Pensamiento Filosófico Contemporáneo

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UNIVERSIDAD TÉCNICA DE MANABÍ

FACULTAD DE FILOSOFIA, LETRAS Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN


DEPARTAMENTO DE FILOSOFIA

Unidad I Antecedentes del pensamiento filosófico contemporáneo.

CONDENSADO POR: Tito Renet Gorozabel Chata Mg. Sc.

Periodos del pensamiento filosófico

La filosofía no se originó totalmente con los griegos, ni sin influencia de otras culturas.
En la India, en China y en Egipto ya existía pensamiento filosófico, aunque tuvo
características muy diferentes del pensamiento occidental.

Es importante tener en cuenta que en la historia de la humanidad, los problemas


filosóficos se han centrado básicamente en:

a) El Mundo (cosmos, naturaleza, etcétera).

b) El Hombre (conocimiento, ética, política, Estado, etcétera).

c) Dios (lo sagrado, el sentido de la existencia, etcétera).

Conocemos básicamente cuatro etapas en la historia de la filosofía que nos ayudan a


identificar de forma práctica su evolución:

1. Antigüedad. En esta etapa el mundo se redujo a cosmología; el hombre, a una


antropología elemental, un principio de ética; Dios es un principio metafísico que hace
coherentes las explicaciones.

Abarca el pensamiento griego desde los presocráticos.

2. Edad Media. El mundo occidental se redujo a sociedad política, y ésta a Imperio; el


hombre no se valora como ser independiente, sino como parte de la naturaleza; Dios es
un poder sobrenatural que todo lo domina e invade, concretado en la religión como
preocupación fundamental y la Iglesia como institución omnipresente/poderosa. Dios
prevalece sobre el mundo y sobre el hombre. Abarca el pensamiento cristiano y la
escolástica.

3. Edad Moderna. El Estado queda independiente de la Teología; al hombre se le


reconoce el valor de su razón y se inicia un proceso de secularización que va quitando
preeminencia a lo religioso.
El hombre aparece en primer plano, dejando aparte a Dios y al mundo. Esta etapa se
ubica el pensamiento renacentista y el pensamiento ilustrado.

4. Edad Contemporánea. Se establece la autonomía y valor propio del mundo y de la


ciencia como modelo de conocimiento; al hombre se le reconocen unos derechos
inalienables sobre los que se fundamenta su valor e igualdad con sus semejantes; en
muchos países occidentales la Iglesia se independiza definitivamente del Estado.

Del mito a la filosofía

A continuación analizaremos cómo se realizó el tránsito del mito a la filosofía.

Una definición del mito es la siguiente: conjunto de narraciones y doctrinas tradicionales


de los poetas acerca del mundo, los hombres y los dioses. En este caso, al atribuir las
narraciones a los poetas, nos referimos especialmente a Homero y a Hesíodo.

Ambos poetas, con sus respectivas obras, fueron la principal fuente de las narraciones
míticas y doctrinas informativas y educativas tradicionales (religiosas, técnicas, morales,
etcétera), que integraron el corpus del saber griego en la etapa previa a la aparición de
la filosofía, es decir, en los siglos viii y vii a. C.

Una característica básica del mito es que ofrece una explicación total, o sea, pretende
dar respuesta a los enigmas más inquietantes acerca del Universo o de la realidad total,
como el origen del hombre y de las cosas, la organización social, el ámbito de lo divino,
etcétera.

Otra manera de concebir al mito es entenderlo como una actitud intelectual que sirve
de base a las explicaciones anteriores. Las fuerzas naturales se personifican y divinizan
para explicar los fenómenos; por ejemplo, será un dios el que produce todos los
fenómenos relacionados con el mar. En este supuesto, tenemos que admitir que todos
los sucesos o fenómenos dependen de la voluntad de un dios.

Dentro del mito, los sucesos o fenómenos son arbitrarios, porque al depender de la
voluntad de los dioses, y siendo éstos concebidos con pasiones humanas, los fenómenos
dependen de una voluntad caprichosa.

Sin embargo, dentro del mito también se introdujo la existencia de fuerzas —el
destino— que no están personificadas, sino que son abstractas y contra las cuales nada
pueden ni los hombres ni los dioses. Este elemento del mito aporta una variante en el
acontecer universal, ya que lo presenta como algo ineludible.

El carácter arbitrario e imprevisible, que el saber mítico atribuye a los sucesos y


conductas en general, ciertamente no es base para el saber racional que vendrá
después, a finales del siglo vii y, sobre todo, en el siglo vi a. C. La explicación racional de
los fenómenos busca leyes, es decir, reglas, aunque éstas quedan negadas porque el
acontecer depende de la voluntad de los dioses.
Sin embargo, el elemento destino, con su carácter de necesidad, vino a ser eslabón entre
el mito y el logos, explicación racional, que iniciarán los milesios en el siglo vi a. C. En
otras palabras, cuando el griego cambió la idea de arbitrariedad por la de necesidad,
pensando que las cosas suceden porque así tienen que suceder, entonces se dio paso a
una nueva concepción del mundo: su concepción racional o filosófica.

Los primeros filósofos advirtieron que la existencia de fenómenos o cambios suponía


también la existencia de algo permanente, que se conservaba igual a través del cambio.

Por otro lado, si en realidad hay algo que se mantiene constante y permanente, la
pluralidad y multiplicidad que nos denuncian los sentidos quizá se puedan reducir a
pocos elementos, o tal vez a uno solo. Es entonces cuando surge la trascendental
pregunta acerca del principio o el arjé de las cosas.

En conclusión, tres preocupaciones formaron la base inicial de la explicación racional del


Universo; a saber: hay que buscar lo permanente a través de lo cambiante; hay que
buscar lo que es a través de lo que parece ser; hay que buscar la unidad a través de la
multiplicidad.

