Pensamiento Filosófico Contemporáneo
Pensamiento Filosófico Contemporáneo
Pensamiento Filosófico Contemporáneo
La filosofía no se originó totalmente con los griegos, ni sin influencia de otras culturas.
En la India, en China y en Egipto ya existía pensamiento filosófico, aunque tuvo
características muy diferentes del pensamiento occidental.
Ambos poetas, con sus respectivas obras, fueron la principal fuente de las narraciones
míticas y doctrinas informativas y educativas tradicionales (religiosas, técnicas, morales,
etcétera), que integraron el corpus del saber griego en la etapa previa a la aparición de
la filosofía, es decir, en los siglos viii y vii a. C.
Una característica básica del mito es que ofrece una explicación total, o sea, pretende
dar respuesta a los enigmas más inquietantes acerca del Universo o de la realidad total,
como el origen del hombre y de las cosas, la organización social, el ámbito de lo divino,
etcétera.
Otra manera de concebir al mito es entenderlo como una actitud intelectual que sirve
de base a las explicaciones anteriores. Las fuerzas naturales se personifican y divinizan
para explicar los fenómenos; por ejemplo, será un dios el que produce todos los
fenómenos relacionados con el mar. En este supuesto, tenemos que admitir que todos
los sucesos o fenómenos dependen de la voluntad de un dios.
Dentro del mito, los sucesos o fenómenos son arbitrarios, porque al depender de la
voluntad de los dioses, y siendo éstos concebidos con pasiones humanas, los fenómenos
dependen de una voluntad caprichosa.
Sin embargo, dentro del mito también se introdujo la existencia de fuerzas —el
destino— que no están personificadas, sino que son abstractas y contra las cuales nada
pueden ni los hombres ni los dioses. Este elemento del mito aporta una variante en el
acontecer universal, ya que lo presenta como algo ineludible.
Por otro lado, si en realidad hay algo que se mantiene constante y permanente, la
pluralidad y multiplicidad que nos denuncian los sentidos quizá se puedan reducir a
pocos elementos, o tal vez a uno solo. Es entonces cuando surge la trascendental
pregunta acerca del principio o el arjé de las cosas.
Se extendió por casi diez siglos durante los cuales fueron comunes las guerras y
enfrentamientos religiosos, en especial contra las culturas árabes y el Islam, así como la
implantación de un sistema de castas muy rígido y despótico denominado sistema
feudal.
Hoy se sabe que la Edad Media fue un período extenso y complejo, difícil de resumir o
de comprender uniformemente, con sus ganancias y pérdidas en materia cultural,
científica y política.
Esto explica, también, la sensación de oscurantismo con que a menudo se asocia este
período.
Alta Edad Media (aproximadamente del siglo V al XI). Es el período inicial del
medioevo. Durante estos seis siglos se transforma el mundo romano y los
distintos reinos grecolatinos en que se disolvió el Imperio Romano Occidental
devienen reinos cristianos, preludio de lo que más adelante serán países. Se
impone el modelo feudal de sociedad y el poder del Papa sobre occidente, en
confrontación directa con el Imperio Bizantino. Durante este período ocurre la
expansión del Islam, el intento de reunificación del Imperio Romano de parte del
rey bizantino Justiniano, y el ascenso y la caída del Imperio Carolingio de los reyes
francos Pipino el Breve y Carlomagno, entre otros hechos políticos relevantes.
Baja Edad Media (del siglo XII al XV). Durante esta segunda parte se expande el
sistema feudal, se producen reformas e innovaciones en la religión, la política y
la filosofía, y sobre todo se llevan a cabo las cruzadas o guerras santas, en las que
el Cristianismo intentó recuperar el control de Jerusalén y la tierra santa. En este
período tiene origen la escolástica, la reforma gregoriana y las reformas
monásticas, así como el surgimiento de la universidad y de la burguesía, clase
social que tendría un impacto revolucionario en Occidente a partir del
Renacimiento. En el siglo XIV las malas cosechas y los brotes de peste y demás
enfermedades llevan a un colapso demográfico sin precedentes.
Allí vivían los campesinos que trabajaban para él y con quienes compartía el señor feudal
el fruto de su trabajo, a cambio de protección militar y orden.
En el modelo feudal existían tres clases sociales, con una marcada desigualdad:
El campesinado. Los pobres y trabajadores, que no tenían mayores propiedades
y que constituían el peldaño inferior de la pirámide, trabajaban para sus
respectivos señores feudales.
