Clase 1 Historia de Israel PDF

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ESTUDIOS A DISTANCIA

ESTUDIO INTENSIVO

Mundo
Bíblico
LECCIÓN 1

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Mundo Bíblico
Asentamiento

Introducción a la Historia de Israel

Eje de Coordenadas

Para almacenar información necesitamos un eje de coordenadas. Es lo que


hacemos en las estanterías. Si los libros están tirados por el suelo no hay manera
de encontrar nada. Podemos estar bombardeados por continuos datos, pero si no
tenemos una red, pasan de largo y no retenemos nada. Es como un flujo de agua
que pasa con abundancia de peces, pero si no hay una red para retenerlos pasan
de largo.

Nuestro eje de coordenadas frente al flujo de información es la respuesta a dos


preguntas básicas: dónde y cuándo sucedió el hecho. Esto nos permitirá poner en
relación unos hechos con otros, y retener no hechos sueltos, sino constelaciones
de hechos. El dónde y el cuándo son la geografía y la cronología. Necesitamos
mapas y necesitamos marcos cronológicos para situar en ellos nuestros datos, de
modo que empiecen a relacionarse unos con otros según su proximidad.

Nombre del País

¿Israel, Palestina, Tierra Santa? Llamarlo de una u otra manera es ya hacer una
decisión política. En el tiempo del Nuevo Testamento, se llamaba Judea desde el
punto de vista administrativo romano, pero desde el punto de vista espiritual Eres
Israel: Mt 2:20-21. “Ve a la tierra de Israel porque ya han muerto los que buscaban
la vida del niño. Entonces José se despertó tomó al niño y a su madre y se fue la
tierra de Israel”.

Adriano destruyó la ciudad de Jerusalén y construyó una nueva ciudad pagana


clásica, Aelia Capitolina, y prohibió a los judíos que entraran en ella (Eusebio HE IV
6 3). Cambió también el nombre de la provincia que de llamarse Judea pasó a
llamarse Palestina. Éste era el nombre usado ya por Herodoto para distinguir la Siria
sur, que incluía Judea, Fenicia y Celesiria. La palabra Palestina deriva de los
Pelishtim, o filisteos, los grandes enemigos de Israel en el tiempo del asentamiento.
En el siglo segundo constituyó una provincia separada, pero más tarde fue dividida
en tres provincias, la Palestina primera, segunda y tercia.

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Revelación

Hay una cita de Simeón Ben Yohay. “El Santo, bendito sea, consideró todas
las generaciones, y no encontró una generación más digna de recibir la Torah que
la generación del tiempo del desierto. El Santo, bendito sea, consideró todas las
montañas y no encontró otra montaña en la que proclamar la Torah que el monte
Sinaí. El Santo, bendito sea, consideró todas las ciudades y no encontró otra sobre
la que construir el templo que la ciudad de Jerusalén. El Santo, bendito sea,
consideró todas las tierras y no encontró otra tierra más apropiada para su pueblo
que la Tierra de Israel” (Lev. Rabbah 13,2).

La opción divina de esta tierra estuvo muy bien pensada. ¿Cuáles pudieron
haber sido sus razones para elegirla? Es difícil entrar en el consejo divino. ¿Quién
pudo haber aconsejado al Espíritu de YHWH, qué consejero pudo haberle
asesorado? ¿A quién iba a consultar para que le ilustrase para acertar con el mejor
método (Is 40:13-14). Pero nos vamos a atrever a entrar en este consejo divino.
Podríamos mencionar algunas razones de la aptitud de esta tierra como lugar de
revelación. La geografía es una de las infraestructuras que condicionan la
superestructura de la historia. Nuestra cultura particular es hija de condiciones
materiales, clima, relaciones laborales. La historia está moldead por la geografía

La Centralidad: Cruce de océanos, de continentes, de carreteras. Dios escogió


como lugar de su revelación un punto muy céntrico

El Agua. Región fértil rodeada de desiertos. La distribución de agua alternante


entre sequías inundaciones. La escasez del agua y la dependencia de las lluvias.
El tema de la sed como expresivo de la sed de Dios en el hombre, que es tierra
reseca agostada sin agua. La dependencia de Dios que otorga o retira el agua.

La Luz:. Dicen que Jerusalén es el punto terrestre que recibe mayor cantidad
de luz durante el año, medida en la unidad del lumen. Si tenemos en cuenta la
calidad reflectante de la piedra blanca de Jerusalén, la ciudad se convierte en un
punto de luz cegadora y deslumbrante

La Escritura: No es casualidad que la tierra de la revelación sea la misma tierra


donde se acababa de inventar la escritura alfabética.

La Pobreza: Es curioso que Israel sea una tierra pequeña y pobre, de


desarrollos culturales muy modestos, comparada con sus grandes vecinos. En la

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elección de esta tierra hay ya una constante de los criterios de Dios en la religión
bíblica.

1. Asentamiento

Vamos a comenzar nuestro estudio sobre la historia de Israel por el momento del
asentamiento de las tribus israelitas en la montaña palestina a los comienzos de la
Edad del Hierro. Es sólo en esta época cuando tenemos datos extrabíblicos fiables
que pueden guiar nuestro estudio. Una vez que hayamos visto cómo se ha asentado
este pueblo en Canaán, y cómo se ha constituido en un estado, estudiaremos en un
flash back los recuerdos y tradiciones que guarda el pueblo de Israel sobre sus
orígenes, tal como nos han sido transmitidas en las fuentes bíblicas.

Dichas fuentes bíblicas sobre los orígenes de Israel tienen que ser utilizadas con
extremo cuidado por el historiador, debido a las dificultades metodológicas que
pasamos a reseñar:

A. Dificultades metodológicos

El estudio histórico de los orígenes de Israel tiene unas serias dificultades


metodológicas, entre ellas la ausencia de otras fuentes extrabíblicas con las que
cotejar los datos bíblicos. La única fuente extrabíblica para todo el período del Hierro
I, (el tiempo de los Jueces (siglos XIII al XI) es la estela del faraón Mernephta (1.230
a.C.). Dicha estela nos narra sus campañas en Canaán en las que tuvo que
enfrentarse con Israel, entre otros pueblos locales.

Otro importante capítulo de dificultades está en la armonización de los datos


bíblicos con lo que sabemos por la arqueología o por los documentos
contemporáneos. Como veremos, no siempre la arqueología confirma los detalles
de la Biblia, sino que en algunos casos nos da una descripción de los hechos
irreconciliable con los datos bíblicos.

Por otra parte las narraciones bíblicas revelan un concepto de historia muy
distinto del que nosotros tenemos, lo cual nos invita ya de entrada a no tomarlos en
un sentido estrictamente histórico, conforme a los cánones modernos de la historia.

