Educacion Espontánea
Educacion Espontánea
Educacion Espontánea
Si nos remontamos a los orígenes de la humanidad, la educación surgió como una actividad
espontánea, junto al conjunto de actividades inherentes a las sociedades primitivas; luego, la
educación es asumida por la sociedad y regentada por el Estado, lo que da lugar a la educación
sistemática escolarizada. Desde esta noble invención, la educación siempre ha tenido fines ajenos a
su real propósito, dependiendo del carácter de las sociedades y los Estados imperantes; este es el
lado político de la educación. El lado pedagógico toma a los valores como creaciones culturales y los
incorpora a los contenidos educativos; pero paralelo a la educación formal, juega un rol protagónico
a la educación espontánea, aquella que es nutrida de la experiencia y la oralidad de los miembros
de la familia. Ello evidencia que la educación no es patrimonio solo de los seres letrados, ni de una
determinada clase social o grupos étnicos: todos tienen algo que enseñar y siempre hay algo que
aprender.
La educación no formal o espontánea, tan dinámica como la primera, que se desarrolla en forma
paralela a través de dos mediadores: la familia – comunidad y los medios de información y
comunicación social.
La educación espontánea aparece en su forma más pura en los pueblos primitivos pero también
constituye en los pueblos civilizados con sus sistemas de educación e instrucción, la base de toda
educación superior y sistemática.
En conclusión, se entiende por educación refleja aquella que procede de personas, entidades,
medios de comunicación social, medios impresos, tradiciones, costumbres, ambientes sociales,
comportamientos sociales, y otros no estructurados, que producen aprendizajes y conocimientos
libres y espontáneamente adquiridos.
El aprendizaje informal, es una forma de educación alternativa, ideal para forjar hábitos o aprender
a través de experiencias.
La educación informal se entiende como una experiencia de aprendizaje espontáneo, que ocurre en
el ámbito cotidiano y por la que accedemos a contenidos, recursos o habilidades que nos enseñan
algo nuevo.
Es un aprendizaje donde el valor experiencial y práctico es muy alto y representa la mejor forma de
exponerse a este tipo de educación casual.
Las relaciones sociales, el ambiente laboral, las situaciones cotidianas, son lugares y situaciones
donde recibimos educación informal y que enriquecen nuestras habilidades, competencias y perfies
profesionales.
La educación informal: un pilar básico en la educación del futuro: Un pilar básico en la educación
del futuro
Si algo nos está enseñando el constante cambio y evolución, fruto de la transformación digital, es
que cualquier desarrollo profesional está estrechamente relacionado con la necesidad de
renovación continua, de adquirir nuevas competencias y desarrollar habilidades que nos hagan
óptimos para las nuevas metodologías de trabajo.
Aunque no se contemple como uno de los aspectos educativos de los que se encargan directamente
las Universidades, estos espacios tienen un importante calado en el aprendizaje informal, ya solo al
aprender a participar en clase de forma correcta, intercambiar ideas o emplear herramientas para
coordinar trabajos en equipo.
Por otro lado, la UNESCO es una de las grandes defensoras de las ventajas de la educación informal
y su potencial para que todo miembro de la sociedad tenga acceso a mejores oportunidades de
desarrollo social y laboral.
El ámbito familiar es otro de los grandes espacios donde se recibe una educación alternativa y donde
se deben fomentar los recursos y conocimientos para aprender valores y normas de convivencia.
Actualmente, las redes sociales y las plataformas digitales son otro lugar donde se produce
educación informal y al que es necesario prestar atención, sobre todo a los contenidos dirigidos a
los más pequeños y en los que deben intervenir familiares y educadores.
https://noticias.universia.net.mx/educacion/noticia/2018/09/19/1161549/consiste-educacion-
informal.html
Una de las grandes ventajas por las que debemos apreciar la educación informal es la oportunidad
que nos brinda para desarrollar nuestro espíritu crítico y poder forjarnos opiniones razonadas y
justificables.
https://ined21.com/el-aprendizaje-informal-elemento-para-la-mejora-escolar/
Cada crisis socioeconómica dispara, como resorte automático, una crisis de valores entre los que
entran los valores educativos. Durante la dificultad se desatan las evidencias de que algo hemos
tenido que hacer muy mal para llegar a esta situación: «de aquellos barros llegaron estos
lodos», nos repetimos. Más allá de la queja inoperante, lo positivo de cada uno de estos escenarios
de crisis es que nos proporcionan oportunidades únicas de repensar la educación que no debemos
desaprovechar. A cada crisis socioeconómica le corresponde una crisis de política educativa y a cada
crisis educativa, una propuesta de revolución.
