El niño se mudó a una nueva habitación llena de juguetes ordenados. Cada noche los juguetes se ordenaban solos, hasta que un día los juguetes le dijeron al niño que no querían jugar con él porque siempre los dejaba desordenados y en lugares incómodos. El niño se dio cuenta de que los juguetes se sentían más cómodos cuando estaban ordenados, así que desde entonces siempre los ordenaba antes de irse a dormir.
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El niño se mudó a una nueva habitación llena de juguetes ordenados. Cada noche los juguetes se ordenaban solos, hasta que un día los juguetes le dijeron al niño que no querían jugar con él porque siempre los dejaba desordenados y en lugares incómodos. El niño se dio cuenta de que los juguetes se sentían más cómodos cuando estaban ordenados, así que desde entonces siempre los ordenaba antes de irse a dormir.
El niño se mudó a una nueva habitación llena de juguetes ordenados. Cada noche los juguetes se ordenaban solos, hasta que un día los juguetes le dijeron al niño que no querían jugar con él porque siempre los dejaba desordenados y en lugares incómodos. El niño se dio cuenta de que los juguetes se sentían más cómodos cuando estaban ordenados, así que desde entonces siempre los ordenaba antes de irse a dormir.
El niño se mudó a una nueva habitación llena de juguetes ordenados. Cada noche los juguetes se ordenaban solos, hasta que un día los juguetes le dijeron al niño que no querían jugar con él porque siempre los dejaba desordenados y en lugares incómodos. El niño se dio cuenta de que los juguetes se sentían más cómodos cuando estaban ordenados, así que desde entonces siempre los ordenaba antes de irse a dormir.
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Los juguetes ordenados
Érase una vez un niño que cambió de
casa y al llegar a su nueva habitación vió que estaba llena de juguetes, cuentos, libros, lápices... todos perfectamente ordenados. Ese día jugó todo lo que quiso, pero se acostó sin haberlos recogido. Misteriosamente, a la mañana siguiente todos los juguetes aparecieron ordenados y en sus sitios correspondientes.
Estaba seguro de que nadie había
entrado en su habitación, aunque el niño no le dio importancia. Y ocurrió lo mismo ese día y al otro, pero al cuarto día, cuando se disponía a coger el primer juguete, éste saltó de su alcance y dijo "¡No quiero jugar contigo!". El niño creía estar alucinado, pero pasó lo mismo con cada juguete que intentó tocar, hasta que finalmente uno de los juguetes, un viejo dinosaurio de peluche,
dijo: "¿Por qué te sorprende que no
queramos jugar contigo? Siempre nos dejas muy lejos de nuestro sitio especial, que es donde estamos más cómodos y más a gustito ¿sabes lo difícil que es para los libros subir a las estanterías, o para los lápices saltar al bote? ¡Y no tienes ni idea de lo incómodo y frío que es el suelo! No jugaremos contigo hasta que prometas dejarnos en nuestras casitas antes de dormir" El niño recordó lo a gustito que se estaba en su camita, y lo incómodo que había estado una vez que se quedó dormido en una silla.
Entonces se dio cuenta de lo mal que
había tratado a sus amigos los juguetes, así que les pidió perdón y desde aquel día siempre acostó a sus juguetes en sus sitios favoritos antes de dormir.