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El arte de tener razón

Expuesto en 38 estratagemas
Ciencias sociales Arthur Schopenhauer

El arte de tener razón


Expuesto en 38 estratagemas

Edición, estudio y notas de Franco Volpi

El libro de bolsillo
Filosofía
Alianza Editorial
TITULO ORIGINAL: Die Kunst, Recht zu bebalten. In 38 Kunstgriffen
dargestellt
TRADUCTOR: Jesús Albores Rey
Advertencia

Primera edición en «El libro de bolsillo»: 2002


Tercera reimpresión: 2006

El arte de tener razón es un opúsculo que Schopenhauer


dejó en una versión casi definitiva, aunque no llegó a pu-
Diseno de cubierta: Alianza Editorial blicarlo. Fue redactado, con toda probabilidad, a finales
Ilustración: Ángel Uriarte del período berlinés, en torno a 1830-1831. El texto manus-
crito, carente de título, comprende ocho folios, más un
Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por la folio adjunto y otros dos medios folios, en total 44 páginas;
Ley, que establece penas de prisión y/o multas, además de las correspondientes está encuadernado y se encuentra en la obra postuma del
indemnizaciones por daños y perjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren,
distribuyeren o comunicaren públicamente, en todo o en parte, una obra litera- filósofo. El contenido permite relacionar este texto con los
ria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística temas tratados en las lecciones berlinesas sobre «dianolo-
fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio,
sin la preceptiva autorización.
gía», es decir, la «teoría de todo el pensar», en particular el
capítulo sobre lógica (Philosophische Vorlesungen, edición
de Franz Mockrauer, Piper, Munich, 1913). Por lo demás,
© 1991 Adelphi Edizioni s.p.a. Milano esta relación es corroborada por indicios materiales, como
© De la traducción: Jesús Albores Rey, 2002
el tipo de papel utilizado, idéntico en ambos casos.
© Ed. cast.: Alianza Editorial, S. A., Madrid, 2002,2003,2004,2006
Calle Juan Ignacio Luca de Tena, 15; Se encuentran alusiones a la dialéctica, y por tanto ob-
28027 Madrid; teléfono 91 393 88 88 servaciones, notas y materiales sobre el tema que después
www.alianzaeditorial.es se recogerían en este pequeño tratado, en numerosos luga-
ISBN: 84-206-7348-X res de la obra de Schopenhauer: en los manuscritos juveni-
Depósito legal: M. 49.308-2005
Impreso en Fernández Ciudad, S. L.
les (a partir de 1817), posteriormente en El mundo como
Printed in Spain voluntad y representación, en las lecciones berlinesas y en
8 FRANCO VOLPI ADVERTENCIA 9

sus escritos postumos. La mención más significativa se en- Debemos a Arthur Hübscher una edición posterior, que es la
cuentra en Parerga y paralipómena, en cuyo capítulo sobre de referencia; está incluida en su edición de los escritos iné-
«Lógica y dialéctica» (tomo II, cap. 2, § 26), Schopenhauer re- ditos del filósofo: Der handschriftlicher Nachlass [El legado
produce la parte inicial de este tratado exponiendo las nue- manuscrito], 5 vols., Kramer, Frankfurt am Main, 1966-1975
ve primeras estratagemas. Después de haber relatado la gé- (posteriormente editada por Deutscher Taschenbuch Verlag,
nesis de su interés por el tema, Schopenhauer indica aquí Munich, 1985), vol. Ill, pp. 666-695. Hay, finalmente, una
también las razones que le llevaron a desistir de publicar el tercera edición, aligerada de algunas notas de carácter erudi-
opúsculo ya prácticamente concluido: «Recogí, pues, todas to y adaptada a las exigencias de facilidad de lectura, publica-
las estratagemas de mala fe que tan frecuentemente se utili- da por Gerd Haffmans según ese mismo modelo (Eristische
zan al discutir y expuse claramente cada una de las mismas Dialektik oder Die Kunst, Recht zu behalten, in 38 Kunstgriffe
en su esencia más propia, aclarada mediante ejemplos y de- dargestellt, Haffmans, Zurich, 1983). Las variantes en el título
signada por un nombre propio, y añadí finalmente los me- del opúsculo se deben al hecho de que, como se ha señalado,
dios que se pueden aplicar contra ellas, lo que podríamos el manuscrito carece de él. Este, sin embargo, se deduce del
denominar las paradas contra estas fintas, de lo cual resul- texto mismo y de lo que Schopenhauer afirma en el mencio-
tó una verdadera dialéctica erística [...]. En la revisión que nado pasaje de Parergayparalipómena, en el cual recuerda el
he emprendido ahora de aquel antiguo trabajo mío ya no opúsculo una primera vez como Dialéctica erística y una
encuentro adecuado a mi temperamento el examen ex- segunda como Bosquejo de lo esencial de toda discusión
haustivo y minucioso de los subterfugios y ardides de los (Umriss des Wesentlichenjeder Disputation).
que se sirve la naturaleza humana común para ocultar sus La presente edición se basa en la de Arthur Hübscher,
faltas, por lo que lo dejo a un lado» (Parerga una Paralipó- con una sola modificación. Arthur Hübscher, en su edi-
mena, tomo II, pp. 33-34, Diogenes Verlag, Zurich, 1977). ción crítica, situó al inicio de texto, como un exordio, las
Y un poco más adelante: «He recopilado y desarrollado, hojas separadas y no numeradas (las denominadas Neben-
pues, unas cuarenta estratagemas semejantes. Pero ahora me bogen) adjuntas al primero de los ocho folios numerados
repugnan la iluminación de todos estos escondrijos de la in- de los que consta el manuscrito. Dichas hojas contienen
suficiencia y la incapacidad, hermanadas con la obstina- referencias históricas al origen y principales concepciones
ción, la vanidad y la mala fe; por tanto, me doy por satisfe- de la dialéctica y constituyen los materiales recopilados
cho con este ensayo y con tanta mayor seriedad remito a las por Schopenhauer con vistas a una verdadera introduc-
razones arriba expuestas para evitar discutir con el tipo de ción al opúsculo. El carácter fragmentario e incompleto de
gente que suele ser la mayoría» (ibid., pp. 38-39). estas referencias nos ha decidido a situarlas de distinto
Este pequeño tratado fue publicado por primera vez, modo en la actual edición, no crítica; por eso van al final,
con el título de Eristik, por Julius Frauenstadt en Arthur con la indicación explícita de que se trata de un «anexo».
Schopenhauers handschriftlicher Nachlass [Legado manus-
FRANCO VOLPI
crito de Arthur Schopenhauer] (Brockhaus, Leipzig, 1864).
El arte de tener razón
Expuesto en 38 estratagemas

La dialéctica erística* es el arte de discutir, y de dis-


cutir de tal modo que uno siempre lleve razón1, es
decir, per fas et nefas [justa o injustamente]**. Uno
puede, pues, tener razón objetiva en el asunto mis-
mo y sin embargo carecer de ella a ojos de los pre-
sentes, incluso a veces a los propios ojos. Ese es el
caso cuando, por ejemplo, el adversario refuta mi
prueba y esto se considera una refutación de la pro-
pia afirmación, para la cual puede no obstante haber
* Entre los antiguos, lógica y dialéctica solían utilizarse como si-
nónimos; lo mismo ocurre con los modernos.
** La de erística no sería sino una palabra más dura para decir lo
mismo. Aristóteles, según Diógenes Laercio, V, 28, consideró
conjuntamente retórica y dialéctica, cuyo fin es la persuasión, TÓ
1. Utilizo por convención las expresiones «tener razón» y «llevar
razón» para traducir, respectivamente, «Recht haben» y «Recht
behalten». Schopenhauer emplea la primera para expresar el
hecho de tener objetivamente razón; la segunda, para referirse a
la técnica de imponerse en la discusión, con independencia de
que se tenga o no razón en el asunto discutido. [N. del T.]

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otras pruebas; en cuyo caso, naturalmente, la situa- ¿A qué se debe esto? A la natural maldad del géne-
ción se invierte para el adversario: sigue llevando ra- ro humano. Si no existiera esta, si fuéramos por na-
zón aunque objetivamente no la tenga. Por tanto, la turaleza honrados, en todo debate no tendríamos
verdad objetiva de una proposición y su validez en la otra finalidad que la de poner de manifiesto la ver-
aprobación de los que discuten y sus oyentes son dos dad, sin importarnos en nada que esta se conforma-
cosas distintas. (De esto último se ocupa la dialéctica.) ra a la primera opinión que hubiéramos expuesto o a
la del otro; esto sería indiferente, o por lo menos com-
pletamente secundario. Pero ahora es lo principal. La
Ta&avóv, y por otro lado la analítica y lafilosofía,cuyo fin es la
verdad. AiaXexTxxy] Sé écm TÉ^VTJ Xóywv, 8C r¡Q ávaa- vanidad innata, especialmente susceptible en lo tocan-
x£uá£o¡jiv TI r¡ xaTaax£i>á£o|X£v, éi; ¿pccT^o-Eio? xal á- te a las capacidades intelectuales, se niega a admitir que
7toxpí.(T£(0í; TWV xpoa8(.aÁ£YO[iivwv [La dialéctica es el arte del lo que hemos empezado exponiendo resulte ser falso y
discurso, según el cual, y por medio de preguntas y respuestas, dis- cierto lo expuesto por el adversario. En este caso, todo
ponemos la argumentación o la refutación de un argumento].
(Diógenes Laercio, III, 48, en Vita Platonis.) lo que uno tendría que hacer sería esforzarse por juzgar
Aristóteles distingue, pues, 1) la lógica o analítica, como teoría o correctamente, para lo cual tendría que pensar prime-
instrucción para llegar a los silogismos verdaderos, los apodícticos; 2) ro y hablar después. Pero a la vanidad innata se añaden
la dialéctica o instrucción para llegar a los silogismos que se consi- en la mayoría la locuacidad y la innata mala fe. Hablan
deran verdaderos, que generalmente pasan por serlo -£v8oi;a,pro- antes de pensar y al observar después que su afirma-
babilia (Tópicos, 1,1 y 12)-; silogismos que no está demostrado que
sean falsos, pero tampoco que sean verdaderos (en sí y por sí), silo- ción es falsa y que no tienen razón, deben aparentar
gismos en los que no es esto lo que importa. ¿Pero qué es esto sino que es al revés. El interés por la verdad, que en la mayo-
el arte de llevar razón, independientemente de que en el fondo se ría de los casos pudo haber sido el único motivo al ex-
tenga o no? Se trata, pues, del arte de alcanzar la apariencia de ver- poner la tesis supuestamente verdadera, cede ahora del
dad sin que importe el asunto. Por tanto, como se ha dicho al prin-
cipio, Aristóteles divide realmente los silogismos en lógicos y dia- todo a favor del interés por la vanidad: lo verdadero
lécticos, como ya hemos dicho, y además 3) en erísticos (Erística), debe parecer falso y lo falso verdadero.
en los que la forma del silogismo es la correcta, pero las propias
proposiciones, la materia, no lo son, sino que solo parecen verda- Sin embargo, incluso esa mala fe, el persistir en
deras y, finalmente, 4) en sofísticos (Sofistica), en los cuales la forma una tesis que ya nos parece falsa a nosotros mismos,
del silogismo es falsa, aunque parezca correcta. Los tres últimos ti- aun tiene una disculpa: muchas veces, al principio
pos en realidad forman parte de la dialéctica erística, pues todos estamos firmemente convencidos de la verdad de
ellos tienen como objetivo no la verdad objetiva, sino su apariencia,
sin que importe la propia verdad, es decir: tienen como objetivo lle- nuestra afirmación, pero el argumento del adversa-
var razón. Por otra parte, el libro sobre los silogismos sofísticos fue rio parece desbaratarla; si nos damos de inmediato
editado solo posteriormente: era el último libro de la dialéctica. por vencidos, frecuentemente descubrimos después
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que éramos nosotros quienes teníamos razón: el ar- dad le facilitan hasta cierto punto los medios para ha-
gumento salvador no se nos ocurrió en ese momen- cerlo: esto se aprende de la experiencia cotidiana al dis-
to. De ahí surge en nosotros la máxima de que aun cutir. Todos tienen, pues, su propia dialéctica natural,
cuando el contraargumento parezca correcto y con- del mismo modo que tienen su propia lógica natural
vincente, no obstante hay que oponerse a él en la Sin embargo, aquella no le guía ni mucho menos con
creencia de que esa corrección no es sino aparente y tanta seguridad como esta. Nadie pensará o inferirá tan
que durante la discusión ya se nos ocurrirá un argu- fácilmente en contra de las leyes lógicas: los juicios fal-
mento para rebatirlo o para confirmar de algún otro sos son frecuentes, los silogismos falsos sumamente
modo nuestra verdad: por ese motivo nos vemos casi raros. No es fácil, pues, que un hombre muestre falta
forzados, o al menos fácilmente tentados, a la mala fe de lógica natural, al contrario de lo que ocurre con la
en la discusión. De tal manera se amparan mutua- falta de dialéctica natural: esta es un don natural de-
mente la debilidad de nuestro entendimiento y lo tor- sigualmente repartido (y similar en esto a la facultad
cido de nuestra voluntad. A esto se debe que general- del juicio, que está repartida de forma muy desigual,
mente quien discute no combate en pro de la verdad, en tanto que la razón lo está por igual). Pues es fre-
sino de su tesis, actuando como pro ara etfocis [por el cuente dejarse confundir y refutar mediante una
altar y el hogar] y per fas et nefas; y, como se ha mos- mera argumentación aparente cuando uno tiene en
trado, tampoco puede hacer otra cosa. realidad razón, o al revés: y el que sale vencedor de
Generalmente, pues, cualquiera desea imponer su una discusión muchas veces no se lo debe a la correc-
afirmación, incluso aunque de momento le parezca ción de su facultad de juzgar al exponer su tesis, sino
falsa o dudosa*. A cada cual su propia astucia y mal- más bien a la astucia y habilidad con las que la defien-
de. Lo innato es aquí, como en todos los casos, lo me-
* Maquiavelo prescribe al príncipe que aproveche todo momen- jor*. Sin embargo, el ejercicio y la reflexión sobre los
to de debilidad de su vecino para atacarle, pues de lo contrario
este podrá utilizar alguna vez el momento en el que aquel sea dé- ardides con los que se derriba al adversario o que este
bil. Si reinaran la confianza y la buena fe, la cosa sería distinta;
pero como no podemos confiar en ellas uno tampoco puede ejer-
cerlas, porque reciben mal pago. Lo mismo ocurre al discutir: si le el otro vaya a hacerlo, tampoco él debe hacerlo. Además, si tan
doy la razón al adversario tan pronto como parece tenerla, difícil- pronto como me pareciera que el otro tiene razón renunciara a
mente hará él lo mismo si se vuelven las tornas: más bien actuará mi tesis, que previamente he pensado con detenimiento, fácil-
per nefas y por tanto yo tengo que hacer lo mismo. Nada cuesta mente puede suceder que renuncie a la verdad y adopte el error,
decir que se debe atender únicamente a la verdad sin preferencia engañado por una impresión momentánea.
por la propia tesis: pero como uno no puede dar por supuesto que Doctrina sed vimpromovet insitam [Pero la educación desarro-
lla la fuerza innata]. (Horacio, Carmina IV, 4,33.)
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suele utilizar para derribar pueden ayudar mucho a Por esa razón, es frecuente que las reglas que aplica
convertirse en maestro de este arte. Por tanto, aunque para este último fin se entremezclen con las del
la lógica quizá no tenga una auténtica utilidad prácti- primero. Por consiguiente, en mi opinión, Aris-
ca, la dialéctica sí que puede tenerla. En mi opinión,
también Aristóteles planteó su lógica en sentido propio tinguen por sufinalidad,que en los primeros -erística- es el tener
(analítica) principalmente como base y preparación de razón en sí, y en los segundos -sofistica- es el reconocimiento
que se consigue por ello y el dinero que puede obtenerse a través
la dialéctica, siendo esta lo principal para él. La lógica de este) son falsos. El que las proposiciones sean verdaderas o no
se ocupa de la mera forma de las proposiciones, la dia- respecto a su contenido es siempre demasiado incierto como para
léctica de su contenido o materia: por consiguiente, la tomar esto como fundamento de la distinción: y quien menos
consideración de la forma, en tanto que general, tema puede tener plena seguridad de esto es el que discute; incluso el re-
sultado de la discusión no ofrece más que un indicio incierto al res-
que preceder a la del contenido, en tanto que particular. pecto. Por consiguiente, en la dialéctica de Aristóteles debemos
Aristóteles no determina el fin de la dialéctica incluir la sofística, la erística y peirástica y definirla como el arte
con tanta nitidez como yo lo he hecho: aunque de llevar razón al discutir, para lo que, sin duda, el mejor medio es
menciona como fin principal el discutir, también se tener de antemano razón en el asunto. Sin embargo, dadas las in-
clinaciones de los hombres, esto no basta por sí solo, y por otro
refiere al descubrimiento de la verdad (Tópicos, 1,2). lado, dada la debilidad de su entendimiento, tampoco es absolu-
Más adelante vuelve a decir: trátense las proposicio- tamente necesario: forman pues parte de las mismas estratage-
nes filosóficamente conforme a la verdad, dialécti- mas que, precisamente al ser independientes del hecho objetivo
camente conforme a la apariencia o aprobación, la de que se tenga razón, también pueden utilizarse cuando de for-
ma objetiva se carece de ella: y tampoco se sabe casi nunca a cien-
opinión de otros (Só^a) (Tópicos, I, 12). Es cierto cia cierta si éste es el caso.
que es consciente de la distinción y separación de En mi opinión, es preciso separar la dialéctica de la lógica
la verdad objetiva de una tesis del hacer valer la mis- más nítidamente de lo que lo hizo Aristóteles, dejando a la lógi-
ma o del obtener la aprobación: sin embargo, no ca la verdad objetiva en la medida en que ésta sea formal y limi-
distingue ambas cosas de forma tan nítida como tando la dialéctica al llevar razón al discutir. Por el contrario, la
sofística y la erística no pueden separarse de esta última tal como
para confiar esta última únicamente a la dialéctica*. lo hizo Aristóteles, puesto que esta distinción se basa en la verdad
material objetiva, respecto a la que no podemos estar seguros
previamente, sino que tenemos que decir con Poncio Pilato: ¿qué es
* Y, por otro lado, en el libro Sobre las refutaciones sofística! la verdad? Pues, como dice Demócrito, vertías est in puteo: év
vuelve a ocuparse en exceso de distinguir la dialéctica de la so* ¡3u&£) Y) akrftzia. [la verdad está en lo profundo] (Diógenes Laer-
fística y la erística; se supone allí que la distinción debe estribar el cio, IX, 72). Es fácil decir que cuando se discute no se debe tener
que los silogismos dialécticos son verdaderos en la forma y en e másfinque el poner de manifiesto la verdad: lo que ocurre es que
contenido, en tanto que los erísticos o sofísticos (que solo se di» no se sabe dónde está; uno es inducido a error por los argumentos
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20 ARTHUR SCHOPENHAUER

