Selección. El Mundo Como Voluntad y Representación I

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pentir de publicar la segunda edición, ya que tanto una como otra

fueron un fracaso en ventas2. Según el contrato se editarían no más


de 800 ejemplares; el autor recibiría un ducado por cada pliego (en
total, 40) más diez ejemplares de la obra impresa3. La obra constaba
de cuatro libros en los que se trataba alternativamente el mundo
como representación y el mundo como voluntad desde diferentes
INTRODUCCIÓN puntos de vista. De este modo, el primer libro presentaba una teoría
del conocimiento; el segundo, una metafísica; el tercero, una teoría
P i l a r L ó p e z de S a n t a Mar t a estética; y el cuarto, una ética. A los cuatro libros se añadía un am­
plio Apéndice sobre la filosofía kantiana. En la segunda edición, apa­
recida en 1844, la obra duplicó sus páginas, al incorporarle Scho­
penhauer un segundo volumen de Complementos a los cuatro libros.
Pese a la considerable magnitud de su obra escrita, se ha dicho,
y con razón, que Schopenhauer fue autor de un solo libro4. Ese libro
es precisamente el que aquí se nos presenta. Todas sus restantes
obras son prolegómenos, ampliaciones o desarrollos de los pensa­
mientos contenidos en El mundo como voluntad y representación, y
constituyen en muchos casos un requisito para comprenderlos, tal y
1. Un nuevo sistema filosófico como él mismo lo expresa ya desde el Prólogo a la primera edición
y en las posteriores reelaboraciones de su obra maestra.
El 28 de marzo de 1818 Schopenhauer escribe una carta al editor Pero, además, ese libro único lo es a su vez de un solo pensa­
Brockhaus de Leipzig. En ella le propone la publicación de su miento5; un pensamiento, no obstante, lo suficientemente fructífe­
manuscrito titulado El mundo como voluntad y representación. En ro como para llenar miles de páginas sin excesivas reiteraciones y
esa fecha Schopenhauer acaba de cumplir treinta años y es un fundar todo un sistema filosófico que nos permita comprender el
perfecto desconocido; pues, aunque no se trata de su primera pu­ «qué» del mundo. Aunque admite muchas y muy diversas expresio­
blicación, las dos anteriores han pasado prácticamente desapercibi­ nes, en su fórmula más breve el pensamiento único reza así: «El
das. Ello no obsta para que presente su obra al editor en unos mundo es el autoconocimiento de la voluntad»6. Así como el racio­
términos que pocos autores consagrados se atreverían a emplear: nalismo moderno tuvo su origen en la intuición cartesiana del mé­
todo, el irracionalismo contemporáneo nace del descubrimiento de
Mi obra es, pues, un nuevo sistema filosófico: pero nuevo en el la voluntad como cosa en sí. Ese descubrimiento de la juventud
pleno sentido de la palabra: no una nueva exposición de lo ya acompañará las reflexiones filosóficas de Schopenhauer durante el
existente sino una serie de pensamientos con un grado máximo de
coherencia, que hasta ahora no se le han venido a la mente a ningún
hombre. Estoy firmemente convencido de que el libro en el que he 2. Sobre la historia de las primeras ediciones de El mundo y las relaciones de
realizado el arduo trabajo de comunicarlos a los demás será uno de Schopenhauer con Brockhaus, véase la Introducción a la traducción castellana del
aquellos que luego se convierten en fuente y ocasión de un centenar segundo volumen de esta misma obra (<Complementos), Trotta, Madrid, 2003.
de otros libros1. 3. Cf. BWt pp. 227-228.
4. Cf. B. Magge, Schopenhauer, Cátedra, Madrid, 1991, p. 30.
5. Cf. Die Welt als Wille und Vorstellung I, VII [p. 31 de la presente traduc­
Las palabras de Schopenhauer fueron, ciertamente, proféticas ción]. Las obras de Schopenhauer se citan por la edición de A. Hübscher, Sämtliche
pero a muy largo plazo. Brockhaus tuvo que arrepentirse en reitera­ Werke, Brockhaus, Mannheim, 1988. La referencia a las páginas de la presente tra­
das ocasiones de haber publicado el libro, que apareció en diciem­ ducción, ya sea a este primer volumen, ya al segundo, figuran a continuación entre
bre de ese mismo año con fecha de 1819, como se volvería a arre- corchetes.
6. Die Welt,,* I, p. 485 [p. 473J. ,t ^

1. Carta a Brockhaus, 28.3.1818, en C. Gebhardt (ed.), Der Briefwechsel Ar­


thur Schopenhauers, vol. I, p. 221, Piper, München, 1929 (se cita BW).
resto de su vida haciendo de su obra una totalidad sistemática y que arranca en tono menor*. En su origen se encuentra el lamento
concebida desde el primer momento como definitiva. El pensa­ ante la miseria de la existencia y la omnipresencia del mal. El
miento único es la clave que nos permite descifrar «el enigma del «enigma del mundo» es en él al mismo tiempo el enigma del mal,
mundo»: con él nos adentramos en la verdad de las cosas, en el porque ambos son una misma cosa. La originaria pregunta de la
mundo de las esencias más allá de las apariencias. De su mano filosofía «¿Por qué el ser y no la nada?» se convierte en Schopen­
podemos comprender la naturaleza y el espíritu, la vida y la muerte, hauer en la pregunta sobre «lo que no debería ser», una expresión
el arte y la ética. Encontraremos peculiares y a veces agudas expli­ esta que aparece reiteradamente en los manuscritos de juventud. El
caciones sobre cuestiones tales como la risa, la sexualidad o por qué ser es, en efecto, problemático, pero sobre todo por lo que lleva de
Laocoonte no grita. Pero sobre todo podremos comprender —que no-ser, de negatividad.
no justificar— el porqué del sufrimiento y la maldad humanas, de la Schopenhauer es en muchos aspectos el primer filósofo con­
miseria y la injusticia que llenan el mundo: podremos, en fin, temporáneo; su reflexión abre el camino a nuevos modos de filoso­
comprender el sentido de una existencia que es, de principio a fin, far como los de Nietzsche y Wittgenstein, además de dejar una
un sinsentido. importante huella en la música y la literatura posteriores: es el caso,
por citar solo a algunos, de Wagner, Thomas Mann y Borges9. Pero
es, además, el primero en romper con muchos de los planteamien­
2. Pensar desde el dolor tos fundamentales de la época moderna, empezando por el raciona­
lismo y el optimismo parejo a él. Desde su perspectiva histórica,
La filosofía de Schopenhauer se encuentra vinculada desde un puede ver ya lo que ha dado de sí una razón omnipotente que todo
primer momento con el problema de la negatividad: el dolor del lo justifica y para la que todo está bien como está. Quedan atrás las
mundo, la miseria de la existencia y todo lo que en general cabe ideas de una razón capaz de conocerlo todo con un buen método
dentro del concepto de lo negativo, son el tema y el punto de (Descartes), de un progreso indefinido del género humano (Ilustra­
arranque de su filosofía. Así lo expresó de manera rotunda en una ción) y de un mundo que es el mejor de los posibles (Leibniz).
