Pacto Político Colonial PDF
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IGNO
CvADERNos B olivianos de C vltvra
Ediciones
50 SIGNO
Enero - Diciembre LaPaz - Bolivia
NUEVA ÉPOCA 1997
Mestizos en las élites
Influencia del pacto político colonial para la aparición de mestizos
encumbrados en las élites de Charcas (Solivia).
Signo
100 C
Muchas preguntas surgieron cuando se iba encontrando que en el trabajo de los nombrados autores
es d ifícil identificar realmente el sujeto mestizo al que se refirieren, por el hecho de que el uso del
concepto de lo mestizo respecto a categorías operacionales, aparece bastante vago. L a excesiva
biologización de la explicación cultural lle v ó sin duda a los pensadores del cambio de siglo a
sobregeneralizar toda diferenciación social real, al no tomar en cuenta que un mestizo biológico,
puede portar cualquier cultura sin dejar de ser un mestizo biológico. En La Paz por ejemplo, un mestizo
en su modo cotidiano de ser y proceder, puede poseer preponderancia en rasgos culturales para el obrar
y el pensar, o bien de aymara, o bien de latino. Haciendo una pequeña digresión, entenderemos este
último término calificativo, en el sentido más universal de la palabra, especialmente en lo que se
refiere a su denotación por las formas del gusto, el consumo, y el pensamiento con raigambre
occidental, a más de com o denotador de la modalidad del repertorio instrumental-cultural con que el
sujeto de esta misma raigambre cuenta, en tanto
que su patrimonio, para desenvolverse en la vida. S.P»IM C1»\US
Nótese sin embargo, que en el caso nuestro, el
latino local si es que vale el término, no deja de
tener las caractensticas suficientes que le configu
ran su «s e r americano» específico, puesto que, si
bien éste tiende a poseer el gusto y los deseos de un
occidental típico, en los hechos no deja de serle por
ejem plo muy difícil comportarse com o un real
capitalista. Diremos de paso, que no sin dudas
incluso éticas enraizadas en las ideologías en que
nos socializáramos cuando escolinos, ideologías
éstas que han tenido la potencia suficiente como
para cegar o'taparle la boca a más de un autor en
varios aspectos, y que hoy por hoy, aunque decli
nando ante el influjo del discurso moralmente
necesario y empíricamente deducido de lo «pluri-
m ulti», todavía siguen anudando los modos san
cionados de construir y pensar la identidad y la
unidad nacional de este país -que mejor preferire
mos entenderlo com o «País de Pueblos», antes que
com o «N a c ió n » a p r ío r i de aquí en adelante-, en
B oero (1998) se tomó la decisión de bautizar la
cultura del pueblo anónimo que en 1825 asumiera Capac Apo Mama-Pomaval. Caque son
la República, com o «latinoamericana de base»,
muger de principales...
Signo 42-43, pág 66.
para que tenga nombre respetable en vez del muy
peyorativo apelativo de « q ’ ara» que se ha venido manejando en el último tiempo. Lo. que debemos
comentar al respecto, y que nos devuelve a nuestro tema, es que aún en el momento de ponerle
denominación a esta cultura para su conocimiento, no dejábamos de percibir ciertas insuficiencias en
la categorización que realizábamos, sin poder identificar del todo, cuál era realmente el elemento
fallante. Sólo luego de que con el arqueólogo Oswaldo R ivera Sundt nos hubiéramos preguntado ¿y
qué fue de los incas después de la colonia?, la respuesta comenzaba a resultar obvia. Por un lado,
aprendíamos que no es suficiente con saber qué cultura porta el sujeto para saber quién es, aunque sí
desde dónde mira básicamente, y por el otro, aparecía ante nuestros ojos el filón explicativo necesario
que iba a permitimos comenzar a desenovillar ciertas soluciones ante las preguntas formuladas a raíz
de la tan mentada «crisis de identidad», que al menos durante el siglo X X , los grupos tradicionalmente
denominados «b lan cos» y también «m estizos» en S olivia, hubieran estado proclamando tener «a
nivel nacional». H e aquí que, sin olvidar que ha sido ya puesto en tela de juicio que los incas fueran
una etnia, sino más bien un grupo local de aymaras que concentró mucho poder (véase Querejazu
L • 101
L ew is 1998), en este texto tendremos la oportunidad de hablar de los descendientes de una serie de
caciques, o bien incas, o bien reconocidos por los incas, que absorbidos en el mundo criollo charquino,
nos posibilitarán dejar justificado por qué hemos dicho que el último pueblo nacido de Am érica,
además de ser «o rigin a rio » en contra de aquel pensamiento que anteriormente le hubiera estado
atribuyendo una total «extrangería», también constituye un mundo social, que a más de ser portador
de «cultura latinoamericana de base», debería llamarse en los hechos « Ib e ro in cá sico » desde el punto
de vista de su identidad.
