Y Los Peces Salieron
Y Los Peces Salieron
Y Los Peces Salieron
SALIERON A COMBATIR
CONTRA LOS HOMBRES
Angélica Liddell
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Primera Parte
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Tomábamos el sol,
hacía mucho calor,
sudábamos,
no podíamos ver con claridad.
Parecía un reptil enorme y espantoso,
y a veces se movía como por espasmos,
y soltaba espuma y algas por la boca.
Nos confundimos y nos asustamos, señor Puta.
Ésa es la verdad
Parecía un reptil.
Pero no acabamos de frotarnos los ojos
cuando aquella mujer que se arrastraba como un reptil
expulsó un bebé.
Un bebé, señor Puta, un bebé.
Estábamos allí, sentados, mirando, mirándolo todo.
Se lo aseguro, señor Puta, no nos movimos de nuestras tum-
bonas,
así que lo pudimos ver todo muy bien.
Aquella lombriz espasmódica expulsó un bebé
y siguió arrastrándose por la arena
y arrastrando al bebé junto a ella,
entre las piernas,
como si el cordón umbilical fuera la correa de un caniche.
Expulsó al bebé mientras se arrastraba, ¿entiende señor Puta?
En ningún momento dejó de arrastrarse.
Expulso al bebé,
el bebé cayó a la arena
y la mujer no dejó de arrastrarse.
Lo llevaba como un colgajo entre las piernas,
dejó la arena llena de sangre.
Parecía no darse cuenta de que había parido, señor Puta.
Nosotros, que estábamos en las tumbonas, nos dimos cuenta
de todo,
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pero están fuera del lenguaje,
y no pueden protestar.
El lenguaje es necesario, ¿verdad señor Puta?
Usted mismo, señor Puta,
se dedica a la belleza gracias al lenguaje,
se dedica a la justicia gracias al lenguaje,
se dedica a la riqueza gracias al lenguaje,
usted es inmensamente sensible gracias al lenguaje, señor
Puta.
No se preocupe por el negro, señor Puta,
los negros no sufren como nosotros,
no lloran por sus hijos como nosotros.
La mujer que expulsó a su bebé en la playa
no derramó una sola lágrima.
A propósito, señor Puta,
la Biblia que le ha comprado a su hija,
es maravillosa.
Angélica:
1-11-1988
10 muertos.
Faltan nueve,
nueve desaparecidos.
Lo que pudre a la sociedad es que nadie se avergüenza de sí
mismo.
Nadie se siente culpable.
Mis labios están tan rígidos como mis dientes.
10-3-1989
10 muertos.
El poder me asusta,
pero es la sociedad lo que me repugna.
La sociedad vomita a los pobres.
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Los surfistas reducen al hombre a lo que es capaz de aguantar,
lo reducen a la bestia.
Séptimo gran naufragio de patera.
13 muertos.
Faltan 27,
27 desaparecidos.
Octavo gran naufragio de patera.
12 muertos.
Noveno gran naufragio de patera.
Faltan 15,
15 desaparecidos.
Y si aparecieran.
Décimo gran naufragio de patera
14 muertos.
Faltan 46,
46 desaparecidos.
Y si algún día aparecieran.
Y si algún día aparecieran convertidos en peces para combatir
contra los hombres.
Y un día cualquiera,
Señor Puta, un día cualquiera,
sin gran naufragio de patera,
un día cualquiera,
hallado el cadáver de un hombre que intentaba entrar a nado,
de rasgos magrebíes,
de unos 25 años,
indocumentado,
al menos llevaba tres días en el agua.
Escuche, escuche lo que dicen, señor Puta.
Indicaron que el cadáver no presentaba signos exteriores de
violencia.
Descubrieron que el cadáver no presentaba signos exteriores
de violencia.
Llegaron a la conclusión de que el cadáver no presentaba sig-
nos exteriores de violencia.
¡Signos exteriores de violencia!
Por lo que se cree que es uno de los tantos, eso dicen, señor
Puta,
uno de los tantos,
que intentan entrar ilegalmente a nado desde la costa, señor
Puta.
Escuche, escuche lo que dicen, señor Puta.
Los dos patrones reforzaron la orden
amenazando con un gran machete
a los 23 inmigrantes aterrorizados que se hacinaban en la em-
barcación.
Todo empezó a las 7:30 del jueves.
Hacía dos horas que la lancha había partido
de un lugar indeterminado de la costa de Marruecos.
La claridad imprecisa del amanecer,
las cercanas luces de la costa,
y la masa negra de los acantilados,
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daban la impresión equivocada
de que la tierra estaba a un paso.
Los inmigrantes suplicaron a los patrones que les acercaran
a la orilla
porque no sabían nadar.
Pero éstos se negaron
y amenazaron con acuchillarles si no saltaban por la borda.
Finalmente los irregulares
se arrojaron al mar.
Al menos trece de ellos se fueron directamente al fondo.
Las corrientes batieron sus cuerpos contra las escolleras de
la zona,
afiladas como cuchillos.
Cuatro de las víctimas eran mujeres.