tételes no resolvió con limpieza su tarea en este proposiciones y silogismos son, considerados única-
caso*. mente en sí mismos, forma pura: los conceptos son
En los Tópicos, Aristóteles abordó la ordenación su contenido. Su forma de proceder es la siguiente.
de la dialéctica con el espíritu científico que le era observa aquí que los loci son ciertas verdades generales válidas
propio, de forma en extremo metódica y sistemática, para clases enteras de conceptos, a las que por tanto se puede volver
lo que merece admiración, si bien no logró de forma en los casos concretos que se presenten para extraer de ellos sus ar-
gumentos y también para apelar a ellos como umversalmente evi-
destacada ese fin, que en este caso es manifiestamen- dentes. Sin embargo, la mayoría de los loci son muy engañosos y
te práctico. Después de que en los Analíticos hubiera están sujetos a numerosas excepciones. Por ejemplo, un locus es:
considerado los conceptos, juicios y silogismos se- las cosas opuestas tienen relaciones opuestas: la virtud es bella, el
gún su forma pura, pasa ahora al contenido, el cual en vicio feo; la amistad es benevolente, la enemistad malevolente.
Ahora bien: el derroche es un vicio, y por tanto la avaricia es una
realidad únicamente tiene que ver con los conceptos; virtud; los locos dicen la verdad, por tanto los sabios mienten: no
pues es en estos donde reside el contenido**. Las es así. La muerte es perecer, por tanto la vida es nacer. Es falso.
Ejemplos del carácter engañoso de tales topoi: en el libro Deprae-
destinatione, cap. 3, Escoto Erígena quiere refutar a los herejes
del adversario y por los propios. Por lo demás, re intellecta, in ver-
que ven en Dios dos praedestinationes (una, la de los elegidos, a la
bis simus fáciles [entendido el asunto, expresarlo resulta fácil]; y
salvación, otra, la de los reprobos, a la condenación) y utiliza con
puesto que se acostumbra en general a considerar el nombre de
esefinel siguiente topus (tomado de Dios sabe dónde): Omnium,
dialéctica como sinónimo de lógica, queremos denominar nues-
quae sunt inter se contraria, necesse est eorum causas inter se esse
tra disciplina Dialéctica erística.
contrarias; unam enim eandemque causam diversa, inter se contra-
* Uno siempre debe distinguir limpiamente el objeto de una dis- ria efficere ratio prohibet. [Todo lo que es contrario entre sí,
ciplina del de todas las demás. requiere causas contrarias entre sí; pues la razón prohibe que una y
** Los conceptos pueden, sin embargo, subsumirse en ciertas la misma causa obre cosas diversas y contrarias entre sí.] ¡Bien! Pero
clases, como género y especie, causa y efecto, una cualidad y su experientia docet [la experiencia enseña] que el mismo calor endu-
opuesto, tenencia y carencia, etc.; y para estas clases rigen algunas rece la arcilla y ablanda la cera y cien cosas parecidas. Y, sin embar-
normas generales: estas son los loci, TÓTCOÍ.. Por ejemplo, un locus go, el topus parece plausible. Escoto construye tranquilamente su
de causa y efecto es «la causa de la causa es causa del efecto», que demostración, que por lo demás no nos interesa, sobre ese topus.
se puede aplicar así: «la causa de mi felicidad es mi riqueza: por
tanto, quien me dio la riqueza es el causante de mi felicidad». Loci Bacon de Verulamio recopiló toda una colección de locis con
de opuestos: 1) se excluyen, como por ejemplo lo recto y lo torci- sus refutaciones bajo el título Colores boni et mali. Los utilizare-
do; 2) se encuentran en el mismo sujeto, como por ejemplo: el mos aquí como ejemplos. Bacon los llama Sophismata.
amor tiene su sede en la voluntad (eTci.í>u¡JL7)T(.xóv), por tantol Como locus puede considerarse también el argumento me-
el odio también; pero si este reside en el sentimiento (StipLoetSé?),'] diante el cual Sócrates, en el Banquete, refuta a Agatón su
también el amor; o bien: el alma no puede ser blanca, por tanto atribución al amor de todas las cualidades excelentes, como la be-
tampoco negra; 3) falta el grado inferior, por lo que también falta] lleza, la bondad, etc.: «uno busca lo que no tiene: si el amor busca
el superior: si el hombre no es justo, tampoco es benevolente. Se lo bello y lo bueno, no los tiene». Tiene algo de plausible el que pu-
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Toda discusión tiene una tesis o problema (ambos errores es fácil cometer en la exposición y a qué se debe
difieren tan solo en la forma) y proposiciones que de- atender cuando se establece una relación de este tipo
ben servir para resolverlo. Aquí se trata siempre de la (x<rcaax£uá^ei.v) y qué puede hacer uno para refutar-
relación mutua entre conceptos. Estas relaciones son la (avaaxsuá^ecv) cuando otro la establece. Aristóte-
en principio cuatro. Se busca en un concepto 1) su de- les denomina TOTZOQ, locus, a la exposición de todas es-
finición, 2) su género, 3) lo que le es propio, su caracte- tas reglas o a la exposición de la relación general de
rística esencial, elpropriwn, oíSt-ov, o 4) su accidens, es aquellos conceptos-clase entre sí, y menciona 382 de ta-
decir, cualquier cualidad, con independencia de que le les TÓTCOL: de ahí el nombre de Tópicos. A ellos añade al-
sea propia y exclusiva o no; un predicado, en suma. El gunas otras reglas generales sobre el discutir en general
problema de toda discusión puede reducirse a cual- que sin embargo no son ni mucho menos exhaustivas.
quiera de estas relaciones. Esta es la base de toda dialéc- El xÓ7to<; no es por tanto puramente material, no
tica. En los ocho libros de los Tópicos, Aristóteles ex- se refiere a un objeto determinado, o concepto, sino
pone todas las relaciones mutuas que pueden tener los que se refiere siempre a una relación de clases enteras
conceptos entre sí en estos cuatro aspectos e indica las de conceptos que puede ser común a innumerables
reglas para toda relación posible; esto es, cómo debe re- conceptos en tanto que se consideren en su relación
lacionarse un concepto con otro para ser su proprium, mutua en uno de los cuatro aspectos mencionados,
su accidens, su genus, su definitum o definición: qué lo que ocurre en toda discusión. Y estos cuatro as-
pectos tienen a su vez clases subordinadas. El trata-
dieran existir ciertas verdades de validez general aplicables a todo miento, pues, sigue siendo aquí hasta cierto punto
por medio de las cuales fuera posible decidir los casos singulares formal, aunque no tan puramente formal como en la
que se ofrecieran, por diferentes que fueran, sin entrar en lo que
tuvieran de específico. (La ley de compensación es un locus muy lógica, ya que esta se ocupa del contenido de los con-
bueno.) Pero esto no funciona, precisamente porque los concep- ceptos, pero de manera formal, es decir, la lógica in-
tos surgen de la abstracción de las diferencias y por tanto com- dica cómo ha de relacionarse el contenido del con-
prenden las cosas más diversas, diversidad que vuelve a ponerse cepto A con el del concepto B para que este pueda
de manifiesto cuando por medio de los conceptos se relacionan
cosas singulares de las más diversas especies y solo se decide con- presentarse como su genus o su proprium (caracterís-
forme a los conceptos superiores. Incluso puede decirse que es tica propia) o su accidens o su definición, o conforme
natural en el hombre salvarse tras un topus general cualquiera a las clases, subordinadas a estas, de opuesto, avri-
cuando se ve acorralado al discutir. También son loci la lexparsi- xel^evov, causa y efecto, propiedad y ausencia, etc.:
moniae naturae [ley de economía de la naturaleza] y natura nihil
facitfrustra [la naturaleza no hace nada en vano]. Y así mismo to- y en torno a una relación de este tipo debe girar toda
dos los refranes son loci de orientación práctica. discusión. La mayoría de las reglas que él presenta
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ARTHUR SCHOPENHAUER
EL ARTE DE TENER RAZON i l l H F 'I WM8S 25
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como TÓTTOI de estas relaciones son las propias de la na- especie. Por ejemplo: se dice que alguien ha hablado mal
turaleza de las relaciones entre conceptos de las que to- de otro. Si demostramos que no ha hablado en absolu-
dos son conscientes por sí solos y a cuyo seguimiento to, no puede ser que haya hablado mal de alguien, pues
obligan a su oponente, igual que en la lógica. Es más fá- cuando no existe el genus, no puede existir la especie.
cil observar tales relaciones -o hacer notar que se pasan Bajo la rúbrica de lo propio (proprium) se afirma
por alto- en el caso especial, que recordar los TÓrcoi en el locus 215 lo siguiente: «el que refuta [ha de ver]
abstractos que se refieren a ellas, por lo que la utilidad si se ha dado como explicación un propio tal que no
práctica de esta dialéctica no es grande. Casi todo lo que es manifiesto que se dé si no es mediante la sensa-
afirma son cosas que se entienden por sí solas y a las que ción: pues no estará bien establecido lo propio. En
el sentido común llega por sí mismo. Por ejemplo: «Ya efecto, todo lo sensible, al quedar fuera de la sensa-
que es necesario que, de las cosas de las que se predica el ción, se torna imperceptible; pues no está claro si to-
género, se predique también alguna de las especies, davía se da, por ser conocido tan solo mediante la
también lo es que todas aquellas que poseen género, o se sensación. Y esto será verdad para lo que no necesa-
dicen parónimamente a partir del género, posean algu- riamente acompaña siempre a la cosa. V. g.: supuesto
na de las especies o se digan parónimamente a partir de que, el que ha sostenido como propio del sol el astro
alguna de las especies [...]; si, pues, se sostiene algo que más brillante que se desplaza sobre la tierra, ha em-
se dice, del modo que sea, a partir del género, v. g.: que pleado en lo propio algo tal como el desplazarse sobre
el alma se mueve, mirar si cabe que el alma se mueva de la tierra, que se conoce mediante la sensación, no es-
acuerdo con alguna de las especies del movimiento, tará bien dado lo propio del sol: pues, cuando el sol
v. g.: el aumentar, el destruirse, el generarse y todas las se ponga, será imperceptible si se desplaza sobre la
demás especies de movimiento: pues, si no se mueve de tierra, por faltarnos entonces la sensación. El que es-
acuerdo con ninguna, es evidente que no se mueve». tablece, en cambio, [ha de ver] si se ha aplicado un
«Por tanto, aquello que no conviene a ninguna especie, propio tal que no ha de manifestarse mediante la sen-
no conviene tampoco al género: eso es elTÓ7to<;» [Tópi- sación, o que, siendo sensible, es evidente que se da
cos, II, 4,11 la 33-b ll] 1 . Este xónoc, sirve para el plan- de manera necesaria: pues entonces estará bien esta-
teamiento y para la refutación. Es el noveno TÓTTOC;. Y al blecido lo propio. V. g.: supuesto que, el que ha soste-
contrario: cuando no conviene el género, tampoco una nido como propio de la superficie aquello que prime-
ro se colorea, ha empleado, sí, algo sensible, el colo-
1. En Aristóteles, Tratados de Lógica, edición de Miguel Candel rearse, pero de tal manera que es manifiesto que se da
Sanmartín, Editorial Gredos, Madrid, 1982, p. 130. [N. del T.] siempre, estará bien dado como explicación lo pro-
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26 ARTHUR SCHOPENHAUER

Pero incluso cuando se tiene razón se necesita la dia-


pió de la superficie» [Tópicos, V, 3, 131b 20-36, op.
léctica para defenderla, y uno debe conocer las estra-
cit., pp. 197-198]. Con esto basta para ofrecerles una
tagemas de mala fe para enfrentarse a ellas; es más,
idea de la dialéctica de Aristóteles. Me parece que no
uno mismo debe utilizarlas con frecuencia para ata-
alcanza su propósito, por lo que lo he intentado de
car al adversario con sus propias armas. Por lo tanto,
otro modo. Los Tópicos de Cicerón son una imita-
en la dialéctica hay que dejar a un lado la verdad, o
ción memorística de los aristotélicos, sumamente su-
considerarla accidental, y atender únicamente a cómo
perficiales y pobres: Cicerón no tiene en absoluto un
defiende uno sus afirmaciones y refuta las del otro: al
concepto claro de qué es y quéfinalidadtiene un to-
considerar las reglas a este efecto uno no debe tener
pus, por lo que entremezcla ex ingenio todo tipo de
en cuenta la verdad objetiva, porque por lo general se
ocurrencias, adornándolas ricamente con ejemplos
ignora dónde está. Muchas veces ni uno mismo sabe
jurídicos. Uno de sus peores escritos.
si tiene razón o no, muchas veces cree tenerla y se
Para plantear con limpieza la dialéctica es preciso equivoca, muchas veces lo creen ambas partes: pues
considerarla únicamente como el arte de llevar razón ventas estin puteo (ev f3u&(p r¡ áAyj&eía), Demócri-
(sin preocuparse por la verdad objetiva, que es asun- to, según Diógenes Laercio, IX, 72. Al surgir la discu-
to de la lógica), cosa que, sin duda, será tanto más fá- sión, generalmente todos creen tener la razón de su
cil cuando se tenga razón en el asunto mismo. Sin parte; en su transcurso, ambas partes empiezan a du-
embargo, la dialéctica como tal únicamente debe en- dar: es el final el que debe establecer, confirmar la
señar cómo defenderse frente a ataques de todo tipo, verdad. La dialéctica, pues, no tiene que entrar en
especialmente frente a los de mala fe, y cómo uno esto, del mismo modo que el maestro de esgrima
mismo puede atacar lo que el otro afirma sin contra- tampoco considera quién tenía realmente razón en la
decirse a sí mismo y, en general, sin ser refutado. discusión que originó el duelo: tocar y parar, de eso
Debe separarse limpiamente el descubrimiento de la se trata en la dialéctica. Es una esgrima intelectual:
verdad objetiva del arte de hacer valer como ciertas las solo así entendida puede plantearse como disciplina
propias tesis: esto es objeto de una7tpay¡xaT£Í,a [tra- por derecho propio, pues si nos propusiéramos
tamiento] completamente distinta, es tarea de la facul- como finalidad la pura verdad objetiva, tendríamos
tad del juicio, de la reflexión, de la experiencia, y para la simple lógica; por el contrario, si nos propusiéra-
esto no hay arte propia; lo segundo, sin embargo, es el mos como finalidad la imposición de tesis falsas, ten-
objeto de la dialéctica. Se ha definido esta última como dríamos la simple sofística. Y en ambas se daría por
lógica de la apariencia. Esto es falso, pues en ese caso supuesto que ya sabíamos qué es objetivamente ver-
sería útil únicamente para la defensa de tesis falsas.
28 ARTHUR SCHOPENHAUER
EL ARTE DE TENER RAZÜN 29

dadero y falso: pero raras veces se tiene certeza de tanto un campo todavía sin roturar. Para lograr nuestra
esto de antemano. El verdadero concepto de dialécti- finalidad, sería preciso recurrir a la experiencia, obser-
ca es, por tanto, el expuesto: esgrima intelectual para var cómo se emplea por una u otra parte esta o aque-
llevar la razón en la discusión. Aunque el nombre de lla estratagema en los debates frecuentes en el trato
erística sería más adecuado, el más exacto quizá sea corriente, así como reducir a su forma general aque-
el de dialéctica erística. Y es muy útil: en los tiempos llas estratagemas que se repitan bajo otras formas,
recientes se ha descuidado injustamente. que serían entonces provechosas tanto para el propio
Como la dialéctica en este sentido no debe ser más uso como para desbaratarlas cuando el otro las utilice.
que un resumen y exposición, reducidos a sistema y re- Lo que sigue debe considerarse un primer ensayo.
glas, de aquellas artes de que nos dota la naturaleza y de
las que se sirven la mayoría de los hombres para llevar
la razón pese a observar que en la discusión la razón no
está de su parte, sería muy contraproducente que en la
dialéctica científica se consideraran la verdad objetiva y
su esclarecimiento, puesto que no es esto lo que sucede
en aquella dialéctica originaria y natural, cuyofinno es
sino el de tener razón. La dialéctica científica en nues-
tro sentido tiene por tanto como tarea principal esta-
blecer y analizar aquellas estratagemas de la mala fe en
la discusión, para reconocerlas y aniquilarlas de inme-
diato en los debates reales. Precisamente por eso en su
exposición debe tomarse comofinalidadel mero tener
razón por sí solo, no la verdad objetiva.
Hasta donde yo sé, nada se ha adelantado en este
sentido, pese a que he buscado por doquier*. Es por
* Según Diógenes Laercio, entre los numerosos escritos retóricos
de Teofrasto, perdidos en su totalidad, había uno cuyo título era
'Aywvi.CTT!.xóv zr¡c, rcepl louq spiaxxxou; Xóyou? Oewpioc?
[Discusión sobre la teoría de los discursos erísticos]. Ese sería nues-
tro asunto.
EL ARTE DE TENER RAZÓN 31

a) En el caso de la directa, podemos proceder de


La base de toda dialéctica dos maneras. O mostramos que los principios de su
afirmación son falsos (negó majorem; minorem) o
admitimos los principios pero mostramos que la
afirmación no se sigue de ellos (negó consequen-
tiam), esto es, atacamos la consecuencia, la forma de
la conclusión.
b) En el caso de la refutación indirecta utilizamos
la apagoge o la instancia.
a) Apagoge: tomamos como cierta su tesis y mos-
tramos a continuación qué se sigue de ella cuando la
utilizamos como premisa para un silogismo en com-
En primer lugar hay que considerar lo esencial de binación con cualquier otra tesis reconocida como
toda discusión, qué es lo que realmente ocurre en ella. cierta, silogismo del que se sigue una conclusión que
El adversario (o nosotros mismos, da igual) ha es patentemente falsa bien porque contradice la natu-
planteado una tesis. Para refutarla hay dos modos y raleza de las cosas, bien porque contradice las demás
dos vías. afirmaciones del propio adversario, es decir, es falsa
1) Los modos: a) ad rem, b) ad hominem o ex con- ad rem o ad hominem (Sócrates en el Hipias mayor y
cessis. Es decir, o mostramos que la tesis no concuer- en otros lugares): por consiguiente, también es falsa
da con la naturaleza de las cosas, de la verdad objeti- la tesis, puesto que de premisas verdaderas solo pue-
va absoluta, o que no lo hace con otras afirmaciones den seguirse proposiciones verdaderas, si bien de
o concesiones del adversario, esto es, con la verdad premisas falsas no siempre se siguen proposiciones
subjetiva relativa: esto último no es más que una de- falsas. (Si contradice abiertamente una verdad del
mostración relativa y no prueba nada respecto a la todo indudable, hemos reducido ad absurdum al ad-
verdad objetiva. versario.)
2) Las vías: a) refutación directa, b) indirecta. La (3) La instancia (ÍVOTOLGIQ, exemplum in contra-
indirecta ataca la tesis por sus principios, la indirecta rium), la refutación de la tesis general mostrando de
por sus consecuencias: la directa muestra que la tesis forma directa algunos de los casos comprendidos en
no es verdadera, la indirecta que no puede ser verda- su afirmación en los que no es cierta, por lo que la te-
dera. sis misma tiene que ser falsa.
30
32 ARTHUR SCHOPENHAUER
EL ARTE DE T E N E R RAZÓN 33

Esta es la estructura básica, el esqueleto de toda dis- Ejemplo 1. Yo afirmé: «Los ingleses son la prime-
cusión. Tenemos, pues, su osteología. Pues a ello se re- ra nación dramática». El adversario pretendió inten-
duce en el fondo todo discutir, si bien todo esto puede tar una instantia y replicó: «Es sabido que en la mú-
ocurrir de forma real o solo aparente, con razones au- sica, y por tanto en la ópera, no han logrado nada».
ténticas o inauténticas: los debates son tan prolongados Yo le atajé recordándole que «la música no está com-
y tenaces porque a este respecto no es fácil determinar prendida en lo dramático, que se refiere únicamente
algo con seguridad. En estas instrucciones tampoco po- a la tragedia y a la comedia», cosa que él sabía muy
demos separar lo verdadero de lo aparente, porque ni si- bien, intentando generalizar mi afirmación de tal
quiera los que discuten lo saben nunca de antemano: manera que comprendiera todas las representacio-
por eso ofrezco estratagemas sin tener en cuenta si se tie- nes teatrales, y por tanto la ópera, y por consiguien-
ne o no razón objetiva, ya que esto ni siquiera uno mis- te la música, para poder después vencerme con se-
mo puede saberlo con certeza y debe determinarse a tra- guridad.
vés de la disputa. Por lo demás, en toda disputa o argu- Al contrario, salve uno su propia afirmación res-
mentación es preciso estar de acuerdo sobre alguna cosa tringiéndola más de lo que se pretendía en primera
si se quiere juzgar la cuestión debatida conforme a un intención si la expresión utilizada lo permite.
principio: contra negantem principia non est disputan-
dum [no cabe discusión con quien niega los principios]. Ejemplo 2. A afirma: «La paz de 1814 también res-
tituyó su independencia a todas las ciudades hanseá-
Estratagema 1 ticas alemanas». B aporta la instantia in contrarium
de que Danzig perdió por aquella paz la independen-
La ampliación. Llevar la afirmación del adversario cia que le había concedido Bonaparte. A se salva del
más allá de sus límites naturales, interpretarla del siguiente modo: «He dicho todas las ciudades han-
modo más general posible, tomarla en el sentido más seáticas alemanas: Danzig era una ciudad hanseática
amplio posible y exagerarla; la propia, por el contra- polaca».
rio, en el sentido más limitado posible, reducirla a los Ya Aristóteles (Tópicos, lib. VIII, c. 12, 11) enseña
límites más estrechos posibles: pues cuanto más ge- esta estratagema.
neral se hace una afirmación, tanto más expuesta
queda a los ataques. El antídoto es la estipulación Ejemplo 3. Lamark (Philosophic zoologique, vol. 1,
exacta de los puncti o status controversiae [puntos en p. 203) niega a los pólipos toda sensación porque
discusión o estado de la discusión]. no tienen nervios. Sin embargo, es indudable que
34 ARTHUR SCHOPENHAUER EL ARTE DE TENER RAZÓN 35

perciben, puesto que siguen la luz al avanzar hábil- Estratagema 2


mente de rama en rama, e intentan atrapar a sus
presas. Por esto se ha supuesto que en ellos la masa Utilizar la homonimia para extender la afirmación
nerviosa está homogéneamente distribuida en la planteada a aquello que, fuera de que la palabra sea la
totalidad de la masa corporal, fundida con ella, por misma, tiene poco o nada en común con la cosa de
así expresarlo, ya que es evidente que tienen per- la que se trata, después negar esto triunfalmente para
cepciones sin órganos sensoriales especializados. dar así la impresión de que se ha refutado la afirma-
Como esto refuta su hipótesis, Lamark argumenta ción.
dialécticamente del siguiente modo: «En ese caso,
todas las partes de los cuerpos de los pólipos ten- Nota: sinónimas son dos palabras que expresan el
drían que ser capaces de todo tipo de sensación, y mismo concepto; homónimos, dos conceptos desig-
también de movimiento, de voluntad y de pensa- nados por la misma palabra. Véase Aristóteles (Tópi-
miento: pues si el pólipo tuviera en todos y cada cos, lib. I, cap. 13). Profundo, cortante o alto, emplea-
uno de los puntos de su cuerpo todos los órganos dos bien sea para cuerpos, bien para sonidos, son ho-
del animal más completo, todos y cada uno de sus mónimos. Leal y sincero son sinónimos.
puntos podrían ver, oler, gustar, escuchar, etc., in- Puede considerarse esta estratagema idéntica al
cluso pensar, juzgar, razonar: toda partícula de su sofisma ex homonymia: sin embargo, el sofisma evi-
cuerpo sería un animal completo, y el pólipo esta- dente de la homonimia nunca engañará seriamente:
ría por encima del hombre, puesto que cualquiera
de sus partículas tendría todas las facultades que el Omne lumen potest extinguí;
hombre solo tiene en su totalidad. No habría ade- Intellectus est lumen;
más ninguna razón para que lo que se afirma de los Intellectus potest extinguí1.
pólipos no pudiera extenderse a la mónada, el más
incompleto de todos los seres, y finalmente a las Aquí se observa de inmediato que existen cuatro
plantas, que también tienen vida, etc.». Mediante el termini: lumen en sentido propio y lumen en sentido fi-
uso de tales estratagemas dialécticas un escritor re- gurado. Pero en algunos casos sutiles logra engañar a
vela que en el fondo sabe que no tiene razón. Como pesar de todo, a saber, cuando los conceptos que se
se afirmó: «Todo su cuerpo tiene percepción de la
luz, y por tanto es similar a un nervio», Lamark 1. Toda luz puede extinguirse.
hace que piense el cuerpo entero. La inteligencia es luz.
La inteligencia puede extinguirse.
36 ARTHUR SCHOPENHAUER EL ARTE D E T E N E R RAZÓN 37

designan mediante la misma expresión están empa- Aquí, pues, mediante homonirnia, suplantó el honor
rentados y se superponen. burgués, que por lo demás se conoce como buen nom-
bre y que puede ser manchado por la calumnia, por el
Ejemplo 1. (Los casos inventados a propósito no concepto de honor caballeresco, que por lo demás tam-
son nunca lo bastante sutiles como para poder enga- bién se denomina point d'honneur y que puede ser
ñar; por tanto, es preciso tomarlos de la propia expe- manchado por ofensas. Y como no puede dejarse pasar
riencia real. Estaría muy bien que se pudiera dar a un ataque al primero, sino que debe ser rechazado
cada estratagema un nombre conciso y certero me- consiguiendo la retractación pública, con el mismo de-
diante el cual, llegado el caso, se pudiera rechazar en recho no puede dejarse pasar un ataque al último, sino
el acto el uso de esta o aquella estratagema.) que debe rechazarse mediante una ofensa mayor y el
A: «Usted no está iniciado en los misterios de la duelo. Es decir, se mezclan dos cosas esencialmente dis-
filosofía kantiana». tintas mediante la homonirnia de la palabra honor: de
B: «Ah, no quiero saber nada de algo donde hay ahí una mutatio controversiae [cambio del tema en
misterios». discusión], obtenida a través de la homonirnia.