visita a Wieland en abril de 1811. Cuando este le desaconsejó que Incluso quedan atrás para él los intentos de su contemporáneo y
estudiara filosofía, ya que «no era una materia sólida», Schopen­ principal enemigo, Hegel, esforzándose aún por demostrar que
hauer le contestó: «La vida es un asunto desagradable: he decidido «Todo lo racional es real y todo lo real es racional». Porque para
pasarla reflexionando sobre ella». Después de oír sus argumentacio­ Schopenhauer no es verdad ni lo uno ni lo otro: ni lo racional es
nes, Wieland concluyó: «Ahora pienso que ha elegido usted bien, real, porque el mundo de la razón es un mundo de sueños y de
joven, ahora entiendo su naturaleza; quédese en la filosofía»7. engaño, ni lo real es racional, porque el verdadero ser de las cosas es
Un espíritu que él mismo define como melancólico y su madre una voluntad irracional y ciega. Es el momento de ocuparse de lo
caracteriza en diversas ocasiones como «aficionado a cavilar sobre que la filosofía anterior soslayó o menospreció por considerarlo
la miseria del ser humano»; la experiencia del sufrimiento desde inexistente o accesorio: el sufrimiento y la maldad, la contradicción
una edad temprana, debido sobre todo a la falta de cariño materno y la injusticia, la enfermedad y la muerte; en suma, el mal. Es hora
y a la muerte prematura de su padre en circunstancias inciertas; el de explicar el porqué de este «valle de lágrimas» que es la existencia
conocimiento directo de las peores miserias y tormentos durante su humana. Y la respuesta de Schopenhauer no será precisamente
largo viaje por Europa, de cuyo impacto dan fe sus anotaciones en consoladora, ya que para él no cabe otro consuelo que la verdad10.
los diarios de viaje; y, finalmente, su formación intelectual tempra­ La negatividad —reza su respuesta— no es un accidente de la
na en el espíritu del pietismo y la influencia de Mathias Claudius:
todos esos factores constituyen el caldo de cultivo de una filosofía
8. Cf. Die W elt... II, p. 190 [p. 210].
9. Cf. sobre esto B. Magge, op. cit., apéndices VI y VII.
10. En Parerga und Paralipomena II, p. 319, dice Schopenhauer: «Mi filosofía
7. A. Schopenhauer, Gespräche, ed. de A. Hübscher, Fromm ann-Holzboog,
no es consoladora porque digo la verdad, pero la gente quiere oír que Dios el Señor
Stuttgart, 1971, p. 22.
lo ha hecho todo bien. Que vayan a la iglesia y dejen a los filósofos en paz».
historia sino algo que está inscrito en el origen mismo de toda en su filosofía. De hecho, el primer elemento kantiano que asume
existencia, en una realidad originaria (la voluntad) que lleva en su preside toda su concepción de la realidad: se trata del idealismo
seno la escisión y la carencia. transcendental con su distinción de fenómeno y cosa en sí, distin­
ción que en él se traduce, como indica el propio título de la presente
obra, en la dualidad de voluntad y representación: dualidad, que no
3. La obra de Maya dualismo, ya que voluntad y representación no son dos realidades
distintas sino dos caras complementarias e inseparables de un mis­
Schopenhauer es, como bien sabemos, deudor de la filosofía de mo ser: el mundo.
Kant, de la que se considera heredero legítimo, si bien en muchos «El mundo es mi representación» es la frase con que Schopen­
aspectos se erige en uno de sus más feroces críticos. De hecho, entre hauer compendia el idealismo kantiano (del Kant de la primera
los requisitos que formula para comprender El mundo se encuentra edición de la Crítica de la razón pura, no el de la segunda, que en su
el conocimiento de la obra crítica kantiana. El importante papel que intento de evitar el idealismo rotundo echó a perder una obra
juega Kant en su propio pensamiento, en particular en su teoría del maestra de todos los tiempos). Con ella se expresa el carácter
conocimiento, hizo que Schopenhauer redactara un Apéndice dedi­ puramente relativo del mundo del conocimiento y la consiguiente
cado a la crítica de la filosofía kantiana, que fue introducido ya en la exclusión de todo planteamiento realista: todo en él se reduce a ser
primera edición, si bien en la segunda recibió considerables modifi­ objeto para un sujeto, ese «ojo del mundo» que todo lo conoce y de
caciones. El Apéndice ocupa una considerable extensión (142 pági­ nada es conocido.
nas de las 633 totales del volumen) y Schopenhauer recomienda Pero es propio de todo gran pensador que incluso los elementos
comenzar por su lectura para comprender mejor el resto de la obra tomados de otros reciban su peculiar impronta para adaptarse a un
y en particular el primer libro. El análisis de la obra kantiana se esquema de pensamiento original. Eso es lo que ocurre con el idea­
centra aquí en la teoría del conocimiento. De ella, solamente la lismo y en particular con el concepto de fenómeno. Pues aunque
Estética transcendental sale indemne de las críticas de Schopen­ Schopenhauer toma el idealismo directamente de Kant, lo vincula
hauer, mientras que la Lógica transcendental es, salvo en puntos con el platonismo y la antigua sabiduría hindú, asumiendo al mismo
concretos, objeto de una enmienda a la totalidad por considerarla tiempo la connotación peyorativa que tiene el mundo sensible en
plagada de contradicciones y confusiones, entre las que destaca una estos últimos. Para Kant el fenómeno era el modo en que los objetos
especialmente perniciosa: la total confusión por parte de Kant entre nos son dados; en Schopenhauer, el modo en que se nos oculta la
el conocimiento intuitivo y el abstracto. También la ética, la teoría verdadera realidad de las cosas. Eso se encuentra ya implícito en la
del derecho y la Crítica del juicio kantianas son objeto de crítica en misma distinción de fenómeno y cosa en sí: si hay que distinguirlos,
este Apéndice, si bien la primera encuentra un examen mucho más es porque son distintos. Tanto la forma general de la representación
detallado en el escrito de concurso Sobre el fundamento de la mo­ —la división de sujeto y objeto— como las formas del objeto —es­
ral· 1, cuya primera mitad está dedicada a poner de manifiesto las pacio, tiempo y causalidad— son para Schopenhauer, como fueron
luces y sombras de la teoría kantiana de la razón práctica: entre las para Kant las intuiciones puras y las categorías, las condiciones de
primeras, la distinción entre el carácter empírico e inteligible, y la toda representación objetiva. Pero también suponen, por su origen
doctrina de la coexistencia entre necesidad natural y libertad trans­ subjetivo, una alteración de lo así conocido —en el caso de Scho­
cendental; entre las segundas, el racionalismo ético kantiano y la penhauer, la voluntad— que ha de asumir unas formas que le son
idea de un deber incondicionado que funda una ética de deberes. extrañas para darse a conocer. Así pues, el fenómeno no es, en
En verdad, Schopenhauer toma de Kant mucho menos de lo contra de lo que reza su etimología, la manifestación de la realidad
que deja, pero a lo que toma le da un puesto sumamente relevante sino más bien su encubrimiento.