La Iglesia influía en todos los aspectos públicos y privados de la vida de las personas,
imponiendo el orden divino y el temor a Dios por sobre todas las cosas.
Esto sin duda cercenó toda posibilidad de avance en materia científica y de concepciones
sociales. En el centro de todo estaba Dios y la Biblia.
Dado que la posesión de la tierra era un factor clave para el crecimiento económico, las
invasiones armadas para conquistar más tierras eran moneda corriente.
Entre el siglo XI y el XIII tuvieron lugar nueve guerras santas o cruzadas, como se les
conocía, pues los soldados cristianos iban pintados con la cruz a combatir a judíos,
paganos y practicantes del islam en Tierra Santa, procurando restablecer el control del
Papa sobre los territorios del Oriente Medio.
Simplemente estuvieron todas atravesadas por el fervor religioso propio del primer
cristianismo, y luego por la vigilancia celosa de la Inquisición y sus fanáticos.
Sin embargo, sobrevivieron muchos escritos, relatos místicos y obras que exploraban los
motivos judeocristianos y, además, numerosas tradiciones de origen pagano que no
lograron ser erradicadas por la Iglesia y eran practicadas popular e informalmente: culto
a la naturaleza, alquimia, sanación con hierbas, etc.
Entre los años 1000 y 1500 se construyeron en toda Europa gran cantidad de castillos a
modo de construcciones defensivas, que les servían a los señores feudales para poder
controlar sus posesiones y reaccionar ante amenazas, es decir que no solo eran la
residencia del señor feudal, también constituían la base de operaciones militares.
El Cisma de Occidente conocido también como el Cisma de Avignon, fue el resultado de una
larga crisis que sufrió la Iglesia Católica Apostólica Romana.
En 1378, una vez muerto el Papa Gregorio XI, los cardenales romanos eligieron como
sucesor al italiano Urbano VI, pero un grupo de cardenales disidentes proclamaron a
Clemente VII, quien instaló su sede en Aviñón.
Quedó así el mundo católico dividido, con dos sedes papales, una en Roma y otra en
Aviñón.
El medioevo llegó a su fin lentamente, a medida que la burguesía jugó cada vez más un
rol determinante en la nueva sociedad, en la que el linaje y la nobleza no fueron más
importantes que el capital y los negocios.
Así, surgió luego del Renacimiento un mundo moderno que abolió el feudalismo y la
teocracia.
El Renacimiento y la Edad Media
1. Uno de los rasgos distintivos más conocidos y destacados del humanismo es su interés
por lo "antiguo", por lo clásico, interés en el que predomina el punto de vista de la
investigación filológica. Este interés provoca el desarrollo de la perspectiva histórica en
el acercamiento a otra cultura, porque se puede afirmar que con el humanismo se
consolida la historicidad como clave del pensamiento europeo.
1. El ideal común de este período viene definido por la esperanza de un renacer del ser
humano a una vida verdaderamente "humana", mediante el recurso a las artes, las
ciencias, la investigación... poniendo de manifiesto la consideración del ser humano
como ser natural, en oposición a la consideración medieval del ser humano como ser-
para-Dios.
a) Platonismo.
e) A ellas hay que sumar la actividad científica representada por Copérnico, Galileo
y Kepler, en lo que supondrá la renovación de la concepción del Universo.
El Renacimiento supone pues el renacer del espíritu de libertad de un ser humano que
se quiere inserto en la naturaleza y en la historia.
El Humanismo
La vida humana es comprendida por Erasmo como una cooperación del hombre con
Dios. El hombre no es malo por naturaleza (la naturaleza humana no queda corrompida
por el pecado original, nos dice Erasmo, contrariamente a lo que sostendrán los
reformadores). Los elementos bíblicos y evangélicos, junto con la gracia, permitirán al
hombre aspirar a la salvación, para lo que es necesario el uso de la libertad. El hombre
ha sido privado por el pecado original de los bienes sobrenaturales que Dios le había
concedido, pero conserva las facultades y las fuerzas que requiere una vida moral. Una
de estas facultades precisamente la libertad. La afirmación de la libertad humana es
necesaria para obtener la salvación. El hombre, ayudado por la gracia y eligiendo
libremente el recto comportamiento moral puede aspirar a la recuperación de los bienes
perdidos con el pecado, puede aspirar a la salvación. La gracia sola no bastaría. La
salvación está al alcance del ser humano, pero necesita quererla y buscarla en el
ejercicio de su libertad, aunque no dependa exclusivamente de ella, ya que, sin la gracia,
la libertad sola tampoco bastaría para conseguirla.