Ejemplo 2. Yo criticaba por irracional el principio


del honor, conforme al cual una ofensa recibida des- Estratagema 3
honra a no ser que se conteste con una ofensa mayor
o que se lave con sangre, sea la del contrario o la pro- Tomar la afirmación* planteada de modo relativo,
pia; como razón aduje que el verdadero honor no xorrá xi, relative, como si fuera general, simpliciter,
puede ser herido por lo que uno sufra, sino única- cat'kík;, absolute, o al menos entenderla en un respec-
mente por lo que uno haga, pues a cualquiera puede
ocurrirle cualquier cosa. El adversario atacó directa-
* Sophisma a dicto secundum quid ad dictum simpliciter [Sofisma
mente mi razón: me mostró triunfalmente que cuan- que pasa de algo dicho en sentido relativo a algo dicho en sentido
do se acusa en falso a un comerciante de engaño, absoluto; Refutaciones sofísticas, 5, 166 b 38-167]. Este es el se-
falta de honradez o negligencia en su negocio, esto es gundo elenchus sophisticus de Aristóteles: e£<o XT¡Q XÉ^EW?: TO
un ataque a su honor, que en este caso es herido ex- áitAco? áXXá 7T?¡ r¡ TCOU, Y¡ rcoxe Y) rcpó? T I XeyeaOoa [las
especies de razonamiento desviados, al margen de la expresión,
clusivamente por lo que padece y solo puede ser re- son decir de manera absoluta, o no absoluta, sino bajo algún
parado si consigue castigar y fuerza a retractarse a aspecto, o en algún sitio, o en alguna ocasión o respecto a algo]:
semejante agresor. Refutaciones sofísticas, cap. 5 [4,166 b 22].
38 ARTHUR SCHOPENHAUER
EL ARTE DE TENER RAZÓN 39

to completamente distinto y refutarla a continuación uno incurriría en una ignoratio elenchi [ignorancia de la
en ese sentido. El ejemplo de Aristóteles es el siguien- refutación] si permitiera que le despacharan de este
te: el moro es negro, pero blanco en cuanto a sus modo. Pues en todos los ejemplos expuestos, lo que dice
dientes: por tanto, es a la vez negro y no negro. Este es el adversario es cierto: sin embargo, no está en contra-
un ejemplo inventado que no engañará en serio a dicción real, sino solo aparente, con la tesis, por lo que el
nadie: tomemos, por el contrario, uno de la expe- atacado niega la consecuencia de su conclusión, es decir,
riencia real. que de la verdad de su proposición se siga la falsedad de
la nuestra. Se trata, pues, de una refutación directa de su
Ejemplo. En una conversación sobre filosofía, refutación per negationem consequentiae.
admití que mi sistema defiende y ensalza a los quie- No admitir premisas ciertas porque se prevé la
tistas. Poco después se pasó a hablar de Hegel, y yo consecuencia. Contra esto, utilícense los siguientes
afirmé que, en gran parte, había escrito cosas absur- dos medios, reglas 4 y 5.
das o, al menos, muchos pasajes de sus escritos eran
de aquellos en los que el autor ponía las palabras y el
lector tenía que poner el sentido. Mi adversario no Estratagema 4
emprendió una refutación ad rem de esto, sino que
se contentó con plantear el argumentum ad homi- Cuando se quiere llegar a una conclusión, no ha de per-
nem: que también yo había «elogiado a los quietis- mitirse que se anticipe, sino que debe dejarse que en la
tas, y también estos han escrito muchas cosas ab- conversación se admitan inadvertidamente las premi-
surdas». sas de forma aislada y dispersa, porque de lo contrario
Admití esto, pero le corregí en cuanto a que yo no el adversario intentará todo tipo de triquiñuelas; o
elogio a los quietistas comofilósofosy escritores, es cuando sea dudoso que el adversario las admita, plan-
decir, no por sus logros teóricos, sino solo como téense las premisas de estas premisas, háganse prosilo-
hombres, por sus acciones, únicamente en un aspec- gismos; hágase que se admitan desordenadamente las
to práctico: en el caso de Hegel, sin embargo, se ha- premisas de varios de estos prosilogismos, esto es,
blaba de logros teóricos. Así se paró el ataque. ocúltese el propio juego hasta que haya admitido
todo lo que se necesita. Llegúese al asunto, pues, par-
Las tres primeras estratagemas están relacionadas: tiendo de lejos. Aristóteles (Tópicos, VIII, cap. 1) ofrece
tienen en común que en realidad el adversario habla esta regla.
de algo distinto a lo que se ha planteado, por lo que i No requiere ejemplos.
40 ARTHUR SCHOPENHAUER
EL ARTE DE TENER RAZÓN 41

Estratagema 5 es discutible en particular, por ejemplo, afirmar la in-


certidumbre de la medicina postulando la incerti-
Como prueba de su tesis, uno puede utilizar premi- dumbre de todo saber humano; 3) cuando vice versa
sas falsas en el caso de que el adversario no admitiera dos cosas se siguen una de otra y hay que demostrar
las verdaderas, bien porque no perciba su verdad, una, se postula la otra; 4) cuando hay que demostrar
bien porque vea que la tesis se seguiría inmediata- lo general y uno hace que se admita cada uno de los
mente de ellas: tómense entonces tesis que en sí mis- particulares (lo contrario del número 2). (Aristóte-
mas son falsas pero verdaderas ad hominem, y argu- les, Tópicos, VIII, cap. 11).
méntese ex concessis a partir del modo de pensar del El último capítulo de los Tópicos de Aristóteles con-
adversario. Pues lo verdadero puede seguirse de pre- tiene buenas reglas sobre el ejercicio de la dialéctica.
misas falsas, si bien nunca lo falso de verdaderas.
Aun así, se pueden refutar tesis falsas del adversario
mediante otras tesis falsas que él, sin embargo, toma
Estratagema 7
por verdaderas, pues uno tiene que vérselas con él y
debe utilizar su modo de pensar. Por ejemplo, si es
Cuando la discusión se lleva a cabo con cierto rigor y
partidario de una secta con la que no estamos de
formalidad y uno quiere que ambas partes se entien-
acuerdo, podemos utilizar contra él las máximas
dan con toda claridad, quien ha formulado la afirma-
de esa secta como principia (Aristóteles, Tópicos, VIII,
ción y debe demostrarla procede interrogativamente
cap. 9). (Forma parte de la estratagema anterior.)
contra su adversario para concluir la verdad de su afir-
mación a partir de las concesiones del propio adversa-
rio. Este modo erotemático se utilizaba especialmente
Estratagema 6 entre los antiguos (también se denomina socrático): a
él se refiere la presente estratagema y algunas de las que
Se hace una petitio principa encubierta postulándose siguen. (Todas ellas desarrolladas libremente conforme
aquello que uno tendría que demostrar, bien 1) bajo a Aristóteles, Sobre las refutaciones sofísticas, cap. 15.)
un nombre distinto, como por ejemplo buen nombre Preguntar detalladamente muchas cosas a la vez,
en vez de honor, virtud en vez de virginidad, etc., o para ocultar lo que uno realmente quiere que se ad-
también conceptos intercambiables, como por ejem- mita. Por el contrario, exponer rápidamente la pro-
plo animales de sangre roja en lugar de vertebrados, pia argumentación a partir de lo que se ha admitido:
bien 2) lográndose que se conceda en general lo que pues quienes son lentos de entendimiento no pueden
42 ARTHUR SCHOPENHAUER EL ARTE DE TENER RAZÓN 43

seguir con precisión la demostración y pasan por contrario de la tesis a utilizar, como si uno quisiera
alto sus eventuales errores o lagunas. ver que se afirma eso, o al menos presentar ambas
cosas a la elección del adversario, de modo que no
se dé cuenta de cuál es la tesis que uno quiere que se
Estratagema 8 afirme.

Suscitar la cólera del adversario, ya que, encoleriza-


do, no está en condiciones de juzgar de forma correc- Estratagema 11
ta y percibir su ventaja. Se le encoleriza no haciéndo-
le justicia, enredándole abiertamente y, en general, Si efectuamos una inducción y nos concede los casos
mostrándose insolente. particulares mediante la que debe ser formulada, no
debemos preguntarle si también admite la verdad ge-
neral que se sigue de esos casos, sino introducirla
Estratagema 9 más adelante como algo demostrado y admitido:
pues en ocasiones él mismo creerá haberlo admitido
No plantear las preguntas en el orden que requiere la y así se lo parecerá a los oyentes, puesto que recuer-
conclusión a extraer, sino con todo tipo de desorden: dan las numerosas preguntas por los casos particula-
en ese caso, el adversario ya no sabe adonde quiere uno res que han debido encaminar a ese fin.
llegar y no puede prevenirse. También pueden utilizar-
se sus respuestas para conclusiones diversas, incluso
opuestas, según se vayan produciendo. Esto está rela- Estratagema 12
cionado con la estratagema número 4, en el sentido en
que uno debe enmascarar suformade actuar. Si el discurso trata de un concepto general que no tie-
ne ningún nombre propio sino que, mediante un tro-
po, debe ser designado a través de una comparación,
Estratagema 10 debemos elegir la comparación de tal modo que fa-
vorezca a nuestra afirmación. Así, por ejemplo, en
Cuando uno advierte que el adversario niega inten- España los nombres mediante los que se designa a
cionadamente las preguntas cuya afirmación habría ambos partidos políticos, serviles y liberales, sin duda
que utilizar para nuestra tesis, ha de preguntarse lo han sido elegidos por los últimos.
44 ARTHUR SCHOPENHAUER

EL ARTE D E T E N E R RAZÓN 45
El nombre protestante ha sido elegido por estos, y
también el nombre de evangélicos: el de hereje por Estratagema 13
los católicos.
Esto se aplica a los nombres de las cosas incluso Para lograr que el adversario acepte una tesis, debe-
cuando son más apropiados: por ejemplo, si el adver- mos presentarle su opuesto y dejarle la elección, y ex-
sario ha propuesto un cambio cualquiera, denomíne- presar de forma bien estridente ese opuesto, de modo
selo innovación, pues esta palabra es odiosa. Al revés que, para no ser paradójico, tenga que avenirse a nues-
cuando es uno mismo el proponente. En el primer tra tesis que, en contraste, parece sumamente proba-
caso, menciónese como antónimo «el orden estableci- ble. Por ejemplo, el adversario ha de admitir que uno
do», en el segundo «arcaísmo». Lo que alguien ente- tiene que hacer todo lo que le diga su padre, de modo
ramente carente de intencionalidad y partido denomi- que preguntamos: «¿Se debe ser obediente o desobe-
naría «culto» o «doctrina pública de la fe», alguien que diente a los padres en todas las cosas?». O si se afirma
quiere hablar a su favorlo denominaría «piedad», «de- de una cosa cualquiera que es «frecuente», pregunta-
voción» y un adversario «beatería», «superstición». En mos si por «frecuente» se entienden pocos o muchos
el fondo, se trata de una sutil petitío principii: uno ex- casos: dirá que «muchos». Es como cuando se contra-
presa de antemano en la palabra aquello que pretende pone el gris al negro, que puede llamarse blanco; si se
demostrar, y después procede a partir de esa denomi- contrapone al blanco, puede llamarse negro.
nación mediante un simple juicio analítico. Lo que
uno denomina «hacerse cargo de su persona», «poner
en custodia», su adversario lo llama «encarcelar». Estratagema 14
Un orador muchas veces delata ya de entrada su
intención mediante los nombres que da a las cosas. Una triquiñuela descarada es que, después de haber
Uno dice «los sacerdotes», el otro «la clerigalla». De contestado varias preguntas sin que las respuestas se
entre todas las estratagemas, esta es la más frecuente- hayan decantado a favor de la conclusión que perse-
mente utilizada, de forma instintiva. Fervor religioso guíamos, se plantee y proclame triunfalmente la tesis
a- fanatismo; desliz o galantería s= adulterio; equívo- concluyente que se quería extraer, a pesar de que no
cos = indecencias; desajuste m bancarrota; «me- se deduzca en absoluto de ellas. Si el adversario es tí-
diante influencias y relaciones» = «mediante sobor- mido o estúpido y uno mismo posee mucho descaro
nos y nepotismo»; «sincero agradecimiento» = y una buena voz, esto puede resultar bien. Es un caso
«buen pago». de fallada non causae ut causae [falacia de hacer pasar
por causa lo que no es].
46 ARTHUR SCHOPENHAUER EL ARTE D E T E N E R RAZÓN 47

Estratagema 15 lín es un lugar incómodo para estar, se exclama de


inmediato: «¿Por qué no te marchas con el primer
Si hemos expuesto una tesis paradójica que no sabe- coche?».
mos cómo demostrar, proponemos a la aceptación o De cualquier modo se podrá entresacar un ardid.
rechazo del adversario cualquier tesis correcta, cuya
corrección no sea, sin embargo, en exceso manifies-
ta, como si quisiéramos extraer de ella la demostra- Estratagema 17
ción: si la rechaza por desconfianza, le reducimos ad
absurdum y triunfamos: si la acepta, por lo pronto ya Cuando el adversario nos asedia con una contra-
hemos dicho algo razonable, y luego ya veremos. O prueba, muchas veces podremos salvarnos mediante
añadimos la estratagema anterior y afirmamos que una distinción sutil en la que anteriormente no ha-
mediante lo dicho ha quedado demostrada nuestra bíamos reparado cuando el asunto admita cualquier
paradoja. Esto requiere la desvergüenza más extre- doble significado o doble caso.
ma: pero de hecho ocurre, y hay gente que practica
todo esto instintivamente.
Estratagema 18

Estratagema 16 Si observamos que el adversario ha recurrido a una ar-


gumentación con la que nos derrotará, no debemos
Argumenta ad hominem o ex concessis. Ante una permitir que la lleve hasta elfinal,sino que oportuna-
afirmación del adversario debemos buscar si no mente le interrumpiremos, haremos divagar o desvia-
está de algún modo en contradicción, en caso de remos el curso de la discusión y la llevaremos a otras
necesidad siquiera aparente, con cualquier otra cuestiones: en suma, procuraremos una tnutatio con-
cosa que haya dicho o admitido antes, o con los pre- troversiae. Véase sobre esto la estratagema 29.
ceptos de una escuela o secta que haya elogiado y
aprobado, o con las acciones de los partidarios de
esa secta, aunque sean falsos o fingidos, o con su Estratagema 19
propia forma de actuar. Si, por ejemplo, defiende
el suicidio, se exclama de inmediato «¿por qué no Si el adversario nos apremia expresamente a aducir
te ahorcas tú?». O si afirma, por ejemplo, que Ber- algo contra un punto determinado de su afirmación

L
48 ARTHUR SCHOPENHAUER
EL ARTE DE TENER RAZÓN 49

pero no tenemos nada adecuado, tenemos que llevar


el asunto a un terreno general y hablar en contra de breve dar un argumentum ad hominem y no una lar-
esto. Si queremos decir por qué no hay que confiar en ga exposición de la verdadera naturaleza del asunto.
una determinada hipótesisfísica,hablamos sobre el
carácter ilusorio del saber humano y lo ejemplifica- Estratagema 22
mos de múltiples modos.
Si nos apremia a admitir algo de lo que se seguiría in-
mediatamente el problema en discusión, nos negare-
Estratagema 20 mos, presentándolo como una petitio principii; pues
será fácil que él y los oyentes consideren idéntica al pro-
Cuando le hemos preguntado por las premisas y él blema una proposición estrechamente relacionada con
las ha concedido, no tenemos que preguntar también el problema, y así le privamos de su mejor argumento.
por su conclusión, sino extraerla nosotros mismos
directamente: es más, incluso cuando falta una u otra
cosa en las premisas, la tomamos igualmente por ad- Estratagema 23
mitida y extraemos la conclusión. Lo que es una apli-
cación de la fallada non causae ut causae. La contradicción y la discusión incitan a la exagera-
ción de la afirmación. Podemos pues, mediante la con-
tradicción, incitar al adversario a enfatizar más allá de
la verdad una afirmación que en sí misma y en sus de-
Estratagema 21
bidos límites es en todo caso cierta: y cuando hayamos
refutado esa exageración, parecerá que hemos refuta-
Ante un argumento del adversario meramente apa-
do también su tesis original. Por el contrario, nosotros
rente o sofístico que hemos reconocido como tal, po-
mismos debemos cuidarnos de que al contradecirnos
demos desbaratarlo mostrando su naturaleza cap-
nos induzcan a la exageración o a la desmedida exten-
ciosa e ilusoria; pero es mejor oponerle un contraar-
sión de nuestra tesis. Muchas veces el propio adversa-
gumento igualmente ilusorio y sofístico. Pues no se
rio buscará directamente extender nuestra afirmación
trata de la verdad, sino de la victoria. Si, por ejemplo,
más allá de los límites en los que la habíamos expuesto
recurre a un argumentum ad hominem, basta con in-
nosotros: debemos ponerle coto de inmediato y re-
validarlo mediante un contraargumento ad homi-
conducirle a los términos de nuestra afirmación con
nem (ex concessis): y en general, si se tercia es más
«esto es todo lo que he dicho, nada más».
50 ARTHUR SCHOPENHAUER
EL ARTE DE TENER RAZÓN 51

Estratagema 24 las instancias que plantea el adversario tenemos que


observarlo siguiente: 1) que el ejemplo sea verdadera-
Forzar consecuencias. De la tesis del adversario, me- mente cierto; existen problemas cuya única solución
diante falsas conclusiones y tergiversaciones de los verdadera es que el caso no es verdadero, por ejemplo,
conceptos, se fuerzan tesis que no están en la suya y numerosos milagros, historias de aparecidos, etc.;
que no se corresponden en absoluto con su opinión, 2) que verdaderamente pueda subsumirse bajo el con-
sino que, por el contrario, son absurdas o peligrosas: cepto de la verdad formulada; muchas veces eso solo
y puesto que parece que de su tesis se desprenden te- ocurre en apariencia y puede resolverse mediante una
sis semejantes, contradictorias consigo mismas o con distinción sutil; 3) que esté realmente en contradic-
verdades reconocidas, se hace pasar esto por una re- ción con la verdad formulada; muchas veces también
futación indirecta, apagoge, lo que es otra aplicación ocurre que eso solo es así en apariencia.
de la fallada non causae ut causae.