Pues bien, en cada revolución educativa es recurrente poner en tela de juicio la capacidad de la
enseñanza formal para satisfacer las necesidades que tocan a la sociedad de ese momento. Una
sociedad, que dicho sea de paso, siempre cambia a velocidad inesperada y sin haber obtenido
respuestas a sus problemas. Las soluciones a la educación formal mediante la inclusión de aspectos
provenientes de la educación informal es una vieja aspiración educativa que vuelve a aparecer de
forma cíclica para resolver los aspectos negativos de la educación que en épocas de “economía
confortable” se ignoraron: el aprendizaje informal como elemento que mejora la educación formal
en la escuela.
Conceptos nada nuevos, como el de aprendizaje para toda la vida, ya pusieron de manifiesto que la
frontera entre la educación formal e informal se difumina rápidamente. Es más, hace ya algunos
años que la Comisión Europea para la Educación, y otros expertos, subrayaron como elemento
potencial de mejora educativa la complementariedad de estos conceptos: educación formal y
educación informal.
La realidad educativa diaria nos deja ver nítidamente que la “línea roja”, que
tradicionalmente había separado la educación formal y no formal de la informal, se está diluyendo.
Y lo hace a gran velocidad. Por inercia del propio cambio social, esta zona -antes sólida y definida
cual muro infranqueable – está ahora formada por una franja más estrecha, más delgada, más
permeable y osmótica. Una membrana en la que, incluso, se han abierto huecos de libre acceso que
ejercen a modo de puertas de entrada y salida de información, de comunicación de conocimiento,
de relación constructiva de los aprendizajes entre contextos formales e informales, entre currículos
organizados o fortuitos, entre intenciones premeditadas o casuales. Una conexión, casi directa,
entre espacios antes diferenciados y ahora hermanados.
En la literatura sobre el tema ha habido cierta confusión de términos. Lo común es igualar educación
formal a la académica escolar (la educación primaria, por ejemplo); la no formal a la académica no
escolar (como por ejemplo la enseñanza de idiomas en academias, también muy relacionada con
las denominadas actividades extraescolares) y la informal se hace expresión sinónima a aprendizaje
de la casa, la calle y los círculos de ocio y amigos. Sin pretensión de ser exacto y dogmático, me
parece importante precisar estos términos, como mínimo para entendernos en el trascurso de este
artículo.
INTENCIONALIDAD
CURRÍCULO
La regulación del estado, por medio de leyes educativas, las reglamentaciones curriculares, la
enseñanza sistematizada y graduada, los aprendizajes planificados, la utilización de espacios
controlados, la organización temporal ajustada y la posibilidad de certificación de los aprendizajes
por medio de pruebas y exámenes objetivos y validados por expertos que llevan a la consecución
de un título, son características solo atribuidas en la educación formal. Es cierto que en este
sentido, la educación no formal aspira a parecerse a la formal e intenta ajustarse a los mismos
cánones que definen a la anterior y son cada vez más las academias, instituciones que ofrecen títulos
propios que compiten en valor “real” con los oficiales. De hecho ya igualamos la oficialidad de
certificados como el de Cambridge (no formal) y el de las Escuelas de Idiomas (formal) como
títulos certificadores del conocimiento del idioma inglés.
CONTEXTO
Por otro lado, la educación no formal comparte con la educación informal el hecho de estar siempre
relacionada con intereses personales, grupales u organizacionales.
