el adversario ha más, en cualquier aspecto, pero principalmente en
dicho o admitido sobre él. Al personalizar, sin em- relación con las capacidades intelectuales. Ahora
bargo, se abandona por completo el objeto y uno di- bien, esto ocurre effective y de forma muy notoria al
rige su ataque a la persona del adversario: uno, pues, discutir. De ahí el encono del vencido con el que no
se torna insultante, maligno, ofensivo, grosero. Es se ha cometido una injusticia, y de ahí que acuda al
una apelación de las facultades del intelecto a las del último recurso, a esta última estratagema: a la que
cuerpo, o a la animalidad. Esta regla goza de gran pre- uno no puede sustraerse mediante la mera cortesía
dicamento porque cualquiera es capaz de ejercerla, de su parte. No obstante, una gran sangre fría tam-
por lo que se utiliza con frecuencia. Cabe preguntarse, bién puede ser de ayuda aquí si uno contesta tran-
pues, qué contrarregla es válida entonces para la otra quilamente, tan pronto como el adversario empie-
parte. Pues si la otra parte quiere utilizar esta misma, za a personalizar, que eso no hace al asunto, se
se acabará en pelea, duelo o proceso por injurias. vuelve de inmediato a este y se prosigue demos-
trándole aquí que le falta razón sin reparar en sus
Mucho se equivocaría quien pensara que basta ofensas, es decir, como dijo Temístocles a Euribia-
con que uno mismo no personalice. Pues si uno des: 7rdcTod;ov fxév, áxouaov Sé [golpéame pero
muestra al otro con toda tranquilidad que no tiene
68 ARTHUR SCHOPENHAUER
EL ARTE DE T E N E R RAZÓN 69
guos, por lo que no tengo entera libertad para distin- medios que los individuos utilizan unos contra otros
guir su significado, como me gustaría hacer, y definir para hacer valer todos ellos su pensamiento indivi-
la lógica (de Xoyl^ecr&oa, reflexionar, calcular, de dual como el puro y objetivo. Pues la naturaleza hu-
Xóyo?, palabra y razón, que son inseparables) como mana lleva consigo que cuando al pensar conjunta-
«la ciencia de las leyes del pensar, es decir, del modo mente, oYaAéysa&oa, es decir, al compartir opinio-
de proceder de la razón», y la dialéctica (de SiocXé- nes (excluyendo las conversaciones históricas), A se
yea&oa, conversar, si bien toda conversación partici- da cuenta de que los pensamientos de B sobre el mis-
pa hechos u opiniones: es decir, es histórica o delibe- mo objeto difieren de los suyos propios, no empieza
rativa), como «el arte de discutir» (dando a esta pala- por revisar su propio pensamiento para encontrar el
bra su sentido moderno). Evidentemente, la lógica error, sino que presupone este en el pensamiento aje-
tiene entonces un objeto puramente a priori, deter- no; es decir, el hombre, por naturaleza, siempre quie-
minable sin intervención empírica, las leyes del pen- re tener razón: y lo que se sigue de esta característica
sar, el proceder de la razón (del Xóyog), leyes que esta es lo que enseña la disciplina a la que yo querría de-
sigue librada a sí misma y sin perturbación, es decir, nominar dialéctica, pero que, para evitar malenten-
en el pensar solitario de un ser racional al que nada didos, denominaré dialéctica erística. Esta sería,
indujera a error. La dialéctica, por el contrario, trata- pues, la teoría que estudia cómo procede la natural
ría de la comunidad de dos seres racionales que, por tendencia humana a querer tener razón siempre.
tanto, piensan juntos, lo que, tan pronto como no
concuerden como dos relojes sincronizados, dará lu-
gar a una discusión, es decir, una lucha intelectual.
Como razón pura, ambos individuos deberían con-
cordar. Sus disensiones surgen de la diversidad que
es esencial a la individualidad; son, pues, un elemen-
to empírico. La lógica, la ciencia del pensar, es decir,
del proceder de la razón pura, sería por tanto entera-
mente construible a priori; la dialéctica, en gran par-
te, solo a posteriori, a partir del conocimiento empí-
rico de las perturbaciones que padece el pensar puro
debido a la diversidad de la individualidad cuando
dos seres racionales piensan juntos, y a partir de los
Schopenhauer y la dialéctica
por Franco Volpi
1. ¿Qué dialéctica?
misma del desplegarse y desarrollarse del espíritu según ral habilidad para discutir, es decir, precisamente aquello
un proceso que a través de los mil modos de lo real se ele- que postula Schopenhauer. ¿Cómo ha sido posible todo
va hasta lo Absoluto, y precisamente en forma de aquel sa- esto? ¿Cómo es posible que Schopenhauer y Hegel, que,
ber que se autocomprende como despliegue de la totalidad entre otras cosas, parten del mismo pensador, Kant, hayan
misma. Sin embargo, su éxito quedó truncado al morir pre- Llegado a dialécticas tan diferentes y, además, ambos con
maturamente en 1831 debido a una epidemia de cólera buenas razones?