Tránsito hacia el pensamiento filosófico moderno.

La Edad Media es el período histórico en Occidente comprendido entre la Edad Antigua,


(que finalizó con la desintegración del Imperio Romano de Occidente en el siglo V) y
la Edad Moderna (que comenzó para algunos después del descubrimiento de América,
en 1492 y para otros después de la caída de Constantinopla en 1453).

Por ende, constituye un período intermedio entre la Edad Antigua y el Renacimiento y


la Edad Moderna, tradicionalmente considerada como una etapa de oscurantismo,
retroceso en materia de artes, ciencias y humanidades y predominio absoluto de la fe
cristiana como doctrina única de pensamiento.

Esto le ganó el sobrenombre del Oscurantismo o de las Edades Oscuras, contrastándola


con el esplendor de la época grecorromana previa o del renacimiento italiano posterior.

Se extendió por casi diez siglos durante los cuales fueron comunes las guerras y
enfrentamientos religiosos, en especial contra las culturas árabes y el Islam, así como la
implantación de un sistema de castas muy rígido y despótico denominado sistema
feudal.

Hoy se sabe que la Edad Media fue un período extenso y complejo, difícil de resumir o
de comprender uniformemente, con sus ganancias y pérdidas en materia cultural,
científica y política.

Caracterización de la edad media


No puede hablarse de Edad Media sino en el marco de la cultura occidental, por lo que
este término no aplica para el estudio de África, Asia o América, sino que está acotado
en Europa y, a lo sumo, el Medio Oriente.

Esto en parte se debe a que durante el medioevo la civilización cristiana europea se


cerró al resto del mundo, perdiendo contacto con las regiones aledañas a pesar de que
éstas eran a menudo culturalmente ricas y prósperas, como las naciones Islámicas o las
del resto del Viejo Mundo, o ni hablar con las americanas precolombinas.

Esto explica, también, la sensación de oscurantismo con que a menudo se asocia este
período.

La edad media la subdividimos en dos etapas:

 Alta Edad Media (aproximadamente del siglo V al XI). Es el período inicial del
medioevo. Durante estos seis siglos se transforma el mundo romano y los
distintos reinos grecolatinos en que se disolvió el Imperio Romano Occidental
devienen reinos cristianos, preludio de lo que más adelante serán países. Se
impone el modelo feudal de sociedad y el poder del Papa sobre occidente, en
confrontación directa con el Imperio Bizantino. Durante este período ocurre la
expansión del Islam, el intento de reunificación del Imperio Romano de parte del
rey bizantino Justiniano, y el ascenso y la caída del Imperio Carolingio de los reyes
francos Pipino el Breve y Carlomagno, entre otros hechos políticos relevantes.

 Baja Edad Media (del siglo XII al XV). Durante esta segunda parte se expande el
sistema feudal, se producen reformas e innovaciones en la religión, la política y
la filosofía, y sobre todo se llevan a cabo las cruzadas o guerras santas, en las que
el Cristianismo intentó recuperar el control de Jerusalén y la tierra santa. En este
período tiene origen la escolástica, la reforma gregoriana y las reformas
monásticas, así como el surgimiento de la universidad y de la burguesía, clase
social que tendría un impacto revolucionario en Occidente a partir del
Renacimiento. En el siglo XIV las malas cosechas y los brotes de peste y demás
enfermedades llevan a un colapso demográfico sin precedentes.

El sistema feudal o feudalismo fue el modelo imperante durante el medioevo, y consistía


en la organización político-territorial de Europa en pequeños reinos llamados feudos
(extensiones de tierra concedidos por el rey a los nombres), en los que tenía pleno poder
el terrateniente o señor feudal.

Allí vivían los campesinos que trabajaban para él y con quienes compartía el señor feudal
el fruto de su trabajo, a cambio de protección militar y orden.

En el modelo feudal existían tres clases sociales, con una marcada desigualdad:
 El campesinado. Los pobres y trabajadores, que no tenían mayores propiedades
y que constituían el peldaño inferior de la pirámide, trabajaban para sus
respectivos señores feudales.

 El clero. La iglesia detentaba un enorme poder, ya que había acaparado el


conocimiento e incluso los reyes eran coronados por emisarios del Papa. La
iglesia además poseía un poder moral y espiritual con impacto real en la
sociedad, con organizaciones como la inquisición que ejercía castigos y
decisiones.

 La nobleza. Los aristócratas eran nacidos de familias pudientes y de “sangre


azul”, por lo que eran descendientes a su vez de otros nobles y terratenientes
que controlaban el mayor valor de la época: las tierras. Allí albergaban a los
campesinos y regían sobre ellos. Constituían la clase privilegiada de la que
emergían los reyes y señores feudales.

La teocracia o el orden teocrático se llama al sistema político gobernado por la Iglesia y


el clero, como lo fue durante buena parte del medioevo: los nobles eran favorecidos o
desfavorecidos por el Papa y su autoridad era final, porque era la voz de Dios en la
Tierra y no había textos legales o jurisprudencia laica que le contradijera.

La Iglesia influía en todos los aspectos públicos y privados de la vida de las personas,
imponiendo el orden divino y el temor a Dios por sobre todas las cosas.

Esto sin duda cercenó toda posibilidad de avance en materia científica y de concepciones
sociales. En el centro de todo estaba Dios y la Biblia.

Dado que la posesión de la tierra era un factor clave para el crecimiento económico, las
invasiones armadas para conquistar más tierras eran moneda corriente.

Entre el siglo XI y el XIII tuvieron lugar nueve guerras santas o cruzadas, como se les
conocía, pues los soldados cristianos iban pintados con la cruz a combatir a judíos,
paganos y practicantes del islam en Tierra Santa, procurando restablecer el control del
Papa sobre los territorios del Oriente Medio.