Estratagema 26
Estratagema 25
Una jugada brillante es la retorsio argumenti [dar la
Se refiere a la apagoge mediante una «instancia», exem- vuelta al argumento] cuando el argumento que el ad-
plum in contrarium. LaOTaycoyT], inductio, requiere un versario quiere utilizar en su favor puede utilizarse
gran número de casos para formular su tesis general; la mejor en contra de él: «Es un niño, hay que tener pa-
OLTioirforfi] no requiere más que formular un único caso ciencia con él»; retorsio: «precisamente porque es un
al que no se conforma la tesis y esta queda refutada: un niño hay que corregirle para que no se empecine en
caso semejante se denomina «instancia», h/araaiQ, sus malas costumbres».
exemplum in contrarium, instantia. Por ejemplo, la pro-
posición: «todos los rumiantes tienen cuernos» queda
rebatida por la única instancia del camello. Estratagema 27
La instancia es un caso de aplicación de la verdad ge-
neral en el que se subsume, bajo el concepto principal Si ante un argumento el adversario se enfada, se le
de esta última, algo para lo que dicha verdad no es vá- debe acosar insistentemente con ese argumento: no
lida, quedando así enteramente refutada. Sin embar- solo le ha encolerizado porque es bueno, sino porque
go, de aquí pueden derivarse engaños, por lo que en hay que suponer que ha tocado el punto débil de su ra-
52 ARTHUR SCHOPENHAUER EL ARTE D E T E N E R RAZÓN 53

zonamiento y es probable que en ese punto se le pueda versario tendría que mostrar que el punto de ebulli-
atacar más de lo que uno mismo ve de momento. ción no depende únicamente de la temperatura, sino
también de la presión atmosférica: y esta, tan pronto
como se hubiera evaporado la mitad del agua del
Estratagema 28 mar, se elevaría tanto que ni siquiera a 200° R tendría
Esta es aplicable sobre todo cuando personas cultas lugar la ebullición. Pero no lo intenta, porque para
discuten ante oyentes incultos. Si uno no tiene un ar- quienes no son físicos se requiere un tratado. (Mit-
gumentum ad rem, ni siquiera uno ad hominem, se scherlich, Abhdl. d. Berl. Akad., 1822.)
hace uno ad auditores, es decir, una objeción sin vali-
dez cuya invalidez solo reconoce el conocedor de la
materia: tal es el adversario, pero no los oyentes. Por Estratagema 29
lo tanto, a los ojos de estos aquel es derrotado, espe-
cialmente cuando la objeción hace que su afirmación Si uno se da cuenta (véase la estratagema 18) de que
parezca de algún modo ridicula: la gente es muy le están derrotando, se realiza una diversión: es decir,
pronta a la risa, y uno tiene de su parte a los que ríen. se empieza a hablar de repente de algo completamen-
Para mostrar la inanidad de la objeción el adversario te distinto como si estuviera relacionado con el asun-
tendría que hacer una larga exposición y remontarse to y fuera un argumento contra el adversario. Esto se
a los principios de la ciencia o de otro asunto: no es hace con cierto comedimiento cuando la diversión
fácil que encuentre audiencia para eso. aún tiene algo que ver con el thema quaestionis; des-
vergonzadamente cuando sólo ataca al adversario y
Ejemplo. El adversario dice: al formarse las monr no atañe en absoluto al asunto.
tañas primigenias, la masa a partir de la cual cristali- Por ejemplo, yo elogiaba el hecho de que en China
zó el granito y el resto de las rocas se encontraba en no existiera una nobleza de cuna y que los cargos solo
estado líquido debido al calor, es decir, fundida: el ca- se proveyeran en virtud de examina. Mi adversario
lor debía de ser de unos 200° R: la masa cristalizó afirmó que la erudición capacitaba para los cargos tan
bajo la superficie del mar, que la cubría. Hacemos el poco como las prerrogativas del nacimiento (que él es-
argumentum ad auditores de que con esa temperatu- timaba). Las cosas se le pusieron difíciles. Inmediata-
ra, e incluso a 80° R, el mar hubiera hervido hace mente, introdujo la diversión de que en China se apli-
tiempo y habría quedado disipado en el aire como caban castigos corporales a todos los estamentos, cosa
vapor. Los oyentes se ríen. Para derrotarnos, el ad- que relacionó con el hecho de que se bebiera mucho té,
54 ARTHUR SCHOPENHAUER
EL ARTE D E T E N E R RAZÓN 55

y recriminó ambas cosas a los chinos. Quien entrase dades según la medida de los conocimientos del adver-
en todo esto se dejaría desviar y permitiría que le qui- sario. Dice Séneca: Unusquisque mavult credere quam
taran de las manos la victoria ya conquistada. judicare [Todo el mundo prefiere creer antes que
La diversión es desvergonzada cuando abando- juzgar] (De vita beata, 1,4); uno tiene fácil la partida
na por completo el asunto quaestionis y empieza di- cuando está a su favor una autoridad a la que respeta
ciendo: «Sí, pero por otro lado hace poco usted afir- el adversario. Pero para él habrá tantas más autorida-
maba etc., etc.». Este caso se incluye en cierta medida des válidas cuanto más limitados sean sus conoci-
en el «personalizar», del que hablaremos en la última mientos y facultades. Si estos son de primer orden,
estratagema. Tomado en sentido estricto, es un paso habrá para él escasísimas autoridades, prácticamente
intermedio entre el argumentum ad personam, que ninguna. En todo caso, admitirá la validez de las per-
examinaremos allí, y el argumentum ad hominem. sonas expertas en una ciencia, arte u oficio que cono-
Toda disputa entre gente vulgar muestra hasta qué ce poco o nada: e incluso estas con desconfianza.
punto es, digamos, innata esta estratagema: cuando, Por el contrario, la gente corriente tiene un profundo
por ejemplo, uno le hace a otro recriminaciones per- respeto por los expertos de cualquier tipo. No saben
sonales, este no responde refutándolas, sino haciendo que quien hace profesión de una cosa no ama a la
a su vez recriminaciones personales al primero e igno- cosa, sino a su ganancia, ni que quien enseña una cosa
rando las que le han hecho a él mismo; lo que es tanto raras veces la conoce a fondo, pues a quien la ha estu-
como admitirlas. Actúa como Escipión, que no ataca a diado a fondo generalmente le queda poco tiempo
los cartagineses en Italia, sino en África. Es posible que para enseñar. Pero para el vulgus hay numerosísimas
en la guerra a veces sea apropiada una diversión seme- autoridades que gozan de respeto: por tanto, si uno
jante. Al disputar es mala, puesto que se dejan sin res- no dispone de una enteramente adecuada, tómese
puesta las recriminaciones recibidas y los oyentes co- una que lo es en apariencia, cítese lo que alguien ha di-
nocen cuanto de malo tienen ambas partes. Al discutir cho en otro sentido o en otras circunstancias. Las au-
se puede utilizar/aute de mieux [a falta de algo mejor]. toridades que el adversario no entiende en absoluto
suelen ser las más eficaces. Los incultos tienen un pe-
culiar respeto por las fórmulas griegas y latinas. En
caso de necesidad, también se puede no solo tergiver-
Estratagema 30 sar las autoridades, sino falsificarlas sin más, o citar al-
gunas que sean de nuestra entera invención: la mayo-
El argumentum ad verecundiam [argumento basado ría de las veces ni tiene el libro a mano ni tampoco
en el respeto]. En vez de razones, empléense autori-
EL ARTE DE T E N E R RAZÓN 57
56 ARTHUR SCHOPENHAUER

sabe manejarlo. El más hermoso ejemplo a este res- ñas en la cabeza y si uno quisiera ocuparse de ellas
pecto es el del cura francés que, para no pavimentar tendría mucho que hacer.
la parte de la calle que estaba ante su casa, como esta- La universalidad de una opinión no es, hablando
ban obligados a hacer los demás ciudadanos, citó en serio, ninguna prueba, ni siquiera una razón para
una falsa sentencia bíblica: paveant Mi, ego nonpa- hacerla más verosímil. Quienes afirman eso tienen
vebo [que teman los demás, yo no temeré]1. Eso que admitir 1) que el alejamiento en el tiempo priva de
convenció al responsable municipal. También pue- su fuerza probatoria a esa universalidad: de lo contra-
den utilizarse como autoridades prejuicios generales. rio, tendrían que rehabilitar todos los viejos errores
Pues la mayoría piensan, con Aristóteles, á ¡xkv 7coX- que en tiempos pasaron umversalmente por verdades:
~kóíq SoxsT xauxa ye eivat. cpajxév [decimos que por ejemplo, habría que restablecer el sistema ptole-
es justo lo que a muchos les parece justo] (Ética maico o el catolicismo en todos los países protestantes;
a Nicómaco, X, 2, 1172 b 36): ciertamente, no hay 2) que el alejamiento en el espacio produce lo mismo: si
una sola opinión, por absurda que sea, que los no, les pondrá en un apuro la universalidad de opinión
hombres no hagan suya con facilidad tan pronto de quienes profesan el budismo, el cristianismo y el is-
como se ha conseguido persuadirles de que es ge- lam. (Según Bentham, Tactique des assemblies legisla-
neralmente aceptada. El ejemplo actúa tanto sobre tives [Ginebra-París, 1816], vol. II, p. 76.)
su pensamiento como sobre su conducta. Son borre- Lo que se llama opinión universal es, considerado
gos que siguen al manso allí donde les lleve: les re- claramente, la opinión de dos o tres personas; nos
sulta más fácil morir que pensar. Es muy extraño convenceríamos de ello si pudiéramos observar la
que la universalidad de una opinión tenga tanto formación de una de estas opiniones umversalmente
peso en ellos cuando pueden ver en sí mismos cómo válidas. Veríamos entonces que son dos o tres perso-
se aceptan opiniones sin juicio alguno y por la mera nas las que al principio la adoptan o plantean y afir-
virtud del ejemplo. Pero no ven esto porque carecen man, y con quienes se fue tan benévolo de suponer
de cualquier conocimiento de sí mismos. Solo los es- que la habían examinado bien a fondo: sobre el pre-
cogidos dicen con Platón TÓÍC, noKkoÍQ TZOKKOL SO- juicio de la capacidad suficiente de estos, otros fue-
xsl [los muchos tienen muchas opiniones, Repúbli- ron a su vez adoptando la opinión; y, por su parte, a
ca, IX, 576 c], es decir, el valgus tiene muchas patra- estos les creyeron muchos otros cuya indolencia les
aconsejó mejor creer sin más que comprobar fatigo-
samente. Así creció día a día el número de tales par-
1. La anécdota se encuentra en Claude Adrien Helvétius, De l'es- tidarios indolentes y crédulos: pues como la opinión
prit, II, cap. XVII. [N. delE.J
58 ARTHUR SCHOPENHAUER EL ARTE DE TENER RAZÓN 59

ya tenía un buen número de voces a su favor, los si- Bayle, Pernees sur les cometes [4.a edición, 1704], vol.
guientes partidarios pensaron que solo lo podía ha- I, p. 10.)
ber conseguido gracias a lo bien fundado de sus ra-
zones. Los que quedaban fueron viéndose obligados Dico ego, tu dicis, sed denique dixit et Ule:
a admitir lo que era generalmente admitido para no Dictaquepost toties, nil nisi dicta vides1.
pasar por cabezas inquietas que se rebelaban contra
opiniones de universal validez y sujetos impertinentes No obstante todo lo cual, en la discusión con gen-
que pretendían ser más listos que el mundo entero. te ordinaria puede utilizarse la opinión general como
En este punto el asentimiento se convierte en una autoridad.
obligación. De ahí en adelante, los pocos capaces de En general, se hallará que cuando discuten dos ca-
juzgar se ven obligados a callar: y a quienes les está bezas ordinarias, la mayoría de las veces las armas
permitido hablar son aquellos que son totalmente in- que ambos utilizan son autoridades con las que se
capaces de tener opiniones propias y un juicio pro- golpean mutuamente. Si una cabeza mejor tiene que
pio, que no son más que el mero eco de opiniones habérselas con una de éstas, lo más aconsejable es
ajenas, no obstante lo cual son defensores tanto más que se amolde a esta arma, eligiéndola conforme a las
celosos e intolerantes de las mismas. Pues lo que debilidades de su adversario. Pues contra las ar-
odian en el que piensa de otro modo no es tanto la mas de las razones éste es, ex hypothesi, un Sigfrido
opinión distinta que éste profesa como el atrevimien- invulnerable, inmerso en las aguas de la incapacidad
to de querer juzgar por uno mismo: cosa que ellos ja- de pensar y de juzgar.
más se resuelven a hacer y de la que en el fondo son Ante un tribunal, en realidad solo se discute con
conscientes. En suma, son muy pocos los que puede autoridades, la autoridad de la ley establecida: la fa-
pensar, pero todos quieren tener opiniones: ¿qué otr cultad de juzgar se ocupa de encontrar la ley, es decir,
cosa cabe hacer entonces sino tomarlas de otros, y la autoridad que se aplica al caso dado. La dialéctica,
del todo listas, en vez de forjarlas por sí mismos? sin embargo, tiene el margen suficiente para, si así se
Siendo así las cosas, ¿de qué vale la voz de cien millo- requiere, poder tergiversar la discordancia entre el
nes de personas? Tanto como un dato histórico, por
ejemplo, que se encuentra en cien historiadores pero
que, como acaba demostrándose, todos han tomado 1. «Lo digo yo, lo dices tú, perofinalmentetambién lo dice aquel: /
Cuando se ha dicho tantas veces, no ves sino lo que se ha dicho.»
unos de otros, por lo que, en último término, todo se Cita al margen de la «parte polémica» de la Farbenlehre [Teoría de
reduce a la afirmación de un solo individuo. (Según los colores] de Goethe. [N. delE.]
60 ARTHUR SCHOPENHAUER
EL ARTE DE TENER RAZÓN 61

caso y la ley hasta que se consiga presentarlos como pa», poniéndole las cosas tan claras que nolens volens
concordantes: también al revés. [quiera o no] tenga que entenderlas y quede claro que
lo único que pasaba antes era que no entendía. Así se le
da la vuelta. Quería insinuar que decíamos un «absur-
Estratagema 31 do»: le hemos demostrado «falta de inteligencia». Am-
bos con la más exquisita cortesía.
Cuando uno no sabe qué objetar a las razones ex-
puestas por el adversario, declárese incompetente
confinaironía: «Lo que dice usted desborda mi débil Estratagema 32
comprensión; puede ser muy acertado, pero yo no al- Podemos descartar, o al menos hacer sospechosa de
canzo a entenderlo y renuncio a cualquier juicio». forma rápida, una afirmación que nos opone el ad-
Con esto se insinúa a los oyentes de cuya estima uno versario subsumiéndola en una categoría aborreci-
goza que lo que se ha dicho es absurdo. Así, cuando ble, aun cuando no esté relacionada con ella más que
apareció la Crítica de la razón pura, o más bien cuan- por similitud o de modo vago. Por ejemplo: «Eso es
do empezó su clamorosa notoriedad, muchos profe- maniqueísmo, eso es arrianismo; eso es pelagianis-
sores de la antigua escuela ecléctica declararon: «No mo; eso es idealismo; eso es espinosismo; eso es pan-
la entendemos», creyendo que así la habían despa- teísmo; eso es brownianismo; eso es naturalismo; eso
chado. Pero cuando algunos partidarios de la nueva es ateísmo; eso es racionalismo; eso es espiritualis-
escuela les mostraron que sí, que tenían razón y que, mo; eso es misticismo; etc.». Con lo que suponemos
efectivamente, todo lo que ocurría era que no la en- dos cosas: 1) que su afirmación es realmente idéntica
tendían, se pusieron de muy mal humor. a, o al menos está contenida en aquella categoría, y
Esta estratagema solo puede utilizarse cuando uno así exclamamos «¡Ah, eso ya lo conocemos!»; y 2)
está seguro de gozar ante los oyentes de una estima cla- que esa categoría ya está enteramente refutada y no
ramente superior a la del adversario: por ejemplo, un puede contener ni una sola palabra verdadera.
profesor contra un estudiante. En realidad, esto forma
parte de la estratagema anterior, y consiste en hacer va-
ler la propia autoridad, en vez de las razones, de forma Estratagema 33
especialmente maliciosa. El contragolpe es: «Permíta-
me, con su gran penetración tiene que resultarle fácil «Eso puede ser cierto en la teoría, pero en la práctica
entender, y solo mi mala exposición puede tener la cul- es falso.» Mediante este sofisma uno admite las razo-
EL ARTE DE TENER RAZÓN 63
62 ARTHUR SCHOPENHAUER

sobre la voluntad, y el adversario, como también los


nes pero niega las consecuencias; en contradicción
oyentes, si comparten el mismo interés con él, queda-
con la regla a ratione ad rationatum valet consequen-
rán ganados de inmediato para nuestra opinión, aun-
tia [es válido extraer la consecuencia a partir de sus
que la hubiéramos sacado del manicomio: pues la
premisas]. Esa afirmación supone una imposibili-
mayoría de las veces un adarme de voluntad pesa más
dad: lo que es cierto en teoría tiene que serlo también
que un quintal de perspicacia y convicción. Induda-
en la práctica: si no lo es, hay un fallo en la teoría, se
blemente, esto solo puede usarse en circunstancias es-
ha pasado algo por alto y no se ha tenido en cuenta, y
peciales. Uno puede hacer sentir al adversario que su
por consiguiente también es falso en la teoría.
opinión, de ser válida, supondría un notable que-
branto para su interés; de este modo la abandonará
tan presto como soltaría un hierro ardiente que hu-
Estratagema 34 biera cogido por descuido. Por ejemplo, un religioso
defiende un dogmafilosófico:se le hace observar que
Cuando el adversario no sabe dar una respuesta o ré- está indirectamente en contradicción con un dogma
plica a una pregunta o argumento, sino que se evade fundamental de su iglesia, y lo abandonará.
mediante una contrapregunta o una respuesta indi-
Un hacendado afirma la excelencia de la maquina-
recta o incluso con algo que no atañe en absoluto a la
ria en Inglaterra, donde una máquina de vapor hace
cuestión y pretende llegar a otro lado, esto es una se-
el trabajo de muchos hombres: désele a entender que
ñal segura de que (a veces sin saberlo) hemos tocado
las máquinas de vapor pronto tirarán de los carruajes,
un punto flaco: es un enmudecimiento relativo por
por lo que el precio de los caballos de sus numerosas
su parte. Hay, pues, que insistir en el punto que he-
cuadras bajará mucho, y ya se verá. En tales casos, el
mos suscitado y no dejar escapar de él al adversario;
sentimiento de todo el mundo suele ser quam temeré in
incluso cuando todavía no veamos en qué consiste
nosmet legem sancimus iniquam [con qué temeridad
realmente la debilidad con la que hemos topado.
sancionamos una ley que va contra nosotros mismos]
(Horacio, Sátiras, 1,3,67).
Lo mismo ocurre cuando los oyentes pertenecen a
Estratagema 35 una secta, gremio, oficio, club, etc., pero el adversario
no. Por muy correcta que sea su tesis, tan pronto
la cual, tan pronto como puede practicarse, hace super- como insinuemos siquiera que contraría a los intere-
fluas todas las demás: en lugar de actuar mediante ra- ses comunes del mencionado gremio, etc., todos los
zones sobre el intelecto, actúese mediante motivos
64 ARTHUR SCHOPENHAUER
EL ARTE DE TENER RAZÓN 65

oyentes encontrarán débiles y deplorables los argumen- que no entiende y, sin embargo, a hacer como si las
tos del adversario, por excelentes que sean, en tanto que entendiera, uno puede apabullarle diciendo con ges-
los nuestros, aunque carezcan detodofundamento, les to grave un disparate que suene erudito o profundo y
parecerán correctos y certeros; el coro se hará oír bien con el que pierda oído, vista y pensamiento1, y hacer
alto a nuestro favor y el adversario tendrá que abandonar pasar esto por la prueba más irrefutable de la propia
el campo avergonzado. Es más, por lo común los oyentes tesis. Como es sabido, en tiempos recientes algunos
creerán haber asentido por pura convicción. Pues lo que filósofos han aplicado esta estratagema ante todo el
nos es desventajoso suele parecer absurdo al intelecto. público alemán con el éxito más brillante. Pero como
Intellectus luminis sicrí non est recipit infusionem a son exempla odiosa, tomaremos un ejemplo más an-
volúntate et affectibus [el intelecto no es una luz que arda tiguo de Goldsmith, The Vicar of Wakefield, [Cap. VII].
sin aceite, sino que es alimentado por la voluntad y las
pasiones.] (Francis Bacon, Novum Organon, 1,49). Esta
estratagema podría denominarse «atacar al árbol por la
raíz»: por lo común, se llama argumentum ab utili Estratagema 37

(que debería ser una de las primeras). Cuando el ad-


versario tiene razón en la cuestión, pero por desgra-
Estratagema 36 cia para él elige una mala prueba, nos resultará fácil
refutar esa prueba y haremos pasar esto por una re-
Aturdir, desconcertar al adversario mediante pala- futación de la cuestión. En el fondo, esto se reduce a
brería sin sentido. Se basa en que: que hacemos pasar un argumentum ad hominem por
uno ad rem. Si a él o a alguno de los presentes no se le
«Suele creer el hombre cuando solo oye palabras, ocurre una prueba mejor, habremos vencido. Por
que deberían, sin embargo, tener algún sentido»1. ejemplo, cuando uno plantea el argumento ortológi-
co para probar la existencia de Dios, que es muy fácil
Cuando es consciente en secreto de su propia debi- de refutar. Esta es la vía por la que los malos aboga-
lidad, cuando está acostumbrado a escuchar cosas