Las dificultades históricas para aceptar los datos bíblicos nacen de las
siguientes causas:

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1.- Distancia entre los hechos narrados y la composición de los libros bíblicos
o de sus fuentes. En ocasiones puede tratarse de cientos de años, lo cual debilita
mucho su valor histórico, aunque no lo anule por completo.

2.- Los esquematismos del relato bíblico nos hacen ver por parte de sus
autores un deseo de ideologizar la historia al servicio de determinadas finalidades

- Idealización de los orígenes como edad de oro que se ha ido degradando.


Edades humanas cada vez más cortas. Múltiplos de 40. 26 años de generaciones
entre la creación y el éxodo.

- Conducción divina de los asuntos humanos. Despliegue de poder sobrenatural


en continua ruptura con las mediaciones naturales.

- Presentación de árboles genealógicos de personajes, epónimos de las tribus


ya constituidas que no pueden descender de unas personas situadas tan
próximamente en el tiempo. Estructuras genealógicas artificiosas en torno al número
12.

- Finalidad moralizante que lleva a juzgar y presentar a las distintas personas y


sucesos sólo desde el punto de vista de su mayor o menor fidelidad a la ideología
imperante. El libro de los Jueces, por ejemplo, hace desde el principio una
declaración de intenciones sobre la moraleja que quiere ofrecer en todas sus
narraciones (Jc 2,11-23; 3,7-17).

- Presentan el tiempo de los patriarcas y de Josué como normativo y para ello


proyectan a esta época remota la existencia de las 12 tribus monoteístas, la
legislación anticipada de Moisés. Israel aparece ya plenamente asentado en la
época de Josué. Se proyectan a esa época los límites de las tribus. Israel ideada e
ideal…

3.- Anacronismos: Presentar camellos en una época en que el camello aún no


estaba domesticado. Hablar de los filisteos, como el rey Abimelej, antes de su
asentamiento en Canaán. Referirse en los relatos patriarcales a ciudades como
Berseba o Guerar que nos consta que no existían antes del siglo XII. Hablar en la
historia de José de caravanas de bálsamo y mirra que son productos que sólo serán
comercializados mucho después, en época asiria…

4.- Improbabilidades generales: Jacob tenía 70 años cuando fue a Labán


buscando una mujer. 600.000 hebreos salieron de Egipto. Junto con sus

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acompañantes formaría una masa de más de 2 millones lo que supone una logística
imposible.

5.- Contradicciones: Una misma ciudad como Hebrón, se supone conquistada


por diferentes personas: Josué, los calebitas, Judá… Un patriarca hace pasar a su
esposa por hermana en tres ocasiones distintas (Abrahán dos veces y una
Isaac. (Gn 12,10; 20; 26). Dos veces se nos habla de un juez tiene dos hijos
perversos (Elí y Samuel. Elí (Jofni y Pinjás: 1 Sm 2,12) y Samuel (Joel y Abías: 1Sm
8,1-2).

6.- Conflictos con los datos de la arqueología: Algunas de las ciudades que
fueron destruidas por Josué según el relato bíblico (Jericó, Ai…) no estaban
amuralladas en aquella época y deberían ser grandes entonces montones de ruinas.
Los arqueólogos han desenterrado muchos de los tells de ruinas de ciudades
bíblicas de esta época y no siempre han confirmado la evidencia de una conquista
y una destrucción.

B. El cataclismo del final de la Edad de Bronce (s. XIII - XII a. C.)

Tanto las fuentes bíblicas como las arqueológicas coinciden en fechar la


instalación de los israelitas en la montaña palestina en los finales de la Edad del Bronce
y comienzos de la Edad del Hierro, es decir, a caballo entre el siglo XIII y el siglo XII
a.C. Como veremos, la gran diferencia está en el modo cómo la Biblia y la arqueología
reseñan el modo de este asentamiento

Antes de acometer este estudio, quisiera exponer muy brevemente lo que está
sucediendo en el Oriente Medio en este momento histórico del paso del Bronce al
Hierro, que supone una tremenda conmoción como raramente se ha dado en otros
momentos históricos.

En el siglo XIII, al final de la Edad del Bronce, el Medio Oriente está dividido en
dos grandes áreas de influencia, los egipcios en el sur, y los hititas en el norte.

Al sur está el imperio egipcio de la dinastía XIX, dominado por el larguísimo reinado
del faraón Ramsés II. Es una de las épocas de mayor esplendor de Egipto, como lo
testimonian los numerosos monumentos y templos de Abu Simbel, de Karnak y Luxor.
En esta época Egipto controla el país de Canaán y los reyezuelos de las ciudades
estado cananeas son todos vasallos del faraón.

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Al norte está el imperio hitita con capital en Hattusas, cerca de la moderna Ankara.
Ambos imperios tienen su borde en Siria, que se convierte en la zona de fricción. La
tensión llega al máxima en la batalla de Qadés en 1286 a.C, en la cual se enfrentan
Ramsés II y el rey hitita Muwatallis. Hemos encontrado relatos de dicha batalla tanto
en las cancillerías egipcia como hitita, y cada uno de ellos clama victoria.
Probablemente la batalla acabó en tablas, y ninguno de los dos grandes imperios pudo
imponerse al vecino. Reconocimiento de este equilibro de fuerzas es el tratado de paz
que se firma subsiguientemente a la batalla entre Ramsés II y el nuevo soberano hitita,
Hattusilis III.

En el Mediterráneo existe un tercer poder, el de Micenas, habitado por un pueblo


de estirpe y lengua griega que va a controlar el comercio en el Mediterráneo oriental.
Hay en este siglo XIII todo un Mercado común de productos que vive en paz y
prosperidad, hasta que este mundo se ve bruscamente sacudido por una crisis que lo
sacudirá hasta el punto de dejarlo irreconocible.

Tanto Micenas como el imperio hitita sucumben dejando tras ellos sólo montones
de ruinas. Aunque Egipto logra sobrevivir a la crisis, queda muy debilitado hasta el
punto de que la dinastía XX de Ramsés III ya no será capaz de mantener su dominio
sobre el país de Canaán. Esta crisis que pone fin a la Edad de Bronce está relacionada
también con todo el ciclo de tradiciones sobre la guerra de Troya.

La causa de este cataclismo suele adscribirse a la llegada de los “Pueblos del


Mar”, que nos son conocidos por las inscripciones de Ramsés III en Medinet Habu,
donde aparecen con sus cascos con cuernos y extraños tocados de plumas. La mayor
parte de los investigadores piensan que estos pueblos vienen de las islas del Egeo y
son pueblos indoeuropeos de lengua afín al griego. Entre los distintos Pueblos del Mar
tenemos a los filisteos, los teucros y los sardos.