T al com o se ve, la necesidad de contribuir al conocimiento del mestizaje en las élites de
Charcas, no se justifica sólo por fines académicos, sino de autoconocimiento. Pues, si es que el
mandato de la época que comenzamos a viv ir consiste en consolidar una real confluencia solidaria
entre los pueblos que constituyen S olivia, la necesidad del autoconocimiento incluso étnico de
aquellos que en la actualidad detentan el poder en S olivia, no resulta ser superflua, desde e l momento
en que este autoconocimiento debe servir primero, para saber desde dónde es que parte la propia
mirada, antes de que se emitan juicios sobre los modos de ser, obrar y pensar, y sobre las
potencialidades de quienes habiéndose socializado en la matriz de otras culturas de base, son también
originarios de este país de pueblos. Esto es, para que quede de una vez por todas superado el tipo de
lectura hermenéutica del «y o a tú» (o lectura nietzschesca y etnocentrista), y se recupere con ésto, la
lectura del «tú y y o » que es más propia del «País de Pueblos». Y segundo, para que en los hechos pueda
por fin exigirse el cumplimiento del imperativo categórico consistente en que si en S o liv ia debe existir
un pensamiento nacional, este no pueda apoyarse en la idea de que todos debamos pensar al unísono
igual todas las cosas, sino en que pensemos en que la máxima de nuestras acciones deba estar fundada
en el principio universal de que la acción personal y local de cada uno de los componentes, no pueda
ir en detrimento ni personal ni ajeno en lo que se refiere al crecimiento material y espiritual que a todos
corresponde fomentar para sí y los otros. Esto es, con el ideal puesto en que el andamiaje conformado
por la nacionalidad, permita un crecimiento pluritonal unísono de lo múltiple, sobre la base de que
todos sepan que no sólo el yo personal cuenta al momento de construir un País de Pueblos; para que
nadie nunca más se sienta extranjero en su propia tierra. Pero para que ésto suceda, será necesario
además, que a la vez que recuperemos a Tamayo, también desechemos a Tamayo. Es decir,
recuperándolo en el sentido de leerlo casi entre líneas, para alcanzar sus más profundas deducciones
filosóficas, en lo que se refiere al significado de «en erg ía » com o fuente de moralidad nacional, y en
ese sentido, encontrando la posibilidad de lo nacional requerido tal com o ahora lo concebimos, en la
esencia universal y última del ser humano. A partir de aquí todo lo demás será «accidente», y
llamándole «cultura» a ésto, no deberemos olvidar que «p esa». Desechar a Tam ayo significa en
cambio superar el uso que su época le diera al término «m estizo», época ésta en donde el impreciso
significado denotativo de la palabra, que más que servir para darle a cada quien su pedacito de
nacionalidad, al ser confundido aleatoriamente con los conceptos de «c h o lo » (Arguedas 199 T. 36),
«b la n c o » (Tam ayo 1944: cfr. 65 y 73) y a momentos, con aquel de «in d io letrado» (Ib id .: 82), sólo
ha conducido a que se sobregeneralicen las parcelas y el conocimiento de la estratificación socio-
cultural de la realidad socio-histórica que se trató de describir; hacer ésto servirá sin duda, para que
la concepción del mundo que conduce a una conciencia sobredimensionada respecto de lo que
constituyen los distintos sujetos que intervienen en la construcción de nuestra historia, quede también
abandonada. Pero bien, esto aquí ya es otro cantar, ahora nos interesamos en tener una visión más
histórica y real del proceso por el cual aparecen los primeros mestizos en las élites españolas de la
Am érica colonial.
Antes de dar in icio a la construcción que proponem os, recordarem os que las observa
ciones de Barragán están referidas a un grupo resultante de cholos que, com o e lla misma dice
y nombra, es diferente del grupo del mundo c rio llo (Barragán 1991:69). Por otra parte, tam bién
recordarem os que los procesos de m iscegenación entre españoles e indios no tuvieron com o
destino único al estrato de los denominados cholos, sino que también, se d io el caso de que
dentro de las capas coloniales dominantes, aparecieron m estizos «le g ítim o s » con todos los
Signo
102 -s
derechos; a éstos, dentro del marco d el presente texto, los vam os a denom inar m estizo-criollos.
P ero corresponderá al lector crítico ju zg a r en qué medida resulta pertinente com enzar a m ejor
con cebirlos bajo e l térm ino de iberoincásicos.
Cotler añade:
«L o s descendientes de matrimonios de los conquistadores con indias de la
nobleza regional fueron incorporados al estamento español, mientras que los otros,
es decir, la Inmensa mayona, fruto de relaciones eventuales, eran tenidos a menos y
ubicados dentro de las castas, que agrupaban a los descendientes de negros mezclados
con otros estamentos, e indios forasteros» { C o t le r 1 9 8 7 :3 9 ).
¿Cóm o es que se pudieron constituir tales alianzas? ¿a partir de qué tipo de condiciones
políticas, con quiénes no habna alianza?
Peredo, en base a Stem, nos cuenta:
Los españoles, aparte de acoger a los curacas y otras autoridades de pueblos no totalmente
integrados al imperio, también intervinieron en el conflicto principal que se desarrolló al interior del
imperio entre Huáscar y Atahuallpa de tal modo que capitalizaron las expectativas de uno de los bandos
(el de Huáscar, ya muerto) a su favor, reivindicándole posiciones de poder luego de derrocar y ajusticiar
a Atahuallpa, « p o r traició n a lo s españ o les y p o r la m uerte de H u á sca r» (O liva 1986:204).