que se desató en la ciudad. Schopenhauer, por su parte,
creyó conveniente evitar cualquier riesgo abandonando
apresuradamente Berlín por Frankfurt. 2. Las bodas de Mercurio y Filología
Ambos, cada uno a su modo, tuvieron y llevaron
razón. La idea hegeliana de dialéctica, sea con la escuela La historia había comenzado hacía mucho tiempo y había
hegeliana o en los diversos hegelianismos, sea a través de atravesado innumerables y complejas fases y vicisitudes,
su desarrollo en el ámbito del marxismo, ha gozado de en las cuales no siempre se puede reconocer el hilo con-
un éxito y de una difusión sin par, hasta el punto de con- ductor unitario. Para poder arrojar algo de luz podemos
vertirse no en un sistemafilosófico,sino en una auténti- recordar al menos algunas de las etapas esenciales de esta
ca visión del mundo. Todavía hoy, cuando enfilosofíase historia. Un punto de partida óptimo es un texto latino del
habla de dialéctica se piensa en la concepción de Hegel o siglo v d.C, cuya importancia es fundamental por la fun-
en su derivación marxista, es decir, la dialéctica entendida ción de bisagra que ejerce en la mediación entre la cultura
no solo como estructura del pensamiento sino también de pagana de la Antigüedad tardía, de la cual fue manifesta-
la realidad que conoce el pensamiento. Una concepción ción, y la cultura incipiente del Occidente cristiano, en la
de la dialéctica que ha predominado durante casi dos si- cual tuvo una profunda influencia, gozando de vasta y
glos, ocupando en filosofía el valor semántico de la pala- prolongada fortuna durante toda la Edad Media. Se trata
bra misma. del De nuptiis Mercurii et Philologiae del retórico nortea-
La idea schopenhaueriana de dialéctica, por otro lado, fricano Marciano Capella, donde encontramos, en los al-
no tiene especial necesidad de seguidores, ni de cátedras o bores de nuestra era, una exposición representativa de la
escuelas filosóficas para afirmarse; retoma, a fin de cuen- dialéctica y por tanto un testimonio relevante de la trans-
tas, una concepción de la dialéctica más antigua que misión del corpus dialecticum de la Antigüedad tardía al
cualquier escuela, y sus raíces se remontan a los orígenes Occidente latino1.
del pensamiento occidental, al mundo griego: además de
esto, radica en la condición humana misma, hasta el
1. Puede consultarse la obra en la edición de Adolf Dick, Teubner, Stut-
punto de haber sedimentado en el lenguaje común, donde gardiae, 1925 (con addenda de Jean Préaux, ibid., 1969, y con addenda y
aún hoy seguimos encontrándola. También para nosotros, corrigenda también de J. Préaux, ibid,, 1978), o bien en la edición más re-
en nuestra habla cotidiana, «dialéctica» significa en gene- ciente de James Willis, ibid., 1983.
80 FRANCO VOLPI
S C H O P E N H A U E R Y LA D I A L É C T I CA 81
pero que puede expresarse igualmente en latín gracias al posiciones y sus diversas formas (categórico, hipotético o
valioso trabajo de mediación realizado por Varrón, pri- mixto)2.
mer traductor a la lengua de los romanos de sus enseñan- Tras la exposición de sus enseñanzas, la Dialéctica se
zas, aprendidas en los textos de Platón y Aristóteles. Sin apresta a proseguir ilustrando la doctrina de los sofismas,
embargo, ha conservado en griego su propio nombre, Dia- de los razonamientos capciosos, de las falacias y de los en-
léctica, por lo que este sigue siendo idéntico en Atenas y en gaños que es posible perpetrar por medio de la palabra,
Roma. Comienza entonces la exposición de sus enseñan- tema tratado en las Refutaciones sofísticas de Aristóteles.
zas, que comprenden, según el orden habitual en las es- Pero en este punto interviene Palas, que interrumpe a la
cuelas griegas, transmitido por Varrón, todo el corpus Dialéctica, no solo para no cansar a la audiencia, sino tam-
doctrinal de la lógica clásica, articulado del siguiente bién porque no conviene la exposición de los engaños so-
modo: físticos en presencia de Júpiter y de los demás dioses. Dice
1) de loquendo, es decir, la doctrina del significado de Palas, dirigiéndose a la Dialéctica para interrumpirla: «Ya
los términos, que comprende los cinco predicables (gé- basta, noble fuente de la ciencia profunda (profundae fons
nero, especie, definición, propio, accidente), los antepre- decens scientiae) que desvela la realidad oculta disertando
dkamenta o instrumenta categoriarum (es decir, la dis- sin dejar nada poco claro ni omitir nada ignoto»3.
tinción entre diversos tipos de denominaciones: equívo- Dos son los apuntes de este texto que habrán quedado
ca, unívoca, plurívoca, propia, ajena), las categorías patentes al final de nuestra historia: el primero es que la
(sustancia, cantidad, cualidad, relación, espacio, tiempo, dialéctica se considera como la fuente misma del saber
acción, pasión, estado, situación) y postpraedicamenta científico (fons scientiae) y se tiende a identificarla con la
(es decir, las cuatro formas de oposición: contradictorie- lógica entendida como el conjunto de las reglas del correc-
dad, privación, contrariedad, relatividad), la definición y to razonar y argumentar con el fin de distinguir lo verda-
la división; dero de lo falso. El otro es que la dialéctica, precisamente
2) de eloquendo, es decir, la doctrina del discurso y por su naturaleza de fuente del saber, se considera riguro-
de sus partes (nomen y verbum que forman la oratio); samente separada de la sofística y de la erística, que no tie-
3) de proloquendo, que comprende la doctrina de la nen más que la apariencia del saber.
proposición predicativa o juicio (proloquium), la cual, en
cuanto síntesis o diairesis de representaciones, tiene la ca- 2. No se tratan otras dos doctrinas inicialmente anunciadas como compe-
racterística de poder ser verdadera o falsa, la diferentiae tencia de la Dialéctica, a saber, la doctrina del discurso poético (quinta de
proloquiorum (esto es, la cualidad afirmativa o negativa y iudkando, quaepertínet ad íudicationem poetarum et carminum [la quin-
ta, acerca del juicio, que se refiere a la crítica de poetas y poemas]) y la de
la cantidad universal o particular del juicio), la proloquio- la dicción retórica (sexta de dictione, quae dicenda rhetoribus commodata
rum affectiones y la conversión de las proposiciones; est [la sexta, acerca de la dicción, que se ajusta a los oradores]).