Al fracasar en su intento de invadir Egipto se asentaron en la costa palestina,


desde el sur –filisteos- hasta el norte –teucros. Podemos decir que esta llegada de los
pueblos del Mar coincide con el momento en que los israelitas se están asentando en
lo alto de la montaña de Efraín y de Judá.

¿Qué pudo mover a estos pueblos a desplazarse y destruir el equilibro de los


grandes imperios del Bronce reciente? Algunos piensan que el origen de estas
migraciones está en un cambio de clima que perjudicó la agricultura mediterránea
trayendo consigo tremendas secuelas de hambre. Otros creen que fue una crisis
económica debida al hecho de que las culturas orientales se habían hecho demasiado
especializadas para sobrevivir a las tensiones económicas y sociales. En este caso la

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migración de los pueblos del Mar no habría sido tanto la causa del derrumbe de los
imperios, cuanto su efecto.

Las grandes ciudades cananeas del Bronce reciente tienen casi todas niveles de
destrucción en esta época, las ciudades de la costa sur son incendiadas y reocupadas
por una nueva cultura. Jasor en el norte y Afeq en el centro arden en espantosos
incendios. Sin embargo hay que señalar que la destrucción de este mundo cananeo
no fue puntual, sino que se extendió a lo largo de un proceso de decenas de años que
va desde la destrucción de Jasor a finales del XIII, hasta las de Lakish y Megido hacia
mediados del XII.

Este es el mundo en el que los israelitas van a hacer su aparición en la historia del
Medio Oriente. Como resultado de la ruina de los grandes imperios se creará en todo
el Creciente Fértil una situación de “vacío de poder” que se va a prolongar
cuatrocientos años hasta la constitución del imperio asirio. Es precisamente durante
estos cuatrocientos años, en los que no hay ningún gran imperio en el horizonte,
cuando se va a desarrollar la historia independiente de Israel, primero como federación
de tribus en la época de los jueces, y después como estado monárquico en el Hierro
II.

A partir del siglo VIII se termina esta larga temporada de “vacío de poder” y ya no
habrá lugar ninguno en la zona para pequeños estados independientes, porque vuelve
la época de los grandes imperios que se irán sucediendo en la zona: asirios, babilonios,
persas, griegos y romanos. Israel no volverá a gozar nunca de independencia salvo en
el pequeño lapso del reino inaugurado por los Macabeos, entre mediados del siglo II y
mediados del siglo I a.C.

C. La conquista del país de Canaán

Como ya dijimos, nosotros comenzaremos el estudio de la historia de Israel no al


principio, sino en el momento en que se forma el primer Estado, por más
rudimentario que haya sido. Comenzamos con el establecimiento de las tribus en
Canaán, y su sistema político tribal, que fue él fue primer tipo de unidad política
alcanzada. Desde este punto volveremos nuestra mirada hacia atrás, a los
antecedentes de las tribus y sus recuerdos históricos tradicionales.

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1.- El relato del libro de Josué

Hicieron falta muchas generaciones, probablemente doscientos años, para que


los israelitas llegaran a formar un estado en el país de Canaán. En realidad será
sólo más tarde, en la época de la monarquía cuando lleguen a controlar el país.

El libro de Josué forma parte junto con Jueces, Samuel y Reyes de lo que la
Biblia hebrea llama Profetas anteriores, y la exégesis moderna “Historia
deuteronomista”. Esta gran compilación de fuentes fue realizada después del exilio
a la luz de la teología y espiritualidad de la escuela deuteronomista. Se trata de una
historia sagrada que juzga todos los acontecimientos históricos a la luz de su mayor
o menor adecuación con la Ley de Dios y sus designios divinos. Aunque recoge
muchos datos antiguos, el marco del macrorrelato es artificioso, y manipula los
hechos para ajustarlos a la ideología predominante. Hay por ejemplo una clara
intención de proyectar estructuras modernas a las épocas antiguas, como si estas
estructuras hubiesen existido ya desde el principio. Presenta el tiempo de los
patriarcas y de Josué como normativo para el Israel de todos los tiempos, una Israel
ideada e ideal. A la luz de este resultado final, se forma el relato de la conquista
israelita.

Según el libro de Josué, esta conquista habría sido llevada a cabo por el
conjunto de las tribus, a partir del territorio de Moab, después del paso del Jordán y
la toma de Jericó. La conquista se habría hecho en dos etapas. Después de una
gran batalla en la región de Gabaón se apoderaron del sur, y después de otra gran
batalla junto a las aguas de Merom, se apoderaron del Norte, y procedieron al
reparto del país entre las tribus.

Los sucesos se presentan de una forma tan esquemática, y tan recortada que
no nos es posible averiguar qué es lo que sucedió en realidad. Al mismo tiempo hay
duplicados de algunas acciones guerreras de Josué y sus conquistas de ciudades
y territorios. En el libro de los Jueces esos mismos episodios se atribuyen a otras
personas de un tiempo posterior, lo cual nos deja en duda sobre la naturaleza
histórica del libro de Josué.

2.- El relato del libro de los Jueces

Junto con el libro de Josué encontramos en el AT otra presentación de la


conquista en el libro de los Jueces. Se trata de una presentación muy resumida y
fragmentaria. Aquí no se trata de una marcha hacia adelante marcada únicamente
por el éxito, sino por el contrario una marcha laboriosa con muchos fracasos. A lo

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largo del capítulo 1 hay un refrán que se repite continuamente: "No pudieron
expulsar a los habitantes” (Jc 1,19 .21.27).

Según este capítulo no hubo una conquista relámpago. Los israelitas se


apoderaron de zonas que no estaban todavía ocupadas. Las tribus avanzaron no
agrupadas, sino aisladas y a partir de lugares distintos. Parece darse una
convivencia más pacífica con las grandes ciudades cananeas. Los conflictos son
más bien ocasionales. Los israelitas habitan en las montañas, que hasta entonces
habían estado despobladas, y los cananeos más bien en la llanura. La tribu de Judá
aparece separada físicamente de las tribus del norte por un cerrojo de ciudades
cananeas interpuestas, entre las que destaca Jebus o Jerusalén.

Algunos de los episodios que se atribuían a Josué en el libro que lleva su


nombre, se encuentran duplicados en el libro de los Jueces, atribuidos a una época
posterior. Así por ejemplo, la conquista de Hebrón que en el libro de Josué se
atribuía al propio Josué (Jos 11,36), en el libro de los Jueces se atribuye a los hijos
de Judá y Simeón después de haber muerto Josué, y últimamente a Israel (Jc 1,10).
Esto nos hace barruntar que quizás hechos posteriores hayan sido proyectados a
la época de Josué, como si todas las conquistas que se fueron dando en el espacio
de doscientos años hubiesen tenido todas lugar en unas campañas fulgurantes
situadas al principio del asentamiento.

