Señales de Transito

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Camilo y el Marciano en la escuela

E l primer día de clases, Camilo llegó al colegio y se encontró con algo


impresionante, ¡un marciano completamente verde y con antenas!
¡Comprenderán ustedes lo sorprendido que quedó Camilo!

No sabía que estaba permitido que los marcianos fuesen a la escuela,


pero aparentemente así era, puesto que este personaje verde ahí se
encontraba, en SU propia sala de clases.

No era un marciano vergonzoso o delicado. Al contrario, era un


marciano bullicioso. Hacía todo tipos de ruidos extraños y no se
sentaba en su silla cuando se lo pedía la profesora. Era muy inquieto,
se subía y bajaba encaramándose a las sillas y las mesas, incluso
en un momento se metió al interior del mueble de la profesora y
después corrió a abrir una ventana para asomarse por ella.

1
Era tanto lo que se movía y desordenaba, que Camilo no sabía donde
sentarse.

“Este marciano es muy desordenado y ruidoso, estoy seguro que no


debería estar en mi clase”, le dijo Camilo en voz baja a Javiera, quien
estaba sentada en el banco de atrás.

Lo curioso, es que la profesora no estaba sorprendida frente a este


nuevo alumno. El marciano entró primero que todos empujando a
Camilo y sus compañeros, les tomó todos sus materiales, tiró algunos
al piso, en fin, todo era un caos en la sala.

Cuando finalmente Camilo, Javiera y los otros alumnos se sentaron en


sus puestos, el marciano comenzó a tirarles papeles y a molestarlos.

“No hagas eso” le dijo la profesora“. Los marcianos no pueden tirar


cosas en la sala de clases y molestar a los compañeros”.

En ese momento, el marciano tiró todo lo que tenía en la mano y se


puso a gritar. Gritaba tan fuerte que nadie podía escuchar nada, ni
siquiera lo que la profesora decía.

2
“¡Silencio!” dijo la profesora. En ese momento, el marciano dejó de
gritar y la profesora de dijo “ya es hora que vayan a jugar al patio”.

Todos se levantaron de sus asientos y fueron hacia la puerta de salida.


Todos menos el marciano, quien corrió desesperado empujando y sin
obedecer las instrucciones de la profesora.

Una vez en el patio, el marciano continuó portándose mal, empujaba


a todos los niños, les quitaba sus juguetes, se subía a los juegos sin
respetar los turnos, se encaramaba haciendo acrobacias riesgosas y
sin dejar que nadie más usara el columpio o el tobogán.

Cuando los estudiantes volvieron a su sala de clases, la profesora


intentó leerles un cuento, pero era tanto lo que el marciano gritaba y
chillaba que era imposible escuchar y poner atención.

A la hora de almorzar, el marciano le quitó la comida a varios


compañeros, les tiró comida en sus caras, derramó su leche en la ropa
de Javiera. ¡Todo un desastre!

Más en la tarde, cuando fue hora de pintar en la clase, el marciano


corría alrededor de la sala pintando en las paredes, en el piso, en las
mesas, en los cuadernos de sus compañeros, en las caras y arruinando
sus trabajos.

La actividad que siguió fue formar un círculo. Intentaron cantar una


canción pero el marciano saltaba por todas partes y los pisaba. No los
dejaba cantar. Le pegó tan fuerte al piano, que la profesora lo tuvo
que cerrar.

3
Cuando se recostaron para descansar en una siesta el marciano se
reía y hablaba y metía ruido. No los dejó descansar.

“¡Ven para acá!” le dijo la profesora, quien a estas alturas ya estaba


muy enojada. “Eres realmente un marciano! No está permitido que
los marcianos vengan a la escuela. Quiero que te vayas y no vuelvas
nunca más”.

¿Sabes lo que sucedió? ¡El marciano rompió en llanto! Todos estaban


muy sorprendidos al ver esto.

“¡Perdón!” Lloraba el marciano. “Es que nunca he estado en una


escuela antes. No sabía que gritar, empujar, correr y tirar cosas era
en contra de las reglas. ¡Por favor no me digan que no puedo volver!
“Me gusta la escuela y trataré de aprender si ustedes me ayudan.”

La profesora le preguntó a los alumnos que era lo que pensaban.


Los niños y niñas decidieron hacer una lista de reglas. Dejarían
que el marciano se quede siempre que respetara las reglas que ellos
iban a escribir. El marciano prometió que iba a hacer lo mejor que
pudiese, se iba a esforzar mucho.

4
Al día siguiente, el marciano llegó silenciosamente a la clase y se puso
inmediatamente a trabajar. Compartió sus cosas con sus compañeros
y colaboró con el trabajo de todos. A la hora del almuerzo se puso en
la fila, recogió su bandeja con almuerzo y se sentó apropiadamente en
el casino de la escuela. Comió su almuerzo sin desparramar o tirarle
comida a los otros y a la hora del recreo, jugó en el tobogán respetando
los turnos y sin correr riesgos, jugando en armonía con todos sus
nuevos amigos y amigas.

Cuando, en la sala, tuvieron que leer en voz alta, se sentó sin moverse
y se mantuvo bien calladito, pero escuchaba atentamente lo que los
otros leían.

Al final del día, la profesora le preguntó a los alumnos su opinión


sobre el comportamiento del marciano. “Escuchó atentamente,” dijo
Camilo. “Me gustó jugar con él en el recreo,” dijo Javiera. La profesora
entonces le preguntó al marciano cómo se sentía. “Creo que hice un
buen trabajo jugando, compartiendo y escuchando”, dijo el marciano.

“¡Estoy de acuerdo! Debes estar orgulloso de tu esfuerzo y gran trabajo,”


le contestó la profesora. El marciano se fue a su casa sintiéndose muy
contento consigo mismo y no aguantaba las ganas que llegase el día
siguiente para volver a ir a la escuela.

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