En líneas generales fracasaron todas y tuvieron elevados costos políticos y en vidas


humanas, pero movilizaron a gran parte de Europa y permitieron el contacto y la mezcla
con regiones alejadas del continente.

El medioevo fue un período principalmente agrícola y ganadero. La sociedad era


primordialmente rural, con las ciudades como centros de comercio e intercambio o
sedes burocráticas.
El campesinado analfabeta podía aspirar a insertar un hijo suyo en el clero, para que
lentamente ganara posición social y política mediante el estudio, o en la milicia, para
que en alguna guerra destacara y ascendiera quizá al señorío.

No obstante, la producción de alimentos y el intercambio entre regiones agrícolas fue el


principal mecanismo económico, junto con la minería y la forja de metales.

Durante mucho tiempo se sostuvo que el medioevo había sido pobre en


manifestaciones artísticas y literarias, pero hoy en día se sabe que no es tan así.

Simplemente estuvieron todas atravesadas por el fervor religioso propio del primer
cristianismo, y luego por la vigilancia celosa de la Inquisición y sus fanáticos.

Sin embargo, sobrevivieron muchos escritos, relatos místicos y obras que exploraban los
motivos judeocristianos y, además, numerosas tradiciones de origen pagano que no
lograron ser erradicadas por la Iglesia y eran practicadas popular e informalmente: culto
a la naturaleza, alquimia, sanación con hierbas, etc.

Si bien existían reinos y principados, la defensa descansaba en los nobles y guerreros,


de los que la permanencia de las casas reales dependía. Es por eso que la clase de los
nobles era casi tan poderosa como los propios monarcas. Por otro lado, el clero era
sumamente poderoso.

Entre los años 1000 y 1500 se construyeron en toda Europa gran cantidad de castillos a
modo de construcciones defensivas, que les servían a los señores feudales para poder
controlar sus posesiones y reaccionar ante amenazas, es decir que no solo eran la
residencia del señor feudal, también constituían la base de operaciones militares.

El Cisma de Occidente conocido también como el Cisma de Avignon, fue el resultado de una
larga crisis que sufrió la Iglesia Católica Apostólica Romana.

En 1378, una vez muerto el Papa Gregorio XI, los cardenales romanos eligieron como
sucesor al italiano Urbano VI, pero un grupo de cardenales disidentes proclamaron a
Clemente VII, quien instaló su sede en Aviñón.

Quedó así el mundo católico dividido, con dos sedes papales, una en Roma y otra en
Aviñón.

El medioevo llegó a su fin lentamente, a medida que la burguesía jugó cada vez más un
rol determinante en la nueva sociedad, en la que el linaje y la nobleza no fueron más
importantes que el capital y los negocios.

Así, surgió luego del Renacimiento un mundo moderno que abolió el feudalismo y la
teocracia.
El Renacimiento y la Edad Media

La primera dificultad que se plantea al hablar del Renacimiento es la de señalar con


precisión sus límites con respecto a la edad media. Al igual que ocurre con otras
clasificaciones históricas resulta difícil deslindar el final de una época y el comienzo de
otra, de tal modo que, dependiendo de los historiadores y de los lugares y factores que
toman en consideración, podemos considerar que el Renacimiento se desarrolla en los
siglos XV y XVI, haciendo avanzar a retroceder sus orígenes a lo largo del siglo XV en
función de las consideraciones que hayamos tomado en cuenta, y alargando su final
hasta bien entrado el siglo XVII, lo que supone un margen de imprecisión importante.

No menor dificultad representa la cuestión de determinar si el Renacimiento supone


una radical ruptura o una continuidad con respecto a la edad media. El desarrollo de la
burguesía, clase social impulsora de los ideales renacentistas, comienza en la edad
media, y va asociada al desarrollo del individualismo; la penetración de la filosofía griega
en occidente se había realizado ya a través de las escuelas de traductores (Toledo, Vich,
Nápoles, Palermo...) a lo largo de la edad media, especialmente durante el siglo XIII, lo
que supone un despertar "medieval" del retorno a los clásicos, que será otra de las
características clave del Renacimiento. Lo mismo ocurre con el desarrollo de la ciencia,
mediante la actividad de los medievales Ockham, Oresme y Buridano, a lo que podemos
añadir otros acontecimientos importantes que dejarán sentir su influencia con
posterioridad, como el descubrimiento de América o de la imprenta.

Pero si es cierto que podemos encontrar algunos elementos de continuidad entre la


edad media y el Renacimiento, como los señalados anteriormente, eso no basta para
reducir el Renacimiento a una mera continuidad de la edad media. Por supuesto que
todas las épocas históricas se generan a partir de otras anteriores en las que podemos
encontrar en gérmenes algunos de sus caracteres principales; pero ni el grado de
desarrollo de dichos elementos, ni su significación, es reducible al que tenían en la época
anterior. Y eso ocurre también con el Renacimiento. Los europeos del siglo XVI tenían
una clara conciencia de ruptura con respecto a la edad media, conciencia mantenida por
la sucesión de una serie de transformaciones sociales, políticas, religiosas, económicas,
culturales, que nacían con una clara voluntad de oposición a lo "medieval". Entre ellas
podemos destacar la desintegración de la iglesia y el desarrollo de la reforma luterana,
y el de la iglesia anglicana con Enrique VIII, que se producen en el marco de la
consolidación de los Estados nacionales y de las monarquías absolutas que van a
configurar un nuevo mapa político en Europa, al que hay que asociar el desarrollo de la
burguesía y su papel predominante, con la expansión del comercio, lo que supondrá el
principio del fin del feudalismo. El desarrollo de la cartografía, el descubrimiento de la
brújula, la utilización de la pólvora, son elementos que va a conducir al descubrimiento
y colonización de América, lo que provocará un aumento de la desconfianza respecto al
saber medieval. El descubrimiento de la imprenta facilitará la circulación de las nuevas
ideas.