3.- Modernas teorías sobre el asentamiento

Este pluralismo de enfoques que se detecta ya en la misma Biblia ha inspirado a


los historiadores modernos distintas visiones a la hora de explicar cómo tuvo lugar
el asentamiento de los israelitas en Canaán.

Fueron cristalizando tres modos de comprender este asentamiento. Dos de ellos


se formularon ya en los años 20 y 30. Se trata de la hipótesis de la “conquista militar
unificada”, que se inspira más en el libro de Josué, y la hipótesis de “infiltración
pacífica”, que se inspira más en la versión de libro de los Jueces. Una tercera
hipótesis, la de la “revolución social” cristalizó más tarde en los años 60.

a. Hipótesis de la conquista militar unificada

Las bases arqueológicas de esta teoría fueron proporcionadas por el gran


arqueólogo Albright en los años 30. Más tarde fueron elaboradas por Wright,
Kaufmann y Yadin, entre otros. En 1930 Albright excavó Tell Bet-Mirsim que
identificó con la ciudad bíblica de Debir, que, según la Biblia, fue destruida por

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Josué. Efectivamente aparecieron huellas de una destrucción de la ciudad a fines
del siglo XIII a.C, cuando se solía situar la conquista de Josué.

Como vemos, este enfoque sigue de cerca la descripción de la conquista de


Canaán en los primeros capítulos del libro de Josué. Allí las ciudades estado
cananeas fueron sometidas en unas campañas relámpago y destruidas muchas de
ellas por el fuego. Como resultado de esta conquista y destrucción, los israelitas se
habrían asentado en esas zonas.

La evidencia a favor de esta hipótesis estaría en las descripciones literales de la


Biblia, en los niveles de destrucción que aparecen en algunos tells en el Bronce
reciente, como por ejemplo en Bet Mirsim, Jasor, Lakish o Betel, y los paralelismos
históricos de otras sociedades nómadas que causaron el derrumbe de grandes
civilizaciones.

Pero los resultados arqueológicos modernos contradicen estos argumentos. Hay


una diferencia entre lo que sucede en la montaña y en las llanuras. Muchas
ciudades importantes no estaban habitadas en el Bronce reciente, como es el caso
de Jericó o de Ai, y su inclusión en el relato bíblico puede deberse a motivos
etiológicos para explicar las impresionantes ruinas de tiempos antiguos que podían
verse en superficie.

Podemos suponer que en la época final del Bronce y en el Hierro I no hubo


cambios drásticos en las llanuras costeras a pesar de los filisteos. Es en la montaña
central donde encontramos el gran flujo de asentamientos (en la tribu de Efraím 5
asentamientos en el Bronce reciente y 115 en el Hierro I).

Sólo se han documentado unos pocos posibles asentamientos israelitas sobre


las ruinas de ciudades cananeas previamente destruidas. Este es el caso de Betel,
Tell Bet Mirsim o Bet Shemesh. Las principales ciudades cananeas no fueron
derruidas en aquella campaña inicial al final del siglo XIII o principios del XII. Fueron
más bien sucumbiendo poco a poco, y su destrucción puede atribuirse a los
egipcios, los filisteos, o a conflictos civiles entre ellas.

¿No es extraño que los israelitas no se asentasen en las áreas fértiles de las
ciudades destruidas, sino que se contentasen con el país montañoso
topográficamente más difícil? Para las ciudades destruidas en el siglo XIII habrá que
buscar otros agresores en otra parte y no entre unas oscuras tribus del desierto que
en cualquier caso no se asentaron allí.

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Por otra parte por documentos egipcios nos consta que en esa época de finales
del siglo XIII y principios del XII había todavía una fuerte presencia egipcia en el
país de Canaán. Dicha presencia es totalmente ignorada en los relatos bíblicos de
la conquista. Resulta poco verosímil que los egipcios que estaban todavía en control
de Canaán permitieran que esos grupos hostiles conquistasen las ciudades de sus
aliados y clientes.

b. Teoría de la infiltración pacífica

Tiene su origen en Alt (1925) y más tarde Noth y Aharoni. A partir de sus estudios
sobre el hexateuco propugnan la infiltración pacífica de grupos de pastores en las
regiones poco pobladas de Canaán. Primeramente en la montaña central, después
en la montaña galilea bastante inhóspita y poco poblada. Esta visión está más de
acuerdo con lo que se nos cuenta en Josué 15 y en Jueces 1. Se trata de un largo
proceso, que comenzaría con la trashumancia, y el rozo de los bosques. La
conquista de las ciudades cananeas habría tenido lugar en un estadio mucho más
tardío de este proceso.

Al principio los israelitas no desafiaron el poder de las ciudades ni buscaron la


confrontación con los agricultores sedentarios. Su única confrontación fue el desafío
que les ofrecían aquellas colinas pedregosas y cubiertas de bosques.

Alt se fijó en los hábitos de los beduinos seminómadas que interaccionaban


diversamente con los asentamientos agrícolas. También en la época bíblica los
israelitas que habitaban en el borde del desierto pudieron haber llevado sus rebaños
a los rastrojos de los campos ya segados, subir luego a los pastos de altura y
regresar posteriormente en invierno a los bordes del desierto. Poco a poco
comenzarían a sembrar en los pastizales de la montaña y así gradualmente se
fueron asentando.

Al inicio no se habría dado un conflicto con las ciudades cananeas de la llanura,


mucho más poderosas. De hecho los conflictos narrados en las fuentes antiguas
son sólo con ciudades cananeas que se encuentran en ejes o cerrojos que separan
los macizos: el eje Beisán-Akko que divide la montaña galilea de la montaña central,
o el eje Bet Shemesh-Jerusalén que divide las tribus del Sur de las de Benjamín y
Efraím.

Curiosamente alguno de los asentamientos primitivos excavados por los


arqueólogos en la montaña guardan una asombrosa semejanza con la estructura

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oval de los campamentos beduinos, sólo que las tiendas de piel de camello fueron
sustituidas más tarde por sencillas casas.

Un papiro egipcio de la época de Ramsés II (siglo XIII), describe la montaña


palestina como un país casi vacío, agreste, cubierto de bosques donde sólo viven
los beduinos Shosu. Alt identificó a los israelitas con estos beduinos.

En una cosa coincidía la teoría de la conquista con la de la infiltración pacífica.


Unos y otros investigadores estaban convencidos de que los israelitas eran un
pueblo llegado desde fuera al final de la Edad del Bronce. Y unos y otros estaban
también convencidos de que los recién llegados estaban en un estadio cultural y
social mucho más primitivo que el de los cananeos que habitaban la tierra.

c. La escuela sociológica

La hipótesis de la conquista y la de la infiltración se apoyaban en la creencia de


que el desierto siro-arábigo estaba lleno de beduinos nómadas que periódicamente
invadían las tierras sembradas. Pero los antropólogos pasaron a opinar que antes
de la domesticación del camello a fines del segundo milenio a.C., el número de
nómadas que vivían en desierto debió haber sido muy escaso. Los beduinos no
procedían del desierto, sino que convivían con los agricultores e interaccionaban
con ellos como parte de un mismo sistema económico.

