Madurez Humana y Espiritual Del Acompañante Álvaro Gonzalez, Pbro

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Madurez humana y espiritual del acompañante

AlvaroGonzález,Pbro.
Profesor de psicología en la U. Alberto Hurtado

Revista Testimonio N° 197/ Año 2003 – 34-40

INTRODUCCION
Quisiera compartir con Uds. Ocho palabras, ocho pistas o puntos de referencia en relación
a la madurez del acompañante, un tema de gran importancia para la evolución y el resultado
del proceso de acompañamiento.
Acompañar es un ministerio, es comprometerse a educar eclesialmente a una persona y
disponerla a la madurez cristiana, al surgimiento en ella del hombre nuevo en
Cristo. Acompañar es un trabajo arduo, integrador, nunca una mera técnica. Requiere de
hombres y mujeres con un corazón sabio, con libertad para pensar, para vivir.
Madurez en la relación a crecer, a integrar, a dar los pasos de libertad, a arriesgarse, a
originalidad.
“Que todos lleguemos al estado del hombre perfecto y a la madurez que corresponde a la
plenitu de Cristo" (Ef 4, 13).

San Benito en el N° 58 de su regla dice: “Se le asignará un anciano para ganar las almas,
que velará por ellos con la máxima atención
El servicio de acompañar supone una persona confiable, integrada, con capacidad de
relacionarse con libertad y así ayudar a crecer a otro en su realidad única e irrepetible.
La inmadurez del acompañante es un buen caldo de cultivo para el mal espíritu que se
especializa en crear confusión. La madurez es un camino progresivo, como también es un
desafío; siempre estamos en vías de llegar a ser. Es un proceso donde vamos haciendo
nuevas síntesis que son cada vez más comprehensivas. Es un desafío porque se trata de
crecer para llegar a ser una persona sencilla, vencer la autosuficiencia y la autorreferencia,
y poder llegar a ocupar el último lugar.
Benito, Francisco de Asís e Ignacio, cada uno en su formulación de una espiritualidad,
presentan caminos para llegar a ser pequeño, obediente, humilde.
Para hacer este camino de maduración progresiva hay obstáculos personales, ambientales,
institucionales.

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Ejercicio N° 1

• ¿Cuáles son los obstáculos que hay en mí que me dificultan la maduración?

• ¿Cuáles son las áreas más inmaduras de mi manera de ser?

I. M a d u r e z h u m a n a d e l ACOMPAÑANTE
Quisiera describirla en cuatro palabras llenas de contenido: libertad, amplitud, orden y
transparencia.
1. Libertad para querer, para relacionarse

“Cristo nos trae la libertad y el Espíritu la derrama en nuestro corazón”.

“Donde hay Espíritu hay libertad”(2 Cor 3, 17).


Aprender a ser libre para querer, es una tarea espiritual de toda la vida, es una calidad del
alma y exige de nosotros tiempo, esfuerzo y perseverancia, y nadie está libre de errores.
Un acompañante está llamado a ser testigo de la bondad de Dios, de un amor activo y libre
para acoger a los acompañados no solo con palabras sino con entrañas, de verdad.
Requiere aprender a expresar el cariño y la cercanía sin las rigideces que produce el temor.
Todo acompañante necesita desarrollar habilidades para mirar, para sentir y gozar con
libertad y una gran capacidad de admirarse, como también para aguantar contratiempos,
para sufrir, para frustrarse.
Ser libre para corregir y paciente para enseñar, dispuesto siempre a de las personas, de las
situaciones y de la experiencia de otros.
Querer bien, querer mucho, supone disciplina y trabajo, dado que es difícil llegar a
descentrarnos de nosotros mismos y cuidar con ternura y firmeza a otros a lo largo de su
caminar cristiano.
Aprender a aceptar a otra persona con sus más y sus menos, con sus diferencias, no es tarea
fácil.
Algunos necesitamos purificar nuestras tendencias posesivas que están profundamente
enraizadas en nuestra manera de ser y que aparecen en forma de paternalismos o de gallina
con pollitos y que terminan normalmente en grandes crisis y desencantos.
Otros necesitamos purificar nuestra tendencia a ser light, a creer que en el acompañar se
trata de dar tres consejitos y con eso basta para que los otros crezcan en humanidad.

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Tenemos que renunciar a ser meras mariposas que vuelan de flor en flor.

Ejercicio N° 2

Comparte por unos minutos con alguna persona de tu comunidad:

• ¿Qué me resuena en el corazón y en el pensamiento de lo afirmado en relación a la libertad


para querer?
2. Amplitud de corazón
Los acompañados tienen derecho a encontrarse con un hombre o una mujer de mirada
amplia y corazón abierto, con la experiencia de lo complejo de la vida y con delicadeza para
no manipular a otros y permitirles ser ellos. No podemos vivir encerrados en un metro
cuadrado, protegidos, para no ser cuestionados.

Un acompañante está llamado a ser testigo de la bondad de Dios, de un amor activo y libre
para acoger a los acompañados no solo con palabras sino con entrañas, de verdad.