Por oposición a las otras dos, la educación informal se desarrolla fuera de los centros educativos y
su lugar favorito es la calle, el trabajo, los amigos o el ocio. Ha sido precisamente en el ámbito del
trabajo y del ocio, donde más se ha desarrollado esta modalidad de educación. De hecho ya hay
precedentes en la formación profesional de convalidación de conocimientos procedentes de la
educación informal (experiencia y formación en el ámbito del trabajo) con la educación formal que
se desarrolla en instituciones. Toda su fuerza de la educación informal procede de dos elementos
fundamentales: procede de la organización comunitaria y la sociedad civil y posee una estructura
horizontal donde todos los miembros son potencialmente enseñantes y aprendientes a la vez.
Hemos visto en la denominación de los tres términos que existe gran cantidad de puntos de contacto
natural entre ellos que nos hacen caer en similitudes, pero también en contradicciones. Es el
momento de eliminar etiquetas y volver al inicio: una educación integrada.
La propia denominación de formal nos recuerda a algo serio y bien hecho, a sensatez, juicio,
prudencia… mientras que informal lo hacemos sinónimo de inconstante y lo asociamos a
juerguista, poco cumplidor y poco comprometido: el lenguaje está cargado de significados. Por
ello, quizás, el aprendizaje informal ha sido siempre considerado de segunda línea de parrilla, por
detrás del formal (que es el rey) e incluso del no formal (que es el elegido por los participantes por
voluntad propia).
Por otro lado, una sociedad donde se magnifica el valor del examen, del “certificado” y del título,
ofrece a la enseñanza escolar y académica (formal y no formal) una situación de privilegio y
prestigio social por encima de la informal.
Con todo ello se observa un nuevo fenómeno: la mayor existencia de redes de educación no
formal (que sustituyen y eliminan circuitos de la educación formal) pueden poner en peligro el
acceso universal al conocimiento, al dejar excluidas a las familias con menos recursos. Cuando
aprender no es obligatorio y el conocimiento es inaccesible económicamente, se transforma en un
producto de lujo, que sólo se desea por aquellos que lo saben a su alcance.
Intentar escudriñar los entresijos sobre la intencionalidad es complejo. Parece claro que no se
puede aprender “a la fuerza” (en este momento recuerdo y recomiendo el libro de Juan Vaello
titulado “Cómo dar clase a los que no quieren”). También todos los estudios en neurociencia nos
indican que necesitamos una chispa emocional: la motivación. Parece que una misión importante
del docente es contagiar ganas y despertar curiosidades. Muchas veces hablamos de la motivación
intrínseca por aprender a la que debemos añadir la motivación intrínseca por enseñar. Hablamos
de eficacia en el acto de enseñar, que será contemplada irremediablemente desde una perspectiva
que se aleje de la transmisión de conocimientos y se acerque a la transmisión de pasión por
aprender y conocer.
No quisiera ni siquiera plantear en el discurrir de esta reflexión que la intencionalidad para aprender
que posee la enseñanza no formal viene presupuesta por el hecho de ser una educación de pago,
pues si así fuera, la perversión neoliberal está servida: todo lo gratis carece de valor. Para
consolarme emocionalmente prefiero alinearme con las conclusiones de muchas conversaciones
de expertos sobre este tema: el aprendizaje espontáneo, el denominado informal, no
será intencional a priori, pero sí es el más potente que se da en la escuela, el motor posterior de
una nuevas motivaciones, el que está presente siempre, el más pegado a la realidad y la utilidad
y, por tanto, el que nos hace más felices.
Otro punto a analizar para continuar indagando sobre este tema es todo lo relativo a los currículos.
Tenemos claro que los currículos son, en el fondo, un medio para adoctrinar y desde siempre, a los
que nos gusta pensar por nosotros mismos, nos asaltan ideas anárquicas: lo mejor es eliminarlos
completamente, sin más, como solución a todos los males que tiene la enseñanza. Es cierto que
hubo un tiempo en el que los currículos no existían y la sociedad aprendía y avanzaba al ritmo, al
arbitrio de las necesidades que los tiempos y las gentes imponían. La investigación se producía en
la calle. Las instituciones no existían casi no existía ninguna estructura social. Pero esa situación ya
no existe.
Con la industrialización, la sociedad necesitó formar rápidamente mano de obra especializada. Una
especialización sin titubeos, sin pérdida de tiempo, recursos o esfuerzos innecesarios. Lo importante
era lo concreto. La percepción actual de los currículos es fruto de la visión de sociedad postmoderna.