De este modo, a la inconsistencia del mundo real, en cuanto
11. Cf. «Über die Grundlage der Moral», en Dte beiden Grundprobleme der mera representación de una conciencia, se añade su carácter enga­
Ethik, pp. 117-179 (trad. cast., Los dos problemas fundamentale» de la ética, Siglo ñoso. Para expresarlo Schopenhauer recurre a dos comparaciones
XXI, Madrid, 22002, pp. 145-206). favoritas: la vida como un sueño, una idea recurrente en muchos
clásicos de todos los tiempos, y el «velo de Maya», una metáfora buscamos el significado metafísico del mundo que está más allá del
tomada de la sabiduría hindú: «el velo del engaño que envuelve los físico, hemos de instalarnos en un punto de vista distinto de la
ojos de los mortales y les hace ver un mundo del que no se puede representación. Desde fuera —desde la representación— nunca
decir que sea ni que no sea»12. El mismo aporta también su propia avanzaremos en la comprensión de la esencia de las cosas. Ese fue el
comparación: la vida y el sueño son hojas de un mismo libro13. error de Descartes: pensar que desde el ego cogito podría construir
Lo que vale del espacio, el tiempo y la causalidad se aplica todo un mundo más allá de su conciencia. Porque no encontramos
también a su expresión común: el principio de razón suficiente. Un dentro de esta ningún dato que nos remita con seguridad a una
principio que rige necesariamente el enlace de todas nuestras repre­ existencia fuera de ella, y mucho menos a la naturaleza de esa
sentaciones pero que es también a priori, y por consiguiente, caren­ presunta existencia. Es más: desde el pensamiento no podemos ni
te de validez respecto de las cosas en sí mismas. Mas el principio de siquiera acceder a nosotros mismos. Así lo demostró Kant en su
razón es el fundamento de toda racionalidad: al exigir la existencia Paralogismo de la razón pura y así lo expresa, en un lenguaje más
de una razón (Grund) para todo cambio, hace la realidad asequible sencillo, Schopenhauer: «El yo representante, el sujeto del conocer,
a nuestra razón (Vernunft). Expulsarlo del orden mismo de las cosas nunca puede convertirse en representación u objeto, ya que, en
significa —como así ocurre en Schopenhauer— privar a lo real de cuanto correlato necesario de todas las representaciones, es condi­
toda racionalidad: lo real no es racional; lo racional es nuestro ción de las mismas [...] No hay, pues, un conocer del conocer»14. En
modo de conocerlo. eso también erró Descartes: en considerar que la del yo pensante es
La inconsistencia y el carácter engañoso no son, sin embargo, la representación primera y más evidente. Por el contrario, el
los únicos «defectos» de los que adolece el mundo de la representa­ pensamiento puro nunca nos puede dar noticia del yo que piensa;
ción. A estos se añade, además, su radical insuficiencia. Ciertamen­ pues el «ojo del mundo», tal y como señala Wittgenstein, queda
te, el conocimiento nos presenta la visión onírica de un mundo fuera del campo visual y se reduce a un punto inextenso15.
perfectamente ordenado en el que todo tiene su lugar en el espacio Pero el hecho es que, para bien o para mal (según se ve más
y el tiempo, y encuentra su porqué y su para qué. A la ciencia y al adelante, más para mal que para bien), somos algo más que seres
modo de conocimiento ordinario esa visión les basta. Pero la con­ pensantes: somos individuos, seres naturales arraigados en este
ciencia filosófica se percata pronto de su insuficiencia; de que la mundo en virtud de nuestra índole corporal. Y es precisamente ese
explicación guiada por el principio de razón encuentra un límite en cuerpo, objeto inmediato de la representación, lo que nos propor­
el que ya no caben más razones y la cuestión del porqué se convierte ciona la «puerta trasera» que nos permite superar la exterioridad de
en una pregunta por el «qué», por el supuesto inexplicado de toda la representación y acceder al en sí de nuestro propio fenómeno y
explicación: la cosa en sí. Pero a esas alturas se han terminado ya los del mundo. A diferencia de los demás objetos, que solo conocemos
recursos del conocimiento y la razón ha de guardar silencio: y desde fuera, conocemos nuestro propio cuerpo también desde
entonces le toca el turno a la voluntad. dentro: desde esa vía interna cada cual percibe la estricta identidad
que existe entre los movimientos de su cuerpo y los actos de su
voluntad.
4. La puerta trasera Ciertamente, esa doble experiencia privilegiada no nos propor­
ciona en principio más que una doble serie fenoménica que se
La representación se nos aparece como la cara exterior del mundo. corresponde, respectivamente, con la primera y cuarta clase de
Desde ella el mundo se presenta como un espejismo y un sueño representaciones establecidas en el tratado sobre el principio de
inconsistente, como una cáscara sin núcleo. Pero si no queremos razón. Desde ese punto de vista, seguimos sin salir del dominio de la
quedarnos ahí sino intentar acceder al interior de las cosas, si
14. Über die vierfache Wurzel des Satzes vom zureichenden Grunde, p. 141
[trad. cast., Sobre la cuádruple raíz del principio de razón suficiente, Gredos, Ma­
12. Die W elt... I, p. 9 [p. 56]. drid, 1981, p. 203].
13. Cf. Die W elt... 1, p. 21 [p. 66], _ . 15. Cf. L. Wittgenstein, Tractatus logico-philosophicust 5.633*5.6331 y 5.64.
representación. Pero aquí se nos revela también algo más; y algo tan ción de la vida, el afán por mantenerse en la existencia, constituye
importante como para que Schopenhauer lo denomine «el milagro la esencia íntima de todos los seres y, por ello, un prius del intelecto
κατ’ έξοχήν» y la verdad filosófica por antonomasia: se nos revela la ante el que no cabe plantear un porqué.
identidad del sujeto que conoce y el sujeto que quiere y, con ella, No comprende a Schopenhauer quien le acusa de antropomor­
nuestro propio ser, que de rechazo nos dará la clave acerca del ser fismo por considerar la voluntad como cosa en sí. El no está en
del mundo. Pues el cuerpo es el elemento mediador que hace ningún modo extrapolando la voluntad humana a toda la naturale­
posible la autoconciencia del sujeto y a la vez le manifiesta su na­ za ni pretendiendo que todos los seres quieren del mismo modo que
turaleza esencial. Aquel sujeto cognoscente que en cuanto tal no es quiere el hombre. La adopción del término «voluntad» quizás no
cognoscible ni para sí mismo se conoce siempre como cuerpo y, en sea muy acertada, pero se debe —así lo puntualiza— a que ese es el
virtud de aquella experiencia interna, conoce su cuerpo como modo en que la cosa en sí se nos manifiesta de forma inmediata en
voluntad. La voluntad es, pues, el objeto de la autoconciencia del nuestro propio ser. Las fuerzas naturales no son, pues, formas o
sujeto pensante: «El sujeto se conoce a sí mismo sólo como volente, manifestaciones de la voluntad humana: tanto unas como otra son
no como cognoscente [...] Lo conocido en nosotros como tal no es objetivaciones de un núcleo íntimo del ser al que llamamos volun­
lo cognoscente sino lo volente, el sujeto del querer, la voluntad»16. tad, como podríamos haberlo denominado gravedad si esta hubiera
De este modo, y al igual que rompió con el racionalismo y el op­ sido la forma primaria en que se nos revelara. No hay, por lo tanto,
timismo modernos, Schopenhauer rompe también aquí con la tra­ un antropomorfismo de la naturaleza en Schopenhauer sino más
dición moderna de la filosofía de la conciencia. Su reivindicación bien un naturalismo del hombre, al que se atribuye una identidad
del cuerpo representa un hito en la historia del pensamiento y sienta esencial con el resto de los seres.
las bases de una filosofía de la corporalidad que encontrará impor­ Tampoco comprende a nuestro autor quien piense que su
tantes desarrollos posteriores. Con él se abandona el mundo de las sistema postula más o menos a priori una voluntad de la que luego
conciencias puras, las res cogitantes cartesianas de las que el cuerpo infiere por las buenas o por las malas la totalidad del mundo
no pasaba de ser un apéndice más o menos molesto, para entrar en natural. Muy al contrario, Schopenhauer no busca deducir sino
una nueva consideración que otorga al cuerpo un papel central en la interpretar el mundo: su filosofía no parte de la cosa en sí sino del
constitución de la subjetividad. fenómeno, se instala en el terreno inmediato de la experiencia para
Una vez que se nos ha revelado el en sí de nuestro propio ser, buscar su significado metafísico, significado que descubre, acertada
solo quedan para Schopenhauer dos posibilidades: o bien pensar o equivocadamente, en la voluntad. El curso de su pensamiento va,
que el resto del mundo no es más que representación y quedarnos pues, de la naturaleza a la voluntad, de la manifestación a la esencia.
en un egoísmo teórico, con todos los absurdos que ello conlleva; o E invertir ese curso supone traicionar el espíritu de su filosofía.