4) de proloquiorum summa, o, lo que es lo mismo, la 3. Marciano Capella, De nuptüs, op. cit„ IV, p. 423 (208,14-16 Dick; 146,
doctrina del silogismo en tanto que concatenación de pro- 7-9 Willis).
S C H O P E N H A U E R Y LA DIALÉCTICA 85
84 FRANCO VOLPI
La presencia de esta idea de dialéctica entre elfinaldel pensamiento y de expresión. La igualdad de los ciudada-
mundo antiguo y el inicio de nuestra era, documentada de nos ante la ley (laovojxla) tiene, como recuerda Heródo-
forma tan plástica en el De nuptiis, es confirmada posterior- to, partidario de la democracia (V, 78), su principal reali-
mente por otros textos muy difundidos en la Edad Media en zación en la igualdad de derecho al uso de la palabra en las
los que es posible reencontrarla, como en las Institutiones discusiones públicas (lcnr]Ywpia), un derecho, pues, que
(cap. 3) de Aurelio Casiodoro, las Etymologiae (libro II, para los críticos de la democracia, como Isócrates (Sobre el
caps. 22-31) de Isidoro de Sevilla, o el De dialéctica de Alcui- Areópago, 20), ha degenerado en la facultad de decir cual-
no. Y se puede recordar también el De dialéctica (o Principia quier tipo de cosas, en el hablar por hablar (rcappvjala). El
dialecticae), obra bastante difundida de dudosa atribución a autorizado testimonio de Platón (Gorgias, 461 e; Leyes, I,
san Agustín, que define la dialéctica como la disciplina disci- 641 e) confirma que la libertad de palabra (e^ouala TOÜ
plinarian o la scientia veritatis4. Xéyetv) era mayor en Atenas que en el resto de las ciuda-
Tenemos por tanto en la transición del mundo antiguo des de Grecia, tanto que se le podía atribuir justificada-
al de la «edad intermedia» una idea decididamente positi- mente el apelativo de ciudad «amante del discurso» (<pt,Xó-
va de la dialéctica entendida como fuente de ciencia, lo Xoyo^) o «délos muchos discursos» (rtoXúXoyo?). En este
que no deja de sorprender tras la lectura del texto de Scho- contexto histórico-político se produce, como es sabido, el
penhauer. Tenemos, pues, que preguntarnos: ¿cómo ha nacimiento de aquel movimiento cultural que fue la sofís-
sido posible todo esto? ¿Cómo se ha llegado a ver en la dia- tica, y de él lafilosofíade Sócrates, Platón y Aristóteles, en
léctica la fuente de la ciencia? los cuales la dialéctica adquiere una importancia decisiva.
En lo que respecta al término en cuanto tal, sabemos que
el verbo oYaXéyea&oa está atestiguado ya en Homero, pero
3. La dialéctica en la Antigüedad solo en Platón es utilizado en una acepción propiamente fi-
losófica, esto es, en el sentido de discutir atendiendo a la
Nuestra historia debe remontarse todavía más atrás, a los cosa misma, es decir, atendiendo a defender o atacar una te-
orígenes mismos de la dialéctica. Gracias a los resultados sis con el fin de establecer su verdad o falsedad, y en cuanto
ya consolidados de toda una serie de estudios, podemos tal se contrapone a épí^etv, al discutir por discutir. En Pla-
afirmar que la dialéctica nace con la democracia ateniense tón también se utiliza por primera vez en sentido técnico el
del siglo v a.C, es decir, cuando con la libertad política se adjetivo 8ioCkzx.zixóc, para caracterizar el arte del discurso
dieron las condiciones que hicieron posible la libertad de y a aquel que lo practica. Pero la dialéctica había nacido an-
4. San Agustín sostiene también la congruencia de la dialéctica con la
tes de que se le encontrara nombre. Aristóteles, según un
teología cristiana. De hecho, dado que la estructura de la dialéctica es dispu- fragmento que ha llegado hasta nosotros de su diálogo de
tatoria, quien discute es un dialéctico: por tanto, también lo es san Pablo juventud perdido, el Sofista, consideraba descubridor o in-
en cuanto que discute con los judíos y paganos para defender el verbo; in- ventor (eúpeTY)<;) de la dialéctica a Zenón de Elea (cfr. 65
cluso la palabra misma de Dios lo sería, según lo que está escrito en Is 1,
18: venite, dtsputemus, dicit Dominus [Venid, discutamos, dice el Señor]. Rose; 1 Ross; 39 Gigon). Un testimonio que es confirmado
86 FRANCO VOLPI SCHOPENHAUER Y LA DIALÉCTICA 87
por lo que Platón dice de Zenón, que en el Fedro recibe el sas» (Diels-Kranz, 80 B 1), que culmina, como es sabido, en
apelativo de «Palamedes de Elea», puesto que, como el per- la valoración de la opinión (Só^oc) y de la democracia.