Como si de un guion cinematográfico sobre superhéroes se tratara, la institucionalización de la
enseñanza dio una gran idea a las fuerzas del mal: quien controle la formación controlará a las
personas. Es más, se dieron cuenta de que podrían crear instituciones de formaciones
diferenciadas: las del poder y las de las clases obedientes. Y fue así, mediante esta película, como
los gobiernos (independientemente del color y las siglas) decidieron, “en beneficio de los
ciudadanos”, regular qué era y qué no era importante; por qué era importante un aprendizaje y
menos otro; qué y cuándo debían aprender unos, y qué y cuándo les convenía aprender a otros.
También decidieron aquello que nunca debía ser enseñado y aprendido, que había que mantener
alejado del conocimiento de la mayoría.
Natalia, alumna de cuarto de ESO, me preguntaba hace unos meses si yo podía explicarle a qué se
debe que sea más importante la historia de la literatura que la historia de la cinematografía, siendo
ambas disciplinas de características similares. Mis explicaciones fueron tan vagas que no la convencí.
Pues a mí me interesa el cine y la relación de este con la literatura ¿por qué no puedo estudiar y
demostrar mis conocimientos sobre ello? – insistía.
Y tenía toda la razón. Los currículos son arbitrarios y se etiquetan de reglados y no reglados (que en
el fondo significa regulado y no regulado, controlado o no contralado) dependiendo de quién diseña
el currículo de la historia y qué intereses le llevan a promover una narrativa didáctica desde un
punto de vista y no la del punto de vista contrario.
Como un gran lamento, me pregunto: ¿cuándo perdimos los docentes la facultad de concretar con
nuestro alumnado lo que era y no era valioso para cada uno de nosotros? ¿Lo que era curioso,
interesante, significativo… “bueno o malo” para el grupo?
La suerte estaba echada: con un currículo prescriptivo por ley todo estaba organizado, concreto,
secuenciado… Un terreno abonado para el aterrizaje en masa a las aulas de los libros de texto que
nos ayudarían a seguirlo, como certificadores de su recorrido por los circuitos prediseñados. Y
continúo lamentándome: ¿Cuándo dejamos de darnos cuenta que los contenidos enlatados en
libros de texto nos obligan a enseñar cosas que no necesitamos (la inutilidad de lo útil), que no
nos interesan (la incomprensión de la especialización), que son de una cantidad estresante e
ineficaz (la inversión de energía en la redundancia)?
Anna, amiga alemana de la misma edad que mi hija, le explicaba hace unos meses que durante todo
el segundo trimestre habían estudiado el “topic Roma”. “Pero si a nosotros nos lo ha dado el
profesor en dos días, porque era materia que tenía que entrar para antes del examen de la segunda
evaluación” –añadía estupefacta mi hija. Me venía a la memoria mi post anterior, y mis
dudas, sobre la importancia de enseñar más (si a esto se puede decir enseñar) o aprender mejor.
Veo ahora con lejanía la gran inversión que se realizó en las años 80 con las “innovadoras” Cajas
Rojas, para diseminar los DCB y homogeneizar la educación en nuestro país, como una de las
mayores ofensivas hacia la formalización del currículum. Quizás fue el inicio de la pérdida de la
creatividad docente y del control neoliberal de los estándares, las pruebas y los ránking, que tanto
se alejan de una verdadera evaluación para la mejora.
Es obvio que los tres necesitaban desaprender. Ángela, Rosa y Alfonso necesitaban desaprender
que:
Los docentes
NO damos clase,
NO impartimos contenidos
NI inculcamos conocimientos.
Ese control que queremos ejercer, y que nos quieren dejar ejercer sobre lo que se aprende en el
aula, es un placebo de la enseñanza y un espejismo del aprendizaje auténtico.
Maite, maestra y compañera de conversación en estos días de verano, me comentaba entre baño y
baño que para ella “controlar no es influir” y que , desde su punto de vista, “la educación informal,
la que se escapa de la vigilancia estricta, es mucho más atractiva e influyente para el alumnado,
seguramente porque es decidida por ellos, por su realidad y por sus intereses”. Sin duda, esta es su
potencia para hacerla visible en situaciones de educación formal.