bien suponer que los demás fenómenos de la naturaleza que tan La voluntad de vivir se afirma en todos los seres existentes. Pero
semejantes al nuestro se nos aparecen tienen idéntica esencia. Y así, la afirmación de la voluntad es afirmación de la negatividad, la
con la misma razón con que afirmamos «el mundo es mi representa­ escisión y la carencia que lleva en su seno y que no se aminoran en
ción» podemos también afirmar «el mundo es mi voluntad». Así su objetivación fenoménica sino más bien se multiplican, dando
pues, en el principio no era el lógos sino la voluntad. Ella es la lugar a una vida que es en esencia dolor. El querer y su satisfacción
realidad originaria, la cosa en sí idéntica que se manifiesta en todos o, en otras palabras, el sufrimiento y el tedio, son los dos extremos
los seres y fuerzas de la naturaleza, desde la gravedad que hace caer entre los que oscila el péndulo de la vida. Mientras queremos,
la piedra hasta el carácter que determina las voliciones del hombre sufrimos por la carencia que ese sufrimiento supone; cuando el
ante unos motivos dados. Cada uno de los seres naturales, cada uno querer es satisfecho, surge algo peor que el sufrimiento: el aburri­
de sus impulsos, acciones y afecciones, representan la concreción miento, que nos hace sentir el vacío de la voluntad desocupada.
individual de una voluntad de vivir absoluta e ilimitada. La afirma­ Pero la rueda de Ixión nunca se detiene: pronto aparecerá un nuevo
deseo con un nuevo dolor, y su satisfacción volverá a mostrarse
vana para calmar la sed de la voluntad; una voluntad que nunca
16. Über die vierfache..., pp. 141 y 142 (trad. cit., pp. 203 y 205).
encuentra un objeto que satisfaga su querer, porque en realidad no
quiere nada y en el mundo fenoménico se limita a aparentar un que determinan la escala de los seres naturales. Esas ideas eternas e
querer. El dolor del mundo no es en último término sino la manifes­ inmóviles constituyen el objeto de la contemplación estética. En
tación del absurdo de una voluntad que es incapaz de querer17. ella el sujeto puro del conocimiento, aquel ojo del mundo que se
Por si eso fuera poco, a nuestra índole esencial se añaden las presentaba como soporte de la representación, se convierte ahora
condiciones fenoménicas que constituyen una nueva fuente de en su espejo. Desgajado momentáneamente de su condición de in­
dolor. Pues si en esencia somos un absoluto —la voluntad y toda la dividuo, ya no se pregunta por el cómo, el cuándo, el porqué y el
voluntad—, al mismo tiempo somos individuos que, cegados por el para qué. Su modo de conocer se ha desvinculado del principio de
velo de Maya, pretendemos afirmarnos en nuestra propia indivi­ razón y se dirige en exclusiva al qué. El genio busca así lo mismo
dualidad aun a costa del aniquilamiento del resto del universo. De que el filósofo, pero por una vía y medios distintos: su conocimien­
ahí surge un estado de hostilidad universal en el que todos somos to no es discursivo sino intuitivo, y no se materializa en conceptos
verdugos y víctimas; porque todos causamos daño a otros y lo su­ abstractos sino en una obra de arte. Él es capaz de ver en lo par­
frimos de los demás, y porque todos somos una misma voluntad. ticular lo universal, en lo efímero lo eterno, en el individuo la idea,
No obstante, y a pesar de todo el sufrimiento de nuestra existencia, y de transmitir luego ese conocimiento de forma indirecta a través
nos aferramos a ella y nos estremecemos ante la perspectiva de una de su obra. Y al transmitirlo, ese benefactor de la humanidad nos
muerte que en todo caso ha de llegar; pues le pertenecemos por el comunica también algo del remanso de paz que ha conocido el
hecho de haber nacido, y ella no hace más que jugar con su presa mundo de las ideas: en él no hay dolor porque la voluntad se ha
antes de devorarla18. adormecido por un instante dejando el paso a la pura represen­
tación.
En correspondencia con la escala de la naturaleza, la teoría del
5. El espejo del mundo arte de Schopenhauer va recorriendo la gradación de las ideas en
sentido ascendente adjudicando a cada una de las bellas artes la
La liberación de la voluntad de vivir, fuente de todo dolor, encuen­ contemplación de una idea. En el nivel inferior, la arquitectura
tra en Schopenhauer dos vías: una puramente contemplativa (el como arte bello nos presenta la idea de la materia bruta y las fuerzas
arte) y otra de carácter práctico (la ética y la ascética). Pero no nos básicas de la naturaleza en el perpetuo conflicto entre gravedad y
engañemos: no vamos a encontrar aquí recetas para una vida feliz: rigidez. Pasando por artes como la conducción de agua, la jardine­
en primer lugar, porque «vida» y «feliz» son aquí conceptos contra­ ría, la pintura paisajística y la pintura y escultura animal, en las que
dictorios; y además, porque no hay recetas para ser un genio ni para se presentan las ideas de la naturaleza vegetal y animal, se desembo­
ser santo. Tanto lo uno como lo otro proceden de un conocimiento; ca en las artes que tienen como objetivo específico la idea del
pero de un conocimiento inmediato e imposible de transmitir en hombre. Estas son la pintura histórica, la escultura y, por encima de
palabras. En la ética y la estética abandonamos el dominio de la ellas, la poesía. La concepción schopenhaueriana de la poesía, que
razón y entramos en el terreno de lo místico: aquí no caben ya las tanta resonancia encontrará después en la obra de Borges, nos la
explicaciones sino solamente la descripción de su manifestación en presenta como una auténtica sabiduría acerca del hombre y al poeta
el fenómeno. como un ser humano anónimo y universal: «El poeta es el hombre
Además del mundo de la representación y el de la voluntad, hay universal: todo lo que ha conmovido el corazón de algún hombre,
un tercer mundo; un mundo que parece llevarse la mejor parte, ya lo que en alguna situación la naturaleza humana ha dado de sí, lo
que no está afectado ni por las contradicciones internas de la cosa que en algún lugar habita y se gesta en un corazón humano, es su
en sí ni por el sufrimiento inherente al mundo de la vida: se trata de tema y su materia; como también todo el resto de la naturaleza»19.
las ideas platónicas, las objetivaciones inmediatas de la voluntad, La verdad del hombre no la expresa la historia sino la poesía. La
historia narra solo los acontecimientos y se queda siempre anclada
17. Cf. C. Rosset, Schopenhauer, philosophe de Vabsurd, P.U.F., Paris, 1967,
p. 106.
18. Cf. Die Welt... I, p. 367 [p. 369]. 19. Cf. Die Welt... I, p. 294 [p. 305J.
en la superficialidad del fenómeno. La poesía, en cambio, narra lo medida en que el arte ostenta en él una virtud catártica que de
que nunca envejece porque nunca sucedió20. alguna manera redime la perversión originaria de la realidad y nos
La verdad de la poesía encuentra su expresión máxima en su permite verle «su lado bueno» y liberarnos momentáneamente del
género superior: la tragedia. En ella se nos presenta en toda su sufrimiento sin desembocar en la nada. No ocurre así, en cambio,
crudeza el terrible espectáculo de la existencia humana, la más en la otra vía de liberación de la voluntad, en la que el conocimiento
dolorosa de todas, con el triunfo de la maldad, el azar y el error. La de la verdadera realidad de las cosas presenta su lado más terrible y
tragedia expresa el conflicto interno de una voluntad que se devora solo puede provocar espanto.