Las relaciones entre humanismo y Renacimiento se presentan bajo el aspecto de una


polémica: mientras que el humanismo se caracterizará por el retorno a la sabiduría
clásica, en el marco de una preocupación fundamentalmente de signo filológico y
teológico, el Renacimiento lo hará como impulsor del desarrollo de la ciencia. Así, el
Renacimiento, sin renunciar a los temas básicos del humanismo, le superará, al desligar
tales temas de la perspectiva teológica y enlazarlos con el pensamiento científico

a) Caracteres del humanismo

1. Uno de los rasgos distintivos más conocidos y destacados del humanismo es su interés
por lo "antiguo", por lo clásico, interés en el que predomina el punto de vista de la
investigación filológica. Este interés provoca el desarrollo de la perspectiva histórica en
el acercamiento a otra cultura, porque se puede afirmar que con el humanismo se
consolida la historicidad como clave del pensamiento europeo.

2. A diferencia de lo que ocurría en la edad media, donde el hombre era considerado


fundamentalmente desde una perspectiva teológica, los humanistas valorarán el
hombre desde una perspectiva mundana, no-divina, es decir, el hombre será visto como
un ser natural e histórico. La religión, aparte de su función redentora, es considerada
ante todo en su función civil. Así, tanto la religión como la tolerancia religiosa son
instrumentos válidos para asegurar el ideal de la paz civil. La creencia en la unidad última
de todas las religiones es afirmada, consecuentemente, desde esta caracterización.

b) Caracteres del Renacimiento

1. El ideal común de este período viene definido por la esperanza de un renacer del ser
humano a una vida verdaderamente "humana", mediante el recurso a las artes, las
ciencias, la investigación... poniendo de manifiesto la consideración del ser humano
como ser natural, en oposición a la consideración medieval del ser humano como ser-
para-Dios.

2. El retorno a los antiguos significa no sólo la recuperación de su obra, sino


fundamentalmente el retorno al principio, a los orígenes de la vida humana, cultural, del
ser humano. Volver al principio no significa volver a Dios, sino precisamente al terreno
del hombre y del mundo humano. De ahí la valoración del pensamiento filosófico pre-
cristiano. El retorno significa, además, una conquista. La vuelta a los orígenes, al
principio, conlleva la conquista de la personalidad humana. El que este retorno se
efectúa mediante las artes y las ciencias, y no mediante experiencias místicas interiores,
por ejemplo, significa una búsqueda de la objetividad. En efecto, sólo la objetividad
puede poner en evidencia el status original del hombre frente a la naturaleza, es decir,
manifestar su origen y su condición humana.

3. Por lo mismo, el hombre es libre de decidir su conducta, de elegir su destino, lo que


supone una exaltación de la libertad individual tanto en el orden teológico como el
orden cultural y social.

Entre las principales corrientes filosóficas del Renacimiento se señalan:

a) Platonismo.

b) Aristotelismo averroista (Padua, un solo entendimiento) y Aristotelismo


alejandrino (Alejandro de Afrodisia, muchos entendimientos).

c) Estoicismo, epicureísmo, escepticismo.

d) Naturalismo: Bruno, Telesio, Campanella.

e) A ellas hay que sumar la actividad científica representada por Copérnico, Galileo
y Kepler, en lo que supondrá la renovación de la concepción del Universo.

Una de las características más notables del Renacimiento es el antropocentrismo, lo que


supone una valoración no sólo de la personalidad del ser humano, sino también de su
individualidad.

También el naturalismo irá asociado al desarrollo del Renacimiento. Se destacan los


aspectos naturales del hombre versus los aspectos sobrenaturales. Es algo de lo que
encuentran los renacentistas que "vuelven" a Aristóteles: la separación del universo y
de Dios y la exaltación de la naturaleza; al igual que los que se "vuelven" hacia Platón,
buscando una religiosidad natural y la exaltación del hombre y de su libertad (el hombre
no es malo, es ignorante, no necesita, pues, la gracia divina para su redención).

Bacon, Copérnico, Galileo, Kepler, son figuras centrales en el desarrollo de la ciencia,


que supondrá la destrucción de la imagen ptolomeica del mundo, inspirada en el
universo cerrado y geocéntrico de las dos esferas; la creciente y progresiva
matematización de la naturaleza y el desarrollo del método experimental serán dos de
las bazas más significativas de su triunfo.

El Renacimiento supone pues el renacer del espíritu de libertad de un ser humano que
se quiere inserto en la naturaleza y en la historia.

El Humanismo

El humanismo de Lorenzo Valla, de Vives, de Budé, de Tomás Moro, está impregnado de


una visión del ser humano como ser natural e histórico que debe realizarse en el uso de
la libertad. Tal humanismo lo podemos considerar entroncado en el de Erasmo de
Rotterdam (1467-1536), del que destacamos las siguientes características:

La vida humana es comprendida por Erasmo como una cooperación del hombre con
Dios. El hombre no es malo por naturaleza (la naturaleza humana no queda corrompida
por el pecado original, nos dice Erasmo, contrariamente a lo que sostendrán los
reformadores). Los elementos bíblicos y evangélicos, junto con la gracia, permitirán al
hombre aspirar a la salvación, para lo que es necesario el uso de la libertad. El hombre
ha sido privado por el pecado original de los bienes sobrenaturales que Dios le había
concedido, pero conserva las facultades y las fuerzas que requiere una vida moral. Una
de estas facultades precisamente la libertad. La afirmación de la libertad humana es
necesaria para obtener la salvación. El hombre, ayudado por la gracia y eligiendo
libremente el recto comportamiento moral puede aspirar a la recuperación de los bienes
perdidos con el pecado, puede aspirar a la salvación. La gracia sola no bastaría. La
salvación está al alcance del ser humano, pero necesita quererla y buscarla en el
ejercicio de su libertad, aunque no dependa exclusivamente de ella, ya que, sin la gracia,
la libertad sola tampoco bastaría para conseguirla.