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principio, y duraron en el seflono hasta que, habiendo división entre Guascar, único
heredero, y Atabaliba [Atahuallpa] sobre la gobernación del imperio, entraron los
españoles y pudieron fácilmente ganar el reino y a ellos apartarlos de sus porfías»
(C ie z a d e L e ó n 1 9 8 4 :3 8 8 ).
Sin embargo, también hubieron otros caciques que estando integrados al imperio incaico
fueron reclutados o por el temor o por la fuerza mientras que Pizarro se dirigía hacia Cajamarca
haciendo grandes matanzas:
« ‘Otro día luego por la mañana envió sus cuadrillas en busca de los enemigos,
e también se les hizo daño; pero pareciéndole que lo hecho bastaba para notable castigo
y escarmiento, envió a llamar al cacique, requiriéndole con la paz e asegurándole’
(O viedo ^). Chilimasa, el cacique, respondió que iría de paz si le aseguraban que no le
habían de matar. A s í se hizo y el cacique quedó libre con el encargo de velar porque sus
súbditos no les opusieran resistencia. Más adelante otros caciques, Lachira y Amotape,
trataron de impedirles el paso, mas la solución fue rápida; Amotape fue quemado y a
Lachira lo guardaron para que sosegara a la gente. En efecto, ‘de allí en adelante todos
sirvieron mejor e más solícitos e con mayor temor’ (O v ie d o )» (O liv a 198 6 :19 8 ).
Según se ve, de parte de Pizarro, en tanto que agente conquistador, también surgió una política
por la cual «capturaba» la lealtad a través de la coerción ejemplificadora (paradigmática), forzando a
pactos de alianza con y de parte de las autoridades incas. Tales pactos de paz y cogoblemo con voto
ponderado, vinieron a consolidar la primera función «m ediadora» del nuevo orden político consistente
en el logro de la mediación de poder capturando a las cabezas y dándoles prebenda para dominar al resto
de la población. Esto, en base al poder tradicional legítimo de tales cabezas sobre la población indígena.
A la vez, dicho poder, en cuanto tal, era relegitimado por los españoles. Dicha forma de realizar el pacto
político coloidal se propagó según se extendía la conquista, así por ejemplo, llegó a L a Paz:
«Fundación había. Desde Europa los blancos (q ’ aras) habían llegado. D e eso
los campesinos (jaqis) hicieron una asamblea y con los españoles hicieron acta de
fundación en Laja [ 1548]. Peroeso había sido engaño (...).Desdeentonces los mismos
españoles posesionaron a los caciques. (Manuel Barco T ’ u la)» (T H O A 1 9 8 8 :1 1 )
Por otra parte, es muy importante revisar la recopilación histórica realizada por Ramiro
Condarco Morales (1998), en donde: a) se hace una detallada descripción de los poderes cacicales
primero de Kirkincha, kuraka representante directo del poder del Cusco en Chuquiago (L a Paz), de
Chuquimia, el jilajat’ a aymara de más privilegio respecto de los otros tres caciques restantes, « p o r
f ig u r a r y p e r m a n e c e r a l lado d e l m a y o r rep resen ta n te lo c a l d e la co ro n a im p e ria l d e l K u sq u » (Ibid.:
20), y de Uturunqu, Nina e Irusuta que son descritos según sus posesiones y su orden de importancia;
b) donde se observa que de los descendientes de los cuatro caciques supeditados a Kirkincha, sólo los
de Irusuta -que parecía representar el último nivel social en cuanto a posesión y pertenencia de tierras
y pastos- tuvieron participaciones directas en contra del poder real de España durante las muy
posteriores luchas de 1809 y 1811 (Ibid.); y c) donde no se deja de poner con tono de denuncia no a
los españoles en este caso, sino a algunos de los malos hijos de estas tierras «que la s lle g a ro n a p o s e e r
tra s p r iv a r in c lu so a v a rio s c a ciq u e s d e su s tra d icio n a les tie rra s de o rig e n » (Ibid.).
KM ^ Signo
por parte de los españoles. De ese modo, el grupo más privilegiado fue el de la nobleza cusqueña cuyo
segundo Inca, coronado por Pizarro, fue Paullo, hermano de Manko Inka’ , el primer inca español.
A s í nos lo muestra Guamán Pom a de Ayala:
«C o m o dicho es, los lexítimos rreys Yngas se acauaron y quedan los príncipes
de ariua nombrados, hijos y nietos desendientes de ellos, los cuales son y han de ser
salareados por su Majestad y an de tener encomiendas y señales com o casta rreal y
señor deste rreyno» (Ib id .)