Sus vientres hinchados de agua
hicieron creer erróneamente
que estaban embarazadas.
Otras siete mujeres consiguieron alcanzar la playa.
También logró salvarse un hombre
al que rescataron del agua al borde de la asfixia.
En total ocho personas han conseguido sobrevivir a la trage-
dia.
Varios de ellos tenían fracturas en las caderas y en las piernas.
Otros sufrían quemaduras
por el ácido que forma la mezcla de gasolina con el agua del
mar.
La mayoría presentaban hipotermia severa.
Trece cadáveres, señor Puta.
Ocho supervivientes, señor Puta.
¡Faltan dos!
Cuente, señor Puta, cuente.
La Puta cuenta 21 con los dedos como si fuera retrasada.
Segunda Parte
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Los negros y los pobres no son perros, ¿verdad señor Puta?
Aunque se ahoguen como los perros, no son perros.
No tienen forma de perro.
Tienen forma de hombre.
Aunque a veces se confundan con un perro.
No tienen forma de perro.
Tienen forma de hombre.
Nacen con forma de hombre.
Al menos nacen vivos, señor Puta.
Así que los negros y los pobres también son hombres.
Definitivamente hombres.
Hombres del todo.
¡Nada más!
Nada más que hombres.
Lo que me preocupa, señor Puta,
es que algún día, señor Puta,
los negros sean algo más que hombres.
Que los negros sean hombres y peces.
Al mismo tiempo hombres y peces.
Porque los peces pueden vengarse sin necesidad de lenguaje,
¿verdad señor Puta?
Los peces no necesitan el lenguaje, ¿verdad señor Puta?
Y quién sabe hasta dónde podrían llegar los peces sin necesi-
dad del lenguaje, señor Puta.
Lo que me preocupa, señor Puta,
es que algún día, señor Puta,
los peces tengan forma de negro, señor Puta,
es decir, forma de hombre,
porque los negros también son hombres, ¿verdad, señor Puta?
Eso ya nadie lo niega, señor Puta.
Habría que civilizar a los peces, señor Puta.
Habría que enseñar a los peces a reconocer la bandera, señor
Puta.
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Como si nosotros no fuéramos hombres como ellos.
Porque los negros también son hombres, ¿verdad señor Puta?
¿Y quién sabe cómo nos humillarán cuando se conviertan en
peces?
Usted es tan sensible, señor Puta...
Usted es tan sensible, señor Puta,
que no debería comer pescado en absoluto.
La gente ya no quiere comer pescado.
Incluso los que no se dedican a la belleza, ni a la justicia, ni
a la riqueza.
Incluso los que no son sensibles,
incluso ésos ya no quieren comer pescado.
Vámonos a la montaña, señor Puta, vámonos a la montaña.
Su preciosa casita en la montaña.
Las vacas no se comen a los negros,
los cerdos no se comen a los negros.
Sus vacas y sus cerdos están tan limpios
que su granja parece una granjita austríaca.
Pero quién controla a los peces, señor Puta.
Usted debe saberlo, señor Puta.
Usted construye casas, señor Puta.
Además de dedicarse a la belleza, a la justicia, a la riqueza,
además de ser usted tan sensible,
usted construye casas, señor Puta.
Usted debería saber cómo controlar la situación.
Si los peces no dejan de comerse a los negros
tendremos que dejar de comer peces.
Están pasando cosas raras, señor Puta.
A la Puta le entran náuseas. Vomita.
Angélica:
¿Cómo seguir?
¿Cómo seguir?
Detenidos en la costa,
en la bonita costa de España,
bajo el sol de España,
20,000 al año.
No encuentro cifras de ahogados.
No encuentro cifras totales de ahogados al año.
¿Cuántos hombres mueren ahogados intentando alcanzar la
costa de España?
¿Cuántos hombres desaparecen?
Nunca me he preocupado por las cifras,
pero en este caso la considero necesaria.
La cifra necesaria para estremecerse.
La cifra necesaria para convertirles en hombres de una vez
por todas.
Algún día conoceremos la cifra.
Y no nos lo creeremos.
Y esa sensación será odiosa.
Y entonces diremos: “No sabíamos que eran tantos”.
Diremos: “No sabíamos lo que estaba pasando”.
Leo sobre la foto de tres inmigrantes ahogados, rígidos, con
los puños cerrados sobre el pecho.
Leo: “Los problemas de los inmigrantes”.
Encima de esa foto terrible, alguien se ha atrevido a escribir:
“Los problemas de los inmigrantes”.
Ahogarse es solamente un problema.
África parece ser sólo un problema.
África no parece estar compuesta de seres humanos sino de
problemas.
Los problemas de los inmigrantes.
Ahogados, rígidos, con los puños cerrados sobre el pecho.
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Los pobres no tienen alma.
Problemas.
Son los problemas de los inmigrantes.
No nuestros problemas.
Ahogados.
El problema es de los inmigrantes.
No nuestro.
Si pudiera tapar el sol de España con una piedra.
Hay peces de hierro en mi pensamiento.
¿Cómo seguir?
¿Cómo superar la información?