La Reforma

Entre los temas más destacados del pensamiento de la Reforma se encuentra la


valoración de la experiencia interior del hombre frente a la acción hipócrita externa, que
acentuará el subjetivismo. Ello se acompaña de una manifiesta hostilidad a la teología
que será combatida con la "lectura interior" de la Biblia y los Evangelios. Además, la
suerte del alma depende exclusivamente de Dios, lo que supondrá la afirmación del
determinismo y la negación de la libertad humana apoyándose, para ello, en la
consideración de la corrupción natural del hombre por el pecado original. Toda la pureza
y bondad inicial del ser humano, con las que fue creado por Dios, se pierde con el pecado
original, por lo que no puede haber realmente una acción moral que emane de la
voluntad humana, corrompida ya por dicho pecado original.

Uno de los personajes clave de la reforma será Martín Lutero (1483-1546), en quien
predomina una concepción pesimista de la naturaleza humana: el hombre está
corrompido desde el pecado original, privado de toda rectitud, interior o exterior. Sólo
con la ayuda de la gracia puede hacer algún bien. La rectitud moral, pues, no puede ser
consecuencia de la libertad del hombre ya que esta no es más que una vana creencia.
Depende exclusivamente de la voluntad arbitraria de Dios lo que le conduce a un estricto
determinismo moral. En consecuencia, ni siquiera la ley moral puede ser cumplida, ya
que la naturaleza "caída" del hombre lo impide. Sólo hay salvación en la fe de Cristo,
que ha merecido el cielo para todo el que crea en Él. El hombre carga sus pecados a
Cristo y éste nos imputa sus méritos. De modo que el hombre está predestinado y sólo
a Dios pertenece la fijación eterna de la suerte del alma en la vida futura.
Entre los humanistas y los reformadores hay, pues, algunos puntos de contacto, pero
notables diferencias.

Entre los puntos de contacto podemos destacar la coincidencia en el ataque a la teología


oficial y a los representantes de la iglesia; la afirmación del papel central del hombre en
el universo y el interés despertado por el tema de la libertad del hombre.

Entre las diferencias, mientras los renacentistas y los humanistas destacan la bondad
natural del ser humano y exaltan su libertad, los reformadores las niegan. Para los
representantes de la reforma el hombre es naturalmente malo y carece de libertad, lo
que les conduce al determinismo moral. Para el humanismo cristiano sin embargo el
hombre no es malo por naturaleza y la voluntad no es un don pasivo, sino que debe
ejercerse en la libertad, sin la cual hablar de salvación del alma no tiene sentido. (Es
conocida la polémica que mantuvo Erasmo con Lutero sobre la libertad en su obra
"Sobre el libre albedrío", a la que respondió Lutero con "Sobre el albedrío esclavo").

El estado moderno

En los siglos XV y XVI observamos el desarrollo del absolutismo político, cambio histórico
que se verá reflejado en la filosofía política de la época. Entre los acontecimientos más
significativos al respecto podemos considerar, en Inglaterra, la aparición del absolutismo
de los Tudor, iniciado con Enrique VII (1485-1509), al establecer un poder monárquico
centralizado al término de la guerra de las Dos Rosas. En España, el matrimonio de
Fernando e Isabel, (1469), reunió los reinos de Castilla y Aragón bajo la misma corona,
base del desarrollo del absolutismo español que culmina con Carlos V (1516-1556).
También en Francia podemos situar el origen del absolutismo en 1453, al término de la
guerra de los Cien Años. A diferencia de lo ocurrido en España, en Inglaterra y Francia
los comerciantes apoyaron la centralización del poder, a expensas de la nobleza feudal.
Ello no significa, por supuesto, que el despotismo monárquico fuera la única teoría
política del Renacimiento, sino que debe interpretarse como la expresión de la
necesidad de unidad ante las cambiantes circunstancias económicas e históricas. En este
sentido, la defensa del absolutismo político es una consecuencia de la creencia de que
sólo un poder centralizado, fuerte y sin apenas limitaciones, es capaz de controlar las
fuerzas que tienden a la "disolución" de la sociedad.

A medida que el absolutismo político se impone se desarrolla la teorización sobre


algunos problemas derivados de la justificación del poder. Entre ellos podemos
destacar:

La teoría del derecho divino de los Reyes y la limitación de su poder.


Las nuevas reflexiones sobre la naturaleza y las bases de la sociedad política.
El desarrollo de la conciencia nacional y su fundamento, justificación y límites.
Las nuevas reflexiones sobre la ley natural y los derechos naturales. La ley natural
implicaría una limitación en el ejercicio del poder político y actuaría como fundamento
de los derechos naturales (propiedad privada, herencia, etc....) de los individuos.
La reconsideración de la relación de la Iglesia con el Estado.
El desarrollo de las teorías del contrato como fundamento de la sociedad civil.

La filosofía política

Nicolás Maquiavelo (1469 – 1527)

Maquiavelo nace en Florencia en 1469, de familia noble, y recibe una educación


esmerada. Participa activamente en la vida política hasta los 44 años, dedicándose
entonces a la teoría política. Su obra más importante es "El Príncipe". Maquiavelo se
interesó fundamentalmente por presentar la mecánica del gobierno, prescindiendo de
las cuestiones morales, y formulando los medios por los cuales el poder político puede
ser establecido y mantenido. En la medida en que el fin del Estado es garantizar la
seguridad y el bienestar, el gobernante tiene derecho a valerse de medios inmorales
para la consolidación y conservación del poder. El pensamiento de Maquiavelo está
dominado por el realismo político: se ha de analizar el acto político puro, sin
connotaciones trascendentes o morales. Este acto sólo es válido si resulta eficaz.
Mediante este análisis pretende alcanzar las leyes inmutables y necesarias que rigen la
historia del hombre, puesto que ésta se repite inexorablemente, pudiendo deducirse así
lo que será la historia futura de la humanidad.