sonaje homérico, «hablaba con tanto arte que a quien le es- En cuanto a Gorgias, merece ser recordado porque ar-
cuchara las mismas cosas le parecían similares y disimilares, gumentaba según un método dialéctico muy similar al
una y muchas, quietas y en movimiento» (Fedro, 261 d); y el que seguía Zenón, pero con lafinalidadfilosóficaopuesta,
arte de Zenón se define más adelante como «arte de la anti- es decir, no para sostener la inmutabilidad del ser, sino
logia», es decir, del procedimiento contradictorio. para extraer una especie de nihilismo ante litteram en el
cual se niegan la existencia y la posibilidad de expresar
el ser. Más que filósofo, Gorgias fue sobre todo maestro de
4. La sofística retórica y de erística, es decir, del arte del discurso practi-
cado con elfinexclusivo de persuadir a los oyentes o de al-
En lo que respecta a la dialéctica, los dos exponentes de la canzar la victoria en las discusiones sin preocuparse de la
sofística que cabe recordar son Protagoras y Gorgias. Pro- verdad. Efectivamente, Gorgias entiende el discurso como
tagoras practica lo que Platón denominaría después méto- un «gran señor» (SuváaxT]? y.éya.c,) porque en él es posi-
do dialéctico, es decir, la confrontación y la discusión de ble sostenerlo todo y lo contrario de todo, es más, tiene en
dos opiniones contrapuestas a través del diálogo que tiene su poder la creación de la realidad que eso significa: puede
lugar entre dos interlocutores que tratan de refutarse alter- incluso dar a entender a los griegos la inocencia de Helena,
nativamente, y que se distingue en cuanto «discurso bre- cosa que el propio Gorgias intenta hacer en su Elogio de
ve» (Ppa^uXoyía) del «discurso largo» ((xaxpoXoyia), Helena. Desde un punto de vistafilosófico,aplicando el
«monologante», de la retórica. Protagoras era conocido en método dialéctico refutativo practicado también por Ze-
la Antigüedad como el primero que afirmó que sobre nón, que consiste en reducir a contradicción las tesis
cualquier tema es posible sostener opiniones opuestas opuestas a las que se intenta sostener, Gorgias llega a for-
(Diels-Kranz, 80 A 1); tenemos noticia de una de sus mular en su tratado Sobre el no ser, o sobre la naturaleza
obras perdidas, titulada Antilogia, es decir, precisamente (llepl TOÜ ¡ir¡ ovToq y) TiEpi cpúaeox;) sus tres célebres
«discursos opuestos», que inauguró una tradición litera- tesis: el ser no es, si fuese, no sería cognoscible, si fuese
ria de la que se conserva un destacado ejemplo en los de- cognoscible, no sería comunicable (ávepprjveuTov).
nominados Dissol lógoi, escrito anónimo que desarrolla
«discursos dobles», es decir, opuestos entre sí, sobre te-
mas fundamentales (¿Qué es bueno y qué es malo? ¿Qué 5. Sócrates
es justo y qué injusto? ¿Qué es decente y qué indecente?). La
posiciónfilosóficade Protagoras, basada en la convicción El otro gran padre fundador de la dialéctica es Sócrates,
de que «todas las opiniones son ciertas» (Platón, Teeteto, quien, con su magisterio original, expuesto en los testimo-
166 d y ss.), es que «el hombre es la medida de todas las co- nios de Platón, Aristóteles y Jenofonte, pone en práctica el
88 F R A N C O VOLPL
S C H O P E N H A U E R Y LA D I A L É C T I CA 89
método dialéctico ya utilizado por Protagoras, pero con fi- demolerla, sino que debe poner a prueba todas las opinio-
nalidad y resultados diferentes. Formalmente, Sócrates nes intentando refutar su pretensión de hacerse pasar como
practicaba el mismo método de discusión dialéctica, por verdadero saber sin serlo. Partiendo de las opiniones, pues,
medio de preguntas y respuestas, que también habían uti- la dialéctica socrática origina la exigencia de algo que no sea
lizado los sofistas (la única diferencia notable, al menos ya una opinión, un parecer o punto de vista particular, pers-
en apariencia, era que los sofistas cobraban por sus ense- pectivista y subjetivo, sino que constituya la superación de
ñanzas, mientras que Sócrates no). Sócrates llevó este méto- todo perspectivismo y subjetividad, es decir, la exigencia de
do a una mayor perfección técnica mediante una serie de lo universal, de la ciencia. La dialéctica socrática queda por
procedimientos lógicos, el primero de ellos el de la «refuta- tanto libre de cualquier interferencia con la retórica y es cla-
ción» (zkzyyoc,), cuyo objetivo era demostrar la contradic- ramente practicada con miras a la ciencia, aunque en reali-
toriedad y por tanto la insostenibilidad de una determinada dad no Llegue a una auténtica comprensión y a una auténti-
opinión examinada. Es un procedimiento dialéctico que ca formulación del saber, sino que se atenga a la exigencia,
tiene lugar en el diálogo, puesto que consiste en intentar que radicalmente crítica, del «saber que no se sabe». Será Platón
el interlocutor reconozca, por medio de las preguntas ade- quien la desarrolle en el sentido del saber epistémico.
