04 - Teoria Interpretativa y Teoria Deconstructiva
04 - Teoria Interpretativa y Teoria Deconstructiva
04 - Teoria Interpretativa y Teoria Deconstructiva
experiencias de traducción
contrapuestas
Mabel Richart-Marset
Resumen
Este artículo toma como punto de partida los postulados de la teoría interpretativa de la traducción, asociada a investigadoras e
investigadores de la ESIT (the École supérieure d’interprètes et de traducteurs-Université Paris III -Sorbonne Nouvelle) y la
teoría deconstructiva derridiana para llevar a cabo un análisis de un corpus de ejemplos extraídos del campo de la traducción
audiovisual (TAV), más concretamente de las modalidades del doblaje y la subtitulación. Tales planteamientos están muy
alejados entre sí y suponen experiencias de traducción diferentes en tanto que conceden al agente traductor normas y
regulaciones incompatibles entre sí. En consecuencia, la revisión de estos dos planteamientos nos llevará a descubrir
experiencias diferentes de traducción.
Palabras clave
Danica Seleskovitch, Jacques Derrida, teoría interpretativa de la traducción, traducción audiovisual (TAV), doblaje,
subtitulación.
En las páginas que siguen se trata de establecer un contraste entre la llamada teoría
interpretativa de la traducción y los planteamientos deconstructivos de Jacques Derrida.
Dicha demarcación entre dos posiciones muy alejadas la una de la otra, supone
experiencias de traducción diferentes en tanto que conceden al traductor o traductora
normas y regulaciones incompatibles entre sí. Si el término «experiencia», al igual que
ocurre con el término alemán Erlebnis designa lo vivido por alguien de forma directa, se
sostendrá aquí la idea de que toda experiencia está mediatizada por determinados
prejuicios (en el sentido que le dio Gadamer (1960) a este término). En consecuencia, el
examen de estos dos planteamientos nos llevará a descubrir experiencias diferentes de la
traducción.
El Modelo Interpretativo, también conocido como Teoría del Sentido, tiene un triple mérito
histórico en la historia de la Traductología. Se trata de uno de los primeros modelos en
ofrecer un marco disciplinariamente autónomo, a diferencia de aquellos que importan
aparatos descriptivos de otros campos científicos –como el de Nida, deudor de la gramática
generativo-transformacional. A su vez, fue pionero en caracterizar el proceso traductor con
nociones puramente cognitivas (e.g., la memoria a corto plazo).
Los pasos (3) y (4) marcan el acto de traducción propiamente dicho, momento en que
las estrategias y procedimientos de traducción entran en juego en toda su complejidad.
Si el traductor traduce las frases al margen de su contexto, buscando correspondencias
entre las dos lenguas, entonces más que una traducción realiza una transcodificación.
Si, en cambio, traduce el texto teniendo en cuenta el contexto y el sentido del texto y
buscando la equivalencia, entonces sí podemos hablar, según esta teoría, de traducción:
«Las expresiones equivalencia de significación, equivalencia fuera
de contexto, equivalencia de langue, equivalencia verbal, equivalencia de
palabras, serán utilizadas como sinónimos de «equivalencia transcodificada».
Mientras que las expresiones equivalencia de sentido, equivalencia
contextual, equivalencia de parole, equivalencia idéica, equivalencia de mensaje, se
reservarán para designar una «equivalencia de traducción» (Delisle, 1984: 63).
Análisis de corte deconstructivista: la imposible fidelidad al «querer decir»
Según esta teoría el «querer decir» del emisor no posee características lingüísticas, sólo
a la hora de expresarse se encarna en una lengua determinada. La equivalencia entre las
lenguas está asegurada precisamente porque la experiencia del «querer decir» es
universal y no depende de ninguna lengua. Por consiguiente, el traductor o la traductora
sólo tiene que comprender el querer decir del emisor, hacerlo suyo (recordemos el
ejemplo de Freud traduciendo a Stuart Mill) y re-encarnarlo en su propia lengua. La
ingenuidad de este planteamiento se sitúa en dos niveles: en el primero supone que
puede existir algo que no sea lenguaje, algo no organizado simbólicamente, que en nada
resulta afectado por ese lenguaje.
Si alguien quiere expresarle a una persona su simpatía (el supuesto «querer-decir» extra-
lingüístico) puede decirlo del siguiente modo (el campo lingüístico): «me caes bien»,
«me gustas», «eres guay», «me caes bien, tronco», pero al decirlo precisamente de ese
modo no podrá evitar, sea consciente o no de ello, tenga o no la intención, que su frase
ponga en marcha toda una red de significaciones. Por ejemplo, «tronco» es una marca
metafórica que envía a un determinado «grupo» social y a una imagen determinada del
otro como alguien espeso, y cuya metáfora del «caer» implica un contacto.
En un diálogo en el que proliferan los reniegos –que son quizá los términos de más
difícil traducción– no se puede conservar el contenido, y colorido, del original exacto –
como en ‘Shut your fucking face, you motherfucking son of a fucking gun’, por
ejemplo– pero dependiendo del medio social del personaje, de la situación que lo ha
provocado a expresarse así, y de a quién va dirigido el mensaje, se conseguirá una
expresión –de igual duración y que acople a los movimientos labiales– que transmita el
estado de ánimo de quien la profiere y que resulte inmediatamente asimilable para los
espectadores de cualquier punto del Estado español (Templer, 1995: 153).
There is impurity in every language. This fact would in some way threaten every
linguistic system’s integrity, which is presumed by each of Jakobson’s concepts. Each
of these three concepts (intralingual translation, interlingual or translation ‘properly
speaking’, and intersemiotic translation) presumes the existence of one language and of
one translation in the literal sense, that is, as the passage from one language into
another. So, if the unity of the linguistic system is not a sure thing, all of this
conceptualization around translation (in the so-called proper sense of translation) is
threatened.
Todo esto conduce a la conclusión de que no hay una identidad pura que pueda ser
traducida, sino una cadena de transformaciones en el interior de la cual la traducción no
es sino un paso más. Frente a los puristas de la lengua y de los textos, Derrida afirma la
dificultad de «déterminer rigoureusement l’unité et l’identité d’une langue, la forme
décidable de ses limites» (1987a: 209). Como este carácter impuro, heterogéneo, afecta
a la totalidad textual, no hay nada en esa textualidad que escape a ello, y tanto las
repeticiones más fosilizadas (las unidades fraseológicas, por ejemplo, ya sean
colocaciones, locuciones, paremias, etc.,), como las frases con menos restricciones o la
dimensión iconográfica plantean el mismo problema. Por consiguiente, cualquier
reflexión sobre su traducibilidad deberá tener en cuenta este hecho.