En este contexto, le resulta especialmente interesante el análisis de la personalidad del


político. El político ha de ser una persona hábil, capaz de manipular situaciones
valiéndose de cualquier medio; ha de poseer destreza, y una equilibrada combinación
de fuerza y tesón, además de intuición para sortear los obstáculos que se le presente y
una carencia total de escrúpulos. Ha de ser además capaz de actuar según los cambios
momentáneos, buscando apoyos o forzando traiciones según las circunstancias. En
consecuencia, el político no debe poseer virtud alguna, pero ha de estar en condiciones
de simular poseerlas todas, lo que supone actuar con absoluta indiferencia ante el bien
y el mal (amoral) con absoluto despotismo.

Respecto a las formas de gobierno, Maquiavelo considera la República como la mejor


forma de gobierno posible, lo que parece difícilmente conciliable con su doctrina del
despotismo político anteriormente expuesta. No obstante, el despotismo estaría
justificado sólo como paso previo a la ordenación del Estado sobre el que se establecería
la República. El despotismo político sería entonces un mal menor que conllevaría la
posibilidad de establecer un gobierno republicano, es decir, un gobierno de la mayoría.
El gobernante es bueno, es decir, justificable, por su eficacia, no por sus connotaciones
ético-religiosas. No se trata de describir estados ideales, sino de gobernar estados
reales. En definitiva, la "modernidad" de Maquiavelo parece radicar en el énfasis que
puso en el Estado como un cuerpo soberano que mantiene su vigor y unidad mediante
una política de fuerza, aunque no elaboró ninguna teoría sistemática e ni se preocupó
tampoco nunca de hacerlo.

Tomas Moro (1478 -1535)

Bajo la influencia platónica (de la "República") escribió una novela filosófica que describe
un Estado Ideal en la Isla de Utopía, teniendo como fondo una idealización de la vida
moral de su época y, al mismo tiempo, una crítica de las condiciones sociales y
económicas. Aunque desconocía "El Príncipe" su obra iba dirigida contra el ideal del
gobierno despótico defendido por Maquiavelo. Igualmente se opone a la explotación
comercial y contiene ideas que reaparecen posteriormente en el socialismo.

En su novela nos presenta una sociedad agrícola, en contraste con una sociedad
adquisitiva, cuya unidad central es la familia. No existe propiedad privada ni el dinero es
el medio de intercambio. Los medios de vida están asegurados para todos, en vistas a la
creación de tiempo libre que se emplearía en objetivos culturales. La libertad y la
tolerancia religiosa, dentro del respeto de la religión natural, son las piedras angulares
de la vida en Utopía, en la creencia de que la vida política y la moral no podrían ser
disociadas.

La Utopía de Tomás Moro, aun conteniendo aspectos ilustrados y prácticos, es ante todo
una idealización de las sociedades cooperativas del pasado y, en algunos aspectos, se
opone al avance de las fuerzas y tendencias que darán paso a la modernidad (como la
expansión del comercio y la separación de poderes, entre otras).