¿Cómo convertir la información en horror?
¿Cómo seguir?
¿Cómo escapar de la demagogia y de la estúpida responsabi-
lidad mesiánica del escritor?
¿Cómo escapar del tópico piadoso y la denuncia baba?
¿Cómo escapar de lo social?
Mi punto de vista es absolutamente antisocial.
Ésta es una obra antisocial.
¿Hacia dónde va la Puta?
Me deprime la impotencia.
Sólo se me ocurre conceder a la realidad el derecho al mis-
terio.
Sólo se me ocurre imaginar un milagro.
La Puta:
No estaremos haciendo algo mal, señor Puta.
No estaremos abusando, señor Puta.
No estaremos confundiendo la justicia con la humillación,
señor Puta.
No se puede detener a nadie por ser extranjero, ¿verdad, señor
Puta?
¿O es una cosa de razas?
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sacó las monedas, señor Puta,
y dijo:
“Este dinero no es para los negros.
Los negros no existen”.
Y con el dinero que sacó de la cabeza del niño negro
mi madre me compró un helado
y ella se compró unos zapatos.
Y yo pensé: los negros no existen porque no necesitan hela-
dos.
Los negros no existen porque no necesitan zapatos.
Una vez, señor Puta, dibujé el mejor mapa de África.
¿No estaremos haciendo algo mal, señor Puta?
¿No estaremos pagando por todo esos mapas, señor Puta?
¿Cómo dibuja el mapa de África su hija, señor Puta?
¿Cómo dibujan el mapa de África las hijas del presidente, se-
ñor Puta?
Yo sigo viendo cabezas de niños negros,
Cabezas de niños negros con aberturas y agujeros,
pero son cabezas de verdad,
quiero decir, cabezas como la cabeza de su hija, señor Puta,
cabezas como la cabezas de las hijas del presidente, señor
Puta.
Las monedas no caen.
Se quedan clavadas, en sus cráneos, como uñas malignas.
¿No estaremos haciendo algo mal, señor Puta?
¿No estaremos pagando por todas esas cabezas y todos esos
mapas?
¿No tiene miedo, señor Puta?
Delante de este pescado con ojos hombre, ¿no tiene miedo?
Tercera Parte
La Puta:
¿Lo ha visto, señor Puta?
El negro se ha cortado.
El negro se ha cortado el dedo.
El negro se ha cortado el dedo abriendo la botella de cham-
pán.
Nos traía una botella de champán y se ha cortado.
El negro se ha cortado a propósito, señor Puta.
El negro se ha cortado para avisarnos.
El negro se ha cortado como diciendo, estáis avisados.
¿Lo ha visto, señor Puta?
El negro tenía el dedo índice cortado
y lo llevaba estirado como si nos señalara.
Y cuando nos ha servido las copas no sangraba, señor Puta,
de su dedo cortado no caía una sola gota de sangre, señor
Puta.
¿Lo ha visto, lo ha visto, lo ha visto, señor Puta?
El negro nos ha servido las copas con el dedo cortado
porque no le importaba que le viéramos la herida.
No le importaba en absoluto.
Al contrario, el negro se ha cortado a propósito
porque quería que le viésemos la herida.
Quería asustarnos.
Quería que sintiéramos miedo mientras nos bebíamos el
champán.
En vez de una botella de champán parecía que traía una ca-
lavera.
La herida del negro parecía una calavera.
¿Lo ha visto, señor Puta?
El negro sabía que nos beberíamos rápidamente la primera
copa de champán
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y que volveríamos a pedir más
porque queríamos volver a ver de cerca su herida.
Y entonces el negro ha vuelto con su dedo cortado
a llenarnos las copas.
La herida era más grande.
La herida estaba más abierta.
¿Lo ha visto, señor Puta?
De alguna manera el negro se había abierto más la herida.
El negro quería que le viéramos por dentro.
¿Le ha visto por dentro, señor Puta?
¿Ha visto la carne del negro, señor Puta?
Por dentro es diferente.
El negro tiene la carne blanca,
por dentro tiene carne blanca.
El negro tiene la carne blanca como la de un pescado, señor
Puta.
La carne del negro, señor Puta, es carne de pescado.
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¡Vomito en sus ansias de estrecharle la mano al presidente,
y de comerse la mierda del culo de las hijas del presidente!
¡Vomito en su familia ejemplar
y vomito en su descendencia!
¡Vomito en su rectitud
y vomito en su mierda!
¡Me da usted tanto asco, señor Puta!
¡Usted y yo somos tan asquerosos, señor Puta,
que si este barco se hundiera
saldrían los peces hasta la orilla
para meterse en nuestras entrañas
y devorarnos y vomitarnos,
porque no soportarían llevar un solo gramo de nuestra carne
en sus estómagos,
en sus estómagos de hombre, señor Puta!
¡Porque los peces ya se han convertido en hombres!
¡Los peces ya se han convertido en hombres, señor Puta!
¿Hablaba de este milagro en su Biblia?
¿Hablaba de este milagro en su Biblia?
La Puta se pone una camiseta con la imagen de Passolini.
FIN