De haberse dado flujos migratorios más bien se habrían dado desde las tierras
cultivadas hacia el desierto y no desde el desierto a las tierras cultivadas.

Estos nuevos supuestos antropológicos sumados a las ideas marxistas en boga


por la Europa de los años 60 llevaron a Mendenhall primero (1962) y después a
Gottwald a lanzar la idea de que la población israelita no venía de fuera de Canaán.

Según estos autores, hubo un momento en que los grupos oprimidos y


explotados que pertenecían a los estratos inferiores de la sociedad cananea se
rebelaron contra la clase dominante. Estos elementos rebeldes podrían bien
coincidir con los hapiru de los textos egipcios contemporáneos. El conflicto social
básico no se dio entre pastor y agricultor, sino entre la población rural y los caciques
burgueses de las ciudades. La religión israelita monoteísta habría sido la bandera
en torno a la cual se habrían coaligado estos rebeldes, que buscaban una sociedad
más igualitaria y rechazaban la religiosidad cananea en la que se apoyaba la
sociedad opresiva cananea.

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Gottwald dio una interpretación marxista a la hipótesis de Mendenhall que fue
desautorizada por el propio Mendenhall. Según Gottwald los rebeldes habrían huido
hacia la montaña para establecer allí su nuevo modo de vida, un poco como los
Pilgrim Fathers en América. Este asentamiento fue facilitado por nuevos desarrollos
tecnológicos, las herramientas de hierro para cavar cisternas, la argamasa para
enlucir e impermeabilizar las paredes de las cisternas, y las técnicas para construir
terrazas en las faldas de las montañas.

Esta teoría tuvo una duración muy corta. Las supuestas innovaciones técnicas
ya se conocían en la Edad del Bronce. Además es obvio que los que se asentaron
en las montañas procedían de un medio pastoril y no agrícola.

d. Cananeos pastoralizados y resedentarizados

Esta tesis rechaza todo supuesto de que los israelitas vinieran de fuera de
Canaán, Según Lemche, por ejemplo, habría que identificarlos con los hapiru,
proletariado refugiado de otras partes de Canaán. Para Lemche lo que caracteriza
a los israelitas con relación a los cananeos es su religión. Lo israelitas son cananeos
yahvizados, que se sienten diferentes del resto de la población.

Actualmente Finkelstein habla de una resedentarización de elementos cananeos


que a raíz de los trastornos del Bronce Medio se habían vuelto seminómadas y tras
una época transitoria volvieron a sedentarizarse a partir del final del Bronce reciente.
Según él, este proceso no sería algo nuevo al comienzo de la Edad del Hierro sino
que habría tenido lugar ya varias veces durante la historia del Medio Oriente, al
menos en dos olas previas de asentamiento de pastores en el Bronce Antiguo y al
comienzo del Bronce medio.

Estos nuevos asentamientos de los grupos resedentarizados estarían


localizados sobre todo en la montaña, serían de naturaleza rural, sin murallas, sin
palacios ni templos, con casas de cuatro espacios y cerámica con bordes de anillo.

4.- Las excavaciones arqueológicas

Las excavaciones arqueológicas en los estratos que pertenecen a esta época


(final del Bronce y principios del Hierro), revelan que hubo muchísimos
establecimientos nuevos y que algunas fortalezas fueron destruidas, pero no
permiten hablar de una invasión global o de una destrucción masiva de ciudades
cananeas.

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Las ciudades cananeas disponían de un armamento técnicamente superior. Los
israelitas no pudieron realizar un ataque de gran envergadura para apoderarse de
todo el país. La penetración en Canaán se efectuó con un ritmo más lento. Los
israelitas venían de diversas direcciones, en pequeños grupos, evitando las llanuras
donde operaban los carros de combate, y contentándose con la regiones no
habitadas.

Los combates con los sedentarios de las grandes ciudades fueron más
defensivos que ofensivos. El libro de los Jueces no refleja una conquista efectuada
en una sola generación, sino una ocupación mucho más larga, que sólo se
completará en la época de la monarquía.

Pero la localización de dichos asentamientos en la montaña no es uniforme. Las


excavaciones muestran que al principio la parte más densamente poblada fue la
montaña de Efraín; muchísimo menos la montaña de Judá o la montaña Galilea,
que sólo alcanzaron una cierta densidad de población en siglos posteriores.

Los asentamientos “israelitas” se caracterizan en parte por dos rasgos culturales.


La casa de cuatro espacios y la cerámica con borde de anillo. Sin embargo estos
dos rasgos no son tan exclusivos de los israelitas como pudo parecer en un
principio. Aparecen también en yacimientos de la Transjordania en Moab o Amón.
Lo que si sería rasgo exclusivo de los asentamientos israelitas es la ausencia de
huesos de cerdo, lo cual muestra que el pueblo tenía ya una dieta ideológica
mediante la cual buscaba ya diferenciarse de sus vecinos. La prohibición del cerdo
no puede basarse sólo en razones ecológicas o económicas.

Entre todas estas tribus no había continuidad geográfica. Estaban separadas


unas de otras por ciudades cananeas que formaban como dos cerrojos, y que no
consiguieron conquistar en la época de los jueces. Entre la Galilea y la montaña de
Efraín tenemos el cerrojo de las ciudades de la llanura de Esdrelón: Meguido,
Taanak, Bet Shean... Entre la montaña de Efraín y de Judá tenemos otro cerrojo
formado por otro grupo de ciudades cananeas como Gézer o Jerusalén.

5.- El establecimiento de las tribus

La implantación más antigua parece ser la de Rubén y Gad en la Transjordania,


a partir de Madián (Nm 21). Al norte de Rubén, en el territorio de Galaad. también
en la Transjordania, encontramos la tribu de Gad. Más tarde la mitad de la tribu de
Manasés (Makir) se estableció más al norte, entre el Yabboq y el Yarmuk (Ver mapa
de las tribus).

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El sur, o territorio de Judá, parece haber sido ocupado por las tribus que venían
de Egipto a lo largo de la costa mediterránea. Allí se fusionaron con los clanes que
estaban ya anteriormente, como los Quenitas y los Calebitas. Absorbieron también
los restos dispersos de la tribus de Simeón y de Leví.