Una observación final sobre este tema que incide también en contradicciones internas: hay
personas relevantes en el ámbito educativo que nos dicen que hay que apartar los currículos
oficiales y sin embargo, ellos mismos son promotores e impulsores de currículos propios que
intentan diseminar. Denostamos unos currículos y abrazamos otros. ¿Dónde está el cambio de
mirada?
En el fondo, quizás mis alumnos Ángela, Rosa y Alfonso no estaban tan desencaminados y, tal como
argumentan someramente, parece claro que necesitamos ponernos de acuerdo en marcos comunes
que nos sirvan de referencia. Un marco curricular consensuado, amplio, básico, dinámico y flexible,
pero inacabado y abarcable, capaz de ser mejorado por las aportaciones que incluyan los
verdaderos protagonistas de cada acto educativo: los alumnos, los profesores y las familias. Un
enfoque curricular que posibilite el desarrollo de un “currículum emergente”, tal y como lo define
Ángel I. Pérez Gómez, catedrático de la UMA, en el sentido de “facilitar que cada aprendiz y cada
grupo, en cualquier momento y apoyado en sus intereses y propósitos, plantee nuevas propuestas
de contenidos, problemas y focos de interés” mayormente de carácter informal, vinculados con su
realidad y sus necesidades.
LO QUE TENEMOS
Lo cierto es que la enseñanza “bien valorada” por una sociedad que otorgó a las instituciones toda
la confianza, sigue estando en manos de la educación formal. Los centros educativos continúan
esgrimiendo sus argumentos como “certificados de seguridad” sobre los “buenos y los malos”
aprendizajes para los individuos, y ejercen como un cortafuegos de los aprendizajes malévolos que,
supuestamente, pululan extramuros:
Fue MacLuhan quien escribió hace ya unos años (tantos como los 30 que llevo en la docencia) sobre
la “Escuela sin muros” y en mis visitas a centros educativos continúo encontrándome con aulas
cerradas y centros amurallados, donde el simple acceso a ellos (como ciudadano, padre, madre o
alumno que se retrasa por asistir a consulta médica) es la imagen visual de una escuela
desconectada. Unos muros que ejercen de línea roja infranqueable a pesar de que existe otra
realidad: la cantidad de información, de datos y de, incluso conceptos que fluyen por internet,
son infinitamente superiores a los que los maestros y profesores podemos comunicar en un aula
, y por supuesto, a los que se pueden plasmar en un libro de texto.
En el prólogo de un excelente libro sobre Aprendizaje Basado en Proyectos, que he leído este verano
y que recomiendo (“Aprendo porque quiero” de Juan José Vergara, editado por SM) Ángel I. Pérez
Gómez, escribía unos párrafos que comparto plenamente:
“Parece evidente que la era digital requiere una “nueva ilustración” para la escuela que suponga la
superación del viejo, restrictivo y dualista pensamiento cartesiano, y desarrollar una nueva
pedagogía que tome en consideración teorías actuales del aprendizaje…/…Lo que merece la pena
aprender en la escuela en la era digital contemporánea es el desarrollo de tres competencias básicas,
generatrices, para todo ciudadano y desarrolladas de modo bien diferente para cada uno:
Es un hecho fácil de constatar (no hay más que mirar los currículos de la educación básica y
obligatoria) que la educación formal tomó hace años una deriva hacia lo abstracto y
superficial para un tiempo educativo que necesita de aprendizajes enlazados con la realidad
cotidiana, con la curiosidad y el interés: es tiempo de aprendizajes con significatividad vital.
Insistamos en que los centros educativos son los templos del conocimiento, ignorando que el
conocimiento no tiene existencia ni razón de ser fuera de las personas.
En otro momento hablaremos de las experiencias reales que se están desarrollando en la escuela y
que tejen redes indisolubles con el contexto informal: aprendizaje basado en Proyectos-servicio,
aprendizaje basado en el emprendimiento, aprendizaje centrado en el desarrollo comunitario…,
intentando visibilizar la importancia de la inclusión en los centros educativos formales de una figura
profesional que puede servir de conexión entre contextos formales e informales, entre currículos
establecidos y fortuitos: el educador social.