cuadas, determinadas premisas de las que se infieren con-
clusiones que contrastan con las tesis sostenidas por el ad-
versario para lograr que se contradiga consigo mismo. 6. Platón
En realidad, con Sócrates se produce una transforma-
ción decisiva en la configuración de la dialéctica, que de- Ilustrar, aunque solo fuera a grandes rasgos, el desarrollo sis-
pende de la distinta actitud que adopta en la confronta- temático que hace Platón del método dialéctico de Sócrates
ción de las opiniones. Del hecho de que estas últimas se -llegando, con la doctrina de las ideas, a formular el univer-
muestren todas igualmente refutables o sostenibles Sócra- sal que buscaba Sócrates de forma no aporética, sino siste-
tes no deduce, como Protagoras, la convicción de que la mática, e identificando por tanto la dialéctica con la filoso-
dialéctica tiene una tarea análoga a la de la retórica, a sa- fía- requeriría todo un tratado. Bien es cierto que en nuestro
ber, persuadir o disuadir respecto a unas u otras con inde- contexto -en el que interesa sobre todo la relación entre dia-
pendencia de su verdad, es decir, no deduce la tesis de que léctica y erística- Platón, con su dialéctica, no parece consti-
todas las opiniones son verdaderas, sino, por el contrario, tuir un punto de referencia para Schopenhauer, que sin em-
que son todas falsas, o mejor dicho: en la medida en que bargo le admiraba como «divino», al contrario de lo que pro-
pueden ser tanto verdaderas como falsas, no tienen aquel bablemente ocurra con Aristóteles. Esto es debido a que -y
carácter de saber estable propio de lo universal (TO XOC&Ó- es esto lo que interesa resaltar- Platón sostiene una concep-
Xov), es decir, de la ciencia (ereiaTt]\j.r¡). La tarea de la dia- ción de dialéctica opuesta a la redescubierta por Schopen-
léctica se convierte en una tarea crítica: no debe ponerse al hauer: Platón critica de forma radical la concepción sofística,
servicio de esta o aquella opinión para sostenerla o para retórica y erística de la dialéctica, porque esta no es para él
S C H O P E N H A U E R Y LA DIALÉCTICA 91
90 FRANCO VOLPI
una mera técnica argumentativa desvinculada de la verdad los que constituyen la ciencia (ercurofjinr)), es decir, el razo-
del asunto en cuestión sino, por el contrario, el método rigu- namiento y la inteligencia (St-ávoca, vór¡aiq). Pues bien,
roso para la búsqueda de la verdad. la dialéctica se identifica con el saber auténticamente cien-
Aunque puede decirse que en general esto es así, un tífico del último segmento de la línea, el cual no se detiene
examen más atento muestra que la concepción platónica en las hipótesis, sino que las utiliza como medios para lle-
de la dialéctica no es la misma en todos los diálogos. En gar a un principio no hipotético (ávurcóíteTov), represen-
efecto, dicha concepción atraviesa una evolución en el tado por la idea del Bien. Sin embargo, dado que el tema
transcurso de la cual se desarrolla progresivamente a partir del diálogo no es la dialéctica en cuanto tal, sino la natura-
de la concepción socrática, que es aquella que se encuentra leza y la organización del estado ideal, Platón no especifi-
en los diálogos de juventud, hasta llegar a un auténtico mé- ca ulteriormente en qué consiste el procedimiento para lle-
todo sistemático del filosofar, que es la que caracteriza los gar desde las hipótesis hasta el principio no hipotético, ni
diálogos «dialécticos», así denominados porque en ellos la cuál es el que se utiliza para descender de este último a las de-
teorización de la dialéctica llega a su cénit. más ideas: sí alude, sin embargo, en un pasaje significativo
Una primera referencia a la dialéctica se encuentra en el (República, VII, 534 b y ss.) al hecho de que la dialéctica
Menón (75 d), un diálogo que refleja la exigencia de desa- llega a ese principio a través de refutaciones de todo tipo
rrollar de modo positivo la enseñanza socrática y que pue- (Stá Tiávxwv éAéyxwv o"t,£Í;uüv),yque tales refutaciones
de considerarse como la introducción a la filosofía de Pla- no se llevan a cabo conforme a la opinión, sino según la
tón, pero en el cual sigue prevaleciendo la concepción so- i cosa misma (¡ir¡ xocrá Só^av áXXá xax' ouaíocv).
crática según la cual aunque el método dialéctico se ejerza, La estructura del procedimiento dialéctico se precisa en
ciertamente, con miras a la verdad, a la definición del uni- los diálogos posteriores a la República. En el Fedón Platón
versal, lo determinante es lograr un acuerdo (óp.oXoY't.a) afirma que es preciso verificar la coherencia de las hipóte-
con el interlocutor. sis, es decir, las ideas que se formulan para dar razón de
La superación de la concepción socrática y la madura- proposiciones particulares, y tal verificación se lleva a
ción de la concepción típicamente platónica están docu- I efecto en primer lugar examinando las consecuencias que
mentadas en la República, donde la dialéctica, que es el se derivan de ellas para observar si se contradicen o no en-
saber que deben poseer los gobernantes del Estado ideal, tre sí, y posteriormente reduciendo toda hipótesis a una
se identifica con el grado máximo del conocimiento. hipótesis superior, más universal, hasta llegar a algo que
Hacia elfinaldel libro sexto, Platón ilustra los grados del sea suficiente por sí solo (Ixavóv), es decir, irreductible ya
conocimiento comparándolos con una línea dividida en a hipótesis ulteriores (Fedón, 101 d-e). En el Parménides,
cuatro segmentos que se corresponden respectivamente a Platón sigue desarrollando el método dialéctico, no limi-
los cuatro grados del conocimiento: los primeros dos son los tándolo ya a la verificación de una determinada hipótesis
que constituyen la opinión (Só^a), es decir, la imagina- para observar si de ella se derivan consecuencias que se
ción y la creencia (Elxacria, nioziq), y los otros dos son contradicen entre sí o con otras tesis aceptadas, sino ex-
S C H O P E N H A U E R Y LA DIALÉCTICA 93
92 FRANCO VOLPI
7. Aristóteles
tendiéndolo también a las hipótesis opuestas. Se tienen así
dos hipótesis contradictorias, es decir, dos hipótesis tales La dialéctica de Aristóteles ha sido objeto de tantos estu-
que una niega lo que afirma la otra y la refutación de una dios, y de tal importancia, que no podemos aquí siquiera
demuestra por sí sola la otra. Según esto, la estructura for- intentar ilustrarla. Baste con recordar los rasgos que ca-
mal del método dialéctico que teoriza Platón es identifica- racterizan su inspiración de fondo, sobre todo para po-
ble, más que con el de Sócrates, con el de Zenón, en cuan- der valorar mejor la erística que retoma Schopenhauer.