Podemos suponer, en cambio, que la descendencia de aquellos que cayeran primero al lado
de Atahuallpa y que sin bautizo fueran ejecutados, y la descendencia de aquellos nobles y príncipes
que acompañaron a Manko Inca en sus luchas, no fueron tenidas en cuenta por los españoles sino y
a lo mucho, en calidad de mitayos. Debe verse por otro lado, que los curacas de los pueblos que se
declararon «a m ig os de los españoles», de seguro recibieron un trato parecido al de los más arriba
mencionados, es decir, que recibieron derechos que estaban por encima de aquellos que se otorgara
para los «in d ios tributarios reservados» que Guamán Pom a de A yala se ocupó de describir y nombrar:
«Haua ynga, Uaccha ynga, Chinchaysuyu ynga. Anta ynga, Sacsa Uanaynga,
Quillis Cachi ynga, (...) Anti Suyo ynga, Tanbo ynga, Lare ynga y sus mujeres (...):
son yndios tributarios. Colla Suyo ynga, Queuar ynga(...) y sus mujeres(...). Conde
Suyo ynga, Yana Uara ynga y sus mujeres (...) son yndios tributarios» (Ibid.).
Según parece hacemos ver el cronista, estos «indios tributarios reservados», en realidad no
son «casta real» porque son señores de hombres conquistados por los Incas, pertenecientes a su
confederación, pero no a su identidad:
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G u a n a c o s y H u r u q u illa s ’ Gavilán 1621/1976:43)» [S a n to s E s c o b a r
1 9 9 3 :6 5 ] (p. su sp en siv o s n uestro s, véa se qu e en tre lo s n o m b re s cita d o s a q u í y en
G u arn an P o m a de A y a la -a rrib a - h a y g ra n d es sim ilitu des).
D e los de C a sta R ea l, Guamán Poma de Ayala dirá como ejemplificando en el caso del hijo
(A lla u ca G u a n a co ) del Príncipe Ayala (ca p a c a po Ch a u a , príncipe Ayala, ca p a c c h u ri) y en Yaro Bilca:
«C o n estos príncipes y sus hijos y hijas tiene don y merced del enperador
rrenta, auqui capac churi en la ley deste rreyno de las Yndias del Pirú se titula príncipes
y le habla la merced y sédula real del señor rrey enperador con ellos y con ellas, nietos
y desendientes, merced que no se acaua en la generación de los yndios deste rreyno»
(P o m a d e A y a la 1 9 8 0 :6 9 0 ).
Posteriormente el cronista nos muestra algunos de los rasgos instituidos en relación a éstos:
En cambio, respecto a los indios tributarios reservados arriba citados y llamados «seg u n d a s
p e rso n a s » , Guamán Poma refiere:
«T ie n e don sólo ellos y merced del enperador y salario principales. Estos son
caualleros, segundas personas de los mayores en la ley deste rreyno» (Ib id .).
Es bueno aclarar que tales «m ayores» por lo general fueron encomenderos españoles.
Las segundas personas, por su Majestad:
106 Signo
1.3. U N A A P R O X I M A C I O N A L A P A Z .
Ahora bien, en Charcas no estuvieron precisamente los Incas del Cusco, pero Escoban de
Querejazu nos da referencias de caciques con especiales caracterfsticas:
Refiriéndonos explícitamente a los caciques de Machaca y Calacoto, puede verse que éstos
se circunscribían en el señono aymara Pakasa (Villam or 1993: 60) o Pakaxi (R ivera 1993: 63) cuya
área de influencia territorial en el altiplano se encontraba al sur del actual departamento de L a Paz,
pasando porTiwanaku, Viacha y Achocalla y terminando casi en la frontera del actual Oruro, por el
lado oeste*.
Podem os ver que los caciques nombrados, son caciques aymaras y no así incas, y que si se
les reconoce heraldo, es porque los grupos aymaráes corresponden a aquellos que buscaban su
autonomía respecto a la dominación inca (Santos Escóbar (1993:64-69) y Larson (1992: 52). T a l
reconocim iento de heraldos, es desde ya un primer indicador de que en el principio pudieron haber
habido aymaras con encomienda cerca de la ciudad de L a Paz*. Otra prueba indirecta de que los
Mallkus aymaráes pudieran tener dotaciones reales en cuanto caciques principales nos la da Larson
cuando relata los conflictos que hubieron entre señores aymaras y encomenderos españoles de
Cochabamba, porque los primeros, pusieron en duda los derechos de los segundos sobre la tierra
valluna (Ibid.: 62).¿Quiénes sino sólo gentes con derecho de encomenderos (aunque no se les
denom ine así) podrían poner en tela de ju icio los derechos de otros encomenderos, y más aún en
1556 y con la mediación directa de su Majestad en tales asuntos? L a autora relata que los señores
aymaras, junto con la llegada de los conquistadores, vieron sus señoríos reducirse y que lo propio
pasó con sus islas de mitimaes en otros pisos ecológicos al punto éstas fueron perdidas (Ibid.: 56);
pero debe verse que en ningún momento Larson señala que los dichos señores hayan perdido
derechos sobre tierras e indios en el altiplano, sino, por el contrario, en el contexto de la descripción
d é lo s conñictos, cuando los nombra, se refiere a ellos com o los « se ñ o re s d e l a ltip la n o » . Por último,
■os refiere que « a l su r, lo s se ñ o re s lupaqa, p a c a je s y o tro s se ñ o re s a y m a ra s ten ían la e sp e ra n za
d e r e c u p e r a r la s tie r r a s c á lid a s y lo s c o lo n o s q u e h a b ía n p e r d id o a m a n o s d e lo s c a c iq u e s y
e n c o m e n d e ro s d e l v a lle» (Ibid. 65).