1. Probablemente Schopenhauer piense aquí de nuevo en el


1. J. W. Goethe, Fausto, en J. W. G, Obras completas, ed. de Ra- Fausto de Goethe, en la escena de la que cita las palabras: [«Y en
fael Cansinos Assens, tomo III, p. 1334, Aguilar, Madrid 1992. estas salas y estos bancos, / pierdo oído, vista y pensamiento»]
[N. del T.] (J. W. Goethe, op. cit., p. 1322). [N. delE.]
EL ARTE DE TENER RAZÓN 67
66 ARTHUR SCHOPENHAUER

dos pierden una buena causa: pretenden defenderla razón y que por tanto juzga y piensa erróneamente,
mediante una ley inadecuada, y la adecuada no se les lo que es el caso en toda victoria dialéctica, se le en-
ocurre. cona más que mediante una expresión grosera, ofen-
siva. ¿Por qué? Porque como dice Hobbes en De ave,
cap.l [par. 5]: Otnnis animi voluptas, otnnisque ala-
Última estratagema critas in eo sita est, quod quis habeat, quibuscum con-
ferens se, possit magnifice sentiré de seipso [Todo
Cuando se advierte que el adversario es superior y placer del ánimo, toda alegría reside en que haya
que uno no conseguirá llevar razón, personalícese, alguien en comparación con el cual uno pueda tener
séase ofensivo, grosero. El personalizar consiste en un alto concepto de sí mismo]. Nada le importa al
que uno se aparta del objeto de la discusión (porque hombre más que la satisfacción de su vanidad y nin-
es una partida perdida) y ataca de algún modo al guna herida le duele más que cuando se golpea ésta.
contendiente y a su persona: esto podría denominar- (De ahí dichos como el de «vale más el honor que la
se argumentum ad personam, a diferencia del argu- vida», etc.) Esta satisfacción de la vanidad se deriva
mentum ad hominem: este parte de un objeto pura- principalmente de la satisfacción de uno con los de-
mente objetivo para atenerse a lo que el adversario ha más, en cualquier aspecto, pero principalmente en
dicho o admitido sobre él. Al personalizar, sin em- relación con las capacidades intelectuales. Ahora
bargo, se abandona por completo el objeto y uno di- bien, esto ocurre effective y de forma muy notoria al
rige su ataque a la persona del adversario: uno, pues, discutir. De ahí el encono del vencido con el que no
se torna insultante, maligno, ofensivo, grosero. Es se ha cometido una injusticia, y de ahí que acuda al
una apelación de las facultades del intelecto a las del último recurso, a esta última estratagema: a la que
cuerpo, o a la animalidad. Esta regla goza de gran pre- uno no puede sustraerse mediante la mera cortesía
dicamento porque cualquiera es capaz de ejercerla, de su parte. No obstante, una gran sangre fría tam-
por lo que se utiliza con frecuencia. Cabe preguntarse, bién puede ser de ayuda aquí si uno contesta tran-
pues, qué contrarregla es válida entonces para la otra quilamente, tan pronto como el adversario empie-
parte. Pues si la otra parte quiere utilizar esta misma, za a personalizar, que eso no hace al asunto, se
se acabará en pelea, duelo o proceso por injurias. vuelve de inmediato a este y se prosigue demos-
trándole aquí que le falta razón sin reparar en sus
Mucho se equivocaría quien pensara que basta ofensas, es decir, como dijo Temístocles a Euribia-
con que uno mismo no personalice. Pues si uno des: 7rdcTod;ov fxév, áxouaov Sé [golpéame pero
muestra al otro con toda tranquilidad que no tiene
68 ARTHUR SCHOPENHAUER
EL ARTE DE T E N E R RAZÓN 69

escúchame] (Plutarco, Temistocles, 11,20). Pero esto


le causará le inducirá a la mala fe y a las añagazas o a
no está al alcance de cualquiera.
la grosería.
Por tanto, la única contrarregla segura es la que ya
Entre la discusión in colloquio privato sive fami-
ofrecía Aristóteles en el último capítulo de los Tópicos:
liari [en conversación familiar o doméstica] y la dis-
no discutir con el primero que se presente, sino úni-
putado sollemnis publica, pro gradu [solemne dispu-
camente con aquellos a quienes se conoce y de los
tación en público, para la obtención de un título], etc.,
que se sabe que tienen el suficiente entendimiento
no hay una diferencia esencial. Quizá sólo que en la úl-
para no plantear algo demasiado absurdo y tener que
tima se requiere que el respondens [defensor de la
quedar por ello expuestos a la vergüenza; para discutir
tesis] lleve siempre la razón frente al opponens [crítico
con razones y no con sentencias inapelables; para escu-
de la tesis] y que, por ello, en caso de necesidad, el
char las razones y atenerse a ellas; y, por último, que es-
praeses [presidente] le apoye; o también que uno ar-
timen la verdad, escuchen de buena gana buenas razo-
gumenta con mayor formalidad en esta última,
nes, también de labios del adversario, y que tengan la
procurando revestir sus argumentos de una forma
ecuanimidad suficiente para poder soportar no llevar
silogística rigurosa.
razón cuando la verdad está de la otra parte. De esto
se sigue que de entre cien apenas hay uno digno de
que se discuta con él. Déjese al resto decir lo que
quiera, pues desipere est juris gentium [delirar es un
derecho común], y considérese lo que dice Voltaire: La
paix vaut encore mieux que la vérité [la paz es preferible
aun a la verdad], y hay un refrán árabe que afirma que
«del árbol del silencio cuelgan los frutos de la paz».
En cualquier caso, el discutir, como roce de cabe-
zas, muchas veces es de provecho mutuo para la rec-
tificación de los propios pensamientos y también
para el alumbramiento de nuevas opiniones. Sin
embargo, ambos contendientes deben ser bastante
similares en cuanto a erudición e inteligencia. Si uno
carece de la primera, no lo entenderá todo, no estará
au niveau. Si carece de la segunda, el encono que eso
EL ARTE DE T E N E R RAZÓN 71

dialéctica y lógica. Cicerón afirma en el Lucullo


Anexo [Academicorum libri, II, 28, 91]: Dialecticam inven-
tam esse, veri et falsi quasi disceptatricem [La dialéc-
tica se inventó como arbitro de lo verdadero y lo fal-
so]. Y en los Tópicos, 2: Stoici enim judicandi vias dili-
genter persecuti sunt, ea scientia, quam Dialecticen
appellant [Pues los estoicos han indagado con gran
diligencia los métodos de juzgar, mediante la ciencia
que llaman dialéctica]. Quintiliano, De institutione
oratoria [XII, 2]: itaque haec pars dialecticae, sive
I illam disputatricem dicere malimus [Así pues, a esta
parte de la dialéctica preferimos llamarla disputati-
Lógica y dialéctica ya fueron utilizadas como sinóni- va]: esta última, pues, le parece el equivalente latino
mos por los antiguos, si bien Xoyt£sa&oa [reflexio- de SiaA£XTt.xY¡. (Hasta aquí según Petri Rami dialéc-
nar, meditar, calcular] y SiaXéysa&oa [conversar] tica, Audomari Talaei paraelectionibus illustrata,
son dos cosas muy distintas. Platón, según informa 1569). Este uso de las palabras lógica y dialéctica
Diógenes Laercio, fue el primero en utilizar el nom- como sinónimos se ha mantenido también en la Edad
bre dialéctica (8t.aXex-n.xy], o'iaXsxxt.xrj 7ipay¡xa- Media y en la época moderna hasta hoy. Sin embargo,
TÉia [tratado dialéctico], (kaXexxt-xoi; ávY¡p [hom- en la época moderna, especialmente en Kant, se ha
bre dialéctico]) y vemos que en el Fedro, en el Sofista utilizado más frecuentemente «dialéctica» en un senti-
y en La República (libro 7, etc.) entiende por ella el do más peyorativo, como «arte sofístico de discutir», y
uso regular de la razón y el estar ejercitado en el mis- por tanto se ha preferido la denominación, más ino-
mo. Aristóteles utiliza xa St-aXexxixa en el mismo cente, de «lógica». Sin embargo, originalmente ambas
sentido, pero según Lorenzo Valla primero utilizó cosas significan lo mismo y en los últimos años se han
XoyLXTj [lógica] en ese sentido: encontramos en él vuelto a utilizar como sinónimos.
Xoyixocl Sua^Epeíoa [dificultades lógicas], es decir,
argutiae,TipÓTy.aiq XoyixYj [lógicaprimera], aco- II
pia Xoyt.xY¡ [dificultad lógica]. Según esto, 8ta-
XSX-CXXY] sería más antiguo que Xoyt-xV]. Cicerón y Es una lástima que dialéctica y lógica se vengan utili-
Quintiliano utilizan en el mismo significado general zando como sinónimos desde los tiempos más anti-
70
72 ARTHUR SCHOPENHAUER
EL ARTE D E T E N E R RAZÓN 73

guos, por lo que no tengo entera libertad para distin- medios que los individuos utilizan unos contra otros
guir su significado, como me gustaría hacer, y definir para hacer valer todos ellos su pensamiento indivi-
la lógica (de Xoyl^ecr&oa, reflexionar, calcular, de dual como el puro y objetivo. Pues la naturaleza hu-
Xóyo?, palabra y razón, que son inseparables) como mana lleva consigo que cuando al pensar conjunta-
«la ciencia de las leyes del pensar, es decir, del modo mente, oYaAéysa&oa, es decir, al compartir opinio-
de proceder de la razón», y la dialéctica (de SiocXé- nes (excluyendo las conversaciones históricas), A se
yea&oa, conversar, si bien toda conversación partici- da cuenta de que los pensamientos de B sobre el mis-
pa hechos u opiniones: es decir, es histórica o delibe- mo objeto difieren de los suyos propios, no empieza
rativa), como «el arte de discutir» (dando a esta pala- por revisar su propio pensamiento para encontrar el
bra su sentido moderno). Evidentemente, la lógica error, sino que presupone este en el pensamiento aje-
tiene entonces un objeto puramente a priori, deter- no; es decir, el hombre, por naturaleza, siempre quie-
minable sin intervención empírica, las leyes del pen- re tener razón: y lo que se sigue de esta característica
sar, el proceder de la razón (del Xóyog), leyes que esta es lo que enseña la disciplina a la que yo querría de-
sigue librada a sí misma y sin perturbación, es decir, nominar dialéctica, pero que, para evitar malenten-
en el pensar solitario de un ser racional al que nada didos, denominaré dialéctica erística. Esta sería,
indujera a error. La dialéctica, por el contrario, trata- pues, la teoría que estudia cómo procede la natural
ría de la comunidad de dos seres racionales que, por tendencia humana a querer tener razón siempre.
tanto, piensan juntos, lo que, tan pronto como no
concuerden como dos relojes sincronizados, dará lu-
gar a una discusión, es decir, una lucha intelectual.
Como razón pura, ambos individuos deberían con-
cordar. Sus disensiones surgen de la diversidad que
es esencial a la individualidad; son, pues, un elemen-
to empírico. La lógica, la ciencia del pensar, es decir,
del proceder de la razón pura, sería por tanto entera-
mente construible a priori; la dialéctica, en gran par-
te, solo a posteriori, a partir del conocimiento empí-
rico de las perturbaciones que padece el pensar puro
debido a la diversidad de la individualidad cuando
dos seres racionales piensan juntos, y a partir de los
Schopenhauer y la dialéctica
por Franco Volpi

1. ¿Qué dialéctica?

«Órgano» de la natural maldad humana, instrumento in-


dispensable para afrontar con éxito las discusiones y po-
der satisfacer de ese modo la natural prepotencia humana,
en suma, la voluntad de llevar razón independientemente
del hecho de que se tenga: esto, y nada más, es para Scho-
penhauer la dialéctica. De ahí la denominación de su
opúsculo, Dialéctica erística, es decir, técnica de la argu-
mentación orientada al único objetivo de lograr la victoria
en la disputa (epí^et-v) sin tener en cuenta la verdad. Scho-
penhauer expuso las ideas que más tarde recogería en este
opúsculo inédito en las lecciones que dio en calidad de
profesor no titular [Privatdozent] en la Universidad de Ber-
lín. Posteriormente volvería a exponerlas en Parerga y
paralipómena.
En los mismos años y en la misma ciudad, y también en
la misma universidad, desde lo alto de su fama y la autori-
dad de su cátedra, Hegel sostenía una idea de la dialéctica
diametralmente opuesta. Para él, la dialéctica era la forma
77
78 FRANCO VOLPI S C H O P E N H A U E R Y LA DIALÉCTICA 79

misma del desplegarse y desarrollarse del espíritu según ral habilidad para discutir, es decir, precisamente aquello
un proceso que a través de los mil modos de lo real se ele- que postula Schopenhauer. ¿Cómo ha sido posible todo
va hasta lo Absoluto, y precisamente en forma de aquel sa- esto? ¿Cómo es posible que Schopenhauer y Hegel, que,
ber que se autocomprende como despliegue de la totalidad entre otras cosas, parten del mismo pensador, Kant, hayan
misma. Sin embargo, su éxito quedó truncado al morir pre- Llegado a dialécticas tan diferentes y, además, ambos con
maturamente en 1831 debido a una epidemia de cólera buenas razones?
que se desató en la ciudad. Schopenhauer, por su parte,
creyó conveniente evitar cualquier riesgo abandonando
apresuradamente Berlín por Frankfurt. 2. Las bodas de Mercurio y Filología
Ambos, cada uno a su modo, tuvieron y llevaron
razón. La idea hegeliana de dialéctica, sea con la escuela La historia había comenzado hacía mucho tiempo y había
hegeliana o en los diversos hegelianismos, sea a través de atravesado innumerables y complejas fases y vicisitudes,
su desarrollo en el ámbito del marxismo, ha gozado de en las cuales no siempre se puede reconocer el hilo con-
un éxito y de una difusión sin par, hasta el punto de con- ductor unitario. Para poder arrojar algo de luz podemos
vertirse no en un sistemafilosófico,sino en una auténti- recordar al menos algunas de las etapas esenciales de esta
ca visión del mundo. Todavía hoy, cuando enfilosofíase historia. Un punto de partida óptimo es un texto latino del
habla de dialéctica se piensa en la concepción de Hegel o siglo v d.C, cuya importancia es fundamental por la fun-
en su derivación marxista, es decir, la dialéctica entendida ción de bisagra que ejerce en la mediación entre la cultura
no solo como estructura del pensamiento sino también de pagana de la Antigüedad tardía, de la cual fue manifesta-
la realidad que conoce el pensamiento. Una concepción ción, y la cultura incipiente del Occidente cristiano, en la
de la dialéctica que ha predominado durante casi dos si- cual tuvo una profunda influencia, gozando de vasta y
glos, ocupando en filosofía el valor semántico de la pala- prolongada fortuna durante toda la Edad Media. Se trata
bra misma. del De nuptiis Mercurii et Philologiae del retórico nortea-
La idea schopenhaueriana de dialéctica, por otro lado, fricano Marciano Capella, donde encontramos, en los al-
no tiene especial necesidad de seguidores, ni de cátedras o bores de nuestra era, una exposición representativa de la
escuelas filosóficas para afirmarse; retoma, a fin de cuen- dialéctica y por tanto un testimonio relevante de la trans-
tas, una concepción de la dialéctica más antigua que misión del corpus dialecticum de la Antigüedad tardía al
cualquier escuela, y sus raíces se remontan a los orígenes Occidente latino1.
del pensamiento occidental, al mundo griego: además de
esto, radica en la condición humana misma, hasta el
1. Puede consultarse la obra en la edición de Adolf Dick, Teubner, Stut-
punto de haber sedimentado en el lenguaje común, donde gardiae, 1925 (con addenda de Jean Préaux, ibid., 1969, y con addenda y
aún hoy seguimos encontrándola. También para nosotros, corrigenda también de J. Préaux, ibid,, 1978), o bien en la edición más re-
en nuestra habla cotidiana, «dialéctica» significa en gene- ciente de James Willis, ibid., 1983.
80 FRANCO VOLPI
S C H O P E N H A U E R Y LA D I A L É C T I CA 81

Se trata de un texto que, en una forma literaria mixta de


ta del lenguaje con su exposición en un saber ordenado de
verso y prosa según la tradición satírica de Menipo, re-
forma científica.
presenta la última tentativa emprendida por la Antigüe-
Lo que a nosotros nos interesa es la aparición, en el li-
dad pagana de ofrecer un compendio sistemático del con-
bro cuarto de la obra, de la Dialéctica, personificada por
junto de las siete artes liberales según el modelo que ofre-
la segunda dama, que viene después de la Gramática.
ció Marco Terencio Varrón en su Disciplinarum libri IX, es
Marciano Capella describe con precisión su aspecto,
decir, aquella articulación del saber que representa la vía
porte y atributos. Su tez es pálida, su mirada huidiza y
más importante para la transmisión de ese saber durante
penetrante; su cabello, espeso pero bien trenzado, ador-
todo el Medievo hasta el Renacimiento y la Modernidad,
na por completo y esmeradamente su cabeza; lleva las
cuando, con la irrupción del nuevo ideal de ciencia moder-
vestiduras y el palio de Atenea, y en la mano porta los
na, esta tradición entra en crisis. Marciano Capella retoma
símbolos de su poder: en la izquierda, una serpiente en-
el ideal varroniano de una enciclopedia del saber articula-
roscada en enormes espirales; en la derecha, unas tabli-
da según «artes» o «disciplinas» autónomas, cada una con
llas con representaciones espléndidas y variopintas, uni-
un método y un objeto propios, pero lo expone insertán-
das por un gancho oculto, y mientras que la mano iz-
dola en un cuadro mitológico-religioso, lo que probable-
quierda esconde bajo el palio sus insidias viperinas, la
mente explique la fortuna de la que gozó esta obra tam-
derecha, por el contrario, se muestra a todos. El aspecto
bién en el Medievo cristiano.
de la Dialéctica es en conjunto agresivo y amenazante, y
Los dioses del Olimpo -relata Marciano Capella- esta- profiere en voz alta, en tono sacerdotal y oracular, fór-
ban preocupados por el hecho de que Mercurio, dios del mulas incomprensibles para la mayoría: que la universal
lenguaje y de la palabra, todavía no hubiera encontrado afirmativa se contrapone en modo oblicuo a la particular
una esposa idónea. Para poner fin a su prolongado celiba- negativa, y que ambas son convertibles; habla además de
to, concertaron su boda con una virgen mortal, Filología, univocidad y equivocidad y asegura ser la única capaz de
símbolo del amor por el logos, la cual, tras la unión con distinguir lo verdadero de lo falso.
Mercurio, fue acogida entre los inmortales. La ceremonia
Una entrada en escena llena de tensión, que suscita cier-
nupcial tuvo lugar en presencia de las divinidades olímpi-
ta zozobra entre los dioses, que Bromio, es decir, el «albo-
cas congregadas en torno a Júpiter. La esposa acude acom-
rotador» Dioniso-Baco, desdramatiza, observando hasta
pañada de siete damas de honor, que personifican las siete
qué punto la recién llegada se parece a una bruja charlata-
artes liberales: las tres del discurso, es decir, la gramática,
na y provocando así en los espectadores cierta hilaridad.
la dialéctica y la retórica (el trivium), y las cuatro del nú-
Pero la diosa Palas, que conoce bien la dialéctica, intervie-
mero, es decir, la geometría, la aritmética, la astronomía y
ne para decir que no es este un personaje risible, como se
la música (el quadrivium). Cada una de estas damas expo-
verá en cuanto haya expuesto sus enseñanzas. Júpiter ex-
ne los contenidos del saber que representa y al final de los
horta entonces a la joven a exponer en latín su saber. En un
esponsales es consagrada la unión entre la potencia infini-
exordio, la Dialéctica declara que tiene orígenes griegos,
82 FRANCO VOLPI S C H O P E N H A U E R Y LA D I A L É C T I CA 83

pero que puede expresarse igualmente en latín gracias al posiciones y sus diversas formas (categórico, hipotético o
valioso trabajo de mediación realizado por Varrón, pri- mixto)2.
mer traductor a la lengua de los romanos de sus enseñan- Tras la exposición de sus enseñanzas, la Dialéctica se
zas, aprendidas en los textos de Platón y Aristóteles. Sin apresta a proseguir ilustrando la doctrina de los sofismas,
embargo, ha conservado en griego su propio nombre, Dia- de los razonamientos capciosos, de las falacias y de los en-
léctica, por lo que este sigue siendo idéntico en Atenas y en gaños que es posible perpetrar por medio de la palabra,
Roma. Comienza entonces la exposición de sus enseñan- tema tratado en las Refutaciones sofísticas de Aristóteles.
zas, que comprenden, según el orden habitual en las es- Pero en este punto interviene Palas, que interrumpe a la
cuelas griegas, transmitido por Varrón, todo el corpus Dialéctica, no solo para no cansar a la audiencia, sino tam-
doctrinal de la lógica clásica, articulado del siguiente bién porque no conviene la exposición de los engaños so-
modo: físticos en presencia de Júpiter y de los demás dioses. Dice
1) de loquendo, es decir, la doctrina del significado de Palas, dirigiéndose a la Dialéctica para interrumpirla: «Ya
los términos, que comprende los cinco predicables (gé- basta, noble fuente de la ciencia profunda (profundae fons
nero, especie, definición, propio, accidente), los antepre- decens scientiae) que desvela la realidad oculta disertando
dkamenta o instrumenta categoriarum (es decir, la dis- sin dejar nada poco claro ni omitir nada ignoto»3.
tinción entre diversos tipos de denominaciones: equívo- Dos son los apuntes de este texto que habrán quedado
ca, unívoca, plurívoca, propia, ajena), las categorías patentes al final de nuestra historia: el primero es que la
(sustancia, cantidad, cualidad, relación, espacio, tiempo, dialéctica se considera como la fuente misma del saber
acción, pasión, estado, situación) y postpraedicamenta científico (fons scientiae) y se tiende a identificarla con la
(es decir, las cuatro formas de oposición: contradictorie- lógica entendida como el conjunto de las reglas del correc-
dad, privación, contrariedad, relatividad), la definición y to razonar y argumentar con el fin de distinguir lo verda-
la división; dero de lo falso. El otro es que la dialéctica, precisamente
2) de eloquendo, es decir, la doctrina del discurso y por su naturaleza de fuente del saber, se considera riguro-
de sus partes (nomen y verbum que forman la oratio); samente separada de la sofística y de la erística, que no tie-
3) de proloquendo, que comprende la doctrina de la nen más que la apariencia del saber.
proposición predicativa o juicio (proloquium), la cual, en
cuanto síntesis o diairesis de representaciones, tiene la ca- 2. No se tratan otras dos doctrinas inicialmente anunciadas como compe-
racterística de poder ser verdadera o falsa, la diferentiae tencia de la Dialéctica, a saber, la doctrina del discurso poético (quinta de
proloquiorum (esto es, la cualidad afirmativa o negativa y iudkando, quaepertínet ad íudicationem poetarum et carminum [la quin-
ta, acerca del juicio, que se refiere a la crítica de poetas y poemas]) y la de
la cantidad universal o particular del juicio), la proloquio- la dicción retórica (sexta de dictione, quae dicenda rhetoribus commodata
rum affectiones y la conversión de las proposiciones; est [la sexta, acerca de la dicción, que se ajusta a los oradores]).
4) de proloquiorum summa, o, lo que es lo mismo, la 3. Marciano Capella, De nuptüs, op. cit„ IV, p. 423 (208,14-16 Dick; 146,
doctrina del silogismo en tanto que concatenación de pro- 7-9 Willis).
S C H O P E N H A U E R Y LA DIALÉCTICA 85
84 FRANCO VOLPI

