Fausti Nuevo
Fausti Nuevo
San Marcos
Estudio Bíblico
S. Fausti
Dice Jesús acerca del cuando y de las señales del fin del
mundo. Tanto para la primera generación cristiana, que vio la
guerra judía, como para la segunda, que vio la persecución de
los discípulos en Roma, y para todas las siguientes, es fácil
caer en la tentación de leer los propios males como señal de la
catástrofe pendiente. Los discípulos piensan que también es el
fin del mundo, y preguntan "cuando" y "cuál es la señal" del
"cumplimiento de todo." Jesús les exhorta a reemplazar el
alarmismo por el discernimiento. En lugar de preocuparse del
futuro, tienen que ocuparse del presente, en fidelidad laboriosa
a su palabra. El fin del mundo no es previsible por ninguna
señal; no está en continuidad con los acontecimientos
históricos, porque constituye una rotura definitiva. Los males
que ocurren, y que nosotros mismos hacemos, forman parte
de nuestra historia después del pecado. Pero este se puede ver
como lugar de salvación, a la luz del Señor muerto y
resucitado.
Jesús quiere expulsar todas nuestras aprensiones,
infundiéndonos confianza y ánimo. La estructura del texto
evidencia este intento, al estar encerrada entre dos puestas en
guardia contra engañadores y alarmistas (vv. 5-6.21-23). En
efecto el miedo des-responsabiliza y busca sus confirmaciones
en charlatanes y falsos profetas que dan respuestas
inmediatas a los que se hacen preguntas ansiosas.
Viene luego la descripción de los ingredientes normales de la
historia: guerras, terremotos y carestías (vv.7-8).
¡Consecuencia del pecado y presagios de muerte, son la señal
que el mundo acaba; pero no son el fin sino el principio de los
dolores de parto del mundo nuevo!
En el centro está la descripción del discípulo (vv. 9-13). Su
persecución, es la verdadera señal del fin del mal. Él,
Dice Pedro de Jesús, de este Jesús del rostro velado. Tres son
los modos en que el Señor manifiesta su rostro y está presente.
El primero es el doliente y glorioso, con el que estuvo entre
nosotros hace dos mil años. Está presente en la palabra que le
recuerda y narra, para que ahora podamos reconocerle y
esperarle en el futuro.
El segundo es el glorioso, con el que se revelará al final de
los tiempos. Es su rostro futuro, su humanidad exaltada,
principio de nuestra esperanza. Está presente en la oración y
en la eucaristía-
El tercero es el del crucificado, con el que se ofrece a nuestros
ojos cada día. Es su rostro velado, presente en el rostro de
todo los sin rostro, principio de nuestra caridad. Nuestra
salvación depende de la toma de posición ante la cruz
Este texto es el punto de llegada de la experiencia de Pedro,
ejemplo para cada discípulo. Sólo después de ella uno está
habilitado para anunciar lo que el Señor le ha hecho y la
misericordia que ha tenido con él (5,19).