La Reforma
Uno de los personajes clave de la reforma será Martín Lutero (1483-1546), en quien
predomina una concepción pesimista de la naturaleza humana: el hombre está
corrompido desde el pecado original, privado de toda rectitud, interior o exterior. Sólo
con la ayuda de la gracia puede hacer algún bien. La rectitud moral, pues, no puede ser
consecuencia de la libertad del hombre ya que esta no es más que una vana creencia.
Depende exclusivamente de la voluntad arbitraria de Dios lo que le conduce a un estricto
determinismo moral. En consecuencia, ni siquiera la ley moral puede ser cumplida, ya
que la naturaleza "caída" del hombre lo impide. Sólo hay salvación en la fe de Cristo,
que ha merecido el cielo para todo el que crea en Él. El hombre carga sus pecados a
Cristo y éste nos imputa sus méritos. De modo que el hombre está predestinado y sólo
a Dios pertenece la fijación eterna de la suerte del alma en la vida futura.
Entre los humanistas y los reformadores hay, pues, algunos puntos de contacto, pero
notables diferencias.
Entre las diferencias, mientras los renacentistas y los humanistas destacan la bondad
natural del ser humano y exaltan su libertad, los reformadores las niegan. Para los
representantes de la reforma el hombre es naturalmente malo y carece de libertad, lo
que les conduce al determinismo moral. Para el humanismo cristiano sin embargo el
hombre no es malo por naturaleza y la voluntad no es un don pasivo, sino que debe
ejercerse en la libertad, sin la cual hablar de salvación del alma no tiene sentido. (Es
conocida la polémica que mantuvo Erasmo con Lutero sobre la libertad en su obra
"Sobre el libre albedrío", a la que respondió Lutero con "Sobre el albedrío esclavo").
El estado moderno
En los siglos XV y XVI observamos el desarrollo del absolutismo político, cambio histórico
que se verá reflejado en la filosofía política de la época. Entre los acontecimientos más
significativos al respecto podemos considerar, en Inglaterra, la aparición del absolutismo
de los Tudor, iniciado con Enrique VII (1485-1509), al establecer un poder monárquico
centralizado al término de la guerra de las Dos Rosas. En España, el matrimonio de
Fernando e Isabel, (1469), reunió los reinos de Castilla y Aragón bajo la misma corona,
base del desarrollo del absolutismo español que culmina con Carlos V (1516-1556).
También en Francia podemos situar el origen del absolutismo en 1453, al término de la
guerra de los Cien Años. A diferencia de lo ocurrido en España, en Inglaterra y Francia
los comerciantes apoyaron la centralización del poder, a expensas de la nobleza feudal.
Ello no significa, por supuesto, que el despotismo monárquico fuera la única teoría
política del Renacimiento, sino que debe interpretarse como la expresión de la
necesidad de unidad ante las cambiantes circunstancias económicas e históricas. En este
sentido, la defensa del absolutismo político es una consecuencia de la creencia de que
sólo un poder centralizado, fuerte y sin apenas limitaciones, es capaz de controlar las
fuerzas que tienden a la "disolución" de la sociedad.
La filosofía política
Bajo la influencia platónica (de la "República") escribió una novela filosófica que describe
un Estado Ideal en la Isla de Utopía, teniendo como fondo una idealización de la vida
moral de su época y, al mismo tiempo, una crítica de las condiciones sociales y
económicas. Aunque desconocía "El Príncipe" su obra iba dirigida contra el ideal del
gobierno despótico defendido por Maquiavelo. Igualmente se opone a la explotación
comercial y contiene ideas que reaparecen posteriormente en el socialismo.
En su novela nos presenta una sociedad agrícola, en contraste con una sociedad
adquisitiva, cuya unidad central es la familia. No existe propiedad privada ni el dinero es
el medio de intercambio. Los medios de vida están asegurados para todos, en vistas a la
creación de tiempo libre que se emplearía en objetivos culturales. La libertad y la
tolerancia religiosa, dentro del respeto de la religión natural, son las piedras angulares
de la vida en Utopía, en la creencia de que la vida política y la moral no podrían ser
disociadas.
La Utopía de Tomás Moro, aun conteniendo aspectos ilustrados y prácticos, es ante todo
una idealización de las sociedades cooperativas del pasado y, en algunos aspectos, se
opone al avance de las fuerzas y tendencias que darán paso a la modernidad (como la
expansión del comercio y la separación de poderes, entre otras).