Ahora bien, la idea de que hubiesen habido señores aymaras, poseedores de derechos que se
K ign aron para los encomenderos incluyendo aquel de dirigirse al rey de España, podría relativizarse
en cuanto hipótesis, a partir de que Thérése Bouysse, en las primeras páginas de su libro L a Id e n tid a d
A y m a r a refiere que grupos aymaráes, entre ellos los Lupacas cerca al Titikaka y en Cochabamba
p u p o s Charcas, Quillacas, Carangas, Caracaras, Soras, Chichas y también mitimaes de Pocona*®,
mlentaron en un principio -uniéndose incluso con Tiso, el antiguo capitán del ejército en época
óicaica- cerrar el paso a Hernando Pizarro (Bouysse 1987:28-29), sin embargo, nos dice que «m ás
ia r d e e n e l tra n scu rso d e l sig lo X V I, ca d a u no d e lo s je f e s de estas trib u s re c o rd a ría a la
a d m in istra c ió n e sp a ñ o la s u p ro n titu d en e l m om ento d e la ren d ició n , p e n sa n d o o b te n e r a s í lo s
p r iv ile g io s re se rv a d o s a lo s h ijo sd a lg o , a lo s q u e daban d e re ch o su status d e c a ciq u e s» (Ibid.: 29),
sm on b argo, la autora no dice en ningún momento que los administradores españoles hayan dado
respuestas positivas respecto a la restitución de derechos cacicales, dándonos a entender que sólo los
espinóles podían recibir encomiendas. Pero, Bouysse elabora una tabla que bien puede servir para
reafirmar -indirectamente- la hipótesis de lo contrario. L a tabla fue denominada « S u cesió n d e lo s
E n c o m e n d e r o s en la P ro v in c ia d e L a P a z en e l sig lo X V I» (Ibid: 42-51), en ella, la autora va citando
los nombres de encomenderos españoles a los que se adjudican encomiendas según repartimientos
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para L a Paz, lo interesante de la tabla es que en ella existen una serie de casillas que no son ocupadas
por nombre alguno, pero que son relativas a repartimientos existentes com o ser P u c a ra n e C a ra c h e
d e C o c a , V ia ch a P e r i d e C o c a , C h u q u ia b o C h a p is d e C o c a ,y otros muchos. ¿Será que esos
repartimientos fueron manejados por autoridades no españolas en su origen, es decir por Mallkus que
no figuran en una lista donde sólo se señala a encomenderos Iberos? Sin embargo, en la citada tabla,
para los repartimientos de Machaca la Grande y de Machaca la Chica,se nombra a encomenderos con
nombre español, y en años posteriores ya no figura nadie. Esto hace pensar que en dichos
repartimientos existió al principio la típica estructura de la encomienda con un español al frente y que
luego tal estructura pasa a manos de caciques propios de Machaca:
Así, puede verse que los procesos legales emprendidos por éstos caciques aymaráes son
atendidos por la corona al igual que en otras partes"; por ejemplo. Polo de Ondegardo, encomendero
de una parte de Cochabamba, acabó devolviendo tierras mitmaq a los lupacas (Larson 1992:56).
C om o quiera que sea, dice Izko, la existencia de un principio de autoridad anterior a la de los Reyes
de España, aunque inoperante sin su ratificación y consentimiento, es reconocida también por los
propios funcionarios coloniales (Izk o 1991:90), a partir del reconocimiento que da su Majestad,
asegurando a los caciques, tanto en relación al avance de otros encomenderos sobre sus tierras, com o
respecto al rango que el rey les da por encima de otros caciques subordinados. Izko referencia y
analiza:
«L a mayor credibilidad otorgada por los Jueces a los indios Sakaka frente a
los demás ayllus, en referencia probable a su condición de capital de la nación Charca
y sede de Francisco de Ayaviri, ‘ señor de los señores de la nación Charca’ , plantean
indirectamente,... el problema de la organización política de los ayllus y las relaciones
de poder en la época precolonial. L a prevalencia de un determinado segmento (en
nuestro caso el ayllu Sakaka, sede de la antigua capital de los Charcas y presidido por
los sucesores de Ayaviri com o caciques principales del ayllu durante los dos siglos
siguientes) podría haber sido ratificada simplemente por las nuevas relaciones de
poder'^ lo que se habna manifestado a través de hechos com o el ser destinatarios de
(...) dos cédulas reales y, más en general, por los constantes «am paros» a sus
peticiones frente a los ayllus vecinos. (...) La confirmación de las posesiones del ayllu
podna haber sido experimentada por los indios Sakaka y los caciques sucesores de los
señores Ayaviri com o una suerte de pacto im plícito con la Corona, que (...) ratificaba
la prevalencia de Sakaka frente a los ayllus vecinos. N os preguntamos si la aparente
ausencia de participación del ayllu Sakaka en los episodios más representativos de la
rebelión de los ayllus contra el Estado no es debida también, al menos en parte, a este
estado de cosas.» [IzMo 1 9 9 1 :9 3 ],
Tí. P A C T O P O L Í T I C O . A M E S T I Z A C I Ó N Y P A R T I C I P A C I Ó N D E L A
D E S C E N D E N C IA L E G Í T I M A .