to que, al igual que este último, examina dos hipótesis Como se sabe, Aristóteles dedica al estudio de la dialéctica
contradictorias, si bien, en continuidad con el método so- dos escritos del Organon, a saber, los Tópicos, en ocho li-
crático, es aplicado a la búsqueda del universal. Esta con- bros, y Sobre las refutaciones sofísticas, que en algunos ma-
cepción de la dialéctica también está presente en sus últi- nuscritos aparecen como el noveno libro de los Tópicos.
mos diálogos, es decir, el Fedro, el Sofista y el Filebo, en los Distanciándose de Platón, Aristóteles devuelve la activi-
cuales la dialéctica se define como el método de clasifica- dad dialéctica al ámbito de las opiniones, volviendo en
ción sistemática de ideas mediante el criterio de reducción este sentido a la concepción de Protagoras, con la preci-
((Tuvaywyy]) de lo particular a lo universal y de división sión de que si bien es cierto de que para Aristóteles la opi-
($L<xípEOiq) de lo universal en lo particular. Esto implica, nión no es ciencia, esta no es tampoco un parecer mera-
como puede entenderse fácilmente, una contraposición mente subjetivo y arbitrario, como en sus degeneraciones
entre la dialéctica, por un lado, y la erística, la sofística y la sofísticas y erísticas, sino un punto de partida susceptible
retórica, por otro, que representan las diversas formas en de consenso. La dialéctica es, pues, un método que sirve
las que el uso de la dialéctica conduce a la negación o a la para discutir bien sobre cualquier tema posible partiendo
simulación de la verdad y del saber. Una contraposición de opiniones plausibles (IvSo^a), es decir, opiniones com-
que se sostiene con plena consciencia de la profunda se- partidas por todos, por la mayoría o por los sabios y, entre
mejanza entre lafilosofía,es decir, la auténtica dialéctica, y estos, por los más conocidos y reputados (Tópicos, 1,1,100
la sofística, en la medida en que ambas utilizan el arte de a 1-20). Esto quiere decir que no solo los filósofos o los sa-
contradecir y la técnica de la refutación. La valoración bios, ni por tanto quienes desean llegar a serlo, sino todos
de la refutación como núcleo de la dialéctica y su desarro- los hombres ejercen de algún modo la dialéctica, puesto que
llo en sentido constructivo son también atestiguados en todos llegan a verse en situación de tener que defender o
la Carta séptima, donde se ilustra el proceso a través del atacar, es decir, poner a prueba una tesis. Bien es cierto que,
cual se llega a captar los principios, afirmando que solo «si i mientras que los hombres corrientes practican la dialéctica
se refuta mediante refutaciones benévolas (sv eúfxevéoxv j sin un método, el auténtico dialéctico lo hace mediante una
i\h{yoiq i\zy/ó\i.zvix), utilizando sin hostilidad pregun-1 técnica y una capacidad argumentativa específicamente
tas y respuestas, brillan la comprensión y la inteligencia 1 ejercitada y desarrollada (Sobre las refutaciones sofísticas,
respecto a cualquier cosa (l^éXafx^e cppóv/jat.^ Ttepl] 11,172 a 23-36). Aristóteles, por su parte, se jacta de haber
exaatov xal voüq)» (344 b).
S C H O P E N H A U E R Y LA DIALÉCTICA 95
94 FRANCO VOLPI
supra, p. 19-20, nota). A este respecto, es significativo que aquí podemos dejar a un lado todo esto, porque Schopen-
Schopenhauer, a pesar de Aristóteles, afirme que no ha en- hauer no parece tener en cuenta estas concepciones de la
contrado ningún tratamiento de este tema antes de él. Dice dialéctica; por el contrario, critica abiertamente a la única
haber «buscado por doquier», probablemente sirviéndo- de ellas en la que gasta algunas palabras, la ciceroniana. Y,
se, sobre todo, de las Vidas de los filósofos de Diógenes por otra parte, ya parecen aclarados, al menos en lo que se
Laercio y de las Dialecticae institutiones de Pedro Ramo, refiere a la Antigüedad, aquellos aspectos oscuros de nues-
aunque el único escrito que menciona es una obra perdida tra historia que pretendíamos iluminar, es decir, la rela-
de Teofrasto cuyo título (en forma, por lo demás, proble- ción de la dialéctica con el saber científico, por una parte,
mática) conservó Diógenes Laercio: 'Aycovio-Tixov zf¡q y con el engaño erístico, por otra.