a sí misma a través de sus fenómenos y que se sustrae a toda ra­
cionalidad y toda lógica. Y expresa, sobre todo, el carácter de culpa
que tiene nuestra existencia y que solo se puede expiar con el 6. La superación del mundo
sufrimiento y la muerte: «El verdadero sentido de la tragedia es la
profunda comprensión de que lo que el héroe expía no son sus El arte ofrece una liberación momentánea del dolor en cuanto nos
pecados particulares sino el pecado original, es decir, la culpa de la permite evadirnos de la servidumbre de la voluntad. Pero no es una
existencia misma»21. solución definitiva ni radical. Si el mal no es un accidente de la
La tragedia culmina la representación de las ideas eternas pero historia, si el sufrimiento está enraizado en el origen mismo de la
no la escala de las artes. Por encima de ella hay otro arte que ocupa existencia, está claro que la única vía para liberarse definitivamente
un puesto aparte, ya que no representa ideas sino la voluntad de él será atacar directamente su causa: la voluntad misma. El in­
misma: la música. Es comprensible que en un sistema eminente­ tento de cambiar los acontecimientos en la búsqueda de un mundo
mente irracionalista, el puesto supremo en la jerarquía de las artes feliz será siempre vano. Pues, aparte de que no podremos nunca
no lo ocupe un arte del lógos sino del sentimiento. Antes lo vimos: alterarlos porque pertenecen a una cadena de causas regidas por
cuando la razón calla, habla la voluntad. Pues bien: la voluntad una necesidad férrea, los acontecimientos son puramente exteriores
habla el lenguaje de la pasión y del sentimiento, un lenguaje indesci­ y no afectan a la esencia de las cosas. Por mucho que intentemos
frable para la razón pero universal mente comprensible: «El compo­ aliviar los síntomas, la gangrena sigue estando ahí y terminará por
sitor revela la esencia íntima del mundo y expresa la más honda manifestarse en todo el hedor de su putrefacción: al final hay que
sabiduría en un lenguaje que su razón no comprende»22. En esa extirpar.
sabiduría encontraríamos, si pudiéramos expresarla en conceptos, Por otra parte, el mal no es más que la otra cara de la maldad, y
la verdadera metafísica. Pues la música no expresa ya una idea sino el que causa el dolor y quien lo sufre se distinguen solo en el
que representa la vida, la voluntad misma en sus distintos grados de fenómeno, no en sí mismos. Igual que nacen juntos, juntos deberán
objetivación, la «sinfonía de la naturaleza» que aúna perfectamente también desaparecer. Así pues, la liberación del dolor habrá de
todos sus elementos, desde el bajo fundamental —las fuerzas infe­ pasar necesariamente por una ética y la redención del mal irá unida
riores de la naturaleza— hasta la melodía —el hombre—, erigién­ a una purificación del espíritu. Vimos antes cómo al dolor esencial
dose así en un mundo paralelo al de los fenómenos. de una voluntad perpetuamente insatisfecha se añadían las condi­
La belleza de las cosas no desmiente en modo alguno el pesimis­ ciones fenoménicas como fuente ulterior del sufrimiento. Del mis­
mo schopenhaueriano: pues una cosa es verlas y otra serlas23. Pero mo modo, a la perversión originaria de una voluntad que, como
sí se puede al menos atisbar en la teoría estética de Schopenhauer Schopenhauer repite insistentemente, «no debería ser», se suma el
una cierta atenuación de su concepción trágica de la vida, en la velo de Maya como fuente inmediata de inmoralidad. Es precisa­
mente ese velo de engaño el que nos hace ver la distinción indivi­
dual como algo absoluto y funda el móvil antimoral por excelencia:
20. Cf. Die W elt.,. I, p. 291 [p. 302],
21. Die Welt... I, pp. 300-301 [pp. 309].
el egoísmo. Quien vive sumido en el modo de conocimiento feno­
22. D ie W elt.A y p. 307 [316], ménico considera la distinción entre su propio individuo y los de­
23. Cf. Der handschriftliche Nachlaß, ΙΠ, ed. de A. Hübscher, DTV, München, más como algo plenamente real y establece un abismo infranquea­
1985, p. 172. ble entre su propio ser y los otros. En el otro ser humano ve un
mero «no-yo»; de hecho, los demás ni siquiera tienen una existencia grados, estriba en ultimo término en la mayor o menor diferencia
propia: solo existen en su representación.^así, cada cual afirma su que el sujeto establece entre su propio yo y los demás.
voluntad sin límites, aunque ello suponga negar la voluntad de los Sin embargo, la justicia y la caridad amortiguan pero no elimi­
otros o incluso destruirlos. Porque cada uno es el centro del mundo nan el dolor y la maldad del mundo, desde el momento en que en
o, más bien, la totalidad del mundo. ellas sigue vigente la afirmación de la voluntad. Aun así, son condi­
Así viven, en mayor o menor medida, la gran mayoría de los ción y preparación para el paso siguiente y definitivo: la ascética.
hombres: inmersos en el engaño, haciendo daño a los otros y Quien ha conseguido rasgar el velo de Maya no solo percibe la
pagando con sufrimiento su maldad. Esa es la condición natural del identidad de todos los seres y hace suyo el sufrimiento universal del
hombre y, en general, de todos los seres; porque el egoísmo, mundo. También reconoce en la voluntad a la culpable de todo ese
además de ser el móvil antimoral, es el móvil natural de todos los dolor e intenta aniquilarla negándola en su propio fenómeno. Es el
seres vivientes. La naturaleza es inmoral, como lo es la voluntad que estadio de la ascética, de la negación directa e intencionada de la
en ella se objetiva. voluntad. Iluminada por el conocimiento, la voluntad reconoce la
Pero hay algunos casos, tan excepcionales como asombrosos, vanidad de sus afanes y renuncia a seguir representando la dolorosa
en los que ciertos individuos consiguen rasgar el velo de Maya y comedia de un querer ficticio e inviable. Los ascetas, los santos, han
acceder a la verdadera naturaleza de las cosas. En ellos el conoci­ conseguido acallar la voluntad en sí mismos aunque, paradójica­
miento sometido al principio de razón deja paso a otro tipo de mente (el porqué no lo explica Schopenhauer), la sigan afirmando
conocimiento «inmediato e intuitivo que no se puede dar ni recibir en los demás. Y con la voluntad ha desaparecido en ellos el sufri­
por medio de la razón [...] que, precisamente porque no es abstrac­ miento, la inquietud, la miseria, el miedo, la necesidad y todos los
to, tampoco se puede comunicar sino que ha de abrirse a cada uno y males que hostigan continuamente la vida del hombre inmerso en el
que, por lo tanto, no encuentra su adecuada expresión en palabras fenómeno. Su mirada irradia felicidad y sosiego: pues, estando
sino únicamente en hechos, en la conducta, en el curso vital del privados de todo, todo les sobra porque ya no quieren nada. Ellos
hombre»24. Ellos se dan cuenta de que las barreras de la individuali­ han llegado a ver claro el sentido de la vida, aunque no nos pueden
dad que separan a los seres son meras apariencias y que detrás de comunicar ese conocimiento con palabras. Pero su vida nos revela
ellas se esconde una identidad esencial de todos aquellos. Para esos ese «qué» del mundo por el que se preguntaba la filosofía: «Todo
hombres, el otro no es ya un «no-yo» sino «otra vez yo», y el placer este mundo nuestro tan real, con todos sus soles y galaxias, es
y dolor ajenos se convierten en un motivo para su querer de igual o nada»26.
mayor relevancia que los propios. No se sabe cómo ni por qué, han
descubierto «el secreto último de la vida»: que el mal y la maldad, el
sufrimiento y el odio, la víctima y el verdugo, son lo mismo, aun 7. Observaciones sobre la traducción
cuando parezcan diferentes a la representación25. De ahí nace la
compasión, fuente de todas las acciones de valor moral y único La presente traducción se ha realizado a partir del original alemán
fundamento posible de la moralidad. Según la claridad con que del segundo volumen de la Jubiläumausgabe de las obras de Scho­
aquel conocimiento se revele, se expresará en las acciones de la penhauer, publicada en siete volúmenes por Brockhaus, Mann­
justicia o de la caridad: en las primeras, la afirmación de la propia heim, 1988. Se trata de la edición de Arthur Hübscher, que sigue a
voluntad se limita para impedir la negación de la voluntad ajena; en su vez la de Julius Frauenstädt y que en esta cuarta edición, poste­
las segundas, el individuo afirma la voluntad ajena incluso a costa rior a la muerte de Hübscher, ha sido supervisada por su viuda,
de negar la propia o, en casos extremos, de la propia vida. La dife­ Angelika Hübscher. La paginación original incluida en la traduc­
rencia entre la justicia y la caridad, así como entre sus distintos ción se refiere a esta edición, que sigue la tercera y definitiva que
realizó Schopenhauer.