FILOSOFIA MODERNA DEL SIGLO XVI


Problemas filosóficos de la época moderna: Racionalismo y empirismo
Al hablar de las posiciones renacentistas, vimos cómo, directa o indirectamente, el
problema que más les preocupaba era el método del conocimiento científico. En el inicio
formal de la modernidad (siglo xvi), continúa siendo un problema fundamental, aunque
la atención también se centra en el conocimiento mismo.
Las corrientes filosóficas que hacen suyo el problema del conocimiento son el
racionalismo, cuyos exponentes principales son Descartes, Spinoza y Leibniz, y el
empirismo, representado por Locke, Berkeley y Hume.
El término racionalismo hace referencia a cualquier posición u opinión que conceda
primacía a la razón. Cuando se precisa "en relación con qué" o "en contraposición a qué"
se otorga tal primacía, entonces aparecen los racionalismos específicos; por ejemplo, el
religioso y el intelectualista. El primero sostiene que, tratándose de los conocimientos
religiosos, no son la revelación o la fe las que deciden acerca de su verdad, sino que será
la razón la que se constituya en árbitro y fundamento. El racionalismo intelectualista da
preponderancia a la razón sobre las otras facultades humanas. Reacciones contra este
racionalismo; la última es la de Unamuno, quien sostenía que al frío intelectualismo de
la razón debe imponerse la lógica afectiva del corazón.
El racionalismo que aquí nos interesa es el epistemológico, es decir, el relacionado con
el origen del conocimiento, y tiene una posición contraria al empirismo. Así pues,
cuando hablamos de racionalismo nos referimos a la corriente filosófica del siglo xv, la
cual sostiene que nuestros conocimientos válidos y verdaderos acerca de la realidad no
proceden de los sentidos, sino de la razón o del propio entendimiento.
La corriente filosófica contraria a la racionalista del siglo xv es el empirismo del siglo xviii.
Esta corriente afirma que todos nuestros conocimientos provienen, en último término,
de los sentidos, o sea, de la experiencia sensible.
El problema que se estudiará en esta unidad es el del conocimiento. Los
pronunciamientos arriba establecidos entre el racionalismo y el empirismo, podríamos
resumirlos así: ¿Cuál es el origen o la fuente primaria de nuestros conocimientos? Otras
formulaciones complementarias del mismo problema son las siguientes: ¿Cuál es el
sujeto del conocimiento? ¿Se inicia el conocimiento pariendo de algunas ideas innatas?
¿Cuál es el método del conocimiento y cuáles los criterios de verdad?
Las posiciones antagónicas del racionalismo y del empirismo nos hacen recordar las
teorías, también opuestas, de Platón y de Aristóteles. La teoría platónica fue idealista;
la aristotélica, realista.
El conocimiento
Son muchos los problemas que surgen al analizar el conocimiento. Aquí, teniendo en
cuenta los puntos de vista racionalistas y empirista, trataremos únicamente los
siguientes aspectos: el origen, el sujeto, su naturaleza, el método, los límites y los
criterios.
Origen. Los racionalistas (hablamos especialmente de Rene Descartes y Wilhelm
Leibniz), cuyo modelo de ciencia es la matemática, afirmaban que todo sistema o
construcción científica debe partir de verdades necesarias o evidentes. La capacidad de
discernir tales verdades es innata en el entendimiento humano. Esto debe
comprenderse en el sentido de que el entendimiento tiene capacidad para formularlas
o descubrirlas por sí mismo.
Los empiristas (en especial John Iocke y David Hume), por el contrario, opinaban que la
única fuente de conocimiento es la experiencia; no existen las ideas o los conocimientos
innatos. Cuando el hombre nace, su entendimiento se encuentra como una página en
blanco, en la cual nada hay escrito.
Sujeto del conocimiento. Todos, racionalistas y empiristas, están de acuerdo con que el
sujeto que conoce es el hombre. Las diferencias se presentan al valorar la
preponderancia de las facultades. Para los racionalistas es el entendimiento la facultad
cognoscente principal, pero la voluntad también desempeña una función relevante, ya
que es la fuente del asentimiento, sin el cual el conocimiento no pasaría de ser una
creencia. Los empiristas, en cambio, opinan que el asiento básico del conocimiento son
los sentidos, que es donde se producen las impresiones.
La naturaleza o el ser del conocimiento. El conocimiento, según los racionalistas, consiste
en ideas. El pensamiento piensa ideas. El entendimiento conoce ideas directamente y, a
través de ellas, conoce la realidad extra mental. La idea es construcción mental y
representativa de la realidad. Para los empiristas, el conocimiento es percepción
sensorial o impresión; también consiste en ideas, siempre que a ellas corresponda una
impresión. Las ideas de relación no tienen validez porque a ellas no corresponde
impresión alguna. Hume utiliza dos bolas de billar como ejemplo: si se tira una bola
negra contra otra blanca, la que estaba en reposo ahora adquiere movimiento, lo cual
demuestra la relación de causa-efecto.
El método. Para los racionalistas el método del conocimiento consiste en lomar como
punto de partida una verdad irrefutable; después, mediante deducciones y
demostraciones se van haciendo descubrimientos siempre fundamentados. Para los
empiristas el aspecto lógico del método no es el principal, lo que más importa es el
aspecto genético —psicológico, porque éste es el natural—. El punto de partida üene
que ser la percepción o las percepciones que capten las cualidades primarias de los
objetos.
Criterios de verdad. Para el racionalista, el principal criterio de verdad es la evidencia
racional ofrecida por el proceso deducúvo de demostraciones. La evidencia racional
estará relacionada con el principio de no contradicción en los conocimientos de
proposiciones necesarios; pero si se trata de proposiciones factuales o contingentes,
entonces deberán estar respaldadas por el principio de razón suficiente.
Para los empiristas, el criterio de verdad es la evidencia sensible. Únicamente ofrecen
certeza las impresiones, es decir, las percepciones de las cualidades primarias. Las ideas
nunca tendrán evidencia suficiente que pueda ser tomada como criterio de verdad.
Límites del conocimiento. Para los racionalistas, en las proposiciones de verdad
necesaria sí hay límite porque en estas proposiciones hay identidad interna entre el
sujeto y el predicado; por el contrario, en las proposiciones de verdad contingente, el
análisis se puede continuar sin límite y, por lo mismo, al descubrimiento es posible
llevarlo más y más allá.
Para los empiristas, este problema es de más fácil solución. Li límite del conocimiento es
la experiencia. Es válido todo conocimiento que no trascienda la experiencia.
René Descartes
René Descartes está considerado como el iniciador o el padre del pensamiento
moderno. I lay bastantes razones para tan meritoria valoración; una de ellas es que
desvinculó el pensamiento filosófico del teológico, de manera que el primero adquiriera
plena autonomía. Otra razón es que hizo varias aportaciones fundamentales en el
terreno científico. Por ejemplo, creó una nueva disciplina matemática, la geometría
analítica; en física iniciaría la mecánica que después Newton habría de perfeccionar,