BUSCANDO LA TRANSFORMACIÓN
No se trata de desescolarizar la enseñanza. Ni mucho menos. Las escuelas son el terreno de juego
propicio para educar (socializar + aprender) y, sobre todo, debe ser el lugar para proteger a los
individuos más frágiles: los pobres, los excluidos y los marginados. La escuela cumple (o cuando
menos debería cumplir, dando sentido a su propia esencia) una función principal: el acceso y la
promoción para todos. La desescolarización nos llevaría a crear grandes diferencias de
oportunidades que hoy se han eliminado (por más que la máquina del estatus social siga creando
otras desigualdades) y que debemos seguir preservando como uno de los grandes logros de la
escuela del siglo XX: la equidad. Quizás “sólo” se trata de resignificarla, lanzarle una mirada
diferente.
Todo ello sin hacer apología y sobrevalorar la educación informal. Aprender en otros entornos que
no son la escuela no significa pensar que las actividades fuera de la escuela y los conocimientos que
se desarrollan fuera del colegio “son mejores” que los escolares, entendiendo por mejores esos
valores que le otorgamos a la educación formal: adaptación y emancipación a través del desarrollo
crítico y creativo. No olvidemos que las actividades no formales realizadas en entornos reales y en
entornos virtuales, en muchos casos, también adolecen de la calidad necesaria y se realizan a modo
y manera de la formal, con el único cambio de ser una opción que acepta el participante: Los espejos
donde mirarnos son escenarios viciados. Los cursos on-line, los MOOC, las plataformas virtuales de
e-learning… con metodologías verticales y cerradas, de temarios y currículos dados, moderada
interacción entre participantes y difícil cooperación. De otra parte, el deporte, el baile, la danza, los
idiomas…estrellas de la enseñanza extraescolar desarrollan metodologías competitivas, estresantes
y evaluadoras que, no sólo no eliminan, si no que aumentan las perversiones de la enseña formal.
La delgada línea roja real que separa la educación y el aprendizaje formal, informal y no formal es
fácil diluirla definitivamente. Estamos concienciados que todos juegan un papel necesario y
fundamental, pero no de manera aislada y desconectada: hoy, como siempre, sabemos que la
unión hace la fuerza. La frontera, creada irrealmente, que separa a las tres puede ser rebasada
mediante un proceso imparable de transculturalidad educativa, de ruptura y avance, de
desaprendizaje y de reaprendizaje. Un proceso de crisis y acomodación que traerá un nuevo orden,
más que inevitable, deseado, porque hará real un viejo anhelo de muchos docentes: la
transformación de la educación.
Cuando el currículum informal entra por la puerta, el formal salta por la ventana, y vuelve a entrar
refrescado en el aula. Seamos anfitriones y demos la bienvenida al aprendizaje informal a nuestras
aulas.
Los espacios y tiempos que la educación informal crea, en los que fluye aprendizaje real, natural y
horizontal, sirven de manantial para la educación formal. Seamos aventureros y dejemos fluir
nuevas fuentes por las aulas.
El currículum oculto es el gran tesoro que tenemos en el armario del aula. Seamos
robinhoodes, asaltemos nuestros tesoros escondidos y repartamos el capital entre
nuestro alumnado, creando nuevos modelos para nuevos ciudadanos.
4
El barrio, la ciudad, la naturaleza también enseña. Seamos exploradores iniciando rutas de
aprendizaje en recursos de entornos próximos y lejanos.
Creemos espacios de debate en nuestro centro y contemos con los mejores contertulios: nuestros
alumnos. Seamos socratianos, hagamos de la escuela un ágora permanente.
Los centros educativos forman parte el entramado cultural de nuestro barrio. Seamos gestores
culturales y creemos en nuestras aulas salas de exposiciones, museos, foros de debate, espacios para
el diálogo e invitemos a participar a miembros de la comunidad.
Todavía hoy, los docentes somos los “dueños” del aula. Compartamos propiedad con nuestro
alumnado y con la sociedad. Afrontemos juntos el reto que aúne la educación formal, la no formal
y la informal en un nuevo paradigma que reformule las antiguas diferencias entre ellas.
https://comenio.files.wordpress.com/2007/08/noformal.pdf