24. Die W elt... I, p. 437 [p. 431].


25. Cf. Die W elt... I, p. 465 [p. 456]. 26. Die Weh... I, p. 487 [p. 475].
En la traducción de los términos filosóficos fundamentales he los errores como los aciertos, si los hubiere, tendrán con toda
procurado seguir un criterio unívoco, siempre que el sentido lo probabilidad que achacarse a ambos.
permitiese. En casos particulares o excepcionales, he añadido al
texto el término original alemán o las correspondientes notas acla­
ratorias a pie de página. El apartado siguiente incluye un glosario 8. Glosario
con la traducción de los términos más importantes que aparecen en
el texto y, en su caso, las pertinentes observaciones sobre su tra­ acción y reacción: Stoß und GegenstoßWirkung und Gegenwirkung
ducción. afección sensorial: Sinnesempfindung
He mantenido los numerosos textos en idioma extranjero cita­ atractivo (en § 40): Reizende
autoconciencia: Selbstbewußtsein
dos por Schopenhauer y he corregido las muchas faltas de acentua­
bien (el): das Gute
ción y espíritus que presentan las citas en griego. La traducción de caridad: Menschenliebe/(reine) Liebe
dichos textos, realizada por mí a partir del idioma original, aparece causa: Ursache
a pie de página y entre corchetes. En los casos aislados en que el compasión: Mitleid
propio Schopenhauer ha traducido los textos al alemán, las traduc­ concepto: Begriff
ciones aparecen sin corchetes. También he incluido las referencias conciencia (moral): Gewissen
de los textos citados, para cuya localización me he servido del conciencia: Bewußtsein
apéndice que ofrece Hübscher en el último volumen de su edición, contingente: zufällig
así como de la edición de Deussen. cosa en sí: Ding an sich
derecho: Recht
El Apéndice sobre la filosofía kantiana incluido en este volu­ discernimiento: Besonnenheit. Aunque este término se traduce habitual­
men coincide en lo esencial con la traducción del mismo que se mente como «reflexión» o «circunspección», cuando se utiliza para
publicó separadamente en 2000 por esta misma editorial. No obs­ caracterizar el genio artístico lo he traducido así para no confundirlo
tante, al ser incorporada aquí ha sufrido algunas correcciones, con la reflexión propia de la razón,
como también las modificaciones precisas para unificarla con el efecto: Wirkung
resto del volumen, de modo que su contenido no coincide exacta­ entendimiento: Verstand. Schopenhauer utiliza este término exclusiva­
mente con el publicado entonces. mente para referirse a la facultad de la causalidad. Para referirse a la
Con este volumen concluye la edición crítica en castellano de la facultad de conocimiento en general utiliza el término Intellekt.
esencia: Wesen
obra principal de Schopenhauer, que comenzó en 2003 con la espíritu: Geist
publicación del volumen II, dedicado a los Complementos, aunque estímulo: Reiz
tuvo su prehistoria en la mencionada edición del Apéndice sobre excentricidad: Narrheit
Kant. El hecho, para algunos sorprendente, de que se editara en experiencia: Erfahrung
primer lugar el segundo volumen se debió a una razón coyuntural fenómeno: Erscheinung
pero muy real: la total ausencia en el mercado hispanoparlante de genio: Genie. En el doble sentido de genialidad y sujeto genial que tiene
traducciones disponibles de los Complementos, dado que las exis­ también en alemán,
tentes —al margen de su calidad— llevaban muchos años agotadas. imaginación: Einbildungskraft
impresión: Eindruck
Sí había, en cambio, una edición castellana del primer volumen que,
impulso: Trieb
aunque con importantes deficiencias y falta del Apéndice sobre injusticia: Unrecht
Kant, en todo caso podía servir de gran ayuda a quien quisiera instinto: Instinkt
acercarse al pensamiento de Schopenhauer. Sí quiero, no obstante, intelecto: Intellekt. Véase «entendimiento»,
hacer hincapié en lo siguiente: pese a ese peculiar orden en la intuición: Anschauung
edición, esta se concibió desde el principio como una traducción juicio (como facultad): Urteilskraft. En casos de posible confusión con
única, como corresponde a la obra única que es, y los mismos Urteil se escribe con mayúscula,
criterios se han seguido en un volumen que en el otro. Así que tanto juicio: Urteil
justicia: Gerechtigkeit/Recht ser: Wesen/Sein
mal: Este concepto se corresponde con diferentes términos alemanes sufrimiento: Leiden
utilizados por Schopenhauer: Böse (o Bosheit), Übel y el adjetivo sujeto: Subjekt
schlecht. Aunque son dos caras de una misma cosa —la voluntad de sustancia: Substanz!Stoff
vivir—, Schopenhauer caracteriza los dos primeros como las partes virtud: Tugend
activa y pasiva, respectivamente, del dolor, es decir, su producción y voluntad: Wille
su sufrimiento27. En otros contextos, Schopenhauer los caracteriza en
oposición directa al bien (Gut) o lo bueno, como aquello que no es 9. Agradecimientos
acorde con los impulsos de una voluntad individual. La diferencia
entre ambos es que Böse se aplica a los seres vivos o cognoscentes De nuevo he de expresar aquí mi agradecimiento a todos los que
(animales y hombre), mientras que Übel se refiere a los seres inanima­
han contribuido a la conclusión de este trabajo, aun a sabiendas de
dos. Übel y Böse vendrían, pues, a referirse al mal físico y al mal moral,
respectivamente. El término schlecht designa lo mismo que Übel, que muchos nombres se me han de quedar injustamente en el tinte­
siendo esta última expresión más abstracta e infrecuente28. De acuerdo ro. Doy las gracias en particular a los profesores Gemma Vicente,
con todo ello, por lo general traduzco Übel como «mal» y BöselBosheit Juan Arana, Montserrat Negre y José Mora, que me han sustituido
como «maldad», y los adjetivos böse/boshaft y schlecht como «malva­ en mi tarea docente durante la licencia septenal que me ha permiti­
do» y «malo», respectivamente, do terminar este volumen; a mis compañeros del Departamento, en
maldad: das BöselBosheit. Véase «mal», particular al profesor José M.a Prieto, que me ha animado continua­
malo: schlecht. Véase «mal», mente a seguir adelante en este empeño. Y también de nuevo he de
malvado: bösefboshaft. Véase «mal». concluir dando las gracias a mi marido y a mis hijos, en especial a
materia: Materie. Principalmente en el sentido estricto de materia prima o
Javier, que han soportado pacientemente mis muchas horas con
sin forma. f/Stoff. En el sentido de materia determinada o con forma,
equivalente también a sustancia, que en Schopenhauer solo es mate­ Schopenhauer. A ellos y a todos los que de una u otra manera me
rial. han apoyado, les dedico este trabajo, que es también un poco suyo.