El acompañante es alguien que puede comprender el mundo interior de las personas con
sus riquezas, su complejidad y sus inseguridades, como también que pueda consentir que
consiste en dejarse afectar al sentir con otros. Esto requiere en nosotros, bajar nuestras
defensas para así cogozar y cosufrir con las alternativas de vida de nuestros acompañantes.

La amplitud de corazón dice relación a saber escuchar, a saber “estar ahí” y esperar los
tiempos y los ritmos de los demás, sus fluctuaciones con avances y retrocesos, sus
confusiones y momentos de luz.
Acompañar es un servicio de misericordia y requiere una gran flexibilidad intelectual,
emocional y moral. Para ello necesitamos desarrollar nuestras entrañas de padre- madre
de manera de poder tener espacio y energía para ayudar a que otros tengan vida.

Ejercicio N ” 3 \

Evalúa tus capacidades del 1 al 10:

• Capacidad de esperar
• Capacidad de escuchar

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• Capacidad de misericordia

3. Ordenar la propia vida


La madurez dice relación con armonía interior para poder intervenir en el mundo exterior
con realismo. El acompañante tiene que ser testigo de humanidad. Para ello necesitamos
haber “entrado en sí” para tener clara conciencia de sus habilidades y de sus límites, asumir
las luces y sombras de su manera de ser para ponerle nombre a lo difícil y lo hermoso de su
armado interior. Así podrá lograr ordenar su memoria y sus afectos: rabias, penas, miedos,
agresividades, impulsividades y aprender a manejarlos.
Al ordenar la vida se trata de integrar el ayer con el hoy y disponernos al mañana. Solo así
podremos llegar a integrarnos, a tener un proyecto de vida coherente, a lograr una cierta
autonomía dejando de ser livianos, llevados por “todo viento de doctrina”

En este capítulo de ordenar la vida está la aceptación de sí: del propio cuerpo y sus
necesidades, de nuestra manera de ser, de nuestros anhelos de trascender, del tiempoque
nos toca vivir.
La integración de cuerpo, mente y espíritu siempre es difícil y produce tensiones constantes
que es preciso reconocerlas, aceptarlas y vivirlas, no podemos de ninguna manera negarlas.

Ejercicio N° 4

Comparte con alguien cercano/a:

• ¿Cuánto camino me queda para llegar a ser una persona integrada, armónica?

• ¿Cuáles son las tensiones más fuertes que tengo en la integración de cuerpo, mente y
espíritu?

4. Transparencia y confiabilidad
El acompañante requiere ser una persona en quien se pueda fiar, descansar, creer. Para ello
es preciso cultivar algunas virtudes, fuerzas, valores.

• Ser veraz, no solo decir la verdad, sino también que haya coherencia entre el ser, el pensar

y el obrar. No podemos actuar de una manera en la superficie cuando en lo profundo soy


otro: presentarse como una persona que no soy.

• Ser capaz de cargar con el secreto de lo visto y escuchado, con una confidencialidad a

toda prueba.

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• Ser responsable en horas, tiempos, dedicación, estudio.

• Sabiduría de vida, que es fruto de la gracia de Dios y la reflexión sobre los errores
cometidos a lo largo de la vida.

“Tres nostalgias anidan en las profundidades del corazón humano: la nostalgia de un regazo
materno, la nostalgia de una voz paterna y la nostalgia de un yo purificado de traumas y
complejos”. (E. Erickson)

II. M a d u r e z c r i s t i a n a d e l ACOMPAÑANTE
Es la integración progresiva de la personalidad, de la cultura y los criterios que nos propone
el Evangelio. Más que una meta es siempre un horizonte hacia donde dirigimos nuestro
caminar. Es mejor hablar de progreso espiritual en el sentido de constatar cómo el Espíritu
penetra todo lo nuestro.
Las cuatro palabras que quiero compartir sobre la madurez del acompañante son:
 pasión,
 sueños,
 mundo,
 misterio.
1. Hombres y mujeres apasionados por Jesús

“Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor. Amarás al Señor con todo tu
corazón, con toda tu alma, con toda tu fu erza...” (Dt 6, 4-9).

Acompañar supone haber hecho o estar disponiéndonos a hacer una opción radical y para
siempre por Jesucristo; esta es una opción afectiva que orienta nuestra razón y que canaliza
nuestra energía, pero que siempre va a ser solo respuesta a un amor primero (Principio y
Fundamento).

“Conocer internamente al Señor para más amarlo y seguirlo ” (San Ignacio).

“Me abracé al mediador entre Dios y los hombres: Cristo Jesús ” (San Agustín).

“Iré contigo donde quiera que vayas”(Rut).


El es la luz de nuestros ojos, la fuente de agua viva, nuestro consuelo y nuestra vida, el Hijo
de Dios vivo y presente. Necesitamos conocer, gustar, haber madurado el mensaje de Jesús,
su persona, su vida, su manera de relacionarse, su proyecto, su muerte y resurrección. Es

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dejarnos conquistar por Cristo, es ser vencidos por El. Un buen ejemplo es la experiencia de
María Magdalena en la sepultura: reconoce el tono de voz de su Señor y le dice: “Rabonni”.