La presencia de esta idea de dialéctica entre elfinaldel pensamiento y de expresión. La igualdad de los ciudada-
mundo antiguo y el inicio de nuestra era, documentada de nos ante la ley (laovojxla) tiene, como recuerda Heródo-
forma tan plástica en el De nuptiis, es confirmada posterior- to, partidario de la democracia (V, 78), su principal reali-
mente por otros textos muy difundidos en la Edad Media en zación en la igualdad de derecho al uso de la palabra en las
los que es posible reencontrarla, como en las Institutiones discusiones públicas (lcnr]Ywpia), un derecho, pues, que
(cap. 3) de Aurelio Casiodoro, las Etymologiae (libro II, para los críticos de la democracia, como Isócrates (Sobre el
caps. 22-31) de Isidoro de Sevilla, o el De dialéctica de Alcui- Areópago, 20), ha degenerado en la facultad de decir cual-
no. Y se puede recordar también el De dialéctica (o Principia quier tipo de cosas, en el hablar por hablar (rcappvjala). El
dialecticae), obra bastante difundida de dudosa atribución a autorizado testimonio de Platón (Gorgias, 461 e; Leyes, I,
san Agustín, que define la dialéctica como la disciplina disci- 641 e) confirma que la libertad de palabra (e^ouala TOÜ
plinarian o la scientia veritatis4. Xéyetv) era mayor en Atenas que en el resto de las ciuda-
Tenemos por tanto en la transición del mundo antiguo des de Grecia, tanto que se le podía atribuir justificada-
al de la «edad intermedia» una idea decididamente positi- mente el apelativo de ciudad «amante del discurso» (<pt,Xó-
va de la dialéctica entendida como fuente de ciencia, lo Xoyo^) o «délos muchos discursos» (rtoXúXoyo?). En este
que no deja de sorprender tras la lectura del texto de Scho- contexto histórico-político se produce, como es sabido, el
penhauer. Tenemos, pues, que preguntarnos: ¿cómo ha nacimiento de aquel movimiento cultural que fue la sofís-
sido posible todo esto? ¿Cómo se ha llegado a ver en la dia- tica, y de él lafilosofíade Sócrates, Platón y Aristóteles, en
léctica la fuente de la ciencia? los cuales la dialéctica adquiere una importancia decisiva.
En lo que respecta al término en cuanto tal, sabemos que
el verbo oYaXéyea&oa está atestiguado ya en Homero, pero
3. La dialéctica en la Antigüedad solo en Platón es utilizado en una acepción propiamente fi-
losófica, esto es, en el sentido de discutir atendiendo a la
Nuestra historia debe remontarse todavía más atrás, a los cosa misma, es decir, atendiendo a defender o atacar una te-
orígenes mismos de la dialéctica. Gracias a los resultados sis con el fin de establecer su verdad o falsedad, y en cuanto
ya consolidados de toda una serie de estudios, podemos tal se contrapone a épí^etv, al discutir por discutir. En Pla-
afirmar que la dialéctica nace con la democracia ateniense tón también se utiliza por primera vez en sentido técnico el
del siglo v a.C, es decir, cuando con la libertad política se adjetivo 8ioCkzx.zixóc, para caracterizar el arte del discurso
dieron las condiciones que hicieron posible la libertad de y a aquel que lo practica. Pero la dialéctica había nacido an-
4. San Agustín sostiene también la congruencia de la dialéctica con la
tes de que se le encontrara nombre. Aristóteles, según un
teología cristiana. De hecho, dado que la estructura de la dialéctica es dispu- fragmento que ha llegado hasta nosotros de su diálogo de
tatoria, quien discute es un dialéctico: por tanto, también lo es san Pablo juventud perdido, el Sofista, consideraba descubridor o in-
en cuanto que discute con los judíos y paganos para defender el verbo; in- ventor (eúpeTY)<;) de la dialéctica a Zenón de Elea (cfr. 65
cluso la palabra misma de Dios lo sería, según lo que está escrito en Is 1,
18: venite, dtsputemus, dicit Dominus [Venid, discutamos, dice el Señor]. Rose; 1 Ross; 39 Gigon). Un testimonio que es confirmado
86 FRANCO VOLPI SCHOPENHAUER Y LA DIALÉCTICA 87

por lo que Platón dice de Zenón, que en el Fedro recibe el sas» (Diels-Kranz, 80 B 1), que culmina, como es sabido, en
apelativo de «Palamedes de Elea», puesto que, como el per- la valoración de la opinión (Só^oc) y de la democracia.
sonaje homérico, «hablaba con tanto arte que a quien le es- En cuanto a Gorgias, merece ser recordado porque ar-
cuchara las mismas cosas le parecían similares y disimilares, gumentaba según un método dialéctico muy similar al
una y muchas, quietas y en movimiento» (Fedro, 261 d); y el que seguía Zenón, pero con lafinalidadfilosóficaopuesta,
arte de Zenón se define más adelante como «arte de la anti- es decir, no para sostener la inmutabilidad del ser, sino
logia», es decir, del procedimiento contradictorio. para extraer una especie de nihilismo ante litteram en el
cual se niegan la existencia y la posibilidad de expresar
el ser. Más que filósofo, Gorgias fue sobre todo maestro de
4. La sofística retórica y de erística, es decir, del arte del discurso practi-
cado con elfinexclusivo de persuadir a los oyentes o de al-
En lo que respecta a la dialéctica, los dos exponentes de la canzar la victoria en las discusiones sin preocuparse de la
sofística que cabe recordar son Protagoras y Gorgias. Pro- verdad. Efectivamente, Gorgias entiende el discurso como
tagoras practica lo que Platón denominaría después méto- un «gran señor» (SuváaxT]? y.éya.c,) porque en él es posi-
do dialéctico, es decir, la confrontación y la discusión de ble sostenerlo todo y lo contrario de todo, es más, tiene en
dos opiniones contrapuestas a través del diálogo que tiene su poder la creación de la realidad que eso significa: puede
lugar entre dos interlocutores que tratan de refutarse alter- incluso dar a entender a los griegos la inocencia de Helena,
nativamente, y que se distingue en cuanto «discurso bre- cosa que el propio Gorgias intenta hacer en su Elogio de
ve» (Ppa^uXoyía) del «discurso largo» ((xaxpoXoyia), Helena. Desde un punto de vistafilosófico,aplicando el
«monologante», de la retórica. Protagoras era conocido en método dialéctico refutativo practicado también por Ze-
la Antigüedad como el primero que afirmó que sobre nón, que consiste en reducir a contradicción las tesis
cualquier tema es posible sostener opiniones opuestas opuestas a las que se intenta sostener, Gorgias llega a for-
(Diels-Kranz, 80 A 1); tenemos noticia de una de sus mular en su tratado Sobre el no ser, o sobre la naturaleza
obras perdidas, titulada Antilogia, es decir, precisamente (llepl TOÜ ¡ir¡ ovToq y) TiEpi cpúaeox;) sus tres célebres
«discursos opuestos», que inauguró una tradición litera- tesis: el ser no es, si fuese, no sería cognoscible, si fuese
ria de la que se conserva un destacado ejemplo en los de- cognoscible, no sería comunicable (ávepprjveuTov).
nominados Dissol lógoi, escrito anónimo que desarrolla
«discursos dobles», es decir, opuestos entre sí, sobre te-
mas fundamentales (¿Qué es bueno y qué es malo? ¿Qué 5. Sócrates
es justo y qué injusto? ¿Qué es decente y qué indecente?). La
posiciónfilosóficade Protagoras, basada en la convicción El otro gran padre fundador de la dialéctica es Sócrates,
de que «todas las opiniones son ciertas» (Platón, Teeteto, quien, con su magisterio original, expuesto en los testimo-
166 d y ss.), es que «el hombre es la medida de todas las co- nios de Platón, Aristóteles y Jenofonte, pone en práctica el
88 F R A N C O VOLPL
S C H O P E N H A U E R Y LA D I A L É C T I CA 89

método dialéctico ya utilizado por Protagoras, pero con fi- demolerla, sino que debe poner a prueba todas las opinio-
nalidad y resultados diferentes. Formalmente, Sócrates nes intentando refutar su pretensión de hacerse pasar como
practicaba el mismo método de discusión dialéctica, por verdadero saber sin serlo. Partiendo de las opiniones, pues,
medio de preguntas y respuestas, que también habían uti- la dialéctica socrática origina la exigencia de algo que no sea
lizado los sofistas (la única diferencia notable, al menos ya una opinión, un parecer o punto de vista particular, pers-
en apariencia, era que los sofistas cobraban por sus ense- pectivista y subjetivo, sino que constituya la superación de
ñanzas, mientras que Sócrates no). Sócrates llevó este méto- todo perspectivismo y subjetividad, es decir, la exigencia de
do a una mayor perfección técnica mediante una serie de lo universal, de la ciencia. La dialéctica socrática queda por
procedimientos lógicos, el primero de ellos el de la «refuta- tanto libre de cualquier interferencia con la retórica y es cla-
ción» (zkzyyoc,), cuyo objetivo era demostrar la contradic- ramente practicada con miras a la ciencia, aunque en reali-
toriedad y por tanto la insostenibilidad de una determinada dad no Llegue a una auténtica comprensión y a una auténti-
opinión examinada. Es un procedimiento dialéctico que ca formulación del saber, sino que se atenga a la exigencia,
tiene lugar en el diálogo, puesto que consiste en intentar que radicalmente crítica, del «saber que no se sabe». Será Platón
el interlocutor reconozca, por medio de las preguntas ade- quien la desarrolle en el sentido del saber epistémico.
cuadas, determinadas premisas de las que se infieren con-
clusiones que contrastan con las tesis sostenidas por el ad-
versario para lograr que se contradiga consigo mismo. 6. Platón
En realidad, con Sócrates se produce una transforma-
ción decisiva en la configuración de la dialéctica, que de- Ilustrar, aunque solo fuera a grandes rasgos, el desarrollo sis-
pende de la distinta actitud que adopta en la confronta- temático que hace Platón del método dialéctico de Sócrates
ción de las opiniones. Del hecho de que estas últimas se -llegando, con la doctrina de las ideas, a formular el univer-
muestren todas igualmente refutables o sostenibles Sócra- sal que buscaba Sócrates de forma no aporética, sino siste-
tes no deduce, como Protagoras, la convicción de que la mática, e identificando por tanto la dialéctica con la filoso-
dialéctica tiene una tarea análoga a la de la retórica, a sa- fía- requeriría todo un tratado. Bien es cierto que en nuestro
ber, persuadir o disuadir respecto a unas u otras con inde- contexto -en el que interesa sobre todo la relación entre dia-
pendencia de su verdad, es decir, no deduce la tesis de que léctica y erística- Platón, con su dialéctica, no parece consti-
todas las opiniones son verdaderas, sino, por el contrario, tuir un punto de referencia para Schopenhauer, que sin em-
que son todas falsas, o mejor dicho: en la medida en que bargo le admiraba como «divino», al contrario de lo que pro-
pueden ser tanto verdaderas como falsas, no tienen aquel bablemente ocurra con Aristóteles. Esto es debido a que -y
carácter de saber estable propio de lo universal (TO XOC&Ó- es esto lo que interesa resaltar- Platón sostiene una concep-
Xov), es decir, de la ciencia (ereiaTt]\j.r¡). La tarea de la dia- ción de dialéctica opuesta a la redescubierta por Schopen-
léctica se convierte en una tarea crítica: no debe ponerse al hauer: Platón critica de forma radical la concepción sofística,
servicio de esta o aquella opinión para sostenerla o para retórica y erística de la dialéctica, porque esta no es para él
S C H O P E N H A U E R Y LA DIALÉCTICA 91
90 FRANCO VOLPI

una mera técnica argumentativa desvinculada de la verdad los que constituyen la ciencia (ercurofjinr)), es decir, el razo-
del asunto en cuestión sino, por el contrario, el método rigu- namiento y la inteligencia (St-ávoca, vór¡aiq). Pues bien,
roso para la búsqueda de la verdad. la dialéctica se identifica con el saber auténticamente cien-
Aunque puede decirse que en general esto es así, un tífico del último segmento de la línea, el cual no se detiene
examen más atento muestra que la concepción platónica en las hipótesis, sino que las utiliza como medios para lle-
de la dialéctica no es la misma en todos los diálogos. En gar a un principio no hipotético (ávurcóíteTov), represen-
efecto, dicha concepción atraviesa una evolución en el tado por la idea del Bien. Sin embargo, dado que el tema
transcurso de la cual se desarrolla progresivamente a partir del diálogo no es la dialéctica en cuanto tal, sino la natura-
de la concepción socrática, que es aquella que se encuentra leza y la organización del estado ideal, Platón no especifi-
en los diálogos de juventud, hasta llegar a un auténtico mé- ca ulteriormente en qué consiste el procedimiento para lle-
todo sistemático del filosofar, que es la que caracteriza los gar desde las hipótesis hasta el principio no hipotético, ni
diálogos «dialécticos», así denominados porque en ellos la cuál es el que se utiliza para descender de este último a las de-
teorización de la dialéctica llega a su cénit. más ideas: sí alude, sin embargo, en un pasaje significativo
Una primera referencia a la dialéctica se encuentra en el (República, VII, 534 b y ss.) al hecho de que la dialéctica
Menón (75 d), un diálogo que refleja la exigencia de desa- llega a ese principio a través de refutaciones de todo tipo
rrollar de modo positivo la enseñanza socrática y que pue- (Stá Tiávxwv éAéyxwv o"t,£Í;uüv),yque tales refutaciones
de considerarse como la introducción a la filosofía de Pla- no se llevan a cabo conforme a la opinión, sino según la
tón, pero en el cual sigue prevaleciendo la concepción so- i cosa misma (¡ir¡ xocrá Só^av áXXá xax' ouaíocv).
crática según la cual aunque el método dialéctico se ejerza, La estructura del procedimiento dialéctico se precisa en
ciertamente, con miras a la verdad, a la definición del uni- los diálogos posteriores a la República. En el Fedón Platón
versal, lo determinante es lograr un acuerdo (óp.oXoY't.a) afirma que es preciso verificar la coherencia de las hipóte-
con el interlocutor. sis, es decir, las ideas que se formulan para dar razón de
La superación de la concepción socrática y la madura- proposiciones particulares, y tal verificación se lleva a
ción de la concepción típicamente platónica están docu- I efecto en primer lugar examinando las consecuencias que
mentadas en la República, donde la dialéctica, que es el se derivan de ellas para observar si se contradicen o no en-
saber que deben poseer los gobernantes del Estado ideal, tre sí, y posteriormente reduciendo toda hipótesis a una
se identifica con el grado máximo del conocimiento. hipótesis superior, más universal, hasta llegar a algo que
Hacia elfinaldel libro sexto, Platón ilustra los grados del sea suficiente por sí solo (Ixavóv), es decir, irreductible ya
conocimiento comparándolos con una línea dividida en a hipótesis ulteriores (Fedón, 101 d-e). En el Parménides,
cuatro segmentos que se corresponden respectivamente a Platón sigue desarrollando el método dialéctico, no limi-
los cuatro grados del conocimiento: los primeros dos son los tándolo ya a la verificación de una determinada hipótesis
que constituyen la opinión (Só^a), es decir, la imagina- para observar si de ella se derivan consecuencias que se
ción y la creencia (Elxacria, nioziq), y los otros dos son contradicen entre sí o con otras tesis aceptadas, sino ex-
S C H O P E N H A U E R Y LA DIALÉCTICA 93
92 FRANCO VOLPI

7. Aristóteles
tendiéndolo también a las hipótesis opuestas. Se tienen así
dos hipótesis contradictorias, es decir, dos hipótesis tales La dialéctica de Aristóteles ha sido objeto de tantos estu-
que una niega lo que afirma la otra y la refutación de una dios, y de tal importancia, que no podemos aquí siquiera
demuestra por sí sola la otra. Según esto, la estructura for- intentar ilustrarla. Baste con recordar los rasgos que ca-
mal del método dialéctico que teoriza Platón es identifica- racterizan su inspiración de fondo, sobre todo para po-
ble, más que con el de Sócrates, con el de Zenón, en cuan- der valorar mejor la erística que retoma Schopenhauer.
to que, al igual que este último, examina dos hipótesis Como se sabe, Aristóteles dedica al estudio de la dialéctica
contradictorias, si bien, en continuidad con el método so- dos escritos del Organon, a saber, los Tópicos, en ocho li-
crático, es aplicado a la búsqueda del universal. Esta con- bros, y Sobre las refutaciones sofísticas, que en algunos ma-
cepción de la dialéctica también está presente en sus últi- nuscritos aparecen como el noveno libro de los Tópicos.
mos diálogos, es decir, el Fedro, el Sofista y el Filebo, en los Distanciándose de Platón, Aristóteles devuelve la activi-
cuales la dialéctica se define como el método de clasifica- dad dialéctica al ámbito de las opiniones, volviendo en
ción sistemática de ideas mediante el criterio de reducción este sentido a la concepción de Protagoras, con la preci-
((Tuvaywyy]) de lo particular a lo universal y de división sión de que si bien es cierto de que para Aristóteles la opi-
($L<xípEOiq) de lo universal en lo particular. Esto implica, nión no es ciencia, esta no es tampoco un parecer mera-
como puede entenderse fácilmente, una contraposición mente subjetivo y arbitrario, como en sus degeneraciones
entre la dialéctica, por un lado, y la erística, la sofística y la sofísticas y erísticas, sino un punto de partida susceptible
retórica, por otro, que representan las diversas formas en de consenso. La dialéctica es, pues, un método que sirve
las que el uso de la dialéctica conduce a la negación o a la para discutir bien sobre cualquier tema posible partiendo
simulación de la verdad y del saber. Una contraposición de opiniones plausibles (IvSo^a), es decir, opiniones com-
que se sostiene con plena consciencia de la profunda se- partidas por todos, por la mayoría o por los sabios y, entre
mejanza entre lafilosofía,es decir, la auténtica dialéctica, y estos, por los más conocidos y reputados (Tópicos, 1,1,100
la sofística, en la medida en que ambas utilizan el arte de a 1-20). Esto quiere decir que no solo los filósofos o los sa-
contradecir y la técnica de la refutación. La valoración bios, ni por tanto quienes desean llegar a serlo, sino todos
de la refutación como núcleo de la dialéctica y su desarro- los hombres ejercen de algún modo la dialéctica, puesto que
llo en sentido constructivo son también atestiguados en todos llegan a verse en situación de tener que defender o
la Carta séptima, donde se ilustra el proceso a través del atacar, es decir, poner a prueba una tesis. Bien es cierto que,
cual se llega a captar los principios, afirmando que solo «si i mientras que los hombres corrientes practican la dialéctica
se refuta mediante refutaciones benévolas (sv eúfxevéoxv j sin un método, el auténtico dialéctico lo hace mediante una
i\h{yoiq i\zy/ó\i.zvix), utilizando sin hostilidad pregun-1 técnica y una capacidad argumentativa específicamente
tas y respuestas, brillan la comprensión y la inteligencia 1 ejercitada y desarrollada (Sobre las refutaciones sofísticas,
respecto a cualquier cosa (l^éXafx^e cppóv/jat.^ Ttepl] 11,172 a 23-36). Aristóteles, por su parte, se jacta de haber
exaatov xal voüq)» (344 b).
S C H O P E N H A U E R Y LA DIALÉCTICA 95
94 FRANCO VOLPI