motivación: Motivation
motivo: Motiv
necesario: notwendig
necesidad: Notwendigkeit
objeto: Objekt (normalmente en correlación con Subjekt o en sentido
estrictamente cognoscitivo), Gegenstand
percepción: Wahrnehmung
principio de la razón (en Kant): Vernunftsprinzip
principio de razón (suficiente): Satz vom (zureichenden) Grunde
razón (como facultad): Vernunft. En casos de posible confusión con
Grund se escribe con mayúscula,
razón: Grund
realidad: Realität (normalmente en correlación con ideal!Idealität),
Wirklichkeit
receptividad: Empfänglichkeit
reflexión: Besonnenheit! Besinnung/Reflexion/Überlegung
representación: Vorstellung
sensación: Empfindung
sensibilidad: Sinnlichkeit

27. Cf. Die W elt... I, pp. 416, 418 y 465 [pp. 412-413, 441 y 456].
28. Cf. ibid., p. 426 [p. 421] y Die beiden..., p. 265 (trad. cit., p. 289).
Asiatic researchesy vol. IV, p. 164, W. Jones atestigua lo temprana­
mente que la sabiduría hindú conoció esa verdad fundamental, ya
que aparece como el principio fundamental de la filosofía vedanta
atribuida al Vyasa: the fundam ental tenet o f the Vedanta school
consisted not in denying the existence o f matter, that is o f solidity,
impenetrability, and extended figure (to deny which w ould be luna-
cy), but in correcting the popular notion o fit, and in contending that
IS 1 ■ it has no essence independent o f m ental perception; that existence
and perceptibility are convertible te rm s\ Estas palabras expresan
«El mundo es mi representación»: esta es la verdad que vale para ^ I
suficientemente la coexistencia de la realidad empírica y la ideali­
todo ser viviente y cognoscente, aunque solo el h o m b re puede \
dad transcendental.
llevarla a la conciencia reflexiva abstracta: y cuando lo hace re^l· f
Así pues, en este primer libro consideramos el mundo desde el
mente, surge en él la reflexión filosófica. JEntonces le resulta claro y J
aspecto indicado, solamente en la medida en que es representación.
cierto que no conoce ningún sol ni ninguna tierra, sino so lam en t^ X
5 Que | esta consideración, sin perjuicio de su verdad, es unilateral y
un ojo que ve el sol, una mano que siente la tierra; que el mundo
está provocada por una abstracción arbitraria, se lo anuncia ya a
que le rodea no existe más que como representación, es decir, solo
cada cual la aversión interna con la que asume que el mundo es su
en relación con otro ser, el representante, que es él mismo. — Si
mera representación; si bien, por otra parte, no puede sustraerse de
alguna verdad a priori puede enunciarse, es esta: pues ella constitu­
ese supuesto. El carácter unilateral de esa consideración se comple­
ye la expresión de aquella forma de toda experiencia posible e
tará en el libro siguiente con una verdad que no es tan inmediata­
imaginable, forma que es más general que cualquier otra, más que
mente cierta como aquella de la que partimos aquí y a la que solo
el tiempo, el espacio y la causalidad: porque todas estas suponen ya
puede conducir una investigación más profunda, una abstracción
aquella; y si cada una de estas formas que nosotros hemos conocido
más complicada, una separación de lo diferente y unión de lo
como otras tantas configuraciones especiales del principio de razón
idéntico; una verdad sumamente seria y que habrá de resultar para
vale solo para una clase especial de representaciones, la división en
cada uno, si no terrible, sí grave, a saber: que exactamente igual
sujeto y objeto es, por el contrario, la forma común de todas
podemos y tenemos que decir: «ΈΧ mundo es mi voluntad».
aquellas clases; es aquella forma solo bajo la cual es en general
Pero hasta entonces, o sea, en este primeFlibiu, es necesario
posible y pensable alguna representación de cualquier clase, abs­
que nos quedemos fijos en el examen de aquel aspecto del mundo
tracta o intuitiva, pura o empírica. Ninguna verdad es, pues, más
del que partimos, el de su cognoscibilidad, y no tener reparo en
cierta, más independiente de todas las demás y menos necesitada de
considerar como mera representación y calificar de tal cualquier
demostración que esta: que todo lo que existe para el conocimien­
objeto existente, incluso el propio cuerpo (como pronto explicare­
to, o sea, todo este mundo, | esjsolamente objeto en referencia a uj^ 4
mos más detenidamente). Aquello de lo que se hace abstracción
sujeto. intujHnn A e j.iJgnien que intuye; en una palabra, representa­
aquí es, tal y como espero que después resulte cierto a todos,
ción. Naturalmente, esto vale, igual que del presente, también de
únicamente la voluntad , lo único que constituye el otro aspecto del
todo pasado y futuro, de lo más lejano como de lo próximo: pues
mundo: pues, así como por un lado este es en todo representación,
vale del tiempo y el espacio mismos, únicamente en los cuales todo
por el otro es de parte a parte voluntad. M^S-üna realidad que no
aquello se distingue. Todo lo que pertenece y puede pertenecer al
fuera ninguna de las dos cosas sino un objeto en sí (en el que
mundo adolece inevitablemente de ese estar condicionado por el
sujeto y existe sólo para el sujeto. El mundo es representación.
Esta verdad no es en modo alguno nueva. Se hallaba ya en las 1. El dogma fundamental de la escuela vedanta no consistía en negar la exis­
consideraciones escépticas de las que partió Descartes. Pero fue tencia de la materia, es decir, de la solidez, la impenetrabilidad y la extensión (nega­
Berkeley el primero que la formuló claramente: con ello ha contraí­ ción que sería una demencia), sino en corregir la noción usual de la misma y afirmar
do un mérito inmortal en la filosofía, si bien el resto de sus doc­ que no tiene una esencia independiente de la percepción mental; que la existencia y
trinas no se puede mantener. La primera falta de Kant fue el la perceptibilidad son conceptos intercambiables.
descuido de ese principio, tal y como se ha explicado en el apéndi­
ce. En el último de sus tratados: On the philosophy oftbe Asiattcs;
también, por desgracia, degeneró^en Kant la cosa en sí), es un jenguaje kantiano, se hallan a priori en nuestra conciencia. Haber _
absurdo soñado, v siTsuposición un fuego fatuo de la filosofíaT ^ descubierto eso constituye un mérito principal de Kant, y de gran
magnitud. Yo afirmo además que el principio de razón es la expre­
sión común de todas aquellas formas del objeto que nos son conoci­
das a priori, y que todo lo que conocemos puramente a priori no es
sino justamente el contenido de aquel principio y lo que de él se
sigue, así que en él se expresa todo nuestro conocimiento a priori.
_es, por lo tanto, el soportfi^del mundo, la condición general y En mi tratado Sobre el principio de razón he mostrado detenida-
siempre supuesta de todo lo que se manifiesta, de todo objeto: pues 7 mente cómo cualquier | objeto posible está sometido a él, es decir,
lo que existe sólo existe para el sujeto. Cada uno se descubre a sí se encuentra en una relación necesaria con otros objetos, por un
priismo sujeto, pero solo £n la medida en que conoce y n o ----- lado como determinado y por otro como determinante: eso llega
en cuanto es objeto de conocimiento. Mas objeto lo es ya su cuerpo, hasta el punto de que la completa existencia de todos los objetos, en
que por escTcTenominamos, desde este punto de vista, representa­ la medida en que son objetos, representaciones y nada más, se
ción. Pues el cuerpo es un objeto entre | objetos y se encuentra ¿ reduce totalmente a aquella relación necesaria entre ellos, no con­
sometido a las leyes de los objetos, aun cuando es objeto inmedia­ siste más que en ella, o sea, es totalmente relativa: enseguida
to2. Como todos los objetos de la intuición, está inserto en las ' hablaré más de esto. Además, he mostrado que, conforme a las
formas de todo conocer, en el tiempo y el espacio, mediante los
cuales se da la pluralidad. Pero el sujeto, el cognoscente y nunca
conocido, no se halla dentro de esas formas sino que más bien está
ya supuesto por ellas: así que no le conviene ni la pluralidad ni su
J
¡clases en las que se dividen los objetos según su posibilidad, aquella
^relación necesaria expresada en general por el principio de razón
aparece en diferentes formas; con lo cual se confirma a su vez la
correcta clasificación de aquellas clases. Todo lo dicho allá lo doy
opuesto, la unidad. No lo conocemos nunca, sino que él es precisa­ aquí por conocido y presente al lector: pues, si no se hubiera dicho
mente el que conoce allá donde se conoce. ya, tendría aquí su necesario lugar.