Izk o nos ha sugerido la posible percepción de un pacto con los españoles por parte de los de
Sakaka. En gran medida es de pensar que por parte de los españoles también podría haber existido tal
108 Signo
conciencia para con los primeros'^. Lx> importante de ésto es que en principio Barragán (1991) también
plantea la posibilidad de que a través de pactos de alianza entre españoles y élites indias hubieran
surgido unos cuantos mestizos encumbrados. En Charcas, la idea de que tales pactos con Mallkus
aymaras se hayan podido dar, no resulta descabellada. Pues, puede decirse que en cuanto represen
tantes de pueblos dominados por los incas, tales caciques mayores -« se ñ o re s d e se ñ o re s» , c o m o diría
Izko- se declararon «am igos d e lo s esp a ñ o le s» ; de allí también pudieron surgir «m estizos legítim o s»
parecidos a los que en el Perú descubriera Spalding;
Dos elementos pueden ser extraídos del dato biográfico de don Garcilasó de la V e ga Inca. E l
primero, referido a la conducta matrimonial de su padre, que noble él mismo, se casa con una noble
del Cusco. ¿Por qué no lo hace con otra española de su estirpe?, ¿no es ésta una prueba más de que
efectivamente hubo pacto sanguíneo entre -en este caso- noblezas, cosa que im plicó el encumbra
miento de unos cuantos mestizos? Debe llamar nuestra atención la conducta matrimonial que Pons
M u zzo nos deja ver respecto al joven Garcilasó que para defender su encomienda, debe casarse con
una española. ¿Es que los mestizos legítimos no tenían derecho de casarse con nobles incaicas so pena
de perder su herencia? ¿Si es que ésto es real, tal obligación no dictaminaba de hecho la latinización
de la estirpe de estos mestizos? ¿Pudo haber existido a este respecto un tipo de reglamentación que
derivara en una política poblacional-cultural? Las hijas mestizas de este tipo de uniones ¿también
debieron casarse con españoles?
L • 109
Antes de analizar m q o r la lógica de los connubios que podifa haber guiado la exxión matrimonial
de los mestizos encumbrados, debemos ver que Garcilaso de la V ega no fue el único mestizo de este tipo
que apareciera en el Cusco, así, el mismo cronista nos habla de la descendencia del Marqués Pizarro:
no Signo
pragmáticas y priviegios de mi familia. Somos, pues, sangre india ennoblecida por
espafta» (T a m a y o (1 9 4 2 ) (1 5 ) e n : B o e r o R o jo (1 9 9 3 )).
R especto a las s e g u n d a s p e r s o n a s
en jerarqu ía ni siquiera se los toma en
cuenta en tanto que son « in d io s t rib u ta
r io s r e s e r v a d o s » . Sin em bargo en el « C a
p it u lo P r i m e r o d e lo s R r e i s In g a s , P r í n c i
p e s y P r i n c ip a l e s » Guamán Pom a se re fi
rió a las Señoras, rreynas, c o y a :
¿Pero qué significa no casar a las hijas con gente de otros estratos? Simplemente, significa que
los hijos tampoco pueden hacerlo porque de lo contrario, ¿con quién se casarían las hijas para no
volverse ni mestizas, ni cholas, ni mi tayas, ni negras? D e ese modo, una conducta generalizada de este
tipo, tendería a mantener la casta de los reyes y príncipes prehispánicos en un margen de pureza
relativa distinta de aquella de los descendientes de hispánicos.
Pero no se piense que esto de casar a las hijas con personas de su mismo estrato fue una simple
utopía, en Charcas se realizó:
L • lll
cacique de la parroquia de San Sebastián de la ciudad de L a P a z» { E s c o b a r i d e
Q u e re ja z u 1 9 9 3 :1 2 9 ).
Sin embargo, Silvia Rivera refiere que también dentro de estos grupos existía sangre y cultura
española;
«H u bo pocos nobles españoles con título. (...) Sin embargo com o los
112 Signo
españoles fueron muy apegados a la distinción social por muy sutil que fuera, a
principios de la conquista, todo el segmento superior de la sociedad española asentada
en (...) la Audiencia de Charcas, se consideraba ‘hidalga’ , y se los llamaba de ‘don’
» (Ib id .)
Dado el hecho de que hubiesen habido pocos nobles españoles en la Audiencia, ¿no resulta
factible el que varios de los plebeyos de España hubieran contraído nupcias o con los caciques o con
los familiares de aquellos que lograran obtener escudos de armas respaldados por su Majestad en pos
de procurarse un título? Es muy posible que ésta haya sido otra de las vías generadoras de
descendencias mestizas encumbradas que relacionaran tanto co n españoles com o con otros caciques
que vivían en las ciudades.
L • 113
E l cholo (raza mestiza) en cuanto se encumbra en un medio ya es seflor.y, por lo tanto
ya pertenece a la raza blanca. (...) La calidad étnica de un individuo es la resultante
de su figuración social» (A. A rg u e d a s 1 9 9 1 :3 6 ).