En cuanto a la Galilea, parece que fue colonizada por tribus que no estuvieron
nunca en Egipto. Son las tribus de Aser en la llanura de Akko, bajo control cananeo.
Las tribus de Neftalí en la Alta Galilea, y las de Isacar y Zabulón en las colinas de la
Baja Galilea. El caso de Isacar, "el asno robusto", cuyo nombre quiere decir
"asalariado" nos muestra que eran portadores de fardos, y fueron reclutados en las
levas al servicio de la ciudades cananeas importantes de la llanura de Esdrelón.
Estas tribus se federaron con los recién llegados y aceptaron el Yahvismo. Es sólo
entonces cuando pudieron sacudirse el yugo opresor de la ciudad de Jasor. Pero
esto no quiere decir que se apoderaran de todas las demás ciudades.

Finalmente es en las montañas de la Cisjordania central, donde se establecieron


las tribus que serán las más importantes en este periodo, aquellas en torno a las
cuales se va a forjar la unidad política. "Hablamos de la "casa de José", en la
montaña de Efraín, que comprende las tribus de Manasés, Efraín y Benjamín, las
que penetraron en el país con Josué, y tuvieron la experiencia religiosa del Éxodo.

Finkelstein cuenta unos 250 asentamientos en la montaña al principio de la


Edad del Hierro (comienzos del siglo XII a.C.). Esto daría una población de unos
45.000 habitantes. En el siglo VIII a.C., en el momento de máximo desarrollo, pudo
llegar a haber 500 asentamientos con una población de unos 160.000 habitantes.

6.- Formación de un estado israelita

A lo largo de esta conquista progresiva que ha durado al menos doscientos


años, podemos hablar de la formación progresiva de un estado israelita. El momento
final de esta formación sólo tuvo lugar en los días de David. Pero ya antes de David
se puede reconocer una forma rudimentaria de Estado. Se le ha llamado
"confederación tribal" o Anfictionía. Hablaremos de este tema más adelante.

Según el libro de Josué el establecimiento de este régimen político habría tenido


lugar de un solo golpe en la asamblea de Siquén (Jos 24). Allí, al comienzo, todas
las tribus reunidas han escogido a YHWH como Dios para servirle. "Ese día Josué
concluyó una alianza para el pueblo. Le fijó un estatuto y un derecho".

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Quizás el establecimiento de este régimen que se nos describe en la asamblea
de Josué es también una síntesis de un proceso más complejo por el cual las tribus
han aceptado el Yahvismo, y han conformado una unidad política que desborda el
marco de cada tribu aislada. Quizás esta federación no ha tenido lugar de un solo
golpe o de una forma tan solemne como describe el texto. Quizás todas las tribus
no han entrado en la federación al mismo tiempo. Pero un tipo de régimen intertribal
ya existía antes de la monarquía.

D. Las tradiciones de las tribus federadas

Las tradiciones que cada tribu tenía sobre sus orígenes y su establecimiento en
el país de Canaán han sufrido transformaciones para adaptarse a situaciones
nuevas , sobre todo a la constitución de un estado unitario entre todos estos clanes
que sin duda han tenido una pasado diverso. Para darse una identidad común, es
necesario reforzar los orígenes comunes, y dotarse de antepasados comunes y de
historias convergentes.

Estos son los verbos que podemos utilizar para describir lo que los autores han
ido haciendo con sus fuentes y tradiciones.

a.- Simplificar: El proceso de instalación de las tribus en Canaán llevó tiempo


hasta completarse. No todas las tribus estuvieron en Egipto. No todas las tribus
llegaron a Canaán al mismo tiempo, y lo hicieron de forma muy diversa y en épocas
distintas. La transmisión de las tradiciones tiene la tendencia a simplificar datos
complejos y heterogéneos, para ayudar la memoria, para favorecer un estilo literario
rítmico y para servir a fines que no son los de la ciencia histórica moderna.

b.- Conectar o establecer puentes: Los antepasados de las diversas tribus que
se federaron, idearon un sistema de relación de parentesco para reforzar sus lazos
y su sentido de pertenencia mutua. Cada tribu tenía sus tradiciones acerca de los
antepasados. Quizás Abrahán, Isaac, Jacob, Israel, Edom... son antepasados de
tribus diversas. Más tarde cuando estas tribus se federaron, experimentaron la
necesidad de establecer entre ellas una relación de parentesco mediante un árbol
genealógico ficticio. Aunque este árbol sea ficticio, no hay que negar que todas
estas tribus pertenecen a una misma raza y a una misma cultura

En este árbol podemos distinguir dos tipos de relación familiar, la línea directa
y la colateral. En la línea directa encontramos los antepasados de las doce tribus
confederadas. En una secuencia lineal: Abrahán, Isaac, Jacob y sus doce hijos.
Forman cuatro generaciones.

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En la línea colateral encontramos las otras tribus de alrededor: arameos, árabes
edomitas, amonitas y moabitas. Podemos ver un cuadro sinóptico que expresa su
grado de parentesco. En este árbol genealógico se expresa a la vez una semejanza
y una diferencia. El hecho de que todos sean descendientes de Abrahán revela la
conciencia común de pertenecer a una misma cepa: son todos semitas
noroccidentales, hablan dialectos muy parecidos tienen los mismo usos tales como
la circuncisión.

Si hubiesen decidido unirse a la confederación, probablemente su lugar en el


árbol genealógico común hubiese estado colocado entre los descendientes de
Jacob, la línea directa.

Incorporarse a la federación quería decir aceptar el dios del desierto, dejarse


configurar por la nueva experiencia religiosa de las tribus que habían tenido su
encuentro con el Dios de la alianza. El número 12 es artificial. También encontramos
este número en los descendientes de Ismael (Gn 25,13-15), Aram (Gn 22, 20-24),
en Italia y en las ciudades mesopotámicas. Parece ser que este número
convencional responde a los meses del año, y al turno de las tribus al servicio del
santuario central. Unas veces es la región colonizada la que toma el nombre de las
tribus que se asientan (Efraín). En otros casos es al revés: la tribu da su nombre a
la región que habita (Dan, Judá).

c.- Secuenciar Intentemos colocar todas las tradiciones a propósito de los


antepasados de las tribus diversas en una secuencia cronológica comprehensiva
que abarque todas las tribus como una sola unidad. ¿Cuál es esa secuencia?

Todos los israelitas descienden de Abrahán, Isaac y Jacob

Todos bajaron a Egipto en tiempos de José.

Todos salieron de Egipto juntos 400 años después, liderados por Moisés.

Todos estuvieron 40 años en el desierto.

Todos entraron juntos en la Tierra prometida con Josué al tiempo de la


conquista

Se apoderaron de la tierra en una serie de batallas fulgurantes.

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En realidad el proceso fue más complejo. Hubo tribus que nunca estuvieron
en Egipto, sino que se establecieron directamente en Canaán (es el caso probable
de las tribus de la Galilea y la Transjordania). El libro de Josué no nos cuenta la
conquista de este territorio. Son hijos de las dos esclavas (Zilpá y Bilhá) y los últimos
hijos de Lea.

