Homilía Caacupé 2019 - Santa María y La Palabra
Homilía Caacupé 2019 - Santa María y La Palabra
Homilía Caacupé 2019 - Santa María y La Palabra
Llegar a la Navidad sin preparación alguna, es una oportunidad perdida, que pudo haberse
utilizado para crecer en la fe práctica, en amor que se expresa en obras, en esperanza
orientada hacia nuestro Salvador que vuelve y quiere alojarse en cada corazón y desde allí
ayudar a transformar a los hombres y a la sociedad con los valores del Reino. Nosotros
esperamos una segunda venida del Señor. Y seremos examinados en el amor, por lo tanto
hay que estar preparados.
Solo Desde la escucha orante y atenta de la Palabra de Dios fueron posibles su «sí» en la
Encarnación y posterior visita de caridad a su prima Santa Isabel. Solo porque se fió de
esta Palabra, la misma Palabra floreció en sus entrañas y germinó en el Hijo de Dios e Hijo
suyo, Jesucristo nuestro Señor. Solo desde la confianza y la espera en el Dios de la Palabra,
María recorrió los valles oscuros de su vida como la huida a Egipto, las palabras del
anciano Simeón que le anunciaba que un espada de dolor atravesaría su alma y la escena
de la perdida y hallazgo de su Hijo, todavía Niño, en el templo.
Y María siguió en la escuela de la Palabra durante los largos, cotidianos y anodinos años de
la vida oculta de Jesús, recreando en su corazón aquellas palabras de la Anunciación, de la
Visitación, de la Natividad y de la Presentación. En el silencio de aquellos interminables
años, María siguió sintiendo y experimentado que Dios habla en soledad sonora y fecunda
en el silencio, en la cotidianeidad y en la prueba.
María fue presentada por Jesús como modelo de aquellos que escuchan la Palabra de Dios
y la cumplen y que, por ello, se convierten también en su nueva familia.
Fiel a la Palabra, María acompañó a su Hijo en las horas más amargas del Vía Crucis y del
Calvario, donde fue entregada al apóstol San Juan como Madre de la Iglesia, la nueva
humanidad. Y al pie de la cruz y del descendimiento más doloroso permaneció María con
el cuerpo muerto de su Hijo entre sus manos en plegaria viva y lacerada de esperanza. Y en
una nueva escucha de la Palabra, tras la Resurrección de Cristo, María guió y acompañó a
los apóstoles en Pentecostés.
Y sin duda, meditando todas estas cosas en su corazón, María fue hallada en el crepúsculo
por el arcángel Gabriel, quien, en aquella hora de la tarde y del fin de labores, le reclamaba,
de nuevo, el «sí» ya definitivo para su Asunción.
3. Hoy les hacemos llegar nuestra palabra para compartir con todos ustedes nuestras
reflexiones, nacidas de preocupaciones que nos son comunes. Es imprescindible y urgente,
responder a los compromisos pastorales asumidos para ordenar y vigorizar la acción
evangelizadora de la Iglesia en nuestra Patria. Deseamos hacer brillar el amor a la verdad
y la adhesión a la Iglesia de Cristo. Con ese ánimo hablamos y con ese ánimo esperamos
ser escuchado.
Una detenida reflexión y nuestra oración nos ha llevado a estas consideraciones que
queremos compartir.
Somos testigos de la angustia de nuestros fieles que se sienten huérfanos ante una justicia
que muchas veces no encuentran. Necesitamos el imperio de la justicia insobornable, de la
igualdad ante la ley justa. Es urgente el respeto a la verdad y a la persona humana. "El
Señor juzgará a los pueblos por su verdad".
4. El Señor nos llama, nos congrega y nos enseña, y con más razón y fuerza hoy en el día
de nuestra Madre, la Inmaculada, ñande Sy Guazu de todo el Paraguay; para que con la
ayuda de Ella, quien es también su Madre, nos despeguemos , desprendamos y soltemos
de las cadenas del egoísmo, de pequeños y grandes rencores, del individualismo que nos
cierra y lleva a las faltas de amor, de prejuicios que nos cierran y nublan la vista, pero
especialmente de la deshonestidad. En esta gran fiesta debemos encontrarnos con un
corazón más limpio, dispuesto, abierto, sincero y por sobre todo un corazón honesto. En
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la intimidad y la profundidad del corazón, debemos sentir esa llamada a una mayor pureza
y honestidad interior. A veces puede costarnos reconocer ante Dios los pecados, las
debilidades, flaquezas y los errores, esas carencias no ayudan a lograr pensar y actuar
con sinceridad de corazón, no nos permite llamar a cada cosa o situación por su nombre.
Dios toma nuestros pecados, porque es lo que nos separa de Él y de los demás, lo que nos
hace sufrir, lo que impide una verdadera vida cristiana, una vida honesta, honrada,
características y virtudes que encontramos en el ejemplo de nuestra Madre, la Inmaculada,
la libre de manchas.
Para sentir a Dios más claramente entre nosotros debemos volver y seguir apostando
con todas nuestras fuerzas por la honestidad en todos los niveles, tanto de parte de
gobernantes, como de gobernados; de parte de las autoridades y en gran medida, también
del pueblo, porque los gobernantes son y provienen del pueblo. Dice Dios: Los escogerás
de entre todo el pueblo hombres capaces, temerosos de Dios, hombres veraces que
aborrezcan las ganancias deshonestas, y los pondrás sobre el pueblo como jefes de mil, de
cien, de cincuenta y de diez (Ex 18, 21).
Hoy más que nunca necesitamos reconquistar este supremo y divino valor, que posibilita,
la credibilidad y la confianza mutua, condicionamientos esenciales en la construcción
comunitaria de una renovada sociedad. Debemos hacer siempre nuevas todas las cosas,
y en esa tarea la esencia es actuar con honestidad.
El "Paraguay que tanto anhelamos, soñamos" debe estar marcado por la honestidad de
todos sus ciudadanos. Esta exclamación sale desde el fondo del alma de todo paraguayo
que ama sinceramente a su patria. Sin honestidad, sin transparencia, sin pureza
de intenciones y limpieza en las acciones, ¿cómo vamos a construir el país que soñamos?
Adán y Eva escucharon la voz de la Serpiente, del Antiguo Dragón, y llevaron a su corazón
esa palabra venenosa. La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que
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Yahveh Dios había hecho. Y dijo a la mujer: "¿Cómo es que Dios les ha dicho: No coman de
ninguno de los árboles del jardín?" (Gn 3,1), así cayeron en la desobediencia de Dios y
quedaron sometidos al pecado y a la muerte. Hoy, como al comienzo de la creación (Gn 3,
15 - 20) (1a Lect.) la serpiente sigue siendo tentadora: nos tienta con el dinero, nos tienta
con el poder, placeres, nos tienta con el tráfico y consumo de droga, nos tienta con los
vicios. . . La serpiente sigue moviéndose, no descansa.
Es por ello que la honestidad debe ser como el aire que respiramos! Necesitamos más que
nunca que este valor cruce transversalmente todas las actividades del Gobierno y de la
ciudadanía, donde las autoridades nacionales y los miembros de la Iglesia seamos los
primeros en llevarlo a la práctica. "Estas son las cosas que deben hacer: digan la verdad
unos a otros, juzguen con verdad y con juicio de paz en sus puertas, no tramen en su
corazón el mal uno contra otro, ni amen el juramento falso; porque todas estas cosas son
las que odio" --declara el SEÑOR (Zac 8, 16 - 17).