«Aunque por una parte debían cumplir com o intermediarios de los intereses
de la sociedad dominante y, por otra, representar las aspiraciones de la sociedad nativa
a la que pertenecían, los caciques en su generalidad (pues existen casos que
demostraron su disconformidad con el sistema) se mantuvieron fieles a las autorida
des españolas y, en algunos casos, hasta llegaron a identificarse plenamente con los
dominadores, adaptando así el patrón cultural de los españoles, incluso su vestimenta.
En este caso el cacique supo sacar ventajas de su posición para incrementar sus bienes
materiales o para consolidar su categoría social. Con este propósito alteraban a
menudo, por ejemplo, la entrega del monto total de los tributos que recaudaban y los
datos demográficos para su propio provecho» (R . A r c e 1 9 8 7 :8 1 ).
Pero tal ascenso, com o dice Spalding, no llevó a los curacas hasta el tope de la escala social:
A sí, los caciques, en gran parte mestizos y también fuente de mestización, por el poder y otras
atribuciones que alcanzaron a tener, llegan a ocupar posiciones en los estratos sobre todo criollos de
la sociedad colonial y llegan incluso a obtener cargos de relativa importancia en la administración
estatal al final del período colonial (R. Arce 1987:86) y (Escoban de Querejazu 1993:129). Sin
embargo, René A rce (1987:35) y Cotler (1987:36-70) señalaron que los grupos criollos se encontra
ban económica y políticamente postergados, razón por la cual fueron los principales ideólogos y
revolucionarios de la independencia. Y ésto, a partir de los fenómenos anteriormente citados, no
contradice en nada a lo escrito por Josermo M urillo Vacarreza:
Es por eso que no es raro que en el decreto de 4 de ju lio de 1825 promulgado por Bolívar, en
su artículo 3ero. se haya ordenado que:
114 Signo
«Los antiguos (fiques deberán set' tratados por las autoridades de la
República como ciudadanos dignos de consideración» (En: Antezana (1992:24).
Sin embargo, debe verse que transcurridala República, apareceránotros caciques vinculados
a las luchas campesinas como Faustino Llanki Titi que vendrían a sustituirá caciques explotadores
comolos descendientes de Tomás Warachi para Jesús de Machaca (Callisaya 1990:6).
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NOTAS
Barragán (1992 A) es «Entre polleras. Ña Sayre topa, el cual salió de Bilcabambayfue
ñacas y Liqilas: los mestizos y cholas en la a Lima, que es la ciudad de los Reyes a verse
conformación de la Tercera República’ «; con el Virrey Don Andrés Hurtado de
básicamente constituye el mismo texto que Mendoza, y allí le dio la obediencia, y el Rey
Barragán (1991) «Aproximaciones al mun nuestro señor en su persona". (Ramos Gavi
do ‘chhulu’ y ‘huayqui’ «. El segundo carece lán, 1976:18).
de la introducción valedera del primero. Un Manko Inca, luego de unirse a los españoles,
tercer texto existente es Barragán (1992), se da cuenta del problema que éstos consti
denominado « Identidades indias y meztizas: tuyen y organiza un cerco al Cusco que dura
una intervención al debate». ocho meses (1536), Pizarro en respuesta
El libro de Stem al que Beltrán (1992) alude doble, tanto para Almagro como para Manko
es: Los Pueblos Indígenas del Perú y el Inka, que han tenido tratativas, erigea Paullo
Desafío de la Conquista Española; Alianza para enfrentarlo a su hermano Manko (Oliva
Editorial; Madrid 1986. 1986:218), éste decide retirarse hacia los
En el libro La Resistencia Indígena ante la Antis con su familia y principales colaborado
Conquista, de Josefina Oliva de Coll, el res, llevándose las momias de sus antepasa
cronista Oviedo es muy citado, sin embar dos (Angles 1983:668). Véase que Guamán
go, ninguna obra de este autor, se encuen Poma de Ayala (1980:688) escribió: «Los
tra declarada en la bibliografía de Oliva. señores príncipes: Atagualpa Ynga...Mango
»AI llegar al valle del Chuquiapu, la gente de Ynga... Los primeros príncipes se acauaron ».
Alonso de Mendoza encontró un total de más «Los encomenderos tenían obligaciones
de quinientas personas sujetas a dos caci legales tales como tener caballo y armas
ques: Quirquincha asociado posiblemente a para la defensa del «reino» contra los indí
los trabajos mineros locales y emplazado en genas» (Escobar! de Querejazu 1993:127).
Churubamba, y Otoronga (Uturunku) que A su vez, el cacique principal y príncipe «an
dirigía a los mitimaes del inca asentados en de diferenciar el áuito. A bestirse como
Potopoto (hoy miraflores)» (Arce y Barragán español pero que deferencie que no se
1988:9).Sin embargo, esta historia no aca quite los cauellos que se la corte al oydo.
baría aquí. Ramos Gavilán en su Historia de Trayga camisa, cuello, jubón y calza, botas
Nuestra Señora de Copacabana nos permite y su camegeta y capa, sonbrero y su espa
tener una mejor idea del epílogo de los da, alauarda y otras armas como señor e
acontecimientos: "Muertos los dos Incas prencipal. (...) Y que no tenga barbas porque
Huáscar y Atabaliba sucedió en el Imperio no paresca mestizo» (Poma de Ayala
Manco Inca, y tuvo por heredero al Inca 1980:692).