Algunas tribus vinieron de Egipto, pero no con Moisés a través del desierto, sino
a lo largo de la costa mediterránea. Estos israelitas se establecieron directamente
en el sur, en los territorios de Judá. Ya estaban establecidos cuando el grupo de
Moisés y Josué entró en el país. La tribu de Simeón y la de Leví, así como la de
Rubén, estaban ya en proceso de disolución. Se dejaron asimilar a los recién
llegados. Corresponden a la primera serie de los hijos de Lía.

Finalmente tenemos el grupo de los que hicieron la experiencia del éxodo y el


Sinaí, que entraron en Canaán a través del Jordán, y se establecieron con Josué.
Corresponden a las tribus de Benjamín y de José, los dos hijos de Raquel, la esposa
preferida de Jacob.

Estos recién llegados fueron el núcleo en torno al cual se reagruparon las otras
tribus. Fueron como el catalizador que hizo posible ese precipitado que hoy
llamamos Israel. La tribus se reagrupan en trono al arca y allí es donde conciencian
su unidad.

d.- Legitimar: Se podría suponer a priori que la transmisión de las tradiciones


y su elaboración posterior sufrió el influjo de intereses determinados que querían
legitimar situaciones posteriores proyectándolas sobre el pasado y sobre la historia
de los antepasados. Una de las funciones que siempre ha tenido la historia ha sido
la reconstrucción del pasado con vistas a legitimar el presente.

La importancia relativa que las tribus tuvieron en el momento de su


establecimiento se refleja en el lugar que cada hijo de Jacob tiene en el conjunto de
esposas y concubinas. Están de una parte los hijos de la esposa amada (José y
Benjamín), y los hijos de la menos amada (Judá y Leví, etc... ).

Quizás esto refleje la importancia que tuvieron las tribus de la casa de José
(Manasés, Efraín y Benjamín) al tiempo del asentamiento, la conquista y la
federación tribal, antes de que la realeza de David desplazase hacia el sur el centro
de gravedad, a la tribu de Judá.

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Se ha sugerido incluso que la rivalidad entre los hijos de Isaac, y la manera
como actuó Rebeca en favor de la primogenitura de Jacob puede reflejar las
astucias de Betsabé con David para conseguir la sucesión al trono de su hijo
Salomón, en lugar de Adonías, que gozaba del derecho de primogenitura. Los que
sitúan la redacción de los textos en la época de Josías tratan de relacionar estas
legitimaciones con circunstancias históricas de la época final de la monarquía.

Los relatos patriarcales muestran que antes de la llegada de Josué los


patriarcas habían estado ya con sus rebaños en el país de Canaán, lo cual puede
servir para legitimar la conquista, tal como ha sucedido en nuestros días por parte
de los sucesores de los antiguos israelitas, que al crear el Estado de Israel alegan
sus derechos históricos previos.

e.- Magnificar: Según las leyes de la poesía épica, siempre aparece en las
tradiciones la tendencia a magnificar los recuerdos de pasado. Esto puede aplicarse
a relatos tales como el cruce del Mar Rojo, o los milagros del desierto. Pero tampoco
podemos exagerar demasiado esta tendencia. En los relatos patriarcales hay muy
pocos elementos fantásticos o legendarios. Los patriarcas llevan una vida muy
simple, sin los rasgos característicos de los relatos épicos.

Algunos historiadores minimalistas han defendido que los textos bíblicos son
todos ellos postexílicos y que por tanto no son fiables a la hora de intentar historiar
los períodos del Hierro I que eran ya muy distantes para ellos. Sin embargo hay que
resaltar que en los textos bíblicos hay evidencia de fuentes que reflejan un tipo de
vida muy primitivo y arcaico, costumbres y fiestas que se remontan a los años de
desierto, o los tiempos en que la sociedad israelita sedentaria se regía por usos muy
anteriores a los de la época monárquica más institucionalizada. En estos relatos es
posible descubrir ecos de tradiciones antiquísimas, aunque dichas tradiciones
hayan experimentado todo el proceso que hemos descrito mediante el uso de los
cinco verbos simplificar, conectar, secuenciar, legitimar y magnificar.

E. Las estructuras del régimen tribal

1.- Las estructuras políticas

Parece que las tribus eran independientes unas de otras, y no había gobierno
central, ni capital, ni ejército profesional, ni burocracia. Diversas tribus podían
colaborar de forma esporádica cuando había un peligro que reclamaba una acción
común. En el momento de la crisis aparecía un líder carismático que convocaba a
todos para la campaña contra el opresor y juntaba a estas tropas improvisadas. Es

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el caso típico de la colaboración entre Zabulón y Neftalí en la batalla contra Sísara
(Jc 4,6.10) a la que según Jc 5 se habrían sumado de algún modo Efraím, Benjamín,
Isacar y Makir. Después del éxito, todos se desbandan para volver a sus pueblos y
sus granjas. No explotaban la victoria para finalidades políticas a largo plazo. Los
combatientes convocados apresuradamente, se dispersaban también
apresuradamente al pasar el peligro.

Con estos jueces carismáticos, cuya función eventual era salvar al pueblo en
los momentos de crisis, parece que había también otros jueces, en el sentido actual
de la palabra, que declaraban el derecho en vigor en la tradición de Israel. Se trata
de una institución duradera cuya función era vitalicia (Jc 10,2ss).

En cualquier caso hay entre las tribus lazos de pertenencia invisible. Raza,
lengua, religión, orígenes comunes... Noth detectó una estructura semejante a la de
las ciudades-estado de la Grecia clásica, la liga de los pueblos griegos en Delfos.
Dicha estructura recibe el nombre de anfictionía. Hoy día no se usa más esta
nomenclatura anfictiónica de Noth, porque actualmente no se ve el régimen tribal
como una verdadera estructura de estado, sino más bien como un conglomerado
disperso de tribus afines que aún no han establecido un estatus político común.

Es sobre todo el Yahvismo el que va a dar un sentido de unidad a este


conglomerado, el Yahvismo y sus instituciones. Entre estas instituciones hay que
singularizar el santuario nacional con el arca de la alianza. Esta no se guardaba en
un templo, sino en un "ohel", una tienda. Después del paso del Jordán estuvo algún
tiempo en Guilgal, pero después, casi todo el tiempo de los jueces el santuario
nacional del arca se encontró en Silo, dentro del territorio de Efraín, la tribu
preponderante. Las peregrinaciones periódicas al santuario nacional hacían de Siló
la capital espiritual y el punto de encuentro de Israel. Con todo algunos biblistas
dudan de que el arca tuviera tanta preeminencia ya en la época de los Jueces y
dudan de que el santuario de Siló tuviese un carácter anfictiónico. Es sólo en la
época de David cuando el santuario del arca en Jerusalén ocupa un lugar central
en la religiosidad de Israel. Y es sólo en la época de Josías cuando este santuario
pretenderá una validez exclusiva que deslegitime todos los demás santuarios.