etcétera.
En filosofía el problema que más le preocupó fue el del conocimiento. Estaba convencido
de que en el hombre existe la posibilidad de llegar a conocimientos válidos, aunque es
necesario partir de una verdad inexpugnable o indubitable.
Para la búsqueda de esa verdad inexpugnable se lanzó por el camino de la duda
metódica. Así, dudaba de todo aquello posible de dudar; por ejemplo, de las impresiones
sensoriales, de las opiniones de los filósofos, etcétera, hasta encontrar alguna
afirmación de la cual ya no sea posible dudar. Recorriendo este camino, René Descartes
llegó hasta el extremo de dudar de su propia existencia y, en ese momento, se da cuenta
de que encontró lo que andaba buscando. En efecto, al reflexionar sobre ese hecho,
concluyó: si dudo de mi existencia, quiere decir que estoy pensando y, si pienso, quiere
decir que existo; he aquí pues una verdad de la cual yo no puedo dudar.
Descartes formuló su verdad inexpugnable en estos términos: "Pienso, luego existo"
(Cogito, ergo sum). Estableció el criterio de verdad y algunas reglas, cuyo seguimiento
ayuda a hacer más fácil y segura la búsqueda del conocimiento.
El criterio de verdad es el siguiente: solamente debemos aceptar como verdadero aquel
conocimiento que sea evidente, claro y distinto.
Las reglas que necesitamos seguir son tres:
1. Regla del análisis. A cada dificultad hay que dividirla en tantas partes como sea
posible y necesario para resolverla mejor.
2. Regla de la síntesis. Hay que empezar por los objetos más sencillos y más fáciles
de conocer, para subir gradualmente hasta el conocimiento de los más
complejos.
3. Regla de las numeraciones. Hay que hacer numeraciones tan completas y
revisiones tan generales como para estar seguros de que no omitimos nada.
En lo que se refiere al conocimiento, hay que distinguir entre conocimiento sensible y
conocimiento intelectual. El primero se adquiere por los sentidos; el segundo, por el
entendimiento, y recae sobre las ideas, entendidas de acuerdo con la escolástica.
Entre las ideas, hay unas que son adventicias, o sea, las que provienen de la experiencia
externa, otras son facticias, es decir, resultan de la combinación de otras ya existentes,
y hay unas muy especiales que Descartes llamó innatas, porque el entendimiento las
posee por su propia naturaleza. El conocimiento de estas ideas recibe el nombre de
intuición.
El objeto del conocimiento es la totalidad de los seres, la cual está compuesta de tres
tipos de sustancias: las corporales, cuya esencia es la extensión; las espirituales, o sea,
el alma humana, cuya esencia es el pensamiento, y la naturaleza o sustancia de Dios,
cuya esencia consiste en ser infinita.
En relación con el argumento ontológico de San Anselmo, Descartes estaba de acuerdo,
con ciertas variantes. El opinaba que la idea de Dios es innata en el entendimiento
humano; pero para explicamos la presencia de tal idea, necesitamos suponer la
existencia de ese ser perfecto y nuestra dependencia de él.
John Locke
Algunos representantes significativos del empirismo son: Locke, Berkeley, Hobbes y
Hume. Aquí nos ocuparemos solamente del primero y de los dos últimos.
John Locke fundó su teoría del conocimiento en el principio aristotélico-tomista que
dice: "Nada hay en el entendimiento que no haya estado primero en el sentido". La
conclusión natural, según él, es que todo nuestro conocimiento procede de la
experiencia y que no puede ser de otra manera.
El conocimiento es sensación o es idea; pero idea tiene aquí el sentido de imagen,
sensación, fantasía, etcétera, cualquier tipo de percepción proveniente de la
experiencia. Por consiguiente, Locke no admitía la existencia de ideas innatas. Antes de
entrar en contacto con la experiencia, la mente es como un papel en blanco en el cual
nada hay escrito.
En relación con el conocimiento, el problema principal, según Locke, es el de su origen,
es decir, es de carácter psicológico. Por esta razón dividió las ideas en simples y
complejas.
Las ideas simples tienen su origen en la sensación (extema) o en la reflexión (sensación
intema). Se refieren a las cualidades de los objetos, las cuales, a la vez, pueden ser
primarias o secundarias, según realmente existan en el objeto o sólo sean el resultado
de una reacción del sujeto cognosente.
Las ideas complejas proceden de la combinación de las ideas simples, que son las
primitivas. Al combinar las ideas simples, según las distintas leyes de asociación
(contigüidad, semejanza, etcétera), resultan tres clases de ideas complejas:
1. La de modo, o sea, la idea que no contiene la suposición de subsistir por sí misma.
2. La de sustancia, que es una combinación de ideas simples que representa una
cosa que puede servir de soporte de accidentes y que puede subsistir por sí
misma.
3. La idea de relación, que consiste en la comparación de una idea con otra.
Hecha la distinción anterior, es fácil obtener conclusiones respecto de la objetividad de
tales ideas. Entre todas ellas, las únicas que tienen valor objetivo son las simples, que
provienen de cualidades primarias de los objetos. En general, una idea es objetiva si es
semejante a la cualidad existente en el cuerpo mismo. Por consiguiente, ni las ideas
simples de cualidades secundarias ni las ideas complejas tienen valor objetivo.
David Hume
El máximo exponente del empirismo fue David Hume. FJ, como todos sus predecesores,
también defendía que la única fuente de conocimiento es la experiencia, entendida ésta
como el contacto con los objetos a través de las sensaciones externa e interna.
La fuente primaria de conocimiento es la sensación; de ella resultan las impresiones.
También la reflexión es otro tipo de percepción; la reflexión recae sobre las pasiones y
los sentimientos; de ella resultan las ideas. Las ideas son imágenes débiles de las
impresiones; éstas se presentan con más fuerza porque son el resultado del contacto
directo con los objetos.
Hay dos tipos de conocimiento: de hechos y de conexiones o asociaciones de ideas. El
primero se produce en las percepciones simples. El segundo tiene lugar en las
percepciones complejas, porque entonces lo que se capta es una asociación. Las
cualidades asociativas, o leyes de la asociación, son tres: la semejanza, la causalidad, y
la contigüidad espacial o temporal.
El criterio de objetividad o verdad, que siempre debemos tener a la vista, es el siguiente:
"Una idea es verdadera si corresponde a una impresión". Aplicando este criterio. Hume
sostuvo que las ideas de sustancia, causalidad, existencia de Dios y del yo no son
objetivas, puesto que no tenemos impresiones a las cuales ellas correspondan, es decir,
de ellas no tenemos percepción sensible.
Respecto del principio de causalidad, Hume decía que carece de fundamento empírico,
pues, según él, atando percibimos la existencia de dos fenómenos que siempre se
presentan unidos y sucesivos, es frecuente que creamos que entre ellos se da una
relación de causalidad.
Nosotros no percibimos dicha relación: lo único que podemos constatar es que uno de
ellos sucede después del otro; por consiguiente, no es posible atribuir objetividad a
dicho principio.

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