los principios peculiares de cada disciplina y no a partir


aportado el primer tratado jamás escrito sobre los méto-
de las opiniones del que responde (pues es preciso que el dis-
dos de la buena argumentación (Sobre las refutaciones sofís-
cípulo se convenza); dialécticos los que prueban la contra-
ticas, 34,183 b 16-184 b 7), mientras que en otros casos, por
dicción a partir de cosas plausibles; críticos, los construi-
ejemplo en la retórica, ya existían tratadistas anteriores.
dos a partir de cosas que resultan plausibles para el que
Como se explica ya al principio mismo del tratado, la
responde y que es necesario que sepa el que presume de te-
característica específica del silogismo o razonamiento dia-
ner un conocimiento (de qué manera, empero, se ha preci-
léctico consiste, pues, en inferir a partir de premisas «en-
sado en otros textos); erísticos, los que, a partir de cosas
doxales», es decir, opiniones plausibles en el sentido indi-
que parecen plausibles, pero no lo son, prueban o parece
cado, mientras que el razonamiento científico, apodíctico,
que prueban» (Sobre las refutaciones sofisticas, 2,165 a 38-
infiere a partir de premisas verdaderas y primeras, es de-
b 8; Aristóteles, op. cit., p. 311).
cir, evidentes por sí mismas y no en virtud de alguna otra
Distinguiendo las respectivas formas de razonamiento,
cosa, y el erístico de premisas que se presentan engañosa-
Aristóteles separa claramente la dialéctica de la ciencia, la
mente como opiniones plausibles pero que en realidad no
erística o la retórica. Pero la especificidad de la dialéctica
lo son (Tópicos, 1,1,100 a 27-101 al). Aristóteles mencio-
es determinada posteriormente en el segundo capítulo del
na otra forma más de razonamiento falaz, a saber, el «pa-
primer libro de los Tópicos indicando sus usos posibles,
ralogismo», cuya incorrección no procede del engaño,
que son tres:
sino de un error, y que por tanto se considera distinto del
silogismo erístico. Y trata también de un tipo de razona-
1) La dialéctica es útil en relación con el ejercicio {npbc,
miento ulterior, el retórico o «entimema», que se distingue
yu^vaoLav), es decir, sirve para entrenarse en la práctica
de los demás por su forma abreviada, generalmente por la
de la argumentación.
omisión de una premisa que se da por sobreentendida.
2) Es útil en relación con las conversaciones (npbc, xaq
Esta distinción entre las diversas formas de razona-
svxsú^em), es decir, sirve para conducir bien las discusio-
miento se retoma al final del tratado, donde Aristóteles
nes que uno se vea en el caso de trabar.
propone llamar «filosofema» al silogismo apodíctico,
3) Es útil, en fin, en relación con las ciencias filosóficas
«epicheiréma» (es decir, argumentación directa contra un
{npbc, rene, xaxá cpiAoaocplav £7aoT7¡[ji.a£)yestoendos
interlocutor) al silogismo dialéctico, «sofisma» al silogis-
sentidos:
mo erístico y «aporema» al silogismo dialéctico que con-
3.1) Sobre todo, porque aprendiendo a desarrollar las
cluye con una contradicción y por tanto con una refuta-
aporías en ambas direcciones (npbc; áfxcpóxEpa Sux-
ción (Tópicos, VIII, 11,162 a 12-18). Y también es retoma-
TcopTJom) nos resulta más fácil discernirlo verdadero y lo
da posteriormente en Sobre las refutaciones sofísticas,
talso en cualquier alternativa.
donde se afirma que «Hay cuatro géneros de argumentos
3.2) Lo es también porque siendo inquisitiva (é£e-
en la discusión: didácticos, dialécticos, críticos «Peirasti-
TacTTiXTri), «es útil para las cuestiones primordiales pro-
koi» y erísticos. Son didácticos los que prueban a partir de
S C H O P E N H A U E R V LA DIALÉCTICA 97
96 FRANCO VOLPI

También en este contexto, en particular en los capítulos 1,


pias de cada conocimiento», es decir, ayuda a encontrar 2 y 9 del tratado, Aristóteles subraya la diferencia entre la
aquellas proposiciones primeras de las que, en cada una dialéctica y la erística.
de las ciencias particulares, parte la demostración apo- Schopenhauer, prescindiendo completamente de la uti-
díctica, la cual, en cuanto principio de demostración, no lidad científica que Aristóteles atribuía a la dialéctica, y
puede a su vez ser demostrada, aunque sí buscada de for- por tanto desatendiendo sus diferencias con la erística,
ma dialéctica. identifica simplemente la dialéctica con esta última y, rete-
Aunque aquí dejaremos en este punto la aclaración del niendo tan solo el aspecto técnico-formal, la reduce a un
significado de estos posibles usos de la dialéctica, está cla- conjunto de estratagemas, es decir, a mero instrumento
ro que Aristóteles sitúa la dialéctica en el ámbito de la opi- argumentativo al servicio bien de lo verdadero, bien de lo
nión, de las endoxa, y por tanto rehabilita, contra Platón, falso, a arma para prevalecer sobre el interlocutor con
el valor de la opinión; a diferencia de Protagoras, sin em- independencia de que se tenga o no razón. A tal efecto,
bargo, Aristóteles no considera que la opinión tenga que Schopenhauer, con la sólida convicción de que la dialéc-
estar en conflicto con el saber científico, sino, al contrario, tica, instrumento al servicio de la naturaleza perversa y
muestra que puede resultar útil para la adquisición del sa- prepotente del hombre, no puede ser sino erística, explo-
ber en la medida en que aporta el terreno del que parten ta los materiales que pone en abundancia a su disposi-
las demostraciones científicas. ción el tratado aristotélico, pero se lamenta de la forma
Dicho esto, está claro que también para Aristóteles, insuficientemente erística que Aristóteles ha dado a la
pese a su rehabilitación de la opinión, la erística no puede dialéctica. En efecto, para Schopenhauer la dialéctica
representar más que una degeneración de la dialéctica, tiene como tarea principal la de «atender únicamente a
dado que esta parte solo en apariencia, es decir, engañosa- cómo uno defiende sus afirmaciones y refuta las del
mente, de opiniones plausibles. En el estudio de los silogis- otro» (cfr. supra, p. 27), y por tanto la de «establecer y
mos erísticos (epio-axol, ár{miGTiY.oí) contenido en analizar aquellas estratagemas de la mala fe en la discu-
Sobre las refutaciones sofísticas -Platón los había tratado sión» (cfr. supra, p. 28). Y afirma posteriormente: «En mi
en el Eutidemo- Aristóteles intenta desenmascarar los en- opinión, es preciso separar la dialéctica de la lógica más ní-
gaños erísticos y proporcionar instrumentos para defen- tidamente de lo que lo hizo Aristóteles, dejando a la lógica
derse de ellos en las discusiones. Con esefinilustra las cin- la verdad objetiva en la medida en que esta sea formal y li-
co trampas que tienden los sofistas: la contradicción y mitando la dialéctica al llevar razón al discutir: Por el con-
posterior refutación (iXey^o^), la falsedad (^eüSo?), la trario, la sofística y la erística no pueden separarse de esta
paradoja (7tapá8o^ov), el error lingüístico (aoXoi.xi.a- última tal como lo hizo Aristóteles [...] y puesto que se
\ióq) y la palabrería vana (aSoXsax/jaoa), y muestra des- acostumbra en general a considerar el nombre de dialécti-
pués cómo evitarlas, detallando trece tipos de silogismos ca como sinónimo de lógica, queremos denominar nues-
erísticos falsos (seis derivados de la fallada dictionis, siete tra disciplina Dialéctica eristica, dialéctica erística» (cfr.
de la fallaría extra dictiones, es decir, de los vicios lógicos).
98 FRANCO VOLPI S C H O P E N H A U E R Y LA DIALÉCTICA 99

supra, p. 19-20, nota). A este respecto, es significativo que aquí podemos dejar a un lado todo esto, porque Schopen-
Schopenhauer, a pesar de Aristóteles, afirme que no ha en- hauer no parece tener en cuenta estas concepciones de la
contrado ningún tratamiento de este tema antes de él. Dice dialéctica; por el contrario, critica abiertamente a la única
haber «buscado por doquier», probablemente sirviéndo- de ellas en la que gasta algunas palabras, la ciceroniana. Y,
se, sobre todo, de las Vidas de los filósofos de Diógenes por otra parte, ya parecen aclarados, al menos en lo que se
Laercio y de las Dialecticae institutiones de Pedro Ramo, refiere a la Antigüedad, aquellos aspectos oscuros de nues-
aunque el único escrito que menciona es una obra perdida tra historia que pretendíamos iluminar, es decir, la rela-
de Teofrasto cuyo título (en forma, por lo demás, proble- ción de la dialéctica con el saber científico, por una parte,
mática) conservó Diógenes Laercio: 'Aycovio-Tixov zf¡q y con el engaño erístico, por otra.
Tiepi xoú^ épLCTTLxoú? Xóyou^ &ewpl<xq [Discusiones Sin embargo, debemos retomar la pregunta a lo largo de
sobre la teoría de los discursos erísticos]5. la cual se desarrolla nuestra historia. Si esto es la dialéctica
para los antiguos, ¿qué es la dialéctica, la ciencia y la erísti-
ca para los modernos? ¿Cómo ha sido posible llegar a las
8. Después de Aristóteles dialécticas de Schopenhauer y de Hegel?

En este punto sería interesante hacer alguna referencia a


las demás concepciones dialécticas importantes de la An- 9. La dialéctica en la Modernidad
tigüedad, por ejemplo a las de la escuela de Megara, en al-
gunos de cuyos autores se desarrolla de forma particular la No es este el lugar para intentar ilustrar la historia de la dia-
erística y la doctrina de los sofismas, o a la de los estoicos, léctica en la transición del mundo antiguo al medieval -el
que identifican la dialéctica con la totalidad de la lógica, o, mito narrado por Marciano Capella puede bastar como tes-
en fin, a Cicerón, con su compendio de los Tópicos de timonio paradigmático- ni para demorarse en las discusio-
Aristóteles y su concepción retórica de la dialéctica. Pero nes medievales en torno a la dialéctica y su relación con la
teología, o sobre el desarrollo del género literario de los so-
5. Ya M. Schmidt, De Theophrasto rhetore commentarius, diss., Hallae, fismata y de las disputationes. Lo cierto es que este último
1839, y posteriormente H. Usener, Analecta Theophrasteae, diss., Bonnae, aspecto sería especialmente interesante para una compara-
1858, hacían notar la problemática formulación gramatical del título, es- ción con la dialéctica erística de Schopenhauer, pero como
pecialmente el neutro singular 'AyidVicrTt-xov [Bc.6Xt.ov?]. Los estudios
más recientes propenden por un doble título en genitivo (sobreenten- este, excepción hecha de una alusión a Escoto Erígena y otra
diéndose «libro de»): 'AycoviaTixwv r¡ TT¡Q 7repí Toü? épiCTTixoü? a Francis Bacon, no parece tomar en consideración este gé-
AÓyou^ Ssiopíai;, es decir, Libro de los discursos agonísticos o de la teoría nero literario, permítasenos seguir adelante6.
de los discursos erísticos (cfr. Michael G. Sollenberger, Diogenes Laertius
5.36-57: The «Vita Theophrasti», en Theophrastus ofEresus. On His Life
and Work, William W. Fortenbaugh ed., Transaction Books, New Bruns- 6. Me limitaré aquí a recordar, a título de ejemplo, el estudio, todavía útil,
wick-Oxford, 1985, pp. 1-62, en particular pp. 46-47). de Martin Grabmann, Die Sophismataliteratur des 12. und 13. Jahrhun-
S C H O P E N H A U E R Y LA D I A L É C T I CA 101
100 FRANCO VOLPI

ción (sedes argumentorum), frente al otro momento de la dia-


Lo mismo puede decirse del desarrollo de la dialéctica
léctica, el iudicium, es decir, frente a la forma correcta de la
en el humanismo y en el Renacimiento, donde sin embar-
conclusión silogística. Precisamente en la distinta valoración
go podrían encontrarse interesantes desplazamientos en la
de la relación entre inventio e iudicium, entre tópica y analíti-
idea de dialéctica: la neta y exacerbada oposición a la con-
ca, estriba la diferencia principal entre la concepción aristoté-
cepción aristotélico-escolástica de dialéctica, que de todos
lico-escolástica y la humanístico-ciceroniana. En efecto, para
modos pervive durante un prolongado período, hasta fi-
esta última, la tópica, o dialéctica, no es una forma particular
nales del siglo XVII, donde se la encuentra en los comenta-
de razonamiento quizá inferior al analítico, en la medida en
rios In universam dialecticam Aristotelis de la Escuela de
que solo es probable, sino el presupuesto necesario de la ana-
Coimbra; posteriormente la rehabilitación de la dialéctica
lítica, ya que aporta los loci communes de los que debe partir
ciceroniana entendida como ars disserendi in utramque par-
todo razonar y argumentar, incluido el analítico. Cristaliza de
tem en referencia a la praxis jurídica; posteriormente, el na-
este modo la distinción entre analítica y dialéctica que, a tra-
cimiento del «retoricismo», fenómeno desarrollado bien
vés de una tradición latente, llega hasta Kant.
debido al conocimiento de Cicerón, bien a causa de la en-
Pero posteriormente habría que analizar la crisis de la
señanza paralela de la lógica y la retórica, que de ese modo
dialéctica en la Edad Moderna tras el nacimiento del nuevo
acabaron influyéndose mutuamente. Todos estos fenóme-
paradigma del saber representado por la ciencia moderna y
nos están vinculados a nombres de ilustres humanistas,
basado en el método matemático: la dialéctica se refiere
como Lorenzo Valla (Dialéctica, Venecia, 1499), Rodolfo
ahora a una «dialéctica natural», la cual proporciona el úni-
Agrícola (en realidad Roelof Huysman, De inventione dia-
co ordo, el único método posible de indagación científica,
léctica, Lovaina, 1515), Luis Vives (Adversus pseudodialec-
que es precisamente el que va de lo conocido a lo desconoci-
ticos, Sélestat, 1520), Pedro Ramo (Dialecticae partitiones
do -que es el que aparece ya en Pedro Ramo (Quod sit úni-
[posteriormente: institutiones], París, 1543; Aristotelicae
ca doctrinae instituendae methodus, París, 1557)- o se re-
animadversiones, París, 1543), Philipp Melanchfhon (Ero-
chaza cada vez más como un saber ilusorio y aparente.
temata dialectices, Wittenberg, 1547).
Para nuestra historia, el aspecto interesante es la mayor
importancia que se atribuye a la inventio, es decir, a la recupe-
10. Kant
ración de los loa como puntos de partida de la argumenta-
Kant es el pensador que en la Modernidad vuelve a abor-
derts, Beitráge zur Geschichte der Philosophie und Theologie des Mitte- dar de modofilosóficamenteriguroso el problema de la
lalters, vol. 36, tomo 1, Aschendorff, Münster, 1940, y los textos recopila-
dos en Die mittelalterliche Traktate «De modo opponendi et respondendi», dialéctica y que le da un planteamiento que conservaría
R. De Rijk ed., Beitráge zur Geschichte der Philosophie und Theologie una importancia decisiva, también para Schopenhauer y
des Mittelalters. Neue Folge, vol. 17, AschendorfF, Münster, 1980, que Hegel. Como es sabido, la arquitectónica de la Crítica de la
comprenden, entre otros, la edición del Thesaurus philosophorum de Ag- razón pura está articulada en «estética» y «lógica», y la ló-
nafat y el De modo opponendi et respondendi, del pseudo Alberto Magna
S C H O P E N H A U E R Y LA D I A L É C T I CA 103
102 FRANCO VOLPI

al «retoricismo» o «ciceronismo», que por el contrario


gica se divide a su vez en «analítica» y «dialéctica». A no- veía en la dialéctica el presupuesto que sirve de fundamen-
sotros nos interesa sobre todo esta última distinción, en la to a todo argumentar, y contra el «ramismo», que identifi-
medida en que de ella se deriva la específica concepción caba dialéctica y lógica9. Una confirmación del hecho de
kantiana de la dialéctica. Kant define la analítica como que en este punto Kant se refiere a Aristóteles se encuentra
aquella parte de la lógica que descompone la actividad for- también en sus lecciones de Lógica, publicadas por Gott-
mal del intelecto y de la razón en sus elementos constituti- lob Benjamin Jásche (Kónisberg, 1800), donde Kant afir-
vos, esto es, conceptos, juicios e inferencias, y que la expo- ma que «la lógica actual se deriva de la analítica de Aristó-
ne como criterio formal para evaluar la coherencia de todo teles. Puede considerarse a estefilósofocomo el padre de
conocer7. la lógica. Él la expuso como organon y la dividió en analí-
Sin embargo, la forma pura del pensamiento no basta tica y dialéctica»10. Por lo demás, la intención de Kant de
por sí sola para producir un auténtico conocimiento, tomar a Aristóteles como punto de referencia para su pro-
sino que solo permite conectar los objetos en un todo co- pio tratado se deduce claramente del hecho de que, al pre-
herente conforme a las leyes de la lógica. «No obstante sentar su propio trabajo en el Prólogo a la segunda edición
-observa en este punto Kant-, hay algo tan tentador en la de la Crítica de la razón pura, afirma que la lógica «no ha
posesión de ese arteficticioque suministra a todos nues-
tros conocimientos la forma del entendimiento [...] que 9. Giorgio Tonellí, en el estudio Der historische Ursprung der kantischen
aquella lógica general, que constituye simplemente un ca- Termini «Analytik» und «Dialektik», en «Archiv für Begriffsgeschichte»,
non destinado a enjuiciar, es empleada como organon des- VII, 1962, pp. 120-139, ha documentado la presencia de la distinción entre
tinado a la producción efectiva, al menos en apariencia, de analítica y dialéctica en la tradición alemana anterior a Kant, sosteniendo
que en Alemania, después de la extinción del ramismo a principios del si-
afirmaciones objetivas. Con lo cual se comete, de hecho, glo XVIII, dialéctica significaba, en conformidad con la tradición escolás-
un abuso. Empleada de esta forma, como presunto orga- tica, toda la lógica aristotélica. Solo posteriormente, por la influencia de
non, la lógica general recibe el nombre de dialéctica»8. aristotélicos extranjeros como Jacopo Zabarella y Philippe Canaye, se fue
afirmando la distinción entre analítica y dialéctica, que vuelve a encon-
Cabe hacer dos observaciones al respecto. Ante todo, trarse en manuales de la época. Entre estos, Tonelli señala como fuentes
subrayar que con la articulación de la lógica en analítica y de Kant el tratado del ecléctico Joachim Georg Darjes, Introductio in Ar-
dialéctica, Kant -desde un punto de vista general, es decir, tem lnveniendi, seu Logicam theoretico-practicam, qua Analytica atque
sin atender de momento a lo que él entiende por analítica Dialéctica in usum et iussu auditorum suorum methodo iis commodapro-
ponuntur, Jena, 1732, en el cual la analítica se define como scientia inve-
y dialéctica- parece seguir la tradición aristotélica. Como niendi veritates cum certitudine [la ciencia de descubrir verdades con cer-
hemos mencionado, esta consideraba de hecho a la dialéc- teza] y la dialéctica como scientia inveniendi veritates probabiliter [ciencia
tica como una parte de la lógica, junto a la analítica, frente de descubrir verdades con probabilidad]. En otro lugar, Darjes traza una
breve historia de la lógica a partir de Zenón (sobre el cual se sirve de Gas-
sendi como fuente). También Kant utiliza esa referencia.
7. Immanuel Kant, Crítica de la razón pura, ed. de Pedro Ribas, Alfagua- 10. Immanuel Kant, Logik, en Werke, edición de Wilhelm Weischedel,
ra, Madrid, 1978. Suhrkamp, Frankfurt am Main, 1982, tomo VI, pp. 442-443.
8. Ibid., p. 99.
104 FRANCO VOLP1
S C H O P E N H A U E R Y LA DIALÉCTICA 105
necesitado dar ningún paso atrás desde Aristóteles» y que
«lo curioso es que tampoco haya sido capaz, hasta hoy, de marón la ciencia o el arte de la dialéctica, se puede colegir,
avanzar un solo paso»11. partiendo de la forma en que efectivamente la empleaban,
Pero una vez aclaradas estas referencias a la tradición que no significaba para ellos sino la lógica de la apariencia.
aristotélica, hay que hacer notar que Kant, contra esa tra- Se trataba de un arte sofístico para dar apariencia de ver-
dición a la que él sin embargo se adscribe, atribuye a la dad a la ignorancia y a sus ficciones intencionadas, de
dialéctica un significado negativo, como se ve claramente modo que se imitaba el método del rigor que prescribe la
en la definición que da de ella en el pasaje citado. En efec- lógica en general y se utilizaba su tópica para encubrir
to, basándose en su concepciónfilosófica,según la cual el cualquier pretensión vacía»13. La misma definición nega-
pensamiento solo garantiza a nuestro conocer la organiza- tiva de la dialéctica como lógica de la apariencia o de la ilu-
ción formal correcta, mientras que únicamente la sensibi- sión, como ars sophistica, disputatoria, se remacha en la
lidad puede aportar su contenido material, Kant denomi- Lógica, donde Kant dice: «Entre los griegos, los dialécti-
na dialéctica la pretensión ilusoria de producir el conocer cos eran los abogados y oradores, que podían conducir al
mediante la sola actividad de la razón: «La lógica general, pueblo adonde quisieran porque el pueblo se deja enga-
considerada como organon, es siempre una lógica de la apa- ñar por la apariencia. La dialéctica era entonces, pues, el
riencia, esto es, una lógica dialéctica. La lógica no nos su- arte de la apariencia. La lógica también se expuso duran-
ministra información alguna sobre el contenido del cono- te un tiempo bajo el nombre de arte de discutir, y du-
cimiento, sino sólo sobre las condiciones formales de su rante ese tiempo toda lógica y filosofía fueron cultivadas
conformidad con el entendimiento, condiciones que son por ciertos charlatanes con objeto de simular cualquier
completamente indiferentes respecto de los objetos. Por apariencia»14.
tal motivo, la pretensión de servirse de ella como de un Kant lleva a cabo, pues, una reducción completa de la
instrumento (organon) encaminado a extender o ampliar, dialéctica a la erística. Pero esto significa que, a pesar de
al menosficticiamente,los conocimientos desemboca en sus referencias a la distinción entre analítica y dialéctica en
una pura charlatanería, en afirmar, con cierta placibili- la tradición aristotélica, Kant da a la dialéctica una acep-
dad, cuanto a uno se le antoja, o en negarlo a capricho»12. ción peyorativa que se enfrenta explícitamente a la de
Y sin mencionar nombre alguno, ni siquiera el de Aristó- Aristóteles. Hay que hacer notar, por lo demás, que Kant
teles, Kant parece atribuir esa concepción negativa de la también rechaza explícitamente la idea de dialéctica esta-
dialéctica al pensamiento griego en su conjunto: «Por muy blecida en la tradición aristotelizante de la Edad Moderna,
diferente que haya sido la acepción en que los antiguos to- de la cual él retoma la distinción entre analítica y dialécti-
ca y por tanto la idea de que la dialéctica es una lógica pro-