Signo
116 C
8 Según el Mapa de Señoríos Aymarás establecido con ciertos jefes aymaras». A la
Umasuyu-Pakasa de Waldo Víllamor llegada de los españoles, como ya se sabe
(1993:59), acabando de encerrar a la ciu por la misma autora, los aymaras se les
dad de La Peiz entre dos señoríos aymaras, aliaron al ver la crisis incaica, luego, los
el señorío Umasuyu colindaba por el norte caciques pidieron se restituyan los dere
con él de Pakaxi (en donde se depositó la chos que los incas les otorgaran respecto a
ciudad), siguiendo el margen derecho del tenencia de la tierra y exención de trabajos
lago Títikaka. personaies para sí (Ibid.). Es en ese sentido
9 El hecho de que en los escudos de amias que la ratificación de que habla Izko debió
aparezca la masqaypachadebe llamar nues haberse dado.
tra atención dado que es un símbolo de 13 SI los Yuras actuales no conocieron ia Re
poder Inca. Caben dos hipótesis para expli forma Agraria es porque tampoco vivieron
car la incongruencia respecto ai hecho de el latifundio feudal, los títulos coloniales
que tales escudos sean de señores fueron suficientes. Véase también Piatt
aymaráes: a)que los tales señores tengan (1982).
masqaypachas propias en cuanto aymaráes 14 La versión de la Enciclopedia Universal
o bien, b) que al ser elaborados esos escu Sopeña es otra para justificar ia partida de
dos según el criterio español y sólo por Garcilaso a España: «Su madre le enseñó
españoles, éstos hayan visto en la el Idioma de los antiguos habitantes del
masqaypacha inca un símbolo universal- Perú y le sugirió la idea de perpetuar el
mente aplicable para todos los príncipes esplendor de sus mayores por medio de un
Indígenas sin ningunadistinción, quizás pen relato de sus grandezas pasadas. A fin de
sando a ese símbolo como parte del folklore recoger las noticias más a propósito para su
-aunque el término aún no existiera- de los obra, Garcilaso recorrió todo el Imperio de
indios universalmente concebidos por ellos. los Incas, y adquirió tai influencia, que,
Fenómenos parecidos se dieron en Améri sospechoso al Gobierno de Felipe II, éste le
ca: «los burócratas del siglo XVIII, raramente mandó trasladar a España» (Sopeña
se tomaban la molestia de diferenciar a los 1967:3839). Este dato, no tiene porqué ex
Carangas de los Caracaras o de los Char cluir el hecho de que Garcilaso se casara
cas. Las diferencias culturales entre los pue con doña Luisa Martel para defender su
blos andinos se iban desvaneciendo [a los encomienda una vez muerto su padreantes
ojos de los españoles (HCB)] a medida que de ser trasladado a España donde Incluso
las autoridades coloniales homogeneizaban llegó a publicar su emblema de armas que
a los pueblos andinos dentro de una catego incluía ai sol y la luna al lado de las armas de
ría de ‘¡ndios’(Larson 1992:168). sus antepasados de Extremadura.
10 En Larson( 1992:49) queda explicado cómo 15 Esta cita forma parte del único artículo de
es que se constituyeron éstos grupos: son nominado «Para Siempre»que Franz
colonias de mitimaes en los valles prove Tamayo publicó en El Diario durante su
nientes de señoríos de puna. Sólo los conocida poiémica con Femando Diez de
SIpesIpes eran originarios de allí (lbid.48). Medina, entre el 2 y el 8 de agosto de 1942.
11 No en vano, Herbert Klein escribió: «Como 16 «LADINO, NA.(delatino)(...)//Amér. Dícese
se ha establecido en una serie de recientes del indio, o dei negro africano, que habla
estudios, las tierras agrícolas de la Repúbli con corrección la lengua castellana. //Amér.
ca de Solivia permanecieron Calificativo que se aplica al indio, o al negro
sorprendentemente controladas por los africano, hecho a los usos y costumbres de
ayllus indígenas hasta fines del siglo XIX. los españoles.» (Real Academia de la Len
La mitad de la tierra y dos tercios de la mano gua Española [ESU] 1967:4837).
de obra permanecieron bajo ei control co 17 Poco después de la llegada de los españo
munal Indígena hasta fines de la década de les, en el Cuzco, los jesuítas abrieron la
1870 (Klein 1991:51). escuela de Francisco de Borja esta escuela
12 Larson (1992:47) refiriéndose a los pueblos formó a los ‘indios ladinos’ « (Peredo
aymaras dijo: «Pero su sentido de indigna 1992:15). Ahora bien, Escobari deQuerejazu
ción y abuso bajo sus señores recién llega (1993:129), refirió que en Charcas, ios caci
dos [los incas] y su testimonio colectivo ques tenían derecho a educarse; «lo más
acerca de la generosidad incaica, indicaban probable es que fueran a educarse en el
ia relación especial que los incas habían colegio Francisco de Borja del Cuzco», dijo.
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