Así pues, el mundo como representación, en cualquier respecto V
en que lo consideremos, posee dos mitades esenciales, necesarias e
inseparables. Upa es el objeto:^ for m a e s e l espacio y el tiempo, y S3
mediante ellos la, pluralidad. Pero la otra mitad, el sujeto, no se
halla en el espacio y el tiempo, pues está entero e indiviso en cada Todas nuestras representaciones se diferencian principalmente por
uno de los seres representantes; de ahí que uno solo de ellos ser intuitivas o abstractas. Las últimas están constituidas por una
sola clase de representaciones, los conceptos: estos son patrimonio
complete con el objeto el mundo como representación, tan plena­
mente como todos los millones que existen: pero si aquel ser único exclusivo del hombre, que se distingue de todos los animales por
esa capacidad para ellos que desde siempre se ha denominado
desapareciera, dejaría de existir el mundo como representación.
razón 3. Más adelante examinaremos esas representaciones abstrac­
Esas mitades son, por lo tanto, inseparables incluso para el pensa­
tas en sí mismas, pero en primer lugar hablaremos exclusivamente
miento: pues cada una de ellas tiene significado y existencia exclu­
de la representación intuitiva . Esta abarca todo el mundo visible, o
sivamente por y para la otra, existe con ella y desaparece con ella.
el conjunto de la experiencia, junto con sus condiciones de posibili­
Se limitan inmediatamente: donde comienza el objeto, cesa el su­
dad. Como se ha dicho, constituye un importante descubrimiento
jeto. Él carácter común de esos límites se muestra precisamente en
de Kant la tesis de que precisamente esas condiciones, esas formas
"que Tas formas esenciales y universales de todo objeto: tiempo.
espacio y causalidad, pueden ser descubiertas y plenamente conocí^___
das partiendo del sujeto y sin conocer siquiera^eTobjefo'fes'decir, en 3. Kant ha sido el único en confundir ese concepto de la razón; en relación
con ello remito al Apéndice, como también a mis Problemas fundamentales de la
ética, Sobre el fundamento de la moral, § 6, pp. 148-154 de la primera [pp. 146-151
2. Sobre el principio de razón, 2.a ed., $ 22. de la segunda] edición [trad. cast., pp. 173-178].
de la experiencia, es decir, lo más general en su percepción, lo que taba en ella del eterno fluir de las cosas; Platón degradó su objeto
pertenece por igual a todos sus fenómenos, es decir, el tiempo y el como lo que siempre deviene y nunca existe; Spinoza lo designó
espacio,jno solo pueden ser pensados in abstracta ppr sí misrprig y^L como los meros accidentes de la única sustancia que existe y
margen de su contenido, sino también inmediatamentí^jomidos^---^ permanece; Kant opuso lo así conocido, en cuanto mero fenómeno,
que esa intuición no es acaso | un fantasma tomado de la experiei*^ 8 a la cosa en sí; por último, la antigua sabiduría hindú dice: «Es la
cia mediante repetición, sino que es tan independiente de la £xpo^, Maya, el velo del engaño que envuelve los ojos de los mortales y les
riencia que, más bien a la inversa, esta ha de pensarse como^ hace ver un mundo del que no se puede decir que sea ni que no sea:
'‘dependiente de ella; pues las propiedades del espacio y el tiempo, pues se asemeja al sueño, al resplandor del sol sobre la arena que el
tal y como las conoce la intuición a priori, rigen como leyes de toda caminante toma de lejos por un mar, o también a la cuerda tirada
experiencia posible a las que esta siempre se tiene que conformar. que ve como una serpiente». (Esas comparaciones se repiten en
Por eso en mi tratado Sobre el principio de razón he considerado el innumerables pasajes de los Vedas y Puranas.) Lo que todos ellos
tiempo y el espacio como una clase especial y autónoma de repre­ quieren decir y aquello de lo que hablan no es sino precisamente lo
sentaciones, en la medida en que son intuidas en forma pura y vacía que aquí consideramos: el mundo como representación, sometido
de contenido. Tan importante es ese carácter de las formas genera­ al principio de razón.
les de la intuición descubierto por Kant, que estas son cognoscibles
de manera intuitiva y según su completa legalidad por sí mismas y al
margen de la experiencia, hecho este en el que se basa la matemáti­ §4
ca y su infalibilidad; pero no es una propiedad menos notable de
aquellas formas el hecho de que el principio de razón, que determi­ Quien haya conocido la forma del principio de razón que se mani­
na la experiencia como ley de causalidad y motivación, y el pensa­ fiesta en el tiempo puro como tal y en la que se basa toda numera­
miento como ley de fundamentación de los juicios, aparezca aquí en ción y cálculo, habrá conocido con ello toda la esencia del tiempo.
una forma totalmente peculiar a la que he dado el nombre de razón Este no es más que justamente aquella forma del principio de razón
de ser y que constituye en el tiempo la sucesión de sus momentos y y no tiene ninguna otra propiedad; la sucesión es la forma del prin­
en el espacio la posición de sus partes que se determinan recíproca­ cipio de razón en el tiempo; la sucesión constituye toda la esencia
mente hasta el infinito. del tiempo. — Quien además haya conocido el principio de razón
Quien a partir de mi tratado introductorio haya llegado a tener tal y como rige en el espacio intuido en forma pura, ha agotado con
clara la completa identidad del contenido del principio de razón en ello toda la esencia del espacio; pues este no es en su totalidad más
la diversidad de sus formas, estará también convencido de lo impor­ que la posibilidad de las determinaciones recíprocas de sus partes a
tante que es para la comprensión de su esencia íntima el conoci­ la que se denomina situación. Su examen en detalle y la formula­
miento de la más simple de sus formas, que hemos visto ser el ción de los consiguientes resultados en conceptos abstractos para
tiempo. Así como en él cada instante solo existe en la medida en que una aplicación más cómoda constituyen el contenido de toda la geo­
ha exterminado el anterior, su padre, para ser a su vez exterminado metría. Del mismo modo, quien haya conocido aquella forma del
con la misma rapidez; así como el pasado y el futuro (al margen de f 10 principio de razón que domina el contenido de aquellas formas (el |
las consecuencias de su contenido) son tan vanos como cualquier tiempo y el espacio), su perceptibilidad, es decir, la materia; o sea,
sueño, mientras que el presente no es más que el límite inextenso e quien haya conocido la ley de la causalidad, ese habrá conocido toda
inestable entre ambos, de igual modo reconoceremos la misma la esencia de la materia en cuanto tal: pues esta no es en su totalidad
nihilidad en todas las demás formas del principio de razón; y sino causalidad, como cualquiera comprende inmediatamente en
veremos que, como el tiempo, también el espacio y todo lo que cuanto reflexiona. En efecto, su ser es su obrar: ningún otro ser de
existe en él a la vez que en el tiempo, o sea, todo lo que resulta de la misma se puede ni siquiera pensar. Solamente en cuanto actúa
causas o motivos, no tiene más que una existencia relativa, | solo 9 llena el espacio y llena el tiempo: su acción sobre el objeto inmedia­
existe por y para otro que es semejante a él, es decir, de la misma to (que es él mismo materia) condiciona la intuición, en la que solo
consistencia. En esencia esta visión es antigua: Heráclito se lamen- ella existe: la consecuencia de la acción de un objeto material sobre

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