Los jueces eran autoridades carismáticas suscitadas por Dios. Su ministerio no


era institucional o hereditario. Cumplían su ministerio en el interior de su tribu, pero
no en el conjunto de Israel. Este ejercicio del poder es una forma de transición, a
mitad de camino entre el régimen patriarcal y el monárquico, una forma de poder
que fue sólo posible en un corto periodo.

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Como estamos viendo es la crisis filistea la que contribuirá a poner fin a este
tipo de liderazgo carismático para dar paso a otro dinástico.

2.- Las estructuras religiosas

En el santuario "nacional" en Siló se encontraba el arca de la alianza. En él


había un clero encargado del culto.

Además del santuario nacional había santuarios descentralizados con su propio


clero, como por ejemplo Siquén, Betel, Beersheba...

La religión patriarcal de la época seminómada estaba basada en el dios del


padre, el dios de Abrahán, el dios de Isaac, el dios de Jacob. Este dios no tenía un
santuario fijo, sino que recibía culto dondequiera que la tribu se encontraba. No
existía un sacerdocio, sino que era el jeque de la tribu el mismo que realizaba el
sacrificio del cordero

Simultáneamente existían entre los cananeos unos santuarios al dios “El”, el


padre de todos los dioses del panteón semítico. El culto a El estaba localizado en
un santuario local, en Siquén, Beersheva, Betel... Estos santuarios relacionados con
el culto a "El", fueron posteriormente puestos en relación con los relatos patriarcales,
mediante narraciones que presentan a los patriarcas dando culto en estos lugares.
De ese modo se produce un sincretismo mediante el cual se identifica el Dios que
adoró cada uno de los patriarcas, el Dios de Abrahán, Isaac y Jacob, con el dios
local adorado en el santuario y finalmente, con YHWH el Dios que se reveló a
Moisés en el desierto.

Para entender la unidad en la pluralidad, podríamos considerar como entre


nosotros la misma Virgen María es venerada en distintos lugares con nombres
diferentes, asociados a diversas apariciones. Es siempre la misma Virgen María,
aunque los nombres dependen de sus advocaciones o manifestaciones diversas. El
nombre plural de "Elohim" para designar el conjunto de las teofanías no es signo de
politeísmo, sino una forma de expresar la plenitud y la unidad que hay en Dios a
través de manifestaciones diferentes.

Cada tribu tenía sus antepasados, y cada antepasado tenía su "dios", el dios
del padre. Cuando se hace un cuadro sinóptico o árbol genealógico estableciendo
un parentesco compartido, se confunde la diversidad de los distintos dioses en uno
solo. Después de la llegada de las tribus del desierto, se identifica a YHWH con
todos los "dioses del padre" de las distintas tribus. En la zarza ardiente YHWH se

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manifiesta a Moisés ya como Dios de Abrahán, Dios de Isaac y Dios de Jacob (Ex
3,6).

En cambio, como veremos, el Yahvismo puro nunca consintió una asimilación


con el culto a los baales, ni el Baal relacionado con los cultos de la naturaleza al
estilo de Baal Peor (Nm 25,3), ni el Baal del cielo típico de fenicios y arameos.

Lo cual no quiera decir que durante la época monárquica no fuera corriente la


identificación de Dios y Baal, el Señor, y el nombre de Baal aparece en muchos
topónimos y nombres de personas de la época, tales como Ishbaal, el hijo de Saúl.
Pero el Yahvismo nunca admitió estos usos, y cuando tuvo suficiente poder para
censurarlos lo hizo de una manera absoluta.

3.- La sedentarización

El fenómeno más importante de esta etapa es el profundo cambio que


experimenta un pueblo seminómada cuando se convierte en sedentario. Un pueblo
de pastores se convierte en un pueblo de granjeros y campesinos. Las nuevas
técnicas agrícolas de los recién instalados son deudoras de la cultura cananea. Pero
este cambio de economía va a llevar consigo un profundo cambio social hasta las
mismas raíces.

Hay que adaptar todas las antiguas costumbres y tradiciones a las nuevas
circunstancias. La legislación debe adaptarse a los nuevos problemas que plantea
una vida agrícola y sedentaria. Esta legislación nueva está recogida en el Código
de la Alianza (Ex 20,22 - 23,33) que responde a la situación social y cultural de la
época de los Jueces. Los israelitas van a vivir rodeados de los cananeos que tienen
una cultura superior y tendrán la tendencia a imitar sus costumbres. En este tiempo
adoptan la lengua y la escritura del país, y también todo lo relacionado con la vida
agrícola.

En esta época comienza también la vida urbana. Los israelitas van a ocupar
algunas de las ciudades cananeas, y a fundar ellos nuevas villas. Las excavaciones
arqueológicas nos muestran estos establecimientos que no tienen gruesas
murallas.

La ciencia de las religiones comparadas nos dice que siempre que un pueblo
se sedentariza cambia de religión. La religión es un epifenómeno que responde a
intereses sociales y económicos de los pueblos. La circunstancia que va a polarizar

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la atención y el interés del pueblo serán las tareas agrícolas, la lluvia, el ciclo de
siembra y cosecha...

En la religión agrícola hay normalmente dos principios divinos: el principio


activo, masculino que representa la semilla, y el principio pasivo: la tierra. Hay en
estas religiones dioses masculinos, como Baal, y diosas que representan la tierra,
como Astarté.

En los templos, colocados en los lugares altos, está instituida la prostitución


sagrada con ritos de fertilidad. Para obtener la fertilidad de su parcela, el campesino
sube al lugar alto, y se acuesta con la prostituta sagrada, representando en este rito
sagrado la fecundidad de la tierra que quiere obtener.

Cuando los cananeos enseñan a los hebreos el cultivo de la tierra, no saben


diferenciar entre técnicas agrícolas y ritos mágicos. Hay que practicar ambos
conjuntamente. Son los baales los que dan fecundidad a la tierra, hay que frecuentar
sus templos para obtener la lluvia... (Os 2).

La tentación de los hebreos en este momento es caer en el sincretismo. YHWH


sigue siendo el Dios nacional, el Dios de las batallas y los ejércitos. Se le da culto
en el templo y se le invoca para todos los asuntos relacionados con la seguridad
nacional Pero Baal es el dios del departamento agrícola. A él se acude en demanda
de lluvia y fecundidad para los campos. Esta religión departamental que atribuye
competencias diferentes a dioses diversos, será la tentación más grave que
conocerá el pueblo de Israel hasta el tiempo del exilio babilónico.

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