Cortes Kirkpatrick
Cortes Kirkpatrick
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C A P ÍT U L O V I I I
CORTÉS
dos por las contiendas entre los que de M éjico envió alié
Cortés y los de Darien. L a presencia persuasiva o autoritaria
de Cortés sirvió de mucho para m itigar estas disputas y
fortalecer la ocupación española de Honduras.
Cuando pretendía continuar la exploración al Sur en bus
ca del estrecho, tuvo que regresar, requerido urgentemente
por sus amigos de Méjico, donde durante su ausencia de
dos años (1524-1526) los oficiales reales luchaban por la su
premacía, y sólo se ponían de acuerdo para perseguir a los
partidarios de Cortés, el cual, asi como los que le acom
pañaron, hacia tiempo que habían sido dados por muertos.
Cortés dejó a muchos de sus soldados, entre ellos Berna)
Díaz, a las órdenes de Luis M arín, que tenía la consigna
de m archar hacia el Sur. Tuvieron la alegría de encontrar
se con Pedro de Alvarado, que se apresuraba h a d a el N orte
para unirse a Cortés; pero no se necesitaban sus servidos,
y ello le convino, pues ya tenía que hacer bastante con la
pacificación de su propia provincia y fija r las fronteras con
los hombres de Pedradas de Darien, que habían llegado a)
límite de las conquistas de A lvarado en Guatemala. Pasa
dos algunos meses, A lvarado acompañó y guió a M arín y
los suyos en la vuelta a M éjico por un camino más meridio
nal y más transitable, aunque, como de costumbre, tuvieron
que jalonar su marcha de combates con indios a quienes
irritaba el paso de estos arrogantes y hambrientos intrusos.
Mientras tanto, Cortés se embarcaba en Tru jillo, en la
costa norte de Honduras, y , después de repetidas demoras
causadas por la tempestad y los accidentes, llegó a Vera-
cruz, desde donde emprendió la marcha a M éjico, siendo
recibido por todas partes con gran entusiasmo, tanto por
los españoles como por los indios. Las envidias y discordias
que le persiguieron en la ciudad apenas si caen dentro de
nuestro tema. Entretanto, sus esfuerzos por extender los
dominios de la corona castellana eran incesantes, así por
expediciones terrestres como por la exploración m arítim a de
ambas costas, del Atlántico y del Pacifico, del imperio que
había conquistado y de las provincias que se extendían más
allá. L leg ó hasta enviar, en 1527, una expedición a las islas
de las Especias, como se contará en otro capítulo (cap. X I ) .
En 1529, exasperado por las intrigas y las acusaciones,
se embarcó Cortés para España y desembarcó en Palos con
una comitiva de 40 nobles indios, muchos servidores que lle
vaban sus típicos vestidos, grandes riquezas, una colección
de animales salvajes, plantas y frutas, aBÍ como hermosas
muestras de labores mejicanas en oro, plumas y algodón
teñido. Los enanos, ju glares y bufones que traía agradaron
tanto al emperador, que fueron enviados a Roma para que
distrajeran al Papa. Carlos recibió a Cortés con señaladas
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