Solo así podremos dar un testimonio fresco de El y albergar un amor creativo que nos
permita buscar, incansablemente, caminos y cargar con la vida de otros.
Los acompañantes estamos llamados a ser gustadores de la Palabra, obedientes a la
Palabra, maestros de la Palabra, para así saber leer la vida y los acontecimientos con ojos
novedosos, cristianos.

Ejercicio N° 5

• ¿Cómo podría describir mi relación con Jesucristo en tres adjetivos?

• ¿Cómo es mi relación con la Sagrada Escritura?

2. Hombres y mujeres del mañana

“Vi un cielo nuevo y una tierra nueva... Vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén que descendía
del cielo y venía de Dios embellecida como una novia preparada para recibir a su esposo...”
(Ap 21, 1-5).
Necesitamos cultivar en nosotros y en nuestros acompañados nuestra capacidad de soñar
y de construir el Reino con tanta intensidad que nos llene la imaginación y el corazón y nos
permita aceptar los dolores de la vida, las dificultades de la fe, los límites de lo humano.
Buscamos transformar la realidad

I Acompañar es un servicio de ¡misericordia y requiere una¡ gran flexibilidad intelectual,


emocional y moral con los criterios del Evangelio.
Necesitamos aprender y enseñar a abrir caminos junto con otros, en medio de los hombres,
conducidos por el Espíritu.
No podemos quedarnos en una corta inmediatez, que nos hace rutinarios, nos
ahogaríamos. Vivir de ideales y comprometernos con ellos es algo tan necesario como el
aire y como el agua. Son ellos los que nos permiten emprender tareas, buscar las vetas de
la vida, cuidar de los hombres y de la sociedad, ayudados por la fuerza de Dios.
La madurez cristiana tiene mucho que ver con tener una clara y explícita espiritualidad de
misión que nos moviliza y nos pone, a nosotros y a nuestros acompañados, al servicio de
los hombres que más necesitan ser servidos, animados, consolados. La tarea siempre va a
ser poner semillas de verdad, cultivar las semillas del
Verbo, gozar de los brotes del Reino que surgen en medio de los hombres y en las
instituciones.

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Ejercicio N° 6

Comparte con alguna persona de cerca:

• ¿Cuáles son mis sueños del Reino, cómo me imagino elmundo nuevo?

• ¿Cómo lo adelanto, lo hago

3. Involucrados en el mundo

“El Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en
todas las ciudades y sitios adonde El debería ir”. (Le 10, 1).

Los acompañantes estamos llamados a estar insertos en el mundo, en la realidad social, en


la historia, “en todo amar y servir”. Marginarnos de los tiempos y de los hombres de hoy es
pecado. Somos hombres y mujeres marcados por el misterio de la encarnación del Hijo de
Dios que se abajó (kénosis) para caminar todos nuestros caminos, con sus bellezas y sus
límites evidentes.
Necesitamos aprender nosotros y nuestros acompañados a vivir contracultura, a dejar
nuestras seguridades para llegar a ser humildes peregrinos en medio de los hombres.
Necesitamos aprender los lenguajes y los centros de interés de los jóvenes, de los adultos,
de los obreros, de los casados, de los profesionales.
No podemos seguir sacando a los hombres y a las mujeres de sus tareas y contextos para
atraerlos a lugares resguardados para que no se contagien de los peligros de nuestro
tiempo.
Insertos en el corazón de la Iglesia, somos parte de ella, con su gracia y su pecado. La
experiencia cristiana no es un proceso intimista que se vive en solitario. Pertenecemos a la
Iglesia y es ella quien nos alimenta con lo mejor que tiene: el amor misericordioso de Dios
y la sabiduría de siglos.
No somos profesionales del acompañamiento que tomamos lo que nos gusta y dejamos lo
que nos cuesta.

¡En esto de insertarnos nos falta tanto!

4. Hombres y mujeres abiertos al misterio

“Qué tremendo es caer en las manos de un Dios vivo


Es preciso llegar a tener una clara conciencia del misterio, estar abierto a lo de Dios y de su
estrategia, que nos sobrepasa. Nunca podremos entender mucho de Dios y de sus
estrategias, como también saber que no podemos manipularlo ni comprar su amor; no hay
mérito que valga, todo es gratis. Nosotros y nuestros acompañados somos también un
misterio inalcanzable.

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No logramos conocernos y entender lo que somos y hacemos, y menos llegamos a entender
a los demás. Necesitamos entrar en el misterio del dolor, del pecado propio, y de la cruz,
no podemos soslayarlos, ya que un cristianismo sin cruz no es la buena nueva que nos trajo
Jesucristo.
CONCLUSION
Somos hombres y mujeres invitados por la Iglesia a crecer en humanidad y en sabiduría para
poder acompañar a otros en el camino de la vida.
Somos el rostro de Jesús para ellos, maestros y aprendices, testigos y ministros del amor de
Dios que no nos cansamos de invitar a que otros lleguen a ser constructores del Reino.

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