Tiepi xoú^ épLCTTLxoú? Xóyou^ &ewpl<xq [Discusiones Sin embargo, debemos retomar la pregunta a lo largo de
sobre la teoría de los discursos erísticos]5. la cual se desarrolla nuestra historia. Si esto es la dialéctica
para los antiguos, ¿qué es la dialéctica, la ciencia y la erísti-
ca para los modernos? ¿Cómo ha sido posible llegar a las
8. Después de Aristóteles dialécticas de Schopenhauer y de Hegel?
babilium, es decir, el tipo de racionalidad adecuado al es- bre de Aristóteles en vez del de los «aristotélicos». Y en lo
tudio de las cosas que no son necesarias, sino meramente que respecta a Kant, este parece atribuir a Aristóteles -en
contingentes y que por tanto solo admiten un conocimien- realidad, en patente contraste con los textos- la propia con-
to probable. En efecto, al definir la dialéctica como «lógica cepción peyorativa de la dialéctica como sofística y erística:
de la apariencia» o «lógica de la ilusión», es decir, la lógi- «Podemos denominar lugar lógico a todo concepto, a todo
ca de aquello que parece verdadero pero que no lo es (schein- título, que incluya muchos conocimientos. En esto se basa
bar, verosímil), Kant rechaza la idea de que la dialéctica la tópica lógica de Aristóteles, de la que podrían servirse
puede ser una lógica de lo probable, es decir, aquello que los maestros y los oradores para buscar en ciertos títulos
parece verdadero en el sentido de que lo es sólo probable- del pensamiento lo más apropiado para el tema de que se
mente (wahrscheinlich, probable); el cálculo de probabili- trate y para sutilizar o hablar ampulosamente sobre él con
dades, en tanto que no es un conocimiento ilusorio, sino apariencias de rigor»16.
verdadero, compete para Kant a la analítica: «Antes hemos También es interesante tener presente la explicación
llamado a la dialéctica en general lógica de la ilusión. Esto histórica de la identificación de dialéctica y erística que el
no significa que sea una doctrina de la probabilidad, ya mismo Kant propone en las lecciones de Lógica. Aquí, al
que esta es verdad, si bien una verdad conocida por medio bosquejar un rápido compendio de la historia de la filoso-
de razones insuficientes, cuyo conocimiento es, por tanto, fía, Kant alude a un significado originario positivo de la
defectuoso, pero no falaz. Consiguientemente, no debe se- dialéctica en Zenón -pensador que también en la Crítica
pararse de la parte analítica de la lógica»15. de la razón pura es valorado como «sutil dialéctico» y de-
Más allá de la curiosidad historiográfica de identificar fendido de la acusación que le lanza Platón de ser un «so-
la fuente inmediata de la que Kant toma la acepción peyo- fista petulante»17- y habla después de una degeneración
rativa de la dialéctica, es evidente que, en este aspecto, es debido a la cual la dialéctica habría decaído hasta asumir el
hijo de su tiempo. Con esto quiero decir que toma parte en significado negativo que él ha descrito: «La proposición
aquella polémica contra la dialéctica -que a partir de Des- fundamental de lafilosofíaeleática y de su fundador Jenófa-
cartes es frecuente en los pensadores de la Modernidad-, nes era: en los sentidos hay engaño y apariencia, solo en el en-
que se opone a ella como un arte que pretende enseñar a tendimiento reside la fuente de la verdad. Entre los filósofos
discutir de todo y que, en vez de ahondar en el tema en dis- de esta escuela destacó Zenón, como hombre de gran en-
cusión, se pierde en lugares comunes. Y esa polémica no es tendimiento y agudeza y también como sutil dialéctico. La
sino la polémica contra el saber escolástico de los «aristo- dialéctica significaba al principio el arte del uso puro del en-
télicos» en nombre de la nueva ciencia y de su método, tendimiento respecto a conceptos abstractos, desligados de
donde tantas veces se menciona equivocadamente el nom- toda sensibilidad. De ahí los numerosos elogios a este arte
entre los antiguos. Posteriormente, cuando aquellos filó- ecuación de dialéctica y erística que da siempre por su-
sofos que rechazaban por completo el testimonio de los puesta Schopenhauer, presuponiendo a Kant e ignorando
sentidos se vieron abocados a múltiples sutilezas, la dia- a Hegel: «La dialéctica, pues, no tiene que entrar en esto [la
léctica degeneró en el arte de afirmar y discutir cualquier verdad del asunto], del mismo modo que el maestro de es-
tesis. Y se convirtió así en un mero ejercicio para los so- grima tampoco considera quién tenía realmente razón en
fistas, que pretendían razonar sobre todo y pusieron su la discusión que originó el duelo: tocar y parar, de eso se
empeño en dar visos de verdad a la apariencia y en hacer trata en la dialéctica. Es una esgrima intelectual: solo así
blanco lo negro»18. entendida puede plantearse como disciplina por derecho
En este punto estamos ya en condiciones de responder propio, pues si nos propusiéramos comofinalidadla pura
a la pregunta que nos habíamos planteado: ¿cómo ha verdad objetiva, tendríamos la simple lógica; por el con-
sido posible llegar a las dialécticas de Schopenhauer y de trario, si nos propusiéramos comofinalidadla imposición