11. Kant, Crítica de la razón pura, op. cit., p. 15.


12. Ibid., pp. 99-100. 13. Ibid.,p.99.
14. Kant, Logik, op. cit., p. 438.
S C H O P E N H A U E R Y LA DIALÉCTICA 107
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babilium, es decir, el tipo de racionalidad adecuado al es- bre de Aristóteles en vez del de los «aristotélicos». Y en lo
tudio de las cosas que no son necesarias, sino meramente que respecta a Kant, este parece atribuir a Aristóteles -en
contingentes y que por tanto solo admiten un conocimien- realidad, en patente contraste con los textos- la propia con-
to probable. En efecto, al definir la dialéctica como «lógica cepción peyorativa de la dialéctica como sofística y erística:
de la apariencia» o «lógica de la ilusión», es decir, la lógi- «Podemos denominar lugar lógico a todo concepto, a todo
ca de aquello que parece verdadero pero que no lo es (schein- título, que incluya muchos conocimientos. En esto se basa
bar, verosímil), Kant rechaza la idea de que la dialéctica la tópica lógica de Aristóteles, de la que podrían servirse
puede ser una lógica de lo probable, es decir, aquello que los maestros y los oradores para buscar en ciertos títulos
parece verdadero en el sentido de que lo es sólo probable- del pensamiento lo más apropiado para el tema de que se
mente (wahrscheinlich, probable); el cálculo de probabili- trate y para sutilizar o hablar ampulosamente sobre él con
dades, en tanto que no es un conocimiento ilusorio, sino apariencias de rigor»16.
verdadero, compete para Kant a la analítica: «Antes hemos También es interesante tener presente la explicación
llamado a la dialéctica en general lógica de la ilusión. Esto histórica de la identificación de dialéctica y erística que el
no significa que sea una doctrina de la probabilidad, ya mismo Kant propone en las lecciones de Lógica. Aquí, al
que esta es verdad, si bien una verdad conocida por medio bosquejar un rápido compendio de la historia de la filoso-
de razones insuficientes, cuyo conocimiento es, por tanto, fía, Kant alude a un significado originario positivo de la
defectuoso, pero no falaz. Consiguientemente, no debe se- dialéctica en Zenón -pensador que también en la Crítica
pararse de la parte analítica de la lógica»15. de la razón pura es valorado como «sutil dialéctico» y de-
Más allá de la curiosidad historiográfica de identificar fendido de la acusación que le lanza Platón de ser un «so-
la fuente inmediata de la que Kant toma la acepción peyo- fista petulante»17- y habla después de una degeneración
rativa de la dialéctica, es evidente que, en este aspecto, es debido a la cual la dialéctica habría decaído hasta asumir el
hijo de su tiempo. Con esto quiero decir que toma parte en significado negativo que él ha descrito: «La proposición
aquella polémica contra la dialéctica -que a partir de Des- fundamental de lafilosofíaeleática y de su fundador Jenófa-
cartes es frecuente en los pensadores de la Modernidad-, nes era: en los sentidos hay engaño y apariencia, solo en el en-
que se opone a ella como un arte que pretende enseñar a tendimiento reside la fuente de la verdad. Entre los filósofos
discutir de todo y que, en vez de ahondar en el tema en dis- de esta escuela destacó Zenón, como hombre de gran en-
cusión, se pierde en lugares comunes. Y esa polémica no es tendimiento y agudeza y también como sutil dialéctico. La
sino la polémica contra el saber escolástico de los «aristo- dialéctica significaba al principio el arte del uso puro del en-
télicos» en nombre de la nueva ciencia y de su método, tendimiento respecto a conceptos abstractos, desligados de
donde tantas veces se menciona equivocadamente el nom- toda sensibilidad. De ahí los numerosos elogios a este arte

16. Ibid., p. 281.


15. Kant, Crítica de la razón pura, op. cit, p. 297. 17. Ibid., p. 444.
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S C H O P E N H A U E R Y LA DIALÉCTICA 109

entre los antiguos. Posteriormente, cuando aquellos filó- ecuación de dialéctica y erística que da siempre por su-
sofos que rechazaban por completo el testimonio de los puesta Schopenhauer, presuponiendo a Kant e ignorando
sentidos se vieron abocados a múltiples sutilezas, la dia- a Hegel: «La dialéctica, pues, no tiene que entrar en esto [la
léctica degeneró en el arte de afirmar y discutir cualquier verdad del asunto], del mismo modo que el maestro de es-
tesis. Y se convirtió así en un mero ejercicio para los so- grima tampoco considera quién tenía realmente razón en
fistas, que pretendían razonar sobre todo y pusieron su la discusión que originó el duelo: tocar y parar, de eso se
empeño en dar visos de verdad a la apariencia y en hacer trata en la dialéctica. Es una esgrima intelectual: solo así
blanco lo negro»18. entendida puede plantearse como disciplina por derecho
En este punto estamos ya en condiciones de responder propio, pues si nos propusiéramos comofinalidadla pura
a la pregunta que nos habíamos planteado: ¿cómo ha verdad objetiva, tendríamos la simple lógica; por el con-
sido posible llegar a las dialécticas de Schopenhauer y de trario, si nos propusiéramos comofinalidadla imposición
Hegel? de tesis falsas, tendríamos la simple sofística. Y en ambas
se daría por supuesto que ya sabíamos qué es objetiva-
mente verdadero y falso: pero raras veces se tiene certeza
11. En lugar de una conclusión: Schopenhauer versus Hegel de esto de antemano» (cfr. supra, pp. 27-28).
Se ha afirmado que Hegel (que Schopenhauer soslaya,
En este punto, está claro que la reducción kantiana de la también en este punto) parte igualmente de Kant. Pero el
dialéctica a «lógica de la apariencia» o «lógica de la ilu- de «Hegel y la dialéctica» es un tema tan vasto y tan estu-
sión», es decir, su interpretación en un sentido sofístico y diado que no podemos siquiera abordarlo. Para justificar
erístico, representa la fuente inmediata de Schopenhauer, la afirmación expresada debemos únicamente añadir un
aunque en apariencia este la critique. En efecto, Schopen- breve apéndice de nuestra historia referido a Kant, apéndi-
hauer observa, refiriéndose con claridad a Kant, aunque ce que permite entender mejor la transición a Hegel. Des-
sin nombrarle, que la dialéctica se ha definido «como lógi- pués de haber introducido la dialéctica en el significado
ca de la apariencia», y añade: «Esto es falso, pues en ese negativo que conocemos, Kant afirma que, si bien la ense-
caso sería útil únicamente para la defensa de tesis falsas» ñanza de este arte ilusorio «está en absoluto desacuerdo
(cfr. supra, p. 26, también p. 72). Se trata, evidentemen- con la dignidad de lafilosofía»,él lo puede acoger en su
te, de una crítica que ataca solo al significado externo sistema solo para demoler las ilusiones que produce (al
del término «apariencia» (Schein), no a aquello que en- pretender conocer la idea del alma inmortal, del mundo
tiende Kant, y que tampoco discute la acepción negativa y de Dios), y por tanto llama dialéctica en sentido positi-
de la dialéctica sostenida por Kant. Con esta última dispo- vo a esta demolición, a la «crítica de la apariencia dialéc-
nemos de las coordenadas para entender las razones de la tica»19.

19. Kant, Crítica de la razónpura, op. at, p. 100.


18. Kant, Logik, op. cit., pp. 451-452.
S C H O P E N H A U E R Y LA DIALÉCTICA 111
110 FRANCO VOLPI

cismo crítico, no dogmático-, esto es, poniendo en prácti-


Como es sabido, Kant desarrolla esa tarea mostrando el ca la indagación y la duda, o la crítica, con elfinde desen-
surgimiento inevitable de la ilusión dialéctica que impulsa mascarar verdades aparentes e ilusorias como son, preci-
a la razón a querer conocer objetivamente aquellas cosas samente, las tesis y las antítesis de las antinomias. Y este
que no son más que ideas, es decir, conceptos vacíos a era también el método de Zenón, tal como lo interpreta
los que no corresponde ninguna intuición capaz de llenarlos: Kant. Eso explica por qué Kant le aprecia y le defiende de
se trata del alma inmortal, del mundo y de Dios, ideas que las acusaciones que le lanza Platón de ser un «sofista petu-
la psicología, la cosmología y la teología de los sistemas ra- lante» (Fedro, 261 d). La acusación había sido promovida
cionalistas de la Modernidad pretendían conocer en tanto «porque, para demostrar su habilidad, trataba de demos-
que objetos. La parte de la dialéctica trascendental espe- trar con pseudoargumentos una proposición que rebatía
cialmente relevante para nosotros es la relativa a la cosmo- luego con argumentos igualmente fuertes. Zenón afirma-
logía racional, puesto que en ella Kant muestra cómo la ra- ba que Dios (probablemente, éste no era para él más que el
zón desarrolla necesariamente una «antitética», un sis- mundo) no era nifinitoni infinito; que no estaba en movi-
tema de antinomias, de proposiciones opuestas, ambas miento ni en reposo; que no era semejante ni desemejante
demostrables (o refutables) sin que en apariencia se vis- a otra cosa. Quienes lo juzgaban sobre el particular tenían
lumbre una vía de salida de los dilemas que se plantean: la la impresión de que pretendía negar enteramente dos pro-
primera antinomia consiste en la demostración de la tesis posiciones opuestas entre sí, lo cual es absurdo»20. Y Kant
según la cual el mundo esfinitoy, simultáneamente, de la añade inmediatamente: «Pero no creo que sea justo atri-
antítesis según la cual es infinito; la segunda, en la demos- buirle tal intención»21. En efecto, él no entiende el método
tración de que toda sustancia compuesta consta de partes
simples y, simultáneamente, la demostración de que nin-
20. Ibid., p. 444. Incidentalmente, haremos notar que aquí Kant, basán-
guna sustancia compuesta consta de partes simples; la ter- dose en el escrito pseudoaristotéüco De Melisso, Xenophane, Gorgia, co-
cera, en la demostración de que junto a la causalidad de las nocido entonces por el título erróneo De Xenophane, Zenone et Gorgia,
leyes naturales es preciso admitir una causalidad por la li- atribuye a Zenón una doctrina de Jenófanes.
21. Loe. cit. Con esto Kant, además de defender a Zenón de las acusaciones
bertad y en la demostración simultánea de que todo suce- de Platón, se enfrenta conscientemente a una tradición interpretativa de la
de conforme a la necesidad de las leyes naturales; la cuar- cual era un autorizado representante Pierre Bayle. Este, en su conocidísimo
ta, en la demostración de que el mundo implica como su Dictionnaire historique et critique (Rotterdam, 1697, muchas veces reedita-
causa, o como parte de él, un ser necesario y en la demos- do), en la voz Zenón escribía: «El designio de esta dialéctica zenoniana pa-
rece ser más bien el de confundirlo todo antes que el de aclarar algo. Zenón
tración de que, por el contrario, no existe ningún ser nece- se servía de él únicamente para discutir con cualquiera y para reducir al ad-
sario. versario al silencio, sostuviese éste blanco o negro [...] Se saca la impresión
Pues bien, en su significado positivo de crítica de la ilu- de un hombre que todo lo criticaba, que destruyó muchísimas opiniones y
que conservaba poquísimas para sí» (P. Bayle, op. cit). Este nadar contra co-
sión trascendental, la lógica debe resolver estas antino- rriente de Kant es una prueba más de cuan consciente era su intención de
mias de la razón, y lo hace ejerciendo el método que Kant recuperar el método dialéctico de Zenón como crítica de la ilusión.
denomina «método escéptico» -en el sentido de escepti-
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practicado por Zenón como la negación absurda de dos en su sentido positivo, Hegel llega a desarrollarla como ló-
proposiciones contradictorias (de las cuales una es necesa- gica de la contradicción y hace de ella el alma de su siste-
riamente verdadera y la otra falsa, puesto que entre propo- ma, es más, la expresión misma de la vida del espíritu.
siciones contradictorias tertium non datur), sino en el sen- Por tanto, con Hegel la dialéctica adquiere su máximo
tido de la negación de dos proposiciones contrarias, las relieve filosófico. Schopenhauer, por las razones que ha
cuales admiten un tertium y que, por tanto, si no pueden ilustrado la historia que hemos bosquejado, contesta con
ser ambas verdaderas (por el principio de no contradic- una operación de fuerza igual y opuesta, y la reduce a su
ción), pueden ser ambas falsas y la verdad, por tanto, estar mínima expresión en tanto que arte de llevar razón, «a la
contenida en una tercera proposición. Kant denomina a teoría que estudia cómo procede la natural tendencia hu-
este tipo de oposición «oposición dialéctica», y la distin- mana a querer tener razón siempre» (cfr. supra, p. 74).
gue de la «oposición analítica» (por contradicción) y de la Una operación que desde un punto de vista filosófico pro-
«incompatibilidad real» u «oposición real» (sin contradic- bablemente sea menos profunda, pero que al cabo del
ción). Habiendo establecido así en su argumentación esta tiempo ha terminado resultando másflexible:porque Scho-
sutil distinción entre la oposición por contrariedad y la penhauer vinculó la dialéctica no a unafilosofía,sino a la
oposición por contradicción, Zenón se manifiesta a los condición misma del hombre en cuanto animal dotado de
ojos de Kant como un dialéctico sutil, capaz de argumen- lenguaje, es decir -como observó, más o menos en aque-
tar según el «método escéptico» apreciado y practicado llos mismos años, un maestro de lucidez-, en cuanto aquel
por él mismo. ser al que los dioses le dotaron de palabra para que pudie-
Refiriéndose a la dialéctica trascendental de Kant, ra ocultar su pensamiento.
Hegel le reconoce el mérito de haber captado la necesidad
de las antinomias de la razón, que él, sin embargo, no in-
terpreta como proposiciones contrarias, sino como autén-
ticas contradicciones; sin embargo, le imputa el error de
haber considerado las antinomias como meramente sub-
jetivas, como el producto de una razón finita incapaz de
conocer la totalidad. El hecho de que la razón desarrolle
una antitética (que para Hegel está gobernada por el po-
der de la negación y de la contradicción, y que debe ser ex-
tendida, además de a la cosmología, a todas las ideas, a to-
dos los conceptos y a todos los objetos) significa que la ra-
zón conoce el infinito, la totalidad, puesto que esta última
no puede expresarse sino a través de la contradicción. De
este modo, tomando como referencia la dialéctica kantiana
APUNTES BIBLIOGRÁFICOS 115

completa, de los principales momentos de la historia de la


dialéctica desde Platón hasta Marx.
Apuntes bibliográficos Respecto a la transmisión del corpus dialecticum anti-
guo a la Edad Media, véase Giulio D'Onofrio, Fons scien-
tiae. La dialettica nell'Occidente tardo-antico, Liguori, Ña-
póles, 1986, y para la erística, Sten Ebbesen, Commentators
and Commentaries on Aristóteles' Sophistici Elenchi. A
Study of post-Aristotelian Ancient and Medieval Writings
on Fallacies, 3 vols., Brill, Leiden, 1981; también Niels
Jorgen Green-Pedersen, The Tradition of the Topics in the
Middle Ages, Philosophia, Munich, 1984.
Para la dialéctica en el humanismo y el Renacimiento,
remito al estudio clásico de Cesare Vasoli, La dialettica e la
retorica dell'Umanesimo. «Invenzione» e «método» nella
Para profundizar en la historia aquí bosquejada me li- cultura del xv e xvi secólo, Feltrinelli, Milán, 1968, y para
mitaré a remitir a algunos estudios esenciales. Se han la Modernidad, a Wilhelm Risse, Die Logik der Neuzeit, 2
tenido presentes, sobre todo, los numerosos trabajos de vols., Frommann-Holzboog, Stuttgart-Bad Cannstatt,
Enrico Berti dedicados a la dialéctica, donde no solo ha 1964-1970, y Wolfgang Rod, Dialektische Philosophic der
propuesto una convincente reconstrucción crítica de Neuzeit, 2.a ed. completamente revisada, Beck, Munich,
su historia, en la que me he basado para los apuntes 1986 (1.a ed. 1974) [trad, esp., La filosofía dialéctica moder-
que aquí ofrezco, sino en los que además ha sostenido na, Eunsa, 1977]. La reconstrucción global más completa
la actualidad como lógica propia del discurso filosófi- de la historia de la dialéctica en el período que transcurre
co. Entre ellos recomendaré aquí los dos fundamenta- desde Kant hasta Marx es la de Wolfgang Janke, Historis-
les: Contraddizione e dialettica negli antichi e nei moder- che Dialektik. Destruktion dialektischer Grundformen von
ni, L'Epos, Palermo, 1987; Le ragioni di Aristotele, Later- Kant bis Marx, de Gruyter, Berlín, 1977 (que he reseña-
za, Roma-Bari, 1989. do en «Rivista critica di storia dellafilosofía»,36, 1981,
Para un cuadro general de la teoría del problema, con- pp. 196-206). Sobre la dialéctica contemporánea, consúl-
súltese la monografía de Livio Sichirollo, Dialettica, Isedi, tese La dialettica nelpensiero contemporáneo, Valerio Verra,
Milán, 1973 (con bibliografía) [trad, esp., Dialéctica, La- ed., II Mulino, Bolonia, 1976.
bor, Barcelona, 1976], además de las contribuciones de Ni- Finalmente, consúltese el artículo de Ludwig Heinrich
cola Abbagnano, Enzo Paci, Cario A. Viano, Eugenio Ga- Heydenreich, Dialektik, en Reallexikon zur deutschen
rin, Pietro Chiodi, Pietro Rossi y Norberto Bobbio, reuni- Kunstgeschichte, vol. Ill, Drückenmüller, Stuttgart, 1954,
das bajo el título de Studi sulla dialettica, Taylor, Turin, cols. 1387-1400, que contiene una interesante ilustración
1969, que ofrecen una reconstrucción a retazos, pero
114
116 FRANCO VOLPI

de la iconografía de la dialéctica, tomada en su totalidad de


dos fuentes literarias, la descripción de Marciano Cape- índice
11a arriba mencionada y la de Alanus ab Insulis, Anticlau-
dianus, libro III, cap. 1.

Advertencia 7

EL ARTE DE TENER RAZÓN 11

La base de toda dialéctica 30


Anexo 70

SCHOPENHAUER Y LA DIALÉCTICA, por Franco Volpi

1. ¿Qué dialéctica? 77
2. Las bodas de Mercurio y Filología 79
3. La dialéctica en la Antigüedad 84
4. La sofística 86
5. Sócrates 87
6. Platón 89
7. Aristóteles 93
8. Después de Aristóteles 98
9. La dialéctica en la Modernidad 99
10. Kant 101
11. En lugar de una conclusión:
Schopenhauer versus Hegel 108

Apuntes bibliográficos 114

117

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