Hegel? de tesis falsas, tendríamos la simple sofística. Y en ambas
se daría por supuesto que ya sabíamos qué es objetiva-
mente verdadero y falso: pero raras veces se tiene certeza
11. En lugar de una conclusión: Schopenhauer versus Hegel de esto de antemano» (cfr. supra, pp. 27-28).
Se ha afirmado que Hegel (que Schopenhauer soslaya,
En este punto, está claro que la reducción kantiana de la también en este punto) parte igualmente de Kant. Pero el
dialéctica a «lógica de la apariencia» o «lógica de la ilu- de «Hegel y la dialéctica» es un tema tan vasto y tan estu-
sión», es decir, su interpretación en un sentido sofístico y diado que no podemos siquiera abordarlo. Para justificar
erístico, representa la fuente inmediata de Schopenhauer, la afirmación expresada debemos únicamente añadir un
aunque en apariencia este la critique. En efecto, Schopen- breve apéndice de nuestra historia referido a Kant, apéndi-
hauer observa, refiriéndose con claridad a Kant, aunque ce que permite entender mejor la transición a Hegel. Des-
sin nombrarle, que la dialéctica se ha definido «como lógi- pués de haber introducido la dialéctica en el significado
ca de la apariencia», y añade: «Esto es falso, pues en ese negativo que conocemos, Kant afirma que, si bien la ense-
caso sería útil únicamente para la defensa de tesis falsas» ñanza de este arte ilusorio «está en absoluto desacuerdo
(cfr. supra, p. 26, también p. 72). Se trata, evidentemen- con la dignidad de lafilosofía»,él lo puede acoger en su
te, de una crítica que ataca solo al significado externo sistema solo para demoler las ilusiones que produce (al
del término «apariencia» (Schein), no a aquello que en- pretender conocer la idea del alma inmortal, del mundo
tiende Kant, y que tampoco discute la acepción negativa y de Dios), y por tanto llama dialéctica en sentido positi-
de la dialéctica sostenida por Kant. Con esta última dispo- vo a esta demolición, a la «crítica de la apariencia dialéc-
nemos de las coordenadas para entender las razones de la tica»19.
practicado por Zenón como la negación absurda de dos en su sentido positivo, Hegel llega a desarrollarla como ló-
proposiciones contradictorias (de las cuales una es necesa- gica de la contradicción y hace de ella el alma de su siste-
riamente verdadera y la otra falsa, puesto que entre propo- ma, es más, la expresión misma de la vida del espíritu.
siciones contradictorias tertium non datur), sino en el sen- Por tanto, con Hegel la dialéctica adquiere su máximo
tido de la negación de dos proposiciones contrarias, las relieve filosófico. Schopenhauer, por las razones que ha
cuales admiten un tertium y que, por tanto, si no pueden ilustrado la historia que hemos bosquejado, contesta con
ser ambas verdaderas (por el principio de no contradic- una operación de fuerza igual y opuesta, y la reduce a su
ción), pueden ser ambas falsas y la verdad, por tanto, estar mínima expresión en tanto que arte de llevar razón, «a la
contenida en una tercera proposición. Kant denomina a teoría que estudia cómo procede la natural tendencia hu-
este tipo de oposición «oposición dialéctica», y la distin- mana a querer tener razón siempre» (cfr. supra, p. 74).
gue de la «oposición analítica» (por contradicción) y de la Una operación que desde un punto de vista filosófico pro-
«incompatibilidad real» u «oposición real» (sin contradic- bablemente sea menos profunda, pero que al cabo del
ción). Habiendo establecido así en su argumentación esta tiempo ha terminado resultando másflexible:porque Scho-
sutil distinción entre la oposición por contrariedad y la penhauer vinculó la dialéctica no a unafilosofía,sino a la
oposición por contradicción, Zenón se manifiesta a los condición misma del hombre en cuanto animal dotado de
ojos de Kant como un dialéctico sutil, capaz de argumen- lenguaje, es decir -como observó, más o menos en aque-
tar según el «método escéptico» apreciado y practicado llos mismos años, un maestro de lucidez-, en cuanto aquel
por él mismo. ser al que los dioses le dotaron de palabra para que pudie-
Refiriéndose a la dialéctica trascendental de Kant, ra ocultar su pensamiento.
Hegel le reconoce el mérito de haber captado la necesidad
de las antinomias de la razón, que él, sin embargo, no in-
terpreta como proposiciones contrarias, sino como autén-
ticas contradicciones; sin embargo, le imputa el error de
haber considerado las antinomias como meramente sub-
jetivas, como el producto de una razón finita incapaz de
conocer la totalidad. El hecho de que la razón desarrolle
una antitética (que para Hegel está gobernada por el po-
der de la negación y de la contradicción, y que debe ser ex-
tendida, además de a la cosmología, a todas las ideas, a to-
dos los conceptos y a todos los objetos) significa que la ra-
zón conoce el infinito, la totalidad, puesto que esta última
no puede expresarse sino a través de la contradicción. De
este modo, tomando como referencia la dialéctica kantiana
APUNTES BIBLIOGRÁFICOS 115
Advertencia 7
1. ¿Qué dialéctica? 77
2. Las bodas de Mercurio y Filología 79
3. La dialéctica en la Antigüedad 84
4. La sofística 86
5. Sócrates 87
6. Platón 89
7. Aristóteles 93
8. Después de Aristóteles 98
9. La dialéctica en la Modernidad 99
10. Kant 101
11. En lugar de una conclusión:
Schopenhauer versus Hegel 108
117